San José

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José y la aparición del Ángel: Éste fue el origen de Jesucristo: Ma- ría su madre estaba comprometida con José y, cuando todavía no ha- bían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamen- te, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no te- mas recibir a María, tu esposa, por- que lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús” (Mt 1, 18-21). José esa noche no durmió más por- que, el solo pensar que iba a ser el padre adoptivo, lo llenó de alegría y emoción; la noche parecía que no terminaría nunca. Muy temprano, buscó a María y la llevó a su casa. José, hombre justo que esperaba al Mesías, ya lo tenía con Él. Edicto del Emperador: Una nueva prueba esperaba a María y a José, éste comunica a María que deben viajar a Belén para ser empadronados. Mo- mento difícil para José, estaba por nacer el Hijo, ¿cómo viajar? Debería dejar su taller, sus clientes, sus ami- gos y su humilde casita. ¡Qué inopor- tuno el Emperador! José debía des- prenderse de todos, de todo. Como buen carpintero había preparado una cunita con mucho cariño, ilusión y amor, también tuvo que dejarla. ¿Cuándo será? ¿Nacerá en el cami- no? ¿Llegar a Belén y adónde alojar- me? ¿Quién me recibirá con una mu- jer en ese estado y además sin dine- ro? Eran éstas y muchas otras pregun- tas las que se hacía José angustiado por el camino desértico y polvoriento, bajo un sol sofocante que castigaba a José y a María, las duras piedras em- pezaban a lastimar los pies del fiel y esperanzado José. José, hombre jus- to, trabajador incansable, amigo de la verdad, dueño de sí, compañero inse- parable del silencio y la contemplación, golpeado por la incertidumbre y el do- lor. La mano amorosa del Padre los iba conduciendo José llega a Belén: Hacia el atarde- cer, José y María llegan a Belén, des- pués de ese viaje muy largo y peligro- so. José empieza a golpear puertas y pedir posada. No hay lugar. Sigue gol- peando y no hay respuesta. La noche iba cayendo y las negativas se iban sumando una tras otra y con ellas la angustia de José aumentaba hasta las lágrimas silenciosas que corrían mo- jando la barba del hombre justo que era José. No podía entender que el Hijo del eterno Dios creador de todo, no tenga un lugar digno para nacer. Entonces apresuraba el paso y seguía golpean- do con sus manos callosas, sus ojos hundidos por el sueño y el cansancio acumulado. Al final de este peregrinar, unas puertas se le abren, las de un pobre y viejo establo donde dormían los animales. José, un hombre caritati- vo con todos, que nunca había dejado irse sin nada al que le pedía, hoy supo en carne propia, en lo más profundo de su corazón, lo que es la indiferen- cia. Los sin techo, los que no tienen trabajo pueden comprender más a José en su dolor, en sus angustias y lágrimas, pero detrás de todo al hom- bre que cree en las promesas del Pa- dre. Nacimiento de Jesús: José y María pe- netran en el lugar donde iban a pasar la noche. El establo no es una hospedería confortable, abrigada y limpia. Había que ponerse manos a la obra, para que aque- llo que olía mal y estaba todo sucio, se convirtiera en un lugar al menos limpio y ordenado para cobijar al Rey del mundo, al Hijo de Dios y a su Madre. Mientras encendía un pequeño candil, crecía en el corazón de José una luz de esperanza, de paciencia, de fe inquebrantable, apo- yada en la promesa del Padre, en el cum- plimiento de su voluntad. Pronto, bajo las manos de este humilde carpintero, aque- llo quedó lo mejor y más limpio posible... El Niño está a punto de nacer. El corazón de José late más fuerte de tanta emoción, y en la oscura y silenciosa noche irrum- pió el llanto del divino Niño y su Madre lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre. José, de rodillas, contemplaba en silencio al esperado de todos los tiem- pos. Lo esperaba el desconsolado Adán, que fue arrojado del Paraíso con toda su descendencia. Lo esperaba Abraham, Padre de la fe; lo esperaba Moisés, erran- te durante cuarenta años en el desierto; lo esperaba David y todos los suyos. Los animales, al calor de su aliento, contem- plaban a su Creador, José y María, a su Redentor. Visita de los Pastores: José estaba contemplando al Dios hecho niño por amor a toda la humanidad, de pronto escucha que golpean; José, angus- tiado, se pregunta: ¿será que nos quieren echar de aquí? Sale apresu- rado, se encuentra con unos pasto- res, hombres rudos, despreciados por todos, sin cultura, haciendo un traba- jo humilde; sus ropas harapientas, su pelo y barba desprolijos, su boca en- treabierta por el asombro dejaba ver sus pocos dientes que lo daban a entender todo. José escuchaba emo- cionado los relatos de esos hombres sencillos: “se nos apareció el Ángel del Señor y la Gloria del Señor nos envolvió con una luz”, y nos dijo que hoy, en la ciudad de David, nos ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. José, con gran alegría, hizo entrar a los pastores, y juntos adora- ron al Niño. José empezaba a enten- der por qué Jesús debía nacer tan pobre, para unirse a los más humil- des, y vivir como uno de ellos. Jesús dirá: “Felices los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. LA VIDA DE SAN JOSÉ

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José y la aparición del Ángel:Éste fue el origen de Jesucristo: Ma-ría su madre estaba comprometidacon José y, cuando todavía no ha-bían vivido juntos, concibió un hijopor obra del Espíritu Santo. José, suesposo, que era un hombre justo yno quería denunciarla públicamen-te, resolvió abandonarla en secreto.Mientras pensaba en esto, el Ángeldel Señor se le apareció en sueñosy le dijo: “José, hijo de David, no te-mas recibir a María, tu esposa, por-que lo que ha sido engendrado enella proviene del Espíritu Santo. Elladará a luz un hijo, a quien pondrásel nombre de Jesús” (Mt 1, 18-21).José esa noche no durmió más por-que, el solo pensar que iba a ser elpadre adoptivo, lo llenó de alegría yemoción; la noche parecía que noterminaría nunca. Muy temprano,buscó a María y la llevó a su casa.José, hombre justo que esperaba alMesías, ya lo tenía con Él.

Edicto del Emperador: Una nuevaprueba esperaba a María y a José, éstecomunica a María que deben viajar aBelén para ser empadronados. Mo-mento difícil para José, estaba pornacer el Hijo, ¿cómo viajar? Deberíadejar su taller, sus clientes, sus ami-gos y su humilde casita. ¡Qué inopor-tuno el Emperador! José debía des-prenderse de todos, de todo. Comobuen carpintero había preparado unacunita con mucho cariño, ilusión yamor, también tuvo que dejarla.¿Cuándo será? ¿Nacerá en el cami-no? ¿Llegar a Belén y adónde alojar-me? ¿Quién me recibirá con una mu-jer en ese estado y además sin dine-ro? Eran éstas y muchas otras pregun-tas las que se hacía José angustiadopor el camino desértico y polvoriento,bajo un sol sofocante que castigaba aJosé y a María, las duras piedras em-pezaban a lastimar los pies del fiel yesperanzado José. José, hombre jus-to, trabajador incansable, amigo de laverdad, dueño de sí, compañero inse-parable del silencio y la contemplación,golpeado por la incertidumbre y el do-lor. La mano amorosa del Padre los ibaconduciendo

José llega a Belén: Hacia el atarde-cer, José y María llegan a Belén, des-pués de ese viaje muy largo y peligro-so. José empieza a golpear puertas ypedir posada. No hay lugar. Sigue gol-peando y no hay respuesta. La nocheiba cayendo y las negativas se ibansumando una tras otra y con ellas laangustia de José aumentaba hasta laslágrimas silenciosas que corrían mo-jando la barba del hombre justo que eraJosé. No podía entender que el Hijo deleterno Dios creador de todo, no tengaun lugar digno para nacer. Entoncesapresuraba el paso y seguía golpean-do con sus manos callosas, sus ojoshundidos por el sueño y el cansancioacumulado. Al final de este peregrinar,unas puertas se le abren, las de unpobre y viejo establo donde dormíanlos animales. José, un hombre caritati-vo con todos, que nunca había dejadoirse sin nada al que le pedía, hoy supoen carne propia, en lo más profundode su corazón, lo que es la indiferen-cia. Los sin techo, los que no tienentrabajo pueden comprender más aJosé en su dolor, en sus angustias ylágrimas, pero detrás de todo al hom-bre que cree en las promesas del Pa-dre.

Nacimiento de Jesús: José y María pe-netran en el lugar donde iban a pasar lanoche. El establo no es una hospederíaconfortable, abrigada y limpia. Había queponerse manos a la obra, para que aque-llo que olía mal y estaba todo sucio, seconvirtiera en un lugar al menos limpio yordenado para cobijar al Rey del mundo,al Hijo de Dios y a su Madre. Mientrasencendía un pequeño candil, crecía en elcorazón de José una luz de esperanza,de paciencia, de fe inquebrantable, apo-yada en la promesa del Padre, en el cum-plimiento de su voluntad. Pronto, bajo lasmanos de este humilde carpintero, aque-llo quedó lo mejor y más limpio posible...El Niño está a punto de nacer. El corazónde José late más fuerte de tanta emoción,y en la oscura y silenciosa noche irrum-pió el llanto del divino Niño y su Madre loenvolvió en pañales y lo recostó en unpesebre. José, de rodillas, contemplabaen silencio al esperado de todos los tiem-pos. Lo esperaba el desconsolado Adán,que fue arrojado del Paraíso con toda sudescendencia. Lo esperaba Abraham,Padre de la fe; lo esperaba Moisés, erran-te durante cuarenta años en el desierto;lo esperaba David y todos los suyos. Losanimales, al calor de su aliento, contem-plaban a su Creador, José y María, a suRedentor.

Visita de los Pastores: José estabacontemplando al Dios hecho niño poramor a toda la humanidad, de prontoescucha que golpean; José, angus-tiado, se pregunta: ¿será que nosquieren echar de aquí? Sale apresu-rado, se encuentra con unos pasto-res, hombres rudos, despreciados portodos, sin cultura, haciendo un traba-jo humilde; sus ropas harapientas, supelo y barba desprolijos, su boca en-treabierta por el asombro dejaba versus pocos dientes que lo daban aentender todo. José escuchaba emo-cionado los relatos de esos hombressencillos: “se nos apareció el Ángeldel Señor y la Gloria del Señor nosenvolvió con una luz”, y nos dijo quehoy, en la ciudad de David, nos hanacido un Salvador, que es el Mesías,el Señor. José, con gran alegría, hizoentrar a los pastores, y juntos adora-ron al Niño. José empezaba a enten-der por qué Jesús debía nacer tanpobre, para unirse a los más humil-des, y vivir como uno de ellos. Jesúsdirá: “Felices los pobres, porque deellos es el Reino de los Cielos”.

LA VIDA DE SAN JOSÉ

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José huye de noche a Egipto: Josése acercó presuroso a María, la des-pierta diciéndole con voz entrecortada:“Me llamó el Ángel del Señor, y me dijoque debemos huir rápidamente a Egip-to, porque Herodes quiere matar alniño”. Qué momento difícil para José,¿qué llevar para el viaje? No tenía nadapreparado, había que dejar todo nue-vamente (sólo aquellos emigrantes o losque perdieron todo por una inundación,tormenta o terremoto, podrán compren-derlo). A José le latía el corazón conmás rapidez que nunca, por miedo alferoz Herodes. Había que salir en si-lencio, y que nadie los vea, tenían quesalvar al Niño. Salió José con prisa yangustia a la cerrada y oscura noche,que hacía todo más negro. Todavía lesesperaba un largo camino, lleno de pe-ligros. Peligro de asaltos, peligro de lasfieras, peligro de perderse, peligro demorir de sed por no tener suficienteagua para el viaje y a esto se le suma-ba la angustia de que el enemigo le sigay le alcance. Para José fue la nochemás negra, dura y larga de su vida. Sushumedecidos ojos y sus labios se uníana su corazón repitiendo: “¡Hágase...!”

Llegada a Egipto: José, el hombrefiel, después de un largo y angustia-do viaje, llegó con su familia al des-conocido Egipto. Nuevamente sinnada, a la deriva, golpear puertas yrecibir negativas, sin techo y sin tra-bajo. Un extranjero era mal visto ydespreciado. ¿Qué hacer? ¿Dóndeir? ¿A quién recurrir?...La Sagrada Familia ha experimenta-do varias veces, como tantas familiasde hoy, en carne propia, lo que es notener ni techo ni trabajo, dejar su tie-rra e ir a otro país, con un idioma dis-tinto y con otras costumbres. A pesarde todo, no se dejó abatir por la de-solación y siguió adelante, luchandoy luchando, hasta que encontró unafamilia judía que lo recibió en su casapor un tiempo.José, María y Jesús, por sobre todo,hicieron la maravillosa experiencia decumplir la voluntad del Padre, aban-donados a su paternal providencia.

El Niño perdido y hallado en el Templo:Jesús tenía doce años, sus padressubieron como de costumbre a Jeru-salén para la fiesta de la Pascua ju-día. Acabada la fiesta, José y Maríaregresaron con los otros peregrinos.Al cabo de un día de caminata, al lle-gar la noche, notan que el Niño noestaba en la caravana, ni con los pa-rientes. ¡Qué angustiosa y dolorosabúsqueda! Otro sufrimiento grandepara José. La espada comienza a cla-varse en esos dos corazones aman-tes y fieles. Entonces deciden regre-sar a Jerusalén. Lo buscan angustia-damente entre sus familiares y ami-gos. Tres días y tres noches sin dor-mir y casi sin comer. Sólo el que haperdido un hijo podrá comprender elsufrimiento y el dolor de José.Al tercer día, después de tanto sufriry sufrir, lo encontraron en el Templo,entre los doctores y regresaron a sucasa, guardando todo esto en su co-razón.

La muerte de José: Sus labios ce-rrados, que fue una de sus grandesvirtudes, sus manos encallecidas,descansan como testigos de estehombre que fuera un trabajador in-cansable. Sus ojos cerrados y colma-da ya su esperanza, porque ya ha-bían visto al esperado de todos lostiempos. Sus pies agotados de tantoandar, su corazón quemado de tantoamar, todo él es una ofrenda llena dehumildad, de pureza, de servicio ygenerosidad.San José, Patrono de la Iglesia uni-versal. En sus letanías, encontramosestas invocaciones: José justísimo,castísimo, prudentísimo, fortísimo,obedientísimo, fidelísimo. Amante dela pobreza, ruega por nosotros.Hacele un lugar en tu corazón a SanJosé y así podrás, imitándolo, llegara Cristo.Poné una imagen de San José en tuhogar, él será tu gran intercesor y pro-tector y el de toda tu familia.

La Presentación del Niño en el Tem-plo:José, como buen judío, cumplidor dela Ley y las costumbres, presentó aJesús en el Templo y presentó comoofrenda un par de tórtolas. Podemosimaginarnos a esa joven pareja conel Niño en brazos, subiendo las gra-das del extraordinario Templo, bajola mirada complacida del Padre Dios.Ese día había mucha gente que ibay venía. Un anciano contemplativo,tomó al Niño con mucha emoción yalabó a Dios diciendo: “Ahora, Se-ñor, puedes dejar que tu servidormuera en paz, como lo has prometi-do, porque mis ojos han visto al Sal-vador que preparaste ante todos lospueblos, luz para iluminar a las na-ciones paganas y gloria de tu puebloIsrael”. Después, mirando a la Ma-dre, le dijo: “Y a ti, una espada te atra-vesará el Corazón”. José, emociona-do, sintió que esa espada clavabatambién su corazón. Toda su vida,de buen esposo, será compartir yaliviar los sufrimientos de María, suesposa, haciéndolos también suyos.

Dibujos: Hilda Tessa - Capilla «Sagrada Familia» - Zona Rural - que agradece la colaboración de «Casa N. S. de Fátima» J. J. Paso 8385 ROSARIO, invitándote al próximo Retiro Espiritual. Comunicate al Tel. (0341) 4510546

Se puede fotocopiar, imprimir y publicar. Se agradece y bendice su difusión.