Rasgos de la Personalidad y Sintomatología...
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UNIVERSIDAD CENTROCCIDENTAL LISANDRO ALVARADO
DECANATO EXPERIMENTAL DE DE HUMANIDADES Y ARTES
PROGRAMA LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA
Rasgos de la Personalidad y Sintomatología Prefrontal en Jóvenes Antisociales
Privados de Libertad
Proyecto de Investigación presentado por:
Eugenia E. ESCOBAR VÁSQUEZ
Y
Alba C. GARCÍA MEDINA
TUTOR: Víctor LÓPEZ.
Barquisimeto, Enero 2014.
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Índice de Contenido
Índice de Tablas…………………………………………………………………… 4
Resumen…………………………………..…………………………………………iv
Introducción.............................................................................................. 5
Marco Teórico .......................................................................................... 8
Adolescencia .............................................................................................................. 9
Conducta Antisocial ............................................................................................... 11
Personalidad ........................................................................................................... 19
Sintomatología Prefrontal ....................................................................................... 35
Método ..................................................................................................... 49
Problema ................................................................................................................. 49
Objetivo General ..................................................................................................... 51
Objetivos Específicos .............................................................................................. 51
Variables ................................................................................................................. 52
Variable Independiente: Conducta Delictiva ...................................................... 52
Variables Dependientes ....................................................................................... 53
Rasgos de Personalidad....................................................................................... 53
Sintomatología Prefrontal ................................................................................... 54
Variables Controladas ............................................................................................ 55
Originadas por los Participantes ........................................................................ 55
Originadas por la Situación ................................................................................ 56
Tipo de Investigación .............................................................................................. 57
Diseño de la Investigación ...................................................................................... 57
Participantes ........................................................................................................... 58
Tipo de Muestreo ..................................................................................................... 58
Instrumentos ............................................................................................................ 59
Inventario de Temperamento y Carácter-Revisado, versión abreviada (TCI-R-
67) ........................................................................................................................ 60
Inventario de Síntomas Prefrontales (ISP) .......................................................... 61
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Procedimiento ......................................................................................................... 64
Consideraciones Éticas ........................................................................................... 69
Resultados ............................................................................................... 71
Discusión ................................................................................................. 79
Conclusiones y Recomendaciones ......................................................... 87
Referencias Bibliográficas ..................................................................... 96
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Índice de Tablas
Tabla 1. Esquema de la Conceptualización Operacional de la Variable
Independiente Rasgos de Personalidad……………………………………………...54
Tabla 2. Esquema de la Conceptualización Operacional de la Variable
Sintomatología Prefrontal medida a través de la Escala Inventario Síntomas
Prefrontales (ISP)……………………………………………………………………… 55
Tabla 3. Porcentajes muéstrales de los datos Edad y Nivel Socioeconómico de
la Muestra objeto de estudio……………………………………………………58
Tabla 4. Entrevista Autoaplicada Para El Grupo Delictivo y No Delictivo….59
Tabla 5. Consistencia Interna (α de Cronbach) de las Escalas del TCI-R-67..61
Tabla 6. Escalas Derivadas de la Estructura Factorial…………………………63
Tabla 7. Correlaciones entre las Escalas del Inventario de Síntomas
Prefrontales y las subescalas y Puntuación Total del Cuestionario Disejecutivo
(DEX) y la Escala de Estrés Percibido (EEP)………………………………………63
Tabla 8. Diferencias entre las Puntaciones Obtenidas para los Rasgos de
Personalidad entre los Grupo Delictivo y No Delictivo en la escala TCIR-
67………………………………………………………………………………………….73
Tabla 9. Diferencias entre las Puntaciones Obtenidas para Sintomatología
Prefrontal entre los Grupos Delictivo y no Delictivo en la Escala
ISP.……………………..…………………………………………………………..…….75
Tabla 10. Correlaciones entre las Puntuaciones Obtenidas de las escalas ISP y
TCI-R-67 para el Grupo Delictivo.…………………………………78
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Introducción
Una de las temáticas que ha tenido mayor connotación en la realidad
latinoamericana ha sido el alto índice de violencia y criminalidad registrado en los
últimos tiempos, de acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud (OPS, 2008)
en los últimos cuatros años se notificaron alrededor de 120.000 homicidios anuales
con una subnotificación de 10%. Más de 12 países de esta región, presentan tasas de
homicidio mayores de 100 por cada 100.000 habitantes. Asimismo, se registra entre
3% y 28% de formación de pandillas violentas juveniles.
En este sentido, el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV, 2011),
muestra una tasa de elevada de homicidios que sobrepasan el promedio
latinoamericano. Igualmente, señala que para el mes de noviembre de 2011, los casos
de crimen llegaron a 15.360, superando ampliamente los 13.080 casos que
oficialmente se habían reportado para todo el año 2010. Por otro lado, la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (2011) resalta que las prisiones venezolanas
son las más violentas del hemisferio, estando la población carcelaria para febrero de
2011 alrededor de de 45.000 reclusos, según lo expresado por fuentes oficiales.
Cabe destacar, que los crímenes y delitos cometidos por jóvenes constituyen
una problemática social, llegándose a considerar un factor de riesgos para la salud
pública. En este sentido, la adolescencia por ser una etapa de cambios a nivel
contextual, perceptivo y biológico es considerada como una de las etapas más
sensible para realizar comportamientos desadaptativos (Fariña, García, Vilariño,
2010). Ahora bien, aunque las mayorías de las investigaciones explican los
comportamientos antisociales desde una perspectiva social, autores como Calzadas
(2007) señalan que existen alteraciones estructurales o funcionales del cerebro que
intervienen en cambios de conducta y en la aparición de patrones de agresividad y
violencia, lo cual agrega una nueva explicación al comportamiento criminal,
pudiendo ser éste consecuencia de una alteración en el cerebro, específicamente la
presencia de sintomatología prefrontal.
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En este marco de referencia, el comportamiento antisocial se ha
conceptualizado como un fenómeno heterogéneo, que varía de acuerdo con
determinantes sociales, psicológicos y biológicos que intervienen en la ejecución del
acto violento. La autora antes señalada establece además, que dicho comportamiento
antisocial se relaciona con una pérdida de la inhibición de estructuras anteriores,
radicadas en la corteza prefrontal, lo cual conlleva a una serie de alteraciones en
diferentes ámbitos que hace al individuo más proclive a asumir conductas violentas,
asociado neuroconductualmente a explosiones emocionales, agresivas y de conductas
polémicas controvertidas. Igualmente, manifiesta que las personas que realizan este
tipo de comportamiento presentan una personalidad con rasgos de impulsividad,
inmadurez, pérdida de autocontrol y juicio social pobre, existiendo una mayor
tendencia para el deterioro de las habilidades sociales necesarias para formular
soluciones no agresivas al conflicto, existiendo un razonamiento pobre y un
pensamiento divergente a nivel cognitivo.
En relación a lo anterior, Cloninger formula una serie de rasgos
temperamentales de la personalidad, teóricamente vinculados a los sistemas de
neurotransmisión cerebral, así como otros rasgos caracteriales, vinculados al historial
de aprendizaje. Según este modelo, las diferencias individuales se deben a
disparidades en los sistemas de adaptación implicados en la recepción, procesamiento
y almacenaje de la información sobre el entorno. El mismo, propone cuatro
dimensiones del temperamento: búsqueda de novedad, evitación del daño,
dependencia de la recompensa y persistencia, vinculándose además; a la herencia
genética y al funcionamiento de neurotransmisores específicos responsables de la
regulación de la conducta (Ruiz, Pedrero, Olivar, Llanero, Rojo, Puerta, 2010).
Actualmente, se han realizado planteamientos que relacionan las dimensiones
de la personalidad con la actividad cerebral, específicamente las funciones ejecutivas
radicadas en el lóbulo frontal, siendo la tendencia de estos trabajos el uso de
adicciones. No obstante, la relevancia de estos descubrimientos hace pertinente
expandir su estudio en otras poblaciones, las investigaciones sugieren que uno de los
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comportamientos que están más asociados con substratos biológicos son los
antisociales, por lo que su desempeño neuropsicológico, particularmente en las
funciones ejecutivas, es significativamente distinto con respecto a sujetos no
violentos (Arias y Ostrosky, 2010).
Con base a lo expuesto, la presente investigación busca relacionar los rasgos
de personalidad y las funciones ejecutivas en conductas antisociales asumidas por
jóvenes privados de libertad. Estudio que justifica su importancia, debido a que son
pocas las investigaciones que han procurado documentar, describir y asociar estas
características, las cuales pueden ser clínicamente relevantes en individuos
antisociales (Arias y Ostrosky, 2010). Asimismo, el presente estudio busca dar una
explicación más certera a las razones que impulsan a realizar conductas delictivas,
por ser un aspecto importante a considerar en el proceso de resocialización y
prevención. Para de esta forma lograr un abordaje interdisciplinario, donde elementos
neuropsicológico y psicológico en general sean valorados como aspectos
fundamentales a considerar al momento de intervenir a este tipo de población.
Finalmente, la vinculación de ambas variables se traducen en nuevos enfoques
terapéuticos para las personas que padecen trastornos en su comportamiento,
permitiendo además; la formulación de nuevas hipótesis para el área clínica (Pedrero,
Ruiz, Lozoya, Rojo, Llanero y Puerta, 2013).
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Marco Teórico
El progreso y bienestar de una nación no sólo depende de variables
económicas que indiquen su capacidad de generar riquezas, en cuanto a la producción
y consumo de bienes. Las sociedades requieren de otras condiciones que hacen
posible el disfrute de los recursos que produce, y entre éstas se encuentra la seguridad
personal y ciudadana, clave para garantizar al individuo y a la colectividad calidad de
vida, la cual se traduce en bienestar socioemocional y estabilidad al tejido social.
No obstante, uno de los grandes problemas que aquejan a la sociedad
contemporánea es el aumento de los índices de inseguridad, que tiene su causa
fundamental en los distintos tipos de acciones delictivas asociadas a un incremento de
violencia, que ha terminado por generar un problema de salud pública. Asimismo, un
dato que agrava aún más la situación es la participación cada vez mayor de la
población más joven en el rol de victimarios (Rangel, Abache, Esquerre, Hernández y
Ochoa, 2011)
En este sentido, la conducta antisocial de los miembros de una comunidad se
vincula a hechos delictivos y es un tema que ha sido abordado por diversas
disciplinas de las ciencias sociales, que ubican con frecuencia las causas de dicha
problemática a factores de origen externo producto del entorno en que se desenvuelve
el individuo, entre los que se encuentra la pobreza, el maltrato, la exclusión social,
entre otras. Por otra parte, en años recientes estudios en la psicología y
neuropsicología como los descrito por Benito, Haro, Orengo, Gonzales, Fornés y
Mateu (2012) y Arias y Ostrosky (2010) respectivamente, han destacado la influencia
en estas conductas de factores internos, como lo son determinados rasgos de la
personalidad y alteraciones en las estructuras cerebrales, específicamente de la
corteza prefrontal, éstas últimas investigaciones son las que han motivado el
desarrollo del presente trabajo, el cual expone de manera detallada aspectos
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relacionados con la conducta antisocial asumida por jóvenes privados de libertad,
considerado para ello los aspectos legales provistos en el marco jurídico venezolano.
Seguidamente, se reseñan distintos modelos de personalidad vigentes e
investigaciones aplicadas a diversas poblaciones, de la misma forma se describen un
conjunto de teorías referentes a la maduración del cerebro y funcionamiento de la
corteza prefrontal, señalando a través de investigaciones las repercusiones
comportamentales causadas por la presencia de sintomatología prefrontal.
Finalmente, se exponen algunos trabajos que han relacionado las variables
anteriormente mencionadas, señalando a partir de sus resultados la relevancia de
continuar con su estudio en diversas poblaciones, entre las que destacan jóvenes
antisociales, población escogida por los autores por las escasas bases empíricas hasta
ahora existentes en el campo investigativo.
En función de esto, el primer aspecto a mencionar en el presente trabajo hace
referencia a la adolescencia, por ser este el periodo considerado con mayor
propensión para la comisión de conductas antisociales, así lo señala Fariña et al.
(2010), quienes explican que a lo largo del ciclo vital del hombre existen etapas en las
que se supone hay una mayor vulnerabilidad a realizar conductas inadecuadas, debido
a los cambios fisiológicos, emocionales y la reconceptualización psicológica que la
acompañan.
Adolescencia
La misma es definida por la Organización Mundial de la Salud (2011) como el
período de vida en el cual el individuo adquiere la capacidad reproductiva. Etapa
además en la que transitan los patrones psicológicos de la niñez a la adultez e inicia el
proceso de consolidar la independencia socio-económica. De acuerdo a Fariña et al.
(2010) es una etapa entre la niñez y la edad adulta que se caracteriza por profundas
transformaciones biológicas, psicológicas y sociales. No es solamente un período de
adaptación a los cambios corporales, sino una fase de determinaciones hacia una
mayor autonomía psicológica y social.
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En este orden de ideas, el fondo de la Naciones Unidas para la Infancia
(UNICEF, 2011) considera la adolescencia como la segunda etapa de la vida del ser
humano, que abarca las edades entre los 10 a 19 años, la cual constituye una fase de
transición entre la infancia y la adultez. Cabe mencionar, que dada la diferencia en
cuanto a experiencias, la UNICEF (2011) ha separado a los mismos en dos grupos
etarios; la adolescencia temprana (de los 10 a los 14 años) y la adolescencia tardía (de
los 15 a los 19 años).
Igualmente, esta organización considera que la adolescencia temprana se
extiende entre los 10 y los 14 años de edad, etapa en que comienzan a manifestarse
cambios físicos, como repentina aceleración del crecimiento y desarrollo de los
órganos sexuales. De la misma forma, recientes investigaciones muestran que durante
este periodo el cerebro experimenta un súbito desarrollo eléctrico y fisiológico puesto
que las redes neuronales se reorganizan radicalmente, generando repercusiones sobre
la capacidad emocional, física y mental.
En este mismo contexto, la adolescencia tardía abarca la parte posterior de la
segunda década de la vida, entre los 15 y 19 años. En esta etapa usualmente ya han
ocurrido la mayoría de cambios físicos importantes, aunque el cuerpo sigue
desarrollándose. A nivel neuronal el cerebro continúa renovándose y
reorganizándose, aumentando la capacidad de pensamiento analítico y reflexivo.
Asimismo la temeridad, un rasgo común de la temprana adolescencia, declina durante
la adolescencia tardía, en la medida en que se desarrolla la capacidad de evaluar
riesgos y tomar decisiones conscientes (UNICEF, 2011).
En la actualidad, los jóvenes de 10 a 24 años representan una enorme
proporción de la actual población mundial, más de 175.000 millones. De acuerdo con
el Instituto Nacional de Estadísticas de la República Bolivariana de Venezuela (INE,
2010), en el año 2010, el 39% de la población corresponde a menores de 19 años de
edad siendo éste el grupo de mayor concentración de habitantes. Es relevante destacar
que cada año se registran alrededor de 2,6 millones de defunciones en la población de
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15 a 24 años, una cifra aún mayor en jóvenes que adoptan comportamientos que
ponen en peligro su salud presente y futura, entre estos se señala la exposición a la
violencia (OMS, 2011).
En este aspecto, Venezuela no es ajena a esta realidad, las cifras de delitos
cometidos involucran cada vez mayor número de jóvenes como víctimas y
victimarios, el promedio de la población carcelaria es de 25 años de edad y el 60%
de las víctimas son menores de 30 años (Rangel et al., 2011). Esto supone una
sociedad que enfrenta una grave crisis que impacta en lo económico, al descapitalizar
a parte importante de la población productiva, y en lo social por los niveles de
inseguridad que impacta en la calidad de vida de los ciudadanos.
Estas cifras oficiales, confirman que es este estrato de la sociedad el más
vulnerable a las presiones del medio y el que internamente está más desprovisto de
herramientas para el autocontrol ante presiones sociales, incrementando la
probabilidad de incurrir en conductas desadaptativas, entre las que destacan la
realización de comportamiento antisociales, como forma de autoafirmar su
personalidad e independencia, principalmente ante la familia y las normas que le son
impuestas, aspectos que involucran la valoración de sí mismo y que el entorno tiene
respecto a él (Fariña et al., 2010). Considerando lo expuesto, se establece a
continuación la definición de conducta antisocial, por ser uno de los mayores
problemas que se ha presentado en la adolescencia, generando consecuencias graves
como lo es la privación de libertad.
Conducta Antisocial
Es un constructo complejo que no puede ser conceptualizado desde una sólo
teoría, ya que abarca diversos rangos de comportamientos socialmente desaprobados.
En función de esto, ha sido definida en tres categorías principales: diagnóstico clínico
psiquiátrico, comportamiento violento y agresivo, y violación de reglas y normas
legales (Ogilvie, Stewart, Chan y Shum, 2011).
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En la categoría de diagnóstico clínico psiquiátrico se incluye el Trastorno
Disocial, Trastorno Negativista Desafiante, Trastorno Antisocial de la Personalidad y
la Psicopatía. Estos síndromes poseen como características comunes la presencia de
comportamientos irresponsables, el desprecio por los derechos de otros y control
pobre de los impulsos.
En lo que respecta, la American Psychiatric Association, (2000) en el Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-R) señala al
Trastorno Disocial (TD) como una manifestación de comportamientos persistentes y
reiterados que violan los derechos de otras personas o normas sociales importantes
adecuadas a la edad del sujeto, puede iniciarse antes de los 10 años de edad (Tipo de
inicio infantil) o luego de los 10 años pero antes de los 18 años (Tipo de inicio
adolescente). Por otra parte, el Trastorno Negativista Desafiante, se caracteriza por un
patrón de comportamiento negativista, desafiante, desobediente, hostil y provocador,
dirigido a figuras de autoridad. Usualmente se diagnostica después de los 9 años, pero
antes de los 18 años.
Por su parte, el trastorno antisocial de la personalidad cumple con un patrón
general de desprecio y violación de los derechos de los demás, comienza en la
infancia o adolescencia, pero a diferencia del T.D continúa en la edad adulta, es decir,
para establecer este diagnóstico el sujeto debe tener al menos 18 años, además poseer
antecedentes de síntomas de un T.D antes de los 15 años (American Psychiatric
Association, 2000).
Por último la psicopatía, de acuerdo con la Clasificación Internacional de las
Enfermedades (CIE-10, 1992), es definida a través de los siguientes criterios:
Despreocupación cruel por los sentimientos de los demás e incapacidad para la
empatía; actitud irresponsable persistente y marcada, así como un desinterés por las
normas sociales, las leyes y las obligaciones; incapacidad para mantener relaciones
duraderas; escasa tolerancia a la frustración y bajo umbral para la descarga de la
agresión; incapacidad para experimentar culpabilidad o beneficiarse de la
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experiencia, particularmente del castigo; predisposición marcada a culpar a los demás
o a ofrecer racionalizaciones plausibles para las conductas que hacen entrar al sujeto
en conflicto con la sociedad; e irritabilidad persistente.
Sobre este particular, resulta oportuno destacar el estudio de Blackburn
(2000), donde plantea la impulsividad, la hostilidad y agresividad como
características de la personalidad que permiten distinguir a un psicópata de otros
delincuentes. Por otra parte, estableció una clasificación de psicopatía con base en la
dimensión sociabilidad-retraimiento, en dos grupos donde se destacan los psicópatas
primarios, extravertidos y los psicópatas secundarios, que presentan altos niveles de
ansiedad y son socialmente aislados (Sobral, Luengo, Gómez, Romero y Villar,
2007).
Es conveniente precisar que la psicopatía a diferencia del trastorno antisocial
de la personalidad, además de involucrar la conducta observable, posee también
rasgos emocionales, relacionales y caracterológicos. Autores como Krivoy, González
y Mendoza, (2003) han señalado, la relación entre factores genéticos y ambientales en
el origen de la psicopatía; el compromiso de estructuras de la personalidad, donde se
encuentran alteradas las funciones cognitivas; y la relación existente entre la corteza
prefrontal y la psicopatía. En este sentido, el hipotálamo sería el principal encargado
de regular las funciones neuroendocrinas vinculadas con la agresión. Por otra parte,
establecen una relación entre la conducta agresiva y la disminución de ciertos
neurotransmisores como la serotonina, dopamina y noradrenalina, que participan en
la inhibición de los comportamientos agresivos.
En referencia a la clasificación anterior, dentro la categoría comportamiento
violento y agresivo, Bonilla, Blanco, Férnandez y Freund (2011) plantean que
actualmente no se maneja una definición aceptada universalmente por la comunidad
científica sobre la agresividad, sin embargo; destacan que la agresividad es un
instinto, tendencia o disposición que permite actuar de manera hostil o defensiva.
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Mientras que la violencia es un término empleado para designar la agresión como una
acción manifiesta extrema entre los seres humanos.
Dentro de este marco conceptual, la violencia es definida por la Organización
Panamericana de la Salud (2002), como el empleo intencional de la fuerza o del poder
físico, de hecho o como amenaza, contra el mismo sujeto, otro, un grupo o
comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de generar lesiones, muerte,
daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones. Recientemente, el
desarrollo de investigaciones sobre la violencia han confirmado la necesidad de
clasificar el comportamiento violento en dos tipos, la violencia reactiva, ésta se
produce ante un evento percibido como amenazante, le anteceden altos niveles de
activación del sistema simpático y se caracteriza por la presencia de emociones como
la ira y/o el miedo. Y la violencia proactiva, la cual consiste en una acción dirigida a
una meta, sin la necesidad de que exista una amenaza inminente, está caracterizada
por la falta de sensaciones emocionales de manera consciente y es cognitivamente
planeada (Calzadas, 2007).
Bajo estos parámetros los actos violentos, son llevados a cabo cuando una
persona al ser provocada se deja influir por la rabia excediendo su capacidad de
control de las emociones o impulsos agresivos. Ahora bien, para entender la relación
entre violencia y personalidad, Megargee (1966), elaboró un modelo teórico que
clasifica a los delincuentes violentos en sobrecontrolados y subcontrolados;
definiendo que los subcontrolados poseen un patrón de respuesta de forma agresiva,
debido a un déficit en la capacidad de controlar impulsos, y se asocia con la
personalidad antisocial y la psicopatía. Por otra parte, los sobrecontrolados, no suelen
agredir ante provocaciones sino que predomina en éstos el resentimiento, hasta
detonar frente a cualquier desencadenante con gran manifestación de violencia. Esta
última categoría es identificada en delincuentes con agresiones y homicidios más
severos (Ortiz, Fierro, Blanca, Cardenal y Sánchez, 2006).
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Con respecto a la agresividad, recientemente se ha evidenciado una
considerable cantidad de investigaciones que han subdivido la agresión en impulsiva
(también llamada reactiva no planeada) y premeditada. Una distinción importante
entre estos subtipos involucra: el nivel de planificación, la apreciación de las
consecuencias y la intensidad afectiva asociada con el acto agresivo (Mathias et al.,
2007).
En esta dirección, la agresión impulsiva hace referencia a actos agresivos
espontáneos, no planeados, que están fuera de proporción con el evento provocativo,
mientras que la premeditada describe comportamientos agresivos planeados,
controlados y dirigidos a una meta (Mathias et al., 2007). Asimismo, diversos
estudios sugieren que en la agresión impulsiva existe un sustrato biológico, asociado
con alteraciones de la activación fisiológica, específicamente en el rendimiento
neuropsicológico de las funciones ejecutivas, así como también se evidencia una
variación en la actividad electrofisiológica respecto a sujetos violentos no impulsivos
(Arias y Ostrosky, 2008).
Desde el punto de vista neurocientífico, se ha estudiado la impulsividad en
relación con las alteraciones de las funciones ejecutivas para el control de la conducta
en presencia de determinados reforzadores, dichos déficits en la regulación del
comportamiento, se han vinculado a la conducta antisocial y a las adicciones.
Partiendo de esta hipótesis, de que existe un sustrato biológico que gobierna el
control emocional en la violencia impulsiva, se puede comprender cómo se
manifiestan los comportamientos descontrolados a pesar de evidenciar una capacidad
de inteligencia general preservada, un razonamiento lógico y conocimiento de las
normas sociales (Montoya, 2010).
Por último, se encuentra la conceptualización legal de la conducta antisocial,
que incluye la criminalidad y la delincuencia, relacionado con la violación de las
normas legales o sociales y la comisión de actos delictivos. Esta se lleva a cabo
comúnmente en reportes oficiales de actividad criminal (Ogilvie et al., 2011). Desde
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una perspectiva sociológica se ha estudiado que el comportamiento humano tiende a
manifestarse de diversas maneras, siendo la violencia una manera de exteriorizar la
conducta por parte de los individuos, los cuales a través del crimen y el delito
subsisten o satisfacen instintos criminales. En este aspecto, Sandoval y Martínez
(2008), detallan que existen numerosos estudios que buscan explicar las razones que
llevan a un individuo a cometer un crimen, una de ellas la compone los incentivos
individuales específicos desencadenados por el entorno donde se desenvuelven, los
cuales pueden determinar los comportamientos criminales.
Según lo mencionado, la acción criminal comúnmente se asocia a causas de
origen social, como el desempleo, abusos en la niñez, la pobreza, falta de vivienda y
de hogar, violencia y consumo de drogas. En los últimos años, teorías sobre la
criminalidad basada en investigaciones del campo de la psicología, consideran
variables individuales de las personas como influyentes importante en la tendencia a
delinquir; la falta de autocontrol y la necesidad de autonomía, comportamientos que
conducen a la realización de la conducta desadaptativa (Sandoval y Martínez 2008).
Cabe destacar, que en este campo de la criminología se hace cada vez más
necesario vincular la delincuencia a caracteres de la personalidad. Específicamente
patrones con características de alta impulsividad, bajos niveles de empatía y alta
búsqueda de sensaciones, son elementos que estarían latentes en las conductas
antisociales y en la psicopatía. Por otra parte, se consideran factores protectores de
conductas delictivas en los adolescentes la baja impulsividad y la baja dureza
emocional (Sobral et al., 2007).
Con base a lo expresado, Gabaldon (2008) realizó una revisión sobre la
criminalidad en Venezuela, destacando un incremento en los delitos violentos. De
acuerdo con estadísticas oficiales, el autor expone que la tasa de homicidios pasó de
13 por cada 100.000 habitantes a 33 entre 1990 y 2000, posteriormente entre 2000 y
2002 se incrementó en 21%. Las tasas delictivas ubicadas entre 2003 y 2005
arrojaron 43 homicidios, 146 lesiones personales y 231 robos por cada 100.000
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habitantes. Finalmente para el 2010 se registraron 48 homicidios por cada 100.000
habitantes según cifras oficiales del cuerpo de investigaciones penales y
criminalísticas (Rangel et al., 2011).
Por tanto, no sólo se ha evidenciado un incremento significativo de
homicidios en los últimos años, sino que también se ha presenciado el fortalecimiento
de otros delitos cuya característica principal es la violencia; haciendo cada vez mayor
los factores de riesgo que refuerzan la agresividad social y generan un ciclo de
competencia violenta (Rangel et al., 2011).
Considerando los aspectos referidos, se infiere que el aumento de la violencia
representa un signo característico que estaría dando señales de elevados niveles de
frustración ante la imposibilidad de satisfacer altos índices de consumo y poder
competir con sus pares, haciendo que el respeto a la vida pase a segundo plano en una
escala de valores, generando en los jóvenes una exacerbación de la violencia que
concluye en la realización de actividades delictivas. Cabe destacar, que la magnitud
de pena prescrita en el Código Penal (2000) para la condena del adolescente podría
afectar la tendencia a la realización de delitos, puesto que la pena en comparación a
adulto es más leve. Considerando lo señalado, en esta investigación se presentan
aspectos contemplados en el marco jurídico venezolano referidos a las condiciones a
las que se someten los jóvenes privados de libertad.
En este sentido, el delito comprende un conjunto de acciones que van en
contra de las normas concertadas entre los ciudadanos, el cual se manifiesta en
irrespeto por los derechos humanos, corrupción, abuso de poder, violación a la
propiedad privada entre otras. De acuerdo con el Código Penal de Venezuela (2000)
el delito es un hecho punible, asimismo las penas se encuentran establecidas en el
Artículo 112 del mismo, de la siguiente manera:
1.- Las de presidio, prisión y arresto por un tiempo igual al de la pena que haya
de cumplirse, más la mitad del mismo. 2.- Las de relegación a colonia
penitenciaria, confinamiento y expulsión del espacio geográfico de la
República, por un tiempo igual al de la condena, más la tercera parte del tiempo.
3.- Las de suspensión de empleo o inhabilitación para el ejercicio de profesión,
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industria o arte, por un tiempo igual al de la condena, más la cuarta parte del
mismo. 4.- Las de multas en estos lapsos: las que no excedan de ciento cuarenta
bolívares, a los tres meses; y las que pasen de dicho límite, a los seis meses;
pero si fueren mayores de dos mil quinientos bolívares, solo prescribirán al año.
5.- Las de amonestación o apercibimiento, a los seis meses (p. 20).
Esta misma ley, declara en el Artículo 69 que menores de 12 años de edad no
son penados bajo ninguna circunstancia, debido a que el proceso para estos casos, se
fundamenta en tomar las medidas pertinentes respecto a la educación del sujeto, ya
sea en un establecimiento determinado o bajo la responsabilidad de la familia
cuidadora. Posteriormente, el Artículo 70 expone que si se encuentra culpable de un
delito a un menor entre 12 y 15 años de edad, la pena se convertirá en arresto, en caso
de ser de tipo presidio o prisión, con disminución del tiempo establecido a la mitad.
De la misma forma, el Articulo 71 expone que al ser mayor de 15 años, pero menor
de 18, la pena será disminuida en una tercera parte (Código Penal de Venezuela,
2000).
Con respecto a los tipos de delito y a la acción punible correspondiente a cada
uno, contemplados en la legislación venezolana vigente, serán tomados en cuenta
para la presente investigación los especificados en el código antes mencionado, como
delitos contra las personas, entre los que se incluyen homicidios y lesiones
personales. Y los descritos como delitos contra la propiedad, que circunscriben
hurtos, robo, extorsión y secuestro, y daños.
En este mismo marco legal, la Ley Orgánica para la Protección de Niños,
Niñas y Adolescentes (LOPNNA, 2007) en el Título V correspondiente al Sistema
Penal de Responsabilidad de Adolescentes, específica en el Artículo 526:
El Sistema Penal de Responsabilidad de Adolescentes es el conjunto de órganos
y entidades que se encargan del establecimiento de la responsabilidad del
adolescente por los hechos punibles en los cuales incurran, así como de la
aplicación y control de las sanciones correspondientes (p.155).
La ley establece responsabilidades de sus actos a los adolescentes y en
consecuencia fija sanciones de acuerdo al delito, pero diferenciando aquellas de las
aplicadas a adultos, para ello provee una jurisdicción especializada e instituciones que
19
se encargan del cumplimiento de la norma en la aplicación de las sanciones
estipuladas.
Por otra parte, el mismo código, en el Capítulo III hace referencia a las
sanciones, describiendo los tipo en el Artículo 620: “comprobada la participación del
o de la adolescente en el hecho punible y declarada su responsabilidad, el tribunal lo
o la sancionará aplicándole las siguientes medidas: amonestación, imposición de
reglas de conducta, servicios a la comunidad, libertad asistida, semi-libertad,
privación de libertad” (p. 176). Por último, en el Artículo 628 define la medida de
privación de libertad:
Consiste en la internación del o de la adolescente en establecimiento público del
cual sólo podrá salir por orden judicial. En caso de adolescentes que tengan
catorce años o más, su duración no podrá ser menor de un año ni mayor de
cinco años. En caso de adolescentes de menos de catorce años, su duración no
podrá ser menor de seis meses ni mayor de dos años. La privación de libertad
sólo podrá ser aplicada cuando el o la adolescente: a) Cometiere alguno de los
siguientes delitos: homicidio, salvo el culposo; lesiones gravísimas, salvo las
culposas; violación; robo agravado; secuestro; tráfico de drogas, en cualesquiera
de sus modalidades; robo o hurto sobre vehículos automotores. b) Incumpliere,
injustificadamente, otras sanciones que le hayan sido impuestas. En este caso, la
privación de libertad tendrá una duración máxima de seis meses (p. 178).
Asimismo, investigadores tales como Aluja y Torrubia (1996) señalan que la
conducta antisocial como causa de la privación de libertad, no sólo depende de los
estilos de crianza o variables ambientales, sino que también se evidencian otras
explicaciones para estos comportamiento, como lo son la presencia de ciertos rasgos
de la personalidad entre los que destaca impulsividad, pobre autocontrol,
sobreestimulación y dificultad para seguir las normas. A continuación se señalan de
manera más detallada otros aspectos referidos a este constructo psicológico.
Personalidad
La definición de la personalidad abarca una serie de aspectos originalmente
complejos, por lo que su conceptualización debe abarcar una perspectiva ecológica y
evolutiva. En base a esta reflexión, la concepción de personalidad normal propuesta
por Millon (1994) describe la existencia de un patrón complejo de características
psicológicas, relativamente estables en el tiempo, cuyas raíces se siembran en el
20
campo inconsciente, y las cuales se expresan y afloran en todas las áreas del
funcionamiento del individuo. Al mismo tiempo, señala que la formación de la
personalidad viene regulada por el aprendizaje, aspectos biológicos y la auto-
percepción de cada individuo (Díaz y Sánchez, 2002).
En este mismo ámbito, este autor caracteriza la personalidad normal, “como
aquella capacidad de funcionar de forma autónoma y competente, adaptándose de
forma eficaz y eficiente al propio entorno social; logrando una sensación subjetiva de
satisfacción y una capacidad para desarrollar y mejorar las propias potencialidades”
(Díaz y Sánchez, 2002, p. 101). Según lo planteado, la personalidad compone un
constructo dinámico que no sólo engloba una serie de características que vinculan
elementos biológicos, manifestaciones cognitiva, emocionales y conductuales, sino
que además determinan la identidad del individuo y por ende su adaptabilidad y
reacción ante contexto circundante.
Partiendo de esta conceptualización, el estudio de la personalidad constituye
un elemento a considerar dentro de cualquier investigación puesto que ésta modula el
comportamiento de cada individuo ante cada situación presente. El conocimiento de
la personalidad de cada sujeto no sólo permite categorizarlo, sino que además; invita
a la comprensión del funcionamiento autoperceptivo de cada persona, lo cual
apertura en el campo clínico una luz para el diseño de planes de intervención o
tratamientos que busquen regular patrones disfuncionales generales en base a
características propias de la personalidad de cada sujeto en específico.
No obstante, se debe considerar el planteamiento de Millon (1999) entre la
normalidad y la existencia de un trastorno de personalidad, donde declara que “no
hay diferencias cualitativas, sino cuantitativas” (p. 579). De esta forma pone en
manifiesto que existe un continium entre la normalidad y anormalidad, siendo la
diferencia una cuestión fundamentada en los mismos principios explicativos y
variable según el nivel auto-perceptivo de satisfacción. Según lo expuesto, los rasgos
21
de personalidad son considerados por la American Psychiatryc Assiciation, (DSM-
IV-R, 2000) de la siguiente manera:
Patrones persistentes de formas de percibir, relacionarse y pensar. Los
cuales se convierten en trastornos de personalidad cuando son inflexibles y
desadaptativos y se apartan acusadamente de la cultura del sujeto, los
mismos tienen su inicio en la adolescencia o al inicio de la edad adulta, son
estables en el tiempo y causan un deterioro funcional significativo o un
malestar subjetivo en diversas áreas importante del individuo (p. 576).
Visto de esta forma, se puede concluir que las variantes de personalidad
patológica, es decir; los trastornos de personalidad se caracterizan por la vivencia
subjetiva de la insatisfacción, cuya tendencia se encamina a experimentar círculos
viciosos, generando de esta forma, patrones de conducta e inflexibilidad adaptativa y
baja autonomía personal.
Otra de las ideas presentadas por Millon (1999), se refería a los diferentes
niveles de gravedad que puede adquirir la personalidad patológica, describiendo una
diferenciación de la gravedad en tres niveles de intensidad: leve, moderada y grave.
Consecuentemente resalta, que a medida que la severidad de la patología de la
personalidad aumenta, los diferentes estilos de personalidad se atenúan. Sin embargo,
su mayor aporte estuvo en describir versiones menos patológicas de los trastornos de
personalidad, creando los patrones de personalidad de severidad leve (Sánchez,
2003).
Cabe destacar que algunos de los aspectos considerados en la teoría propuesta
por Millon (1999) estaban basados en un modelo de aprendizaje biosocial y la noción
de refuerzos. Por otro lado, la teoría no sólo se fundamenta en la descripción de
versiones menos patológicas de los trastornos de personalidad del DSM-II, sino que
además ajusta sus prototipos de personalidad en un esquema clasificatorio.
Asimismo, los prototipos de personalidad señalados se enfocan sobre las relaciones
interpersonales que el individuo establece típicamente y en el modo con que la
persona logra su adaptación con el entorno (Choca, 1999).
22
De esta manera, se infiere que la formación de una teoría capaz de crear una
clasificación de los tipos de personalidad permite conectar la realidad a la
bibliografía, haciendo posible una efectiva intervención en pacientes con trastornos
de la personalidad. Por esta razón el mayor de los aportes de Millon (1999), se
visualiza en la descripción de un sistema clasificatorio, el cual permite diseñar
instrumentos de evaluación y proponer una línea de tratamiento terapéutico eficaz
para su aplicación en el campo clínico.
En este aspecto, la descripción de la personalidad en categorías, permite
aglomerar los atributos de las diferencias individuales, estableciendo una taxonomía
capaz de descomponer los tipos de personalidad en función de determinados rasgos
(Pedrero, 2008). No obstante, aparte de la teoría expuesta con anterioridad, existen
diversos modelos que intentan explorar de manera empírica los rasgos asociados a
diversos tipos de personalidad, entre ellos se destacan los siguientes:
-El modelo de los cincos factores descrito por McCrae y Costa, (1999) una de las
teorías que más investigación ha aportado al Eje II del DSM-IV. Este enfoque se
caracteriza por poseer una particular metodología, basada en un análisis factorial, un
particular modelo estructural, fundamentado en rasgos dimensionales y una hipótesis
léxica. Asimismo, el autor establece que cualquier tipo de personalidad puede ser
conceptuada a partir de cinco amplias dimensiones: neuroticismo, extroversión,
apertura a la experiencia, afiliación y responsabilidad (Pedrero, 2007).
A continuación, Pérez, Cupani, Beltramino (2004), señalan los cinco factores
de manera específica: a) factor I, extraversión (reserva vs animación); b) factor II,
amabilidad (hostil vs empático); c) factor III, responsabilidad (bien organizado vs.
impulsivo); d) factor IV, neuroticismo (inestable vs. estable emocionalmente);
e)factor V, cultura (imaginativo vs concreto), el cual también ha sido interpretado
como intelecto o como apertura a la experiencia.
Sin embargo; aunque dicho modelo ha sido recibido y validado en diversas
culturas, también es cierto que ha recibido severas críticas en cuanto a su
23
composición y metodología (Pedrero, 2007). De la misma forma, este modelo ha sido
cuestionado debido a la ausencia de explicaciones certeras que manifiesten el origen
de los cinco factores, lo cual cuestiona la utilización de una fundamentación teórica
valida. Asimismo, la utilización de un lenguaje idiosincrático debilita la sustentación
y su validación científica.
Igualmente, existen otros modelos que intentan explicar el concepto de
personalidad entre ellos se destaca la teoría de la red de los sistemas, la cual se
fundamenta en el modelo de los 5 factores, pero de una manera más integradora. Al
respecto, Lluís (2002) señala:
Se identifica con dos grupos de sistemas psicobiológicos: horizontales y
verticales. Los primeros representan el soporte biológico. Tres son
temperamentales: el sistema inhibidor, el sistema de acción rápida y el sistema
activador; los cuales están asociados a los instintos de conservación, defensa y
reproducción, dando soporte a las dimensiones de Ansiedad, Hostilidad y
Extraversión. El cuarto es el sistema autorregulador, el Autocontrol. El quinto
es el sistema cognitivo integrador, el Intelecto, el cual procesa las
informaciones procedentes de esos tres sistemas. El Autocontrol modifica,
corrige y autorregula la actividad de los mismos. El segundo grupo de
sistemas, los verticales, constituyen campos en los que se sitúan los correlatos,
que en general pueden ser neurofisiológicos, somáticos, emocionales,
conativos o cognitivos especializados (p. 697).
Como se puede apreciar, dicha teoría intenta integrar diversos aspectos de la
personalidad, creando una teoría en función de la construcción de un metanálisis,
dejando ver un esfuerzo sistemático para integrar las distintas orientaciones, teorías y
paradigmas que se han ido desarrollando a lo largo de la historia de la Psicología. Por
otro lado, se observa que este modelo funciona en una actividad dinámica, que
considera diferencias individuales, aspectos cognitivos, estímulos-respuestas,
experiencias del sujeto y determinantes genéticos.
El análisis previo, hace inferir que esta teoría carece de una metodología
específica que pueda permitir la aplicación real de su fundamentación teórica, de
igual forma, aunque el concepto de personalidad fusiona una amplia gama de
constructos psicológicos, biológicos y sociales, no establece una clasificación real
que permita el estudio de trastornos de personalidad específicos. Por otro lado, su
24
aplicación en el campo de la psicopatología ha sido reducida, haciendo necesario el
desarrollo de nuevas concepciones que puedan explicar esta teoría en especial a lo
referido a la identificación de los sistemas y factores que pueden afectaren cada tipo
de trastorno (Lluís, 2002).
Correspondientemente, entre los modelos que intentan explicar la
personalidad se describe el modelo Psicobiológico de Cloninger, el cual representa
en la actualidad uno de los modelos ampliamente utilizado en diversos trastornos
contemplados en el DSM-IV, además de constituir una de las principales propuestas
para replantear los trastornos de la personalidad hasta ahora descritos en este mismo
manual (Esbec y Echeburúa, 2011).
Este modelo de personalidad propone siete dimensiones para explicar la
misma; cuatro de ellas corresponden al temperamento y tres al carácter. En su teoría,
define el temperamento como la predisposición emocional congénita, que implica
respuestas automáticas a estímulos emocionales, determinando hábitos y emociones,
los cuales están regulados principalmente por el sistema límbico. Igualmente, destaca
que éste es relativamente estable desde la infancia hasta la etapa adulta y es
consistente en su estructura en distintas culturas y grupos étnicos (Cuevas y López,
2006).
Por su parte, el carácter se define como aquello que los individuos hacen de sí
mismos de forma intencional y hace referencia a los autoconceptos que influyen en
las intenciones y actitudes. Se menciona además; que áreas como el hipocampo y el
neocórtex constituyen las principales formaciones que lo regulan. Cabe indicar, que
éste se hereda en menor grado y está influido por el aprendizaje social y las
expectativas culturales (Orengo et al., 2007).
En este sentido, Pedrero y Mota (2008), especifican que las cuatro
dimensiones temperamentales de la personalidad están relacionadas con el grado de
activación, inhibición y mantenimiento del comportamiento frente a una situación
25
determinada. Estas dimensiones, de origen hereditario y de naturaleza biológica, son:
a) La Búsqueda de Novedad que lleva a la actividad exploratoria;
b) la Evitación del Daño que lleva al escape ante situaciones amenazantes;
c) la Dependencia del Refuerzo que lleva a actuar buscando la aprobación;
d) la Persistencia que lleva a repetir conductas que han sido reforzadas.
Seguidamente, mencionan que las tres dimensiones que definen el carácter
son: (a) la Autodirección, que describe el grado en que se siente la persona segura de
sí misma; (b) la Cooperación, que describe el grado en que se siente parte de la
sociedad; (c) la Auto-Trascendencia, que describe el grado en que se siente parte
integrante del universo.
Con base en el análisis precedente, la utilidad de este modelo es altamente
aceptada en cuanto que permite lograr una contrastación empírica, que además es
capaz de proveer de manera diferencial elementos genéticos y ambientales a la
estructura de la personalidad. Sin embargo, la aportación más interesante del modelo
se sustenta precisamente sobre la estructura del carácter, en medida en que la
autodirección es la dimensión que predice la existencia de todos los trastornos de la
personalidad, la depresión unipolar, los trastornos de la alimentación, el trastorno
obsesivo-compulsivo, la conducta suicida, los trastornos de ansiedad, la
esquizofrenia, la conducta psicopática, antisocial y los trastornos por abuso de
sustancias entre otros (Pedrero, Olivar, Puerta, 2007). A continuación se exponen de
manera detallada cada una de las dimensiones de este modelo, por ser éste escogido
por las investigadoras para la aplicación del presente estudio.
Recientemente, Cloninger (Cloninger, Svrakic y Przybeck, 1993) ha
reestructurado el concepto de carácter a partir de su modelo biopsicológico de la
personalidad. El mismo, realiza una división en torno a rasgos que tienen un fuerte
soporte biológico (temperamentales) y aquellos que estás más arraigado en el historial
de aprendizaje y la experiencia individual (caracteriales). Asimismo Pedrero et al.,
(2007), señalan que ambos están soportados en diferentes sistemas de memoria:
26
mientras los rasgos temperamentales estarían vinculados a la memoria perceptual y al
sistema córtico-espinal, los rasgos caracteriales se relacionarían con la memoria
consciente y al sistema córtico-limbo-diencefálico.
En efecto, Cloninger establece que los rasgos temperamentales se
fundamentan en un aprendizaje asociativo (que determinaría una conducta
automática) y los rasgos caracteriales un aprendizaje conceptual (conducta
intencional). Del mismo modo, el temperamento está vinculado a la predisposición o
inclinación heredable que responde automáticamente a estímulos ambientales. A
diferencia del carácter, el cual sería el estilo desarrollado a lo largo de la vida, pero
especialmente en la adolescencia y comienzo de la edad adulta, según el cual las
personas gestionan tales inclinaciones. Con base en estos criterios, se procede a
describir los rasgos caracteriales propuestos por Cloninger, Svrakic y Przybeck
(1993):
-Autodirección: representa la capacidad adquirida de controlar la propia conducta y
orientarla a metas y objetivos personales, utilizando adecuadamente los propios
recursos. De esta forma, se gesta la formación de un autoconcepto positivo y un
proyecto personal definido actuando en congruencia con ellos. Está dimensión se
relaciona a su vez, con una autoestima positiva y un historial de apego consistente,
además supondría la capacidad de prescindir, durante la etapa de la adolescencia de
directrices inculcadas hasta ese momento, siendo capaz de formular un estilo
autónomo de gestión de los propios recursos, así como la aceptación de los límites de
la conducta personal.
-Cooperatividad: significa la capacidad de aceptar a los otros y de identificar sus
emociones, empatizar y renunciar a gratificaciones personales a favor del grupo
social o de los individuos que lo componen. Se asocia con la tolerancia y aceptación
de los otros, la sensibilidad a las necesidades ajenas, la tendencia a ayudar y la
disponibilidad de valores éticos.
-Autotrascendencia: constituye la identificación personal con un todo, del cual
procede y forma parte esencial, incluye un estado de conciencia en el que el yo y el
27
otro forman una integralidad. Se asocia a creencias espirituales, místicas o religiosas
y un sentido finalista de trascendencia.
Cabe destacar, que las bajas puntuaciones en Autodirección reflejan el
sustrato desadaptativo de la personalidad. Asimismo, las bajas puntuaciones en
Cooperatividad representarían el sustrato de los problemas de socialización.
Igualmente, esta dimensión al puntuarse baja se relaciona con el amplio espectro de
trastornos psicopatológicos, particularmente en aquellos que comportan problemas en
la relación interpersonal. Por otro lado, la Autotrascendencia, presenta un
comportamiento ambivalente. En general, las elevadas puntuaciones se presentan
tanto en población normal como en poblaciones clínicas. Autores proponen que
cuando su alta puntuación se asocia con altas Autodirección y Cooperatividad,
indican madurez, espiritualidad y creatividad, pero cuando coincide con puntuaciones
bajas en estas dos dimensiones, la Autotrascendencia se relaciona con tendencias
disociativas, pensamiento mágico e ideación delirante (Svrakic et al., 2002).
Por otra parte, y según lo señalado por Pedrero y Mota (2008), el modelo
comprende, dimensiones temperamentales, las cuales reflejan disposiciones innatas.
Las mismas se presentan a continuación:
-Búsqueda de Novedad: la cual se relaciona con la tendencia a responder
intensamente frente a estímulos que indican recompensa o dolor. Esta categoría invita
a la realización de comportamientos exploratorios con la finalidad de alcanzar
posibles premios y evitar la monotonía o castigos. Se relaciona con excitabilidad
exploratoria, impulsividad, extravagancia, desorden. Además, está relacionada con la
dopamina cerebral.
Cabe mencionar, que altas puntaciones en esta categoría indicaría alta
actividad en conductas exploratorias en respuesta a situaciones novedosas, toma
impulsiva de decisiones y baja tolerancia a la frustración con posibles ataques de ira.
Por otro lado, baja puntaciones en esta categoría indicarían tendencia al orden,
28
conducta regulada y autocontrolada, actitud reflexiva ante la toma de decisiones y
adecuada tolerancia a la frustración.
- Evitación del Daño: hace referencia a conductas de inhibición en respuesta a
estímulos aversivos, evitando castigos, frustración o falta de recompensa. Igualmente,
indica preocupación, miedo a lo incierto, timidez, fatigabilidad y actitudes pesimista.
La misma está relacionada con niveles de serotonina.
- Dependencia de la Recompensa: se relaciona con la disposición a responder a
estímulos que conlleven recompensas. Dichas conductas dependen del reforzamiento
positivo o negativo recibido en situaciones previas. Se manifiesta a través de
dependencia social, sentimentalismo, calidez, apego, comunicatividad, dependencia.
Se relaciona con la noradrenalina.
- Persistencia: hace referencia al mantenimiento de la conducta a pesar de la
frustración o castigo. Se relaciona con esfuerzo, trabajo, ambición y perfeccionismo.
- Excitabilidad Exploratoria: ésta aparece como una subescala de la dimensión
Búsqueda de Novedad en el Inventario de Temperamento y Carácter- Revisado (TCI-
R) de 235 ítems. Sin embargo Pedrero (2009b), en la creación de la versión reducida
del instrumento, determinó que los ítems pertenecientes a Excitabilidad Exploratoria,
corresponden a los que muestran menor correlación con la puntuación de la escala de
Búsqueda de Novedad, concluyendo que esta subescala mide algo diferente al resto
de las pertenecientes a la dimensión Búsqueda de Novedad, por lo cual se decidió
evaluar separadamente. En este sentido, los elementos que evalúa son; impulsividad
funcional, curiosidad, tendencia a escanear el ambiente en búsqueda de estímulos
novedosos y la rapidez de procesamiento cognitivo. En contraste, el resto de ítems de
la escala de Búsqueda de Novedad lo hace con gran magnitud del efecto con la
impulsividad disfuncional.
En este sentido, Cloninger (Cloninger, Svrakic y Przybeck, 1993) formaliza
una tipología caracterial a partir de la combinación de las tres dimensiones
caracteriales, los cuales se enfocan no sólo en su capacidad predictiva de diversas
formas de psicopatología, sino además en el hecho de que, a diferencia de las
29
estructuras temperamentales, las configuraciones caracteriales no se consideran fijas,
estáticas y discretas sino consecuencia de los efectos de amplificación quela
experiencia y el aprendizaje producen en el genotipo sobre el fenotipo.
En función de esta perspectiva y por ser este modelo una variable de interés
para las investigadoras, se presenta una serie de investigaciones las cuales han
utilizado esta teoría en diferentes poblaciones, por ser considerado como uno de los
más actuales, el cual además; ha sido utilizado con éxito para la caracterización de los
trastornos de personalidad en diversos trabajos, debido a que permite integrar bases
biológicas y psicológicas con el fin de dar nuevas explicaciones a ciertos
comportamientos desadaptativos asumidos por el hombre (Pedrero, 2009a).
En primer lugar, se señala un estudio realizado Espinosa, Contreras y
Esguerra (2009), a 150 de estudiantes universitarios con el propósito de describir los
estilos de afrontamiento al estrés y observar si éstos se relacionan con las
dimensiones del modelo del temperamento y carácter de Cloninger. Se aplicaron dos
instrumentos, el cuestionario de Afrontamiento al estrés (CAE), y el Inventario de
Personalidad que utilizó la versión reducida (125 ítems) del Inventario de
Personalidad TCI-9 de Cloninger.
Consecuentemente, los resultados arrojados por este estudio señalan que la
dimensión de cooperatividad sólo correlacionó significativamente con la expresión
emocional abierta, lo cual es diferente a la asociación teóricamente esperada entre
búsqueda de apoyo social y cooperatividad, lo que indica que las personas con alta
puntuaciones en esta dimensión tienden a buscar a otras personas, no para generar
estrategias para responder a las demandas generadoras de estrés, sino para
desahogarse a nivel emocional.
De la misma manera, la inclusión de la dimensión espiritual de la categoría
autotrascendencia se asocia significativamente con los estilos de afrontamiento, este
resultado indica que la alta magnitud de autotrascedencia favorece, ya sea la
reinterpretación o revaloración de las situaciones estresantes como algo favorable,
30
fortaleciendo el carácter, o encaminando a las personas a buscar apoyo en sus
semejantes. Finalmente, el hecho que la evitación al daño y la persistencia no se
relacionara con ninguna de las dimensiones del afrontamiento estudiadas, se puede
deber a un déficit de afrontamiento, paralización o al hecho de renunciar fácilmente a
enfrentar las situaciones generadoras de estrés (Espinosa et al., 2009).
Otros de los estudios realizados con la aplicación de este modelo fue el
llevado a cabo por Ruiz, Gutiérrez, Valero, Jariod y Labad (2010) en pacientes
diagnosticados con esquizofrenia u otros trastornos psicóticos no orgánicos según
criterios DSM-IV (2000). La muestra estuvo constituida por 105 participantes. Para la
evaluación psicopatológica se aplicó el cuestionario para la Evaluación Clínica en
Neuropsiquiatría-SCAN, de forma de obtener los diagnósticos de los pacientes.
Asimismo, los rasgos de personalidad fueron medidos a través del Inventario de
Temperamento y Carácter Revisado de Cloninger o TCI-R (Temperament and
Character Inventory), en sus 240 ítems de respuesta tipo Likert.
Los resultados arrojaron que existen vínculos negativos entre evitación del
daño y síntomas afectivos de expansividad, grandiosidad y euforia. Estos síntomas
también aparecen relacionados junto a delirios religiosos,a la dimensión de búsqueda
de novedades, relación quepodría indicar una tendencia a responder a estímulos
novedososcon frecuente actividad exploratoria y un estilo impulsivo de decisión y
actuación.
Por otro lado, los investigadores observaron que los pacientes psicóticos
presentan puntuaciones significativamente más altas en evitación del daño y
autotrascendencia, y significativamente más bajas en dependencia a recompensas y
autodirección, respecto al grupo control. En cuanto, a la dimensión temperamental,
evitación del daño, la misma estaría midiendo estado depresivo y ansiedad, y según
las conclusiones arrojadas por el trabajo esta se relaciona con los sistemas de
inhibición conductual. En este sentido, las puntuaciones elevadas hacen mayor la
31
probabilidad de presentar miedos, sentimientos de culpa, sentir desesperanza y
soledad, dando apertura a la vivencia de delirios de este tipo (Ruiz et al., 2010b).
Del mismo modo, autores como Guillem, Bicu, Semkovska y Debruille (2002)
han estudiado la relación de estas dimensiones con la presencia de síntomas
psicóticos encontrando que la dimensión psicótica, específicamente los delirios
bizarros, correlacionan positivamente con búsqueda de novedades y
autotrascendencia, y de forma negativa con autodirección. Por su parte McDonald y
Holland (2002), encontraron correlaciones entre creencias en lo paranormal y
autotrascendencia en una población de sujetos universitarios.
Otra investigación que utilizó este modelo para la realización de su trabajo
fue la realizada por Agüera et al. (2011), en pacientes con trastornos alimentarios. El
propósito del estudio fue analizar diferencias existentes en sintomatología alimentaria
y psicopatología general entre pacientes con trastorno alimentario (TCA) y hermanas
discordantes para el trastorno, identificando en qué medida pacientes y hermanas
presentan vulnerabilidad desde personalidad diferenciales y determinando los factores
predictores de aparición de un trastorno alimentario.
La muestra estuvo formada por 92 participantes mujeres (46 pacientes TCA vs
46 hermanas sanas). Todos los pacientes cumplían criterios DSM-IV-TR (2000) para
el TCA. A todas las participantes, tanto pacientes como hermanas sanas, se les
administró una batería por el Eating Disorders Inventory, el Bulimic Investigatory
Test Edinburgh, el Symptom Checklist-Revised y el Temperament and Character
Inventory-Revised (TCI-R).
Los hallazgos encontrados en la investigación señalaban que las pacientes con
historia previa de obesidad/sobrepeso presentaban determinados rasgos de
personalidad, como elevada evitación del daño y baja autodirección, aspectos que
actuaban como factores de vulnerabilidad y predisponían para desarrollar un trastorno
alimentario. En relación a la personalidad, los resultados mostraron que las pacientes
con TCA presentaban mayor evitación del daño y menor autodirección que sus
32
hermanas sanas. Por otro lado, es importante resaltar que un diseño de hermanas
discordantes tiene la ventaja de que muchas variables genéticas y ambientales son
compartidas entre las hermanas, lo que permite identificar factores de riesgo
específicos (Dick, Johnson, Viken y Rose, 2000).
En este mismo orden, Pedrero (2009b), realizó un estudio cuyo objetivo era la
construcción de una versión reducida del Temperament and Character Inventory-
Revised (TCI-R) y aplicándolo a una muestra clínica (adictos a sustancias en
tratamiento) y no clínica, con una longitud mínima pero adecuada para la evaluación
de los rasgos de personalidad del modelo de Cloninger. TCI-R. Se obtuvo una
muestra de 995 sujetos, 245 de población no clínica y 750 de población clínica. Tras
la realización de una serie de procedimientos, finalmente se propuso una prueba de 67
ítems que conserva en su mayor parte las características del inventario original de 240
ítems.
Los resultados arrojaron que existen diferencias con alto grado de
significación en todas las escalas, siendo el tamaño del efecto mayor para las escalas
de búsqueda de novedad, evitación del daño (más altas en adictos) y autodirección
(más alta en población no clínica). Lo que permite inferir, que existe una mayor
tendencia en los adictos a responder intensamente frente a estímulos que indican
recompensa o dolor y llevar a cabos conductas impulsivas, no previendo las
consecuencias, demostrando un déficit en la capacidad adquirida de controlar la
propia conducta y orientarla a metas y objetivos personales, aspectos relacionados
con la autodirección, dimensión que arroja mayor puntajes en la población general.
Asimismo, Barrón, Mateos y Martínez-Villate (2004) en un estudio con una
muestra de 117 varones en tratamiento a los que se aplicó la versión inicial del TCI se
encontró que los consumidores de heroína obtenían puntuaciones menores que un
grupo control en dependencia de recompensa, autodirección y cooperatividad, y sólo
diferencias significativas en algunas subescalas de búsqueda de novedad y evitación
del daño. El grupo de adictos a cocaína presentó puntuaciones mayores que el grupo
33
control en búsqueda de novedad y menores en cooperatividad y autodirección. Un
estudio con 316 sujetos adictos a diversas sustancias, en el que se utilizó el TCI-R,
encontró diferencias significativas con la población normativa en todas las
dimensiones del cuestionario, salvo la dependencia de recompensa, observándose que
los adictos puntuaron más en búsqueda de novedad, evitación del daño y
autotrascendencia, y menos en persistencia, autodirección y cooperatividad (Pedrero,
2006).
De la misma forma, Samuel et al. (2002), realizaron un estudio en pacientes
con trastornos antisocial e histriónicos, trastorno por dependencia y obsesivo
compulsivo de la personalidad, los hallazgos señalan que personas con trastornos
antisocial presentan alta búsqueda de novedad, baja evitación al daño y baja
dependencia de refuerzo. Por su parte, el trastorno de la personalidad histriónico
indicó poseer alta búsqueda de novedad, baja evitación del daño y alta dependencia
de refuerzo; el trastorno por dependencia exhibió alta evitación al daño y alta
dependencia de refuerzo; y el obsesivo-compulsivo alta evitación al daño, baja
búsqueda de novedad y baja dependencia de refuerzo.
Esta variabilidad de resultados permite inferir que las dimensiones
temperamentales distinguen entre los subtipos de trastornos de personalidad lo cual
es relevante para el diagnóstico diferencial de dichos trastornos, por lo que el modelo
de Cloninger puede representar una buena herramienta para integrar los modelos
dimensionales y categoriales de dichos trastornos.
Paralelamente, se realizó un estudio en dependientes a opiáceos con el
objetivo de relacionar las dimensiones del modelo de Cloninger y los trastornos de
personalidad (TP) según criterios DSM-IV. Para ello, se empleó un estudio
transversal, por muestreo consecutivo, en 196 dependientes de opiáceos. A los
participantes del estudio se les administró un cuestionario de consumo de sustancias,
el TCI; en su versión española y el International Personality Disorder Examination
para evaluar los trastornos de la personalidad según el DSM-IV. Los resultados de la
34
investigación indicaron que los análisis de regresión logística confirman la relación
de puntuaciones bajas en la dimensión caracterial autodirección con la presencia de
trastorno antisocial de la personalidad, trastorno límite de la personalidad y trastorno
por evitación, pero no se relaciona con la presencia de trastorno paranoide (Benito et
al., 2012).
Igualmente, dichos autores destacan la presencia de trastorno antisocial de la
personalidad relacionado con baja dependencia de refuerzo, el trastorno límite de
personalidad con alta búsqueda de novedad, el paranoide con baja dependencia de
refuerzo y el trastorno por evitación con alta evitación del daño. La diferencia, según
las dimensiones de Cloninger en esta muestra, entre el trastorno antisocial y el
paranoide sería que, aunque ambos presentan baja dependencia del refuerzo, el
antisocial presenta menor autodirección.
Por otra parte, autores como Calzadas (2007) exponen la existencia de otras
variables que intervienen en el proceso de realización de conductas antisociales, al
respecto menciona que si bien ciertos rasgos de la personalidad predisponen a una
persona a realizar conductas desadaptativas, también existen una explicación un poco
más compleja que involucra la maduración del cerebro, específicamente las funciones
ejecutivas, resididas en la corteza prefrontal. En este mismo orden de ideas, Kirkham,
Cruess y Diamond, (2003) señalan que un adecuado desarrollo cognitivo depende de
los cambios anatómicos y procesos genéticos inherentes a la edad del sujeto.
En concordancia a lo expuesto, investigadores como Trujillo y Pineda (2008)
establecen que el comportamiento de la especie humana “tiene como objetivo
principal el ajuste a las reglas y normas de la organización social” (p. 81). Por tal
razón, el desarrollo de los procesos cognitivos como lo son actividad mental
consciente e intencionada además de la metacognición, elementos propios de la
personalidad, se encuentran íntimamente relacionados a la maduración de los lóbulos
frontales, los cuales de presentar algún tipo de afectación poden intervenir de manera
negativa en la organización y regulación de la conducta para adaptarse
35
adecuadamente al ámbito social. Según lo señalado se procede a desglosar aspectos
relacionados a la sintomatología prefrontal, tomando en cuenta definiciones, modelos
explicativos e investigaciones realizadas en esta área.
Sintomatología Prefrontal
Las funciones ejecutivas constituyen un concepto complejo de particular
importancia en el ámbito de la neuropsicología, debido a que implica el estudio de
fenómenos cercanos a la psicología funcionalista, los cuales suponen estar
relacionados con la organización del comportamiento dirigido a metas, la orientación
de la conducta hacia el futuro y la selección de pensamientos y acciones para una
mejor adaptación al ambiente (Flores y Ostrosky, 2008).
En este orden de ideas, autores como Marino y Julián (2010), indican que uno
de los criterios para agrupar las funciones ejecutivas consiste en agruparlas en
función de una serie de conductas asociadas a estructuras cerebrales específicas, lo
que constituye un concepto novedoso y dinámico de las funciones ejecutivas,
considerando no sólo aspectos neuropsicológicos, sino conceptos propios de la
psicología funcionalista como lo son; el planteo de objetivos, la toma de decisiones y
selección de pensamientos. A continuación se describen una clasificación para la
agrupación de estas conductas (Marino y Julián, 2010):
- Funciones frías: Monitoreo, Inhibición, Secuenciación, Updating,
Planificación, Flexibilidad Cognitiva, Memoria de trabajo, Control atencional,
Feedback, Razonamiento, Categorización, Iniciación, Formación de conceptos.
- Funciones cálidas: Toma de decisiones, Control de impulsos, Feedback
emocional, Estrategias de cooperación, Empatía, Administración de refuerzos.
- Conceptos que describen la finalidad conductual: Autosatisfacción
Adaptación, Metas, Autoservicio y Conducta independientes.
Por su parte, Díaz y Ostrosky (2012), señalan que la corteza prefrontal está
constituida por las cortezas dorsolateral, orbitofrontal y prefrontal-medial. Asimismo,
36
resaltan que la corteza prefrontal dorsolateral es la porción más nueva de la corteza
prefrontal, y se encuentra relacionada con los procesos cognitivos más complejos que
el humano ha desarrollado a través de su evolución. Entre las funciones de estas
áreas se especifican los siguientes:
- La corteza prefrontal dorsolateral (CPD) participa en la planeación,
abstracción, memoria de trabajo, fluidez (diseño y verbal), solución de problemas
complejos, flexibilidad mental, generación de hipótesis y estrategias de trabajo,
seriación y secuenciación y toma de decisiones.
- Las porciones más anteriores de la corteza prefrontal se encuentran
relacionadas con los procesos de mayor jerarquía cognitiva como la abstracción y la
metacognición.
- La corteza órbitofrontal (COF) participa en la regulación de las emociones y
conductas afectivas, principalmente en la conducta y la toma de decisiones basadas
en estados afectivos. La amígdala y el sistema límbico se encuentran involucrados en
el procesamiento de la información relacionada con la recompensa, permitiendo la
detección de cambios en las condiciones de reforzamiento, necesarias para realizar
ajustes y/o cambios significativos durante el desarrollo de una acción o conducta.
- La corteza prefrontal-medial (CPFM) soporta procesos como el control
inhibitorio, la detección y solución de conflictos, y el esfuerzo atencional, también
participa en la regulación de la agresión y de los estados motivacionales. Además de
problemas con la agresión reactiva, la motivación, empatía, planeación y
organización, impulsividad, irresponsabilidad, la autorregulación y la inhibición
conductual.
Por otra parte, los estudios recientes apuntan a evaluar aspectos relacionados al
funcionamiento del cerebro pero de una forma no invasiva, para de esta forma lograr
el incremento de su uso en el campo investigativo. En función de este planteamiento,
Ruiz et al. (2012) crearon una prueba neuropsicología con el fin de evaluar síntomas
37
prefrontales presentados de manera sutil. El cual es denominado Instrumento de
Síntomas Prefrontales (ISP), dicho test abarca las funciones ejecutivas resididas en
los lóbulos frontales, las cuales se describen en una serie de dimensiones expuestas a
continuación.
-Ejecución: este factor tiene como propósito adjuntar tres componentes del
rendimiento neuropsicológico por un lado, aspectos que se refieren al impulso y el
interés por iniciar la conducta (problemas motivacionales), otros relacionados con la
capacidad para elaborar un plan, mantenerlo o modificarlo en función de las
demandas del entorno para la resolución de conflictos, capacidades reguladas por las
funciones ejecutivas que involucra problemas de control ejecutivo y otros que se
refieren a la gestión atencional superior estando estos dos últimos más vinculados
entre sí y, anatómicamente, más relacionados con los síntomas que presentan los
pacientes con lesiones en la corteza prefrontal dorsolateral, a diferencia del primer
subfactor que está más relacionado con los síntomas por disfunción ventromedial.
-Social: esta dimensión busca valorar la existencia de alteraciones para el control de
la conducta a nivel social, refiriéndose de esta forma a los problemas para la
inhibición de respuestas culturalmente inapropiadas, es decir; problemas de conducta
social. En este sentido, los procesos que permiten a los sujetos ajustar sus respuestas a
las demandas sociales se vinculan con la integridad de los circuitos orbitales.
-Control emocional: esta categoría integra aspectos heterogéneos referidos a
elementos emocionales del individuo, entre los que destacan la agresividad y
labilidad, los cuales tienden a expresarse clínicamente en pacientes con lesiones
orbitales.
Consecuentemente, otros investigadores han realizado trabajos para conocer el
funcionamiento de la corteza pre-frontal en diferentes poblaciones con la finalidad de
dar una explicación a la realización de ciertas conductas o al desarrollo de ciertos
tipos de trastornos. A continuación se presentan una serie de estudios cuyos objetivos
son la medición de las funciones ejecutivas en diversas poblaciones particulares.
38
Un estudio realizado por Ramos, Michel, Sánchez, Matute, González (2011),
en niños con déficit de atención con hiperactividad, tuvo como propósito identificar
los déficits en las funciones ejecutivas y su relación con el funcionamiento ejecutivo
a nivel social. La muestra del estudio estuvo constituida por 30 niños de los cuales 15
estaban diagnosticados con trastorno por déficit de la atención con hiperactividad
(TDAH) de tipo combinado y los 15 restantes conformaron el grupo control.
En este sentido, las funciones ejecutivas fueron evaluadas a través del
instrumento Evaluación Neuropsicológica Infantil (ENI), batería elaborada para
medir el desarrollo neuropsicológico de la población infantil de habla hispana, la
Escala de Inteligencia de Weschler para Niños y Adolescentes, específicamente la
subescala de Dígitos para la evaluación de la memoria de trabajo. Con el objeto de
evaluar las funciones ejecutivas a nivel social, se aplicó el Inventario de
Comportamiento de Función Ejecutiva (BRIEF).
Las conclusiones de dicha investigación señalaron que los niños con TDAH,
mostraron una tendencia general en menor desempeño referido a las pruebas de
funcionamiento ejecutivo en comparación con el grupo control, alcanzando los
niveles de significancia únicamente en la prueba de organización y planeación. A su
vez, los niños con TDAH mostraron mayores problemas que los controles en la
mayoría de las categorías correspondientes al funcionamiento ejecutivo social. Por
otro lado, no se encontraron correlaciones significativas entre el desempeño ejecutivo
en las diversas tareas empleadas y el funcionamiento ejecutivo social.
En consideración a las conclusiones de esta investigación, Ramos et al. (2011),
especifican que el déficit observado en la organización y planeación indican la
existencia de que una de las funciones que se encuentran con mayor afectación es la
de planeación de metas específicas, demostrando que existen dificultades en la
organización estratégica de una ejecución eficaz en la tarea de planeación, lo cual se
puede relacionar con deficiencias en los mecanismos anticipatorios en los niños con
TDAH.
39
En otro aspecto, Trujillo y Pineda (2008) mencionan que el estudio de las
funciones ejecutivas ha alcanzado su mayor auge a partir del uso de técnicas
relacionadas a evento de imágenes de resonancia magnética funcional en sujetos con
TDAH, con la finalidad de explicar la base funcional de su sintomatología ejecutiva.
Entre los hallazgos obtenidos en los niños con TDAH, cuando se comparan con
grupos controles, está la existencia de un menor porcentaje de inhibición, estimado a
partir de la disminución en los tiempos de reacción; y las diferencias en la latencia
de respuesta en presencia de señales de inhibición en la región frontocentral.
Igualmente, se observó una onda positiva tardía con una latencia aumentada en la
ejecución exitosa de detección de errores. Alteraciones presentes también en
pacientes con trastorno oposicionista desafiante y trastorno de conducta disocial,
especialmente en tareas de detención de respuesta.
Otra investigación realizada para la medición de las funciones ejecutivas, fue la
realizada por García, García, Secades, Álvarez y Sánchez (2008), quienes elaboraron
un estudio para conocer la existencia de alteraciones neurológicas en pacientes
adictos a la cocaína. La muestra de estudio estuvo conformada por dos grupos:
pacientes adictos a cocaína y un grupo control, escogido de manera aleatoria.
Asimismo, el instrumento aplicado en esta investigación estuvo compuesto por Test
de Palabras y Colores de Stroop, Test de Programas Alternantes, Test del Trazado de
la Batería Neuropsicológica de Halstead-Reitan, Subtest de Evocación Categorial del
Programa integrado de exploración neuropsicológica Test de Barcelona.
Los resultados de esta investigación descartaron la presencia de un déficit
neuropsicológico generalizado en la población de adictos a la cocaína, y apuntaron
hacia alteraciones neuropsicológicas más específicas. En concreto, el grupo clínico
obtuvo un peor rendimiento en tareas relacionadas con el procesamiento de la
información e inhibición de respuestas, así como una tendencia hacia una menor
flexibilidad mental.
40
En el mismo contexto, Pedrero et al. (2009), realizaron una investigación
referida a la relación entre sintomatología prefrontal y la adicción a sustancias. La
misma buscaba validar una escala de comportamiento frontal, capaz de englobar los
tres síndromes frontales característicos: disfunción ejecutiva, apatía y desinhibición.
La muestra de dicho estudio estuvo conformada por 215 adictos que inician
tratamiento y a 267 participantes no clínicos. El instrumento aplicado estuvo
compuesto por la escala FrSBe-Sp, la cual valora los tres síndromes mencionados.
Asimismo, fue empleada en una estimación de línea base, perteneciente a: antes del
consumo y una estimación actual: tras la fase de consumo.
Los hallazgos obtenidos en la investigación, apuntaban a la posible existencia
previa de alteraciones de carácter frontal, y en tal medida predisponentes, al inicio
del consumo, viéndose agravadas significativamente durante la fase de consumo
activo. Igualmente, los autores señalan que la FrSBe-Sp constituye un instrumento
efectivo para el estudio sincrónico y diacrónico, de la sintomatología frontal
asociada a las conductas adictivas.
En otro sentido, Díaz y Ostrosky (2012), realizaron una investigación cuyo
objetivo era señalar la existencia de un daño, disfunción o trastorno en la anatomía,
fisiología o funcionamiento cognitivo de la corteza prefrontal (CPF), especialmente
en áreas prefrontales (anterior, orbitomedial y dorsolateral), en personas con
conductas violentas. La muestra utilizada para este estudio estuvo compuesta por 60
hombres adultos con edades de 21 a 59 años. Por otro lado, el instrumento aplicado
para este trabajo lo constituyó la batería de Lóbulos Frontales y Funciones Ejecutivas
(BANFE). La Batería proporcionaba cuatro índices de funcionalidad con puntajes
normalizados: Total dorsolateral, total órbito-medial, total pre frontal anterior y total
funciones ejecutivas.
Consiguientemente, los resultados expuestos, indicaron que existía un
desempeño neuropsicológico de sujetos violentos diferente al de los sujetos control
(población general), obteniendo un desempeño más bajo en general en la batería
41
neuropsicológica. Asimismo, se encontraron diferencias significativas en el
desempeño de tareas relacionadas con el área órbitomedial, lo cual ha sido reportado
en estudios previos en poblaciones violentas, con psicopatía y con personalidad
antisocial.
Estos resultados son apoyados por investigaciones recientes realizadas con la
técnica de neuroimagen aplicadas en grupos con trastorno de la personalidad
antisocial y agresores violentos. Es por esta razón, que el déficit en el funcionamiento
de la corteza prefrontal dorsalateral ha sido relacionado frecuentemente con el
trastorno antisocial, debido a que una alteración de esta área puede generar conductas
impulsivas, rompiendo las convenciones sociales y reincidiéndose en conductas
antisociales, elementos que han sido reportadas en poblaciones criminales (Raine y
Yang, 2006). Estas derivaciones asoman una posible ubicación exacta de las
estructuras asociadas con conductas desadaptativas parciales, además de poner a
relieve la fiabilidad de las conclusiones arrojadas por pruebas neuropsicológicas las
cuales exhiben resultados similares a los de investigaciones que aplican técnicas de
neuroimagen.
De la misma forma, recientes estudios han descrito una asociación entre
estructuras anatómicas y funcionales que podrían explicar la falta de
condicionamiento al miedo y la escasa habilidad que poseen para tomar decisiones
adecuadas ciertas personas a la hora de actuar desadaptativamente. En este sentido, el
lóbulo frontal es considerado en la actualidad como el regulador del estado perceptivo
del mundo externo y del medio interno del hombre, el mismo participa en el
reconocimiento de objetos relevantes para los impulsos con el aprendizaje de las
reglas sociales y de las experiencias previas relacionadas con la recompensa y el
castigo (Arias y Ostrosky, 2010).
En este mismo orden, la corteza prefrontal se encuentra vinculada con el
funcionamiento de la memoria de trabajo en el modelaje social, manteniendo una
representación abstracta del mundo que permite en el hombre la anticipación de los
42
efectos de los propios actos sobre los otros individuos, y las consecuencias que
puedan tener sobre sí mismo. Es por ello, que dicha estructura construye un plan
comportamental que es consistente con la experiencia y especialmente con las reglas
de socialización, para poder optimizarla satisfacción de los impulsos instintivos
característicos de la personalidad psicopática (Damasio, 1995).
Otro estudio de esta índole, lo constituye la investigación realizada por Arias
y Ostrosky (2010), cuyo objetivo se centra en señalar si las alteraciones asociadas a
estructuras subcorticales guardan relación con la clasificación de agresividad
impulsiva y premeditada en grupo de internos violentos de una penitenciaría. Para
ello, los participantes fueron divididos en impulsivos y premeditados. La muestra
estuvo conformada por 75 participantes, 50 internos de una penitenciaría federal y 25
sujetos controles.
Los internos fueron divididos inicialmente en dos grupos, uno de internos
impulsivos e internos premeditados, para lo cual se hizo uso de una entrevista semi-
estructurada basada fundamentalmente en la forma de comisión del delito.
Consiguientemente las baterías psicológicas aplicadas fueron: la escala de
Impulsividad de Plutchiky, la escala de hostilidad de Buss-Durkee. A su vez, los
instrumentos para las mediciones neuropsicológicas empleado fueron la prueba de
Neuropsi Atención y Memoria y la batería de Funciones Frontales y Ejecutivas. Los
resultados arrojaron que las personalidades violentas y antisociales presentan
alteraciones neuropsicológicas.
Según lo descrito, dichos autores mencionan que la clasificación de la
violencia parece marcar pautas para intentar mostrar perfiles neurocognitivos y
psicológicos característicos de cada uno y plantear la posibilidad de tratamiento
tomando en cuenta su etiología. De la misma forma, los resultados neuropsicológicos
de individuos violentos impulsivos pueden ser claramente diferenciados de la
población no violenta, mostrando un deterioro cognitivo en atención, memoria y
43
funciones ejecutivas, déficit que podría explicar su dificultad para monitorear y
controlar su conducta de una manera adecuada.
Sin embargo, dichos resultados no indicaron perfiles característicos entre
agresores impulsivos y premeditados, excepto en medidas psicológicas de
impulsividad y hostilidad, en las que los puntajes más altos los muestra el grupo
impulsivo. Lo que indicaría que fuera de dichas características, no existen evidencia
neuropsicológica que los distinga. En función a esto, Arias y Ostrosky (2010),
indican que esto se debe probablemente a que a pesar de ser predominantemente
premeditados, presentan un alto porcentaje de impulsividad al cometer el acto.
Paralelamente, Bárez y Fernández (2007), resaltan que existe una relación
entre las lesiones concretas del córtex prefrontal ventromedial y ciertos rasgos de
personalidad antisocial sobre todo los referidos a la toma de decisiones. Esta
conclusión es respaldada por estudios que han analizado las consecuencias
específicas de este daño, mostrado que los sujetos que lo padecen suelen presentar un
patrón característico de desinhibición, perdiendo la capacidad de controlar sus
impulsos y convirtiéndose en individuos irritables, frecuentemente agresivos, con
poca tolerancia a la frustración y con un importante déficit en la capacidad para
tomar decisiones ventajosas para su futuro (Damasio, 1995).
En otro aspecto, las alteraciones en el corteza ventromedial y corteza
orbitrofrontal pueden influir de manera determinante en un tipo de delincuencia más
leve que la que frecuentemente suele asociarse con los psicópatas u otro tipo de
sujetos con patologías manifiestas, caracterizada por la impulsividad y la presencia
muy limitada de violencia (Bárez y Fernández, 2007). De este modo, las personas
que, tras sufrir un daño cerebral en estas áreas muestran el patrón comportamental
descrito en mayor o menor medida, pueden no ser capaces de controlar sus impulsos
a la hora de cometer un delito, además de implicarse en conductas inadecuadas y
desventajosas por la incapacidad para tomar decisiones beneficiosas a largo plazo.
44
Es por ello, que la corteza prefrontal, específicamente el desarrollo de los
lóbulos frontales constituyen las estructuras cerebrales de más reciente evolución,
considerado como el órgano de la civilización, desempeñando un papel importante
en la regulación del comportamiento (García, 2008). Por esta razón, se infiere la
importancia que tienen ciertos circuitos fronto-subcorticales en alteraciones de las
conductas, sobre todas aquellas que son consideradas como una exacerbación de
ciertos rasgos violentos o desestructurados en comparación a comportamientos
característicos de una misma persona en diferentes periodos de tiempo de su ciclo
vital.
Al respecto, García (2008), señala:
Los trastornos de la personalidad secundarios al daño cerebral se han
relacionado mayoritariamente con lesiones en el córtex prefrontal o en los
circuitos frontosubcorticales. El comportamiento que manifiestan
determinados pacientes con lesiones prefrontales (inadaptación social,
violación de las reglas sociales, desinhibición, impulsividad, conductas de alto
riesgo e intolerancia a la frustración) se asemejaría al de los individuos con
trastorno disocial de la personalidad, siendo el trastorno disocial de la
personalidad como un comportamiento socialmente irresponsable acompañado
de baja tolerancia a la frustración o bajo umbral para descargas de agresividad,
dando incluso lugar a un comportamiento violento (p.176).
Con base en lo anteriormente señalado y considerando el análisis realizado a
la bibliografía, se infiere que las alteraciones en la corteza prefrontal pueden
ocasionar una serie de patrones conductuales desadaptativos. Por lo que, se hace
relevante realizar más estudios referido a esta área, para de esta formar incrementar
la validez de que ciertas disfunciones ejecutivas pueden provocar el desarrollo de un
trastorno en específico: el disocial, por ejemplo.
Tomando en cuenta lo ya fundamentado, las investigadoras consideran que si
bien es cierto que no todas las personas que realizan comportamientos antisociales
tienen que padecer dicho trastorno, la presencia acentuada de estos rasgos y más aún
la tendencia a la realización de comportamientos de esta índole en los últimos
tiempos, hacen necesario considerar que más importante que la localización exacta
de las bases biológicas de esta conducta, está lograr explicar cómo alteraciones en
45
estos procesos ocasionan cambios en la conducta del individuo, de manera de poder
establecer un prototipo de tratamientos, prevención e intervención a través de un
enfoque multidisciplinario que no sólo abarque aspectos biologicista y neurológico
sino de tipo neuropsicológico, en cuanto al aporte que este puede hacer a la
minimización y control de los comportamientos consecuentes del acto disocial
previo, radicando aún más su importancia en la constitución e invención de un
método no invasivo.
Finalmente, se presentan a continuación una serie de estudios que buscan
correlacionar los rasgos de personalidad, descritos por el modelo de Cloninger, con
sintomatología prefrontal, a manera de respaldar con esta variable las descripciones
biológicas que contemplan este modelo.
Un estudio por el grupo de investigación de Ruiz et al. (2010a), cuyo objetivo
era vincular la sintomatología prefrontal con la estructura de la personalidad de
pacientes en tratamientos por abuso y dependencia de sustancias. El grupo
conformado por 667 sujetos, 246 pacientes y 421 perteneciente al grupo control. Para
la medición de la sintomatología prefrontal, se aplicaron dos instrumentos: el
cuestionario Disejecutivos (DEX) y la Escala de Comportamiento del Sistema Frontal
(FrSBe). Asimismo, para la evaluación de los rasgos de la personalidad se utilizaron
la versión reducida del TCI-R67. Tras la correlación de ambas variables, los
investigadores concluyeron que la sintomatología frontal se relacionaba con los
rasgos de búsqueda de novedad evitación de daño y autodirección. Igualmente, los
autores concluyeron que las adicciones incrementan la sintomatología frontal,
traduciéndose en cambios en el patrón de personalidad previo. Sin embargo, existen
inquietudes en cuanto a si las alteraciones ejecutivas son causa o consecuencias de las
adicciones.
Este mismo resultado, fue reforzado tras una investigación realizada
posteriormente por Pedrero et al. (2011), quien al medir las mismas variables en una
muestra de 95 alcohólicos dependientes y 95 sujetos no clínicos, con la aplicación de
46
los mismos instrumentos; (FrSBe) y TCI-R67; obtuvo resultados significativos en
rasgos de búsqueda de novedad y autodirección en comparación al grupo no clínico.
Por otro lado, tras la correlación de los resultados arrojados, se destaca que el rasgo
de la autodirección y la evitación del daño constituyen aspectos significativos y
asociados recurrentemente a la sintomatología prefrontal.
En este sentido, se hace importante señalar que la mayoría de las
investigaciones que correlacionan las variables de personalidad y sintomatología
prefrontal utiliza a poblaciones adictas a sustancias, excluyendo los diversos
trastornos mentales existentes. Es por ello, que se hace relevante extrapolarlo a otras
poblaciones, más aun considerando que un 57% de pacientes con trastornos adictivos
cumplen criterios para algún trastorno de personalidad (Benito et al., 2012).
Asimismo, se señala que la prevalencia de los Trastornos de la Personalidad
(evaluados según criterios DSM-IV, 2000) en muestras comunitarias es del 9%,
siendo el más frecuente el trastorno antisocial de la personalidad (TAP) (Trull, Jahng,
Tomko, Wood y Sher, 2010). Igualmente, investigaciones señalan que los sujetos con
TAP puntúan en dependencia de refuerzo en la misma dirección que aquellos que no
padecen TAP. Esto puede deberse a un posible sobrediagnóstico, ya que los pacientes
politoxicómanos tienden a infringir máslas normas sociales para asegurarse el
suministro de sustancias (Benito et al., 2012).
Esta premisa, genera controversia en cuanto se desconoce si el diagnostico de
trastorno antisocial es realmente certero, en ausencia del consumo de sustancias. De
acuerdo a lo planteado, y basado en las conclusiones de las investigaciones
anteriormente descritas, se observa que aspectos como la impulsividad, falta de
autocontrol y carencia de un proyecto de vida, forman parte de la dimensión
caracterial de autodirección expuesta en el modelo de Cloninger, siendo ésta una de
las dimensiones que puntúa con mayor énfasis en la mayoría de las investigaciones
señaladas. En este sentido, el conjunto de características que engloban las
dimensiones (autodirección, evitación del daño y dependencia de la recompensa) del
47
modelo de Cloninger forman parte de la personalidad en sujetos que cometen
conductas antisociales. Por tales razones, la escogencia de este modelo para la
realización de este trabajo.
Retomando lo expresado, y por el escaso número de investigaciones que
estudien aspectos de la personalidad de forma integrada con variables biológicas y
neurológicas en personas que presentan conductas antisociales las investigadoras
centran su objeto de estudio en el presente trabajo. Más aún si se considera lo
expresado por Calzadas (2007), quien señala que la explicación de los modelos que
hasta ahora han estudiado los comportamientos antisociales se fundamentan desde
una perspectiva social, considerando débilmente nuevas explicaciones al
comportamiento criminal, como lo es; el desarrollo parcial y no compensado del
cerebro relacionados con los rasgos de la personalidad del individuo.
Igualmente, la relevancia de este estudio trasciende el número limitado de
investigaciones existentes referidas a la relación de aspectos neurológicos y de
personalidad, debido a que los actuales resultados arrojados por estudios de
neuroimagen estructural, donde se encontró que las personas diagnosticadas con TAP
presentan una reducción en el volumen de la masa prefrontal (Del-Ben, 2005) han
generado mayor énfasis e interés en la realización de esta investigación.
En otras palabras son estas investigaciones las que expresan por sí misma la
importancia de realizar un estudio que considere la sintomatología prefrontal como
una variable relevante en el estudio de personas con rasgos determinados que
presente comportamientos antisociales, no sólo por la finalidad de lograr un abordaje
terapéutico diferenciado, sino también para conocer los factores que influyen en la
realización de dichas conductas por parte de jóvenes que terminan por ser privados de
libertad, es por ello; que este trabajo pretende generar un aporte en cuanto a la
aplicación de un tratamiento certero y efectivo que logre una adecuada reinserción
social.
48
Con esto se quiere significar, que la inclusión y correlación de la variable
sintomatología prefrontal al presente modelo psicobiológico aportaría mayor validez
empírica a los resultados que arroja dicho modelo desde el punto de vista biológico.
Finalmente, y como lo plantea Pedrero et al. (2011) de confirmarse estas relaciones se
lograría una visión más amplia que integrarían modelos de rasgos de personalidad y
neuropsicológico en comportamiento antisociales, lo cual facilitaría el estudio de la
etiología de ambas variables y la formulación de nuevas hipótesis para el área clínica.
49
Método
Problema
La conducta antisocial de los miembros de una comunidad se vincula a hechos
delictivos y es un tema que ha sido abordado por diversas disciplinas de las ciencias
sociales; sin embargo, en años recientes estudios en el área de la personalidad y la
neuropsicología han destacado la influencia en estas conductas de factores internos
como: los rasgos de la personalidad y alteraciones en las estructuras cerebrales,
específicamente de la corteza prefrontal. Esta apreciación es respaldada por autores
tales como Calzadas (2007); Ruiz et al. (2010a) y Pedrero et al. (2011).
En este sentido, Cloninger, Svrakic, y Przybeck (1993) establecen en su
Modelo Psicobiológico la existencia de rasgos temperamentales y caracteriales
relacionado con aspectos hereditarios y aprendizaje de acuerdo a la experiencia, los
cuales a su vez están vinculados con áreas parciales del cerebro que influyen en el
desarrollo de la conducta. Correspondientemente Pedrero (2007) señala que los
rasgos temperamentales están vinculados a la memoria perceptual y al sistema
córtico-espinal, mientras que los rasgos caracteriales se relacionan con la memoria
consciente (conceptos, palabras, imágenes, símbolos) y al sistema córtico-límbico-
diencefálico.
Cabe destacar, que el modelo de Cloninger (1993) engloba en las dimensiones
de autodirección, evitación del daño y dependencia de la recompensa, una serie de
características que han sido asociadas por otras investigaciones a la personalidad de
individuos que cometen conductas antisociales. Esta conclusión es respaldada por
Aluja y Torrubia (1996), quienes señalan que la personalidad de sujetos que presentan
conducta disocial, se caracteriza por presentar rasgos psicológicos de impulsividad,
búsqueda de estimulación, baja ansiedad, pobre socialización, déficit en el
aprendizaje de evitación pasiva, no evitación de respuestas ante señales de castigo, y
conductas dirigidas a la inmediatez y obtención de gratificación.
50
En este mismo contexto, este estudio parte de la consideración de incluir una
nueva perspectiva, que involucra estructuras del cerebro y rasgos psicológicos de la
personalidad, como explicación a las conductas desadaptativas realizadas por el
hombre, más aun considerando que el grado de vinculación de estas variables son
determinantes en el comportamiento humano (Calzadas, 2007).
Por ello, la necesidad de revalorizar la importancia y asociación que tienen la
psiconeurología y la psicología de la personalidad, matrices que han sido poco
reflexionadas dentro del campo científico, inferencia realizada por el número limitado
de publicaciones que existen en torno a este tema (Pedrero, 2007). Igualmente, la
realización de un estudio de este tipo consolida los resultados hasta ahora existentes,
además de ampliar su campo de aplicación al ser extrapolado a otras poblaciones, ya
que la mayoría de las investigaciones que correlacionan ambas variables han sido
aplicadas a poblaciones dependientes o por abuso de sustancias, excluyendo otros
trastornos de personalidad (Benito et al., 2012). Entre los que destaca el trastorno
antisocial, el cual resalta entre la variabilidad de trastornos de la personalidad con una
prevalencia del 5% con respecto a los trastornos de la personalidad diagnosticados en
muestras comunitarias (Trull et al., 2010).
En concordancia con lo expuesto, las conductas antisociales se han
incrementado en los últimos tiempos de manera alarmante, llegando a constituir más
que una variable social un problema de salud pública, que ha alcanzado de manera
significativa a individuos en edades tempranas, quienes ahora constituyen una parte
preponderante de la población delictiva. En función de lo expresado, el estado Lara
no escapa de esta realidad, puesto que para el año 2008, ocupó el sexto lugar en
niveles de inseguridad, respecto al resto del país, siendo la mayoría de los delitos
registrados, aquellos realizados por jóvenes y adolescentes (Campos, 2010).
Con base en las razones anteriormente descritas, explorar la relación entre las
variables de sintomatología prefrontal y rasgos de la personalidad en adolescentes
antisociales constituye un aporte empírico a los aspectos teóricos hasta ahora
51
existentes, razonamiento que es respaldado por Ruiz et al. (2010a), quien resalta que
a pesar de que los lóbulos frontales son los que determinan la personalidad de los
individuos aún no se cuentan con trabajos que muestren esta relación, los cuales
podrían a través de sus discusiones posibilitar que otros investigadores estudien
nuevos contenidos que permitan la formulación de una teoría con mayor validez
científica.
En función de este planteamiento se hace preciso establecer la siguiente
interrogante ¿la presencia de rasgos de personalidad desadaptativos se vinculan a la
realización de conductas delictivas asumida por adolescentes? de igual forma cabe
preguntarse; ¿la presencia de sintomatología prefrontal se asocia a la realización de
conductas delictivas en adolescentes?, y de ser así ¿se relaciona la sintomatología
prefrontal con los rasgos de personalidad en jóvenes que asumen conductas
antisociales?.
Considerando lo señalado, y con el objeto de dar respuesta a estas
interrogantes, se plantearon las siguientes objetivos.
Objetivo General
Comparar la relación entre la conducta delictiva con los rasgos de la
personalidad y la sintomatología prefrontal en jóvenes antisociales privados de
libertad y población general.
Verificar empíricamente la relación entre los rasgos de personalidad y la
sintomatología prefrontal en jóvenes antisociales privados de libertad.
Objetivos Específicos
-Identificar las dimensiones de sintomatología prefrontal: Control Ejecutivo,
Problemas Sociales y Control Emocional en jóvenes que han cometido delitos, que se
encuentran privados de libertad y un grupo perteneciente a la población general, no
privados de libertad.
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-Describir los rasgos de personalidad: Búsqueda de Novedad, Evitación del Daño,
Dependencia de Recompensa, Persistencia, Excitabilidad Exploratoria,
Autodirección, Cooperación y Autotrascendencia en jóvenes privados de libertad y en
grupo perteneciente a la población general, no privados de libertad.
-Comparar los resultados obtenidos a partir de los rasgos de personalidad del modelo
Psicobiológico de Cloninger y la sintomatología prefrontal presente en jóvenes
delictivos y en grupo perteneciente a la población general, no privados de libertad.
- Relacionar los rasgos de personalidad (Búsqueda de Novedad, Evitación del Daño,
Dependencia de Recompensa, Persistencia, Excitabilidad Exploratoria,
Autodirección, Cooperación y Autotrascendencia) con la sintomatología prefrontal
(Control Ejecutivo, Problemas Sociales y Control Emocional) presente en jóvenes
antisociales, que se encuentran privados de libertad.
Variables
Variable Independiente: Conducta Delictiva
Definición Conceptual
Es definida por la aparición de diversos rangos de comportamientos
socialmente desaprobados (Morgan y Lilienfeld, 2000), que abarcan las siguientes
características, representadas como subvariables o indicadores de la misma: presencia
de comportamientos irresponsables, desprecio por los derechos de otros, control
pobre de la conducta, incapacidad para adaptarse a las normas sociales incurriendo a
la violación de leyes y la comisión de actos delictivos (Ogilvie et al., 2011).
Definición Operacional
Se definió operacionalmente como conducta delictiva aquellos adolescentes
que hayan cometido los siguientes delitos: homicidio, lesiones, violación; robo
agravado; secuestro; tráfico de drogas, robo o hurto sobre vehículos automotores, que
tras ser juzgado son sancionados con pena privativa de libertad. Igualmente, se
53
consideró como grupo no delictivo, aquellos jóvenes que no han cometido delitos y
los cuales no presentan antecedentes penales.
Variables Dependientes
Rasgos de Personalidad
Definición Conceptual
Sistemas organizados dinámicamente de procesos psicobiológicos, que
determinan la adaptación del individuo a los cambios ambientales (Cloninger et al.,
1993). Asimismo éstos están compuestos por el temperamento y el carácter. El
primero está relacionado con características neurobiológicas innatas, mientras que el
segundo se va estructurando a lo largo del desarrollo del individuo, a través de
mecanismos de aprendizaje (Pedrero, 2009b).
Definición Operacional
Se operacionalizó en función de las puntuaciones obtenidas en el Inventario
del Temperamento y el Carácter-Revisado, versión abreviada (TCI-R-67) el cual
mide cinco dimensiones temperamentales: Búsqueda de Novedad (BN), Evitación
del Daño (ED), Dependencia de Recompensa (DR), Excitabilidad Exploratoria (EE),
Persistencia (PE), y tres caracteriales adicionales: Autodirección (AD), Cooperación
(CO) y Autotrascendencia (AT). En base a lo descrito se presenta a continuación esta
variable de manera detallada en la tabla que se presenta en el próximo apartado.
54
Tabla 1.
Esquema de la Conceptualización Operacional de la Variable Independiente Rasgos
de Personalidad
Variable Dimensiones Indicadores Ítems
Rasgos de
personalidad
Rasgos de
temperamento
Búsqueda de Novedad 4, 7, 14, 19, 25, 38, 46,
67.
Evitación del Daño 20, 24, 27, 30, 40, 51, 52,
54,
Dependencia de la
Recompensa
5, 28, 29, 31, 39, 47, 57,
59
Excitabilidad Exploratoria 1, 34, 45, 53, 55, 60.
Persistencia 2, 13, 16, 21, 43, 56, 58,
62
Rasgos de
carácter
Autodirección 3, 6, 9, 18, 23, 36, 37, 41
Cooperatividad 8, 22, 48, 50, 61, 63, 65,
66
Autotrascendencia 11, 12, 15, 17, 26, 32, 35,
42
Ítems de validez 10, 33, 44, 49, 64
Sintomatología Prefrontal
Definición Conceptual
La sintomatología prefrontal se define como un deterioro neuropsicológico de
las funciones ejecutivas que residen en los lóbulos frontales, la cual es capaz de
producir cambios de personalidad profundo, debido a que parte de la personalidad
está determinada por la neurobiología del hombre (Pedrero et al., 2013).
Definición Operacional
Esta definición estuvo determinada por las puntuaciones obtenidas en las
dimensiones control ejecutivo, problemas sociales y control emocional que componen
el instrumento Inventario de Síntomas Prefrontales (ISP) (Pedrero et al., 2013).
En función de lo descrito, se presenta a continuación un cuadro que resume de
manera detallada la descripción de este instrumento de acuerdo a su composición y
objetivo.
55
Tabla 2.
Esquema de la Conceptualización Operacional de la Variable Sintomatología
Prefrontal medida a través de la Escala Inventario Síntomas Prefrontales (ISP).
Variable Dimensiones Indicadores Ítems
Sintomatología
prefrontal
Ejecución
Problemas
Motivacionales
1,14,19,24,29,38,46.
Problemas de
Control Ejecutivo
6,8,9,12,15,18,21,26,30,32,35
,40.
Problemas
Atencionales
2,3,7,11,17,20,31.
Social Problemas de
Conducta Social
10,16,23,27,28,33,37,39,42,
43,44,45.
Emocional
Problemas de
Control
Emocional
4,5,13,22,25,34,36,41.
Por otra parte, se presenta la forma de control empleados por las
investigadoras para el conjunto de variables que puedan intervenir en el proceso de
estudio, de forma de garantizar la fiabilidad de los resultados obtenidos.
Variables Controladas
Originadas por los Participantes
-Sexo: se refiere a la condición orgánica que distingue a los seres humanos en dos
categorías: masculino, femenino (Girondella, 2012). En el presente estudio se hizo
constante la variable sexo, seleccionando a jóvenes de tipo masculino tanto para la
población delictiva como no delictiva.
-Edad: se define a partir de los años cronológicos de un sujeto (Conesa y Romero,
2000). En este sentido, se decidió utilizar como modo de control la escogencia de un
rango de edad, específicamente de los 16 a los 20 años, debido a que en esta etapa se
alcanza el desarrollo completo de las funciones ejecutivas, igualmente es en este
rango donde el esquema mental a nivel cognitivo no varía significativamente.
56
-Nivel educativo: se refiere a las etapas que conforman la educación de un individuo
tomando como base un promedio de edad determinada (Estadísticas Educativas,
2011). Para controlar esta variable, las investigadoras hicieron constante el nivel
educativo secundario tanto para el grupo delictivo como para el no delictivo, por ser
esta etapa la que corresponde a cursar durante la adolescencia.
-Patologías médicas: hace referencia a una entidad mórbida caracterizada
habitualmente por lo menos por dos de los siguientes criterios: uno o más agentes
etiológicos reconocidos, grupo de signos y síntomas identificables, o alteraciones
anatómicas consistentes (Schoenbach, 2000). Como forma de control se excluyeron a
través de la observación directa y de una entrevista, aquellos participantes que
expresaron o evidenciaron alguna patología que impidiese responder a los
instrumentos de evaluación por ser esta una razón que dificulta o imposibilita su
participación en el presente estudio.
-Psicopatología: De acuerdo con la Amercian Psychiatric Association (2000), es
conceptualizado como un
Síndrome o patrón comportamental o psicológico de significación clínica, que
aparece asociado a un malestar, discapacidad o a un riesgo significativamente
aumentado de sufrir dolor, discapacidad o pérdida de libertad (p. 29).
En la presente investigación, se controló mediante la exclusión de los jóvenes
que presenten patologías psicológicas o psiquiátricas de suficiente gravedad que
obstruya la participación en la investigación. La misma fue evaluada a través de la
observación directa y de la aplicación de un examen mental.
Originadas por la Situación
-Instrucciones: Son las explicaciones que se imparten a cada participante por parte de
las investigadoras. Para controlar esta variable se utilizó como método de control la
constancia en cuanto a la verbalización de las consignas impartidas a cada
participante.
57
Tipo de Investigación
Atendiendo a las características del problema objeto de estudio y en función
de los propósitos planteados la presente investigación es de tipo no experimental de
campo, debido a que las variables no fueron manipuladas directamente y los datos
fueron recolectados directamente en el ambiente natural donde se encuentran los
participantes. Asimismo, se clasifica en un estudio de tipo transversal, puesto que los
datos fueron recolectados en un tiempo único.
Por otra parte, y en cumplimiento al primer objetivo general planteado
referido a comparar la relación entre la conducta delictiva con los rasgos de la
personalidad y la sintomatología prefrontal, se hizo pertinente realizar un estudio de
tipo causal-comparativo en su primera fase, puesto que se pretendía conocer el efecto
de la variable independiente en las variables dependientes (Hernandez, Fernández, y
Baptista, 2004). Es decir; la asociación que tiene la conducta antisocial presentada
por jóvenes privados de libertad y pertenecientes a la población general con los
rasgos de la personalidad. Igualmente, la relación que tienen los jóvenes antisociales
y adolescentes pertenecientes a la población general con la sintomatología prefrontal.
Una vez obtenido tales resultados se procedió a cumplir el segundo objetivo
general concerniente a verificar empíricamente la relación entre los rasgos de
personalidad y la sintomatología prefrontal en jóvenes antisociales privados de
libertad, para ello las investigadoras procedieron a realizar un estudio de tipo
correlacional con el fin de conocer “cómo se puede comportar una variable al conocer
el comportamiento de otras variables relacionadas” (Hernandez et al., 2004, p.106).
Lo cual se tradujo para este trabajo en conocer la relación entre los rasgos de la
personalidad descritos por Cloninger y la sintomatología prefrontal en jóvenes
antisociales privados de libertad.
Diseño de la Investigación
En respuesta al primer objetivo general planteado referido a comparar la
relación entre la conducta delictiva con los rasgos de la personalidad y la
58
sintomatología prefrontal, y considerando la aplicación de una investigación causal
comparativa el presente estudio utilizó un diseño cuasi-experimental de dos grupos
independientes, el cual es definido por Orozco, Labrador y Montañez (2005) como
un conjunto de operaciones investigativas que buscan evaluar el efecto de una
variable en aquellos contextos donde no puede asignar aleatoriamente a los
participantes. En este sentido, el presente trabajo buscó comparar el efecto de las
conductas antisociales en jóvenes privados de libertad y los pertenecientes a la
población general en las variables rasgos de personalidad y sintomatología prefrontal.
Asimismo, en respuesta al segundo objetivo general planteado referido a
verificar empíricamente la relación entre los rasgos de personalidad y la
sintomatología prefrontal en jóvenes antisociales privados de libertad, se utilizó un
diseño transeccional correlacional el cual tiene como objetivo describir relaciones
entre dos o más variables en un momento determinado (Hernández et al., 2004). Para
de esta forma conocer la relación entre rasgos de personalidad y sintomatología
prefrontal en jóvenes privados de libertad, de forma de establecer un tipo de
correlación causal.
Participantes
La población del grupo delictivo, estuvo constituido por 240 jóvenes de sexo
masculino, antisociales privados de libertad que se encuentran recluidos en el Centro
Socioeducativo de Dr. Pablo Herrera Campins, ubicado en El Manzano, Edo. Lara.
De este universo, las investigadoras excluyeron aquellas personas que no cumplían
con el rango de edad determinado (16-20 años), también las que referían un nivel
educativo inferior a bachillerato, así como patologías psicológicas y médicas
diagnosticadas. Igualmente para el grupo no delictivo se excluyeron aquellos sujetos
que presentaron los criterios ya citados; además de aquellos que tenían antecedentes
penales. Dicha población fue ubicada en instituciones educativas públicas de la
ciudad de Barquisimeto.
En base a esto, la muestra de ambos grupos quedó conformada por 150
jóvenes de sexo masculino, que cumplieron con los criterios de inclusión y exclusión
59
previamente señalados. En función a lo expuesto, la edad media de los sujetos
delictivos fue de 17 años, mientras para el grupo no delictivo es de 16 años. Por otra
parte, los participantes pertenecientes al grupo delictivo refirieron pertenecer a un
nivel socioeconómico de clase media (54%) de la misma forma que el grupo no
delictivo (62,7%), siendo éste el nivel predominante en ambos grupos. Cabe destacar
que la muestra delictiva exhibió pobreza relativa en un 38,7%. A diferencia del grupo
no delictivo quien presentó clase media alta en un 23,3%. En este sentido, se puede
observar que aunque ambos grupos presentan el mismo nivel socioeconómico,
difieren en cuanto a los niveles socioeconómicos que presentan en menores
porcentajes.
Tabla 3.
Porcentajes Muéstrales de los Datos Edad y Nivel Socioeconómico de la Muestra
Objeto de Estudio.
Delictivo No Delictivo
N 150 Porcentaje 150 Porcentaje
Edades
16 35,3% 16 90,7%
17 36,0% 17 7,3%
18 26,7% 18 2,0%
19 2,0% 19 0%
Media 17 16
Nivel
socioeconómico
Clase alta 0% Clase alta 0%
Clase media
alta 1,3% Clase media alta 23,3%
Clase media 54,0% Clase media 62,7%
Pobreza
relativa 38,7% Pobreza relativa 10,7%
Pobreza
crítica 6,0% Pobreza crítica 3,3%
Media 3 3
Tipo de Muestreo
El estudio se realizó a través de un muestreo no probabilístico, es decir los
sujetos fueron elegidos con base a características específicas sin dar oportunidad a
que todas las unidades de medida tuviesen la misma probabilidad de ser
60
seleccionadas. Igualmente, es de tipo accidental, puesto que en un primer contacto las
investigadoras escogieron a los integrantes del grupo delictivo y no delictivo de
manera arbitraria sin un juicio o criterio preestablecido. Sin embargo, este tipo de
muestreo tuvo una connotación intencional, debido a que las investigadoras luego de
cumplir con el proceso de entrega y recolección de instrumentos a ambos grupos,
escogieron aquellos participantes que cumpliesen con los criterios de inclusión
anteriormente expuestos, con base a la información que arrojó la entrevista
autoaplicada. De esta forma se “garantiza que la muestra utilizada constituyo una
porción representativa y adecuada para los fines de la investigación” (Hernández et
al., 2004, p.262).
Instrumentos
El presente trabajo utilizó como instrumentos para el cumplimiento de sus
objetivos, una entrevista escrita estructurada (ver tabla 4) la cual será aplicada al
grupo delictivo y no delictivo, la misma fue llenada de manera autoaplicada con el fin
de evaluar que los sujetos cumpliesen con los criterios dados, a partir de las variables
extrañas a controlar previamente señaladas como la edad, patologías médicas o
psicológicas, presencia o ausencia de conductas delictivas, entre otras.
Tabla 4. Entrevista Autoaplicada Para El Grupo Delictivo y No Delictivo.
Edad
Primaria Bachillerato Universitario
Nivel
Educativo
Incompleta Completa Incompleta Completa Incompleto Completo
Nivel socioeconómico
Profesión del
jefe del hogar
Profesión
universitaria
Profesión técnica
o
superior
Empleados sin
profesión
universitaria
Obreros
especializados
(sector informal
de la economía)
Obreros no
especializados
Nivel de
instrucción del
cónyuge
Enseñanza
universitaria
Secundaria
completa
Secundaria
incompleta
Primaria (algún
grado de
instrucción)
Analfabeta
Ingresos de la
familia
Fortuna
heredada o
adquirida
Ganancias o
beneficios
económicos
Sueldo
mensual
Salario semanal
o por día
Donaciones
de origen
público o
61
anexos privado
Condiciones de
La vivienda en
la que reside
Óptimas
condiciones
sanitarias en
ambientes de
gran lujo
Óptimas
condiciones
sanitarias en
ambientes con
lujo sin exceso
suficientes
espacios
Con buenas
condiciones
sanitarias en
espacios
reducidos
Con ambientes
espaciosos o
reducidos y/o
con deficiencias
en algunas
condiciones
sanitarias
Rancho o
vivienda con
condiciones
sanitarias
marcadamente
inadecuadas
Presenta usted
antecedentes
legales
No Amonestaciones Multas Privación de
libertad
¿Ha participado usted en los últimos 6 meses en alguna pelea o mal comportamiento que le ha
ocasionado problemas a nivel escolar social o laboral?
No 1 vez 2 veces 3 o más veces
Presenta usted actualmente algún tipo de enfermedad médica
No Leve Moderada Grave
Especifique el tipo :
Presenta usted actualmente algún tipo de enfermedad mental que le haya sido diagnosticada
No Leve Moderada Grave
Especifique el tipo:
Ha consumido algún tipo de sustancias en los últimos 6 meses
No Alcohol Cigarrillo Cannabis Cocaína
De ser otro tipo de drogas especifique:
Frecuencia del consumo en los últimos 6 meses
Diario Semanal Mensual
Asimismo para evaluar los rasgos de personalidad en ambos grupos se
empleó el Inventario de Temperamento y Carácter-Revisado, versión abreviada (TCI-
R-67), y para el caso de la sintomatología prefrontal se utilizó el Inventario de
Síntomas Prefrontales (ISP), expuestos a continuación:
Inventario de Temperamento y Carácter-Revisado, versión abreviada (TCI-R-
67)
Escala que consta de 67 ítems, incluyendo 5 de validez, que se responde en
una escala tipo Likert de intervalo, debido a que el instrumento describe las variables
a lo largo de un continuo sobre el que se pueden ordenar los valores, estableciendo
intervalos iguales entre cada valor (Orozco, Labrador y Montañez, 2005). Esta escala
62
establece 5 opciones de respuesta: 1- Falso, 2- probablemente falso, 3- Ni cierto ni
falso, igual cierto que falso, 4- probablemente verdadero y 5- verdadero. Mide cinco
dimensiones temperamentales; Búsqueda de Novedad (BN), Evitación del Daño
(ED), Dependencia de Recompensa (DR) y Persistencia (PE) y Excitabilidad
Exploratoria (EE), y tres caracteriales; Autodirección (AD), Cooperación (CO) y
Autotrascendencia (AT).
En cuanto a las propiedades psicométricas del instrumento, Pedrero (2009b)
en el proceso de creación de la versión reducida, utilizó como población clínica a 120
adictos a sustancia en tratamiento, entre las principales se encontraba; heroína,
cocaína, alcohol, cannabis y benzodiacepinas, y 120 de población no clínica, con el
objetivo de obtener adecuadas cualidades psicométricas que midiesen las dimensiones
principales del TCI-R sin pérdida excesiva de fiabilidad.
El estudio fue estructurado en dos fases, la primera buscó obtener los ítems
más discriminativos de cada escala, y la segunda consistió en la aplicación del
inventario reducido para valorar la consistencia interna y validez discriminante del
mismo. Asimismo, para el cálculo de la confiabilidad se aplicó la prueba Alfa de
Crombach a las escalas (véase Tabla 5), revelando aceptable consistencia interna cada
una de ellas (Pedrero, 2009). Por otra parte, esta versión ha sido validada, exponiendo
una correlación r>0,80 (validez convergente y divergente) con las escalas de la
versión original (Pedrero et al., 2011).
Tabla 5
Consistencia Interna (α de Cronbach) de las Escalas del TCI-R-67
Escalas del TCI-R-67 Muestra completa Población no clínica Población clínica
Búsqueda de Novedad 0,786 0,705 0,777
Evitación del Daño 0,796 0,809 0,781
Dependencia de Recompensa 0,857 0,879 0,850
Persistencia 0,823 0,806 0,822
Autodirección 0.847 0,813 0,821
Cooperatividad 0,793 0,780 0,799
Autotrascendencia 0,803 0,838 0,791
Excitabilidad Exploratoria 0,648 0,76 0,619
63
Inventario de Síntomas Prefrontales (ISP)
Este instrumento fue creado por Ruiz et al. (2012), el mismo fue validado en
la población española, en sujetos adictos a sustancias que iniciaban tratamiento por
trastornos relacionados con el uso de heroína, cocaína, alcohol o cannabis en un
centro específico. Correspondientemente, este inventario fue hecho con el propósito
de reducir el elevado grado de abstracción de algunos de los ítems del DEX y el
FrSBe, ya que los mismos dificultan la autoadministración en los adictos (Ruiz et al.,
2012).
Igualmente, otro de los objetivos planteado por estos investigadores fue la
invención y validación de un instrumento específico para la medición de la
sintomatología prefrontal que recogiera, en un lenguaje sencillo, un conjunto de
problemas relacionados con la cotidianidad. Además, estos autores utilizaron una
amplia muestra de población general (1.179 sujetos, 477 varones y 702 mujeres) con
el propósito de estimar su posible utilidad como instrumento de medida en otras
poblaciones en las que se reconoce la presencia de sintomatología prefrontal de forma
sutil pero que no evidencia ninguna etiología que las explique.
En este sentido, el ISP mide aspectos relacionados al control ejecutivo, la
conducta social y el control emocional, éstos con el propósito de relacionar tres
esferas de la actividad humana (cognición, emoción y conducta) que aparecen
habitualmente alteradas en trastornos mentales y que pueden estar a su vez
relacionados con la corteza prefrontal (CPF).
Consiguientemente, este instrumento de 46 ítems utiliza como escala de
medida, una de intervalo, debido a que cada ítem admite 5 posibles respuestas en una
escala tipo Likert (nunca o casi nunca; pocasveces; a veces sí y a veces no; muchas
veces; y siempre o casi siempre). Las puntuaciones obtenidas corresponden a un total
de 5 indicadores (problemas motivacionales, problemas de control ejecutivo,
problemas atencionales, problemas de conducta social y problemas de control
emocional) a través de una escala de 0 a 4 puntos.
64
Las puntuaciones indican que a mayor puntaje obtenido por cada individuo
mayor será la persistencia del problema o déficit de las dimensiones que se describen
a partir de las situaciones expuestas en los ítems (Ruiz et al., 2012). Para la
evaluación de las propiedades psicométricas del test, los autores aplican la prueba de
alfa de Crombach a las escalas del cuestionario, exhibiendo en todas las escalas
adecuada consistencia interna. Las mismas son descritas a continuación en la
siguiente tabla.
Tabla 6.
Escalas Derivadas de la Estructura Factorial
Igualmente, en la tabla 7 se puede observar como el instrumento muestra
validez de tipo convergente, presentando correlaciones (corregido el efecto del azar)
entre las escalas del ISP y las del Cuestionario Disejecutivo (DEX) y la escala de
estrés percibido (EEP), indicando un mayor tamaño del efecto cuanto mayor es la
similitud entre los conceptos evaluados (Ruiz et al., 2012).
Dimensión Escalas Ítems rit (α de
Cronbach)
Ejecución
Problemas
motivacionales
1,14,19,24,29,38,46. 0,49-
0,72
0,86
Problemas de control
ejecutivo
6,8,9,12,15,18,21,26,30,32,
35,40.
0,44-
0,68
0,87
Problemas
atencionales
2,3,7,11,17,20,31. 0,43-
0,66
0,81
Social Problemas de
conducta social
10,16,23,27,28,33,37,39,42
,43,44,45.
0,35-
0,68
0,84
Emocional Problemas de control
emocional
4,5,13,22,25,34,36,41. 0,43-
0,62
0,81
65
Tabla 7.
Correlaciones entre las Escalas del Inventario de Síntomas Prefrontales y las
subescalas del Cuestionario Disejecutivo y la Escala de Estrés Percibido.
Siguiendo la misma línea de investigación, se llevó a cabo un estudio
posterior, pero esta vez para conocer sintomatología prefrontal y trastornos de la
personalidad en adictos a sustancias, aplicando el inventario de síntomas prefrontales,
el inventario clínico multiaxial de Millon-II (MCMI-II), y entrevistas diagnósticas
para estimar la existencia de trastornos del eje II (trastornos de la personalidad). Las
conclusiones de esta investigación resaltan que existe relación entre el diagnóstico de
trastornos de la personalidad y mal funcionamiento frontal, en el caso del trastorno
antisocial mostró altos niveles de dificultad para el control de las emociones y de su
conducta social (Pedrero et al., 2013). Es por ello, la importancia de realizar más
investigaciones que puedan vincular una neuropsicología de la personalidad con sus
trastornos derivados, implementando en los aspectos teóricos hasta ahora conocidos,
valores empíricos que puedan ser fáciles de evaluar a través de la clínica.
Procedimiento
A objeto de llevar a cabo el plan de trabajo y cumplir los objetivos propuestos se
formularon los siguientes procedimientos:
Las investigadoras se dirigieron al Servicio de Atención Integral a la Niña,
Niño y Adolescente (SAINA), ubicado en la carrera 16 entre Calles 41 y 42, con el
objeto de explicar el propósito del presente trabajo y cuáles eran los procedimientos
que se llevarían a cabo para el cumplimiento de los mismos. Tras la realización de
una reunión preliminar de las investigadoras con la directora del centro, Mariely
Escalas DEX EEP
Desorganización
apatía
Desinhibición
impulsividad
Total Estrés
Percibido
Problemas motivacionales 0,58 0,36 0,52 0,45
Problemas de control ejecutivo 0,60 0,42 0,56 0,45
Problemas atencionales 0,55 0,40 0,53 0,38
Problemas de conducta social 0,42 0,49 0,49 0,29
Problemas de control emocional 0,43 0,49 0,50 0,39
66
Sánchez de Tamayo, se procedió a la petición de una carta firmada por autoridades de
la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado para la obtención de la
permisología necesaria para el traslado y aplicación del procedimiento en las
instalaciones del Centro Socioeducativo Dr. Pablo Herrera Campins, ubicado en el
Manzano, Barquisimeto-estado Lara. Lugar en el que se encuentran recluidos
adolescentes entre 16 y 20 años, que han cometido algún tipo de delito. Los cuales
conformaron las unidades de análisis del presente estudio.
Consecuentemente, se explicó a la directiva del Centro Socioeducativo los
motivos y procedimientos del presente estudio. Una vez fue concedida la
autorización, las investigadoras se reunieron con los sujetos recluidos en el centro
para informarles los motivos y propósito de la evaluación, solicitando su colaboración
para participar voluntariamente, de igual forma, se aclaró que sus respuestas eran
confidenciales, y que dichos resultados serían utilizados con fines investigativos.
Una vez obtenido los participantes, se les reunió de manera grupal en un
espacio del centro Socioeducativo para hacer entrega de un sobre el cual contenía
una entrevista escrita autoaplicada, el Inventario de Temperamento y Carácter
Revisado, versión abreviada (TCI-R67) y el Inventario de Síntomas Prefrontales
(ISP). Una vez que a los participantes se les entregó el sobre, se procedió a dar las
siguientes instrucciones:
“Buenos días, pueden abrir los sobres que les entregamos, en el mismo encontrarán
una serie de formatos, los cuales deberán llenar de manera individual siendo lo más
sincero posible en sus respuestas, no es necesario que coloquen su nombre, es
importante que sepan que sus respuestas serán confidenciales, deben llenar todas las
afirmaciones que aparecen en cada uno de los formatos, no deben dejar de responder
ninguna. En el primero de ellos observarán una serie de afirmaciones referidas a su
historia personal, el cual deben contestar con la mayor honestidad posible, para ello
tendrán un tiempo de 10 minutos. Una vez completado éste, podrán comenzar a
llenar el segundo formato, el cual es un instrumento psicológico que busca conocer
67
los rasgos de personalidad, éste cuenta con una serie de afirmaciones, las cuales
usted deberá leer cuidadosamente, cada una de ellas presenta en su derecha un
número el cual indica un tipo de respuesta: el 1 corresponde a falso, el 2 a
probablemente falso y así sucesivamente. Usted deberá rodear con un círculo el
número que mejor describa como actúa y se siente usted habitualmente.
Una vez que hayan respondido todas sus preguntas, pasarán al llenar el
tercer formato, el cual también es un instrumento de tipo psicológico que busca
medir la presencia de síntomas prefrontales. En este instrumento usted deberá
marcar con una X la opción que mejor lo represente, estas opciones están ubicadas
en la parte derecha de las páginas. Ustedes dispondrán de una hora para la
completación de los mismos, en cada formato encontrarán de manera detallada una
serie de instrucciones las cuales deben leer detenidamente antes de comenzar a
llenarlos, recuerden que no deben dejar ninguna afirmación sin contestar. Si tienen
alguna duda pueden consultárnoslo. Gracias por su atención y colaboración”
Pasado el tiempo establecido, las investigadoras les pidieron a los
participantes que colocasen los formatos dentro del sobre. Sin embargo; este tiempo
se extendió debido al nivel de dificultad que exhibieron los participantes en el
proceso de evaluación. Una vez recolectados los sobres, las investigadoras escogieron
a aquellos participantes que cumplieron con los criterios de inclusión previamente
establecidos, con base a la información suministrada en el formato de entrevista
autoaplicada.
Por otra parte, el procedimiento que se llevó a cabo con el grupo no delictivo,
fue el siguiente: las investigadoras se trasladaron a instituciones educativas públicas
ubicadas en la ciudad de Barquisimeto, pertenecientes a sectores donde prevalecía el
nivel socioeconómico acorde a los obtenidos en el grupo delictivo (clase media). Para
ello las investigadoras solicitaron permiso a la directiva de la institución Liceo Rafael
Monasterio para la aplicación de las pruebas, explicando el objetivo del trabajo y en
qué consistía el proceso de evaluación.
68
Los sujetos a participar presentaron el mismo rango de edad del grupo no
delictivo (entre 16 y 20 años). El proceso de selección de los participantes, en un
primer contacto fue de manera accidental, luego de ello se les solicitó su colaboración
para participar voluntariamente en el proceso de evaluación, explicando en qué
consistía el mismo. Las investigadores hicieron énfasis en aclarar que sus respuestas
eran confidenciales, y que dichos resultados son utilizados con fines investigativos.
Tras la aceptación por parte de los sujetos, se procedió a hacer entrega de los
sobres de manera grupal, los cuales contenían los formatos mencionados
anteriormente. Posterior a ello, se dieron las siguientes instrucciones:
“Buenos días, pueden abrir los sobres que les entregamos, en el mismo encontrarán
una serie de formatos, los cuales deberán llenar de manera individual siendo lo más
sincero posible en sus respuestas, no es necesario que coloquen su nombre, es
importante que sepan que sus respuestas serán confidenciales, deben llenar todas las
afirmaciones que aparecen en cada uno de los formatos, no deben dejar de responder
ninguna. En el primero de ellos observarán una serie de afirmaciones referidas a su
historia personal, el cual deben contestar con la mayor honestidad posible, para ello
tendrán un tiempo de 10 minutos. Una vez completado éste, podrán comenzar a
llenar el segundo formato, el cual es un instrumento psicológico que busca conocer
los rasgos de personalidad, éste cuenta con una serie de afirmaciones, las cuales
usted deberá leer cuidadosamente, cada una de ellas presenta en su derecha un
número el cual indica un tipo de respuesta: el 1 corresponde a falso, el 2 a
probablemente falso y así sucesivamente. Usted deberá rodear con un círculo el
número que mejor describa como actúa y se siente usted habitualmente.
Una vez que hayan respondido todas sus preguntas, pasarán al llenar el
tercer formato, el cual también es un instrumento de tipo psicológico que busca
medir la presencia de síntomas prefrontales. En este instrumento usted deberá
marcar con una X la opción que mejor lo represente, estas opciones están ubicadas
en la parte derecha de las páginas. Ustedes dispondrán de una hora para la
69
completación de los mismos, en cada formato encontrarán de manera detallada una
serie de instrucciones las cuales deben leer detenidamente antes de comenzar a
llenarlos, recuerden que no deben dejar ninguna afirmación sin contestar. Si tienen
alguna duda pueden consultárnoslo. Gracias por su atención y colaboración”
Una vez pasado el tiempo establecido las investigadoras recogieron los sobres,
para luego iniciar el proceso de selección de participantes con base a los datos
obtenidos en la entrevista autoaplicada, esto con el fin de incluir o descartar a los
colaboradores en función de los criterios expuestos anteriormente.
Finalmente, las investigadoras iniciaron el proceso de puntuación de los
instrumentos pertenecientes a los participantes que fueron seleccionados, de manera
que cada resultado obtenido fue organizado y tabulado, estableciéndose los hallazgos
sobresalientes, en función de los objetivos planteados en el presente trabajo.
Según lo establecido, en el diseño de investigación se procedió a cuantificar
los rasgos de personalidad descrito por Cloninger en el grupo delictivo y no delictivo,
en respuesta al primer objetivo general planteado referido a comparar la relación
entre la conducta delictiva con los rasgos de la personalidad y la sintomatología
prefrontal, para de esta forma establecer el efecto que tiene la conducta antisocial en
el tipo de personalidad. El mismo procedimiento se empleó para establecer en jóvenes
antisociales y no antisociales la presencia o ausencia de síntomas prefrontales. Para la
realización de este proceso se utilizaron los formatos de corrección de cada
instrumento. Cabe destacar, que los resultados arrojados por las plantillas de
corrección del grupo delictivo fueron utilizados para el cumplimiento del segundo
objetivo general referido a verificar empíricamente la relación entre los rasgos de
personalidad y la sintomatología prefrontal en jóvenes antisociales privados de
libertad.
Es importante señalar, que para el cumplimiento del proceso investigativo se
contemplaron una serie de condiciones éticas referidas al trato de los participantes y
manejo del trabajo en general.
70
Consideraciones Éticas
La presente investigación siguió las normas expuestas en el Código
Deontológico de la Práctica de la Investigación en Psicología, aprobado por la
Escuela de Psicología de la UCAB en el año 2001 (Peña, 2006), el cual considera de
suma importancia el desarrollo de la investigación anclada en valores éticos como el
respeto, la responsabilidad, la honestidad. En tal sentido, se solicitó a los candidatos a
conformar la muestra, el consentimiento para su participación, exponiendo los
objetivo de la investigación y las pruebas a administrar, garantizando además; la
confidencialidad de las respuestas, resaltado el carácter de anonimidad de las mismas.
Cabe destacar, que estas condiciones fueron expuestas por escrito a la
directiva del Centro de Socioeducativo, además de otras referidas al trato que
recibirían los participantes, y a la necesidad del consentimiento por parte de los
supervisores por ser éstos menores de edad. Una vez obtenida la autorización de los
participantes, se garantizó un trato, amable y paciente con los mismos, como muestra
de respeto a su dignidad, conservando el propósito original de la investigación y
respetando los derechos individuales durante el proceso de entrevista y aplicación de
instrumentos por parte de las investigadoras.
En este sentido, en cuanto a la interacción con los participantes, se empleó un
lenguaje acorde con su edad y su condición de libertad privada, evitando términos y
actitudes que pudiesen ser percibidos como ofensivos o discriminadores por los
sujetos de estudio. Además las investigadoras procuraron establecer Rapport, con la
finalidad de crear un clima de confianza, que permitiese una mejor disposición por
parte de los participantes para de esta manera lograr obtener la información
pertinente.
Finalmente, el presente trabajo consideró para su realización lo previsto en el
Código de ética Profesional del Psicólogo (1981), correspondiente a los Artículos 54,
55, 63, 69, 70, 73, 75. Los cuales contemplan aspectos éticos alusivos a la supervisión
de personas calificadas, carácter científico de las investigaciones, transmisión veraz
de los resultados, reconocimiento de colaboradores y autorización por parte de la
71
institución educativa a la que pertenece. Elementos que deben ser respetados y
tomados en cuenta para garantizar un trabajo investigativo fidedigno.
72
Resultados
Para verificar la eficacia de las conclusiones estadísticas encontradas, a partir
del cumplimiento de los objetivos generales y específicos planteados, se procedió a
obtener la validez interna de los instrumentos para garantizar que las escalas
utilizadas para la recolección de datos, cumplieran con los criterios mínimos de
confiabilidad y validez requeridos en una investigación. Para ello, se realizó un
análisis de consistencia interna de los instrumentos ISP y TCI-R-67 a través de la
aplicación del Coeficiente de Cronbach, índice que sirve para comprobar la
consistencia interna de una escala, debido a que verifica sí los instrumento no
recopilan información defectuosa, llevándonos a conclusiones equivocadas o por el
contrario se trata de un instrumento fiable que hace mediciones correlacionadas,
estables y consistentes entre los ítems que conforman dichos instrumentos
(Cervantes, 2005).
De esta forma, se procedió a realizar un análisis de la consistencia interna de
ambas escalas a través del programa estadístico SPSS V.15.0, utilizando para ello la
totalidad de los datos obtenidos (N=300) de la muestra objeto de estudio
(adolescentes delictivos y no delictivos). En este sentido, la escala de TCI-R-67
arrojó un alpha de Cronbach de α=0,84. Asimismo, las dimensiones que conforman
este instrumentos presentaron los siguientes valores: (a) Búsqueda de Novedad α =
0,42; (b) Evitación del Daño α = 0,57; (c) Dependencia de la Recompensa α = 0,42;
(d) Excitabilidad Exploratoria α =0,28; (e) Persistencia α =0,69; (f) Autodirección α
=0,59; (g) Cooperatividad α = 0,13; y (h) Autotrascendencia α = 0,69.
Consiguientemente, la escala ISP, arrojó los siguientes índices de
confiabilidad para cada una de sus dimensiones: (a) Problemas Motivacionales α
=0,28; (b) Control Ejecutivo α = 0,75; (c) Problemas Atencionales α = 0,42; (d)
Conducta Social α = 0,72; y (e) Control Emocional α = 0,73. Finalmente, arrojó un
estadístico de fiabilidad general de α=0,88.
73
En función a estos resultados se puede observar que ambos instrumentos
presentan valores bajos en ciertas dimensiones (rasgos de personalidad: búsqueda de
novedad, dependencia de la recompensa, excitabilidad exploratoria y cooperatividad
y síntomas prefrontales: problemas atencionales y motivacionales). Sin embargo;
dichos puntajes no son una limitante, debido a que ambos instrumentos presentan una
consistencia interna global adecuada en términos generales, por lo tanto dichas
escalas cumplen con los índices de confiabilidad mínimos requeridos para hacer uso
de estos instrumentos en el presente trabajo.
Tras el análisis de las propiedades psicométricas de dichas escalas se procedió
a realizar el análisis estadístico de los datos obtenidos en función de los objetivos
generales y específicos planteados, al respecto se señalan los siguientes resultados.
Comparación de los rasgos de personalidad y la sintomatología prefrontal en los
grupos delictivo y no delictivo.
Para el cumplimiento de los objetivos generales referidos a comparar rasgos
de personalidad y sintomatología prefrontal presentes en jóvenes delictivos y no
delictivos se aplicó una t de student para grupos independientes con la finalidad de
comparar las medias grupales entre ambos grupos, y establecer diferencias entre cada
una de las dimensiones que conforman las variables de rasgos de la personalidad y
sintomatología prefrontal.
Es importante mencionar, que para el rechazo o aceptación de la hipótesis
nula se utilizó un nivel de significancia de α=0,05. Al respecto, Pagano (2006) indica
que si el valor resultante es menor o igual a este nivel de probabilidad crítico se
rechazará la hipótesis nula.
En relación a lo expuesto, se detalla en la Tabla 9, los resultados de la
evaluación de rasgos de personalidad realizada en grupos delictivos y no delictivos,
observándose una puntuación más alta y significativa en el grupo delictivo que en el
no delictivo, respecto al valor de la totalidad de las medias obtenidas en las categorías
74
que conforman dicha variable. Asimismo, se muestra una mayor diferencia de medias
en la dimensión autodirección (p=0,000) y excitabilidad exploratoria (p=0,000) y una
menor diferencia entre las medias de las dimensiones cooperatividad (p=0,004) y
autotrascendencia (p=0,003) en el grupo delictivo en comparación con el grupo no
delictivo.
En la tabla que se presenta continuación se resumen los valores de las medias,
la desviación típica y el valor t de los datos obtenidos por los grupos delictivo y no
delictivo para la variable rasgos de personalidad.
Tabla 8.
Diferencias entre las Puntaciones Obtenidas para los Rasgos de Personalidad entre
los Grupo Delictivo y no Delictivo en la escala TCIR-67.
Finalmente, para conocer en qué medida las variables se relacionaron se
calculó la magnitud del efecto desde la estimación de la d de Cohen (1988). Dicha
estimación busca establecer si los efectos estadísticamente significativos, son
relevantes en el campo de aplicación de la investigación. Para esto indica que d=0,8
representa un tamaño del efecto grande, d=0,5 un tamaño del efecto medio y d=0,2
Rasgos de
Personalidad
Grupo
Delictivo
Grupo No
Delictivo t p d
Media D.T Media D.T
Búsqueda de
novedad 26,99 4,651 24,15 5,684 4,736 0,000 0,55
Evitación del
Daño 26,93 5,428 24,18 6,540 3,968 0,000 0,45
Dependencia de la
Recompensa 25,98 5,473 23,92 5,634 3,212 0,001 0,37
Excitabilidad
exploratoria 20,19 4,428 16,82 3,939 6,971 0,000 0,86
Persistencia 32,73 5,500 30,45 6,436 3,299 0,001 0,38
Autodireccion 20,29 5,439 14,31 5,562 9,425 0,000 1,08
Cooperatividad 25,07 4,381 23,48 5,078 2,898 0,004 0,33
Autotrascendecia 24,51 7,019 21,98 7,666 2,985 0,003 0,34
75
una magnitud del efecto pequeño. Al respecto, Valera y Sánchez (1997) señalan que
el nivel de confiabilidad asociado a un tamaño del efecto nos indica el rango dentro
del cual es probable que se encuentre el efecto real en la población objeto de estudio.
En relación a los resultados expuestos en la tabla anterior, el tamaño del efecto
obtenido para la dimensión autodirección (d=1,08) y excitabilidad exploratoria
(d=0,86) fueron altos debido a que ambos valores presentan un tamaño del efecto
grande, superior o igual a d=0,8. Por otro lado, las categorías búsqueda de novedad
(d=0,55) evitación del daño (d=0,45), persistencia (d=0,38), dependencia de la
recompensa (d=0,37), autotrascedencia (d=0,34) y cooperatividad (d=0,33) presentan
valores inferiores a d=0,5, es decir; que dichos rasgos presentan un efecto medio.
Sobre este resultado se comprobó que el comportamiento delictivo se ve
influido por la presencia de los rasgos de autodirección y excitabilidad exploratoria
en mayor grado que por los el resto de los rasgos de personalidad. Por tanto, los
rasgos de persistencia, dependencia de la recompensa, autotrascedencia y
cooperatividad, aunque se exhiben como una característica de la personalidad
presente en adolescentes antisociales, presentan un efecto bastante bajo, por lo cual
no pasan a ser rasgos preponderantes ni actuar como factores protectores al momento
de ejecutar conductas delictivas.
Estos datos señalan que los rasgos de personalidad predominantes en
adolescentes delictivos se caracterizan por una tendencia a realizar comportamientos
exploratorios para alcanzar recompensas o evitar castigos, impulsividad y una
preferencia a evaluar el ambiente en búsqueda de estímulos novedosos; además,
emplean recursos propios para orientar la conducta en función de metas y objetivos
personales, suponiendo la capacidad de prescindir de las directrices inculcadas,
formulando un estilo de vida autónomo de gestión de los propios recursos.
Por el contrario, el perfil de los adolescentes que no presentan un
comportamiento delictivo, presenta baja actividad en conductas exploratorias,
indicando comportamiento regulado, autocontrolado y actitud reflexiva ante la toma
76
de decisiones. Se debe mencionar además; que pese a que el rasgo caracterial de
cooperatividad, (capacidad de aceptar a los otros, empatizar, de sensibilización ante
las necesidades ajenas y la disponibilidad de valores éticos) se encuentra presente en
dicha población delictiva, no representa un rasgos que tenga mayor efecto (d=0,33) al
momento de ejecutar algún tipo de acción desadaptativa.
En cuanto a la variable sintomatología prefrontal, tal y como se observa en la
Tabla 10, existe una diferencia significativa entre los valores de las medias del
puntaje global (p=0,000), desviación típica y valor t en el grupo delictivo con
respecto al grupo no delictivo. En este sentido, se manifiesta mayor diferencia entre
las medias de las dimensiones de problemas de control ejecutivo, problemas de
control emocional y problemas atencionales; y, menor diferencia entre las medias de
las dimensiones problemas motivacionales y problemas de control social del grupo
delictivo, respecto al grupo no delictivo. Cabe destacar, que todas las dimensiones
registran un valor de p=0,000, lo cual significa que existe diferencia en ambos grupos
en cuanto al funcionamiento cortexprefrontal, observándose que en adolescentes
delictivos la presencia de síntomas prefrontales es mayor que en jóvenes
pertenecientes a la población general.
Tabla 9.
Diferencias entre las Puntaciones Obtenidas para Sintomatología Prefrontal entre
los Grupos Delictivo y no Delictivo en la Escala ISP.
Sintomatología
Prefrontal
Grupo Delictivo Grupo No
Delictivo t p d
Media D.T Media D.T
Ejecución Problemas
Motivacionales 12,63 3,574 10,73 3,648 4,540 0,000 0,52
Problemas de
Control Ejecuti vo 16,37 6,420 11,09 7,329 6,645 0,000 0,76
Problemas
Atencionales 12,17 3,845 9,62 4,207 5,472 0,000 0,63
Social Problemas de
Conducta Social 10,67 5,073 7,12 7,147 4,966 0,000 0,58
Emocional Problemas de
Control Emocional 12,42 5,311 8,33 6,606 5,914 0,000 0,68
Total 64,26 16,783 46,55 23,851 7,436 0,000 0,81
77
Con base a los datos exhibidos en la tabla anterior, se observa una mayor
magnitud del efecto en el puntaje global de la variable (d=0,81) y un efecto medio en
la dimensiones problemas de control ejecutivo (d=0,76), de control emocional
(d=0,68), atencionales (d=0,63), conducta social (0,58), y motivacionales (d=0,52).
Estos resultados indican que los problemas de control ejecutivo y de control
emocional tienen mayor relevancia en el campo delictivo que la presencia de
dificultades de conducta social o motivacionales.
Considerando la diferencia significativa entre los grupos delictivo y no
delictivo en el puntaje global, se establece que las funciones ejecutivas asociadas a
los lóbulos frontales presentan alteraciones en el grupo delictivo en comparación con
el grupo no delictivo, lo que permite inferir que los jóvenes que incurren en conductas
antisociales presentan dificultad para gestionar la capacidad atencional, elaborar un
plan, mantenerlo o modificarlo en función de las demandas del entorno y problemas
para inhibir conductas inapropiadas socialmente.
Grado de asociación entre rasgos de personalidad y sintomatología prefrontal en
el grupo delictivo.
En cumplimiento al objetivo general del presente trabajo referido a verificar
empíricamente la relación entre los rasgos de personalidad y la sintomatología
prefrontal en jóvenes antisociales privados de libertad, se realizó una correlación
entre las dimensiones de cada una estas variables. Para ello, se utilizó una muestra de
150 adolescentes delictivos de 17 años de edad, pertenecientes a un nivel
socioeconómico medio, recluidos en el centro de resocialización Pablo Herrera
Campins.
En este sentido, se aplicó el coeficiente de correlación Pearson, con el fin de
determinar el grado de asociación existente entre las variables y el tipo de correlación
(positiva o negativa) existente entre las mismas (Peña, 2009). Dicho análisis
estadístico se realizó a través del programa estadístico SPSS v.15.0. Al respecto, se
consideraron como dimensiones relacionadas significativamente, aquellas que
78
arrojaron un valor comprendido entre -1 y 1, estableciendo a su vez como
correlaciones significativas altas aquellas mayores a 0,50 y como relaciones
moderadas, aquellas con un valor menor a 0,50. Se utilizó la corrección de Bonferroni
(p<0,001) para establecer un nivel de significancia que evite cometer errores en
cuanto a la anulación o aceptación de las hipótesis previamente establecidas. A
continuación se presentan en la Tabla 11 los resultados obtenidos.
En función de lo datos descrito en la tabla anterior, se muestra una correlación
positiva y media a un nivel de significancia de p=0,01 entre (a) rasgo de
autodirección con problemas atencionales, problemas de control ejecutivo, y
puntuación global de la variable síntomas prefrontales, (b) rasgo búsqueda de
novedad con los síntomas prefrontales problemas motivacionales, problemas de
control ejecutivo, problemas de control emocional y con la puntuación global de
sintomatología prefrontal y, (c) rasgo evitación del daño con problemas de control
ejecutivo y puntuación global. La relación más alta y significativa la puntuó el rasgo
autodirección, seguido de búsqueda de novedad y evitación del daño.
Por otro lado, se exhibió una relación positiva baja, aunque estadísticamente
significativa (p=0,05) entre (a) rasgo evitación del daño con problemas de control
emocional y control social, (b) rasgo búsqueda de novedad y control conducta de
social, (c) rasgo autotrascendencia y problemas de control ejecutivo y, (d) rasgos de
cooperatividad y puntaje total de sintomatología prefrontal. Sobre este particular, se
señala que el rasgo de cooperatividad presenta menor grado de asociación con
síntomas prefrontales.
79
Tabla 10.
Correlaciones Parciales entre las Puntuaciones Obtenidas de las escalas ISP y TCI-
R-67 para el Grupo Delictivo.
Rasgos de
personalidad
Ejecución Social Emocional Sintomatologí
a Prefrontal
Problema
Motivaciona
l
Problemas
de Control
Ejecutivo
Problemas
Atencional
es
Problemas
de Conducta
Social
Problemas
de Control
Emocional
Puntaje global
Búsqueda de
novedad 0,280 ** 0, 276 ** 0,088 0,184 * 0,297 ** 0,335**
Evitación del
daño 0,192 * 0,290** 0,153 0,185 * 0,199 * 0,305**
Dependencia
de la
Recompensa
0,115 0,009 -0,018 0,125 -0,022 0,054
Excitabilidad
Exploratoria 0,106 0,085 -0,043 0,066 -0,041 0,052
Persistencia 0,150 0,027 -0,128 0,047 0,111 0,062
Autodirección 0,140 0,292 ** 0,322 ** 0,190 0,437 0,411**
Cooperativida
d 0,093 0,136 0,059 0,144 0,015 0,165*
Autotrascende
ncia 0,088 0,178* 0,057 - 0,124 0,046 0,077
** Correlación de Bonferroni p<0,01.
* Correlación de Bonferroni p<0, 05.
Según los resultados arrojados se puede inferir que el cortexprefrontal se
encuentra relacionado con la mayoría de los rasgos de personalidad que poseen los
adolescentes que incurren en conductas delictivas, presentando una relación de mayor
magnitud entre el rasgo autodirección con problemas atencionales y de menor efecto
entre los rasgos autotrascedencia con problemas de control ejecutivo y cooperatividad
con presencia global de sintomatología prefrontal. Lo cual se traduce en que este tipo
de adolescentes posee una capacidad para gestionar la atención, elaborar y planificar
planes que se relacionan acentuadamente con la habilidad del individuo para controlar
y regular su conducta de forma autónoma.
80
Discusión
La conducta antisocial ha sido estudiada por la psicología desde un enfoque
predominantemente sociológico, centrando su atención en variables como la
estructura socioeconómica de la familia, pocas oportunidades educativas, es decir, la
influencia más determinante que ejercen los factores socioculturales en el desarrollo
de la conducta delictiva. Es a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando se
consideran otras perspectivas de análisis las cuales amplían el horizonte de su
explicación (Calzadas, 2007). En tal sentido, la presente investigación se centra en
incluir el análisis de factores psicológicos y neuropsicológicos y la influencia de
éstos, en la configuración de determinadas tendencias conductuales que interactúan
con el entorno, buscando relacionar los rasgos de personalidad y sintomatología
prefrontal en jóvenes que incurren en comportamientos delictivos.
Es pertinente destacar que uno de los aspectos relevantes de la presente
investigación fue comprobar que los instrumentos empleados para evaluar los rasgos
de Personalidad (TCI-R-67) y sintomatología prefrontal (ISP), cumplieran con los
criterios mínimos de confiabilidad y validez. En este sentido la escala TCI-R-67
arrojó un alpha de Cronbach de α=0,84 y la prueba ISP indicó un estadístico de
fiabilidad de α=0,88, lo que garantiza un adecuado uso de los instrumentos, al
comprobarse la validez interna requisito de la presente investigación. Al respecto
Ruiz et al (2010a) al analizar la prueba TCI-R-67 establece un coeficiente Cronbach
>0,80 en todas las escalas. Igualmente acerca de la validación del ISP, Pedrero et al.
(2013) refieren en población de adictos, un adecuado valor de consistencia interna
α=0,87.
En cuanto a la variable Rasgos de Personalidad, evaluada a través del modelo
psicobiológico de Cloninger, los resultados arrojan diferencias significativas en las
dimensiones temperamentales: búsqueda de novedad, excitabilidad exploratoria,
evitación del daño, dependencia de la recompensa y persistencia. Y caracteriales:
autodirección, cooperatividad y autotrascendencia. Reflejando una mayor puntuación
81
en el grupo delictivo respecto al no delictivo. Lo que indica una mayor disposición de
los jóvenes que asumen conductas delictivas a despreciar normas o directrices que
rigen la convivencia social, induciéndolos a generar un estilo autónomo de conducta
centrado en sus propios y particulares intereses. Aunado a realizar comportamientos
exploratorios para alcanzar nuevos estímulos que alimenten su excesiva curiosidad e
impulsividad, su necesidad de recompensas y una preferencia a evaluar el ambiente
en búsqueda de estímulos novedosos.
Estos resultados se apoyan en la investigación de Luengo, Sobral, Romero y
Gómez (2002), la cual expone que la conducta delictiva se evalúa en función de la
búsqueda de sensaciones, vinculada ésta a tendencias de aproximación hacia
estímulos gratificantes. Plantean que las personas con alta búsqueda de sensaciones,
tienen aversión por las actividades rutinarias y suelen implicarse en experiencias que
son intensas e impredecibles. Dado que las actividades antisociales pueden incluir
riesgo, no resulta extraño que la búsqueda de novedad haya sido evaluada como
predictor de la conducta delictiva.
En este sentido, la búsqueda de novedad puntuada más alta en el grupo
delictivo en comparación con el no delictivo, es un resultado similar al presentado por
Pedrero (2008), quien al comparar las medias de adictos y de la población normativa,
encuentra que los adictos presentan mayor necesidad de estimulación, conducta
impulsiva e impredecible, intolerancia a la rutina, así como poca capacidad en invertir
esfuerzos en tareas con recompensa demorada. Por otro lado, la investigación de
Pedrero (2008) reporta baja autodirección y cooperatividad, a diferencia del presente
estudio donde ambas dimensiones se puntúan más altas en la población delictiva,
respecto a la no delictiva.
En esta misma línea de investigación, un estudio publicado por Esbec y
Echeburúa (2010) en donde se evalúan las implicaciones clínicas del trastorno
antisocial de la personalidad, se obtiene como resultado que el subgrupo de
delincuencia, puntúa alto en búsqueda de sensaciones y bajo en evitación del daño y
82
dependencia de la recompensa, lo que significa que son personas menos impulsivas,
que muestran bajos niveles de ansiedad, altos niveles de psicopatía y su motivación se
centra en la obtención de un beneficio inmediato. Estos resultados contrastan con los
de la presente investigación, en donde la dimensión dependencia de la recompensa
obtiene una puntuación más elevada en el grupo delictivo, es decir, la motivación a
buscar un gratificante aumenta la tendencia impulsiva de obtener un incentivo sin
considerar las normas éticas sociales.
De la misma manera, se evidencia en la población delictiva una mayor
predisposición a evitar estímulos aversivos, evadiendo castigos y frustraciones en
comparación con la población normativa. Sin embargo, se puede inferir que el
presentar mayor tendencia a buscar o responder a estímulos novedosos y
gratificantes, tiene un mayor valor que la frustración o castigos que puedan generar la
realización de esta actividad exploratoria, haciéndolos más vulnerables a incurrir en
el comportamiento delictivo, más aun considerando que este grupo presenta una
persistencia en el mantenimiento de la conducta que va en pro del cumplimiento de
sus expectativas y ambiciones.
Hallazgos encontrados por Pedrero et al. (2011), con respecto a la evitación
del daño, arrojan que los adictos presentan una mayor puntuación en comparación
con el grupo control. Al respecto, estos autores sugieren, que este resultado se debe a
una tendencia de los sujetos a evitar los riesgos que supone el estado de abstinencia
por temor a sus consecuencias, lo cual favorece el mantenimiento de la conducta
adictiva. En cuanto a la presente investigación se presume que los resultados
obtenidos en esta dimensión, supone una dificultad para los jóvenes delictivos para
abandonar su actual comportamiento, debido a que la sumisión de un estilo de vida
distinto que implique esfuerzos, pueda ser percibido como arduo e irrealizable, lo que
los hace más propensos a optar por conductas que garanticen una gratificación
inmediata, pese a que estas sean de tipo desadaptativas.
83
Autores como Kazdin y Buela- Casal (2002), manifiestan que la mayoría de
los adolescentes antisociales al convertirse en adultos continúan presentando
comportamientos delictivos u otros problemas como consumo recurrente de
sustancias, lo que suele generar dificultades para adaptarse al ámbito laboral y social.
En este sentido, la aparición de conductas antisociales en la adolescencia se asocia a
la persistencia en problemas como abuso de alcohol y drogas en la edad adulta.
Por otro lado, Benito et al. (2012) al evaluar las diferencias de medias en las
dimensiones de cloninger entre grupos con trastorno de personalidad antisocial y en
ausencia del mismo, encontraron que los pacientes con trastorno, puntúan más bajo
en dependencia de la recompensa, cooperatividad y autodirección, lo que contradice
los resultados obtenidos en el presente estudio, pudiendo influir el tipo de muestra
seleccionada en donde no se discrimina trastorno de la personalidad de la conducta
delictiva. Los autores exponen además como factor protector contra el trastorno
antisocial de la personalidad, altas puntuaciones en dependencia de la recompensa y
autodirección, lo que supone un pronóstico favorable para la población evaluada,
debido a que las medias de estas dimensiones son más elevadas en comparación al
grupo no delictivo.
Con relación a la categoría cooperatividad, a simple vista los resultados de
esta investigación reflejarían un contrasentido con base a lo planteado por Cloninger
et al. (1993), debido a que la muestra delictiva arroja mayor puntuación en relación a
la no delictiva a pesar de que la diferencia es significativa, puntúa el valor más bajo
de todas las dimensiones evaluadas, es decir, no es un rasgo determinante en el
comportamiento delictivo. Este resultado supone que la cooperatividad en los
adolescentes antisociales puede estar encaminada a una sensibilización hacia el
contexto social inmediato, además refiere a la visión de grupo compartida, a su
sentido de pertenencia que les conduce a planificar y ejecutar acciones delictivas y
asumir riesgos en equipo con sentido de solidaridad en defensa de sus intereses.
84
De igual forma, se puede observar que los jóvenes delictivos presentan un
mayor nivel de autotrascendencia en comparación con el grupo no delictivo,
haciéndolos afines a una identificación espiritual con un todo del cual sienten que
forman parte esencial, estableciendo un sentido superior de trascendencia basado en
creencias religiosas acentuadas. Este resultado puede deberse a actividades religiosas
que se desarrollan en la institución de resocialización donde están recluidos, ya que la
religión es promovida como una fuente de apoyo para no reincidir en conductas
delictivas. Resultados similares se encuentran en el estudio realizado por Arroyo y
García (2012) con población alcohólica, en la cual plantean que esta tendencia se
relaciona a factores culturales propios de la población venezolana y del vínculo
espiritual que presenta la población estudiada en los grupos de autoayuda de
Alcohólicos Anónimos.
Siguiendo los objetivos propuestos en la investigación, la variable de
sintomatología prefrontal, evaluada a través del Instrumento de Síntomas
Prefrontales, arrojó diferencias significativas en el puntaje global y en todas las
dimensiones que lo conforman, siendo mayor en el grupo delictivo respecto al no
delictivo los problemas motivacionales, problemas de control ejecutivo, problemas
atencionales, problemas de conducta social y problemas de control emocional. En
este sentido, los adolescentes antisociales presentan alteraciones neuropsicológicas
atribuibles al funcionamiento de la corteza prefrontal en comparación con la
población general.
En este sentido, se observaron en jóvenes antisociales dificultades para iniciar
una conducta en el logro de sus metas (problemas motivacionales) en comparación
con el grupo no delictivo. Este síntoma se asocia a una disfunción ventromedial, la
cual soporta procesos como el control inhibitorio, la regulación de la agresión y de los
estados motivacionales (Díaz y Ostrosky, 2012). A ello se unen problemas de control
ejecutivo y de gestión atencional, los cuales son manifestados comportamentalmente
a través de la dificultad para elaborar un plan, mantenerlo o modificarlo en función de
las demandas del entorno para la resolución de conflictos, dichas conductas están
85
relacionadas anatómicamente con síntomas presentes en pacientes con lesiones en la
corteza prefrontal dorsolateral.
Al respecto Arango, Puerta y Pineda (2008) respaldan lo expuesto, planteando
que los jóvenes infractores presentan dificultades para inhibir y controlar la conducta,
cuando se esperaría que lo hicieran; también evidencian fallas en la planeación y
organización de secuencias de conductas, para enfrentar una tarea o solucionar un
problema que requiera iniciativa y producción de comportamientos dirigidos a
alcanzar un objetivo. En relación a esto, los autores encuentran en el grupo control
una capacidad para iniciar la conducta de manera proactiva, además planifican y
organizan su comportamiento en función de los retos o problemas a resolver, “tienen
suficiente monitoreo y automonitoreo para prevenir las consecuencias de sus
conductas en los demás y darse cuenta de si su conducta es acorde con los objetivos
propuestos para realizar una tarea o para solucionar un problema” (p. 74).
En este orden, se demuestra que los jóvenes delictivos en relación a la
población general presentan mayores problemas de conducta social y control
emocional, es decir, manifiestan dificultades para inhibir respuestas culturalmente
inapropiadas, comportamientos agresivos y labilidad afectiva. Ambas dimensiones
están vinculadas con el funcionamiento de la corteza orbitofrontal. Estas evidencias
son similares a las aportadas por Pedrero et al. (2013), quienes plantean que los
adictos con trastorno antisocial de la personalidad, muestran mayores niveles de
dificultad para el control de la emociones y de la conducta social.
Considerando los resultados de las variables rasgos de personalidad y
sintomatología prefrontal, se logra precisar que los jóvenes que inciden en
comportamientos delictivos, no sólo presentan predisposición a cometer dichas
conductas por la presencia aislada de ciertos rasgos de personalidad o de síntomas
prefrontales que los hace más proclive, sino que además se comprueba la asociación
entre dichas variables, las cuales incrementan la probabilidad de que se incurra en
86
actos delictivos; lo cual permite inferir que hay una asociación entre alteraciones en la
corteza prefrontal y el predominio de determinados rasgos de personalidad.
Esta asociación manifiesta la correlación que existe entre las dimensiones
búsqueda de novedad, evitación del daño y autodirección, con la presencia de
sintomatología prefrontal. Por lo tanto, se verifica que la conducta de adolescentes
antisociales privados de libertad, responde a un interés por asumir riesgos, realizar
comportamientos exploratorios con la finalidad de alcanzar premios o recompensas,
mostrando una tendencia a la impulsividad, a la dificultad para elaborar, ejecutar o
modificar un plan en función de las demandas del entorno.
En este sentido, la correlación entre las dimensiones búsqueda de novedad,
evitación del daño y autodirección, con sintomatología prefrontal, es semejante a los
resultados presentados por Ruiz et al. (2010a) con adictos a sustancias, los cuales
infieren que la dependencia a las mismas, incrementa la sintomatología frontal
generando cambios en el patrón de personalidad previo, aun cuando existen
inquietudes en cuanto a si la disfunción ejecutiva es previa, y por ello favorece la
adicción; o si es consecuencia del consumo, reflejando los cambios que éste pudiese
provocar en el funcionamiento frontal.
De igual manera, en la ejecución de conductas exploratorias e impulsivas se
exhibe propensión a la agresividad y labilidad afectiva, en especial en situaciones de
presión social. Asimismo la capacidad de elaboración, modificación o seguimiento de
planes se relaciona con la tendencia del sujeto a evitar el daño, dicha relación puede
estar vinculada con sentimientos de inseguridad debido a la incapacidad para ejecutar
planes que respondan a las exigencias del entorno, por lo que se presume que la
formulación de un estilo de vida que no incluya la comisión de actos delictivos, sea
considerada muy complicada y por ende se opte por la preferencia de conductas que
generen recompensas inmediatas.
Por otro lado, la autodirección, referida a la capacidad de autonomía y
autoconcepto positivo se relaciona con problemas de control ejecutivo y atencionales,
87
donde la ejecución de planes puede afectar la gestión de recursos para el
cumplimiento de objetivos trazados, además estaría vinculado con el hecho de
prescindir de directrices para formular un estilo de vida autónomo. Este conclusión se
relaciona con la presentada por Pedrero et al. (2011) y Ruiz et al. (2010a), quienes
plantean que la dimensión autodirección evalúa los mismos procesos que se incluyen
dentro del constructo funciones ejecutivas.
En base a los resultados del presente trabajo y de las investigaciones
consultadas, resalta la importancia del papel de la corteza prefrontal debido a que
media entre las conductas de aproximación hacia los reforzadores (búsqueda de
novedad) y el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales y las
conductas de huida/escape/evitación (evitación del daño) (Ernst y Fudge, 2009). En
consecuencia, se establece que las alteraciones de la corteza prefrontal puede
favorecer el funcionamiento desadaptativo de la conducta.
88
Conclusiones
El simple enunciado de incluir el análisis de factores psicológicos y
neuropsicológicos, como rasgos de personalidad y presencia de síntomas prefrontales,
representa un nuevo objeto de análisis en el campo investigativo, puesto que la
influencia de éstos, y la comprobación de una relación entre ambos en la
configuración de determinadas tendencias conductuales, introduce nuevas
explicaciones en la comisión de comportamientos delictivos por parte de
adolescentes, obtenidas a partir del cruce de aspectos conceptuales y de datos
arrojados por la muestra de estudio, las cuales condujeron a las siguientes
conclusiones.
En primera instancia, se encontró que existe una diferencia acentuada entre
jóvenes antisociales privados de libertad en comparación con adolescentes
pertenecientes a la población general, donde el grupo delictivo exhibió puntuaciones
más altas en todos los rasgos de la personalidad previsto en el modelo de Cloninger,
así como presencia de síntomas prefrontales en términos generales.
En este sentido, los adolescentes con conductas delictivas presentan mayor
capacidad para controlar su propia conducta orientándola a metas y objetivos
personales, pudiendo prescindir de directrices inculcadas en su infancia,
convirtiéndose en individuos autónomos capaces gestionar sus propios recursos, en
comparación al grupo no delictivo.
Además, los jóvenes antisociales difieren con el grupo de población general
en la forma en cómo perciben la situaciones, los riesgos y las posibles consecuencias
que pueda traer ciertos comportamientos desadaptativos, debido a que a grandes
rasgos, el perfil del joven antisocial presenta una tendencia acentuada a ejecutar
conductas impulsivas, mostrando mayor curiosidad y una búsqueda exhaustiva de
estímulos novedosos que satisfagan sus deseos personales los cuales son antepuestos
a las normas ético-morales de convivencia social.
89
Asimismo, se estableció un perfil de jóvenes antisociales caracterizados por
una tendencia alta a responder intensamente frente a estímulos que indiquen
recompensa y dolor, haciéndolos propensos a realizar comportamiento exploratorios
que vayan dirigidos a alcanzar premios y evitar el castigo. En relación a ello, se
encontró que existe una mayor actividad en cuanto a la ejecución de conductas y
decisiones impulsivas, mayor búsqueda de situaciones novedosas y baja tolerancia a
la frustración con posibles ataques de ira.
Cabe destacar, que los adolescentes no delictivos presentan una predisposición
al orden, a las conductas reguladas y una actitud reflexiva, además exhiben una
adecuada tolerancia a la frustración, lo que permite concluir que existe una tendencia
en colocar en segundo plano la satisfacción de deseos que impliquen la violación de
las leyes sociales.
En otra dirección, los adolescentes antisociales presentan mayor
predisposición a evitar estímulos aversivos, como castigos y frustraciones. Además,
persistencia en el mantenimiento de conductas desadaptativas, a pesar de las
frustraciones o castigos que éstas puedan generar. Igualmente, se observa mayor
disposición a responder a estímulos que conlleven a recompensas y cumplan con sus
expectativas y ambiciones, lo cual los hace proclives a la realización de conductas
delictivas.
De igual forma, se comprobó que los adolescentes delictivos presentan mayor
nivel de autotrascedencia en comparación con la población no delictiva, haciéndolos
afines a una identificación espiritual con un todo del cual sienten que forman parte
esencial, estableciendo un sentido superior de trascendencia basado en creencias
religiosas acentuadas. Finalmente, presentan una aceptación adecuada con respecto a
los otros, siendo capaces de identificar sus emociones, empatizando con los demás y
siendo sensibles a las necesidades ajenas. Sin embargo; los puntajes arrojados por lo
datos en ambos rasgos fueron bajos, por lo cual dichos rasgos no pasan a ser
90
preponderantes, ni actuar como factores protectores al momento de ejecutar
conductas delictivas.
En cuanto a las conclusiones de la presente investigación, referida a la
presencia de síntomas prefrontales, se observó una diferencia entre el grupo de
jóvenes antisociales con el grupo no delictivo. Al respecto, el grupo delictivo exhibió
dificultades para elaborar un plan, mantenerlo o modificarlo en función de las
demandas del entorno en la resolución de conflicto. Dichos comportamiento están
relacionados anatómicamente con síntomas presente en pacientes con lesiones en la
corteza prefrontal.
Paralelamente, se demostró que los jóvenes antisociales en comparación con
el grupo no delictivo presentan mayores dificultades para inhibir respuestas
culturalmente inapropiadas, conductas agresivas en situaciones de presión social y
labilidad afectiva. Ambas dificultades están relacionadas anatómicamente con
alteraciones en la integridad de los circuitos orbitales.
Finalmente, se verificó que jóvenes antisociales inician conductas de tipo
impulsivas para el logro de sus metas. Dichas conductas son asociadas con síntomas
de pacientes que presentan disfunción ventromedial. Sin embargo; dichas dificultades
motivacionales no se presentan en la misma magnitud que los problemas de control
ejecutivo y control emocional.
Consiguientemente, los jóvenes que inciden en comportamiento delictivos no
sólo presentan predisposición a cometer este tipo de conductas por la presencia
aislada de ciertos rasgos de personalidad o de síntomas prefrontales que los hace más
proclives, sino que además se comprobó una asociación entre dichas variables, las
cuales incrementan la probabilidad de que se incurra en actos delictivos. Es decir, que
las alteraciones en el cortex prefrontal intervienen en los rasgos de personalidad que
una persona posee.
91
En relación al rasgo autodirección, referida a la capacidad de autonomía y
autoconcepto positivo que presentan los adolescentes, este se asocia con problemas
de control ejecutivo y atencionales, donde la invención, ejecución y seguimiento de
los planes y la capacidad atencional otorgada a los mismos, puede afectar la gestión
de los recursos para el cumplimiento de los objetivos personales o el cumplimiento de
las metas trazadas.
De la misma forma, se verificó que los adolescentes antisociales privados de
libertad poseen dificultades de control ejecutivo lo cual se relaciona con el rasgo
búsqueda de novedad. Dicha relación puede influir en la tendencia que tienen estos
jóvenes a realizar comportamientos exploratorios e impulsivos con la finalidad de
alcanzar premios o recompensas, puesto que los problemas en la idealización,
ejecución o modificación de planes trazados puede no considerar las demandas del
entorno.
Además, se exhibió una relación entre problemas de control emocional y
rasgo búsqueda de novedad, lo cual significa una predisposición a expresar
agresividad y labilidad afectiva, tanto en situaciones de presión social como en la
realización de actividades exploratoria, lo cual los hace más propensos a la comisión
de conductas impulsivas.
Por otro lado, las dificultades para elaborar, modificar o seguir un plan se
relaciona con la tendencia que presentan los jóvenes delictivos a evitar estímulos que
ellos consideren aversivos. Debido a que estos problemas de planificación traen
consigo una serie de frustraciones por las cuales el sujeto evita todo elemento
considerado o percibido negativo para él.
Cabe acotar, que se obtuvieron relaciones de menor significancia entre los
problemas de control emocional y social y rasgo evitación del daño, lo que significa
que los jóvenes antisociales presentan un desajuste emocional o labilidad afectiva al
momento de adoptar respuestas inhibitorias ante estímulos aversivos. Asimismo, su
dificultad para controlarse socialmente puede hacer que este tipo de adolescente
92
incurra en conductas socialmente inapropiadas al momento de evitar castigos,
sobrellevar frustraciones o manejar la falta de recompensa.
Otro de los síntomas prefrontales que presentó una relación de menor efecto
fueron los problemas de control social y el rasgo, búsqueda de novedad, lo que indica
que la dificultada para controlarse socialmente pueden llevar a estos adolescente a
realizar comportamientos exploratorios inapropiados, con respuestas desadaptativas
ante estímulos que indiquen recompensa o castigos.
Además, se debe señalar que los problemas de control ejecutivo referidos a
problemas para elaborar, mantener o modificar planes, se relaciona en menor tamaño
con el rasgo de autotrascendencia, pudiendo ser las creencias espirituales y su sentido
de trascendencia en el universo, factores que intervienen en la idealización de los
planes, en la percepción de los riesgos o en el impacto de las posibles consecuencias
que puedan traer la ejecución de los mismos. Por último, el rasgo cooperatividad se
relaciona con los síntomas prefrontales de manera general pero presenta una
magnitud del efecto pequeña.
Recomendaciones
En base a las conclusiones, se formulan a continuación una serie de
recomendaciones.
Se sugiere la ejecución de técnicas neuropsicológicas que posibiliten mejorías
en las conductas emanadas de las funciones cortex prefrontal, dado que la afectación
actual del cortex prefrontal que lleva a los sujetos a presentar un déficit en el
procesamiento cognitivo y la realización de comportamientos derivados, influye en la
eficacia que puedan tener los tratamientos a los que son sometidos estos adolescentes
cómo forma para reinsertarlos en la sociedad, puesto que un tratamiento de tipo
psicológico que no considere la afectación de partes anatómicas, no podría tener el
mismo efecto que la realización de un tratamiento integral.
93
Por otro lado, se debe considerar que la comisión de conductas impulsivas
incrementa la probabilidad de que estos adolescentes no solamente incurran en la
realización de conductas delictivas; sino además busquen la vivencia de situaciones
placenteras generadas a partir de la búsqueda o uso de drogas. Premisa derivada a
partir de la información obtenida en la entrevista inicial, donde se comprobó que la
mayoría de los jóvenes antisociales presentaban consumo frecuente de cannabis,
alcohol y cigarrillo.
Es por ello, que se hace necesario que otras investigaciones incluyan el
consumo de las drogas como una variable interviniente en la realización de dichas
conductas, debido a que no queda claro si al momento de ejecutar los delitos se
encontraban bajo el efecto de algún tipo de droga o si por el contrario el consumo
prolongado de las mismas generaron cambios en el sistema nervioso central y en la
personalidad del sujeto, haciéndolos más proclives al desarrollo de patrones
conductuales desadaptativos.
Por otro lado, una alteración del cortex prefrontal puede derivarse del
consumo excesivo de sustancias, esto al considerar que para efectos de este trabajo la
población estudiada no reportó, en la entrevista realizada, periodos de intoxicación
frecuentes. Sin embargo; sería adecuado considerar el efecto de este tipo de variable
como un elemento importante a tomar en cuenta en futuras investigaciones.
Igualmente, se desconoce si los altos puntajes obtenidos en la dimensión
autotrascendencia, referida a la conexión espiritual y a las creencias religiosas que
presentan los jóvenes delictivos, es un rasgo propio de la personalidad o un elemento
desarrollado por las características inherentes al centro de resocialización en el que
están recluidos, donde se promueve la religión como un factor protector y principal
fuente de apoyo para no reincidir en conductas delictivas. Se recomienda estudiar a
mayor profundidad dicha categoría, puesto que ahondar en ella permitiría comprobar
si las creencias religiosas constituyen un detonante o un inhibidor para la
manifestación conductual de otros rasgos de la personalidad.
94
De igual manera, es fundamental que los tratamientos psicológicos incluyan
en su elaboración, las características, afectación y problemática de cada sujeto,
haciéndolos más personalizados para generar una resocialización, no sólo desde la
modificación comportamental, sino también desde el logro de una reestructuración
cognitiva, hecho que solo se puede lograr considerando los rasgos de personalidad y
funcionamiento prefrontal que presenta cada individuo y que los diferencia del resto.
Se sugiere además, la combinación de técnicas cognitivas y neuropsicológicas
para la planificación y modificación de los planes preestablecidos, debido a que la
baja tolerancia a la frustración y los problemas para el afrontamiento de situaciones
de presión social, los hacen asumir conductas poco asertivas.
Se considera pertinente la realización de intervenciones grupales que permitan
iniciar un proceso de socialización intersujetos. Para ello, el uso de técnicas como
feedback, escucha empática, programa de habilidades sociales y entrenamiento
asertivo constituyen una opción adecuada para la elaboración de un plan de
intervención psicológico. Asimismo, lograr un adecuado manejo de la ira podría
minimizar las reacciones desadaptativas de adolescentes ante situaciones conflictivas,
más aún si se considera que ambas variables apuntaron un descontrol emocional
significativo en la población delictiva.
Cabe destacar, que la relación establecida entre sintomatología prefrontal y
rasgos de personalidad abre una nueva línea investigativa que hace alusión a la
necesidad de extrapolar su asociación a otros campos clínicos y de esta forma
proponer abordajes integrales, donde los psicológicos partan de un enfoque que no
sólo contemple técnicas cognitivas-conductuales propia de los tratamientos
tradicionales, sino que incluyan en sus planes de intervención técnicas
neuropsicológicas que garanticen una rehabilitación cognitiva. Para ello, se
recomienda el estudio de las teorías neuropsicológicas y de la afectación a nivel
comportamental, consecuencias de estas alteraciones.
95
Es importante además, que esta premisa sirva para promover entrenamiento en
los profesionales de la psicológica respecto al uso de técnicas neuropsicológicas,
debido a que en la actualidad el funcionamiento neurológico del ser humano se
visiona como una responsabilidad o motivo de referencia a neuropsicólogos,
limitando la intervención de los psicólogos en pacientes que presentan este tipo de
alteraciones.
En otro sentido, la relevancia de este trabajo radica en la apertura de nuevas
consideraciones en el campo clínico, donde el deterioro de las funciones ejecutivas
mediado por alteraciones del cortex prefrontal, propone la necesidad de crear
estrategias y formas de evaluación que consideren cuales serían los efectos positivos
y negativos de la aplicación de una terapia o un tratamiento determinado.
Finalmente, la realización de más investigaciones en este campo, permitiría a
los profesionales de la psicología identificar características comportamentales
asociadas a dichos rasgos y síntomas prefrontales en adolescentes conflictivos, y de
esta forma incluir en el abordaje terapéutico, objetivos y técnicas que prevengan de
manera primaria la posible comisión de conductas antisociales.
Considerando lo previamente expuesto y pese a que las conclusiones fueron
consistentes con los objetivos planteados, existen una serie de limitaciones y aspectos
que deben considerarse en futuras investigaciones.
La evaluación de los síntomas prefrontales y los rasgos de personalidad
realizada a la población de estudio, no consideró las características culturales
específicas del grupo, debido a que los instrumentos utilizados fueron validados en
poblaciones pertenecientes a un contexto sociocultural distinto. Es por ello, que se
recomienda utilizar escalas diseñadas, validadas y apoyadas empíricamente en
poblaciones que compartan el mismo marco cultural.
En otra perspectiva, se hace necesario reflexionar que la presente
investigación solo consideró jóvenes adolescentes que fuesen de un mismo sexo y de
96
un determinado rango de edad, dejando un desconocimiento de sí las características
de personalidad inherentes al sexo difieren en el sexo femenino, y si una vez
trascurrido el periodo de adolescencia, la acentuación de ciertos rasgos de
personalidad disminuye por el nivel de madurez alcanzado tras el cese de cambios de
fisiológicos inherentes a esta etapa. Por ende seria de suma importancia considerar
dichas diferencias para el logro de resultados más veraces.
Igualmente, el utilizar una muestra de sujetos recluidos en un centro que
provee tratamiento, podría afectar la presencia y acentuación de las variables objetos
de estudio, por ende se propone que se considere el tiempo de reclusión del individuo,
ya que de esta forma podría diferenciarse el efecto que ha tenido el tratamiento en los
rasgos de personalidad presentes, ausentes o mantenidos.
La aplicación de un estudio transeccional realizado en único momento, no
permite saber si los adolescentes recluidos, presentaban antes de su ingreso al centro
los rasgos de personalidad obtenidos en este estudio. Al respecto, se propone la
realización de estudios longitudinales que no sólo podrían comprobar si ciertos rasgos
de personalidad, como la autotrascendencia, se conserva o se modifica tras la
aplicación de un tratamiento, sino que permitiría una evaluación más veraz y más
certera de la percepción que presentan los jóvenes al momento de entrar al centro de
resocialización y transcurrido un tiempo de encontrarse recluido en éste.
Finalmente, es de suma importancia continuar con estudios realizados en esta
misma población ya que se aportaría mayor validez empírica y predictibilidad de la
influencia de las variables rasgos de personalidad y sintomatología prefrontal, ya sea
de manera aislada o relacionadas a problemas de índole social, lo cual permitiría idear
tratamientos específicos y efectivos en la población para prevenir la continuación de
la vida delictiva en adolescentes.
97
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