Rabatin 2002 sam slick

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Segundas Jornadas de la Cuenca del Plata Rosario, 16, 17 y 18 de octubre del 2002 Escuela de Antropología - Facultad de Humanidades y Artes Universidad Nacional de Rosario Sam Slick tenía razón Sergio RABATIN 1 / 12 Sam Slick tenía razón; Algunas consideraciones acerca de las actitudes de sabios y viajeros de fines de siglo XIX a partir de la narración de Francisco P. Moreno editada en 1879 Autor: Sergio Fabián RABATIN 1 Facultad de Ciencias Naturales y Museo Universidad Nacional de La Plata Resumen En el texto referido aparece gran cantidad de referencias a la geografía, el medio ambiente y la opinión personal de Moreno acerca de dónde y cómo debe ser trazada la línea fronteriza entre Argentina y Chile. Lo que me interesa a los efectos de la ponencia, sin embargo, es la relación del mismo frente a las poblaciones indígenas. Me referiré al caso de Sam Slick al que define como “mi amigo” d e quien relata lo siguiente; “el buen Sam... de ninguna manera quiso que midieran su cuerpo y sobre todo su cabeza”. A la propuesta de que lo acompañara a Nahuel Huapí “rehusó diciendo que yo quería su cabeza”. Más adelante termina escribiendo “averigüé el paraje en que había sido inhumado... exhumé su cadáver, cuyo esqueleto se conserva en el Museo Antropológico de Buenos Aires”. Siendo que éste no es un caso aislado, tal vez debamos observar en esta práctica de profanación (más allá de la voluntad de a quienes pertenecieron los cuerpos en vida) no sólo el hecho concreto del saqueo de un cadáver, sino además, la faz simbólica, en el contexto del último evento de la invasión masiva llamada “Conquista del Desierto” Introducción En 1879 Francisco P. Moreno publica Viaje a la Patagonia Austral 1876-1877. El libro es la versión impresa del viaje que recientemente realizara hasta la Patagonia Austral (en lo que hoy conocemos como provincias de Chubut y Santa Cruz) a lo que se agrega un resumen de otros viajes anteriores a lo que llama “Las Manzanas” (dentro de lo que conocemos actualmente como provincias de Neuquén y Río Negro). En el texto, el autor tiene en mente una gran cantidad de preocupaciones, principalmente la frontera con Chile. Dentro de lo esperable para un viajero e investigador de la época, trata de realizar proezas épicas como la navegación del río Santa Cruz que describe con gran colorido. Podríamos simplificar el texto de la siguiente manera: Trata de hacer una semblanza de las regiones por la que transita. Está particularmente preocupado por la flora y la fauna de las mismas y por las posibilidades de explotación de tales recursos. Además trata de investigar acerca de otros recursos como los hídricos, los minerales y los humanos. Ante todo, tiene presente una misión específica, es decir; en todo momento, trata de ver cómo y por dónde debería ser trazada la línea fronteriza entre los países Argentina y Chile. En este sentido, la navegación de este río hasta el Lago Argentino, estaría marcando la pertenencia de dicho lago a la cuenca del Atlántico. Relata con gran colorido, las desventuras acontecidas en los distintos lugares en los que fuera recibido por los grupos humanos pobladores de los parajes. Es particularmente interesante la sensación del lector ya que aparentemente corrió constantes y perpetuos peligros que debió resolver para seguir adelante o perecer. Esta forma de relato se asemeja a la que hace Lucio V. Mansilla 2 en Una excursión a los indios Ranqueles. En su relación personal con sus anfitriones, además de correr peligros constantes (ya sea su misión específica tanto como su vida, de acuerdo a la ocasión) todo el tiempo está improvisando salidas originales gracias a las cuales obtiene (por su amplio conocimiento y su inventiva original) los resultados esperados. 3 Teniendo en cuenta los dos últimos ítems señalados, podríamos decir que es todo un aventurero. No sólo enfrenta los peligros de las tolderías o la posibilidad de fracasar su intento de navegar el río Santa Cruz, sino que además asume heroicamente esta aventura más allá de lo que consiguieran realizar en idénticas condiciones, los mismísimos Fitz Roy y Darwin. Enfrenta los peligros de la humanidad y los de la naturaleza. Enfrenta bravos guerreros con astucia, tozudos propietarios de caballos con ardides y engaños, un río torrentoso e indomable con fuerza, valentía y obstinación, e incluso el hambre de varios días en una travesía estéril. Incluye algunas consideraciones personales acerca de sus propios valores sociales y sus prejuicios. Ideas acerca de la vida y la muerte, acerca de las funciones de la religión o de la ciencia y cómo debería estar definida la relación de los indígenas 4 con el estado y el resto de los ciudadanos de la argentina 5 . Registra la recolección de muchos elementos

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Segundas Jornadas de la Cuenca del Plata Rosario, 16, 17 y 18 de octubre del 2002

Escuela de Antropología - Facultad de Humanidades y Artes Universidad Nacional de Rosario

Sam Slick tenía razón Sergio RABATIN 1 / 12

Sam Slick tenía razón; Algunas consideraciones acerca de las actitudes de sabios y

viajeros de fines de siglo XIX a partir de la narración de Francisco P. Moreno editada en

1879

Autor: Sergio Fabián RABATIN1

Facultad de Ciencias Naturales y Museo Universidad Nacional de La Plata

Resumen

En el texto referido aparece gran cantidad de

referencias a la geografía, el medio ambiente y la

opinión personal de Moreno acerca de dónde y cómo

debe ser trazada la línea fronteriza entre Argentina y

Chile. Lo que me interesa a los efectos de la ponencia,

sin embargo, es la relación del mismo frente a las

poblaciones indígenas. Me referiré al caso de Sam

Slick al que define como “mi amigo” de quien relata

lo siguiente; “el buen Sam... de ninguna manera quiso

que midieran su cuerpo y sobre todo su cabeza”. A la

propuesta de que lo acompañara a Nahuel Huapí

“rehusó diciendo que yo quería su cabeza”. Más

adelante termina escribiendo “averigüé el paraje en

que había sido inhumado... exhumé su cadáver, cuyo

esqueleto se conserva en el Museo Antropológico de

Buenos Aires”. Siendo que éste no es un caso aislado,

tal vez debamos observar en esta práctica de

profanación (más allá de la voluntad de a quienes

pertenecieron los cuerpos en vida) no sólo el hecho

concreto del saqueo de un cadáver, sino además, la faz

simbólica, en el contexto del último evento de la

invasión masiva llamada “Conquista del Desierto”

Introducción

En 1879 Francisco P. Moreno publica Viaje a la Patagonia Austral 1876-1877. El libro es la versión

impresa del viaje que recientemente realizara

hasta la Patagonia Austral (en lo que hoy

conocemos como provincias de Chubut y Santa

Cruz) a lo que se agrega un resumen de otros

viajes anteriores a lo que llama “Las Manzanas”

(dentro de lo que conocemos actualmente como

provincias de Neuquén y Río Negro). En el texto,

el autor tiene en mente una gran cantidad de

preocupaciones, principalmente la frontera con

Chile. Dentro de lo esperable para un viajero e

investigador de la época, trata de realizar proezas

épicas como la navegación del río Santa Cruz que

describe con gran colorido.

Podríamos simplificar el texto de la siguiente

manera:

Trata de hacer una semblanza de las regiones

por la que transita. Está particularmente

preocupado por la flora y la fauna de las

mismas y por las posibilidades de explotación

de tales recursos. Además trata de investigar

acerca de otros recursos como los hídricos,

los minerales y los humanos.

Ante todo, tiene presente una misión

específica, es decir; en todo momento, trata

de ver cómo y por dónde debería ser trazada

la línea fronteriza entre los países Argentina y

Chile. En este sentido, la navegación de este

río hasta el Lago Argentino, estaría marcando

la pertenencia de dicho lago a la cuenca del

Atlántico.

Relata con gran colorido, las desventuras

acontecidas en los distintos lugares en los

que fuera recibido por los grupos humanos

pobladores de los parajes. Es particularmente

interesante la sensación del lector ya que

aparentemente corrió constantes y perpetuos

peligros que debió resolver para seguir

adelante o perecer. Esta forma de relato se

asemeja a la que hace Lucio V. Mansilla2 en

Una excursión a los indios Ranqueles.

En su relación personal con sus anfitriones,

además de correr peligros constantes (ya sea

su misión específica tanto como su vida, de

acuerdo a la ocasión) todo el tiempo está

improvisando salidas originales gracias a las

cuales obtiene (por su amplio conocimiento y

su inventiva original) los resultados

esperados.3

Teniendo en cuenta los dos últimos ítems

señalados, podríamos decir que es todo un

aventurero. No sólo enfrenta los peligros de

las tolderías o la posibilidad de fracasar su

intento de navegar el río Santa Cruz, sino que

además asume heroicamente esta aventura

más allá de lo que consiguieran realizar en

idénticas condiciones, los mismísimos Fitz Roy

y Darwin. Enfrenta los peligros de la

humanidad y los de la naturaleza. Enfrenta

bravos guerreros con astucia, tozudos

propietarios de caballos con ardides y

engaños, un río torrentoso e indomable con

fuerza, valentía y obstinación, e incluso el

hambre de varios días en una travesía estéril.

Incluye algunas consideraciones personales

acerca de sus propios valores sociales y sus

prejuicios. Ideas acerca de la vida y la muerte,

acerca de las funciones de la religión o de la

ciencia y cómo debería estar definida la

relación de los indígenas4 con el estado y el

resto de los ciudadanos de la argentina5.

Registra la recolección de muchos elementos

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de la naturaleza tales como minerales y/o

posibles fósiles y otros (los que interesan a

este trabajo, y en el mismo plano que los

anteriores podríamos considerar elementos

que son el resultado de la actividad humana:

utensilios, prendas, cadáveres de

enterratorios, etc.)

Si necesitábamos definiciones del texto al que voy

a referir, creo que ésta sería la descripción más

breve que pudiera hacer pero que no deja de ser

injusta con el autor y no deja de ser injusta con el

personaje histórico Perito Moreno.

Sam Slick

Para presentar a Sam Slick voy a citar al propio

autor. Moreno lo describe como “mi amigo Sam

Slick, buen tehuelche, hijo del cacique Casimiro

Biguá” y al respecto del mismo relata que

“conocí a ese indio en mi viaje anterior...; había

sido herido en uno de los frecuentes combates

que tienen los patagones cuando el aguardiente

los excita y lo encontré refugiado... Nuestra

llegada... fue un motivo de gozo para el buen

Sam, por los regalos y los ponches con que lo

obsequiábamos y que realizaban uno de sus

mayores deseos al probar esa bebida que había

oído ponderar en Malvinas.” (Moreno 1989:102).

Y sigue relatando su relación de la siguiente

manera:

“Consintió en que hiciéramos su fotografía

pero de ninguna manera quiso que midiera su cuerpo y sobre todo su cabeza. No sé por qué rara preocupación hacía esto, pues más tarde, al volver a encontrarlo en Patagones, aún cuando continuamos siendo amigos no me permitió acercarme a él mientras permanecía borracho, y un año después, cuando llegué a ese punto para emprender viaje a Nahuel Huapi, le propuse que me acompañara y rehusó diciendo que yo quería su cabeza. Su destino era ése. Días después de mi partida se dirigió a Chubut y allí fue muerto alevosamente por otros dos indios, en una noche de orgía. A mi llegada supe su desgracia, averigüé el paraje en el que había sido inhumado y en una noche de luna exhumé su cadáver, cuyo esqueleto se conserva en el Museo Antropológico de Buenos Aires; sacrilegio cometido en provecho del estudio osteológico de los tehuelches” (Moreno 1989:102-103).

Sin excedernos demasiado del propio relato de

Moreno, podríamos decir que en estos dos

párrafos sucedieron una serie de acontecimientos

bastante complejos que presentados de manera

simple podrían ser los siguientes:

Existe alguna forma de “amistad” entre Sam

Slick y Francisco P. Moreno pero que es muy

difícil de definir por ambos.

Esta tensa “amistad” está basada en una

relación asimétrica que podría caracterizar

así: Por un lado en la entrega de regalos de

diversa índole por parte de Moreno. Por el

otro, el oficio como baquiano, ayudante,

intérprete y modelo biofísico ofrecido por

parte de Sam Slick.

Teniendo en cuenta entonces, el punto

anterior, más que una amistad, aparecería

aquí una relación a modo de contrato

económico, donde la entrega de estos

“regalos” o “presentes” estaría oficiando

a modo de valor de intercambio entre los

actores sociales que presentamos.

Ambos, tienen en claro lo que desean y lo

hacen saber abiertamente. Moreno desea

personal para llevar a cabo sus viajes y

además necesita modelos biológicos que

representen distintas poblaciones humanas

para cubrir su intención científica. Sam Slick

desea ciertos tipos de mercancías que

aparentemente no puede obtener de otra

manera y además cierto tipo de experiencia

(por ejemplo navegar) que era difícil de

realizar en el contexto cotidiano de su vida.

Ambos poseen una férrea voluntad que los

hace ir más allá de lo que el otro pudiera

considerar. Sam Slick no permite algunos de

los requerimientos de Moreno pese a la

tozudez e insistencia de éste, al punto de

quebrar la buena relación entre ambos.

Moreno no está dispuesto a resignarse en

este aspecto.

Por último, Sam Slick no tiene oportunidad de

violar la voluntad y el deseo de Moreno. En

contrapartida Moreno sí tiene esta

oportunidad y no la desaprovecha. En nombre

de la ciencia actúa contra la voluntad de su

“amigo”, sometiendo la “amistad” a un

cierto estado de situación en el cual, cierto

tipo de conocimiento (el científico) se vuelve

más importante que la amistad en la vida del

viajero6.

Como conclusión preliminar podemos sostener

que Sam Slick tenía razón. Con seguridad, las

sistemáticas “recolecciones” de restos en cairns

(enterratorios) que más que inocentes y

abnegados procesos para conseguir colecciones

científicas de calidad debieron haber sido vistos

por los tehuelches que él conocía como sacrílegas

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profanaciones de tumbas, agregado a las políticas

expropiatorias y genocidas de la sociedad que él

representaba debieron haber sostenido a Sam

Slick de la veracidad de su convicción. Convicción

que iba a ser ratificada por el propio Moreno, por

escrito, en publicación masiva y en el mismo acto

legitimada como correcta y buena.

Francisco P. Moreno

Debemos presentar a este personaje en el

contexto histórico en que aparece y se desarrolla.

Estamos ante una política de expansión del

capitalismo con una tesis local del desarrollo de

los productos primarios (para exportar a

Inglaterra principalmente), política dentro de la

cual se deben ocupar los territorios ‘vacíos’ de

lo que se llamaba “desierto”7. Este territorio

‘vacío’ debía rellenarse con inmigración

preferentemente europea, pero no de cualquier

parte de ese continente sino del norte de Europa.

A este respecto Moreno tenía ideas particulares y

confiaba especialmente en que los territorios

‘vacíos’ debían ser ocupados teniendo en

cuenta la mano de obra que ya existía en ellos

además de la inmigración. Esta consideración, la

hacía ante la segura necesidad de contar con

peones y cualquier otro tipo de trabajador rural

en el futuro post campaña del desierto. Confiaba

en que los paisanos indígenas podrían contribuir

a la grandeza de la nación8. Además de las

poblaciones indígenas, pensaba en las

poblaciones chilenas que estaban dispuestas a

cruzar la frontera. Mientras medía o planeaba una

frontera entre ambos países, además planeaba

que del lado argentino de la frontera iba a haber

una gran cantidad de chilenos que poblarían el

territorio.

El espacio ‘vacío’ al que se referían los

políticos, periodistas, etc. del siglo XIX se generó

a través de una guerra que se llamó “conquista

del desierto”, fenómeno militar, político,

económico, etc. Esta guerra despobló (vació) el

territorio a ocupar y en la derrota, destruyó no

sólo el grueso de la población que vivía en ellos

(genocidio) sino que además también destruyó su

identidad que se redujo a reductos aislados. Este

proceso aún no ha culminado y se encuentra en

su fase final de etnocidio; fase final acelerada por

los Mass Media y las prácticas políticas y sociales

de los argentinos, de nosotros.

Por otro lado, debemos tener en cuenta la

pretensión positiva de la ciencia y lo que ella

representaba al respecto del progreso. En nombre

de esta ciencia, especialmente de las ramas de la

misma que se refiere al hombre, es que Moreno

actúa y realiza muchos de los saqueos a tumbas y

otro tipo de recolección de elementos. Así como

tomaba una simple prenda, también tomaba un

cadáver completo, hasta el de un amigo. Todo en

nombre de esta ciencia.

Es decir, en su mente tenía varios frentes que

atender. Por un lado el político al respecto de la

frontera internacional entre Argentina y Chile. Ese

era un tema de derecho y debía resolverse en

esos términos. Al mismo tiempo estaba el

problema de las poblaciones de los espacios

‘vacíos’ que debían quedar dentro de la

Argentina. A este respecto, en esas tierras no

habitaban sujetos de derecho (todos los indios,

salvajes, etc.) por lo tanto, debía ser tenido en

cuenta todo el problema en términos de recurso.

Por otra parte estaba el tema de los demás

recursos. Debía atender al interés de la

producción y por ello debía reunir los suficientes

materiales de colección y probatorios al respecto.

Además del interés en la producción primaria,

debía sostener una activa búsqueda en interés de

la ciencia positiva. Para ello, reunía gran cantidad

de materiales de colección en las condiciones que

pudiera.

Resumiendo:

Al respecto de los sujetos de derecho, sus

pares, el problema fronterizo con Chile y la

búsqueda de recursos de diverso tipo.

Al respecto de los recursos, el interés por los

recursos naturales; flora, fauna, clima,

hidrología, mineralogía, etc. y de los recursos

humanos (poblaciones nativas)

Al respecto de la ciencia, el interés por reunir

materiales de colección; desde cuentos,

redacción de un diccionario, cadáveres u

ofrendas funerarias hasta la recolección de

rocas o un posible batracio fósil.

Así y todo, debemos encargarnos además,

también, de su pensamiento acerca de la muerte.

En sus páginas redacta lo siguiente:

“...la idea mitológica que les reserva la otra vida, después de la extinción de la que hoy gozan. Idea tan antigua quizás como la humanidad, pues la muerte total no es comprendida por ningún salvaje. Su poética ignorancia no ve en el cadáver un anonadamiento completo del individuo, sino una de las fases de la evolución que debe completar todo organismo. Su sencillo pensamiento prefiere admitir la transformación de su ser en otro distinto, cuya composición o forma no se explica, sin embargo. Para él, la muerte que llega sólo es una modificación de la vida que no

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cesa” (Moreno 1989:123-124)

“Sólo la ciencia puede darnos la convicción de que todo cesa con nuestra desaparición del escenario terrestre, pero la ciencia es desconocida en el cerebro primitivo y sin cultura” (Moreno 1989:124)

Si tenemos en cuenta estos párrafos, su acción

estaría legitimada sobradamente. Dos, por lo

menos serían las condiciones por las cuales

estaría correctamente realizada esta profanación;

Uno, el principal, el particular interés de la ciencia

osteológica. El otro, no menos importante estaría

dado por la razón de que “todo cesa con nuestra

desaparición del escenario terrestre” y por

consiguiente, ya no habría en ese caso, ninguna

relación de Sam Slick vivo con ese cadáver

desenterrado.

Otros “Sam Slick”

Para empezar con este título voy a citar a Moreno

que en el mismo día repite la acción de

exhumación la que describe así:

“Lo mismo hice con el cacique Sapo y su

mujer, que habían fallecido en ese punto, en años anteriores, en una de las estadías de las tolderías. Ambos habían sido enterrados en un cementerio cristiano conservando, sin embargo, las prácticas indígenas en la colocación sentada de los cadáveres. Al lado del cacique, encontramos un hacha de hierro de construcción inglesa, quizás la prenda más estimada del pobre jefe y de la cual ni la muerte lo separaba; al costado de la mujer, mezclados con algunas de sus alhajas, recogimos los huesos de un pelado, infeliz sacrificado al cariño casi maternal que las tehuelches tienen por esa clase de perro. Con estos objetos y los anteriores quedé satisfecho sobre este punto importante de mi viaje” (Moreno 1989:103)

Hasta aquí, todos corren la misma suerte; Sam

Slick, el cacique Sapo, su mujer, un hacha y un

pelado9. Todos juntos a formar parte de una

colección y al mismo museo. Pero el carácter

anecdótico de este hecho se modifica al observar

el contexto histórico en el que se produce. Para

ello, debemos ir al futuro, ya que los demás

cadáveres y elementos de colección recalan en

museos sólo un tiempo después. Hecho que en el

presente tiene una gran repercusión en la prensa

escrita de estos días de la cual tomo estas citas:

“Paghithtruz Güor10

Sepultado con los

honores de un gran cacique, su descanso fue interrumpido pocos años después, cuando las fuerzas de la Tercera División Expedicionaria al Desierto invadió el territorio ranquel. La tumba de Mariano fue profanada y por orden del propio jefe de la expedición, el coronel Eduardo Racedo, el cráneo del cacique fue retirado y enviado a Estanislao Zeballos quien, poco después lo donó al Museo de Ciencias Naturales de La Plata, en cuyas vitrinas permaneció durante 123 años.”

11

“Con un sello que reza 292, su cráneo fue

entregado al Museo de Ciencias Naturales de La Plata como parte del lote de trescientas calaveras que el doctor Estanislao Zeballos donó en 1889, cuando la ciencia leía en la superficie de los vencidos para pensar la evolución del hombre y las características de los que se quedaban atrás”

12

“En 1879, el coronel Eduardo Racedo

remató el aniquilamiento. Descubrió en Leuvucó la tumba de Mariano Rosas y se alzó con sus huesos, con la idea de enviarlos a la Sociedad Antropológica de Berlín. Terminó obsequiándolos a Estanislao Zeballos, un coleccionista de cráneos que a fines del siglo XIX los donó al Museo de Ciencias Naturales de La Plata.

En 1893, la revista del museo analizaba el conjunto de 111 calaveras masculinas y femeninas. En el catálogo escrito por Lehmann Nitsche, la de Mariano Rosas llevaba el número 292. El 241 correspondía al célebre cacique araucano Calfucurá.

Trofeo de guerra primero, patrimonio antropológico después, el cráneo del zorro cazador de leones

13 estuvo expuesto en el

museo durante un siglo. Hasta que, con el retorno de la democracia, los ranqueles comenzaron a reagruparse y, apoyados por el gobierno pampeano, reclamaron los restos de sus ancestros. Guardados en una urna, los de Mariano Rosas permanecieron perdidos durante varios años.”

14

No era Racedo el único recolector de cadáveres.

El teniente Levalle fue el encargado de recolectar

los huesos y las pertenencias de quien había sido

Calfucurá y que terminó en la misma colección y

en el mismo lugar, el Museo de La Plata, del cual

Moreno fuera fundador y Director.

Observando lo escrito, hasta aquí pareciera cerrar

la argumentación sobre la figura de Moreno, tal

vez sea injusto concluir en esto. Sin embargo creo

que debemos detenernos sobre el valor simbólico

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de las colecciones que él manipulaba en nombre

de la ciencia, y haciendo esto, recuperamos su

figura política desde éste, un nuevo aspecto. A

esto, debe agregarse el destino de sus otros

“amigos” como por ejemplo Inacayal que

también fuera restituido al igual que Mariano

Rosas a sus descendientes. Éste, mientras vivía

libremente en Patagonia, fue anfitrión de Moreno

y tuvo la desgracia de recibir su hospitalidad

mientras vivió en cautiverio. Como empleado del

Museo de La Plata después de haber sido

rescatado de la isla Martín García terminó

curiosamente15

donde fueron a recalar los

cadáveres de sus paisanos.

Sam Slick con su clara inteligencia no sólo tenía

razón, sino que además, también, su discurso fue

performativo de una sucesión de hechos que no

se limitaron a la “conquista del desierto” sino

que se continuaron como realización de la misma

mucho más allá de lo que él o su amigo Moreno

conscientemente hubieran reconocido.

Discusión

No es sencilla una discusión, entonces, más allá

de lo que redacté hasta el momento. Pero para

tratar de interpretar tal tipo de hecho, debo

empezar nuevamente a señalar los elementos que

se han expresado párrafos antes.

Este tipo de hechos debe ser pensado en el

contexto en el que se producen, y este contexto

tiene una serie de componentes que se van

entrelazando hasta que por fin llegamos a Sam

Slick. A mi criterio son estas:

Hay una vertiginosa sucesión de

acontecimientos que están marcados por la

necesidad imperiosa y urgente de la

ocupación de los espacios ‘vacíos’ del

territorio. Esta urgencia imperativa está

condicionada por una serie de límites que se

observaban a saber;

El reconocimiento de Chile como un

estado similar a la Argentina, como

igual, por consiguiente, el desarrollo de

una competencia internacional en los

campos a los que ambos estados

acceden, en este caso, siendo países

limítrofes, el campo en disputa más

importante va a estar vinculado a la

definición de estos límites territoriales

contiguos.

El desconocimiento del resto de la

población como sujeto de derecho, lo

que lleva al desconocimiento, inclusive,

de su condición humana, de su voluntad

e incluso, de los acuerdos que se tenga

con ellos. Esto lleva además a

El desconocimiento de una frontera

interna, la que se pretende aniquilar

junto con las poblaciones que la

sostienen.

La disponibilidad de un marco

internacional para la exportación de

materias primas y productos primarios,

con fuentes de recurso financiero y

tecnológico por un lado y de recursos

humanos con inmigración del viejo

mundo por el otro que iban a cumplir la

función de rellenar los espacios

‘vacíos’ para producir en los mismos

la riqueza de la nación.

Esta emergencia anterior, está entrelazada

con el espíritu de progreso del momento.

Acompañando a la ciencia positiva, este

progreso que podía ser ilimitado iba a

acompañar toda la campaña militar, toda la

reforma política y económica y todo el

proyecto de país de una generación que se

hizo cargo de estas circunstancias.

E implica negar descaradamente la presencia

humana de Pampa y Patagonia detrás del

rótulo ‘vacío’ cuando claramente se debió

librar una guerra de vaciamiento.

Aparentemente no sería sencillo introducir a Sam

Slick en este contexto pero podemos tratar de

trazar en el discurso, una marca sobre la cual

insistir para ver más allá de las anécdotas, que a

esta altura ya no son tan anecdóticas.

Primero voy a hacer hincapié sobre Sam Slick. Él

estaba convencido de que Moreno quería su

cabeza y tenía razón. Eso es lo que ese “amigo”

quería de él. ¿Qué representaría entonces su

cabeza para sí mismo? Esta pregunta es muy

difícil de contestar, especialmente porque el

hombre nunca escribió nada acerca de eso y si lo

expresó oralmente frente a escritores como

Moreno, nunca fue registrado. Pero podríamos

especular a raíz de lo que pasaba en el ámbito de

Pampa y Patagonia de esos años, por eso

deberíamos concentrarnos antes en qué

representaba la cabeza de Sam Slick para Moreno,

es decir, para la ciencia.

Primero, la cabeza era deseada en el contexto de

la recolección de objetos para las colecciones de

museo. Estas colecciones incluían gran variedad

de elementos, de objetos, de cosas desde las más

tangibles como ser fósiles, utensilios, cuerpos

humanos o de animales, etc. que se podían

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exhibir en una vitrina, hasta las menos tangibles

como ser datos del clima, de los ríos, cuentos e

historias tradicionales, traducción de vocablos,

toponimia, etc que se podían editar en distintos

tipos de publicaciones. Todas eran de interés del

sabio que perseguía con la recolección de

elementos el objetivo de engrosar estas

colecciones.

Segundo, la cabeza era factible de ser tomada ya

que ese individuo no tenía posibilidad de negarse

a entregarla. No sólo se trataba de un cadáver, de

un muerto, de un cuerpo inanimado que no

hubiera podido impedir físicamente el acto de

coleccionar su cabeza, sino que además tampoco

constituía ese individuo un sujeto de derecho, no

había alguna persona que tuviera derecho a

reclamar por esto. Simplemente nadie iba a

defenderlo (vivo o muerto, salvo él mismo por la

razón de su propia fuerza) y todo el poder del

estado iba a estar ridiculizando a la persona que

hubiera intentado semejante defensa, fuera

ejercida por quien fuera.

Tercero, la ciencia tenía un gran interés por este

tipo de elemento que coincidía con el interés

político de aniquilar cualquier identificación

indígena en todo el territorio. Esta coincidencia

no era curiosa ni era casual. La ciencia legitimaba

toda la acción de exterminio de modo tal de

quitar humanidad, hasta donde fuera posible sin

escandalizar demasiado a la sociedad de la época,

a toda la población indígena del territorio esté

donde esté16

.

Esa cabeza salía del ámbito de la humanidad y a

través del museo y de la ciencia ingresaba al

ámbito de la biología como elemento que había

quedado en el camino de la evolución, como

inferior17

. En este sentido se le daba un

tratamiento muy especial. Por ejemplo, si la

cabeza de Sam Slick y otras representaban a

todos los tehuelches en un estudio y en una

exhibición, este estudio, y esta exhibición no

estaban en un museo de tecnología ni en ningún

otro museo en donde se exhibieran elementos

considerados “civilizados” sino en uno de

“ciencias naturales” o a lo sumo de etnología.

Esa cabeza iba a estar expuesta y yuxtapuesta con

otras de humanos primitivos, cabezas de

animales, animales embalsamados, etc. Y el

mismo estudio referido a los cráneos de

tehuelches iba a estar incluido en una revista o

publicación de las ciencias naturales.

Se consumaba así la última aniquilación, la

definitiva, la final, de las indeseables poblaciones

indígenas. Se reproducía, incluso, más allá de la

voluntad de los que llevaron a cabo semejante

acción, los postulados más prometedores y

agresivos del darwinismo social. La ciencia, jugaba

el papel de verdugo último, de verdugo teórico,

de asesino post-mortem. El “amigo” de Moreno

no merecía que alguien quisiera respetar su

voluntad. Las cosas, los objetos, no tienen

voluntad.

Si esto fuera así, entonces el papel de Moreno

habría sido un poco distinto a lo que

habitualmente reconocemos, sin desmerecer el

papel fundante en las ciencias que tiene dentro

de la academia. Al mismo tiempo, también

podríamos comprender el valor de la resistencia

de Sam Slick sobre el que volvemos después de

analizar la posición de Moreno. Ya sea que él

pudiera expresarlo o no, la asimetría de la

relación que sostenían debió haber sido

abrumadora. A tal punto de no poder terminar la

relación de “amistad” definitivamente a pesar

de saber el destino que le deparaba y ¿qué

destino le deparaba? Ese que se escribió en la

historia. Como representante de un pueblo (o de

más de un pueblo) él o ellos y su cabeza o sus

cabezas sufrieron todos el mismo sino. A modo de

trofeo de guerra, rondaron las colecciones hasta

descansar en vitrinas de museo. Fueron exhibidos

como curiosidades de la naturaleza y descartados

por no exitosos en la evolución. Nuestros sabios,

tuvieron esas cabezas-trofeo por muchos años y,

en vez reducirlas como los jíbaros o de

alimentarlas como sucede distintos pueblos

guerreros de la literatura antropológica, los

exhibimos en esos templos seculares del saber,

los medimos, los clasificamos e hicimos toda una

serie de ritualizaciones sobre ellos, rituales

seculares, pero rituales de los vencedores.

Rituales sin un dios divino, sin un sacrificio

cruento, pero rituales en pos de la fe en el

progreso, destinados a un sacrificio simbólico y

ejemplar. No comimos sus cerebros para que nos

transmitieran su inteligencia o su valor, pero

tratamos de exorcizarlos para que no

contaminaran nuestras vidas con su barbarie y

salvajismo. Los incorporamos a nuestro mundo de

las cosas y los tratamos como ramas extintas de

nuestro árbol evolutivo, pero que no estaban

relacionados directamente con nosotros, los

exitosos.

Por último, y volviendo a Sam Slick, esta

resistencia debió significar lo que para él era

evidente, el reclamo de ser tratado como un igual

y no como una cosa o un objeto de colección.

Este reclamo debió parecer ridículo e

incomprensible para Moreno, y es muy posible

que así sea interpretado aún por alguno de los

lectores de este trabajo.

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Escuela de Antropología - Facultad de Humanidades y Artes Universidad Nacional de Rosario

Sam Slick tenía razón Sergio RABATIN 7 / 12

Conclusión

Habiendo recorrido el camino desde Sam Slick

hasta el Perito Moreno en un hecho que pudo

parecer en un principio un simple acto de

morbosidad, hemos recorrido otro camino, el de

la sociedad argentina de la época. Y

simultáneamente hemos recorrido el camino de

los hechos que marcaron a nuestra sociedad

(mucho más allá de su propio tiempo) hasta

nuestros días.

Los reclamos que hacen actualmente las

comunidades indígenas y los descendientes

directos sobre estas colecciones de restos

humanos no son reclamos caprichosos. Son el

reclamo que hubiera hecho Sam Slick de estar

vivo. Son el reclamo del reconocimiento de una

identidad que no se quiso o no se quiere

reconocer como propia. No como propia de los

descendientes de los “Sam Slick” que la

reclaman para sí sino que, además, como propia

de nosotros, de todos los argentinos, incluso los

que no descendemos de ellos por ninguna

descendencia directa18

. Cuando redacto de esta

forma, no me estoy refiriendo únicamente a

nuestra pertenencia a ese mundo nativo sola y

únicamente, sino que me estoy refiriendo también

a nuestra capacidad de exterminio, de crueldad,

de anonadamiento, de genocidio y etnocidio. A

nuestra capacidad de destruir no sólo

materialmente la cultura y los cuerpos, sino

también, simbólicamente.

Si no somos capaces de reconocernos en

semejantes circunstancias, tal vez las repitamos

sin ninguna capacidad de crítica y lo que es peor

aún, tal vez estemos legitimando con estos actos

a otro poder que siguiendo nuestros pasos, nos

extermine de la misma manera. En ese momento,

seguramente, todos vamos a tener la conciencia

de Sam Slick y aunque parezca una inocente

rutina, nos vamos a negar a que midan nuestras

cabezas. Sirva de reflexión. Tal vez sea eso lo que

nos esté pasando en estos días.

Reflexión

Hasta aquí nos hemos solazado con la historia

que nos dejó Moreno. Sin haber desarrollado aún

las posibilidades que podríamos incluir en

nuestras discusiones al respecto. Una de ellas,

entonces, es la que nos toca actualmente en la

situación de crisis que vivimos. ¿Qué tiene que ver

esto con Moreno?

Bueno, vayamos observando lo concluido y

simultáneamente el presente para intentar trazar

algunos paralelismos como para ir relatando a

modo de recurrencia cierto tipo de hechos:

Moreno intenta legitimar la acción de una

guerra sin referirla directamente.

Está claro que éste es un tipo de hecho que

se nos hace común. Tal vez en el presente no

nos atrevamos a reconocernos como en

estado de guerra. Mucho mejor, así no

tendremos la obligación de referirnos a ella

directamente. De esta manera va a ser más

fácil bregar por la pena de muerte como una

cuestión particular y no que atañe al todo de

la sociedad, bregar por la construcción de

más cárceles y la presencia de más policías o

vigilantes sin referirnos al contexto de

apropiación y expropiación en que nos

movemos y por fin, manifestar con bocinas y

cacerolas en contra de la violencia como si

esto fuera una forma de ahuyentar fantasmas,

una forma de exorcizar el mal y no una forma

de enfrentarnos unos a otros.

Anima decididamente a los militares que

profanan tumbas y asesinan personas con una

moral más que ambigua ya que sí repara en

las consecuencias de lo que redacta y publica.

No podía decir que lo ignoraba. No retrocede

en la faz simbólica como el ejército no lo hace

en la faz territorial. Provee una matriz racista

y discriminatoria al mismo tiempo que alienta

al resto de la población en semejante

cruzada.

Desde Buenos Aires, la ‘Perla del Plata’,

irradia su luz y convicción hasta los lugares

más remotos del desierto indómito en ese

entonces. Asentado en la Meca de los

conocimientos y de los poderes, alienta con

esperanza de progreso para la nación la

expropiación y exterminio de las poblaciones

allende la frontera.

Aún hoy estamos esperando una solución

centralizada para nuestros problemas y

cualquiera sea, es buena mientras respete

esta condición. Es común el deseo de

reemplazo de una figura (por ejemplo,

Duhalde por otro) como solución al resto de

las cuestiones sin pensar, tal vez, que este

modelo de centralización sobre un punto

estratégico en la cuenca del plata forma parte

del problema antes que de la solución.

Aún hoy sometemos a nuestra población en

nombre del progreso.

Recibe en compensación una serie de premios

entre los que se encuentran tierras en

Patagonia. Entre los que se reparte el botín,

finalmente él también está.

Es posible que, éste sea, tal vez, el punto con

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más conexiones con nuestro presente. Sobran

los ejemplos de funcionarios (muchos de ellos

que pertenecen o pertenecieron a la

academia) que defendieron posiciones

imposibles de sostener racional o legalmente

(privatizaciones, ventas, modificaciones a las

leyes laborales, modificaciones

constitucionales, etc.) a cambio de alguna

prebenda. En este sentido colaboraron de

distintas formas y en gobiernos

supuestamente de distinto color político para

la expropiación de la población a cambio de

parte del botín.

Por último, fuera de la publicación

mencionada, se lamenta por la acción por la

que tanto hizo. Observando el drama de sus

“amigos” él también adquiere alguna de las

formas de la conciencia y, sin hacerse cargo

de la parte que le tocó esboza muy

tímidamente una crítica a modo de lamento.

Lamento que no sólo no alcanza para reparar

el daño causado sino que además tampoco

alcanza para detener las consecuencias de la

guerra ni siquiera en lo que atañe a la acción

del propio Moreno.19

Finalmente esto también es lo que se observa

en el presente. Se lo hace privadamente y

tímidamente al igual que lo hizo Moreno,

pero se lo hace, al igual que Moreno,

montados sobre un botín que no piensan

abandonar.

La gran diferencia entre el siglo XIX y el presente

tal vez sea que todos hablamos el mismo idioma,

que todos nos reconocemos como no

descendientes de nuestra población prehispánica

y que, los que sí reconocen tal ascendencia, sean

tan pobres e inofensivos que no los alcance

nuestra agresiva proyección sobre ellos (no hay

de qué expropiarlos) por eso, es posible que no

estemos en condiciones de observar el estado de

guerra que subyace en nuestra vida cotidiana.

Si bien esta reflexión resultó ser demasiado breve,

vamos a concluir lo siguiente:

Teniendo en cuenta la acción de la academia en

ambos contextos, podemos decir que no nos

hemos apartado mayormente de lo que

podríamos diagnosticar para el siglo XIX. Tanto en

aquel contexto como en este, desde la academia

nos negamos a reconocer un estado de guerra

que vive nuestra sociedad. Mientras en nuestras

narices se prepara la acción que incluso se llevará

la vida de nuestros colegas, nos esforzamos por

negarlo tozudamente. Mientras que nuestros

discursos y textos se utilizan con el más variado

fin, nos esforzamos por desentendernos de las

consecuencias que traigan nuestras observaciones

y publicaciones y como si esto no fuera poco,

hemos participado en los hechos más

vergonzosos de manera activa y protagónica y no

estamos dispuestos a reconocer esa acción como

no ética. Finalmente, hemos tomado parte del

botín de los saqueos en los que hemos

participado legitimándolos en algunos casos y

legitimándolos y gestionándolos en otros.

A todo esto, debo aclarar, que seguramente en

estas Jornadas es muy posible que casi la

totalidad de la concurrencia no se encuentre

comprendida en el tiempo verbal que he utilizado

(primera persona del plural) como así, yo tampoco

me siento identificado y preferiría referirme a

todo esto en tercera persona del plural (ellos/as).

Sin embargo, corporativamente, puertas afuera,

todos estamos en el mismo barco y nuestra

acción difícilmente pueda cubrir la acción de los

que se embarcan para legitimar el statu quo. En

este sentido, debo destacar la participación de

académicos en todos los proyectos de desarrollo,

en todos los plantes económicos, en todas las

políticas sociales y productivas, etc. y ese

académico es uno de nosotros, formado en una

universidad como las nuestras, que en el peor de

los casos tiene una especialización hecha en el

exterior.

Tampoco nos hemos separado demasiado del

siglo XIX al respecto de la centralidad de nuestra

acción política. Todo se hace desde la cuenca del

plata. Ahí se piensa y se proyecta. Ahí se planifica

y se ejecuta. Desde ahí se financia y hacia allí van

(iban) las ganancias. Este lugar geográfico

(Buenos Aires) es el centro que ordena el resto

del espacio nacional pero además también, es el

centro que ordena nuestro pensamiento y

nuestras prácticas. Este centro, en este sentido,

sigue siendo el centro colonial por excelencia del

que no nos hemos podido desprender aún.

Quedará para un desarrollo posterior, analizar qué

papel juega semejante lugar como centro ya que

toda la acumulación se hace sobre este punto

único que además es un centro de tránsito, es

decir, que no es un centro de acumulación sino,

antes bien, de acopio para su exportación (en los

últimos años se ha exportado especialmente

ganancia -capital- y se ha importado deuda como

parte de este proceso exactamente igual puesto

en estos términos al proceso colonial hispánico

hasta 1810).

Pero por otro lado, aparece una metamorfosis de

nuestro racismo local. Después de la última

guerra mundial, ya no es posible avanzar con

éxito con posiciones de este tipo, lo que en la

superficie aparecería como un progreso en el

sentido de intentar abandonar las posturas

discriminatorias.

Fueron un fracaso los intentos de Menem y

Corach por asignar a los peruanos y paraguayos la

criminalidad que se vivía en argentina en los años

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1998 y 1999 como así también fracasan todos los

intentos antisemitas o xenófobos que son

rápidamente aislados y eliminados. Mantenidos

como relictos en los partidos políticos y en el

resto de las instituciones de la sociedad. Pero...

Los extranjeros, especialmente los de países

limítrofes deben conducirse con mucho cuidado

en nuestro medio. Fueron muy conocidos los

casos de torturas y robos reiterados en los

últimos años en el norte de la provincia de

Buenos Aires a bolivianos (y sólo bolivianos).

También los argentinos que no son lo

suficientemente blancos tienen problemas

especialmente de los más sutiles y en este

sentido, no sólo nuestro estado, sino también

nuestra población es y sigue siendo nacionalista y

etnocida.

Las poblaciones originarias de nuestro país vienen

perdiendo los pocos significantes que les

quedaban para reconocerse como tales,

especialmente el idioma. Los hablantes de

idiomas tales como araucano (mapú zungún) o

tehuelche (aonik’o ais) están en vías de

desaparecer. El araucano es hablado casi

exclusivamente por personas de edad madura. Los

jóvenes e infantes no lo hablan y ya el estado no

ejerce ningún tipo de coerción explícita o

declarada en ese sentido. Son nuestras prácticas

sociales no declaradas, ocultas, las que lo están

logrando. En este sentido, estas muertes, hablan

de nosotros no sólo como nación, como estado o

como academia. También nos ponen en tela de

juicio como ciudadanía, como colectivo social .

Por último y como aliento a exactamente lo

contrario que vengo desarrollando, estimo que

aún así hay ámbitos que se escapan a la

descripción que acabo de hacer. En los últimos

años y de la mano de las posibilidades legales

que brinda a las poblaciones aborígenes de

nuestro país se han multiplicado los reclamos, en

principio de los próceres argentinos20

que están

depositados en museos (hecho que escandaliza a

algunos investigadores de esas instituciones)

como de la propiedad de algunas tierras en las

que están asentados o de las que fueran

desplazados recientemente. Estos reclamos están

acompañados de una serie de rituales, de batallas

legales y políticas que refuerzan su identificación

étnica. En este sentido, existiría la posibilidad que

la sesión libre de esos símbolos (cabezas trofeos,

etc) como así también tierras, etc ahogara

rápidamente la formación de estas nuevas etnías.

Las batallas, a mi criterio, son necesarias para

reforzar este proceso. Es imprescindible que los

descendientes de Callfucurá arrebaten al Museo

de La Plata el cadáver del mismo, así después lo

entierren en la base de una pirámide construida al

modo de las del Egipto antiguo. Esta academia

destruyó y legitimó la destrucción el mundo de

sus ancestros y no tiene autoridad para indicar de

qué modo debe ser reconstruido. Es necesario

que cada palmo de tierra y cada símbolo lo

consigan con lucha (la que estén en condiciones

de ofrecer) y que de esa forma se pueda reforzar

una identidad colectiva no sólo étnica sino grupal

que ayude a recomponer lazos solidarios

destruidos a lo largo de más de un siglo y medio

de sometimiento. Tal vez la simple entrega de

estos elementos sea un acto de justicia y al

mismo tiempo un acto lapidario si se trata de un

acto de iniciativa exclusivamente académica.

Y finalmente, la lucha por recuperar una

identidad y solidaridad ayude al contexto para la

conformación de una sociedad un poco más

plural, tolerante y multiétnica.

Epílogo

Hasta hace pocos años, Kañwekir descendiente de

Saihueque cantaba la canción que aprendió de su

ancestro y que se corresponde con un hecho

histórico de nuestra historia. La cantaba cuando

estaba entrado en copas y se ponía melancólico,

la cantaba con lágrimas en su rostro. En la misma

(en su traducción) podemos observar otra de las

formas de la conciencia y encontramos

claramente algunas de las componentes que

señalamos anteriormente. Saihueque era

consciente que:

Había estado en guerra, guerra que había

durado muchos años y que había sido llevada

hasta su hogar más allá de que ni él ni otras

personas que habitaban con él hubieran

ofendido la sensibilidad del resto de los

argentinos por ejemplo a través de malones.

Había sido expropiado a través de esa guerra

no sólo de sus tierras o de las tierras que

poseía, que explotaba y habitaba sino que

además también, había sido expropiado de su

dignidad de persona y de su calidad de líder.

La intención era la de exterminarlo. No de

exterminar al hombre Saihueque sino lo que

él representaba. Por último, era importante la

extinción de todo lo que no fuera argentino,

blanco, civilizado y “europeo”.

Necesitábamos fundir todo en un único

estado nación que rasara a la población en

una sola. No americana sino europea. No

indígena sino blanca. No salvaje sino

civilizada.

Finalmente, el hombre, se defendió de la manera

que pudo (huyendo) asido a los elementos que lo

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identificaban y que le brindaban una seguridad.

No una seguridad física concreta. No armas con

las que no contaba para una defensa exitosa. No

una economía en franco crecimiento del Producto

Bruto. Sino elementos con un valor casi mágico

(equiparable, posiblemente, a nuestros

cacerolazos), con elementos personalísimos.

Si nosotros estuviéramos huyendo en las mismas

condiciones, creo que también haríamos lo de

Saihueque.21

Nos asiríamos a este mismo tipo de

elementos. En el proceso de eludir la derrota, nos

evadiríamos de la misma manera.

He aquí entonces, el canto de uno de nuestros

próceres:

Canto de Shaihueque (14)22

Fütá kuifí che inché, anai,

fütá kuifí che inché, anai...

Wingká aukai nga, aukai:

“Mapú müntuñemafíñ”, pieneu wingká;

mai, mapú, anai.

Illueneu fütake wingká:

“apümafiñ fütake indio”

pieneu wingká kam.

...Itóchumlaeneu wingká.

Epewünngelé, rangipunngelé

inaeneu wingká...;

epewün wütraprai wingká,

itótewá inaeneu

“Itóinaiafiñ”

pieneu wingká,

“itókuwütunafiñ”.

Shaiweke, Shaiweke nombrao nga inche;

itóinaeneu lelfün Quimquemtreu pingei üi,

fütá lelfün inaeneu

mülei nga fütá lelfün;

itókiñé kom antü

inaeneu wingká mai.

Tüngümeyefiñ tapayú kurrü meu,

pülletupüllenmaeneu...,

wimáwimátuiefiñ pelmu tapaiu kurrü

...aukanturekémülei. Lefmawün inché...

“Itóapümafiñ che” pieneu wingká nga,

“nentupiukéfiñ” pieneu,

...welú inché nga amuntún;

itóinaeneu wingká...

¡Chumlaeneu!

Tapaiú kurrü montulaeneu;

elueneu newén mai füta chao

mülei nga wenú mapú mai,

ngünechén, kintunagámniepaeneu.

Hombre de los muy antiguos soy yo amigo,

hombre de los muy antiguos soy yo amigo.

El huinca hace la guerra, hace la guerra:

“Le voy a arrebatar la tierra”, dijo por mí el

huinca;

sí, la tierra, amigo.

Me tienen unas ganas bárbaras los grandes

huincas:

“Voy a acabar con esa gran indiada”

dijo por mí también el huinca.

...No me hizo absolutamente nada el huinca.

Lo mismo a la madrugada que a la medianoche

me persiguió el huinca...;

a la madrugada se levanta el huinca,

bien a lo perro me persigue.

“Estoy determinado a perseguirlo”

dijo por mí el huinca,

“con las mismas manos lo voy a agarrar”

Saihueque, Saihueque el renombrado soy yo;

a muerte me persiguió en la pampa llamada de

Quemquemtreu,

en la gran pampa me persiguió,

en la gran pampa que hay;

todo un día entero

me persiguió a muerte el huinca, sí.

Sujeto a mi oscuro tapado,

me trae cerca, cerquita...

le palmeo el cuello al oscuro tapado,

... está como jugueteando. Me escapé...

“Lo voy a destruir a ese individuo”, dijo por mí

el huinca,

“le voy a sacar vivo el corazón”, dijo por mí,

...pero yo me fui:

me persiguió a muerte el huinca...

¡No me hizo nada!

El oscuro tapado me salvó;

me dio fuerza el gran padre que está en el centro

del país celestial,

el dominador de los hombres, que se mantiene

vigilándome desde arriba.

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Bibliografía consultada

BARTOLOMÉ Miguel 1987 “Afirmación estatal y negación nacional; El caso de las minorías

nacionales en América Latina” en: Suplemento Antropológico Vol. XXII N°2;

Asunción

CASAMIQUELA Rodolfo Magin inédito “Las Expresiones literarias de los Indígenas de la

Patagonia”

CATULLO M R, RIZZO A, SHINKO S & RABATIN S 1999 “La concepción del espacio urbano y

las ideas directrices del siglo XIX: La Plata, primer Proyecto de Gran Escala de

Argentina” en Actas del III RAM (Reunión de Antropología del Mercosur). Nuevos

escenarios regionales e internacionales en CD; Posadas.

DEBESA Fabián & GALMARINI Mónica Clarín 23 junio 2001 "Restituyeron los restos del

célebre cacique pampeano Mariano Rosas"

GÓMEZ Patricia Nora 2001 “Mariano Rosas”; Ñuke Mapu, Centro de Documentación

Mapuche

MORENO Francisco P. 1989 Viaje a la Patagonia Austral 1976-1877; Ed. Solar, Buenos Aires

(1° ed.1879)

MORENO María 2001 “Siempre es difícil volver a casa” sd

RABATIN Sergio Fabián 2000 “La Plata, Proyecto de Gran Escala. Algunas diferencias y

similitudes de los discursos de legitimación oficiales de la fundación con respecto a

las lógicas raciales (racistas) más conocidas en la década de 1880)” en actas del VI

Congreso Argentino de Antropología Social CAAS 2000 “Identidad disciplinaria y

campos de aplicación” en CD; Mar del Plata.

STAVENHAGEN Rodolfo 1985 "Etnodesenvolvimento: uma dimensão ignorada no pensamento

desenvolvimentista"; em: Anuário Antropológico/84; p.11-44

WALTHER Juan Carlos 1980 La Conquista del Desierto; EUDEBA, Buenos Aires (1° Ed.

1948)

Notas

1 Licenciado en Antropología, Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata.

e-mail: [email protected] 2 Ver MANSILLA Lucio V. 1976 Una excursión a los indios Ranqueles; Ed. Acme; Buenos Aires. 3 Este tipo de relato hace recordar al lector al personaje de ficción Indiana Jones 4 Los llama de muchas formas, entre ellas “salvajes”, “indios”, etc 5 También los llama de muchas formas, como por ejemplo, “blancos”, “cristianos” etc. 6 Recuérdese, que los restos mortales de Francisco P. Moreno yacen en un islote del Parque Nacional Nahuel

Huapi y no en una vitrina de museo. 7 Las comillas están para indicar que no solo no era territorio desierto sino que además tampoco estaba vacío.

Pese a la obviedad, considero que este tipo de aclaraciones debe hacerse en todos los trabajos que se escriban

al respecto. 8 Haciendo la salvedad de que siempre como peones, nunca como propietarios, políticos, etc. 9 Variedad de perro de tamaño pequeño y lampiño que era muy apreciado en ese entonces como animal de

compañía especialmente entre las mujeres tehuelches que él visitara a lo largo de toda Patagonia. 10 Se refiere a Mariano Rosas, célebre por ser visitado por Mansilla en Leuvucó para la firma de un tratado de

Paz durante el gobierno de Sarmiento y que fuera relatado y recogido en la obra de Mansilla Una excursión a

los Indios Ranqueles 11 GÓMEZ Patricia Nora 2001 “Mariano Rosas”; Ñuke Mapu, Centro de Documentación Mapuche 12 MORENO María 2001 “Siempre es difícil volver a casa” sd 13 Zorro cazador de leones según la nota periodística es la traducción del nombre Pangitruz Güor. Se trata

nuevamente del personaje histórico de Mariano Rosas.

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Sam Slick tenía razón Sergio RABATIN 12 / 12

14 en Clarín del 16 junio 2001 "Restituirán a sus descendientes los restos de un célebre cacique pampeano" 15 La calificación de “curiosamente” que utilizo es para nosotros los lectores. Seguramente si Inacayal era tan

inteligente y tenía tanta claridad como Sam Slick imaginaba cuál iba a ser su destino. 16 La distinción de esté donde esté la hago en referencia a la frontera interna, ya que persistían en distintos

lugares a ambos lados de la misma poblaciones indígenas que se consideraban a sí mismas como tales. 17 Ver RABATIN 2000 en donde aparece la caracterización particular del darwinismo social de moda en la

ideología del momento. También ver Catullo et al 1999. 18 Aquí debo incluir a los que no descendemos directamente, a los que creemos no descender directamente, a los

que ignoramos si descendemos directamente o no y por último a los que deliberadamente negamos descender

directamente aunque sea esta nuestra situación genealógica. 19 Debe recordarse que Inacayal pasa a las colecciones en fecha posterior. 20 Léase Callfucurá, Mariano Rosas, Inacayal , etc. 21 Nos empezaría a gustar el tango, el mate, el fútbol, etc. 22 CASAMIQUELA inédito pp27-28