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RIVERO LUQUE, Víctor, Herramientas agríco- las del Perú Antiguo. Cuzco: CBC, 2005, 148 p. Herramientas agrícolas, instrumentos de produc- ción, forja, poder y desarrollo de las sociedades andinas: Algo en cuanto al autor Víctor Rivero Luque fue catedrático en la Facultad de Agronomía y Zootécnica de la Uni- versidad Nacional San Antonio Abad de Cuzco. Su artículo "Herramientas agrícolas andinas" pu- blicado, en 1983, en "Evolución y tecnología de la agricultura andina", y su libro "La Chakitaqlla en el mundo andino ", de 1987, figuran entre las bibliografías que tratan acerca de la agricultura en los Andes. Muchos interesados por el tema de las herramientas andinas recordarán su pre- sentación del libro de poesías, simples y tiernas, pero sabias y profundas, titulado "Las herra- mientas en el espacio andino", de Gilmer Alva Lozada, quien fue Director del Museo de Herra- mientas Andinas de la Universidad Nacional de Cajamarca. El mérito de Víctor Rivero Luque es el de haber sido de los primeros en señalar el interés por recu- perar, inventariar y estudiar las herramientas agrí- colas y, siendo consecuente consigo mismo, de ha- ber asumido esta tarea. Es así como constituyó una invalorable colección de estos instrumentos, dona- 41, segundo semestre del 2005 da al Museo Inca de Cuzco, que la presenta actual- mente al público. También participó en el proyec- to HERRANDINA, uno de los pocos que se orga- nizó con miras a investigar y mejorar estos instru- mentos. A inicios de 1984, la Cooperación Técnica Suiza, COTESU, encargó a la Comisión de Coordi- nación de Tecnología Andina, CCTA, la realiza- ción de un primer diagnóstico sobre la problemáti- ca de las herramientas agrícolas tradicionales exis- tentes en los Andes. Este diagnóstico condujo a la formulación de este proyecto, interinstitucional e interdisciplinario, que se inició enjulio de 1984 en Cuzco, involucrando instituciones estatales como el Ministerio de Agricultura, el Centro de Investi- gación y Promoción Agraria, CIPA, la Corpora- ción de Desarrollo del Cuzco, la Universidad Na- cional San Antonio Abad de Cuzco, y organizacio- nes privadas interesadas en el desarrollo rural, ta- l es como la propia CCTA , el Centro de Recapacitación Agro-Industrial Jesús Obrero, CCAIJO y el Centro de Servicios Agropecuarios CESA. Algo en cuanto al contenido del libro El libro de Víctor Rivera Luque "Herramien- tas agrícolas del Perú Antiguo", que publica el Centro Bartolomé de Las Casas, trata un tema fundamental, el de los instrumentos más necesa- rios, los que permiten la producción de los ali- mentos. Es un libro escrito en la década de los ochenta del siglo pasado, como se puede deducir 241

Transcript of que pudo alcanzar Víctor Rivero Luque, en este

RIVERO LUQUE, Víctor, Herramientas agríco­las del Perú Antiguo. Cuzco: CBC, 2005, 148 p.

Herramientas agrícolas, instrumentos de produc­ción, forja , poder y desarrollo de las sociedades andinas:

Algo en cuanto al autor

Víctor Rivero Luque fue catedrático en la Facultad de Agronomía y Zootécnica de la Uni­versidad Nacional San Antonio Abad de Cuzco. Su artículo "Herramientas agrícolas andinas" pu­blicado, en 1983, en "Evolución y tecnología de la agricultura andina", y su libro "La Chakitaqlla en el mundo andino", de 1987, figuran entre las bibliografías que tratan acerca de la agricultura en los Andes. Muchos interesados por el tema de las herramientas andinas recordarán su pre­sentación del libro de poesías, simples y tiernas, pero sabias y profundas , titulado "Las herra­mientas en el espacio andino", de Gilmer Alva Lozada , quien fue Director del Museo de Herra­mientas Andinas de la Universidad Nacional de Cajamarca.

El mérito de Víctor Rivero Luque es el de haber sido de los primeros en señalar el interés por recu­perar, inventariar y estudiar las herramientas agrí­colas y, siendo consecuente consigo mismo, de ha­ber asumido esta tarea. Es así como constituyó una invalorable colección de estos instrumentos, dona-

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da al Museo Inca de Cuzco, que la presenta actual­mente al público. También participó en el proyec­to HERRANDINA, uno de los pocos que se orga­nizó con miras a investigar y mejorar estos instru­mentos. A inicios de 1984, la Cooperación Técnica Suiza, COTESU, encargó a la Comisión de Coordi­nación de Tecnología Andina, CCTA, la realiza­ción de un primer diagnóstico sobre la problemáti­ca de las herramientas agrícolas tradicionales exis­tentes en los Andes. Este diagnóstico condujo a la formulación de este proyecto, interinstitucional e interdisciplinario, que se inició enjulio de 1984 en Cuzco, involucrando instituciones estatales como el Ministerio de Agricultura, el Centro de Investi­gación y Promoción Agraria, CIPA, la Corpora­ción de Desarrollo del Cuzco, la Universidad Na­cional San Antonio Abad de Cuzco, y organizacio­nes privadas interesadas en el desarrollo rural, ta­l es como la propia CCTA , el Centro de Recapacitación Agro-Industrial Jesús Obrero, CCAIJO y el Centro de Servicios Agropecuarios CESA.

Algo en cuanto al contenido del libro

El libro de Víctor Rivera Luque "Herramien­tas agrícolas del Perú Antiguo", que publica el Centro Bartolomé de Las Casas, trata un tema fundamental, el de los instrumentos más necesa­rios, los que permiten la producción de los ali­mentos. Es un libro escrito en la década de los ochenta del siglo pasado, como se puede deducir

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que pudo alcanzar Víctor Rivero Luque, en este momento, en cuanto a la historia de la agricultura y de las herramientas agrícolas desarrolladas por los andinos. El catálogo, muy preciso y bellamen­te ilustrado, es una valiosa contribución al estu­dio de las herramientas utilizadas en la región de Cuzco a fines del S. XX. La identificación y des­cripción detallada de cada una de las herramientas presentadas, y de sus usos, es el resultado de a110s de observaciones y de trabajo en el campo con los campesinos. Las informaciones en cuanto a las Chakitaqllas, a las diferentes partes de estas herramientas, que pueden ser de diversos mate­riales y formas, dependiendo de los recursos de quienes las elaboraron, así como el cuándo, dónde y para qué conformaciones específicas de los te­rrenos y particularidades de los suelos serán usa­das , demuestran el especial interés del autor por estas herramientas. El libro es un testimonio de la preocupación de Víctor Rivero Luque por enten­der las relaciones de las herranlientas tanto con el suelo agrícola como con el hombre.

La publicación de este libro, en 2005, demues­tra el interés de los editores por el mundo campesi­no cuzqueño y por quienes lo investigan. Tiene el gran mérito de volver a atraer la atención de los investigadores sobre las herramientas agrícolas andinas. Su lectura permite constatar los avances logrados en un cuarto de siglo en cuanto a metodo­logía de investigación científica, así como apreciar los resultados obtenidos. Vida! Pino Zambrano, en su libro "Las Herramientas y los Sistemas Agrí­colas en el Qosqo", editado en 2001, pero fruto de una investigación que inició como coordinador de la CCTA en el marco del proyecto HERRANDINA, muestra cómo actualmente se debe estudiar cada herramienta ubicándola en sus diversos contextos de producción y utilización. Subraya también el interés de centrarse en la fun­ción de las herramientas dentro de las especificidades de las diversas unidades de pro­ducción, tomando en cuenta sus relaciones con los diferentes sistemas de producción. En el departa­mento de Cuzco se pueden considerar tres siste­mas de producción, desarrollados en tres de sus eco-regiones naturales, que serían la Puna, la Se1rn­nía Esteparia, y la Selva Alta, según las definicio­nes de Antonio Brack Egg. Obviamente algunas herramientas agrícolas forman parte de estos tres sistemas de producción y otras son parte de un sistema específico. Vida! Pino subraya además la necesidad de considerar como andinas no solamen­te a las he1rnmientas desarrolladas antes de la llega-

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da de los españoles, sino también las que estos trajeron; de hecho los indígenas se apropiaron de las herramientas traídas del "viejo mundo" y des­pués de casi 500 a110s de uso los campesinos las consideran hoy como suyas. 1

La publicación del libro de Víctor Rivera Luque tiene también el interés de incentivar nue­vamente a los agrónomos, para que consideren a las herramientas agrícolas , en la práctica, en base a un entendimiento de la racionalidad de la agri­cultura campesina andina, a una serie de limita­ciones concretas que enfrentan hoy quienes tra­bajan en parcelas pequei'ias y muchas veces ubi­cadas en laderas, con ingresos monetarios reduci­dos, con instrumentos, costumbres y saberes tra­dicionales , y que se esfuerzan por aumentar la productividad de sus tierras y reducir la fatiga del trabajo cotidiano que esto implica . Invita además a los arqueólogos, historiadores, antropólogos, so­ciólogos y economistas a reflexionar en cuanto a los procesos de elaboración y de utilización de estas herramientas que testifican la sabiduría , la imaginación, la habilidad, y la capacidad de traba­jo y de producción del hombre andino.

De hecho, considerando las herramientas agrí­colas se constata que se elaboran a partir de mate­riales muy diversos, tales como piedra, madera . hueso, cuero, fibras animales y vegetales y metal , lo que conduce a una reflexión sobre el acceso que tienen los campesinos a estos materiales, los cua­les pueden recolectar, producir o comprar. Intere­san las tecnologías implicadas en el trabajo de es­tos materiales, así como las condiciones de pro­ducción y los roles que asumen los artesanos en la sociedad campesina. Estos pueden ser hombres o mujeres, especialistas o no, elaborar las herramien­tas en el campo, en sus casas o en sus talleres. En este último caso se trata ante todo de fo1jas donde se trabaja el hierro y el acero, más precisamente de herrerías; y provoca ir a visitarlas, tratar de enten­der sus organizaciones para la producción y las razones de sus ubicaciones. Preocupan los costos de fabricación de estas herramientas, en cuanto al material y al trabajo que esto implica, así como cuánto duran, todo lo cual lleva a indagar el tema de la economía campesina y su articulación con la economía regional , nacional y global. Poco a poco se llega a apreciar el valor de estas hen·amientas no sólo como instrumentos de producción sino tam­bién como acervo cultural, heredado de generacio­nes y generaciones de antepasados , patrimonio no solamente de los campesinos sino de todos los peruanos y de la humanidad, por haber contribuí-

Revista Andina

do y seguir contribuyendo a su alimentación. Sur­gen así otras interrogantes en tomo a la historia de estas herramientas, y se va tomando conciencia de lo poco que sabemos hoy de ellas, a ciencia cierta, de sus orígenes y sus evoluciones.

Algo en cuanto a la historia de las herramientas

No son muchas las informaciones referentes a la historia de las heITamientas agrícolas que se logran acopiar leyendo las publicaciones de quie­nes les prestaron atención. Los artículos de Da­vid Gade y Ríos, "Chakitaqlla: the native footplough and its persistente in central Andean agricultura" y "La Chakitaqlla: herramienta indí­gena sudamericana", de 1972 y 1976; el de Jean Bourliaud, Dominique Hervé, Pierre Morlon y Raymond Réau "Chakitaqlla, strategies de labour et intensification en agriculture andine" de 1986; y el libro de estos autores de 1988, "Chakitaqlla, estrategias de barbecho e intensificación de la agri­cultura andina"; la compilación de textos sobre la agricultura andina de Pierre Morlon de 1992, tra­ducida al espa1iol en 1996, "Comprender la agri­cultura campesina en los Andes Centrales"; o el libro mismo de Vida! Pino, son todos estudios relativos a las herramientas agrícolas actuales. Quizás sea Grégoire Etesse en su artículo de 1991 , "La sierra de Piura: ¿Al margen de la evolución agraria andina?" uno de los pocos en considerar la larga historia, no tanto de las herramientas, sino de los sistemas agrarios.

Revisando las bibliografías, comenzando por la que estableció en 1984 Grimaldo Rengifo, en­tonces coordinador del estudio que sirvió de base para el diseño del proyecto HERRANDINA, es obvia la falta de atención a la historia de las herra­mientas de las cuales depende la producción agrí­cola. Pero buscando más informaciones se nota que no solamente es la historia de estas herra­mientas la que ha sido algo olvidada, sino la de todas las que permiten producir.

Siendo arqueóloga y antropóloga, el libro de Víctor Rivero Luque me enfrenta a la tarea de abordar la historia de estos objetos, a sabiendas que requerirá la conformación de un equipo de investigación interdisciplinario, necesitará mucho tiempo y dedicación y avanzará por partes. La primera parte1 deberá tratar de la evolución milenaria de los instrumentos que no implican el uso del metal, y la segunda, la que más me intere­sa, de las herramientas con metal, cuya fabrica­ción implica el dominio de la fo1ja.

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Es interesante notar que gran parte de las he­rramientas agricolas andinas, sean de origen prehispánico o hispánico son, en partes o en su totalidad, de metal. Los campesinos encargan a los herreros de hacerlas o las compran en los merca­dos , las ferias y las ferreterías. Se trata de allachus, kituchis, chakitaqllas, barretones, arados, herra­mientas con pesadas rejas de metal fundido, de formas, tamaños, pesos diversos y con mangos o timones también diferentes según sus usos especí­ficos . Asimismo, barretas, barretillas totalmente de metal, y picos, hachas, azuelas, con partes de metal fundido y mangos de madera. Y además de machetes, calabozos, aisanas, cegaderas, curvos, curvitos, corvillos, mishas de cuchillos o de golpes y los propios cuchillos, tijeras, media lunas, sie­rras, serruchos; y finalmente lampas y palanas, todas ellas con láminas cortantes de metal, de di­versas fom1as, pesos y tamaños, con distintos man­gos de madera. Todas estas herramientas se usan para las tareas agrícolas de roza, labranza, deshierbe, siembra, replante, cosecha o poda; pero algunas son multiusos, como las barretas y barretillas, que sirven para la remoción de tierras y piedras. Se emplean en los trabajos de construcción y de man­tenimiento, sean estos de estructuras de produc­ción, canales de irrigación, reservorios de agua, andenerías, campos de camellones, así como de caminos, casas y edificios, públicos o religiosos, sin olvidar los que se relacionan con la minería.

Las partes de metal de estas herramientas se forjan, comenzando por las que se necesitan en las mismas forjas, yunques, martillos, pinzas, cince­les, clavos, de diferentes formas y pesos, que cum­plen diversas funciones , y siguiendo con todas las herramientas de metal sin las cuales no podrían trabajar otros artesanos, carpinteros, talladores de piedra, talabarteros y/o plateros. Es de notar que el libro de Vida! Pino Zambrano es de los pocos que evidencia la relación entre agricultura y forja, y presta atención al trabajo del herrero y a su función en la sociedad campesina.

Algo en cuanto a la forja y al poder

Se entiende, hoy en día, por bronce una alea­ción de por lo menos 60% de cobre y de uno o más metales adicionales en los cuales no debe pre­dominar el zinc. El bronce estañífero es el bronce propiamente dicho, con cobre y estaño, mientras que la aleación de cobre y arsénico es llamada por algunos investigadores cobre arsenical y por otros bronce arsenical. En los Andes las primeras he-

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Reseñas

rramientas de metal fueron forjadas a partir de una aleación de cobre y arsénico, un bronce arsenical, cuyas propiedades en cuanto a dureza, resistencia bajo compresión y tensión , son supe­riores a las del cobre.

La producción en masa de este metal la logra­ron los sicanes de Lambayeque a inicios del Pe­ríodo Intermedio Tardío, por el 900 d.C. Luego , en el altiplano, se produjo una aleación de cobre con estaiio, un bronce estaiiífero, o bronce pro­piamente dicho, con sim ilares cualidades pero di­ferente color. Después de 1532, el hierro produci­do por los espaiioles reemplazó al bronce en la fabricación de he1Tamientas y, a fines del S. XIX e inicios del S. XX, el acero fue reemplazando por el hierro. Es preciso constatar que la forja andina prehispánica casi no ha sido estudiada, en cuanto a la forja colonial, tan importante, no ha recibido la atención que merece y pocos son los investiga­dores que actualmente visitan las he1Terías cam­pesinas.

Los sicanes forjaron las primeras puntas y rejas de bronce arsenical, que formaron parte de los instrumentos de producción andinos como lo seiialamos con Luisa Vetter Parodí en un artículo del 2005: " A propósito de las puntas y rejas me­tálicas de las herramientas andinas". En rendimien­to , eficacia y duración, estas herramientas de me­tal superaron a las de madera, piedra, hueso o concha de los mochica. En un artículo del 2004, "Una Edad de Bronce en los Andes Centrales", traté de evidenciar la relación entre el monopolio de la producción y distribución del bronce arsenical y de las he1Tamientas de este metal , como también el desarrollo de la sociedad sicán, y mos­trar que el poder de los miembros de su elite teocrática se fundó durante un siglo, de l 900 al 1000 d.C., y que en sus avances en el dominio de la tecnología metalúrgica pudieron lograr:

- Una ampliación de )·as fronteras agrícolas en las eco-regiones naturales de bosque seco y selva alta , desmontando y construyendo ca­nal es, reservorios de agua y andenerías, de lo cual resultó un notable crecimiento demográ­fico.

- Una extensión de las rutas de intercambio y un aumento, en cantidad y valor, del flujo de productos intercambiados, que permitió una acumu lación de los beneficios de estas tran­sacciones, de la cual atestiguan las riquezas y la cantidad de bronce arsenical que fueron depositadas en las tumbas de Batán Grande.

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- Un crecimiento del sector administrativo y ceremonial, que implica un incremento del poder de la elite teocrática sicán.

En el centro y sur andino s~ría necesario indagar sobre los cambios que resultaron del desarrollo de la producción de bronce arsenical norteiio y, luego , de l es taiiífero sureiio. Hay indicios de que durante e l Período Intermedio Tardío, entre 900 y 1000 d.C ., se inició la ocu­pación , por las sociedades serranas, de las ver­tientes amazónicas de los Andes centrales.

Sería muy interesante considerar e l desa­rrollo de las herramientas especializadas que facilitaron tareas específicas y con las cua les se consiguieron mejores rendimientos . Serían los incas quienes, a partir de las taqllas, conci­bieron las Chakitaqllas. Con estas herramien­tas de labranza habrían logrado un aumento de la producción agrícola, de la capacidad de a l­macenamiento y de redistribución , un creci­mi ento demográfico y un incremento de po­der. Un poder que les habría permitido esta­blecer alianzas políticas y económicas con los collas, y de las cua les habrían logrado sacar e l mayor provecho ; ante el acceso a la produ c­ción de bronce es taiiífero de l Collao , lograda en función de la exp lotación de la s mina s de esta110 alto-andino y de cobre atacame110 , y la acum ul ación de los beneficio s de su redistribución, todo lo cual habría sido la base de la expansión del incanato en los Andes cen­trales y septentrionales.

Finalmente deberían considerarse los cam­bios ocurridos en e l mundo andino por la in­troducción de técnicas de producción de hie­rro y de fabricación de herramientas de es te metal durante e l período colonial. Es a partir del S. XVI que se forjó e l hierro en los Andes y que aparecieron los herreros y las herrería s. El hierro, más resistente que el bronce, re em­plazó este metal para la fabricación de las he­rramientas de origen autóctono y sirvió para la e laboración de los instrumentos españoles. Además de mejorar las herramientas de pro­ducción, el hierro permitió la e laboración de herramientas de destrucción más poderosas, comenzando con las espadas, dagas , sables y armas de fuego. Mucho se ha escr ito , y más se podría escribir, sobre la tecnología metalúrgi­ca hispana y sus relaciones con el poder de los conquistadores .

Revista Andina

A fines del S. XIX e inicios del S. XX se comenzó a trabajar el acero y se forjaron he­rramientas aú n más resistentes, más especiali­zadas y más eficaces.

Algo en cuanto a tecnología y desarrollo

Fernando Santos Granero, en un artículo pu­blicado en 1988, "Templos y Herrerías: Utopía y re-creación cultural en la amazonia peruana (S. XVIII - S. XIX)", indica cuan preciados por los indígenas fueron los instrumentos de hierro du­rante el S. XVIII en la eco-región de la Selva Alta, en las vertientes orientales centro- andinas, don­de los ríos Chancha mayo y Paucartambo se jun­tan para formar el Perené. Amueshas y campas aceptaron la presencia misionera siempre y cuan­do los franciscanos los abastecieran con instru­mentos de hierro . Estos últimos fueron muy concientes de este hecho y así lo expresaron en sus documentos al escribir que los" ... indios solo eran cristianos de nombre, y solamente se sujeta­ban p·or la golosina de las herramientas que les daban los padres" ( 1988: 6). Femando Santos Granero relata cómo los misioneros franciscanos instalaron en sus misiones herrerías y elaboraron las heITamientas con las cuales lograron mantener a los indígenas en una situación de dependencia de la soc iedad colonial hasta 1742, año de la rebe­lión de Juan Santos. En 1742 fueron Juan Santos y las autoridades políticas y religiosas amueshas, así como políticas y guerreras campas, quienes tomaron el control de las herrerías y de la distri­bución de las herramientas. Lo conservaron un siglo, durante el cual , utilizando la tecnología es­pañola, lograron un desarrollo autónomo. La re­conquista de esta zona se inició en 184 7 con el gobierno del Mariscal Castilla y, a medida que avanzaron los militares, muchas heITerías fueron abandonadas por los indígenas, después de haber sido desmanteladas. A fines del S. XIX: "La afluenci a de colonos y peones que tuvo lugar a partir de 189 1 con la construcción de la Vía Cen­tral dio la estocada final a la industria metalúrgica indígena. Los que trabajaban en el camino trajeron consigo herramientas europeas de mayor calidad que las producidas localmente. Estas eran comer­cializadas con lo51indígenas a cambio de su mano de obra o de productos locales, y fueron lenta­mente sustituyendo a las herramientas indígenas. En 1898, el P. Sala informaba que aunque aún ex istían muchas herrerías: "en el día de hoy poco las usan por razón de los muchos regalos que

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reciben de la gente civilizada en hachas, machetes, cuchillos y escopetas"" ( 1988: 20).

La destrucción premeditada, por los indíge­nas de las herrerías, la muerte de los últimos he­rreros, debido a las epidemias y la aparición de he!Tamientas de mejor calidad, pusieron fin a un proceso de desarrollo autónomo de las etnias de la Selva Alta centro-andina. Derrotados militar­mente, perdidas sus tecnologías metalúrgicas, los indígenas se volvieron a encontrar en una situa­ción de dependencia, esta vez de la sociedad na­cional peruana. Fernando Santos Granero subra­ya entonces cuánto del dominio de la tecnología metalúrgica y de las actividades relacionadas con la forja, dependía la posibilidad de un desaITollo indígena autónomo.

Margarita Benavides también nota, en un a1tí­culo de 1986, "La usurpación del dios tecnológico y la articulación temprana en la selva central pe­ruana, he!Tamientas y mesianismo", que la " .. actual diferencia tecnológica, que sitúa a los crio­llos y mestizos en una posición de superioridad, es concebida en la mitología amuesha y campa como una situación temporal y anómala producto de la captura del genio tecnológico, situación que es re­versible" ( 1986:34). Esto confirma la validez de la mitología como explicación del orden del mundo, e indica cuan concientes son los indígenas de la rela­ción entre tecnología y desarrollo. De hecho el mito demuestra que los indígenas entienden que sólo llegarán a ser de nuevo dueños de sus destinos cuando logren apropiarse, otra vez, para producir, defenderse y asegurar su reproducción social, de los saberes que, por ahora, son los instrumentos ideológicos y materiales por medio de los cuales quienes los elaboran los mantienen a la gracia del poder que estos les confieren.

Cada uno podrá meditar sobre este mito o esta historia y, quizás, algunos lograrán reconocer pare­cidos y establecer paralelos con sus actores y las situaciones que enfrentan y, si es así, percibirán la actual necesidad de elaborar y considerar una his­toria de los instrumentos de producción. Marce! Mauss y André-Georges Haudricourt enseñaban a sus alumnos que el estudio de cualquier objeto de una civilización permitiría reconstruirla, por lo tan­to el de las herramientas andinas aportaría al cono­cimiento de la civilización andina. Y lo que interesa al contribuir a la elaboración de una historia es evi­denciar la huella indeleble del pasado que marca el presente, que deberían rastrear quienes intentan vislumbrar el futuro con miras a idear y forjar ins­trumentos que permitan, en un mundo globalizado.

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vislumbrar el futuro con miras a idear y forjar ins­trumentos que pem1itan, en un mundo globalizado, vivir juntos, iguales y diferentes, según las palabras de Alain Touraine.

A1111e Marie Hocque11ghem /FEA

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Revista Andina

SALOMON, Frank, The Cord Keepers. Khipus and Cultural Life in a Peruvian Village. Durham y Londres: Duke University Press, 2004, 331 p.

El pueblo de San Andrés de Tupicocha, en la provincia de Huarochirí del departamento de Lima, no sólo debería despertar el interés de aque­llos interesados en los estudios andinos por su inmediata cercanía a San Damián de los Checa - sitio asociado con el famoso manuscrito de 1608 conocido bajo el epónimo provincial- sino, más bien, por sus propios méritos "etnográficos". Se trata de una de las áreas conocidas cuyos grupos constitutivos han conservado hasta los tiempos modernos un complejo de khipus de carácter po­lítico y civil: "Los grupos corporados de descen­dencia de Tupicocha han heredado los nombres de los antiguos ayllus, y ellos conservan diez khipus patrimoniales como sus regalías. Aunque este legado permanece ilegible, sus usos pasados y presentes revelan bastante acerca de la manera en que trabajaron los cordones en las institucio­nes políticas para reproducir el proyecto en cur­so de una sociedad agro-pastoril segmentada" (p. 267). En otros términos, el pueblo de Tupicocha está compuesto por diez ayllus que, en el pasado, fueron las instituciones encargadas de la confec­ción de los khipus y, en el presente, las que los detentan como emblemas de su identidad. Estos objetos parecieran carecer de significado alguno más allá del empleo ornamental que hacen de ellos las autoridades de los ayllus en las celebraciones anuales. En la actualidad, los khipus son objeto de cuidado pero su contenido es indescifrable para la población local y quedan, así, como vestigios de un pasado inescrutable. Sin embargo, "La su­pervivencia de este complejo pone el asunto del pasado letrado de Huarochirí en una perspectiva diferente y más estimulante. Los ayllus que po­seían los cordones detentaban, en su mayoría, los mismos nombres que aquellos que constituían la confederación que el régimen inca denominaba los 'miles' de Checa. Y estos eran también los mismos ayllus que figuran como protagonistas del libro quechua sobre los dioses y héroes de Huarochirí. ¿Podría ser que los cordones detentasen algún contenido relacionado con ese legado?" (p. 6). Desde 1994 - fecha en la que se percató de la existenc ia de los khipus tupicochanos- Frank Salomon se ha esforzado en responder esta pre­gunta a partir del análisis de los datos contenidos

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en el registro etnográfico, etnohistórico y, neolo­gismo mediante, khipugrático.

El argumento del libro se articula a partir del desarrollo analítico de cuatro perspectivas com­plementarias. En primer lugar, en el nivel de la teoría, la meta consiste en adaptar la "etnografia de la escritur.a" a un código que la gramática filológica ubica fuera del dominio de la "propia escritura" aspirando a alcanzar, de esta forma, una "etnografia de la inscripción". En segundo lugar, desde el plano temporal, la investigación etnohistórica en Tupicocha prueba que - a dife­rencia del supuesto de que la muerte de los khipus políticos es consecuencia del triunfo de la-escritu­ra sobre los sistemas de inscripción- ambos sis­temas coexistieron por lo menos durante cuatro siglos. Sus diferencias, por lo tanto, podrían ha­cer de ellos dos medios de registro complementa­rios, y no rivales, desde la perspectiva local. En tercer lugar, el presente etnográfico o, quizás más acertadamente, la etnografia del pasado reciente, posibilita la reconstrucción de algunas caracterís­ticas generales sobre el registro de datos y el sis­tema de documentación en los que trabajaron los khipukamayuq al final de su vida (fines del S. XIX y primer cuarto del S. XX). Finalmente, la etnografia contemporánea posibilita concluir que la doble capacidad de los khipus de simular y documentar la acción social funciona como la bi­sagra de articulación entre la organización parental y la organización política.

Aunque la primera de las perspectivas men­cionados escapa los límites de la presente nota, es preciso siquiera mencionar la definición, en cierto modo programática, que el autor propone sobre su objeto de estudio ya que ella constituye un eslabón fundamental en la cadena expositiva: "Creo que los khipus funcionaron a una distancia del lenguaje sintáctico, conformando más bien una 'sintaxis' no verbal de funciones sociales tijas ta­les como inventariar, contar, tomar asistencia, re­gistrar el calendario, participar en las cuotas, sa­crificar, etc. [ .. . ] Desde mi punto de vista, los khipus eran concreciones de la acción no verbal que, una vez realizadas, eran susceptibles de ser verbalizados" (p. 37). En tanto y en cuanto la información codificada en los nudos permanece indescifrable, su análisis se enfrenta con dos difi­cultades relacionadas entre sí: por un lado, el des­conocimiento de los medios semánticos y prag­máticos mediante los cuales los "signos-cordo­nes" se corresponden con funciones sociales y, por el otro, la ausencia de vínculos entre

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especímenes de khipus conocidos y funciones so­ciales también conocidas. El primero de estos pro­blemas es resuelto de manera un tanto elíptica, más no por ello menos sugerente. La resolución del segundo depende de los resultados obtenidos en el trabajo en el terreno.

Tupicocha es, a la vez, una comunidad cam­pesina y la unión de diez ayllus. Mientras que los segundos no son reconocidos por el Estado, la primera puede caracterizarse como la federación que emerge de los ayllus preexistentes o como una corporación legal creada en 1935 por el mis­mo Estado (reemplazando entidades supra-ayllus más antiguas) con el fin de subsumirlos y gober­narlos. "Esta constitución Jano-bifronte es anti­gua, aunque su actual envase legal es reciente. Los khipus, por tanto, son producto de dos tipos de relaciones: relaciones entre pares dentro de cada ayllu, y deberes corporados de cada ayllu hacia la estructura política multi-ayllu de la cual depende en términos infraestructurales compartidos" (p. 56). El ayllu no es la unidad mínima de organiza­ción social. Ella se encuentra en el nivel de la "fa­milia" , o patrilinaje patronímico entendido como la corporación menor constitutiva del ayllu por encima del hogar (household), su unidad atómica . Los ayllus , o grupos corporados de base parental , son considerados como las únicas organizaciones que crearon los khipus existentes. En términos del ordenamiento político planteado, el funcionamien­to del ayllu debe ser entendido desde la perspecti­va de su dinámica interna - corporación de paren­tesco- y desde aquella planteada por su relación con el nivel de mayor inclusión - en calidad de seg­mentos de la comunidad ellos son denominados "parcialidades". Las funciones administrativas co­múnmente asociadas con el ayllu, distribución de la tierra y el agua, están devaluadas en Tupicocha. En cambio, su protagonismo reside en el control de la participación en el trabajo colectivo y en su ca­rácter de agente redistribuidor. En calidad de secto­res comunales, las funciones de las parcialidades consisten en el despliegue de actividades de tipo ritual (participación en la limpieza de canales, dan­zas, etc.), civiles (participación en comités) y pro­ductivas (pmticipación en trabajos) de interés co­munal. Al comienzo de cada año, las autoridades de los niveles intermedios - ayllus/parcialidades­se reúnen en asamblea pública en la plaza del pue­blo con el fin de celebrar el traspaso de autorida­des. Es en este ritual de carácter cívico, huayrona, donde se lleva a cabo el despliegue ornamental de los khipus - cada uno de los representantes de los

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ayllus viste uno de ellos- junto con otras regalías simbólicas entre las que destacan las varas de ma­dera tallada. Los envarados constituyen un grupo de autoridades cuya función es hacer efectivas las decisiones del consejo comunal. 1

Son las inscripciones de estas varas las que permiten una primera aproximación - en cierto modo elíptica , como se ha mencionado- al pro­blema del desciframiento del contenido de los khipus. Las varas no son objetos patrimoniales ni místicos; por el contrario, cada una es reemplaza­da cada año como parte del ritual que recuerda que el orden cívico es continuamente recreado . Este orden involucra tres contrastes significati­vos: entre gobierno central y comunidad ( como unión de los ayllus) ; entre los cargos de oficial mayor de varas y su diputado ( cargos a los que aspira participar todo miembro masculino de la comunidad) y, finalmente, entre las jurisdicciones espaciales sobre las que opera (central , periférica y nacional). Las inscripciones que se realizan a las varas son de tres tipos, y la diferencia entre una vara y otra corresponde a la disposición, nú­mero, presencia o ausencia de dichos tipos. Cada una de dichas inscripciones, a su vez, remiten respectivamente a cada uno de los contrastes mencionados. Ninguna de estas inscripciones puede expresarse en palabras; el acto gráfico involucrado no es una traducción del lenguaje ha­blado sino un acto de inscripción sin palabras. El hecho de no tratarse de un metalenguaje no impi­de el funcionamiento del signo como un vehículo de integración social. Así, su sentido se descubre en su empleo y disposición contextual. La obser­vación de complejos de varas a lo largo del tiempo (y no ya en su contexto sincrónico), así como del cambio en el número y disposición de las inscrip­ciones revela que "un mensaje supuestamente invariante ('existen diez oficiales, ordenados en pares, en tres órbitas juridiccionales', y así) queda expresado en un código que sí varía. Para sorpre­sa de cualquier investigador seducido por la no­ción de tradición, el código varía más rápidamente que las instituciones que representa. Varía más rápidamente que las normas alfabéticas. Y varía incluso más rápido que el lenguaje oral. De hecho, es la habilidad para variar en el nivel fonnal lo que ha hecho posible para el mensaje institucional permanecer 'el mismo'. La razón de que el código varíe a través del tiempo es que él lleva los trazos de un proceso de integración adaptativo.[ . . . ] Lo que propagandiza el código de varas es la propo­sición ideológica de un orden que pretende ser

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jerárquico en la sincronía e igualitario en la diacronía" (pp. 104-105).

Los khipus constituyen un sistema mucho más complejo. El análisis histórico y arqueoló­gico del material tupicochano, revela su larga exis­tencia, así como su extinción reciente. En este sentido, y en contra del supuesto compartido de que la influencia letrada española redundó en una rápida extinción de los cordones, la historia local revela un complejo de khipus post-conquista es­trechamente vinculado con la influencia de la es­critura. En términos cronológicos, la actividad de los khipus vernáculos ha sido significativa hasta el último cuarto del S. XIX - fecha en la que los ayllus comienzan a emplear el registro escrito, en el que se menciona su existencia. La pérdida de protagonismo de los khipus como medio de registro, entonces, más que relacionar­se co1i la influencia de la escritura, se vincula con fenómenos de otro tipo; y ellos no son otros que aquellos que explican la lógica del funcionamien­to social. Alrededor de 1920, Tupicocha experi­menta un proceso de reacomodamiento de sus estructuras internas, así como una mayor inje­renci a de las fuerzas externas. En términos del autor, "la erosión de la competencia de los khipus proviene del fenómeno de la fisión de los ayllus. Antes de la fi sión, los ayllus siempre inventaria­ban sus respectivos khipus en pares . La ola de fisiones que dio nacimiento a los cuatro ayllus menores de Tupicocha comienza en la década de 1920" (p. 130). La misma década verá nacer el comienzo de la legislación republicana en torno de las poblaciones indígenas y rurales (oncenio de Leguía). Son estas dos coyunturas las que invitan a concluir que, desde la década en cues­tión, "las cuerdas aparentemente funcionaban como regalía más que como registros corrientes" (p. 131 ).

La huayrona , o el ritual civil de fin de año celebrado en la plaza central, es el momento del despliegue ornamental de los khipus y, por tan­to , la ocasión pertinente para observar sus ca­racterísticas específicas. En lo que respecta al ritual propiamente dicho , el autor destaca su función como punto de bisagra de la articulación entre el ayllu/parcialidad y la autoridad comunal más inclusiva . El momento más relevante del ri­tual lo constittlye el traspaso de autoridades. Allí las autoridades salientes envisten a las que ingresan con los cordones (remitiendo al funcio­namiento pretérito de los khipus por pares), y todo este acto es sancionado y legitimado por

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las autoridades supralocales. En calidad de regalía de los ayllus, ¿qué es aquello que informan los khipus?

El análisis de las características morfológicas de los especímenes observados ( entre las que des­tacan los materiales empleados, características de diseño, marcadores, construcción y color de las cuerdas, tipo de nudos y agrupamiento de los colgantes), así como también la constatación de modificaciones a los khipus existentes, llevan al autor a proponer la hipótesis de que " las decisio­nes acerca de qué tipo de cuerdas realizar, cómo ordenarlas, cómo anudarlas y cuándo agregar ca­racterísticas posteriores a la construcción princi­pal ocurren en mímesis con el proceso de cambio social mediante el cual los ayllus realizan eleccio­nes rituales, políticas y económicas". Incluso más, "la fuerza funcional de los khipus incluía su operabilidad" (p. 168). Dicho carácter operativo es demostrado a través del análisis minucioso de los especímenes locales. Ahora bien, este es el punto a partir del cual resulta ilustrativo relacio­nar las inferencias sobre los khipus con aquellas relativas a las varas: "La autoridad se reproduce a sí misma interactuando para hacer objetos mate­riales que devienen 'co1Tectos', es decir, política­mente aceptables y por lo tanto autorizados, sólo cuando los símbolos sobre ellos imitan en un pa­trón abstracto los parámetros y relaciones de poder con las que trabajan sus directores. La acep­tación ritual de estas últimas tiene una fuerza performativa. Ella crea una nueva jerarquía de ofi­ciales. La realización de un khipu intra-ayllu po­dría haber tenido una característica similar". In­cluso más, "pareciera también que los khipus han sido producidos para un empleo retrospectivo como, por ejemplo, la huayrona. Pero su ontogénesis, como aquella de las varas, parece haber involucrado actos de integración 'impresos' en sí mismos más que discursos 'expresivos' acer­ca de ellos. En este sentido, ellos disfrutan de un estatus ontológico distintivo" (p. 178).

El movimiento hacia la identificación de los especímenes tupicochanos con funciones socia­les precisas, está dado por el análisis del material escrito que conservan cada uno de los ay llus de Tupicocha (los cuales permanecen fuera del es­crutinio de la sociedad mayor). En este sentido, la comparación entre la práctica de contaduría mo­derna, los libros intra-ayllu y los cordones, per­miten inferir que : 1. el contenido de los khipus es probablemente intra-ayllu; 2. la documentación consiste en la planificación y realización de cons-

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tancias; 3. la unidad de contabilidad en los libros, y probablemente en los cordones, es el hogar (household); 4. el orden secuencial del hogar pudo haber sido relevante para los khipus; 5. la estruc­tura de autoridad interna de los ayllus gobernó el empleo de los khipus; 6. las preocupaciones pro­minentes de los libros parecen continuar las pre­ocupaciones de los khipus; 7. las forn1as de conteo vernáculo podrían reflejar los métodos en el regis­tro de los khipus y, finalmente, 8. la auditoría vernácula podría reflejar los usos sociales de los khipus. (p. 186). Habiendo establecido los lineamientos acerca del manejo vernáculo de la información, así como también del proceso de administración, lo que resta es establecer si los khipus existentes pueden entenderse en relación con estas prácticas en los niveles establecidos.

Dicha posibilidad está supeditada al análisis de dos fuentes de información estrechamente vin­culadas con el "estado" actual de los khipus. La cuestión reside en cómo aproximarse a un medio "no vivo" pero aún objeto de interpretaciones vernáculas. La primera fuente proviene de los re­cuerdos de un informante sobre la información contenida en los khipus, tal y como le fueron transmitidos por su abuelo paterno (probable­mente el último en la línea de ascendencia patrilineal que todavía comprendía el sentido de los cordones). Mediante la interpretación de los nudos y la construcción de los cordones, el infor­mante pudo identificar los contenidos del khipu de su propio ayllu, entre los que destacan: inven­tario de propiedad colectiva; días de encuentros para la realización de faenas o trabajos colectivos; cultivo de campos para el beneficio de la parcia­lidad; estatus o fases del ciclo de las familias miem­bros del ayllu; herramientas que poseen, etc. Es­tos hechos están evidentemente relacionados con la infonnación contenida en los libros de los ayllus. La segunda fuente de información proviene del uso particular de los cordones como oráculos. La práctica de la khipumancia involucra un cambio en los patrones de "lectura" en el sentido de la transición del empleo de los khipus desde el ám­bito cívico-político al ámbito privado e, incluso, esotérico. Este segundo ámbito, sin embargo, está relacionado con una ideología particular que, en sí misma, relativiza cualquier acta de defunción apresurada sobre el material de estudio: "La ló­gica mediante la cual la legibilidad de los cordo­nes posibilita conectar una inscripción pública pero opaca (los khipus como regalía del oficio del ayllu) con una inscripción esotérica pero le-

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gible (los mismos khipus como herramienta khipumántica), depende de una ideología específicamente andina. Esa ideología es la fami­lia de ideas andinas acerca de lo que ocurre des­pués de la muerte. Lo que la gente piensa acerca de lo que un escrito puede hacer después de ha­ber pasado la vida 'ordinaria' depende en parte de las ideas sobre el significado asignado a los 'escritores' quienes en sí mismos han muerto" (p. 232). De igual modo que las relaciones socia­les expresadas en términos intra-ayllu supra­ayllu, las voces de los ancestros consultados expresan el poder de decisión de la comunidad acerca de los quehaceres de los individuos vivos.

Ni la documentación histórica, ni las caracte­rísticas fisicas de los khipus, ni los libros intra­ayllu, ni los recuerdos vernáculos sobre los cor­dones, aportan en sí mismos los elementos para descifrar uno u otro de los khipus tupicochanos. Lo que sí hacen es sugerir un modelo general de khipus, funcionando como un juego a través del cual se realiza la integración de la comunidad.

El último movimiento de la obra consiste, en este sentido, en buscar una interpretación sintéti­ca de las diversas perspectivas desplegadas a lo largo de la argumentación, a partir del análisis de los mismos especímenes tupicochanos. De este modo, el autor compara los khipus existentes y logra identificar dos patrones: el primero ( obser­vable en nueve casos) consiste en khipus que emplean un repertorio común de colores, cuerdas y nudos agrupando los cordones en "bandas" ; el segundo, la única excepción al patrón establecido, no está organizado en "bandas" sino que expone una secuencia repetitiva de cuatro colgantes de diferentes colores delineando "ciclos de colores" . La información contenida en los khipus se rela­ciona con las diversas manifestaciones de la vida del ayllu. La diferencia entre ambos patrones es­triba en el "estado" de la información desplegada: la ejecución o la planificación del trabajo realiza­do o por realizar. Un diálogo entre ambos tipos de artefactos pareciera generar, por lo tanto, el con­junto de la racionalidad comunal. En términos más específicos, y también más intuitivos para aque­llos que no están familiarizados con la obra ni con el análisis de los khipus en general: "En prome­dio, los khipus ocurrían ( 1) en pares (2) con cada khipu conteniendo alrededor de 15-16 bandas más un número variable de cordones que no tienen cordones adyacentes del mismo color. Cada par por lo tanto tenía alrededor de 31 bandas, (3) con cada banda conteniendo un número aproximado

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de 6 colgantes y (4) cada khipu conteniendo alre­dedor de 100 colgantes. Los números anteriores se asemejan a las cuotas que el sacerdote no cris­tiano requería a los tupicochanos alrededor de 1608. Proponemos como hipótesis que el sacer­dote y el régimen civil del ayllu refleja un modelo subyacente multiuso, concretamente, un primer y un segundo período cada uno de los cuales re­quería alrededor de quince servicios. Este modelo podría adaptarse a cronogramas mensuales o anua­les. [ .. . ] Proponemos como hipótesis que los pares de khipus estaban afi liados con semestres o tam­bién cada uno cubría un año de trabajo, uno espe­cializado en trabajo intra-ayllu y otro en trabajo supra-ayllu. Ningún modelo puede aún descar­tarse. Si e l último es correcto, el khipu especiali­zado en deberes supra-ayllu sería aquel exhibido en la hu ayrona" (p. 271 ). Con relación al especimen excepcional, se propone como hipóte­sis que "el aparato de cada ayllu consistía en un juego dividido entre especímenes banda y especímenes cíc licos. El formato cíclico represen­taría planificación, el fom1ato banda ejecución[ . .. ] Una vez ejecutados, los trabajos serían certifica­dos en khipus bandas" (p. 272). Ambos tipos de khipus presentan marcas de alteraciones a lo lar­go del tiempo. En este sent ido, y a diferencia de los textos escritos, ellos constituían básicamente un recurso operacional. '. 'Poner al día, registrar e ­idealmente- cerrar el registro, traería un fin al ho­rizonte diacrónico finito del los khipus del ayllu. El sistema, sin embargo, proveía un método para transferir residuos y, en este sentido, proveía un medio para el método indefinido de conservación de registros" (p. 273 ).

Resultaría prácticamente imposible resumir todas y cada una de lás ari stas, matices, precisio­nes y consideraciones que atraviesan el libro de Frank Salomon. El tema, decididamente comple­jo, ha involucrado dejar de lado tres órdenes de problemas discutidos con detenimiento por el autor. En primer lugar, sin lugar a dudas, aquellos relativos a las cuestiones técnicas vinculadas al análisis, observación, codificación y desciframien­to de los especímenes tupicochanos. En segundo lugar, aquellos relacionados con la discusión en torno a l trabajo exegético que otros autores reali­zaron sobre otros conjuntos de khipus y, en tér­minos comparativos, aquellos vinculados con la relevancia del material tupicochano para el estu­dio de la sociedad inca en general. Finalmente, cabe destacar el problema relativo al desarrollo de una "etnografía de la inscripción" como metodo-

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logía adecuada para el análisis de este tipo de material etnográfico. Sin embargo, esperamos que los aspectos aquí reseñados - todos el los tendien­tes a subrayar la estrecha relación existente entre lo s cordones y la vida social o cultural de Tupichocha- no sólo despierten el interés del lec­tor sino también, y sobre todo, el de los eventua­les editores locales. Este libro de Frank Salomon, sin lugar a dudas, lo amerita.

Pablo Federico Sendón

PERALTA RUIZ, Víctor, En defensa de la au­toridad. Política y cultura bajo el gobierno del virrey Abascal. Perú 1806-1816. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científi ­cas, 2002, 199 p.

El trabajo que presentamos a continuación es una serie de artículos, aumentados y corregidos, que Víctor Peralta ha elaborado y modificado para hacerlo en forma de libro. El contexto es por lo demás interesante; se circunscribe, según el tí­tulo, al gobierno del Virrey Abascal; pero ade­más es un intento de entender a la sociedad a fines del periodo colonial y previo a los proce­sos de independencia.

En los últimos años existe un interés marcado por este periodo, interés plasmado en trabajos como los de Fram;;ois Guerra, Marie-Danielle Demélas, Gabriella Chiaramonti, Antonio Annino, entre orros; para comprender la impronta de la modernidad po­lítica en América a fines de la colonia. Peralta, sin dejar de dialogar con estos autores, nos da una lec­tura enriquecida e innovadora. Es un intento de mostramos como los cambios que se venían dando al interior de los Virreinatos, cambios que encon­traron posibilidades de maduración con la aplica­ción de la Constitución de 1812, dieron como re­su ltado una crisis de legitimidad con respecto a las autoridades coloníales. El gobierno del Virrey Abascal coincide con este escenario y es lo que el autor va a plasmar en este libro.

Cultura y política son los frentes que explora el autor para comprender este periodo de crisis, frentes que están íntimamente ligados a un periodo de cambios en las nociones de autoridad, legitimi­dad, representación y participación. El interés ma­yor del autor radica en visualizar esos cambios y

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sus consecuencias en la vida política y cultural de la sociedad colonial, fundamentalmente la urbana, contextualizados y analizados durante el gobierno deAbascal.

Para esto el autor se ha valido de un conjunto de documentos, tanto de archivos peruanos como españoles, donde recoge infom1ación de diarios , actas electorales, documentos ligados a la actua­ción del Tribunal del Santo Oficio, entre otros; con el fin de mostrarnos un panorama amplio y de diferentes perspectivas para este contexto.

Peralta considera al gobierno de Abascal como el segundo periodo de crisis de autoridad (a fines del S. XVIfl habría sido el primero), vinculado a la crisis política vivida en la metrópoli debido a la invasión francesa en 1808. Este fenómeno trajo consigo grandes cambios en los te1Titorios españo­les de ultramar. En muchos de ellos, ante ausencia del Rey, reclamaron y proclamaron su autonomía frente a España. Dentro de esta línea el Vi1Teinato Peruano mantuvo los lazos de lealtad y fidelidad con la metrópoli y con el Rey cautivo, convirtién­dose en el bastión de la represión realista en Amé­rica del Sur, gracias en mucho a Abascal.

El Virrey Abascal se enfrentó además con un nuevo escenario dinamizado a través de dife­rentes medidas que afectarían a las colonias. El primero de el los fue justamente considerar a los territorios ultramarinos como parte integrantes de la monarquía española y no como colonias, otorgándole representación política al territorio americano en las Cortes. El segundo de ellos tie­ne que ver con la libertad de imprenta en 18 1 1 y la legitimación de la misma a raíz de la abolición del Tribunal del Santo Oficio en 1813. Y la últi­ma, quizás la más importante, la promulgación de la Constitución de Cádiz en 1812 que vino a garantizar el cambio de régimen, el paso de una monarquía de corte absolutista a una constitu­cional con participación popular mediante la implementación de instituciones cuyos cargos eran elegibles a través de elecciones populares. Es a partir de estas medidas que se van a produ­cir diferentes cambios que afectarán las relacio­nes de poder y nociünes de legitimidad en el Perú.

Peralta organiza su trabajo a partir de dos frentes que coinciden con la implementación de las medidas. El primero incide en la cultura y su transformación a partir de las disposiciones que se implementaron, y la segunda tiene que ver fun­damentalmente con la modificación de las reglas de juego en la vida política.

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En el primer capítulo - titulado Hábitos de lectura y Pedagogía Política- examina con minu­ciosidad la impronta de la libertad de imprenta dada en las cortes en 1811. Remarcando los cam­bios que se produjo mediante la ilTlplementación de esta medida. Peralta nos señala como se dinamiza el espacio público. Antes de la implementación de la libertad de imprenta el es­pacio público ya venía sufriendo algunas trans­formaciones a partir del surgimiento de una elite ilustrada que propició la discusión política con la implementación de nuevos espacios de sociabili­dad como los cafés, el teatro, las tertulias , etc. ; además de un crecido interés por la lectura de diarios extranjeros, los cuales, contribuyó a for­mar una incipiente opinión pública que el Virrey vio con recelo por afectar su autoridad. Ante esto y de la mano con la actuación del Tribunal del Santo oficio el Virrey empieza una campaña de represión para imped ir el creciente interés por las denominadas "lecturas peligrosas". Dicha repre­sión se mediatiza con la ley de libertad de impren­ta dada en 1811 , ley que dará corno resultado cambios en las reglas de juego en la política. Apa­recen en escena nuevos diarios (El Peruano o El Sa télite del Peruano) críticos a Abascal. Por otro lado el Virrey también propició el surgimiento de nuevos diarios corno El Investigador, diario que servirá de contrapeso a los anteriormente men­cionados. Las discusiones se circunscribieron al terreno ideológico pero en estricto apego a la lea l­tad y fidelidad a la monarquía. A pesar de que el gobierno de Abascal trató por todos los medios de impedir el surgimiento de un escenario de dis­cusión política que podía poner en peligro su au­toridad, este al final lo legitimó al fomentar la discusión

El segundo capítulo - titulado La Inquisición o la política de la Discordia- tiene relación con el primero en tanto el Tribunal del Santo Oficio era la institución encargada de prohibir las lecturas que se consideraban impropias. En este sentido se puede considerar que el Tribunal pudo cons­tituirse como el principal aliado del Virrey, pero como señala Peralta este mantuvo sus reservas con el funcionamiento de esta institución. Abascal compartía los recelos de buena parte de de la sociedad peruana, por ser considerado el Tribunal como una institución autoritaria y corrupta. La relación del Virrey con esta institu­ción puede visualizarse en el contexto de su su­presión por las Cortes y por el saqueo de la cual fue objeto en 1813 donde a pesar de los recia-

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mos de la Iglesia el Virrey actuó sin firmeza. Este hecho legitimó aún más el escenario de la libertad de imprenta.

En el tercer y cuarto capítulo examina los cam­bios en el terreno de la política. Al aplicarse la constitución de 1812 .en el Virreinato peruano se puso en marcha la conformación de sus principales fines. Uno de ellos fue la implementación de nue­vas instituciones y autoridades a través de eleccio­nes populares, amparadas por la constitución . Es­tas nuevas instituciones serían la Diputación a Cortes, las Diputaciones Provinciales y el Ayun­tamiento Constitucional. Dadas las prerrogativas de las nuevas instituciones, estas limitaron las in­fluencias de las antiguas autoridades (virrey y au­d1enc1a). Por ello, Abascal buscó reducir las turbu­lencias políticas que acarreaban las transfom1acio­nes institucionales. Para analizar este fenómeno Peralta examina las primeras elecciones popula~ re_s. La primera de ellas la del Ayuntamiento de Lima (Cap. III) y la segunda las elecciones en otra ciudad importante del Virreinato del Perú: El Cuz­co (Cap. IV).

Este escenario propició una disputa entre absolutistas quienes defendían la postura del Vi­rrey y otro grupo defensor del constitucionalismo. Esto se vio reforzado por la aplicación de la cons­titución en la parte que señala la igualdad y la participación política entre españoles, criollos mestizos e indígenas;·en donde, y para las ciuda~ des que estudia Peralta, propició un reacomodo del poder en la medida que sectores de criollos tuvieron la posibilidad de participar en los asun­tos públicos. Las elecciones alentaron este reacomodo y les brindó la posibilidad de disputar el poder con las autoridades tradicionales : El Vi­rrey para el caso de Lima y los Oidores de la Audiencia para el caso del Cuzco. En ambos ca­sos los constitucionalistas lograron triunfar a pe­sar de lo todos los intentos que utilizó el Virrey Abascal para que esto no se consumara. Sin em­bargo, el Virrey tuvo cierta injerencia en la deter­minación de las autoridades o desvirtuar los re­sultados electorales. En el caso del Cuzco, en par­te, dicho comportamiento propició el levanta­miento de los Hermanos Angulo y del brigadier indígena Mateo Pumacahua.

El texto de Víctor Peralta nos muestra los cambios profm\dos de la política y sociedad pe­ruana durante el gobierno de Abascal. Todo esto con el interés de mostramos el surgimiento de una práctica liberal que bajo la autoridad de Abascal se interiorizó en diversos sectores de la sociedad

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colonial. Abascal, como señala Peralta, muy a su pesar fue el difusor de este liberalismo.

El Trabajo de Peralta es una nueva y sugeren­te lectura a este periodo, años claves para analizar las guerras de emancipación, y como Frarn;:ois Guerra menciona para comprender la incipiente modernidad política. Es, en ese sentido, un libro que entabla un dialogo con el presente al estudiar la problemática de la modernidad política.

Francisco Núñez Díaz

GIL MONTERO, Raquel, Caravaneros y tras­humantes en los Andes meridionales. Pobla­ción y familia indígena en la puna de Jujuy 1770-1870. Lima : Instituto de Estudios Perua­nos, 2004, 320 p.

"El problema de las interrelaciones entre las poblaciones nómades y el mundo agrícola y urba­no, presenta esencialmente dos aspectos acerca de los cuales se ha escrito bastante. Las investigacio­nes más importantes acerca del primero fueron rea­lizadas por antropólogos; las relativas al segundo fueron, hasta ahora, completamente dominadas por los hi_storiadores. Sin embargo, muchos problemas relacionados permanecen aún no sólo poco claros y debatibles, sino también necesitan de estudios antropológicos". Así concluía en 1994 Anatoly Khazanov el más sistemático estudio etnológico d~d1cado .ª poblaciones pastoriles. La antropolo­g1a, efectivamente, se concentró desde temprano en la descripción y análisis de las características sociales, políticas y religiosas de sociedades de P,astores de d_iversos sitios del planeta. Aunque en termmos estrictamente cuantitativos menor, el cor­pus etnográfico acumulado hasta el presente no deja de ser significativo. En los estudios históricos estas mismas sociedades ocupan por lo general u~ luga~ más bien periférico y su presencia o partici­pac1on en procesos tales como los de formación de estados nacionales no es más que tácita. Postulada esta suerte de división intelectual del trabajo, no pueden deJar de advertirse las excepciones. Tres de ellas provienen de la historia social de los países andinos; y han sido, en este sentido, los historia­dores quienes han tomado el guante arrojado por Khazanov. Quizás el primer esfuerzo por inter­pretar y analizar la dinámica histórica propia de una sociedad pastoril de los Andes centrales en

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sus propios términos sea e l ensayo de Ni Is Jacobsen sobre la provincia de Azángaro, en Puno. al norte del lago Titicaca. El segundo es el trabajo de la historiadora Ximena Medinaccelli sobre los pastores de Oruro de la zona del lago Poopó en Bolivia, desde el comienzo del período colonia l hasta mediados del S. XVII, fecha aproximada en que las "composiciones" definieron los territo­rios que tendrían vigenci a hasta fines del período colonia l. El tercero, finalmente, es el lib ro de Raquel Gi l Montero, concentrado en desentra11ar el devenir histórico del co lectivo de indígenas do­minados más importante de la actual Argentina hacia fines del período colonial hasta su eventua l desaparición a fines de la década de 1870: los pastores caravaneros y trashumantes de la puna de Jujuy en los Andes Meridionales.

El posicionamiento que adopta la autora re­mite de inmediato a los problemas que conlleva el estudio de una población pastoril en los términos planteados. La hi storiografia regiona l parece ha­ber estado concentrada en dos problemas centra­les a la puna j uj eña: por un lado, la evolución del marquesado del val le de Tojo, la hacienda más importante y dignataria de la única encomienda de la región; por el otro, las revueltas producto de los conflictos por la tierra entre 1850 y 1880. El problema de la tierra también fue objeto de estu­dios relativos al desarrollo del capitalismo en Jujuy y, en ese sentido, fue interpretado desde la pers­pectiva que ofrece el desarrollo de los ingenios azucareros en las tierras bajas de los va ll es subtropica les. Gi l Montero establ ece un distan­ciamiento significativo con respecto a estas líneas de investigación. En primer lugar, su análisis pre­senta una cara desconocida de la puna, aquella relativa a los indios no pertenecientes a l marquesado y que representaban dos tercios de la población total. En segundo lugar, el problema de la tenencia de la tierra se descompone en dos momentos diferentes: uno correspondiente a los trabajos mencionados (la formación de latifun­dios a manos de una pequeña élite a partir de 1850) y otro al período que lo antecede, entre 1770 y 1850 que, en sus últimas décadas (la etapa de la post-independencia) presenta continuida­des manifiestas con la época colonial, indefiniciones político-administrativas por parte del gobierno regional y un elemento nuevo: la gue­rra. Finalmente, el aná lisi s evidencia que la crisis de la puna no comenzó con la emigración hacia los ingenios azucareros de las tierras bajas sino que, muy por el contrario, es prec iso buscar las razo-

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nes de este fenómeno en otro sitio. En definitiva. el interrogante principal que guía la investigación es el siguiente : "có1110 y en qué momento esta población demográfica y económicamente impor­tante se convirtió en una margina{. expulsora de mano de obra, pohre y hasta invisihle en algunos momentos de la historia .. (p. 23).

La respuesta está dada por la misma estruc­tura argumentativa de l libro la cual despliega, pri­meramente, las características más estab les y con­tinuas de la población y el medio (eco lógico, so­cial e histórico) para arribar al análisis de los cam­bios, discontinuidades y rupturas a lo largo del período estudiado. La fuerza del argumento, a su vez, descansa en el método empleado. En primer lugar, en él están conjugados, luego de ser discuti­dos sus respectivos alcances y limitaciones, e l anális is de información cuantitativa (proveniente de censos, visitas y registros parroquiales) con el escudriñamiento de in formac ión cua litativa (pro­ven iente principal , pero no exclusivamente, de juicios criminales). A su vez, debido a las caracte­rísticas y ubicación de la región , resulta indispen­sable la adopción de una perspectiva comparati­va tanto regional (no circunscripta exc lusivamen­te a los modelos de población desarrollados para los Andes centrales, sino también incluyendo áreas más cercanas) como interdisciplinaria (estudios antropológicos y arqueológicos).

En contra de cua lqui er tipo de visión super­ficial asoc iada con su despoblamiento y falta de recursos, la puna presenta dos tipos de heterogeneidades es trechamente relacionadas en­tre sí. En términos eco lógicos, la porción noroccidental es más alta y sin asentamientos de gran envergadura, mientras que la oriental, más baja, encuentra la única encomienda del período con una población relativamente estable y con mayor contacto con los valles. En la puna vivía más de la mitad de la población de la actual pro­vincia de Jujuy. Una inmensa mayoría , e l 80% de los habitantes eran indígenas. De estos, sólo un poco más del 35% pertenecía a la encomienda de los casabindos y cochinocas, considerados en términos fiscales como "origina rios con tierras". El resto fue considerado por e l s istema fiscal como "forasteros sin tierras". Esta población, esencia lmente migrante, hizo de la puna un terri­torio multiétnico conjuntamente con aque llas minorías criollas de autoridades c ivil es y ecle­siás ticas encargadas de regular la vida de la re­gión y, a l mismo tiempo, autoras de la s princi­pales fuentes sobre ella. Aunque lento, el proce-

Revista Andina

so de ocupación de la puna fue continuo y queda reflejado en la formación de los curatos, que fue­ron incrementándose a medida que se hacía pa­tente la necesidad de admin istrar, política y es­piritualmente, a la población de la puna.

Resulta imposible describir la economía pasto­ril , en la que la relación entre población y recursos es delicada, s in tener en cuenta la movilidad que involucra la crianza de ganado, la organización do­méstica que posibilita la efectivización de patrones de movilidad estables y continuos a lo largo del tiem­po, el tipo de atTeglo familiar o parental en el que están involucrados las diversas unidades domésti­cas y las pautas de residencia correspondientes. En este sentido, la autora no sólo describe todos y cada uno de estos aspectos en su mutua relación sino que, al hacerlo, reconoce, explicita y analiza muchas de las inconsistencias contenidas en las fuentes con­sultadas. La economía pastoril no se realiza indivi­dualmente sino que involucra a todos los miembros de la unidad doméstica, incluso los de temprana edad, en el cuidado y mantenimiento de los recursos. De­bido a los condicionamiento s ecológicos e infraestructurales impuestos por la puna, el patrón de residencia es disperso y está pautado por el ciclo de trashumancia estacional que necesita el ganado para su crianza y reproducción. Es digno de subra­yar que para el caso estudiado el patrón de trashu­mancia se realiza entre regiones ecológicamente si­milares, y no involucra el traslado del ganado a dife­rentes pisos ecológicos. De igual manera, es en el marco del hogar donde se realizan los viajes de inter­cambio a otras regiones con el fin de suplirse de aquellos productos inaccesibles en la región. Estos viajes crearon verdaderos circuitos de intercambio por los que transitaban hombres, animales y pro­ductos provenientes de la puna argentina, el norte de Chile y, por lo menos, el sur boliviano.

La identificación del hogar como un conjun­to de ·viviendas correspondientes a una unidad doméstica, permite a la autora advertir la exis­tencia de relaciones parentales entre sus miem­bros, o parte de ellos. Estos corresidían en las estancias, cuya morfología sugiere un tipo de residencia postmatrimonial de tipo viri local. Es e l hogar, o el conjunto de hogares relacionados entre sí , el que posee colectivamente pastos y zonas irr igadas; mientras en la fami li a - y en cada uno de sus respectivos miembros- descansa la poses ión individual del ganado. Esta caracterís­tica, común a muchas sociedades pastoriles, adopta rasgos específicos en la puna. Estos ras­gos están relacionados principal, aunque no fun-

Nº 41, segundo semestre del 2005

damentalmente, con el acatamiento del mandato cristiano en la conformación de una familia - fe­nómeno que la autora interpreta en términos de la importancia que el lazo matrimonial ya tenía den­tro de la sociedad indígena, advirtiendo en él algo más que una institución surgida por mera imposi­ción colonia l. También se relacionan con los vín­culos cambiantes que estas unidades supieron mantener con la tierra a lo largo del período estu­diado. Durante la colonia todos los indígenas de la puna pagaban tributo por la ocupación de las tie­rras, pero mientras que los "originarios" lo hacían al dignatario de la encomienda (reconociéndoles en este sentido cierto derecho sobre la tierra), los "forasteros sin tierras", que emp iezan a hacerse visibles en términos fiscales a partir de las Refor­mas Borbónicas, lo hacen a la Corona. En estos términos, la continuidad en el tiempo de las diver­sas unidades domésticas no estuvo supeditada a la posesión de tierras sino a la disponibilidad del territorio donde criar el ganado y trasmitirlo, de manera hereditaria , de una generación a otra. Esta situación, con las guerras de independencia, se vio alterada . Según la hipótesis propuesta , el pro­blema de la tierra es propio de la segunda mitad del S. XIX; hasta ese momento los pastores ha­bían mantenido con ella una relación precaria pero no problemática. Desde entonces, y contemporá­neamente a la paulatina creación de un mercado de tierras, los pastores de una u otra categoría pasan a convertirse en arrendatarios. Es preciso, por lo tanto, cambiar el ángulo de análisis y abor­dar el problema de los cambios, discontinuidades y las respuestas generadas por los actores ante nuevas situaciones.

La evolución demográfica de la puna permite descubrir el impacto que generaron las diferentes crisis sufridas por la región a lo largo del S. XIX. La curva presenta tres períodos. Durante el S. XVTTT la población creció significativamente debido a la incorporación de un importante sector migrante. Durante las guerras de la independencia primero, y las guerras contra la confederación peruano-boli­viana después, Jujuy fue la provincia que menos creció; s in embargo, este estancamiento comienza antes y es preciso buscar otras causas más allá de la guerra. Finalmente, durante la última etapa la puna pierde peso relativo en la provincia, y el cre­cimiento de Jujuy obedece nuevamente a un fenó­meno de migración, pero esta vez hacia los valles centrales y subtropicales. La hipótesis que propo­ne la autora es que a lo largo del S. XVITT la puna ofrecía alternativas para los migrantes que qui-

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si eran asentarse ali í, pero su capacidad de absor­ción era limitada; luego de alcanzar un cierto ni­vel o techo, relacionado con el delicado equili­brio entre población y recursos, y debido a la sucesión de crisis experimentadas, la población se mantuvo en dicho nivel expulsando los ele­mentos excedentes.

Tres coyunturas permiten apreciar la altera­ción del equilibrio entre población y recursos. El ciclo de guerras que afectó a la región redundó en la migración generalizada (principalmente mas­culina), el empobrecimiento paulatino y la difi­cultad de recuperación demográfica. La guerra no causó bajas significativas entre la población pero sí atacó su principal fuente de riqueza, el ganado y, de igual manera, afectó los circuitos de intercambio a medida que se iban definiendo los contornos de lo que con el tiempo se convertiría en una frontera internacional. El ciclo de epide­mias que azotó a la región también resulta signi­ficativo, pero sobre todo en relación con el pro­blema del techo alcanzado por la población. Son, finalmente, factores de carácter político y social los que terminan de asestar el golpe final. Estos están relacionados con un creciente incremento de las reformas tributarias y la consecuente pre­sión fiscal ejercida, en las postrimerías del perío­do, por una elite provincial que plantea proble­mas diversos a aquellos enfrentados durante la Colonia. Las últimas páginas del libro están dedi­cadas al análisis de las respuestas de las familias estas diversas crisis y a la modificación de sus mismas estructuras.

La respuesta de la autora a la pregunta formu­lada al comienzo de su argumentación es resulta­do del análisis de todo un período de transición desde la perspectiva que ofrece la por momentos invisible, por momentos relegada y siempre ex­cluida sociedad pastoril. Se trata del pasaje de una población demográficamente significativa a una marginal y pobre; de una población que supo in­corporar un importante sector migrante a otra que debe expelerlo; de una población colonial con equi­librio de sexos a una población de reserva de mano de obra migrante y predominantemente femeni­na; de una población que protesta por el arriendo pero resuelve sus problemas de subsistencia a otra que queda prácticamente despojada de sus tierras o del acceso que pudo tener a ellas; de una población que, en el contexto de la conformación de un Estado Nación, sufre las consecuencias del cambio de una economía orientada hacia el océa­no Pacífico por otra orientada hacia el Atlántico.

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Sin embargo, a pesar de la envergadura de la crisis, la información cuantitativa no revela colapso ni despoblamiento dramático. "'Pe11samos que 110s e11contramo.1· en una situación que muestra laJle­xihilidad y la capacidad de adapta(: ión de las po­h/acio11es humanas a las situaciones más extre­mas". Entre estas capacidades la emigración se presenta como la estrategia, de larga duración, que continúa durante el S. XIX. "Las tierras calien­tes, pensamos, deben haber sido uno de los desti-11os; se impone un estudio regional que nos per­mita ajustar nuestras afirmaciones acerca de los movimientos de pohlación ·· (p. 296).

El trabajo de Raquel Gil Montero tiene dos méritos importantes . En primer lugar, cabe desta­car su distanciamiento con respecto a otras visio­nes de la puna desde la perspectiva que ofrecen las tierras bajas y su esfuerzo por concentrarse en el análisis del la población más importante que habitó en ella desde la perspectiva que ofrece su propia lógica y funcionamiento a partir de la indi­vidualización de variables precisas. En segundo término, el libro constituye una invitación al diá­logo interdisciplinario. Es aquí donde el que rese­ña se permite contribuir con una sugerencia. El estudio comparativo de las sociedades pastoriles que habitaron y aun habitan porciones importan­tes de los diferentes países andinos todavía está por realizarse. En lo que respecta a los Andes Centrales, las investigaciones antropológicas y etnográficas continúan siendo reducidas y tien­den a acentuar las características específicas del pastoreo altoandino, haciendo prácticamente im­posible la comparación. Los estudios históricos o etnohistóricos dedicados a estas poblaciones im­portan por lo general categorías de análisis pro­pias de la sociedades agrícolas pasando por alto diferencias significativas que existen entre unas y otras. Ahora bien, aquellas características co­munes, digamos "culturales", que unen a los pas­tores y agricultores que habitan porciones adya­centes de un mismo territorio quizás sean menos significativas, al momento de la comparación , que aquellas otras características también comu­nes que existen entre sociedades pastoriles que habitan los territorios, surcados en la mayoría de los casos por divisiones político-administra­tivas arbitrarias, de los diferentes países andinos. Muchos de los elementos expuestos por Raquel Gil Montero invitan a proponer una perspectiva de esta naturaleza.

Pablo Federico Sendón

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