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La pequeña Ariel no cree ser tan inteligente ni tan fuerte como sus hermanas mayores.

Sin embargo, cuando una ola las aleja a todas de casa, la sirenita es quien tiene

las mejores ideas. ¿Encontrará la confianza necesaria para compartir con sus hermanas su osado plan de rescate?

Cada princesa tiene una historia; cada historia tiene un origen.

PVP 8,95 € 10265473

128páginas

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© 2020 Disney Enterprises, Inc.Todos los derechos reservados

A C A B A D O S

D i S E Ñ A D O R

E D I T O R

C O R R E C T O R

E S P E C I F I C A C I O N E S

nombre:

nombre:

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Nº de TINTAS: 4/0

TINTAS DIRECTAS:

LAMINADO:

PLASTIFICADO:

brillo mate

uvi brillo uvi mate

relieve

falso relieve

purpurina:

estampación:

troquel

título: Mis Libros. Anna

encuadernación: Rústica sin solapas

medidas tripa: 140 x 205 mm

medidas frontal cubierta: 140 x 205 mm

medidas contra cubierta: 140 x 205 mm

medidas solapas: 0 mm

ancho lomo definitivo: 8,5 mm

OBSERVACIONES:

Fecha:

O R Í G E N E SO R Í G E N E SO R Í G E N E SO R Í G E N E S

+8

8-10

Escrito por Liz Marsham

Ilustraciones de The Disney Storybook Art Team

T_10265473 MIS LIBROS. Ariel. Ariel y la ola gigante.indd 1T_10265473 MIS LIBROS. Ariel. Ariel y la ola gigante.indd 1 16/9/20 13:0416/9/20 13:04

Para Nachie. Tenemos las mejores aventuras.—L . M .

© 2020 Disney Enterprises, Inc.Todos los derechos reservados

Publicado en España por Editorial Planeta, S. A., 2020Avda. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España)

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Primera edición: noviembre de 2020ISBN: 978-84-17062-88-0

Depósito legal: B. 17.778-2020Impreso en España

El papel utilizado para la impresión de este libro está calificado como papel ecológico y procede de bosques gestionados de manera sostenible.

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico,

mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escritodel editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra

la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear

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—

Capítulo 1Juegos en el arrecife

¡A riel, date prisa!

La sirenita parpadeó, sorprendida. Ella y sus

hermanas se preparaban para ir a desayunar y

se había distraído con las nuevas esponjas ma-

rinas que flotaban al otro lado de la ventana

de su habitación.

Eran de un rojo encendido, casi del mismo

tono que su cabello.

«¿De dónde habrán salido?», se preguntó

Ariel, intrigada.

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Sabía que los jardineros reales las habían

puesto allí, pero no recordaba haber visto es-

ponjas como aquellas en el arrecife cercano.

Tal vez algún día, cuando fuera mayor, podría…

—¡Ariel!

Se volvió hacia donde venía la voz. ¡Cinco

de sus hermanas ya se habían ido! Attina, la

mayor, flotaba a un lado de la puerta agitando

la cola con impaciencia.

«Uff», pensó Ariel. «Ahora Attina va a

echar a nadar a toda velocidad para alcanzar a

las demás.»

Pero Attina tenía trece años y Ariel solo

siete, así que su cola era más corta, de modo

que no podía nadar igual de rápido. Siempre

pasaba lo mismo. Justo el día antes…

—¡Ariel!

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Los ojos de Ariel se posaron enseguida en

su hermana, que nadaba decidida hacia ella.

«¡Oh, no! Estoy perdida», pensó Ariel.

Attina la agarró por los hombros y la obli-

gó a darse la vuelta frente al espejo. Después,

comenzó a cepillarle la larga melena.

—Espero que al menos lleves el corpiño

limpio —le recriminó.

Ariel bajó la mirada con timidez. Llevaba su

top favorito: un diseño sencillo de color mora-

do. Lo había escogido ella misma. Y sí, estaba

limpio. Tocó la prenda y asintió. Después hizo

una mueca porque, al moverse, el cepillo se le

había quedado enredado en el pelo.

—Muy bien. Ya estás lista —dijo Attina.

La sirenita se agachó delante de su her-

mana para que confirmara si el peinado había

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quedado bien. Mientras Attina hacía las com-

probaciones, Ariel se fijó en su cabello castaño

rojizo peinado a la perfección como siempre,

con su tiara de cinco puntas colocada a la per-

fección como siempre. Attina asintió satisfecha

y señaló con un gesto la puerta.

«Está tan segura de sí misma», pensó Ariel

mientras comenzaba a nadar. «¡Ojalá pudiera

sentirme yo así!»

Cuando las hermanas llegaron al comedor

del palacio, los demás ya habían acabado de

desayunar. El padre de Ariel, el Rey Tritón, sa-

cudió la cabeza ante su llegada tardía, pero por

suerte estaba demasiado ocupado como para

echarle una reprimenda.

—Ariel, escucha a tus hermanas y haz caso

de lo que te dicen —le advirtió su padre a

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toda prisa antes de marcharse con sus conse-

jeros a gobernar Atlántica.

Ariel ni siquiera tuvo tiempo de pregun-

tarle a su padre si aquella mañana iba a salir

con ellas. Todos los días, después del desayu-

no, las hermanas jugaban un buen rato en el

arrecife. Ariel siempre invitaba al rey, que de

vez en cuando aceptaba. ¡Qué bien se lo pa-

saba cuando estaba su padre! Ella trataba de

descifrar su comportamiento. ¿Acaso aceptaba

la invitación cuando se comía un pastelillo de

algas de más? ¿O tal vez estaba dispuesto a

salir los días en que ella se ponía una flor en el

pelo? ¿O quizá…?

—¡Ariel!

Levantó la vista del plato vacío. Sus her-

manas se dirigían al arco de salida del palacio.

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Giraban la cabeza para no quitar ojo a su her-

mana pequeña. Andrina nadó hacia ella.

—¿Sabes? Si tanto te gusta tu plato, pue-

des llevártelo. Tenemos más —le dijo con

semblante serio.

Pero Ariel sabía perfectamente que se es-

taba burlando de ella.

—No, no es el plato. Estaba pensando…

—dudó Ariel, que se ponía un poco nerviosa

cuando su hermana bromeaba con ella.

Andrina se dejó caer en la silla que había

a su lado. Se apartó un mechón de su cabello

rubio de los ojos y apoyó el mentón en las

manos, lista para escucharla. Junto a la puerta,

las cinco hermanas protestaron, impacientes.

—¡Id vosotras, ya os alcanzaremos! —las

avisó Andrina.

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—No podemos irnos sin vosotras dos, ya

lo sabes —le recordó Alana, la segunda hija

del Rey Tritón, que ya tenía doce años—. ¡Aún

sois muy pequeñas!

Andrina miró a Ariel y puso los ojos en

blanco en señal de resignación. La sirenita sol-

tó una risita y se relajó por fin.

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