Proyecto de Vida y Misión Claretianos Zona Sur

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PROYECTO DE VIDA Y MISIÓN ZONA SUR PRESENTACIÓN. Ponemos en sus manos esta nueva formulación de nuestro Proyecto de Vida y Misión para la Zona Sur de América Latina. En relación a lo que ustedes ya conocían se han agregado dos partes al documento: - El discernimiento de la realidad en clave misionera: que intenta expresar una valoración de aspectos transversales de nuestra realidad dada la complejidad que ella tiene. - Iluminación doctrinal – carismática: que intenta sustentar desde nuestra experiencia de fe en Jesucristo aquello que vemos en la realidad y nos proponemos servir desde nuestras estructuras. Vemos necesario señalar que las fuentes principales para la reelaboración de nuestro Proyecto de Vida y Misión han sido los aportes dados por las comunidades y lo trabajado en la II Asamblea de la Zona Sur, realizada en Luque – Paraguay. Además, hemos tenido presente el Magisterio Latinoamericano expresado en el “Documento de Aparecida” y el Magisterio Congregacional expresado en el documento “Hombres que Arden en Caridad”. Hemos articulado una redacción continuada del documento en función de una lectura narrativa y no esquemática. Entendemos que esta reelaboración es un Instrumento de Trabajo para todas nuestras comunidades claretianas, con el fin de ampliar la mirada y los horizontes a la hora repensar nuestra misión en esta parte del mundo. Indicamos también, que a continuación de este Proyecto, consideramos fundamental la reelaboración o elaboración de los proyectos de las distintas áreas de apostolado, que contribuirán a la concreción de nuestra tarea en la Zona Sur de América Latina. En el plano metodológico, las aportaciones deben ser entregadas hasta el 20 de octubre de 2010 al Superior de cada organismo y luego serán trabajadas en la reunión que los equipos de gobierno tendrán en Buenos Aires los días 13 y 14 de noviembre del año en curso. Se ha numerado el documento para una mejor aportación al mismo y la referencia en las citaciones de autores y documentos se ha hecho de forma inmediata para una lectura más ágil. El aporte se lo pedimos desde dos perspectivas: - Valoración general del documento y su proyección. 1

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Proyecto de Vida y Misión para la nueva provincia de los Claretianos Zona Sur

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PROYECTO DE VIDA Y MISIÓN ZONA SUR

PRESENTACIÓN.

Ponemos en sus manos esta nueva formulación de nuestro Proyecto de Vida y Misión para la Zona Sur de América Latina. En relación a lo que ustedes ya conocían se han agregado dos partes al documento:

- El discernimiento de la realidad en clave misionera: que intenta expresar una valoración de aspectos transversales de nuestra realidad dada la complejidad que ella tiene.

- Iluminación doctrinal – carismática: que intenta sustentar desde nuestra experiencia de fe en Jesucristo aquello que vemos en la realidad y nos proponemos servir desde nuestras estructuras.

Vemos necesario señalar que las fuentes principales para la reelaboración de nuestro Proyecto de Vida y Misión han sido los aportes dados por las comunidades y lo trabajado en la II Asamblea de la Zona Sur, realizada en Luque – Paraguay. Además, hemos tenido presente el Magisterio Latinoamericano expresado en el “Documento de Aparecida” y el Magisterio Congregacional expresado en el documento “Hombres que Arden en Caridad”.

Hemos articulado una redacción continuada del documento en función de una lectura narrativa y no esquemática.

Entendemos que esta reelaboración es un Instrumento de Trabajo para todas nuestras comunidades claretianas, con el fin de ampliar la mirada y los horizontes a la hora repensar nuestra misión en esta parte del mundo. Indicamos también, que a continuación de este Proyecto, consideramos fundamental la reelaboración o elaboración de los proyectos de las distintas áreas de apostolado, que contribuirán a la concreción de nuestra tarea en la Zona Sur de América Latina.

En el plano metodológico, las aportaciones deben ser entregadas hasta el 20 de octubre de 2010 al Superior de cada organismo y luego serán trabajadas en la reunión que los equipos de gobierno tendrán en Buenos Aires los días 13 y 14 de noviembre del año en curso.

Se ha numerado el documento para una mejor aportación al mismo y la referencia en las citaciones de autores y documentos se ha hecho de forma inmediata para una lectura más ágil.

El aporte se lo pedimos desde dos perspectivas:- Valoración general del documento y su proyección.- Aportaciones parciales a los números del documento.

Desde ya agradecemos la aportación a este instrumento de trabajo que nos ayudará a construir con mayor fidelidad nuestro Proyecto Misionero para la Zona Sur.

DISCERNIMIENTO DE LA REALIDAD EN CLAVE MISIONERA.

1 El objetivo de nuestra Misión es anunciar y hacer presente, como Jesús, el Reino de Dios. Esto es descubrir la voluntad de Dios, identificarnos con ella, que sea Dios quien ocupe el corazón de los seres humanos e inspire nuestra vida social. Todas las estructuras que podamos crear son un medio

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para realizar este fin, por ello necesitamos estar muy atentos a una realidad que está sujeta a un cambio permanente, con un espíritu inquieto como el de Claret. Desde esta actitud podemos descubrir en los signos de los tiempos la voluntad de Dios que nos impulsa a comprometernos en la transformación de nuestro mundo.

2 Los Misioneros Claretianos de esta Zona Sur de América Latina, con el deseo ardiente de servir al Pueblo de Dios en el Anuncio del Evangelio, nos sentimos interpelados a discernir los “signos de los tiempos” para dar respuestas oportunas, urgentes y eficaces en los lugares donde vivimos y desarrollamos nuestra misión (cf DA 33). Guiados por el Espíritu, nos ponemos a la escucha de las llamadas que el Señor de la Vida nos hace a través de la realidad, para leerla con ojos misioneros, acogerla como discípulos y procurar encendernos y encender a otros en el fuego del amor (cf Hac 30).

3 Por ello, nuestro acercamiento a la realidad tanto socio-política como económica y cultural de nuestros países no se identifica con un análisis sociológico exhaustivo, sino que, buscando reconocer las interpelaciones que Dios nos hace en dichos procesos y las invocaciones que producen en nuestra comunidad misionera trabajamos para aportar junto a otros en la construcción del Reino de Dios. Nos hacemos eco de los desafíos y llamadas plateadas por el XXIV Capítulo General, que expresan la riqueza congregacional inserta en el mundo.

Realidad Social.

4 La realidad en la que vivimos los claretianos de esta zona del cono sur es polifacética, tanto por los lugares donde nos encontramos realizando la tarea misionera, como por las personas que nos sentimos involucradas. Somos cuatro países que presentan muchas similitudes pero también gran diversidad, sumado a las diferentes geografías culturales donde estamos presentes, que van desde realidades indígenas y zonas rurales hasta grandes centros urbanos y suburbanos. Todo esto nos hace dimensionar la complejidad de una mirada global de la realidad que nos toca servir.

5 Nos parece fundamental tener presente la realidad cambiante de nuestro mundo, puesto que el cambio se ha instalado como una categoría transversal de todo lo que existe, y a la hora de tomar decisiones evangelizadoras, nos exige lucidez y preparación para responder adecuadamente a los desafíos existentes (cf DA 34).

6 Planteamos algunos elementos transversales que nos parecen significativos para construir una mirada común de cara a nuestra proyección misionera:

a A nivel económico constatamos que el sistema neoliberal se ha impuesto en la realidad social de nuestros pueblos. Sistema que ha generado mayores desigualdades sociales y exclusión de una gran mayoría de la población a “los bienes de servicio” (salud, educación, vivienda, bienes básicos). Predominio de los intereses de las grandes empresas, que muchas veces transgreden los derechos de las personas, pueblos y de la naturaleza (cf DA 61 – 62). Además, la lógica económica del sistema neoliberal, ha trastocado los valores de la convivencia social, desde nuestras relaciones hasta nuestros derechos, en función y provecho del mercado, ya no somos ciudadanos sino consumidores (cf DA 46).

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Nos sentimos llamados a estar con los pobres y excluidos, compartiendo nuestra vida y misión con ellos, trabajando en la promoción humana y justicia social, con un estilo de vida austero (cf DA 380. 391). b A nivel cultural nos encontramos con nuevos y complejos procesos que nos exigen un discernimiento lúcido y sereno. “En el mundo de hoy se da el fenómeno de la globalización como un entramado de relaciones a nivel planetario. Aunque en ciertos aspectos es un logro de la gran familia humana y una señal de su profunda aspiración a la unidad, sin embargo comporta también el riesgo de los grandes monopolios y de convertir el lucro en valor supremo” (AP DI 2, c; cf DA 34), olvidando la riqueza de nuestras culturas. En este contexto, las nuevas tecnologías, especialmente la Internet, hacen que estemos más interconectados, aun cuando ello no sea sinónimo de más comunicados. Los medios de comunicación social marcan la conciencia ciudadana desde las estadísticas, dejando de lado el rostro de las personas, además de impregnar la vida social de antivalores (cf DA 38 – 39).

No sentimos llamados a comprometernos con una formación sólida que nos permita responder con eficacia a los desafíos de la actualidad.

c En el ámbito socio – político, constatamos un cierto progreso democrático y una mayor participación de diversos grupos que han tomado conciencia de su papel protagónico en la sociedad civil (DA 74 – 75). Ahora bien, la pérdida creciente de confianza en las instituciones lesiona la convivencia social e impide la adecuada transmisión de valores que formen a las nuevas generaciones DA 77 – 78). Vemos que en medio de estas situaciones, la familia se encuentra muy vulnerable a sucumbir sin rumbo y sin respuesta ante todos estos complejos procesos. Junto a lo anterior, la consecuencia inmediata es que los niños y jóvenes no encuentran modelos de vida y valores que los motiven en su crecimiento y compromiso con una sociedad nueva, marcada por los valores evangélicos (DA 50 – 51).

Nos sentimos llamados a atender la realidad familiar y a comprometernos con la formación de las nuevas generaciones, desde los valores del Reino de Dios.

Realidad Eclesial.

7 La Iglesia de América Latina no vive al margen de estos procesos. Ella misma se siente interpelada a redescubrir su identidad en estas tierras desde los clamores de una “justicia tan largamente esperada”. La última Conferencia General del Episcopado en Aparecida nos aporta una mirada de la realidad eclesial en clave discipular y misionera para resituarnos y asumir con humildad que la Nueva Evangelización es aún una tarea pendiente.

a Valoramos el crecimiento sostenido de la participación laical. “En las Comunidades eclesiales de América Latina es notable la madurez en la fe de muchos laicos y laicas activos y entregados al Señor, junto con la presencia de muchos abnegados catequistas, de tantos jóvenes, de nuevos movimientos eclesiales y de recientes Institutos de vida consagrada” (DA, DI 2 d). Junto a lo anterior, constatamos la presencia de diferentes grupos que viven una espiritualidad disociada de la realidad, buscando seguridad al interior de la Iglesia y no diálogo con el mundo actual (DA 100 b).

Nos sentimos llamados construir una Iglesia de comunión y participación, en fidelidad al Concilio Vaticano II y el Magisterio Latinoamericano (cf DA 368).

b Constatamos un proceso acelerado de secularización, unido a una fe que no se traduce en un auténtico compromiso en todos los ámbitos de lo social. La sociedad secular formula nuevas

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interrogantes a la Iglesia a la hora de presentar diversas cuestiones, lo cual implica un esfuerzo importante por traducir los grandes principios a las nuevas situaciones. Las posturas demasiado rígidas, que a veces presentamos, son un obstáculo para la evangelización. Sin renunciar a la verdad la clave está en cómo presentar la doctrina cristiana como camino de Vida y no simplemente como restricciones normativas.

No sentimos llamados a promover la riqueza del diálogo entre la fe y la cultura, desde las nuevas formas en las cuales ambas se expresan, iluminando desde el Evangelio el sentido de la vida humana dado por Jesucristo y renovando nuestra fe desde la vida de nuestros pueblos.

c Aparecida nos ha urgido a una “Conversión Pastoral”, sin la cual es imposible reconocer que el Espíritu nos llama a responder de un modo diverso a los nuevos desafíos evangelizadores (cf DA 365ss), desde esta perspectiva el lugar de la Palabra de Dios ha sido y es fundamental en la vida de las comunidades cristianas de nuestro continente. La vitalidad que nos ofrece la Palabra de Dios es una fuente para convertir el corazón a Dios.

Nos sentimos llamados a promover la animación y pastoral bíblica de toda nuestra actividad misionera, articulando junto a otros esta tarea.

Realidad Congregacional.

8 Los Misioneros Claretianos, llegados a estas tierras hace más de 140 años, compartimos la riqueza de nuestro carisma como Oyentes y Servidores de la Palabra y procuramos encender el fuego de la pasión por el Reino en la Zona Sur de América Latina. Somos 120 misioneros, procedentes de 12 países distintos. Somos conscientes de nuestras fragilidades en cuanto a la disminución del número de religiosos claretianos y los desafíos desbordantes que se nos presentan, dada la cantidad de posiciones que se atienden y la magnitud del territorio donde estamos. La media de edad es de 55 años, de los cuales un 39 % es menor de 50 años y un 33% mayor de 71.

Nos sentimos llamados a renovar nuestro compromiso vocacional y a convocar a otros para continuar nuestra misión (cf Hac 60).

9 Constatamos que nuestra presencia tiene diversas perspectivas, por lugares geográficos: nos situamos principalmente en zonas urbanas grandes, teniendo también presencia en zonas rurales, pero en una escala mucho menor. Nuestra ubicación geográfica es mayoritariamente urbana. Desde los sectores pastorales: estamos trabajando principalmente en la atención parroquial, en zonas de misión y en la atención educativa, y en cuanto a la dedicación pastoral: hay un número significativo de hermanos que tienen más de un servicio pastoral en las comunidades. Si tomamos en cuenta la configuración y distribución de los claretianos, prioritariamente, se abocan a la Pastoral Parroquial, en segundo lugar a las zonas de Misión y en tercer lugar a la Pastoral Educativa.

Nos sentimos llamados a revisar las prioridades de nuestra misión y las posiciones pastorales que tenemos, para responder con fidelidad al llamado de Dios (cf Hac 64). 10 Miramos con optimismo el discernimiento que ha hecho el último Capítulo General, descubrimos dinamismos y tensiones de crecimiento que expresan la riqueza de nuestra Congregación. La multiculturalidad que constatamos en la constitución de nuestras comunidades, simboliza el nuevo tiempo que se ha inaugurado y que exige de nosotros madurez y lucidez para vivir y compartir la misión claretiana.

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Nos sentimos llamados a compartir la misión con otros, en comunidad – familia, cultivando nuestra formación de cara a los nuevos desafíos del mundo (cf Hac 56,58).

ILUMINACIÓN DOCTRINAL – CARISMÁTICA.

11 Luego de haber contemplado y escuchado en la historia las llamadas de Dios, es tiempo ahora de ponernos a la escucha discipular del Señor. Lo hacemos desde nuestra identidad carismática y nuestra vocación a ser Oyentes y Servidores de la Palabra, ya que ella es nuestra verdadera forma de interpretar y vivir el Evangelio. Además, lo hacemos en Comunidad y en Misión Compartida, que son las formas normales de asumir nuestro compromiso misionero.

Los rostros sufrientes de Cristo y la pobreza estructural como pecado (DA 32)

12 Jesús de Nazaret, el Hijo Ungido y anunciador del Reino claramente vivió y optó por los más empobrecidos de su tiempo (Lc. 4, 18-19). El Reino anunciado por él constituía el núcleo central no sólo de su predicación sino del modo de entender el mundo, las relaciones humanas y la pasión que lo llevaba a denunciar las estructuras opresivas en todos los niveles de la vida humana (EN 9; DA 95).

13 Las primeras comunidades cristianas se caracterizaron por vivir la dimensión de la comunión y la fraternidad como un claro testimonio de que ellas constituían un modo alternativo de vida frente al mundo (Hech. 2, 42 – 47. Carta a Diogneto, cap. 5 – 6). Su dinámica no nacía de un mero espíritu contestatario sino de una vivencia de la fe en el Dios Comunión de Personas, revelado en Jesucristo. Fe y vida estaban tan íntimamente unidos en ellos que no podían entenderse a sí mismos sino como cristianos en el mundo, sal y luz, fermento y semilla del Reino (cf. Mt. 5, 13 – 14).

14 Nuestro Padre Fundador es ícono de este modo concreto de ser discípulo – profeta en su vida. Ante los males del mundo no dudó en ser palabra clara de denuncia y suscitar iniciativas transformadoras, creativas y solidarias que promovieran el desarrollo y la dignidad humana (Emp 17). También nosotros hemos sido ungidos por el mismo Espíritu evangelizador (CC 39, Emp 19). El seguimiento de Jesús como discípulos y misioneros al estilo de los Apóstoles, comporta abrazar el mismo estilo y las mismas opciones que el Señor (CC 4 – 5).

15 Configurarnos con el Señor es fruto de una contemplación activa, que nos lleva a identificarnos con él en la cruz de los pobres. Con una larga tradición latinoamericana, contemplamos al Señor crucificado en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, no para quedarnos pasivos ante el dolor, sino para despertar la pasión por la justicia, la defensa de la vida y la promoción de una solidaridad humanizante (DA 65, 393 – 394). Ello comporta la denuncia a las estructuras de pecado generadoras de pobreza y exclusión.

16 La experiencia de encuentro con Jesucristo vivida como claretianos nos lleva a asumir que “la solidaridad con los pobres, los excluidos y los amenazados en su derecho a la vida y el compromiso con su liberación son parte esencial de nuestra fe en Jesús y de la dimensión profética de nuestra vida misionera” (Ptv 39; Hac 2j, 6, 42,58). Lo hacemos viviendo la pobreza evangélica como una clara opción por vivir en comunidades que centradas en la misión, coloquen sus bienes al servicio de la

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evangelización, poniendo nuestro corazón sólo en Dios y viviendo en comunidades misioneras. La comunión de bienes aportar un testimonio creíble de fe, esperanza, caridad y humanidad. (CC 24 – 25; Hac 65; Emp 25).

17 En la Doctrina Social de la Iglesia, especialmente en la clave de la justicia social y la dignidad de la persona humana encontramos un filón rico que deberemos asumir en el modo de realizar nuestra misión (EA 54). La Justicia, Paz e Integridad de la Creación se entienden como un claro servicio a la vida amenazada (Hac 58.3). Profundizando en sus contenidos daremos a nuestra acción el talante profético que nuestros pueblos nos reclaman en esta hora de América Latina (DA 536.542; Cf. Proyecto Misionero Claretiano para América Latina y el Caribe de Cicla).

Los jóvenes: centinelas de la mañana, invitados de Dios a la misión.

18 Dios ha soñado desde siempre un proyecto de vida para la humanidad. La creación es expresión de la vocación a la vida y del sueño que quiere realizar con cada uno de sus hijos (Gen. 1,26 – 28). Este es el primer y fundamental contexto vocacional. Hemos sido llamados a la felicidad. Jesús, el Señor, que se ha hecho amigo de sus discípulos (Jn. 15, 14 – 15), es Camino que andar, Verdad que creer y Vida que vivir, en esta historia concreta y más allá de ella (Cf. Jn.14,6; Aparecida 101). Todos y cada uno de sus hijos e hijas es provocado a responder desde la clave del amor a esta invitación (DCE 1).

19 “Maestro, ¿Dónde vives?...¿Qué debo hacer para ganar la vida eterna?” (Cf Jn. 1,38; Mc. 10,17). Ambas preguntas son hechas por personas jóvenes al Señor. Ambas preguntas manifiestan una doble perspectiva: la búsqueda por las cosas realmente importantes, preguntas que a veces no están formuladas de la mejor manera pero que expresan el hondo anhelo de respuestas, y por otro lado la intuición (no certeza) de que Jesús es la persona que puede darles las respuestas adecuadas, porque tal vez intuyen, que él mismo es la respuesta.

20 “En América Latina, la mayoría de la población está formada por jóvenes. A este respecto, debemos recordarles que su vocación consiste en ser amigos de Cristo, sus discípulos, centinelas de la mañana, como solía decir mi predecesor Juan Pablo II. Los jóvenes no tienen miedo del sacrificio, sino de una vida sin sentido. Son sensibles a la llamada de Cristo que les invita a seguirle” (DA Discurso Inaugural). 21 Esta verdadera cultura vocacional es el marco adecuado en el cual debe darse el vínculo profundo con el mundo de los jóvenes. No se trata de anunciarles un contenido sino de favorecer una experiencia de encuentro con una persona: Jesús de Nazaret, el Señor (DA 243). La fe no es una obligación ni algo a ser impuesto; es la relación de confianza entre aquellos que a partir de conocerse, se aman y se necesitan. Dios necesita de los jóvenes tanto como ellos necesitan de él. La Iglesia y la Congregación necesitan de los jóvenes tanto como ellos necesitan de ellas. No es una necesidad nacida de la carencia, sino del amor. (Hac 19. 60).

22 Los jóvenes constituyen para la Iglesia una llamada a renovarse desde la frescura del Evangelio. En ellos resuena la voz del Señor que nos invita una y otra vez a vivir apasionados con lo que hacemos, a desplegar libremente las alas y soñar más allá de lo posible, a movilizar la creatividad para anunciar con nuevos lenguajes la Buena Noticia. A su vez nos desafían a vivir en la iglesia, como

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casa y escuela de comunión, aprendiendo de las riquezas y diversidades generacionales, asumiendo que todos tenemos nuestro lugar en la comunidad para la misión. “En su búsqueda del sentido de la vida, (los jóvenes) son capaces y sensibles para descubrir el llamado particular que el Señor Jesús les hace. Como discípulos misioneros, las nuevas generaciones están llamadas a transmitir a sus hermanos jóvenes sin distinción alguna, la corriente de vida que viene de Cristo, y a compartirla en comunidad construyendo la Iglesia y la sociedad.” (DA 443)

23 La pastoral vocacional claretiana, los procesos de formación inicial y las nuevas generaciones de claretianos jóvenes reavivan el fuego misionero de la Congregación. Los jóvenes no son sólo números que se suman a una institución, sino que es Vida nueva que enriquece con sus carismas y experiencias a todo el cuerpo (1Cor. 12). Ellos recrean en la Iglesia y en la Congregación la sensibilidad misionera y la intuición tan necesarias en la evangelización hoy.

La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros: El diálogo Fe – Cultura, encarnación e inculturación (Jn. 1,14)

24 La dinámica de la encarnación es para nosotros principio fundamental de comprensión para entender nuestra vivencia vocacional. En la pedagogía de Dios, la encarnación del Hijo es ante todo iniciativa gratuita al encuentro con la humanidad, diálogo con sus hijos, donación y apertura (Jn. 3,16). Lo divino y lo humano se encuentran para enriquecerse.

25 Evangelizar significa dialogar. Es anuncio en la alteridad, con unos interlocutores que no sólo son personas sino modos de pensamiento, visiones del mundo, de modos de vida (cf EN 18 – 20). El amplio mundo de la cultura (de las culturas) con el cual, desde sus orígenes, el cristianismo dialogó y al cual quiso anunciar ese “Dios desconocido” (Hech. 17,23) revelado en la persona de Jesucristo (Heb . 1,1 – 4). Los principios de encarnación e inculturación han tenido en la historia de la evangelización de América Latina y de los claretianos del Cono Sur una fuerza magnífica que nos ha llevado a, no sólo vivir con nuestros pueblos, sino hacernos pueblo con ellos, y ha dotado a la Congregación de unos rasgos particulares y únicos, riqueza para nosotros y riqueza para nuestras culturas (Hac 41).

26 La experiencia apostólica de San Pablo en el areópago nos estimula a nosotros a buscar el modo más oportuno y eficaz para el anuncio de la Buena Noticia desde el testimonio de nuestra vida y nuestra misión (DA 390, 491ss). Esos nuevos areópagos toman la forma hoy, por ejemplo, de las nuevas tecnologías en las que también hemos de ser capaces de encender a otros en la Pasión por el Reino, anunciando el mensaje profético. (HAC 2j. 61; DA 486ss). El magisterio nos ofrece una clave positiva para acercarnos como misioneros a La “cibercultura”.”Estas salas se han convertido en algo propedéutico al templo, punto de referencia y de interés también para los alejados, servicio al Pueblo de Dios, y también a todos los hijos de Dios dispersos” (Juan Pablo II).

27 San Antonio María Claret comprendió perfectamente los retos culturales de una Europa en cambio, con corrientes de pensamiento anticlericales, filosofías e ideologías que poco de evangélicas tenían, donde la Iglesia se veía obligada a reposicionarse en su relación con la sociedad civil, en medio de conflictos e incertidumbres. Las iniciativas de la Academia de San Miguel, la preocupación por la formación de los sacerdotes expresada particularmente en la acción desarrollada en el Escorial y el discernimiento constante le llevaron a asumir como prioritario el dialogo con la cultura de su tiempo y expresa a la vez la lucidez para comprender lo que pasaba en su entorno (Aut. 332.581.869 – 872).

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28 Su experiencia personal es en ese sentido una realidad normativa para nosotros. Como “centinelas de la aurora” (Cf. Is. 21,6; 26,9; Salmo 130, 6 – 7) nuestra espiritualidad misionera se caracteriza por una actitud de expectación, discernimiento permanente y apertura a las preguntas y desafíos que el mundo nos hacen. Una espiritualidad que integrada en un itinerario permanente de formación nos mantenga siempre tensionados entre las preguntas que escuchamos y las respuestas adecuadas en un proceso de conversión personal y pastoral desde la clave de la multiculturalidad e interculturalidad. (DA 476 – 480, Hac 12. 41. 45; Ptv 72)

La Familia, Buena noticia para el mundo. (HAC 38 – 39. 59.1)

29 Dios mismo es familia en la relación del Padre, del Hijo y del Espíritu. Así como la Iglesia es icono de la trinidad, esa irradiación se manifiesta en primer lugar en la familia como “Iglesia Doméstica” y primera trasmisora de la fe. (DA 115. 118. 204).

30 La familia de Nazaret nos muestra en el misterio de sus relaciones humanas y divinas como así también la comunión de base que nos permite comprender y vivir la experiencia de Dios como Padre, las relaciones de amor fraterno, la filiación a María. Nuestros vínculos religiosos ciertamente se nutren de la experiencia humana fundamental de la familia. Esa experiencia la vivió Jesús en Nazaret y de ella recogemos nosotros la opción fundamental de Dios de haber querido vivir en familia, de hacerse familia.

31 A imagen de la primera comunidad cristiana, “tener un solo corazón y una sola alma” (Hech. 4,32) es para nosotros el modo concreto de ser cristianos, religiosos y claretianos como ideal de vida y proyecto histórico. La experiencia comunitaria vivida en fraternidad no sólo impacta a los demás, sino que convoca y provoca respuestas de seguimiento en otros (Hac 19). Ella es nuestra primera palabra misionera (Hac 16).

32 “Como en la familia humana, la Iglesia – familia se genera en torno a una madre, quien confiere “alma” y ternura a la convivencia familiar. María, Madre de la Iglesia, además de modelo y paradigma de humanidad, es artífice de comunión” (DA 268). Nuestra identidad de Hijos del Corazón de María, Madre de la Congregación y Madre de la Iglesia encuentra aquí un vínculo profundo con la dimensión familiar y eclesial. La ternura, la profecía cotidiana, la acogida abierta y fraterna son dimensiones esenciales de nuestra vida-misión que aportan a la Iglesia un rasgo típicamente claretiano (Hac 35; Emp 20).

Una Iglesia de comunión y participación, Pueblo de Dios en la historia

33 La Iglesia ante todo es una comunidad de discípulos y misioneros convocada por el Padre, que a partir de un encuentro personal y comunitario con el Señor de la Vida, muerto y resucitado, y animada por el Espíritu Santo experimenta la alegría y el gozo de sentirse llamada a evangelizar, siendo la nueva evangelización tal como desde Juan Pablo II hasta ahora se ha propuesto a la Iglesia, su aporte específico y genuino para la construcción social de una cultura de la vida, empapada de evangelio, promotora de justicia, dignidad, solidaridad y promoción humana (cf EN 14).

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34 Animada por la Palabra de Dios, habitada por el Espíritu, ella encuentra su centro en el Dios Uno y Trino, fuente de la comunión eclesial y del dialogo de todos sus miembros desde un claro reconocimiento que la diversidad es riqueza y no obstáculo (NMI 43, DA 304). En el amor donado en la Historia de la salvación encuentra ella su pedagogía para servir a los pueblos y culturas. No es pues la misión fruto de una necesidad sociológica sino nacida del corazón de Dios que hace de los hombres y de los pueblos sus interlocutores para gestar juntos un proyecto de vida personal y comunitaria que de un sentido trascendente a la vida.

35 La Iglesia vive así su más genuino modo de ser Sacramento de Salvación. La fidelidad al Evangelio, la vivencia coherente del mandamiento del amor desde la clave del servicio, son los criterios decisivos que la hacen en el plano de las mediaciones, lugar de encuentro de lo humano y lo divino, de la historia concreta y la realidad futura a la que apunta y da sentido a toda su acción misionera.

36 Expresa en su vida misma aquello que anuncia al mundo. Siendo una Iglesia toda ella ministerial, enriquecida por carismas y ministerios (1 Cor.12, Rom. 12, 3 – 8) encuentra en la misión compartida el auténtico modo de ubicarse en el mundo desde la comunión de las formas de vida cristiana. En sus vínculos fraternos, en los modos de diálogo, en sus instancias de gobierno, animación, oración, servicio…, muestra un modo de ser y de actuar que atraen por su testimonio y confrontan con otros estilos autoritarios, marginadores, intolerantes que se caracterizan por una mirada negativa de aquellos que son distintos (Lc. 22,24 – 27).

37 Para nosotros claretianos, este modelo de Iglesia nos hace vivir la misión compartida como el “modo normal de vivir la misión” con laicos, religiosos/as, sacerdotes y pastores, como así también con otros grupos religiosos y sociales que buscan el Reino de Dios (Ptv 35 – 37; Hac 22, 58). Siendo hombres que arden en caridad y fieles a la Iglesia, los misioneros claretianos estamos llamados a encender en el fuego del Amor a todos aquellos hijos e hijas amados por Dios.

38 La vida comunitaria no es para nosotros un añadido sino un eje esencial de vivir como consagrados y misioneros (CC 10). Ella evoca la primacía dada por Jesús al amor fraterno y la convierte en la primera palabra misionera. Somos comunidad convocada para la misión. Por eso “la primera y principal pertenencia del claretiano ha de ser su profunda comunión con los hermanos, llamados y enviados como él a ser testigos y proclamadores de la Buena Nueva” (Mch 133; Hac 16). Esta ha sido la experiencia de nuestro Fundador (Aut. 491) y lo expresan nuestras constituciones como marco en el cual cada uno y todos los misioneros realizamos plenamente nuestra eclesialidad y nuestra vocación apostólica (CC 12)

UN PROGRAMA DE VIDA E ITINERARIO DE ESPIRITUALIDAD: Hombres que arden en caridad.

39 Nuestro último Capítulo General nos invita a recordar quienes somos no desde una definición sino desde una síntesis que nos impulse vitalmente (Cf. Hac 28). La expresión “Hombres que arden en Caridad” y el Memorial del Misionero leído en los contextos en los que nos encontramos resultan ser evangélica y carismáticamente inspiradores para ubicarnos como nueva provincia en la Zona Sur de América Latina (Hac 31). Son para nosotros un verdadero programa de vida y un itinerario de espiritualidad. Ello significa para nosotros:

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a Ser hombres que arden en caridad, desde una fuerte experiencia del amor de Dios Padre y de la presencia del Corazón de María que nos forma en la Fragua y que configuran en nosotros una espiritualidad centrada en la Palabra de Dios y la Eucaristía (Hac 32. 35.38. 48).

b Recordar nuestra identidad de Hijos del Corazón de María no sólo como un nombre sino como el centro configurador de nuestra espiritualidad (Hac 34), que nos provoca a vivir buscando en todo la voluntad de Dios y su Gloria que se traduce en un anuncio liberador para todos sus hijos e hijas (Hac 36).

c Ser hombres libres viviendo en clave de fe nuestro discipulado misionero como los apóstoles, en clave de conversión permanente desde las urgencias de la misión y las llamadas que el Señor nos hace para encender a otros en el fuego del amor. La libertad que el Espíritu suscita en nosotros caldea en nosotros la itinerancia, disponibilidad, el discernimiento constante de la realidad y un hondo sentido eclesial (Hac 47).

d Ser hombres de Dios para el mundo que expresen aquello que creen en su vida cotidiana, trasmitiendo gratuitamente aquello que gratuitamente han recibido, viviendo con alegría la vocación misionera junto con otros y otras y haciendo de nuestras comunidades verdaderos ámbitos de fraternidad, comunión y corresponsabilidad. Así el testimonio comunitario será una palabra privilegiada de entusiasmo vocacional para nosotros mismos y para otros. La hospitalidad, especialmente con los más pobres, es hoy una clave teologal fundamental para reconocer al Dios de la vida.

e Estar en actitud de Formación Permanente, con mente abierta y humilde, capacitándonos para responder a los nuevos desafíos y nuevos areópagos con los medios renovados que el Espíritu nos presenta en el mundo actual, cultivando la intuición pastoral y programando las acciones evangelizadoras desde lo más oportuno, urgente y eficaz.

f Haciendo con otros en misión compartida, entendiendo ésta como “el modo normal de vivir la misión”, alentando y promoviendo los carismas y ministerios.

g Siendo Oyentes y Servidores de la Palabra, anunciando al Dios de la vida y la esperanza que previamente hicimos vida en nosotros y que en fidelidad a Dios y al Evangelio nos hace optar claramente por los pobres.

h Convocados en comunidad para la misión, viviendo y sintiéndonos Iglesia. La comunidad misionera no es para nosotros un añadido sino un eje esencial de vivir como consagrados y misioneros. “Evocando la primacía dada por Jesús al amor fraterno (cf. Jn 13, 34 – 35; Mt 25, 40), la Iglesia insiste en que la vida fraterna en comunidad es nuestra primera palabra misionera (cf. EN 21; VFC 54; Emp 28). Hoy nos sentimos llamados a renovar la alianza que nos congrega como comunidad, y a retejer y profundizar los lazos que nos reúnen en familia, en un solo cuerpo. (Hac 16)

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DESAFÍOS Y LLAMADAS QUE NOS INTERPELAN

40 A la luz de la realidad analizada previamente y del marco doctrinal, creemos que se nos presentan los siguientes desafíos a nuestra vida y misión:

a Referidos a nuestra vida.

1. ¿Cómo continuar en formación permanente para responder mejor a los desafíos de la misión evangelizadora?

2. ¿Cómo dar densidad teologal a nuestra vida comunitaria claretiana desde la Palabra de Dios y en clave multicultural?

3. ¿Cómo encender a otros en el fuego misionero para seguir a Cristo desde el espíritu de Claret?

b Referidos a la Misión.

1. ¿Cómo anunciar el Reino desde los pobres como preferidos de Dios?

2. ¿Cómo construir una Iglesia de comunión y participación?

3. ¿Cómo defender la vida en todas sus dimensiones?

4. ¿Cómo fortalecer la Familia como Buena Noticia para el mundo?

5. ¿Cómo hacer con otros la misión evangelizadora?

6. ¿Cómo adecuar nuestro servicio misionero de una manera oportuna, urgente y eficaz, a través de una adecuada revisión de posiciones?

7. ¿Cómo encarnar e inculturar la fe en nuestro mundo?

PRIORIDADES MISIONERAS

41 Se entiende por prioridades aquellos aspectos de nuestra evangelización a los que se han de dedicar la atención preferente en recursos humanos y materiales. Esto no excluye ni desvaloriza otras áreas de nuestra pastoral que, sin ser prioritarias, se necesita seguir llevando adelante al menos por ahora.

Señalamos las siguientes:

a Los pobres y la justicia. En fidelidad al Evangelio, el magisterio latinoamericano y a nuestra Congregación (Hac 2,e).

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b El diálogo Fe – cultura. Como misioneros sentimos el llamado a crear puentes y abrir fronteras entre el Evangelio y nuestro mundo que busca respuestas y sobre todo sentido de vida.

c La Familia. Es un “patrimonio de la humanidad” y constituye uno de los tesoros más valiosos de los pueblos latinoamericanos (DA 302).

d Los jóvenes y su formación. Nos unimos a la preocupación de la Iglesia latinoamericana por la formación de los adolescentes y jóvenes (DA 442).

e La pastoral vocacional. Con la riqueza de sentido que ella ha adquirido en nuestra doctrina y práctica claretiana (cf Hac 60; DVC). Ha de relacionarse también con la urgencia de promover vocaciones laicales que compartan el espíritu misionero de Claret y el servicio misionero evangelizador dentro y fuera de nuestras obras.

MEDIOS PRIORITARIOS

42 Se entiende por medios prioritarios aquellos que se consideran más en sintonía con nuestra riqueza carismática y modo de evangelizar.

a La Animación Bíblica de la Pastoral. De acuerdo a nuestro carisma somos servidores de la Palabra y la apertura a ella debe estar en el centro de nuestra vida y misión. Esto supone la reafirmación de los equipos cualificados de animación bíblica, una metodología propia, lectura orante y popular, la integración de la Palabra y la Vida en nuestras áreas pastorales, etc.

b La formación de agentes evangelizadores. La Misión Compartida es parte esencial de nuestro carisma, estamos llamados a “hacer con otros”. La formación de agentes evangelizadores es un camino necesario para ayudar a la construcción del Reino de Dios, transformando nuestro mundo según el Plan de Dios.

c La Pastoral de la Comunicación y Nuevas Tecnologías. Reafirmando una tradición de la Congregación, y por la importancia que los medios cobran en nuestro mundo, estos se transforman en nuevos areópagos y en plataformas de evangelización que reclaman nuestra presencia misionera desde todas nuestras estructuras.

ACCIONES ESTRATÉGICAS.

43 Mencionamos algunas acciones que tenemos que realizar ineludiblemente para dar cauce a las prioridades y que son concreción de este Proyecto.

a Reelaboración del Proyecto de Vida y Misión, tarea que se continua con el aporte de las comunidades claretianas (cmf y Laicos).

b Conocimiento y compromiso con el proceso de unificación, supone la entrega de información por parte de quienes tienen responsabilidad en la gestión del proceso y la implicación de todos los claretianos.

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c Criterios para la revisión de posiciones, los equipos de gobierno consensuarán los criterios para llevar adelante este proceso.

d Dimensionamiento económico de la Zona Sur, tarea bajo la responsabilidad de los ecónomos de los organismos.

e Plan de animación y coordinación pastoral del nuevo organismo, supone trabajar los proyectos sectoriales y la forma de implementarlos en el nuevo organismo.

f Proyectos Sectoriales de las áreas y los equipos, tarea que tendrán que realizar los distintos equipos y áreas para programar y ejecutar nuestro Proyecto Evangelizador.

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