Politización y Campesinos - Marco Palacios
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8/17/2019 Politización y Campesinos - Marco Palacios
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CAPÍTULO VI
POLITIZACIÓN y CAMPESINOS
LA DISPUTA POR LOS CAMPESINOS INCONFORMES
Divisivo
por
naturaleza
el
problema campesino
tiene
larga
historia
en
Co-
lombia. La titulación de la propiedad y la reforma de la tenencia de
la
tierra
con preferencia al pequeño cultivador familiar han sido banderas de las co-
rrientes izquierdistas del Liberalismo colombiano. Aunque el tema no figuró
en
la
lista
de
propuestas
socialistas del Partido Liberal de los años veinte,
fue
ostensible
la
tendencia
campesinista de amplios sectores. Era, quizás,
una reacción a los desafíos de los Conservadores que, desde el Gobierno, el
Congreso
y los tribunales intervenían en favor de colonos y estancieros.
Para algunos
sin embargo
el adversario, acaso el enemigo,
estaba
en otro
lado:
en
los
Socialistas
y
los
Comunistas
que
penetraban en
haciendas
y
ga-
naban simpatías campesinas en algunos municipios cafeteros en Cundina
marca
y Tolima. Los amigos del latifundio actuaron
más
bien agazapados de
suerte
que los principales debates públicos se dieron entre campesinistas de
diferente
estirpe ideológica.
Conviene aclarar que la historiografía política del período, independien
temente de su calidad
presenta
altos niveles de subjetividad militante y en
algunos casos, es
rayana en
la hagiografía. Aunque las investigaciones de los
académicos extranjeros parecen
librar
algo mejor
esta
situación, apareció
recientemente
una
historiografía
revisionista
que
plantea
y
sitúa
los proble-
mas
más
allá de la banalidad
roji.lzul
y
de los
clichés
progreso/reacción, tra-
dición/modernidad
l
tiempo que los campesinos rebeldes del Tequendama luchaban por
cambiar el régimen laboral de las haciendas de café
y
los del
Sumapaz
por
titular
parcelas en baldíos, sus intermediarios políticos libraron una de las
luchas doctrinarias más intensas del siglo xx. La confrontación quiso zanjar
la
lucha que había
quedado pendiente en la década de 1920 sobre la coopta
ción de los Socialistas. Ahora tos Comunistas,
herederos
de tos Socialistas
intransigentes
se
encontraron
en
las peores
coyunturas
imaginables.
Fueron
partido (Sección Colombiana de la Internacional Comunista
como
se ufana-
1
Entre estos
se
destacan por
ejemplo,
Jos
estudios de Renán Silva (2006; 2005; 2009).
39
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140
POLITIZACIÓN y CAMPESINOS
ban decirlo) en el momento del
ascenso
de
Stalin
que,
según
parece, fue si
multáneamente el momento más anticampesinista y el más sectario
de
la
historia soviética (1929-1933). Con el sello de
la
IC extremaron el
lenguaje
contra los putchistas . Purgados estos, la emprendieron contra los Liberales
de todos
los
matices
y
contra
los
kulaks
2
.
Aunque
en
1934
empezaron
a re
coger velas, los Liberales les habían aceptado el desafío y ofrecían lenguajes
de
cambio
social más sutiles y efectivos, y
parecían dispuestos
a
adoptar
solucio
nes
prácticas
y versátiles contra el latifundio.
Una vez
que
los Comunistas
proclamaron
su internacionalismo, los Li
berales, los Conservadores y la Iglesia
pudieron
estigmatizarlos a discreción:
ateos, materialistas, exóticos y extraños a
la
tradición cultural colombiana
(Jaramillo, 2007, pp. 257-275). Simultáneamente, hicieron el elogio de la
propiedad campesina.
En
la opinión colombiana,
o, si se quiere, en
la
redu-
cida
esfera
pública de la
burguesía , el pcc aparecía fraguado en
un
crisol
moscovita, en
la periferia
autocrática
de la
civilización europea. Considera
da la impronta eurocéntrica de la cultura política
colombiana,
semejante
percepción llamaba al estigma indeleble. Como reacción, los Comunistas an-
claron en el sectarismo y el intercambio retórico que fue particularmente
intenso con
Jorge
Eliécer Gaitán,
su competidor más
fuerte
en
las bases po
pulares.
El año 1935 fue como
la
divisoria de aguas de esta confrontación: a) los
Comunistas
dieron
un
viraje
de
180 grados;
de la
política clase
contra
clase
se movieron hacia las alianzas del Frente Popular; b) la agitación social ce
dió no sólo porque los efectos de la crisis
mundial
empezaron a remitir, sino
porque
las
soluciones
prácticas y la
poderosa
retórica del
gobierno
de
la
re
volución en marcha incrementaron la capacidad de
cooptación
popular.
Los Liberales lograron negociar en el Congreso iniciativas de
cambio
constitucional y legal
para
resolver el conflicto de los baldíos. Parceladas va
rias
haciendas
y desmontado
l
conflicto de Fusagasugá, se despreocuparon
del tema
de
los arrendatarios que para ellos se
limitaba
a Viotá, municipio
controlado
por
el
pcc
Más importante,
los
Liberales
ya
no
eran
el
pararrayos
de la contrarrevolución preventiva fraguada por los Conservadores y
la
Igle
sia; este papel lo transfirieron a los Comunistas que, habida cuenta de su de
bilidad en el frente electoral, resultaron marginados de la negociación de
una
ley agraria.
2 En este
contexto
cundinamarqués kulak
palabra
rusa, se refiere al
an'endatario
que tiene
la capacidad de
emplear
otros campesinos como
jornaleros
temporales o subarrendatarios per
manentes en
la
explotación
de
la
parcela
o
estancia que
le
entrega
la
hacienda.
Genéricamente
es el campesino acomodado.
Estos
campesinos fueron beneficiarios importantes
cuando
se par
celaron
haciendas de
café en Fusagasugá y Viotá. Los kulaks
fueron
considerados l enemigo
principal
en
la
colectivización
de la agricultura soviética
emprendida
bajo la directriz de Stalin,
(1929-1933).
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POLITIZACJÓN y CAMPESINOS
4
El
presente
capítulo no antepone la economía a la cultura o las políticas
de clase social a las políticas de identidad , conforme al giro posmodernis
ta
de
la
década
de
1970. Aunque acentuamos las limitaciones del relativismo
de la política como cultura , no
regresamos
al pozo sin fondo del determi
nismo; a
la narrativa
de las teleologías liberales
y
marxistas.
Sin
ser
econo
micista, este
trabajo
considera que la
propiedad
agraria
su
distribución,
cantidad,
calidad, localización- es
fundamento
insoslayable de las relacio
nes sociales en el mundo rural y de las formas que
adopte
la acción indivi
dual
y colectiva por su acceso o su defensa, máxime cuando
aparece
orienta
da
políticamente
y
cohesionada
por
grupos
y
partidos políticos. Incluso,
como
dijimos, la propiedad campesina es
una
relación social compleja de la
cual
son piezas clave la posesión del
predio
y la representación
racional
y
emocional de la
patria
chica. No sólo define la identidad de las familias sino
la
de
los vecindarios; allí se
anudan
los lazos
de
los
campesinos con
las cabe
ceras municipales, las provincias
y
eventualmente, con el
Estado
nacional,
sus
leyes, jueces y policías. No sobra
decir que
desde los
distintos
niveles te
rritoriales del
Estado,
la clase política (y el clero) proponen los valores, prin
cipios ideológicos e instituciones que definen los nexos con los diferentes
campesinados.
LA
CLASE POLÍTICA Y EL
CLICHÉ DEL
FEUDALISMO EN COLOMBIA
El
ingreso
de políticos abogados litigantes a las zonas de
agitación
obligó a
capataces y
mayordomos
a redoblar la vigilancia y
rastrear
el
movimiento de
las personas dentro
de
las haciendas,
restringir
el tránsito por los caminos
interiores,
prohibir
a los arrendatarios alojar gentes extrañas y a inducirlos a
informar
sobre
cualquier situación irregular . Estos
abusos fueron
denun
ciados
en el Congreso como una prueba más del f e u d a l i s m o ~
Los libretos del cOl l t i l l l l l111 reforma-revolución de los afios treinta saca
ron
buenos
dividendos de aquella expresión de Marx según la cual es
dema
siado cómodo
ser
'liberal' a costa
de
la
Edad
Media (Marx, 1931, p. 534).
Por velada, la crítica pública de las haciendas de cafc se apoyaba en
una
es
pecie de tradición ideológica liberal, antifeudal , que compartían
algunos
sectores
de las clases dirigentes colombianas. El feudalismo y sus vesti
gios sustanciaban
el
propósito de abolir instituciones cOlporativas y univer
salizar la propiedad privada. Ahora bien, si feudal o selvidumbre son ca
tegorías históricas, jurídicas, económicas o sociológicas de
origen europeo,
los políticos colombianos las transformaron en consignas y clichés de sus
campañas
electorales o de organización, agitación
v propaganda
revolucio-
1
Ver entre otros:
Allales de
l
edil ara de Represell/all/es
3 de nov'iembre de 1932, p. 701; 4 de
noviembre de 1932, p. 711; 6 de nO\Íembre de 1935 y
11
de noviembre de 1937, p. 767.
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42
POLITlZACIÓN
y
CAMPESINOS
naria.
En el fondo,
sin
embargo, se cuestionaba el
tradicionalismo
social y
político del mundo rural, cosa nada trivial que, en lo posible,
debemos
ver
con los ojos
de
los
contemporáneos.
Por feudalismo dichos políticos tam
bién entendieron
la
pobreza opresiva de las mayorías
campesinas,
aisladas y
atomizadas,
y el
control
político local
de terratenientes
y
gamonales.
Desde
su punto
de
vista el feudalismo no se reducía a una estructura de relacio
nes agrarias,
jurídicas
y sociales (que, insistimos, no eran feudales) sino
al
entramado político e ideológico, a
la
superestructura del
modo de produc
ción colombiano.
La disputa entre Liberales y Socialistas revolucionarios no versó tanto
sobre
el
concepto de
feudalismo como en tomo a la
estrategia
para supe
rarlo. Los primeros, incluidos los
gaitanistas, pensaban
que, al igual que
en
la
Revolución francesa,
su
abolición era un fin en sí: bastaría el
cambio
legal
para
transformar
a los colonos y
arrendatarios en propietarios
y
ciudadanos.
Una
especie de ley insondable de
la
historia exigía
derrotar
al
Partido
Con
servador y
reformar
su constitución autori taria de 1886 , tan feudales como
l latifundismo parasitario que se
amparaba en
la doctrina legal de la pose
sión inscrita . Dispuestos a llevar al país al capitalismo moderno, los jefes de
la revolución Liberal sostuvieron que
por
medio de
la
reforma constitucio
nal y legal
desaparecería
la superestnlctura clerical-Conservadora
que
cerra
ba la representación política y el
camino
a la
pequeña
propiedad rural; que
desnaturalizaba l papel social
liberador
de la
educación,
y que negaba los
valores
democráticos más
fundamentales.
Para ser
exitosa,
esta lucha debía
alTaigarse en el voto popular, de suerte que
la
reforma electoral fue preocu
pación central
de
los gobiernos
de
Olaya y López. Era
una ruta
prometedora
aunque plagada de peligros, si se considera que
en
los procesos electorales, y
en especial los que marcaron cambios de régimen político (1930-31 y 1945-
46),
aumentaba
en veredas y
poblaciones
la frecuencia e intensidad de la
violencia política.
Las referencias de los Comunistas venían de lecciones estereotipadas de
la Revolución bolchevique y del compendio de Stalin, undamentos e Leni-
n smo
(1925),
que se apresuraron
a
tallar
en
piedra. Marx hahía propuesto
el
concepto
revolución burguesa para comprender la transición del feudalis
mo
al capitalismo, cuyo paradigma
era
la Revolución francesa
4
. Lenin y la
Tercera
Internacional
acuñaron el término revolución democrático-burgue
sa para
designar
las revoluciones de la
nueva época
histórica del imperia
lismo y la revolución proletaria . En ésta el paradigma era la Revolución
bolchevique de modo que el
proletariado de
los países coloniales y semico
loniales estaba
llamado
a encabezar las luchas
de
liberación
nacional
en
4 Una crítica sugestiva sobre la versión de Mat-x de la Revolución francesa y
l
carácter am
biguo que allí juegan Jos campesinos, se
encuentra
en McPhee (J 989 , pp. 1265- J280).
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POLITIZAC¡ÓN CAMPESINOS
143
alianza
con la burguesía nacional y el campesinados. Esa revolución diri
gida
por
los comunistas habría de ser antifeudal y
democrática
o demo
crático burguesa . Realizada ésta, podría
pasarse
a la siguiente etapa:
la
re
volución socialista. Sin embargo, como veremos adelante, en sus
comienzos
los
Comunistas
colombianos no tenían claro si en
el
país había
o
no
una
burguesía nacional y cómo unir o
separar
las dos etapas. El asunto se re
solvelia
en
1935 con la política del Frente Popular y la invención política del
lopismo como representativa de una burguesía nacional .
Habría
que investigar por qué ni
el
Partido Conservador ni la
jerarquía
católica
apelaron con más fuerza y convicción a las encíclicas sociales
que
ofrecían una
poderosa
argumentación iusnaturalista frente al subjetivismo
julidico
de
la propiedad individual. No hubo entonces una
alternativa
so
cial cristiana
en
Colombia y por lo pronto, quedó despejado el campo ideo
lógico
para
una
breve hegemonía
que
disputaron
Liberales y
Comunistas
y
que
ganaron
los primeros. Sin embargo, en el Partido
Conservador
aparecie
ron
los pragmáticos
y
aunque las argumentaciones doctrinarias de
cuño
ca
tólico quedaron a un lado, reducidas a
un ámbito más
universitario, estos
apoyaron la
reforma
Liberal en cuanto limitaba el
absolutismo
del CC, y se
movieron mejor
desde
el
lado empresarial. Así tenemos la panacea del pe
queño caficultor que ofrecía la Federación Nacional de Cafeteros de Colom
bia,
FNC,
bajo la gerencia de Mariano Ospina Pérez quien,
junto
con
otro
destacado Conservador, el mencionado García Cadena,
gerente
del
BAH,
pro
pusieron la
parcelación
voluntaria de las
haciendas
y la
difusión
del
crédito
agrario
al
pequeño
propietario, como un medio de afianzar el progreso del
país
y
la
concordia social.
En
este contexto surgió y se desarrolló rápidamen
te
la
Caja de Crédito Agrario. No obstante, en
uno
de sus
comentarios
iróni
cos, Luis Ospina Vásquez calificó a
Garda
Cadena de campesinista román
tico y de hombre de sencillez virgiliana , no tanto por
sus
ejecutorias en el
BAH como por
sus
posiciones disidentes y confusas , expuestas en un Iibli
to de economía
colombiana
(Ospina, 1934, pp. 461-2).
Debe subrayarse que aquel
momento
político de la
cuestión
agraria co
lombiana
coincidió
con
la crisis mundial del liberalismo
y
del
Estado
liberal,
y
de
sus nociones filosóficas Jundlcas .I::. >te fue
el
contexto en
que
ganó
centralidad
el
tema del derecho de propiedad de la tierra. Por entonces,
el
individualismo metodológico enfrentaba múltiples retos: del marxismo revo
lucionario al solidarismo de la escuela de Durkhcim y las versiones ora se
cularistas y positivistas del derecho social ,
ora
católicas, unas y otras
atem
peradas por
los parsimoniosos y taimados abogados colombianos.
Por
supuesto que los nexos del
campesinado
y el Estado colombiano no
eran nuevos. A diferencia de otras latitudes del mundo,
particularmente
de
5
Ver Külller, Sobre
el concepto de
revolución
burguesa
y
de
revolución
democrático-bur
guesa en Lenin , (1983, pp. 244-245).
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POLITIZACIÓN y CAMPESINOS
Asia, el Estado colombiano no extraía
impuestos
directos
de
la tierra (salvo
el predial) y la
conexión
se establecía por dos vías subrayadas en
la
historio
grafía: la electoral, a veces con participación del clero, y la del reclutamiento
para
los ejércitos rojos o azules de las guerras civiles del siglo X X y para el
Ejército
nacional
del siglo
xx
(Deas, 1973, pp. 118-140; 2002, pp. 77-93).
A
comienzos
del siglo xx,
yen
diferentes tonos, los Liberales colombia
nos
cri ticaron
la
doctrina
radical
del
liberalismo económico
y
la
redefinieron
a
partir
de
un postulado
según
el
cual
el
progreso
traería
la libertad
y no
al
revés. Los
principales
impulsores
de
esta corriente
fueron
Rafael Uribe Uri
be y Carlos Arturo Torres, e
impactaron
la
generación
del centenario (Os
pina, 1955, pp. 328-335). Precisamente los Centenaristas habrían de domi
nar
la
escena política de
los
años treinta
y
gran parte
de su éxito provino del
saber cooptar una
nueva generación
de dirigentes
dispuestos
a movilizar las
masas populares
urbanas
y rurales. De
esa generación hacían parte
literatos,
artistas,
periodistas
y abogados con hambre de poder y
de
hacer historia.
La intermediación
política
seguía las reglas y valores entendidos del ga
monalismo. Pero, en
unos
cuantos
municipios,
las movilizaciones reorienta
ron
las lealtades partidistas y alcanzaron a fracturar o mellar las redes de
clientela. En estos casos, al vincular el
descontento campesino
a la política
nacional, los intermediarios crearon
un
lenguaje propio, rebasaron el
ámbi
to geográfico
de
las localidades y
generaron
expectativas en tres campos: la
redistribución de la tien a; la reforma de las reglas laborales
en
las haciendas
y
una mayor participación en la
política. Desde
esta
perspectiva, las movili
zaciones parecían transcurrir en un plano
diferente
al establecido
por
el
clientelismo electoral y podían desafiarlo en la base.
Sin embargo,
el conflic
to
planteado
por los
intermediarios terminó
en transacción,
no
en revolu
ción.
En
los años treinta los Liberales tuvieron
oportunidad
de gobernar y ad
ministrar;
legislar y juzgar. Los Comunistas,
empero,
no alcanzaron
la
fuerza
electoral suficiente para
ser
tenidos
en
cuenta en ninguno de los ámbitos del
proceso gubernativo nacional, al punto que en la legislatura de 1936 ningún /
miembro
del
p ocupó un
escaño. Aparte de
que
los
Comunistas
se
enjaula-
ron en
una
organización centralizada y de férrea ortodoxia, los Liberales tu
vieron líderes competitivos e imaginativos que se movían familiarmente en
el
frente
antilatifundista
con
ideas
simples, f r e ~ c s y lenguaje eficaz. Quizás
el sectarismo Comunista, de un lado, y del otro, la simultánea
apertura
Libe-
ral, impidieron el desarrollo de una
izquierda
moderna.
La
destreza
Liberal
de cooptación no
era
novedad.
En
un
partido cuyos
dirigentes
provenían
o estaban muy cerca de
las
clases propietarias, las alar
mas
frente al
potencial
socialista
y
radical
se
habían
prendido en
la
Guerra
de los Mil Días. l respecto suelen citarse las maniobras de Benjamín Herre
ra
para
atraer
socialistas en la década del diez y
primera
mitad
de
los veinte.
Esta táctica que tuvo efectos favorables en la
juventud
profesional de familia
-
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POLlTIZACIÚN y CAM PESINOS
145
Liberal que, si bien se sentía atraída por la Revolución msa y
la
destmcción
de la autocracia zarista, festejó, con muy pocas excepciones, la
maniobra
de
integrar
al
partido
los socialistas predispuestos. La práctica continuó
6
. Así,
el
futuro
presidente López Pumarejo, en tránsito de
banquero
a político,
jugó
la
carta
alarmista
frente a las movilizaciones
organizadas
por
la
izquier
da radical, aunque tuvo
el
buen tino de acusar al Gobierno de sembrar el
miedo y sólo
recurrir
a la represión.
La
muerte
de
Herrera, en 1924, acentuó la división del Liberalismo
entre
los militaristas
que
aún creían en las bondades de
la
guerra civil y los civi
listas que,
sin
renunciar al espíritu sectario, habían
aprendido
las lecciones
del
último
tramo del siglo
X X
y se empeñaban en
actuar dentro de
la ley. So
bra decir que esta divisoria se pasaba con gran facilidad. Había
grados
rela
tivos:
en
1929 el civilista López era menos civilista que Olaya, quien ha-
bía
sido
connotado
militarista 10 aii.os
atrás
(Horgan,
1983,
pp.
11
0-127).
También creía López en las virtudes de ganarse socialistas y habló
en
clave
radical,
de izquierda. En
este contexto hizo públicas dos
cartas de
abril y
mayo
de
1928, muy citadas,
que
envió a Nemesio Camacho, uno
de
los triun-
viras del Partid0
7
. Reconociendo el trabajo de los socialistas en el campo
colombiano que para mayor efecto retórico López simbolizó
en
María Cano,
la flor del
trabajo
revolucionario , señaló que había dejado a los Liberales
en una
posición muy
desairada .
¿Qué
mucho,
pues, que
los
conservadores
y los
pseudo
liberales atribuyan
a
las
dochinas de Lenin y Trotzky (sic) el fermento social contra el orden y los intere-
ses
creados
por ellos, para no reconocer que
María
Cano predica la rebeldía con-
tra
estos
intereses
y contra el
orden en
que descansan desde
la roca escarpada
de
la
injusticia general a que
se
encuentran
sometidas
las masas populares? (López
a
Nemesio Carnacho,
en
El
Tiempo 24 de mayo
de
1928, p. 4).
6
Futuros dirigentes y publicistas del Partido Liberal como Gabriel Turbay (candidato presi
dencial en
1946),
Moisés Prieto
y
José Mar (seudónimo literario de José Vicente Combariza)
eran, en los años de 1920, activistas pmsoviéticos. El primero, por ejemplo, pidió en la Confe
rencia Socialista de 1924 erigir un monumento
al
recientemente fallecido V1adimir Illich Lenin.
Como muchos otros, jugarian papeles importantes en el Liberalismo, las letras y el periodismo;
la política y la administración. (Meschkat,
2008,
pp.
39-55);
(Vanegas,
2008,
pp.
25-38).
7 La carta del 25 de abril de 1928 fue publicada en El Tiempo jueves 26 de abril de 1928, pp. 1
Y4. La del 20 de mayo de 1928 también fue publicada íntegra en El Tiempo jueves 24 de mayo de
1928,
pp. 1 Y9
La
primera cal1a
fue
reproducida en Eastman (comp.)
(1979,
pp.
55-61).
-
8/17/2019 Politización y Campesinos - Marco Palacios
8/25
46
POLITlZACIÓN
y
CAMPESINOS
TRADICIONES
DE
VIOLENCIA Y CONSPIRACIÓN
Militaristas y civilistas gravitaban
en
el
campo
de la
memoria
Liberal de
la Guerra
de los Mil Días (1899-1903).
Uno
de sus productos más perdura-
bles, aunque un tanto invisible, fue el radicalismo popular de las
bases
elec
torales. Las guerras civiles fueron, recordemos
manifestaciones
normales
de la polarización bipartidista fraguada desde la
misma
Independencia que
se
había
cristalizado hacia la década
de
los
cuarenta en una
peculiar trayec
toria de
elecciones-guerras (in)civiles-elecciones.
De principio a fin
la
Guerra
de
los Mil Días consistió en una
sucesión de
combates
en
pequeña escala, desarticulados difuminados erráticos incon
clusos, improvisados, a cargo de unidades y guerrillas, aunque los jefes gue
rreristas
que armaron
algo
parecido
a ejércitos
sufrieron
la derrota
unos
seis
meses
después de lanzarse a
su aventura
(Duque, 2010; Bergquist 1978,
pp. 158-185). En los dos
años
siguientes las
huestes
rojas
no
pudieron reali
zar ofensivas
de
aliento, salvo en Panamá. Sembraron
sin
embargo las se
millas
de
un
radicalismo
plebeyo que,
en
algunas coyunturas nacionales de
la
primera
mitad del siglo xx, se agitaba en tomo al Leitmotiv de
tomar
las
armas. Baste
pensar
los lugares de este
anuncio
gubernamental
de
mediados
de 1902:
si los
principales
revolucionarios que
quedan
en
armas
como son los de Suma-
paz,
Tequendama La Palma Norte y Centro
del Tolima, las
deponen y
se some
ten al gobierno, los presos políticos y prisioneros de
guerra que están
a disposi
ción de éste, serán puestos
en
libertad y entrarán en pleno goce del indultoS.
Aparte de las comarcas mencionadas los guel-rilleros Liberales encon
traron refugio en los Llanos Orientales, San Vicente
de
Chucurí el sur del
Tolima y las vertientes que caen al valle del Alto Magdalena, zonas todas que
habrían
de
ser
teatros
de confrontaciones
políticas
en
la
década de
los veinte
y en La Violencia de
mediados
del siglo xx, así como en el
actual
conflicto
armado.
En J903, con las secuelas de la hiperinOación monetaria y la separación
de Panamá las clases dirigentes cerraron
el
expediente del fratricidio.
En
esta operación les fue de mucha ayuda la leyenda de las cien mil bajas mor
tales de los Mil Días (de a cien
por
día), cifra irreal que muchos académicos
suelen citar como
dato
cierto.
Equivaldría
al 2,5% de la población total, su
perior al de la guerra civil de Estados Unidos (2%), destructiva en
razón
de la
movilización masiva,
la
prolongación
y
la
tecnología
bélica
industrial. Por
el
contrario
las acciones militares de los Mil Días fueron breves y
con
altiba-
8 Decreto 923 de 2 de
junio
de 1902, Diario Oficial 2 de
junio
de 1902.
-
8/17/2019 Politización y Campesinos - Marco Palacios
9/25
POLlTIZACIÚN y
CAMPESINOS
47
jos; las armas, especialmente las de la facción roja, fueron el
machete,
el ar
tefacto más empleado
en
la mortífera batalla de
Palonegro
(11-25 de
mayo
de 1900), la mayor confrontación en toda la guerra.
Con todo,
la
leyenda de terrible destrucción apaciguó los ánimos y abrió
camino
a la
concordia,
de suerte que las
décadas posteriores
han
sido
consi
deradas por la historiografía como un oasis
de
paz nacional. Sin
embargo,
a
la atmósfera política de entonces bien puede
aplicarse
la metáfora del capí
tulo XIII
de
El Leviatán
de
Hobbes,
sobre
la guerra y el mal tiempo.
Puesto
que la naturaleza de éste no consiste en
uno
o dos
aguaceros sino
en la pro
pensión a llover varios días, la naturaleza de la
guerra no
consiste
en
la
lucha
activa sino
en
la determinación a
luchar
durante todo el tiempo
en
que
no
haya
seguridad
de lo contrario. Era, pues, una paz armada. La violencia elec
toral confirmaba
que
el sectarismo
bipartidista subyacía
en
la
cultura políti
ca,
aunque
un
ejército profesional
mediaba en
las
disputas
electorales y di
suadía
a los jefes de partido a emplear las
armas
9
•
El
ambiente
volvió a calentarse en 1910,
cuando
se
reanudaron
las pujas
electorales. Abundaron los incidentes de
fraude
electoral, intimidación y vio
lencia desembozada y a raíz de las elecciones presidenciales
de
1922, el
país
volvió al borde
la
guerra civil. Poco antes
de
morir, en febrero
de
1924, Ben
jamín Herrera, uno de los jefes de los Mil Días y candidato
derrotado,
envió
un memorial político al presidente Conservador, Pedro Nel Ospina, denun-
ciando
una
serie de
asesinatos de
ciudadanos
Liberales
en
unos
50
munici-
pios del país.
La
sucesión
de todos esos atentados
contra
la vida de los
ciudadanos indefensos
y por añadidura
en
ejercicio de
una
legítima
prerrogativa, (participar en
las elec
ciones, MP) tienen, además
otra
causa inmediata: el aparato
guerrero
con
que
el
partido
que
gobierna
quiso rodear el
debate
para Presidente de la República.
que
se
inició
en
1921, a
fin
de exacerbar los ánimos; la explotación
anticristiana de
la
fe para exaltar las creencias religiosas
y
por
encima
de todo la
distribución
de ar
mas
entre
los particulares hecha en forma ostensible
por
las
autoridades,
lo
que
equivalía a
permitir
el exterminio de los colombianos
que
no
simpatizaran
con el
candidato
conservador; exterminio
exaltado por parte
del clero
en prédicas
in
cendiarias Memorial po[ tico del señor general don enjamín Herrera,
1924, pp.
VI-Vil).
Muerto
el rival, Ospina decidió publicar su
propia
respuesta, acompa-
ñándola
con
un
grueso
paquete de
telegramas de
apoyo, provenientes
de
todo
el país. MencionÓ'
puntualmente
los casos denunciados por el fallecido
jefe Liberal y
citó
el
Renacimiento,
publicación
del Directorio Liberal del
Huila, para demostrar el carácter violento y subversivo de los rojos:
9 Es la tesis central de Pinzón de Lewin (1994).
-
8/17/2019 Politización y Campesinos - Marco Palacios
10/25
48
POLITIZACIÓN y CAMPESINOS
La historia del mundo moderno nos
enseña
que allí
donde
la justicia y la iniqui
dad han pretendido
perseverar, e
imponerse
o el
fraude
y 'la violencia', los pue
blos
reaccionan naturalmente por medio
de 'la violencia',
mas no
ya
por actos
colectivos de
guerra
y
asonada sino
por actos individuales
que procuran la
eli
minación
o
supresión de
determinados
individuos a
quienes
se
considera
res
ponsables de
actos
oficiales contra las garantías sociales o contra la riqueza pú
blica. Este modo de
reaccionar
es como una
etapa
en
la
evolución social de los
pueblos,
que en
esa
forma en
vez
de
guen a civil,
consideraran hacer
labor más
eficaz y
menos costosa
en beneficio
de
los
grandes intereses
sociales.
.
.. )
Cuando
se
cierran
los
caminos
legales y pacíficos, se
abren
los de 'la violencia' y se preci
pita
a los oprimidos y
explotados
(. .. )
en
la pendiente del
atentado personal
como único
medio de hacer la defensa personal y la defensa social. No es cues
tión política; es pura cuestión social (pp. XXX-XXXIV)IO.
Algunos sectores
Conservadores
suponían que el poder disuasivo del
Ejército Nacional
haria
innecesaria la búsqueda
de otros
mecanismos insti
tucionales para responder a las protestas locales tradicionales libradas por
indígenas o artesanos o las de proyección nacional e internacional que plan-
teaba el naciente proletariado
en
las comarcas de frontera extractiva,
como
la
Zona Bananera de Santa Marta o los
campos petroleros de Barrancaber-
meja. Allí se presentaron
las
primeras huelgas que desbordaron los marcos
locales y localistas, como
la de
los trabajadores
de
la United Fruit Company,
en
diciembre
de 1928, que terminó
en una
matanza de trabajadores a
manos
del Ejército, justificada al aducir que los huelguistas eran
comunistas
insu-
rrectos
camuflados de trabajadores Informe qu rinde el Jefe Civil y Militar,
pp. 132-133).
En
los años treinta el
pcc
se
ufanaba
de
ofrecer
una estrategia para to
marse
el
poder
y
una infraestructura organizacional
vertical ( el
partido
van
guardia de clase ) que, proclamaba
eran
superiores
a las demás conocidas
ahora
o antes. Pero, quizás por consideraciones tácticas en las que debió
contar
la
percepción
de su
fragilidad organizativa,
no
se
planteó transformar
las movilizaciones agrarias o
de
los trabajadores petroleros en rebelión y /
mucho
menos
en
insurgencia armada} l Más bien se
dedicó
a
jugar
sectaria-
mente quizás
con
miras a formar
una
base electoral propia en algunas loca
lidades.
1 Renacimiento, órgano del DirectOlio Liberal del Departamento del Huila, n° 12, 18 de mar
z de 1922.
Sobre estos conceptos de rebelión e insurgencia
annada
ver Desai
y
Eckstein (1990, pp.
441-465); Lichbach (1994, pp. 383-418).
-
8/17/2019 Politización y Campesinos - Marco Palacios
11/25
POLITlZACIÓN y CAMPESINOS
49
El sectarismo le pagó dividendos en sus zonas rurales
y,
en
este
aspecto,
coincidió
con
sus
competidores, Liberales
y
gaitanistas que,
sin ambigüeda-
des, también optaron por las viejas coslumbresJ
2
.
De esta suerte cada
uno
de los grupos
intermediarios
tomó como algo
propio
y
exclusivo
un
discurso que, sin embargo,
tenía
un sustrato
común
emocional y legalista. Difundieron en pueblos y veredas las nociones de de
recho
de
huelga , salario básico , jornada de ocho horas , ligas campesi-
nas , sindicatos , libertad de cultivos , o el postulado de que la tierra es de
quien
la
trabaja .
Estas
consignas en el mundo
campesino
parecían más úti
les que el
abecedario
o las columnas de
sumar
y restar;
adicionalmente
en
tusiasmaban más. Las izquierdas socialistas dieron acogida a nuevas expre
siones, a
una
especie de folclor-protesta que buscaba
escapar
de la cultura
política
del bipartidismo
como
esta pendenciera
Guavina sic) de los campe-
sinos boyacenses:
Para que los pobres todos
vivamos
en
armonía,
sin liberales ni godos
y libres de hipocresía.
Sí
señores burguesitos,
el triunfo siempre lo haremos,
y aunque nos cueste
la
vida
a ustedes bajaremos.
a no
iremos a las
umas
como animales arriados
porque en el socialismo
S l11 S jefes y soldados.
Porque el liberal es de oro
y los goditos de plata
pero cuando nos arañan
lo
mismo
es
gato que gata.
Y pa alimentar los salarins,
y pa que haya economía
mataremos a los
á ~ l g a n o s
que tiene
la
policía
Claridad,
n° 50, 13 de abril de 1928, p.
3).
12
Sobl e lINIR es iluminador López (1936), fuel1emente resentido por la vuelta de Gaitán al
Pal Lido
Liberal, signo irrefutable, escribe, de su ambición desmedida.
-
8/17/2019 Politización y Campesinos - Marco Palacios
12/25
150 POLITIZACIÓN
y
CAMPESINOS
LA
POLíTICA
EN
EL MUNICIPIO
En el sistema bipartidista, el gamonal era el eslabón que mantenía al
día
las
relaciones
de la República
y
el
municipio, aunque poco sabemos
de las varia
ciones locales.
En
los documentos administrativos
aparecen
prominente-
mente los alcaldes, funcionarios designados por los
gobernadores,
quienes, a
su vez, eran de libre nombramiento
y
remoción del presidente de
la
Repúbli-
ca. Puede ser
que
alcaldes
y
gamonales fueran una sola
persona,
pero
en
la
Cundinamarca de los años treinta
había madurado
una especie de funciona
riada de
alcaldes, verdaderos profesionales que los gobernadores rotaban
por los municipios atendiendo criterios de experiencia, casi siempre
con
mi
ras electorales.
Dado
el carácter faccioso de la actividad partidista, era posi
ble
que un
alcalde
de
turno chocara con
el
gamonal de un municipio.
Ni al
caldes ni
gamonales
manejaban en Cundinamarca
la
escuálida fuerza
de
policía, al menos en el
momento
clucial del reclutamiento,
en
cual media-
ban
las amistades partidistas.
Aunque la versión corriente
sostiene
que las movilizaciones de Viotá y
Fusagasugá
emplearon
métodos
violentos,
propios
de una rebelión
agraria,
las fuentes permiten sostener lo contrario. Esto es, que la violencia
provino
más
de la
acciones de
la
Guardia Departamental e undinamarca
contra
las
marchas demostraciones
pacíficas
ruidosas que organizaban
las ligas
en
los cascos municipales. De este
modo, con
el
trascurrir
del tiempo fueron
más
frecuentes los enfrentamientos de
comisiones
de policía con grupos de
arrendatarios
que
trataban
de
impedir
desahucios
o con colonos expulsados
de
sus
parcelas
monte adentro
13
. El investigador no encuentra casos docu-
mentados de acciones tales como incendio de cafetales o cañaverales; abi
geato en
gran
escala; destrucción
de
plantas de beneficio o de depósitos
de
café en grano; demolición
de
puentes;
destrucción
de caminos, o enjuicia
mientos
en masa
de propietarios o administradores. Ningún hacendado
perdió
la vida a
manos de
los
campesinos descontentos, aunque
sí
unos
po
cos administradores
y mayordomos
de las haciendas.
No había
en
Colombia, como en los Andes
centrales
sudamericanos o en
Asia, una tradición de rebeliones agrarias, aunque sí había una
larga
tradi
ción de litigio legal. En este punto valga
recordar
la
conocida conclusión
de
Max Weber
cuando
sopesó
la racionalidad formal del sistema del
derecho
romano
continental y la irracionalidad del sistema del ommon Law que
incluía
el caos de los
derechos
de
propiedad
del agua. Cabe resaltar que el
J
Sobre la reducida
violencia en estas movilizaciones, Marco Palacios
1
979b, pp. 159-173).
El sistema de vasos comunicantes de la estmctura agraria la violencia política
en Colombia
fue tópico
en
los análisis marxistas de la
década
de los sesenta. Ver, por ejemplo, Posada (1960,
pp. 9-69) Y Gilhodes (1974).
-
8/17/2019 Politización y Campesinos - Marco Palacios
13/25
POLlTrZACIÓN
y
CAMPESINOS
151
temprano desarrollo
de
Inglaterra radicaba
en la mentalidad
moderna de los
jueces y el alto
costo
de litigar
que
marginaba los
pobres
del sistema judicial.
Situados
en este registro, el
papel
de los
abogados
en los
movimientos
agrarios
colombianos fue fundamental porque abatió los costos de acceso de
los
campesinos
a los
jueces
y a la
administración
pública.
El
caso de Paulo
Emilio Sabogal González es ilustrativo por la incesante
labor
que desplegó
desde el PRS y luego desde el
pec
del que fue suplente del Buró Político del
Comité Central. Con cierto sarcasmo confesó
su
legalismo
en un
agitado
debate
interno
en estos términos:
En
cuanto
a la aseveración que se
hace
respecto a mi
labor en
la rama
campesi-
na, sobre mi legalismo , quiero
hacer
constar que ese legalismo
mío
ha tenido
como resultado
el
sacar
de las cárceles de Ibagué, La
Palma,
Bogotá, Viotá, Cali y
otros
lugares,
más de
trescientos
C.c. ¿compañeros camaradas?, MP) sin que
ja
más se me haya reconocido un centavo como honorarios, haciendo
muchas
ve
ces gastos
de
mi bolsillo, y
reto desde ahora
a
cualquiera
de los
miembros
del
partido que
me
cite un
caso en
que
a
mí
se
me haya pagado honorarios
por
esa
labor
profesional. También se
me acusa
de legalismo
porque me he hecho cargo
de varios
poderes
para
gestionar asuntos
judiciales,
poderes que
de
no haber
aceptado yo,
habrían
encomendado a otros
abogados. También quiero hacer
constar
que la
penetración
dentro del campesinado, se ha facilitado debido a mi
contacto
con las
masas campesinas
a
quienes he
ligado
con miembros
del
parti-
do
mismo
para
finalidades revolucionarias
Carta
de
Paulo
E. Sabogal 14.
La acción violenta
encajaba mejor
en los patrones colombianos de movi
lización política que en los de la rebelión agraria. Resulta muy reveladora la
actividad de la policía, institucionalmente débil, sin un lugar preciso en las
jerarquías estatales
de
la nación, los departamentos y municipios,
sin
presu-
puestos
adecuados
y saturada
de
mañas clientelistas. Aunque el
amartela-
miento de haciendas y latifundios
con
alcaldes y policías Ouía como si fuera
expresión de
un
orden
natUl'al
en
que
convergían
armónicamente
poder
so
cial y
autoridad
política, éste no podría concebirse sin el
engranaje de
los
partidos políticos.
Abundan
documentos sobre estas arbitrariedades.
Por
ejemplo:
CAUCIÓN-
En
el
municipio
de Viotá, a 26 de abril de 1929, se presentó
en
el des
pacho
de la Alcaldía Municipal. NN,
y manifestó que
bajo caución o
multa
de
cien pesos
($100),
se
compromete
a
cumplir con
las obligaciones
de
la
hacienda
de Buenavista, a
respetar
a
sus patronos y empleados,
a
trabajar
y
coger
café
conforme
se lo
ordenen,
a no
asistir
a
reuniones
que
tiendan
a
perturbar
los tra-
Sin fecha. Posiblemenle de comienzos de 1933.
RGASPI
r 495, op. 104, d.59, n 143-144,
en
Meschkal y Rojas (comps.) (2009,
p.
743).
-
8/17/2019 Politización y Campesinos - Marco Palacios
14/25
52
POLITIZACIÓN
y
CAMPESINOS
bajos y el
orden
público, a
no
contribuir con
dinero
para
manifestaciones en
contra
de la mencionada hacienda, a respetar las autoridades, a
no
sembrar ni
resembrar café sin orden de ella, a cumplir
estrictamente
con las obligaciones
que
tenga
a
su cargo
y
demás
a
que
se
haya
comprometido,
lo
mismo,
a
no
impe
dir
a los
voluntarios que
vayan a
trabajar
a
dicha hacienda. En caso
de
infrac
ción,
pagará
la
multa
en estampillas, cuyo
valor consignará en la
Tesorería Muni
cipal.
Para constancia
se firma por los
que en
ella
intervinieron
Anales
de l
Cámara de Representantes,
27 de
septiembre
de 1932, p. 437).
Cien pesos
era una
suma superior al ingreso monetario anual de un
arrendatario bien consolidado en alguna
gran
hacienda de Viotá. El amarte-
lamiento
pudo ser
aún
más funesto en
las zonas de colonos:
En la Inspección de Policía del Sumapaz 1932) se
cometen
las más flagrantes
tropelías. Tanto el
personal
de la
Inspección como
los
guardias puestos
a su ser
vicio, viven y
comen
en
la
casa de la
hacienda, montan en bestias
de la
hacienda
y se
embriagan
con aguardiente de contrabando
producido en la misma hacien-
da. Allí los
señores latifundistas
hacen lo
que
a
bien
tienen con los colonos, y
no
hay
autoridades ni
tribunales
que impidan
semejantes expoliaciones. Las autori-
dades
de
esa
región han iniciado una
campaña
de
terrorismo
contra aquellas
gentes
humildes que
no han cometido otro delito
que
reclamar los derechos
que
poseen
sobre sus
labranzas.
El
mayordomo de
la
hacienda ordena
al
Inspector
arrebatar
a los
colonos sus animales, efectuar lanzamientos
sin
orma alguna de
juicios,
cobrar multas,
efectuar
embargos
y
otras funciones que
sólo correspon
den
al
Poder
Judicial. Todos estos
documentos
reposan
en poder
la Comisión de
la
Cámara
de Representantes) y
pueden
ser consultados
por
los que lo
deseen
Anales
de
l
Cámara
de
Represelltal1tes,
11 de noviembre de 1932, pp. 768-9).
La suerte de los colonos no dependía tan sólo
de la
correlación local
de
fuerzas en la que
solían
llevar la peor parte, sino
de
la forma como dicha co
lTelación tuviera
algún contrapeso
en
las instancias superiores
de la
admi-
nistración.
En
uno de sus
apartes,
el informe que citamos considera los efec
tos de disposiciones del
gobierno
cundinamarqués, tanto de) gobernador
como de la Asamblea Departamental.
encaminados
a favorecer el
enorme
latifundio
Hacienda Sumapaz:
... ) La
Gobernación
de
Cundinamarca
señaló los límites provisionales entre los
municipios
de
Pandi
y
San Bernardo
. ..) y la casa
donde funciona
la
Inspección
de Policía de
Paquiló
quedó
dentro
del municipio de Pandi.
Sin embargo,
el se
ñor
Alcalde de
San Bernardo
instaló
allí
un
Inspector
y
decretó
varios
lanza-
mientos . El señor Alcalde de
Pandi
declaró que dicha
Inspección
estaba dentro
de su jurisdicción, y dijo a los colonos
lanzados
que él los restablecería en el do
minio
de
sus labranzas.
Con este
halago acudieron
los colonos
en número
consi-
-
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156 POLITIZACrÓN y CAMPESINOS
el
campesinado atomizado y el Estado
nacional. El nivel municipal y provin
cial, empero, estaba saturado
de funcionarios
y
grupos
políticos que aplica
ban
arbitrariamente
las
leyes contra antisociales, entre los
que
incluían a
discreción a los activistas agrarios.
LA
BOLCHEVIZACrÓN : DE
LAS
BANANERAS A
VroTÁ
El
pee
desempeñó un papel
central
en la politización campesina de los años
treinta
aunque, quizás, nunca sepamos qué tanto autolimitó posibilidades a
primera vista
insondables.
Por
eso debemos precisar que en la génesis y tra
yectoria inicial del
pec
se
encuentra
una tensión no resuelta entre campesi-
nismo y
obrerismo
(el arquetipo de este último fue
el duranismo de
la dé
cada
de 1940)
que
pudo lastrar
el
desarrollo
p o s t e r i O l ~
En 1960 los Comunistas resumieron lacónicamente el episodio de
sus
orígenes:
Hace treinta años, reuniendo
los
escasos
sobrevivientes del
naufragio
socialista
en
la
alta
marea del
liberalismo
en ascenso,
surgió el 17
de
julio
el Partido Comu
nista como una
agrupación
sectaria y
estrecha que aspiraba
a
abrirse campo en
la
realidad colombiana,
disputándole su
derecho
a la vida a las dos gigantescas
fuerzas
de
los partidos tradicionales, aunados para sofocarlo en su infancia. El
entonces
reciente desastre
del
socialismo
revolucionario era
apenas
el
último y
más ruidoso
de
una larga
serie de
[racasados intentos por vencer
el
descomunal
obstáculo
de
la
tradición
bipartidista Treinta
ar Os e
lucha, 1960, p. 151 .
El desastre se
compendiaba
en la
matanza
de la Zona
Bananera
de di
ciembre de 1928, seguido de los fallidos y
atropellados levantamientos
bol
cheviques
de
El Líbano, Tolima
l8
, y La Gómez, Santander, de
mediados de
1929.
Como
la mayoría de partidos comunistas
del
mundo,
el
colombiano
nació
en el proceso
de
bolchevización de grupos socialistas conforme al
mandato
del
Comintern o Tercera Internacional Comunista, Te
fundada
en Moscú en mar
zo de 1919. En su segundo congreso (Moscú,
19
de julio - 9 de agosto de 1920),
la
organización aprobó estatutos y definió el objetivo principal:
luchar por todos los medios, inclusive
mediante
las armas,
para
delTocar a la
burguesía internacional y crear
la
República
soviética
internacional, como etapa
de transición hacia la desaparición
completa
del
s t a d o l ~
8 Ver Gonzalo Sánchez (1976).
19
En
el Archivo Eslalal Ruso de Historia Social y Polflica, RGASPI (siglas en ¡-uso , fondo 495,
regislro 2, exp.
1, [01.
20, lrascdla en
Spencer y Or1.iz
(2006, p.16).
-
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POLITlZAC¡ÓN y CAMPESINOS 157
Según las directrices de 1924 y 1925,
para
pertenecer a
este
partido co
munista mundial los partidos nacionales
debían
bolchevizarse. En el cami
no
fueron desapareciendo la autonomía de los grupos socialistas locales y
sus
gacetillas variadas, dispares ya veces pintorescas (Núñez, 2006, Anexo,
pp. 221-30).
Lo que muestran ejemplos de la historiografía postsoviética es que, a pe
sar de la uniformidad de la bolchevización , los resultados
nacionales
fue
ron muy dispares. El colombiano, como sabemos, no fue
de
los más ejem
plares. Gracias a
la
reciente publicación
de
la parte más sustanciosa
de la
documentación
(1929-1933) que
reposa
en los archivos
estatales
rusos, sabe
mos algo más de la bolchevización
colombiana,
que ya
había
sido esbozada
en las historias oficiales del
pcc
de 1960 y 1980
2
° Con
base en
estas tres pu
blicaciones que vieron la luz en el
lapso de medio
siglo,
puede trazarse
la
formación azarosa
del
pcc
y distinguirse dos fases
posteriores
al
primer
pcc ,
1923 a 1925, que no consiguió reconocimiento de la re.
La primera
fase
es
la
del trienio 1924-26 que fue ambivalente porque la rc ni rechazó ni acep
tó la incorporación de los grupos comunistas colombianos.
En
las
minutas
de los funcionarios de Moscú hay críticas a la incertidumbre del plantea
miento
de
los
problemas
teóricos y
de
la táctica comunista (Jeifets, 2001, p.
13). Los
juzgaron
extemporáneos y fuera de lugar, como si
la reivindicaciones lanzadas por el
partido comunista
ruso para movilizar las
masas en
vísperas de la conquista del
poder pudieran ser
adaptadas como reivin
dicaciones inmediatas
por
todos los partidos comunistas del mundo (p. 13).
Además, les endilgaron tres errores capitales: las tácticas terroristas, los
acuerdos electorales con los Liberales y
la
ausencia de proletariado
en
sus
filas, con el consiguiente predominio de los intelectuales que, a su vez, con
llevaba el peligro de
adoptar
líneas pequeño burguesas, personalistas
y
cau
dillistas (pp. 35-37). Por todo esto, les aconsejaron realizar
un
gran trabajo
ideológico de educación (pp. 13-16 Y27).
La siguiente fase comienza con la creación del
PSR
que,
en
vano, intentó
montar
una
estructura organizativa centralizada y adoptar
principios
clasis
tas y
de lucha
por
la
dictadura del
proletariado
(p. 16). Ante el
auge de
huel
gas
de
mediados de la década
de
los veinte y a la luz del concepto
leninista
de situación revolucionaria , la re oteó la posibilidad del
despegue comunis
ta en Colombia. El viaje de Guillermo Hemándcz
Rodríguez
a Moscú
en
J 927 en representación del Sindicato Nacional Obrero l a pr:imera
ocasión
que un revolucionario colombiano participaba oficialmente en un acto
de
la
Internacional
Sindical Roja (Profintern) en
Moscú-
abrió
un
intercambio
20 Ver Treinta años
e
ucha (1960, pp. 5-25); Medina (1980, cap. 1 secciones 1.3, J.4, 1.5 Y1.6).
De
la investigación reciente, ver Lázar y Jeifets (2001, pp. 7-37); Meschkat (2008, pp. 39-55).
-
8/17/2019 Politización y Campesinos - Marco Palacios
20/25
58
POLITIZACJÓN
y
CAMPESINOS
directo que facilitó
la
admisión del PSR
en
la IC
en
1928,
y
llevó a la formali
zación
del cambio de
nombre
a p a mediados de 1930.
Hito
de
esta
etapa formativa fue la
huelga
de las bananeras de Santa
Marta, que se debe apreciar
en
un contexto político
más
amplio (pp. 20-25).
En primer
lugar,
el
de
las relaciones del
Partido
Liberal
que había cooptado
a los socialistas
moderados
(1921-1924) Treinta años e lucha, 1960, p. 11-
12) Y
puso
a las facciones
de
socialistas radicales a forjar la unidad alrede
dor del nuevo PSR
en
1926. Junto
con
un puñado de anarcosindicalistas, los
del
PSR
no
abandonaron
las líneas
conspirativas
decimonónicas, es decir, la
política de acción directa
y
terrorismo individual que, realmente caracteriza-
ba
más
a los dirigentes Liberales llamados militaristas que
no soportaban
el agravio de la elección presidencial
de
1922 y esperaban derrocar
al
Go
bierno Conservador
con métodos
insurreccionales, aunque nunca actuaron.
Era acción política en
los
márgenes,
al
menos como
la
recogió el
informe
anual de la legación británica
en
Bogotá:
hace poco el grupo comunista
recibió reconocimiento de la Tercera
Internacio-
nal. Sin
embargo, no hay
el
menor
peligro de
que ocurra
algún disturbio serio
en
los próximos
diez años.
. .. ) La reciente
huelga
de las bananeras, se originó en la
propaganda subversiva de un
grupito
de agitadores colombianos con
simpatía
bolcheviques.
.
.. )
pasada
la huelga se
militarizó
la
zona
y la
situación
está
com
pletamente controlada. Los
amotinados
tuvieron varios cientos de bajas y fueron
reprimidos después
de
causar
serios
daños
a las
propiedades
de la United
Fruit
Ca.,
resultando seriamente afectado
el
Ferrocarril de Santa Marta (Public
Re
cord
Office
PRO)
Foreign Office
(Fa)
371/13479, Bogotá,
12
de abril de 1929,
Mr.
Monson to
Sir
Austen
Chamberlain,
pA).
Esas
conspiraciones daban pie a que extremistas del Gobierno Conser
vador, como el
ministro de
Guerra Luis Ignacio Rengifo, montaran agendas
represivas
con
miras a las elecciones presidenciales de 1930 que,
de
paso,
creaban
f.icciones
en
el
seno
del
propio
Gobierno.
Según un informe
britá
nico, en 1928,
El
único desarrollo
importante
en la
vida social de la República
ha sido
el au
mento del
costo
de vida a
causa
del
incremento
de los
salarios
de los trabajado
res de las
Obras
públicas.( ... ) los peones
que
hasta
hace
no
mucho eran
poco
más
que
siervos se han convertido
en asalariados
( ... )
aunque
no se ve
ninguna
organiz.ación sindical ( ... ) Es
verdad que
el
Ministro
de Guerra (Rengifo) ha
puesto al Gobierno de
carne
de gallina con el
cuento
de que hay una poderosa
organización
comunista que
trabaja
en un plan
de
poner bombas en
el alcantari
llado
de
Bogotá y
otros horrores
por el estilo;
pero el Presidente
se las ingenió
para espantar
el coco
con comentarios
un
poco
cáusticos y picantes
que dejaron
-
8/17/2019 Politización y Campesinos - Marco Palacios
21/25
POLITTZACIÓN
y
CAMPESINOS
159
entrever la maniobra del Ministro para pedir un aumento del pie de fuerza del
Ejército, plan que no cuenta con
respaldo
popular ni con el del ejecutivo (p.2).
Así, pues, en 1928
subían simultáneamente
la ola de movilizaciones po
pulares
y
la
represión
oficial, cuyo
estandarte
fue la Ley 69,
llamada
"heroi
ca", que amordazaba la prensa disidente y cerraba las pocas vías de politizar
la
acción
sindicaF . A diferencia del
PSR
que
se marginó inexplicablemente
del debate, El Socialista, periódico de
aparición irregular
que
desde
1920 di
rigía Juan de Dios Romero, publicó
en
su
edición
del 23 de
junio
de aquel
año unos versos subversivos que
dan
cuenta de la propensión a esa "acción
directa que los Liberales del bando "civilista" llamaban "militarista" y la lC
"putchista": A las armas obreros y campesinos " y contra la ley que silencia
la
libre expresión
y
estrangula
el derecho de
reunión :
El pueblo armado te saluda, ley de vida o muerte
Bendita seas santa dinamita
Salud, guerrillas de tiradores
A las masas, universitarios
La hora
de l revancha ha llegado
Obreros, fuera de las ciudades
Campesinos, a las armas
Las banderas rojas nos llamal1
(El Socialista,
n°
522,
23 de
junio
de 1928)
Romero era dirigente del Partido
Comunista
de Colombia, o Centro Co
munista, que peleaba
con
el PSR el padrinazgo de la IC porque,
naturalmente,
desde 1924 se consideraba que el grupo que lo recibiera quedaría automáti-
camente aprestigiado entre los sectores obreros y radicales, y obtendria re
cursos, ayudas doctrinarias y materiales
para
la acción revolucionaria (Mes
chkat y Rojas, 2009, pp. 97-98)22.
Es fácil que el Partido Comunista de Rusia, escribía Romero a Moscú, desautori-
ce el
movimiento
que venimos haciendo
desde hace
varios años un grupo de co
munistas, si acaso
cree que
no lo estamos haciendo bien
de acuerdo
con las
tácticas
disposiciones
acordadas
últimamente (Jeifets, 200
1,
p. 29)23.
21 Sobre la represión las respuestas dilemas de las organizaciones obreras ver Núñez
(2006, pp. 136-42).
22 Carta
de
Juan
de Dios
Romero
a la Academia
Comunista
de Moscú, Bogotá,
14
de
junio
de
1928, RGASPl,
f
495, op. 104, d. 16,
1.5
. transcrita en Meschkat Rojas (2009).
23
Carta de
Juan de Dios Romero a Virgilio Verdaro, Bogotá, 2
de junio
de 1929, en RGASPI, d.
[6, 1.5, transcrita en Jeirets (200[).
-
8/17/2019 Politización y Campesinos - Marco Palacios
22/25
160
POLlTIZACIÓN
y
CAMPESINOS
Ante la
incorporación
del PSR a
la
IC y
su
transformación en
pcc
en julio
de 1930 (Jeifets, 2001, pp. 7-37), Romero y muchos
otros
socialistas abando-
naron el
escenario
político. En 1930, bolchevización quería
decir
depura-
ción de socialistas revolucionarios de las filas del
pcc
(Meschkat y Rojas,
2009, p.
679 24.
La
lista de estos
perdedores
es
variopinta:
Erasmo
Valencia,
Tomás Uribe Márquez, María Cano,
Raúl
Eduardo Mahecha (conductor de
las huelgas memorables de Barrancabermeja
y
las
bananeras, quien
luego
sería calumniado por todos los flancos comunistas) , Alberto Castrillón (can
didato presidencial
de la izquierda en 1930), o los más
pragmáticos
como
Julio
acampo
Vásquez. Desenmascarados ,
fueron
cortados de
la
foto;
la
tijera también sacó a Guillermo Hernández Rodríguez y su mujer, la venezo
lana Carmen Martel (conocida en Colombia
como
Inés
Fortul)
e inclusive a
Ignacio Torres Giralda. Algunos de ellos fueron pegados de nuevo en álbum
de familia
de
1980.
No
hubo
perdón ni olvido para hombres como acampo, a quien los Co
munistas de los años sesenta recordaban con
esta
copla cantada
con
la músi
ca de la
canción
ranchera Pajarillo Barranqueño
5
:
Julio Ocampo Julio Ocampo
Julio Ocampo fue
un
traidor
que vendió a los campesinos
por gotitas de licor.
Pero
ime
Julio Ocampo
pero
ime
que es mejor
si estar con los campesinos
o ser siervo del patrón.
En
el
fondo
se trató de los desacuerdos tácticos
de
los dirigentes del PSR
que, si
no
era un partido moderno, mucho menos un partido leninista. El
grupo
principal
se había
comprometido
en
un
curso
insurreccional
que, in
sisto, era
moneda
corriente
en la cultura política del país. Optaron por
esa
vía los caudillos Tomás Uribe Márquez, Ignacio Torres Giraldo
yen
cierto
modo María Cano, sobrina del primero y por
un
largo trecho,
compañera
del segundo. Alberto Castrillón,
uno
de los dirigentes de la
huelga
de las Ba
naneras, se
opuso
y calificó la línea
de insurrección de
liberal y
pequeño
burguesa
26
. La huelga, uno de los
grandes
momentos
de
las movilizaciones
populares
y
sindicales del país en el siglo xx, terminó
en un baño de
sangre.
24 Carta del Buró del Caribe al ce del
pec
Nueva York,
11
de agosto de 1931.
5
Cancionero Popular Mexicano
selección, recopilación y textos de Aldana y
Mendoza
(1987,
vol.I, p. 334). De las
muchas
versiones se puede
escuchar
música
mexicana
de
banda
en
You-
tube: http://www.youtube.com/watch?v=XJepOZwUEMY
26
Varios documentos al respecto se encuentran citados en Jeifets (2001) y están transcritos en
Meschkat y Rojas (2009); Treinta Mios
de
lucha (1960, p. 15 .
-
8/17/2019 Politización y Campesinos - Marco Palacios
23/25
POLJTlZ eIÓN y C MPESINOS
161
Marcó el retroceso y la división interna de las izquierdas revolucionarias,
aceleró
la caída
del régimen Conservador y fue trampolín de Jorge Eliécer
Gaitán para
saltar
a
la
arena nacionaF7.
¿Quién fue responsable de semejante fTacaso Comunista? El balance
marcó
para
siempre la
generación de
la
bolchevización. Con el
trasfondo
del
puño
de
hierro
del joven general Cortés Vargas
en
su jefatura marcial de
la
Zona Bananera, se agravaron las divisiones y personalismos en el
seno
del
PSR. A mediados
de
1928, antes de la huelga, los socialistas revolucionarios
ya
estaban
atrincherados en dos facciones: la del Comité Ejecutivo, eE, enca
bezada
por Moisés Prieto de un lado, y del otro, los putchistas del Comité
Central
Conspirativo
Celular
ecce)
o
Jefatura
Suprema del Ejército Rojo, de
Tomás Uribe Márquez
Treinta Años de lucha,
1960, p. 14; Meschkat y Rojas,
2009, pp. 107-14).
En
la catástrofe contaron
las tensiones invisibles
que
ocurrían
en
el
seno
del Comintern a raíz del ascenso de Stalin y la posterior caída de
Bujarin,las
cuales se reflejaron
en
cierta inepcia y miopía de los funcionarios de
la
le que
vinieron a Colombia
por
la época y que tomaron partido por
uno
u otro de
los bandos del PSR.
Estos
son los antecedentes inmediatos del alineamiento de julio
de
1930,
cuando los Socialistas revolucionarios
quedaron
incorporados al Cominten1,
un sistema internacional férreamente centralizado en Moscú y del que sería
la
Sección Colombiana . Sobre la marcha, el nuevo partido debió ajustarse
al
modelo
ruso,
cimentado
en
una
organización de masas de
carácter
pro-
letario ; en
la disciplina
uniforme del centralismo democrático, en
la
crítica
y autocrítica y en
la
cotización obligatoria de sus miembros. El
partido
debía
organizarse en células distribuidas por todo el país bajo un
sistema de man-
do central
y adoptar
como
guía fundamental la interpretación marxista
de
la realidad
nacional . En este último aspecto no bastaba, como vimos,
que
los miembros siguiesen el vademécum determinista
\
teleológico
de
la Se
gunda Internacional, que no
podía
servir de base a una estrategia y una tác
tica
políticas
de
carácter
proletario. Esa era la idea de Palmiro Togliatti, Er
coli ,
entonces
funcionario
de la
le
al insistir
en
la necesidad de
desarrollar
con
los partidos
latinoamericanos un trabajo
de educaCIón . .. )
sin
rechazar
las
exigencias que estén en contraste con la situación del movimiento obrero
de estos países (Jeifets, 2001, p. 13).
Una carta
abierta
de
\;l¡C
al PSR de febrero de 1929
Treillta Afios de
lucha, 1960, pp. 17-18)28, pocas
semanas
después de la matanza
de trabaja-
dores bananeros, estableció que Colombia
2
Una magnifica
síntesis
se encuentra en LeGrand (2009, pp. 19-33).
28 El texto completo de la Carta de la
le
al PSR, fechada en M o ~ c ú febrero de 1929, está trans
cl'Íta en
Meschkat
1 Rojas (2009) Rr.ASPI, r 495, op. 104, d. 24, 11 22-31, pp. 151
1
ss.
-
8/17/2019 Politización y Campesinos - Marco Palacios
24/25
162
POLITIZACIÓN
y
CAMPESINOS
( ... )
pasa rápidamente
de un régimen de
producción
agrícola semi feudal. casi
esclavista, a
una
forma de
producción
capitalista moderna estrechamente incor
porada al sistema del
imperialismo más desarrollado.
De esta manera, Colombia
presenta
toda una serie de sistemas económicos
superpuestos que van
de
la
tra
ta
de indios' a la
empresa moderna
racionalizada,
sistemas
que
se
penetran,
se
combinan, se combaten y
están
en
continua
evolución . .. ) toda la vida económi
ca
del país, y por consecuencia
la
vida política,
está dominada
por el imperialis
mo yanqui
(Medina, 1980, p. 164).
La compleja
realidad
social colombiana esbozada
en
el diagnóstico nos
da
una
idea de cuán
formidable
debió ser el
reto
de construir el partido leni
nista de la
IC en
esa Colombia.
En
la serie de sistemas económicos super
puestos de un país agrícola semifeudal, casi esclavista ,
dominado
por el
imperialismo
yanqui,
era
muy
fácil extraviarse y
muy
difícil
aplicar
correcta
mente la políticas de
alianzas
(con los campesinos,
de
un lado, con
la
bur
guesía
nacional , de otro).
Máxime
cuando apenas despertaba esa
empresa
moderna racionalizada y
por ninguna
parte de la literatura revolucionaria
había un lugar para el análisis
de
clase de los
colonos
y de los peculiares y
complejos procesos de colonización colombiana que la
ortodoxia
hizo invisi
bles por largo trecho.
A todo esto
debe
agregarse una tradición política
que
bien
cabe
en la ex
presión contra-revolución preventiva . Consiste en esa mañosa práctica dis
cursiva de
magnificar el
radicalismo
del
adversario
político, de
pintarlo
de
comunista y bárbaro sencillamente porque
aboca
medianamente el tema
de la
igualdad
política y la justicia social en términos que, se dice,
ponen
en entredicho
el
derecho de
propiedad
privada-
y de calificarlo
de
demago
go en cuanto enaltece el lugar y el valor moral del
trabajo
y del trabajador.
Una
lectura
del empleo del apelativo socialista en el siglo XIX, con el objeti
vo de neutralizar y
ridiculizar el
Liberalismo radical, da
una
idea
aproxima
da
de lo que puede
ser
la contra-revolución preventiva (Gilmore, 1956, pp.
190-210).
En
la historia
oficial del
p
de
1980 se calificó
el
diagnóstico
de febrero
de 1929 como la
declaración programática
fundacional del partido, orien
tada a resolver,
la
cuestión agraria
por
medio
de la eliminación de los vestigios feudales, el re
parto
de la tierra a quienes la trabajan directamente, a través de la
expropiación
sin indemnización a los terratenientes. Igualmente la Revolución sería antiimpe
rialista
y por
tanto procedería
al
desconocimiento
de las
deudas contraídas
a
través
de
los
empréstitos
y a la nacional ización
de las empresas
directa
o indirec
tamente
controladas por el imperialismo (Medina, 1980, pp. 167-168).
-
8/17/2019 Politización y Campesinos - Marco Palacios
25/25
POLITIZACIÓN y CAMPESINOS
63
El
programa
político, se advierte, tiene una gran significación
histórica
ya que por primera vez en Colombia
una
organización política adoptaba un
programa
marxista
(p. 168).
Este
reclamo del monopolio
de la verdad
revo-
lucionaria habría de caracterizar el estilo argumental del pcc Baste recordar,
empero, que en
los
años
veinte varios grupos socialistas
habían adoptado
programas
marxistas y
hasta
comunistas , y
en
la siguiente década Luis
Eduardo Nieto Arteta o Gerardo Molina empleaban el materialismo históri-
co
en
análisis
quizás
más sofisticados que los ejercicios de los
Comunistas
de
carné.
Lo
novedoso
de julio
de
1930 era la adopción formal del
modelo
están-
dar de organización leninista
del Comintern que, de paso, vino con este diag-
nóstico demoledor:
El
partido
Socialista Revolucionario proviene del liberalismo. La clase
obrera,
que ha sido creada por
el desenvolvimiento industrial del país,
abandona
el libe-
ralismo para formar
su
partido
de clase, distinto e
independiente, pero esa
vo-
luntad
de
tener un partido
de la clase obrera, está todavía ligado a una
gran
can-
tidad
de ideas confusas que vienen del liberalismo. ( ... ) Cuando vosotros decís
que
el socialismo ha recibido
un
golpe
rudo por
la pérdida de la huelga de las
plantaciones
(bananeras, MP)
es claro que se
trata
del
socialismo
liberalizante,
pero no
del
socialismo de
la
lucha
de clases del proletariado. ( .. ) El
Partido
So-
cialista
Revolucionario, si
quiere
desarrollarse,
marchar resueltamente hacia
la
conquista
de las masas
trabajadoras para
la Revolución,
no deben
contar en ab-
soluto
con
los jefes liberales de izquierda sino solamente
con
él mismo,
sobre
su
ruerza de organización,
sobre
el proletariado y las masas
campesinas
que arras-
tra, organizadas,
educadas
por él (Meschkat y Rojas, 2009,
p
166).