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Pigmalión Por George Bernard Shaw

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Pigmalión

Por

GeorgeBernardShaw

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PREFACIO

Como se verámás adelante, Pigmalión necesita, no un prefacio, sino unapéndice,quehepuestoensudebidolugar.

Losinglesesnotienenrespetoasuidiomaynoquierenenseñarasushijosahablarlo.Lopronunciantanabominablementequenadiepuedeaprender,porsí solo, a imitar sus sonidos. Es imposible que un inglés abra la boca sinhacerseodiarydespreciarporotroinglés.Elalemánoelespañolsuenaclaropara oídos extranjeros; el inglés no suena claro ni para oídos ingleses. Elreformador que hoy le haría falta a Inglaterra es un enérgico y entusiásticoconocedorde la fonética.Poresta razón,elprotagonistademiobraesel talconocedor.

Entusiastas por el estilo han existido en los tiempos pasados, peroclamabaneneldesierto.

Cuando yo empecé a interesarme por el asunto, el ilustre AlexanderMelville Bell, el inventor del lenguaje visible, había emigrado al Canadá,donde su hijo inventó el teléfono; peroAlexander J. Ellis seguía siendo unpatriarcalondinense,conunacabezallamativa,siemprecubiertodeunsolideode terciopelo,por loque solía, deunmodomuycortés, pedirperdónen lasreunionespúblicas.ÉlyTitoPagliardini,otrofonéticoveterano,eranhombresa quienes era imposible no querer. Henry Sweet, entonces un joven, noparticipaba de su suavidad de carácter; basta con decir que era tan pocotoleranteparacon laspersonasconvencionalescomoIbsenoSamuelButler.Sugranaptitudcomofonético(parécemequedelostreseraelquemásvalíaprofesionalmente)debierahaberlehechomerecedordelosfavoresoficiales,ytalvezhaberleproporcionadolosmediosparapopularizarsusmétodos;perolo impidió su satánico desprecio de todas las dignidades académicas y, engeneral, de todas las personas que tienen en más estima el griego que lafonética.Unavez,enlosdíasenqueelInstitutoImperialsehabíalevantadoenSouthKensingtony JosephChamberlain estaba atronando el país con supolítica imperialista,yo indujealdirectordeunaprincipal revistamensualasolicitar un artículo de Sweet por la importancia que había de tener para lapolíticaimperante.

Cuando leyeron el artículo, vieron que se reducía a un furibundo ataquecontraunprofesordelenguasyliteratura,cuyacátedra,segúnSweet,nopodíaestarocupadasinoporun inteligenteenciencia fonética.El trabajohubodeser rechazado, y yo tuve que renunciar a realizar mi ensueño de poner encandeleroa suautor.Cuando leencontréotravez,másadelante,despuésdemuchos años, vi con asombro mío que él, que había sido un joven muy

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presentable, a fuerza de llevar adelante sumanía, había llegado a alterar suaparienciapersonalhastaelpuntodeparecerunacaricaturadeprotestacontraOxfordytodassustradiciones.Seguramentecontodoeldolordesucorazónsehabíavistoobligadoaaceptar algoparecidoaunacátedrade fonéticaenaquelcentro.Elporvenirdelafonéticaquedaacienciaciertaenmanosdesusdiscípulos,yaquetodascreíanfirmementeenél;peronadapudoconvenceralhombre a que hiciera algunas concesiones a la Universidad, a la que, sinembargo, quedaba unido, por derecho divino, de una manera intensamenteoxoniana.

No me cabe duda de que sus papeles, si ha dejado algunos, contienensátirasquepudieranserpublicadassincausardemasiadosestragos...dentrodecincuenta años. No fue, en ningún modo, persona de malos sentimientos,según creo, sino todo lo contrario; pero no le era posible aguantar conpacienciaalosnecios.

Losqueleconocieronsefijaránenlaalusiónquehagoenmiterceractoalataquigrafíapatentadaqueusabaparaescribirtarjetaspostalesyquesepuedeadquirir comprandounmanual de cuatro chelines y seis peniquespublicadopor la Prensa de Clarendon. Las tarjetas postales que la señora HigginsdescribesoncomolasqueherecibidodeSweet.

Quise descifrar un sonido que un londinense representaría por zerr y unfrancés por seu, y le escribí preguntando con cierta viveza qué demoniossignificaba. Sweet, con infinito desprecio pormi estupidez, contestó que nosolamente significaba, sinoqueobviamente era lapalabra result, puestoqueninguna otra palabra conteniendo aquel sonido, y capaz de encajar en elsentido del contexto, existía en idioma alguno hablado del mundo. El quemortalesmenosexpertosqueélnecesitaranmásexplicaciones,nolecabíaenlacabezaaSweet.

Por eso, aunque el punto esencial de su taquigrafía corriente está enquepuedeexpresarperfectamentecualquiersonidodelidioma,lomismovocalesqueconsonantes,yquelamanodelqueescribenotienequehacertrazosquenoseanlosfácilesycorrientesconlosqueseescribem,nyu,l,pyqconlainclinaciónquemáscómodosea,sudesgraciadadeterminacióndehacerservirde signos taquigráficos ese notable y muy legible alfabeto lo redujo en supropia práctica al más inescrutable criptograma. Su verdadero objeto era lacreación de un alfabeto completo, exacto y legible para nuestro noble, peromaltrajeadoidioma;peronolologróporhaberdespreciadoelpopularsistemaPitman de taquigrafía. El triunfo de Pitman fue debido a una buenaorganizacióndelasunto.Pitmanpublicóunperiódicoparaconvenceratodosdelanecesidaddeaprendersusistema.Publicóademáslibrosdetextobaratos,ejercicios y transcripciones de discursos para ser copiados por alumnos, yfundó escuelas en las que profesores expertos enseñaban demanera que los

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alumnos hacían rápidos progresos. Sweet no pudo organizar sumercado deeste modo. Era como una sibila que abrió de par en par el templo de laprofecíacuandonadiequeríaentrar.

Su manual de cuatro chelines y seis peniques, en su mayor partelitografiado y reproduciendo sus apuntes, que nunca fue anunciado en laPrensa, tal vez algún día sea recogido por un Sindicato y lanzado a lacirculación como el Times ha lanzado la EnciclopediaBritánica. Pero hastatanto,seguramentenoprevalecerácontraPitman.Hecompradoenmividatresejemplaresdedichomanual,ylosimpresoresmedicenquelesquedaungrannúmerodeellos.Me toméel trabajodeaprenderelmétododeSweet,y, sinembargo,parataquigrafiarlaspresenteslíneaselmétodoqueempleoeseldePitman.YlarazóndeelloesquemisecretarianosabetranscribiraSweetporhaberaprendidoalafuerzaaPitmanenlasescuelas.PoresoSweetseriodePitmantanvanamentecomoTersitesseriodeAyax.Contodasurisa,nologródesbancarasucompetidor.PigmaliónHigginsnoesunretratodeSweet,paraquienlaaventuraconLuisaDoolitlehubiesesidoimposible.Sinembargo,hayenelpersonajerasgosquesondeSweet.ConelfísicoyeltemperamentodeHigginspuedequeSweethubiesehechoarderenllamaselTámesis.TalcomofuesupollamarlaatencióndelosfonéticosdeEuropalosuficienteparaquesuoscuridadpersonalysufracasoenOxfordseantodavíaobjetodeasombroylosprofesionalesesténconvencidosdesusgrandesméritos.

Nocensuro aOxford, porque creoqueOxford tieneperfectoderechodeexigirciertaamenidadsocialdesupersonaldocente(¡Diossabecuánexiguaes esa exigencia!); porque aunque bien sé cuán difícil es para un hombregenialnoapreciadoensuvalormantenerrelacionesamablesyserenasconlosque le menosprecian, de todos modos, por mucho que sea su rencor y sudesdén para con ellos no puede esperar que, demostrándoselo a diario, lepaguensusdesplantesconmanifestacionesdecariñoyderespeto.

De lasulterioresgeneracionesdefonéticossépoco.Enellosdescuellaelpoeta laureado, al que tal vez Higgins le deba sus simpatías miltonianas,aunque tambiénenestodebohacerconstarquenoheretratadoaSweetnianadie. Pero si mi obra contribuye a llevar al conocimiento del público queexisten realmente personas dedicadas a la fonética y que pertenecen a lasclasesmás ilustradasde Inglaterra en la actualidad, nohabrá sido escrita envano.PuedovanagloriarmedequePigmaliónhatenidounextraordinarioéxitoen los teatros de Europa y deAmérica, lomismo que en Inglaterra. Es tanintensa e intencionalmente didáctico, y su asunto, al mismo tiempo, es tanáridodeporsí,quenopuedopormenosde regocijarmeante taleséxitos,alpensar en los corifeos de la crítica, que no cesan de proclamar que el artenuncadebeserdidáctico.Aquíestálapruebadelobienfundadodemipuntodevista.

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Finalmente, para animar a los que se apuran por sumala pronunciación,temiendo que ésta les obstruya el camino a altos empleos, añadiré que elcambiomaravillosooperadoenlapobrefloristaporelprofesorHigginsnoesimposiblenidescomunal.Lahijadelporteromoderno,quellenasuambiciónhaciendolareinadeEspañaenRuyBlas,enelThéâtreFrançais,esunosolodelosmuchosmilesdepersonasquesehandespegadodesuacentonativoyadquiridounnuevomododehablar.Perolacosadebehacersecientíficamentepara evitar que el remedio sea peor que la enfermedad. Un acento nativofrancoynatural,pormaloquesea,esmástolerablequelosesfuerzosdeunapersona fonéticamente ineducada para imitar el vulgar dialecto de losdeportistas aristocráticos. Y duéleme tener que decir que, a pesar de laenseñanzadenuestraAcademiadeArteDramático,enlosescenariosinglesesquedantodavíademasiadosdejesyresabiosviciosos,ynoflorecebastantelanobledireccióndeForbesRobertson.

PERSONAJES

MADRE(SEÑORAEYNSFORDHILL).

HIJA(SEÑORITAEYNSFORDHILL).

FLORISTA(ELISADOOLITLE).

MISTRESSPEACE.

MISTRESSHIGGINS.

UnaDONCELLA.

CABALLERO(CORONELPICKERING).

ELDELASNOTAS(ENRIQUEHIGGINS).

ALFREDODOOLITLE.

UnDESCONOCIDO.

UnGOLFO.

UnGUASÓN.

UnCIRCUNSTANTESARCÁSTICO.

ESPECTADORES,TRANSEÚNTES.

ACTOPRIMERO

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Pórticode la iglesiadeSanPablo,enLondres,despuésde lasdocedelanoche.Lluviatorrencial,contruenosyrelámpagos.Portodaspartes,llamadasa los cocherosychóferesde taxis.Los transeúntes correna cobijarseen losportales, cafés o en donde pueden. En el pórtico hay varias personas, entreellas una señora distinguida y su hija, en traje de sociedad. Todos miranmohínoscómocaeelagua,exceptouncaballeroocupadoentomarnotasenuncuaderno.Enunrelojdetorrevecinoseoyendarlasdoceymedia.

LAHIJA.—(Malhumorada.)Nosvamosacalarhasta loshuesos. ¡Vayaunchaparrón! ¡Quién lohubieseesperado,conunanoche tanserenacuandosalimosdecasa!Pero¿enquéestarápensandoFreddy?Yahanpasadoporlomenosveinteminutosdesdequesefueenbuscadeuncoche.

LAMADRE.—Notanto,hija.Pero,enfin,yapodíahabervenido.

UN DESCONOCIDO. — (Al lado de ellas.) No se hagan ustedesilusiones.Ahora,alasalidadelosteatros,noseencuentrauncocheportodala ciudad. Si sigue lloviendo, no tendremos más remedio que esperar quevuelvandesuscarreras.

LAMADRE.— Pero esto no puede ser. Necesitamos un coche a todotrance.Nopodemosesperartanto.

ELDESCONOCIDO.—Puesnohaymásquetenerpaciencia.

LAHIJA.—SiFreddytuviesedosdedosdefrente,habríaidoalpuntodelcirco,queallítodavíanohaacabadolafunción.

LAMADRE.—Elpobrechicohabráhecholoposible.

LAHIJA.—Otros saben encontrar coches. ¿Por qué no puede él? Ahívieneeltonto,ysinnada.(FREDDYvienecorriendodesdeunacallelateral,yalentrarenelpórticocierra suparaguas,quechorreaabundantementeagua.Esunjovendeveinteaños,entrajedesociedad,ytienelospantaloneshechosunalástimaporelagua.Llevalentesdorados.)

LAHIJA.—Bueno;¿quéhay?Yamelofiguro.

FREDDY.— Nada, no se encuentra un coche por ninguna parte... ni atiros.

LAHIJA.—Tonteríatuya.¿Creesquedebemosirnosotrasabuscarlo?

FREDDY.—Lo que te digo es que están todos ocupados. La lluvia havenido tan inesperadamente, que casi nadie llevaba paraguas; demodo quetodos los coches se han alquilado en el momento. Primero bajé a CharingCross,yluegoaLudgateCircus.Ynada.

LAMADRE.—¿NofuisteaTrafalgarSquare?

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FREDDY.—Allínohabíaninguno.

LAHIJA.—Pero¿túfuisteallí?

FREDDY.— Fui hasta la estación de Charing Cross. Supongo que noquerríasquehubieseidoaHammersmith.

LAHIJA.—Túnofuisteaningunaparte.

LAMADRE.—Laverdad,Freddy,esquetúeresmuytorpe.Anda,veteotravezynovuelvassinuncoche.Nopodemospasarlanocheaquí.

FREDDY.—Siosempeñáis,iré;peromecalaréentonto.

LAHIJA.—Comoloqueeres.Atitodotesaleporunafriolera,mientrastanto...

FREDDY.— Bueno, bueno; no hables más, y sea lo que Dios quiera.(Abre suparaguasy salecorriendo,pero tropiezaconuna floristaquevieneprecipitadamente para resguardarse de la lluvia, y cuyo canasto de flores secaealsuelodemodolastimoso.Unrelámpagodeslumbradorseguidodefuertetruenoiluminaelincidente.)

LAFLORISTA.—¡Anda,pasmao!¡Vayaconelseñoritocegato!Noshaamolaoelcuatroojos.¡Ay,quéleñe!

FREDDY.—Bastantelosiento,perotengoprisa.(Escapacorriendo.)

LAFLORISTA.—(Recogiendosusfloresyvolviendoacolocarlasenelcanasto.)¡Vayaunasmanerasquetienenalgunos!¡Moño,lastienende...!¡Ypocobarroquehay!¡Puesyanoshemosganaoeljornal!(Seagachaysiguearreglando sus flores lo mejor que puede, al lado de la señora. No es unamuchacha muy hermosa. Tiene unos dieciséis años. Su traje modesto estábastante ajado.Sucalzado sehalla enmal estado.Su tez atestigua el efectocontinuo de la intemperie. No es que, en general, no esté limpia y algocuidada;pero,alladodelasseñoraselegantes,elcontrasteesbastantegrande.Sin embargo, se ve que con un poco de cuidado sería una muchacha muyaceptable.)

LAMADRE.—Noseausteddeslenguada,quemihijolohizosinquerer.

LA FLORISTA.—Anda, ¿conque es hijo de usted, señora? Bien. Puesmire:podráustedpagarmelasfloresestropeás.Nosefigureustedqueamímelasregalan.

LA HIJA. — ¡Pagarle las flores! No faltaba más; haber tenido ustedcuidado.

LAMADRE.—Tenjuicio,Clara,que lachicasaleperjudicada.¿Tienesdinerosuelto?

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LAHIJA.—Nollevomásqueunapiezadeseispeniques.

LAMADRE.—Puesvenga.Toma,chica,porloquetehanestropeado.

LAFLORISTA.—Muchísimasgracias,señora,yquetengaustedmuchasaluz.

LAHIJA.—Seispeniquestirados...Novaleunpeniquetodoelcanasto.

LAMADRE.—Calla,mujer;novalelapena.

LAFLORISTA.—¡Québuenaeslaseñora!¡Sitoasfuanasí!...

LAMADRE.—Bueno.Perootraveznohagastantasalharacas.

LAFLORISTA.— ¿No ha de gritar una cuando la pisan un callo? (Uncaballero ya entrado en años, al parecer militar retirado, de aspecto jovial,viene corriendo a refugiarse en el pórtico. Su gabán chorrea agua. Suspantalonesestánenelmismoestadoquelosde

FREDDY.Debajodel gabán lleva trajede sociedad.Ocupael sitiode laizquierdadejadovacanteporCLARA,queseharetiradohaciaadentro.)

ELCABALLERO.—¡Vayauntiempecito!

LAMADRE.—(AlCABALLERO.)Ya,ya;meparecequehaypararato.

ELCABALLERO.—Es loque temo.Parecíaque ibaaaclarar,yyaveusted cómo cae ahora. (Se acerca a la FLORISTA, después de haberseremangadolospantalones.)

LAFLORISTA.—(TratadeentablarconversaciónconelCABALLERO.)Cuandocaeasí,confuerza,nocreausted,cabayero,esqueprontoseacaba.Ande,migeneral,cómpremeunramiyete.

ELCABALLERO.—Losiento,hija,peronotengocambio.

LAFLORISTA.—Poresonolodeje,queyopuedocambiarle.

ELCABALLERO.—¿Un"soberano"?Nollevomenos.

LAFLORISTA.— ¡Anda lamar! Si tuviá yo un "soberano", estaría yoahoraenunpalcodelaÓpera.Míreseaversitienemediopenique.

ELCABALLERO.—Vaya,nomolestes. ¡Cuando tedigoqueno llevo!(Buscando por sus bolsillos.) ¿No lo he dicho?... ¡Calla! Aquí tengo seispeniquesenplata;aversinosarreglamos.

LAFLORISTA.—Puessueltosllevocincopeniques.Tomedosramiyetesyloscincodichos.Lesaleamediopeniquecaramiyete.Mepaeceque...(Daun grito, pues un vendedor de periódicos, de unos doce años, acaba depellizcarla en el brazo.) ¡Golfo, marrano! ¿Qué ties tú que pellizcarme?

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(Restregándoseelbrazo.)¡Quéanimal!

ELGOLFO.—Espaanunciarme.

LAFLORISTA.—¡PuesniquefuáselPadreSanto!¡Miraqueanunciarseconcardenales!

ELGOLFO.—Cállate,pelucha,yhazmecasoamí.AversivasalaComi(Bajandolavoz.),queallídetráshayunodelaronda,quenomegustanaa.Yasabesloquediceelbando...:quealasfloristasosestáprohibidomolestaralpúblico.Mepaecequeelpoliaquelteestáapuntando.

LA FLORISTA. — (Muy asustada.) Yo no he hecho naa malo. Tengoderechoavenderflores,quepaesopagomilicencia.Yosoyunachicahonraa,yaesecabayerosóloledijequemecompraseunosramiyetes.

ELGOLFO.—¿Amíquemecuentas?Porloquepuátronar,ándateconcuidao.¡"LaNación"!(Sealejaatravésdelalluvia.)

LAFLORISTA.—Ustedes, señores, son testigos... que yo no he hechonaa malo. (Tumulto general, en su mayoría expresando simpatía por laFLORISTA,peroprotestandocontrasusalharacas.)

LA MUCHEDUMBRE. — ¡Cállate la boca, tonta, que nadie se metecontigo,caramba! ¡Calma,calma,chica! ¡Peroquépamemassonésas! ¡Quéescandalosaes lacriatura! ¡No ledapoco fuertea laniña! (Óyesedecirporvarios.Algunoshombresledangolpecitosenloshombrosdemodoprotector.Otros, malhumorados, quieren que se calle o se vaya con la música a otraparte.Un grupo, que no se ha enterado de lo sucedido, trata de acercarse yaumentalaconfusiónconsusempujonesypreguntas).¿Quédemoniospasa?¿Quélesucedealamuchacha?¿Dóndeestáél?¿Unpolicíahatomadonotas?Yasesuponeloquehabrásido.Habráqueridometerlamanoenelbolsillodealguien...Yasesabecómolasgastanesaschicuelas.

LA FLORISTA. — (Cada vez más apurada, fuera de sí, se precipita através de los circunstantes hacia el CABALLERO de marras, y gritadesaforadamente.)Oigausté,cabayero;digaustélaverdá.¿Quéesloquehehechoyo?Yonohequitaonaaanadie.Quemeregistren.

UN GUASÓN. — (Arrimándose.) Servidorito no tiene inconveniente.Manosalaobra...

LAFLORISTA.—(Dándoleungolpeenlamanoqueacercaba.)Tóqueseustedlasnarices...

ELDELASNOTAS.—(Yendohaciaellaseguidodetodos.)Vaya,vaya,calma.¿Porquiénmehastomadoamí?

ELDESCONOCIDO.—Esverdad; no es poli: es un caballero.Nohay

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másquever sucalzado. (Explicandoalde lasNOTAS.)Aquí lagachí lehatomaoporotro.S'hafiguraoqu'eraustéunguiri.

ELDELASNOTAS.—(Consúbitointerés.)¿Unguiri?¿Quées?

ELDESCONOCIDO.— (Que no tiene aptitudes para las definiciones.)Pueslediré:unguiries...unguiri.Esoes.Nolosédecird'otromodo.

LAFLORISTA.—(Muynerviosa.)Juroporlasaluzdemimadre,queenpazdescanse,queyonohehechonaa.

ELDELASNOTAS.—(Altanero,perodemuybuenhumor.)Cállate,sipuedes,quemeponesnervioso.Yacomprendo;¿tengoyofachadepolicía?

LAFLORISTA.—(Lejosdetranquilizarse.)Pues,entonces,¿aquévieneeltomarapuntes?¡Yoquéséloquehabráescritoahí!Enséñemeloaver.(Elde lasNOTASabresucuadernoyse loponedebajode lasnarices,pormásque lapresiónde losque tratande leerporencimadesushombrosdaríaentierraconunhombremenosfuertequeél.)¿Quédice?Yonoséleereso.

ELDELASNOTAS.—Yo,sí;escucha.(Leereproduciendoexactamentelafonética,delamuchacha.Paraquelailusiónseacompleta,lamismaactrizpuede hablar, haciéndose creer al público que es el presunto imitador.)"Cuandocaeasí,confuerza,nocreausté,cabayero,esqueprontoseacaba.Ande,migeneral,cómpremeunramiyete..."

LAFLORISTA.—¡Quévozpone!Perovamosaver:¿esuncrimenelqueyo haya llamao general al señor cuando tal vez no sea más que coronel?(Dirigiéndose alCABALLERO.)Usté dirá, cabayero, sime he propasao enalgo.

ELCABALLERO.—Nada,mujer.(AldelasNOTAS.)Siesusteddelasecreta, lediréque lamuchachanohafaltadoniamínianadie.Estáensuperfectoderecho,creoyo,altratardevendersusflores.

Los CIRCUNSTANTES. — (Juntándose en su poca simpatía por laPolicía.) ¡Claro! ¡Quéganasdemetersedondenadie le llama!Estonosevemásqueenestepaís. ¡Sicreeráqueconesaschinchorreríassevaaganarelascenso! Le digo a usted que ni en la Papuasia. ¡Que se vaya a tomar elfresco!...,etcétera.(Lachica,alverquetantostomansudefensa,seengríeymiraretadoraasusupuestoenemigo.)

ELDESCONOCIDO.—Pero,señores,¡siestávistoqueeseseñornoesdelaPolicía!Amímeparecequeesunguasónquequietomarnoselpelo.

ELDELASNOTAS.— ¡Qué listo es usted!Bien se ve que ha nacidoustedenWhitechapel.

ELDESCONOCIDO.—(Atónito.)¿Cómolosabeusted?

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ELDELASNOTAS.—(Sonriendo.)Porunpajaritoquemelodicetodo.(AlaFLORISTA.)Tambiéntúeresdeporallí.

LAFLORISTA.—Sí,sí;enaquelbarrionací;nolopuedonegar;peronomevayaustedamultarporello...,queno lovolveréahacer. (Risas.)Ahoravivo en Lisson Grove. Esto supongo que no es un crimen. (Empiezanuevamentealamentarse.)

ELDELASNOTAS.—(Sonriendo.)Vivedondetedélagana,perocesadegimotear.¡Caramba!

EL CABALLERO. — Anda, muchacha, serénate, que nadie se metecontigo.

LA FLORISTA. — (Todavía quejumbrosa, en voz baja.) Soy unamuchachahonraa.

ELCIRCUNSTANTESARCÁSTICO.—Sitodoloadivina,dígame:¿enquécallemehecriadoyo?

ELDELASNOTAS.— (Sin vacilar.) En la deHoxton. (Sensación. Elinterésporlosconocimientosdeltomadordenotasaumenta.)

ELCIRCUNSTANTESARCÁSTICO.—(Atónito.)Puesesverdad.¡Quéhombre!¡Losabetodo!

LAFLORISTA.—Noesunarazónparameterseconmigo.

ELCIRCUNSTANTESARCÁSTICO.—Claroqueno;niconnadiequeno haya cometido falta alguna.A ver si resulta un policía "ful". Si no, queenseñelainsignia.

ALGUNOS.—(Animadosporestaaparienciade legalidad.)Esoes:queenseñelainsignia.

EL DESCONOCIDO. — No saben ustedes distinguir. Ese señor no espolicía.EsOnofrof,eladivinadordepensamientos.Lehevistotrabajarenelcirco. (Alzandomás la voz.)Oiga usted,musiú: díganos de dónde es aquelcaballeroalquellamógenerallamuchacha.

ELDELASNOTAS.—EsdeCheltenham.EstudióenCambridgeyhavividoúltimamenteenlaIndia.

ELCABALLERO.—Totalmente cierto. (Gran risa general. Reacción afavor del tomador deNOTAS. Exclamaciones de asombro.) ¡Pues sí que loentiende!¡Hayquever!¡Parecementira!Dispenselapregunta,caballero:¿esustedartistade"varietés"?

ELDELASNOTAS.—No,señor;peronodigoquenoloseaalgúndía.(Lalluviacesóylasprimerasfilascomenzaronaalejarse.)

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LAFLORISTA.—(Queriendoseguirhaciéndoselainteresante.)¡Vayauncabayero,quesemeteconunapobremuchacha!¿Sicreeráqueyoeragitanayleibaahacercompetencia?

LAHIJA.—(Impaciente,acercándosealaentradadelpórtico,empujandobruscamentealCABALLERO,queseapartacortésmente.)Pero, ¡porDios!,¿quéhasidodeFreddy?¡Voyacogerunapulmoníaenestemalditopórtico!

ELDELASNOTAS.—(Parasí,anotandoaprisa.)Earls-court.

LAHIJA.—(Conaspereza.)Hágameustedelfavordeguardarparasílasobservacionesimpertinentes.

EL DE LAS NOTAS. — Habré pensado en voz alta. Fue sin querer.Perdone.SuseñoramadreesdeEpson,nohayduda.

LAMADRE.—(Acercándose.)¡Quécosamáscuriosa!EsverdadquemecrieenLagerladyPark,cercadeEpson.

ELDELASNOTAS.—Mealegrodehaberacertado.EstuvedudandosierausteddeCroydon.

LAMADRE.—DeCroydonerasmispadres;perocuandoyoteníasieteañossetrasladaronalavecinapoblacióndeEpson.

ELDELASNOTAS.—Me lo figuré. (Dirigiéndose a laHIJA.)Usted,señorita,loquequiereesuncochedepunto,¿verdad?

LAHIJA.—(Conaspereza.)¿Austedquéleimporta?

LAMADRE.—¡PorDios,Clara,noseasasí!¡Vayaungenioquesetehapuesto! (LaHIJA la rechazaconunmovimientobruscoyse retiraaltanera.)Dispénsela,caballero,queestámuynerviosa.Yoleagradeceríaaustedmuchoquenosencontrarauncoche.(EldelasNOTASdaunsilbidofuerte.)Muchasgracias, caballero. (El de las NOTAS avanza hacia la calle y grita con vozestentórea:"¡Cocheroo!")

ELDESCONOCIDO.—¡Buenospulmones,caramba!

LAFLORISTA.—¡Yo loquedigoesqueno tiéderechoamolestarme!¿Soyacasounamendiga?

ELDELASNOTAS.—Lagentesiguepasandoconlosparaguasabiertos,yesoqueyahacediezminutosquecesólalluvia.

UNO DE LOS CIRCUNSTANTES. — Pues es verdad. Estamos aquíhaciendolostontos.(Sevaprecipitadamente.)

EL DESCONOCIDO. — (Extendiendo la mano para ver si llueve.)¡Recontra! ¡Si ya no cae! Claro, con esos charlatanes que le entretienen auno...(Setientaderepenteparacerciorarsedequenolehanquitadoelreloj.)

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Nada, nada; no ha pasado nada. Porque ya se sabe, a lo mejor, en estasapreturas...(Sealeja.)

LAFLORISTA.—Debieradenunciarle,porcoación.

LAMADRE.— Ya escampó, Clarita. Podemos ir a tomar un autobús.Anda,vamos.(Seremangalasfaldasyechaaandar.)

LAHIJA.—Pero,mamá,elcochedepunto...(LaMADREyaestáfueradelalcancedesuvoz.CLARAnotienemásremedioqueapretarelpasodetrásde ella.) ¡Qué fastidio! (Todos se van, menos el de las NOTAS, elCABALLEROylaFLORISTA,queestáarreglandosucanasto,lamentándoseamediavoz.)

LAFLORISTA.—¡Vayaunavidaperralaquetieneuna!¡Cuántohayquesudar para ganarse un triste piri! Y encima la amuelan a una de todas lasmaneras.

EL CABALLERO. — (Acercándose al de las NOTAS.) Me interesamucholoqueacabodeoír.¿Cómohaceusted?

ELDE LASNOTAS.— Pues, sencillamente, tengo buen oído y buenamemoria, y luego me he dedicado al estudio de la fonética. Esto es miprofesiónymiafición.¡Dichosoelquetieneunaprofesiónquecoincideconsu afición! Lo corriente es distinguir por el acento a un irlandés, a uno deYorkshire. También es fácil conocer el origen de los extranjeros que hablaninglés,porbienquelohablen.PeromiespecialidadesdistinguirlosmilesdeacentosquehaydentrodeInglaterra,conunadiferencia localdeseismillas.Hastadistingo los acentosde losdiferentesbarriosdeLondres.Comoustedsabe,cadapoblaciónpresentaensuvocabularioyenelmododepronunciarlomaticescaracterísticos,yhastapodríadecirsequecada familia tienedejosyexpresionesquelesonpeculiares.Puesyotodoestoloapuntoyloguardoenlamemoria.Además,poseograndesconocimientoslingüísticosytengoeldondeimitarcualquiervoz,cualquierentonación,cualquieracento.

LAFLORISTA.—Sí,sí;ahoraquierehacersepasarporventríloco;peroamínohayquienmequitequeesdelasecreta.

ELCABALLERO.—¿Ydaparaviviresahabilidad?

ELDELASNOTAS.—¡Yalocreo!Estostiemposson,comoustedsabe,de"snobismo".Lasclasesricas,lomismolasburguesasquelasaristocráticas,viajan mucho y quieren estudiar idiomas extranjeros y, sobre todo,pronunciarlos bien, aunque no los entiendan. Hoy las personas de visopronuncian el francés, el alemán, mejor que los propios nacionalesrespectivos.Puesbien:yo,habiendoanalizadoexactamentelosfenómenosdela fonética, puedo fácilmente, indicando la posición que hay que dar a la

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lengua,loslabios,etcétera,enseñarlapronunciacióndecualquieridioma.Misdiscípulos se quedan atónitos de sus propios progresos. Hago furor, comoquien dice. No doy lecciones a menos de dos libras por hora, y tengo querechazardiscípulos.

LAFLORISTA.—¡Yunasiemprehechalapascua!¡Cuandosenaceconmalapata...!

ELDELASNOTAS.—(Perdiendolapaciencia.)Mujer,nocarguestanto.Cállate,sipuedes,ysino,veteconlamúsicaaotraparte.

LAFLORISTA.—Cabayero,ustedl'hatomaoconmigo.Creoquetengoelmismoderechoaestaraquíqueusté.

ELDELASNOTAS.—Unamujerquechincha tanto como túno tienederechoaestarenningunaparte.¡Vayaconlachicuela!

LAFLORISTA.—¿Paquequedráqueyomevaya?¡Puesnomesaledelmoño!¡Nofaltabamás!Tambiéntengoyomidiznidáy...,y...tal.¡Pachasco!

ELDELASNOTAS.—(Sacandosucuadernodeapuntes.) ¡Cielos,quésonidos! ¡Y éste dicen que es nuestro idioma, tan hermoso, tan sonoro, taneurítmico!

LAFLORISTA.—(Convozaguda.)Aestehombrelefaltauntornillo.(EldelasNOTASrepiteestaspalabrasconlamismaentonación.LaFLORISTA,primero,atónita:luego,riéndoseinvoluntariamenteporlaperfectaimitación.)¡Ayquégracia!

EL DE LAS NOTAS. — ¿Ve usted a esa muchacha con su lenguajecanallescoyestropeado,eselenguajequenoladejarásalirdelarroyoentodasuvida?Puesbien:sifuesecosadeapuesta,yomecomprometeríaahacerlapasarporunaduquesaenla"soirée"oenla"garden-party"deunaEmbajada.Digomás: lepodríaproporcionarunacolocacióncomodamadecompañíaocomo de vendedora en una tienda elegante, para lo que se exigen mejoresmodos de expresarse. Con decirle a usted que me dedico a desbastar amillonariosadvenedizos,anuevosricos,creohaberdichobastante.Conloquemepaganprosigomistrabajoscientíficosenfonéticaylingüística.

ELCABALLERO.—Yotambiénmeocupodelenguas.HeestudiadolosdialectosdelaIndiay...

EL DE LAS NOTAS. — (Con vivacidad.) ¡Hombre! ¿Conoce usted alcoronelPickering,elautorde"Elsánscritohablado"?

ELCABALLERO.—(Sonriendo.)¡Yalocreoqueleconozco!¡Comoquesoyyoeltalcoronel!

EL DE LAS NOTAS.— ¿Es posible? (Dándole la mano.) ¡Cuánto me

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alegro de conocerle personalmente! Soy Enrique Higgins, el autor del"Alfabetofonéticouniversal".

PICKERING.—¡Quécasualidad!Yohevenidode la Indiaparaverle austed.

HIGGINS.—YyopensabamarcharmealaIndiaparaverleausted.

PICKERING. — Deme usted sus señas, que tendremos que hablardetenidamente.

HIGGINS. — En Wimpole Street, veintisiete, A, me tiene usted a sudisposición.Vayaustedmañanamismo,porlamañana.

PICKERING.—Yo estoy en el hotel Carlton.Véngase ahora conmigo;cenaremosycharlaremos.

HIGGINS.—Deacuerdo.

LA FLORISTA. — (A PICKERING, al pasar éste delante de ella.)Cómpremeunaflor.Notengodondedormir.

PICKERING. — Hija, lo siento. No tengo nada suelto. (Prosigue sucamino.)

HIGGINS. — (Enfadado por la pedigüeñería de la chica.) ¡Embustera!Acabasdedecirqueteníascambiodemediacorona.

LAFLORISTA.—(Desesperada.) ¡Quesiempreustedmehadesalirencontra!(Arrojandoelcanastoasuspies.)Tomeustedtodoelcanastoporseispeniques,paraacabarlo.(Elrelojdelacatedraldalamedia.)

HIGGINS.—(OyéndolecomoaunaadvertenciadelCieloquelereprochasudurezapara con la pobre chica.) ¡Vaya, chica, toma, que todos somosdeDios!(LetiraunpuñadodemonedasenelcanastoysevaconPICKERING.)

LA FLORISTA.— (Recogiendo una pieza de media corona.) ¡Aaayyy!(Estaexclamaciónesunaespeciedehipoprolongado,queenellaespeculiar.Recogiendovariasmonedasmás,deplataydecobre.)¡Aaayyy!(Recogiendomedio"soberano".)¡Aaaaayyyy!

FREDDY. — (Bajando de un taxi.) Por fin logré uno... ¡Hola!... (A lachica.)¿Endóndeestánlasdosseñorasqueestabanaquíantes?

LA FLORISTA. — ¿Las dos señoras? Pues se marcharon a coger unautobúsencuantodejódellover.

FREDDY.—¡Ymedejaroncolgadoconeltaxi!¡Estoylisto,sinuncuartoenelbolsillo!

LAFLORISTA.—(Congrandeza.)No se apurepor eso, señorito.Amí

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precisamentemehacefaltaeltaxiparairacasa.Ustedlopasebien.(Sesubeal coche, diciendo al chófer:)DruryLane, esquina de la tienda de aceite deMicklejohn.¡Arrea,quehabrápropi!(Eltaxisealejaatodocorrer.)

FREDDY.—Ahora,yoapatitaacasa.¡Mehedivertido!

TELÓN

ACTOSEGUNDO

Al día siguiente, a las once de la mañana. Gabinete de trabajo deHIGGINS, enWimpoleStreet.Esunahabitaciónexterior enelprimerpiso,muyamplia,quenormalmentedebieraserlasala.Lapuerta,dedoshojas,sehallaalforo,ylaspersonasqueentranencuentranenelrincónasuderecha,contra la pared, dos enormes estantes formando un ángulo recto. En esterincónhayunamesadeescribirplana,enlaqueestáncolocadosunfonógrafo,unlaringoscopio,unaseriedetubitosdeórganoconunfuelle,otradetubosdequinqué con sus válvulas de gas para producir llamas sonoras, diferentesdiapasones,unafiguradecartónrepresentandolamitaddeunacabezahumanaentamañonatural,mostrandoensecciónlosórganosvocales,yunacajallenade cilindros de cera para el fonógrafo. Más adelante, del mismo lado, unachimeneaconuncómodosillónforradodecuerojuntoalhogar,deespaldasalapuerta,yunacarboneraalotro.Hayunrelojencimadelachimenea.Entreéstaylamesadelfonógrafo,unveladorparalosperiódicos.

Alotroladodelapuerta,alaizquierdadelvisitante,sehallaunmuebledemuchoscajoncitos.Encimadeélpendenunteléfonoyunalistadeabonados.Contra la pared lateral, hacia el rincón, un piano de cola: tiene un taburetedelante del teclado. Sobre el piano se ve una bandeja de frutas y dulces; lamayorparte,dechocolate.Elcentrodelahabitaciónestádesocupado.Ademásdel sillón de cuero, el taburete del piano y dos sillas ante la mesa delfonógrafo,hayunasilladerejillacercadelachimenea.Delasparedescuelganvariosgrabados,ensumayoríacopiasderetratos.PICKERINGestásentadoalamesa,ordenandounastarjetasyundiapasónqueacabadeusar.HIGGINSestá en pie a su lado, cerrando unas carpetas del estante que se hallabanabiertas. Su aspecto, a la luz de la mañana, es de un hombre robusto, conbuenasalud,deunoscuarentaaños,pulcramentevestidodecoloroscuro.Suinterésportodaslascuestionescientíficas,ysobretodoporaquellasenqueseocupaespecialmente,esmuyvivoylehaceolvidarmuchasveceslascosasylaspersonasquelerodean.Sumododevereseldeunniñoimpetuosoque,sinmalaintención,cometetravesuras.Esirónicoypunzantecuandoestádebuenhumor,yarrebatadocuandosehallaanteunacontrariedad;peroesfrancotey

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notienepizcademaliciademodoque,aunen losmomentosenquemássedejallevarporsutemperamento,noesantipático.

HIGGINS.—(Cerrandolaúltimacarpeta.)Puesyahavistoustedtodalacolección.

PICKERING.—Esunacosasorprendente.Yesoquenoheexaminadonilamitad.

HIGGINS.—Sigausted,sigusta.

PICKERING.—(Levantándoseyacercándosealachimenea,delantedelacualsecolocadeespaldas.)No;porestamañanayatengobastante.

HIGGINS.—(Colocándosea su izquierda.) ¿Sehacansadodeescucharsonidos?

PICKERING.—¡Claro!Esunejerciciomuyabsorbente.Yo,queestabaorgulloso por saber pronunciar veinticuatro vocales distintas, me considerovencido por las ciento treinta de usted.Enmuchos casos no percibo lamásligeradiferenciaentreellas.

HIGGINS. — (Sonriéndole satisfecho y yendo hacia el piano a comerdulces.) ¡Oh! Eso viene con la práctica. Al principio no se percibe ladiferenciaentreciertasvocalesafines;peroluego,afuerzadeaguzareloído,selasencuentratandiferentescomola"a"yla"b".

(MISTRESS PEARCE, el ama de llaves deHIGGINS, asoma la cabezaporlapuerta.)¿Quépasa?

MISTRESSPEARCE.—(Vacilante,evidentementeperpleja.)Havenidounajovenquedeseaverleausted.

HIGGINS.—¡Unajoven!¿Quéquiere?

MISTRESSPEARCE.—Puesdicequeustedsealegrarádeverlacuandose entere del objeto de su visita. Parece una muchachuela ordinaria, muyordinaria.Yolahubiesedespedido;peropenséquetalvezlanecesitaseustedparaimpresionaralgúncilindro.Esperoquenohabrécometidounafalta;ustedmedispensará;avecesnosabeunaloquedebehacer.

HIGGINS. — No se apure, señora. Y esa joven, ¿tiene un acentointeresante?

MISTRESSPEARCE.—Yodeesonoentiendo.Loqueamímepareceesqueesuna...cualquiera.¡Tieneunasexpresiones!...¡BenditoseaDios!

HIGGINS.—(APICKERING.)Lamandaremospasar,¿noleparece?(AMISTRESSPEARCE.)Dígalequepase.(Vaasumesadetrabajoycogeuncilindroparacolocarloenelfonógrafo.)

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MISTRESS PEARCE.— (Moviendo la cabeza.).—Allá usted. Yomelavolasmanos.(Seretira.)

HIGGINS.—Puesesunafelizcasualidad.Ahoralevoyamostraraustedcómoregistrolasvoces.Laharemoshablary,mientrastanto,haréfuncionarelaparatoBell,llamadodesonidosvisibles;luegoampliarétodoenelRomiey,finalmente, lo fijaremos en el fonógrafo, de modo que podamos oír suspalabrassiemprequesenosantoje.

MISTRESS PEARCE.— (Volviendo.) Aquí tiene usted a la muchacha.(LaFLORISTAentravestidadegala.Supeinadoestámuycuidado.Sufaldade percal, cuidadosamente remendada, está casi limpia. Lleva una blusa decolorchillón,que revelaaprimeravistaquemásbienquede los talleresdealgunagranmodista,procededeunaprendería.Loquemásllamalaatenciónes su sombrerodepaja con tresplumasde avestruz: amarilla, azul oscuraycolorada. Sus botas apenas si tienen tacón. PICKERING queda conmovidoanteaquellafigura,deplorablementepatética,consuinocentepresunción.EncuantoaHIGGINSparaquienlaspersonassólotieneninterésdesdeelpuntodevistadesusestudiosfonéticos,entraenmateriasinmáspreámbulo.)

HIGGINS. — (Brusco, al reconocerla, con no disimulada desilusión.)Pero...¡qué!¡Siéstaeslamuchachacuyapronunciacióntranscribíanoche!Nomesirveparanada.Conmediadocenadefrasesdesujerigonzamebastaymesobra.Noquierogastaruncilindroenello.(Alamuchacha.)Nohacesfalta;puedesretirarte.

LAFLORISTA.— ¡No se ponga tan bufo, hombre!Un griyo sólo valemediopeniqueysel'oye.Entéres'ustétansiquieradelojeztodemivesita.(AMISTRESS PEARCE, que se ha quedado en la puerta esperando másórdenes.)Señora,¿l’hadichoustéqueheveníoentaxi?

MISTRESS PEARCE. — No hable tonterías. ¿Qué le importa a uncaballerocomomísterHigginssiustedhavenidoentaxioapie?

LAFLORISTA.—¡AndaDios!Aquítoosauna.¿Qués'habránfigurao?Puessepanustésques'equivocandemedioamedio.Aquímenda,talcomolaven,tieconquépagar.Demodoquealtrigo,comoquiendice.Elseñoraquí,según le oí decir anoche, da leciones de prenunciación. Pues yo quieroaprenderaprenunciarcorreztamente,asícomosuena.Creoquemidinerovaletantocomoeldeotros;ysino,decirlod'unavez.Coniraotroprofesor,asuntoacabao,ytanamigoscomoantes.

HIGGINS.—Pero¿quéestádiciendolatonta?

LAFLORISTA.—Eltontoseráustedsidesperdicialaocasión.Fíjesequeestoydispuestaapagarlasleciones.

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HIGGINS.—(Divertido.)Sí,¿eh?¡Vaya,vaya!

LAFLORISTA.—Vamos,parecequeseablanda.¡Aaaayyyy!

HIGGINS.— (Crispado.) ¡A esa pílfora la tiro por el balcón! (Avanzaamenazador.PICKERINGleretiene.Lamuchachalanzagritosdeterroryserefugiadetrásdelpiano.)

LAFLORISTA.— ¡Aaaaayyyyy..., aaaaayyyyy!...Nomepegue, quenohehechonada. (Llorando.) ¡Ymeha llamadopílfora, cuandoofrezcopagarcomounaseñora!

PICKERING.—(Acercándosealpiano.)Noseasuste,hija,quemiamigonoestanfierocomoparece.Hablandoseentiendelagente.Vamosaver:¿quéesloquedeseausted?

LA FLORISTA. — (Con voz temblorosa.) Pues mire usté: yo querríaentrar de vendedora en una tienda elegante de flores.Me han dicho quemitipo no les disgustaba, pero que mi manera de hablar no era bastante fina.Como el señor se dedica a enseñar a hablar, he venido a ver si nosentendíamos.

MISTRESS PEARCE.— Pero, muchacha, ¿está usted loca? ¿Cómo vaustedapagarlaslecciones?

LAFLORISTA.—¡Noshaamolao!Séyotanbiencomoustéloquevalenlas leciones.Estoy dispuesta a pagar lo que pidan en razón. ¡Anda, chúpateésta, Ruperta! (MISTRESS PEARCE, roja de indignación, quiere contestar;pero a HIGGINS le ha hecho gracia la cosa, lanza una carcajada franca ylevantaelbrazoparaimponersilencioalama;sedirigealamuchacha.)

HIGGINS.—¿Cuántopagarías?

LAFLORISTA.—¡Ah,vamos!Yasabíayoquebajaríaustéloshumosalver la probabilidad de recoger algo de lo que tiró anoche. (Con confianza,bajandolavoz.)Vamos,confiese:estabaalgoalegre,¿no?

HIGGINS.—(Imperioso.)Siéntate.

LAFLORISTA.—Nohagaustedcumplidos...Yo...

HIGGINS.—(Convozdetrueno.)Siéntate,tedigo.

MISTRESSPEARCE.—Ande,muchacha; haga lo que lemandan. (Leacercalasilladerejilla.)

LA FLORISTA.— Yo quiero irme. (Se queda en pie, medio asustada,medioreacia.)

PICKERING.—(Muycortés.)Tomeustedasiento,hijamía.

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LAFLORISTA.—Gracias, caballero. (Se sienta ymira a PICKERINGcongratitud.)

HIGGINS.—¿Cómotellamas?

LAFLORISTA.—Elisa.

HIGGINS.—Elisa,¿quémás?

LAFLORISTA.—PuesElisaDoolitle.(Dúctil.)

HIGGINS.—Perfectamente...Puesdimeahora:¿cuántopiensaspagarmeporlección?

ELISA.—Puesmire:yosépordóndeando.Unamuchacha,amigamía,tieneunprofesor de francés al quepagaun chelínymedioporhora.EsunfrancésdeFrancia,nosecreausté.Supongoqueusténoseatreveráaexigirmelomismo para enseñarmemi propia lengua. Yo le ofrezco un chelín, ni unpeniquemás.Hagaloquequiera.

HIGGINS. — (Se pasea, haciendo sonar sus llaves en el bolsillo.) Sí,vamosaver,amigoPickering:unchelín,encomparaciónconlosingresosdeesamuchacha,equivaleasesentaosetentaguineaspagadasporunmillonario.

PICKERING.—¿Cómo?

HIGGINS.—Puessí,veráusted:unmillonariotieneuningresodiariodecientocincuentalibras.Ellacobraaldíamediacorona.

ELISA.—(Altanera.)¿Quiénlehadichoqueyosólo...?

HIGGINS. — (Prosiguiendo.) Ella me ofrece dos quintas partes de suingreso diario.Dos quintas partes del ingreso de unmillonario vienen a serunassesentalibras.Esespléndido,esenorme.Eslaofertamayorquemehanhechohastaahora.

ELISA.—(Espantada.)¡Sesentalibras!Pero¿quéestáustédiciendo?Yonuncaleheofrecidosesentalibras.¿Cómopodríayo...?

HIGGINS.—Cállate,mujer,sipuedes.

ELISA.—(Quejumbrosa.)Perosinovoyapoder...

MISTRESSPEARCE.—Tranquilícese,muchacha,quenadielequitarásudinero.¡Habrásimple!

HIGGINS.—Sí,tranquilízateynoteapures.Ycuidadocondarbienlaslecciones;quesino,habráazotes.Siéntate.

ELISA.—(Obedeciendodespacio.)¡Aaayyy...!Niquefuáustémipadre.

HIGGINS.—Unavezqueyoseatuprofesor,serépeorque"dos"padres.

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Toma.(Leofrecesupañuelodeseda.)

ELISA.—¿Paquéeseso?

HIGGINS.— Para que te seques los ojos, para que te seques cualquierparte húmeda de tu cara. No olvides, ¿eh? Este es tu pañuelo, y ésta es tumanga.Noconfundasunacosaconotra,siquieresllegaraserunavendedoradecategoría.(ELISA,completamenteconfusa,lemiraconojosextraviados.)

MISTRESSPEARCE.—Nolehableustedasí,místerHiggins,quenoleentiende.Porlodemás,muchocuidado(Lequitaelpañuelo.)

ELISA.—(Arrebatándoleelpañuelo.)Venga,¡caray!Simelodioamí.

PICKERING. — (Riendo.) Es verdad; creo, mistress Pearce, que elpañueloleperteneceaella.

MISTRESSPEARCE.—Bienempleadoleestá,místerHiggins.

PICKERING.—Hombre,semeocurreunaidea.¿Seacuerdausteddeloquedijodela"garden-party"delaEmbajada?Leproclamaréaustedelprimerprofesor del mundo si lo lleva a cabo. Yo le apuesto todos los gastos delexperimentoyelpreciodelasleccionesencima.

ELISA.—¡Oh,québuenoesusté,migeneral!Muchísimasgracias.

HIGGINS.—(Mirándole,pensativo.) ¡Menuda faena!Sino fueraporelamorpropioquepongoenestascosas...Hayqueversusmodalesysufacha.Peronoimporta.Lograrémiempeño.Haréunaduquesadeesacriaturasacadadelarroyo.

ELISA.—¡Aaaaayyyyy...!Delarroyohadicho,cuandoprecisamenteendondemepasoyolavidaesenlasaceras.

HIGGINS.— (Entusiasmándose con la idea.) Sí, dentro de seis meses,dentro de tres, si tiene buen oído y lengua suelta, la presento en la buenasociedad y doy el timo.Mistress Pearce, llévesela y límpiela. No ahorre eljabón.¿Haybuenalumbreenlacocina?

MISTRESSPEARCE.—(Protestando.)Sí,pero...

HIGGINS.—(Coneltonodequiennotoleraobjeciones.)Nadadeperos.Quítele todo lo que lleva encima y quémelo. Mande usted al criado o alporteroporropasnuevas,ymientrastanto,envuélvala,aunqueseaenpapeldeestraza.

ELISA.—Noséloqueustéquerráhacerconmigo.Yosoyunamuchachahonrá,¿entiende?

HIGGINS. — No necesitamos aquí tus remilgos de la calle de LissonGrove, chicuela. Tienes que aprender a comportarte como una duquesa.

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Llévesela,mistressPearce,ysiledaguerra,deleustedazotes.

ELISA.—(LevantándoseprecipitadamenteycorriendoacolocarseentrePICKERINGyMISTRESSPEARCE, comobuscandoprotección.)Amínomemartiricen,quellamoalosguardias.

MISTRESSPEARCE.—¡Perosinotengositioparaella!

HIGGINS.—Métalaustedenlacarbonera.

ELISA.—¡Aaaaayyyyy...!

PICKERING.—Oigausted,Higgins.

MISTRESS PEARCE. — Reflexione, señor. Estas cosas no traen nadabueno.(HIGGINSseserena.Unarachadebuenhumorsucedeasuexcitaciónanterior.)

HIGGINS. — (Con calma y dulzura.) Tranquilícense ustedes. Misintenciones son las mejores del mundo. Quiero tratarla con todos losmiramientosposibles.Cuentocon lacolaboracióndeustedparamoldearlayadaptarla a su nueva posición. (ELISA, tranquilizada, vuelve a ocupar susilla.)

MISTRESS PEARCE.— ¡Qué cosas tiene el señor! No tiene una másremedioquebajarlacabeza.¡Diosquieraquelaempresalesalgabien!

PICKERING.—Claroqueelcasoofrecesusdificultades.

HIGGINS.—Pero¿quéquierenustedesdecir?

MISTRESS PEARCE. — Pues que no puede usted recoger así a unamuchacha,comorecogeríaunapiedraenlacalle.

HIGGINS.—¿Porquéno?

MISTRESSPEARCE.—¿Porquéno?Puesporquenosabeustedquiénesella.Tendrápadres.Talvezestécasada.

ELISA.—¡Aaaaayyyyy...!

HIGGINS.— ¡Casada! ¡Vamos! ¿No sabe usted que las mujeres de suclase,alañodecasadasestánajadascomobestiasquetirandeuncarro?

ELISA.—¿Quiéns'habíadecasarconmigo?

HIGGINS.— (Volviendo a su tono amable.)Tenpor seguro, ¡ohElisa!,queantesquesalgasdemismanos, lascallesdeLondresresultaránestrechasparalamuchedumbredehombresquesemoriránportuspedazos.

MISTRESSPEARCE.—Señor,nolellenelacabezadevientoalachica.

ELISA.—(Levantándoseycuadrándosecondecisión.)Yosalgodeaquí

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ahoramismo.Esteseñorestáguillado.Noquierodeprofesoraunloco.

HIGGINS. — (Ofendido por el poco aprecio que se hace de suelocuencia.)¡Vaya,renuncio!MistressPearce,nohacefaltamandarporropaparaella.Quesevayaconvientofresco

ELISA.—(Quejumbrosa.)Yoqueríadecir...

MISTRESSPEARCE.—Yaveusted loque resultade serdeslenguada.(Indicándolelapuerta.)Poraquísesale,muchacha.

ELISA.—Yo no necesito ropa de naide. Puedo comprarme lo que mehacefalta.(Tiraelpañuelo.)

HIGGINS.—(Recogiendoalvueloelpañueloycortándoleelpaso.)Eresuna desgraciada. Así me pagas por haberte ofrecido sacarte del arroyo yregalartehermososvestidosyhacerdetiunaseñora.

MISTRESSPEARCE.—Déjela,señor;quevayaacasadesuspadresylesdigaquelaeduquenmejor.

ELISA.—Notengopadres.Enlacasadondemecriaronmedijeronqueyateníabastanteedadparaganarmelavida,ymeecharonalacalle.

MISTRESSPEARCE.¿Dóndeestásumadre?

ELISA.—No la he conocido.Laqueme echó a la calle erami terceramadrastra.Peroamí,¡plin!Yomelasarreglosinellos.

HIGGINS.— Pero, entonces, ¿qué están ustedes diciendo? La chica nodependedenadie.Amímesirveparamisexperimentos,puesmequedoconella.MistressPearce,lodicho:lléveselayaséela.

MISTRESSPEARCE.—Pero,señor,¿enquécalidadsevaaquedaraquí?Habráqueseñalarleunsalario.Lascosasnosehacenasí.

HIGGINS.—Bueno;págueleloqueleparezcaausted;tómelodeldinerodelacompra.(Impaciente.)¿Paraquédemoniosquerrádinero,siaquíhadetener todo loquenecesita: comida, camay ropa?Loscuartosnohande sermásqueparavicios.

ELISA.—Pero¿qués'hafiguraousté?¿Quesoyalgunagolfaborracha?Pues,hijo,esloquefaltaba.(Vuelveasusillaysesientaconairealtanero.)

PICKERING.—(Reprendiéndoleconsuavidad.)Oiga,Higgins:¿nosedacuentadequetambiénlamuchachatienesentimientos?

HIGGINS.—(Mirándolaconairecrítico.)Meparecequenotenemosquepreocuparnos.(Debuenhumor.)¿Verdad,Elisa?

ELISA. — Creo que mis sentimientos se merecen tanta consideración

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comolosdecualquiera.

HIGGINS.—(Reflexivo,aPICKERING.)Ahíestáladificultad.

PICKERING.—¿Cómo?¿Quédificultad?

HIGGINS. — Hacerla hablar gramaticalmente; la pronunciación esbastantebuena.

ELISA.—Yonoquierohablargramaticalmente.Quierohablarcomolasseñoras.

MISTRESSPEARCE.—Nonosapartemosdeloqueimporta.Yodeseosaber en calidad de qué ha de estar aquí lamuchacha. ¿Ha de cobrar algúnsalario?¿Quéhadeserdeelladespuésqueacabesuenseñanza?

HIGGINS.—(Impaciente.)Dígameusted,mistressPearce:¿quéhadeserdeellasiladejoenelarroyo?

MISTRESSPEARCE.—Esteesasuntodeella,señor,nodeusted.

HIGGINS.—Pues cuando yo acabe con ella, puede volver al arroyo, yelloesdesuincumbenciayenpaz.

ELISA.—Usté no tiene corazón. Sólo piensa en sus negocios, y a losdemás que los parta un rayo. (Se levanta resueltamente, dirigiéndose a lasalida.)Yoestoyyahartadetodoesto.Vaya,ustéslopasenbien.

HIGGINS.— (Cogiendo, con una sonrisamaliciosa, unos bombones dechocolatedelabandeja.)Toma,Elisa,unosbombones.

ELISA.— (Deteniéndose, tentada.) ¿Y qué sé yo lo que habrá dentro?Algún fieltro envenenado, como dicen en el "Tenorio". Demenos nos hizoDios. (HIGGINSsacasucortaplumas,cortaunbombónendos,semeteunamitadenlaboca,lomastica,yleofrecelaotramitad.)

HIGGINS.—¿Ves?Aquínohay trampaniengaño.Mejorpruebademibuenafe...(Ellaabrelaboca,parareplicar;éllemeteelmediobombónentrelos labios.) No seas tonta. Tendrás montones de dulces si quieres, podrásatracartedeellostodoslosdías.

ELISA.—Nomegustadespreciar.(Masticandoconvisiblesatisfacción.)¡Gachó,quérico!

HIGGINS.—Escucha,Elisa:¿nohasdichoquehasvenidoentaxi?

ELISA.—Puessí,¿yqué?¿Notengoyoderechoa tomarun taxicomocualquiera?

HIGGINS.—¿Quién lo duda,mujer?Mira: de aquí en adelante tendrástantostaxiscomogustes.NodarásunpasoporLondressinoesentaxi.¿Qué

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teparece?

MISTRESSPEARCE.—Señor,noenloquezcaalachica.Luego,alfreírseráelreír.Enloquedebeellapensaresenelporvenir.

HIGGINS. — ¡A su edad! ¡Vamos! Tiempo hay para pensar en elporvenir...,cuandoyahapasado.Noseastonta,Elisa.Hazloqueestaseñora:piensaenelporvenirdelosdemás,nuncaeneltuyo.Piensaenelpresente,enbombonesdechocolate,entaxis,envestidosyalhajas.

ELISA.—Puesno,yonopiensoenvestidosyalhajas.Soyunamuchachahonrá.(Sesientaconairededignidad.)

HIGGINS. — Y seguirás siéndolo, Elisa, bajo el maternal cuidado demistress Pearce, mi digna ama de llaves. Y más adelante serás la virtuosaesposadeunoficialdelaGuardia,conunoshermososbigotes,elhijodeunmarqués,alquesupadredesheredaráporhabersecasadocontigo,peroluegosehumanizaráalvertuhermosuraytugracia...

PICKERING.—Dispense,Higgins;estopasadelaraya.Doylarazónamistress Pearce. Si esta muchacha ha de estar en manos de usted para unexperimento de seis meses, es preciso que sepa exactamente lo que ha dehacer.

HIGGINS.—Perosiesimposible,hombre.¿Hayalguiendenosotrosquesepaloquehace?Silosupiéramos,¿loharíamos?

PICKERING.—Eso serámuyagudo;pero, francamente,noesdebuensentido.(AELISA.)Oigausted,Elisa.

ELISA.—Ustédirá.

HIGGINS.—Déjeseusteddequijotismos,Pickering;conciertaclasedepersonas, cuantasmenoscomplicaciones,mejor. ¡Caramba!Comomilitaryapodíausted saberlo.Que sepa loque exijo, ypunto concluido.Fíjate,Elisa:hasdeviviraquíduranteseismeses;aprenderásahablarcorrectamenteparaluegopoderservendedoraenunatiendaelegantedeflores.Siteportasbienyhacesloquetemando,tendrásunbonitodormitorio,comerásopíparamenteydispondrásdedineroabundanteparacomprartedulcesypasearteen taxi.Sieresholgazanayreacia,dormirásenladespensaytedarándepalos.Alcabodeseismesesirásenautomóvildelujoapalacio,vestidaalaúltimamodayadornada conmuchas alhajas. Si el rey descubre que no eres una señora deverdad, mandará apresarte y bajarte a una cueva, donde serás decapitada,¿entiendes?, donde te cortarán la cabeza, como escarmiento de floristaspresumidas.Si,porelcontrario,nodescubrentuverdaderacondición;enunapalabra, sidasel timo, tendrásun regalodesiete librasyseispeniquesparaque los gastes en lo que más te guste. (A PICKERING.) Qué, ¿está usted

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satisfecho ahora? (AMISTRESSPEARCE.)Vamos, señora, ¿es esto hablarcomosedebe?

MISTRESS PEARCE. — (Con paciencia.) Está bien; pero creo que lomejor será queme deje usted hablar a solas con lamuchacha. Yo no sé sipodréadmitirlaaquí.Nodudodequelasintencionesdeustedesseanbuenas;perotodospodemosincurrirengrandesresponsabilidades.Ustednuncareparaen pelillos cuando se encariña con alguna idea. En fin, bueno... Vengaconmigo,Elisa.

HIGGINS.—Muybien.Andeustedyllévelaalcuartodebaño.

ELISA.—Yo, ¿paquévoy a ir al cuarto de baño?Ya estoyyo escamáhastalascachas.¿Qués'hanfigurao?Amínadiemedadepalos.¿QuétengoyoquehacerenPalacio?¿Quéfaltamehaceamíjugarmelacabeza?

MISTRESSPEARCE.—Muchacha,noseatonta.Vengaconmigo,queleexplicarétodo.(Vahacialapuertaylaabre.)

ELISA.—Comoustedquiera;peroamínomeladan,coste...¡Pachasco!(Vase.MISTRESSPEARCEcierralapuertaylasquejasdeELISAyanoseoyen.PICKERINGvadelachimeneaalasillaysesientaenellaahorcajadas,apoyandolosbrazoscruzadosenelrespaldo.)

PICKERING.—Dispenseustedlapregunta,Higgins:¿quéopinióntieneusteddelasmujeres?

HIGGINS.—Bastantemediana,sihededecirlaverdad.

PICKERING.—Hombre,explíquese.

HIGGINS.—(Sentándoseeneltaburetedelpiano.)Puesmire:siemprehevistoqueentrabandoamistadconunamujer,éstasevuelvecelosa,envidiosa,exigente,desconfiadaycarganteportodoslosestilos.Simeenamorodeella,entonces todavíapeor: sehace tiránicay egoísta.Lasmujeresnovalenmásqueparatrastornarlotodo.Sipermitimosqueseinmiscuyanennuestravida,nosencontramosconqueellastiranporunladoynosotrosporelotro.

PICKERING.—Nocomprendo.

HIGGINS.—(Violento,levantándoseyandandoconintranquilidad.)Pueses bien sencillo. Sucede que cada uno tiene sus gustos y que éstos sonincompatiblesconlosdelotro,ycadaunotratadeimponeralotrolossuyos.ElunoquiereirendirecciónNorteyelotroendirecciónSur,yelresultadoesqueambostienenqueirendirecciónEste,aunqueambosaborrezcanelvientodeLevante.(Vuelveasentarseeneltaburete.)Así,pues,meveustedhechounsolterónyasíhedemorir.

PICKERING. — (Levantándose y acercándose con aire serio.) Vamos,

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Higgins. Usted sabe lo que quiero decir. No tergiversemos. Si he de sercopartícipeenesteasunto,tengoqueponerlospuntossobrelasíes.Mecabeciertaresponsabilidadencuantoalachica.Esperoqueporningúnestilohabrádeabusarsedeella.

HIGGINS.—Pero,¡hombre!,conquésaleustedahora.Paramíhadesersagrada.(Levantándose.)Ellaserámidiscípula,nadamás,yyasabeustedquenosepuedeenseñarno respetandoescrupulosamentea losdiscípulos.Estoybien fogueado, descuide usted. He dado lecciones a docenas demillonariasamericanas,entreellasmujeresdesoberanahermosura;pues,paramí,comosihubiesensidozoquetesdemadera.Yomismosoyunzoquete.

PICKERING.—Noexagereusted,amigomío.Yasabeustedquenohaypeor cuña que la de lamismamadera.Cuando los zoquetes son hombres ymujeres,puedenencenderseyecharllamas...porelsimpleroce.

HIGGINS.—Nosoyningúnmuchacho.Noolvide,Pickering,quetengomiscuarentaañosbiencumplidos.

PICKERING. — No importa, no importa. Quedemos en nuestro símil.Antesardelaleñasecaquelaverde,ylayesca,taninflamable,secríaenlostroncosañejos...

HIGGINS.— (Riéndose.) ¡Qué adulador es usted, amigoPickering! (LaentradadeMISTRESSPEARCE interrumpeel coloquio.El ama llevaen lamanoelsombrerodeELISA.PICKERINGseretiraalsillóndecuerocercadelachimeneaydiceaMISTRESSPEARCE:)¿Yasearreglóaquello?

MISTRESSPEARCE.—Sí,señor.Hatomadosubaño,aunqueconalgúntrabajo. Porque estaba demasiado caliente el agua, emitió algunasinterjeccionesquenoerandelasmáscorrectas.

HIGGINS. — (Al reparar en que MISTRESS PEARCE trae entre lasmanoselsombrerodeELISA.)Pero¿quéeseso?¡Sufamososombrero!

MISTRESSPEARCE.—Sí,señor;mesuplicóquenoloquemaraconelrestodelaropa.

HIGGINS.— (Se lo quita de lasmanos.) Bueno; lo guardaremos comorecuerdo.

MISTRESSPEARCE.—Andeusted concuidado.No loquemaré, perobuenoserámeterlounratoenelhorno.¿Quiénsabe...?

HIGGINS. — (Lo pone precipitadamente sobre el piano.) ¡Ah, bueno!¿Quémás?

MISTRESS PEARCE. — Pues nada: me he permitido hacerle algunasadvertencias,nosolamenterespectoasusmodales,susexpresiones,ademanes

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yaseopersonal,sinotambiénencuantoalordenymétododelavidadiaria.Lehedichoqueprocuredejartodaslascosasenelsitioquelescorrespondeynotirarlasencualquierlado.

HIGGINS.—Hahechoustedperfectamente.Yasé,mistressPearce,quees usted un ama de llaves incomparable. Bajo la dirección de usted, Elisaaprenderáseguramenteaserhacendosayamantedelorden.

MISTRESS PEARCE.— Agradezco mucho el inmerecido elogio, peropermítameunaobservacióndecarácterpersonal.

HIGGINS.—Hableusted.

PICKERING.—Sielasuntoesreservado,puedoretirarmealgabinete.

HIGGINS.—Nohagaustedcaso.Loquehablamosmiexcelenteamadellaves y yo puede decirse delante de todo el mundo. Desembuche, queridamistressPearce.

MISTRESSPEARCE.—Pues,comotengoentendidoquedemásefectoeselejemploqueelpredicar,creo,místerHiggins,ynomelotomeamal,queusted,asuvez,debieraprocurartenerunpocomásdeordenydecompostura.Así,porejemplo,perdonelafranqueza,cuandovieneusteddelacalle,debieraquitarse la levita y no echarse con ella a dormir la siesta; nodebiera comertodoenelmismoplato,comoaveceshace.Acuérdesedequeayer,sinirmáslejos, se encontró una cabeza de sardina en lamermelada, porque no habíacambiadoelplato.

HIGGINS.— ¡Hombre! A veces estoy distraído, pero no es costumbre.(Brusco.)Apropósito:¿cómoesesoquemilevitahueletantoabencina?

MISTRESSPEARCE.—Esnatural;hetenidoquelimpiarla.Comotieneusted la costumbre, cuando se mancha los dedos, de restregarlos en susmangas...

HIGGINS.—(Gritando.)Bueno,bueno;deaquíenadelantemelospasaréporelpelo.

MISTRESSPEARCE.—Señor,noquisierahaberleofendido.Perdone.

HIGGINS. — (Conciliador.) Nada, nada. Después de todo, tiene ustedmucha razón. Para que la chica no se abandone, voy a tener más cuidadoconmigomismo.¿Esestoloqueustedquieredecir?

MISTRESS PEARCE. — Sí, señor. Además, tengo que hacerle unapregunta.

HIGGINS.—Hable,yaversiterminamosdeunavez.

MISTRESSPEARCE.—Queríapreguntarlesi lepodíaponera lachica

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uno de aquellos trajes japoneses que trajo usted el año pasado deParís.Nopuedoponerlelaropaquetenía...

HIGGINS. — Claro, ya le dije que había que quemarlos. Vístala dejaponesa.¿Nadamás?

MISTRESSPEARCE.—Nadamás.Consupermisomeretiro.(Vase.)

HIGGINS.—Esunaexcelentemujer esamistressPearce.Pero tieneunconcepto muy raro de mí. Yo, en realidad, soy un hombre tímido, débil,bonachón.Nuncahepodidoserenérgico,exigenteytiránicocomootros.Ysinembargo,ellaestápersuadidadequesoyunogroquemecomocrudosalosniños.(MISTRESSPEARCEvuelve.)

MISTRESSPEARCE.—¡Ayseñor!Yaempiezaeljaleo.Ahífuerahayunhombredebastantemalaspecto,queacabadellamar.Dicequeeselpadredelamuchachaquetienenaquísecuestrada.

PICKERING.—¡Anda,anda;yadecíayo!

HIGGINS.—(Vivamente.)Mandepasaraesesujeto.

MISTRESSPEARCE.—Estábien,señor.(Sale.)

PICKERING.—Aversinosdaundisgusto.

HIGGINS.—Notengaustedcuidado.Sisedesboca,eldisgustoselodaréyoaél.Yaveráustedcómooiremosalgointeresante.

PICKERING.—¿Acercadelachica?

HIGGINS.—No;merefieroallenguajetípico.

PICKERING.—¡Ya!

MISTRESS PEARCE. — (Abriendo la puerta.) Pase usted. (Se retira.HacesuentradasolemneALFREDODOOLITLE.Esuntraperoobasurerodecierta edad, pero vigoroso y sano, algo canoso. Sus rasgos fisonómicos sonenérgicos e interesantes, y parece tan libre de escrúpulos como deremordimientos.Tieneunavozmuyexpresiva,comoquienestáacostumbradoa la vida al aire libre y a expresarse sin reservas. Su traje corresponde a sucondición social. Su actitud presente es la del honor perdido y resoluciónenérgica.)

DOOLITLE.—(Enlapuerta,dudandodequiéndelosdoscaballeroseseldueñodelacasa.)¿ElprofesorHiggins?

HIGGINS.—Soyyo.¿Quédeseausted?

DOOLITLE.—Buenosdías,señores.Vengoporunasuntomuyserio.

HIGGINS.—(Señalándoleunasilla.)Siéntese.

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DOOLITLE.—Consupermiso.(Sesientaconalgunavacilación.)

HIGGINS. — (A PICKERING.) Se ha criado en Hounslow. La madredebió de ser del País de Gales. (DOOLITLE abre la boca atónito. ADOOLITLE.)Usteddiráquéesloquequiere.

DOOLITLE.—Puesquieroamihija.

HIGGINS.—Muynaturalenunpadre.Veocongustoquenohaperdidoustedelsentidode

la familia.Puesnada,noseapure.Enseguidasuhijaestaráaquíy se lapodráustedllevar.

DOOLITLE.—(Comoasustado.)¿Quéesloquedice?

HIGGINS.—Queselalleveusted.Noquerráustedquemelaguardeyo,supongo.

DOOLITLE. — Hombre, vamos, sea usted razonable. No debe ustedponerseasí.Lascosas,claras.Lachicameperteneceamí.Ustedselallevó.¿Quévoyyoganando?

HIGGINS. — Sí, hombre; las cosas, claras. Su hija tuvo la osadía depresentarse en mi casa con la pretensión de que yo le enseñe a hablarcorrectamente para que se pueda colocar en una tienda de flores. Estecaballero(SeñalandoaPICKERING.)ymiamadellaveslohanpresenciadotodo. (Gritándole.) ¿A qué viene usted ahora aquí? Usted la ha mandado apropósitoparahacermeunchantaje;perolevaasalireltiroporlaculata.

DOOLITLE.—Puesdéjemeustedexplicarme...

HIGGINS.—LaPolicíaseencargarádeaclararelasunto.Estohasidounplanparasacarmedineroconamenazas.VoyatelefonearalaComisaría.(Varesueltohaciaelteléfonoydescuelgaelaparato.)

DOOLITLE.—Pero,señor,¿lehepedidoyoniunpenique?Caballero(APICKERING.),ustedestestigo:¿hehabladoyodedinero?

HIGGINS.— (Volviendo a colgar el auricular.) A ver; pues: ¿a qué havenidousted?

DOOLITLE. — Ya lo puede usted suponer. A lo que está uno. Yo noamenazo,niexijo,nipido;lodejoasuvoluntad.¿Puedodecirmás?

HIGGINS.—Antetodo,dígame,sinmásrodeos,cómohasabidoquelachicaestabaaquí.

DOOLITLE.—Biensencillo.Lachicatomóuntaxiyconvidóaunrapaz,vendedordeperiódicos,aquelaacompañara.Eselhijodelaporteraencuyacasa vive. Al saber que usted quería que se quedase aquí, bajó y le dijo al

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chico que fuera por su equipaje. Yo me lo encontré, por casualidad, en laesquinadelacalledeLongAcreyladeEndell.

HIGGINS.—Enunataberna,claro.

DOOLITLE.—Lataberna,caballero,eselclubdelpobre.

PICKERING.—Déjeleacabar,Higgins.

DOOLITLE. — Pues bien: llamé al chico y me lo contó todo.Comprenderá usted mi dignidad y mi deber de padre. Le dije al chico:"Tráemeelequipajeaquí."

HIGGINS.—¿Porquénofueustedmismoporél?

DOOLITLE. — ¡Anda!... ¿Usted cree que la portera me lo hubieraentregado a mí? Las mujeres son muy desconfiadas en general; pero lasporteras lo son en particular. Bastante trabajo, y, además, dos peniques,mecostóparaqueelpanolidelchicomelodejara.Puesahoratraigoelequipaje,paraqueveaustedquesoyservicial.Esoestodo.

HIGGINS.—¿Yenquéconsisteeseequipaje?

DOOLITLE. — Pues en una guitarra, cinco postales ilustradas, unmedallón, una cadena de plata y una jaula con un pájaro. Dijo que nonecesitaba ropa. ¿Quées loqueyodebopensarde esto, caballero?Póngaseustedenmilugarcomopadre.

HIGGINS.¿Demodoquehavenidoustedparasalvarladelaignominia?

DOOLITLE.—(Inclinandoafirmativamentelacabezayaliviadoalversetanbiencomprendido.)Justo,justo,ustedlohadicho.

HIGGINS.—Perodígame:¿porquéhatraídoustedsuequipaje,sipiensallevársela?

DOOLITLE.—Pero¿hedichoyoquevoyallevármela?Niporpienso.

HIGGINS.—Selavaustedallevarahoramismo,ydecabeza.Acabemosdeunavez.(Vahaciaelbotóndeltimbreylooprime.)

DOOLITLE.— Caballero, óigame una palabra. No tome las cosas así.Hágase cargo. No soy yo hombre para ser obstáculo a que mi hija hagacarrera.¡Diosmeguarde!(MISTRESSPEARCEvieneatomarórdenes.)

HIGGINS. — Mire, señora: aquí está el padre de Elisa, que viene allevársela.Entréguele,pues,lachica,yenpaz.(Vahaciaelpiano,comoquienconsideraterminadoelasunto.)

DOOLITLE.—Permítame,caballero,queaquíhayunamalainteligencia.Mehabréexpresadomal.

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MISTRESSPEARCE.—¿Cómoentregarleahoralachica,cuandoacabodequemarsusropas?

DOOLITLE.—Puesclaro.¿Querráustedquemelalleveencuerosvivos?

HIGGINS. — Usted ha venido aquí diciendo que quería a su hija.Llévesela,pues.Sinotieneropas,cómpreselas.

DOOLITLE. — (Desesperado.) ¿Dónde están las ropas con que entró?¿Lashequemadoyoolashaquemadoaquí,suseñora?

MISTRESSPEARCE.—SoyelamadellavesdemísterHiggins.Por lodemás,noseapure.Hemandadocomprarropanuevaparasuhija.Encuantollegue, podrá usted llevársela. Mientras tanto, puede usted esperar en lacocina.(DOOLITLE,muycontrariado,sedirigealapuerta.Vacila;luego,entonodeconfianza,sevuelvehaciaHIGGINS.)

DOOLITLE. — Oiga usted, caballero: usted y yo somos hombres demundo.Hablemoscomoesdebido,dehombreahombre.

HIGGINS.—¡Ah,bueno!MistressPearce,déjenossolosunmomento.

MISTRESSPEARCE.—Perfectamente.(Saledignaymajestuosamente.)

PICKERING.—Tieneustedlapalabra,señorDoolitle.

DOOLITLE. — Gracias, caballero. (Dirigiéndose a HIGGINS, que seretiraasentarseeneltaburetedelpiano.)Laverdadesésta,caballero:usted,desdelaprimeravista,mehasidosimpático.Hablandoseentiendelagente.Mire,yonosoyintransigenteytirano,comomuchos.Porlasbuenassehacede mí lo que se quiere. Quedando en salvo mi dignidad, yo no tengoinconvenienteenllegaraunarreglo.Lachica,comoustedsabeperfectamente,esguapita,y,comotal,tienesusméritos.Comohija,encambio,novalenada,ynotengoinconvenienteenconfesarlosinrodeos.Loúnicoqueyoreclamosonmisderechosdepadre,puesnosupongoqueconsidereustedjustoqueyoseladejedebalde.Esusteddemasiadocaballeroparaeso.Parausted,¿quéesunbilletede cinco libras?Yparamí, ¿qué esElisa? (Vuelve a su silla y sesientacomounjuezquehapronunciadounfallo.)

PICKERING.—Debeustedsaber,Doolitle,quelasintencionesdemísterHigginssonabsolutamentehonestas.

DOOLITLE. — Naturalmente; si no lo creyese yo así, pediría por lomenoscincuentalibras.

HIGGINS.—(Indignado.) ¿Quiereusteddecir coneso, infame,granuja,quevenderíaasuhijaporcincuentalibras?

DOOLITLE.—Por complacer a un caballero comousted, soy capazdecualquiercosa,tengalaseguridad.

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PICKERING.—Pero,hombre,ustednotienemoralidad.

DOOLITLE.— ¡Aycaballero,mismediosnome lopermiten!Tampocotendría ustedmoralidad si fuese tan pobre como yo. Y no es que yo tengamalasintenciones;perovamosaver:siaElisalehatocadounpremiogordo,¿noesjustoquetengayounapequeñaparticipación?

HIGGINS.—(Confuso.)Noséquéhacer,amigoPickering.Esindudableque,desdeelpuntodevistadelamoral,esuncrimendarleaestehombreunpenique.Pero,porotrolado,tampocosepuedenegarquesupeticiónencierraciertajusticiabrutal.

DOOLITLE.—Diga usted que sí. Tenga usted en cuenta lo que es unpadre.Díganme,caballeros,¿quésoyyo?Unpobrequenotienelaculpadeser pobre. Esto supone un conflicto continuo con la moralidad de la clasemedia.Sihayalgoenquedisfrutaryyotratodedisfrutarlo,todosmequierennegarelderechoaello.Peromisnecesidadesson,porlomenos,tangrandescomo las de cualquier favorito y recomendado de los establecimientos deBeneficencia.Necesitocomer tantocomoélybeberaúnalgomás.Necesitodiversiones,porquesoyunhombrepensante.Mehacenfaltaexpansiones:sumiajadebaile,sumiajadecanto,cuandoestoydebuenhumor.Puesbien:mepidenporcualquiercosa lomismoquea losotros.Nome regalannada.¿Ycuál es lamoralidadde la clasepudiente?Escudarse en estamoralidadparanegármelotodo,paranodarmenada.Poresolessuplicoaustedes,caballeros,quenosiganconmigoelmismosistema.Noquieranustedesquitaraunpadreel fruto de su trabajo, amparándose en hipócritas principios de moralidad.Ustedesnosaben,claroestá,loqueescriaraunahija,darledecomercasiadiario,vestirladesdelacunahastaqueyasepuedeellaganarlavida.Díganloustedesmismos.Cincolibrasesunaganga.Lodejoasucriterio.

HIGGINS.—(LevantándoseyacercándoseaPICKERING.)Pickering,sinosempeñáramosendarleleccionesaestehombredurantetresmeses,podríaocuparunsitioenelParlamentoodistinguirsecomopredicador.

PICKERING.—¿Quéopinausteddeesto,Doolitle?

DOOLITLE. — ¡Quiten ustedes! He oído muchos discursosparlamentariosymuchossermones.Yalodije:soyunhombrepensanteymegustan losdiscursos sobre lapolítica, la religióny las reformas sociales, asícomocualquierotradiversión;peronovalelapenadequeyomemolesteenhacerunpapelactivo.Lavidaescortayhayqueaprovecharla.

HIGGINS.—Creoqueselepuededarelbilleteparaacabar.(MirandoaPICKERINGysacandolacartera.)

PICKERING.—Metemoquehagamalusodeesedinero.

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DOOLITLE. — Dios me guarde, caballero. Mal me conoce usted. Notenga el más pequeño cuidado: no lo guardaré, no lo economizaré, no losustraeréa lacirculación.El lunespróximonoquedarániunpeniqueenmipoder. El lunes tendré que ir al trabajo, como si nunca hubiese tenido talbillete.Nomeserviráparaentregarmealaholgazanería,pierdacuidado.Unajuergaengrandeeldomingoparamíylaparienta,y"paxChristi"...

HIGGINS.—Mehaconvencidousted.Tanto,queenvezdecincolibraslevoyadardiez.(Leofrecedosbilletes.)

DOOLITLE.— PorDios, no. En serio.Mi socia no tendría el alma degastarse en undía diez libras, y tal vez yo tampoco.Esmuchodinero.Unasumaasí,yale inspiraaunoideasformales, ideasdeahorro,denogastar,yentonces,¡adiósalegrías,adiósfelicidad!Nada,caballero,medaustedloquehepedido;niunpeniquemásniunpeniquemenos.

HIGGINS. — Bien, hombre; por eso no hemos de reñir. Pero dígameusted:¿porquénosecasaconsucompañera?

DOOLITLE.—¡Ah!Sí,dígaseloaella.Pormí,nohabríainconveniente.Noestamosmásque amontonados, comoquiendice.Yde ahí vienen todosmissufrimientos.Notengoautoridadsobreella.Tengoquemantenerla,tengoquevestirla,tengoquellevarlaadiversionesysersuesclavo,todoporquenosoysumaridolegal.Ellabienlosabe.Asíesqueniatirossecasaconmigo.¡Quetequiero,morena!...Usted,caballero,sigamiconsejo:cáseseconElisamientrases jovenynocaeen lacuenta.Sino lohaceasí, luego lepesaráausted.Créame,hevistomucho...

HIGGINS. — Pickering, si seguimos escuchando a ese hombre, va aacabar con todas nuestras convicciones. (A DOOLITLE.) ¿Cinco libras hadichousted?

DOOLITLE.—Cabal.Yonotengomásqueunapalabra.

HIGGINS.—¿Estáustedsegurodequenoaceptaríadiez?

DOOLITLE.—Ahora,no.Mástarde,¡quiénsabe!

HIGGINS. — (Entregándole un billete de cinco libras.) Pues ahí tieneusted.

DOOLITLE.—Muchísimas gracias. Ustedes lo pasen bien, caballeros.(Se precipita hacia la puerta, ansioso de escaparse con su botín. Al abrirtropiezaconunaseñoritajaponesalindísimayguapa,vistiendounquimonodeseda azul con flores blancas de jazmín. Detrás de ella viene MISTRESSPEARCE. Él se aparta respetuosamente y murmura excusas.) Dispense,señorita.

LAJAPONESA.—¡Andalamar,mipadre!

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DOOLITLE,HIGGINS,PICKERING.—(Exclamaciónsimultánea.)¿Esposible?¡Elisa!¿Quéesesto?¡Hola!

ELISA.—Estoyhechaunafacha,¿verdad?

HIGGINS.—¿Unafacha?

MISTRESSPEARCE.—MísterHiggins, cuidado, no diga cosas que lahaganpresumidaalachica.

HIGGINS. — (Concienzudo.) Tiene usted razón, mistress Pearce. (AELISA.)Estáshechaunafacha.

ELISA.—Simepusieraelsombrero,estaríamejor.(Recogesusombrero,seloponeyatraviesalahabitaciónconairedepresunción.)

HIGGINS.—¡Caramba,unanuevamoda!Yel casoesqueno le sientamal.

DOOLITLE.—(Conorgullopaterno.)Estápreciosalacondenada.Parecementiraloquehacelalimpieza.

ELISA. — Es fácil tener limpieza así. Hay agua caliente y fría adiscreción, y toallas afelpadas, y cepillos, y esponjas, y agua deColonia, yjabónlíquido,queechaespumacomolacerveza.Ahoracomprendocómolasseñorasricasvantanlimpias.Paraellas,el lavarseesunplacer.Yaveríansituvieranquelavarsecomouna.

HIGGINS.—Mealegroquetehayagustadoelcuartodebaño.

ELISA.—Puesnom'hagustaodeltodo,lodigocomolopienso.

HIGGINS.—Pues¿porqué?

ELISA.—Porqueamínomeparecedecenteeso.Menosmalque lohetapadoconunatoalla.

HIGGINS.—(VolviéndosehaciaMISTRESSPEARCE.)Pero¿aqué serefiere?

MISTRESSPEARCE.—(Sonriendo.)Alespejo.

HIGGINS.—¡Vamos!Oigausted,Doolitle:aestaniñalahacriadoustedconideasalgoñoñas.

DOOLITLE.— ¡Yo!Si no la he criado de ningúnmodo.De cuando encuando,algúnlapo,ypareusteddecontar.Amínomeechenlaculpadenada.Ella es comoDios la hizo.Ahora le diré: la falta de costumbre es la causa.Peroyaveráustedquéprontoseacostumbraatodo.

ELISA.—Nodigaustéeso.Yonoquieroacostumbrarmeana...Yosoyunachicahonrá...

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HIGGINS.—Elisa,sivuelvesadecirqueeresunachicahonrada,tupadretevaallevarasucasa.

ELISA.—Si,mepaece.¡Quémalleconoce!Él,aloquehavenido,comosi loviera..., leconozcocomosi lehubieraparido...,esaversiaquísacabaalgo para luego correrla. Si usté l'ha dao algo, ¡menuda cogorza la que seprepara!...

DOOLITLE. — Creo que nada más natural. ¿Para qué quería yo loscuartos, sino?No,que ibaaecharlosal cepillode la iglesia. ¡Quécosas seoyen!

ELISA.—¡Miau!(Lesacalalenguaparaburlarse.)

PICKERING. — (Temiendo algún exceso, se interpone entre ambos.)Vamos,Elisa,essupadre.

DOOLITLE.—Oye, tú, no seas desvergonzada. Conmigo te va a salirmal. Y que no sepa yo que hayas faltado a estos caballeros, ¿eh?, porqueentoncessíquesabrásquiénsoyyo.

HIGGINS.—Bien, bien; ¿tiene usted algún consejomás que darle a suhija?

DOOLITLE. — Yo, nada. Allá ella. Usted verá cómo se las maneja.Ahora,siquiereustedhacermecaso,nolapermitaqueselesubaalaparra.Laveustedreacia,puesuncachetesinduelo. (Hacecon lamanoelademándeazotar.)Ynodigomás,señores;pasarlobien.(Seretira.)

HIGGINS.—¡Eh!Oiga.Puedeustedvenirconregularidadavisitarasuhija.Esnatural.Mihermanoesclérigoypuedeayudarleaeducarla.

DOOLITLE. — (Evasivamente.) Sí, sí, caballero; vendré con muchogusto. No muy pronto, porque tengo un trabajo en el otro extremo de laciudad, pero vendré alguna vez. Adiós, señores; adiós, señora. (Sale,acompañadodeMISTRESSPEARCE.)

ELISA.—Viejoembustero;nose fíenustedesdeél.Cuandohaoído lodelclérigo,huyeespantado.Nohadevenirtanpronto.

HIGGINS.—Amínomehacefalta.¿Yati?

ELISA.—Menos.¡Ojalánovuelvaaaparecer!¡Cómomeluzcotantoconél!...Esunperdido.

PICKERING.—Peroessupadre,Elisa;nodebeustedhablarasídeél.

ELISA.—Bueno,caballero;mecallarésilemolesto.Loquequisierayoahora,yaquemedijeronquepodríatomaruntaxicuandosemeantojase,estomarlo ahoramismoy darmeuna vueltecita por ahí para quemeveanmis

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antiguascompañerasyrabienunpoquito.Yonilesdirigirélapalabra.

PICKERING.—Másvaldríaesperaratenerotrotrajeparasaliralacalle.

HIGGINS.—Y, además,nohace faltaque cortes tus relaciones con tusantiguasamistades.

ELISA.—¡Quéamistadesniquéochocuartos!Yonometratoconesaschicas.Bastantes vecesme hanmirado de arriba abajo cuando les iba bien.Ahorametocaamí.Detodosmodos,sivanatraermeuntrajeeleganteparaira la calle, esperaré. ¡Cuántome gustan amí los vestidos bonitos y cuántasveces he deseado tenerlos! Mistress Pearce me ha dicho que tendré paradormirprendasdiferentesdelasdeldía,muyelegantes.Estoloencuentroyounatonteríayungastoinútil.Enprimerlugar,denochenosepuedenlucirlasprendas,y luego,cuandohace frío, en invierno, cualquiera semudade ropaparairalacama.

MISTRESSPEARCE.—(Volviendo.)Elisa,yahantraídolaropa:¿quiereustedveniraprobársela?

ELISA.—¡Aaaayyyyy!...(Seprecipitaafuera.)

MISTRESS PEARCE. — (Siguiéndola.) Pero, muchacha, no corra así.(Sale,cerrandolapuerta.)

HIGGINS.—Pickering,menudafaenalaquenosespera.

PICKERING.—(Conconvicción.)Esomismopiensoyo.

TELÓN

****

ACTOTERCERO

HoyeseldíaenquesequedaencasaMISTRESSHIGGINS,lamadredelconocidoprofesordefonética.Todavíanohallegadonadie.Elsalón,situadoenunpisode la riberadeChelsea, tiene tresventanasquemiranal río.Lasventanas están abiertas y dan a sendos balcones, en los quehaymacetas deflores. A la izquierda del espectador está la chimenea, y a la derecha, unapuerta de dos hojas. Faltan los mueblecitos, veladores, rinconera; y otraschucheríasquesevenenotrossalones.Enmediodelapiezahayunsoberbiosofáforradodebrocado,lomismoquesuscojines,ydelamismaricatelasonlascortinasyelportier.Enelsuelohayunamullidaalfombradelana.Enlasparedessevenalgunoscuadrosde losmejoresautoresmodernos,entreellosunbuenretratopintadoalóleo,decuandoMISTRESSHIGGINSerajoveny

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hermosa.Enelrincón,diagonalmenteopuestoalapuerta,seveuneleganteysencilloescritorio,conun timbrealalcancede lamanodequiensesienteadichoescritorio.AnteésteestáahorasentadaMISTRESSHIGGINS,vestidasobria, pero elegantemente. Es una señora demás de sesenta años, de peloblanco,tezsonrosadaysanayojosclaros,sonrientes,algomaliciosos.Entreella y el balcón más próximo, una silla pompeyana. Al otro lado de lahabitación, en el primer término, un monumental sillón gótico. Del mismoladoseveunpianomuyhermoso.Elrincónentrelachimeneayelbalcónestáocupadoporunsofá-arcónforradodeterciopelodeGénovadecolorverde,lomismoqueunadocenadesillasmás,convenientementedispuestas.Sonentrelas cinco y las seis de la tarde. La puerta se abre estrepitosamente y entraENRIQUEHIGGINS.

MISTRESSHIGGINS.—¡Erestú,Enrique!¡Vamos,hombre!Mehabíasprometidonovenir,porserhoymidíaderecepción.

HIGGINS. — (Se acerca para besarla.) Vamos, mamá, parece que teestorbo.

MISTRESSHIGGINS.—Nodigastonterías.Yasabesloquepasa.Comoerestanparticular,espantasamisvisitas,yporesoprefieroquecuandorecibonoestéstú.

HIGGINS.—(Besándola.)Serébueno,mamá;noespantaréanadie.Notecreas;hevenidoconunfinparticular.

MISTRESSHIGGINS.—Mira,Enrique:déjatedebromas.Yasabesqueantetodoquieromitranquilidad.

HIGGINS.—Ya sé lo que me vas a decir: que soy un Adán, que mismaneras son de cuartel, que no sé llevar una conversación.Todo es verdad;peroahorasetratadeunasuntodeinteréscientífico.

MISTRESSHIGGINS.—¡Quita,quita,porDios!Yateveovenircontusvocales y tus diptongos, y tus cuerdas vocales y tus dentales y sibilantes, yetcétera.Lagentetememásesoquetusexabruptos.Olvídatesiquierahoydeesascosas.Mira:vienesluegoacomeryteescucharétodoloquequieras.

HIGGINS.—Imposible,mamá; tienequeserahoramismo.Escucha:hepescadoaunamuchacha...

MISTRESSHIGGINS.—Ounamuchachatehapescadoati.

HIGGINS.—Nadadeeso.Ya sabesqueestoydemasiadoocupadoparapensarenamoríos.

MISTRESSHIGGINS.—¡Lástima!

HIGGINS.—¿Lástima?¿Porqué?

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MISTRESSHIGGINS.—Hombre,porquesí.Megustaríaquepensarasencasarte.Noquisieramorirsinhabervistoaalgunosnietos.Parecementiraqueseasasí,cuandohaytantasmuchachasguapasporahí.

HIGGINS.—Sí,lashabrá;peroamí,comosino.Misestudios,antesquetodo.No soyenemigode lasmujeres,pero lasprefierounpocoentradasenaños. Con las muchachas no se puede tener una conversación sensata. (Sepasea con las manos en los bolsillos, haciendo sonar unas monedas y unmanojodellaves.)Notienenjuicio.

MISTRESSHIGGINS.—Algunahabrálista.Lacuestiónesdarconella.Perovamos,cuéntame:¿quépasaconesamuchacha?

HIGGINS.—Puesquevaaveniraverte.

MISTRESSHIGGINS.—¿Cómo?¿Quiénes?

HIGGINS.—Nolaconoces,ynotienenadadeparticular.Esunavulgarfloristaquerecogíenelarroyo.

MISTRESS HIGGINS. — ¡Jesús; y la mandas venir aquí en día derecepción!Túnoestásentuscabales.

HIGGINS. — (Se acerca zalamero.) No te asustes, mamaíta; ya veráscomonohaceningúnestropicio.Yoleheenseñadoahablarconpropiedadyaportarse correctamente. Le he recomendado que no hable más que de doscosas:deltiempoqueestáhaciendoydelasaluddecadauno,comosesuelehablar en sociedad, y que no se lance a generalidades por nada delmundo.Verásquébiensaledelempeño.

MISTRESSHIGGINS.—Túestásloco,Enrique.Buenalahashecho.

HIGGINS.—Yaverás,ymedaráslarazón.Pickeringestáconmigoenelcomplot. Tengo con él una apuesta, según la cual, dentro de cuatro meses,tengoquehacerlapasarporunaaristócrata.Larecogíhaceyadosmeses,ynopuedesfigurarteloquevaadelantando.Tieneunoídoexcelenteyunórganovocalmuy flexible.Más fácilmeha sido enseñarle a hablar inglés que a lageneralidaddemisdiscípulosdelaburguesía,porlasencillarazóndequehatenidoqueaprenderunléxicocompletamentenuevo.Ahorahablaelingléstanbiencomotúelfrancés.

MISTRESSHIGGINS.—¡Vamos!Puestefelicito.

HIGGINS.—Nohaydequé,todavía.

MISTRESSHIGGINS.—¿Cómo?

HIGGINS.—Puesclaro.Helogradoreformarsuvocabularioydarleunapronunciaciónperfecta;peroesonobasta.Importafijarseencómopronuncia,pero tambiénen loquepronuncia,yesoes loque... (Son interrumpidospor

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unadoncella,queapartaelportieranunciando:)

DONCELLA.—¡LaseñoraylaseñoritadeEynsford!(Vase.)

HIGGINS.—¡Atiza!(Recogesusombrerodelsofáytratadeescaparsinservisto;perosumadrelecogedelbrazoy,alentrarlasvisitas,lepresenta,quieraonoquiera.LaSEÑORAylaSEÑORITADEEYNSFORDHILLsonlamadreehijaquehemosconocidoenelprimeracto.Lamadreesunaseñoramuy bien educada, calmosa, y tiene la natural timidez del que vive en laestrechez. La hija afecta un aire de estarmuy acostumbrada a frecuentar labuenasociedadyanorepararengastos.)

MISTRESSHIGGINS.—Queridasamigas,pasenustedes.

SEÑORAEYNSFORD.—¿Cómoestáusted?(Sebesan.)

MISTRESSHIGGINS.—Bien,¿yustedes?

SEÑORITAEYNSFORD.—¡MistressHiggins! ¡Québien laencuentro!(Sebesan.)

MISTRESSHIGGINS.—(Presentandoasuhijo.)MihijoEnrique.Creoqueustedesnoseconocen.

SEÑORAEYNSFORD.—¿Cómoestáusted?(Sedanlamano.)

HIGGINS.—Bien,¿yusted?(Dalamanotambiénalahija.)Señorita.(Seinclina.)

SEÑORITAEYNSFORD.—Hemos oído hablarmucho de usted; pero,hastaahora,nohabíamostenidoelgustodeverle.

HIGGINS.—Elgustoesmío.(Mirándoladerepenteconsorpresa.)Peromeparecequenoshemosvistoyaenalgunaparte.Conozcosuvoz,nohayduda.Enfin,noimporta;tomenasiento.

MISTRESS HIGGINS. — Mi hijo Enrique tiene un carácter un pocobrusco.Noselotomenencuenta.

SEÑORITAEYNSFORD.—Yonohagocaso.Megustan loscaracteresoriginales.(Seríeysesientaenelsillóngótico.)

SEÑORAEYNSFORD.—(Unpococonfusa.)¡Quécosastienes,hija!(Sesientaenelsofá,yMISTRESSHIGGINSenlasilladelescritorio,volviéndolahacia la reunión. HIGGINS va hacia un balcón y admira las lejanías delpaisaje, como si fuera la primera vez que contemplara tal panorama. LadoncellavuelveaentraranunciandoalCORONELPICKERING.)

PICKERING.— (AMISTRESSHIGGINS.) ¿Cómo está usted,mistressHiggins?

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MISTRESS HIGGINS.— Tanto gusto en verle, coronel. Estas señoras,amigas mías, son las señoras de Eynsford Hill. (Saludos mutuos. ElCORONELacercalasillapompeyanaysesientaenella.)

PICKERING.—¿LehacontadoEnriqueloquetramamos?

HIGGINS. — (Inclinándose hacia él, y en voz baja.) Nos haninterrumpido.¡Quélevamosahacer!

MISTRESSHIGGINS.—Pero,Enrique,miraloquedices.

SEÑORAEYNSFORD.—(Semilevantándose.)Siesqueestorbamos...

MISTRESSHIGGINS.—(Levantándoseyhaciéndolasentarseotravez.)¡Por Dios; no faltaba más! Precisamente estaba esperándolas. Quieropresentarlasaunaamiga.

HIGGINS. — (De repente, convencido.) Sí, sí, es verdad. Para miexperimento hace falta que haya una reunión. (Vuelve la doncella paraanunciaraFREDDY.)

HIGGINS.—(Casienvozalta.)¡OtroEynsfordHill,vaya!

FREDDY.—(Coninclinaciónpedantesca.)¿Cómoestáusted,señora?

MISTRESS HIGGINS. — Bien, ¿y usted? (Presenta a los demás.) ElcoronelPickering.

FREDDY.—(Inclinándose.)Muchogusto.

MISTRESSHIGGINS.—MihijoEnrique.

FREDDY.—(Inclinándose.)Muchogusto.

HIGGINS.—(Mirándolecomosifueseuncarterista.)Juraríaqueéstanoeslaprimeravezquenosvemos.

FREDDY.—Norecuerdo.

HIGGINS.—Bueno,noimporta;tomeasiento.(DalamanoaFREDDYycasilehacecaerdeunempujónsobreelsofá.Luegodalavueltaysesientaenelotroextremodelsofá,alladodelaSEÑORAEYNSFORD.)Ahoradigoyo:¿dequévamosahablarhastaquevengaElisa?

SEÑORITAEYNSFORD.—Conmigonocuente,puesnomecuidodelaconversación. (Mirando aHIGGINS a ver si le hace impresión.) ¡Ah, si laspersonasfueranfrancasydijeranloquerealmentepiensan!

HIGGINS.—¡Diosnoquiera!

SEÑORAEYNSFORD.—(Terciandoenelasuntoparaayudarasuhija.)¿Porqué?

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HIGGINS.—Loquecreenquedebieranpensar,ya esbastantemalodeporsí,Diossabe;peroloquerealmentepiensanesaúnpeor.¿Creeustedqueseríaagradableoír,porejemplo,loqueyorealmentepienso?

SEÑORITAEYNSFORD.—(Riéndose.)¿Tancínicoes?

HIGGINS.—¡Cínico! ¡Yonohedichosemejantecosa! ¡Loquedigoesqueharíapocogracia!

SEÑORAEYNSFORD.—Creoqueustedexagera.

HIGGINS.— Desengáñese, señora; todos, el que más y el que menos,somosunos salvajes.Creemos serhombres civilizadosy cultos, entenderdepoesíay filosofía, arteyciencia, etcétera;pero lamayoríano sabemosni laprimerapalabradeello. (A laSEÑORITAEYNSFORD.)Vamosaver:¿quésabe usted de poesía? (A la SEÑORA EYNSFORD.) ¿Qué sabe usted deciencia?(SeñalandoaFREDDY.)¿Quésabeesejovendearte,deciencia,deloquesea?¿Quécreenustedesqueyosédefilosofía?

MISTRESSHIGGINS.—Ysobre todo,Enrique,de tratodegentes. (LadoncellaaparecedenuevoyanunciaalaseñoritaELISADOOLITLE.ELISA,deliciosamente trajeada, produce al entrar tal impresión de hermosura ydistinción,quetodosselevantancomocohibidos.Esuncontrasteenormeconlafloristaestrafalariadeantes.GuiadaporlamiradadeHIGGINS,seacercaalaseñoradelacasa,congraciaestudiada.)

ELISA. — (Con corrección pedantesca y hermosa cadencia de voz.)¿Cómoestáusted,señora?Suseñorhijomedijoqueustedmeharíaelhonorderecibirme;asíesquemehepermitido...

MISTRESSHIGGINS.—(Cordial.)Tengounaverdaderasatisfacciónenconocerla.

PICKERING.—¿Cómoestáusted,Elisa?

ELISA.—Bien,¿yusted,coronel?

PICKERING.—Bien,gracias.

MISTRESSHIGGINS.—(Presentando.)EstaseñoraesmistressEynsfordHill. Su hijaClara... Su hijo Freddy. (Saludosmutuos. CLARA se sienta alladodeELISA, en el sofá, y lamira con atención sumadesde los pies a lacabeza.FREDDY,despuésde rondarsolícitoaELISA,sesientaconairedesuficienciaenelsillóngótico.)

HIGGINS.— (De repente.) ¡Calla, ahora recuerdo! (Todos lemiran consorpresa.) En el pórtico de San Pablo... (En son de lamento.) ¡Malditacasualidad!

MISTRESSHIGGINS.—¡Vamos,Enrique,repórtate!(Élestáapuntode

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sentarseenelescritorio.)Cuidado,hombre,notesientesenmiescritorio,quelovasaromper.

HIGGINS.—Dispensa,mamá.(Vahaciaelsofá, tropezandoconelpicode la alfombra, y, desahogándose con sordas imprecaciones, concluye sudesastroso trayecto dejándose caer en el sofá con tanta fuerza que lo hacecrujir alarmantemente. Su madre le mira con severidad, pero se reprime yguardasilencio.Sigueunalargaypenosapausa.)

MISTRESS HIGGINS. — (Finalmente, para reanudar la conversación.)Parecequeeltiempovaacambiar.Nomechocaríaquetuviésemoslluvia.

ELISA.— Las bajas presiones que predominan en las islas por toda lapartedelOesteyelcanal,parecequetienentendenciaacorrerhaciaelEste.Por lo demás, el estado barométrico es bastante fijo, quitando un pequeñocentrodeperturbaciónporelNorte.

FREDDY.—¡Ja,ja,ja,ja,ja!¡Quégracia!

ELISA.—¿Quélepasaausted,caballero?Creoquenohedichoningúndisparate.

FREDDY.—Mehacelamardegracia.

SEÑORA EYNSFORD. — Yo no creo que llueva. El cielo está muylimpiodenubes.Yeslástima,porqueconvendríaunpocodelluvia.Hayquevercuántagentehayenfermaacausadeestasequíatanprolongada.

ELISA.—(Sombría.)Unatíamíasemuriódelagripe.Porlomenos,asídijeron.

SEÑORAEYNSFORD.—(Moviendolacabezaychascandolalenguaensondelástima.)¿Escierto?¡Pobrecilla!...

ELISA.— (Con pronunciaciónmuy pura y cadencia armoniosa.) Sí, asídijeron; pero amí nome la dan con queso. Paramí que cuando la estabancuidandoalapobre,metieronlapatahastaelcorvejón...

SEÑORAEYNSFORD.—(Conextrañeza.)Nocomprendo...

ELISA.—Sí,señora,comohayDios.Mitía,queenpazdescanse, teníamucha correa. Había pasado por muchas enfermedades: malos partos, unapulmonía,elcólicomiserere,quéséyo.Ytantiesa.Mipadresiempredecía:"Aéstanolamatanniatiros."Cuandolodelcólicosícreíamosqueladiñaba.Parecíaqueestabadandolasboqueadas;peromipadre leacercóunabotelladeaguardiente,yalmomentoellavolvióensí,ypidiómás,ysiladejan,noquedanigota.

SEÑORAEYNSFORD.—(Espantada.)¡Jesús!¡Jesús!

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ELISA.— (Recalcando y cuidando cada vezmás de su pronunciación.)Nada,señora;loquedigo.Unamujerconesafibranosemuere,asícomoasí,delagripe.Hacefaltamásparaqueladiñe.Sencillamente,quelehicieronlapascuaengrande.

SEÑORAEYNSFORD.—¡Lapascua!Noentiendonada.

HIGGINS.—(Interviniendo.)Quieredecirqueprecipitaronsumuerte.

ELISA.—Luegoarramblaroncontodo.Supeinadeconcha,queamímehubiesetocado,noapareció.Noapareciónada.

SEÑORAEYNSFORD.—(Horrorizada.)Pero¿creeustedquemataronasupobretía?

ELISA.—¿Quesilocreo?¡Cuandoledigoquelosquevivíanconellalahubiesen despachado para el otro mundo por un alfiler de sombrero! Nodigamos,pues,porunapeina.

SEÑORAEYNSFORD.—Detodosmodos,loquenomeparecebienesquesupadredeustedledieseaguardiente.¡PorDios,aunamujergravementeenfermaesoeramatarla!

ELISA.—Nolocrea.Aellabienlegustaba:másquelatetadesumadre.¡Luego,comotambiénélestabaacostumbradoalabalarasa!

SEÑORAEYNSFORD.—Pero¿supadrebebía?

ELISA. — ¡Ay mamá, que si bebía! Agarraba cada melopea que Diostiritaba.

SEÑORAEYNSFORD.—¡Quécosamásterribleparausted!

ELISA.—¡Quia,quesecreeustedeso!EstandoasíeraunalmadeDios.Ledabaportenercontentoatodoelmundo.Aloschicosnosdabaloscuartosquelehabíanquedado.Conmimadreseponíalamardeamable.Tantoesasí,que cuando ella le veía demal humor, le dabaun chelín y le decía: "Anda,hombre,vetea tomarunascopasaversi teponesdemejorgenio." ¡Cuántamásfelicidadhabríaenloshogaressitodaslasseñorassiguiesenesemétodoytratasen de emborrachar a sus maridos! (A FREDDY, que luchadesesperadamentepornosoltarcarcajadasestrepitosas.)¿Quélepasaausted,joven?Parecequemeestáustedtomandolamelena.

FREDDY. — Me hace mucha gracia. Había oído decir que en la altasociedad se usa ahora el lenguaje de las clases populares como diversión.Ahora,nuncacreíqueunapersonadelacategoríadeustedlopudieseimitartanperfectamente.¡Québienlohaceusted!

ELISA.—Silohagobien,noséaquévieneelreírsetanto.(AHIGGINS.)¿Hedichoalgoquenoseaconveniente?

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MISTRESSHIGGINS.—(Interviniendo.)Nada,hijamía;haestadoustedmuybien.

ELISA.—Favorqueustedmehace,señora.(Expansiva.)Loquedigoyosiemprees...

HIGGINS.—(Mirandoelrelojylevantándose.)¡Ejem!

ELISA.— (Mirándole de repente y comprendiendo la indicación.) Pero¿en qué estoy pensando? Señores, tendría mucho placer en seguir tanagradable compañía; pero no tengomás remedio que despedirme. (Va haciaMISTRESS HIGGINS y luego a los demás.) Tanto gusto... Reconózcamecomoaunaverdaderaamiga.

MISTRESSHIGGINS.—Yasabedóndemetieneasudisposición.

ELISA.—Gracias,señora.Adiós,coronelPickering.

PICKERING.—Adiós,missDoolitle.(Sedanlamano.)

ELISA.—(Inclinándosehacialosdemás.)Adiós,señoras,señores.

FREDDY.— (Abriéndole la puerta.) Si va usted a tomar por el parque,missDoolitle,permítamequelaacompañéuntrecho.

ELISA. — ¡Pa chasco! ¡Nipis! (Sensación.) Yo voy a agarrar un taxi.(Sale.PICKERING,estupefacto,sesienta.FREDDYvaalbalcónparaseguiraELISAconlavista.)

SEÑORA EYNSFORD. — (Escandalizada.) Señores, digan lo quequieran,estosmodalesdeahoranomegustan,nomegustan.

SEÑORITAEYNSFORD.—(Sentándosebruscamenteenel sofá.)Pero,mamá,¡quécosastienes!Vanacreerquenuncanostratamosconlagentebiensitemuestrastananticuada.

SEÑORAEYNSFORD.—Yoserémuyanticuada,hijamía;peroesperoquetúnouseseselenguaje.¡Québarbaridad!¡Jesús!Concedoquelasjóvenesde hoyno sean tan remilgadas como lo hemos sido las demi tiempo; pero,vamos,estoyapasadelaraya.¿Nolepareceausted,señorPickering?

PICKERING.—Amínomepregunte,señora.Heestadofuerademipaísmuchos años, ymientras tanto, lasmaneras han cambiadomucho.Hasta elpunto de que, a veces, estando en una reunión, me pregunto si estoy entrepersonasbieneducadasoenuncuerpodeguardia.

SEÑORITAEYNSFORD.—Todoesacostumbrarse.Yocreoquenohaynada chocante en ese modo de hablar... Luego, es tan expresivo, tanpintoresco...Pormiparte,meencanta.

SEÑORA EYNSFORD. — (Levantándose.) Vaya, yo creo que ya es

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tiempodequenosdespidamosdeestosseñores.(HIGGINSyPICKERINGselevantan.)

SEÑORITAEYNSFORD.—(Levantándose.)Esverdad;todavíatenemosquehacertresvisitasmás.(AMISTRESSHIGGINS.)Señora,muchasgraciasporsuamablerecepción.(AHIGGINSyPICKERING.)Caballeros,hetenidounaverdaderasatisfacción.

HIGGINS. — (Acompañándola hasta la puerta, con sonrisa socarrona.)Adiós, señorita.No lodudeusted:aquel lenguajees lomás"chic"y lomás"smart" que se usa ahora.Usted no haga caso.Úselo en todas sus visitas ytendráunéxitoseguro:daráustedelgolpe.

SEÑORITA EYNSFORD. — (Sonriendo.) Lo sé de sobra. Yo tengomuchopesquis,muchoquinqué.Yodiquelo.

HIGGINS.—Yquelodiga.¡Andalavértiga!

SEÑORITAEYNSFORD.—¡Vayaalcuernolañoñezdelagenteantigua!Hayqueserdesutiempo,¡caray!

SEÑORAEYNSFORD.—(Sumamenteabochornada.)¡PorDios,hija!

SEÑORITAEYNSFORD.—¡Ja,ja,ja!(Saleradiante,convencidadeestara la última, y se la oye cómo se aleja lanzando carcajadas y vocesescandalosas.)

FREDDY.— (Entusiasmadísimo.) Yo les digo a ustedes... (No prosiguepor temora cometeruna incorrección.Seacercaa la señoraHIGGINSparadespedirse.)Señora,milgraciasporsuamablerecepción.

MISTRESSHIGGINS.—Yasabeusted,Freddy,quetengomuchogustoenverleporaquí.Yesaseñorita,¿quétallehaparecido?

FREDDY.—Amí,encantadora,graciosísima,resaladísima.

MISTRESS HIGGINS. — Bien, bien, joven. Ya sabe usted el día querecibo.Cuandoustedguste...

FREDDY.—Unmillóndegracias,señora.Nofaltaré.Adiós.(Saliendo.)Mamá,vamosya;Claraseestáponiendoelsombrero.

MISTRESSHIGGINS.—Adiós,Freddy.

HIGGINS.—Adiós,joven.

SEÑORAEYNSFORD.—Señores,he tenido tantogusto.Clarameestáesperando.¡Quélocaes!Ustedesperdonen.

MISTRESSHIGGINS.—Nohagaustedcaso.Lajuventuddehoy,yasesabe,noescomoladenuestrotiempo.

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SEÑORA EYNSFORD. — Ya lo sé. Pero, vamos, yo no puedoacostumbrarmeaesemododeser.Clarasiempremeestáreconviniendo...(Sela oye continuar hablando en el pasillo, adonde la acompaña MISTRESSHIGGINS. Ésta, luego, vuelve a entrar. En cuanto reaparece, HIGGINS lacogedeltalleriendoylaobligaasentarseasuladoenelsofá.)

HIGGINS. — Vamos, mamaíta, di la verdad: ¿es presentable o no espresentableElisa?

MISTRESSHIGGINS.—Enrique,Enrique,noseastonto.¡Quéhadeserpresentable!Confiesoquegraciasatusleccionesygraciasalartedelmodistapuedepasar;perodicecadacosa...¡Vamos!

PICKERING.—Esosí;sulenguajeseresientetodavíaalgodelambienteenquesehacriado.

HIGGINS.—Puesestánustedesequivocados.Sulenguajeeselqueahoraprivaenlaasíllamadabuenasociedad.

MISTRESS HIGGINS.— En fin, una vez más se puede decir que losextremosse tocan.Estávistoqueesasexquisitecesnosehanhechopara losque no somos "ni chicha ni limoná", como tal vez diría aquellamuchacha.Perodejemoseso.Cuéntenmealgodesuvidaydeloquehacen.

PICKERING.—Ya sabeustedquemehe instaladoencasadeEnrique.EstudiamosjuntoslosdialectosdelaIndiaylafonética;esmáscómodoque...

MISTRESSHIGGINS.—Losé,losé...Pero¿dóndevivelamuchacha?

HIGGINS.—¿Elisa?Connosotros,claroestá.¿Endóndehabíadevivir,sino?

MISTRESSHIGGINS.—Bien;pero¿encalidaddequé?¿Desirvienta,deempleada,dequé?

PICKERING.—(Convozalgocohibida.)Creoqueadivinoloquequiereusteddecir,señora.

HIGGINS.—Puesyo, ¡maldito!Elcasoesbienclaro.Yohe tenidoquetrabajaradiariodurantealgunosmesesconesamuchachaparahacerdeellaloqueeshoy.Y,además, lachicaesútil.Me tiene lacasamuyarreglada;conellacadacosaestáensusitio;lleva,comodice,mislibros.

MISTRESSHIGGINS.—¿Ycómose llevaconmistressPearce, tuamadellaves?

HIGGINS.—Divinamente. ¡Poco contenta que está la buena señora dehaber hallado tan valiente ayuda! Ya no tiene que romperse la cabeza paratenerenordenmiscilindrosymisapuntes.EstáchifladaporElisa.Nocesadecantarsusalabanzas.Sepasaeldíadiciendo:"¡Loqueesesachica,señor!"

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PICKERING.—Sí,éstaessufórmula:"¡Loqueesesachica,señor!"

HIGGINS. — Por cierto que no necesita recordarme a la tal chica.¡Menudatarealamíacondedicarmeareformarsusvocalesyconsonantes,ycon observar sus labios, sus dientes, su lengua y..., lo que es máscomplicado...,sualma!

MISTRESS HIGGINS.— La verdad es que parecen ustedes un par dechiquillosjugandoconunamuñeca.

HIGGINS. — ¡Jugando! No lo creas. Es la tarea más difícil que heemprendido en mi vida. No confundas, mamá. No puedes figurarte lointeresantequeestomaraunserhumanoytransformarloenotroser,creandopara él un nuevo modo de expresarse. Equivale a rellenar el abismo másprofundoqueseparaunasdeotrasalasdiferentesclasesdelasociedadyalasdiferentesalmas.

PICKERING. — (Acercando su silla a la de MISTRESS HIGGINS yprosiguiendocongrananimación.)Sí,señora;esenormementeinteresante.LeaseguroqueesmuyserianuestraocupaciónconElisa.Cadasemana,estoypordecircadadía, seobservaenellaalgúncambio. (Acercándose todavíamás.)Vamos registrando exactamente todos los progresos, tomamos docenas defotografías,impresionamoscentenaresdecilindros...

HIGGINS.—(Asaltándolaporelotrooído.)Sí,mamá,eselexperimentomás absorbente que te puedes imaginar. Puede decirse que no hacemos otracosaqueocuparnosdeElisa.

PICKERING.—TodoeldíaestamoshablandodeElisa.

HIGGINS.—EnseñandoaElisa.

PICKERING.—CorrigiendoaElisa.

HIGGINS.—PerfeccionandoaElisa.

PICKERING.—VistiendoaElisa.

MISTRESSHIGGINS.—¡¡Qué!!

HIGGINS.—TransformandoaElisa.

PICKERING e HIGGINS. — (Hablando atropelladamente y a la vez.)Tiene un oído maravilloso... Te aseguro que esa chica... Lo mismo que unloro...Parecementira;esungenio...Lahemosenseñadoapronunciarcuantossonidos existen en la lengua humana... La hemos llevado a los conciertosclásicos...Enlosdialectosafricanos,hotentotes,zulúes,cafre...Alaopereta,ytodoselefijaenlamemoria;esincreíble...Sonidosqueotrapersonatardaríaañosenaprender...LomismoledaBeethovenyMozartqueLeharyStrauss...Vayaunórganofonéticoelsuyo...Aunquehacetresmesesnosabíaloqueera

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unpiano...

MISTRESS HIGGINS. — (Tapándose los oídos con las manos.) ¡PorDios!¡PorDios!¡Mevanavolverloca!(Losdosseinterrumpendepronto.)

HIGGINS.—Laverdadesque,cuandoseentusiasmaPickering,nohaymediodemeterbaza.

PICKERING.—Perosiestoycallado.Hableloquequiera.

MISTRESSHIGGINS.—Escúchenmeunmomento.Hayqueresolverunproblema.

PICKERING.—Yasé.Eldecómoselahadepresentarcomoaristócrata.

HIGGINS.—Nohayquepreocuparse.Yalotengoresuelto.

MISTRESSHIGGINS.—Pero,señores,ustedestodoselodicenytodoselocontestan.Aloquemerefieroesaunproblemacompletamentedistinto.

HIGGINS.—Túdirás.

MISTRESSHIGGINS.—Elproblemaestáensaberquéseharáconesamuchachaunavezterminadovuestroexperimento.

HIGGINS.— ¿Qué tenemos que ver con eso? Hará lo que le parezca.Disfrutarálasventajasqueleheproporcionado.

MISTRESS HIGGINS. — Pero, hombre, no digas disparates. ¿Quéventajassonésas?Enelmomentoque tengaqueganarse lavida,¿dequé leserviránlasmanerasyelmododeexpresarsequelehayasenseñado?

PICKERING. — Ya se encontrará el medio de proporcionarle algunacolocación.

HIGGINS.—Yalocreo,notepreocupes.Ahora,contupermiso,mamá,nosvamosadespedir.Oigausted,Pickering:vamosallevarlaalaExposicióndeShakespeare,enEarlsCourt.

PICKERING.—Conforme,sí.Nosharángraciasuscríticas.

HIGGINS.—Encasa,luego,imitaráatodoslosconferenciantes.

PICKERING.—Adiós,señora.

HIGGINS. — Adiós, mamá, y consérvate buena. (Salen riendo acarcajadas.)

MISTRESS HIGGINS. — (Se queda moviendo la cabeza, y luegoexclama:)¡Ah!Loshombres,loshombres...

TELÓN

****

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ACTOCUARTO

EllaboratoriodeHIGGINSyPICKERING.Esmedianoche.Nohaynadieen la habitación. El reloj de la chimenea da las doce. Es una noche deprimavera.Seoyeque,porlaescalera,vienenHIGGINSyPICKERING.

HIGGINS.—Cierrelapuerta,Pickering.Creoque,porestanoche,yanosaldremos.

PICKERING.—Bien; ya he echado el cerrojo.Me parece quemistressPearcepuedeacostarse.¿Olanecesitaparaalgo?

HIGGINS. — No, nada; que se acueste. (ELISA abre la puerta de lahabitaciónyhace su aparición en traje denoche, con joyas, flores, abanico,etc., como quien viene de la ópera. Se acerca a la chimenea y enciende loscandelabroseléctricos.Estácansada.Supalidezcontrastafuertementeconsusojosysuscabellosnegros,ysuexpresiónescasi trágica.Sequitaelabrigo,colocasusfloresysuabanicosobreelpianoysesientaenunsillón,calladaypensativa.HIGGINS,entrajedeetiquetayconsombrerodecopa,entraysequitaelgabán,elsombreroyelfrac,cogeunachaquetadeencimadeunsillónyselapone,tirandosincuidadolaropasobrelosmuebles.Luegosedejacaerenun sillóndelantede la chimenea.PICKERINGentra también, sequita elsombrero y el gabán y está a punto de amontonarlos sobre la ropa deHIGGINS,peroseabstiene.)

PICKERING.—MistressPearcesevaaenfadarsidejamoslaropatiradaenelsalón.

HIGGINS. — Déjela ahí fuera, en el banco de la antesala. Mañana laencontraráylaguardará.Pensaráqueestuvimosalgobebidos.

PICKERING.—Yloestamosunpoco,amigoHiggins.Voyaversihaycartasenelbuzón.(Recogelaropaylallevaalaantesala.)

HIGGINS.—(Tarareandounariade"LaFanciulladelOestedorado".Seinterrumpe bruscamente.) ¿Dónde están mis zapatillas? (ELISA le mirasombría,luegoselevantaderepenteysaledelahabitación.HIGGINSvuelvea tararear, después de bostezar ampliamente. PICKERING vuelve con elcontenidodelbuzón.)

PICKERING.—Sólohaycircularesyestaesquelitaamorosaparausted.(Tira las circulares dentro de la chimenea, le da la carta a HIGGINS y secolocadeespaldasalachimenea.)

HIGGINS.—(Mirandolacarta.)Algúnsablazo,comosiloviera.(Tirala

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carta a la chimenea. ELISA vuelve con un par de enormes zapatillas, lascolocaenlaalfombradelantedeHIGGINSysevuelveasentarsilenciosa.)

HIGGINS.— (Bostezando nuevamente.) ¡Diosmío, qué noche! ¡Cuántagente! ¡Ycuánta idiotez! (Levanta el pieparadesatarse el calzadoyve consorpresalaszapatillas.)Pero¿quéeseso?¿Miszapatillasestánaquí?

PICKERING.— (Estirándose.) ¡Caramba! Estoy algo cansado. Ha sidounajornadadeprueba.Primerola"garden-party";luego,lacena;finalmente,laópera;sonmuchascosas.Peroustedhaganadolaapuesta.Elisasepresentóperfectamenteyhadadoeltimoatodos.

HIGGINS. — (Fervoroso.) ¡Gracias a Dios que se acabó! (ELISA seestremeceviolentamente;peroellosnolonotan,yellarecobralacalmaysuaparenteimpasibilidad.)

PICKERING.—Enla"garden-party",confiesoqueyonolasteníatodasconmigo.Elisa,encambio,parecíamuytranquila.

HIGGINS.—Sí,sí;estabamuyseguradesímisma.Laverdad,sinoesporlanegrahonrilla,nollevolabromahastaelfinal.Pero,enfin,mehabíaempeñadoenello,yporesolallevéadelante.Alprincipio,mientrasestuvimosen la parte fonética, la cosa me interesó; pero luego me fue pesando loindecible.Lodicho:denohabersidoporelempeño, lohubieseabandonadotodoalosdosmesesdeempezar.

PICKERING.—La"garden-party",contantagentedelaaltaaristocracia;hayqueconfesarlo,fueunapruebaemocionante.Yotemblé...

HIGGINS.—Yo también, un poco, pero sólo durante los tres primerosminutos.Cuandoviquellevábamoslasdeganarcontodaseguridad,casimeempecéaaburrir.Duranteelbanquete síquemeaburrídeverdad.Amímerevientansobremaneraesascosas.Esteseustedahí tragandodurantemásdeunahora,sinmásremedioqueoírsandecesadiestroysiniestro.Leaseguroausted,Pickering,quenomevuelvenacogerenotra.Unavezynomás.Noharémásduquesaspostizas.

PICKERING.—Usted,amigomío,noestáhechoa lavidadesociedad.Hayqueacostumbrarseatodo.(Yendohaciaelpiano.)Amí,pormiparte,nome disgusta asomarme de cuando en cuando a la vida del así llamado granmundo.Parecequemerejuvenece.Detodosmodos,hasidoungranéxito,uninmensoéxito.Doso tresvecescasimeasustéalverqueElisa lohacía tanbien.Tengaustedencuentaquemuchagentearistocráticanosabeconducirseen sociedad; es tan necia, que se figura que el "chic", digamos el estilo, esinnato, y así nunca aprende.Hay que desengañarse; en todo lo que se haceverdaderamentebien,hayalgodeprofesional.

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HIGGINS. — Tiene usted razón; hay pocos que saben ser lo que son.(Levantándose.)Enfin,yaseacabó,yahoramepuedoiralacamasintemerelmañana.(LaexpresióndeELISAsehacemássombríaaún.)

PICKERING. — Pues yo voy a hacer otro tanto. Buenas noches, queustedesdescansen.(Vase.)

HIGGINS. — (Yendo detrás de él.) Buenas noches, Pickering. (En lapuerta,volviendounpoco lacabeza.)Apaga,Elisa,ydileamistressPearceque no haga café paramímañana; tomaré té. (Vase.ELISA se esfuerza porcontenerse y aparentar indiferencia al levantarse y acercarse a la chimeneaparaapagarlasluces.Estáapuntodegritar.Sesientaenelsillónyagarraconmanoscrispadaslosbrazosdelmismo.Finalmente,sinpoderresistirmás,seabandona a la mayor desesperación, dejándose caer en el suelo, donde serevuelvefuriosamente.)

HIGGINS.—(Malhumorado,fuera.)Pero¿quédemonioshehechoyodemiszapatillas?(Vuelveaentrar.)

ELISA.—(Cogelaszapatillas,seincorporayselastira,unatrasotra,contodasufuerza.)Ahítieneustedsuszapatillas.Tome,tome.¡Malditasea!

HIGGINS. — (Estupefacto.) Pero ¿qué te pasa? ¡Vamos, arriba! (Lalevanta.)¿Quéeseso?

ELISA.— (Jadeante.) Ya estará usted satisfecho. Le he hecho ganar laapuesta,estobasta.Demí,claroestá,noimportanada.

HIGGINS. — ¡Que me has hecho ganar la apuesta! ¡Vamos, habrádesfachatez!Perohabla:¿aquévieneesodetirarmelaszapatillas?

ELISA.—Porquesí,porqueleaborrezco,porquequisieramatarle,porquemeponenfuerademísubrutalidadysuegoísmo...¿Porquénomedejódondeestaba,enelarroyo?Ahorasealegrausteddequeyaseacabóelexperimentoymepuedevolveraarrojaralarroyo.(Susdedossecrispan,frenéticos.)

HIGGINS. — (Mirándola con fría extrañeza.) Parece que la niña estánerviosa.(ELISAlanzaunrugidosofocado,einstintivamenteblandelasuñashacia su cara. HIGGINS, cogiéndola de las muñecas, dice:) Vamos, ahoraquierearañarlagatarabiosa.Cuidadoconloquesehace,¡eh!¡Asentarseyaestarsequieta!(Latirabrutalmentealsillón.)

ELISA.— (Aniquilada.) ¡Diosmío!... ¡Diosmío! ¿Qué va a ser demí?¿Quévaaserdemí?

HIGGINS.—¿Amíquémepreguntas?¿Quétengoyoqueverconloquevaaserdeti?

ELISA.—Yalosé,yalosé.Noleimportoyounápice.Noleimportaría

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nivermemorir.Soyyomenosqueesaszapatillas"pa"usted.

HIGGINS.—(Convozdetrueno.)"Para"usted.

ELISA. — (Sumisa.) Para usted. Creí que ya daba lo mismo. (Pausa.ELISA, silenciosa, con la cara hundida sobre el pecho.HIGGINS se sienta,algoincómodo.)

HIGGINS.— (Lomás suave que puede.) Vamos, mujer, no seas tonta.Hablaconfranqueza¿Tienesalgunaquejadeltratoquesetedaaquí?

ELISA.—No,ninguna.

HIGGINS.—¿Tehafaltadoalguien?¿Pickering,mistressPearce,alguiendelaservidumbre?

ELISA.—No,nadie.

HIGGINS.—Supongoquenodirásqueyomeheportadomalcontigo.

ELISA.—No.

HIGGINS.—Vamos,menosmal.(Modificasutono.)Peroyaveo:loqueati tepasaesqueestáscansadadespuésdelostrabajosdeldía.¿Quieresunpocodechampaña?(Vahacialapuerta.)

ELISA.—No.(Luego,conmáscortesía.)Seloagradezco.

HIGGINS.—(Otravezdebuenhumor.)Secomprende,caramba.Hasidounafaenamuydura.Sobretodo,lodela"garden-party".Peroyapasó,niña.(Dándolegolpecitoscariñososenelhombro,queaellalahacenestremecer.)Yanohayqueapurarse.

ELISA.—Sí, ya pasó para usted. (Se levanta de repente y, atravesandorápidamente la habitación, va hacia el piano y se sienta en el taburete,hundiendolacaraenlasmanos.)¡Diosmío,quisieraestarmuerta!

HIGGINS.—(Consincerasorpresa.)Pero¿quédices?¡Muerta!¿Porqué?(Acercándoseaella,contonodogmático.)Mira,Elisa:todaesaexcitaciónespuramentesubjetiva.

ELISA.—Noentiendo;soydemasiadoignorante.

HIGGINS.—Quierodecirqueobedeceafiguracionestuyas.Nerviosidad,hija del cansancio.No ha pasado nada.Nadie te ha dadomotivos de queja.Ahoravasalacamayduermesbien,ymañanaseráotrodía.

ELISA.—Sí,otrodía. (Condesesperación.)Peroyonosé loquevoyahacer.Noséparaloquevoyavaler.

HIGGINS. — (Queriendo comprender ya.) ¿Eso es lo que te apura?Vamos,parecementira.(Sepaseaporlahabitación,ensumanerahabitual,con

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lasmanosenlosbolsillos,yhaciendosonarsusllavesymonedas,comoquienno se preocupa de nada.)No tienes que preocuparte.Ya te colocarás de unmodo u otro; aunque, vamos, creo que esto no corre prisa. (Ella levantabruscamentelacabezaparamirarle;élnolamiraysefijaenunamanzanadelplatodefrutaylacogeparacomerla.)¿Noestásbienenmicasa?...Luegotú,claro,tecasarás.(Daunmordiscoalamanzanaymasticaruidosamente.)Nocreasque todos loshombressonsolteronesempedernidos,comoPickeringyyo. Casi todos se casan, ¡desgraciados! Tú no eres fea; da gusto mirartealgunasveces...;ahora,no,queestásmuyfeallorandoyrabiando.Así,pues,lo dicho: vete a la cama, descansa y tranquilízate, reza tus oraciones yduerme...,ymañanatemirasenelespejo,yveráscómotengorazón.(ELISAlemiranuevamente,sinpronunciarunapalabraysinmoverse.Lamiradaesinútil,puesél,abstraído,comesumanzanaconfruición.HIGGINS,creyendotener una feliz ocurrencia dice:) Mi madre, que se pirra por concertarmatrimonios,seguramenteteencontraráalgúnbuenpartido.

ELISA.—Eso yame lo dijo usted en el coche, cuando pasamos por lacalledeTottenhamCourt.

HIGGINS.—Perovamosaver:¿túquéopinas?

ELISA.—Yovendía flores, pero nome vendo amímisma.Ahora queustedmehahechounaseñorita,yanosoycapazdevendercosaalguna.¡Ojalámehubieseusteddejadodondeyoestaba!

HIGGINS. — (Tragando el último pedazo de manzana.) No digasvulgaridades,comoesodevenderseasímisma,hija.Soncosasdenovelasdefolletín.Sinotegustacasarte,tequedassolteraypuntoconcluido.

ELISA.—Peroestonomedicequépodréhacer.

HIGGINS.—Lamardecosas.Apropósito:¿ytuantiguaideadeestaralfrente de una tienda de flores? Pickering te puede establecer; tiene unabarbaridaddedinero.(Riéndose.)Menudacuentatendráqueabonarportodoloquehasllevadoencimadetupersonitahoy.Conelalquilerdelasjoyas,nobajarádedoscientaslibras.Yaves:haceseismesesnisoñabasconquepodíastenerunatiendadeflorestuya.Vamos,chica,alégrateydejadepreocuparte.Yomevoyalacama;tengounsueñoquemecaigo.¿Paraquéheentradoyo?Algosemehabíaolvidado.

ELISA.—Suszapatillas.

HIGGINS.—¡Ah,sí,esverdad!Melastirastealacabeza.(Lasrecogeyhaceademándesalir,cuandoellaselevantaconairesolemne.)

ELISA.—Antesquesevaya,caballero...

HIGGINS.—(Dejando,delasorpresa,caerlaszapatillas.)¡Caballero!

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ELISA. — ...Deseo saber si mi ropa me pertenece o es del coronelPickering.

HIGGINS.— (Volviendo a entrar del todo, cada vez más sorprendido.)¿Paraquédemoniospuedehacerlefaltaalcoronelturopa?

ELISA.—Talvezparalapróximamuchachaquerecojanustedesparasusexperimentos.

HIGGINS. — (Muy ofendido y dolorido.) ¡Así es como piensas denosotros!

ELISA.—Dejémonosdeconversaciones.Loquequierosaberessialgodeloquellevoencimaesmío.Alentraryoaquí,miropafuequemada.

HIGGINS.—Pero¿qué importa?¿Aquéviene fastidiar conesoa estashoras?

ELISA.—Tengoquesaberloquepuedollevarmeyloqueno.Noquieroqueluegomellamenladrona.

HIGGINS.— (Nuevamente muy dolorido.) ¡Ladrona! Mujer, no hablesasí;noestábien.

ELISA. — Lo siento, pero no tengo más remedio que dejar las cosasperfectamente claras.Nome hago ilusiones; sé que no soy nadie, y que nopuede haber nada común entre una persona como usted y una muchachavulgare ignorantecomoyo.Dígame,pues, loquemepuedo llevary loqueno.

HIGGINS.—(Muyenfadado.)Llévate,conmildemonios,todalacasa,siquieres. Excepto las joyas, que son alquiladas. ¿Estás satisfecha ahora? (Levuelvelaespaldaysemarchallenodeira.)

ELISA. — (Complaciéndose en irritarle cada vez más.) Dispense unmomento. (Sequita las joyas.)Lleveestoa sucuartoyguárdelo.Noquieroqueluegofaltealgoysemeechelaculpaamí.

HIGGINS.—(Furioso.) Pues vengan. (Ella se las pone en la mano.) Sifueran mías en vez de ser del joyero, te las hacía tragar todas. (Se metedescuidadamente las joyasen losbolsillos,adornándose, sinsaberlo,con lascadenasquecuelganporfuera.)

ELISA.—(Quitándoseunasortija.)Estasortijanoesdeljoyero,eslaquecompróustedenBrighton.Tome.(HIGGINStiralasortijaconviolenciaalachimeneaysevuelvehaciaellatanamenazador,queellasedejacaersobreelpiano, tapándose la cara con las manos y gritando:) ¡Nome pegue, no mepegue!

HIGGINS.—¡Pegarte!Infamecriatura,¿cómoteatrevesacreermecapaz

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desemejanteacción?Túereslaquemehaheridoamíenlomásprofundo.

ELISA.—(Conalegríacontenida.)Mealegro,mealegro;bastantemehahechosufriramí...

HIGGINS. — (Con calma y dignidad.) Muchacha, me sacaste de miscasillas, cosa que hasta ahora nunca me había sucedido. Ya basta. Noprosigamos;mevoyalacama.

ELISA.—(Desvergonzada.)Bien;peronoestarádemásdejarunanotaparamistressPearcetocantealdesayuno,porqueyonolehablaré.

HIGGINS. — (Con concentrada rabia.) Que vaya al demonio mistressPearce, ymaldito sea el desayuno, ymaldita tú, ymaldito yo por habermedistraído de mis estudios ocupándome con una chicuela del arroyo,deslenguadaysincorazón.(Vase,dandounportazotremendo.ELISAsonríeporprimeravez.Luegoexpresasussentimientosconunavivapantomima,enlaquelasalidadeHIGGINSseconfundeconsupropiotriunfo,yfinalmente,se tira de rodillas delante de la chimenea para buscar su sortija, y, alencontrarla,lanzaunaexclamacióndealegríaylaguardaenelpecho.)

TELÓN

ACTOQUINTO

Salón en casa de MISTRESS HIGGINS, quien está sentada ante suescritorio,comoantes.EntraunaDONCELLA.

DONCELLA.— (En la puerta.) Señora, abajo estámíster Harry con elseñorPickering.

MISTRESSHIGGINS.—Bien,quesuban.

DONCELLA.—Estántelefoneando,sinoestoyequivocada,alaJefaturadePolicía.

MISTRESSHIGGINS.—¡Cómo!

DONCELLA. — (Entrando y bajando la voz.) Míster Harry está muyexcitado,señora.Poresomehepermitidoentrarparaadvertírselo.

MISTRESSHIGGINS.—Nomechocaenél.Tieneungenioimposible.Dígalesquesubancuandoconcluyande telefonear.Supongoquese lehabráperdidoalgo.

DONCELLA.—Bien,señora.(Vase.)

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MISTRESSHIGGINS.—(AntesquelaDONCELLAhayasalido.)Oiga:vayaustedamigabineteydígaleamissDoolitlequemísterHarryymísterPickeringestánaquíyquenoentrehastaqueyolemandeaviso.

DONCELLA.— Bien, señora. (HIGGINS entra precipitadamente. Está,comodijolaDONCELLA,muyexcitado.)

HIGGINS.—Mira,mamá,estoesunfastidio.

MISTRESS HIGGINS.— Sí, hijo. Vamos; buenos días. (Él reprime suimpacienciaylabesa,mientraslaDONCELLAsale.)Cuéntame:¿quépasa?

HIGGINS.—PuesqueElisahadesaparecido.

MISTRESSHIGGINS.—Lahabrásasustado.

HIGGINS.—¡Asustarlayo!¡Quécosastienes!Anocheladejéencargadadeapagarlaslucesydeotrasmenudencias;peroenvezdeiralacama,comoyo creía, semudóde ropay se fuede casa.Su cama está intacta.Luego sepresentó en mi casa, en un coche de punto, a las siete de la mañana, pararecoger suscosas,y la idiotademistressPearce ladejóhacer, sinavisarme.¿Quétengoyoquehacerahora?

MISTRESSHIGGINS.—Puesnada.Lamuchacha tienederechoavivirdondeleparezca.

HIGGINS.—Peroamímetrastornaesohorriblemente.Noencuentromisnotas y apuntes, ni nada. Yo no sé... (PICKERING entra. MISTRESSHIGGINSdejalaplumasobrelamesaysevuelvedeespaldasalescritorio.)

PICKERING. — (Dándole la mano.) Buenos días, mistress Higgins.¿Cómoestáusted?YalehabrácontadoEnriqueloquepasa.(Sesientaenelsofá.)

HIGGINS.—¿Quédiceeseanimaldecomisario?Lehabráofrecidoustedunagratificación.

MISTRESS HIGGINS. — (Levantándose muy asustada.) ¡Por Dios!Enrique,supongoquenosetehabráocurridolanzaralaPolicíaenbuscadeElisa.

HIGGINS.—Claroquesí.¿ParaquésirvelaPolicía,sino?Noveootromedio.(Sesientaenunsillón.)

PICKERING.—El comisario pusouna infinidaddedificultades.Semefiguraquenosatribuyepropósitosalgoequívocos.

MISTRESSHIGGINS.—Nomeextraña.¿QuéderechotienenustedesadaralaPolicíaelnombredelachica,comosisetratasedeunaladronaodeunparaguasperdidoocosaporelestilo?Vamos, señores,queustedesno lo

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hanpensadobien.(Sevuelveasentar,muycontrariada.)

HIGGINS.—Peronecesitamosencontrarla.

PICKERING.—Comprendausted,señora,quenopodemosconsentirquesevayadeestamanera.¿Quéhabíamosdehacer?

MISTRESS HIGGINS. — ¡Hombre! Parecen ustedes dos criaturas.Porque...(EntralaDONCELLAeinterrumpelaconversación.)

DONCELLA.—Míster Harry, ahí hay un caballero que desea hablarleparaunasuntoparticular.Dicequevienedesucasa.

HIGGINS.—Ahoranoestoyparanadie.¿Nohadichocómosellama?

DONCELLA.—DijoqueeramísterDoolitle.

HIGGINS.—¡MísterDoolitle!¿Esacasountrapero?

DONCELLA.—No,señor;esuncaballero.

HIGGINS—Oiga usted, Pickering: me da el corazón que será algúnparientedeella,acuyacasahabráido;algúndesconocidoparanosotros.(AlaDONCELLA.)Dígalequepase,enseguida.

DONCELLA.—Voy,voy.(Vase.)

HIGGINS.—(Acercándoseasumadre.)¡Vayaconlaparentela!Aversiahorasabemosalgo.(Sesientaenelsofá.)

MISTRESSHIGGINS.—¿Conocesaalguiendesufamilia?

HIGGINS.—Sóloasupadre,aqueltipodelquetehehablado.

DONCELLA. — (Anunciando.) Míster Doolitle. (Se retira. EntraDOOLITLE muy bien trajeado. Lleva un elegantísimo chaqué negro, unchalecoblancoconmovedorypantalonescoloravellana.Enelojal,unaflor;un sombrero hongo flamante y botas de charol relucientes. Está tanpreocupadoconelasuntoqueletrae,quenoreparaenMISTRESSHIGGINSyvaderechoaMÍSTERHIGGINS,dirigiéndoseaélconvehementeacento.)

DOOLITLE.—(Señalándose,conamplioademán.)Mireustedaquí.¿Veustedesto?Pueselautordeelloesusted.

HIGGINS.—¿Elautordequé?

DOOLITLE.—¿Veusted?Este chaleco, esta cadena, estas sortijas, estecalzado,estechaqué...

HIGGINS.—Yaveo.Elisalehabrácompradoropa.

DOOLITLE.—¿QuéElisa ni qué ocho cuartos? ¿Por qué había ella decomprarmeropa?

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MISTRESS HIGGINS. — Buenos días, míster Doolitle. ¿Quiere ustedtomarasiento?

DOOLITLE. — (Cohibido, al ver que ha cometido una indiscreción.)Dispense usted, señora; estaba tan distraído que no reparé en usted. ¿Cómosigueustedylafamilia?Consupermiso.(Sesientaenelsofá.)Estoylococonloquemehapasado.

HIGGINS.—Pero¿quédemonioslehapasadoausted?

DOOLITLE.—Calle, hombre, calle; no es paramenos.Que le toque auno la lotería o le coja a uno un tranvía, no tiene mayormente nada departicular.¡Peroesto,esto,vamos!Yustedtienelaculpadetodo.

HIGGINS.—Perodesembuchedeunavez,hombredeDios.¿EsquehaencontradoustedaElisa?

DOOLITLE.—¡Otra!Pero¿esquesehaperdido?

MISTRESSHIGGINS.—Díganos:¿dequétienemihijolaculpa?

DOOLITLE.—Sí,señora,comosuena.Tienelaculpadelapérdidademifelicidad.

MISTRESSHIGGINS.—¿Cómoeseso?

HIGGINS.—Ustedestáchiflado...oborracho.Lediaustedcincolibrasparaque sedivirtiera.Luegomepegóustedotrosdos sablazosdea libra,ysonlastresúnicasvecesqueleechélavistaencima.

DOOLITLE.—Yonoestoyloconiborracho,yséloquemedigo.Aver:¿no se carteaba usted con un viejo americano, chiflado, que daba cincomillones de libras esterlinas para fundar sociedades de reformamoral, y lehabíaencargadoaustedinventarunlenguajeuniversal?

HIGGINS.— ¡Ah, el señorEzraWannafeller!Puesmurió. (Se vuelve asentar,despreocupado.)

DOOLITLE.—Sí,semurióyamímemató.

HIGGINS.—Nocomprendo.

DOOLITLE.—¿Esverdadonoesverdadqueundíaleescribióustedaese buen señor que el moralista más original que existía actualmente enInglaterra,porcuantosabíausted,eraAlfredoDoolitle,unsimplebarrendero?

HIGGINS.—Hombre,esverdad,nopuedonegarlo.Ahorarecuerdoquedespués de la última conversación que sostuvimos usted y yo me permitígastarleaeseseñoresabromita.

DOOLITLE.—¡Ah!Llamaustedaesounabromita;puesyolellamouna

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broma pesada. Aquel caballero vio en ello una magnífica ocasión parademostrarquelosdelNuevoMundonosoncomonosotros,ysabenreconocery premiar el mérito en todas las clases sociales, por humildes que sean. Y,¡zas!, en su testamentomedejóunamandaque representauna rentade tresmillibras,conlacondicióndequeyofundeaquíunaligadereformasmoralesypronuncieseisvecesalañodiscursosdepropaganda.Ledigoaustedquemehareventado.

HIGGINS.—(Riéndose.)Digaustedquelehancazadoconliga.Detodosmodos,tienegracialacosa.

DOOLITLE.— Pues amíme hacemuy poca. No es queme asuste elpronunciar discursos. Como no entiendo una jota del asunto, tengoprobabilidades muy grandes de tratarlo con gran elocuencia. Lo que mehorrorizaeshaberllegadoaseruncaballero.¡Ay,loquesuponeeso!Antesyoeralibreydichoso.Cuandomehacíafaltadinero,sableabaacualquiera,comolesableéausted,místerHiggins.Ahorasoyyoelsableado.Desdequesesabeloquemeaconteció,todoelmundomevieneconpeticiones.¡Cómocambianlos tiempos! Antes, cuando estaba enfermo, los médicos se daban prisa endarmedealtayecharmedelhospital.Ahoradicenquenopuedodisfrutardebuenasaludsinomeexaminanadiario.Enmicasayanomedejanponerlamanoennada.Estánacechándomeparaquitarmecualquiertrabajo,claroqueconsucuentayrazón.Nocreínuncaquehabíatantosgorronesenelmundo.Hacepoconoteníaniunsoloparienteenelmundo,conexcepcióndedosotreslejanos,quenoqueríantratoalgunoconmigo.Ahoratengoparientespordocenas,todosmuyamablesymuycariñosos...ymuynecesitados.Loslazosdelafamilia,¡quédulcesson!Apropósito:¿nodijoustedantesqueselehabíaperdidoElisa?Noseapure;apostaríaaqueaestashorasestállamandoenmicasa a ver si su querido padre hace algo por ella. Antes, claro está, nomenecesitabaparanada.Pero,enfin,vamosalgrano.Yoaloquehevenidoesaver simeenseñaahablarcorrectamente.Ahoraque soyuncaballero, tengoqueaprenderlalenguadelagentefina.¡Amisaños,parecementira!Ytodoporculpadeusted.Sinoesporlamalditacartaqueseleocurrióescribir...

MISTRESS HIGGINS. — Pero, míster Doolitle, si tanto le pesa eselegado,nadiepuedeobligarleaaceptarlo.Puedeustedrenunciaraél,¿noesasí,Pickering?

PICKERING.—¡Quiénloduda!

DOOLITLE. — Eso se dice fácilmente, señora; pero yo no tengo lasuficienteenergía.¿Quiéndenosotroslatendría?Eldineroatodosavasalla.Sirechazoellegado,¿quémeesperaenlavejezsinoelhospital,cuandomás?Siyo,durantemivida,hubiesesidounhombreahorrador,claroqueahorapodríapermitirmeellujoderechazarestaherencia...Peroentoncestampocoloharía,

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porque,total,unmillonarionoesmásdesgraciadoqueunpobrequeahorrayseprivadetodo.Elcasoesque,detodosmodos,estáunohecholapascua;ydispenseusted,señora,queenmicasocreoquehablaríaustedlomismo.Hayque escoger entre fastidiarse como rico o fastidiarse como pobre. Yo, laverdad,digo:elhospicionomeatrae.Estoyavasallado,medejollevar.Otrovendrá,másfelizqueyo,ycogerámipuestodebarrendero,ymedaráenvidia.¡Quélevamosahacer!

MISTRESSHIGGINS.—Mellegoatemer,Doolitle,queenmediodesustribulacionesnoconservesusanojuicionipienseenelporvenir.Tieneustedunahija,yahorapuedeustedprocurarporella.

DOOLITLE.—Sí,señora;yaprocuraráellaqueyoprocure.Buenaeslanenaparadescuidarse.

HIGGINS.—(Levantándosebruscamente.)Estáusteddiciendotonterías.Notieneustedqueprocurarporella,nodebe.Nolepertenece.Yopaguéporellacincolibras.MísterDoolitle,¿esustedunhombrehonradooungranuja?

DOOLITLE.—Hombre,mitadymitad...Comotodoelmundo.

HIGGINS.—Ustedrecibióeldineroporlachicayperdiósusderechos.

MISTRESS HIGGINS. — No seas absurdo, Enrique. Si quieres saberdóndeestáElisa,estáaquí,encasa,enmigabinete.

HIGGINS.— (Atónito.) ¡Aquí, en casa! ¡En tu gabinete!Haberlo dichoantes.Yalaharéyovenir.(Varesueltamentehacialapuerta.)

MISTRESSHIGGINS.—(Siguiéndoleconpresteza.)Enrique,hazmeelfavor;siéntateyestatequieto.

HIGGINS.—Bueno, bueno. (Se tira displicente en el sofá, con la caravueltahacia laventana.)Yocreoquepodíashabermedicho esohacemediahora.

MISTRESSHIGGINS.—Puesbien:Elisavinoaquíestamañana.Segúnpude colegir, pasó parte de la noche andando por ahí, presa de rabia ydesesperación,ypensandoarrojarsealrío,yelrestoenelhotelCarlton.Mecontódequémodobrutallatratanustedes.

HIGGINS.—(Poniéndoseotravezenpie,conviolencia.)¿Qué?

PICKERING.—(Levantándosetambién.)Señora,dispénseme;austedlahaengañado.Nolatratamosbrutalmente.Nuncalehemosdichounapalabrabrusca. Siempre hemos tenido para con ella toda clase de miramientos.(Dirigiéndose a HIGGINS.) Supongo que después de acostarme yo no laregañaríausted.

HIGGINS.—Yo, nada. En cambio, ellame tirómis zapatillas, se puso

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comounafuria.Laszapatillas,¡cataplum!,vinieronamicaraantesdesoltaryounapalabra,yechóporsubocatodaclasedeimproperios.

PICKERING.—(Atónito.)Pero¿cómoeseso?¿Quélehemoshecho?

MISTRESS HIGGINS. — Yo creo adivinarlo. Se me figura que lamuchachatieneuncaráctercariñoso.¿Noesasí,místerDoolitle?

DOOLITLE.—Síseñora;tieneelcorazónmuytierno.Enesohasalidoamí.

MISTRESS HIGGINS. — Pues, nada, les ha tomado afecto. Trabajómuchopor ti,Enrique.Ustedesnosedancuentadel trabajoquesuponeunatransformacióntancompletacomolaqueseefectuóconesachica.Despuésdepasarpor lapruebadefinitiva con tan extraordinario éxito, no se lesocurriódirigirlelamásligeraalabanza,sinoqueensupresenciadijeronlomuchoqueles había aburrido el experimento y lo contentos que estaban de que ya sehubiera acabado. Y luego te sorprende que te tirara las zapatillas. Yo leshubieratiradolastenazasylosmorillos.

HIGGINS.—Nodijimosmásqueestábamoscansadosyquedeseábamosiralacama.¿Noesverdad,Pickering?

PICKERING.—(Encogiéndosedehombros.)Claro,hombre.

MISTRESSHIGGINS.—(Irónica.)¿Nadamás?

PICKERING.—Nadamás,señora.

MISTRESSHIGGINS.—¿Noledijeronquelohabíahechobien?¿Noleexpresaronsuadmiración?

HIGGINS.—Esoyalosabíaella.¿Paraquélargosdiscursos?

PICKERING.—(Conalgúnremordimiento.)Enrealidad,estuvimosalgodesconsiderados.¿Estámuyenfadada?

MISTRESS HIGGINS.— (Volviendo a su silla del escritorio.) ¿Que siestá?Metemoquenovuelvaapisarlacasadeustedes.Sobretodoahora,quemísterDoolitleestáenunaposiciónquelepermitedarleellujoaquelahanacostumbradoustedes.Sinembargo,dicequeestádispuestaaperdonarlosyatratarlosamistosamentecuandolosencuentre.

HIGGINS.—(Furioso.)¡Habrasevisto!¡Vamos!

MISTRESS HIGGINS. — Si te reportas, Enrique, y me prometesguardarletodoslosdebidosrespetos,lemandarérecadoparaquesepresente.Sino,lomejorseráquenosevuelvanaver.

HIGGINS.—¡Oh!Muybien,muybien,Pickering.Repórteseytrateconelmayorrespetoaesapindongaquehemosrecogidoenellodo.(Sedejacaer

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enfadadoenunasilla.)

DOOLITLE.— (Reconviniéndole.) Hombre, hombre, no tanto. Eso dellodo me parece un poco fuerte. No olvide que ahora pertenezco a la clasepudiente.

MISTRESSHIGGINS.—Cuidadoconlaspalabrasquesedicen,Enrique.(Oprimeeltimbreeléctricodelescritorio.)MísterDoolitle,¿quiereustedhacerel favor de retirarse al balcón un momento? No quisiera que Elisaexperimentaralasorpresaquelehadeproducirsumetamorfosisantesquesehayaexplicadoconestosdoscaballeros.Dispense.

DOOLITLE.—Conmuchogusto,señora.Harétodoloquesequieracontal de quitarme de encima a la niña. (Entra en el balcón. La DONCELLAacudealallamadadeltimbre.

PICKERINGsesientaenlasilladejadavacanteporDOOLITLE.)

MISTRESS HIGGINS.— Dígale a miss Doolitle que haga el favor debajar.

DONCELLA.—Voy,señora.

MISTRESSHIGGINS.—Ahora,Enrique,sébueno.

HIGGINS.—Meportarémuybien,descuida.

PICKERING.—Creo,señora,quenollegarálasangrealrío.(Unapausa.HIGGINSseechaparaatrás,enelrespaldo,conlasmanosenlosbolsillosylaspiernasextendidas,yempiezaasilbar.)

MISTRESS HIGGINS. — Querido, no tienes aspecto de persona muyagradableenesaactitud.

HIGGINS.—(Sentándosecorrectamente.)Mamá,yonotengoempeñoenparecerleamable.

MISTRESSHIGGINS.—Bueno, no importa. Lo he dicho para hacertehablar.

HIGGINS.—Nocomprendo.

MISTRESSHIGGINS.— Pues porque no puedes silbar cuando hablas.(HIGGINSgruñe.Otrapausa.)

HIGGINS.—¿Dónde,caramba,estáesamequetrefe?¿Vamosaesperarlatodo el día? (Entra ELISA, alegre, dueña de sí misma, con aplomoextraordinario.Traeentremanosunacanastilladelaboresyestácomoensucasa.PICKERINGsequedatansorprendido,que,sinmoversedesusilla, lamiraconlabocaabierta.)

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ELISA.— ¡Hola,místerHiggins! ¿Cómo está usted? ¿Hapasado buenanoche?

HIGGINS.—(Tragandosaliva,comoahogándose.)Quesihepasado...

ELISA.—Claro,ustedsiempreduermeperfectamente.¡Cuántomealegro,místerPickering,deverleporaquí!(Élselevantaapresuradamenteysedanlamano.)Vaya un calorcito que está haciendo, ¿verdad? (Se sienta en el sofájuntoalsitioqueélocupara.Élsesientanuevamente.)

HIGGINS. — Guárdate para otra ocasión todas esas lecciones que hasaprendido demí.Vente con nosotros a casa y no temetas enmásmúsicas.(ELISAsacadesucanastillaunalaboryempiezaabordarcomosinohubieseoídoestasúltimaspalabras.)

MISTRESSHIGGINS.—Muybiendicho,Enrique.Ningunamujerpodránegarseatanfinainvitación.

HIGGINS.—Túdéjala,mamá,quehableporsísola.Yaverássitieneunasola ideaquenohayametidoyo en su cabezao si diceunapalabraquenohayapuestoyoensuboca.Cuandotedigoquesoyyoelautordeestoquevesahora,yanteseraunapartículadehezdeCoventGarden...Loquemehacegraciaesqueahoraquieredárseladegranseñoradelantedemí.

ELISA.—(TrabajandoconahíncoyaparentandonohacercasodeloquediceHIGGINS.) ¿Tampocousted, señorPickering, querrá ya trato conmigo,ahoraqueseterminóelexperimento?

PICKERING.—¡PorDios,Elisa,nohableustedasí!Meofendeelquelollameexperimento.

ELISA.—Comonosoymásqueunapartículadelahez...

PICKERING.—(Impulsivo.)¡Eso,no!

ELISA.— (Prosiguiendo con calma.) Pero tantos favores le debo, señorcoronel,quesentiríamuchoqueustedmeolvidaradeltodo.

PICKERING.—¿Yoolvidarla?Nunca.

ELISA.—Nolodigoporqueustedhayapagadomistrajes.Séqueustedesgenerosocon todoelmundo.Loquequierodecir esquedeusted fuedequienaprendímodalesfinosyaserseñora.SisólohubieratenidodelantelosejemplosdelseñorHiggins,noséloquehubieseresultado.Mecrieparahabertenidomodalesigualesalossuyos;eraincapazdedominarmeamímismaysoltaba palabras feas a troche ymoche. Nunca hubiera sabido que la gentebieneducadanoseportaasí,denohaberlosvisto.

HIGGINS.—¡Vamos!

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PICKERING.—No haga usted caso; es así sumanera de ser; pero notienemalfondo,dicelascosassinintención.

ELISA. — ¡Oh! Yo tampoco decía las cosas con intención cuando eraflorista ambulante. Pero las decía, y es lo que hace la diferencia entre unapersonabieneducadayotramaleducada.

PICKERING. — Bueno; pero, de todos modos, no negará usted queHigginsleenseñóaustedahablarconpropiedad,cosaqueyonopodríahaberhecho.

ELISA.—Naturalmente,comoqueeslaprofesióndemísterHiggins.

HIGGINS.—(Tascandoelfreno.)¡Demonios!

ELISA.—Es lomismo que enseñar los bailes demoda.No hubomás.Pero¿sabeustedloqueiniciómiverdaderaeducación?

PICKERING.—¿Qué?

ELISA.— (Interrumpiendo su labor por unmomento.) Fue el llamarmeusted señorita el primer día queme instalé en casa de ustedes. Esto fue elprincipiodelrespetoamímisma.(Reanudandosulabor.)Yluegofueronciencosas pequeñas en que usted no se fijaba porque le eran naturales, como elquitarseelsombreroenlahabitación,saludaralentrarydejarmeladerechaalcruzarseconmigoenelpasillo.

PICKERING.—¡PorDios!Esoesnatural.

ELISA.—En fin, cosas que demostraban que ustedme consideraba unpoco más que a una fregona, aunque creo que usted se hubiera portado lomismoconunafregonadesdeelmomentoqueaéstalahubieraadmitidoenelsalón.Nunca,estandoyopresente,sequitóustedlasbotasenelcomedor.

PICKERING. — No haga usted caso. Higgins se quita las botas encualquiersitio.

ELISA.—Yalosé.Nomequejodeello.Essumaneradeser,claro.Pero,paramí,constituíaunadiferenciamuygrandeelqueustedno lohiciera.Laverdad,mire usted: fuera de las cosas que cualquiera pueda aprender en unperiquete,elvestir,elmododehablar,etcétera,ladiferenciaentreunadamayunamujerdelarroyonoestátantoencómoseporta...,sinoencómoestratada.ParaelseñorHiggins,yosiempreseréunamujerdelacalle;peroparaustedpodréserunadama,porquesiempremeha tratadoyme tratarácomoaunadama.

MISTRESSHIGGINS.—(Asuhijo,quehacecrujirlasillaporsumododeimpacientarse.)Nomerompaslasilla,Enrique.

PICKERING.—Favorqueustedmehace,señorita.

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ELISA.—MegustaríaqueustedmellamaraElisa.

PICKERING.—Comoustedquiera.

ELISA.—YqueelseñorHigginsmellamaraseñorita.

HIGGINS.—¡Comonoteuntes!

MISTRESSHIGGINS.—¡PorDios,Enrique,noseasincorregible!

PICKERING. — (Riendo.) ¿Por qué no le contesta usted en el mismolenguaje?Leestarábienempleado.

ELISA. — No puedo. Parece mentira, no acierto ya. La noche pasadatropecéconunamuchacha,antiguaconocida,ytratédehablarleenlalenguadel arroyo; pues no me fue posible. Se quedó con la boca abierta, sincomprenderme.Ustedmedijounavezque,cuandoaunniñoseletrasladaaunpaísextranjero,enpocassemanasaprendelalenguadedichopaísyolvidalasuya.Puesamímehapasadoalgodeeso.Paramíelpaísextranjerofueminuevoambiente.Olvidémiantiguolenguaje,ysólohabloyaeldeustedes.Talvezalpocodedejarlos...

PICKERING.—(Muyalarmado.)Pero,¡cómo!,supongoquevolveráconnosotrosacasa.PerdonaráustedaHiggins.

HIGGINS.— (Levantándose.) ¡Perdonarme ella, vamos!Yameva amíjorobandoesteasunto.Déjelaustedquesevayaconvientofresco.Quevuelvaalarroyo,delque jamásdebierahabersalido. (DOOLITLEaparecesaliendodelbalcóndelcentro.ConunamiradadeorgullosoreprocheaHIGGINS,seacerca despacio y silenciosamente a su hija, la que, vuelta de espaldas, noadviertesupresencia.)

PICKERING. — No haga usted caso, Elisa. Él mismo sabe que no esverdadloquedice.

ELISA.—No,nohedevolveralarroyo.Heaprendidodemasiadobiensulección.Creo queme sería imposible emitir una sola voz de las del arroyo.(DOOLITLE la toca en el hombro. Ella se queda parada y pierde todo eldominioalverelesplendordesupadre.)¡AndaDios,aaaayyyyy!

HIGGINS. — (Con un suspiro de triunfo.) ¡Ah, ya! (Imitandoperfectamente.) ¡AndaDios, aaaayyyyy!...Lodicho: la cabra siempre tira almonte.(Sesientasonriendosardónicamente.)

DOOLITLE.—Nodesprecieustedalachica,quevalemásqueotras.(AELISA.)Nomemiresasí,Elisa.Noesculpamíasihevenidoamás.

ELISA.—Porlovisto,hassableadoaunmillonario.

DOOLITLE.—Cierto.Además,hasdesaberqueésteesmitrajedeboda.

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Dentro de una hora estaré en la iglesia de San Pablo para unirme enmatrimoniocontumadrastra.

ELISA.— (Enfadada.) Pero ¿es verdad? ¿Te vas a rebajar hasta casarteconesamujerordinariota?

PICKERING.—Es su deber, Elisa. (ADOOLITLE.) ¿Demodo que laseñorahacambiadodeideas?¿Tambiénsehadejadoavasallar?

DOOLITLE.—Tambiénsehadejadoavasallar.¡Ah!Lamoralidaddelaclasepudientepidesusvíctimas.Ponteel sombrero,Elisa,venteconmigosiquierespresenciarelsacrificio.

ELISA. — Si el señor coronel cree que es mi obligación, iré y meaguantaré,aunquemilagroseráquenotengaqueoíralgodesagradable.

DOOLITLE. — No tengas cuidado. Ya no suelta palabrotas la pobremujer; desde que ha ingresado en la escuela burguesa se le han quitado losbríos.

PICKERING.—(OprimiendosuavementeelcododeELISA.)Seaustedamableconellos,Elisa,queserálomejor.

ELISA.—(Sonriendo,apesardelamolestiaquelecausaelasunto.)Bien;para que vean que no soy rencorosa. En cuanto termine la ceremonia, metienenustedesaquí.(Vase.)

DOOLITLE.—(SentándosealladodePICKERING.)Señorcoronel,deboconfesar que esa ceremonia me inspira un miedo cerval, digámoslo así. Siustedfueratanamabledeacompañarme,medaríaánimo.

PICKERING.—Pero,hombre,noeslaprimeravez.SecasóustedconlamadredeElisa.

DOOLITLE.—¿Quiénselohadichoausted?

PICKERING.—Nadie;peroyocreí...

DOOLITLE. — Pues mal creído, señor coronel. Esas son costumbresburguesas.Enlaclasebaja, lasunionessehacenconmenoscomplicaciones.PeronodiganadaaElisa.Ellaloignora,yyosiemprehetenidoalgúnreparoendecírselo.

PICKERING.—Estábien,descuide.

DOOLITLE.—¿Ymeharáustedelfavordeasistiralabendicióndemimatrimonio?

PICKERING.—Tendréelgusto...encuantocabeenunsolterón.

MISTRESSHIGGINS.—Yotambiéniré,místerDoolitle.

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DOOLITLE.—Paramí seráunhonormuygrande, señora.Tambiénmipobrecitamujer se alegrarámucho. Está tan abatida pensando en que ya seacabaronlosbuenostiempos...

MISTRESSHIGGINS.—(Levantándose.)Puesvoyapedirelcocheyavestirme. (Los hombres se levantan, menos HIGGINS.) En menos de uncuartodehoraestaré lista. (EnelmomentodesalirellaentraELISA,conelsombreropuestoyabrochandosusguantes.)Elisa,voyyotambiénalaiglesiaparapresenciar labodadesupadre.Podráustedirconmigoenmicoche.Elseñor Pickering podrá tomar otro para acompañar al novio. (MISTRESSHIGGINSsale.ELISAavanzahaciaelcentrodelahabitaciónyseacercaalsofá.PICKERINGseacercaaella.)

DOOLITLE.—¡Elnovio! ¡Quépalabra!Peromerecuerdamisituación.(Cogesusombreroyvahacialapuerta.)

PICKERING.—Antesquemevaya,Elisa,perdónaleyvuelveanuestracasa.

ELISA.—Nocreoquemipadremelopermita.¿Quédices,papá?

DOOLITLE. — (Melancólico, pero magnánimo.) Esos dos caballeros,Elisa, han andado muy listos contigo. Si es uno solo, no hay duda, leenganchas. Pero dos, ya es otra cosa. El uno preservó al otro. (APICKERING.) Ustedes lo entendieron. En cambio, a mí me enganchó unahembratrasotra.Enfin,ustedesveráncómoselasarreglanconlachica.Yomelavolasmanos.Vámonos,queyaeshora.(Vase.)

PICKERING.—(Insistiendo.)Noseastonta,Elisa,yvuelveconnosotros.(SaledetrásdeDOOLITLE.ELISAsalealbalcónconobjetodeevitarestarasolas con HIGGINS. Él se levanta y la sigue. Ella inmediatamente vuelveadentrodelahabitaciónysedirigealapuerta;peroéllecogeladelanteraylecierraelpaso.)

HIGGINS.— Vamos, mujer, no dirás que no te han dado satisfacción.Supongoqueyabastayvasatenerjuicio.

ELISA.—Ustedquierequeyovuelvaasucasaparatenerustedquienlepresentelaszapatillasyletengalascosasarregladas.

HIGGINS.—Siyonohedichoquevuelvasamicasa.

ELISA.—¿Queno?Puesentonces,¿dequéestamoshablando?

HIGGINS.—Estamoshablandodeti,nodemí.Sivuelvesamicasa,delo queme alegraré, te trataré lomismo que siempre.No puedo cambiarminaturalezaynopiensoenmendarmismaneras.MismanerassonexactamentelasmismasquelasdelcoronelPickering.

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ELISA. — ¡Eso sí que no! Él trata a una florista corro si fuera unaduquesa.

HIGGINS.—Yotratoaunaduquesacomosifueraunaflorista.

ELISA.—Yalocreo.(Sevuelvedeespaldasconaltaneríaysesientaenelsofá,defrentealbalcón.)Lomismoatodoelmundo.

HIGGINS.—Exactamente.

ELISA.—Comopapá.

HIGGINS. — (Algo cohibido, con una sonrisa forzada.) Sin admitir lacomparaciónentodossusextremos,Elisa,nopuedonegarquetupadrenoesun hombre vulgar, y que sabrá manejárselas perfectamente en cualquierposiciónqueseencuentre.(Serio.)Elgransecreto,Elisa,noconsisteentenerbuenosomalosmodalesocualquierclaseparticulardemodales,sinoentratardelmismomodoatodaslasalmashermanas;enunapalabra:hayqueportarsecomo si uno estuviese en el cielo, donde no hay vagones de tercera nireservados,yendondeunalmaestantocomolaotra.

ELISA.—Amén.Ustedhanacidoparapredicador.

HIGGINS.—(Irritado.)Lacuestiónnoessitetratoasíoasá,sinosimehasvistoalgunaveztrataraotrapersonadedistintomodo.

ELISA.— (Con súbita sinceridad.) Pues, oiga, no me importa nada sutratonimeimportansuspalabrotasysusmaneras.Estoycuradadeespantos,pero (Levantándose y encarándose con él.) no quiero ser un cero a laizquierda.

HIGGINS.—Entonces, lomejor seráquenos separemos, porqueyonoquierohacerunaexcepciónconnadie.

ELISA.—Puesyotambiénpuedopasarmesinustedperfectamente.

HIGGINS.—Nolodudo;yomismotelodije.

ELISA.— (Ofendida, yendo hacia el otro extremo del sofá, con la caravuelta hacia la chimenea.) Ya me lo figuraba. Lo que usted quiere esdeshacersedemícuantoantes.

HIGGINS.—(Violento.)¡Mentira!

ELISA.—Gracias.(Sesonríeconciertasatisfacción.)

HIGGINS. — Supongo que nunca te habrás preguntado si yo puedopasarmesinti.

ELISA.—(Seria.)Noperdamoseltiempoenpalabrasinútiles.Alafuerzatendráquepasarsesinmí.

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HIGGINS.— (Arrogante.) Yo puedo pasarme sin cualquiera. Tengo mialmapropiaymebastoamímismo,pero(Consúbitahumildad.)teecharédemenos, Elisa. (Se sienta en el sofá, muy junto a ella.) Algo de tus ideassimplessemehapegado,loconfieso.Ymeheidoacostumbrandoatuvozyatupresencia...Ylasdosmeagradan.(Cogiéndoleunamano.)

ELISA. — (Retirando la mano.) Pues las dos las tiene usted en sugramófono y en sus placas fotográficas. Cuando me eche de menos, poneustedlamáquinaenmovimientoyabreustedsuálbum.

HIGGINS.—Sí;peronopodréevocartualma.Faltarátualiento...

ELISA.— ¡Oh!Usted es un demonio. Puede estrujar el corazón de unamujercomosifuerauntrapo.Noleimportanadaninadie.¿Quésoyyoparausted?

HIGGINS.—Amímeimportalavidauniversal,laHumanidad,ytúeresunapartedeella,quelasuertehatraídoamicasa.¿Quémáspuedespedir?

ELISA.—Puesyonopuedoquereraquiennomequiere.

HIGGINS.—Esos son principios comerciales, hijamía.Doy tanto pararecibirtanto,yprocuroquelaventajaseaparamí.¿Eseso?

ELISA.—Nohaynadaqueseadebalde.

HIGGINS. — Pues yo no quiero comerciar en cosas del cariño. Tú teindignas porque no te concedo algún derecho sobre mí por traerme laszapatillas y encontrarmis lentes. Eres una imbécil. Unamujer trayendo laszapatillas a un hombre no tiene nada de airosa. Subiste bastante en miestimación cuandome las tiraste a la cara. Es inútil sermi esclava y luegoaspirar ami aprecio. ¿Quiénda importancia a una esclava?Si vuelves amicasa,hazlopornuestrabuenaamistad,ynoquierasecharaperdermicreacióndeunaduquesita,Elisa.

ELISA.—¿Quemásda,siyonoleimportonada?

HIGGINS.—(Cordial.)Noquieroquenadieestropeemiobramaestra.

ELISA.—¿Ynolepreocupaeltrastornoqueellopodrácausarmeamí?

HIGGINS.— ¡Ay hija!Elmundo no hubiera sido creado si suHacedorhubiese temido causar trastornos. Sólo hay unmedio de evitar trastornos, yconsiste en matar lo que estorba. Sólo los cobardes se asustan de removerobstáculos.

ELISA.—Yonoentiendodeeso;yonosépredicarnimefijoenlascosasdeesamanera...Yosólomedoycuentadequeustednoreparaenmí.

HIGGINS.— (Brusco e intolerante, paseándose.)Elisa, eresuna simple.

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He malgastado los tesoros de mi ingenio olímpico al derramarlos sobre ti.Entiendeunavezparasiemprequeyosigomicaminoytrabajoenmiobra,sinpreocuparme un ápice por lo que pueda acontecer ni a ti ni amí.No estoyavasallado, como tu padre y tumadrastra.Así, pues, tú puedes volver amicasa,siquieres,ysino,irtealdemonio.

ELISA.—¿Porquéhabíayodevolver?

HIGGINS. — (Poniéndose bruscamente de rodillas en el sofá einclinándosesobreELISA.)Porquesí...porqueamímehacegracia.

ELISA.—(Volviendolacaraalotrolado.)...Yluego,sinohagotodoloquequiereusted,meecharáalacalle.

HIGGINS.—Sí,hija,ypodrásmarchartesiyonohagoloquetúquieras.

ELISA.—Ytendréqueiravivirconmimadrastra.

HIGGINS.—¡Claro!Ysino,podrásvolveravenderflores.

ELISA.—¡Ojalápudiesevolveramisflores!Seríaindependientedelosdos,deustedydemipadre,ydetodoelmundo.¿Porquémequitóustedmiindependencia?¿Porquémeladejaríayo?Ahorasoyunaesclavabonitamentevestida.

HIGGINS.—Nadadeeso.Siquieres,teadoptarécomohijayteadoraré.¿OpreferiríascasarteconPickering?

ELISA.—(Mirándole fieramente.) ¿CasarmeyoconPickering? ¡Niquemehubiesevueltodemente!

HIGGINS.—(Consuavidad.)¿Demente?

ELISA.—(Perdiendolapacienciaylevantándose.)Hablocomomedalagana.Yanoesustedmiprofesor.

HIGGINS.—(Reflexivo.)Además,nocreoquePickeringquisiera.Esunsolterónempedernidocomoyo.

ELISA.—Me tienesincuidado.Nofaltaquienquieracasarseconmigo.Sin irmás lejos,FreddyEynsfordestámuertopormíyme loescribedosotresvecesaldía.

HIGGINS.— (Desagradablemente sorprendido.) ¡El mamarracho aquel!(Retrocede,yresultaque,envezdeestarsentadoenelsofá,estádecuclillas.)

ELISA.—Tieneperfectoderechoaelloelpobremuchacho,sileparezcobien.Ymequieredeverdad.

HIGGINS.—(Levantándose.)Nodebesdarleesperanzas.

ELISA.—Todamujertienederechodeseramada.

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HIGGINS.—¡Peronoporunmamarracho!

ELISA.—Freddynoesunmamarracho.Esdébilypobreymenecesita,yseguramentemeharámás felizqueunoque seamásqueyoyme trate condurezaporquenomenecesita.

HIGGINS.—¿Podráhaceralgoporti?Estaeslacuestión.

ELISA.—Talvezpuedayohaceralgodeél.Peroyonuncahepensadoenhaceralgodealguien,yustednopiensaenotracosa.YosoycomoDiosmehizo.

HIGGINS. — En resumidas cuentas: quisieras que yo estuviese tanencaprichadodeticomoFreddy.¿Noeseso?

ELISA.—Noesasícomoyodesearíaverleausted.Pero(Muyturbada.)nolohedenegar...Símegustaríaunpocodeconsideración,algodecariño.

HIGGINS.— Eso es natural. Ese cariño ya se te tiene, Elisa; eres unatonta.

ELISA.—Esa no es contestación. (Se deja caer en la silla, delante delescritorio,yestallaenllanto.)

HIGGINS.— Sigue la tontería.Mira: en verdad te digo que, si quiereshacerteunaseñoradeverdad,loqueyollamounaseñora,tienesquedejardesentirtepostergadasi loshombresqueconocesnopasanlamitaddel tiempoenverterlágrimasamorosassobretiylaotramitadendartebofetadas.Sinopuedesapreciarelfondodemicarácter,sitematalafrialdaddemialma,andayvuelvealarroyo.Trabajahastaqueteparezcasmásaunabestiadecargaquea un ser humano, y entonces ama y riñe y emborráchate hasta quedartedormida.Esoesloreal,locálido,lovibrante:penetrahastaporlasepidermismás espesas y lo puedes disfrutar y saborear sin educación especial niesfuerzo.Amímeencuentrasfrío,egoísta,apático,sinsentimiento,¿verdad?Pues bien: busca quien sea como a ti te gusta. Cásate con algún memosentimental,oconunoquetengamuchodinero,unpardegruesoslabiosparabesarteyunpardebuenospuñosparavapulearte.Sinopuedesapreciarloquetienes,esmejorquetengasloquepuedesapreciar.

ELISA.—¡Paraquévoyadiscutir conusted!Siempre salgoperdiendo.Perobiensabequenotienerazónyhablaporhablar.Biensabequenopuedovolver al arroyo, como usted lo llama. Bien sabe que yo no podríaacostumbrarmeavivirconunhombreordinarioybrutal.Porlodemás,aunqueyonotuvieseamipadre,yaunquenopudieseyacontarconelapoyodeustedydelseñorPickering,notendría"quevolveraserflorista.PodrécasarmeconFreddyencuantoéltengaundestino.

HIGGINS.— (Sentándose a su lado.) No digas sandeces, chiquilla. Tú

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debescasarteconunembajador,oconelgobernadordelaIndiaoelvirreydeIrlanda;concualquieraquenecesiteunadiplomáticayunareina.PeronoconFreddy.¡Nofaltabamás!

ELISA.—Ahoraquiereustedhalagarme,peroamínosemeolvidaloquehadichounmomentoantes.Metrataustedcomosifueraunacriatura.Pierdeeltiempo.Sinopuedoencontrarcariño,quieroalmenostenerindependencia.

HIGGINS.—¡Independencia!...¡Ayhijamía!...¿Quéilusionessonésas?Todosdependemoslosunosdelosotros;todos,sinexcepción.

ELISA.—(Levantándoseresuelta.)Yo,almenos,notengoquedependerdeusted.Siustedsabepredicar,yoséenseñar.Mededicaréaenseñar.

HIGGINS.—¿Yquéenseñarás,ennombredelcielo?

ELISA.—Loqueustedmeenseñó.Fonética.

HIGGINS.—¿A...?¡Quégracia!¡Ja,ja,ja!

ELISA.—MeofrecerécomoauxiliaralprofesorNepean.

HIGGINS.— (Levantándose furioso.) ¿Qué dices? ¿A aquel impostor, aaquel charlatán, a aquel ignorante? ¿Quieres revelarle mis métodos, misdescubrimientos?Atrévete a repetirlo y te retuerzo el pescuezo. (Lepone lamanoalrededordelcuello.)¿Oyesloquedigo?

ELISA.—(Desafiándole,sinoponerresistencia.)Adelante;yamelohabíafigurado.Yasabíayoquealgúndíallegaríaapegarme.(HIGGINSlasuelta,pateando de rabia por haberse dejado llevar de su carácter, y se echa haciaatrásensuasiento.)¡Ah,yasécómohabérmelasconusted!¡Quétontahesidoennocaerenelloantes!Ustednomepuedequitarloenseñado.Confiesaquetengounoídomásfinoqueelsuyo.Además,yosétratarconlagente,yusted,no.Yaverácómomemanejo.Pordepronto,voyaanunciarenlaPrensaqueaquella duquesita presentada por usted en la alta sociedad no es sino unaflorista enseñada por su método, y que, a su vez, ella enseña a cualquiermuchacha a presentarse del mismo modo. Estoy segura de que con pocotrabajomecrearéunaposiciónindependienteybrillante.

HIGGINS.— (Admirándola.) ¡Vaya con la niña! ¡Bravo!Esto valemásquelloriquearytraerzapatillas.(Levantándose.)Enverdad,Elisa:ahoraeresunaseñora.Asímegustas.Ahoraescuandotesuplicoquevuelvasamicasaynodiscutamosmás.Túyyo...yPickeringseremosenadelantetressolteronesamigosenvezdedoshombresyunaniñaboba.

ELISA.—Esqueyonotengovocaciónparasolterona.

HIGGINS.—Túventeacasaynotepreocupesmás.

ELISA.—(Sesonríe,mirándole.)Enfin,pornodesairarle...

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MISTRESS HIGGINS.— (Asomando a la puerta.) Elisa, el coche nosespera.

ELISA. — (Saliendo.) Voy en seguida, señora. Adiós, míster Higgins.(Mirándolemaliciosamente.)Hasta...,hastadespuésdelaboda.(HIGGINSsepaseamuy satisfecho y triunfante, haciendo sonar llaves ymonedas en susbolsillos.)

TELÓN

EPÍLOGO

Elrestodelahistorianonecesitarepresentarseenescena,ycasinotendríaquesercontadosinuestrasimaginacionesnoestuvieranextraviadasportantasobrasrománticasneciamentesentimentales,quenoshanacostumbradoaquetodotienequeacabarbien,pesealalógicayalsentidocomún.Puesbien:lahistoriadeElisaDoolitle,aunqueseaunanovelaporquelatransfiguraciónqueen ella se efectúa parece extremadamente inverosímil, es bastante común.Tales transfiguraciones se han realizado en centenares de mujeres jóvenes,ambiciosasy resueltas, desdequeNellGwynne lesdio el ejemplohaciendopapelesdereinayfascinandoareyesenelteatroenelquehabíaempezadodevendedoradenaranjas.Noobstante,todoelmundosehafiguradoqueElisa,porlomismoquefuelaheroínadeunanovela,debierahabersecasadoconelprotagonista.Estoesintolerable,nosolamenteporquesupequeñodrama,sisefundaentanneciosupuesto,seechaaperder,sinoporqueloquehadeseguiresevidenteparatodoelquetengaelsentimientodelanaturalezahumanaengeneralydelinstintofemeninoenparticular.

Elisa, al decir a Higgins que no se casaría con él si la pretendiera, noestuvo coqueteando. No; expresó una decisión firme y bien reflexionada.Cuando un soltero interesa, domina y enseña a una soltera, y llega a serimportanteparaella,comoHigginsparaElisa,ella,si tienebastantecarácterparasercapazdeello,considera siempreconmuchaseriedadsi leconvienemanejárselasparallegarasersuesposa,sobretodosiéltienetanpocointerésporelcasamiento,quecualquiermujerdeterminadayempeñadaenellopodrácapturarle. La decisión de ella dependerá en gran parte de si está realmentelibredeescogerentrecasarseconélono;yesto,luego,dependerádelaedadylos ingresosdeella.Siestáal finaldesu juventudynotieneaseguradalasubsistencia,secasaráconél,porquetienequecasarseconcualquieraquelamantenga. Pero, a la edad de Elisa, una muchacha guapa no siente esapremura,sinoqueeslibredetomarloodedejarlo.

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Portanto,noeslarazón,sinoelinstinto,elquelaguía.AElisaledicesuinstintoquenosecaseconHiggins.Noledicequeseseparedeél.Nodudaenmodo alguno que él será siempre una de las personasmás interesantes quehaya conocido en su vida. Le dolería mucho si alguna mujer llegase asuplantarlaenelcariñodeél.Perocomosesientemuyseguraencuantoaesteúltimopunto,nodudatampocoencuantoaloqueleconvienehacer,nitendríaesaseguridadaunquenoexistieseentrelasedadesdeellosunadiferenciadeveinteaños,quealajuventudparecetangrande.

Comonuestrospropiosinstintosnoestáninteresadosenloqueelladecida,vamosa tratardedescubriralgunarazónenprooencontradeello.CuandoHigginsexcusósuindiferenciaparaconlasmujeresjóvenesfundándoseenelhechodequeteníanenlapersonadesumadreunarivalirresistible,indicólaverdadera razón de su arraigada soltería. El caso es extraordinario sólo porcuantosonextraordinariaslasmadresnotables.

Siunmuchachodotadodemucha imaginación tieneunamadrepudienteque tiene inteligencia, gracia personal, dignidad de carácter sin aspereza ycultura artística que la capacita para adornar su casa de unmodo exquisito,representaparaéluntipodemujerconelquepocasmujerespodránrivalizar.Acostumbrado a la delicadeza de talmadre, a su sentimiento de belleza, alidealismoenqueestáimpregnadotodosuser,luegoencuentraninsoportableslas personas incultas que se han criado en hogares sin gusto, con padresordinarios y desagradables, y para las que, por consiguiente, la literatura, lapintura, la escultura, la música y las relaciones personales cariñosas sepresentan,siesquesepresentan,comomodalidadesdelsexo.

La palabra pasión no significa para ellas nada más, y el que Higginspudiera tener una pasión por la fonética e idealizar a sumadre en vez de aElisa, lesparecerá absurdoy antinatural.Sin embargo, simiramosanuestroalrededor y vemos que casi nadie es bastante feo o desagradable para noencontrar conquién casarse si lodesea,mientrasmuchos solterosy solterasestán por encima del término medio de las personas en cuanto a cultura yeducación, no podemos dejar de sospechar que el desapego a los atractivossexuales,undesapegoporpuroanálisisintelectual,seadebidoalgunasvecesporlaadmiraciónquelospadresmerecenaloshijos.

Ahora bien: aunque Elisa era incapaz de comprender todo eso ante elhechodequeHiggins resistíaperfectamenteasusencantos,queaFreddy letenían subyugado, instintivamente se daba cuenta de que nunca llegaría adominarleniainterponerseentresumadreyél(laprimeranecesidaddetodamujercasada).Paradecirloenpocaspalabras:ellasabíaqueporalgunarazónmisteriosaélnohabíanacidoparacasado,segúnelconceptoqueellateníadeunesposo:unhombreparaelqueellalofueratodo.

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Aundenohaber existido lamadre-rival, ella sehubiesenegadoaunirseconunhombreparaquienellaeraunafigurasecundaria,puestoqueanteponíaa todo sus intereses filosóficos. Si lamadre deHiggins hubiesemuerto, detodosmodos le hubiesen quedado a ésteMilton y el alfabeto universal. Laobservación de Landor de que los que tienen mayor potencia erótica sonaquellos para quienes el amor es una cosa secundaria, no le hubiese hechomuchagraciaaElisa.Añadidtodoesoasuresentimientocontra losairesdesuperioridaddominantedeHigginsylapocaconfianzaqueleinspirabansuscarantoñasyfinezaschistosasparaaplacarladespuésdehaberseexcedidoensusbrusquedades,yquedaréis convencidosdequeel instintodeElisano seequivocabaaldisuadirladecasarseconsuPigmalión.

Y ahora, ¿con quién se casó Elisa? Porque si Higgins era un solterónpredestinado, ella seguramente no era una solterona predestinada. Pues estopuede contarse en pocas palabras a los que no lo han adivinado por lasindicaciones que ellamisma les ha dado. Casi inmediatamente después queElisaairadamentedeclarasufirmedecisióndenocasarseconHiggins,revelaelhechodequeeljovenmísterFrederickEynsfordHillleescribediariamentedeclarándolesuamorvehemente.ElcasoesqueFreddyesjoven;tieneveinteañosmenosqueHiggins.Esuncaballero,un"pollobien",comodiríaElisa,yseexpresacomotal.Vamuybienvestido,estratadoporelcoronelcomounigual,laquieresinceramenteynoeselsuperiordeellanitratadedominarla,nimuchomenos,enrazóndelasventajasdesuposiciónsocial.Elisanoestánadainfluidaporlaneciatradiciónromántica,segúnlacualtodaslasmujeresgustan de ser dominadas, cuando no maltratadas de palabra y de obra."Cuando vayas a ver a una mujer, llévate tu látigo", dice Nietzsche. Losdéspotasinteligentesnuncahanlimitadoesaprecauciónalasmujeres:sehanllevadosulátigocuandoteníanquetratarconhombresyhansidoservilmenteidealizadosporloshombres,muchomásqueporlasmujeres.Claroestáquehaymujeresserviles,comohayhombresserviles;ylasmujeres,engeneral,lomismo que los hombres, admiran a los que sonmás fuertes que ellas. Peroadmirar aunapersona fuerteyvivir enteramenteoprimidapor ella, sondoscosasdiferentes.

Losdébilestalveznoquieranseradmiradosniconsideradoscomohéroes;pero no por eso dejan de ser amados y mimados, y nunca tienen la máspequeñadificultadparacasarseconpersonasquevalenmásqueellos.Tendránsusfracasosaveces,perolavidanoesunacadenaininterrumpidadefracasos:es, lasmásde lasveces,unnudode situacionespara lasquenohacen faltacapacidadesexcepcionales,yquecualquierpersonadébilpuedesuperarsiotramás fuerte le presta ayuda. Por consiguiente, es una verdad a todas lucesevidenteelque laspersonasfuertes,hombresomujeres,nosolamentenosecasanconotraspersonasfuertes,sinoquenisiquieratrabanamistadconellas.

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Cuandounleónseencuentraaotroyéstelanzaunrugidofuerte,elrugidolehacepocagracia.Elhombreo lamujerquesesientebastante fuerteparados,buscaensuparejacualquiercalidadquenoseaprecisamente la fuerza.Lo contrario también es verdad. Las personas débiles gustan casarse conpersonasfuertesquenolasasustendemasiado,yestomuchasveceslasllevaacometerlafaltaquedefinimosmetafóricamentecomo"tomarenlabocamásde lo que se puedemasticar". Piden demasiado por lo que se puede pagar;cuandoeltratoresultainsufriblementeirrazonable,launiónsehaceimposible:acabacon lapartedébil,oesabandonada,oessoportadacomounacruz, loque es aún peor. Las personas que no solamente son débiles, sino tambiéntontasuobtusas,seencuentranmuchasvecesenestasdificultades.Siendoésteelestadode lascosashumanas,¿quévaahacerbuenamenteElisa,colocadaentre Freddy e Higgins? ¿Querrá pasarse la vida buscando las zapatillas aHiggins,opreferiráqueFreddylebusqueaellalassuyas?Lacontestaciónnoes dudosa. Amenos que Freddy le sea biológicamente repulsivo e Higginsbiológicamenteatractivo,hastaelpuntodesubvertirlosdemásinstintos,ella,siesquesecasa,secasaráconFreddy.YesprecisamenteloquehizoElisa.Tuvieroncomplicaciones,perofueroneconómicas,norománticas.Freddynoteníadineroniempleo.Lapequeñafortunadesumadre,laúltimareliquiadela opulencia de Lagerlady Park, le había permitido seguir viviendo enEarlscourt con cierto aire de distinción, pero no procurar una instrucciónsuperior secundaria seria a sus hijos, ymuchomenos permitir almuchachoestudiar una carrera. Una colocación de escribiente a treinta chelines porsemanaestabapordebajodeladignidaddeFreddy,yeraademásmuypocodesugusto.Susesperanzaseranque,conservandolasapariencias,alguienharíaalgo por él. Ese algo se dibujaba vagamente en su imaginación, como unasecretaríaparticularuotrasinecuraporelestilo.Parasumadreeratalvezsucasamiento con alguna señora de posición que no había podido resistir laaposturadesuhijo.ImaginadelefectoqueleprodujolabodadeFreddyconunafloristaqueestabadéclasséeenextraordinariascircunstancias,quetodoelmundo conocía. Claro está que la situación de Elisa no era del tododespreciable.

Su padre, aunque había sido barrendero, había heredado una fortunaconsiderable y se había hecho sumamente popular en la sociedad másdistinguida, por un talento social que poseía y que triunfaba sobre todoprejuicio y toda desventaja.Rechazado por la clasemedia, a la que odiaba,habíaascendidodegolpeyporrazohastaloscírculosmásaltosporsugraciaysucinismodebarrenderoysunietzscheanaposicióndemásalládelbienydelmal.Enlascomidasíntimasdelospalaciosducalessesentabaaladerechadeladuquesa,yenlasquintasaristocráticasfumabaenelcuartodeloscriados,yelmozodecomedorletratabaconmuchaconsideracióncuandonocomíaenelcomedordelosseñores,dondeleconsultabanhastaministrosdelacorona.

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Perotodoesoleparecíatandifícildehacerarazóndecuatromillibrasalaño, como a la señora Eynsford Hill vivir en Earlscourt a razón de unosingresostanmíserosquenotengoelvalorderevelarsucifraexacta.Senegóen absoluto añadir a su carga lo más insignificante, contribuyendo a lamanutención de Elisa. Así, pues, Freddy y Elisa, ahora los señores deEynsfordHill, hubiesenpasado la lunademiel sinunpenique, denohabersidoporunregalodebodadequinientas librashechoaElisaporelcoronel.Esasumadurómuchotiempo,porqueFreddynoentendíadegastardinero,porno haberlo tenido nunca, y Elisa, socialmente educada por un par desolterones, llevaba los trajesmientrasdurabany teníanbuenaapariencia, sinpreocuparsedesiyahabíandejadodeestardemoda.

Apesardetodo,quinientaslibrasnosoneternas,yllegóunmomentoenque vieron que tenían que hacer algo por símismos.Elisa sabía que podríahaberidoavivirenWimpoleStreet,puestoqueaquellacasahabíallegadoasersuhogar;perobiensentíaquenopodíairallíconFreddy,yaqueestoeraimposibleparaelbienparecer.Ynoesquesehubiesenopuestolossolterones.Cuando ella los consultó, Higgins dijo que no había que molestarle concuestionesdomésticas,cuando lasoluciónera tansencilla.EldeseodeElisade tener a su lado a Freddy no tenía para Higgins más importancia que sihubiese pedido cualquier mueble suplementario para su cuarto. No se leocurría ni en sueños que había de tener en cuenta la posición delicada deFreddy, y que éste tenía la obligación moral de ganarse la vida. Negó queFreddycontaseparaalgoenelmundo,ydijoquesiintentarahaceralgoútil,algunapersonacompetentetendríaquetomarselamolestiadedeshacerla,demodoquesaldríaperjudicadalasociedadydesgraciadoelmismoFreddy,que,porlovisto,estabadestinadoporlaNaturalezaauntrabajofácil,comoeldedivertiraElisa;locual,segúndeclaróHiggins,eraunaocupaciónmuchomásútilyhonrosaqueunempleocualquieraenlaCity.

Cuando volvió Elisa a mencionar su proyecto de enseñar la fonética,Higginsexpresósuoposiciónconlamismaviolenciaquecuandooyóhablardeellolaprimeravez.Dijoqueniendiezañosseríaellacapazdemeterseentales honduras; y como era evidente que el coronel estaba conforme con él,ellavioquenopodíaenesteparticularlucharcontralosdos,yque,además,no tenía derecho a explotar, sin el consentimiento de Higgins, losconocimientosqueél lehabíadado,pues su saber tanto leparecía serde supropiedadparticularcomosurelojdebolsillo.Elisanoeracomunista.Luego,leserasupersticiosamenteafectaaambos,másenterayfrancamentedespuésdesucasamientoqueantes.

Fueelcoronelelque finalmente resolvióelproblemadespuésdemuchoreflexionar.UndíalepreguntóaElisa,conciertatimidez,sihabíarenunciadocompletamenteasuideadeponerunatiendadeflores.Ellacontestóquehabía

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pensado en ello, pero luego se lo había quitado de la cabeza, porque elcoronel,aqueldía,encasademistressHiggins,habíadichoquenuncadaríaresultado.

El coronel confesó que cuando tal dijo estaba todavía bajo la impresiónaplastante del día anterior. Por la noche hablaron del asunto a Higgins. LoúnicoquedijofueunacosaqueapocoenfadóseriamenteaElisa;queFreddyseríaunbotonesidealparahacerlosrecadosdelatienda.LuegohablarondeelloalmismoFreddy.Éstedijoquetambiénélhabíapensadoenunatienda,envistadelospocosrecursosdequedisponían,unatiendecitaenlaqueElisaporun ladopodríavender tabaco,yél,porelotro,periódicos.PeroconfesóqueseríaextraordinariamentebonitoirtodoslosdíastempranoconElisaaCoventGardenyvenderfloresenelsitiodondesehabíanencontradolaprimeravez:unsentimientoquelevaliómuchosbesosdesumujer.Añadióquesiemprelehabíaasustadoelproponercualquiercosaporelestilo,porqueClaraarmaríaun escándalo de mil demonios ante un paso que perjudicaría susprobabilidadesmatrimoniales, y a sumadre tampoco le había de gustar porconsiderarloundescensoenlaescalasocial.

La dificultad desapareció a consecuencia de un acontecimiento nadaesperadopor lamadredeFreddy.Clara,enelcursodesus incursionesa loscírculos artísticos, que eran los más altos a su alcance, descubrió que suconversacióneraunaespeciedereflejodelasideasexpuestasenlasnovelasdemísterH.G.Wells.Comoestoleproporcionóciertoéxito,pidióprestadasdichasnovelasatodossusconocidos,yselastragótodasenunespaciodedosmeses.Elresultadofueunadeesasconversacionescomonosonrarashoydía.Unmoderno relato de los Actos de los Apóstoles llenaría cincuenta bibliascompuestas si alguien fuese capaz de escribirlo. La pobre Clara, que sepresentóalosojosdeHigginsysumadrecomounapersonadesagradableyridícula, y a los de su propia madre como un en cierto modo inexplicablefracaso social, no se había visto nunca bajo luz alguna, porque, hasta ciertogradoridiculizadayparodiadaenWestKensington,comoloesallítodobichoviviente,eraaceptadacomounaespeciedeserhumanoracionalynormal...,hastainevitable.Cuandomás,lallamabanambiciosa,sindarsecuentadequeella misma no sabía lo que quería. En el fondo era una desgraciada. Sudesesperación ibacreciendoconel transcursodel tiempo.Suúnico título, elhechodequesumadreeraloquelostenderosdeEpsonllamabanunaseñoradecarruaje,noteníavalormercantil,porlovisto,yleimpidióirauncolegio,pueselúnicocolegioquepodríahaberfrecuentadoeraunoenquesehubieseeducadoconlashijasdelosverdulerosdeEarlscourt.

Buscó lasociedadde laclaseaquepertenecíasumadre,yestasociedadsencillamentelarechazóporqueellaeramuchomáspobrequeunaverdulera,y, lejosdepoder tenerunadoncella,nopodía tener siquieraunacriadapara

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todo, y tenía que arreglárselas con una asistenta de pocas horas diarias. EntalescircunstanciaseradifícilquetuvieraalgodelosairesdeLargeladyPark.Y,sinembargo,sutradiciónlehacíamiraruncasamientoconcualquierjovende posición modesta como una humillación insoportable. Los hombrespertenecientes al comercio o a una carrera profesional modesta, le eranodiosos.Corríadetrásdepintoresynovelistas;peroaéstosnolesencantaba,ysu manía de emplear términos artísticos y literarios y ejercer la crítica losirritaba.

En resumidas cuentas: era una completa fracasada, ignorante,incompetente, pretenciosa, cursi y sin un cuarto; y aunque no admitía talesdescalificaciones (porque nadie se quiere confesar a sí mismo tandesagradables verdades), sentía sus efectos con demasiada frecuencia paraestarsatisfechadesuposición.HuboquienabriólosojosaClaradeunmodosorprendente,yfueunamuchachaquedespertósuentusiasmoyadmiraciónysuscitó en ella un vehemente deseo de tomarla por modelo y ganarse suamistad.Cuálnofuesusorpresacuandodescubrióqueesajoventansuperiorveníadelarroyo,desdeelquehabíasabidoelevarseasuactualalturaenunespaciodepocosmeses.Lechocótanviolentamente,quecuandomísterH.G.Wellslalevantósobrelapuntadesupotenteplumaylacolocóenelángulovisual desde el cual la vida que estaba llevando y la sociedad a la que sepegabaaparecíanensuverdaderarelaciónconlasnecesidadeshumanasy laverdadera estructura social, efectuó una conversión y una convicción depecadocomparablesa lashazañasmássensacionalesdelgeneralBoothodeGipsySmith.

El snobismo de Clara se hizo añicos. La vida, de repente, empezó acircular en ella. Sin saber cómo ni por qué, empezó a hacerse amigos yenemigos. Algunos de los conocidos, para los que había sido una pelmazaridículaoindiferente,rompieronsusrelacionesconella;otros,encambio,sehicieron más cariñosos. Con gran extrañeza suya fue viendo que algunaspersonas "muy simpáticas" eran asiduos lectores de Wells, y que en laadmiracióndeesasideasestribabaelsecretodesussimpatías.Otraspersonasa las que había creído profundamente religiosas y con las que nunca habíalogrado tener relaciones amistosas, fingiéndose religiosa, se le hicieron derepente muy amigas y revelaron una hostilidad a la religión convencionalcomonunca la hubiese creídoposible, excepto en caracteres completamentedesesperados. Le hicieron leer a Galsworthy, y Galsworthy le explicó lavanidaddeLargeladyParkyacabódeconvencerla.Laexasperóelpensarquela mazmorra en la que había gemido tantos años había estado sin cerrardurantetodoeltiempo;quelosimpulsosconlosquehabíaluchadocontantocuidadoyquehabíareprimidoconelsolofindequedarbienconlasociedad,eranprecisamenteaquellospor los cualesúnicamentehabía logradoponerseencontactosinceroconelrestodelaHumanidad.

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Enelentusiasmodeestosdescubrimientosyeneltumultodesureacciónhizo el ridículo con tanta evidencia, como cuando en el salón de la señoraHiggins excitaron su admiración los desplantes de Elisa. Porque la reciénnacida wellsiana hubo de adquirir nuevos modales y expresiones casi tanridículamentecomounniñoqueempiezaaandaryahablar.Peronadieodiaaunniñoporsustorpezasnaturales;seperdonanyhastahacengracia.Claranoperdió amistades por sus tonterías. Se rieron de ella en su cara, y tuvo quedefenderseyquelucharlomejorquepudo.

CuandoFreddyfueaEarlscourt(loquenuncahacíacuandopodíaevitarlo)para hacer la desolada comunicación de que Elisa y él estaban pensandodeshonrar el escudo de Largelady por abrir una tienda, encontró el exiguohogar totalmente revuelto por una anterior comunicación de Clara, de quetambiénellasehabíacolocadoenunatiendademueblesantiguossituadaenDover Street, que había abierto una amiga wellsiana. Este empleo Clara lodebía,despuésdetodo,asusantiguasaficionesarozarsecongenteliteraria.SehabíaempeñadoenconocerpersonalmenteamísterWells,ylasuertequisoqueenunagarden-partytuvieraocasióndeacercarseaél.Quedóencantadadesu entrevista con él. La edad no le había desecado, y su conversación, quedurómediahora,eradelasmásvariadasyagradables.Sumododeexpresarse,concisoyelegante;susmanosfinas,suspiespequeños,susdichosagudosysugestivos; suaccesibilidad, sucortesía sin rastrodeafectación,derramabansobre su personalidad un encanto irresistible. Clara no habló de otra cosadurante largassemanasdespués.Ycomoporcasualidadhablódeelloconladueña de la tienda de antigüedades antes aludida, y esa señora tambiéndeseabamásquenadaconoceramísterWellsyvenderlecachivachesbonitos,leofrecióaClaraunempleodevendedoraconel finde lograrsudeseoporintermediodeella.

YasísucedióquelasuertedeElisaseconsolidó,ylaesperadaoposiciónasuproyecto sedesvaneció.La tiendade flores está en los soportales deunaestación de ferrocarril, no muy lejos del Victoria and AlbertMuseum, y sivivís por aquellos alrededores, tal vez algún día entréis allí y compréis demanos de Elisa una flor para el ojal. Ahora aquí se ofrece una últimaoportunidadparaunanovela:¿Noosgustaríasaberquelatiendadefloresfueunéxitoinmenso,graciasalosencantosdeElisayasuexperienciaadquiridaanteriormenteenCoventGarden?Desgraciadamente, laverdades laverdad.Latiendadioresultadoseconómicosdeplorables,sencillamenteporqueElisaysuFreddynoentendíanelnegocio.

EsverdadqueElisano tuvoqueempezardesdeelprincipio;conocía losnombresylospreciosdelasfloresbaratas,ysepusoindeciblementeorgullosaalencontrarseconqueFreddy,consumiajade instrucciónsecundaria,sabíaun poco de latín. Eramuy poco, pero suficiente para hacerle aparecer a los

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ojosdeellacomounPorsónounBentley,yfacilitarleelconocimientodelanomenclaturabotánica.Desgraciadamente, no sabíamás, yElisa, apesardesaber contar el dinero hasta dieciocho chelines, pocomás omenos, y haberadquirido cierta familiaridad con el lenguaje de Milton, por lo que habíatrabajadoconobjetodehacerleaHigginsganar suapuesta,noeracapazdeescribirunafacturasindesacreditarelestablecimiento.

La erudición de Freddy, que le permitía decir de carretilla en latín queBalbus construyó unmuro y queGalia estaba dividida en tres partes, no leservía para nada en cuanto a la contabilidad. El coronel Pickering tuvo queexplicarle lo que era un talonariode chequesyuna cuenta corriente.Y a laparejanohabíamediodeenseñarleotrascosas.Niunoniotrocomprendíanque podrían haber ahorrado dinero tomando un contable con algúnconocimientodelosnegocios.

¿Cómo era posible ahorrar haciendo un gasto extraordinario, cuando sinhacerlonopodíansalirdeapuros?Peroelcoronel,quenocesabadeayudarloscon subvenciones, por fin se empeñó en que tomasen el contable; y Elisa,humilladahastaloindecibleportenerqueacudirtantasvecesalagenerosidaddelcoronel,yexcitadaporlascarcajadasdeHigginsalpensarqueFreddynopodíateneréxitoencosaalguna,sedioporfincuentadequeelcomercio,lomismoquelafonética, tienequeaprendersemetódicamente.Permitidmequeno insista en el lamentable espectáculo de la pareja pasándose las primerashorasdelanocheenescuelasdetaquigrafíayclasespolitécnicas,aprendiendoteneduríadelibrosymecanografíaconpersonasmuchomásjóvenesqueellosy hasta con chiquillos de uno y otro sexo. Fueron también a la Escuela deEconomía de Londres y se dirigieron humildemente al director de ellasolicitandocursosespecialesparaaprenderelnegociodelaventadeflores.

Como aquel señor era un humorista, les explicó el método del famosoensayo sobre lametafísica china, del que cuentaDickens haber sido escritoporuncaballeroqueprimeroleyóunartículosobreChinayluegootrosobremetafísicaycombinólainformación.Lespropusoquecombinaranloscursosde su escuela con los paseos por los jardines de Kew. Elisa, a la que elprocedimiento del caballero ensayista pareció perfectamente correcto (comoenrealidadfue)ynadararo(lapobreeratanignorante),aceptóelconsejoconentera seriedad.Pero el esfuerzo que le costó lamayor humillación fue unapeticiónaHiggins,cuyaaficiónprincipal,despuésdelosversosdeMilton,eralacaligrafía,yqueteníaunahermosísimaletraitaliana,paraqueélleenseñaraa escribir. Declaró que ella era congénitamente incapaz de formar una solaletradignadelamásínfimadelaspalabrasdeMilton;peroellainsistió;yalpunto se lanzó a la tarea de enseñarle con una combinación de impetuosaintensidad, comprimida paciencia y ocasionales arranques de interesantedisquisiciónsobrelahermosuraynobleza,laaugustamisiónyfinalidaddela

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escritura manual. Elisa terminó teniendo una letra absolutamente nadacomercial, que era una positiva prolongación de su hermosura personal, ygastando tres veces más de lo necesario en material de escritorio, porqueciertas calidades y tamaños de papel se le habían hecho indispensables.Nopodíasiquieraescribirunsobredelmodousual,porquenolecabíanenéllasseñasdadoeltamañodesuletra.

Sus estudios comerciales fueron para la joven pareja una época dedesgraciaydesesperación.Lesparecíaquenoaprendíannadadelaventadeflores. Finalmente, dejaron dichos estudios por inútiles y renunciaron parasiemprea la taquigrafía, lamecanografíaydemásmateriasde laEscueladeArtes y Oficios. El caso es que el negocio, de un modo algo misterioso,empezó amarcharpor sí solo.Sehabíanolvidadode su anterior aversiónyemplearon servicios ajenos. Concluyeron por convencerse de que tenían untalentonotableparaelcomercio.

Elcoronel,quedurantealgunosañosleshabíatenidounacuentacorrienteabierta en su Banco para cubrir el déficit, se encontró un día con que laprecaución era innecesaria, pues la joven pareja iba prosperando. Bien esverdadqueteníanciertasventajasdequenodisfrutabansuscompetidores.Susweek-endsenelcamponolescostabannadaylesahorrabanlascomidasdeldomingo,pueslasexcursionessehacíanenelautomóvildelcoronel,yésteeHigginspagabanlascuentasdeloshoteles.MísterF.Hill,floristayverdulero(pronto descubrieron que se ganaba dinero vendiendo espárragos y otrasverduras),eraenelmercadoyenlatiendaelindustrialclásico,peroenlavidaparticular y los días de asueto volvía a ser el señor Eynsford Hill. Todos,entonces,letomabanporunaristócrata,puesnadie,fueradeElisa,sabíaquesu verdadero nombre era sencillamente Federico Challoner. Elisa mismaparecíahaberloolvidado.Esoes todo.Así termina lahistoria.Esextraño lomucho que Elisa trata de intervenir en casa de los solterones de WimpoleStreet, a pesar de lo que la ocupan su tienda y su propia casa.Y es de ver,aunquenuncaregañaconsumaridoysinceramentequierealcoronelcomosiella fuera su hija favorita, cómo no puede perder la costumbre, adquiridaaquellanoche fatalenque lehizoganarsuapuesta,de reñiracaloradamenteconHiggins. Cualquier pretexto le sirve para armar una gresca contra éste.Ésteyanoseatreveahacerlarabiar,rebajandoaFreddyyechandoencarasuinutilidad.Chillaypateaydicepalabrasgruesas;peroellaselastienetiesas,hasta elpuntodequeaveces el coronel tieneque rogarle sermenosbruscaconHiggins,yésassonlasúnicasvecesenqueellaleponeceñoalcoronel.Nada,exceptoalgúnacontecimientooalgunadesgraciabastantegrandeparahacerdesaparecertodoslosquereresytodaslasantipatías—yDiosquieraquenuncahayasemejantecosa—,podrácambiaresto.

EllasabequeHigginsnolanecesita,lomismoquenolanecesitasupadre.

Page 84: Pigmalión Por George Bernard Shaw · Una vez, en los días en que el Instituto Imperial se había levantado en South Kensington y Joseph Chamberlain estaba atronando el país con

Labrutalfranquezaconlaqueledijoaqueldíaquesehabíaacostumbradoatenerlacercaydispuestaparatodaclasedepequeñosserviciosyquelaecharíade menos si se marchara (ni a Freddy ni al coronel se les hubiera jamásocurridodecircosasporel estilo), laconvencecadavezmásdequeellanotienemás importanciapara él queunparde zapatillas.Con todo, ella sedacuentadequesuindiferenciatieneunfondomásprócerquelaofuscacióndelas almas ordinarias. Se interesa inmensamente por él. Hasta tiene ciertosmomentosperversos en los quedeseapoder estar a solas con él enuna isladesierta, lejos de todas las conveniencias sociales y con nadie más en elmundoaquienconsiderar, paraverlebajarde supedestal yhacerle el amorcomocualquierotrohombre.

Todos tenemos secretas imaginaciones de esta clase. Pero cuando Elisavuelvealarealidadyhuyenlosensueñosyfantasías,amaaFreddyyquierealcoronel; no quiere a Higgins ni a míster Doolitle. Galatea nunca quiere deveras a Pigmalión; las relaciones que existen entre ellos son de esenciademasiadosupraterrestreparaserensuconjuntoagradables.