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Pieza del mes FEBRERO 2013 Retratos de los Marqueses de las Marismas Francisco Lacoma, 1833 Silvia Villaescusa García Técnico de Museos Ministerio de Educación, Cultura y Deporte

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Pieza del mes FEBRERO 2013

Retratos de los Marqueses de las Marismas Francisco Lacoma, 1833

Silvia Villaescusa García Técnico de Museos

Ministerio de Educación, Cultura y Deporte

ÍNDICE ….

1. Ficha técnica. 2. Francisco Lacoma y Fontanet. Apuntes biográficos. 3. Alejandro Aguado y su esposa Carmen Moreno, marqueses de las

Marismas del Guadalquivir, a través de sus retratos. 4. Alejandro Aguado (1785-1842). De militar a banquero y mecenas. 5. El retrato en el siglo XIX. 6. Bibliografía.

1. FICHA TÉCNICA ....

Francisco Lacoma y Fontanet

Alejandro Aguado, marqués de las

Marismas del Guadalquivir

Óleo / lienzo, 1832 210 x 160 cm

Inv. 0509 Sala IV (Salón de Baile)

Francisco Lacoma y Fontanet María del Carmen Moreno, marquesa de las

Marismas del Guadalquivir

Óleo / lienzo, 1833 210 x160 cm. Inv. 0510 Sala IV (Salón de Baile)

2. FRANCISCO LACOMA Y FONTANET. APUNTES BIOGRÁFICOS

.... l pintor Francisco Lacoma (Barcelona, 1778 – Passy, 1849) forma parte de los pintores de

tradición academicista, que deja entrever ciertos rasgos románticos en las obras de su periodo final1. E

1 Reyero, C. y Freixa, M., Pintura y escultura en España, 1800-1900, Madrid, Cátedra, 1995, p. 31

Se tienen pocos datos de su biografía, pero sabemos que se formó en la Escuela de Comercio de Barcelona, conocida como Escuela de la Lonja, donde fue alumno de Salvador Molet (1773-1836). En este periodo inicial debió realizar varias obras religiosas, copias de Mengs, Van Dyck, Alonso Cano y Ribera, como un San Jerónimo, de las que da noticia Folch y Torres en 1926 2.

Después de una breve estancia en Madrid, la Junta de Comercio de Barcelona le concede una pensión de estudio de cuatro años en París. Allí fue discípulo del pintor belga Gerard van Spaendock (1758-1840), un especialista en naturalezas muertas y flores, géneros en los que Lacoma, destacó de manera especial.

En París, Lacoma permaneció bajo la protección del embajador de España, Francisco Gravina, y logró una ampliación de la beca por la Asamblea General de Cataluña. La estancia en esta ciudad le permitió conocer la pintura de Jacques-Louis David y de Antoine-Jean Gros. Javier Barón 3 y Carlos Reyero le consideran discípulo de David, si bien, Reyero señala también que su trayectoria, un tanto ajena a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, y su especialización en naturalezas muertas le alejan de la estética davidiana 4. Francisco Lacoma cultivó también el género de retrato con gran acierto a partir de 1807 cuando realiza el del entonces estudiante de medicina y luego médico ilustre de París, Mateo Orfila (1787-1853) que se encarga de difundir el talento del pintor. Después, Lacoma realiza otros retratos como el de Jean François Cailhac o Cailhava, que presentó en el Salón de París de 1814. En éste puede apreciarse la contención propia del academicismo formal que le caracteriza.

Francisco Lacoma y Fontanet Jean François Cailhava

Óleo / lienzo, 1812 Musée Goya, Castres (Depósito del Musée des Augustins de Toulouse)

2 Folch y Torres, J., “El pintor Lacoma (1784-1849)” en Gaseta de les arts, Any III, núm. 62, 1926, pp. 1 – 3. 3 Barón, J., “Pintura y escultura españolas del S. XIX en las colecciones del Prado” en Díez, J. L. y Barón, J., El siglo

XIX en el Prado, Madrid, Museo del Prado, 2007, pp. 20 – 99. 4 Reyero, C., “Les peintres espagnols: premier tiers du XIXème siècle à Paris et la mythification du davidisme », en

VV.AA., Le Néoclasicisme en Espagne. Journées d´étude, Castres, Musée Goya - Ed. De l´Albaron, 1989, pp. 146-153.

Antes, en 1810 y en 1812, había expuesto en el Salón de París varias obras de flores y frutas y obtuvo una Medalla de oro por una de ellas. En la que vemos en la imagen apreciamos la gran calidad y brillantez artística logradas por Lacoma en esta especialidad.

Francisco Lacoma y Fontanet Jarrón con flores

Óleo / lienzo, 1805 Museo Nacional de Arte de Cataluña

Lacoma desarrolló además una importante labor en la recuperación de los cuadros confiscados por el ejército napoleónico con destino al Louvre, como integrante de la Comisión encargada de gestionar la devolución de las obras y logró que retornasen a España obras de Murillo, Tiziano y Rafael.

Gracias a este trabajo Fernando VII le nombró en 1819 académico de San Fernando y pintor de cámara. Al frente de este cargo realizó los retratos del rey, de su esposa Mª Cristina de Borbón, de los infantes, así como retratos para la nobleza, entre los que destaca el de los duques de Calabria.

En 1832 regresa a París, y es entonces cuando realiza las obras que nos ocupan, los retratos de Alejandro Aguado y el de su mujer Carmen Moreno, marqueses de las Marismas de Guadalquivir. El pintor barcelonés permanece en Francia hasta su muerte sucedida en 1849.

3. ALEJANDRO AGUADO Y SU ESPOSA CARMEN MORENO, MARQUESES DE LAS MARISMAS DEL GUADALQUIVIR, A TRAVÉS DE SUS RETRATOS

....

os encontramos ante los retratos de Alejandro Aguado Remírez de Estenoz y de su esposa Carmen Victoria Moreno, marqueses de las Marismas de Guadalquivir y vizcondes de Monterrico. Ambos cuadros integran la colección del Museo Nacional del Romanticismo

desde su adquisición en París en 1953.

NLos retratos fueron realizados por Francisco Lacoma en 1832 y 1833 respectivamente y recibió por

ellos 40.000 reales de vellón. Los marqueses le eligieron por ser uno de los mejores retratistas de París, según refiere una cuñada de Alejandro que vivía con los Aguado en el momento de la realización y añade que también pintó a sus hijos, pero no se tienen noticias documentales de estos retratos. 5

Los dos retratos se pintaron en el palacio de Petit-Bourg, propiedad de los marqueses. Se trataba de una lujosa residencia situada en Evry, a las afueras de París, que fue lugar de reunión de numerosos artistas y escritores de la época.

3.1. El retrato de Alejandro Aguado

Alejandro Aguado fue un singular personaje que pasó de militar a convertirse en un importante

banquero y mecenas. En el retrato aparece de cuerpo entero, sentado en un sillón ante su mesa de despacho. Viste traje de

pantalón y levita, conforme a la moda decimonónica, época en la que la indumentaria masculina prefigura la moda contemporánea. Se trataba de un traje de tonos oscuros y líneas sobrias, que deja atrás la moda barroca para marcar con ello el papel del burgués como activo hombre de negocios. Con ello se trataba de diferenciar los roles masculino y femenino respectivamente, reservando a la mujer el papel pasivo y decorativo heredado del Antiguo Régimen, hecho que se observa bien en la indumentaria colorista y de silueta cambiante de la moda femenina.6

El marqués luce sobre su solapa varias condecoraciones que ensalzan su brillante historial militar: la placa y la banda de la Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica, de color blanco y amarillo, la placa de Comendador de Número de la Muy Noble y Distinguida Orden de Carlos III y la Gran Cruz de la Legión de Honor.

5 Puente, A. R., Alejandro Aguado, militar, banquero y mecenas, Madrid, Edilesa, 2007, p .406. 6 Pena González, Pablo, “Indumentaria en España: el periodo isabelino (1830-1868)” en Revista Indumenta, núm. 0,

2007, pp. 95-106.

Alejandro Aguado, marqués de las

Marismas del Guadalquivir (detalle)

Con esta misma intención, a la vez biográfica y laudatoria, el

retratado nos deja ver, sobre su escritorio, el título de un libro: Instrucción militar para sus generales de Federico II de Prusia, un libro que Alejandro tradujo cuando estaba al servicio del mariscal Soult, como veremos al adentrarnos en su biografía. Además observamos varias cartas, en una de ellas, colocada tras el atril, podemos leer “M. Aguado, banquero de la corte de España”. En otra de las que se encuentran sobre la mesa se lee “M. Aguado, coronel de la gendarmería de Andalucía”, y la otra dirigida a “M. Aguado, coronel del primer regimiento de lanceros” que recuerda su última acción el 18 de abril de 1812 7. Tras el lujoso cortinaje, se entrevé una estantería que contiene varias carpetas verdes resaltadas por el contraste con los tonos ocres y amarillos de la cortina. En una de ellas se lee “Emprunts”, para recordar los préstamos realizados a España, y en la otra “Correspondencia ministerial”; de esta forma se muestra su condición de hombre de negocios. Al fondo, se abre una estancia donde se encuentran varios de los uniformes militares utilizados por Alejandro durante su servicio en los ejércitos español y francés. El que porta su ayudante, junto al sable, es el uniforme de Regimiento de Lanceros españoles de José Napoleón I. En el ropero cuelgan de izquierda a derecha, el de Sargento Mayor del Estado Mayor de Soult (1810), el de Subteniente del Regimiento de Jaén, el de Jefe de escuadrón, y el de Ayuda de Campo del Mariscal Soult (1811).

Alejandro Aguado, marqués de las

Marismas del Guadalquivir (detalle)

7 Torres González, B. (Dir.), Museo Nacional del Romanticismo. La colección, Madrid, Ministerio de Cultura, 2007, p.

108.

Todos estos elementos están relacionados con la vida del retratado y fueron elegidos intencionadamente para mostrar su pasado como buen militar y su condición social y económica acomodadas, que también se evidencia en la gran calidad del mobiliario de estilo Imperio, formado por un sillón con los apoyabrazos tallados y una mesa de despacho, realizada en caoba decorada con un friso de roleos entrelazados y quimeras en las patas en bronce dorado.

La obra esta firmada y fechada en 1832 en París, y en el ángulo inferior izquierdo de la base del escritorio aparece la inscripción: “El Excmo. Sr. D. Alejandro Aguado Remirez/de Estenoz, Marqués de las Marismas del Guadalquivir/Vizconde de Monterrico de edad de 47 años”.

Alejandro Aguado, marqués de las Marismas del Guadalquivir (detalle de la firma del pintor)

3.2. El retrato de Carmen Victoria Moreno

Este cuadro, firmado en 1833, forma pareja con el de su esposo, ya que en el Romanticismo era

habitual representar a los matrimonios en cuadros separados, pero en composiciones paralelas y con los atributos propios de cada género.

La marquesa también aparece sentada, frente a su tocador en este caso, como corresponde a la condición femenina de la época.

María del Carmen Moreno, marquesa de las

Marismas del Guadalquivir (detalle)

Viste un elegante vestido compuesto por varias capas de tul sobre tafetán blanco que sigue las líneas del estilo neomanierista, de moda entre 1828 y 18368, caracterizado por los escotes amplios que dejan los hombros descubiertos, resaltados aún más por las voluminosas mangas “de jamón”, las más abultadas del siglo XIX, que se ajustaban en el antebrazo, y que al parecer procederían del Cinquecento y se habrían difundido a través de las óperas historicistas ambientadas en esa época que se estrenaron en Europa, como las de Lucrecia Borgia y Ana Bolena, de Donizetti.

El talle ceñido se marca con un cinturón azul y plateado, a juego con los zafiros de los pendientes y del anillo, que forman el aderezo propio de una dama. El recogido del pelo, en dos bandas a los lados de la cara y con un moño alto detrás, sigue también la moda romántica, pero con acento español, según señalan Laurant y Sautel9. Carmen Moreno porta además un abanico cerrado, accesorio indispensable del atuendo femenino y en consonancia con éste, que solía aparecer acompañado por el pañuelo y los guantes blancos. Estos complementos eran propios de las damas de clases altas y como tal formaban parte de los patrones del retrato femenino decimonónico, y servían para resaltar las manos.

En el tocador pueden verse varios frascos de perfume y ungüentos para el embellecimiento personal, y un jarrón con delicadas rosas, donde Lacoma muestra su dominio en esta especialidad, plasmándolas con un dibujo y detallismos exquisitos.

Además, el pintor resalta con los tonos verdosos la feminidad de la modelo, que aparece en actitud contenida, adecuándose al decoro propio del academicismo, y de su condición de esposa perteneciente a una clase social elevada.

8 Pena González, Pablo, “Indumentaria en España: el periodo isabelino (1830-1868)” en Revista Indumenta, núm. 0, pp. 95-106. 9 Laurant, A.y Sautel, S., Alexandre Aguado et Carmen. Le choix de deux patries, Bourges, Fer au Feu. 2008, p. 117.

En cuanto al mobiliario, que también nos aporta una valiosa información sobre la condición social de la retratada vemos un tocador. Se trata un mueble de uso femenino destinado al arreglo personal, cuyo origen se sitúa en el siglo XVI, y evoluciona en los siglos XVIII y XIX hasta convertirse en el modelo que vemos en el cuadro, “tipo Psiqué”, de origen francés, formado por un espejo basculante articulado con dos montantes para regular su inclinación y una repisa, de mármol en este caso, en el que aparecen las iniciales “CA” (Carmen Aguado).

Al igual que el caso del mobiliario de su esposo, mantiene el estilo Imperio como muestra de su adhesión napoleónica, pues en este momento se había iniciado la moda del estilo Luis Felipe (1830-1848) de líneas más ligeras.

Al fondo de la lujosa estancia de la marquesa se abre una galería acristalada cuya decoración de columnas y bustos recuerda que estamos en un ámbito palaciego, y tras los cristales se adivinan los árboles del gran jardín de Petit-Bourg. En la galería se ve también a una doncella peinada con el moño típico de la época, llamado de “jirafa”, que sostiene los guantes y el chal de la marquesa, en una composición que mantiene el paralelismo con la del retrato de su esposo.

María del Carmen Moreno, marquesa de las Marismas

del Guadalquivir (detalle)

.

En ambos casos, su presencia pone de manifiesto la importancia del servicio doméstico y la existencia de jerarquías sociales, remarcada aún más por la perspectiva de los cuadros que impone el menor tamaño de las figuras de los sirvientes.10

Esta obra también aparece firmada en el ángulo inferior derecho, en la base del tocador: “La Excma. Sª. Dª. Mª del Carmen More[], Marquesa de las Marismas del Guadalquivir, Vizcondesa de Monterrico de edad de 44 años”.

María del Carmen Moreno, marquesa de las Marismas del Guadalquivir

(detalle de la firma del pintor)

10 Laurant, A.y Sautel, S., Alexandre Aguado et Carmen. Le choix de deux patries, Bourges, Fer au Feu, 2008, p. 117.

4. ALEJANDRO AGUADO (1785-1842). DE MILITAR A BANQUERO Y MECENAS

....

4.1 Biografías de A. Aguado

a vida de Alejandro Aguado ha sido objeto de atención por parte de varios biógrafos, de los que debemos citar a Felipe Cortines y Murube que la recoge en Un sevillano en París, publicada en Sevilla en 1918; y a Luis Kardúner que escribió Alejandro Aguado, el Bienhechor, publicada en

Buenos Aires en 1953. Además, en época reciente se han publicado varias obras sobre Alejandro Aguado: la de Armando Rubén Puente, Alejandro Aguado: militar, banquero y mecenas, publicada en 2007, la obra de Annie Laurant y Solange Sautel Alexandre Aguado et Carmen. Le Choix de deux patries, de 2008 y la de Jean- Philippe Luis, L´ivresse de la fortune. A. M. Aguado, un génie des affaires, publicada recientemente, en 2012.

L

C. Gavard (G) Alejandro Aguado

Grabado calcográfico, mediados del siglo XIX Inv. 4896 Museo del Romanticismo

4.2 Nacimiento y juventud Alejandro María Aguado y Ramírez de Estenoz nació en Sevilla en 1785 en el seno de una familia

aristocrática. Su padre, Alejandro Aguado era conde de Montelirios y pertenecía a una familia de origen navarro que hizo fortuna en Andalucía como comerciantes, hasta lograr comprar un título nobiliario. Su madre, María Luz Remírez de Estenoz, provenía también de una familia navarra que emigró a Cuba, donde logró gran prosperidad económica.

Fue su tío materno, Gonzalo O´Farril (1754-1831) quien se ocupó de la educación de Alejandro por encargo de su madre tras la temprana muerte de su padre. Una figura ésta, la de su tío Gonzalo, clave en muchos momentos de la vida de Alejandro.

Así por indicación de éste, Alejandro recibió una sólida formación en matemáticas, tan útiles para sus negocios futuros. Después, en 1799 o en 1800 11, ya que las fuentes difieren, ingresó en el ejército como cadete en el Regimiento de Jaén.

Al poco tiempo llegaron los primeros combates en la Guerra con Portugal de 1801 (la llamada Guerra de las Naranjas) y gracias a su actuación destacada fue nombrado teniente del Regimiento de Jaén y es enviado al Campo de Gibraltar durante 4 años. Sería entonces cuando conocería al futuro general José de San Martín, según Laurant y Sautel 12, aunque la amistad se forjó después en Francia, tal como refiere el propio San Martín en una carta donde expresa su gratitud a Alejandro por la ayuda prestada, y que recoge A. Rubén 13.

En 1808 estalla la Guerra de la Independencia contra la ocupación francesa. Alejandro pasó a estar al servicio de la Junta Central creada para dirigir la guerra contra los franceses y en defensa de los intereses de la nación y los de Fernando VII.

Francisco Lacoma y Fontanet (atrib.) Fernando VII

Óleo / lienzo, ca. 1825 Inv. 91 Sala I (Vestíbulo) Museo del Romanticismo

11 1800 según la hoja de servicio de Alejandro Aguado, y 1799 según las hojas del Batallón de Voluntarios de Sevilla y

en la de Lanceros Españoles (cifr. Puente, A. R., Alejandro Aguado. Militar, banquero y mecenas, Madrid, Edilesa, 2007).

12 Laurant, A.y Sautel, S., Alexandre Aguado et Carmen. Le choix de deux patries. Bourges, Fer au Feu, 2008, p.15. 13 Puente, A. R., Alejandro Aguado. Militar, banquero y mecenas, Madrid, Edilesa, 2007, p.380.

Ese año, nuestro protagonista se encontraba entre las tropas españolas derrotadas por los franceses en

Tudela y en Uclés (1809). Tras estas derrotas los franceses encontraron el camino libre a Madrid y a Andalucía, donde se dirigió el Mariscal Soult. Al mismo tiempo Alejandro se dirigía a Sevilla para defenderla de los franceses, sin lograrlo, ya que en febrero de 1810 José I Bonaparte entró victorioso en la ciudad con su ministro de Guerra, Gonzalo O’ Farril, que interviene de nuevo en la vida del joven Alejandro, al presentarle al Mariscal Soult. Previamente, y debido a la ocupación francesa de Sevilla, Alejandro había permanecido recluido en su casa natal, junto a sus hermanos.

A partir de este momento comienza una nueva etapa en la vida de Alejandro Aguado, en las filas del ejército francés.

Soult le toma a su servicio como edecán (ayuda de campo) pasando a ser jefe de escuadrón de José I Napoleón el 23 de julio de 1810. Es entonces cuando Soult le encarga la traducción de la Instrucción militar

para sus generales de Federico II de Prusia, que aparece en el retrato. En ese tiempo también conoció a su futura esposa, Carmen Victoria Moreno (1788-1867) criolla 14 de

origen humilde, hecho que disgusta a su familia, al igual que su actividad al servicio de los franceses, ya que los hermanos de Alejandro se declararon antifranceses y lucharon en la defensa de Cádiz.

En 1811 Alejandro participa en la toma de Olivenza y en el sitio de Badajoz, ambos favorables a los

franceses. Ese mismo año se produce el desastre de La Albuera, batalla de gran mortandad tanto entre franceses como entre españoles, portugueses e ingleses.

La brillante actuación de Aguado le vale la concesión de la Orden Militar de España y su nombramiento como comandante de la Gendarmería real de los cuatro reinos de Andalucía, un escuadrón recién creado probablemente siguiendo el modelo francés. Uno de los cargos que aparecen en el retrato, como mencionamos.

Alejandro es nombrado el 18 de abril coronel de Lanceros de la Guardia Real y es destinado al Condado de Niebla en 1812 para mantener el orden entre Ayamonte y Sevilla, en la zona de las marismas del Guadalquivir.

A los pocos meses encontramos a Alejandro en Sevilla junto al monarca francés, mientras en Cádiz se proclamaba la Constitución de 1812.

Pero la guerra continúa y Aguado se ve obligado a defender a Sevilla, atacada por el ejército español, al que derrotan en Espartinas. El peligro pasa, pero Alejandro es sabedor del malestar causado entre la población por los saqueos de los franceses.

Tras la victoria de las tropas anglo-españolas en Arapiles, José I se retira de Madrid y Aguado sale de Sevilla con los afrancesados cuando fue ocupada por ingleses y españoles, aunque antes de partir al exilio francés Alejandro presta sus últimos servicios a Soult en Madrid, asolada por Wellington.

14 Se cree que el emblema de la familia “Nigra sum sed fermosa” aludiría al origen de su esposa.

Thomas Lawrence (D)

Frederick C. Lewis (G) El Duque de Wellington

1837 - 1856 Aguafuerte, buril, ruleta. Iluminado / papel continuo.

Inv. 7003 Museo del Romanticismo

En el verano de 1813 Aguado pudo unirse a su mujer en Francia, que en un primer momento se alojó

en el palacio de Cauna (en Las Landas) propiedad de los barones de Cabannes, donde nace su primer hijo, Jean Alexandre, el único durante una década.

El 11 de diciembre de ese año Napoleón y Fernando VII firman el Tratado de Valençay por el que el monarca español recupera el trono, y se compromete a no perseguir a los afrancesados; pero en 1814 les impide regresar.

4.3 Nueva vida y exilio en Francia Alejandro se marcha a París en 1814 aconsejado por O´Farril y decide emprender una nueva vida

alejada de las armas, declinando la oferta de Soult, entonces ministro de la Guerra de Luis XVIII, de ir a la Martinica. En 1815 solicita la nacionalidad francesa, que le será concedida en 1830, mucho tiempo después

del plazo reglamentario de residencia en Francia 15 . En París se encontró con su tío Roque de la Cruz, otro refugiado, a través del que recibía ayuda

económica de su madre. Inicia entonces un negocio de importación y venta de productos de Andalucía: aceitunas, aceite de oliva y vinos de Jerez que poseían sus hermanos y sobrinos; y también de productos de Cuba: tabaco, café y frutas tropicales a través de su familia isleña. Son las Épiceries fines. Produits coloniaux.

Prueba de su carácter emprendedor fue también su nuevo negocio de venta de jabones cosméticos que llamó Savon des sultanes, nombre elegido por la moda hacia lo oriental que imperaba en la época. Cinco años después tenía ya un capital de medio millón de francos y todo París le conocía.

4.3.1 Alejandro, banquero

Mientras la fortuna de nuestro protagonista se incrementaba, la situación económica de España empeoraba acuciada por las deudas generadas durante la guerra y las contraídas con Francia por el envío de las tropas francesas (los conocidos como Cien mil hijos de San Luis) para desalojar a los liberales del poder y restituir a Fernando VII.

Por ello el gobierno español decide pedir un préstamo al exterior, aunque se encuentra con los bancos europeos cerrados a prestarle ayuda financiera debido a la negativa de Fernando VII a reconocer los empréstitos del gobierno liberal.

Es en este momento cuando Alejandro Aguado desempeña un papel decisivo al convertirse en el “banquero del rey”, ya que tras asociarse a la Banca Fould, había constituido su propio banco. En un principio se trató de una entidad que combinaba transacciones comerciales y monetarias situado en la rue Le Péletier, donde tenía su comercio y su vivienda, hasta que en 1824 se hizo cargo del Empréstito Real.

Javier de Burgos, el secretario de Hacienda del gobierno español, fue enviado por el ministro de Hacienda López Ballesteros para negociar el primer empréstito de España con Alejandro Aguado, que logró pronto mejorar la situación financiera de España al introducir las obligaciones españolas en la Bolsa de París y al realizar operaciones como la compra-venta simulada de las acciones españolas.

José de Madrazo (P) Pierre-Jacques Feillet (L) Real Establecimiento Litográfico El Excmo. Sr. D. Luis López Ballesteros

Litografía, ca. 1827 Inv. 5022 Museo del Romanticismo

15 Morange, C., “Jean –Philippe Luis, L´ivresse de la fortune. A. M. Aguado, un génie des affaires“, Cahiers de

civilisation espagnole contemporaine, núm. 7, 2010.

Alejandro también pagó artículos favorables en la prensa parisina para contrarrestar las opiniones desfavorables vertidas en la prensa sobre la mala situación financiera de España, y adelantó los sueldos del embajador y los funcionarios de la Embajada de París.

Al primer empréstito le siguieron otros dos, que también asume, y convierte la deuda exterior en préstamo y luego en rentas perpetuas. Hasta que en 1831 aceptó el último empréstito, pero cansado quizás, lo dejó en manos de la banca Ferrer Laffite, a la que había hecho heredera de su labor.

Esta ayuda le rehabilita ante Fernando VII que años antes le había condenado al exilio, y le concede en 1828 el título de marqués de las Marismas de Guadalquivir y vizconde de Monterrico.

Sin embargo estas operaciones especulativas le granjean críticas en la prensa francesa, incluso en algunas revistas le llamaban “savonette à vilain” por su pasado como comerciante de jabones de tocador, que Alejandro contrarresta con artículos pagados en publicaciones afines a él.

Alejandro también recibe críticas en España, en forma de coplas y panfletos, especialmente a la muerte del rey, pues no era bien visto ni por los liberales, por ayudar al rey, ni por los Apostólicos, que negaban la existencia de la deuda española. Además de granjearse la enemistad de los banqueros importantes de la época, como los Rotschild 16.

También hemos de señalar que Aguado realizó préstamos a otros países: EE.UU., Austria, Bélgica y Grecia, cuyo rey Othon le nombra Comendador de la Orden del Salvador en 1834, y el rey Carlos X de Francia le concede la cruz de la Legión de Honor en 1828.

4.3.2 Inversiones en Francia y en España

Alejandro también invirtió en varios de los campos que se abrían en el siglo XIX en Francia: los viñedos

de Medoc (Gironde, Aquitania) donde adquirió el Château Margaux y en la construcción de la línea ferroviaria Paris-Rouen-Dieppe. Todo ello, sin perder de vista su patria de origen, donde invirtió en la realización del Canal de Castilla (con Gaspar de la Remisa), en el intento de desecación infructuosa de las Marismas del Guadalquivir (ya como marqués) y en la explotación de varias minas andaluzas y asturianas, gracias a la concesión obtenida a través del plan de la minería del gobierno impulsado por el ministro de Hacienda López Ballesteros.

Alejandro quiso modernizar la industria minera y abrir una ruta de salida del carbón desde Langreo hasta Gijón, por ello a fines de 1841 partió hacia España para inaugurarla y en enero de 1842, pudo abrir la ruta, pronunciando un discurso lleno de fe en el progreso ante los alcaldes de la zona. Pero a su regreso a Francia una nevada le sorprendió en el camino, enfermó, y murió de un ataque de apoplejía el 12 de abril de 1842 en Gijón. Su cuerpo fue llevado a París, donde está enterrado en el cementerio de Père Lachaise, sin poder realizar su sueño de volver a Sevilla. Su esposa, Carmen, permaneció en Francia hasta muerte en 1867, junto a sus tres hijos.

José de San Martín, el general que logró la independencia de Perú, de Chile y de Argentina, fue su albacea, heredero de sus condecoraciones y cotutor de sus hijos. Como apuntamos antes, el general San Martín y Alejandro habían forjado su amistad en París gracias a la ayuda que Aguado prestó a San Martín

16 Laurant, A.y Sautel, S., Alexandre Aguado et Carmen. Le choix de deux patries, Bourges, Fer au Feu, 2008, p. 60.

hacia 1830, durante su exilio en Europa. Por ello, Alejandro es una figura muy valorada en Argentina, donde existe un monumento en su honor en Buenos Aires.

Tumba de Alejandro Aguado en el cementerio de Père Lachaise, París

4.4 Alejandro, mecenas de las artes

De manera paralela, Aguado ejerció una importante labor como mecenas en varias facetas: la de coleccionista de pintura, patrocinador de la ópera y el ballet, así como de varias publicaciones culturales. Además se rodeó de importantes escritores del momento que asistían a las reuniones celebradas en sus palacios de París y en especial en el de Petit- Bourg, situado en Evry-sur Seine, municipio del que fue alcalde, y donde dejó un importante legado, ya que subvencionó la construcción de la escuela, el cementerio y varias infraestructuras más, como el puente que todavía hoy lleva su nombre.

Como coleccionista reunió a partir de 1830 un importante conjunto de pintura barroca española, entre la que figuraban obras de Velázquez, Murillo, Zurbarán y Ribera, pintura italiana (Rafael) y flamenca expuesta en su palacio parisino de la Grange Batelière. La colección disponía de un catálogo titulado Notice

sur les principaux peintres de l´Espagne. Ouvrage servant de texte aux gravures de la Galerie Aguado en el que figuraban 363 obras, con ilustraciones de Charles Gavard y textos del hispanista Louis Viardot. Alejandro la mostraba a familiares y amigos, con lo que contribuiría al descubrimiento de la pintura española en Francia, junto con la colección de Luis Felipe, y quizá la del propio Soult. Pero la colección fue vendida en 1843.

En esa misma época, en 1831, Louis Véron, recién nombrado director de la Académie Royale de Musique (el Teatro de la Ópera) le pide ayuda económica para financiar la ópera, y Aguado acepta. Por ello, comenzó a asistir con frecuencia a las representaciones, y se unió al ambiente festivo que la rodeaba. Así

conoció a su amante, la bailarina Alexandrine Fijan con la que tuvo un hijo, Louis Alfred, a los que legó una parte de su fortuna.

Poco después, Aguado invierte en la concesión del Teatro Italiano de París y nombra director a Louis Viardot.

También ayudó a financiar la publicación cultural La Revue de París, fundada por Louis Véron. En ella escribieron personalidades de la talla de Víctor Hugo, Lamartine y Delacroix. Sin olvidar su labor de ayuda a la prensa, subvencionando periódicos como Le Messager y Le Constitutionnel.

Junto con ello, Aguado y su mujer celebraban numerosas fiestas en sus palacios a las que invitaban a intelectuales y músicos célebres de la época como Gioachino Rossini, que se convirtió en uno de los amigos íntimos de Alejandro. Por ello, Rossini compuso la Cantata per il battesimo del figlio del banchere Aguado con motivo del bautizo de su segundo hijo, Olimpo Clemente, celebrado en Petit-Bourg en 1827. En este palacio compuso también su ópera Guillermo Tell, y gracias a Aguado, Rossini recibió el encargo de componer un Stabat Mater para la capilla de San Felipe el Real de Madrid.

Balzac era otro de los asistentes a las recepciones palaciegas, y quizá se inspiró en Aguado para alguno de sus personajes, como el del La Maison Nucingen (1837) y Alejandro Dumas le cita junto con Rotschild como sinónimo de riqueza, incluso se cree que se refiere a él, sin nombrarle, en algunos pasajes de El Conde

de Montecristo.

Vemos pues que Alejandro fue un personaje controvertido, tanto por su viraje francés y su servicio a Soult, como por su forma de hacer fortuna de una manera tan rápida, recurriendo a la especulación en algunos casos. Fue también un hombre dotado de una habilidad extraordinaria para los negocios y de una generosidad indudable, pues ayudó a muchos españoles refugiados en Francia, y contribuyó al florecimiento de las artes y de la cultura.

5. EL RETRATO EN EL SIGLO XIX ....

El género del retrato experimentó un gran auge, en número y calidad, durante el siglo XIX debido al aumento de la demanda por parte de un grupo social creciente: la burguesía, que se sumaba a los tradicionales comitentes de la realeza, la nobleza y diferentes estamentos religiosos. Factor al que se unía la creciente valoración del individuo. En España17, además, la originalidad del retrato en el Siglo de Oro tuvo gran influencia en el desarrollo de este género en el siglo XIX, como señala Javier Barón.

Si bien, el retrato era considerado por los pintores como un género menor al que se dedicaban como sustento, pues muchos aspiraban a realizar cuadros de composición, mejor considerados académicamente. Esto fue así hasta la última década del siglo, cuando dejaron de pintarse cuadros de historia y cuando se impuso el Realismo, siendo entonces cuando el retrato se convirtió en un género privilegiado.

17 Barón, J., “El arte del retrato en la España del siglo XIX” en El retrato español en el Prado (cat exp.), Madrid, Museo

del Prado, 2007, p. 17.

Finalidad del retrato

El retrato respondía sobre todo, al deseo de inmortalizar la imagen del retratado por su importancia histórica, o por los sentimientos de afecto, gratitud, amor o de vanidad que cobraban fuerza entre la burguesía en el siglo XIX, según explicaba el pintor José Galofre.

Además, el retrato debía mostrar los rasgos físicos del modelo con fidelidad, plasmarle en una actitud apropiada y adaptarse a sus peculiaridades; así como a la intención perseguida por el comitente. Junto con ello, y hasta la llegada del naturalismo, la expresión de la individualidad estaba limitada por el concepto de decoro de origen académico, como vimos en el caso de la marquesa. Se trataba con ello de “ocultar los defectos para evitar que se quebrante la suprema ley de la belleza. Hay que indicar cierta benevolencia que atraiga las simpatías, huyendo de la expresión de orgullo que tanto desagrada”, como explica el académico José García en su obra Las Bellas Artes en España escrita en una fecha ya avanzada, 1867.18

Los retratos podían ser ecuestres, de aparato, de grupo, dentro de éstos se engloban los familiares, infantiles y autorretratos. En el caso de los marqueses se trataba de un retrato de aparato, pues ambos aparecen de cuerpo entero, una tipología reservada a la realeza y la aristocracia. Con ello, Alejandro Aguado mostraba su condición de noble, unida al elevado estatus económico y a una imagen como benefactor de España y como militar19. Jean Philippe Luis sostiene que la faceta militar sería una reminiscencia de los valores hispánicos tradicionales.

Si bien, y a diferencia de otros personajes de la época, el retrato no muestra su faceta de coleccionista de arte y mecenas, como si fue el caso del marqués de Remisa o Nazario Carriquiri. Begoña Torres apunta que este hecho ayudaría a mostrar mejor su alta condición social20.

Antonio Mª Esquivel Nazario Carriquiri Óleo / lienzo, ca. 1835 Inv. 125 Sala XII (Despacho) Museo del Romanticismo

18 Barón, J., « El arte del retrato en la España del siglo XIX » en VVAA., El retrato español en el Prado. De Goya a

Sorolla, (cat. exp.), Madrid, Museo del Prado, 2007, p.19. 19 Morange, C., “Jean –Philippe Luis, L´ivresse de la fortune. A. M. Aguado, un génie des affaires“. Cahiers de

civilisation espagnole contemporaine, núm. 7, 2010. 20 Torres González, B. (Dir.), Museo Nacional del Romanticismo. La colección, Madrid, Ministerio de Cultura, 2009, p.

109.

Junto con ello, hay que señalar un hecho importante, el año de realización del cuadro, 1832. Ese año

fue difícil para la monarquía, pues Fernando VII estuvo a punto de morir y se mostraban ya los síntomas de cambio en todos los órdenes: políticos, culturales y sociales, hacia modelos que intentaban dejar atrás el Antiguo Régimen, que darían paso a los regímenes liberales del siglo XIX. Quizás por ello, el marqués mostraría en el retrato las dos vertientes de su vida, la de afrancesado, sin ocultar el servicio prestado al Mariscal Soult y al ejército francés; y la de ayuda a su patria de origen: España, mostrando su faceta como banquero y los uniformes de militar en las filas del ejército español.

Torres apunta que la finalidad última del retrato del marqués era la de mostrarlo como un patriota y benefactor de su país, para lo que se apoyaría en una pose elegante, su actitud de hombre ilustrado y la expresión de sus ojos azules que expresarían una discreta benevolencia.21

Además, en los retratos de los marqueses podemos apreciar también los cambios estéticos de ese momento caracterizado por la transición hacia el Romanticismo, pues en ellos se pone de relieve el academicismo intimista de Lacoma, unido ya a ciertos atisbos de la sensibilidad romántica

El pintor utiliza fórmulas compositivas que remiten a modelos tradicionales, como la pureza de líneas y de color; unidas a la contención y a la ausencia de exaltación de los ornamentos lujosos propia del Romanticismo. Pero muestra, al mismo tiempo, una delicadeza y cierta expresividad en los rostros de los marqueses cercanos ya al movimiento romántico que en España estaba a punto de eclosionar.

Más allá de la representación

Los retratos nos muestran también el papel reservado a hombres, mujeres, niños, al situarlos en los espacios destinados a cada uno y realizando las actividades que les estaban reservadas en la sociedad decimonónica, de rígidos patrones establecidos.

La mayoría de los retratos se localizaban en el interior del espacio doméstico o lugares de residencia, pues es ahora en el siglo XIX cuando el espacio doméstico adquiere entidad propia. Dentro de éste, cada habitante tenía reservado su lugar. El de los hombres era el despacho, el fumoir y la sala de billar; el de las mujeres era el boudoir o parlour y la habitación o alcoba, lugares en los permanecían la mayor parte del tiempo, ya que es en este siglo cuando se instaura el papel de la mujer dentro del hogar.

Estos roles los vemos claramente reflejados en las dos obras que nos ocupan. Alejandro aparece en su despacho, un ámbito ligado al trabajo, de carácter más público, y su esposa Carmen en su habitación, un ámbito privado y cerrado. Con ello se nos muestran las imágenes de hombre de negocios por un lado, y el de esposa, tradicional y doméstica conforme a lo que se esperaba de una mujer en la sociedad burguesa de la época. Por ello es raro encontrar ejemplos de retrato femeninos localizados en el exterior, como el que vemos, y es que se trataba de una dama soltera. Aunque también es frecuente encontrar fondos de paisajes en los retratos infantiles y los de pintores andaluces, por influencia de la pintura inglesa.

21 Ibid.

Antonio Mª Esquivel

Filomena Sánchez Salvador de la Mancha Real

Óleo / lienzo, ca. 1843 Inv. 1572

Sala XXIII (Sala de Billar) Museo del Romanticismo

Los espacios, y también la actitud y la jerarquía, definían la condición del efigiado, algo que vemos bien en los retratos de familia, donde las mujeres aparecen realizando labores propias de la educación femenina burguesa y noble: bordar, tocar el piano, aprender francés y algunas nociones de matemáticas, mientras que los hijos varones aparecen junto al padre que les marca el camino a seguir en el negocio familiar.

Joaquín Espalter; La familia Flaquer Óleo/lienzo, 1840-1845

Inv. 111 Sala XI (Comedor)

Museo del Romanticismo

Vemos pues como los retratos nos hablan de una época, más allá de la pura representación física. En el caso de los marqueses, y en especial de Alejandro Aguado, nos permite recordar la figura de un hombre que tomó parte en hechos importantes de la Historia de España de la primera mitad del siglo XIX y que se unió también a los cambios y culturales que tuvieron lugar en ese periodo.

6. BIBLIOGRAFÍA ....

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Educación Nacional, 1963. VV.AA., José de Madrazo (1781-1859), (cat. exp), Santander, Fundación Marcelino Botín, 1998.

Agradecimientos: María Jesús Cabrera, Carmen Cabrejas, Paloma Dorado, Ana Gil, Isabel Ortega y

Begonia Pardo. Fotografías: MNAC - Museu Nacional d’Art de Catalunya. Barcelona (fotógrafos: Calveras/Mérida/ Sagristà); Museé Goya, Castres; Archivo fotográfico del Museo del Romanticismo. Coordinación Pieza del Mes: Mª Jesús Cabrera Bravo. Diseño y maquetación: Carmen Cabrejas, Álvaro Gómez González.

LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO

En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que su propio autor explica los detalles más interesantes:

Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes

Además, mensualmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo

Este mes, dedicaremos el jueves 21 de febrero a tuitear una selección de retratos de parejas célebres del Museo y contaros los detalles de sus historias de amor bajo el hashtag #elixirdeamor

7. LA PIEZA DEL MES. CICLO 2013 ....

Enero Almudena Cruz Yábar EUSEBIO JULIÁ (1826-1895), FOTÓGRAFO EN MADRID. SUS CARTES DE VISITE EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO

Febrero Silvia Villaescusa García RETRATOS DE LOS MARQUESES DE LAS MARISMAS, de Francisco Lacoma, 1833

Marzo Isabel Ortega Fernández BUSTO DEL MARQUÉS DE LA VEGA-INCLÁN, de Mariano Benlliure y Gil, 1931

Abril Luis Gordo Peláez LA CAPILLA DE SAN ISIDRO EN LA IGLESIA DE SAN ANDRÉS DE MADRID, de Jenaro Pérez Villamil, ca. 1843

Mayo Belén Fernández de Alarcón TOCADOR, ca. 1820-1830

Junio Mercedes Rodríguez Collado MESA DEL CAFÉ DEL POMBO, ca. 1901-1950

Septiembre Aurelio Nieto Codina MEDALLÓN DE LAVA DE LA CONSTITUCIÓN DE 1812, de Carlos Gimbernat, 1820

Octubre Vanesa Quintanar Cabello MESA VESTIDA DEL COMEDOR

Noviembre Paloma Dorado Pérez ÁLBUM DE TOMASA BRETÓN DE LOS HERREROS, 1842

Diciembre Carolina Miguel Arroyo SÁTIRAS DEL SUICIDIO ROMÁNTICO, de Leonardo Alenza y Nieto, ca. 1839