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1 PASTORAL DE LA SALUD PARA LA PARROQUIA SAN BUENAVENTURA, Barrio Nueva Zelandia en Bogotá, D.C PEDRO GIOVANNI BÁEZ SUÁREZ UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA FACULTAD DE TEOLOGIA BOGOTA 2009

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PASTORAL DE LA SALUD PARA LA PARROQUIA SAN BUENAVEN TURA,

Barrio Nueva Zelandia en Bogotá, D.C

PEDRO GIOVANNI BÁEZ SUÁREZ

UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA

FACULTAD DE TEOLOGIA

BOGOTA

2009

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PASTORAL DE LA SALUD PARA LA PARROQUIA SAN BUENAVEN TURA,

Barrio Nueva Zelandia en Bogotá, D.C

PEDRO GIOVANNI BÁEZ SUÁREZ

Trabajo para obtener el título de Licenciado en Teo logía

DIRECTOR

PADRE CARLOS JULIO ROZO, C.M.F.

UNIVERSIDAD DE SAN BUENVENTURA

FACULTAD DE TEOLOGÍA

BOGOTÁ

2009

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RAE

1. TIPO DE DOCUMENTO: Trabajo de grado para obtener el Título de Licenciado en Teología.

2. TITULO: PASTORAL DE LA SALUD PARA LA PARROQUIA SAN BUENAVENTURA,

3. Barrio Nueva Zelandia , en Bogotá, D.C 4. AUTOR: PEDRO GIOVANNI BÁEZ SUÁREZ

5. LUGAR: Bogotá, D.C. 6. FECHA: Enero 2009 7. PALABRAS CLAVE: Enfermedad, sanación, teología pastoral, pastoral de la salud. 8. DESCRIPCIÓN DEL TRABAJO: Es una propuesta pastoral a partir de

fundamentos bíblicos, cristológicos y eclesiales para una parroquia específica de Bogotá.

9. FUENTES CONSULTADAS: CENTRO DE PASTORAL LITURGICA. Pastoral de la salud, acompañamiento humano y sacramental., Rivadeneyra, Barcelona, 1993. DAVANZO, Guido. El sufrimiento: dimensión teológica y pastoral, 2 ED. Bogotá 1987.FLORISTIAN, Casiano. Teología práctica. Teoría y praxis de acción pastoral, 2 ED Salamanca, Sígueme, 1993. FLORISTIAN, Casiano. Concillium; revista internacional teológica. Sufrimiento y fe cristiana. PERDOMO, Motta, Leonidas. Hacia una pastoral de enfermos en la parroquia, Bogotá Universidad de San Buenaventura, facultad de teología. 1990. PONTIFICIA Comisión para la pastoral de los agentes sanitarios. Laicos en el mundo del sufrimiento de la salud. 1 ED Bogotá, Selare. 1987. SANDRIN, Luciano. La Iglesia comunidad sanante: un reto pastoral. 1 ED. San Pablo, 2000. TARRARAN, Adriano. Guía de pastoral de la salud, Bogotá –Colombia, 2000. TARRARAN, Adriano. Acompañando a los que sufren, Nivel 1 y 2, Bogotá- Colombia, Marzo 2001. FRANCISCANUM. Revista de las ciencias del espíritu, pastoral de la salud, Universidad de San Buenaventura, facultades de Filosofía y Teología, 2000.

10. CONTENIDOS: Análisis de la realidad de la parroquia San Buenaventura, Fundamentación Bíblico- Teológica de la Pastoral de la salud, Jesús y los enfermos, El dolor; antropología y teología, La Iglesia continúa la misión sanadora de Jesús, La parroquia y la pastoral de la salud. Agentes de pastoral de la salud, características, condiciones, formación. Plan de formación, Propuesta

11. METODOLOGÍA: enfoque cualitativo de tipo “pedagógico- pastoral”, pues su desarrollo es práctico, con un proceso formativo donde se tiene presente la metodología del Ver, Juzgar y Actuar.

12. CONCLUSIONES: La pastoral de enfermos es un asunto que atañe directamente a la parroquia, por lo tanto, es fundamental formar a los agentes de pastoral idóneos para ejercer esa función ministerial. La Teología debe iluminar y nutrir toda acción eclesial en esta línea.

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Nota de aceptación:

Firma del presidente del jurado

Firma de jurado

Firma de jurado

Bogotá, D.C. Enero 30 de 2009

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TABLA DE CONTENIDO

TITULO

RAE

HOJA DE PRESENTACIÓN

INTRODUCCIÓN

1. DISEÑO DE LA INVESTIGACIÓN

2. CONTEXTUALIZACIÓN

3. FUNDAMENTACIÓN BÍBLICO –TEOLÓGICA

4. FUNDAMENTACIÓN ECLESIAL

5. PRAXIS PASTORAL

6. PLAN DE PASTORAL DE ENFERMOS – PROPUESTA

7. CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

BIBLIOGRAFÍA

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INTRODUCCIÓN Este trabajo de grado surgió de la preocupación del autor frente al problema pastoral que implica la atención a los enfermos y la deficiente formación de los agentes comprometidos con esta tarea. Se quieren aportar, desde los conocimientos teológicos adquiridos durante la carrera de Licenciatura en Teología, líneas de reflexión y de acción para mejorar esta labor. Por tal motivo se ha enfocado este trabajo con una visión Teológica- Pastoral, buscando aportar a la preparación y formación de personas comprometidas para prestar un servicio pastoral en el acompañamiento a los enfermos en la Parroquia San Buenaventura. El trabajo está compuesto por siete capítulos; en el primer capítulo se encuentra la parte del diseño investigativo, donde se plantea el problema que originó la propuesta; en el segundo capítulo, se hace una breve contextualización del lugar de desarrollo. En el tercer capítulo, está una fundamentación Bíblico- Teológica, en la cual se propone la reflexión sobre la misericordia de Dios en el momento del sufrimiento y dolor que vive el ser humano. En el cuarto capítulo se presenta el papel importante que desempeña la Iglesia como madre y guía en la pastoral. En el quinto se expone lo que implica la praxis pastoral, en lo relacionado con la formación de los agentes de pastoral para desempeñarse en el campo de atención de los enfermos. En el sexto capítulo, se expone el plan de formación y la propuesta pastoral, explicando los pasos a seguir en la conformación del grupo y brindando herramientas para el desarrollo del plan. En el último capítulo, se dan algunas conclusiones y se sintetiza lo aprendido en el desarrollo del trabajo y se dan recomendaciones para ampliar y profundizar la temática tratada. Es importante resaltar que el Plan se fue diseñando y aplicando con las personas comprometidas en el trabajo de atención a los enfermos de la Parroquia de San Buenaventura.

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1. DISEÑO DE LA INVESTIGACIÓN

1.1. Planteamiento del problema

En todo ambiente y época han existido en el mundo varios factores que causan gran preocupación, tanto familiar como social y eclesialmente. Es el caso de las personas enfermas. En esta sociedad moderna, con tantos avances científicos y comodidades, quienes sufren alguna enfermedad larga, incurable y grave, paradójicamente sufren de soledad, abandono, falta de comprensión y de solidaridad, por parte de sus familias, su entorno más cercano y muchas veces por parte de las mismas comunidades religiosas. Los enfermos en su lecho de sufrimiento y dolor necesitan ser acompañados y escuchados. Por tal razón, todo lo que se proponga y se haga en este aspecto es muy importante. Como agente de pastoral de la salud me he propuesto formar a otros, orientarlos en este apostolado y apoyarlos desde el saber teológico pastoral en el cumplimiento de esta responsabilidad social y eclesial. Al indagar en el sector de Bogotá del barrio Nueva Zelandia, ante la ausencia de acciones concretas para atender pastoralmente a esta población, se pudo constatar la necesidad urgente de conformar y formar un grupo para atender esta área de trabajo, la pastoral de la salud, con la participación del Párroco, del Diácono y algunos miembros de la iglesia local comprometidos con la comunidad. Por lo tanto, es primordial desarrollar un proyecto que responda a esta necesidad. El proyecto diseñado tendrá como finalidad aportar desde el saber teológico pastoral los lineamientos necesarios para el diseño y desarrollo de un programa de formación específico para esta congregación. 1.2. Justificación A lo largo de la historia se ve que la enfermedad ha sido un obstáculo para que muchas personas puedan sentirse plenamente realizadas, puesto, que la incapacidad física, emocional, mental, y psicológico impiden un desarrollo feliz tanto individualmente, como en su familia y entorno social. Por esta razón se han creado varios centros de promoción y prevención para la salud y en especial para dar respuesta a tan grande necesidad de curar y aliviar a los enfermos. La Iglesia como madre y guía acompaña con su labor pastoral a los enfermos, de manera que esta presencia es testimonio del amor de Dios y signo de la acción salvadora al Padre en Cristo presente en ella. El sufrimiento y el dolor afectan a la persona no sólo en su aspecto físico, sino que repercuten en su ser integral. La pastoral de la salud por lo tanto debe llegar a la realidad total de la persona y actuar en ella, donde esta vive y actúa y no únicamente a la situación de enfermedad. Para atender debidamente esta situación es necesario formar agentes de pastoral adecuadamente. Deben ser personas humanas, evangelizadoras que hacen presente con una acción los

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gestos y palabras de Jesús misericordioso e infunden consuelo y esperanza a los que sufren. Una pastoral que anuncia al Dios de la vida, que promueve la justicia y la defensa de los derechos de los más débiles, de los enfermos y que compromete a toda la comunidad cristiana en un trabajo organizado y estructurado dentro de la pastoral de conjunto. Es por tanto que el proyecto “Pastoral de la salud para la parroquia San Buenaventura” en el Barrio Nueva Zelandia, en donde se carece de toda acción pastoral en este sentido, es importante y fundamental para desarrollar efectivamente este proceso. 1.3. Objetivos 1.3.1 Objetivo General Establecer los fundamentos teológicos y pastorales para formar a los agentes comprometidos con el acompañamiento espiritual de los enfermos de la Parroquia San Buenaventura, del Barrio Nueva Zelandia de la ciudad de Bogotá. D.C. Por medio de un plan integral de formación. 1.3.2 Objetivos específicos • Analizar la realidad de la parroquia San Buenaventura, en lo relacionado con

la atención pastoral de los enfermos y el desarrollo de la acción pastoral de la iglesia local en este aspecto. Para tener fundamentos sólidos en el desarrollo.

• Definir los fundamentos teológicos pastorales para hacer el plan de formación. • Diseñar el plan de formación para los agentes de pastoral de la salud para

anunciar la Buena Nueva de la salvación desde las realidades de la salud y la enfermedad, de la vida y de la muerte.

1.4. Metodología Teniendo presente la fundamentación teológica y pastoral de la formación para agentes de pastoral de la salud en la parroquia San Buenaventura, el proyecto investigativo tiene un enfoque cualitativo de tipo “pedagógico- pastoral”, pues su desarrollo es práctico, con un proceso formativo donde se tiene presente la metodología del Ver, Juzgar y Actuar. Esta metodología implica un análisis exhaustivo pues hay que saber partir de los hechos investigados, por tanto, es importante saber que en cuanto al concepto metodológico del Ver, permite una descripción de la información y visión, es el ver lo que sucede, lo que pasa. Es mirar y analizar la realidad, sus hechos y acontecimientos. En cuanto al método de interpretar, es la fase o el paso siguiente del Ver, el cual continúa el proceso hermenéutico de la iluminación y reflexión de fe sobre la

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realidad, en otras palabras, es ver la realidad a la luz de la fe o de la Palabra de Dios, la teología y la pastoral, incluso la liturgia. La siguiente fase es el Actuar, esta etapa implica un desarrollo o una acción al proceso que se lleva. El actuar equivale al plan de trabajo de acuerdo al Plan de Dios. A demás esta fase responde a la pregunta ¿qué debemos hacer? Ahora bien, teniendo estos enunciados o presupuestos se puede decir que la metodología de Ver, Juzgar y Actuar, busca favorecer un proceso que requiere un análisis de profundidad y acompañamiento en el desarrollo para que este obtenga unas respuestas seguras y acordes con el trabajo de investigación. Con el fin de alcanzar los objetivos propuestos se desarrollaron estas acciones: 1) sondeo de campo con los agentes de pastoral de la salud, 2) Lectura y análisis de los documentos elegidos como insumo para el trabajo, 3) Elaboración de un documento que contiene los lineamientos teológico pastorales para la propuesta, y 4) Diseño de la propuesta.

2. CONTEXTUALIZACIÓN En esta parte se hace una breve reseña de la situación geográfica, económica y social de esta comunidad, con base en los testimonios recogidos de los mismos habitantes. 2. 1. Parroquia San Buenaventura La parroquia San Buenaventura está ubicada en el Barrio Nueva Zelandia al Norte de Bogotá y sus límites son: � Por el Norte limita con la parroquia Santa Amelia, Barrio Tajares. � Por el Sur con la parroquia Santa María del Prado, Barrio Villa del Prado. � Por el Oriente, la parroquia San Cipriano en el barrio del mismo nombre. � Por el Occidente con la parroquia San Juan María Vianney del Barrio San José La parroquia San Buenaventura se construyó el 8 de febrero del año de 1988, según Decreto N° 194. Para la realización de la con strucción fue necesaria la colaboración de los habitantes quienes estuvieron pendiente en el desarrollo documental1. Esta parroquia estuvo desde el comienzo bajo el cuidado pastoral de la Comunidad Religiosa de los Franciscanos quienes impulsaron la conformación de una comunidad de fieles comprometidos, acompañando a los feligreses en su formación cristiana.

1 Según informe de la Sra. Bárbara Castro, quien fue una de las pioneras en la construcción de la parroquia. (En agosto 2 de 1983 se inicio la solicitud para el terreno donde quedaría la parroquia)

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Actualmente se encuentra adscrita a la zona pastoral de San Pedro Norte encomendada a Monseñor Roberto Ospina. El párroco actual es el presbítero Jorge Luís Páez. Esta es una de las 39 parroquias, que conforman la zona, agrupadas en 6 Arciprestazgos o Vicarias. 2.1. Realidad Económica y social. La parroquia San Buenaventura se encuentra ubicada en Bogotá y está habitada por familias de bajos recursos económicos, rodeada de barrios de estratos 3, 4, 5 y 6. Por lo tanto el factor económico es preponderante y difícil para sus habitantes. La situación de los enfermos es preocupante, porque es más importante para las familias, buscar el diario sustento que cuidar a sus ancianos y enfermos. Se olvidan las realidades como la enfermedad, el dolor, la vejez o la muerte. Aunque hay fuentes de trabajo, no son bien remunerados y muchos jóvenes no encuentran el camino de su realización personal, por tanto existe una preocupación a la falta de ingresos económicos y de empleo. Estas, son familias que a pesar de estar en la ciudad aún conservan valores de unidad familiar, aunque están golpeadas por la dura realidad social y económica. 2.2. Realidad Religiosa. La participación es activa, pues la mayoría son bautizados y se confiesan católicos y participan masivamente en los momentos fuertes de los tiempos litúrgicos. En los últimos años, la parroquia ha ido tomando conciencia de la necesidad de ocuparse por sus enfermos, ante la ausencia del estado, y la imposibilidad de las familias por hacerlo. Por lo tanto, se preocupa e interesa por la promoción y el cuidado y preservación de la salud, el acompañamiento pastoral a enfermos y ancianos del sector, en fidelidad a su misión de construir el Reino de Dios. La preocupación pastoral a permitido en la conformación de un plan pastoral encabezado por el párroco y sus colaboradores los diáconos, quienes con la ayuda de la comunidad realizan actividades y encuentros pastorales tales como: la casa bíblica, en donde se busca una preparación y participación de toda la comunidad, y también está en proyecto la pastoral de la salud, además de la preparación en la catequesis, confirmación y las respectivas charlas sacramentales. En esta labor se apoyan en los recursos que tienen como el de una comunidad de religiosas, Terciarias Capuchinas, quienes prestan su ayuda con la preparación de la catequesis y la comunión a los enfermos. 2.3. Realidad de Salud. En el sector no hay hospitales sino un centro médico comunitario y campañas de salud, muy esporádicas en el salón comunal. La realidad de algunas familias es

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muy precaria, 10% pues, al no tener un empleo formal no tienen acceso al bienestar social, servicio de salud, pensión, riesgos profesionales. Por ser un sector considerado de estratos medios y altos, el costo de vida es alto, lo cual afecta en todo a estas personas. A pesar de no tener recursos, no es posible afiliarse al Sisbén u otras entidades de salud, y deben correr con todos los gastos que ocasiona la atención de una enfermedad. 2.4. Realidad Educativa. En cuanto a la educación la Iglesia es pionera en su evangelización y formación integral en la fe, y por ende en el crecimiento espiritual y cristiano. La educación del sector de Nueva Zelandia está atendida por cuatro colegios privados, una escuela pública y 14 jardines infantiles. Existe un Hogar para la protección de niñas, dirigido por las Hermanas Terciarias Capuchinas. En la formación educativa es importante una participación en el crecimiento y formación integral de la persona, pero solo se puede conseguir desde la parte curricular en la prevención y promoción de la salud y la persona enferma. 2.5. Principal problemática del sector. Como toda comunidad se presentan diferentes causas y problemáticas que preocupan y alertan a todos, una de ellas es la presencia de grupos pandilleros de otros sectores que aparecen y hacen daño a los habitantes como los robos y los asaltos a las viviendas. La falta de oportunidades para los jóvenes como el trabajo son a veces causas de conformar dichos grupos afectando a otros jóvenes que se integran y dañan así la vida. 3. FUNDAMENTACIÓN BÍBLICO TEOLÓGICA DE LA PASTORAL DE LA SALUD “Mirar la realidad a la luz del evangelio nos hace descubrir los signos de la vida y de muerte que se revelan en nuestra práctica cotidiana y nos interpelan para definirnos como generadores de vida o de muerte”2. En una visión bíblica el hombre es presentado como una unidad viva, expresada con términos diversos, pero que no se contraponen entre sí como principios distintos. Por otra parte la experiencia humana ofrece la profunda certeza de la unidad vivida con el cuerpo; toda persona se considera espontáneamente sujeto único de acciones espirituales y físicas3.

2 Guía de pastoral de la salud para América Latina y el Caribe. P. Adriano Tarraran, compilador. Bogotá – Colombia, 2000. 3 AA.VV. Pastoral de la salud, p.27.

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En la Sagrada Escritura, el hombre visto siempre en relación con Dios, es presentado, antes que nada, como una criatura. El ser humano depende radicalmente de Dios, no tiene en sí mismo su origen ni su razón de ser. El Antiguo Testamento, expresa simbólicamente esta extrema dependencia del Dios absoluto y la fragilidad de la vida humana cuando habla del hombre modelado de barro (Gn 2,7) y cuando, en otro lugar, le designa como polvo y ceniza, débil y caduco como las plantas y los animales4. La enfermedad pone en evidencia la fragilidad y la precariedad del ser humano, le lleva a comprenderse existencialmente como ser finito y limitado, obligando a la persona enferma a tomar conciencia de los valores transcendentes. El dolor, aún benigno, evoca la muerte, punto final de un proceso de disolución biológica, aplazable, pero inevitable. La creación es la primera interpretación de Dios en vista a la Alianza con la humanidad. Creado a imagen de Dios (Gn1, 25), el hombre recibe la bendición de Dios y la misión de acrecentar las cosas creadas, de modo que pueda servirse de ellos y ser su dueño (Gn1, 28 ss), para gloria de Dios y bienestar de la humanidad. Dios no creó al hombre para la muerte, sino que lo destinó a la vida en abundancia5. De ahí que este llamado a esforzarse por preservar la vida y la salud; la enfermedad como algo que contradice, disminuye, obstaculiza o paraliza la voluntad de vivir. Para obedecer al mandamiento de Dios, se exige que el hombre quiera hacer todo lo que es necesario y posible para asegurar la continuidad de la propia vida psíquica y física, luchando contra todo lo que pueda paralizarla. En la actual economía de la salvación, la enfermedad está referida al pecado. Como el resto de males humanos, la enfermedad contraría la intención profunda de Dios, que creó al hombre para la felicidad6, la cual entró, en el mundo con todas sus manifestaciones disgregadoras y dolorosas, como consecuencia del pecado7. Ahora bien, en la medida en que a pesar de todo, las enfermedades y la muerte son inevitables, y en la medida en que persisten, a pesar de todo nuestro esfuerzo en evitarlas y combatirlas, tenemos que aceptarlas y asumirlas, a la luz de fe y de la esperanza escatológicas, que nos abren horizontes inaccesibles a la razón y demás fuerzas humanas, repitiendo las palabras de Cristo al ver aproximarse la sombra de su muerte: “Padre, si es posible; que pase de mi este cáliz; pero no se haga lo que yo quiero sino como tú quieres” (Mt 23,39). En la salud y en la

4 Cf. Sab 90,6; Ecl 3,19. 5 Cf Jn 10,10. 6 Cf. Gn 2. 7 Cf. Gn 3,16-19.

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enfermedad, el cristiano debe tener conciencia de que la voluntad de Dios es siempre el bien del hombre, oscuro a veces, pero siempre real8. Es por eso, que en la plenitud de los tiempos, cuando se inauguran, los tiempos finales, Jesús se encuentra con la enfermedad, se compadece9 y, ante la fe10, cura. La actividad terapéutica de Jesús tiene un profundo valor salvífico. Más que gestos del poder sobrenatural que residía en él para confirmarlo como Mesías, las curaciones son el signo de que el Reino de Dios, la salvación escatológica, ha irrumpido en el mundo. La enfermedad no desaparecerá todavía, pero la fuerza divina que finalmente la vencerá ya está presente y actuante en el mundo. La Iglesia sigue continuando la misión de Cristo, que pasó haciendo el bien (Hch 10,38), para que todos tuviesen más vida 11 , en un mundo marcado por la enfermedad y por la muerte se revela como “Sacramento Universal de salvación” (LG. 48; GS. 45) y como tal asume como suyas las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres preferentemente de los más pobres y oprimidos. (GS, 1) La gracia de Dios, sin embargo, llega ordinariamente a los enfermos en la fragilidad de un gesto de asistencia a los mismos, simbolizado por la unción y por la oración de la fe (Cf. Sant 5,14-15). Como dice la Lumen Gentiun, “por la sagrada unción de los enfermos y por la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda los enfermos al Señor paciente y glorificado, para que los alivie y los salve (Cf. Sant 5,14-16), e incluso los exhorta a que, asociándose voluntariamente a la pasión muerte de Cristo (Cf. Rm 8,17; Col 1,24; 2Tm 2,11-12; 1P 4,13), contribuyan así al bien del pueblo de Dios”12. Por la constancia y fidelidad de su amor, el enfermo se asocia al Cristo paciente y con el se ofrece al Padre como hostia viva y dádiva de amor (Cf. 2 Co 4,10; Gal 6,14; Ef. 5,2; Fil. 3,10) a fin de participar también de su resurrección. El cristiano sufriente, injertado en Cristo por el bautismo, se inserta ahora, en esta condición peculiar de enfermo, en el misterio de la muerte y de la resurrección del Señor: “Llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos mortales de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo”13. En cristiano enfermo se puede verificar lo que Pablo decía de sí mismo; “aún que se destruya en los otros el hombre exterior, sin embargo el hombre interior se va renovando de día en día”14. De esta forma, el ministerio Pascual de la muerte y resurrección de Cristo se torna el misterio pascual del cristiano.

8 AA.VV. Pastoral de la salud, p.31. 9 Cf. Mt 20,34. 10 Cf. Mt9, 28; Mc 5,36; 9,23. 11 Cf. Jn 10,10. 12 Cf. LG 11. 13 2Co4, 10. 14 2Co4, 16.

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En el misterio pascual, que es un misterio de fidelidad constante en el amor y de auto donación al Padre y a los hermanos, adquiere sentido la aceptación y la paciencia, porque son expresiones de fe y esperanza. Convencidos de que nuestra transformación en Cristo es el termino final de nuestra esperanza, podemos afirmar con San Pablo: “Mi expectativa y esperanza es que en nada seré confundido sino que con toda osadía, ahora como siempre, Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida y por mi muerte, pues para mi la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia”15. 3.1. El Dolor: antropología y teología. No es fácil expresar el sentimiento de dolor y sufrimiento que puede experimentar el ser humano. Más cuando se trata de la misma existencia. El hombre ha tenido que vivir con la realidad del dolor puesto que desde el mismo instante que nace ya esta viviendo dicho sentimiento. El hombre frente al sufrimiento se siente más débil, pues lo que esta viviendo lo ve como un error, como una culpa, hasta muchas veces como una injusticia e incluso como un absurdo. Ahora bien al encontramos frente a una realidad que no podemos pasar de alto es claro que la ausencia o la falta de bienestar en el hombre afectan el desarrollo y desempeño de su ser. Es por eso que al momento de presentarse el sufrimiento o el dolor, causa inquietud, angustia y al mismo tiempo puede despertar una revisión de vida y una reflexión de fe. Cuando se derrumban las seguridades en las que presumíamos y las satisfacciones más inmediatas, vamos a buscar una respuesta más profunda a la realidad de la vida. De esta manera el sufrimiento, puede ser la ocasión para poner en discusión la propia fe, para madurar, como Job, en una aceptación más profunda del misterio de la vida y de Dios. Hay un dolor que no depende ni de Dios ni del hombre, es el que proviene de la condición humana abocada a la muerte y que hace del dolor y del sufrimiento un misterio, como lo subraya el Papa Juan Pablo II (S.D 2). Pero existe un nivel en el cual el dolor deja de ser misterio inexplicable para convertirse en evidencia de unas actitudes y comportamientos humanos que comienzan por una auto-destrucción (drogadicción, alcoholismo, vicios en general), continúan en una socio-destrucción (hambre, desnutrición, injusticias estructurales, desigualdades, falta de atención médica), para terminar con una eco-destrucción (contaminación ambiental, destrucción de la naturaleza, guerra nuclear, etc.…). Comprender con toda claridad que aquí Dios no tiene nada que ver como fundamentación del dolor, como respuesta constructiva al mismo nos dará la posibilidad de descubrir la profunda base teológica del sufrimiento a partir no del origen o de la fundamentación sino del sentido; Dios aparece desde la fe, como quien puede dar sentido al dolor, dimensionar significativa y esperanzadoramente una realidad que se manifiesta como compañera inevitable del existir humano o como fruto de la irresponsabilidad del hombre ante la vida y ante la creación.

15 Cf Fil1,20-21.

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3.2. El dolor en Job. Para comprender un poco más afondo el sentido del dolor y sufrimiento en el hombre he querido presentar desde la parte bíblica y en especial desde el AT el texto de Job, pues es bien sabido que se conoce también con el nombre del sufriente Job. En Job se observa como en ese contexto el dolor y sufrimiento es atribuido a algo malo, o algún pecado grave cometido por el hombre y sólo se manifiesta en la justicia divina, o más aún en la retribución terrestre. Job es el creyente que quiere resolver no tanto el problema del mal, cuanto su posición personal frente a Dios. En él se reconocen todos aquellos que se sienten golpeados por una mala suerte. Sus amigos representan la cultura religiosa del tiempo que todavía sobre vive en la mentalidad popular: Dios premia sólo a los buenos y castiga sólo a los malos. Por eso invitan a Job a que pida perdón a Dios. Aunque comparte la mentalidad de su tiempo, Job es consciente de que no ha ofendido gravemente al Señor. Por eso protesta con fuerza: ¿por qué los malvados prosperan mientras que él, sin haber cometido ninguna infidelidad, sufre terriblemente? (Job 21-7). Ahora bien esta realidad de protesta que experimenta, Job no está muy lejos de la nuestra, pues, puedo constatar como agente de pastoral en la salud que en muchas ocasiones he encontrado personas en hospitales y casas que por algún motivo están pasando por momentos dolorosos de la enfermedad y en medio de su dolor y sufrimiento llegan a la pregunta del ¿por qué a mí? Pregunta que casi siempre se formula cuando se vive o se pasa por un momento limite y crucial en la vida y que marca una pauta reflexiva al interior del ser. Cuando la enfermedad toca y afecta a la familia, el implicado por el dolor comienza a sentir la impotencia de no poder hacer nada, y es ahí cuando la preocupación, la amargura y la desesperación se apoderan de él llevándolo a una serie de formulaciones más profundas como el querer buscar y dar una respuesta a la situación por la cual esta viviendo. Respuesta que en ocasiones no puede encontrar, y es hay cuando empieza a reclamar a Dios, y a buscar culpables por su situación, es aquí entonces cuando la pregunta ¿por qué a mí? Se intensifica y va acompañada por muchas otras más, como: si he sido un buen padre y un buen esposo ¿por qué esta enfermedad? ¿Será que Dios me esta poniendo una prueba? o ¿me está castigando? Y si no porque no le pasa esto a las personas que hacen el mal, a las que roban o a la guerrilla que tanto mal hacen siempre, pero a mí que sólo me preocupo por trabajar y sacar adelante a mí familia y me pasa ¿esto? ¿Será que existe un Dios?.... Estas y muchas otras preguntas son el pan de los enfermos, cuando inician o se enteran de alguna enfermedad.

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Hasta aquí se ha presentado una realidad que se ajusta a lo vivido en el hombre y por tanto conlleva a experimentar sensaciones de retroceso donde a veces la familia, amigos y hasta la fe se ponen en tela de juicio. Es importante saber que cuando el dolor toca la vida de alguien se pasa por un proceso que poco a poco va ayudando a la recuperación y superación de este, pues como ya se mencionó al formular las diferentes preguntas permite y ayuda a hacer un alto en la vida y en el camino, pues facilita a que el enfermo haga una auto-evaluación personal, un “apoje” (poner todo en paréntesis, quedarse callado no decir nada), y de esta manera la revisión sea más clara, el poder de detenerse en la reflexión con lleva al enfermo a ver a la enfermedad desde otras perspectivas, con otros ojos, y así su enfermedad es más llevadera; más aceptada y sobre todo esa angustia existencial ya comienza a desaparecer, y sigue el proceso de aceptación en cuanto al dolor y sufrimiento, pues ya hay una maduración más sólida y cercana a Dios. Desde una perspectiva cristológica es como podemos leer teológicamente el dolor, el sufrimiento, la enfermedad (especialmente cuando estos son explícitamente producidos por el hombre mismo) como en contradicción con un Dios que salva; desde esta perspectiva descubrimos que la enfermedad y el dolor no pueden estar atados a Dios como fuente, porque un Dios liberador como el que nos muestra Jesús en sus acciones, riñe con un Dios que tortura, que hace sufrir; quienes torturamos y oprimimos somos nosotros los hombres desde nuestro egoísmo y desamor; y lo hacemos no solamente cuando producimos el dolor sino también cuando ante los que sufren permanecemos insensibles. Ahora bien, si Dios permite esta relación dinámica entre vida- sufrimiento-muerte-resurrección, es porque debe existir un sentido que va más allá de la condición de la fragilidad humana. En otras palabras diríamos: la necesidad, el mal sea físico, moral o espiritual, no son realidades puramente negativas- patológicas; tampoco situaciones extrañas a nuestro vivir; al contrario, hacen parte de nuestra realidad terrena. 3.3. Valor salvífico del dolor El dolor y el sufrimiento no sólo constituye una disminución de la persona, un impedimento a la actividad sino crea un doloroso sentimiento de marginación o, peor, de inutilidad. Contra “esta sensación deprimente”, Juan Pablo II proclama este evangelio esta buena noticia: “los que sufren” no son inútiles, al contrario “realizan un servicio insustituible” en la iglesia16. Por otra parte, el Papa, y aquí esta la afirmación central y más fuerte de su carta Apostólica, nos invita a compartir el alegre descubrimiento del apóstol Pablo sobre “el valor salvífico del sufrimiento” (SD. Nº 1), porque los débiles de todos los sufrimientos humanos pueden ser penetrados por la “fuerza de Dios, que se ha

16 Cf. SD. Nº 27.

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manifestado en la cruz de Cristo” (SD. Nº 23). Aclaremos: sólo Cristo es fuente de salvación pero este poder salvador El lo comunica “a todo amor que se expresa en el sufrimiento humano” (SD Nº 24). No es el sufrimiento en sí mismo el que salva: puesto que el sufrimiento en sí mismo es una “desgracia” (SD Nº 28). Es el amor, que se realiza a pesar del dolor y el sufrimiento o a causa del sufrimiento, y que participa de la gracia salvífica cuando, de alguna manera, está unido a Cristo, el que salva. Cuando el dolor y el sufrimiento son cortos, y por sí mismo provoca un bienestar más grande, no lo consideramos un problema. Pero no es difícil entender que nuestra existencia terrena es siempre corta en comparación con la eternidad y que ésta constituirá una respuesta más que suficiente para cualquier sufrimiento. 3.4. Vocación para el sufrimiento Así como en la vida el hombre debe tener vocación para las cosas como (el trabajo, el matrimonio, la medicina, la vida religiosa, etc.…), también podríamos decir que en el campo de la enfermedad, se necesita un poco de vocación, aunque es bueno aclarar que no se busca un “masoquismo” en el dolor y sufrimiento pues el sólo hecho de hablar de “vocación para el sufrimiento” nos puede poner los pelos de punta, no obstante, el Papa Juan Pablo II también nos puede desconcertar en cuanto al sufrimiento “Es una vocación. Cristo no explica abstractamente las, razones del sufrimiento, sino que ante todo dice: “sígueme”, “ven”, toma parte con tu sufrimiento es esta obra de salvación del mundo, que se realiza a través de mi sufrimiento” (SD Nº 26). No podemos hablar de una llamada de Dios a permanecer enfermos, en el dolor. En muchas ocasiones el sufrimiento es provocado por factores humanos, algunas veces culpables. De todas maneras tenemos que buscar liberarnos de las situaciones de sufrimiento, en particular de la enfermedad, para lograr la armonía de vida querida por Dios. El que sufre debe realizar su propia vocación bautismal en su situación de vida, por muy disminuida y dolorosa que sea. No se trata de buscar el sufrimiento que en sí mismo es negativo, sino de buscar la superación aun en el sufrimiento. Pero el Papa va más allá; habla de “un servicio insustituible” del que sufre en la iglesia (SD Nº 27). El que sufre realiza un testimonio “singular”, que sólo él, precisamente porque sufre, puede dar. No faltan testimonios de una existencia con valores más profundos y de una fe más madura en personas que sufren. La vocación en el sufrimiento, se vuelve más llevadera cuando encontramos una relación más profunda con Dios, cuando podemos abandonarnos en las manos de Dios, confiando en su proyecto de amor, a pesar de la dureza y de lo aparentemente absurdo del sufrimiento.

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Es ponerse en sintonía con el Jesús del Getsemaní; “Abba, Padre!; todo es posible para Ti; aparta de mí este cáliz; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú” (Mc 14,36). Ninguna situación es salvadora por sí misma, ni la salud ni la enfermedad, ni la alegría ni el dolor. Lo que salva es el amor de Cristo y nuestra participación, más o menos consciente, a su amor. Ahora bien decir que el amor de Cristo, realizado en la cruz, da sentido a todo sufrimiento, no significa que el sufrimiento salva por sí mismo o que la salvación depende de la intensidad del dolor. Cristo obra en lo íntimo de nosotros mismos “con el poder… de su Espíritu consolador” (SD Nº 26), comunicando la fuerza salvadora de la cruz, donde “en la debilidad manifestó su poder, y en la humillación toda su grandeza mesiánica” (SD Nº 22). Cristo es el salvador no porque proporciona una solución inmediata y provisional, aunque sí puede dar estas ayudas particulares; es el Salvador porque llega a ser la respuesta total al misterio de nuestra vida que incluye el sufrimiento. Por eso el apóstol Pablo exclamaba con una seguridad gozosa: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿Los peligros? ¿La espada?” (Rom 8,35). Todo esto se ha vuelto secundario para el apóstol porque ha encontrado en Cristo su salvación. 3.5. Jesús y los enfermos. Qué mejor para hablar de la pastoral y sobre todo de la atención al enfermo que la persona de Jesús pues, como buen agente de salud acompaña y enseña como servir y atender al que sufre y al abandonado. Jesús experimentó el sufrimiento y la persecución en su vida, pero esto no fue causa para impedirle un acercamiento profundo y sincero en el mundo del sufrimiento, donde se entrega sin medida ni reparos, “Pasó haciendo el bien” (Hch10, 38), este obrar era sobre todo ofrecido a aquellos que necesitaban de él ante todo a los enfermos y a los que esperaban ayuda (Mt 4, 23-24), consolaba a los afligidos (Mt 11,28), alimentaba a los hambrientos (Lc 9,10-17), liberaba a los hombres de la sordera (Mc 7,32-35), de la lepra (Lc 17,11-17), del demonio (Mc 1,21-28), y diversas disminuciones físicas (Jn 5,2-18). Su existencia estuvo totalmente orientado a aliviar el dolor ajeno a tal punto que a veces no le quedaba tiempo para descansar (Mc 6,31), ni siquiera para comer (Mc 3,20). Jesús sabía cómo acercarse a las personas, en especial a los enfermos y a los que sufren, su comprensión y aceptación a los demás lo hacen un hombre único pues, la persona es lo más importante por encima de las creencias y normas religiosas que son las que más los marginan y los rechazan. Su preocupación por devolver el respeto, la integridad y la dignidad a la persona hacen de El alguien diferente, con un tinte y un sello personal, “pasó haciendo en bien y curando a todos los oprimidos” (Hch 10,38), Jesús está atento al llamado, al gemido, al grito del afligido, del moribundo; escucha y atiende su dolor, su

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preocupación, su angustia, su desesperación ante el desprecio, Jesús busca un encuentro personal, cara a cara con los enfermos, ellos son el centro de todo, el punto de atención; son los protagonistas del encuentro con el liberador de los pecados, del sufrimiento espiritual y corporal es quien da nuevamente un nuevo rumbo y sentido a sus vidas. Los libera de su soledad, y les hace ver que no están solos ni olvidados por Dios, los redime de nuevo pero sobre todo les da alegría y esperanza a sus vidas los une y reconcilia con Dios17. 3.6. Los milagros, signos del Reino Son innumerables los milagros de Jesús, a lo largo de su ministerio salvífico que acentúan su preocupación por la salvación de las personas y su incorporación a la sociedad. Es por tanto que el único camino de salvación para aquellos hombres y mujeres sufrientes es Cristo que se llega al Padre. La salvación que ofrece Cristo es inmediata, sin prejuicios 18 . Al momento de sanar lo hace con prontitud y carácter “Hijo, tus pecados te son perdonados” (Mc 2,5); pero también recibe ofensas e insultos frente a su ministerio y es el caso de los escribas que se asombran y se apresuran a decir que es una blasfemia a lo que dice Jesús; pero Jesús no calla, sino que responde de inmediato “pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - Dice al paralítico – A ti te digo, levántate toma tu camilla y vete a tu casa” (Mc 2,10-11). Es importante comprender la magnitud de este milagro efectuado por Jesús en Cafarnaúm pues, nos ayuda entrarnos y entender mejor las características que implica estos milagros hechos por Jesús. Como primera medida se observa que Jesús no cura por curar, ni por mostrar su capacidad sanativa o un Don especifico dado por el Padre, sino cura para liberar de la culpa y la reconcilia con Dios, es una manifestación de la presencia de Dios en las vidas de los que sufren, pero además es una señal del Reino que esta manifestado en el Kerigma de la salvación dirigido a todos los que están en tinieblas19, a los pobres y a los que sufren el dolor y el abandono, a los más sencillos, humildes y pequeños de la tierra. Estos Milagros además de curar y aliviar expresan la vida y la misión de Jesús que anuncia a la vez el Reino de Dios con gestos y palabras: “Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”20, la salud ofrecida por Jesús manifiesta el amor del Padre en todos sus hijos un amor que se da sin medida y sin reparo alguno, amor que solo lo puede entender y experimentar aquel que vive la presencia de Dios en su vida, que siente el perdón de sus pecados.

17 TARRARAN, A. y CALDERON, I. Acompañando a los que sufren, p. 76-77. 18 Cf. Jn 12,47 19 Cf. Jn 14,46 20 Cf. Mt 4,23

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Es importante entender el contexto en que se vive una de las escenas de Jesús a la hora de manifestar los milagros y su misión salvífica y por tanto lo expresado en la preocupación de Juan el Bautista, al encontrarse en la cárcel envía a preguntar a Jesús si “¿eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro? Jesús les respondió: Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncian a los pobres la Buena Nueva; y dichoso aquel que no halle escándalo en mi” (Mt 11, 2- 6 = Lc 7,18-23); esto Jesús ya lo había reconfirmado cuando en la sinagoga afirma el cumplimiento del texto leído por él21 , una confirmación en donde los milagros de Jesús anuncian mediante signos eficaces que el Reino de Dios está aquí, donde los pobres van a dejar de ser pobres, esta noticia de la Buena Nueva proclamada por Jesús para los pobres es que Dios quiere cambiar su situación y ya ha comenzado a hacerlo por Jesús, es por eso que los pobres, los oprimidos, los necesitados, los que ven y se sienten en peligro corren, lo siguen y lo buscan porque El tiene palabras de vida eterna. (Jn 6,54-63). Jesús expresa en sus milagros la función de ser signos de su mesianidad, mesianidad que ya se venía manifestando, en los hechos que él realizaba por las curaciones, siendo estas signos de la presencia del Padre en él, dejando ante mano una huella que autentica la predicación y la misión de Jesús, poniendo de manifiesto sus obras acompañadas con autoridad de poderío, para así mostrar a aquellos que no creen en sus palabras que él tiene el poder y la gracia para hacerlo y así ellos crean en él, y cambien por lo que hace. De antemano debemos entender y aclarar que no debemos ni podemos caer en un pensamiento mágico en cuanto a los milagros, pues estaríamos confundiendo y desviando la intensión precisa de la revelación y la manifestación salvífica que tiene en sí los milagros, y podríamos sólo ver a un Jesús taumaturgo, o quizás compararlo con un “chaman” con poderes especiales y extraordinarios. No Hay que olvidar que los milagros de Jesús en la Biblia se presentan como una Teofanía- manifestación, más evidente de aquella voluntad salvífica que siempre existe, que es continua; que se trabaja para lograr alcanzarla y conseguirla y acércanos cada vez más despertando nuestras posibilidades de recuperación. 3.7. Salud lugar de salvación La salud ha sido desde antiguo, y es desde siempre un problema en la vida de las personas en su desarrollo integral y laboral, pero también la salud ha sido motivo de cambio en el comportamiento del hombre, y es por la experiencia de la falta del “bien estar”; “estar-bien” o “bien-ser” que el hombre empieza a plantearse una serie de preguntas generalmente son: “¿por qué a mí? ¿Será que Dios me está castigando? ¿Esto será alguna prueba? ¿Yo que he hecho para merecer esto? etc.; pero a la vez estas preguntas van acompañadas con unas posibles respuestas que ellos mismos intentan dar será porque no me cuidé cuando joven; no, esto no es una prueba; es algo que me tenía que pasar, etc.” Esto es prueba

21 Cf. Lc 4,21

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de que el hombre, puede aprender a vivir en su dolor, pero sobre todo, es capas de encontrar a raíz del sufrimiento una novedad y luz para su vida, para su existir. Y es en estos momentos donde la salud se convierte como un lugar de salvación en cuanto que el hombre en su experiencia de vida, de sufrimiento y dolor siente la cercanía y la presencia de Dios en el proceso de curación y liberación, pues, es a través de la curación y no sólo la física, sino que a través de la curación corporal está ofreciendo al hombre una sanación interior, pues la libera de la culpa y la reconcilia con Dios22. La sanación implica un profundo encuentro del hombre con Dios por ser una experiencia privilegiada de salvación, lugar de encuentro del hombre que busca desde sus raíces la salud de todo su ser y ese Dios que viene hacia él como origen y fundamento de vida. Es evidente que frente a una situación de enfermedad supone una ruptura con la vida, pues al experimentar la fragilidad y caducidad de su naturaleza humana lleva al hombre a inquietarse y preocuparse por su existencia, su significado de sufrimiento y del dolor e inclusive por la muerte y el destino ultimo de su propia vida. Por lo tanto “desde una perspectiva cristiana o mesiánica, hemos de vivir la salud como experiencia de salvación en medio de nuestra condición humana actual. Nuestra salud, frágil sin duda, siempre amenazada, llamada a ser cuidada constantemente de manera responsable y solidaria, necesitada siempre de una salvación definitiva es, sin embargo, desde ahora una experiencia salvífica privilegiada, lugar de revelación de Dios, gracia y regalo del Dios de la vida”23. Es por eso que la sanación se presenta al hombre como una experiencia salvífica, de vida y encuentro personalizado con Dios. Una salvación que es salud plena desde ya manifiesta en las personas acogidas y liberadas por él de la enfermedad y el pecado. Es una acción sanadora integral que releva y encarna en el Dios amigo del la vida que ya desde antiguo se había manifestado como el sanador de Israel: “Si de veras escuchas la voz de Yahvé, tu Dios, y haces lo que es recto a sus ojos, no traeré sobre ti ninguna de las plagas que viene sobre los egipcios; porque yo soy Yahvé, el que te sana”24. 3.7.1. Dios Jesús como ejemplo de modelo de sanación. No cabe ninguna duda que el más grande maestro y pedagogo en cuanto al campo del dolor y sufrimiento asido y será Jesús pues él ha sabido comprender lo que significa el humillarse, el abajarse la “kenosis” frente al otro, el estar al igual, el sentiré y ponerse en los zapatos del otro, el entender la dimensión de la preocupación humana.

22 Cf. Mc. 2,5 23 PAGOLA, J. Modelo Cristológico de salud, P. 29. 24 Cf. Ex 15,26

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Jesús irradia salud amando, liberando, a las personas de aquello que los oprime, poniendo paz y armonía en sus vidas, fomentando una convivencia más humana y fraterna. Jesús con su forma de vida y entrega a los demás nos invita y ayuda a vivir (sanamente) con su ejemplo, la manera como acercarnos a las realidades de la existencia humana e incluso nos da ese legado del “Amor” para que también nosotros lo sepamos dar al que lo necesitan, en su experiencia dolorosa de sufrimiento y enfermedad. Pero en cuanto a ser modelo de salud, Jesús avanza a pasos inmensos en un proceso que afianza la integridad de la persona, poniendo al enfermo en contacto con la parte de su ser que esta todavía sana y estimula ese deseo de vida que esconde en todo hombre: “¿Quieres ser Curado?” (Jn 5,6),25 Jesús sana a la hemorroisa y perdona a la pecadora con las mismas palabras: “Tu fe te ha salvado. Vete en paz”26. -La sanación que ofrece Jesús, es más sanación total, una sanación liberadora en cuanto que devuelve la tranquilidad y lo que oprime a la persona “Mujer, quedas libre de tu enfermedad27. -Además de la sanación Jesús comprende la magnitud de la enfermedad, y pone de manifiesto la importancia de la responsabilidad de la salud de la persona sin condenar el acto de culpabilidad. 28 Pero esto no quiere decir que Jesús acolita la responsabilidad que cada persona tiene frente a su propia salud29. Jesús esta siempre animando a salir adelante a aquellos que él ha curado y los invita a sentirse parte de la reintegración en la sociedad que los ha apartado. -Es claro que Jesús no sólo esta interesado o preocupado por la recuperación y la salud individual, sino también por la salud social y la dimensión total del ser. Jesús promueve una salud social cuando condena una vida religiosa y moral reducida al legalismo y culto vació, y olvidada de la justicia y el amor30. -Cuando Jesús cruzaba por alguna religión (Judea, Cafarnaun, Galilea…etc.) Siempre irradiaba un poder sanador que desplegaba de él y es por esa razón que lo buscaban, aunque fuera para poder tocar el borde de su vestido, “Salía de él

25 TARRARÁN, A. y CALDERÓN, I. Acompañando a los que sufre II, P. 98-100 26 Cf. Lc. 7,0; 8,48) 27 Ibíd. 13,12 28 Cf. Jn. 9,3 29 Ibíd. 5,14 30 Lc 11,40-42; Mt 23,23-24

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una fuerza que sanaba a todos”31. El pasaba haciendo el bien y sanando a todos porque vive “unido por Dios con la fuerza del espíritu Santo”32. -No sobra de más recordar que el motor o lo que anima siempre a Jesús a hacer aquellas obras sanadoras y reconciliadoras es el infinito amor que tiene y siente por todos, un amor que lo hace frágil y lo conmueve incluso hasta lo más profundo de sus entrañas33. El amor sanador de Jesús es fundamentado en la comprensión, el cariño la cercanía, la entrega afectuosa y sobre todo la estimulación y el respeto por todos, es el poder mostrarle lo importante que son ellos para él , por eso cuando hace todos esos signos, milagrosos y curaciones sólo está mostrando que son dignos de ser amados. 3.7.2. Características sanadoras. Jesús en el transcurso de su ministerio salvífico mantuvo un carácter disponible frente a las necesidades, pero que más lo marco fue la capacidad de servicio para quien lo necesitaba y lo pidiese34. “Frente a los enfermos Jesús mantuvo una actitud netamente positiva de afirmación de la vida y deseo de salud para ellos, que es descrita explícitamente por los evangelios: “Quiero queda limpio” (Mc 1,41). Es tan fuerte esta voluntad de salvar una vida en vez de destruirla que Jesús se atreve a violar la ley del sábado (Mc 3, 1-6) y las normas vigentes de trato a los impuros (Mc 1, 41)…Jesús sana contagiando su fe “No temas, solamente ten fe” (Mc 5,36)… Por otra parte, Jesús ayuda a los enfermos a poner en marcha su propio potencial sanador. Son ellos los que han de decidir si quieren cambiar de vida y curarse. “¿Tú quieres curarte?” (Jn 5, 6). Perdonando sus pecados y curando sus heridas pasadas, Jesús les invita a volver sobre el camino. No peques más” (Jn 5, 14). Ellos tienen que recorrer ahora su propio camino de autodonación. Jesús no crea dependencia. Su tarea consiste en poner al enfermo a caminar bajo su propia responsabilidad en dirección a la salud total: “vete en paz” (Lc 8,48)35. 3.7.3. Características de la salud ofrecida por Jesús. Cuando Jesús se acerca a los que sufren para brindar y donar la alegría y la paz por medio de la salud, tiene unos rasgos muy característicos que lo hacen más cercano a ellos y por eso los que lo buscan a él reciben una salud total una salud

31 Cf. Lc 6,19; Mc 5,30 32 Cf. Hch 10,38; Lc 1,35; 4,14 33 Mc 1,41; Mt 20,34; Lc 7,13 34 Cf. Mc 5,22-24, Mt 9,18-19; Lc 8,41-42 35 PAGOLA, J. Modelo Cristológico de salud. P. 28.

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integradora36, reconciliadora37, una salud no idolatra, si no transformadora, que alcanzaba hasta la dimensión familiar y social. Es claro que además de la salud ofrecida por Jesús, nos obligamos a trabajar y preocupar por nuestra propia vida y salud, pues de acuerdo como nos tratemos así será los resultados en nuestra salud, por eso hay que procurar por el bienestar físico- mental e integral de nuestro ser para llevar un estilo de vida sano. Jesús a la vez nos sigue educando y por eso nos propone un estilo de vida, sano con las siguientes características: allí se encuentra el amor a Dios; dicho amor es fuente de vida, donde la persona hace propia la alegría vivida por Jesús; con ella, se llega a la autentica felicidad38. Es fácil comprender el punto de partida con el cual Jesús ofrece la salud integral, basada en la reconciliación consigo mismo y con su entorno, salud que sólo se puede lograr desde el gran mandamiento el Amor 39 , pero no es un amor cualquiera, si no un amor oblativo sincero y transparente, que incluso se es capaz de dar la vida por el amigo. 4. LA IGLESIA CONTINÚA LA MISIÓN SANADORA DE JESÚS Al adentrarnos en el contexto eclesiástico y ver el papel fundamental que este representa en el campo de la pastoral, es pertinente mirar un poco el proceso o el recorrido histórico que tuvo que pasar la Iglesia para continuar la misión de Cristo sin desfallecer en el primer intento. Por tal motivo es oportuno hacer un proceso en donde nos adentre al contexto histórico y mirar los cambios que a través de los siglos fueron teniendo y que repercuten a la hora de la formación pastoral actual. En cuanto al proceso histórico, se desarrollará en seis épocas teniendo en cuenta; la concepción de la iglesia, las acciones posteriores y los agentes del ministerio. Es importante este desarrollo histórico para ver que la iglesia ha sufrido fuertes cambios culturales, sociales e ideales que permiten vislumbrar el caminar hacia una pastoral integral. 4.1. Acción pastoral de la iglesia en el imperio Romano (S. II – III)40. a) Concepción de la iglesia

36 Ibíd., P. 25. 37 Ibíd., P. 25-26. 38 Ibíd., P.29. 39 Cf., Jn 15,12-13. 40 Cf., FLORISTAN, C. Teología práctica. Salamanca, 1993. P 81 – 105.

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En está época la concepción de la iglesia es vista desde la luz del NT donde la iglesia se edifica en el mundo mediante el espíritu de Dios, y el ejercicio de los diferentes servicios y carismas de la comunidad de los fieles. Aportando como comunidad cristiana a la visibilización en las iglesias locales o particulares, es también iglesia universal heredera del pueblo de dios en el AT. En la iglesia de los tres primeros siglos no hay una concepción individualista sino comunitaria de la realización de la vida cristiana. En cuanto al desarrollo pastoral hay una implicación en los tres primeros siglos la concepción de la Ecclesia Mater como mediadora de salvación, fundamental en el desarrollo práctico de la vida cristiana. Pues bajo de la imagen de una virgen, la iglesia aparece como guardiana y protectora de la Fe, siendo Cristo fuente de sus posibilidades y deberes. Ahora bien la iglesia convertida en madre fecunda, ejerce su acción pastoral como mediadora de verdad y de vida. De este modo se conciben las acciones pastorales de la proclamación de la fe, la celebración sacramental y la solicitud por el rebaño, con la garantía de la paternidad divina, la maternidad eclesial y la cooperación de todo el pueblo creyente. Por otra parte, desde finales del S. II los cristianos ya asimilan con más conciencia la participación activa de la iglesia y su carácter universal por extenderse inclusive hasta los extremos del orbe.

b) Acciones Pastorales

El trabajo ya empieza a consolidarse cada vez más, por eso en la acción pastoral una de las primeras tareas o actividades de la comunidad es el anuncio que culmina, después de la fe y la conversión en el bautismo y la Eucaristía. Esta práctica pastoral es posible mediante el ejercicio de la predicación y el culto sacramental, junto a las actividades complementarias de la catequesis y reflexión teológica consolidando así el dinamismo de la comunidad cristiana. Dinamismo que lleva a la creación de escuelas de catequistas por parte de los cristianos, esta iniciativa se da por la necesidad de formación. La primera escuela fue la de Alejandría a finales del S. II. Lo característico del S. III en la pastoral es catecumenado, dividido en dos estadios: uno, largo, de instrucción y ejercicio de vida cristiana; otro segundo de preparación inmediata al bautismo. Otro aspecto importante es la reconciliación, concedida penitencialmente de modo paralelo al catecumenado41. c) Agentes del ministerio Por la conciencia adquirida más profunda de los cristianos, se empieza a diferenciar el compromiso de los creyentes, distinguiéndose de los cristianos por la fe que los incorpora a Cristo a través del gesto bautismal y la participación en la mesa fraternal y eucarística.

41 FLORISTAN, Casiano. Teología práctica. Ediciones, Sígueme Salamanca, p. 84. 1993.

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Los responsables son ministros del conjunto Cristo-eclesial, cuya función es una diaconia que engloba todos los servicios. La participación del laico es más activa, pues, durante esta época el laicado se corresponsabiliza intensamente en la vida eclesial, ya que las celebraciones son participadas por todo el pueblo de los bautizados. El laico terminará por ser el “illiteratus” o “idiota”, secular o plebeyo que pertenece al pueblo, ya se entienda en oposición al clero o en cercanía del mismo. 4.2. Época Patrística: acción pastoral de la iglesia en el imperio cristiano (S. IV-VII). a) Concepción de la iglesia A partir del S. IV la iglesia adquiere una nueva fisonomía pastoral al dejar de ser el cristianismo una religión prohibida y convertirse en religión oficial o del estado. Hacia el año 300 el cristianismo está establecido por todo el imperio Romano incluso en sus provincias más alejadas, como es el caso de Inglaterra y España. Al no existir la persecución y por el paso a la paz, hay una disminución del martirio pero a la vez del testimonio, al mismo tiempo hay un adormecimiento en la pastoral de misión y el catecumenado; a la vez hay una nueva construcción de templos y cobra primacía el culto; crece la libertad de los cristianos y aparecen nuevos conflictos con las autoridades retrocede la participación del pueblo y cobra predominio el cuerpo sacerdotal. El Estado interviene en la vida de la iglesia y la iglesia se convierte en soporte ideológico del Estado. En la organización pastoral de la iglesia influye la administración civil del imperio. Así surgen las diócesis y las provincias eclesiásticas. Las parroquias nacen por necesidades rurales. b) Acciones pastorales. Hay que mencionar el cambio que se vive entre los siglos IV y V en cuanto a la conversión de gran número de paganos al cristianismo. Por este motivo el acento de los escritos patrísticos recae sobre la fe. Mientras dura la época patrística, el cristianismo tiene un sello misionero por el cuidado que tiene los obispos en la proclamación de la fe y el mandamiento del catecumenado. En este tiempo falta el espíritu misionero hay una intromisión de los poderes públicos en los asuntos eclesiales, se reduce a unos días el periodo catecumenal y decae el contenido kerigmático de la predicación. c) Agentes del ministerio. En esta época los Padres son al mismo tiempo, responsables de la comunidad y comentadores de la Escritura, tienen la preocupación de edificar el pueblo de Dios con un concepto de iglesia que pretende mantener un admirable equilibrio entre jerarquía y los fieles.

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A pesar de la preocupación el ministerio profético va decayendo poco a poco, eso sin mencionar que la liturgia queda estancada desde el siglo VII en el latín una lengua que el pueblo ya no entiende; las insignias y gestos imperiales son apropiadas por los obispos y el papa y las relaciones entre el clero y adquieren un sello jurídico. 4.3. Época medieval: la acción pastoral de la Iglesia en la cristiandad (S. VIII – XV). a) Concepción de la Iglesia. Ya se va presentando varias irregularidades en la iglesia por la influencia del Estado sobretodo pastoralmente. La situación del pueblo en el S. IX era deplorable: no se entiende ya el latín, se desvía el sentido del culto, se individualiza la penitencia, todos los bautismos son de infantes y la misa se hace privada. Limitada la iglesia el mundo occidental después de la ruptura entre Oriente y Roma (1054) el concepto de cristiandad tiene una matriz claramente estatal o imperial. Se consideran enemigos de la fe hacia fuera los musulmanes y hacia adentro los herejes; de ahí la importancia que cobran las cruzadas y la inquisición. La preocupación de la iglesia en este tiempo se centra básicamente en dos cuestiones: la organización sistemática de todo el material legislativo cristiano y la recepción del derecho romano en el derecho canónico. La iglesia es sociedad cristiana sometida a la autoridad del papa. Sólo el romano pontífice es considerado fuente de toda determinación de la vida del pueblo cristiano. b) Acciones pastorales. Pastoralmente hay que destacar la profunda inserción de la iglesia en la comunidad humana de este tiempo. La predicación en este tiempo opera un cierto cambio, ya que nos encontramos en una época de fe espontánea. No se insiste en la importancia de la palabra, del kerigma o de la fe. Decaen la predicación homilética y la práctica catequética, esto se da en gran parte por la mala preparación exegética y teológica del clero, el cual es elegido por los príncipes. Por otro lado la catequesis de adultos desaparece con el catecumenado. Los ritos litúrgicos y la lengua latina, no favorecen la iniciación cristiana. Solamente los padres, padrinos y familia transmiten domésticamente la fe, con la convicción elemental de que se trata simplemente de introducir a la juventud en una vida religiosa existente. Lo decisivo fue que al perder significación cristiana la predicación y la celebración litúrgica, también se desvió la solicitud pastoral. La diócesis y la parroquia, más que campos de misión, se convierten en centros administradores de beneficios. Falta responsabilidad pastoral de los sacerdotes.

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Por otra parte la inquisición nace hacia los años 1220 – 1230, con la idea de llevar a cabo una investigación (inquisitio) de los herejes para aplicarles el “castigo requerido”.Las calamidades sufridas por la cristiandad en los siglos XIV y XV en formas de epidemias, hambres y guerras, contribuyen a situar la muerte como centro obsesivo de la vida. Se difunden las “artes de bien morir” y se extienden las danzas macabras. c) Agentes del ministerio. Se sigue trabajando y luchando sin desfallecer contra las dificultades que se presentan con los distintos cambios. La eclesiología de la potestas contribuye con otros factores a oscurecer la conciencia eclesial de los laicos como ciudadanos del mundo y miembros del pueblo de Dios, ya que se produce una clericalización de la iglesia y una sacralización de la sociedad. Otra consecuencia de la eclesiología medieval es el creciente proceso de centralización pontificia. Con la reforma gregoriana se incrementa la actividad normativa del romano pontífice y se limitan las responsabilidades episcopales. La intensión de dicha reforma es liberar a las iglesias locales y a toda la iglesia de las intromisiones perniciosas de los príncipes y señores feudales pero como contrapartida los obispos, con su comunidad local, pierden consistencia eclesial y misión original en su propio pueblo. La disociación entre los obispos y el papa es otro síntoma de disgregación del espíritu de comunión eclesial. Un hecho pastoral de singular relieve es la querella lamentable entre mendicantes y sacerdotes seculares que acontece en los siglos XIII y XIV. Los intentos de independencia del estado respecto de la tutela religiosa y la pretensión de entender la iglesia como comunidad de creyentes sin equiparar a institución clerical, dio lugar al nacimiento de lo que se ha llamado “el espíritu laico”. 4.4. Época moderna: acción pastoral de la iglesia en la reforma y contrarreforma (S. XVI – XVII). a) Concepción de la iglesia. Como ya se pudo ver, la iglesia venia pasando no un buen momento pues ya antes de que Lutero llevase a cabo en el S. XVI la reforma protestante puede decirse que se había roto la unidad religiosa medieval. El nuevo humanismo exalta al hombre y el protestantismo de Lutero pone en crisis la necesidad y función del aparato institucional de la iglesia. La eclesiología de la institución es sustituida por la eclesiología más espiritualista y personalista de la “sola fe”, de la “sola palabra de Dios” y del “sólo sacerdocio universal de los fieles”.

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Frente a la ruptura de la iglesia provocada por la reforma protestante en unos momentos de inseguridad teológica, débil religiosidad y descontento del pueblo respecto del clero, el concilio de Trento (1545 – 1563) intenta ser punto de partida de la reforma. No es posible restaurar la división creada, pero se intenta una revisión profunda dogmática y pastoral de la iglesia. Trento específica las líneas maestras de una eclesiología de la iglesia institución de salvación al afirmar la transmisión eclesial de la palabra revelada, la estructura sacramental de la justificación, la institución divina de los siete sacramentos y la constitución jerárquica de la iglesia precisamente en función del “ministerium verbi et sacramentorum”. En esta perspectiva, no sólo es problemática la ontología de la iglesia sino que ni siquiera aparece como misterio. b) Acciones pastorales. Frente a esta situación la iglesia da respuesta de preocupación de la reforma. Frente al peligro protestante, los padres conciliares aconsejan prudencia en la lectura de la Biblia y atención a la buena orientación de las devociones populares. No olvidemos que la herejía y superstición preocupaban entonces hondamente. También inquietaba la ignorancia religiosa, por lo que el concilio insiste en la iniciación cristiana, traza las bases de un gran catecismo y destaca la importancia de la institución familiar. Ahora bien, frente a la espiritualidad de los reformadores, la pastoral católica gira en torno a la presencia real del santísimo sacramento; la devoción a la virgen, la misa como sacrificio y el sacerdocio jerárquico. c) Agentes del ministerio. Trento intenta una reforma del ministerio episcopal. Trento en Oriente con la crisis arriana, como en Occidente con la crisis protestante, el origen de las tentaciones se debe a la falta de un episcopado adecuado. Muchas diócesis carecen en el S. XVI de prelados auténticos por la intromisión interesada y bastarda de titulares laicos. Trento se preocupa de restaurar la misión espiritual del obispo. Trento se preocupa de la reforma sacerdotal. Los padres tridentinos reconocen que la disciplina eclesiástica se encuentra gravemente desviada y que las costumbres del clero y del pueblo se han corrompido. Al destacar Trento el munus principalissimum de los obispos y sacerdotes, que es la predicación, se comienza a tener catequesis con niños los domingos y días festivos. La catequesis de adultos que se tiene normalmente es el domingo por la tarde. No olvidemos que el catecismo de Lutero se publica en 1529. De ahí que surgiesen por todas partes catecismos, de acuerdo con el de San Pío V de 1566. Estos primeros catecismos, de acuerdo con Trento exponen la fe como comienzo de salvación, siendo su estructura tradicional: símbolo, sacramento, decálogo y padrenuestro.

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4.5. Época de la Ilustración y del Liberalismo: la acción pastoral de la iglesia postridentina y vaticano (S. XVIII y XIX). a) Concepción de la iglesia. Ya con Trento se reformula varios aspectos que permiten un nuevo rumbo a la iglesia y a la fe. La eclesiología postridentina se mueve, en primer lugar, en un clima de confrontación polémica con el protestantismo. Es una eclesiología de diferenciación más de integración en la que la atención se encuentra en lo que separa y no en lo que une. A esta eclesiología responde una pastoral de la diferenciación, centrada en defender y preservar a los católicos de las herejías y contactos protestantes. En segundo lugar, se entiende la iglesia hacia adentro. Sus ejes son la fundación de la iglesia por Jesús, su constitución jerárquica y sus funciones salvadoras. No se desarrollan la dimensión hacia fuera en relación al Mundo. La eclesiología postridentina descuida situar a la iglesia en la perspectiva de la historia de salvación. Por esta razón desconoce el pueblo la Biblia y no comprende la liturgia. b) Acciones pastorales La reforma pastoral preconizada por el concilio de Trento no se realiza del mismo modo en todas partes. Al mismo tiempo que decae la ciencia teológica en la época del Barroco y de la Ilustración, se desvía la cura de almas basada en una pedagogía moral, en una obediencia ciega a la jerarquía, en un sacramento unilateral, en una enseñaza vaciada de contenido y en una piedad individualista. Los métodos pastorales son todavía de la época de la fe espontánea, sin tener en venta los cambios, operados en la sociedad. La catequesis entra en el s. XVII en una nueva fase, pero el interés se centra en la pedagogía, no en el contenido. Por parte del Estado se implanta la asistencia obligatoria a la catequesis, considerada como clase de religión más que iniciación mistagógica. En este tiempo de ilustración y racionalismo, el peligro intelectualista es evidente, tanto en el catecismo como en la teología. En al s. XIX al debilitarse la influencia de la iglesia en la sociedad secular se buscan nuevos métodos pastorales mediante cofradías y asociaciones que se preocupan sólo de la vida espiritual. Aunque surge un cierto catolicismo social, no siempre es compartido por los responsables de la iglesia. c) Agentes del misterio. Se presenta una estructura preferentemente jerárquica y clerical de la iglesia. La afirmación del principio jerárquico da a la acción pastoral cohesión, ortodoxia y disciplina, pero, como contrapartida, se clericaliza la misión de la iglesia y se fomenta indirectamente la pasividad de los laicos. La formación pastoral de los

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sacerdotes es diferente por que también lo es su preparación teológica, basada en los manuales apologéticos. 4.6. Primera mitad del s. XX: La acción pastoral de la iglesia, previa al vaticano II a) Renovación en los comienzos del siglo XX Se presenta un gran avance con la renovación pues, entre 1880 y 1900 empiezan, por una parte las renovaciones: bíblica, litúrgica y patrística, y por otra, la renovación tomista y del pensamiento social. De hecho es san Pío X (1903 -1914), con una gran preocupación pastoral, el papa que a comienzos de nuestro siglo sienta oficialmente las bases de la renovación eclesial con su expresión “revertimini ad fontes”. Ahora bien, los teólogos más notables de nuestro siglo tienen sensibilidad pastoral al regresar a un contacto más íntimo con la palabra de Dios y una adopción más plena del pensamiento cristiano con las exigencias del mundo moderno social. En el S. XIX hubo tres teólogos cuya influencia fue manifiesta: J. A Möhler (+ 1838), M. J Scheeben (+ 1888) y J. H Newman (+ 1890), quienes en medio de la inseguridad teológica y pastoral del siglo pasado, nos dejaron unas directrices penetrantes de renovación. A comienzos del siglo hay grandes teólogos especulativos, pero la función de una gran parte del profesorado de teología se reduce a repetir el mismo modo los problemas teológicos, alejados de la pastoral. b) Cambios entre las dos guerras mundiales. Aquí es importante resaltar la nueva toma de conciencia comunitaria vuelta nuevamente a la palabra de Dios. Pastoralmente hay una nueva situación de la iglesia debido al hecho masivo de la descristianización o de la no cristianización. Las masas obreras, en virtud de la industrialización, urbanismo y emigración, nacen fuera de la iglesia. La comunidad cristiana fundamentalmente parroquial, en lugar de ser un resto activo misionero se ve reducida a un ghetto cultual. No obstante, crece la conciencia de que la iglesia es universal. c) Los movimientos contemporáneos de renovación. Todos estos movimientos de renovación, desarrollados desde finales de siglo pasado hasta el vaticano II, influyen notablemente en el sentido pastoral que Juan XXIII dio al concilio. Unos movimientos de renovación se caracterizan primordialmente por la vuelta a las fuentes, como el bíblico, que se centra en la palabra de Dios; el litúrgico, que fomenta la participación del pueblo en el culto; el eclesiológico, que ayuda a descubrir la naturaleza y misión de la iglesia, y el ecuménico, que intenta restaurar la unidad de todos los cristianos.

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Después de haber pasado por este proceso histórico que sufrió estructuralmente la iglesia y que permitió un nuevo despertar en la conciencia tanto eclesial, como del laicado, la iglesia toma un nuevo rumbo en cuanto al aspecto pastoral, que había descuidado y alejado pero el volver a las fuentes le permite retomar de nuevo el camino de servicio a ejemplo de Jesús. No hay que olvidar que ya las primeras comunidades cristianas iniciaron la misión y sintieron como vocación y tarea especial, la atención a todos los que sufrían, para así corresponder a la enseñanza de Jesús. El clima y el estilo de las primeras comunidades están llenos de fraternidad y de atención mutua. Todo miembro de la comunidad se da todo para todos42 y pone al servicio de los demás los dones que ha recibido de Dios43. Ahora bien, los cristianos primitivos se limitaban a anunciar que Jesús había resucitado de entre los muertos; pero lo hacían desde su encuentro personal con Jesucristo resucitado, desde su experiencia de él que les comunicaba su Espíritu y los llenaba de paz y gozo. Y no podían vivir sin transmitirlo a los demás. Más sin embargo no olvidemos que es el mismo Señor quien confía a los apóstoles una misión: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación”44. Este envío reafirma el aspecto misional del cristiano. La iglesia también tiene su misión específica, la preocupación de la evangelización con la predicación del reino de Dios, que encierra o lleva a la salvación del mundo, donde esta debe encarnarse en una actitud de servicio, para todos, en especial para todo enfermo. En cuanto a la misión específica de la iglesia la Comisión Teológica Internacional dice que consiste en: “Anunciar el kerigma de la salvación para todos los hombres realizada por Cristo crucificado y resucitado. Dicha salvación encuentra su primer origen en el Padre, que ha enviado al propio Hijo como redentor, y es comunicada a las personas humanas concretas como participación en la vida divina mediante la infusión del Espíritu Santo”. Es importante reconocer que la promoción de la salud es parte de la tarea evangelizadora. Esto implica que en la misión de la iglesia la salud debe ser también horizonte e inspiración de su acción evangelizadora. Dialogar con la cultura de la salud y desarrollar un servicio a la salud son dos aspectos fundamentales en la lucha y en la colaboración de una salud para todos. Una colaboración que ayude a buscar y disfrutar gozosamente la salud, a vivir “sanamente” la enfermedad y asumir serenamente lo incurable. 4.7. La parroquia y la pastoral de la salud.

42 Ga 5,13 431Pe 3,10 44 Mc 16,15

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La importancia, el valor y la preeminencia de la pastoral de los enfermos en la parroquia emergen de una preocupación sobre el lugar particular que los enfermos y los ancianos ocupan en la comunidad y sobre el papel precioso que pueden desarrollar allí, partiendo de la consideración de la realidad de la pastoral de los enfermos en las parroquias. Claro que no es fácil encauzar y realizar en la parroquia una pastoral de los enfermos realmente comunitaria, eficazmente evangelizadora y concretamente adecuada a las necesidades de todos los miembros de la comunidad. Para poder lograr este propósito es importante contar con algunos elementos que son requeridos, como: � Tener ideas claras respecto del ámbito de la misma. � Favorecer la dimensión comunitaria. � Procurar incorporar a los enfermos y ancianos en ella; � No olvidar a sus propios ancianos y enfermos fuera de la parroquia.

Ahora bien en cuanto a la parroquia y su acción pastoral encaminada al enfermo, se puede presentar varias realidades que son las que dan motivo de plantearse urgentemente una pastoral de los enfermos, pues en ocasiones, en las parroquias se descuida el problema de los enfermos y de los ancianos y en ocasiones prácticamente no existe una pastoral de la salud. 4.7.1. La Situación.

Ya es sabido que desde el AT, los enfermos en general eran rechazados o dejados aparte, tanto del templo y del culto, porque se los consideraba pecadores y castigados por Dios. En cuanto al NT, como ya se ha presentado anteriormente, los enfermos fueron objeto de atención y predilección por parte de Cristo, como también de las primeras comunidades cristianas. Como comunidad cristiana, hay que estar atentos al servicio de los enfermos y ancianos, es también un deber, pues en ocasiones se considera que el servicio y atención a los enfermos y ancianos es propio y exclusivo del párroco o de los sacerdotes que tienen ese carisma especial y que están dotados de un celo pastoral especial. En ocasiones el servicio pastoral sólo se reduce a la administración de los últimos sacramentos. Por lo general, la familia de principios religiosos avisa a la parroquia sobre el estado grave del familiar, y el sacerdote acude a darle los sacramentos. En muchos casos el párroco se entera de la muerte de un feligrés, enfermo desde hace tiempos, sólo cuando los familiares van a la parroquia para las exequias y misas de novenario o de aniversario. A veces en las parroquias sucede como en la parábola tan conocida del buen samaritano: “un sacerdote y un levita pasaron de largo” (Lc 10,31-32). Tenían prisa por las celebraciones de culto y otros compromisos, no tenían tiempo para atender las necesidades de aquel hombre. Muchas veces ese es un factor que

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hace parte en las parroquias, y es el andar a las carreras por los compromisos, el cual afecta, para la atención responsable y amorosa al enfermo. Las parroquias se han interesado por la conformación de pastorales, pero en estos años se ha dado más importancia a la pastoral litúrgica, a la catequesis de los niños, a la pastoral de la familia, pastoral de los jóvenes etc. Pero no se le ha dado la misma importancia a la pastoral de los enfermos. Los motivos o razones no lo sabemos, tal vez pueda implicar las circunstancias ya mencionadas anteriormente. 4.7.2. El campo de la pastoral parroquial. Para toda la comunidad cristiana el ejemplo de Jesús debe ser modelo en lo referente a los enfermos y afligidos, a los que El reservó los gestos más humanos de su bondad, los milagros más grandes de su poder y la garantía de un lugar especial en el reino: “Bienaventurados los que sufren porque serán consolados” (Mt 5,4). No hay que alejarnos de las enseñanzas y el camino que nos dejo Jesús, pues si los enfermos y los afligidos fueron los predilectos por Jesús, los preferidos en su misión de Mesías, así deben serlo para una comunidad parroquial que quiere ser fiel a Cristo. Un motivo teologal profundo que estimula y valora esta preferencia: Jesús quiso identificarse particularmente con el necesitado y con quien sufre. Cuando habla de su identificación con el hombre, le gusta solidarizarse precisamente con los más pequeños de sus hermanos y hacerse presente con los enfermos, los débiles y los pobres: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. (Mt 25,40). Con esto solo queda de manifiesto que Jesús consagra sacramento de su presencia a los que sufren, y se identifica con ellos para que los cristianos, en su asistencia diaria, a través de ellos, lo encuentren y lo sirvan con obras de misericordia y se preparen así al juicio con Dios. Sabemos que los enfermos y los débiles son los más pobres entre los pobres de la parroquia; (talvez este discurso se ha dicho y se ha presentado tan repetidas veces que ya parece muy trillado, pero es la realidad), por que son seres que sufren físicamente y a veces se ven marginados totalmente y a merced de los demás. Por eso no pueden menos de ser el objeto de una atención preferencial en la pastoral de la parroquia. El Directorio Nacional de pastoral parroquial de Colombia afirma: “Empéñese la parroquia en manifestar en sus instituciones, programas, grupos y movimientos que los pobres son los destinatarios privilegiados de sus solicitudes fraternas”45. 4.7.3. Continuar la misión de Cristo.

45 Directorio Nacional de pastoral parroquial de Colombia 631

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Ya se ha mencionado que la misión de la iglesia es continuar la misión de Cristo es decir, anunciar e instaurar el reino de Dios. Por tanto la parroquia es una comunidad que encarna a la iglesia en el tiempo, en el espacio y en personas concretas… y representa en cierto modo a la iglesia visible constituida en todo el universo. La misión de la iglesia debe estar presente en la comunidad parroquial y realizarse en ella. Con los gestos de misericordia, de atención y de consolación, la comunidad parroquial demuestra la presencia y el amor de Cristo y la fe en el reino de Dios “como Cristo recorría las ciudades y las aldeas curando todos los males y enfermedades en prueba de la llegada del reino de Dios, así la iglesia se une, por medio de sus hijos, a los hombres de cualquier condición, pero especialmente con los pobres y los afligidos y a ellos se consagra gozosa”46. 4.7.4. El lugar de los enfermos en la parroquia. El lugar que ocupan los enfermos en la parroquia debe ser el más importante en cuanto que son miembros sufrientes de la comunidad, que viven en su persona la pasión de Cristo. Realizando la redención mediante el sufrimiento, Cristo elevó el sufrimiento humano a valor de redención. Por tanto, todo hombre en el sufrimiento se hace participe del sufrimiento redentor de Cristo47. Además el enfermo y el anciano, como ya dijimos, son en la comunidad el sacramento de Cristo, signo específico de su presencia: “Estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25,40). Ellos muestran y representan el rostro más original de Cristo, el de un Dios que sufre, compartiendo hasta el fondo el dolor humano, y que salva por medio de él. Por consiguiente los enfermos y ancianos revisten un valor especial en la iglesia y por la iglesia, los cuales ella se inclina con veneración y con toda la profundidad de su fe en la redención. Motivo por el cual, se debe rescatar el lugar privilegiado que el enfermo debe ocupar en la comunidad cristiana, pues antiguamente ya habían sido reconocidos en la iglesia, y esto da fe el hecho de la reserva eucarística. Este es uno de los motivos para conservar las hostias consagradas, el poder llevarlas a los enfermos que no pueden participar en las celebraciones litúrgicas de la comunidad. 4.7.5. Misión de los enfermos en la parroquia Así como ya lo hemos dicho los enfermos, por ser sacramento de Cristo, su presencia en la parroquia fortalece y anima a otros a trabajar por el necesitado y el

46 Decreto Ad Gentes (AG; 12) 47 Cf. Carta Apostólica “Salvifici Dolores”. 19

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enfermo. Son ellos quienes ayudan a la enseñanza de la construcción de los valores que hoy se ha perdido y absolutizan y que están deshumanizando al ser humano: la eficacia y prontitud por el servicio, la estima de las personas por lo que tienen y no por lo que son. Esto último se presenta por la concepción errónea que se piensa de las capacidades del enfermo, pues se cree que por su situación de enfermedad no son aptos para realizar o desempeñar alguna actividad, y se pasa a la lastima y a que sólo el enfermo debe recibir de los demás y de la comunidad, y que ellos (los enfermos) no pueden dar ni ofrecer nada útil a la comunidad e inclusive a la sociedad. Este pensamiento que prácticamente es heredado de una sociedad moderna y consumista, que lo que importa e impera es la productividad, es la que ha llevado a los extremos el desarrollo personal e integral del enfermo. Pero lo que muchas veces se descarta o se ignora es que desde la experiencia del sufrimiento y dolor, el enfermo ofrece y transmite grandes valores, tanto humanos como cristianos. El enfermo ayuda a la comunidad a ser realista en un mundo como el nuestro que vive de apariencias, porque ayuda a conocer mejor al ser humano con su fragilidad y limitación y con un caudal de energías muy considerables. La parroquia como evangelizadora, debe asumir con fe viva la labor de acompañar asiduamente el proceso de curación interior y exterior del enfermo, con la colaboración de la comunidad cristiana ha de hacer presente la fuerza humanizadora y salvadora de Jesucristo en todo el proceso de curación, esforzándose por hacer llegar su potencial de salud hasta los enfermos, haciendo presencia en el recorrido de su proceso, para hacerlo más digno, más justo, más fraterno, más humano. Es tarea y deber de la evangelización denunciar todo lo que es olvido, marginación manipulación física o moral del enfermo. Y en este aspecto tanto la parroquia como la misma comunidad cristiana han de actuar con prontitud y eficacia para promover una atención integral, el respeto y la asistencia personal, en pocas palabras es el tratar de responder a todas las necesidades de ese ser humano. Ahora bien ¿cómo? o ¿de qué manera? El enfermo puede o llega aportar en la evangelización, pues, desde su experiencia que ha tenido que vivir como enfermo, le es oportuno testimoniar su proceso y desarrollo integral. Por tal motivo pienso que en cuanto a la aportación que el enfermo hace en la parroquia o la misión que tiene, es fundamental pues, aporta: experiencia viva de fe, esperanza cristiana, suscita interrogantes sobre el sentido de la vida, nos hace una llamada a vivir los valores evangélicos olvidados en la vida, etc. Pero un gran aporte esta presentado en dos niveles fundamentales: � A nivel puramente humano ellos pueden testimoniar y transmitir verdaderos

valores.

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o Recuerdan la realidad total de la vida humana, sujeta a limitaciones y

enfermedades, los enfermos que viven la experiencia de la limitación humana, rompen los mitos que crean el bienestar, la eficacia, la ambición y el poder.

o Además enseñan e invitan a devolver su significado a determinados valores que hoy están en crisis como:

*la humanidad por la innata fragilidad humana; *la paciencia para afrontar dificultades y momentos dolorosos; *el precio y el respeto por la salud y la vida; *y la solidaridad y la atención con las necesidades ajenas, venciendo el propio egoísmo.

o Amplían los horizontes de los demás mediante su patrimonio de experiencia de

vida y de valores humanos, *iluminan en la duda de escogencias importantes; *amonestan en las situaciones de actitudes imprudentes; *animan en la hora de la prueba o desgracia; *hacen valorar las propias cualidades y posibilidades; *incitan a perseverar en la dureza o monotonía del deber personal. o Ofrecen el don de una tradición con las características propias del pasado. Ya

sabemos que sin tradición toda edad pierde sus raíces y se encierra estérilmente en sí misma; sin antepasados y sin herederos. Los ancianos en particular son los que transmiten a las generaciones más jóvenes la vitalidad del pasado como un don, vivido por ellos en el presente de su existencia y listo para ser transmitido al futuro.

� A nivel de fe. o Recuerdan la trascendencia de la vida humana y del reino de Dios. La

enfermedad y la ancianidad son un signo de nuestro caminar y de nuestro éxodo hacia la patria eterna.

o Ayudan a afrontar la realidad de la muerte. Los enfermos y ancianos son una especie de mensajeros de la muerte; pues recuerdan nuestra condición mortal y nos concientizan a nivel antropológico de reconciliarnos con la perspectiva de la muerte.

o Testimonian que la cruz y el dolor no faltan en la vida y pueden tener su fecundidad a la luz del sufrimiento redentor de Cristo, que con él redimió el mundo; por medio del dolor, los enfermos y ancianos colaboran en su obra redentora48.

o Suscitan sentimientos de esperanza cristiana. Su participación, por el bautismo, en el misterio Pascual de Jesús, que está por realizarse en ellos, y su esperanza en la “resurrección y la vida”, infunden en ellos serenidad y paz, porque saben que la muerte les proporcionará “una garantía más grande” (Flp. 2,21), que lo mejor está por venir, puesto que “destruida nuestra habitación terrena se nos prepara otra mansión indestructible en el cielo” (2Cor 5,1).

48 Cf. Col 1,24.

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Esta serenidad y paz en el crepúsculo de la tarde terrena y el anhelo del alba de la mañana eterna son para todos el mejor y creíble testimonio de la esperanza que no desilusiona. Después de ver los aportes que puede ofrecer el enfermo a la hora de una evangelización, y que iluminan y clarifican aspectos que son desconocidos en la pastoral de enfermos, permite una visión más cristiana y humana en la misión pastoral. Dentro del campo de la pastoral de enfermos el hacer más humana la vida de los enfermos, revela la riqueza de salvación obrada por Cristo y la irradiación de la caridad de Dios en el mundo. Por tanto, la comunidad parroquial, para realizar una pastoral de la salud según la medida del hombre, además de preocuparse para ofrecer actos de culto o devoción, les debe brindar asistencia y atención y ayudarles a afrontar, superar y valorar su condición de enfermos y ancianos.

5. PRAXIS PASTORAL La praxis pastoral está, pues, llamada a dejarse iluminar y verificar constantemente por una concepción correcta de Dios y de su obrar misericordioso, dejando que aparezca su verdadero rostro49. También, la pastoral de la salud está llamada a dejarse guiar por estos rasgos del misterio de Dios, realizándose bajo el signo de un amor incondicional a la vida y a la dignidad de cada uno, de la misericordia y de la ternura, de la compasión y de la solidaridad, de la esperanza y de la liberación integral, de la gratuidad y del amor. La pastoral de la salud tendrá que definirse como una pastoral fundamentalmente “mistérica” que apela a una realidad que trasciende al hombre. Ahora bien, los criterios siguientes van ayudar a profundizar y ampliar más la teología pastoral, desde unos presupuestos básicos. 5.4. Criterios 5.4.1. Criterios Teológicos Para un discernimiento y una verificación de la obra pastoral en el mundo de la salud es importante tener presente algunos rasgos que hacen parte del misterio revelado. Dios se revela: � Como el Dios de la vida, el Dios que vive y ama la vida; � Como el Dios “aliado” amigo, fiel a sus promesas de salvación;

49 AA.VV. Tras las huellas de Cristo médico, p. 119.

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� Como el Dios “pastor” y “guía” que cuida de su pueblo y de cada uno de sus hijos, que sabe encontrar al que se ha perdido y curar al que está herido;

� Como el Dios de la esperanza y del futuro, que abre horizontes nuevos e insospechados a quien se fía de él y se atreve a esperar contra toda esperanza;

� Como el Dios de la misericordia, de la ternura y de la compasión, que es capaz de amar a cada persona tal como es, gratuitamente y sin condiciones;

� Como el Dios liberador, que hace pasar al hombre de la condición de esclavitud a la condición de libertad;

� Como el Dios “amor”, que se nos da y se nos comunica, y que, en su Hijo Jesús, asume nuestra humanidad herida para curarla y salvarla50.

5.4.2. Criterio Cristocéntrico Cristo es el único mediador de la salvación, al que tiene que referirse constantemente la acción pastoral de la salud, actualizando en el tiempo de la praxis evangelizadora, sanante y salvífica de Jesús. Porque Cristo es el prototipo de toda mediación cristiana: “su humanidad, unida a la persona del verbo, fue instrumento de nuestra salvación”51. No se debe olvidar nunca que “Jesucristo es el camino principal de la iglesia. El mismo es nuestro camino hacia la casa del Padre y es también el camino del hombre” 52 . La acción salvífica de Jesús, su praxis evangelizadora, deben convertirse en constante referencia-discernimiento para la pastoral de la salud. No hay que olvidar que la pastoral de la salud está llamada a examinarse, en las situaciones históricas y culturales concretas, sobre su obligación de ser signo e instrumento del obrar salvífico de Jesucristo, sobre su atención a los más débiles en el cuidado integral de la salud de las personas, sobre el compromiso concreto de luchar contra las diversas formas del mal que causan sufrimiento, sobre la capacidad de asumir y transfigurar en el misterio pascual, proclamado y vivido, todo dolor y toda limitación humana. 5.4.3. Criterio Pneumatológico Otro punto importante y de referencia de la pastoral de la salud es el Espíritu Santo como protagonista de toda la obra salvífica. Efectivamente “no habrá” nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo”53. El Espíritu Santo es el que comunica la acción pascual del Señor para la salvación de todos los hombres. Una comunidad cristiana está llamada a manifestar la presencia del Espíritu experimentando su acción, dejándose invadir por su inteligencia, acogiendo y compartiendo sus dones, enunciando sus frutos.

50 Cf. CIC, 205-218. 51 SC. 5 52 R.H, 39. 53 E.N, 75

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Ahora bien la acción del Espíritu Santo en el ámbito de la pastoral, por su misma eficacia, conlleva a desarrollar algunos compromisos concretos: -Manifestar en sus opciones el Espíritu Santo como “Espíritu de vida” como “dador de vida” en la historia concreta de las personas, con su deseo de salud y su anhelo de salvación. -Expresar y atestiguar la acción del Espíritu Santo como “persona-amor; como persona-don”. Dios es amor (1Jn 4,8.16) y el amor que es el primer don, contiene todos los demás dones. El Espíritu Santo se manifiesta en el hecho de “darse por amor” de “donarse dando” de poner en relación salvadora y liberadora a las personas. -Manifestar al Espíritu como fuerza vivificante, como esperanza en el sufrimiento y como victoria en la experiencia de limitación humana que es la muerte. Es el Espíritu el que nos introduce en la corriente misma de la comunión salvadora de Dios, de su poder de amor, capaz de abrir horizontes inauditos de vida. 5.4.4. Criterio Eclesiológico Si es verdad que la acción pastoral es, por definición, la mediación ofrecida por la iglesia al designio de Dios para la salvación de todos los hombres en sus situaciones históricas concretas, sigue siendo fundamental para la pastoral de la salud la regencia y la conformidad con una visión-actuación eclesial correcta. La visión de la iglesia que en sus elementos fundamentales se revela en la experiencia de las primeras comunidades cristianas ha vuelto a expresarse en las enseñanzas del concilio Vaticano II y del magisterio. La Iglesia - pueblo de Dios, cuerpo de Cristo, templo del Espíritu- es fundamentalmente “don de comunión” para servir a la comunión salvífica de Dios con todos los hombres. Es “sacramento universal de salvación” por ser “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano54. Así pues, en la Iglesia se hace históricamente visible y real la salvación de la humanidad querida por Dios, su solicitud amorosa para con todos los hombres. Toda comunidad cristiana está llamada a edificarse y a actuar como “sacramento de Cristo”, Verbo que asume nuestra carne, que hace suyos nuestros sufrimientos, y que, en su pasión, muerte y resurrección vence, también para nosotros sobre el mal y la muerte, revelándose como el Señor glorioso y el Señor de la vida. Se promueve una conciencia eclesial más correcta y madura en la pastoral cuando la Iglesia:

54 Cf. LG, 1; AG, 5.

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-Participa con una mediación “ministerial” en la mediación ontológica de Cristo -es conciente de que su mediación salvífica no agota el proceso más amplio de salvación, del que sigue siendo, sin embargo, misteriosamente participe en Jesucristo; -Sabe que es fraternidad, comunidad de hermanos, “comunión de iguales” estructurada jerárquicamente al servicio de la mediación salvífica. De aquí se deriva la exigencia de resaltar ya sea la igualdad de todos en la misma dignidad como la estructura jerárquica la unidad y la distinción entre el sacerdocio común y el jerárquico-ministerial. Esto es esencial para una visión plena e integral de Iglesia, en la que cada cual realiza su misión de salvación según el lugar que ocupa en el pueblo de Dios, poniendo en ello todos los carismas recibidos con esta finalidad. -Está “en el mundo” y “para el mundo,”no fuera o delante del mundo; es encarnación, sal y levadura; Iglesia de la solidaridad y de la disposición a compartir. -es toda ella misionera, con la tarea de “hacerse prójimo” de todos los hombres y de todos los pueblos para atestiguar a todos el amor misericordioso y salvífico de Dios. -se siente “Iglesia peregrina”, caminando en la historia con los demás hombres, sin haber llegado todavía a su meta, en constante tensión entre la comunidad actual y la comunidad escatológica; Iglesia de esperanza, de anhelo laborioso y vigilante, Iglesia de la continua conversión. -es Iglesia “mariana”; es decir, que sabe reconocer en María, la Virgen Madre, la figura de su propia realización en el misterio salvífico de fe, esperanza y caridad en fervor de la salvación de la humanidad. 5.4.5. Criterio antropológico La perspectiva es la de una antropología cristiana con toda su originalidad fecundidad y carácter unitario. La acción eclesial encuentra en Cristo el “sentido” de la persona humana en toda su realidad: “solamente en el misterio del Verbo encarnado se esclarece el misterio del hombre”55. En el, pues, se aclaran las cuestiones fundamentales de la persona humana: su origen, sus condiciones existenciales, su futuro: “Cristo… descubre plenamente al hombre y le manifiesta la sublimidad de su vocación.” La pastoral tiene que estar siempre “dirigida” y atenta al hombre. Para evitar que se evapore el respeto por el ser humano y la fidelidad al mismo, es necesario considerarlo en toda su concreción, sin detenerse en simples definiciones filosóficas o en la mera afirmación de sus principios. No basta con considerar al

55 GS, 22.

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hombre reducido a su realidad metahistórica esencial, abstracta, o al llamado “hombre medio.” Hay que considerar, por el contrario, al “hombre fenoménico” tal como lo definió Pablo VI: El hombre fenoménico en toda su integridad y revestido de todos sus criterios característicos…, el hombre que vive…, el hombre insatisfecho de si mismo, que ríe y llora…, como tal piensa y ama y suda en su ocupación y parece estar siempre a la expectativa de algo…56. Ahora bien, a la luz de este criterio antropológico, la pastoral de la salud está llamada: -A poner en el centro a la persona humana en su plena identidad, en su dignidad inviolable, en su carácter unitario; -a prestar atención a cada una de las personas en las situaciones concretas de vida, con sus propias experiencias y su propia historia. -A mostrarse dialogal e interpelante, humanizante y comprometida en lo social y en la producción humana, en el nombre del evangelio de la caridad; -a favorecer la toma de conciencia de que Dios, en el misterio de la encarnación, ha hecho suyo el rostro de cada persona humana, incluso el más desfigurado. En efecto, toda persona, gracias a la redención, se ha hecho participe del rostro divino. 5.4.6. Criterio Histórico-Salvífico La historia es el terreno concreto en el que Dios se hace comunión de salvación. La historia es también el terreno en el que la comunidad cristiana está llamada a vivir su fe en el Señor resucitado, a anunciarla y a servir al proyecto del Reino: “Id por todo el mundo y predicad la buena nueva a toda la creación… He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo… No os corresponde conocer los tiempos y los momentos que el Padre ha reservado a su elección, pero tendréis la fuerza del Espíritu Santo, que bajará sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra57. La historia humana, a pesar de tener su propia evolución y su propia construcción58, a pesar de todas sus apariencias exteriores de contradicción y de involuciones, prosigue un camino concreto: no se deja nada a la casualidad porque todo acontecimiento entra en el designio divino y sirve a la realización del significado último de la misma historia: hacer posible y actual para todos los hombres el encuentro de salvación con Dios en Jesucristo. Es en Cristo, centro y fin de la historia humana, y el plan de la salvación que él ofrece, donde los hombres realizan su vocación suprema y su historia humana. En efecto:

56 PABLO VI, Discurso de clausura del Concilio Vaticano II, 7 de diciembre de 1965. 57 Mc. 16,15-20; Mt 28,18-20; Hch1,7-8 58 LG. 9.

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“El Verbo de Dios, por quienes fueron creadas todas las cosas, hecho él mismo carne y habitando en la tierra, entró como hombre perfecto en la historia del mundo, asumiéndola y recapitulándola en sí mismo59. Para cumplir con su misión y con su servicio al proyecto de salvación, la Iglesia está llamada a leer los signos de la presencia y la acción de Dios en la historia de hoy, es decir a “estructurar los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio.” La facultad de interpretar muchos acontecimientos radica en su ambivalencia: para comprenderlos cristianamente se requiere una visión serena de la vida, una sabiduría de fe, una evangelización y catequesis permanente, una reflexión seria y profunda. 5.4.7. Criterio Escatológico El principio histórico-salvífico es inseparable del principio escatológico. La mediación pastoral de la Iglesia se realiza siempre entre el “ya” que comenzó en las situaciones históricas y existenciales concretas y el “todavía no” realizado. No es posible comprender plenamente nada la fe y de la acción cristiana si no es en la dimensión de la esperanza y el futuro que tienen su nombre y su cumplimiento en Jesucristo, cuando vuelve como Señor glorioso a concluir la historia y a entregar el Reino al Padre. Esta inquebrantable y luminosa esperanza no es una virtud pasiva ni una resignación consoladora; al contrario, lleva a un más fuerte compromiso en la lucha contra el mal y en la promoción de “todo cuanto hay de verdadero, de noble de justo”60, de auténticamente humano. La esperanza cristiana no hace la competencia a las esperanzas humanas sino que las recupera, las purifica, las despierta, suscita preciosas energías para sostenerlas y les da su cumplimiento. Ahora, respecto a los no creyentes, el creyente tiene motivos más fuertes para comprometerse. No trabaja por una idea abstracta, como la justicia o el progreso, sino por Jesucristo, para ser, junto con él, un agente de liberación y de salvación para todos. Trabaja con la certeza de que encontrar a los demás es ya encontrar al Señor que viene; de que amarlos es ya pasar de la muerte a la vida; de que perder la propia vida es ganarla de verdad. Se trata de afirmar el carácter central de la persona, la libertad y la solidaridad, salvaguardando al mismo tiempo la autonomía legitima de las realidades terrenas. El mismo compromiso histórico deja de ser auténtico cuando absorbe todas las energías: baste pensar cómo se convierte en totalitaria y peligrosa la política elevada a mesianismo.

59 GS. 38. 60 Flp 4,8.

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La esperanza cristiana no pierde de vista los límites y la provisionalidad de las conquistas económicas, sociales, políticas y culturales. Junto con el trabajo fomenta la fiesta para contemplar y celebrar el significado supremo de la vida. Confiere valor a la acción y, más todavía, al sufrimiento, donde la persona no sólo mantiene su dignidad, sino que puede crecer humanamente y darse a sí misma a Dios y a los hermanos. De todo lo demás se deduce para la pastoral de la salud: -la necesidad de situarse en este horizonte dinámico de esperanza, dejando que ilumine el trabajo de cada día y dé valor a la “vida presente en Cristo”; -el empeño de hacer que se experimenten las anticipaciones humanas y cristianas del cumplimiento futuro en el Cristo de la vida y de la historia; -la exigencia de formar a los hombres en el significado de la esperanza cristiana y en el sentido de la “vida eterna”. Estos criterios que acabo de presentar fundamentan la base esencial de la antropología y la teología pastoral, pues puntualizan aspectos sobre la praxis, la eclesiología, antropología… y que vislumbran en la fe la esperanza activa y una respuesta plena en el sentido de la vida y a la necesidad de una salud- salvación integral. Ningún sufrimiento es inútil, aun cuando no logre expresarse en el amor: pienso en el sufrimiento del niño, del enfermo mental, de una persona sin fe y tal vez sin afectos, el sufrimiento de un enfermo en coma. Jesús, en su sufrimiento, se unió a todo el que sufre y, creemos, fecundo todo sufrimiento humano con su gracia de purificación y de redención. Sólo aquellos, que culpablemente y totalmente, rechazan a Cristo se separan del poder salvador de la cruz. Esto implica el hecho de que a veces encontramos enfermos graves, que sufren profundamente y que son fundamentalmente buenos, pero no aceptan los sacramentos, quizá por motivos psicológicos. Este sufrimiento puede ser, para ellos, purificación por un don del amor de Dios. Ahora bien, el hombre moderno reacciona con furia contra el sufrimiento y se vuelve neurótico cuando el dolor se prolonga o se agrava. La consecuencia es que nos volvemos cada vez más frágiles frente a las pruebas de la vida. Hemos superado algunas dificultades, pero ha aumentado el sufrimiento y la frustración. Desde una lectura antropológica que nos lleva a descubrir el dolor como inscrito en la condición humana limitada y finita así como en la injusticia humana. Liberar al enfermo y al que sufre de la idea de que la enfermedad es “una prueba”, “un castigo” o “una visita” de Dios, debe ser una primera actitud pastoral.

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El dolor y la enfermedad no es algo que Dios manda para que el enfermo se convierta; pero la enfermedad y el dolor pueden llegar sí a ser “lugar de conversión”, pero esto es otra perspectiva. Este trabajo por liberar al enfermo de la angustia de verse “castigado” por Dios con la enfermedad sólo es posible cuando hemos realizado la terapia de la fe; es decir, cuando hayamos descubierto al Dios de Jesús, superando al Dios juez que castiga. Un Dios que “nos visita” mandando enfermedades, dolores sufrimientos de manera tan injusta (¿por qué a mí y no a otros?), no puede ser tan bueno como Jesús nos ha dicho lo que es, no puede ser el “Abbá”, el Padre del cual Jesús es testimonio. Aparece aquí un reto grande para todos los agentes de pastoral de la salud en especial; un reto que nos abre una reflexión teológica más seria y más fundamentada sobre el sentido del dolor, la enfermedad y la muerte; reflexión que tiene que arrancar precisamente de la afirmación teológica fundamental, según la cual Dios es el Dios de la vida. Es necesario que descubramos diáfanamente al Dios de Jesucristo por entre la maraña de “dioses” en que hemos ido haciendo nuestro camino de fe, como un Dios que afirma la vida, que libera y hace posible que nos abramos a la esperanza, aún en medio de las más grandes contradicciones. No es otra cosa que ser testigos de lo inaudito de Dios en medio del mundo del sufrimiento. 5.2. La teología pastoral de la salud como teología De todo lo dicho hasta ahora se deduce que la teología pastoral de la salud es auténtica inteligencia de la fe, es decir, una teología. La teología pastoral de la salud recoge de forma sistemática y controla un saber teologal pre-científico: pronuncia juicios de fe sobre la situación; señala los imperativos evangélicos a los que hay que obedecer; elabora estrategias de intervención elaboradas mediante el recurso a criterio de fe. El acontecimiento Jesús y la presencia del Espíritu en la historia para valorar si siguen actuando hoy en la praxis creyente y eclesial, y de qué manera y en qué medida lo hacen, a fin de proyectar una praxis eclesial más conforme y más fiel a ellos y programar una estrategia capaz de alcanzar esas metas evangélicas. En esta experiencia permite vislumbrar la presencia del Señor y de su Espíritu, al mismo tiempo que reconoce la distancia entre dicha presencia, y el acontecimiento Jesús y la acción del Espíritu Santo. Por tanto, la teología es inteligencia verificable de la fe y se identifica con la fe. Esta distinción ya básica en el ámbito de la teología sistemática, es mucho más importante en el de la teología pastoral o práctica. En efecto, ésta mirada a formular juicios de fe sobre situaciones concretas, sobre metas futuras, sobre itinerarios estratégicos que hay que seguir para alcanzarlas. Dichas valoraciones formuladas a la luz de la fe por medio de un complejo y delicado discernimiento teologal, revisten sin duda un sentido y un valor real pero distinto de los que por ejemplo, son inherentes a formulas bíblicas o dogmáticas de la fe.

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La teología pastoral de la salud, como toda teología pastoral, está sujeta a la ley de la historia. Esto significa que en su compromiso de inteligencia de la fe, dirigida a la realización de una praxis pastoral adecuada, esté llamada a dejarse guiar y el deseo de abrirse a la novedad del Espíritu, cuyos llamados han de captarse con mirada de fe en medio de la fluctuación de las situaciones socio culturales. 5.2.1. Relación entre la teoría y praxis No es posible desarrollar una praxis pastoral sin tener algunas nociones teóricas, al menos implícitas sobre ella. La teología pastoral de la salud tiene la función de exponer sistemáticamente las teorías que el saber teologal espontáneo y precientifico que subyace al ministerio en el mundo de la salud, a través de una reflexión de tipo científico, es decir, hecha de forma rigurosa, controlada y verificable. Ó sea, se trata de dar un paso hacia delante con respeto a las diversas visiones Teológico-pastorales del pasado, en las que la atención y el servicio pastoral al enfermo, aunque no estaban ausentes, se encontraban de ordinario dentro de una visión pastoral general o dentro de unos planteamientos más bien reductivos y parciales. Ahora se verá más claramente, después de haber observado algunos proyectos de teología pastoral adoptados total o parcialmente en el pasado. 5.2.2. La pastoral de la salud dentro de la cura animarum. Dentro de algún tiempo, la visión de la pastoral de la salud estuvo condicionada por la visión dominante de teología pastoral, caracterizada por una tendencia pragmática y clerical. Efectivamente, si se exceptúa la apertura bíblico-teológica y eclesiológica de algunos autores, en los manuales de pastoral prevalece ampliamente el concepto de una teología pastoral como enseñanza de los deberes relacionados con el ministerio de los pastores en función de la “cura de almas”61. El concepto de “cura de almas” (con que se define el oficio pastoral de la Iglesia), presupone una concepción del alma como dimensión espiritual del hombre, considerada como una realidad subsistente por sí misma. La cura pastoral se dirige, por lo general, a cada una de las almas consideradas en su individualidad, y sólo asume una importancia social a través del individuo, capaz de influir en un cambio social. Para un conocimiento de la situación humana y de las determinaciones internas de la persona, se buscaba el acuerdo con otras ciencias empíricas o auxiliares entre ellas la “psicología pastoral”, la “psiquiatría pastoral”, la “medicina pastoral”. La “cura de almas” tenía que desarrollarse “en unión y cooperación con Cristo” y en los campos de acción que correspondían a los tres oficios del Redentor: el

61 AA.VV. Tras las huellas de Cristo médico.

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Maestro, que trae al hombre la verdad divina, realizando, por así decirlo, la redención del entendimiento; el sacerdote, que con su sacrificio da culto al Padre y obtiene para el hombre la gracia, la redención de la culpa y de la pena y la santificación; y el Rey y legislador, que da al hombre un código de vida y una disciplina a seguir para corresponder a la gracia, vivir en la verdad y alcanzar la salvación. En la reflexión teológica de los manuales más comunes, la pastoral de la salud, tan rica en la praxis, en signos y testimonios de extraordinaria caridad, era considerada sobre todo como una acción y deber del sacerdote, párroco, o capellán, en su ministerio de “cura de almas”, caracterizada por una acentuación sacramental y acompañada de consejos y normas de comportamiento ascético-pastoral para con el enfermo. 5.2.3. La pastoral de la salud dentro de la pastoral de ambiente. De la reflexión que maduro en los años 40-50 del siglo XX en el contexto de la pastoral misionera de la Iglesia, en Francia surgió una nueva manera de concebir la pastoral de la salud más allá de la simple visión de la “cura de almas”. En esa perspectiva, la pastoral como “cura de almas” fue llamada a integrarse en una dimensión social y comunitaria. La evangelización necesita influenciar en el “grupo social” a través de la presencia y la animación de elites cristianas misioneras y con una acción “de conjunto” eclesial que tienda a valorar adecuadamente todas las fuerzas existentes en el campo. La acción pastoral debe tener necesariamente una dimensión social y convertirse en pastoral comunitaria, de tal modo que asuma su propio desarrollo, la estructura colectiva de la realidad y exprese en la corresponsabilidad pastoral la naturaleza comunitaria de la Iglesia. En esta perspectiva, se impone la importancia del ambiente: podrá decirse que se ha realizado por completo el proceso de evangelización cuando el ambiente en que vive la persona se ha transformado en sentido cristiano mediante la creación de estructuras sociales favorables al ministerio de salvación. La pastoral de la salud, dentro de una “pastoral de ambiente” remite por tanto, bien a una “teología del ambiente” más profunda, en una clara perspectiva misionera y con un enfoque existencialista”, bien a una visión eclesiológica en la que se reconozca la plena y específica corresponsabilidad local. 5.2.4. La pastoral de la salud dentro del servicio del hombre En ámbito protestante y norteamericano, en la línea de una larga tradición de contactos entre la psicología y la pastoral, se ha desarrollado una concepción de teología como “teología empírica” y “teología de la acción”, ajena a las

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concepciones teológicas tradicionales, uno de cuyos representantes más significativos ha sido Seward Hiltner, psicólogo y teólogo presbiteriano. El principio inspirador de esta teología surge del concepto de “cuidado pastoral”, cuya connotación en la práctica cristiana se basa en el mandamiento del amor a Dios y al prójimo. Las formas de expresión de esta atención pastoral se resumen entorno a tres líneas: -La organización, entendida no sólo como el conjunto de simples técnicas organizativas, sino como servicio a la unidad en la formación de la comunidad. -La comunicación, dirigida a la transmisión del Evangelio. -El servicio al hombre, considerado no en términos tradicionales o de simple ministerio del clero como cura pastoral, sino como servicio al hombre necesitado de cualquier tipo de ayuda. En la realización de este servicio es importante recurrir a las ciencias humanas del comportamiento, sobre todo a la psicología y a la psicoterapia. En este “movimiento pastoral” uno de los elementos más destacados es la capacidad del pastor para afrontar en una perspectiva pastoral las situaciones críticas de la vida humana. De ahí que la relación pastoral de ayuda, o pastoral couñseling, se convierte en una forma privilegiada de actividad pastoral. La teología pastoral clínica ha abierto caminos nuevos y eficaces a la pastoral de la salud, contribuyendo, por una parte, a destacar su carácter específico y, por otra, a ofrecer una sorprendente variedad de instrumentos tanto a la reflexión teológica como a la operatividad. 5.2.5. La pastoral de la salud dentro de la celebración sacramental de la Iglesia y de la diaconía de caridad. En algunos proyectos de teología pastoral, la pastoral de la salud se sitúa y se expone en una doble perspectiva: la de la pastoral litúrgica sacramental, como pastoral de enfermedad y de la muerte, y la de la pastoral del servicio cristiano. En la primera perspectiva, se identifica prácticamente con la pastoral de los enfermos, vinculada al desarrollo del sentido cristiano de la enfermedad, el significado y la celebración del sacramento de la unción de los enfermos, la eucaristía como viático y al sentido cristiano de la muerte62. En la segunda perspectiva –inseparable de hecho, de la anterior-, la pastoral de la salud se sitúa dentro de la pastoral caritativa, que tiene su fundamento en el mandamiento del amor y en la praxis misericordiosa de Jesús, y encuentra su sujeto en la Iglesia como comunidad de caridad y de fraternidad63.

62 Cf. FLORISTAN, C. Teología práctica. Teología y praxis de la acción pastoral, Sígueme, Salamanca, 1996, p 651-660. 63 Ibíd., 635-647.

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En otros proyectos de teología pastoral en la línea de una diaconía de caridad, la pastoral de la salud se sitúa, sobre todo, dentro de un compromiso de promoción humana y de un compromiso social por parte de la comunidad cristiana.

5.3. Agentes de pastoral de la salud, características, condiciones, formación. En todo proyecto o trabajo es indispensable que la participación activa y frecuente de los colaboradores es muy importante, puesto que permite un mejor desempeño y desarrollo del mismo, por tal motivo es primordial el papel fundamental que realiza el agente pastoral de la salud porque cuando se habla de los agentes de pastoral de la salud es hablar de Jesucristo y de su Iglesia, de su misión de curación y de salvación. Ahora bien todos en la comunidad parroquial deberían estar interesados en la atención y acción pastoral en favor de los enfermos y ancianos. Por la relación directa y organizada de la pastoral de los enfermos en la comunidad, no la pueden hacer todos colectivamente, sino aquellas personas que, por la misión que tienen y la función específica que desarrollan, por la disponibilidad y el carisma que los animan, tienen el carácter de verdaderos agentes de la pastoral de la salud. Es bien sabido que a la hora de conformar un grupo pastoral en el momento del llamado y la convocación, se presentan gran cantidad de interesados y participantes que por algún motivo son tocados por el interés de saber que es lo que se va a realizar, otros porque no tienen nada más que hacer con su tiempo; otros por aprender algo nuevo; no falta quien esta sólo por buscar algún beneficio propio. Esto conlleva a un proceso selectivo en donde se acompaña y se evalúa la constancia, el interés por la acción pastoral a realizar conforme va pasando un tiempo, los mismos interesados van saliendo por cuenta propia, hasta quedar el grupo que va a conformar la pastoral de la salud. Para que la pastoral de la salud tenga un buen desempeño organizativo y funcional en la parroquia es preciso el acompañamiento del párroco, como pastor, en nombre y en comunión con el Obispo, además de la misión de anunciar la palabra de Dios y alimentar la fe de los feligreses, tiene la tarea de animar su comunidad para que todos participen en la promoción integral de los fieles, sobre todo el de los más débiles y necesitados, para que la parroquia se convierta en centro de animación y coordinación de los servicios de caridad: -Como primero, en cuanto al desempeño pastoral el párroco cumple en su acción dos vías importantes: brindar una atención personal a los enfermos y ancianos de la parroquia y además promover y animar el sector, en la primera acción pastoral encontramos en el Código de Derecho Canónico, donde recuerda al párroco: “para

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cumplir diligente su función pastoral debe ayudar con gran caridad a los enfermos… y dedicarse con particular diligencia a los afligidos, a los que se encuentran solos y a los que sufren especiales dificultades” (Nº 526). También nos ilumina el nuevo Directorio Nacional de pastoral Parroquial de Colombia cuando afirma: “la caridad pastoral y la opción por los más pobres imponen al párroco una atención especial a los enfermos y ancianos de una manera especial” (218). Estas directivas reclaman claramente la dedicación personal del párroco a los enfermos y ancianos de su comunión. Es el deber prioritario encontrarse personal y humanamente con el enfermo y el anciano para recorrer con él un camino de fe, para que la ayuda espiritual o servicio sacramental, que él ofrece, sea recibido con fruto. -en la segunda, el Vaticano II también nos dice “Atañe a los sacerdotes, en cuanto educadores en la fe, procurar personalmente, o por medio de otros, que cada uno de los fieles sean conducidos en el Espíritu Santo a cultivar su propia vocación, según el Evangelio, a la caridad sincera y diligente y a la libertad con que Cristo nos liberó… Enséñese a los cristianos a no vivir sólo para sí mismos, sino que, según las exigencias de la nueva ley de la caridad, pongan cada uno al servicio del otro el don que recibió y cumplan así todos cristianamente su deber en la comunidad humana”64. También hay que tener en cuenta que: “El párroco reconozca y promueva la función propia que corresponde a los laicos en la misión de la Iglesia, fomentando sus asociaciones con fines pastorales”65. Siguiendo la misma línea “el párroco como principal responsable, debe organizar y preparar personas o grupos especializados en pastoral de los enfermos, que los acompañen en su enfermedad”66. Ahora bien en base a estas recomendaciones autorizadas, el párroco como responsable de la vida de la parroquia, animador de la comunidad y coordinador de sus actividades, será también el principal animador de la pastoral de los enfermos. Para cumplir a cabalidad esta misión él debe: a) estar convencido plenamente del papel y de la responsabilidad que los laicos tienen en la vida de la comunidad.

64 PO. 6 65 CDC. 259 66 DNP. 231

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b) Creer en la importancia y necesidad de la colaboración de los laicos en el ministerio con los enfermos y ancianos, para hacer este ministerio más, amplio y provechoso; c) apreciar y valorar los servicios y los carismas de los fieles. d) Adquirir una mentalidad abierta a la pastoral integral, es decir, a todas las exigencias religiosas, morales, y sociales de la comunidad. e) Adoptar un estilo pastoral no cerrado en el mundo estructural y administrativo, sino abierto y solícito a los servicios pastorales para todas las clases sociales. 5.4.1. Identidad del Grupo La formación y existencia de grupos e inclusive de asociaciones de pastoral de salud en la comunidad cristiana no son invenciones de nuestro tiempo. Pues si lo recordamos ya en la primitiva comunidad apostólica, según los Hechos de los Apóstoles, se sintió la necesidad de formar un grupo de “diáconos”, es decir, servidores, para que se dedicaran especialmente a los huérfanos y viudas, y a los enfermos y ancianos67. Ya antes se mencionó que el grupo de pastoral se debe organizar por lo general alrededor del párroco o de un sacerdote que siente el celo de conformar a los miembros de su comunidad a su trabajo pastoral. Pero además, también la conformación del grupo puede surgir por iniciativa propia de un laico o laicos que ven y sienten la necesidad de convocar, llevados por un profundo espíritu de fe y caridad, que saben involucrar y animar a otras personas para un servicio pastoral a los enfermos y ancianos de la parroquia. Es importante aclarar que si la iniciativa es del laicado, debe de estar la supervisión del párroco, pues el grupo pastoral debe estar inserto al conjunto de la parroquia, de esta forma es clara la presencia de una unidad parroquial, acompañando a que la actividad no esté aislada o cerrada en el sector, sino abierta dinámicamente para construir una mejor comunidad parroquial. 5.4.2. ¿Cómo se identifica el grupo? Es un grupo de fieles de una parroquia que cumplidos los propios deberes profesionales o de estado, se comprometen comunitariamente y en forma organizada y coordinada a dedicar de manera continua y gratuita parte de su tiempo al servicio pastoral de los enfermos. En cuanto a los participantes, o integrantes cualesquiera puede participar de cualquier edad, sexo, clase social, más aún si en el grupo pueden participar profesionales en el campo de la salud, su ayuda es igual magnífica. La importancia es que todo el miembro se preocupe por los enfermos y ancianos y se proponga dedicarles libre y gratuitamente parte de su tiempo, sus recursos

67 Cf. Hch 6,1-4.

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humanos, sus capacidades profesionales, como expresión de solidaridad y amor cristiano. Ahora bien la motivación más fundamental e imprescindible es el amor porque los hermanos siguiendo el ejemplo de Cristo, que se hizo amor y les presto atención a los más necesitados, a los enfermos y a los afligidos. Esta motivación debería ser normal en el cristiano; que nace de la realidad misma del discípulo de Cristo y de la vocación cristiana conlleva el compromiso de amar concretamente a los hermanos necesitados y adaptarse a sus situaciones concretas para ayudarlos. Pero no basta la motivación interior. Se requieren algunos requisitos, generales y específicos, tales como: - Capacidad y voluntad de formar grupo, o sea, buscar el encuentro comunitario antes que el servicio. - Inclinación a la organización del trabajo para un empleo racional del tiempo con los mejores resultados. -Disponibilidad para el trabajo de grupo, regulando el propio modo de obrar en sintonía con el de los demás. -Equilibrio motivo y psíquico para superar situaciones, estados y casos de sufrimiento. -Responsabilidad y constancia para cumplir el servicio emprendido. -Conciencia y aceptación de las limitaciones personales en el desarrollo de acción pastoral. Esto no es sólo necesario, pues también, son importantes algunas cualidades o características que manifiestan verdaderamente el espíritu con que se obra y la calidad del servicio de amor y de esperanza, como son: -La solidaridad entendida en el sentido de presencia y participación profunda en cada situación y por todas las necesidades ajenas. -La gratitud que sabe prestar el servicio independientemente del dinero, de la gratitud, del éxito, pues es una prestación de servicio totalmente gratuito. -El espíritu de pobreza en el sentido de saber renunciar a cosas personales (diversión, libertad del tiempo etc), y a la actitud de superioridad para abrazar una humilde disponibilidad en acoger al hermano en su necesidad real y hacerse programar por él para ayudarlo a recuperarse, a crecer y a esperar. -La continuidad, en cuanto que el amor no puede agotarse en gestos esporádicos, sino que continúa en un servicio que dura todo el tiempo que dure la necesidad. -La creatividad puesta al servicio de las múltiples necesidades del asistido o visitado, porque toda persona es distinta de las otras y pide una atención original que responda a su bien integral. 5.4.3. Perfil del Agente

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El perfil debe estar justificado ante todo de un llamado, de una presencia humana, un ser equilibrado, transformador, abierto, contemplativo, líder, educador, respetuoso, capaz de trabajar en equipo, con una dimensión eclesial, fiel y responsable, discreto y capacitado. Ahora bien, en cuanto al primer termino, es un vocacionado, un llamado por Dios a trabajar a favor de la vida y de la salud; es presencia amorosa y liberadora de Jesús que levanta y sana. - Es una persona rica en humanidad, que comunica cercanía, acogida y cariño; capaz de escuchar y de acoger al otro con su historia personal, su individualidad y ofrecerle hospitalidad en su corazón. - Tiene una personalidad equilibrada y posee una cierta madurez humana y psicológica que le permite iluminar y orientar en situaciones conflictivas y de crisis. - Dinamiza procesos de transformación: de realidades de sufrimiento, dolor y muerte, en realidades de vida y esperanza. -Es una persona abierta a la formación y capacitación permanente, se preocupa por actualizarse y ofrecer un servicio adecuado a los que sufren. - Persona de silencio, contemplativa; cultiva la dimensión espiritual y la relación con el señor a través de la oración y la palabra de Dios. Sabe acercarse con delicadeza y respeto al ministerio del sufrimiento, no para explicarlo ni defender a Dios sino para testimoniar la presencia del Señor que ama, solidariza, acompaña. Encarna los valores evangélicos de la compasión, la misericordia, el amor, la entrega. - Posee una capacidad de liderazgo que le permite animar, coordinar, dinamizar y estimular las fuerzas vivas de la comunidad y el trabajo de los grupos pastorales. - Es un educador natural, capaz de acompañar en los procesos de cambio, descubrir talentos, favorecer la creatividad, despertar y canalizar expectativas. - Es respetuoso de la libertad religiosa y de las creencias de los enfermos, de los familiares y trabajadores de la salud. Reconoce y acepta las diferencias en un mundo pluralista y es abierto al diálogo. - Cree y favorece el trabajo en equipo y la colaboración interdisciplinaria; está abierto al aporte que otras ciencias pueden dar a su trabajo. -Tiene una conciencia eclesial de comunión y participación, sabe trabajar en una pastoral de conjunto, facilitando la integración con las otras áreas específicas. - Cultiva la paciencia, la perseverancia, la constancia. - Sabe llevar a un buen término los planes y proyectos propuestos y es fiel a su compromiso. - Es una persona discreta, no impone su presencia, atenta para captar lo que el otro quiere y necesita; respeta sus silencios y confidencias. Reconoce su pobreza, sus límites y es consciente de no poder resolver tantos problemas pero tiene un corazón capaz de hospedar todo sufrimiento y comunicar consuelo, serenidad y paz. - Posee un buen conocimiento de la realidad, está capacitado para educar en la promoción de la salud y prevención de las enfermedades, así como de las ciencias sociales, etc. 5.5. Organización

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La característica del grupo de pastoral de los enfermos es la de ser un grupo de personas que se reúnen, se integran por un bien común de atención a los enfermos y ancianos de la parroquia y quieren lograrlo con acciones y servicio comunitarios. Con respecto al número de los participantes se recomienda que lo ideal son de 12 a 15 personas, esto con el fin de una eficaz colaboración y una dinámica más comprometida y responsable. En cuanto a la formación del grupo se hace por medio de encuentros preliminares, que requieren un cuidado particular para un desarrollo ordenado y fructuoso. Esos encuentros constituyen un momento importante para el comienzo y un hecho decisivo para: - Fijar la finalidad y los objetivos claros: - Determinar el itinerario y la función interna: tareas, reuniones, horarios…; - Suscitar el compromiso personal de colaborar en el proyecto común. También ellos son necesarios para el conocimiento y aceptación de muchos de los miembros por medio de: - Un diálogo sincero y abierto, sin prejuicios. - La aceptación de las diferencias individuales de carácter, gustos, etc., y una gran disponibilidad para escuchar. Además son elementos esenciales para la vitalidad y continuidad del grupo: a) La integración de los componentes, para una participación solidaria y dinámica. Esta se puede lograr con las reuniones periódicas que ayudan a: - Crear un clima de amistad y de sincera fraternidad. - Crecer juntos, compartiendo entusiasmo, dificultades, experiencias personales, problemas…, - Valorar cada miembro por lo que es y pude hacer. - Unir las fuerzas y esfuerzos para los objetivos comunitarios. -Suscitar la responsabilidad en la ejecución de tareas. b) La formación del itinerario y de las actividades. Esto implica: - El programa para el mes del año. - La determinación de las actividades o servicios que se pueden prestar; - La distribución de tareas y servicios, dando la prioridad a las más urgentes. c) La valoración de las actividades de vez en cuando, refiriéndose a lo siguiente: - Si se realizó el programa o los objetivos fijados; - Si se tuvieron en cuenta las prioridades o necesidades más urgentes; - Cuáles son los resultados concretos alcanzados; - Si intervinieron factores contrarios o favorables para el logro de los objetivos.

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- Si el compromiso fue constante o no. - Si faltó colaboración, entendimiento, participación, etc; - Que espíritu y motivación acompañaron la actividad. Es claro que durante el proceso de verificación hay que revisar y mirar las diferentes causas que impidieron un buen desempeño en el grupo y en las actividades. Es importante dar a conocer a los fieles de la comunidad la existencia, la finalidad y la actividad del grupo y que conozcan las necesidades y problemas de sus hermanos enfermos, para que puedan colaborar con la información de la presencia de más enfermos en el sector. 5.6. Formación Pastoral En cuanto a este aspecto, la formación es una parte del eje central en la pastoral, por ser un fundamento en el conocimiento, pues no vasta con la sola intención piadosa, sino que por lo contrario, esto exige intuición de las necesidades, habilidad de ayuda, sabiduría en las intervenciones y gestos que hagan la presencia y el servicio verdaderamente humanos, competentes y eficaces. De antemano se requiere una preparación, una formación de base y una cualificada competencia, que aseguren a la intervención del agente pastoral una concreta eficacia y no solamente una benévola intención de hacerse útil y prestar una ayuda. Hay varios elementos que hacen parte en el proceso formativo, entre ellos está: La formación teológico-espiritual, la formación para la relación interpersonal, una formación socio-sanitaria: 5.6.1. La formación teológico-espiritual: Es indispensable a nivel de grupo y personal. Una espiritualidad vivida es el alma de todo apostolado (AA4). Esta formación se refiere a los siguientes aspectos: - Las actitudes de espíritu, las relaciones y los comportamientos que deben reinar en el grupo para una buena integración, colaboración y unión de los espíritus y de las fuerzas. - Las interiores disposiciones espirituales, humanas y sociales, para animar la actividad. - La compresión de la dignidad del hombre, del sentido de la vida, de la salud, de la enfermedad, del dolor y de la muerte en base a los principios evangélicos. - Los elementos básicos de la lectura de la Biblia, en particular del evangelio. - El conocimiento de los problemas o cuestiones de orden religioso y moral que pueden presentarse en el curso de las relaciones con los enfermos y los ancianos. - La catequesis de los sacramentos para orientar preparar y acompañar la celebración de los mismos.

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5.6.2. La formación para la relación interpersonal. Esto reúne una serie de elementos que hacen de la persona un mejor encuentro humano: - La influencia de la enfermedad y ancianidad sobre la psiquis del hombre. -La situación psicológica de los enfermos y ancianos según la enfermedad, el carácter etc. -La cualidad de acercamiento a la persona enferma o anciana, -la psicología de los que rodean o asisten al enfermo por la influencia considerable que tiene sobre él. -Las actitudes humanas necesarias para una relación de ayuda auténtica y benéfica. 5.6.3. La formación socio-sanitaria Este aspecto tal vez no tiene una relación muy directa conforme al grupo, pero si es necesario adquirir algunas nociones elementales que nos resultan como herramientas a la hora de prestar un servicio y atención cualificada. Por tanto dentro de esta formación comprende: *el conocimiento de la doctrina social de la Iglesia, *los deberes de los enfermos y ancianos, *las orientaciones para los primeros auxilios, *el uso de los servicios sanitarios del país, *la prevención o promoción de salud: personal, familiar y ambiental, *los problemas genéricos, etc., *las estructuras de rehabilitación del país, etc. Es importante que además el grupo pueda ir actualizando sus conocimientos en cuanto al tema para una mejor preparación tanto personal como grupal, y de esta manera se pueda prestar cada vez mejor un excelente servicio. No hay que olvidar que tanto la regularidad como la constancia en las reuniones y el contenido de los temas de reflexión pueden constituir una eficaz contribución a la continuidad de la formación bajo varios aspectos y la renovación del grupo. 5.6.3.1. La Escucha Un aspecto dentro del proceso formativo que no podemos pasar por alto es el tema de la escucha, pues es esencial y fundamental en la comunicación eficaz con los demás. Sin la toma de conciencia y la respuesta adecuada en las propias necesidades, y sin identificar los sentimientos que nos habitan, difícilmente podremos encontrar al otro “libremente”, es decir, evitando quedar condicionados por lo que nos bloquea a nivel emotivo. 5.6.3.2. El respeto en la escucha:

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Es componente clave a la hora de cualquier visita, pues en el se manifiesta la atención especial por el emisor. Poniendo atención objetiva a lo que el enfermo comunica y una atención subjetiva a las propias reacciones emotivas, el agente da el primer paso importante en la relación de ayuda. Este trabajo consigo mismo constituye ya una forma de respeto para con el enfermo, porque expresa la voluntad de “considerar al otro como otro”. Varios términos se utilizan con el respeto: todos recuerdan en subrayar esa actitud que lleva a ver en el otro una persona, y por tanto un ser que tiene valor y dignidad. Utilizando otra formulación se podría decir que el respeto hace al enfermo “importante” a los ojos de quien lo asiste. En relación del personal con el enfermo es fácil caer en actitudes que revelan un juicio de insignificancia. Uno de los comportamientos que hacen al enfermo sin importancia y que manifiesta ausencia o pobreza de aceptación y de confianza, está constituido por la dificultad o por el rechazo de escucharlo, de responder a sus preguntas, de tomar en consideración sus temores, razones y preocupaciones, su derecho a conocer razonablemente el diagnóstico del propio mal, la terapia y las perspectivas que se refieren a la permanencia en el hospital. Para una mayor comprensión sobre lo dicho, es pertinente citar algunos diálogos o verbatins, que ayudan a descubrir como es correcto y adecuado la escucha a la hora de alguna visita. Por tanto este ejemplo narrado por un geriatra nos iluminará en los efectos de un comportamiento pobre de respeto. Enfermera --- Venga, tengo que hacerle un lavado vesical. Anciano--- Esta noche he tenido ansiedad y respiraba con dificultad. No he podido dormir. Enfermera--- ¿Quiere abrir las piernas para hacerle el lavado? Anciano--- Qué haré cuando esté en casa. Con todas esas escaleras y con esa falta de respiración. Enfermera--- La orina todavía está un poco turbia, pero ha mejorado… Claramente se observa que en esta conversación no existe ningún diálogo, sino solamente alternación de frases dichas desde perspectivas diversas. En cuanto a la enfermera le falta más interés por lo que el enfermo le manifestaba, (dificultad para subir las escaleras, falta de respiración, insomnio etc.), a ella sólo le preocupaba su trabajo (el lavado vesical), sin importar la preocupación y angustia del enfermo. 5.6.3.3. La importancia de abrirse al diálogo. La escucha es ciertamente una de las formas más eficaces de respeto. Su importancia es subrayada por cualquier escuela psicológica y pastoral, además que por la común reacción de la gente. La escucha es una de las “caricias positivas” más apreciadas por la gente.

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En efecto, cuando uno se siente escuchado, tiene la calida-percepción de ser tenido en consideración y por tanto, de tener valor a los ojos del interlocutor. Ya es sabido que la escucha auténtica no es fácil. La escucha es un movimiento por medio del cual el individuo, saliendo de sí mismo, reconoce y afirma la personalidad de quien le está al frente. Esa descentralización del sujeto supone la capacidad de hacer silencio en su mundo interior, alimentado de necesidades, deseos, estados emotivos. La dificultad de la escucha está muy a menudo en esto: en el que se quisiera escuchar al otro, nos sorprendemos escuchándonos a nosotros mismos. Por eso escucha y silencio no pueden prescindir uno del otro. Por tanto escuchar en silencio supone: *Una cierta distancia, bastante corta para que el que habla sienta cerca de su interlocutor, y bastante grande para que el agente no proyecte sobre el enfermo sus propias dificultades: *que se sepa que lo que dice el enfermo raramente exige una respuesta: o el enfermo habla porque tiene necesidad de decir algo, de exteriorizar lo que siente; o hace una pregunta, pero en la mayoría de los casos él es quien tiene la respuesta; inclusive, su pregunta puede ser una falsa pregunta, una afirmación presentada en forma de interrogación; *que se esté convencidos de que la respuesta que el otro espera no se sitúa necesariamente en el mismo plano de la pregunta. La respuesta que espera es más bien de este orden: entiendo… veo que se preocupa de… este es un problema que le fastidia… *que el agente sepa que lo que el otro dice no se refiere realmente a él: las preguntas, las agresiones, los impulsos del mal humor o de la impaciencia a menudo nos hablan del enfermo y de su historia, lo que él dice no hay que tomarlo al pie de la letra, sino como un cheque cuyo dinero está en otra parte… *que el agente no tenga miedo al silencio que se instaura; que sea capaz de soportar el silencio del otro, y también, y ante todo, su silencio; * que el agente recuerde que las palabras falsamente tranquilizadoras con frecuencia fastidian, que palabras de animo artificiales pueden suscitar agresividad, que el solo hecho de decir la preocupación a alguien a veces da serenidad y que la posibilidad de expresar el propio desanimo causa una dimensión de la tensión agresiva. Ahora bien para seguir teniendo más claridad con respecto a lo dicho continuaré con los ejemplos de diálogo o verbatins. Este es un encuentro, se desarrolla en un hospital, entre un agente de la pastoral y una señora que saldrá próximamente: Señora---… Me encuentro realmente preocupada por todas estas cosas. Y si, además, pienso en lo que me espera al salir de hospital. Agente--- Pero, ¿por qué se aflige usted tanto? En estos momentos es preciso reaccionar. Usted, por ser madre, tiene que ser también un ejemplo para sus hijos. Señora--- lo que usted dice es cierto, pero dentro de mí, yo me siento destruida, desesperada; nadie me comprende.

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Agente--- ¿no tiene ninguna persona amiga con la que sincerarse? Señora--- Hoy ya: nadie quiere saber nada de tus problemas. Bastante tiene todos con los propios…68. En salón de una escuela, el profesor ve que una de sus alumnas solloza. Profesor--- ¿Qué pasa, Helena? Alumna--- (con voz sofocada): No lo sé. Profesor--- si lloras, sin dudas tienes una razón. ¿Qué es lo que te hace llorar? Alumna--- (siguiendo con el llanto) Nadie me quiere. Profesor--- (acercándose con la silla) no es sino una falsa impresión. Vamos, Helena, todos te queremos. Tú eres graciosa y agradable, menos cuando lloras, como ahora. Nuevamente en la habitación de un hospital. Una enfermera visita a una enferma de noventa años que está triste. Cuando la enfermera le pregunta la causa de su estado de ánimo, recibe esta respuesta: Enferma--- Me encuentro aquí como en un callejón sin salida. Todos pasan y ni siquiera uno sólo se detiene a hablarme. Los médicos vienen para la visita y no dicen nada. Se detienen a la derecha e izquierda; delante de mí no se detienen. Enfermera--- ¡Vaya, no diga eso! Enferma--- Se vuelve uno como si fuera un deportado…. Después de haber presentado estos apartes de diálogos, en donde se ve clara la voluntad de ayudar, hacen resaltar la dificultad de los tres agentes para escuchar los sentimientos apresados por sus interlocutores. En la práctica esto sucede a menudo, sobre todo cuando los enfermos expresan emociones pesadas, sucesos dramáticos o aburridores, ideas que contrastan con los de los agentes… Así comprende la tendencia a limitarse a un “ping-pong verbal”, que no compromete con una apertura profunda con lo que el otro vive, y a eliminar, a través de una sutil actividad selectiva, lo que no coincide con los propios esquemas, poniendo atención más a los contenidos cognoscitivos que a los emotivos, más a los sentimientos positivos que a los negativos. Ahora bien, lo hasta ahora afirmado ayuda a comprender que la escucha, además de ser fruto de buena voluntad y de respeto hacia el otro, es también el resultado de un aprendizaje disciplinado, que se va perfeccionando y volviendo más sensitivo. En cuanto a la escucha, la ayuda más eficaz y más apreciada que podemos brindar a una persona no consiste en la abundancia de palabras sino en la disponibilidad para escucharla. El arte de la escucha requiere sensibilidad y educación del corazón: es una disciplina que se va perfeccionando con el tiempo de la medida en que llegamos a tomar conciencia de los obstáculos que interfieren en la escucha y de las actitudes que la promueven.

68 TAMANINI, L. La acogida, en AAVV., El mosaico de la misericordia, Ed. Sal Terrae, Santander, 1990. P 26.

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La verdadera escucha nos trae, muchos beneficios: promueve el conocimiento de sí mismo, reduce las tenciones interiores, rompe el cerco de la soledad, ayuda a expresar los propios sentimientos, clarifica las decisiones, sana el corazón. El enfermo nos habla a través de su comportamiento, de sus mensajes, de la historia de su dolor y de su manera de enfrentar a las dificultades. Por eso a la hora de una visita al enfermo hay que estar muy atentos a lo que nos manifiesta, pues toda la persona habla y toda la persona escucha, por tanto: -Se escucha con la mirada, sabiendo aceptar expresiones, reacciones y preocupaciones. La mirada tiene una expresividad particular, una gran cualidad comunicativa. Se escucha con la mirada antes que con el oído; una mirada anula distancias y crea presencia. -Se escucha con el “toque” humano, aprendiendo a descubrir donde hay necesidad afecto y de calor y dónde la intimidad de los gestos humanos desasosiega a la persona. -Se escucha con el oído, sabiendo discernir por el tono de la voz, la intensidad de los sentimientos, el significado de los mensajes y del lenguaje usado. -Se escucha cuando ponemos a la otra persona en el centro del diálogo, como protagonista del encuentro. Cuando entramos en su mundo y vemos las cosas desde su perspectiva. -Se escucha cuando nos sentimos en sintonía con el otro y percibimos claramente lo que esa persona vive y siente. 5.6.3.4. La escucha se perfecciona. Esto se da cuando el agente de pastoral hace uso de una variedad de recursos. Entre éstos pueden resultar particularmente útiles los siguientes: *El silencio: Como expresión profunda de respeto y de unión con el otro. El silencio es un modo de vivir la relación consigo mismo y con los demás. El silencio es una dimensión espiritual de la persona. Quien está acostumbrado a hacer silencio dentro de sí encuentra fácil guardar silencio con los demás. *Gestos de afecto. Que pueden ser más dicientes que cualquier palabra. *La sonrisa. Como instrumento para transmitir serenidad y cercanía. El agente de pastoral debe de estar atento a lo que el enfermo dice, a sus movimientos corporales y gestuales, pues nos permiten una mejor comprensión y atención al enfermo. 5.6.3.5. Obstáculos para la escucha.

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Es difícil escuchar imparcialmente, sin interferencias o prejuicios. Por eso es importante aprender a reconocer los obstáculos que condicionan la escucha. A continuación se presentan los más usuales: -La ansiedad El agente de pastoral tiene la dificultad en escuchar al otro porque está preocupado por sí mismo, por la forma en que es recibido y por la manera en que tiene que contestar. -La superficialidad. Aquí la dificultad está ligada a la incapacidad de detenerse en un argumento específico. El agente de pastoral tiende a cambiar frecuentemente el tema de la conversación, carece de profundidad y está a la búsqueda de informaciones, en el lugar de esforzarse de tener un verdadero dialogo. -La tendencia a calcular. En este caso, el agente está completamente invadido por la urgencia de desarrollar una estrategia para resolver las preocupaciones y solucionar los problemas que la persona comunica. -La tendencia a juzgar y condenar. El agente de pastoral tiende a juzgar las situaciones y decide lo que es bueno y lo que es malo, lo que debe ser aprobado o desaprobado, tratando de hacer prevalecer los propios puntos de vista y, talvez, de imponer prejuicios personales que condicionan al interlocutor. -La impaciencia. Muchos se distinguen por la excesiva impulsividad, interrumpen a los otros antes que hayan terminado de hablar o completan las frases de los demás, evidenciando no soportar los silencios y las pausas. -La tendencia a predicar. Hay quien se acerca al enfermo con una excesiva preocupación y enmarcarlo todo con una perspectiva religiosa. Su tendencia es la de recomendar una receta para cada mal, ofrecer consejos no solicitados y sugerir soluciones aun antes de conocer a fondo los problemas. -La distracción. A veces, la mente permanece centrada en lo que se ha dicho en la conversación diez minutos antes, perdiendo así el desarrollo sucesivo del diálogo. -La pasividad. Está bien ilustrada por aquel agente de pastoral que acepta todo lo que se dice, sin cuestionar cuando es necesario; escucha pasivamente sin contribuir a la animación del diálogo. -La tendencia a seleccionar. En este caso, el agente de pastoral opta por corresponder únicamente a aquellos mensajes en los que se siente a sus anchas. Si el enfermo le confía la inquietud

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“en vísperas de una intervención quirúrgica y, de paso, hace una referencia al tiempo metereológico, se detiene en ésta, porque no sabe cómo responder a la ansiedad de la cirugía69. 5.7. La espiritualidad. Es la dimensión importante en la vida del hombre, pues conforma un estilo o modo de vida cristiana, que es vida “en Cristo” y en el “Espíritu”, que se acoge en la fe y en el amor y se vive en la esperanza dentro de la comunidad eclesial. Todavía no se ha hecho un estilo específico sobre la espiritualidad del ministerio en el mundo de la salud. Pero existen modelos de vida con los cuales se marca profundamente un estilo preciso, siempre a ejemplo de Jesucristo. A la acción del agente de pastoral se le puede aplicar lo que Pablo VI escribe: “No habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo… Las técnicas de la evangelización son buenas, pero ni las más perfectas podrían sustituir la acción discreta del Espíritu”. Incluso la preparación más refinada del evangelizador, no consigue absolutamente nada sin Él. Sin Él, la dialéctica más convincente no tiene poder alguno sobre el Espíritu de los hombres. Sin Él, los esquemas más elevados sobre bases sociológicas y psicológicas no tardan en revelarse vacíos y faltos de todo valor. Se puede decir que el Espíritu Santo es el principal agente de la evangelización70. Hablar de espiritualidad significa referirse a una calidad que el Espíritu imprime en el hombre y tratar de la acción que se realiza bajo el impulso del Espíritu. Como eficazmente afirma San Pablo, la presencia de Cristo en el creyente se convierte en principio unificador de la existencia: “No soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mí” (Ga 2, 20). La espiritualidad del ministerio en el mundo de la salud es expresión de una manera particular de vivir la vida en el Espíritu. En efecto, si la espiritualidad cristiana, considerada en su fuente originaria, es única por ser único el Espíritu santificador que nos transforma en criaturas nuevas, sin embargo en el aspecto existencial hay expresiones diversas de vida cristiana y, por tanto, modos diversos de vivir la vida espiritual, ya que el Espíritu Santo distribuye dones distintos complementarios a los miembros de la comunidad eclesial. Hay varias Espiritualidades que vislumbran el ser y acrecientan la Fe, en cuanto a modelos se refiere, pienso que uno de tantos es el modelo bíblico del buen pastor y del buen samaritano que nos favorecen en una profundización de la espiritualidad que debe tener y seguir el agente de pastoral de la salud, a la hora de una visita.

69 TARRARAN, A Y CALDERON, I. Acompañando a los que sufren, I P. 117-120. 70 PABLO VI. EN. Nº 75.

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Estos modelos tienen varias características que ya conocemos: 5.7.1. El buen pastor *El buen pastor da su vida por las ovejas: El agente debe también dar su vida por los enfermos, o sea, dedicar parte de su tiempo para el servicio, y el cuidado de los que sufren; *“Conozco a mis ovejas… y ellas me conocen a mí”. El buen Pastor sabe como llegar a su rebaño y como llamarlo, de la misma forma el agente debe saber acercarse a los otros, y así establecer un contacto personal con cada una de las personas con las que se encuentra. *“Y habrá un sólo rebaño y un sólo pastor”: Es fácil aceptar el proyecto de salvación ofrecido por Jesús, que debe llegar a todos los hombres. Por tanto al igual la pastoral de la salud debe de estar atenta a las necesidades de los enfermos, sin destacar, ni excluir a nadie, sin importar la raza, la clase social etc., siempre estar abiertos a todos. 5.7.2. El Buen Samaritano. *“Un samaritano al verlo…” Al igual que el samaritano, el agente de pastoral esta en la capacidad de leer la corporeidad del enfermo, y brindarle según lo necesite un abrazo, una sonrisa, una oración, o según sea el caso. *“Se compadeció de él”. Es una actitud muy usual de tener la destreza de “sufrir con”, es el poderse poner en los zapatos del otro, y experimentar por un instante el dolor y la angustia que siente el otro. *“Se acercó”. Esto implica un abajamiento, o sea, poder estar al igual del que sufre, es el tú a tú. Para lograr esto tenemos que despojarnos de nuestros prejuicios, y hasta nuestros temores para así dar ese gran paso de acercarse, donarse, darse. *“Le vendó las heridas echándole aceite y vino”. El samaritano al prestar el servicio no fue con las manos vacías, sino que llevó consigo aceite y vino, el agente también debe de llevar consigo aceite y vino; que en lo común se transforma en disponibilidad, oración, fortaleza. *“Lo montó en su cabalgadura, lo llevó a una posada y cuido de él”. El samaritano no sólo lo curo, sino que fue más allá y lo llevo consigo y le termino de prestar sus servicios, el samaritano, desde un acercamiento frente a un extraño culmina con cuidarlo y velar por él. Esta es una acción pastoral viva, acompañada de la praxis. De igual forma el agente de pastoral debe ser eficaz y saber prestar el servicio, esto implica estar bien informado y capacitado, poder orientar en momentos críticos como en caso de alguna hospitalización o exámenes médicos. El agente de pastoral es consciente de que no podrá resolver todos los problemas, pero siempre tiene algo que ofrecer y, sobre todo, la certeza de anunciar la victoria de Cristo sobre la muerte. A la escucha de la palabra del Señor, el agente debe

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aprender a leer, desde la fe, la experiencia del sufrimiento y del dolor, a descubrir la acción de Dios y a vivirlos con esperanza. El agente de pastoral está llamado a aceptar e integrar sus propias heridas, los aspectos negativos de la vida y transformarlos en fuente de salud. El servicio al enfermo, como auténtico encuentro del amor misericordioso, no se puede realizar sin el sacrificio ni la renuncia. De aquí nace la fuerza de abandonarse en el Señor, la capacidad de dar sin esperar recompensa, la superación de la repugnancia, el saber comprender todas las situaciones, la apertura y disponibilidad hacia todos, la sensibilidad, el don de la gratuidad. La espiritualidad se expresa también en la celebración de la vida, valorada como don y como compromiso, superando el fatalismo y la desesperación. El agente de pastoral purificará constantemente sus motivaciones y en los momentos difíciles, en los que se siente desanimado, impotente, reforzará su confianza en el Señor, el único que puede salvar. Jesús, buen pastor y Buen Samaritano, será el modelo permanente el cual todo agente buscará imitar es su vida y en su acción pastoral. Los santos de la caridad nos llevarán a hacer de nuestro servicio un culto agradable a Dios, la liturgia de la caridad: Ser Jesús para el enfermo y ver a Cristo en cada enfermo. 5.7.3. Una visita que se convierte en encuentro. La visita significa el servicio de amor mutuo de hombres y mujeres que en el nombre de Cristo y con Cristo son sabedores de que deben de ayudarse mutuamente a llevar las cargas los unos de los otros “(Ga 6,2), En este sentido, la palabra “visitar” puede aparecer como muy insignificante, que no compromete suficientemente a los dos, tanto al visitante como al visitado entre sí; de aquí que muchos prefieren la palabra “encuentro”. No hay necesidad de decirlo todo acerca del “encuentro”, pero sí merecen ser destacados algunos puntos importantes. a) El agente de los enfermos no pertenece solamente a los “especialistas” de la salud. No hay que olvidar que también el cuidado de los enfermos compete al bautizado, al confirmado, al sacerdocio ministerial, incluidos los diáconos. b) El primer paso de la visita se identificará con una simple comunicación humana, pero que ya tiene valor de comunión. Por esta real efectividad de la visita nada puede ser descuidado en ella: el más pequeño gesto de interés, de respeto, de escucha, de servicio, la más pequeña atención son el primer paso hacia una amistad; una palabra, un silencio, una sonrisa rompe la soledad, permiten una relación y de hecho ayudan al enfermo a vivir mejor, a encontrar a aquél que es la vida. 5.7.3. La Oración

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La oración es una forma para comunicarnos y acercarnos más a Dios, en ella presentamos a Dios nuestra propia historia en cada uno de sus momentos y etapas. Cuando se está enfermo no es difícil rezar aunque sea con formulas repetitivas, porque la Oración para el que sufre es un cauce que le permite vivir el misterio de su debilidad. La oración expresa la necesidad del encuentro con Dios Padre, un encuentro experiencial, que nos posibilita vivir el amor y la amistad con el Padre, por Jesucristo en el espíritu. La oración del enfermo, tiene la característica común de toda oración: es relación, diálogo, encuentro, contemplación, experiencia mística, salir de sí, existir en el otro, es un acto de amor, de comunión de entrega. Existen varias maneras de orar: *Oración de súplica: La oración de petición y de súplica es la plegaria más espontanea en los labios de los enfermos; sobre todo en los momentos más duros de la enfermedad. El grito del oprimido, el tormento del abandonado, la fatiga del enfermo, la amargura del fracasado. Son dolores muy concretos que expresan como lamentaciones y desembocan habitualmente en el abandono en el Dios de la vida. *Oración de confianza. Esta se expresa cuando por una enfermedad seria y larga se siente desvalidos, enfrentados al propio destino, huérfanos, abandonados. En medio de esta situación podemos experimentar la confianza, la presencia, la ternura de Dios. *Oración de aceptación. La oración de aceptación es una oración de madurez y de sabiduría, propia de quien sabe situarse frente a la realidad y reconocerse criatura finita. El enfermo acepta, vive con serenidad la enfermedad, su paso de esta vida al Padre. *Oración de entrega. Es un acto de amor a Dios, en la vida, a los demás, a uno mismo. En la entrega y donación de sí mismo es donde aparece la persona capaz de amar hasta el olvido de sí. De este modo se manifiesta la vida verdadera. *Oración de contemplación de la cruz. La oración al Dios de la cruz expresa el dolor, la soledad, el desamparo, la compasión, la misericordia. En la cruz adorada y contemplada pedimos la cercanía y presencia del crucificado. Estas y otras muchas formas de orar pueden expresasen por el enfermo, y por el agente de pastoral, que debe de ayudar a fortalecer y alimentar por la fe el modo

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de orar para un encuentro agradable con Dios Padre quien alivia y conforta en su sufrimiento. 5.7.4. El sacramento como signo de vida. Hay que destacar la idea fundamental de “sacramento” no sólo los ritos sacramentales, sino que todo sacramento celebrado con el enfermo, toda relación con él, todo gesto, son “salvadores” y por tanto participan de la misión de la Iglesia, que consiste en dar sentido a cada situación humana y en hacer a Dios presente en el hombre, y al hombre presente en Dios cualquiera que sea la situación de su vida: salud o enfermedad, paz o rebelión, perspectiva de curación o progreso hacia la enfermedad. El rito sacramental obligadamente ha de ser un rito significativo, ha de ser signo de verdad. Por ello, aparecen como necesarias las siguientes condiciones: -Un mínimo vital en cuanto a la “fe” del que lo recibe. El sacramento implica la fe; sin fe se degradaría y quedaría en magia o en superstición; -un mínimo vital en cuanto a “libertad de conciencia” del paciente; sin ella ya no sería signo, se volvería no significante; -un mínimo vital en cuanto al “aspecto eclesial” de todo sacramento. Es verdad que la celebración comunitaria del sacramento no siempre es posible, si bien por parte de los enfermos tiende a hacerse más frecuente. Los gestos y las palabras del sacramento, que expresan la presencia y la acción del Señor, están en la línea de una presencia y de una acción que el enfermo ya ha experimentado en el encuentro con las personas, en el servicio que recibe en la reflexión de la palabra de Dios. El gesto del que se acerca al enfermo se convierte en un gesto más profundo, que abarca al hombre en su totalidad y lo transforma. 5.7.5. El sacramento de la penitencia. El sacramento de la penitencia, en su lenguaje natural, evidencia un proceso de conversión que, iniciado en el bautismo, debe durar toda la vida. En el campo específico de la enfermedad, los elementos que favorecen el camino de la conversión, son: el coraje para afrontar la propia situación, la voluntad de ofrecer a Dios el sufrimiento para la salvación propia y de los hermanos, el deseo de compartir la vida y el sufrimiento de Cristo y convertirlos en un signo de redención. La enfermedad pone al hombre en conflicto con su conciencia, con los demás y con Dios. En esta situación de rebeldía y de crisis profunda, el enfermo necesita ser acompañado en su camino de reconciliación. Necesita recuperar la paz, la unidad interior para seguir viviendo con serenidad su situación de enfermedad; necesita perdonar y ser perdonado. Este camino no podrá realizarlo a solas, necesita de la gracia de Dios y del acompañamiento de los otros; de los agentes de pastoral, de su dedicación,

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constancia y amor. Con este sacramento, la comunidad cristiana se dirige al enfermo para decirle, en el nombre de Jesús: “Tus pecados quedan perdonados… levántate y anda”, (Mt 9,5-6). 5.7.6. La eucaristía Es el sacramento por excelencia: “Fuente y culmen de toda la vida litúrgica”, “centro de la comunidad cristiana y de su misión”71. El enfermo es un memorial viviente de la Pascua del Señor en su historia de sufrimiento, el Espíritu se convierte en una invocación confiada al Padre para que su situación de enfermedad llegue a ser lugar de la manifestación de la Pascua del Señor. La eucaristía los hace vivir la vida de Cristo, les asocia a su misión, les compromete en el movimiento del servicio a Dios y a los hombres que le ha hecho fiel hasta la cruz y que hoy es su vida de Resucitado. La eucaristía llama a los cristianos a la valentía del amor y los compromete en el servicio de los hermanos, especialmente de los pobres. En la eucaristía la gran comunidad de los hombres se hace ella misma acción de gracias, primicia de un mundo nuevo. 5.7.7. Comulgar en momentos de enfermedad En virtud de su bautismo tiene el derecho y el deber de participar de ese banquete para poder asumir las responsabilidades de todo miembro de la Iglesia: fidelidad a Dios y a los hombres, misión de oración y apostolado. Nutriéndose de la Palabra y del Cuerpo de Cristo, el cristiano es invitado en su enfermedad a asumir cristianamente su vida afectada por la prueba. Necesita resistir a la atención de la “resignación”, reunir sus fuerzas para luchar por la salud y para vivir la doble fidelidad que Jesús nos ha dado ejemplo, fidelidad a Dios en la fe, en la esperanza, en la oración, en la disponibilidad, en la certeza de sentirse amado con un amor más fuerte que la muerte. Fidelidad a los demás, asumiendo a lo mejor posible sus responsabilidades humanas, ofreciendo su colaboración y su amistad a quienes les rodean de cuidados y afecto. La misión del enfermo no se reduce al horizonte de su habitación o a las personas cercanas o a las que tiene afecto. Es miembro de una comunidad cristiana en la que tiene como todo bautizado, su lugar y sus responsabilidades. Cuando esta comunidad le lleva la comunión, le integra en la asamblea eucarística y le da el apoyo de su amistad, pero también la comunidad se pone a la escucha y le pide ayuda, porque el enfermo es, en medio de nuestras comunidades cristianas, y en la sociedad, una especie de testigo excepcional. 5.7.8. Unción de enfermos.

71 AA.VV. Tras las huellas de Cristo médico

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Es el sacramento específico para el tiempo de la enfermedad (Sat. 5,14-15). Cuando se habla sobre unción de enfermos, se tiene un temor grande, pues se cree que es para la muerte, que es un sacramento de los moribundos. Es tarea del agente de pastoral, explicar y catequizar al enfermo y a la familia sobre el sacramento de la unción, que no es para la muerte, sino precisamente para el momento de la enfermedad. El sacramento de la unción de los enfermos nos ayuda a vivir unas realidades-limite de la existencia humana. Es la proclamación de que el sentido último de la vida es el amor. -El sacramento debe administrarse cuando el enfermo es capaz de unirse también él a la oración y pedir junto con sus familiares y cuidadores fortaleza y ayuda de Dios en la enfermedad. El enfermo podrá poder experimentar, con el sacramento de la unción, empuje nuevo para seguir adelante, para sobre ponerse a su situación. También ante una operación peligrosa, o al empezar un tratamiento médico difícil, o en otras situaciones similares. En todos estos casos, el sacramento será un momento para hacer presente la ayuda de Dios al enfermo y para orar todos (el enfermo, los familiares, el sacerdote), como Iglesia, por aquel cristiano que sufre. Con el sacramento de los enfermos celebramos, Pues, el amor, la solicitud, la solidaridad humana, manifestada en los cuidados y cercanía de familiares, amigos y personal de salud. Nuestro acompañamiento, gestos, actitudes, palabras hacen presentes la ternura de Dios y de los hermanos al hombre que sufre. Ungir al enfermo es infundir en él espíritu de Jesús: es comunicarle vida a su existencia; el ayudarle a vivir con sentido su situación; a no claudicar en su opción de amor, de entrega y de su lucha por vivir con esperanza su enfermedad, y pueda seguir caminando con serenidad y paz hacia la casa del Padre. 6. PLAN DE FORMACIÓN: PROPUESTA Ya vimos lo significativo que es la preparación y la formación de los agentes de pastoral, para el servicio y acompañamiento de los enfermos, capaces por su actitud madura y competente de comunicar a las personas el amor redentor del Señor, ayudándoles a superar creativamente su situación de crisis y de enfermedad y a avanzar en su camino humano y espiritual. Por tal motivo es oportuno señalar algunos elementos que acompañan este proceso. - La exploración responsable de la propia personalidad. Esta exploración es necesaria para adquirir o perfeccionar aquellas actitudes fundamentales, tanto humanas como espirituales, que garanticen el ejercicio de un ministerio eficaz.

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- La adquisición de un sentido de identidad satisfactorio. El agente de pastoral necesita situarse responsablemente ante su propia opción, aclarando las relaciones entre su propio ser y las exigencias de la misión pastoral. - La apropiación de técnicas para facilitar el ejercicio del ministerio pastoral: capacidad de escuchar, de identificar las necesidades de las personas con las que se trata y de responderles adecuadamente, de fijar objetivos reales, de recurrir a estrategias inteligentes en la relación de ayuda, de comunicar con claridad, honradez y eficacia. - La aplicación de diferentes métodos de acercamiento pastoral. Esto con el fin de que el agente de pastoral pueda elegir los elementos más aptos a su propio estilo personal en orden a una preparación especializada, adaptada a los diferentes grupos de personas con las que ha de tratar. - La adquisición de una capacidad de colaboración interdisciplinar, a fin de resaltar el aporte de la pastoral en la organización de la atención al enfermo. - La adquisición de la capacidad de transferir a otros sectores lo que se ha aprendido en un determinado contexto. 6.1. Creación del equipo Es claro que en toda parroquia debería existir un grupo adecuado para que se pueda preocupar de la pastoral. Es un trabajo arduo en el que no se puede desfallecer en el primer intento, al contrario hay que insistir y perseverar para alcanzar los objetivos y metas propuestas por eso a la hora de la creación del grupo hay que saber convocar y sobre todo presentar bien las cosas de una manera clara, convincente y seria, para animar y motivar a los cristianos a unirse y emprender una nueva etapa de vida en el servicio por el prójimo pero sobre todo por el enfermo a ejemplo de Cristo. Ya lo había mencionado antes que cualquier persona puede ser parte del grupo, tanto los jóvenes que quieran comprometerse con su espíritu misionero por una sociedad más humana; las mujeres que tienen algún tiempo para dedicarlo al servicio de los demás; también los jubilados cristianos que puedan realizar todavía un trabajo importante; entre las religiosas y religiosos, que puedan encontrar un espacio para comprometerse más en este campo. 6.2. Animación cristiana Los miembros de pastoral de salud tienen que saber alimentarse en la vida de la comunidad parroquial (Eucaristía dominical, celebraciones, oración…), pero

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pueden necesitar encuentros propios de oración, retiros, convivencias a nivel de parroquia o zona. Es importante por tanto que el equipo de pastoral de la salud alimente su fe y su vida cristiana. Esto con el fin de no convertirse todo en un activismo, la organización, las reuniones, las visitas a los enfermos, etc. Pues el ministro o agente de pastoral se puede convertir en funcionario que realiza unas actividades, pero que no lleva vida dentro y que por lo tanto, no la contagia. 6.3. Acompañamiento a los Agentes Para trabajar en la pastoral de la salud no basta la buena voluntad y la generosidad. A veces se piensa que la colaboración en la catequesis, la liturgia, etc., exige una cierta preparación y capacitación, mientras que en la pastoral de los enfermos es suficiente la buena voluntad y esto es un gran error y una gran equivocación. Puesto que como ya se ha dicho repetidas veces, la buena voluntad no garantiza la eficacia, y la buena realización del servicio pastoral. Por tanto es necesario la capacitación y la formación. Para un mejor desempeño humano, cristiano y pastoral. En cuanto a la guía pastoral de la formación, es bueno mirar el aspecto cristiano y el otro especifico que complementaran el proceso formativo. a) Una formación cristiana cada vez mejor: la misión de la iglesia en la sociedad moderna, como evangelizar la visión cristiana de la enfermedad, la actitud de Jesús ante el enfermo, etc. b) En segundo lugar una formación específica en este campo de los enfermos: el mundo del enfermo, su problemática, su psicología; el trato al enfermo, como acompañarlo en su enfermedad, etc. También es conveniente conocer el mundo sanitario, su estructura, sus problemas e injusticias cuantos hospitales y/o centros de salud hay en la parroquia o zona, el funcionamiento hospitalario, los derechos del enfermo… 6.4. Algunas actividades del equipo Estas son sólo algunas de las múltiples actividades que se realiza en la pastoral, pero que son necesarias e importantes. O necesario presentarlas pues, cuando inicia un grupo siempre se presentan interrogantes como ¿Cuál es la tarea del equipo? o ¿qué es lo que hay que hacer en la pastoral? Por eso es bueno plantear algunas de esas tareas. 6.4.1. Conocer a los enfermos Si se piensa en una visita, lo primero y elemental es el conocimiento de los enfermos, que se encuentran en sus lugares de manera permanente, como: los enfermos crónicos, minusvalidos físicos, sensoriales psíquicos; disminuidos por accidentes, paralíticos cerebrales, etc. Y también ese sector cada vez mayor de

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ancianos enfermos, deteriorados, disminuidos, que viven encerrados en sus casas. Es importante conocer las necesidades o problemas más urgentes de estos enfermos. Pues con frecuencia a la enfermedad se le unen otros problemas de carácter económico, familiar o personal. Naturalmente tenemos que conocer bien, sobre todo, a los enfermos más olvidados, más necesitados, más abandonados o marginados, los que están más solos, los que no tienen prácticamente a nadie. Así pues, la primera condición para actuar es conocer bien la realidad de los enfermos en la parroquia. Un equipo de pastoral de enfermos bien informado y buen conocedor de la realidad es un equipo que puede luego dar pasos importantes. Para conseguir esto son importantes algunas características: a) El ir creando dentro de la parroquia una red de colaboradores que nos pueden ayudar a mantener informados (por bloque, barrio, zona etc). b) El cuidar la relación con los centros sanitarios para conocer la situación de los internos. c) El ir elaborando poco a poco un sencillo fichero con los enfermos crónicos de la parroquia, y de los ancianos. Para la elaboración de la ficha, se puede hacer según el criterio o modelo propio del equipo de pastoral, o también utilizando otros modelos. Presento aquí un modelo sugerido por el Padre Adriano Tarraran. Ficha de cada enfermo y anciano.72 Nombre: _________________________________________________________________ Dirección: ____________________________________ Teléfono: ___________________ Edad: ________ Profesión: __________________________________________________ Gustos: _____________________________________ Habitantes: ___________________ Tiempo de enfermedad o invalidez: ____________________________________________ Tratamiento: ___________________________ Alimentación: _______________________ Servicio de salud: __________________________________________________________ Situación personal: _________________________________________________________ Cómo esta asumiendo su enfermedad: __________________________________________ Aceptación: ___________________________ Rechazo: ____________________________ Situación familiar: __________________________________________________________ Condiciones ambientales: vivienda: ____________________________________________ Elementos de aseo: _______________________ Medicamentos: _____________________ Necesidades espirituales y religiosas: ____________________________

72 TARRARAN A Y CALDERON, I. Acompañamiento a los que sufren, I. P. 148.

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Otros: ___________________________________________________________________________________________________________________________________ 6.4.2. Acercarse al enfermo. Este debe ser uno de los primeros gestos de la comunidad parroquial, el acercarse a los enfermos de manera particular a los más olvidados y abandonados y necesitados. Hay que hacerles saber que el enfermo no está solo. Acercarse a los enfermos significa vitarlos cuando están internados en un centro, cuando están convalecientes en su casa, es cuando viven allí con su enfermedad crónica. Pero significa también hacerles llegar nuestra presencia de comunidad parroquial enviándoles nuestro saludo, llamando por teléfono, enviando alguna carta. No olvidarlos, sobre todo, a los que sabemos que están solos, desmoralizados, deprimidos, etc. Por otra parte, hay que acercarse a la comunidad parroquial hacia el enfermo creyente, recordarlos en la eucaristía de la comunidad, llevarles la comunión los domingos, ayudarles a estar presentes en la parroquia en días señalados (Pascua, Pentecostés, Día del Enfermo). 6.4.3. Servir al enfermo. La pastoral de la salud ha de estar atenta a cualquier necesidad de los enfermos, sean crónicos, sean temporales, estén en un centro sanitario o residan en su casa. A veces, junto a los problemas que trae consigo la enfermedad, se añaden otros problemas. Necesidades materiales y económicas; personas que necesitan orientación y asesoramiento porque no saben moverse en ese mundo de la medicina; enfermos que necesitan ayuda para sus desplazamientos o compañía para acudir a las consultas; gentes que no saben defender sus derechos y será necesario ponerlos en contacto con la Asistente Social de Cáritas, etc. Otras veces son problemas morales: estados depresivos; desaliento y desmoralización; abandono por parte de la familia: soledad (no tener a nadie que pueda pasar la noche con ellos; no tener a nadie para conversar o salir a pasear), etc. Otras veces, puede haber una necesidad espiritual, la presencia de un sacerdote o de alguien que le ayude a afrontar su enfermedad, el diagnóstico pesimista o la proximidad de la muerte.

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El equipo de pastoral de la salud parroquial debe estar atento, ser sensible a toda esta problemática, reunirse para ver qué se puede hacer, sobre todo, ante los enfermos más desvalidos y necesitados. Aprender poco a poco con la experiencia a estar cerca de estos enfermos en una actitud de servicio totalmente desinteresado. 6.4.4. Atención y ayuda a las familias. A veces es la familia del enfermo quien necesita una presencia de acompañamiento y de ayuda, pues muchos de los casos son ellos los que necesitan más ayuda que el mismo enfermo. El estar a diario con ellos los va enfermando y cansando, pensemos en esas familias agobiadas y agotadas por la tensión y el dolor al ver que se prolonga la enfermedad de alguno de sus seres queridos, sabiendo que no tiene remedio. Si pensamos en aquellas familias con enfermos crónicos, con hijos minusválidos, con padres que llevan años en cama esto puede ser muy tenciónante para la familia. Este impacto de la enfermedad sobre el ambiente familiar puede tomar distintos aspectos según los factores predominantes que pueden estar tanto en relación con la enfermedad misma (control, síntomas, información, no adecuación de objetivos enfermo-familia) como en relación con el terno social y circunstancia de vida del enfermo: Personalidad y circunstancias personales del enfermo. Naturaleza y calidad de las relaciones familiares. -Reacciones y estilos de convivencia del enfermo y familia en pérdidas anteriores. -Estructura de la familia y su momento evolutivo. -Nivel de soporte de la comunidad. -Personalidad y estilo de vida de los que “van a quedarse”. -Problemas concretos, calidad del habitáculo, etc. (disputas familiares, herencias). Debemos tener en cuenta que, para la familia, el poder tener una tarea concreta en relación con el cuidado directo del enfermo es un elemento de disminución del impacto. Es necesario valorar una serie de factores socioculturales que pueden afectar y condicionar la atención: situación económica de la familia que permita asumir los costes que se generan (material de curas o comodidad, medicación, miembros de la familia dejan de trabajar), condiciones básicas de habitabilidad y confort de la vivienda (agua caliente, higiene, iluminación, etc.); la familia debe estar capacitada culturalmente para comprender y ejecutar las indicaciones sobre el tratamiento y cuidados (curas sencillas, cambios posturales, etc.). Muchas veces el acercamiento de los agentes de la pastoral ha de ser a la familia. Ofrecer discretamente ayuda, ofrecer también una ayuda para que puedan descansar y tranquilizasen.

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6.4.4.1. Trabajo del equipo en la atención a la familia. La primera intervención del equipo será la de valorar si la familia puede emocional y prácticamente atender de forma adecuada al enfermo en función de las condiciones descritas. Además, ya inicialmente debe identificarse a la persona que llevará el peso de la atención para intensificar el soporte sobre ella y revisar las vivencias y el impacto que se vayan produciendo. El siguiente paso será planificar la integración plena de la familia y lo haremos mediante: -La educación de la familia. -Soporte práctico y emocional de la familia. -Ayuda en la rehabilitación y recomposición de la familia (prevención y tratamiento del duelo). Este trabajo de valoración de la situación familiar debe ir haciéndose periódicamente, ya que puede modificarse bruscamente en función de la aparición de crisis. 6.4.4.2. La educación de la familia. Este es uno de los aspectos en los que la familia debe tener información clara y precisa según lo expuesto en el apartado correspondiente, que le permita participar en la medida de sus posibilidades, como son: -Alimentación. -Higiene. -Cuidados directos del enfermo: cambios posturales, curas específicas, hábitos de evacuación, etc. -Administración de fármacos. -Pautas de actuación ante la aparición de posibles crisis: coma, crisis de pánico, agitación psicomotriz, agonía. -Orientaciones para la comunicación con el enfermo: actitud receptiva, importancia de la comunicación no verbal, respuestas, etc. 6.4.5. Sensibilizar a la comunidad parroquial. Una de las tareas importantes de la pastoral de la salud es sensibilizar a la comunidad parroquial de cara a los enfermos. Preocuparse de que la parroquia no olvide a estos hombres y mujeres que sufren la enfermedad. El grupo de agentes parroquiales de enfermos ha de preocuparse de llevar esta sensibilidad y la liturgia parroquial (que se ore por los enfermos, que se les lleve la Eucaristía, que se les recuerde en la precaución, que se celebre Unión de enfermos, etc). El equipo de pastoral de la salud ha de cuidar de manera especial la celebración del Día del Enfermo, la celebración de la Unión, el Día de la parroquia, etc. Pueden ser fechas importantes para sensibilizar a toda la parroquia.

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Esta tarea de sensibilización no ha de reducirse al interior de la comunidad parroquial. La pastoral de la salud ha de colaborar también en sensibilizar a la sociedad (defensa de los derechos de los enfermos, campaña de promoción de donantes de sangre, campañas por mejorar los servicios y la estructura de la vida social a las condiciones de los minusválidos, etc). 6.4.6. Coordinar la pastoral. La pastoral de la salud ha de servir de encuentro, comunicación y coordinación de las personas y grupos cristianos que, dentro del ámbito de la parroquia, se interesan por promover acciones de servicio y asistencia al enfermo. Cuando falta una acción sabia y prudente de coordinación, se puede presentar una confusión de los servicios, superposición de cargos y hasta rivalidad de entre los mismos miembros. Por eso es necesario responder a la siguiente pregunta, ¿A quién corresponde la coordinación? A una persona que puede tener diferentes nombres: presidente, animador, líder, coordinador, etc., pero con tareas casi idénticas: dirigir, guiar, animar, coordinar las fuerzas, las actividades, las potencialidades y el funcionamiento del grupo. Es un miembro del grupo que tiene la tarea específica de: -Ayudar al grupo a identificar los objetivos, a realizar lo que se ha decidido y a revisar lo que se dicho; -hacer que el grupo permanezca fiel a los objetivos propuestos y a la organización que se ha fijado; -garantizar la unión fraterna entre los miembros; -dirigir y animar las reuniones; -Motivar a los miembros para seguir adelante; -promover el buen desarrollo de las actividades. No necesita una competencia específica para cumplir su tarea, ni necesario ser experto en todo, pero debe tener: -un mínimo de conocimiento de su tarea; -la convicción del valor del objetivo fijado y entusiasmo por el mismo para poder motivar a los demás; -la idoneidad para crear y mantener fraternas y amigables las relaciones entre los miembros; -la capacidad para estructurar el trabajo de grupo; -la habilidad para hacerles frente a las diversas situaciones de relaciones: agresividad, pasividad, etc., -la modestia para dejar a un lado sus ideas personales y brindar a los demás la libertad de expresar sus ideas; -la disponibilidad para escuchar y comprender a los demás. Se trata de talentos y actitudes que más o menos todos tienen o que se pueden adquirir y desarrollar.

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Naturalmente todo coordinador o animador desempeña su tarea según el propio temperamento: amable, autoritario, conciliatorio, etc. Se pueden notar tres formas de desarrollo de la tarea del coordinador: *autoritaria: prevé todo, hace todo, fija todo anticipadamente, impone su punto de vista, sus escogencias, etc.; *amable: no prevé casi nada, deja que el grupo vaya como quiera, deja que los más avispados dominen las reuniones y escojan, no propone itinerarios ni actividades, etc.; *democrática: prevé las aspiraciones y deseos del grupo, lo ayuda a formular las actividades y a elegir los objetivos particulares conjuntamente, orienta hacia posibles actividades e itinerarios, mantiene el grupo fiel a las elecciones hechas, favorece la mutua comunicación y la armonía, promueve una sincera verificación, etc. Por la manera autoritaria surgen actitudes de intransigencia, reacciones, hostilidades, agresividad, pasividad, independencia, etc. Por la manera bonachona surgen actitudes de indiferencia, apatía, competencia, dominio, frustración, rivalidad, aislamiento, superficialidad, etc. Por la manera democrática se desarrolla la participación en la vida del grupo, la libertad de expresar las propias ideas, la aceptación fraterna, la mutua comprensión, la responsabilidad y la cooparticipación en las iniciativas, etc. Naturalmente hay que favorecer y utilizar el modo democrático para obtener un crecimiento y un desarrollo armónico del grupo. Particularmente el papel del coordinador o animador es muy importante para un buen desarrollo de las reuniones. Ese papel se puede resumir en estos puntos: *Fijar bien el tema de la reunión; *facilitar el intercambio de opiniones con preguntas, sugerencias, etc.: *dar a los diversos puntos de vista una igual oportunidad para ser valorados y examinados; *Mantener el orden en la discusión; *conceder el derecho a la palabra; *llamar la atención a los que se desvían del tema; *aclarar el sentido de las diferentes intervenciones cuando se presentan a confusión; *hacer un resumen de lo que se ha dicho; *sin impedir la expresión de las diversidades y divergencias posibles, preservar al grupo de cualquier exceso de emotividad, agresividad, etc.; *hacer las síntesis de la reunión con breve valoración: Al coordinador o a otra persona le corresponde desarrollar también una acción de coordinación fuera del grupo, es decir: *mantener los contactos continuos con el responsable de la pastoral parroquial;

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*coordinar la actividad con la pastoral de Conjunto de la parroquia; *instaurar o alimentar relaciones de amistad y de colaboración con los otros grupos de la parroquia o vicaría; *conocer y presentar al grupo las directivas pastorales de la autoridad eclesiástica, de las comisiones diocesanas, etc.; *trabajar en plena sintonía y con espíritu de unión con los organismos diocesanos y regionales de la pastoral de salud. De todo lo dicho se ve la importancia y necesidad de un buen coordinador o animador para la realización de los objetivos, para una efectiva integración, para una equitativa armonía con la pastoral de la parroquia y de la diócesis. La estabilidad y la vitalidad del grupo son fruto de la obra del coordinador, puesto que favorece la concordia en las decisiones, la creatividad de los miembros, la participación sincera de todos y el entusiasmo y la alegría de trabajar juntos. 6.5. Funcionamiento del equipo de pastoral de la salud. 6.5.1. Funcionamiento interno. Si la parroquia es pequeña. El equipo, de pastoral de la salud lo forman prácticamente todos los que trabajan en el campo de los enfermos. Todos se reúnen periódicamente para estudiar los casos, ver qué hay que hacer, cómo organizar el Día del Enfermo, cómo mejorar la atención a los enfermos… Ahora si la parroquia es grande y de bastante actividad, la pastoral de la salud puede estar organizada de manera más compleja: puede haber un grupo más amplio de personas que colaboran en este campo (acompañantes de los agentes, personas profesionales, practicantes, los religiosos o religiosas) y puede haber una comisión más reducida compuesta por representantes de estos grupos (algún profesional, alguna religiosa o religioso etc.) En cualquier caso, para funcionar de manera eficaz y mejorar la atención pastoral a los enfermos, hay que reunirse periódicamente. No vamos a indicar aquí cómo ha de hacerse la reunión, pero no debería faltar un momento de oración, un momento de reflexión y formación o capacitación, un momento de revisión, un momento de organización para estudiar casos de enfermos, actividades a promover en la parroquia, búsqueda de nuevos colaboradores, etc.… 6.5.2. Relación con el conjunto de la parroquia. Hay que evitar el trabajar de manera aislada, sin conexión con el de la parroquia. Recordemos la importancia que tiene el saber informar y sensibilizar a toda la comunidad parroquial. Esto exige que algún representante del equipo de pastoral de la salud se haga presente en el consejo pastoral parroquial para sensibilizar, recordar el tema,

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proponer sugerencias, encontrarse con el párroco, conectar con los responsables de otras comisiones pastorales etc. 6.5.3. Relación con el arciprestazgo y la diócesis. También habrá que cuidar el no quedarse aislados dentro de la propia parroquia, sino en saber relacionarse con el conjunto del arciprestazgo, manteniendo las relaciones que haga falta. Y, finalmente, también es importante mantener una relación frecuente con la Delegación pastoral de la salud de la vicaría, a través del responsable o directamente, para pedir orientación, apoyo, materiales, etc., o planear nuevas cuestiones, etc. 6.5.4. Iglesia: Común – Participación La reflexión sobre la iglesia como sujeto de la pastoral de la salud encuentra su fundamento en la eclesiología de comunión y participación, vigorosamente propuesta por el concilio Vaticano II y desarrollada por los documentos y por la reflexión teológica posconciliares73. En esa eclesiología, se presenta la comunión como orgánica, esto es, en la diversidad, como se señala claramente en la christifideles laici: “La comunión eclesial se configura, más precisamente, como comunión “orgánica”, análoga a la de un cuerpo vivo y operante. En efecto, está caracterizada por la simultánea presencia de la diversidad y de las vocaciones y condiciones de vida, de los ministerios, de los carismas y de las responsabilidades. Gracias a esta diversidad y complementariedad, cada fiel laico reencuentra en la relación con todo el cuerpo y le ofrece su propia aportación” (n. 20). La finalidad de la comunión es la evangelización, como afirma la christifideles laici: “Obreros de la viña son todos los miembros del pueblo de Dios: los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, los fieles laicos, todos a la vez objeto y sujeto de la comunión de Iglesia y de la participación en su misión de salvación. Todos y cada uno trabajamos en la única y común viña del Señor con carismas y ministerios diversos y complementarios (n. 55)”. Los sacerdotes y los religiosos deben ayudar a los fieles laicos en su formación (…). A su vez, los mismos fieles laicos pueden y deben ayudar a los sacerdotes y religiosos en su camino espiritual y pastoral (n. 61). En la unión y en la ayuda recíproca, usando imagen del Evangelio, podemos decir que la comunidad eclesial está llamada a ungir los pies de Jesús, presente en los que sufren, con una libra de ungüento precioso, la caridad misericordiosa con los

73 Cf. Puebla, de manera especial toda la tercera parte; Santo Domingo, Nos. 8, 11, 48, 54, 59, 60, 61, 63, 93, 98, 100. etc.

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enfermos, de modo que toda la casa, es decir, la Iglesia y la sociedad, se llenen de su perfume (cf. Jn 12,3). 6.6. La Humanización En el mundo de la salud, “humanizar” significa hacer referencia al hombre en todo cuanto se hace para promover y proteger la salud, curar las enfermedades y garantizar un ambiente que favorezca una vida sana y armoniosa en los diversos planos: físico, emotivo, social y espiritual. Esta definición, más bien general, indica la necesidad de mantener viva la tención entre el ser y el deber ser de la promoción de la salud y de la asistencia en salud en todas sus expresiones desde la profesional hasta la de voluntariado. Cuando la distancia entre la realidad y el ideal excede los límites soportables, se habla de “deshumanización”. Pues bien, la distancia entre la realidad del mundo de la salud y su deber ser se percibe y se evidencia en numerosos aspectos: -en la relación entre trabajadores de la salud, enfermos y sus familiares, relación en muchos aspectos considerada inadecuada; -en el acompañamiento pastoral, a menudo centrado únicamente en la administración de los sacramentos; -en las condiciones frecuentemente inhumanas en que los trabajadores de la salud se ven forzados a trabajar; -en el modo de comportarse del mismo enfermo, a veces caracterizado por pretensiones faltas de realismo y por su incapacidad de participación; -en la tecnología médica, que a pesar de sus grandes méritos, puede empobrecer la relación interpersonal; -en las estructuras arquitectónicas inadecuadas y que no responden a las exigencias de un servicio de salud más humano; -en la asistencia de ciertas categorías de enfermos, como son los crónicos, los mentales, los moribundos, caracterizada por una escasa consideración una falta de respuestas apropiadas, como la asistencia a domicilio; -en la administración de las empresas de salud, no pocas veces gravada por la burocracia e interferida por intereses políticos que contrastan con el bienestar del enfermo; -en la medicina de vanguardia, empeñada en investigaciones que no siempre tienen en consideración el respeto a la persona y las necesidades reales de la mayoría de la gente; -en la ecología, manipulada por criterios utilitaristas. De lo anterior se deduce que la humanización tiene que ver no sólo con el enfermo sino también con el personal de la salud y administrativo, con lo político y se refiere no sólo a la gestión de la asistencia en salud, sino también a la medicina de vanguardia y a la investigación biomédica, a la ecología y a la educación en los valores.

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6.6.1 Humanizarse para humanizar El aporte que los agentes de pastoral ofrecen al proceso de humanización del mundo de la salud será eficaz en la medida en que sean ellos interesados en crecer en humanidad, reconociendo que, cualquier otra persona implicada en el servicio a los enfermos, hay en el ámbito del propio ser y obrar un espacio ocupado por la indiferencia y por actitudes deshumanizadoras. A esta toma de conciencia han de añadirse actitudes de profunda comprensión, de convencida solidaridad, de sincera participación y de viva esperanza. Según una feliz expresión del documento de Puebla, el creyente no debe limitarse a hablar de los que son víctimas de la deshumanización, sino que debe ponerse de su lado y hablar desde su punto de vista. Es a través de este acercamiento como puede llegarse a la certeza del amor de Dios, a pesar de las limitaciones propias de la condición humana. El amor convierte en amado a un ser que no lo era. La llamada del otro hace de una vida abandonada una vida que responde. El hijo del hombre, crucificado, es portador de la reconciliación en medio del dolor y la desunión. El hombre puede aceptarse a sí mismo a pesar de todo lo que pueda haber en él de inaceptable, porque ya ha sido aceptado por Dios74. En la perspectiva cristiana, tal compromiso se ve sostenido por la certeza de unos “nuevos cielos y una nueva tierra” cuya realización ya ha comenzado y es perceptible en todo intento por encauzar la mentalidad y el trabajo de las instituciones en el sentido de un mayor respeto por lo humano. 6.6.2. Humanización y evangelización La inclusión de la humanización en el ámbito de la pastoral de la salud está motivada por el valor evangelizador de todos los gestos e iniciativas tendientes a dar a la asistencia de los enfermos, en todas sus expresiones, un rostro más humano. Es significativo a este respecto el pensamiento de la Evangelii nuntiandi, parafraseado por un autor del siguiente modo: “Cuando los gestos de atención están impregnados por la caridad, traducida en entrega generosa, acercamiento cálido, sensibilidad atenta, presencia humilde y gratuita, poseen una fuerte carga interior que los trasciende: hacen preguntas irresistibles (EN, 21), amplían el ámbito de comprensión y de común entendimiento, se erigen en una especie de plataforma desde la cual poder partir para ulteriores metas, abren a nuevos horizontes la mente y el corazón de los

74 J. MOLTMANN. El hombre: antropología cristiana en los conflictos del presente, Sígueme, Salamanca, 1986, P, 133.

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hombres, se convierten en proclamación silenciosa, aunque sumamente intensa y eficaz de la buena nueva y constituyen la primera forma de evangelización”75. De donde se deriva que al ofrecer su propio aporte a la humanización del mundo de la salud, el creyente no sólo abre la puerta a la evangelización de dicho mundo, sino que está ya realizando una actividad evangelizadora. Los gestos que realiza para contribuir al mejoramiento humano de la atmósfera de las instituciones de salud y de la relación con los pacientes forman parte integral de su misión apostólica, y sólo de manera marginal carecen de interés para su ministerio. De hecho, tales gestos proclaman que el hombre, aún en situación de degradación física y mental, conserva su valor de hijo de Dios, y merece ser tratado como persona y ayudado a recobrar la salud en el sentido integral de la expresión. Considerada desde esta perspectiva, la humanización del mundo de la salud se interesa, pues, en el proceso de la salvación ya que toda su auténtica liberación humana parcial o sectorial constituye un momento, un signo anunciador, una demostración de esa liberación que Cristo ha realizado en su misterio pascual. Trabajar por la causa de la humanización significa, pues, empeñarse en la promoción del reino de Dios, que sólo se realiza en plenitud en el cielo, pero que se experimenta ya en el curso de la historia, en la medida en que el proceso de humanización va adelante. Considerar la humanización del mundo de la salud a la luz de la misión evangelizadora de la Iglesia contribuye a ampliar el aspecto de la pastoral de la salud, liberándola de la reducción sacramentalista de que ha sido víctima durante tanto tiempo, abriendo nuevos itinerarios operativos. El punto de partida lo constituye la promoción de un lenguaje que hable más humanamente del hombre. En efecto, el discurso sobre la persona humana que se escucha en el mundo de la salud es a menudo reduccionista. Identificado con la enfermedad o con el órgano enfermo, el paciente es fácilmente relegado a la categoría de la insignificancia. Para que se verifique un cambio en el modo de ver a la persona del enfermo es preciso que éste sea considerado en la totalidad de su ser bio-socio-psíquico-espiritual. La separación entre una persona y sus necesidades, hasta el punto de conferir artificialmente a éstas una existencia prácticamente independiente de aquella, pone ciertamente en peligro la integridad del enfermo. Hay que considerarlo y tratarlo como persona, es decir, esto es como unidad psicofísica, como relacionalidad intrapersonal e interpersonal, como espiritualidad y esencial relación con el Trascendente, como ser amado de Dios. En cuanto persona, el hombre es un ser consciente de sí mismo, que dispone de sí mismo y se construye progresivamente, tomando postura en virtud de su capacidad de optar libremente.

75 AA.VV. Tras las huellas de Cristo.

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En los ambientes de la salud se habla más humanamente del hombre cuando los cuidados que se suministran, a todos los niveles, revelan a los individuos afectados por el dolor la palabra fundamental pronunciada por Cristo: “Tú eres persona”. Palabra que humaniza, que da significado a un ser condenado a la insignificancia. La recuperación del hombre como sujeto de la asistencia en salud y la visión antropológica que considera a la persona en la totalidad de sus dimensiones favorecen: -La elaboración de una cultura en la que tanto la salud como el sufrimiento estén libres de nocivas actitudes reduccionistas. -Una distribución más adecuada del saber y del poder entre el personal y el enfermo, de modo que este último pueda pasar de una dócil pasividad a un asumir responsablemente su propia enfermedad y las consecuencias que ésta provoca76. Como se ha observado anteriormente, también en la pastoral el enfermo está llamado a recuperar su papel de sujeto, llamado como está a contribuir a la misión de la Iglesia (CfL, 53). -El establecimiento de las relaciones auténticas entre trabajadores y profesionales de la salud entre sí y de éstos con los y enfermos, basadas en una consideración de igualdad. -La manifestación de la necesidad de un “toque” humano con relación a los derechos del enfermo. El derecho de por sí solo, efectivamente, no es eficaz: debe ir acompañado de un conjunto de comportamientos que pueden resumirse en el amor. Subrayando el carácter complementario de la justicia y el amor, el cristiano está en condiciones de darle un “toque” humano y evangélico a los derechos del enfermo, y por ello mismo contribuye a garantizar su solidez y su eficacia. -La conciencia de la necesidad de ayudar a los enfermos y a sus familiares así como personal de la salud a tomar decisiones morales responsables. -Las relaciones entre ética médica y humanización, de fundamental importancia en el mundo de la salud. En nuestros días, la ética médica constituye un auténtico desafío para la comunidad cristiana y, al mismo tiempo, es un medio que puede contribuir considerablemente a la humanización de los ambientes de salud. -Familiarizar a la gente con el ambiente hospitalario, organizar sistemas en los distintos servicios, orientar a los parientes y a sus familias, crear una atmósfera propicia a la tranquilidad y al reposo, informar al enfermo…. -Un acercamiento pastoral más rico en humanidad. En la literatura reciente se concede abundante espacio al tema de la calidad humana del acercamiento pastoral, tal como se expresa en el encuentro con los enfermos y en la celebración de los sacramentos. 6.7. El enfermo como persona

76Cf. AA.VV., Por un hospital más humano, Selare, Bogotá, 1980.

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En base a estos presupuestos que he mencionado, se puede comprender y valorar mejor, incluso desde el punto de vista de la antropología cristiana, uno de los desafíos a los que han de hacer frente muchos agentes del mundo de la salud: el paso del curar al cuidar y sobre todo considerando la parte humana77. La palabra curar se refiere a la remoción de la causa de una perturbación o una enfermedad, a la interrupción radical y a la inversión del recorrido natural de la enfermedad. La posibilidad de curar en este sentido sólo está garantizada por la medicina científica, es decir, por aquellas modalidades terapéuticas eficaces que permiten al agente de salud curar desde un punto de vista exclusivamente técnico. La palabra cuidar, en cambio, expresa la implicación personal del agente de salud con la persona que sufre, implicación que se expresa a través de la compasión, la solicitud, el estímulo y el apoyo emotivo. Con el avance de la medicina científica, la cura del enfermo se puede confiar casi exclusivamente a la técnica, mientras que se debilita la atención al enfermo en su totalidad. En estos últimos tiempos, asistimos a la aparición de la exigencia de integrar ambos aspectos de la asistencia, el curar y el cuidar. En este paso del curar al cuidar de, se supera el comportamiento profesional basado sólo en los derechos del enfermo y en los deberes de quien lo asiste. Es decir, se llega a experimentar lo que significa ponerse a escuchar la llamada que proviene de la condición particular que vive la persona en situación de enfermedad. El cuidar de, nos ayuda a comprender más adecuadamente el sentido de la “aproximación global u holística” al enfermo. No se trata sólo de tomar conciencia de las diversas dimensiones de la persona, sino de saber relacionarlas entre sí, partiendo desde la conciencia de que lo que hiere el cuerpo de un individuo hiere con la misma profundidad su alma. 6.7.1. El enfermo es alguien, no algo Es deprimente al saber que una persona puede perder su estatus de ser humano para ser un objeto o un número encima de su cabeza, convirtiéndolo en nada. “Lo que hicisteis a uno de esos hermanos míos más insignificantes a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40). “¿Quieres ponerte sano?... Levántate, carga con tu camilla y echa a andar” (Jn 5,6-8). “Márchate a tú casa con los tuyos” (Mc 5,19). De una pastoral que “cosifica” al enfermo (“paternalista”) a una pastoral que lo trata como persona, como Jesús mismo, y lo integra en la comunidad.

77 para este apartado véase sobre todo: E.D. PELLEGRINO, C.D. THOMASMA, La medicina por vocación, Ed Camilianas, Quito, 1996

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En el campo sanitario el enfermo es tratado, con frecuencia, no como persona sino como un número, un caso interesante, una enfermedad, un mero consumidor de servicios y medicamentos. En la pastoral, a menudo, ha sido considerado como mero receptor pasivo de cuidados, y destinatario de la caridad de los demás, cuya única actividad consiste en rezar y sufrir por los demás. Sin embargo, tanto en la sanidad como en la Iglesia se ha dado un cambio de actitud ante el enfermo. La OMS proclamaba en uno de sus documentos: “Es de capital importancia que se promueva una toma de conciencia de que cada individuo es responsable de su propia salud. Es preciso animarle a que cuente con sus propias fuerzas, consigo mismo”. Y Juan Pablo II nos dice: “El enfermo ha de recuperar el verdadero puesto en la comunidad, no simplemente como término del amor y del servicio de la Iglesia, sino más bien como sujeto activo y responsable de la evangelización”78. 6.8. La solidaridad De la solidaridad se quiere examinar una de las expresiones más significativas, el “Voluntariado de la salud”, un fenómeno en el que se expresa el testimonio de unos valores que, a menudo y apresuradamente considero que han desaparecido. El voluntariado tiene unas profundas raíces en la historia, como respuesta al sufrimiento, a la marginación, a la pobreza; siempre ha sido una presencia y una propuesta de esperanza para calmar el dolor y aliviar la soledad. Es claro que a lo largo de los siglos se puede señalar la aparición de numerosos grupos de voluntarios, empeñados sobre todo en el sector de la salud. La mayoría de ellos guardan una relación directa e indirecta con la Iglesia, aunque no faltan asociaciones “laicas”. En estos últimos periodos el voluntariado ha adquirido una importancia especial, tanto que muchos lo consideran como un signo de los tiempos. Entre los factores que están en el origen de este notable desarrollo hay que enumerar la desidia de las instituciones públicas, aunque esto, por sí solo, no explique el fenómeno. Más valida es la opinión de los que consideran que el voluntariado se ha convertido en una emergencia del área de la solidaridad social, aunque cambien sus formas de organización, los sectores que intervienen en él, la edad de los que participan en esos grupos y la combinación entre actividad y la laboral79. En otras palabras, el sector del voluntariado se define como un “tercer sector, en contraposición al sector público-estatal y al mercantil-empresarial”80. Por tanto, el voluntariado, se configura como una realidad no marginal, no como una función delegada o supletoria, sino dotado de una dignidad política que le autoriza a

78 Christifideles Laici Nº 54. 79 G. ROSSI, Solidaridad, emergencia permanente. 1992. 80 P. CODURAS, Voluntarios: discípulos y ciudadanos, Cristianismo y justicia, Barcelona, 1995, 11.

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interpretar los fenómenos de una sociedad compleja, a establecer relaciones estatales con el mundo político y a buscar propuestas y soluciones junto con las instituciones81. Así pues, la finalidad del voluntariado no es en primer lugar, “realizar una serie de servicios a favor de los marginados, de unos usuarios convertidos en meros números o fichas dentro de una óptica de nueva gestión”. Los servicios son sin duda importantes, pero, en la medida en que se convierten en medio y no en fin, o en instrumento para responsabilizar a la comunidad civil, es decir, de hacer a los ciudadanos capaces de ir más allá del círculo reducido de familiares y amigos, del propio nivel social, para darse cuenta de que existe una franja de la sociedad en situación de necesidad y que debe ser tomada en consideración. 6.8.1. El voluntario y profesionales Puede observarse que entre el trabajo gratuito el trabajo profesional puede darse perfectamente una relación fecunda. Exaltando los valores de la solidaridad y de la gratuidad, el voluntariado puede contribuir a favorecer la defensa de carácter ético del trabajo profesional, poniendo de manifiesto que “el don y la prestación no siempre remunerada tienen que formar parte normal de una existencia ordenada a un crecimiento individual y social, para el enriquecimiento del propio ser como fuente y raíz de toda felicidad auténtica y duradera” 82 . Los profesionales por su parte, “pueden enseñar al voluntariado el sentido del rigor y de la competencia que imprime eficacia a la caridad”83. Aunque actúe en cosas pequeñas, el voluntario debe pensar en grande, con la voluntad de proyectarse más allá de una función de servicio auxiliar, situarse al lado de las instituciones con una función de anticipación, de capilarización, de humanización, de estimulo y denuncia, de verificación y de programación84. 6.9. La visita periódica Una importancia particular en la actividad pastoral tiene la visita periódica a los enfermos y ancianos. Se aconseja que la visita la hagan dos visitadores. La visita fraterna, hecha en nombre de la parroquia, no solamente despierta y refuerza en el enfermo y anciano no el sentido de pertenencia a la comunidad, sino que le da la certeza de ser considerado miembro y hermano.

81 S. BAMBINI. El voluntariado…, art. Cit., 23 82 S. BAMBINI, “El voluntariado”, art., 25. 83 A. BRUSCO, “Evangelización y testimonio de la caridad y pastoral de la salud”: anima y cuerpo, 1992, 362. 84 J. GARCIA ROCA, Solidaridad y voluntariado, Sal Terrae, Santander, 1994, 265-266.

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Por tanto, la visita periódica permite: -conocer concretamente al enfermo o al anciano, -entablar con él una relación de amistad y fraternidad, -darse cuenta de sus verdaderas necesidades, -estar cerca para ofrecerle ánimo y ayuda. La continuidad y periodicidad de la visita crea verdaderamente un punto de referencia para el visitado, que no se sentirá abandonado en la soledad, sino objeto de atenciones y de solidaridad. Toda visita es una oportunidad para captar cada vez mejor el ánimo del hermano y una ocasión propicia para animar, confortar, aclarar problemas, suscitar recursos y valores en el enfermo o anciano. Conviene reconocer que no existe en abstracto el enfermo y el anciano, sino que existen los enfermos y los ancianos. Cada uno es distinto del otro; cada uno está marcado por su carácter, por su cultura y por su pasado. Hay el angustiado y el sereno, el temeroso y el valiente, el deprimido y el eufórico, el creyente y el ateo, el practicante y el indiferente, el divorciado y el separado, etc. Todo hombre es un mundo en sí, y el mismo enfermo y anciano pasan por diversas etapas y situaciones del ánimo. Por eso es necesario: -preparar el espíritu a la visita: -considerar las necesidades de quien se visita para ver como responder personalmente o por medio de la colaboración de otros; -proponerse caminar con él, con sus problemas y sus estados de ánimo; -tratar de ser presencia fraterna, discreta, solícita con todos indistintamente, para convertirse en mensajeros de esperanza, de fe, de ánimo y de luz. El enfermo y el anciano no exigen que les resolvamos sus problemas, sabiendo que no podemos resolvérselos; solamente piden que los escuchemos con amabilidad y con toda la persona: ésta es la actitud más humana y benéfica para con ellos. Es importante que, cuando se visita y acompaña a un enfermo o anciano que se encuentra próximo a morir, haya que adoptar particulares actitudes y gestos, según su estado y sus reacciones específicas. Hay quien espera su último momento de vida como una liberación; hay quien lo ve con angustia, con rechazo, con amargura; hay quien lo acepta con serenidad y fe. Ante una persona que ésta terminando su jornada terrena se debe: -aceptar benéficamente sus sentimientos, temores, reacciones ante el último paso, como actitudes naturales; -conformarse con su estado, demostrándole que se le está cerca y que se le comprende;

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-respetarlo en sus depresiones, dudas y crisis de fe con la disponibilidad para aclararlas, iluminarlas por petición del mismo; -permanecer en actitud de recogimiento silencioso, estrechándole la mano; es también una manera de acompañarlo; -evitar hablar demasiado en voz baja, dándole la impresión de que se está hablando de él, de su estado grave, etc.; -acompañarlo y ayudarlo con actitudes positivas y con palabras de esperanza, sin ilusionar de modo irreal; -ofrecer pequeños servicios, hacer gestos sencillos: humedecer los labios, arreglar la cama, acariciar la mano, etc., todo esto manifiesta participación y amor; -descubrir sus centros de interés, sus gustos y lo que más le interesa para rodearlo de cosas que desea tener en ese momento; -valorar acontecimientos, hechos, cosas de familia y del día, susceptibles de conmover a la persona, de preocuparle distracción o maravilla, y de mantenerlo en contacto con el mundo exterior; -prestar atención a sus aspiraciones humanas religiosas y espirituales; -orar brevemente por él y con él, interpretando la situación que está viviendo para abrirlo así a un coloquio o propuesta de fe; -hacer visitas breves pero frecuentes, especialmente cuando se lo note cansado; -ofrecer un apoyo moral a los familiares de manera que puedan, a su vez, ayudar serenamente a su familiar. Con la muerte de la persona visitada y asistida no termina totalmente la tarea del agente, pues el proceso por el cual pasa la familia es doloroso y en esos momentos es cuando más necesitan el apoyo y la compañía, sabiendo siempre respetar sus sentimientos. Como ya mencioné anteriormente, en estos momentos a veces sobran las palabras, sólo con un abrazo de afecto o el silencio es muy fortificante y consolador. 7. CONCLUSIONES Durante este proceso investigativo y desarrollo del plan de pastoral de la salud, puedo sentirme a gusto, con los resultados dados, pues se lleva un proceso con los agentes de la pastoral, tanto en el área formativa como trabajo de campo donde ponen en práctica los conocimientos y las bases teológicas adquiridas en la preparación. Es importante mencionar la aceptación que se ha tenido por parte de la comunidad y sobre todo el compromiso que algunos han adquirido con el acompañamiento a los enfermos, pero también la aceptación de las respectivas familias a la hora de visitar a sus enfermos, y la manifestación de alegría y tranquilidad con nuestra presencia. Un aspecto para mencionar es el desarrollo de la elaboración del plan de pastoral, pues como ya lo mencioné es algo que no quedó sólo en un papel o como un proyecto, sino que se desarrolla positivamente y con buenos resultados. A lo largo

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del trabajo he presentado algunas de las pautas que he tenido para el desarrollo del plan, por tal motivo no me parece volverlo a repetir, pero si quiero brevemente mencionar unas características y cambios que he podido ver en el grupo de la pastoral, que a mi parecer son de suma importancia, y pueden servir para una futura formación pastoral de la salud parroquial: *La urgencia por conformar grupos responsables y comprometidos en el ámbito pastoral de la salud en las respectivas parroquias. *Colaborar en conjunto con el párroco en la visita al enfermo. *Estar al tanto de las campañas y participar en ellas y en los programas de promoción de la salud. *No descuidar la preparación y la formación de los grupos parroquiales de la pastoral de la salud. *Invitar al grupo de la pastoral a profesionales para que puedan participar y apoyar con sus conocimientos. *Tener en cuenta la evaluación periódica de las actividades del grupo, para ver que se estén cumpliendo con los objetivos propuestos. *No olvidar la festividad del día del enfermo, al contrario poder celebrar con el enfermo y su familia una eucaristía y tener un pequeño detalle con ellos. Por otro lado, cuando se ha tenido un acercamiento profundo y más aún en el ámbito de la salud, específicamente el acompañamiento a los que sufren, a los marginados, a los enfermos, se puede constatar que en el transcurso de los tiempos siempre se necesitará una presencia específica no sólo de buena voluntad si no con una gran capacidad de apertura hacia el otro en especial con el que sufre, pues el enfermo se sumerge en su mundo solitario lleno de preocupación y de sosiego por causa de su estado anímico y de salud, llevándolo de este modo a un abandonarse en sí mismo (el no querer ser visitado, el no asearse, no alimentarse, el despreocuparse consigo mismo etc.), complicando de este modo su proceso de enfermedad. Es por eso que a pesar que existen varios centros hospitalarios especializados en curar varias enfermedades, no prestan un servicio de acompañamiento personalizado al que sufre y a su familia. El drama actual de la medicina contemporánea consiste en que ella explora, analiza, actúa, pero no acompaña y aún, en algunos casos (en particular en el caso de muerte segura y próxima), la medicina se aparta, se desentiende, sintiéndose a veces atacada y humillada. Por tanto el acompañamiento del agente de salud es importante en el proceso evolutivo de todo enfermo, porque el acompañante es consciente que la visita al otro es una ayuda a su situación de dolor y sufrimiento, es una voz de aliento en medio de su preocupación y aflicción. Una de las preocupaciones que tiene el enfermo y la familia es el estar solos e impotentes, por eso el acompañamiento hoy es urgente, es el poder caminar con el enfermo, con el minusválido, con la persona de edad.

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En primer lugar, es evidente que en el contexto cultural actual (basta ver qué clase de felicidad nos es propuesta a través de las imágenes publicitarias) todo aquello que nos contraría, que nos hace daño, que nos obliga a un esfuerzo y lucha nos es ocultado y es eliminado de nuestra existencia. La condición frágil y mortal del hombre se convierte en un nuevo tabú: es algo en lo que no se quiere pensar y es indecoroso hablar de ello. En este sentido, el hospital (que no es excepción), si bien tiene recursos inmensos en el terreno terapéutico, también tiene sus riesgos en sí mismo: esconde a la sociedad aquello que la importuna y marginaliza a aquellos que resultan embarazosos. En este clima es necesario remarcar que todo aquello en el acompañamiento suponga mantener o crear lazos de unión entre el enfermo y los lugares donde los hombres viven en plenitud porque tienen buena salud, resultará ser un enriquecimiento: a) para el que sufre: porque le recuerda que está hecho para vivir y que él sigue siendo miembro en plenitud del cuerpo social; b) para todos los otros: a los que no están sufriendo les simboliza y recuerda los límites y las fragilidades inherentes a la naturaleza humana. En segundo lugar, es importante la necesidad urgente en cuanto a un acompañamiento humano y espiritual del enfermo estriba en cómo está actualmente la medicina, y cómo ve al hombre y se sitúa frente al enfermo, lo cual dificulta y coarta una aproximación a la persona en su totalidad Cuando más “científica” se quiera la medicina, más capacidad puramente “médica” adquiere, más se enriquece con una tecnología de punta, pero menos cuida al hombre y menos le ayuda a vivir. “Salir todo bien”, no significa solamente curar un mal y aún mucho menos creer que se curará del todo, que sanará todo; curar significa también introducir un sentido a partir del absurdo; a partir de una pobreza alcanzar una riqueza; a partir de una contracción una inteligibilidad. Y en tercer lugar, la comunidad eclesial, después de haberse “ocupado” multitud de veces de los enfermos, ahora debe aclararse a sí misma en qué momento se encuentra en cuanto a su actitud frente al mundo del sufrimiento. En efecto, de una parte tenemos una reflexión teológica que “valoriza” la situación del enfermo al que ve como imagen de Cristo, vive el Misterio Pascual (pasión, muerte y resurrección), y por ello se encuentra en el centro de la Iglesia como miembro privilegiado del Cuerpo Místico. Será a través del acompañamiento eclesial, es decir, mediante el cuidado que le aportaran no solamente los equipos especializados del servicio religioso hospitalario o los servicios prestados por tal o cual cristiano sensibilizado hacia los enfermos, sino que en las mismas comunidades en su conjunto el enfermo podrá encontrar su verdadero lugar en el corazón de ministerio de la Iglesia.

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Es claro que al referirse en los centros hospitalarios al enfermo casi siempre se hará de manera profesional dejando de lado la parte humana, esto es una preocupación que abarca a todos los sectores tanto hospitalarios como domiciliarios, pues el descuido y abandono al ser humano afecta no sólo al ser sino a toda la dimensión personal. En cuanto a formación y preparación de un plan pastoral es importante plantear o proponer algunos ejes temáticos que pueden facilitar el diseño de programas de formación de los agentes de pastoral de la salud: Eje Antropológico: � La sacralidad de la vida y la dignidad de la persona humana. � Relación sana consigo mismo, con los otros, con la naturaleza y con Dios. � Finitud, vulnerabilidad y muerte humana. � Ecología (medio ambiente y salud). � Cultura e inculturación. � Salud como tarea personal y responsabilidad social y colectiva. Eje Ético: � Protección y defensa de la vida como valor supremo de la dignidad de la

persona, desde la concepción hasta la muerte natural. � Humanización de la salud y de la medicina. � Desafíos éticos relacionados con el desarrollo extraordinario de la tecnología,

de las ciencias de la vida y de la salud. � Desafíos de la bioética relacionados con el inicio, desarrollo y final de la vida

humana. � Códigos de ética de las diversas profesiones de salud. � Salud como derecho fundamental de la persona humana. Eje Psicológico: � Psicología de la salud y de la enfermedad. � Salud mental y nuevas patologías sociales (drogadicción, alcoholismo,

tabaquismo, etc.). � Psicología de las relaciones y de la comunión humana. � Relación pastoral de ayuda. � Psicología y pastoral en situaciones críticas, tales como muerte, duelo, etc. Eje Bíblico teológico: � La Trinidad como comunidad de salud. � El Dios que da vida en abundancia. � La persona de Jesús: sus gestos, actitudes, y palabras. � María, salud, la enfermedad, el sufrimiento, el dolor y la muerte a la luz de la

encarnación, la misión, la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús. � Teología de la corporeidad humana. Eje Eclesiológico y Pastoral:

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� Historia de la Iglesia en el mundo de la salud, especialmente de América Latina y el Caribe.

� Iglesia sacramento de salud- salvación y comunidad sanante. � La evangelización y humanización del mundo de la salud. � Cultura de la vida y de la salud. � Diálogo ecuménico interreligioso. � Planes pastorales de las Conferencias Episcopales y Diocesanas. � Documentos de la Iglesia relacionados con la realidad de la salud: Salvifici

Dolores, Evangelio Vitae, Dolentium hominum, Carta de los agentes da la salud, etc.

Eje Sociopolítico: � Concepción de promoción de salud, prevención, recuperación, rehabilitación y

reinserción social. � Realidad de la salud en el país, políticas de salud. � Legislación y normas sobre prestación de servicios de salud, etc. � Procesos sociales, económicos y políticos que tienen impacto en el mundo de

la salud (medio ambiente, derecho internacional humanitario y desarrollo social).

10. BIBLIOGRAFIA

� ALVAREZ, F. El evangelio de la salud. San PABLO: Madrid, 1999.

� ALVAREZ, J. “…Y él los curó”. Madrid: Publicaciones Claretianas, 1996.

� ALVAREZ, Tiberio E. Dolor. Problemática y tratamiento. Medellín: Editorial

Por Hacer, 1998.

� AA.VV. Tras las huellas de Cristo médico: Manual de teología de la salud.

Colección autores N° 28, Publicaciones Celam: Bogot á- Colombia, 2001.

� BACKX, A. Dios está siempre a tu lado. Selare: Bogotá 1999.

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� BERMEJO, J. Humanizar la salud. San Pablo: Madrid, 1997.

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Sígueme, Salamanca, 1998.

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pastoral, 2 ED Sígueme, Salamanca, 1993.

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Sufrimiento y fe cristiana.

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� OROZCO, Pablo. Acompañamiento Humano y Cristiano a los enfermos de

SIDA. Santafé de Bogotá: Selare, 1995.

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� PANGRAZZI, Arnaldo. El duelo. Santafé de Bogotá: Cencapas – Selare,

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� PIKAZA, X. El Evangelio: Vida y Pascua de Jesús. Salamanca: Sígueme,

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� PONTIFICIA Comisión para la pastoral de los agentes sanitarios. Laicos en

el mundo del sufrimiento de la salud. 1 ED Bogotá, Selare. 1987.

� SANDRIN, Luciano. La Iglesia comunidad sanante: un reto pastoral. 1 ED.

San Pablo, 2000.

� TARRARAN, Adriano. Guía de pastoral de la salud, Bogotá –Colombia,

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� TARRARAN, Adriano. Acompañando a los que sufren, Nivel 1 y 2, Bogotá-

Colombia, Marzo 2001.

� VICO, J. Profetas en el Dolor. Madrid: Paulinas, 1982.

� DICCIONARIO Enciclopédico de la Biblia. Barcelona: Hérder, 1993.

� FRANCISCANUM. Revista de las ciencias del espíritu, pastoral de la salud, Universidad de San Buenaventura, facultades de Filosofía y Teología, 2000.

SIGLAS: AA Apostolicam actuositatem AD Salvifici doloris AG Ad gentes CDC Código de Derecho Canónico CfL Christifideles laici CIC Catecismo de la Iglesia católica EN Evangelio nuntiandi GS Gaudium et Spes LG Lumen Pentium OT Optatam totius PO Presbyterorum ordinis RH Redemptor hominis RICA Rito de la iniciación cristiana de los adultos RM Redemptoris missio SC Sacrosanctum concilium UR Unitatis reintegratio. BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA: ÚLTIMOS DOCUMENTOS DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

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La Iglesia sigue su compromiso en el campo de la evangelización y la misión, en especial su gran preocupación por los que sufren los abandonados, los postrados, los ENFERMOS, preocupación que ya se manifiesta en algunos documentos, en especial en Juan Pablo II, por tanto se mencionará los documentos que han hecho huella y que por sus intervenciones aportan varios elementos a todos para un compromiso y la tarea de velar los que están sufriendo y están solos. *La Carta Apostólica Salvifici doloris: Que es el sentido cristiano del sufrimiento humano (1984), es el primer documento de la Iglesia sobre el sufrimiento humano tratado de manera sistemática. Con la Salvifici Doloris Juan Pablo II nos invita a fijarnos en el Crucificado y acoger el “Evangelio del sufrimiento” con amor y confianza. Lo que por la razón resulta incomprensible, por la fe, a la luz de la muerte y resurrección de Jesús, se transforma en mensaje de esperanza. *Exhortación Apostólica Christifideles Laici Vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo: Los numerales 53 y 54 están dedicados a los enfermos y a los que sufren; se enfatiza cómo los enfermos están llamados a participar en el crecimiento del Reino de Dios e invita a una acción decidida para y con los enfermos, agentes y sujetos de la Pastoral de la salud: también los enfermos son enviados (por el Señor) como obreros a su viña. *El Motu proprio Dolentium hominum (1985): Mediante el cual Juan Pablo II instituye la “Pontificia Comisión para la pastoral de los Agentes Sanitarios”, actualmente Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, cuya finalidad es coordinar, animar y promover iniciativas a nivel nacional e internacional a favor del mundo de la salud. *En 1992 el Papa Juan Pablo II instituye la Jornada Mundial del Enfermo; su día oficial el 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes. Tiene como finalidad: sensibilizar al pueblo de Dios, a las instituciones de salud y a la sociedad en general. La jornada se viene celebrando desde 1993 y con tal motivo el Santo Padre envía Mensajes con un contenido humano y pastoral muy valioso. *Con la Encíclica Evangelio Vite (1995): El Papa denuncia la cultura de muerte imperante en la sociedad de hoy y estimula a los fieles a ser testigos del Evangelio de la Vida con un acuciante llamado a respetar, defender y servir a la vida. *Entre los documentos del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud merece una mención especial la Carta de los Agentes de Salud (1995):

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“Custodios y servidores de la vida humana”. Estructurada en sus tres partes: Engendrar- Vivir- Morir, es una síntesis orgánica y exhaustiva de la posición de la Iglesia sobre el valor primario y absoluto de toda vida humana. EN AMÉRICA LATINA. *Medellín La Iglesia en la actual transformación de América Latina, a la luz del Concilio Vaticano II (1968). Aporta líneas claves para la pastoral: -Contribución del Evangelio a la transformación del mundo. -La Iglesia promotora de la justicia social. -El pecado social causa de pobreza, injusticia y sufrimiento. *Puebla La evangelización, en el presente y el futuro de América Latina (1978). América Latina vive sus sufrimientos entre la angustia y la esperanza. Puebla plantea una opción preferencial por los pobres y por los que sufren y exige a la Iglesia Latinoamericana coherencia, creatividad, audacia y entrega total. (476). *Santo Domingo Nueva evangelización, promoción humana y cultura cristiana (1992). La Nueva evangelización se propone como estrategia evangelizadora: -“nueva en el ardor”: “Actuando en unión cada vez más profunda con Cristo, primer evangelizador, conducirá a la conversión del corazón y a tomar conciencia de que la vocación cristiana es una vocación a la santidad”; (Juan Pablo II “parque Matos Neto” de Salto, Uruguay, Mayo 9 de 1988). -“nueva en los métodos”: “Donde cada miembro de la Iglesia se siente protagonista y responsable de difundir el mensaje de Cristo. La evangelización es tarea de todos”. -“nueva en sus expresiones”: “Anunciando la Buena Nueva con un lenguaje actualizado, adecuado y que todos puedan entender”. *Encuentros Iglesia y Salud organizados por el CELAM- DEPAS -I Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Pastoral de la Salud: “Problemas éticos y de humanización en salud” (Bogotá 1989)* (Colección Documento CELAM- 125, Evangelización de la salud- Bogotá 1993). -II Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Pastoral de la Salud: “Formular líneas comunes que orienten la Pastoral de Salud en el Continente” (Quito 1994). *(Boletín CELAM – separata No 264- Bogotá 1994).

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III Encuentro Latinoamericano y de Caribe de Pastoral de la Salud: “La Formación de los Agentes de Pastoral de la Salud” (Santo Domingo, 1998). *(CELAM- DEPAS, Boletín 30, 1998).