Ornitorrincos

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\JO, \ '\ V \\ I0\-0 ::? cJ'c,- \ o... '- c.. , o( Q \ ej CC" N,O\=\r <.. (O I Di . l, ) ce PUr\,;J.I: Ana Paul a Dávila 3l.!lO' : P.kj 3Jldro l'é:rn án dez r, 21:0 5, J UDi! Vilk,rll 'S 2U) ::\ . Ecil,x i,d JC;!lj uin Mllrtiz, S.A. . dt: C. V. ' r::di ! ord i' i',ild I S.A. de C.V. In'i urg<:lIt C :; Sur núm. 189 8. pi so 1\ Co loni a F! ¡;iida. (J ! u30 r,, ¡¿xico, D.F. Primera edi ción : ": j1ti cm brc de 200 5 ISBN : %: . '- 27-I 021 -tJ Ni ng un 3 dt: es t;1 pu bli cac n, inclui do el di seño de la portada, PU (;c:c sc:r rt: l'r od ucid ;J , o ITnnSlllilid a en man era alguna ni por ningún medi o, si n permiso previo del editor. \\' ww. edi¡o ri J lp l;l ll da. COl ll. lll X II'Ww .pl;' ;lt:l a.col ll .lnx int(l!g,plan dJ .cOIl1 .!l1 X ' -:--:> ' }'\) iJ\tm,' r-c;'""G- r el' Q IG. t'; sf\, 0 ' ,,:>.¿ \,.\ Cr d.. \- s,1t e oS F ORNITORRINCOS Notas sobre la crónica PERIODISTAS y LITERATURA La vida está hecha de malentendidos: los solteros y los casados se envidian por razones tristemente imaginarias. Lo mismo ocurre con escritores y periodistas. El fabulador "puro" suele envÍdiar las energías que el reportero absorbe de la realidad, la forma en que es reconocido por meseros y azafatas, incluso su chaleco de corr es- ponsal de guerra (lleno de bolsas para rollos fotográficos y pape- les de emergencia). Por su pane, el curtido periodista suele admi- rar e! lento calvario de los narradores, entre otras cosas porque nunca se sometería a él. Además, está el asunto del prestigio. Due - ño de! presente, el "líder de opinión" sabe que la posteridad, siem- pre dramática, preferirá al misántropo que perdió la salud y los nervios al servicio de sus voces interiores. Escritores y periodistas escriben por fatalidad, el clarín interior que los llama a filas, pero unos pretenden refutar el tiempo y otros confirmar las urgencias de la ocasión propicia. Entre las musas que conejan a los reporteros, ninguna es tan visible como el jefe de re- dacción, humanista a contrarreloj para quien el texto es el reme- dio que impide que se le reviente la úlcera. Aunque e! whisky sabe igual en las redacciones que en la casa, oquien reparte su escritura entre la verdad y la fantasía suele vivir la experiencia como un conflicto; se siente más escindido que du- plicado. "U na felicidad es toda la felicidad: dos felicidades no son ninguna felicidad", dice e! protagonista de Histr" , '"do, la . \

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  • ~ \JO, \ '\ V \ \ I0\-0 ::? cJ'c,-~\ o... '-c.. , o( ~ l~\Q \ ejCC" ,~oc.(\v\n N,O\=\r . \,.\ Cr d.. \-s,1t e oS F

    ORNITORRINCOS

    Notas sobre la crnica

    PERIODISTAS y LITERATURA La vida est hecha de malentendidos: los solteros y los casados se envidian por razones tristemente imaginarias. Lo mismo ocurre con escritores y periodistas. El fabulador "puro" suele envdiar las energas que el reportero absorbe de la realidad, la forma en que es reconocido por meseros y azafatas, incluso su chaleco de corresponsal de guerra (lleno de bolsas para rollos fotogrficos y papeles de emergencia). Por su pane, el curtido periodista suele admirar e! lento calvario de los narradores, entre otras cosas porque nunca se sometera a l. Adems, est el asunto del prestigio. Dueo de! presente, el "lder de opinin" sabe que la posteridad, siempre dramtica, preferir al misntropo que perdi la salud y los nervios al servicio de sus voces interiores.

    Escritores y periodistas escriben por fatalidad, el clarn interior que los llama a filas, pero unos pretenden refutar el tiempo y otros confirmar las urgencias de la ocasin propicia. Entre las musas que conejan a los reporteros, ninguna es tan visible como el jefe de redaccin, humanista a contrarreloj para quien el texto es el remedio que impide que se le reviente la lcera.

    Aunque e! whisky sabe igual en las redacciones que en la casa, oquien reparte su escritura entre la verdad y la fantasa suele vivir la experiencia como un conflicto; se siente ms escindido que duplicado. "Una felicidad es toda la felicidad: dos felicidades no son ninguna felicidad", dice e! protagonista de Histr" , '"do, la

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    trama de Ramuz que musicaliz Stravinski. El lema se refiere a la imposibilidad de ser leal a dos reinos, pero se aplica a otras tentadoras dualidades, comenzando por las rubias y las morenas y concluyendo por los oficios de reportero y fabulador.

    "Estudien, muchachos, o van a acabar de periodistas", nos deca un profesor cuando yo estudiaba Sociologa. Esto ocurra hacia 1976, poca en que el reportero ocupaba un modesto escao en la vida en comn. El caricaturista Abel Quezada haba inmortalizado la imagen del redactor famlico, sentado ante una mquina de escribir sobre la cual penda una torta de jamn. Como el burro que persigue su inasequible zanahoria, el periodista persegua aquel pan suspendido; artista del hambre, ganaba lo suficiente para transformar las desgracias de! da en un par de tequilas.

    "Malos tiempos para la lrica", declar Brecht en el Berln en crisis. Curiosamente, por pobres que sean los dividendos en los peridicos, poetas y novelistas se han refugiado ah por razones que rara vez superan a la de recibir un pago. En Las ilusiones perdidas, Balzac contrasta la noble y pauprrima vida de los cenculos literarios con el trfico de influencias que circula en el teatro y los peridicos. De acuerdo con Enrique Serna, la repblica de las letras mexicana funciona del modo inverso. En su novela El miedo a los animales los intelectuales ms poderosos son improductivos espritus exquisitos (consejeros ulicos, asesores de imprecisos comits, miembros de selectos grupos en los que venden "legitimidad"); en cambio, los autores que viven de su trabajo y desarrollan faenas de pedigr menor, como e! periodismo o e! guin de telenovela, carecen de la influencia social de los cortesanos de la palabra. Escrita en el desaforado registro de la farsa, El miedo a los animales toc con agudeza algunos estigmas de nuestra sociedad literaria. Al final de la trama, el investigador que en su juventud quiso ser escritor se decepciona a tal grado de la inmoralidad de los intelectuales que regresa a la Judicial en busca de aire puro.

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    Si algo ha cambiado en los diez aos transcurridos desde la aparicin de El miedo a los animales es la creciente profesionalizaci6n de los peridicos y la aparicin de revistas latinoamericanas y espaolas basadas en la crnica. An hay jefes de redaccin que ofrecen ms posteridad que dinero, pero quienes vivimos del oficio podemos al menos someternos a un criterio agrcola: es un negocio de temporal, pero algo se cosecha .

    DINERO y ESCRITURA La mayora de las veces, el escritor de crnicas es un cuentista o un novelista en apuros econmicos, alguien que preferira estar haciendo otra cosa pero necesita un cheque a fin de mes. El principal truco de! oficio consiste en transformar esta interrupcin de la Obra en una necesidad esttica. El primer pretexto que e! cronista se susurra a s mismo es que eso le ayudar a escribir ficcin (an no sabe que ha adquirido un segundo vicio, acaso el que justifique su trayectoria literaria). Son pocos los escritores que, desde un principio, deciden jugar todas sus cartas a la crnica.

    En casos impares (Josep Pla, lvaro Cunqueiro, Ramn Gmez de la Serna, Salvador Novo, Alfonso Reyes, Roberto Arlt), publicar en peridicos y revistas ha significado una escritura continua, la episdica creacin de un libro desbordado, imposible de concluir. Para la mayora, suele ser una opcin de Lejano Oeste, la confusa aventura de la fiebre del oro. Los asuntos noticiosos refulgen, se desvanecen entre los dedos, se confunden con la arena.

    El gesto escritural moderno tiene connotacin econmica. Con la mquina de sumar, comparte el uso del teclado. Para superar las tentaciones de contadura que impone ese aparato, el poeta Gerardo Diego busc apoyo csmico: "Son sensibles al tacto las estrellas / no s escribir a mquina sin ellas". Sin embargo, la mqt;ina de escribir es siempre una mquina registradora, y la literatura, una economa, un sistema de circulacin.

    Los nios inician su exploracin de la vida como metafsicos y luego son marxistas de ocasin; descubren que no es la conCIencia la

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    que determina el ser sino el ser social el que determina la conciencia. La pregunta "por qu vivimos?" suele ser relevada por esta otra: "de qu vivimos?" Mi hija tena tres aos cuando quiso saber de dnde llegaban los macarrones con tomate. Trat de explicar el ciclo que va de mi computadora al supermercado, pasando por los peridicos y las revistas. Se dio por satisfecha, pero al da siguiente dedic largos minutos a rondar mi computadora. Le pregunt qu haca. "Quiero ver de dnde sale el dinero", fue su respuesta.

    Tal vez llegar el da en que los peridicos compren la prosa "en lnea", a medida que se produce. Sin embargo, desde ahora es posible detectar la casi instantnea relacin entre la escritura y el dinero, economas de signos y valores. Nada ms emblemtico que el poeta Octavio Paz trabajara en el Banco de Mxico quemando billetes viejos, Franz Kafka perfeccionara su paranoia en una compaa aseguradora y William S. Burroughs escogiera el delirio narrativo en respuesta al invento del que derivaba la fortuna de su familia, la mquina sumadora. Marx recomendaba leer a Balzac para entender la economa del siglo XIX y el moderno tarjetahabiente puede sorprenderse de la frecuencia con que la palabra voucher aparece en Shakespeare. En esta sintona, conviene recordar el comentario' de Ricardo Piglia sobre la tendencia de James Joyce a dar propinas desmedidas como una confirmacin subjetiva de su talento torrencial: una prosa que fluye como la conciencia debe repartir billetes numerosos.

    El tema del dinero, tan vulgar en otros sitios, es un rasgo definitorio de la literatura moderna. El primer revs que sufre don Quijote se debe a que no lleva monedas. Se excusa diciendo que en las novelas de caballeras los hroes no pagan. Un posadero advierte la ensoacin en la que est inmerso y le explica que sus prec~rsores s tenan dinero, pero los novelistas omitan decirlo por recato. A contrapelo de quienes escriben de espaldas a los olores corporales y los hbitos ajenos al pudor, Cervantes levanta un mundo tan vasto y problemtico como la vida, y acua un smbolo: su hroe paga.

    La crnica es la encrucijad3. de dos economas, la ficcin y el

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    reportaje. No es casual que un autor con un pie en la invencin y otro en los datos insista en la obligacin del novelista contemporneo de aclarar cunto cuestan las cosas en su tiempo. S, la idea es de Tom Wolfe, el dueo de los costosos trajes hlancos.

    Las novelas, tan llenas de avaros y usureros, rara vez son una opcin de ahorro. Por el contrario, los peridicos y las revistas son sistemas de racionamiento donde nadie escapa a su cuota de caracteres.

    Curiosamente, el espacio como impedimento lleva a intensidades y condensaciones que no se lograran por otra va. La utopa del resumen: un diario que slo conste de encabezados, frases autrquicas que no ameriten desarrollo. La nota roja suele ser la vanguardia de esta utopa. Sus titulares agotan las posibilidades de la historia: EL DESCUARTIZADO ERA UN HOMBRE iNTEGRO.

    Estmulo y lmite, el periodismo puede ser visto desde la literatura como el boxeo de sombra que permiti a Hemingway subir al ring, pero tambin como tumba de la ficcin (cuando el protagonista de Conversacin en La Catedral entra a un peridico, siente que compromete su vocacin de escritor en ciernes y ve la mquina de escribir como un pequeo atad en el escritorio).

    Comoquiera que sea, el siglo XX volvi especfico el oficio del cronista que no es un narrador arrepentido. Aunque ocasionalmente hayan practicado otros gneros, Egon Erwin Kisch, Bruce Chatwin, lvaro Cunqueiro, Ryszard Kapuscinski, Josep Pla y Carlos Monsivis son heraldos que, como los grandes del jazz. improvisan la eternidad

    Algo ha cambiado con tantos trajines. La valoracin social del periodismo dista mucho de ser la que tena mi profesor de Sociologa: los reyes ya no buscan princesas sino reporteras, segn prueba la corona espaola. El prejuicio que vea al escritor como artista yal periodista como artesano resulta obsoleto. La nica diferencia ~vigente son las condiciones de escritura. Una crnica lograda es literatura bajo presin.

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    UN GNERO HBRIDO Si Alfonso Reyes juzg que el ensayo era el centauro de los gneros, la crnica reclama un smbolo ms complejo: el ornitorrinco de la prosa. De la novela extrae la condicin subjetiva -el mecanismo de las emociones-, la capacidad de narrar desde el mundo de los personajes y crear una ilusin de vida para situar al lector en el centro de los hechos; del reportaje, los datos inmodificables -la "leccin de cosas", como anunciaban los manuales naturalistas del siglo XVIII-; del cuento, el sentido dramtico en espacio corto y la sugerencia de que la realidad ocurre para contar un relato deliberado, con un final que lo justifica; de la entrevista, los dilogos, y del teatro moderno, la forma de montarlos; del teatro grecolatino, la polifona de testigos, los parlamentos entendidos como debate: la "voz de proscenio", como la llama Wolfe, versin narrativa de la opinin pblica cuyo antecedente fue el coro griego; del ensayo, la posibilidad de argumentar y conectar saberes dispersos; de la autobiografa, el tono memorioso y la reelaboracin en primera persona. El catlogo de influencias puede extenderse y precisarse hasta competir con el infinito. Usado en exceso, cualquiera de esos recursos resulta letal. La crnica es un animal cuyo equilibrio biolgico depende de no ser como los siete animales distintos que podra ser.

    De acuerdo con el dios al que se debe, la crnica trata de sucesos en el tiempo. Comprometida con los hechos, lo est con la verdad. Si el periodismo apuesta a contar "lo que ocurri", la ficcin prefiere imaginarlo. Esto en modo alguno representa una oposicin entre verdad y mentira. Juan Jos Saer ha despejado el malentendido con elocuencia: la ficcin no trabaja con la mentira sino con lo in verificable; las tramas literarias no aspiran a la falsificacin, sino a ser ciertas de otro modo, a construir una segunda realidad: "La verdad no es necesariamente lo contrario de la ficcin [... ] No se escriben ficciones para eludir, por inmadurez o irresponsabilidad, los rigores que exige el tratamiento de la 'verdad', sino justamente para poner en evidencia el carcter complejo de la situacin [ ... ] La paradoja propia de la ficcin reside en que, si

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    recurre a lo falso, lo hace para aumentar su credibilidad" (El concepto de ficcin).

    Al absorber recursos de la narrativa, la crnica no pretende "liberarse" de los hechos sino hacerlos verosmiles a travs de un simulacro, recuperarlos como si volvieran a suceder Con detallada intensidad.

    Por lo dems, la intervencin de la subjetividad comienza con la funcin misma del testigo. Todo testimonio est trabajado por los nervios, los anhelos, las prenociones que acompaan al cronista adondequiera que lleve su cabeza. La novela Rashomn, de Akutagawa, puso en juego las muchas versiones que puede producir un solo suceso. Incluso las cmaras de televisin son proclives a la discrepancia: un futbolista est en fuera de lugar en una toma yen posicin correcta en otra. En forma an ms asombrosa, a veces las cmaras no muestran nada: desde 1966 el gol fantasma de la final en Wembley no ha acabado de entrar en la portera.

    En sentido estricto, la "verdad" es la falta de datos en contra. Una categora irrenunciable y perfectible.

    EL PAPEL DEL TESTIGO

    El intento de darle voz a los dems -estmulo cardinal de la crnica- es un ejercicio de aproximaciones. Imposible suplantar sin prdida a quien vivi la experiencia. En Lo que queda de Auschwitz, Giorgio Agamben indaga un caso lmite del testimonio: quin puede hablar del holocausto? En sentido estricto, los que mejor conocieron el horror fueron los muertos o los musulmanes, como se le deca en los campos de concentracin a los sobrevivientes que enmudecan, dejaban de gesticular, perdan el brillo de la mirada, se limitaban a vegetar en una condicin prehumana. Slo los sujetos fsica O moralmente aniquilados lIe

    o garon al fondo del espanto. Ellos tocaron el suelo del que no hay retorno; se convirtieron en cartuchos quemados, nicos "testigos integrales" .

    t,.

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    La crnica es la restitucin de esa palabra perdida. Debe hablar precisamente porque no puede hablar del todo. En qu medida comprende lo que comprueba? La voz del cronista es una voz delegada, producto de una "desubjetivacin": alguien perdi el habla o alguien la presta para que l diga en forma vicaria. Si reconoce esta limitacin, su trabajo no slo es posible sino necesario.

    El cronista trabaja con prstamos; por ms que se sumerja en el entorno, practica un artificio: transmite una verdad ajena. La tica de la indagacin se basa en reconocer la dificultad de ejercerla: "Quien asume la carga de testimoniar por ellos sabe que tiene que dar testimonio de la imposibilidad de testimoniar", escribe Agamben.

    La empata con los informantes es un cuchillo de doble filo. Se est por encima o por debajo de ellos? En muchos casos, el sobreviviente o e! testigo padecen o incluso detestan hallarse al otro lado de la desgracia: "sta es precisamente la apora tica de Auschwitz", comenta Agamben: "el lugar en que no es decente seguir siendo decentes, en e! que los que creyeron conservar la dignidad y la autoestima sienten vergenza respecto a quienes las haban perdido de inmediato".

    Qu espacio puede tener la palabra llegada desde fuer! para narrar el horror que slo se conoce desde dentro? De acuerdo con Agamben, e! testimonio que asume estas contradicciones depende de la O(.cin de "resto". La crnica se arriesga a ocupar una frontera, un interregno: "los testigos no son ni los muertos ni los supervivientes, ni los hundidos ni los salvados, sino lo que queda entre ellos". El relator se sita en el espacio de nadie, donde no puede otorgar la voz que se ha perdido pero puede hacer un precario y perdurable hallazgo. Para escribir Relato de un nufrago, Gabrie! Garca Mrquez interrog al protagonista con un inters que l no se haba concedido a s mismo, an absorto ante el milagro de estar a salvo. La mirada externa de! cronista transform al superviviente en relator y primer lector de su aventura.

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    OBJETIVIDAD

    Algunas crnicas apasionan porque el cronista no entiende del todo lo que ve y as revela aspectos inauditos de un entorno donde los conocedores slo advierten valores entendidos. A diferencia de! corresponsal de guerra, comprometido a estar cerca de una verdad a punto de estallar, el cronista puede escribir desde la in'comprensin y salirse con la suya, procurar el asombro que concede la diferencia.

    En las lneas de fuerza que van del intruso al informante son muchas las cosas que pueden ser malinterpretadas. Al experto le sobran certezas y al entrometido preguntas. Cmo escapar a las inexactitudes de quien ve de ms o de menos?

    La vida depara misterios insondables: el aguacate ya rebanado que entra con todo y hueso al refrigerador dura ms. Algo parecido ocurre con la tica del cronista. Cuando pretende ofrecer los hechos con incontrovertible pureza, es decir, sin el hueso incom:ble que suele acompaarlos (las sospechas, las vacilaciones, los informes contradictorios), es menos convincente que cuando explicita las limitaciones de su punto de vista narrativo.

    Una pregunta esencial del lector de crnicas: con qu grado de aproximacin y conocimiento se escribe e! texto? El almuerzo desnudo, de William S. Burroughs, depende de la intoxicacin y la alteracin de los sentidos en la misma medida en que Entre los vndalos, de Bill Buford, depende de percibir con distanciada so briedad la intoxicacin ajena.

    El tipo de acceso que se tiene a los hechos determina la lectura que debe hacerse de ellos. Definir la distancia que se guarda respecto al objetivo autoriza a contar como insider, outsider, curioso de ocasin. A este pacto entre el cronista y su lector podemos lla marle "objetividad".

    VIDA INTERIOR Y VEROSIMILITUD

    Siguiendo usos de la ficcin, la crnica tambin narra lo que no ocurri, las oportunidades perdidas que afectan a los protago

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    nistas, las conjeturas, los sueos, las ilusiones que permiten definirlos.

    Hace unos meses le la historia de un explorador ingls que logr caminar sobre los hielos rticos hasta llegar al Polo Norte. Qu lleva a alguien a asumir tamaos riesgos y fatigas? La crnica evidente de los hechos, en clave National Geographic, permite conocer los detalles externos de la epopeya: qu coma el explorador, cules eran sus desafos fsicos, qu rutas alternas tena en mente, cmo fue su trato con los vientos? Sin embargo, la crnica que aspira a perdurar como literatura depende de otros resortes: qu se le perdi a ese hombre para buscar a pie el rtico?, qu extravo de infancia lo hizo seguir la brjula al modo del Capitn Hatteras, que incluso en el manicomio avanzaba al norte? Tal vez se trate de una pregunta intil. La rica vida exterior de un hombre de accin rara vez pasa por las cavernas emocionales que le atribuimos los sedentarios: los exploradores suelen ser inexplorables. Con todo, el cronista no puede dejar de ensayar ese vnculo de sentido, buscar el talismn que una la precariedad ntima con la manera pica de compensarla.

    La realidad, que ocurre sin pedir permiso, no tiene por qu parecer autntica . Uno de los mayores retos del cronista consiste en narrar lo real como un relato cerrado (lo que ocurre est "completo") sin que eso parezca artificial. Cmo otorgar coherencia a los copiosos absurdos de la vida? Con frecuencia, las crnicas pierden fuerza al exhibir las desmesuras de la realidad. Como las cantantes de pera que mueren de tuberculosis a pesar de su sobrepeso (y lo hacen cantando), ciertas verdades piden ser desdramatizadas para ser credas.

    A propsito del uso de la emocin en la poesa, Paz recordaba que la madera seca arde mejor. Ante la inflamable materia de los hechos, conviene que el cronista use un solo cerillo.

    La primera crnica que escrib fue un recuento del incendio del edificio Aristos, en avenida Insurgentes. Esto ocurri a principios de los aos setenta del siglo pasado; yo tena unos 13 o 14 aos y tomaba clases de guitarra en el edificio. Por en tonces , m e haba lan-

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    zado a un proyecto editorial en la secundaria, en compaa de los hermanos Alfonso y Francisco Gallardo: La Tropa Loca , peridico impreso en mimegrafo sobre la inagotable vida ntima de nuestro saln. Ah yo escriba la "seccin de chismes". Mi especialidad degossip writer se vio interrumpida con las llamas que devoraron. varios pisos del Aristos. Me encandil ver las lenguas amarillas que salan de las ventanas, pero sobre todo el eficiente caos con que reaccion la multitud.

    Cronistas de la ms diversa ndole han descubierto su vocacin ante el fuego: ngel Fernndez, mximo narrador df'1 futbol mexicano, recibi su rito de paso en el incendio del Parqu ..:: Asturias, y Elias Caneti el SlJyo durante la quema del Palacio de Justicia de Viena.

    S, el cronista debe ser ahorrativo con los efectos que arden; entre otras cosas, porque a la realidad siempre le sobran los cerillos .

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