Operación Masacre

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Operación Masacre Es un libro de non-fiction: historia convertida en ficción. Para esto, Walsh apela a recursos y técnicas literarios (ciertas fórmulas, ciertos diálogos cortantes, por ejemplo) para narrar los hechos. Es la reconstrucción en formato de libro de una historia atrapante. Antes de la escritura de Operación Masacre, Walsh era un escritor eficiente de cuentos policiales; ahora es un hombre políticamente comprometido. La ficción que escribiría después de esta novela estaría cargada de denuncia política, de bajada de línea. El primer problema que debe afrontar Walsh para escribir Operación Masare es el de cómo transformar la experiencia individual, subjetiva de cada participante, atomizada en un montón de individuos, ciega una de otra, fragmentada, en historia, en hechos que efectivamente acaecieron. Lo hace mediante la recuperación de la memoria de esos hechos –en definitiva, una historia es un relato construido- para darles cierta identidad, y luego, mediante la ubicación de esta experiencia dispersa en un discurso en el que esos hechos estén ordenados en una secuencia cronológica. El orden cronológico es fundamental en la novela: Walsh quiere demostrar que, incluso para la legalidad instaurada por la Revolución Libertadora, los fusilamientos fueron ilegales porque fueron ejecutados antes –aunque el mismo día- de la promulgación de la Ley Marcial. Por esto, debe realizar un orden cronológico muy exhaustivo, minuto a minuto. Ejes de la novela -El retrato : utiliza el procedimiento literario del retrato para construir cuadros de costumbres populares, retratar vidas dignas. Este procedimiento es una estrategia para demostrar el carácter no político de los fusilados. Hay una máxima implícita: sin razón, la violencia estatal irrumpe en la vida cotidiana. -El código hermenéutico : según una teoría de Bartes, el cuento se descompone en cinco segmentos, uno de los cuales es el código

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Operación Masacre

Es un libro de non-fiction: historia convertida en ficción. Para esto, Walsh apela a recursos y técnicas literarios (ciertas fórmulas, ciertos diálogos cortantes, por ejemplo) para narrar los hechos. Es la reconstrucción en formato de libro de una historia atrapante.

Antes de la escritura de Operación Masacre, Walsh era un escritor eficiente de cuentos policiales; ahora es un hombre políticamente comprometido. La ficción que escribiría después de esta novela estaría cargada de denuncia política, de bajada de línea.

El primer problema que debe afrontar Walsh para escribir Operación Masare es el de cómo transformar la experiencia individual, subjetiva de cada participante, atomizada en un montón de individuos, ciega una de otra, fragmentada, en historia, en hechos que efectivamente acaecieron. Lo hace mediante la recuperación de la memoria de esos hechos –en definitiva, una historia es un relato construido- para darles cierta identidad, y luego, mediante la ubicación de esta experiencia dispersa en un discurso en el que esos hechos estén ordenados en una secuencia cronológica.

El orden cronológico es fundamental en la novela: Walsh quiere demostrar que, incluso para la legalidad instaurada por la Revolución Libertadora, los fusilamientos fueron ilegales porque fueron ejecutados antes –aunque el mismo día- de la promulgación de la Ley Marcial. Por esto, debe realizar un orden cronológico muy exhaustivo, minuto a minuto.

Ejes de la novela

-El retrato: utiliza el procedimiento literario del retrato para construir cuadros de costumbres populares, retratar vidas dignas. Este procedimiento es una estrategia para demostrar el carácter no político de los fusilados. Hay una máxima implícita: sin razón, la violencia estatal irrumpe en la vida cotidiana.

-El código hermenéutico: según una teoría de Bartes, el cuento se descompone en cinco segmentos, uno de los cuales es el código hermenéutico, que consiste de las estrategias que tienden a mantener y construir el enigma e ir develándolo. Estos enigmas ponen a Walsh en el lugar del periodista justiciero: elabora un caso que debería haber sido elaborado por la Justicia, pero como esta calla, él toma a su cargo toda la investigación policial. Hay tres enigmas principales: ¿cuántos fueron los fusilados?, ¿qué relación tenían con el levantamiento?, ¿a qué hora se decretó el decreto-ley del Poder Ejecutivo? (si la promulgación fue posterior a las 24 horas, los fusilamientos quedan reducidos a asesinatos).

-El uso de la interrogación: la interrogación funciona como el acto de habla propio del detective, el periodista, el juez (en este caso, el yo de la enunciación suple la falta de un discurso de la Justicia). Además, la interrogación se utiliza para interpelar a los lectores, porque se nos quiere sacar de la inercia, de la indiferencia, se nos quiere sacudir. Por otro lado, la interrogación final de cada capítulo es propia del folletín (novela secuenciada): cada entrega se cerraba con una interrogación

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para explicitar suspenso. Por último, la interrogación es propia de la actividad hermenéutica que destaca en esta novela.

-Construcción de la figura de la enunciación: es Walsh, pero mezclado con un proceso de artificio literario que lo convierten un yo justiciero que llena el hueco del vacío legal, de falta de administración de la Justicia. Debemos situarnos en la posguerra: hay un paradigma del escritor comprometido, intelectual, europeo (como Sartre) que inspira a la intelectualidad argentina, y que Walsh encarna.

Prólogo

Walsh toma contacto con la violencia más brutal “por azar”, pero vuelve al ajedrez y a la literatura. Lo que luego lo sacude es el enterarse, seis meses después (en diciembre del ’56), de que un fusilado vive. Este oxímoron es lo que lo convoca para escribir y lo que da nacimiento a la investigación clandestina, porque le resulta interesante literariamente.

Describe las circunstancias en las que escribe la novela: debe enfrentar el problema de narrar hechos que ocurrieron en medio de una dictadura, durante la misma. Por esto, su investigación debe ser realizada desde la clandestinidad, y además tiene dificultades para encontrar gente que quiera dar testimonios. No solo él corre riesgos, sino también los entrevistados.

Además, no cuenta con una perspectiva histórica que le conceda cierta frialdad, cierto desapasionamiento, sino que escribe los hechos en caliente.

Utiliza el suspenso para atrapar a los lectores: da con cuentagotas los datos de que hay otros sobrevivientes característica propia de una novela policial.

En los agradecimientos nos enteramos de que quienes colaboraron con la investigación sufrieron consecuencias: uno fue torturado y asesinado, otros dos fueron exonerados de sus trabajos.

Primera parte: “Las Personas”

Utiliza el procedimiento literario del retrato para construir cuadros de costumbres populares, retratar vidas dignas. Este procedimiento es una estrategia para demostrar el carácter no político de los fusilados. Hay una máxima implícita: sin razón, la violencia estatal irrumpe en la vida cotidiana. [Daniel Mario Brión, hijo de Brión, le critica esto a Walsh: el autor enjuaga la condición de militantes de los fusilados]

Nicolás Carranza: trabaja en el ferrocarril y vive en una casa en un barrio ferroviario (Boulogne), asignada por el ferrocarril. Forma parte de la resistencia peronista, por lo que está prófugo. La mujer le pide que se entregue, porque tiene miedo de que algo malo le ocurra si no lo hace. Tiene seis hijos. Muere.

Francisco Garibotti: “obrero ejemplar”, treinta y ocho años, vive en Boulogne, tiene seis hijos y una mujer, trabaja en el ferrocarril. Hay indicios de lo que va a ocurrirle: un testimonio de la mujer de años más adelante (“vino a sacármelo para que me lo devolvieran muerto”). Garibotti debe

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elegir entre Carranza y ceder a los pedidos de su mujer, y elige acompañar a Carranza (no se sabe si eran conscientes de a dónde iban o si solo iban a escuchar la pelea). Muere.

Horacio di Chiano: cincuenta años, empleado de Ítalo, una empresa telefónica, tiene una hija de veinticuatro años y una mujer. Planificador de su vida, incluso de su futuro. Típico hombre de clase media, tiene una vida rutinaria en la que nunca ocurre nada. Es el dueño de la casa de adelante de Florida.

Miguel Ángel Giunta: vendedor de zapatos que no llega a los treinta años. Vecino de Di Chiano: este lo invita a su casa (la de adelante) a escuchar la pelea. Prolepsis respecto de lo que va a acurrir: “esas cualidades lo van a ayudar a salir”. Sobrevive.

Rogelio Díaz: suboficial retirado de la Marina, vive en Munro. No se sabe si está comprometido con el movimiento, pero se aclara que está preso en Olmos. Nadie lo conoce. Sobrevive.

Carlitos Lisazo: muy joven, veintiún años. Abandonó el secundario y trabaja con el padre (quien había tenido muchas idas y venidas con la política). El hijo no tiene una opinión política formada, pero es una figura enigmática: le deja una carta a su novia que dice “si todo sale bien esta noche…”. Prolepsis: “pero todo saldrá mal”. Hoy en día, no caben dudas de que tenía un compromiso político, incluso es una figura reivindicada por el peronismo. Muere.

Norberto Gavino: militante peronista, cuarenta años, vendedor de terrenos, ex suboficial de gendarmería. Está implicado en la revolución, sabe lo que va a ocurrir, se refugia en lo de su amigo Torres. Sobrevive.

Juan Carlos Torres: inquilino de la casa de atrás. Lleva una vida triple: para Di Chiano es un inquilino tranquilo, para los vecinos es un vecino amigable, que hace asados; la Justicia lo considera peligroso. Al igual que Gavino, estaba implicado en la revolución. Sobrevive.

Mario Brión: treinta y tres años, trabaja de perito mercantil. Lleva una vida tranquila, sin sobresaltos. Dentro del barrio en el que vive lleva la iniciativa para mejorarlo. Se cruza con un amigo que lo invita a escuchar la pelea a lo de Torres. Prolepsis: “el último testigo que lo vio”. La noche de los fusilamientos tiene una tricota blanca que es fatídica, le cuesta la vida: es un blanco móvil. Muere.

Juan Carlos Livraga: colectivero, veinticuatro años, tres hijos, “el fusilado que vive”. Se duda de si sabe algo respecto de la revolución, pero él mismo lo niega rotundamente. Se encuentra con un Vicente Rodríguez en la calle y este lo invita a escuchar la pelea a lo de Torres. Sobrevive. Es quien, en medio del miedo que azota a la sociedad, se anima a denunciar lo que ocurrió. Esta valentía tiene un origen en su origen social.

Vicente Rodríguez: treinta y cinco años trabaja en el puerto. Siempre fracasó en lo que quiso hacer, es muy ingenuo, grandote y bruto. Tiene tres hijos y una mujer a quienes deja muy pobres al morir. Se lo construye como un personaje literario. Había pertenecido a un gremio y era peronista, pero queda en duda su relación con el sublevamiento.

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Trotzler: veintinueve años, ex policía y peronista. Este no está en la casa de Torres, sino que aparece luego de que llegue la policía. Sobrevive (luego es desaparecido en la dictadura del ’76).

Segunda parte: “Los Hechos”

Capítulos 14 a 22: se narran los sucesos entre la detención y el traslado de los detenidos al basural.

Capítulo 23: fusilamientos. Walsh debe trabajar con una experiencia astillada, fragmentada, ciega una respecto de la otra. Trabaja, además, con el “segundo decisivo” en el que se juega todo en cuanto a impulso, instinto, sabiduría de vida.

Capítulos 24 a 31: sucesos posteriores (fuga de sobrevivientes del basural y la suerte que corrió cada uno). Livraga es la figura que más aparece.

Tercera parte: “La Evidencia”

Se narra la cuestión legal denunciada por Livraga.