Olivar_ Alejandro - El Martirologio Romano

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Dirige Cuadernos Phase: Josep Urdeix

Origen de los estudios publicados en este Cuaderno:

ALEJANDRO OLIVAR, El Martirologio, en Phase 210 (1995) 457-478.

JEAN ÉVENOU, Criterios de composición del nuevo Martiro-logio, en Phase 250-251 (2002) 295-309.

JOSÉ ALDAZÁBAL, El Martirologio, testimonio de la santi-dad de la Iglesia, en Phase 250-251 (2002) 311-334.

PERE TENA, El Martirologio Romano en la pastoral litúrgica, en Phase 250-251 (2002) 335-349.

Martyrologium Romanum, "Praenotanda". 11 edición típica. Typis Vaticanis 2004.

Mayo 2005 Edita: Centre de Pastoral Litúrgica

Rivadeneyra 6,7.08002 Barcelona ISBN: 84-9805-058-8 Di. : B-18.630-2005 Imp.: JNP

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El presente archivo reproduce solamente el primero de los ensayos contenidos en el Cuaderno original,

«El martirologio en la historia», de Alejandro Olivar, OSB,

publicado en 1995 y, por lo tanto, anterior a la edición del

Nuevo Martirologio Romano (1a t ípica latina, 2001).

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EL MARTIROLOGIO EN LA HISTORIA

ALEJANDRO OLIVAR, osb

El vocablo griego "martyrologion" no pertenece a la terminolo-gía patrística más antigua; el único lugar que aduce G. W. H. Lampe en su Patristic Greek Lexikon, ad nomen, lo saca de los cánones del concilio constantinopolitano "in Trulloi", del año 692; aquí la pala-bra tiene su sentido más literal: el de vida de un mártir.

En este estudio nuestro entendemos por martirologio otra cosa, que se deriva ciertamente del concepto literal primitivo; nos referi-mos al libro litúrgico que, con una disposición particular y según el orden cronológico anual de su celebración o conmemoración, ade-más de las solemnidades litúrgicas contiene el elenco de los santos (y beatos) que la Iglesia occidental considera especialmente dignos de ser anunciados públicamente, sin que esto implique una celebra-ción litúrgica, en el oficio y en la misa, de cada uno de ellos. Las páginas que siguen explican esta definición un poco enrevesada.

LOS ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL MARTIROLOGIO

Sabido es que los cristianos, desde muy antiguo, solían apuntar-se la fecha de la muerte de los mártires para poder celebrar anual-mente en el mismo dia el "natale" o el "dies natalis" del mártir determinado. "Natale" (de aqui el "Nadal" catalán) no es un término de creación cristiana; en el lenguaje profano se aplicaba también, por ejemplo, al cumpleaños del emperador romano, es decir, al día

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aniversario de su acceso a la púrpura imperial. Al cristiano antiguo "natale" le evocaba la idea del verdadero nacimiento, en la gloria, pues si bien el bautismo es ya considerado como un (re)nacer a una nueva existencia en Cristo (cf. Jn 3,3-8), la muerte del cristiano es el perfeccionamiento del bautismo, la llegada a la plenitud de la inicia-ción cristiana y a una vida verdaderamente nueva. A veces, en lugar de "natale", se decía "depositio", con que se expresaba el entierro o la defunción en general. Es preciso advertir que con eso no topamos todavía con una idea de canonización, o sea, de un reconocimiento jurídico y autorizado de la santidad de tal o cual persona, aunque el martirio era considerado como la máxima configuración con Cristo. El término "depositio" se aplicaba también a las fechas de los óbitos de los obispos.

Lo importante para nosotros es saber que ya en el siglo IV, si no antes, existían listas que no eran meros obituarios, sino calenda-ríos, ya que entre las fechas, bien ordenadas, de los aniversarios de los mártires y de los obispos, cuando se combinan y se leen en sus respectivos lugares, encontramos los epígrafes de las solemnidades litúrgicas del Señor y de otros días, como son, en los documentos más antiguos, los aniversarios de los fundadores ("conditores") de iglesias, entre los que se cuentan muchos titulares de las más anti-guas de Roma: las "domus Caeciliae, Eusebii, Anastasiae, Pudentis, Chrysogoni" y de otros personajes, que no tardaron en ser consi-derados santos y revestidos con ropajes legendarios de supuestos martirios, ya que no se veneraban, en un principio, sino mártires. Terminadas las épocas de las persecuciones se añadieron a los már-tires otros santos que recibieron los títulos de "confessores" (ge-neralmente obispos) o de "virgines". Entre sus días respectivos se hallaban señalados los aniversarios de dedicaciones de iglesias.

El martirologio como evolución de los calendarios

El martirologio es el desarrollo, con características propias, de estos catálogos que acabamos de describir, o sea, de los calendarios litúrgicos. Estos, por lo general, se limitan a ser índices de las cele-braciones de iglesias particulares, sin elogio o compendio biográfico de los santos mencionados, lo que será propio de los martirologios.

En el famoso documento llamado Cronógrafo Romano del año

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3541 la lista de las "depositiones martyrum" va separada de la de los obispos romanos, la "depositio episcoporum". Empieza así:

"VIII kal. Ian. Natus Christus in Betleem Iudeae. Mense Ianuario: XIII kal. Feb. Fabiani in Callisti et Sebastiani in Catacum-

bas..." En los epígrafes, como vemos, precede la indicación cronológi-

ca: el día correspondiente del año. Sigue el tema del día: ya sea el misterio del Señor que en él se celebra, ya el o los nombres de los santos que se conmemoran. Advirtamos de paso que en este testi-monio tan arcaico los nombres de los mártires, Fabián y Sebastián, no llevan todavía el epíteto de santo o beato ("beatus" era emplea-do antiguamente como equivalente de santo). Finalmente tenemos la indicación topográfica. "In Callisti" significa las catacumbas de San Calixto; "in Catacumbas", que acompaña el nombre de Sebastián, designa el cementerio subterráneo de la Via Appia del cual tomaron el nombre, por extensión, todas las catacumbas romanas. Las notas topográficas, en los martirologios, suelen preceder a los nombres de los santos. Obervemos, por fin, que los nombres de los santos están en genitivo, pues se sobreentiende "depositio". La misma forma gra-matical observarán los martirologios, en los que se sobreentenderá el óbito, el martirio, la memoria u otro concepto parecido del santo enunciado, puesto, consiguientemente, en genitivo.

Hay otra particularidad sobre la que llamamos la atención: el Cronógrafo Romano empieza con el anuncio de la festividad de Navidad. Con esta solemnidad empezaba antiguamente lo que en nuestros días llamamos, de un modo impropio, el año litúrgico.2 Si con la institución del Adviento, y considerado este tiempo como preparación de la Navidad, los libros litúrgicos (misal y breviario) empezarán con el primer domingo de Adviento, anunciado por el martirologio oficial en uso, la tradición martirológica medieval lo empezará por la vigilia de Navidad (Floro, Adón, Usuardo) o por

1 Se puede hallar el texto, por ejemplo, en el Dictionnaire d'Archéologie Chrétienne et de Liturgie, VIII-1, 635.

2 Véase, por ejemplo, JOAN BELLAVISTA, L 'any liturgic (Centre de Pastoral Litúrgica, 1982) 15-22.

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las kalendas de enero (Beda, Vetus o Parvum Romanum. Baronio, el texto oficial actual). Comenzar por Navidad era también el uso de calendarios muy antiguos, como el de Carmona, en la diócesis de Sevilla, cuyo texto epigráfico parece ser del siglo VI o del VII1

y que carece de indicaciones topográficas.

Breve referencia a los equivalentes orientales

No hemos de entretenemos en los calendarios, los cuales ocupa-ban los primeros folios de los códices o libros impresos que servían para el culto en el curso del año, mientras que los martirologios eran, en su forma desarrollada, libros litúrgicos propios. Suele decirse que los menologios o menaia (libros de los meses) y los sinaxarios de la liturgia bizantina corresponden a nuestro martirologio. No es del todo exacto, aunque sean los libros rituales que más se acerquen al martirologio, el cual no tiene las lecturas desarrolladas y las rúbricas que ofrecen los citados libros griegos.

Un manuscrito siríaco del Museo Británico, Add. 12150, contie-ne un largo calendario escrito en Edesa en el año 411 o el siguiente, según un modelo griego perdido, que era sin duda del pleno siglo IV4 . El título que lleva es: "Los nombres de nuestros señores los mártires y vencedores y de sus días en que adquirieron las coro-nas". Este documento, que señala también óbitos de obispos, no se limita a ser un calendario local. Empieza por el 26 de diciembre y termina el 24 de noviembre. Se le denomina, en el mundo científi-co, Breviarium Syriacum, y aunque algunos lo presentan como un

3 En JOSÉ VIVES, Inscripciones cristianas de la época romana y visigoda (Barcelona, 1942) 113.

4 El texto siríaco editado por RENÉ GRAFFIN con traducción griega por Louis Duchesne, quien va comparando el texto del Martirologio Jeronimiano, en Acta Sanctorum, novembris 11/1 (Bruselas, 1894) pp. LII-LXV. El siríaco con traducción francesa en FRANÇOIS NAU, Un martyrologe et douze ménologes syriaques, "Patrologia Orientalis" X (París, 1915) 5-25. Traducción alemana en HANS LIETZMANN, Die drei ältesten Martyrologien (Bonn, 1911: "Kleine Texte für theologische und philologische Vorlesungen und Übungen", 2) 7-15. Estos autores señalan otras ediciones. Una traducción latina directa del siríaco en BO-NAVENTURA MARIANI, Breviarium Syriacum (Roma etc., Herder, 1956: "Rerum Ecclesiasticarum Documenta", series minor, subsidia studiorum, 3).

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martirologio primitivo, apenas hay en él indicaciones que no sean las propias y escuetas de los calendarios5. Se trata, de todos modos, de un testimonio importantísimo en la historia de los precedentes del martirologio, a causa de su gran antigüedad.

Casi tan antiguo, del siglo siguiente, es el llamado Martirologio de Cartago, de tipo igualmente universal y con "depositiones epis-coporum" entremezcladas, descubierto en Cluny por Juan Mabillon y actualmente perdido, aunque queda la edición que de él hizo Dom Mabillon. Empieza en la segunda mitad de abril para terminar a mediado de febrero, según el calendario de la Iglesia griega6 . El contenido, sin embargo, es occidental, especialmente africano.

El Martirologio Jeronimiano

Con el llamado Martirologio Jeronimiano, que no es de san Jerónimo, pues contiene elementos, anteriores a él, de origen griego (de Antioquía) y posteriores, asi como elementos africanos a los que fueron añadidos, con el tiempo, epígrafes de origen galicano, tene-mos un calendario muy desarrollado que ya se acerca mucho a lo que será el martirologio histórico medieval y el nuestro. Procedente de Oriente y traducido al latín poco después del año 431, este mar-tirologio de carácter universal ha ido reuniendo para cada día tantos santos como ha podido encontrar, distinguiéndose así de los calen-darios, los cuales, como hemos dicho, eran por lo general locales y no presentaban más que uno o pocos santos más en cada fecha. El Martyrologium Hieronymianum tuvo mucha aceptación y en algunas de sus numerosas copias aparecen los epígrafes algo desarrollados. Un ejemplo: "VIII kal. Ian. In Bethleem nativitas Domini Nostri lesu Christi secundum carnem... Sirmi Anastasiae, quae de Roma sanctos secuta qui ad maityrium ducebantur, haec gloriosam pertulit

5 Sobre la a veces difícil distinción entre calendario y martirologio en la historia, véase JOHN HENNIG, Kalendar und Martyrologium als Literaturformen, en Archiv für Liturgiewissenschaft VII (1961) 1-44. El autor, en todo este tra-bajo, pone especial atención en los martirologios irlandeses.

6 JEAN MABILLON, Vetera Analecta. III (París, 1723) 398. Lietzmann, o. c., 4-6.

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passionem..."7 Mas semejantes glosas biográficas o panegíricas pue-den ser de segundas manos.

Los martirologios históricos medievales8

San Beda el Venerable, que vivió del año 672 o del 673 al 735, declara que compuso un martirologio de los aniversarios de los santos mártires y que para cada uno de estos días señaló cuidadosamente todos los que pudo encontrar, y que no se limitó a indicar el día, sino también la clase de martirio que sufrieron y bajo qué juez vencieron el mundo9. A causa de tales detalles históricos han sido llamados tam-bién históricos los martirologios de la Edad Media, los cuales han imitado el de Beda y han originado el martirologio actual. Así Adón confiesa que al componer su martirologio puso su empeño en suplir o llenar los días que habían quedado vacíos en el martirologio que Floro compuso perfeccionando el trabajo de Beda. Usuardo escribió su martirologio estimulado por el ejemplo de Jerónimo (o sea, del seudo-Jerónimo) y de Beda, el primero de los cuales peca por breve-dad, y el segundo por omisión de muchos detalles necesarios10.

7 El Martirologio Jeronimiano no hubiera podido encontrar mejor editor y mejor comentarista según las exigencias de la critica: HIPPOLYTE DELEHAYE Co-mentarius perpetuus in Martyrologium Hieronymianum ad recensionem Henrici Quentin O.S.B. (Bruselas, 1931); constituye la pars posterior del tomo II de noviembre de Acta Sanctorum.

8 La publicación fundamental para el estudio de este capitulo es HENRI QUENTIN, Les martyrologes historiques du moyen âge (Paris, 1908). De este libro escribió Dom GERMAIN MORIN, Dom Quentin sur les martyrologes, en Revue Bénédictine 25 (1908) 232-235: "Au cours des deux siècles maintenant écoulés depuis la mort de notre Mabillon, l'ordre bénédictin n'a rien produit, à mon avis, qui surpasse en valeur ce merveilleux travail". Pocos años antes de la aparición de la obra de Dom Quentin habia publicado HANS ACHELIS, Die Martyrologien. Ihre Geschichte und ihr Wert, en "Abhandlungen der Königli-chen Gesellschaft der Wissenschaften zu Göttingen", philosophisch-historische Klasse, Neue Folge, n° 3(1900). Empezando por el análisis del Cronógrafo Romano y de los otros calendarios que han sido considerados aquí, Achelis demuestra la importancia que tienen los antiguos martirologios, con su enorme acervo hagiográfico, como documentos históricos.

9 Migne, PL 94, 799-1148. 10 JACQUES DUBOIS y GENEVIÈVE RENAUD, Edition pratique des Martyro-

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Acabamos de nombrar dos famosos autores carolingios de mar-tirologios, ambos del s iglo IX: A d ó n de Viena de Gal ia , y Usuardo o Husvardo, mon je de Saint -Germain-des-prés , en París, persona muy interesada por las rel iquias de los santos , cosa que le llevó hasta la Córdoba islámica. Precedió a los mar t i ro logios de ambos el del d iácono Floro de Lyón, q u e es tr ibutario de otro Mart i rolo-gio de Lyón, anónimo. De Floro depende Adón , e l cual h izo pre-ceder su conocido mar t i ro logio por otro l lamado Martyrologium parvum o Romanum vetus, que Adón publ icó c o m o anónimo. El mar t i ro log io de Floro depende del J e ron imiano y del de Beda, mientras q u e A d ó n depende de Floro. Por la gran cantidad de no-ticias biográficas que contenía , e l mar t i ro logio de Adón tuvo una gran d ivulgac ión; sin embargo, f u e suplantado en gran parte por e l de Usua rdo , ya que és te f u e muy aceptado en los monaster ios benedict inos y en los cis tercienses.

Hi jos de su época, los autores de todos estos martirologios histó-ricos y de los que no hemos enumerado por ser menos importantes, no se tomaron muchas precauciones en discernir lo verdadero de lo falso, lo histórico de lo legendario, para confeccionar los elogios contenidos en sus obras . Genu inas o inventadas , creídas por lo general, sus mart irologios proporcionaban lecturas maravil losas y edificantes, aunque, a decir verdad, estos martirologios no ofrecen, en su conjunto, una teología sobre la santidad. Hablando en general, están escritos más como compendios de noticias hagiográficas que como libros de doctrina espiritual.

La reforma del Martirologio bajo el pontificado de Gregorio XIII

Según el modelo más o menos puro de Usuardo (la contami-nación mutua de los mart irologios es fuer te y las pecul iar idades de cada códice son m á s o menos numerosas) el mart irologio tuvo varias ediciones incunables11, una de ellas es una traducción alema-

loges de Bède, de l'anonyme lyonnais et de Florus (Paris. 1976). J. DUBOIS, Le Martyrologe d'Usuard. Texte et commentaire (Bruselas, 1965: "Subsidia Hagiographica", n° 40).

11 La primera que conozco es la de Lübeck, 1475. Las primeras ediciones

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na, impresa en Estrasburgo en 1484.12 De cómo el martirologio de Usuardo, más o menos manipulado, se había convertido en libro oficial romano da testimonio, en el siglo XVI, antes de la reforma de Baronio, la edición titulada Martyrologium secundum morem Ro-manae curiae, París, 1521. Significativo es también el título que lleva la edición de Lovaina de 1568: Usuardi Martyrologium quo Romana Ecclesia ac permultae aliae utuntur. Siguieron, antes de la de Baro-nio, otras ediciones, una de ellas tan adulterada, la de Mesina de 1575, que fue prohibida su lectura pública por la Santa Sede.

En 1580 el papa Gregorio XIII encargó al cardenal Guillermo Sirleto la confección de un martirologio renovado. A este fin nom-bróse una comisión formada por humanistas y eruditos como Silvio Antoniano, el toledano Pedro Chacón, Gerardo Vossio, Latino La-tini, Curzio dei Franchi y, para las cuestiones de cronología, Luigi Giglio. Mas, como suele suceder cuando se encargan trabajos a comisiones demasiado numerosas, sobre todo cuando estos comités de trabajo están constituidos por personajes de valor, la tarea aca-bó recayendo sobre una sola persona, y asi fue como el oratoriano César Baronio, el futuro cardenal (1596), acabó por asumir el gran cometido, y no es injusto que el nuevo martirologio conste como obra suya. Como base tomó el martirologio de Usuardo, aunque tuvo muy en cuenta los de Beda, Floro y Adón, así como los me-nologios griegos, los Diálogos de san Gregorio Magno y numerosos calendarios particulares.

Baronio trabajó deprisa, demasiado deprisa, pues ya en 1583, tres años después de la constitución de la comisión, apareció el Mar-tyrologium Romanum ad novam kalendarii rationem et ecclesiasticae historiae veritatem restitutum, donde pro nova ratio kalendarii hay que entender la reforma gregoriana (de Gregorio XIII) del calenda-rio; el adjetivo Romanum confiere a la edición un carácter oficial y universal para la Iglesia latina, como lo hace en los títulos de Mis-sale Romanum, Breviarium Romanum, etc. Pero lo que más había de ser contestado es ad historice veritatem restitutum. Los sabios histo-

aparecían con el titulo Viola sanctorum. Cf. LUDOVICUS HAIN, Repertorium bi-bliographicum (Stuttgart-París, 1826-1838), números 10864 a 10874.

12 Hain, 10874.

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riadores que formaban la comisión y, en particular, César Baronio, contaban en su tiempo medios suficientes para poder juzgar con cri-terios más rigurosos las fuentes históricas que manejaron. ¿Acaso se sintió Baronio cohibido por el miedo a la censura? Declarar que las vidas tradicionales de los santos, la mayor parte quizás, así como la mayoría de las pasiones escritas de los mártires, eran legendarias, no era cosa fácil y nosotros mismos hemos podido advertir el descon-tento, por no decir escándalo en algunos casos, que produce afirmar que algunos santos, especialmente cuando éstos disfrutan de gran veneración, ni siquiera son históricos, es decir, que ni han existido o que, todo lo más, únicamente conocemos sus nombres.

Pocos años después de la primera edición del martirologio ro-mano de Baronio nacería en el ducado de Limburgo, en la actual Bélgica, Juan de Bolland, quien con el tiempo, siendo jesuita, había de fundar una sociedad de hagiógrafos, a los que él daría su nombre: los bolandistas, historiadores verdaderamente críticos, que subsisten todavía como entidad investigadora y que han producido, en nuestro siglo, el mejor comentario histórico al Martirologio Romano13.

No fue sino en el año siguiente al de su aparición cuando el nuevo Martirologio Romano fue declarado libro litúrgico oficial para el uso público con carácter exclusivo (14 de enero de 1584). Las ediciones fueron sucediéndose y, naturalmente, cuanto más crecía el número de los lectores, más incorrecciones aparecían. ¿Cómo era posible no incurrir en errores en una cantidad tan enorme de nombres latinos inusitados, tanto en la onomástica como en la topo-grafía? Muerto Gregorio XIII, su sucesor, Sixto V, nombró censor del martirologio al obispo de Roermond, Guillermo Van Der Lindt (Lindanus), quien reeditó la obra en Amberes, 1589, con el titulo Martyrologium Romanum ad novam kalendarii rationem... auctore Casare Baronio Sorano... Secunda editio ab ipso auclore emendata el compluribus aucta

El Martyrologium Romanum fue aumentando con las muchas canonizaciones que se llevaron a cabo en los siglos siguientes. No-

13 H. DELEHAYE y otros, Martyrologium Romanum ad normam editionis typicae scholiis historiéis instructum (Bruselas, 1940: "Propylaeum ad Acta Sanctorum decembris").

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table fue la edición del 1749, en la que preceden unas largas Litterae Apostolicae ad novam Martyrologii Romani editione ad Joannem V Portugalliae et Algarbiorum regem illustrem, con las que el papa Lambertini, conocido por su interés por el proceso canónico de las beatificaciones y canonizaciones, da razón del contenido del Marti-rologio Romano. Alabando las enmiendas introducidas por antece-sores suyos en el sumo pontificado. Benedicto XIV se hace eco de las graves controversias suscitadas por el Martirologio, manifiesta su disgusto por la cantidad de dudas y deseos de cambios (un prurito, dice él) y quiere prescindir de ellos. Advierte que algunos elogios, demasiado extensos, han sido abreviados y que muchos santos, antiguos y modernos, han sido añadidos a las listas tradicionales. Elogia la labor de los Padres Bolandistas, los cuales, con sus inves-tigaciones, permitirán ir completando el elenco de los santos. Mucho ocupa al papa justificar la ausencia de tres personajes históricos que, como se ve, algunos pretendían ver incluidos en el Martirologio; son Clemente de Alejandría, Sulpicio Severo y el papa Siricio.

LA EDICIÓN DE 1922

Otras ediciones mediaron entre la de Benedicto XIV y la que se llevó a cabo bajo el pontificado de Benedicto XV, sin contar las no típicas, es decir, las enteras o parciales que podían hacer los obispos para uso de sus diócesis, u otras ediciones particulares. En 1922 apareció una edición que se hizo célebre por las reacciones y críticas que suscitó: Martyrologium Romanum Gregorii Papa XIII Jussu editum. Urbani VIII el Clementis X auctoritate recognitum, ac deinde anno MDCCXLIX Benedicti XIV opera ac studio emendatum et auctum. Prima post typicam editio. propriis recentium sanctorum officiorumque elogiis expleta, a Sanctissimo Domino Nostro Bene-dicto Papa XV adprobata, Sacrae Rituum Congregationis curis im-pressa, Romae, Typis Polyglottis Vaticanis, MDCCCCXXII.

El nombre de César Baronio no se lee en la portada, como co-rresponde a una edición de un libro litúrgico típico vaticano. Esta edición consta de un Decreto de aprobación firmado por el prefecto de la Congregación de Ritos, de la Constitutio Apostolica de edi-tione martyrologii Romani de Gregorio XIII, de la extensa carta de

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Benedicto XIV al rey de Portugal y de la Tractatio de Martyrologio Romano de César Baronio. Después de aliqua testimonia Patrum Martyrologium commendantia hay la explicación relativa a la luna, pues hasta nuestros días el martirologio ha sido cantado, recitado o leído con la indicación del día correspondiente según el cómputo romano y la luna del mes. Siguen finalmente las rúbricas, de las que trataremos cuando, más adelante, consideremos el martirologio como libro litúrgico.

Hemos hecho ahora esta descripción del Martirologio actual no porque los elementos o partes enumeradas sean propios de la edición de 1922; las traían ya ediciones anteriores. Los que hemos vivido de muy jóvenes en comunidades que practicaban con cierta solemnidad el oficio divino y que conocieron la práctica de la hora de prima, en la que se leía el martirologio que anunciaba los santos del día siguiente, hemos utilizado la bella edición de 1922. Parece ser que el previo anuncio de su aparición dio ciertas esperanzas de mejoramiento. Salida al final de la gran crisis modernista, no solamente produjo desilusión entre los críticos católicos, sino que provocó duros reproches, siendo el más detallado y competente de los que han llegado a mi conocimiento el del mismo Dom Enrique Quentin, publicado nada menos que en Analecta Bollandiana14. ¿En qué desembocaban los esfuerzos que se esperaban de la comisión histórico-litúrgica instituida por León XIII para la reforma de los libros oficiales del culto católico? ¿Era justo que apareciera un mar-tirologio tan poco modernizado, según la crítica histórica, bajo Pío XI, un papa historiador, que llevaba ya medio año de pontificado, sin que su nombre conste en el título de la edición? ¿qué sentido tenían las expresiones "diligenter revisa, accurate correcta" refe-ridas a la nueva edición y firmadas por el cardenal prefecto de la Congregación de ritos, Antonio Vico, en el decreto que aprobada la edición?

Es verdad que se trataba de una materia delicada, no solamente para la crítica histórica, sino para la sentimentalidad del pueblo fiel. Supresiones de nombres por ser considerados como no históricos.

14 H. QUENTIN, La correction du Martyrologe Romain, en Analecta Bollan-diana 42(1924)387-406.

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omisiones de elogios por ser tenidos por legendarios, rechazos de personajes venerados, cuya santidad empero no queda suficiente-mente demostrada, así como otros cambios, pueden tener repercu-siones muy negativas en los fieles menos instruidos, como las han tenido, más o menos, en las modificaciones que ha sufrido reciente-mente el calendario universal. Pero no adelantemos lo que queremos considerar con mayor atención más adelante.

La edición de 1922 tuvo de positivo despertar el deseo de dis-poner no de un martirologio reformado, sino nuevo. ¿No se contaba para ello con las obras llevadas a cabo durante siglos por los Bo-landistas sobre todo?15 Se requería ante todo de una crítica detallada del Martirologio Romano en uso; ésta apareció en 1940 realizada por el bolandista Hipólito Delehaye y colaboradores16. Su trabajo constituye una de las mejores obras que ha producido la hagiografía crítica en el curso de la historia.

Una página como ejemplo

Como que la mayor parte de nuestros lectores (entre los re-ligiosos de coro, los que nunca han practicado el oficio capitular de prima) no habrán tenido probablemente nunca en sus manos una edición típica del Martyrologium Romanum, ni es muy fácil que puedan proporcionarse un ejemplar, antes de proseguir con nuestras consideraciones reproducimos aquí una página de la edi-ción de 1922, de la que omitimos las letras de las epactas y los números de las lunas, signos que cada día preceden al elenco de los santos, ocupando nada menos que cinco líneas de la edición citada. En la Edad Media era útil recitar tales indicaciones cro-

15. Además de la colección Acta Sanctorum, de la revista Analecta Bo-llandiana y de la serie Subsidia hagiographica, que han sido mencionadas en las notas antecedentes, hay la Bibliotheca hagiographica Latina, la Graeca y la Orientalis. Se rumorea que Analecta Bollandiana va a dejar de publicarse, lo que sería una pérdida grande no solamente para la hagiografía, sino para la ciencia histórica en general.

16 La referencia, en la anterior nota 13. 17 Crodegango, obispo de Metz, en el siglo VIII, se hace testigo de que en su

tiempo el rito del martirologio se desarrollaba ya como hoy: terminados los salmos

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nológicas17; no lo es en nuestros días, en los que sólo decimos el mes y el día.

Al reproducir el texto en castellano dejamos en la forma nomi-nativa los nombres de los santos que, por las razones anteriormente expresadas, en el texto latino aparecen en genitivo. He aquí el texto del 12 de marzo (de la edición de 1922):

1. "En Roma, san Gregorio primero, papa, confesor y exi-mio doctor de la Iglesia, el cual, por las cosas preclaramente llevadas a cabo y por la conversión de los anglos a la fe de Cristo, es llamado Magno y lleva el sobrenombre de Apóstol de los Anglos.

2. Allí mismo, la sepultura de san Inocencio primero, papa y confesor. Su fiesta, empero, se celebra el 27 de junio.

3. También en Roma, san Mamiliano mártir. 4. En Nicomedia, los santos Egduno presbítero y otros sie-

te, los cuales, durante sendos días fueron ahogados uno por uno, para que los que iban quedando cogiesen miedo.

5. Allí mismo, la pasión de san Pedro mártir, quien, siendo cubiculario del emperador Diocleciano y habiéndose tomado la libertad de protestar por los innumerables suplicios de los mártires, por eso y por mandato del mismo (emperador), se le hace comparecer, primero se le suspende y es azotado durante mucho tiempo, después es rociado con vinagre y sal; por últi-mo es asado a fuego lento en una parrilla, y así fue verdade-ramente un heredero de la fe y del nombre de Pedro.

6. En Constantinopla, san Teófanes, quien de muy rico pasó a ser un monje pobre; fue detenido en la cárcel durante un bienio por el impío emperador León el Armenio a causa del culto de las sagradas imágenes, y de allí fue deportado a Samotracia, donde, agobiado por las penalidades, entregó su espíritu, haciéndose célebre por sus muchos milagros.

7. En Capua, san Bernardo, obispo y confesor".

de la hora de prima, reunidos los canónigos en el capítulo, después de la lectura "recitantur aetas mensis et lunar et nomina sanctorum quorum festa crastina exci-piet dies": Regula canonicorum. XVIII, PL 89, 10647. Sigue luego, en la descrip-ción de Crodegango, el versículo "Pretiosa in conspectu Domini mors sanctorum eius". sacado del salmo 115, 5, y que se ha mantenido hasta nuestros días.

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Comentario a esta página

Advirtamos, en primer lugar, que la página, como otras, ha sufrido pequeños retoques en las reimpresiones posteriores. Hemos escogido, en pro de la brevedad, una de las páginas más breves del Martyrologium Romanum: de todos modos, el texto ofrece varios as-pectos interesantes para la comprensión del martirologio en general. La numeración que hemos dado a cada epígrafe es nuestra; es para facilitar las referencias del comentario que sigue.

1. El titulo de confesor, que volveremos a encontrar en el epígrafe 7, es el que se daba a los santos varones no mártires en todos los libros litúrgicos oficiales. El santo por antonomasia es el mártir, el que ha muerto en el martirio por la fe. Mártir quiere decir, en griego, testigo. Todo santo ha de ser considerado como tal por ser testigo de la fe. Si no lo es con su muerte, lo será con sus obras y por la confesión oral de la fe: con la boca se confiesa la fe y asi se obtiene la salvación, "ore confessio fit ad salutem" (Rm 10,10). Este título de confesor ha sido suprimido en la refor-ma última de los libros litúrgicos.

Gregorio I papa recibe además el titulo de doctor de la Iglesia; es una distinción que, por declaración expresa de la Iglesia, han obtenido un número restringido de santos. En ciertos santos el epíteto ha sido merecedor, fuera de la liturgia, de una calificación determinada, que se ha hecho tradicional. Así hablamos del "Doctor Angelicus" refiriéndonos a santo Tomás de Aquino. Mas en nuestro caso "eximio" no es uno de tales epítetos (quien, en la tradición cris-tiana, lleva el sobrenombre de "Doctor eximius" es el teólogo jesuita Francisco Suárez, muerto en 1617). En cambio, si es tradicional decir Gregorio Magno, o sea, el Grande, atributo que ha merecido también el papa san León I, como lo testifica el mismo Martirologio el 10 de noviembre. Los adjetivos "eximio" y "magno" no quedan muy bien justificados en el elogio que de san Gregorio I papa construyó Baro-nio. De todos modos, la tradición martirológica medieval es todavía más lacónica; recuerda, sin embargo, como mérito principal, que fue el Apóstol de los Anglos (Anónimo de Lyón, Floro, Usuardo)18. Gre-

18 El título de "egregius" le viene a Gregorio I del papa Bonifacio VIII,

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gorio murió en este día del año 604. El 12 de marzo ha sido siempre la fecha heortástica suya. El nuevo calendario (1969) ha preferido trasladar la fiesta al 3 de septiembre, día de la ordenación episcopal del santo (año 590), abandonando una fecha tan tradicional para no tener que celebrarla en Cuaresma.

2. La noticia procede del Martyrologium Hieronymianum, el cual da la precisión topográfica "ad Ursum Pileatum". Hoy es el verdadero aniversario de la "depositio" de san Inocencio I. El 27 de junio no vuelve a ser elogiado.

3. Mamiliano es una falsa transcripción de Maximiliano que hizo Baronio del martirologio de Floro; de éste lo sacó Adón. Se trata de un mártir de Tebaste, en Africa, y nada tiene que ver con el Mami-liano que sale en las actas de Urbano I, como pensó Baronio.

4. Las fuentes documentales son Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, III, 6 y el Breviario Siríaco. Los mártires son tres: Pe-dro, Doroteo y Gorgonio. Floro, Adón y Usuardo los separan, cele-brándolos en días distintos. Los griegos los celebran, juntamente con otros mártires, los días 30 de septiembre y 30 de diciembre.

5. En estas mismas fechas es celebrado por los griegos san Migdonio, que es el verdadero nombre del santo, atestiguado por el Breviario Siríaco, mientras que en el Martyrologium Hieronymi-anum aparece en la forma de Egdunus.

6. Teófanes es festejado por los sinaxarios griegos en este mis-mo día. Lo denominan confesor, "homologetes". Famoso también como autor de una Crónica, murió en 817.

7. Se trata probablemente de una confusión con el obispo Ber-nardo de Casinula, del siglo XII.

quien equiparaba Gregorio a Agustín. Ambrosio y Jerónimo (los cuatro grandes Padres de la Iglesia de Occidente). Magno o Grande es un sobrenombre no exclusivo de santos occidentales o latinos. Solemos hablar de Atanasio el Gran-de; lo mismo de Basilio (el de Cesarea). El epíteto tampoco es exclusivo de la tradición cristiana; hablamos de Alejandro Magno. Magno no es necesariamente un distintivo para diferenciar un personaje de otros homónimos de significación histórica menor. Sin embargo, hay grandes figuras que no han sido distinguidas con este sobrenombre; a san Agustín el calificativo "grande" le hubiese ido

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QUÉ SANTOS ENTRAN EN EL MARTIROLOGIO Y SU ORDENACIÓN JERÁRQUICA

Hemos visto que el Martirologio Romano es el resultado de una rica tradición martirológica antigua, medieval y moderna. En esta tradición hay innumerables noticias de santos, o de personas vene-radas como tales, muchos de los cuales son de historicidad dudosa o incierta. El Martirologio Romano no pretende haber reunido todos los santos verdaderamente históricos; muchos de ellos no pueden ser considerados como tales por la crítica moderna. Además, muchos de los nombres pertenecen a personajes históricos de cuya especial santidad personal no hay pruebas suficientes. Por santidad personal entendemos aquí aquel ejemplo de vida cristiana verdaderamente extraordinaria. Todas las personas "no malas" que aparecen en los Diálogos de san Gregorio Magno fueron incluidas en el martirolo-gio; de algunas listas episcopales de determinadas iglesias fueron convertidos sistemáticamente en santos los primeros obispos hasta una fecha concreta. Son ejemplos de criterios para nosotros inadmi-sibles. Lo tienen en cuenta los que preparan el nuevo martirologio. En cualquier caso, en este su libro oficial litúrgico la Iglesia no pue-de pretender, ni lo pretende, establecer una verdad histórica al hacer tal o cual declaración a propósito de los santos que elogia.

Gregorio XIII dispuso que en las ediciones oficiales (universa-les) del martirologio no se insertaran nuevos santos sin el permiso de la Santa Sede. Cada prelado, diocesano o religioso, puede pro-clamar sus santos de tradición local; esto se hará en los suplementos particulares al martirologio común de la Iglesia romana.

El mismo Martyrologium Romanum dicta unas normas para la colocación que ha de obtener cada santo en su día19. Prevalecen los santos por este orden: mártires, confesores, vírgenes, no vírgenes. Los hombres preceden a las mujeres. Sin embargo, estas catego-rías están subordinadas al rango litúrgico (festivo) que tenga cada epígrafe. Esta calificación prevalece. Se comprende que siendo el Martirologio un libro de la Iglesia de Roma y, por extensión, de la

19 Rubrica pro lectione martyrologii. nº 18 (ed. 1922).

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Iglesia latina, se dé preferencia a santos de Roma, es decir, muertos en la Ciudad Eterna o que tengan en ella reliquias insignes.

EL USO DEL MARTIROLOGIO COMO LIBRO LITÚRGICO

Ya la misma disposición tipográfica del Martirologio deja ver que se trata de un libro para ser leído en la asamblea litúrgica. Lo mismo puede decirse de los códices manuscritos correspondientes, hablando en general. Se recitaban o cantaban los santos del día siguiente en el "officium capituli", o "ad capitulum", como dice el Concilio de Aquisgrán del año 81720. Así se denomina, ya que las comunidades regulares solían trasladarse a la sala capitular termi-nada la hora de prima para proseguir las preces dicha la oración "Domine Deus omnipotens, qui ad principium huius diei...". Las Rubrica Martyrologii Romani prescriben que el martirologio sea leí-do "in choro"; se recomienda hacerlo "fuera del coro". Suprimida la hora de prima en las últimas reformas del oficio divino, ha quedado abandonada también la lectura del martirologio, excepto en algunas comunidades; algunas lo leen en el refectorio o en otros momentos del día, ya en su forma entera, ya en forma compendiada; en algu-nos monasterios se anuncia únicamente el santo que ha de celebrarse el día siguiente según el calendario litúrgico.

Las Rúbricas contienen indicaciones sobre los anuncios de las fiestas móviles, sobre qué días no ha de ser leído el martirologio y otros detalles; sería largo enumerarlas aquí.

Muchas comunidades monásticas cantaban el martirologio; por lo menos cuando se anunciaba una solemnidad, ésta era proclamada en un tono más elevado. El anuncio de la solemnidad de Navidad, la llamada Kalenda, tenía una ejecución musical especial. De la Ka-lenda hemos de hablar más adelante.

Desde Usuardo, por lo menos, la proclamación del martirologio terminaba con la fórmula: "Et alibi aliorum plurimorum sanctorum

20 Mansi, XI, 398. Anterior es el testimonio de Crodegango que hemos ci-tado en la nota 17. Este testimonio sirve también para lo que sigue. Advirtamos que Gregorio XIII expresó el deseo de que el martirologio se leyera también privadamente, "extra chorum".

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martyrum el confessorum atque sanctorum virginum": "y en otros lugares (la memoria) de muchos otros santos mártires, confesores y santas vírgenes". A lo que el coro respondía "Deo gratias". Continuaba el "officium capituli" con el versículo "Pretiosa in conspectu Domini" y la respuesta "Mors sanctorum eius", y las preces siguientes, con las "lectiones breves", que trae también el Martirologio Romano.

Una proclamación extraordinaria: la Kalenda de Navidad

El anuncio de la solemnidad de Navidad constituye un caso ex-traordinario en el Martirologio Romano actual, tanto por su longitud, como por su estructura y por los elementos que lo componen, como también por las rúbricas que lo acompañan. Éstas ofrecen una prueba clara del carácter litúrgico del Martirologio. En el canto de la calen-da (llamada asi por las primeras palabras con que empieza: "Octavo kalendas lanuarii") parece existir una analogía con el anuncio de la Pascua, el Praeconium paschale, el Exsultet, sólo que el pregón de la Pascua es una bendición (por lo menos así se llamaba este canto), la del cirio pascual, lo que no es la calenda de Navidad.

El Martirologio21 trae la melodía con la que ha de ser cantada la calenda. Las palabras "In Bethlehem Iudae nascitur ex Maria virgine factus homo" han de ser cantadas en un tono más elevado, y las que siguen: "Nativitas Domini nostri lesu Christi" se cantan en el tono de la Pasión. Este canto, bien ejecutado, resulta muy impresionante. A las palabras "In Bethlehem Iudae..." los oyentes se arrodillan y permanecen arrodillados. Lo que sigue, el anuncio de la conmemo-ración de santa Anastasia etc., se recita o se canta en el tono normal de las lecciones, cuando los oyentes ya se han levantado.

En algunas comunidades la calenda iba revestida de todo un ceremonial. El cantor llevaba la capa pluvial e iba acompañado de dos acólitos con sus cirios. El martirologio era incensado antes del canto. A lo mejor en algunas iglesias todavía se practica este rito de la vigilia de Navidad.

El texto de la calenda es de Baronio, quien heredó los elementos

21 Ed- 1922, p. CXIX s.: Cantus Martyrologii.

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de las ediciones del Martirologio realizadas por Bellini de Padua22 y Juan Molano23, heredero, éste, de Bellini. Fácilmente puede darse cuenta el lector de la inspiración de tipo humanista del actual texto de la calenda, el cual, además de los grandes hitos cronológicos de la historia del pueblo de Israel, que conducían hacia el misterio de la encarnación de Jesucristo, menciona las olimpiadas griegas y la Pax Romana, dando, de este modo, una dimensión universal al hecho del nacimiento del Salvador del mundo consagrado por su venida. Sin embargo, Adón ya ofrece una formulación parecida a la de la calenda actual, si es que lo que leemos de Adón en PL 123, 203 representa una forma pura de su Martirologio. De ser asi, Usuardo24

abrevia la forma de Adón pero introduce las semanas de Daniel. En Floro se lee: "In Bethleem Iudae natiuitas Saluatoris domini nostri lesu Christi"25 y el Martirologio Jeronimiano,26 tal como lo cono-cemos, suprime "Iudae" y añade "secundum carnem", mientras que el Martirologio de Beda es el más embrional de todos: "Natiuitas domini nostri Iesu Christi"27.

El texto actual (1922) dice: "De la creación del mundo, cuando en un principio Dios

creó el cielo y la tierra, año 5199; del diluvio año 2957; del nacimiento de Abrahán año 2015; de Moisés y de la salida del pueblo de Israel de Egipto

año 1510; de la unción real de David año 1032; en la semana 65 según la profecía de Daniel; en la olimpíada 194;

22 BELI.INI DE PADUA, Marlyrologium secundum morem Romanae curiae (París, 1521).

23 IOHANNES MOLANUS, Usuardi Marlyrologium quo Romana ecclesia ac permultae aliae utuntur (Lovaina, 1568).

24 Ed. Dubois, 147. 25 Ed. Dubois-Renaud, 1. 26 Acta Sanctorum, noviembre II/2, p. 7. 27 QUENTIN, Les martyrologes historiques, 55. El Cronógrafo Romano dice:

"Natus Christus in Betleem Iudeae"; no es un anuncio martirológico, sino una indi-cación de calendario.

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de la fundación de Roma año 752; del imperio de Octaviano Augusto año 42; estando todo el orbe establecido en la paz; en la sexta edad del mundo;28

Jesucristo, Dios eterno e Hijo del Padre eterno, queriendo consagrar el mundo con su venida piísima,

concebido del Espíritu Santo y pasados nueves meses desde la concepción,

en Belén de Judea nace de María Virgen hecho hombre: la Navidad de nuestro Señor Jesucristo según la carne".

En este texto tan hermoso las incorrecciones cronológicas son lo de menos.

HACIA UN NUEVO MARTIROLOGIO

El martirologio es uno de los últimos libros litúrgicos que ha quedado por reformar después del Concilio Vaticano II (¿el último de todos?). También es, acaso, el que presenta mayores dificultades.

Éstas son tantas que obligan, pienso, no a una reforma del libro, sino a crear un martirologio nuevo, porque una gran cantidad de detalles históricos que contiene no corresponde a la sensibilidad crítica de nuestros días. El sinnúmero de supresiones, añadiduras y modificaciones que supone una nueva edición no es fácil de hacer en muchísimos casos.

Tenemos el precedente del nuevo calendario, en el que, por temor o respeto al público, los reformadores no se han atrevido a ser contundentes en los principios adoptados acerca de la inadmisi-bilidad de ciertos nombres por falta de historicidad probada o por no estar suficientemente demostrada la "santidad". Siendo el calen-dario algo muy arraigado en la piedad popular, ciertas supresiones de santos o cambios en las fechas de la celebración han producido descontentos y protestas.29

28 Sobre las seis edades del mundo, tal como vienen expresadas en el Martirologio, escribió Adón Chronicon in aetates sex divisum (PL 123,23-138), siguiendo a Beda, De sex aetatibus mundi ("Corpus Christianorum", series Lati-na, vol. 123 B) y haciendo obra propia a partir del año 813.

29 "Advierto de lo que quizá ya el lector sepa, de mi afición a fijar las

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Ya que es imposible introducir en el martirologio todos los per-sonajes venerados como santos, resulta difícil y delicado escoger los que han de constar en él. Si el martirologio de que tratamos ha de continuar llamándose "romano" como los otros libros litúrgicos que usamos, es natural que un martirologio de la iglesia de Roma escoja con particular interés los santos que tengan especial relación con esta comunidad, aunque el libro esté concebido para el uso universal de la Iglesia latina u occidental. Mas ¿hasta qué punto? Ciertamente la iglesia romana ha permitido, y continúa haciéndolo, la existencia de martirologios de iglesias particulares, como apéndices o suple-mentos del martirologio universal. Esto permite suprimir del univer-sal santos que disfrutan sólo de una veneración muy particular, que son poco conocidos umversalmente, para dejar lugar a otras figuras que, aun siendo, o habiendo sido hasta ahora, de culto particular, tengan un interés general por su santidad personal o por representar un continente, un mundo cultural concreto, una orden religiosa, un sistema especial de vida pastoral, etc.

Queda después la dificultad que presenta la redacción de los elo-gios. Siendo tantos los santos de cada día, los principales merecerán un elogio, mientras que los demás sólo podrán ser proclamados con

fechas por el santo que en cada día se recuerda, que es una vieja costumbre del pueblo a la que no renuncio, y no por un frio número cardinal señalador del día seguido de otro no más caliente indicador del mes; mi afición sirve asimismo a la economía léxica, que es encomiable virtud, y sólo presenta el inconveniente de que Su Santidad el Papa, a veces, le da la vena y empieza a revolver los santos en el calendario, a algunos hasta borró la nómina, como a San Cristóbal, a San Roque o a San Jorge, lo que pasa es que no le hicieron demasiado caso ni los automovilistas, ni los feligreses de Iria y otras parroquias, ni los irlandeses y catalanes. Yo creía que la depuración no era costumbre hacerla más que en los escalafones y con los perdedores de las guerras o de las elecciones pero, por lo visto, también se hace en el santoral; los santos con los que ahora me refiero a cada fecha se rigen por el orden de colocación que tenían entonces": CAMILO JOSÉ CELA, Memorias, entendimientos y voluntades (Barcelona, 1993) 230 s. En el caso de san Jorge no es que éste haya sido suprimido como figura histórica: se trata de un verdadero mártir, lo que de él se declara falso es la leyenda de su lucha contra el dragón para salvar a la princesa. Este caso es aplicable a otros santos. El testimonio de C. J. Cela expresa muy vivamente la reacción popular, por eso hemos reproducido este texto.

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una formulación breve. Los elogios, naturalmente, no pueden ser muy largos; sin embargo, si se redactan muy breves corren el peli-gro de no decir nada o, acaso, de dar una idea falsa del santo por demasiado incompleta. En el Martirologio Romano todavía en uso ¡cuántos elogios hay sacados de fuentes legendarias, algunas de ellas verdaderamente fantásticas!30

Antes del año 1970 se dieron ya los primeros pasos para una revisión del Martirologio31 y en 1971 fueron dados a conocer los principios adoptados para ral revisión. En la década de los años 80 se trabajó mucho para la revisión del Martirologio. La Congregación del Culto Divino había encargado, hacía años, a un especialista en la materia. Dom Jacques Dubois, benedictino de París (murió el 8 de diciembre de 1991), la redacción de un nuevo martirologio y, posteriormente, había consultado a mucha gente entendida de va-rios países. El 15 de junio de 1987 se reunió en la Congregación una comisión internacional de hagiógrafos, liturgistas, historiadores, canonistas y oficiales de la misma Congregación, la cual, bajo la dirección del Secretario de la Congregación, Monseñor Virgilio Noé, y en presencia de Dom Dubois, empezó la revisión del texto de éste y de las sugerencias recibidas de varios países.

La revisión de tanto material se revelaba lenta; después de va-rias reuniones la comisión había llegado únicamente a los primeros días de febrero, habiendo empezado por el primero de enero, de modo que dejó de reunirse y el trabajo recayó sobre los oficiales de la Congregación. El texto de Dom Dubois estaba demasiado ligado a la tradición martirológica medieval y, no menos que el latín en que estaba redactado, resultaba inaceptable. En octubre de 1994 me dijeron que la nueva redacción estaba progresando; de una pronta aparición del nuevo martirologio no se habla todavía. Además, una

30 Sin embargo, ¡cuánta poesía desborda de muchas de estas leyendas! Ellas han alimentado, durante siglos, como lo han hecho determinados libros bíblicos del mismo género literario, la piadosa imaginación popular, aunque quizá más de uno se ha deleitado con regodeo malsano oyendo o leyendo en el martirologio ciertas descripciones de pasiones de mártires, como las de las santas Ágata (5 de febrero) y Bárbara (4 de diciembre), en las que se habla de la abscisión de los pechos.

31 Cf. Notitiae 55 (1970) 246-253.

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vez terminado el original, habrá que someterlo, sin duda, al juicio de algunos prelados y peritos.

Para terminar

Éste es un trabajo que no desemboca en conclusiones. El marti-rologio, como libro litúrgico, no es de los más importantes; para mu-chos será quizás uno de los más entrañables. ¿Podéis imaginaros la piedad de los fieles sin la presencia de los santos? ¿Podéis figuraros la liturgia sin su santoral? Acaso alguien diga que sin la devoción a los santos la piedad quedaría más centrada en Cristo.

Es interesante, en nuestros días, observar que algunos cristianos no católicos sientan una cierta nostalgia, como una necesidad, de una veneración de los santos, que ellos no practican. Algunos pro-testantes han llegado a hablar de la conveniencia no de rendir culto ("absit"! para ellos), pero si de proponer, por lo menos, a la admi-ración más o menos institucionalizada, por decirlo asi, a personajes que se hayan distinguido por su vida ejemplar.

En todo caso, esto no llegaría a ser todavía lo que es, en último término, el culto de los santos entre los católicos. Lo que celebra-mos en los santos no es ante todo su ejemplaridad moral extraordi-naria. En ellos admiramos y celebramos prímordialmente la victoria de Jesucristo, las maravillas de la gracia. Trátese de mártires o de confesores de la fe, además de la luz escatológica que proyectan los que "ya han llegado" sobre la Iglesia "in via", la presencia de los santos manifiesta el modo humano con que aparece la obra de la gracia divina.

"Mirabilis Deus in sanctis suis", cantábamos antes32. Admirable y consoladora es la obra de Dios en personas de todas las edades y colores, temperamentos y caracteres, formas de vida y circunstancias históricas, las históricas en general y las de cada uno en particular. A lo mejor, el nuevo martirologio (más que el actual), a pesar de la con-cisión obligada del estilo, estará redactado de tal modo que de él pue-dan deducirse premisas suficientes para una teología de la santidad.

32 "Dios es admirable en sus santos": salmo 67, 36, antífona del ofertorio de la primera misa del común de varios mártires fuera del tiempo pascual.

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