OCTUBRE: MES DE SANTA FAUSTINA
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OCTUBRE:
MES DE SANTA FAUSTINA
“Mi mayor deseo es que las almas Te
conozcan, que sepan que eres su eterna felicidad, que crean en Tu bondad y que
alaben Tu infinita misericordia”.
(Diario, 305)
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PRESENTACIÓN
El día 5 de octubre se celebra la memoria litúrgica de Santa Faustina Kowalska. Esta consagrada fue elegida, por el Señor, para
recordar a toda la humanidad que, si bien los pecados de los hombres son enormes; sin embargo, la misericordia de Dios no tiene
límites. Podemos decir que la santa polaca es la gran apóstol de la misericordia en el siglo XX, un siglo marcado por verdaderas atrocidades
cometidas por los hombres.
El objetivo de este modesto texto es tener, cada día del mes, un momento de oración dejándonos
guiar por las enseñanzas de Santa Faustina, contenidas en su Diario. Dado que era imposible abordar, en 31 puntos, todo el Diario, he optado
por escoger algunas citas de los numerales 1 al 400.
La estructura de cada día es la misma.
Comienzo por un texto del Diario, luego hago una breve reflexión, para concluir con una pregunta que nos ayude a examinarnos. La idea
es que descubramos, en las enseñanzas de Santa Faustina, una serie de aspectos que
debemos poner en práctica para que nuestro seguimiento a Cristo sea radical.
Los santos son siempre actuales porque ellos reflejaron a Cristo, el mismo ayer, hoy y siempre
(Hb 13,8). Por ello, conocer las enseñanzas de Santa Faustina es un medio eficaz, hoy, para
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animarnos a recorrer el camino de la santidad,
vocación a la que todos estamos llamados (1 Ts 4,3). En este sentido, elevo mis oraciones al Señor, por medio de la santa polaca, para que el
conocimiento de algunos aspectos del Diario nos lleve a buscar, con pasión, la santidad.
P. Carlos Rosell De Almeida
Párroco
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DÍA PRIMERO
LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Santa Faustina escribió:
“Seas adorada, oh Santísima Trinidad, ahora y siempre, seas alabada en todas Tus Obras y en
todas Tus criaturas. Que la grandeza de Tu misericordia, oh Dios, sea admirada y
glorificada”. (Diario, 5)
Reflexión
La primera verdad de nuestra fe católica es la Santísima Trinidad. Más aún, es el misterio central de la fe. Nosotros creemos en un solo
Dios y tres personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y, desde el día de nuestro
Bautismo, somos santuarios de la Trinidad: hijos de Dios Padre, hermanos de Jesús y ungidos por el Espíritu Santo. Estamos llamados
a relacionarnos todos los días de nuestra vida, mediante la fe y el amor, con cada persona
divina.
Examen: ¿Adoro a las tres personas divinas?
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DÍA SEGUNDO
LA VOCACIÓN
Santa Faustina escribió:
“Desde los siete años sentía la suprema llamada
de Dios, la gracia de la vocación a la vida consagrada. A los siete años por primera vez oí la voz de Dios en mi alma, es decir, la invitación a una vida más perfecta. Sin embargo, no siempre obedecí la voz de la gracia. No encontré a nadie
quien me aclarase esas cosas”. (Diario, 7)
Reflexión
La palabra vocación significa “llamado” y todos
somos llamados por Dios. En efecto, hay un llamado de Dios a la santidad y es lo que se
llama, la vocación universal. Nunca estará de más afirmar que todo bautizado está llamado a la santidad. Además, cada uno tiene una
vocación particular. Lo importante es descubrir ese camino particular y estar convencidos, de
verdad, que la santidad es para todas las vocaciones.
Examen: ¿Me he dado cuenta de que Dios quiere que sea santo?
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DÍA TERCERO
LA FIDELIDAD A LA VOCACIÓN
Santa Faustina escribió:
“El decimoctavo año de mi vida, insistente pedido
a mis padres el permiso para entrar en un convento; una categórica negativa de los padres.
Después de esa negativa me entregué a las vanidades de la vida sin hacer caso alguno a la
voz de la gracia, aunque mi alma en nada encontraba satisfacción. Las continuas llamadas de la gracia eran para mí un gran tormento, sin embargo, intenté apagarlas con distracciones.
Evitaba a Dios dentro de mí y con toda mi alma me inclinaba hacia las criaturas. Pero la gracia
divina venció en mi alma”. (Diario, 8)
Reflexión
Es bueno señalar que, así como Dios nos llama
a recorrer un camino determinado, de la misma manera, Él nos da todas las gracias necesarias
para vivir correctamente nuestra vocación. Debemos ser fieles a la vocación que tenemos. Esto será posible si colaboramos con la gracia de
Dios. Un punto concreto de fidelidad a la propia vocación es cumplir las exigencias propias de nuestro estado. Todos, casados, solteros,
sacerdotes y consagrados, estamos llamados a ser fieles a la vocación recibida.
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Examen: ¿Estoy viviendo, con fidelidad, la
vocación que tengo?
DÍA CUARTO
LAS CRUCES DE LA VIDA
Santa Faustina escribió:
“Durante la toma de hábito Dios me dio a conocer lo mucho que iba a sufrir. Vi claramente a qué me
estaba comprometiendo. Fue un minuto de ese sufrimiento. Dios volvió a colmar mi alma con
muchos consuelos”. (Diario, 22)
Reflexión
La vida cristiana no es fácil. No caminamos sobre rosas, sino que más bien tenemos que
asumir diversas cruces, en cada etapa de nuestra existencia. Pero nunca debemos olvidar que el Señor siempre nos fortalece y anima. No
estamos solos ante las dificultades, con nosotros siempre está Jesús, dándonos la fuerza del
Espíritu Santo para llevar, con alegría, las cruces de cada día. Quien se abandona en el Señor asume, con paz, los problemas de la vida.
Examen: ¿Asumo, desde la fe en Cristo, las
cruces de la vida?
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DÍA QUINTO
LA BENDICIÓN DE DIOS
Santa Faustina escribió:
“Un día cansada de esas incertidumbres,
pregunte a Jesús: Jesús, ¿eres Tú mi Dios o eres un fantasma? Las Superioras me dicen que
existen ilusiones y toda clase de fantasmas. Si eres mi Señor, Te pido, bendíceme. De repente, Jesús hizo una gran señal de la cruz encima de
mí, y yo me santigüé. Cuando pedí perdón a Jesús por haberle hecho esa pregunta, Jesús contestó que con esta pregunta no le causé ningún disgusto y el Señor me dijo que mi
confianza la agradaba mucho”. (Diario, 54)
Reflexión
El Señor siempre nos bendice y nunca olvidemos que lo hace con la Cruz. Esto puede resultar
desconcertante, pues el hombre de hoy no quiere que le hablen de la Cruz. Quien tiene fe
en Cristo, no rechaza nunca la Cruz, al contrario, la contempla como una fuente de bendición. Nos hace bien contemplar a Cristo en
la Cruz y meditar que, sus brazos abiertos, son una invitación a recibir su bendición.
Examen: ¿Estoy convencido que Cristo me bendice con la Cruz?
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DÍA SEXTO
HACER QUE JESÚS SEA AMADO
Santa Faustina escribió:
“Oh, mi Jesús, Tú eres la vida de mi vida, Tú
sabes bien que lo único que deseo es la gloria de Tu nombre y que las almas conozcan Tu bondad.
¿Por qué las almas Te evitan, oh Jesús?, no lo entiendo. Oh si pudiera dividir mi corazón en
partículas mínimas y ofrecerte, oh Jesús, cada partícula como un corazón entero para
compensarte, aunque parcialmente, por los corazones que no Te aman…”
(Diario, 57)
Reflexión
No basta con decir que amamos a Jesús,
además, tenemos que hacer que otros lo amen. Amar a Jesús es hacerlo amar. En este sentido, hay que poner todos los medios que están a
nuestro alcance para que, quienes traten con nosotros, se encuentren con Jesús. Nos tiene
que doler el corazón ante la indiferencia de tanta gente, frente al Señor, que no quiere tratarlo, ni en la oración, ni participar de la Santa Misa.
Jesús cuenta con nosotros para que sea amado por aquellos que, hoy, no lo hacen.
Examen: ¿Qué estoy haciendo para que Jesús sea amado por quienes lo ignoran?
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DÍA SÉPTIMO
LA RECTITUD DE INTENCIÓN
Santa Faustina escribió:
“¡Oh tesoro inagotable de la pureza de la
intención que haces perfectas y tan agradables a Dios todas nuestras acciones!”
(Diario, 66)
Reflexión
Cuando no hay rectitud de intención, malogramos una acción buena. Por ejemplo, si
damos limosna para que nos vean, estamos perdiendo el valor de ese acto. Por eso, es fundamental que todo lo que hagamos sea para
la mayor gloria de Dios y no para buscar que nos elogien o aplaudan. Hay que hacer bien
nuestros deberes; pero, siempre, con una gran humildad. De ahí que es importante, constantemente, rectificar la intención.
Examen: ¿Tengo siempre rectitud de intención
en lo que hago?
DÍA OCTAVO
JESÚS, NUESTRA FORTALEZA
Santa Faustina escribió:
“Jesús, Verdad Eterna, fortalece mis fuerzas
débiles. Tú, oh Señor, lo puedes todo. Sé que sin Ti mis esfuerzos no valen nada. Oh Jesús, no te
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ocultes ante mí, porque no puedo vivir sin ti. Escucha el llamado de mi alma; no se ha
agotado, Señor, Tu misericordia pues ten piedad de mi miseria. Tu misericordia supera la
inteligencia de los ángeles y de los hombres juntos, y aunque me parece que no me escuchas,
no obstante, he depositado mi confianza en el mar de Tu misericordia y sé que mi esperanza no
será defraudada”. (Diario, 69)
Reflexión
Frente a nuestra debilidad, está la fuerza de
Dios. Y ese Dios todopoderoso, que se ha hecho hombre por nosotros, se llama Jesús. Cuando parezca que todo nos aplasta, que ya no
podemos más, tenemos que confiar y abandonarnos más en el Señor. Jesús nos
sostiene, anima y nos da la fuerza vivificante del Espíritu Santo para sobrellevar los problemas de la vida. Hay que convencernos de que, con
Jesús, pasamos todas las pruebas.
Examen: ¿Acudo con fe, al Señor, pidiéndole que fortalezca mi debilidad?
DÍA NOVENO IDENTIFICACIÓN CON CRISTO
Santa Faustina escribió:
“Jesús mío, guía mi mente, toma posesión absoluta de todo mi ser, enciérrame en el fondo
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de Tu Corazón y protégeme del asalto del enemigo. En Ti toda mi esperanza. Habla a través de mi boca cuando yo, miseria absoluta, esté con los poderosos y los sabios para que reconozcan
que esta causa es tuya y de ti proviene”. (Diario, 76)
Reflexión
Todo discípulo de Jesús está llamado a dejarse transformar por Él. Hay que colaborar con la
gracia de Dios, abriendo el corazón, para que el Espíritu Santo nos lleve a imitar a Jesús. Es decir, a pensar, obrar y amar como Jesús. En
esto consiste la santidad, pues se trata de una profunda identificación con Cristo. Y los medios
para reflejar a Jesús están al alcance de todos: la oración diaria, los sacramentos, la lectura meditada de la Palabra de Dios y la devoción a la
Virgen María.
Examen: ¿Estoy dejando que Jesús me
transforme, con la fuerza del Espíritu Santo?
DÍA DÉCIMO LA DEVOCÍON A MARÍA
Santa Faustina escribió:
“Oh María, Madre y Señora mía. Te ofrezco mi alma y mi cuerpo, mi vida y mi muerte y todo lo que vendrá después de ella. Pongo todo en tus
manos, oh mi Madre. Cubre mi alma con tu manto virginal y concédeme la gracia de la pureza de
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corazón, alma y cuerpo. Con tu poder defiéndeme de todo enemigo, especialmente de aquellos que esconden su malicia bajo una máscara de virtud. Oh Espléndida Azucena, Tú eres mi espejo, oh mi
Madre”. (Diario, 79)
Reflexión
La devoción a la Santísima Virgen María no es una cuestión secundaria en la vida de un
cristiano. Al contrario, es esencial tener una sólida devoción a María. Quien ama a María está imitando a Jesús, porque Él ama a su Madre. Y
nunca estará de más afirmar que María es el camino sencillo, directo y fácil para encontrarnos con Jesús, único Salvador del
mundo. Cuanto más marianos, seremos mejores cristianos.
Examen: ¿Tengo una gran devoción a la
Santísima Virgen María?
DÍA DÉCIMO PRIMERO
EL COSTADO DE CRISTO
Santa Faustina escribió:
“Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús, como una Fuente de Misericordia para
nosotros, en Ti confío”. (Diario, 84)
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Reflexión
El Evangelio según San Juan nos habla de que un soldado atravesó el costado del Señor
crucificado y, al instante, salió Sangre y Agua. La Iglesia ve, en este pasaje, un anuncio de los
sacramentos, tanto de la Eucaristía, en cuanto a la sangre, como del Bautismo, en cuanto al agua. Por eso, esa llaga del costado es vista
como un canal de misericordia, pues es por pura misericordia que Jesús nos deja los
sacramentos. No perdamos de vista que la frecuencia de los sacramentos es de esencial importancia, para participar de la vida de Cristo.
Examen: ¿Valoro la importancia de los
sacramentos?
DÍA DÉCIMO SEGUNDO
LA EUCARISTÍA, PAN DE LOS FUERTES
Santa Faustina escribió:
“…Temo el día en que no tenga la Santa
Comunión. Este Pan de los fuertes me da toda la fuerza para continuar esta obra y tengo el valor
de cumplir todo lo que exige el Señor. El valor y la fortaleza que están en mí no son míos sino de
quien habita en mí, la Eucaristía. Jesús mío, ¡qué grandes son las incomprensiones! a veces, si no tuviera la Eucaristía, no tendría la fuerza para
seguir el camino que me has indicado”. (Diario, 91)
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Reflexión
A la Eucaristía se le llama el Pan de los fuertes. ¿Por qué? Porque es el alimento que nos
fortalece en nuestro caminar. Así como Dios alimentó al pueblo de Israel, en el desierto, con
el maná, hoy ese mismo Dios se hace nuestro alimento, para que podamos pasar por el desierto de esta vida y lleguemos a la patria
celestial. Una persona eucarística siempre está fuerte en la fe y por eso, no anda desanimada
por la vida.
Examen: ¿Al recibir la Sagrada Comunión, con
las debidas disposiciones, le pido a Jesús que me haga fuerte en la fe?
DÍA DÉCIMO TERCERO
LA FE EUCARÍSTICA
Santa Faustina escribió:
“…Oh, Hostia Santa, Delicia del Paraíso, aunque
ocultas Tu belleza y Te presentas a mí en una miga de pan, la fuerte fe desgarra este velo”.
(Diario, 159)
Reflexión
Solo la fe hace que reconozcamos la presencia real de Jesús, en la Sagrada Eucaristía. Quien
no tiene fe, solo verá un pedazo de pan al mirar la Hostia consagrada. Pero quien tiene fe,
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adorará la Hostia Santa porque allí está Jesús,
con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Mostremos, con nuestros gestos, que creemos, verdaderamente, en la presencia real de Jesús,
en la Eucaristía. Por ejemplo, al pasar frente al Sagrario debemos hacer una genuflexión; es
decir, colocar la rodilla derecha en el suelo.
Examen: ¿Muestro, con mis gestos, que creo de
verdad en la presencia de Jesús en la Eucaristía?
DÍA DÉCIMO CUARTO
MARÍA, NUESTRA PROTECTORA
Santa Faustina escribió:
“…Oh María, dulce Madre mía, te entrego el alma, el cuerpo y mi pobre corazón, sé tú la custodia de mi vida, y especialmente en la hora de la muerte,
en el último combate”. (Diario, 161)
Reflexión
La Santísima Virgen María es nuestra protectora
porque Ella, como buena Madre que es, siempre nos protege. Tengamos una verdadera confianza filial en María. Ante Ella debemos portarnos
como niños pequeñitos que necesitan, en todo momento, ser sostenidos por los brazos tiernos
de una madre. En todo momento acudamos
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siempre a la Virgen y nunca seremos
defraudados.
Examen: ¿Confío de verdad en la protección de
la Virgen María?
DÍA DÉCIMO QUINTO EL TRATO CON EL PRÓJIMO
Santa Faustina escribió:
“Comprendí que algunas personas tienen un don especial de atormentar a los demás. Los ejercitan a más no poder. Pobre aquella alma que cae bajo su mano. No cuenta nada, las mejores cosas son
juzgadas al revés”. (Diario, 182)
Reflexión
Nunca estará de más enfatizar que, el trato con los demás, expresa nuestro amor a Dios. En este
sentido, conviene no perder de vista que, quien dice que ama a Jesús, pero maltrata a alguien,
es una persona incoherente. Por ello, pidámosle siempre al Señor, en nuestra oración, que nos conceda la gracia de ser amables, cordiales,
educados y pacientes; en otras palabras, que quien trate con nosotros se quede siempre con la impresión de haberse encontrado con Jesús.
Examen: ¿Soy una persona maltratadora?
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DÍA DÉCIMO SEXTO
AMOR A LA IGLESIA
Santa Faustina escribió:
“Oh Iglesia de Dios, tú eres la mejor madre, sólo
tú sabes educar y hacer crecer al alma. Oh, cuánto amor y cuánta veneración tengo para la
Iglesia, la mejor de las madres”. (Diario, 197)
Reflexión
Jesús fundó una sola Iglesia y no varias. Esa
Iglesia es la católica y, en ella, encontramos todos los medios para ser santos, fundamentalmente, están los sacramentos y la
explicación correcta de la Palabra de Dios. Por ello, debemos valorar nuestra pertenencia a la
Iglesia y amarla porque es nuestra Madre: gracias a Ella, viene a nosotros la vida de Cristo. Podemos encontrarnos con un Cristo vivo solo
en la Iglesia: la comunidad ungida, la única que conserva intacta la fe de los Apóstoles.
Examen: ¿Soy consciente de que formo parte de
la Iglesia que Cristo fundó?
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DÍA DÉCIMO SÉPTIMO
JESÚS NOS CONOCE
Santa Faustina escribió:
“Deseo esconderme de manera que ninguna
criatura conozca mi corazón. Oh Jesús, solo Tú conoces mi corazón y lo posees totalmente. Nadie
conoce nuestro secreto; con una mirada nos entendemos mutuamente. Desde el momento en que nos hemos conocido, soy feliz. Tu grandeza
me llena plenamente…” (Diario, 201)
Reflexión
Nadie nos conoce como Jesús. Él nos mira con
profundidad, su mirada misericordiosa es única y sabe muy bien lo que nos pasa, todo lo que
hay en nuestro corazón, lo que nos preocupa e inquieta. Por todo ello, cada vez que vayamos a la Capilla del Santísimo, tomemos conciencia de
que el Señor, desde la Hostia Santa, nos está mirando, nos susurra en el silencio de la
adoración y nos dice: “Yo te conozco, sé lo que te pasa, yo no te dejo”.
Examen: ¿He tomado conciencia de que Jesús me conoce mejor que nadie?
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DÍA DÉCIMO OCTAVO
LOS AGONIZANTES
Santa Faustina escribió:
“Hoy recé por un alma agonizante que estaba
muriendo sin los santos sacramentos, aunque los deseaba ardientemente. Pero ya era demasiado
tarde. Se trata de una pariente mía, la esposa de un tío paterno. Era un alma querida de Dios. En
aquel momento no hubo distancia para nosotras”. (Diario, 207)
Reflexión
La oración por los agonizantes debe estar presente todos los días en nuestras plegarias.
En este momento, por ejemplo, algunas personas están muriendo y quizás muchas de
ellas no han podido recibir los sacramentos de la Confesión y de la Unción de los enfermos. Tenemos que pedir, siempre, por aquellos que
están pasando por el trance de la muerte, para que abran sus corazones a la infinita
misericordia de Dios.
Examen: ¿Rezo todos los días por los
agonizantes?
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DÍA DÉCIMO NOVENO
NO CONDENAR
Santa Faustina escribió:
“No juzgar nunca a nadie, para los demás tener el ojo indulgente y para mí severo. Relacionar
todo a Dios y en mis propios ojos sentirme lo que soy, es decir la más grande miseria y la nulidad.
En los sufrimientos estar paciente y tranquila, sabiendo que con el tiempo todo pasará”.
(Diario, 253)
Reflexión
La práctica de la misericordia exige que no hagamos juicios descalificadores hacia los
demás. Si vemos un mal comportamiento de una persona, los medios para ayudarla son los
siguientes: la oración por ella y, si podemos, hacerle la corrección fraterna tal como pide Jesús en el Evangelio (Mt 18,15-18). Además,
nos hace mucho bien, para no andar juzgando a los demás, pensar si esos defectos que vemos en
el prójimo, los tenemos también nosotros.
Examen: ¿Tengo el mal hábito de fijarme solo en
los defectos de los demás?
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DÍA VIGÉSIMO
LA HUMILDAD
Santa Faustina escribió:
“Esconderé a los ojos de la gente cualquier cosa
buena que haga, para que sólo Dios sea mi recompensa; y como una pequeña violeta
escondida entre la hierba no hiere el pie de la persona que la pisa, sino que emana perfume, [y] olvidándose completamente de sí misma, trata de
ser gentil con la persona por la que fue pisada. Aunque para la naturaleza esto es muy difícil, la
gracia de Dios viene en ayuda”. (Diario, 255)
Reflexión
Todos los santos han sido humildes porque sin
la virtud de la humildad es imposible imitar a Jesús, manso y humilde de corazón (Mt 11,29). En este sentido, es fundamental esforzarnos
todos los días por erradicar de nuestra vida, la tentación de ponernos siempre como
protagonistas, creernos superiores a los demás o hacer diversas acciones con la intención torcida de ser alabados. Busquemos siempre que
nuestras acciones lleven la huella de la humildad.
Examen: ¿Le pido al Señor, todos los días, la gracia de la humildad?
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DÍA VIGÉSIMO PRIMERO
MEDITAR LA PASIÓN DEL SEÑOR
Santa Faustina escribió:
“Jesús me dijo que yo le agradaría más
meditando su dolorosa Pasión, y a través de esta meditación mucha luz fluye sobre mi alma. Quien quiera aprender la verdadera humildad, medite la Pasión de Jesús. Cuando medito la Pasión de
Jesús, se me aclaran muchas cosas que antes no llegaba a comprender. Yo quiero parecerme a Ti,
oh Jesús, a Ti crucificado, maltratado, humillado…” (Diario, 267)
Reflexión
Uno de los medios más eficaces para
convertirnos es meditar la Pasión del Señor, tal como nos lo narran los cuatro Evangelios. Recorramos, con la imaginación, todo lo que
pasó Jesús por nosotros: la flagelación, la coronación de espinas, los insultos y salivazos,
la subida al Calvario con la Cruz a cuestas y su dolorosa crucifixión. Esta meditación nos debe llevar a tomar conciencia que hemos costado la
sangre de Cristo y a detestar, de verdad, todo tipo de pecado.
Examen: ¿He meditado con profundidad los relatos de la Pasión del Señor?
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DÍA VIGÉSIMO SEGUNDO
LAS DIFICULTADES DE LA ORACIÓN
Santa Faustina escribió:
“Procuré hacer la Hora Santa, pero la empecé con
gran dificultad. Algún anhelo comenzó a desgarrar mi corazón. Mi mente quedó ofuscada de manera que no lograba entender las formas
simples de las plegarias. Y así pasó una hora de oración o más bien de lucha. Decidí orar otra
hora, pero los sufrimientos interiores aumentaron. Una gran aridez y un gran disgusto. Decidí orar durante la tercera hora. En esa tercera hora de plegaria que decidí hacer arrodillada sin ningún
apoyo, mi cuerpo empezó a reclamar un descanso. Sin embargo, yo no cedí nada. Extendí las manos en forma de cruz y sin pronunciar una
palabra, seguí así con un acto de voluntad…” (Diario, 268)
Reflexión
Todos pasamos por diversas dificultades cuando
estamos orando. Los santos también tuvieron que luchar contra las distracciones e incluso, algunos de ellos, vivieron momentos de aridez
cuando estaban rezando, pero perseveraron. Nunca debemos caer en el error de dejar la oración porque nos cueste hacerla. El diablo no
quiere que recemos, por ello, nos mete la idea nefasta de que no podemos ser personas de
oración. ¡Seamos perseverantes en la oración!
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Examen: ¿He abandonado la oración diaria?
DÍA VIGÉSIMO TERCERO EL AMOR A LA PATRIA
Santa Faustina escribió:
“Una vez, cuando se hacía la adoración por nuestra patria, un dolor estrechó mi alma y
empecé a orar de modo siguiente: Jesús Misericordiosísimo, te pido por la intercesión de
tus Santos y, especialmente, por la intercesión de tu amadísima Madre, que Te crió desde la niñez, Te ruego bendigas a mi patria. Jesús, no mires
nuestros pecados, sino las lágrimas de los niños pequeños, el hambre y el frío que sufren. Jesús,
en nombre de estos inocentes, concédeme la gracia que te pido para mi patria…”
(Diario, 286)
Reflexión
La Iglesia siempre nos ha enseñado que debemos amar a nuestra patria. Además, hay
que ser agradecidos con Dios por el lugar donde hemos nacido. Y, sobre todo, tenemos que rezar siempre, para que en nuestro país se respete la
santa ley de Dios. Por eso, no podemos permitir nunca que determinados grupos, movidos por ideologías, impulsen leyes contra la vida, el
matrimonio y la familia.
Examen: ¿Rezo todos los días para que en nuestro país no se implanten leyes inmorales?
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DÍA VIGÉSIMO CUARTO
EL CELO POR LAS ALMAS
Santa Faustina escribió:
“En cierta ocasión conocí a una persona que
pensaba cometer un pecado grave. Pedí al Señor que me enviara los peores tormentos, para que
aquella alma fuera preservada. De repente sentí en la cabeza el atroz dolor de la corona de
espinas. Eso duró bastante tiempo, pero aquella persona permaneció en la gracia de Dios. Oh Jesús, que fácil es santificarse; es necesario
solamente un poco de buena voluntad”. (Diario, 291)
Reflexión
Estamos llamados a preocuparnos por la
salvación de los demás. Muchas veces nos olvidamos de que la mejor obra de caridad que podemos hacer es ayudar al prójimo a vivir con
Dios. O, por decirlo de otra manera, guiarla a salir del pecado y comenzar a vivir en gracia de
Dios. Somos caritativos cuando ponemos todos los medios que están a nuestro alcance, como son la oración y el sacrificio, para que una
persona se convierta, deje de ofender a Dios y descubra lo bonito que es vivir con Jesús.
Examen: ¿Me preocupo por la salvación de los demás?
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DÍA VIGÉSIMO QUINTO
LA EXISTENCIA DEL DIABLO
Santa Faustina escribió:
“…Después de la adoración, a medio camino
hacia mi celda, fui cercada por una gran jauría de perros negros, enormes, que saltaban y aullaban con una intención de desgarrarme en pedazos.
Me di cuenta de que no eran perros sino demonios. Uno de ellos dijo con rabia: Como esta noche nos has llevado muchas almas, nosotros te desgarraremos en pedazos. Contesté: Si tal es la
voluntad de Dios Misericordiosísimo, desgárrenme en pedazos, porque me lo he
merecido justamente, siendo la más miserable entre los pecadores y Dios es siempre santo, justo e infinitamente misericordioso. A estas palabras, los demonios todos juntos contestaron: Huyamos
porque no está sola, sino que el Todopoderoso está con ella. Y desaparecieron del camino como
polvo, como rumor, mientras yo tranquila, terminando el Te Deum, iba a la celda contemplando la infinita e insondable
misericordia Divina”. (Diario, 320)
Reflexión
Hoy en día algunos niegan la existencia del
diablo, pero sería bueno recordar que la Palabra de Dios no miente y, a lo largo de la Biblia, se
nos enseña la existencia de un ser pervertido y pervertidor, llamado diablo. El mismo Jesús
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señala con claridad que el diablo es el “padre de
la mentira” (Jn 8,44). Conviene enfatizar que quien vive con Jesús, esforzándose por tratarlo todos los días, no tiene miedo al diablo; al
contrario, el maligno tiene pánico de aquel que es un verdadero amigo del Señor. No perdamos
de vista que Jesús ha vencido al diablo.
Examen: ¿He tomado conciencia de que si estoy
unido a Jesús venzo al diablo?
DÍA VIGÉSIMO SEXTO
LA INFANCIA ESPIRITUAL
Santa Faustina escribió:
“Una vez, al ver a Jesús bajo la apariencia de un niñito pequeño, pregunté: Jesús, ¿por qué ahora tratas conmigo tomando el aspecto de un niñito pequeño? Después de todo, yo veo en Ti a Dios
Infinito, al Creador y a mi Señor. Jesús me contestó que hasta que yo no aprendiera la
sencillez y la humildad, trataría conmigo como a un niño pequeño”.
(Diario, 335)
Reflexión
Jesús nos ha enseñado que debemos ser como
niños para entrar al Reino de los Cielos (Mt 18,3). Esto trae unas exigencias concretas.
¿Cuáles? La sencillez, la limpieza de corazón y la confianza en Dios. Debemos ser sencillos como
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los niños, erradicando todo tipo de soberbia.
Asimismo, hay que pedirle a Jesús que nos haga limpios de corazón, lo cual hará que tengamos esa mirada limpia de los niños. Y no olvidemos
que, así como un niño pequeñito confía siempre en su padre, lo mismo estamos llamados a hacer
nosotros, con nuestro Padre Dios.
Examen: ¿Estoy convencido que debo ser como
un niño delante de Dios?
DÍA VIGÉSIMO SÉPTIMO LAS COSAS PEQUEÑAS
Santa Faustina escribió:
“…Veo que las cosas más pequeñas, cumplidas por un alma que ama sinceramente a Dios, tienen un valor inestimable en los ojos de sus santos”.
(Diario, 340)
Reflexión
Se dice que la santidad no está en hacer cosas
grandes, sino en realizar las cosas pequeñas, de cada día, con mucho amor a Dios y al prójimo. Desde que nos levantamos hasta que nos
acostamos, el día está tejido de cosas pequeñas. Ahí está la materia de nuestra santidad. Vivamos en esas cosas pequeñas de la jornada:
el orden, la puntualidad, la amabilidad, la paciencia, la generosidad, el servicio, etc. Quien
descuida las cosas pequeñas, descuida su santidad.
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Examen: ¿Me he dado cuenta de que mi
santidad está en las cosas pequeñas de cada día?
DÍA VÍGESIMO OCTAVO EL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN
Santa Faustina escribió:
“…De la confesión deberíamos obtener dos beneficios: 1. Nos confesamos para ser sanados; 2. para ser educados; nuestras almas necesitan una continua educación, como el niño pequeño. Oh Jesús mío, entiendo profundamente estas
palabras y sé por experiencia que un alma con sus propias fuerzas no llegará lejos, se cansará mucho sin hacer nada para la gloria de Dios; se desvía constantemente porque nuestra mente es
oscura y no sabe distinguir su propia causa. Llamaré una atención especial a dos cosas:
primero, elegiré para la confesión lo que más me humilla, aunque fuera algo muy pequeño, pero que me cuesta y por eso lo confesaré; segundo, me ejercitaré en la contrición; no solamente a
ocasión de la confesión sino en cada examen de conciencia suscitar en mí la contrición perfecta y,
especialmente, antes de ir a descansar…” (Diario, 377)
Reflexión
Nosotros, los católicos, tenemos la gracia de
contar con el sacramento de la misericordia; es decir, la Confesión o Reconciliación. ¡Qué pena
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que algunos no lo valoren y nunca se acerquen
al confesionario! En cada confesión somos perdonados, sanados y educados por el mismo Cristo, quien actúa a través del sacerdote.
Preparemos bien nuestras confesiones haciendo un profundo examen de conciencia, lo cual exige
cotejar nuestra vida con los diez mandamientos. Nunca estará de más recordar que, si hemos cometido pecados graves, hay obligación de
confesarlos.
Examen: ¿Valoro el sacramento de la Confesión?
DÍA VIGÉSIMO NOVENO EL PERDÓN
Santa Faustina escribió:
“Quien sabe perdonar, se prepara muchas gracias de parte de Dios. Siempre que mire la
cruz, perdonaré sinceramente”. (Diario, 390)
Reflexión
Hablar de la misericordia, necesariamente, nos
lleva a la palabra perdón. Jesús, el Señor de la Divina Misericordia, siempre nos perdona; por ello, ¿quién soy yo para no perdonar a quien me
ha agraviado? Nadie dice que perdonar sea fácil, pero el Señor cambia nuestro corazón con su
gracia y, entonces, sí que podemos erradicar de nuestra vida los deseos de venganza, los
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rencores y malos recuerdos hacia quienes nos
ofendieron. Hay que pedir al Señor, constantemente, la gracia del perdón.
Examen: ¿He perdonado de corazón a quien alguna vez me ofendió?
DÍA TRIGÉSIMO
LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
Santa Faustina escribió:
“…La Santa Trinidad me ofrece su vida
abundantemente con el don del Espíritu Santo. Las Tres Personas divinas viven en mí. Si Dios
ama, [lo hace] con todo su Ser, con todo el poder de su Ser. Si Dios me ha amado así, ¿cómo [debo
corresponder] a esto yo, su esposa?” (Diario, 392)
Reflexión
No podemos dejar de lado la importancia del
Espíritu Santo, en nuestra vida. Hay que estar convencidos de que sin el Espíritu Santo es
imposible vivir en Cristo Jesús y obrar como buenos hijos de Dios Padre. Gracias al Espíritu Santo, estamos unidos a Jesús como los
sarmientos a la vid (Jn 15,5) y así, participamos de la vida de la Trinidad (2 P 1,4). Es el Espíritu Santo quien nos transforma interiormente y nos
hace reflejar a Jesús.
Examen: ¿Invoco todos los días al Espíritu Santo?
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DÍA TRIGÉSIMO PRIMERO
HONRAR A NUESTROS PADRES
Santa Faustina escribió:
“Al ver como rezaba mi padre me avergoncé
mucho, porque yo después de tantos años en el convento, no sabía rezar con tanta sinceridad y tanto ardor. No dejo de agradecer a Dios por los
padres que tengo”. (Diario, 398)
Reflexión
El cuarto mandamiento de la santa ley de Dios nos pide honrar a nuestros padres. No vayamos a pensar que cuando crecemos estamos
exonerados de vivirlo. Si nuestros padres están vivos, merecen nuestro cuidado y atención. Y, si
ya han fallecido, tenemos que orar siempre por sus almas. Y dentro del cuarto mandamiento también está incluida la obligación de velar por
la unidad de nuestra familia.
Examen: ¿Cómo estoy viviendo el cuarto mandamiento?