NICOLÁS FELIPE DÍAZ GUATIBONZA
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NICOLÁS FELIPE DÍAZ GUATIBONZA
EL USO PÚBLICO DE LA RAZÓN
Cómo aprender a callar sobre sí mismo desde la Crítica de la
Razón Pura
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Facultad de Filosofía
Bogotá, D.C., julio de 2010
EL USO PÚBLICO DE LA RAZÓN
Cómo aprender a callar sobre sí mismo desde la Crítica de la
Razón Pura
Trabajo de Grado presentado por NICOLÁS FELIPE DÍAZ GUATIBONZA,
bajo la dirección del Profesor GONZALO SERRANO ESCALLÓN, como requisito parcial para optar al título de Filósofo
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Facultad de Filosofía
Bogotá, D.C., julio de 2010
ÍNDICE
CARTA DEL DIRECTOR ......................................................................................... 4
AGRADECIMIENTOS .............................................................................................. 9
1. SOBRE EL USO PÚBLICO DE LA RAZÓN .............................................. 13
1.1 ¿Qué significa: orientarse en el pensamiento? ....................................... 14
1.2 Las prácticas de comunicación y la libertad de comunicar ............... 19
1.3 La autodelimitación racional ................................................................... 22
2. EL TRIBUNAL DE LA RAZÓN PURA ........................................................... 27
2.1 “Hubo un tiempo en que la metafísica fue considerada la reina de
todas las ciencias” (AVIII) .................................................................................. 30
2.2 “Podemos considerar la crítica de la razón pura como el tribunal de
todos los conflictos” (B768) ............................................................................... 33
2.3 “[...] No debemos llevar nuestro conflicto adelante más que por medio
de un proceso” (A751/B779) ............................................................................. 37
3. ANTIFUNDACIONALISMO KANTIANO ........................................................ 42
3.1 “Sobre nosotros callamos...” ................................................................... 46
3.2 Filosofía y matemáticas ........................................................................... 53
CONCLUSIONES ................................................................................................... 58
BIBLIOGRAFÍA ....................................................................................................... 60
o De Kant en Alemán ...................................................................................... 60
o De Kant traducida al español ..................................................................... 60
o Secundaria .................................................................................................... 61
o Otra bibliografía consultada........................................................................ 62
AGRADECIMIENTOS
Agradecer de manera afectuosa trae consigo el que las palabras que más
buscamos sean las más esquivas. A pesar de esto, no puedo dejar de diri-
girme con un efusivo aunque simple “gracias” a las personas que recorrieron
el camino del que este trabajo representa una culminación; a mis padres,
que siempre han insistido, con el tesón que más admiro, en que su hijo Ni-
colás se forme como una persona digna y feliz en todo lo que acometa; a mi
hermano, que con su manera de ver el mundo no sólo ha cambiado mi pro-
pia perspectiva sino que me ha hecho querer más la vida; a mi familia, en
general, que con sus constantes buenos deseos han impulsado en mí an-
helos inesperados, que me hacen sentir orgulloso. A todos mis amigos que,
sabiéndolo o no, han nutrido de manera desinteresada mi experiencia con el
mundo. A Gonzalo Serrano, que con sus acertadas indicaciones, su admira-
ble forma de entender la filosofía y su inmesa paciencia ha intentado, de la
mejor manera, mostrarme un camino que trasegar para convertirme en pro-
fesional.
Finalmente -y aquí es cuando más me evaden las palabras- quiero agrade-
cer a Ana María Giraldo, mi compañera infatigable de todo un tiempo maravi-
lloso pero con sus obstáculos. Sin ti, Ana, no me puedo imaginar este mo-
mento, ni tampoco los que vendrán;
“cuanto tengo confieso yo deberos; por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.”
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INTRODUCCIÓN
El presente trabajo nació de una sospecha que se fue volviendo una fir-
me convicción a medida que las páginas de la Crítica de la Razón Pura
se nos hicieron más familiares. Sin embargo, lo que hoy presentamos
como El Uso Público de la Razón: Cómo Aprender a Callar Sobre sí
Mismo desde la Crítica de la Razón Pura se debe mucho a un texto que,
por su forma, no tiene mucha similitud con la primera Crítica.
Fue a partir del artículo Cómo Orientarse en el Pensamiento que nos
hicimos una imagen clara de aquello que es denominado por Kant “uso
público de la razón”, que es un lugar común en muchos comentaristas del
filósofo alemán. Si bien ese uso de la razón es un tema más famoso gra-
cias a Qué es la Ilustración –al que también recurrimos-, con aquel artícu-
lo hallamos el oriente por medio del que queríamos dirigir este trabajo.
En general, este trabajo se ocupa de lo relativo al uso público de la razón
en la Crítica de la Razón Pura. Siendo un texto que condensa de manera
clara y precisa lo expuesto en la Crítica nos pareció oportuno dedicar el
primer capítulo, entonces, al texto que trata sobre la orientación en el
pensamiento y en el que claramente encontramos en la razón la única
responsable de dirigir todo tipo de acciones nuestras y dirigirse a sí mis-
ma.
En Cómo Orientarse se mencionan dos cosas que nos sirven como punto
de partida, a saber: (1) para que podamos ser conscientes de que la
razón debe orientarse a sí misma hay que aceptar su necesidad de co-
nocer ciertos objetos; esos objetos no se pueden conocer de manera
científica y, sin embargo, sólo podemos remediar esa necesidad en el
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ámbito de la razón práctica, es decir, en aquel estrato de la razón en el
que todo depende de su libertad. (2) Esta libertad de la razón tiene un
sentido público, es decir, su razón de ser es su ejercicio en un ámbito
que comprenda a muchos individuos y no a uno solo; por medio de su
autocrítica, la razón esta ejerciendo esta libertad y propiciando unas de-
terminadas prácticas comunicativas entre los muchos individuos que
puedan interesarse en que la razón progrese en los conocimientos que
más le importan.
Teniendo en cuenta lo anterior, en el segundo capítulo hemos intentado
mostrar, desde la Crítica de la Razón Pura, el proceso que permite al-
canzar este tipo de libertad que podemos denominar política. Puede
decírsenos, como es natural, que esta obra no es la única de Kant ni, tal
vez, la que en mayor medida se ocupa de los asuntos prácticos de la
razón. Sin embargo, consideramos que sí es la primera e imprescindible
etapa del pensamiento kantiano en la que se exalta lo práctico sobre lo
teórico desde lo que nos interesa considerar, es decir, desde el uso
público de la razón. Por ese motivo nuestro interés se centra principal-
mente en esta Crítica, que abordamos, principalmente, desde su segun-
do gran cuerpo o Metodología Trascendental.
El segundo capítulo muestra cómo es que Kant propone la instauración
de un tribunal para la razón, de manera análoga a como se instaura o se
establece un procedimiento jurídico para la resolución de un conflicto en-
tre varios individuos. Tal instauración tiene dos propósitos. Por un lado,
hacer una revisión histórica de lo que le ha pasado a la razón en sus in-
tentos de progreso. Por otro lado, a partir de dicho repaso de la historia,
reemplazar los conflictos de la razón por un proceso que comporte, es-
trictamente, la participación de muchos sujetos en el debate que dé como
resultado una formulación de todo el sistema de la razón.
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Ese sistema de la razón es comparado por Kant con un edificio; dichos
sujetos que debaten y formulan el sistema son comparados con obreros
que construyen ese edificio. A partir de esta metáfora concluimos el tra-
bajo con un tercer capítulo que contrasta la actitud filosófica que caracte-
riza el inicio de la modernidad en la figura de Descartes con la actitud de
Kant.
Para Kant el sistema de la razón humana no puede depender de funda-
mentos que resulten de un ejercicio introspectivo. Si bien ese sistema es
un edificio, su construcción debe ser el resultado de un proceso de largo
aliento en el que se practique la razón de manera pública. La crítica tras-
cendental no es la raíz del árbol de las ciencias sino una convocatoria pa-
ra regar las semillas; de este modo la responsabilidad de esa edificación
no corresponde a un solo individuo que habla sobre sí mismo como el
que realiza los propósitos de todo el género humano, corresponde, mejor,
a todo un grupo de individuos que aprenden a callar sobre sí mismos en
tanto miembros de un gran grupo humano y a actuar en nombre del bien
de toda la humanidad.
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1. SOBRE EL USO PÚBLICO DE LA RAZÓN
Como sabemos, uno de los aspectos fundamentales de la filosofía kantiana
es que, luego de su detenido examen crítico de la razón y de sus diferentes
usos, nos muestra que el práctico es más importante que el teórico. En la
Dialéctica Trascendental Kant ha hecho un examen minucioso de las vanas
elaboraciones de la razón especulativa hasta sus fuentes primarias para “ar-
chivarlas en la razón humana con el fin de prevenir en el futuro errores de
esta clase” (A704/B732)1. Todos los malentendidos ocurridos mientras se ha
intentado avanzar en el conocimiento humano se han debido al mal uso de
la razón en asuntos especulativos; así, la formulación de principios a priori
para el correcto uso de la razón sólo podrá ser elaborada en referencia al
uso práctico de ésta. Tal uso nos es presentado por Kant como un camino
abierto a la investigación filosófica en la Metodología Trascendental: “de
haber un uso correcto de la razón pura, caso en el que tiene que haber tam-
bién un canon de la misma, éste no se referirá al uso especulativo de la
razón, sino que será un canon de su uso práctico”. (A797/B825).
Con lo anterior se nos sugiere que si nos proponemos utilizar la razón pura
de una manera legítima podría haber un canon para un uso tal. Y como el
principal objetivo de la Crítica es ese uso justificado, entonces, conducién-
donos racionalmente por el camino de lo práctico, podemos conseguir lo que
Kant llama el objetivo final del uso puro de nuestra razón. De ese modo, si 1 Las citas de la Critica de la Razón Pura están hechas según el uso estándar en el que se
cita la edición (A o B) y el número de página correspondiente (por ejemplo, “A838/B866”). Las de los demás textos de Kant están hechas de la siguiente manera: el título abreviado de la obra citada, el número del volumen en el que aparece dentro de la edición de las obras completas de Kant en 10 tomos de Wilhelm Weischedel, de la Wissenschaftliche Buchge-sellschaft y la página dentro de ese tomo (por ejemplo, “COP, V, 276”). En caso de que la cita sea de la traducción al español de alguna de estas obras, el número de página de la traducción irá a continuación del número de página en el original alemán (por ejemplo, “CO-P, V, 276; 53-54”). Las abreviaturas de las obras se encontrarán en la bibliografía puesta al final del trabajo.
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se alcanza este fin último, el punto de culminación de la Crítica habrá de co-
nectar la posibilidad de la metafísica, a la que no podemos renunciar (liber-
tad de la voluntad, inmortalidad del alma y la existencia de Dios), con los
intereses prácticos de la razón.
No obstante, ante todo lo anterior se nos presenta el siguiente interrogante:
¿Cómo evitar, al proponer este uso práctico como un camino seguro, que la
razón caiga de nuevo en las mismas trampas peligrosas en que cayó el uso
especulativo? Como nos lo enseña Kant, no se trata ya de que podamos
inferir soluciones prácticas de postulados y demostraciones teóricas sino que
importa, a partir de la filosofía trascendental, reconocer que los propios prin-
cipios de la racionalidad práctica nos van a conducir por el camino seguro
del buen uso de la razón. De ese modo, tal vez la mejor respuesta a la ante-
rior pregunta la podemos encontrar en un principio práctico que formula
Kant, a saber: la razón tiene que ser, ante todo, pública y libre.
1.1 ¿Qué significa: orientarse en el pensamiento?
En primer lugar hay que decir que para Kant debemos encontrar la raíz de la
legitimidad del uso de la razón en el ámbito de lo público o aquel que implica
prácticas de racionalidad intersubjetiva. Esto nos lo expone como un princi-
pio de racionalidad en una pequeña obra cuyo valor se cifra, según nuestras
intenciones con este trabajo, en ser un escrito público y a través del cual
nuestro autor quiere zanjar una polémica filosófica, rasgo característico de
su actitud intelectual. Este texto es el llamado ¿Cómo Orientarse en el Pen-
samiento?, opúsculo que por su extensión y su manera de salir a la luz
pública2 difiere formalmente de la Crítica de la Razón Pura3; pero que, no
obstante, guarda una estrecha relación con ésta en la medida en que contie-
ne sus ideas fundamentales y las expone en un orden que nos presenta un
nuevo sentido de toda la empresa crítica Kantiana. Este sentido se halla en 2 El texto ¿Cómo Orientarse en el Pensamiento? Fue publicado por primera vez en octubre
de 1786 en la Revista Mensual de Berlín (Berlinische Monatsschrift) 3 que “no podría, en absoluto, conformarse a un uso popular” (AXIX)
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la manifestación de una relación estrecha entre asuntos que se refieren a
prácticas intersubjetivas y asuntos epistemológicos.
En ¿Cómo Orientarse en el Pensamiento?, Kant se involucra en una disputa
en torno al panteísmo entre Mendelssohn y Jacobi, ambos conocidos en el
ámbito académico del siglo XVIII en Alemania. El primero de ellos abogaba
por la necesidad de un principio orientador en la razón especulativa que legi-
time todas las investigaciones relativas a la existencia de objetos suprasen-
sibles, como Dios; el segundo oponía lo racional a lo que consideraba que
debían ser cuestiones de fe. Kant, por su parte, en aras de ofrecer una alter-
nativa a tono con sus posiciones filosóficas, mostrará que es por la mera
razón por lo que hay que orientarse y “no por un oculto sentido de verdad o
una intuición exaltada en la que se podría apelar, sin consentimiento de la
razón, a la tradición y la revelación” (WhDO, V, 267; 42)
Como sabemos desde la Estética Trascendental, para Kant los conceptos
siempre deben estar referidos a un uso empírico en la medida en que tengan
adheridas representaciones imaginativas y subyazcan a ellos intuiciones
sensibles. En efecto Mendelssohn propone un principio que podría denomi-
narse de la orientación en el uso especulativo de la razón, que comprende la
subsunción de la intuición al concepto; no obstante del principio orientador
que aquel filósofo judío propone hay que “rechazar la alta pretensión de la
facultad especulativa de la razón y sobre todo su autoridad por demostración
que es puramente imperativa” (WhDO, V, 268; 43).
Sobre la razón especulativa Kant nos deja claro las que cree deben ser sus
únicas dos labores, a saber: (1) examinar bien el concepto con el que que-
remos aventurarnos más allá de toda experiencia posible respondiendo a la
naturaleza de la razón, a fin de ver si tal concepto está libre de contradiccio-
nes; (2) someter bajo conceptos puros del entendimiento la relación del obje-
to con los objetos de la experiencia. “Con esto, por cierto, no sensibilizamos
el objeto pero pensamos algo suprasensible compatible con el uso empírico
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de nuestra razón. Sin esta precaución no podríamos hacer uso alguno de
semejante concepto, sino que deliraríamos en vez de pensar” (WhDO, V,
271; 49-50).
Todo esto ocurre con el fin de defender contra sus propios ataques sofísticos
a las máximas de una sana razón, es decir a las máximas que están dentro
de los límites de la experiencia. Y aunque esto no nos proporcione el cono-
cimiento seguro de la existencia de los objetos de tales conceptos, este pro-
cedimiento o, como Kant lo llama, principio subjetivo de orientación, hace
legítimo el derecho de la razón de hablar de objetos suprasensibles.
Este derecho responde a una tendencia natural de la razón que la arrastra a
“rebasar su uso empírico y a aventurarse en un uso puro, mediante simples
ideas, más allá de los últimos límites de todo conocimiento, a la vez que a no
encontrar reposo mientras no haya completado su curso en un todo sistemá-
tico y subsistente por sí mismo” (A797/BB825). Atendiendo a esa exigencia
natural, la razón debe procurar orientarse, pues al ir de lo sensible a lo su-
prasensible transita hacia un espacio inmenso y lleno de tinieblas para ella
por el que no puede evitar andar.
Ahora bien, esa exigencia no supone que debamos regular nuestra relación
con todo tipo de objetos en el campo de lo suprasensible. De hecho, Kant
señala en este opúsculo que sólo en cuanto a uno de esos objetos la explo-
ración del reino de lo suprasensible cobra valor para nosotros. Tal objeto es
el del concepto de un ser originario que debe ser abordado por la razón sólo
gracias a su uso legítimo y más importante, el práctico; esto teniendo en
cuenta las dos funciones principales de esta razón que Kant nos ha mencio-
nado, a saber: el examen del concepto del objeto y su relación con las cate-
gorías del entendimiento.
La razón no sólo siente la exigencia de tener el concepto de algo ilimitado
como fundamento sino también la exigencia de suponer que ese ser existe.
Ambas exigencias de la razón se dan por la necesidad de comprender la
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inteligibilidad de todos los fenómenos que se nos presentan. Sin esta supo-
sición no es posible para la razón indicar ningún fundamento satisfactorio de
la contingencia de las cosas del mundo, y aun menos de la finalidad y orden
que uno encuentra en todas esas cosas.
De lo anterior se desprende que el supuesto del ser supremo originario es un
fundamento subjetivo con suficiencia teórica4 para admitir una causa incau-
sada de las cosas. Sin embargo, la preocupación de Kant se centra en expli-
car la necesidad práctica que tiene dicho principio, pues es lo práctico lo que
condiciona lo teórico; esto debido a que juzgar acerca de las causas de todo
lo existente contingente debe ser hecho en relación con “los fines efectiva-
mente situados en el mundo” (WhDO, V, 274; 56).Además, este principio,
surgido de una tendencia natural de la razón, no es objetivo sino subjetivo
para el uso de la razón permitido por sus límites.
De ahí que Kant considere “mucho más importante la exigencia de la razón
en su uso práctico” (WhDO, V, 274; 56); pues bien, la razón de esto es que
el hombre o sujeto racional en el mundo tiene y no sólo quiere juzgar sobre
todas las actividades que realiza, incluida el pensar. Esto lo comprueba el
máximo ejercicio práctico de la razón pura, a saber: el de la prescripción de
leyes morales todas las cuales llevan a la idea de un bien supremo. Tal
prescripción lleva a lo que depende de la libertad humana (en la medida en
que ésta es su condición) y a lo que depende de la naturaleza, es decir, la
felicidad que está “repartida en proporción con la moralidad” (WhDO, V, 274;
57).
A partir de esta relación entre uso práctico de la razón y libertad, ésta em-
pieza a ser el punto de conexión entre los intereses especulativos de la
razón y sus intereses prácticos. Recordemos que el propósito de Kant es
elaborar un pensamiento sobre las más altas máximas de uso de nuestra
4 Este fundamento es lo que Kant denomina creencia racional y a lo cual le otorga la sufi-
ciente validez como para que sirva de sustento teórico a la necesidad de explicar la causa de los fenómenos que se aparecen.
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razón o “principios subjetivos no derivados de la naturaleza del objeto, sino
del interés de la razón” (A666/B694) lo cual debería ser con miras a un co-
nocimiento perfecto de ese objeto. Pero como no tenemos un conocimiento
perfecto de ese objeto, es decir no tenemos un fundamento objetivo trascen-
dente sobre el cual basar todas nuestras especulaciones hay que dirigir los
intereses de la razón por otro camino.
En ese momento aparece en este debate racional sobre los principios orien-
tadores de la razón especulativa la mención del precepto de la defensa de la
libertad de pensar. En la discusión alrededor del panteísmo, Kant llama la
atención de los contendientes Mendelssohn y Jacobi con la intención de
hacerlos comparecer ante la idea de una defensa tal que se refiere a un
asunto público más que individual,
¡Hombres de gran espíritu y de amplias disposiciones de ánimo. ¡Honro vues-
tro talento y venero vuestro sentimiento de humanidad! Pero ¿habéis pensado
bien lo que hacéis y adónde llegará la razón con vuestros ataques? Sin duda
queréis que la libertad de pensar se mantenga intacta, pues sin ella pronto se
terminarían incluso vuestros bríos de genio! (WhDO, V, 280; 71)
En defensa de esa libertad de pensar, Kant introduce lo que en princi-
pio era una pura polémica sobre el uso teórico de la razón en una dis-
cusión sobre asuntos más centrados en prácticas. Por la forma en que
lo hace, llamando a la deliberación y apelando a un sentimiento de
humanidad, podría decirse que es una llamado a prácticas políticas,
pues, como Kant mismo dice a continuación del pasaje citado, lo que
hace que el pensar sea libre es, en principio, su oposición a la coac-
ción civil entendiendo por esta la supresión de las formas de comuni-
car nuestros pensamientos.
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1.2 Las prácticas de comunicación y la libertad de comunicar
Es verdad, dice Kant,
que se dice que la libertad de hablar, o de escribir, puede sernos quitada por
un poder superior, pero no la libertad de pensar. Pero ¡qué tanto y con cuanta
exactitud pensaríamos, si no lo hiciéramos en comunidad con otros, comu-
nicándoles nuestros pensamientos y ellos a nosotros los suyos! (WhDO, V,
280; 71)
Lo que interesa a Kant en relación con su apuesta en investigaciones teóri-
cas y las subsiguientes investigaciones prácticas es que el único ámbito
válido para el ejercicio pleno de la razón o pensamiento es el de lo público.
Como la razón no se fundamenta en poderes externos y obtiene la autoridad
que necesita de sí misma, un poder tal privaría a los “hombres de la libertad
de comunicar públicamente sus pensamientos [y] los priva también de la li-
bertad de pensar” (WhDO, V, 280; 71)
De este modo el primer problema que surge de trasladar la razón desde lo
teórico a lo práctico es examinar bajo qué condiciones puede darse mi parti-
cipación en el ejercicio del pensamiento y la de los otros. En principio, esto
podría entenderse como un asunto que comporta asumir una actitud toleran-
te frente a las formas de expresión de otros sujetos que participan en el ejer-
cicio de la razón. Sin embargo, el problema va más allá.
Lo que importa a Kant no es que en una comunidad racional las diferentes
formas de pensar sean posibles sólo porque cada sujeto racional puede ex-
presarse ante los demás. Esto porque la tolerancia entendida como una for-
ma de no reaccionar de ninguna manera ante lo que otros piensan y expre-
san públicamente está lejos de cumplir con ciertas estándares de una verda-
dera comunicación.
A partir de la oposición kantiana entre la libertad de pensar y la coacción civil
es difícil concluir que las diferentes actividades por medio de las cuales se
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expresan los sujetos sean actos individuales o solitarios que no tienen una
función comunicativa. Cuando se habla de la libertad de pensar, y de esto
derivamos la necesidad de envolvernos en la intersubjetividad, la acción co-
municativa que resulta debe ser más que una acción expresiva. Lo que se
dice en aras de la comunicación es algo que debe resistir la interpretación de
una audiencia5.
Hacer parte de un proceso intelectual en el que se beneficie la libertad de
pensar es, entonces, tomarse en serio o pensar lo que los demás expresan y
esto no es otra cosa que involucrarse en un proceso comunicativo. De esa
forma sólo la comunicación, así entendida, será la base de todo uso de la
razón que pretenda ser público y por tanto, un uso relevante de la facultad
de pensar.
En Respuesta a la Pregunta ¿Qué es Ilustración?, texto que comparte las
características del artículo sobre la orientación en el pensamiento, Kant re-
afirma lo que ya ha nos ha dicho y apunta hacia la comunicación como pie-
dra de toque de la libertad intelectual6. En este texto la noción de “uso públi-
co de la razón” está puesta en términos de un conjunto de personas que
pueden expresar dentro de toda una sociedad sus propios pensamientos.
Esos actos de expresión contribuyen a la ilustración de ese ámbito social en
la medida en que los unos se nutren de lo que piensan los otros poniendo en
juego su propia capacidad de aceptar o cuestionar los pensamientos ajenos.
De esta manera, la Ilustración no sería otra cosa que la motivación a hacer
uso de la propia razón en un contexto en el que operen regulaciones para el
pensamiento, superando esa peligrosa práctica de hacer uso de ideas im-
propias como si fueran propias.
5 lo cual implica una clase “de reconocimiento o captación de lo que los demás dicen, con-
sista esto en una comprensión de lo dicho o simplemente en un reconocimiento del interés que tiene el otro de comunicarse” (recognition or uptake by others, whether it consist in an understanding of the content communicated or merely in a recognition that the others seeks to communicate) (O´Neill, 1996, p. 31). 6 Este texto también fue publicado por primera vez en la Revista Mensual de Berlín (Berli-
nische Monatsschrift) en setiembre del año 1784.
21
Al uso público que posibilita la Ilustración se opone el uso estrictamente pri-
vado que no sólo consiste en el ejercicio de cargos oficiales, como parece
indicar Kant, sino además en la transferencia de toda responsabilidad inte-
lectual a los que ejercen esos cargos. De ahí que la minoría de edad o auto-
incurrida inmadurez [Unmundigkeit] intelectual parezca ser tan conveniente;
“si tengo un libro que entienda por mí, un consejero espiritual que tenga
consciencia por mí, un doctor que juzgue una dieta por mí, y así sucesiva-
mente, no necesito hacer ningún tipo de esfuerzo en absoluto” (WiA, IX, 53;
83).
El máximo desarrollo intelectual esperado por una razón que tiende al pro-
greso en el conocimiento se ve afectado si la libertad de pensar es entendida
sólo dentro de los límites de ese uso privado. Por eso la libertad intelectual a
la que apunta Kant desde el principio de su apuesta filosófica no es sólo un
compromiso con la reflexión solitaria. Lo que se piensa debe ser expuesto a
la consideración de un público. No es de otra forma como se puede alcanzar
la ilustración y de ese modo el progreso de la razón en todos sus intereses.
Pero debe hacerse en el marco de una razón que conoce y respeta sus lími-
tes y de esa forma tiene autoridad sobre sí misma.
El uso público de la razón, entonces, se basa en la libertad de pensar que
posibilita la intersubjetividad manifiesta en la comunicación. Ésta, que en
últimas es la que preserva y nutre los intereses más importantes de la razón,
sólo ocurre cuando lo que se piensa y se quiere expresar es puesto dentro
de ciertos estándares racionales. Estos surgen de la propia razón que en la
crítica de sí formula todo tipo de pautas para cualquiera de sus usos.
La razón no puede aceptar ninguna autoridad externa, pues la única autori-
dad que debe primar es la que ella misma se da. Esa autoridad no es otra
cosa que las pautas que ella extrae de sí para regular sus diferentes usos. Si
está dado un ámbito público para que la razón funcione libremente pero aún
no se han clarificado esas normas que la razón debe darse a sí misma a par-
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tir de su autoexamen todavía no están todas las condiciones que le permi-
tirán progresar. Como el ejercicio de la libertad de la razón se da en unas
prácticas intersubjetivas lo importante es tener buenas bases comunicativas;
si la razón no se autorregula se ocasiona una “una confusión en el lenguaje7
(A678/B720), que sólo es posible remediar permitiendo a la razón disponer
de su propio destino con la “validez universal” (WhDO, V, 281; 75.) de la que
sólo ella es capaz.
Asimismo, todo aquello que es expresado vía escrita u oral no puede ser un
uso público de la razón sólo en la medida en que lo transportan esos vehícu-
los de comunicación. La exhortación de Kant es la de hacer de eso medios
también vehículos de las condiciones necesarias de racionalidad de lo que
se piense; La razón debe disciplinarse a sí misma, regularse a sí misma, y
en el transcurrir de su autoexamen debe lograr la autoridad necesaria para
que cualquier proceso comunicativo tenga un buen desarrollo. No es en otra
parte que en el examen de sus límites especulativos en donde la razón al-
canza esa autoridad. A continuación mostraré que la base de esos estánda-
res de racionalidad y de posibilidad de interpretación que Kant defiende se
encuentran principalmente en la Crítica de la Razón Pura.
1.3 La autodelimitación racional
En la primera crítica se nos dice que las categorías del entendimiento bastan
para determinar “el plan completo de toda una ciencia” (A83/B109). Sin em-
bargo, también se nos sugiere lo que ya hemos visto en lo precedente, a
saber: que la referencia a la estructura categórica del entendimiento humano
– que Kant se conforma con mencionar como “todos los momentos de una
proyectada ciencia especulativa” (B110)- no satisface ni destierra nuestra
necesidad natural de completitud en asuntos racionales.
7 Sprachverwirrung
23
Esa estructura tampoco es una referencia para dar respuesta concreta a las
preguntas de si podemos tener otras categorías o de dónde provienen las
que tenemos. Lo que nos sugiere esta referencia es un aspecto negativo, a
saber: los asuntos sobre los que más queremos tener una respuesta concre-
ta no pueden ser tratados dentro de los conceptos del entendimiento, pues
se encuentran fuera de estos; tal vez están en la razón práctica. De ahí que
Kant omita de manera intencionada las definiciones de las categorías a pe-
sar de poder conocerlas, y “descomponga esos conceptos sólo en la medida
en que ello es necesario en relación con la doctrina del método” (A83/B109).
En ésta se nos sugiere, como lo hemos señalado hasta ahora y como lo ve-
remos más adelante, centrar nuestra preocupación en los intereses prácticos
de la razón.
Por eso queremos ver la Crítica de la Razón Pura, atendiendo a esos inter-
eses prácticos, como una guía de las más altas máximas de uso de nuestra
razón teniendo presente lo público como un aspecto necesario donde debe
darse el pleno ejercicio de la razón. Esto mismo es entender la Crítica como
una exposición de los “principios subjetivos no derivados de la naturaleza del
objeto (...) [y no] del interés de la razón en relación con cierta posible perfec-
ción del conocimiento de ese objeto” (A666/B694).
Por un lado, los problemas de la especulación son los instrumentos que Kant
propone para regular la dirección de nuestro pensamiento y de nuestra co-
municación, lo que ya nos mostró en Cómo orientarse en el pensamiento.
Por otro lado, con el uso de las Ideas de la razón se propicia la unidad sis-
temática de la experiencia aunque no podamos dar completitud legítima a
esos problemas de manera racional. Lo único que podemos es aproximarnos
a discernir un “horizonte colectivo” (A659/B685)8 de los conceptos que utili-
zamos para responder las preguntas más naturales de la razón. Ésta puede
suponer en su ámbito práctico cosas que no puede suponer en el terreno
8 gemeinschäftlicher Horizont
24
especulativo, pues el interés práctico no es la perfección especulativa9. Por
ese motivo, el horizonte universal y verdadero en el que toda comprensión
racional tiene lugar ocurre en las prácticas.
Un aspecto útil para la razón es cuando se supone en el terreno de lo prácti-
co un objeto que pertenece al ámbito de lo especulativo. Tal suposición se
puede basar en hipótesis que sirvan, sobre todo, para rebatir lo que se pue-
de decir en contra de dichos objetos, más que para tratar de fundarlos en la
razón como cognoscibles y existentes. Las hipótesis de la especulación10
son sólo armas de guerra destinadas a defender un pretendido derecho de la
razón desde un objeto que se supone; no son instrumentos que pretendan
fundar dogmas racionales que sirvan de principios de conocimiento univer-
sal.
Y como el propósito de la crítica es restaurar el orden en la razón, se trata
entonces de que las hipótesis de ésta tengan un sentido constructivo y sean
una manera de dar forma a ese horizonte colectivo. La crítica construye ese
horizonte colectivo, que debe ser universal, al que hemos de mirar todos los
sujetos racionales descubriendo en la propia razón al enemigo o lo que nos
estanca en el progreso del conocimiento, pues
La razón especulativa, en su uso trascendental, es dialéctica en sí misma. Las
objeciones más temibles se hallan en nosotros mismos. Tenemos que cuidar
de ellas como si se tratara de pretensiones antiguas, pero nunca prescritas,
para fundar sobre su destrucción una paz perpetua. La tranquilidad externa es
puramente aparente (A777/B805)
Kant hace de la razón un tribunal. Y el propósito de éste es instaurar un pro-
ceso lento pero seguro de ilustración. En él van surgiendo las condiciones de
comunicación que no esgrimen en su favor ninguna otra legitimidad que la
proveniente de la razón misma. En el debate, es decir en el ejercicio público
de la razón, se confrontan los pensamientos que como condiciones unos u
9 Que por demás es una ilusión.
10 Basadas, por ejemplo, en las creencias racionales.
25
otros proponen. No es de otra forma como se arranca el germen de los con-
flictos, pues
¿Cómo podemos hacerlo si no damos a ese germen libertad, incluso si no lo
nutrimos incluso, de modo que broten sus hojas y se manifieste, para cortarlo
después de raíz? Buscad en vosotros mismos, por consiguiente, refutaciones
en las que aún no haya caído ningún adversario y prestadle armas o conce-
dedle el puesto más oportuno que pueda anhelar. En esto no hay nada que
temer. Al contrario, podéis esperar la obtención de un bien que ya jamás será
impugnado (A778/B806)
En la visión kantiana de crítica de la razón confluyen tanto la ya tratada idea
de libertad entendida en términos públicos como la idea de comunicación
como propiciadora de estructuras de legitimación racional. Considerando
que una autoridad externa a la razón impediría su libre desarrollo, los ciuda-
danos deben someterse a una discusión racional en la que se tomen en
cuenta las múltiples perspectivas que quieran contribuir al avance de su
razón. Esto se debe a que exponer de manera pública dudas y pensamien-
tos propios “entra ya en el derecho originario de la razón humana, la cual no
reconoce más juez que la misma razón común, donde todos tienen voz”
(A752/B780)11
El criticismo, y la clase de comunicación que comprende, son esenciales
para que la razón tome el camino seguro de la ciencia en relación con sus
mayores preocupaciones; esto, siempre y cuando se hable en términos ra-
cionales y se dispute sólo con armas de razón, es decir, siendo cuidadosos
en determinar cuáles son sus verdaderos poderes y limitaciones.
Sobre todo es importante mantener la crítica como una disputa que no va a
desangrar nuestra capacidad racional; va a afinar nuestras herramientas en
la comparecencia de unos con otros
A la razón le hace mucha falta esa lucha. Ojalá se hubiese desarrollado antes
y con ilimitada y pública autorización. Tanto más pronto hubiese surgido la
11
La cursiva es mía
26
crítica, ante la cual tienen que desaparecer por sí mismas todas esas disputas,
ya que los que en ellas intervienen descubren entonces la ceguera y los pre-
juicios que provocaban su enfrentamiento. (A747/775)12
.
De esta manera vemos cómo la Crítica, siendo una obra referida al conoci-
miento humano en general, compendia una labor que la razón debe realizar
al mismo tiempo que fija los límites de lo que puede conocer. Esa labor no
es otra que la de propiciar las condiciones para que se dé la libertad de pen-
samiento necesaria que permita a los seres humanos, en tanto racionales,
cumplir el interés de la humanidad “que no está subordinado a ningún otro
interés superior” (A798/B826).
Lo más importante sobre el uso de la razón que Kant propone referido a lo
práctico, es que se entienda el movimiento que debe hacer la razón de
acuerdo con su naturaleza para lograr una verdadera utilidad, es decir, un
uso aceptable de acuerdo con los objetos de la experiencia. Este movimien-
to podemos describirlo, a partir de lo que hemos mostrado hasta ahora, de la
siguiente manera: primero, la razón necesita tratar sobre objetos que sus
propios límites no le permiten conocer; luego esa misma razón, que no cesa
de tender hacia su propia libertad, nos muestra que, aunque esos objetos no
nos hagan ninguna falta para el saber y no obstante la razón insista en pene-
trarlos, su importancia sólo afectará a lo práctico que es lo que depende de
la libertad. Finalmente, vemos como esa libertad sólo debe ser pública y
ejercida en el marco de una crítica de la razón.
12
La cursiva es mía.
27
2. EL TRIBUNAL DE LA RAZÓN PURA
Teniendo en cuenta que el salto en la razón de lo teórico a lo práctico se da
en función de una razón pública, creemos necesario encontrar las pautas de
ese salto en la Crítica de la Razón Pura. En esta obra, antes que en las de-
más relevantes en el desarrollo de la filosofía trascendental, Kant riega la
semilla de la disposición política de todo su pensamiento. Esto se da por
medio de un proceso que mostraremos desde tres aspectos mencionados en
dicha obra, a saber: la consideración histórica que Kant hace del estado de
la metafísica, la instauración de un tribunal de la razón pura y, finalmente, la
propuesta de transformar las disputas en el dicho proceso de legitimación de
la razón a partir del la tarea que realiza el tribunal.
Teniendo en cuenta la apuesta kantiana de hacer público el uso de la razón,
su compromiso es también la revisión de formas de razonar anteriores que
no lograron este cometido. Ese es el motivo para poner a consideración to-
dos los problemas que han tenido manifestaciones privadas y por lo tanto
aisladas de la razón, que han ido en detrimento del interés de la humanidad.
El problema de esas expresiones racionales ha sido que los asuntos in-
herentes a la razón no han sido en realidad objetos de un conocimiento
científico y por lo tanto han causado confusión a la razón. Entonces, ésta
debe inmiscuirse en un proceso que le permita a todos los sujetos racionales
interactuar y comparecer de manera que entre todos se logre el propósito de
ejercer el pensamiento de manera libre, esto es, en referencia a un bien
común y no a uno individual.
Antes de pasar a mostrar cómo se instaura ese proceso mostraremos sin
ahondar en ello un aspecto histórico interesante que puede relacionarse con
28
la forma kantiana de entender la reforma de la razón, que además, nos sitúa
en un plano más político que epistemológico. En el siglo XVIII, siglo de Kant,
una monarquía fuerte parecía ser el requisito previo de todo un estado pode-
roso y el principal motor de progreso (Anderson, 1968). Aquellos sitios donde
la monarquía era débil la sociedad se estancaba y el verdadero modelo polí-
tico a seguir eran los grandes monarcas que se apoyaban en la tradición de
su linaje. Sin embargo, también es una época que se caracteriza por las
grandes tensiones dentro de las formas de gobierno establecidas.
La causa de esas tensiones era que ciertos grupos sociales sin un origen
noble-algunos plebeyos- querían tener participación activa dentro de los
asuntos políticos; entonces, la inclusión de más agentes dentro de la organi-
zación de los estados generaba reflexiones como las reformas que se deb-
ían llevar a cabo para calmar los ánimos. ¿Se debía conseguir un equilibrio
satisfactorio entre las partes y aumentar la autoridad del gobierno para este
fin a expensas de algunos grupos influyentes como la aristocracia o la igle-
sia? ¿Debían fortalecerse los cuerpos estatales que mediaban entre el go-
bierno y el pueblo para hacerle frente a la corona? ¿Se debía encontrar el
remedio a las nacientes inconformidades del pueblo fortaleciendo el elemen-
to popular dentro de las constituciones de la época? (Rudè, 1978).
Con estas reflexiones se fortaleció el derecho en lo político y asimismo per-
meó las preocupaciones científicas. Los pensadores de la época se ocupan
del derecho como un instrumento fundamental para el progreso de las so-
ciedades y no sólo como un arma de valor para que los monarcas dominaran
los rumbos de los reinos según sus designios; es decir, ya no se quería que
instrumentos propios del ejercicio racional que contribuirían al progreso en
las sociedades tuvieran un uso privativo. Grocio, Diderot, Voltaire, Hobbes y
Rousseau son algunos de los que se ocuparon de examinar el derecho en
relación con las reflexiones políticas y epistemológicas. A pesar de sus dife-
rencias, en ellos se ve que el concepto del derecho no está fundado en la
29
esfera del mero poder y voluntad tradicionales sino en la pura razón (Cassi-
rer, 2002).
La forma en que se imparte justicia en todos los asuntos humanos, espe-
cialmente en los asuntos de organización política, es un objeto de reflexión
importante en este siglo y por eso la importancia del derecho y las teorías
sobre él son rasgos característicos del llamado siglo de las luces; aquí la
noción de justicia es la de algo que permanece inmutable ante cualquier su-
jeto racional que la conciba, ya sea contemplada por Dios, por un ángel o
por un hombre. La idea fundamental del siglo XVIII es que
Tendríamos que amar la justicia aun en el caso de que no existiera Dios, y
hacer todo lo posible para semejarnos a un ser del que poseemos una idea tan
sublime y que de existir, tiene que ser por fuerza justo. Librados del yugo de la
religión, estaríamos sometidos al dominio de la justicia. El derecho que propor-
ciona esta justica tiene su estructura objetiva, como la matemática tiene la su-
ya (Cassirer, 2002, p.271).
En Kant encontramos que las preocupaciones por el derecho en relación con
la política y los asuntos sobre el conocimiento humano están relacionados,
como ocurre con otros pensadores de esta época. Tal relación se da a partir
de su consideración sobre la libertad de la razón en sentido público y de la
historia que en, cierto sentido, debe ser corregida por la noción de razón li-
bre pública. La historia de la razón se muestra en el panorama de la crítica
kantiana como llena de tensiones que generaron hechos convulsos; así, re-
sulta normal que, al intentar darle un orden al curso del pensamiento, un au-
tor de la ilustración piense de la misma forma como lo hacían en su época,
esto es, acudiendo a instancias de legitimación para sus propósitos teóricos.
Nos parece, entonces, que lo ya dicho sobre el derecho y la política en el
siglo XVIII y el método de Kant de recurrir a imágenes jurídicas en la primera
Crítica no son dos cosas aleatorias. En esta obra nuestro autor nos habla de
una antigua monarquía venida a menos por guerras en su interior, procesos
30
que deben reemplazar esas guerras y procedimientos legales que se consti-
tuyan en dichos procesos.
2.1 “Hubo un tiempo en que la metafísica fue considerada la reina de
todas las ciencias” (AVIII)
Al presentar el estado de la razón y sus preocupaciones en el siglo XVIII la
metafísica se halla en un deplorable estado del cual son responsables diver-
sas “disputas, guerras, tribunales de justicia privada” (Höffe, 1998, p. 328)13 y
quizá otros tantos aspectos que ciertamente hacen de esta pretendida cien-
cia un completo caos a la luz de la historia que empieza a contar la crítica.
Esta historia toma como punto de partida la monarquía de la metafísica en
el reino de todas las ciencias y su consecuente fracaso en la pretensión de
ser ciencia. Este fracaso la llevó a ser “un reina rechazada y abandonada”
(AIX)
Para Kant hay tres aspectos que, en la revisión crítica de la razón son princi-
pales en el desarrollo y en las reformas que se le deben hacer a ésta. Estos
aspectos son los siguientes: el origen de los objetos, los objetos mismos, y el
método del conocimiento. Tales aspectos se relacionan entre sí, pues de-
pendiendo del origen del conocimiento y de sus objetos se plantea un méto-
do para conocer. Con respecto al método, Kant nos dice: “para que algo
pueda recibir el nombre de método tiene que ser un procedimiento de acuer-
do con principios. Podemos dividir los métodos ahora predominantes en este
terreno de la investigación de la naturaleza en método naturalista y método
científico” (A855/BB883). El método naturalista se abstiene de usar la cien-
cia, por lo que no es relevante. “Por lo que se refiere a los seguidores del
método científico, pueden elegir entre uno dogmático y uno escéptico, pero
13
Fehde, Krieg und Privatjustiz
31
en cualquier caso contraen la obligación de proceder sistemáticamente”
(A856/B884).
Las dudas sobre la metafísica que Kant señala en el prefacio a la primera
edición son relativas al primer aspecto, es decir, al origen de los objetos de
la metafísica. Sin embargo, también se refieren, en principio, al método,
pues como dijimos, están relacionados. Así nos lo confirma Kant cuando nos
dice que la forma en que se ha resuelto el valor de la metafísica como el
más alto dentro del grupo de todos los saberes no ha sido la adecuada por-
que el método dogmático no ha legitimado el pretendido origen noble de la
metafísica.
En referencia estricta al método y las clases que Kant distingue -dogmático y
escéptico- Kant nos insta a asumirlas como formas que han de ser supera-
das por la crítica; (1) por un lado los dogmáticos han tenido un método espe-
cial de asumir las preocupaciones de la razón sin revisar si ese método es
legítimo, es decir sin considerar si se acomoda a los límites de la razón; su
objetivo, en todo caso, ha sido unificar tanto las pretensiones de la razón
como la forma de usarla a partir del origen no empírico de los objetos de la
metafísica, lo cual no ha dado resultado. (2) Por otro lado los escépticos han
tratado de atacar, de manera sistemática, todo tipo de unificación de las pre-
tensiones de la razón, destruyendo “de vez en cuando la unión social” (AXI).
En efecto, para Kant el pretendido origen noble de la metafísica que defend-
ían los dogmáticos ya no debe instituirla como reina de todas las ciencias,
pues el origen de la supuesta reina se encuentra en la experiencia común;
esto le ha hecho caer en un desprestigio total a los ojos de todos los que
antes la veían como un reina. Sin embargo, no se trata de agravar el pro-
blema negando valor a los objetos que en calidad de reina la metafísica pre-
tendía resolver y sucumbir ante la indiferencia que produce esta negación.
A este respecto, el problema ha sido la imposibilidad de establecer un punto
común desde el que se pueda convenir sobre la manera de conocer los obje-
32
tos que más le interesan a la razón aunque su conocimiento sea imposible
para nuestras capacidades. La metafísica, por su objeto, es algo inherente a
la razón; lo urgente, según Kant, es no darle la espalda al problema aunque
ello signifique encararlo a partir de las disputas por el método, que no por el
origen, sobre lo que ya se ha concertado.
Lo primero es que Kant considera vano “querer simular indiferencia en rela-
ción con investigaciones con cuyo objeto la naturaleza humana no puede ser
indiferente” (AX,); es por tal indiferentismo que se inclina por hacer una críti-
ca que trate de superar disputas como la del origen -resuelta de inmediato- o
la del método –que implica un examen más minucioso- pues la actitud, de
sospecha que reina en las ciencias de su época no es tampoco una salida
facilista del problema. Se trata del efecto del “juicio maduro de una época
que no se deja entretener con un saber aparente y encarga a la razón la más
ardua de todas sus tareas, a saber: la de su autoconocimiento” (AXI).
Ese juicio maduro vaticina una luz de esperanza para la razón inmersa en el
caos que reina en las ciencias; la crítica responde a esas esperanzas al
permitir el abandono de ese caos. De este modo el examen de la razón su-
pera las discusiones con respecto al origen de su pretensión científica más
alta, la metafísica, y enfila baterías hacia la determinación de su propia auto-
ridad o potestad para hacer de sus avances verdaderos progresos en el co-
nocimiento de todo cuanto le es posible conocer.
Ya no importa si lo que origina las pretensiones de la metafísica es propio de
una reina o de una plebeya; es decir, no importa si lo que legitima a la me-
tafísica son objetos de naturaleza suprasensible o no. Proponiendo un exa-
men que nos lleva a ciertas condiciones de racionalidad Kant dará un paso
más adelante que sus predecesores; nos mostrará que lo importante es
asumirlo como un examen o proceso público en respuesta a las actitudes
despótica de los dogmáticos e indiferentista de los escépticos.
33
Kant nos lleva a entender que un proceso de la razón no puede ocurrir de-
ntro de unas sectas de manera privada; la época de la crítica marca una
nueva pauta al ejercicio de la razón, a saber: el de someterse a la libertad en
lo público14. A partir de esto puede decirse que para Kant el poder de la
razón no se puede justificar midiendo su capacidad de imposición.
En ese sentido, no se puede decir entonces que la filosofía trascendental
sea una forma autoritaria de legitimar la razón. Precisamente esta filosofía
crítica no puede ser impositiva ni dictatorial. Antes bien, debe procurar a la
razón un gobierno “duradero y tranquilo [...] sobre los sentidos y sobre el en-
tendimiento” (B493) restando fuerza a las hostilidades en su interior. Ahora
vemos que superar los conflictos es dar paso a otras discusiones que no
propicien determinaciones u oposiciones radicales; es necesario desarrollar
procesos conjuntos que pretendan ser constructivos.
2.2 “Podemos considerar la crítica de la razón pura como el tribunal de
todos los conflictos” (B768)
Para Kant no hay nada tan útil ni tan sagrado en el ámbito de la razón que
pueda sustraerse a la crítica15; posiblemente algunas manifestaciones priva-
das de la razón puedan hacerlo. No obstante, en donde el pensamiento pue-
de encontrar su mejor forma de ser expresado y, por ende, desarrollado es
en lo público y por eso es que la razón sólo debe buscar desarrollarse allí,
donde es la herramienta de consenso entre ciudadanos de libre pensamien-
to.
Este consenso comporta el primer paso por el que debe pasar la razón en la
formación y organización de su contenido, es decir, del conocimiento. Esto
es lo primero a tener en cuenta cuando ya Kant se concentra en el método
de la razón. Luego vendrá el verdadero sistema. Esta debe ser la parte por
donde empiece la formulación del método, pues Kant considera que la im-
14
Sobre esto es importante mirar en AXII la nota de Kant. 15
Sobre esto se puede ver A739/B767
34
prescindible labor de la razón de determinar su rumbo debe ser un asunto
común. Dos aspectos han impedido que esto se lleve a cabo antes de la
crítica de la razón de manera pública.
En primer lugar, para Kant es claro que los más grandes avances en la ela-
boración de un sistema racional no han sido más que privadas y aisladas
manifestaciones individuales; por lo menos, han sido formas desarticuladas
de estructurar la razón. Estas formas privadas de estructuración han sido
múltiples conocimientos relacionados de manera rapsódica con la idea de un
“todo arquitectónico según los fines de la razón”16.
Todos los pretendidos sistemas han sido sólo esbozados y parecen haberse
creado mutilados, “como los gusanos, por generatio aequivoca, por pura
confluencia de conceptos reunidos” (A835/B863). Así, de la filosofía trascen-
dental en adelante, será necesario acentuar la pretensión de sistema de la
razón buscando una unidad articulada y no amontonada. El establecimiento
de la arquitectónica debe ser la reunión de todo el material que ha servido de
esbozo sistemático, es decir, una arquitectónica de todo el conocimiento de-
rivado de la razón pura, “empezando por la base general de nuestro aparato
cognoscitivo”(A836/B864)
En segundo lugar la razón no ha contado con un sistema de previsión y co-
rrección de esta falta de unidad sistemática. Esto significa que ha faltado una
instrucción negativa que lleve a la razón a sus propios confines y la contenga
de violarlos. Tal instrucción consiste en que la razón se da a sí misma la ta-
rea de ser su propio juez en el tribunal que será el espacio dedicado a exa-
minar en qué le ha impedido tener un desarrollo progresivo. A partir de este
tribunal la razón misma se garantiza legitimidad en sus pretensiones de co-
nocimiento. Esto no es otra cosa que la apelación a los propios recursos de
los que ella consta. La autoridad que necesita sobre sus propios asuntos,
entonces, la adquiere por medio de sentencias que surgen de su autoex-
16
ein Ganzes nach den Swecken der Vernunft architektonisch
35
amen y no de imposiciones externas, y en eso consiste su papel como legis-
ladora.” Un tribunal semejante (...) no es uno diferente a la misma Crítica de
la Razón Pura” AXII.
Pero, ¿son sus sentencias la muestra de autoridad absoluta, fundamento de
un régimen autoritario? Se podría suponer que “tribunal”, en este caso, im-
plica la idea de una autoridad de la razón legitimada en términos de fuerza y
poder como principios de toda acción racional. Esto comportaría cierta difi-
cultad en la manera en que Kant expone sus ideas, teniendo en cuenta que,
incluso, él mismo evoca el contrato social hobbesiano en el que “para un
estado de injusticia y violencia (…) no tenemos otro remedio que abandonar-
lo y someternos a la fuerza de la ley” (1956, A752/B780).
En ese caso, si la razón garantiza cierta estructura contractual que le permita
a los seres racionales salirse de su estado salvaje no habría otra opción que
perder toda la autonomía en ese estado; luego de esto, iniciar un proceso
impuesto por la autoridad coercitiva de la razón. Así se tendría que concluir
que su tribunal lleva a los confines de la fuerza y la coerción máximas.
Pero para Kant la razón no se erige como una fuente impositiva de máximas
prácticas y teóricas. La crítica tampoco es una forma de imposición sobre
cómo se ha de pensar. Si bien el diagnóstico histórico de la razón ya esbo-
zado dé para pensar que la razón debe ser coercitiva no es así. El punto
central del recurso al tribunal de la razón es mostrar que la labor de examen
de las bases de la razón, y lo que se deriva de esto, debe partir de la delibe-
ración seria que comprende toda una audiencia de justicia; es decir, no se
trata de una tarea privada. Esto nos sugiere que para Kant la tarea de un
investigador de la razón no debe ser la de emplearse de manera individual
en formular las raíces de un pretendido árbol de las ciencias, como pensó
Descartes en los albores de la modernidad. La crítica que se le ha de hacer
a la razón sólo es posible si podemos encontrar estrategias por medio de las
36
cuales una todos los sujetos interesados puedan interactuar sin tener que
apelar a supuestas autoridades externas a la razón misma
Aquellos medios que sean propicios para concertar un uso establecido de la
razón serán los elementos propicios para decidir posteriormente cuáles de-
ben ser aquellas bases de nuestro aparato cognoscitivo. De este modo, se-
guir a la razón como tribunal no es seguir una serie de preceptos legales
establecidos; por el contrario, se trata de tener la ocasión de establecerlos. Y
así como en un tribunal jurídico estatal, lo que debe primar es la deliberación
de la cual se extraerá un veredicto o sentencia.
Si Kant compara la autoridad de la razón con un tribunal de justicia que juz-
ga y delibera es porque él considera que la razón es, ante todo, un espacio
para ejercer esa deliberación. De este modo la metáfora del tribunal es usa-
do para mostrar que el punto central debe ser el de enfrentarse a la crítica
sin esperar principios teóricos.
En la crítica debemos encontrar garantías para que todos los ciudadanos
dedicados al examen de la razón participen en esta obra; en tanto tribunal,
esta crítica debe ser entendida como una propuesta clara, como el plantea-
miento de una nueva vía de investigación que tiene que tener una organiza-
ción colectiva y que tiene unos elementos bien determinados antes de la
consecución misma de un plan que permita contar con todo un andamiaje
bien establecido de la razón.
Esto es claro cuando Kant nos dice que además de ser libres para aceptar el
dominio de la ley de la razón, cada uno de los ciudadanos que examinan la
razón es libre de exponer a pública consideración sus pensamientos más
íntimos y las dudas que puedan surgir “sin por ello ser considerado como un
ciudadano alborotador o peligroso” (A752/B780). En esa libertad se basa el
desarrollo de la razón Así, en primer lugar se trata de que se decida compa-
recer ante una audiencia para después poner en marcha procesos comuni-
37
cativos que permiten, como hemos señalado, el ejercicio crítico que nos
propone la filosofía trascendental.
La razón primero debe ser libre para poder ser usada. De esta manera se
garantiza para ella una pleno desarrollo que se da “con honradez al sopesar
los fundamentos racionales de una mera especulación” (A750/B778). Y aun-
que por esa libertad la respuesta a interrogantes sobre algunos asuntos im-
prescindibles para la razón tarde en llegar, en todo caso
siempre y sin ninguna duda, es provechoso conceder a la razón, tanto a la in-
vestigadora como a la examinadora, libertad completa con el fin de que pueda
preocuparse por su propio interés sin traba ninguna, lo cual se ve beneficiado
si ella misma pone límites a sus especulaciones como si los ensancha, y lo
cual encuentra dificultades tan pronto como intervienen manos extrañas para
dirigir el paso natural de la razón hacia fines impuestos coercitivamente
(A744/B772).
2.3 “[...] No debemos llevar nuestro conflicto adelante más que por me-
dio de un proceso” (A751/B779)
Si históricamente los intereses especulativos del ser humano han sido diri-
midos en campos de batalla, tribunales de justicia privada y guerras intesti-
nas de los propios bandos en conflicto, ahora hay que tomar otro camino.
Por eso la idea de Kant de redireccionar la razón se basa en instaurar, un
“proceso en vez de una guerra” (Höffe, 1998, p. 328). Este proceso al que
Kant convoca tiene el sentido de un llamamiento a juicio de la razón como
procedimiento jurídico. Por esto adquiere sentido la intervención de la razón
como tribunal
En el prólogo a la primera edición, como hemos visto, Kant nos muestra su
primer diagnóstico histórico de la razón considerando la metafísica como un
indeseable campo de conflictos. Allí mismo señala que su propuesta crítica
es un tercer camino cuyo único espacio se debe dar dentro de lo público. Así
menciona ya lo que será desarrollado con más detalle en la Metodología
38
Trascendental, sección de la Crítica en el que cobra más sentido esta rela-
ción entre asuntos políticos y asuntos epistemológicos que nos plantea Kant.
El proceso en cuestión se da, en lo referente al método para usar la razón,
como una reforma de ésta que sirva para dirimir las disputas que en ella han
tenido lugar y que han detenido el avance del conocimiento humano. La
apuesta de Kant es que a partir de reformar la razón ésta emprenda un ca-
mino seguro en las investigaciones especulativas en las que se concentra17
y esto no será posible si no es gracias a una crítica que reúna ciertas condi-
ciones previas.
Primero se ha establecido cuál es el verdadero estado de la razón por medio
del examen de sus elementos. Luego para que encuentre un camino seguro
y se fortalezca la razón instaurar el ya mencionado tribunal sin el cual se en-
cuentra en “estado de naturaleza, sin poder hacer valer o asegurar sus tesis
y sus pretensiones de otra forma que mediante la guerra” 18 (A751/B779). La
solución a esto “es la sentencia que, por dar con la fuente misma de los con-
flictos, debe procurar una paz imperecedera. Finalmente, los conflictos dura-
deros de una razón dogmática necesitan también buscar la paz en una críti-
ca y en una legislación basadas en ella misma”19 (A752/B780).
Para esto el proceso que instaura esa legislación tiene que tener, en princi-
pio, un carácter negativo, es decir, tiene que empezar no por avanzar sino
por reprimir ciertas inclinaciones de la facultad criticada. Esta represión con-
siste en una disciplina. Al final de la Doctrina Trascendental de los Elemen-
tos, Kant nos dice que ha redactado las actas del proceso que ha dado por
superada la cuestión de la Ilusión trascendental. Esto le ha parecido aconse-
jable debido a que pueden ser útiles como archivos de la razón pura que
17
Teniendo en cuenta hasta dónde puede llegar la razón humana con esos objetos y en qué sentido puede asimilarlos 18
El subrayado es de Kant. 19
Die Sentenz, die, weil sie hier die Quelle der Streitigkeiten selbst trifft, einen ewigen Frieden gewähren muβ. Auch nötigen die endlosen Streitigkeiten eine bloβ dogmatischen Vernunft, endlich in irgendeiner Kritik dieser Vernunft selbst, und in aine Gesetzgebung, die sich suf sie gründet, Ruhe zu suchen.
39
sirvan como “prevención de esta clase en el futuro” (A704/B732). Sin embar-
go, ese almacenamiento, que da por concluida la primera parte, no agota el
proceso, sino que le da inicio, pues después de esa frase empieza la Meto-
dología Trascendental, cuya primera parte se titula Disciplina de la Razón
Pura.
En esta disciplina Kant introduce su consideración con respecto al método
con una metáfora referente al sistema completo de los conocimientos de la
razón. Según esa metáfora, el sistema es un edificio cuya construcción ha
fracasado por falta de materiales por lo que ese edificio no ha podido ser la
modesta construcción a la que alcanzan nuestras capacidades sino que se
ha creído que debe ser una “torre que alcance el cielo” (A707/B735).
Ahora bien, para asumir la tarea de esta construcción de una manera res-
ponsable, es decir sin estar cerca de repetir los errores que se han cometido
antes, se debe reconocer que el problema no han sido los materiales con
que se ha contado para la labor de la construcción del edificio racional. El
problema ha sido el plan que se ha seguido. Éste debe ser inclusivo, en la
medida en que sea un plan ejecutado por “trabajadores” libres y no regido
por armonía preestablecida. Por eso, dentro de los tres aspectos relevantes
en la revisión crítica antes mencionados (origen, objeto, método) el del
método no se resuelve inmediatamente.
Si para hablar del sistema de la razón Kant nos propone esta metáfora, es
porque este edificio en especial tiene obreros reunidos en torno al proyecto.
Una vez más la comunicación entra en juego y problemas en ella son la cau-
sa del fracaso; “la confusión lingüística que ha dividido a los obreros (...) dis-
persándolos por todo el mundo de forma que cada uno edificara a su aire, de
acuerdo con su propio proyecto” (A707/B735). Además hay que examinar
qué plan y cómo ejecutarlo
“Estamos advertidos en el sentido de no llevarlo a cabo siguiendo un proyecto
arbitrario y ciego, susceptible acaso de rebasar toda nuestra capacidad. Pero,
40
por otro lado, no podemos dejar de construir una casa sólida. Se trata, pues,
de proyectar un edificio que corresponda a los materiales de que disponemos
y que sea, a la vez, conforme a nuestras necesidades. (A707/B735)
Según lo anterior, el propósito de la Metodología Trascendental consistirá en
considerar qué clase de plan, revestido de la legitimidad que sólo la razón
puede otorgarle, sirve para emplear los materiales con los que se cuenta. Y
lo primero en esa consideración es realizar una instrucción negativa conden-
sada en la Disciplina.
Si una crítica es posible entonces la razón debe disciplinarse a sí misma
con respecto al método que ella sigue. La disciplina no le puede venir de
afuera sino que tiene que darse en sí misma, pues la única autoridad válida
es la que la razón extrae de sí. Esto significa que ésta requiere de una fuer-
za que restrinja su tendencia de ir más allá de los límites posibles de la ex-
periencia y de este modo la guarde contra la extravagancia y el error.
Así, desde que la razón se impone una disciplina debe ponerla en marcha y
confiar en la eficiencia de ese “sistema de previsión y autoexamen”
(A711/B739)20. En él están las bases de la autoridad de la razón; él nos
muestra en qué sentido es legítima la razón. En “La Disciplina de la Razón
pura en su Uso Polémico” Kant argumenta que la razón sólo puede depen-
der del proceso racional que implica la crítica:
La razón debe someterse a la crítica en todos sus asuntos y no puede limitar la
libertad de esa crítica sin perjudicarse y sin que suscite sospechas que la afec-
tan. Nada hay tan importante, en relación con su utilidad, ni nada tan sagrado
que pueda eximirse de esta investigación examinadora y comprobadora, que
no reconoce prestigios personales. Sobre la libertad de esta crítica se basa la
existencia de la misma razón, que no tiene autoridad dictatorial. Su dictado
sólo es el consenso de ciudadanos libres, los cuales tienen que poder expre-
sar sin temor sus dudas o su veto” (A739/B767).
20
System der Vorsicht und Selbstprüfung
41
Esa disciplina de la razón es contrastada por Kant con un modo de disciplina
político. Aquellos que interactúan en la construcción del edificio confían en la
disciplina que ellos mismos proponen y no en una impuesta desde afuera del
proceso de construcción, de manera dictatorial. La autoridad de la razón,
entonces, sólo queda indeterminada si se apela a fuerzas externas.
Según lo anterior se puede decir que la crítica trascendental, considerada en
conjunto como una disciplina de la razón21, es una forma de hacer compare-
cer a varios ciudadanos libres alrededor de una empresa común; así, hay
que decir, una vez más, que lo político va de la mano con lo epistemológico
en la crítica kantiana.
De este modo el problema de encontrar límites para la razón también es lo-
grar que no sea una tarea solitaria. Kant no pretende decir que la filosofía,
por naturaleza, es una actividad reservada; tampoco que, por ocuparse “de
la facultad que proporciona los principios del conocimiento a priori” (B24),
deba poner sobre esa verdad que da la conciencia común, la casi certeza de
una verdad superior. Con la filosofía crítica lo nos encontramos con una
búsqueda de las condiciones de participación de muchso individuos en todos
los asuntos de la razón.
A continuación mostraremos cómo se acomoda esta disciplina racional que
propicia la integración al propósito general de la primera Crítica y por qué
desde aquella podemos hallar un sentido enteramente político en esta obra.
21
Recordemos lo que dice en A711/B740: “Donde no hay ni intuiciones empíricas ni intui-ciones puras que mantengan a la razón en un carril visible, esto es, en su uso trascendental [la razón] necesita de tal forma una disciplina que contenga su inclinación a ir más allá de los límites de la experiencia posible y que la guarde de la extravagancia y del error, que toda filosofía de la razón pura intenta prestar este servicio negativo.
42
3. ANTIFUNDACIONALISMO KANTIANO
Puede ser exagerado afirmar que el propósito principal de la Crítica de la
Razón Pura sea encontrar un método para direccionar bien la razón. Esto,
pues antes que ocuparse del método, Kant ha dedicado su atención a los
elementos de la razón en dos inmensas partes que ocupan más de la mitad
de la obra, relegando la consideración sobre el método a unos cuatro cortos
capítulos. No obstante, consideramos que para Kant el método sí es lo prin-
cipal por lo que él mismo dice en el prólogo de la segunda edición.
Como hemos dicho, la crítica pretende que la razón pura se use de manera
legítima para que no siga estancada en conflictos internos sobre cuestiones
metafísicas. Es así como en la primera parte se le niega a la razón todo
avance teórico en el terreno suprasensible; esto para tratar de encontrar da-
tos en su “conocimiento práctico para determinar aquel concepto racional y
trascendente de lo incondicionado y sobrepasar, de ese modo, según el de-
seo de la metafísica, los límites de toda experiencia posible con nuestro co-
nocimiento a priori, aunque sólo desde un punto de vista práctico” (BXXI).
Siguiendo ese procedimiento la razón especulativa ofrece la posibilidad de
que se dé la tan anhelada ampliación del conocimiento de los objetos de na-
turaleza suprasensible. Aunque tal posibilidad sea vacía, en la medida en
que no implica un conocimiento objetivo, “tenemos, pues, libertad” para lle-
nar ese vacío. “Estamos incluso invitados por la razón a hacerlo, si pode-
mos, con datos prácticos” (B XXI) que, a diferencia de los teóricos, sí nos
resultan propicios en relación con el fin supremo de nuestra razón, a saber:
el conocimiento de qué hay que hacer si la voluntad es libre, si existe Dios y
si hay un mundo futuro.
43
Todo lo que podemos encontrar en la Crítica, a partir de lo anteriormente
dicho, todo el giro copernicano que tiene su base en el estudio de la natura-
leza de nuestras representaciones de espacio y tiempo y de las categorías
del entendimiento, no es otra cosa que el resultado de la tentativa de cam-
biar “el procedimiento hasta ahora empleado por la metafísica” (BXXII).
De esta manera, creemos que la primera Crítica debe entenderse como una
obra con sentido revolucionario que pretende dar a la metafísica el prestigio
que tenían algunas ciencias en el siglo XVIII, -las de los geómetras y los físi-
cos-. Ante todo es “un tratado sobre el método, no un sistema sobre la cien-
cia misma. Traza, sin embargo, el perfil entero de ésta, tanto respecto de sus
límites como respecto de toda su articulación interna” (BXXII).
Esos límites se van trazando a medida que la razón se va orientando, es
decir, va haciendo compatibles los objetos suprasensibles al uso empírico.
Como vimos antes, la razón especulativa requiere orientarse midiendo su
capacidad de acuerdo con la naturaleza de sus objetos de pensamiento. Y
esto lo hace enumerando exhaustivamente “las distintas formas de propo-
nerse tareas y bosquejar así globalmente un sistema de metafísica” (BXXIII).
Así, en tanto que estamos frente a un tratado sobre el método que atiende a
la orientación del pensamiento a través no de una sola sino de varias for-
mas, en este capítulo nos proponemos responder la siguiente pregunta:
¿cómo encaja esto con el hecho de que la construcción de la razón debe ser
participativo o darse en un uso público de la razón?
Al principio de la Metodología Trascendental, Kant considera que ya ha
hecho el inventario de una serie de materiales. Al haberlo hecho ha posibili-
tado un segundo y más importante paso recreado en la imagen que ya
hemos señalado en el capítulo anterior, a saber, el de buscar las condiciones
formales para hacer de esos materiales encontrados y ordenados una gran
edificación que represente todo lo que el hombre puede conocer gracias a su
razón.
44
Ahora bien, aquellas aclaraciones relativas a la constitución de la crítica kan-
tiana parten de la siguiente pregunta: ¿por qué emplear, para referirse al
método que permita realizar el sistema de los conocimientos humanos, una
metáfora como la de la edificación?
En la Metodología Trascendental, Kant señala la importancia de la participa-
ción en la búsqueda de un método de la razón. Todos los intentos racionales
por constituir un sistema completo del conocimiento han fallado, en la medi-
da en que han sido intentos muy ambiciosos. El problema principal ha sido la
clase de construcción que se ha pensado, pues aunque la imaginación vola-
ra muy alto y hubiéramos
querido levantar una torre que alcanzara el cielo, la cantidad de material ha
bastado para una casa con suficiente espacio sólo para nuestras ocupaciones
en el campo de la experiencia (...) sin contar el embrollo lingüístico que han te-
nido los obreros sobre el plan de construcción, que los ha dividido inevitable-
mente, dispersándolos por todo el mundo de forma que cada uno edificara a
su aire, de acuerdo con su propio proyecto (A707/B735)
Como ya señalé, los materiales han sido calculados en la primera parte de la
obra así como la altura y la resistencia que debe tener el edificio para el que
bastan. Sin embargo, en la concepción de un método para la razón Kant no
tiene en cuenta, en principio, esos materiales como condiciones; lo que él
advierte al inicio es la serie de desacuerdos que han impedido que no haya
un sistema sólido de la razón.
El motivo por el que la razón ha requerido de una crítica no sólo es la nece-
sidad de determinar los elementos necesarios para conocer y el ámbito en el
que se emplean. También es necesario considerar cómo se van a usar esos
materiales. Para Kant es claro que el asunto del método no es individual y su
pensamiento crítico va a estar enfocado en considerar este asunto en la me-
dida en que sea objeto del interés común. Por eso puede decirse que la
Crítica de la razón pura tiene un carácter político.
45
Este carácter, no obstante, no señala el punto concreto hasta donde Kant
quería llegar con su crítica. Y tal vez eso sea imposible determinarlo toman-
do una sola posición frente a la filosofía kantiana. Lo cierto es que una ma-
nera de ver la estructura crítica que elabora Kant es considerar en ella otras
preocupaciones además de las que parecen ser las principales, las episte-
mológicas.
Para Kant es importante que sus lectores no esperen “defender con injusticia
cosas justas” (A750/B778). La justicia a la que él exhorta se encuentra en la
crítica, que permite a la razón tener una autoridad de la que nadie puede
dudar. Además genera una paz (para los conflictos históricos de la razón)
basada en la legislación racional, que “limita nuestra libertad de forma que
pueda coexistir con la de todos los demás y por ello mismo con el bien
común” (A752/B780). Así, la libertad individual que nos permite coexistir con
lo demás sólo vale si se ejerce en relación con los demás; dudando, imagi-
nando, afirmando, negando, analizando en un espacio común; haciendo el
mencionado uso público de la razón.
Volviendo a la Respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?, vemos que
allí Kant define ese uso de la razón como la salida del hombre de la minoría
de edad causada por sí mismo, la cual consiste en la incapacidad de valerse
del propio entendimiento sin ayuda de otro. Y para ser ilustrados o mayores
de edad no se requiere más que la libertad, y en verdad aquella que menos
favorece los conflictos que estancan a la razón, a saber: la de hacer uso de
la razón en todos los asuntos públicos. Ya hemos visto que esa es la libertad
que permite un desarrollo pleno de la razón y en su ejercicio Kant espera
que se halle el bien de la humanidad, pues sin ella pronto se terminarían los
bríos de genio de los investigadores de la razón.
De acuerdo con lo anterior el uso público de la razón kantiano, es decir el
papel que cumple cada sujeto pensante, mayor de edad, libre, en una socie-
dad que se preocupe por avanzar en el conocimiento, puede ser visto como
46
la piedra de toque de la filosofía crítica. Asimismo puede decirse que en uso
reside el carácter político de toda la empresa crítica.
Para ahondar en esto mostraremos a continuación un contraste entre el mo-
delo filosófico de Kant que hemos trazado y el puro ejercicio introspectivo
que durante un tiempo antes de Kant se constituyó como el modelo funda-
cionalista en filosofía. Lo hemos llamado “fundacionalista”, pues se erigió, en
principio, como un punto de arranque desde el que las formas del saber em-
prenderían el camino seguro del progreso sobre la base de la certeza.
3.1 “Sobre nosotros callamos...”
Es bien conocida la forma en que Descartes, el famoso padre de la moderni-
dad en la filosofía, inicia el ejercicio de su razón, a saber: en busca de un
método que conduzca bien su razón para luego fundamentar todo el saber
humano; la actitud del filósofo francés en favor del método es entusiasta y
emotiva por la manera como la expone en su obra, la cual, como también es
conocido, se caracteriza por ser en gran parte autobiográfica.
Para Descartes todos tenemos las mismas capacidades racionales pero “no
basta tener, ciertamente, buen entendimiento: lo principal es aplicarlo bien
(...)” (1979, p. 69). La forma de hacerlo, según él, es a través de un método
que ha descubierto en sí mismo debido a una profunda búsqueda reflexiva
durante largos años. La concepción de “razón” como innata en cada sujeto
es expuesta a través de unas obras que tienen continuidad entre sí debido a
la constante referencia a la experiencia propia del autor en la búsqueda de la
verdad puesta en el contexto de una duda radical, que conlleva al susodicho
método.
Hay que decir que para Descartes esa experiencia propia, que por lo mismo
es intransferible, le da el rasgo distintivo a toda su actividad filosófica. Su
47
tendencia a pensar y obrar con independencia de los demás se halla en to-
das sus obras, desde el Discurso hasta las Meditaciones. Así, en el primero
podemos encontrar “las preguntas que se realiza Descartes y su actitud ge-
nuinamente autobiográfica” y también allí podemos encontrar a un Descartes
que no se muestra “como un objeto de interés humano para sí mismo o para
otros, sino más bien como un ejemplo –aunque un ejemplo genuino y parti-
cular- de la mente que es racionalmente dirigida al descubrimiento sistemáti-
co de la verdad” (Williams, 1978, p. 23).
Sobre estos supuestos el método cartesiano es un método que pretende
servir de pilar en la filosofía para luego sustentar todos los demás saberes;
en esa medida es que se trata de un pensamiento fundacionalista.
La actitud que llamamos fundacionalismo cartesiano es la de mostrar un co-
nocimiento fundamental a partir de una evidencia básica incorregible, la evi-
dencia de que pienso luego existo. Este resultado de la introspección que
acomete en su juventud y que mantendrá hasta el final de sus días es el re-
sultado de un proceso en el que los designios de Descartes “no han sido
nunca otros que tratar de reformar mis propios pensamientos y edificar sobre
un terreno que sea completamente mío” (1979, p. 80)22.
Se puede ver que, al igual que Kant, Descartes emplea la metáfora de la
construcción de un edifico en referencia al conjunto de los conocimientos
humanos. El hecho de que ambos filósofos compartan esa imagen nos pare-
ce sugestivo teniendo en cuenta que sus obras parecen ser un intento por
llevar a cabo dicha construcción. De este modo, creemos que la importancia
de la metáfora de la construcción es que se encuentra inmersa en dos for-
mas de pensamiento preocupadas por hablar en términos muy generales de
la razón y dar cuenta así de la estructura de todo el conocimiento humano.
Lo que nos interesa, para efecto de mirar la actitud política en la filosofía
kantiana, que el uso que da Kant a esa metáfora es muy diferente. A partir
22
El subrayado es mío
48
de tal diferencia su pensamiento se nos muestra en claro contraste con la
filosofía de corte racionalista iniciada en Descartes, lo que nos da luces so-
bre la forma como queremos entender la Crítica.
Según Descartes
para empezar a reconstruir la casa en que se vive no basta haberla derribado
y haber hecho acopio de materiales y arquitectos, o haberse ejercitado uno
mismo en la arquitectura y haber trazado cuidadosamente el plano, sino que
también hay que proveerse de alguna otra habitación en donde pasar cómo-
damente el tiempo que dura el trabajo, de igual modo, con el fin de no perma-
necer irresoluto en todas mis acciones mientras la razón me obligase a serlo
en mis juicios (...). (1979, p. 86).
De acuerdo con eso la búsqueda de un método conlleva tener bien claros los
ámbitos estrictamente racionales y los estrictamente prácticos. Por un lado
está el ejercicio de la razón y el empleo de esta en la consecución de una
empresa que lleve a buen término y por un camino seguro los saberes
humanos. Por otro lado están la vida y sus circunstancias, aquellas según
las cuales el hombre ha de dirigir no su razón sino sus acciones.
El método cartesiano es entonces un método restringido. En esa medida
estamos ante una forma de comprender el método que no abarca todo lo
humano y la fundamentación se da aisladamente dentro de los asuntos
humanos. Como el punto de partida cartesiano es la duda radical, la vida y
los asuntos políticos deben ser mantenidos a raya.
Por esa razón la búsqueda del fundamento absoluto no puede quedar en
manos de una sociedad. Esto, pues Descartes cree mostrarnos “la única
manera iluminadora de presentar la filosofía, el orden de descubrimiento: un
orden de descubrimiento que, sin embargo, no es arbitrariamente individual,
sino idealizado, la ruta fundamental por la que debería desplazarse el pen-
samiento humano desde la experiencia cotidiana hacia una mayor perspica-
cia filosófica” (Williams, 1978, p. 23)
49
Para Descartes “la pluralidad de votos (...) [es] una prueba que valga nada
tratándose de verdades difíciles de descubrir, pues es más verosímil que las
encuentre un hombre solo que todo un pueblo” (1979, p. 81); lo plural no va
de la mano con lo fundacionalista. Sólo evitando la participación de varios
individuos en la construcción del edificio, Descartes se permite desarrollar y
concebir un método que funde el ejercicio racional en la certeza.
Como hemos dicho, la Crítica de la Razón Pura se preocupa por hallar un
método y en esa medida su autor no es ajeno a la actitud cartesiana. No
obstante, nos parece que Kant no pretende dar el primer paso en la estructu-
ración del saber con sus determinadas bases, es decir, no pretende, usando
la imagen cartesiana, sembrar la semilla del árbol del conocimiento. Esto, en
últimas, es no querer fundar el saber humano concebido en el orden de un
descubrimiento introspectivo. Kant da otro rumbo a su investigación en la
medida en que el inicio de su crítica es un llamado a una deliberada integra-
ción de la humanidad.
Esto lo corrobora el lema de la obra. Después del título, como epígrafe en la
segunda edición, aparecen las siguientes líneas:
Sobre nosotros mismos callamos. Deseamos, en cambio, que la cuestión aquí
tratada no sea considerada como mera opinión, sino como una obra y que se
tenga por cierto que no sentamos las bases de alguna secta o de alguna idea
ocasional, sino las de la utilidad y dignidad humanas. Deseamos, pues, que,
en interés propio... se piense en el bien general... y se participe en la tarea.
Asimismo, que no se espere de nuestra instauración que sea algo infinito o
suprahumano, puesto que en realidad es el término conveniente y el fin de un
error inacabable.23
Estas palabras hacen comprensible la actitud que Kant quiere transmitir y
ponen en franca confrontación el pensamiento kantiano y el cartesiano. Al
tomar como suyas las palabras de Bacon en Instauratio Magna, Kant no
quiere hablar de sí mismo ni edificar nada a partir de sus experiencias auto-
23
Tomo la traducción que aparece en la edición española de Pedro Ribas, en la que se indica que los puntos suspensivos son omisiones efectuadas por Kant.
50
biográficas. Sus experiencias introspectivas referidas al descubrimiento de
una base sólida del conocimiento no entran, si es que Kant las tuvo, en los
preliminares que determinan el curso de la investigación.
Para el filósofo alemán, el uso de la razón debe depender sólo de la relación
de ese ejercicio con los demás individuos a pesar de que pensar no sea una
actividad grupal. Kant convoca desde el principio de la crítica a una audien-
cia y no sólo expone las razones que lo llevan a seguir un camino indivi-
dual24. Por eso lo primero es callar sobre nosotros mismos.
En su llamado a compartir un contexto común de creencias y de opiniones
que permitan avanzar en el conocimiento, las preguntas venideras tienen
que ser abordadas como una oportunidad de participación. No deben ser
consideradas sólo como una lección que el autor pretende impartir. Reto-
mando a Descartes cuando en el Discurso se refiere a la conformidad de
todo el mundo con el buen sentido que posee, su actitud nos sugiere que
hallar y entender la verdad es una cuestión de genio a pesar de que todos
contemos con las capacidades para hacerlo.
Kant, por su parte, nos sugiere algo distinto, a saber: que no existen unas
pocas mentes libres de prejuicios que por esto puedan aprehender la verdad
con completa claridad racional. Esto nos recuerda que los intentos por unifi-
car la razón en un sólo método científico dogmático no son útiles. Recorde-
mos las imágenes conflictivas que Kant señala en el primer prefacio de la
Crítica marcadas por despotismos y nomadismos en referencia metafórica al
estado de la metafísica. También lo que nos dice en el segundo prefacio
cuando señala que la metafísica fue reina de todos los saberes; hay que
considerar que estamos ante una cuestión que implica resistirse a atavis-
mos, además de tratarse de un asunto de carácter público. La metafísica es
24
Así que, como punto preliminar, hay que considerar que “la razón puede hallarse (por completo o en parte) dentro de cada sujeto pero no puede descubrirse por introspección”
24
de manera que de ésta surja el método para construir el edifico de los conocimientos (Rea-son may be (in whole or in part) “in” each participant, but cannot be discovered by introspec-tion). (O´Neil, 1995, p. 7)
51
el foco de errores de la razón que debe ser criticado y la fuerza con que han
arraigado los supuestos que la hicieron en un tiempo reina de todas las cien-
cias se han convertido en todo un escándalo de la razón.
El programa kantiano consiste, entonces, en la reunión de una audiencia
que, al reunir todas las provincias de la actividad intelectual bajo la batuta de
la razón, pueda llevar a buen término el ejercicio de la metafísica. Por mucho
tiempo ésta ha encontrado los subterfugios adecuados de manera que “in-
numerables veces hay que volver sobre los pasos andados, porque el cami-
no no conduce a donde se quiere ir” (A XIV).
El procedimiento de la metafísica es engañoso y ha sido un andar a tientas
hasta que empieza la crítica, que parte de ese supuesto. Entonces ¿qué es
la crítica? Veamos lo que nos dice Kant, sobre su época que es
en verdad la época de la crítica, a la que todo debe someterse. La religión, a
través de su santidad, y la legislación, a través de su majestad, pretenden de
ordinario sustraerse a ella. Pero al hacerlo suscitan sospechas justificadas
contra sí mismas y no pueden exigir una estimación que la razón sólo imparte
a lo que se puede examinar de manera pública (A XI)
La Crítica consiste, entonces, en la limitación de la razón para examinar todo
fruto de la razón en medio de lo público y no puede ser un proceso indivi-
dual. Este examen público es una forma de introducción al sistema o tratado
sobre el método, que luego su autor querrá ver completado y por esto no se
trata de una doctrina del sistema mismo.
La crítica es un esbozo de la arquitectura, es decir el plan o el método, que
se requiere para garantizar la completitud y la certeza de “todas las partes
que componen” (B27) el cuerpo del conocimiento; esto sólo lo garantiza una
discusión con los demás seres racionales. De acuerdo con esto se trata de
una labor participativa pero no como si se estuvieran enlazando una serie de
opiniones individuales, como si sentaran las bases de alguna secta o idea
ocasional.
52
Si así fuera, entonces los intentos previos de la construcción del edificio
habrían sido válidos y la utilidad de la crítica sería nula. No obstante, en cla-
ve kantiana esos intentos fueron aislados e inútiles a la razón, constituyendo
así la balcanización de la razón o la desmembración de ésta como fuente del
saber en cortas y aisladas representaciones que entraron en conflicto e im-
pidieron su avance en el conocimiento.
Para que tenga lugar la participación, y para que de ésta se extraigan resul-
tados verdaderamente útiles que contribuyan a la dignidad humana, Kant
pretende generar una conciencia crítica; tiene que convocar a una audiencia
interesada en estos asuntos.
La audiencia que Kant convoca es aquella que está llamada a constituir el
tribunal del que ya hemos hablado que juzgue la razón. Este tribunal no es
otro que el público en el que han recaído todas las frustraciones pasadas
que se han traducido en luchas y desgarramientos entre bandos, a su vez,
divididos. Esos bandos son los que, en relación con el método, han asumido
posturas contrarias, a saber: los ya mencionados dogmáticos y escépticos.
Frente a estos dos adversarios encarnizados, Kant se mantiene en un fuerte
contraste al denunciar de la incomunicación que reina entre ellos. Recorde-
mos que al principio de la Metodología Trascendental y en Cómo Orientarse
en el Pensamiento Kant nos habla de confusiones lingüísticas entre los obre-
ros del edificio de la razón; así, lo que la causa de los conflictos en la razón
ha sido la no llegar a acuerdos mutuos que permitan juicios verdaderamente
racionales, esto es, juicios que sólo provengan de la razón. Kant no cede
ante ninguna de las dos sino que los confronta con lo que él llama armas de
razón.
El dogmático pretende influir en el ejercicio de la razón diciendo que hay una
verdad con unas características y una forma específicas y que hay unos su-
puestos que hay que seguir para acceder a ella. Esto lo hace sin criticar de
manera exhaustiva la forma en que puede acceder a esa verdad, es decir,
53
sin mirar si es legítima esa pretensión unificadora de la razón y hasta donde
le alcanzan los materiales con los que cuenta. Según este concepto de ver-
dad dogmático, otros conceptos se excluyen. El escéptico reacciona de in-
mediato y hace sentir su voz de protesta diciendo que es imposible conocer
esta verdad. Siendo esto así, es tan válida una como otra postura dogmática
y adherir a alguna es cuestión de capricho.
El crítico llama a la paz y motiva a ambos bandos a que realicen investiga-
ciones sobre las facultades humanas que han sido dadas. Esto será posible
sin que tengamos que llegar a dar cuenta de cómo o por qué nos han sido
dadas esas facultades; en eso se basa el examen crítico de la razón o la
respuesta a la pregunta “¿qué es posible conocer?”.
Sin embargo, al principio de la obra no es claro cómo hace esto el filósofo
crítico. Hasta ahora sólo hemos visto que la crítica parece ser un llamado a
la participación colectiva. ¿Podría pensarse que lo primero en el orden de
importancia dentro del tratado sobre el método es constituir el tribunal? La
respuesta es sí. El hecho de que Kant no empiece estableciendo un funda-
mento sólido a partir del cual conducir su investigación implica que la razón
no puede empezar a juzgarse inmediatamente.
3.2 Filosofía y matemáticas
Hemos visto que Kant no quiere seguir la senda de la modernidad cartesiana
y por eso toma un punto de partida diferente. Ahora veremos un aspecto
más que marca esta diferencia, aunque creemos que este aspecto merece
una consideración más profunda, pues constituye en sí mismo un problema
filosófico de largo aliento para los estudios sobre el pensamiento kantiano.
54
Este asunto es la forma en que se presente la relación filosofía-matemática
en contraste con la noción cartesiana de la misma relación.
Al fundamentar su labor con principios extraídos de su examen introspecti-
vo, Descartes propone al inicio de su discurso unos principios inamovibles
de la razón que tendrán que coincidir con los resultados de la investigación.
En las primeras líneas de las Meditaciones Metafísicas se nos presenta unas
determinantes del carácter fundacionalista del pensamiento cartesiano:
Hace ya mucho tiempo que me he dado cuenta de que desde mi niñez, he
admitido como verdaderas una porción de opiniones falsas, y que todo lo que
después he ido edificando sobre tan endebles principios no puede ser sino
muy dudoso e incierto; desde entonces he juzgado que era preciso acometer
seriamente, una vez más en mi vida, la empresa de deshacerme de todas las
opiniones a que había dado crédito, y empezar de nuevo, desde los fundamen-
tos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias (1970, pp.
93).
De este modo, el filósofo francés constituye su método filosófico desde dos
aspectos a saber: (1) hallando proposiciones fundamentales que, en cuanto
tal, no apelen a otras; (2) derivando cualquier otra justificación del resultado
de su investigación. En ambos casos no se establecerá nunca en qué límites
se puede encarar una investigación racional; mucho menos habrá ocasión
para que otros investigadores revisen críticamente el edificio de las ciencias,
pues sólo dentro de los fundamentos que han sido impuestos por el solitario
Descartes, se podrá realizar tal revisión.
Kant, por su parte, conducido por su afán de examinar la razón antes de
usarla, manifiesta su interés porque la tarea de fundamentar la autoridad de
la razón sea política. Esto significa propiciar la participación y la contribución
al bien común. Por eso lo primero es la descripción de la empresa, juzgar la
razón, mirar qué la caracteriza, hasta dónde puede llegar. Luego viene la
determinación del método.
55
A partir de esto se puede entender por qué Kant se opone al paradigma car-
tesiano, que caracteriza a todo el racionalismo, de mezclar la filosofía y la
matemática en un mismo conjunto. Aunque las matemáticas sean una forma
ejemplar de llevar a cabo progresos con la razón pura, sus métodos no sólo
no sirven para la filosofía, sino que además la llevan a construir falsas ilusio-
nes.
El fundamento del conocimiento humano obtenido por Descartes es el resul-
tado de un procedimiento verdadero que Descartes ha diseñado a lo largo
de su vida para alcanzar todas las cosas de que su espíritu fuera capaz. Su
estudio de la lógica, las matemáticas y el análisis de los geómetras lo llevan
a un método, “que reuniendo las ventajas de estos tres, estuviese libre de
sus defectos.” (1979, p. 82); se formula en las cuatro famosas reglas dentro
de las cuales la del análisis marcará profundamente el desarrollo del pensa-
miento cartesiano, por lo menos en su aplicación a la filosofía.
Kant no da luces, al principio, sobre cómo reconocer la absoluta validez del
plan que debe seguir la razón para su autorreforma. Se trata sólo de realizar
una propuesta. Hay que mirar si el éxito que tuvo la lógica o las matemáticas
en su desarrollo se tiene también en la reforma de la metafísica, que se ocu-
pa de los asuntos más importantes que conciernen a la humanidad. Pero la
filosofía no puede tener un método análogo al de la geometría o al de las
matemáticas, por lo que
es necesario desprenderse de la última ancla de una esperanza fantástica, por
así decirlo, y mostrar que la práctica del método matemático es incapaz de re-
portar el menor beneficio en este tipo de conocimiento [el metafísico] –como
no sea el de revelar tanto más claramente sus debilidades; que la geometría y
la filosofía son dos cosas completamente distintas, por más que se den la ma-
no en la ciencia de la naturaleza; que consiguientemente, el procedimiento de
una nunca puede ser imitado por la otra. (A726/B754)
El análisis no le genera una curiosidad considerable a Kant cuando fija la
tarea de la filosofía, que es establecer los límites propios de la razón. La filo-
56
sofía no opera ni con axiomas ni con definiciones de los cuales los juicios
analíticos pueden ser derivados. Así, el edifico del conocimiento humano que
se construya more geométrico tiene el inevitable destino de ser inestable y
débil; “siguiendo su método propio, el geómetra no puede dar lugar en filo-
sofía más que a castillos de naipes; el filósofo, siguiendo el suyo, no puede
producir más que palabrería” (A727/B755)
Asimismo, Kant rechaza la pretensión de empezar a filosofar definiendo,
pues en realidad en filosofía no se puede partir de definiciones perfectas. De
ese modo, si no se pudiera emplear un concepto en filosofía antes de cono-
cer su precisa definición, la filosofía tendría más problemas de los que Kant
mismo denuncia con su crítica. Por eso,
desde el momento en que pueden utilizarse bien y con seguridad los elemen-
tos (de la descomposición) hasta donde alcancen, también pueden emplearse
con gran provecho las definiciones defectuosas, es decir, las proposiciones
que no constituyen aún definiciones propiamente dichas, pero que son, por
otro lado, verdaderas y, por consiguiente, aproximaciones a una definición”
(A731/B760-A732/B7601)
Vemos así, una vez más, sugerida la actitud antifundacionalista de Kant. Él
no inicia la crítica partiendo del orden del descubrimiento, y por esto no está
sugiriendo que su razón, por motivos inciertos, tenga la claridad que las de-
más no tienen para proponer las definiciones precisas iniciales. Tanto el
descubrimiento de una base para el conocimiento como las definiciones de
los conceptos para explicar esa base o fundamento sólo pueden ser el resul-
tado de un examen común que permita a cada constructor de la razón
aprender a filosofar. Esto implica aprender aquella actividad por medio de la
cual buscamos de manera rigurosa concretar una ciencia que se halla sólo
en idea, esto es la filosofía, mientras se ejercita “el talento de la razón si-
guiendo sus propios principios generales en ciertos ensayos existentes, pero
siempre salvando el derecho de la razón a examinar esos principios en sus
propias fuentes y a refrendarlos o rechazarlos” (A838/B866).
57
Si bien para esto hay que desarrollar un método éste no puede lograrse sin
la comparecencia de unos a otros. Así el filósofo no puede elevarse por en-
cima de los demás hombres si se entiende por filósofo a aquel que se pre-
ocupa por filosofar en el sentido mencionado. Más bien, filósofo puede ser
entendido acá como aquel que atiende ese primer llamado a la tarea crítica y
supera, como Kant, el individualismo intensificado de corte cartesiano según
el mismo lo confiesa (Kant, 1990, citado por Arendt, 2003, p.59)
Yo mismo soy por gusto investigador. Siento toda la sed por el conocimiento y
la inquietud desasosegada por conocer siempre más, así como también el
contenido que hay en todo progreso. Algún tiempo creí que todo esto podía
constituir el honor de la humanidad y despreciaba a la plebe que no sabe. Pero
Rousseau me ha traído a lo que es recto. Esta prerrogativa deslumbrante des-
aparece, aprendo a honrar a los hombres, y me encontraría a mí mismo más
inútil que los trabajadores comunes si no creyera que esta consideración pue-
da participar a todos los demás un valor para restablecer de nuevo los dere-
chos de la humanidad
58
CONCLUSIONES
En general, la crítica kantiana a la razón sigue un derrotero que tiene
los siguientes tres pasos: hay ciertos objetos sobre los que nuestra
facultad racional desea tener un conocimiento sistemático que sus
propios límites no le permiten conocer. Ante esa imposibilidad, pero
también ante la necesidad de conocerlos, esa misma razón, que no
cesa de tender hacia su propia libertad, nos muestra que, aunque
esos objetos no nos hagan ninguna falta para el saber teórico su im-
portancia se halla en el uso práctico de la razón que depende de la li-
bertad. Teniendo en cuenta que esa libertad sólo debe ser pública y
que por lo mismo la razón sólo debe desarrollarse públicamente, la
crítica de la razón se nos presenta como una forma de garantizar ese
tipo de libertad. A partir del ejercicio de la razón en este sentido la
crítica nos garantiza un progreso en los asuntos sobre los que siem-
pre se ha querido avanzar.
Una vez que la crítica cobra este sentido se entiende por qué dentro
de ella hay una serie de recursos políticos y jurídicos según los cuales
se deben dar dos avances principales dentro de la razón, a saber: (1)
la superación de conflictos que han impedido a la razón poner en un
solo sistema fuerte los conocimientos que, según sus capacidades,
puede alcanzar y los que ya ha alcanzado. (2) hacer de esa supera-
ción el primer paso para que, por medio de un debate entre muchos
racionales, se logre consolidar ese sistema y la instauración de un tri-
bunal de la razón rinda sus frutos.
59
Finalmente, vemos cómo todo el andamiaje crítico hecho por Kant
puede ser visto como un ejercicio intelectual en contraste con los su-
puestos filosóficos formulados en el inicio de la modernidad, en la fi-
gura de Descartes. Este contraste ha sido formulado en términos de
un “antifundacionalismo”. Con éste hemos intentado mostrar, de nue-
vo, una apuesta por parte de Kant a hacer de la labor intelectual un
asunto público que por lo mismo comprende un uso práctico de la
razón en sentido principalmente político.
60
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