Neopatrimonialismo Definicion Clara

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NEOPATRIMONIALISMO, POPULISMO Y COMUNITARISMO María Gloria Trocello ∗∗ La presente ponencia pretende llamar la atención respecto de la articulación de algunas categorías teóricas que ayuden a comprender los procesos de concentración de recursos de poder por parte de quienes ejercen la dominación política, en especial en unidades de escala menor al Estado Nación. El análisis responde a la preocupación respecto de los modos de convivencia entre el régimen político formal y modos casi feudales de ejercicio de la dominación política. Se trata en suma de investigar la calidad de la democracia en aquellos regímenes provinciales en donde alrededor de un líder se organizan estructuras informales consolidando sistemas estables de dominación. Además en estos espacios regionales la cercanía entre elites y gobernados es funcional a forma de dominio más personalizada. Todo ello va configurando, a su vez una especial modalidad de cultura política opuesta al modelo republicano formalizado, e inscripto en formas particularistas de institucionalidad informal. Tales circunstancias - entiendo - conforman un régimen político específico, que daré en llamar neopatrimonialista y que genera una cultura política de índole particularista. Acorde con lo expuesto el objetivo general del presente trabajo es, poner en tensión las categorías “neopatrimonialismo”, “populismo” y “comunitarismo” para investigar las características de la cultura política que generan los regímenes políticos formalmente republicanos que conviven con prácticas particularistas socialmente institucionalizadas. A modo de hipótesis de trabajo se sostiene que la convivencia de instituciones democráticas con prácticas particularistas (clientelares en sentido amplio) se legitima a través de discursos de formato populista que les proporcionan la cobertura simbólica, abrevando en interpelaciones ideológicas de corte fuertemente comunitaristas. Se conforman así procesos de identidades colectivas que disuelven el espacio plural y la autonomía de los sujetos llevando a la constitución, por decirlo con Juan Ramón Capella (1993), de “ciudadanos siervos”. Comenzaremos por analizar el régimen político neopatrimonialista para luego avanzar en los modos utilizados para su legitimación y observar los aportes desde las categorías populismo y comunitarismo. El presente es un avance de la tesis doctoral “Régimen Neopatrimonialista” del Doctorado “Pensamiento Político, Democracia y Ciudadanía” Departamento de Derecho Público. Área de Filosofía Política. Universidad Pablo de Olavide. Sevilla. España. ∗∗ Profesora e investigadora de la Universidad Nacional de San Luis. Directora del Proyecto de Investigación Consolidado “Régimen político y Cultura política “ PROICO 59105.

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NEOPATRIMONIALISMO, POPULISMO Y COMUNITARISMO∗

María Gloria Trocello∗∗

La presente ponencia pretende llamar la atención respecto de la articulación de

algunas categorías teóricas que ayuden a comprender los procesos de concentración de

recursos de poder por parte de quienes ejercen la dominación política, en especial en unidades

de escala menor al Estado Nación. El análisis responde a la preocupación respecto de los

modos de convivencia entre el régimen político formal y modos casi feudales de ejercicio de

la dominación política. Se trata en suma de investigar la calidad de la democracia en aquellos

regímenes provinciales en donde alrededor de un líder se organizan estructuras informales

consolidando sistemas estables de dominación. Además en estos espacios regionales la

cercanía entre elites y gobernados es funcional a forma de dominio más personalizada. Todo

ello va configurando, a su vez una especial modalidad de cultura política opuesta al modelo

republicano formalizado, e inscripto en formas particularistas de institucionalidad informal.

Tales circunstancias - entiendo - conforman un régimen político específico, que daré en

llamar neopatrimonialista y que genera una cultura política de índole particularista.

Acorde con lo expuesto el objetivo general del presente trabajo es, poner en tensión las

categorías “neopatrimonialismo”, “populismo” y “comunitarismo” para investigar las

características de la cultura política que generan los regímenes políticos formalmente

republicanos que conviven con prácticas particularistas socialmente institucionalizadas. A

modo de hipótesis de trabajo se sostiene que la convivencia de instituciones democráticas con

prácticas particularistas (clientelares en sentido amplio) se legitima a través de discursos de

formato populista que les proporcionan la cobertura simbólica, abrevando en interpelaciones

ideológicas de corte fuertemente comunitaristas. Se conforman así procesos de identidades

colectivas que disuelven el espacio plural y la autonomía de los sujetos llevando a la

constitución, por decirlo con Juan Ramón Capella (1993), de “ciudadanos siervos”.

Comenzaremos por analizar el régimen político neopatrimonialista para luego avanzar en los

modos utilizados para su legitimación y observar los aportes desde las categorías populismo y

comunitarismo.

∗ El presente es un avance de la tesis doctoral “Régimen Neopatrimonialista” del Doctorado “Pensamiento Político, Democracia y Ciudadanía” Departamento de Derecho Público. Área de Filosofía Política. Universidad Pablo de Olavide. Sevilla. España. ∗∗ Profesora e investigadora de la Universidad Nacional de San Luis. Directora del Proyecto de Investigación Consolidado “Régimen político y Cultura política “ PROICO 59105.

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1. EL REGIMEN POLITICO NEOPATRIMONIALISTA

Considero pertinente partir del concepto de régimen político que aporta José

Antonio Garretón (2002) pues hace de la mediación institucional su elemento constitutivo.

Para analizar una sociedad determinada Garretón propone el concepto de matriz socio

política (o matriz de constitución de la sociedad)- Esta es una matriz de relaciones entre

Estado (momento de unidad y dirección de la sociedad), sistema de representación

(momento de agregación de demandas globales y políticas) y la base socioeconómica y

cultural (momento de participación y diversidad de la sociedad civil). Garretón explicita que

la mediación institucional entre estos elementos es el régimen político.

Así pues, lo que interesa remarcar en este esquema conceptual es la importancia de ver

al régimen político como mediación institucional. El régimen político que concilia las

relaciones Estado-Sociedad genera las formas institucionalizadas que se reiteran, y que son

internalizadas como habitus1 por los actores sociales. Estas instituciones son prácticas

políticas legitimadas por discursos sociales que le otorgan sentido, y permiten a los actores

conocer como manejarse en el mundo social. Por ello para analizar un régimen político no

alcanza con analizar las prácticas políticas sino que deben mirarse sus acciones simbólicas.

Por ello la propuesta es analizar el régimen político desde sus instituciones –formalizadas e

informales2.-, y en tal sentido abordar sus las prácticas institucionalizadas sumadas al sistema

simbólico que genera su legitimación.

Para la caracterización de lo denomino regímenes neopatrimonialistas, debe

reconocerse que es Oscar Oszlack (1980:4) el primero que utiliza esta denominación para

regímenes políticos en Argentina, y retoma de Weber la calificación de “patrimonialistas”

para designar las situaciones contemporáneas en donde la dominación de un sólo hombre

necesita de funcionarios para ejercer la autoridad. Remarca que si bien se rodean de las

instituciones formales de la democracia, se advierte una alta discrecionalidad por parte del

que ejerce el Poder Ejecutivo, extendiendo su influencia a los otros poderes del Estado. El

patrimonialismo remite a la gran concentración de recursos de dominación en un “señor”,

1 A partir de recorrer las modificaciones que el concepto de habitus sufre en los diferentes trabajos de Bourdieu, Alicia Gutiérrez (1995:65)lo sintetiza como “ aquella disposición a actuar , percibir , valorar , sentir y pensar de una cierta manera más que de otra, disposiciones que han sido interiorizadas por el individuo en el curso de la historia. El habitus es, pues, la historia hecha cuerpo” 2 En este marco entendemos por instituciones un patrón regularizado de interacción que es conocido, practicado y aceptado (si bien no necesariamente aprobado) por actores que tienen la expectativa de seguir interactuando bajo las reglas sancionadas y sostenidas por ese patrón”. (O’Donnell:G. 1997 b:310)

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que reparte favores a una elite prebendaria, y que termina transformando al Estado en su

“propiedad privada”.

La tipificación weberiana de patrimonialismo sigue siendo de utilidad y quizás por ello

sea tan escaso el desarrollo teórico de la categoría. Weber (1974:181 y ss) explica que la

estructura patricial de dominación es patrimonial cuando aparece un señor y sus compañeros

se transforman en súbditos. La característica, entonces, es el reparto de bienes a los miembros

del círculo. Cuando la autoridad se ejerce dentro de las organizaciones políticas, se denomina

estatal-patrimonial, y su forma es semejante a la establecida en la comunidad doméstica. Una

posición patrimonial carece, sobre todo, de la distinción burocrática entre la esfera “privada"

y la oficial. El capricho puramente personal del soberano decide sobre los límites que

corresponden a las “competencias” de sus funcionarios (ídem:774)3.

La característica esencial de estos regímenes es que terminan adueñándose del Estado

para hacer uso discrecional de sus recursos. A través de la ocupación del gobierno, y por su

permanencia posteriormente del Estado se ejerce un tipo de la violencia simbólica4 que

permite legitimar prácticas clientelares, prebendarias y corruptas, aunque deben contar con

legitimidad electoral, y convivir con las instituciones formales exigidas por el sistema jurídico

(presidencialista republicano, monarquías parlamentarias etc.). El tener que cumplir con

requerimientos formales democráticos – republicanos en nuestro caso- entiendo justifican

utilizar el prefijo “neo”, toda vez que se tipifican con una exigencia, no requerida por los

modelos históricos weberianos5. La denominación – entonces- de regímenes

neopatrimonialistas obedece a que es ineludible la legitimidad electoral y el cumplimiento de

formalidades republicanas.

3 Guillermo O'Donnell (1989, 1997 a –b) utiliza el vocablo para caracterizar los modos conductuales de las democracias delegativas, y también como resabios del autoritarismo en el cono sur de América (O'Donnell , 1997 d). Se encuentra también en la literatura alusiones a conductas patrimonialista o “patrimonialización el Estado” (O'Donnell, G y Da Matta, N. 1989). Lo importante es dejar en claro que se está haciendo alusión a la institucionalización de prácticas políticas que borran la diferencia entre esfera pública y esfera privada. 4 La violencia simbólica tiene su origen en la relación entre las estructuras que constituyen el habitus de los dominados y la estructura de dominación que las sustentan: el dominado percibe al dominante a través de las categorías producidas por la relación de dominación y que, por lo tanto, son funcionales a los intereses del dominante. Bourdieu (1996:7, yss). 5 En este sentido José Nun (1994) coincide con Gordon Allport que expresa "que los científicos sociales nunca resuelven los problemas que se plantean; simplemente terminan por aburrirse de ellos"; para luego reflexionar y aclarar que "precisamente por eso, es casi inevitable que los mismos problemas regresen después de un tiempo, a veces precedidos por la partícula neo". Cuando se habla de retorno a lo conocido, seguramente se está hablando de patrimonialismo, populismo, clientelismo, cesarismo, prebendalismo etc. en general de las prácticas que producen la disolución del espacio público en los espacios (o intereses) privados de los que ejercen la dominación política. El prefijo "neo" es usado en la doctrina italiana, en donde el "neopatrimonialismo" se asocia a la idea de apropiación de los grupos económicos que aprovechan prebendariamente las estructuras del Estado (Sapelli, 1998).

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Se trata entonces de regímenes políticos formalmente republicanos, en los que un

líder -como consecuencia de controlar el partido dominante en el campo político- permanece

en el gobierno apropiándose de los recursos materiales y simbólicos del Estado. El líder, y la

elite que lo rodea, concentran importantes recursos de dominación, que les permite ser

dominante en el “campo del poder” (Bourdieu, P.1996:10) llegando a condicionar

estructuralmente el funcionamiento de los otros campos sociales. Paralela a la formalidad

republicana, la institucionalidad informal conformada por prácticas particularistas es

preponderante. No obstante estas prácticas suelen contar con eficientes sistemas de cobertura

simbólica que aseguran el consenso popular y el éxito electoral. El discurso político que busca

su legitimación tiene generalmente un claro formato populista y abreva en diversos sistemas

significantes (míticos, religiosos e ideológicos), según les sea eficaz para sus objetivos Las

prácticas y las distintas interpelaciones ideológicas se orientan a constituir una cultura

política en donde se diluye la percepción de la ciudadanía generándose modalidades –

materiales y simbólicas- de “servidumbre” estatal. Esta caracterización debe contemplar la

dimensión socioeconómica, para analizar si se viabilizan prácticas clientelares, lo que resulta

previsible si se dan altas tasas de pobreza y desigualdad social y una población

"dependiente" del accionar del Estado.

Para avanzar en el análisis preciso afrontar su estudio desde un aspecto dinámico y de

interacción entre autoridades públicas y ciudadanía, a fin de poder explicar cómo se

configuran los actores sociales. A tal fin planteo, siguiendo la propuesta de John B

Thompson(1987)6, centrar el análisis en términos de proceso siguiendo tres fases:

sociohistórica; discursiva e interpretariva . Se debe mirar en primera instancia las condiciones

de posibilidad que permiten la conformación de un determinado régimen político (análisis

estructural) en donde propongo centrarnos en dos cuestiones: la base socioeconómica y los

modos de concentración de recursos de dominación.. Luego para los modos que adoptan las

instituciones debemos adentrarnos en las prácticas políticas y los discursos que las legitiman

(análisis institucional). Finalmente se puede, entonces, entrar en la fase interpretativa y

abordar la cultura política y los procesos de constitución de identidades colectivas que

constituyen a los sujetos, y los modos posibles del ejercicio de la ciudadanía (análisis

cultural). Se sintetiza la propuesta en el cuadro siguiente.

6 En el planteo de Thompson, la segunda instancia se enfoca como análisis discursivo. Entiendo que para un planteo más acabado debe informarse también de las prácticas sociales a la que los discursos dan cobertura, y por ello el análisis institucional que se propone.

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ETAPAS DEL ANÁLISIS DIMENSIONES ANALÍTICAS BASE SOCIOECONÓMICA

1 ANÁLISIS SOCIO HISTÓRICO Las condiciones de posibilidad del régimen político (Dimensión estructural)

El CONTROL DE LOS RECURSOS DE DOMINACIÓN INSTITUCIONALIDAD FORMAL REPUBLICANA

2 ANÁLISIS INSTITUCIONAL El régimen político como mediación (Dimensión institucional propiamente dicha)

INSTITUCIONALIDAD INFORMAL PARTICULARISTA

PRÁCTICAS

Y

DISCURSOS

LA DIMENSIÓN CULTURAL : LA CONSTRUCCIÓN DE LAS IDENTIDADES POLÍTICAS

3 ANÁLISIS INTERPRETATIVO La cultura política como producto del régimen (Dimensión cultural y subjetiva) LA DIMENSIÓN SUBJETIVA :

LA CONSTITUCIÓN DE LA CIUDADANÍA

2 . EL.ANÁLISIS SOCIO HISTÓRICO

2.1 La base socioeconómica

Al referirnos las condiciones de posibilidad para el surgimiento de regimenes

neopatrimonialistas hacemos alusión a aquellas condiciones socio-históricas que viabilizan su

surgimiento y su consolidación. Sintéticamente diremos que estas modalidades se ejercicio de

la dominación política se dan en sociedad signadas por la dependencia económica y la

exclusión. Sólo con recordar que las sociedades latinoamericanas se insertan en el proceso de

globalización en forma complicada, asociadas a sus problemas de dependencia de las

estrategias externas de dominación, como así también a cambios profundos podemos hacer

una síntesis de sus características : 1) el advenimiento y relativa consolidación de sistemas

político-institucionales democráticos; 2) el agotamiento del modelo de "desarrollo hacia

adentro" -industrialización con rol dirigente del Estado- y su reemplazo por procesos de

privatizaciones y fuerte papel del sector privado buscando la inserción en la economía

globalizada y dominada por las fuerzas transnacionales del mercado; 3) la transformación de

la estructura social, con el aumento de la pobreza, las desigualdades, la marginalidad y la

precariedad de los sistemas laborales; y 4) la crisis de las formas clásicas de modernización y

de cultura de masas de las elites dirigentes, y el reconocimiento y desarrollo de fórmulas

propias e híbridas de modernidad. (Garretón 2002: 13-14).

La cuestión central es que el vacío dejado por la antigua matriz de centralidad estatal -

que los autoritarismos militares habían desarticulado- no logra reemplazarse por otra

6

configuración estable y coherente de las relaciones entre Estado y sociedad. Tres grandes

tendencias se vislumbran. Por un lado, el neoliberalismo, como uno de los polos

contradictorios, negador de la política mediante una visión distorsionada y unilateral de la

modernización que intenta plantear una política instrumental que sustituye la acción colectiva

por la razón tecnocrática y donde la lógica de mercado parece aplastar cualquier otra di-

mensión de la sociedad. Otro polo es de reacción al neoliberalismo y a la globalización, que

también critica al Estado y la política, pero desde la sociedad civil, apelando a su

reforzamiento, ya sea a través de los principios de ciudadanía, participación, empoderamiento

o de las diversas concepciones del capital social ya sea a través de la invocación a principios

identitarios y comunitario (ídem: 13).

Entre estos dos polos contradictorios, se percibe una salida democrática para evitar la

destrucción de la sociedad por el mercado, los poderes ficticios o el particularismo. Ésta se

inscribe en refuerzo de las instituciones republicanas o sea una visión más institucionalista del

refuerzo del papel del Estado y de la democracia representativa.

Pero también los vacíos que dejan estas tres tendencias, por su incapacidad de

reconstituir una nueva matriz sociopolítica, pueden llevar a un deterioro importante de la

democracia ya que existen el peligro de que resurjan los modos arraigados en la cultura

política:

“nostalgias populistas, clientelistas, corporativistas o partidistas y, en caso de

extrema descomposición, caudillismos neopopulistas, pero ya sin la convocatoria de grandes

proyectos ideológicos o de movilizaciones de fuerte capacidad integrativa. Estas nostalgias

aparecen más bien como formas fragmentarias, muchas veces en forma paralela a elementos

anómicos, apáticos o atomizadores y en algunos casos delictuales, como el narcotráfico y la

corrupción. (Garretón, J.A. ídem: 14)

Entre las posibles salidas, la crítica situación económica no es una variable que aporte

a la construcción republicana y a la ciudadanía activa, y las incógnitas respecto del futuro de

la democracia argentina son muchas, pues se conjugan condiciones de posibilidad para que

se constituyan regímenes de baja intensidad republicana (Portantiero, J.C. 1997): tal es el caso

de los regímenes neopatrimonialistas.

2.2 - Las formas de concentración de recursos de dominación estatal

La otra condición de posibilidad de los regímenes políticos son importante

concentración de los recursos de dominación estatal. Para su análsis propongo indagar las

7

estrategias que adoptan los que gobiernan en el campo del poder del Estado7. La

característica central de este campo es la lucha de los detectores de diversas especies de

capital por el poder estatal, pues el Estado es el detentor de un “metacapital” que da poder

sobre las otras especies de capital y sobre quien lo detentan (Bourdieu, P. 1996:9) Es éste un

capital específico que sólo posee el Estado y como consecuencia de ese proceso de

concentración se estructura el campo del poder entendido como un espacio de en el que

los detentores de capital (de diferentes especies) luchan especialmente por el poder del

Estado. Es decir quienes cuentan con otros capitales siempre intentarán contar con alguna

cuota de capital estatal, pues ello significa un mejor posicionamiento en su campo específico

(ob.cit.:10). Quienes logren su dominio, lograrán dominar en la sociedad. En este juego, el

capital político es entendido como aquel que proporciona a sus poseedores una forma de

acceso a bienes y servicios públicos (Bourdieu, 1997:27 a 32) y que se asocia el ejercicio

gubernamental.. La posesión de capital político, es esencial para acceder al gobierno y

permanecer en el. En las sociedades en donde los gobernantes patrimonializan los recursos

estatales en beneficio de elites y no del conjunto, tiene como consecuencia que el capital

político adquiera una dimensión mayor, pues ya no se trata sólo de la administración de la

cosa pública, sino que se abre una importante fuente de recursos para el ejercicio de prácticas

clientelares y prebendarias destinadas a la consolidación del ejercicio gubernamental.

En relación a la concentración de recursos específicamente políticos la legitimidad

formal alcanzada por el voto es el recurso ineludible a tener en cuenta. Ya hemos planteado

que el neopatrimonialismo tiene como condición la legitimidad electoral.

La alternancia en el gobierno en cambio resulta un obstáculo para la patrimoniali-

zación estatal. En consecuencia se requieren son condiciones para violentarla: a) un requisito

formal: eliminar el principio de la reelección de las normas constitucionales, y b) un requisito

sustancial: conserva la dominación en el campo político mediante la conformación de

partidos dominantes.La reforma de las normas constitucionales eliminando la alternancia

obligatoria es la modalidad elegida por ejemplo en las provincias de Argentina para intentar

asegurar la permanencia de gobernantes. No obstante por si sola no asegura la permanencia en

7 "Un campo se define precisando aquello que está en juego...para que funcione un campo, es necesario que haya algo en juego, y gente dispuesta a jugar..." (Bourdieu, P.984. pp: 135-131). Se deduce que Bourdieu distingue los campos sociales a partir del capital que está en juego, que se convierten en el objeto central de las luchas y del consenso. En “Espíritus de Estado” (Bourdieu, P. 1996) explica que el campo del poder tiene una lógica diferente pues está asociado al resultado de un proceso de concentración de capitales diversos por parte del Estadoi .

8

el poder, la modalidad más segura es la construcción de un partido dominante en el campo

político (Sartori, G. 1980).

Acorde con lo expuesto para una conceptualización más completa debe aclararse que

la dominación política tiene su origen en la dominación en el partido político que a su vez sea

dominante en el campo político. La apropiación del partido político predominante es la

condición previa para competir y ganar electoralmente; en consecuencia quien ejerza la

dominación en el partido será el que asuma el ejecutivo, o lo hará quien responda a su

liderazgo. La dominación partidaria llevará a designar a quienes serán legisladores, y a partir

de allí, en combinación eficiente de lealtades, se van a ir cubriendo las designaciones en

todos los organismos del Estado, y licuando las posibilidades de accountability horizontal.

3.-EL ANALISIS INSTITUCIONAL

3.1 Los procesos institucionales

Para la etapa del análisis institucional del régimen neopatrimonialista propongo el

análisis comparativo entre instituciones formalizadas e informalizadas. Se entiende a las

primeras como el conjunto instituciones expresamente formalizadas en las constituciones y su

legislación complementaria, y las segundas como las prácticas sociales institucionalizadas por

el comportamiento reiterado de los actores. Recuerdo que ambos tipos de institucionalidad

requieren de la cobertura simbólica legitimante, tema que afrontaré seguidamente.

Como señala O’Donnell (1997,b) en América Latina los comportamientos pueden

aproximarse o desviarse a las reglas formales. La distinción es analíticamente importante

porque si la adecuación es razonablemente cercana a las reglas formales se simplifica su

estudio pues la tarea para elucidar si una sociedad es considerablemente democrática resulta

sencilla. En esos casos las reglas formales predicen los comportamientos y condicionan las

expectativas de seguir comportándose acorde a ellas. Pero si la adecuación es escasa o

prácticamente inexistente, se deben analizar las prácticas políticas (y sus reglas informales)

que dan cuenta del comportamiento de los actores. En consecuencia se deben mirar las

instituciones informales que genéricamente se denominan: particularismo (ídem:318 )

3.2.- El orden republicano

Las prácticas políticas de un sistema republicano son la cristalización de las acciones

de ciudadanos activos orientados con sentido universal. Un régimen republicano no se realiza

sólo el cumplimiento de las condiciones mínimas de las poliarquías, supone además una

cultura cívica en donde los comportamientos sean acordes a su principios. Podemos resumir

9

las características del orden político republicano como aquel cuyas prácticas son llevadas

adelante por ciudadanos políticamente responsables y autónomos y que resuelven los

conflictos a través del diálogo.. Los representantes son los ejecutores de las acciones

consensuadas y se constituye un conjunto de instituciones formalizadas por el sistema jurídico

tendientes al ejercicio del control para que ese orden sea invulnerable. Esas instituciones

deben asegurar la periodicidad de las funciones, la transparencia de los actos de gobierno, la

división efectiva de los poderes constituídos, la rotación en los cargos públicos y la rendición

de cuentas de los actos gubernamentales. La cobertura simbólica de las prácticas se centra en

interpelaciones al ejercicio de la libertad positiva mediantes acciones participativas (Barber,

B.2004). El sistema se plasma en una Constitución que es además la garantía formal de los

derechos ciudadanos. En América Latina los principios republicanos se incorporan a las

constituciones de los Estados que se conformaron al producirse la emancipación colonial. A

partir de allí el derrotero republicano ha tenido pocos momentos de esplendor

3.3.- Las prácticas particularistas

Describir la institucionalidad informal substancial es para comprender el régimen

patrimonialista. Para ello caracterizaré primero el campo político8 e intentaré tipificar las

prácticas políticas que conforman las estructuras de relaciones que lo caracterizan utilizando

como soporte central la caracterización de Oscar Oszlak. (1982) a la que sumo aportes

teóricos de Garretón (1998 y 2002) y Bourdieu (1996), así como el concepto de democracia

delegativa de Guillermo O'Donnell (1997 a).

a) Las relaciones de dominación política estructuran sus prácticas en forma radial9: los

gobernantes – el líder o la elite- son el centro ineludible de la toma de las decisiones. El

ejercicio de la autoridad se asienta en relaciones personales establecidas sobre la base de

obligaciones recíprocas, fundándose en prácticas prebendarias o clientelares. Se cuenta con

hombres de confianza y militantes claves generándose una estructura que desbarata

eficazmente todo movimiento contestatario y que llega a controlar a la oposición.

b) Las estructuras burocráticas formales conviven con otras informales de personas de

8 Explicita (Bourdieu 1990:136) que: la estructura del campo es un estado de la relación de fuerzas entre los agentes o las instituciones que intervienen en la lucha, o si prefieren de la distribución del capital específico que ha sido acumulado durante luchas anteriores y que oriente las estrategias ulteriores. Describir entonces la estructura de este campo es mirar la distribución de los recursos de dominación ( su capital específico) y analizar las prácticas de los agentes y las instituciones que ponen en juego esos recursos, para la lograr la apropiación del capital en juego. En el campo político el capital en juego son las instituciones gubernamentales formalizadas por el sistema legal. 9 Oszlak los ejemplifica utilizando la similitud con “los rayos de una bicicleta”. Ob. Cit.,

10

confianza que tienen acceso directo al gobernante. Como consecuencia de ello se

desnaturalizan las instituciones al superponerse con prácticas informales instituidas por la

costumbre. Por ello existe un alto nivel de incertidumbre en las relaciones burocráticas, dado

que a la normativa vigente compite con las relaciones basadas en lealtades personales. Los

actores que se constituyen están articulados a partir de relaciones cara a cara, en donde los

sentidos de pertenencia se asocian a procesos de identificación con personas y no con

principios de naturaleza ideológica.

c) Se ejerce una acción desmovilizadora a través de la cooptación de dirigentes

provenientes de diversos sectores sociales y económicos. A esto suele sumarse, la inclusión en

el gobierno de figuras políticas de la oposición a quienes se ubica en sectores de la

administración o se compra con favores. Estas conductas se refuerzan a partir de

interpelaciones subjetivas en donde se produce confusión entre Estado y Régimen

gobernante: colaborar con el régimen es equivalente a colaborar con el Estado.

d) La coherencia de los cuadros dirigenciales se asegura a través del enroque político.

Para resolver situaciones de crisis o para corregir desempeños irregulares, se recurre a

cambios de funciones en un "ida y vuelta" de lealtades mutuas. Son esporádicas las

eliminaciones definitivas dejándoselas sólo para situaciones límites que suelen estar más

asociada al establecimiento de un sistema de premios y castigos que al desempeño funcional

administrativo. La institucionalización de esta práctica refuerza los procesos de subjetivación

en donde la fidelidad al líder disuelve las instituciones formales del sistema republicano.

e) Las políticas sociales tienen en fuerte corte clientelístico. Las estructuras

clientelares que las gestionan a nivel social desde instituciones estatales se extiende a las

organizaciones de la sociedad civil, (Asociaciones vecinales, comedores comunitarios, clubes

de trueque, etc.) produciendo una confusión de los roles de Gobierno y Estado y

Organizaciones de la Sociedad Civil (ONC) y Organizaciones No Gubernamentales (ONG).

f) Junto al atraso técnico en las burocracias estatales (infraestructura edilicia y

equipamiento en salud, bienestar, educación etc.) se crean organizaciones modernas en

manos de equipos técnicos generalmente muy cercanos al gobernante que desempeñan

funciones esenciales en términos de apoyo político.

g) Puede existir una deliberada superposición de funciones entre organismos

existentes en la burocracia estatal y otros creados para diversos fines sociales o partidarios. La

duplicación de funciones no obedece en general a criterios lógicos de trabajo que aseguren

11

eficiencia; pero permite contar con "confiables " en todas las redes, permitiendo limitar la

atribuciones de algunos y otorgárselas a otros.

h) Las políticas patrimonialistas exigen un estricto control de los recursos, con

tendencia a prevalecer la orientación distributivista. Consecuencia lógica es la

discrecionalidad en el manejo presupuestario por medio del otorgamiento de partidas fijas

para gastos corrientes y la constitución de fondos especiales asignados al gobernante. Como

consecuencia existe un alto grado de incertidumbre en todo el ámbito público respecto del

uso de los fondos públicos. A nivel de la subjetivación política los recursos usados para la

provisión de bienes y servicios no son vistos como recursos estatales, sino como de uso

indiscriminado de los que ocupan el gobierno. Esta característica resulta clara en períodos

preelectorales en donde la entrega de los bienes se naturaliza como práctica de campaña.

i) La acción estatal se orientar principalmente en las siguientes acciones: a) medidas

demagógicas materializadas a través del subsidio que no llega a ser una redistribución de la

riqueza; b) concesión de privilegios de explotación; c) construcciones fastuosas y gastos

ornamentales.

Tal como lo observa Bustelo (1993), en América Latina, la ecuación Estado-sociedad

civil ha mostrado a través de las distintas etapas del desarrollo histórico, un claro

desequilibrio hacia el lado del Estado con una debilidad muy fuerte de la sociedad civil.

3.4.-LA DIMENSIÓN SIMBÓLICA

Luego de la tipificación de las prácticas debe integrarse al análisis la dimensión simbólica para comprender los procesos legitimantes que determinan la cultura política. Cuando hacemos referencia a lo simbólico nos adentramos en los procesos de construcción de los significados. El significando en tanto sentido construido socialmente no es una cualidad intrínseca de las cosas sino el resultado de relaciones simbólicas persistentes y de las prácticas en que un significante se haya ubicado. Es indispensable reconocer la necesaria correspondencia entre las significaciones y las prácticas de los integrantes de una sociedad si se desea entender el orden social. Un orden se conforma si todos los actores sociales aceptan códigos de acción comunes. Esos códigos se instauran por medio de discursos del sentido común pues el poder necesita de verdades para justificarse, es decir, necesita discursos que naturalicen lo social. Para desentrañar esas redes de poder recurrimos al análisis crítico del discurso social (Verón, E.; Van Dijk, T.; Vasilachis, I.), que ofrece los instrumentos para dilucidar los procesos de construcción de los sistemas de creencias en la sociedad. Para ello debemos bucear en lo ideológico y desentrañar las significaciones que naturalizan la

12

dominación10.

Desde esta perspectiva creo importante avanzar con nuestro problema: la

contradicción entre formas opuestas de percepción de “lo político” que se inscriben en dos

modalidades institucionales opuestas: la republicana y la particularista. Ahora bien, la

institucionalidad formal considera como dada la congruencia entre prácticas y discursos. Si

las prácticas son universalistas y su cobertura simbólica es el discurso republicano, el

funcionamiento del orden republicano está afianzado. Pero esta es una situación ideal, pues en

toda sociedad hay en mayor o menor medida prácticas particularistas. Pero ya hemos

acordado que en regiones como América Latina éstas son las prácticas dominantes.

¿Qué ocurre en una sociedad cuando se produce una falta de correspondencia, una

“disonancia”11, entre las prácticas y las significaciones? ¿Cómo se legitima en los regímenes

formalmente republicanos la constitución de una institucionalidad informal como el

particularismo? Para encontrar algunas respuestas entiendo que debemos bucear en los

procesos simbólicos que enmarcaran de racionalidad construcciones que pertenecen al orden

mítico o ideológico. Por ello para comenzar a argumentar planteo la siguiente hipótesis de

trabajo: la legitimación de las prácticas particularistas está asociada a que el campo discursivo

adopte el formato populista. Aquí en donde la categoría populismo, teóricamente acotada a lo

discursivo resulta de utilidad.

Para desarrollar la propuesta, comenzaré explicitando el concepto de populismo al que

se adhiere, para luego caracterizan sucintamente respecto de su funcionamiento en relación a

los regímenes neopatrimonialistas

3.4.1.- El discurso populista. La constitución del campo discursivo

El concepto de populismo ha sido utilizado para calificar muy diversas realidades

políticas. Como han llamado la atención algunos científicos sociales existe gran dificultad

10 En relación al análisis crítico del discurso social nos dice Teun VAN DIJK, “Un verdadero análisis del discurso social y político es algo más que una aplicación de estas diversas líneas de investigación provenientes de la lingüista o la comunicación. En primer lugar, requiere una teorización acerca del modo en que las estructuras y los grupos sociales, las relaciones de poder y las coacciones organizacionales dan forma al discurso y, al propio tiempo, son configurados por éste. En segundo lugar, es capaz de mostrar cómo la dominación y la desigualdad son representadas, constituidas y reproducidas por las diversas formas que asumen los textos orales y escritos en la sociedad. El análisis crítico del discurso va incluso más allá: toma una posición explicita en favor de los grupos dominados, y ofrece instrumentos analíticos para denunciar, exponer y criticar el discurso de la elite y su poder persuasivo en la construcción del consenso y de la hegemonía ideológica. Por ende, aspira a contribuir a las condiciones de resistencia social y política contra las a menudo sutiles formas de dominación en las sociedades contemporáneas. VAN DIJK, Teun en prólogo a Vasilachis VASILACHIS DE GIALDINO, Irene (1999). 11 El término está usado como “falta o defecto de conformidad” desacuerdo o discrepancia.

13

para adecuar una definición a estos fenómenos que abarcan aspectos económicos, sociales y

políticos12. Ahora bien, en relación al problema de la cultura política- y acorde nuestra

propuesta - entiendo que el aporte para su comprensión debe buscarse en la corriente teórica

que lo enfoca desde el plano del discurso (Laclau, E. 1979,1980, 1987, Laclau y Mouffe 989 y

de Ipola, E. 1987 y 1989, Aboy Carlés, G. 2001, Gadea, W; 2002).

Para explicar este proceso de constitución del campo discursivo Laclau y Mouffe

(1989. Pág. 132 y ss) inscriben el concepto de populismo dentro de un nuevo modo de entender la

construcción de la hegemonía, y explicar el carácter dinámico de las identidades sociales.

Debe entenderse que toda práctica social es productora de sentido y toda producción

de sentido es también la producción de un sistema de diferencias. Cada discurso va a marcar

una diferencia entre sus condiciones de producción y sus condiciones de recepción (ídem:

136 y ss). Acorde con ello ¿qué significa producir una diferencia que sea antagónica?

Se trata de generar una contradicción que no se basa en la oposición real A-B (que

expresa la contrariedad entre opuestos incompatibles), sino en la oposición dialéctica A -

no A,". Para que exista un antagonismo como relación de contradicción dentro del

discurso no hay que establecer la significación de un término a través de diferencias con

otros términos, sino de hacer de la negatividad en cuanto tal la diferencia característica de

uno de los términos en cuestión. En el caso del populismo “A: lo popular” “no A: lo no

popular”.

Aquí aparece entonces el concepto de articulación. La articulación es una práctica

que establece una relación tal entre los elementos que la identidad de estos resulta modificada

12Dentro de la heterogeneidad pueden vislumbrarse con respecto a América Latina al menos cuatro grupos. 1) los que lo ven como una forma de movilización socio - política en países subdesarrollados en transición desde la sociedad tradicional a la moderna (Germani, G. 1962, y Di Tella, T. 1977). 2) Otra línea de interpretación histórico-estructural ve al populismo como un estadio de desarrollo del capitalismo latinoamericano que surge de la crisis del modelo agroexportador. En esta mirada algunos ponen énfasis en la perspectiva dependientista (Cardoso y Falleto, 1969; Falleto y Rama 1984) y otros como Murmis y Portantiero (1971) y Torre (1990) lo abordan como un fenómeno de crisis de la hegemonía. En la misma línea podría situarse a Touraine (1992) que parte del supuesto de que en América Latina existe confusión entre Estado, sistema político y actores sociales, en virtud de lo cual se produce una sobredeterminación de las categorías políticas sobre las sociales, y la ausencia de una diferenciación entre sistema político y Estado y, como consecuencia, entre movimiento y Estado. 3) Otra línea importante es la que centra la mirada en la presencia de líderes y sus atributos, adhiriendo a la tipificación weberiana de la “legitimidad carismática” enfocándose en los ritos, los procesos de construcciones mitológicas y las relaciones masa-líder (Carlos de la Torre, Herbert Braun, Agustín Cueva (1994). 4) Finalmente una cuarta línea se define más por el método de análisis, ubica el fenómeno populista en el plano del discurso que produce interpelaciones populares antagónicas respecto de la ideología dominante. (Laclau 1980 y de Ipola, 1987 y 1989). Por otra parte existen múltiples estudios sobre estas formas en los Estados Unidos en donde el populismo posmoderno se distinguirá del anterior premoderno porque la afirmación de las instituciones democráticas producidas en el transcurso que separa a ambos impediría el desarrollo de rasgos autoritarios. Se trata con detenimiento en F Adler y otros (1996).

14

como resultado de esa práctica. La totalidad estructurada resultante de la práctica articulatoria

es el “discurso” (Laclau y, E. y Mouffe C. Ob. Cit: 119). Lo discursivo se entiende en el

sentido de conjunto de fenómenos de la producción social de sentido que constituye a la

sociedad como tal.

Para construir la hegemonía el discurso populista se debe generar una cadena de

equivalencias en los cuales la fuerza dominante desarticula elementos (o sea diferencias que

no se articulan discursivamente) los que tratados como objetos discursivos pasan a

representar momentos de negación. Se genera un nuevo universo simbólico en donde por un

proceso de abstracción semántica, se generan polaridades. Así por ejemplo en una coyuntura

histórica hipotética, los reclamos de algunos sindicatos, los de estudiantes universitarios, y

los de movimientos sociales, tienen diferencias que difícilmente se puedan articular

discursivamente si se contraponen los significados específicos de sus luchas. No obstante a

partir de interpelaciones simbólicas (mediante enunciaciones discursivas) puede producirse un

polaridad antagónica, por ejemplo sistema – antisistema, y pasar todos a formar parte del

antisistema. Se ha articulado así un discurso antagónico que es un discurso de ruptura popular

(ídem). Esa articulación de posiciones de sujeto va a generar (si el discurso que interpela es

exitoso) una identidad colectiva. Todos pasaran a ser parte del “pueblo”.

Si en un momento, un discurso puede articular a todo un colectivo creando un “nosotros”

frente a un “otros”, se genera un proceso de identificación colectiva que puede tener en el tiempo

mayor o menor duración. Si ese proceso perdura, modificando el imaginario social, estaremos

ante el proceso de constitución de una identidad colectiva.

En su conceptualización de las identidades colectivas Ernesto Laclau y Chantal Mouffe

adhieren a un sujeto que no se encuentra determinado por su posición de clase, sino que tiene

múltiples posiciones de sujeto ( culturales, regionales, sexuales) que se sobredeterminan en el

proceso de articulación hegemónica. En ese proceso el discurso populista – que pretenda construir

una posición hegemónica o contra hegemónica- debe generar identificaciones colectivas entre

múltiples posiciones de sujeto13. Las posiciones de sujeto se articulan discursivamente y esto es

una práctica que establece una relación tal entre los sujetos, que su identidad se ve modificada

como resultado de esa práctica14. Ahora bien, las múltiples posiciones de sujeto se

13 En relación al problema del sujeto, la afirmación del carácter discursivo de la posición de sujeto va unida al rechazo de la noción de sujeto como totalidad originaria y fundante. “La categoría sujeto esta penetrada por el mismo carácter polisémico, ambiguo e incompleto que la sobredeterminación acuerda a toda identidad discursiva”. (Ob. Cit: 110). 14 Para una explicación del concepto de sujeto en Laclau ver Gadea, W;2002

15

sobredeterminan15 unas a otras en el proceso de construcción de la hegemonía16.

He simplificado al máximo la propuesta de Laclau y recapitulando, podríamos sintetizar:

para que existe un proceso de articulación hegemónica de ruptura popular debe producirse un

discurso que dicotomice el campo en un antagonismo entre los “bueno” y “lo malo” y para ello de

generarse una equivalencia a partir de articular posiciones de sujeto originalmente dispersas.

¿Cómo se realiza la articulación hegemónica y la configuración el discurso populista? A

partir de una interpelación discursiva que consiga al mismo tiempo afirmar una posición

diferencial y la eliminación de la singularidad. Las distintas posiciones de sujeto que estructuran

la identidad colectiva , inicialmente se mantienen como diferencias - como demandas de carácter

particular (feministas, racistas, ecologistas) - pero a partir de una interpelación discursiva en un

segundo movimiento, entran en equivalencia produciendo el “nosotros” que se constituyen en “

el pueblo” frente al “otro” que será representado como “el antipueblo”.

Según Laclau (1979,1989) los sistemas políticos se estructuran discursivamente

alrededor de dos principios: la diferencia y la equivalencia. En la lógica de la diferencia, cada

demanda se especializa, supone el reconocimiento de muchos actores y es el discurso de las

sociedades pluralistas. La lógica de la equivalencia es la lógica por la cual varias demandas

particulares se unifican como un sujeto colectivo que se opone a un "otro" ("el sistema" "el

imperialismo" "los intereses trasnacionales" "FMI”). El sujeto colectivo resultante es “el

pueblo”. Aclaramos que así opera a nivel formal el discurso populista.

Ahora bien, Laclau y Mouffe (1989) señalan que el discurso de la reconstrucción

imaginaria populista, (el discurso de la inscripción a nivel de los sujetos), puede ser cualquier

discurso en cuanto al fondo, pero – y esto es en lo que quiero hacer hincapié- en cuanto a la

forma, debe partir de la equivalencia entre identidades dislocadas, dicotomizando el campo

social en dos campos antagónicos a partir de un sistema de equivalencias. Hasta aquí y en

forma sucinta se expone la propuesta de Laclau y Mouffe.

Esta propuesta -a nuestro entender - resulta útil en tanto ayuda a la comprensión del un

fenómeno de índole ideológica de tan disímiles manifestaciones históricas. Si se comparte esta 15 El concepto de sobredeterminación que toman de Freud no es cualquier proceso de fusión o mezcla, sino que por el contrario es un tipo de fusión muy preciso que supone forma de reenvío simbólico y una pluralidad de sentidos (Gadea. W .2002:65). 16 Cabe aclarar en este sentido que se acuerda con Laclau -Mouffe en que existen múltiples posiciones de sujeto pero coincido con Grüner en que no puede negarse el carácter determinante (sobredeterminante) de lo económico en la constitución histórica de los sujetos. “Si bien cabe aceptar que las articulaciones identitarias son “irreconducibles a las determinaciones estructurales de tipo clasistas”, no puede dejar de verse que justamente, son las determinaciones estructurales de base económica, las que hacen inteligible el proceso de articulación de producción de “sujetos” en una formación social histórico concreta” GRUNER. E. 1990/91

16

mirada se deben acordar dos cuestiones importantes:

a) el populismo en tanto fenómeno discursivo no es un contenido, sino una forma de

articular contenidos.

b) como consecuencia de lo anterior no es factible realizar a priori una valoración

normativa del populismo sino que su carácter ético dependerá de cada contextualización histórica.

La posibilidad de evaluar desde un marco normativo provendrá del sistema de enunciados

sustantivos que conformen los contenidos

3.4.2. Discurso populista y régimen neopatrimonialista

Ahora bien para avanzar en el específico caso de un discurso populista que sea funcional a los sistemas neopatrimonialistas entiendo, que ya debemos avanzar en las interpelaciones que formarán parte de la enunciación. En tal sentido se deben tener en cuenta dos premisa centrales a la construcción del polo de lo popular, y que tomo de una propuesta de Jean Leca: 1) la voluntad del pueblo, identificada con la justicia y la moral, prevalece sobre la norma institucional elaborada por los hombres, 2) los gobernantes sólo son buenos si están directamente vinculados al pueblo por sobre las elites intermedias (intelectuales, expertos, tecnócratas)” – (Leca. J. 1995:48) -

Insistimos en lo siguiente pues es central al planteo teórico,(que además condiciona la

propuesta analítica): el discurso populista puede abrevar en cualquier sistema significante, (mitos,

religiones, ideologías políticas) que se encuentre previamente instalado en el imaginario social, y

su poder dependerá de cuánto consiga polarizar el campo discursivo en forma antagónica

construyendo una identidad colectiva.

¿Cómo se ata el hiato entre las significaciones colectivas basada en el orden

republicano y lo real surcado por el descrédito del particularismo? Cuando se produce la

dislocación el discurso del populismo apelará a diversos sistemas significantes para construir

lo que es bueno para el pueblo. Entonces ¿cuáles pueden ser acciones simbólicas tendientes a

representar la voluntad popular a nivel del registro imaginario en un neopatrimonialismo? La

apuesta superadora – y la más usada en los llamados regímenes populistas clásicos - es

generando la ficción de la democracia directa mediante marchas, plebiscitos, asambleísmo,

actos masivos, es decir toda apuesta que construya ficciones contacto directo en donde el

pueblo se exprese legitimando el accionar del líder. Los líderes populistas intentarán apelar a

la “voz” del pueblo toda vez en que deba decidirse un problema moral básico y, luego se

deberá considerar que lo que el pueblo diga es lo correcto e indiscutible (Gargarella, R.

1996). “Si este no es el pueblo el pueblo donde está”, es la enunciación más significativa.

17

Un discurso resulta exitoso justamente por no pone en cuestión las verdades

construidas por mitos o creencia y por ello generalmente abreva en los discursos disponibles

que se encuentran instalados. En consecuencia para el análisis de un caso se debe bucear en

los discursos en circulación y a la combinación eficiente de los mismos, para poder así

desentrañar el sistema de creencias que sustenta la dominación ideológica. Cuando se hace

referencia a combinación eficiente estamos en el plano de los efectos discursivos, o sea en el

poder del discurso (Verón, E. 1980), sin analizar la congruencia teórico-ideológica entre

enunciación y hechos o políticas concretas que intentan legitimar17.

Por ello es posible planearse: ¿Puede un discurso de corte populista ser eficiente para

legitimar políticas de corte neoliberal? La respuesta debe buscarse en reconocimiento: si la

interpelación populista logra- por ejemplo- convencer que una política de ajuste fiscal es

bueno para “el pueblo”, (si produce tal creencia) el discurso tiene poder. Asimismo debe

aclararse que lo que interesa es la eficacia discursiva resultante de utilizar apelaciones de

diversos órdenes simbólicos. Si producen consenso, el discurso es eficiente, independiente de

la congruencia entre dispositivo ideológico y prácticas o políticas de gobierno18. ( Trocello,

M.G. 2001 y 2004).

3.5. Los discursos que aportan significaciones

El análisis del discurso social requiere en primer término una teorización de los discursos disponibles para luego exponer su funcionamiento empírico -mediante la selección y el análisis de marcas discursivas- y demostrar cómo la dominación y la desigualdad son representadas, constituidas y reproducidas (Verón 1987).

Los discursos en circulación en el campo de la cultura política argentina son múltiples,

y en el imaginario social luchan por imponer el sentido diferentes interpelaciones

provenientes de diversos sistemas significantes. No obstante, a los efectos de nuestro análisis

nos interesa remarcar el conflicto entre formas opuestas de percepción de “lo político” que se

inscriben en órdenes políticos diferentes. Uno que se inscribe en una visión patrimonialista-

particularista y otro que responde a los parámetros del republicanismo.

Por ser formalmente republicano en los regímenes neopatrimonialistas el discurso

republicano no puede obviarse. Podemos resumir las característica del discurso republicano

como aquel el intentar fundar un orden conformado por ciudadanos políticamente 17 Debe aclararse que “el concepto analítico del poder de un discurso es un concepto relacional: el poder de un discurso sólo puede manifestarse como forma de un efecto, es decir bajo la forma de otra producción de sentido:”(Verón, E:1980.:86). 18 Esto no significa afirmar que sólo el discurso construye consenso y legitimidad (Ver Verón E. 1980)

18

responsables y autónomos (al que el derecho asegura su integridad), que resuelven los

conflictos a través del consenso ejerciendo la virtud cívica. Los representantes son los

ejecutores de las acciones consensuadas y el sistema genera un conjunto de instituciones y

principios que asegure ese orden. La formalización de los principios se encuentra

esencialmente en la Constitución.

He venido sosteniendo que en Argentina el discurso “neoliberal” ha impregnado

fuertemente el imaginario social, pero entiendo que, a nivel de las significaciones colectivas

que legitiman el accionar político, el discurso republicano sigue siendo dominante en la

construcción de la legitimidad en el campo de la cultura política (Trocello, M.G. 1997 -

2001). Y entiendo que esto es por ser el “discurso oficial históricamente legitimado”. Esto es

así porque 1) se encuentra formalizado en el sistema jurídico, 2) se produce y pone en

circulación como discurso "oficial" del Estado y 3) se impone a través del sistema educativo

(ídem).

Las interpelaciones discursivas del discurso republicano abarcarán un importante

espectro que va desde el refuerzo de la legitimidad electoral hasta la generación de acciones

gubernamentales tendientes a representar la voluntad popular en el registro imaginario. El

catálogo de posibles acciones simbólicas es inmenso y consistirá especialmente en

enunciaciones que impiden la percepción de que el orden republicano es un conjunto de

principios integrados. A modo de ejemplo recordemos todas las interpelaciones relacionadas

a contar con legitimidad electoral y por ello devaluar el accionar institucional (decretazos) o

la invocación a la consulta popular realizada por gobiernos controlados por partidos

dominantes. También es común la invocación a la legitimidad de resoluciones judiciales

dictadas por el Poder Judicial controlados, o la insistencia de la importancia del consenso

para facilitar procesos de cooptación de dirigentes opositores.

El uso del discurso republicano lleva a prácticas de cinismo político que tiene lugar

cuando se oscurecen discursivamente algunas dimensiones de “lo real” y se destacan otras

con la finalidad de legitimar prácticas políticas particularistas. Se conceptualiza como cinismo

republicano a las prácticas discursivas que apelan a representaciones del orden simbólico

republicano oscureciendo algunos de sus principios para resaltar otros, con la finalidad de

legitimar determinadas prácticas gubernamentales19. Conviene dejar suficientemente aclarado

19 El cinismo es una actitud racional de desvergüenza por la pérdida de congruencia entre el decir y el hacer. En la conceptualización propuesta se supone la deshonestidad intelectual porque se utilizan significaciones del orden republicano para generar representaciones colectivas con la finalidad de que determinadas prácticas particularistas o autoritarias sean percibidas como democráticas. El grado de cinismo variará entre los actores

19

que no hay un discurso del cinismo republicano diferente del discurso republicano. El cinismo

es un efecto de discurso consecuencia de que existen condiciones de posibilidad – que son

utilizada por los enunciadores- para efectuar una malversación discursiva de los principios

cívicos al no tener internalizada la sociedad una cultura republicana (Trocello, M.G. 2004).

Otro discurso que irrumpe con fuerza en el imaginario argentino a partir de la década

del 80 es el discurso “neoliberal”, que enfoca su interpelación al individualismo dentro de

la limpia separación de esferas de competencia entre Estado y Sociedad (Béjar, E. 2000). El

neoliberalismo toma de la tradición liberal su núcleo doctrinario ajustándola a las claves de

la globalización; en consecuencia su discurso será “liberal” aunque sus prácticas disten de

serlas como muy bien lo denuestra Chomsky, quien expone que breva discursivamente en las

ideas liberales clásicas aunque su sistema doctrinal es el “consenso de Washington” que es

un conjunto de principios favorables al mercado diseñados por el gobierno de los Estados

Unidos y las instituciones financiera internacionales... Las reglas fundamentales dichas en

breve, son: liberalizar el comercio (conseguir precios correctos) acabar con la inflación

(estabilidad macroeconómica) y privatizar” (Chomsky, N.2002:20).

Juntos estos discursos que tienen mayor incidencia tienen en la construcción

imaginaria conviven las representaciones del discurso marxista de los “setenta”, el

socialdemócrata, el conservador nacionalista, el autoritario de la “ideología de la seguridad

nacional”, múltiples significaciones provenientes de los sistemas significantes del orden

religioso o mítico. Junto a todos ellos voy a detenerme en el discurso “comunitario” en

tanto esquemas normativos de interpelación a los sujetos tendiente a ser funcional a la

dominación en los regimenes neopatrimonialistas.

3.6.1 El discurso del comunitarismo

Los comunitaristas en general consideran que cada cultura supone un sistema de

creencias no transferible a otras culturas. El comunitarismo se enfrenta especialmente al

liberalismo dado que éste tiene una mirada universalista de los valores con independencia de

las particularidades históricas. Ramón Soriano (2004:59) bosqueja un cuadro de caracteres

que resulta útil a los efectos de demarcar las características de estos sistemas de creencias:

- La idea clave es la prioridad de la comunidad de la cual los individuos son sus

miembros

políticos y depende del grado de conocimiento del sistema republicano por parte de los enunciadores, lo que es imposible de avaluar. Por ello propongo partir del supuesto de que los representantes conocen los principios republicanos.

20

- Cada cultura es una forma de vida con una concepción del bien, siendo esta

concepción prioritaria respecto a otras y de las concepciones universalistas

- La autonomía de la persona no es independiente de los fines de la cultura a la que

pertenece.

- El Estado se convierte en defensor de las señas identitarias de la cultura

Los comunitaristas se enfrentan a la caracterización del hombre liberal como portador

de derechos, privilegios e inmunidades, pero desconectado de su “mundo”, lo que Sandel

(2000 y 2004) caracteriza como un “yo desvinculado”, frente al ciudadano arraigado en una

cultura particular. La inevitabilidad de la constitución conjunta entre subjetivación individual

y cultura es asumida por los comunitaristas, toda vez que lo social es previo a lo individual.

En igual medida el comunitarismo crítica el concepto de autonomía moral, pues los sujetos

se constituyen históricamente incorporando los valores morales del entorno a través de las

instituciones, en especial la familia y la educación.

El discurso comunitario sostiene que la comunidad es una red de relaciones afectivas

que promueve la constitución de sujetos articulados en un proceso de identificación colectiva,

y que -como llama la atención Etienne Tassin (1999)- lleva a desarrollar una estrategia de

repliegue en la identidad centrada en los valores culturales, muchas veces adversos a las

exigencias de un espacio público democrático.

Los comunitaristas no están de acuerdo con el estado neutral y propician una “política

del bien común”. El bien común de la sociedad liberal es el resultado de combinación de

preferencias individuales. En una concepción comunitarista el bien común más que adaptarse

a las preferencias individuales fija los límites para ajustar las preferencias. La forma de vida

de la comunidad constituye la base para una valoración social de las concepciones de lo

bueno y la importancia que se concede a las preferencias de un individuo depende del grado

en que dicha persona se adecue o contribuya a este bien común. Un Estado comunitario

influirá decididamente para que las personas acuerden con el concepto de lo bueno que la

comunidad determina y que adecuen su vida al mismo, desalentando las que entren en

conflicto (Kymlicka, 1995:228).

Tres son los supuestos de la mirada comunitaria: a) los individuos son seres sociales

que llevan a cabo un proyecto moral, y en consecuencia la comunidad no es un atributo sino

un elemento constitutivo de la identidad; b) la libertad esta socialmente limitada, pues es

conciencia de interdependencia -y en este punto hay cercanías con el pensamiento republicano

21

(Sandel, M.2000)-; y c) el orden moral depende de un conjunto de significados compartido.

Los acuerdos no son el resultado de negociaciones individuales – como proponen los

liberales- sino que resultan de adoptar las tradiciones morales heredadas generacionalmente

(Béjar, H. 2200:174, 176).

El principio de legitimidad política entonces es un principio pasivo pues los rasgos

constitutivos de la persona vienen dados desde la cultura, no es necesaria la participación en

la esfera pública pues el ser humano se constituye a partir del nacimiento y /o los sentidos de

pertenencia.

Mucho son los puntos de contacto del comunitarismo con el republicanismo (Taylor,

C. 1994. Sandel,) y también mucho los debates que los enfrentan (Béjar, H. ob. cit;

.Kymlicka, W. ob. cit) y que no podremos ahondar.

El discurso del comunitarismo es aquel discurso que construye un proceso de

identificación entre individuo y su comunidad. Es el discurso del nacionalismo, de los

regionalismos y de las identidades culturales. Y también es de la esencia del discurso del

populismo al generar una polaridad identitaria. Un discurso de identificación comunitaria

tenderá a desarticular el pluralismo pues la lógica comunitaria rechaza los procesos de

subjetivación ciudadana20.

3.7. El funcionamiento del discurso neopatrimonialista

Dentro del mismo paradigma en el que inscribimos esta fase de la investigación, no

remitimos nuevamente a las categorías que provee Ernesto Laclau (1979). El autor distingue

tres registros fundamentales – lo real, lo simbólico y lo imaginario. Lo simbólico hace

referencia a un sistema significante coherente. Se trata de una estructura de sentido

reconocido y legitimado por los actores que actúan (o entienden que deben actuar) de acuerdo

al mismo. Lo real es el momento de la dislocación del universo simbólico que colisiona y

desarticula el orden simbólico. En este momento se produce una crisis de sentido, y se crea

un vacío de significación que debe ser llenado. Y para ello se requiere un discurso capaz de

atar el hiato, para generar nuevamente la correspondencia entre lo simbólico y lo real. Y esto

es lo va a generar el tercer registro: el imaginario, como conjunto de significaciones y

representaciones que suturan ese hiato. Cuando un universo simbólico no puede dar cuenta de

20 Un versión que ata el populismo con el comunitarismo es lo que ha dado en llamarse en los Estados Unidos el nuevo populismo . ( Piccone, P. et.al 1996:140)

22

la dislocación en términos de sus propias categorías, requiere de un discurso externo que le dé

coherencia. Es en ese momento en que se da la constitución del registro imaginario.

En Argentina el “discurso oficial históricamente legitimado” es el discurso

republicano. Entiendo que el momento de lo real se da cuando es percibido por los individuos

el no-funcionamiento de las instituciones del régimen republicano, por la patrimonialización

del Estado a través de conductas particularistas de los funcionarios. Se produce la ruptura y

consecuentemente una crisis de sentido. Cuando se desencadena esta dislocación, el formato

del discurso populismo contribuirá a cerrar el hiato constituyendo un imaginario generando

una polaridad en donde “lo popular" se asocia a lo bueno.

En el funcionamiento discursivo se van a permitir múltiples modalidades

enunciativas, pues el populismo puede abrevar en cualquier sistema simbólico (mitos,

religiones, ideologías políticas) que justifique – o ayudar a oscurecer- las prácticas

particularistas y que generen representaciones de democracia. No obstante debe recordarse

que el neopatrimonialismo está acotado por la propia lógica de la institucionalidad formal, y

por ello apelará a su orden simbólico. Pero además abrevará en otros sistemas creencias,

(ideologías en sentido sustantivo) que en el mundo democrático, disputan ser los pilares del

sentido social : el neoliberal y el comunitario.

En este proceso el discurso neoliberal aporta representaciones en donde la eficiencia

gubernamental es un bien buscado. Los datos macroeconómicos, la obra pública, la

construcción de viviendas, y las cuentas en orden o lo que se cuente a favor para mostrar

eficiencia será puesto en el régimen de visibilidad que se impondrá a los discursos en

circulación en donde los logros son puestos al servicio de la construcción de procesos de

identificación colectiva con el gobierno. En las líneas de oscuridad del discurso oficial

quedarán los desequilibrios sociales en la distribución del ingreso y crecimiento del

desempleo y la pobreza -sobre todo a partir de fines de los 90- . Estos problemas seran

planteados como consecuencia de políticas nacionales o internacionales generando una

“alteridad” que cumple la función polarizadora del campo discursivo21.

Pero es el discurso del comunitarismo el que aporta significaciones que abrevan en

momentos míticos fundaciones y a fuertes sentidos de pertenencia. En el caso de Argentina el

21 Lo he tratado en profundidad para el caso de la Provincia de San Luis, Ver Trocello 2004.

23

discurso de los sentidos de pertenencia provincial suelen ser utilizados para generar

polaridades.

Ante el desencanto generalizado con la política, el antagonismo va a plantear (incluso

desde el propio discurso político) un nuevo antagonismo: Ya no será entre pueblo y

poderosos, sino entre lo político y lo no político. Los políticos tratan de aparecer como “no

políticos”. Lo no político es lo social, lo comunitario, el espacio de las identificaciones

sociales y los sentidos de pertenencia. El campo político es expulsado del campo social en la

inscripción ideológica de los sujetos. Los espacios de las instituciones formales son los

espacios de “la política” y de los políticos. El espacio comunitario es el espacio popular, el

espacio del “líder” que queda más allá de la propia clase política en la que se incluye incluso

a sus seguidores. Por ello se dan condiciones de producción para una poderosa articulación

en el campo discursivo populista:

los políticos = lo político = lo antipopular

“el líder” = lo comunitario = lo popular

Plantear lo comunitario como lo no político, es resignificar el accionar clientelar a

partir de devaluar la política y las instituciones y quedar anclado en el afecto, en las relaciones

familiares y de amistad.

Queda así imbuido el líder de una legitimidad democrática basada en el consenso

popular. La representación es una cuestión formal pero despreciable porque la clase política

es presentada discursivamente como infiel al pueblo. Esto se traduce en desencanto

generalizado. El no poderse confiar en la política como modo de resolver las cuestiones del

espacio público es el gran triunfo ideológico de la implantación del “nexo comunitario”. El

pueblo sólo se siente representado por el líder que está habilitado para gobernar en forma

arbitraria, sin restricciones institucionales, pero cuidadoso de generar la ficción de la

democracia directa.

La dislocación el universo simbólico alcanza niveles alarmantes, el momento de lo

real se da cuando es percibido por los individuos el no-funcionamiento de las instituciones

del régimen republicano, por la patrimonialización del Estado a través de conductas

particularistas de los funcionarios. Se produce la ruptura y consecuentemente una crisis de

sentido.

Si acordamos que se encuentra también instalado en el orden simbólico que los

funcionarios deben hacer obras públicas, a partir de resignificar cotidianamente el “mejor que

24

decir es hacer” o “la política son hechos22” cobra fuerza la hipótesis de que la dislocación

entre lo real y lo simbólico sutura rápidamente ante la percepción de la obra pública o a la

entrega de bienes o favores clientelares. Lo evidente - como primera percepción - opaca otras

percepciones que requieren previamente su instalación simbólica por una cultura política23

A los efectos de sistematizar brevemente el funcionamiento de un campo de sentido

conformado por prácticas particularistas se sintetiza en el cuadro número 1 la herramienta

analítica propuesta. Los discursos con carga ideológica (valores) proveen las significaciones.

De esas representaciones colectivas se seleccionarán las que resulten más funcionales para la

constitución de la polaridad “pueblo - antipueblo”. Se han testado las que se consideran

menos funcionales para esa construcción, observando especialmente su funcionalidad para los

regímenes provinciales argentinos. No obstante conviene remarcar que diversos enunciadores

discursivos podrían articular otras combinaciones más allá de esta propuesta.

CUADRO 1. –Funcionamiento discursivo del régimen neopatrimonialista

Principales discursos que proveen las enunciaciones

Dimensiones significantes

NEOLIBERAL REPUBLICANO COMUNITARIO Valores a resguardar Libertad Virtud cívica Tradición provincial

(local) Actor social considerado central

Individuo Ciudadano Comunidad (Sociedad local)

Interpelación a los sujetos

Consumidor

Ciudadano activo Miembro de la comunidad

Bien social a preservar Privacidad del individuo

Libertad

Identidad provincial

Dimensión clave de la política

Derechos negativos

Participación Política del bien común

Función política de la enunciación en relación al neopatrimonialismo

Eficiencia gubernamental

Cinismo republicano

Sentido de pertenencia comunitaria

Elección selectiva de representaciones sociales

DISCURSO POPULISTA

(Articulación de posiciones de sujeto)

Construcción antagónica del campo político “pueblo-antipueblo”

22 Conocidas frases de Juan Domingo Perón. 23 El “roba pero hace” suele ser la frase con mayor poder significante para abonar mi hipótesis de la fuerza de lo real.

25

4.- ANÁLISIS INTERPRETATIVO

4.1. La cultura como producto del régimen político

La tercera fase del enfoque hermenéutico en profundidad es la interpretación. Se

trata de la deconstrucción simbólica; es decir, la interpretación de la cultura. Esta tarea

supone la explicación creativa del significado y la demostración sintética de cómo este

significado sirve para sostener las relaciones de dominación. Se trata de insertar una forma de

hermenéutica que está mediada por el análisis discursivo y por el análisis socio- histórico de

las condiciones en las que el discurso es producido y recibido. En cada caso o esto supone un

análisis de las estrategias argumentativas prestando especial atención a los modos y a las

formas cómo se interpelan y constituyen a los sujetos sociales, para descentrar cómo se

constituyen las identidades colectivas y cuáles son las formas que adopta la ciudadanía.

El problema de la cultura política está vinculado al problema de la relación de as

formas simbólicas con el poder (Ariño 1997); y éste, es el espacio teórico de la ideología. El

análisis de la cultural política pretende desentrañar la lógica de poder que hace que lo sujetos

naturalicen la dominación estructural. El campo de la cultura es por ello el campo de la lucha

ideológica. Por ello analizar la ideología es interesarse por las formas como se entrecruzan el

significado y el poder, lo que lleva a indagar como se moviliza el significado en la sociedad

en defensa de los intereses dominantes (Ariño A.1997). Es en el campo cultural en donde se

desenvuelve el conjunto de los fenómenos de la producción social de sentido y en el que se

construyen las identidades colectivas,

Ahora bien, la cuestión que constituye el centro de interés de esta ponencia es la

articulación entre régimen y cultura política, estipulando que la cultura política es variable

dependiente del régimen político.Si consideramos que el régimen político es mediador entre

Estado y ciudadanía, cabe también pensar que como resultado de tal condición se conforme

una forma específica de cultura política. En consecuencia a determinado régimen político

corresponde una especial forma de cultura política24.

24 Es conveniente hacer a tiempo una aclaración. Es un supuesto de la investigación el que la cultura política es una variable dependiente del régimen político. Esta aseveración obedece a una necesidad de organización analítica. Por ello supondremos – por ejemplo- que si régimen político adopta un formato institucional de corte autoritario irá generando una cultura política de esa índole. Esto es así porque la cultura política que produce un determinado régimen queda presa al ser dependiente del régimen que se institucionalice. Pero lo social es dinámico y la reproducción social será luego lo que transforme a la cultura política en una de las condiciones de posibilidad para la permanencia de ese régimen político. Por ello desde una perspectiva dialéctica la articulación entre régimen y cultura será de mutua implicación lógica, aunque a los efectos analíticos debamos proceder secuencialmente.

26

4.2.- La dimensión cultural : la construcción de las identidades políticas

La violencia simbólica que se ejerce desde los sistemas de dominación va a constituir

a los individuos concretos en sujetos históricamente situados. El campo de la “cultura

política” es el espacio de constitución de las identidades colectivas. Ello es porque el sentido

que ordena la relación del individuo con el mundo tiene que ver con la conformación de su

identidad individual. La identidad individual se construye en la apropiación subjetiva del

mundo y es indisoluble a la apropiación de identidades colectivas25.

La constitución de una identidad colectiva es también un proceso de fijación de límites.

El límite es siempre una alteridad sea esta espacial “los otros” o temporal “el pasado” que

tiende a constituir un espacio solidario y al mismo tiempo homogéneo o sea un “nosotros” o

un “hoy”. Estos límites son inestables y están en constante redefinición a través de la

articulación discursiva que irá organizando las dispersiones existentes. Y acá aparecen

nuevamente las dos lógicas contrapuestas inherentes a toda articulación hegemónica: la

lógica de la diferencia, que supone una expansión y complejización del espacio político y la

lógica de la equivalencia, que es una lógica de la simplificación del espacio político: No

obstante como bien entiende Aboy Carlés que para la construcción de identidades política

ambas lógicas operan simultáneamente; si la diferencia establece un límite y una escisión del

campo político ( la alteridad ) la equivalencia supone la homogenización interna (Aboy

Carles G. 2002:25) . Pero, a su vez, toda identidad política busca la ampliación de su propio

espacio solidario. Las lógicas de la diferencia y la equivalencia, con sus contradictorias

tendencias a la división y a la homogeneización de los espacios solidarios, dibujan un

conflicto irresoluble que atraviesa, pues, a cualquier identidad política: este conflicto se traba

entre el establecimiento de un límite necesario para su constitución, y, la pretensión de

desplazar ese límite (ídem). El populismo se caracterizara, como sostienen de Ipola y

Portantiero (1989), por esa tensión entre la tendencia a la ruptura y la contratendencia a la

integración de un mismo espacio político. Por ello la configuración de la identidad populista

se caracterizaría, por constituir una de las formas de negociar esa tensión irresoluble entre la

división y la homogeneización de la comunidad política (Aboy Carlés. ídem).

25 Descarto toda posibilidad de entender que una identidad colectiva sea una sustancia predada. No obstante entiendo que el científico social debe tener muy presente es que los actores sociales echan mano a construcciones esencialistas para tratar de comprender el mundo y de esa forma internalizan y naturalizan la dominación. (Pérez Agote, A. 1986) Se trata de lo que Barber (2004) identifica como “presupuestos independientes” que significa suscribir un pensamiento esencialista que reconoce el mundo social como “realidades” por oposición a “relaciones”.

27

En el espacio de la constitución discursiva, la interpelación populista será entonces

acomodaticia. Si miramos a la Argentina, tanto el irigoyenismo como el peronismo se

constituyen a partir de marcar una frontera política excluyente respecto del régimen, pero una

vez como gobernantes concibieron a sí mismos como la encarnación de la Nación (ídem: 26).

Entiendo que en la segunda instancia es donde el discurso del comunitarismo aporta las

mayores representaciones que operan como condiciones de producción de la identidad

populista, pues tiende a la homogenización interna y la disolución de la autonomía del sujeto

en la comunidad cultural.

4.3.- La dimensión subjetiva: la constitución de la ciudadanía y los procesos de

subjetivación en regímenes neopatrimonialistas

Para afrontar el estudio de la ciudadanía se debe comenzar por reconocer algunas

distinciones problemáticas. Se trata de diferenciar: 1) existencia privada (identificación

cultural) de existencia pública (subjetivación política); 2) nacionalidad, de ciudadanía; y 3)

comunidad (bien común) de espacio público (bien público).

La subjetivación política, concebida como ciudadanía -y por ello sólo concebible en

un espacio democrático- se elabora no en el compartir valores identificatorios, sino por medio

de conflictos políticos en una confrontación con otros sujetos. La lógica identitaria del

comunitarismo extremo rechaza los procesos de subjetivación política, pues en el disenso

está la posibilidad individual de revelar “quién es”, de descubrirse a sí mismo como

ciudadano, es decir como actor (singular) en un espacio plural.

La ciudadanía política sólo es concebible en democracia pues el autoritarismo y los

totalitarismos no reconocen actores. Ser actor es indisociable de las confrontaciones políticas

y de intercambios argumentativos (Habermas, J.1994) Esta oposición no implica

jerarquización de valores sino que delimita dos registros de la existencia humana que

implican "estilos de vida". Pero también hay que reconocer que la identificación comunitaria

es condición empírica de ciudadana, y por ende de la subjetivación política. Para constituir

una cultura de ciudadanos debemos referirnos entonces a actores y consecuentemente poner

en perspectiva que su accionar será innovador, si entendemos por innovación la posibilidad

constante de revisión de las acciones públicas. No obstante en los neopatrimonialismos el

pluralismo no existe y entonces se diluye la esencia de un espacio público democrático, pues

para que haya sociedad democrática se requiere de la institución de un espacio de conflicto

28

que transforme la simple opinión en objeto de diálogo y de controversia pública. (Tassin.E.

ob. cit; Barber, B. ob.cit.)

Ahora bien también debe entenderse también que como procesos sociales son

inseparables. La lógica histórica del proceso de constitución individual la pregunta "¿qué

soy?" se responde antes que la pregunta "¿qué hacemos?", pues ésta surge en un agente

ubicado culturalmente. Ello lleva a que para un análisis social hay que mirar el proceso de

constitución de las identidades colectivas, para ver si se abren ventanas de oportunidades para

la conformación de ciudadanía o son sólo funcionales a la legitimación de otras formas de

dominación.

La ciudadanía política desde la mirada republicana supone un espacio plural donde a

partir del disenso el sujeto se constituye en actor (Arent, H. 1993). En tanto que el

comunitarismo propende la constitución de las identidades cerradas. Por ello el discurso del

comunitarismo construirá procesos de identificaciones colectivas con la comunidad

produciendo el vaciamiento del campo político (Sigal S. y Verón, E. 1986) Esta expresión

hace alusión a la imposibilidad discursiva de la aceptación del otro como igual. No es posible

la política como construcción de conjunto, pues se niega el diálogo al negarse al adversario.

Indagar sobre la construcción de los procesos de ciudadanía y de la identidad permite

adelantar una conclusión: la cultura política de los regímenes neopatrimonialistas tiende

producir sujetos sociales que se constituyen políticamente como ciudadanos siervos.

La noción de ciudadano, es ambigua pues es fuente de legitimidad y fuente de poder.

Como fuente de legitimidad el ciudadano esta dotado de pretensiones legitimas. Esas

pretensiones están formalizadas como derechos reconocidos y para el caso de su violación

por parte de quienes atenten contra ellas es necesario un esfuerzo (discursivo) (Capella J.R.

1993: 147). Como fuente de poder la noción de ciudadano es más compleja. Debemos mirar a

la configuración histórica de los derechos de la ciudadanía, y recordar que los derechos fueron

arrancados al poder estatal transformándose en deberes que fueron impuestos al Estado. Pero

la historia también demuestra que una vez logrado el objetivo de arrancar un derecho al

Estado queda éste constitucionalizado o juridificado y son las instituciones estatales (y no ya

los agrupamientos de personas) los encargados de su cuidado. De esta forma entiende Capella

que empieza a disolverse el poder de la ciudadanía, y pasando a quedar en manos del Estado.

Los ciudadanos siervos son los sujetos de los derechos sin poder. De la delegación en

el Estado y el mercado. De la privatización individualista. (Ïdem: 151/152)

29

En el caso del neopatrimonialismo la apropiación del Estado hace que se tengan

ciudadanos formales, como lo es también su sistema republicano, pero las instituciones

informales – en especial las prácticas clientelares- los transformen en buena medida siervos

estatales, en una moderna y sofisticada modalidad de servidumbre, encubierta bajo los

ropajes formales de los poderes legalmente constituidos.

CONCLUSIONES

En la presente ponencia nos propusimos reflexionar respecto de algunas categorías

teóricas que ayuden a comprender los procesos de concentración de recursos de poder por

parte de quienes ejercen la dominación política. Se trató, en suma, de enunciar y desarrollar

una propuesta analítica para dar cuenta de una preocupación científica. Pero también el

objetivo apunta a observar la calidad de la democracia en las llamadas “provincias chicas” de

Argentina, en las cuales en torno a un líder, las elites realizan un uso doméstico del poder.

Se partió de la premisa de que la cultura política es una variable dependiente del

régimen político, es decir: cada tipo de régimen político originará una cultura política

específica. Para ello se construyó una propuesta teórico-metodológica que articula tres

instancias analíticas: estructural, institucional y cultural. En la primera instancia se plantea

observar las condiciones de posibilidad para la patrimonialización del Estado sugiriendo que

la exclusión social y la concentración de recursos político son variables centrales a tener en

cuenta. En la instancia institucional se analizan las dimensiones objetivas (prácticas

políticas) y su cobertura simbólica (discursos) y de donde se deduce que el particularismo

como práctica dominante buceará en el imaginario para legitimarse a partir de una

discursividad de formato populista. Finalmente en la tercera instancia, se estudian los

procesos de subjetivación en el campo de la cultura política es decir, cómo se instituyen las

identidades políticas a partir de sentidos de pertenencia comunitario que producen una

subjetivación deficitaria que denominamos “ciudadanos siervos”

Se aporta la conceptualización de los regímenes neopatrimonialista como aquellos

regímenes políticos formalmente republicanos, en donde la institucionalidad informal

determina mayoritariamente las prácticas políticas y en los que un líder o una elite -como

consecuencia de controlar el partido dominante en el campo político- permanece en el

gobierno llegando a concentrar importantes recursos de dominación que le habilitan el

control de los recursos materiales y simbólicos del Estado La institucionalidad informal

paralela a la formal republicana se funda en prácticas particularistas legitimadas mediante

discursos de corte populista que abrevan de diversos sistemas significantes según sea

30

conveniente para obtener legitimidad. Las distintas interpelaciones ideológicas se orientan a

constituir sujetos leales al régimen a partir de generar sentidos de pertenencia comunitaria, y

como consecuencia, una cultura política antagónica con el desarrollo de ciudadanos activos.

El aporte del populismo conceptualizado como una forma especial de discursividad

que aporta un “formato” operará a partir de sistemas de creencias instalados produciendo la

cobertura simbólica. Es allí en donde el discurso del comunitarismo aportará las principales

enunciaciones tendientes a diluir la conflictividad. El populismo -a su vez y ya enfocándonos

a nivel de los sujetos - produce un proceso de identificación por un lado entre líder y

comunidad y por otro entre comunidad y sujeto. El producto es la construcción de un “nexo

comunitario” entre “líder” y “el pueblo” que en el caso de muchas provincias se ensancha a

toda la comunidad cultural provincial.

La recomendación a tener en cuenta respecto de que los neopatrimonialismos son

regímenes formalmente republicanos se vuelve nuevamente pertinente. El cinismo

republicano es la cobertura simbólica que realizan los dominantes del particularismo para

hacerlo parecer como universal. Las enunciaciones del cinismo republicano por parte de los

dominantes oscurecen la posibilidad de la subjetivación democrática porque -si resulta

exitoso- impide percibir la incongruencia entre el decir y el hacer.

Los regímenes neopatrimonialistas tenderán a generar culturas políticas basadas en

procesos de identificación cultural comunitarista, y así poner en zona de oscuridad el

espacio de ejercicio activo de la ciudadanía. El antagonismo no es entre pueblo y poderosos,

sino entre lo político y lo no político. El no poderse confiar en la política como modo de

resolver las cuestiones del espacio público es el gran triunfo ideológico de la implantación del

“nexo comunitario” líder -sociedad.

Esta formas del ejercicio de la violencia simbólica irán desarrollando un “habitus

político", una forma de entender y actuar en el ámbito público. Más concretamente, frente al

"habitus político" de tipo cívico - es decir constituir ciudadanía conciente de la necesidad de

participación para la construcción de un orden republicano - se estaría dando lugar a un

"habitus político" adaptado a un orden construido desde los dominantes, fundado en la

ilusión de la lealtad a la comunidad, pero también en el cinismo. Una suma en negativo que

imposibilita construcción de un espacio público en donde sea factible el ejercicio de la

ciudadanía.

31

Como consecuencia de estos procesos de dominación simbólica la mayoría de los

ciudadanos no internaliza que la formalidad republicana sea posible como práctica política.

Pues no basta con el conocimiento del sistema formal si el mismo no es aprehendido y vivido

como una práctica. Y ello es así, porque el proceso de construir una cultura es lento. Los

regímenes patrimonialista han generando disposiciones durables en los actores sociales y el

estudio de su cultura política pone de manifiesto que debilitan el poder de los ciudadanos

apareciendo nuevas modalidades de “ciudadanos siervos” dependientes de un Estado que

tiene dueños.

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