Muñoz Rubio Julio - Conceptos - Una Critica a Las Raices Del Concepto Capitalista de Escasez
description
Transcript of Muñoz Rubio Julio - Conceptos - Una Critica a Las Raices Del Concepto Capitalista de Escasez
ConceptosUna crítica a las
raíces del concepto capitalista de escasez(T. Malthus, D. Hume, A. Smith y C. Darwin)
Julio Muñoz Rubio
Universidad Nacional Autónoma de México
En este trabajo se analizan los orígenes del concepto capitalista de escasez, a partir de las ideas de cuatro de los intelectuales más influyentes del mundo moderno: Thomas Robert Malthus, Adam Smith, David Hume y Charles Darwin. A partir de diversas ramas del conocimiento como la demográfía, la economía política, la filosofía y las ciencias naturales, en particular la biología, los autores comparten una visión de la escasez que abstrae, cuando no ignora, las nacesidades de los seres humanos. El concepto de escasez, así, se presenta como algo que designa un fenómeno natural e insuperable: la escasez absoluta de recursos para la supervivencia de los seres humanos es algo que se ha presentado siempre y por tanto, la sociedad humana debe aprender a adaptarse a esta situación. La propiedad privada aparece así como resultado inevitable de la existencia de esta escasez absoluta. Como una condición esencial para regular las relaciones entre los seres humanos y los seres vivos.Esta concepción de escasez es una construcción con un marcado carácter ideológico, de falsa conciencia. No es posible afirmar la existencia de la escasez ni de la abundancia de nada si no es en relación con los cambios de las necesidades humanas a los largo de la historia.
Julio Muñoz Rubio
Es biólogo, doctor en filosofía, su principal campo de investigación es la filosofía de la biología. En particular sus investigaciones se han centrado en el análisis de los contenidos ideológicos de la teoría de la evolución y ha llevado a cabo críticas al reduccionismo dentro del darwinismo y el darwinismo social, en el siglo xix y en la actualidad, con la aparición de la sociobiolo- gía y la psicología evolutiva. Es investigador titular del centro de Investigaciones Inter- disciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM.
UNA CRÍTICA A LAS RAÍCES DEL CONCEPTO CAPITALISTA DE ESCASEZ
(T. MALTHUS. D. HUME. A. SMITH Y C. DARWIN)
Colección
C O N C E P TO S
D ir e c t o r :Daniel Cazés Menache
C o n s e j o C o n s u l t iv o : Luis de la Peña Pablo Rudomin Rolando García
C o m it é E d it o r ia l d e l c e i i c h Luis Benítez-Bribiesca Norma Blázquez Graf Daniel Cazés Menache
Enrique Contreras Suárez Rolando García Boutigue
Rogelio López Torres John Saxe-Fernández Isauro Uribe Pineda
Guadalupe Valencia García
CONCEPTO CAPITALISTA DE ESCASEZ (T. MALTHUS. D. HUME. A. SMITH Y
C. DARWim
Julio Muñoz Rubio
Universidad Nacional Autónoma de México
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades
Coordinación de Humanidades México, 2005
Edición:Alida Casale Nuñez
D.R. ® 2005 Universidad Nacional Autónoma de México Centro de Investigaciones Interdisciplinarias
en Ciencias y Humanidades Ciudad Universitaria, 04510, México, D.F.
Impreso y hecho en México / Prínted in México
ISBN 970-32-2905-0
J u lio M u ñ o z R u bio
Julio Muñoz Rubio es biólogo, doctor en filosofía. Su principal campo de investigación es la filosofía de la biología. En particular sus investigaciones se han centrado en el análisis de los contenidos ideológicos
de la teoría de la evolución y ha llevado a cabo críticas al reduccionismo dentro del darvinismo y el darwinismo social, en el siglo XIX y en la actualidad,
con la aparición de la sociobiología y la psicología evolutiva. Es investigador titular del Centro de
Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM.
CAPITALISTA DE ESCASEZ (T. MALTHUS. D. HUME. A. SMITH v
C. DARWIN^
RESUMEN
En el presente trabajo se hace un análisis de los conceptos de escasez formulados por Thomas Malthus, Adam Smith, David Hume y Charles Darwin, quienes, a pesar de trabajar en áreas diferentes y vivir en épocas distintas, hacen un análisis ahistórico y abstracto del problema de la escasez en el mundo, ignorando que la determinación de lo que es escaso y lo que es abundante es el resultado de las necesidades humanas en determinados periodos de la historia. Se establece entonces que la idea de escasez, propia del capitalismo, alcanza todas las esferas en la vida de la sociedad, y está indisolublemente liga-
da a la contradicción generada por el gran aumento en la producción en relación con las etapas previas de la historia y las normas de reparto propias de la economía de mercado. La naturalización que estos autores hacen de la escasez es un elemento indispensable en la conformación de la ideología y la hegemonía capitalistas.Palabras clave: escasez, capitalismo, ciencia natural, ciencia social, ideología.
INTRODUCCIÓN
El concepto de escasez ha sufrido cambios que han correspondido a los contextos históricos específicos en los que se ha desarrollado. En el mundo occidental, más precisamente en la cultura judeocristiana, la condena del ser humano a la existencia en medios de escasez es algo que está planteado desde el mismo Génesis. Adán y Eva viven en un principio en un medio de abundancia, en donde no tienen necesidad de esforzarse para vivir bien. Es como resultado de sus pecados que son lanzados fuera del Paraíso, esto es, a un medio en el que deberán esforzarse con el fin de obtener sus medios de subsistencia. Desde esa perspectiva, Dios ha condenado a los seres humanos al esfuerzo diario para enfrentarse a lo que en adelante será una continua lucha contra la escasez.
Durante la Edad Media, la idea de escasez hacía alusión a la insuficiencia de abastecimiento, y a partir del siglo xv se entiende como una
insuficiencia de cualquier medio que pudiera cubrir alguna necesidad, conservando su característica temporal (Xenos, 1989: 3).
En general, las teorías sobre la escasez que se elaboraron en esos tiempos ponían el problema del crecimiento de la población como la explicación fundamental. Estas tesis demográficas, si bien habían hecho su aparición desde el siglo v (Glacken, 1967: 259-260), comenzaron a tener un mayor auge a partir del siglo xvi. Fue entonces cuando Giovanni Botero admitió que una tendencia al aumento de la población sería benéfica para la sociedad, pero advirtiendo simultáneamente sobre el peligro que acarrearía su crecimiento desmedido, y aseverando que el perfeccionamiento en los métodos de cultivo sería el mecanismo utilizado para aliviar la presión de la población sobre los medios de subsistencia, paliando así la situación de escasez (Overbeek, 1984: 49-51). Sin embargo, a partir del siglo siguiente, Walter Raleigh, Francis Ba- con y Matthew Hale señalaron que la población no puede crecer más a causa de las guerras y pestes que recurrentemente acaban con una parte de los habitantes. En 1662, John Graunt determinó la existencia de mayores índices de mortalidad en las zonas urbanas con respecto a las rurales, explicando este fenómeno como regulador del crecimiento poblacional (Smith, 1951: 10-14).
Con la llegada del siglo xvm se incrementaron las opiniones acerca de la sobrepoblación y la escasez. En 1751, Benjamín Franklin señaló que
en la sociedad, como en la naturaleza, no hay obstáculos para la reproducción de plantas y animales, excepto los provenientes del hacinamiento. En los humanos, explica, la reproducción es directamente proporcional al número de casamientos, los cuales aumentan en tiempos de auge económico y se reducen en tiempos de crisis (Simith, 1951: 17). En 1767, James Stewart dejó sentado que los animales tienen una tendencia natural a multiplicarse, y no habiendo en apariencia ningún privilegio de algunos individuos sobre otros para sobrevivir, la única forma en que se podía explicar el que no aumentasen desmedidamente era la eliminación de muchos de ellos por causa de la escasez de alimentos.1
Un poco antes, en 1752, David Hume, al elaborar una de las tesis más importantes sobre la escasez, sostuvo que en la humanidad existe un poder y un deseo innatos de reproducción que son restringidos por las plagas. La diferencia de clima y vegetación juega un papel importante en la distribución de la gente, pero si aquella no existiese, los lugares de mayor proliferación serían aquellos con instituciones más eficaces y sabias (Smith, 1951: 18). Señaló también que el deseo de poseer e incrementar las riquezas es también innato en el ser humano y que por lo tanto impulsa a los individuos a consumir constantemente los nuevos artículos que se producen (Hume,
1 Steuart, J. 1966. An inquiry into the principies ofpolitical oeconomy, 2 vols., Oliver and Boyd, vol I, p. 32. Citado en James. (1979: 104-106).
1992). En 1753, Robert Wallace estableció, de acuerdo con una idea de escasez permanente y generalizada, que existen restricciones al crecimiento de la población, las cuales podrían ser físicas o morales. Entre las primeras se encuentran plagas, hambrunas, terremotos e inclemencias climáticas, y entre las segundas vicios, pasiones, guerras, pobreza, corrupción, lujuria y amores irregulares. Según él, un gobierno perfecto no podría perpetuarse porque produciría tal cantidad de habitantes que la nación se sobresa- turaría hasta colapsarse a causa de la escasez de satisfactores, con lo cual la anarquía y el caos reinarían (Hume, 1992: 19). Afines del siglo xvm, Arthur Young repudió la identificación de crecimiento poblacional con progreso y prosperidad (Hume, 1992:28) y, en 1791, Joseph Townsend explicó que la raza humana en un inicio puede aumentar su población hasta llegar a un límite a partir del cual diversos factores se combinarían para regularla. Las causas que actuarían en ese sentido serían: las enfermedades, la emigración, la guerra, y los deseos de alimento y de posesión de tierra y habitaciones.2
Aunque autores como William Petty, en el siglo xvii, y John Howlett, Johann Süssmich y William Paley, en el xvm, al ocuparse del tema del crecimiento poblacional se pronunciaron a favor de
2 Townsend, J. 1791. A journey throught Spain in the years 1786 and 1787; with particular attention to the agricutture, manufactures, commerce, population, taxes and revenue. Citado en James(1979: 108).
este, todos ellos estaban lo suficientemente claros sobre el problema de la escasez y concordaban en que sería imposible que ia población creciera continua e indefinidamente sin causar problemas de alguna gravedad (Smith, 1951: 22-24).3
Sin embargo, en ese tiempo, estos autores no lograron ofrecer una explicación más amplia, profunda y coherente sobre la escasez. Más adelante, en Inglaterra, a inicios del siglo xix, con el naciente capitalismo moderno, caracterizado por la gran expansión comercial y la Revolución Industrial, es donde se desarrolla la primera teoría sistemática de la escasez (Smith, 1951: 8), elaborada por el economista Thomas Robert Mal- thus. La influencia que tuvo sobre el conjunto de las ciencias sociales primero y después sobre las ciencias biológicas, gracias a la adopción de su modelo por parte de Charles Darwin, la ha hecho una de las teorías paradigmáticas (en términos de Kuhn (1970)) de los tiempos modernos. Su teoría deja de ser simplemente una teoría demográfica y se convierte en una teorización general sobre la escasez en el mundo entero.
En los momentos actuales, la recesión económica global y la crisis ecológica, junto con los conflictos bélicos y políticos que están acarreando, nos presentan más que nunca un mundo en el que la escasez parece ser un elemento inevitable al que la humanidad debe enfrentarse sin remedio.
3 Para comprender los puntos de vista de muchos de los precursores de Malthus, consultar también Glacken (1967: 398-406).
Por ello se hace necesaria una reflexión sobre el carácter histórico e ideológico de las teorías sobre la escasez. En particular, es necesario considerar la manera como la interacción entre ciencias naturales y sociales ha contribuido a reforzar estas teorías, para ofrecer una visión del mundo que, aunque pretenda expresar verdades y leyes universales e inalterables, en realidad resulta de un modelo construido para adaptar la vida humana y la realidad toda a las necesidades de un modo particular de producción: el capitalista.
En concreto, en el presente trabajo me propongo analizar los elementos ideológicos de la teoría moderna de la escasez, empezando por el modo en que la economía política, con Malthus, Adam Smith y —desde el lado filosófico— David Hume, la presentaron, así como explorar la forma en cómo Charles Darwin se identificó con esta idea de escasez permanente y lo expresó en su teoría de la evolución de las especies.
LA CONCEPCIÓN DE ESCASEZ EN MALTHUS
Escasez y leyes universales
Desde el punto de vista metodológico, Thomas Robert Malthus (1766-1834) lleva a cabo un análisis que parte de una realidad concreta en la que él vive: la de Inglaterra de fines del siglo xvn e inicios del xix, y elabora una descripción abstracta de lo que está observando. Su teoría parte de un análisis abstracto del comportamiento de la po
blación y a partir de ahí construye el conjunto de las relaciones humanas. No hace un análisis de las condiciones históricas que están determinando que haya escasez, y la plantea como si estuviera predeterminada.
Dentro de esta construcción de las relaciones entre los elementos de escasez propone, entre estos últimos, la existencia de “algo” que les da un sentido, “algo” que los mantiene dentro de este equilibrio. Este “algo” son: las leyes naturales que están actuando dentro de un orden natural en la población, asumiendo una función restrictiva al aumento de ésta o cuando una escasez aumenta en proporción a otras. Una de estas leyes naturales importantes dentro del planteamiento de Malthus es la ley de la necesidad:
[...] la gran ley de la necesidad que impide a la población de cualquier país crecer más allá de lo que permiten los alimentos que puede producir o adquirir es una ley tan abierta a nuestras miradas, tan obvia y evidente para nuestro entendimiento, que no podemos dudar de ella ni por un momento. (Malthus, 1977: 281)
Malthus le da un peso importante a esta ley para explicar el principio de la población pero, al sentirla obvia, no la desarrolla y permanece en su teoría como un principio implícito al que hace referencia en el sentido de que los hombres tienen la necesidad de preocuparse por las subsistencias, pero ante la escasez de éstas la existencia humana se ve reprimida por la zozobra o
incertidumbre. Parte de esa obviedad proviene de la visión baconiana que Malthus tiene sobre el mundo, la cual postula que la ciencia busca encontrar las leyes naturales, constantes, que funcionan para el Universo.4
Para Malthus la existencia de estas leyes es real, sólo quedaba reunir los hechos que sirvieran para comprenderlas, allí donde pudieran ser encontrados. Para Malthus, además, otro punto importante es preguntarse ¿cuál es el origen de estas leyes?, y responde a esa pregunta atribuyéndoles haber sido establecidas por un poder superior al humano, es decir, les confería un origen divino. Ésta sería una razón para que la existencia misma de las leyes no requiriera de mayor explicación, la tarea del científico se centraría en entender cómo esa ley (divina) se estaba presentando. Así, el comprender las leyes fijas, constantes, capaces de ser aplicadas en cualquier contexto, facilitaría enormemente el conocimiento del mundo.
Malthus parte de dos enunciados universales para elaborar su teoría:
4 Bacon planteaba que existían leyes universales, y que era deber de los hombres encontrarlas, para buscar la verdad: ni hay ni puede haber más que dos vías para la investigación y descubrimiento de la verdad: una que, partiendo de la experiencia y de los hechos, se remonta en seguida a los principios más generales (axiomas generales), y en virtud de esos principios que adquieren una autoridad incontestable, juzga y establece las leyes secundarias (axiomas medios). (Bacon, 1991: libro i, aforismo xix, 77).
Primero: el alimento es necesario a la existencia del hombre.Segundo: la pasión entre los sexos es necesaria y se mantendrá prácticamente en su estado actual.Estas dos leyes que han regido desde los tiempos más remotos del conocimiento humano como leyes fijas de la naturaleza y no habiéndose jamás observado en ellas el menor cambio, no tenemos razón alguna para suponer que vayan a dejar de ser lo que hasta ahora han sido, salvo que se produjera un acto directo de poder por parte del Ser que primero ordenó el sistema del Universo y que por el bien de sus criaturas continúa ejecutando conforme a leyes fijas, todas sus operaciones. (Malthus, 1979: 52)
Y casi inmediatamente agrega:
Considerando aceptados mis postulados, afirmo que la capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos para el hombre. (Malthus, 1979: 53)
Mas allá del carácter falaz de su afirmación (de la necesidad de alimento y de atracción sexual entre los seres humanos, no se infiere nada acerca de la dinámica de crecimiento de población y recursos), destaca aquí la convicción de unlversalizar los comportamientos de la sociedad con base en leyes divinas científicamente cog
noscibles y, claro está, para su objeto o sistema de estudio, la dinámica poblacional debe ser el punto a comprender para entender al ser humano. De esta manera se convierte en la explicación de los males que permanentemente le aquejan.
Malthus y la concatenación de las escaseces
Malthus publicó entre 1798 y 1826 hasta seis ensayos acerca de la dinámica de la población. En ellos trató de averiguar y explicar las causas por las cuales la humanidad no ha llegado ni llegará a alcanzar la felicidad, postulando que esto se debe a que la población exhibe siempre una tendencia a crecer por encima de los medios de subsistencia. A esto le llama el principio de población.
Afirmó que:
[...] la capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos para el hombre. La población, si no encuentra obstáculos aumenta en progresión geométrica. Los alimentos tan sólo aumentan en progresión aritmética. (Malthus 1979: 52)
Expone la idea de que la humanidad se ha desenvuelto bajo el reino de la escasez, entendida ésta como una escasez física y señala, principalmente, la escasez de alimentos, de espacio tanto para cultivar como para mantener al ganado, así
como la falta de fuentes de empleo y la pérdida del poder adquisitivo. Así, llega a las siguientes conclusiones:
a) Que la población no puede aumentar sin que aumenten los medios de subsistencia
b) Que la población aumenta irremediablemente cuando dispone de los medios de subsistencia.
c) Que la fuerza superior de crecimiento de la población no puede ser frenada sin producir miseria o vicio.
Al ir desarrollando estos elementos, Malthus va desprendiendo una serie de relaciones sociales entre distintos tipos de escasez (no solamente de alimentos) profundamente interpenetrada. Para explicar esta formulación que acabo de hacer, empezaré retomando el principio de población antes mencionado, en el cual Malthus afirma que en la medida en que la población se encuentre en una situación de escasez de alimentos, la misma cantidad de alimentos disponibles se tendría que dividir en un número mayor de personas:
La constante fuerza de crecimiento de la población [...] hace que el número de habitantes aumente más aprisa que los medios de subsistencia. El alimento que aseguraba el sustento de siete millones de personas tendrá que distribuirse ahora entre siete y medio u ocho millones. (Malthus, 1979: 62).
Como es de esperar, para intentar contrarrestar esta escasez de alimentos, según Malthus, se procurará o bien producir una mayor cantidad de alimentos o bien disminuir el número de la población. Con respecto a la primera alternativa, para producir mayor cantidad de alimentos se necesitará de una mayor área para cultivar, pero aquí se enfrenta a otro problema pues el espacio disponible en la Tierra es finito, y el espacio donde el hombre se desenvuelve es limitado, perfilándose de esta manera otra escasez: la del espacio. A esto se le agrega otra consideración: la pérdida de la fertilidad de los suelos de cultivo.
[...] El hombre se halla por la necesidad confinado al espacio de que puede disponer. Cuando se han ido aumentando año tras año los terrenos dedicados al cultivo hasta llegar a ocupar todas las tierras fértiles, el aumento anual de la producción de alimentos tiene que depender del mejoramiento de las tierras ya cultivadas, y es ésta una reserva que, en lugar de aumentar, tiene que ir disminuyendo gradualmente [...] (Malthus, 1977: 10)
A fin de mantener la fertilidad de la tierra será necesario abonarla, para lo cual a su vez se requieren los desechos del ganado. Pero también el ganado es parte de la alimentación. Retomando la idea anterior acerca de la limitación de espacio, tanto para el cultivo como para la crianza del ganado, así como para la vivienda, se establece entre éstos una relación de limitación
mutua, esto es, que si el espacio total disponible para el hombre es limitado, éste tendrá que dividir entre los destinados a cubrir las necesidades de alimentación y los de habitación:
[...] Si suponemos que la competencia entre los compradores de carne se prolongara durante un tiempo tan largo que permitiera un gran aumento de la cría anual de ganado hay que tener en cuenta que este aumento sólo puede conseguirse a costa del trigo [...](Malthus, 1979: 91)
Así que la escasez de alimentos está determinada tanto por el aumento de la población como por la escasez de espacio. Ahora bien, cuando existe una escasez de alimentos, el precio de éstos tiende a aumentar, y en esta situación sólo podrán ser adquiridos por quien tenga los recursos económicos suficientes para comprarlos, manifestándose entonces una limitante de poder de adquisición por falta de dinero:
La competencia entre los competidores en el mercado provoca una rápida subida del precio [...] cuando un artículo escasea y no puede distribuirse entre todos, aquel que representa el título de más valor, o sea el que ofrece más dinero, es el que lleva la mercancía. (Malthus, 1979: 91)
Pero la falta de dinero está relacionada con el salario que un trabajador obtiene por su trabajo.
A este respecto, Malthus expone que como al aumentar la población lógicamente aumentará el número de trabajadores, en consecuencia se producirá una abundancia de mano de obra, lo que causa que exista escasez en las fuentes de empleo, debido al aumento de la demanda de trabajo:
[...] Por ser el número de trabajadores superior a las posibilidades de absorción del mercado laboral, el precio del trabajo tenderá a disminuir, mientras que los precios de los productos alimenticios tenderán a subir. El obrero se verá pues obligado a trabajar más para ganar lo mismo. (Malthus, 1979: 63)
Un aumento en la demanda de trabajo, producirá una situación de desempleo, para remediar el problema hay que crear más empleos, pero como no se puede dar trabajo a más trabajadores con el mismo sueldo existente, debido a que el fondo destinado al sostenimiento del trabajo no ha aumentado, este fondo por consiguiente se tiene que dividir entre más personas, ya que de lo contrario si la respuesta ante el alza de precios de las mercancías fuese un alza general de los salarios proporcional a ésta, sólo unos cuantos empresarios podrían seguir empleando el mismo número de trabajadores que antes.
Si se hubiera producido una alza general de los salarios proporcional al precio de las provisiones, nadie excepto los cultivadores y
unos cuantos caballeros se hubieran podido permitir seguir empleando el mismo número de trabajadores que antes. Muchedumbres adicionales de criados y de obreros de fábrica se hubieran quedado sin empleo [...] En el orden natural de las cosas la escasez tiene que tender a rebajar, en lugar de subir, el precio del trabajo. (Malthus, 1977: 328)
Ante esto —según Malthus— el trabajador se encuentra dentro de una situación difícil. Reflexiona y se da cuenta de que no gana lo suficiente como para mantener a un número grande de gentes, a consecuencia de lo cual evitará reproducirse más allá de lo que sus recursos le permitan y así se generará un obstáculo o freno al crecimiento de la población, y eventualmente se podrían nivelar los medios de subsistencia:
[...] Durante este periodo de escasez son tantas las dificultades que hay que vencer para mantener una familia que los matrimonios se hacen menos frecuentes y la población deja de aumentar [...]. (Malthus, 1979: 63)
Este es un claro ejemplo de lo que para Malthus es un obstáculo “preventivo” al crecimiento de la población, el cual es característico de los países civilizados de su tiempo. Mediante él, los individuos son capaces de tomar, conscientemente, medidas de previsión a fin de reducir el crecimiento demográfico antes de que éste produzca hambrunas, epidemias o guerras, como sucede
en las etapas menos civilizadas de la historia (Malthus, 1977: 13-19).
Si la población se reduce y aumenta la producción, se nivela la población con los medios de subsistencia, dándose una abundancia. En esta situación, las presiones se relajarían y con esto de nuevo crecería la población.
Repasando brevemente, si hay un aumento en la población, se presentarán obstáculos que hacen que la población disminuya su crecimiento, dentro de los cuales se encuentra la escasez de espacio y la escasez de alimentos. Estos últimos, al ser escasos, aumentan su precio, y dado que los salarios no aumentan sino disminuyen, como ya se explicó anteriormente, se genera entonces una pérdida del poder adquisitivo; lo que sitúa al trabajador en una circunstancia de incertidumbre sobre su futuro, por lo que disminuye su número de hijos y al disminuir la población y aumentar la producción, se vuelven a relajar las restricciones y empieza de nuevo el retroceso. Así, Malthus presenta un modelo de funcionamiento de la sociedad como un sistema de elementos de escasez entrelazados unos con otros, que tienden a equilibrarse, en donde cada elemento es razón de la existencia del otro. De ese modo, si uno de estos elementos se desequilibra dentro de este sistema, lógicamente desequilibrará a los demás generando situaciones de crisis difíciles de controlar.
Así pues, Malthus encuentra en la escasez una categoría de análisis para comprender cómo se va construyendo buena parte de las relaciones
humanas. En su modelo, una escasez causa otra escasez y es el entrelazamiento de todas ellas el elemento para mantener un equilibrio social. Finalmente, las relaciones que se establecen entre las distintas escaseces son indispensables para comprender el mundo.
La escasez como concepto ahistórico
Malthus, al atribuir el origen de las calamidades humanas al perpetuo conflicto entre incremento demográfico vs. la insuficiencia alimentaria, pretende encontrar el paliativo tomando medidas que lleven a mantener el equilibrio entre estos dos elementos, partiendo de la acción de individuos convencidos de que hay que llevar adelante estas medidas. Es así como el “freno moral” que postula para detener el crecimiento poblacio- nal, consistente en la abstinencia y en la elevación de la edad permitida para contraer matrimonio, son acciones que, si bien son promovidas por el Estado, las llevan adelante los individuos de manera voluntarista, haciendo abstracción de las situaciones en las que se encuentran viviendo.
En este sentido, hay que resaltar que Malthus, al haber conferido a la ley de población ese carácter natural, del que ya se habló, evade responsabilizar al sistema de producción o al propio Estado de estos males, haciéndolos recaer, en cambio, sobre cada individuo quien, al no actuar con el juicio y la conciencia debidas, será el cau-
sante de su propia penuria por procrear más hijos de los que puede mantener. Malthus declara:
Cuando el salario de un trabajador basta escasamente para sostener dos hijos, el hombre se casa y tiene cinco o seis; como es natural, se encuentra después en medio de los mayores apuros. Acusa a la insuficiencia del salario la imposibilidad de mantener una familia [...] Acusa de avaricia a los ricos [...] Tacha de parciales e injustas a las instituciones sociales, que le han asignado una participación inadecuada en los productos de la tierra [...] Buscando objetos de acusación, nunca echa de ver de dónde proceden todos sus infortunios.La última persona que pensaría acusar sería precisamente a sí mismo, en quien recae en realidad la principal culpa [...] nunca entra en su cabeza que haya podido hacer algo que no debiera haber hecho.
[...] es él mismo [el trabajador] el causante de su propia miseria; que está en su mano, y no en las de ningunas otras personas, el remediar el mal; que la sociedad en cual que vive y el gobierno que la preside no tienen ningún poder directo a este respecto [...]. (Malthus, 1977: 449)
He aquí una muestra característica de una visión individualista del mundo, en la cual la responsabilidad social sobre los males sociales es reducida a la responsabilidad de individuos, los cuales
son concebidos como autónomos entre sí, como desprovistos, en principio, de relaciones sociales. Esta visión niega los conflictos humanos como conflictos relaciónales de grupos o clases sociales.
Con todo esto, Malthus construye una visión del mundo utilizando un método que parte del análisis de una etapa concreta de la historia en la que él se encontraba viviendo, pero que termina por abstraer de ese análisis los elementos históricos y por pensar que corresponden a leyes generales de la sociedad.
Para superar esta deficiencia hay que hacer una crítica metodológica de raíz a los planteamientos de Malthus. Marx retoma un análisis histórico de los procesos sociales y propone elaborar las leyes o reglas de los fenómenos socioeconómicos a partir de los contextos concretos en los que cada uno se desarrolla, abandonando los esencialismos, ahistóricos en sí. De ese modo plantea que los hombres, al establecer las relaciones sociales de acuerdo con sus necesidades de producción material, crean también los principios, las ideas y las categorías que regulan tales relaciones. Por este camino, las categorías económicas serán concebidas como expresiones teóricas de las relaciones sociales de producción.
Malthus participó en la construcción del sistema social en el que se encontraba inmerso, desde su estatus de intelectual orgánico, y con ello participó en la construcción de una concepción del mundo correspondiente a ese sistema. Dentro de esta visión, los intelectuales de esa época, al buscar encontrar las leyes universales que ex
plicaran el funcionamiento del universo, llegaron a la conclusión de que las leyes del sistema económico capitalista serían en realidad las leyes universales de la sociedad, y la historia sería el proceso mediante el cual la sociedad se ha ido desembarazando de los obstáculos hasta llegar a su funcionamiento natural: el capitalista. Las leyes de población no son la excepción y por tanto se puede postular, como Malthus lo hace, la existencia de una sola forma de comportamiento demográfico, el cual tiene su expresión más diáfana en el sistema que él observa: el capitalismo de la primera revolución industrial. De todo ello se desprenderá un principio universal de escasez.
El error metodológico que aquí se comete es precisamente concebir esta situación como perpetua, sin poner atención a los problemas y condiciones específicas del comportamiento pobla- cional en las etapas históricas en las que además se presenta (las cuales serán mencionadas más adelante), las considera inmóviles, negando con esto la historia. Estos enfoques, a su vez, niegan al hombre como ser dinámico y dejan a un lado el hecho de que ha sido el hombre el que ha ido construyendo sus relaciones sociales, y que éstas se han ido replanteando de acuerdo a cómo se han establecido las nuevas relaciones.
En este sentido, cuando Malthus, en su debate contra William Godwin, hace notar que éste admite la existencia de un principio que mantiene la población al nivel que los medios de subsistencia lo permitan, se pregunta cuáles serán las causas de este principio y se cuestiona:
¿No es esta causa la miseria y el temor a la miseria, resultado necesario e inevitable de las leyes de la Naturaleza en el estado actual de la existencia humana, que las instituciones humanas, lejos de agravar, han procurado mitigar en grado considerable, aunque no puedan nunca suprimirlo? (Malthus, 1977: 301)
Así, bajo esta idea de que el estado natural de operación de la humanidad es el sistema capitalista, la idea de que pudiera existir una sociedad igualitaria o una situación de abundancia no es posible, como él mismo lo señala al decir que:
El hombre no puede vivir en medio de la abundancia. No todos pueden participar en los dones de la naturaleza. Si no existieran leyes que regularan la propiedad, cada uno tendría que defender y amparar sus bienes. (Malthus, 1977: 301)
Para Malthus, bajo la ¡dea de la abundancia no hay ningún acicate para la producción, y siendo la escasez la que genera incertidumbre en los hombres, es causa también de que éstos tengan que moderarse en sus acciones y a la vez motivarse para producir y progresar. La visión de Malthus es clara: la escasez es la generadora de la producción. Pero cuando afirma que no todos pueden participar de los dones de la naturaleza y de las leyes de la propiedad, refleja la realidad de un momento histórico en el cual privan la propiedad privada, y la desigualdad social, proyectándolas como una característica natural del ser humano.
Bajo esta visión, se va perfilando una interpretación sobre la naturaleza humana donde, sin escasez ni necesidad permanentes, el hombre no es productivo. Ya desde 1798, Malthus planteó la necesidad como una ley de la naturaleza: “La necesidad, esa imperiosa ley de la naturaleza que todo lo abarca, se encarga de restringirlos [los gérmenes de vida] manteniéndolos dentro de los límites prescritos” (Malthus, 1979: 54).
En una situación donde los hombres no tuvieran limitaciones para desarrollarse y la abundancia lo permeara todo, el principio de población actuaría produciendo un enorme incremento de ésta, puesto que las restricciones para su crecimiento son eliminadas, pues el hombre estaría bajo una idea de felicidad y de abundancia, las cuales favorecerían la procreación. Esto es claro en la siguiente afirmación:
Si todos los hombres tuvieran asegurados los medios suficientes para formar una familia, casi todos la tendrían y si la naciente generación estuviera libre del temor a la pobreza la población aumentaría con una rapidez inusitada. (Malthus, 1977: 296)5
5 El lector interesado puede consultar también los capítulos 8 al 15 del Primer ensayo (Malthus, 1979), en especial las páginas 153-154, en las que Malthus intenta imaginar un estado social ideal en el que no hay escasez de nada, concluyendo que ese estado es el mejor acicate para el crecimiento de la población.
Y claro, este aumento produciría escasez alimentaria.
Esta visión de la naturaleza del hombre apela mucho al vivir en un estado constante de angustia y de incertidumbre hacia el futuro.
Al mismo tiempo, se nos muestra una visión determinista del ser humano respondiendo a estímulos, a estas leyes naturales que constantemente actúan sobre él, y con ellas todas las otras relaciones humanas que se van construyendo, tales como las del orden politicoeconómico. Malthus las concibe como consecuencia —directa o indirecta— de estas leyes naturales, no considera que tenga autonomía ni mucho menos independencia con respecto a ellas. De esta manera, el ser humano es un mero objeto de un mundo que funciona de manera predeterminada e independiente de la presencia y la acción humanas. En él el individuo humano sólo se adapta y moldea ante a las situaciones que se le presentan, no las construye, es un actor pasivo ante tales situaciones y se niega su condición de sujeto histórico y de cambio, sujeto que va construyendo las ¡deas a partir de la abstracciones que va haciendo de la realidad y que transforma la realidad a partir de su propia práctica. La ¡dea de la escasez permanente no sólo se justifica para el capitalismo, sino que se vuelve incluso necesaria para este sistema.
Esta concepción de la naturaleza humana se complementa con la visión de otros intelectuales de la misma época como Adam Smith, para quien también el ser humano es por naturaleza egoísta,
siendo esta actitud la que ha permitido un sistema con propiedad privada y división del trabajo, que es lo que puede permitir que haya un aumento en la producción y en la productividad, dado que un individuo produce y ofrece su mercancía pensando no en el bienestar que causa hacia los demás, sino en el suyo propio. Es así como Smith afirma:
[...] Dame lo que necesito y tendrás lo que deseas, es el sentido de cualquier clase de oferta [...] no es la benevolencia del carnicero, del cervecero, o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos a sus sentimientos humanitarios sino a su egoísmo. (Smith, 1982: 17)
La caracterización del hombre como egoísta va de acuerdo con la convicción de su existencia en un ambiente de escasez natural y permanente, pues el egoísmo sería superfluo en una sociedad en la que los recursos que tiene no fueran escasos. En este sentido, bajo todas estas tesis, se va planteando que la situación permanente de escasez es inherente al mundo y que es el motor que impulsa la productividad.
Las condiciones históricas que se generaron a partir de la Revolución Industrial, extendida por Europa y Estados Unidos en el siglo xix, reforzaron la construcción de una idea de escasez permanente. El cambio de las formas de producción a la mecanización y el impulso al desarrollo eco
nómico basado en las manufacturas y la división del trabajo llevaron, por un lado, a una transformación en la forma de efectuar el intercambio de las mercancías y, por otro, a un replanteamiento de las necesidades de aquella sociedad ante las nuevas condiciones, en las que, a diferencia de etapas previas de la historia en Europa, ya no era suficiente una economía basada en la producción agrícola. En esta nueva etapa todo lo que se produce va a depender del cambio. La producción, por primera vez en la historia pasó de ser predominantemente de valores de uso a ser una producción de valores de cambio.
Pero además, al establecerse una división entre la propiedad de los medios de producción y de la fuerza de trabajo y establecerse la industria como la unidad fundamental de producción, desplazando a la parcela campesina y al taller familiar, aparecieron en la sociedad nuevos procesos y nuevas categorías de análisis. Al menos dos de ellos son indispensables para comprender la dinámica poblacional y la escasez: la aparición de las migraciones masivas campo-ciudad, migraciones de masas empobrecidas de campesinos en busca de trabajo en las industrias urbanas, la aparición del ejército industrial de reserva, es decir, un sector de la población en principio sin trabajo, que resulta indispensable al capitalista para negociar y chantajear a los trabajadores para que acepten trabajar por salarios bajos, so pena de contratar en su lugar al ejército de reserva, en inicio proclive a ser contratado aun por menos salario, facilitando de esa manera que el capitalista aumente
su tasa de ganancia. Ninguno de estos fenómenos y categorías analíticas es considerado por Malthus para comprender la escasez que se presenta (Muñoz Rubio, 1996).
El neomalthusianismo y la escasez
Ni qué decir tiene que las proyecciones fatalistas de Malthus a su futuro, es decir, a nuestro presente, han resultado equivocadas y, sin embargo, la situación demográfica y de recursos para la supervivencia parecería confirmar sus ideas. La población, ciertamente, no ha crecido al nivel que él lo predijo. Los recursos para la alimentación (de cuyo crecimiento, por cierto, Malthus habló largamente pero nunca ofreció un dato que diera idea de la magnitud de tal crecimiento, en contraste con el de la población) han crecido probablemente en proporciones mayores a las esperadas y de cualquier manera el espectro de la sobrepobla- ción ha venido ocupando un lugar de creciente importancia entre economistas y sociólogos. Más recientemente, la aparición y el agravamiento de la crisis ambiental contemporánea ha producido un fuerte acicate y resurrección de las teorías neomalthusianas. Los altos índices de contaminación de aguas, suelos y atmósfera en las urbes y en el campo, la acelerada pérdida de la biodiver- sidad, la sobrexplotación de los recursos naturales, la crisis de los energéticos, la reducción en las áreas verdes del planeta, el calentamiento global y la aparición del agujero en la capa de ozono de
la atmósfera son causados, según los partidarios actuales de las teorías de Malthus, por un crecimiento desmedido de la población, y de seguir así las cosas y no poner freno decisivo a este crecimiento, pronto tendremos escenarios más o menos apocalípticos que profundizarán la crisis mundial, haciéndola insostenible.
Numerosas expresiones de este punto de vista se expresaron desde fines de la década de los sesenta y durante los años setenta por parte de especialistas en diversas ramas del conocimiento, de organismos no gubernamentales como el Club de Roma o de comisiones de gobiernos.6 Más adelante, la propia o n u , a través de su Programa para el Desarrollo y el Medio Ambiente, precisó el término de desarrollo sostenido o sustentable para dictar una serie de políticas de corte neomalthusiano para tratar — infructuosamente, como se ve a la distancia— de solucionar el problema de la crisis ambiental y de la escasez de recursos para la supervivencia ( m m a d , 1988). Las aún más recientes políticas neoliberales han adoptado también un cariz neomalthusiano al recomendar restricciones más o menos severas a la natalidad y a la migración y al defender la privatización de todos los recursos naturales como
6 Algunos de los trabajos más importantes en este sentido son los siguientes: Ehrlich (1968); Hardin (1968); Forrester (1971); Goldsmith (1972); Meadows et al. (1972); Me- sarovic y Pestel (1974); Harich (1975); Consejo Sobre la Calidad Ambiental y Departamento de Estado (1982); Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo (1988); Anónimo (1992); Meadows et al. (1992).
vía de solución a la crisis del ambiente, siempre partiendo del postulado de la existencia de una escasez natural e irremediable pero explicando que la necesidad de compatibilizar el desarrollo económico y las leyes del mercado con el respeto al ambiente es imperiosa (Anónimo, 1992).
Todos estos estudios coinciden en señalar que existe una limitación insuperable de los recursos de la Tierra y que la capacidad biológica de crecimiento de la población humana tiende a rebasar estos límites, ejerciendo una presión constante sobre los ecosistemas, dañándolos y produciendo deterioros también a la salud. De esto se concluye la necesidad de abandonar esta visión desarrollista prevaleciente desde hace 2 o 3 siglos y en cambio reflexionar y repensar sobre los estilos de desarrollo para lograr revertir los efectos de la destrucción del ambiente.
Sin embargo, en estos puntos de vista neo- malthusianos existe una serie de deficiencias en su análisis, pues no alcanzan a comprender cuáles son las causas de fondo que impulsan las formas de desarrollo que acertadamente cuestionan. Podríamos resumir estas deficiencias de la siguiente manera:
Los neomalthusianos hacen una identificación de los límites de los recursos de la Tierra con una escasez absoluta de los mismos, sin llevar adelante un análisis profundo del carácter histórico de las necesidades humanas, que llevan a consumir los recursos.
Al igual que su predecesor Thomas Malthus, los neomalthusianos tampoco hacen un análisis
de fondo de las causas de la dinámica poblacio- nal, y toman el crecimiento poblacional y el de los recursos como procesos naturales, biológicos, frente a los cuales lo más que se puede hacer es tomar medidas coercitivas de control natal.
Finalmente, el neomalthusianismo no toma en cuenta que el capitalismo, para expandirse y sobrevivir, requiere imperiosamente de la creación de más y más necesidades, muchas de ellas ficticias, a fin de que la producción incesante tenga que consumirse de manera compulsiva, todo lo cual lleva al desarrollo de una economía del desperdicio y de la destrucción. Se puede constatar que existen numerosas ramas de la producción que han crecido sin relación alguna con el crecimiento de la población y sí, en cambio, en correspondencia con el consumismo compulsivo de clases medias de países desarrollados y en desarrollo, el cual sirve a los intereses del capital. Tales son los casos de la producción y consumo de autos particulares, ropa, principalmente femenina; de refrescos, verdura y fruta congeladas; de artículos eléctricos y electrónicos como televisores, refrigeradores o lavadoras. Mención aparte merece el crecimiento desmedido de la industria militar, destructora por naturaleza de todas las demás fuerzas productivas y cuyo despliegue no guarda relación alguna con el crecimiento poblacional (Muñoz Rubio, 2001: 92-107).
En los puntos de vista neomalthusianos se mantiene el núcleo de las deficiencias conceptuales y metodológicas cometidas por el propio Malthus, pero ahora aumentadas con una serie de defi
ciencias en el análisis de problemas contemporáneos del desarrollo capitalista, lo cual, entre muchas cosas, lleva a una comprensión equivocada de la escasez en el mundo.
ASCETISMO Y PRODUCTIVIDAD:EL AUMENTO DE LAS NECESIDADES Y
LA PREVALENCIA DE LA ESCASEZ:DAVID HUME Y ADAM SMITH
Ahora bien, dentro de la concepción determinista que se ha estado criticando aquí, el hecho de mantener una idea de permanencia y naturalidad de la escasez de los recursos y de que sea una ley inevitable de incremento poblacional el causante último de la escasez conduce a un planteamiento implícito sobre la naturalidad de la ine- quidad en la distribución de los bienes, así como del orden social que permite esa inequidad. Claro, estas tesis no son en el fondo nuevas para fines del siglo xvm e inicios del xix. Se habían sostenido desde antes del medioevo, con el fin de justificar la idea del estatus que tenía la realeza sobre los demás sectores sociales y las diferencias jerárquicas entre la misma realeza.
Sin embargo, si bien es cierto que en el capitalismo se sostiene la idea de un orden social establecido naturalmente, esto crea un conflicto, pues la burguesía surge defendiendo la libertad y la igualdad de derechos entre todos y no las diferencias insuperables, correspondientes al linaje del cual cada quien provenía. Así, el concepto de profesión vendrá a
ocupar el lugar de la nueva división dentro del nuevo orden social. Para el protestantismo, este concepto tiene su origen en la creencia de ser una misión impuesta por Dios (Weber, 2001: 85). Según esta religión: “Dios ha asignado a cada cual, sin distinción alguna una profesión, que el hombre debe conocer y en la que ha de trabajar” (Weber, 2001: 224).
Es importante destacar cómo es retomado este concepto a partir del hecho de hacer patente la conciencia del deber en el desempeño de la labor de un profesional en el mundo. Al llegar la Revolución Industrial, la división del trabajo, que por definición implica la existencia de las distintas profesiones, se vuelve la manera más adecuada para que opere el capitalismo. Dicho modo, la pro- fesionalización de la división del trabajo, se convirtió en la forma de producción más adecuada para aumentar la producción, como una necesidad ante la pretendida escasez. Así lo expresa Adam Smith:
[...] la división del trabajo, en cuanto puede ser aplicable, ocasiona en todo arte un aumento proporcional en las facultades productivas del trabajo. Es de suponer que la diversificación de numerosos empleos y actividades económicas es consecuencia de esa ventaja (Smith, 1982: 9).
[...] el progreso en la destreza del obrero incrementa la cantidad de trabajo que puede efectuar, y la división del trabajo, al reducir la tarea del hombre a una operación sencilla, y hacer la única ocupación de su vida, aumenta
considerablemente la pericia del operario (Smith, 1982: 11).
Bajo este nuevo orden social, en el cual la moderna empresa capitalista, cuyo espíritu es la aspiración lucrativa mediante el ejercicio sistemático de una profesión con un beneficio racionalmente legítimo (Weber, 2001: 68), busca mejorar su estatus social a través de la acumulación de la riqueza, producida bajo el sistema económico. En este punto, el capitalismo enfrenta un conflicto de orden moral, pues genera una situación en la cual el incremento de la riqueza podría condenarse. Al respecto, Weber expone que en el capitalismo tradicional la aspiración del individuo no era ganar más dinero mientras obtuviese el suficiente para cubrir sus necesidades, y es precisamente el protestantismo ascético el que otorga una base moral para que el afán de lucro no sea condenado: “...ya sabemos que la ascesis se dirigía, ante todo, contra el goce ‘despreocupado’ de la vida y de cuanto en ella puede proporcionar alegría” (Weber, 2001: 237-238).
El empresario burgués podía y debía guiarse por su interés de lucro, si poseía la conciencia de hallarse en estado de gracia y de sentirse visiblemente bendecido por Dios, a condición de que se moviese siempre dentro de los límites de la corrección formal, que su conducta ética fuese intachable y no hiciese un uso inconveniente de sus riquezas. Además el gran poder del ascetismo religioso ponía a su dis
posición trabajadores sobrios, honrados, de gran resistencia y lealtad para el trabajo [...] y por otra parte tenía la seguridad [...] de que la desigual repartición de los bienes de este mundo es obra especialísima de la providencia divina [...]. (Weber, 2001: 256-257)
Así, dentro de esta moral ascética, el incremento de las riquezas no se condena pues de hecho esto era como una muestra de que se estaba realizando de una manera efectiva la profesión que Dios había encomendado a cada hombre. Lo que se condenaba era el hecho de que después de haberlas incrementado, se dejase de producir más.
De ahí que, si la clase burguesa pretendiera incrementar sus fortunas —dentro de este esquema moral— , lejos de ser censurable, era motivado y premiado de cierta forma con el incremento de su reputación dentro del orden social, dado que lo condenable en el ascetismo era, como mencionamos, el ya no seguir produciendo más y, por tanto, ya no generar más riquezas. En otras palabras: lo condenable era la pérdida del tiempo. O como lo señala Weber en relación con el ascetismo:
Lo que realmente es reprobable para la moral es el descanso en la riqueza, el gozar de los bienes con la inevitable consecuencia de sensualidad y ociosidad y la consiguiente desviación de las aspiraciones hacia una vida ‘santa’[...] por tanto, el primero y principal de todos
los pecados es la dilapidación del tiempo [...].(Weber, 2001: 216-217)
Se establece, como vemos, una antítesis entre ocio y dinamismo, tomándose partido por lo segundo pero, además —y lo que es más grave por las consecuencias que tiene en el aumento de la enajenación del ser humano— se hace una identificación del ocio con el goce y la diversión contraponiéndosele el dinamismo y el trabajo, los cuales son aceptados moralmente. Goce, diversión y sensualidad quedan condenadas y reducidas a expresiones primitivas del ser humano. La represión de los sentimientos lleva a construir un mundo en donde, en nombre del trabajo y el deber, no se permite darles libre cauce y por lo tanto producen una fuerte impresión de escasez. El propio Weber agrega que según esta concepción ascética “La riqueza es reprobable sólo en cuanto incita a la pereza corrompida y al goce sensual de la vida...” (Weber, 2001: 229). La posesión de bienes materiales en abundancia, en las contadas ocasiones en que se da, no debe conducir a, o corresponderse con, la abundancia de sentimientos de alegría o goce. El trabajo queda convertido, por esta vía, en un fin en sí. Lo interesante de la concepción ascética del mundo y de la forma de vida a la que da lugar es que no puede imponerse si no es imponiendo una concepción de escasez social permanente como condición indispensable para justificarse, lo cual no quiere decir que esa escasez exista realmente, sino que si se parte de la idea de que en el
mundo lo que hay es abundancia de bienes materiales, todo el edificio teórico del ascetismo se derrumbaría con facilidad.
Ahora bien, en este afán de aumentar la producción ante la ocurrencia permanente de la escasez, el tiempo adquiere un rol importante, y de hecho la producción se convierte en una carrera contra el tiempo, manifestándose en esto la existencia, si así lo pudiéramos llamar, de una escasez de tiempo. Pero esto en realidad se origina no como una condición natural, sino como una característica histórica del capitalismo, donde el intercambio y el valor de los productos se dan por los valores de cambio del trabajo, ya que lo está determinando la magnitud de un valor de un objeto es el tiempo de trabajo (cantidad de trabajo) socialmente necesario para su producción (Marx, 1988: 48). Por ello, la cuestión del tiempo se constituye en un punto importante en el análisis de los pensadores de esta época, como se ve reflejado en Adam Smith cuando señala que una de las ventajas de la división del trabajo es el ahorro de tiempo en la producción de mercancías:
Este aumento considerable en la cantidad de productos que un mismo número de personas pueda confeccionar, como consecuencia de la división del trabajo, procede de tres circunstancias distintas: primera, de la mayor destreza de cada obrero en participar; segunda del ahorro del tiempo que continuamente se pierde al pasar de una ocupación a otra y, por último, de la invención de un gran número de
máquinas, que facilitan y abrevian el trabajo [...]. (Smith, 1982: 10-11)
Aunque en una de estas tres circunstancias que señalaba Adam Smith acerca de la división del trabajo se refería explícitamente al tiempo, en las otras dos este mismo elemento se ve reflejado implícitamente, pues también como consecuencia de la mayor destreza de un obrero y la invención de máquinas que facilitan y abrevian el trabajo, se está hablando del ahorro de tiempo, lo que se convertirá en la industria en un leitmotiv para producir más, en menos tiempo.
Una consecuencia de concebir que la sociedad se mueve de manera natural y permanente en un estado de escasez fue la búsqueda del incremento de producción para poder cubrir necesidades. La búsqueda permanente del aumento de productividad en el trabajo, desarrollando la ciencia y la tecnología con este fin, constituye no solamente en un mecanismo capitalista para elevar la masa de plusvalor y buscar aumentar la tasa de ganancia, sino que además se convierte en una justificación para atenuar la pretendida situación de escasez permanente, causada por el incremento poblacional. Es una justificación moral por el productivismo y por el lucro.
Resultado de esto fue la elevación en la producción de nuevos artículos, cualitativamente distintos entre sí. Al mismo tiempo, en el terreno conceptual empezaron a haber cambios. Conceptos como el de la propia escasez se transformaron. Además de una escasez física de los
recursos, en los términos en que Malthus posteriormente expondría, pero que como vimos, ya desde antes que él se había comenzado a teorizar, se planteó la escasez en términos de una presencia o ausencia de los productos en el mercado. Analicemos esto. Simultáneamente al aumento de producción, se fueron creando nuevos artículos destinados a cubrir necesidades diversas, las cuales serían resueltas por nuevos productos. De este modo, se fueron creando nuevas necesidades con cada uno de estos novedosos productos ofrecidos en el mercado. A la par que se comenzó a motivar su compra, la propaganda generó un deseo por adquirir más y más de estos productos novedosos, todo basado en lo que la teoría económica llamó por esas épocas la elasticidad de la demanda, de manera que el mercado doméstico se expandiría por la introducción de nuevos artículos para el uso cotidiano (Xenos, 1989: 9). Los productos comenzaron a ser adquiridos en función no tanto o no sólo de si eran necesarios, sino también de si eran deseados. De esta manera se operó un proceso en el que las necesidades se convirtieron en sinónimo de deseo (Xenos, 1989: 10).
Bajo este contexto, aunque las necesidades básicas estuvieran cubiertas, el deseo por nuevos objetos se convertía en un impulso más para poder obtener más dinero y con esto adquirir los objetos deseados, es decir, el dinero se transforma en un medio para igualar a las necesidades y los objetos, ambos cualitativamente distintos entre sí, por medio de la compra de éstos, sobre
la base de una medición de cantidad (Xenos, 1989: 10).7 De este modo, el deseo siempre creciente lleva a dar la impresión de estar viviendo en un medio de escasez permanente.
Para David Hume el deseo de propiedad está enraizado en la naturaleza humana. El hombre rico se siente satisfecho gracias al poder que le dan sus posesiones. De ahí que la fuente de toda pasión sea la riqueza. Hume expresa:
[...] la relación que produce la estimación más profunda, y de la cual se deriva más comúnmente la pasión del orgullo es la relación de propiedad. (Hume, 1992: 309)
Si la propiedad de cualquier cosa, la cual proporciona placer ya sea por su utilidad, belleza o novedad, produce también orgullo por una doble relación de impresiones e ideas, no debemos sorprendernos de que el poder para adquirir tal propiedad, deba tener el mismo efecto. (Hume, 1992: 311)
Hay ciertamente una satisfacción original en las riquezas, la cual se deriva de ese poder que se le confiere, de gozar de todos los placeres de la vida, y como esto es su naturaleza y su esencia más claras, debe ser la primera fuente de las pasiones, las cuales surgen
7 Por otra parte, ya en 1844, Marx expuso la naturaleza uniformizadora del dinero en tanto medio de adquisición de artículos de las más diversas cualidades, así como el poder profundamente enajentante que el dinero posee. Véase Marx (1988b: 170-175).
de aquellos. Una de las pasiones más considerables es la del amor o estima en otros, la cual proviene de una simpatía por el placer del poseedor. Pero el poseedor a su vez adquiere una satisfacción secundaria por sus riquezas, que surge del amor y la estimación que adquiere con ellas. Esta satisfacción no es otra cosa que una segunda reflexión de ese placer original, que procede de sí mismo. Esta satisfacción secundaria o vanidad se convierte en una de las principales recomendaciones de los ricos, y es la principal razón por la cual deseamos esas riquezas para nosotros mismos, o las estimamos cuando se encuentran en poder de otros. (Hume, 1992: 365)
Es de hacer notar que Hume confiere a las pasiones —y obviamente a los deseos que se derivan de éstas— , esa capacidad de expandirse conforme lo hace la riqueza monetaria. La cual, teóricamente, tampoco tiene límites. Hume habla de la novedad de un artículo susceptible de ser poseído, como una de las fuentes de placer. Si esta idea es situada en el contexto en que debe estar, en el de un sistema que necesita producir cada vez cosas nuevas que llamen la atención del consumidor, se verá que no habrá límites para el deseo de poseer cosas nuevas en la medida en que éstas aparecen continuamente en el mercado. Entonces, la escasez será juzgada en función de quienes no poseen el poder ni el dinero para adquirir esas nuevas mercancías, pero en le medida en que no hay una reflexión de
las causas de esta desigualdad y a la propiedad privada se le da un carácter de natural, la escasez va aparecer también como algo natural.
Aquí entra otro de los conceptos importantes: la riqueza, la cual está dada por los objetos materiales poseídos por alguna persona.8 Este concepto de riqueza ha sido desarrollado por los clásicos de la economía, la cual se encuentra descansando sobre un razonamiento tautológico que la obliga a reproducir la escasez. Naredo lo expresa de la siguiente manera:
[...] la ciencia económica reposa sobre una tautología elemental que la obliga a reproducir la escasez y no a conseguir la abundancia. Pues si el objeto de la ciencia económica son las riquezas y no las cosas útiles en general y si toma como objetivo acrecentar el subcon- junto de aquéllas —por definición escasas— y no el conjunto de cosas útiles, este objetivo conducirá a la escasez y no a la abundancia: por mucho que aumenten las riquezas no por ello dejarán de ser lo que son por definición - escasas y trabajosas de obtener [...]. (Naredo, 1978: 119)
Pero, al mismo tiempo que el concepto de escasez se iba transformando, también la noción
8 Los clásicos de la economía entendían por riqueza los objetos materiales necesarios, útiles o agradables para el hombre y que le exigen ciertos esfuerzos para producirlos o apropiarse de ellos. Naredo (1978: 116).
de necesidad iba cambiando en términos de necesidad-consumo, es decir, lo que está escaseando son los productos que se están poniendo dentro del mercado. Con ello, la noción de necesidad, al servir como nexo entre el consumo y el bienestar, justifica el sistema económico y se convierte en una noción ideológica (Naredo, 1978: 53).
De este modo la visión que Malthus postulará acerca de un mundo donde el ser humano está siempre viviendo en un estado de constante angustia y frustración por la carencia física de recursos para sobrevivir, se complementa con este esquema humeano-smithiano de un mundo donde la frustración es consecuencia de las limitantes en el poder adquisitivo, y donde el deseo de la obtención de más artículos producen en el consumidor un efímero placer que se trueca en inmediato en un insaciable deseo por la adquisición de otros artículos, produciendo siempre una sensación de estar rodeado por la escasez. Es por esto que los términos para medir la escasez se transforman, y se trasladan a un terreno distinto al de la escasez física, pues también la manera de medir la escasez está dada en términos de mercado, esto es, de si lo que requerimos está presente o no en el mercado.
Además del frecuente hecho de que la imposibilidad, para la mayor parte de la población, de tener sumas elevadas de dinero, hacía imposible la consumación del deseo de poseer tal o cual mercancía, se concebía que en un mundo dinámico como el que comenzaba a vivirse en
Inglaterra en el siglo xvm (y en el que se vive en todo el mundo actualmente), las necesidades y los deseos estarían, de manera natural, cambiando y creciendo continuamente. Lo constante es el deseo por los objetos y por su posesión.
Toda esta teorización, que David Hume y Adam Smith retinarán durante el siglo xvm, surge, en el fondo, de las tesis de la “libertad”, de la existencia del “individuo libre”, con derecho no sólo a moverse y trabajar, sino a consumir, a adquirir objetos en el mercado, a poseerlos. Este deseo “libremente tomado” de poseer alcanza de este modo una expresión muy distinta a la existente en épocas previas de la historia.
En las sociedades precapitalistas (particularmente en la Edad Media), la fijeza del mundo, su estaticidad, la muy limitada movilidad del individuo, ligado durante toda su vida y la de muchas generaciones a un trozo de tierra y al feudo en el que éste trozo se encontraba, no permite el desarrollo y la multiplicación de las necesidades. Éstas aparecen fijadas de antemano para los diferentes integrantes de la sociedad, quienes se encontraban en el lugar de la escala social que Dios les había asignado y se encontraban fijos en ella al igual que todos los elementos del Universo. Por ello, tampoco la noción de escasez era la misma que la que se adquiere cuando el sistema dinámico del capitalismo aparece. Eso no significa que en esos tiempos nunca hubiera existido la escasez o que no se fuera consciente de la misma, sino que no era el resultado de un creciente deseo de tomar en posesión los diversos valores
de cambio que se ofrecían (hay que recordar que la producción en esos tiempos era predominantemente de valores de uso), deseo que es inventado en el capitalismo.
Ahora bien, Xenos afirma que la escasez de la sociedad comercial es vista como necesaria y como algo ya dado. Habrá que añadir que ésta es la condición indispensable para poder competir por la riqueza y obtenerla. Esto, desde luego, en un mundo en el que las necesidades proliferan día con día y en donde nadie en teoría está desechado de antemano para obtener satisfacción de cualquiera de esas necesidades. Si no existiera esa competencia no se tendría motivación para obtener los objetos de satisfacción de necesidades y de pasiones.
Pero no es posible establecer esta competencia si no es partiendo de una situación de desigualdad para obtener riqueza, esto es, de una situación en la que de antemano se establece una diferencia de posibilidades —frecuentemente muy grande— para acceder a la riqueza. En esta situación la mayoría de la gente estará eliminada en la práctica para satisfacer plenamente esos deseos. Si bien es cierto que excepcionalmente alguno de los integrantes de esa mayoría empobrecida es capaz de acceder a una gran cantidad de riqueza, la mayoría de los demás, al quedar imposibilitados de hacerlo, concibe su mundo como un mundo de escasez y sus deseos de posesión como frustraciones. Con ello parecería que la escasez es un atributo o característica de la naturaleza y no una construcción social his
tórica dotada de un fuerte componente ideológico. Se presenta como una realidad objetiva e inalterable y no como lo que en realidad es: un arma de las clases dominantes para ejercer su dominación; un elemento de la hegemonía capitalista.
Pero la idea de Hume y de Smith del deseo como creador de la necesidad, no explica cuáles son los orígenes de los deseos y de la multiplicación de los mismos. La explicación de fondo de todo este comportamiento se queda en el misterio. De acuerdo con ella, como la propiedad privada y el deseo de propiedad son constantes a lo largo de toda la historia e independientes de las caracterísiticas de los periodos en que la humanidad existe, y como el capitalismo es el modelo de sociedad que mejor garantiza el libre juego de deseos y de posesiones, entonces la necesidad y el deseo no sólo no desaparecen, sino que aumentan.
EL CONCEPTO DARWINIANO DE ESCASEZ:LA EXTENSIÓN DE LA IDEOLOGÍA CAPITALISTA
AL MUNDO VIVO
Como se ha observado, la escasez, en las etapas de consolidación del capitalismo, es un concepto construido en consonancia con las necesidades propias de ese sistema. Para mediados del siglo xix, esta idea se hallaba ya lo suficientemente dispersa y habría sido lo suficientemente aceptada como para que no costase trabajo que apare-
cíese en el ámbito de las ciencias naturales. El mejor ejemplo de la inserción de esta noción de escasez en las ciencias naturales es la teoría de Darwin.
Es ampliamente conocido que Darwin retomó la ley que Malthus expone en su Ensayo sobre el principio de la población de que la humanidad se ha desarrollado bajo el reino de la escasez, y desarrolla su interpretación de la dinámica evolutiva y demográfica de las poblaciones naturales de todos los seres orgánicos con una clara influencia de lo escrito por Malthus acerca de las poblaciones humanas.9 Esta ley maltusiana de presión poblacional y escasez de recursos en la sociedad humana legítima para Darwin, le permite pasar a la ¡dea de una ley de lucha para todos los seres vivientes y, una vez provisto de este mecanismo, realiza una analogía entre el trabajo direccional realizado por los criadores de las variedades de animales domésticos y el proceso ilimitado que se realiza en la naturaleza para la creación de nuevas especies. De esta forma, el malthusianismo ha jugado un papel central en el debate en el que las ideas sociales y biológicas fueron parte de un contex
9 Al lector interesado en profundizar en la discusión sobre la influencia de Malthus sobre Darwin se le sugiere consultar: Bowler (1976); Cowles (1936); Gale (1972); Gordon (1989); Herbert (1971); La Vergatta (1985); Ma- nier (1978); Manier (1980); Muñoz Rubio (1999a); Muñoz Rubio (1999 b); Radick (2003); Schwartz (1974); Vorzimer (1969); Young (1969, 1971a, 1971b, 1973, 1985, 1999, 2002).
to común intelectual, como ya se ha señalado desde hace tiempo.10
En la primera parte de este trabajo mostramos que para Malthus existe una interrelación y dependencia entre distintos tipos de escaseces. Pues bien, en el discurso de Darwin también es posible constatar una interrelación y dependencia de distintas formas de escasez en las relaciones naturales de los organismos. A grandes rasgos, es posible distinguir tres grandes grupos o “modalidades” de escasez existentes en la naturaleza: la primera, que atraviesa el conjunto de la obra de Darwin, es la escasez clásica de recursos alimenticios, de espacio o de factores fisico- químicos del ambiente, todas las cuales limitan y obstaculizan el crecimiento de la población; la segunda, común a todas las especies, especialmente animales, pero tratada con mayor precisión por Darwin en El Origen del Hombre es la escasez de individuos talentosos, con inventiva y espíritu emprendedor y guerrero, capaces de desplazar a otros menos dotados de esas cualidades en la lucha por la existencia; la tercera y última escasez, tratada por Darwin principalmente en La selección en relación al sexo, es aquella de individuos, especialmente del sexo femenino, atractivos y saludables, por quienes los machos puedan competir a fin de mejorar la raza o la especie. Analicemos cada una de ellas.
10 Véase en la bibliografía sugerida Young (1969).
Darwin y la escasez malthuslana de recursos
Para Darwin, el concepto de escasez de recursos alimenticios, de espacio o de factores fisicoquími- cos del ambiente es un factor fundamental dentro de su teoría, en diversas ocasiones hace mención, explícita o implícita, a este principio. La influencia que ejerció Malthus sobre Darwin para que éste concibiera un mecanismo adecuando que explicara la evolución de las especies fue admitida por él mismo en su autobiografía:
En octubre de 1838 [...] tuve la oportunidad de leer, para entretenerme, el ensayo de Malthus sobre la población y quedar bien preparado para apreciar la lucha por la existencia, de la cual puede uno percatarse en todas partes a partir de una prolongada observación de los hábitos de los animales y plantas, y súbitamente me di cuenta de que bajo estas circunstancias las variaciones favorables tenderían a ser preservadas en tanto que las desfavorables tenderían a ser destruidas. El resultado de todo esto sería el de la formación de nuevas especies. (Darwin, 1958: 42)
Desde el inicio de El origen de las especies, Darwin trata el principio de población malthusia- no de que la población humana exhibe siempre una tendencia a crecer por encima de los medios de subsistencia, pero extendiéndolo a todos los seres vivos.
[...] se examinará la lucha por la existencia entre todos los seres orgánicos en todo el mundo, lo cual es consecuencia inevitable de la elevada razón geométrica de su aumento. Es ésta la doctrina de Malthus aplicada al conjunto de los reinos animal y vegetal. Como de cada especie nacen muchos más individuos de los que pueden sobrevivir, y como, en consecuencia, hay una lucha por la vida, que se repite frecuentemente, se sigue que todo ser, al variar, por débilmente que sea, de algún modo provechoso para él bajo las complejas y a veces variables condiciones de vida, tendrá mayor posibilidad de sobrevivir y de ser así naturalmente seleccionado. (Darwin, 2000: 5)
[...] Todo ser que durante el curso natural de su vida produce varios huevos o semillas tiene que sufrir destrucción durante algún periodo de su vida, o durante alguna estación, de vez en cuando en algún año, pues de otro modo, según el principio de la progresión geométrica, su número sería pronto tan extraordinariamente grande que ningún país podría mantener su descendencia. De aquí que como nacen más individuos de los que pueden sobrevivir, tiene que haber en cada caso una lucha por la existencia, ya entre individuos de una misma especie, con individuos de especies distintas o con las condiciones físicas de la vida. Ésta es la doctrina de Malthus, aplicada con doble motivo al conjunto de los reinos animal y vegetal, pues en ese caso no puede haber ningún au-
mentó artificial de alimentos, ni ninguna limitación prudente por el matrimonio. Aunque algunas especies puedan en la actualidad estar aumentando numéricamente con más o menos rapidez, no pueden hacerlo todas, pues no cabrían en el mundo. (Darwin, 2000: 63)
Entonces, de acuerdo con lo anterior, la naturaleza actuará por mediación de la selección natural escogiendo, de las variaciones que constantemente tienen lugar en el medio natural, aquellas que resulten más adecuadas para el individuo que las adquiera y que por tanto faciliten su éxito en la lucha por la existencia. Pero como se desprende claramente de las citas anteriores, esta lucha estará ocurriendo y se explica debido a la escasez de alguno o de varios recursos que un individuo necesita para su supervivencia. De otro modo la lucha carecería de sentido. La aportación fundamental de Darwin estriba en postular que si los individuos son capaces de transmitir tal(es) variación(es) a su descendencia, serán capaces de distribuirse más ampliamente en los territorios ocupados por los organismos con los cuales compite, desplazándolos después de un lapso más o menos largo e incluso, en ciertas situaciones extremas, pero que constantemente se presentan, provocando su extinción. Todo ello traerá consigo el cambio o evolución de su linaje. Es así como Darwin crea el concepto de selección natural, y es sostenido con los argumentos esgrimidos por Malthus de que la presión o presiones demográficas, con su carga de escasez, serán el resorte que disparará todo el proceso.
Sería demasiado largo y tedioso hacer una mención in extenso del conjunto de menciones implícitas o explícitas en que Darwin se refiere a Malthus y por lo tanto a su teoría de la escasez. Nos limitaremos a mencionar que, en contra de10 que el propio Darwin mencionó en su autobiografía en el sentido de haber leído a Malthus para entretenerse (en la fuente primaria del párrafo arriba citado se lee for amusement), como si fuera una lectura casual que “súbitamente” le reveló el mecanismo de la evolución, podemos constatar que en su obra hay una reiterada mención a Malthus tampoco limitada a lo declarado en el Origen de las especies y los términos en que de él se expresa. En su correspondencia hay diversas alusiones a esto. En una carta a A. R. Wallace, del 6 de abril de 1859, cuenta que después de leer a Malthus vio enseguida cómo aplicar el principio de selección a las producciones domésticas (Burkhardt y Smith, 1994: 119)11 y, en otra carta del 8 de octubre de 1864, cuenta a Ernst Haeckel que la idea de selección natural se le vino a la mente al leer a Malthus (Burkhardt y Smith, 1994: 212). En otras cartas la mención a Malthus es de lo más elogiosa, incluyendo frases como “el gran Malthus...” ,12 “...la gran verdad
11 Las referencias a la obra de Burkhardt F. y S. Smith (1994): A calendar of the correspondence of Charles Darwin, 1821-1882, aparecerán de aquí en adelante como: CCC.
12 Carta a Ernst Dieffenbach, 16 de diciembre de 1843, en Burkhardt y Smith (1985: vol. 2, 423). En adelante aparecerá citada como CCD.
malthusiana de la lucha por la existencia”,13 o “...el gran filósofo Malthus”14. Todo esto es un indicador del grado tan profundo en el que Darwin se sentía identificado con la tesis de la escasez permanente de recursos en todo el mundo natural.
Paralelamente se puede observar una constante preocupación de Darwin, a lo largo de toda su vida, por verificar las oscilaciones en las poblaciones humanas. Se trataba para él, de tener a la mano datos recientes sobre la dinámica de crecimiento poblacional. Por ejemplo, encontramos correspondencia pidiendo y recibiendo datos y trabajos sobre tasas de mortalidad de nacimiento, de matrimonios, de mortalidad infantil y otras tendencias poblacionales en algunas poblaciones humanas,15 y como es de esperar, también buscaba estas tendencias en otras poblaciones
13 Carta dirigida a Neil Arnott, 16 de febrero de 1860. CCD, vol. 8, p. 90.
14 Carta a J. D. Hooker, 5 de junio de 1860. CCD, vol. 8, p. 239; Carta a Charles Lyell, 6 de junio de 1860, CCD, vol. 8, p. 242.
15 Entre éstas están: para Emst Dieffenbach del 16 de diciembre de 1843 (CCD, vol. 2, p. 423); para Leonard Jenyns del 14 de febrero de 1845 (CCD, vol. 3, p. 142); de Charles Günzbourg del 20 de agosto de 1872 (CCC, p. 367), de Leonard Darwin de 1873 (CCC, p. 377), otra de fecha de marzo de 1873 (CCC, p. 380), otra para T. N. Staley del 13 de enero de 1874 (CCC, p. 398), para H. N. Bates del 6 de febrero de 1874 (CCC, p. 399), de T. N. Staley del 12 de febrero de 1874 (CCC, p 400), de T. M. Coan del 14 de febrero de 1874 (CCC, p.. 400) y de T. M. Coan del 25 de julio de 1879 (CCC, p. 524).
de animales, como pájaros, palomas, cerdos y faisanes.16
Otra forma más de seguir las discusiones mantenidas a lo largo del tiempo con la preocupación de dar a entender la base de su teoría y la de Malthus (la escasez) es el intercambio de cartas donde toca el concepto de “lucha por la existencia”, para ambos es una consecuencia natural directa de la existencia de escasez en los recursos necesarios en la supervivencia, de los hombres para Malthus y de los seres vivos para Darwin.17
Así, por un lado, la vida de un individuo no sólo estará supeditada a una de un organismo contra otros, de la misma u otra especie, o contra las condiciones climáticas mismas, las cuales no son independientes de la lucha por la existencia (Darwin, 1964: 68), debido a que siempre escasearán recursos de todo tipo, necesarios para poder mantener o soportar a las poblaciones de seres vivos siempre tendientes a crecer, además, será
16 En correspondencia a Leonard Jenyns del 12 de octubre de 1844 (CCD, vol. 3, p. 67), del 25 de noviembre de 1844 (CCD, vol. 3, p. 84), de Henry Holland del 24 de febrero de 1869 (CCC, p. 294) y de H. W. Weir del 23 de marzo de 1869 (CCC, p. 295).
17- Sobre este tema se pueden ver las cartas de Edwar Blyth del 8 de octubre de 1855 (CCC, p. p. 89). para C. Lyell del 30 de octubre de 1859 (CCC, p. 121), para J.D. Hooke del 27 de octubre o 3 de noviembre de 1859 (CCC, p. 122), para W. Preyer del 29 de marzo de 1869 (CCC, p. 269), para John Morley del 24 de marzo de 1871 (CCC, p. 333), de M.T. Masters del 24 de enero de 1876 (CCC, p. 443) y para J.H. Gilbert del 5 de junio de 1881 (CCC, p. 553).
necesario entender sus respectivas relaciones para comprender el mundo vivo y sus respectivos equilibrios. Hay que recordar que si para Malthus existen dos tipos de obstáculos al crecimiento po- blacional: positivos y preventivos (los primeros, característicos de las etapas iniciales de la historia y de las civilizaciones más atrasadas y, los segundos, propios de las civilizaciones más avanzadas), para Darwin sólo existen los obstáculos positivos, ya que en animales y plantas no existirán los elementos reflexivos, racionales y morales propios de los humanos que permitirían un autocontrol de la actividad reproductiva, provocando así un cierto relajamiento en la relación población- recursos (Darwin. 1964: 63-64 y 2000: 63).
Malthus plantea la existencia de leyes universales y de origen divino entre los elementos que conducen a la escasez permanente. Estas leyes les dan sentido a todos esos elementos y permiten conservarlos en equilibrio para mantener un orden natural en la población, otorgándole así un peso importante a la “ley de la necesidad" para explicar el principio de población (Malthus, 1977: 281). De manera similar, Darwin plantea la existencia de leyes naturales y universales que explican los comportamientos poblacionales del conjunto del mundo vivo. Para él, entre las principales se encuentran la ley de crecimiento con reproducción y la ley del incremento poblacional más allá de los medios de subsistencia, que conduce a una lucha por la existencia (Darwin, 2000: 489- 490). Y, al igual que Malthus, no trata de desarrollarlas, en vez de ello sólo considera imprescindi
ble reunir evidencias estadísticas que según él muestren la existencia de los hechos que hacen coherente a la teoría para poder comprenderla y, ya que estas leyes se postulan con carácter universal y constante, su existencia no requiere explicación alguna. De esa forma, todo organismo que habite sobre la Tierra estará condenado a disfrutarla, en el caso de los pocos a los que se pueda calificar de “exitosos”, o a padecerla, en el caso de la mayoría “menos apta". Por esa razón, se deriva que el tratar de modificar el comportamiento de los organismos frente a la situación de escasez permanente es ir contra natura, lo cual es particularmente notable cuando se plantea modificar, por medios sociales, el comportamiento humano. Así, a pesar de que Darwin construye una teoría de la evolución, es decir, del cambio, expresa asimismo que ésta teoría debe respetar las leyes incambiables del mundo físico, entre las cuales se encuentra la ley de Malthus del crecimiento exponencial de la población y el crecimiento aritmético de los recursos. Por ello no queda otra opción para los organismos que la de aceptar y someterse a esta organización natural, a este orden eterno e inalterable. Es mediante este razonamiento que Darwin, aceptando como válidas las premisas y las conclusiones de la teoría de la escasez permanente de recursos, naturaliza así actividades como la empresarial, el sometimiento de un grupo a otro, o de una raza a otra (Lewontin et al. 1987: 294).
Recordemos que Darwin construye su teoría haciendo al menos dos analogías: una de las ob
servaciones hechas sobre los criadores de animales domésticos y sus esfuerzos selectivos, y otra de la obra de Malthus que realiza observaciones de su realidad concreta y un posterior análisis del comportamiento poblacional humano. De esta forma, podemos ver cómo Darwin revierte la analogía al tratar el tema del origen del hombre, pues de lo que Malthus observó en el hombre, lo extiende al resto de los seres vivos y luego regresa de los seres vivos al hombre. De tal forma que para Darwin estas leyes regirán sobre todo lo vivo y nadie, sin excepción, es capaz de escapar de ellas, todos los vivos los que estuvieron vivos y los que estarán vivos están condenados a padecerlas (Darwin, 2000: 64).
En El origen del hombre, la argumentación sobre la reversión de la analogía y el factor humano de la escasez está mucho más clara y extensamente desarrollada, de este modo podemos ver que, según Darwin, al igual que para los demás seres vivos, en el hombre también ha actuado la ley de la selección natural (Darwin, 1981: 136): “S i no hubiese estado sometido a la selección natural, de seguro nunca se hubiera elevado al rango humano" (Darwin, 1981: 180).
Al extender el desarrollo poblacional malthu- siano a todas las especies biológicas, Darwin unlversaliza la competencia entre organismos concibiéndola como un carácter natural, consecuencia de la autorreproducción automática y continua de los organismos u organismos-máquina, en un mundo caracterizado por la finitud (identificada como escasez) de recursos (Lewontin, 1987: 243,
Rose, 1987: 51). Traslada la ¡dea de la competencia de la sociedad burguesa a la biología, estabilizándola como el medio por el cual las especies pueden alcanzar éxito cuando son seleccionadas y naturaliza de esta forma el individualismo (Muñoz Rubio, 1999: 47-74).
Desde luego, la teoría de Darwin, como la de Malthus, comparte con el conjunto de la filosofía burguesa la tesis de la prioridad ontológica del individuo frente a la sociedad, de la misma manera que, en general, la parte precede al todo en el mudo físico. En Darwin es el individuo y nadie más el que debe esforzarse en encontrar los medios de su propia subsistencia. De no hacerlo así, perecerá en la lucha. Así, Darwin, le da a su teoría un elemento moral que no se explica sin la existencia de la escasez: 1) los males del mundo se deben no a las deficiencias en la organización de la comunidad sino a leyes externas a los individuos e independientes de ellos; 2) el inexorable crecimiento de la población por encima de los medios de subsistencia es una de estas leyes y, como tal, modulará el comportamiento moral de los individuos; 3) este comportamiento moral en sí es algo también natural, externo e independiente a ellos y, 4) la situación de escasez generada por el crecimiento poblacional sólo puede ser contrarrestada por cada individuo y para él mismo, independientemente de los demás, y ello basado en las cualidades o características naturales que éste posee.
Esta visión individualista que Darwin extendió al conjunto del mundo vivo trae como consecuen-
cía que la pobreza económica del hombre sea resultado de este comportamiento naturalmente determinado. De esta manera, Darwin estará, apoyando, de manera implícita, la tesis malthu- siana de que el individuo es él mismo el causante de su propia miseria (Malthus, 1977: 296). Nadie pues, excepto el individuo mismo puede hacer algo por evitarlo. Pero el esquema de Darwin añade una limitación más: Si la naturaleza no ha dotado a un individuo en particular de las facultades para remediar sus males, nada podrán hacer por él otros individuos. Con esta lógica en mente, Darwin, al arribar a su análisis del ser humano, evadirá responsabilizar a la organización social de los males existentes.
Darwin plantea que los organismos más aptos, tenderán a sobresalir en su población, para asegurar un mayor número de descendientes. De esta manera, los individuos de la clase pobre o menesterosa, al haber fracasado en la lucha por la existencia y no haber logrado éxito, están naturalmente destinados a ser pobres, a padecer “las hambres periódicas, la vida errante..., la abyección, el desarreglo de costumbres, y sobre todo el infanticidio y tal vez una disminución de fecundidad...” (Darwin, 1981: 238) y cargar con las consecuencias que la pobreza acarrea. Darwin añade:
La proporción más elevada de la mortalidad de los niños de las clases menesterosas es también muy importante, como lo es igualmente la mortalidad que reina en todas las
edades y las diversas enfermedades que se producen en los inquilinos de habitaciones miserables y malsanas. (Darwin, 1981: 132)
Otro concepto importante que legitima la visión que Malthus y Darwin tenían sobre el mundo es la noción de propiedad privada. Para Malthus nace como consecuencia natural y necesaria de las leyes de la naturaleza que regulan las poblaciones humanas y los recursos necesarios para ellas. Para Darwin, esa noción surge en el individuo como una característica heredable en el comportamiento del organismo (Darwin, 1981: 169), que en el escenario de un mundo de recursos finitos, ayudará a éste y a su descendencia a tener mayor éxito sobre los organismos que compiten en la lucha por la existencia. De esta manera, otra característica cuya importancia es fundamental, pero sólo en una época de la historia humana, es biologizada por Darwin.
Escasez de principios morales en el ser humano
Hasta el momento nos hemos referido a la manera como Darwin concibe la escasez de los medios de subsistencia y de las condiciones naturales o elementos físicos del lugar en el que habita el organismo como individuo. Ahora bien, el elemento psicológico es un elemento importante en la evolución de las especies. Darwin pone especial atención en él cuando habla de la evolución humana, y destaca que en ella influirán en mayor
grado las artes que en el ser humano lleguen a cultivarse, como producto de su inteligencia. Darwin deja claro que las facultades intelectuales y morales del hombre son variables y heredables, y por tanto sujetos de la selección natural (Darwin, 1981: 159-160). Pero, como tantas otras características que resultan ventajosas en la lucha por al supervivencia, son poseídas por una parte de la comunidad que al menos inicialmente es minoritaria aunque puede aumentar en número:
Fácil es de ver que, en el estado más rudo de la sociedad primitiva, los individuos de mayor sagacidad, los que hubiesen inventado y llevasen mejores armas o lazos, y los que hubieran sido los más hábiles en defenderse, serían precisamente los que alcanzarían mayor descendencia. Las tribus compuestas de mayor número de individuos con semejantes dotes serían las que más se multiplicarían, las que en las guerras con las demás habrían siempre de salir vencedoras [...]. (Darwin, 1981: 159)
Y añade:
[...] si un hombre que fuera miembro de una tribu y que fuera más sagaz que los demás, inventase un nuevo lazo, arma o cualquier otro medio de ataque o defensa; el más simple auto-interés, sin necesidad de gran fuerza de raciocinio, impulsaría a los demás miembros de la tribu a imitarlo, lo cual sería beneficioso [...] Si el nuevo invento fuese verdadera
mente importante, la tribu aumentaría en número, desarrollo y dominio sobre las otras. Si tales hombres procrearan hijos que heredaran su superioridad mental, la probabilidad de dar a luz a algunos miembros aun más ingeniosos sería todavía mayor [...]. (Darwin, 1981: 161)
De esta manera “Las cualidades sociales y morales tenderían a avanzar lentamente y difundirse a través del mundo” (Darwin, 1981: 163).
Pero resulta ser que estos elementos o cualidades que hacen a un ser humano superior a otro también son escasos, es decir, pocos individuos dentro de una población los poseerán de manera que puedan jugar el papel de líderes. Estas características harán que estos sujetos tengan un mayor éxito dentro de la población primero y después en contraste con otras poblaciones. El número de individuos dotados con esas cualidades es de esperarse que aumente, pero descenderá rápidamente en el transcurso de una guerra, volviendo a escasear:
Aquel que estuviera listo para sacrificar su vida [...] antes que traicionar a sus compañeros, no dejaría progenie a quien heredar tan noble naturaleza. Los hombres más bravos, los que siempre desean ir al frente en la guerra, y que libremente arriesgan sus vidas por los demás, perecerían en mayores cantidades que otros hombres. Por ello parece poco probable que el número de hombres dotados con esas virtudes [...] pudiera incrementarse a tra
vés de la selección natural, o sea por medio de la supervivencia del más apto. (Darwin, 1981: 163)
Pero si esto último es cierto ¿Cómo explicarse el progreso de la humanidad? Aquí parece haber una flagrante contradicción en menos de cinco páginas, pues Darwin afirma primero que las cualidades morales y sociales tenderán a esparcirse por una población que tuviera individuos decididos, valientes y emprendedores, y luego señala la imposibilidad de que estos hombres lo hagan puesto que serían los primeros en perecer en la lucha. Sin embargo, Darwin resuelve esa aparente contradicción explicando que la existencia de individuos que no estén dispuestos a arriesgar la vida por un sentimiento instintivo, pero que fueran llevados a tales acciones por un sentimiento de gloria, producirían el mismo sentimiento en otros hombres, haciendo un bien mayor a su tribu que el que se daría por la producción de una progenie numerosa (Darwin, 1981: 165). Se redondea este punto señalando que:
No puede haber duda de que una tribu que incluyera muchos miembros poseedores de un alto grado de patriotismo, fidelidad, obediencia, coraje y simpatía, y que estuvieran siempre dispuestos a dar ayuda a los demás y a sacrificarse por el bien común, obtendrían la victoria por sobre otras tribus, lo cual sería selección natural. (Darwin, 1981: 166)
Por tanto, a la larga, por una u otra vía, los que no posean estas cualidades o sentimientos, o quienes los tengan menos acentuados, tenderán a desaparecer, trayendo un aumento de las poblaciones en donde se encuentren estos individuos mejor dotados. Por ello, para Darwin, la extinción de un gran número de culturas, grupos humanos, religiones e idiomas que no fueron capaces de responder o respondieron menos eficazmente a las presiones ambientales o de otras comunidades, es un fenómeno prácticamente necesario en la historia de la Tierra. Es en las razas humanas, en donde ai aplicar la teoría de la evolución por selección natural encontramos que ésta proyecta a la raza blanca como predestinada por las leyes naturales a habitar todos los territorios habitables por el hombre en el mundo entero, desplazando y desapareciendo a las otras razas que el llama inferiores o salvajes ya que éstas o no poseen los atributos necesarios para poder superar las cualidades mejoradas del hombre blanco o bien los poseen en menor medida, es decir, son más escasos (Darwin, 1981: 201).
Planteadas las cosas de esta manera resulta ser que las cualidades que hacen a unos individuos superiores a otros dentro de una tribu son, en principio, escasas, y aunque pueden dispersarse por varios medios en la población e implantarse por medio de la selección natural, la posibilidad de que ésta se enfrente a otra en la que los individuos estén mayormente dotados con estas cualidades hará que las de la primera tribu se conviertan en escasas frente a las superiores de
la segunda, la cual, a su vez, puede encontrarse con una tercera que le exceda en tales características, y así sucesivamente. Pero en ninguno de los casos Darwin admite que las cualidades morales a las que se refiere puedan alcanzar a toda la comunidad o a su mayoría. Si así sucediera no se podría explicar que unos pocos individuos bien dotados dirigieran a los demás y los impulsaran a la lucha victoriosa por sobre las tribus enemigas, pues al menos en ese aspecto, las características estarían homogéneamente distribuidas entre la población.
Lo que es contradictorio en este aspecto del modelo de Darwin es que no logra entenderse por qué, si lo que garantiza el éxito reproductivo de un determinado grupo es la existencia, dentro de él, de individuos con capacidad competitiva, iniciativa e inventiva, tales características no se hayan dispersado ampliamente en el conjunto de la población humana. Desde luego que Darwin se refiere a las primeras etapas de la historia humana, pero la constatación de lo que en la actualidad sucede plantea una dificultad para el modelo darwiniano. Después de miles de generaciones, las clases dominantes actuales, a quienes tanto gusta el socialdarwinismo y la aplicación al ser humano de la tesis de la “supervivencia del más apto”, siguen presentando a la sociedad dividida en dos grandes grupos: uno minoritario integrado por unas cuantas personas consideradas como “líderes”, y una mayoría que no parece mostrar capacidades de liderazgo, y a la que históricamente se le ha considerado inhabilitada para
tomar en sus manos el destino de sus vidas y de sus comunidades. ¿Cuál es la razón de esto si teóricamente las características conductuales señaladas por Darwin (inventiva, sagacidad, valentía), de acuerdo con el mecanismo universal de la selección natural, no se diferencian de otro tipo de características y por lo tanto son heredables a cualquier futuro individuo? Una cosa es que para Darwin en principio esta diferenciación social en jerarquías sea natural y otra, inconsistente con este planteamiento es que al ser heredables las características propias del líder o jefe y sobre todo favorables para la supervivencia, sigan siendo escasas. De este modo se añade no sólo una inconsistencia lógica al razonamiento de Darwin, sino también un elemento ideológico.
Darwin llega así a naturalizar el liderazgo y de manera indirecta al Estado. A priori, parte de la base de que entre los humanos, como en todas las especies al menos las sociales, necesariamente tiene que existir y preservarse una estructura jerárquica. Darwin no ofrece elementos teóricos que justifiquen esta aserción, pero es un pilar de su teoría. Así pues, deben ser pocos los individuos que poseen las capacidades para dirigir a la sociedad o a parte de ella y ejercer el poder. Nada tiene de extraño, razonando de este modo, que se llegue a la naturalización de todas las estructuras e instituciones de administración y de control de la sociedad, las cuales encuentran su razón de ser, desde los tiempos de la revolución neolítica y la aparición de un sobreproducto social permanente, en la escasez existente, re
sultado de un relativamente pobre desarrollo de las fuerzas productivas materiales (Engels, 1955: 168-325, Mandel, 1977: 31-37). Esta escasez orilla a las comunidades a elaborar normas de reparto y distribución de la riqueza tratando de asegurar el bienestar de las clases o estratos dominantes, de manera que todas estas instituciones serán de inicio defensoras de las formas de convivencia propias de ese periodo. Pero también orilla, con ello, a la designación de todo un ejército de funcionarios permanentes encargados de vigilar el cumplimiento de todas esas normas y formas de convivencia. La mayor parte de la sociedad se ve, pues, sustraída a la tarea de administrar los bienes y tomar las decisiones que sean necesarias. Tal capacidad es privativa de unas cuantas personas, consideradas como las que de manera natural son “inteligentes”, "sagaces” o “emprendedoras”.
Lo anterior no es original de Darwin, desde tres siglos antes había sido explicado por Hobbes, para quien es forzosa una estructura de coerción para mantener el orden y la armonía en la sociedad, y esto apoyado en una pretendida naturaleza egoísta del ser humano, fomentada por la situación de escasez (véase p. ej., Hobbes, 2001: 102, 112, 141). La aportación central de Darwin es la de consolidar esta forma de pensamiento basándose en una supuesta evidencia científica, en la pretendida objetividad, en la corroboración de lo que es presentado como común no solamente a los seres humanos sino a todos los seres vivos. Al darle ese carácter de natural al origen y
surgimiento de esas cualidades agresivas, guerreras y egoístas del ser humano y de las demás especies, Darwin deja implícito, además, que esa realidad es indestructible por medios sociales.
Escasez de atractivos físicos para la reproducción
Darwin desarrolla un tipo especial de escasez en la Selección en relación al sexo, donde trata de explicar cómo se han ido modificando los caracteres secundarios en los organismos. Esta vez no es debida directamente a la selección natural, sino a través de un tipo especial de selección, llamada selección sexual que se llevará a cabo por la elección de parejas para reproducirse y definida como la selección que resulta de la competencia de los machos por una hembra (Darwin, 1981: vol. I, parte II, 256, 259). Es pertinente mencionar que Darwin no aclara la razón de que en la mayor parte de los casos sean los machos los que luchen por la hembra, sólo constata que así sucede y que tiene su raíz en las características naturales de unos y otras, Darwin afirma en este sentido:
A través de todo el reino animal, cuando los sexos difieren entre sí en su apariencia externa, se nota que es el macho el que, con raras excepciones se ha modificado más [...] La causa de esto parece residir en que los machos de casi todos los animales tienen pasiones mas fuertes que las hembras. Así, son los
machos quienes pelean entre sí y despliegan sus encantos frente a las hembras [...]
Las hembras por otra parte, y con raras excepciones son menos entusiastas que los machos. Como el ilustre Hunter lo observó desde hace mucho, la hembra “requiere ser cortejada”, es tímida y frecuentemente puede esforzarse largos periodos por escapar del macho. (Darwin, 1981: vol. i, parte n, 271, 273)
Y más adelante sigue por este derrotero cuando, al analizar las capacidades mentales en los dos sexos señala, entre otras cosas, que las mujeres “...parecen diferir del hombre en cuanto a disposición mental, principalmente en su gran ternura y su menor egoísmo...” y que el hombre “...se deleita en la competencia, y esto lo conduce a la ambición, la cual se convierte fácilmente en egoísmo.” (Darwin, 1981: vol. n, parte ii, 326).
Darwin opina que necesariamente debe haber individuos del sexo masculino mas vigorosos y más atractivos o mejor dotados, ios cuales serán elegidos por la pareja del sexo contrario, pero debido a que estos individuos son pocos o escasean dentro de la población, las aspirantes a aparearse con aquellos individuos se verán envueltas dentro de una competencia para poder llegar a tal apareamiento. De esta forma, a la vez, ganarán la pelea o competencia las que estén mejor dotadas, y sólo así se reproducirán los mejores con las mejores, “...dejando mayor número de crías, herederas de su superioridad, que sus rivales vencidos, de menos atractivo y más ordina-
ríos” (Darwin, 1981: vol. i, parte n, 260, 261), que conducirá a la eventual desaparición de éstos junto con sus caracteres no mejorados.
La gran mayoría de las veces, como dijimos, la selección sexual será una lucha entre machos por la posesión de las hembras más vigorosas y más atractivas (Darwin, 1981: vol. i, parte n, 261). Darwin deja claro que esta competencia no se originará por una desigualdad entre machos y hembras, sino debido a la escasez de los individuos mejor dotados (Darwin, 1981: vol, i, parte n, 261), y aunque se den los casos en que existiera una diferencia numérica entre ambos sexos,18 también se llevará a cabo la selección de los individuos mejor dotados (Darwin, 1981: vol. I, parte II, 265-266).
Esta selección sexual, en tanto mecanismo universal, será también aplicada al hombre. Ha actuado sobre él desde su origen y ha sido capaz de llevarlo hacia lo que es ahora, más aún, Darwin explica que el proceso de selección sexual que se ha llevado a cabo en el hombre, principalmente en los primeros momentos de su historia implica, que “...el hombre más hermoso y más fuerte prefiriera y fuera a la vez preferido por la mujer más hermosa...” (Darwin, 1981: vol. ii, 375). En su discurso no deja lugar a dudas cuando afirma que los hombres dotados con la mejores armas y propiedades “...lograrían
18 Darwin mantuvo correspondencia en búsqueda de datos de proporciones entre hembras y machos en Inglaterra y Gales con H. Holland en 1869 (CCC, p. 294) y sobre el mismo asunto pero para pichones, cerdos y pheasants, con H. W. Weir en el mismo año (CCC, p. 295).
criar mayor número de descendientes que los individuos más débiles, pobres e inferiores de las mismas tribus”. Y que “no habría duda de que estos hombres... serían capaces de seleccionar a las mujeres más atractivas.” (Darwin, 1981: vol. n. 368-369).
La mejor progenie posible será, así, el resultado de la combinación de dos características naturales para uno y otro sexo: la capacidad emprendedora, guerrera y de posesión material de los hombres y el atractivo físico femenino (Darwin, 1981: parte n, 368-369). De esta manera, los atributos estéticos humanos tienen que estar presentes como indicadores de una mayor capacidad potencial de cierto individuo para dejar una mayor progenie.
Aquí surge de inmediato una pregunta que va en el mismo sentido de las cualidades intelectuales y de capacidad de liderazgo a la que nos referimos líneas arriba: si desde los orígenes del hombre y sus antepasados se ha llevado a cabo la unión del “hombre más hermoso y más fuerte" con “la mujer más hermosa” y la eliminación por selección natural de las características de los otros individuos, ¿cómo es que ya en nuestros días la humanidad no está conformada prácticamente en su totalidad por individuos hermosos, fuertes y vigorosos? Para responder habría que hacer una separación entre las tres características. Podría admitirse que la fuerza y el vigor de un grupo humano es más fácil de juzgar objetivamente. Desde los tiempos de Darwin no hay ninguna cultura en la que los que predominen sean individuos fuertes y vigorosos. Por el contrario, en
todas hay una gran mayoría de individuos débiles, que son los de las clases dominadas, pero su condición se da a partir de las condiciones de vida a las que se ven sometidos y no a una deficiencia natural. Con respecto a la belleza tenemos que aun cuando Darwin admite el carácter subjetivo de los criterios estéticos y las variaciones que hay de una cultura a otra en los patrones de este tipo (Darwin, 1981: parte I, 63-64; parte II, 350, 353, 354, 370), no piensa que el concepto belleza humana sea producto de una construcción social. En vez de ello concibe a la belleza como algo externo e independiente a los organismos, en especial a los humanos. Entiende que la belleza, sea ésta cual sea su patrón, es un atributo que no tiene una esfera propia para ser juzgada y apreciada, sino que está ligada a y persigue fines reproductivos, especialmente en las mujeres.19
De este modo, aunque de una cultura a otra los patrones de belleza cambiaran, si las poblaciones de unas y otras estuvieran compuestas en su mayoría por personas bellas, esto podría ser
19 Darwin establece: "En todas partes las mujeres son conscientes del valor de su belleza, y cuando tienen los medios, se complacen más que los hombres en decorarse con todo tipo de ornamentos.". (Darwin, 1981: parte II, 371-372). No obstante, esta afirmación se contradice con la expresada páginas antes donde Darwin afirma que "En la mayor parte del mundo, aunque no en todo, los hombres están más altamente ornamentados que las mujeres, y con frecuencia de diferente manera; algunas veces las mujeres no se adornan para nada, aunque esto es algo raro." (Darwin, 1981: parte II, 342).
reconocido y legitimado por sus propios integrantes, lo cual no es precisamente la norma. A lo largo de vastos territorios, por ejemplo en América Latina o el lejano y cercano oriente, sus propios pobladores se reconocen a sí mismos como feos en su mayoría y expresan en cambio una veneración por las y los europeos y sus estándares de belleza. Si admitimos, con Darwin, que tales estándares de belleza, sean cuales sean, tienen una función en la reproducción y por tanto en todo el proceso de selección, no se comprendería que no haya habido un incremento de los individuos considerados como hermosos y que hayan sido legitimados como tales dentro de sus propias comunidades.
De esta forma, el objetivo más importante y decisivo de la vida: la reproducción y la supervivencia, se asocia a un elemento poco común o escaso dentro de la sociedad: la belleza, femenina principalmente. Pero volvamos a preguntar ¿Es necesaria esta modalidad de escasez en la teoría de Darwin? Sí, es necesaria porque contribuye a la construcción del modelo con el cual Darwin se siente identificado y que consiste, de nuevo, en una sociedad jerarquizada de manera natural. En esta ocasión la jerarquizacíón se dará entre bellos y feos, lo que en el lenguaje de la selección sexual significa aptos y no aptos. De esa manera la belleza por su función y su escasez queda convertida en un sinónimo de poder y en elemento de la jerarquizacíón del sistema. En ese sentido va unida a la escasez tanto de recursos materiales como de cualidades intelectuales
y morales, se entrelazan e intersectan, forman todos una unidad. Más aun, la belleza queda convertida en un atributo de seres vivos cosificados y reificados, es decir, entes cuya función es servir de vehículo para la reproducción. Esto, en los seres humanos no puede sino producir enajenación. La hermosura o belleza, así entendida, acarreará como consecuencia que quien la posea tendrá que ser identificado como exitoso en la lucha por ese recurso escaso y por tanto, destinado por leyes naturales a su superioridad; al contrario de quien no pueda poseerlo, que será visto como que no pudo competir contra las características mejoradas de quien sí lo obtuvo y por tanto destinado por leyes naturales a su inferioridad y a desaparecer junto con esas características inferiores.
Nada de equivocado o criticable hay en la elaboración de patrones de belleza humana por parte de algún sector social. Lo que se cuestiona aquí no es que, en concreto, la clase capitalista haya construido los patrones hegemónicos desde hace varios siglos (en el mundo occidental, la burguesía ha sido la última clase que ha mantenido vigente un patrón de belleza humana legitimado al menos desde la Grecia antigua). En cierto sentido ni siquiera se cuestiona la forma concreta que toman, a pesar de su evidente carácter racista y sexista. Lo cuestionable es, en primer lugar, que su carácter de construcción social sea negado y que en cambio la belleza sea considerada como un conjunto de atributos naturales dados, externos e independientes al ser humano
y, en segundo lugar, que estos atributos se definan a priori como escasos y en que se asigne un papel pasivo al individuo frente a la belleza limitándolo a ser un ente contemplativo de la misma o bien un simple objeto que la utiliza para perpetuar la especie. Es en función de una identificación con esta idea que Darwin intenta explicar la función biológica de la belleza femenina haciendo su teoría más completa y coherente, pero no por ello más certera u objetiva.
Pero entonces esto nos lleva a cuestionar: ¿quién entonces podrá acceder a ese recurso escaso?
Para responder a esta pregunta tenemos que regresar a líneas anteriores donde explicamos que en numerosas ocasiones encontramos en la obra de Darwin elementos en donde se proyecta, a todo el mundo vivo y desde luego con un discurso biologicista, las formas de convivencia y la dinámica propia de las formas de dominación de la clase burguesa, la cual, al convertirse en dominante, generará las ideas hegemónicas dentro de las cuales se mueve este sistema social, y por ello elaborará sus propios conceptos y patrones, incluidos los estéticos y de belleza humana, que le sean más apropiados y que estén acorde con sus necesidades como clase social dominante.
Después de haber analizado los orígenes del concepto hegemónico actual de escasez podemos concluir que la manera como ha sido formulado es en primer lugar coherente: toda una serie de presupuestos de los que se parte para la organización social en el capitalismo son respetados y justificados en las teorizaciones sobre la escasez que hemos estudiado.
Se puede afirmar que estas teorías de la escasez buscan explicar el mundo por medio de la naturalización de una serie de comportamientos de los seres humanos, los cuales son considerados como naturales por dos vías. Por un lado porque se supone que respetan las leyes del conjunto del mundo vivo y por el otro porque todas éstas van acorde con las leyes de funcionamiento del capitalismo. O, para decirlo a la inversa, porque es el capitalismo el sistema que mejor respeta estas leyes naturales, es la manera natural de organización del mundo y de la sociedad. Concretamente las teorías de la escasez revisadas llevan a naturalizar:
a) Un crecimiento de la población y de los recursos; crecimiento que, debido a una misteriosa fuerza que Malthus nunca se ocupa de explicar, impele a la primera a rebasar siempre a los segundos.b) El deseo incesante y creciente de posesión de cosas como forma de ejercicio de poder y adquisición de respeto, prestigio y estatus.
c) La jerarquización de la sociedad en una minoría de individuos, principalmente del sexo masculino, pretendidamente inteligentes, emprendedores y frecuentemente agresivos que necesariamente —y para bien de ellos mismos— deben tomar las decisiones, frente a una mayoría de individuos supuestamente pasivos, torpes y sumisos que deben ser gobernados — aunque sea a pesar de su voluntad.d) Otra división jerárquica de la sociedad, en esta ocasión más propia de las mujeres, consistente en una minoría integrada por las atractivas físicamente, juzgadas como saludables y aptas para las supervivencia y una mayoría de no atractivas juzgadas por ello no tan aptas. En esta división se naturaliza no tanto un patrón específico de belleza humana sino un comportamiento que permita la cosifi- cación de la mujer atractiva para luchar por su posesión y alcanzar, en armonía con lo expresado en el inciso b), una posición de poder.
Todas estas características del comportamiento humano tienen en común un trasfondo esencialista y reduccionista. Se intentan buscar los aspectos fundamentales del comportamiento social, tomando como base leyes y preceptos que van más allá de lo humano y alcanzan a lo biológico en su conjunto. Justamente en este aspecto que se utiliza para darle fuerza a las teorías, donde se muestra la debilidad de las mismas, pues carecen de un análisis histórico que permita conocer los orígenes de estos comporta
mientos. Pero ni Malthus, ni Adam Smith, ni David Hume, ni Charles Darwin se preocupan por rastrear los orígenes históricos de muchas de las conductas que analizan. Malthus no logra comprender ni explicar por qué esa propensión del ser humano para reproducirse incesantemente y contraer matrimonio. Hume no explica por qué ia admiración, la estima y el reconocimiento hacia algún miembro de la sociedad debe partir de la cantidad y calidad de las posesiones de éste. Adam Smith solamente constata el carácter egoísta del ser humano y su propensión a intercambiar y competir, pero no lo explica. Darwin, al retomar aspectos fundamentales de las teorías de Malthus y de Smith, traslada y expande los comportamientos humanos que aquellos señalan y los naturaliza con mayor fuerza, pero sin explicar cómo se originaron en ese nivel más básico que es el de los seres vivos ni por qué esas conductas no cambian a pesar de que están insertos en una dinámica evolutiva.
Así pues, la situación de escasez que se postula a partir de estos modelos, no es comprendida cabalmente. Se parte de constatar la existencia de la misma, utilizando un método inmediatis- ta y afirmando que el criterio de necesidades humanas propio tan solo de un periodo histórico es el criterio único y universal. Con este método se reporta lo que, a juicio de los autores es común a todas las sociedades y se hace una sobrestimación de las posibilidades que los datos estadísticos dan para representar la realidad. A pesar de que los fenómenos que Malthus, Smith,
Hume y Darwin están analizando son procesos de cambio, su visión inmediatista y fragmentaria del mundo les impide comprender que el fenómeno de la escasez y la concepción misma que de ella se tiene se deben no a una situación estática y ya dada, sino a un proceso histórico de relaciones sociales diversas que en distintos contextos tiene concreciones diferentes, si bien algunas de sus manifestaciones superficiales pueden parecer similares. Así, la concepción misma de la escasez como proceso, como devenir, queda desdibujada, se convierte en una abstracción que representa manifestaciones estáticas e inalterables de la realidad. Estos defensores de la teoría de la escasez llegan a sus conclusiones a partir de la observación de lo que en un contexto concreto de la historia sucede, para abstraerlo y pensar que sus categorías de análisis, su discurso y su metáfora pueden expresar la realidad universal, sin explicar cómo es posible este proceso que lleva de lo concreto a lo abstracto (véase, para una crítica de este método, Marx, 1987: 300-310).
De acuerdo con esta visión, las apariencias van usurpando el lugar de las esencias de los fenómenos. La sobrepoblación, y la escasez que se deriva de ella, parece ser un fenómeno derivado de la naturaleza biológica humana y que tiene como consecuencias el aumento en la miseria, la enfermedad, la mortalidad y la delincuencia, pero en realidad ese aumento poblacional y esa escasez son, desde el siglo xvm, el producto, por un lado, de continuas migraciones campo-ciudad de
masas campesinas empobrecidas y en busca de trabajo asalariado y, por otro, de la existencia de un ejército industrial de reserva que sirve a la clase capitalista como “amortiguador” para imponer a los trabajadores los salarios más bajos posibles, de lo cual se desprende que la escasez, en este periodo, es el resultado de las normas capitalistas de reparto de la riqueza y no una propiedad ahistórica de la sociedad. La competencia y la agresividad que se establecen entre los individuos de una población humana o de otra especie, parecen ser productos naturales de la igualmente natural escasez de recursos. En realidad son resultado de una proyección y extrapolación, más o menos arbitraria, del ethos competitivo que priva en el capitalismo, al grueso del mundo vivo. La propensión a comprar y por lo tanto a poseer parecen venir de una fuerza humana también natural que impulsa al individuo a hacerlo y con ello adquirir poder y estimación, cuando en realidad es producto histórico de un aumento irracional en las necesidades humanas, el cual corresponde a la característica capitalista de aumentar la productividad y la producción del trabajo, con fines de obtención de un mayor plusvalor. La escasez de individuos del sexo opuesto, en especial de mujeres atractivas y por ello consideradas aptas para dejar una numerosa progenie, parece ser el resultado de una natural tendencia masculina a la poligamia en contraste con una natural tendencia femenina a la monogamia, pero en realidad estos dos comportamientos son a su vez resultado de una evolución social en la que las
propiedades materiales de las familias solamente pueden ser heredadas por la vía paterna, con lo cual la monogamia se impone para las mujeres, dejando en libertad a los hombres para practicar la poligamia como regla no escrita (Engels, 1955: 219-228), pero dado que las mujeres ya han pasado a ser propiedad exclusiva de sus padres (antes del matrimonio) y sus respectivos maridos (a partir de éste), resulta difícil encontrarlas, más si se requiere que sean bellas. Por otra parte parece ser el resultado de una naturalidad y una objetividad de la belleza, la cual correspondería, de acuerdo con este criterio, a un estatus alto en la escala de la lucha por la supervivencia, cuando en realidad es resultado de la construcción social, con criterios subjetivos de patrones de belleza que abarcan y exceden al ser humano.
Entonces, todos estos criterios de escasez que he estudiado, parten de una representación de la realidad como ser y no como devenir. Pero tal representación corresponde a las ideas y concepciones que se tienen de esa realidad entendida como estática (Milic, 2000: 137-163). De este modo, se opera una inversión entre la realidad representada o teorizada y las ideas que se tienen acerca de ella. En esta inversión la realidad es forzada a comprenderse de acuerdo con las ideas abstractas que se tienen sobre la misma. La idea o la concepción del mundo se convierte en la realidad. Con ello la ideología queda inserta en el discurso de la teoría y de la ciencia, se convierte en parte de ella. La conciencia o visión del mundo se vuelve falsa.
Si consideramos, con Kuhn (1970), que la ciencia no es una empresa neutra y separada de los intereses sociales y de las comunidades científicas o si consideramos que también tiene dependencias de los intereses de las clases sociales dominantes, veremos que una de sus tareas o misiones es la de colaborar para mostrar como verdadero y natural aquello que ya ha sido decidido, de acuerdo con intereses comúnmente caracterizados como extra-científicos, en las esferas de la economía, la política, la ética o la estética. Ésta ha sido una misión central de la teoría demográfica de Malthus, la económica de Smith y la darwiniana de la evolución, por ello se puede decir que, al mismo tiempo que efectúan grandes aportaciones, a la ciencia, a la filosofía y a la cultura, son teorías ideologizadas en la medida en que al despojar a los procesos históricos de su historicidad, lo justifican al presentarlo como estaticidad natural, como la única realidad. La idea de escasez que en éstos y otros pensadores (como Hobbes) se desarrolla está impregnada de ese carácter ideológico.
Lo anterior no tiene que interpretarse como un intento de denigración o disminución del valor de teorías como la de Darwin o de Adam Smith, las cuales, junto con estos insumos ideológicos, poseen elementos revolucionarios enraizados en concepciones materialistas y dinámicas del mundo y que han ayudado a desarrollar un vasto conocimiento a lo largo de diversas líneas. Como toda gran teoría, son el resultado de tensiones existentes entre estos dos tipos de elementos. En
este trabajo he querido resaltar el primer tipo de elementos para cuestionar la idea de escasez y mostrar que se trata de una concepción que es utilizada por la ciencia para legitimar e intentar eternizar un orden social que, empero, no es eterno, y que para que sea superado será necesario, entre otras cosas, remontar y superar estos elementos de ideología o falsa conciencia presentes en la ciencia natural y social, por lo demás profundamente entrelazadas.
Bacon, F. 1991: Novum Organum. Buenos Aires: Losada.
Burkhardt F. y S. Smith (1994): A calendar of the co- rrespondence of Charles Darwin, 1821-1882. Cambridge: Cambridge University Press.
Burkhardt F. y S. Smith (eds.). 1985. The correspon- dence of Charles Darwin. Cambridge: Cambridge University Press.
Darwin, C. 1958 [1876], Autobiography. Nueva York: Dover Publ. Inc.
Darwin, C. 1981 [1871]. The descent of man and selection in relation to sex, vol. 1, parte I. Princeton, N. J.: Princeton University Press.
Darwin, C. 2000 1859. On the origin of species. Cambridge, MA: Harvard University.
Engels, F. 1955 [1891], “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”. En Marx, K. y F. Engels. Obras escogidas, t. II. Moscú: Progreso.
Glacken, C. J.1967. Traces on the rhodian shore. Berkeley: University of California Press.
Hobbes, T. 2001 [1651]. Leviatán o la materia. Forma y poder de una república eclesiástica y civil. México: Fondo de Cultura Económica.
Hume, D. 1977. Tratado de la naturaleza Humana. México: Porrúa.
Hume, D. 1992 [1739]. A treatise on human nature. Oxford: Clarendon Press.
James, P. 1979. Population Malthus. Londres: Routledge and Kegan Paul.
Kuhn, T. S. 1970. La estructura de las revoluciones científicas. México: Fondo de Cultura Económica.
Lewontin, R. et al. 1987. No está en los genes: racismo, genética e ideología. Barcelona: Crítica.
Malthus, T. R. 1977 [1826]. Ensayo sobre el principio de la población. México: Fondo de Cultura Económica, p. 281.
Malthus, T. R. 1979 [1798]. Primer ensayo sobre la población. Madrid: Alianza Editorial.
Mandel 1977. Tratado de economía marxista, t. 1, México: Era.
Mandel. 1977. Tratado de Economía marxista, t. 1. México: Era.
Marx, C. 1988 1867 . El Capital, t. I, v. 1. México: Siglo XXI.
Marx, K. 1987 [1859]. Contribución a la critica de la economía política. México: Siglo XXI.
Marx, K. 1998. [1844], "Manuscritos economico-filosó- ficos de 1844". En Fromm, E. Marx y su concepto del hombre. México: Fondo de Cultura Económica.
Milic, V. 2000 [1965]: "La relación entre sociedad y conocimiento en la obra de Marx". En Lenk, K. (comp.). El concepto de ideología. Buenos Aires: Amorrortu.
Muñoz Rubio, J. 1996. Población y crisis ambiental: Malthus, Darwin y el neomaltusianismo, tesis de maestría. Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México, 298 pp.
Muñoz Rubio, J. 1999, “On darwinian discourse, Part I: Political Economy Naturalized”. Science as Culture, 8 (1): 47-74.
Muñoz Rubio, J. 2001. “Malthus: sobrepoblación, prejuicio ideológico”. Diseño y Sociedad, 12 (1).
Naredo, J. M. 1987. La economía en evolución: historia y perspectivas de las categorías básicas del pensamiento económico. México: Siglo XXI.
Rose, S. 1987. Molecules and minds. Milton Keynes: Open University Press.
Smith, A. 1982 [1977], La riqueza de las naciones. México: Fondo de Cultura Económica.
Smith, K. 1951. The malthusian controversy. Londres: Routledge and Kegan Paul.
Weber, M. 2001 [1901]. La ética protestante y el espíritu del capitalismo. México: Colofón.
Xenos, M. 1989. Scarcity and modernity. London: Routledge.
Anónimo. 1992. Informe sobre el desarrollo mundial 1992: desarrollo y medio ambiente. Washington: Banco Mundial.
Bowler, P. J. 1976. “Malthus, Darwin and the concept of struggle”, Journal o f the History o f Ideas, 37: 631-650.
Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo (CMMAD) 1988. Nuestro futuro común. Madrid: Alianza Editorial.
Consejo Sobre la Calidad Ambiental y Departamento de Estado 1982. El mundo en el año 2000. Madrid: Tecnos.
Cowles, T. 1936. “Malthus, Darwin and Bagehot: A study in the transference of a concept”. Isis 36 (2): 340-348.
Ehrlich, P. 1968. The population bomb. Nueva York: Ballantine.
Forrester, J. W. 1971 World dynamics. Cambridge, MA: Wright Alien Press.
Gale, B. G. 1972. “Darwin and the concept of struggle for existence: A study in the extra scientific origins of scientific ideas”. Isis, 63: 321-344.
Goldsmith, E. 1972. Manifiesto para la supervivencia. Madrid: Alianza Editorial.
Gordon, S. 1989: “Darwin and the political economy: The connection reconsidered”. Journal of the His- tory of Biology, 22 (3): 437-459.
Hardin, G. 1968. “The tragedy of the Commons” . Science 162: 1245-1248.
Harich. W. 1975. ¿Comunismo sin crecimiento? Barcelona: Materiales.
Herbert, S. 1971. “Darwin, Malthus and selection”. Journal of the History of Biology, 4 (1): 209-217.
La Vergatta, A. 1985. “Images of Darwin: An historio- graphical overview”. En Kohn, H. (ed.) The darwi- nian heritage. Princeton: Princeton University Press, 901-972.
Manier, E. 1980. “History, Philosophy and Sociologyof Biology: Afam ily romance” . Studies in History and Philosophy of Science, 11 (1): 1-24.
Manier, E. 1978. The young Darwin and his cultural circle. Dordrecht: Reidel Publishing Company.
Marx, K, 1998 [1844], “Manuscritos económico-filosóficos de 1844” . En Fromm, E. Marx y su concepto del Hombre. México: Fondo de Cultura Económica.
Meadows, D. H. et. al. 1992. Más allá de los límites del crecimiento. Madrid: Aguilar.
Mesarovic, M. y E. Pestel 1974. La humanidad en la encrucijada. México: Fondo de Cultura Económica.
Muñoz Rubio, J. 1999a. “On darwinian discourse, Part I: Political economy naturalized". Science as Culture, 8 (1): 47-74.
Muñoz Rubio, J. 1999b. “On darwinian discourse, Part II: Re-anthropologizing Nature, naturalizing com- petitive man”. Science as Culture, 8 (2): 171-187.
Radick, G. 2003. “Is the theory of natural selection independent of its history?” En Hodge, J. y G. Radick (eds.). The Cambridge companion to Darwin. Cambridge: Cambridge University Press, 143-167.
Schwartz, J. S. 1974. “Charles Darwin's debt to Malthus and Edward Blyth”. Journal o f the History o f Biology, 7 (2): 301-318.
Vorzimer, P. J. 1969. “Darwin, Malthus and the theory of natural selection”. Journal o f the History of Ideas, 30: 527-542.
Young, R. M. 1969. “Malthus and the evolutionists; The common context of biological and social theory” . Past and Present, 43: 109-145.
Young, R. M. 1971a. “Evolutionary Biology and ideo- logy: Then and now". Science Studies, 1:177-206.
Young, R. M. 1971b. “Darwin’s metaphor: Does nature select?” The Monist, 55: 442-503.
Young, R. M. 1973. “The historiorgraphical and ideolo- gical context of the nineteenth century debate on man’s place in nature”. En Teich, M. y R. M. Young (eds.): Changing perspectives in the History of Science. Reidel Publishing Company, 344-438.
Young, R. M. 1985. Darwin’s metaphor, Nature’s place in victorían culture. Cambridge: Cambridge University Press.
Young, R. M. 1999. “Malthus on man. In animals no moral restraint”. Science as Culture. 8 (2): 189- 208.
Young, R. M. 2002. “The meanings of darwinism: Then and now” . Science as Culture, 11(1): 93-114.
Una critica a las raíces del concepto capitalista de escasez (t. Malthus, D. Hume, A. Smith y C. Darwin), de Julio Muñoz Rubio, terminó de imprimirse en la Ciudad de México, durante noviembre de 2005, en los talleres de Solar, Servicios Editoriales, S.A. de C.V., Calle 2, Núm. 21, San Pedro de los Pinos, 03800, México, D.F. Se imprimieron 200 ejemplares más sobrantes sobre papel cultural de 90 grs. En su composición se utilizaron tipos Arial de 11, 9, y 8 pts. El diseño de la portada es de María de los Ángeles C. Alegre Schettino.