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“Y Jesús le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió:  Mi nombre es L egión, porque n osotros somos una multitud (Marcos, 5,9) La noción moderna de democracia está íntimamente ligada a la de Estado-nación P ara examinar el status contemporáneo de la democracia tenemos que comenzar consi- derando el rol del Estado-nación y los cam- bios ocurridos en sus poderes. Muchos teó- ricos pretenden –y muchos otros rechazan– que los diversos fenómenos comúnmente evocados con el término de “globalización” erosionaron, o bien debilitaron, los poderes de los Estados-nación 2 . A men udo es tas t esis son presentadas como contrapuestas. En realidad ambas son válidas. La era de la globalización no significa e l fin del Es- tado-nación, que continúa cumpliendo funciones útiles a la regulación económica, política y al establecimiento de nor - mas culturales. Pero los Estados nacionales han perdido su rol en materia de autoridad soberana. Centrar nuestra aten- ción en el concepto y en las prácticas de la soberanía nos ayudará entonces a clarificar el debate. Proponemos el concepto de Imperio para designar el dis- positivo global contemporáneo. El Imperio designa ante todo la nueva forma de soberanía que sucedió a la soberanía esta- tal: una nueva forma de soberanía ilimitada, que ya no cono- ce fronteras o más bien que sólo conoce fronteras flexibles y móvil es. Retomamos el concepto de Imperio de la antigua configuración romana en la cual se suponía que el imperio era una forma superadora de las tres formas de gobierno –monarquía, aristocracia y democracia– combinándolas en una sola dirección soberana unificada. De hecho nuestro Im- perio contemporáneo es monárquico. Esto es evidente en las fases de conflicto militar en las cuales puede constatarse has- ta qué punto el Pentágono, con su arsenal atómico y su supe- rioridad tecnológica, puede efectivamente dominar el mundo. Las instituciones económicas supranacionales, como la OMC, el Banco Mundial o el FMI, ejercen también a ve ces una dominación de tipo monárquica sobre los asuntos globa- les. Nuestro Imperio es también aristocrático; dicho de otra forma dirigido por una élite limitada de actores. Aquí el rol de los Estados-nación sigue siendo central dado que un redu- cido número de Estados dominantes se arroga el poder de go- bernar la economía global y de controlar los flujos culturales por intermedio de una especie de dirección aristocrát ica. Es- ta aristocracia de naciones se manifiesta claramente cuando aquellas que forman el G8 se reúnen o cuando el consejo de seguridad de la ONU ejerce su autoridad. Las principales fir- mas transnacionales, ya sea que cooperen o que compitan en- tre ellas, constituyen igualmente una forma de aristocracia. Finalmente el Imperio es también democrático dado que pretende representar al conjunto de los pueblos aunque, co- mo lo veremos, esta pretensión sea en gran medida ilusoria. El conjunto de los Estados-nación, tanto los dominantes co- mo los subordinados, cumple un papel central en este senti- do en la medida que su función es la de representar a sus pueblos. La asamblea general de las Naciones Unidas es sin duda el símbolo más elocuente de esta democracia de las na- ciones. Si bien afirmamos que en realidad los Estados-na- ción no representan adecuadamente a sus pueblos, aún así podríamos considerar a las organizaciones no gubernamen- tales como instituciones democráticas o representativas. El 159 / Junio 2002 La multitud contra el Imperio 1 Por Michael Hardt* y Toni Negri** e a es * Profesor de Li terat ura en la Univers idad Duk e. **Filósofo y Teórico Político. Traducción: Emilio Taddei

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  • Y Jess le pregunt: Cul es tu nombre? Y l respondi:Mi nombre es Legin, porque nosotros somos una multitud

    (Marcos, 5,9)

    La nocin moderna de democracia est ntimamente ligada a la de Estado-nacin

    P ara examinar el status contemporneo de lademocracia tenemos que comenzar consi-derando el rol del Estado-nacin y los cam-bios ocurridos en sus poderes. Muchos te-ricos pretenden y muchos otros rechazanque los diversos fenmenos comnmente evocados con eltrmino de globalizacin erosionaron, o bien debilitaron,los poderes de los Estados-nacin2. A menudo estas tesisson presentadas como contrapuestas. En realidad ambas sonvlidas. La era de la globalizacin no significa el fin del Es-tado-nacin, que contina cumpliendo funciones tiles a laregulacin econmica, poltica y al establecimiento de nor-mas culturales. Pero los Estados nacionales han perdido surol en materia de autoridad soberana. Centrar nuestra aten-cin en el concepto y en las prcticas de la soberana nosayudar entonces a clarificar el debate.

    Proponemos el concepto de Imperio para designar el dis-p o s i t ivo global contemporneo. El Imperio designa ante todola nueva forma de soberana que sucedi a la soberana esta-tal: una nueva forma de soberana ilimitada, que ya no cono-ce fronteras o ms bien que slo conoce fronteras flexibles ym viles. Retomamos el concepto de Imperio de la antiguac o n figuracin romana en la cual se supona que el imperioera una forma superadora de las tres formas de gobiernomonarqua, aristocracia y democracia combinndolas enuna sola direccin soberana unificada. De hecho nuestro Im-perio contemporneo es monrquico. Esto es evidente en lasfases de conflicto militar en las cuales puede constatarse has-ta qu punto el Pentgono, con su arsenal atmico y su supe-rioridad tecnolgica, puede efectivamente dominar el mundo.

    Las instituciones econmicas supranacionales, como laOMC, el Banco Mundial o el FMI, ejercen tambin a ve c e suna dominacin de tipo monrquica sobre los asuntos globa-les. Nuestro Imperio es tambin aristocrtico; dicho de otraforma dirigido por una lite limitada de actores. Aqu el rolde los Estados-nacin sigue siendo central dado que un redu-cido nmero de Estados dominantes se arroga el poder de go-bernar la economa global y de controlar los flujos culturalespor intermedio de una especie de direccin aristocrtica. Es-ta aristocracia de naciones se manifiesta claramente cuandoaquellas que forman el G8 se renen o cuando el consejo des eguridad de la ONU ejerce su autoridad. Las principales fi r-mas transnacionales, ya sea que cooperen o que compitan en-tre ellas, constituyen igualmente una forma de aristocracia.

    Finalmente el Imperio es tambin democrtico dado quepretende representar al conjunto de los pueblos aunque, co-mo lo veremos, esta pretensin sea en gran medida ilusoria.El conjunto de los Estados-nacin, tanto los dominantes co-mo los subordinados, cumple un papel central en este senti-do en la medida que su funcin es la de representar a suspueblos. La asamblea general de las Naciones Unidas es sinduda el smbolo ms elocuente de esta democracia de las na-ciones. Si bien afirmamos que en realidad los Estados-na-cin no representan adecuadamente a sus pueblos, an aspodramos considerar a las organizaciones no gubernamen-tales como instituciones democrticas o representativas. El

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    La multitud contrael Imperio1Por Michael Hardt* y Toni Negri**

    Debates

    * Profesor de Literatura en la Universidad Duke.**Filsofo y Terico Poltico.

    Traduccin: Emilio Taddei

  • funcionamiento de diversos tipos de ONG es una cuestincompleja que no podemos tratar aqu. En resumen, el Impe-rio es un sujeto soberano nico que incluye en su lgica lastres formas y los tres niveles clsicos de direccin. En otraspalabras, es una forma distintiva de soberana capaz de in-cluir y de procesar su diferencia en su propia constitucin.

    Desde esta ptica vemos que las funciones y la autori-dad de los Estados-nacin no han desaparecido. Quizs esms apropiado decir que las funciones primarias de los Es-tados-nacin las regulaciones monetarias, los flujos eco-nmicos, los movimientos migratorios, las normas legales,los valores culturales, etc. mantienen su importancia, peroson transformadas por el proceso de globalizacin. El cam-bio cualitativo refiere sobre todo al carcter de la soberana.Los Estados-nacin no pueden ya pretender realizar un ejer-cicio de la soberana o cumplir el rol de autoridad ltima co-mo en la poca de la modernidad. En tanto que autoridad l-tima el Imperio se sita por encima de los Estados y tradu-ce una nueva forma de soberana.

    Esto supone una transformacin histrica mayor en elcaso de los Estados-nacin dominantes, dado que las nacio-nes dominadas nunca fueron realmente soberanas. Para mu-chas de stas el ingreso a la modernidad signific una cadaen las relaciones de subordinacin econmica y poltica.Este cambio en la forma de la soberana de la soberanamoderna encarnada por el Estado-nacin a la soberana im-perial post-moderna nos incumbe a todos. An en los pa-ses donde la soberana nacional nunca ha sido una realidad,el paso al Imperio transforma nuestras formas de pensa-miento y el abanico de nuestras capacidades. Debemos en-tonces reconsiderar a la luz del Imperio todos los conceptosfundamentales de la filosofa poltica.

    La democracia incumplida, la democracia inaccesible

    Vo l vamos al concepto de democracia. La nocin moder-na dominante de la democracia estaba basada en las institu-ciones representativas y asociada a la soberana nacional enun espacio delimitado por fronteras3. Esas instituciones na-cionales democrticas representaban al pueblo, de forma talque la soberana nacional moderna tenda a asumir la formade una soberana popular. Declarar soberana a la nacin sig-n i ficaba declarar soberano al pueblo. Pero qu es o quin esel pueblo? El pueblo no es una entidad natural o emprica. Nopuede identificrselo haciendo una adicin de la totalidad dela poblacin o realizando un promedio. El pueblo es ms bienuna re p re s e n t a c i nque hace de la poblacin una unidad.

    En relacin a esta cuestin hay tres elementos que sondecisivos. En primer lugar el pueblo es uno, como Hobbes

    y toda la tradicin moderna lo han repetido en reiteradasocasiones. El pueblo slo puede ser soberano en tanto queidentidad y unidad. La llave de la construccin del puebloes su representacin: la multiplicidad emprica de la pobla-cin es transformada en identidad a travs de los mecanis-mos de representacin debemos tomar aqu en cuenta tan-to las connotaciones polticas cuanto estticas del trmino.Finalmente estos mecanismos de representacin estn fun-dados en una nocin y en una condicin de medida no tan-to una medida cuantificable como una medida limitativa.Una multiplicidad medida puede as estar representada co-mo unidad mientras que lo ilimitado no es representable. Eneste sentido la nocin de pueblo est estrechamente ligadaa la de un espacio nacional delimitado. En resumen, el pue-blo no es una identidad inmediata y eterna, sino el resulta-do de un proceso complejo propio a una formacin social ya un perodo histrico determinados.

    Podemos simplificar esta situacin compleja conside-rando por un instante solamente los mecanismos institucio-nales de representacin, de los cuales el proceso electoral esal menos ideolgicamente el ms importante. La frmulauna persona, un voto, por ejemplo, fue uno de los idealesen torno a los cuales se articulan diversos esquemas de re-presentacin popular y de soberana. Es intil argumentarsobre el hecho de que este modelo ha sido siempre imper-fecto y en gran medida ilusorio. Las crticas de los mecanis-mos de representacin popular en las sociedades democr-ticas modernas son de larga data. Quizs pueda ser exage-rado caracterizar las elecciones como el momento de selec-cin del miembro de la clase dominante que va a represen-tar(me) al pueblo en los prximos dos, cuatro o seis aos,pero seguramente hay en esto parte de verdad y el alto ndi-ce de abstencin electoral es sin lugar a dudas un sntomade la crisis de representacin popular que se expresa a tra-vs de las instituciones electorales. Sin embargo hoy la re-presentacin popular est socavada de forma mucho mssignificativa.

    En el paso al Imperio los espacios nacionales pierdensus atribuciones, las fronteras nacionales (si bien an sonimportantes) son relativizadas, y los imaginarios nacionalesson desestabilizados. En la medida en que la soberana na-cional retrocede frente a un nuevo poder supranacional, eldel Imperio, la realidad poltica pierde su dimensin. La im-posibilidad de representar al pueblo se hace cada vez msclara, y el concepto mismo de pueblo tiende de esta formaa evaporarse.

    Desde un punto de vista poltico e institucional, la so-berana imperial se opone a la propia nocin de soberanapopular, hasta negarla. Consideremos por ejemplo el fun-cionamiento de instituciones econmicas supranacionalescomo el Banco Mundial, el FMI y la OMC. En gran medi-

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  • da las condiciones exigidas por estas instituciones quitan alos Estados-nacin el control de las decisiones econmicasy sociales. No slo las naciones subordinadas sino tambinlas naciones dominantes son sometidas de forma crecienteal reino de estas instituciones que no representan al pueblosino nicamente en el sentido ms distante y abstracto yaque los pases designan an sus representantes en estas ins-tituciones. Al considerar su funcionamiento, constatamosun dficit democrtico. Esto no es azaroso. Estas institu-ciones slo pueden funcionar al margen de mecanismos derepresentacin popular.

    Algunos de los mejores tericos liberales euro-ameri-canos de la globalizacin sostienen que deberamos refor-mar el sistema global y reforzar los poderes polticos demo-crticos, pero sus reflexiones nunca se plantean que esasinstituciones supranacionales puedan alguna vez transfor-marse en representativas en el sentido popular del trmino.Uno de los principales obstculos reside en el hecho de de-terminar de acuerdo a dicha concepcin qu o quin es elpueblo. Probablemente sera necesario desarrollar una no-cin de pueblo global que incluira al conjunto de la hu-manidad ms all de toda pertenencia nacional o tnica. Undesafo de este tipo excedera rpidamente el marco de es-tas teoras neoliberales.

    En qu consiste entonces la reforma democrtica paralos reformadores liberales como Robert Kheoane, JospehStiglitz, David Held, Richard Folk o Ulrich Beck? Es llama-tivo constatar hasta qu punto se ha difundido el empleo deltrmino democracia y es universalmente admitido en este ti-po de literatura. Uno de los temas recurrentes de esta refor-ma democrtica es simplemente el de una mayor transpa-rencia. La transparencia en s misma no tiene sin embargonada de particularmente democrtico y no constituye unarepresentacin. Una categora ms sustantiva, igualmenteomnipresente en este tipo de literatura, es la de responsa-bilidad, que a menudo aparece asociada a la de goberna-bilidad. El concepto de responsabilidad puede estar ligadoa los mecanismos de representacin popular, pero no es elcaso en este tipo de retrica. Debemos preguntarnos: Res-ponsable ante quin?. Descubrimos entonces que los refor-madores no proponen hacer responsables a las institucionesglobales frente a un pueblo global (ni an nacional). En lareflexin de estos autores el pueblo est lisa y llanamenteausente. Su reforma consistira ms bien en hacer ms res-ponsables a estas instituciones frente a otras instituciones y,en particular, frente a la comunidad de los expertos. Si elFMI fuera ms transparente y responsable frente a los ex-pertos econmicos, por ejemplo, ofrecera mejores garan-tas contra las desastrosas polticas preconizadas en el su-deste asitico a finales de la dcada del 90. Lo que resultainteresante, en el empleo de los trminos de responsabili-dad y de gobernabilidad, es que se adaptan perfectamen-

    te a las exigencias de la economa y de la poltica. Desde ha-ce mucho tiempo son conceptos centrales en el vocabularioterico capitalista4. Ms bien parecen destinados a garanti-zar la eficacia y la estabilidad econmica antes que a cons-truir cualquier tipo de representacin o de control democr-tico. Finalmente, y si el trmino democracia est presenteen este tipo de literatura, no encontramos en ella ningunavisin de conjunto de la democracia entendida como repre-sentacin popular. El principal obstculo conceptual queimpide a estos tericos imaginar un modelo representativoglobal parece ser la nocin misma de pueblo. Qu es en-tonces un pueblo global? Hoy parece imposible entender alpueblo como sujeto poltico, y an ms imposible represen-tarlo institucionalmente.

    Nos pareci importante tratar de forma tan extensa lacuestin de la reforma democrtica de estas instituciones,no solamente para tomar en serio los argumentos de los te-ricos reformadores sino tambin y fundamentalmente por-que este discurso se ha difundido entre los diferentes secto-res de los movimientos de protesta contra la OMC, el Ban-co Mundial o el FMI. Algunos grupos reclaman una mejorintegracin y representacin en los procesos de toma de de-cisin de estas instituciones exigiendo por ejemplo que lossindicatos y las ONGs estn representados. Estas demandaspueden tener efectos positivos pero en ltima instancia se

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    La multitud contra el Imperio

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  • enfrentan a obstculos insuperables. Si concebimos la de-mocracia en trminos de autoridad soberana que representaal pueblo, entonces la democracia en la era imperial no essolamente incompleta sino que es irrealizable.

    La democracia de la multitud

    Debemos entonces explorar nuevas formas de demo-cracia que no sean o que lo sean de otra forma represen-tativas. Recordamos que la nocin moderna de democraciaest estrechamente ligada a las de soberana nacional y deespacio nacional determinado. Dicho de otra forma: que lanocin moderna de democracia se funda sobre la capacidadde medicin. Hemos dicho que el pueblo es producto de larepresentacin. En la teora poltica moderna, de Hobbes aRawls, el pueblo es considerado como el resultado del actocontractual fundador de la sociedad burguesa. Es el contra-to el que transforma a la poblacin en un cuerpo social uni-ficado. Este acto contractual es sin embargo inexistente,mistificador y obsoleto. Inexistente en la medida que nin-gn hecho histrico o antropolgico nos autoriza a postularsu efectividad: el contrato niega toda memoria de su propiafundacin y este rechazo de la diferencia es constitutivo desu propia violencia. Mistificador en la medida que el puebloque ste instituye es presentado como compuesto por igua-les mientras que estos sujetos constitutivos son en realidaddesiguales: los conceptos de justicia y de legitimidad sobrelos cuales reposa sirven solamente al ms fuerte, que ejercesu fuerza de dominacin y de explotacin sobre el resto dela poblacin. En ltimo trmino es obsoleto porque refierea una sociedad forjada por el capital: contractualismo, pue-blo y capitalismo contribuyen a transformar la pluralidad enunidad, a hacer de las diferencias una totalidad homognea,de la riqueza de todas las vidas singulares la pobreza de al-gunos y la fortaleza de otros. Pero todo esto no funcionams as. Esto funcion mientras que el trabajo, las necesi-dades y los deseos eran tan miserables que aceptaban lasimposiciones del capital como un bienvenido confort y co-mo algo seguro frente a los riesgos inherentes de la cons-truccin de valor, a la liberacin del imaginario y a la orga-nizacin de la sociedad. Hoy los trminos han cambiado.Nuestra monstruosa inteligencia y nuestro poder de coope-racin estn en juego: somos una multitud de sujetos dota-dos de potencia y una multitud de monstruos inteligentes.Debemos pues desplazar el centro de gravedad del pueblohacia la multitud. La multitud no puede ser tratada en tr-minos de contrato ni, ms generalmente, en trminos de fi-losofa trascendental. La multitud desafa la representacinporque es una multiplicidad ilimitada e inconmensurable.El pueblo es representado como unidad pero la multitud noes representable porque aparece como monstruosa a losojos de los racionalismos teleolgicos y trascendentales dela modernidad. A diferencia del concepto de pueblo, el de

    multitud es una multiplicidad singular, un universal concre-to. El pueblo constitua un cuerpo social, la multitud no: esla chair5 misma de la vida. Si por un lado oponemos la mul-titud al pueblo, por el otro debemos diferenciarla de las ma-sas y de la muchedumbre. Las masas y la muchedumbre sona menudo utilizadas para designar una fuerza social irracio-nal y pasiva, peligrosa y violenta, fcil de manipular. Lamultitud es por el contrario un agente social activo, unamultiplicidad actuante. No constituye una unidad, como elpueblo, pero a diferencia de las masas est organizada. Esun agente activo y auto-organizado. Una de las ventajas delconcepto de multitud es entonces eliminar los argumentosmodernos fundados en el temor de las masas, incluidosaquellos que conciernen a la tirana de la mayora, que haservido a menudo de mecanismo de chantaje para obligar-nos a aceptar o reclamar nuestra propia dominacin.

    Desde la ptica del poder, qu hacer con la multitud?No puede hacerse nada ya que el vnculo entre la unidad delsujeto (el pueblo), la forma de su composicin (el contrato in-t e r- i n d ividual) y el modo de gobierno (monarqua, aristocra-cia, democracia o los tres combinados) est roto. La transfor-macin radical del modo de produccin por la hegemona dela fuerza de trabajo inmaterial y por la cooperacin del traba-jo vivo esta revolucin ontolgica, productiva y biopoltica

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  • a la cual asistimos alter los parmetros del buen gobier-no y destruy la idea moderna de una comunidad que fun-ciona en beneficio de la acumulacin capitalista.

    Abramos un breve parntesis. Entre los siglos quince ydiecisis, cuando la modernidad asom bajo la forma de es-bozos revolucionarios, los revolucionarios se autopercibie-ron como monstruos. Garganta y Pantagruel pueden serconsiderados como las figuras emblemticas de todos los gi-gantes y de todas las formas extremas de libertad que se nospresentaron a travs de los aos, proponindonos futuros anms cargados de libertad. Hoy precisamos de nuevos giga n-tes y nuevos monstruos capaces de reunir la naturaleza y lahistoria, el trabajo y la poltica, el arte y la invencin, y deilustrar la nueva potencia que el intelecto general, la heg e-mona del trabajo inmaterial, las nuevas pasiones de la acti-vidad abstracta de la multitud pueden aportar a la humani-dad. Necesitamos un nuevo Rabelais o, quizs, muchos.

    Spinoza y Marx hablaron de la democracia de la multi-tud o mejor dicho de una forma de democracia que no ten-dra ms nada que ver con esta democracia que participacon la monarqua y la aristocracia de las formas clsicas degobierno. La democracia revindicada por Spinoza es califi-cada como democracia absolutaen el sentido que sta se-ra ilimitada e inconmensurable. Las concepciones contrac-tualistas de lo social evocan cuerpos sociales limitados yen este sentido sirven de poco. Cuando decimos que lademocracia absoluta se sita por fuera de la teora (y de laprctica mistificada) de las formas clsicas de gobierno,evidentemente queremos decir que toda tentativa de realizarla democracia por intermedio de la reforma de las institu-ciones imperiales sera vana e intil. Inclusive pensamosque el nico camino para realizar la democracia de la mul-titud es la revolucin.

    Pero qu significa invocar una democracia revolucio-naria en la era del mundo imperial? Hasta hoy slo nos he-mos interesado en intentar responder qu es lo que no debe-ra ser. No es ms una forma correspondiente al concepto denacin (al contrario, ella se define cada vez ms por el com-bate contra la nacin). Tampoco es algo que corresponderaal concepto de pueblo. Llegados a este punto debemos bus-car otros conceptos que nos ayuden a comprender la demo-cracia de la multitud. El concepto de contrapoder nos pare-ce esencial cuando queremos tratar estos nuevos contenidosde una democracia absoluta de la multitud.

    El contrapoder y las paradojas de la insurreccin moderna

    El concepto de contrapoder implica tres elementos: re-sistencia, insurreccin y poder constituyente. Sin embarg o

    es preciso reconocer que, al igual que la nocin dominantede democracia, la nocin dominante de contrapoder fue de-finida en la modernidad en referencia al espacio nacional ya la soberana nacional. De esto result que a lo largo de laera moderna al menos desde la Revolucin Francesa y du-rante la larga fase de agitacin socialista y comunista lostres componentes del concepto de contrapoder (resistencia,insurreccin, poder constituyente) tendan a ser comprendi-dos como exteriores los unos de los otros: as pudieron fun-cionar como estrategias diferentes, o al menos como diferen-tes momentos histricos de una estrategia revolucionaria. Enla medida que estos elementos se encontraban separados elpropio concepto de contrapoder se reduca a uno de ellos, elde la insurreccin o, en realidad, el de la guerra civ i l .

    El pensamiento poltico de Lenin es ejemplar en estesentido. Para Lenin, el contrapoder dicho de otra forma, ensus propios trminos, la dualidad de poder establecido porla emergencia de un poder proletario contra la burguesaslo poda existir durante un corto perodo insurreccional.La resistencia, que para Lenin revesta principalmente laforma de luchas sindicales salariales, jugaba un rol polticoimportante pero fundamentalmente distinto del proceso re-volucionario. El poder constituyente tenda a desaparecerde su visin puesto que todo avance de ese poder se trans-formaba rpidamente en un elemento del nuevo Estado ymutaba inmediatamente en poder instituido. Lo que queda-ba en Lenin del concepto de contrapoder era entonces antesque nada una gran fuerza insurreccional, o en realidad, unaguerra civil contra la dictadura de la burguesa.

    Una vez que se admite que la nocin moderna de con-trapoder se reduca a la insurreccin, debemos examinar deforma ms atenta las condiciones y las aventuras de la insu-rreccin moderna. Paradjica y trgicamente an cuandola insurreccin comunista moderna logr triunfar en reali-dad se trataba de derrotas porque rpidamente sta se en-contr presa de una sucesin de guerras nacionales e inter-nacionales. Result claro que una insurreccin nacional eraen realidad ilusoria.

    Los Comuneros parisinos de 1871 establecieron el mo-delo de la insurreccin comunista moderna. Su experienciasirvi para ensear que la estrategia ganadora consista entransformar una guerra internacional en guerra civil entreclases. La guerra internacional se transformaba en la condi-cin de posibilidad de un levantamiento insurreccional. LosPrusianos en las puertas de Pars no solamente derrocaronel Segundo Imperio de Luis Bonaparte sino que hicieronposible el derrocamiento de Thiers y de la Repblica. Parsen armas, es la revolucin armada.Cuarenta aos ms tardelos Bolcheviques tambin necesitaron de la guerra europeacomo condicin para su insurreccin. Una vez ms Alema-nia, el enemigo nacional, provey esa condicin de posibi-

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  • lidad: los Bolcheviques a su vez transformaron una guerrainternacional en guerra civil.

    Sin embargo la tragedia de la insurreccin moderna esque la guerra civil nacional se transforma inevitablemente asu vez en guerra internacional, o ms precisamente en gue-rra defensiva contra la bu rguesa internacional coaliga d a .Una guerra civil estrictamente nacional es prcticamente im-posible a partir del momento que una victoria nacional de-semboca en una nueva guerra internacional permanente. Porconsiguiente la condicin de posibilidad de la insurreccinnacional comunista la guerra internacional tiende unatrampa a la insurreccin victoriosa y la transforma en rg i-men militar permanente. Los Comuneros parisinos fueronvctimas de este double mind. Marx comprendi claramentelos errores de la Comuna pero no mostr que las alternativa sque se le ofrecan a la misma tambin hubieran sido err-neas. La opcin se limitaba a otorgar todo el poder al Comi-t Central para marchar contra el ejrcito bu rgus de Ve r s a-lles lo que significaba instituir un rgimen militar o bien apadecer la derrota y la masacre. La cuestin no se hubieratampoco saldado con una victoria sobre Versalles. Las clasesdominantes prusianas y britnicas no lo hubieran tolerado.Una victoria de la Comuna hubiera significado el inicio deuna guerra internacional sin fin. La victoria sovitica confi r-m este double mind. La victoria militar en Rusia, la derro-ta total de la bu rguesa nacional rusa, inaugur una guerrainternacional (caliente o fra) que dur ms de 70 aos.

    Durante la guerra fra la insurreccin obedeci a la mis-ma estructura reduciendo la guerra internacional a su formaesencial. Por un lado hubo una situacin de guerra interna-cional permanente ya codificada en trminos de clase. La es-tructura representativa de los dos poderes opuestos se impu-so a todos los nuevos movimientos. Esta alternativa fueigualmente determinante en trminos materiales en la medi-da en que un movimiento insurreccional poda solicitar laayuda de una de las superpotencias o enfrentarlas una contraotra. La suerte de la insurreccin nacional estaba entoncesechada de antemano, al igual que estaban fijados de antema-no sus lmites infranqueables. Ningn movimiento pudo es-capar a la alternativa de la guerra fra. An los mov i m i e n t o sinsurreccionales que no se definieron en un inicio en trmi-nos de clase como los movimientos anticoloniales en A s i ay en frica, antidictatoriales en Amrica Latina o los BlackP ower en Estados Unidos no podan escapar a uno de losdos campos de esta gran confrontacin. La insurreccin na-cional se revel en defi n i t iva como una ilusin. La insurrec-cin victoriosa y la nacin revolucionaria no eran ms queun simple pen en el gran tablero de la guerra fra.

    La conclusin de actualidad que se desprende de estabreve historia de la insurreccin moderna gira en torno ados ideas. Por un lado, con el declive de la soberana nacio-

    nal y el pasaje al Imperio, las condiciones que permitan lainsurreccin moderna desaparecen, de tal forma que inclu-sive hasta parece imposible pensar en trminos de insurrec-cin. Por otra parte tambin desaparece lo que mantenapresa la insurreccin moderna del interminable juego entreguerras nacionales e internacionales. Al considerar hoy lacuestin de la insurreccin nos enfrentamos simultnea-mente a una gran dificultad y a una enorme posibilidad. Loque nos conduce a la cuestin general del contrapoder.

    Un contra poder de chairmonstruosa

    Con el actual debilitamiento del Estado-nacin sobera-no se hace nuevamente posible explorar el concepto de con-trapoder y volver a sus fundaciones conceptuales. La rela-cin entre resistencia, insurreccin y poder constituyentepuede hoy transformarse en absolutamente permanente, ycada uno de estos momentos encierra la expresin posiblede un poder de invencin. Cada uno de estos tres momentospuede ser concebido como inmanente a los otros dos. Elcontexto en el cual y contra el cual el contrapoder actano es el de una soberana limitada del Estado-nacin, sinoel de la soberana ilimitada del Imperio de forma tal que elpropio contrapoder puede ser entendido como ilimitado.

    Nos enfrentamos aqu a una nueva problemtica polti-ca y terica muy estimulante. En el actual contexto imperialdebemos pensar los conceptos de resistencia, insurreccin yde poder constituyente, y sus vnculos internos, a la luz delconcepto y la prctica del contrapoder. Si consideramos elcampo de la produccin terica contempornea podemosencontrar ciertas herramientas. El desarrollo realizado porMichel Foucault del concepto de resistencia, la nocin delarma del dbil del antroplogo James Scott y numerosostrabajos sobre las resistencias micropolticas pueden cierta-mente contribuir a las investigaciones sobre la cuestin. Elgran lmite de estos trabajos reside sin embargo en el hechode que jams se preocuparon por la relacin entre resisten-cia, insurreccin y poder constituyente. La resistencia pue-de ser un arma poltica poderosa pero si los actos de resis-tencia individual se producen de forma aislada no lograrnjams transformar las estructuras de poder6.

    Hasta el da de hoy, los otros dos componentes del con-trapoder no han sido desarrollados. Una insurreccin es unacto de revuelta colectiva. Pero cules son las condicionespresentes de la insurreccin y cmo puede ser puesta enprctica? No podemos traducir directamente insurreccinasocindola a la idea de guerra civil, tal como fue el casodurante la poca moderna cuando se supona por civil laexistencia de un espacio nacional. En el seno de una socie-dad moderna la insurreccin sigue siendo una guerra de losdominados contra los dominadores, pero ahora esta socie-

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  • dad tiende a ser la sociedad global ilimitada, la sociedad im-perial como totalidad.

    Cmo podra tomar cuerpo una insurreccin contra elImperio? Quin puede conducirla? Cules son los vncu-los internos entre la micropoltica de la resistencia y la in-surreccin imperial? Debemos reconsiderar la resistencia,la insurreccin y el poder constituyente como un proceso yfundir los tres en una nocin de contrapoder y, finalmente,en una nueva formacin social alternativa. Estas son lascuestiones cruciales que estamos comenzando a formular.

    Ms que abordarlas frontalmente parece preferiblecambiar de registro para disponer de diferentes puntos devista sobre la problemtica en su conjunto. Debemos rom-per las cadenas de la razonabilidad, derrumbar las formasordinarias de pensamiento sobre la democracia y la socie-dad, abrir perspectivas ms imaginativas o ms inventivas.Comencemos por examinar los propios fundamentos de lostres elementos del contrapoder. La materia prima del con-trapoder es la chair, la sustancia viva comn en la cual coin-ciden lo corporal y lo espiritual. La chairno es ni materia,ni espritu, ni sustancia, escriba Merleau-Ponty (1964).Para designarla necesitaramos emplear el viejo trmino deelemento en el sentido en que ste se aplicaba al agua, alaire, a la tierra, al fuego; dicho de otra forma, al sentido decosa general. Ella es pura potencialidad, el elemento aninforme de la vida, un elemento del ser. No debemos sinembargo confundir la chaircon cualquier nocin de vidadesnuda que designara una forma viviente desprovista desus cualidades, una especie de lmite negativo de la vida7.La chair apunta a otra direccin: hacia la plenitud de la vi-da. No permanecemos chair. La chairslo es un elementodel ser. Hacemos permanentemente de nuestra propia carneuna forma de vida.

    En el desarrollo de las formas de vida nos descubrimoscomo multitud de cuerpos y nos reconocemos en cada cuer-po una multitud de molculas, de deseos, de formas de vi-da, de invenciones. Cada uno de nosotros alberga una leginde demonios o, quizs, de ngeles tal es el fundamentoesencial, el grado cero de la multitud. Lo que acta sobre lachairy le da forma son potencias inventivas que actan atravs de las singularidades para tejer el conjunto de los es-pacios hbridos y de las metamorfosis de la naturaleza, delas potencias que modifican los modos y las formas de laexistencia.

    En este contexto, resulta claro que los tres elementos delcontrapoder brotan en forma conjunta de cada singularidady de cada uno de los movimientos de los cuerpos que com-ponen la multitud. Los actos de resistencia, los actos de re-vuelta colectiva y la invencin comn de una nueva consti-tucin social y poltica atraviesan en forma conjunta innu-

    merables microcircuitos polticos. De esta forma se inscribeen la ch a i rde la multitud un nuevo poder, un contrapoder, al-go viviente que se levanta contra el Imperio. Es aqu dondenacen los nuevos brbaros, los monstruos y los giga n t e sm a g n ficos que emergen sin cesar en los intersticios del po-der imperial y contra ese poder. Este poder de invencin esmonstruoso en la medida que es, por naturaleza, ex c e s ivo .Todo acto de invencin verdadera, que no se contente con re-producir la norma, es monstruoso. El contrapoder es unafuerza ex c e s iva, arrasadora e inconmensurable, que un daser liberada. En esta tensin el carcter monstruoso de lach a i ry del contrapoder revisten una gran importancia.Mientras esperamos la plena aparicin de los monstruos (re-sistentes, revoltosos, constituyentes), parece que el sistemaimperial, forma contempornea de represin de la vo l u n t a dde potencia de la multitud, se encuentra alicado y minadopor la crisis. Las dbiles fi l o s o fas del margen, de la diferen-cia y de la desnudez aparecen as como figuras mistifi c a d a sde la conciencia infeliz bajo la hegemona imperial.

    Contra esto el poder de invencin (o para ser ms exac-tos, el contrapoder) tira de la chairde los cuerpos comunesque no tienen nada que ver con los grandes animales queHobbes y los tericos del Estado moderno imaginabancuando hicieron del Leviatn el instrumento sagrado y el

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    La multitud contra el Imperio

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  • pitbullde la burguesa propietaria. La multitud a la que nosreferimos es sobre todo una multiplicidad de cuerpos atra-vesados por potencias intelectuales y materiales de razn yde afectos. Son los cybercuerpos que se mueven libremen-te, sin reparos en las viejas fronteras que separaban lo hu-mano de la mquina. Estos numerosos cuerpos de la multi-tud producen en forma continua nuevas formas de vida,nuevos lenguajes, nuevos poderes intelectuales y ticos. Loscuerpos de la multitud son monstruosos, irrecuperables porla lgica capitalista que intenta permanentemente controlar-los a travs de la organizacin del Imperio. Los cuerpos dela multitud son en definitiva bizarros (queer) y variables;rebeldes a las fuerzas de la disciplina y de la normalizacin,sensibles solamente a sus propios poderes de invencin.

    Cuando declaramos que esos poderes de invencin sondecisivos para la formacin del contrapoder en la era delImperio, no pensamos en una poblacin de artistas o de fi-lsofos. En la economa poltica del Imperio el poder de in-vencin se ha transformado en la condicin general comnde la produccin. Es lo que queremos decir cuando postula-mos que el trabajo inmaterial y el general intellect ocu-pan una posicin dominante en la economa capitalista. Sila forma dominante de democracia legada por la moderni-dad y por la historia europea una democracia popular y re-presentativa no est solamente inacabada sino que es irrea-lizable, entonces no debe calificarse como un sueo utpi-co nuestra perspectiva de democracia alternativa de la mul-titud. La imposibilidad de realizar la vieja nocin de demo-cracia debe empujarnos hacia adelante. Esto quiere decirque nos oponemos entera y radicalmente a la dominacinimperial y que en este punto no podra existir un pasaje dia-lctico posible. Lo nico que nos queda por inventar es unademocracia nueva, absoluta, ilimitada e inconmensurable.Una democracia de multitudes poderosas, no solamente deindividuos iguales, sino tambin de poderes abiertos a lacooperacin, a la comunicacin, a la creacin. No hay unprograma a proponer y quin se atrevera a esto luego dela experiencia del siglo XX? Los protagonistas de la moder-nidad los curas, los periodistas, los predicadores, los pol-ticos an pueden ser tiles al poder imperial, pero no a no-sotros. Las caractersticas fundamentales de la multitud sonlos elementos filosficos y artsticos presentes en cada unode nosotros, las prcticas del trabajo sobre la chair y sobresus irreductibles multiplicidades, los poderes de invencinilimitados. Ms all de nuestra democracia irrealizada exis-te el deseo de realizar una vida en comn. Quizs podamos,mezclando la chaircon la inteligencia de la multitud, en-gendrar a travs de una gran obra de amor una nueva juven-tud para la humanidad.

    Bibliografa

    Agamben, Giorgio 1999 Homo Sacer(Pars: Reivages).

    Held, David 1995 Democracy and Global Order(Cali-fornia: Standford University Press).

    Hirst, Paul y Thompson, Graham 1999 (1996)Globalization in Question(Cambridge: Polity Press).

    Merleau-Ponty, Maurice 1964 Le Visible et lInvisible(Pars: Gallimard).

    Notas

    1 Este artculo fue publicado en la revista Contretemps2001 (Pars: Textuel) No. 2, septiembre, 153-166.Agradecemos a Daniel Bensad la autorizacin para re-producirlo.

    2 La argumentacin contraria ms detallada, segn lacual la globalizacin considerada en este sentido seraun mito, se encuentra en Paul Hirst y Graham T h o m p s o n ,Globalization in Question.

    3Ver David Held, Democracy and Global Order.

    4 Debemos mucho a Craig Borowiak por sus anlisissobre el concepto de responsabilidad en la discusinsobre la globalizacin.

    5 N del T: El trmino francs chair reviste diferentes sen-tidos. Puede ser traducido en forma literal como carne opiel, segn el contexto en que se lo emplee. En este tex-to el empleo de chair refiere a un sentido ms inmaterialdel trmino. Se hace as referencia a un estado ex t e r i o rdel cuerpo humano. Los autores sealan que paraMerleau-Ponty La ch a i rno es ni materia, ni espritu, nisubstancia. En el texto Hardt y Negri sostienen que pa-ra designarla sera preciso emplear el viejo trmino deelemento en el sentido en que este se aplicaba al agua,al aire, a la tierra, al fuego, dicho de otra forma al sen-tido de cosa general. Hemos preferido mantener a lol a rgo del texto el vocablo original en francs.

    6 Flix Guattari fue quien ms desarroll esta nocin deresistencia en el sentido de una revolucin molecular,en particular en sus trabajos en colaboracin con GillesDeleuze.

    7Ver Giorgio Agamben, Homo Sacer.

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