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Moraleja del Vino, 2016
El papa Francisco nos ha invitado a meditar y vivir las
obras de misericordia espirituales y corporales durante este año en que la misericordia ocupa el centro
de nuestra reflexión y de nuestra vida creyente.
El tiempo de Cuaresma es un tiempo especial para
ejercer este apostolado y el viacrucis un momento
privilegiado para orar y comprometernos con el
Señor. Él sufre en el camino de la cruz y con él sufren
los hombres y las mujeres de nuestro mundo que,
como hermanos, reclaman nuestra respuesta y nuestra
acción misericordiosa.
Medita despacio este viacrucis y saca un propósito
concreto para crecer en el amor.
P. Miguel Ángel Hernández Fuentes
Párroco de Santa María Magdalena
Moraleja del Vino (Zamora)
¿Cuáles son las obras de misericordia?
Hay catorce obras de misericordia: siete corporales y
siete espirituales.
Obras de misericordia corporales:
1) Visitar a los enfermos
2) Dar de comer al hambriento
3) Dar de beber al sediento
4) Dar posada al peregrino
5) Vestir al desnudo
6) Visitar a los presos
7) Enterrar a los difuntos
Obras de misericordia espirituales:
1) Enseñar al que no sabe
2) Dar buen consejo al que lo necesita
3) Corregir al que se equivoca
4) Perdonar al que nos ofende
5) Consolar al triste
6) Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
7) Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.
SALUDO INICIAL
V/ En el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo
R/ Amén
ORACIÓN INICIAL
Señor Jesús,
nos hemos reunido para contemplar tu pasión,
para confesar la fe en comunión con la Iglesia
y contemplar el mundo que nos rodea.
Queremos acompañarte en tu dolor
y acercarnos a los hombres y las mujeres
que sufren a nuestro lado,
en nuestro pueblo, en nuestra casa.
Danos entrañas de misericordia
para mitigar tu dolor
en quienes sufren a nuestro lado.
Danos valor para vivir las obras de misericordia
en aquellos que nos rodean.
Te lo pedimos a ti que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
R/ Amén
CANTO INICIAL
Perdona a tu pueblo, Señor,
perdona a tu pueblo, perdónale, Señor. (bis)
:
Jesús es condenado a muerte
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Mateo 27, 22-23-26
Pilato les preguntó:
«¿y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
Contestaron todos: «¡que lo crucifiquen!»
Pilato insistió: «pues ¿qué mal ha hecho?»
Pero ellos gritaban más fuerte: «¡que lo crucifiquen!»
Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de
azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Visitar a los presos
La condena es cruel y cae implacable sobre el justo. Jesús
padece la injusticia y es llevado a la muerte. Ha pasado
una noche violenta de prisión y de azotes y ahora escucha
la sentencia con profundo dolor. Es la imagen de Jesús
preso cuyo rostro se hace presente en muchos detenidos y
encarcelados. Quizá ellos no sean tan inocentes, pues han
caído en las redes de la droga, de la delincuencia o de la
violencia. Son culpables, pero siguen siendo personas.
Han arruinado su vida tomando un camino equivocado y
ahora necesitan una mirada de afecto que les ayude a
retomar el sendero. Jesús nos invita a no cerrarles el
corazón y a ofrecerles nuestra visita: «estuve en la cárcel
y vinisteis a verme».
Acompaña a tu Dios, alma mía,
cual vil asesino llevado ante el juez;
y al autor de la vida completa
por ti condenado a muerte cruel.
Dulce redentor,
para mí era la pena de muerte,
ya lloro mis culpas y os pido perdón.
Madre afligida, de pena hondo mar,
logradnos la gracia de nunca pecar.
:
Jesús carga con la cruz
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Mateo 27, 27-31
Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al
pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía.
Lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y
trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza
y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando
ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, Rey
de los judíos!». Luego le escupían, le quitaban la caña y
le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla,
le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a
crucificar.
Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
Burlas, insultos, salivazos y golpes. Así sufría el Señor
con paciencia y entereza el mal comportamiento de
quienes le rodeaban. Y así, con su propio ejemplo, Jesús
nos enseña a sufrir con paciencia los defectos del
prójimo. No es tarea fácil. Con frecuencia nos irritamos
y respondemos mal ante determinadas situaciones. Nos
resulta difícil aceptar los defectos de quienes nos rodean.
Queremos, exigimos que los demás sean perfectos,
mientras que nosotros caemos una y otra vez. Ayúdanos
Jesús a tener comprensión y serenidad, te lo pedimos a ti
que así nos lo enseñaste: «Aprended de mí que soy manso
y humilde de corazón».
Con la cruz de tus culpas cargado,
exhausto de fuerzas camina tu Dios.
Y a subir la pendiente le impelen
por fuera sayones por dentro tu amor.
Dulce redentor,
mi pecado esos hombros oprime,
ya lloro mis culpas y os pido perdón.
Madre afligida, de pena hondo mar,
logradnos la gracia de nunca pecar.
:
Jesús cae por primera vez
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Isaías 53, 4-6
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado,
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Enseñar al que no sabe
La ignorancia es terrible. Muchas de las reformas en la
historia han comenzado por un intento por mejorar el
nivel educativo. «Todas nuestras locuras proceden de
tener los estómagos vacíos y las cabezas llenas de aire»,
le decía un loco a otro en El Quijote. Mucha gente
deambula sin criterio, sin formación, sin ideales. Y Jesús
te ha puesto ahí para susurrarles una palabra, dejarles un
libro o gritarles a voces que estas crisis mundiales son
crisis de santos. Jesús ha caído y se levanta, tú y yo nos
levantamos con él y nos proponemos formar mejor
nuestra fe, tener siempre abierto el evangelio y un libro
de formación cristiana para poder llevar la luz de Dios a
quienes nos rodean.
Con sus alas de nieve los ángeles,
pasmados de espanto cubrieron su faz,
bajo el tosco y pesado madero
en tierra caído su Dios al mirar.
Dulce redentor,
por mis yerros caísteis en tierra,
ya lloro mis culpas y os pido perdón.
Madre afligida, de pena hondo mar,
logradnos la gracia de nunca pecar.
:
Jesús encuentra a su Santísima Madre
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Lucas 2, 34-35.51
Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:
«Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y
se levanten; Y será como un signo de contradicción: así
quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una
espada te traspasará el alma».
Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Dar buen consejo a que lo necesita
Jesús se encuentra con su madre, con quien le enseñó a
caminar, a hablar, a crecer como un ser humano. Cuántos
consejos le daría en la infancia y ahora, en la via
Dolorosa, ambos se miran cara a cara: madre e hijo.
Jesús nos invita a poner un poco de luz en medio de la
oscuridad de muchos. A dar un consejo a quien lo
necesite, pero aconsejar es un ejercicio que debemos
hacer con mucha humildad, de corazón a corazón, nunca
creyéndonos mejores. Cuando alguien se acerca con el
corazón abierto y ofrece una palabra, esta se recibe y se
acoge, pero cuando se mete el dedo en la llaga el consejo
genera rechazo. Abuelos aconsejad a vuestros nietos
sobre la vida, padres orientad a vuestros hijos y
dedicadles el tiempo que necesitan.
Del Calvario subiendo a la cumbre,
el reo divino a su madre encontró,
y una espada de filos agudos
del Hijo y la Madre hirió el corazón.
Dulce redentor,
yo esa herida causé a vuestra madre,
ya lloro mis culpas y os pido perdón.
Madre afligida, de pena hondo mar,
logradnos la gracia de nunca pecar.
:
Simón de Cirene
ayuda a llevar la cruz de Jesús
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Mateo 27, 32; 16, 24
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado
Simón, y lo forzaron a llevar su cruz.
Jesús había dicho a sus discípulos: «El que quiera venir
conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su
cruz y me siga».
Dar posada al peregrino
Un hombre caminaba por las calles de Jerusalén y se
encontró con la comitiva. Le obligaron a llevar la cruz de
Jesús. No lo hizo voluntariamente, pero este encuentro
cambió su vida. Sabemos que algunos miembros de la
primera comunidad eran de la familia del cirineo. Jesús
llama hoy a nuestras puertas para que acojamos a los que
deambulan o no tienen una calidad de vida asegurada.
Caritas gestiona un hogar para transeúntes, varias
residencias de ancianos y centros de desintoxicación de la
droga o del alcohol. La caridad es hermosa, pero es cara
porque necesita profesionales e instalaciones. Necesita de
tu apoyo y Jesús te espera: «cada vez que lo hicisteis con
uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo
hicisteis» (Mt 25, 40).
Porque al monte con vida llegase,
los duros escribas, con saña infernal,
a Simón Cirineo alquilaron
que a Cristo ayudase la cruz a llevar.
Dulce redentor,
yo también quiero ser Cirineo,
ya lloro mis culpas y os pido perdón.
Madre afligida, de pena hondo mar,
logradnos la gracia de nunca pecar.
:
La Verónica limpia
el rostro de Jesús
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Salmo 26, 8-9
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor.
No me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me rechaces, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Visitar y cuidar a los enfermos
Una mujer se acerca Jesús y con un paño limpia su
semblante. En el camino de la amargura se tropezó con
un varón dolorido y su corazón se enterneció. Rompió el
cerco que rodeaba a Jesús y se acercó a enjugar su cara.
En su paño se impregnó el rostro del enfermo que Jesús
nos invita a cuidar y a visitar. A acercarnos con humildad
no para ofrecer recetas fáciles, sino para compartir
nuestro tiempo, nuestro afecto y nuestra compañía. Los
enfermos nos esperan en sus casas, en las residencias de
ancianos, en nuestra propia familia, donde Jesús nos
llama «Estuve enfermo y me visitasteis» (Mt 25, 36). Él
espera que tú y yo seamos como la Verónica y nos
acerquemos para enjugar sus rostros.
Con ternura y piedad la Verónica
el rostro sangriento de Cristo enjugó
y en tres pliegues del lienzo por premio
grabada la imagen llevó del Señor.
Dulce redentor,
en mi pecho gravad vuestra imagen,
ya lloro mis culpas y os pido perdón.
Madre afligida, de pena hondo mar,
logradnos la gracia de nunca pecar.
:
Jesús cae por segunda vez
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Mateo 11, 28-30
«Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y
yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón y
encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi
yugo es llevadero y mi carga ligera».
Corregir al que yerra (al que se equivoca)
Jesús vuelve a caer por el peso de la cruz. Tú y yo
caemos una y otra vez en nuestros propios errores. Somos
débiles y lo sabemos; nos confundimos, fallamos y
caemos. Jesús se levanta y con la luz de la verdad
pretende iluminar nuestro camino. Muchos son los que
viven en la oscuridad del error y Jesús nos dice «vosotros
sois la luz del mundo» (Mt 5, 15). Estamos en medio de
la sociedad para iluminar, y no podemos escondernos.
Todos nosotros debemos sentir la urgencia de hablar de
Dios a quienes nos rodean. Hemos de ser humildes, pero
también valientes y audaces para formar nuestra fe y
aportar la luz del evangelio a quienes están confundidos y
caminan lejos de Dios.
Otra vez el Señor de los cielos
volvió fatigado el polvo a besar,
y otra vez los esbirros crueles
en él desfogaron su ira y crueldad.
Dulce redentor,
nunca más caeré ya en pecado,
ya lloro mis culpas y os pido perdón.
Madre afligida, de pena hondo mar,
logradnos la gracia de nunca pecar.
:
Jesús consuela
a las mujeres de Jerusalén
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Lucas 23, 27-28
Lo seguía un gran gentío del pueblo y de mujeres que se
golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se
volvió hacia ellas y les dijo:
«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por
vosotras y por vuestros hijos».
Consolar al triste
En el camino al Calvario Jesús consuela a unas mujeres
que se acercaban a él llorando. Consolar es sintonizar con
la persona que sufre y son muchos los que padecen a
nuestro lado distintos tipos de tristeza: hombres y
mujeres marcados por la soledad, adolescentes que sufren
el acoso de sus compañeros, madres que ven a sus hijos
distantes o perdidos, viudos que han quedado sin la
pareja con la que han compartido gran parte de su vida,
personas sumidas en la depresión o la enfermedad. La
tristeza impide salir adelante y nuestra respuesta no
puede ser el consejo fácil, sino la empatía; saber
ponernos en la piel del que sufre, participar de su pena y
aportar un poco de luz y esperanza a su vida.
Vio Jesús que unas cuantas mujeres,
movidas a lástima, lloraba por Él,
y les dijo: «Llorad por vosotras,
piadosas mujeres, por mí no lloréis».
Dulce redentor,
vuestras penas taladran mi pecho,
ya lloro mis culpas y os pido perdón.
Madre afligida, de pena hondo mar,
logradnos la gracia de nunca pecar.
:
Jesús cae por tercera vez
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lucas 22, 28-30
«Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en
mis pruebas, y yo preparo para vosotros el reino como
me lo preparó mi Padre a mí, de forma que comáis y
bebáis a mi mesa en mi reino».
Dar de comer al hambriento
En el camino del Calvario Jesús se exprime y se da
totalmente hasta la extenuación y con su ejemplo nos
marca el camino. Dar, darnos; entregar, entregarnos hasta
que duela. Sí, hasta que suponga un sacrificio hecho por
amor. Si solo damos lo que nos sobra no tenemos mérito
porque solo nos comprometemos superficialmente, pero
no nos estamos implicando. Hemos de dar para generar
vida. Hoy podemos tener una comida austera, más barata
de lo normal, más sencilla; podemos ahorrarnos ese café
que tanto ansiamos o ese aperitivo que nos gusta y
entregar a cambio el dinero a Manos Unidas «porque tuve
hambre y me disteis de comer».
Con sus duras caídas, cristiano,
las tuyas pretende Jesús resarcir.
A tu Dios por tercera vez mira
de polvo y de sangre cubierto por ti.
Dulce redentor,
vuestro amor del infierno me libre,
ya lloro mis culpas y os pido perdón.
Madre afligida, de pena hondo mar,
logradnos la gracia de nunca pecar.
:
Jesús es despojado
de sus vestiduras
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Mateo 27, 33 -36
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere
decir de «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado
con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de
crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y
luego se sentaron a custodiarlo.
Vestir al desnudo
Al llegar al Calvario, los soldados arrancan las vestiduras
del Señor y lo dejan desnudo y desvalido. Ante el cuerpo
indefenso y ultrajado del Señor, nosotros queremos cubrir
su imagen como también queremos tapar la desnudez de
tantos que exhiben su cuerpo y comercian con él como si
se tratara de una mercancía que se somete al negocio de
la pornografía o a las redes de la prostitución. Nosotros
no podemos cubrir y vestir esas imágenes, pero sí
podemos apartar nuestra mirada de aquellas fotos o
escenas que cercenan nuestra capacidad de amar y nos
reducen a un puñado de instintos. Y además, podemos
hacer el propósito de no vestirnos nunca de manera
provocativa o escandalosa.
Con furor los vestidos quitaron
del monte en la cumbre al paciente Jesús,
y por no iluminar tanta afrenta,
las puras estrellas negaron su luz.
Dulce redentor
ya no más liviandad ni impureza,
ya lloro mis culpas y os pido perdón.
Madre afligida, de pena hondo mar,
logradnos la gracia de nunca pecar.
:
Jesús es clavado en la cruz
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Mateo 27, 37-41
Encima de la cabeza colocaron un letrero con la
acusación: «Este es Jesús, el rey de los judíos».
Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y
otro a la izquierda. Los que pasaban, lo injuriaban y
meneando la cabeza, decían:
«Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres
días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la
cruz».
Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los
ancianos se burlaban también de él.
Perdonar las injurias
En la cruz Jesús sufre el insulto y la provocación; pero
cumple lo que tanto predicó con su palabra: «si amáis a
los que os aman ¿qué mérito tenéis?» (Lc 6, 33). Y así,
su voz se eleva y grita: «Padre perdónalos porque no
saben lo que hacen» (Lc 23, 34). El Señor pronuncia esa
palabra que tanto nos cuesta decir: «perdón». Muchas
veces surgen los enfrentamientos en la familia, entre
amigos o compañeros. Queremos tener siempre la razón
y, cuando esto ocurre, la reconciliación se hace difícil.
No quieras quedar siempre por encima de los demás; trata
más bien de restaurar las relaciones perdidas, algo que
solo puede hacerse con el poder sanador del perdón:
«perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden» (Mt 6, 9).
Ya, alma mía, en la cruz duro lecho,
sus miembros sagrados extiende tu bien;
y con clavos agudos taladran
los viles soldados sus manos y pies.
Dulce redentor,
yo esos clavos clavé en vuestros miembros,
ya lloro mis culpas y os pido perdón.
Madre afligida, de pena hondo mar,
logradnos la gracia de nunca pecar.
:
Jesús muere en la cruz
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Mateo 27, 45-50. 54
Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas
sobre toda aquella región. A media tarde Jesús gritó:
«Elí, Elí lamá sabaktaní», es decir: «Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?»
Al oírlo algunos de los que estaban por allí dijeron: «A
Elías llama éste».
Uno de ellos fue corriendo; enseguida cogió una esponja
empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de
beber. Los demás decían: «Déjalo, a ver si viene Elías a
salvarlo». Jesús, dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Dar de beber al sediento
Poco antes de entregar su espíritu, Jesús gritó desde la
cruz: «Tengo sed» y los soldados le ofrecieron una caña
con una esponja empapada en vinagre para mitigar su
dolor. Este es el grito de muchas personas que en el
mundo no tienen acceso al agua potable. Nos resulta fácil
a nosotros abrir el grifo para beber agua o para lavarnos
las manos. Un gesto sencillo que muchos no pueden
hacer. Manos Unidas financia proyectos para que el agua
llegue a todos. No son muchos los sedientos que viven en
nuestro entorno, pero hay muchos necesitados de agua en
el mundo a los que una moneda entregada con amor
puede ayudarles a mitigar su sed. Y cuando beben ellos,
Cristo mismo se sacia, «porque Tuve sed y me disteis de
beber» (Mt, 25, 35).
Tiembla el orbe y el sol se obscurece
al ver en un palo expirar a su Dios.
Rompe en llanto también tú, alma mía,
pensando que muere Jesús por tu amor.
Dulce redentor,
mis pecados os dieron la muerte,
ya lloro mis culpas y os pido perdón.
Madre afligida, de pena hondo mar,
logradnos la gracia de nunca pecar.
:
Bajan a Jesús de la cruz y lo entregan a su madre
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Mateo 27, 54-55
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al
ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados:
«Realmente éste era Hijo de Dios».
Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos,
aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para
atenderle.
Rogar a Dios por vivos y difuntos
En la cruz Jesús termina su vida en oración y allí
pronuncia sus siete últimas palabras, siete frases que le
ponen en diálogo con su Padre Dios. Él nos invitó a orar
en muchas ocasiones y nos enseñó el valor de la oración;
pero una oración generosa que no piensa solo en uno
mismo, sino que abre el corazón a los demás y pide por
las necesidades de todos los hombres. Nunca dejes la
oración diaria: «mucho puede la oración insistente del
justo» (St 5,16). Tú y yo confiamos en el poder de la
oración. Cuantos corazones se han ablandado con la
fuerza misteriosa de una plegaria sincera y constante. No
sabes qué hacer ante determinado asunto: ora; estás feliz:
da gracias. En cualquier ocasión ponte delante de Dios y
habla con él: pregúntale, pídele, agradécele, ámale.
De Jesús el cadáver sagrado
María en sus brazos llorando tomó;
Y con voz de dolor le decía:
¿Quién muerte te ha dado, mi bien y mi amor?
Dulce redentor,
respondedle que aquí está el culpable,
ya lloro mis culpas y os pido perdón.
Madre afligida, de pena hondo mar,
logradnos la gracia de nunca pecar.
:
El cuerpo de Jesús es puesto en el sepulcro
V/ Te adoramos Cristo y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
San Mateo 27, 59-61
José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una
sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había
excavado en una roca, rodó una piedra grande a la
entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la
otra María se quedaron allí sentadas enfrente del
sepulcro.
Enterrar a los muertos
Tras una vida desgastada por los caminos de Galilea y tras
una durísima jornada de pasión y muerte, el cuerpo de
Señor descansa en las entrañas de la tierra. Sus discípulos
lo depositaron en un sepulcro y también nosotros, en una
fosa del cementerio, colocamos a nuestros difuntos. Esta
es una obra de misericordia, la última. Al atardecer de la
vida, nuestro cuerpo débil perece y debe ser enterrado
porque es templo del Espíritu. Ha sido bañado por el agua
del bautismo, ungido por el óleo de la confirmación y
alimentado por el pan de la eucaristía. El cuerpo es parte
de nuestro propio ser y, por ello, en la última hora es
honrado en el funeral y enterrado en el cementerio
esperando la resurrección de la carne.
En un frío y profundo sepulcro
los restos sagrados guardáronse ya.
Triste madre, cuán sola te quedas;
seré yo el consuelo de tu soledad.
Dulce redentor,
yo a la Madre privé de su Hijo,
ya lloro mis culpas y os pido perdón.
Madre afligida, de pena hondo mar,
logradnos la gracia de nunca pecar.
El viacrucis termina en el
sepulcro pero la vida del Señor
termina en la pascua: ¡Ha
resucitado! Tras acompañar la
cruz, signo del cristiano, nos
volvemos ahora hacia el sagrario
donde está presente Cristo vivo,
resucitado de la muerte y
presente en la eucaristía y ante él
confesamos nuestra fe.
Tú nos dijiste que la muerte,
no es el final del camino,
que aunque morimos no somos
carne de un ciego destino.
Tú nos hiciste, tuyos somos.
Nuestro destino es vivir
siendo felices contigo,
sin padecer ni morir. bis
V/ Que el Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal y
nos lleve a la vida eterna.
R/ Amén
Padrenuestro
Avemaría
Gloria
Nos proponemos
hacer una buena
confesión a lo largo
de esta semana y
recibir la comunión
eucarística para
ganar la indulgencia
plenaria prometida a
quienes recen el Vía
crucis.
P. Miguel Ángel Hernández
Parroquia de
Santa María Magdalena
Moraleja del Vino
ZAMORA –2016
https://www.facebook.com/ParroquiadeMoralejadelVino/