Monitoreo de Medios AECID Colombia 15 de Mayo de 2012
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Monitoreo de Medios AECID Colombia 15 de Mayo de
2012
1. Contexto colombiano
- Conflicto armado/seguridad:
“Severá”, 10 años tras la masacre de Bojayá (El Tiempo).
- Economía:
Sin arancel, desde uvas hasta motos de EE. UU. (El Tiempo).
Acuerdo. TLC con la UE entraría en vigencia el 15 de septiembre de este año
(Publimetro).
- Política interior:
Guerra política por la paz (Revista Semana).
- Derechos Humanos:
“Justicia no es negociable cuando se trata de los peores crímenes” (El
Espectador).
2. Relacionadas con España
- Noticias de España de trascendencia en Colombia o en la región:
Los vaticinios de Krugman sobre Europa (La República).
- Empresas españolas en Colombia o en la región:
40,6 por ciento (El Tiempo).
Telefónica móviles suscribe crédito (El Tiempo).
3. Cooperación Española en Colombia
- AECID:
Centro Cultural Español, una inversión en el limbo (El Tiempo).
El país como escuela (El Espectador).
- Otros actores de la cooperación española:
“La crisis de los Derechos Humanos se incrementa” (La Patria).
1. Contexto colombiano
Tema Medio Página-Sección Fecha Conflicto
armado/seguridad El Tiempo 5 - Hacer 15.05.2012
2. Relacionadas con España
Tema Medio Página-Sección Fecha Noticias de España de trascendencia en
Colombia o en la región
La República 42 – Opinión 15.05.2012
Tema Medio Página-Sección Fecha Empresas españolas en Colombia o en la
región
El Tiempo 10 – Economía 14. 05.2012
Tema Medio Página-Sección Fecha Empresas españolas en Colombia o en la
región
El Tiempo 10 – Economía 14.05.2012
3. Cooperación Española en Colombia
Tema Medio Página-Sección Fecha AECID El Tiempo 16 – Saber –
Bogotá 15.05.2012
El país como escuela
Por: William Ospina
No se sabe qué es más inquietante, si el colapso de la infraestructura vial del país como
consecuencia de los sucesivos gobiernos y de los acumulados inviernos, o las emocionadas
giras del gobierno firmando tratados de libre comercio con todo el mundo.
Golpeada como está la producción agraria, desestimulada como está la industria, vacilando
como está la restitución de tierras, y del todo inexistente el proyecto productivo que debería
acompañarla, ¿qué será lo que estamos pensando venderle al mundo entero? ¿Con los
recursos obtenidos por la producción de qué estaremos pensando comprar lo que los otros
países sí producen?
Nos dirán, claro, que con los recursos de la minería en auge. Como estamos vendiendo el
subsuelo a término fijo y a gran escala, se supone que pronto seremos más prósperos que
Venezuela y que Arabia Saudita, y tendremos con qué comprar todas esas cosas que les
encantan a nuestros gobernantes y a nuestra sofisticada clase dirigente.
Pero lo que más se escucha hoy en Colombia son las alarmas por la política minera. No
porque este país, como cualquier otro, no tenga razonable derecho a explotar sus reservas
de minerales, de hidrocarburos, sino por todo el equilibrio natural que está en juego, el
bienestar de las comunidades que debe ser preocupación prioritaria, y porque es fácil ver
que en el río revuelto de la improvisación y la corrupción las grandes multinacionales
pescan a su amaño. Se diría que, salvo los gobernantes, todo el mundo adivina las
consecuencias.
Desde los campesinos que padecen la explotación del oro con mercurio y cianuro, los
habitantes de las bahías del norte que lentamente ven cubrirse el agua con la capa de tizne
de la contaminación carbonífera, los pescadores que intentan vender sus peces de espinazo
fosforescente y los pueblos que se vienen abajo por la inestabilidad de los suelos, hasta los
funcionarios que advierten la imposibilidad de controlar los manejos de las grandes
empresas explotadoras y los que denuncian su embudo de descomunales ganancias y
Tema Medio Página-Sección Fecha AECID El Espectador Opinión 15.05.2012
exiguos tributos, todos saben que la feria de las minas puede convertirse en otra hojarasca
arrasadora como la que García Márquez retrató en sus novelas, y temen que la historia de
Colombia se repita, como suele ocurrir, en espirales de violencia y de ruina.
Ojalá por lo menos Colombia Humanitaria esté logrando ayudarle a la población
damnificada a sortear la catástrofe de los inviernos sucesivos, aunque me temo que a pesar
del generoso esfuerzo de los funcionarios que le dieron ejemplo al mundo en la
reconstrucción del Eje Cafetero, gracias a una acertada política de manejo ágil e
independiente de los recursos, ahora el óxido de la maquinaria burocrática no les permita
responder con suficiente rapidez a los millones de dramas simultáneos que genera en
Colombia la abundancia de agua.
El gobierno tan entusiasta en tratados y tan pródigo en garantías para la explotación del
subsuelo, porque no se piense que vulneramos “la confianza inversionista”, trata de
responder también a los males de la extrema pobreza de un modo harto discutible.
Se dice que Colombia tiene en la indigencia un 10 por ciento de su población. Ello significa
que están en el último pozo de la miseria humana cuatro millones y medio de personas: un
millón de hogares. Si el gobierno ha prometido regalar en seis años cien mil casas, ello
significa que novecientos mil de esos hogares, cuatro millones de personas, deben
despedirse ya de toda esperanza.
Las cien mil casas seguramente serán construidas por esas grandes empresas que tan
favorecidas se ven por el rigor de las adjudicaciones oficiales. El regalo para los pobres no
deja de ser un confite para los grandes constructores. ¿Pero no sería más inteligente, más
audaz y más productivo poner a uno o más millones de personas, con la asesoría adecuada,
con los mínimos recursos de suelos y de materiales, a construir sus propias viviendas?
¿Convertir ese esfuerzo constructivo en una labor pedagógica de calificación de mano de
obra, una inmensa escuela de albañilería, carpintería, cantería, plomería, artesonado y
ornamentación?
Mejor que dar limosna es brindar la posibilidad de aprender. Hay instituciones como la
Escuela Taller de Bogotá que podrían orientar un ejercicio de este tipo, porque han
demostrado saber enseñar construyendo y ser capaces de formar talentos resolviendo a la
vez dramas sociales. El Sena, y muchísimas otras instituciones, podrían vincularse a una
tarea semejante. Algo de eso tuvo el Forec, y éste podría convertirse en un proyecto social
de grandes dimensiones.
Pero los proyectos de grandes dimensiones a veces acobardan a los gobiernos. Y no lo
entiendo, porque comprometerse a gobernar un país tan dramático y tan desafiante como
Colombia es un proyecto de dimensiones casi delirantes.