Modulo-Homiletica

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IGLESIA METODISTA DE CHILE PRIMERA IGLESIA METODISTA DE SANTIAGO TALLER: Formación de laicos Modulo IV DE LA PALABRA AL HABLA (nociones de homilética: el don de comunicar) Autor y Compilador: pbro. Pedro Correa M.

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IGLESIA METODISTA DE CHILE

PRIMERA IGLESIA METODISTA DE SANTIAGO

TALLER: Formación de laicos

Modulo IV

DE LA PALABRA AL HABLA

(nociones de homilética: el don de comunicar)

Autor y Compilador: pbro. Pedro Correa M.

Santiago, Julio de 2009.

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INDICE

¿QUÉ ES LA HOMILÉTICA?...................................................................................3

LA BIBLIA: DE LA PALABRA A NUESTRA HABLA.................................................5

LA CONSTRUCCIÓN Y ESTRUCTURACIÓN DEL SEMÓN...................................7

ELEMENTOS EN LA ELABORACION DE UN SERMON.....................................18

EJERCICIOS DE PREDICACION..........................................................................23

DIEZ RECOMENDACIONES................................................................................24

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¿QUÉ ES LA HOMILÉTICA?1

La homilética forma parte de la teología práctica, igual que la catequética, la

poiménica, la liturgia, etc.

La palabra homilética viene del verbo griego (homilein) que significa “discutir,

conversar”, refiriéndose sobre todo al relato de los discípulos de Emaus (Lucas

24:15) donde aparece que “mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se

acercó y comenzó a caminar con ellos” , significa también “hablar con alguien”

(Hechos 24:26), o “hablar, discutir” (después de partir el pan - Hechos 20:11)

Se llama “homilética”, la reflexión teológica acerca de un ministerio practico de la

Iglesia: el de la Predicación. Por lo tanto, a lo largo de este curso, definiremos la

predicación como EL ANUNCIO ACTUALIZADO DE LA PALABRA DE DIOS

DURANTE EL CULTO.

En un sentido restringido, entonces, se trata del momento de la explicación de un

texto bíblico dentro de la liturgia y no de la predicación en general (anuncio del

Evangelio de parte de la Iglesia en cada circunstancia y bajo sus distintas

modalidades).

La predicación, entonces, no es un acto individual sino que concierne a toda la

comunidad a la cual tengo que comunicar algo.

Por lo tanto, la reflexión teológica acerca de la predicación en el culto se

acompaña al mismo tiempo de una reflexión sobre la elaboración del discurso: la

construcción del mensaje según las reglas de la retórica (o arte del hablar o de la

persuasión), técnica del discurso desarrollada por los griegos (Gorgias, Aristóteles

sobre todo) y más tarde por los romanos (Quintiliano, Cicerón), que tuvo una

importancia muy grande en la historia de la predicación cristiana.

Así, hoy, cuando reflexionamos sobre la predicación, el conocimiento de la ciencia

de la comunicación se ha vuelto imprescindible.

1 Cf. “Siervo de la Palabra”, manual de homilética, de Cristophe Zenses. ISEDET/EDUCAB, Buenos Aires, s.d.

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La homilética como materia de estudio teológico apareció a fines del siglo XVII

(sobre todo con la influencia del pietismo), para diferenciar cuando se trata de la

enseñanza teológica propiamente dicha o de la edificación comunitaria y espiritual,

o sea para diferenciar la explicación de la edificación.

Es el siglo XIX que se desarrolló la homilética como una reflexión sistemática, a

partir de una tarea práctica de la iglesia (la predicación), que afecta a toda la

teología en su conjunto.

Con la homilética se trata de saber lo que estoy haciendo cuando predico, más

que como hacerlo; de una formulación sobre la responsabilidad del predicador,

más que de un entrenamiento.

Sin embargo aprovecharemos los logros de la retórica y de la ciencia de la

comunicación, para ver prácticamente como se puede elaborar, hoy en día, un

mensaje que sea realmente comunicativo, que pueda “llegar a la gente”, aunque

no haya solamente un método definido para construir y pronunciar un mensaje.

Po eso, la parte teórica de este manual, te parecerá, quizás demasiado amplia en

comparación con la parte practica. La predicación, sin embargo es un arte que se

aprende practicándolo, siendo consciente de lo que es o no es una predicación, de

lo que tengo que hacer y lo que tengo que dejar. En suma: sabiendo bien en qué

consiste la misión del predicador.

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LA BIBLIA: DE LA PALABRA A NUESTRA HABLA

Cada vez que se predica la Palabra de Dios una referencia fundamental es la

Biblia, en ella nos basamos para hablar, de allí sale nuestro decir sobre Dios. Se

supone que cuando exhortamos a otros, tomamos como base la Biblia, por lo cual

conviene hacernos la pregunta: ¿cómo utilizar de mejor manera la escritura para

que ella hable, primero a nosotros y después por medio de nosotros a otros?

Existen dos momentos en el trabajo bíblico que es necesario hacer explícitos y

que ocupan un lugar en la base de todo trabajo homilético, ellos son: la exegesis y

la hermenéutica. Aparentemente estos términos peden ser complicados, pero los

vamos a traducir de la siguiente manera:

La tarea de la exegesis consiste en hacer visible y notorio lo que el texto bíblico

dice de sí.

La tarea de la hermenéutica consiste en producir y sacar a luz lo que el texto dice

para nosotros.

En uno de sus textos, el pastor Dagoberto Ramírez2 definía así estos conceptos y

los pasos que cada uno de ellos implicaba:

Exegesis: significa “extraer”, “sacar” y sus pasos a seguir pueden ser:

a) Definir el texto (porción bíblica) que queremos estudiar.

b) Ubicar el texto en su contexto literario.

c) Determinar el tipo de literatura que o caracteriza (epístola, poesía, relato

histórico, etc.).

d) Establecer el origen del texto. Bajo qué condiciones se escribió, a quien va

dirigido, cual es la situación que motivó escribir este texto.

e) Determinar la estructura del texto, es decir las partes que lo componen,

como está construido, y como se relacionan las partes entre sí.

2 Los dos párrafos siguientes están tomados del texto que pertenece al autor indicado: Hermenéutica Biblia; la palabra de nuestro Dios permanece para siempre. Santiago, CTE de Chile, enero de 2002.-

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Hermenéutica: significa “interpretar” y sus pasos pueden ser los siguientes:

a) Descubrir en el texto, algunas palabras o conceptos claves.

b) Cuáles son las promesas de Dios e el texto, para el cristiano, para la

comunidad de fe.

c) Cuál es el juicio de Dios o la buena nueva.

d) A partir de lo anterior, cómo participan hoy, el cristiano y la comunidad

de fe en el juicio y en la buena nueva de Dios que descubrimos en el texto.

e) De qué modo el texto nos abre los ojos a la realidad en que vivimos y

orienta nuestras decisiones, nuestras acciones.

f) Dialogar acerca de cómo, a partir del mensaje del texto podemos nosotros

hoy, descubrir el plan de Dios y participar con Jesucristo en la

proclamación del reino de Dios.

Para realizar este proceso, el creyente, sea pastor o laico, tendrá que entrar a

depender de algunos recursos que les serán necesarios, cada vez que tenga la

tarea de exhortar la Palabra. Considero que estos recursos son:

a) Practica de la oración y dependencia del Espíritu de Dios, para confiar

que ante todo sea Dios quien ilumine este trabajo. Este y no otro, es el

primer paso a dar cuando nos disponemos a predicar.

b) Utilización de diccionarios, concordancias, comentarios y otros

instrumentos que le permitan clarificar el texto. También puede colocarse

aquí el uso de diferentes versiones de la Biblia.

c) Conocimiento de la realidad, buscando iluminarla por lo menos en un

aspecto que se desprenda el texto, propiciando una nueva practica o más

decidido testimonio.

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LA CONSTRUCCIÓN Y ESTRUCTURACIÓN DEL SEMÓN3

No existe nivel social, cultural o intelectual más sensible a la construcción de un

mensaje que otros. Todos los oyentes, de cualquier categoría social son sensibles

a la claridad de una construcción que los “toma de la mano” y los lleva por las

distintas etapas de una reflexión o de un mensaje que concluye invitándolos a

seguir reflexionando y actuando.

a.- Tener una intensión

“VEN Y SIGUEME”

Hemos visto que el oyente se acerca a la predicación con expectativas, en

búsqueda y con una esperanza.

Sin embargo, si viene al culto no significa que “entre” solo y espontáneamente en

la predicación. El oyente necesita para eso la invitación “ven y sígueme”

La estructura cuidadosamente elaborada y transparente cumple de cierta manera

ese cometido.

Si el sermón es una fiesta o un banquete, ejemplo que Jesús uso mucho para

describir el evangelio, en el que ambos, el predicador y el oyente, participan y

actúan, el rol del predicador, por lo tanto, es ir adonde está el oyente e invitarle a

“entrar” en el mensaje.

Una predicación invita a escuchar únicamente si esta bien planificada y construida.

3 Cf. Ibid. Siervo de la Palabra.

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¿”A DÓNDE VOY”?

La construcción propiamente dicha de una predicación no será creíble si el

constructor no fijó claramente y de antemano, adónde apunta o adonde quiere

llegar.

En otros términos: no se puede pensar en la estructura sin haber previamente

fijado la intensión, el scopus (o enfoque), de la predicación. Esta intensión

constituirá la línea conductora, la espina dorsal para todo el proceso de la

preparación.

Por consiguiente, la primera exigencia para la construcción de un mensaje es la de

estar en condiciones a responder de dos preguntas claves referidas a dos pasos

sucesivos:

1) ¿Qué quiero (o que tengo que) decir con mi predicación?

2) ¿Cómo lo voy a decir?

Para clarificar todo lo posible la estructura del mensaje hay que distinguir bien

esos dos pasos:

La predicación no surgirá automáticamente como consecuencia de haber

entendido claramente el sentido de un texto bíblico o de saber perfectamente a

donde queremos llegar. Tampoco haber encontrado una idea de forma que nos

guste significa tener el contenido del mensaje.

Muy a menudo ocurre que esos dos pasos no se distinguen quizá porque ni

siquiera se formularon previamente aquellas dos preguntas, perjudicando así la

claridad del mensaje.

Esas dos preguntas pueden parecer asombrosamente obvias, sin embargo vale la

pena explicar más detalladamente lo que implican como exigencias previas a la

construcción del mensaje.

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1) Buscar lo que tengo que decir.

Nos acercamos a un texto bíblico con nuestras vivencias, experiencias e historias

que determinan nuestra comprensión del mismo.

Sin embargo a fin de no imponer al texto nuestras ideas o prejuicios sino más bien

para dejar que el texto los aclare o corrija según el caso, en la búsqueda de lo que

quiere decir el texto, necesito una exégesis cuidadosa. Por lo tanto y mediante un

estudio cuidadoso, el encuentro de mi intuición con el sentido real del texto será lo

que dictara lo que tengo que decir.

Puede ser que surjan muchas ideas mezcladas, que se “amontonen” muchas

reflexiones en diversas direcciones: ¡que se amontonen! Quizás se formará algo

así como una “masa” informe de datos diversos alrededor del texto estudiado.

La constitución de esa “masa” es un paso necesario.

Para la constitución de esa masa tendremos que: anotar absolutamente todo lo

que vayamos descubriendo, recordando, inventando alrededor del texto y de

su temática.

Sin embargo no podremos utilizar todo ya que podrán aparecer ideas correctas

pero que van en direcciones distintas, o que no son adecuadas para la situación

que vivimos o que vive la comunidad en ese momento. En una predicación no se

puede hablar de todo al mismo tiempo.

La composición de un sermón no es rellenar desesperadamente una hoja en

blanco. Por el contrario es seleccionar y ordenar la “masa” que se ha acumulado.

Por consiguiente tendremos que “tirar” una buena parte de nuestras valiosa ideas,

un ejemplo o una narración “fantástica” pero que no cabe en la temática que está

en consideración. Por supuesto no la echaremos a la basura sino que la

clasificaremos en un “fichero predicación”.

Para estar en condiciones de seleccionar, elegir u ordenar la “materia prima” en

función de la construcción de un discurso es necesario tener un criterio.

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Par definir este criterio tendremos que formular, de la manera más adecuada

posible, la “idea base” (¡preferiblemente UNA SOLA!) de nuestra predicación, o

sea lo que queremos decir.

Esta idea base será la espina dorsal de todo el mensaje dándole sentido, esto es:

una orientación que permitirá elegir una idea y no otra, una temática, un “invento

creativo”, una cita y no otra.

No recorrer ese camino transformara la predicación en “retazos”, con elementos

reunidos tan diversos que nadie podrá seguir, incluyendo quizás al propio

predicador, o en formulaciones, muy bien elaboradas, pero vacías de contenido

real y de sentido (recuérdense las criticas de Agustín hacia la retórica).

Cualquiera sea la manera en que esa predicación se estructure, la formulación

cuidadosa de la idea-base hará que tenga UNIDAD.

Este paso previo, a veces difícil de lograr, tiene que llevarnos al imperativo de

decir algo importante como si fuera una “urgencia profética”…El aburrimiento en la

preparación significa indefectiblemente el aburrimiento del oyente.

En este sentido, la elaboración de una predicación se asemeja mucho a la

construcción de un barco que se empieza por la quila. Es la quilla la que le da

sentido, equilibrio y solidez al barco. El esqueleto del barco se construye a partir

de la quilla. Esta es la que determina que se va a construir: una lancha o un buque

transatlántico---para la predicación es preferible la opción de la lancha…pero bien

equilibrada y articulada alrededor de su espina dorsal.

Cualquiera sea la estructura elegida para la construcción del mensaje es

imprescindible.

Fijar y formular la “quilla” de la predicación, la idea central que permitirá el trabajo

de selección, de ordenamiento de la “masa prima”.

“Pasar” esa idea-base por un primer “filtro”

a) ¿es correcto lo que quiero decir? (idea-base)

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b) ¿a quién le interesa lo que quiero decir?

2)- ¿Cómo lo voy a decir?

El punto a) del “filtro” se refiere a la exégesis y el estudio del texto elegido.

Tiene que ver con la coherencia del mensaje desde el punto de vista

exegético-teológico.

El punto b) se refiere al diálogo previo que tenemos con el oyente, en la

preparación de la predicación y con el esfuerzo de empatía hacia el

receptor del mensaje.

En otros términos, se trata acá de preguntarse si la comunicación prevista

responde a una pregunta o a una preocupación real de la comunidad o anuncia

algo a esa realidad, o si es únicamente una preocupación nuestra.

Cualquiera sea la arquitectura del discurso, lo primero que hay que buscar en la

construcción es la unidad. Tengo que eliminar u ordenar elementos de la “masa” a

favor de la unidad. El ritmo, el desarrollo, el estilo o la tonalidad de una predicación

no se encuentran en el púlpito sino más bien sobre la mesa de trabajo. Ese es el

lugar en que creamos la “partitura” de lo que se interpretara el domingo, desde el

púlpito. Por eso, como en la composición de una partitura, es preferible escribir

todo. Ejecutar la partitura no es reproducirla mecánicamente; una obra musical se

interpreta. .

Lo mismo ocurre con el sermón. Me involucro en el púlpito, con toda mi persona,

recreando la partitura escrita sobre la mesa de trabajo.

Una manera idónea para lograr la unidad es buscar con la mayor precisión

posible, el propósito o la intensión del mensaje antes de pensar en la arquitectura

del discurso: elaborar otro “filtro” que acompañará todo el proceso de preparación.

Con frases claves elaboradas lo que será la” brújula” durante la preparación.

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1.- TEXTO BIBLICO ELEGIDO:

Referencia exacta del texto bíblico elegido. Por ejemplo: Lucas 10:25-37.

2.- TEMA DEL TEXTO:

De que se habla en el texto. Por ejemplo: Parábola de Jesús en respuesta a tal

pregunta del fulano: asalto de un viajero etc.…

3.- SIGNIFICACION DEL TEXTO:

Respuesta de Jesús sobre la cuestión quien es el prójimo. Por qué un

samaritano etc.

4.- OPCIÓN:

Opción temática que hice yo sobre la base de mi estudio y de la reflexión del texto

sobre su significación hoy. Subrayar una constante en la Biblia: los cabecitas

negras a menudo son presentados como modelos de fe en oposición a los

profesionales del templo.

5.- INTENSIÓN:

Actualizado mi opción temática: ¿a dónde quiero llegar hoy con los oyentes?

6.- TITULO:

¿Qué titulo daría yo a mi predicación? Dar un titulo al final de la preparación es un

buen test para averiguar la unidad del sermón.

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b. Favorecer la escucha

El sermón tiene que motivar su audición y no disuadir al auditorio de hacerlo.

Una predicación puede surgir del estudio profundo de un texto bíblico o puede ser

una reflexión sistemática teológicamente irreprochable. Esto no significa, sin

embargo, que promueva su audición.

Por ejemplo, en una predicación sobre Filipenses 4:4 (Alégrense siempre en el

Señor)…..

“¡El Señor está cerca! Su proximidad determina ya, ahora, la vida de los que creen

en Él y la llena de alegría. Por eso dice:¡alégrense en el Señor! La alegría que nos

viene del Señor no se rompe con nuestras preocupaciones o problemas de la vida

cotidiana sino, más bien los supera.

Nuestra existencia a veces triste y aplastante no está olvidada aquí, y tampoco

idealizada. Más bien es realmente transformada, cambiada, reorientada, como

Jesús cambió la vida de los seres humanos que él encontró, ofreciéndoles una

nueva orientación.”

Lo que se afirma en el ejemplo que precede es teológicamente correcto. Sin

embargo hay acumulación de afirmaciones dogmáticas y antes de que el oyente

pueda recibir, integrar y pensar lo que significa para él la proximidad de Jesús,

tiene que alegrarse y dejar atrás lo que lo oprime porque su vida recibió otra

orientación…Todo eso en dos minutos.

Un ser humano normalmente constituido pierde la hilación del mensaje, se

desconecta, sueña, mira los vitrales o piensa en el asado del mediodía.

Si fuera un texto destinado a ser leído, el lector tendría la posibilidad de releer una

frase, volver atrás, reflexionar antes de seguir.

El oyente de la predicación no solamente tiene que poder entender en seguida lo

que se le dijo, sino que necesita también momentos de “respiro”, de repetición, un

ritmo: es la redundancia.

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Una predicación que tiene una gran concentración de información temática nueva

carece de la necesaria redundancia y no es digerible para el oyente. Esto

podemos ejemplificarlo así:

Info A info B info C info D info E

_________»_________________»___________»______________»__________

Si el oyente no captó A, le será difícil entrar en B y por consiguiente, C, D y E

están fuera de su alcance.

Otro ejemplo; cuando la información --- bien presentada – no está insertada en

una dinámica global sino en “bloques” sueltos.

+ + + + + + +

El oyente recibe una, dos o tres informaciones pero solo eso. Las ideas no están

ligadas entre sí, por lo tanto no hay invitación a seguir una estructura o dinámica

determinada.

Lo contrario del ejemplo precedente ocurre cuando no hay sucesión clara de las

ideas y las informaciones no están suficientemente destacadas.

El oyente se “pierde”, se distrae, se aburre o se cansa porque no hay etapas

claras que le permitan un respiro y “ver” con claridad la línea estructural que va

recorriendo la predicación.

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Para subrayar la importancia de la redundancia en la predicación veamos el

siguiente ejemplo tomado del noticiero de la televisión:

* “explotó una bomba en el edificio de la AMIA en Buenos Aires con un saldo de

tantos muertos y heridos”.*

Se puede transmitir esta información con pocas y precisas palabras. Sin embargo

para permitir una mayor recepción y “elaboración” de la noticia es preciso

describir las circunstancias del atentado. La televisión produce la redundancia

insertando imágenes: se muestra el lugar, los escombros, se entrevista un

bombero, un vecino, etc.…

Todos esos elementos vuelven la información redundante. Sin esa redundancia el

telespectador se desconecta, no lo impacta la noticia.

Imágenes, narraciones, citas y hasta objetos concretos son medios que sirven

para incluir la redundancia en la predicación.

Muy a menudo el texto bíblico mismo nos sugiere una trama narrativa que pueda

“continuarse “en la predicación en lugar de abandonarla entrando directamente en

un desarrollo dogmático, como por ejemplo:

Lo que Jesús cuenta aquí, con la parábola del buen samaritano significa para

nosotros tres cosas: 1……………..2…………….3…………………..

c. Modelos de estructura.

La predicación necesita una espina dorsal que oriente al oyente.

Un sermón con estructura clara y transparente permite una recepción más

eficaz.

El oyente tiene que poder percibir el esqueleto general del mensaje.

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¡ADVERTENCIA!

Estas propuestas no son garantía de éxito asegurado. Establecer una “relación

fructífera” con los oyentes es un proceso a largo plazo que no se logra solamente

con una predicación y mucho menos con una receta “milagrosa”.

Los modelos de estructura que proponemos a continuación no funcionan como

patrones inflexibles. Salvo casos excepcionales, difícilmente se logra implementar

con exactitud un plan de construcción prefijado al principio de la preparación.

Pero, sí, hay que tener clara la intensión al comenzar la preparación.

Por ejemplo la intensión de construir un mensaje más meditativo, o una

argumentación deductiva, o la homilía que sigue paso a paso el texto bíblico.

Los modelos propuestos pueden servir de “planilla de control” de un bosquejo

terminado.

Con ese control el predicador puede comparar la disposición de su trabajo con un

determinado modelo observando las carencias o los puntos débiles que

necesitarían más trabajo.

Las propuestas que se presentan aquí tampoco son un listado completo de todas

las estructuras posibles. Son los estilos de estructuras más frecuentemente

utilizados.

Con la ayuda del modelo, el predicador puede:

Formular o desarrollar un tema.

Determinar mejor las distintas partes del mensaje.

Por otra parte, el control del bosquejo con un modelo permite al predicador

observar si la carga de información que propone es demasiado densa y pesada.

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Por ejemplo si constata que hay más de tres puntos o ideas centrales, o que la

conclusión es demasiado breve y queda truncada, deberá corregirlo. De lo

contrario los oyentes quedan con preguntas sin respuestas, con promesas

incumplidas o cumplidas a media.

De todos modos, el plan de construcción tiene que corresponder claramente a la

intensión del predicador (¡y no al revés!).

Por ejemplo, si su intensión es mantener el texto “presente” durante todo el

desarrollo de la predicación o si piensa que sus oyentes necesitan más espacio

para familiarizarse bien con el texto bíblico, los modelos adecuados serían los tres

primeros descritos aquí y no el cuarto.

Modelos de Estructura:

La homilía: Se trata de una explicación del texto bíblico versículo por

versículo. A la explicación e interpretación de cada versículo sucede la

aplicación. (sermón expositivo).

Construcción en espiral: La espiral es una construcción adecuada para

los mensajes meditativos o contemplativos. En el centro del mensaje hay

una imagen o figura central, o un solo texto bíblico. (sermón textual).

Construcción en perspectiva: Aquí, a partir de una afirmación o de un

motivo central la meditación va hacia distintas perspectivas las que, a su

vez, aclaran la propuesta con enfoques diferentes. (sermón inferencial).

Predicación temática: Es la estructura más clásica. Este género se llama

“sermo” (sermón), en oposición a la homilía. Es un estilo que se dirige al

entendimiento del oyente más que a su emoción, para darle orientación o

información sobre un tema. (sermón temático).

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ELEMENTOS EN LA ELABORACION DE UN SERMON4

En este punto haremos referencia a los elementos que se deben considerar antes

de la elaboración del sermón.

Hablaremos acerca de los factores que se deben tener en cuenta en la

elaboración y mostraremos las partes que idealmente tiene que incluir el sermón-

a) Factores que deben tenerse en cuenta en su elaboración.

b) Pasos en la construcción del sermón.

c) Partes fundamentales al sermón.

1.- Factores que deben tenerse en cuenta en su elaboración.

El predicador, después de orar y haber seleccionado el pasaje bíblico, basándose

en el interés de su congregación y los problemas que tienen las personas y/o la

comunidad, esboza las posibles soluciones, a modo de sugerencias y plantea los

desafíos para superar los conflictos personales o colectivos, a la luz de la Palabra

de Dios. El propósito del sermón tiende a establecer en la mente del predicador

donde quiere llegar y los logros inmediatos que desea obtener.

Es importante el lenguaje que se va a emplear en el sermón, especialmente, si

sabemos que en esa ocasión, el público está constituido por personas nuevas que

no conocen un culto evangelice y que no entienden el significado de las palabras

que usualmente se utilizan en la iglesia.

Estos términos conocidos por los hermanos y por la iglesia tienen un sentido muy

particular. Pueden significar una cosa distinta para quienes los escuchan por

primera vez, porque en otro contexto –el secular- tienen un sentido diferente o son

palabras poco usuales en el lenguaje diario.

En otros casos, el predicador se siente tentado a usar palabras que aprendió en

sus últimas lecturas; las que, suenan bonitas y lo hacen aparecer como una

4 Esta sección está tomada de: “Homilética”, de los autores: Tjeerd de Boer y revdo. Manuel Hernández. Santiago, CTE de Chile, s.d.

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persona culta. Pero no se trata que en la predicación, el predicador brille por su

lenguaje, sino que lo importante lo constituye el hecho de que se entienda lo que

quiere decir.

2.- Pasos en la construcción del sermón:

2.1. Se ha mencionado que, en primer lugar, se debe fijar el objetivo del sermón:

el cual nace después de la observación de la situación real de la congregación, su

testimonios en relación con el medio (país, ciudad, población) donde la

congregación está establecida.

2.2. Luego de una profunda meditación, el Señor nos guiara en el estudio del

pasaje bíblico que hemos seleccionado y que sirve al propósito del sermón.

Este pasaje debe leerse varias veces, en sus capítulos anteriores y posteriores a

él – cuando sea el caso – de tal forma, que se comprenda en qué contexto el

escritor bíblico sitúa las palabras elegidas. Si tuviéramos a nuestro alcance otras

versiones de la Biblia, es recomendable leerlas, porque nos pueden dar más luz

sobre el personaje escogido.

Igualmente, es necesario leer según comentario bíblico, porque de esa manera se

tendrá mayor seguridad acerca de lo que se va a decir. No se debe olvidar que el

comentarista es un hermano que ha estudiado por años las sagradas escrituras y

que su investigación lo hace cada día en oración, teniendo en mente hermanos

predicadores, que por falta de tiempo o de recursos no han podido hacerlo.

El comentario nos dará muchas luces, pero debemos tener en cuenta que lo que

el comentario dice no es el sermón, porque la tarea del comentarista a decir “yo

creo que…”. El error de muchos predicadores es colocarse como ejemplo y no

dejar que el Señor sea el ejemplo por excelencia.

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2.4. El predicador debe estar consciente que él va a proclamar la palabra de Dios

y que no suba al pulpito a fustigar (criticar con dureza) a sus hermanos; sus

amonestaciones deber ser hechas con amor. La verdad, por dura que sea, si es

dicha con amor se transforma en un llamado a la reflexión.

2.5. El predicador debe pensar muy bien como comenzar el sermón, porque de

esto depende que el público siga con atención la exposición; pero también debe

saber muy bien, cuándo y cómo debe terminar para no desvirtuar el propósito del

mensaje.

3.- las principales partes que debe tener un sermón:

3.1- Lectura Bíblica.

La lectura bíblica, previa al sermón, debe ser hecha reflexivamente, con buena

dicción – pronunciar correctamente las palabras- y estudiar el significado de éstas

(esto se puede lograr teniendo un diccionario a la mano). En la lectura, se debe

hacer énfasis a determinadas expresiones que se quiere hacer resaltar, siempre

que el texto lo permita. Se debe respetar la puntuación, porque esto ayudará a la

congregación al mejor entendimiento del párrafo y del texto.

Preferentemente, hay que buscar lectoras relativamente cortas, que permitan a los

que escuchan retener en sus memorias el contenido de lo leído.

En algunas ovaciones, se hace necesario explicar algunos términos, usando en la

lectura algún sinónimo – sin dejar de decir lo que originalmente está en la Biblia.

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3.2. Introducción al sermón.

La introducción al sermón no significa que es la parte menos importante, sino que

es quizás uno de los elementos que sirven para que el oyente y el predicador

tengan un marco de referencia de lo que se va a tratar en la oportunidad.

En algunas ocasiones, se da a conocer el proceso que tendrá el sermón; en otras,

se presentará un problema y se invitará a la congregación a que sigan con

atención el desarrollo del sermón, para que vean como se resuelve en él el

problema. Es conveniente ilustrar el sermón con situaciones del diario vivir que

producen conflictos, malestares o inquietudes y que a la luz del consejo bíblico

puedan solucionarse.

Pero la introducción debe tener algunas características:

No debe ser excesivamente modesta, porque no despertará el interés del

auditorio.

No debe ser ostentosa porque si el predicador no cubre todo lo enunciado,

defraudará al oyente.

En síntesis, la introducción debe ser “justa” para que despierte el interés y para

que no desanime al auditorio.

3.3. Cuerpo del sermón.

El cuerpo del sermón debe tener tres o cuatro puntos centrales. Esto es relativo,

porque puede tener más; los que se van ordenando, de tal manera, que al

comienzo se anuncie lo más evidente hasta culminar con los argumentos

fundamentales e implícitos en el texto. Es bueno que la congregación tenga la casi

seguridad que con el segundo o tercer punto del cuerpo del sermón ya está todo

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dicho; y el público, se sienta satisfecho, pues el último aspecto de éste debe

constituirse en la parte más importante.

En otros términos, el primer punto es el primer peldaño y así sucesivamente, hasta

llegar al clímax (último punto de la cima)

3.4.-La conclusión.

La última parte del sermón está relacionada con la introducción, es decir, en un

comienzo enunciamos una situación; y, con los argumentos entregados en el

cuerpo del sermón, se ha demostrado que nos asiste la razón en el planteamiento

que hicimos en la introducción.

En el caso de un sermón del evangelio se puede terminar con un “llamado”, el

que, debe hacerse con mucho decoro, pues el predicador no es un ostentador de

gracia, y quien se sienta motivado por la palabra de Dios aceptará al Señor y se

acercará al altar; pero no por

La insistencia del predicador, sino porque el señor lo llama y el hombre acepta el

llamado de Dios y corre al encuentro de su Señor.

1. ¿Por qué cree usted que en la elaboración de un sermón se debe tener

previamente establecido el propósito de este?

2. ¿De que factores debe depender el propósito del sermón?

3. ¿Considera de utilidad el uso de comentarios bíblicos, lectura de

periódicos, etc., en la elaboración del sermón?

4. Elabore un bosquejo de sermón, con sus respectivas divisiones y

argumente por que estas se hacen.

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Page 23: Modulo-Homiletica

EJERCICIOS DE PREDICACION

El participante podrá tomar cualquiera de los siguientes textos bíblicos, aplicar en

el la estructura que hemos propuesto en este material y posteriormente presentar

su resultado en unos 5mn.

Génesis 1:26

Génesis 12: 1-9

Salmo 8

Salmo 23

Salmo 51

Isaías 55: 1-7

Jeremías 1: 1-9

Mateo 5: 14-16

Mateo 28: 16-20

Lucas 15: 1-7

Juan 14: 1-6

Romanos 1: 16-17

II Corintios 3: 7-12

Filipenses 2: 5-11

1 Tesalonicenses 4: 13-18

Apocalipsis 3: 14-22

Apocalipsis 21: 1-8

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Page 24: Modulo-Homiletica

DIEZ RECOMENDACIONES

En esta sección queremos referirnos, de modo resumido, a una serie de

cuestiones practicas que tienen que ver con la predicación, las cuales sin duda

deben ser evaluadas según cada circunstancia. No se trata de indicaciones con

fuerza de ley, sino más bien orientaciones o referencias.

a) El tiempo de una predicación. Esto obviamente puede ser relativo. Pero

en nuestra tradición metodista el lapso que normalmente dura una predica

va desde los 25 a los 35mn. Se entiende que determinadas circunstancias

podrán estar por debajo del tiempo mínimo o por sobre el tiempo máximo.

b) En una predicación a la calle. Cuando se trata de un evento programado,

un impacto en el área de evangelización, el tiempo puede ser el mismo

señalado en la letra anterior. Pero, si se trata de una práctica con un grupo

pequeño, el tiempo de la predicación debería tener como promedio unos

05mn. y el tema debe ser solamente uno.

c) Uso del leccionario. Es recomendable el uso del leccionario, ello nos insta

a ir a la Palabra no necesariamente en aquellas partes que nos son más

cómodas y nos desafía a asumir textos nuevos. Además, se entiende que el

leccionario permite una secuencia armónica con diferentes textos que

conjugan la historia de la salvación. No obstante, podrán haber ocasiones

especiales en donde se deba tener flexibilidad con el uso del leccionario y

tomar otro texto, por tratarse de una ocasión especial o algún imprevisto.

d) El tenor de la predicación. En nuestra tradición evangélica y metodista, la

predicación siempre apunta al anuncio de la buena nueva, destacando la

gracia y el amor de Dios por todos y todas. Por lo mismo, siempre la

centralidad de Jesucristo, su vida y su obra, deben ocupar un lugar

fundamental. El anuncio del juicio, si bien se desprende de la misma

Palabra de Dios y por lo cual tiene que mencionarse en la ocasión que

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Page 25: Modulo-Homiletica

corresponda, no puede determinar el eje de cada predicación. Si así fuere,

nadie tendría chance para la salvación.

e) Dejar que el texto hable. El predicador o predicadora, debe permitir que el

texto fluya, se exprese y comunique el mensaje que tiene a la comunidad

de fe. Ello impide que el predicador utilice el texto para sus propios fines,

para decir cosas que el texto no indica, y a veces ni siquiera las sugiera.

Como alguien lo dijo una vez “no se debe usar el texto como pretexto”.

f) Usar un lenguaje claro y sencillo. Cuando se predica la Palabra de Dios,

lo que interesa es que pueda llegar al auditorium. Para ello, entre otras

cosas, se debe evitar el uso de términos o frases rebuscadas, las que

terminan por crear confusión y complican al oyente. El predicador, debe

buscar la dirección de Dios para entregar el mensaje de la manera más

clara posible, donde todos entiendan más allá de sus trasfondos

educacionales.

g) Invitación al discipulado. Normalmente nuestra tradición metodista hace

hincapié en el llamado al discipulado por medio de la predicación. Con ello

se pretende recordar al predicador que siempre su predicación debe ser

con la intención de que los oyentes: o fortalezcan la fe que ya tienen en el

Señor o en otros pueda despertar y se alisten para seguir a Cristo.

h) Coordinación con el devocionalista. La predicación debe estar conectada

con el tema general del Culto, para lo cual entre el predicador y el

devocionalista debería existir una coordinación previa. Ello, ayuda para que

el Culto aparezca como una unidad. Es decir, los himnos, las lecturas

previas, todo ello, debe favorecer la exhortación de la Palabra que ya viene.

Del mismo modo, la parte final del Culto, el himno final, deberá ayudar para

resaltar la conclusión del mensaje de la Palabra de Dios.

i) Impostación de la voz. Especialmente en cursos de retórica (el arte de

hablar en público), se enfatiza que quien comunica deberá saber cuando

colocar énfasis en lo que dice: o levantando su voz o bajando la voz,

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Page 26: Modulo-Homiletica

cuándo deberá usar frases largas o cuando deberá ser directo en sus

dichos. Ello indica que la predicación no puede ser algo plano, el predicador

tendrá que variar en la intensidad de su palabra según el énfasis temático

que tenga o según la atmosfera que perciba en el auditorium donde se

encuentra.

j) Supremacía de la Palabra. En nuestra tradición protestante el lugar de la

Palabra en el culto es un lugar central. El culto siempre deberá separar el

tiempo oportuno para la lectura y exhortación de la Palabra. No es propio

que por otras cosas accesorias en el Culto se tenga que sacrificar la

oportunidad de la predicación, ello dejaría en tela de juicio el carácter

cristiano de nuestro culto y el carácter protestante del mismo.

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