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Modelando la Heterogeneidad Étnica y
la Diversidad Cultural en Arqueología
de Cazadores Recolectores Patagónicos. Aproximaciones desde la Simulación Computacional y
los Modelos Basados en Agentes.
Mª FLORENCIA DEL CASTILLO BERNAL
Director: Dr. Joan Antón Barceló Álvarez
Co-directora: Dra. Mª Teresa Boschín
Departament de Prehistòria
Facultat de Filosofia i Lletres
Universitat Autònoma de Barcelona
2012
2
A mis viejos
3
Índice Agradecimientos
Capítulo 1- INTRODUCCIÓN: ABM EN ARQUEOLOGÍA
1.1. Introducción………………………………………………………………. 11
1.2. Itinerario de la tesis…………………………………………….………… 14
1.3. Tesis defendida en este trabajo…………………………………………… 15
1.4. Definición del problema y objetivos..…………………………………… 15
1.5. Simulación en ciencias sociales..………………………………………... 17
1.6. Modelos Basados en Agentes (ABM)..…………………..……………… 29
1.7. Antecedentes de ABM en arqueología..………………………………… 33
1.7.1. Dinámicas socio-ecológicas..……………………………………… 34
1.7.2. Gestión del espacio y de los recursos..………………………….… 38
1.7.3. Toma de decisiones..………………………………………….…… 40
1.7.4. Cambio cultural..………………………………………………...… 41
1.8. ¿Simulamos para predecir?.……………………………………………… 42
Capítulo 2: LA IDENTIDAD ÉTNICA COMO BASE DEL MODELO DE
SIMULACIÓN SOCIAL
2.1. ¿Por qué explicar la identidad étnica?.……………………..…………… 48
2.2. Identidad y etnicidad en arqueología. Problemas planteados………… 59
Capítulo 3: DATOS PARA LA RECONSTRUCCIÓN DEL MODELO: LA
CONFIGURACIÓN DE LAS IDENTIDADES ÉTNICAS DE LAS
SOCIEDADES INDÍGENAS PATAGÓNICAS.
3.1. Introducción………………………………………………………………… 66
3.2. Marco Espacial…….………………………………………………...……. 67
3.3. Marco Temporal………………………………………………………….. 73
3.4. La reconstrucción histórica……………………………………………… 78
3.4.1. Viajer@s-explorador@s…………………………………........…… 80
3.4.2. Misioneros…………………………………………………………. 84
3.4.3. Naturalistas-exploradores…………………………………………. 87
3.5. La perspectiva etnológica………………………………………………… 91
3.4.1. La etnología Histórico-cultural……………………………………. 96
4
3.6. Taxonomías lingüísticas…………………………………………………. 98
3.7. Etnohistoria e Historia indígena………………………………………… 100
3.8. Arqueología de las sociedades cazadoras recolectoras en Patagonia…. 104
3.8.1. Las primeras investigaciones arqueológicas……………………... 104
3.8.2. Menghín y la Escuela Histórico Cultural………………………… 105
3.8.3. La arqueología procesual y el neoevolucionismo en la
arqueología patagónica………………………………………………….
107
3.8.4. Terceras Vías. Propuestas alternativas en la arqueología
patagónica del periodo de contacto. ……………………………..………
111
3.9. Discusión………………………………………………………...………… 115
Capítulo 4: INGENIERÍA DE DESARROLLO DEL MODELO
PATAGONIA SIMPLE PAST (PSP)
4.1. Introducción. …………………………………………………………….. 121
4.2. Generación del Modelo Conceptual. …………………………………… 122
4.2.1. Simulación de la Etnicidad. Modelos teóricos previos. ……….… 122
4.2.1.1. Schelling (1971, 1978)…………………………………… 122
4.2.1.2. El modelo de diseminación cultural de Axelrod (1997). 126
4.2.1.3. Parisi, Cecconi y Natale (2003)………………………... 130
4.2.1.4. Modelo de Klemm, Eguíluz, Toral y San Miguel (2005) 133
4.2.1.5. Modelo de etnicidad de Gabler (2006)………………... 135
4.2.2. Modelo Patagonia Simple Past (PSP)……………………………. 137
4.2.2.1. Objetivos del Modelo PSP…………………………….. 137
4.2.2.2. Modelo Conceptual……………………………………. 145
4.2.2.3. Diseño y caracterización de PSP……………………… 148
4.2.2.3.1. Agentes y Atributos………………………….. 148
4.2.2.3.2. Entorno………………………………………. 151
4.2.2.3.3. Ciclo de Vida del Agente…………………….. 152
4.3. Generación del Modelo específico de Plataforma orientada a Agentes 155
4.3.1. Lenguaje de Modelado utilizado: Netlogo……………………….. 156
4.3.2. PSP e implementación en Netlogo……………………………….. 159
4.3.2.1. Inicialización……………………………………………. 160
4.3.2.2. Input Data……………………………………………… 162
4.3.2.3. Procedimientos………………………………………… 166
5
4.3.2.4. Variables de Monitorización: monitores, interruptores
y gráficos………………………………………………………..
173
4.3.2.4.1. Monitores…………………………………….. 173
4.3.2.4.2. Interruptores…………………………………. 174
4.3.2.4.3. Gráficos………………………………………. 175
4.4. Conclusiones……………………………………………………………… 177
Capítulo 5: EXPERIMENTACIÓN Y EVOLUCIÓN DEL MODELO PSP
5.1 Introducción……………………………………………………………… 180
5.2. Planificación experimental……………………………………………… 181
5.3. Escenario 1: Variable-Población………………………………………… 186
5.4. Escenario 2: Variable- Ventajas de la cooperación……………………... 189
5.5. Escenario 3: Variable- Dimensión Cultural…………………………….. 193
5.6. Escenario 4: Variable- Porcentaje de Intolerancia Identitaria………… 197
5.6.1. Experimento 4a………………………………………………… 197
5.6.2. Experimento 4b………………………………………………... 200
5.6.3. Experimento 4c………………………………………………… 202
5.6.4. Experimento 4d………………………………………………... 206
5.7. Escenario 5: Variable-Radio de Movilidad………………………………. 209
5.8. Resultados y Discusión…………………………………………………... 218
Capítulo 6: CALIBRACIÓN DE MODELOS BASADOS EN AGENTES
6.1. Introducción……………………………………………………………… 223
6.2. Validación metodológica de ABM………………………………………. 226
6.3. Alcance de la Validación en PSP………………………………………… 235
Capítulo 7: EL ESTUDIO ARQUEOLÓGICO DE LA IDENTIDAD
ÉTNICA
7.1. Arqueología y Verificación……………………………………………….. 241
7.2 La Cultura como Unidad de Análisis………………………………….... 244
7.3 El Análisis de la Semejanza cultural…………………………………….. 249
7.4. Fronteras, Esferas de Interacción y Análisis de Redes en SIG………… 253
7.5. El Análisis de la Transmisión Cultural…………………………………. 260
7.6. El Análisis de las formas de Intercambio Reproductor………………… 265
6
7.7. Conclusiones……………………………………………………………… 267
Capítulo 8: DATOS PARA LA CALIBRACIÓN DEL MODELO
8.1. Introducción…………………………………………………………….... 272
8.2. Registros sobre la Variabilidad Económica……………………………… 277
8.3. Registros sobre la Variabilidad Paleobiológica………………………… 285
8.4. Registros sobre la Variabilidad Lingüística…………………………….. 290
8.5. De la Variabilidad Económica a la Variabilidad Cultural ………………. 305
8.6. La antigüedad de Variabilidad Cultural en Patagonia continental……. 310
8.7. Registros sobre variabilidad Cultural y Política…………………………. 319
8.8. Discusión…………………………………………………………………. 325
Capítulo 9: CONCLUSIONES
9.1. Contra la inmutabilidad histórica de la sociedad patagónica…………… 329
9.2. Principales resultados del modelo PSP…………………………………... 333
9.3 Del Modelo Abstracto a la Realidad Histórica…………………………. 335
9.4. Limitaciones del modelo actual y futuras extensiones del modelo PSP.. 340
9.5. Conclusiones: hacia una teoría de la Etnogénesis en la Prehistoria……. 348
BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………
354
ÍNDICE DE FIGURAS………………………………………………………... 401
ANEXO 1……………………………………………………………………….. 408
ENGLISH SUMMARY………………………………………………………… 416
7
AGRADECIMIENTOS
El trabajo arqueológico es necesariamente el producto de un esfuerzo grupal, el producto
de la experiencia compartida y el esfuerzo de muchos. Estoy sinceramente agradecida por
poder expresar mi gratitud a todos aquellos que con su ímpetu intelectual, espíritu
colaborativo, compañerismo y generosidad han contribuido con este trabajo de tesis
doctoral.
Mi primer agradecimiento es para el director de esta tesis, Joan Antón Barceló, cuya
dedicación, esfuerzo y tiempo concedido a este trabajo, tanto en las observaciones como
en las críticas de la labor desarrollada durante estos cuatro años, me han dado la
oportunidad y la seguridad de introducirme en este campo novedoso y fructífero que
conjuga la arqueología y la simulación computacional. Gracias por consolidarme en este
trabajo y por ayudarme a llegar a término con esta presentación. Su dedicación, ha
superado también, todo lo que una tesista podría esperar de un director, principalmente por
la paciencia que ha tenido desde los comienzos de esta tesis para que yo pudiera lentamente
comprender, que la inteligencia artifical no era sólo un plus a la escasez de la inteligencia
natural. Es por todo esto, que le agradezco, no ya desde becaria a director, se lo agradezco
como lo que es hoy: un gran amigo.
A Mª. Teresa Boschín, por darme la oportunidad de iniciarme en la arqueología Patagónica
Argentina, dirigir mi beca de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica
de Argentina y por co-dirigir ahora esta tesis. Gracias también por estar siempre
alimentando el espíritu de esfuerzo y de crítica, principalmente hacia mi propio trabajo,
pues para mí, esa constituye una de las mejores enseñanzas.
Mis primeros años de aprendiz de arqueóloga han sido de la mano de dos grandes maestros,
Alberto Rex González y Marta Baldini. Ambos me dieron la oportunidad de participar no
sólo en las excavaciones arqueológicas, sino en la elaboración y en el complejo proceso de
preparación y puesta en marcha, es decir en la cocina, de los proyectos de investigación
arqueológica que ellos dirigían en el Noroeste Argentino (La Rioja y Catamarca). Quisiera
agradecerles por todo el tiempo dedicado a mi formación y principalmente por compartir y
por enseñarme el aspecto social y comprometido de nuestra disciplina con la historia social
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latinoamericana. Gracias una vez más, por haberme contagiado la pasión por la
arqueología.
También agradezco a la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo-
AECID, que me ha dado la oportunidad y el soporte económico para realizar el Master y el
Doctorado en Prehistoria en la Universitat Autónoma de Barcelona, tras haber obtenido en
el año 2007 una beca para realizar estudios de postgrado.
Estos años de estancia en Barcelona me han permitido participar dentro de varios
proyectos de investigación, dándome la posibilidad de conocer, aprender y nutrirme de
múltiples y diferentes perspectivas de abordaje de la investigación arqueológica. A los
compañeros del grupo Agrest (Arqueología de la gestió dels Recursos Socials i Territori) que dirige
Raquel Piqué y a los compañeros del proyecto Social and environmental transitions: Simulating the
past to understand human behaviour (SimulPast) dirigido por Marco Madella. A Jordi Estevez y
Asumpció Vila que generosamente han compartido sus experiencias en el campo de la
simulación arqueológica sobre sociedades Yámanas de Patagonia Meridional. A los
compañeros del proyecto que dirige Joan Anton Barceló, Experimentación y Desarrollo de
Técnicas Avanzadas de Inteligencia Artificial para la Simulación Computacional de la Dinámica Social y
la Evolución Histórica, marco clave para el desarrollo de esta tesis. Debo a gradecer
especialmente a Francesc Miguel Quesada, Xavier Vila, Igor Bogdanovic y Andreas
Angouriakis, por sus conocimientos, experiencias y aportes al proceso de modelización.
La participación en la Red Multidisciplinar de Econo Socio Física (U. Carlos III de Madrid,
U. de Zaragosa, U. Is. Baleares, U. de Cantabria, U. de Barcelona, U. Autónoma de
Barcelona, U. Rovira i Virgil, U. De Valencia, U. Valladolid) ha sido para mi quizás, la
prueba de fuego del trabajo multidisciplinar. Interactuar con especialistas en física,
matemática e ingeniería con una vasta experiencia en el campo de la simulación, con
lenguajes y prácticas tan disímiles a las nuestras ha sido una prueba y (aún) sigue siéndolo
difícil de aprobar. Quisiera agradecer particularmente a José Manuel Galán, José Ignacio
Santos y a José Cuesta por participar en el diseño e implementación de este modelo.
Para el argentino, la amistad es una pasión y la policía una mafia
J. L. Borges
Si hay algo que desde la arqueología no se puede negar, es la oportunidad que nos da de
cosechar amigos. Ahora, cómo y dónde los cosechamos, eso quizás no sea elegante describir
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en la introducción de una tesis. A Eduardo Moreno, Claudia Dellanegra, Gabo Balbarrey,
Gus Slomka, Valeria Ithurriague, Guille Castiglione, Vasco Vázquez, Hilton Drube, Boris
Grbcic, Estela Videla, María Sakalauskas, Vero Cagnoli que desde la universidad hasta
ahora han estado siempre ahí, en pos o en contra de mi voluntad, pero eso sí, siempre ahí.
A las amigas-hermanas de la vida, Blanca Videla y Laura Mameli, y a los sobrinos por
adopción Martí, Alma y Clari, que siempre han hecho que el charco que nos separa sea muy
estrecho. Y a los amigos patagónicos que han convertido a la estepa en un lugar verde de
afectos, Analía Andrade, Marce Nabte, Alexa Sapoznikow, Sebas Zamora, Ale Gatto, Nora
Lisnizer, César Tutushima y Sofia Copello, y a los Vezub, Julio, Vicky, More por estar
siempre ahí por y para todo.
A la comunidad ibero-sudaka, que emergió durante estos cuatros años de estancia en
Catalunya, con los que he compartido momentos y experiencias, antropológicamente
hablando, de riqueza intercultural y coloquialmente hablando de mucho asado, vino y
apasionadas discusiones. Gracias, Andrea González, Manuela Pérez, Arturo Sáez,
Amancay, Ester Verdún, Vera Moutinho, Jonathan Cortijo, Isa Aguilera, Nora Reyes, Oriol
López, Hendaya Serrano y a otros no tan iberos ni sudakas Ivana Dragicevic, Igor
Bogdanovic, Ivo Arsovski y Barbara Lapi. Y a los amigos catalanes que han soportado
estoicamente mi incapacidad per parlar català, los Viñas, Joan, Mercé, Rita, Pau, Ferriol y a
Carlos y Rosi por tanto afecto.
A los profesores del Departamento de Prehistoria Raquel Piqué, Miquel Molist, Xavi Clop,
Pedro Castro, Ermengol Gassiot, no sólo por estar siempre al tanto y preocupados por el
avance de esta tesis, también les quiero agradecer por las constantes frases motivadoras: ya
falta poco, ja estem o un esforç més! Frases siempre bienvenidas, principalmente cuando
uno está al borde de denunciar a la tesis por hostigamiento.
Mis agradecimientos se extienden también a los pobladores y compañeros de excavaciones
Familias Perea y Chazamy de Catamarca y a los pobladores de la Meseta Patagónica
Familias Cayupán, Melivilo, Pellejero, Quiñeluf, Torres por tanta generosidad al abrir las
puertas de sus casas y por tantas enseñanzas sobre los compromisos que asumimos al
estudiar el pasado.
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A mi familia, Alfonso, Edelma y Laura, que a pesar de todos los sustos y dificultades que
hemos afrontado principalmente durante estos últimos años, han estado y por suerte aún
están, como siempre, presentes y apoyando incondicionalmente todos mis proyectos,
¡Gracias!
María Florencia del Castillo Bernal
Barcelona, Diciembre 2011
11
Capítulo 1
Introducción: ABM en Arqueología
1.1. Introducción
1.2. Itinerario de la tesis.
1.3. Tesis defendida en este trabajo.
1.4. Definición del problema y objetivos.
1.5. Simulación en ciencias sociales.
1.6. Modelos Basados en Agentes (ABM).
1.7. Antecedentes de ABM en arqueología.
1.7.1. Dinámicas socio-ecológicas.
1.7.2. Gestión del espacio y de los recursos.
1.7.3. Toma de decisiones.
1.7.4. Cambio cultural.
1.8. ¿Simulamos para predecir?
12
1.1. Introducción
El principal objetivo de esta Tesis Doctoral es reconocer, a partir de la simulación
computacional, los mecanismos de producción y transformación de las identidades étnicas
que dan como resultado la diversidad y heterogeneidad cultural en sociedades cazadoras
recolectoras. Simulando las trayectorias históricas de sociedades indígenas patagónicas se
propone el desarrollo de experimentos diseñados en ambientes virtuales, a partir de
modelos elaborados y definidos sobre la base de datos arqueológicos, etnográficos e
históricos. Este conjunto de datos observables son los que fundamentan los modelos
teóricos con los que se cuenta para la reconstrucción histórica. Desde el campo de la
simulación computacional y la creación de sociedades artificiales se pretende experimentar
con una multiplicidad de mecanismos sociales que permitan predecir los efectos de las
acciones conocidas. El fin de estos experimentos es realizar su validación con los modelos
arqueológicos de sociedades cazadoras recolectoras patagónicas.
La ejecución computacional nos brinda la posibilidad de comprender de una forma más
dinámica las diferentes acciones causales de los fenómenos sociales cuyos mecanismos y
relaciones aún nos son desconocidos. Explorar la dinámica de estos modelos teóricos a
partir de la simulación social nos dará la posibilidad de comprender cómo diferentes
procesos económicos, políticos, biológicos y lingüísticos confluyeron y delinearon las
conformaciones étnicas conocidas, tanto arqueológica como etnográficamente, para
Patagonia a la llegada de los europeos (siglos XVI-XX). Entendiendo que las identidades
étnicas son el resultado de procesos históricos dinámicos y particulares, que expresan la
diversidad espacial y temporal de los grupos sociales, se intentará abordar desde una
perspectiva de interacción social y procesos emergentes, la generación de modelos
experimentales que nos permitan comprender causalmente los mecanismos involucrados
en la conformación y configuración de las etnias conocidas para Patagonia. Se espera que
con los resultados aportados podamos testear un modelo de evolución social que
reconozca la dinámica de las transformaciones y permanencia de estas entidades y por
ende, llegar a comprender la conformación de la diversidad socio-cultural patagónica.
Desde la arqueología se vuelve necesaria una revisión teórica y metodológica referente a los
estudios de formación de las identidades étnicas entre poblaciones con medios de
producción diferenciados. Es importante que al estudiar los múltiples mecanismos que
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actúan en el complejo proceso de etnogénesis se acepte el rol activo de las sociedades
indígenas. Esto implica aceptar la riqueza de las relaciones sociales que las han conformado
y en consecuencia, este reconocimiento también implica una resignificación histórica
largamente adeudada por parte de la arqueología. Lamentablemente, nuestra disciplina suele
reducir la comprensión histórica de los pueblos indígenas patagónicos a historias de agentes
pasivos cuyo comportamiento se reduce a respuestas condicionadas por las necesidades o
por factores extrínsecos. Pero la arqueología es una ciencia primordialmente social que al
estudiar los múltiples mecanismos que actúan en el complejo proceso de etnogénesis en las
sociedades patagónicas, debe procurar mantener un matiz social propio de nuestro objeto
de estudio y de nuestra disciplina. Es importante no reducir la historia de los pueblos
indígenas a una historia de estómagos bípedos, centrando nuestro eje de análisis en el conjunto
de mecanismos sociales que definen y actúan en las sociedades indígenas. Reconocerlas
como sujetos históricos significa abordar la continuidad de su propio proceso de
configuración histórica. Realizar una reconstrucción histórica no significa realizar una
reconstrucción ecológica o la deshumanización del proceso histórico, pues esto también
implica un distanciamiento de nuestro papel de investigador@s con respecto a nuestro
objeto de estudio, así como una desvinculación de nuestra disciplina de los problemas
sociales actuales. Negar la vinculación histórica de las sociedades indígenas actuales con las
sociedades prehistóricas que analizamos significa reproducir, legitimar y continuar
naturalizando al indígena en su subalternidad.
Se ha vuelto un desafío para la arqueología la exploración de nuevas propuestas teórico –
metodológicas que nos permitan repensar el mundo indígena por fuera de nuestros propios
estereotipos e ideas preconcebidas. Se entiende que la variabilidad de la estructura social
indígena no puede abordarse desde una sola dimensión, sea por ejemplo la política o la
simbólica; el análisis debe abarcar las diferentes dimensiones de la organización social,
dando cuenta del modo en que se manifiestan estas relaciones a nivel material.
Consideramos que actualmente contamos con evidencia suficiente como para entender que
la diversidad presente en estas sociedades debe abordarse desde la integración de la
evidencia arqueológica, ecológica, histórica, antropológica, etnográfica y lingüística desde la
cual se podrá abordar la variabilidad económico-social a una escala que nos permitirá
evaluar el cambio social (Barceló et al., 2009). Es por ello que este trabajo intenta evaluar el
potencial y los aportes a esta problemática de esta nueva perspectiva de investigación
14
basada en la simulación y en la experimentación computacional de las formas de
interacción social en sociedades cazadoras recolectoras.
1.2. Itinerario de la tesis.
El recorrido de la tesis se ha estructurado de la siguiente manera, en el Capítulo 1 se explicita
la tesis a defender y los objetivos propuestos, se presenta la metodología de simulación
computacional fundamentando el uso y el potencial de los Modelos Basados en Agentes
(ABM)1
1 En adelante utilizaremos la sigla ABM para referirnos a los Modelos Basados en Agentes -Agent-Based-
Modeling- por considerarlo el uso más frecuente y generalizado dado a esta metodología.
computacionales para la experimentación teórica en arqueología. En el Capítulo 2 se
realiza una revisión de las corrientes teóricas desarrolladas desde las ciencias sociales para
abordar el problema de la identidad étnica y de la etnicidad, examinando y resaltando los
principales problemas y las limitaciones con las que nos encontramos al utilizar estas
categorías en el campo de la arqueología. En el Capítulo 3 se realiza una historiografía de los
estudios sobre etnicidad en la arqueología, etnografía e historia patagónica. Se ofrece
información acerca de cómo se ha conformado la identidad étnica como objeto de estudio
y cuáles han sido los modelos explicativos desarrollados para explicar la evolución de la
diversidad étnica en Patagonia. En el Capítulo 4 se explicita el modelo Patagonia Simple Past
(PSP), el desarrollo formal y la ingeniería del modelo de implementación computacional
propuesto. En el Capítulo 5 se analizan los resultados de la experimentación computacional
y la verificación y validación del modelo propuesto. En el Capítulo 6 se discute la
metodología de calibración y validación de los modelos de simulación. En el Capítulo 7 se
discuten algunos aspectos de la calibración y verificación en arqueología a través del
examen detallado de los principales paradigmas arqueológicos propuestos para el análisis y
la determinación de los procesos de diferenciación, diversidad cultural y etnicidad,
caracterizando los aspectos teóricos, epistemológicos y metodológicos utilizados. En el
Capítulo 8 se aborda una posible validación parcial del modelo PSP, evaluando los alcances
y las proyecciones de su aplicación dentro del ámbito de la arqueología patagónica. El
Capítulo 9 constituye las conclusiones de este trabajo donde se recogen las principales
aportaciones originales de esta tesis y del modelo propuesto, definiendo las futuras líneas
de investigación tanto teóricas, metodológicas como técnicas, generadas a partir de este
trabajo. La tesis se cierra con un apartado dedicado a anexos y a las referencias
bibliográficas utilizadas.
15
1.3. Tesis defendida en este trabajo.
Esta tesis se centra en la implementación metodológica de la simulación social en el campo
de la arqueología patagónica, acotando los objetivos en la experimentación de los procesos
generadores de diversidad/variabilidad u homogeneidad/semejanza en sociedades
cazadoras recolectoras. La exploración del comportamiento utilizando técnicas de
simulación ABM permite indagar bajo qué condiciones pueden generarse explicaciones
alternativas sobre el comportamiento social en el pasado. El objetivo es mejorar las
explicaciones sobre los fenómenos y procesos sociales, en base a modelos formales y a
modelos computacionales representados en plataformas virtuales (Macy y Willer, 2002;
Epstein, 2006; Ball, 2007; Sansores, 2007; Zacharias et al., 2008; Sokolowski y Banks, 2009;
Edmonds, 2005).
1.4. Definición del problema y objetivos. Con el fin de demostrar y justificar la tesis propuesta se plantearon los siguientes objetivos:
Objetivo principal:
Establecer y experimentar con los mecanismos sociales que intervinieron en la
conformación de las identidades indígenas en Patagonia a partir de la perspectiva de la
interacción social y de los fenómenos emergentes.
Objetivos específicos:
1. Simular computacionalmente la dinámica de los procesos de identificación étnica de
sociedades cazadoras recolectoras patagónicas validando el modelo a partir de recursos
documentales arqueológicos, etnográficos e históricos.
2. Identificar qué tipo de relaciones e interacciones sociales pudieron haber afectado la
estructuración de elementos económicos y políticos, definiendo los cambios,
permanencias y continuidades de las sociedades indígenas.
3. Experimentar con las acciones simuladas computacionalmente y analizar los efectos
que estas puedan producir en un mundo virtual, cotejando los patrones, regularidades e
inferencias materiales de esas acciones con el registro arqueológico.
El enfoque optado en este trabajo y que será desarrollado a lo largo de esta tesis está
basado en la implementación de ABM, esta metodología permite modelizar sistemas
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adaptativos complejos, formalizarlos, replicarlos y testearlos (Axelrod, 1997a; Axelrod y
Cohen, 2001; Bankes, 2002; Bonabeau, 2002; Conte et al., 1997). Una simulación
computacional debiera permitirnos “mecanizar” la idea misma de etnicidad, entendiéndola
como proceso dinámico, lo que nos obligará a definir el ambiente sobre el que ese proceso
actúa, los agentes involucrados y el conjunto de reglas y estrategias utilizadas por ellos, para
replicar una dinámica virtual de interacción permitiéndonos así entender las causas, los
mecanismos subyacentes y las trayectorias de la dinámica étnica. Es por esto que uno de los
principales fundamentos de esta tesis es simular computacionalmente lo que sabemos sobre
las acciones que han sido desarrolladas en el pasado y experimentar con los efectos que
estas producen en ese mundo virtual. Las sociedades artificiales que construimos se basan
en un conjunto simulado de agentes sociales representados como miembros de una
población (virtual) en constante evolución de sus acciones sociales (mecanismos), que
determinan importantes aspectos del desarrollo poblacional y del comportamiento
individual. El ejecutar un modelo computacional de una sociedad virtual equivale a
modelizar y programar una población simulada de agentes que interactúan en un ambiente
virtual y cuyas acciones emergentes pueden ser monitoreadas. Al trabajar con sistemas
complejos se entiende que los comportamientos colectivos emergentes no son
directamente predecibles. En las simulaciones computacionales, los agentes programados
actúan influenciados por otros agentes que refuerzan algunas de sus acciones, interfieren
con otros, y a veces previenen a otros de sus acciones. En este trabajo se considera que, así
como el mundo real limita pero no determina los comportamientos sociales, de igual modo
debemos entender la relación entre el mundo virtual y los agentes computacionales.
Un modelo complejo sobre etnicidad basa su potencial teórico en explicar cómo emergen
comportamientos sociales a partir del resultado de la compleja interacción de sus elementos
y atributos, más que reducir esa explicación al funcionamiento de las unidades que la
componen. Es necesario explicitar los supuestos utilizados en los modelos formulados
sobre identidad étnica en cazadores recolectores con el fin de comprobar su consistencia,
sus consecuencias lógicas y su relación con los datos desconocidos (Epstein, 2007). Esto
nos permitirá analizar las implicancias de los resultados del modelo, calibrarlos con los
datos históricos y etnográficos y comparar con una amplia gama de resultados que nos
permitan identificar zonas de incertidumbre y/o robustez del modelo.
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1.5. Simulación en ciencias sociales.
Cuando utilizamos el concepto simulación nos referimos a cómo el comportamiento de un
sistema real puede ser reproducido por otro artificial, teniendo en cuenta que estamos
construyendo una plataforma sobre la que se experimentará y controlarán las variables del
sistema artificial construido, permitiendo así la emergencia de aspectos desconocidos del
sistema artificial. La simulación es útil particularmente cuando se analizan sistemas
complejos en los que no podemos alcanzar a entender cómo las distintas partes de un
sistema de interacción se suman a la totalidad. Al igual que los análisis matemáticos, los
sistemas complejos se encuentran limitados al tratar de derivar consecuencias dinámicas a
partir de un múltiple número de variables, volviéndose muy dificultoso intentar imaginar
todas las posibilidades que un sistema real podría exhibir, o bien predecir los efectos que
estas podrían generar. Si resulta difícil cuantificar cualquier sistema en términos de unas
pocas variables, en los sistemas no-lineales o complejos es aún más dificultoso poder medir
las condiciones iniciales o realizar predicciones de mediano o largo plazo (Heisenberg,
1927). Es por este motivo que en este trabajo entendemos como sistema social a un sistema
complejo no-lineal, es decir, un sistema que no puede reducirse a la suma de sus partes pues
existen una multitud de variables causales que actúan conjuntamente en su conformación.
Cabe señalar una diferencia importante cuando hablamos de sistemas dentro del marco de
la teoría de sistemas y cuando hablamos de sistema dentro del marco de la teoría de la
complejidad. Aunque ambas tratan con sistemas, la teoría de sistemas lo define a partir de sus
componentes o subsistemas y modela el comportamiento del sistema en base a sus partes,
asumiendo que las relaciones entre estas son conocidas y comprendidas. En cambio, la
teoría de sistemas complejos asume que las relaciones entre las distintas partes del sistema no
resultan bien conocidas, son inestables, no lineales y por lo tanto no predecibles. Los
comportamientos que emergen de su comportamiento requieren ser interpretados en
diferentes escalas, pues se entiende que las leyes utilizadas para describir un
comportamiento global de un sistema son cualitativamente diferentes de las que gobiernan
sus unidades (Vicsek, 2001). Por lo tanto, se vuelve muy dificultoso poder estudiarlos de
forma analítica, puesto que no existen ecuaciones que permitan describir el
comportamiento del sistema junto a los fenómenos emergentes que estos presentan; en
cambio, sí pueden ser estudiados los patrones que emergen a partir del diseño de modelos
computacionales y de la ejecución y validación de las simulaciones.
18
La ciencia siempre trabaja con modelos que permitan realizar recortes de la realidad con el
fin de teorizar acerca de una situación de análisis. Como señalaba Borges en Del Rigor en la
Ciencia: “un Mapa del Imperio que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él”, es decir
que para realizar un recorte de la realidad se vuelve inútil que el modelo del fenómeno a
explicar sea el fenómeno mismo. La finalidad de los modelos debe ser la resolución de
problemas sobre un sistema real (Starfield et al., 1990), dando la posibilidad de explicar los
patrones observados y de predecir el comportamiento del sistema. Si el sistema real es
complejo, este primero debe simplificarse y formalizarse, pudiendo ser analizado
posteriormente a través de la experimentación y la simulación. Esta cuestión de la
simplicidad de los modelos ha llevado a plantear, en el campo de la simulación
computacional, cuál es el grado de abstracción y el nivel de descripción que estos deberían
mantener y con el cual resulta útil, tanto como válido, trabajar. El principio KISS, que
proviene de la ingeniería informática, es un acrónimo que corresponde a la frase en inglés
“Keep it Simple Stupid!” (Mantenlo simple, estúpido!). Aunque su formulación suene un tanto
osca, deriva del razonamiento de Occam: Pluralitas non est ponenda sine necessitate (la pluralidad
no se debe postular sin necesidad). Ello llevado al campo de la simulación KISS significa
que la formulación de un modelo debe mantenerse lo suficientemente simple y abstracto
como para ser explicativo y ser utilizado en una multiplicidad de casos, facilitando su
verificación y su eficiencia computacional. Para que un modelo sea simple, se debe tener
muy claro qué se va a incluir y qué no, debiéndose explicitar las características relevantes
que serán ejecutadas para emular la realidad. Al ser el investigad@r quien realiza el recorte
de la realidad, debe plantearse el modelo no sólo en relación a las hipótesis y teorías
propuestas, también debe establecer cuál es el campo de posibilidades de los fenómenos
que se van a estudiar.
Si se modela con el fin de buscar explicaciones que nos permitan construir argumentos
razonables sobre fenómenos sociales, es porque se busca generar historias que nos revelen
las consecuencias dinámicas de los supuestos de las hipótesis utilizadas. Esta afirmación en
absoluto significa que existan modelos de todo y para todo transpolables a cualquier tipo de
situaciones. Los modelos se usan para construir argumentos, someterlos a prueba y
principalmente para clarificar la relación entre los datos iniciales (referentes empíricos o
teóricos) y las suposiciones de las conclusiones (fenómenos significativos del problema). Al
modelizar también se pone en evidencia las lagunas lógicas, la falta de datos y las
19
inconsistencias de los argumentos verbales; es por este motivo que se vuelve necesario
identificar y describir detalladamente las relaciones entre las diferentes partes del sistema
que se propone analizar.
Consecuentemente, si el propósito es formalizar la dinámica social y plasmarla en modelos,
entonces debe sumirse que:
1) Los agentes interactúan: los resultados de la simulación surgen de la interacción entre
agentes y estos no son deducibles de las reglas establecidas al inicio de la configuración del
modelo. Los agentes son heterogéneos; poseen un conjunto de características diferenciales
e interactúan tanto con otros agentes como con el medio.
2) Las reglas de interacción deben definirse desde el inicio: dentro del modelo pueden definirse
reglas de comportamiento según las cuales los agentes interactúan para generar el
comportamiento global del sistema, cuyos mecanismos actúan y emergen a partir de la
interacción de un número variado de agentes físicos, biológicos y sociales.
3) La interacción permite a los agentes adaptarse: los agentes no se adaptan por calcular la
estrategia o acción más eficiente; se adaptan por aprendizaje, imitación, replicabilidad y
movimiento, tanto a nivel individual como poblacional (Holland, 1995).
4) Los sistemas exhiben propiedades emergentes y no funcionan como simples agregaciones: se
entiende por emergencia al proceso por el cual el comportamiento global de un sistema
resulta de las acciones e interacciones entre los agentes. A nivel general emergen patrones,
estructuras o propiedades que no pueden ser reducidas sólo al nivel de sus componentes o
de sus interacciones, es decir, son irreductibles a la acción individual (Sawyer, 2005).
La simulación computacional constituye una metodología recientemente incorporada al
campo de las ciencias sociales. Las primeras aplicaciones fueron desarrolladas para
sistemas reducidos y cerrados, como el caso de simulaciones sobre circulación aeronáutica
(Watts, 1987), de comportamientos frente a catástrofes (Thom, 1975) o de
comportamientos del electorado o votantes (Bassili, 1995), entre otras. Sin embargo,
siguiendo a Cohen, Axelrod y Riolo (2005), existen trabajos que han resultado
particularmente relevantes en cuanto a los aportes y desafíos que han tenido dentro del
20
campo de la simulación en ciencias sociales. Por un lado resalta el potencial analítico de los
problemas planteados, por otro destacan los múltiples campos de desarrollo y aplicación
que han sugerido y estimulado en otras áreas de conocimiento como la física teórica o las
matemáticas, debido al potencial generado en el estudio de fenómenos complejos y de
analogías formales. A continuación enumeraremos una serie de trabajos que puede decirse
que han constituido en gran parte los cimientos teóricos de la simulación social,
principalmente por las proyecciones teóricas que han generado para el estudio de las
sociedades artificiales:
1. El Juego de la Vida de Conway (1970).
Diseñado por el matemático John Conway, el juego de la vida o Life, está basado en
autómatas celulares2
bidimensionales y es considerado uno de los primeros ejemplos
clásicos de emergencia y autoorganización de sistemas complejos. El juego simula cómo
evolucionan patrones complejos a partir de la determinación del estado inicial. El
comportamiento es definido a partir de tres reglas: nacimiento, supervivencia y muerte, la
simulación demuestra cómo surgen patrones dinámicos complejos a partir de estas tres
sencillas reglas. Estas reglas se aplican sobre un tablero cuadriculado, real o simulado por el
ordenador, dentro del que se definen un conjunto de celdas de color que simbolizan células
vivas y el resto del tablero no coloreado corresponde a los espacios vacíos. Cada celda
coloreada tiene la opción de poder moverse a una de las ocho celdas que la rodean. A partir
de cualquier configuración inicial de las celdas coloreadas y en base a estas tres reglas
emergen todo tipo de formas, por lo tanto el interés en el juego de la vida se centra en
analizar cómo evolucionan patrones y comportamientos complejos a partir de reglas
simples, proceso usualmente denominado sistemas auto-organizados o complejidad emergente.
2 Un Autómata Celular es un sistema dinámico donde el espacio y el tiempo son discretos. Describen la
evolución de un sistema espacialmente explícito en función de un conjunto de reglas de evolución de estado.
Estas reglas son las que determinan el cambio de estado de cada celda que conforman el espacio, en función
de su propio estado y del estado de un conjunto de celdas vecinas llamadas vecindario (Barceló, 2008).
21
Fig. 1: Ejemplo de estructuras emergentes en el juego de la vida de Conway (1970).
2. El Cubo de Basura de Cohen, March y Olsen (1972).
Este modelo representa una de las primeras representaciones basadas en agentes sobre
procesos de decisión organizacional. El modelo establece que en una situación de cubo de
basura, la toma de decisiones de una organización resulta de la intersección aleatoria de
cuatro clases de elementos diferentes: participantes, oportunidades, soluciones y problemas.
Las interacciones entre estos cuatro elementos sería el generador de las decisiones tomadas
por los agentes. Proponen un conjunto de procedimientos a partir del cual los integrantes
de una organización se someten a situaciones de toma de decisiones y como producto de
esta multiplicidad de interacciones se ve afectada las estructura organizacional y social en la
que tienen lugar las interacciones. Desde este punto de vista, una organización es entendida
como un conjunto de decisiones propuestas para encontrar mejores soluciones a los
problemas o dificultades intrínsecas a toda organización y para abordar las vías para
encontrar respuestas y decisiones. Dentro de esta dinámica se analizan los patrones sociales
de decisión que emergen dentro de esta multiplicidad de procedimientos y decisiones
dentro de una estructura organizacional.
22
Fig. 2: La estructura de decisión propuesta por Cohen, March y Olsen representada de
izquierda a derecha en tres tipos de matrices: no segmentada cuando todos los participantes
intervienen en todos los niveles de decisión, jerárquica si a los participantes no se les
permite tomar decisiones que sean más importantes que su nivel y especializada si los
participantes sólo pueden tomar decisiones dentro de su propio nivel (tomado de Fioretti y
Lomi, 2008).
3. El Modelo de Segregación de Schelling (1974, 1978).
Constituye uno de los trabajos clásicos de simulación de sociedades artificiales en el cual se
propone un modelo de segregación social con un nivel de abstracción y simplificación muy
alto. Los agentes se mueven en base a criterios de tolerancia y disconformidad hacia un
lugar cercano vacío. Plantea un esquema de 8 vecinos en dos dimensiones y propone dos
reglas de movimiento: si el número de preferencia hacia agentes del mismo color es mayor,
el agente no se mueve, y si es menor, el agente busca el sitio vacío más cercano que
satisfaga sus preferencias, por lo tanto se mueve. El objetivo de la simulación es evaluar el
grado de satisfacción de los agentes, esto significa que al menos la tercera parte de sus
vecinos deben ser del mismo color. Uno de los resultados emergentes del modelo es la
conformación de vecindarios de agentes segregados. Debido al alto grado de abstracción
del modelo se vuelve muy difícil su validación y comparación con datos reales; sin embargo
constituye un buen análisis de los mecanismos generadores de resultados colectivos a partir
de conductas individuales no organizadas.
23
Fig. 3: Representación en una cuadrícula 3D del modelo de segregación de Schelling
(Crooks et al., 2009).
4. Evolución de las estrategias del Dilema del Prisionero de Axelrod (1987).
Es el ejemplo clásico de estrategias de resolución de conflictos entre intereses individuales e
intereses colectivos mediante la toma de decisiones racionales. Partiendo de los problemas
planteados por la Teoría de Juegos, Axelrod (1984) propone que todos los agentes jueguen
con todos, utilizando estrategias deterministas en cada jugada y otorgando a los agentes la
capacidad de memorizar las últimas tres partidas. Un algoritmo genérico le permite
representar la evolución de la toma de decisiones de una población sobre la cual intenta
definir estados óptimos. El juego se inicia con un comienzo aleatorio y generando patrones
en los que la mayor parte de comportamientos de las poblaciones comienza desde
estrategias anticooperativas; a medida que avanza el juego el comportamiento evoluciona
hasta un modelo basado en la reciprocidad, donde se logra alcanzar una reciprocidad total.
Axelrod descubre que las estrategias "egoístas" tienden a dar menos beneficios cuando se
proyectan a largo plazo, mientras que las estrategias "altruistas" resultan ser a largo plazo
más provechosas. Esta decisión de beneficio o no es únicamente evaluada con respecto al
propio interés del agente o del individuo. Aplicado dentro del campo de la teoría evolutiva,
el análisis de las estrategias altruistas o egoístas resultó esencial para explicar cómo a partir
de agentes con comportamientos puramente egoístas se puede evolucionar hacia patrones
de comportamiento altruista.
24
Fig. 4: Esquema de estrategias evolutivas del dilema del Prisionero Axelrod (1987).
5. Código Organizacional de March (1991).
March pone a prueba un sistema organizativo en el cual el aprendizaje mutuo sucede entre
los miembros de una organización y el código organizacional. Evalúa la relación entre
exploración y explotación del aprendizaje organizacional, entendiendo a la exploración en
términos de investigación, variación, experimentación, riesgos, descubrimiento e
innovación; mientras que a explotación asocia el refinamiento, elección, producción,
eficiencia, selección, implementación y ejecución. Sugiere que la supervivencia puede darse
si existe un balance entre ambas situaciones, en consecuencia existiría una compensación
entre la inversión en exploración de nuevos conocimientos como en la utilización de
conocimientos actuales. El código organizacional es aprendido por los miembros de la
organización, actuando la organización del código como un conocimiento convencional
que determina el tipo de creencias consideradas correctas o no. Para March las acciones de
los agentes se basan en una racionalidad limitada, por lo tanto actúan en un medio
cambiante en el cual las tomas de decisiones se encuentran vinculadas con el aprendizaje
mutuo y el desarrollo del conocimiento.
25
6. Mercado descentralizado de Alvin y Foley (1992).
En el modelo de Mercado descentralizado se implementa una simulación para establecer el
grado de robustez de los mercados. La interacción entre los agentes se inicia
intercambiando información codificada en mensajes que indican el interés que tienen para
realizar intercambios comerciales con otros agentes. Al enviarse estos mensajes se produce
una acción que conlleva un coste en valor. A través del intercambio y regateo entre pares
de agentes que utilizan información acumulada, derivada de intentos previos de
comercialización, es posible calcular el tipo de estrategias que utilizarán en la siguiente
operación de comercialización. La racionalidad limitada y el comercio parecen funcionar
bastante bien dentro de este modelo, mejorando la predicción sobre la distribución de los
recursos y sobre el bienestar medio de la población.
7. Modelo “NK Patch” de Kauffman, Macready y Dickenson (1994).
El modelo NK Patch es un modelo de paisaje adaptativo, basado en el modelo físico de
spin-glass y enriquecido con los aportes de la dinámica de los modelos de red binaria de la
ciencia de la computación, cuyo objetivo es dar cuenta de las interacciones establecidas
entre el sistema y el medio ambiente. NK hace referencia a un tipo de red formada a partir
de la energía de cada agente, este entramado es una división rectangular dentro de la cual se
ejecutan operaciones aleatorias de descenso de energía. Los principales elementos del
modelo son los parámetros N y K, el parámetro N es representado por el número de piezas
del sistema, mientras que los valores de K, representan los acoplamientos cruzados del
sistema. Cuanto más bajo es K (con el caso límite de K = 0), menor es la probabilidad de
afectar otros elementos N-1 del sistema, mientras que cuando se cambian algunos de estos
elementos, resulta más fácil alcanzar el óptimo global a través de la mutación de un bit3
3 Es la unidad más pequeña de información que utiliza un ordenador. Acrónimo de Binary Digit.
.
Uno de los principales descubrimientos de este trabajo es que la topografía del paisaje físico
simulado es determinada por el grado de interdependencia entre los diversos atributos del
mismo; por ejemplo, el aumentar temporalmente el total de energía de la cuadrícula resulta
efectivo para los agentes, al no quedar atrapados en cuadrantes con óptimos locales pobres.
26
Fig.5: Metodología de Modelización NK (Ganco y Hoetker, 2009).
8. El dilema del prisionero de Riolo (1997).
El modelo de Riolo propone otorgar etiquetas identificatorias a los agentes que funcionan
como marcas o señales sociales para que puedan ser observables por los otros agentes del
sistema. El juego presenta una estructura de “sopa”, es decir, que cualquier agente puede
interactuar con otros de forma aleatoria. Los agentes juegan con más facilidad con agentes
de su misma etiqueta, utilizando un algoritmo evolutivo para determinar la población de la
próxima generación. Así el éxito de un color determinado resulta ser temporal, pues
evoluciona desde valores iniciales azarosos hacia patrones complejos que sirven para
estructurar las interacciones entre los agentes. A partir de este modelo, Riolo demuestra
cómo las etiquetas o rótulos al actuar en un escenario reiterado de dilema de prisionero
permiten aumentar la cooperación a largo plazo.
Esta breve revisión que hemos realizado sobre las primeras bases de simulación en ciencias
sociales nos permite comprender que el proceso de simulación involucra varias etapas que a
continuación detallaremos, estas incluyen: abstracción o formalización de un problema
teórico, recolección de datos, ejecución de un modelo o simulación y validación de los
datos resultantes de la simulación. Como último paso del proceso contamos con los datos
resultantes de la simulación, que son los que posteriormente serán confrontados con los
datos procedentes de observaciones del mundo real:
27
1. Abstracción: la ejecución de un modelo implica una abstracción del fenómeno real.
La abstracción permite describir el problema a resolver tanto como las posibles soluciones
para su abordaje. La acción de incrementar la complejidad descriptiva de un modelo no
implica necesariamente tener que incrementar los ajustes del mismo con el problema. Así,
resulta necesario que la abstracción establezca un proceso de vinculación entre el nivel
descriptivo y el nivel resolutivo. Es necesario diferenciar en la etapa de abstracción los
modelos generados a partir de propiedades abstractas de la lógica de aplicación e
implementación de un modelo en una plataforma de simulación computacional específica,
pues la abstracción teórica es la que será transformada en programas computacionales que
permitirán trabajar con lenguajes de programación que las representan.
2. Recolección de datos: los datos utilizados para construir el modelo pueden ser
cuantitativos o cualitativos, estos son especificados por un conjunto de reglas, definidos,
parametrizados y programados dentro del modelo computacional.
3. Simulación: A lo largo de la evolución de la simulación los resultados también
pueden modificarse, pudiendo de este modo reiniciar el proceso con condiciones iniciales
diferentes a las anteriormente programadas. De este modo las hipótesis se prueban o
refutan dentro de un universo controlado de simulación, manipulando variables tanto de
los agentes como del ambiente y de las reglas que establecen las interacciones.
4. Validación/Verificación: se analizan los patrones provenientes de estos datos
simulados, así como las propiedades que emergen derivadas de las premisas dadas desde las
condiciones iniciales del programa. Los resultados de los datos obtenidos durante la
simulación son confrontados con los datos de las observaciones del mundo real; en caso de
existir similitudes estructurales entre ellos el modelo puede ser validado, es decir que se ha
logrado una correcta representación del fenómeno. Si el modelo no logra validarse, este
puede modificarse y repetirse la simulación.
Fig. 6: Etapas simplificadas del proceso de simulación
Abstracción Recolección de datos Simulación Validación de datos resultantes de la simulación
28
La simulación social por computación ha resultado una metodología de gran utilidad para
modelar fenómenos de interés para el conjunto de las ciencias sociales. Ejemplo de ello son
las dinámicas de cooperación (Croon y Van de Vijver, 1994; Shubik, 1992; Helbing, 1985),
la emergencia social de fenómenos complejos (Helbing, 1985; Barceló, 2009; Griffiths y
Oldknow, 1993; Thom, 1975; Brown, 1995), la emergencia de fenómenos sociales (Gilbert
y Troitzsch, 1996) y la exploración de teorías sociales (Seror, 1994) entre otras. Es
importante remarcar que la simulación computacional se encuentra en una etapa inicial de
desarrollo dentro del campo de las ciencias sociales. Esto no impide evaluar lo que hasta el
momento puede considerarse como los principales aportes de la teoría de modelos
computacionales de simulación para las ciencias sociales; se trata de:
Avances en la potencia de cálculo por parte de la tecnología computacional; ello ha
conferido la capacidad de trabajar con un mayor número de datos, permitiendo probar y
predecir probables pautas de comportamiento individual cuya repercusión emerge como
patrones sociales dentro de un mundo social artificial.
Posibilidad de verificación de modelos sociales mediante simulación, de su
coherencia y función, elaborando explicaciones causales de fenómenos sociales. De este
modo se pueden realizar experimentos indirectos que constituyen la base de nuevas
inferencias y conclusiones. También proporciona una mejor representación de los procesos
sociales, pues pueden ejecutarse simultáneamente diferentes tipos de interacciones.
Permite trabajar con datos hipotéticos y con escalas temporales más amplias
(Gershenson, 2002), experimentando con el modelo y con sociedades artificiales y no con
el mundo real.
La formalización teórica contrasta con la tradición narrativa prevaleciente en el
campo de las ciencias sociales (Giere, 1999; Buchanan, 2007), lo que resulta útil para
establecer mecanismos de inferencia y verificación, tanto para teorías asumidas como para
teorías propuestas. Estos procesos otorgan solidez a los marcos teóricos de referencia de
aquellos procesos y dinámicas sociales que se modelan, resultando en consecuencia más
explicativos.
Suponen un trabajo transdisciplinar, que incrementa las posibilidades epistémicas
frente a una variedad de fenómenos sociales heterogéneos y complejos (Seror, 1994). La
simulación computacional, con relativamente corta trayectoria desde sus comienzos,
constituye un campo que promueve una actitud científica caracterizada por la demanda de
29
utilización de recursos tanto propios como de otros campos disciplinares. Permite
incorporar y generar nuevas alternativas de conocimiento que ponen en cuestión la
configuración de los tradicionales límites disciplinarios de las ciencias sociales como de las
informáticas, promoviendo una actitud crítica y de resignificación de los supuestos que
asumimos en una investigación, así como de los postulados básicos de las propias
disciplinas.
Como hemos mencionado, existen distintos tipos de simulaciones computacionales. En
este trabajo utilizaremos la Modelización Basada en Agentes; fundamentaremos su uso y
aplicación e identificaremos las herramientas y los métodos utilizados para desarrollar un
ABM.
1.6. Modelos Basados en Agentes (ABM).
La modelización basada en agentes (ABM) es un enfoque en el cual convergen la
simulación computacional, el modelado basado en agentes (una técnica de la inteligencia
artificial) y las ciencias sociales, cuyo fin es modelizar sistemas formados por agentes
autónomos que interactúan unos con otros (Epstein y Axtell, 1996; Gilbert y Abbott, 2005;
Epstein, 2006; Miller y Page, 2007). Gilbert (2008a:2) brinda una definición más precisa,
define ABM como “un método computacional que permite a los investigador@s crear,
analizar y experimentar con modelos compuestos de agentes que interactúan dentro de un
ambiente” (la traducción es mía).
ABM es utilizado para ejecutar experimentos teóricos que permitan explorar los
mecanismos que subyacen a los patrones observados, intentando enriquecer la
comprensión de los procesos fundamentales que pueden emerger a partir de una variedad
de aplicaciones computacionales (Axelrod, 1997a). Técnicamente, el objetivo de ABM es
crear programas que interactúen inteligentemente con su entorno, en función del diseño de
programas de agentes heterogéneos, con parámetros que definen sus habilidades o
potencialidades y con objetivos claros de comportamiento. En el diseño e implementación
de modelos de simulación, el enfoque interdisciplinar ha sido fundamental, pues ha
permitido configurar el concepto básico de Agente. De este modo se concibe que los
agentes puedan interactuar intercambiando información y utilizando protocolos de
comunicación, aprendiendo, adaptándose, reaccionando frente al ambiente y cambiando las
30
reglas de comportamiento. Básicamente, un sistema ABM se compone de tres elementos
principales: agentes, entorno y reglas (Epstein y Axtell, 1996):
AGENTES:
Son autónomos: pueden responder por sí mismos e independientemente del
entorno.
Son heterogéneos: cuentan con un conjunto de características que los identifican y
diferencian, pues poseen propiedades que los particularizan y los diferencian del resto.
Tienen comportamiento flexible: poseen propiedades cognitivas y
comportamentales, aprenden y se adaptan a las circunstancias.
Asumen una racionalidad limitada: los agentes no cuentan con información
completa del sistema, ni optimizan completamente su comportamiento.
Cumplen metas: tienen la capacidad de comportarse de forma apropiada para
conseguir objetivos.
Se encuentran situados en un entorno interactivo: poseen protocolos de interacción
para responder a los estímulos del entorno.
ENTORNO:
Es el medio sobre el cual los agentes interactúan.
Es definido de acuerdo al problema modelado, puede ser n-dimensional
Puede ser espacial (topografía, vías, terreno)
Puede construirse a partir de interacciones con agentes (redes sociales dinámicas).
REGLAS:
Son las pautas de comportamiento de los agentes y del entorno; pueden ser agente-
entorno, entorno-entorno y/o agente-agente.
No existe una única forma de sistematizar el diseño de modelado, sino que dependerá del
tipo de problemas que se hayan planteado, de la dimensión y escala de análisis con la que se
intenta abordar y enfocar una pregunta. Sí existe un acuerdo generalizado sobre los pasos
fundamentales del proceso de simulación de ABM, y no pueden obviarse:
1. Formulación del Modelo: identificar claramente el objetivo, las preguntas a
responder y los usuarios potenciales.
31
2. Colección de datos: analizar sistemáticamente los componentes del sistema, las
reglas de interacción y las fuentes de datos relevantes.
3. Implementación del modelo computacional: elegir una plataforma ABM y diseñar la
estrategia de desarrollo del modelo. Caracterizar los agentes, su comportamiento de toma
de decisiones, las relaciones entre agentes y la teoría de interacción que los caracteriza.
4. Experimentar: ejecutar el modelo y analizar los comportamientos emergentes a
escala microscópica de los agentes con el comportamiento a escala macroscópica del
sistema.
5. Validación: implica la corroboración de que los supuestos utilizados en el modelo
son razonables, es decir, asegurarse que el modelo propuesto producirá resultados
próximos a los observados en el sistema real. Existen tres vías de posible validación:
validación de los supuestos, de los parámetros de entrada y de los valores de salida.
Uno de los primeros ejemplos de aplicación de ABM para estudiar sociedades humanas ha
sido el modelo propuesto por Epstein y Axtell (1996) denominado Sugarscape. El modelo en
primera instancia parece ser muy simple, pero los resultados que ha producido han
resultado de gran interés para una amplia gama de disciplinas entre las que se encuentran la
antropología, economía, ecología y sociología, entre otras. El objetivo principal de la
simulación era entender cómo el comportamiento individual de agentes heterogéneos
genera regularidades sociales marcoestructuales. La sociedad modelada en Sugarscape se
componía como hemos señalado anteriormente por agentes, reglas y entorno, definidos de
la siguiente manera:
- Agentes: tienen estados internos y reglas de comportamientos. Difieren en la capacidad de
ver (diferencia proyectada en la capacidad de encontrar azúcar con menor gasto de energía),
en su tasa metabólica (si llega a 0 mueren). También mueren al alcanzar la vejez y son
reemplazados por nuevos agentes que nacen con tasas aleatorias de azúcar.
- Reglas: definen los objetivos de las acciones de los agentes, como lo son comer y
almacenar azúcar, o moverse en busca de azúcar.
- Entorno: compuesto por una cuadrícula de 50 x 50 celdas. Cada celda cuenta con valores
diferentes de azúcar (alimento), que dependerá de la posición geográfica y de la cantidad
consumida por los agentes.
32
En entornos con bajos recursos cabría esperar que los agentes con mejor visión y bajo
metabolismo tengan mayores probabilidades de sobrevivir y dejar descendencia. Las
interacciones con otros agentes o con el entorno no cambian, ni la capacidad de ver de los
agentes, ni el metabolismo de energía individual. Cuando se introducen rasgos internos a
los agentes como rasgos o variaciones externas, tales cambios del modelo generan
conflictos, desplazamientos, escisiones, cambios culturales, etc.; así, como resultado de las
interacciones, estas cambian la distribución de los atributos a nivel macro.
El modelo Sugarscape es de un gran interés conceptual, no pretende ser un modelo empírico,
más bien pretende ser un análisis efectivo de los supuestos utilizados y los datos generados.
Resulta obvio decir que los atributos y las capacidades de los agentes de este modelo
comparados con los humanos son extremadamente limitados. Sin embargo su desarrollo
fue generador de preguntas y líneas de indagación fundamentales para la implementación
de modelos de simulación en arqueología. En este caso las simulaciones debieron plantear
la necesidad de diseñar agentes más complejos, que permitieran representar agentes
históricos y que avalaran a partir del producto de sus interacciones inferencias relevantes
para las ciencias históricas.
Fig. 7: Modelo de Simulación Sugarscape. Recurso tomado de
http://sugarscape.sourceforge.net/ (en este sitio Web puede ejecutarse el modelo)
33
1.7. Antecedentes de ABM en arqueología.
En arqueología se ha comenzado, hace muy poco tiempo, a convertir teorías sociales en
programas computacionales intentando simular procesos sociales y experimentando con
trayectorias históricas de sociedades arqueológicamente conocidas. El propósito de utilizar
ABM es simular el comportamiento de seres humanos que viven en un ambiente virtual,
esto es una abstracción definida por los arqueólog@s sobre la base de teorías sociales y
datos históricos. Mediante la implementación del comportamiento de los agentes y sus
interacciones, se busca describir y explicar los patrones generados a partir de las acciones
colectivas como no-accidentales ni caóticas (por lo tanto, relativamente predecibles,
estables y repetibles). En general los modelos de simulación son diseñados con el fin de
responder preguntas sobre un sistema real o hipotético. Estas preguntas pueden ser de
naturaleza explicativa o predictiva; en el primer caso el fin es la identificación de relaciones
e interacciones aún desconocidas sobre el mundo real. Se espera que el modelo hipotético
reproduzca un comportamiento global válido, es decir que se espera poder explicar cómo
funciona el comportamiento del sistema real que se ha reproducido. En el segundo caso,
cuando nos referimos a las simulaciones predictivas se quiere construir un modelo de
simulación que permita predecir cómo el sistema correspondiente del mundo real se
comportará bajo ciertas condiciones. En general valdría señalar que los modelos
explicativos son siempre más abstractos que los predictivos, y los predictivos formulan
preguntas bien concretas con respecto a los detalles del sistema original que sólo pueden
ser respondidas por modelos que logran capturar cierto nivel de detalle.
Existe en la actualidad, podríamos decir desde los últimos 20 años, un incremento
incipiente en el uso de ABM en arqueología. La mayoría de estos trabajos se han basado o
han sido inspirados por el trabajo pionero de Jim Doran, quien propuso el sistema EOS,
Evolution of Organized Societies (Doran et al., 1994; Doran y Palmer, 1995a y 1995b; Doran
1997, 1999, 2000), con el fin de simular los modelos propuestos por Paul Mellars y Clive
Gamble sobre la emergencia del orden social a finales del paleolítico medio en el Sudoeste
de Francia. Esta teoría relacionaba al cambio ambiental con una de las principales causas
que habrían motivado el proceso hacia la centralización política en sociedades cazadores
recolectoras. El diseño de la simulación se centraba en aspectos básicos: la necesidad de los
individuos por cooperar en la búsqueda de recursos y en representar adecuadamente el
ambiente físico y social. Las principales características del sistema eran: agentes recolectores
móviles, consumidores de recursos cambiantes, proveedores de energía. De este modo los
34
agentes son programados para nacer, cazar, recolectar, consumir y morir de acuerdo al nivel
de energía requerida. Se encuentran estructurados en sistemas de producción con reglas que
conectan reactivamente los recursos con las acciones de los agentes. También establecieron
reglas de comunicación entre agentes que les permite generar, mantener y actualizar
acciones simples, de hecho las acciones entre los agentes pueden expresarse también como
creencias. Por ejemplo, si se establece que el agente X y el Y se encuentran en una relación
líder/seguidor significa que el agente Y considera al agente X como un líder y viceversa.
Efectivamente esta relación se da cuando un agente acuerda seguir el plan de otro agente,
pues la ejecución de los planes de unos agentes afecta el comportamiento de los otros
agentes y en consecuencia el comportamiento colectivo. Muchos otros experimentos han
sido llevados a cabo sobre esta sociedad artificial, aunque las consecuencias de todas las
variantes simuladas del modelo no han sido aún plenamente exploradas (Doran, 1997). En
cualquier caso, este ABM ha resultado mucho más sofisticado que las explicaciones
tradicionales de sociedades cazadoras-recolectoras.
Podría decirse que a partir de este trabajo el uso de ABM en arqueología se ha centrado
principalmente en cuatro líneas de investigación que sistematizamos y describimos en el
siguiente orden: 1.6.1.) dinámicas socio-ecológicas (mecanismo de adaptación, impacto y
presión ecológica); 1.6.2.) gestión del espacio y de los recursos (uso del suelo, emergencia
de territorialidades, dinámicas de asentamientos); 1.6.3.) toma de decisiones
(comportamientos altruistas y egoístas, centralización de decisiones, cambios evolutivos del
comportamiento) y 1.6.4.) cambio cultural (complejización social, emergencia de
especialización).
1.7.1. Dinámicas socio-ecológicas.
Sobre la calibración del modelo clásico de Sugarscape, descripto anteriormente, el equipo
multidisciplinario del Instituto de Santa Fe (EE.UU.) compuesto por Gumerman, Epstein,
Axtell, Swedlund, McCarroll y Parker han desarrollado un modelo arqueológico
denominado VIRTUAL ANASAZI (Dean et al., 2000; Axtell et al., 2002; Gummermann
et al., 2003). El objetivo de la simulación fue desarrollar una historia demográfica de unos
500 años que imitara la trayectoria histórica de las aldeas Anasazi dentro de un espacio (SO
de EE.UU.) y tiempo determinado (500 años). Los Anasazi vivieron entre el 800 DC y el
1300 DC; dos hipótesis en relación a su desaparición fueron propuestas, una por causas
35
ambientales catastróficas y otra por causas sociales como podrían ser conflictos,
enfermedades, parentesco, etc. (Ware, 1995; Dean et al., 2000). El modelo fue elaborado a
partir de una cuantiosa cantidad de datos ambientales y sociales con el propósito de
conferir al modelo una plataforma más realista. Los datos ambientales (datos dentro-
climáticos, de suelos, dentro-agrícolas y geomorfológicos) fueron utilizados para calcular
cambios climáticos, hidrológicos y de productividad de especies vegetales como el maíz.
Los datos sociales incorporaron información relacionada con los asentamientos y las
unidades domésticas. Estos últimos fueron definidos por rasgos heterogéneos como
ubicación, capacidad de almacenamiento y rasgos compartidos como necesidades
nutricionales, edad de muerte, capacidad de decisión y procesamiento de información,
basados en datos arqueológicos y etnográficos. Los resultados brindaron información sobre
la dinámica de distribución de los asentamientos a través del tiempo y la resistencia social a
los cambios ambientales, esto los llevó a rechazar la hipótesis ambientalista como
responsable del cambio, sugiriendo a las causas sociales como mucho más plausibles que
las causas puramente ambientales. La simulación propuesta “no resuelve el problema”
Anasazi pero sí contribuye con una nueva forma de investigación empírica que permite
experimentar con las causas explicativas de su extinción, aportando desde la
interdisciplinaridad argumentos al ya clásico debate arqueológico y antropológico sobre el
cambio social entre naturaleza versus cultura.
En la misma línea, el proyecto VILLAGE ECODYNAMICS de Tim Kohler y sus colegas
(Kohler, 2003; Kohler y Yap, 2003; Kohler et al. 2000, 2005, 2007; Johnson et al., 2005).
Utilizan ABM para analizar la evolución ecológica de los asentamientos y los cambios
ambientales en la Región Central de Mesa Verde (EE.UU.). Introducen datos
paleoambientales sobre un mapa digitalizado de la zona colocando los agentes-unidades
domésticas (households) al azar. El objetivo fue rastrear los efectos de las relaciones de
intercambio en la formación de grandes grupos sociales. Los agentes fueron dotados de
reciprocidad equilibrada y comportamientos adaptativos de cambio codificados, de este
modo la evolución de la simulación se realiza en función de las interacciones entre los
agentes. Los autores tratan también de incluir los cambios en la producción natural y la
degradación humana de los recursos naturales en los modelos de simulación basados en los
patrones de asentamiento de las unidades domésticas.
36
Fig. 8: Resultados de las simulaciones del modelo village Ecodynamics. Ilustración de N.
Rager Fuller, National Science Foundation.
Desde la Universidad de Chicago y el Argonne National Laboratory (Altaweel et al., 2006;
Altaweel y Christiansen, 2004; Christiansen y Altaweel, 2006) se han simulado las
trayectorias de desarrollo y decadencia de los asentamientos de la Edad del Bronce en
Mesopotamia Septentrional, tanto en zonas con irrigación antrópica como en las irrigadas
al ritmo natural de las lluvias. Intentaron demostrar que los sistemas económicos de las
antiguas ciudades de Próximo Oriente co-evolucionaron estrechamente con su entorno,
primeramente por medio de la agregación, a través del tiempo, de unidades fundamentales
muy pequeñas (hogares, familias). El modelo permite la extensión de la resolución desde
una familia a una aldea y, en última instancia, a un centro urbano con su correspondiente
organización subsidiaria y de asentamientos vecinos. La producción agraria y la interacción
social son modeladas en base a una coherencia mutua y a un nivel bastante detallado que
dará sustento a una representación realista de los procesos, de los mecanismos de
comportamiento no lineal, y de un cierto grado de auto-organización en los sistemas de
asentamiento de la Edad de Bronce. Las decisiones cotidianas en la agricultura también se
están incorporando en el modelo así como los factores sociales que determinan el
movimiento de ciertos recursos. Por otra parte, el modelo completo incluye mecanismos
que permiten el incremento de la diferenciación social y que permiten a algunas familias
crecer mientras que otras se convierten en subordinadas.
ABM también está siendo aplicada para el estudio sobre los orígenes de la agricultura.
Algunos investigador@s han reconstruido la dinámica cambiante del paisaje durante el
37
período Mesolítico, justo antes de la expansión de la agricultura (Ch'ng y Stone, 2006).
Otros como Alexandra Figueiredo y Gonçalo Velho (2001) han programado un sistema
basado en tres diferentes tipos de agentes: ganado, cazadores y agricultores, compitiendo
por los recursos naturales, concretamente por los vegetales. El éxito de cada tipo de agente
es determinado no sólo por la disponibilidad de los recursos naturales sino también por la
capacidad de otros agentes para reunir recursos para sí mismos. La ejecución del modelo
consiste en la creación de un paisaje y la introducción de poblaciones iniciales de animales y
cazadores. El primer grupo de cazadores sigue el ganado matándolos, siempre que tenga la
oportunidad. Las reglas de muerte relacionan la energía de los animales con el número de
seres humanos ubicados en las células que lo rodean, por lo tanto, matan de acuerdo a los
patrones de movimiento de los animales y de los cazadores. Estos, al seguir la
concentración de las plantas realizan movimientos conjuntos. Cuando surge la agricultura
modifica la disponibilidad de los recursos, pues los agricultores se ubican en el espacio en el
que el ganado come, por lo tanto el ganado compite con los agricultores y los cazadores
con los cazadores, mientras que los agricultores incrementan el número de ganado. Vaart y
otros (2006) utilizan un enfoque similar para comprender las consecuencias de los
mecanismos sociales relacionados con el manejo de presas salvajes y cereales domesticados.
Una simulación similar ha sido llevada a cabo por Drechsler y Tiede (2007) sobre la
dispersión de pastores neolíticos dentro del Cercano Oriente, hacia la Península Arábica.
En el modelo, los rasgos ambientales locales influencian los patrones de difusión de las
innovaciones. Aquí los agentes computacionales representan poblaciones móviles, el
proceso de simulación es simulado por repeticiones generacionales de poblaciones de
agentes móviles ubicadas azarosamente en el espacio. Se evalúa la influencia de los
parámetros ambientales para explicar el proceso de dispersión de los pastores, se los
reclasifica y pondera en relación a la resistencia local de los agentes hacia la dispersión.
Kuznar y Sedlmeayer (2005) han desarrollado un ABM para evaluar la interacción entre
pastores nómadas y campesinos sedentarios a través del diseño de un ambiente adaptable a
diferentes parámetros. El objetivo es evaluar las condiciones ambientales y las condiciones
materiales que condicionan las respuestas de cada agente, inspeccionando cómo a partir de
motivos y necesidades individuales pueden emerger comportamientos colectivos como
ataques en masa o genocidio. Muchos factores parecen influir en los conflictos tribales
modernos, sin embargo, estas simulaciones refuerzan los enfoques que sostienen que este
tipo de conflictos son el resultado inevitable de la ruptura del uso de la tierra frente a una
38
población en crecimiento, hábitats marginales o frente a una crisis ecológica sin
precedentes.
Existen otros ejemplos como el proyecto Enkimdu, acerca de Comunidades del Bronce
Antiguo en Mesopotamia (Christiansen y Altaweel, 2006), el cual utiliza datos ambientales
reales (clima, hidrología, evolución del suelo, dinámica poblacional, etc.) e información
histórica sobre ciertos procesos sociales como prácticas de agricultura y ganadería,
comportamientos de parentesco, intercambio, etc. El objetivo de su trabajo es evaluar el
impacto ecológico sobre la agricultura, pastoreo y comercio, con el fin de probar hipótesis
históricas sobre el desarrollo de la agricultura y ganadería, así como la formación de los
estados en el Cercano Oriente.
Fig. 9: Caracterización dinámica del paisaje de Tell Beydar, Siria (Argonne National
Laboratory: http://www.dis.anl.gov/projects/dias.html
)
1.7.2. Gestión del espacio y de los recursos.
En cuanto a los modelos interesados en los mecanismos de gestión del espacio, podemos
citar el trabajo de Brantingham (2003), quien ha planteado un modelo formal sobre
movilidad de cazadores recolectores relacionada con el abastecimiento de materias primas.
El objetivo de la experimentación era recuperar información cuantitativa sobre la
39
movilidad, distancia, selección y transporte de materias primas líticas, evaluando criterios de
planificación, optimización de tiempo y energía, riesgos y estrategias de abastecimiento.
Más relacionadas con los aspectos económicos de cazadores-recolectores, las
investigaciones realizadas por Bentley y otros (2005) han explorado cómo una red de
intercambio co-evoluciona con las especializaciones cambiantes de los agentes que la
componen. El objetivo de su trabajo era comprobar si la especialización y las desigualdades
con respecto a la riqueza eran naturales, por lo que a partir del uso de la simulación
analizaron las cualidades de auto-organización de una economía a pequeña escala. Por lo
tanto definieron a cada agente en base a su especialización, motivación, incluso las
representaciones abstractas de base ideológica. Sugieren que la desigualdad de la riqueza era
inevitable cuando el intercambio no responde a una necesidad básica para la adquisición del
producto y sí responde al intercambio por “dinero”. Propone así pautas de observación
arqueológica sobre la variabilidad de la riqueza y la distribución a través del intercambio.
Un fenómeno interesante que puede ser estudiado con estos métodos es la aparición de la
especialización, en el que los diferentes agentes individuales espontáneamente asumen
diferentes roles en la ejecución de la tarea (Parisi y Nolfi, 2005). Cada agente es situado de
acuerdo a su especialización; en este contexto individuos idénticos juegan diferentes roles
en función de las circunstancias. Estas formas de especialización funcional reducen la
interferencia entre los sub-objetivos potenciales de los agentes, manteniendo la dinámica de
agregación y avanzando hacia la meta.
El proyecto Hohokam Water Management Simulation (HWM), desarrollado por John Murphy
de la Universidad de Arizona, busca experimentar con el tipo de organización social que
pueda explicar el modo en que extensos canales de riego, que pueden superar los 20 Km.
de longitud como los Hohokam, han sido construidos. Las preguntas abordan el diseño de
una sociedad centralizada con capacidad de gestión de grandes obras hidráulicas,
coordinación y cooperación, por lo cual incluye parámetros como el flujo de agua y la
producción agrícola, utiliza datos reales e hipotéticos sobre productividad y costos de
trabajo, entre otros.
40
1.7.3. Toma de decisiones.
El enfoque de Doran ha generado una línea de indagación sobre el comportamiento y la
reproducción social, principalmente en sociedades a pequeña escala como las simulaciones
aplicadas al estudio de homínidos, por ejemplo las desarrolladas por Luke Premo (2005). El
objetivo del proyecto por él propuesto, denominado Simulated Hominin Altruism Research
Environment (SHARE), era simular la evolución y las implicancias arqueológicas que
emergen a partir de la redistribución de los alimentos en homínidos del Plio-Pleistoceno.
Premo ha podido demostrar la relación existente entre la distribución irregular de los
recursos en el paisaje y la evolución del intercambio altruista de alimentos en los grupos;
esta conducta altruista otorgaría un mejor ajuste de subsistencia. La validación del modelo
fue realizada a partir de la comparación con los datos de distribución espacial provenientes
de Olduvai y Koobi Fora. Otros experimentos sobre sociedades a pequeña escala han
permitido analizar la toma de decisiones tanto para predecir patrones de agregación en el
registro arqueológico (Mithen, 1990) como para investigar cómo las decisiones individuales
generan o disuelven regularidades a nivel macro.
Mithen y Reed (2003), desde simples reglas de decisión y partiendo del supuesto de la
capacidad de aprendizaje de los agentes intentan demostrar cómo grupos recolectores que
habitan latitudes cercanas al Ecuador, explotan el ambiente con una alta eficiencia
energética, desplazándose y condicionando su movilidad a medida que se van produciendo
cambios en el medio. Los resultados indican que decisiones aparentemente simples más el
comportamiento aprendido generan patrones complejos de movilidad.
Otros tipos de modelos son los pedestres, propuestos para modelar las estrategias de toma
de decisiones espaciales de cazadores recolectores; implican las estrategias de búsqueda de
alimentos, la colonización y la ubicación de los asentamientos. Para ello, Mark Lake (2000a,
2000b) ha propuesto en función del software MAGICAL (Multi-Agent Geographically Informed
Computer AnaLysis), una extensión para modelización multiagente del sistema de
información geográfica GRASS (Geographical Resources Analysis Support System). El objetivo
del modelo era testear la hipótesis de que la necesidad de buscar alimentos de alta calidad
en ambientes de sabana pudo haber proporcionado una fuerte presión selectiva
favoreciendo la evolución del aprendizaje cultural entre los primeros homínidos.
El modelo se centra en la movilidad de los agentes, la subsistencia y las decisiones
41
racionales, intentando descubrir cuáles son los factores dentro de una estructura espacial
que podrían influir en las ventajas selectivas proporcionadas por el aprendizaje cultural.
1.7.4. Cambio cultural.
Caldas y Coelho (1999), han intentado abordar la emergencia de la complejidad social.
Estos autores han experimentado a través de la simulación, cómo las interacciones
recurrentes en sociedades pequeñas generan instituciones a partir de las interrelaciones
entre agentes con racionalidad limitada, el sistema económico y el aprendizaje social. De
este modo proponen no concebir a las instituciones como una condición previa de la vida
social sino como un resultado emergente y no intencional de la interacción humana.
Younger (2005) ha simulado el surgimiento de la violencia en sociedades complejas. En el
modelo sugerido, una población de 100 agentes habita un paisaje de 20x20 cuadrados, con
cinco fuentes de alimentos. Los agentes se desplazan sobre el paisaje en busca de comida,
comparten, roban, se reproducen, producen descendencia y, finalmente, mueren. La
violencia y la venganza reducen las probabilidades de supervivencia de la población así
como la falta de medios de subsistencia. Al variar los parámetros del modelo comprueba
que excluyendo a grandes segmentos de la población de la violencia y la venganza, mejoran
significativamente las tasas de supervivencia, de igual modo la tolerancia a las
transgresiones reduce el número de agentes asesinados por ataques de represalia. Una
mayor densidad de población aumenta el número de muertes por venganza, pero también
aumenta la tasa de supervivencia de la población total. La disminución del suministro de
alimentos para una población fija inicial da como resultado más muertes debido a la
violencia y la venganza. La huída de los agresores mejora la supervivencia de la población
total a expensas de la cohesión social. Si el asesinato es incrementado como un valor social
positivo, la tasa de supervivencia de la población total aumenta y el número de matanzas
por venganza disminuye.
Desde otras perspectivas se ha intentado evitar supuestos deterministas tanto como
racionales. El trabajo de Saam y Harrer ha abordado el estudio de las normas sociales
simulando cómo éstas pueden controlar el conflicto y las agresiones reduciendo situaciones
de desigualdad social. Sus resultados han demostrado que la hipótesis propuesta funciona
en sociedades muy igualitarias, como los son las sociedades cazadoras-recolectoras (Saam y
42
Harrer, 1999, véase también Verhagen, 2001). Suleiman y Fischer (2000) han expuesto que
la forma jerárquica en la toma de decisiones puede afectar o incidir en los conflictos
intergrupales. Diferentes autores se han interesado por simular la aparición de la violencia,
el conflicto y la guerra (Ilachinski, 2004; Taylor et al., 2004; Clements y Hughes, 2004;
Younger, 2005), el surgimiento de la estratificación de género (Robinson-Cox et al.; 2007),
la función de los símbolos de estatus en sociedades jerárquicamente ordenadas (Pedone y
Conte, 2001), o las consecuencias de la distribución de la riqueza en la sociedades
artificiales (Impullitti y Rebmann, 2002).
Es importante remarcar que la falta de perspectivas “más sociales”, con mayor énfasis en el
análisis de las interacciones y de los comportamientos humanos no es un defecto de la
técnica, es más bien una decisión de la perspectiva a abordar por el modelador. Desde
disciplinas como la sociología, economía o antropología ABM se ha propuesto superar los
supuestos racionalistas e individualistas del comportamiento humano; desde la arqueología,
como lo hemos señalado anteriormente, en la mayoría de los ejemplos utilizados sobre
aplicación de ABM, se continúa enfatizando el papel de los factores externos o ambientales
en las explicaciones sobre dinámicas sociales. Con esto no se está negando la incidencia de
estos sobre la dinámica de interacción social, pero sí su preponderancia y exclusividad. En
este sentido, tanto el análisis de los sistemas complejos y particularmente ABM constituye
una excelente herramienta para poner a prueba los enfoques deterministas y unicausales
preponderantes en arqueología.
1.8. ¿Simulamos para predecir? Como arqueólog@s no contamos con ninguna observación ni descripción directa de las
actividades en el pasado, sí contamos con evidencia material de las actividades sociales.
Estas evidencias son el resultado de un reducido subconjunto del total de las actividades
realizadas en la prehistoria. Desde las ciencias sociales nos vemos obligados a explicar la
dinámica de las acciones sociales en el pasado, por lo cual, no sólo debemos interesarnos en
buscar las causas generadoras del registro material, también debemos estudiar las acciones
sociales no observables que generan esos efectos materiales. Debemos descubrir las
entidades, interacciones y acciones sociales que hayan producido en el pasado las pruebas
materiales que hoy reconocemos y distinguimos en el presente.
43
A falta de máquinas del tiempo buenos son los ordenadores, pues éstos constituyen la
herramienta básica para la reconstrucción virtual. En un principio los primeros ABM
fueron recibidos con bastante escepticismo; actualmente y gracias a los avances en
ingeniería computacional y en desarrollos de software se ha logrado contar con procesadores
de datos más potentes y con software más accesible, en el sentido de que no es necesario ser
un programador experto para poder aprender a utilizar un lenguaje de programación. Por
otra parte constituye una importante herramienta de formalización, de verificación y prueba
de hipótesis. Esto contrasta bastante con las prácticas académicas de las ciencias sociales de
tradición mucho más narrativa, cuyas propuestas formales y análisis cuantitativos se centran
en el manejo y representación de datos más que en la formalización de los problemas
científicos.
Desde la simulación computacional se ha propuesto a ABM como un laboratorio de las
ciencias sociales, ¿por qué?. Porque permite la manipulación de variables, observar
procesos espaciales y temporales en minutos, permite correlacionar los datos que proyectan
los cálculos computacionales, establecer condiciones iniciales y experimentar con los
posibles comportamientos emergentes, probar hipótesis, replicar los experimentos y
correlacionar los resultados con los datos empíricos. En la modelización los supuestos no
se esconden, deben explicitarse, permitiendo testear la consistencia interna del modelo, su
consecuencia lógica o implicancias y las relaciones que mantienen con los datos. Por
consiguiente permite experimentar virtualmente con comportamientos que de otra manera
no podríamos observar, ni replicar. El plasmar en un modelo una formalización de la
dinámica social facilita lograr resultados y proyecciones plausibles. Una vez puesto en
marcha el programa no sólo se puede seguir la evolución de una posible configuración
social, también puede modificarse y reiniciarse cambiando las condiciones iniciales y
permitiendo la observación de diferentes proyecciones de una dinámica social.
La simulación social y ABM permiten hacer predicciones cualitativas o cuantitativas:
¿Pero, es posible predecir en arqueología?
Como decíamos al principio, las acciones sociales producen efectos. Cualquier
consecuencia de una acción social es una evidencia arqueológica o un artefacto. El método
de ingeniería inversa permite partir de los efectos e inferir las causas, pues parte del
fenómeno final para luego inferir las consecuencias (Barceló, 2009). Este es un
razonamiento opuesto a la predictibilidad del modelo univariable clásico, que pone a
44
prueba las causas de una teoría o una hipótesis para predecir las consecuencias lógicas de
éstas. La ingeniería inversa se basa en una completa descripción de los efectos de un
fenómeno, a partir del cual intentará obtener información sobre cómo, cuándo y porqué ha
ocurrido.
En arqueología siempre observamos las respuestas de un sistema, no las causas.
Describimos esas respuestas y por medio de analogía y experimentación inferimos las
causas. Cuando las respuestas son conocidas y las causas inferidas el modelo computacional
puede ejecutarse experimentalmente, cuando ambas son identificadas entonces el modelo
puede predecir los efectos. Si la predicción no coincide con las respuestas observadas,
puede volver a ejecutarse la experimentación computacional cambiando las hipotéticas
causas del modelo. En la medida en que los resultados obtenidos a partir de la
experimentación con el modelo se ajusten a los observados en el referente empírico
podremos decir que el modelo ha sido validado (Moss et al., 1997). Si un modelo mejora
nuestro conocimiento sobre el mundo real, podremos valorar su capacidad explicativa
sobre un determinado segmento del mundo real.
A modo de síntesis podríamos decir que, en relación con otras técnicas de simulación,
ABM tiene importantes ventajas:
Favorece el modelado y la implementación de comportamientos pro-activos, esto
es importante cuando se simulan seres humanos capaces de tomar decisiones, iniciativas,
que no necesitan actuar sólo en respuesta a estímulos externos.
Compatibiliza bien con la computación distribuida. Dado que cada agente es
implementado como una pieza separada de software correspondiente con algún proceso,
esto resulta más conveniente para que diferentes agentes puedan ejecutarse en diferentes
máquinas, mejorando así el rendimiento de la ejecución y la escalabilidad.
Dado que, por lo general, cada agente es implementado por separado y que puede
comunicarse con cualquier otro agente mediante un lenguaje común, esto permite que
durante el proceso puedan añadirse o eliminarse agentes sin interrumpir la simulación,
permitiendo que los escenarios de simulación sean extremadamente dinámicos.
Podría decirse que ABM funciona más como una mente que como una tecnología. Nos
permite simular sistemas sociales pasados, convirtiéndose en una nueva metodología para la
investigación social e histórica. El valor de crear sociedades artificiales no es crear entidades
45
para observar su propio funcionamiento, el valor está dado por las observaciones que se
puedan realizar de los modelos teóricos sobre una plataforma experimental. Esta nueva
metodología podría definirse como una simulación exploratoria, que puede contribuir de la
siguiente manera:
Permite identificar los efectos desconocidos y que los efectos analíticos derivados
del modelo hasta el momento no previstos sean detectados.
Da la oportunidad de descubrir alternativas posibles a las observadas en la
naturaleza.
Puede observarse detalladamente el funcionamiento de un fenómeno social.
Cuando se ejecuta una simulación el sistema funciona de una determinada manera y
muestra cierto comportamiento. La simulación o bien puede constituir una prueba de
modelo y teorías o simplemente permite al experimentador observar y registrar el
comportamiento del sistema ejecutado. No se pretende simular la acción social como un
ejercicio libre, el objetivo es crear sociedades artificiales de acuerdo a la teoría social,
poniendo a prueba las consecuencias observables de las teorías, ser capaces de crear
instrumentos de medición adecuados y poner a prueba la teoría en el mundo real. En este
trabajo lo que interesa es crear una sociedad artificial a partir de los datos conocidos de
sociedades prehistóricas, la etnoarqueología nos provee datos sobre la relación entre la
evidencia arqueológica y las acciones observables etnográficamente. La etnografía nos
brinda información sobre las motivaciones, intenciones y la aparente falta de racionalidad
económica de las sociedades cazadoras recolectoras, mientras que la arqueología nos ofrece
la posibilidad de introducir temporalidad, cambio y evolución en los modelos explicativos.
Mediante la simulación de las sociedades prehistóricas podemos acercarnos a la
comprensión de las actividades sociales en el pasado en términos de ejecución de un
sistema "puro", para analizar así el espacio de posibilidades que se abren al sistema.
Mediante la introducción de "restricciones" al sistema, logramos aproximamos al
comportamiento del modelo simulado al comportamiento de un sistema social real. Por lo
tanto, el punto de partida del análisis de sistemas sociales por medio de simulación
computacional no es la simulación de un sistema en particular, es el análisis de la evolución
lógica y de los desarrollos estadísticos posibles del sistema modelo. Puesto que estos
sistemas suelen generar evoluciones y desarrollos muy diferentes a los conocidos a través
46
de la historia, se vuelve necesario limitar estas posibilidades mediante restricciones sociales
conocidas a través de la realidad social. Por lo tanto, la introducción de restricciones es a la
vez una herramienta metodológica para limitar las posibilidades lógicas y también es una
forma de validar los modelos cuando se los confronta con la realidad social.
Obviamente, no todo se puede simular con un ordenador debido a las muchas limitaciones
del enfoque, en particular, porque las descripciones de los mecanismos sociales no son
unívocos. Esto significa que una verdadera cartografía de entrada-salida no puede ser
seleccionada entre un gran conjunto de asignaciones posibles y sin restricciones adicionales
impuestas. Este comportamiento no deseado puede ser debido a diferentes factores, entre
ellos: el ruido en las mediciones, el número insuficiente de medidas, pero sobre todo, a
causa de la no linealidad de la actividad social en sí misma: acciones diferentes pueden
producir las mismas características observables a nivel arqueológico, o una misma acción
puede no producir siempre las mismas características arqueológicamente observables.
Sin embargo, afortunadamente, las simulaciones de ordenador pueden dar en ocasiones los
efectos resultantes de los mecanismos sociales, cuyas operaciones son demasiado
irregulares para que los arqueólog@s o científic@s sociales puedan predecir de forma fiable
sus resultados futuros, o explicar de manera sistemática por qué a veces no se producen los
efectos que se producen en otras ocasiones.
47
Capítulo 2
La identidad étnica como base del modelo
de simulación social
2.1. ¿Por qué explicar la identidad étnica?
2.2. Identidad y etnicidad en arqueología. Problemas planteados.
48
“…todos y cada uno de nosotros somos depositarios de dos herencias:
una, «vertical», nos viene de nuestros antepasados,
de las tradiciones de nuestro pueblo, de nuestra comunidad religiosa;
la otra, «horizontal», es producto de nuestra época, de nuestros contemporáneos.
Es esta segunda la que a mi juicio resulta más determinante,
y lo es cada día un poco más; sin embargo,
esa realidad no se refleja en nuestra percepción de nosotros mismos.
No es a la herencia «horizontal» a la que nos adscribimos, sino a la otra.”
Amin Maalouf (Identidades Asesinas, 1999)
2.1. ¿Por qué explicar la identidad étnica?
Cuando hablamos de identidad étnica en arqueología nos encontramos frente a uno de los
conceptos más problemáticos dentro de las discusiones tanto teóricas como metodológicas
de nuestra disciplina. En consecuencia tal discusión ha sido evadida, relegada o minimizada
por considerarla en muchos casos propia del campo de discusión teórica de la etnografía o
de la sociología y alejada del universo material, tan propio de la arqueología. De igual
modo se han aceptado y trasladado reflexiones teóricas desarrolladas en ámbitos de la
antropología o sociología hacia el campo arqueológico, en muchos casos de manera un
tanto acrítica, trasladando directamente usos conceptuales que responden a problemas y
contextos sociales muy diferentes a los de nuestro ámbito de estudio.
Uno de los principales objetivos de esta tesis es crear un modelo que nos permita
comprender mejor cómo la heterogeneidad social puede entenderse en sociedades
cazadoras recolectoras desde una propuesta que nos permita experimentar
computacionalmente con esa dinámica de identificación étnica. Las consecuencias de este
fenómeno son difícilmente observables en el registro arqueológico de cazadores
recolectores. Es por ello que para explicar no sólo el fenómeno a modelar, sino también las
hipótesis y reglas utilizadas en el modelo, debemos explicitar la teoría y los conceptos
utilizados.
Entendemos que la identidad es una referencia relacional, existen múltiples identidades, por
lo cual debemos diferenciar las identidades a nivel individual y las identidades a nivel
colectivo. El aspecto que aquí nos interesa es la relación entre ambos niveles de identidad y
49
los mecanismos por los cuales un individuo se relaciona y se reconoce con un grupo. Las
identidades colectivas se construyen a partir de la interacción entre los individuos; como
resultado de esta interacción podemos distinguir que se solapan y superponen otros
aspectos de la identidad: el género, la edad, la jerarquía, la religión y la identidad étnica
(Díaz-Andreu y Lucy, 2005). La identidad étnica funciona a diferentes niveles, atravesando
otros aspectos de la identidad, lo que lleva a la arqueología a la necesidad de prestar mayor
atención al contexto en que ésta se produce y a la forma en que los grupos en la práctica se
diferencian.
En este trabajo nos centraremos principalmente en los aspectos de la identidad étnica,
formalizaremos el concepto y lo llevaremos a la experimentación computacional.
Entendemos que la identidad étnica es una de las categoría relacionales de la identidad que
se apoya sobre elementos culturales y simbólicos comunes a un grupo, lo que permite a los
individuos diferenciarse, identificarse y posicionarse con respecto a otros grupos. Aquí
cabría remarcar una primera diferencia con respecto al concepto de etnicidad; si bien los
conceptos de identidad étnica y etnicidad han sido usados de manera indiferenciada en
arqueología (Shennan, 1989; Mc Cafferty y McCafferty, 1998), cabría señalar que al
referirnos al concepto de etnicidad estamos hablando de una idea; ésta no existe como
categoría objetiva, ni posee un vínculo directo con los objetos. En cambio, al referirnos al
concepto de identidad étnica, nos referimos a las acciones que desempeñan un proceso de
comportamiento generador de diferencias o similitudes que en la práctica producen
diferencias.
El concepto de identidad étnica utilizado en este trabajo es entendido como un concepto
metodológico o herramienta de análisis que nos permite estudiar cómo los patrones de
diversidad y diferencia funcionaron en la prehistoria. Esas diferencias no tienen,
necesariamente, por qué haber existido ni ser observables en la actualidad, en lo que se ha
preservado de la evidencia material prehistórica. Por otra parte, la importancia de esa
diferencia para el grupo pudo haber variado considerablemente de grupo a grupo, siendo
una forma de categorización poco relevante para algunos, o siendo fundamental para la
preservación del grupo para otros (Stone y Rutledge, 2003). De ahí la importancia analítica
de nuestra definición. El interés de este trabajo no reside en enumerar a los grupos étnicos
que pudieran haber existido en la prehistoria, sino documentar las distintas formas de
diferenciación que pudieran haber existido y explicar cómo éstas condicionaron y/o
determinaron los mecanismos de interacción entre grupos.
50
En este trabajo se utiliza específicamente el concepto de identidad étnica para la
formulación de un modelo computacional de cazadores recolectores, es por ello que cabe
precisar nítidamente de qué manera concebimos esta categoría y cómo nuestra definición y
utilización conceptual intenta diferenciarse de modelos deterministas y unicausales. De
igual modo se intenta que las acepciones de este concepto (principalmente desde la
antropología y la sociología) centradas en explicar las dinámicas de sociedades
contemporáneas o sociedades complejas, puedan también ser utilizadas para el análisis
arqueológico de sociedades cazadoras recolectoras. Es por ello que definimos el concepto
de identidad étnica utilizado en este trabajo:
La Identidad Étnica es el resultado de un proceso de producción y reproducción de la identidad de
individuos pertenecientes a un mismo grupo social en el cual se desarrollan acciones que involucran
comportamientos cooperativos que los diferencian de otros colectivos, por contraste y distancia cultural.
Uno de los objetivos de este apartado es presentar una revisión de los principales enfoques
teóricos en los que se ha centrado la discusión sobre identidad étnica y etnicidad en las
ciencias sociales, con el fin de ordenar y justificar la operatividad analítica del concepto de
identidad étnica por el cual hemos optado para trabajar en el campo de la simulación social.
La exposición sobre los enfoques más substantivos que han abordado el tema de la
identidad étnica (Sokolowski y Tishkov, 1996) se plantea analizando las posturas
primordialistas, intrumentalistas, constructivistas, marxistas y postmodernas.
Los Primordialistas abordan el estudio de las identidades étnicas a partir de rasgos
culturales comunes, costumbres compartidas y parentesco que conforman los lazos
primordiales entre los sujetos y orientan las acciones de los individuos en los
comportamientos colectivos. La identidad étnica es considerada un factor innato de la
identidad humana. Dentro de este grupo se encuentran quienes ven directamente las
identificaciones étnicas como un fenómeno biológico y quienes la ven como un fenómeno
esencialmente cultural. Como parte de los enfoques primordialistas podemos situar las
posturas sociobiológicas, como la sostenida por Pierre Van der Berghe, que explica los
resultados del proceso de identificación étnica como una forma comprehensiva de
selección natural y como un producto de la selección del parentesco, supeditando el
concepto de raza a una forma especial de etnicidad (1983: 222). De este modo el
etnocentrismo es resultado de la extensión del principio del nepotismo y de endogamia.
51
Otros enfoques primordialistas clásicos son los desarrollados por la antropología
soviética (Bromley, 1974; Gumilev, 1972). A partir de la definición del ethnos o ethnikos,
conformado por una comunidad de personas caracterizada por rasgos culturales comunes y
relativamente estables, con rasgos psicológicos indudablemente distinguibles y con una
conciencia de unidad grupal que los distingue de otras comunidades, persiste un conjunto
de características de distinción cultural a través de todas las formaciones sociales. La
economía afecta las características del ethnos cambiando su contenido, no sus límites.
Gumilev propone analizar a la etnia como un organismo biosocial, que aunque pueda
dividirse de acuerdo a ciertas desigualdades sociales en una etapa histórica determinada, por
ejemplo durante el surgimiento de clases, el ethnos no se divide y se mantiene de forma
constante. A diferencia de la vertiente sociobiológica, la escuela soviética hace énfasis en
las explicaciones holísticas y colectivas de los fenómenos de identificación étnica.
En respuesta a los argumentos primordialistas, los enfoques intrumentalistas (Cohen,
1969, 1974; Glazer y Moynhian, 1963; Bates y Weingast, 1995; Olson, 1965; Elster, 1986 y
Laitin, 1986) consideran a la identidad en continua transformación y como el resultado de
las elecciones a nivel individual, de la experiencia social y del discurso étnico (Tilley, 1998).
Así, se asume a la acción racional de los individuos como el eje vertebrador de los
comportamientos colectivos. La intencionalidad de las acciones, los cálculos de los
beneficios percibidos y la maximización de los beneficios con fines políticos y materiales,
constituirían los factores causales del comportamiento colectivo, el cual es motivado a partir
del refuerzo de los incentivos positivos y de la evaluación racional de los costes de las
acciones. De este modo la etnicidad es considerada un fenómeno esencialmente político,
donde la interacción social y por lo tanto la movilización política puede ser también
entendida como el resultado de la manipulación de símbolos culturales para lograr el apoyo
y el beneficio del grupo (Brass, 1991), convirtiéndose la cultura en una herramienta de
coacción para alcanzar objetivos económicos o políticos.
Entendida de esta manera, la identidad sería una respuesta a intereses de grupos
particulares, lo que la convierte también en circunstancial y maleable (Lindblom, 1993). Lo
que no se logra explicar es por qué la identidad étnica podría prevalecer sobre otras
identidades en contextos actuales y más globales; tampoco si esto es sólo el resultado del
empleo con fines de coacción política o económica. Desde esta perspectiva la etnicidad es
52
entendida como un instrumento o un medio político y económico con capacidad de
generación de la acción colectiva, emergiendo como la base de la acción colectiva cuando
existen claras ventajas vinculadas con lo étnico frente a otras identidades como la religiosa,
parentesco, clase, etc. (Olzak, 1982: 254). Desde esta postura resulta tarea difícil explicar
por qué existirían individuos o actores que actúan en contra de los intereses comunes o
trascienden los beneficios puramente materiales, así como explicar cuáles serían las
condiciones para que prevalezca una identidad étnica por sobre otras.
Un enfoque instrumentalista particular es la aplicación de la teoría de juegos y de la
elección racional en la conformación de las identidades, con base en la elección racional y
en los procesos de interacción social entre individuos (Hechter et al., 1982; Banton, 1983).
La conformación de las identidades colectivas supone un juego con opciones de estrategias
individuales a partir de la evaluación de la optimización de las respuestas, siendo el
comportamiento el resultado de la interacción de un conjunto de condiciones estructurales
y de preferencias individuales. Esto implicaría que las identidades derivarían de un proceso
de selección racional que facilitaría la resolución de problemas de coordinación. Desde esta
perspectiva, el liderazgo étnico tendría gran relevancia, ya que sería clave en la toma de
decisiones que involucran reafirmación, adopción y configuración identitaria (Calvert, 1992;
Hardin, 1995).
Dentro de este paradigma hay quienes consideran el proceso de formación de identidades
como una forma voluntarista en función de líderes grupales, y quienes, como Kalyvas
(1996), sugieren que las estrategias y los conflictos entre grupos de líderes o élites producen
de manera involuntaria la solución de los problemas de coordinación, y en consecuencia la
identificación social. Si fuera el caso, prevalecerían sobre las identidades étnicas las
condiciones estructurales, sin dar demasiado lugar a la libre elección en el juego de
interacciones sociales.
Desde una postura constructivista se considera a las identidades en constante
transformación o evolución, como consecuencia de complejas interrelaciones sociales. Más
que una escuela unificada el enfoque constructivista refleja diferentes posiciones teóricas
que han rechazado y se han posicionado críticamente frente al esencialismo de las teorías
sobre etnicidad (Comaroff, 1996; Yeros, 1999).
53
Al conceptualizar a los grupos étnicos, Frederik Barth (1969) desde el campo antropológico
rompe con la visión esencialista de la etnicidad a partir de un enfoque situacional de la
identidad étnica. Esto significaba poner en cuestión a los tradicionales grupos culturales
definidos por la antropología, los cuales eran equiparados con los grupos étnicos y
definidos a partir de características o rasgos culturales observables como por ejemplo la
vestimenta, la lengua o los rasgos biológicos de los individuos. El enfoque interaccional de
Barth se centraba en los mecanismos que permitían el mantenimiento de los límites étnicos
y que permitían que un grupo mantuviera las diferencias frente a otro más allá de los rasgos
culturales, trasladando el eje de la discusión ya no al contenido cultural sino a la expresión y
variabilidad de los límites que lo contienen. Este enfoque considera que existe un conjunto
de rasgos que traspasan los límites de los grupos, como por ejemplo la religión, por lo que
los límites culturales no siempre estarían claramente definidos y no se corresponderían
necesariamente con los límites étnicos (Eriksen, 1993). Al intentar salir de la discusión
sobre el contenido cultural de las identidades étnicas y centrarse en la dinámica de los
límites o fronteras étnicas, Barth propone definir a las fronteras en base a tres
características básicas: éstas persisten más allá de los flujos de personas y flujos de
información que las traspasan, las fronteras no aíslan a unos grupos de otros, lo que
generan es contrastes entre diferentes grupos. En última instancia, las fronteras nunca
separan a un grupo de la nada, su función es distinguir o crear diferencias entre diferentes
grupos sociales (Barth, 1969: 14-15).
La interacción social genera la distinción de las características que definen a unos grupos de
otros, esta distinción realizada por los miembros del grupo se basa en identificaciones
esencialmente subjetivas. Que esta identificación sea subjetiva no significa que sea relativa;
en otras palabras, no se eligen al azar cualquier tipo de características para conformar una
identidad. La identidad étnica es principalmente considerada un proceso histórico resultado
de la interacción, definición y constitución de sus configuraciones y límites; es decir, se
construye a partir de las diferencias objetivas que los propios actores definen como
significativas para sí y para otros (Barth, 1976). Los rótulos étnicos serían el corolario de un
proceso de cambio en las relaciones políticas, económicas y sociales. Serían así las
categorías de adscripción reconocidas explícitamente por los individuos, instancias
reguladoras de la interacción entre las personas, recalcando la importancia de los procesos
de autoadscripción y adscripción y de las elecciones dentro de un modelo generativo de
interacción (Barth, 1976).
54
El modelo propuesto por Barth se funda también en la teoría de juegos, por lo cual las
elecciones estratégicas imponen a los individuos y a los grupos elecciones abiertas basadas
en reglas. En la teoría de juegos se las denomina reglas definitorias y son las que establecen
los movimientos permitidos en el juego. Esta metodología desarrollada por Barth tiene
como objetivo formalizar modelos generativos de organización social para describir y
analizar situaciones étnicas particulares, sirviendo como prototipo para un modelo
procesual de interacción y transacción que sirva como herramienta analítica en el campo de
la organización social (Barth, 1966: 12).
Desde el constructivismo también se cuestionó si la identidad étnica puede relacionarse con
atributos objetivos que marquen o indiquen particularidades y diferencias que definen la
existencia de una identidad. Por ejemplo, ciertos objetos como los instrumentos líticos o la
vestimenta pueden variar, pero eso no significa que la pertenencia étnica cambie también.
Esta dicotomía entre lo objetivo y lo subjetivo, y entre las identidades individuales y las
identidades públicas del mundo social ha sido un tema que ha tratado Carter Bentley
(1987), quien propone aplicar la Teoría de las Prácticas sociales de Pierre Bourdieu (1991)
al campo de los estudios de las identidades. En oposición a Barth, Bentley sí considera al
contenido cultural más importante que las fronteras; afirma que a través de las experiencias
compartidas entre los miembros de un grupo se construye el ámbito en el cual se
autoidentifican como poseedores de una identidad común. Estas acciones se dan en lo que
Bourdieu define como habitus:
“Los condicionamientos asociados a una clase particular de existencia producen habitus, sistemas
de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como
estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y
representaciones que pueden ser objetivamente adaptadas a su fin, sin suponer la búsqueda consciente de
fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente “reguladas” y
“regulares”, sin ser el producto de la obediencia a reglas y, a la vez que todo esto, colectivamente
orquestadas, sin ser el producto de la acción organizadora de un director de orquesta” (Bourdieu-
Wacquant. 1995: 92-94).
Estos procesos estructurados dentro de campos de relaciones, modelan y organizan
creencias y prácticas sociales. Los sujetos interiorizan y subjetivan los elementos objetivos
55
que se les presentan en la realidad convirtiendo lo aprendido, lo inculcado o lo socialmente
construido en verdades socialmente objetivas o naturalizadas. De esta forma las identidades
son entendidas como el resultado de un proceso histórico determinado por las relaciones
económicas y políticas dentro de contextos específicos y prácticas concretas de los sujetos.
Así los actores sociales se reconocen entre sí, especifican sus límites y se diferencian entre
ellos dentro de un espacio históricamente específico y socialmente estructurado dentro del
cual interiorizan y valorizan su repertorio cultural. Este espacio socialmente estructurado es
definido en función de reglas, recursos o conjuntos de relaciones que se organizan como
propiedades de sistemas sociales, mientras que los sistemas sociales se entienden como las
relaciones reproducidas entre los actores o los colectivos, organizados como prácticas
sociales regulares (Bourdieu, 1991; Giddens, 1995). Cuando las identidades se producen, los
contextos en los cuales estas se expresan y se reproducen están social e históricamente
estructurados, a la vez que se desenvuelven dentro de un marco relacional y de lucha de
poder.
Cabe señalar que al hablar de historicidad y contextualización estos autores no están
refiriéndose a una postura relativista, en tanto que sí aducen que la identidad comprende
diferentes niveles de pertenencia (género, clase, entre otras). Que éstas se expresen
dependerá de los distintos contextos sociales en los que se desenvuelven los individuos, por
lo tanto no quedan libres a la elección racional de un individuo o de un grupo.
Enfocando el análisis de la etnicidad desde diferentes vertientes marxistas, Díaz Polanco
(1981), Thomsom (1989), Balibar y Wallerstein (1991), Wolf (1994), Comaroff y Comaroff
(1992) y Quijano (2000), han centrado la discusión en la relación entre etnicidad y
desiguadad social. Díaz Polanco (1981) aunque equipare cultura con etnía, critica que se
haga un tratamiento diferencial de los fenómenos étnicos por un lado y por otro a los
fenómenos de clase, proponiendo subsumir los étnicos a los de clase, entendiendo que una
etnía es un fenómeno circunscripto a los grupos que constituyen una clase. Cabría señalar
que el mismo Díaz Polanco remarca que en el proceso de construcción de solidaridades
entre los miembros de un mismo grupo étnico, las afinidades culturales favorecen el trabajo
colectivo pero no podría considerarse determinado por estas.
John y Jean Comaroff (1992) desde una postura marxista de corte gramsciano, proponen
analizar la etnicidad desde una perspectiva histórica de la etnografía, interesada en la
56
relación entre el ser social/conciencia social, sugiriendo que la emergencia de los grupos
étnicos y de la conciencia étnica son el resultado de procesos históricos de relaciones
estructurales asimétricas. La incorporación de grupos estructuralmente disímiles dentro de
una economía política singular, junto a una representación dialéctica entre las
representaciones identitarias de grupos subordinados y grupos dominantes, constituye el
proceso de conformación de los mecanismos de clasificación social y diferenciación social.
Por lo tanto la relación dialéctica entre estructura y práctica reproduciría el orden social,
"donde la etnicidad deviene en 'principio' objetivado en la conciencia colectiva de una sociedad, puede ser
perpetuada por factores muy diferentes de aquellos que causaron su emergencia y puede tener un impacto
directo e independiente sobre el contexto del cual emergió" (Comaroff y Comaroff, 1992: 61). No
debemos olvidar que la mayoría de los enfoques marxistas que han abordado el fenómeno
de identificación étnica se han centrado en el análisis de la economía política vinculada a la
expansión del capitalismo y del colonialismo.
Desde posturas postmodernas, al igual que desde el constructivismo, se asume que la
identidad étnica es un proceso de construcción social en constante evolución (Foucault,
1980; Laclau y Mouffe, 1985; Touraine, 1988; y Melucci, 1989). Estos autores asumen que
los individuos no se comportan de acuerdo a una situación estructuralmente definida, sino
que los sujetos tendrían la posibilidad de desempeñar diferentes roles en el proceso de
conformación étnica. Por lo tanto, el contexto en el cual estas se desarrollan, la dinámica y
la complejidad de este proceso, son claves para entender de qué manera los agentes
negocian sus relaciones dentro de un conjunto difuso de relaciones de poder. Es por ello
que la identidad étnica puede negociarse o renegociarse, es decir, trasmutar, ya que esta
emerge también de un proceso en el cual lo discursivo constituye un fuerte factor
modelador. De este modo la etnicidad requiere de construcciones narrativas que recrean y
refuerzan la identidad étnica. Otros enfoques postmodernos más radicales entienden que la
etnicidad es meramente un producto de la escritura etnográfica, por lo tanto la experiencia
social sólo existiría en el momento en el que el etnógrafo la crea (cf. Banks, 1996: 186).
Citando a Tyler (1986: 138) con un argumento rotundo aunque analíticamente poco
fecundo: “Ninguna experiencia precedió a la etnografía. La experiencia fue la etnografía [...] La
etnografía posmoderna renuncia al cuento del pasado como error y niega el mito del futuro como utopía”.
También desde los estudios postcoloniales centrados en las herencias coloniales como
producto de la conjunción entre la historia moderna europea y las historias “contra-
57
modernas” coloniales, se entiende a la etnicidad como una modalidad particular de
dominación. Esta relación construye una idea de otredad a partir de una visión eurocentrista,
vinculada según Bhabha (1994) a la metafísica occidental y al proceso de colonización, por
lo cual uno de los objetivos de la perspectiva postcolonial es poner en cuestión y
reconsiderar los parámetros utilizados en la construcción del denonimado fenómeno
étnico. Ello sería posible a partir del reconocimiento de múltiples, diversas y desiguales
historias intelectuales no occidentales agrupadas dentro de un gran conjunto de otredades
colonizadas (Chakrabarty, 2000, 2002).
Una revisión de las teorías elaboradas en torno a etnicidad nos permite comprender que al
mismo tiempo están formulando teoría sobre la cultura, la desigualdad social y la
discriminación, pues la mayoría de ellas fueron formuladas para el análisis de sociedades
con desigualdades institucionalizadas. Debido a este hecho es importante que para
sociedades cazadoras recolectoras haya intentos de formalización con el fin de entender
cómo funciona la diferenciación social en sociedades con simetrías políticas; entre los que
destacamos los intentos desarrollados por Barth. Basándose en esta idea, confronta los
análisis estáticos de los primordialistas, desde cuyos argumentos se vuelve prácticamente
imposible analizar las dinámicas de transformación social, o justificar una razón histórica
sobre la generación de las heterogeneidades sociales.
Al realizar esta revisión teórica sobre la identidad étnica estamos intentando revisar cómo
se postulan estas teorías en relación al cambio social y a la generación de identidades
étnicas. Si la identificación étnica es principalmente entendida como un proceso, se opone
de base con el supuesto primordialista que concibe a las identidades estáticas como
entidades que sólo se modifican por extinción y/o reemplazo por parte de otra entidad.
De igual modo, desde una óptica primordialista y sociobiológica, se supone que el
parentesco es uno de los disparadores de la etnicidad. La falta de diferenciación entre
parentesco biológico y parentesco social promovería una tendencia hacia el nepotismo
basado en la proporción de genes compartidos, como el mecanismo básico de solidaridad
étnica. En consecuencia, bajo este enfoque la etnicidad sería el resultado de la capacidad
genética de un grupo.
Por otra parte los enfoques instrumentalistas también suponen que la etnicidad es un
fenómeno utilitario, cuya dinámica puede explicarse en base a los supuestos de la teoría
58
económica clásica, la teoría de juegos y la teoría conductual. Estos modelos predictivos de
comportamiento asumen también que la cooperación entre los individuos responde a
intereses compartidos, que el comportamiento es de base racional y que supone ventajas
que maximizan la potencialidad de sus intereses. La utilidad de las conductas siempre hace
referencia a cambios inmediatos, no asumiendo los cambios a nivel histórico por lo que
este tipo de modelos se explican de modo básicamente sincrónico. A nivel histórico, el
alcance explicativo queda limitado pues no se puede explicar porqué una identidad étnica
sobrevive a los intereses o beneficios inmediatos, o porqué grupos con intereses similares
pueden estar representados por más de una identidad étnica.
El reconocimiento de que la etnicidad es una construcción social, tal y como lo afirman los
constructivistas, constituye un avance en el hecho de concebir que las interacciones sociales
sean parte de un proceso histórico. Esta interacción es entendida tanto a nivel individual
como grupal, la interacción implica situaciones de contraste y/o confrontación entre
grupos en función de sus diferencias culturales. Si la etnicidad es una construcción social
supone relaciones de consenso y complementariedad, las adscripciones y las
autoadscripciones funcionan como mecanismos de un proceso de contraste, pero estas no
siempre dan cuenta del contexto político ni económico en el cual se desarrollan, ni del
contexto de producción del sistema social que las implica.
De igual modo, los enfoques postmodernos que priorizan sus análisis en las narrativas
relegan las experiencias históricas, centrándose en la producción de la escritura etnográfica.
Este giro hacia la propia producción etnográfica y la consecuente pérdida de historicidad
antropológica tampoco permite asumir ni definir bajo qué condiciones puede configurarse
una identidad étnica ni cualquier otro tipo de identidad. Por otra parte, para l@s post-
estructuralistas las estructuras de poder resultan básicas para entender la formación de las
identidades, pero lo que continúa ausente en la explicación es bajo qué condiciones
específicas una población puede organizarse tanto económica como políticamente, o bajo
qué condiciones surgen o no estas estructuras cuando analizamos situaciones de poder no
capitalista.
Hay quienes consideran que si lo étnico es un producto histórico particular, sería necesaria
la condición de subordinación (Bello, 2004). Esta perspectiva es entendible cuando se habla
de contextos contemporáneos, como lo es la construcción de la idea de indígena en
América latina y la situación de grupos étnicos frente al surgimiento de los estados
59
nacionales, proceso que acentuó el estado de subordinación, exclusión y explotación,
tipificando las representaciones de las construcciones culturales. La construcción de la
etnicidad frente a este contexto de relaciones sociales asimétricas también politiza la
situación de los grupos étnicos, pues frente a una disimetría de poder la disputa por lograr
legitimación se ha vuelto necesariamente política. Pero si el concepto de etnicidad se
vincula indisolublemente a desigualdades sociales, subordinación, nacionalismos o raza, el
concepto deja de constituirse como un elemento analíticamente relevante, convirtiéndolo al
mismo tiempo en particularista y ahistórico.
Al analizar la identidad étnica, nos remitimos a la diversidad social, pues es el resultado de
una situación de contraste a partir de la interacción social. La identidad étnica resulta de la
objetivación y de la autoconciencia de los grupos humanos en situaciones en las que las
diferencias se contrastan frente a otros grupos humanos. La complejidad de este fenómeno
de etnicidad requiere que la abordemos desde diferentes perspectivas, tanto antropológica,
sociológica, histórica, psicológica; se trata de un fenómeno que involucra en su
conceptualización aportes y críticas del conjunto de las ciencias sociales. Es por esto
importante que al analizar a la etnicidad como un proceso de interacción social podamos
identificar sus contradicciones y deficiencias para que esta teoría pueda ser transferible a
diferentes conjuntos de problemas y para que también pueda ser testeada y llevada al
campo de la experimentación computacional, que es el campo que aquí nos interesa.
Si bien cada uno de estos enfoques aportan y sugieren abordar el fenómeno étnico desde
diferentes perspectivas, ninguno de ellos ofrece para nosotros un punto de partida
adecuado para explicar el cambio y variación social, básicamente porque la relación entre la
comprensión temporal y contextual no es un proceso unicausal. Además, para llegar a este
objetivo debemos dar cuenta de los mecanismos de reproducción social de los grupos,
vinculándolos con los procesos de identificación individual que incluyen tanto
componentes sociales, como culturales y simbólicos.
2.2. Identidad y etnicidad en arqueología. Problemas planteados.
Al teorizar sobre etnicidad se vuelve necesario conectar los discursos antropológicos,
sociológicos, históricos y filosóficos. Pero además, particularmente en nuestro caso,
vincular estos discursos con la práctica arqueológica y con la manera en que ésta incorpora
60
el concepto y lo aplica a su propio campo disciplinar. Entonces, para realizar una revisión
sobre el uso del concepto de identidad étnica en arqueología, plantearemos primero ciertas
cuestiones:
¿Se puede seguir entendiendo a la identidad étnica como un fenómeno unicausal?
De acuerdo a lo que hemos analizado a lo largo de este capítulo, los enfoques sobre
identidad étnica se han centrado en torno a una discusión básicamente ontológica; por una
parte abordándola desde la definición de qué tipo de elementos objetivos la conforman
(lenguaje, parentesco, elementos culturales, territorialidad); y por otra porque los enfoques
resaltan el carácter subjetivo del fenómeno definido a partir de las interacciones entre los
sujetos. La materialidad del proceso de etnicidad no puede ser entendida como una
sumatoria de rasgos culturales; tampoco puede ser analizada sólo en términos conductuales
o psicológicos. Los grupos étnicos se definen a partir de un conjunto de normas, trabajo,
creencias compartidas, religión, etc., es por ello que la similitud en el lenguaje y en el
mundo material debe entenderse como la consecuencia directa del trabajo y de objetivos
comunes planteados entre los miembros de un grupo. La intensidad en la transmisión
cultural entre los individuos pertenecientes a las mismas redes sociales genera una mayor
similitud entre los agentes, sus acciones y las consecuencias materiales e inmateriales de sus
acciones.
Por consiguiente, nuestro propósito consiste en abordar el estudio de la etnogénesis
mediante una metodología que permita entender las causas de las regularidades percibidas
en el registro arqueológico (“semejanza cultural”). Hablar de causas sociales es hablar de
procesos que determinan y generan organización social. Consecuentemente, deberíamos
estudiar cómo la interacción social produce esa organización y no limitarnos a constatar
simples asociaciones entre objetos. Abordar esta organización resulta imposible si no
utilizamos el registro arqueológico para inferir el desempeño pasado de las acciones
sociales, asumiendo que estamos estudiando un entramado complejo de causalidad.
Históricamente, las consecuencias de las acciones sociales han producido modificaciones
observables sobre el mundo natural, preservándose alguna de esas modificaciones hasta el
presente. Aunque no sepamos exactamente qué tipos de acciones han producido esas
consecuencias materiales, sí podemos relacionar la variabilidad de los rasgos observables
61
(forma, tamaño, contenido, composición, textura) con la variabilidad de las acciones
sociales a través del tiempo y del espacio. Podemos inferir la variabilidad de las acciones
sociales y la expresión de esa variabilidad en el registro arqueológico, así como inferir a la
vez la organización social, a partir de la variabilidad de las acciones sociales inferidas
(Barceló et al., 2010a). El hecho de no poder predecir los resultados materiales de una
acción simple no significa que un rasgo arqueológico no pueda ser analizado como
consecuencia de una serie de acciones sociales que además también son alteradas por otra
serie de acciones. Las causas son múltiples, y las relaciones causales complejas.
¿Son los correlatos observables en el registro arqueológico las consecuencias directas del proceso de
identificación étnica?
El énfasis en los correlatos materiales de la etnicidad puede confundir el equiparar las
similitudes observables con la etnicidad. En este trabajo nos centramos en los procesos de
agregación social, estos procesos nos interesan más allá de las similitudes observables
porque es lo que pondremos a simular computacionalmente. El propósito de utilizar el concepto
de etnicidad se basa en la necesidad de estudiar el proceso de formación del registro arqueológico en términos
de causas sociales múltiples, aunque dicho proceso no tenga correlatos observables directos. Los
comportamientos, las creencias, el lenguaje, los procesos de trabajo y los productos
materiales e inmateriales de estas acciones deberían ser contingentes con los procesos de
interacción social que generaron estos rasgos. Esto significa que la forma en que los grupos
producen y reproducen su modo de vida es lo que configura a los grupos sociales a
diferentes escalas, siendo la emergencia de diversidad o heterogeneidad entre los grupos la
consecuencia de la forma en que diferentes agentes han interactuado a través del tiempo.
La persistencia de una identidad común implica que los miembros que componen esa
identidad han mantenido relaciones de reproducción a través del tiempo que incluyen tanto
la producción grupal (de sus sistemas económico y cultural) como la filiación (normatividad
que condiciona culturalmente las relaciones de reproducción). Esto implica una
continuidad material en el desarrollo de su identidad cultural distintiva (Bate, 1998). La
identidad étnica por ende nunca puede ser definida como un atributo individual, es
básicamente una configuración social. Aunque un individuo pueda auto adscribirse, ser
adscripto a varias identidades, o bien desarrolle diferentes adscripciones a lo largo de su
vida (género, clase, parentesco, religión, etc.), debe entenderse estas acciones como un
conjunto de estrategias individuales (racionales o no) que le permiten relacionarse con otros
62
conjuntos sociales. No se puede entender o llamar identidad étnica a todo tipo de
diferenciación social, así como tampoco se puede considerar que las similitudes o las
divergencias culturales condicionen la pertenencia a un determinado grupo social. La
etnicidad es un proceso histórico, es decir que su análisis debe hacerse longitudinalmente;
es a lo largo de este proceso histórico que las identidades constituyen sus diferencias a
partir de las interacciones, agregaciones y segregaciones que generan patrones, recurrencias
y regularidades de forma acumulativa y cambiante.
La etnicidad nunca es un fenómeno singular, siempre existe en relación a otros o al menos
implica a otros. Por lo tanto siempre es una relación entre grupos. Consideramos que este
tipo de relación social se basa en los siguientes supuestos:
1- Es un proceso de interacción, diferenciación y contraste entre grupos humanos,
nunca es una singularidad, siempre implica a otros.
2- Esta interacción implica actividades compartidas cuyos mecanismos de
motivación están vinculados con la reciprocidad hacia miembros del mismo
grupo.
3- Es una relación compleja, compuesta por relaciones de interacción a nivel
individual, grupal y de interacción con el medio.
4- Los elementos de contraste de las identidades étnicas pueden ser materiales e
inmateriales.
5- Las interacciones incluyen dinámicas internas como la diferenciación sexual, la
diferenciación por edad, por habilidades o por desigualdades.
Reiteremos ahora el concepto de identidad étnica utilizado en esta tesis, definido arriba:
Es el resultado de un proceso de producción y reproducción de la identidad de individuos pertenecientes a un
mismo grupo social en el cual desarrollan acciones que involucran comportamientos cooperativos que los
diferencian de otros colectivos, por contraste y distancia cultural.
Analicemos por partes este concepto y las categorías implicadas. Ante todo debemos
señalar que si la etnicidad es un proceso de relaciones sociales, entonces se vuelve
necesario especificarlas.
1- Relaciones de cooperación (acciones comunes para alcanzar un objetivo
compartido) para la reproducción del sistema social:
63
- Relaciones sociales de producción, producción de medios de producción,
intercambio.
- Relaciones de parentesco.
- Relaciones de reciprocidad.
2- Relaciones de fricción: conflicto y guerra.
3- Redes de solidaridad, cooperación o correspondencia.
4- Dinámica de agregación y segregación, fusión y fisión.
Estas interacciones configuran complejas redes de relaciones intergrupales e intragrupales
que pueden ser medidas dentro del campo de la simulación computacional de acuerdo a su
intensidad y a su frecuencia. La interacción compleja entre las acciones sociales, los agentes
y sus productos dan cuenta del proceso de etnicidad como una vasta red de interacción
entre acciones y entidades, donde un cambio en una propiedad de una entidad produce un
cambio en la propiedad de otra entidad. Lo que se vuelve necesario explicar es la definición
de un sistema complejo que produce la evidencia reconocible a partir de la interacción de
un número de acciones y entidades, donde las interacciones puedan ser caracterizadas por
generalizaciones directas, invariantes y por cambios relativos.
La interacción social es el proceso de formación de las dinámicas sociales, esto implica
alianzas y contactos entre las personas, al igual que intercambio de elementos materiales e
inmateriales. Esta dinámica de interacción es el resultado de las formas de organización de
las relaciones sociales de producción.
Las relaciones de fricción entre grupos generan la identidad étnica por contraste (Cardoso
de Oliveira, 1992:8), los conflictos refuerzan las diferencias y éstas pueden generarse tanto a
nivel intragrupal como intergrupal. Ésta dinámica conduce a la diversificación o a la
semejanza social. Si esta dinámica fuera complementada con mecanismos de aislamiento y
segregación (Cavalli Sforza, 1997) cabría esperar que las frecuencias y las intensidades de
estas relaciones estandarizaran las conductas sociales y definieran los límites interétnicos.
La formación de límites culturales podría entenderse a través del progresivo
desprendimiento de grupos desde una población original homogénea, que al fisionarse
hubiera permitido la emergencia de nuevos grupos con los que mantienen cada vez menos
relación, lo que afectaría a los mecanismos de reproducción social, que también se van
diferenciando e individualizando. Sólo la reducción paulatina de los contactos e
64
interacciones a lo largo del tiempo pudo haber producido el grado de divergencia cultural
entre grupos alejados que se observa en el presente etnográfico. Dicho de otro modo, el
aumento de la distancia geográfica genera el incremento de los contactos directos en una
misma región a la vez que una disminución de contactos a larga distancia, dando
precisamente como resultado la disgregación de grupos y el aumento de la heterogeneidad
grupal.
La pertenencia étnica es significativa cuando existen elementos objetivos y visibles que
aseguran esa diferencia. Lo que no se puede seguir sosteniendo es una definición
meramente subjetiva o producto de la intersubjetividad. Las múltiples dimensiones de las
relaciones sociales deben ser también analizadas y explicadas desde una dimensión que
también comprenda cómo funciona la reproducción social en esta dinámica de oposiciones
y cooperaciones. La dinámica de una sociedad cazadora recolectora se encuentra
influenciada por un conjunto de procesos políticos, económicos y sociales interconectados,
constituyendo un sistema complejo. Dentro de este sistema hay decisiones tomadas por los
agentes (cada uno de ellos con características y comportamiento propio) que interactúan y
cambian tanto el ambiente físico como las relaciones que establecen con otros agentes.
Estos cambios producto de las decisiones implican que dentro del sistema las dinámicas no
son lineales ni dependientes del proceso. Para analizar estos procesos en sistemas
complejos las técnicas analíticas tradicionales no constituyen la mejor herramienta (Parunak
et al., 1998).
65
Capítulo 3
Datos para la reconstrucción del modelo: la
configuración de las identidades étnicas de
las sociedades indígenas patagónicas
3.1. Introducción
3.2. Marco Espacial.
3.3. Marco Temporal.
3.4. La reconstrucción histórica.
3.4.1. Viajeros-exploradores.
3.4.2. Misioneros.
3.4.3. Naturalistas-exploradores.
3.5. La perspectiva etnológica.
3.5.1. La etnología Histórico-cultural.
3.6. Taxonomías lingüísticas.
3.7. Etnohistoria e Historia indígena.
3.8. Arqueología de las sociedades cazadoras recolectoras en Patagonia.
3.8.1. Las primeras investigaciones arqueológicas.
3.8.2. Menghín y la Escuela Histórico Cultural.
3.8.3. La arqueología procesual y el neoevolucionismo en la arqueología
patagónica.
3.8.4. Terceras Vías. Propuestas alternativas en la arqueología patagónica
del periodo de contacto.
3.9. Discusión.
66
3.1. Introducción
Desde la arqueología nos interesa explicar las huellas del pasado preservadas en el presente
en términos de las actividades que tuvieron lugar en el pasado. Intentamos analizar cuáles
han sido las causas sociales y/o naturales generadoras de las configuraciones particulares
del registro arqueológico en el presente, pues no nos interesa una arqueología de los
objetos, sino que nuestro interés se centra concretamente en explicar las acciones sociales
ocurridas en el pasado. Realizamos observaciones sobre los efectos de las acciones sociales
e inferimos qué tipos de actividades pudieron ocurrir en el pasado basándonos en las
transformaciones materiales percibidas en el presente. Este tipo de interpretaciones son las
que típicamente se denominan Ingeniería Inversa. Los problemas inversos se refieren al
abordaje de problemas a partir de sus respuestas, y parte de estas respuestas del sistema
serán posteriormente utilizadas para determinar las propiedades causales del mismo
(Barceló, 2009). Cuando se asume que las propiedades relevantes de la acción social son
conocidas, entonces un modelo puede predecir los efectos resultantes, y explicar cómo ha
sido transformada la realidad a través del tiempo.
Existen innumerables efectos materiales producto de las acciones en el pasado, cualquier
acción o comportamiento que haya sucedido en el pasado se encuentra en el presente fuera
de nuestra percepción, y sólo podemos percibir sus efectos. Al igual que en todas las
disciplinas históricas contamos con diversas fuentes, narrativas, arqueológicas o escritas que
nos permiten aproximarnos al pasado a través de la interpelación. De este modo el pasado
se vuelve accesible a través del filtro de narraciones personales, escritas o descritas en el
pasado y preservadas en el presente. En arqueología no contamos con testigos, ni
descripciones o explicaciones sobre las motivaciones, intenciones u objetivos de las
sociedades en el pasado. Con lo único que contamos es con evidencia material o productos
parciales de esa evidencia material de las actividades pasadas. Dada la falta de observación
directa de las acciones sociales, la simulación computacional se vuelve una herramienta
metodológica lo suficientemente útil como para permitirnos trabajar con análogos,
permitiendo la generación de observables arqueológicos virtuales de manera equivalente a
la que fueron producidos en el pasado. En consecuencia se pueden realizar
experimentaciones que avalan la reproducción y replicación de los efectos emergentes del
sistema simulado, así como la supervisión y evaluación de los efectos de diferentes
hipótesis causales. Las experimentaciones producen réplicas que son el resultado de simular
67
con diferentes y posibles mecanismos causales sobre consecuencias históricas conocidas.
Esto obliga a quienes trabajan en este tipo de investigación a explicitar todos los factores y
condiciones utilizadas en la experimentación, pues no se generan historias causales reales,
lo que se simula son diferentes posibilidades explicativas (Grüne-Yanoff, 2009), pues el
objetivo final es proporcionar explicaciones generativas (Epstein, 1999, 2005). Modelamos
porque buscamos explicaciones que nos permitan comprender las variables implicadas, las
causas y los efectos de los fenómenos sociales y de las consecuencias arqueológicas. Para
explicar un patrón histórico, se debe demostrar cómo una población de agentes sociales en
un determinado ambiente interactúa de acuerdo a un conjunto de reglas que generan un
patrón socio-histórico de acuerdo a la escala temporal que nos interesa. Por ejemplo, la
historia de las sociedades patagónicas es un fenómeno a gran escala que puede evidenciarse
desde diferentes tipos de fuentes históricas: registros escritos, observaciones de viajeros,
relatos orales, lenguaje, restos humanos, restos líticos, genética, entre otras fuentes. Para
simular un fenómeno de amplia escala, como el proceso de agregación y segregación en
sociedades patagónicas, es necesario reconstruir un proceso cuyo resultado sea lo
suficientemente relevante como para imitar al conjunto de datos que representan ese
fenómeno. Es por ello que el propósito de este capítulo es la realización de una revisión de
los argumentos que tradicionalmente fueron propuestos desde la arqueología, la etnología y
la historia para explicar los procesos de construcción de la diversidad étnica de las
sociedades indígenas patagónicas. El objetivo es presentar primero el marco espacial y
temporal de la tesis para pasar luego a la identificación de los supuestos teóricos y la base
empírica adoptadas para la definición de las unidades culturales y las identidades étnicas que
conformaron los esquemas y modelos sobre variabilidad social patagónica, con el fin aislar
el conjunto de datos que conformarán el modelo sobre identidad cazadora recolectora
testeado en esta tesis.
3.3. El marco espacial.
La Patagonia continental se encuentra emplazada en el extremo meridional de América del
Sur y ocupa los actuales territorios de Chile y Argentina. Sus límites en Argentina son: el río
Colorado al norte, próximo al paralelo 39º; el archipiélago de Tierra del Fuego al sur,
próximo al paralelo 55º; el Océano Atlántico al este y la cordillera de los Andes al oeste.
Este estudio se restringe al territorio que se extiende al sur de los ríos Limay y Negro y
abarca el territorio comprendido hasta el Estrecho de Magallanes, conformando un espacio
68
de unos 633.952 km2, dado que para el diseño experimental se trabajará con una hipotética
área representada por características de la región continental atlántica, modelizando sobre el
espacio ocupado por las etnias conocidas etnográfica e históricamente como Gününa Küne o
Tehuelches Septentrionales, hablantes de la lengua günün a iájëch, los Metcharnue o Tehuelches
Centro-occidentales, hablantes del teushen y los Aonik Kenk o Tehuelches Meridionales
hablantes del aonik iájëch.
Fig. 10: Mapa geográfico de la Patagonia. Tomado de McCulloch et al. (1997).
69
La región patagónica en su mayor parte es una estepa semidesértica, con una topografía que
refleja la subducción de la placa Pacífica por debajo del continente sudamericano (Mc
Culloch et al., 1997), por lo que el paisaje de mesetas se eleva progresivamente hacia el
oeste conformando la zona de precordillera y cordillera de los Andes que se continúa hacia
el Océano Pacífico. El componente geológico del área está conformado por intrusiones
graníticas y metamórficas que conforman picos montañosos que superan los 2.000 m.s.n.m.
de altura como el Cerro Chaltén o el Macizo Sarmiento. A medida que va ganando en
altitud y en humedad cambia el panorama ambiental formado por bosques y por un mayor
caudal hidrográfico. Los principales ríos tienen sus nacientes en la cordillera surcando de
oeste a este las mesetas, trayecto en cual van perdiendo parte de su gran caudal
convirtiéndose en ríos alóctonos de fuerte correntada (Bercovich e Irisarri, 1998).
Enunciados de norte a sur estos ríos se suceden en el siguiente orden: Colorado, Neuquén,
Limay, Negro, Chubut, Deseado, Chico, Santa Cruz, Coyle y Gallegos.
La costa y el interior patagónico están compuestos en su mayor parte por depósitos de
grava derivados de la contracción glacial Pleistocénica-Holocénica (Clapperton, 1993: 480-
485) que hacia el oeste conformaron las cuencas de los grandes lagos (Nahuel Huapi,
Buenos Aires, Fagnano o Argentino). Esta región central está compuesta por una
vegetación arbustiva que no cubre más del 50% del suelo, la cual posee recursos hídricos
muy circunscriptos y aguas subterráneas como son los mallines4
4 Mallín: fuentes de agua subterráneas a partir del flujo vertical ascendente desde la napa freática o superficiales a partir de la acumulación de pluviosidad, formando cuencas cerradas permanentes o semipermantes.
altamente dependientes de
una pluviosidad que no supera los 200 mm anuales (Dufilho y Horne, 1998). Los
paleolagos son también característicos de la zona esteparia y en la mayoría de los casos se
los puede localizar secos, evidenciando las fluctuaciones de agua que se han sucedido a lo
largo del Holoceno. La aridez de toda esta región esteparia se explica en parte por los
vientos provenientes desde el sudoeste, que chocan con la barrera andina provocando
fuertes precipitaciones en la ladera occidental, tornándose vientos secos a medida que
descienden por la ladera oriental. En cuanto que ascienden latitudinalmente colisionan con
los anticiclones semipermanentes de los océanos Atlántico y Pacífico a los 30ºS y el
cinturón subpolar de baja presión situado a los 60ºS. La circulación de masas de aire entre
ambos cinturones genera vientos constantes y fuertes del oeste en toda la región, con
medias entre 15 y 22 km/h. (Paruelo et al., 1998). Los patrones de precipitación se
encuentran determinados por los movimientos estacionales de los cinturones de alta y baja
70
presión y el movimiento ecuatorial de las corrientes oceánicas, disminuyendo los efectos de
evaporación y sequedad, y aumentando las precipitaciones durante el invierno. Es
precisamente en esta estación cuando se intensifican los efectos del cinturón subpolar junto
con el desplazamiento ecuatorial del anticiclón del Pacífico sumado al aumento de las
temperaturas oceánicas en relación a las continentales.
En la región andina el promedio de precipitaciones es de 800-850 mm/a y en la zonas más
bajas de 800/400 mm/a, decreciendo los promedios a 200 y 159 mm/a en la región
extraandina. Estos factores condicionan tanto los patrones de vegetación como la
distribución faunística, es decir que de oeste a este el gradiente de humedad decrece y de
noroeste a sudeste el gradiente latitudinal conlleva a la existencia de una temperatura
decreciente. La combinación de estos factores actúa como determinante de la aridez
ambiental: bajas precipitaciones, altas temperaturas principalmente durante el verano y
fuertes vientos que favorecen la evaporación, definiendo una temperatura general para
Patagonia de templada a templada-fría.
Fig.11: Paisaje de de la estepa Patagónica.
Bajo estas condiciones y con unas precipitaciones que oscilan entre los 800 y los 4.000 mm
anuales, la distribución de la vegetación presenta características particulares que según
Cabrera y Willink (1980) puede diferenciarse en las siguientes provincias fitogeográficas:
71
Provincia del espinal: compuesta por monte subtropical compuesto por
vegetación de estepa arbustiva o matorral conformada por el piquillín (Condalia microphilla),
la jarilla (Larrea sp.), el alpataco (Prosospis alpataco), el algarrobillo (P. denudans) y la zampa
(Atriplex lampa).
Provincia patagónica: compuesta por estepas y desiertos y conformada por
especies arbustivas y herbáceas como el coirón (Festuca sp.), el coirón amargo (Stipa sp.), el
piquillín (Condalia microphilla), el molle (Schinus sp.), el caldén (Prosopis caldenia), el quilimbay
(Chuquiraga avellanedae), el colapiche (Nassauvia glomerulosa), el duraznillo (Colliguaya
integérrima) y el calafate (Berveris sp.).
Provincia altoandina: conformada por bosque de coihue (Nothofagus betuloides),
lenga (N. pumilio), ñire (N. antartica) y con una serie de arbustos y hierbas del sotobosque.
Fig.12: Estepa de Coirón (Festuca sp.) y jarilla (Larrea sp.).
La fauna está compuesta por aves terrestres corredoras como el ñandú (Rhea americana) y el
ñandú petiso o choique (Pterocnemia pennata), un mamífero de tamaño mediano-grande, el
guanaco (Lama guanicoe), el zorro colorado (Pseudalopex culpaeus), el zorrino (Conepatus
humboldtii), el puma (Felis concolor), el gato montés (Felis geoffroyi), el zorro gris (Pseudalopex
sp.), los edentados (Dasypus hybridus, Zaedyus pichiyy, Chaetophractus villosus), la mara (Dolichotis
australis), y sólo en la zona ecotonal encontramos el huemul (Hippocamelus bisulcus), entre
otras especies. Dentro del grupo de pequeños mamíferos encontramos roedores (cricétidos
y ctenómidos). Los recursos marinos estarían representados por invertebrados como
mejillón (Mytilus edulis), cholga (Aulacomya ater ater), vieyra (Chlamis tehuelcha) y patelas
(Patinigera sp.); y por mamíferos marinos como los lobos marinos de un pelo (Otaria byronia)
y de dos pelos (Arctocephalus australis), elefantes marinos (Mirounga leonina), ballena austral o
72
franca (Eubalaena australis) y aves marinas como los pingüinos (familia Spheniscidae),
cormoranes (Phalacrocorax sp.), albatros (familia Diomedidae) y gaviotas (familia Laridae), entre
otras especies existentes.
Fig.13: Ñandú petiso (Pterocnemia pennata), lobos marinos de un pelo (Otaria byronia) y
piche (Zaedyus pichiyy).
Los recursos animales y vegetales no se encuentran distribuidos de manera uniforme; se
presentan en forma de parches que reflejarían la microvariedad espacio-ambiental que
influencia la distribución de los recursos como los nutrientes, plantas, agua y condiciones
microclimáticas, generando una alta variación en la productividad de los recursos
(Oesterheld et al., 1998). Dentro de cada región ecológica (estepa, bosques montañosos,
costa oriental, costas e islas del sudoeste) la diversidad de recursos no es alta, su
concentración y abundancia estacional varían, volviéndolos en ocasiones variables e
impredecibles.
Fig. 14 : Paisaje característico de la costa patagónica central.
73
Fig.15: Paisaje de precordillera y cordillera andino-patagónica.
3.3. El marco temporal.
Se han propuesto diversos esquemas cronológicos para caracterizar la historia patagónica,
construidos en base a diferentes criterios de análisis que han variado no sólo en función de
los enfoques teóricos sino también en función de los avances metodológicos (C14, AMS,
palinología, etc.). Además, estas secuencias se fueron modificando a medida que aumentaba
la empiria aportada ante el incremento de investigaciones arqueológicas en el área.
La primer secuencia cronológica relativa fue propuesta por Oswald Menghin (1952a, 1952b,
1957), quien se basó en las industrias líticas y en su relación con los estilos rupestres,
abarcando desde el poblamiento hasta el período de contacto hispano-indígena.
Industria Nivel 11: 12.600 AP. Corresponde a instrumentos unifaciales de retoque marginal
elaborados sobre lascas grandes, puntas subtriangulares, fauna de guanaco actual (Lama
guanicoe) y fauna extinta o pleistocénica (Parahipparion y Lama gracilis).
Toldense: 9.300 AP. Caracterizada por la técnica de rebaje bifacial, bolas de piedra,
instrumentos de hueso y madera, puntas apedunculadas de limbo triangular de base recta.
Casapedrense: 7.300 AP. Se identifica la técnica de extracción de hojas y láminas y
boleadoras con surco. Prevalece la fauna de guanaco.
Protopatagoniense: 2.400 AP. Hojas cortas y raspadores de filo frontal corto; su
transicionalidad es definida por poseer tanto elementos o rasgos del Casapedrense como del
Patagoniense.
Patagoniense: 2.000 AP. Punta pedunculada con aletas de retoque bifacial e intensificación
en el consumo del guanaco.
74
Tehuelchense: 1.300-1.000 AP. Cerámica y puntas pedunculadas pequeñas, arco y flecha. El
estilo de arte rupestre geométrico complejo es considerado la expresión de mayor
dispersión del estilo geométrico. Este es considerado un testimonio de la influencia cultural
de las sociedades agrarias del noroeste argentino (andes) y su dispersión coincidiría con el
período Patagoniense Cerámico. Los autores de estas pinturas son reconocidos como
cazadores nómadas que mantuvieron contactos con sociedades agro-alfareras vecinas, a las
que impusieron esa modalidad de desplazamiento a pesar de que “los invasores araucanos
pertenecían a un nivel cultural más avanzado” (ver Menghín, 1957).
Adhiriendo a este esquema temporal, Gradín (1978), en un intento por obtener dataciones
radiocarbónicas, fecha el material orgánico asociado a restos de pigmentos que presentan la
misma composición química que los pigmentos de las paredes de los abrigos rocosos.
Conjuntamente intenta establecer, a partir de las pinturas de impronta de manos, las edades
de quienes las habrían estampado sobre los paredones rocosos, estableciendo que para los
estampados negros -considerados los más antiguos- las improntas corresponderían a niños
con edades comprendidas entre los 3 y los 5 años. En las pinturas blancas predominan las
manos de niños de 6 a 10 años en tanto que para los colores rojos-violáceos las improntas
adultas. Gradín esboza la hipótesis que vincula las pinturas más antiguas con ritos
infantiles, transformándose en épocas más modernas en prácticas de adultos. Cabe señalar
que la propuesta histórico cultural presupone que las características de los componentes
tecnológicos se correlacionaban con entidades culturales pasadas homogéneas e inalteradas.
De este modo los cambios -manifestados principalmente a nivel de la tecnología lítica-
evidenciarían el reemplazo de poblaciones a partir de mecanismos de difusión, invasión o
dominación, resultando en la pérdida de las características esenciales de las culturas. Lo
esencial del cambio cultural estaría reflejado empíricamente a nivel tecnológico, teniendo su
correlato en el nivel interpretativo en la lengua, la raza y la capacidad intelectual.
Desde la arqueología procesual (Borrero, 1995, 1996, 2001; Borrero et al., 1998; Miotti,
1998; 2003b; Miotti y Salemme, 1999, 2003) se han propuesto esquemas de periodificación
basados en la cronología de los sucesos geológicos, y fundamentados por el principio de que
los cambios climáticos producirían cambios en las adaptaciones humanas. El esquema
propuesto desde esta postura es el siguiente:
• Holoceno temprano: 8.500-7.500 AP. Período de exploración y colonización del
territorio, aumento de la humedad y el bosque se extiende al sur del paralelo 48º.
75
• Holoceno medio: 7.500- 3.000 AP. Aumento de la temperatura, ascenso del nivel del
mar y en consecuencia cambios en el clima y en la biota de ecosistemas más áridos.
• Holoceno tardío: 3.000 AP. Esta fecha es definida en función de la ingresión marina
del Holoceno (Codignotto, 1983).
La dinámica de esta propuesta cronológica estaría dada por mecanismos adaptativos
manifestados a través de la exploración, colonización y ocupación territorial por parte de las
poblaciones. El período histórico estaría comprendido en los momentos finales del Holoceno
tardío, en el que se registra la nueva colonización del territorio por parte de los europeos,
aproximadamente en el 500 AP. En este caso los mecanismos de cambio no serían entendidos
como consecuencia de los cambios ambientales, tal como lo plantea Borrero (2001), sino que
los cambios se habrían producido por causa de contactos indirectos entre las poblaciones
indígenas; de este modo las poblaciones patagónicas habrían recibido influencias de otras
etnias que sí mantenían contactos con la colonia. Este hecho las habría conducido hacia la
desintegración y extinción, procesos que tendrían su causa en la llegada de nuevas
enfermedades contagiosas y en uniones entre diferentes etnias, transformando la constitución
biológica de las poblaciones originales.
En un intento de elaborar una secuencia termporal basada en los desarrollos socio históricos
y no en los marcos geo-ambientales, M. T. Boschín (1993a, 2007) propone una secuencia
para Patagonia septenrional, ajustando las periodificaciones a la diversidad y particularidad
regional incluyendo un mayor número de elementos arqueológicos, sociales e ideológicos en
su definición.
• Etapa Inicial- Los Exploradores: 12.500 – 7000 AP
Poblamiento del territorio por parte de bandas que exploraban las áreas con mayor potencial de
recursos, con una economía de caza y recolección y con una ocupación de los reparos naturales
como aleros y cuevas.
• Etapa Media- Los Colonizadores: 7000 – 2000 AP
Colonización del territorio, ocupación social a nivel regional definido a partir de la tecnología y
composición lítica, de los motivos y conocimientos técnicos empleados en el arte rupestre, y
por las especies vegetales y animales consumidas
• Etapa Tardía- Los Dueños del Territorio: 2000 AP – 400 AP
Expansión y ocupación de todo el territorio por parte de los grupos regionales, etapa de
intensificación de las relaciones interétnicas, con una economía que suma el intercambio a la
76
caza y la recolección. La regionalidad social es reflejada en las diferencias étnicas, en la
territorialidad, en la explotación de los recursos y en la distribución de las estructuras funerarias.
Por último, la propuesta cronológica que se sigue en este trabajo es la planteada por Barceló,
del Castillo, Mameli, Moreno y Videla (2009a), que intenta relacionar el desarrollo de las
relaciones sociales de producción con la evidencia arqueológica, paleoambiental,
paleobiológica y la paleolingüística:
• Período de exploración del territorio: (13000-7000 AP.), bandas pequeñas que
exploran y recorren el territorio, con un uso no especializado de un ecosistema
gradualmente más caluroso y húmedo.
• Período de diversificación social: (7000 AP – 3000 AP) Se consolida la variabilidad
económica, la especialización en la explotación de recursos marinos y terrestres y el
intercambio. La evidencia arqueológica indica la aparición de nuevas herramientas
tecnológicas que habrían introducido modificaciones en las técnicas de caza, en la
movilidad y en el procesamiento de alimentos. Aparece la cerámica, el arco y la flecha,
las bolas líticas de caza, entre otros artefactos. Se produjo una diversificación genética
de las poblaciones y a nivel lingüístico se indica que las tres familias lingüísticas de
forrajeros costeros (chono, alakaluf, yaghan) provendrían de una lengua que se habría
diversificado a partir del 5000AP.
• Período de diversificación regional: entre el 3000 AP- 1500 AP comienza la
diferenciación de los grupos del norte patagónico hablantes del günune a iajüch de los
hablantes del chon (or tsoneka) concretándose para el 1500 AP se concreta la
separación definitiva entre los hablantes pedestres canoeros continentales e insulares
(selknam, haush y variantes).
• Período de Complejización Social: (1000 AP-500 AP) comienzan las primeras
evidencias arqueológicas de diferenciación de riqueza en entierros, la concentración
de artículos de prestigio en tumbas infantiles, la circulación de materia prima y
artículos de prestigio a través de redes de intercambio de larga distancia. El amplio
espacio ocupado por algunos asentamientos caracterizan esta etapa previa a la
adopción del caballo y previa también al período de contacto con europeos.
• Período de reunificación social: XVI Momento de contacto con los europeos,
período de integración regional expresado en la unificación de la lengua en la región
central de la Patagonia, en el que la lengua mapudungun sustituye en buena medida a las
lenguas locales. Este proceso es coincidente con la aparición y distribución de la
77
cerámica y del estilo de representación de grecas tanto en el arte rupestre, como en
placas de piedras grabadas, como en los diseños pintados sobre cueros. En este
contexto, la intensificación de las relaciones de intercambio construye nuevas redes
sociales de interacción, modificando los medios tradicionales de reproducción social y
de orden político.
En el campo de la historia y la etnografía, se ha utilizado como límite histórico
principalmente los siguientes parámetros:
Período post-conquista: a partir de la llegada de los primeros europeos en 1520 a
las costas meridionales patagónicas.
Período pre-ecuestre y ecuestre: la introducción del caballo es considerada una de
las causas principales del cambio de los patrones económicos, tanto para el norte de la
Patagonia como para cazadores para la región meridional. La denominación horse complex fue
utilizada para describir cómo la adopción de un elemento, en este caso el caballo, traía
aparejado cambios en todos los niveles de la cultura. Este argumento fue adoptado
primordialmente por los históricos culturales y luego criticado por Palermo (1986) y
Mandrini y Ortelli (1996), objetando el reduccionismo difusionista del mismo.
Conquista del desierto: a mediados del siglo XIX (1880), es el momento en el cual
el Estado argentino hace efectiva la avanzada militar hacia el sur del río Colorado, hito que
la Academia de Historia Argentina denominó “Campaña del Desierto” como forma
ideológica de justificación del exterminio indígena. La promoción de las ideas de progreso
por parte del estado liberal fomentó la consolidación de los lazos con Europa, la atracción
de inversiones extranjeras y la incorporación de mano de obra inmigrante, a la vez que
convirtió a la sociedad indígena en el factor más retardatario de este proceso. Dentro de
estos planes de integración y homogeneización de la población no hubo lugar desde la
historia oficial para las sociedades indígenas. Es básica y fundamentalmente desde el campo
de la historia desde donde se ha intentado poner en juicio y romper con estos mandatos
utilizados por la historia nacional (Mandrini, 1992a; Mandrini y Ortelli, 1996; Mases, 2002;
Palermo, 1986; Vezub, 2005), por lo que se ha buscado invertir el proceso reconstruyendo la
historia desde la periferia o “desde la política gestada en el interior de las tolderías” (Vezub
2005: 5). Este cambio paradigmático de la historia indígena no solo se intenta dar visibilidad
a estas sociedades a través de las fuentes producidas desde la propia colonia, también intenta
incorporar a las fuentes escritas los registros generados desde la propia sociedad indígena,
como un intento de “desnaturalización” de esta relación histórica.
78
Los fundamentos y la justificación de estos cuadros cronológicos para los períodos coloniales
han sido principalmente metodológicos. Los arqueólogos y etnógrafos histórico culturales han
utilizado la llegada de nuevos elementos culturales a la región, tal como lo expresa el proceso
de araucanización5
, como indicador de cambios introducidos por sociedades extra-patagonicas,
convirtiéndose la aparición del tejido, de la platería o de la agricultura en la señal de haber
alcanzado otra etapa cultural. En el caso de los historiador@s, estos han utilizado marcadores
como la aparición del caballo o el período ecuestre o pre-ecuestre por ejemplo, inspirado
principalmente por la etnología norteamericana y los estudios sobre los cambios sociales
reflejados en el horse-complex.
Una cuestión importante subyace tras estos esquemas: el sentido evolutivo de los mismos, ya
sea desde una mayor complejización en las representaciones rupestres, una mayor
complejización en la economía o una mayor complejización de las respuestas adaptativas. Tras
estas explicaciones las sociedades indígenas patagónicas son analizadas como bandas con una
economía de caza y recolección con una tendencia -a partir del momento de contacto con los
europeos- al cambio, entendido este como el producto de las intensificaciones entre las
relaciones con los europeos y con sociedades indígenas que se encuentran en otro estadio de
evolución cultural. Desde el punto de vista procesual (ver Borrero, 2001) se plantea una
desvinculación entre las sociedades indígenas actuales y las arqueológicas que se habrían
extinguido por causa de enfermedades o mezclas interétnicas. La reproducción de estos
argumentos significa que no se han desprendido en ningún momento de la concepción cultural
de los difusionistas o histórico culturales; solo consideran la posibilidad del cambio social a
partir de causas externas, producidas estas después del ingreso de los europeos a la región.
3.4. La reconstrucción histórica.
Las principales fuentes históricas conocidas para la región patagónica comienzan a
registrarse partir del siglo XVI. Para sistematizar la descripción las dividiremos en tres
5 Araucanización: procesos de transformación social ocurridos entre mediados del siglo XVIII y las primeras
décadas del XIX vinculados a la difusión de rasgos culturales principalmente de los grupos del oeste de la
cordillera andina hacia la pampa y norpatagonia argentina. (Ver el trabajo de crítica de Sara Ortelli de 1996
hacia este concepto).
79
grupos: viajer@s-explorador@s, misioneros y naturalistas exploradores. Esta
discriminación de fuentes tiene el propósito de caracterizar el marco sociopolítico en el que
se producen, lo cual permitirá comprender mejor el contexto, la perspectiva y los objetivos
de quienes las escribieron. Por otro lado también deseo aclarar que esta división es
meramente operativa, pues en ninguno de estos casos se puede entender el contexto
sociopolítico junto a la a veces no tan clara intencionalidad política que intenta justificar en
un principio la ocupación y conquista del territorio para la corona española (XVI-XVII)
cuyos enclaves no superaban las líneas de costa al este, la cordillera al oeste y el río
Colorado al norte; y en un segundo momento, respaldar el despojo de la tierra y la
rendición de las poblaciones indígenas en beneficio de la conformación de la burguesía
nacional (XVIII-XIX). De este modo las descripciones, los relatos y las observaciones de
origen exploratorio, religioso o científico se convierten bajo esta lectura en instrumentos
primordiales de estrategia política.
Fig. 16: Mapa étnico patagónico.
80
3.4.1. Viajer@s-explorador@s.
La primera crónica conocida para Patagonia es el relato de Antonio Pigafetta, quien bajo el
mando del Almirante Hernando de Magallanes arribó en 1520 a las costas de la bahía de
San Julián, en Patagonia meridional. En la búsqueda de la conexión interoceánica para la
corona española realizó las primeras descripciones sobre los pueblos patagónicos,
realzando su aspecto físico, principalmente su gran talla. Los denomina patagones
aduciendo al gigante Patagón, personaje de la novela de caballería Primaleón. A partir de
este primer encuentro se extiende el uso de la denominación Patagonia para la región y el
mito de una tierra habitada por gigantes se esparce por Europa. A partir de esta primera
expedición se sucedieron las siguientes crónicas para el área de la costa atlántica: Juan
García Jofre de Loaiza (1526), Simón de Alcazaba (1534), Alonso de Camargo (1539), Francis
Drake (1577), Thomas Cavendish (1586 y 1592), Oliver Van Noort (1599), Jacobo Le Maire
(1616), Gonzalo García de Nodal (1619), John Narborough (1670), (ver Embon 1950). Estas
brindaron descripciones sucintas sobre la organización social, estacionalidad, lengua,
vestimenta y obtención y manufactura de los recursos de las poblaciones indígenas
encontradas en la costa.
La segunda vía de colonización patagónica es la norcordillerana, la primer entrada registrada
al territorio del Neuquén es la expedición conducida por Jerónimo de Alderete en 1550,
quien buscaba la mítica ciudad de los Césares6
. A partir de 1553 las expediciones esclavistas
intentaban obtener mano de obra para trabajar en las minas y los salitrales chilenos, como
la de Francisco de Villagra (1553) y la de Juan Fernández (1620). El cronista de esta última
expedición, Diego Flores de León, realiza la primera distinción étnica para la región norte
entre puelches y poyas y la primera descripción geográfica del lago Nahuel Huapi. Este
período se caracterizó por las constantes rupturas, avances y retrocesos en las relaciones
fronterizas.
6 Mateo Martinic (2007: 7) señala tres orígenes diferentes de esta leyenda, A- búsqueda de una ciudad fundada
por nobles incas que habrían huido después de la conquista española, B- poblado de gente rica descubierto
por un capitán español llamado Francisco César que había integrado la expedición al río de la Plata de
Sebastián Caboto y C- una ciudad en las montañas andinas conformada por indígenas y náufragos de la
expedición de Francisco de Camargo (1540) en Magallanes.
81
A fines de siglo XVIII la presencia extranjera constituyó una amenaza para la corona
española, quien volcaría su estrategia política hacia la exploración del territorio y la
fundación de enclaves en la costa, en la cuenca del río Negro y en los pasos cordilleranos,
con el fin de encontrar un vía de comunicación interoceánica y quitar el control de los
crecientes circuitos de intercambio ganaderos a los indígenas que atravesaban el territorio
desde la Pampa hasta el Océano Pacífico. En función de estos objetivos geopolíticos los
primeros asentamientos se localizaron inicialmente sobre la costa: en 1779 se funda
Carmen de Patagones en la desembocadura del río Negro y Fuerte San José en la Península
de Valdés y en 1780 San Julián en Bahía San Julián. En 1783 el Rey Carlos III de España
decide abandonar estos establecimientos manteniendo solo el de Carmen de Patagones por
resultar muy costoso su mantenimiento y aprovisionamiento.
Entre 1779 y 1789 Francisco Villarino explora el río Colorado y el río Negro para la corona
española, confecciona una carta geográfica y registra su recorrido en un diario de
navegación, en el que señala las posibles vías de comunicación y control de los territorios
indígenas, por lo cual intenta identificar y esclarecer con precisión la hidrografía, topografía
y los contactos con poblaciones indígenas.
Entrado el siglo XIX las fuentes de los viajeros-exploradores reflejan los principales
problemas planteados por el Estado argentino, que paralelo a la declaración de su
independencia, en 1816, necesita consolidarse en su territorio. De este modo las
exploraciones se centran en la obtención de datos sobre la vía atlántica de penetración
patagónica y en el establecimiento de relaciones con los indígenas, con el fin de
controlarlos y someterlos. Muchos han sido los exploradores que han intentado penetrar en
la Patagonia y de muy variadas nacionalidades, y aún hoy siguen cuestionándose los fines de
sus viajes y la manera de obtener información que servía a los intereses de otras naciones.
No haré una descripción de cada travesía pero intentaré nombrar a la mayoría de los
exploradores a modo de evidenciar que el siglo XIX constituyó el siglo del descubrimiento total
de la Patagonia, traspasando los límites de los puertos y enclaves periféricos y el
descubrimiento del interior, descubrimientos que de algún modo permitieron ampliar el
conocimiento sobre la vida más allá de las fronteras.
Durante el siglo XIX siguen siendo muy escasas las fundaciones, a pesar de la importancia
geoestratégica que ha ganado el territorio. En 1859 Luis Piedra Buena funda el
82
establecimiento privado de la isla Pavón (ver Entraigas 2000), próxima a la desembocadura
del río Santa Cruz, donde construye una factoría para el intercambio de víveres con los
indios y para proveer sal a las islas Malvinas. A pesar de los fines reivindicativos de
soberanía argentina proclamados por Piedra Buena, este proyecto no prosperaría a
diferencia del emprendimiento de colonización galesa, que en 1865 se instala más al norte,
en la desembocadura del río Chubut. Esta colonia, conformada por inmigrantes de origen
galés y alentados por el gobierno argentino para ocupar tierras australes, tenía la
peculiaridad de ser un asentamiento sin fuerza militar, estando constituido exclusivamente
por grupos familiares galeses. Entre 1865 y 1902 la comunidad galesa creció y se extendió
hacia las nacientes del río Chubut hacia el oeste cordillerano, subsistiendo principalmente
en base a una economía agrícola y reivindicando la soberanía argentina hacia la cordillera.
La lucha por la soberanía marca forzosamente la historia de otros establecimientos como
Fuerte Bulnes-Punta Arenas, al igual que las relaciones interétnicas con los Aonik Kenk o
Tehuelches meridionales. La importancia geopolítica de este establecimiento para Chile y el
desarrollo de su comercio, acompañan los intentos de cooptación indígena con el fin de
evitar el reconocimiento del Estado argentino (Martinic, 1979).
Entre los explorador@s más reconocidos encontramos al inglés George Musters, quien
realizó el primer recorrido por el interior patagónico, desde el sur hacia el norte
acompañando a la gente de los caciques Tehuelche o Aonik Kenk, llamados Orkeke y
Casimiro. En su plan de viaje intenta unir los cuatro asentamientos habitados por blancos
para ese entonces: Punta Arenas, Isla Pavón, la colonia galesa y Patagones. En 1871 publica
su experiencia patagónica en el libro Vida entre los Patagones; la calidad de sus observaciones,
los detalles sobre la vida cotidiana, lengua y representaciones simbólicas, son descriptas con
tal minuciosidad que convierte la obra de Musters en una de las fuentes más relevantes del
siglo XIX.
83
Fig. 17: Wiki, Indio Tehuelche matando un puma (Musters, 1964).
Entre 1862 y 1863 el explorador chileno Guillermo Cox cruzó la cordillera andina
alcanzando la región del lago Nahuel Huapi. Escribió Viaje en las regiones septentrionales de la
Patagonia (1862-1863). Esta obra de excepcional calidad describe el corredor araucano-
patagónico, su hidrografía, geología, botánica y zoología. Destacan también los registros
sobre la lengua mapuche o araucana, incluyendo una traducción al castellano y con los
equivalentes en lengua reconocida como tehuelche norte y sur.
Entre las exploraciones más curiosas se halla la del francés Orélie Antoine, quien en 1860
se declara Emperador de Araucanía y Patagonia, instalándose en la parte occidental de la
cordillera de los Andes (Braun Menéndez, 1973). Pretendía organizar un reino andino por
lo que acuñó moneda y fundó una dinastía que actualmente continúa reclamando sus
derechos desde Francia, a pesar de haber sido expulsado Antoine de la Patagonia en 1862.
También otro francés, Auguste Guinnard, nos proporciona un particular testimonio en su
libro Tres años entre los patagones, en el que relata los años que permaneció cautivo de los
indios y refiriendo los padecimientos, así como observaciones sobre el mundo cotidiano
indígena. Aunque lejos estaba de su intención, sus observaciones ponen en cuestión el
salvajismo y la elementalidad de los modos de vida dentro del cual se encuadraba a estos
pueblos. El norteamericano Benjamín Franklin Bourne (1853) sufre la misma suerte, queda
en cautiverio durante cuatro meses entre los Aonik Kenk, recorriendo el extremo
meridional de la Patagonia y describiendo la convivencia con los gigantes Patagones.
84
Fig. 18: Fotografía tomada por el fotógrafo italiano Benito Panunzi en 1865. En la
imagen posan un grupo de indígenas Aonik Kenk, entre los que se encuentran el Cacique
Casimiro y su hijo Sam Slick (Archivo Biblioteca Nacional Argentina).
A través de la Patagonia (1880), es el primer relato femenino registrado en Patagonia. Fue
escrito por una aristócrata y exploradora inglesa, Florence Dixie, quien junto a su esposo y
hermanos recorrió Patagonia meridional contactándose con los Aonik Kenk. Es interesante
la motivación que produjo el texto de Musters en estos viajeros y como el mito del desierto o
tierra de nadie, se refuerza a lo largo de sus descripciones.
También cabría señalar a Carlos Moyano (1877-1890), Luis Fontana (1870), Ramón Lista,
Eduardo O´Connor (1880). En su conjunto estos textos narran el paisaje exótico dentro
del cual se incluye al indígena, cuyas cualidades cristalizan el estereotipo de sociedades
simples-salvajes-inferiores. Esta naturalización del otro, del diferente, implica la pérdida de
su historicidad y una idealización de sus modos de vida. La construcción de los relatos de
viajeros acompaña paralelamente el proceso de descubrimiento del potencial de una región
y del conocimiento de la capacidad de sus habitantes para resistir la avanzada estatal,
constituyéndose en última instancia en parte de la justificación del proceso de conquista.
3.4.2. Misioneros.
La exploración de la Patagonia argentina por parte de los misioneros se entiende dentro de
los intereses y estrategias de expansión política de la Corona española. Tanto la Araucanía
chilena como la Patagonia argentina conformaron un foco de atracción para el desarrollo
85
de una economía regional. Uno de los primeros obstáculos para el desarrollo de este
proyecto fue desatado por la Guerra de Arauco contra los indígenas, comenzando en 1598
y finalizando en el siglo XIX. Luego las relaciones entre indígenas y colonia fueron
mejorándose hasta 1654-1656, momento en el cual resurgen las incursiones en busca de
esclavos indios, quebrando el Parlamento de Quillín que avalaba el establecimiento de
fuertes y misiones y la devolución de los prisioneros indígenas. A partir de 1657 las
relaciones fronterizas vuelven a mejorar en parte producto de la abolición de la esclavitud y
del cese de caza de esclavos, medidas promovidas por los gobiernos para amenguar los
conflictos. Es en este contexto que se establece la primera misión Jesuítica en 1669 fundada
por el Padre Mascardi7
, denominada Nuestra Señora del Nahuel Huapi (1669-1717) y
refundada por los padres de la Laguna, Guillelmo, Zuñiga y Elguea provenientes del
establecimiento jesuítico de Chiloé en la Araucanía chilena. Esta misión fue reconstruida
dos veces como consecuencia de un incendio y del asesinato de los misioneros que allí
predicaban, lo que demuestra como en cincuenta años se incrementaron las relaciones
hostiles debidas principalmente al aumento de las incursiones esclavistas. Hubo dos
intentos más de fundación de la misión hasta 1767, año en que los jesuitas son expulsados
definitivamente de las colonias españolas por orden de Carlos III.
En 1774 es publicada la obra del jesuita Tomás Falkner, quien dio a conocer las principales
características del territorio y de sus pobladores. Su trabajo se basa principalmente en
observaciones de terceros ya que él nunca estuvo en Patagonia; a pesar de ello se ha
convertido en una de las fuentes históricas de mayor referencia y alcance, brindando
información sobre la fragilidad de la ocupación territorial de la corona española en la
Patagonia (Falkner ,1744-1751).
Para el siglo XVIII la orden de los Franciscanos establece nuevas misiones en la cordillera
patagónica norte. Provenientes del Colegio de Propaganda Fide de Chillán en la costa
pacífica, fundaron en la actual provincia argentina del Neuquén la misión Nuestra Señora
del Pilar de Rainleuvú, en 1758 (Pinto Rodríguez, 1988). Esta misión junto con las de
Chillán y Santa Bárbara (al sur del río Bío Bío en Chile) estaban emplazadas en el medio del
circuito ganadero que articulaba ambas laderas andinas; en pocos años fracasó siendo
rechazada por los Pehuenches al entender que estaban invadiendo su territorio.
7 N. Mascardi y su Carta relación de 1670, reproducido en: M. Vignati: Antecedentes para la protoetnografía
del Norte de la Patagonia, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 34: 2, 1963. p.
86
Estas misiones funcionaron como el principal instrumento de cooptación indígena, desde
donde se reconocía y describían los nuevos territorios y sus habitantes, pero no solo la
evangelización católica arribó a tierras. Entre 1833 y 1834 dos misioneros anglicanos,
William Arms y Titus Coan, fueron enviados por la American Board of Commissioners for
Foreign Missions a la costa patagónica meridional con el fin de evaluar la factibilidad de
instalar una misión en la zona. Convivieron durante más de dos meses con los Aonik Kenk,
publicando Coan en 1880 el informe: Adventures in Patagonia: a Missionary's Exploring Trip,
ofreciendo detalles minuciosos sobre los modos de vida de los Aonik Kenk, resaltando
entre otros aspectos la indomabilidad de su carácter. Años más tarde en 1862, la Sociedad
Misionera de la Patagonia de raigambre anglicana envía al misionero alemán Theophilus
Schmidt y al suizo John Hunziker a establecer una misión dedicada principalmente a la
evangelización de los niños indígenas. Los misioneros permanecen un año conviviendo con
el mismo grupo de indígenas cerca de la desembocadura del río Santa Cruz y tras el fracaso
de la misión abandonan definitivamente su proyecto. En 1912 R. Lehmann-Nitsche da a
conocer parte de la obra de Schmidt publicando: Vocabulary and rudiments of grammar of the
Tsoneca Language y Grammar of Tsoneca Language8
y en 1964 Vignati prologa y comenta otra de
sus obras: Misionando por Patagonia Austral, 1858-1865. Usos y costumbres de los indios patagones.
Para 1876 contamos con la presencia de la última orden religiosa dirigida por Giovanni
Bosco, el fundador de la orden de Salesianos, quien describe en la obra La Patagonia y las
Tierras Australes del Continente Americano un panorama rico en información geográfica y
étnica con el fin de buscar apoyo por parte del Vaticano para financiar las misiones que se
proponía llevar a cabo en la Patagonia (Nicoletti, 2007). Estas misiones son sincrónicas con
la Campaña del Desierto, se establecen primero en Carmen de Patagones a orillas del río
Negro y se extendieron hasta la Isla Grande de Tierra del Fuego. El fin de este proyecto
evangelizador fue muy claro, acompañar en las exploraciones territoriales, evangelizar a los
indígenas una vez sometidos y educarlos en oficios útiles a los planes del Estado9
.
8 Ambos tratados fueron publicados en 1912 en el 17 CIA (1910), Bs.As. 9 Las misiones-escuelas fundadas eran llamadas escuelas de artes y oficios, de agricultura o de primeras letras.
En ellas se preparaba a los indígenas para el trabajo en hospitales, imprentas, periódicos; para el trabajo en
obras públicas como canales, plantaciones, caminos, observatorios metereológicos, iglesias, capillas (1889-
1913).
87
3.4.3. Naturalistas-exploradores.
La mayoría de los exploradores desde el siglo XVI al XIX que visitaron la Patagonia
intentaban realizar los primeros reconocimientos geográficos del territorio a la vez que
buscaban los pasos transcordilleranos. Estos objetivos se verían interrumpidos a partir del
siglo XIX, momento en el cual los estados nacionales tanto argentino como chileno
comenzaban a organizarse. Los naturalistas-exploradores responderían en adelante a
legitimar los intereses estatales que presionados estos por los terratenientes rioplatenses
(Lois, 2002) que intentaban apropiarse de los recursos del “desierto”.
Alcide D´Orbigny fue un naturalista francés formado principalmente dentro del campo de
la paleontología. Enviado por el Museo de Historia Natural de París a explorar y reconocer
el río de La Plata y la Patagonia; permanece durante ocho meses en el enclave de Carmen
de Patagones, pudiendo recorrer desde allí la desembocadura del río Negro. En estas
travesías contacta con los que denomina araucanos, puelches y tehuelches. Esta experiencia
queda registrada en Voyage dans l’Amerique Meridional publicada en 1834. En 1839 publica la
obra El hombre americano, describiendo las características culturales, lingüísticas, físicas y
psíquicas de las etnias con las que convivía. Intenta reconocer todas las variables que
pudieran ser consideradas como determinantes de la vida indígena, como las condiciones
ambientales y morales innatas. Estas observaciones lo llevaron a definirlos como indios
libres, intentando encontrar una explicación a esta condición de falta de sometimiento al
capitalismo, de temperamento de guerreros “orgullosos” e inconversos en las condiciones
ambientales severas que perfilaban un carácter imperturbable al avance de la civilización
(Navarro Floria 2000).
En 1832 arriba a la Patagonia el barco inglés“Beagle”, comandado por el capitán Robert
Fitz Roy. A bordo de esta nave asistía como dibujante el naturalista Charles Darwin.
Durante su viaje realiza minuciosas descripciones sobre geología, flora y fauna actual y
fósil; de estas comparaciones se esbozarán las primeras relaciones sobre los orígenes y
extinciones de la biota americana. También describió a los habitantes de la Patagonia,
comparando y diferenciando a los indígenas continentales de los insulares. A estos últimos,
los habitantes de la Tierra del Fuego, los describió como fósiles vivientes por considerarlos
representantes de los más primitivos estadios de evolutivos. A partir de su obra Viaje de un
88
naturalista alrededor del mundo (1839) renueva el interés de la comunidad científica occidental
hacia el extremo sur de América.
Fig. 19: Representación de: un campamento tehuelche (en D. D’Urville, 1846).
El naturalista suizo Jorge Claraz fue uno de los primeros europeos que recorre el interior
de la Patagonia norte acompañado por un grupo de indígenas Gününa Küne, remonta el
río Negro y atraviesa el interior mesetario alcanzando así el curso medio del río Chubut. Su
recorrido sigue las denominadas rutas indígenas por el interior patagónico, estas contaban
con parajes ocupados estacionalmente, cuyos nombres tehuelches fueron registrados por el
naturalista. Confeccionó un amplio registro de vocabulario tehuelche, identificó y
sistematizó la flora, sus usos medicinales y comestibles, registró mitos y narraciones, ubicó
yacimientos arqueológicos y paleontológicos, caracterizó la geología del interior y evaluó
los potenciales productivos del área. En 1988 se dan a conocer sus diarios de viaje
publicados como Diario de viaje de exploración al Chubut, 1865-1866.
Uno de los más reconocidos naturalistas argentinos fue Francisco Pascasio Moreno. Poseía
una amplia formación en geología y paleontología, profundizando en sus expediciones los
intereses hacia el campo antropológico. En 1873 realiza su primer viaje como geólogo y en
1875, financiado por el gobierno provincial de Buenos Aires, intenta contactar a los
pobladores del río Negro para realizar una detallada descripción geográfica del interior
patagónico. En 1876 realiza su cuarto viaje financiado por la Sociedad Científica Argentina,
89
este recorrido es plasmado en su libro: Viaje por la Patagonia Austral. Cabe señalar que para
este período la región ubicada al norte de la Patagonia y adyacente a Buenos Aires,
conocida como la Pampa, estaba siendo sometida por el General Roca10 con el propósito
de expandir la línea de frontera hacia el sur alcanzando el río Negro y el río Neuquén,
aprovechando que el Estado chileno concentraba sus fuerzas en la guerra del norte contra
Perú y Bolivia. En este contexto Moreno vuelve a la Patagonia en 1879 e intenta establecer
relaciones con los caciques manzaneros11
, con el objeto de aportar información al Estado a
los efectos de reducir los riesgos en la conquista territorial.
Fig.20: Mapa de la Patagonia Septentrional, realizado por Francisco Moreno durante una
expedición realizada entre 1876-1877.
El naturalista francés conde Henry de la Vaulx exploró la Patagonia entre 1896 y 1897 con
el objetivo de recabar información antropológica sobre sus poblaciones. Arribó con la idea
10 Los éxitos de las campañas militares llevaron al General Julio A. Roca a la presidencia de la Nación
Argentina en el período de 1880-1886. 11 Manzanero es la denominación que adquieren hacia fines del XIX los grupos indígenas que habitaron las
adyacencias de los ríos Limay y Negro, identificado este territorio con las jefaturas indígenas lideradas por el
cacique Saygüeque . (Vezub, 2005)
90
de considerar a la región como reservorio privilegiado de la ciencia, siguiendo sus propias
palabras: “…Si l’on me demandait quel est le pays où la science peut s’enrichir le plus sûrement, je
désignerais sans hésiter la Patagonie…” (1896-1899: 71). Para cumplir con ese fin excavó,
recogió, y describió el material esqueletal de los entierros que los indígenas denominaban
chenques12
. Esta metodología le permitió recolectar un centenar de cráneos y objetos
enterrados en carácter de ofrenda como lo indica en su obra Voyage en Patagonie (1901). En
ella relata con precisión los lugares de procedencia y las características principales de las
piezas zoológicas, entomológicas, paleontológicas, antropológicas y arqueológicas.
A esta lista de científicos debemos agregar los trabajos del naturalista alemán Hermann
Burmeister, el geólogo nortemericano Bailey Willis, el italiano Clemente Onelli y los
científicos que acompañaron y presenciaron la expedición militar al río Negro en 1879:
Pablo F. Lorentz, Adolfo Dorhing, Gustavo Niederlein y Federico Schulz y el Ingeniero
Alfredo Ebelot (ver Navarro Floria, 2000).
En su conjunto las descripciones de este período estaban impregnadas de una imagen del
indígena como representante de la barbarie antagónico al proyecto de civilización-progreso
planteado desde los nuevos Estados. La mayoría de estas fuentes provee información en
todos los campos de las ciencias naturales, que para ese entonces no solo incluía la
geología, botánica o zoología, sino que también incluía las descripciones sobre el hombre
en estado natural. Esta concepción positivista decimonónica de la ciencia arraigó en los
discursos políticos la idea de un desierto cultural: poblaciones indiferenciadas, falta de
progreso, incapaces de generar trabajo productivo y expresión de la barbarie (Navarro
Floria, 2000). La ciencia justificó esta diferencia y como diría Franz Fanon (1961) no existe
el capitalismo ni acumulación de capital sin racismo, ni tampoco hay racismo sin
capitalismo. Y este proceso refleja precisamente cómo en los proyectos de creación de los
nuevos Estados fue necesario se necesitó justificar el desalojo y el exterminio.
12 Entierros formados por piedras superpuestas a nivel de la superficie del suelo.
91
Fig. 21: El cacique Gúnüne Kena, Mañacaike y su familia fotografiados en el frente de su
toldo confeccionado de cuero de caballo (Archivo General de la Nación, Argentina, 1969).
3.5. La perspectiva etnológica.
En las primeras décadas del siglo XX comienzan los estudios etnográficos a partir de los
trabajos de Milcíades A. Vignati (1936), Tomás Harrington (1946) y Federico Escalada
(1949) quienes, sirviéndose de fuentes escritas y de su propio trabajo de campo, intentaron
unificar, diferenciar y clarificar el panorama etnográfico; sus trabajos apuntan a
clasificaciones fundamentadas en la asociación de los conceptos de raza, cultura y territorio.
Vignati por ejemplo proponía que todo elemento considerado culturalmente complejo era
resultado de las relaciones con pueblos del oeste cordillerano, creyendo que las
innovaciones dadas en las denominadas altas culturas se habrían difundido hacia el sur-
sureste, actuando como estímulo externo (Vignati, 1944). En la mayoría de sus
investigaciones se sirve de fuentes históricas y fuentes de segunda mano, centrando
principalmente su interés en la recopilación de datos empíricos, en la elaboración de
detalladas descripciones y en el afán por realizar síntesis interpretativas que le permitieran
establecer los límites de las etnias conocidas históricamente para Patagonia: pampas,
tehuelches y araucanos (Nacuzzi, 2005).
92
Entre los primeros registros etnográficos propiamente dichos figuran los de Federico
Escalada13, quien durante los años que vivió en la localidad de Río Senguer, Chubut,
elaboraría su esquema etnológico y trabajaría en la recopilación de un registro oral. Este
autor propone una división étnica entre grupos mapuche o araucano, complejo tehuelche y
fueguino, fundamentada en diferencias referentes a rasgos lingüísticos, culturales y raciales.
Para Escalada, la denominación de complejo tehuelche contempla la inclusión de grupos gününa
kenk o tehuelche septentrional, aónik kénk o tehuelche meridional, chehuachekénk, selknam y
man’kénk14
. En su publicación sobre las cuencas hidrográficas patagónicas (Escalada, 1949)
enfatiza la vinculación entre etnia y territorio, definiendo áreas de circulación de los grupos
tehuelche a través de las principales cuencas hidrográficas patagónicas.
En los trabajos de Tomás Harrington encontramos un exhaustivo registro de la lengua
günün a iajüch del grupo autodenominado gününa’kénk de Patagonia septentrional. Este
autor, siendo inspector de escuelas en la meseta central de Chubut, no solo realiza un
registro de la lengua que recoge a lo largo de los quince años de trabajo en Patagonia (1911-
1936), sino que como parte de su obra recoge leyendas, canciones y referencias
toponímicas, con referencias tanto en lengua mapuche, como en günün a iajüch y en español.
Tanto Harrington como Escalada, a pesar de no ser etnógrafos profesionales y de estar
ellos mismos inmersos dentro de los postulados anticuaristas y tipologicistas, intentaron
poner de manifiesto aquello que aún sobrevivía de las sociedades indígenas, convirtiéndose
sus etnografías en las mejores descripciones disponibles sobre los cambios sufridos después
de la conquista.
13 Médico de la Gendarmería Argentina en la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia, Chubut,
Argentina. 14 Los primeros etnógrafos realizaron transcripciones fonéticas en las que el sonido indígena se hacía
corresponder a la fuerza al sonido de la lengua castellana (o inglesa) que más se parecía a juicio subjetivo del
que lo transcribía, por lo cual tanto etnónimos como glotónimos se presentan en la bibliografía de diversas
maneras. Aunque la lingüística patagónica es hoy una disciplina bien establecida, carece de una normalización
fonética (véase Viegas Barros, 2005). En este artículo hemos tomado la opción de tipificar etnónimos y
glotónimos de acuerdo con las reglas más usuales en la etnografía actual, aunque somos bien conscientes que
hemos optado por la solución más simple, y no quizás la más correcta (cf. Barceló et al., 2009b).
93
Fig. 22: Imágenes de los pueblos patagónicos norcodilleranos, registradas por el geólogo B.
Willis en 1914. (Willis 1914a, frente a p. 302).
Llegados a este punto, resulta fundamental destacar que estas primeras etnografías tuvieron
lugar ya avanzada la desarticulación de la sociedad indígena y de justificación del orden
estatal. Para ese entonces los indígenas representaban un objeto-rareza en vías de extinción
que demandaban un rescate de índole prioritariamente simbólico y cultural. La necesidad
de rescatar al último tehuelche, conduce a una afirmación implícita sobre la inmutabilidad
de la población indígena, y al mismo tiempo hacia la una exclusión dentro del proyecto
nacional en construcción.
A modo de síntesis podemos decir que estos tres autores coinciden en plantear una
definición sobre la organización social tehuelche basada en rasgos raciales, culturales y
lingüísticos esenciales, cuya ordenación geográfica permitió la delimitación de las fronteras
entre las diferentes parcialidades étnicas. Los límites interétnicos reflejaban entonces las
coincidencias con los mosaicos ambientales, concibiendo de este modo al territorio de
94
manera equivalente tanto con el ambiente como con los grupos étnicos. En el análisis de la
sociedad indígena la idea de simplicidad continuó la propuesta de las fuentes históricas, y la
herencia del paradigma Darwiniano se expandió a todas las etnias del territorio. Más allá de
que el mismo Darwin observara y describiera sociedades bien diferenciadas, la concepción
evolutiva de simplicidad descripta para los canoeros del extremo austral, sumado a las
extremas limitaciones ambientales o territorio maldito en palabras de Darwin, se trasladaron a
la descripción de todo el ámbito patagónico y se reprodujo así posteriormente en la
bibliografía etnográfica.
Señalamos separadamente los trabajos de Rodolfo Casamiquela por entenderlos como una
pervivencia de esta manera de hacer etnografía, sirviendo de eje articulador entre las
primeras prácticas etnográficas y la Escuela Histórico Cultural. Formado como autodidacta,
sus investigaciones comienzan con un análisis dentro del campo de la paleontología,
volcándose luego hacia la etnografía y la lingüística. El pensamiento que subyace dentro de
toda su obra es el tipológico clasificatorio del anticuarismo y de la Historia Natural de la
época de la Ilustración. Este autor traslada los formatos de clasificación linneanos que
utiliza como paleontólogo a la conformación de tipologías étnicas que vinculan lengua,
cultura, raza y territorio. En su esquema de clasificación propuesto para el siglo XVIII-XIX
(Casamiquela, 1965) utiliza fuentes históricas de las que extrae información lingüística y
gentilicia, sumado a su propia información etnográfica. Identifica grupos primigenios a partir
de su lengua y visualiza la dinámica limitándose a consignar posibles relocalizaciones
espaciales, a la vez que cree identificar influencias de etnias “extranjeras”, hablantes de
otras lenguas. Ejemplo de estas influencias externas sería el caso del pueblo manzanero,
que habría incorporado la lengua mapudungün y se situaría en el sur de Neuquén, es decir,
una cultura que se habría transformado a partir de las particularidades de su emplazamiento
y en lo fundamental por el contacto con otras etnias (Casamiquela, 1985).
95
Fig. 23: Mapa tomado del artículo de R. Casamiquela, Los pueblos indígenas. Ciencia Hoy,
vol. 2 N° 7, 1990. En él representa la distribución de las etnias patagónicas durante el siglo
XVII y XIX y demarca las fronteras interculturales.
Claramente, para Casamiquela la variabilidad étnica y territorial del poblamiento autóctono
de Patagonia es concebida como un mecanismo a base de conjuntos cerrados, cambiantes
solo por causa de la contaminación de las bases primarias de su configuración interna: lengua-
raza-territorio-cultura. En sus trabajos, los postulados etnológicos continúan la búsqueda
de la tradición nacional, asociando lo tehuelche con la formación de lo patagónico-
argentino, y asociando lo mapuche a todos aquellos rasgos considerados chilenos. Tal
como dice en sus textos: “El área más conservativa del norte de la Patagonia fue, desde luego, el
corazón del Río Negro y del Chubut. Las influencias de los indígenas sur-neuquinos, sensu lato, y
96
Araucanos veros, que llegaban por el noroeste y oeste, no trascendían seguramente de Maquinchau hacia el
interior, por lo menos de manera significativa. Mayor contaminación había –curiosamente- con los
Tehuelches meridionales [...]” (Casamiquela, 1985:4). La constante búsqueda de orígenes de
poblaciones puras le impide concebir la transformación histórica del indígena y aceptar el
mestizaje. La posibilidad de encontrar algún elemento de diferenciación social implicaba
haber encontrado un rasgo definitorio del cambio, entendido este como reemplazo
poblacional y vinculándolo a diferencias nacionales: tehuelches-argentinos/mapuches-
chilenos. A pesar de la lectura lineal de sus planteos y de las fuertes críticas pronunciadas
sobre la empiria histórica, etnográfica y sobre la realización de asociaciones lingüísticas
directas (Nacuzzi, 1998; Vezub, 2005) o sobre la desactualización de los argumentos
antropológicos que refutan las asociaciones entre raza-cultura (Cocilovo, 1992), desde el
campo arqueológico su esquema es entendido como el resultado final del devenir histórico de
las sociedades indígenas, y como el reflejo de las relaciones vigentes en el proceso final de
la desarticulación de las poblaciones originarias.
3.5.1. La etnología Histórico-cultural.
La Escuela Histórico Cultural o Escuela de Viena comienza a desarrollarse en la Argentina
a partir de la llegada de los antropólogos italianos José Imbelloni y Marcelo Bórmida y del
suizo Oswald Menghín al ámbito académico de la Universidad de Buenos Aires15
. En este
apartado se hará referencia a Imbelloni y a Bórmida que fueron los que más han aportado
al campo de la antropología física el primero y al de la etnología respectivamente. La
información sobre Menghín será desarrollada en el en el apartado 3.7.2.
Los miembros de esta escuela desde una postura teórica que el mismo Bórmida
denominaba Fenomenología Etnológica, basaba su construcción del objeto de estudio en el
concepto de mentalidad primitiva definido por Levy-Brühl, oponiendo la mentalidad mítica
irracional a la mentalidad occidental (Bórmida, 1976). De este modo se centraron en el
registro de mitos indígenas, por considerarlos la expresión de las estructuras mentales
15 Terminada la Segunda Guerra Mundial el gobierno peronista respaldó la llegada de investigadores europeos
al país ofreciéndoles cargos en las universidades como el caso de Vladimiro Males (yugoslavo), quien dirigió el
Instituto de Etnología de la Universidad de Tucumán o del húngaro Miguel De Ferdinand quien dirigió el
Instituto de Arqueología y Etnología de la Universidad de Cuyo. El mismo Imbelloni creó el Instituto de
Antropología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1947.
97
esenciales e inmutables en el tiempo. La antropología de Imbelloni y Bórmida debe ser
entendida como un trabajo en conjunto pues mientras el antropólogo físico registraba la
antropometría y las características somatológicas de los grupos indígenas, Bórmida
indagaba y registraba mediante entrevistas los rasgos intelectuales16
. Ambos entendían que
la cultura debía ser analizada tanto desde los componentes mentales, culturales, como
desde los raciales y consideraban a las entidades culturales como esencialmente
homogéneas con una continuidad temporal inalterada. Definieron culturalmente a la región
desde proyecciones históricas de los grupos etnográficos, a las variaciones lingüísticas
descriptas por los primeros cronistas que llegaron a la región y a los estudios etnográficos
realizados por ellos mismos en largas temporadas de campo. Explicaron las etnias como
entidades inmutables, y a la difusión, migración, guerra o invasión como los mecanismos de
cambio social, sin poder observar los cambios que ha producido la sociedad actual en ellas.
De este modo las describen como relictos de sociedades en extinción que están sufriendo o
pasando por un período de decadencia que inevitablemente ocurre en todos los ciclos
culturales (Bormida y Casamiquela 1958-9).
Estos autores daban importancia a la influencia que tendría el medio ambiente en el
desarrollo de la cultura, considerando la existencia de un principio de cohesión interna
determinante de la diferenciación entre pueblos naturales y civilizados. Para ellos los pueblos
patagónicos carecían de este principio de causas internas, lo que sumado a las restricciones
ambientales resultaba en sociedades con una completa falta de progreso (Boschín y
Llamazares, 1986). Sostenían que los pueblos agrícolas llegados a partir del siglo XVIII a la
Patagonia desde la Araucanía, pertenecían a un sustrato cultural superior que reemplazó
gradualmente a los grupos cazadores de la estepa, pero cuyo nivel económico por causa de
las restricciones ambientales se adaptó al modo de vida ecuestre y a la crianza de ganado.
Este reemplazo o sustitución de una población por otra representaría un proceso gradual,
evaluado en base al grado de reemplazo de la lengua, difusión de elementos culturales y
modificaciones raciales. Curiosamente, a nivel de la organización social consideraban que la
adaptación a un modo de vida ecuestre significaba la pérdida de la estratificación social,
rasgo característico del pueblo mapuche o araucano, manteniendo los rasgos más típicos
como la platería, los tejidos y sus rituales, pero reemplazando una subsistencia agrícola por
una cazadora. Esta contradicción analizada por Mandrini (1992) y Ortelli (1996), deja en
evidencia la profunda influencia de los elementos ideológicos y racistas que sustentan sus
16 Los patagones. Características corporales y psicológicas de una población que agoniza (Imbelloni, 1949)
98
teorías. La evidencia que ellos mismos generaban estaba demostrando profundos cambios a
nivel social, pero la reducción del análisis a identidades esenciales y cerradas solo les
condujo a interpretar la imposibilidad de que sociedades primitivas pudieran mezclarse con
sociedades superiores, pues el desarrollo de capacidades mentales, la expresión de sus atributos
físicos y el nivel de desarrollo cultural eran consideradas pruebas categóricas de sus teorías.
Las consecuencias de este tipo de etnografía fueron muy claras: una disciplina dedicada a
las sociedades arcaicas no occidentales y a una historia desconectada del pasado indígena,
funcional a la justificación de la explotación, invisibilización y exclusión social de los
pueblos patagónicos (Boschín, 1993 b).
3.6. Taxonomías Lingüísticas.
Los análisis lingüísticos para Patagonia se han basado en el registro de la variación temporal
de la lengua para estimar la diversidad de los grupos étnicos. Los principales recursos
utilizados han sido las fuentes históricas de los siglos XVI y XIX junto a los relevamientos
etnográficos que en el apartado anterior han sido descritos. En total se han reconocido 30
lenguas y dialectos diferentes para Patagonia (Harrington, 1946; Vignati, 1939a; Key, 1978,
Casamiquela, 1983; Clairis, 1983a; Klein, 1985; Fernández Garay, 1998; Campbell, 1997;
Fabre, 1998; Viegas Barros, 1992, 2005). Estos estudios lingüísticos coinciden en
considerar a la separación espacial como uno de los principales factores de diferenciación
lingüística, por lo que podría predecirse en parte que los grupos más próximos
geográficamente reflejarían una mayor similitud y los grupos más aislados, como los
insulares, evidenciarían una mayor diferenciación lingüística. La etnografía Histórico
Cultural consideraba a la lengua una parte esencial de la identificación cultural y étnica, es
por ello que dieron tanta relevancia al registro de los últimos hablantes como testimonio de
que no solo la lengua se extinguía sino una cultura junto con una particular cosmovisión del
mundo. De algún modo este réquiem a las culturas patagónicas fue y sigue siendo avalado
por la etnografía tradicional, que no puede visualizar el cambio social ni dentro de un
proceso de colonización ni de subordinación de las comunidades indígenas actuales, ni el
de la integración al actual contexto sociocultural. Esta visión en parte intenta ser superada,
asumiendo que la variabilidad étnica y cultural no se limita al nivel de los grupos lingüísticos
y es mucho más compleja que estas clasificaciones (Fernández Garay, 1998; Viegas Barrios,
2005).
99
En uno de los más recientes estudios lingüísticos realizado por Viegas Barros (2005),
reconoce cuatro familias lingüísticas, las que sintetizamos en la Tabla 1:
Ubicación Familia
lingüística
lengua
Extremo sur de Chile Alacaluf Alacaluf austral
Alacaluf central
Alacaluf septentrional o Kawésqar
Extremo sur de Tierra del
Fuego
Yagan Yagan o yámana
Costa meridional Chile Chon Chono
Extremo este Tierra del Fuego Haush
Norte y Centro Tierra del
Fuego
Selknam
Patagonia continental
meridional
Tehuelche o aónik’o ais
Patagonia central Teushen
Patagonia septentrional Gününa Küne o Tehuelche
Septentrional
Patagonia septentrional Mapudungun
Basándose en el porcentaje común de términos, expresiones y principios gramaticales
Viegas Barrios plantea dos hipótesis de parentesco remoto:
1- Hipótesis de un tronco lingüístico austral de Sudamérica: Parentesco entre lenguas
alacalufes, el yagan y el chono.
2- Hipótesis del tronco lingüístico tehuelche: relación genérica entre gününa küne y
chon.
Propone entonces un horizonte temporal probable para cada escisión lingúística que ofrecemos en la tabla 2:
100
6000-5000AP Protolengua originaria del tronco lingüístico 2800-2300 AP PROTOCHON Gününa Küne
1500 AP Protochon insular Haush Selknam
Protochon continental Tehuelche Teushen
1000-800 AP
Del trabajo de Viegas Barros se puede inferir que para el período de contacto:
La mayoría de las lenguas habladas al norte de la Patagonia tendrían un origen
común al oeste de los Andes.
A comienzos del siglo XVI los hablantes del aónikenk se habrían expandido hacia el
norte, absorbiendo su lengua a la teuschen y a la gününa küne
A partir del siglo XVIII la lengua araucana irá convirtiéndose en lengua franca o en
la lengua del intercambio (Boschín, 2002a) imponiéndose y sustituyendo al
tehuelche a lo largo de casi toda la Patagonia. Según Harrington y Casamiquela la
toponimia mapudungun del norte de la Patagonia sería una traducción fiel de la
lengua original gününa kena..
Los primeros registros del mapudungun se rastrean a mediados del siglo XVII en la
cordillera neuquina. El mapudungun presenta varios términos quechuas y aymaras a
raíz de una porción del área araucana al norte del río Mapocho fue anexada a fines
del siglo XV al imperio incaico. El sistema decimal proviene del quechua pasa al
mapudungun, de este al gününa y de este a las lenguas chon.
Desde finales del siglo XIX y hasta la década de 1920, como consecuencia de
desplazamientos a causa de la llamada Conquista del desierto efectuada en 1878-
1883, el habla del mapudungun se generaliza para toda la Patagonia.
3.7. Etnohistoria e Historia indígena.
Frente al panorama histórico planteado se desarrollaron varias propuestas de superación,
una de ellas es la surgida desde los estudios etnohistóricos, concebidos como la historia del
momento de contacto entre europeos e indígenas y las consecuencias de este contacto
sobre las culturas participantes. Quienes trabajan desde esta perspectiva reclaman la
historicidad de los pueblos americanos y rechazan la diferenciación y separación entre la
historia de las civilizaciones con escritura y la historia de las sociedades ágrafas no estatales
101
(Bechis, 1992; Palermo, 2000; Nacuzzi, 1998). Por otro lado, desde los denominados
estudios de historia indígena, críticos de la denominación etnohistoria. Objetan el interés por la
fragmentación disciplinar de acuerdo a un problema, en este caso el período de contacto,
por volverlo difuso y confuso (Mandrini, 1992; Ortelli, 1996; Vezub, 2005). Consideran que
la historia de los pueblos indígenas debe ser abordada desde campos multidisciplinares
como el histórico, arqueológico y antropológico, evitando la construcción de una disciplina
basada en la otredad. Proponen una mirada más dinámica del mundo indígena, incorporando
los análisis sobre etnogénesis y mestizaje, introduciendo categorías de análisis económicas y
antropológicas, para superar el paradigma descriptivo dominante en las historias nacionales.
Una lectura antropológica de las fuentes históricas y arqueológicas, fue realizada por el
arqueólogo A. Rex González17, quien a pesar de su breve paso por la arqueología
patagónica, planteó en su trabajo Las exequias de Paine Guor. El suttee entre los araucanos (1979),
que la presencia de determinados rasgos culturales como el sutte18, indicarían el
resurgimiento de una vieja costumbre presente en los señoríos del siglo XVIII. Esta estaría
expresada a través de la concentración de riqueza, el liderazgo hereditario y los privilegios
gozados por los caciques. Este trabajo inspiró en gran medida los trabajos del historiador
Raúl Mandrini, pero su propuesta no proliferó en el campo arqueológico19
17 Discípulo de Julian Steward y formado dentro de la Escuela de la Ecología Cultural Norteamericana ejecutó
una labor difícilmente superable en el campo de la arqueología de los Andes argentinos.
. Mandrini, desde
el estudio de las bases económicas, intenta analizar el proceso de complejización social;
considera que los grandes circuitos mercantiles y ganaderos indígenas establecidos durante
el siglo XIX unían a las poblaciones a ambos lados de la cordillera abasteciendo a los
mercados coloniales. Esta amplia red de intercambio estaría conformada por diferentes
núcleos de producción, intercambio y movilización de recursos basados fundamentalmente
en una economía pastoril (Mandrini, 1988, 1992). Establece que el control de este circuito
estaba en manos de cacicatos que legitimaban su poder en función a la pertenencia a una
elite familiar poseyendo atribuciones de liderazgo político, de intermediación con las
autoridades criollas y de redistribución de bienes (Mandrini, 2002). Adan Hadjuk y Ana
Albornoz (2001) han publicado evidencias arqueológicas en este sentido. Ambos analizaron
arqueológica e históricamente los pasos cordilleranos del noroeste patagónico, conocidos
18 Refiere a la matanza de mujeres en los funerales de un cacique araucano, como ofrenda al muerto o por
motivos de brujería. 19 Ver Boschín y Llamazares: La Escuela Histórico-cultural como factor retardatario del desarrollo científico
de la Arqueología Argentina (1984).
102
como camino de las lagunas, los que atravesaban áreas terrestres como lacustres. A partir del
uso de fuentes históricas, principalmente las producidas por misioneros, intentan
diferenciar las etnias que habitaron en el período comprendido entre el siglo XVI y XVII la
región del lago Nahuel Huapi. L@s auto@rs escriben acerca de la identificación étnica y de
la comparación descriptiva que hace a los componentes arqueológicos hallados,
identificando la presencia y ausencia de rasgos guías. Es precisamente la identificación de
rasgos guía lo que les permite hacer comparaciones con sitios de contacto y precontacto,
con el fin de definir un área de intercambio cultural. Arqueológicamente, los trabajos de la
historiadora Gladys Varela y la arqueóloga Ana Biset (1991) sobre la excavación de un
cementerio indígena del siglo XVIII correspondiente al sitio Caepe Malal (Neuquén),
intentan confrontar la evidencia material producto de las excavaciones con la interpretación
histórica propuesta por Mandrini, dado que este sitio presentaba abundante material
europeo e indígena. La consecuente explicación intentó superar la mera descripción de
etnias diferentes y el intercambio de objetos entre ellas, interpretando el material
arqueológico “exótico”, en ese contexto neuquino particular, en función de su
intermediación entre las economías capitalistas coloniales de Buenos Aires y Santiago de
Chile. El abundante material asociado a los entierros permitió identificar diferencias,
proponiendo que este yacimiento representaría un período de transición hacia los grandes
cacicatos del siglo XIX.
La dinámica social de los momentos de contacto, fue entendida en parte en relación a la
adopción de un nuevo medio de producción, como fue el caballo europeo domesticado. La
búsqueda de elementos relacionados con el horse complex que describe la etnografía fue uno
de los objetivos centrales: registrar la presencia de caballo como elemento diagnóstico de
caza y pastoreo, armas que sustituyen el arco y la flecha, toldos y vestimentas elaborados
con cuero de caballo, y expansión de la lengua mapudungun. La denominación complejo
ecuestre fue rechazada por Miguel Ángel Palermo, quien entendió como una postura
simplista y reduccionista el considerar la introducción del caballo como principal factor de
cambio social. Es por ello que propone analizar las bases económicas del cambio,
reconstruyendo los circuitos de intercambio de sociedades que él define como ganaderas
(Palermo 1986). Marca una diferencia substancial entre los tehuelche meridionales y
septentrionales, a la vez que señala que los primeros continuarían siendo nómadas
cazadores de guanacos a lo largo del siglo XIX que habrían introducido el caballo
tardíamente, potenciando su modelo económico. Por el contrario, las transformaciones
103
económicas sucedidas en el segundo grupo resultarían ser muy marcadas, pues la
introducción del caballo implicó nuevos aportes a la dieta, influyendo en la producción
ganadera equina y bovina, así como el intercambio regional de ganado.
Otra de las problemáticas analizados desde el campo de la etnohistoria es la constituida por
los procesos de etnogénesis acaecidos en el norte patagónico a mediados del siglo XIX;
considerando que el avance del Estado y el incremento en el nivel de conflicto habría
disparado los mecanismos de fisión, migración y conformación de jefaturas. El concepto de
cambio social es entendido como el resultado del incremento de la violencia estatal, la
desarticulación de la organización política de las etnias procedentes del período precontacto
y la necesidad de generar y consolidar nuevas estructuras políticas de asociación, resistencia
y coalición (Nacuzzi, 1993-1994 y 1998; Vezub, 2005).
Desde otra perspectiva Teresa Boschín (2002b) cuestiona los esquemas generales de
clasificación étnica aplicados al período temprano postconquista propuestos desde la
etnología histórico-cultural para Patagonia norte. Considera que el grado de generalización
de estos esquemas no permite analizar las particularidades de los fenómenos
socioculturales, por lo que propone analizar diversos círculos de etnicidad, en ciertos casos
superpuestos debido a las consecuencias de la intensificación de los intercambios y de la
circulación de bienes e ideas entre grupos diversos. Así por ejemplo, algunos de esos
círculos podrían coincidir con la territorialidad de cada una de las lenguas, que estarían en el
interior de otro círculo más amplio, y por tanto más laxo y heterogéneo, que se configuró
como resultado de la adopción de la lengua gününa iajich como lengua franca en el centro-
norte de Patagonia desde el siglo XVIII. Paralelamente, esos círculos de etnicidad más
amplios y laxos podrían explicar la coexistencia de diversos estilos de arte rupestre,
identificables a nivel arqueológico. Las semejanzas estilísticas explicarían la adopción de
elementos iconográficos, transfiriéndose posteriormente a otros soportes, como los
tatuajes, la decoración corporal y la iconografía textil (Boschín, 2007).
El principal aporte de estos nuevos enfoques históricos ha sido la profundización histórica
de la dinámica de los procesos de diferenciación social y la evaluación de los efectos del
proceso de contacto sobre el desarrollo de la diversidad, la desigualdad y la resistencia
étnica.
104
3.8. Arqueología de las sociedades cazadoras recolectoras en Patagonia
3.8.1. Las primeras investigaciones arqueológicas.
Los primeros naturalistas del siglo XIX, en su afán por reunir información para los museos,
desenterraron restos de objetos y esqueletos de los que consideraban exponentes de razas en
vía de extinción, historias ajenas, pasadas y superadas. A fines del siglo XIX y principios del
XX, la arqueología tampoco fue ajena al lugar que le cupo a las ciencias sociales dentro del
proyecto liberal de nación: proporcionar evidencias sobre el triunfo del orden sobre el
salvaje y de la cultura sobre la ignorancia, legitimar políticamente un sistema de Estado
moderno y establecer las bases de la identidad nacional. Tanto los trabajos de los
naturalistas del siglo XIX como del XX contribuyeron a la progresiva institucionalización y
al reconocimiento de la arqueología para la definición de lo nacional. Trabajos como los de
Francisco Ambrosetti (1903), Francisco de Aparicio (1935), Carlos Bruch (1902a), Félix
Outes (1905), Milcíades Vignati (1936), intentaban definir las etnias a partir de su
emplazamiento geográfico y a las sociedades consideradas prehistóricas en cuanto a las
asociaciones geocronológicas. Criticaban las interpretaciones directas de las fuentes
históricas, abogando por la búsqueda de evidencia arqueológica proveniente del registro de
colecciones privadas y públicas o de recolecciones de material superficial.
En La edad de piedra en la Patagonia, Outes (1905) recopila y sintetiza la información
arqueológica hasta ese momento conocida. Basándose en la periodización establecida para
el viejo mundo, define un período neolítico patagónico y distingue entre protoneolítico,
miolítico y epineolítico, en base a los caracteres tipológicos de los instrumentos de piedra.
El eje de análisis es la evolución tecnológica, considerando los cambios, aparición y
variación del instrumental como evidencia de desarrollo social. De este modo,
explicaciones como la aparición de la industria neolítica de piedra pulida transcordillerana
habrían dado lugar a la etapa neolítica de los momentos de contacto, hecho que habría de
ser demostrado por la presencia de bolas, manijas, morteros, manos de mortero. A partir de
aquí, publicaciones como Los aborígenes argentinos, una síntesis del estado actual del conocimiento de
los pueblos indígenas, de Outes y Bruch (1910), cristalizan la idea según la cual las
innovaciones surgidas en las denominadas altas culturas se habrían difundido hacia el sur-
sureste, actuando como estímulo externo para el desarrollo, idea que perdura hasta bien
entrado el siglo XX.
105
En la medida en que estos trabajos configuraron la transición hacia una arqueología
moderna, los límites disciplinares fueron cimentando una disciplina que aún hoy sigue
basándose en la imagen del extraño, de los otros. La recolección de piezas arqueológicas
sigue siendo el testigo de lo pasado, de lo antiguo, de lo que no está, y la práctica arqueológica
confirma el vaciamiento de una región y ratifica la ocupación del Estado sobre un verdadero
desierto. Esta forma de hacer arqueología entiende a los que no están, los que desparecieron,
como un fenómeno propio de la historia patagónica; los indígenas visualizados serían
entonces los llegados en momentos posteriores a la definición de las naciones, planteando
una ruptura entre prehistoria y presente etnológico.
3.8.2. Menghín y la Escuela Histórico Cultural.
Desde una arqueología histórico-cultural Oswald Menghín intentaba documentar a través
de los restos arqueológicos los ciclos culturales con sus respectivas áreas y niveles de
desarrollo cultural, reconstruyendo el pasado en términos de presencia o ausencia de
determinados rasgos. Presuponía que el resultado de esta distribución se correlacionaba con
las entidades pasadas; de este modo el área cultural estaría definida por el conjunto de
culturas afines. Si la etnia representaba una cultura expresada en los rasgos materiales de un
yacimiento, entonces un conjunto de yacimientos que presentara similitudes podía definir el
área de distribución de esa cultura, a la vez que una relación regional entre culturas, como
lo ejemplifican las culturas patagónicas Toldense, Jacobacciense o Sanmatiense, entre otras,
definidas principalmente en base a la tecnología lítica (Menghín 1952b).
Metodológicamente, el trabajo de Menghín se basaba en recolecciones superficiales y
sondeos que le permitían reconstruir áreas geográficas en las que se asociaban rasgos
tipológicos y geológicos. Entre 1951 y 1952 Menghín amplía sus exploraciones en Patagonia
norte desde Viedma hasta Bahía Solano y hacia el interior meridional de la provincia de Santa
Cruz. A partir de este viaje plantea una secuencia cultural para Patagonia basada en la
definición de siete estilos de arte rupestre (1952a,1952b,1957). De los siete estilos
propuestos20
20 Negativos de manos, escenas, pisadas, paralelas, grecas, miniaturas y símbolos complicados.
infiere paralelismos con el arte Paleolítico Superior europeo, por ejemplo el
motivo negativo de manos o el geométrico simple cuya analogía la encuentra en la cueva de
Niaux, en Francia. Menghín consideraba que América había sido poblada por cazadores
superiores que habían culminado la etapa de caza y pesca pero que no habían alcanzado la
106
domesticación animal ni la agricultura, considerando a los tehueche del momento de contacto
como poseedores de una cultura miolítica fuertemente neolitizada, con adopción tardía de
cerámica y fauna doméstica. Por otro lado, las explicaciones basadas en la relación raza-
cultura-lengua-territorio son el eje argumentativo de la perspectiva histórico cultural, como lo
expresara su colega Bórmida (1953-54): "...persistencia de los tipos craneanos pámpidos originarios en el
sud; influencia racial de los ándidos (Araucanos) en la Patagonia media y del norte, que origina un tipo
craneano pámpido atenuado y andinizado y una gama de mestizos en los cuales la sangre pámpida o ándida
predomina en grados distintos (...) Esta sustitución étnica puede fecharse entre los siglos XVI y XVIII...".
Así pues, el proceso de araucanización provendría del oeste cordillerano, entendido como
las influencias de los agricultores sobre los cazadores recolectores, resultando de este modo
lo tehuelche producto de la hibridación cultural comenzada a partir del siglo XVII.
Fig.24: Registro arqueológico araucano: hacha grabada, cerámica Valdivia, Pectorales de
Plata (Colección Museo de la Patagonia, APN).
Partiendo de premisas metodológicas afines, Carlos Gradín (1985) propone una secuencia
temporal algo más desarrollada a partir del arte rupestre y de la tecnología lítica, con el fin
de conferir temporalidad al esquema histórico-cultural de la región patagónica. Para el
período de contacto señala que la sociedad patagónica o tehuelche estaba compuesta por
bandas de cazadores recolectores nómadas que mantenían contactos con sociedades agro-
alfareras de la región pampeana y andina. Asume como esencialmente correcta la tipología
étnica definida por Casamiquela (1969) diferenciando entre tehuelches septentrionales,
australes y meridionales, característicos de los siglos XVI, XVII y XVIII, y la aplica en la
diferenciación de las diversas modalidades de arte rupestre. Ejemplo de ello lo constituirían
las diferencias formales entre los motivos geométricos complicados al norte y los motivos
grabados y pinturas abstractos-representativos al sur; esas diferencias observadas
expresarían diversidad étnica entre esas poblaciones (Gradín 1984).
107
Fig. 25: Diseño de los quillangos o manto de piel pintados,
Colección Museo de la Patagonia, APN.
3.8.3. La arqueología procesual y el neoevolucionismo en la arqueología
patagónica.
Una de las corrientes teórico metodológicas de mayor preponderancia dentro de la
arqueología patagónica corresponde a la designada como Nueva Arqueología o
Arqueología Procesual. Surgida a fines de los años sesenta en Estados Unidos y basada en
la epistemología del neopositivismo lógico hempeliano, proclamaba una conversión de la
disciplina hacia las ciencias naturales, centrando los estudios arqueológicos en las estrategias
adaptativas de las sociedades. Critica la preponderancia dada por la Escuela Histórico-
cultural a la atemporalidad del concepto de etnia, así como a la atemporalidad de las formas
de poblamiento, a la vez que señala el error que supone no considerar las diferencias
funcionales o etapas de procesamiento (económico) de un grupo humano como posible
explicación de la variabilidad del registro arqueológico. Entendiendo a la cultura como un
sistema adaptativo, explican las relaciones espacio-temporales a través del funcionamiento
de los diferentes niveles que componen un sistema social. La explicación del cambio se
centra así, en los factores extrínsecos (cambios ambientales) e intrínsecos (maximización
de beneficios económicos y minimización de riesgos) tendientes a buscar el equilibrio
108
dentro del sistema cultural. Es precisamente la pérdida de ese equilibrio logrado, debido a
causas tecnológicas, ambientales o demográficas, la determinante del cambio social
(Aschero et al., 1983; Orquera, 1987; Borrero, 1994-1995, 1995; Mengoñi Goñalons, 1988;
Belardi, 2003; Moreno, 2008).
Desde los años 80, el paradigma procesual en la arqueología patagónica ha sido
preponderante. Sus aportes enriquecieron la disciplina primordialmente en el campo
metodológico, convirtiendo a las especializaciones como la arqueozoología, paleobotánica,
geoarqueología y tafonomía en las líneas cardinales de las investigaciones. Estas vías de
trabajo acrecentaron una producción arqueológica que, a causa de la fuerte hegemonía que
tuvo durante cuarenta años la escuela histórico-cultural, permitió superar lo que algunos
investigador@s denominaron el factor retardatario de la arqueología patagónica (Boschín y
Llamazares1986).
Desde la arqueología procesual se asume que los cambios en la organización social y
económica estarían motivados por causas extrínsecas a lo social. Ejemplo paradigmático de
esta postura es el estudio del posible cambio económico producido durante la Anomalía
Climática Medieval ocurrida entre el 1021-1228 DC (Stine, 1994, 2000), provocando
situaciones de estrés ambiental cuyas consecuencias sociales conducirían a definir nuevas
estrategias como migración, conflicto y aumento del desarrollo tecnológico, mediante el
cual se pudieran maximizar los recursos disponibles (Rafferty, 1985). Rafael Goñi y
Gustavo Barrientos (2004), en su análisis sobre el poblamiento del Holoceno tardío en la
cuenca del lago Salitroso en la Provincia de Santa Cruz, consideran que las características
ecológicas de diferentes ambientes condicionarían la distribución de los grupos humanos,
su movilidad y el acceso a los recursos. Durante el cambio climático del 1021-1228 DC los
recursos críticos se habrían restringido llevando a las poblaciones a permanecer
concentradas en el espacio. Bajo esta óptica, las decisiones humanas aparecerían
determinadas por el clima. Datos arqueológicos como la concentración de tumbas en un
área específica reflejarían de qué modo las acciones humanas hubieron respondido a las
determinaciones climáticas y ecológicas. Del mismo modo, se interpreta que los cambios
climáticos provocaron mutaciones en las adaptaciones, así como cambios en la distribución
de los recursos alimenticios, actuando como factor de extinción de las poblaciones
humanas.
109
Un problema que surge ante esta perspectiva es que en ocasiones se cuestiona la
continuidad histórica de los pueblos patagónicos, rechazando las interpretaciones que
vinculan como descendientes directos a los pobladores actuales e históricos con los del
Pleistoceno Final. Menos maximalista, Borrero (2001) ha supuesto formas de contacto
indirecto entre las poblaciones indígenas como el principal mecanismo de cambio de las
poblaciones históricas. Éstas habrían recibido influencias de otras etnias que mantendrían
contactos con la colonia, lo que sumado a enfermedades infecciosas que pudieron diezmar
poblaciones, uniones entre diferentes etnias y una presunta transformación biológica de las
poblaciones originales, habría causado la desintegración de la sociedad indígena y la falta de
continuidad directa entre las sociedades arqueológicas e históricas.
La arqueología evolutiva ha intentado superar el enfoque procesual explicando el cambio a
partir de las variaciones registradas a nivel del genotipo y del fenotipo; los mecanismos
evolutivos de dispersión, variación, selección, vicariancia y competición permitirían explicar
los procesos de evolución multidireccional desvinculándolos de la tradicional idea
antropológica que prioriza el factor humano en la explicación de las transformaciones
sociales (Lanata, 1996, 2002). Las entidades humanas son entendidas como entes
biológicos, por lo tanto la extinción poblacional es una forma de explicar la desaparición de
las poblaciones humanas. Así, se ha inferido la expansión de poblaciones desde el nordeste
patagónico hacia la región pampeana y cuyana (Barrientos y Pérez, 2004) y el mestizaje
durante el Holoceno tardío final, entre poblaciones de la precordillera norpatagónica, del
nordeste de Río Negro y de la Región Pampeana (González-José et al., 2004). Del mismo
modo se han llevado a cabo análisis referentes a ciertas lesiones óseas identificadas en
cráneos del norte patagónico. El resultado de dichos análisis ha llegado a sugerir un posible
aumento en las lesiones craneales para momentos tempranos de contacto y producidas por
armamento de origen europeo (Barrientos y Gordón, 2004). Nuevos estudios mostrarían
que ese aumento en la violencia coincide con el momento del contacto, dada la sobre
representación de heridas producidas por instrumentos metálicos (Gordón y Ghidini,
2007).
El estudio arqueológico de las formas de interacción entre grupos humanos diferenciados
geográficamente y las redes de intercambio indígenas en el período inmediatamente
anterior a la conquista constituye uno de los temas de investigación que más interés ha
suscitado en los últimos años. Los trabajos arqueológicos de Goñi (1986-1987) en el río
110
Malleo, en Neuquén, intentan explicar el rol del caballo dentro del circuito comercial con
Chile y cómo este nuevo escenario permitió extender la territorialidad de las bandas de
cazadores recolectores, incorporando zonas con acceso permanente al agua y pasturas, y
modificando los tiempos de ocupación del territorio. Julieta Gómez Otero (2007) por su
parte, sugiere la modificación de las formas de relación entre grupos al final del periodo,
cuando las redes de intercambio se habrían extendido, como lo demuestra el hacha de
bronce encontrada en la desembocadura del río Chubut a 2000 Km del lugar de su
producción, en el noroeste argentino (Gómez Otero y Dahinten, 1997-1998) o el hallazgo
de molinos elaborados con granitos cuyas fuentes se encontrarían a más de 100 Km de la
costa. Enfatiza la relación costo-beneficio entendiendo que al incrementarse la demanda,
aumentaría la recolección, el tiempo de trabajo y la especialización, generando de este
modo un excedente y un consecuente aumento en la complejidad social. Desde una postura
procesual arriesga una hipótesis sobre el periodo tardío, concibiendo que la diferenciación
social adquiriría matices funcionales; en otras palabras, el cambio ambiental generaría
estrés-conflicto y de este emergería como resultado el liderazgo.
Cabría preguntarse si estos nuevos planteamientos han significado un cambio en cuanto a
la concepción esencialista de la cultura. El hecho de suponer la extinción de una población
por causa de enfermedad, o bien uniones étnicas o transformaciones biológicas, implica
que la vinculación entre la cultura y el sustrato biológico se sigue manteniendo. Las causas
sociales de las transformaciones observadas siguen sin explicarse. Afirmar que la
diferenciación social puede ser identificada a partir de elementos diagnósticos en el registro
no implica una profunda diferenciación del paradigma histórico cultural. Paradójicamente,
la vinculación entre arqueología y antropología biológica se ha reforzado en este período,
pero las relaciones entre las disciplinas sociales antropología, historia o etnografía se
enfriaron, no por la falta de planteos interdisciplinares, más bien por la falta de incorporación
de teoría social en la práctica arqueológica. La adopción de teorías, conceptos y categorías
de las ciencias naturales eclipsaron o, en sus propios términos, mutaron el objeto de estudio
de la arqueología sin superar los argumentos histórico-culturales, pues se continúan
buscando (o encontrando) las causas del cambio en las causas externas a los fenómenos
sociales. El plantear una reconstrucción de una historia ecológica no significa sólo una
deshumanización del proceso histórico, implica además un distanciamiento del papel de
historiadores y una desvinculación de la arqueología con la sociedad actual. Negar la
111
vinculación histórica de las sociedades indígenas actuales con las prehistóricas significa
reproducir, legitimar y naturalizar al indígena en su subalternidad.
3.8.4. Terceras Vías en la Arqueología Patagónica.
Han sido pocos los investigador@s cuya producción pueda definirse fuera de la hegemonía
del paradigma histórico cultural, preocesual o neoevolucionista. Podríamos citar los
trabajos de la historiadora Gladys Varela y la arqueóloga Ana Biset (1991) sobre la
excavación del yacimiento Caepe Malal, Neuquén, de un cementerio indígena del siglo
XVIII. Ambas investigadoras intentaban confrontar la evidencia arqueológica con la
histórica pues este sitio presentaba abundante material europeo e indígena, cuyo análisis
intentó superar las vinculaciones étnicas, interpretándolas en función de su intermediación
entre las economías capitalistas coloniales de Buenos Aires y Santiago de Chile. El
abundante material asociado a los entierros permitió identificar diferencias proponiendo
que el sitio representaría un período de transición hacia los grandes cacicatos del siglo XIX.
Los trabajos de Ma. Teresa Boschín han sido los únicos dentro de la arqueología
patagónica en los que se asume, en su primer etapa de trabajo, una base teórica materialista
histórica y dialéctica (Boschín, 1993a). En Arqueología del Área Pilcaniyeu, sudoeste de Río Negro,
Argentina (1988) propuso una secuencia cronoestratigráfica que abarcaba desde 2800 A.P
hasta 500 A.P. concluyendo que en el área de Pilcaniyeu sus habitantes poseían un modo de
vida basado en una economía cazadora de apropiación de los recursos, “Esa modalidad se
había correspondido, a nivel superestructural, con los grupos estilísticos “pisadas”, “geométrico simple” y
“grecas”; el primero de ellos resuelto, mayoritariamente, a través de la técnica del grabado; los dos restantes,
fundamentalmente, habían empleado la pintura. El “estilo de pisadas” habría estado presente desde la fase
más antigua; mientras que el “estilo de grecas” se asociaba a ocupaciones de la fase cerámica (Boschín,
1988: 114).
En Indigenous History of Northwest Patagonia, XVII and XVIII Centuries, Regional Identities
(2002b) cuestiona los esquemas generales de clasificación étnica aplicados al período
temprano postconquista propuestos desde la etnología para el área del lago Nahuel Huapí y
a ambas márgenes del río Limay, en las provincias de Neuquén y Río Negro. Considera que
el grado de generalización de estos esquemas no permite analizar las particularidades de los
fenómenos socioculturales. Compara la evidencia arqueológica con la información histórica
112
reconociendo que las principales diferencias a nivel arqueológico se registrarían en el arte
rupestre. Los grupos del siglo XVIII de acuerdo a las fuentes habrían comenzado a hablar
la lengua poya comarcana y araucana, y habrían cambiado su movilidad transformándose en
cazadores ecuestres, en tránsito hacia la ganadería, cuya territorialidad se habría extendido
hacia la estepa. De este modo habría comenzado el proceso de etnogénesis de la etnia
Tehuelche Septentrional.
En su segunda etapa de trabajo adopta un enfoque ecléctico basado en “principios del
pensamiento complejo, de la epistemología del caos, y de la dialéctica… a esas aproximaciones le sumamos
lecturas de orientación fenomenológica (2002a:48)”. Desde esta perspectiva Boschín plantea
analizar el arte rupestre como expresión de la ideología proponiendo la identificación de
tres ciclos artísticos (2007: 656)
1. Ciclo Inicial o de linajes colonizadores
2. Ciclo Medio o de linajes en expansión
3. Ciclo de Integración Regional
Este último ciclo se habría caracterizado por la intensificación de los intercambios y la
circulación de bienes y de ideas, la adopción de la lengua gününa iajich como lengua franca y la
coexistencia de todos los estilos de arte rupestre, los que funcionarían como instrumentos
de cohesión y control social hasta principios del siglo XX, estas representaciones se
transferirían posteriormente a otros soportes como los tatuajes, la decoración corporal y la
iconografía textil (2007: 679).
Debemos resaltar que estas propuestas no sólo intentaron superar el paradigma histórico
cultural, también intentaron evitar el reduccionismo de las interpretaciones procesuales y
neoevolucionistas de los fenómenos sociales a los cambios ambientales, el crecimiento
demográfico y las interpretaciones económicas neoliberales. A pesar de las diferencias
teóricas de estos trabajos, podría remarcarse que esta tercer vía se generó dentro de los
estudios del período precontacto final y postcontacto para los que se cuenta con evidencia
paralela como son el registro arqueológico, las fuentes históricas y las fuentes etnográficas.
Cabe señalar que cuando los historiador@s o etnohistoriador@s cuestionaron que una
realidad histórica no podría ser analizada si no se integraba al mundo indígena a ese
contexto, la arqueología debió haberse posicionado como la principal herramienta de
113
aporte a este problema, pero la arqueología patagónica no asumió tal papel. Si la
reconstrucción de la historia indígena patagónica sigue siendo un fenómeno ajeno a la
historia nacional, entonces los arqueólog@s como agentes del Estado, ¿seguimos negando
la historia de aquellos a los que seguimos considerando “otros”, afirmando implícitamente
la idea de una región que “se vació” y se convirtió en “desierto” por sí misma? Plantear esta
pregunta significa cuestionarnos en qué se diferencia nuestra propia producción y práctica
arqueológica del tan cuestionado anticuarismo de principios del siglo XX, en cuanto a la
relación y el compromiso que establecemos como investigador@s con la historia social de
una región. La búsqueda de criterios arqueológicos objetivos para conceptualizar
trayectorias históricas ha limitado la comprensión de los procesos a aquellos aspectos
relacionados con la diferenciación estilística, la distribución y traceabilidad de esos rasgos.
Los criterios empleados se fundamentan principalmente en explicaciones geográficas,
cronológicas y morfológicas, sin abordar las nociones de grupo social y de actividades
sociales como agentes factibles de transformación de los registros encontrados y no como
meros receptores de las condiciones de las dinámicas sociales.
Es probable que una de las alternativas sea describir a las sociedades patagónicas en
términos de la históricamente cambiante trama de actividades sociales (de subsistencia,
producción y reproducción) y de las relaciones y vinculaciones que éstas generaron. Entre
aquellos factores fundamentales que debiéramos tener en cuenta, y que sistemáticamente
son olvidados, podríamos enumerar las estimaciones demográficas (mortalidad, población,
densidad de poblamiento en áreas diversas), que pueden llevarse a cabo a partir de datos
arqueológicos, pero sin olvidar la necesaria integración con informaciones de naturaleza
más biológica, como sería la estimación del número de hombres y mujeres en edad
productiva y reproductiva, del número mínimo de unidades mínimas de reproducción
(“familias”), de la composición de unidades mínimas residenciales, entre otras estimaciones
posibles.
Mucho se ha avanzado en la documentación del medio físico y su historia geomorfológica y
ambiental, pero sería necesario integrar esa información con una discusión acerca de las
necesidades de subsistencia de la población y los recursos disponibles explotables con
diferentes grados de inversión de trabajo. Al mismo tiempo, no debiéramos olvidar que las
poblaciones humanas no son meros estómagos bípedos, sino que existen y son
objetivamente analizables las necesidades de mantenimiento, de vinculación social, de
114
movilidad, en una palabra, de reproducción social. Por todo ello una historia social de la
Patagonia, desde sus inicios hasta el presente, no debiera limitarse a buscar posibles
discontinuidades en el poblamiento o aparentes cambios económicos correlacionados a
fenómenos climáticos o la llegada de nuevas poblaciones. “Evolución” no significa
necesariamente una linealidad de diversos estadios ordenados desde el más simple (y
antiguo) al más complejo (y moderno). Por el contrario, debemos documentar la extrema
variabilidad de soluciones locales adoptadas por diversas comunidades humanas (no
diversas “etnias”) y estudiar cómo los cambios en la forma de gestión de la subsistencia
estuvieron o no relacionados con cambios en la gestión de la movilidad económica o social,
con transformaciones en los mecanismos de gestión de la reproducción social, entre otros.
Más allá de materialismos economicistas triviales y simplistas, una historia alternativa de la
Patagonia debiera estar encaminada al estudio de cómo los grupos humanos que allí
vivieron y se reprodujeron fueron capaces de producir información acerca de su entorno y
acerca de los otros grupos humanos con los que se relacionaron. Ningún grupo ha podido
subsistir aisladamente, las distintas formas de interacción social, ya sea exogamia, comercio,
guerra, y otras formas de interacción constituyen los mecanismos básicos de
transformación social, y ninguno de ellos se puede producir sin que los individuos
implicados no hubiesen producido conocimiento social (información).
Es posible que la investigación arqueológica no pueda proporcionarnos toda la información
primaria que necesitaríamos para realizar una fotografía precisa de las formas de vida en el
pasado de la Patagonia. Sin embargo, sí que puede proporcionarnos una explicación
objetiva de las formas de movilidad de los grupos humanos en el espacio, así como de los
condicionantes sociales (y no sólo físicos) que hubiesen influido en esa movilidad. Entre
ellos debemos mencionar las diferentes formas de poder (coerción, coacción,
convencimiento) y sus consecuencias en la conformación de jerarquías sociales y políticas.
La perspectiva neoevolucionista junto a la incorporación de la teoría de sistemas permitió
comprender la variabilidad espacio temporal de los procesos sociales y trascender los
esquemas tipológicos tradicionales que equiparaban a la cultura con los objetos
arqueológicos; sin embargo la falta de una teoría social que enfatizara los aspectos más
dinámicos de una sociedad y, en especial, las diferentes formas en que una sociedad
interactúa con otras ha obstaculizado el ulterior desarrollo de esta perspectiva.
115
El estudio cuantitativo de todos estos rasgos, la búsqueda en unos casos de regularidades
probabilísticas, en otros de discontinuidades significativas, nos permitiría reconstruir el
proceso de institucionalización social, llegando a poder explicar como o de que manera
como una población original decidió por sí misma cambiar el modo en que tomaba
decisiones sociales que afectaban a su subsistencia, a su reproducción social. A lo largo del
tiempo cambió la manera de trabajar, de producir, de acumular, de intercambiarse cosas y
gentes, de relacionarse, pero esos cambios no fueron ciegas adaptaciones a un paisaje
omnímodo. Fueron decisiones racionales de poblaciones a las que hoy llamamos indígenas
y a quienes todavía hoy se les niega la capacidad de entender sus propios problemas y de
encontrar nuevos mecanismos de cambio y transformación.
3.9. Discusión.
Desde los comienzos de la etnología patagónica (siglos XIX-XX), el desarrollo de las
investigaciones acompañó el proceso de conformación de una historiografía nacional
argentina que, en términos de Eric Wolf (1982) presentaba a las sociedades colonizadas
como meros apéndices de las historias nacionales. La mayoría de los estudios históricos para
Patagonia concentraban sus intereses en la guerra de frontera, principalmente de los siglos
XVIII y XIX, en los que se identificaba a los aucas21
o araucanos como los indios de
presencia chilena en una Pampa-Patagonia considerada necesariamente argentina.
El modelo europeo de estado moderno sustentado por una burguesía terrateniente,
defendía sus intereses políticos y económicos justificando el avance de frontera y el
etnocidio indígena. La institucionalización de un corpus político-legal permitió la fácil
obtención de mano de obra, proletarizando a los pobladores originarios conjuntamente con
ciertas remesas de emigrantes (Gómez Romero, 2007). Este mismo modelo legitimó la idea
de un territorio desierto, avalando de este modo la apropiación y obtención de tierras,
desintegrando en este proceso las estructuras sociales de sus pobladores originales al
transformarlos en proletariado agrario. (Bartolomé, 2004; Gómez Romero, 2007; Mandrini,
1988). Este brusco y forzado proceso de incorporación al mercado laboral como mano de
obra asalariada, era alimentado por un discurso nacional que sostenía una idea de un nuevo
21 Auca: significa enemigo-rebelde en quechua, es una denominación dada por los Incas a los pueblos que
habitaban el sur del río Maipo (Chile). Posteriormente continuó siendo utilizada por los españoles durante los
siglos XVI y XVII de manera generalizada para denominar a los indígenas trasandinos.
116
estado con una homogenización nacional basada en la ideal de una Europa blanca y
civilizada, conduciendo de esta manera a la desvinculación del indígena de la historia
nacional. Aún cuando los respectivos ejércitos nacionales integraban en sus filas gauchos,
criollos, españoles o indios amigos, dentro del contexto de construcción ideológica estatal, el
indio era el reflejo del vago, ladino, ladrón, sanguinario, adjetivos que se harán extensibles a
todo el inmenso y multiforme proletariado de frontera. Paralelamente, mientras la
historiografía argentina construye la historia nacional, vincula inmediatamente a los
indígenas más reticentes al proceso de expansión de la frontera sur como chilenos,
enlazando la cuestión indígena a la oposición argentino-chilena, fenómeno fomentado y
característico del proceso de formación de las identidades nacionales durante el siglo XIX.
Esta progresiva invisibilización del indígena por parte del Estado, legitimó su propio
proceso de extinción. Al convertirse en un país en “blanco”, el estudio de Patagonia fue
relegado a los estudios anticuaristas y a la mera curiosidad por el conocimiento de
sociedades que se consideraban ya desaparecidas. En sus comienzos la etnología y la
arqueología profesionales acompañaron esta conformación de los discursos nacionales,
incorporando el estudio de los pueblos indígenas al ámbito de los museos y academias
científicas, naturalizando la imagen del indígena como un componente más a registrar del
mundo natural. Detrás de este distanciamiento, diferenciación y delimitación del objeto de
estudio, subyace una argumentación que naturaliza una inferioridad biológica, consecuencia
de un pensamiento racista que no siempre es explicitado por parte de la comunidad
académica (Curtoni y Politis, 2006).
A pesar de la fuerte crítica que se ha realizado de esta postura teórica, la concepción de
unidades cerradas, inmutables e ideales de las trayectorias históricas y la conformación
social indígena aún pervive. El peso de los discursos descriptivistas, tipologicistas y
evolucionistas replican una continuidad histórica de poblaciones cazadoras recolectoras a lo
largo de 13.000 años de historia. La crítica y consecuente sustitución de la categoría cultura
arqueológica por etnía, por sistema cultural o por modo de producción no ha conducido a una
renovación de los principios subyacentes; la permanencia del estigma de la identidad
cultural degradada, del sometimiento político y la marginación aún pervive.
Consideramos innegable el hecho que tanto desde el paradigma histórico cultural en la
etnografía y arqueología como desde la arqueología neoevolucionista se explicó e
117
interpretó a las sociedades patagónicas como conjuntos cerrados, ya sea cultural,
económica y/o étnicamente. Precisamente esas tipologías étnicas continúan vigentes como
consecuencia de modelos explicativos de índole descriptivista, cuyos observables, ya sean
conjuntos antropológicos o arqueológicos (generalmente conjuntos materiales) se explican
por referencia a una tipología preexistente cuya lógica interna nunca ha sido
suficientemente puesta de manifiesto.
Lamentablemente, aún cuando la crítica a los rótulos étnicos parece ser casi unánime hoy
en día, sigue subyacente en una mayoría de estudios el esquema etnográfico clásico basado
en la noción de cultura esencial y de rasgos culturales característicos y diferenciales como
uno de los elementos fundamentales para la definición étnica (del Castillo, 2008).
A nuestro entender, la principal dificultad reside en la propia definición de cultura como
sistema adaptativo, que sólo entiende como social a los fenómenos derivados de las
explicaciones sobre la subsistencia y del subsistema tecnológico. El concepto cazador
recolector perpetúa la idea de tipo, equiparándolo a nivel de cultura (o incluso a nivel de
especie animal). Actualmente, aunque quizás no intencionadamente, se continúa asumiendo
que el concepto cazador recolector reúne o sintetiza rasgos concebidos como universales y
homogeneizados. Si la interpretación histórico-cultural cae en un reduccionismo tipológico
que constriñe a las culturas a variedades artefactuales, la explicación ecologicista acaba en
otra forma de reduccionismo que limita a las culturas a sistemas conductuales adaptativos
universales.
Trasladar los modelos evolutivos simplistas de la antropología tradicional, realizar
acríticamente analogías interculturales para contrastar modelos de comportamiento
(etnoarqueología) y delimitar una unidad de análisis denominada cazadora recolectora
como estadio evolutivo (y no entendida como una categoría económica), conlleva al
desarrollo de una disciplina tan ahistórica como la que se intentaba criticar desde el
neoevolucionismo. Debemos tener en cuenta que las dinámicas de cualquier proceso
histórico no son el resultado de la mera superposición de hechos y momentos
medianamente definidos, sino que se sustentan en la objetivación de la realidad histórica y
en la búsqueda causal de la acción transformadora de las sociedades humanas (Barceló,
1999).
118
Actualmente las investigaciones arqueológicas acentúan los aportes de nuevas metodologías
y técnicas que potencien la información que pueda obtenerse acerca de la empiria
arqueológica, pero más allá del enorme avance metodológico en numerosas subdisciplinas y
especialidades con gran potencial surgidas recientemente, no existe un correlato respecto a
ampliar las posibilidades de interpretación social del registro. Ello deriva, lamentablemente,
en una confusión del objeto de la práctica arqueológica como el objetivo de la explicación
histórica. Es precisamente esta confusión de no saber si perseguimos como último fin el
objeto o el objetivo, lo que ha llevado a que numerosos proyectos arqueológicos se
desarrollen al margen de una auténtica problemática histórica y sin problemas sociales
concretos más allá de obviedades no siempre certeras que resolver al momento de iniciar
las investigaciones. De algún modo, ha llegado a reconocerse erróneamente que como ya
conocemos lo conocible acerca de cazadores recolectores, el campo de conocimiento que queda
por profundizar se ciñe a los mismos objetos arqueológicos y a cómo estos han llegado a
aparecer donde aparecen dentro del contexto de descubrimiento. Esta actitud como último
fin de trabajos de investigación resulta en reducir la meta arqueológica al planteo de
problemáticas vinculadas a la naturaleza del registro, procesos de formación y
transformación del registro arqueológico.
En contra del evolucionismo social clásico no debiéramos imaginar a las sociedades
cazadoras recolectoras en la base de una pirámide o en el punto de partida de una escala de
desarrollo posterior. Se trata de sociedades diferentes de aquellas que construyen su
economía en base al control y manipulación de la reproducción vegetal y animal. Esa
diferencia no debe leerse en términos de tipos excluyentes, sino que debe ser entendida
como una gradación, un continuo. Para definir y caracterizar una sociedad cazadora
recolectora resulta fundamental considerar los factores y parámetros que permitan
cuantificar la intensidad y la finalidad con que los agentes sociales que la conforman
realizan diferentes tipos de acciones.
Si la sociedad industrial contemporánea no puede ser descrita únicamente en términos de
lo que come y construye, tampoco podemos simplificar de ese modo las sociedades no
industriales. Lo que comemos y cómo comemos está siempre mediado por el contexto
social en el que producimos aquello que comemos y en el que interaccionamos con otras
personas, así como por la manera cómo nos reproducimos, obviamente en tanto que seres
vivos, pero también como miembros de una comunidad que tiene una manera concreta de
119
hacer lo que hace. Más que describir un grupo humano por lo que come debemos
caracterizarlo por cómo trabaja y por cómo se relaciona con otros grupos geográficamente
más o menos próximos, ya sea colaborando, en reciprocidad, ya sea imponiéndose o
condicionando a otro grupo. Las descripciones arqueológicas de los grupos humanos
patagónicos han sido reducidas a la relación antropo-ambientales, entendidas estas desde
una perspectiva funcional que concibe a la economía en base a la optimización de las
adaptaciones de comunidades que se adaptan a ecosistemas particulares y se extinguen si no
son capaces de adaptarse a esos ambientes. En escasas ocasiones se contempla cómo el
trabajo invertido en actividades no directamente subsistenciales influyen, condicionan o
determinan la misma apropiación de recursos y su transformación en productos.
Dado que en nuestro caso nos interesa simular la trayectoria histórica del poblamiento en
Patagonia, estos resultados son altamente relevantes para nuestros propósitos,
proponiéndonos comenzar justo allí donde han acabado otras investigaciones. La
interacción entre el entorno físico y los agentes sociales es ahora bien entendida, pero
necesitamos mucho más trabajo teórico y metodológico para implementar formas sociales
de interacción, así como la emergencia de contradicciones sociales a lo largo de una
trayectoria histórica que hasta hace muy poco se consideraba estable y homogénea a lo
largo de más de 10.000 años. La propuesta de introducir nuevos métodos analíticos como
es el caso de la simulación en la arqueología no sólo implica un nuevo aporte
metodológico, también implica la posibilidad de reinterpretar los clásicos esquemas
etnológicos y las clasificaciones arqueológicas bajo la posibilidad de la experimentación
teórica.
Fig. 26: Aonik kenks en la provincia de Sant aCruz (fotografía de autor desconocido, del
Archivo de la Nación, Argentina, 1908)
120
Capítulo 4
Ingeniería de Desarrollo del Modelo
Patagonia Simple Past (PSP)
4.1. Introducción.
4.2. Generación del Modelo Conceptual.
4.2.1. Simulación de la Etnicidad. Modelos teóricos previos.
4.2.1.1. Schelling (1971, 1978).
4.2.1.2. El Modelo de diseminación cultural de Axelrod (1997).
4.2.1.3. Parisi, Cecconi y Natale (2003).
4.2.1.4. Modelo de Klemm, Eguíluz, Toral y San Miguel (2005).
4.2.1.5. Modelo de etnicidad de Gabler (2006).
4.2.2. Modelo Patagonia Simple Past (PSP).
4.2.2.1. Objetivos del Modelo PSP.
4.2.2.2. Modelo Conceptual.
4.2.2.3. Diseño y caracterización de PSP.
4.2.2.3.1. Agentes y Atributos.
4.2.2.3.2. Entorno.
4.2.2.3.3. Ciclo de Vida del Agente.
4.3. Generación del Modelo específico de Plataforma orientada a Agentes.
4.3.1. Lenguaje de Modelado utilizado: Netlogo.
4.3.2. PSP e implementación en Netlogo.
4.3.2.1. Inicialización.
4.3.2.2. Input Data.
4.3.2.3. Procedimientos.
4.3.2.4. Variables de monitorización: monitores, interruptores y
gráficos.
4.3.2.4.1. Monitores.
4.3.2.4.2. Interruptores.
4.3.2.4.3. Gráficos.
4.4. Conclusiones.
121
4.1. Introducción.
La construcción de modelos conceptuales constituye una importante alternativa
arqueológica, en cuanto permite realizar inferencias sobre el comportamiento de sociedades
cazadoras recolectoras. Al igual que los modelos referenciales formulados desde la
experimentación y etnoarqueología, que emplean fenómenos observables como analogías
de los fenómenos no observables, los modelos de simulación teórica permiten explorar con
un conjunto de alternativas plausibles con el fin de mejorar nuestra comprensión sobre los
procesos sociales.
En este capítulo se describe el marco metodológico utilizado para definir el Modelo PSP.
Dedicaremos este espacio a presentar la ingeniería de desarrollo del modelo de simulación
PSP, la que en principio permite separar la descripción de las propiedades abstractas, de la
descripción de su implementación en una plataforma específica (Schmidt, 2006). Esta
implementación provee toda la información necesaria para la construcción del sistema y su
puesta en funcionamiento; es decir que refiere a la generación, mediante codificación del
modelo formal, en un programa ejecutable. Por otra parte la ingeniería de desarrollo del
modelo permite automatizar la transformación de estas descripciones y su implementación,
utilizando herramientas avanzadas de transformación de modelos (Sansores Pérez, 2007).
Cabe remarcar también, que en adelante distinguiremos dos niveles de abstracción, uno es
el modelo más abstracto o modelo conceptual y el otro es la abstracción del modelo de
ejecución. Para la descripción del primer nivel, utilizamos la representación de Redes
Bayesianas, en tanto que para el modelo de ejecución utilizamos el lenguaje de simulación
Netlogo, ambos serán explicados a continuación con mayor detalle. En los capítulos previos
desarrollamos y justificamos el concepto teórico de etnicidad que utilizaremos en la
simulación. El modelo conceptual que aquí se presenta se ha inspirado tanto en el estado
de discusión de la teoría antropológica que analizamos en el capítulo dos, como en los
nuevos modelos de simulación en ciencias sociales. Contamos entonces con una teoría de
etnicidad que expresaremos como un procedimiento o programa de ordenador, con el fin
de someter a prueba los supuestos de esta teoría y experimentar con las diferentes
alternativas que nos permitirán explicar los mecanismos de generación de similitudes y
diferencias en sociedades cazadoras recolectoras, intentando de este modo registrar el
comportamiento resultante y las dinámicas reproducidas a través de la simulación.
122
La fase de ingeniería es la fase inmediata a la identificación, es el proceso que permite
formalizar el problema identificado y transformarlo en un modelo formalizado que puede
ser implementado en un programa ejecutable. Para sistematizar esta presentación de la fase
de ingeniería del modelo, describiremos en primer lugar el modelo conceptual (modelos
teóricos y modelos arqueológicos de base) y luego la generación del modelo específico para
la plataforma de simulación utilizada. La siguiente fase, la de experimentación, será definida
en el siguiente capítulo.
4.2. Generación del Modelo Conceptual.
4.2.1. Simulación de la Etnicidad. Modelos Teóricos Previos.
4.2.1.1. Modelo de Segregación de Schelling (1971, 1978).
El modelo de segregación de Schelling es uno de los modelos más conocidos de ABM. La
pregunta de partida del modelo es la búsqueda de un vínculo causal entre las conductas
individuales de intolerancia y la segregación en los espacios sociales, intentando cuantificar
los grados de intolerancia individual con los emergentes patrones de segregación colectiva.
El diseño del modelo se basa en un conjunto de agentes viviendo en una retícula espacial.
Dentro de esta, seleccionan qué lugar ocuparán, basando sus preferencias en el color de
sus vecinos. El modelo considera un conjunto de agentes espaciales {g}, cada uno
perteneciente a uno de dos tipos excluyentes: B y W. Estos residen en celdas de una red
cuadricular finita, con al menos un agente por celda que sea capaz de cambiar su ubicación
en momentos discretos de tiempo. El algoritmo utilizado puede ser descripto del siguiente
modo:
-En cada iteración cada agente g puede cambiar su ubicación c.
-Para decidir hacia dónde se moverán, un agente g observa quiénes son sus vecinos N(c) y
calcula la fracción Sc(t) de los agentes “extranjeros” que no son de su tipo (no-g) entre los
agentes que viven en N(c). (Fig: 1)
123
Fig. 27 : En el Modelo de Segregación de Schelling, los agentes deciden hacia que celda
habrán de moverse de acuerdo al color de sus vecinos.
-Si una fracción de los agentes “extranjeros” Sc(t) es igual o mayor a un nivel predefinido de
tolerancia STh, entonces decide moverse.
Sc (t) ≥ STh
-Para reubicarse el agente g construye el conjunto D={d}, de las celdas no ocupadas,
esperando que el conjunto sea inferior a los niveles de tolerancia
Sd (t) < STh
-Si el conjunto D se encuentra vacío, g se queda en c, de lo contrario g selecciona una de las
celdas d del conjunto D de acuerdo a la regla de elección predefinida A y se reubica en esa
celda.
-La ubicación c, previamente ocupada por g, se vuelve inmediatamente disponible para
otros agentes.
El modelo considera la segregación residencial como una emergencia auto-organizada de
las interacciones entre agentes, que ha sido formulada a partir de un solo parámetro: STh
124
.
Fig. 28: Resultados del modelo de Schelling. Las flechas indican en qué dirección se
incrementan los agrupamientos. Los cluster se incrementan a medida que el valor x decrece.
Los espacios vacíos proveen los límites de estabilidad de los clusters. Cuantos menos
espacios vacíos hay significa que los clusters o grupos son más amplios, reduciéndose así la
capacidad de interacción (Vinkovic y Kirman, 2006).
El modelo demuestra que a pesar de que los agentes manifiesten pocas preferencias por
vivir entre agentes de su mismo color, la segregación igualmente ocurrirá, a pesar de haber
definido una premisa de homofilidad.
Fig.29: Dos resultados emergentes del modelo de segregación; 1º se evidencia una fuerte
reducción del número de vecindarios o grupos, 2º el promedio de felicidad o satisfacción
de los agentes (medido como la proporción de habitantes que contiene) se incrementa
hasta un 80% alcanzando un estado en el cual los agentes no tienen ningún incentivo por
moverse, llegando a un estado de equilibrio global (Cederman et al., 2011).
125
Este modelo demuestra que la segregación espacial emerge de las interacciones entre los
agentes a partir del proceso de identificación. El modelo es simple y abstracto, los agentes
no están definidos como agentes humanos con relaciones definidas ni lazos de parentesco
u otras propiedades. La única distinción realizada es la basada en el color, es decir en dos
propiedades excluyentes y en la capacidad de decidir si se mueven o no.
En el modelo de Schelling se caracteriza a los agentes desde el principio y estos no
presentan ningún mecanismo de mutación, mientras que la diversidad cultural es
representada sin ninguna diferencia espacial. Siendo la distribución espacial aleatoria, en la
retícula se ubican agentes de dos tipos diferentes y celdas en blanco que permiten el
desplazamiento y movilidad de los agentes. Así cuando el agente decide moverse y
satisfacer su demanda de vecinos este se moverá a una celda vacía, dejando vacío también
el sitio que ocupaba en un principio.
De este modo la interacción entre los agentes es condicionada por las preferencias
individuales y el grado de auto-identificación, siendo estos elementos suficientes para la
generación de segregación. Schelling descubre que los patrones de segregación emergen
cuando los agentes no se encuentran “felices” junto a otros tipos de agentes vecinos,
resultando una consecuencia directa de la auto-identificación. Sorprendentemente, sin
embargo, esto también sucede cuando los agentes expresan una leve insatisfacción o
tolerancia hacia sus vecinos, o un bajo grado de auto-identificación, es decir que aunque
los individuos prefieran estar integrados, los patrones de segregación emergerán de todas
formas. Si la tolerancia supera el 70% (tolerancia muy alta), los agentes no se mueven y la
distribución de los dos tipos de agentes es al azar (hibridación social).
Este modelo nos permite ver una de las propiedades observables más básicas de la
etnicidad (segregación espacial) como un resultado emergente (auto-organizado), no sólo
de la interacción del agente, sino de la auto-identificación del agente.
126
4.2.1.2. El modelo de diseminación cultural de Axelrod (1997).
El problema básico formulado por Axelrod fue analizar por qué persisten las diferencias
culturales si los mecanismos de homogenización son fuertes. Es por ello que su modelo
explora los mecanismos de competición entre homogenización y persistencia de la
diversidad cultural (polarización). El concepto de cultura introducido por Axelrod se
refiere a un conjunto de atributos individuales que pueden variar por influencia social. El
modelo supone que los agentes interactúan más con aquellos agentes con los que
comparten mayores similitudes culturales, es decir que el modelo es homofílico, generando
así lazos más estrechos que a su vez conducen a una mayor similitud entre los agentes,
promoviendo de este modo una mayor interacción entre ellos. Así, la interacción generaría
mayor similitud cultural y la probabilidad de interacción entre individuos sería proporcional
al número de atributos culturales que estos comparten.
Los agentes del modelo propuesto por Axelrod actúan todos bajo las mismas reglas, no
existe la jerarquización entre agentes, ni intencionalidad que les lleve a satisfacer o resolver
un tipo particular de estrategia, ni racionalidad. Estos agentes se ubican en lugares fijos y
poseen un conjunto de rasgos culturales heterogéneos, siendo el comportamiento colectivo
una consecuencia o emergencia de las interacciones de los agentes. La principal diferencia
de este modelo con los modelos previos sobre cambio y difusión de rasgos culturales es
que este modelo utiliza un conjunto de rasgos y no sólo un rasgo absoluto para elaborar su
explicación.
El modelo de Axelrod consiste en un sistema espacio temporal dinámico perteneciente a la
clase de autómatas celulares, es decir con tiempo, espacio y estados discretos.
Matemáticamente el modelo ha sido formulado de la siguiente manera:
- Un sistema social compuesto por N agentes distribuidos espacialmente en una
estructura de red bi-dimensional
127
Fig. 30: Red bidimensional en el modelo de Axelrod.
- El estado de un agente i puede ser representado por un vector cultural de F
componentes o atributos culturales σif
C i = (σ i1, σ i2,...,σ if ,...,σ iF)
- F es el nº de atributos, se asume que es el mismo para todos los agentes, por
ejemplo: lengua, caza y recolección. La longitud de este vector representa la
complejidad social de la población.
- q es el valor del atributo, representa la heterogeneidad de la población.
σ iF ∈ {0, …,q - 1}
- Ningún elemento q de cualquier vector F tiene prioridad sobre otro, todos tienen
igual prioridad 1/q.
- La cultura es representada por una cadena de 5 números que varían del 1 al 10.
- Para que exista interacción un agente debe tener al menos un rasgo cultural
diferente al otro agente, o por el contrario, al menos deben tener un rasgo en
común.
Ej.: lengua (0) günün a iájëch (1) aonik iájëch
caza (0) guanaco (1) choique
recolección (0) ostras (1) bayas
128
Fig. 31 : Ejemplo de representación de los vectores culturales (Cosenza et al., 2007)
-La probabilidad de que un agente cambie de rasgo cultural, al valor de uno de los vecinos,
es proporcional al número de rasgos culturales que ya son iguales en ese vecino.
-Para cuantificar la diversidad cultural se cuenta el número de clusters formados, siendo el
número de regiones culturales formadas una medida de diversidad cultural de una
población. El estado final de homogeneidad o heterogeneidad cultural es así definido por el
valor de q.
- La fase monocultural está compuesta por clusters del tamaño del sistema, donde
ℓij = F, ∀i, j., mientras que la multiculturalidad está representada por dos o más clusters.
Fig. 32: Modelo de Axelrod para diferentes valores de q por encima y por debajo de del
valor crítico q0, el ejemplo de estado final es sobre una red de tamaño N= 50 x 50
elementos y F=10. Con valores pequeños de q el sistema evoluciona hacia la homogeneidad
y para valores mayores de q el sistema evoluciona hacia un estado multicultural.
129
Fig. 33 : Fase de transición en el modelo de Axelrod. Para valores de q < qo, el sistema
alcanza un estado monocultural, mientras que para q > qo se alcanzan múltiples dominios
culturales. Una transición de un estado a otro ocurre para valores q = qo, denominado valor
crítico (Cosenza et al., 2007)
El modelo demuestra que:
-La convergencia local genera situaciones multiculturales en las que existen regiones
culturales, cuya población comparte todos los mismos rasgos y no comparte ninguno con
los de regiones vecinas, generando así polarizaciones globales.
-La heterogeneidad se incrementa con el número de rasgos
- La homogenización aumenta con el número de características alternativas por rasgos
-La homogenización decrece con el rango de interacción
-La homogenización decrece cuando el territorio geográfico aumenta más allá de un cierto
tamaño.
-Las diferencias culturales persisten como fenómenos colectivos y la uniformidad cultural
no se alcanza a pesar de los mecanismos convergentes.
130
-El modelo genera regiones culturales dependientes de la amplitud de las posibilidades
culturales, el rango de interacción y del tamaño del territorio geográfico.
Límites del Modelo de Axelrod:
- Los agentes no se mueven, sólo se movilizan para interactuar directamente con otros
agentes.
-El modelo es muy sensitivo a la forma en que la cultura es medida, y en consecuencia el
cómputo de similaridad entre los agentes también.
-Los agentes no se reproducen; mueren si no comparten ningún vector cultural con ningún
otro agente, pero son automáticamente reemplazado, es decir que no se definen ciclos de
vida de agentes.
4.2.1.3. Modelo de Parisi, Cecconi y Natale (2003).
Axelrod (1997b) en su modelo de diseminación cultural argumentaba que el principio de
homofilia era básico para comprender la dinámica de agregación grupal. Sin embargo Parisi
y otros (2003) intentaron desafiar este supuesto demostrando cómo se genera la diversidad
cultural en un modelo sin homofilia, es decir, analizando como grupos con culturas
completamente diferentes pueden interactuar. Para ello han simulado un proceso de
expansión de un grupo en un territorio vacío, con el fin de comprender qué sucede con la
cultura original sobre la cual se ha programado a los agentes durante el proceso de
expansión y asimilación cultural entre los diferentes subgrupos. En este modelo múltiples
agentes se influencian, en cambio en el modelo de Axelrod la influencia es interpersonal, es
decir es de agente a agente. Esta influencia múltiple aumenta la solidez del modelo de
Axelrod, permitiendo la resolución de dos problemas que Axelrod no pudo solucionar.
Primero, contribuye a explicar el hecho de porqué encontramos homogeneidad cultural en
sociedades pequeñas y diversidad cultural en sociedades de mayor escala. Segundo, ayuda a
argumentar cómo la diversidad es resistente a las perturbaciones culturales. Con este
propósito simularon un grupo de agentes viviendo en un mismo ambiente, el cuál contiene
alimentos distribuidos al azar. La descripción básica de los componentes del modelo
propuesto es:
131
Agentes:
-Una red neuronal22 controla el comportamiento de cada agente, la red neuronal de todos
los agentes tiene la misma arquitectura al comienzo de la simulación. Desde el principio de
la simulación a cada agente se le asigna un genotipo que codifica un conjunto aleatorio de
caracteres diferentes en cada unidad de tiempo (ciclos de entrada/salida de las redes
neuronales), estas son idénticas para todos los agentes.
Fig. 34: Representación de redes neuronales y clados utilizados en computación evolutiva
(Radicchi et al., 2004)
-Los agentes en esta simulación no se perciben entre ellos. Sus respectivas redes neuronales
son capaces de percibir solo la comida, realizando consecuentemente movimientos de
decisión.
-Los agentes nacen con un nivel 0 de energía, este nivel se incrementa en una unidad cada
vez que el individuo obtiene alimento mientras se desplaza por el entorno. Cuando la
energía del individuo alcanza un umbral de supervivencia se genera un nuevo individuo que
posee el mismo genotipo de sus padres, más la suma de cambios aleatorios.
22 Modelos basados en analogías sobre la representación del cerebro. Las redes neuronales conforman un
sistema de procesadores paralelos conectados entre sí en forma de grafo dirigido (Freman y Skapura 1993).
En una estructura neuronal cada elemento de procesamiento (neuronas) de la red se representa como un
nodo, se establecen jerarquías entre las conexiones que emulan la fisiología del cerebro buscando nuevos
modelos de procesamiento para solucionar problemas concretos del mundo real (Barceló 2008).
132
-La descendencia se ubica cerca de sus padres y así la energía de estos vuelve a 0. Al
comienzo de la simulación los agentes no son muy hábiles para conseguir comida por causa
del peso de las conexiones aleatorias.
-Añaden cambios aleatorios internos en los factores culturales de los agentes.
Medio:
-El medio es definido en función de su capacidad de carga. La comida es periódicamente
reintroducida para compensar la comida consumida, la capacidad de carga del entorno y el
tamaño poblacional son funciones de la longitud del intervalo entre reintroducciones
sucesivas de comida. El resultado de la simulación demuestra que si la comida es
reintroducida con suficiente frecuencia, la distribución poblacional se homogeniza en el
ambiente.
-Si la comida es reintoducida con menos frecuencia, un fenómeno colectivo interesante
emerge con respecto a la distribución espacial de la población, se observan olas migratorias
oscilantes de agentes sobre el ambiente. La población total de agentes puede concentrarse
en una zona particular del ambiente pero después de un tiempo, la población abandona la
zona y se dispersa, con diferentes individuos yendo en diferentes direcciones. Cuando los
agentes alcanzan la pared que limita al ambiente, se quedan cerca de esta por un tiempo y
luego regresan lentamente a la zona inicial en la que se vuelven a concentrar; este
movimiento oscilatorio de las poblaciones se repite periódicamente hasta el final de la
simulación.
Dinámica:
-La reproducción es selectiva, los individuos más habilidosos en conseguir comida e
incrementar su energía y la constante suma de nuevas variabilidades aleatorias al pool de
genotipos, conducen hacia una mejora en el promedio de las habilidades para obtener
comida en la población.
-Los agentes periódicamente modifican sus comportamientos de salida (agregación espacial
y disgregación) y cuando aprenden a predecir las acciones en una etapa previa modifican las
entradas de la segunda etapa. Muchos individuos pueden quedar cerca de otros
simplemente porque tienden a aproximarse al mismo recurso. También en estas
133
circunstancias, el comportamiento de los agentes resulta en una agregación social que no ha
evolucionado para esa función.
-La fórmula general es N*(N/3)*(8/N)*(1/L), siendo N el número de sitios y L el número
de posibilidades culturales, esto para una cadena de 6 bits es 64.
-Cada individuo se acerca a la comida para consumirla, no para interactuar con otros
agentes. Sin embargo, la agregación social puede ser una precondición favorable para la
emergencia de comportamientos sociales tales como comunicación o intercambio
económico.
Resultados:
-Demuestran que el resultado planteado por Axelrod, de que la homogenización cultural
completa no es alcanzable, aún se cumple si se abandona el supuesto de que los grupos
vecinos con culturas completamente diferentes no puedan influirse entre ellos.
- En este modelo expansivo no sólo la asimilación se da con la cultura que domina
completamente un grupo; lo más importante es que no hay una función pre-existente de
similitud cultural como determinante de la asimilación cultural. Esto lo han probado
añadiendo nuevos factores culturales y obteniendo el mismo resultado.
-Simularon los cambios internos en términos de mutaciones aleatorias de anillos culturales,
probando que aún así no existe una tendencia hacia la homogenización cultural.
-Obtuvieron los mismos resultados que la simulación de Axelrod con la diferencia que ya
no se puede seguir atribuyendo estos resultados a una tendencia a interactuar con y ser
culturalmente influenciados por los agentes vecinos con los cuales ya se tiene algún grado
de similitud cultural.
4.2.1.4. Modelo de Klemm, Eguíluz, Toral y San Miguel (2005). Desde el campo de la física varios han sido los trabajos que han seguido la propuesta del
modelo de Axelrod sobre la diseminación cultural (Klemm et al., 2003, 2005; San Miguel et
al., 2005; Gracia-Lázaro et al., 2009). El interés por parte de la física en el modelo se
Axelrod se centra principalmente en los efectos colectivos, de tipo cooperativo, que
experimentan estados de transición entre orden-desorden. Esta dinámica de transición de un
134
estado monocultural a otro multicultural es la que interesa y ha sido abordada por los
físicos Klemm, Eguíluz, Toral y San Miguel.
Un resultado importante de este trabajo cuantitativo es el hallazgo de que los regímenes
multiculturales son más inestables cuando se les introduce un ruido ínfimo, en este caso
permitiendo a los rasgos culturales cambiar, con una baja probabilidad aleatoria. En
consecuencia, esto conllevaría a los agentes a cambiar espontáneamente sus conductas,
conduciendo a grupos diversos hacia la homogeneidad cultural. Así la introducción de
shocks aleatorios perturbaría la estabilidad de las regiones culturales, erosionando las
fronteras entre los grupos. De igual modo, esto permitiría al sistema encontrar un camino
que vincule las configuraciones meta-estables de culturas coexistentes, hacia
configuraciones culturales estables. Si existiera la posibilidad de que pequeños errores o que
algunos cambios innovadores modifiquen incluso pocos rasgos individuales, los
mecanismos de afinidad étnica y de influencia serían incapaces de sostener la diversidad
cultural a largo plazo. Por lo tanto, nos enfrentamos al problema de analizar si una
monocultura global sería el resultado inevitable de la deriva cultural.
De acuerdo al modelo de Klemm y sus colegas, los cambios internos aleatorios
aumentarían la heterogeneidad local al permitir que los agentes de separen
espontáneamente de sus vecinos mediante la alteración de uno de sus rasgos culturales.
Paradójicamente, esta heterogeneidad no sería una forma de promover la diversidad, en
cambio sí la convergencia global. La convergencia local podría captar a una población en
equilibrio donde la influencia ya no fuera posible por la homogeneidad o por la
heterogeneidad de los vecinos. Por otra parte las mutaciones alterarían este equilibrio,
influyendo sobre un nuevo equilibrio que contendría menor diversidad que el estado
anterior y así sucesivamente, hasta que las diferencias desaparecen completamente. Cabe
remarcar que el modelo prueba con introducciones de ruido a diferente escala; cuando la
tasa de ruido introducida es pequeña conduce a estados monoculturales y cuando la tasa de
ruido se prolonga en el tiempo, se acumulan los cambios y se generan modificaciones que
conducen hacia un estado multicultural.
135
Fig.35: Simulación de la transición de un estado multicultural a un estado global controlado
por una tasa de ruido escalar(r’) (Klemm et al., 2003)
Teniendo en cuenta que en la mayoría de los procesos de influencia cultural existen siempre
al menos unos pocos grupos que se diferencian de la norma y que de forma espontánea
introducen mutaciones culturales a sus vecinos, este modelo de Klemm y otros autores nos
lleva a plantear una de las cuestiones básicas del proceso de etnicidad: ¿Es posible la
etnicidad estable posible?
4.2.1.5. Modelo de etnicidad de Gabler (2006).
Brandon Gabler utiliza ABM para estudiar situaciones de contacto interétnico aplicado a
contextos arqueológicos de contacto colonial. Los estudios de contacto interétnico se han
centrado básicamente, tanto en arqueología como en la antropología de los últimos años,
en los estudios de fronteras; es por esto que su trabajo propone utilizar ABM para
cuantificar el mantenimiento de las fronteras étnicas y para poner a prueba a través de la
formalización y ejecución computacional la hipótesis de fronteras arqueológicas propuesta
por Randall McGuire (1982). La hipótesis de McGuire sostiene que la persistencia de las
fronteras étnicas es influenciada principalmente por tres variables: competencia,
etnocentrismo y poder diferencial. El diseño del modelo se basa principalmente en las
relaciones y en las interacciones entre agentes y no en las interacciones del agente con el
medio o entorno. Se propone simular inicialmente la dinámica de las situaciones de
contacto cultural y no la influencia del medio en esas interacciones. Es por ello que la
competencia, el etnocentrismo y el poder son las tres variables que pondrá a prueba en un
entorno definido como un espacio toroidal. El modelo fue implementado en una
136
plataforma Swarm 2.223
y puede ser descargado desde el siguiente sitio web:
http://www.u.arizona.edu/~bgabler.
Características de los agentes:
-Los agentes son definidos como individuos con diferencias en edad que nacen, crecen, se
reproducen y mueren. Siguiendo al modelo de Schelling, cada agente es identificado por
uno de dos colores: rojo y azul.
-A cada agente se le asigna una edad al azar entre 0 y 65 años. Los agentes que cuenten con
más de 15 años pueden ser seleccionados para casarse por uno de sus vecinos inmediatos.
Existen agentes sin posibilidad de parejas vecinas, por lo cual se les otorga una probabilidad
de 0.5 de encontrar pareja entre agentes de su mismo color; no se han programado los
casamientos cruzados. Para reproducirse no se ha diferenciado el sexo de los agentes, el
modelo considera que la población se encuentra representada por 50/50 por hombres y
mujeres.
Variables:
Etnocentrismo: se asume el modelo etnocéntrico de Schelling previamente explicado en el
capítulo 2.
Poder: es entendido como un parámetro numérico que refiere a las diferencias de poder
entre agentes. Este parámetro puede ser modificado en los comienzos de cada simulación.
Competencia: se asume como recurso el espacio físico; quienes tengan más poder accederán
con más facilidad al sistema espacial pues contarán con mayores ventajas para accionar
primero y también contarán con otra ventaja reproductiva pues contará también con celdas
vacías donde podrá ubicar su descendencia.
Por lo tanto el movimiento de los agentes en el modelo está dirigido por un cálculo de
felicidad o “happiness”, computado como un promedio entre la fracción de vecinos del
mismo color, el propio color y la posesión o no de pareja, cuyo rango varía entre 0 y 1.
Happiness o Felicidad= porcentaje de similitud+ poder+nº de parejas
3
23 Swarm Development Group (www.swarm.org)
137
El mantenimiento de los límites étnicos es representado cuantitativamente como el
promedio de agentes del mismo color que rodean a cada agente individual, es decir indica el
grado en el cual un grupo mantiene sus vínculos con los otros grupos.
Las simulaciones probaron de manera independiente cada una de estas tres variables, como
modelo de poder, modelo de competencia y modelo de etnicidad. En su conjunto las
simulaciones no aceptaron o rechazaron la hipótesis de McGuire, pero sí sugieren que
existe un vínculo fuerte entre el etnocentrismo y las diferencias de poder y que ambos están
íntimamente ligados el uno al otro en el mantenimiento de las fronteras étnicas.
4.2.2. Modelo Patagonia Simple Past (PSP).
4.2.2.1. Objetivos del Modelo PSP.
Uno de los principales objetivos del modelo que aquí se propone es analizar como la
diversidad y la autoidentificación puede surgir en sociedades de pequeña escala que
adquieren directamente su subsistencia del medio ambiente y cuyos medios de producción
son tecnológicamente limitados. No son consideradas ni sociedades “simples” ni
“primitivas”, a pesar de que la complejidad de las relaciones sociales de producción suele
ser menor que en sociedades con medios de producción más complejos y que el acceso a
ellos y a los productos del trabajo también es más complejo.
Sugerimos que el mecanismo general de etnicidad y de auto-identificación es el mismo para
cualquier tipo de sociedad, pero teniendo en cuenta que la interacción en el presente se ve
afectada por la forma en que la supervivencia está asegurada. Los mecanismos de
reproducción de la identidad también se ven afectados por la complejidad de las relaciones
sociales de producción, la etnicidad es un proceso de reproducción de la identidad de
generación en generación. Sin embargo, los medios de reproducción y por lo tanto las
identidades resultantes, también se modifican en el presente como resultado de esa
interacción. Nos hemos acercado a la idea misma de "identidad de grupo" en términos de
similitudes percibidas en la actividad social. Nuestros agentes tienen una "identidad",
tomando como modelo los vectores culturales de Axelrod. Sin embargo, es importante
tener en cuenta que los vectores de identidad no son un sustituto de la "cultura", como en
el modelo de Axelrod. La cultura debe ser entendida como la variación grupal esperada de
las actividades sociales, por lo tanto no es concebida como una lista de atributos, sino
138
como una medida de similitud, cuanto mayor es la similitud cultural, más emerge el
consenso cultural.
Tabla
3
CONCEPTO DE
CULTURA
REPRESENTACIÓN CULTURAL
Schelling -Carácter binario de la cultura.
-Concepto esencialista de cultura, las
diferencias se generan sobre una
característica o rasgo inherente a cada
grupo.
-No existe en el modelo la
hibridación cultural.
Representado por un rasgo cultural.
Axelrod -Carácter Multidimensional de la
cultura.
-Concepto tradicional de cultura,
como sumatoria de rasgos que
caracterizan a los grupos.
Representa a la cultura como una serie de rasgos
culturales definidos por valores numéricos de cada
uno de los rasgos que componen el vector cultural.
Kohler -No define la cultura, sí define la
dinámica de cooperación y
reciprocidad entre los agentes.
-Una red fija de parentesco regula las
interacciones.
PSP -Medida de Similitud.
-Intergeneracional.
-Entendido como un proceso, no
como una etiqueta.
Vector de identidad, calcula consensos culturales.
Para modelar el proceso de construcción del consenso cultural, hemos preferido evaluar la
forma en que el consenso cultural en el presente modifica la continuidad de la identidad
adquirida a través de la herencia. Consecuentemente, en lugar de enumerar todas las
necesidades, motivaciones, creencias, comportamientos y artefactos de mediación que se
encuentran activos en cada paso, hemos preferido simplificar los cálculos y crear un
sustituto del espacio conceptual del agente, concebido este como unidad familiar, en la
forma de un espacio métrico tridimensional donde puedan ser situados todos los aspectos
sociales de la vida de los agentes. La identidad de cada agente es colocada en una matriz
que sigue la propuesta de matriz de Axelrod, donde cada número representa lo que el
agente racional sabe acerca de su propia sociabilidad. Los valores son heredados de los
padres al nacer y luego pueden ser modificados cuando el agente integra una agregación
139
social con otros agentes. En principio, este vector de identidad puede ser percibido por
todos los otros agentes con los que interactúan, estos pueden interpretar la personalidad
social de los otros agentes y la pertenencia grupal sobre la que interactúan. Diferentes
situaciones pueden resultar cuando toda o sólo una parte de este vector de identidad es
accesible a los otros agentes que están fuera del grupo. Esto es precisamente lo que sucede
en muchos casos, los agentes son sólo parcialmente conscientes de que los identifica con
los otros agentes.
El consenso cultural no existe como un conjunto explícito de valores, sino que debe ser
construido durante el tiempo de ejecución, cuando los agentes con diferentes identidades
cooperan entre sí. Es por esto que debe ser entendido entonces como un proceso y no
como una etiqueta o un conjunto de valores. Este proceso de modificación de la identidad
se asume en términos de la moda estadística de todos los agentes que interactúan.
302928272625242322212019181716151413121110987654321
302928272625242322212019181716151413121110987654321
302928272625242322212019181716151413121110987654321
302928272625242322212019181716151413121110987654321
302928272625242322212019181716151413121110987654321
Moda
Fig. 36: Moda de Vectores.
En la actual simulación sólo se ha considerado una fuente única de interacción,
concretamente, la cooperación en la adquisición de subsistencia. Todavía no hemos
considerado el conflicto, el surgimiento de la guerra y la violencia, la división social del
trabajo, el flujo geográfico de los productos ni la información de un grupo a otro. Estos
aspectos de la interacción y su incidencia sobre el proceso de reproducción de las
semejanzas intergeneracionales será una de las líneas de abordaje futuras. Por lo tanto, en
el estado actual de la simulación, la probabilidad de supervivencia sólo se ve afectada por la
cantidad de mano de obra involucrada en la caza, asumiendo que existe una continuidad
histórica de eficiencia tecnológica. En casos en que los medios de producción se
mantengan constantes, mejores resultados tendrá la supervivencia si más gente caza y
140
participa en estrategias económicas colectivas. Para incrementar la fuerza de trabajo, los
agentes deben ser capaces de cooperar con agentes de otros grupos familiares, pero la
decisión de esta cooperación no está determinada por el azar. Existe una racionalidad
limitada en la decisión de los agentes que cooperan. Brian Skyrms (2004) ya ha definido los
factores que pueden influir en esa decisión. Por ejemplo, los agentes no sólo cooperan con
agentes que hablen su misma lengua, es más probable que cooperen con quienes sí tengan
la capacidad de entenderse que con quienes no la tengan. De todas formas, los agentes no
están obligados a cooperar con agentes emparentados, pero la probabilidad aumenta si la
cooperación se produce cuando los agentes comparten ancestros comunes. En general,
cuanto más pueda predecir un agente sobre las futuras acciones de sus potenciales
colaboradores y la manera en que estos compartirán lo frutos de la caza y la recolección, es
más probable, que la cooperación vaya a ser considerada exitosa. Hemos simplificado un
fenómeno, imaginando un proceso de evaluación “amistosa” en términos de similitudes
percibidas, observaciones, motivaciones, creencias, comportamientos y artefactos de
mediación. Cuanto más visible sean los elementos de las actividades sociales, con más
facilidad podrá calcularse la relación de semejanza.
Asumimos un cálculo de similitud del tipo tverskiano24
24 Medida utilizada para medir la similitud entre dos identidades A y B. Cada entidad contiene rasgos propios
y rasgos comunes con otras entidades, para Tversky la similaridad no depende tanto de los rasgos comunes
como de los rasgos únicos de cada entidad. Puede definirse de la siguiente manera:
(Tversky, 1977), de tal forma de que
una medida inicial de “COMPATIBILIDAD” es generada a partir de la comparación
ponderada de los respectivos vectores “externos” de identidad. Esta medida funciona
como el parámetro de tolerancia en un modelo de segregación de Schelling. Es decir, que
para decidir si un agente coopera con otro, cada agente observa su vecindario y calcula el
número de agentes con diferentes identidades, si tal número se encuentra por encima de un
umbral predefinido, entonces se decide cooperar. El proceso es simétrico, dado que ambos
toman la decisión de manera simultánea para luego comenzar a trabajar juntos. Para futuros
escenarios tenemos la intención de considerar el caso de las “afinidades” como un cálculo
no simétrico, dado que el índice tverskiano de similitud puede ser ponderado de diferentes
modos. Entonces, las decisiones de algunos agentes no serán necesariamente apoyadas por
las decisiones de sus potenciales colaboradores. Por ende, al igual que el modelo de
S(a,b) = xf(a and b) – yf(a-b) – zf(b-a)
S es un el intervalo de escala de similaridad, f es el intervalo de escala que refleja la relevancia de varios rasgos,
x y z son parámetros que proveen las diferencias de los distintos componentes.
141
Schelling, para condiciones de amplio consenso cultural (gran sensibilidad a las diferentes
identidades), la situación inicial converge rápidamente en una situación de aislamiento, que
no produce cambio en los vectores de identidad. Una vez que el consenso cultural se
encuentre por encima del 70% (tolerancia muy alta), todos los vecinos cooperan, de forma
independiente de la identidad expresada.
Mayor segregación
Incremento de cambios
internos del grupo
Mayor Movilidad
Incremento de las diferencias
culturales
Supuestos del Modelo PSP
Se asume que cuanto mayor es la cooperación entre grupos y mayor el grado de consenso
cultural, mayor será la probabilidad de agregación y mayor la probabilidad de que la
identidad se transmita a otras generaciones sin mayores cambios. El propósito es que una
vez que la agregación social ha emergido y la supervivencia de los agentes ha sido
asegurada, los mecanismos de hibridación comienzan a actuar porque las identidades
heredadas (etnicidad) deberían ser modificadas para mantener el nuevo consenso
construido. Cada vector de identidad es entonces modificado en términos de la moda
estadística de la identidad de todos los agentes que conforman la nueva agregación. Lo que
heredan las generaciones futuras que emergen de la agregación no es la vieja identidad, pero
sí el nuevo hecho colectivo.
Sin embargo, la capacidad de carga ambiental, la baja eficiencia de los medios de
producción y la imposibilidad de modificar la productividad de los recursos naturales,
impide la larga duración de las agrupaciones sociales. La probabilidad de aumentar la fuerza
Fig. 37:
142
de trabajo con la caza y por lo tanto la probabilidad de supervivencia, se ve afectada por la
forma en que los agentes se mueven a través de un territorio. En nuestra propia sociedad,
nos vemos limitados, generalmente, a un territorio fijo, pero los cazadores-recolectores
prehistóricos se vieron obligados a desplazarse para evitar los rendimientos decrecientes de
los recursos cazados y recolectados en diferentes lugares, en función de la capacidad de
carga y en la productividad de los recursos naturales en ese espacio ocupado. Este
movimiento aumenta la probabilidad de encontrar a las personas adecuadas para colaborar
y aumentar la fuerza de trabajo. A su vez, esto podría aumentar la probabilidad de tener
éxito en la caza, pero aumentando la necesidad de moverse o alejarse, dada la incapacidad
de aumentar la productividad natural en el lugar. De este modo y teniendo en cuenta que la
duración temporal de una agregación social depende del tamaño absoluto de la población
agregada, debemos considerar este factor, cuando se consideran las probabilidades de que
nuevas parejas reproductoras se formen dentro de un mismo grupo.
Esta primera simulación que aquí se propone se limita al caso de una sola población
original (población fundadora) con una identidad común. Los agentes comienzan a trabajar
juntos en algún lugar y comienzan a moverse rápidamente para evitar que haya
rendimientos decrecientes derivados de la capacidad de carga. Cuando se mueven, se va
perdiendo el contacto con otras unidades familiares emparentadas y su identidad comienza
a cambiar de forma aislada de acuerdo a los mecanismos internos de cada agente. Si al azar
encuentran un pariente en sus desplazamientos, una identidad común comienza a
construirse, pero lo que se construye es esa una nueva identidad y no la anterior, integrando
algunos de los nuevos elementos que pueden haber surgido de forma aislada. En esta
simulación también hemos modelado un mundo que podríamos denominar “imposible”,
donde los recursos existen en igual cantidad y con la misma tasa de reproducción, donde
no existen barreras geográficas. Es decir, que el aislamiento sería sólo una consecuencia de
la movilidad constante. De acuerdo con la teoría estándar, si existen diferentes
concentraciones de recursos que justifican tasas diferenciales de agregación social o
aislamiento producido geográficamente, la inercia social, debería mantener la identidad de
un grupo sin cambios, dadas las bajas posibilidades de modificación de la identidad como
consecuencia de la interacción. Por supuesto, la identidad cambia del pasado al presente,
dada la probabilidad de que actúen los mecanismos internos de cambio e innovación;
después de todo, nuestros agentes computacionales no son animales sin racionalidad, ellos
143
piensan y a al mismo tiempo encuentran por sí mismos nuevas formas o posibilidades de
accionar, aunque el grupo mantenga su coherencia a lo largo del tiempo.
Bajo esas circunstancias, la dinámica básica de la etnicidad y el modelo de influencia alejaría
a la población de la diversidad cultural hacia la homogeneización cultural. Esto podría
suceder debido a la introducción de choques internos que perturbarían la estabilidad de las
regiones culturales erosionando las fronteras entre los grupos. Obviamente, estos cambios
no son al azar a nivel de cada grupo, pero se puede modelar al azar a nivel poblacional.
Diferentes escenarios son diseñados con desiguales tasas de cambio interno, en algunos
casos, estrictamente azarosos mientras que en otros son exponenciales, una vez que la
cantidad de cambios alcanza cierto umbral. Por lo tanto, en un escenario histórico real,
donde los recursos se concentran en algunas áreas y la agregación social sigue la
heterogeneidad del paisaje, donde la topografía impone restricciones a la movilidad,
forzando el aislamiento en algunas áreas, la importancia de los cambios internos es más
importante que la consecuencia del flujo de creencias, comportamientos y artefactos. En
cambio, si no hubiera ningún tipo distintivo de concentración de recursos que justifique
tasas diferenciales de agregación social a través del medio ambiente, ni aislamiento por
causas geográficas, los agentes deberían interactuar constantemente con otros grupos,
quedando limitado sólo por su capacidad para cooperar, lo que a su vez es limitado por su
cultura de origen (similitud derivada de las varianzas respectivas esperadas de las
actividades sociales). En tales condiciones, el cambio interno tiene la misma tasa, pero sus
consecuencias se ven afectadas por la constante construcción de nuevas identidades
generadas cuando se coopera con otros agentes. Por supuesto que la probabilidad de una
integración de identidad se ve afectada por la probabilidad de cooperar, lo cual se ve
afectada a su vez por la compatibilidad ya existente entre parientes anteriores, cuya
identidad ha ido cambiando internamente a través del tiempo.
Una situación diferente sería aquella que considera dos o varias poblaciones fundadoras,
con identidades totalmente diferentes (culturas). Si se mantiene el mecanismo de restricción
en la cooperación entre los grupos basado en la compatibilidad de sus propios vectores de
identidad, la reproducción de la identidad dentro de un grupo debería aumentar la similitud
dentro de un grupo mejorando las diferencias entre estos.
144
Las preguntas específicas que se analizarán dentro de este modelo conceptual serán las
siguientes:
• ¿Cómo ocurren a largo plazo, los procesos de convergencia y divergencia entre grupos de
cazadores-recolectores?
• ¿Qué papel juega la influencia externa en la formación de las identidades étnicas?
• ¿Cuál es el rol de la producción en el proceso de agregación y segregación en grupos
cazadores recolectores?
• ¿Cuál es el rol de la identidad en el proceso de agregación y segregación en grupos
cazadores recolectores?
¿Qué debería emerger?
HomogenizaciónSocial
HeterogeneidadSocial
Agregación SegregaciónMovilidadTerritorial
Fig. 38: Supuestos emergentes del Modelo PSP.
145
4.2.2.2 Modelo Conceptual
El modelo conceptual de nuestra sociedad artificial ha sido diseñado utilizando redes
bayesianas, pues estas constituyen una forma ventajosa para la representación de
conocimiento incierto y nos posibilitan estimar la probabilidad posterior de las variables no
conocidas en base a variables conocidas. Las redes bayesianas son grafos dirigidos que
indican explícitamente las influencias causales, esto permiten elaborar modelos
probabilísticos representados en estas redes causales (Neapolitan, 2004; Koller y Fridman,
2009). Se componen básicamente de tres elementos: nodos, arcos y relaciones.
-Nodos: representan variables de probabilidad. Cada nodo Xi contiene la distribución de
probabilidad condicional P(Xi|padres(Xi))
-Arcos: representan las relaciones de dependencia entre las variables. Los arcos conectan
nodos, por ejemplo si hay un nodo de X a Y, decimos que X es un padre de Y.
-Relaciones: representan la probabilidad de esas correspondencias.
Plant AvailabilityHighLowNone
33.333.333.3
Gathering SuccessHigherLowerFail
33.333.333.3
Probability of survival
0 1
Fig. 39: Ejemplo de una red bayesiana. Los nodos están representados por variables
aleatorias y por una tabla de probabilidad condicional, por ejemplo, disponibilidad de
plantas (PXi) y éxito en la recolección [P(Y/Xi)]. Los arcos o flechas representan las
relaciones de dependencia. La topología o estructura de la red nos brinda información
sobre la dependencia probabilística entre las variables.
El modelo conceptual propuesto se ha resumido mediante el uso de la siguiente red
bayesiana:
PXi
P(Y/Xi)
146
PROBABILITY OF SURVIVALHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
SOCIAL AGGREGATION PROBABILITYHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
INCREASING CULTURAL CONSENSUS PRO...HighMediumLowNone
25.025.025.025.0
CULTURAL DIVERSITY
0 0
ETHNIC FRAGMENTATION
0 0
SOCIAL INERTIA
0 0
HUNTING SUCCESS PROBABILITYHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
GATHERING SUCESS PROBABILITYHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
AGGREGATION TEMPORAL DURATIONHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
TERRITORIAL MOBILITYHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
NEIGHBORHOODSmallRangeMediumRangeFarRange
33.333.333.3
PLANT AVAILABILITYHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
ANIMAL AVAILABILITYHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
DEVELOPMENT MEANS OF PRODUCTIONHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
LABOR FORCEHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
PROB. OF FINDING A PARTNERHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
COOPERATION AT WORK PROBABILITYHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
EXISTING CULTURAL CONSENSUSHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
PROB. COMMON LINEAGEHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
PROB. FOR A COMMON LANGUAGEHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
PROB. HAVING COOPERATED IN THE PASTHighMediumLowNone
25.025.025.025.0
Fig: 40 : Modelo conceptual PSP.
Nuestra hipótesis sobre etnicidad como reproducción de la identidad y de la inercia social
adopta aquí la forma de red, donde un nodo es utilizado para cada factor. Las palabras
"nodo", "factor" y "variable" son utilizadas indistintamente, pero las palabras "variable" y
"factor" generalmente se refieren a la probabilidad de supervivencia cuando se adoptan
comportamientos de caza y recolección, mientras que la palabra "nodo" se refiere a su
representación dentro de la red. Los estados de un nodo constituyen el dominio de la
variable. Si un nodo tiene una relación funcional con sus padres, este es denominado nodo
determinista; esto significa que si se conocen todos los valores de los padres, su valor puede
determinarse con certeza. En este caso, un nodo secundario tiene exactamente un único
valor posible para cada configuración posible de estado de los padres. A ese nodo se lo
denomina como determinista ya que su valor es exactamente determinado por sus padres, no
existiendo ningún elemento al azar involucrado. Los enlaces contienen información sobre
las dependencias entre los nodos en forma de probabilidades condicionales. Representan la
relación entre un factor y aquellos relacionados causalmente con él, proporcionando cada
uno el valor del nodo en función de los valores de sus padres, o una distribución
probabilística para el nodo dependiente de los valores de sus padres.
147
Un enlace entre dos nodos indica que existen relaciones de probabilidad que se sabe que
existen entre los estados de esos dos nodos. La dirección de las flechas de los links sugiere
que los nodos que se encuentran en la parte superior del diagrama tienden a influir más
sobre los nodos que se encuentran en la parte inferior. Por lo general, un enlace desde el
nodo A al nodo B indica que A tiene una relación causal con B, que A predispone a B, que
B puede ser una observación imperfecta de A, y que A y B se encuentran funcionalmente
relacionadas, o que A y B están estadísticamente correlacionadas. El hecho de que las
probabilidades condicionales relacionen factores y respuestas, sugiere que algunas de las
respuestas tenderán a ocurrir con más frecuencia cuando algunos de los factores están
presentes. Por ejemplo, si la caza es exitosa debido a la mayor disponibilidad de los
animales, las posibilidades de supervivencia son más altas. Si un agente social coopera con
otro agente, las posibilidades de éxito en la caza aumentan, incluso en el caso de una baja
disponibilidad de animales, y así sucesivamente. Por lo tanto, tenemos que introducir un
conjunto de probabilidades, una para cada una de los estados posibles de cada nodo. Las
probabilidades a priori son las probabilidades de influir sobre un factor social particular antes
de introducir la evidencia y antes de que las dependencias entre nodos padres y nodos
secundarios entre en acción. Esto se deduce directamente del Teorema de Bayes:
Donde Pa es la probabilidad de supervivencia y Pb es la probabilidad de éxito en la
recolección. Entonces, la probabilidad de supervivencia puede ser calculada a partir de la
probabilidad de éxito en la recolección, condicionada por la probabilidad de éxito en la
caza. Esto se multiplica por las probabilidades de caza y las probabilidades de supervivencia
conocidas bajo esas circunstancias.
El modelo supone que el éxito en las actividades cooperativas promueve la conformación
de los grupos, así la diversidad étnica resulta de las dinámicas de interacción social y de las
estrategias de alianza/cooperación vinculadas a procesos de diferenciación socio-
económica. Para explorar la emergencia de los patrones de agrupación y segregación grupal
en grupos de cazadores recolectores, es necesario entender que las agrupaciones sociales
son el producto de un proceso socio-histórico y no entidades autoconformadas, es por ello
que el modelo plantea experimentar en grupos de cazadores recolectores cómo las
interacciones étnicas afectan a los grupos o a los cluster de agentes sociales. Basándonos en
simples reglas de unión y separación entre los grupos familiares, se espera evaluar la
148
relación entre las estrategias de supervivencia, producción económica en un medio sin
espacio definido y, en una segunda instancia, en un medio con características semiáridas,
similar al medio-ambiente patagónico.
4.2.2.3. Diseño y caracterización de PSP.
4.2.2.3.1. Agentes y Atributos.
Los agentes utilizados en el modelo constituyen una representación parcial de algunas
conductas específicas de cazadores recolectores. Son entidades artificiales representadas
por un grupo de individuos que actúan como una unidad de decisión, son las unidades
familiares. Se asume que cada agente está representado por el mismo número de individuos,
esta decisión derivada de los estudios etnográficos y arqueológicos supone una media de
cinco individuos por unidad familiar (Boschín y Nacuzzi, 1979). En el modelo artificial PSP
el número de individuos que componen una unidad familiar se establece como un
parámetro fijo para todas las simulaciones. En cambio, el número de unidades familiares es
un valor numérico que puede variar en el proceso de simulación entre 0 y 50 agentes.
Los agentes se comportan como una unidad relacionándose con otras unidades familiares y
son afectados por factores externos que también son modelados como agentes. Así, las
celdas o patches, aunque esta simulación no defina un ambiente concreto, sólo variables de
estado a nivel de celdas o patches. El ambiente de una celda también les permite a los
agentes interactuar indirectamente con otros agentes, compartir sus experiencias (nivel de
producción), compartir recursos e interactuar a nivel cultural, de producción, reproducción
y subsistencia. Para poder desenvolverse los agentes deben encontrar una mínima cantidad
de recursos para satisfacer sus necesidades básicas, estas provienen del aprovisionamiento,
consumo y redistribución de los alimentos. Los agentes consumen de acuerdo a sus
requerimientos nutricionales y advierten con quienes van a tener mayor frecuencia de
relaciones, esto es asumido por el modelo, si esto no es posible deberán moverse hacia otro
lugar. Si no lo consiguieran tendrían altas posibilidades de morir, en el caso de que esto
suceda (SJ=0) el agente es reemplazado. Se ha programado el movimiento de los agentes
de de manera aleatoria para poder poner a prueba las consecuencias del movimiento en un
espacio no condicionado por barreras topográficas, pero cabe señalar que el movimiento de
los agentes es racional. Esto significa que los agentes cuentan con memoria sobre los
lugares con más o menos recursos, o sobre los lugares en los que puede encontrarse con
149
agentes culturalmente más relacionados con ellos, pues el número de rasgos culturales
compartidos incrementa la interacción social y permite preveer con quienes se accionará en
un futuro. Los recursos se comparten de acuerdo al vector cultural que se contiene, de este
modo se genera un reordenamiento dinámico de los vecinos (neighbouhood) basado en
los rasgos culturales compartidos y en la distancia de relación entre estos. Los lazos
establecidos a partir de las interacciones locales entre los grupos definen los links entre
agentes, por lo tanto los grupos son definidos como los componentes de esta red δ∈[0,1].
Un link se establece si son culturalmente próximos, es decir, si el número de dimensiones
culturales compartidas es mayor que el parámetro global. Se establece un grado de vecindad
local con aquellas unidades familiares que comparten un número de dimensiones
culturales, moduladas por el parámetro global η. Los agregados sociales o grupos se
diferencian por la lista de agentes que los componen y por acciones específicas que son
sólo desarrolladas por agentes que cooperan y no por agentes individuales. De este modo,
los agentes al interactuar entre ellos cambian los estados internos de los otros agentes,
respondiendo así a uno de los objetivos del diseño del modelo: registrar no sólo los
cambios inter-generacionales, sino también los cambios intra-generacionales.
Cabría señalar que la decisión de elegir como agentes a las unidades familiares coincide con
el modelo de Village Ecodynamics elaborado por T. Kohler y sus colegas (2007), que hemos
explicado en el capítulo 1. Este modelo creado para estudiar las dinámicas poblacionales y
la evolución de los sistemas de asentamiento ocurridos en la Región de Mesa Verde entre el
900 y el 1300 DC, define los household o unidades familiares como la mínima unidad social
diferenciable en el registro arqueológico, derivando las características de los agentes de los
estudios etnográficos y antropológicos de los grupos históricos Pueblo y de la literatura
conocida para grupos con una economía de subsistencia agrícola. Además de caracterizar a
los agentes por edad, ubicación geográfica, cantidad de alimento almacenado, y necesidades
nutricionales, se ha planteado como uno de los principales intereses del proyecto estudiar
los efectos de los intercambios en la formación de grupos sociales, centrándose en analizar
los mecanismos grupales de reciprocidad social. Es por esto que establecen lazos de
parentesco entre los agentes, mecanismos de reciprocidad y miembros de esta red parental,
a diferencia del modelo PSP, en donde si nos interesa establecer dinámicas sociales de
agrupamiento y de división de los grupos, en Village Ecodynamics, no definen vectores
culturales ni una pertenencia identitaria. Lo que les interesa es relevar la evolución y
dinámica de los agentes en un entorno geográficamente específico y supervisar las
interacciones realizadas con otros agentes y con el medio. Dado que una de las
150
características de la región analizada-Mesa Verde- es la variación anual de la producción
agrícola, un supuesto utilizado es que los agricultores necesiten reducir la incertidumbre de
los rendimientos que en este marco de reciprocidad equilibrada estaría en función de la
conformación de redes sociales y económicas. En simulaciones recientes, los autores han
modificado este primer modelo añadiendo la capacidad de realizar intercambios recíprocos
simétricos o asimétricos (Reynolds, Kobti y Kohler, 2006; Reynolds, Kobti, Kohler y Yap
2005). Según este segundo modelo, la decisión tomada por el grupo no sería consensuada
en base al peso y a las opiniones de sus miembros, en este caso sería ejecutada por un
agente que centraliza la toma de decisiones y que agrupa y utiliza la suma de los
conocimientos individuales (Reynolds y Peng, 2005). Como resultado de estas
modificaciones sobre el primer modelo se evidenció la emergencia de una pequeña red
social y de poblaciones de agentes que demostraron ser más resistentes a las perturbaciones
y alteraciones e influencias ambientales. Cuando se les permitió a los agentes tener más
oportunidades para intercambiar recursos, la simulación produjo estructuras de redes más
complejas, poblaciones más grandes y sistemas más resistentes. Por otra parte, cuando se
les permitió a los agentes amortiguar sus demandas mediante el uso de un modelo de
estados finitos, mejoró la resistencia relativa del sistema. Los mecanismos de reciprocidad
introducidos pueden ser activados tanto por los dadores como por los receptores y en
consecuencia esta interacción produjo que las donaciones sean cada vez más numerosas y
exitosas, lo cual representa la sinergia producida por el uso de la información a partir de
dos situaciones complementarias dentro de la red; así, la red social cuenta con mayor
información con la que trabajar tendiendo a ser más resistente que la red anterior.
En nuestro modelo PSP el comportamiento de las unidades familiares involucra
desplazamientos aleatorios sobre un territorio, toma de decisiones condicionadas por los
recursos existentes, conformación de relaciones de cooperatividad o de conflicto con las
otras unidades familiares con las que se encuentran de acuerdo a su ubicación temporal y al
vector de rasgos culturales.
Las principales características de los agentes del modelo PSPS son:
Edad Máxima: constituye un límite, los agentes no están obligados a morir en un
ciclo exacto, esto dependerá de las probabilidades de supervivencia. La edad
151
máxima de las familias sigue una distribución de Poisson cuya media es el parámetro
de la esperanza de vida y el límite establecido es de 80 años.
Energía: posee un contador de los recursos adquiridos a través de la caza y
recolección.
Identidad: se establece para cada agente un vector de identidad desde el comienzo
de la simulación. Cuando se inicializa el modelo computacional todos los agentes
parten con el mismo vector cultural, éste se irá modificando durante la simulación
pues se incorpora un ruido aleatorio en la simulación de las dinámicas internas de
cambio cultural.
Supervivencia: es la probabilidad de supervivencia de cada agente, esta depende del
valor de energía que posea, lo cual determina si una unidad familiar sobrevive o
muere.
Red Social: La red social no es predefinida, es el resultado de las interacciones entre
los agentes. Los links vinculan agentes que cooperan entre sí y que se identifican
culturalmente formando el mismo agregado social.
4.2.2.3.2. Entorno.
En la simulación el entorno proporciona a los agentes un contexto espacial en 2
dimensiones (longitud, latitud). En PSP, el entorno está implementado como una
estructura toroidal compuesta por 40 x 80 celdas de la misma extensión, por lo tanto el
mundo PSP contiene 320 celdas. Se asume que cada celda representa unos 100 x 100 Km.
La distribución de los recursos es aleatoria y sigue una distribución de Poisson. No se
simula un paisaje específico con recursos concretos a explotar, ni diferentes capacidades de
carga. Se simula un espacio que nos permite representar la movilidad de los agentes,
reflejando la incidencia que pueda tener en la diferenciación cultural la intensidad de los
desplazamientos y su orientación. De este modo los agentes en el entorno se encuentran
limitados en un espacio común, vinculados por una red definida a partir de sus relaciones
de similitud cultural. Esta geografía virtual es abstracta y genérica, es un ambiente abstracto
dentro del cual los agentes pueden relacionarse. Son obvias las limitaciones de una red o
grilla pero resulta una excelente simplificación del espacio continuo y complejo en su no
uniformidad.
152
Fig. 41: Entorno 2D de PSP.
4.2.2.3.3. Ciclo de Vida del Agente.
El ciclo de vida de los agentes refiere a la secuencia de estados del agente a lo largo de su
vida. La dinámica global del sistema emerge a partir de los comportamientos y de las
interacciones entre los agentes; estas interacciones tanto con el entorno como con otros
agentes permite alcanzar objetivos mediante acciones de coordinación, cooperación o
competencia. En PSP los agentes son inicializados con un conjunto de características
inherentes, enumeradas en el punto 4.1.2.3.1.
AggregateCooperateReproduce
EatWorkMove
IdentifyDie
EatHUNTING/GATHERING
MoveIdentify
Die
EatHUNTING/GATHERING
MoveIdentify
Die
Ciclo de Vida de los Agentes
Procedures/Social Activities
Fig. 42: Ciclo de Vida de los Agentes.
153
El ciclo de vida de un agente comprende:
-Unidades familiares portadoras de una identidad social que se representa por medio de una
matriz axelrodiana de 10 x10 y un nivel de energía homogéneo en el inicio de la simulación.
-Cuando los agentes se encuentran se identifican entre ellos y optan por una de estas dos
decisiones:
a-pueden evitarse si no comparten ningún elemento del vector cultural.
b-pueden elegir intercambiar algún elemento de sus identidades respectivas.
-Si interactúan con otros agentes con los que comparten elementos del vector cultural
pueden decidir:
a-cooperar en la caza y recolección.
b- no cooperar.
-Si cooperan en la caza y recolección se evalúa los rendimientos de esta actividad..
-Los agentes deciden hacia donde moverse de manera aleatoria.
-Los grupos que emergen se vinculan por sus componentes culturales y por las
interacciones cooperativas de subsistencia.
-Los agentes mueren si superan los 80 años o si no alcanzan a cubrir los rendimientos
básicos de subsistencia.
-Nuevos agentes surgen con las mismas características de otras unidades familiares del
sistema elegidas al azar.
154
SOBREVIVIR:Buscar alimento
COOPERAR:Si el consenso cultural
es suficiente, se trabaja colectivamente
MORIR:Si los recursos
no son suficientes
MOVERSE:Si los recursos
no son suficientes, se mueve hacia un lugar cercano
INDENTIFICA a otros en el vecindario
Si el consenso cultural no es suficiente,
trabaja solo
Fig. 43: Ciclo de supervivencia. Cada agente cuenta con una probabilidad de moverse e
interacturar con otros agentes con el fin de decidir si cooperar o no en la supervivencia o
en la reproducción.
Identidad inherente al nacer
Si el consenso cultural es bajo, entonces
la identidad muta aleatoriamente
Mueren:- Si los recursos no son suficientes-Si alcanzan la edad máxima-Aleatoriamente se descartan el 30% de los nacimientos-Aleatoreamente se descartanel 5% de los agentes
Utiliza la propiaidentidad para
identificar a otros
Si el consenso cultural es alto, entonces
aumenta la similitud
Se reproducen cada x ciclos. Dos agentes vecinos producen
Un nuevo agente con una identidadcombinada de sus padres
Fig.44: Ciclo de evolución de la identidad. Los atributos de los agentes y las variables de estado
se actualizan de forma asincrónica, es decir que los valores son calculados de manera
independiente para cada agente.
155
4.3. Generación del Modelo específico de Plataforma Orientada a
Agentes.
Hasta el momento nos hemos centrado en la parte heurística de la modelización,
planteamos el problema, las ideas y las principales hipótesis; en otras palabras, hemos
centrado en la posibilidad de formalizar el problema. En esta etapa que es la de
formularización y generación del modelo específico orientado a agentes, nos centraremos
en escribirlo mediante un lenguaje computacional específico formulado en un programa
computacional ejecutable. Esta formulación debe ser completa y debe abordar
explícitamente cada elemento y aspecto del modelo. Esto nos obliga a realizar decisiones
importantes sobre la estructura del modelo, principalmente sobre la implementación formal
de los objetivos y la resolución del nivel de abstracción que se le ha adjudicado al mismo,
medida relevante para poder gestionar la complejidad expresada por el modelo.
Al proponer un modelo que ponga a prueba la coherencia de un modelo teórico sobre
etnogénesis y formación y negociación de las identidades, la simulación no utiliza ningún
tipo de input externo. Todos los datos se introducen en la inicialización para simular
diferentes escenarios y para testear diferentes hipótesis. Teniendo en cuenta que el núcleo
del modelo teórico es sobre el comportamiento social y no sobre factores ambientales que
afecten el comportamiento social, hemos creado un mundo virtual en el que la temperatura,
topografía y otros aspectos ecológicos afecten lo menos posible al modelo, con el fin de
visualizar las dinámicas que son estrictamente dependientes de la conducta social y
políticamente limitadas a las decisiones racionales.
Sin embargo, para calibrar la forma en que nuestro modelo representa una hipótesis
particular sobre el comportamiento social en sociedades de pequeña escala, hemos
programado una variación del modelo utilizando inputs sobre recursos externos tales como
archivos de datos y un modelo de territorio digital. En esta variación, que se describe en su
totalidad en el siguiente capítulo, se especifican los datos introducidos y las
experimentaciones realizadas.
156
4.3.1. Lenguaje de Modelado utilizado: Netlogo.
Existen actualmente muchas plataformas para la modelización de agentes, en realidad no
existe una plataforma “ideal” para todos los tipos de aplicaciones, pues esto también
depende de los objetivos de la modelización que queramos realizar. En el caso de esta tesis
se ha elegido el programa de modelización Netlogo porque ofrece un lenguaje de
programación simple y una interface gráfica desde el cual se pueden ejecutar modelos
científicos avanzados. Netlogo fue diseñado por Uri Wilensky en 1999, y una de sus
ventajas es que ofrece una licencia de uso sin restricciones y puede accederse al programa
tanto como a las actualizaciones desarrolladas por el Center for Connected Learning and
Computer-Based Modeling de la Northwestern University (USA), de forma completamente gratuita.
En este sentido, se diferencia de otros programas de modelización que exigen altos costos
de actualización y mantenimiento en muy cortos plazos.
NetLogo es un lenguaje escrito en Java, por lo que puede ejecutarse en todas las
plataformas mayoritarias como Mac, Windows, Linux, entre otras. Proviene de una serie de
lenguajes de modelización multi-agentes que comenzaron con StarLogoT sobre la que se ha
rediseñado el lenguaje y se le ha añadido una interfaz de usuario. El lenguaje es un dialecto
Logo extendido para soportar agentes móviles (tortugas) que se mueven por una rejilla de
agentes estacionarios (patches). Este permite programar un número ilimitado de agentes y
variables, crear enlaces entres las tortugas para construir redes y cuenta además con un gran
vocabulario de primitivas propias del lenguaje, facilitando el proceso de programación. Al
ser un entorno programable permite simular fenómenos naturales y sociales y modelizar
sistemas complejos que evolucionan en el tiempo. Programando cientos o miles de agentes
independientes es posible explorar la conexión entre el comportamiento a escala
microscópica y los patrones a escala macroscópica que emergen de la interacción de
muchos individuos.
Características de Netlogo:
1- Permite configurar cuatro tipos de agentes:
El observador: es el usuario que controla la simulación, interactúa en la simulación
pero no está representado en el mundo.
157
Agentes móviles o Tortugas: son los actores que evolucionan en el proceso
simulado dentro de la vista 2D.
Agentes fijos, celdas o patches: cuadrados empaquetados en una retícula
rectangular que constituyen el fondo de la vista 2D.
Enlaces entre agentes o links: son agentes que conectan dos tortugas, permite
modelar la relación existente entre las tortugas.
2- Entorno Integrado de Desarrollo (IDE) de Netlogo; cuenta con tres pestañas:
Interfaz: es el lugar donde el usuario coloca los parámetros del modelo, modifica y
supervisa las variables emergentes del modelo. Permite una vista 2D del mundo
modelado y cuenta con herramientas de control (botones, conmutadores,
deslizaderas, selectores), gráficas (gráficas, modelos estocásticos, textos, salidas),
monitores y un centro de órdenes para el usuario que permite agilizar la
visualización y la obtención de datos y gráficos.
Información: descriptor del modelo y de las motivaciones de la simulación, manual de
usuario.
Procedimientos o rutinas: es el espacio de trabajo en el que se escribe el código del
modelo. Desde el código es desde donde puede alterarse la estructura del modelo,
crear nuevas variables para monitorear, incluir nuevos procedimientos,
comportamientos, espacios, etc.
Fig. 45: Interfase de Netlogo.
158
Los modelos funcionan de modo abierto; pueden ser guardados como applets25
para ser
insertados en páginas web. Esto quiere decir que se archivan en un formato de texto no
encriptado y se presentan a ejecución sin ningún tipo de mecanismo de seguridad, lo que
permite a los usuarios compartir los modelos en una comunidad de usuarios, modificarlos e
intercambiar estrategias de diseño y solución de codificación y representación gráfica.
Para experimentar sobre los modelos, Netlogo cuenta con herramientas para la
visualización, gestión y control de las simulaciones, estas pueden visualizarse en 2D y 3D.
Los monitoreos pueden realizarse en momentos específicos de la ejecución del modelo,
contando con monitores que permiten inspeccionar el estado tanto individual como
colectivo de los agentes. El análisis y la validación son soportadas por las herramientas de
experimentación, visualización y presentación de resultados. La publicación de resultados
solamente puede llevarse a cabo por medio de gráficas y datos. El modelo puede publicarse
como un applet de Java en páginas web aunque con ciertas restricciones, por ejemplo, no se
pueden mostrar gráficos en 3D. Como no se cuenta con el código fuente del modelo la
replicación en diferentes plataformas se vuelve difícil de realizar.
Fig.46: Funcionalidad de los componentes del Marco Metodológico.
25 Es un componente de software escrito en un lenguaje de programación (por ejemplo Java), que se ejecuta
bajo el control de una aplicación más grande que lo contiene (ej.web).
Generación de Código
Código Fuente: Implementa la funcionalidad del Modelo
NETLOGO
159
4.3.2. PSP e implementación en Netlogo.
Al simular sociedades virtuales comenzamos definiendo los agentes que “viven” en un
entorno virtual. Este entorno es una abstracción definida sobre la base de teoría social y
datos históricos. En la simulación, los agentes sociales y su comportamiento son
formulados con un lenguaje de programación, esto permite que las teorías sociales sean
formalizadas y puedan ser transferidas dentro de programas de ordenador. En los Sistemas
Multiagentes los agentes autónomos imitan el comportamiento y las interacciones del
mundo real, es por esto que los agentes deben ser implementados como entidades discretas
y autónomas, pero con objetivos y comportamientos claramente definidos, deben ser
capaces de adaptarse y de modificar su comportamiento.
Computacionalmente hablando, los agentes constan de un cuerpo que contiene un
conjunto de variables estado y un comportamiento. Las acciones son definidas como
enunciados simples que son inicializados y finalizados en base a reglas. Las acciones y las
condiciones pueden estar compuestas por un amplio número de bloques y son
denominadas primitivas. Estas pueden definirse como la unidad mínima de procedimiento
utilizada por el lenguaje de programación.
Ejemplo de Primitiva Creat-turtles o crt crt5;; crea 5 agentes
La arquitectura más simple de agentes utiliza un pequeño número de reglas de acción-
condición que permiten determinar las acciones y la capacidad de enviar y recibir mensajes.
En la programación también se incluyen los objetivos de los agentes y los atributos, es decir
que desde el comienzo se encapsula o definen los principales rasgos y acciones que
determinan las acciones de los agentes. Así estos actuarán según las creencias que poseen
sobre los estados del “mundo” que ellos mismos modifican y contribuyen a modificar
mediante sus acciones. Cualquier modelo de simulación que replique partes del mundo real
requiere la reproducción de algunos aspectos del contexto de los agentes. El mundo real
limita la estructura y el comportamiento de los agentes reales y el contexto simulado juega
ese mismo papel para el entorno del agente simulado.
Ejemplo de Procedimiento To setup ;; define el nombre del procedimiento Clear-all ;; limpiar el procedimiento
160
Crt 100 ;; crear 100 tortugas Ask turtles [ set xy random-xcor random- ycor] ;; ubicar la Tortugas aleatoriamente en el espacio End ;; finalizar el procedimiento
4.3.2.1. Inicialización.
Los resultados del modelo no pueden ser reproducidos con exactitud si no se conocen o
especifican las condiciones iniciales, pues los diferentes análisis del modelo pueden
depender de manera muy diferente de estas. A veces, el objetivo de un modelo consiste en
analizar las consecuencias de su estado inicial, mientras otras veces los modeladores
intentan minimizar los efectos de esas condiciones iniciales sobre los resultados.
En nuestro caso, en tiempo = 0 el mundo se inicializa con un nivel máximo de recursos en
cada patch de acuerdo a un parámetro global seleccionable por el usuario (Hipótesis 1:
"mundo rico"; Hipótesis 2: "mundo pobre"). En el arranque, se crea una única población
fundacional (homogénea) de hogares (agentes) con un número de agentes establecidos por
el usuario. Los agentes son colocados al azar en el paisaje, con el mismo vector de
identidad, con edades diferentes (asignados al azar siguiendo una distribución de Poisson).
Durante el primer step o paso de tiempo, los agentes ejecutan el proceso y los subprocesos
SOBREVIVIR (SURVIVE) pasando luego al siguiente step. Todos los agentes sobreviven
el primer step, ocupando patches que pierden recursos, por lo tanto los agentes se ven
obligados a moverse en diferentes direcciones desde el comienzo del segundo step en
función de la depreciación de la energía.
La mayoría de los valores de inicialización no son arbitrarios y contienen base empírica.
Son configurables por el usuario para poder poner a prueba diferentes tipos de hipótesis, y
éstos no cambian entre las diferentes simulaciones del mismo modelo.
Tabla 4
Parámetros
iniciales
Descripción
N-familias Es el número de agentes definido desde el principio de la simulación.
El usuario puede explorar la influencia del tamaño poblacional sobre
el proceso de etnogénesis y la formación de las identidades.
161
Radio de
vecindad o
Neighborhood
Es la distancia máxima permitida a cada agente para comunicarse
con otros agentes, refleja el territorio recorrido por los agentes en
una unidad de tiempo dada. Aunque la movilidad directa de los
agentes se encuentre restringida al ámbito de un patch, cada agente
cuenta con la capacidad de interactuar y cooperar con otros agentes
cercanos. El usuario podría tratar con diferentes escenarios,
considerando los potenciales efectos en la variación de la tecnología
de transporte, por ejemplo, la introducción de caballo doméstico.
Radio Inicial Es la distancia máxima permitida por el usuario desde el comienzo
de la simulación, permite simular la coherencia espacial, y por lo
tanto el grado de cooperación posible en tiempo 0 (step1).
Consenso
Cultural
El usuario configura el grado necesario de identidad que se necesita
para cooperar. Funciona como opuesto al parámetro de tolerancia
del modelo de Schelling: cuanto mayor sea el consenso cultural
necesario para cooperar, menor será la tolerancia hacia los otros.
Cuanto menor es el consenso cultural necesario para coopear, mayor
será la tolerancia hacia los otros, y por lo tanto la cooperación con
los “extraños” será más fácil.
Vector de
Identidad
Derivado del Modelo de Axelrod. El número de dimensiones
culturales con el que cuenta cada agente Se sugiere subsistituirlo por
un vector con 40 dimensiones fijas. Este es un valor fijo y no es re-
configurable por el usuario.
Rasgos de
Identidad
Cada rasgo que compone el vector 40 de identidad es un número
natural. Se crea aleatoriamente desde el comienzo.
Índice de
Intolerancia
Es una probabilidad fija de que los agentes copien algunos aspectos
de la identidad colectiva. El usuario configura y pone a prueba los
efectos de las presiones externas sobre la agregación social.
Cambio Social
(Prob.)
El usuario configura la probabilidad de que un agente pueda cambiar
algunos rasgos culturales. Cuanto mayor sea este valor, más
importante serán los cambios internos y las habilidades de los
agentes. Se asume que este valor es constante a lo largo de toda la
162
simulación.
Retornos de la
Cooperación
Los parámetros configurados por el usuario representan los
beneficios esperados de cooperación y el intercambio de trabajo. Se
supone que es constante a lo largo de la simulación para probar el
efecto positivo de la motivación y la necesidad de establecer y
mantener la cooperación. Cuanto menor sea este valor, menor será el
interés en cooperar con los demás.
Subsistencia Es el mínimo nivel de energía configurado para cada agente según lo
que necesita para sobrevivir en un step (un año). De esta forma, el
usuario puede poner a prueba diferentes escenarios dentro del cual
sobrevivir sea más o menos dificultoso. Por ejemplo, en períodos
cálidos los agentes necesitan menos subsistencia que en tiempos
fríos.
Depreciación del
nivel energético
El usuario configura los parámentos para fijar la cantidad energética
que un agente puede reservar para comenzar con un nuevo step.
Expectativa de
vida
Es el número máximo de steps permitido para cada agente. Es
inicializado y configurado como una media de la distribución de
Poisson (hasta 80) que describe el máximo que puede ser alcanzado
por cada agente o unidad familiar.
4.3.2.2. Input Data.
La declaración GLOBALS define las variables a las que pueden acceder los agentes desde
cualquier parte del programa. Estas variables definen el step o tiempo simulado, el tamaño
de los grupos de agentes, la supervivencia (máximo período sin energía, número de muertes por edad
avanzada de los agentes, número de muertes por insuficiente energía) y el índice de los componentes
culturales. Si una variable es una variable global, sólo hay un valor para la variable, y es
accesible para cada agente, es decir que permite almacenar los valores en un agente. PSP
tiene las siguientes VARIABLES GLOBALES, que pueden leerse en cualquier momento y
por cualquier agente:
163
globals [ max-periods-without-energy n-deaths-by-old-age n-deaths-by-insufficient-energy step group-size component-index ] Uno de los objetivos que deben mantenerse en inteligencia artificial es la programación de
agentes que se comporten racionalmente. Esto implica que se debe diseñar un programa de
agente que realice decisiones y seleccione las acciones. Matemáticamente esto significa que
el programa debe mapear la secuencia de interacciones y percepciones del agente hacia una
acción. Computacionalmente, el programa del agente tiene como fin definir el
comportamiento racional, añadiendo una medida de rendimiento como un indicador
numérico que exprese los objetivos del agente. Es decir, una métrica del rendimiento que le
permita expresar al programa el objetivo del agente.
Los agentes o tortugas en Netlogo, que hemos programado para PSP son las unidades
familiares. Han sido definidas como breeds o “razas”, esto indica que se están definiendo un
conjunto de agentes, en este caso los agentes (unidades familiares) y las propiedades de
estas familias indicado por la primitiva familias-own. Las características globales asignadas a
los agentes son: edad, edad máxima, cultura, capacidad, energía, períodos sin energía,
identificador de vecinos, de grupo, exploración, componente principal. Las propiedades
asignadas a los patches se denominan recursos. Estas variables siguen las definiciones dadas
previamente en la descripción de la ingeniería del sistema.
breed [ families family ] families-own [ age max-age culture capacity energy periods-without-energy my-neighborhood my-group explored? component leader ] patches-own [ resources ] El procedimiento SETUP inicializa las variables globales y crea la primera generación de
tortugas o unidades familiares. Se establecen desde el inicio los parámetros de subsistencia,
164
supervivencia y movilidad para cada step. Se crean las tortugas y se ubican espacialmente,
partiendo en cada inicialización todas las tortugas del patch central (px-cor 0 py-cor0).
Todas las familias son representadas con un ícono de forma humana (mediante la forma
gráfica person) y con un mismo color rojo, para indicar que tenemos una población única,
fundada con la misma identidad. Durante la ejecución el color cambiará para indicar
nuevos agregados sociales es decir que indicando las redes de cooperación de las familias.
to setup ca ; initialize global parameters ;set subsistence 0.5 set max-periods-without-energy 5 ;set energy-depreciation 0.5 set step 1 ; create and initialize families ask patch 0 0[ ask n-of n-families ( patches in-radius initial-radius ) [ sprout-families 1 [ ;set color scale-color yellow ((random-float 50) + 20 ) 0 50 set color red set hidden? false set shape "person" set size 1 fd 0.5 set max-age random-poisson life-expectancy set capacity random-float 1 set culture n-values cultural-dimensions [ ? ] set energy (random-float 5) ] ] ] ask families [ set-neighborhood-and-group ] identify-global-groups ; initiliaze patches ask patches [ ;set resources random-poisson resources-average ] End
165
Cada patch corresponde a unas coordenadas en el eje de las X de min-pxcor= -40 y máxima
de max-pxcor= 40. En el eje de las Y de min-pxcor= -20 y max-pycor= 20. Al inicializar
los patches se define un mundo en base a 320 patches (80 x 40).
Los patches se definen con colores dentro de la escala de los amarillos, esto significa que
cuando los agentes realizan su primera identificación, puede diferenciarse el área con el fin
de poder visualizar la dispersión y los grupos formados.
80
40
166
4.3.2.3. Procedimientos (Main Procedeure). Hemos implementado el comportamiento social como comandos. En el código de Netlogo
el MAIN PROCEDURE es desarrollado desde to setup hasta el primer end indicando el
procedimiento, es decir el conjunto de órdenes que se ejecutan como una unidad. Estos
procedimientos son denominados:
o MOVE
o SET NEIGHBORHOOD AND GROUP
o SURVIVE
o EVOLVE CULTURE
o REPLACE
o NEW DESCENDANT.
El procedimiento GO indica que la actividad del agente ha comenzado, las acciones que
realizan las familias en cada step: moverse, sobrevivir, evolucionar-culturalmente,
reemplazar a los que perecen, identificar a los grupos globales. Desde la Interface se define
la acción, indicando las acciones que deben comenzar a realizar el conjunto de agentes. Los
dos últimos procedimientos, pintar el vecindario y realizar los gráficos, son acciones que
debe realizar el programa para ilustrar la actividad social y permitir la visualización de los
objetivos de la simulación. Una vez que los objetos han sido inicializados, el usuario puede
presionar el botón GO, que repetidamente ejecuta el procedimiento GO.
Acciones del Agente to go move -set-neighborhood-and-group -set my-neighborhood patches in-radius -set my-group my-neighbors -set heading random 360 fd 0.5 survive -set energy -set energy max evolve-culture -set different-cultural-traits -set culture replace-item trait-to-copy culture Replace -set age -set oldage-deaths -set n-deaths-by-old-age -set periods-without-energy
167
-set starving-deaths -set n-deaths-by-insufficient-energy -set parents descendant-parents length starving- deaths
new-descendant -set age -set max-age random-poisson life-expectancy -set capacity random-float -set-neighborhood-and-group
Acciones del Usuario identify-global-groups -set-neighborhood-and-group -set index -set color my-color paint-neighborhood -set pcolor [color] of myself find-all-components -set explored -set component-index -set group-size -set component-index end Las familias se mueven al azar, se mueven hacia una de las 8 celdas vecinas con igual
probabilidad y pueden decidir seguir cualquier dirección dentro de la vecindad que ellos
alcanzan a conocer, estableciendo un ángulo aleatorio para poder avanzar una unidad hacia
lo que es el rumbo de la marcha (set heading random 360). La decisión de
moverse no dependerá del nivel energético de cada patch, esta decisión dependerá de la
interacción realizada con los otros grupos, de la habilidad para cooperar, del componente
cultural de los agentes con los cuales interactúan y de los cambios internos que estas
acciones generan. De este modo el movimiento es estocástico pero al mismo tiempo es
afectado por las interacciones entre los agentes. En este sentido, la instrucción move-to
one-of my-neighborhood puede ser entendida como un movimiento socialmente
limitado dentro del área que han conocido a través de los flujos de comunicación con otras
familias. Obviamente, tal área cambia como consecuencia de movimientos previos. Los
agentes al moverse primero definen su grupo (my_group) y su vecindad
(my_neighborhood), estableciendo con que otros agentes comparten una mayor
cantidad de rasgos culturales y en consecuencia el agregado social al que pertenecen. Si de
este grupo de vecinos se demuestra un grado importante de cohesión social, se seguirá al
168
agente que cuente con la máxima capacidad. Los agentes cuentan con la habilidad de
aprender del medio e identificar agregados sociales emergentes, en este caso la
configuración de los grupos es extremadamente importante, porque uno de los principales
factores de supervivencia surge del hecho de que la capacidad de trabajo de una unidad
familiar simple puede ser mejorada al añadir la capacidad grupal de trabajo colectivo. Tal
proceso fue definido al comparar las identidades individuales. De acuerdo con nuestra
teoría, la identidad se encuentra en constante cambio, pero cambia como resultado de las
dinámicas sociales.
to move ask families [ set-neighborhood-and-group move-to one-of my-neighborhood set heading random 360 fd 0.5 ] ;if movement-rule = "follow local leader" ;[ ask families [ ; set-neighborhood-and-group ; set leader one-of (turtle-set self my-group) with-max [capacity] ; move-to one-of [my-neighborhood] of leader ] ;] End
El modelo parte considerando una población constante de unidades familiares
N={1,2,…,n}. Estas difieren en la capacidad de explotar los recursos ambientales, una
variable cj∈N definida en [0,1] y en su identidad cultural. Cada unidad familiar contiene un
vector de rasgos k (dimensiones culturales) que puede tomar cualquier valor (rasgo cultural)
dentro de un conjunto {1,2, …,r}, es decir que dentro de determinado parámetro pueden
copiar un rasgo cultural. Las unidades familiares no disponen de información completa
sobre todos los grupos de una población, ellos sólo pueden diferenciarse de otras unidades
familiares con las que interactúan por proximidad, por lo tanto el modelo no presupone a
los grupos étnicos, sólo establece una medida de proximidad cultural que permite a dos
unidades familiares reconocerse como similares. Es por ello que se espera que la etnicidad
resulte de las interacciones locales, identificándolas a partir de los lazos establecidos por
una red social, es así como los grupos son definidos como los componentes de una red
δ∈[0,1].
169
Cada familia establece quienes son sus vecinos y su grupo, luego se mueven hacia los
vecinos con lo que comparten mayor número de rasgos culturales de acuerdo al vector
cultural establecido y a las dimensiones culturales compartidas.
to set-neighborhood-and-group let me who set my-neighborhood patches in-radius neighborhood-radius let my-neighbors other families-on my-neighborhood set my-group my-neighbors with [ ( ( get-cultural-proximity-between-two-vectors culture ([culture] of myself) ) / cultural-dimensions) >= %cultural-proximity ] end Las familias cazan y recolectan recursos y como resultado de su trabajo obtienen un nivel
de energía que les permite sobrevivir. Definimos una función de output o salida para cada
familia j en un período de tiempo t como un promedio ponderado de la suma de las
capacidades de su grupo local Gj (t), elevado a la potencia de θ> 1, que modula los
rendimientos crecientes de la cooperación (un parámetro configurado por el usuario):
( ) ( ) 1
( ) ( )( )
( ) with 1jj k j kk Gj t k Gj t
kk Gj t
cO t c c c
c
θ θθ
−
∈ ∈∈
= = ≥∑ ∑∑ (1)
cj es la capacidad de la familia, y ck son las capacidades del grupo de familias. En
consecuencia y teniendo en cuenta que un step es equivalente a un año, una unidad familiar
j obtendrá una cantidad de energía Sj que es igual a la cantidad de recursos disponibles en
ese patch concreto (Sj (t)), menos un parámetro de depreciación ρ∈[0,1], simulando la baja
eficacia técnica de la tecnología de almacenamiento para la subsistencia durante largos
períodos de tiempo, el output de su capacidad de trabajo (incluidas las contribuciones de
otros agentes del grupo) y los requisitos mínimos de subsistencia (necesidades de
subsistencia, otros parámetros configurados por el usuario antes de la puesta en marcha) de
acuerdo con la ecuación:
170
La movilidad de las familias es la consecuencia económica de la baja capacidad de carga.
Dado que asumimos una eficiencia tecnológica poco desarrollada y la imposibilidad de que
los cazadores y recolectores manipulen con éxito la reproducción de los recursos en el
lugar, hemos programado el procedimiento MOVE como una orden directa que se ejecuta
siempre, y que no esté condicionada por la disminución en la cantidad de recursos en cada
patch. Esto es sólo una solución que permite simplificar la implementación.
to survive ; harvest and hunting ask families [ let group-capacity ( capacity + sum [ capacity ] of my-group ) let family-output ( capacity * ( group-capacity ^ ( returns-to-cooperation - 1 ) ) ) set energy ( ( energy * (1 - energy-depreciation) ) - subsistence + family-output ) set energy max (list 0 energy ) ] end La evolución cultural está pautada por un proceso de identificación con grupos con los que
se comparten vectores de semejanza, intercambio si se puede de rasgos culturales, mutación
aleatoria de uno de los rasgos culturales y computo de los vectores después de cada
interacción.
to evolve-culture ; cultural diffusion process ask families [ if any? my-group [ let consensual-culture compute-consensual-culture-within-group let different-cultural-traits [ ] foreach n-values cultural-dimensions [?] [ if (item ? culture) != (item ? consensual-culture) [ set different-cultural-traits fput ? different-cultural-traits ] ] if not empty? different-cultural-traits [ if (random-float 1 < p-cult-diffusion) [ let trait-to-copy one-of different-cultural-traits set culture replace-item trait-to-copy culture (item trait-to-copy consensual-culture ) ] ] ] ]
171
; cultural mutation process ask families [ if random-float 1 < p-cult-mutation [ let trait-to-mutate one-of n-values cultural-dimensions [?] let new-trait random cultural-traits set culture replace-item trait-to-mutate culture new-trait ask my-group [ set culture replace-item trait-to-mutate culture new-trait ] ] ] end
La edad máxima de las familias sigue una distribución de Poisson cuya media es el parámetro
de la esperanza de vida. Cada vez que muere un familiar, ya sea por vejez o por hambre, se
sustituye. El recién llegado hereda las características de una unidad familiar de la población
elegida al azar, es decir, las familias tienen una probabilidad de ser reproducidas
directamente proporcional a sus capacidades.
to replace ; Replacements uses a roulette wheel rule according to families' capacities ; oldage deaths let oldage-deaths [ ] ask families [ set age ( age + 0.5) if ( age >= max-age ) [ set oldage-deaths (fput who oldage-deaths) ] ] ; new families let parents descendant-parents length oldage-deaths foreach parents [ new-descendant ? ] foreach oldage-deaths [ ask family ? [ die ] ] set n-deaths-by-old-age (length oldage-deaths) ; starving deaths let starving-deaths [ ] ask families [ ifelse ( energy <= 0.01 ) [ set periods-without-energy (periods-without-energy + 1)] [ set periods-without-energy 0 ]
172
if ( periods-without-energy > max-periods-without-energy) [ set starving-deaths (fput who starving-deaths) ] ] foreach starving-deaths [ ask family ? [ die ] ] set n-deaths-by-insufficient-energy (length starving-deaths) set parents descendant-parents length starving-deaths foreach parents [ new-descendant ? ] end to new-descendant [ parent-who ] ask family parent-who [ hatch 1 [ set age 0 set max-age random-poisson life-expectancy set capacity random-float 1 set-neighborhood-and-group ] ] end
Como ya hemos discutido previamente en el modelo teórico, este código permite mutar o
cambiar al azar la identidad de cada familia como resultado de la integración de los cambios
individuales, pero además también permite actualizar los vectores de identidad de un grupo,
para asegurar la estabilidad del grupo y la probabilidad de mantener la cooperación en el
futuro.
La supervivencia de los agentes no es un proceso de adaptación, más bien es probabilístico.
Aquí los agentes no modifican su comportamiento para maximizar la supervivencia, sin
embargo, existen mayores posibilidades de sobrevivir cuando los agentes cooperan para
buscar recursos y compartir los productos de su trabajo colectivo. Dado que las
probabilidades de que la cooperación esté condicionada a la existencia de un consenso
cultural, los agentes deben ser capaces de adaptar su identidad en respuesta a la identidad
de los agentes con los que han llegado a colaborar con éxito. La identidad de los agentes es
constantemente negociada en el proceso de interacción con otros agentes. La identidad
evoluciona condicionada por el número y la naturaleza de los agentes implicados en la
cooperación en el trabajo y la cooperación en la reproducción. Teniendo en cuenta que los
agregados sociales cambian constantemente su organización interna, la identidad colectiva
se adapta constantemente y, en consecuencia, también se adaptan las identidades
173
individuales. El consenso cultural se construye a partir de la moda estadística de las
identidades individuales de los agentes conectados y no a partir de la maximización de
alguna medida de éxito individual con respecto a sus objetivos (por ejemplo, "si se
identifican con el agente más exitoso", donde el éxito podría ser un indicador de la mayor
probabilidad de supervivencia).
4.3.2.4. Variables de monitorización: monitores, interruptores y
gráficos.
Netlogo permite trabajar con un conjunto de objetos gráficos que permiten monitorizar los
procesos ejecutados y ofrecen información analítica sobre el comportamiento del sistema.
Estos objetos pueden ser gráficos (gráficas, textos, salidas), número (monitores) y
controladores (botones, conmutadores, selectores, barras de deslizamiento).
4.3.2.4.1. Monitores.
Monitor de Grupos: este monitor indica el número de grupos formados en cada step de
la simulación. Contabiliza todos los agentes que se encuentran conectados en la
red, permitiendo definir cuántos grupos en cada step comparten un mismo conjunto
de componentes.
ask families [ set explored? false ] set component-index 0 loop [ ifelse any? families with [ not explored? ] [ let start one-of sort families with [ not explored? ] set group-size 0 set component-index ( component-index + 1) ask start [ explore ] ] [ stop ] ] end
174
Monitor del Promedio energético (Avenergy): este monitor indica la media estadística de la
energía obtenida por cada familia en cada step.
4.3.2.4.2. Interruptores.
Interruptor de links-Link-hidden: permite mostrar u ocultar los links entre agentes que
comparten componentes culturales y un grado de similitud cultural.
to identify-global-groups ask links [die] ;ask families [ set-neighborhood-and-group ] ;ask families [ create-links-with my-group ] ] let family-array array:from-list ( sort families ) let index-i 0 while [ index-i < array:length family-array ] [ let index-j ( index-i + 1) while [ index-j < array:length family-array ] [ let pair-proximity ( get-cultural-proximity-between-two-families ( array:item family-array index-i ) ( array:item family-array index-j ) ) if ( (pair-proximity / cultural-dimensions) >= %cultural-proximity ) [ ask ( array:item family-array index-i ) [ create-link-with ( array:item family-array index-j ) ] ] set index-j ( index-j + 1 ) ] set index-i (index-i + 1) ] find-all-components ask families [ let my-color ( 15 + 10 * (component - 1 )) set color my-color ask my-links [ set color my-color + 2 ] ] if link-hidden? [ ask links [ set hidden? true ]] end
175
Interruptor de visibilidad de la vecindad - Paint-neighborhood: permite mostrar u ocultar el
color de los patches, indican el grado de vecindad entre los agentes, es decir que
pinta los patches de acuerdo al componente cultural de los grupos que forman el
agrupamiento, permitiendo así ver gráficamente las diferencias entre los grupos o
clusters conformados.
to paint-neighborhood ask patches [ set pcolor black ] if paint-neighborhood? [ ask families [ ask my-neighborhood [ set pcolor [color] of myself - 4] ] ] end 4.3.2.4.3. Gráficos.
Gráfico de evolución de los grupos: este gráfico representa en el eje de las ordenadas el
número de grupos formados frente al tiempo en abscisas. Esta función permite
hacer un seguimiento del número de grupos que se van formando en el tiempo,
visualizando la evolución a nivel temporal de los grupos (y= nº de grupos,
x=tiempo).
set-current-plot "Groups evolution" set-current-plot-pen "n-groups" plot component-index
176
Gráfico de mortandad: este gráfico permite comparar el número de muertes de los
agentes por causas naturales o por no alcanzar la subsistencia. El eje de las
ordenadas indica la edad máxima alcanzada por los agentes y el eje de las abscisas
describe el tiempo. Las líneas representan en rojo los agentes que mueren por falta
de alimento y la línea negra los agentes que mueren por vejez (y= nº de grupos ,
x= tiempo).
set-current-plot "Deaths" set-current-plot-pen "old-age" plot n-deaths-by-old-age set-current-plot-pen "no-energy" plot n-deaths-by-insufficient-energy
Gráfico de distribución de la energía: este histograma permite representar gráficamente
como es distribuida la energía entre los agentes. El eje de las abscisas recoge los
datos del total de agentes que se encuentran ejecutando la simulación y el eje de las
ordenadas la frecuencia absoluta de la distribución energética por agentes en cada
step del proceso de simulación. (y= energía, x=grupos ).
set-current-plot "energy distribution" set-current-plot-pen "energy" set-plot-y-range 0 (count families / 2)
177
set-plot-x-range (min [energy] of families) ((1 / 15) + (max [energy] of families)) set-histogram-num-bars 15 histogram [energy] of families
Gráfico de distribución de los grupos: este histograma expone el número de agentes o
familias que integran a los grupos, dándonos una idea del tamaño de los grupos
conformados. Por lo cual el eje de ordenada indica el número de agentes y el de la
abscisa está representado por los grupos formados (y= familias, x= grupos).
set-current-plot "Groups distribution" set-current-plot-pen "groups" plot-pen-reset set-plot-y-range 0 (count families / 2) let i 1 foreach group-sizes [ set-plot-pen-color (item 1 ?) plotxy i (item 0 ?) set i i + 1 ] End 4.4. Conclusiones. En este capítulo se ha hecho hincapié en diferenciar el Modelo Conceptual del Modelo de
Plataforma Netlogo. Esto se debe principalmente a que consideramos que se trata de dos
niveles de abstracción muy diferentes. Ambos pueden trabajarse de forma paralela,
permitiendo la integración en el caso del Modelo Conceptual de nuevos elementos de
representación y lenguaje. Aquí hemos decidido ofrecer una representación mediante Redes
Bayesianas pero las posibilidades de representación son múltiples, podría haberse
seleccionado socialnetwork o sistemas dinámicos, pero esta selección depende principalmente
178
del modelo teórico que se quiera representar , de la escala y la granulidad del problema que
se ha elegido abordar. De este modo, uno de los principales objetivos del marco
metodológico consiste en generar especificaciones lo suficientemente claras como para
poder transferirlas con mayor facilidad durante la implementación de los modelos
computacionales y poder hacerlas extensibles en la medida que el problema y las preguntas
se vayan modificando.
En el caso de los Modelos de Plataforma, el hecho de mantener su diseño de modo
independiente, brinda la posibilidad de poder replicar el modelo en otras plataformas de
simulación como Repast, Anylogic, Swarm, etc, para poder validar mejor los resultados
obtenidos. El conjunto de herramientas y programas de simulación actualmente disponibles
conllevan un conjunto de restricciones bastante específicas que no dependen solamente de
las posibilidades de las estructuras de simulación, también dependen de los límites que
tienen como herramientas para quienes no contamos con niveles “profesionales” de
programación. Por suerte para los arqueólogos estas plataformas diseñadas por expertos
en ingeniería computacional, cambian y cambiarán a gran velocidad simplificando y
facilitando la implementación de los modelos sociales.
La replicación de los modelos de simulación es parte del proceso de investigación, es por
esto que es importante que el código utilizado y la estructura diseñada pueda estar
disponible para terceros que puedan revisar errores observables, de implementación o
sobre el uso de la plataforma seleccionada que puedan causar sesgo en los resultados
obtenidos. También es importante que estén accesibles a todos aquellos interesados en
replicarlos en otras plataformas, es por esto que en el Anexo 1 se presenta la descripción
completa del código utilizado. La implementación del modelo PSP también puede
descargarse de http://ingor.ubu.es/models/patagonia/simple1.0
179
Capítulo 5
Experimentación y Evolución del Modelo PSP
5.1. Introducción.
5.2. Planificación experimental.
5.3. Escenario 1: Variable-Población.
5.4. Escenario 2: Variable- Ventajas de la cooperación..
5.5. Escenario 3: Variable- Dimensión Cultural.
5.6. Escenario 4: Variable- Porcentaje de Intolerancia Identitaria.
5.6.1. Experimento 4a.
5.6.2. Experimento 4b.
5.6.3. Experimento 4c.
5.6.4. Experimento 4d.
5.7. Escenario 5: Variable-Radio de movilidad
5.8. Resultados y Discusión.
180
5.1. Introducción.
El análisis de la compleja interacción entre acciones sociales, agentes y sus productos
permite aproximarnos al estudio de la etnicidad demostrando cómo la agregación social se
ajusta dentro de una estructura causal, como una vasta red de interacción entre acciones y
entidades, donde un cambio en la propiedad de una entidad produce dialécticamente un
cambio en una propiedad de otra entidad. Lo que necesitamos explicar es la definición de
un sistema complejo que produce evidencia reconocida por la interacción de una serie de
acciones y entidades, donde las interacciones entre ellas pueden caracterizarse por
generalizaciones directas, invariantes y cambiantes. Es por esto que lo que nos interesa
investigar en este trabajo es el proceso de agregación social y no las similitudes observables. Si
insistimos en el análisis de la identidad étnica, aún a pesar de tratarse de un tema sometido
a fuerte crítica en los estudios prehistóricos es precisamente porque creemos que los
conceptos de identidad y de diferenciación desempeñan un papel fundamental en la
explicación de las regularidades observables en el registro arqueológico, aunque no
podamos decir que la etnicidad tenga correlatos observables directos. Cuando en
arqueología se describe la similitud en la forma de herramientas o en las frecuencias de
aparición de los artefactos no puede aducirse como evidencia de diferenciación cultural. Sin
embargo, el patrón espacial de agregación social, además de la evidencia de intercambio de
bienes y de las evidencias genéticas transferidas entre los individuos (datos forenses) sí
puede ser utilizado en ese sentido. La intención de este trabajo no consiste en la
representación de una teoría subjetiva sobre cómo las identificaciones étnicas pudieron
haber ocurrido en el pasado, el principal objetivo es lograr una descripción computacional
de un fenómeno social documentado. Por consiguiente, los programas de ordenador deben
estar relacionados con el mundo de tal manera que podamos usar el modelo computacional
para generar una explicación del pasado.
En ABM, una de las técnicas más importantes es el diseño y análisis de experimentos de
simulación con el fin de poner a prueba hipótesis, comprender cómo funciona el sistema
simulado y evaluar de qué manera el funcionamiento dinámico del modelo logra
representar al sistema que modela. En este capítulo se describirá el comportamiento del
modelo propuesto Patagonia Simple Past, a la vez que se explicitarán las justificaciones
referentes al diseño experimental y se explicarán aspectos concernientes a la supervisión de
la evolución del modelo. El modelo que aquí presentamos es simple en estructura pero
complejo en cuanto al número de parámetros con los que cuenta, por lo tanto no es el
181
objetivo de este trabajo analizar todos y cada una de las posibles variaciones de los
parámetros utilizados; el objetivo es que el modelo pueda aprovecharse como una
herramienta válida que nos permita comprender la actuación de los componentes de la
teoría de etnicidad formalizada en este trabajo sobre comportamiento de general del
sistema implementado.
5.2. Planificación experimental.
Para ejecutar computacionalmente nuestro modelo utilizamos una herramienta de Netlogo,
denominada BehaviorSpace. Se trata de un programa autónomo que permite la ejecución
automática de experimentos de simulación. Las simulaciones producen diferentes
resultados en cada ejecución, con lo que se vuelve necesario trabajar estadísticamente para
poder estimar diferentes tipos de medidas de dispersión y variabilidad de los datos
resultantes. El análisis de los resultados puede combinarse con otro tipo de software
estadístico, por ejemplo hojas de cálculo o paquetes estadísticos como pueden ser PAST,
EXCEL, SPSS, etc. En cada inicio de un experimento (experiment setup) un conjunto de
instrucciones se activan para definir los escenarios, las replicas y los resultados (outputs). En
simulación un escenario es definido por un modelo y por un conjunto de parámetros datos
de entrada (inputs) y condiciones iniciales. Los parámetros utilizados pueden variarse para
generar resultados en cada ejecución, para proceder luego de forma automática con los
experimentos de la simulación. Sintéticamente podríamos resumir las funciones de
behavioral space dentro de los siguientes ítems:
Crea diferentes escenarios de simulación si se cambia el valor de cualquiera de las
variables globales.
Genera réplicas o repeticiones de cada escenario.
Recoge los resultados de cada ejecución del modelo y permite exportarlos en
formato de tabla u hojas de cálculo.
Determina el tiempo límite del experimento, utilizando una medida límite de
ejecución o a través de una condición lógica.
182
Para ejecutar simulaciones sobre la trayectoria histórica de las sociedades patagónicas
hemos definido un espacio físico virtual. Un grupo de agentes computacionales modelados
a partir de lo que sabemos o inferimos sobre el comportamiento de los cazadores
recolectores patagónicos actúa en ese espacio virtual, interactuando con otros agentes. Los
agentes de diferentes grupos étnicos hipotéticos fueron programados como agentes
individuales, con los mismos procedimientos y objetivos generales, pero con diferentes
planes y tareas. El pasado del sistema es introducido por el programador y puede ser
cambiado cuando sea necesario para poder experimentar con diferentes hipótesis. Es por
esta razón que construimos la simulación de PSP con el objetivo de simular cuatro tipos de
escenarios diferentes, en los que hemos definido las combinaciones de parámetros a
explorar de manera repetible y controlable. Cabe aclarar que un modelo como el que
hemos propuesto con más de 10 parámetros, cada uno con más de 5 variaciones en sus
valores, posibilita la exploración de millones de ejecuciones computacionales. En este
contexto resulta fundamental definir y explorar diferentes escenarios que representen una
variabilidad de casos e indaguen diferentes condiciones límites. Estos escenarios son los
que nos permiten evaluar la hipótesis propuesta en este trabajo sobre cómo actúan las
identidades étnicas en la conformación de grupos de sociedades cazadoras recolectoras y
supervisar cómo evoluciona el sistema computacional bajo esas condiciones.
El objetivo del escenario 1 es establecer un contexto normalizado en el que sólo se variará
el número poblacional con el fin de evaluar el funcionamiento del programa cuando se
establecen valores medios a los parámetros, para poder comparar luego, con los efectos de
los otros escenarios programados. El escenario 2 propone evaluar los efectos del retorno
de los beneficios de la cooperación en las agregaciones, en tanto que el escenario 3 analiza
la influencia del número de dimensiones culturales compartidas en este modelo de
sociedades de pequeña escala. Por último, en el escenario 4 se ensayan los efectos del
porcentaje de intolerancia identitaria sobre la conformación de grupos étnicos.
183
Fig. 47: Esquema del diseño experimental.
Escenario 1
Escenario 2
Escenario 3
Variable: Población
Variable: Ventajas de la Cooperación
Variable: Dimensión Cultural
Variable: Porcentaje de Tolerancia Identitaria
Escenario 4
Escenario 5 Variable: Radio de Movilidad
184
En cada ejercicio de simulación se han ejecutado 10 simulaciones de 7.000 steps. Cada step
corresponde a un período ideal de 12 meses en la vida de los agentes. En la definición de
cada uno de los escenarios especificamos los parámetros de las simulaciones ya que para
inicializar la simulación es necesario dar un valor inicial a las variables que se utilizarán con
el fin de poder realizar comparaciones posteriores. Para cada simulación se ha
experimentado con poblaciones de diverso tamaño (números de agentes, esto es, de
“familias nucleares”): [ 20 40 60 80 ]. Estos valores se han elegido por coincidir con los
tamaños más habituales de una población de cazadores-recolectores. En pocos casos la
etnografía ha documentado agregaciones de más de 80 familias. Igualmente, hemos
planificado simulaciones con poblaciones de mayor tamaño, esto será desarrollado en una
segunda etapa de este trabajo y no en esta, en la que podremos contar con una mayor
potencia computacional gracias a la disponibilidad del supercomputador Mare Nostrum26
.
En la Tabla 2 se indican los rangos de valores de los parámetros utilizados. Los datos para
la calibración de los parámetros proceden fundamentalmente de la literatura etnográfica,
arqueológica y de simulación arqueológica que previamente analizamos en este trabajo.
Estos datos no son absolutos y presentan una amplia heterogeneidad para sociedades
cazadoras recolectoras, por estos motivos se ha decidido seleccionar botones de tipo
deslizante en la interfaz gráfica de Netlogo para los parámetros cuyos valores serán
utilizados por los usuarios, para comprobar cómo funciona el sistema bajo condiciones
heterogéneas.
El entorno definido para todas las simulaciones es discreto -dividido en celdas o patches-,
pero sin barreras o límites que obstaculicen los desplazamientos de los agentes. Los
recursos varían aleatoriamente entre los distintos patches según una distribución de Poisson.
Lo que aquí se simula es un entorno en el que los agentes se relacionan sin que sus
interacciones estén limitadas por condicionantes topográficos. Los siguientes experimentos
se realizarán sobre este escenario discreto en el cual experimentaremos con la influencia de
las ventajas de la cooperación en la formación de grupos, el radio de vecindad y el número
de componentes culturales. Cabría también señalar que los experimentos que a
continuación describiremos podrían indicarse como experimentos de alta sensibilidad, esto
significa que al variar un parámetro dentro de un rango puede observarse como responderá 26 Es el segundo superordenador más potente de España, emplazado en la Universidad Politécnica de Cataluña.
185
el modelo, lo que resulta muy útil para comprender cómo responde el modelo a la variación
de un factor en el tiempo. Una vez que todos los agentes están inicializados, y los
parámetros definidos para cada escenario, se espera que los agentes interaccionen entre sí al
ejecutar las tareas de caza, recolección, colaboración en el trabajo y reproducción. Los
resultados son presentados bajo la forma de series temporales en gráficos e histogramas
que ilustran el número de poblaciones simuladas y actuales, las agregaciones de
poblaciones, localización y tamaño de los grupos conformados y el número de grupos de
agentes que se fisionan, mueren o dejan el territorio.
N-familias [1-80]
Radio de vecindad [0-10]
Radio inicial [1-100]
Índice de Intolerancia [0-1]
Dimensiones culturales [0-10]
Rasgos culturales [0-10]
Probabilidad de difusión cultural [0-1]
Probabilidad de mutación cultural [0-5]
Ventajas de la cooperación [1-5]
Subsistencia [0-2]
Depreciación de la Energía [0-2]
Expectativa de vida [1-100]
Tabla 5: Rango de los Parámetros utilizados en PSP.
En esta simulación inicial se han simplificado los datos etnográficos, implementando la
caza y la recolección como actividad económica; estas actividades son posibles cuando los
miembros de diferentes unidades domésticas culturalmente similares cooperan y se ven
afectadas por los rendimientos marginales decrecientes en relación con el número de
hogares cooperantes. Para encontrar los cooperantes, los hogares deben interactuar con
otros dentro de una vecindad local simple, dentro de los límites permitidos por las
similitudes culturales percibidas entre ellos.
Las distintas unidades domésticas/reproductoras (agentes) tienen una identidad cultural
distintiva, modelada como un espacio dimensional q con k rasgos culturales diferentes. Las
186
similitudes culturales son medidas en términos del número relativo de dimensiones
culturales compartidas. En el programa implementado el reporte “get-cultural-
proximity-between-two-vectors” permite la obtención de dos listas y a partir
de estas se calcula el número relativo de elementos comunes entre el vector del agente
activo (culture) y el vector cultural del agente invocado en su vecindario
([culture] of myself]). Consecuentemente, dos grupos familiares se consideran
como pertenecientes al mismo grupo étnico si son culturalmente similares, es decir, que los
agentes culturalmente próximos son aquellos con quienes comparte al menos un número
mínimo de rasgos culturales (% intolerancia identitaria) de sus vectores
culturales.
5.3. Escenario 1: Variable-Población.
El objetivo para el primer experimento de simulación fue observar una situación básica.
Para ello fueron definidos valores iniciales medios para los parámetros del modelo con el
fin de que puedan ser utilizados como umbral para comparar el resto de las simulaciones
definidas de acuerdo a los diferentes escenarios planteados. Esta simulación inicial, aunque
alejada de toda pretensión de ser históricamente real, nos permitirá estudiar los efectos del
resto de los parámetros sin incidencia de factores prioritarios.
N-familias [20 40 60 80] Probabilidad de difusión cultural 0.5
Radio de vecindad 5 Probabilidad de mutación cultural 0.25
Radio inicial 20 Ventajas de la cooperación 5
Índice de Intolerancia 0.5 Subsistencia 0.5
Dimensiones culturales 4 Depreciación de la Energía 0.5
Rasgos culturales 4 Expectativa de vida 40
Los resultados simulados muestran que el tamaño original de la población, o sea el número
de agentes, no afectó significativamente en la cantidad de grupos que emergen como
resultado de la interacción social. Sin embargo, este resultado sólo es cierto para
Experimento 1 Población
187
poblaciones simuladas de 20 ó más familias. Cuando la simulación se iniciaba con menos
de 20 agentes en muy pocos ciclos la población desaparecía, no llegaba al umbral de la
supervivencia, y no llegaba a reproducirse. Por debajo de un umbral (20 agentes), los
agentes están “solos” a la hora de explotar los recursos existentes en el entorno y
convertirlos en la energía necesaria para sobrevivir. Dado que los recursos se distribuyen
aleatoriamente, el movimiento necesario de los agentes para compensar rendimientos
decrecientes (capacidad local de carga) produce antes o después una reducción de la energía
adquirida muy superior a la que la propia movilidad del agente: por azar el agente se sitúa
en un patch “pobre” que no permite renovar la energía perdida. En estas circunstancias, si
hubiese suficientes agentes en el entorno, podría compensar la “pobreza” local con un
aumento de la capacidad de trabajo que supondría la cooperación. Observamos que por
debajo de 20 agentes la cooperación es insuficiente para compensar la probabilidad de
fracaso económico. Por tanto, antes o después (el entorno es discreto y a la vez finito), los
agentes, aislados, morirán sin reproducirse. Por el contrario, por encima de este umbral
inferior (20 agentes), la cooperación y los flujos de fuerza de trabajo entre unidades sociales
compensan la aleatoriedad de la caza y los rendimientos decrecientes del exceso de
presencia humana en un único lugar durante demasiado tiempo.
Experimento 1: Media de Grupos Formados
0
1
2
3
4
5
20 40 60 80
Nº de Agentes por grupo
Nº d
e gr
upos
form
ados
Sèries1
Pantalla 1: Media de grupos formados bajo las condiciones iniciales del experimento 1 con
variación en el número poblacional. Los resultados indican un estado monocultural.
188
Pantalla 2: El gráfico indica el número de grupos que se han formado en 10 simulaciones
con números diferentes de unidades familiares o agentes [ 20 40 60 80 ].
Pantalla 3: Evolución de la formación de grupos en el escenario básico del prototipo 1 para
una simulación de 80 agentes.
Experimento 1
0 1 2 3 4 5 6 7
20 40 60 80 Nº de Unidades Familiares
Grupos formados
1 2 3 4 5 6 Nº de agentes por simulación
189
En general, las simulaciones realizadas ponen de manifiesto que la etnogénesis o
emergencia de grupos de agentes con la misma identidad que se diferencian de otros
agentes con otras identidades, no depende drásticamente del tamaño de la población
original. Es evidente que esta afirmación debe considerarse en el marco de los límites del
programa de simulación. La reproducción biológica de los agentes está implementada bajo
la forma de un procedimiento de sustitución (To replace), que implica no sólo que la
población no aumenta, sino que el número de agentes se mantiene estable. Obviamente,
este hecho puede parecer una limitación excesiva, al ser históricamente poco verosímil. En
realidad no es tan poco verosímil históricamente como puede parecer, ya que muchos
grupos de cazadores-recolectores conocidos etnográficamente han mantenido el tamaño
del grupo durante cientos de años, y han desarrollado mecanismos sociales y cognitivos
(prácticas de control de la población, normas sociales, etc.) para evitar que la población
supere los límites de la capacidad de carga del territorio, o los límites impuestos por la
cantidad de trabajo disponible y naturaleza de las fuerzas productivas. Por otro lado,
nuestro objetivo en esta fase del análisis no es tanto la verosimilitud histórica, como la
definición de un marco de referencia: “¿qué pasaría si la población nunca aumentase?”. En
estas condiciones, la intensidad de la etnogénesis, esto es, la capacidad de que emerja
diferenciación en el patrón de identidades sociales, no depende del tamaño del grupo. Es
un resultado importante, que contradice muchos apriorismos subjetivos de la investigación
en teoría etnográfica: no es cierto que cuanto mayor la población, más probable es la
emergencia de etnias. La identidad de grupo no depende del tamaño de la población
(aunque quizás sí del tamaño del grupo, como veremos más adelante).
5.4. Escenario 2: Variable- Ventajas de la cooperación
En el experimento 2 se evalúan los efectos del retorno por cooperación θ en las
agregaciones. Se intentará poner a prueba la hipótesis que entiende que cuando las ventajas
de la cooperación son mayores, mayor será el interés de los agentes por participar en tareas
cooperativas y de intercambio de trabajo. Como resultado, cuanto mayor sea el retorno del
intercambio de trabajo restringido al interior del grupo, más intensa debiera ser la “fuerza”
Experimento 2 Retornos de la Cooperación
190
del grupo, y por consiguiente la probabilidad de que emerja una identidad social específica
diferenciada de la identidad de aquellos agentes con los que no se coopera. El proceso de
replicación facilita la reproducción de cualquier diferenciación cultural emergente y
consecuentemente se observaría un número mayor de grupos étnicos.
Los parámetros utilizados son:
El parámetro de ventajas de la cooperación tiene un rango [ 1 5 ], éste se pondrá a prueba
variando los siguientes valores del rango [ 2 3 5 ]. Cuando el retorno de la cooperación es θ
=1 los resultados son nulos, esto es esperable porque significa que el retorno solo alcanza a
cubrir los gastos energéticos producidos para la propia subsistencia de cada unidad familiar,
no existiendo ningún beneficio significativo en las actividades de cooperación pues una
unidad familiar tendría las mismas oportunidades si vive sola o si vive en grupo.
De los resultados obtenidos cuando los valores de θ =[ 2 3 5 ], se infiere que con un valor
de θ mayor, la etnogénesis es menor, esto es, el número de grupos resulta
significativamente menor. La mayor tasa de etnogénesis y por tanto de diferenciación en
grupos de identidad diversa se da cuando la ventaja de la cooperación, aunque existente, es
comparativamente baja (θ = 2). Si las ventajas son muy grandes, todos los agentes deciden
racionalmente intercambiar fuerza de trabajo con todo aquel agente que se preste. A la
larga, las diferencias entre grupos desaparecen y la homogeneidad cultural emerge.
N-familias [20 40 60 80] Probabilidad de difusión cultural 0.5
Radio de vecindad 5 Probabilidad de mutación cultural 0.25
Radio inicial 20 Ventajas de la cooperación [ 2 3 5]
Índice de Intolerancia 0.5 Subsistencia 0.5
Dimensiones culturales 4 Depreciación de la Energía 0.5
Rasgos culturales 4 Expectativa de vida 40
191
Exp 2- Variación de lo retornos de la cooperación
0
1
2
3
4
2 3 5
Retornos de la cooperación
Med
ia d
e g
rup
os
form
ado
s s
egú
n e
l ta
mañ
o d
e la
po
bla
ció
n
20 40 60 80
Pantalla 4: Evolución de las ventajas de la cooperación de acuerdo
número de agentes involucrados en el experimento.
Como se observa en el siguiente gráfico (Pantalla 5) para valores altos de θ el efecto de
cooperación se satura observándose un número mínimo de grupos étnicos que dependen
del ruido natural del sistema, es decir que pueden generarse como consecuencia de la
mutación cultural y los procesos de sustitución.
Experimento 2- Variable Retornos de la cooperación
0
1
2
3
4
5
6
7
8
20 40 60 80
Nº de agentes
Nº d
e gr
upos
form
ados
Retorno de la Coop 2 Retorno de la Coop 3 Retorno de la Coop 5
Pantalla 5: Efecto de los retornos de la cooperación sobre el modelo. Cuanto mayor es el
número de agentes simulados, los efectos de la cooperación tenderán a saturarse y los
grupos a reducirse.
192
En el caso de que las ventajas de la caza colectiva sean escasas en valor absoluto, la
interacción no supone beneficio subsistencial alguno y no aumenta la probabilidad de
supervivencia, por lo que una familia tendrá las mismas oportunidades viviendo de manera
aislada que integrándose en un grupo. Los grupos son pequeños, por lo que la distribución
de los vectores de identidad es muy diversa, característicamente multimodal. En este
escenario, nuestra simulación pone de manifiesto cómo lo agentes se mueven por el
territorio de manera aislada y autónoma, fisionándose del grupo inicial y diferenciándose
culturalmente del mismo (crece la etnogénesis). Cuando las ventajas de la caza colectiva son
más evidentes, aquellas familias que colaboran dentro de un grupo ganan más excedente y
tienen mayor probabilidad de sobrevivir y de generar descendencia que comparte una
misma identidad. Las probabilidades de que la identidad social se diferencie como resultado
de dinámicas internas al grupo familiar se reducen, ya que el patrón de identidades adopta
una distribución unimodal. Como resultado, la fisión de grupos se reduce, la población no
se segrega tanto y la etnogénesis disminuye. Este efecto se satura para valores muy altos de
cooperación, cuando el número de grupos étnicos diferenciados se confunde con el ruido
aleatorio del sistema (debido a la tasa de mutación cultural y a los procesos naturales de
sustitución).
0
0,5
1
1,5
2
2,5
3
3,5
4
4,5
5
1 2 3 4 5 6 7
Nº de grupos formados
Ret
orno
s de
la c
oope
raci
ón
retornos de la cooperación 2 retornos de la cooperación 3
retornos de la cooparación 5
Pantalla 6. : Efectos de las ventajas de la cooperación sobre el número de grupos formados.
193
Pantalla 7: Monitoreo del experimento 2 para ventajas mayores de la cooperación y para un
número alto de población: 80 agentes.
5.5. Escenario 3: Variable- Dimensión Cultural. De acuerdo con Gärdenfors (2000), un espacio conceptual es un conjunto de dimensiones
cualitativas con una estructura geométrica o topológica de uno o más dominios. Un
dominio es representado a través de un conjunto de dimensiones integrales, que se
distinguen de todas las otras dimensiones. Gärdenfors define un dominio como un conjunto
de dimensiones relacionadas que puedan separarse de todas las otras dimensiones. La
noción clave dentro de esta perspectiva es la de dimensión conceptual. En la mayoría de los
casos son "valores" o concepciones sobre lo que los miembros de un grupo consideran
conveniente al filtrar sus percepciones del mundo. La base parece ser que los deseos
comunes proporcionan los indicadores culturales que describen aspectos comunes en la
actividad social en términos de "axiomas sociales", "apriorismos" o los fundamentos
Experimento 3 Dimensión Cultural
194
supuestos sobre la complejidad social, recompensas, mortalidad, etc. El papel fundamental
de estas dimensiones es que permite la construcción de los dominios necesarios para
representar elementos dentro de un espacio cognitivo. En nuestro caso corresponden tanto
a las diferentes maneras en que los agentes son juzgados como similares o diferentes, al
marco utilizado para asignar los rasgos culturales a los agentes y a la especificidad de las
relaciones que establecen entre ellos
Siguiendo a Axelrod (1997a), hemos utilizado un espacio conceptual para representar la
identidad social. Los vectores de identidad constituyen elementos relevantes de un espacio
conceptual (“cultura"), definido en términos de una lista reducida pero exhaustiva de
dimensiones, las cuales deben entenderse de acuerdo a Hofstede (1980), quien propone una
estructura simple de "espacios culturales", basadándose en cuatro dimensiones básicas:
• Individualidad-Colectividad: el grado del grupo social (familia, clan, clase social, villaje,
nación, etc) es aceptado para influir en el comportamiento individual.
• Distancia de poder: el grado de agentes menos poderosos aceptan la autoridad de los más
poderosos y la distribución desigual del poder, la propiedad y la autoridad.
• Intolerancia hacia la incertidumbre: el grado de intolerancia hacia los roles sociales
ambiguos y las modificaciones de las expectativas.
• Masculinidad-Feminidad: el grado de competitividad y el lugar permitido a la modestia y
el altruismo.
Luego Hofstede (2001) agrega una quinta dimensión:
• Orientaciones a corto plazo vs. Orientaciones a largo plazo.
Varios autores han modificado esta propuesta originaria de Hofstede (House et al., 2004;
Taras et al., 2009, Maseland y van Hoorn, 2009). El aspecto teórico más importante de esta
propuesta es que las “diferencias culturales” pueden ser objetivamente medidas sobre las
bases de un conjunto reducido de dimensiones culturales. Aunque en este trabajo no
seguimos exactamente la propuesta de Hofstede, hemos considerado un espacio cultural
simplificado para calcular las probabilidades de cooperación cuando son determinadas por
la existencia o ausencia de consenso cultural. Es por esto que en el siguiente experimento
hemos ensayado los efectos en la variación de las dimensiones culturales compartidas por
los agentes sobre el proceso de agregación o segregación grupal. Esto es, ¿la manera de
medir el consenso cultural puede afectar a sus efectos el proceso de etnogénesis? Para
195
contrastar esta posibilidad, hemos realizado diferentes simulaciones variando el número de
dimensiones culturales y mantenido estables los demás parámetros. Si la etnogénesis
dependiera de la manera en cómo los agentes infieren el consenso cultural a partir de lo que
saben de la identidad de los otros, entonces, cuantas más dimensiones se tengan en cuenta
para definir identidades, más difícil será encontrar un umbral de semejanza, y por tanto,
mayor será la diversidad cultural. Si las dimensiones fuesen muy pocas, dado lo escaso y
aleatorio de la tasa de cambio interno, la mayoría de agentes tendría identidades muy
similares. En este caso la cooperación entre grupos sería muy intensa porque el consenso
cultural estaría casi siempre presente.
Los parámetros utilizados son:
En la
pantalla 8
se pone de
manifiesto
que el
número de
dimensiones culturales no afecta a la intensidad de la etnogénesis, esto es al número de
grupos, ni a la diversidad cultural. Por lo tanto, se infiere que el consenso cultural que los
agentes construyen y negocian en cada ciclo, no depende de manera concreta de la forma
en que la identidad es expresada.
Relación entre el Nº de grupos formados, dimensiones culturales y nº de población
0
0,5
1
1,5
2
2,5
3
3,5
4
4,5
5
20 40 60 80
nº de agentes
nº d
e gr
upos
form
ados
2 Dimensiones culturales 4 Dimensiones Culturales
6 Dimensiones Culturales 8 Dimensiones Culturales
10 Dimensiones Culturales
Pantalla 8: Comparación entre la media de grupos
formados de acuerdo al tamaño de la población simulada.
N-familias [ 20 40 60 80 ] Probabilidad de difusión cultural 0.5
Radio de vecindad 5 Probabilidad de mutación cultural 0.25
Radio inicial 20 Ventajas de la cooperación 3
Índice de Intolerancia 0.5 Subsistencia 0.5
Dimensiones culturales [2 4 6 8 10] Depreciación de la Energía 0.5
Rasgos culturales 4 Expectativa de vida 40
196
Por consiguiente, los resultados señalan que la variación en el número de dimensiones
culturales compartidas no es determinante en la fisión grupal. Este resultado es muy
distinto del que obtuviera Axelrod en el caso de agentes estáticos, es decir, en casos en los
que probabilidades de interacción y de construcción de consensos culturales no dependen
de su movilidad en el territorio, ni de las probabilidades de supervivencia. Recordemos que
en el modelo de Axelrod la cultura es definida como un conjunto de atributos individuales
sujetos a la influencia social y la difusión cultural supone que los agentes interactúan con
aquellos agentes con los que comparten más atributos culturales teniendo mayor
propensión a interactuar con quienes se comparte estos atributos, es decir que existe un
mecanismo de auto-refuerzo de las interacciones: a mayor similitud mayor interacción. El
proceso de agregación se da entonces cuando un conjunto de agentes espacialmente
contiguos comparten un idéntico vector cultural pero esta relación espacial es básicamente
influenciada por la homofilia del modelo. En nuestra simulación, la “cultura” se difunde a
través de un proceso de imitación local. Con un grado de probabilidad fijo, cada agente
copia algún rasgo cultural de entre los más frecuentes (moda estadística) en el grupo local al
que pertenece. De este modo, un cierto “consenso” parece crecer, por lo que emergen
grupos que pueden llegar a resultar culturalmente homogéneos. Además, esos mismos
rasgos “culturales” evolucionan a través de mutación específica. En otras palabras, los
niveles de identidad cultural están afectados por una tasa de cambio aleatoria, de pequeño
valor en un solo ciclo de la simulación, pero que se va incrementando y a la larga es capaz
de alterar los niveles iniciales de semejanza. De este modo representamos la acción
individual en el proceso de conformación y deformación del consenso cultural. Con un
valor dado de probabilidad (que puede variarse para experimentar con distintos escenarios
posibles), un agente cambiará uno (o varios) de sus k rasgos culturales, cambio que con un
grado determinado de probabilidad podrá ser copiado por los agentes del grupo al que
pertenece cuando colabora en la adquisición y procesamiento de subsistencias o en la
consecución de la reproducción social. Con esto asumimos que la proximidad geográfica y
la mayor probabilidad de interacción social entre agentes espacialmente próximos, aseguran
que todos los miembros de un grupo no “adaptan” su cultura, sino que cambian siempre
en una misma dirección.
197
Pantalla 9: Ejemplo gráfico de una simulación con una población de 80 agentes
y con altos valores de dimensión cultural compartida.
5.6. Escenario 4: Variable- Porcentaje de Intolerancia Identitaria.
5.6.1. Experimento 4a
En el experimento 4 ensayamos los efectos de la variación en el índice de intolerancia
Identitaria en la formación de grupos. Este parámetro indica la probabilidad de que los
agentes copien algunos de los aspectos de la identidad colectiva, cuanto mayor es el índice
de Intolerancia Identitaria el consenso cultural es más alto y los agentes tienen menor
predisposición a interactuar con quienes comparten un menor número de componentes
culturales. Se trata, en líneas generales, de la misma hipótesis que desarrollara Schelling
(1977). La pregunta que abordamos en esta tanda de simulaciones es qué sucede si se varían
Experimento 4 a Porcentaje de Intolerancia Identitaria
198
los parámetros del índice de Intolerancia Identitaria y los parámetros de número de agentes
simulados. Los parámetros utilizados son:
En una primera aproximación, los resultados de nuestra simulación parecen confirmar los
supuestos de Schelling: cuanto más aumenta la tolerancia, es decir, cuanto menos importa
la existencia de un consenso cultural previo a la hora de decidir cooperar con el vecino y
sumar las respectivas fuerza de trabajo, aumenta la homogeneidad cultural y la etnogénesis
permanece en tasas muy bajas: no emergen grupos de identidad diferenciada. Ahora bien,
como se observa en el gráfico, los resultados dependen a su vez del tamaño de la
población.
Como sugeríamos en el primer experimento, no es totalmente cierto que la etnogénesis
dependa del tamaño de la población, sino que cuando la población es pequeña (y la
densidad de agentes por área es pequeña, disminuye la probabilidad de contactos y por
tanto la probabilidad de construir consensos culturales). Cuando la importancia que da el
agente a la “diferencia cultural” es muy grande (baja tolerancia), el número de grupos será
comparativamente mayor que en otros casos. Por otro lado, a mayor número de población
la posibilidad de escindirse en grupos de etnicidad diferenciada es menor.
N-familias [ 20 40 60 ] Probabilidad de difusión cultural 0.5
Radio de vecindad 5 Probabilidad de mutación cultural 0.25
Radio inicial 20 Ventajas de la cooperación 3
Índice de Intolerancia [ 0.3 0.5 0.8]
Subsistencia 0.5
Dimensiones culturales 4 Depreciación de la Energía 0.5
Rasgos culturales 4 Expectativa de vida 40
199
Relación entre el número de población y el porcentaje de Tolerancia Identitaria
0
0,5
1
1,5
2
2,5
3
3,5
0,3 0,5 0,8
Porcentaje de Tolerancia Identitaria
Nº d
e gr
upos
form
ados
20 40 60
Pantalla 10: El gráfico señala las diferencias en el número de grupos formados de acuerdo
al índice de intolerancia identitaria, cuanto menor es este índice la tendencia hacia la
divergencia social aumenta.
a)
Pantalla. 11: Comparación de los resultados gráficos y espaciales de dos simulaciones con
un alto índice de intolerancia identitaria (0.8): a) Simulación sobre una población de 20
agentes representando un estado de fisión grupal;
200
b)
Pantalla. 11: Comparación de los resultados gráficos y espaciales de dos simulaciones con
un alto índice de intolerancia identitaria (0.8):
b) Simulación sobre un grupo de 60 agentes representando un estado monocultural.
5.6.2. Experimento 4b
Efectos de la variación en el índice de intolerancia identitaria y de las ventajas de la
cooperación sobre la conformación de grupos étnicos.
Resulta de gran interés estudiar el posible efecto conjunto de la intolerancia a la diversidad,
esto es, la importancia que le da el agente a la existencia de un consenso cultural previo y a
la variación de las ventajas de la cooperación. En principio podría esperarse que ambos
factores vayan en la misma dirección, facilitando la sinergia entre agentes y las
probabilidades de cooperación.
Experimento 4b
201
En este experimento hemos variado el índice de intolerancia identitaria en una población
de 60 agentes y hemos fijado las ventajas de la cooperación, sucesivamente, en [θ =2 ]
[θ =4] [θ =5 ]. Tal y como era de esperar, los resultados parecen indicar que esta variación
no afectaría al grupo, el que se mantiene estable sin mostrar división grupal (Gráfico 12 y
13).
efectos en la variación de los retornos de cooperación
0
0,5
1
1,5
2
2,5
3
2 4 5
retorno de la cooperación
nº d
e gr
upos
form
ados
0,3 0,5 0.8
Pantalla 12: Resultado de los efectos de la intolerancia identitaria con diferentes valores de
retornos de cooperación.
Evolución de los grupos
0
1
2
3
4
5
6
1 1001 2001 3001 4001 5001 6001
tiempo
nº d
e gr
upos
form
ados
Sèries1
Pantalla 13: Evolución de las agregaciones para el experimento 4b.
202
Pantalla 14: Resultados generales para altos beneficios de cooperación (0.5) en poblaciones
con índice alto de intolerancia identitaria.
5.6.3. Experimento 4c
Efectos de la variación en el número de dimensiones culturales y en el índice de
intolerancia identitaria y cuando las ventajas de la cooperación son altas.
También resulta de gran importancia estudiar el posible efecto conjunto acerca de cómo se
construye el consenso cultural previo, la utilidad de ese consenso a la hora de determinar la
probabilidad de la cooperación (intolerancia) y de la variación de las ventajas de la
cooperación. En este experimento se han analizado los efectos que tendría la variación en
el número de dimensiones culturales [2 4 6 8 ], con una ventaja alta de la cooperación [5].
Experimento 4c
203
¿Qué pasaría si sobre el mismo escenario de variación de las ventajas de la cooperación los
grupos fueran totalmente homogéneos o heterogéneos de acuerdo al grado de dimensiones
culturales compartidas?
Los resultados indican que los efectos de la cooperación son tanto más importantes cuanto
más coincida la intolerancia a la diversidad con un espacio cultural más complejo, es decir,
con un consenso cultural más difícil de construir. En este experimento se pone de
manifiesto la relación entre el porcentaje de proximidad cultural y el número de
dimensiones culturales compartidas. A pesar de exhibir fuertes beneficios de los retornos
de la cooperación, los grupos se dividen cuando el consenso cultural es determinante para
establecer la cooperación entre agentes (mayor número de rasgos semejantes se exigen).
Esta tendencia se refuerza cuando el consenso cultural es muy difícil de construir (mayor
complejidad dimensional del espacio cognitivo) y la identidad social se percibe de manera
más matizada y precisa (mayor número de rasgos). En estas condiciones, la interacción
social no tiene lugar, por lo que cada grupo evoluciona aisladamente, dando mayor
relevancia al cambio interno (fisión) que a la construcción de comunalidades (fusión).
Efectos del porcentaje de proximidad cultural y de la variabilidad de la dimensión cultural en el nº de grupos formados
0,90,95
11,051,1
1,151,2
1,25
0,3 0,5 0,8
Porcentaje de tolerancia identitaria
Nº d
e gr
upos
form
ados
3 DC 6 DC 8 DC
Pantalla 15: Efectos del porcentaje de proximidad cultural y de la variabilidad de la
dimensión cultural en el número de grupos formados.
El siguiente gráfico indica que cuando el índice de intolerancia es bajo, se exigen mayores
cuotas de consenso cultural (más del 50% de rasgos compartidos), porque la probabilidad
de escisión grupal es mayor.
204
0,9
0,95
1
1,05
1,1
1,15
1,2
1,25
3 6 9
Nº de dimensiones culturales compartidas
ÇN
º de
grup
os fo
rmad
os
0,3 0,5 0,8
Pantalla 16: Efectos de la variación en el índice de intolerancia cultural sobre la
conformación de grupos.
Cuando las ventajas de la cooperación es baja [θ =2 ] y si el espacio cognitivo que
determina la percepción de la identidad de los otros es muy simple (de baja
dimensionalidad), en una población de 50 agentes la etnogénesis es muy reducida,
emergiendo muy pocos grupos diferenciados. Ahora bien, en estas circunstancias el sistema
es muy sensible a las variaciones de la intolerancia a la diversidad. Un pequeño aumento del
número de rasgos necesarios para construir un consenso cultural (del 50% al 60%),
provoca un importante salto cualitativo en la intensidad de la etnogénesis, esto es, en el
número de grupos que se forman. Si este valor se continúa incrementando el número de
grupos formados igual se sigue manteniendo constante.
Pantalla 17 : Efectos de la variación del parámetro de Inolerancia Identitaria cuando los
valores de las ventajas de la cooperación son bajos
205
Es importante que tengamos presente que en una sociedad de cazadores-recolectores, la
tolerancia y la importancia del consenso cultural es una propiedad adaptativa. La aceptación
o negación de la diferencia no es una propiedad esencial del grupo humano, sino resultado
de las estrategias de ese grupo, y por tanto está sujeto a la racionalidad condicionada con
que el grupo busca su supervivencia. Hemos simulado cambios sucesivos en los niveles de
intolerancia, partiendo de una intolerancia mínima (sólo el 20 % de rasgos son necesarios
para construir un consenso cultural), disminuyendo la relevancia de los consensos
culturales cada 2.500 ciclos anuales. El resultado muestra una progresión aritmética: la
población original empieza a fisionarse en grupos aislados a partir de exigencias medias de
tolerancia (30% de rasgos comunes) y por cada 10 % de las exigencias de comunalidad
aumenta el número de grupos diferenciados en que la población original se fisiona.
Pantalla 18: Evolución de los grupos en Experimento 4c.
Pantalla 19: Resultados de la distribución de grupos en Experimento 4c.
Estos resultados coinciden con los efectos de la disminución de cooperación, esto es, el
aumento de la mortalidad por hambruna (falta de energía) y la disminución de las
probabilidades de supervivencia (Pantalla 20).
206
Pantalla 20: Aumento de los niveles de mortandad en Experimento 4c.
5.6.4. Experimento 4d
Efectos de la variación de los umbrales mínimos de subsistencia.
¿Qué sucede si en las mismas condiciones de cambio progresivo varían las necesidades de
subsistencia? Sería el caso, por ejemplo, de un progresivo deterioro de condiciones
ambientales que implica mayores necesidades energéticas para cada individuo, pero también
sería el caso de un deterioro en la eficiencia y eficacia de los medios de producción
disponibles. El progresivo aumento de las necesidades objetivas está linealmente
correlacionado con la eficacia tecnológica. Por consiguiente, dado que el nivel de desarrollo
de las fuerzas productivas no ha sido incluido en la simulación como parámetro, podemos
usar el aumento en las necesidades de subsistencia como un proxy del retardo que supone
para los individuos el no desarrollo de sus medios de producción.
Es por esto que hemos replicado el mismo experimento aumentando progresivamente el
valor de la subsistencia. Al incrementar las dificultades de supervivencia del grupo aumenta
la mortalidad y disminuye la tasa de reproducción. La población original disminuye al
mismo tiempo que se mantiene estable el ritmo de fisión de nuevos grupos.
Experimento 4d
207
Pantalla 21: Efectos de la variación en los parámetros de susbsitencia sobre
la evolución de los grupos.
La simulación pone de manifiesto la correlación lineal entre la importancia del
consenso cultural (número de requisitos exigidos a “otros” para integrar un grupo) y las
dificultades de la subsistencia. Si el porcentaje de proximidad cultural exigido es bajo, la
tasa de etnogénesis no varía, aunque varíe el umbral de subsistencia: el mismo número
de grupos emerge cuando la subsistencia es fácil (alto desarrollo de las fuerzas
productivas) o cuando es difícil (bajo grado de desarrollo de las fuerzas productivas).
Por el contrario, a medida que las condiciones sociales impuestas a la cooperación
aumentan (más relevante es un consenso cultural fuerte para construir relaciones
sociales de producción entre agentes), el grado de desarrollo de las fuerzas productivas
también resulta determinante a la hora de la fisión de grupos. Las mayores cotas de
etnogénesis se obtienen cuanto mayor es el desarrollo de las fuerzas productivas (más
“fácil” resulta sobrevivir), y mayor la intolerancia a las diferencias.
0
5
10
15
20
25
30
35
40
45
0.3 0.5 0.8
Porcentaje de proximidad cultural
nº d
e gr
upos
form
ados
0,5 subsistencia 1 subsistencia 1,5 subsistencia
Pantalla 22: Influencia de la variación del porcentaje de proximidad cultural y diferentes
valores de subsistencia sobre la conformación de grupos.
208
El siguiente resultado gráfico pone de manifiesto que cuando la intolerancia a la
diversidad es baja y el consenso cultural se construye aún en circunstancias de relativa
diferencia, la probabilidad de etnogénesis es extraordinariamente baja. Cuando los
agentes reaccionan a cualquier diferencia que puedan percibir, la intensidad de la
etnogénesis está directamente relacionada al desarrollo de las fuerzas productivas: el
factor ideológico (tolerancia) no se compensa por medio de la cooperación, por la
sencilla razón de que no hay cooperación. Por el contrario, para cotas medias de
intolerancia, es decir, cuando el consenso cultural resulta necesario para determinar la
existencia de cooperación, el aumento en el desarrollo de las fuerzas productivas es
fundamental para entender las altas cotas de etnogénesis.
0
5
10
15
20
25
0.5 1 1.5
Subsistencia
nº d
e gr
upos
form
ados
0.3 %PC 0.5 %PC 0.8 % PC
Pantalla 23: Variación de los parámetros de subsistencia para diferentes porcentajes de
proximidad cultural.
Los siguientes resultados gráficos señalan un ejemplo de evolución de los grupos cuando el
valor de subsistencia es alto (1.5) y el porcentaje de proximidad cultural también. En este
caso la distribución de las familias o agentes por cada grupo también demuestra ser muy
regular, al igual que el número de grupos formados que sigue siendo bastante alto.
209
Pantalla 24: Resultados de la evolución de los grupos para valores altos de subsistencia (1.5)
y alto porcentaje de proximidad cultural.
5.7. Escenario 5
Incidencia del Radio máximo de movilidad de los agentes sobre las agregaciones
Al establecer como parámetro un radio movilidad estamos definiendo una distancia
máxima de movilidad o desplazamiento para los agentes que representa la capacidad de
movilidad para cada ciclo anual. Dado que todos los agentes están limitados por el mismo
Escenario 5 Variable: Radio de Movilidad
210
parámetro, la probabilidad de interactuar con agentes compatibles favorece los patrones de
movilidad entre los agentes. De este modo se evita el mantenimiento de divisiones grupales
cerradas. En el siguiente experimento intentamos poner a prueba la influencia del radio de
movilidad (radio de vecindad) en la conformación de los grupos étnicos, hemos simulado
como afecta la variación en el radio de acción de la movilidad de los agentes las
probabilidades de interactuar con otras unidades familiares. Los parámetros utilizados en el
experimento 5 son:
La simulación se realizó variando el radio de movilidad de los agentes o el territorio
recorrido en una unidad de tiempo dada. Los resultados reflejan que al aumentar el radio de
vecindad la simulación registra un aumento en la fusión de los grupos y del mestizaje
cultural, desapareciendo la mayoría de los grupos segregados que progresivamente van
integrándose en una nueva cultura global. Como señaló Cavalli-Sforza, para comprender la
diferenciación cultural es necesario entenderla como un proceso determinado por la
transmisión cultural en posición horizontal y por los mecanismos de dispersión de la
población. Se asume que la movilidad de los agentes debe fomentar la convergencia de la
globalización cultural en la medida en que actúa como una especie de acoplamiento global
entre ellos. La movilidad de los agentes es impulsada por la subsistencia y por las
interacciones con otros agentes de su vecindario, cuanto mayor es el territorio que
efectivamente se recorre en una unidad de tiempo dada, mayor la probabilidad de
encontrarse con alguien culturalmente “semejante”. En este experimento hemos podido
comprobar cómo el tamaño del territorio recorrido por cada agente durante un ciclo de la
simulación también afecta el grado de etnogénesis.
Al inicio de la simulación, todas las familias mantienen fuertes vínculos culturales y de
cooperación económica. Después de un cierto número de ciclos que representan el paso
del tiempo (generaciones), se observa cómo distintas poblaciones se separan del núcleo
N-familias [ 20 40 60 ] Probabilidad de difusión cultural 0.5
Radio de movilidad [ 2 5 9 ] Probabilidad de mutación cultural 0.25
Radio inicial 20 Ventajas de la cooperación 3
Índice de Intolerancia 0.5 Subsistencia 0.5
Dimensiones culturales 4 Depreciación de la Energía 0.5
Rasgos culturales 4 Expectativa de vida 40
211
original, emergiendo las primeras evidencias de orden social no aleatorio. Los cambios
aleatorios en el vector “cultural” se van acumulando, lo que provoca el aumento de la
diferencia y la disminución de la frecuencia de interacción. A medida que se suceden más y
más generaciones, aparecen nuevas poblaciones locales, entre los que circula la cooperación
económica, pero no se configuran territorios con fronteras fijas excluyentes, porque aún
quedan flujos interactivos indirectos, no a nivel de todo el grupo, sino entre ciertos
miembros de un grupo local y otros individuos de otro grupo local. Algunos agentes
comienzan a quedar segregados al no poder configurar poblaciones de colaboración, así se
disminuye sensiblemente la probabilidad de éxito en la caza por estar limitados a su propia
fuerza de trabajo.
Cuando el radio de movilidad aumenta, aumenta también la probabilidad de interacción
social entre agentes espacialmente distantes. De este modo la “cultura” se difunde a través
de un proceso de imitación local, con un grado de probabilidad fijo, cada agente puede
copiar alguno de los rasgos culturales de entre los más frecuentes (moda estadística) en el
grupo local al que pertenece, aumentando así el consenso y la homogenización cultural.
Recordemos que estos rasgos también mutan afectados por una tasa de cambio aleatoria,
con valores bajos en los inicios de la simulación pero que van incrementando pudiendo
alterar a largo plazo los niveles iniciales de semejanza. En el gráfico 25 podemos observar
cómo afecta el grado de movilidad la conformación de grupos diversos para diferentes
números de familias [ 20 40 60 ], a medida que aumenta el número de agentes simulados
desciende el número de grupos formados.
212
Radio de vecindad bajo: 2
0
1
2
3
4
5
6
7
8
20 40 60
n-familias
n-gr
upos
radio 20 radio 40 radio 60
Pantalla 25: Evolución de la simulación de acuerdo a la variación en el radio de vecindad
[ 2] y al número de agentes involucrados [20 40 60 ]
213
Radio de vecindad medio: 5
0
1
2
3
4
5
6
7
20 40 60
n-familias
n-gr
upos
radio inicial 20 radio inicial 40 radio inicial 60
Pantalla 26: Evolución de la simulación de acuerdo a la variación en el radio de vecindad [ 5
] y al número de agentes involucrados [ 20 40 60 ]
214
Radio de vecindad mayor: 9
0
1
2
3
4
5
6
7
20 40 60
n-familias
n-gr
upos
radio 20 radio 40 radio 60
Pantalla 27: Evolución de la simulación de acuerdo a la variación en el radio de vecindad [ 9
] y al número de agentes involucrados [ 20 40 60 ]
Para probar la influencia del número de agentes que intervienen en la simulación hemos
comparado cómo varía el radio de vecindad de acuerdo al número de agentes. Se puede
observar que en poblaciones con más de 60 familias prácticamente existe muy poco ritmo
215
de etnogénesis, mientras que para poblaciones con un menor número de agentes las
divergencias culturales aumentan.
Tomando en cuenta los resultados obtenidos en el experimento 4c, donde evaluamos los
efectos de etnogénesis producidos cuando actúa la intolerancia identitaria, decidimos
replicar el experimento para una población de 40 agentes variando el radio de vecindad y el
índice de intolerancia identitaria. El objetivo es valorar la incidencia de la intolerancia de
acuerdo a la extensión del radio de vecindad o movilidad de los agentes. Es posible
determinar si a mayor o menor radio de movilidad las interacciones entre los agentes se ven
afectadas por la capacidad de interactuar; el índice de intolerancia refleja la capacidad de los
agentes de aceptar interactuar con otros agentes con los que se comparte un número menor
de dimensiones culturales.
0
5
10
15
20
25
30
35
2 5 8
Radio de vecindad
n-gr
upos
Índice de Intolerancia 0.2 Índice de Intolerancia 0.5
Indice de intolerancia 0.9
Pantalla 28: Evolución de la relación entre el índice de intolerancia y el radio de movilidad
para una población de 40 agentes.
Esta variación del experimento 5 nos permite comparar los primeros resultados obtenidos
del experimento en donde el aumento en el radio de vecindad tiende a homogeneizar a la
población. En cambio, al introducir variaciones en el índice de intolerancia se observa
como superado un límite de un 50% de intolerancia, esto conduce a un aumento en las
segregaciones grupales. El siguiente gráfico 27, nos permite observar de manera gráfica la
evolución en la conformación de grupos, a medida que el índice de intolerancia aumenta,
aumenta también la etnogénesis.
216
a) Índice de Intolerancia bajo: 0.2
Pantalla 29: Evolución de la etnogénesis de acuerdo a los efectos del radio de vecindad y
del índice de Intolerancia Identitaria, a) índice de intolerancia bajo: 0.2.
217
b) Índice de Intolerancia medio: 0.5
Pantalla 30: Evolución de la etnogénesis de acuerdo a los efectos del radio de vecindad y
del índice de Intolerancia Identitaria, b) índice de intolerancia medio: 0.5.
218
c) Índice de Intolerancia alto: 0.9
Pantalla 31: Evolución de la etnogénesis de acuerdo a los efectos del radio de vecindad y
del índice de Intolerancia Identitaria, c) índice de intolerancia alto: 0.9.
5.8. Resultados y Discusión.
Nuestra simulación, por simple y esquemática que pueda parecer, ha conseguido identificar en qué grado
actúan los mecanismos de agregación y segregación en sociedades de pequeña escala. Como han reflejado los
resultados obtenidos de las diversas pruebas de simulación efectuadas a partir del modelo simple PSP, se ha
demostrado que la emergencia de grupos culturalmente diferenciados no depende directamente del tamaño de
la población. Los grupos pueden emerger incluso cuando el tamaño de la población se
mantiene constante y no se registren densidades demográficas superiores a la cantidad de
recursos explotables en el área geográfica dada. Podría decirse que la simulación confirma
que el proceso de etnogénesis es un proceso socialmente mediado, alimentado
principalmente por relaciones sociales, que caracterizan la relación dialéctica existente entre
los mayores rendimientos de la cooperación económica (caza colectiva), el nivel de
intolerancia cultural y los umbrales de subsistencia.
219
Hemos simulado cambios en los niveles de intolerancia identitaria y los resultados
coinciden con los ya expuestos por el modelo de Schelling sobre la segregación espacial, la
que emerge de las interacciones entre los agentes a partir del proceso de identificación
condicionado por las preferencias individuales y el grado de autoidentificación. A esto
también debemos sumarle las influencias que tiene en este proceso la subsistencia, es decir
que para sobrevivir los agentes deben garantizarse un mínimo nivel de energía a lo largo de
un step (un año), es por ello que hemos probado con diferentes escenarios dentro del cual
sobrevivir sea más o menos dificultoso, en el que aumenta la mortalidad y disminuye la tasa
de reproducción, resultando una disminución poblacional mientras que el ritmo de fisión
grupal se mantiene constante.
Los umbrales de supervivencia también se encuentran en estrecha relación con las ventajas
de la cooperación económica. En el caso de que las ventajas de la caza colectiva sean
escasas en valor absoluto, la interacción no supone ningún beneficio para la subsistencia,
así como tampoco aumenta la probabilidad de supervivencia, por lo que una familia tendrá
las mismas oportunidades viviendo de manera aislada que integrándose en un grupo y
cambiando su definición cultural por otra extraída de la moda estadística del grupo al que
se une. En este escenario, nuestra simulación produce un elevado número de agentes que
se fisionan del grupo inicial y que se diferencian culturalmente del mismo (crece la
etnogénesis). Cuando las ventajas de la caza colectiva son más evidentes, aquellas familias
que colaboran dentro de un grupo ganan más excedente y tienen mayor probabilidad de
sobrevivir y de generar descendencia que reproduzca sus mismas características culturales.
Como resultado, la fisión de grupos se reduce, la población no se segrega tanto y la
etnogénesis disminuye. Este efecto se satura para valores muy altos de cooperación, cuando
el número de grupos étnicos diferenciados se confunde con el ruido aleatorio del sistema
(debido a la tasa de mutación cultural y a los procesos naturales de sustitución). Estos
resultados son congruentes con lo que sabemos acerca de la Patagonia del presente
etnográfico y con lo que podemos inferir para la Patagonia prehistórica, en donde los
procesos de fusión social fueron históricamente menos frecuentes que los procesos
tendentes a la fisión de grupos, básicamente por el coste debido a los rendimientos
marginales decrecientes relativos al número de unidades domésticas que pueden llegar a
cooperar en un área geográfica dada. Sólo si algunos agentes incrementan su propia
productividad y el valor absoluto de su producción por encima de un umbral crítico,
pueden llegar a invertir ese excedente para aumentar su capacidad de influir en las
decisiones colectivas (Barceló et al., 2006).
220
Los resultados del modelo coinciden básicamente con los resultados del modelo de Parisi y
otros (2003), el cual fue propuesto como una extensión del modelo de Axelrod (1997)
(descrito en el capítulo 4). El modelo fundamentalmente plantea que si la subsistencia se
mantiene estable, la distribución poblacional se homogeniza, y si las condiciones de
subsistencia se deterioran (entendiendo que también implican el deterioro de los medios de
producción disponibles) se observa que las poblaciones tienden a divergir. La completa
homogenización tampoco es alcanzada en este modelo aún cuando estamos hablando de
sociedades de pequeña escala, pues actúan las mutaciones introducidas aleatoriamente en
los agentes y las interacciones con agentes con los que no sólo se comparten componentes
culturales. De este modo confirman que las interacciones no son sólo el resultado de la
influencia cultural de los agentes vecinos con los que se comparte algún grado de similitud,
sino que las interacciones actúan conjuntamente con las formas sociales optadas por los
agentes para subsistir y con las acciones comunes o cooperativas que estén involucradas en
esas interacciones.
También hemos podido comprobar cómo el porcentaje de intolerancia identitaria y la
subsistencia afectan al grado y el ritmo de la etnogénesis. Cuanto mayor es el porcentaje de
intolerancia identitaria, es decir, cuanta menos flexibilidad tengan los agentes de interactuar
con agentes con los que mantienen mayores diferencias culturales y mejores son las
posibilidades de subsistencia, mayor es la probabilidad de interaccionar con otros agentes.
El índice de intolerancia identitaria también resultó clave en los experimentos realizados
variando el radio de vecindad de los agentes; esto implica la fuerza que poseen los
mecanismos sociales en la segregación social, tal cual lo señalara Schelling en su modelo de
segregación simplificado. En nuestro modelo hemos introducido un conjunto de
condicionantes sociales, económicos y ambientales, y hemos obtenido resultados que
refuerzan el modelo de segregación social de Schelling. En PSP la etnicidad parece ser
básicamente la consecuencia de varios mecanismos: el porcentaje de intolerancia identitaria
(grado de homofilidad), la subsistencia y las ventajas derivadas de la cooperación (caza
colectiva, intercambio de materiales, reproducción social). El modelo se basa en el supuesto
de que el comportamientos social de los grupos es regulado por normas de tal forma que
las interacciones entre los individuos que comparten creencias sobre cómo debería ser el
comportamiento de los agentes rendiría más beneficios que las interacciones entre las
personas con creencias diferentes. Sin embargo, el compartir normas sociales es un
resultado histórico del número previo de interacciones, y este número es también una
consecuencia de la posibilidad de que diferentes grupos de individuos se hayan decidido
221
por una estrategia de trabajo colectivo o de adquisición individual de la subsistencia. A su
vez, el número de individuos depende del número de parejas que la estructura interna del
grupo permita. Consecuentemente, hasta el ritmo demográfico del grupo es socialmente
mediado, es por esto que los grupos que cooperan son más productivos y cuentan con una
mayor capacidad de reproducción social.
222
Capítulo 6
Calibración de Modelos Basados en Agentes
6.1. Introducción.
6.2. Validación metodológica de ABM.
6.3. Alcance de la Validación en PSP.
223
“All models are wrong, but some are useful.”
George Box (1979)
“If a simulation has nothing to do with truth, then it might be a video game,
but does certainly not deliver scientific knowledge.”
Alex Schmid (2005)
6.1. Introducción
¿Cómo sabemos que el modelo explicativo utilizado es correcto? Un buen modelo no es
una verdad científica universal, un buen modelo debe ajustarse razonablemente bien a una
parte del mundo real, en ciertos aspectos y objetivos específicos. De ahí el grado que el
ajuste a la realidad de un modelo esté necesariamente determinado por la investigación
empírica y el cumplimiento de los objetivos pautados. Las hipótesis pueden contrastarse,
pero en ninguna disciplina científica la contrastación de hipótesis nunca es directa (al igual
que en la simulación computacional). En el caso de la historia contamos con restos
materiales del pasado pero este registro siempre se nos presenta de forma parcial e
incompleta, es por ello que las evidencias pueden ser consideradas como un reflejo
indirecto de un conjunto de procesos causales responsables de la forma en que se
presentan los datos empíricos. Este punto nos interesa particularmente porque demuestran
la existencia o la ausencia de procesos ya no perceptibles en el presente. Los procesos
causales pueden definirse como hipótesis, pues al plantear hipótesis, proponemos
diferentes implicaciones sobre cuales serían las posibles consecuencias observables. Por lo
tanto, es la teoría quien integra el registro dentro de un marco conceptual, en la medida que
el proceso causal (hipotéticamente definido) sea verificado. Esto significa que al explicar
satisfactoriamente las transformaciones perceptibles en el presente, se podrá establecer si
estos “pasados” son verídicos y reales.
Entendiendo que la verdad no existe por sí misma sino como una propiedad, las
proposiciones científicas deben ser denotadas con un adjetivo: verdadero o falso. En este
sentido, la verdad no es una propiedad de la realidad sino de las proposiciones con las que
expresamos nuestras valoraciones de la realidad (Barceló, 1999). “Verdadero” es la
224
adjetivación que las proposiciones reciben en relación con la realidad cuando éstas
coinciden con lo que se pretende describir. Este es el fundamento de la Teoría de
Correspondencia defendida por Tarski quien, desde la perspectiva epistemológica del realismo
científico no positivista, buscó a través de lenguajes formalizados establecer una definición
de verdad:
“un enunciado es verdadero únicamente si hay algo en virtud del cual sea verdadero: nos
convencemos de las estructuras que nos parece percibir porque podemos interferir con ellas en un sentido
físico; nos convencemos de su existencia porque es posible construir unos instrumentos que partiendo de
distintos principios teóricos, conducen a la percepción de idéntica estructura.” (Tarski, 1935: 268).
La definición de Tarski afirma que una proposición no es más verdadera en el sentido
absoluto, sino verdadera en un lenguaje L, entonces si verdadero es una propiedad de la
proposición en ese lenguaje, nos enfrentamos a un problema fundamental: establecer la
verdad de todas aquellas proposiciones abstractas que no tengan una referencia empírica
directa. Por ejemplo, la etnicidad es un concepto concebido por quienes investigan para
expresar verbalmente determinados fenómenos de heterogeneidad social. Como tal, no
tiene un referente empírico directo. Dado que partimos del supuesto de que la verdad es
relativa al lenguaje, entendemos que una proposición debe poder afirmarse al margen de su
posible coincidencia con el mundo real al que se refiere, esto es, no atribuyendo
necesariamente un valor universal de verdad a la proposición. El hecho de transferir la
noción de verdad de la realidad al lenguaje involucra al agente que enuncia la proposición,
por lo que transforma al concepto de verdad en un concepto multidimensional (Barceló,
1999). Esto no significa que existan muchas verdades en relación a las intenciones de
quienes las expresan, ni que sólo exprese una relación de referencia entre palabra y realidad.
El ser “verdadero” es sólo un rótulo, una valoración positiva que realizamos con las
proposiciones que, puede argumentarse, que están de acuerdo con el mundo real que
describen.
En cualquier disciplina definida en términos explícitamente científicos, una proposición
válida debiera ser una proposición verdadera o bien, aquella proposición cuyo carácter
“verdadero” puede argumentarse objetivamente (aunque no necesariamente
empíricamente). Por lo tanto podemos decir que la validez no es más que una manera de
investigar la necesaria verificabilidad de un constructo explicativo. De este modo, validez y
verificación aparecen como términos sinónimos, refiriéndose ambos a las diversas formas
225
de sustentar la manera concreta cómo un conjunto de proposiciones propuestas para
explicar un cierto fenómeno del mundo real coinciden con ese mismo mundo real al que
dicen referirse. En todo caso, podría ser útil distinguir ambos términos haciendo referencia
a la naturaleza interna o externa del proceso. Llamamos entonces “validez interna” a un
conjunto de cualidades generales del conjunto de proposiciones explicativas, entre ellas, la
sistematicidad, exhaustividad y la denotación espacial y temporal de una clase de objetos,
entidades o rasgos observables. Frente a esta reivindicación de una sintaxis arbitraria,
aunque objetiva de una explicación, la “verificación externa” permite evaluar si las
proposiciones explicativas coinciden o no con los hechos existentes del mundo real. Los
criterios usuales de verificación externa evalúan si las proposiciones explican realmente los
datos, predicen las ocurrencias y resuelven satisfactoriamente las contradicciones aparentes
de los datos utilizados para la formulación de las explicaciones.
Por consiguiente, la aceptación de una interpretación arqueológica debe considerarse como
una decisión pragmática. Validez debiera implicar necesariamente la verificación, y por
consiguiente, ambos procesos deben establecerse a través de la contrastación de la
proposición explicativa con el mundo real, pues la verificación externa vuelve sustancial lo
que hasta el momento era sólo una enunciación más o menos sistemática. El procedimiento
de verificación-validación implica rechazar o refutar la explicación a través de diversas
contrastaciones independientes. Por lo tanto, cuanto más verificable sea la proposición
explicativa, mayor será la posibilidad de validarla.
¿Pueden varias hipótesis ser verdaderas al mismo tiempo? Si un mismo fenómeno en el
mundo real tiene diferentes consecuencias diversamente verificables, éstas debieran
poderse ordenar por grados de contrastabilidad; de manera que siempre existe la posibilidad de
afirmar que ciertas explicaciones son mejores que otras, en base a la mayor probabilidad de
verificación. Pero esto sólo sucede cuando el ajuste entre la proposición explicativa y el
mundo real que pretende explicar no puede realizarse por medio de una simple operación
de observación. No hay por tanto diferentes verdades, sino distintas formas de verificación,
mejores o peores, dependiendo de la naturaleza del mismo fenómeno a explicar.
Frente a la imposibilidad de una idea positivista de verdad absoluta, debe acentuarse que
toda “verdad” es históricamente dependiente, no sólo porque el mundo real cambie –que
cambia constantemente-, sino porque los procedimientos de verificación-validación
226
dependen del desarrollo técnico y metodológico y de la capacidad de observación mediada
instrumentalmente. Aquello que es empírico depende de aquello que se reconoce como
observable y que por tanto se busca, y lo que se “observa” depende a su vez de lo que se
“entiende” en cada momento y de lo que se “pretende” hacer mediante la observación. Los
datos arqueológicos no hablan por sí mismos, por lo tanto el registro arqueológico es el
resultado de los significados que le damos en el presente. Esto no invalida ni relativiza
nuestro conocimiento sobre el pasado, pero sí resalta que la validación y verificación
mediante criterios lógicos y objetivos dan sustento a los modelos conceptuales utilizados.
Es por ello fundamental centrarse en los medios de contrastación y en los mecanismos
lógicos utilizados para justificar la estructura del discurso de una ciencia social científica. El
nivel de abstracción de un modelo va a depender de nuestras decisiones previas acerca del
alcance del modelo, de lo que éste pretenda explicar y de los datos disponibles para
comparar las predicciones del modelo con lo que podemos observar del mundo real al que
se refiere el modelo. El resultado nunca es una pluralidad de explicaciones posibles, sino
un número posiblemente muy alto de grados de libertad implícitos en toda decisión
explicativa. Las decisiones que hemos de tomar a la hora de aceptar una explicación son
muchas y diversas. Esto ha derivado en cierto descreimiento, por parte de muchos
investigador@s sobre la real eficacia de los mecanismos usuales de verificación y
contrastación. Además, la observación no constituye un recurso neutro que asegura la
verdad empírica de las proposiciones científicas. La manera de observar el pasado que una
vez existió depende de la forma en que se estructure el problema arqueológico inicial y de
la forma en que se dé significado a los observables conservados en el presente de ese
mismo pasado. Lo relevante es la consistencia lógica entre teorías, modelos, hipótesis,
métodos de recolección de datos, técnicas matemáticas e implicancias de la contrastación y
su relación con el fenómeno de interés. Es por esto por lo cual consideramos que la
confrontación del proceso causal hipotetizado con la realidad es siempre indirecta y causal.
6.2. Validación metodológica de ABM.
La modelización computacional basada en agentes (ABM) permite la exploración de
diferentes teorías sobre el pasado. Como hemos señalado anteriormente, un modelo
computacional nunca es un producto finalizado que prueba la verdad de una sola
interpretación; antes al contrario, ABM es una herramienta que permite poner a prueba las
227
implicaciones de nuestras ideas con el fin de probar cuán consistentes o inconsistentes son
como base explicativa de cierto fenómeno. Uno de los usos más importantes de ABM para
la investigación en ciencias sociales es el uso de modelos para establecer las causas de
ciertas conductas sociales.
Los términos más utilizados para describir el proceso mediante el cual la simulación
computacional se convierte una representación creíble del sistema real son: validación,
calibración y verificación del modelo.
-Preguntas de Investigación-Problemas-Revisión Bibliográfica
Conceptualización del Modelo
Diseño del Modelo
Construcción/Implementación
Simulación
Calibración
Verificación
Validación/Análisis
Publicación de los resultados
ReplicaciónResultados
de la simulación
Fig.48: Pasos del proceso de simulación, adaptado de Ramanath y Gilbert (2003).
No existe un método estándar para la verificación de una simulación computacional basada
en agentes programados, aunque sí existen diferentes aproximaciones que nos permiten
228
establecer si los programas implementados son importantes para el propósito de la
simulación (Taber y Timpone, 1996).
Siguiendo con la distinción meramente práctica entre validación y verificación, que hemos
presentado en la introducción a este capítulo, debemos distinguir:
1. Validez interna: se refiere a la correcta transformación de las proposiciones
explicativas en código programado. Desde una perspectiva operacional implica un
análisis en profundidad de la implementación computacional de la explicación
científica del fenómeno y la evaluación de los objetivos de la simulación. Ello
posibilita evaluar la consistencia interna y la correcta implementación del programa
informático que convierte en dinámico un procedimiento cuya descripción es
esencialmente pasiva. En ocasiones este procedimiento implica implementar el
modelo en otro lenguaje de programación, de manera que quien investiga puede
tener la seguridad de que sólo las proposiciones explicativas se han simulado,
independientemente de los efectos, no previstos y por tanto no deseados
producidos por el software. Si el modelo omite procesos que se sabe actúan en el
mundo real, pero los resultados del modelo siguen siendo coincidentes en el
modelo y en el mundo real, la relevancia causal y la capacidad explicativa de los
mecanismos omitidos disminuye de modo equivalente. Sólo de este modo se puede
demostrar que la simulación representa y de manera válida el proceso que se está
modelando.
2. Verosimilitud de las propuestas explicativas: un modelo computacional casi nunca es
verificable porque raramente produce resultados que puedan llegar a ser
observables en el mundo real. La simplificación necesaria de todo modelo provoca
su abstracción y su independencia del mundo real. En este sentido, un modelo
computacional, aunque pueda demostrarse que es internamente válido, nunca podrá
ser “verdadero”, ya que no hay manera de comparar sus resultados con lo
observable en el mundo real. Si queremos avanzar en la verificación, debemos
modificar el modelo de manera que lo aproximemos al mundo real. Es lo que
denominamos “modelo calibrado”. La calibración consiste en ajustar el mecanismo
simulado a lo que sabemos –y no meramente “suponemos”-acerca de la ocurrencia
del mecanismo en el mundo real, ajustando los parámetros del modelo con ayuda
de datos empíricos. También se denomina calibración. Permite ir más allá de la mera
229
semejanza entre modelo y mundo real. Cabría preguntarse si este procedimiento de
calibración produce un modelo válido en general o si sólo es representativo tan sólo
para un conjunto de datos particulares (la situación efectivamente “calibrada”).
3. Verificación de los resultados: coincide con el sentido usual de contrastación en filosofía
de la ciencia, esto es, el proceso por el cual se evalúa la correspondencia entre el
modelo y la realidad. Esto corresponde a lo que también puede llamarse verificación
predictiva. En este caso, la validación se consigue comparando los datos empíricos
disponibles con los resultados de la simulación. Si existe similitud o covariación
entre ellos entonces puede decirse que el modelo es válido, ya que el mecanismo
implementado en la simulación genera resultados que coinciden (total o
parcialmente) con lo que sabemos acerca de la realidad objeto de estudio.
VALIDACIÓN DE LOSRESULTADOS DE LA
SIMULACIÓN
VINCULACIÓN CON EL MUNDO REALANÁLISIS TEÓRICO
COMPARACIÓN DE MODELOS
COMPUTACIONALES O DOCKING
Fig. 49: Aproximaciones hacia la validez de los resultados.
La manera ideal de validar internamente un modelo computacional consiste en su
replicación o re-implementación del modelo en otra plataforma de simulación y/o realizada
desde otras investigaciones (Axelrod, 1997a). La replicación es necesaria para confirmar la
robustez de los resultados pues permite validar el modelo en su dominio de investigación.
Esto implica que la comparación de los resultados entre el modelo original y el replicado
permite la visualización de errores provenientes de la implementación, de la plataforma o
errores conceptuales, que suelen ser difíciles de visualizar y que posteriormente pueden
230
causar errores en los resultados. Esta etapa de replicación no siempre se cumple y resulta
bastante difícil de realizar debido principalmente a que las simulaciones son programas de
ordenador y para compartir estos resultados a través de las publicaciones científicas se
vuelve bastante difícil no sólo su aceptación, también su difusión. Por lo tanto se ha vuelto
una práctica cada vez más consensuada el hecho de poder unificar la difusión de los
resultados a partir del uso de una plataforma como ODD o a través de applets de Java que
pueden publicarse y subirse a la web, así podrá accederse al código completo para que otras
personas puedan replicarlo. Cabe señalar que esto es posible si se cuenta con alguna
plataforma de simulación, en el caso de Netlogo el acceso a este programa es totalmente
gratuito, lo cual lo convierte en una herramienta de interacción muy útil, accesible, que
facilita las comparaciones y las replicaciones de los modelos. En el caso de que las
plataformas de simulación sean de uso restringido, es decir que hay que pagar para su
utilización, pueden obtenerse los datos de programación pero al realizar la implemención
en otro tipo de plataforma se requiere una completa re-programación, asó como un
conocimiento avanzado en programación, lo cual demanda especialistas en programación
para su re-implementación.
Obviamente, la validez no es suficiente. Tampoco la calibración, que consiste en realidad,
en una forma de verificación. Todo intento de validación de simulaciones computacionales
arqueológicas debe consistir necesariamente en una verificación del mecanismo simulado,
calibrado a través de la comparación de lo que sabemos acerca del pasado en el que
tuvieron lugar esas acciones (consecuencias materiales de las acciones conservadas en el
presente: registro arqueológico). Partimos del supuesto según el cual los resultados
numéricos proporcionados por el programa informático que implementa el proceso social
explican la ocurrencia de esas acciones. Ahora bien, cada simulación calibrada responde a
un objetivo y a un problema de investigación concreto, por lo tanto no puede esperarse que
el mecanismo causal cuya simulación pretende explicar el fenómeno alcance una
verificación absoluta, porque se trata de una forma de explicación que depende de sus
objetivos concretos. Otra de las dificultades es el conocimiento disponible acerca del
fenómeno real que el modelo pretende explicar. Si la simulación ha sido diseñada para
conocer y comprender un sistema complejo, se vuelve difícil validar directamente el
modelo con observaciones realizadas en el mundo real, pues justamente la comprensión de
los mecanismos causales es el objetivo por la cual se ha elaborado la simulación
(Goldspink, 2002). En muchas simulaciones se decide no representar mundos reales y
231
centrar el propósito en analizar la propia dinámica de los componentes del modelo,
mientras que en otras se utilizan datos reales para compararlos con el funcionamiento de
los diferentes elementos del modelo. Los datos a utilizar no son siempre datos precisos en
el sentido utilizado en la praxis experimental en ciencias de la naturaleza, en donde la
validación y verificación se entienden en términos de una comparación entre muestras
estadísticas observadas y proporciones que debieran observarse en la realidad si la causa no
fuese precisamente la ausencia de causa conocida (el azar). Los resultados de la simulación
no tienen por qué considerar la población original de la cual proceden las muestras
parciales observadas en el mundo real.
Es por esto importante tener en cuenta que la simulación nunca producirá respuestas
definitivas o concluyentes, sino explicaciones de naturaleza probabilística. Ni las acciones
sociales ni sus consecuencias son totalmente predecibles, pero su ocurrencia en unas
circunstancias concretas sí pueden ser más o menos probables en función de lo que sepamos
de las circunstancias (calibración) y los agentes que en ellas participan (Barceló, 1999,
2009a). De ahí que cualquier comparación que hagamos entre los mecanismos
implementados y los procesos del mundo real, entre los datos empíricos y los resultados de
la simulación, no hagan más que aumentar el nivel de confianza del modelo. Cuanta mayor
confianza se pueda establecer entre el modelo y sus resultados, mayor el grado de validez,
antes que auténtica verificación, pues la verdad absoluta de un modelo no es posible de
demostrar. La probabilidad permite medir la intensidad y la tendencia de los resultados de a
cuerdo a determinadas circunstancias causales (Popper, 1957; Bunge, 1985; Cartwright,
1989; Salmon, 1989; Eells, 1991; Rivadulla, 1991). Es por esto que debe insistirse en que los
modelos pueden ser falsables en el sentido Popperiano del término, demostrando la
falsabilidad del modelo y evaluando si este resulta incorrecto a partir de múltiples pruebas
estadísticas que refuerzan o debilitan el grado de versosimilitud del mismo y la confianza a
posteriori que tengamos en él, en un sentido bayesiano. Los modelos se corroboran sobre los
datos resultantes de la simulación, comparando los datos obtenidos con los datos reales, de
este modo se otorga una mayor o menor certeza al modelo. Así cuando los modelos son
altamente abstractos los experimentos permiten generar y no testear hipótesis
empíricamente, es por esto necesario que la utilización de los datos empíricos en ABM
pueda habilitar la calibración y validación de los resultados.
232
En realidad, lo que hacemos en una simulación no es programar de manera determinista las
causas de las acciones cuya ocurrencia en el pasado nos interesa predecir, sino que
pretendemos llegar a entender el pasado de acuerdo a sus potencialidades apriorísticas o
affordance27
. El término affordance hace referencia a las posibilidades de acción que un agente
es consciente de poder realizar (Gibson, 1979). Este término fue definido por el psicólogo
James Gibson para indicar el uso potencial de un objeto en su relación con el entorno. De
este modo la función de una acción podría reflejar las situaciones en las que la acción puede
tener lugar y los posibles resultados que daría cuando esta se realiza. Conjuntamente los
agentes y las acciones especifican esa potencialidad constituyendo las causas inmediatas de
la función percibida. Los arqueólog@s no observamos el pasado de forma directa, pero sí
utilizamos explicaciones potenciales para describir los fenómenos que han tenido lugar en
el pasado. Los datos que son percibidos no deberían considerarse como una abstracción
semántica pero sí pueden ser comprendidos como un conjunto habilitado de
oportunidades dentro de un contexto. La interpretación del registro debe basarse en la
comprensión tanto de los eventos sociales como naturales que han influido en la presencia,
alteración, ubicación tanto de los componentes individuales como del conjunto como un
todo. En una simulación histórica las actividades sociales se describen en términos de
disposiciones o capacidades, basadas en una serie de supuestos previos sobre los agentes,
relaciones y entorno (Barceló, 2010). Así los observables arqueológicos pueden describirse
en términos de affordances apriorísticos: las relaciones entre las propiedades observadas y las
propiedades inferidas de los agentes que han generado esas propiedades. Los affordances de
cualquier acción social que tuvo lugar en el pasado se vuelven evidentes al documentar
empíricamente su uso y/o proceso de formación.
Por otro lado, en muchas ocasiones es más simple determinar las restricciones necesarias
que la ocurrencia de las acciones sociales. Debemos considerar que una “restricción” es en
realidad, el exacto opuesto de una affordances. Las restricciones más relevantes en arqueología
pueden agruparse en tres categorías (St. Amant, 2002; Bicici y St. Amant, 2003):
• Restricciones Espaciales: describen las relaciones espaciales asociadas con una acción y con su ocurrencia en un determinado ambiente. 27 Aunque no existe una traducción exacta (o mayormente aceptada) al castellano del significado de este
concepto; en diferentes textos se le han otorgado significados variados, por lo que este concepto ha sido
interpretado como “permisividad”, “habilitación” y “oportunidades ambientales”, o “invitaciones al uso”. La
contracara del término affordance se denomina constraints (restricciones o limitaciones): los objetos no
solamente comunican su función sino que también nos dicen lo que no podemos hacer con ellos.
233
• Restricciones Físicas: describen las relaciones físicas en la ocurrencia de una acción.
• Restricciones Dinámicas: describen la cinemática de la acción y sus consecuencias en la movilidad de los agentes.
Es necesario enfatizar el hecho de que entender las acciones sociales realizadas en el pasado
significa entender la probabilidad de que esas acciones pudieron haber ocurrido en ese
momento y en ese lugar, en esas circunstancias concretas. Esta implementación de las
potencialidades o de las affordances causales en una computadora es lo que caracteriza la
simulación computacional de los procesos causales (Doran y Gilbert, 1994; Gilbert, 1996,
1998, 2000; Davidsson, 2001; Goldspink, 2002; Axelrod, 2005; Becker et al,. 2005). Para
explicar el pasado mediante una simulación computacional es necesario conocer las
potencialidades de las acciones sociales del fenómeno analizado y hacerlas explicítas en el
modelo de simulación utilizado. Por lo tanto una teoría computacional nos permite
describir un problema: mediante el uso de algoritmos se describen las posibles soluciones y
ejecutando la simulación, se produce una historia dinámica del proceso estudiado (Epstein
y Axtell, 1996; Ossowski, 1999; Axtell, 2000; Wooldridge, 2000; Davidsson, 2000, 2001;
Inverno y Luck, 2003; Mainzer, 2004; Sawyer, 2005; Sun 2006).
En consecuencia, la simulación computacional nos permite explorar diferentes estrategias
que permitan encontrar y extraer datos de la realidad para poder integrar ABM con los
métodos empíricos tradicionales de las ciencias sociales, como los métodos cualitativos,
cuantitativos, experimentales y participativos (Boero y Squazzoni, 2005). De acuerdo a los
objetivos propuestos para ABM, pueden diferenciarse numerosos tipos de modelos que
estén de acuerdo a los casos particulares de estudio, a las tipificaciones y a las abstracciones
teóricas. Estas diferencias imponen también desafíos diversos para la recolección de datos e
implican el uso de diferentes estrategias de validación. Los modelos abstractos se
caracterizan por ser más pequeños, modulares y simples, es por esto que requieren niveles
más bajos de validación pues su objetivo es poner a prueba conceptos o demostrar el
impacto relativo de los mecanismos básicos de explicación. Al utilizar pocos parámetros e
interfaces simples aumenta la generalización y disminuye la capacidad de generar resultados
de aplicación específica o predicciones específicas; es por esta razón que la validación
resulta en cierto modo algo “menos crítica”. En cambio los modelos más empíricos
requieren un mayor nivel de validación, pues son utilizados para responder a problemas y
resoluciones específicas. Igualmente, resulta fundamental tener en cuenta la diferencia entre
simplicidad del modelo y veracidad, pues ambas dependen de los objetivos del problema
234
modelado (Burton y Obel, 1995). Cuanta más veracidad se plantee para los resultados del
modelo, a mayores etapas y niveles de validación se deberán someter sus resultados. Según
Troitzsch (1997), las simulaciones con objetivos históricos basadas en observaciones
pasadas constituyen una excelente forma de validación porque permiten experimentar
modelos teóricos cuyas consecuencias empíricas nos son conocidas y sirven además como
herramientas útiles para modelos teóricos cuyo objetivo es la predicción de fenómenos
sociales.
Las simulaciones computacionales modelan la experiencia como un efecto acumulativo y
contextual y no de forma discreta (Clancey, 1997). Los resultados de la simulación
conforman el entramado de relaciones resultantes entre los agentes y el “mundo” dentro
del cual se desarrollaron las acciones, por lo tanto deben ser comprendidas como relaciones
históricas. Los agentes a través de la interacción modifican sus propias acciones y
percepciones dando como resultado nuevas acciones y nuevas percepciones. Estos
reconocen y actúan, en cada nueva circunstancia de interacción, en base a sus experiencias
previas de aprendizaje y experimentación, dando como resultado “posibilidades de
explicación”. El contexto de interacción también es un sistema dinámico complejo en el
cual la procedencia los datos de entrada de la simulación, tanto como los resultados, se
encuentran fuertemente acoplados. A medida que va aumentando la complejidad del
sistema los resultados se vuelven más dependientes de la historia de las interacciones
previas. Como postula Jacob, un reconocido genetista molecular: “simpler objects are more
dependent on physical constraints than on history. As complexity increases, history plays the greater part”
(citado por A. Clark, 1997: 88).
235
Resolución de problemas
Base de datosdel Modelo
Causal
Juicio de valor
Sensores
Procesamientosensorial
Explicación
Evaluación de la situación Planificación y ejecución
Interno
Externo
Hipótesis
Planes
Entrada predictiva
Actualizaciones
Entradas observadas
Situaciones percibidas
Operaciones, Inducción, deducción, analogía
Evaluación de las hipótesis
Datos Eventos
Fig. 50: Diagrama del contexto de interacción de las Simulaciones Sociales (adaptado de Barceló, 2009).
6.3. Alcance de la Validación en PSP.
Al igual que en la mayoría de las simulaciones sociales, nuestro modelo PSP puede
utilizarse tanto para experimentar con una teoría de la etnicidad (donde los parámetros son
manipulados para poner a prueba diferencias teóricas) y como una herramienta de
demostración (los parámetros son manipulados para probar la robustez de las
predicciones). Cuando se utiliza de forma experimental, la manipulación de los parámetros
se realiza a nivel de los agentes poniendo a prueba las implicaciones globales de los
supuestos de comportamiento que son utilizados en el caso de sociedades a pequeña escala,
pero también pueden manipularse los parámetros globales para poner a prueba la validez
una teoría general sobre las implicaciones dinámicas de los supuestos del comportamiento
social como en el caso de sociedades más complejas. Cuando manipulamos el modelo
generamos un amplio número de trayectorias posibles en mundos virtuales introduciendo
perturbaciones aleatorias o introduciendo ajustes aleatorios sobre las condiciones iniciales.
Mediante una cuidadosa calibración de los experimentos, los experimentos cruciales
236
pueden diseñarse para obtener resultados verificables en contacto con afirmaciones teóricas
sustentadas. El potencial revolucionario de esta técnica está asociado al hecho de que una
gran cantidad de “futuros” alternativos (o “historias”) pueden producirse al variar las
condiciones iniciales de los experimentos, al especificar los parámetros que consideramos
relevantes en la experimentación o sometiendo al modelo a perturbaciones aleatorias.
Debido a las operaciones deterministas del ordenador, cada trayectoria producida por un
modelo concreto es coherente con los supuestos y con las proposiciones de las reglas de
operación de los programas del ordenador. A partir de los supuestos específicos del
modelo, estos resultados contrafactuales pueden aporta datos fiables sobre las
implicaciones de los supuestos de cambio, el rango de las condiciones, las condiciones
necesarias para obtener determinados resultados y la solidez que estos resultados puedan
tener. El grado en el cual esto puede ser realizado se encuentra en función de la validez
empírica de los modelos y también del grado en que estas ideas teóricas han sido
implementadas con claridad y precisión (Cederman, 2002; Lustick y Dan Miodownik, 2009)
Para el modelo PSP propuesto también cabe preguntarse ¿qué tipos de argumentos basados
en los resultados de la modelización computacional deberían ser aceptados o al menos ser
admitidos? (Bankes et al., 2002). Formular esta pregunta implica cuestionarse si es posible
verificar nuestra teoría de la etnicidad utilizando el modelo que hemos propuesto. Al
menos podemos escribirla de forma tal que una calibración específica de la misma de
acuerdo con una situación históricamente conocida proporcione resultados verificables con
datos arqueológicos y/o etnohistóricos, en el sentido propuesto por Epstein (Epstein,
2008). Nunca sabremos con seguridad si el modelo describe el mundo real. Podemos, sin
embargo, comparar diferentes calibraciones histórico-etnográficas de un mismo modelo y
probar cuál de ellas proporciona resultados más verificables sobre aquello que sabemos del
mundo real. ¿Qué queremos decir con “más verificables”? Fundamentalmente, que la
distancia epistemológica entre proposición explicativa y descripción empírica sea la menor
de las actualmente producidas.
Existe un difícil equilibrio entre organizar y ajustar los datos del modelo y mantener el
concepto de simplicidad (principio KISS). Cuanto más complicado resulta el modelo,
cuanto más parámetros, ecuaciones o algoritmos tenga, más difícil resultará calibrarlos y
obtener resultados que pudieran coincidir con los datos empíricos. Nuestro propósito ha
sido calibrar una teoría general sobre lo que denominamos etnicidad con arreglo a lo que
237
sabemos acerca de una situación histórica concreta y comparar cómo los resultados del
modelo calibrado –lo que debería emerger del comportamiento económico de los agentes
si la teoría fuese verdadera- coinciden con la documentación disponible de lo que hicieron
en realidad los hombres y mujeres en el pasado de la Patagonia.
Modelo PSP
Datos Empíricos Simulación
Replicación
DesarrolloAná
lisis
Estruc
tura
Abstracción
Perfeccionamiento
Fig. 51: Estructura de calibración empírica en ABM.
La información empírica, tanto cualitativa como cuantitativa, puede utilizarse de muchas
formas. Puede ser utilizada como base de entrada de datos de un modelo o como un medio
para falsificar y probar al modelo. Cuando se utiliza como datos de entrada, el enfoque
podría ser el estudio de una situación particular, por ejemplo, la situación de la que derivan
esos datos. Cuando se utiliza para probar al modelo, el modelo debería apuntar hacia
argumentos más generales que puedan ser probados sobre nuevos casos empíricos. Los
estudios de casos históricos precisos ofrecen una oportunidad para examinar la lógica
interna de un planteamiento teórico. Por ejemplo, un buen caso de estudio podría ser
rastrear los procesos causales observados in situ y determinar si son compatibles con una
teoría específica o desafiar a la teoría misma. Los estudios de caso son especialmente
adecuados para probar teorías que predicen algún evento o proceso que nunca se producirá.
Estos con frecuencia se centran en una determinada escala espacial y temporal que va, por
ejemplo, desde pequeños asentamientos en el pasado hasta cambios regionales en el uso del
238
espacio. Numerosos métodos diferentes pueden utilizarse para observar el caso, incluyendo
los datos arqueológicos, documentos históricos, observaciones etnográficas, teledetección,
encuestas, censos, entrevistas, etc. Las diversas formas en que un sistema puede medirse
pueden dar lugar a bastantes desafíos cuando se comparen casos con algún procedimiento
de observación diferente (Janssen y Ostrom, 2006).
Todavía es necesario abordar y mejorar la forma en que se validan los modelos
computacionales que utilizan datos históricos. Como ha sugerido Grüner-Yanoff (2009),
ABM tendrían que derivar su potencial explicativo a partir de las reglas de comportamiento
de los agentes aplicadas a un entorno preciso; lo que nosotros hemos denominado aquí
“calibración”. La pregunta decisiva sería determinar qué tipo de evidencia histórica
(explanans) debería poder juzgarse como verdadera. Este autor considera que contamos con
muy poca, el hecho de que esta evidencia genere el explanandum no sería suficiente. Por lo
tanto la confianza en el explanans arqueológico debería provenir de fuentes diferentes al de
la propia simulación. Necesitamos contar con experimentos “históricos”, es decir con
preguntas condicionales del tipo “que sucedería sí…” (what-if ), que permitan establecer
diferentes escenarios y poner a prueba las reglas de comportamiento bajo diferentes
parámetros y condiciones. Esto por un lado generaría una enorme cantidad de pruebas,
mientras que por otra parte proporcionaría muchísima información, lo que a su vez
trivializaría el papel de ABM. Dado que los experimentos tendrían que ejecutarse en todos
los escenarios sociales relevantes, el diseño experimental construiría en vivo lo que la
simulación reproduciría en silico. Así toda la información interesante podría ser ya obtenida
a partir de los experimentos y de este manera ya no serían necesarias más simulaciones
(Grüner-Yanoff, 2009).
En resumen, que un modelo computacional sea capaz de generar resultados similares a los
datos empíricos disponibles para la situación histórica que se pretende simular es una
condición necesaria, pero no suficiente para su explicación (Güner-Yanoff, 2009). En su
comentario crítico con respecto a la simulación “Anasazi Virtual” de Gummermann et al.
(Gummerman et. al., 2003, Dean et al., 2000), Güner-Yanoff afirma que la simulación imita
los datos arqueológicos por medio de la reproducción computacional de las acciones
individuales de los agentes individuales en respuesta a una calibración históricamente
justificada del mundo virtual en el que se mueven. De este modo se obtiene como resultado
computado los efectos de las acciones individuales en el entorno virtual y las repercusiones
que esos efectos ambientales tienen en los agentes individuales. Que esos resultados
239
“coincidan” con la descripción empírica del registro de cambios en el medio ambiente
histórico de Nuevo México alrededor del año 1300 no implica, necesariamente, que las
causas de los cambios en el medio ambiente histórico fuesen isomorfas de las acciones
ejecutadas en la simulación. Gumermann y otros señalan que ese “ajuste” o “coincidencia”
entre lo que existe virtualmente en el modelo y lo observado en el registro histórico-
arqueológico varía en función de ajustes en los parámetros de la simulación, tales como el
número de atributos de los agentes (unidades familiares) y su heterogeneidad.
Existe muy poca evidencia para apoyar las reglas de comportamiento de los datos
patagónicos calibrados hasta el momento, ya que puede haber diferentes vías que conducen
a un mismo resultado. Teniendo en cuenta la contingencia de la mayoría de los problemas
históricos, la precisión histórica de los detalles del modelo no es una condición
fundamental del modelaje. Más que precisión histórica lo que debe tenerse en cuenta son
los parámetros del modelo, ya que estos constituyen el rango inicial y posible de los
comportamientos establecidos dentro del mundo artificial que hemos generado.
240
Capítulo 7
El estudio arqueológico de la identidad étnica
7.1. Arqueología y Verificación.
7.2. La cultura como unidad de análisis.
7.3. El Análisis de la semejanza cultural.
7.4. Fronteras, Esferas de Interacción y Análisis de Redes en SIG.
7.5. El Análisis de la Transmisión Cultural.
7.6. El Análisis de las formas de Intercambio Reproductor.
7.7. Conclusiones.
241
7.1. Arqueología y Verificación.
Si y sólo si estuviésemos situados en el pasado podríamos percibir las acciones y agentes
que allí tuvieron lugar, y al interactuar con ellas, podríamos llegar a entenderlas. Esto nos
lleva a una sugestiva modificación del aforismo de Rodney Brooks (1989): “El Pasado es el
mejor modelo explicativo de sí mismo”. Pero sólo situándonos en el pasado entenderíamos
quién hizo qué y por qué. Como la Máquina del Tiempo todavía no existe el estudio del
pasado podría llegar a ser científicamente posible. Los arqueólog@s existimos en el
presente; por lo tanto, cualquier acción, actividad o conducta que tuvo lugar en el pasado
parece estar más allá de nuestro alcance directo. La imposibilidad de “ver” el pasado afecta
a cualquier otra discipline que trate con causas y efectos. El pasado debe ser transferido al
presente si alguien pretende explicar la causa pasada de un efecto observado en el presente.
El pasado se hace accesible a través del filtro de una imitación construida indirectamente a
partir de algunas de las narrativas personales, escritas o narradas en el pasado, y preservadas
en nuestro presente. Esta construcción de simulacros o imitaciones del pasado, es mediante
estas que podemos interrogar al pasado.
¿Hasta qué punto ese pasado es real? ¿Es verificable? Obviamente esa simulación
computacional no usa los motivos reales de personas reales, pero nos puede permitir
comprobar las hipótesis de una teoría subyacente que intente explicar cierto acontecimiento
en la prehistoria en términos de sus agentes y sus motivaciones. Por otro lado, la
simulación puede permitirnos observar y registrar la conducta posible de una actividad
social. A medida que el énfasis pasa de describir la conducta de una actividad a interpretar
la naturaleza de un sistema social, cambia también el objetivo de la investigación, de la
observación y experimentación a la implementación de mundos virtuales socialmente posibles.
En capítulos anteriores hemos definido un mecanismo capaz de producir etnogénesis en un
entorno virtual. Como tal, describe los procesos causales que subyacen a la actividad que
queremos explicar, y por consiguiente traduce una pregunta-por qué en una pregunta-para
qué. Obviamente, la palabra “mecanismo” hace las veces aquí de metáfora para explicar
cómo las intenciones, objetivos, agentes, conductas y productos de la acción se relacionan
causalmente. Pretendemos explicar cómo actúa la actividad social, y no por qué ciertos
rasgos caracterizan esas actividades. De esta manera, los elementos que debiéramos usar
para explicar el mundo social son productos (gente, bienes, información), producción
(trabajo, acción social) y acontecimientos (el contexto en el que la actividad tiene lugar)
242
organizados de modo tal que producen cambios –regular o irregularmente- desde el inicio
del proceso hasta su conclusión.
Pero explicar no basta, debemos verificar nuestra explicación. La arqueología es una
disciplina esencialmente “visual”, y pudiera pensarse que constituye la clave para poder
verificar el mecanismo explicativo que se ha propuesto. Dentro de las ciencias sociales, la
arqueología aparece en realidad como una especie de “ingeniería inversa”, cuyos resultados
serán utilizados en investigaciones más abstractas o interpretativas acerca de la naturaleza
social:
¿Qué acción social (proceso de trabajo) causó en el pasado
(determinó, condicionó, influyó) el efecto material que puedo
observar en el presente (yacimiento arqueológico)?
¿Qué acción social (proceso de trabajo) causó en el pasado
(determinó, condicionó, influyó) que otra (otras acciones
sociales) tuvieran lugar en ese lugar (o en un lugar
relacionado) en un momento de tiempo posterior?
Resulta obvio que la resolución de problemas del primer tipo es una condición para la
resolución de los del segundo tipo. Si no sabemos qué acciones se produjeron en un
momento y lugar, difícilmente averiguaremos por qué cambiaron a través del tiempo, y por
qué la acción colectiva cristalizó en distintas formaciones sociales. Antes de resolver un
problema histórico (“¿por qué esos grupos manifestaron en el pasado esa forma concreta
de etnicidad?”) debemos resolver el problema arqueológico (“¿expresaron de algún modo
materialmente observable su etnicidad?”).
El objeto de estudio de la arqueología son las consecuencias materiales de la acción
humana; esto es, del trabajo de mujeres y hombres. Como resultado de nuestro trabajo, de
nuestras relaciones con otras personas, producimos objetos, transformamos cosas, ya sea
de manera consciente, ya sea de manera inconsciente. Todo lo que ha sido modificado en
su forma, en su tamaño, en su composición, en su textura, en su localización, es pues un
elemento potencial del registro arqueológico. Las carcasas animales, los bloques extraídos
de mineral, la tierra cultivada, la madera tallada y decorada, el paisaje transformado, el agua
que se va a beber o se va a utilizar para regar son artefactos, de la misma manera que el
cuerpo humano o la habilidad concreta de un individuo, sus valores y creencias, sus
243
actitudes y conductas, las maneras cómo se ha relacionado con el vecino, los muertos que
ha dejado a su paso, son artefactos, productos del trabajo, ya que su materialidad ha sido
alterada por acciones colectivas como la caza, el despiece, el transporte y la repartición de la
carne, su cocción y la fragmentación de huesos, el cultivo, el embalse de aguas y su
canalización, la deforestación, la fabricación de instrumentos, la decoración de maderas,
rocas o cuerpos, el nacimiento, crianza y educación de las personas, la violencia, etc.
Es en esos productos finales (materias primas, instrumentos, residuos y desechos) donde
quedan reflejados los procesos de trabajo. El primer paso en esa ingeniería inversa que
pretende averiguar la causa partiendo de la observación del efecto es, lógicamente, describir
esa materialidad resultado de la acción social. Por descontado, en muchas ocasiones (a
veces la mayoría) los materiales arqueológicos tienen una apariencia material o una
localización determinada debido a todo lo que pasó desde el momento histórico de su
depositación hasta la excavación arqueológica. El elemento original que fue consecuencia
de la acción social pudo haberse roto, pudo haberse alterado en su composición química,
pudo haberse desplazado, su contenido en carbono 14 pudo haberse contaminado, etc. El
primer problema arqueológico a resolver consistirá en averiguar hasta qué punto lo que
observamos es resultado de lo que tuvo lugar en el yacimiento arqueológico después que la
acción social original se produjera. Una vez que hayamos podido resolver qué aspectos de
la materialidad arqueológica no son una consecuencia de todo aquello que sucedió en el
yacimiento arqueológico después de su formación, pasaremos a plantear el problema
arqueológico propiamente dicho (“¿qué pasó?”) (Barceló 2009).
Sin embargo, la etnicidad no siempre tiene necesariamente correlatos materiales, por lo que
no siempre resultará arqueológicamente observable. Es una obviedad afirmar que aquello
que no es perceptible no es analizable. Esta afirmación puede llenar de alegría a quienes
afirman que el estudio de los significados, de las motivaciones no puede realizarse dentro
de los cauces del denominado “realismo científico”. Esa idea es incorrecta. Por un lado, la
motivación y la intencionalidad de la acción, ya sea ésta individual o colectiva, son
perfectamente analizables, siempre y cuando dispongamos de suficientes observaciones de
la repetición de dicha acción a través del tiempo; por otro lado, aquello que no es
observable en un aspecto, siempre tendrá otro que sí puede resultar observable, aunque
quizás esté tan sólo indirectamente relacionado. Este carácter indirecto de la evidencia de
244
una causa es fundamental, y la ciencia permite predecir lo no-observable a partir de lo
observable.
En este capítulo se presentaran las posibilidades que ofrecen los datos arqueológicos para
poder verificar y/o validar un mecanismo explicativo como el propuesto en capítulos
anteriores.
7.2. La "cultura" como unidad de análisis.
Empezaremos revisando cómo se han abordado los estudios sobre la diversidad social en
arqueología, explorando los enfoques centrados en la búsqueda y definición de las causas
de la variabilidad social dentro del proceso de evolución cultural. Existen una multiplicidad
de categorías de identidad que pueden definirse para ser investigadas arqueológicamente y,
como hemos señalado anteriormente, la identidad étnica es sólo una de las formas de
expresión de la identidad (Stevenson, 1989; Eriksen, 1993; Wells, 1998; Vargas, 1999; Levy
y Holl, 2002; Stone, 2003; Díaz Andreu y Lucy 2005). En este apartado intentamos analizar
las alternativas teóricas y metodológicas desarrolladas en arqueología para explicar por qué
el registro arqueológico presenta patrones de agrupamiento productos de las actividades
recurrentes del comportamiento humano vinculadas con los procesos de identificación
étnica.
Uno de los objetivos centrales desde los comienzos del trabajo arqueológico ha sido
identificar los pueblos que vivieron en el pasado. Es a partir de la recurrencia y definición
de un número de rasgos diagnósticos, de objetos considerados típicos y de su localización y
distribución geográfica, que la arqueología histórico-cultural ha intentado determinar las
entidades arqueológicas tanto a nivel espacial como temporal. En este sentido, una de las
premisas básicas en la construcción de tipologías arqueológicas ha sido la existencia de una
relación directa entre los artefactos arqueológicos y las identidades culturales. Las unidades
establecidas como atributo, objeto, conjunto y cultura fueron conformando paulatinamente
los elementos básicos de nuestra disciplina. Del mismo modo, los atributos formales de los
artefactos, como la forma y el estilo, otorgaron una significación espacial y temporal que
permitía inferir una relación de continuidad entre artefactos, territorio y etnia, avalando así
la reconstrucción histórica de las culturas, como un continuo relacionado de conceptos,
ideas y creencias (Childe, 1925; MacNeish et al, 1967).
245
Basados en un concepto normativo de la cultura, entendida esta como un conjunto de ideas
compartidas que se mantiene a partir de la interacción entre sus miembros; la arqueología
histórico cultural ordenó a las agrupaciones culturales bajo criterios de semejanza no
siempre objetivos, imponiendo a los conjuntos categorías relacionales probablemente
inexistentes en el pasado. La determinación de genealogías entre identidades arqueológicas
y actuales, como las realizadas por la Escuela Histórico Cultural Alemana (Kulturkresie), era
un procedimiento de trabajo que no sólo se limitaban a la relación entre rasgos culturales e
ideológicos, también basaban las determinaciones culturales en fundamentos de tipo
biológicos. Tal es así, que el cambio social, explicado a través de los procesos de migración
y difusión cultural, podía explicarse a partir de la existencia de grupos más innovadores con
capacidades para difundir sus avances tecnológicos, por ende justificaban el cambio a partir
de capacidades biológicas y culturales consideradas mejores o superiores (Kossina, 1911).
La equivalencia entre el concepto de cultura y pueblo, permitió sentar las bases que
justifican las arqueologías nacionales, cuyo énfasis primordial estaba dirigido hacia la
legitimación histórica de las naciones europeas (ver, Ucko, 1995; Harcke, 1995; Jones,
199728
28 En su tesis doctoral (1997), Sian Jones, desarrolla en profundidad esta relación entre arqueología-
nacionalismos y etnicidad.
). Esta perspectiva de la Kulturkresie fue fuertemente rechazada por Gordon Childe,
principalmente por la utilización de supuestos de base racial. Aunque la perspectiva de
Childe sí coincide en la elaboración de los conjuntos culturales en base a criterios de
semejanza, básicamente criterios de forma, función y distribución geográfica utilizados
para el establecimiento de las tipologías culturales, Childe entendía que las culturas se
influían mutuamente y hasta podían solaparse, hecho que demostraba a partir de la
semejanza entre artefactos y estilos, cuyo eje explicativo permitía fundamentar procesos
socio-culturales como las migraciones, invasiones o difusión cultural (Childe, 1925, 1950).
Cada conjunto arqueológico definido como una entidad cultural, era considerado objetivo,
inherente y primordial, en directa relación con las identidades; concebidas estas últimas
como identidades étnicas (Díaz Andreu y Lucy 2005). Consecuentemente los límites
culturales establecidos a partir de las semejanzas en los conjuntos arqueológicos, llevaban
implícito una mayor homogenización de los grupos sociales, suponiendo en consecuencia
que las discontinuidades culturales serían el resultado de la distancia espacial y la separación
cultural. Aún hoy, la herencia del paradigma histórico-cultural en la práctica arqueológica,
246
permanece reflejada en el uso de la ecuación unidad tipológica = la unidad cultural =
grupo/colectivo = grupo étnico (Bogdanović, 2011: 57).
Como hemos dicho, el interés en las relaciones de semejanza se ha limitado en los
comienzos de la arqueología a la descripción de las formas de similitud. La elaboración de
clases descriptivas (artefactos tipos) estaba sujeta a relaciones históricas significativas con
continuidad espacio-temporal (por ejemplo Krieger, 1944). Las trayectorias históricas de
mayor o menor continuidad eran discretizadas en bloques delimitados según rasgos o
conjuntos de rasgos culturales, permitiendo la elaboración de esquemas de difusión y
cambio cultural en función de criterios de forma y estilo (Meggers et al., 1965). Se asumía
que la presencia recurrente de rasgos representaba la intención de sus productores, siendo
la propiedad étnica parte constituyente y evidente de estas configuraciones culturales. De
este modo la forma de los artefactos arqueológicos se interpretaba como el resultado de
decisiones conscientes o inconscientes de sus productores prehistóricos, reflejando formas
ideales que debieron existir como conceptos primordiales en las mentes de sus productores.
Asimismo se inferían las variabilidades estilísticas a partir de decisiones que se tomaran
dentro de los grupos culturales, y según vinculaciones normativas y receptoras de la cultura
heredada. En la práctica los materiales arqueológicos eran clasificados en conjuntos más o
menos repetitivos de elementos semejantes, que en primera instancia eran considerados un
reflejo de actividades diferenciadas de grupos humanos culturalmente distintos. Las
recurrencias morfológicas observables eran entonces evidencia suficiente para construir
unidades analíticas: culturas arqueológicas. Así, la variación en la frecuencia relativa de los
tipos de artefactos morfológicamente similares era interpretada como diferencias en las
preferencias culturales. Mientras que la aparición de artefactos morfológicamente similares
en grupos considerados diferentes, era resuelta de manera ad-hoc, es decir creando
conceptos derivados como sub-cultura, facies, horizontes o macro-unidades como región
cultural o área (Taylor, 1948; Kluckhohn, 1939, 1949; Willey y Phillips 1958).
Al intentar superar el paradigma Histórico-cultural, la arqueología Procesual considera la
semejanza cultural como resultado de acciones o funciones comunes. Puesto que la cultura
es entendida como un sistema adaptativo, los rasgos similares estarían representando
acciones equivalentes producidas por causas adaptativas semejantes. En consecuencia, los
enfoques sobre etnicidad fueron relegados y fuertemente rechazados (Kramer, 1977),
sustituyéndose los análisis sobre la diversidad cultural en diferentes áreas geográficas por la
247
adaptación humana a áreas ecológicamente diferenciadas, centrando el énfasis en la
variación de las actividades (y sus residuos) y no en la gente que realizó esas actividades. El
debate entre Binford y Bordes con respecto a la heterogeneidad del registro arqueológico
del Musteriense, ilustra claramente las diferencias entre ambas perspectivas: culturalista y
procesualista (Binford, 1973; Binford y Binford, 1966; Bordes, 1961; Bordes y de
Sonneville-Bordes 1970). Para Bordes, la variabilidad del registro expresaba las diferencias
espacio-temporales entre pueblos (=culturas). Para Binford representaban diferentes
funciones y diferentes actividades relacionadas con la estacionalidad; así poblaciones con
idéntica base tecnológica desenvueltas dentro de unas mismas condiciones ecológicas,
deberían actuar según los mismos parámetros (Binford 1977). Esta asentuada visión
funcional de la cultura dio énfasis al estudio de las interrelaciones entre los subsistemas
tecnológicos, ambientales y políticos (Raab y Goodyear, 1984, entre otros) resistiéndose a la
particularización cultural y promoviendo la universalización o generalización de los
comportamientos funcionales. La diferenciación entre rasgos idiosincráticos (estilísticos y
explícitamente no funcionales de la cultura material) y el análisis social (a partir de las
herramientas de análisis funcional) se sostiene sobre una pretendida diferenciación entre los
niveles empíricos e interpretativos, quedando el concepto de cultura como un descriptor de
los procedimientos de variación espacio-temporal. Los conceptos de yacimiento-tipo o
estilo, por ejemplo, son utilizados como categorías analíticas para la diferenciación de
grupos prehistóricos, manteniendo el supuesto de que los rasgos observables de la cultura
material reflejan la estructura mental o las normas culturales de sus productores, y que esas
normas se han mantenido de modo homogéneo en el tiempo dentro de un mismo grupo.
Aunque la definición de cultura ha variado tanto en la comprensión de las prácticas como
de los objetos resultantes de estas, se continúa equiparando diversidad étnica con
diversidad cultural.
Los estudios etnoarqueológicos fueron fuertemente promovidos por parte de la
arqueología procesual, demostraron que no existe una correlación lineal entre algunas
discontinuidades geográficas y las discontinuidades culturales, ni en el presente ni en el
pasado (Shennan, 1978; Hodder, 1982; Maguire, 1982; Emberling, 1997; Braun, 1991;
Longacre y Stark, 1992; Larick, 1991; Thomas, 1996; entre otros). Esto representa que las
discontinuidades en el lenguaje, cultura, organización política y territorial no siempre
resultan observables en circunstancias etnográficas, ya que un grupo puede afirmar y
declamar su diferencia y sin embargo no expresarla de manera tangible o material, tal es el
248
caso de los grupos lingüísticos, que no siempre se comportan como grupos orgánicos
(Love, 2004).
Otros enfoques como los denominados arqueologías post-procesuales (cf. entre otros,
Shennan, 1989; Dietler, 1994; Jones, 1997; Demoule, 1999; Meskell, 2002; Lucy, 2005;
Casella y Fowler, 2005; Hudson, 2006; Fernández Götz, 2008, 2009; Bellón y García
Fernández, 2009; García Fernández y Bellón, 2009), entienden la diversidad cultural como
construcciones sociales, simbólicas e históricas; por lo tanto variables y socialmente
constituidas. Las categorías de adscripción e identificación basadas en la perspectiva
constructivista (descripta en el capítulo 2), intentan indagar en los diferentes tipos de
procesos sociales que construyen históricamente las semejanzas y diferencias sociales y que
pueden ser reconocidas como propias por parte de los miembros de un grupo. Se trata
entonces de una categoría histórica que se define en el proceso histórico, y cuyas raíces se
hallan en el seno de las propias prácticas sociales de los grupos humanos. Las
investigaciones de Ian Hodder (1982) en el África Oriental sobre patrones espaciales de
artefactos, detectaron que las fronteras entre diferentes culturas materiales resultaban ser el
centro de las interacciones entre grupos y no las barreras o los límites de la interacción.
Registró diferenciaciones sociales pudo registrarlas a partir de la observación de las
competencias intergrupales y ante la identificación de una falta de reciprocidad entre
miembros de grupos diferentes, esta situación se vería fuertemente incrementada frente a
situaciones de estrés. El registro material no muestra de modo homogéneo esa
diferenciación, por lo cual Hodder plantea que el proceso de auto-adscripción también
implicaría manipulaciones por parte de los individuos de los elementos culturales,
dependiendo del contexto, de las estrategias económicas, de las relaciones sociales e
históricas. Por lo tanto la etnicidad es entendida como circunstancial y maleable. Es
interesante el énfasis que da Hodder para argumentar que la identidad étnica no reside en
una única categoría de objetos materiales (Hodder, 1982; Maguire, 1982; Braun, 1991;
Longacre y Stark, 1992; Larick, 1991; Thomas, 1996; Emberling 1997), ni se diferencian
según una única lista restringida de conductas, saberes y/o creencias (Sackett, 1990). El tipo
de cultura material implicado en el simbolismo étnico puede variar mucho de un grupo a
otro y puede implicar un rango muy limitado de elementos materiales, mientras que otras
formas materiales y estilos pueden ser compartidos a través incluso de las fronteras y
límites de los distintos grupos.
249
7.3. El análisis de la semejanza cultural.
Aún hoy en día trayectorias históricas de mayor o menor continuidad se discretizan en
bloques delimitados, definidos por la presencia de determinada recurrencia que se asume
que representa la “intención” de sus productores y cuya función “étnica” se considera
intuitivamente evidente. La forma de los artefactos –aunque nunca medida de forma
objetiva sino por medio de descripciones narrativas ambiguas y subjetivas- se interpreta
como el resultado de decisiones humanas conscientes o inconscientes, reflejando formas
ideales que debieron existir como conceptos primordiales en las mentes de las personas que
las hicieron o usaron. Pareciera darse por supuesta la existencia de una variabilidad
“estilística” –esto es, no basada en aspectos económicos- que emerge de las decisiones que
se tomaron en el seno de una “cultura” compartida, en donde existió una vinculación
normativa, estática a la producción de formas heredadas de nuestros ancestros.
De acuerdo con David Clarke (1968) y Doran y Hodson (1975), sea cual sea el aspecto de
la cultura material examinada, la noción de semejanza sería clave no sólo para observar
diferencias entre entidades, también resultaría clave para cuantificar esas diferencias y
objetivizar las observaciones. Tanto la homogeneidad de una cultura material delimitada
espacial y temporalmente, como la variabilidad morfológica que expresa, podrían ser
indicadores de identidades, si los límites, las discontinuidades y sus tendencias central
(Moda), pueden estar claramente definidas. El desarrollo de un concepto politético de
cultura arqueológica permitió establecer de manera más fiable los límites de las recurrencias
observadas en los rasgos físicos de la cultura material. Clark exigió una definición más
rigurosa basada en cálculos estadísticos de similitud entre poblaciones arqueológicas,
yacimientos y territorios a partir de una mayoría de rasgos observables y no sólo a partir de
artefactos tipo. Entendiendo que la semejanza es una propiedad relacional y cuantitativa, la
similitud representa el grado de correspondencia entre pares de entidades, por lo tanto la
función de similitud permitiría distinguir los grados o intensidades de la interacción social
(Barceló, 1997). La curva de la función de similitud de cada tipo de objeto señalaría los
posibles límites de un área cultural, esta regla le permitió a Clark diferenciar semejanzas
culturales y efectos de intercambio. De este modo, estableció diferencias entre cultura
arqueológica (grupo politético de tipos específicos y globales, conformando conjuntos
dentro de un área geográfica concreta), grupo cultural (conjunto de culturas relacionadas y
colaterales que comparten diferentes partes de un mismo gran grupo de tipos
250
arqueológicos) y tecnocomplejos (caracterizados por familias generales de tipos de
artefactos que aparecen recurrentemente juntos). La naturaleza politética de estas
agrupaciones, siguiendo el principio de similitud como cantidad de semejanza, establece
que los grupos culturales se caracterizarán por tener una menor cantidad relativa de rasgos
comunes que las culturas. Por ello sugirió niveles de un 30% de semejanza en artefactos
específicos –como vasijas cerámicas, o elementos de vestido- y alrededor del 60% de
semejanza en aspectos más generales –ritos funerarios, tipos genéricos de útiles, etc.
Menos definida aún como categoría de agregación social, el tecno-complejo se define a
partir de la constatación de tan sólo un 5% de elementos comunes en el 60 % de los útiles
tecnológicos (Clarke, 1968). Para Clark, lo importante era el conjunto complejo de
agrupaciones de rasgos culturales recurrentes, superpuestos y sin límites claros, como
medida de tendencia central (media o moda) y no los límites bien diferenciados ni las
agrupaciones culturales cerradas.
Fig. 52: Esquema Multidimensional de semejanza cultural de David Clark (1968).
Desde un enfoque explícitamente neo-darwiniano, Dunnell (1978, 1980) sugiere que los
rasgos estilísticos que nos informan sobre las dimensiones culturales de la vida social son
aquellos que pueden considerarse como una simple variación estocástica de la cultura
material. Lo que se transmitiría de generación en generación sería una forma particular de hacer
las cosas, caracterizada, precisamente por su escasa definición; de ahí la necesidad a recurrir
al concepto matemático de la estocasticidad para poder representarla convenientemente.
La variación al azar se debe a que no existe una intencionalidad explícita que imponga una
direccionalidad en la variación observada (Shennan, 1989; Franklin, 1989), eso caracteriza al
251
grupo mucho más que una conducta específica que pudiera considerarse como definitoria
del grupo (Pysczyk, 1989; Peroff, 1997). El estilo sería entonces el resultado de conductas
repetitivas, básicamente inconscientes, que actúan como filtro psicológico a la hora de
construir la variedad conductual observable. La etnicidad es consecuentemente definida a
escala individual, resultando esencialmente pasiva, reflejando sólo límites normativos
aprendidos de forma inconsciente.
En otras palabras, una forma de variación no sesgada indicaría una coherencia en la
tradición tecnológica, ya que el conocimiento acerca de cómo producir esos elementos de
la cultura material se habrían transmitido socialmente, de manera que las variaciones locales
de una tradición concreta reflejarían historias acumuladas de aprendizaje, de prácticas e
innovaciones colectivas. Desde este enfoque el estilo es entendido como una variación
selectivamente neutra, clasificando formas concreta de variabilidad observada de estilo,
resultando así la interpretación, una consecuencia directa de la investigación empírica. Los
rasgos culturales con distribución espacial y/o temporal que no sean conformes al patrón
esperado de neutralidad (aleatoriedad) no serán considerados estilísticos y por tanto no
serían buenos portadores de información acerca de lo que es colectivo e idiosincrático de la
comunidad como un todo. De este modo, lo étnico se entendería como aquello que tuvo
escasa presión selectiva –en el sentido darwiniano del término- siendo su variabilidad en el
tiempo y en el espacio descripta en términos de aleatoriedad (Neiman, 1995; Barton, 1997;
Hurt et al., 2001; Jordan y Shennan, 2009). Por descontado, no hay una distinción absoluta
entre los rasgos funcionales –conscientes y cuya variabilidad es claramente no aleatoria- y
los rasgos estilísticos -inconscientes y que por tanto varían al azar sin una causa concreta,
como no sea el error muestral. Lo que existiría sería un continuum que iría desde el azar,
pasando por la selección débil hasta la variación que está bajo una fuerte selección
consciente (Shennan y Wilkinson, 2001).
La arqueología evolucionista (Neiman, 1995; Barton, 1997; O’Brien y Lyman, 2000;
Prentiss y Chatters, 2003; Lipo et al., 2005; Buchanan y Collard, 2007; Jordan y Shennan,
2009) ha desarrollado estos enfoques, estudiando la frecuencia de aparición de distintas
categorías de evidencias arqueológicas (cerámica, textiles, cestería, industria lítica, etc.)
como el fenotipo extendido de la entidad en la cual aparecen (asentamiento, área, territorio,
etc.), con el fin de explicar el grado o la intensidad de la variabilidad cultural o étnica. Esas
evidencias se interpretarían como rasgos culturales sujetos a la selección natural, deriva y
otras fuerzas evolutivas. En lugar de limitarnos a medir la intensidad de la semejanza entre
252
varias agrupaciones más o menos estables (unidades domésticas -households-, asentamientos),
procederíamos a calcular una serie de árboles filogenéticos en los que los asentamientos se
ordenarían como si de taxones culturales se tratara, en donde la mayor o menor presencia
de caracteres derivados servirían para evaluar cómo la transmisión vertical de rasgos
culturales entre distintas generaciones de un mismo grupo explica la distribución de
semejanzas y diferencias. Este enfoque empiricista se ha implementado en arqueología
desde la década de los 60’, principalmente a partir del desarrollo de la taxonomía numérica
(Clark, 1968; Read, 1974; Spaulding, 1953; Whallon, 1972; Whallon y Brown, 1982).
Como premisa evolucionista básica se considera que a mayor grado de similitud menos
tiempo transcurrido desde que empezó a generarse la diferenciación. Esta premisa sólo
funcionaría si el proceso de formación resultara ser estocástico, es decir, cuando:
1. La tasa de cambio (mutación genética, substitución léxica, cambio cultural,
innovación técnica y/o política) es aproximadamente constante (especialmente si
consideramos períodos de tiempo muy largos),
2. La tasa de cambio (mutación genética, substitución léxica, cambio cultural,
innovación técnica y/o política) es aproximadamente uniforme entre todas las
especies y/o lenguas,
3. La bifurcación entre dos entidades (poblaciones, lenguas, etc.) en un árbol
taxonómico, es definitiva, es decir, no vuelven a intercambiar rasgos.
Fig. 53: Árbol filogenético: representación de la relación ancestro-descendiente entre
diferentes grupos culturales (Pagel, M. y R. Mace. 2004. The cultural wealth of
Nations. Nature 428: 275-278).
253
En ocasiones, estas premisas pueden ser válidas a veces, en biología y paleontología,
especialmente cuando la acción del individuo no es consciente y se puede representar
estocásticamente, pero al introducir la posibilidad de decisiones racionales (esto es,
racionalidad limitada o heurística de los agentes sociales), la hipótesis de una tasa de cambio
social/cultural entre generaciones más o menos constante y/o uniforme no es sostenible. Si
los procesos de cambio (a escala macro) fueran lo suficientemente constantes a través del
tiempo, podríamos llegar a aceptar que el grado o intensidad de semejanzas y diferencias
(ya sean biológicas –genéticas o morfométricas-, lingüísticas o culturales) observadas en el
presente etnográfico miden adecuadamente el lapso de tiempo transcurrido desde el inicio
del proceso que llevó al aislamiento y a la diferenciación poblacional. Inferiríamos entonces
la posible existencia en el pasado de un cúmulo de eventos de fisión poblacional
(segregación), procesos de expansión hacia nuevas áreas, y aislamiento de algunos grupos
con respecto a una población o poblaciones iniciales que causaron a lo largo del tiempo una
diversificación congruente tanto en lo genético como en lo lingüístico y cultural (Cavalli-
Sforza, 1997, 2002; Cavalli Sforza et al., 1993).
En estudios de transmisión cultural, la presencia de préstamos entre grupos produce
dificultades a la hora de especificar aquello que distingue a una etnia, por lo que resulta
fundamental integrar datos independientes acerca de formas socializadas de aprendizaje,
parentesco, intercambio cultural entre comunidades, etc. para poder entender cómo
aquellos rasgos culturales que definían un grupo en el pasado pudieron haber sido
heredados por sus descendientes (Eerkens y Lipo, 2005; Jordan y Shennan, 2009).
7.4. Fronteras, Esferas de Interacción y Análisis de Redes en SIG.
Una de las características del análisis arqueológico es explicar por qué el registro
arqueológico presenta agrupaciones o patrones. Más allá de que interese en sí mismo el
patrón generado, interesa principalmente y de manera significativa el comportamiento
humano que lo ha generado. Es en relación a la variabilidad encontrada en el registro y la
variabilidad en su distribución espacial, que la arqueología desde sus comienzos ha
intentado explicar las regularidades en la distribución de estas manifestaciones materiales
del comportamiento. Cuando la arqueología histórico-cultural define a las culturas
arqueológicas asociadas a un espacio o territorio bien definido y delimitado en base a la
presencia o ausencia de determinados rasgos culturales, entiende que la determinación de
un artefacto utilizado como fósil guía permite relacionar el resto de los elementos hallados
254
dentro del mismo contexto, proyectando no sólo el comportamiento de un grupo en un
área determinada, también proyecta una identidad grupal directamente asociada al registro.
En la práctica, al establecerse marcadores territoriales, se pueden definir los límites de un
área mediante mapas de distribución, estableciendo generalizaciones regionales a partir de
yacimientos considerados representativos de una cultura. De este modo se generaliza el
comportamiento a partir de un yacimiento considerado representativo del conjunto
cultural, y constituyendo el eje de comparación de los rasgos materiales y conformando
como unidad de análisis los yacimientos arqueológicos. Trabajos clásicos como los de
Willey y Phillips (1958) sobre los patrones de asentamiento consideraban a las áreas
culturales como unidades de análisis que permitían establecer secuencias regionales a partir
del estudio de unidades de análisis menores, como son los yacimientos arqueológicos. Para
ellos la región era entendida como el espacio que puede ocupar una tribu o una sociedad,
siendo esta la unidad espacial más amplia de la arqueología. En cambio, el concepto de área
cultural, de mayor amplitud geográfica, tiene otras implicaciones que exceden a las
simplemente espaciales, estando sus límites determinados también por accidentes naturales
e históricos-arqueológicos. El área cultural es entonces definida como una continuidad
principalmente espacial, representada por rasgos culturales y conjuntos cuya naturaleza y
modo de ocurrencia permiten suponer una difusión rápida y amplia, por lo cual exige una
mayor precisión cronológica y supone la perdurabilidad de ciertas características
morfológicas y funcionales similares.
La arqueología procesual viró el interés hacia los análisis a escala regional, remarcando que
el tamaño de las regiones ocupadas por un grupo variaba en función de la movilidad y de la
escala de contactos intergrupales. Desde los años 60 se ha hecho un gran esfuerzo por
introducir herramientas consideradas más objetivas que permitieran delimitar territorios
prehistóricos y estudiar en ellos las distintas formas de semejanza cultural. Sobre la idea de
territorio (definido en relación a las múltiples actividades como residencia, explotación y
movilidad) y de nicho-ecológico, se intentan determinar correlaciones entre la diversidad
geo-ecológica y la diversidad geopolítica, estableciendo divisiones en las áreas geográficas
en base a discontinuidades del hábitat, con el fin de poner en evidencia las consecuentes
discontinuidades de naturaleza política, cultural o étnica. La definición de región en base a
criterios principalmente ecológicos y geográficos, como unidad espacial, está unido al de
variabilidad y sistema (Binford, 1964). Dentro de este esquema la región sólo puede ser
entendida en términos de sus relaciones contextuales y parte de la variabilidad es entonces
255
explicada en relación a factores extrínsecos (ambientales) e intrínsecos (maximización de
los beneficios económicos y minimización de los riesgos), surgiendo así necesidad de
dividir en unidades menores o subsistemas. Con una fuerte influencia de la Geografía
Cuantitativa y Analítica (Clark, 1968) se construyen generalizaciones acerca de la
organización espacial y de la formación de territorios en la prehistoria, basándose en
supuestos de la teoría económica de mercado, que tiende a explicar las relaciones socio-
ambientales a través de la maximización de los usos del espacio y a la minimización del
esfuerzo-distancia. Ejemplo de ello son los modelos que asumen regularidades en el
comportamiento, como es el caso de los derivados de los estudios económicos espaciales
como la Teoría de los lugares centrales de Christaller (1966), el modelo del Estado aislado
de Von Thünen (1826), o el modelo de la localización industrial de Weber (1909), el análisis
locacional de Haggett (1965), el site catchment análisis de Higgs y Vita-Finzi (1972) y el
modelo de Butzer (1989), derivados del modelo de Thünen.
Tradicionalmente se ha supuesto que en áreas territoriales delimitadas debiera existir una
mayor homogeneidad cultural, suponiendo una correlación entre el patrón de
semejanzas/diferencias culturales y el grado de variabilidad geográfica y ecológica. Esto no
implica que el medio condiciona el grado de variabilidad cultural, lo que implica es que en
medios geográfica, ecológica y climáticamente heterogéneos existiría una mayor
probabilidad de realizar actividades diferenciadas, generando una probabilidad de mayor
diversidad cultural (Cashdan 2001). Si las barreras topográficas son más acentuadas,
condicionarían los desplazamientos, limitando las posibilidades de interacción entre grupos;
por lo tanto existirían mayores probabilidades de diferenciación y delimitación grupal. De
ahí que sea común definir el concepto de territorio como aquella parte del espacio físico
que se encuentra determinada por discontinuidades geográficamente vinculadas y dentro de
la cual se ha podido determinar alguna forma de semejanza cultural. (Clarke, 1972;
Parkinson, 2006; Vanhaeren y D’Enrico, 2006). La idea de un espacio delimitado
concebido en términos geopolíticos no tiene utilidad real, los grupos étnicos no tienen
límites naturales, sino tan sólo aquellos que la gente les otorga, tanto los miembros de una
misma comunidad, como sus vecinos. Los límites entre territorios claramente definidos, no
es lo usual, ni en la prehistoria, ni en la actualidad, donde las fronteras políticas son casi
siempre impuestas por encima de las diferencias o semejanzas culturales (Anderson, 1996;
Donnan y Wilson, 1994; Elton, 1996; Klein, 1996; Kratochwil, 1986; Lamar y Thompson,
1981; Parker, 2002; Parker y Rodseth, 2005; Rösler y Wendel, 1999; Wilson y Donnan,
256
1998). Lo que vuelve permeable o impermeable a una frontera es el tipo de interacciones
que se establecen entre los diferentes grupos, el grado de cooperación o fricción, de
intercambio de bienes o de información, de influencias, cruces, superposiciones y
redonominaciones entre diferentes grupos a diferentes escalas espaciales y temporales
(Wandsnider, 1992; Lightfoot y Martínez, 1995; Ashmore, 2002; Bashkow, 2004; Meniketti,
2009). Si se consideraran las divisiones territoriales como estructura normativa de nuestra
investigación, esta perdería su capacidad analítica, convirtiendo el espacio geográfico en el
principio organizativo primordial (cf. la crítica en Bernardini, 2005). La tesis procesual
fuertemente antidifusionista, centrada en modelos ecológicos y en sistemas cerrados, no
permitió profundizar en los estudios de interacción cultural (Schortman y Urban, 1992).
Parte de esta crítica ha sido abordada desde los estudios de frontera en arqueología, en los
que fue aplicada la teoría de sistemas mundiales (World System Theory) propuesta por
Wallerstein (1974), como una forma analítica que permite determinar los mecanismos de
redistribución de rasgos culturales (Hudson 1969, Schortman, y Urban, 1992; Green y
Perlman, 1985; Wiessner, 1983). Los enfoques de la teoría de sistemas mundiales suponen
sistemas sociales abiertos pero limitan las interacciones a factores sociales, políticos y
económicos enfatizando la relación entre centros de interacción y periferias. Desde esta
perspectiva el cambio social se entiende a partir de las transformaciones centrífugas entre
centros innovadores-difusores y periferias-receptoras del cambio. Lightfoot y Martínez
(1995) proponen reconceptualizar a la frontera como lugar de innovación y transformación
cultural y a la vez, como lugar de interacción, que definen como creolización o
sincretización de las construcciones culturales. En estas zonas consideradas como interfases
ocurrirían los cruces y las superposiciones de las unidades culturales, permitiendo que
desde la arqueología se aporte un enfoque diacrónico y multiescalar a los estudios de
contacto cultural, conseguido a partir de patrones espaciales discretos de restos
arqueológicos diagnósticos de las entidades étnicas.
Teniendo en cuenta a las fronteras en relación con los distintos niveles de interacción
humana, Caldwell (1957) propone el concepto de esferas de interacción como alternativo al del
grupo étnico. Su intención es describir regiones en las que se percibe una difusión continua
de formas culturales pero cuyas semejanzas resultan incompletas, pues no todos los
elementos culturales se difunden homogéneamente entre las poblaciones, ni a la misma
velocidad ni de una única manera. Por lo tanto algunos bienes circularían en áreas más
amplias, regional o supra-regionalmente, siendo esto posible gracias a la existencia de un
257
código común o conjuntos de símbolos que facilitan la interacción social para el
intercambio. El radio de expansión de estas redes de relaciones constituye la esfera de
interacción cultural, estas no deben percibirse como macro-entidades estáticas e invariantes de
la adscripción étnica. Por el contrario, constituyen redes complejas, cambiantes, en
constante definición y redefinición a medida que cambian las formas y la intensidad de la
interacción, vinculando distintas agregaciones sociales que se difunden por áreas
geográficas más o menos conexas. De ahí que algunos autores (Borgerhoff et al., 2006),
sugieran representar distribuciones esperadas de tipos de rasgos culturales bajo tipos
particulares de modos de transmisión, dependientes de cada una de las formas de
interacción históricamente posibles en esos contextos. Son muchos los ejemplos
arqueológicos en los que se enfatiza la interacción, antes que la delimitación grupal
(Rowlands, 1972, Larsson, 1984, Welinder ,1988). Actualmente, las esferas de interacción
se entienden como una forma concreta de identificación étnica más politética que borrosa
o difusa, incidiendo en la manera en que conjuntos de conocimiento, ideas y creencias
circulan entre grupos diversos y cómo la diferencia entre esos grupos es más el resultado de
la cantidad de elementos compartidos (tendencia central), antes que entidades contenidas
bajo límites estrictos entre poblaciones (Renfrew y Cherry, 1986; Gamble, 1982b, 1999;
Odess, 1998; Levy y Holl, 2002; Stone y Rutdledge, 2003; Bernardini, 2005; Hornborg,
2005; Watkins, 2008; Mantha, 2009; Campbell, 2009).
Fig.54: Uso de redes de conexión entre asentamientos, para establecer las dimensiones y
solapamientos de áreas territoriales arqueológicas (Graham y Steiner, 2006)
258
En un modelo de esferas de interacción se diferencian varios niveles, estos pueden ser a
escala doméstica o a escalas mayores como comunidad o territorio. Es decir que las
unidades domésticas al relacionarse entre sí dan lugar a familias, y la agregación entre estas
da forma a agrupaciones más generales. Estos multiniveles de interacción coinciden con la
condición politética del modelo estadístico de similitud que entiende que en cada nivel de
interacción puede medirse el grado de similitud cultural a partir de conjuntos de evidencias
materiales (Barceló, 1997). La regularidad del espacio geográfico en el que se movió
determinada población humana habrá que entenderla, por tanto, en términos de la
frecuencia con que un conjunto de agentes sociales vinculados de algún modo repitió la
misma localización en el espacio y/o en el tiempo. Aquí regularidad significa simplemente
que ciertas localizaciones en el espacio fueron más probables que otras, o lo que es lo
mismo, una mayoría de las localizaciones son coincidentes, mientras que una minoría de
ellas están alejadas entre sí. Analíticamente la especialización de las semejanzas culturales
sólo puede ponerse de manifiesto en términos de presencia o ausencia de discontinuidades
en la localización de rasgos culturales. Estas pueden analizarse cuantitativamente (por
medio de la densidad proporcional de valores semejantes entre localizaciones a distancias
predeterminadas) y cualitativamente (definiendo la forma de la secuencia de localizaciones:
agrupadas, aleatorias, sistemáticamente espaciadas, con independencia de su densidad)
(Barceló, 2002). La mayor densidad espacial de rasgos culturales semejantes implica la
mayor probabilidad con que un grupo humano expresó cierto grado de
agregación/segregación; no expresa la continuidad espacial del grupo. De este modo los
efectos del proceso de identificación étnica en la agregación social pueden estudiarse en
términos de acumulación espacio-temporal de rasgos culturales semejantes, mientras que el
de segregación puede estudiarse en términos de la mayor o menor continuidad espacial de
estos rasgos (Barceló et al., 2010b).
No todas las culturas pueden representarse en mapas, ya que no poseen límites definidos
por la geometría euclideana (Appadurai, 1996; Bashkow, 2004). En el caso del uso de
sistemas de información geográfico (SIG) la adquisición, manipulación, visualización,
manejo y despliegue de datos con referencia espacial (Aldenderfer y Maschner, 1996) son
útiles porque permiten representar espacialmente la información, así como operar con un
gran número de datos. Contrariamente, lo que no permiten es expresar las relaciones que
subyacen a estos datos. Es decir, que representan un conjunto de datos descriptivos,
obtenidos a partir de las inferencias inductivas que mapean los datos, hacia un conjunto
259
reducido de información útil, pero no tienen representaciones en el mundo real de los
procesos que pueden ser la base de los datos representados (Barceló, 2005). Dentro del
análisis de SIG se ha desarrollado un campo de aplicación, que es el Análisis de redes o
Network Analysis a partir de la información geográfica que las representa. El análisis de
Redes Sociales permite estudiar las redes sociales como grafos, estos se definen a partir de
vértices o nodos (personas, recursos, energía, etc.) conectados por líneas, aristas o arcos
(relaciones de parentesco, económicas, de poder, etc.). En ciencias sociales se los suele
definir por la relación entre los actores y sus vínculos las cuales queda configuradas en la
denomina Red Social. Es a partir de la información geográfica contenida en diferentes
fuentes de datos (pueden ser bases de datos relacionales hasta ficheros planos) que se
construyen los grafos. En función de los diversos factores y atributos de los elementos
geográficos que los originan, se pondera el peso de los arcos. Como resultado, la red puede
visualizarse en SIG representando el tipo de relaciones establecidas entre datos y estructura
reticular. La estadística no es muy útil para este tipo de análisis reticular, debido a que parte
de un carácter aleatorio de las relaciones interindividuales que considera (en el
procedimiento de muestro) a los individuos de forma atomizada. Al ser los resultados del
análisis estadístico distribuciones de categorías agregadas de atributos, el análisis se realiza
no sobre las relaciones, sino sobre los efectos de estas sobre las variables atributivas. Esta
forma de representación de relaciones sociales sobre un espacio geográfico puede llegar a
provocar la falta de visualización de las redes de conexión entre grupos (Stahl, 1991). Por
otro lado, las redes pueden ser múltiples, es decir que pueden establecerse diferentes
categorías de redes, por ejemplo, redes de poder, redes de identidad, económicas, etc.
(Mann, 1986), lo cual ha llevado a varios autores (entre ellos Campbell, 2009) a plantearse
que bajo circunstancias determinadas unas redes podrían volverse más explicativas que
otras.
Los análisis de los estudios de redes presentan principalmente dos limitaciones, son
fundamentalmente estáticos y descriptivos. La articulación entre datos diacrónicos y
sincrónicos introduce la falta de temporalidad de las representaciones de redes, por lo cual
dar cuenta de los factores causales de la coexistencia de dos o más grupos sin evaluar la
resolución temporal es un ítem que todavía no ha sido posible resolver desde este campo.
Ahora bien, llegado a este punto sí es importante remarcar la diferencia entre dos
conceptos: el espacio social y el geográfico. Cualquier tipo de relación definida sobre un
260
conjunto de unidades crea un espacio, las redes representan un espacio social poniendo en
relación individuos y sus relaciones o interacciones. Es así como se genera una estructura
geométrica tridimensional, en la cual los individuos se encuentran separados por una
distancia o grado de dependencia entre ellos y no es una distancia temporal ni geográfica, es
una distancia social resultado de un cúmulo de procesos y fenómenos sociales, económicos
y políticos. El espacio geográfico en cambio se define por las relaciones de proximidad
geográfica y vecindad entre las unidades espaciales (Barceló y Maximiano, 2007). De este
modo los límites sociales pueden establecerse a partir de la comparación de diferentes
actividades y de sus correlatos materiales con respecto a los de grupos vecinos, por ejemplo
a partir del estudio de los contextos de producción y uso pueden identificarse los
responsables de esa diferencia material. Entonces si las discontinuidades en la distribución
espacial de los objetos coinciden con la distribución espacial de los grupos, se generaliza
para todas las localizaciones contiguas con iguales acciones en el pasado prehistórico
(Kantner, 2008). Los valores de esa evidencia material se estimarían como constantes para
toda la región que comparte unos límites dados, ya sean topográficos, ecológicos,
climáticos o políticos. Por lo tanto es importante buscar formas de medir la existencia de
grados de continuidad o correlación espaciotemporal para valores concretos del registro y de
sus comportamientos causales para poder distinguir así regiones estadísticamente
homogéneas.
7.5. El Análisis de la Transmisión Cultural.
El proceso de transmisión cultural es el responsable de la producción de similitudes y
diferencias entre diferentes grupos culturales, vinculado a los procesos de aprendizaje,
imitación y otras formas de aprendizaje social de rasgos culturales como comportamientos,
lenguaje, pensamientos y/o tecnología que son transmitidas entre los individuos. Como
consecuencia de esta transmisión estos aspectos de la cultura se encuentran sujetos a un
proceso de cambio y evolución temporal. Desde los años 70’ han sido varios los autores,
principalmente evolucionistas, que han propuesto la cuantificación del proceso de
transmisión cultural con el fin de comprender los mecanismos de transferencia, para
predecir así las tasas de cambio de las variables culturales y los patrones de variación de los
rasgos culturales (discretos o continuos). De este modo se propone tratar a la evolución
cultural bajo las mismas propiedades que la evolución genética (Boyd y Richerson, 2005;
Campbell, 1965; Cavalli-Sforza y Feldman, 1981; Durham, 1991), relacionando los datos
261
culturales con los patrones lingüísticos y con la ecología de poblaciones. Con este fin han
sido varios los nombres asignados a las unidades de transmisión cultural: rasgos (Cavalli-
Sforza y Feldman, 1973), meme (Dawkins, 1976), culturgen (Lumsden y Wilson, 1981).
Cavalli-Sforza y Feldman (1981) propusieron un modelo de genética de poblaciones para
modelar las dinámicas poblacionales sobre la variación de estos rasgos culturales. Por
consiguiente propusieron identificar tres formas de transmisión que son susceptibles de
análisis y modelización matemática:
1. Vertical: ocurre de padres a hijos y puede ser cuantificada por una función de
probabilidad de transmisión a una descendencia propia o de otro tipo. Este tipo de
transmisión es conservativo de la variación y resulta en una dinámica evolutiva
lenta.
2. Horizontal: es la transmisión entre pares de un mismo cohorte o grupo de edad en
una misma población. Es la tasa de contacto entre individuos y la tasa de
conversión de un individuo hacia un rasgo. Es un proceso evolutivo rápido, aunque
la variación es menor comparada con la transmisión vertical.
3. Oblicua: sucede entre miembros de diferentes generaciones. Puede haber una
rápida acumulación de la variación entre grupos, dependiendo de la tasa de
migración inter-grupal y dando como resultado una rápida pérdida de la variación
dentro del grupo.
Se entiende de este modo que algunos rasgos culturales afectarán la probabilidad de
supervivencia del individuo, la selección natural aumenta la probabilidad de que algunos
rasgos culturales considerados más adaptativos -en el sentido darwiniano del término-
pervivan en el tiempo (Cavalli-Sforza y Feldman, 1981; Boyd y Richerson, 1985). Los
rasgos culturales adoptados por la mayoría de un grupo serán transmitidos y adoptados por
otros con mayor facilidad que los rasgos menos representativos, es decir que la transmisión
será dependiente de la frecuencia, y el coeficiente de transmisión, reflejará la composición
media de la población (Cavalli-Sforza y Feldman, 1973); así el resultado de la variación
cultural dependerá también de otros factores como los ambientales y culturales.
Un ejemplo arqueológico de este enfoque es el trabajo de Ammerman y Cavalli-Sforza
(1971) sobre el proceso de difusión neolítica en Europa. Aplican el modelo de R.A. Fisher
262
(1937) sobre la dispersión genética basada en marcadores de distancia referida a la
distribución de las frecuencias alélicas, con el fin de estimar arqueológicamente, la llegada
de la agricultura a Europa. Ellos estimaron que esta dispersión habría ocurrido con una tasa
de velocidad de avance de 1 km por año. Estudiando la variabilidad geográfica de la
frecuencia de genes sobre la misma área sugirieron que la dispersión del neolítico ocurrió
por causa de migraciones de poblaciones neolíticas más que por dispersión de ideas o
conocimientos sobre domesticación (Ammerman and Cavalli-Sforza 1984). La evidencia
utilizada fue la detección de un cambio gradual en las frecuencias de genes desde Medio
Oriente hacia Europa, deduciendo la ocurrencia de flujo genético durante la época
neolítica. La coincidencia con los resultados arqueológicos sobre el origen de la agricultura
los llevó a plantear el modelo de Difusión Démica u Ola de Avance en el cual plantean que
la estructura fundamental de la población europea estuvo determinada a partir de esta
dispersión neolítica. Las premisas de este modelo se basan en las innovaciones
(tecnológicas, económicas, y de otros tipos) que promueven el crecimiento poblacional y la
expansión hacia nuevos territorios. Así la agricultura sería transmitida como consecuencia
del aumento poblacional, presión demográfica y movimiento de población (búsqueda de
nuevo territorio por necesidad). Es a partir de este modelo que Collin Renfrew (1987)
propone la inclusión de la variable lingüística en la evaluación de la Difusión Démica,
abriendo la discusión hacia los fenómenos co-evolutivos, es decir, analizando la relación
entre la evolución genética y la evolución lingüística. Las variables de movilidad,
aislamiento, distancia y barreras de flujo genético y de interacción social en el modelo de
Renfrew no están explicitadas dentro de la dinámica del modelo, porque el neolítico
llegaría, en un primer momento, a partir del arribo de las poblaciones que introducen
cultura y lenguaje y absorbiendo a las poblaciones cazadoras-recolectoras. En una segunda
etapa del modelo, por avance y expansión territorial, se produciría la diversificación
lingüística en variedades dialectales que evolucionarían aisladamente. La falta de evidencia
arqueológica no ha permitido validar este modelo de migraciones como el principal
mecanismo de neolitización (ver críticas en Sherratt, 1981; Sherratt y Sherratt, 1988).
Desde otra perspectiva evolutiva, Boyd y Richerdson (1985, 2001) plantean que la
transmisión cultural se define como un sistema de herencia que posee la capacidad de
modificar la distribución de los fenotipos en una población, en otras palabras, que la
cultura produce modificaciones que afectan la filogenia. Utilizan los principios de la teoría
evolutiva darwiniana para analizar la evolución cultural y definen a la cultura como un pool
263
de información, es decir como atributos individuales adquiridos o modificados a través del
aprendizaje social, que actúan afectando el comportamiento humano. Para entender el
cambio cultural, plantearon un modelo que permita cuantificar cómo las variaciones
culturales se distribuyen dentro de una población y como varios procesos, psicológicos,
sociales o ecológicos podrían causar variaciones que se propagan y otras que desaparecen.
Proponen una serie de tendencias en la transmisión cultural que generan efectos específicos
a nivel poblacional, como la variación guiada (adquisición de un rasgo cultural, modificado
por ensayo y error individual), el sesgo conformista (la variante poblacional más frecuente
es la que tiene mayor probabilidad de ser adoptada) y el sesgo indirecto (se adoptan los
rasgos culturales de los individuos con mayor status social). Estas tendencias actúan en
cada generación teniendo efectos a nivel poblacional, por lo tanto podrían observarse a
partir de los patrones de variación cultural; en consecuencia la investigación arqueológica
sería una de las vías de validación de estos procesos. La evolución cultural acumulativa
resulta así adaptativa, pues permite la acumulación de información adaptativa a través de
generaciones, los individuos no necesitarían crear e inventar todo ni individualmente en
una sola generación, por lo tanto esto generaría una ventaja evolutiva. Estos procesos de
imitación y aprendizaje de la conducta serían los promotores de una tendencia de
continuidad a largo plazo, que se vería reflejada en tradiciones y hábitos comunes. El factor
distancia limitaría el hecho de que los individuos que viven en lugares más próximos
tuvieran una mayor probabilidad de interactuar, entonces las consecuencias –materiales o
no- de su conducta social tenderían hacia la diferenciación u homogenización grupal.
En los últimos veinte años se ha incrementado notablemente el interés en los estudios
filogenéticos en arqueología (Jordan y Shennan, 2003; Lyman y O’Brian, 2000, Tehrani y
Collard, 2002), como señalan Lyman y O’Brien (2006), esto se debe principalmente a tres
causas fundamentales: 1) al incremento en el número de datos lingüísticos y genéticos
(Cavalli-Sforza, 1988, 1994), 2) a los avances en las metodologías computacionales y 3) a la
concepción de la cultura como un fenotipo que actúa sobre la variación cultural (Boyd y
Richerson, 1985). Como explicamos anteriormente, los estudios filogenéticos permiten
hipotetizar sobre las relaciones entre ancestro y descendencia, a través de la elaboración de
clados. Estos permitirían la observación de recurrencias de orden cronológico, siempre que
pueda contarse, en el caso de la arqueología, con claras definiciones de secuencias,
comparaciones metodológicas y enfoques históricos directos. En relación al proceso de
transmisión cultural, los estudios filogénicos permiten predecir las diferencias y similitudes
264
existentes entre diferentes grupos culturales representándolos en cladogramas que vinculan
datos culturales con patrones lingüísticos y con la biología de poblaciones. Un ejemplo es el
trabajo de Eerkens, Bettinger y McElreath (2006), en el cual proponen un modelo que les
permite evaluar los efectos de las diferentes formas de transmisión cultural aplicado a una
base de datos de puntas de proyectil del Gran Cuenca Nevada en USA. En su modelo
ponen a prueba tres formas de transmisión cultural y demuestran cómo cada una de estas
formas de transmisión cultural actúa de diferente manera en el proceso de evolución
filogenética, principalmente porque cada una de ellas difiere tanto en el ritmo como en la
escala de transmisión.
Fig. 55: Ejemplo de uso de árboles filogenéticos para la clasificación de puntas de flecha del
sur de los Estados Unidos (O’Brien 2005)
Cabría que considerar que la semejanza existente entre lenguaje y la cultura material en el
interior de un mismo grupo étnico sería la consecuencia de la interacción entre personas
que trabajan juntas y que comparten objetivos comunes como resultado de su misma
proximidad espacial. Lo mismo sucede con la semejanza en el fenotipo biológico en un
mismo grupo, esta sería el resultado de la forma en que los agentes se reproducen entre
ellos y eligen (o son elegidos) a sus compañeros reproductivos dentro del grupo. Por lo
tanto, el grado de similitud en la conducta de los miembros de un mismo grupo será
relativamente mayor que el grado de semejanza de conducta entre individuos pertencientes
a grupos diferentes, y eso es lo que caracterizará al grupo, mucho más que una conducta
265
específica que pudiera considerarse definitoria o productora de identidad (Pysczyk, 1989;
Peroff, 1997). Obviamente, esta definición no niega el hecho de que siempre exista
variabilidad. Es simplemente una cuestión de grado. Se vuelve necesario entonces, indagar si el
grado de variabilidad es menor en el interior de un grupo particular de individuos
vinculados que entre grupos distintos no vinculados, y si esa variabilidad es históricamente
consistente cuando otros factores sociales cambian a lo largo del tiempo.
7.6. El Análisis de las formas de intercambio reproductor.
El viejo paradigma histórico-cultural, además de reducir el análisis de la heterogeneidad
social a identidades esenciales y cerradas, también asocia las nociones de raza, cultura y
lengua para explicar la variación cultural. Esto ha llevado a explicar las semejanzas y las
diferencias biológicas entre las poblaciones como un fenómeno de reemplazo y adaptación
a fenómenos o procesos de índole no social, concibiendo la diversidad cultural como
grupos etno-bio-lingüísticos discretos. Como consecuencia, por ejemplo, durante mucho
tiempo, se han analizado por ejemplo, restos óseos humanos procedentes de yacimiento o
colecciones arqueológicas etiquetadas en su día, en base principalmente a etnónimos que
suponían una directa asociación entre espacio geográfico y grupo étnico. Ahora bien, si se
calcula la distancia genética entre esos conjuntos óseos, ya sea a partir de marcadores
genéticos o utilizando variables morfo-métricas, los resultados no tendrán mayor validez
que la clasificación previa de los restos analizados. Como especie, los humanos
presentamos una escasa variación a nivel genético, teniendo la capacidad de inter-cruzarnos
y producir descendencia fértil. Muchos han sido los intentos por explicar la diversidad de la
especie humana en base a los genes, actualmente los análisis de variabilidad del ADN
mitocondrial y otros marcadores biológicos en los modernos estudios prehistóricos,
proclaman la existencia de una variabilidad genética en el pasado que se sostiene sobre las
mismas bases que la variación cultural observada en el presente, identificando patrones
geográficos en la diversidad genética y fenotípica de las poblaciones prehistóricas. El
principio es análogo al usado en biología para determinar relaciones de proximidad
evolutiva entre especies sobre la base de sus semejanzas en fenotipo y genotipo (Sober ,
1988, 2008; Felsenstein, 2004; Kitching et al., 1998). Los análisis de distancia genética
permiten estimar la intensidad de las diferencias en el material genético entre distintas
poblaciones o taxones. En este caso, el supuesto de partida es que rasgos genotípicos y/o
fenotípicos compartidos por poblaciones o taxones que en la actualidad son diferentes y
tienen su origen en un antepasado común (Relethford, 1994; Roseman y Weaver, 2007).
266
Cuanto mayor sea el número de rasgos comunes compartidos, menor será el tiempo que
los separe de un antepasado común. Esa profundidad temporal permite construir
cladogramas que expresan árboles genealógicos, reflejando la existencia de posibles
antecesores comunes y fenómenos de deriva o flujos genéticos entre distintas poblaciones
(Cann, 2001).
En la reconstrucción de historias evolutivas biológicas, el genotipo constituye la mejor
fuente para observar las diferencias que nos permiten postular un antepasado común entre
dos o más poblaciones biológicas. Un ejemplo es el análisis de ADN mitocondrial o el
estudio del cromosoma Y, entre otros. El fenotipo también puede ser utilizado si se tiene
una relativa certeza de que el rasgo fenotípico observado es indicador, en un grado mayor,
del genotipo, que su variación en la población es neutra y que, como tal, nos ayuda a
reconstruir la historia de las poblaciones. En este sentido, un caso concreto sobre la
efectividad de distintos indicadores fenotípicos lo constituye la morfología craneal frente a
la pigmentación de la piel. La morfología craneal humana, aparentemente, no ha sido
sometida a presiones ambientales de carácter selectivo y, por este motivo, permite hacer una
reconstrucción de historia poblacional (ver Relethford, 1994, Roseman y Weaver, 2007).
Ahora bien, el procedimiento es bastante más complejo de lo que esta descripción pudiera
dar a entender. Si se quiere asignar una fecha al momento de divergencia entre dos
poblaciones, es necesario disponer de información acerca de la velocidad de cambio de los
marcadores moleculares o genéticos, es decir, hay que tener un “reloj” que nos permita
saber si la diversidad aumentó rápida o lentamente una vez que se produjo la separación.
Las evidencias biogenéticas no son concluyentes al respecto, ya que puede variar mucho
según las especies o según los marcadores biogenéticos usados (Cela y Ayala, 2001). No es
correcto asumir que las diferencias observadas se han ido acumulando de manera
constante, lineal, proporcional al tiempo transcurrido entre dos momentos determinados.
En ausencia de una tasa no lineal/no monótona de cambio, las distancias genéticas no
pueden ser traducidas en fechas absolutas de separación de linajes o especies. Las
calibraciones externas del reloj molecular sólo pueden darse a partir del registro
arqueológico y paleontológico. Por ejemplo, si se conoce con exactitud —por medios
radiométricos— la edad de las evidencias óseas o fósiles características de un episodio
evolutivo y se sabe también qué cambios en los ADN entre dos taxones se han producido
desde entonces, así se tendrá bien establecida la calibración que se buscaba. Ese reloj
molecular se puede aplicar luego a otros casos. Pero como han sugerido muchos autores,
eso supone un argumento circular: deducimos las fechas correspondientes por el registro
267
paleontológico/arqueológico basándonos en parámetros temporales obtenidos de ese
mismo registro. Si tenemos en cuenta, además, que las estimaciones cambian según se
empleen modelos lineales o no lineales de calibración, no resulta raro que las fechas
obtenidas varíen más allá de los límites racionales (Cela y Ayala, 2001).
Por otra parte, diversos autores han desarrollado técnicas de análisis que permiten poner de
manifiesto cómo las relaciones de similitud se correlacionan con las relaciones de deriva
evolutiva (antepasado-descendiente). El principal objetivo que plantean es el estudio de la
diversidad cultural a partir de la exploración del enfoque filogenético de la evolución
cultural (Mace, Holden y Shennan, 2005). La filogénesis o árboles filogenéticos describen
típicamente las relaciones de descendencia entre especies. Esta metodología aplicada a la
arqueología permite evaluar el porcentaje de rasgos culturales que son substituidos por
otros, dando como resultado una estructura en árbol –dendrogama-, en el que cada rama y
cada bifurcación se interpreta como el momento a partir del cual un proceso de cambio
cultural –innovación cultural, sustitución poblacional, aculturación- ha producido un
cambio apreciable en la proporción de rasgos en común, lo que significa asociación
histórica por descendencia de un grupo antepasado común. Estos modelos filogenéticos
son muy útiles para evaluar la diversificación cultural en arqueología, siempre que se
considere una escala temporal de análisis lo suficientemente amplia. Averiguar la
procedencia de los agentes reproductores es básico para un análisis de la etnicidad, aunque
cabe remarcar que la etnicidad no es sólo reproducción. La etnicidad es historia de la reproducción y
de las restricciones en la reproducción, es por ello un proceso social que deja huellas tanto
en el fenotipo como en el genotipo.
7.7. Conclusión.
Desde nuestra perspectiva cualquier rasgo compartido entre agentes, sus comportamientos,
sus creencias y su lenguaje, el producto de sus trabajos y/o los resultados materiales e
inmateriales de sus acciones debería ser contingente con el proceso de interacción social
que genera esos rasgos. Es decir, seguimos un enfoque constructivo de la identidad étnica,
eso significa que la forma en que la gente aborda las decisiones económicas, sociales y
políticas es lo que configura los clusters de grupos en diferentes escalas. Eso también
significa, que la emergencia de grupos o las agregaciones de agentes sociales es la
consecuencia de la forma en que diferentes agentes sociales han interactuado a través del
268
tiempo. Estos pudieron haber interactuado por muchas razones y de muchas maneras:
cooperando para subsistir, cooperando para producir herramientas e instrumentos,
cooperando para intercambiar subsistencia o herramientas, cooperando para reproducirse,
rechazando la cooperación, obligando a otros agentes a trabajar en su beneficio,
interactuando de manera conflictiva, entre otras posibles maneras. En todos estos casos, las
interacciones varían en intensidad y en frecuencia, lo que define una red compleja de
relaciones positivas o negativas; dando como resultado que los agentes adopten actividades
similares, y que sus acciones tiendan también a generar resultados similares.
Es importante remarcar el énfasis que Boyd y Richerson hacen sobre la relación entre la
evolución cultural y la evolución biológica, y también la importancia de la transmisión entre
generaciones para explicar dos procesos que actúan sobre las definiciones de las identidades
étnicas. ¿Por qué? Porque existen mecanismos culturales que normativizan las conductas
sociales, como el parentesco, la reproducción, la cooperación grupal y que actúan a nivel
intergeneracional, resultando en patrones de agrupación diferentes en algunos casos y
solapados entre otros con otro tipo de organizaciones como la económica, política, etc. El
análisis de la compleja interacción entre acciones sociales, agentes y sus productos debiera
permitir aproximarnos al estudio de la identidad étnica en la prehistoria, demostrando
cómo la agregación social se ajusta dentro de una estructura causal, como una red de
interacción entre acciones y entidades, posible de ser caracterizada por generalizaciones
directas, invariantes y cambiantes.
La identidad étnica por lo tanto tiene un aspecto temporal e histórico fundamental, porque
de todas las identidades políticas y culturales que podemos asumir, la etnicidad es aquella
que se transmite de generación a generación. Matemáticamente hablando hemos de
considerar que esa transmisión es no lineal y no monotónica. La estadística y las ciencias de
la computación por sí mismas, no resuelven el problema. Es correcto objetivar el cálculo de
similitud pero primero es necesario decidir qué elementos materiales conforman la
semejanza cultural. No cualquier evidencia material, ni cualquier descripción de la evidencia
material nos proporcionará evidencia acerca de cómo la interacción social configuró grupos
culturalmente homogéneos en el pasado. Se trata en este caso de abordar la polémica
distinción entre rasgos estilísticos o funcionales del registro arqueológico, polémica aún no
resuelta, en donde algunos investigador@s afirman que es la diversidad de rasgos
estilísticos la que permite visualizar las diferencias de etnicidad, mientras que otros aseguran
que es la semejanza y regularidad en los rasgos funcionales la que ayuda a determinar qué
269
grupos son internamente más homogéneos culturalmente hablando. Un problema añadido
a la hora de diferenciar grupos culturalmente diferentes es la excesiva importancia que se da
a barreras topográficas y a la diversidad ecológica. La etnografía nos permite afirmar que no
existe una correlación entre homogeneidad territorial y homogeneidad cultural, ya que un
mismo grupo suele explotar diferentes zonas ecológicas, o bien grupos heterogéneos
pueden habitar un mismo territorio. Podemos afirmar que los rasgos y barreras geográficas
constituyen en sí puntos de referencia y zonas de convergencia, más que barreras
separadoras de grupos.
Así se vuelve necesario definir un principio general en torno a la identidad étnica como
semejanza cultural que dependerá de:
1- El conocimiento que cada agente tenga de los agentes situados en su entorno
2- La distancia espacial o temporal entre agentes sociales en distintas ubicaciones
3- La frecuencia y naturaleza de las interacciones entre esos agentes
Es el grado de interacción social, la frecuencia de los intercambios, contactos y alianzas lo
que condicionaría la manera como los distintos grupos humanos se asientan en el territorio
y establecen fronteras o límites explícitos entre áreas geográficas con rasgos culturales
similares.
Por otra parte las formas de intercambio reproductivo entre poblaciones eliminan las
distinciones locales, porque cuanto más se institucionalizan los mecanismos de aislamiento
reproductivo, como parte de las normas explícitas de una comunidad –formando parte de
la ley, doctrina religiosa o ideología de gobierno-, mayor es la posibilidad de que se
mantengan los rasgos culturales en la comunidad y se transfieren sin cambios a la
generación siguiente (Abruzzi, 1982). Por consiguiente, en condiciones de endogamia, ya
impuesta, ya emergente, constataremos una mayor homogeneidad dentro del grupo, y una
mayor heterogeneidad entre grupos, lo que a su vez conllevará a una reducción de la
frecuencia de uniones de individuos procedentes de grupos diversos y aún a l disminuición
de la probabilidad de fusión o agregación de grupos. Aunque pueda parecer paradójico, el
mayor aislamiento de los grupos favorecerá la fisión de grupos y un aumento en las
probabilidades de segregación..
Los mecanismos de aislamiento varían de una comunidad a otra (Barth, 1976), muchas
veces como resultado de una mayor o menor amenaza por gente externa al grupo. Esos
270
mecanismos limitan o institucionalizan las interacciones posibles de una población local, y
al elevar el reconocimiento de la semejanza cultural, reducen la posibilidad de una unión
entre grupos. Entre esos mecanismos, podemos mencionar la concentración residencial, la
especialización ocupacional, la diversificación lingüística o de códigos conductuales,
ceremonias públicas, diferentes formas de simbolización. En situaciones de conflicto con
otros grupos, la fricción desarrolla un conjunto de representaciones y valores que
establecen los términos desde los cuales estas clasificaciones y auto-adscripciones son
construidas (Cardoso de Oliveira, 1971). Allí donde haya mayor competencia territorial,
donde se luche por los recursos, las identidades se marcarán con mayor claridad (Hodder,
1982), por lo tanto los mecanismos de aislamiento y segregación serán más eficientes. En
este sentido, el incremento de la complejidad de los mecanismos de aislamiento y/o
segregación reduce la permeabilidad de los límites étnicos y estandariza las conductas
sociales.
En esta tesis se sostiene una perspectiva analítica sobre la identidad étnica, en la que todos
aquellos rasgos comunes entre los agentes sociales, las semejanzas en su comportamiento,
su lenguaje, los productos de su trabajo y/o los resultados materiales o inmateriales de sus
acciones deberían estar ligados a los procesos de interacción social que han generado estos
rasgos observados. Es decir, entendemos a la identidad étnica desde un enfoque relacional,
porque consideramos que la forma de tomar decisiones económicas, sociales y políticas, es
precisamente lo que configura hoy, y configuró en el pasado prehistórico, la diferenciación
entre grupos de personas. Los agentes adoptan actividades similares a las practicadas por
otros agentes como resultado de la forma concreta en que se enfrentan, se relacionan con
otros individuos. De ahí que acciones que en origen fueron distintas, realizadas por agentes
distintos cambian a medida que los agentes interactúan, emergiendo paulatinamente una
evidente identidad en los resultados de las acciones, en los conceptos, en las emociones, en
las reglas de conducta, etc. Como consecuencia de los cambios en aquello que permite
(permitió) a los agentes sociales identificarse en tanto que miembros de una colectividad, la
forma en que esos agentes sociales interactúan (interactuaron) se transforma (transformó).
Lo que aquí nos interesa no son sólo las similitudes observables en el registro arqueológico,
sino el proceso mismo de agregación social, ya que no es la semejanza observable la que
condiciona la pertenencia a un grupo, sino el proceso de conformación del grupo como
resultado de la particular dialéctica entre cooperación, reciprocidad y conflicto, entre
agregación social y segregación, la que condiciona el resultado de la configuración y
heterogeneidad social.
271
Capítulo 8
Calibración del Modelo PSP a partir de datos
arqueológicos, históricos y etnográficos.
8.1. Introducción.
8.2. Registros sobre la Variabilidad Económica.
8.3. Registros sobre la Variabilidad Paleobiológica.
8.4. Registros sobre la Variabilidad Lingüística.
8.5. De la Variabilidad Económica a la Variabilidad Cultural.
8.6. La antigüedad de la Variabilidad Cultural Patagónica.
8.7. Registros sobre Variabilidad Social y Política.
8.8. Discusión.
272
8.1. Introducción.
Uno de los objetivos planteados en este trabajo ha sido el de establecer qué tipos de
mecanismos sociales intervinieron en la conformación de las identidades indígenas en
Patagonia. Debido a este propósito hemos simulado computacionalmente un modelo
verosímil de la dinámica de los procesos sociales de agregación y segregación a fin de
comprender las causas generadoras de las regularidades observables en el registro
arqueológico. La simulación nos ha permitido experimentar con diferentes hipótesis de
interacción social (variación en el número poblacional, en la cooperación, en el número de
dimensiones culturales compartidas, los efectos de la intolerancia social y de la variación del
radio de vecindad), evaluado sus efectos en un simulacro artificial de sociedades de
pequeña escala. En consecuencia contamos con un conjunto de resultados generados por el
modelo que deben ser validados, calibrados y/o verificados con el conjunto de datos
arqueológicos, históricos y etnográficos de las sociedades patagónicas.
El modelo explicativo implementado computacionalmente parte de supuestos teóricos muy
distintos a los que han sido habituales para el estudio de las sociedades patagónicas. Ello
debiera llevarnos a reinterpretar los datos arqueológicos en términos de causas sociales
múltiples, aunque la etnogénesis no tenga correlatos observables directos. Hemos
concebido la etnicidad como un proceso histórico y es a lo largo de este proceso que las
identidades constituyen sus diferencias a partir de las interacciones, agregaciones y
segregaciones que generan patrones, recurrencias y regularidades de forma acumulativa y en
constante transformación dialéctica.
Desde la perspectiva relacional de la etnicidad que hemos defendido en esta tesis, se
entiende que todos aquellos rasgos compartidos entre los agentes, su comportamiento, su
lenguaje, los productos de su trabajo y/o los resultados materiales o inmateriales de sus
acciones deberían estar ligados al proceso de interacción social que generan estos rasgos.
Esto significa que la forma de tomar decisiones económicas, sociales y políticas, es lo que
configura a los grupos de personas a diferentes escalas. Es decir, la emergencia de etnias en
Patagonia tuvo que ser consecuencia de la forma en que los diferentes agentes sociales
interactuaron a través del tiempo. Y podrían haber interactuado por muchas razones y en
muchas formas: cooperando para adquirir bienes y conseguir la subsistencia necesaria,
cooperando para producir instrumentos, cooperando para el intercambio de subsistencia
y/o instrumentos, cooperando para la propia-reproducción, negándose a cooperar, u
273
obligando a otros agentes a trabajar en su propio beneficio, etc. En todos estos casos, las
interacciones varían en intensidad y en frecuencia, definiendo una compleja red de
relaciones intergrupales positivas y negativas, dando como resultado que los agentes
adoptasen actividades similares, y sus acciones tiendan a generar los mismos resultados. Es
por esto que hemos analizado el proceso de agregación social y no las similitudes
observables, enfocándonos en el proceso de formación del registro arqueológico en
términos dinámicos y no en los correlatos observables directos.
En el caso del modelo PSP, nuestra intención no ha sido la de representar a una teoría
subjetiva de lo que creemos que la etnogénesis debería haber sido en el pasado, sino lograr
una descripción computacional de un fenómeno social verificable históricamente, ya sea
calibrando los mecanismos con arreglo a las circunstancias históricas en Patagonia y
verificando los resultados de la simulación con ayuda de los datos arqueológicos de la
trayectoria histórica de esas sociedades, ya sea calibrando los mecanismos usando
información histórica y/o etnográfica de cualquier otra sociedad en cualquier otra parte del
mundo. Por descontado, la verificación siempre será local, circunscrita al caso histórico
contemplado, nunca universal. Creemos que un modelo explicativo abstracto
implementado computacionalmente debe estar relacionado con el mundo real que pretende
explicar. De ahí que nos hayamos propuesto abordar las siguientes preguntas de
investigación:
¿Pueden los resultados experimentales generados por el modelo PSP explicar los efectos de la agregación y
segregación social en el caso de Patagonia?
¿Qué tipo de interacciones sociales pudieron haber afectado los cambios, las permanencias y continuidades de
las sociedades indígenas patagónicas?
¿Es el registro arqueológico, etnográfico e histórico de Patagonia correlato observable de las consecuencias
directas de los mecanismos sociales implicados en el modo en que esas poblaciones construyeron,
deconstruyeron y trasnformaron sus mecanismos de identificación étnica?
Resulta incuestionable que nuestro modelo simulado, aunque ha sido denominado
“Patagonia” y pretende explicar algunas de las dinámicas sociales de los grupos humanos
que vivieron en Patagonia, ni se acerca a la variabilidad paisajística, ecológica, económica,
social y política que caracterizó esa inmensa región geográfica. Los pobladores antiguos y
prehistóricos de Patagonia cazaron distintas especies animales, recolectaron distintas
274
especies vegetales, se vieron limitados por la particular distribución concentrada en el
espacio y en el tiempo de esos recursos. Nada de todo esto ha sido incluido en nuestra
simulación. Creemos que para simular computacionalmente los mecanismos de etnogénesis
de estas poblaciones no es necesario “reproducir” la sociedad estudiada en sus mínimos
detalles. Los agentes en PSP “cazan” y “recolectan”. Hemos reproducido
computacionalmente la probabilidad de éxito en su supervivencia, sin entrar en los detalles
de qué cazaban, dónde y con qué frecuencia. El paisaje de “PSP” no está modelado a partir
de lo que sabemos de la distribución de recursos en Patagonia antes de la colonización
europea y la degradación ambiental motivada por la ganadería intensiva de ovinos y la
explotación minera. En PSP los agentes no “buscan” dónde están los recursos,
simplemente tienen más o menos éxito en su localización y explotación. Hemos simulado
distintos escenarios en donde el éxito subsistencial es más o menos fácil. Esto nos ha
permitido evaluar cómo la riqueza en recursos y la facilidad de sobrevivir inciden en la
probabilidad que los agentes sociales tienen de agruparse o de segregarse. No hemos
utilizado la información paleoecológica y paleotopográfica para diseñar el entorno en el que
se mueven los agentes en PSP, si bien hemos calibrado el mecanismo computacional de
supervivencia en términos de la irregularidad e impredictibilidad de la obtención de
subsistencias en Patagonia. En concreto, los parámetros SURPLUS_DEPRETIATION,
SUBSISTENCE, RETURNS_TO_COOPERATION han sido calibrados de manera que
se puedan desarrollar diferentes hipótesis verosímiles acerca de las dificultades de la
subsistencia en diferentes áreas patagónicas, sometidas a diferentes regímenes ecológicos y
climáticos.
Más importante que reproducir exactamente el conocimiento que las poblaciones
patagónicas tenían de su entorno, es el estudio de la movilidad de las personas en ese
entorno. Del mismo modo, el vector de identidad no es “verosímil”. Partimos del supuesto
que la dinámica general es la misma en el modelo simulado y en la historia patagónica: los
agentes sociales fueron segregándose y agregándose a medida que cambiaban los
mecanismos sociales que garantizaron su reproducción biológica y social. Los agentes
sociales en PSP no son tehuelches, günuna küna, etc. Ni siquiera actúan como ellos. Los agentes
son modelos universales de decisión social racional, pero condicionada localmente, de
cuyos resultados emergen diferentes patrones de agregación y segregación, lo que debiera
permitirnos observar si el grado de etnogénesis que se puede llegar a constatar en los datos
empíricos guarda algún grado de relación con el grado de etnogénesis que emerge en la
simulación.
275
No validamos, ni calibramos ni verificamos el modelo PSP con los datos patagónicos. Nos
interesa poner frente a frente los resultados de la simulación frente a las inferencias
extraíbles de los datos empíricos. En este capítulo se presentan distintos datos
paleobiológicos, paleolingüísticos, etnográficos y arqueológicos. Por un lado nos va a servir
de elemento de comparación con los resultados de la simulación (véase capítulo 9), y por
otro evaluar la capacidad explicativa de las inferencias usuales en arqueología. Nuestro
examen de las evidencias de etnicidad y de etnogénesis en Patagonia no está fundamentado
en la manera tradicional de imponer una aparente “individualidad” en culturas materiales
aparentemente distintas. Evaluamos la semejanza y diferencia de la cultura material, pero
también datos biológicos acerca de las evidencias de reproducción entre grupos, datos
lingüísticos que sugieren hipótesis cronológicas de diferenciación cultural (y que coinciden
parcialmente con los datos biológicos). Presentamos las evidencias arqueológicas de la
interacción social entre grupos distantes, sin prestar atención a las “barreras” o “fronteras”
que se dice existieron. En definitiva, este capítulo es relativamente autónomo y pretende
examinar las evidencias arqueológicas de la identidad étnica que en un capítulo final serán
comparadas (ya que no validadas) con los resultados de la simulación.
Seguidamente presentaremos datos empíricos acerca de sociedades indígenas patagónicas
que se refieren a las propiedades concretas que hemos visto emergían en el modelo
computacional: las dinámicas poblacionales en un territorio muy extenso, el grado de
flexibilidad en las interacciones y en las distintas estrategias adoptadas para gestionar los
mecanismos de reproducción social. Debemos tener en cuenta que cuando se describe la
Patagonia se la suele describir en base a preconceptos ampliamente generalizados, como
una tierra pobre en recursos, habitada por grupos aislados que viven dentro de ambientes
diferenciados tanto ecológica, económica como étnicamente. El desconocimiento de la
heterogeneidad social, económica, política y étnica sobre sus pobladores, tanto para
tiempos prehistóricos como históricos, ha tenido dos tipos de consecuencias. La primera
nos ha llevado a pensar que toda la región es similar y que ha sido siempre conservativa y
“primitiva”, creando modelos históricos sobre-simplificados. Sin embargo, al enfatizar la
individualidad y particularidad de cada grupo, cada diferencia local la convierte en un área
separada, sin relación con las otras áreas, a una escala geográfica mayor. Una segunda
consecuencia es la falta de explicación a la que han conducido los argumentos
particularistas. Si los desarrollos sólo pueden explicarse como desarrollos independientes,
esto no permite ninguna clase de comparación ni de entendimiento holístico. Las
particularidades históricas deberían entenderse sólo como una de las hipótesis, pero no
276
pueden utilizarse para explicar las diferencias intergrupales, como se ha asumido de forma
acrítica en el caso de las adaptaciones locales a ambientes aparentemente hostiles. La idea
de una región aislada y pobremente habitada contrasta fuertemente con la situación real que
trataremos de fundamentar a continuación, analizando la evidencia sobre la diversidad de
las poblaciones patagónicas a partir de datos ecológicos, arqueológicos y etnohistóricos. De
igual modo, se intenta analizar los procesos generadores de las similitudes y diferencias
sociales, debatiendo sobre los patrones registrados tanto a nivel geográfico, económico,
lingüístico y social, así como en los cronológicos. Todo ello se aporta en tanto que
elementos posibles para una verificación factible del modelo teórico de la etnicidad y la
etnogénesis en sociedades que practicaron la caza y recolección como mecanismo de
supervivencia.
A falta de mayor información acerca de la manera concreta sobre cómo las sociedades
patagónicas construyeron, negociaron y transformaron su identidad a lo largo de su
historia, la variabilidad lingüística y biológica va a constituir el punto de partida
fundamental para nuestro estudio. Se ha comentado en demasiadas ocasiones que las
poblaciones cazadoras-recolectoras no tienen etnicidad, porque no tienen forma de auto-
identificarse. Los datos lingüísticos nos muestran lo contrario. Incluso cuando no siempre
conocemos los etnónimos con los se referían a sí mismos, las lenguas constituyen una de
las bases para la auto-identificación del grupo. En el caso de Patagonia, estos datos
coinciden en buena parte con lo que la ejecución del modelo PSP ponía de manifiesto:
partiendo de una situación inicial en la que todos los agentes tenían el mismo vector de
identidad (por ejemplo, la misma proto-lengua), las distintas formas de interacción social
(trabajo colectivo, intercambio, flujos de personas, etc.) actúan junto con una cierta deriva
cultural (aspectos internos de cada comunidad) para conformar distintas formas de
agrupación y segregación. Un último aspecto fundamental de la variabilidad social en
Patagonia, la emergencia de relaciones jerárquicas, no tiene correlato directo en PSP. Es
uno de los aspectos que hemos dejado para más adelante. Partimos del supuesto que las
formas de poder y de coerción también tienen su importante repercusión en la etnogénesis,
pero su dinámica de funcionamiento aún no ha sido incluida en el programa, sino en un
próximo desarrollo del mismo.
277
8.2. Registros sobre la Variabilidad Económica.
La variabilidad ecológica caracteriza a la Patagonia a lo largo de 1.000.000 Km2 (Balmaceda,
1976, Cabrera y Willink, 1980; Soriano, 1983; Paruelo y Sala, 1995, Paruelo et al., 1998;
Oesterheld et al., 1998). Esta heterogeneidad, como hemos señalado en el capítulo 3, está
determinada por dos fuertes gradientes climáticos: 1) el gradiente oeste-este de
precipitaciones decrecientes y 2) el gradiente noreste-sudoeste de temperatura decreciente.
La explotación de los recursos por parte de las poblaciones patagónicas se encuentra ligada
a estos gradientes, aunque la correlación no sea perfecta. Dentro de cada región ecológica
(costa este, montañas, estepas, bosques), la diversidad de los recursos alimenticios podría
ser escasa, aunque su cantidad abundante si más no en determinados periodos. Estos
recursos están espacialmente concentrados en algunas zonas, faltando en otras; por otro
lado, su disponibilidad en el tiempo puede ser irregular, dependiendo de la estacionalidad,
lo que hace que la obtención de recursos por parte de una población cazadora-recolectora
sea a veces muy variable y hasta ocasionalmente impredecible.
La variabilidad económica a lo largo de la Patagonia central parecería coincidir con los
gradientes climáticos y ecológicos oeste-este y noreste-sudoeste. Tradicionalmente se ha
sugerido que existe un corte claro entre la gestión social de los recursos costeros y marinos
a lo largo de las costas oeste y meridional de la Patagonia, y la explotación del bosque y la
estepa a través de la Patagonia continental. Se asume que esta separación ha sido lo
suficientemente fuerte como para requerir la existencia de poblaciones humanas diferentes
en ambas áreas. Si se quisiera verificar esta hipótesis de diferenciación, existirían dos
posibilidades: 1) examinando las muestras botánicas y faunísticas de los sitios
arqueológicos; 2) analizando los isótopos en huesos humanos de contextos arqueológicos,
ya que a través de dichos análisis se podría obtener un registro dietario de larga
temporalidad, factible de ser utilizado para comparar el material arqueológico con los
patrones registrados por la etnografía y la etnohistoria. Las divergencias entre estos
registros podrían ser atribuibles a factores localizados, particularmente cuando las
atribuciones etnográficas de las muestras arqueológicas se presentan de forma ambigua.
Son numerosas las publicaciones sobre análisis de isótopos estables de carbón e hidrógeno
de restos óseos humanos arqueológicos fechados dentro de los 1.500 años antes de la
llegada de los europeos a América (Gómez Otero et al., 2000; Borrero et al., 2001, 2006;
278
Barbarena, 2002; Guichón, 2002; Yesner et al., 2003; Tessone et al., 2005). Los análisis de
isótopos confirman parcialmente la existencia de dos poblaciones diferenciadas en términos
de sus patrones de subsistencia. Los huesos humanos procedentes de sitios arqueológicos
en las costas meridionales y occidentales reflejan un mayor componente de alimentos
marinos en la dieta, que varía entre el 55% y el 95% del total de la dieta. Los resultados
publicados de los análisis de muestras procedentes de los yacimientos de la costa atlántica
demuestran la existencia de dietas mixtas, con un fuerte componente vegetal (Gómez
Otero, 2007). Estos análisis demuestran que la relevancia de los componentes marinos
disminuye hacia el interior, definiendo una zona a 50-90 Km de distancia de la línea de
costa, donde la dieta sería mixta (marina y terrestre) (Borrero et al., 2006; Gómez Otero,
2007). Aunque las hipótesis tradicionales sostienen que los cazadores terrestres centraban
su dieta en recursos de tierra como el guanaco, los datos de los isótopos estables de carbón,
realizados en materiales correspondientes a entierros humanos de los lagos de estepa,
demuestran que la dinámica dietaria de los cazadores terrestres era mucho más compleja de
lo que suponía la arqueología y etnografía tradicional (Tessone et al., 2005).
Lamentablemente, se ha documentado muy poco la presencia de otro tipo de recursos en el
registro arqueológico, sobredimensionando la importancia de los grandes mamíferos
debido al hecho de ser uno de los registros más abundantes, mejor preservados y más
visibles durante las excavaciones. Otros recursos como animales pequeños, aves, reptiles,
roedores, recursos vegetales, huevos, pescado, ostras, suelen ser olvidados por diferentes
razones, entre ellas:
• Técnicas de excavación poco minuciosas en las que materiales óseos de pequeño
tamaño pasaban desapercibidos y no eran recuperados.
• Dificultad de estudio ante desconocimiento de elementos anatómicos de
morfología únicamente presente en determinados taxones sin correlato en otros
grupos animales.
• Muestras normalmente constituidas por una gran variabilidad taxonómica, potencial
y proporcionalmente mayor en estos taxones que en mamíferos.
• Dificultad a la hora de determinar la taxonomía específica de los materiales debido
a la homogeneidad morfológica y de tamaño apreciable en innumerables especies
de aves.
279
• Postura tradicionalmente aceptada en la que cazadores prehistóricos sólo cazaban
grandes mamíferos, o bien que sólo estos animales formaban parte importante en
su dieta. Higgins (1999), por ejemplo, ha afirmado que el motivo por el que las
muestras arqueológicas de aves han sido normalmente ignoradas en los estudios
arqueozoológicos es porque se suponía que contribuían con poca energía a la dieta
humana, conformando un conjunto pequeño a nivel cuantitativo, o bien secundario
en cuanto a importancia económica (Mameli 2004).
Todavía son muchos los trabajos en los que no sólo no se profundiza en el estudio de
taxones correspondientes a especies pequeñas sino que además el registro hallado en
referencia a ellas es ignorado a la hora de enumerar en las publicaciones los restos óseos
presentes en el registro arqueozoológico. Cuando se habla de economía prehistórica y de
animales aprovechados por grupos humanos, usualmente el centro de atención lo
conforman mamíferos grandes y medianos, marinos y terrestres; estos animales constituyen
la base argumental de las interpretaciones, marginando, negando o prestando menor interés
al nivel económico que involucra a animales pequeños (Mameli, 2004). En el caso de
Patagonia, el hecho de que los instrumentos elaborados con materia prima vegetal hayan
sido mencionados en las descripciones etnográficas, debería forzarnos a desarrollar técnicas
apropiadas para el análisis arqueológico (Nacuzzi y Pérez de Micou, 1985; Pérez de Micou
et al., 1985; Pérez de Micou y Ratto, 2004; Pique et al., 2007; Berihuete et al., 2006).
Creemos que se debe insistir en la flexibilidad necesaria de las decisiones económicas
indígenas (Borrero, 2005; Orquera, 2005). La dieta no es una decisión meramente
condicionada por la ecología, sino que debe enfatizarse la importancia de la esfera social en
su determinación. En Patagonia, existieron muchos tipos de recursos explotados en el
pasado, pero los grupos deciden qué cosas comer y que cosas no dentro del amplio abanico
ofertado por ese ambiente, dando mayor importancia (sobrerepresentando
arqueológicamente) a un pequeño subconjunto en función de finalidades alimenticias,
infraestructurales, instrumentales, ornamentales, medicinales, entre otros usos.
Para saber si las dietas restringidas fueron un resultado de las restricciones ambientales o la
consecuencia de decisiones socialmente mediadas, necesitamos explorar la lista de los
recursos explotados en diferentes áreas y las posibilidades que estos ofrecen para
incrementar las bases de la subsistencia. No existe demasiada información etnográfica
280
relacionada con el uso humano de la costa atlántica en el pasado. Los viajeros europeos
describieron ocasionalmente cómo las poblaciones indígenas utilizaban los recursos
marinos (mamíferos marinos, peces, etc.) y aves marinas. Esta ausencia de información está
motivada por el hecho de que estos navegantes visitaron esas costas patagónicas sólo en
algunas estaciones específicas del año (Moreno e Izeta, 1999). A mediados del siglo XVIII,
la frecuencia de estas descripciones aumentó, reportando la mayoría de los viajeros, una
baja explotación de los recursos litorales por parte de las poblaciones indígenas (Moreno,
2003). Sin embargo, las investigaciones arqueológicas realizadas al sur del paralelo 47º,
demuestran una abundancia de evidencias arqueológicas relacionadas con la explotación de
recursos litorales y marinos, tal como huesos de mamíferos marinos, huesos de aves, peces,
mariscos, instrumentos utilizados para su explotación (arpones, entre otros). Los recursos
terrestres se encuentran pobremente representados en estos sitios litorales (Moreno, 2003;
Moreno y Castro, 1995-96). La distribución espacial de los asentamientos humanos sobre la
costa se encuentra fuertemente correlacionada con la distribución de recursos marinos.
Dada la naturaleza heterogénea de la costa atlántica y la concentración ecológica de
recursos en lugares específicos, no se puede generalizar esta situación hacia toda la costa
este patagónica (Gómez Otero et al., 1998; Gómez Otero, 2007). Cronológicamente, es
importante resaltar que los sitios más tardíos (es decir los cercanos al período de
colonización) demuestran una menor explotación de los recursos marinos (Moreno y
Videla, 2007).
281
Fig. 56: Diversidad Topográfica de la Patagonia.
Las áreas boscosas de la Patagonia a ambos lados de la cordillera andina son
ecológicamente mucho más diversas que la estepa o la costa atlántica. Las observaciones
arqueológicas son ciertamente dificultosas en los bosques, tanto que el registro
arqueológico esté probablemente sesgado (Borrero y Muñoz, 1999). Sin embargo, las
excavaciones arqueológicas demuestran que existe suficiente evidencia sobre la explotación
de algunos recursos característicos de las zonas de bosques, por ejemplo de la caza de
huemul (Hippocamelus bisulcus) o de pequeños ciervos como el pudú (Pudu pudu), fauna
exclusiva de esta región (Mena, 1999; Belardi y Gómez Otero, 1998; Belleli et al., 2000;
Fernández, 2003; Arrigoni y Fernández, 2004; De Nigris, 2005; Díaz et al., 2007). La
frecuencia de restos de huemul en relación a los restos óseos del guanaco se incrementa en
sitios boscosos y decrece en áreas mixtas entre el bosque y la estepa. También se ha
documentado el uso de plantas específicas de áreas boscosas (Arrigoni, 2000; Scheinsohn y
Mateucci, 2004; Berihuete et al., 2006), y otros recursos característicos de los bosques
subantárticos (Silveira, 1996; Mena, 1999; Adán et al., 2004; Belleli et al., 2007). Se ha
sugerido que la presencia de estos materiales en el registro arqueológico de yacimientos de
estepa podría sugerir viajes de caza y recolección hacia ambientes que cuentan con una
282
mayor variedad de recursos (Gómez Otero, 1986-1987). La fuerte estacionalidad en el uso
de los recursos boscosos podría dar soporte adicional a esta hipótesis.
En un ambiente semiárido el agua resulta un recurso clave, no sólo para los humanos
también para la mayoría de las especies (Modenutti et al., 1998; Paoloni et al., 2003), los
ríos, lagos y otros recursos de agua pueden ser asumidos como áreas con potencial
atracción para los asentamientos humanos. Sin embargo, el registro intensivo en costa
patagónica central no ha demostrado evidencia suficientemente clara sobre la relación entre
asentamientos y recursos de agua permanentes o estacionales (Castro et al., 2004; Gómez
Otero, 2007). Es más, las fuentes etnográficas e históricas parecen coincidir en que las
poblaciones indígenas no pescaban ni en ríos ni en lagos, ni cazaban animales como
anfibios, nutrias, etc. Sin embargo, existen algunos yacimientos arqueológicos de la estepa y
del bosque que demuestran el consumo de peces y otros recursos provenientes de ríos y
lagos (Gradín et al., 1979; Arrigoni, 1991; Miotti, 1993; Bellelli, 1994; Fernández, 1996-
1997; Cassidoro et al., 2004; Gómez Otero, 1994; Martínez et al., 2005). Por otra parte,
unos pocos arpones y artefactos líticos recobrados en la costa central patagónica, así como
en lago Musters y el Colhue Haupi han podido ser relacionado con actividades de pesca
(Moreno et al., 2005; Moreno comunicación personal, Payaguala comunicación personal.).
En la estepa patagónica, el guanaco parece haber sido el recurso dominante. El registro
arqueozoológico se encuentra absolutamente dominado por esta especie, y en muchos
casos es el único representado (Mengoni Goñalons, 1999; De Nigris, 2005). La flexibilidad
biológica de este animal explica su presencia en la mayoría de las regiones ecológicas
patagónicas. Su alta visibilidad en el registro arqueológico, sin embargo, ha ocultado
tradicionalmente otros recursos cuya importancia es muchas veces difícil de evaluar sólo a
partir de los datos arqueológicos. Las aves parecen haber sido un recurso notablemente
ausente, sin embargo el choique (Pteronemia pennata) era una presa común de los cazadores
de estepa, tal como lo dicen las fuentes etnográficas; sin embargo, aparecen escasamente
representados en los yacimientos arqueológicos (Giardina, 2006). La presencia de huevos
de choique ha sido bien reconocida, pero no existen estudios adicionales sobre otro tipo de
recursos avícolas o de otros recursos alternativos.
Existen varios tipos de plantas comestibles en la estepa patagónica, entre ellas macachín
(Arjona tuberosa), calafate (Berberis sp.), piquillín (Condalia microphyla), yareta (Bolax gummífera) y
283
algarrobo (Prosopis alpataco, Prosopis denudans) (Vignati, 1941; Beeskow et al., 1987; Gómez
Otero et al., 1998), y probablemente existan otras que todavía no han sido reportadas.
Aunque sí existen algunas antiguas descripciones que relatan su consumo por parte de las
poblaciones indígenas (Coan, 1833), la evidencia arqueológica queda sesgada por las
condiciones de preservación, pero especialmente por el poco interés que ha habido en
estudiar estos restos. Cuando en las excavaciones se han buscado restos arqueobotánicos,
usualmente se ha encontrado tal evidencia (Aschero et al., 1983; Arrigoni, 2000; Pérez de
Micou, 1999, 2002; Pérez de Micou y Ratto, 2004; Berihuete et al., 2006). La evidencia
circunstancial también puede ser utilizada para sostener la hipótesis sobre consumo
generalizado: cerámica e implementos de molienda han sido identificados en muchos
yacimientos arqueológicos, con una frecuencia decreciente a lo largo del gradiente noreste y
sudoeste. Aunque la mayoría de las piedras de molienda encontradas todavía no han sido
analizadas, la identificación de residuos en algunos contenedores de cerámica de los sitios
costeros sugiere su uso para procesar plantas mezcladas con grasa y proteínas animales
(Gómez Otero, 2007).
Fig. 57: Mujer Tehuelche fotografía de Moritz Alemann (Casamiquela 1991)
El caballo fue introducido por los españoles y luego controlado y criado en rebaños por las
poblaciones indígenas. Se debate acerca de si este control de los animales podría ser
conceptualizado correctamente como pastoralismo (Palermo, 1986). En el norte de la
Patagonia podríamos decir que sí existió una forma de vida basada en la ganadería, pero en
la región sur el escaso control sobre la reproducción del caballo no permitía satisfacer la
284
necesidad, social y políticamente mediada de tales animales, por lo tanto la única
posibilidad era obtenerlos desde el norte mediante intercambio o robo.
Una última observación, sobre la agricultura. Ésta sólo fue adoptada parcialmente en
algunas áreas limitadas al noroeste patagónico, con un límite sur de 42º (Mena, 1997).
Cuando los agricultores de la región oeste expandieron sus territorios hacia el lado
occidental de los Andes, hacia la estepa, la mayoría de ellos abandonaron las prácticas
agrícolas y adoptaron una economía cazadora-recolectora-pastoralista, con algunas
excepciones en el norte patagónico.
En síntesis, la potencial diversidad de los recursos alimentarios comestibles parece ser
mucho mayor que lo que hasta ahora se ha supuesto. Es muy importante reconocer no sólo
los recursos alimentarios, también deben reconocerse todos aquellos recursos consumibles
como las materias primas para instrumentos, el material lítico y/o las fibras vegetales
utilizadas para muchos tipos de herramientas y para otros fines.
Actualmente algunos estudios han comenzado a demostrar que las poblaciones indígenas
consumían mucho más que guanacos. La evidencia existente parece sugerir una mayor
flexibilidad en las decisiones económicas, mediadas por factores sociales más que por los
requisitos de las adaptaciones ecológicas. Sin embargo, el conocimiento arqueológico sobre
la variabilidad económica prehistórica de la Patagonia se encuentra aún incompleto, dado el
sesgo de los yacimientos arqueológicos centrado desde sus comienzos en la excavación de
cuevas y abrigos. Se está comenzando a documentar la complejidad de los yacimientos
arqueológicos de la costa atlántica pero todavía se necesita una mayor información
arqueológica sobre los contextos de estepa. No es fácil registrar y excavar en esta área
debido a la continua erosión superficial que ocasiona el fuerte viento de la zona y a la
limosidad natural del suelo. De todas maneras, los sitios potencialmente excavables ya han
sido detectados en zonas de cuenca y en otros espacios reparados de los efectos
removedores del viento (Moreno, comunicación personal, del Castillo, experiencia propia en la
región central de la Meseta de Somuncurá).
Existen muchas descripciones históricas y etnográficas de movimientos sistemáticos de
poblaciones entre diferentes ecosistemas para la explotar la variabilidad estacional de los
recursos locales (Viedma, 1780). En períodos posteriores, una vez que el caballo ha sido
285
integrado como el principal medio de producción, se incrementa la movilidad y la
circulación territorial cambia drásticamente. Sin embargo, es importante remarcar que tal
movilidad no tiene únicamente sentido económico. Los grupos humanos también se
desplazan por necesidades sociales y políticas, configurando amplias y complejas redes de
interacción. Tanto los bienes como la información pudieron haberse desplazado más de lo
que la gente pudo haberlo hecho. Esto es lo que nuestra simulación ha pretendido
representar analíticamente.
8.3. Registros sobre la Variabilidad Paleobiológica.
Durante mucho tiempo se analizaron restos óseos humanos procedentes de colecciones
depositadas en museos que fueron etiquetadas en su día por etnógrafos aficionados con las
etiquetas tradicionales de Tehuelche, Selknam, Yámana, Ona, Mapuche, Alakaluf, basándose en
la simple analogía de equiparar “etnia” con “especie” en el sentido biológico del término, lo
que permitía una presunta asociación esencial “especie-raza-cultura-lengua”. Si se calcula la
distancia genética entre conjuntos óseos así etiquetados, ya sea a partir de marcadores
genéticos o utilizando variables morfométricas, los resultados no tendrán mayor validez
que la clasificación previa de los restos analizados. Lo cierto es que existen problemas en la
asignación de los cráneos a “etnias” determinadas, especialmente en el caso de Tierra del
Fuego (Varela et al., 1997), que en parte pueden explicarse por haberse forzado a la
concentración física de individuos de distintos orígenes geográficos y étnicos en un único
lugar (un centro colonial, una misión religiosa), a los cuales simplemente se les denominó
con un etnónimo arbitrario sin tomar en cuenta la variabilidad presente de los individuos
allí encerrados.
Cuando en lugar de etnónimos tradicionales se caracterizan las muestras biológicas
disponibles (individuos) por poblaciones geográficamente localizadas y se calcula la
similitud biológica, ya sea basada en la comparación de ADN mitocondrial (genotipo) o
basadas en rasgos morfométricos esqueletarios (fenotipo), se pone de manifiesto que las
poblaciones amerindias presentan valores más altos de heterogeneidad intergrupal que
cualquier otro grupo humano. América demuestra ser el continente con mayor
diferenciación biológica, a pesar de ser el último en ser ocupado por humanos
anatómicamente modernos. Este hecho contrasta enormemente con la posible
homogeneidad lingüística a la que se hace referencia en este trabajo.
286
Lo que destaca por encima de cualquier otra consideración al analizar genética o
morfométricamente las muestras óseas de las poblaciones humanas del presente
etnográfico patagónico es que la mayoría de la variación registrada corresponde a variación
dentro de una misma población y que sólo un mínimo de la variación puede explicarse en
términos de diversidad de poblaciones (González-José, 2003; García Bour et al., 2003;
García et al., 2006; Pucciarelli et al., 2006; Pérez et al., 2007). Estos resultados no apoyarían
la hipótesis tradicional que sugería la existencia de poblaciones cerradas e invariables a lo
largo de toda la historia del poblamiento (Bórmida, 1953-1954; Imbelloni, 1949;
Casamiquela, 1999). Ya se trate de marcadores moleculares (frecuencia de distintos
haplogrupos en las muestras con una misma procedencia geográfica), o caracteres
morfológicos y/o morfométricos del cráneo, la variabilidad no puede ser descrita en forma
de unidades discretas (o “tipos”), sino que conforma un espectro continuo entre muestras
más o menos similares. Por consiguiente, la definición de “tipos” biológicos representaría
una asignación subjetiva basada en afinidades más subjetivamente apreciadas que realmente
observadas (Long y Kittles, 2003; González-José et al., 2008).
Un proceso tan complejo como el poblamiento de un subcontinente no puede trivializarse
describiéndolo en términos del número de poblaciones originarias que lo conformaron.
Multitud de factores más sociales que estrictamente biológicos influyeron en la
conformación del espectro continuo de similitudes entre individuos: exogamia, migración,
movilidad residencial, desplazamientos forzados de población, trashumancia, intercambio y
comercio. A estos factores debiéramos añadir los que sí puede que sean más biológicos que
sociales, como procesos evolutivos de naturaleza estocástica y formas de adaptación local a
ambientes fríos, áridos o cálidos, si bien en estos casos, la decisión de un grupo de
mantenerse en un área concreta que puede producir una mortalidad diferenciada en el seno
de la población y el mayor éxito reproductivo de unos individuos sobre otros resulta
también la consecuencia de un mecanismo social de toma de decisiones. Como resultado lo
falaz de la distinción lamentablemente tan habitual culture-nature.
No obstante, el poblamiento originario de Sudamérica tampoco puede ser considerado
como una mega población heterogénea no estructurada. En general, se sugiere la existencia
de dos entidades biológicamente diferenciadas, que se corresponden con las poblaciones
humanas que vivieron en las regiones este y oeste de Sudamérica, actuando el cordón
287
cordillerano (los Andes) como divisoria (Lalueza et al., 1997; Goicoechea et al., 2001;
González-José et al., 2001; Tarazona-Santos et al., 2001; Fagundes et al., 2002; Eshleman et
al., 2003; García Bour et al., 2003; Sardi et al., 2004, 2005; Cabana et al., 2006; Pucciarelli et
al., 2006; Lewis et al., 2007; Pérez et al., 2007)29
. Al respecto es interesante señalar las
diferencias genéticas entre las poblaciones de la Patagonia continental (al este de los Andes)
y las de los canales fueguinos (al oeste de los Andes) (Lalueza et al., 1997; Moraga et al.,
2000; González-José, 2003; García Bour et al., 2003), frente a la homogeneidad a nivel
molecular entre las poblaciones humanas andinas y las del Gran Chaco argentino (Cabana
et al., 2006; Pérez et al., 2007), y la semejanza genética de las poblaciones humanas de
Patagonia continental con las del Delta del Paraná (González-José et al., 2001).
Morfométricamente, los cráneos del sur del río Chubut tienden a ser más semejantes a
cráneos procedentes de las estepas del norte de la isla Grande de Tierra de Fuego (ambas
regiones situadas al este de los Andes) que a cráneos procedentes de los bosques del sur y
oeste de la misma isla (situados al otro lado de la cordillera) (Sardi et al., 2005; Pucciarelli et
al., 2006). Las diferencias biológicas observadas entre los individuos que vivieron en
Patagonia y los que vivieron en el resto del subcontinente, quizás pudiera explicarse por la
mayor lentitud en el proceso de fisión-fusión de poblaciones, con estimaciones posibles
que oscilan entre 5.264 y 1.641 años antes del presente (García-Bour et al., 2003), enorme
rango cronológico que pone de manifiesto los problemas que existen en el uso de los
relojes moleculares, al menos en esta región.
Por otro lado, y aunque no se observa correlación global entre distancias genéticas y
distancia geográfica en el conjunto del subcontinente americano (Fagundes et al., 2002;
González-José et al., 2001; González-José, 2003; Lewis et al., 2007), en el interior de
regiones concretas, como es el caso de Patagonia, sí que se constata esa correlación (Fuselli
et al., 2003). Las poblaciones más próximas en el espacio tendrían una mayor similitud en
sus caracteres biológicos que poblaciones situadas a mayor distancia. De este modo, las
poblaciones más septentrionales serían genéticamente y morfológicamente más semejantes
entre sí que semejantes a las poblaciones humanas de más al sur (Guichón, 2002; Llop et
al., 2002; Rothhammer y Llop, 2004; García et al., 2006; Bernal et al., 2007; Pérez et al.,
2007). En este sentido, puede llamar la atención la paradójica asociación morfométrica
entre cráneos de los habitantes de los canales fueguinos (al oeste de los Andes) y de los
29 Esta diferenciación podría ponerse en relación con la diferencia lingüística existente entre las lenguas habladas por poblaciones canoeras de la costa occidental y las habladas por poblaciones cazadoras de estepas orientales.
288
pobladores de las estepas del norte de la Isla Grande de Tierra de Fuego (al norte de los
Andes, que en esta región transcurren de Oeste a Este y no de Norte a Sur), que se
diferenciarían de las series procedentes de Patagonia continental, incluso de las más
próximas a Tierra de Fuego (valle del Río Chubut y Golfo San Jorge) (Lalueza-Fox et al.,
1996; Hernández et al., 1997; Guichón, 2002; González-José, 2003; Sardi et al., 2004; Sardi
et al., 2005; Bernal et al., 2006; Pérez et al., 2007). Si en lugar de los caracteres estrictamente
morfológicos tomamos en consideración aquellos rasgos morfométricos que están en
relación con la “robustez” de las inserciones musculares, se pone de manifiesto que las
poblaciones fueguinas, culturalmente muy diferentes (pescadores canoeros del sur de la Isla
Grande vs. cazadores de la estepa del norte de la Isla Grande) tendrían el menor de los
polimorfismos detectados, caracterizándose por presentar los cráneos más robustos y
dolicocéfalos de todas las series comparadas, si bien las diferencias de tamaño son
apreciables, puesto que los cráneos procedentes de las poblaciones que vivieron en las
costas de los canales meridionales son los más pequeños de todas las series. Por su parte,
las muestras de cráneos procedentes de la Patagonia central y septentrional mostrarían
niveles de robustez ósea comparables a los de las poblaciones agrícolas más septentrionales.
Es importante señalar que estas diferencias son mucho más marcadas en cráneos
masculinos que en cráneos femeninos, donde la correlación distancia
geográfica/diferenciación morfométrica es mucho menos clara (Pérez et al., 2007). Ahora
bien, el problema con esta vía de análisis es que la “robustez” no se define en términos
formales ni en términos concretos; no sabemos si se refiere a un mero carácter observable
del registro óseo o a una inferencia acerca de la constitución física de los individuos y a su
desarrollo muscular, al margen de la diferenciación por sexo y edad.
Contrasta esta homogeneidad con las diferencias económicas y culturales entre las
poblaciones que allí vivieron. Debido a un sistema económico centrado en la gestión de
unos recursos menos móviles que el recurso característico de la estepa, las poblaciones
humanas que habitaron las costas de los canales fueguinos pudieron haber mantenido una
movilidad interpoblacional muy moderada, con flujos génicos comparativamente reducidos
(Sardi et al., 2005; García et al., 2006). De ahí que la única posibilidad viable de interpretar
esas medidas semejantes de robustez sea remitiéndonos a una adaptación característica a
condiciones locales (cf. Bernal et al., 2006; Pérez et al., 2007; en contra, González-José,
2003).
289
Por consiguiente, más que poblaciones de distinto origen (y por tanto de diversa
“composición étnica”), la diferenciación biológica (tanto en el genotipo como en el
fenotipo) observada en Patagonia fue probablemente generada por efectos de deriva y flujo
génico que actuaron diferencialmente a cada lado del cordón cordillerano. La relación entre
una gran diversidad y una pobre estructura geográfica (sólo dos poblaciones muy
heterogéneas internamente a escala subcontinental) suele ser un indicador de un patrón
demográfico complejo caracterizado por cambios frecuentes y rápidos en los contactos
reproductivos entre poblaciones. Este hecho debiera permitirnos caracterizar el
poblamiento de esta región en términos de diversos y frecuentes eventos de fisión y fusión
de poblaciones familiares que afectan a las prácticas exogámicas y a la reproducción. Dado
que cuando una población ancestral homogénea se fragmenta repentinamente en muchas
unidades pequeñas aisladas solemos esperar un patrón global caracterizado por la no
asociación entre distancia genética y distancia geográfica (Templeton, 2001), la aparición de
esa asociación en una región indicaría que la fragmentación no fue repentina, sino el
resultado acumulado de pequeños eventos de segregación de comunidades, seguidos de
otros eventos de posible agregación.
En este sentido se ha interpretado la mayor variabilidad poblacional entre las poblaciones
que vivieron en las regiones cordilleranas y precordilleranas (González-José, 2003),
caracterizadas por:
• Mayores niveles de flujo génico de amplio rango desde una fuente “externa” que
aumente la heterocigosidad de la población en cuestión. Fenómenos sociales, tales
como mestizaje o conquista militar, podría explicar ese mayor flujo génico.
• Tasas de mutación mayores en el grupo en cuestión con respecto a restantes
poblaciones.
• Mayor tamaño efectivo de la población o tasas de crecimiento poblacional más
elevadas que en las restantes poblaciones.
Algunas investigaciones (Tarazona-Santos et al., 2001; Fuselli et al., 2002; Lewis et al., 2007)
concluyen que la evolución de los linajes masculinos en el subcontinente podría ser
resultado de dos modelos demográficos diferentes. Por un lado, en la parte oeste o andina
de Sudamérica una mayor población habría construido redes de intercambio extensivas
(pan-Andinas), así como habrían tenido lugar desplazamientos de población por las
condiciones de centralización política (posiblemente a partir del 1.500 AP, con mayor
290
seguridad a partir del cambio de era), lo que daría lugar a altas tasas de flujo génico entre
comunidades muy abiertas al exterior, siendo la consecuencia una tendencia hacia la
homogeneización genética. Frente a esta dinámica, en las tierras bajas al Este de la
cordillera –incluyendo la Patagonia situada al este de los Andes-, las poblaciones humanas
habrían evolucionado de manera mucho más aislada, con menor flujo génico entre
comunidades geográficamente más distantes y un marco global caracterizado por altas
tasas de deriva génica, con el consecuente aumento de la diferenciación. La correlación
entre los mecanismos sociales de exogamia (intercambio de hombres/mujeres con
propósitos reproductivos) y la movilidad territorial de las poblaciones explicaría la falta de
una estructura genética bien individualizada al este de las montañas.
Como resultado, paleobiológicamente podemos inferir un poblamiento caracterizado por la
movilidad residencial, donde los flujos génicos estuvieron probablemente condicionados (y
no determinados) por la distancia entre diversas comunidades y las crecientes diferencias
económicas, sociales, culturales (lingüísticas). Ello podría haber provocado alrededor de
5.000 años de aislamiento en el extremo sur, frente a un mayor flujo génico en el norte, en
donde imperaban redes más complejas de intercambio e interacción. En algunos lugares del
extremo sur, como en los canales fueguinos, las distintas comunidades habrían
permanecido aisladas del continente durante los últimos 8.000 años, salvo por una
conexión probable entre las poblaciones canoeras del archipiélago chileno y las poblaciones
del sur continental, lo que explicaría los niveles relativamente altos de flujo génico que las
poblaciones fueguinas mantienen entre ellas y sus semejanzas lingüísticas relativas. Por su
parte, en el centro de Patagonia, entre la cuenca del Río Gallegos y el Río Negro o
Colorado no existieron barreras importantes al flujo génico, como no fuese el factor
condicionante impuesto por la simple distancia entre comunidades. En el momento del
impacto colonial, migraciones provenientes allende los Andes modificaron el patrón de
distancias y de variabilidad interna en aquellas poblaciones patagónicas que recibieron el
impacto de este flujo durante un tiempo prolongado.
8.4. Registros sobre la Variabilidad Lingüística.
En los casi un millón de kilómetros cuadrados de Patagonia, los lenguajes humanos
muestran sorprendentes semejanzas, pero también un considerable rango de variación. En
general, puede decirse que las familias lingüísticas americanas tienden a ser léxicamente más
291
homogéneas que sus contrapartes en otros continentes. Igualmente, un mismo tronco
lingüístico está conformado por menos lenguas que en África o Eurasia. Según algunos
autores, esta situación sería indicio de una evolución lingüística diferente en América, con
más préstamos léxicos entre lenguas diversas y una mayor rapidez de evolución en rasgos
no léxicos (Holman, 2004; Hunley et al., 2007; Nichols, 2008).
Los lenguajes en aquellos territorios que se poblaron en una o muy pocas oleadas
migratorias, tal y como se ha llegado a afirmar para Patagonia y, en general para la mayoría
de América, debieran proceder de un único antecesor, o bien debieran descender de
lenguas relativamente similares. Sería lógico suponer, entonces, que se hubiese conformado
históricamente un mosaico de lenguas relativamente poco diferenciadas a pesar de las
diferencias léxicas que pudieran haber existido en áreas geográficas muy concretas.
Distintos procesos pueden haber producido este resultado. Para Nichols (1997, 2008) esto
sería indicio del predominio de sistemas económicos de baja escala, que no permitieron a
una única comunidad (y la lengua que habló) expandirse a expensas de otro grupo (y en
detrimento de la lengua que hablaba ese grupo). Nettle (1999a, 1999b, 1999c), por el
contrario, sugiere que la menor diversidad lingüística amerindia habría estado causada por
la escasa cantidad de hablantes por lengua y habría afectado a la proporción de cambio
léxico, de forma que las lenguas del presente etnográfico aparecieran más relacionadas con
las lenguas originales de las que proceden. Bellwood (1994, 1996, 2007) ha sugerido que la
aparente menor antigüedad de las familias lingüísticas amerindias (mayor correspondencia
lexicoestadística entre protolenguas y sus derivadas) sería una consecuencia de la menor
antigüedad de las sociedades con economía agrícola, que tuvieron menos tiempo para que
su población creciera y se expandiese como en Eurasia. Contrarios a esta hipótesis son
Campbell (2000), Holman (2004), Hunley et al. (2007), Currie y Mace (2009).
Aún cuando se ha sugerido (Key, 1978a; Key y Clairis, 1978; Clairis, 1998) que todas las
lenguas de la Patagonia estarían emparentadas gramatical y léxicamente con hablas extra-
patagónicas (lenguas del tronco macro-pano-takana) o aún con las lenguas maya, el uru-chipaya
del altiplano boliviano y el yunga (mochica) de la costa norte del actual Perú, estas
conclusiones han sido severamente criticadas por su metodología deficiente (Cf. la
polémica en Fabre, 2005). Key (1978b) clarifica su postura frente a las relaciones entre estas
lenguas, mediante un árbol genético, del cual se desprende que todas las lenguas
patagónicas tanto al oeste como al este de los Andes formaría un conjunto más
292
estrechamente emparentado entre sí que con las demás lenguas amerindias de Sudamérica.
Este autor parece pensar que una pretendida lengua proto-patagónica se habría escindido de
un tronco común sudamericano proto-pano-takana. Ese tronco común podría haber
integrado también lenguas del oriente boliviano y en fecha todavía más temprana el
ancestro del mapudungun.
Otros autores han sugerido vínculos de las lenguas patagónicas con otras lenguas de otras
partes del continente. Entre las propuestas más conocidas se encuentran la de Swadesh
(1962): grupo “son-chon”, que incluiría a la familia chon y al mosetén de Bolivia, y la
propuesta de Greenberg (1987), repetida en Greenberg y Ruhlen (2007) con la inclusión de
todas las lenguas patagónicas en un grupo “andino meridional” dentro de la rama “andina”
–que incluiría además lenguas como el quechua y el aimara, entre otras.-
Por el contrario, los trabajos recientes en la lingüística comparativa (Campbell, 1998;
Adelaar y Muysker, 2004; Fabre, 2005; Viegas Barros, 2005; Brown et al., 2008; Müller et
al., 2009) llegan a la conclusión de que si bien el parentesco entre las lenguas de los
cazadores de la estepa del este de la cordillera (Aónik’enk, Teushen, Mecharnwekenk? Gününa
Küna) parece comprobado, y la conexión entre las lenguas de las poblaciones canoeras del
oeste estaría bien fundamentada (Chono, Kawésqar, Tawókser, Halakwalup, y las como
mínimo, cinco variantes dialectales entre las poblaciones Yamana), se debe rechazar relación
alguna entre las lenguas de las poblaciones canoeras y las lenguas de los cazadores de la
estepa, así como con las del grupo mapudungun (mapudungun, huilliche, picunche, etc.). Por otro
lado, en la Isla Grande de Tierra de Fuego, las lenguas habladas en las estepas y bosques del
centro norte de la isla -haush, selk’nam, párrika (ó koyuka)- tienen mucha más relación
lingüística con las lenguas de los cazadores de las estepas meridionales de Patagonia
continental (Aónik’ enk, Teushen), que con las lenguas habladas por las poblaciones vecinas
canoeras occidentales (la lengua yagan y sus variantes). De ahí se deduciría que las diferentes
lenguas habladas por las poblaciones canoeras de las costas occidentales y de las islas
meridionales de Patagonia proceden de un mismo tronco común, distinto del que
evolucionaron las lenguas de los cazadores de las estepas al este de las montañas y del norte
de la Isla Grande de Tierra de Fuego. Este hecho sugiere la posibilidad de dos mecanismos
distintos de agregación social, uno característico de la costa occidental del Océano Pacífico
y de las islas meridionales, diferenciado de la forma particular de poblamiento en la
Patagonia continental (Nichols, 1997, 2008).
293
b)
Fig. 58: a) Mujer Selk'nam, fotografíada por M. Gusinde en 1918-1922 y publicada por
Gusinde 1986 [1939], apéndice II: 601, figura 40. b) Mujeres Yamana fotografía tomada
por Mission Scientifique du Cap Horn en 1882-1883, publicada por A. Chapman et al.,
1995:110).
Pero entonces ¿cuántos grupos humanos han compartido el diverso y complejo espacio
ecológico patagónico? Para resolver esta cuestión, básica a la hora de determinar el grado
de etnogénesis, debemos estudiar los cambios en la variabilidad temporal lingüística, como
forma de estimación de la diversidad cultural entre grupos humanos. Varios estudios
históricos modernos referentes a lenguas australes diferencian más de 30 lenguajes y
dialectos, con diferente grado de relación (Viegas Barros, 2005; Clairis, 1985; Klein, 1985;
Fernández Garay, 1998; Campbell, 1997; Fabre, 1998; Key, 2000 y Vezub, 2006). El mapa
lingüístico de la Patagonia se ha elaborado en base a fuentes históricas del siglo XVI y XIX
(Viegas Barros, 2005). La complejidad lingüística con anterioridad a esa fecha habría sido
probablemente mucho mayor, ya que una de las características importantes de la dinámica
colonial fue la desaparición de las lenguas y una tendencia hacia la homogenización
lingüística.
294
Viegas Barros (2005) reconstruye el proceso histórico e identifica cuatro familias
lingüísticas del modo siguiente:
• La mayoría de las variantes lingüísticas habladas en el noroeste patagónico (norte
del paralelo 42º) tienen un origen similar al de las lenguas del oeste andino
(mapudungung, huilliche, picunche, pehuenche, lafkenche, etc.). Algunas de estas variantes
no son mutuamente comprensibles.
• La mayoría de las variantes lingüísticas habladas a lo largo de la estepa patagónica
(norte del paralelo 42º) tienen un origen similar en un lenguaje prehistórico común,
que luego se subdividió en lengua günuna a iajüch y en chon (o tsoneka).
Posteriormente la subdivisión de las lenguas chon dieron origen al aónik’o ais, teuschen
y a las lenguas habladas por los selk’nam, haush o mannekenk y a muchos otros
dialectos. La mayoría de estas variantes no eran mutuamente entendibles.
• La mayoría de las variantes lingüísticas habladas al sur y al oeste de la costa
patagónica e islas australes tienen un origen similar en una lengua prehistórica
común, que luego se subdividió en tres familias diferentes: chono, alakaluf y yaghan (o
yámana). Las últimas dos siguieron diferenciándose en tiempos más modernos. La
mayoría de estas variantes no eran mutuamente comprensibles.
295
Fig. 59: extension de las lenguas en Patagonia para el siglo XVI. (Adaptado de Viega Barros
2005) AC) Alakaluf central; AN) Alakaluf Norte; AS) Alakaluf Sur; Ch) Chono; E)
Enoo/Guaicuru; P) dialecto de la costa patagónica; Pe) Pehuenche Prehistorico; Pu) Puelches; Y)
Yagan (or Yamana).
En la región costera occidental del Océano Pacífico, de una misma proto-lengua originaria
se habrían diferenciado hace 5.000 años, sino antes, tres distintas familias lingüísticas: la que
daría lugar a la lengua de la población Chono (hablada al sur de la isla de Chiloé), la que daría
296
lugar a la lengua de las poblaciones Yámana o Yaghan, hablada en torno al Canal Beagle e
islas meridionales y finalmente, la proto-lengua de la cual derivarían las tres variantes
registradas de los idiomas hablados por las poblaciones Alacaluf: una lengua propia de los
grupos septentrionales, otra de los centrales, y una tercera característica de las poblaciones
más australes (también denominadas: kawéscar-tawokser, halakwalup, hekaine), habladas en la
parte occidental del Estrecho de Magallanes, las islas sudoccidentales y canales patagónicos
y hacia el norte hasta Chiloé. Estas últimas lenguas habrían iniciado su propio proceso de
diversificación hace 1.800 años, cuando su diferenciación con respecto a la lengua de la
población Yaghan (o Yámana) ya estaba bien configurada. La diferenciación interna de los
dialectos en este último caso, sería probablemente más reciente. Es interesante consignar
esta diferencia interna entre las lenguas de la familia alakaluf, muy diferenciadas entre sí, de
las hablas que componen la familia yagan, sólo diferenciadas en el grado de dialectos de una
única lengua.
Por su parte, las lenguas habladas por los cazadores que explotaron los bosques andinos, la
estepa y los recursos del litoral atlántico proceden de dos líneas lingüísticas diferentes. La
primera fue hablada por las poblaciones situadas al oeste de los Andes (familia lingüística
mapudungun) y otra por los habitantes del este, sin relación entre ambas, como no sea el
origen común en el proto-macro-pano-takana u otra protolengua del mismo polémico tipo,
que fuese anterior a 6.000 años, como mínimo. La hipótesis de parentesco entre las familias
pano y takana parece tener buenos argumentos en su favor y –en rigor- el término “proto-
pano-takana” se refiere sólo a la presunta proto-lengua originaria únicamente de esas dos
familias. “Macro-pano-takana” es el término inventado por Suárez para la versión ampliada
de esa hipótesis, que entre otras incluiría (aunque ya con comparaciones menos cuidadosas)
a las lenguas de la familia chon. La lengua madre del hipotético tronco macro-pano-takana
debería llamarse proto-macro-pano-takana.
En la región montañosa del oeste, la lengua mapudungun tiene pocas consonantes distintas si
se la compara con las lenguas más o menos vecinas de los canoeros sudoccidentales o de
los cazadores de las estepas orientales. Esto puede ser un indicio de que los hablantes de
mapudungun tienen un origen geográfico particular, o que su migración al territorio
occidental transandino fue relativamente reciente, pero también de que la interacción con
las etnias circundantes es reciente y de naturaleza particular (Zúñiga, 2006).
297
En las estepas orientales, por su parte, se identifica por un lado un grupo de lenguas
fuertemente emparentadas entre sí (aonik’o ais30, teushen, haush, selk’nam, párrika ó koyuka) que
constituiría un tronco lingüístico propio (lengua chon31
o tsoneka), diferenciada de otra
lengua de cazadores de la estepa como era el günuna a iajüch (Suárez, 1970; Fabre, 2005;
Viegas Barros, 2005; Fernández Garay, 2004; Adelaar y Muysker, 2004; Brown et al., 2008;
Müller et al., 2009).
Traduciendo las diferencias léxicas y estructurales en distancia temporal, Viegas Barros
(2005) propone un horizonte temporal probable para cada escisión lingüística al este de la
cordillera. Según este autor, las poblaciones humanas que ocuparon las estepas centrales y
meridionales de la Patagonia al este de los Andes hablaban hace 6.000 años un mismo
idioma, del que derivan las lenguas que se hablaron durante el presente etnográfico y que
hoy están casi extinguidas o en riesgo de extinción. A partir de ese momento, a medida que
se ocupaban nuevas áreas y el grupo humano originario se reproducía, distintas sub-
poblaciones se fueron fisionando del tronco común, dejando de mantener contacto y
adoptando decisiones propias de acuerdo con las condiciones locales a las que tenían que
enfrentarse. Como resultado de la reducción de la interacción entre estas nuevas
poblaciones, en una fecha tan remota como 4.000 AP, las lenguas habladas al Norte y al
Sur del Río Chubut (latitud 42-43 grados) se diversificaron en, como mínimo, dos nuevas
poblaciones: “proto-chon” y “proto-günuna kuna” (Viegas Barros, 2005).
Obviamente el proceso no finalizó en este punto, sino que las modificaciones en el grado
de interacción y la progresiva conformación de poblaciones segregadas y aisladas explica la
cada vez mayor diferenciación de poblaciones según su lengua. El grado de divergencia
interna del tronco lingüístico de Patagonia Sur (lenguas chon) fue calculado por Swadesh
(1959) como correspondiendo a una fecha de 24 siglos como mínimo. El cómputo hecho
por Suárez (1970) proponía unos 28 siglos. Viegas Barros (1994c, 2005), quien maneja
materiales más adecuados, obtiene como resultado 2,3 milenios de divergencia. Este mismo
autor ha “reconstruido” la lengua original de la cual derivan las distintas lenguas del 30 El listado de palabras compilado por los primeros viajeros durante el siglo XVI provenían de poblaciones
indígenas de la costa atlántica al sur del paralelo 48 (Cabo Blanco y Río Deseado) que parecen diferir de las
variedades lingüísticas tardías como la aonik’o ais y teushen. Esta diferencia puede ser explicada en términos de
la existencia de una tercera lengua del tronco chon restringida al área de la costa atlántica (Viegas Barros, 2005). 31 Nada que ver con la lengua de los indígenas canoeros chono, cuya actividad parece haberse circunscrito a la
costa occidental al sur de la isla de Chiloé.
298
presente etnográfico (“proto-chon”) sobre la base de los vocabularios básicos compartidos y
las semejanzas gramaticales y sintácticas entre el aonik’o ais, teuschen, “patagón” de la costa
atlántica, selk’nam, haush y sus respectivas variantes dialectales (Viegas Barros, 2003).
Alrededor del 2.500 AP, los hablantes de esta lengua “proto-chon”, ya diferenciada de la
lengua hablada por los que habían sido en el pasado sus parientes norteños (hablantes de
una lengua “proto-gününa”), tenían palabras específicas para nombrar a las poblaciones
humanas canoeras de las costas occidentales y meridionales. Aquellos etnónimos
adquirieron posteriormente significados despreciativos: “sirvientes”, “criado”, “esclavo”
(Viegas Barros, 2005).
En Patagonia, como en cualquier otra región, los idiomas se han expandido a lo largo de la
historia de dos maneras distintas posibles:
(1): Los hablantes de una lengua se han expandido a otra área.
(2) Hubo un cambio lingüístico cuando distintas poblaciones adoptaron una nueva
lengua.
Sin el tipo de fuerza cohesiva que, en otros lugares, las instituciones políticas complejas de
tipo estatal proporcionaron, en Patagonia la movilidad residencial tendió a la fragmentación
de las comunidades. En esas circunstancias, las lenguas tendieron a cambiar rápidamente,
no sólo por el aislamiento resultante, sino por el uso acentuado del lenguaje como forma de
identidad del grupo que se ha ido fisionando, de ahí que la homogeneidad lingüística
(proto-lengua) no puede haber durado mucho.
El aislamiento geográfico provocado por entornos montañosos no debió ser un factor
mayor en la determinación del área que cada lengua cubrió32
32 Como sugiere el estudio transcultural publicado por Currie y Mace (2009).
, ya que la separación
económica, política, social y cultural no necesariamente requiere de barreras topográficas.
Toda población humana puede crear sus propias fronteras que limiten el flujo de genes,
palabras y bienes. Una explicación más lógica de por qué algunas lenguas patagónicas
parecen estar más circunscritas que otras puede estar en la dificultad que tienen aquellos
grupos humanos sin autoridad central para impedir la fisión social, esto es, la separación de
individuos que prefieren encontrar su subsistencia al margen del grupo o bien
incorporándose a poblaciones distintas a las de su nacimiento. Esto haría que en esas
299
circunstancias la evolución a sistemas políticos complejos fuese menos probable. El
resultado es que esa región se fragmentará en lenguas diferenciadas.
Por otro lado, los cambios lingüísticos a gran escala (la “araucanización” de la Patagonia,
característica de la época del contacto europeo, a partir del siglo XVIII) ocurrieron en el
sentido de lenguas francas (mapudungun) y además en regiones en donde se produjeron
migraciones importantes (Patagonia Norte, en el siglo XIX). Dado que la complejidad
política es una propiedad de los poblaciones sociales, y que la competitividad y conflicto se
produce también a escala grupal y no meramente entre individuos, si los grupos
políticamente más complejos tienden a sustituir o a incorporar a otros, entonces la
complejidad global tenderá a ir aumentando a medida que pasa el tiempo.
Esta hipótesis coincide con los resultados obtenidos recientemente por medio de
simulaciones computacionales: cuanto menor sea la intensidad y frecuencia de las
relaciones inter-grupo, mayores serán las diferencias en la manera de hablar y expresarse,
ajustada a la realidad inmediata de los hablantes (Illert, 2005; De Oliveira et al., 2006; De
Oliveira et al., 2008; Dediu, 2009; Patriarca y Heinsalu, 2009).
No obstante, de los datos paleo lingüísticos patagónicos no emerge una señal lingüística
ordenada y geográficamente consistente. Por un lado, el grado de correlación observado
entre áreas geográficas y diferencias léxicas es consistente con la posibilidad de contacto
entre poblaciones en momentos recientes. Debemos tener en cuenta que la agresiva
colonización europea pudo haber contribuido a la escasa estructuración de los datos, ya que
provocó la erradicación de muchas poblaciones originarias, y sin duda redujo la variación
lingüística. Si la colonización provocó el aumento de la interacción entre poblaciones, pudo
haber contribuido a borrar la variabilidad lingüística previamente existente. Debemos tener
en cuenta que los patrones de diversidad lingüística cambian dentro de y entre poblaciones a
medida que la organización sociopolítica de esos grupos se transforma, ya sea por formas
distintas de movilidad territorial, como por la expansión territorial, o su opuesto:
contracción (forzada o no) (Hunley et al., 2007; Currie y Mace, 2009).
Hemos planteado anteriormente que la diferenciación étnica y cultural es mucho más
compleja que la sugerida en base a una clasificación de grupos lingüísticos. Obviamente, la
variabilidad cultural no estaba limitada al nivel de los grupos lingüísticos. Los viajeros
300
europeos del siglo XVIII y del siglo XIX mencionan la existencia de subdivisiones aún
dentro del mismo grupo lingüístico, el cual a veces estaba integrado a una única comunidad
unificada, y otras constituyendo grupos diferenciados que se encontraban en conflicto
(Martinic, 1995). Boschín ha esquematizado la identidad patagónica con una serie de
círculos concéntricos: círculos más pequeños en el interior, que configuran hacia el exterior
círculos mayores de pertenencia, enfatizando así diferentes niveles de identidad
funcionando desde lo específico hacia lo general. Esta autora señala que, simultáneamente,
un indígena patagónico podría identificarse como un Limaiche, o un habitante del vecino
Río Limay, un hablante del günuna a iajüch, un Tehuelche del Norte, y al mismo tiempo
como miembro de un determinado grupo de parentesco (Boschín, 2002).
Fig. 60: Toldería del cacique Sacamata ubicada en la Patagonia central. La fotografía fue
tomada en 1893 por John Murray Thomas. (Bowman, H. y L. Priamo, 2003. Una frontera
lejana. La colonización galesa del Chubut 1865-1935. Ed. Fundación Antorchas)
Es importante remarcar que algunos de estos grupos y subgrupos no tuvieron etnónimos
para autoidentificarse. Sin embargo, esto no significa que diferentes poblaciones no
tuvieran su propia identidad. Los procesos sociales de construcción y expresión étnica en
Patagonia difieren del utilizado por los europeos. Debemos evitar el error cometido
tradicionalmente por los viajeros y por los primeros etnógrafos: describir a los grupos
indígenas como si fueran viejas naciones. De acuerdo con el conjunto de la evidencia
étnica, lingüística, cultural, las fronteras territoriales fueron extremadamente permeables,
sugiriendo así un grado considerable de mezcla de poblaciones. Después de todo, lo que
301
tradicionalmente ha sido llamado diferenciación étnica no es más que la consecuencia de
los diversos grados de interacción social entre comunidades. En general, cuanto menor sea
la intensidad y la frecuencia de las relaciones intergrupales, mayores parecen ser las
diferencias en la forma de hablar y en los rasgos culturales. Sin embargo, en el caso de que
hubiera conflicto intergrupal, la intensidad y la frecuencia del contacto violento también
podría haber generado altos grados de diferenciación, y probablemente de dominación.
Existen muchas fuentes etnográficas sobre las relaciones interétnicas (Nacuzzi, 1999;
Vezub, 2005, 2006), en las que también se menciona la existencia de grupos mixtos
conformados por recolectores costeros y cazadores del interior: Guaicurues sobre el
Estrecho de Magallanes, Cacaue en la costa centro oeste (cf. Viegas Barros, 2005 para la
evidencia lingüística; Martinic, 1995; Bate, en prensa). Los estudios biológicos y
antropométricos proveen soporte adicional a la hipótesis de fronteras permeables. Lalueza
y otros (1996) argumentan que la distancia geográfica (en sentido latitudinal) es el principal
factor que afectó a la diferenciación de los grupos de Tierra del Fuego de los del resto de
Patagonia. Por ejemplo, en lugar de sus diferencias culturales y económicas, los tres grupos
de cazadores recolectores de Tierra del Fuego tienden a mostrar ciertas semejanzas en sus
fenotipos, especialmente en lo que se refiere a morfometría del cráneo. Los estudios de
Guichón y otros (1989-1990), Guichón (2002), González y otros (2001) y Beguelín y
Barrientos (2006) coinciden en estos resultados. Las variaciones antropométricas pueden
ser explicadas en términos de las relaciones positivas entre el incremento de la separación
geográfica y fenotípica o de distancia genética entre los grupos.
Explicado de otro modo, las diferenciaciones biológicas y lingüísticas entre grupos
humanos se ha encontrado fuertemente asociada con la separación espacial. De acuerdo a
este enfoque, el modelo de aislamiento por distancia predice que los grupos humanos
reflejarán separaciones geográficas en los patrones de las distancias inter-grupales. El
resultado eventual es una gran similitud entre poblaciones geográficamente próximas y
crecientes diferencias entre grupos alejados o aislados.
302
Tabla 6. Diversidad lingüística en Patagonia durante el presente etnográfico. Ubicación Familia lingüística Lengua Observaciones Extremo sur de Chile
ALAKALUF.
“Alacaluf” austral ó hékaine Etnónimo no auto aplicado
Extinguida antes del fin del siglo XIX (Clairis, 1987; Aguilera, 1999, 2000a, 2007; Viegas Barros, 1990, 2005)
Halakwalup Etnónimo no auto aplicado
Alakaluf central. A lo largo del Estrecho de Magallanes (Aguilar y otros Viegas 1990; Clairis, 1985, 1987; Aguilera, 1999, 2000a, 2007; Viegas Barros, 1990, 2005; Poblete y Salas, 1998)
Kawésqar Etnónimo-glotónimo-gentilicio auto aplicado, “piel-hueso”)
Alacaluf septentrional. Entre el Golfo de Peñas y la Isla de Welligton y las proximidades del Estrecho de Magallanes (Clairis, 1985, 1987; Aguilera, 1999, 2000a, 2007; Viegas Barros, 1990, 2005; Poblete y Salas, 1998). Se habla en la actualidad.
Tawókser el término Tawókser derivaría de la palabra documentada en Kawésqar taw, tow ‘otro’ (no sabemos si también existía esta palabra en Tawókser)
Variante del Kawésqar hablado en la región del Seno Ottway (Clairis, 1985, 1987; Aguilera, 1999, 2000a, 2007; Viegas Barros, 1990, 2005; Poblete y Salas, 1998).
GUAÏCARO (guaicurú, “awurwu”).
En principio, no parece haber ningún motivo para formar una familia lingüística con la lengua de los guaïcaros. Por lo que se conoce, la misma habría sido una variedad de Alakaluf, muy posiblemente en su origen el Alakaluf central o el Tawókser, con una cierta cantidad de préstamos léxicos del tehuelche. No obstante, viajeros norteamericanos (Titus Coan, 1833) afirmaron que los propios “tehuelche” lo consideraban diferente y que tenían problemas en entenderlo. Esta variante se habría hablado en la península Brunswick, en la región del Estrecho de Magallanes en contacto con la estepa extra andina. Poco documentado, probablemente extinguido a fines del siglo XIX (Martinic, 1984; Viegas Barros, 2000, 2001).
Extremo sur de Tierra del Fuego
YAGAN Yagan o yámana Etnónimo no auto aplicado salvo en tiempos recientes
Parece haber confusión con respecto a las variedades del yagan. La evidencia disponible indica que, a fines del siglo XIX-principios XX, los dialectos de esta lengua eran cinco: (1) central, (2) occidental, (3) oriental, (4) un dialecto denominado “de las Islas Wollaston” por Koppers y Lothrop y “meridional” por Gusinde, y (5) un dialecto llamado “meridional” por Koppers, “del Seno Año Nuevo” por Lothrop y “sudoccidental” por Gusinde. Este último dialecto se subdividiría –de acuerdo a Koppers- en dos variedades, hatuwaia y ufyargo. A partir de estas evidencias, se ha interpretado la existencia de cinco parcialidades yámana, que correspondían a variedades dialectales de la lengua yagan y cuyos nombres y ubicaciones son los siguientes:
303
• Wakimaala: en Canal de Beagle desde Yendegaia hasta Puerto Róbalo, incluyendo Isla Ambarino, el Canal Murray e Isla Hoste.
• Utamaala: al este de Puerto Williams y la Isla Gable hasta las islas Picton, Nueva y Lennox. • Inalumaala: en el Canal de Beagle, desde la punta Divide hasta la península Brecknock. • Yeskumaala: en el archipiélago del Cabo de Hornos. • Ilalumaala: desde Bahía Cook, hasta el Falso Cabo de Hornos.
(Koppers, 1927; Lothrop, 1928; Bridges, 1933; Clairis, 1985,197a; Gusinde, 1986; Salas y Valencia, 1990; Poblete y Salas, 1997; Aguilera, 2000b; Guerra Eismann, 1982, 1989, 2000; Viegas Barros, 2000, 2005).
Costa meridional Chile
CHONO
Chono ¿Etnónimo, Glotónimo?
Población canoera. La documentación es bastante escasa, extinguiéndose en el siglo XVIII (Bausani, 1975, Viegas Barros, 2005; Latorre, 2007).
Extremo Este Tierra del Fuego
CHON ó TSONEKA
Haush ó manekenk Etnónimo-gentilicio auto aplicado
Hablado en el extremo SE de la Isla Grande de Tierra de Fuego. Extinguido a fines del siglo XIX. (Najlis, 1973, 1975, 2000; Chapman, 1980; Viegas Barros, 2005).
Norte y Centro Tierra del Fuego
CHON ó TSONEKA
Selk’nam Etnónimo-gentilicio auto aplicado “Hijos del mismo clan”
Lengua hablada en la región boscosa del centro de la isla grande de Tierra de Fuego. Dividido en tres variantes (centro, norte y sur) (Suarez, 1966; Najlis, 1973, 1975, 2000; Chapman, 1980; Ocampo, 1982; Viegas Barros, 1991, 2005; Fernández Garay, 2007).
Párrika (ó koyuka) Etnónimo-gentilicio-glotónimo? auto aplicado “De la llanura norte”, “de la serranía”
Variante de Selk’nam hablada en Tierra de Fuego, inmediatamente al noroeste de donde se hablaba el Selk’nam propiamente dicho (Suárez, 1966; Najlis, 1973, 1975, 2000; Chapman, 1980; Ocampo, 1982; Viegas Barros, 1991, 2005; Fernández Garay, 2007).
Patagonia meridional
CHON ó TSONEKA
Aónik’ aish glotónimo auto aplicado aónik’enk Etnónimo auto aplicado (“gente del sur”) Tehuelche, Etnónimo auto aplicado
Se hablaba originalmente en la región entre el Estrecho de Magallanes y el Río Santa Cruz. Desde fines del siglo XVIII, y como resultado de la adopción del caballo, fue extendiéndose hacia el norte y dando lugar a la lengua tehuelche. Llegó a hablarse en un inmenso territorio: del Sur de Río Negro hasta el Estrecho de Magallanes, pero se han documentado muy escasas variantes dialectales, simplemente variaciones fonológicas (Musters, 1876). Esto confirmaría que su expansión es relativamente reciente, y que estuvo alimentado por redes de intercambio social de muy largo radio de acción (Schmied, 1860, 1910; Suarez, 1970; Clairis, 1997b; Delhaye, 2000; Fernández Garay, 1992, 1998, 2004, 2009; Viegas Barros, 2005; Regunaga, 2006).
304
Patagonia central
CHON ó TSONEKA
Teushen ó tewsün Glotónimo auto aplicado chechuache-kenk? ó Chüwach a Küna? Etnónimo auto aplicado “gente de la región junto a las montañas”
Una de las lenguas extinguidas por la expansión aónik’enk. Originalmente se hablaba en la región subcordillerana entre los ríos Santa Cruz y Chubut y en la comarca de Cholila (paralelo 42ºS), con una posible extensión hacia el norte (Río Negro, Río Colorado) durante el siglo XVIII. (Casamiquela, 1985; Viegas Barros, 1994a, 2005).
Mecharnwekenk Etnónimo no auto aplicado, “gente de la resina de molle”.
Posible variante del Teushen, mal documentada, hablada inmediatamente al norte del Río Santa Cruz y en la región próxima al Lago Buenos Aires (Casamiquela, 1985; Viegas Barros, 1994a, 2005).
Patagonia septentrional
GÜNUNA Gününa Küne ó Gennakenk Etnónimo-gentilicio auto aplicado, “gente de los compañeros”
Hablado en la región de los ríos Colorado, Negro y Chubut. No se han documentado variantes dialectales, pero seguramente existían, especialmente en las áreas subandinas de la región. Existe la posibilidad que ese idioma influyera también a los hablantes de otras lenguas en la vertiente occidental de los Andes, con anterioridad al siglo XVI (Harrington, 1941-46; Bórmida y Casamiquela, 1958-1959; Casamiquela, 1983; Guerzenstein, 1968; Orden 2005, 2008, 2010; Viegas Barros, 2005, 2009).
Noroeste Patagónico
MAPUDUNGUN Mapudungun Glotónimo auto aplicado Mapu-che Etnónimo auto aplicado
Lengua propia de los habitantes de la vertiente occidental de los Andes, hablada al norte de la región propia de los huilliches (Erize, 1960; Croese, 1980; Acuña y Menegotto, 1991-1993; Arnold, 1992; Catrileo, 1988, 1996; Díaz Fernández, 2005; Golluscio y Kuramochi, 1998; Zúñiga, 2006).
Huilliche ó Tsesungu´n Etnónimo-gentilicio auto aplicado, “gente del sur”
Lengua propia de los habitantes de la vertiente sud occidental de los Andes. Tiene sólo un 85% de homología con el mapudungun (Erize, 1960; Croese, 1980; Acuña y Menegotto, 1991-1993; Arnold, 1992; Catrileo, 1988, 1996; De la Calle, 1986; Díaz Fernández, 2005; Golluscio y Kuramochi, 1998; Zúñiga, 2006).
Picunche Etnónimo-gentilicio auto aplicado
Lengua propia de los habitantes de la vertiente noroccidental de los Andes, hablada al norte de la región propia de los hablantes de mapudungun (Erize, 1960; Croese, 1980; Acuña y Menegotto, 1991-1993; Arnold, 1992; Catrileo, 1988, 1996; De la Calle, 1986; Díaz Fernández, 2005; Golluscio y Kuramochi, 1998; Zúñiga, 2006).
Puelche En realidad no se trata de un grupo lingüístico, sino una manera de referirse a los hablantes de “otras” lenguas al este de los hablantes de mapudungun.
305
8.5. De la Variabilidad Económica a la Variabilidad Cultural. Del análisis conjunto de la evidencia lingüística, biológica, ambiental, etnográfica e histórica
se deduce que debió haber existido algún tipo de continuidad histórica entre las poblaciones
humanas que habitaron Patagonia en el pasado “prehistórico” y las que la poblaron durante
el presente etnográfico, ya que el grado de diversidad genética y lingüística observado en el
presente etnográfico necesitó, tanto en un caso como en el otro, 6.000 años o más para
haberse formado. Lamentablemente, la arqueología patagónica no ha desarrollado esta
hipótesis. Descrito el cambio histórico como una mera secuencia de distintas adaptaciones
a un medio ambiente supuestamente estable, que cambió sólo en momentos puntuales,
“catastróficos”, el poblamiento indígena de la Patagonia no ha tenido historia en tanto en
cuanto se asume que la evolución de la organización y de la estructura social de los pueblos
patagónicos ha reflejado una continua simplicidad desde los inicios del poblamiento.
El creciente número de sitios identificados como asentamientos y las tasas crecientes de
deposición del material en esos sitios, sugiere un incremento demográfico y una expansión
poblacional de los primeros grupos humanos que llegaron a la región durante el Holoceno
(Borrero, 2001). Los datos paleo lingüísticos, biológicos y arqueológicos se refieren con
sorprendente unanimidad a una discontinuidad poblacional de hace 7.000/6.000 años, a
partir de la cual se iniciaría la trayectoria histórica que desembocará en el presente
etnográfico. Sobre la costa Atlántica, un sistema de producción mixta se configuraba
basado en la explotación simultánea de recursos marinos, litorales y terrestres en diferentes
proporciones en áreas diferentes (L’Heureux y Franco, 2002; Moreno, 2003; Gómez Otero,
2007). Sobre la costa oeste y las islas australes, las evidencias arqueológicas sugieren una
explotación intensiva y una especialización en los recursos marinos y litorales (Legoupil y
Fortugne, 1997; Ocampo y Rivas, 2004; Quiroz y Sánchez, 2004; Orquera y Piana, 2007).
De todas formas hace 6.000 años la variabilidad económica pudo haberse consolidado a lo
largo de Patagonia, definiendo una diferenciación entre algunas comunidades especializadas
en la explotación de recurso marinos, algunas especializadas en recurso terrestres, y aquellas
sin especialización pero que explotaban tanto recursos terrestres como marinos. Los datos
paleobiológicos y paleolingüísticos nos permiten comprobar parcialmente esta hipótesis.
La aparición de dos modos de vida diferenciados en Patagonia, comunidades canoeras que
explotan los recursos del litoral sudoccidental frente a poblaciones cazadoras-recolectoras
que explotan los recursos de la estepa suele interpretarse como la existencia de dos
306
poblaciones originales, biológica y culturalmente diferenciadas desde sus inicios, una en la
costa sudoccidental y la otra en las estepas continentales, sin interrelación y sin cambio
apreciable en miles de años. Aún cuando la ingresión de aguas en la línea de costa
pleistocénica sobre el Atlántico no permite identificar sitios arqueológicos que podrían
haber estado sumergidos hace 13.000 años, algunos autores tienden a pensar que los
primeros colonizadores de Patagonia evitaron la explotación de los recursos marinos hasta
que algunos cambios en las circunstancias ambientales permitieron su gestión y la
colonización de áreas costeras (Orquera y Piana, 2007; Piana y Orquera, 2009). Legoupil y
Fortugne (1997) observan que los sitios tempranos en Tierra del Fuego están emplazados
en zonas transicionales marítimo-terrestres, lo que evidencia la falta de especialización en la
explotación de los recursos. Para los horizontes tempranos del sitio de Monte Verde
(Chile), Dillehay (2000) reporta una utilización muy generalista de los recursos, que abarcan
elementos del estuario, los ríos circundantes y los ambientes montañosos. Ahora bien, esta
estrategia transicional y temprana, ¿evolucionó hacia una estrategia marítima de manera
única, o bien el mismo proceso se registró simultáneamente en varios lugares de la costa
Pacífica y/o austral? Algunos arqueólogos se inclinan por la segunda opción. Rivas y otros
(1999) describen la presencia de tres sitios ecotonales (zonas de transición entre ambientes
de estepa y el bosque y ambientes marinos) en torno a los que se concentran los sitios más
antiguos, y que registran evidencia de una transición de cazadores recolectores terrestres a
marítimos a nivel regional. Estos focos transicionales estarían representados por:
1) El Canal del Beagle e Isla Navarino, en el área meridional extrema, siendo el
componente Túnel I el antecedente más temprano de esta zona.
2) El sector medio del Estrecho de Magallanes, seno Otway, siendo el sitio Ponsonby
la evidencia más antigua de dicha transición.
3) El sitio de Puente Quilo, en la parte septentrional del archipiélago chileno, ubicado en
el norte de la Isla de Chiloé y fechado en torno a los 5.500 años AP (Rivas et al., 1999).
El hecho de que el cambio que va de una estrategia subsistencial de tipo generalista a una
estrategia centrada en los recursos costeros se haya dado con de manera independiente en
tres lugares bien distanciados a lo largo de la costa sur y occidental de Patagonia, lleva a
pensar que la economía marina no era parte del bagaje cultural de los primeros pobladores,
307
sino que surgió como una respuesta social dependiente de la aparición de la “tecnología de
la madera”, y condicionada por el los cambios ecológicos que propiciaron la expansión y
consolidación del bosque de Nothofagus (Orquera, 2005).
Si la variabilidad económica se encontraba ya configurada alrededor del 6.000 AP, es
posible que las variabilidades culturales y sociales se hubiesen configurado al mismo
tiempo. Por supuesto, esto no significa una correlación lineal entre variabilidad económica
y diversidad social. Así pues, no es hasta el VII milenio antes del presente en que las
evidencias arqueológicas de incremento demográfico y expansión poblacional (Borrero,
2001; Salemme y Miotti, 2003) permiten interpretar la convergencia de variabilidad cultural,
biológica, lingüística y económica, que se manifiesta en la aparición de poblaciones
humanas especializados en la explotación en recursos marinos y litorales en las costas
occidentales y meridionales (Legoupil y Fortugne, 1997; Ocampo y Rivas, 2004, Orquera y
Piana, 2007; Quiroz y Sánchez, 2004), diferenciadas de las poblaciones de cazadores-
recolectores pedestres del interior. Sin embargo, que las evidencias arqueológicas señalen a
la antigüedad de la diferenciación entre canoeros occidentales y cazadores orientales, en
coincidencia con las hipótesis paleo-lingüística, paleo-genética y paleo-morfológica, no
significa necesariamente que exista una correlación lineal entre la variabilidad económica,
diversidad genética y diversificación cultural. El hecho de que la gestión social de los
recursos litorales en la Patagonia oriental (Océano Atlántico) (Gómez Otero, 2007;
L’Heureux y Franco, 2002; Moreno, 2008) sea totalmente distinta que la adoptada por las
poblaciones humanas de la Patagonia occidental (Océano Pacífico) (Legoupil, 2000; Piana,
2003; Orquera, 2005) debiera hacernos pensar. Las diferencias en la gestión social de los
recursos disponibles sugieren la complejidad del proceso y la imposibilidad de entenderlo a
una escala local. Muchos factores debieran tomarse en cuenta para entender por qué
poblaciones diferentes decidieron gestionar de modo diferente un mismo conjunto de
recursos. Entre esos factores podemos mencionar: la cantidad de trabajo necesaria, el
tamaño del grupo, el grado de desarrollo tecnológico, la complejidad de las operaciones de
trabajo, las necesidades operacionales, la organización del trabajo colectivo, las relaciones
sociales de producción. Es por ello que no existe correlación ni lingüística ni biológica
entre los habitantes de áreas geográficas distintas con recursos diferenciados.
Esta hipótesis arqueológica coincidiría, en parte, con la propuesta paleo-lingüística de
Viegas Barros (2005), que menciona tres núcleos lingüísticos diferenciados en la región
hace como mínimo 5.000 años, aunque la diferencia no sea observable en el registro
308
arqueológico (Ocampo et al., 2004; Vila et al., 2006). La hipótesis paleolingüística basada en
el promedio común de palabras y estructuras gramáticas, señala que no hay correlación
lingüística entre lenguajes hablados en el bosque/estepa/costa atlántica y aquellos hablados
en el sur/oeste/zonas insulares. Pofr el contrario, las tres familias lingüísticas de cazadores
especializados en recursos costeros y marinos (chono, alakaluf, yaghan) procederían de una
lengua común hablada hace 6.000 años, que empezó a diversificarse hace unos 5.000 años
atrás (Viegas Barros, 2005). Esta sugerencia no excluye la posibilidad de orígenes paralelos
y simultáneos para la invención de la navegación y especialización de tecnología de caza y
recolección. Sin embargo, es probable la existencia de una población simple que haya
mantenido la misma especialización económica, pero que se haya diversificado localmente
cuando las interacciones entre los grupos hubiesen disminuido(Piana y Orquera, 2009).
Pudiéramos plantearnos por qué razón la extensión territorial de las lenguas Alakaluf es
sensiblemente menor de norte a sur. Esta situación parece coincidir, al menos parcialmente,
con la sugerida por Daniel Nettle para quien “cuanto mayor es el problema del
aprovisionamiento de subsistencias, más amplia es la red social necesaria” (Nettle, 1999).
Como resultado, todo pareciera apuntar a que “cuanto mayor es el riesgo de no alcanzar el
umbral de subsistencia, menos lenguajes diferentes existirán en un área geográfica de
tamaño dado”. Esto implicaría que se habrían producido diferencias de disponibilidad de
recursos entre las áreas propias a cada una de las lenguas Alakaluf. Si no fuera así y las
condiciones ecológicas hubiesen sido las mismas en todas las áreas Alakaluf, entonces la
única explicación sería la histórica. Porque es un dogma de la llamada “geografía
lingüística” que las áreas geográficas mayores son las últimas en haber sido colonizadas. Si
esto resultara cierto en este caso, entonces la expansión Alakaluf debería haber seguido un
rumbo de sur a norte (García et al., 2006), lo que coincidiría con el hecho de que el
Alakaluf del sur parece haber sido (aunque, lamentablemente, debido a su escasa
documentación no lo podemos asegurar) el habla Alakaluf más divergente. La cronología
de los yacimientos arqueológicos, más antigua cuanto más al sur, podría servir de evidencia
parcial de esta hipótesis (Piana y Orquera, 2009). La ausencia en Chiloé e islas vecinas de
contextos arqueológicos con dataciones tan antiguas como las de los sitios del canal Beagle
iría en la misma dirección, de modo tal que la población etnográficamente conocida como
Chono se distinguiese más de las poblaciones yagan del sur que de los Alakaluf del norte.
309
Las investigaciones paleolingüísticas modernas sugieren que las lenguas habladas por
cazadores de los bosques (Andes), la estepa y el litoral atlántico se diferencia netamente de
la hablada de los canoeros sudoccidentales y, a su vez deriva de dos fuentes lingüísticas
diferentes. La primera pudo haberse hablada al oeste de los Andes (familia lingüística
mapudungun) y la otra por grupos del lado este (günuna a iajüch y chon) (Viegas Barros, 2005).
En esta última región, un grupo relativamente homogéneo, hablante de una lengua común
podría haber explotado diferentes recursos con una movilidad compleja y con patrones de
interacción alrededor del 6.000 AP, o probablemente antes. Alrededor del 3.000 AP, un
primer proceso social pudo haber diferenciado a los grupos del norte (Norte del Río
Chubut, paralelo 42-42º) hablantes del günune a iajüch diferenciándolos de otros grupos
hablantes de una hipotética lengua común denominada chon (o Tsoneka). Alrededor del
2.500 AP, los hablantes de esta lengua, ya diferenciados de sus parientes del norte, ya
tendrían palabras específicas para nombrar a los grupos especializados del litoral y a los
cazadores marinos del oeste y del sur. Existen evidencias de intercambio biológico entre
cazadores de estepa y pescadores canoeros del sur del río Chubut y del oeste andino
(González, 2003) que podrían ser tentativamente datadas dentro de este período (ver
también Bate, en prensa).
Llama la atención la mayor diferenciación lingüística en la Patagonia Occidental que en la
Patagonia Oriental. Si hace 2.000 años las lenguas Alakaluf ya están bien diferenciadas de
las lenguas y dialectos yagan (aunque la diferencia no sea observable en el registro
arqueológico (Ocampo et al., 2004; Vila et al., 2006)33
La investigación lingüística establece una separación entre las lenguas habadas por los
grupos continentales (aónik’o ais, teuschen y variantes) y los isleños (selk’nam, haush y
variantes) alrededor del 1.500 AP. El cruce del estrecho de Magallanes por poblaciones
, las lenguas del tronco chon tardaron
mucho en mostrar diferencias léxico-estadísticas relevantes. Esta situación no debiera
conducirnos a afirmar acríticamente que la comunidad lingüística es la unidad social que se
enfrenta al stress económico. Simplemente, el contacto con otros poblaciones tuvo que
haber sido mucho más importante en la estepa continental y en las costas orientales que en
las costas occidentales y meridionales (Nettle, 1999; cf. también Currie y Mace, 2009).
33 Tengamos presente que la principal diferencia tecnológica entre poblaciones es la morfología y proceso de
producción de la canoa, elemento que aunque conservado en el registro etnográfico, no se ha recuperado
hasta la fecha en ningún registro arqueológico publicado. Aunque las diferencias de Cultura material fuesen
relevantes, los preservación diferencial de esos materiales hace imposible la visibilidad de las diferencias.
310
cazadoras recolectoras que aparentemente desconocían la navegación por medio de canoas,
o quizás conocieras otro medio de transporte como las balsas, es un hecho que todavía está
en discusión. Las lenguas habladas a ambos lados del estrecho son muy similares (Viegas
Barros, 2005), pero hay diferencias arqueológicas relevantes en el material cultural (Borrero,
1989-90; Lanata, 2002). El vocabulario selk’nam y haush está lleno de términos utilizados
para referirse a recursos que no aparecen en la isla de Tierra del Fuego; por ejemplo, el caso
de una de las presas de caza favoritas de los cazadores de las estepas continentales, el
“choique”, pterocnemia pennata ausente en las estepas insulares. Los cazadores de la región
esteparia de la isla, que hablan una variante del selk’nam, se referían a sí mismos como “el
clan de la rama separada” (Najlis, 1973, citado en Viegas Barros, 2005); contaban con mitos
cuyo relato simbólico hacían referencia de su separación de los grupos continentales.
Aunque la cronología lingüística -1.500 AP- parece tardía, concuerda con la mayoría de los
datos radiocarbónicos de los yacimientos del norte de la Isla (Borrero y Barbarena, 2004).
Obviamente, esta hipótesis no excluye la existencia o posible arribo de otros grupos a la isla
antes de esta cronología. Registros arqueológicos recientes han descubierto yacimientos
datados entre el 7.000-4.000 AP a lo largo de la costa atlántica de la Isla de Tierra del Fuego
(Saleme y Bujalevsky, 2000; Lanata, 2002).
8.6. La construcción histórica de la Variabilidad Cultural en Patagonia continental
Lo antiguo de la diferenciación cultural en Patagonia se puede poner en relación con un
hipotético mantenimiento de las formas sociales de interacción entre poblaciones humanas
de las estepas orientales, lo que contrastaría con la considerablemente mayor restricción de
las redes sociales en las costas y canales occidentales y meridionales. Durante 5000 años, en
los bosques y estepas al este de los Andes, una escasa población, organizada en grupos
pequeños, muy móviles y dispersos en áreas de alrededor de 100 km de radio, interactuaron
frecuentemente con escasa competencia entre ellos, dada la ausencia de un uso
especializado del ecosistema (Steele et al., 1998; Borrero, 2001; Borrero et al., 2009a, 2009b;
Franco y Cirigliano, 2009). Hasta que no cambiara el mecanismo de interacción (exogamia,
intercambio de bienes, etc.), no pudo haberse transformado la regularidad cultural de lo que
había sido desde el origen una misma población. En esta sección abordaremos la
continuidad histórica y las evidencias de cambio cultural a lo largo de toda la ocupación
humana en Patagonia continental.
311
Para Patagonia continental, no se dispone de evidencias suficientes para plantearse la
continuidad humana –que no cultural- entre las primeras poblaciones que colonizaron el
territorio hace 13.000 años y las que caracterizan el presente etnográfico. La discontinuidad
poblacional en Patagonia septentrional (Cueva Traful, Cuyín Manzano, Epullán Grande)
entre las primeras ocupaciones datadas alrededor del 10.000 AP y las ocupaciones datables
alrededor del 7.000 AP, irían precisamente en la dirección de afirmar la posible no
continuidad de las poblaciones (Boschín, 2001, 2010). La antigüedad de la ocupación
humana de la estepa patagónica durante la transición Pleistoceno-Holoceno ha podido ser
bien establecida (Nami, 1996; Borrero, 1996; Borrero y McEwan, 1997; Borrero et al.,
1998; Salemme y Miotti, 2003). Los comienzos de los asentamientos fueron un lento
proceso de exploración y colonización del territorio, llevado a cabo por pequeñas bandas,
muy móviles y dispersas, con áreas aproximadas de abastecimiento de alrededor de unos
100 Km de radio (Dillehay, 2000). Estos primeros grupos se caracterizaban por bajas
densidades de población y por la ausencia de un uso especializado del ecosistema dado la
falta de competición y debido a la distancia y dispersión entre bandas (Mengoni Goñalons,
1986; Borrero, 2001; Massone, 2004).
Se ha definido un periodo tentativamente situado entre el 9.500 AP y el 7.000 AP en el que
no se observan diferencias estilísticas entre los grupos situados en Patagonia meridional,
central y en la Patagonia septentrional andina (Borrero, 1989)34
, caracterizado
habitualmente por la tradición estilística de la industria lítica denominada “Toldense”
(Gradin, 1980; Cardich y Paunero, 1992; Cardich et al., 1994), cuyos prototipos se
encuentran en toda Patagonia, y que quizás coincidiría con la época en la que las hablas
proto-gününa y proto-chon todavía están confundidas en una misma habla originaria.
Es durante el periodo situado tentativamente entre el 7.000 y el 4.500 AP (Borrero, 1989,
2008; Borrero y Mena, 2007) cuando ya no sólo las poblaciones occidentales/meridionales
se diferencian de las poblaciones orientales por su subsistencia y estructura de la
producción, sino que incluso los cazadores pedestres orientales empiezan a diferenciarse
34 Este autor no cree que esta semejanza estilística represente la migración de una población homogénea en
esta fase, sino que sería resultado de una misma adaptación a las condiciones locales de poblaciones distintas.
Esta afirmación parece contradictoria al señalarse la evidente diversidad topográfica y ambiental en la cuenca
del Río Chico (Patagonia extra-andina meridional), la cuenca del Río Deseado (Patagonia extra-andina
centro-meridional), y el valle de Traful (Patagonia andina-septentrional).
312
entre ellos. Es en este periodo cuando arqueólogos y arqueólogas distinguen la aparición de
formas estilísticamente diferenciables en los útiles líticos, en especial el estilo denominado
“Casapedrense” (Gradin, 1980; Cardich y Paunero, 1992; Cardich et al., 1994; Langlais y
Morello, 2009), caracterizado por la industria de láminas u hojas, con la presencia de
núcleos prismáticos y piramidales. Las láminas son utilizadas principalmente para la
manufactura de cuchillos y raspadores, e interesantemente carecían de puntas de proyectil
pero contaban con bolas para armas arrojadizas. Este estilo daría una apariencia de unidad
cultural a la Patagonia meridional y centro-meridional, destacando las semejanzas
observadas tanto a nivel morfo-tecnológico como respecto a la conformación de estos
soportes por retoque marginal preferentemente en cuchillos y raspadores (Langlais y
Morello, 2009), al tiempo que se podrían observar los primeros indicios de diferenciación
con la Patagonia septentrional, entre cuyo instrumental lítico serían poco abundantes los
instrumentos basados en tecnología de hoja, característica del sur (Aschero, 1987, 2000;
Orquera, 1987; Fiore, 2006; Boschín, 2001). Más tarde, la misma región septentrional
mantendrá la distinción respecto al sur en cuanto a la morfología de las puntas de flecha
(Boschín, 2001; Prates, 2006). Los rasgos característicos del arte rupestre del Sur de
Patagonia de esta época también se distinguirían de los del norte, en donde serían más
abundantes los grabados (Fiore, 2006; Orquera, 1987; Boschín, 2010). De ahí que Mena
(1997) haya sugerido que entre el 6.000 y el 3.000 AP el área de la Patagonia meridional,
entre el Río Chubut y el Río Chico (latitud 42º-50º) pudo haber sido una “macroregión
cultural” cuya extensión espacial coincidiría con la homogeneidad en pinturas rupestres y
estilos característicos de la industria lítica. Correspondería al periodo hipotético en el que
los hablantes de una lengua proto-chon se separan de los hablantes de lenguas de un posible
tronco “proto-Gününa”. En cualquier caso los ríos patagónicos no pueden ser
considerados límites naturales que impiden la movilidad poblacional, como ha sido
demostrado por Borrero y Carballo (1998), y Pérez de Micou y otros (1992). La diversidad
puede ser únicamente observada a nivel macro, cuando se consideran amplias áreas
culturales sin límites bien definidos.
Se ha sugerido que el “Casapedrense” habría tenido su fin hace 4.000/3.750 años,
aparentemente después de una erupción del volcán Hudson que presumiblemente habría
interrumpido el poblamiento en muchas regiones y habría marcado un importante cambio
ecológico que marcó la forma de conseguir la subsistencia (Cardich y Paunero, 1992; De
Porras et al., 2008). No obstante, las dataciones radiocarbónicas no coinciden, y los
313
presuntos efectos catastróficos de la erupción no se han confirmado en yacimientos mucho
más próximos al área de la erupción.
Boschín (2000) ha sugerido que alrededor del 3.000 AP poblaciones culturalmente
emparentadas con las del norte de la Patagonia Central habrían iniciado la colonización de
las regiones más septentrionales de la Patagonia, en las proximidades de la Meseta de
Somuncurá, también caracterizadas por la ausencia de instrumentos líticos identificables
como “puntas de flecha”. Quizás haya que ponerlo en relación con la diferenciación
lingüística de grupos Mecharnwekenk o Chüwach a Küna35
.
Por todo ello, resulta difícil establecer cambio cultural alguno después de la tradición
“Casapedrense”, además de que no se han podido distinguir unidades culturales entre el
4.000 y el 2.000 AP (Borrero, 1989), como no sea la perduración del “Casapedrense” en el
que se ha denominado “Protopatagoniense de tradición Casapedrense” en las cuencas de
los ríos Deseado y Chubut (Gradin, 1980; Aschero, 1987). Boschín (2010) ha afirmado que
el correlato histórico de lo que arqueológicamente se denomina “patagoniense”, sería la
etnia tehuelche, esto es, las poblaciones hablantes de Teushen y Aonik’aischchch. El rasgo
distintivo de la industria Patagoniense son las puntas pedunculadas de limbo triangular con
aletas con retoque bifacial extendido. Estas puntas habrían constituido flechas para los
arcos (Gradin et. al., 1979; Aschero, 1987; Franco et al., 2005). En La Cueva de Las Manos
(Subárea del Río Pinturas, Santa Cruz) el estrato arqueológico que contiene artefactos del
Patagoniense ha sido datado en 1.610 años AP, mientras que en el sitio Cerro de los Indios
(Santa Cruz) este nivel cultural ha arrojado una fecha radio carbónica de 1.420 años AP
(Gradin, 1980). Crivelli (1987) ha sugerido relaciones entre las industrias
protopatagonienses de la Patagonia Septentrional y las de tradición casapedrense de la
Patagonia Central, lo que podría interpretarse como continuidad de una misma población,
con escasos elementos visibles de diferenciación en los que se ha preservado de su cultura
material.
Es interesante resaltar al respecto que los vocablos usados para “arco y flecha” son
diferentes en varias lenguas al Norte y al Sur de las estepas continentales patagónicas.
Viegas Barros (2003) sugiere la posible ausencia de estos instrumentos cuando el grupo
35 Gradin (1978) consideró que la distribución de los grabados rupestres con símbolos “de pisadas” sería
coincidente con el área donde se desplazaban los Mecharnwekenk históricos. (cf. Boschín, 2010).
314
inicial era culturalmente homogéneo –durante el “Casapedrense” y aún antes-, seguido por
una invención y adopción separada una vez que la diferenciación ya estaba en marcha.
Otro instrumento clásico para la caza, las boleadoras, podrían haber mantenido su uso
original y significado original, lo que sugiere la antigüedad de este instrumento de caza.
Arqueológicamente las boleadoras han sido datadas tempranamente, siendo características
de los primeros pobladores de la región (Aschero, 2000; Gradín, 1980).
La distribución de la cerámica constituye un indicador posible para el proceso de
diferenciación poblacional a lo largo de los últimos mil años (Nacuzzi, 1987). Es difícil
reconstruir vasijas a partir de los pocos fragmentos encontrados, pero parece ser que los
jarros globulares fueron las formas predominantes, probablemente estarían relacionados
con el procesamiento de plantas (Bouza et al., 2007; Gómez Otero, 2007). Las vasijas
fueron probablemente realizadas localmente y con materia prima local. Los patrones
decorativos demuestran algunas relaciones con los motivos de arte rupestre
contemporáneos (Bellelli, 1980; 1991), pero estas investigaciones todavía se encuentran en
su fase inicial. La cerámica nunca llegó a implantarse al sur del río Santa Cruz (50º LS); al
norte de esta región la cerámica no es frecuente, pero aparece en pequeñas cantidades en la
mayoría de los sitios arqueológicos desde el 1.000 AP, evidencia de la existencia de redes de
interacción social que pusieron en relación grupos que quizás fueran culturalmente
distintos. En el sitio Cerro Shequen, en la subárea del Sudoeste de la Provincia de Chubut,
se encontró un nivel ocupacional con restos de cerámica que fue datado en 1.250 años AP
(Gradin et. al., 1976). Este es el único fechado radio carbónico que permite señalar la
llegada de la alfarería a la Patagonia Norte (región comprendida desde el Río Negro hasta el
Río Chubut). Existe la posibilidad de que la alfarería haya sido conocida en Chubut antes
de que lo fuese en el área transicional andino-patagónica (especialmente en Neuquén, en
donde ha sido fechada en el siglo X de nuestra era) (Gradin, 1980). En la zona sur de
Neuquén (Lago Traful) la cerámica hallada está generalmente decorada en forma incisa con
motivos geométricos (líneas simples, dobles y triples, algunas punteadas, y algunas en zig
zag (Silveira, 1984). Este tipo de motivos pueden compararse con los de las pinturas
rupestres del Cerro Shequen que describiera Gradin (1978). Gradin (1980) sugiere que esta
fecha para la alfarería lleva a pensar en una distinta vía de penetración en la Patagonia
Central, probablemente relacionada con el área transicional pampeano-patagónica,
contribuyendo de esta manera a un proceso de desarrollo regional que terminaría en la etnia
tehuelche.
315
La diferenciación cultural no se detuvo en este punto y la existencia de variaciones
lingüísticas adicionales, a nivel dialectal más que de lengua, habría continuado a través de
diferentes trayectorias históricas. Dado que la diferenciación territorial se habría producido
por un proceso de fisión similar al de la diferenciación lingüística, podría sugerirse que el
incremento de la territorialidad y las diferencias grupales más allá de las diferencias
lingüísticas o de origen étnico ya estaban en marcha en este periodo. En este nivel de
diferenciación, tanto el parentesco como las alianzas políticas, constituyeron el único
mecanismo para ajustar los límites de los grupos sociales, que difieren en tamaño, lenguaje,
cultura, estructura social y probablemente también en la naturaleza de sus actividades
económicas predominantes. Alrededor del 1.000-800AP, la mayoría de poblaciones
patagónicas incrementó su territorialidad-, en tal forma que nuevos grupos se diferenciarían
en su lenguaje: teuschen, aónik’o ais, haush, selk’nam, etc. Obviamente, esto no significa que
estas fueran las únicas variantes lingüísticas; son simplemente las únicas que han podido ser
reconstruidas a partir de listas de palabras preservadas. Seguramente, las variaciones
lingüísticas y culturales fueron mayores para el norte patagónico (Boschín, 2001), donde
ningún dialecto del günuna a iajüch es actualmente conocido, al igual que en Patagonia
central (Viegas Barros, 2005).
Bellelli y otros (1998, 2000a, 2000b) plantean que un progresivo aumento de la aridez a lo
largo del Holoceno Tardío habría llevado a los pobladores de la estepa a establecer
estrategias de complementación con los recursos del bosque considerados recursos
constantes y predecibles pero con alto costo de obtención. El progresivo incremento de
aridez podría haber causado la reducción de recursos de agua fresca y la reducción de
disponibilidad de cursos de agua espacialmente concentrados, limitando así los
movimientos animales y los asentamientos humanos, y conduciendo a especializaciones
sociales mayores en el uso de espacios físicos. En este mismo sentido, la apertura de redes
de intercambio social podría haber compensado la reducción de movilidad de patrones
residenciales y el nucleamiento de asentamientos humanos.
El cambio climático producido durante la Anomalía Climática Medieval o (“La pequeña
Edad de Hielo”,) ocurrida hace 100 años, entre el 1.021-1.228 DC (Stine, 2000; Meyer y
Wagner, 2008), habría provocado situaciones de estrés ambiental cuyas consecuencias
sociales conducirían a definir nuevas estrategias como migración, conflicto y aumento del
316
desarrollo tecnológico mediante el cual se pudieran maximizar los recursos disponibles. Las
características ecológicas de diferentes ambientes condicionarían la distribución de las
poblaciones humanas, su movilidad y el acceso a los recursos. Durante el cambio climático
del 1.021-1.228 DC, el incremento de la tasa de aridez en el área podría haber causado la
reducción de fuentes de agua potable, restringiendo espacialmente y concentrando los
movimientos animales y los asentamientos y conduciendo a una mayor especialización
social en el uso del espacio físico. La apertura de las redes de intercambio social pudo haber
compensado la reducción de la movilidad de los patrones de residencia y la agrupación de
los asentamientos. Arqueológicamente, las altas tasas de entierros reutilizados en el área
sugiere que los grupos estarían cada vez más fijos y ligados a un territorio específico. La
concentración de arte rupestre en la meseta del Lago Strobel podría sugerir la agregación de
diferentes grupos en lugares específicos. Parece difícil generalizar esta hipótesis a la mayor
parte de Patagonia, dado que los datos paleobiológicos y geológicos al sur de la Patagonia
demuestran altos y contrastantes grados de de humedad, tanto es así que el fenómeno
climático tendría efectos diferentes en diferentes lugares (Favier-Dubois, 2004).
Las listas de palabras recolectadas por los primeros viajeros europeos durante el siglo XVI
(Pigafetta y Fletcher) provenían de grupos indígenas contactados en la costa atlántica al sur
del paralelo 48º (Cabo Blanco y Río Deseado). Muchas de esas palabras resultan ser
bastante diferentes de las variedades lingüísticas del aónik’o ais y teuschen. Se ha sido sugerido
(Viegas Barros, 2005) que estas diferencias pueden explicarse en términos de una tercera
lengua de la familia lingüística chon, restringida al área de la costa atlántica. Probablemente
en relación con esta interpretación habría que citar el cambio en el significado de algunas
palabras, que en el chon original designaban ciertas actividades relacionadas con la pesca,
pero que posteriormente designaban términos dentro del campo semántico de la caza. El
significado original se habría mantenido en selk’nam y haush (Viegas Barros, 2005).
El registro arqueológico de los yacimientos precontacto de la costa atlántica puede ser
utilizado para validar la hipótesis de un grupo específico de la costa atlántica con su propia
individualidad antes de la llegada de los europeos (Moreno, 2003; Gómez Otero, 2007).
Otra prueba parcial procede de los análisis biológicos de huesos humanos procedentes de
algunas áreas costeras que sugieren un rango de movilidad restringido alrededor de las
localidades litorales (Berberena, 2002; Gómez Otero, 2007). Finalmente, podemos
mencionar la existencia de una antigua palabra utilizada para canoa (yenya), ya existente en la
317
originaria lengua común alrededor del 3.000 AP, aunque la existencia de medios de
navegación todavía no haya podido ser comprobada arqueológicamente. Sería necesario
registrar las islas que se encuentran frente a las orillas continentales del Atlántico.
Después de una conspicua falta de fuentes históricas para la segunda parte del siglo XVII,
las crónicas del siglo XVIII aportadas por los viajeros europeos, parecen unánimes al
describir la falta de explotación de los recursos marinos. Dos sitios arqueológicos
contemporáneos localizados sobre la costa también confirman esta observación (Moreno y
Videla, 2007). Por ese motivo puede sugerirse que la especificidad cultural de los grupos de
la costa habría desaparecido durante el siglo XVII, justo después del primer registro de
viajeros, quizás por los contactos con las colonias (epidemias, etc). La región pudo haber
sido repoblada luego por cazadores ecuestres sin tecnología para o la experiencia para
utilizar o consumir recursos marinos o por grupos costeros que pudieron haber sido
integrados en nuevas redes de intercambio social con grupos de la estepa interior,
perdiendo de esta manera su economía y lengua.
Alrededor del período de contacto (siglo XVI) o aún un poco antes, el uso de la lengua
aónik’o ais comenzó a expandirse hacia el norte (y probablemente también hacia el este y
oeste (Viegas Barros, 2005). Este idioma llegó a ser una lengua común entre diferentes
grupos, si bien luego fue substituida por otras lenguas hasta que una cultura común,
denominado por algunos investigadores “complejo tehuelche” (Escalada, 1949), integró los
antiguos grupos en un grupo con lengua similar y con una actividad económica similar
(comercio). La distribución geográfica de estilos de arte rupestre tardíos (una clase de
decoración geométrica denominada “estilo grecas”) y la distribución de la cerámica es
consistente con esta hipótesis (Belardi, 2004). Algunos estudios modernos de antropología
biológica hasta sugieren la existencia de intercambios poblacionales entre algunas áreas
específicas (Barrientos y Pérez, 2004).
De esta forma, el “complejo Tehuelche” del siglo XVII pudo haber reunificado social y
culturalmente lo que pudo haber sido un proceso de diversificación a diferentes niveles por
más de 200 años. Desde ese tiempo en adelante la lengua mapundungun del oeste andino,
comenzó a substituir a las lenguas del este, además de modificar algunos aspectos del
complejo tehuelche, como la cultura material y las redes de interacción social. Es
318
importante explicar esta unificación cultural como un proceso histórico dialéctico, y no
como un rasgo específico de estos grupos.
Esta homogenización tardía y progresiva de las lenguas y las culturas de la Patagonia, fue
probablemente causada por el incremento en la frecuencia y en la intensidad de los
mecanismos de intercambio de larga distancia (Palermo, 2000). La mayor complejidad
social provocó que interacciones entre grupos diversos fueran más intensas y frecuentes, lo
que a su vez llevó a la transformación de los medios tradicionales de reproducción social y
orden político. Los mecanismos para las decisiones colectivas se volvieron progresivamente
más diferenciados jerarquicamente, a la vez que los grupos humanos aumentaron de
tamaño y en diversidad de composición étnica. En consecuencia las relaciones sociales de
producción comenzaron a adquirir algunas características relacionadas con la dominación.
¿Por qué en esa época las poblaciones indígenas modificaron su movilidad residencial
tradicional y sus patrones de dispersión? ¿Por qué adoptaron movimientos de largo alcance
basados en relaciones políticas en lugar de movimientos basados en la explotación
diferencial de los recursos naturales de diferentes áreas? Tradicionalmente, la introducción
del caballo en momentos históricos ha sido considerada un elemento clave para responder
estas cuestiones. No obstante, la idea de un “complejo ecuestre” ha sido fuertemente
criticada por considerarla una explicación simple y reduccionista del cambio social, que se
refiere la superficialidad del fenómeno y no a las bases materiales del mismo. Si se
comparan los resultados de la introducción del caballo entre poblaciones continentales
meridionales y septentrionales, se observa una gran diferencia. Mientras el grupo
meridional (hablante de la lengua aonik’aisch) introdujo el caballo tardíamente en su sistema
productivo y continuó siendo nómada cazador-recolector durante el siglo XIX, los
poblaciones septentrionales (hablantes de la lengua gününa-aijsch) demostraron marcadas
transformaciones a nivel económico implicando nuevos aportes alimentarios a su dieta,
cambio hacia la ganadería equina y bovina e intercambio regional de ganado (Palermo
1986). En paralelo a la intensificación de las relaciones con los pueblos del noroeste
cordillerano, se introdujeron nuevos conocimientos sobre las prácticas agrícolas vinculadas
al consumo local. El conocimiento actual solo permite sugerir que la adopción del caballo
afectó directamente una dinámica social característica desde tiempos prehistóricos,
alimentando algunas transformaciones en las relaciones sociales de producción, pero las
319
condiciones para esta transformación ya estaba en marcha mucho tiempo antes de la
llegada de los europeos.
8.7. Registros sobre la Variabilidad Social y Política.
Los documentos históricos de los tiempos del contacto colonial mencionan diferencias
importantes en la naturaleza de las organizaciones sociales y políticas entre los habitantes
de la costa sur y oeste y de las islas por una parte, y por otra entre los habitantes de la costa
este y del interior. Parece que los grupos cuya economía era más dirigida hacia la
explotación de los recursos litorales tenían una organización simple y menos compleja de
relaciones de producción que la de los cazadores de guanaco de la estepa.
Las descripciones etnográficas e históricas son de valor desigual, y no siempre generan una
imagen clara sobre la reproducción social de las poblaciones indígenas. Aunque la calidad
de los datos etnográficos e históricos sea muy pobre, sugerimos como una hipótesis de
trabajo que los habitantes de la estepa patagónica y de la costa atlántica durante los
primeros momentos de contacto con europeos, y después de haber adoptado el caballo,
basaban parte de sus interacciones a nivel de familias extensas, con una fuerte exogamia.
Estos grupos eran diversos de acuerdo con su territorio, actividad, riqueza y número de
personas. La división del trabajo era fuertemente marcada entre los hombres y las mujeres.
La explotación del trabajo femenino por parte de los hombres fue algo observado por la
mayoría de los viajeros, especialmente las mujeres europeas de entonces (Dixie, 1880). Los
hombres tenían la posibilidad de tener el número de esposas que pudieran mantener;
teniendo los hijos de estas mujeres los mismos derechos (Viedma, 1780; Musters, 1871).
Desde las primeras crónicas, contamos con evidencia de diversas formas de jerarquía
política, como jefes o caciques (Tomé Hernández, 1587). Mascardi (1670) menciona la
agrupación de familias alrededor del prestigio de algunos de sus líderes. En 1780, Antonio
de Viedma describió grandes grupos bajo el liderazgo de un jefe de alto rango del grupo.
Estos amplios grupos estarían subdivididos en pequeños grupos bajo el liderazgo de sus
propios jefes, con cierto grado de independencia reconocido. Cada jefe o líder tendría
control de un territorio específico, y los miembros del grupo podrían no poder entrar en
ese territorio sin sus permisos (Viedma, 1780). Los grupos generalmente pagaban para
pasar a través de esos territorios y tener derecho a utilizar sus recursos (Musters, 1871).
320
Otros viajeros mencionan que los jefes se volvían pobres porque distribuían lo que tenían a
sus seguidores para poder satisfacerlos y para celebrar su generosidad (Muñiz, 1826; Cox,
1863). Dado que estas personas podrían elegir a sus líderes, sin un comportamiento
redistributivo muchos jefes habrían corrido el riesgo de ver su poder socavado.
Podemos interpretar las descripciones del siglo XIX (Coan, 1833; D’Orbigny, 1833;
Bourne, 1853; Schmid, 1858; Moreno, 1969; Cox, 1863; Claraz, 1866; Musters, 1871;
Beerbom, 1877; Lista, 1879, 1894; entre otros) en términos de una configuración social con
dos niveles de jerarquía, con el nivel superior indistintamente detentado por hombres o por
mujeres. La jerarquización suele aparecer en grupos de más de 1.000 personas. Por debajo
un segundo nivel jerárquico en el que un jefe menor tendría algún grado de autoridad sobre
pequeños grupos. En algunas ocasiones, especialmente en el norte patagónico, este
segundo nivel jerárquico se subdividía en rangos jerárquicos de menor nivel. El nivel social
más bajo era el de los cautivos reducidos a la esclavitud, cuyas posibilidades de movilidad
social eran extremadamente bajas. La mayoría de los miembros del grupo no tendrían
acceso al liderazgo, pero eran económicamente y políticamente auto-suficientes, con la
posibilidad de elegir libremente el grupo de pertenencia.
Cabe señalar además la constitución de alianzas formadas entre linajes masculinos dentro
de la misma comunidad y entre poblaciones, tanto como recurso de emergencia en caso de
riesgo subsistencial, para resolver los conflictos sociales que pudieran haberse planteado, o
para asegurar el intercambio de mujeres en edad reproductora, tal y como evidencian los
datos del presente etnográfico (patrilocalidad, homogeneidad del patrón de variación del
cromosoma Y).
En Patagonia sur y central, la autoridad de los jefes era probablemente bastante alta,
liderando la movilidad territorial del grupo y explícitamente liberados del trabajo (Musters,
1871). La prevalencia de un jefe era bien reconocida por sus seguidores y vecinos durante
su vida y aún era recordada después de su muerte, y sólo en caso de guerra podrían adquirir
mayor autoridad restringiendo la libertad individual de los miembros del grupo. En casos
de guerra, los cautivos eran integrados dentro de los grupos familiares como sirvientes o
una clase de esclavo.
321
El cambio experimentado a partir del contacto colonial resulta obvio. A finales del siglo
XVIII, en algunas partes del norte patagónico donde el contacto europeo y los conflictos
intergrupales eran más fuertes, la jerarquización social se fue consolidando, con marcadas
diferencias sociales y la aparición de élites sociales con derecho familiar de sucesión
(Mandrini, 2002). Los mecanismos políticos de control social empezaron a expresarse a
través de la regulación de los derechos territoriales y de la reproducción social. La autoridad
se fue restringiendo a través de la emergencia de “jefaturas” y legitimizándose por medio de
la utilización de ritos y símbolos (Vezub, 2009).
Existen referencias de mujeres en la cima de las jerarquías políticas, y no sólo con derechos
adquiridos como viudas, esposas de jefes o hechiceras. Los viajeros europeos mencionan a
las “reinas indias” tanto en el norte patagónico como en el centro-sur. Se trataba de
mujeres respetadas con poder e influencia sobre los grupos y sobre los recursos de su
territorio (Mascardi, 1670; Viedma, 1780; Fitz Roy, 1839; Darwin, 1839; Coan, 1833). El
hecho de que algunas de ellas estuvieran emparentadas con hombres poseedores de un
cierto grado de poder político (padres, hermanos) sugiere la importancia del parentesco en
la organización política. Musters (1871) también mencionó la relevancia de los matrimonios
para obtener influencia política y prestigio social. En el siglo XIX, pero probablemente
antes, algunos de las jefaturas tenían un carácter hereditario importante (Nacuzzi, 1999;
Vezub, 2005). Aunque no se pueda concluir fácilmente que el poder político y el liderazgo
era siempre transmitido de padre o madre a hijos o hijas, algunas familias mantuvieron el
prestigio y la influencia social de sus miembros principales por más de dos o tres
generaciones.
Los mecanismos de toma colectiva de decisiones habrían intensificado la tendencia hacia
una mayor jerarquización social, inherente al incremento en el tamaño, al desarrollo de la
división social del trabajo y a la composición socialmente más diversa de las poblaciones
humanas. Así pues, es a lo largo de los siglos XVIII y XIX, cuando las relaciones sociales
de producción comenzaron a perfilar características fuertemente relacionadas con la
diversidad y la desigualdad social. Basando su trabajo en los estudios histórico-económicos,
Raúl Mandrini ha analizado las causas relacionadas con el creciente proceso de
complejización social, considerando que los circuitos mercantiles y ganaderos indígenas que
abastecían a los mercados coloniales establecidos durante el siglo XIX, ponían en relación a
las poblaciones indígenas de ambos lados de la cordillera. Esta amplia red de intercambio
322
habría estado conformada por diferentes núcleos de producción, intercambio y
movilización de recursos basados fundamentalmente en una economía pastoril (Mandrini
1988, 1992a). Este autor ha sugerido que el control de este circuito estaba en manos de
cacicatos consolidados, que presentaban diferencias jerárquicas, legitimando su poder en
base a la pertenencia a una elite familiar poseedora de los derechos de sucesión. Los
caciques poseerían atribuciones relevantes en lo que se refiere al liderazgo político, al rol de
intermediación con las autoridades criollas, a la posesión de bienes suntuarios de prestigio y
a la redistribución (Mandrini, 2002). Varios autores insisten el carácter flexible de esas
alianzas, que se acordaban y olvidaban con mucha rapidez a partir del momento en que
estas poblaciones empiezan a interactuar con el colonizador. En este mismo sentido, las
jurisdicciones territoriales no deberían haber tenido una antigüedad de siglos; es incluso
probable que en su mayoría no pasaran de una generación a otra (Nacuzzi 1998, Vezub
2009). Para la segunda mitad del siglo XIX en la Patagonia noroccidental, Julio Vezub
(2005) analiza específicamente la Gobernación Indígena de las Manzanas gobernada por el
cacique Valentín Sayhueque, considerado un ejemplo paradigmático en cuanto al rol
coercitivo ejercido por los caciques norpatagónicos. Conceptualiza la organización política
como las jefaturas de nuevo tipo entendida como la estructura de poder que reordena al
conjunto de las relaciones sociales a partir del quiebre de las relaciones de reciprocidad, la
formación de un aparato burocrático e incremento de los contactos con los estados y las
economías de mercado. Al analizar los rótulos y registros utilizados en la correspondencia
entre el cacique indígena y el estado argentino, puedo establecer los fuertes vínculos
familiares existentes entre las diferentes etnias indígenas articulando con una organización
política compleja y jerárquica.
El tamaño promedio de las poblaciones en tiempos de adopción del caballo era de unas
500 personas, sugiriendo que no estamos describiendo sociedades simples a nivel de
bandas no organizadas. Ahora bien, si las decisiones de las poblaciones hubiesen estado
basadas en una optimalidad perfectamente racional, habrían aparecido comunidades de
gran tamaño, probablemente, por ser más eficientes en esas circunstancias. Sin embargo, la
probabilidad de un incremento en la tensión social (falta de reciprocidad en relaciones
exogámicas, sobre todo) habría acentuado la tensión hacia la fisión social una vez el grupo
alcanzaba un tamaño crítico. El avance del estado y el incremento en el nivel de conflicto
habría disparado mecanismos de fisión, migración y conformación de jefaturas afianzando
los procesos de etno-génesis como los acaecidos en el norte patagónico a mediados del
323
siglo XIX, resultando en la desarticulación de la organización política de las etnias del
período pre contacto y la necesidad de generar y consolidar nuevas estructuras políticas de
asociación, resistencia y coalición (Villar y Jiménez, 2000).
Fig. 61: Siglo XIX indígenas del grupo conocido como Manzanero de la cordillera
patagónica norte, Carmen de Patagones en 1886 (Catálogo Ecos históricos de la Patagonia.
Aborígenes y misioneros, siglo XIX (42)).
Ana Albornoz y Adán Hadyuk y (2001) han publicado evidencias arqueológicas en este
mismo sentido. Ambos analizaron arqueológica e históricamente los pasos cordilleranos del
noroeste patagónico, conocidos como camino de las lagunas, los que atravesaban áreas
terrestres como lacustres. A partir del uso de fuentes históricas, principalmente las
producidas por misioneros, intentan diferenciar las etnias que habitaron en el período
comprendido entre el siglo XVI y XVII la región del lago Nahuel Huapi. Los autores
escriben acerca de la identificación étnica y de la comparación descriptiva que hace a los
componentes arqueológicos hallados, identificando la presencia y ausencia de rasgos guías.
Es precisamente la identificación de rasgos guía lo que les permite hacer comparaciones
con sitios de contacto y pre-contacto, con el fin de definir un área de intercambio cultural.
Arqueológicamente, los trabajos de la arqueóloga Ana Biset y la historiadora Gladys Varela
(1991) sobre la excavación de un cementerio indígena del siglo XVIII correspondiente al
sitio Caepe Malal (Neuquén), intentan confrontar la evidencia material producto de las
excavaciones con esta hipótesis histórica, dado que este sitio presentaba abundante material
europeo e indígena. La consecuente explicación intentó superar la mera descripción de
324
etnias diferentes y el intercambio de objetos entre ellas, interpretando el material
arqueológico “exótico”, en ese contexto neuquino particular, en función de su
intermediación entre las economías capitalistas coloniales de Buenos Aires y Santiago de
Chile. El abundante material asociado a los entierros permitió identificar diferencias,
proponiendo que el sitio representaría un período de transición hacia los grandes cacicatos
del siglo XIX.
Fig.62: Área arqueológica de Caepe Malal, cordillera patagónica norte (Dellanegra y Novellino, 2005)
Para resumir, la estructura social se caracterizaba por su carácter abierto y dinámico, capaz
de construir diversas formas sociales de atracción y rechazo. Al final de sus trayectorias
históricas, los sistemas políticos de los indígenas patagónicos se basaban en políticas
competitivas que eran irregularmente configuradas en sus estructuras sociales y flexibles en
su composición numérica. La organización social era expresada a través de los derechos
territoriales y de la pertenencia social. La autoridad estaba restringida por el parentesco, y
legitimada por el uso de ritos y símbolos.
325
8.8. Discusión.
De acuerdo a las observaciones que hemos realizado sobre la heterogeneidad de las
sociedades indígenas de la Patagonia, podemos afirmar que la diversidad ecológica
condicionó, ya que no determinó, la diversidad cultural. Variabilidad cultural significa en
este caso grupos humanos diferentes, con diferentes economías y sistemas de producción,
diferentes estructuras sociales y diferentes respuestas sociales a desafíos sociales y
ecológicos heterogéneos. Sin embargo, podemos afirmar la emergencia de algunos patrones
comunes a toda esta variabilidad. La agricultura nunca fue practicada al sur del paralelo 42º.
Incluso la cría de ganado fue parcialmente adoptada solo después de la introducción de
especies exóticas como el caballo. Para la mayor parte de su historia, los grupos
patagónicos elaboraron un sistema de producción con la suficiente flexibilidad como para
ser capaces de explotar diferentes recursos en diferentes lugares y con diferentes
intensidades.
Sin embargo, la producción cazadora recolectora no significa sociedades simples. Los
grupos no estaban determinados por lo que la naturaleza les ofrecía, aunque si estaban
restringidos por la disponibilidad espacial de algunos elementos y por la ausencia de otros y
por la impredictibilidad de la productividad natural. La movilidad física constituyó una
estrategia económica, socialmente implementada, que permitía la explotación de territorios
más amplios y simultáneamente contribuyó a la creación de redes sociales de intercambio.
La fisión de los grupos sociales constituyó una característica importante del proceso social.
De esta forma podemos entender la formación histórica de las fronteras lingüísticas y
culturales dentro de una perspectiva de homogeneidad económica relativa. Grupos
diferentes se pudieron haber separado de grupos anteriores comunes. Más que aislamiento
físico y adaptaciones locales, sugerimos la deducción lógica de los flujos de interacción y
como nuevas áreas fueron resueltas, lo cual habría afectado la reproducción social. Las
dinámicas poblacionales en un territorio extremadamente extenso, el grado flexible de
movilidad residencial y los cambios ocasionales en la productividad natural explican el
predominio de interacciones sociales entre los grupos, aunque las redes de intercambio de
largo alcance también existieran. Trayectorias históricas divergentes entre recolectores-
pescadores canoeros y cazadores-recolectores terrestres, comenzaron tempranamente en la
secuencia temporal, y fueron mantenidas a través de siglos, aunque los intercambios
326
interétnicos fueran también un elemento importante. Los grupos humanos habitantes de la
Patagonia norte se diferenciaron de los del centro y del sur tardíamente en la secuencia
cronológica, construyendo formas de variabilidad social más complejas al final de su
trayectoria, basadas en la naturaleza diferencial de las redes de intercambio social con
vecinos que habían adoptado sistemas productivos diferentes.
Los conflictos y los intercambios entre grupos son aspectos opuestos de la misma realidad.
Las fronteras étnicas, lingüísticas, culturales, económicas y hasta territoriales fueron
extremadamente permeables de acuerdo a la evidencia presentada, sugiriendo un grado
considerable de mezcla poblacional. Los habitantes de Patagonia ajustaron sus mecanismos
de interacción (conflicto, guerra, matrimonios, intercambios, alianzas, esclavitud) de
acuerdo a condiciones históricas concretas y a la naturaleza cambiante de sus relaciones
sociales de producción.
El incremento de la jerarquía y de la complejidad social fue la consecuencia de la
transformación histórica de los patrones de movilidad. Cuando los núcleos iniciales de
asentamiento y las rutas de trashumancia fueron reemplazados por redes sociales de
intercambio y comercio, los sistemas políticos se volvieron más competitivos. La
organización social evolucionó hacia la legitimación de las reglas de los miembros sociales y
derechos territoriales. Esta estructura era capaz de negociar la reproducción social necesaria
tanto en tiempos de conflicto intergrupal como en tiempos de intercambios pacíficos.
Al final de la secuencia histórica, cuando los contactos con los europeos impusieron nuevas
transformaciones, las jefaturas se consolidaron, presentando una importante diferenciación
jerárquica, elites familiares con derecho de sucesión. Los jefes o caciques –hombres y
mujeres- adquirieron atributos de liderazgo político importantes, expresados a través de la
ostentación de bienes de prestigio. Especialmente en el norte de la Patagonia, cuando el
contacto con los europeos se intensificó, los caciques participaron como agentes de un
sistema de intercambio inter-regional que conectaba diferentes grupos étnicos, con modos
de producción diferentes, tanto entre grupos indígenas como entre colonizadores. Cuando
los antiguos cazadores patagónicos adoptaron un nuevo medio de producción, el caballo,
su radio de acción cambió drásticamente, aumentando la probabilidad de interactuar con
otros individuos. Paradójicamente al aumento del territorio efectivamente recorrido en una
unidad de tiempo dada, los datos empíricos sugieren un aumento de la fusión de grupos y
327
del mestizaje cultural, desapareciendo la mayoría de grupos segregados que
progresivamente se fueron integrando en una nueva cultura global. La diferenciación social
traspasó las diferencias étnicas o lingüísticas, enfatizando las pertenencias territoriales y los
lazos políticos, tanto a través de las jefaturas o a través de alianzas poco estables.
No podemos decir con certeza si el grado de complejidad social existió antes del contacto
con europeos, aunque la evidencia es sugestiva. Es necesario continuar con más
investigaciones sobre las características sociales antes de la llegas de los europeos. La
trayectoria histórica de los grupos patagónicos fue interrumpida abruptamente por la
expansión militar de las fronteras de los nuevos estados nación del siglo XIX, Chile y
Argentina. El uso equivocado de la palabra Conquista del desierto, significó en este caso la
conquista de un “desierto” poblado desde hace 13000 años.
328
Capítulo 9
Más allá de la Simulación
9.1. Contra la inmutabilidad histórica de la sociedad patagónica.
9.2. Principales resultados del modelo PSP.
9.3. Del Modelo Abstracto a la Realidad Histórica.
9.4. Limitaciones del modelo actual y futuras extensiones del modelo PSP.
9.5. Conclusiones: hacia una teoría de la Etnogénesis en la Prehistoria.
329
9.1. Contra la inmutabilidad histórica de la sociedad patagónica.
Quizás iniciar de este modo las conclusiones de una tesis resulte para muchos fuera de
lugar, pues se trata de una discusión bastante trillada sobre un tema que se viene
discutiendo hace décadas en arqueología argentina. Pero afirmaciones que para un contexto
parecen superadas, en otros se convierten en deudas pendientes y esta es, a nuestro
entender, las relaciones entre la arqueología y las explicaciones que hasta ahora ha ofrecido
sobre el pasado indígena patagónico. Una de las principales motivaciones de este trabajo
consistía en la posibilidad de plantear los siguientes interrogantes: ¿podemos cambiar la
comprensión de lo que significan las sociedades indígenas patagónicas si cambiamos los supuestos teóricos y
metodológicos de la investigación etno-histórica? ¿Son los cambios metodológicos introducidos por las
herramientas de simulación computacional lo suficientemente útiles como para superar visiones
ideológicamente sesgadas de las sociedades indígenas?
Por un lado, como hemos discutido en el capítulo 3, la reconstrucción de la historia social
patagónica sólo puede llevarse a cabo si entendemos a los pueblos indígenas como los
principales agentes históricos, poniendo en tela de juicio tanto los estereotipos con los que
son considerados y rechazando categóricamente los enunciados sobre su extinción. La
historiografía argentina clásica había centrado sus investigaciones en la historia de la
construcción nacional, presentando a las sociedades colonizadas en términos de lo que Eric
Wolf (1982) tilda de meros apéndices de las historias nacionales. Lamentablemente, la mayoría de
los estudios históricos siguen concentrando sus intereses en la guerra de frontera
principalmente de los siglos XVIII y XIX. Esto es muy significativo, ya que en la medida
en que la historiografía tradicional ha construido una pretendida historia nacional, ha
vinculado a los indígenas más reticentes al proceso de expansión de la frontera sur como
“otros”, extranjeros, vinculando la cuestión indígena a las identidades nacionales. De este
modo a partir del siglo XIX la oposición argentino-chilena ha sido legitimada por la mayor
parte de los estudios indígenas.
Desde sus comienzos, la etnología ha acompañado a esta conformación de los discursos
nacionales, continuando con la construcción de la otredad en los estudios de frontera. Las
consecuencias de este tipo de etnografía han sido muy claras: una disciplina dedicada a las
sociedades arcaicas no occidentales y una historia desconectada del pasado indígena,
330
funcional a la justificación de la explotación, invisibilización y exclusión social de los
pueblos patagónicos (Boschín, 1993b).
Es esta situación la que ha sido fuertemente cuestionada desde 1980, principalmente desde
el campo de la etnohistoria y de la llamada historia indígena. Cabe destacar el
reconocimiento del pensamiento mestizo planteado por el historiador francés Gruzinski
(1999), la emergencia de culturas híbridas según el antropólogo argentino García Canclini
(1989) o la apertura de un mundo multicultural según el historiador chileno José Bengoa
(1996). Este cambio paradigmático intenta devolver la historicidad a las sociedades
indígenas, rechazando las interpretaciones esencialistas e intentando profundizar en los
procesos de diferenciación social y en la evaluación de los efectos que tuvo el proceso de
contacto con los europeos en la construcción de la diversidad, la desigualdad y la resistencia
étnica.
Nada semejante ha sucedido en el proceso de constitución de una arqueología argentina
científica, cuya definición de un objeto de estudio históricamente descontextualizado y la
demarcación de unos aparentes límites disciplinares, ha tergiversado la imagen de los otros.
Publicaciones como Los aborígenes argentinos, una síntesis del estado actual del conocimiento de los
pueblos indígenas de Outes y Bruch (1910) cristalizaron esta idea que perdura y es apropiada
desde diferentes disciplinas hasta bien entrado el siglo XX.
La recolección de piezas arqueológicas se ha convertido en testigo de lo pasado, de lo antiguo,
de lo que no está, y la práctica arqueológica ha confirmado el vaciamiento de una región,
ratificando la ocupación del estado sobre un verdadero desierto. Esta forma de hacer
arqueología entiende a los que no están, los que desparecieron, como un fenómeno propio
de la historia patagónica, planteando una ruptura entre prehistoria y presente etnológico.
Los indígenas descritos por la etnología se diferencian de los que tendrían que haber sido
inferidos a partir de los datos arqueológicos, por lo que las actuales poblaciones autóctonas
se convierten en seres sin historia, llegados en momentos posteriores a la definición de las
naciones. Si bien la arqueología procesual ha intentado superar el historicismo cultural, al
trasladar mecánicamente los modelos evolutivos de la antropología tradicional ha
construido un objeto de estudio tan universal y abstracto (las bandas con una economía cazadora
recolectora) que ha vuelto a reinventar, aunque desde otras premisas, la descontextualización
de lo indígena y su ahistoricidad. El moderno énfasis en las variaciones registradas a nivel
331
del genotipo y del fenotipo, si no se vincula a procesos sociales y a trayectorias históricas
concretas de dispersión, variación, selección y competición nunca alcanzará una explicación
verosímil de lo que sucedió en la historia.
Paradójicamente, la vinculación entre arqueología y antropología biológica se ha reforzado
en este período, pero las relaciones entre las disciplinas sociales antropología, historia o
etnografía se han enfriado. La adopción de teorías, conceptos y categorías de las ciencias
naturales eclipsaron o, en sus propios términos, mutaron el objeto de estudio de la
arqueología, sin superar los argumentos históricos culturales, pues se continuó buscando las
causas del cambio en factores externos a los procesos sociales a la acción concreta de los
seres humanos. El hecho de plantear la reconstrucción de una historia ecológica no significa
sólo una deshumanización, implica además un distanciamiento del papel de historiadores y
una desvinculación de la arqueología con la sociedad actual. Negar la vinculación histórica
de las sociedades indígenas actuales con las prehistóricas, significa reproducir, legitimar y
naturalizar al indígena en su subalteridad, en palabras de Guillaume Boccara (2002:72): la
reificación del indio colonial y la invisibilización del indio republicano.
Y es esta particularización de los estudios etnohistóricos o de historia indígena que también
nos lleva a preguntarnos por qué desde la arqueología, especialmente la patagónica, los
problemas arqueológicos se han separado de los problemas históricos o etnológicos.
Posiblemente sea la pérdida de una visión histórica la responsable de que cuestiones acerca
del cambio social y la etnogénesis no sean formuladas en términos de mecanismos
históricos y sociales. La construcción de una imagen del pasado homogénea, basada en
comportamientos universales que todo cazador recolector debe haber adoptado, simplifica
la diversidad y la naturaleza dialéctica de las relaciones históricamente construidas entre los
agentes sociales.
Esta revisión crítica de la producción científica sobre las sociedades indígenas patagónicas
nos obliga a plantearnos cómo se distingue nuestra explicación de las que estamos
cuestionando; tanto en cuanto al tipo de práctica propuesta como a la relación y al
compromiso que establecemos desde nuestra disciplina con la historia de una región.
Consideramos que una realidad histórica no puede analizarse si no se integra el mundo
indígena dentro de un contexto histórico múltiple. La variabilidad de la estructura social
332
indígena no puede abordarse desde una sola dimensión, sea la política o la de género, el
análisis debe abarcar las diferentes dimensiones de la organización social, dando cuenta del
modo en que se manifiestan estas relaciones a nivel material. Las fuentes con las que
contamos se solapan, conviven materiales y evidencias arqueológicas con textos escritos en
el pasado por testigos de lo más variado, y descripciones etnográficas de poblaciones
prácticamente desaparecidas. Disponemos de evidencia suficiente como para entender que
la diversidad presente en estas sociedades debe abordarse desde la integración de la
evidencia arqueológica, ecológica, histórica, antropológica, etnográfica y lingüística desde la
cual se podrá abordar la variabilidad económico-social a una escala que nos permitirá
evaluar el cambio social. Dentro de este contexto es la arqueología quien puede aportar e
integrar más elementos para el reconocimiento del mestizaje como parte constitutiva de la
historia y de la conformación de identidades. Es también desde la arqueología que se
cuentan con los elementos suficientes para refutar el paradigma histórico que justifica el
vacío y la desvinculación de los pueblos originarios tanto con el territorio patagónico como
con nuestra historia presente.
La relectura de las fuentes se vuelve un desafío para los arqueólogos, y debe impulsar la
formulación de nuevas propuestas y la recolección de nueva evidencia material que nos
permitirá en última instancia repensar el mundo indígena por fuera de nuestros propios
estereotipos e ideas preconcebidas. Se vuelve necesario romper con la concepción que
niega la vinculación histórica de las sociedades indígenas actuales con las prehistóricas pues
esto significa reproducir, legitimar y naturalizar al indígena en su subalteridad, replicar un
lenguaje sobre la diferencia y ser funcional a una ideología de avance sobre un territorio y la
ocupación de un desierto.
¿Mejora la simulación computacional nuestra comprensión sobre las sociedades indígenas patagónicas?
Es un hecho que sí lo hace y también es un hecho que aún queda un largo camino por
recorrer. El poder estudiar los múltiples mecanismos que actuaron en el complejo proceso
de etnogénesis en las sociedades patagónicas, es una forma de reconocer el rol activo de los
pueblos indígenas y este reconocimiento supone también una reconceptualización histórica
que todavía no ha concluido.
333
9.2. Principales Resultados de PSP
Entre los principales resultados obtenidos en PSP podemos remarcar que ciertas formas de
etnicidad constituyen particiones emergentes de los agentes de una población, entre las
cuales evoluciona, adaptándose, mutando, transformándose, sucesivas redes sociales. Con
ayuda del modelo computacional hemos podido cuantificar la dinámica social de agregación
en términos de una medida de la proximidad cultural relativa a cuatro mecanismos
principales de interacción:
• Cooperación,
• Tolerancia,
• Proximidad geográfica,
• Subsistencia.
Esta dinámica compleja emerge del comportamiento de agentes sociales heterogéneos,
cuyas decisiones y actuación dependen en el modelo de una racionalidad limitada y no
absoluta, es decir que no toman sus decisiones bajo criterios de optimización ni de
aumento racional de los beneficios obtenidos mediante la interacción. A nivel general se ha
observado cómo los agentes interactuaron más con aquellos agentes con los que compartían una misma
identidad y como consiguientemente aumentaba la intensidad de los mecanismos de interacción y las
probabilidades de seguir interactuando en el futuro, lo que se constata en términos de un aumento de la
frecuencia de las interacciones a lo largo del tiempo. A continuación particularizamos los resultados obtenidos
en relación a los efectos resultantes del proceso de agregación y segregación:
• EFECTOS CONSTATADOS DE LA AGREGACIÓN SOCIAL:
o Cuando los beneficios de la cooperación son altos, menor es la
etnogénesis, pues las unidades familiares cooperarán con una mayor
cantidad de unidades familiares.
o Si los niveles de tolerancia son bajos, mayor es la etnogénesis. Las
unidades familiares presentan menor predisposición a interactuar con las unidades
familiares con las que comparten un menor número de rasgos identitarios: la
diferencia cultural aumentaría y la etnogénesis crecería.
o Un área con mayor población y densidad de unidades familiares y
mayor tolerancia genera una dinámica menor de etnogénesis.
334
o El número de rasgos de identidad compartidos afecta a los agentes que se
encuentran espacialmente más próximos, dado que existe una mayor probabilidad
de interacción social. Si la semejanza cultural es elevada, en consecuencia mayor
será la agregación.
o Cuando el radio de vecindad y el tamaño de la población aumentan, la etnogénesis
es menor.
• EFECTOS CONSTATADOS DE LA SEGREGACIÓN SOCIAL:
o Cuando los beneficios de la cooperación son bajos, mayor es la
etnogénesis. Si la interacción entre unidades familiares no supone
una mejora de las posibilidades de supervivencia, estas unidades
familiares pueden subsistir aisladamente, sin cooperar con otras y
sin alterar sus vectores de identidad.
o Si la densidad de agentes por área es baja y el grado de intolerancia
es alto, la etnogénesis será mayor.
o Si existe poca tolerancia grupal, los grupos se fusionan cuando el
número de dimensiones compartidas supera el 50 %.
o Cuando la subsistencia no presenta riesgos críticos y existe un alto
nivel de intolerancia identitaria los grupos se segregan fácilmente. o Si el radio de vecindad aumenta y el nivel de intolerancia supera un umbral de
50%-60%, los grupos se dividen.
o Si las condiciones de subsistencia se deterioran (entendiendo que también
implican el deterioro de los medios de producción disponibles) se observa que las
poblaciones tienden a divergir.
Visto desde el escenario patagónico, nuestros resultados del modelo PSP parecen coincidir con las
observaciones sobre la diferenciación y variabilidad de los grupos humanos patagónicos. Nuestro modelo de
etnogénesis predice que los grupos humanos reflejarán una separación geográfica en el patrón de distancias
inter-grupales. El resultado final es una mayor similitud entre las poblaciones geográficamente próximas y
crecientes diferencias entre grupos que están más lejos y alejados entre sí.
Para verificar históricamente estos resultados del modelo teórico, hemos analizado un conjunto de registros
sobre la variabilidad étnica, lingüística, cultural, biológica, económica y temporal en Patagonia, que sugieren
una dinámica en donde los procesos de fusión social resultaron ser históricamente menos frecuentes que los
procesos tendentes a la fisión de grupos. Básicamente esto ocurrió allí por el coste debido a
los rendimientos marginales decrecientes relativos al número de unidades domésticas que
pueden llegar a cooperar en un área geográfica dada. Sólo si algunos agentes llegasen a
335
incrementar su propia productividad y el valor absoluto de su producción por encima de un
umbral crítico, podrían haber invertido ese excedente en el aumento de su capacidad de
influencia en las decisiones colectivas (Barceló et al., 2006). Pero sin un dramático cambio
en la tecnología ese cambio parece haber sido poco probable en grupos humanos como los
patagónicos, que practicaron economías depredadoras durante tanto tiempo.
Dado que la etnogénesis debe ser analizada en términos de comportamiento, tenemos que definir sus
correlatos observables. Esto nos permitirá analizar lo que implican realmente los resultados del
modelo, calibrarlos con los datos históricos y etnográficos y comparar con una amplia
gama de resultados que nos permitan identificar zonas de incertidumbre y/o robustez del
modelo.
9.3. Del Modelo Abstracto a la Realidad Histórica.
El modelo de sociedad artificial que hemos presentado en este trabajo y sobre el cual
hemos experimentado distintos escenarios históricamente posibles, nos ha permitido poner
a prueba diferentes hipótesis y ajustar los diferentes parámetros utilizados (Verschure,
1998; Castelfranchi, 1998). Por supuesto que las sociedades artificiales no se vuelven ni más
importantes ni más necesarias que el estudio de sociedades reales. Son las sociedades
artificiales las que deben construirse e inspirarse sobre el conocimiento de sociedades
reales, abandonando la idea de seguir considerándolas como un mero juego sin referencia a
un modelo real.
El capítulo anterior ha puesto de manifiesto la enorme complejidad de las dinámicas
sociales de unas poblaciones que la tradición historiográfica ha tildado de “simples”. Los
resultados de nuestro re-examen de la historia indígena de Patagonia no están basados solo
en los datos. Los datos etno-históricos, paleo lingüísticos, biológicos y arqueológicos no
hablan por sí mismos, necesitan de una interrelación lógica, dinámica, para poder usarlos
como evidencia de una explicación teórica, cuya naturaleza es, obviamente abstracta. Con
ese fin hemos desarrollado una metodología de simulación basada en la ingeniería del
desarrollo de modelos, lo que nos ha permitido trabajar con altos niveles de abstracción, es
decir con la estructura formal de las mecánicas y procesos sociales que nos interesaba
analizar. Como hemos visto, la independencia entre la mecánica de simulación y la
mecánica social a analizar constituye el aspecto más importante de nuestro propósito. No
es tanto la mera traducción de una hipótesis a un lenguaje formal arbitrario, sino la
336
posibilidad de “visualizar” las consecuencias de la teoría, más allá de lo que resulta obvio
lingüísticamente. Podría decirse que esta “visualización” constituye una de las más
importantes contribuciones que la arqueología puede hacer en el campo de la simulación
social, ya que a diferencia de otras disciplinas, esta cuenta con los elementos necesarios para
ir más allá de lo meramente retórico y verbalizable en la explicación científica: la visibilidad
empírica de los resultados de la acción social. La arqueología puede llegar a documentar los
resultados de diferentes procesos históricos y cuenta con la evidencia material que
atestiguan estos resultados, a diferencia de otras ciencias sociales como la sociología o la
economía cuyas propuestas explicativas tienen como límite epistemológico la predicción
del comportamiento social en el futuro. Al visualizar las consecuencias materiales de la
acción a lo largo del tiempo, la arqueología puede llegar a plantear la existencia hipotética de
determinados procesos sociales capaces de haber generado los resultados constatados
empíricamente en el registro arqueológico conservado e identificado. Es por esto que la
arqueología conforma una de las disciplinas de las ciencias sociales con mayor potencial
para la validación de los modelos de simulación social. Por otra parte, la simulación nos
permite re-examinar y nos fuerza a desarrollar y a mejorar las herramientas teóricas con las
que trabajamos y aplicamos en nuestra disciplina, ya que al modelizar implementamos
reglas y diseñamos comportamientos que deben ser sometidos a prueba de forma explícita.
Ahora bien, la simulación computacional no sustituye el uso de datos arqueológicos ni la
necesidad de observaciones controladas etnoarqueológicamente, por el contrario, los
refuerza, proporcionando un lenguaje formal que nos permite mejorar las explicaciones e
integrarlas con la evidencia.
En contra de lo que se pudiera imaginar, no hemos validado ni verificado el modelo PSP con
los datos empíricos patagónicos. Tampoco sugerimos que la estática del registro
arqueológico (sensu Binford) debe ser suirstuida por una dinámica inventada (“virtual”,
“imaginada” sensu Baudrillard). Hemos insistido en presentar por separado los resultados
del enfoque simulado (Capítulo 5) y de la trayectoria histórica patagónica (Capítulo 8)
porque no se sustituyen ni son integrables en una única explicación. En realidad son
complementarios, tal y como ponen de manifiesto los siguientes resultados generales.
En nuestro análisis histórico hemos argumentado que la diversidad ecológica de Patagonia
fue paralela a su diversidad social. Esa diversidad social se caracterizó por la diferenciación
de grupos humanos en sus economías y sistemas de producción, en sus estructuras sociales
337
y respuestas sociales y políticas a los desafíos ecológicos y sociales. Aunque el punto de
partida de PSP era diferente (un escenario homogéneo ecológica y culturalmente), las
trayectorias de la población histórica y de la población simulada convergen. En estas
condiciones no se pueden usar los datos patagónicos para verificar el modelo simulado, ya
que los puntos de partida son muy distintos: por un lado se evalúan los efectos de la
variabilidad ecológica en la variabilidad económica, por el otro se han tenido sólo en
cuenta los efectos de la identidad de los agentes sociales en la construcción de redes de
interacción social. En el caso simulado, la homogeneidad ecológica se enfatizaba con el fin
de eliminar su incidencia como factor causal; en el caso de la trayectoria histórica el punto
de partida lo consistía, precisamente, una variabilidad ecológica que le era negada al modelo
virtual.
Que los datos empíricos no verifiquen el modelo simulado no quiere decir que no exista
ninguna relación entre ambos. La simulación es un proceso de conocimiento cíclico que
nos permite mejorar la comprensión de los fenómenos sociales, imitarlos, cambiarlos,
mejorarlos, simularlos y volver a crearlo. De acuerdo a los datos etnológicos, arqueológicos
e históricos, durante la mayor parte de su historia las poblaciones humanas patagónicas
construyeron sistemas de producción cazadores recolectores con suficiente flexibilidad para
ser capaces de explotar diferentes recursos en diferentes lugares y con diferentes
intensidades. En este caso, las decisiones sociales y políticas estuvieron limitadas
(condicionadas, ya que no determinadas) por la disponibilidad espacial de algunos recursos,
por la ausencia de otros y por la no predictibilidad natural de la productividad natural. Por
el contrario, la simulación ha mostrado cómo los procesos concretos de interacción entre
grupos e individuos no tienen por qué estar determinados por el ambiente físico. Por
simple que sea el mecanismo de obtención de la subsistencia, las decisiones que hacen
referencia a la interacción (agregación/segregación, fusión/fisión) están motivadas por
decisiones políticas, racionales en el corto plazo, impredecibles en el largo. Y la expresión
de esa posible “irracionalidad” aparece en la movilidad física de las personas, tanto en el
caso histórico como en el simulado: los agentes se mueven “de la misma manera” ya sea
por condicionante ambiental, ya sea por determinación política.
La hipótesis simulada sugiere que la escisión de grupos constituye una característica
importante de la trayectoria histórica de cualquier sociedad cazadora recolectora. Los datos
arqueológicos nos permiten afirmar lo mismo para las sociedades patagónicas. PSP nos
338
permite ir más allá de los datos disponibles para Patagonia y entender la construcción,
destrucción y reconstrucción paulatina de las fronteras sociales y políticas, aun
manteniéndose una homogeneidad económica relativa. Más que el aislamiento físico y la
adaptación local, el modelo explicativo sugiere que la reducción de los flujos de interacción
habría podido haber generado barreras sociales, fenómeno que afectaría la reproducción
social y el mantenimiento de las identidades. Siguiendo a Cavalli-Sforza (2002, Cavalli-
Sforza et al., 1988, 1994) podemos suponer que la fisión de grupos constituyó el modo
predominante de movilidad social en los primeros 6000 años de poblamiento humano en
Patagonia. Esas fisiones sociales, no estocásticas ni aleatorias, debieron haber contribuido a
la peculiar diversidad genética, lingüística y “cultural” de las poblaciones humanas
patagónicas. Pero, como ha puesto de manifiesto nuestra simulación, factores socio-
políticos como la distancia social, el nivel de tolerancia y el grado de cooperación entre los
grupos, aspectos todos ellos “invisibles” en el registro arqueológico, también contribuyeron
a definir el tamaño de las comunidades, las distancias geográficas entre ellas y la movilidad
residencial.
Los mecanismos de etnogénesis simulados en PSP ponen de manifiesto que las antiguas
sociedades patagónicas pudieron haberse fisionado y fusionado paulatinamente de la
misma manera cómo se fusionan y fisionan los agentes de nuestra sociedad artificial. Las
comunidades fisionadas pueden ser al principio, geográficamente próximas unas de otras,
manteniendo intercambios de cierta índole (bienes, personas, palabras, información). Sin
embargo, la conciencia de un aumento en el riesgo de tensión pudo haber alimentado la
tendencia al aislamiento aumentando la distancia de por medio. Las condiciones iniciales y
los posibles efectos barrera derivados de la heterogeneidad cultural tuvieron también un
efecto relevante en la movilidad resultante. Cuando los grupos mantienen una separación y
un aislamiento continuado, pequeños cambios aleatorios van acumulándose, por lo que las
diferencias se van haciendo cada vez más marcadas. Como resultado, de acuerdo con el
mecanismo tradicional de “aislamiento por distancia”, se observa en la distribución espacial
de rasgos culturales en Patagonia, un elevado grado de auto correlación espacial. De ahí que
individuos dentro de un mismo círculo de proximidad tendrán una mayor probabilidad de
contar con ancestros comunes, por lo que su lenguaje y rasgos culturales retendrán más
características de esos ancestros comunes que las poblaciones situadas a mayor distancia,
separadas con anterioridad de la población original. En general, cuanto más rápida y
extensiva haya sido la dispersión, más claras serán las distinciones entre poblaciones. Por el
339
contrario, bajo circunstancias de estabilidad en las formas de interacción y mantenimiento
de las redes sociales, será más difícil de distinguir la correlación entre rasgos genéticos,
lingüísticos y culturales. En este sentido, el modelo simulado y los datos empíricos
patagónicos parecen referirse a una misma trayectoria histórica.
Tal y como pone de manifiesto el modelo simulado, la fusión de poblaciones debió ser en
Patagonia mucho menos frecuente de lo que se pensaba, al menos hasta la emergencia de
un patrón mucho más direccional en el flujo de interacciones. Sólo cuando todos los
agentes buscaron lo mismo (caballos), la mayor probabilidad de interacción tanto positiva
como negativa entre grupos de distinto origen, hace que las identidades antiguas que
tardaron siglos en formarse, se deformen, se olviden rasgos, se agreguen unos nuevos hasta
que poblaciones antes distintas lleguen a compartir una misma identidad. En los tiempos de
contacto con europeos, el incremento en la demanda de bienes como consecuencia de la
ampliación de los circuitos económicos, la incorporación del caballo como modificador de
las pautas de movilidad, y el incremento en las relaciones de dependencia de las
poblaciones autóctonas con la colonia convirtieron a la sociedad indígena en grupos
económicamente proveedores de estas. Como resultado distintos grupos se amalgamaron
en uno solo y ciertos rasgos culturales (como el lenguaje anteriormente diversificado)
comenzaron a homogeneizarse, tanto por el peso de coerción directa o indirecta y la
necesidad de reducir los costes de interacción que hicieron posible la comunicación,
inclusive en el interior de una misma unidad familiar.
La semejanza de los resultados simulados en PSP y los datos etnohistóricos patagónicos
pone de manifiesto que dinámicas poblacionales en un territorio muy extenso, junto al
grado de flexibilidad en la movilidad residencial y los cambios ocasionales en la
productividad natural explican la prevalencia de interacciones sociales intragrupales, aunque
en el caso de los datos patagónicos cabe señalar que también existieron redes de
intercambio sociales desde grandes distancias, aspecto que no fue incluido en la simulación.
Históricamente, nuestra investigación pone de manifiesto que la divergencia en las
trayectorias históricas entre sociedades canoeras-pescadoras-recolectoras y sociedades
cazadoras-recolectoras de base terrestre comenzó muy tempranamente en la secuencia
temporal de Patagonia y fueron mantenidas a través de siglos, aunque los intercambios
interétnicos actuaron también como un elemento importante. Tardíamente el norte de la
Patagonia empezó a diferenciarse de la Patagonia central y meridional, aunque en este caso
340
la variabilidad social fue más marcada, basándose en la naturaleza diferente de las redes de
intercambio social entre vecinos con diferentes sistemas de producción.
Los datos patagónicos evidencian, por su parte, que las fronteras étnicas, lingüísticas,
culturales, económicas y aún territoriales fueron extremadamente permeables de acuerdo a
toda la evidencia, sugiriendo un grado considerable de mezcla poblacional. La simulación
también ha puesto de manifiesto la tendencia –aparentemente implícita en toda sociedad
cazadora-recolectora- a la hibridación como resultado de la cooperación y la reproducción
social. Las poblaciones humanas en Patagonia ajustaron los mecanismos de interacción
(conflicto, guerra, matrimonio, intercambio, alianzas, esclavitud) de acuerdo a sus
condiciones históricas concretas y a la naturaleza cambiante de las relaciones sociales de
producción.
La principal diferencia observable entre los datos etnoarqueológicos y los resultados
simulados estriba en que, en Patagonia, al final de la secuencia histórica, cuando los
contactos europeos impusieron nuevas transformaciones, el surgimiento de jefaturas
consolidadas creó diferencias jerárquicas importantes y sucesiones de derechos entre las
familias de elite. Los jefes, hombres y mujeres, adquirieron atributos importantes de
liderazgo político expresado a través de la exhibición de bienes de prestigio. Especialmente
en el norte patagónico donde los contactos con la colonia fueron mucho más fuertes, los
jefes participaron como agentes en el sistema de intercambio interregional conectando
grupos heterogéneos tanto a nivel étnico, político y económico. La diferenciación social
traspasó las diferencias étnicas o lingüísticas enfatizando las pertenencias territoriales y los
lazos políticos, a través de alianzas entre jefes o mediante alianzas poco estables. Con el fin
de mantener las dinámicas simuladas suficientemente controladas, no hemos incluido la
incidencia de aspectos internos tales como la jerarquización social. Los datos empíricos
ponen de manifiesto que ese factor también es relevante, y que tendríamos que incluirlo en
una próxima modificación del programa de simulación.
9.4. Limitaciones del modelo actual y futuras extensiones del modelo
PSP.
Los datos de Patagonia no han permitido verificar ni validar el modelo PSP. Pero tampoco
éste era nuestro objetivo. No todas las sociedades cazadoras-recolectoras son iguales, por
341
lo que un modelo abstracto que permite explicar dinámicas comunes a toda sociedad cuya
forma de subsistencia se base en la movilidad territorial constante y esté afectada por la
falta de control de la productividad del trabajo nunca podrá ser verificado. El propósito del
modelo era crear una plataforma de razonamiento en la que se estudiasen distintas
consecuencias posibles de la movilidad territorial y de un control parcial de la
productividad limitado a la capacidad de cooperación y agregación puntual de fuerza de
trabajo. El modelo nos ha sugerido que contando con muy pocos factores causales, las
consecuencias son muy variadas, pero ciertas trayectorias son más probables que otras.
El modelo simulado, por tanto, no es una hipótesis a comprobar, sino una plataforma de
producción de hipótesis verosímiles en distintos escenarios imaginables. Patagonia es uno
de esos escenarios, como lo pueden ser los Kung! San sudafricanos, los Haida de la costa
oeste de Canadá, los inuit del ártico, el paleolítico europeo, o cualquier otra sociedad
cazadora-recolectora. Predominan en nuestro modelo algunos de los factores que sí están
presentes en las sociedades patagónicas, pero no porque sea una simulación de lo que pudo
haber pasado en la historia remota del extremo meridional de América.
Pero si el modelo no es verificable con datos empíricos de una procedencia concreta, sí es
validable haciendo sus factores más verosímiles. El modelo PSP presentado en esta tesis
marca solo el comienzo de una etapa de modelización. Este modelo es sólo el principio de
un conjunto de etapas de la investigación sobre sociedades cazadoras-recolectoras
artificiales en arqueología. Los trabajos con el modelo PSP no están cerrados, sino que
constituyen el inicio de un trabajo que abre una multiplicidad de líneas de indagación a
futuro. Como conclusión a esta tesis, sugeriremos vías para ampliar y mejorar el modelo
hacia nuevas líneas de investigación, afinando el desarrollo de las herramientas de
simulación, a través de la mejora en el tratamiento de los datos de entrada, la configuración
algorítmica del código, mejorando los resultados de salida y calibrando la herramienta para
cuando se disponga de una mayor cantidad y calidad de datos.
En un desarrollo posterior del modelo PSP se pretende diversificar las dinámicass
introduciendo tres tipos de agentes: 1) Agente: Individuo, 2) Agente: Instrumentos de trabajo y
3) Agente: Entorno.
342
1) Individuo
En PSP 1.0, una propiedad empírica (esto es, observable, aunque sea relacional) como la
etnicidad ha sido definida en tanto que característica de los grupos sociales, más que de los
individuos. Sin embargo, nos interesa explorar cómo la diferenciación, particularización e
individualización dentro de un grupo, influye directamente en la propia configuración del
grupo. Al estar basado en dinámicas colectivas (a escala de unidades mínimas de
reproducción o “familias”), el modelo PSP deja de lado estas consideraciones, en
consecuencia indagar con agentes=individuos implica aumentar la escala de resolución. En
esta futura extensión del modelo PSP se intentará analizar cómo cada uno de los
individuos, miembros del grupo familiar, desarrollan sus propias probabilidades de
supervivencia, que dependerán de la probabilidad de tener éxito en la adquisición de
subsistencia. Para aumentar esta probabilidad, los individuos pueden cooperar con los
miembros de su propia familia y/o con agentes vecinos culturalmente similares, si bien el
agente debe encontrar el equilibrio entre el rendimiento de la cooperación y una mayor
inversión de tiempo en actividades sociales y/o de reproducción, que el mantenimiento de
lazos políticos exige para aumentar la probabilidad de actividades económicas de
cooperación. Se asume que cada agente tiene una cantidad máxima disponible de tiempo
para trabajar que deberá ser dividido como mínimo en cuatro actividades: caza /
recolección / socialización / cuidado de los hijos.
Esto significa que al programar la actividad de los agentes no sólo deben incluirse
algoritmos que ejecuten las probabilidades a priori de sobrevivir mediante la adquisición de
subsistencia (caza, recolección), sino que se deben incluir reglas racionales que regulen la
participación de los agentes en eventos e interacciones colectivas con el fin de modificar a
posteriori las probabilidades de supervivencia. La necesidad de diferenciar la probabilidad de
supervivencia del grupo de la del individuo obliga a la definición estricta de la probabilidad
de mortalidad infantil, lo que implica que el tiempo de trabajo disponible no puede ser
invertido exclusivamente en la subsistencia y/o actividades de interacción social, sino en el
mantenimiento de la propia población (cuidado/enseñanza de hijos/as). En estas
condiciones, la probabilidad individual de supervivencia aparecerá condicionada por
diversos factores sociales. Al inicio de la simulación, cada agente individual tendrá una
probabilidad a priori de sobrevivir. Este valor expresa la cantidad de recursos en el
territorio, su accesibilidad, etc. La probabilidad inicial no dependerá solo de las decisiones
343
sociales, también dependerá del contexto ecológico y climático; esta no tiene por qué ser
constante, ya que puede cambiar estacionalmente, o puede estar sujeta a catástrofes
ambientales. Los valores iniciales de probabilidad podrán ser modificados por diversos
factores sociales, como es la cantidad de tiempo dedicado al trabajo. Por ejemplo, cuanto
mayor sea el tiempo dedicado a la caza, mayor debería ser el éxito si la probabilidad inicial
se mantuviera constante en el tiempo y en el espacio. Eso significa que la probabilidad de
supervivencia variará para cada agente en la simulación, mientras que la probabilidad inicial
será fija para todos los agentes. Los dos factores que podrán incidir más directamente en
diferenciar la probabilidad a posteriori de la a priori son: los factores tecnológicos (eficiencia
de los medios de producción) y los factores sociales: cantidad de fuerza de trabajo. En
condiciones de estabilidad tecnológica (poca inversión tecnológica, como se infiere en el
caso de la Patagonia prehistórica) sí y sólo sí el agente se encuentra dentro del vecindario de
otro agente, ambos tienen el mismo objetivo (coherencia cultural) y se pueden comunicar
(semejanza lingüística), la probabilidad a posteriori de supervivencia de ambos aumentará en
proporción al número de agentes que cooperen en un área dada. Hasta aquí el
procedimiento es semejante al del modelo anterior, pero sustituyendo el principio de
“semejanza cultural” por el de compatibilidad de objetivos y el de comunicabilidad. De este modo,
si no hay comunicación y los objetivos son idénticos, el resultado puede ser el opuesto al
previsto: aumento de la probabilidad de conflicto, uno roba a otro.
Que un agente decida compartir o intercambiar algo de lo que ha conseguido dependerá de
su actividad previa y de su capacidad de tomar decisiones racionales circunstancialmente
condicionadas. Si los agentes de una misma unidad reproductiva mínima no distribuyen
racionalmente el trabajo de acuerdo a un objetivo a maximizar o minimizar, el grupo tiene
el riesgo de dejar de ser operativo, lo que pondrá en riesgo su supervivencia o su capacidad
reproductiva. Así, por ejemplo, si no se destina una cierta cantidad de trabajo al cuidado de
los descendientes mientras est@s no se pueden valer por sí mismos, la mortalidad infantil
aumentará tanto que disminuirán las probabilidades futuras de reproducción social. Ahora
bien, el tiempo de trabajo destinado a este menester debe retirarse de otro ámbito: cuanto
más aseguras la reproducción simple del grupo, más arriesgada podría serla adquisición de
subsistencia al disminuir la cantidad de trabajo destinado a caza-recolección. Obviamente
hay soluciones mixtas: se puede recolectar al mismo tiempo que se cuida a los niñ@s. Sin
embargo, si la subsistencia fundamental, por necesidades calóricas o inercia cultural
depende de la caza, la probabilidad a posteriori de supervivencia disminuirá. Por
344
consiguiente, si el agente es racional podría enfocar sus objetivos en compensar la
disminución en la cantidad neta de fuerza de trabajo a través de acciones que reduzcan la
movilidad mediante la cooperación con los vecinos que se presten a ello. Si un agente que
se aparta de la actividad de caza pasara a depender de quien caza, su movilidad quedará
también vinculada a la movilidad de quien caza, por ejemplo, el agente que queda a cargo
del cuidado de niñ@s, sus acciones e interacciones quedarán circunscriptas a la unidad
doméstica. Por lo tanto una de las hipótesis que la extensión del modelo PSP podrá
explorar es si esta diferenciación en los roles y en la frecuencia e intensidad de las
interacciones sociales tiene como consecuencia la aparición de profundas asimetrías en el
seno de la unidad de reproducción.
Algo semejante se puede implementar en el caso de un grupo local, no unido por relaciones
sociales de reproducción. Aquí, en lugar de compartir, se intercambia. Aquel agente que tenga
mayor probabilidad de obtener un mayor volumen de subsistencia podría llegar a
intercambiar una proporción del mismo con otro agente (y su unidad de reproducción
mínima, en el caso de tenerla) que en ese ciclo haya obtenido una cantidad de subsistencia
inferior a cierto umbral crítico. Ahora bien, el intercambio no es gratuito y también supone
un coste (en tiempo y fuerza de trabajo).
Por otro lado, cada agente tiene memoria de lo que sucedió en un número determinado de
ciclos anteriores. Si un agente ha mantenido contactos de todo tipo (cooperaciones previas,
intercambios previos) aumentará la probabilidad de colaborar de un modo u otro cuando
vuelvan a coincidir en un vecindario común. Igualmente, si ambos agentes han retirado
parte de su total de tiempo de trabajo en actividades de socialización (ceremonias,
actividades alrededor de símbolos comunes, etc.), aumentará la probabilidad de futura
colaboración. Si, por ejemplo, el agente no ha invertido nada de tiempo en actividades de
socialización con otros agentes fuera de su grupo, la probabilidad de que otr@s le ayuden
(cooperación) en su trabajo de caza disminuye. Cuanto más tiempo dedique a esas
actividades, más probabilidad tendrá de participar en una red de cooperación, pero si
disminuye en exceso el tiempo destinado a la caza, disminuirán sus probabilidades de éxito.
El objetivo de esta extensión del modelo es indagar en las posibles emergencias de
asimetrías en la distribución del excedente y en la posibilidad de que los agentes se
organicen jerárquicamente.
345
En un próximo desarrollo del modelo supondremos una probabilidad a priori de liderazgo,
definida en términos de mayor o menor probabilidad a posteriori de supervivencia. En
efecto, el mejor “cazador”, el agente que mejor haya organizado los distintos factores que
median en su actividad productora, reproductora y social, tendrá una probabilidad de
sobrevivir mayor que la de otros. En la simulación, muchos agentes se aproximarán a aquel
que ha demostrado tener mayores probabilidades de sobrevivir, porque consideran que con
ello aumentarán sus propias probabilidades. Ello supone un incremento en el liderazgo de
unos en detrimento de otros. Este valor de liderazgo es, por un lado, muy inestable, ya que
depende de la movilidad de unos y otros y de las circunstancias locales que pueden hacer
que ese valor disminuya y que la capacidad de un agente por atraer a otros a su vecindad
desparezca. Por otro lado, la probabilidad de conflicto con individuos o grupos y la
probabilidad de tener éxito en un conflicto de ese tipo (botín), puede hacer que el liderazgo
afecte de manera determinante a la trayectoria de los agentes en la simulación.
2) Instrumentos de trabajo
Al introducir instrumentos de trabajo como agentes, lo que se pretende simular son los
efectos de las dinámicas en las que aparecen elementos reconocibles en el registro
arqueológico, por ejemplo los instrumentos líticos y el arte rupestre. El objetivo será
evaluar la covariación entre el uso de instrumentos similares y las redes de reproducción
social. Dado que en la simulación la actividad de “caza” está definida de manera genérica,
sin especificar las distintas actividades relacionadas: localización y persecución del animal,
muerte del animal, transporte de partes útiles, carnicería, etc., el instrumento que se utiliza
durante la caza se puede definir también del mismo modo. Este puede representarse
mediante un vector de k rasgos que representan su forma y apariencia. Una propiedad
adicional que representa la eficacia en el uso del instrumento y que irá disminuyendo a
medida que pasen ciclos de uso del instrumento. Así distintos algoritmos regularán la
“vida” social de los instrumentos, por ejemplo:
a. Si el agente puede acceder a una fuente de materia prima, puede decidir invertir
tiempo de trabajo en fabricar nuevos instrumentos con una forma y apariencia
semejante a los que ha estado usando y que han perdido eficiencia, pero con variaciones
formales que resultan de:
i. mutación aleatoria (pueden experimentarse nuevas formas de instrumentos),
ii. la copia intencional de la forma y apariencia de instrumento de agentes
346
vecinos (sean del grupo o no, se colabore o no), si el de estos resulta ser más
eficiente,
iii. la reproducción aleatoria (no intencional) de la forma y apariencia de
instrumento de agentes vecinos (sean del grupo o no, se colabore o no),
aunque estos no resulten ser más eficientes. El fin aquí sería simular la
necesaria identidad en instrumentos entre aquellos que participan en una
misma finalidad,
iv. adquisición de un nuevo instrumento con forma distinta al hasta entonces
usado por vía de intercambio.
Igualmente, el límite en el número máximo de instrumentos por ciclo puede definirse por la
cantidad de materia prima (recurso externo) y la cantidad de tiempo que se puede restar a
otras ocupaciones. En base a este algoritmo se intentará evaluar como las características
observables de un instrumento pueden cambiar al final de su uso en función de su
eficiencia funcional y de los flujos de objetos e información entre agentes de un mismo
grupo o agentes dentro de una misma vecindad.
Más complejo resultará quizás, simular la producción del “arte”. También podría
representarse como símbolos icónicos, mediante un vector de k rasgos que representen su
forma y apariencia. Un algoritmo como el que sigue pudiera permitirnos simular la
emergencia de yacimientos con “arte rupestre”:
a. Cuando un número de individuos (superior a un determinado umbral u),
miembros de un mismo grupo, se concentran en una misma localización por primera
vez:
i. Aparece un nuevo agente: “arte”, ubicado en ese mismo lugar, cuyo
vector k se configura aleatoriamente. Permanece en ese lugar sin
degradarse hasta el fin de la simulación.
b. Cuando un número de individuos (superior a un determinado umbral u),
miembros de un mismo grupo, se concentran de nuevo en la misma localización o
en otra:
i. Aparece un nuevo agente: “arte”, ubicado en ese mismo lugar, cuyo
vector k es igual al objeto “arte” realizado la primer vez que se
347
reunieron + un factor constante de mutación aleatoria. Permanece en
ese lugar hasta el fin de la simulación.
ii. Si en el lugar de concentración ya había un objeto simbólico anterior,
el nuevo objeto se añade al anterior. Los dos permanecen en el mismo
lugar hasta el fin de la simulación.
En principio, se deberá poner a prueba si las relaciones de semejanza y similitud entre los
instrumentos y símbolos icónicos que se desprenden de la simulación, co-varían con los
grupos de cooperación económica y las redes de reproducción social. En ese caso, la
hipótesis usual en arqueología de “etnicidad = similitud en cultura material” podría
someterse a evaluación.
3) Entorno
En la simulación el medio también puede ser definido como agente. La simulación del
entorno juega ese papel para los agentes simulados, estructura el comportamiento de los
agentes, proporciona recursos energéticos y particulariza los espacios de interacción. Se
pretende definir el entorno simulado o paisaje como una abstracción del ambiente original.
Es por esto que para futuras extensiones del modelo PSP se trabajará con un modelo
simplificado y esquematizado del ambiente en distintos lugares (por ejemplo, en Patagonia
central) simplificando las características geomorfológicas, gradientes de altura sobre el nivel
del mar, ríos, aguas subterráneas, costa, determinando a partir de estas las áreas
relacionadas principalmente con los recursos hídricos y alimenticios.
Recursos: en cada patch se establecen ciclos estacionales y no aleatorios. Los bordes de
los ríos, la costa marina y las aguas subterráneas cuenta con un porcentaje mayor de
recursos, cuya dinámica de crecimiento y desarrollo dependerá del ritmo de los ciclos
estacionales.
Ríos: dos ríos atraviesan todo el territorio de oeste a este, estos cuentan con pasos
aleatorios que se abren de acuerdo a las estaciones del año. Durante la veranada es
cuando más pasos se habilitarán, pudiendo los grupos interaccionar con grupos
vecinos.
Gradientes altitudinales: El ambiente ha sido esquematizado diferenciando tres zonas
de oeste a este, que representan tres gradientes de humedad con diferente porcentaje de
vegetación y altitud.
348
Fig. 63: Proyección del entrono como agente con una representación simplificada del
ambiente.
Es en base a este entorno simplificado que se intentará poner a prueba el modelo PSP,
evaluando como el entorno geográfico, la disponibilidad de recursos y las distancias afectan
o no las dinámicas de agregación y segregación social en sociedades cazadoras recolectoras.
9.5. Conclusiones: Hacia una teoría de la etnogénesis en la Prehistoria.
La principal aportación de este trabajo ha sido la propuesta de aplicación de una
metodología para el estudio de multidisciplinario de sociedades cazadoras recolectoras. El
modelo de etnicidad propuesto en esta tesis, es un intento por poner a prueba conceptos
analíticos y suposiciones que den cuenta de por qué se conforman o no grupos con
identidades diferenciadas. En este trabajo se han cuestionado ciertos supuestos teóricos
sobre la dinámica de agregación y segregación social para determinar si pudieran haber
funcionado en sociedades artificiales modeladas en base a lo que sabemos de sociedades
cazadoras recolectoras que existieron históricamente y si las regularidades producidas por el
modelo pueden compararse con la documentación arqueológica conocida para Patagonia.
Es a partir de estos objetivos del trabajo de tesis que hemos intentado responder a las
siguientes cuestiones:
¿Puede mejorarse el estudio de los sistemas sociales a partir de experimentos computacionales controlados?,
¿Puede explorarse la compatibilidad entre teorías generadas experimentalmente con los datos reales?
349
A partir de una propuesta metodológica basada en la simulación computacional a base de
agentes (Agent Based Modelling) es que nos hemos propuesto trabajar con sistemas complejos
y teorizar con ellos, intentando que las herramientas de modelización computacional
puedan adaptarse al problema planteado y no adaptando el problema a las herramientas.
Hemos constatado que ABM no sólo mejora nuestra comprensión sobre los mecanismos
causales; también nos permite experimentar con extensiones teóricas difíciles de verificar
debido a su nula visibilidad en el registro arqueológico. ABM nos obliga a utilizar un
lenguaje formal para expresar nuestras teorías e hipótesis, lo que también nos fuerza a
explicitar cada supuesto de la teoría implementada. Quizás esto parezca poco relevante y
hasta obvio, pero no lo es, y es quizás la etapa más dificultosa del trabajo de simulación: la
formalización teórica.
En este sentido, las plataformas de simulación con las que actualmente contamos son
múltiples, pero no todas son fácilmente accesibles debido al alto grado de conocimiento de
programación que requieren. Es por ello que para la aplicación de muchas de ellas resulta
necesario trabajar con expertos en el dominio de la ingeniería computacional para poder
implementar modelos de simulación. Pero esto no resulta tan sencillo pues en la práctica
los lenguajes de las disciplinas sociales y computacionales son muy diferentes y por
momentos recíprocamente incomprensibles. No sólo en el dominio de la técnica o de la
metodología, también en los supuestos teóricos que se intentan implementar. Por otra parte
desde las ciencias sociales se vuelve necesario aprender y reconocer el tipo de preguntas
que pueden hacerse en una simulación, los límites de los resultados y el potencial de los
patrones sociales que pueden emergen a partir de la ejecución del modelo. En el proceso de
desarrollo y aplicación de la metodología de simulación debieran poderse identificar y
claramente las etapas de una labor que es esencialmente transdisciplinar. Esto incluye tanto
la definición de un modelo teórico, como la generación del modelo de diseño, la generación
del modelo específico que se aplicará en una plataforma de simulación, y por último, el
análisis de las propiedades emergentes. Esto no implica que, para realizar una simulación,
un programador se deba volver arqueólogo o un arqueólogo un programador, lo que
implica es la necesidad de desarrollar un lenguaje común, que permita el desenvolvimiento
de diferentes responsabilidades y roles dentro de un mismo dominio de conocimiento. Es
esta tarea, la que hoy por hoy, se encuentra en sus fases iniciales.
350
En este trabajo no hemos intentado, en modo alguno, hacer una síntesis general de las
sociedades patagónicas y menos aún formular esquemas universales de desarrollo social y
variación cultural. Nuestra principal preocupación e interés ha sido contribuir al análisis de
los mecanismos que permiten abordar el estudio de la etnogénesis y diferenciación cultural
a lo largo de los casi 13000 años de historia patagónica. ¿Por qué se segregaron o se
agregaron grupos de cazadores recolectores?, ¿cómo se fusionaron distintos grupos o se
fisionó un grupo inicial? Estas preguntas quizá resulten demasiado ambiciosas, y no es
objetivo de este trabajo darles una explicación concluyente. Los individuos, se separan por
muchas razones, y en múltiples maneras. Existe segregación por sexo, edad, ingreso,
lenguaje, religión, color e incluso por los accidentes históricos de localización. Algunas
segregaciones pueden resultar de las costumbres organizativas, o de diferentes sistemas de
comunicación. Esta tesis examina alguno de los incentivos individuales que pueden afectar
a la segregación y muestra la manera cómo algunas decisiones a nivel individual generan
resultados a escala colectiva. Es decir, muestra como algunos mecanismos sociales trasladan
la conducta individual no organizada a resultados colectivos.
Aunque limitada en su implementación y circunscripta a un caso etnohistórico, creemos
que nuestra investigación proporciona suficientes elementos para la reflexión acerca de los
procesos de etnogénesis y diferenciación cultural en la prehistoria. Para el 99% de la
historia de la humanidad no tenemos ninguna descripción directa de la actividad social, sólo
contamos con algunos de sus resultados materiales. Desconocemos las motivaciones que
las produjeron, y nada sabemos sobre las intenciones u objetivos de la gente que vivía en el
pasado. Bajo estas circunstancias, los arqueólog@s usualmente ponen énfasis en las
similitudes en la cultura material, distinguiendo un componente funcional (similitudes en la
base económica) de un componente estilístico. Sin embargo, como hemos analizado en esta
tesis, este énfasis en la cultura material puede generar el error de confundir “similitudes
observables” con “origen étnico”. Lo común o afín no es sólo una condición suficiente
para comprender la formación de un grupo étnico. Rasgos culturales como el lenguaje o las
creencias religiosas pueden empujar los límites del grupo y pueden raramente encontrar un
conjunto de aspectos culturales que lleguen a ser compartidos por todos los miembros del
grupo.
Al formalizar el modelo PSP hemos concebido y explicitado a la identidad étnica como un
resultado de un proceso de producción y reproducción de las identidades a partir de
acciones que habilitan los comportamientos colectivos. Este proceso de contraste,
351
definición y distancia cultural parece reproducir de forma bastante natural los fenómenos a
escala macro a partir del comportamiento a escala micro diseñado para los componentes
básicos del modelo. En nuestra simulación las interacciones a nivel individual entre
unidades familiares, como el reconocimiento explícito ente los agentes y las distinciones en
base a una herencia común o a transformaciones que asumen características culturales
compartidas, o en base a una historia común de lazos parentales, religión, lenguaje,
territorio, etc. han dado lugar a la aparición de procesos de identificación colectivos que
podemos reconocer como fenómenos de etnogénesis.
La naturaleza dinámica y relacional de la etnicidad registrada tanto en el presente
etnográfico como en el pasado prehistórico implica tanto la permeabilidad de las fronteras
sociales como el rechazo de las categorías comunes monolíticas de las formas culturales: el
idioma o rasgos particulares genéticos y/o culturales. De este modo se puede entender
como las fronteras culturales no siempre son claramente definidas ni se corresponden
necesariamente con las fronteras étnicas (Eriksen, 1993). Por otro lado, nuestra simulación
pone de manifiesto que la etnicidad no sólo surge a partir del contraste, oposición o
conflicto, por lo que la confrontación no resulta ser el único disparador posible de las
categorías de adscripción y de diferenciación étnica. Es cierto que la fricción de grupos
puede desarrollar un conjunto de representaciones y valores que establecen los términos
desde los cuales estas clasificaciones y auto-adscripciones son construidas (Cardoso de
Oliveira, 1971), pero las distintas formas en las que se construye la interacción social,
especialmente en lo que se refiere a cooperación y reciprocidad (ya sea económica, en
materia de reproducción, entre otras) y los rendimientos esperados de dicha cooperación
resultan también importantes.
Si la etnicidad se encuentra en permanente negociación y renegociación tanto por las
adscripciones externas como por la auto-identificación, debe rechazarse de plano la
concepción de los grupos étnicos como discontinuidades culturales aisladas y autodefinidas,
o como a prioris lógicos de pertenencia natural. Los grupos étnicos constituyen una red
dialéctica de inclusión y exclusión. De ahí que la identificación arqueológica de los grupos
étnicos en la prehistoria suele reflejar denominaciones inexactas más que realidades
sociales. Eso significa que la identificación de un grupo étnico por parte de agentes
externos al grupo, como los arqueólog@, suele no coincidir con la autoidentificación de los
miembros del grupo, ya que está basada en clasificaciones muy distintas: no es la
352
“semejanza” observable la que condiciona la pertenencia a un grupo, sino el proceso de
conformación del grupo como resultado de la particular dialéctica entre cooperación,
reciprocidad y tolerancia, entre agregación social y segregación, entre fisión y fusión.
En prehistoria, y a diferencia de lo que se ha hecho usualmente, debemos seguir insistiendo
en una concepción histórica de los grupos étnicos, como el resultado de una construcción
social simbólica e histórica y por lo tanto variable y socialmente constituida, porque:
1) están basados en creencias subjetivas de una comunidad compartida,
2) esta creencia en una comunidad compartida no crea al grupo, sino que el grupo crea
esta creencia.
Es por esto que para operacionalizar el concepto de etnicidad hemos asumido en este
trabajo que:
La etnicidad incluye empatía y relaciones de afinidad entre sus miembros.
El conflicto incrementa las relaciones de afiliación.
La etnicidad no tiene relación directa con el territorio.
La materialidad de la etnicidad no puede entenderse como una sumatoria de rasgos
culturales, debe entenderse como un sistema complejo de relaciones que pueden ser
definidas a través de correspondencias cronológicas.
Los enunciados anteriores no pueden entenderse a nivel individual, la mecánica de
la etnicidad puede entenderse sólo a nivel social.
El eje de nuestra perspectiva es que todos aquellos rasgos compartidos entre los agentes, su
comportamiento, su lenguaje, los productos de su trabajo y/o los resultados materiales o
inmateriales de sus acciones deberían estar ligados al proceso de interacción social que
generan estos rasgos, es decir que la etnicidad es una relación social. Esto significa que la
forma de tomar decisiones económicas, sociales y políticas, es lo que configura a los grupos
de personas a diferentes escalas. La emergencia de grupos o clusters de agentes sociales es la
consecuencia de la forma en que los diferentes agentes sociales han interactuado a través
del tiempo. Y podrían haber interactuado por muchas razones y en muchas formas:
cooperando para adquirir bienes y efectivizar la subsistencia, cooperando para producir
herramientas e instrumentos, cooperando para el intercambio de subsistencia y/o
herramientas, cooperando para la propia reproducción, negándose a cooperar, u obligando
a otros agentes a trabajar en su propio beneficio, etc. La guerra y el conflicto también son
otra clase de interacción. En todos estos casos, las interacciones varían en intensidad y en
353
frecuencia definiendo una compleja red de relaciones intergrupales positivas y negativas.
Como resultado, los agentes pueden adoptar actividades similares tendiendo sus acciones a
generar los mismos resultados.
El análisis de la relaciones de causa-efecto entre acciones sociales, agentes y sus productos
nos ha obligado a aproximarnos al estudio de la etnicidad demostrando cómo la agregación
social se ajusta dentro de una estructura causal, es decir, una topología de acciones y entidades,
donde un cambio en la propiedad de una entidad produce dialécticamente un cambio en
una propiedad de otra entidad. Por lo tanto, es el proceso de agregación social y no las
similitudes observables lo que nos interesa seguir investigando una vez que esta tesis llega a
su fin. La insistencia en utilizar el clásico término etnogénesis se basa en la necesidad de
estudiar el proceso de formación del registro arqueológico en términos dinámicos, aunque
este proceso no tenga correlatos observables directos.
Nuestra intención no ha sido la de representar a una teoría subjetiva de lo que creemos que
la etnogénesis debería haber sido en el pasado, sino lograr una descripción computacional
de un fenómeno social documentado. En consecuencia, los programas de ordenador deben
estar relacionados con el mundo de tal manera que podamos usar el modelo de
computadora para generar una "explicación" del pasado.
Visto desde el escenario patagónico, nuestros resultados preliminares de modelos
informáticos parecen coincidir con la diferenciación biológica y lingüística entre los grupos
humanos de esa región, lo que parece estar fuertemente asociado con la separación espacial.
En otras palabras, las personas tienen mayor probabilidad de interactuar con personas que
comparten mayores atributos culturales, y estas interacciones tienden a aumentar el número
de atributos culturales que comparten (lo que los vuelve más propensos a interactuar
nuevamente). Según esta visión, nuestro modelo de etnogénesis predice que los grupos
humanos reflejarán una separación geográfica en el patrón de distancias inter-grupales,
siendo el resultado final la existencia de mayores similitudes entre las poblaciones
geográficamente próximas y crecientes diferencias entre grupos que están más lejos y más
lejos entre sí. Sin embargo, también hemos observado que las pruebas étnicas, lingüísticas,
culturales, económicas e incluso las fronteras territoriales han sido muy permeables,
sugiriendo un grado considerable de mezcla de población.
354
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401
ÍNDICE FIGURAS
Figura 1 Ejemplo de estructuras emergentes en el juego de la vida de Conway
(1970)…………………………………………………………………
21
Figura 2 Estructura de decisión propuesta por Cohen, March y Olsen. (tomado
de Fioretti y Lomi, 2008)……………………………………………...
22
Figura 3 Representación en una cuadrícula 3D del modelo de segregación de
Schelling (Crooks et al., 2009)…………………………………………
23
Figura 4 Axelrod (1987) analiza evolutivamente el dilema del Prisionero con el
fin de evaluar cuales estrategias de comportamientos son las que se
imponen a largo plazo………………………………………………...
24
Figura 5 Metodología de Modelización NK (Ganco y Hoetker, 2009)………..... 26
Figura 6 Etapas del proceso de simulación……………………………………... 27
Figura 7 Simulación sugarscape. Recurso tomado de
http://sugarscape.sourceforge.net/ (en este sitio Web puede ejecutarse
el modelo)……………………………………………………………..
32
Figura 8 Resultados de las simulaciones computacionales en el Sudoeste de los
Estados Unidos, Ilustración de N. Rager Fuller, National Science
Foundation……………………………………………………………
36
Figura 9 Caracterización dinámica del paisaje de Tell Beydar, Siria (Argonne
National Laboratory: http://www.dis.anl.gov/projects/dias.html)..........
38
Figura 10 Mapa geográfico de la Patagonia. Tomado de McCulloch et al. (1997)... 68
Figura 11 Paisaje de de la estepa Patagónica……………………………………... 70
Figura 12 Estepa de Coirón (Festuca sp.) y jarilla (Larrea sp.)……………………... 71
Figura 13 Ñandú petiso (Pterocnemia pennata), lobos marinos de un pelo (Otaria
byronia) y piche (Zaedyus pichiyy)………………………………………...
72
Figura 14 Paisaje característico de la costa patagónica central…………………… 72
Figura 15 Paisaje de precordillera y cordillera andino-patagónica………………... 73
Figura 16 Mapa étnico patagónico………………………………………………. 79
Figura 17 Wiki, Indio Tehuelche matando un puma (Musters, 1964)……………. 83
Figura 18 Fotografía tomada por el fotógrafo italiano Benito Panunzi en 1865.
En la imagen posan un grupo de indígenas Aonik Kenk, entre los que
se encuentran el Cacique Casimiro y su hijo Sam Slick………………...
84
Figura 19 Representación de: un campamento tehuelche (en D. D’Urville, 1846).. 88
Figura 20 Mapa de la Patagonia Septentrional, realizado por Francisco Moreno
402
durante una expedición realizada entre 1876-1877……………………. 89
Figura 21 El cacique Gúnüne Kena, Mañacaike y su familia fotografiados en el
frente de su toldo confeccionado de cuero de caballo (Archivo General
de la Nación Argentina, 1969)………………………………………...
91
Figura 22 Imágenes de los pueblos patagónicos norcodilleranos, registradas por
el geólogo B. Willis en 1914. ( Willis 1914a, frente a p. 302)…………..
93
Figura 23 Mapa tomado del artículo de R. Casamiquela, Los pueblos indígenas.
Ciencia Hoy, vol. 2 N° 7, 1990. En él representa la distribución de las
etnias patagónicas durante el siglo XVII y XIX y demarca las
fronteras interculturales……………………………………………….
95
Figura 24 Registro arqueológico araucano: hacha grabada, cerámica Valdivia,
Pectorales de Plata (Colección Museo de la Patagonia, APN)…………
106
Figura 25 Diseño de los quillangos o manto de piel pintados, Colección Museo de
la Patagonia, APN……………………………………………………..
107
Figura 26 Aonik kenks en la provincia de Sant aCruz, 1908 (fotografía de autor
desconocido, del Archivo de la Nación, Argentina)…………………...
119
Figura 27 En el Modelo de Segregación de Schelling, los agentes deciden hacia
que celda habrán de moverse de acuerdo al color de sus vecinos……...
123
Figura 28 Resultados del modelo de Schelling. Las flechas indican en qué
dirección se incrementan los agrupamientos. Los cluster se incrementan
a medida que el valor x decrece. Los espacios vacíos proveen los
límites de estabilidad de los clusters. Cuantos menos espacios vacíos hay
significa que los clusters o grupos son más amplios, reduciéndose así la
capacidad de interacción (Vinkovic y Kirman, 2006)…………………..
124
Figura 29 Dos resultados emergentes del modelo de segregación; 1º se evidencia
una fuerte reducción del número de vecindarios o grupos, 2º el
promedio de felicidad o satisfacción de los agentes (medido como la
proporción de habitantes que contiene) se incrementa hasta un 80%
alcanzando un estado en el cual los agentes no tienen ningún incentivo
por moverse, llegando a un estado de equilibrio global (Cederman et
al., 2011)………………………………………………………………
124
Figura 30 Red bidimensional en el modelo de Axelrod………………………….. 127
Figura 31 Ejemplo de representación de los vectores culturales (Cosenza et al.,
2007)………………………………………………………………….
128
403
Figura 32 Modelo de Axelrod para diferentes valores de q por encima y por
debajo de del valor crítico q0, el ejemplo de estado final es sobre una
red de tamaño N= 50 x 50 elementos y F=10. Con valores pequeños
de q el sistema evoluciona hacia la homogeneidad y para valores
mayores de q el sistema evoluciona hacia un estado multicultural……...
128
Figura 33 Fase de transición en el modelo de Axelrod. Para valores de q < qo, el
sistema alcanza un estado monocultural, mientras que para q > qo se
alcanzan múltiples dominios culturales. Una transición de un estado a
otro ocurre para valores q = qo, denominado valor crítico (Cosenza et
al., 2007)………………………………………………………………
129
Figura 34 Representación de redes neuronales y clados utilizados en
computación evolutiva (Radicchi et al., 2004)…………………………
131
Figura 35 Simulación de la transición de un estado multicultural a un estado
global controlado por una tasa de ruido escalar(r’) (Klemm et al.,
2003)………………………………………………………………….
135
Figura 36 Moda de Vectores………………………………...................................... 139
Figura 37 Supuestos del Modelo PSP…………………………………………… 141
Figura 38 Supuestos emergentes del Modelo PSP……………………………... 144
Figura 39 Ejemplo de una red bayesiana. Los nodos están representados por
variables aleatorias y por una tabla de probabilidad condicional, por
ejemplo, disponibilidad de plantas (PXi) y éxito en la recolección
[P(Y/Xi)]. Los arcos o flechas representan las relaciones de
dependencia. La topología o estructura de la red nos brinda
información sobre la dependencia probabilística entre las variables…....
145
Figura 40 Modelo Conceptual PSP……………………………………………… 146
Figura 41 Entorno 2D de PSP………………………………………………….. 152
Figura 42 Ciclo de Vida de los Agentes…………………………………………. 152
Figura 43 Ciclo de supervivencia. Cada agente cuenta con una probabilidad de
moverse e interacturar con otros agentes con el fin de decidir si
cooperar o no en la supervivencia o en la reproducción……………….
154
Figura 44 Ciclo de evolución de la identidad. Los atributos de los agentes y las
variables de estado se actualizan de forma asincrónica, es decir que los
valores son calculados de manera independiente para cada agente…….
154
Figura 45 Interfase de Netlogo………………………………………………….. 157
404
Figura 46 Funcionalidad de los componentes del Marco Metodológico…………. 158
Figura 47 Esquema del diseño experimental…………………………………….. 183
Figura 48 Pasos del proceso de simulación, adaptado de Ramanath y Gilbert
(2003)…………………………………………………………………
227
Figura 49 Aproximaciones hacia la validez de los resultados…………………….. 229
Figura 50 Diagrama del contexto de interacción de las Simulaciones Sociales
(adaptado de Barceló 2009)……………………………………………
235
Figura 51 Estructura de calibración empírica en ABM…………………………... 237
Figura 52 Esquema Multidimensional de semejanza cultural de David Clark
(1968)…………………………………………………………………
250
Figura 53 Fig. 53: Árbol filogenético: representación de la relación ancestro-
descendiente entre diferentes grupos culturales (Pagel, M. y R. Mace.
2004. The cultural wealth of Nations. Nature 428: 275-278)………...…
252
Figura 54 Uso de redes de conexión entre asentamientos, para establecer las
dimensiones y solapamientos de áreas territoriales arqueológicas
(Graham y Steiner, 2006)……………………………………………...
257
Figura 55 Ejemplo de uso de árboles filogenéticos para la clasificación de puntas
de flecha del sur de los Estados Unidos (O’Brien, 2005)………………
264
Figura 56 Diversidad Topográfica de la Patagonia………………………………. 281
Figura 57 Mujer Tehuelche fotografía de Moritz Alemann (Casamiquela 1991)…. 283
Figura 58 a) Mujer Selk'nam, fotografíada por M. Gusinde en 1918-1922 y
publicada por Gusinde 1986 [1939], apéndice II: 601, figura 40. b)
Mujeres Yamana fotografía tomada por Mission Scientifique du Cap
Horn en 1882-1883, publicada por A. Chapman et al., 1995:110)……...
293
Figura 59 Fig. 59: extension de las lenguas en Patagonia para el siglo XVI.
(Adaptado de Viega Barros 2005) AC) Alakaluf central; AN) Alakaluf
Norte; AS) Alakaluf Sur; Ch) Chono; E) Enoo/Guaicuru; P) dialecto de la
costa patagónica; Pe) Pehuenche Prehistorico; Pu) Puelches; Y) Yagan (or
Yamana)……………………………………………………………….
295
Figura 60 Toldería del cacique Sacamata ubicada en la Patagonia central. La
fotografía fue tomada en 1893 por John Murray Thomas. (Bowman, H.
y L. Priamo, 2003. Una frontera lejana. La colonización galesa del
Chubut 1865-1935. Ed. Fundación Antorchas)………………………..
300
Figura 61 Siglo XIX indígenas del grupo conocido como Manzanero de la
405
cordillera patagónica norte, en un encuentro realizado en Carmen de
Patagones en 1886, con autoridades estatales y religiosa (Catálogo Ecos
históricos de la Patagonia. Aborígenes y misioneros, siglo XIX (42))….
323
Figura 62 Área arqueológica de Caepe Malal, cordillera patagónica norte
(Dellanegra y Novellino, 2005)………………………………………...
324
Figura 63 Proyección del entrono como agente con una representación
simplificada del ambiente……………………………………………...
348
ÍNDICE DE PANTALLAS DE RESULTADOS
Pantalla 1
Media de grupos formados bajo las condiciones iniciales del
experimento 1 con variación en el número poblacional. Los resultados
indican un estado monocultural……………………………………….
187
Pantalla 2
El gráfico indica el número de grupos que se han formado en 10
simulaciones con números diferentes de unidades familiares o agentes
[ 20 40 60 80 ]………………………………………………………
188
Pantalla 3
Evolución de la formación de grupos en el escenario básico del
prototipo 1 para una simulación de 80 agentes………………………...
188
Pantalla 4
Evolución de las ventajas de la cooperación de acuerdo número de
agentes involucrados en el experimento……………………………….
191
Pantalla 5
Efecto de los retornos de la cooperación sobre el modelo. Cuanto
mayor es el número de agentes simulados, los efectos de la
cooperación tenderán a saturarse y los grupos a reducirse……………..
191
Pantalla 6
Efectos de las ventajas de la cooperación sobre el número de grupos
formados……………………………………………………………...
192
Pantalla 7
Monitoreo del experimento 2 para ventajas mayores de la cooperación
y para un número alto de población: 80 agentes……………………….
193
Pantalla 8
Comparación entre la media de grupos formados de acuerdo al tamaño
de la población simulada………………………………………………
195
Pantalla 9
Ejemplo gráfico de una simulación con una población de 80 agente y
con altos valores de dimensión cultural compartida…………………...
197
Pantalla 10
El gráfico señala las diferencias en el número de grupos formados de
acuerdo al índice de intolerancia identitaria, cuanto menor es este
índice la tendencia hacia la divergencia social aumenta………………...
199
Pantalla 11
Comparación de los resultados gráficos y espaciales de dos
406
simulaciones con un alto índice de intolerancia identitaria (0.8): a)
Simulación sobre una población de 20 agentes representando un
estado de fisión grupal; b) Simulación sobre un grupo de 60 agentes
representando un estado monocultural………………………………..
199 -200
Pantalla 12
Resultado de los efectos de la intolerancia identitaria con diferentes
valores de retornos de cooperación…………………………………...
201
Pantalla 13
Evolución de las agregaciones para el experimento 4b………………... 201
Pantalla 14
Resultados generales para altos beneficios de cooperación (0.5) en
poblaciones con índice alto de intolerancia identitaria………………
202
Pantalla 15
Efectos del porcentaje de proximidad cultural y de la variabilidad de la
dimensión cultural en el número de grupos formados…………………
203
Pantalla 16
Efectos de la variación en el índice de intolerancia cultural sobre la
conformación de grupos………………………………………………
204
Pantalla 17
Efectos de la variación del parámetro de Inolerancia Identitaria cuando
los valores de las ventajas de la cooperación son bajos………………...
204
Pantalla 18
Evolución de los grupos en Experimento 4c………………………….. 205
Pantalla 19
Resultados de la distribución de grupos en Experimento 4c…………... 205
Pantalla 20
Aumento de los niveles de mortandad en Experimento 4c…………… 206
Pantalla 21
Efectos de la variación en los parámetros de susbsitencia sobre la
evolución de los grupos……………………………………………….
207
Pantalla 22
Influencia de la variación del porcentaje de proximidad cultural y
diferentes valores de subsistencia sobre la conformación de grupos…...
207
Pantalla 23
Variación de los parámetros de subsistencia para diferentes porcentajes
de proximidad cultural………………………………………………...
208
Pantalla 24
Resultados de la evolución de los grupos para valores altos de
subsistencia (1.5) y alto porcentaje de proximidad cultural…………….
209
Pantalla 25
Evolución de la simulación de acuerdo a la variación en el radio de vecindad [ 2 ] y al
número de agentes involucrados [ 20 40 60 ]………..
212
Pantalla 26
Evolución de la simulación de acuerdo a la variación en el radio de vecindad [ 2 ] y al
número de agentes involucrados [ 20 40 60 ]………..
213
Pantalla 27
Evolución de la simulación de acuerdo a la variación en el radio de vecindad [ 2 ] y al
número de agentes involucrados [ 20 40 60 ]………..
214
Pantalla 28
Evolución de la relación entre el índice de intolerancia y el radio de
movilidad para una población de 40 agentes…………………………..
215
407
Pantalla 29
Evolución de la etnogénesis de acuerdo a los efectos del radio de
vecindad y del índice de Intolerancia Identitaria, a) índice de
intolerancia bajo: 0.2…………………………………………………..
216
Pantalla 30
Evolución de la etnogénesis de acuerdo a los efectos del radio de
vecindad y del índice de Intolerancia Identitaria, b) índice de
intolerancia medio: 0.5………………………………………………...
217
Pantalla 31
Evolución de la etnogénesis de acuerdo a los efectos del radio de
vecindad y del índice de Intolerancia Identitaria, c) índice de
intolerancia alto: 0.9…………………………………………………...
218
ÍNDICE DE TABLAS
Tabla 1 Familias Lingüísticas de la Patagonia (Viega Barros 2005)…………….. 99
Tabla 2 Hipótesis de división Lingüística según Viega Barros (2005)………….. 100
Tabla 3 Variación en la utilización del concepto de cultura en ABM………….. 138
Tabla 4 Parámetros iniciales del Modelo PSP…………………………………. 160 -162
Tabla 5 Rango de los Parámetros utilizados…………………………………… 185
Tabla 6 Divisiones Lingüísticas en Patagonia…………………………………. 302-304
408
ANEXO 1
CÓDIGO NETLOGO: MODELO PSP extensions [array] ;;; GLOBAL VARIABLES ;;; globals [ max-periods-without-surplus n-deaths-by-old-age n-deaths-by-insufficient-surplus step group-size component-index ] ;;; BREEDS ;;; breed [ families family ] families-own [ age max-age culture capacity surplus periods-without-surplus my-neighborhood my-group explored? component leader ] patches-own [ resources ] ;;; MODEL SETUP ;;; to setup ca ; initialize global parameters ;set subsistence 0.5 set max-periods-without-surplus 5 ;set surplus-depreciation 0.5 set step 1 ; create and initialize families ask patch 0 0[ ask n-of n-families ( patches in-radius initial-radius ) [ sprout-families 1 [ ;set color scale-color yellow ((random-float 50) + 20 ) 0 50 set color red set hidden? false set shape "person" set size 1
409
fd 0.5 set max-age random-poisson life-expectancy set capacity random-float 1 set culture n-values cultural-dimensions [ ? ] set surplus (random-float 5) ] ] ] ask families [ set-neighborhood-and-group ] identify-global-groups ; initiliaze patches ask patches [ ;set resources random-poisson resources-average ] end ;;; MAIN PROCEDURE ;;; to go move survive evolve-culture replace identify-global-groups paint-neighborhood do-ploting end to move ask families [ set-neighborhood-and-group move-to one-of my-neighborhood set heading random 360 fd 0.5 ] ;if movement-rule = "follow local leader" ;[ ask families [ ; set-neighborhood-and-group ; set leader one-of (turtle-set self my-group) with-max [capacity] ; move-to one-of [my-neighborhood] of leader ] ;] end to set-neighborhood-and-group let me who set my-neighborhood patches in-radius neighborhood-radius let my-neighbors other families-on my-neighborhood set my-group my-neighbors with [ ( ( get-cultural-proximity-between-two-vectors culture ([culture] of myself) ) / cultural-dimensions) >= %cultural-proximity ] end
410
to survive ; harvest and hunting ask families [ let group-capacity ( capacity + sum [ capacity ] of my-group ) let family-output ( capacity * ( group-capacity ^ ( returns-to-cooperation - 1 ) ) ) set surplus ( ( surplus * (1 - surplus-depreciation) ) - subsistence + family-output ) set surplus max (list 0 surplus ) ] end to evolve-culture ; cultural diffusion process ask families [ if any? my-group [ let consensual-culture compute-consensual-culture-within-group let different-cultural-traits [ ] foreach n-values cultural-dimensions [?] [ if (item ? culture) != (item ? consensual-culture) [ set different-cultural-traits fput ? different-cultural-traits ] ] if not empty? different-cultural-traits [ if (random-float 1 < p-cult-diffusion) [ let trait-to-copy one-of different-cultural-traits set culture replace-item trait-to-copy culture (item trait-to-copy consensual-culture ) ] ] ] ] ; cultural mutation process ask families [ if random-float 1 < p-cult-mutation [ let trait-to-mutate one-of n-values cultural-dimensions [?] let new-trait random cultural-traits set culture replace-item trait-to-mutate culture new-trait ask my-group [ set culture replace-item trait-to-mutate culture new-trait ] ] ] end to-report compute-consensual-culture-within-group let consensus [ ] foreach n-values cultural-dimensions [?] [ let consensual-trait one-of modes [ item ? culture] of my-group set consensus fput consensual-trait consensus ] report reverse consensus
411
end to replace ; Replacements uses a roulette wheel rule according to families' capacities ; oldage deaths let oldage-deaths [ ] ask families [ set age ( age + 0.5) if ( age >= max-age ) [ set oldage-deaths (fput who oldage-deaths) ] ] ; new families let parents descendant-parents length oldage-deaths foreach parents [ new-descendant ? ] foreach oldage-deaths [ ask family ? [ die ] ] set n-deaths-by-old-age (length oldage-deaths) ; starving deaths let starving-deaths [ ] ask families [ ifelse ( surplus <= 0.01 ) [ set periods-without-surplus (periods-without-surplus + 1)] [ set periods-without-surplus 0 ] if ( periods-without-surplus > max-periods-without-surplus) [ set starving-deaths (fput who starving-deaths) ] ] foreach starving-deaths [ ask family ? [ die ] ] set n-deaths-by-insufficient-surplus (length starving-deaths) set parents descendant-parents length starving-deaths foreach parents [ new-descendant ? ] end to new-descendant [ parent-who ] ask family parent-who [ hatch 1 [ set age 0 set max-age random-poisson life-expectancy set capacity random-float 1 set-neighborhood-and-group ] ] end to-report descendant-parents [ times ] let parents [ ] repeat times [ let rand-s random-float sum [surplus] of families let subtotal 0 let stop? false foreach sort families
412
[ set subtotal (subtotal + [surplus] of ?) if ( (rand-s < subtotal) and (not stop?)) [ set parents (fput ([who] of ?) parents) set stop? true ] ] ] report parents end to do-ploting set-current-plot "Groups evolution" set-current-plot-pen "n-groups" plot component-index set-current-plot "Deaths" set-current-plot-pen "old-age" plot n-deaths-by-old-age set-current-plot-pen "no-surplus" plot n-deaths-by-insufficient-surplus set-current-plot "Surplus distribution" set-current-plot-pen "surplus" set-plot-y-range 0 (count families / 2) set-plot-x-range (min [surplus] of families) ((1 / 15) + (max [surplus] of families)) set-histogram-num-bars 15 histogram [surplus] of families set-current-plot "Groups distribution" set-current-plot-pen "groups" plot-pen-reset set-plot-y-range 0 (count families / 2) let i 1 foreach group-sizes [ set-plot-pen-color (item 1 ?) plotxy i (item 0 ?) set i i + 1 ] end to-report group-sizes let size-list [ ] foreach (n-values max [component] of families [? + 1]) [ let size-sublist [ ] set size-sublist fput ([color] of (one-of families with [component = ?])) size-sublist set size-sublist fput (count families with [component = ?]) size-sublist set size-list fput size-sublist size-list ] report sort-by [ (item 0 ?1) > (item 0 ?2)] size-list end to-report get-cultural-proximity-between-two-families [ family1 family2 ]
413
let proximity sum ( map [ ifelse-value ( ?1 = ?2) [1] [0] ] ( [ culture ] of family1) ([ culture ] of family2) ) report proximity end to-report get-cultural-proximity-between-two-vectors [ culture1 culture2 ] let proximity sum ( map [ ifelse-value ( ?1 = ?2) [1] [0] ] ( culture1 ) ( culture2) ) report proximity end to identify-global-groups ask links [die] ;ask families [ set-neighborhood-and-group ] ;ask families [ create-links-with my-group ] ] let family-array array:from-list ( sort families ) let index-i 0 while [ index-i < array:length family-array ] [ let index-j ( index-i + 1) while [ index-j < array:length family-array ] [ let pair-proximity ( get-cultural-proximity-between-two-families ( array:item family-array index-i ) ( array:item family-array index-j ) ) if ( (pair-proximity / cultural-dimensions) >= %cultural-proximity ) [ ask ( array:item family-array index-i ) [ create-link-with ( array:item family-array index-j ) ] ] set index-j ( index-j + 1 ) ] set index-i (index-i + 1) ] find-all-components ask families [ let my-color ( 15 + 10 * (component - 1 )) set color my-color ask my-links [ set color my-color + 2 ] ] if link-hidden? [ ask links [ set hidden? true ]] end to paint-neighborhood ask patches [ set pcolor black ] if paint-neighborhood? [ ask families [ ask my-neighborhood [ set pcolor [color] of myself - 4] ] ] end ;; These procedures are an adaptation from: Wilensky, U. (2005). NetLogo Giant Component model. ;; http://ccl.northwestern.edu/netlogo/models/GiantComponent. ;; Center for Connected Learning and Computer-Based Modeling, Northwestern University, Evanston, IL.
414
;; to find all the connected components in the network, their sizes and starting turtles to find-all-components ask families [ set explored? false ] set component-index 0 loop [ ifelse any? families with [ not explored? ] [ let start one-of sort families with [ not explored? ] set group-size 0 set component-index ( component-index + 1) ask start [ explore ] ] [ stop ] ] end ;; Finds all families reachable from this node to explore if explored? [ stop ] set explored? true set component component-index set group-size group-size + 1 ask link-neighbors [ explore ] end
415
ENGLISH SUMMARY
Modeling Ethnic Heterogeneity and Cultural Diversity
of Patagonian Hunter-Gatherers Approaches from Computer Simulation and Agent Based Models.
Introduction.
The identification of "ethnic groups" in the usage of social scientists has often reflected
inaccurate labels more than social realities. That is to say, the identification of an ethnic
group by outsiders, e.g. anthropologists, may not coincide with the self-identification of the
members of that group.
An ethnic group is a group of people whose members explicitly regard themselves and are
regarded by others as truly distinctive, through a common heritage that is real or assumed-
sharing “cultural” characteristics. This shared heritage may be based upon putative
common ancestry, history, kinship, religion, language, shared territory, nationality or
physical appearance. Members of an ethnic group are conscious of belonging to an ethnic
group; moreover ethnic identity is further marked by the recognition from others of a
group's distinctiveness.
Additionally, it can be argued that the components of ethnicity mostly arise in situations of
contact and contrast, being inter-action the motor of generation of categories of ascription
and ethnic differentiation. Such an inter-action should be considered both positive
(exchange) and negative (conflict), in such a way that different ways of social fusion,
fission and friction develops a set of representations and values that set the terms from
which social clustering and self-ascriptions are constructed.
It is then understood that materially expressed cultural boundaries are not always clearly
defined nor necessarily correspond with ethnic boundaries (Eriksen, 1993).
416
Ethnicity is perpetually in negotiation and renegotiating by both external ascription and
internal self-identification. Ethnic groups are not discontinuous cultural isolates to which
people naturally belong but a series of nesting dichotomizations of inclusiveness and
exclusiveness.
Processes that result in the emergence of such inclusiveness are called ethnogenesis. Given
that those processes should be analyzed in behavioral terms, we should accentuate dynamic
and negotiable social identities, involving both social permeability of borders and rejecting
the monolithic categories of common cultural forms such as language or particular genetic
or cultural traits. Ethnic groups are usually expressed as a set of shared norms, transmitted
through believes, religion, language. The similarity in language and material culture or the
constriction of groups to a restricted geographical area is just the consequence of people
that work together and have common goals, and people that segregate those who does not
work nor cooperate with them. The similarity in biological phenotype, for instance, is the
result of the way agents that reproduce among them chose their reproductive mates within
an already defined group. The more cultural transmission among individuals connected by
the same social network, the more similar are the agents, their actions and the material and
immaterial consequences of their actions.
A Constructive Approach to Ethnicity
The key of our perspective is that any shared traits among agents, their behavior, their
beliefs, and their language, the products of their work and/or the material or immaterial
results of their actions should be contingent to the social interaction process that generated
those traits. In so saying, we follow a constructive approach to “ethnicity”. That means that
the way people take economic, social and political decisions is what configures people
clustering at different scales. That means, the emergence of groups or aggregates of social
agents is the consequence of the way different social agents have interacted along a period
of time. And they may have interacted for many reasons and in many ways: cooperating to
acquire subsistence, cooperating to produce tools and instruments, cooperating to
exchange subsistence and/or tools, cooperating for reproducing themselves, refusing such
cooperation, or compelling other agents to work in their own benefit, etc. War and conflict
are also another kind of interaction. In all those cases, interactions vary in intensity and
frequency what defines a complex network of positive or negative intergroup relationships.
As a result, agents adopt similar activities, and their actions tend to generate similar results.
417
In other words, the question is “why groups of people are the way they are” in terms of how
agents acted when they became integrated into a single group. The complex interplay of
social actions, agents and their products explain ethnicity by showing how social
aggregation fit into a causal structure, that is to say, a vast network of interacting actions and
entities, where a change in a property of an entity dialectically produces a change in a property
of another entity. What we need to explain is the definition of a complex system that
produces the recognized evidence by the interaction of a number of actions and entities,
where the interactions between them can be characterized by direct, invariant and change-
relating generalizations.
This conception of ethnicity is hardly applicable to prehistory, given the limitation of data.
We only know the material consequences of actions having been performed in the past. We
do not have primary information about social agents, the social networks they may have
created, nor the particular forms of cooperation among individuals. The usual
archaeological emphasis in “observable similarities” as a surrogate of “ethnicity” is
misleading because the mere commonality is not a sufficient condition to understand the
formation of an aggregate of people. It is the process of social aggregation and not the
observable similarities what should interest us.
The basis of this research project is then simulating inside a computer what we know about
actions having been performed in the past and experimenting with the effects they may
produce in such a virtual world (Barceló 2008). Seen in the framework of agent-based
modeling, the artificial society we pretend to build is based on a set of simulated social
agents represented as members of an evolving (virtual) population of social procedures
(mechanisms), which determine important aspects of the population’s structure and
development and therefore of the individual’s behavior. Inside the computer simulation,
and as well as prehistoric people did in their real world, computer agents act as influenced
by other agents reinforcing some actions, interfering with others, and even sometimes
preventing the action of other people. As the real world constrains the structure and
behavior of the real agents, the simulated environment plays that role for the simulated
agent system.
Running a computer model of an artificial society simply amounts to instantiate the
simulated populations of people, letting the agents interact, and monitoring what emerges.
Although embodied agents tend to be computationally simple and they “virtually” live in
computationally simplified environments, if one places many agents together in the same
418
environment interesting collective behaviors tend to emerge from their interactions. What
emerges from the collective execution of rules packaged in form of agents is a gradual
updating of agent’s beliefs and the concomitant modification of their plans, arriving at
some form of social order. This should be conceived as any form of systemic structuring
which is sufficiently stable, to be considered the consequence of social self-organization
and self-reproduction through the actions of the agents, or consciously orchestrated by
(some of) them.
The Case of Prehistoric Patagonia.
Instead of working directly on a universal theoretical model, we have preferred a predictive
simulation of an historical case where the knowledge about the simulated social system is
available at the necessary level of detail, using data from archaeological, ethnological, and
historical research. The aim of this research is to test existing social theories of social
evolution through history by creating different computer models of theoretically possible
societies in which we may identify yet unknown social relationships and interactions.
Why Patagonia? The historical process of those societies is well known not only through
archaeology but also from the ethnographical record (Barceló et al. 2009). Some years ago,
hunter gatherer practices coexisted with a capitalist economy.
Traditionally, linguistic variation, material culture and landscape features have been used as
a surrogate for ethnic variation, According to these perspective, in our study area,
continental Patagonia, different ethnia have been identified:
• Gününa Küne or northern Tehuelches (günün a iájëch speakers)
• Metcharnue or center-west Tehuelches (teushen speakers) and
• Aonik Kënk or southern Tehuelches (aonik iájëch speakers).
And out of the core area of continental Patagonia scholars mention the existence of the
Chono, Alakaluf, Yagan or Yamana, Mapuche “ethnic” groups.
Human groups moved from place to place for social and political needs, in such a way that
extremely long and complex interaction networks developed. Goods and information
would have traveled more than people would. Therefore, physical mobility was an
economic strategy, socially implemented, that allowed the exploitation of wider economic
territories and simultaneously contributed to the creation of social exchange networks.
There are many historical and ethnographic descriptions of systematic population
419
movements between different ecosystems for exploiting the seasonal variability of local
resources.
As a consequence of these mobility patterns, linguistic, cultural, economic and even
territorial frontiers were extremely permeable, suggesting a considerable degree of
population mixture. In support of this hypothesis we can argue that for the most part of
their history all those human groups built hunter-gatherer production systems with enough
flexibility to be able to exploit different resources at different places with different
intensities. Population dynamics in an extremely extensive territory, the flexible degree of
residence mobility and occasional changes in natural productivity explain the prevalence of
within-group social interaction, although long-range social exchange networks were also
extant.
In Patagonia, biological and linguistic differentiation among human groups has been found
to be strongly associated with spatial separation. According to this view, we propose an
“isolation by distance” hypothesis predicting that human groups will reflect geographic
separation in the pattern of their between-group distances. The eventual result is a greater
similarity between geographically proximal populations and increasing differences between
groups that are further and further apart.
Archaeologically, a general reduction of mobility patterns towards enhanced territoriality
has been suggested for later prehistoric periods related to the Medieval Climatic Anomaly,
ca. 1000 BP (Goñi et al. 2000-2002, Goñi et al. 2007, Belardi and Goñi 2006) on the basis
of paleoecological data from Salitroso and Cardiel lakes (48º South). The high rates of
burial area reuse would suggest that human groups were increasingly fixed to specific
territories.
At the beginning of the colonial period (18th. Century) a common language substituted
other languages until a common culture, the “tehuelche complex” (Escalada 1949),
homogenized former distinct groups around a similar language and a similar economic
activity (trade). The geographical distribution of some later rock-art styles (a kind of
geometric decoration called “grecas style”) and the distribution of pottery is consistent with
this hypothesis (Belardi 2004). Some modern studies of physical anthropology even suggest
the existence of population exchange among some very specific areas (Barrientos and Pérez
2004).
420
The key of our explanatory model is that any shared traits among prehistoric Patagonian
inhabitants, their behavior, their beliefs, and their language, the products of their work
and/or the material or immaterial results of their actions should be contingent to the social
interaction processes that generated those traits. After all, what has traditionally been called
“ethnic” differentiation is nothing more than a consequence of the diverse degrees of social
interaction between human communities. In so saying, we suggest that the emergence of
groups or clusters of social agents (“ethnic” groups) in Patagonia was the consequence of
the way different social agents interacted along a period of time. And they may have
interacted for many reasons and in many ways: cooperating to acquire subsistence,
cooperating to produce tools and instruments, cooperating to exchange subsistence and/or
tools, cooperating for reproducing themselves, refusing such cooperation, or compelling
other agents to work in their own benefit, etc. War and conflict are also another kind of
interaction. In all those cases, interactions vary in intensity and frequency defining a
complex network of positive or negative intergroup relationships. As a result, agents adopt
similar activities, and their actions tend to generate similar results.
A PRELIMINARY COMPUTER MODEL OF ETHNICITY FORMATION
Obviously we cannot implement the complexities of ethnogenesis formation in a computer
model (Del Castillo et al. in press). We prefer to implement some parts of a future computer
model to understand the social mechanisms involved in the emergence of social order.
Some enhances to this model are foreseen, as it will be explained later.
The preliminary model is very simple but it makes emphasis on the main components to
understand the emergence of ethnicity (Figure 1). Let us imagine a population of virtual
agents, moving randomly in search for resources, and organized in households as ancient
Patagonians did. There are two kinds of economic activities: gathering, which is an
individual task, and hunting, which is only possible when the members of different
households culturally similar cooperate. There are increasing returns to cooperation, i.e.
families get more resources working together than individually, modulated by the global
parameter RETURNS-TO-COOPERATION. Nevertheless, hunting is also affected by
diminishing marginal returns relative to the number of households cooperating (another
model parameter). To find cooperants, households should interact with others within a
single local neighborhood –its geographical radius is a model parameter-, within the limits
allowed by they perceived cultural similarity.
421
Households have a distinctive cultural identity, modeled as a q dimensional space with k
different cultural traits. This is a surrogate for language and cultural values differences. In
this simple model we are not interested in the precise representation of what differentiate
“cultures”, not only on the intensity of such a difference. Cultural similarity is measured as
the relative number of shared cultural dimensions. Consequently, two households consider
themselves as belonging to the same “ethnic” group if they are appropriately culturally
similar, that is to say, if their cultural similarity is above a critical threshold, also a model
parameter.
“Culture” diffuses into population through a local imitation process. With a fixed
probability level a household copies some trait of the mode of her group, in such a way
that consensus increases and “culturally” homogenous groups tend to emerge. Moreover,
“culture” evolves through local mutation, that is to say, the attained levels of “cultural”
identity are also submitted to random cultural drift. With a fixed probability level, a
household mutates one of her cultural traits which is simultaneously copied by her group
(we supposed that geographical proximity ensures that culture of all group members
evolves in the same direction).
In a preliminary and simplified implementation, we consider only a constant population of
agents (households), moving randomly in search for resources and interacting with others
located in the same geographical area and belonging to the same ethnic group in order to
enhance their probabilities for subsistence. Local interactions facilitate cultural diffusion
and ethnic differentiation.
At a time period t the household j gets resources according to the next production function
(Eq.1):
where ck are families’ capacities and modulates increasing returns to cooperation. The
surplus of the household j depends on a depreciation parameter ρ and a minimum
subsistence. Therefore, according to the Eq.2:
422
Families' maximum age follows a Poisson distribution whose mean is the parameter LIFE-
EXPECTANCY. Whenever a household dies, either by old age or starving, she is replaced.
The newcomer inherits the characteristics of a household in the population chosen through
a roulette wheel, i.e. families have a probability of being replicated directly proportionate to
their capacities.
A NETLOGO IMPLEMENTATION
An implementation of the previous model can be downloaded from: http://ingor.ubu.es/models/patagonia/simple1.0
Figure 2 shows the Netlogo initial window with the different parameters that can be
selected and updated by the user. Figure 3 depicts Netlogo world view of three system
states: at the beginning, after first time periods when households spread through the virtual
landscape, and at an emergence of different ethnic groups.
RESULTS
Our model has the same assumptions as the classical Axelrod’s Dissemination of Culture
model (1997).
1. people are more likely to interact with others who share many of their cultural
attributes, and
2. these interactions tend to increase the number of cultural attributes they share (thus
making them more likely to interact again).
We also confirm that the degree of cultural differentiation, and hence the emergence of
more or less “ethnic” groups seems to depend on:
1. the number F of cultural features that characterize each agent,
2. the number q of traits that each feature can take on,
3. the size A of the territory or, equivalently, on the number of interacting agents.
But the main result of our simplified model is the emergence of ethnicity and the
partitionning of social networks even in the case population did not grow. In other words, cultural
diversity not only depends on the size of population nor on the extension of territory, but
it is socially mediated by many other social feedback processes that affect the way
homogenous groups are born, reproduce and die. Ethnic partitioning follows culture
differentiation which also follows the intensity and reproduction of labor cooperation. This
is a complex social mechanism characterized by the dialectical relationship between the
higher payoffs of cooperation, the local carrying capacity, the level of technological
423
development and the risk of increasing social stress when surplus accumulates and wealth
became unequally distributed.
Furthermore, in our model, social fusion appear to be less frequent than the fission of
former groups, basically by the cost due to diminishing marginal returns relative to the
number of households cooperating. Only if some individuals within the group increase
their own productivity and the absolute volume of their production above a critical
threshold, they can invest such a surplus to increase coercion, and hence maintain ever
increasing levels of social inequality. Without a dramatic change in technology (i.e.
agriculture, pastoralism) we think that this social change is mostly infrequent.
CONCLUSIONS
This preliminary and simplified model of ethnicity formation is based on 11
parameters:
• n-households: number of households (it remains constant during the simulation)
• neighborhood-radius: radius of the household's neighborhood
• %cultural-proximity: minimum relative number of cultural dimensions that two
households should share in order to regard themselves as belonging to the same
ethnic group
• cultural-dimensions: number of cultural dimensions
• cultural-traits: number of possible cultural traits for each dimension
• p-cult-diffusion: probability of a household copies some cultural trait of the mode
of her group
• p-cult-mutation: probability for a household mutates one of her cultural traits
which is simultaneously copied by all members of her group
• returns-to-cooperation: parameter that modulates the increasing returns to
cooperation of the household's production function (see Eq.1)
• subsistence: minimum surplus necessary to survive in a time period
• surplus-depreciation: rate of surplus depreciation
• life-expectancy: mean of the Poisson distribution that describes families'
maximum ages
The most relevant aspect of this initial model is that ethnic groups has not been
implemented as fixed entities, but they emerge as a consequence of cultural proximity
424
relative to geographical neighborhood and the possibilities of joint collaboration. Individual
households do not have a global information of all ethnic groups in the population, they
only can differentiate other households in their neighborhood and they are allowed to build
positive or negative connections with them in consequence. Ethnicity appears then as an
emerging partition and as an evolving social network, whose formative and deformative
dynamics is what we want to study.
Ethnicity appears to be a consequence of territorial and social mobility, mediated by the
history of previous interactions and the degree of cultural similarity, the payoffs derived
from cooperation (collective hunting, material exchange, social reproduction) and the costs
generated by internal social conflict (social friction and fission). The model is based on the
assumption that social behavior in groups is regulated by norms in such a way that
interactions between individuals who share beliefs about how people should behave yield
higher payoffs than interactions among people with discordant beliefs. Nevertheless, the
sharing of social norms is an historical result of the previous number of interactions, and
this number is also a consequence of the different possibilities groups and individuals have
of deciding for strategies of collective labor or individual subsistence acquisition. In its
turn, the number of individuals also depends on the number of couples the internal
structure of the group allows. Consequently, even the demographic rhythm of the group is
socially mediated: cooperative groups should be more productive and also have a greater
offspring than non-cooperative groups.
Nevertheless, if it is not the belief that creates the group, but the group that creates the
belief in a shared community of features we need to find an external factor giving feedback
to the dynamics of aggregation and segregation. Social Influence can be a good candidate
for such a factor.
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