Mientras Recuerdo-cap1
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MIENTRAS
RECUERDO
Mary Heathcliff
© 2010 por Mary Heathcliff.
All rights reserved / Todos los derechos reservados.
Registro de derecho de autor: 10-232-489 Bogotá, Colombia.
Registro de Safe Creative: 1308205615845.
ISBN: 9781476189086
Queda rigurosamente prohibida, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la
reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de
ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos, sin la autorización escrita y
legal de los titulares del “Copyright”.
Edición y corrección: MRC ©
Fotografía de portada: https://pixabay.com/ © su propietario.
Montaje y diseño de portada: MRC ©
Esmeralda despierta en el hospital sin recordar
absolutamente nada: ha perdido la memoria por completo. Le
dicen que ha sufrido un accidente, pero ningún pariente o
amigo la ha buscado aún. Así que sólo puede aferrarse a la
ayuda que le brinda el guapo policía que tiene su caso y que
le ofrece su hogar mientras recuerda su identidad o encuentra
a su familia.
Pero las intenciones de Pedro no son tan honorables: tener a
la joven en su departamento sólo es una estrategia para
develar lo que realmente sucedió cuando la joven tuvo el
accidente.
A pesar de todo, la atracción y la pasión entre Esmeralda y
Pedro nacen sin que puedan evitar dar rienda suelta a lo que
sienten.
¿Cambiarán los sentimientos cuando la joven recuerde quién
es y cuáles son los motivos reales por los cuales Pedro la
ayudó?
ÍNDICE
Capítulo 1 ............................................................................... 6
Capítulo 2 ............................................................................. 24
Capítulo 3 ............................................................................. 44
Capítulo 4 ............................................................................. 65
Capítulo 5 ............................................................................. 84
Capítulo 6 ........................................................................... 103
Capítulo 7 ........................................................................... 123
Capítulo 8 ........................................................................... 147
Capítulo 9 ........................................................................... 172
Capítulo 10 ......................................................................... 192
Capítulo 11 ......................................................................... 207
Capítulo 1
La cabeza se le iba a partir de dolor. Era como si unas
manos fuertes e invisibles la tomaran por las sienes y le
comprimieran el cerebro. Era muy doloroso.
Respiró profundamente, pensando que el aire haría que
la cabeza le doliera menos, pero no fue posible. Luego se
pasó la lengua por lo resecos labios. Tenía sed, mucha sed.
Lo que más la asustó fue no poder abrir los ojos. Era
como si los tuviera sellados. La sensación de impotencia se
acrecentó cuando quiso mover las manos y no pudo.
Dios, ¿qué me pasa?, se preguntó asustada.
—Está agitada —dijo una voz femenina a su lado—.
Respira más rápido y movió la boca.
—Tal vez se esté despertando —afirmó una voz
masculina.
Sí, pero no puedo abrir los ojos, quiso gritarles.
Mientras Recuerdo _________________________________________________________________
♥ 7 ♥
Sintió que una mano tomaba su muñeca y después se
posaba sobre su frente.
—El pulso está normal y no tiene fiebre. Esperemos
que no haya daños cerebrales severos —dijo la mujer.
¿Daños cerebrales? Dios, ¿qué pasó?
—Generalmente los hay —dijo el hombre.
—No siempre, a veces hay suerte.
—Pues espero que esta vez la haya porque esa mujer
tiene muchas cosas que explicar.
¿Explicar? ¿Yo? Tengo que despertarme.
La respiración se agitó más y trató de mover los
brazos.
—Parece que vuelve a la conciencia —dijo la mujer.
Enseguida, una mano tibia tomó la suya y la apretó.
—Parece que puedes oírme. No te preocupes. Duerme
otro poco, descansa, ya podrás despertar después.
La mujer quitó su mano y en pocos segundos sintió que
el sueño la invadía.
Tuvo un sueño muy extraño. Corría. Corría como si su
vida pendiera de ello, como si el mismo demonio la estuviera
siguiendo y ella tuviera que escapar por su alma. Corría. No
dejaba de correr ni aun cuando se sintió cansada. Entonces,
Mary Heathcliff _________________________________________________________________
♥ 8 ♥
tropezó y se cayó. Trató de levantarse, pero una mano la
tomó por el codo y ella gritó.
—No —dijo abriendo los ojos repentinamente antes de
parpadear porque la luz le molestaba.
—Ya despertaste. Nos tenías muy preocupados —dijo
una joven vestida de blanco que se acercó a ella sonriente.
Ella la miró. La muchacha comenzó a revisarla y a
tomar anotaciones en una carpeta. Ella miró el cuarto. Era
pequeño y la cama estaba en el centro. A lado y lado había
aparatos que no dejaban de pitar. Junto a la puerta había una
silla vacía.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó la joven enfermera.
—Me duele la cabeza —dijo percatándose del dolor
que comenzaba a atormentarla—. Y tengo sed.
La enfermera tomó un vaso con pitillo y lo acercó a los
labios de la joven que lo succionaron rápidamente.
—Vaya si tenías sed —dijo la joven—. Iré a buscar a la
doctora Sunton para que venga y te revise.
—Espere —dijo cuando la vio acercarse a la puerta—.
Dígame algo.
—¿Sí?
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♥ 9 ♥
—¿Quién soy? ¿Cómo me llamo? ¿Por qué estoy aquí?
No logro recordarlo… suena tonto ¿verdad?
La enfermera borró la sonrisa de sus labios y la
remplazó por inseguridad. Caminó de nuevo hacia la cama.
—No te asustes. Voy por la doctora para que hables
con ella.
Pero estaba asustada. No recordaba nada antes de eso,
sólo una conversación entre una mujer y un hombre que no le
decía nada.
¿Quién era? ¿Por qué no recordaba nada? ¿Se quedaría
con la mente en blanco para siempre? ¿Qué había pasado?
¿Por qué estaba en un hospital? Tal vez un accidente… era
irónico que recordara que la gente va a los hospitales por
accidentes, pero que no recordara su propio nombre.
La habitación era pequeña, justo cabía su cama, pero
debía agradecer que estaba sola.
—Hola —saludó una mujer alta, delgada, de unos
cuarenta años con sonrisa amable—. ¿Cómo te sientes?
La voz era la misma que había hablado cuando ella no
pudo abrir los ojos.
—Dolorida y… confundida —respondió ella al borde
de las lágrimas.
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♥ 10 ♥
—Y no es para menos —dijo la mujer mientras la
revisaba—. Dime si te duele.
Pero no le dolía nada. Sólo la cabeza. Era como si
tuviera un enanito que golpeara con un martillo.
—No sé quién soy —dijo la muchacha—. Eso debe ser
muy grave.
La mujer sonrió.
—Nada de eso. Mucha gente padece de amnesia
después de un accidente. Te golpeaste la cabeza muy fuerte y
es normal que eso haya sucedido, no me extraña. Lo único
que puedo decirte es que tus heridas están sanando.
—¿Y me voy a quedar sin memoria para siempre? —
preguntó preocupada.
—No… claro que no —dudó la doctora—. Poco a poco
irás recordando cosas. Lo importante es que no te esfuerces
ni te angusties.
Cerró los ojos agotada.
—No te martirices —dijo la doctora tomándole la
mano—. Te prometo que te cuidaré… pase lo que pase yo te
cuidaré… Ahora tengo que hablar con… alguien… si quieres
algo presiona ese botón y una enfermera vendrá.
Pase lo que pase yo te cuidaré.
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♥ 11 ♥
Tenía tantas cosas que preguntar que no pudo decir
nada y cuando quiso hacer la primera, la doctora ya se había
ido.
¿Quién era? ¿Dónde vivía? ¿Con quién? ¿Cuántos años
tenía? ¿Era soltera, casada? ¿Tenía madre, padre, hermanos?
¿Trabajaba, estudiaba? ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba
ahí? ¿Desde hacía cuánto? ¿Dónde estaba su familia?
Respiró agotada con el firme propósito de preguntar
todo eso cuando la doctora volviera. Ella tenía que saberlo.
Su familia tendría que estar allí, ellos también podrían
responderle.
Poco a poco sus ojos se fueron cerrando hasta que se
quedó dormida.
* * * * *
—Eso es una completa ridiculez. No creo nada de eso
—dijo el sargento muy enfadado.
—Pues yo creo que es verdad —dijo la doctora
Sunton—. Presenta los síntomas y las conductas de quienes
Mary Heathcliff _________________________________________________________________
♥ 12 ♥
pierden la memoria. Estaba confundida, triste, preocupada.
Esa pobre muchacha no recuerda nada de su vida, ni siquiera
su nombre.
El sargento Pedro Durán estaba mirando por la ventana
de la pequeña sala de espera del hospital. Había pasado ahí
mucho tiempo, más del que había pensado y no se iría sin
obtener respuestas. Se giró hacía la elegante doctora que lo
miraba con angustia. Tal vez ella creyera la amnesia, pero él
no era tan ingenuo.
—Esa amnesia de la que hablas es muy conveniente
para ella. Todo escapó de su mente y así ella también
escapará…
—Puede suceder. Ella pasó por un momento estresante
y traumático, el accidente ayudó a que su mente se deshiciera
de ese recuerdo doloroso, sólo que se llevó consigo muchos
más.
Pedro se movió inquieto por la salita. Recordó la mujer
que había estado inconsciente por diez días y reconoció que
era más astuta de lo que él imaginaba.
—Pues ahora mismo, iré a hablar con ella… quizás
recupere la memoria —dijo él con enfado, declarando que su
interrogatorio no sería amable.
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♥ 13 ♥
—Espera, Pedro —lo detuvo ella—. En su situación no
es bueno que la interrogues así, y menos que le digas la
verdad.
—¿Qué? ¿Crees que he estado aquí diez días para verla
despertar y fingir que no recuerda nada?
—Ya te dije, es probable que esté diciendo la verdad.
—Yo no lo creo.
—Pedro, no te permitiré que entres a intimidar a mi
paciente. Si le produces un shock nervioso su situación
podría empeorar y eso no te conviene. Si se recupera y
recobra sus recuerdos, vas a poder interrogarla. Por favor,
por ahora maquilla la verdad un poco, con el tiempo le dirás
lo que pasó en realidad.
Pedro respiró profundamente. Debía calmarse. Esos
diez días no habían sido nada fáciles para él. Estaba cansado,
tenso, furioso. Pero Érica tenía toda la razón. Debía ir a paso
lento para llegar a lo que quería.
—Tienes razón. Perdóname, me precipité.
—Así has sido siempre —sonrió ella—. Pero te
perdono. Ahora ve a verla.
Pedro se dijo que seguiría el consejo de Érica. Eso sí,
mientras contaba su historia se fijaría muy bien en el rostro
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♥ 14 ♥
de la joven, y si encontraba un mínimo atisbo de
reconocimiento, que se preparara…
* * * * *
Cuando entró la vio dormida, tal y como la había visto
en los últimos diez días. Caminó hasta la cama en la que
yacía la muchacha y la observó dormir, como lo hacía
siempre.
Así, en el silencio de la habitación y en el refugio del
sueño, no se parecía nada a la mujer que había visto en la
joyería. En esa cama, parecía una niña desvalida y temerosa,
una muchacha noble e indefensa… pero en la joyería…
Pedro frunció el entrecejo al ver que comenzaba a
moverse lentamente. Se estaba despertando.
Entonces, cuando la joven terminó de despabilarse,
Pedro vio los ojos más verdes, límpidos e inocentes que
había visto en toda su vida… no recordaba que fueran así.
—¿Quién… quién… quién es usted? —preguntó ella
tímida.
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♥ 15 ♥
Él sonrió.
—Soy Pedro.
—¿Y… y yo quién soy? —preguntó con temor.
Entonces Pedro pensó que era una actriz experta para
disfrazar la expresión de sus ojos… o que estaba diciendo la
verdad con respecto a su amnesia.
—Yo aspiraba a que tú me lo dijeras —dijo él
acercándose más a ella.
—Lo siento… yo… no sé quién soy… ¿es absurdo
verdad? —preguntó ella con esa misma expresión. —
Esperaba que usted lo supiera, pensé que era algún pariente.
Pedro sacudió la cabeza.
—La verdad… tu familia no te ha buscado.
Ella lo miró extrañada.
—¿Cuánto tiempo llevo aquí? Tal vez aún no me
hayan echado de menos.
Él respiró profundo antes de contestar.
—Diez días.
—¿Qué? —preguntó ella agitándose. Eso hizo que le
doliera de nuevo la cabeza, así que se quedó quieta—. No, no
puede ser. Eso es mucho tiempo…
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♥ 16 ♥
—No te agites, no es bueno —dijo él acercándose a
ella—. Por lo pronto debes descansar. Con descanso
podremos saber quién eres.
Pedro comenzó a alejarse con ademán de salir, pero
ella lo llamó.
—Espere…
—¿Sí? —preguntó él girándose hacia ella.
—Podría pedir ayuda a la policía… tal vez ellos sepan
algo de mí. Tal vez mi familia sí me esté buscando.
—Lo lamento, pero la policía no sabe nada.
—¿Cómo lo sabe?
—Porque yo soy policía. Soy el teniente Pedro Durán y
estoy a cargo de este caso.
Ella se quedó en silencio y bajó el rostro. Pedro iba a
salir, pero las lágrimas que rodaron por la mejilla de la
muchacha lo detuvieron. De nuevo se acercó a la cama de
ella.
—¿Y ahora qué voy a hacer? —lloró la joven—. No sé
quién soy y yo hay nadie que pueda decírmelo.
—Cálmate, tu memoria volverá —dijo él acercándose
y tomándole la mano.
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♥ 17 ♥
—¿Cuándo? ¿Cuánto tiempo estaré así? ¿Dónde está
mi familia? ¿Por qué no me buscan? —dijo llorando todavía.
Esas eran las mismas preguntas que se hacía él. Por un
lado, había esperado que despertara para interrogarla.
Además, en esos diez días las pocas denuncias de mujeres
desaparecidas no habían tenido nada que ver con ella. De eso
se deducía que su familia sabía que ella…
—No lo sabemos. Nadie ha reportado tu desaparición.
—Eso no puede ser posible, alguien tiene que
conocerme —dijo angustiada—. A menos que no le importe
a nadie…
—Hemos pensado que quizás… acabaras de llegar de
otra ciudad —mintió Pedro —. Tal vez en tu lugar de origen
no te esperen hasta dentro de un tiempo.
—Ni siquiera tengo un nombre —dijo la joven
continuando con su llanto silencioso sin hacer caso a lo que
él le acababa de decir.
—Por favor, no te desesperes —dijo él tendiéndole el
vaso de agua que vio en la mesita—. Algo haremos, el temor
más grande era que no despertaras, has estado diez días
inconsciente.
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♥ 18 ♥
Ella tomó el agua que pareció calmarla un poco porque
dejó de llorar. Diez días dormida. Mucho tiempo y nadie la
había dado por desaparecida. ¿Qué pasaba con su familia? Si
no tenía familia tal vez tenía amigos. ¿Dónde estaban? ¿Sería
verdad que venía de otra ciudad? ¿Por qué algo en su mente
le decía que no era su caso?
—¿Qué me pasó? ¿Por qué estoy aquí sin memoria? —
preguntó ella después de beber el agua y regresar el vaso.
Pedro pareció pensarlo un poco. Érica le había dicho
que no le dijera la verdad, sino que la maquillara un poco.
—Un accidente.
—¿Qué tipo de accidente?
—Tú… estabas en una joyería. Hubo un asalto… uno
de los asaltantes te tomó como rehén y en la peligrosa huida
te llevó por los techos de varias edificaciones… En un
momento te dejó caer… rodaste cuatro metros por una pared
inclinada y después caíste al suelo. Te golpeaste la cabeza y
quedaste inconsciente.
A ella el episodio le sonó más como una película de
acción que como algo conocido. Aunque el hombre le había
descrito lo que le había pasado, sintió que eso no
correspondía a algo que ella hubiera vivido, al contrario, era
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♥ 19 ♥
algo tan lejano… ¿ella en una joyería? ¿haciendo qué? Era
verdad que no recordaba nada, pero algo muy dentro de sí le
dijo que ella no tenía nada que hacer en una joyería.
—¿No recuerdas aquello? —preguntó él.
—No —dijo ella aún confundida—. No lo recuerdo.
No recuerdo nada, ni siquiera me suena…
La expresión de sus ojos era tan sincera, que Pedro se
resistió creer que mintiera. La duda anidó en su mente con
más fuerza.
—No te preocupes, Érica dice que es normal: sufriste
una situación de peligro y un golpe, eso combinado propició
tu pérdida de memoria.
—¿Érica?
—La doctora Sunton —dijo él—. Ella dice que en
cualquier momento recuperarás la memoria. No te preocupes.
Ella asintió mirándolo fijamente.
Por primera vez notó lo guapo que era. Alto, fornido y
seguro de sí mismo. Así podría definirlo. El cabello negro
caía a un lado de su rostro haciéndolo lucir juvenil, si bien
ella calculó que tendría unos treinta y dos años. Los ojos eran
negros, penetrantes. En ellos veía compasión… y ¿duda? Se
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♥ 20 ♥
notaba que era un hombre bueno, pero tuvo el presentimiento
que como enemigo no sería para nada clemente.
Su mirada abandonó el rostro y se deslizó por el
cuerpo. Dijo que era policía, sin embargo, no tenía uniforme.
Usaba unos jeans gastados y una camisa amarilla que
contrastaba con su rostro moreno. A través de la ropa, miró
los brazos fuertes y por un instante deseó que la
estrecharan…
¿En qué estás pensando?, se dijo. Podrías ser casada,
tu esposo podría estar buscándote… Pero enseguida se dijo
que, de ser así, ya la habría encontrado.
—Por ahora te dejaré descansar, pero por favor, si
recuerdas algo, no dejes de avisarle a la doctora Sunton.
Ella asintió.
Pedro comenzó a alejarse y ella sintió una horrible
sensación de pérdida.
—Espere… —dijo de repente.
—¿Qué sucede? —preguntó él volviendo a su lado.
¿Qué sucedía? No lo sabía. Sólo que no quería que se
fuera.
—¿Qué va a pasar conmigo si nadie me busca? —
preguntó casi sin saber de dónde había salido la pregunta.
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♥ 21 ♥
—No… no pienses en eso… —dijo él después de
soltar un suspiro—. Verás que pronto vas a recuperar la
memoria y saldremos de las dudas.
Ella asintió lentamente, y Pedro se dijo que debía irse.
Sin embargo, no pudo evitar observarla un momento más.
Despierta se veía mucho más hermosa que dormida. Y
no eran sólo los preciosos ojos verdes que había descubierto
hacía poco, era también el rostro en forma de corazón, el
cabello rubio lacio que caía sobre su espalda, su piel
marfileña y sus labios llenitos. Recordó el jean apretado y la
camiseta que llevaba el día del accidente: ese atuendo
señalaba que el cuerpo era también perfecto, con pechos
llenos, un abdomen plano, cintura pequeña y caderas y
piernas torneadas y generosas. De repente las manos le
picaron por las ganas de acariciar sus curvas.
Sacudió las ideas lujuriosas de su mente y se dijo que
no podía tener esos pensamientos con respecto a esa joven.
Si su amnesia era verdadera, estaba sola y desamparada. Sin
embargo… eso no concordaba con lo que había pasado en la
joyería…
—Ah, sigues aquí —dijo la doctora entrando—. Ya no
atormentes más a esta jovencita con preguntas.
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♥ 22 ♥
La doctora se dirigió a la muchacha.
—Te dejaremos sola para que descanses —le dijo
mientras revisaba los aparatos—. Mañana te remitiré al
neurólogo para que te haga unos estudios y determinar qué
pasa con tu cabeza.
La joven asintió.
—Y tú, muchacho —le dijo a Pedro—, ven conmigo y
déjala en paz antes de que me enfade.
Pedro sonrió y la muchacha pudo ver la sonrisa más
bonita y perfecta que había visto nunca… o eso creía. No
pudo evitar sonreír.
Verla sonreír fue un golpe bajo para Pedro. Un golpe
muy bajo, pues no pudo evitar que esa parte de su cuerpo que
creía controlar muy bien comenzara a endurecerse de manera
impúdica; algo que no le pasaba desde que era un
adolescente.
Controlando su repentina reacción salió de la
habitación con Érica que le decía que no debía agotarla y le
explicaba los múltiples estudios que debían practicarle a la
muchacha para saber que todo en su cabeza estaba bien y que
no había ningún peligro.
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♥ 23 ♥
Sin embargo, Pedro no la oía. Era curioso que mientras
estuvo dormida había esperado que despertara para
bombardearla con miles de preguntas, y ahora que estaba
despierta sólo quería estrecharla entre sus brazos para
consolarla por su dolor y para saciar el hambre que ahora él
tenía por culpa de su extraordinaria belleza.
En la habitación, a la joven le pasaba algo similar. Por
más que trataba, no podía sacar de su cabeza a Pedro, el
hombre que estaba llevando su caso. ¿Por qué no podía ser
un pariente? ¿Por qué no podía ser… su novio? Le gustaría
mucho que un hombre así la acariciara, la rodeara con sus
fuertes brazos mientras le susurraba que nunca la dejaría
sola.
Suspiró inquieta por las emociones que ese atractivo
hombre despertaba en ella. Sintió cansancio y quiso dormir.
Cerró los ojos, pero el sueño no acudía a ella, sólo veía la
imagen del hombre fascinante que acababa de conocer.
Capítulo 2
—¿Cómo amaneces? —preguntó Érica con una sonrisa
en sus labios, mientras entraba en la habitación y comenzaba
a revisarla, como siempre.
—Bien —dijo la joven en voz baja y forzando una
sonrisa.
La mañana era algo cálida y en el hospital todo se
desarrollaba con la normalidad habitual. Después del
desayuno, los doctores acostumbraban a revisar la evolución
que habían tenido sus pacientes. Érica Suton entró en la
habitación de la muchacha porque debía revisarla y además
darle una noticia.
Sin embargo, por el tono en que la jovencita había
respondido, Érica notó que algo malo pasaba.
—Dime qué sucede —le dijo deteniendo la revisión y
sentándose en la cama frente a ella.
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♥ 25 ♥
—Es que… no comprendo por qué nadie me busca —
dijo la muchacha con tristeza—. Por qué no recuerdo nada…
es todo tan confuso.
Los bellos ojos de la joven comenzaron a anegarse, y
Érica le tomó una mano.
—No te desesperes —dijo la doctora.
—¿Cómo no desesperarme? Hace cuatro días desperté
y llevaba aquí diez. ¿Cómo es posible que en catorce días
nadie haya notado mi ausencia? Alguien tiene que
conocerme, alguien debe echarme de menos.
Érica quería contestar que ella pensaría lo mismo si se
tratara de una situación normal… pero este no era el caso.
Hacía menos de una hora había conversado con Pedro y éste
le había informado que no se tenía pista de la muchacha ni
tampoco de…
—Como dice Pedro, tal vez no eres de esta ciudad y no
te esperan de regreso en mucho tiempo. Ten algo de
paciencia. Lo importante es que te estás restableciendo
rápidamente y de modo favorable. El reporte del neurólogo
asegura que en breve estarás perfectamente. También los
golpes que recibiste en tu cuerpo por la caída están sanando.
Es una suerte que no te rompieras algún hueso; el que hayas
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♥ 26 ♥
resbalado por una pared casi inclinada te salvó de serias
heridas.
—¿Y mis recuerdos? ¿Los recuperaré algún día? —
preguntó ella ansiosa.
Érica quiso decirle que sí, que pronto sería la misma de
antes… pero no lo sabía.
—Lo más importante es que no te llenes de angustia —
dijo Érica evitando responder la pregunta—. En cuanto más
tranquila estés, más pronto recobrarás la memoria.
La joven asintió y Érica no pudo evitar sentir
compasión por ella. Cuando esa muchacha recuperara sus
recuerdos… no quería siquiera pensar lo que le esperaba.
—Es tan horrible… no saber ni siquiera cuál es mi
nombre —dijo la chica.
Érica sonrió.
—Bueno, podríamos ponerte un nombre provisional
mientras recuerdas el tuyo.
La joven se hundió entre las mantas.
—No sé… he pensado en muchos nombres, pero no
siento que ninguno sea el mío.
—No es necesario que sea el tuyo —dijo Érica—. A mí
se me ocurre que podríamos llamarte… déjame ver… tus
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♥ 27 ♥
ojos son preciosos… parecen esmeraldas. ¿Qué te parece si
te llamo Esmeralda?
La muchacha quiso decirle a la mujer que sentía que
ese no era su nombre, pero la doctora Suton había sido tan
buena con ella y tan amable, que no quiso negarle la alegría
que le proporcionaba darle un nombre.
Sonrió y asintió.
—Sí… me gusta… Esmeralda —dijo la joven.
—Entonces, a partir de ahora y hasta que recobres tu
memoria, eres Esmeralda.
—¿Interrumpo algo? —preguntó la suave y a la vez
masculina voz de Pedro que se asomaba por la puerta.
Como siempre que lo veía, el corazón de Esmeralda
respondió con un salto de alegría ante su presencia. En
aquellos cuatro días, él la había visitado cada mañana para
preguntarle por su recuperación y para darle informes de su
caso –informes en los que nunca había nada nuevo. Siempre
la obsequiaba con algo: una fruta, una flor o un chocolate,
pero más que cualquier cosa que pudiera regalarle, para ella
lo más importante era su presencia, saber que estaba cerca de
ella para ayudarla, para protegerla.
¡Era tan guapo!
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♥ 28 ♥
Esmeralda intuía que nunca antes había conocido un
hombre como ese. El sólo verlo bastaba para que sintiera
ganas de correr hacia él y pedirle que la abrazara… no
pienses en eso, podrías ser casada, se regañó.
Ella sonrió al verlo. Y él respondió con una sonrisa que
estuvo a punto de hacerla saltar de placer.
Pedro entró en la habitación de la joven recriminándose
por comportarse como un adolescente embelesado. Pero era
inevitable. Los hermosos ojos brillaban y los carnosos y
rojos labios le daban la bienvenida con una preciosa sonrisa.
Como siempre, tuvo que esforzarse para controlar la reacción
de su cuerpo ante la belleza sin igual de la muchacha.
Constantemente se recordaba que no debía pensar así en ella,
justamente en ella… pero su cuerpo parecía tener voluntad
propia.
—¿Cómo amaneces hoy? —preguntó él.
—Mejor, gracias. Ya casi no me duele nada. Sólo
tengo una ligera molestia en una de mis piernas… y bueno…
aún sigo sin recordar…
Él se acercó a ella un poco más y le sonrió.
—No te preocupes.
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♥ 29 ♥
Pedro se regañó pues era un imbécil al decirle eso. Él
era el primer interesado en que ella recordara, no obstante,
sólo le pedía que no se preocupara y le llevaba regalos y
tonterías.
—Te traje esto —dijo tendiéndole una manzana.
—Gracias —respondió ella recibiéndola.
Por accidente sus dedos se rozaron y una corriente
eléctrica pareció ir de uno al otro. Asustados por la extraña
reacción los dos retiraron sus manos muy rápidamente y
evitaron mirarse a los ojos.
—¿Le viste cara de maestra o de Blancanieves? —
preguntó Érica sonriendo y haciendo que la repentina tensión
se marchara.
—De ninguna de las dos. Sólo que pensé que podría
hacerle bien.
—Claro que sí —dijo Érica—. De hecho, estaba a
punto de darle una noticia a Esmeralda.
Pedro frunció el entrecejo.
—¿Esmeralda? ¿Acaso…?
—No, no lo recordó —dijo Érica—. Es sólo que no
podemos seguir llamándola la joven o la muchacha del
accidente. Tenemos que llamarla de algún modo mientras
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♥ 30 ♥
ella recuerda su nombre y nos lo dice, y debido a sus
preciosos ojos verdes, decidí que Esmeralda sería adecuado.
Pedro sonrió. Érica era única. Ni a él mismo se le
habría ocurrido darle un nombre tan hermoso y tan
apropiado. Sí, sus preciosos ojos eran como dos bellísimas
esmeraldas, como las que había en la joyería aquel día…
—¿Y qué noticia es esa? —preguntó él para tratar de
olvidar el verdadero problema que lo ataba a esta muchacha.
—Que mañana en la mañana tendrás oficialmente el
permiso para salir del hospital —dijo Érica sonriéndole a la
joven.
Esmeralda se revolvió en las mantas y bajó el rostro. A
cualquier enfermo le habría llenado de gozo saber que se iría
de la clínica, pero a ella no, simple y sencillamente porque
no tenía donde ir.
Su semblante no pasó desapercibido para la doctora.
—No te entristezcas —dijo Érica tomando la mano de
la joven entre las suyas—. Ya he pensado que podrías venir a
mi casa.
Esmeralda estaba sorprendida. Esa mujer era
magnífica. Tenía que ser muy generosa para acoger a una
Mientras Recuerdo _________________________________________________________________
♥ 31 ♥
persona de quien no sabía absolutamente nada. ¿Por qué lo
hacía?
—No puedo aceptar —dijo ella—. Usted ha sido muy
buena conmigo… no puedo seguir abusando de su
generosidad.
—No estás abusando de nada —dijo la doctora
sonriendo—. En los días en que llevo conociéndote, he
podido darme cuenta de la bondad de tu alma —Érica miró a
Pedro —. ¿No lo crees así, Pedro?
El caballero sabía que la pregunta tenía un significado
específico para ellos. Él y Érica habían hablado
constantemente sobre esta joven y sobre lo que había pasado
en el accidente.
—Claro que sí, Érica —dijo él con algo de reserva.
—Además no tienes más opciones —continuó la
doctora—. ¿A dónde irás si te niegas a alojarte en mi casa?
Esmeralda la miró detenidamente. Reconoció que Érica
tenía razón. Sin memoria era imposible saber si tenía
parientes o amigos…
—No quisiera causar incomodidades a su familia —
dijo la chica.
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♥ 32 ♥
—Por eso no te preocupes. Vivo sola. No tengo hijos y
mi esposo murió hace cuatro años.
Murió.
En cuanto Esmeralda oyó la palabra, sintió una ráfaga
de aire helado rozando su piel. Una profunda tristeza anidó
en su pecho mientras una imagen se formaba en su cabeza:
ella frente a una tumba. Una agobiante sensación de soledad
y desamparo apuñaleó su corazón. Me quedé sola. Murió y
ahora no tengo a nadie.
Sintió mareo y debilidad. Quitó la mano que todavía
estaba entre las de Érica y se tocó el pecho que subía y
bajaba con su trabajosa respiración.
—¿Te pasa algo? —dijo Érica tomándole la muñeca—.
Tu pulso está acelerado.
—Creo que… recordé algo… cuando usted dijo esa
palabra… murió… —dijo agitada aún, mientras sus ojos se
llenaban de lágrimas—. Yo… estaba frente a una tumba…
alguien murió. Sé que alguien murió y…
No pudo continuar. Las lágrimas comenzaron a
descender por sus mejillas y su ser se agitaba con suaves
sollozos.
Érica y Pedro se miraron. ¿Qué podían hacer?
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♥ 33 ♥
Pedro sintió el imprevisto impulso de tomarla en sus
brazos y estrecharla contra sí, prometerle que la cuidaría y la
protegería, y secarle las lágrimas del rostro con tiernos
besos… Siempre se había imaginado que la memoria le
regresaría de una sola vez y que se hallaría frente a una
mujer decidida y segura, no frente a una jovencita que
lloraba porque su único recuerdo del pasado era sobre la
muerte de un ser amado. ¿De quién?
Las cosas se complican. Cada vez todo está más
enredado, no hay pistas… y ahora esto… se dijo él.
Érica tomó el vaso que estaba encima de la mesilla, lo
llenó con agua de la jarra y se lo entregó.
—Bebe esto, te sentirás mejor.
La joven obedeció mientras trataba de calmarse.
Después de un corto rato, el llanto cesó y Esmeralda se secó
las lágrimas.
—Lo siento —dijo la chica disculpándose—. No sé
qué me pasó. Es tan confuso…
—No tienes por qué disculparte —dijo Érica—. Es
normal. Has recordado una experiencia dolorosa —Érica
miró a Pedro —. Es mejor que nos marchemos y la dejemos
descansar.
Mary Heathcliff _________________________________________________________________
♥ 34 ♥
No, Pedro, no te vayas…
Fue la mente de Esmeralda la que dijo las palabras, no
sus labios. Tenía la extraña sensación de que si él estaba
cerca, nada malo podría pasarle. Quiso pedirle que se
acercara a ella, que la abrazara… pero sabía que sería una
insensatez. Al fin y al cabo, él sólo era el oficial que estaba
llevando el caso.
—Trata de dormir un rato, te hará bien —dijo Érica
acomodando las mantas sobre el cuerpo de la joven.
Esmeralda asintió.
Érica salió y Pedro la siguió, no sin antes girarse y
regalarle una reconfortante sonrisa.
Eso tendrá que servirme, se dijo Esmeralda cerrando
los ojos. Su corazón estaba angustiado y su alma agitada.
¿Qué otras nuevas sorpresas le depararía su memoria? Con
desasosiego se revolvió y se dijo que debía recordar su vida,
aunque fuera dolorosa. Por ahora lo mejor era tratar de
dormir y recuperar la calma que le había robado ese triste
fragmento de memoria.
Con el recuerdo de la magnífica sonrisa de Pedro, por
fin se quedó dormida.
Mientras Recuerdo _________________________________________________________________
♥ 35 ♥
*****
—No puedes llevártela a tu casa —dijo Pedro en
cuanto salió de la habitación de Esmeralda y estuvo lo
suficientemente lejos como para que ella no escuchara.
Érica se giró hacia él con los ojos muy abiertos por la
sorpresa con que había recibido sus palabras.
—¿Por qué no? Mira, ya sé que por lo que pasó en la
joyería tienes una opinión poco favorable sobre ella, pero en
estos cuatro días he comprendido que estás equivocado —
dijo Érica defendiéndola.
—No te confundas. No es por eso que no quiero que la
lleves contigo —dijo él.
—¿Entonces por qué?
—Porque sería peligroso tanto para ella como para ti
—dijo él llevándola hacia un sofá en una de las salas de
espera. Se sentó junto a ella.
—¿Peligroso? ¿Por qué? Pedro, esto es muy confuso…
—dijo Érica desanimada.
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♥ 36 ♥
—Te he explicado la situación miles de veces. Ella es
la única que podría tener una pista… —dijo él—. No
tenemos rastros de los asaltantes, no sabemos nada de ellos,
existe la sospecha de que sea la banda de los Joyas, pero no
es seguro y además siguen prófugos. Tienes que ser
consciente de que esos maleantes saben que Esmeralda los
podría reconocer…
—Pero ella no recuerda nada… —dijo ella
interrumpiéndolo.
—Lo más seguro es que ellos no sepan de la amnesia
que ella sufre. El que no hayan indagado por ella
abiertamente no significa que no sepan que está aquí. ¿Por
qué crees que tengo tres policías de incógnito en el hospital?
No quiero que nadie venga a hacerle una visita sorpresiva a
Esmeralda.
—¿Tienes tres poli…? ¿Pedro, por qué no me habías
dicho nada?
—Porque sabía que te enfadarías. Y porque no quería
angustiarte cuando no era necesario.
Pedro tomó a la mujer por los hombros y la miró a los
ojos.
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♥ 37 ♥
—Ella es la única que sabe quiénes son y… más
cosas… por eso es importante que esté muy bien custodiada
cuando recobre la memoria. Es maravilloso saber que tienes
toda la intención de acogerla en tu casa, pero no es lo más
conveniente.
—¿Entonces qué sugieres? ¿Qué se quede aquí hasta
que recuerde quién es? ¿Qué se mude a la comandancia de
policía? —preguntó Érica.
Pedro la soltó y suspiró. Sabía que tarde o temprano
eso iba a suceder: ella sería dada de alta, no podría continuar
en el hospital. Tomó aire antes de hablar con decisión.
—Esmeralda se mudará a mi departamento: vivirá
conmigo hasta que recupere la memoria.
—¿Qué? —el asombro de Érica fue tan intenso, que
habló en tono alto y los presentes en la sala giraron para
mirarla. Ella sólo sonrió y bajó la voz para continuar —
¿Estás loco? ¿Cómo que vivirá contigo?
—Es la única solución. No hay otra opción. Como
dices, no puede quedarse aquí ni marcharse a donde no haya
seguridad.
—¿Y cómo crees que lo tomará ella? Si quiso rechazar
mi oferta, muy seguramente no aceptará con agrado la tuya.
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♥ 38 ♥
—Tendremos que explicarle la situación —dijo él.
—¿Y qué le vas a decir? ¿Le dirás por fin la verdad de
lo que pasó ese día en la joyería?
Pedro miró a Érica con algo de recelo. Al comienzo
había mentido por consejo de Érica para no causarle un daño
mayor, pero ahora que el tiempo pasaba y que no había pistas
de los asaltantes, ahora que ella no recordaba nada, no le
parecía lo más sensato: iba a asustarse, a evadirse y a negarse
a quedarse con él en su departamento. Y él la necesitaba allí,
junto a él, la necesitaba porque quería saber la verdad.
—No, por ahora no es conveniente. Debemos mantener
la versión que ella conoce. Además…
—¿Además qué? —dijo ella cuando él no quiso seguir.
—Nada —dijo él.
—Todavía desconfías. Todavía crees que ella finge su
amnesia.
—Claro que no —dijo él—. Ella podría recuperar la
memoria y… podría intentar…
—Insisto en que ella…
—Ya lo sé —dijo él interrumpiéndola—. Ya sé lo que
opinas de ella, pero yo soy policía, mi deber es desconfiar.
—Desconfiar de ella —dijo Érica.
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♥ 39 ♥
—Sí —dijo él—. En cuanto recuerde, se topará con la
realidad y quiero estar allí para escuchar lo que ella tiene que
decir.
Los sentimientos de Pedro eran encontrados.
En esos cuatro días parecía que todo había cambiado.
Si antes había estado ansioso de que se despertara para
interrogarla ferozmente, ahora sólo sentía unas enormes
ganas de protegerla, de encerrarla entre sus brazos, de
cuidarla y prometerle que nada malo le pasaría. Esa mujer
tierna y desvalida que había llegado a conocer en esos pocos
encuentros, no se parecía ni de lejos a lo que él creyó que
sería.
Estaba sola, se afligía y su rostro se ensombrecía
cuando él le decía que no había novedades. Pero dentro de él
seguía el implacable gusano de la duda. ¿Qué pasaría cuando
ella recordara la verdad? Muy seguramente querría… no, él
lo evitaría. Sí, ofrecía su departamento para cuidarla, pero
también para poder cumplir su misión.
—¿Y qué harás cuando eso pase, cuando recuerde?
—Ya cruzaré ese puente cuando llegue a él. Por lo que
acabó de pasar, no creo que recupere todos sus recuerdos a la
vez.
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—Es posible. Pobrecita, me causó tanta lástima verla
tan dolorida por la muerte de alguien amado.
Pedro también había sentido dolor por ella. Al ver esos
ojos llenos de lágrimas quiso abrazarla hasta que su tristeza
fuera cambiada por alegría; sintió deseos de decirle que no
estaba sola, que él estaba con ella para protegerla. También
sintió algo más: un dolor punzante en su pecho al pensar que
ese ser amado por quien lloraba pudiera ser un novio o un
amante…
¿Qué te pasa?, se regañó.
—Sí, a mí también me conmovió.
Hubo un momento de silencio en el que los dos
pensaron en qué modo podrían ayudar para que la joven no
sufriera más, pero eso era algo que escapaba a sus poderes,
los dos lo sabían y los dos se sentían muy impotentes.
—Por ahora lo importante es mantenerla segura, y sólo
lo conseguiré si la tengo cerca, en mi casa. Yo la vigilaré y la
protegeré.
—Tengo miedo que ella recupere la memoria y tú la
atosigues con preguntas, temo que ella pueda… —Érica se
detuvo al pensar en lo que podría pasarle a la joven.
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—No te preocupes. Te prometo que no le pasará nada
malo. Lo mejor será esperar a que ella recuerde y nos diga su
versión… te prometo no juzgarla sin conocer la realidad.
Érica miró a Pedro durante unos instantes. Se sentía
algo confundida.
Primero, Pedro se había mostrado feroz al hablar de
ella por lo que había pasado y no había creído cuando ella le
había informado sobre la amnesia. Después, cuando la joven
despertó, había cambiado su actitud hacia ella, se mostraba
solícito, servicial, había ido a verla todos los días si bien ella
sabía que no era necesario, y había notado que él la
observaba de un modo muy especial.
—Pedro, dime la verdad. ¿Te sientes atraído por
Esmeralda? —preguntó Érica de repente.
Pedro se levantó de su silla y se alejó unos pasos. Érica
sabía que ese era su modo de evadir preguntas, pero ella no
se lo dejaría tan fácil. Así que también se levantó y lo siguió.
—Contéstame —insistió.
—Eso no tiene nada que ver con…
—Claro que tiene que ver —dijo ella
interrumpiéndolo—. Cambiaste repentinamente tu opinión de
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la joven y eso es sospechoso. ¿Se debe ese cambio de
opinión a que la muchacha te gusta?
Pedro se giró para mirar a Érica.
—Es verdad que me siento muy atraído hacia ella pues
es hermosa, pero eso no tiene nada que ver con mi cambio de
opinión. He llegado a conocerla un poco en estos días y me
he dado cuenta de que es una mujer noble: eso es algo que no
se puede fingir, así que he decidido que tal vez yo esté
equivocado, que no sea la clase de mujer que pensé que era.
Pero de eso no puedo estar seguro. Por eso necesito estar con
ella cuando recuerde, porque necesito verla a los ojos
mientras habla de lo que pasó.
Érica asintió con algo de tristeza: era verdad que Pedro
había conocido la bondad de la joven, pero todavía
desconfiaba.
—Si crees que voy a sacar ventaja de la situación para
aprovecharme de ella… —comenzó Pedro de nuevo, pero no
pudo terminar porque fue interrumpido por Érica.
—Claro que no pienso eso, sé que eres un caballero.
Solo quería que dejáramos ese punto claro. Toda esta
situación es muy tensa para nosotros, pero sin dudas, la más
perjudicada podría ser Esmeralda y no quiero que nada malo
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le pase: ya ha tenido bastante con todo lo que ha vivido y con
no saber nada de sí o de su familia.
Pedro volvió a tomarla por los hombros.
—Te prometo que la protegeré de todo y de todos.
Nada malo le pasará mientras esté conmigo.
—¿Y a ti, Pedro? ¿A ti quién te protegerá de lo que
estás comenzando a sentir por ella? ¿De esos sentimientos
ambivalentes que ella despierta en ti?
El hombre volvió a girarse para que Érica no notara la
mezcla de sentimientos que en ese momento lo atravesaban.
Y aunque buscó en su mente una respuesta, no la halló,
porque quizás no había respuesta para esa pregunta.