Mi Nombre Es Raro Thomas - Dean R. Koontz

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  • Raro Thomas, es un cocinero decomida rpida de Pico Mundo, unapequea poblacin del desierto, conun particular don: comunicarse conlos muertos. Un joven hroe sinninguna pretensin, centinela entre lavida y la muerte, que ofrece sucorazn en estas pginas y quecapturar para siempre el tuyo en sulucha por salvar Pico Mundo de unacatstrofe inminente.A veces las silentes almas quebuscan a Raro Thomas quieren

  • justicia. De vez en cuando, susconsejos del otro mundo le ayudan aevitar un crimen. Pero esta vez esdiferente. Un forneo llega a PicoMundo, acompaado por una hordade sombras fantasmales que anuncianuna catstrofe inminente. Ayudadopor su alma gemela, StormyLlewellyn, y por un inslito grupo dealiados entre los que se encuentra elRey del Rock and Roll, Raro iniciaruna carrera contrarreloj paradesbaratar los malficos planes. Surelato de esas angustiosas horas, en

  • las que convergen pasado y presente,sino y destino, es una leccin devida, una parbola inolvidable denuestros tiempos destinada aconvertirse en una de las obrasimperecederas de Koontz.

  • Dean R. Koontz

    Mi nombre es RaroThomas

    Todo don tiene un precio

  • ePUB v1.0OhCaN 16.10.12

  • Ttulo original: Odd ThomasAutor: Dean R. Koontz

    Editor original: OhCaN (1.0)ePub base v2.0

  • Para las viejas chicas:Mary Crowe, Gerda Koontz,

    Vicky Page y Jana Prais.

    Nos reuniremos. Charlaremos.Beberemos. Comeremos,comeremos, comeremos.

    La esperanza convoca al luchadorque no vea virtud en la capitulacin.

    Desde la cuna hasta la tumba,persevere siempre el corazn.

    El libro de los gozos

  • Captulo 1

    Mi nombre es Raro Thomas.Vaya por delante.

    Aunque, en esta poca en que lamayora de las personas se arrodillaante el altar de la fama, no s por quhabra de importarte quin soy, nisiquiera si existo.

    No soy famoso. No soy hijo defamosos. Nunca me cas con unafamosa, ningn famoso abus de m,nunca don un rin para

  • transplantrselo a un famoso.Adems, no siento deseos de serfamoso.

    En realidad, segn las normas denuestra cultura, soy tan insignificanteque la revista People no slo nopublicara nunca un artculo sobrem, sino que incluso sera muyposible que rechazara mis intentos desuscribirme a su publicacinalegando que el agujero negro de mino-celebridad es de tal magnitud quetendra fuerza suficiente paraabsorber su empresa y hacerla

  • desaparecer en la nada sin dejarrastro.

    Tengo veinte aos. Para un adultoque conoce el mundo, soy poco msque un nio. Sin embargo, paracualquier nio, mi edad me hacepoco fiable y me excluye parasiempre de la mgica comunidad delos bajitos y lampios.

    En consecuencia, un experto endemografa podra llegar a laconclusin de que mi nico pblicolo constituyen otros jvenes, hombresy mujeres que flotan a la deriva entre

  • los veinte y los veintin aos.Pero lo cierto es que no tengo

    nada que decirle a tan limitadaaudiencia. No me interesan la mayorparte de las cosas que les importan alos dems estadounidenses de veinteaos. A excepcin, claro, demantenerme vivo.

    Llevo una vida fuera de locomn.

    Con esto no quiero decir que miexistencia sea mejor que la tuya.Estoy seguro de que tu vida est tancolmada de felicidad, encanto,

  • maravillas y saludables miedos comola mejor. Al fin y al cabo ereshumano, igual que yo, y sabido escunto gozo y cunto terror suponeeso.

    Slo trato de explicar que mivida no es tpica. Tengo experienciaspeculiares, cosas que no les suelenocurrir a los dems.

    Por ejemplo, nunca habra escritoestas memorias de no haber sidoporque un hombre de doscientoskilos de peso y con seis dedos en lamano izquierda me lo orden.

  • Se llama P. Oswald Boone.Todos le llaman Pequeo Ozzie,porque su padre, Gran Ozzie, anvive.

    Pequeo Ozzie tiene un gatollamado Chester el Terrible. Adora aese gato. Estoy seguro de que siChester el Terrible perdiese susptima vida bajo las ruedas de uncamin, el gran corazn de PequeoOzzie no sobrevivira a la prdida.

    Reconozco que no siento muchoafecto por Chester el Terrible, entreotras razones porque me ha meado

  • los zapatos en repetidas ocasiones.Ozzie me ha dado explicaciones

    plausibles para semejantecomportamiento por parte del gato,pero no acaban de convencerme. Loque quiero decir es que sospecho dela sinceridad de Chester el Terrible,no de la buena intencin de Ozzie.

    Simplemente, no puedo confiardel todo en un gato que afirma tenercincuenta y ocho aos. Aunqueexisten pruebas fotogrficas quesustentan su afirmacin, insisto encreer que es fraudulenta. No me lo

  • trago.Por razones que se harn

    evidentes en su momento, estemanuscrito no puede publicarsemientras yo est vivo, y en vida miesfuerzo no se recompensar deninguna manera. Pequeo Ozziesugiere que debera legar misingresos literarios a un fondo para lamanutencin de Chester el Terrible,que, segn l, vivir ms que todosnosotros.

    Escoger otra obra de caridad.Una que favorezca a algn ser que no

  • se haya meado encima de m.En cualquier caso, no escribo

    este libro por dinero. Lo hago paramantener la cordura y descubrir sime puedo convencer a m mismo deque mi vida tiene suficiente sentido ysignificado como para justificar sucontinuidad.

    No te preocupes. Estasdivagaciones no serninsufriblemente lbregas. P. OswaldBoone me ha dado la severa orden deque mantenga un tono ligero en ellibro.

  • Si no es ligero dijo Ozzie,sentar sobre tu persona losdoscientos kilos de mi culo. No teagradar morir de esa manera.

    Ozzie fanfarronea. El culo,aunque vasto, no debe pesarle ms desetenta kilos. Los otros recubren elresto de su sufrido esqueleto.

    Cuando inicialmente me mostrincapaz de mantener ligero el tono,Ozzie sugiri que fuera un narradorpoco fiable.

    A Agatha Christie le funcionen El asesinato de Roger Ackroyd

  • apostill.En esa novela de misterio,

    contada en primera persona, elnarrador, que parece un buen tipo,resulta ser el asesino de RogerAckroyd, hecho que se oculta allector hasta el final.

    Debes saber que no soy unasesino. No comet ningn delito ocrimen que ahora te est ocultando.Mi poca fiabilidad como narrador notiene ese origen, sino que estrelacionada con el tiempo de ciertosverbos.

  • No te preocupes por eso. Notardars en conocer la verdad.

    Pero me estoy adelantando a mihistoria. Pequeo Ozzie y Chester elTerrible no entran en escena hastadespus de la explosin de la vaca.

    Esta historia comenz un martes.Para ti, es el da que viene

    despus del lunes. Para m es comolos otros seis, una jornada rebosantede posibilidades de misterio,aventura y terror.

    No vayas a creer que esosignifica que mi vida es romntica y

  • mgica, o algo parecido. El excesode misterio es una lata. Demasiadaaventura resulta agotadora. Y con unpoco de terror sobra.

    Sin reloj ni alarma alguna, medespert aquella maana de martes alas cinco tras haber soado con unosempleados de bolera muertos.

    Nunca pongo el despertador,pues mi reloj interno es muy fiable.Si deseo despertarme sin problemasa las cinco, antes de acostarme medigo a m mismo tres veces que debolevantarme sin falta a las cinco

  • menos cuarto.Aunque mi despertador interno es

    infalible, por alguna razn quedesconozco lleva un retraso dequince minutos. Me di cuenta haceaos y me he adaptado para superarel problema.

    El sueo sobre los empleados debolera muertos turba mi descansonocturno dos o tres veces al mesdesde hace tres aos. Los detallesan no son lo suficientementeespecficos como para que puedahacer algo al respecto. Deber

  • aguardar con la esperanza de que laexplicacin no me llegue demasiadotarde.

    As que, como deca, me desperta las cinco, me sent en la cama ydije: Amprame para que pueda sertil, que es la oracin que miabuelita Sugars me ense cuandoera pequeo.

    Pearl Sugars era la madre de mimadre. Si hubiese sido la madre demi padre, me llamara Raro Sugars ymi vida sera an ms complicada.

    La abuelita Sugars crea que se

  • debe regatear con Dios, al quellamaba el viejo vendedor dealfombras.

    Antes de cada partida de pquer,prometa a Dios difundir su santapalabra o compartir su buena fortunacon los hurfanos, a cambio de que leproporcionara un par de manos quela hicieran imbatible. Durante toda suvida, las ganancias con los naipes lesupusieron siempre una significativafuente de ingresos.

    Como era una gran bebedora y leinteresaban muchas cosas adems del

  • pquer, la abuelita Sugars no pasabatanto tiempo difundiendo la palabrade Dios como le prometa. Estabasegura de que el Seor saba que lamayor parte de las veces ella nocumplira con su parte del trato y deque no se lo tomaba mal.

    Puedes engaar a Dios y salirtecon la tuya, deca la abuelita, si lohaces con encanto e ingenio. Si vivestu vida con imaginacin yentusiasmo, Dios te seguir lacorriente para ver con qudesternillante disparate te descuelgas

  • la prxima vez.Tambin ser tolerante si eres

    asombrosamente estpido de unaforma divertida. Segn la abuelita,eso explica por qu a millones depersonas que son idiotas hasta cortarel aliento les va estupendamente enla vida.

    Pero nunca debes hacer dao enserio a los dems con tucomportamiento, pues de ser as, yano le hars gracia a Dios. Entonces,te llegara el momento de pagar porlas promesas incumplidas.

  • A pesar de que segua bebiendocuando los ms rudos contertulios yaestaban bajo la mesa, de que ganabaal pquer sistemticamente apsicpatas de corazn de piedra, aquienes no les gustaba perder, de queconduca coches veloces conabsoluto desprecio por las leyes dela fsica (pero nunca ebria), y a pesarde que segua una dieta rica en grasade cerdo, la abuelita Sugars muri enpaz, mientras dorma, a los setenta ydos aos. En su mesilla de nocheencontraron una copa de brandy casi

  • vaca y un libro de su novelistafavorito, ledo hasta la ltima pgina.Tena una sonrisa en el rostro.

    A juzgar por las evidencias, laabuelita y Dios se entendan demaravilla.

    Aquella maana de martes,contento por estar vivo en laoscuridad que precede al alba,encend la lmpara de mi mesilla ycontempl el aposento que me servade dormitorio, sala de estar, cocina ycomedor. Si alguien me espera,nunca salgo de la cama hasta

  • comprobar su identidad.Si algn visitante, benigno o

    malvolo, pas parte de la nochevindome dormir, no se habaquedado para charlar a la hora deldesayuno.

    Me gusta este tipo de estancia. Aveces, la simple obligacin de ir dela cama al lavabo puede quitar todoel encanto a un nuevo da.

    Slo Elvis estaba all, con sucollar hawaiano de orqudeas,sonriendo y apuntndome con eldedo, como si la mano fuese una

  • pistola amartillada.Aunque me agrada vivir sobre mi

    garaje privado para dos coches, yaunque mis aposentos me parecenacogedores, s que ArchitecturalDigest jams les dedicar unaexclusiva fotogrfica. Si alguno delos que buscan lugares con encantopara esa revista viera mialojamiento, es probable queobservase en tono desdeoso que lasegunda palabra del nombre de larevista quiere decir escogida y noindigesta.

  • La figura de cartn de Elvis, detamao natural, era parte de ladecoracin del vestbulo de un cinepara promocionar Amor en Hawai.Estaba donde la dej antes dedormirme. A veces se mueve, o lamueven durante la noche.

    Me di una ducha con jabn demelocotn y champ tambin demelocotn, regalos de StormyLlewellyn. En realidad, su nombre depila es Bronwen, pero a ella leparece ms un nombre de elfo.

    Mi verdadero nombre de pila es

  • Raro.Segn mi madre, se trata de un

    error nunca corregido en micertificado de nacimiento. A vecesme dice que mi nombre deba habersido Todd. Otras, asegura que Dobb,por un to checoslovaco.

    Mi padre afirma que siempretuvieron intencin de llamarme Raro,aunque no me dice por qu. Seala,adems, que no tengo ningn tochecoslovaco.

    Mi madre insiste con vigor en laexistencia de tal to, aunque se niega

  • a explicar por qu nunca los conocni a l ni a su hermana Cymry, conquien se supone que est casado.

    Aunque mi padre reconoce laexistencia de Cymry, dice tener lacerteza de que jams se cas.Asegura que es una mujer anormal,aunque no s qu quiere decir coneso, pues se niega a dar msexplicaciones.

    Mi madre se enfurece ante lasugerencia de que su hermana padecealgn tipo de anomala. Afirma, concierto misterio, que Cymry es un

  • regalo de Dios; pero, aparte de eso,se niega a comentar nada sobre elasunto.

    Encuentro que es ms fcil vivircon el nombre de Raro que ponerloen cuestin. Cuando tuve la edadsuficiente como para darme cuenta deque era un nombre poco comn, yame senta cmodo con l.

    Stormy Llewellyn y yo somosms que amigos. Creemos que somosuna pareja espiritual.

    Para empezar, tenemos la tarjetade una mquina, de las que dicen la

  • buenaventura en las ferias, queafirma que estamos destinados apermanecer juntos para siempre.

    Tambin tenemos en la pielmanchas de nacimiento idnticas.

    Al margen de tarjetas y marcas,la amo con locura. Saltara desde unacantilado si ella me lo pidiese.Claro que antes debera comprenderen qu razonamiento basa talsolicitud.

    Por fortuna para m, Stormy no esde las que piden cosas de ese tipo ala ligera. No espera que los dems

  • hagan algo que ella misma no estdispuesta a hacer. Cuando nada entrecorrientes traicioneras, se mantiene aflote, firme, gracias a un ancla moraldel tamao de un buque.

    En una ocasin se pas un daentero pensando si deba quedarsecincuenta centavos que habaencontrado en la ranura dedevolucin de monedas de untelfono pblico. Finalmente losenvi por correo a la compaatelefnica.

    Volviendo un instante a lo del

  • acantilado, no quisiera que parezcaque le temo a la muerte. Lo que pasaes que no estoy listo para citarme conella.

    Oliendo a melocotn, como legusta a Stormy, sin temerle a lamuerte, tras comer un bollo dearndanos y despedirme de Elvis conlas palabras Me estoy ocupando delos negocios, en una psimaimitacin de su voz, parto hacia mitrabajo en Pico Mundo Grille.

    A pesar de que el alba acababade despuntar, ya haba cuajado en

  • una dura yema amarilla sobre elhorizonte.

    El pueblo de Pico Mundo est enesa parte sur de California en la queuno nunca olvida que en realidad setrata de un desierto, a pesar del aguaque suministra el sistema deacueductos del Estado. En marzo nosasamos. En agosto, que es el mes enque esta historia transcurre, noschamuscamos.

    El ocano queda tan al oeste quepara nosotros no es ms real que elMar de la Tranquilidad, esa vasta y

  • oscura planicie lunar.En ocasiones, cuando excavan

    para erigir un nuevo barrio de casashechas en serie, los constructorestropiezan en lo ms profundo conricas vetas de conchas marinas.Alguna vez, en la antigedad, lasolas lamieron estas costas. Ya no.

    Si te colocas una de esascaracolas en el odo, no oirs elromper de las olas, sino slo elgemido de un viento seco. Es como sila concha hubiera olvidado susorgenes.

  • Al pie de los escalonesexteriores que bajan de mi pequeoapartamento a la calle, PennyKallisto aguardaba como una conchasobre una playa. Llevaba zapatillasde tenis rojas, pantalones cortosblancos y una blusa tambin blanca,sin mangas.

    Por lo general, Penny no padecaen modo alguno la desesperanzapreadolescente a la que tantoschavales sucumben en estos tiempos.Era una muchacha de doce aosentusiasta, extrovertida, de risa fcil.

  • Sin embargo, aquella maanatena un aire solemne. Sus ojosazules se oscurecan como le ocurreal mar cuando pasa una nube.

    Mir hacia la casa, a quincemetros de all, donde miarrendadora, Rosala Snchez,aguardaba a que fuera a confirmarlede un momento a otro que ella nohaba desaparecido durante la noche.Verse en el espejo no le resultabasuficiente para librarse de ese temor.

    Sin decir palabra, Penny volvila espalda a las escaleras y se dirigi

  • hacia la fachada principal.Como telares que tejieran los

    rayos de sol con sus propias siluetas,dos enormes robles californianosurdan velos de oro y prpura y lostendan sobre el sendero de entrada.

    Penny pareci resplandecer yoscurecerse cuando atraves eseintrincado encaje de luz y penumbra.Un negro manto de sombras ocult elbrillo de su cabello rubio,cambiando su elaborado diseo amedida que ella se mova.

    Temeroso de perderla, me

  • apresur a bajar el ltimo peldao yla segu. La seora Snchez tendraque esperar y aguantar supreocupacin.

    Segu a Penny hasta el bebederode pjaros que se alza sobre laparcela de csped situada frente a lacasa, junto al camino de entrada. Entorno a la base del pedestal sobre elque descansa el recipiente, RosalaSnchez ha dispuesto una coleccinde conchas marinas, de todas lasformas y tamaos, sacadas de lascolinas de Pico Mundo.

  • Penny se inclin, escogi unespcimen del tamao de unanaranja, se incorpor y me lo tendi.

    Tena forma de caracola. Laspera superficie era marrn yblanca; el pulido interior, de unbrillante color rosa perlado.

    Ahuecando la mano derechacomo si an sujetase la concha,Penny se la llev al odo. Lade lacabeza para escuchar, indicndomeas lo que quera que hiciera.

    Cuando me llev la concha alodo, no o el mar. Tampoco el

  • melanclico viento del desierto queantes mencion.

    En cambio, de la concha sali elspero resuello de una bestia. Elritmo urgente de una necesidad cruel,el gruido de un loco deseo.

    All, en el desierto estival, elinvierno entr en mi sangre.

    Cuando, por mi expresin, vioque haba odo lo que quera queoyera, cruz el csped hasta alcanzarla acera. Se qued parada en elbordillo, mirando hacia el extremooccidental de Marigold Lane.

  • Dej caer la concha, fui adondeestaba ella y esper a su lado.

    El mal se acercaba. Me preguntqu rostro tendra.

    Esa calle est bordeada delaureles de Indias. En algunos puntos,sus grandes y nudosas racessuperficiales han resquebrajado latierra venciendo al cemento.

    No se mova nada. El aire estabaen absoluta calma. No se agitaba niuna hoja. La maana era taninquietantemente silenciosa como loser el alba del da del Juicio Final,

  • un instante antes de que el cielo seabra.

    Como la de la seora Snchez, lamayor parte de las casas delvecindario son de estilo Victoriano,de fachadas recargadas en diversosgrados. Cuando Pico Mundo sefund, en 1900, muchos de susresidentes eran inmigrantes de laCosta Este, y preferan arquitecturasacordes con aquella distante, fra yhmeda regin.

    Tal vez creyeron que podanllevar al reseco valle slo las cosas

  • que amaban y dejar atrs todo lo feo.Sin embargo, no somos una

    especie capaz de escoger el equipajecon el que debemos viajar. Porbuenas que sean nuestras intenciones,siempre descubrimos que, al final,hemos cargado una o dos maletasllenas de oscuridad y desdicha.

    Durante medio minuto, el nicomovimiento perceptible fue el de unhalcn que planeaba en lo alto, quese atisbaba entre las ramas dellaurel.

    Aquella maana, el halcn y yo

  • ramos cazadores.Penny Kallisto debi de notar mi

    temor. Me cogi la mano.Agradec su bondad. Me sujetaba

    con firmeza, y su mano no estaba fra.Su fuerza espiritual me dio coraje.

    Como el coche vena en puntomuerto, rodando a slo unos pocoskilmetros por hora, no o nada hastaque dio la vuelta a la esquina.Cuando reconoc el vehculo, sentuna tristeza tan grande como mimiedo.

    El Pontiac Firebird 400 de 1968

  • haba sido restaurado con sumocuidado. Aquel descapotable de dospuertas, de color azul, parecadeslizarse hacia nosotros con losneumticos suspendidos un milmetrosobre el asfalto, centelleando comoun espejismo en el calor de lamaana.

    Harlo Landerson y yo habamosasistido juntos a la escuelasecundaria. Durante los aos deestudios, Harlo reconstruy el cochea partir de los ejes, hasta que estuvotan flamante como en otoo de 1967,

  • cuando sali por primera vez a laventa.

    Modesto, un poco tmido, Harlono haba trabajado en el coche con laesperanza de que fuera un imn paralas chicas, ni para que los que leconsideraban soso cambiaran de ideay lo tuvieran por el ms enrolladodel grupo. Careca de ambicionessociales. Nunca se haba hechoilusiones sobre sus posibilidades deascender alguna vez por encima delos peldaos ms bajos del sistemade castas del instituto.

  • Con su motor de ocho cilindros ytrescientos treinta y cinco caballos,el Firebird poda acelerar de cero acien kilmetros por hora en menos deocho segundos. Pero Harlo no era unloco de las competiciones callejeras;tener un vehculo capaz de correr asno era motivo de especial orgullopara l.

    Haba dedicado mucho tiempo,trabajo y dinero al Firebird porque leencantaban su eficacia y la belleza desu diseo. Era una tarea emprendidadesde el corazn, una pasin casi

  • espiritual por su pureza e intensidad.Yo a veces pensaba que el

    Pontiac representaba un papel tanimportante en la vida de Harloporque no dispona de nadie a quiendarle el amor que profesaba alcoche. Su madre muri cuando tenaseis aos. Su padre era un malborracho.

    Un automvil no puede devolverel amor que le das. Pero si ests losuficientemente solo, tal vez puedasconfundir con afecto el brillo de losfaros, el lustre de la pintura y el

  • ronroneo del motor.Harlo y yo no habamos sido muy

    amigos, aunque tenamos buenarelacin. Me caa bien. Era callado,pero eso era preferible a los alardesy fanfarronadas que muchos chavalesempleaban para ganarse una posicinsocial en clase.

    Penny Kallisto segua junto a mcuando levant la mano izquierdapara saludar a Harlo.

    El chico trabajaba mucho desdelos tiempos del instituto. De nueve acinco descargaba camiones en

  • Superfood y transportaba losproductos de los almacenes a lasestanteras. Y antes, desde las cuatrode la maana, reparta cientos deperidicos por las casas de la zonaeste de Pico Mundo. Una vez a lasemana tambin entregaba, esta vezen todas las viviendas del pueblo,una bolsa de plstico repleta defolletos publicitarios y cupones dedescuento.

    Aquella maana slo distribuaperidicos, que lanzaba con unasacudida de mueca, como si cada

  • uno fuera un bumern. Losejemplares, plegados y embolsados,de la edicin del martes delMaravilla County Times giraban enel aire y aterrizaban con un golpesordo en el sendero o en la puerta,segn lo prefiriera cada suscriptor.

    Harlo vena desde el final lacalle. Cuando lleg a la casa ubicadafrente a la ma, fren el Pontiac, queiba en punto muerto.

    Penny y yo cruzamos y nosacercamos al coche.

    Hola, Raro dijo Harlo.

  • Cmo te encuentras en este hermosoda?

    Sombro repuse. Triste.Confundido.

    Frunci el ceo, preocupado.Algo va mal? Puedo hacer

    algo por ti?Ya lo hiciste respond.Solt la mano de Penny, met el

    brazo por la ventanilla del copiloto,apagu el motor y quit la llave delcontacto.

    Harlo, sobresaltado, quisorecuperar la llave, pero no pudo.

  • Eh, Raro, nada de juegos,vale? Voy apurado de tiempo.

    No o la voz de Penny, perodebi de hablarme en el rico, aunquesilencioso, idioma del alma.

    Lo que le dije a Harlo Landersonera la esencia de lo que la muchachame revel.

    Llevas su sangre en el bolsillo.Un inocente se habra

    desconcertado ante mi afirmacin.Harlo se me qued mirando. Depronto, sus ojos eran como los de unbho, dilatados, no por la sabidura,

  • sino por el miedo.Esa noche dije llevaste

    tres cuadraditos de fieltro blanco.Manteniendo una mano sobre el

    volante, Harlo desvi los ojos y mirhacia delante, a travs delparabrisas, como si pretendieramover el Pontiac con su simplefuerza de voluntad.

    Despus de usar a la nia,impregnaste un poco de su sangre devirgen en los trozos de fieltro.

    Harlo se estremeci. Se leenrojeci el rostro, tal vez por la

  • vergenza.La angustia me enronqueci la

    voz.Al secarse, se pusieron rgidos

    y oscuros, quebradizos comogalletas.

    Su estremecimiento creci hastavolverse un violento temblor.

    Siempre llevas uno contigo. La emocin volva ahora trmula mivoz. Te gusta olerlo. Oh, Dios,Harlo. A veces te lo pones entre losdientes. Y lo muerdes.

    Abri de golpe la puerta y sali

  • corriendo.No soy la ley. No me tomo la

    justicia por mi mano. No soy lavenganza hecha hombre. En realidad,no s qu soy, ni por qu.

    Sin embargo, en momentos as nopuedo evitar actuar. Me embarga unasuerte de locura, y mi sentido deldeber se vuelve tan fuerte como mideseo de que este decadente mundoregrese a su estado de gracia.

    Cuando Harlo sali corriendo delcoche, baj la vista hacia PennyKallisto y vi las marcas de ligaduras

  • que tena en el cuello, que no eranvisibles cuando se me apareci porprimera vez. La profundidad de lalaceracin que haba producido en sucarne el trapo revelaba laexcepcional furia con que la habaestrangulado hasta matarla.

    La compasin me desgarr, y fuitras Harlo Landerson, por quien nosenta compasin alguna.

  • Captulo 2

    Del asfalto al pavimento, delpavimento al csped, bordeando porel jardn trasero la casa que quedabaal otro lado de la calle, frente a la dela seora Snchez; de ah a una vallade hierro forjado. Tuve que saltarla,cruzar hasta un estrecho callejn,trepar por un muro de piedra... HarloLanderson corra, trepaba, saltaba.

    Me pregunt adonde ira. Nopoda correr ms rpido que yo, ni

  • que la justicia; y, desde luego,tampoco poda huir de s mismo. Eraimposible.

    Detrs del muro de piedra habaun jardn trasero con una piscina.Moteada por la luz de la maana ypor las sombras de los rboles, elagua centelleaba ofreciendo unaamplia gama de matices azules;pareca un cofre de joyasabandonado por piratas quenavegaran por un mar yadesaparecido y llevaran muchotiempo muertos.

  • Al otro lado de la piscina, trasuna puerta corredera de cristal, unajoven en pijama sostena una taza delbrebaje, fuera cual fuese, que le dabavalor para enfrentarse a su jornada.

    Cuando vio a la sobresaltadaobservadora, Harlo cambi dedireccin y se dirigi hacia ella. Talvez pensara que necesitaba unescudo, un rehn. En cualquier caso,lo que buscaba no era caf.

    Llegu hasta l, lo agarr por lacamisa, lo levant en el aire. Los doscamos en la parte ms profunda de

  • la piscina.Como el agua haba absorbido el

    calor del desierto durante todo unverano, no estaba fra. Miles deburbujas, semejantes a unaresplandeciente lluvia de monedas deplata, cruzaron ante mis ojos,resonaron en mis odos.

    Forcejeando tocamos fondo y,mientras subamos, l patale ybrace como un loco. Su codo, surodilla, o quiz su pie, pero algo megolpe en la garganta.

    Aunque el agua que nos envolva

  • le quit la mayor parte de la fuerza alimpacto, jade, tragu y me atragantcon el lquido, que saba a cloro ylocin bronceadora. Solt a mi presay ca a cmara lenta entre ondulantescortinas de luz verde y sombra azul,antes de emerger a las franjas de luzsolar que pintaban la superficie.

    Yo estaba en medio de la piscina,Harlo cerca del borde. Se aferr albordillo y se alz sobre el cemento.

    Entre toses, echando agua por lasfosas nasales, chapote ruidosamentehacia l. Como nadador, tengo ms

  • posibilidades de ahogarme que decompetir dignamente en lasOlimpiadas.

    Una noche especialmentedesalentadora, cuando tena diecisisaos, me encontr encadenado a dosmuertos y arrojado desde un bote allago Mala Suerte. Desde entoncessiento aversin por los deportesacuticos.

    Ese lago artificial est en lasafueras de la ciudad de Pico Mundo.

    Construido por el Ministerio deObras Pblicas durante la Gran

  • Depresin, el nombre original que sele dio fue el de un poltico pococonocido. Aunque se cuentan milhistorias sobre sus traicionerasaguas, ninguno de los que viven poraqu sabe decir con precisin cundoo por qu el lugar fue rebautizadooficialmente como Mala Suerte.

    Todos los archivos y registrosvinculados al lago ardieron cuandoprendieron fuego al juzgado en 1954.Lo hizo un hombre llamado MelGibson, como protesta porque lehaban confiscado su propiedad por

  • no pagar los impuestos. La protestadel seor Gibson consisti eninmolarse.

    No era pariente del actoraustraliano homnimo que, dcadasms tarde, se convertira en astro dela pantalla. De hecho, segn todoslos informes, no tena mucho talentoni era fsicamente atractivo.

    Como en esta ocasin no tenaque cargar con el peso de un par dehombres demasiado muertos comopara nadar por s mismos, alcanc elborde de la piscina con unas pocas y

  • veloces brazadas. Sal del agua.Cuando Harlo Landerson lleg a

    la puerta corredera, se la encontrcerrada con llave.

    La mujer del pijama habadesaparecido.

    Mientras me pona de pie ycomenzaba a moverme, Harlo sealej de la puerta lo suficiente comopara tomar impulso. Entonces sedirigi corriendo hacia ella, con elhombro izquierdo por delante y lacabeza gacha.

    Di un respingo, esperando ver

  • chorros de sangre, miembrostronchados, la cabeza guillotinadapor una hoja de vidrio.

    Aunque, por supuesto, el cristalde seguridad se desintegr en unacatarata de minsculos trocitos devidrio, Harlo irrumpi en la casa contodos sus miembros intactos y lacabeza an pegada al cuello.

    Cuando entr, siguiendo suspasos, el cristal cruji bajo mis pies.Not olor a quemado.

    Nos encontrbamos en una salade estar. Todo el mobiliario se

  • orientaba hacia una televisin depantalla gigante del tamao de dosneveras.

    La gigantesca cabeza de lapresentadora de Today, ampliadahasta verse cualquier detalle, eraaterradora. En tales dimensiones, suoptimista sonrisa tena el clidoencanto de las fauces de unabarracuda. Sus ojos chispeantes, queah adquiran el tamao de limones,despedan una especie de fulgormaniaco. Pareca un monstruo.

    Se trataba de una casa de planta

  • difana; la sala de estar se funda conla cocina, de la que slo la separabauna barra que divida los ambientes.

    La mujer se haba refugiado en lacocina. Tena un telfono en unamano y un cuchillo en la otra.

    Harlo se detuvo en el umbral queseparaba los ambientes, tratando dedilucidar si un ama de casa deveintitantos aos, vestida con unbonito pijama de estilo marinero,tendra las agallas suficientes comopara destriparlo vivo.

    Ella blandi el cuchillo y grit en

  • el telfono.Est dentro, aqu mismo!Detrs de ella, sobre la encimera,

    una tostadora echaba humo. Algunarebanada se haba atascado. Ola afresas y a goma quemada. Era unamala maana para la chica.

    Harlo me arroj un taburete altoy sali corriendo de la sala de estar,en direccin a la puerta principal.

    Seora, perdn por eldesorden dije mientras esquivabael taburete, y segu persiguiendo alasesino de Penny.

  • Detrs de m, la mujer gritaba.Stevie, encirrate con llave!

    Stevie, encirrate con llave!Cuando llegu al pie de las

    escaleras, en el vestbulo, Harlo yaestaba en el descansillo.

    Me di cuenta de que haba subidoen vez de huir de la casa. En laplanta superior haba un nio de unoscinco aos. Tena los ojos muyabiertos y estaba en calzoncillos.Llevaba un oso de felpa azul, quesujetaba por una pata, y parecavulnerable como un cachorrillo

  • perdido en medio de una frenticaautopista. Un rehn de primeracategora.

    Stevie, echa la llave a tupuerta!

    El nio dej caer el oso y seprecipit hacia su habitacin.

    Harlo se lanz al segundo tramode las escaleras.

    Estornudando y tosiendo por lairritacin que me produca el cloro ypor el humo de la mermelada defresa que arda, chorreando, casichapoteando, sub con un aire

  • bastante menos heroico que el deJohn Wayne en La batalla de IwoJima.

    Senta ms miedo que mi presa,pues yo tena algo que perder. Entreotras cosas, nada menos que aStormy Llewellyn y el futuro junto aella que prometa la tarjeta de lamquina que deca la buenaventura.En el probable caso de queapareciera un marido provisto de unarma de fuego, dudara tan poco endispararme a m como a Harlo.

    Por encima de nosotros, una

  • puerta se cerr de golpe. Steviehaba obedecido la orden de sumadre.

    Si, siguiendo la tradicin deQuasimodo, Harlo Landerson hubieracontado con una olla llena de plomofundido, me la habra vaciado en lacabeza. En lugar de eso, me arroj unaparador, que evidentemente estabaen el descansillo del piso superior,frente al lugar en que terminaba laescalera.

    Me apart de los escalones y mesub como pude a la barandilla; me

  • qued sorprendido al descubrir quetena la agilidad y el equilibrio de unmono, por ms que se tratara de unmono mojado. El mueble cay,peldao a peldao, abriendo ycerrando una y otra vez sus cajones,como si estuviese posedo por unespritu furioso.

    Tras bajarme de la barandilla,sub por las escaleras y llegu aldescansillo del piso superior, justocuando Harlo comenzaba a forzar lapuerta del dormitorio del pequeo.

    Al darse cuenta de que estaba a

  • punto de alcanzarlo, golpe con msfuerza. La madera se astill con uncrujido seco y la puerta se hundihacia dentro, con Harlo detrs, comosi un vrtice energtico lo hubierasuccionado del descansillo.

    Me precipit hacia el umbral,apart la puerta, que en ese instanterebotaba hacia m, y vi que el nio,retorcindose, trataba de metersebajo la cama. Harlo le habaagarrado del pie izquierdo.

    Agarr de una mesilla roja unalmpara con forma de sonriente oso

  • panda y se la romp a Harlo en lacabeza. Una catica lluvia decermica rota, orejas negras,esquirlas de morro blanco, zarpasoscuras y trozos de barriga blancaametrall la habitacin.

    En un mundo en el cual lossistemas biolgicos y las leyes de lafsica funcionaran con la precisinabsoluta que les atribuyen loscientficos, Harlo se habradesplomado inconsciente en elmomento mismo en que la lmpara sehizo trizas. Por desgracia, el mundo

  • real no es igual que el terico.Del mismo modo que el amor da

    a una madre frentica la fuerzasobrehumana necesaria para levantarun coche y liberar a su hijo atrapado,la depravacin confera a Harlo lacapacidad de soportar sin mayoresconsecuencias el impacto de un osopanda. Solt a Stevie y se volvihacia m.

    Aunque no tena pupilaselpticas, sus ojos me recordaron losde una vbora ansiosa por inyectar suveneno, y aunque entre sus dientes

  • descubiertos no se vean colmilloscurvos ni caninos espectacularmentelargos, en su sordo gruido palpitabala furia de un chacal rabioso.

    Aquella fiera no era la personaque yo haba conocido unos pocosaos antes en la escuela secundaria,ni tampoco el chico tmido queencontr algo de magia y sentido dela vida en la paciente restauracin deun Pontiac Firebird.

    Lo que tena ante m era un almaconvertida en retorcida maleza,espinosa, ulcerada, tal vez

  • aprisionada hasta haca poco enalguna profunda revuelta dellaberinto mental de Harlo. Habaforzado los barrotes de su celda ytrepado hasta la torre de homenajedel castillo deponiendo al hombreque alguna vez haba sido Harlo.Ahora ella era quien mandaba.

    El liberado Stevie se retorcihasta meterse completamente bajo lacama, pero yo no tena cama en laque refugiarme, ni mantas con las quecubrirme la cabeza.

    No puedo decir que recuerde con

  • claridad lo que ocurri al minutosiguiente. Nos golpeamosmutuamente en cuanto tuvimosocasin. Utilizamos cualquier cosaque nos pudiera servir de arma, lashicimos girar, las arrojamos. Tras undiluvio de golpes, quedamosentrelazados; sent su ardiente alientoen el rostro, as como una rociada desaliva, y o chasquear sus dientes enbusca de mi oreja derecha. El pnicole haca recurrir sin freno alguno atcticas propias de una bestia.

    Me solt y lo apart de un codazo

  • bajo el mentn. Lanc un rodillazoque no le dio, como yo pretenda, enla ingle.

    Se oyeron sirenas a lo lejos, en elmomento mismo en que la madre deStevie apareci en el vano de lapuerta con el reluciente cuchillo en lamano. Llegaba la caballera porpartida doble, una en pijama, otracon el uniforme azul y negro deldepartamento de polica de PicoMundo.

    Harlo no poda apartarnos a m ya la mujer armada. Tampoco poda

  • alcanzar a Stevie, su anheladoescudo, ya bajo la cama. Si abra unaventana y sala al techo del porchedelantero, caera directamente enbrazos de la polica. No tenaescapatoria.

    Mientras se oan con ms fuerzalas sirenas, Harlo retrocedi hasta unrincn, donde se qued jadeante,estremecindose. Se retorca lasmanos con el rostro demudado, grisde pura angustia. Mir al suelo, a lasparedes, al techo, no como lo haraun hombre encerrado que explora las

  • dimensiones de su celda, sino condesconcierto, como si no pudierarecordar de qu manera haballegado a ese lugar, a esa situacin.

    A diferencia de las bestiassalvajes, las muchas y cruelesvariedades de monstruo humano,cuando quedan por fin acorraladas,rara vez pelean con mayor ferocidad.Ms bien revelan la cobarda queanida en el centro de su brutalidad.

    Harlo dej de retorcerse lasmanos, las alz y se cubri el rostro.Entre las rendijas de aquella

  • armadura de diez dedos pude ver susojos, crispados por un brillanteterror.

    Con la espalda encajada en elrincn, se desliz hacia abajo por lainterseccin de las paredes, hastaquedar sentado en el suelo con laspiernas extendidas, escondido traslas manos, como si fuesen unamscara de invisibilidad que lepermitiera escapar de la persecucinde la justicia.

    A media manzana de nosotros, elvolumen de las sirenas lleg al

  • mximo antes de bajar hastaconvertirse en un chillido, en ungruido, en un leve sonido que seapag frente a la casa.

    Haca menos de una hora quehaba amanecido y me haba pasadocada minuto de la naciente maanahacindole honor a mi nombre.

  • Captulo 3

    Los muertos no hablan. No s porqu.

    Las autoridades se habanllevado a Harlo Landerson. En sucartera, llevaba dos fotos Polaroidde Penny Kallisto. En la primeraapareca desnuda y viva. En lasegunda, muerta.

    Stevie estaba en la planta baja,en brazos de su madre. Wyatt Porter,jefe del departamento de polica de

  • Pico Mundo, me haba dicho queesperara en la habitacin del nio.Me sent en el borde de la deshechacama.

    No llevaba mucho tiempo solocuando Penny Kallisto atraves unapared y se sent junto a m. Lasmarcas del cuello habandesaparecido. Pareca que nunca lahubieran estrangulado, que jamshubiese muerto.

    Como antes, permaneci ensilencio.

    Tiendo a creer en la idea

  • tradicional de la vida y lo que vienedespus de sta. Nuestro mundo es unviaje de descubrimiento ypurificacin. El que le sigue consisteen dos lugares: uno es un palaciopara el espritu y un reino demaravillas sin fin, mientras que elotro es fro, oscuro e inconcebible. Osea, el cielo y el infierno. Dirs quesoy un simpln. No eres el nico.Stormy Llewellyn, una mujer deopiniones poco convencionales, cree,en cambio, que nuestro paso por elmundo tiene el fin de endurecernos

  • para la vida futura. Dice que nuestrahonestidad, integridad, coraje ydecidida resistencia al mal seevalan cuando terminan nuestrosdas aqu, y que si aprobamos elexamen, se nos enrolar en unejrcito de almas destinado a algunagrandiosa misin en el otro mundo.Quienes no pasan la prueba,simplemente dejan de existir.

    En sntesis, Stormy ve la vidacomo un campo de entrenamientomilitar. Llama servicio activo a lavida futura, para la que hemos de

  • prepararnos.Me agradara mucho que se

    equivocara, pues una de lasconsecuencias de su cosmologa esque los muchos terrores queconocemos aqu son como unavacuna contra otros, peores, queafrontaremos en la otra vida.

    Stormy dice que, sea lo que sealo que nos espera en el otro mundo,valdr la pena soportarlo; en partepor mero sentido de la aventura, peroante todo porque la recompensa porlos servicios prestados llegar en

  • una tercera existencia.Sinceramente, yo preferira

    recibir mi recompensa una vida antesde lo que ella calcula.

    Pero Stormy cree en elaplazamiento de la gratificacin. Siel lunes anhela un helado enparticular, espera a que sea martes omircoles para tomrselo. Insiste enque la espera hace que le sepa mejor.

    Mi punto de vista es ste: si tantote gustan los helados, tmate uno ellunes, otro el martes y un tercero elmircoles.

  • Segn Stormy, si vivo demasiadotiempo segn esta filosofa, meconvertir en uno de esos hombres detrescientos kilos de peso que, cuandoenferman, deben ser sacados de sushogares con gras y trabajadores dela construccin.

    Si quieres sufrir la humillacinde que te lleven al hospital encamin dijo una vez, no esperesque me siente sobre tu gran tripahinchada, como Pepito Grillo en lafrente de la ballena cantando Cuandopides un deseo a una estrella.

  • Tengo la razonable certeza deque en el Pinocho de Disney PepitoGrillo nunca se sienta sobre la frentede la ballena. A decir verdad, noestoy seguro de que llegue a conocera la ballena.

    Sin embargo, si le hiciera estaobservacin a Stormy, me dedicarauna de esas miradas agrias quevienen a preguntar: Erescompletamente estpido o te haces elgracioso?. Es una mirada queconviene evitar o, mejor, temer.

    Mientras aguardaba sentado en el

  • borde de la cama del nio, nisiquiera pensar en Stormy melevantaba el nimo. De hecho,pensaba que si las sonrientesimgenes de Scooby Doo estampadasen las sbanas no me alegraban, talvez nada pudiera hacerlo.

    No dejaba de pensar en cmoHarlo haba perdido a su madre a losseis aos, en cmo su vida podrahaber sido un feliz y bondadosotributo a ella, y en cmo, en cambio,haba deshonrado su memoria.

    Y, claro, pensaba en Penny, en su

  • vida, terminada tan pronto, en laterrible prdida sufrida por sufamilia, en el perdurable dolor quehaba cambiado sus vidas parasiempre.

    Penny me cogi la mano derechacon su izquierda y me la apret, paradarme consuelo.

    Su mano era tan real como la deuna nia viva. Yo no entenda cmopoda parecerme tan real y, al mismotiempo, atravesar las paredes. Tanreal para m e invisible para losdems.

  • Llor un poco. A veces lo hago.Las lgrimas no me avergenzan. Enmomentos como se, las lgrimasexorcizan malignas emociones que,de perdurar, me obsesionaran y que,al obsesionarme, me amargaran.

    En el mismo momento en que lasprimeras lgrimas an no derramadasempaaron mi visin, Penny mesujet la mano entre las suyas. Sonriy gui un ojo como diciendo: Estbien, Raro Thomas. Scalo, lbratede ello.

    Los muertos perciben a los vivos.

  • Han recorrido esta senda antes quenosotros y conocen nuestros miedos,nuestras flaquezas, nuestros anhelosnunca satisfechos. Saben cunto nosgusta atesorar cosas que no perduran.Creo que nos tienen lstima y, sinduda, no les falta razn.

    Cuando mis lgrimas se secaron,Penny se puso de pie, volvi asonrer y me apart con cario elpelo de la frente. Adis, parecadecir ese gesto. Gracias y adis.

    Camin hasta el otro lado de lahabitacin, atraves la pared y sali

  • a la maana de agosto, un piso porencima del suelo del jardn delanterode la casa. O tal vez fue a un lugaran ms luminoso que el verano dePico Mundo.

    Al cabo de un momento, WyattPorter apareci en la puerta de lahabitacin.

    Nuestro jefe de polica es unhombre fornido, pero su aspecto noes amenazador. Tiene ojos de perrode caza y carrillos de sabueso. Elrostro es la parte de su persona msafectada por la fuerza de la

  • gravedad. Lo he visto moverse convelocidad y decisin, pero, tanto enaccin como en reposo, siempreparece cargar un gran peso sobre susrobustos hombros redondeados.

    Con el correr de los aos, amedida que las colinas bajas querodean nuestras ciudades seconvierten en ondulados vecindariosde casas construidas en serie ynuestras poblaciones crecen, elhorror de un mundo cada vez mscruel se desliza por los ltimosbastiones de la vida civilizada, como

  • Pico Mundo. El jefe Porter tal vezhaya visto demasiada ferocidadhumana. Quiz el peso que soportasobre los hombros sea el de losrecuerdos que preferira eliminarpero no puede.

    As que volvemos a lasandadas.

    Volvemos asent.Una puerta hecha trizas,

    muebles destrozados.No los destroc yo. Slo

    romp la lmpara.Pero provocaste la situacin

  • que llev a esto.S, seor.Por qu no acudiste a m?

    Por qu no me dejaste pensar encmo meter a Harlo slito en la bocadel lobo?

    En el pasado habamos trabajadojuntos de esa manera.

    Tuve la sensacin de que eranecesario atraparlo de inmediato,que era posible que volviera ahacerlo muy pronto contest.

    Tuviste la sensacin.S, seor. Creo que eso es lo

  • que Penny quera transmitirme. Habaen ella una silenciosa urgencia.

    Penny Kallisto.S, seor.El jefe suspir. Tom asiento en

    la nica silla de la habitacin. Detamao adecuado para un nio,forrada de tela de color morado, conrespaldo para el torso y la cabeza enforma de Barney, el dinosaurio,pareca estar sentado en el regazo delmonstruo infantil.

    Hijo, no haces ms quecomplicarme la vida.

  • Son ellos quienes complicansu vida, seor, y la ma mucho msque la suya dije refirindome a losmuertos.

    No te falta razn. Si yo fuerat, habra enloquecido hace aos.

    Ya lo he pensado admit.Ahora escucha, Raro, quiero

    buscar una frmula para que notengas que declarar como testigo anteel tribunal en este caso, si llegara aplantearse esa posibilidad.

    Tambin yo.Son pocos los que conocen

  • alguno de mis extraos secretos.Slo Stormy Llewellyn est al tantode todos.

    Quiero el anonimato, una vidasencilla y apacible, al menos tansencilla como lo permitan losespritus. El jefe pensaba rpido.

    Creo que confesar enpresencia de su abogado. Tal vez nohaya juicio. Pero si lo hay, diremosque abri su cartera para pagarte poralguna apuesta que le ganaste, tal vezpor un partido de bisbol, y que lasPolaroid de Penny se cayeron de l.

  • Puedo contar eso le asegur.Hablar con Horton Banks.

    Reducir tu participacin cuandoescriba el informe.

    Horton Banks era el editor delMaravilla County Times. Hacetreinta aos, estando de excursin enlos bosques de Oregn, haba cenadocon Pie Grande; si puede llamarsecena a una racin para excursionistasy unas salchichas de lata.

    A decir verdad, no s con certezasi Horton cen con Pie Grande, peroeso es lo que l dice. Dadas mis

  • experiencias cotidianas, no estoy encondiciones de dudar de Horton ni denadie que tenga una historia quecontar sobre sus encuentros con loque sea, desde extraterrestres hastaduendes.

    Ests bien? pregunt el jefePorter.

    Bastante. Pero detesto llegartarde al trabajo. sta es la hora msatareada en el Grille.

    Avisaste de que llegarastarde?

    S respond al tiempo que

  • alzaba mi pequeo telfono mvil,que estaba enganchado a mi cinturncuando ca a la piscina.

    An funciona.Es probable que pase por all

    ms tarde a comerme un buen platode patatas fritas con huevosrevueltos.

    Desayuno todo el da dije.Esa ha sido la solemne oferta, casiuna promesa, de Pico Mundo Grilledesde 1946.

    El jefe Porter desplaz su pesode una a otra de las posaderas

  • haciendo crujir, o gruir, a Barney.Hijo, tienes intencin de

    dedicarte a preparar comidas rpidastoda la vida?

    No, seor. He pensadoseriamente en cambiar de carrera ydedicarme a los neumticos.

    Neumticos?S. Quiz ventas al principio, e

    instalacin despus. Siempre haypuestos disponibles en El Mundo delNeumtico.

    Por qu neumticos?Me encog de hombros.

  • La gente los necesita. Y param es un terreno desconocido, algonuevo que aprender. Quiero vercmo es esa experiencia, la vida delos neumticos.

    Nos quedamos all sentadosdurante medio minuto ms, sinhablar. Luego sigui preguntando.

    Y eso es lo nico que ves enel horizonte? Los neumticos, digo.

    El mantenimiento de piscinastiene su inters. Con todas estasnuevas urbanizaciones que estnlevantando por aqu, hay ms o

  • menos una nueva piscina cada da. El jefe Porter asinti con airepensativo. Y trabajar en unabolera debe de ser agradable prosegu. Toda esa gente nuevaque va y viene, la excitacin deljuego y la competicin.

    Qu haras en una bolera?Para empezar, ocuparme del

    calzado que alquilan. Habr quefumigarlo o algo as, entre un usuarioy otro. Y sacarle lustre. Y habra quepreocuparse por el mantenimiento delos cordones.

  • El jefe asinti y la morada sillaBarney chill, ms como un ratn quecomo un dinosaurio.

    Mi ropa casi se haba secado,pero estaba muy arrugada. Mir elreloj.

    Ser mejor que me marche.Tengo que cambiarme antes de ir alGrille.

    Ambos nos pusimos de pie.La silla Barney qued aplastada.

    Contemplando el morado estropicio,el jefe Porter se mostrapesadumbrado, casi culpable.

  • Eso podra haber ocurridomientras te peleabas con Harlo.

    Podra asent.El seguro lo cubrir, como

    todo lo dems.Siempre hay un seguro.Fuimos a la planta baja. Stevie,

    que se encontraba sentado en untaburete de la cocina, coma unpastelillo de limn.

    Lo siento, pero he roto la sillade tu dormitorio le confes el jefePorter, que no es un mentiroso.

    No es ms que una estpida y

  • vieja silla Barney respondi elnio. Ya hace semanas que soydemasiado grande para esa viejatontera de Barney.

    La madre de Stevie estabarecogiendo cristales rotos con unaescoba y un recogedor.

    El jefe Porter le cont lo de lasilla y, aunque ella asegur que elasunto no tena importancia, l learranc la promesa de queaveriguara cunto le cost en su day que le dira la cifra.

    Se ofreci a llevarme a casa,

  • pero no quise.La forma ms rpida de irme

    ser simplemente volver por dondevine.

    Abandon la casa por el agujeroen el que antes estaba la puerta decristal, di la vuelta a la piscina, enlugar de zambullirme, trep por elmuro de piedra, cruc la estrechasenda de la entrada, salt la valla dehierro forjado, rode el csped de laotra casa, cruc Marigold Lane yregres a mi apartamento, encima delgaraje.

  • Captulo 4

    Veo muertos, pero cuando esoocurre, sabe Dios que no me quedocomo si tal cosa.

    Esta estrategia intervencionistaes fructfera pero peligrosa. Algunosdas tiene como consecuencia lanecesidad de lavar una cantidadinfrecuente de ropa.

    Tras ponerme unos vaqueroslimpios y una nueva camiseta blanca,me dirig al porche trasero de la

  • seora Snchez, para confirmarle,como haca cada maana, que anera visible. A travs del mosquiterode la puerta la vi sentada ante lamesa de la cocina.

    Me oyes? pregunt cuandodi unos toquecitos y me vio.

    S, seora respond. Laoigo muy bien.

    A quin oyes?A usted. A Rosala Snchez.Entra, pues, Raro Thomas

    dijo.Su cocina ola a chile, harina de

  • maz, huevos fritos y queso fresco.Soy estupendo para prepararcomidas rpidas, pero RosalaSnchez es otra cosa, una cocineranata.

    Todo lo que hay en su cocina esviejo, muy usado, pero estescrupulosamente limpio. Lasantigedades son ms valiosascuando el tiempo y el uso las hancubierto de una clida ptina. Lacocina de la seora Snchez es tanhermosa como la mejor antigedad,gracias a su inapreciable ptina

  • reveladora de una vida de trabajo, deguisos y asados elaborados conplacer y amor.

    Me sent al otro lado de la mesa,frente a ella.

    Sujetaba con fuerza una taza decaf entre las manos para que no letemblaran.

    Llegas tarde esta maana, RaroThomas.

    Nunca deja de dirigirse a m pormi nombre y apellido. A vecessospecho que cree que Raro no es unnombre, sino un ttulo nobiliario,

  • como prncipe o duque, y que elprotocolo exige que los plebeyos lousen cuando me hablan. Quiz creaque soy hijo de un rey depuesto,reducido a la estrechez, pero, as ytodo, merecedor de respeto.

    S, es tarde convine. Losiento. He tenido una maanaextraa.

    No sabe nada de mi especialrelacin con los difuntos. Ya tienesuficientes problemas como paraocuparse de los muertos que van enperegrinacin a su garaje.

  • Ves lo que llevo puesto? me pregunt con preocupacin.

    Pantalones de color amarilloclaro. Blusa de color marrn.

    Recurri a la astucia.Te gusta la horquilla en forma

    de mariposa que llevo en el pelo,Raro Thomas?

    No hay ninguna horquilla.Tiene el pelo recogido hacia atrscon una cinta amarilla. Le queda bienas.

    En su juventud, Rosala Snchezdebi de ser muy guapa. A los

  • sesenta y tres aos de edad, conalgunos kilos de ms y tras adquirirlos pliegues y arrugas propios de unalarga e intensa experiencia, posea labelleza profunda de quienes conocenla beatitud. Tena la dulce humildady la ternura que a veces ensea eltiempo, el atractivo resplandor delcario, el carcter que, durante losltimos aos que se pasa en estatierra, sin duda marca el rostro deaquellos que luego son elevados alos altares.

    Por qu no viniste a la hora

  • habitual? pregunt. Cre quehabas venido pero no podas verme.Y cre que yo tampoco poda verte ati, que cuando me volv invisiblepara ti, t tambin te volvisteinvisible para m.

    Slo me retras le asegur.Ser invisible debe de resultar

    horroroso.S, pero no tendra que

    afeitarme tan a menudo.A la seora Snchez no le

    gustaba bromear cuando hablaba dela invisibilidad. Frunci su rostro de

  • santa de manera desaprobadora.Cuando me he preocupado por

    la posibilidad de volverme invisible,siempre he credo que en ese estadopodra ver a las dems personas,aunque ellas no podran verme niorme.

    En las pelculas del hombreinvisible se puede ver su alientocuando hace mucho fro dije.

    Pero si los dems se me haceninvisibles cuando yo me hagoinvisible para ellos continu, escomo si yo fuera la ltima persona

  • que hay en el mundo, su nicahabitante, un ser errante en la msinmensa soledad.

    Se estremeci. La taza de cafque sujetaba choc contra la mesa.

    Cuando la seora Snchez hablade invisibilidad se refiere a lamuerte, pero no estoy seguro de quese d cuenta de que es as.

    El verdadero primer ao delnuevo milenio, 2001, no fue buenopara el mundo en general, y menosan para Rosala Snchez enparticular. En primer lugar, perdi a

  • su marido, Hermn, una noche deabril. Se fue a dormir junto alhombre que amaba desde hacacuarenta aos y despert al lado deun fro cadver. La muerte le lleg deuna de las maneras ms agradablesque pueda imaginarse, mientrasdorma. Pero para Rosala laconmocin de despertar junto a unmuerto fue excesiva.

    Ms tarde, ese ao, an de lutopor su marido, no fue con sus treshermanas y sus familias a unasvacaciones en Nueva Inglaterra que

  • tenan planeadas desde haca tiempo.La maana del 11 de septiembredespert con la noticia de que elvuelo que las traa de regreso desdeBoston haba sido secuestrado yempleado como misil en uno de losactos terroristas ms tristementeclebres de la historia.

    Aunque Rosala quiso tener hijos,Dios no se los dio. Hermn, sushermanas, sus sobrinas y sussobrinos haban sido el centro de suvida. Los perdi a todos mientrasdorma.

  • En algn momento entre aquelseptiembre y la Navidad que sigui,Rosala enloqueci de pena. Era unalocura tranquila, pues haba vividotoda su existencia de manera serena yno conoca otra manera de actuar.

    En su amable locura, no querareconocer que sus seres queridoshubieran muerto. Slo se volvieroninvisibles para ella. La naturaleza,por capricho, haba recurrido a uninfrecuente fenmeno, que tal vezcesara en cualquier momento, comose esfuma un campo magntico,

  • haciendo que todos los amadosparientes se le hicieran visibles denuevo.

    Rosala conoca todos losdetalles de las desapariciones debarcos y aviones en el Tringulo delas Bermudas. Haba ledo cuantoslibros sobre el tema haba podidoencontrar.

    Estaba al tanto de la inexplicabledesaparicin, al parecer de un dapara otro, de cientos de miles demayas de las ciudades de Copan,Piedras Negras y Palenque, en el ao

  • 610 de nuestra era.Si hacas de oyente de Rosala,

    poda llegar a reventarte el odo consus entusiastas especulaciones sobredesapariciones histricas. Porejemplo, s ms de lo que querra, einfinitamente ms de lo que necesitosaber, sobre la desaparicin de cadauno de los hombres de un ejrcito detrescientos mil soldados cerca deNanking, en 1939.

    Bueno dije, al menosusted es visible esta maana. Tieneotro da entero de visibilidad por

  • delante, y eso es una bendicin.El mayor temor de Rosala era

    que el mismo da que sus seresqueridos fueran visibles otra vez,ella desapareciera. Aunque anhelabaque regresaran, tema lasconsecuencias.

    Se santigu, pase la mirada porsu acogedora cocina y al fin sonri.

    Podra preparar alguna cosa decomer.

    Claro. Podra prepararcualquier cosa dije.

    Qu quieres que te prepare,

  • Raro Thomas?Sorprndame consult el

    reloj. Ser mejor que me vaya atrabajar.

    Me acompa hasta la puerta yme dio un abrazo de despedida.

    Eres un buen muchacho, RaroThomas.

    Me recuerda a mi abuelaSugars dije, aunque usted nojuega al pquer, ni bebe, ni conducecoches veloces.

    Eso que dices es muy dulce contest. Sabes que admiraba

  • mucho a Pearl Sugars? Era tanfemenina, pero al mismo tiempo...

    Expeditiva suger.Exacto. Un ao, en el festival

    de la fresa que se hace en la iglesia,haba uno que alborotaba,trastornado por las drogas o labebida. Lo derrib con slo dospuetazos.

    Tena un estupendo gancho deizquierda.

    Bueno, la verdad es queprimero le dio una patada en esaparte especial y tierna. Pero creo que

  • slo con los puetazos habra dadobuena cuenta de l. En ocasiones hedeseado parecerme ms a ella.

    Recorr a pie las seis manzanasque separan la casa de la seoraSnchez de Pico Mundo Grille, queest en pleno centro de la ciudad.

    Con cada minuto que pasabadesde la salida del sol, el calormatinal aumentaba. Los dioses delMojave no conocen el significado dela palabra moderacin.

    Las largas sombras matutinas seiban acortando ante mis ojos.

  • Abandonaban los jardines, cada vezms calientes, el hirviente asfalto, lasaceras de cemento, tan apropiadaspara frer huevos, como la planchafrente a la que pronto me pondra atrabajar.

    Al aire le faltaban fuerzas paramoverse. Los rboles parecandesmayados, mustios. Los pjaros seretiraban a sus refugios entre lafronda, o volaban ms alto que alamanecer, hasta la altura en que elaire aprisiona el calor con menostenacidad.

  • En aquella quietud marchita,entre la casa de la seora Snchez yel Grille, vi tres sombras que semovan. Nada las proyectaba, puesno eran unas sombras cualquiera.

    Cuando era ms joven, llamabaespectros a esas entidades. Perono es ms que otra forma de decirfantasmas, y no son fantasmascomo, por ejemplo, Penny Kallisto.

    Creo que nunca pasaron por estemundo en forma humana, niconocieron la vida tal como laconocemos nosotros. Sospecho que

  • no deberan estar aqu, que el lugaral que pertenecen es un reino deoscuridad eterna.

    Su naturaleza es casi lquida. Notienen ms sustancia que las sombras.Se mueven sin sonido alguno. Susintenciones, aunque misteriosas, nocreo que sean benignas.

    A menudo se deslizan comogatos, pero gatos del tamao depersonas. A veces corren en posicinsemierecta, como criaturas onricas,mitad hombre, mitad perro.

    No los veo con frecuencia.

  • Cuando aparecen, su presenciasiempre augura problemas de mayorintensidad que la habitual, y de unanaturaleza ms oscura que laacostumbrada.

    Ya no los llamo espectros. Ahorales considero bodach.

    Bodach es una palabra que le odecir a un nio ingls de seis aosque estaba de visita por aqu. Laemple para describir a estascriaturas cuando, estando conmigo,vio un grupo de ellas vagando en unatardecer de Pico Mundo. Un bodach

  • es una bestia pequea, vil ysupuestamente mtica de las IslasBritnicas que se mete por laschimeneas para llevarse a los niosque se portan mal.

    No creo que estos espritus queveo sean realmente bodachs.Tampoco creo que el nio ingls locreyera. La palabra le vino a lamente slo porque no tena unnombre ms adecuado para ellos.

    Tampoco yo lo tengo.De las personas que he conocido,

    era el nico que comparta mi

  • especial capacidad de visin.Minutos despus de decir la palabrabodach en mi presencia, un caminque perdi el control lo aplastcontra un muro de cemento.

    Cuando llegu al Grille, los tresbodachs se haban congregado en unaespecie de concilibulo. Corrieronpor delante de m, temblaron al darla vuelta a una esquina ydesaparecieron como si no hubiesensido ms que ilusiones producidaspor el calor, meros trucos del airedel desierto y el sol calcinante.

  • No lo eran.A veces me resulta difcil

    concentrarme en la tarea de ser elmejor cocinero de comida rpida quese pueda. Aquella maananecesitara algo ms que laautodisciplina habitual para centrarla mente en el trabajo y garantizarque las tortillas, las patatas fritas, lashamburguesas y los emparedados debeicon que salan de mi planchaestuvieran a la altura de mireputacin.

  • Captulo 5

    Huevos. Revintalos yextindelos dijo Helen Arches.Cerdo sentado, patatas asadas, tejascardacas.

    Prendi la nota en la pinza de lospedidos, cogi una nueva taza decaf y se fue a servirlo a los clientes.

    Desde que tena dieciocho aos,hace ya cuarenta y tres, Helen es unaexcelente camarera. Tras tanto buentrabajo, los tobillos se le han puesto

  • rgidos y los pies planos, de modoque, al andar, sus zapatos golpeancontra el suelo como chanclas.

    Este singular golpeteo es uno delos ritmos fundamentales de lahermosa banda sonora del PicoMundo Grille, junto al chisporroteode lo que se cocina, el tintineo de lacubertera y el entrechocar de platos.La conversacin de clientes yempleados proporciona la meloda.

    Aquella maana de martesestbamos muy atareados. El localestaba prcticamente lleno. Me gusta

  • estar ocupado. La cocina es elescenario central del restaurante.Est a la vista de todos y atrae a losadmiradores con tanta fuerza, tantopoder sugestivo, como el nombre deun actor en una cartelera deBroadway.

    Ser cocinero de comida rpida enun turno poco ajetreado equivale aser director de orquesta sin msicosni pblico. Te quedas inmvil, listopara la accin, con un delantal enlugar de un frac, blandiendo unaesptula en lugar de una batuta,

  • anhelando interpretar el arte de lospollos, no el de los compositores.

    Sin duda, los huevos son un arte.Si a un hombre hambriento le dan aelegir entre Beethoven y un par dehuevos fritos con mantequilla,siempre escoger los huevos o,mejor, un pollo, y al comerlos sunimo se elevar tanto o ms que sile sirviesen un rquiem, una rapsodiao una sonata.

    Cualquiera puede cascar unhuevo y verter su contenido en lasartn, la plancha o una cazuela, pero

  • son pocos los que logran tortillas tansabrosas, huevos revueltos tanesponjosos o huevos fritos con layema tan amarilla como los quepreparo yo.

    No es que hable por orgullo.Bueno, en realidad s, pero se tratade orgullo por los propios logros, node vanidad ni alarde vacos.

    No nac con el arte de unconsumado freidor. No es congnito.Aprend a base de estudio y prctica,bajo la tutela de Terri Stambaugh,propietaria de Pico Mundo Grille.

  • Mientras que otros no supieronver mis posibilidades, Terri crey enmi potencial y me dio unaoportunidad. Lucho por devolverle elfavor, haciendo hamburguesas conqueso de calidad ejemplar y crepstan ligeros que casi flotan sobre elplato.

    No slo es mi jefa, sino tambinmi mentora en lo culinario, misegunda madre y mi amiga.

    Adems, es mi principal fuentede autoridad sobre Elvis Presley. Simencionas cualquier fecha de la vida

  • del Rey del Rock and Roll, Terri tedir, sin dudar, dnde se encontrabay qu estaba haciendo ese da.

    Yo, por mi parte, estoy msfamiliarizado con las actividades quedesarroll despus de muerto.

    Sin necesidad de leer la nota queHelen haba puesto en la barandilla,ampli un plato de huevos, lo quesignifica que se le agrega un terceroa la habitual racin de dos. Despus,los revent, lo que quiere decir queiban revueltos.

    Un cerdo sentado es jamn

  • frito. Los cerdos se sientan sobre susjamones. Se tumban sobre suabdomen, que es de donde sale elbeicon, de modo que, si Helenhubiese dicho un cerdo tumbado,yo debera haber preparado unaloncha de beicon para acompaar loshuevos.

    Tejas cardiacas es una tostadacon extra de mantequilla.

    Patatas asadas son meras patatasasadas. No todo lo que decimosdurante la jornada se expresa en lajerga propia de la comida rpida. De

  • igual manera, no todos los cocinerosven muertos.

    Durante aquel turno de martes enel Pico Mundo Grille slo vi a losvivos. Siempre es fcil identificar alos muertos en un comedor, porquelos muertos no comen.

    Hacia el final de la ajetreadahora del desayuno, lleg el jefeWyatt Porter. Se sent solo en unamesa.

    Como de costumbre, se tom unapastilla de anticido con un vaso deleche desnatada antes de pedir los

  • huevos revueltos y las patatas fritasal estilo casero que he mencionadoantes. Su rostro tena un tonolechoso, gris, al tiempo que sudorosoy ceniciento.

    El jefe me salud con una sonrisade circunstancias y una inclinacinde cabeza. Yo le respond alzando miesptula.

    Puede que algn da cambie lo defrer comidas por la venta deneumticos, pero nunca se meocurrira hacerme polica. Es untrabajo que corroe el estmago y que

  • nadie te agradece.Adems, las armas de fuego me

    dan miedo.La mitad de los reservados y

    todos los taburetes de la barra,excepto dos, estaban vacos en elmomento en que un bodach entr enel comedor.

    Al parecer, los de esa especie nopueden atravesar las paredes comolo hacen los muertos como PennyKallisto. En cambio, se cuelan porcualquier rendija, resquicio ocerradura.

  • ste se filtr por el espacio,delgado como un hilo, que separabala puerta de cristal de su marcometlico. Como una ondulante cintade humo, igual de insustancial que elvapor pero no translcido, sinointensamente negro, el bodach entr.

    Este cliente no deseado iba depie, en lugar de a cuatro patas, deforma fluida y sin rasgosdiscernibles, aunque sugera algomedio humano y medio canino;avanz en silencio, encorvado, desdela entrada hasta la parte trasera del

  • comedor, sin que nadie ms que yo loviera.

    Pareca volver la cabeza haciacada uno de nuestros parroquianos,mientras se deslizaba por el pasilloque separa los taburetes de la barrade las mesas, titubeando ante algncliente, como si ciertas personas leinteresaran ms que otras. Aunque notena rasgos faciales distinguibles,parte de su silueta recordaba a unacabeza provista de algo parecido alhocico de un perro.

    Por fin, la criatura regres del

  • fondo del comedor y se qued en ellado de la barra destinado alpblico. Aunque no tena ojos, eraevidente que me vea trabajar frentea la plancha.

    Fingiendo no darme cuenta de supresencia, me apliqu a la tarea en laparrilla ms de lo que era necesariocuando la avalancha de la hora deldesayuno casi haba pasado. Decuando en cuando alzaba la cabeza,pero nunca para mirar al bodach,sino a los clientes, a Helen, que lesserva con su caracterstico

  • claqueteo de chanclas, a nuestra otracamarera la dulce Bertie Orbic, denombre y figura redondos, a lasgrandes ventanas por donde se veala asfixiante calle, sobre la que lasJacarandas arrojaban sombrasdemasiado escasas como pararefrescar y de la que ascendan desdeel asfalto vapores de calor en formade serpientes, encantados no por lossones de una flauta, sino por elsilencioso ardor del sol.

    Como ocurri en esta ocasin, aveces los bodachs se interesan

  • especialmente por m. No s por qu.Creo que no se dan cuenta de que

    los percibo. Si supieran que puedoverlos, tal vez correra peligro.

    Dado que los bodachs parecen noser ms sustanciales que una sombra,no s de qu forma podran hacermedao. No tengo prisa poraveriguarlo.

    El espcimen en cuestin,aparentemente fascinado por losrituales propios de la preparacin decomidas rpidas, slo perdi suinters por m cuando un cliente de

  • peculiar aspecto entr en elrestaurante.

    En aquel verano del desierto, quehaba tostado a todos los residentesde Pico Mundo, el recin llegadollamaba la atencin porque eraplido como el pan sin hornear.Sobre su crneo brotaba un cabellocorto, de agrio color amarillo, querecordaba el aspecto del moho.

    Se sent en la barra, no lejos demi lugar de trabajo. Haciendo girarsu taburete de izquierda a derecha yde derecha a izquierda, como lo

  • hara un nio inquieto, se quedmirando la parrilla, el cuenco paramezclar salsas y los grifos debebidas gaseosas, con aire de ligerodesconcierto y leve sorpresa.

    El bodach se olvid de m y, trassituarse muy cerca del recinllegado, se concentrintencionadamente en l. Si la cabezade esta negra entidad era de verasuna cabeza, entonces la lade a laizquierda, luego a la derecha, comosi el sonriente hombre le intrigase. Sila parte que pareca un morro de

  • verdad lo era, entonces la sombrahusme con ademn de lobo.

    Desde el lado de la barrareservado al servicio, Bortic Orbicsalud al recin llegado.

    Cario, qu puedo hacer porti?

    Apandose para sonrer yhablar al mismo tiempo, se dirigi aella con voz tan queda que no pudeor sus palabras. Bertie parecisorprendida, pero garabate algo enla libreta donde anotaba los pedidos.

    Los ojos del cliente, agrandados

  • por sus gafas de montura metlica,me perturbaban. Su nebulosa miradaflot hacia m como una sombra enun estanque del bosque; no parecapercibirme ms de lo que la sombrapercibe el agua.

    Los rasgos blandos de su rostromortecino me recordaron las setasplidas que una vez atisb en eloscuro y hmedo rincn de un stano,o los pastosos hongos que se apiansobre el musgo en el bosque.

    El jefe Porter, enfrascado en sushuevos revueltos, pareca tan poco

  • consciente de la presencia delhombre hongo como del bodach quelo observaba. Evidentemente, suintuicin no le dijo que el nuevocliente justificara especial atencin ocuidado.

    A m, sin embargo, el hombrehongo me preocupaba; en parteporque el bodach segua fascinadopor l, pero no slo por eso.

    Aunque en cierto modo mecomunico con los muertos, no tengopremoniciones, salvo alguna vez,cuando estoy profundamente dormido

  • y sueo. Despierto, soy tanvulnerable a las sorpresas mortalescomo cualquiera. La muerte mepuede llegar desde el can del armade un terrorista o por una cornisa depiedra que se desploma durante untemblor de tierra, y ni sospecharaque estoy en peligro hasta or ladetonacin del disparo fatal o sentirque la tierra se estremece conviolencia bajo mis pies.

    La desconfianza que me inspirabaaquel hombre no provena de unasospecha basada en la razn, sino del

  • crudo instinto. Quien sonre de formatan implacable es un simpln, oalguien que busca engaarte y quetiene algo que ocultar.

    Aquellos ojos grises, similares alhumo, parecan desorientados yenfocados slo a medias; pero no viestupidez en ellos. De hecho, mepareci detectar una atencinastutamente velada, como la de unaserpiente que, quieta como unapiedra, finge indiferencia ante eljugoso pajarillo que est a punto dezamparse.

  • Mientras colgaba el pedido,Bertic Orbic lo transmiti.

    Dos vacas que lloren, dalesmantas y jntalas con los cerdos.

    Dos hamburguesas con cebolla,queso y beicon.

    En su dulce y clara voz,semejante a la de una nia de diezaos predestinada a ganarse unabeca, continu el canturreo.

    Doble de patatas, que pasendos veces por el infierno.

    Dos raciones de patatas fritasmuy crujientes.

  • Quema dos britnicos,envalos a buscar pescado aFiladelfia.

    Dos bollos ingleses con quesocremoso y salmn ahumado.

    An no haba terminado.Limpia la cocina, con silbidos

    de medianoche y zepelines.Una racin de picadillo y otra de

    judas negras con salchichas.Voy hacindolo todo o espero

    a que lleguen sus amigos? pregunt.

    Ponlo al fuego ya repuso

  • Bertie. Es para uno que viene solo.Un flacucho como t nunca loentendera.

    Qu quiere primero?Lo que a ti te parezca.El hombre hongo sonri con aire

    ausente al salero de la barra, quegiraba y volva a girar como si sucontenido cristalino le fascinara ointrigara.

    Pese a lo que iba a zamparse, elto no tena el aire musculoso oforzudo de un fantico del gimnasio.Tampoco estaba fofo, slo

  • ligeramente redondeado, como unaseta. Si todas sus comidas eran igualde copiosas, deba de tener elmetabolismo de un demonio deTasmania alimentado conmetanfetaminas.

    En primer lugar, tost y terminlos bollos, mientras Bertie preparabaun batido de chocolate y vainilla.Nuestro tragn estrella tambin bebapor partida doble.

    Cuando, ya terminados losbollos, me dedicaba al picadillo consalchichas, apareci un segundo

  • bodach. l y su predecesor recorranel comedor con aire agitado, yendo yviniendo de aqu para all,regresando siempre al sonrienteglotn, que segua sin notar supresencia.

    Una vez que las hamburguesascon queso y beicon y las patatasfritas bien crujientes estuvieronlistas, toqu el timbre que est juntoa la parrilla para avisar a Bertie deque el pedido estaba listo. Lo sirvicaliente, haciendo, como siempre,que el plato besara la barra sin hacer

  • ruido.Tres bodachs se haban apiado

    fuera frente a la cristalera, cualpersistentes sombras inmunes alcalcinante sol del desierto,observndonos como si estuvisemosen exposicin en un escaparate.

    A menudo pasan meses enterossin que me encuentre a ninguno de suespecie. El apresurado grupo quehaba visto antes en la calle, sumadoa esta congregacin, sugera que seavecinaban tiempos difciles paraPico Mundo.

  • La relacin de los bodachs con lamuerte es muy similar a la de lasabejas con el nctar de las flores.Parecen beberla a sorbos.

    Sin embargo, una muerte comnno atrae a un bodach, y mucho menosa todo un enjambre. Nunca vi a unade estas bestias junto al lecho de unenfermo terminal de cncer, ni en lascercanas de alguien que estuviera apunto de sufrir un ataque cardiacofatal.

    Les atrae la violencia. Parecensaber cundo se acerca. Se

  • amontonan como turistas a la esperade la predecible erupcin de ungeiser en el parque Yellowstone.

    Nunca vi que uno siguiese aHarlo Landerson en los das previosa que asesinase a Penny Kallisto.Dudo que hubiera algn bodachpresente cuando viol y estrangul ala nia.

    El final de Penny estuvo lleno deterrible dolor y de miedo intolerable;sin duda, cada uno de nosotros reza,o simplemente espera, segn lacertidumbre que tenga con respecto a

  • la existencia de Dios, para que lapropia muerte no sea tan brutal comola suya. Pero parece ser que unsimple estrangulamiento no excita lobastante a los bodachs como parahacerles abandonar las guaridas enque moran, cualesquiera que sean.

    Lo que ansan es el terrorparalizante. La violencia que anhelanes extrema: mltiples muertesprematuras, condimentadas conprolongados horrores, servidas conuna crueldad tan espesa como unamala salsa.

  • Cuando yo tena nueve aos,Gary Tolliver, un adolescentedesquiciado por las drogas, durmi asu familia el hermano pequeo, lahermana pequea, la madre y elpadre echando sedante en una ollade sopa de pollo. Mientras estabaninconscientes, los encaden. Aguarda que despertaran y se pas un fin desemana torturndolos antes dematarlos con un taladro elctrico.

    Durante la semana que precedi aestas atrocidades, me cruc con GaryTolliver en dos ocasiones. La

  • primera vez tres bodachs lo seguande cerca. La segunda no eran tres,sino catorce.

    No me caba duda de que susformas negras como la tinta se habanpasado ese sangriento fin de semanavagando por casa de los Tolliver,invisibles para vctimas y asesino,deslizndose de una a otrahabitacin, a medida que elescenario de la accin se desplazaba.Observando. Alimentndose.

    Dos aos despus, un camin demudanzas conducido por un tipo

  • borracho derrib los surtidores degasolina de una concurridagasolinera de la calle Green Moon,desencadenando una explosin y unincendio que mataron a sietepersonas. Esa maana yo haba vistoa siete bodachs dando vueltas porall, al sol de la maana, comosombras desveladas.

    La furia de la naturaleza tambinlos atrae. Hormigueaban sobre lasruinas de la residencia de ancianosBuena Vista despus del terremotoocurrido hace dieciocho meses, y no

  • se fueron de all hasta que el ltimosuperviviente herido fue rescatado delos escombros.

    Si hubiese pasado por BuenaVista antes del terremoto,seguramente los habra visto allreunidos. Tal vez podra habersalvado algunas vidas.

    Al principio, de nio, crea queestas sombras tal vez fuesen espritusmalvolos que incitaban al mal a laspersonas en torno a las que seapiaban. Sin embargo despusdescubr que muchos seres humanos

  • no necesitan tutores sobrenaturalespara cometer actos terribles; haypersonas que son diablos porvoluntad propia, cuyos cuernoscrecen hacia dentro para disimular,para que no les delaten.

    He llegado a la conclusin deque los bodachs no incitan al mal,sino que, de alguna manera, sealimentan de l. Los considerovampiros psquicos, similares a esospresentadores de televisin en cuyosprogramas se insta a invitadosperturbados y autodestructivos a

  • desnudar sus almas daadas. Sonparecidos, pero incluso msaterradores.

    En el Pico Mundo Grille,acompaado por cuatro bodachs,adems de otros que lo mirabandesde el exterior, el hombre hongotrag los ltimos bocados de sushamburguesas y patatas fritas con loque le quedaba de los batidos. Dejuna generosa propina para Bertie,pag la cuenta en la caja y abandonel local acompaado de su pavorososquito de sombras escurridizas.

  • Le vi cruzar la calle bajo eldeslumbrante sol y las difusascortinas de calor que emanaban delasfalto requemado. Era difcil contarlos bodachs que iban a su zaga o loflanqueaban, pues se confundanentre s, pero habra apostado elsalario de una semana a que no eranmenos de veinte.

  • Captulo 6

    Sus ojos no son dorados ni de unazul celestial, pero Terri Stambaughtiene la visin de los ngeles, puesaunque su mirada te atraviesa ydescubre la verdad de tu corazn, teama. No importa que vislumbreclaramente todas tus faltas, todos tuspecados.

    Tiene cuarenta y un aos, demodo que podra ser mi madre. Sinembargo, no es lo suficientemente

  • excntrica como para serlo. Le faltamucho para eso.

    Terri hered el Grille de suspadres, y lo lleva adelante segn lasexigentes normas que ellosestablecieron. Es una jefa justa ytrabaja mucho.

    El nico elemento chocante de supersonalidad es su obsesin porElvis y todo lo relacionado con l.

    Como s que le gusta que pongana prueba sus conocimientosenciclopdicos, lo hice otra vez.

    Mil novecientos sesenta y tres.

  • Muy bien.Mayo.Qu da?Escog uno al azar.El veintinueve.Cay en mircoles dijo

    Terri.El aluvin de gente de la hora del

    almuerzo ya haba pasado. Mijornada de trabajo termin a las dosde la tarde. Estbamos en una mesadel fondo del Grille, a la espera deque Viola Pealiody, una camarera delsegundo turno, nos trajera el

  • almuerzo.Poke Barnett me haba relevado

    al frente de la cocina. Poke tienetreinta y tantos aos ms que yo, esesbelto y vigoroso, su rostro estcurtido por el Mojave y tiene ojos depistolero. Es silencioso como undragn que toma el sol sobre lasrocas, y autosuficiente como uncactus.

    Si, en una encarnacin anterior,Poke haba vivido en el Viejo Oeste,lo ms probable es que hubiera sidoun sheriff que desenfundaba con la

  • rapidez del rayo, o tal vez incluso unintegrante de la banda de los Dalton.Desde luego, no habra sido elcocinero de una caravana. Sea cualsea su experiencia en vidas pasadas,es nico con la parrilla y la plancha.

    El mircoles 29 de mayo de1963 dijo Terri Priscilla segradu en la escuela secundariaInmaculada Concepcin, enMemphis.

    Priscilla Presley?Por entonces se llamaba

    Priscilla Beaulieu. Durante la

  • ceremonia de graduacin, Elvisesper en un coche aparcado frente ala escuela.

    No le invitaron?Claro que s. Pero si hubiese

    entrado al auditorio, se habraproducido un grave tumulto.

    Cundo se casaron?Demasiado fcil. El 1 de mayo

    de 1967, poco antes del medioda, enuna suite del hotel Aladdin, en LasVegas.

    Terri tena quince aos cuandoElvis muri. Por aquel entonces no

  • era un hombre como para enamorarsede l. Se haba convertido en unahinchada caricatura de s mismo,vestido con trajes repletos debordados y pedrera falsa, msapropiados para Liberace que para elduro cantante de blues que habaalcanzado la cima de las listas dexito por primera vez en 1956 conHeartbreak Hotel.

    Terri an no haba nacido en1956. Su fascinacin por Presleyslo comenz diecisis aos despusde la muerte de ste.

  • Los orgenes de tal obsesin leresultan parcialmente misteriosos.Una de las razones por las cualesElvis importa, deca, es porque, ensu mejor momento, la msica popularera inocente desde el punto de vistapoltico, lo que la converta en unacelebracin de la vida y a la vez lavolva relevante. Cuando muri, casitodas las canciones populares, por logeneral sin intencin consciente porparte de quienes las escriban ycantaban, se haban convertido enhimnos que apoyaban los valores del

  • fascismo, situacin que no hacambiado hasta el da de hoy.

    Sospecho que, en parte, laobsesin de Terri por Elvis seorigina en que, en un nivelinconsciente, ella percibe que landa entre nosotros, aqu en PicoMundo, por lo menos desde que yoera nio, verdad que le revel haceslo un ao. Sospecho que es unamdium latente, que percibe supresencia espiritual y que, enconsecuencia, se sientepoderosamente atrada por el estudio

  • de su vida y su carrera.No tengo ni idea de por qu el

    Rey del Rock and Roll no se fue alotro lado, sino que, despus de tantosaos, sigue pasendose por estemundo. Al fin y al cabo, Buddy Hollyno se qued dando vueltas por ah;muri como es debido.

    Y por qu Elvis se queda enPico Mundo y no en Memphis o LasVegas ?

    Segn Terri, que sabe todo lo quehay que saber de los frenticoscuarenta y dos aos que dur la

  • existencia de Elvis, l nunca visitnuestra ciudad en vida. En toda laliteratura referida a lo paranormal,no hay ningn otro ejemplo de unaaparicin tan dislocada desde elpunto de vista geogrfico.

    Estbamos debatiendo, desdeluego no por primera vez, acerca deeste misterio cuando Viola Peabodynos sirvi nuestro tardo almuerzo.Viola es tan negra como Bertie Orbicredonda, y tan delgada como planosson los pies de Helen Arches.

    Raro, me lees el futuro?

  • pregunt Viola mientras depositabanuestros platos sobre la mesa.

    Ms de un habitante de PicoMundo cree que soy un superdotadopsquico, tal vez un clarividente, untaumaturgo, un adivino, un curanderoo alguna cosa por el estilo. Slo unospocos saben que veo a los muertosque no descansan en paz. Los demshan esculpido mi imagen con losdistorsionados cinceles del rumor, ypara cada uno de ellos soy una figuradistinta.

    Ya te dije, Viola, que no soy

  • quiromntico ni un frenlogo. Y lashojas de t slo son basura para m.

    Leme el rostro, entonces dijo. Dime, ves lo que soanoche?

    Por lo general, Viola era unapersona alegre, aunque su marido,Rafael, la haba cambiado por unacamarera de un pretencioso local defritangas en Arroyo City, y desdeentonces no se ocupaba de ver a susdos nios ni de pagar sumanutencin. Sin embargo, en esemomento Viola tena un aire solemne

  • y preocupado que nunca le habavisto.

    Si hay algo que no hago es leercaras respond.

    La expresin de cada rostrohumano es ms enigmtica que la dela Esfinge, desgastada por el tiempoy las arenas de Egipto.

    En mi sueo continu Viola me vi a m misma y mi rostroestaba... quebrado, muerto. Tena unagujero en la frente.

    Tal vez fuese un sueo sobrelas razones por las que te casaste con

  • Rafael.No tiene gracia me

    reprendi.Pensaba que tal vez me haban

    pegado un tiro coment Viola.Cario la consol Terri,

    cul fue la ltima vez que un sueose te hizo realidad?

    Creo que nunca ha pasado respondi Viola.

    Entonces, no te preocupes porste.

    Por lo que recuerdo asegurla angustiada camarera, nunca

  • haba visto mi propia cara en unsueo.

    Ni siquiera en mis pesadillas,que a veces s que se hacen realidad,he atisbado mi propia cara.

    Tena un agujero en la frenterepiti, y mi rostro estabahorrible, desencajado.

    Una bala de alta potencia ycalibre considerable, al perforar lafrente, libera una tremenda energaque puede distorsionar la estructurade todo el crneo, con el resultado deque las facciones quedan, a la vez,

  • sutil y horriblemente deformadas.Mi ojo derecho aadi

    Viola estaba inyectado en sangre ypareca... hinchado, hasta el punto decasi salirse de su cuenca.

    En nuestros sueos no somos,como los personajes de las pelculas,observadores imparciales. Por logeneral, esas representaciones secontemplan estrictamente desde elpunto de vista de quien suea. En laspesadillas slo podemos ver nuestrospropios ojos de forma indirecta, talvez porque tememos descubrir que

  • all es donde viven los peoresmonstruos que nos acosan.

    Una expresin implorantedistorsion el rostro de Viola,habitualmente dulce como elchocolate con leche.

    Dime la verdad, Raro. Ves ala muerte en m?

    No le dije que la muerte duermecomo una semilla en cada uno denosotros y que, con el tiempo,siempre germina.

    Aunque no se me haba reveladoni un solo detalle, sombro o alegre,

  • del futuro de Viola, el deliciosoaroma de mi intacta hamburguesa conqueso me indujo a mentir para poderalmorzar de una vez.

    Tendrs una vida larga y feliz,y morirs de vieja, dormida.

    De veras?Sonre y asent, sin sentirme

    avergonzado por engaarla. Paraempezar, quiz mis palabras fueranciertas. No me parece que darleesperanzas a la gente est del todomal. Adems, yo no haba pedidohacerle de orculo.

  • Viola se march para atender alos clientes, con mejor nimo del quemostraba al llegar.

    Cog mi hamburguesa con quesoy segu mi charla con Terri.

    23 de octubre de 1958.Elvis estaba en el ejrcito

    dijo detenindose slo para darle unmordisco a su sndwich de quesofundido. Destinado en Alemania.

    Eso no es muy concreto.La noche del veintitrs fue a un

    concierto de Bill Haley en Francfort.Tal vez te lo ests inventando.

  • Sabes que no es as. Sucrujiente bocadillo hizo un sonidopeculiar cuando lo mordi. Entrebastidores, le presentaron a Haley ya una estrella del rock sueco llamadoLittle Gerhard.

    Little Gerhard? Eso no puedeser verdad.

    Supongo que se habrainspirado en Little Richard. No estoysegura. Nunca o cantar a LittleGerhard. A Viola le pegarn un tiroen la cabeza?

    No lo s. El sabor de la

  • carne de la hamburguesa con queso,jugosa y en su punto, haba sidorealzado con una oportuna pizca desal. Poke haca las cosas bien.Como dijiste, los sueos, sueos son.

    Las cosas no han sido fcilespara ella. No necesita eso.

    Un tiro en la cabeza? Quinlo necesita?

    Cuidars de ella? preguntTerri.

    Y cmo habra de hacerlo?Saca tus antenas psquicas.No tengo antenas psquicas.

  • Entonces pregntale a algunode tus amigos, los muertos. A vecessaben cosas que an no han ocurrido,no?

    Por lo general, no se trata deamigos, sino de gente que conozcoocasionalmente. De todos modos,slo ayudan cuando quieren.

    Si yo estuviera muerta, teayudara me asegur Terri.

    Eres dulce. Casi me hacesdesear que ests muerta. Dej lahamburguesa y me chup las yemasde los dedos. Si hay alguien en

  • Pico Mundo que se puede poner adispararle a la gente, es el hombrehongo.

    Quin es?Estuvo sentado en la barra

    hace un rato. Pidi suficiente comidacomo para dos o tres tos con buensaque. Trag como un cerdo cebado.

    sos son los clientes que meagradan. Pero no lo vi.

    Estabas en la cocina. Eraplido, blando, redondeado, como unser que se hubiera criado en elstano de Hannibal Lecter.

  • Emita malas vibraciones?Cuando el hombre hongo se

    march, llevaba un squito debodachs tras l.

    Terri se puso rgida y pase lamirada por el restaurante, recelosa.

    Queda alguno por aqu?No. Lo ms siniestro que hay

    en el local en este momento es Bobel Rata.

    El verdadero nombre del tacaoen cuestin era Spinker, pero tenabien ganado el apodo con que lollambamos en secreto. Fuese cual

  • fuese el total de lo que gastaba,