Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

26
1 Pascua 2011 «Camino, Verdad y Vida» Acción Católica General Alfonso XI, 4 5º 28014 Madrid www.accioncatolicageneral.es [email protected]

Transcript of Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

Page 1: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

1

Pascua 2011

«Camino,

Verdad

y Vida»

Acción Católica General

Alfonso XI, 4 5º 28014 Madrid

www.accioncatolicageneral.es [email protected]

Page 2: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

2

II Domingo de Pascua - A 1 de mayo

Hch 2, 42-47 “Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común”

Sal 117 “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia” 1P 1, 3-9 “Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,

nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva” Jn 20, 19-31 “A los ocho días, llegó Jesús”

Ruego por pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor.

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

Leo el texto. Después contemplo y subrayo. Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto en-tró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reci-bid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan per-donados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis ma-nos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyen-te». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nom-bre.

Jn 20, 19-31 Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escu-cho... veo. Repaso la vida de nuestra parroquia o movimiento para intentar descubrir que lo que el Resuci-tado da a los discípulos reunidos también nos lo ha dado a nosotros

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio. Me fijo como, pese a los cierres que pueda haber, Cristo Resucitado se hace hoy presente

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso.

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo... Para situar este evangelio En el segundo domingo de pascua se lee siempre este evangelio. De ahí su importancia y significativi-dad.

Juan concibe la obra de Jesús como la creación de una nueva humanidad y un mundo nuevo. Pero hay como dos tentaciones:

- Mirar a tras y vivir del recuerdo, donde nos que-daríamos con el sepulcro vacío, no hay nada.

Page 3: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

3

- O quedarnos refugiados en nuestra interior, en espiritualidades que se auto-realimentan sin salir, sin experimentar la necesidad de salir, ser testigo porque el resucitado lo encontraremos en lo co-tidiano, en la vida. ¿Nos suena esto a los militan-tes con cierto recorrido o cristianos que estamos de vuelta?

Nueva creación, el primer día de la semana... la resurrección y la eucaristía están unidas. En la “cena del Señor” se nos muestra como el don gratuito del Señor Resucitado que nos sale al encuentro -Emaús- nos invita a su mesa, nos despierta el entendimiento, nos abre los ojos del corazón y nos invita a su comu-nión. La eucaristía es una forma permanente de la aparición pascual.

El domingo, el primer día de la semana, los cristia-nos nos reunimos... “se encuentran y son encontra-dos”. Según los relatos, no es Jesús quien reúne a sus discípulos sino que la aparición del Señor se produce estando ellos reunidos previamente. Por miedo o por fidelidad a las experiencias de comida comunitarias tenidas con Jesús aquellos primeros discípulos se reunían. Se convierte así en signo de la nueva presencia del resucitado. Para fijarnos en el Evangelio Los discípulos están reunidos en un mismo lugar. Una manera de decir que son comunidad eclesial. También el “domingo” es expresión del mismo -las dos apariciones se producen en domingo-: es el día en qué nos reunimos como Iglesia para celebrar que el Resucitado esta en medio de nosotros.

En el evangelista Juan encontramos, otras veces, que los seguidores de Jesús tenían “miedo de los judíos”: en el relato del ciego de nacimiento (Jn 9, 22). Miedo, cuando los discípulos ven a Jesús caminar sobre el mar de Galilea; cuando se busca a Jesús, nadie hablaba de él en público por miedo a los judí-os; José de Arimatea es discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos. Los discípulos también andaban con miedo (trataban de disuadir a Jesús de no ir a Betania-Judea), aunque Tomás estaba resuelto a correr el mismo riesgo (“vamos también nosotros y muramos con él” -Jn 11, 8.16). Ahora Jesús ha muerto y los suyos tienen miedo, algunos se ponen a salvo, huyeron a Galilea, otros se refugian en casa.

Hace falta tener bien presente que en el evangelio de Juan la expresión “los judíos” no tiene un sentido étnico, no designa el pueblo de Israel como tal, sino que toma un sentido religioso y se refiere concreta-mente a los dirigentes religiosos del pueblo. En el momento que estamos viviendo, conviene ser delica-dos con denominaciones como esta. También va bien saber que la comunidad a la que va destinado el evan-gelio de Juan había vivido la dura experiencia que, a partir del año 70 DC, el judaísmo fue dominado por los fariseos, que provocaron una ruptura total con los cristianos: habían acordado expulsar de la sinagoga todo el mundo quien confesara que Jesús era el Mesí-as (Jn 9, 22). Pese al “cierre”, el Resucitado toma la inicia-tiva y se hace presente en medio de los discípulos.

En esta iniciativa, Jesús da “la paz”, su paz, la que el mundo no da, tal y como lo había anunciado. Una paz que es cumplimiento de la promesa de la cena: “la paz os dejo...” (Jn 14, 27; cf Is 52, 7; 60, 57; 66, 12). Tenían motivos para sentirse atenazados por el miedo (Jn 15,

18-20: “si el mundo os odia”); pero no deben acobar-darse (Jn16, 33: “tener valor, yo he venido al mundo”). El miedo se evapora con el saludo de la paz pascual (Jn 20, 20: “se llenaron de alegría”). Las dudas sobre el resucitado se desvanecen con la identificación cor-poral: “les enseñó las manos y el costado”.

Mostrar “las manos y el costado”, que son los luga-res con las marcas de la muerte en cruz, es una ma-nera de incidir en que el Resucitado es el mismo que fue Crucificado.

La expresión “como el Padre” o, en otros lugares, “tal y como yo os lo he hecho” (Jn 13, 15) indica como tiene que ser la vida del discípulo: dejarse modelar según Jesús, como Él se ha dejado modelar por el Padre.

Aquello que define Jesús es la misión, el ser “en-viado”. También sus discípulos, y la Iglesia como tal, serán definidos por la misión que Él les da: “Tal y como tú me has enviado al mundo, yo también se los he enviado” (Jn 17, 18).

La Iglesia reunida, la paz, la misión... todo arranca de la Pascua. Será el don del Espíritu quien lo active. El soplo de Jesús sobre los discípulos expresa que su resurrección abre el paso a una creación nueva: “En-tonces el Señor-Dios modeló al hombre con barro de la tierra. Le infundió el aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser vivo” (Gn 2, 7). Jesús había rogado el Padre que diera “un Defensor a los discípulos” (Jn

14, 16), es decir, quien pueda ser invocado para auxi-liar, acompañar y ayudar, pero también para aconse-jar y consolar, y para interceder. Es el Espíritu Santo. Con él llegan el recuerdo y el conocimiento (Jn 14, 26) que marcan el comienzo de la fe (Jn 7, 39).

El Espíritu es, en Juan, un maestro que ilumina. Y es quien da al creyendo su identidad propia de testigo de Jesús (Jn 15, 26-27). Podríamos decir que el Espíritu es el verdadero autor del Evangelio, porque de él viene el recuerdo de aquello que Jesús hizo y dijo, y la comprensión de este recuerdo.

Las palabras de Jesús sobre el perdón nos recuer-dan las que recoge Mateo dirigidas a Pedro (Mt 16, 19) y a toda la comunidad (Mt 18, 18). Palabras en las que “atar y desatar” significa excluir o admitir en la co-munidad. El Resucitado deja este don precioso y tan delicado en manos de la propia comunidad de los discípulos, portadora para el mundo de la vida nue-va. Una grande responsabilidad.

Tomás, era del grupo de los doce, Jesús se somete a lo exigido por Tomás. Su “Señor mío y Dios mío” ha quedado en la tradición cristiana como profesión de fe emblemática; es el reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios. Y como colofón, la última biena-venturanza: “dichosos los que crean sin haber visto” (Jn 20, 29). Así, en la figura de Tomás encontramos el retrato de todo discípulo de Jesús que debe hacer su propio proceso antes de poder decir “he visto el

Page 4: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

4

Señor”, como dicen ya los otros compañeros suyos, o como dirá él mismo más adelante: “¡Señor mío y Dios mío!”. Tomás, no se resiste a creer sino que hace preguntas, pide ayuda, necesita signos, como aquel hombre que era ciego (Jn 9, 35-48).

La bienaventuranza dirigida por el Resucitado a los creyentes que no hemos conocido Jesús histórico, da sentido al evangelio y al hecho de evangelizar: “dar testigo a quienes no han visto a Jesús para que pue-dan abrirse a la fe”. Quienes reciben el evangelio -buena noticia- son “felices” porque la fe les permite “ver” lo que antes nunca habían visto. Este es “el ver-juzgar” de la Revisión de Vida, que lleva al “Actuar”, es decir, a la Vida Nueva. La finalidad de la evangeli-zación es que quienes no conocen Jesús sean “feli-ces” conociéndolo, sean “felices” con la fe. Los sig-nos no son la fe, sino son para gloria de Dios e influ-yen en la génesis de la fe (Jn 2, 11: “creció la fe de sus discípulos”; Jn 4, 63: “creyó el padre y su familia”; Jn 9, 38: “el ciego cree”; Jn 11, 45: “muchos creyeron”). Juan elige siete milagros... pero los signos no gene-ran la fe siempre, ya que otros testigos de los mila-gros quieren hacer a Jesús rey o que es un pecador, y hasta deciden darle muerte

Los vv. 30-31 expresan, precisamente, que la finali-dad del evangelio escrito es esta: “para que creáis en Jesús y tengáis vida en Él”.

¿Qué es entonces la fe? Arriesgándonos, podemos decir que la fe es un acto abierto, plural... donde hay anuncio del mensaje, testimonio de otros creyentes, gracia de Dios y libre decisión personal. Lo que cuenta no es ver, sino creer; de la fe nace la nueva vida.

JESÚS CUENTA CONTIGO

Jesús cuenta contigo, amigo; espera que tu seas

un testigo de su resurrección.

Nadie puede ser testigo de lo que no vio,

de lo que no palpó, de lo que no sintió.

Nadie puede ser testigo

de Jesús resucitado, si no ha sentido su paz

custodiando todos sus trabajos.

Nadie puede ser testigo de la vida nueva de Dios, si no deja que la alegría

envuelva sus horas tristes-muertas.

Nadie puede ser testigo del mundo nuevo que nace,

si no se llena del Espíritu, si no se hace sanador y se hace solidaridad

con los que se debaten la vida en la cruz de su orfandad.

Jesús cuenta conmigo, amigo;

déjate tocar por él, para que puedas luego

tocar y poner vida donde la vida tiene ahogo.

Jesús cuenta conmigo, amigo.

Traduciendo a M.Regal; Un caxato para o camiño

V J A

VER: En estos tiempos, la Iglesia como institución, y de rebote los que la formamos, ha perdido gran parte de su protagonismo social y de su prestigio. Las instituciones religiosas no aparecen ya entre las que ofrecen mayor confianza a los ciudadanos.

Los templos cada vez están más vacíos, decrece el número no sólo de los que se declaran católicos practicantes, sino también de los que se declaran simplemente católicos.

La mayoría de la gente sólo acude a las parroquias para “pedir un servicio”, una ceremonia puramente ornamental con motivo de nacimientos o bodas. Las invitaciones a colaborar en la parroquia, o a formar parte de grupos de formación, o a asistir a cursillos, charlas... no encuentran respuesta.

Aunque hay muchos elementos de tipo externo que contribuyen a que se produzca esta situación, es justo y necesario hacer una autocrítica, de modo constructivo, porque esto hace avanzar.

Es necesario descubrir dónde está fallando nuestro testimonio.

JUZGAR: La predicación de Jesús va acompaña-da de sus acciones; la predicación de los apóstoles, como hemos escuchado en la 1ª lectura, va acompa-ñada de signos y prodigios. ¿Qué signos ofrece nues-

Page 5: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

5

tra Iglesia en la actualidad para acompañar su predi-cación?

Estamos celebrando la resurrección de Jesús, que da sentido a nuestra fe, a nuestra vida, a nuestra labor. Para los primeros discípulos, el encuentro con Jesús Resucitado, recibir el Espíritu Santo, comprender desde esta nueva luz todo lo que habían vivido, hizo de ellos hombres y mujeres nuevos, transformó su estilo de vida, como hemos escuchado en la 1ª lectu-ra: «Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida en común, en la fracción del pan y en las oraciones».

Este modo de vivir causaba impresión entre sus con-temporáneos, «eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo a los que se iban salvando».

Evidentemente, había también problemas entre ellos, tenían dudas, pero los iban resolviendo unidos, co-mo comunidad creyente, a partir del encuentro con Jesús Resucitado.

ACTUAR: La imagen que la sociedad tiene de la Iglesia es la de obispos, presbíteros y personas con-sagradas. Nosotros sabemos que la Iglesia es mucho más, pero tenemos que preguntarnos si eso “más” lo mostramos:

Nuestro estilo de vida, ¿es capaz de cuestionar a alguien, de “causar impresión”?

¿Nuestra vida diaria sigue los valores del Evangelio, o en la práctica seguimos los valores de hoy?

¿Consideramos nuestra fe como parte integrante de nuestra vida, y procuramos cuidarla y alimentarla, o sólo queremos “venir a misa” a cumplir el precepto, sin complicarnos más?

¿Nos interesamos por la Comunidad Parroquial, ofrecemos nuestro tiempo y nuestro servicio en la misma, o nos desentendemos porque no queremos compromisos?

En definitiva: ¿hay coherencia entre lo que decimos que creemos y lo que luego hacemos? Es algo que tenemos que pensar y meditar.

La experiencia de Jesús Resucitado hizo nacer y cre-cer la Iglesia a partir de gente sencilla y no instruida. A nosotros, que somos “dichosos por creer sin haber visto”, que contamos con más experiencia y medios, aún nos tendría que transformar más la fe en el Se-ñor Resucitado, que se hace presente en cada Euca-ristía. Aprendamos a reconocerlo aquí (como vere-mos el domingo próximo), y dejémonos transformar como Tomás en el evangelio de hoy. Entonces nues-tro estilo de vida causará impresión, y haremos creí-ble y visible el mensaje de Jesús.

Page 6: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

6

III Domingo de Pascua - A 8 de mayo

Hch 2, 14. 22-33 “No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio”

Sal 15 “Señor, me enseñarás el sendero de la vida” 1P 1, 17-21 “Os rescataron a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto”

Lc 24, 13-35 “Lo reconocieron al partir el pan”

Ruego por pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor.

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

Leo el texto. Después contemplo y subrayo. Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Ema-ús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. El les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Ellos se detuvieron con aire entris-tecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos dí-as?». Él les dijo: «¿Qué?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió.

Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontra-do su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron tam-bién al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías pade-ciera esto y entrara así en su gloria?».

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedar-se con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan

Lc 24, 13-35 Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escu-cho... veo ¿Cuál es la experiencia que tengo de escuchar la Palabra de Dios y de celebrar la Eucaristía como experiencia de fe? ¿Me llevan a la acción, a la acogida del otro? ¿Me llevan más a la Iglesia?

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio. ¿Descu-bro el acompañamiento de Cristo? En los hechos vividos esta Semana Santa, ¿cómo he descubierto el acompañamiento de Cristo? ¿Quiénes me han ayudado a reconocerlo?

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso

Page 7: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

7

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo... Notas sobre el texto, contexto y pretexto Un relato de aparición de Cristo resucitado, esta vez dos discípulos que caminan de Jerusalén a Emaús (Emaús a 12 km de Jerusalén; y a igual que Nazaret, Betania, Jerusalén, evoca un mensaje espiritual). Relato bonito literariamente, donde nos narra un estudio psicológico de los protagonistas (pasan del desencanto mesiánico a una fe entusiasta en Jesús resucitado (del que no podían esperar nada, está vivo). Pero también hay un hilo litúrgico que va en-hebrando todo los elementos esenciales de la cele-bración eucarística: a) formación de la comunidad; b) liturgia de la palabra; c) y misión evangelizadora.

El evangelista Lucas tiene interés en decir que en Jesús se han cumplido las Escrituras. Esta escena es una muestra de como los cristianos releemos las antiguas Escrituras. Ya las primeras comunidades, la de Lucas concretamente, pusieron en relación Jesu-cristo y el Antiguo Testamento: dos realidades que se iluminan mutuamente, portadoras las dos de la reve-lación de Dios. Escuchar la Palabra de Dios es princi-pal en la vida cristiana. La Escritura es la primera cla-ve o vía que Jesús les ofrece para acceder a la fe en su persona.

Los gestos de Jesús son los mismos que había hecho durante la última cena con sus discípulos (Lc 22,

19). El texto deja entrever que en la celebración euca-rística, que también es principal en la vida de los cristianos, Jesús resucitado se hace presente y puede ser reconocido. Notas para fijarnos en el Evangelio Estos dos discípulos pertenecen al circulo descrito en 24, 9.11 (no a los doce); a diferencia de lo que pasa en otros relatos de apariciones, no reconocen a Jesús enseguida. Esto es una indicación de que para el encuentro con el Resucitado, no es suficiente con la experiencia sensible. “Los” ojos de la fe “abiertos”, que miran aquello que se ha experimentado, son del todo necesarios.

La decepción: Los dos se dirigen a Emaús, cuando ya ha resucitado el Maestro. Ellos algo han oído, pero no se lo creen. Su situación anímica es de decepción, tristeza, abatimiento... habían puesto su esperanza en Jesús como liberador de Israel, peor la muerte en cruz los ha desconcertado. Huyen de la ciudad, quizás temerosos de que les alcance la tragedia del Golgota... y de repente se les agrega un viajero. Se cumple lo dicho en Mt 18, 20: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”.

No caminan en silencio... trazan una historia de la vida del Maestro con énfasis en la pasión y muerte. Terminado este informe, Jesús les explica las escritu-ras (la historia del pueblo elegido, los salmos, los profetas), ofreciéndoles así la clave de todo lo acae-cido en estos días: “era necesario que el Mesías pa-deciera esto para entrar en su gloria”. Esta explicación exegética de la escritura les “enciende” el corazón y

les “ilumina” la mente; y la idea de un Mesías triun-fante (nacional y político) queda sustituida por la del Mesías sufriente, siervo de Yahvé anunciado por Isaías (Is 53, 3ss).

Las referencias del texto a la celebración eclesial de la cena del Señor indican que la Eucaristía es lugar privilegiado de encuentro con Cristo Resucitado. Es en la Eucaristía -cuando, reunidos en comunidad, hemos tenido en frente los gestos de Jesús en la último cena y se nos ha repartido su pan- dónde nos damos cuenta que Él nos acompaña en el camino de la vida.

Esta escena, que el evangelista sitúa en el domingo de la Resurrección -”aquel mismo día” se refiere al domingo- expresa el proceso que puede hacer un joven trabajador, que puede hacer toda persona y que, de hecho, muchos lo hemos hecho o lo estamos haciendo: el proceso que me lleva a descubrir que el Resucitado esta presente en su/mi vida; a descubrir que, de hecho, ya era antes, cuando no lo reconocía-mos. Es el proceso de la fe. Un proceso que se hace a través de alguien que acompaña en el camino, a través de la escucha de la Palabra que ilumina la vida com-partida, a través de los gestos-acciones-sacramentos, y a través del testigo compartido en la reunión de quie-nes ya habían hecho esta experiencia.

Este proceso descrito en la escena de Emaús es el que hará la persona que no conoce Cristo y a la cual alguien se le acerca en su camino, para hacer camino juntos. Los militantes de un movimiento evangeliza-dor son gritados a acercarse a compañeras y compa-ñeros del propio ambiente (trabajo, estudio, barrio...) para ser estos acompañantes.

Pero también es el proceso de quienes, habiéndolo ya conocido, necesitamos de re-descubrirlo conti-nuamente. Esto lo hacemos en la Revisión de Vida y en la Eucaristía dominical: acompañados por otros, escuchando juntos la Palabra, actuando y celebrando el sacramento, reuniéndonos en Iglesia - con la Igle-sia. De hecho, el evangelista presenta una síntesis de su-nuestra fe en Jesús.

La misión: la experiencia del encuentro con Jesús los lanza de nuevo al camino. No importa la oscuri-dad de la noche. Se ha desvanecido el pesimismo de antes. Han releído “lo de Jesús” con las claves del Antiguo Testamento. Les urge contar a los demás la experiencia que han vivido. Tienen que volver a la COMUNIDAD y decirles a todos que el Señor ha resucitado.

EMAUS

Emaús, Cruz sin luz. Caminantes derrotados, amargados,

por todas la flores aplastadas antes de nacer.

Emaús encuentro inesperado, conversación, cuando todo muere, y la fe también.

Page 8: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

8

Emaús, una comida común, de caminantes,

una mesa redonda, y un pan. Unas manos que lo parten, y lo reparten,

al estilo de Jesús, dando la propia vida en el mismo pan.

Emaús, cruz con luz, resurrección,

corazones calientes, y pies ligeros, anuncio y alegría. Emaús, Jesús, Jesús vivo.

Traducción Un caxato para o camiño, de M.Regal,

V J A

VER: Estamos en el tercer domingo de Pascua. Hace quince días estuvimos celebrando la Resurrec-ción de Jesús. Pero nos podemos preguntar: “¿Y qué? ¿Qué ha cambiado? Todo sigue igual”.

Nos damos cuenta de que realmente no acabamos de “notar” la resurrección de Jesús, que durante los días de Semana Santa hemos oído hablar mucho de Jesús, de su resurrección, de vida nueva, de esperan-za... pero nuestra vida sigue igual.

La rutina, la “resignación”, la duda acerca de la Resu-rrección, van haciendo mella en nosotros, y de un modo más o menos consciente vamos haciendo una separación entre fe y vida, entre lo que celebramos y lo que hacemos, porque no notamos que Jesús ha resucitado, porque parece que la fe no influye para nada en las cosas de nuestra vida, que en realidad “no nos sirve de nada”.

Si esa separación se va agrandando, la celebración de nuestra fe va disminuyendo, hasta limitarse en a oca-siones puntuales, o hasta desaparecer por completo, porque la persona está desengañada.

JUZGAR: Nos puede pasar, por tanto, como a los dos discípulos de Emaús. También tenemos mo-

mentos de duda de desilusión (decían «nosotros esperábamos...»), de incredulidad (ellos no creyeron a las mujeres que decían que había resucitado), de ceguera espiritual (ellos no reconocieron al Señor en aquél que iba andando a su lado).

También nosotros podemos abandonar la comuni-dad de discípulos, como ellos, para ir a la nuestra.

Pero ellos, a pesar de su desilusión, tuvieron un deta-lle de amistad con aquél caminante que encontraron, le invitaron a quedarse con ellos, le escucharon con atención.

Y sobre todo, ellos lo reconocieron en la fracción del pan, en el gesto de Jesús en su última cena.

Eso fue lo que les movió a volver a la comunidad de discípulos y celebrarlo y vivirlo juntos.

ACTUAR: Nunca ha sido fácil ser cristiano cohe-rente, y menos hoy en día. Nos gustaría que Jesús actuase de otro modo, que fuese más evidente su presencia, para dar testimonio de él en el mundo de hoy.

Para ir superando la desilusión y la duda, para que nuestra fe “diga algo” a nuestra vida, necesitamos aprender a descubrir a Jesús Resucitado a nuestro lado, “encontrarnos” con él.

Y a él nos lo encontraremos en los gestos de amistad, de cariño, de servicio, de entrega.

A Jesús lo encontraremos en la escucha y meditación de su Palabra, en la formación que nos ayuda a co-nocerle mejor para iluminar nuestra vida con la luz de la fe.

A Jesús lo encontraremos, desde luego, en la Eucaris-tía, pero que no sea “venir a misa a cumplir el pre-cepto”, sino que sea una Eucaristía vivida, participa-da, sabiendo que vamos a estar con él.

Y a Jesús lo encontraremos en la Comunidad Parro-quial, junto con los otros discípulos. «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo», nos dice Jesús. La fe en Jesús Resucitado es una fe comunita-ria, necesita de la Comunidad, precisamente para apoyarnos y acompañarnos a la hora de hacer vida nuestra fe en la familia, estudios, trabajo, ocio...

San Pedro nos decía en la 2ª lectura que tomemos en serio nuestro proceder como cristiano. No sigamos con una fe individualista y de puro cumplimiento, aprovechemos la Comunidad Parroquial para apren-der a descubrir y celebrar a Jesús Resucitado en la Eucaristía, en el compromiso por evangelizar, en la formación, y que eso transforme realmente nuestro estilo de vida, porque la sociedad en que vivimos necesita, más que teorías y discursos, ejemplos de personas que vivan su vida cotidiana de forma cohe-rente con su fe.

Page 9: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

9

IV Domingo de Pascua - A 15 de mayo

Hch 2, 14a. 36-41 “Dios lo ha constituido Señor y Mesías”

Sal 22 “El Señor es mi pastor, nada me falta” 1P 2, 20b-25 “Habéis vuelto al pastor de vuestras vidas”

Jn 10, 1-10 “Yo soy la puerta de las ovejas”

Ruego por pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor.

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

Leo el texto. Después contemplo y subrayo.

En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que ten-gan vida y la tengan abundante.

Jn 10, 1-10

Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escu-cho... veo. El me llama por mi nombre... ¿En qué hechos me doy cuenta de que sigo a Jesús y no unas ideas? ¿Cómo experimento que Jesús me da libertad y vida en abundancia?

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio... Veo otras personas llamadas por su nombre... ¿Qué experiencias ha hecho de ser llamado “por mi nombre”? ¿Y yo he reconocido a los demás como personas y los he tratado como tales?

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso. Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo... Notas para fijarnos en Jesús y el evangelio La página de este domingo está situada en el con-texto del enfrentamiento de Jesús con los fariseos (que más que guías religiosos del pueblo son ladro-nes y bandidos). Es parte de la discusión que tienen a propósito de la curación del ciego de nacimiento y de su expulsión de la sinagoga.

La imagen del Buen Pastor que se aplica Jesús para hablar de él mismo (Jn 10, 11.14) está inspirada en el profeta Ezequiel (Ez 34), donde Dios habla como el pastor que cuida de su pueblo (esquilmado por los malos pastores) y pide cuentas a los dirigentes, pas-tores que sólo se han preocupados por ellos mismos.

¿Por qué este evangelio en Pascua? Es una imagen -Buen Pastor- que ha calado profundamente en la comunidad cristiana. Imagen de Dios, donde Jesús empieza a autodefinirse como la puerta de las ovejas. El es la puerta que conduce a la vida y a la inmortali-dad, abriéndonos la puerta cerrada del paraíso per-dido y franqueándonos el acceso al Padre y a su pro-yecto-reino. Notas para fijarnos en el Evangelio Jesús empieza describiendo dos prácticas encon-tradas: la de un ladrón de ovejas que “no entra por la puerta” y la de un pastor -el propio del rebaño- que

Page 10: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

10

hace su trabajo bien hecho por la mañana, entrando “por la puerta”, gritando a cada una de las “suyas” “por su nombre” y llevándolas a los pastos. Son dos formas de acercarse al pueblo: abiertamente y con sinceridad; el disimulo o la ocultación delatan al explotador (cf Jn12, 6: Judas) y violento (Jn 18, 40: Barrabás). A los ladrones y bandidos se opone el pastor, figura mesiánica (Ez 34, 11-15) que Jesús se aplica. El pastor propone un mensaje de liberación -la voz- y saca al pueblo de la institución judía (éxodo, cf 2, 16), librándo-lo de la muerte.

El “nombre” es la persona, reconocida como tal. Las “suyas” quiere decir las que se han adherido a Jesús por la fe. El ciego de nacimiento no es el ejemplo (Jn 9,

38). Siguiendo a Jesús, que “anda delante de ellos”, los creyentes tendrán vida. La fe no es seguir unas ideas, ni unos valores, sino una persona concreta: Jesús, “la Palabra” que “se ha hecho hombre y ha habitado entre nosotros” (Jn 1, 14), el nos conoce (conocimiento y rela-ción personal con cada uno). La voz de los dirigentes -los extraños- anuncia explotación y violencia.

Después Jesús habla de él mismo como “puerta de las ovejas”. Una “puerta” para acceder a Dios, a la salvación. Una “puerta” por la que se puede “entrar y salir libremente”: el discípulo es una persona libre, disfruta de la libertad. Su adhesión a Jesucristo no le saca libertad sino que le da. Solo asumiendo su acti-tud -la de Jesús- se puede acercar uno legítimamente al pueblo. Hasta ahora, sus líderes han usado siem-pre el dominio y la violencia para explotarlo. El pue-blo esta sometido por miedo.

La otra puerta, “otro lugar”, la que no permite ac-ceder a Dios, es el templo de Jerusalén, es el entorno en el que están discutiendo Jesús y los fariseos (Jn 7, 10.14.28; 8, 2-3.20; 8, 59). El templo había sido una buena referencia, pero los dirigentes -”ladrones y bandole-ros”- la han malogrado buscando sus propios inter-eses (Jn 2, 13-17). A la última de esta dura crítica de Jesús, hay que sumar las no menos duras de los pro-fetas, críticas que Israel ya conocía: Hijo de hombre, profetiza contra los pastores (Ez 34, 2ss); “Ay” de los pastores que maltratan y dispersan las ovejas de mi rebaño (Jr 23, 1-2). Jeremías, por cierto, en el capítulo citado anuncia el Mesías y su acción salvadora (Jr 23,

3ss).

Tras repetir la denuncia -violencia y dureza de los dirigentes que explotan al pueblo sin medir los es-tragos que causan y sin respeto alguno a la vida- Jesús se presenta como quien da la vida y la da en abundancia. Resuenan aquí otras páginas del evange-lio de Juan (Jn 1, 4; 5, 21; 11, 25; 14, 6). Esto nos hace caer en la cuenta que esta es una de las afirmaciones centra-les del Evangelio. Y que la fe en Jesús (Jn 9, 38), es de-cir, la adhesión a la persona de Jesús por seguirlo, conduce a participar de esta vida (Jn 20, 31; 3, 15)

JESÚS, HIJO DE DIOS

En quien habita la plenitud de la divinidad, que llamas a todos los bautizados

a “remar mar adentro”, recorriendo el camino de la santidad,

suscita en el corazón de los jóvenes el anhelo de ser en el mundo de hoy

testigo del poder de tu amor. Llénalos con tu Espíritu de fortaleza y de prudencia

para que adentrándose en lo profundo del misterio humano

lleguen a descubrir su auténtico ser y su verdadera vocación.

Salvador de los hombres y mujeres,

enviado por el Padre para el amor misericordioso, concede a tu iglesia el regalo

de jóvenes dispuestos a remar mar a dentro, siendo entre sus hermanos

manifestación de tu presencia que renueva y salva.

Virgen María, Madre del Redentor, guía segura en el camino hacia Dios y el prójimo,

que guardaste sus palabras en lo profundo de tu corazón,

protege con tu maternal intercesión a las familias y a las comunidades cristianas,

para que ayuden a los adolescentes y a los jóvenes a responder generosamente a la llamada del Señor.

Amén.

Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2005

V J A

VER: Todos sabemos lo que es una puerta: según el diccionario, es una abertura de forma regular que se hace en una pared, valla... desde el suelo hasta una altura conveniente para entrar y salir por ella.

Las puertas pueden ser de muchas formas y de mu-chos materiales. Y además, utilizamos la palabra “puerta” para expresar otras cosas: podemos estar “a las puertas” de un acontecimiento; hay reuniones “a puerta cerrada”; otras veces parece que “se nos cie-rran todas las puertas”, pero también podemos sentir que “nos han abierto una puerta”; también “coge-mos la puerta” y nos largamos, o damos a alguien

Page 11: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

11

“con la puerta en las narices”; a veces vamos “de puerta en puerta” sin encontrar ayuda, pero también hay quien sale “por la puerta grande”.

En nuestra vida necesitamos y utilizamos las puertas. Y en una casa hay muchas puertas, pero hay una “especial” que es LA puerta, la de entrada, la que nos introduce en el edificio; luego, una vez dentro, en-contramos más puertas que nos conducen a las dis-tintas estancias, pero lo primero que debemos hacer es entrar por LA puerta. Y para abrir LA puerta, nece-sitamos tener LA llave.

JUZGAR: Nuestra vida de fe también tiene y necesita puertas, pero igual que en una casa, para poder vivir nuestra fe primero tenemos que entrar por LA PUERTA. Y hoy Jesús nos ha dicho que él es esa puerta, como complemento a la imagen del Buen Pastor que leemos otros años este domingo.

Jesús ha repetido hoy en varias ocasiones: «Yo soy la puerta». Jesús es LA puerta primera, la que nos per-mite acceder a Dios, la que posibilita que lleguemos a la vida de Dios. Sólo entrando por él podemos conocer cómo es Dios, y podremos acceder a las distintas estancias de su Reino.

Jesús nos previene que hay quien nos ofrece otras puertas, aparentemente más accesibles, más cómo-das... pero no nos van a llevar a Dios, sino a nuestra perdición.

Por eso nos pide que no escuchemos esas otras vo-ces, sino que escuchemos la suya, para entrar por él

en la Casa del Padre y así tener vida, y vida abundan-te.

ACTUAR: Utilizando esta imagen de la puerta, podemos decir que Jesús nos descubre que el Reino de Dios está “a las puertas” de nuestra vida; que cuando sólo encontramos puertas cerradas, él per-manece abierto, por si queremos entrar; que Dios, a pesar de nuestras infidelidades y pecados, no nos da con la puerta en las narices, sino que en Jesús nos abre la puerta de la esperanza; que ya no tenemos que ir “de puerta en puerta” buscando el sentido de nuestra vida, a riesgo de caer en manos de ladrones y bandidos, sino que con él entramos en la vida de Dios “por la puerta grande”.

Pero decíamos que toda puerta necesita una llave. Y la llave que necesitamos para entrar por la puerta que es Jesús es “conocer su voz”. Necesitamos escu-char a Jesús para conocer su voz, para no dejarnos engañar por otras voces y equivocarnos de puerta.

La voz de Jesús la escuchamos en la formación, en la oración, en la Eucaristía. Y la voz de Jesús la escu-chamos en la Comunidad Parroquial, porque aquí es el lugar donde Jesús nos llama con amor a todos y cada uno: nos llama a todos, como comunidad que somos, como pequeño rebaño, pero a la vez cono-ciéndonos a cada uno por nuestro nombre, para que, reconociendo su voz, alimentados con el pasto que es su Cuerpo y su Sangre, entremos por LA puerta que es él mismo y así lleguemos hasta el Padre y podamos tener vida, y la tengamos abundante.

Page 12: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

12

V Domingo de Pascua - A 22 de mayo

Hch 6, 1-7 “Escogieron a siete hombres llenos de espíritu”

Sal 32 “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti” 1P 2, 4-9 “Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real”

Jn 14, 1-12 “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”

Ruego por pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor.

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

Leo el texto. Después contemplo y subrayo. «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Mués-tranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.

En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre».

Jn 14, 1-12 Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escu-cho... veo. ¿Qué dificultades encuentro para “creer”, para ponerme confiadamente a seguir a Jesús con la esperanza puesta en que él nos lleva a la vida plena?

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio... ¿Qué experiencias he hecho de estar siguiendo el camino de Jesús? Y ¿qué testimonios he recibido de otras per-sonas que le siguen, que hacen sus obras?

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso.

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo... Notas sobre el texto, contexto y pretexto La experiencia del resucitado fue fundamental para hablar y entender la iglesia. La Iglesia -comunidad- es el nuevo templo de Dios donde hay muchas mansio-nes y diversos ministerios y cuya piedra angular siempre es Cristo.

La experiencia de la resurrección que Juan quiere transmitir, la expresa cuando pone en boca de Jesús estas palabras: Jesús dice a Maria Magdalena: “Deja me ir, que todavía no he subido al Padre. Ve a encon-trarte con mis hermanos y diles: Subo a mi Padre, que

es vuestro Padre, a mi Dios, que es vuestro Dios” (Jn 20, 17). El mismo origen de la fe en Dios-Pare lo encon-tramos en Rm 8, 15-17: “Porque vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos que os haga volver a caer en el temor, sino el Espíritu que nos ha hecho hijos y nos hace gritar: ¡Abba! ¡Padre!. Así el Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos tam-bién somos herederos de Dios y herederos con Cris-to, puesto que, sufriendo con él, seremos también glorificados con él”.

Page 13: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

13

Este diálogo de Jesús con los discípulos está situa-do en el contexto de la última cena. Justo antes, en el capítulo 13, el evangelista nos ha narrado la escena en la que Jesús lava los pies de ellos y les ofrece de seguirlo en su estilo de vivir y de actuar con aquella frase: os he dado ejemplo porque, tal y como yo os lo he hecho, lo hagáis también vosotros (Jn 13, 15). Seguirlo, pues, pasa por el abajamiento, por el servi-cio, por dar la vida del todo, si hace falta, a sabiendas de que la muerte no es un final definitivo. Para fijarnos en el Evangelio En el cap. 13, tras la entrada en Jerusalén, los discí-pulos están aplanados. Los acontecimientos que les ha ocurrido no es para menos (traición de Judas, las negaciones de Pedro, el odio de los jefes judíos...). Jesús, experto en mirar a los que sufren, lee en el rostro de los suyos sus angustias paralizantes. Para infundirles sosiego, les dirige estas palabras: “No perdáis la calma”. Y, Jesús, nos invita a hacer-servir-estimar como él (Jn 13, 15.34-35)

¿Cómo liberarse del miedo y remediar tan profunda angustia? Tras la última cena, después de haber lava-do los pies a los discípulos, Jesús anuncia que se va a la casa del Padre. Juan, empieza y acaba con una invitación de Jesús a creer. Superar al angustia-miedo, con fe (Sal 26, 14: “espera en el Señor”); el que cree en Dios pone sus pies en roca firme.

Seguir Jesús, incluso estar dispuesto a dar la vida; pero ¿dónde se va/vuelve? Si ahora los discípulos no pueden seguir Jesús, tienen que continuar soste-niéndose en su persona, tal y como el creyente se sostiene y espera en Dios. Es una invitación a andar: “Envíame la luz y la verdad; que ellas me guíen, que me lleven a la montaña santa, al lugar dónde resides” (Sal 43, 3).

Jesús vuelve a la casa del Padre para prepararnos un lugar. Jesús nos hace un lugar junto al Padre. Aho-ra se nos invita a fijarnos en el camino que trae. El camino es una opción: “Seguir el camino que ha señalado el Señor, vuestro Dios: así seréis felices y tendréis una larga vida en el país que ahora posee-réis” (Dt 5, 33). “Hoy te propongo escoger entre la vida y la muerte, entre la felicidad y la desgracia” (Dt 30, 15-19). Jesús nos propone que optamos por Él. Si cree-mos que Él es la Verdad y la Vida, ciertamente que encontraremos en Él el camino que trae de cabeza al Padre, el camino de vida y felicidad verdaderas. Jesús se nos presenta como el Camino lleva al Padre. Hemos visto en el Sal 43, 3 que la luz y la verdad nos atraerán al lugar dónde Dios reside. “Jesús es la luz” (Jn 6, 12; 9, 5) “y la verdad” (Jn 8, 32; 18, 37-38) que atrae.

Jesús se nos presenta tan Dios como el Padre. A veces, los cristianos hemos pensado, sospechado que Jesús y el Padre son dos, o que Jesús sólo es el intermediario entre el Padre y nosotros. Pues ¡no! Jesús es Dios hecho hombre, su humanidad es el camino al Padre, a la vida de Dios. Sólo podemos ser como Dios si nos unimos a Jesús, Dios hecho hom-bre, porque nosotros nos unimos al Padre, aconte-ciendo una comunión; es decir, una unidad en la

diversidad, una sola cosa, todo y ser diferentes, sin anular la diferencia: nuestra humanidad.

Hemos llegado al núcleo de nuestra contempla-ción de Jesús: “Quien me ha visto a mí ha visto el Padre”. Creemos que Jesús está en el Padre y el Pa-dre en Él. La fe -en Jesús resucitado- es clave para poderlo captar, atisbar o entrever. Jesús sacia nuestra búsqueda de Dios, nuestra sed de Dios. Si buscamos a Dios, miramos a Jesús. La búsqueda de Dios es la búsqueda de todo creyente: “tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?” (Sal 42, 3). Ahora sabemos que ver Jesús es ver Dios frente a frente.

Los discípulos -aquí Tomás y Felipe- tienen dudas, no acaban de entender lo que Jesús les propone para vivir: ¿cómo podrán seguirlo, vivir con Él, cuando Él no sea del mismo modo que es ahora? ¿Cómo sabrán que andan tras el Padre? Nos representan a nosotros. Y a toda comunidad que, como la de Juan, reflexiona sobre el seguimiento de Cristo cuando ha conocido su Pascua. O que da vueltas a si seguir o no un camino que pasa por el compromiso, por el servicio... por la cruz. Todo buen discípulo duda y pregunta al Maes-tro. ¡Dejémonos llevar por las respuestas de Jesús!

Jesús, delante de las dudas de quienes buscamos Dios, afirma que lo podemos encontrar en Él. Él y el Padre son uno (Jn 10, 30): “quién me ha visto a mí ha visto el Padre”. Jesús es el Hijo que se queda por siempre jamás a la casa “del Padre” -expresión no de un espacio físico, sino una relación personal íntima-. Dios no le tenemos que buscar fuera de este mundo. Lo encontramos en el hombre Jesús de Nazaret (Jn 19,

5), quien aparece sometido a la injusticia, quien ha asumido esta condición de los hombres y las mujeres haciendo la gran opción del amor sin medida y se ha hecho carne (Jn 1, 14).

La tarea de conocerlo es de nunca acabar: “hace tanto... ¿y no me conoces Felipe?”. Ante esta tarea incansable, lo que denominamos Estudio del Evange-lio, hecho de manera habitual, es un medio ideal. Ver, mirar, escuchar, contemplar, seguir... amar a Jesús en sus palabras, en sus gestos, en sus actitudes, en su atención a las personas, en su paso por los márgenes, en su dulzura y en su clamor a favor de lso pobres, en su comunión con el Padre....

Esta fe en Jesús, el verdadero “camino” que lleva a la vida en Dios ahora-aquí y después, da capacidad para “hacer las obras que Él hace... e incluso mayores”. Los discípulos son aquellos que dudan y tiene dificultades para entender y para vivir con coherencia -nosotros, como Tomás y Felipe- es también quien pone fe en Jesús, quien se pone en manos del Padre. Y, de esta manera, vive la misma vida de Jesús, aquel que tam-bién fue débil, pequeño, condenado... servidor de todos. O, dicho de otra manera, acepta que el Resuci-tado viva en él y lo traiga, pasando por el servicio hasta darlo todo, a vivir plenamente con el Padre.

Las obras de Jesús (Jn 14, 11) tienen el valor de signo; es decir, el que Jesús ha hecho y dado, su amor, reve-lan su identidad de Dios hecho hombre. Si creemos en la persona de Jesús, lo que ha dicho y hecho será fundamental para nuestros pensamientos y nuestras

Page 14: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

14

acciones, y las obras que haremos manifestarán que Dios es a nuestro lado. De ahí nuestra acción militan-te; de la importancia de tener un equipo de acción, de ahí el presentar horizontes nuevos y de transfor-mación...

EL CAMINO

Aunque esté lleno de baches y piedras y tenga infinidad de curvas,

aunque vaya por colinas y valles y sean frecuentes las pendientes, aunque sea estrecho y sin césped,

unas veces polvoriento, otras lleno de barrizales, voy por él

siguiendo tus huellas, soñando utopías, buscando sombras, anhelando metas,

disfrutando la experiencia.

Y Tú, que vas por delante, te me revelas y ofreces cada día

como camino, verdad y vida.

Fl. Ulibarri, Al viento del Espíritu

V J A

VER: Hace unos años, nos sorprendía a todos el incendio del edificio Windsor, en Madrid. La magni-tud de las llamas hacía temer que se derrumbase, pero al final se mantuvo en pie gracias a su estructu-ra interna de hormigón. Según decían los arquitec-tos, otros edificios más altos, más espectaculares, no tienen esa estructura interna de hormigón y por eso son más vulnerables ante una catástrofe. En el caso del Windsor, aunque los elementos externos fueron pasto de las llamas, la estructura aguantó.

Pensemos en otros edificios y monumentos de la antigüedad (puentes, acueductos...) que han llegado hasta nosotros bien conservados y que siguen dando servicio porque las piedras que forman su estructura

están bien trabajadas y bien encajadas. Y pensemos cómo muchas veces decimos que “las construccio-nes modernas no son como las de antes”.

En tiempos de Jesús, la mayoría de las casas eran de adobe. Las construcciones públicas y de gente pu-diente eran más sólidas, eran de piedra sillar. Y en esas casas se podía ver piedras angulares, es decir, piedras esquineras que, formando un ángulo recto, sostenían el peso de dos paredes. Para cumplir esta función, se tallaban las piedras de mayor calidad, y por eso eran las más valiosas.

JUZGAR: El domingo pasado Jesús se presenta-ba como el Pastor y la Puerta. Hoy en la 2ª lectura Pedro le llama «Piedra angular», esa piedra sobre la que se va construyendo el edificio de la Iglesia, for-mado por las piedras vivas que son cada uno de los cristianos, sea cual sea su función en el mismo.

Jesús es quien sostiene este “nuevo templo” que es la Iglesia, sólo si tenemos a Cristo por centro pode-mos llamarnos y ser de verdad cristianos. Jesús Resu-citado es quien da consistencia y solidez a la estruc-tura de las distintas comunidades cristianas, a nues-tra Comunidad Parroquial. En él debe apoyarse todo lo demás, todo lo externo.

Y para que entendamos mejor la necesidad de apo-yarnos sobre la Piedra angular que es Cristo, él mis-mo se nos ha presentado con otros tres nombres:

«Camino», para que no andemos perdidos, sino que encontremos el sentido de la vida. «Verdad», porque en medio de tantas opiniones, él es la Verdad que ilumina el camino. «Vida», porque él mismo nos co-munica su propia vida.

ACTUAR: Dios ha querido formar su Iglesia con piedras vivas. Cada uno de los bautizados somos una de esas piedras vivas. No podemos, no debemos eludir nuestra función en la edificación del Reino de Dios, porque cada cristiano que no vive su fe de modo comprometido es una piedra viva menos en el edificio, y cuando en un edificio faltan muchas pie-dras, se viene abajo.

Dios ha querido contar con nosotros para edificar su Iglesia, para ir haciendo realidad su Reinado.

Y él mismo viene a nosotros como arquitecto, como «Camino, Verdad y Vida», para que sepamos qué pasos hemos de ir dando, cómo hemos de avanzar en la construcción. De ahí la necesidad de que nues-tra fe sea activa, escuchando, orando y poniendo en práctica lo que Jesús nos dice.

Así es como tendremos la certeza de que lo que hagamos o dejemos de hacer tendrá a Jesús como base, como «Piedra angular». Apoyados en el, nuestra Iglesia, nuestra Comunidad Parroquial, tendrá esa estructura firme que la sostenga, independientemen-te de las circunstancias históricas, independiente-mente de las personas que la compongan y la presi-dan en un momento determinado.

Dios mismo cuenta con nosotros para edificar su Iglesia, y a través de ella hacer realidad su Reinado.

Page 15: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

15

Tenemos que ser piedras vivas, bien fundamentadas sobre la Piedra Angular que es Jesús. Acojámoslo en nuestro interior, como nuestro «Camino, Verdad y Vida», y que él sea la estructura que nos sostiene,

personalmente y como Comunidad Parroquial, como Iglesia, para continuar evangelizando y que más per-sonas encuentren el «Camino, Verdad y Vida» que están buscando.

Page 16: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

16

VI Domingo de Pascua - A 29 de mayo

Hch 8, 5-8. 14-17 “Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo”

Sal 65 “Aclamad al Señor, tierra entera” 1P 3, 15-18 “Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida”

Jn 14, 15-21 “Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor”

Ruego por pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor.

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

Leo el texto. Después contemplo y subrayo. «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la ver-dad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; voso-tros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en voso-tros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mun-do no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo vivien-do. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me mani-festaré a él».

Jn 14, 15-21

Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escu-cho... ¿Cuento con el Espíritu para que me ayude a descubrir a Dios en la vida...? ¿Qué hago para acogerlo, para escucharlo personal y comunitariamente?

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el evangelio... ¿veo? Personas que son testigos de la fidelidad del amor que Dios nos tiene... ¿qué experiencias he hecho de amar a Jesús, de “guardar” su Palabra?

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso.

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo... Notas sobre el texto, contexto y pretexto Seguimos leyendo la despedida de Jesús tras la última cena. Es un dialogo con los discípulos en un contexto de presión social. Creer y amar es indivisi-ble en Juan. El mandamiento de Jesús es el del amor. Se destaca en este texto la necesidad de guardar los mandatos y la promesa del Espíritu de la verdad.

La palabra “mundo”, sobre todo en los capítulos 13-17 de Juan, expresa la realidad de oposición radi-cal a Jesús (Jn 14, 17.19.27; 15, 18.19; 16, 8.20; 17, 9.14.16.25). Por esto “el mundo no puede acoger” el Espíritu, el

“otro”, del mismo modo que no ha podido acoger Jesús (Jn 1, 10-11).

Es en cuanto que “mundo” significa esto que Juan remarca -en otros lugares- que ni Jesús es del mundo (Jn 8, 23) ni los discípulos tampoco (Jn 17, 14.16). Pero igualmente Juan dice bien fuerte que Dios estima el mundo y le envía su Hijo (Jn 3, 16), y también que los creyentes serán enviados al mundo (Jn 17, 18). Para fijarnos en el Evangelio “Si me amáis...” y guardar “sus mandatos” son una sola cosa para el pueblo. El pueblo es gritado-

Page 17: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

17

llamado a hacer y vivir la Alianza que Dios le ofrece (Dt 7, 9). En este amor se destaca siempre la iniciativa de Dios, y también su permanencia, su fidelidad (1Co

1, 9). Por lo tanto, “guardar los mandatos” no es una condición sin la cual Dios no ama a su pueblo, sino la manera concreta que el pueblo tiene de amar a Dios. Jesús, amó a los suyos hasta el extremo y, en prueba de su gran amor, dio la vida por los amigos. Es lógico que nos pida correspondencia de calidad, y que ésta se cifre en hacer su voluntad y guardar sus manda-mientos.

La expresión “mis mandatos” equivale a mi “pala-bra”. Cuando Jesús lo dice se refiere a la revelación de su persona, de su misión. Guardar esta palabra es creer en Él. Ya en el Antiguo Testamento la Ley es, antes de que nada -hasta que los preceptos y las prescripciones legales lo estropearon-, la revelación de Dios que conduce a la vida (Salmo 119). La novedad con respecto del AT es que el amor del discípulo recae sobre Jesús. La adhesión a su Palabra de vida es el que lleva al cumplimiento de la Alianza. Guardar sus mandatos, pues, no es someterse a unos precep-tos legales; es el amor a la persona de Jesús, la Pala-bra que se ha hecho hombre (Jn 1, 14). La fe es esto.

Jesús promete otro “Defensor”. En este evangelio, el Espíritu Santo tiene una importancia excepcional (aquí tenemos el primer anuncio del Paráclito). Sólo en él es llamado “paráclito” con el significado amplí-simo de “ayudante, asistente, sustentador, protector, abogado, procurador” y, sobre todo, con el de “ani-mador e iluminador” en el proceso interno de la fe. El término “paráclito” sólo aparece fuera del evange-lio de Juan (Jn 2, 1), donde es aplicado al Resucitado que, en el cielo, cumple una misión de intercesión. En sentido estricto el Paráclito actúa en la tierra, en la comunidad cristiana. En este pasaje tiene una fun-ción mucho concreta: que “se quede con vosotros por siempre jamás”.

Habla Jesús de “otro Defensor”. “Otro” porque Él mismo es quien ha estado hasta ahora con ellos, a su lado (Jn 14, 9).

El primer defensor ha sido Jesús: ha defendido a los suyos, cuando los acusan por no ayunar (Mc 2, 18-20), o por comer espigas en sábado (Mc 2, 23-27), o porque toman los alimentos sin lavarse las manos (Mc 7, 1-8); los defiende si se ven al borde del naufragio amena-zados por las tormentas del lago (Mc 4, 37-41); ha de-fendido a la mujer pecadora, blanco de sospecha para un fariseo que le ha invitado a comer (Lc 7, 36-50), y a María, que en Betania ungió su cuerpo con nardo precioso, al ver que su gesto de generosidad fue tachado de derroche por algunos (Mc 14, 3-9); defiende a los niños que gritan “¡Hosanna!” el día de su en-trada en Jerusalén (Mt 21, 15-16).

Tras Jesús el “otro” que estará con los creyentes es el Espíritu Santo. El Espíritu, enviado por el Padre, es el gran don de Jesús en su Pascua (Jn 19, 30; 20, 22). Así, los discípulos no deben olvidar lo que oyeron a Jesús ni lo que recibieron de él. Más bien, deben volver cons-tantemente sobre ello, profundizando, desentrañan-do, actualizando la misma revelación. El paráclito debe ser para ellos lo que había sido Jesús: “su ayu-dador”, maestro y pedagogo. De ahí la importancia

de la Revisión de Vida y descubrir la presencia de Dios.

Podríamos decir que el Espíritu es el verdadero autor del Evangelio: es por Él que podamos recordar lo que Jesús hizo y dijo, y comprender el significado para cada comunidad y para cada persona (actualiza-ción). De ahí, viene la expresión “el Espíritu de la verdad”.

La separación de Jesús, por su muerte cercana, la vivirán los discípulos como una amputación de su propio ser. ¿Cómo mitigar el desgarro de esa ausen-cia? Con la garantía de una nueva presencia: “os vol-veré a visitar y os llenaréis de alegría”. La pascua con-suela y supera la orfandad de los discípulos. En Jn 14, 21-23, será la presencia del Padre, del Hijo y del Espíri-tu, que plantarán su tienda en el corazón de los cre-yentes: “vendremos a él y viviremos en él” (Jn 14, 23).

“Aquel día” es una expresión conocida en la tradi-ción bíblica (Mc 13, 32). Aquí se refiere a la vida de los discípulos tras la resurrección de Jesús: por la acción del Espíritu, continuarán unidos a Jesús como Él lo está con el Padre. La presencia ininterrumpida de Jesús por medio del Espíritu-Paráclito sustituye a la representación tradicional-apocalíptica de la vuelta-parusía de Cristo al fin de los tiempos. El retorno del Hijo, del enviado, al Padre y su vuelta-venida a los suyos en el Espíritu-Paráclito significa la superación de las fronteras históricas. El siempre se halla presente.

La partida de Jesús significa su ocultamiento, tanto para los discípulos como para el mundo (Jn 14, 22-24). Pero dicho ocultamiento tiene un sentido muy distinto para los unos y para el otro. El mundo no volverá a verle. El evangelista excluye una venida ostentosa del Hijo del hombre sobre las nubes del cielo, que sea visible para todos (Mc 13, 24ssy par.; 1 Tes4, 16-17). El mundo no volverá a verle, porque Jesús está hablando ahora de la visión de la fe. y esta visión únicamente es perceptible por los creyentes. Ellos le verán, es decir, participarán en la visión del Resucitado (1 Cor 9, 1). Esto, a su vez, significa la unión o comunión de los creyentes con el Hijo y con el Padre: una venida (habitar), un encuentro mutuos, que implica y exige la conducta adecuada de los discípulos, que se ajustan a lo que ellos han mandado, cumpliendo su voluntad. Es la forma concreta de manifestar el amor al Padre y al Hijo.

NO NOS DEJES HUERFANOS

Yo quiero amarte, Señor, pero amarte de verdad;

que muchos con falsedad te prometen su amor

-promesa que queda en flor- y luego van por la vida

abriendo hondas heridas, negándoles el amor a la gente,

pisoteando siempre los derechos que dan al débil salida-horizonte.

Danos un buen defensor,

Espíritu de verdad, que acabe con las falsedades

Page 18: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

18

que crecen en el corazón y también a nuestro alrededor.

Aumenta nuestro saber: que todos podamos ver

las cosas con la inocencia y con la inteligencia

que da el justo aprender.

No nos olvides, huérfanos de pan y amistad,

huérfanos de aliento, en añoranza; ven enseguida, ven amigo,

que en esta tierra de tristeza solo rumiamos esperanzas

sin lugar para danzar; danos la cierta experiencia

de tu onda presencia que a los más apagados levanta.

Viviremos en tu vida,

seremos gente despierta, para la lucha de la vida atenta;

le ganaremos la partida a quien nos la da perdida;

las cosa en nuestras manos tendrán hechura de hermano;

se llenarán de colores todos los nuestros ocasos,

y los ya muertos vivirán

Traducción libre de M.Regal, Un caxato para o camiño

V J A

VER: Estamos entrando en la recta final de la Pas-cua. La semana que viene celebraremos la fiesta de la Ascensión, y a la siguiente, Pentecostés, que pone fin a este tiempo tan especial, este tiempo en que cele-bramos el gran amor de Dios hacia nosotros, que le llevó a morir y resucitar.

Por eso, es “justo y necesario” pararnos y reflexionar qué ha supuesto para nosotros este tiempo, cómo

nos hemos dejado transformar por el encuentro con el Resucitado... o si seguimos igual.

Para llevar a cabo esta reflexión, pensemos qué signi-fica “amar de verdad” a una persona. El amor se muestra, principalmente, con la presencia, con la atención, compartiendo proyectos, aficiones, viven-cias... el amor se muestra haciendo lo que al otro le agrada o le va a hacer feliz, aunque implique esfuer-zo o renuncia... Dice un refrán que “Obras son amo-res, y no buenas razones”.

Difícilmente puedo decir que amo a alguien si mi amor sólo es de palabra, de labios hacia fuera, pero sin hechos; difícilmente puedo decir que amo a al-guien si voy a la mía sin contar con él para nada; difí-cilmente puedo decir que amo a alguien si no quiero pasar tiempo con él y mi relación se limita a dos o tres encuentros esporádicos a lo largo del año.

Desde ahí he de pensar: ¿Cómo amo a Jesús Resuci-tado?

JUZGAR: El Evangelio comenzaba con estas palabras de Jesús: «Si me amáis, guardaréis mis man-damientos».

Nos dice que le ama de verdad no cualquiera que diga amarle y que le diga mucho «Señor, Señor», sino el que cumple sus mandamientos.

Y los mandamientos no son sólo las normas y dispo-siciones que son necesarias para la organización y funcionamiento de la Iglesia. El mandamiento que subyace a todo eso es que vivamos como él, que nos comprometamos como él a hacer realidad el Reinado de Dios. Y ese trabajo, hecho a su modo, procurando tener sus actitudes, cumplirá todos los mandamien-tos.

No sirve de nada decir que somos seguidores de Jesús, o que amamos profundamente a Jesús, sin no queremos hacer su voluntad y seguir su ejemplo, viviendo una fe descomprometida, sin aportar nada a la construcción del Reino, porque todo lo que nos ha dicho Jesús, todo lo que hemos estado celebrando desde que empezó la Cuaresma, es para ser practi-cado y vivido en nuestra vida.

La fe no es sólo cuestión de ritos y de moral: la fe es amar a Jesús y entender la vida como él.

ACTUAR: La pasividad de muchos cristianos ha convertido la fe en algo insulso, espiritualoide, des-encarnado de la realidad, para niños y gente de poca cultura.

Pero desde Jesús, ser creyente es luchar por trans-formar el mundo según el plan querido por Dios, y eso lo haremos, como Jesús, cumpliendo sus man-damientos. Y si no, es que no le amamos.

¿Cómo empezar a vivir como Jesús espera de los que decimos que le amamos?

Nos lo contestaba san Pedro en la 2ª lectura: «Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperan-za». Ante un mundo tan contrario a creer de verdad, tenemos que saber justificar nuestra fe y nuestra

Page 19: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

19

esperanza. Necesitamos formarnos, necesitamos creernos de verdad lo que celebramos y después que se nos note llevándolo a la práctica, al estilo de Jesús, para ser testigos creíbles.

“Obras son amores”. Jesús nos amó hasta el extremo, y nos dejó la prueba de su amor en la Eucaristía. De-jémonos de medias tintas, de espiritualidades bara-tas, de beaterías, y empecemos a tomar en serio

nuestra fe, a cuidar y alimentar nuestra fe, a vivir nuestra fe, porque entonces estaremos mostrando con hechos cuánto amamos a Jesús, estaremos dan-do razones fundamentadas de nuestra esperanza, y tendremos la certeza de que él sigue viviendo, cami-nando y trabajando a nuestro lado, haciendo realidad poco a poco el Reinado de Dios.

Page 20: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

20

VII Domingo de Pascua - A Solemnidad de la Ascensión 5 de junio

Hch 1, 1-11 “Lo vieron levantarse”

Salmo 46 “Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas” Ef 1, 17-23 “Lo sentó a su derecha, en el cielo”

Mt 28, 16-20 “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra”

Ruego por pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor.

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

Leo el texto. Después contemplo y subrayo.

Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indi-cado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

Mc 28, 16-20

Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escu-cho... ¿Quiénes son, para mí, las personas a quien Jesús me envía para hacerlas sus discípulos? ¿Cómo lo hago? ¿Cómo lo haré?

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio. En mi “Galilea” ¿qué experiencia he tenido de encuentro con Jesús Resucitado? ¿En qué he descubierto que es Aquel que tiene “Autoridad” sobre mí, a quien “adoro”?

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso.

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo... Notas sobre el texto, contexto y pretexto Se interrumpe la lectura de Juan, los discursos de despedida... antes la fiesta de la Ascensión se cele-braba en Jueves y este domingo era el 7º de pascua y se leía a Juan 17, 1-11. Cuando se cambia prevalece la fiesta de la Ascensión con sus propias lecturas.

La Ascensión forma parte del misterio pascual de Cristo. Culminada su misión, Jesús se elevó al cielo ante la mirada de sus apóstoles (Hch 1, 1-11) y se volvió

al Padre para sentarse a su derecha (Ef 1, 17-23). Es parte de nuestro Credo.

Vamos a leer los últimos cinco versículos del evan-gelio de Mateo: sobrios, densos. El relato se refiere a un encuentro de los discípulos con Jesús. El que sea en Galilea y en el monte expresa la identidad entre el Resucitado y el Jesús histórico.

En Galilea, Jesús había concretado la mayor parte de su ministerio (Mt 4, 12-17). Y cuando, Resucita, se aparece a las mujeres que lo buscan, el mensaje que

Page 21: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

21

les da -como se lo había dado ya el ángel en el sepul-cro (Mt 28, 7)- es que vayan a Galilea (Mt 28, 9). Galilea es una tierra habitada por judíos y no judíos.

Galilea representa, pues, el lugar de la vida. Y, por lo tanto, la vida de la Iglesia. Y es nuestro hoy, por-que el Evangelio no es un recuerdo del pasado, no es una historia edificando. Quien lee-escucha el Evan-gelio encuentra el relato de su propia vida vivida “con” Jesucristo (quizás sin haberlo descubierto antes): “Él-es-con-nosotros” (Mt 1, 23) cada día, todos los días.

El “monte” es para Mateo lugar de revelación. La consignación de las dudas que aparecen en tantos relatos de la resurrección es un rasgo de sinceridad. Cristo, que limitó su actividad a la predicación a los judíos, envía ahora a los discípulos a predicar el evangelio por todo el mundo. Lo realizaran con el poder que él les confiere y les promete su asistencia hasta el final de los tiempos. El “bautismo” se admi-nistró en un principio en nombre de Jesús (Hch 1, 5ss; 2,

38ss); la formulación en nombre de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu) es más tardía, y aparece unida a la experiencia de salvación que nos trae Jesús (obra de las tres personas).

A diferencia de las apariciones en Jerusalén, las apariciones en Galilea no se fijan en la identificación de Jesús que se da a reconocer, a palpar... La presen-cia de Cristo, ya glorificado, se impone a los discípu-los reunidos. “Estoy con ustedes”. Presencia de Cris-to-Dios, semejante a la presencia asegurada a los profetas de la Biblia por el mismo Dios (Ex 3, 12; Jue 6, 16). Todos lo días: la presencia activa de Jesús va lle-nar el tiempo de la historia. Para fijarnos en el Evangelio Los once, descartado Judas, representante del Is-rael histórico que ha pedido la muerte de Jesús. El Israel mesiánico se forma sin integrar al antiguo pueblo como tal.

Los once “lo adoraron”. La palabra original del evangelista por decir “adorar” indica, a la vez, el homenaje que se da a un rey que acaba de nacer -”el rey de los judíos” (Mt 2, 2)- y la adoración que se me-rece por el hecho de ser Hijo de Dios (Mt 14, 33): Jesús es el Emmanuel -Dios-con-nosotros- (Mt 1, 23), adora-do como Resucitado (Mt 28, 9) y como Señor.

Que a Jesús se le adoraba ya lo habíamos encon-trado en Mt, sobre todo en el episodio de los Sabios de Oriente (Mt 2, 2.11), dónde las ofrendas recuerdan el profeta Isaías que describe la ida de pueblos ex-tranjeros en Jerusalén para ofrecer toda clase de dones (Is 60, 6; también Sal 72, 10-11.15). Los sabios de Oriente representan todas las naciones de la tierra convocadas a adorar el mismo Señor.

La mezcla de adoración y de dudas de los discípu-los ya la habíamos encontrado antes, cuando Mt nos reporta la duda de Pedro (Mt 14, 31) y la adoración y confesión de fe de él mismo con todos los discípulos (Mt 14, 33). La poca fe de los discípulos aparece expre-sada, también, en otros lugares (Mt 6, 30; 8, 26; 16, 8; 17, 20).

La “autoridad” de Jesús (Mt 11, 27; Dn 7, 14; Jn 17, 2; Ef 1,

20-22; Fl 2, 9-10) es la que le reconocen los discípulos, es decir, la Iglesia. Jesús es Señor (Mt 7, 21) y Hijo de Dios (Mt 2, 15). Esta “autoridad” se ha manifestado en la enseñanza (Mt 7, 29), el perdón (Mt 9, 6) y las curaciones (Mt 9, 8; 10, 1).

Esta autoridad es la que tendrán los discípulos para “ir” “a todos los pueblos” a ofrecer lo mismo que Él ofrece. Misión universal, va a cumplirse la promesa hecha a Abrahán (Gn17, 4s; 22, 18). Jerusalén, capital de Israel, queda atrás y no va a ser objeto de nueva mi-sión; Galilea abre el camino hacia los paganos. Todo discípulo de Jesús acontece apóstol: es enviado a todo el mundo, sin discriminaciones de ninguna clase, con la misión de hacer, de cada persona, un nuevo “discípulo”.

El llamamiento que los once habían recibido, lla-mamiento a seguir Jesús, acoger sus enseñanzas -Jesús es el Maestro (Mt 5, 1; 23, 8)- y ponerlos en prácti-ca (Mt 7, 24), es la que ahora tienen que hacer ellos a otras personas, hasta llegar a todo el mundo, a toda la humanidad. Siempre desde el concreto: las perso-nas de la vida cotidiana -Galilea es el signo- pero con un horizonte universal: a todos “los pueblos” -también Galilea lo representa siendo cómo es una región dónde habitaban muchos paganos (Mt 4, 12-17)-.

Primer medio para hacer discípulos: el bautismo, que vincula al Padre, fuente del Espíritu, al Hijo, de quien se recibe, y al Espíritu mismo, que potencia al hombre, completa su ser y lo pone en la línea del “Hombre”. Y el segundo medio, la instrucción o en-señanza sobre la práctica del mensaje (los manda-mientos mínimos y las bienaventuranzas), con un estilo de vida parecido al de Jesús. Así se cumplirá el contenido de su nombre, Emmanuel: “Dios con no-sotros” (Is 7, 14; Mt 1, 23). Más adelante (Mt 18, 20), esa presencia y asistencia se promete a la comunidad eclesial. Y la última página, con la que se cierra el evangelio, contiene la promesa de una presencia permanente e indefectible de Jesús, que será la ga-rantía de que, aunque se vaya, ellos no quedarán solos ni desamparados: el que se quedará con ellos.

Ser discípulo, ser enviado, no se vive a solas. Jesu-cristo es viviente. Dios continúa con nosotros, actuan-do (Jn 5, 17). Lo veíamos, también, el pasado domingo (Jn

14, 16). Y hacemos experiencia, especialmente, cuando Él nos convoca y nos reúne en Iglesia (Mt 18, 20).

¿DÓNDE TE BUSCARÉ, SEÑOR?

Señor, si no estás aquí,

¿dónde te buscaré estando ausente? Si estas por doquier,

¿cómo no descubro tu presencia? Cierto es que habitas en una claridad inaccesible.

Pero, ¿Dónde se halla esa inaccesible claridad? ¿Quién me conducirá hasta ahí, para verte en ella?

Y luego, ¿con qué señales? bajo qué rasgos te buscaré?

Nunca jamás te vi, Señor, Dios mío;

Page 22: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

22

no conozco tu rostro...

Enséñame a buscarte y muéstrame q quien te busca,

porque no puedo ir en tu busca, a menos que tú me enseñes,

y no pueda encontrarte, si Tú no te manifiestas.

Deseando, te buscaré;

te desearé buscando; amando,

te hallaré, y encontrándote,

te amaré.

S. Anselmo

V J A

VER: Hay unas sevillanas que comienzan diciendo: “Algo se muere en el alma cuando un amigo se va”.

Todos tenemos la experiencia de la muerte de algún ser querido: de la tristeza, del vacío... Hablamos de esa persona a nuestros hijos o parientes, para inten-tar que sepan también lo especial que era para noso-tros... Nos aferramos a los recuerdos: fotografías en sitio bien visible, cartas que releemos... Pero hasta ese recuerdo que procuramos mantener vivo poco a poco se va diluyendo... y volvemos a la vida habitual. Y aquellos que no han conocido directamente a esa persona tan especial, lo olvidan muy pronto, o se queda como un simple dato, sin más

Pero hay veces que una persona ha puesto en mar-cha una obra, una asociación, y esa asociación no desaparece con su muerte, sino que la continúan personas que comparten el objetivo del fundador, personas que deben procurar que no se desvíe el proyecto inicial, precisamente porque como el fun-dador ya no está para dirigirles, corren el riesgo de equivocar el camino.

JUZGAR: Estamos celebrando la fiesta de la As-censión del Señor. Y aunque, desde un punto de vista humano, podría sonar a separación, y por lo tanto a tristeza, es una fiesta para nosotros.

Es una fiesta porque la Ascensión de Jesús no signifi-ca que nos abandona, que se marcha porque no quiere seguir con nosotros: todo lo contrario, nos muestra así la meta a la que estamos llamados.

Si por la encarnación Dios se hizo hombre, asumió nuestra humanidad, por la Ascensión, hombre como nosotros, regresa junto al Padre, para que sepamos que, siguiéndole, también llegaremos allí.

Porque Jesús no sube al cielo para inaugurar una vida nueva, sino que lo que hace es dar plenitud a la vida que llevó aquí. Así nos muestra que nuestra vida presente alcanzará su plenitud en la eternidad. Así, Jesús nos indica que lo que aquí vamos construyen-do, trabajando, compartiendo, amando... no desapa-recerá sino que será completado.

Y que por tanto, en la medida en que aquí vamos viviendo estas realidades estamos “ascendiendo” hacia la meta definitiva en la casa del Padre.

Por eso nos pide hoy que hagamos discípulos suyos, que enseñemos a guardar lo que él nos ha mandado. Y para que no sintamos su ausencia, para que no nos equivoquemos, el propio Jesús nos ha prometido que él estará con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo.

ACTUAR: Tenemos, pues, una meta en la que fijar nuestros ojos y hacia la que dirigir nuestros pa-sos. Primero, guardando lo que el Señor nos ha mandado, como decíamos el domingo pasado.

Y después, tenemos que hacer discípulos suyos, no a la fuerza, sino precisamente mostrando que nuestra vida tiene un objetivo y una esperanza en el Señor.

Tenemos su encargo y, por tanto, la responsabilidad de ser testigos de Jesús Resucitado; tenemos la res-ponsabilidad de dar a conocer la Buena Noticia del Evangelio; tenemos la responsabilidad de seguir haciendo discípulos suyos de todos los pueblos.

Jesús no es sólo un personaje histórico. Lo que es-tamos celebrando no es un simple recuerdo. De nosotros depende aprender a reconocer a Jesús Resucitado en medio de nuestra tarea, de nuestros logros y de nuestras decepciones.

En la Eucaristía tenemos su presencia real, por eso es muchísimo más que “oír misa”. Él mismo se hace compañero y alimento para el camino para que con-tinuemos su obra, en nosotros mismos y a nuestro alrededor, acompañándonos en nuestro empeño por hacer del Evangelio la norma de nuestra vida y ofre-cerlo a los demás, haciendo realidad su reinado, para que vayamos ascendiendo hacia la casa del Padre y nos reunamos con Él para toda la eternidad.

Page 23: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

23

Domingo de Pentecostés - C 12 de junio

Hch 2, 1-11 “Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar”

Salmo 103 “Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra” Secuencia (ad libitum) “Ofrezcan los cristianos...”

1Co 12, 3b-7. 12-13 “Hemos sido bautizados en un mismo espíritu, para formar un solo cuerpo” Jn 20, 19-23 “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo”

Ruego por pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor.

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

Leo el texto. Después contemplo y subrayo.

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípu-los en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos»

Jn 20, 19-23

Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escu-cho... Me paro, y miro si el Espíritu, que he recibito yo también, me permite de ver “al Señor” presente -incluso- en lugares dónde nunca lo buscaría

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio... Y agra-dezco el descubrir personas me dan testigo como “apóstoles” -enviados por Jesús-. Y me descubro a mí mismo como enviado por Jesucristo a otras personas para hacerlos participar de su proyecto

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso. ¿Con qué actitud participaré en las celebraciones o actividades del movimiento-parroquia en estos días?

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo... Notas sobre el texto, contexto y pretexto Los relatos de las apariciones de Jesús resucitado (lo mismo localizadas en Jerusalén o en Galilea) no son crónica de hechos, sino presentaciones catequé-ticas y teológicas del misterio pascual. Describo al-gunos elementos que componen estas narraciones:

- Las apariciones acontecen de repente, de forma inesperada.

- La iniciativa viene de Jesús, nunca por los discípu-los (que más bien están predispuestos contra ella)

- Después de algunos gestos-palabras, los discípu-los reconocen al Señor

- El efecto conseguido en los discípulos (tras la perdida de la presencia de Jesús) es alentador y confortativo, porque quedan convencidos de que Jesús, el crucificado, está vivo, y descubren una nueva presencia suya en los signos sacramentales

- Jesús les indica que deben continuar la obra que Él había comenzado.

En este relato se da cuenta del cumplimiento de las promesas de Jesús:

- Cuando dijo: “Volveré a estar con vosotros”; aho-ra: “entró Jesús, se puso en medio”

- Cuando dijo: “Dentro de poco volveréis a verme”; ahora: “se llenaron de alegría al ver a Jesús”

Page 24: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

24

- Cuando dijo: “tendréis paz”; ahora: “paz a voso-tros”

- Cuando dijo: “os enviaré el Espíritu”; ahora: “reci-bir el Espíritu Santo”

El Evangelio de Juan presenta “al Espíritu Santo” como quien continúa haciendo Dios presente en el mundo tras la Pascua de Jesús. En los capítulos del discurso de despedida, Juan pone en boca de Jesús cinco veces el anuncio de la venida del este Espíritu (Jn

14, 16-17.25-26; 15, 26-27; 16, 7-11.12-15). La venida, Juan la con-templa en la Pascua, en dos momentos: en la cruz de Jesús, dónde el evangelista descubre la donación del Espíritu por parte de Jesús: inclinó la cabeza y entregó el espíritu (Jn 19, 30) (es la salvación del mundo por el sacrificio de Cristo), y en la resurrección, como vemos en el texto de hoy, en qué el Resucitado, lo primero que hace, tras dar la paz, es dar el Espíritu.

Juan, al colocar en el mismo día la Pascua y la en-trega del Espíritu nos envía a continuar su misma misión. Jesús es enviado a hacer visible a Dios; a su vez el envía para lo mismo. Los discípulos harán visi-ble a Dios en el mundo; por ello les entrega su mis-mo Espíritu. Notas para fijarnos en el Evangelio Jesús “sopló sobre ellos”: Esta expresión nos trae a los orígenes, a aquello que Dios hizo para dar vida al hombre a quien había modelado del polvo de la tierra: Le infundió el aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser vivo (Gn 1, 2; Gn 2, 7; Ez 37, 9; Sb 15, 11). De esta manera el Evangelio nos dice que Cristo Resucitado, dándonos el Espíritu, es el Creador de la Humanidad Nueva, de una Vida Nueva (1, 33; 7, 37-39; Rom 5, 5). Esa nueva creación no es otra que la nueva sociedad, el reino de la fraternidad, la igualdad y la paz. Es decir, el Espíritu de Jesús empuja en la dirección de la creación de la nueva sociedad. No se trata de dones extra-históricos sino de la total colaboración de Dios para que lo humano triunfe, para que se plenifique la vida, para que se cumpla el “proyecto” de Dios sobre la historia (Jn 1, 1 ).

¿Qué hace el Espíritu? Es por la acción del Espíritu Santo que:

- Cristo vive en medio de nosotros y en cada uno de nosotros;

- Cristo nos comunica su vida de Resucitado y con-fundirá la incredulidad del mundo

- Podemos comprender la personalidad misteriosa de Cristo: como ha dado cumplimiento a las escri-turas; sobre el sentido de las parábolas, de sus ac-tos, de sus señales (14, 16; 16, 13; 1Jn2, 20s; Rom 8, 16), to-das las cosas que los discípulos no habían com-prendido anteriormente estimar;

- Podemos “ver” al Señor (Jn 3, 3; 14, 19; 20, 24.29) -es “el ver” de la fe, el “ver” que llena de alegría-

- Y podemos acoger sus presencias: en la Iglesia reunida (Mt 18, 20), en la Escritura proclamada como Palabra viva (Rm 10, 17), en los sacramentos (1Co 11,

24-25) y en la vida, en las personas -sobre todo los más pobres- y en los acontecimientos (Mt 25, 40.45;

Lc 12, 54-13, 5; 17, 21);

- Podemos pasar a la acción y dar la vida por los otros, como ha hecho Cristo (Jn 15, 13), abiertos a la esperanza del Reino de Dios (Mc 4, 26-29; Rom 5, 5).

Es porque tienen el Espíritu, por lo que los “discí-pulos” pueden ser “enviados” a continuar la misión de Jesús, la misma misión. Aquí, esta misión se con-creta con el anuncio del perdón de Dios, fuente de regeneración. Sus seguidores tendremos que con-cretar este espíritu de paz y reconciliación de formas distintas (Jesús no concretiza ninguna forma)

Juan habla de “discípulos”, no de apóstoles, refi-riéndose a quienes estaban reunidos en un mismo lugar y para una misma cosa, reunidos con Él, for-mando Iglesia. Con la palabra “discípulos” acentúa la adhesión a Jesús, el seguimiento de su persona. La identidad del apóstol -”enviado”-, por lo tanto, pasa por ser, primeramente, discípulo. No se puede dar lo que no se tiene.

Es apóstol es aquel discípulo a quien el Resucitado envía. El apóstol, pues, nunca parte de la propia ini-ciativa sino de la iniciativa de otro. Siempre se refiere al proyecto de otro: el proyecto de Dios que ha esti-mado tanto el mundo que le quiere dar la vida (Jn 3,

16) dándose a conocer (Jn 7, 26). El apóstol -el militante cristiano- es la persona que da a conocer, con la pa-labra y la acción, este Dios que ha manifestado su amor y ha dado la vida en el hombre Jesús de Naza-ret (Rm 1, 5; 15, 18).

La acción de los apóstoles sólo tiene sentido y eficacia en cuanto que han recibido el Espíritu y, por lo tanto, la suya es la acción de Dios mismo, no paso nada que se hayan inventado. Como la acción del mismo Jesús, que era la acción de quien les había enviado.

De hecho, en la Iglesia todo depende del Espíritu Santo recibo. No nos inventamos nada que no sean medios adecuados y coherentes. En la celebración de la Eucaristía, por ejemplo, si reconocemos la presen-cia del Señor -y no sólo en la Palabra y el Sacramen-to- es por el Espíritu que se nos da. Si no fuera así, no sería fácil decir que Jesús es presente en la reunión, cuando quizás hay gente que no nos cae bien. Tam-poco sería fácil de creer -nos lo recuerda el envío del final- que lo encontraremos en la vida, en los pobres, en la familia, en medio del mundo y de la sociedad (en el centro de trabajo o de estudio o a la plaza o en las asociaciones...).

¡BENDITO SEAS, SEÑOR, DIOS NUESTRO!

¡Bendito seas, Señor, Dios Nuestro! Hazme tu testigo,

para anunciar la Buena Noticia de tu amor, con palabras y con obras,

ante todos los hombres y mujeres que diariamente aparecen en mis caminos y en tus

caminos.

Ven a mí y dame tu Espíritu, para sembrar, hoy también,

la libertad donde hay marginación, la paz donde haya violencia,

y la vida en medio de la muerte.

Page 25: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

25

Tú eres el Dios de los vivos,

nuestro gozo de vivir y nuestra esperanza Por los siglos de los siglos. Amén.

V J A

VER: Hoy son muchos los cristianos que viven su fe con cierto “miedo”: da reparo mostrar o decir que uno es creyente, más aún si uno participa en la Euca-ristía o tiene algún compromiso en la Comunidad Parroquial.

Últimamente se han desatado los comentarios y críti-cas y son bastantes los cristianos que se han visto “acobardados” porque en su trabajo, entre sus amis-tades... sólo ellos eran creyentes, frente a 10, 15 perso-nas que les “atacaban” verbalmente. También, con ocasión de algunas afirmaciones de parte de la jerar-quía eclesiástica sobre temas morales -en bastantes casos hechas fuera de lugar), y a la vez ante el silencio de esa misma jerarquía ante temas de justicia social, los cristianos de a pie se ven impotentes para respon-der a las críticas que suscitan, lo que provoca en mu-chos un replegamiento y callamos y ocultamos nues-tra opinión, o bien al sentirnos atacados respondemos violentamente. Muchas veces decimos: “Es que no sabemos qué responder a lo que nos dicen”.

JUZGAR: En el Evangelio hemos escuchado que los discípulos estaban en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. No se atrevían a mos-trarse en público. Estaban juntos, sí, pero ocultos.

Pero algo ocurrió: Jesús, como escuchábamos el domingo pasado, había prometido que estaría con sus discípulos, todos los días, hasta el fin del mundo. Y hoy celebramos esa nueva presencia de Jesús entre nosotros, por medio de su Espíritu, con esta fiesta de Pentecostés.

La venida del Espíritu Santo inaugura una nueva épo-ca, marca el comienzo de la Comunidad nacida de la Pascua del Señor, que es la Iglesia.

Y en esos discípulos se produjo un gran cambio: de ser un grupo callado y escondido, pasaron proclamar su fe, y a proclamarla de tal modo que todos los en-tendían. El Espíritu de Dios nos da a todos el lenguaje del entendimiento porque es el lenguaje del amor, que permite superar el desamor y las barreras que, sin la presencia y actuación de ese Espíritu, separan a las personas.

Y en esa comunidad animada por el mismo Espíritu, hay diversas funciones, en cada uno de los miembros de la Iglesia se manifiesta el Espíritu de modo distin-to, pero todo para el bien común.

ACTUAR: Cada uno de nosotros, desde nuestro bautismo y confirmación, estamos habitados por el Espíritu de Dios; nos falta reavivar esa presencia para que “arda nuestro corazón” y nos dispongamos a vivir al estilo de Jesús, aunque a veces sea ir contra-corriente de las tendencias del mundo, aportando lo que podamos para construir un mundo mejor, el Reinado de Dios.

Precisamente, hoy celebra su fiesta la Acción Católi-ca, que es un Movimiento de laicos que han descu-bierto su vocación como miembros de la Iglesia, que es sembrar Evangelio en las parroquias, en el mundo del trabajo, en el mundo estudiantil, en el mundo rural, en el profesional...

El Papa Juan Pablo II dijo a los miembros de la AC: «La Iglesia os necesita, necesita a unos laicos que en la Acción Católica han aprendido a vivir la radicalidad del Evangelio en la normalidad diaria».

Porque la AC viene a ser como el “seminario de los laicos diocesanos”, y mediante la formación ayuda a vivir con coherencia la fe en las circunstancias con-cretas de cada uno.

De ahí que también Benedicto XVI haya dicho: «La Iglesia tiene necesidad de la AC».

Tenemos a nuestra disposición un instrumento muy válido para ser “Cristianos en el corazón del mundo”, para vencer el miedo y salir, como los discípulos, a anunciar la Buena Noticia de Jesús, dando razones fundamentadas de nuestra fe, siendo personas de criterio en medio de tanta desinformación. El Espíritu de Dios, que hizo surgir en la Iglesia la AC, nos ani-mará a ello.

¿Cómo preferimos vivir nuestra fe, con miedo y “en-cerrados”, o de un modo natural y abierto?

De nosotros depende aprovechar o no este regalo del Espíritu, pero que no se nos olvide que serán los cristianos laicos, que viven EN EL CORAZÓN DEL MUNDO, los que con su familia y su trabajo, su acti-vidad profesional y social, su intervención en la cul-tura y en la política... impregnarán de sentido cristia-no la sociedad de hoy y la ayudarán a avanzar en la orientación del Reino de Dios.

Page 26: Materiales de Pascua para jóvenes y adultos

26