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  • revista Fronteiras estudos miditicosVIII(1): 5-15, janeiro/abril 2006 2006 by Unisinos

    Comunicacin y ciudadana. Problemas terico-polticos de su articulacin

    La inclusin de la problemtica de la ciudadana en los estudios de comunicacin es relativamente reciente. En este artculo se da cuenta algunos avances conceptuales y metodolgicos realizados a partir de diversas investigaciones realizadas en el Centro de Es-tudios Avanzados y la Escuela de Ciencias de la Informacin de la Universidad Nacional de Crdoba (Argentina), bajo la direccin de la autora. Se cuestiona el procedimiento de sustitucin de trminos usual en los estudios de comunicacin y se plantea la necesidad de construir nuevos objetos de investigacin para dar cuenta de nuevos problemas. En tal sentido, se propone un objeto especfi co de indagacin, la ciudadana comunicativa y se ofrecen pistas para su anlisis.

    Palabras claves: comunicacin, poltica, ciudadana

    Mara Cristina Mata1

    Communication and citizenship. Some theoretical and political problems of their articulation. The citizenship issue has only recently been included in Communication Studies. Some theoretical and methodological advances which are the result of research work carried out at the CEA (Center of Advanced Studies) and at the School of Journalism of the National University of Crdoba, Argentina, under the direction of the author of this paper are presented as well. A very usual procedure in Communication Studies the replacement of terms is here discussed and the need to elaborate new objects of research in the face of new problems is also explained. In this sense, the Communicative Citizenship, a specifi c object of investigation is described in this article together with some hints provided for the analysis of said object.

    Key words: communication , politics, citizenship.

    A problemtica da cidadania foi recentemente includa em estudos de comunicao. Neste artigo so apresentados alguns avanos tericos e metodolgicos, resultado do trabalho de pesquisa realizado no CEA (Centro de Estudos Avanados) e na escola de Cincia da Informao da Universidad Nacional de Crdoba, Argentina, sob a direo da autora. Um procedimento muito usual em estudos de comunicao a recolocao dos termos aqui discutido e se insere a necessidade elaborar novos objetos de pesquisa para dar conta de novos problemas. Nesse sentido, a cidadania comunicativa proposta como um objeto especfi co de investigao e so fornecidas algumas sugestes para sua anlise.

    Palvras-chave: comunicao, poltica, cidadania.

    1 Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Crdoba.

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    2 Se trata de la Ley 22.285, dictada en septiembre de 1980, resultado de las instrucciones impartidas por la Junta Militar el 20 de septiembre de 1977. En el documento, se daban las directivas en materia de radiodifusin y se determinaban los objetivos, las polticas y las bases que deberan observar los servicios de radiodifusin, de acuerdo a lo oportunamente establecido en el acta del 24 de marzo de 1976. En esta ltima estaban desarrollados los propsitos y objetivos bsicos del autodenominado Proceso de Reorganizacin Nacional, segn plantea Miguel J. Rodrguez Villafae, en El 24 de marzo de 1976 y la ley de radiodifusin vigente en La Voz del Interior, Crdoba, edicin del 22 de marzo de 2004.

    3 Basta recorrer algunas colecciones de revistas del campo, como DIA-logos de la Comunicacin de la Federacin Latinoamericana de Facultades de Comunicacin, o los programas de Congresos, Encuentros y Seminarios Latinoamericanos, para dar cuenta de ello.

    Hace pocos das fue 24 de marzo, da en que los argentinos recordamos toda la destruccin humana, moral y material que signifi c hace 30 aos la instauracin de la dictadura militar. Por eso no puedo hoy estar aqu, con ustedes, compartiendo la inauguracin anual de sus post-grados, sin hacer referencia a lo que vivo como una de las deudas ms graves que como sociedad, pero tambin como profesionales y acadmicos dedicados a la comunicacin, tenemos todava con aquellos sueos de igualdad y justicia que alentaron las luchas y los proyectos que justamente aquella sangrienta dictadura trat de destruir. Me refi ero a la vigencia an hoy, en Argentina, de la Ley de Radio-difusin dictada por el rgimen militar2.

    Durante estos 30 aos, primero unos pocos, luego muchos ms y hoy buena parte de la sociedad, dijimos NUNCA MAS a los horrores vividos en nuestro pas. El juicio a las juntas militares, la militancia de las Madres, las abuelas, los H.I.J.O.S, los familiares de detenidos y desaparecidos, una creciente conciencia de que los indultos y las leyes de obediencia debida y punto fi nal deban ser rechazadas y derogadas, un creciente reconocimiento de que la pobreza y la exclusin que agobian a vastos sectores de argentinos fue ms all de posteriores complicidades otro de los horrores que la dictadura engendr, son datos que nos permiten afi rmar que existe en nuestro pas una prctica poltica y social inspirada en valores de verdad, de equidad, de democracia y libertad que pugna por revertir las injustas condiciones de vida que tenemos.

    Sin embargo, todava tenemos una Ley de Radio-difusin concebida segn los parmetros de la doctrina de la seguridad nacional, favorecedora de las restricciones a la expresin pblica masiva y funcional al mercado. Y no slo est vigente esa ley sino que, durante estos 30 aos, su carcter restrictivo fue reforzado mediante reglamen-taciones que favorecieron la concentracin meditica. Incluso, hace menos de un ao, el modelo que sustenta esa ley fue legitimado y consolidado mediante el Decreto N 527/05 del Poder Ejecutivo Nacional que prorrog, por diez aos, las licencias de los actuales prestadores de servicios de radio y televisin.

    Por qu acercarles a ustedes, en esta sesin inaugu-ral, esta problemtica tan particular tan argentina ?

    Porque no quisiera que mi presencia hoy, aqu, en este mbito acadmico estuviese desligada de ese contexto de experiencias. Desde l adquieren sentido ciertos recor-ridos tericos. O al menos, desde donde quiero refl exionar con ustedes acerca de la temtica especfi ca que escog para este encuentro: los problemas de carcter poltico y terico que suscita la articulacin entre comunicacin y ciudadana.

    Como ustedes saben se trata de una articulacin bastante reciente en nuestro campo de estudios, ya que si bien comienza a perfi larse durante los aos 90, es a partir de principios de este siglo que ella se despliega en casi cualquier texto de comunicacin, en especial, en aquellos que tratan de dar cuenta de las dimensiones polticas de la comunicacin3.

    No sera posible aqu, ni es mi intencin, pasar revista a esos textos en una suerte de balance que nos permitiera establecer la consistencia y productividad de esa articulacin para comprender lo que en general ella promete: por un lado el reconocimiento del modo en que se desarrollan los procesos de produccin de la hegemo-na; por otro, la constitucin de sujetos polticos en las sociedades actuales.

    Ms bien, tratar de compartir con ustedes un con-junto de refl exiones y avances producidos conjuntamente con un equipo de investigacin con el cual llevo adelante el Programa de Estudios sobre Comunicacin y Ciudadana en el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Crdoba, y que justamente tienen la preten-sin de ir desbrozando el campo. Es decir que pretenden reconocerlo, precisarlo, cuestionando la emergencia de la nocin de ciudadana en los estudios de comunicacin y cuestionando la articulacin entre ambas nociones, no para negar su validez, sino justamente para poder sustentarla y precisar sus alcances y su valor.

    Esa pretensin no es casual. Comparto lo que ya hace mucho tiempo, en 1987, planteara Jess Martn Barbero (1987, p. 220-224) con respecto al estado de los estudios de comunicacin: la importancia de haber cuestionado las seguridades que una teora sociolgica, semitica o informacional poda brindarnos para comprender la comunicacin; la

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    importancia de reconocer que no exista un objeto llamado comunicacin que pudiese deslindarse con precisin verificable, sino que debamos construirlo haciendo inteligibles los mltiples intercambios y sen-tidos propios de los procesos sociales; la importancia de reconocer la riqueza y validez de la convergencia disciplinar para construir ese objeto, que no era obra de sistemticos planes acadmicos sino fruto del en-cuentro de miradas y preocupaciones que se negaban a escindir la cultura y la poltica para entender nuestras realidades. Pero reconociendo todo eso, siempre he sospechado que muchos trabajos, muchos estudios de comunicacin renuncian a esa tarea. Es decir, no construyen objetos de indagacin nuevos y diferen-ciados, sino que sustituyen trminos. No avanzan en precisiones categoriales sino que modulan con otra voz idnticos problemas, sin poder demostrar lo que la pretendida novedad ilumina o descubre.

    Algo de eso pas, y muchas veces lo he sos-tenido, con la nocin de recepcin y la promesa que vena de la mano de la esttica y la teora literaria, de los estudios culturales, del llamado paradigma de las mediaciones... Pas que el reconocimiento de la actividad de los receptores como productores de sentido se instal como el fruto ms preciado en numerossimos textos que se limitan a dar cuenta de la vinculacin medios-mensajes-usos-significados atribuidos, volviendo a restringir as la fecunda y compleja operacin cultural que nos proponan pensar quienes asuman las interacciones mediticas ms que como lectura situada y particular de unos bienes producidos industrialmente, como la marca distinti-va de una cultura mediatizada impensable por fuera de las matrices tecnolgicas, mercantiles, estticas y polticas que nos constituyen como receptores (Mata, 2001, p. 185).

    Tal vez por eso, trabaj durante algn tiempo tratando de elaborar un modelo conceptual que per-mitiese comprender la signifi cacin que ha tenido para nuestras sociedades la constitucin de los pblicos masivos, convencida de la necesidad de desnaturalizar las nociones de pblico que con fuerte sesgo empirista haban dominado los estudios sobre los efectos de la comunicacin desarrollados desde perspectivas socio-lgicas y psicolgicas conductistas y funcionalistas, as como desde algunas simplifi cadas corrientes dentro de los estudios de recepcin5 (Mata, 2001, p. 184).

    Ese trabajo nos permiti dar cuenta de un obje-to complejo el ser pblico postulando su condi cin de nueva formacin social y nueva referencia identi-

    taria cons trui da a partir de mltiples interpelaciones, y la necesidad de aprehender los mecanismos de su constitucin y el sentido que esa operacin tiene, como va para la comprensin del modo en que los indivi-duos nos reconocemos y actuamos en las sociedades mediatizadas (Mata, 2001). Y fue como resultado de ese camino que produjimos un cruce tenso entre esa condicin la de pblico de los medios y la condi-cin ciudadana.

    La tensin pblicos-ciudadana

    En diversas investigaciones realizadas segn nues-tra particular comprensin de los pblicos de los medios masivos, reconocimos la validez de lo postulado hace diez aos por Paul Virilio: los medios de comunicacin industriales disfrutan de una depravacin singular de las leyes democrticas. Una afi rmacin que sostiene en dos argumentos.

    En primer lugar, en la conviccin de que el cuarto poder es la nica de nuestras instituciones capaz de funcionar al margen de todo control demo-crtico eficaz, ya que cualquier crtica independiente dirigida contra l, cualquier solucin de recambio, son desconocidas por el gran pblico, simplemente porque no tienen ninguna posibilidad de ser difundidas con amplitud y, por consiguiente, de alcanzarlo (Virilio, 1996, p. 11). En segundo lugar, en la constatacin de una suerte de paradoja: mientras es ampliamente generalizado el rechazo de todo tipo de censura a los medios de comunicacin por parte de los Estados y los grupos polticos que en cada coyuntura ejercen el poder, se reclama a los directivos de esos medios res-ponsabilidad para decidir qu difundir y cmo hacerlo. Ese reclamo encubrira, segn Virilio, el reconoci-miento de una censura aceptable ejercida por los directivos de los medios. Una censura que no slo es legal, ya que poseen las atribuciones empresariales o institucionales para decidir qu se difunde y qu no, sino que, adems, es considerada legtima en tanto esos medios resultan consumidos por el gran pblico (Virilio, 1996, p. 62-63).

    Ese razonamiento le lleva a plantear la existencia, en nuestras sociedades, de una legitimidad informacional con un poder distinto al de la legitimidad democrtica,

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    una usurpacin de hecho, siempre presente (Virilio, 1996, p. 62); algo que en otro sentido la argentina Beatriz Sarlo puso en evidencia al refl exionar acerca de la democracia de la opinin como contrapuesta a la democracia de las insti-tuciones, contraposicin que reconoce como caracterstica de nuestras sociedades mediatizadas (ver Sarlo, 1995).

    Esa problemtica, expresada en el texto de Virilio, al igual que en las refl exiones de Sarlo, representaba para nosotros un verdadero desafo en trminos conceptuales y polticos: nos preguntamos si es posible que quienes hemos sido constituidos como pblicos seamos capaces de no delegar nuestros derechos a la libre expresin y a la informacin en tanto existe un mercado, es decir, un sistema de produccin industrial, de distribucin y consumo de los bienes comunicativos-culturales, que es hoy hegemnico como instancia de organizacin de los intercambios simblicos.

    Esa pregunta se vinculaba con la reconceptualiza-cin que en el campo de las ciencias sociales y polticas se vena desarrollando con respecto a la nocin de ciudada-na6, y que permite pensarla como prctica que implica la capacidad de ser sujeto en todos los mbitos en que se construye el poder y, por consiguiente, como prctica que implica el participar efectivamente en la elaboracin de las reglas que, con validez de norma instituida o legi-timada, tienen capacidad de ordenar la vida en sociedad. Esa conceptualizacin implica reconocer, como lo plantea el chileno Manuel Garretn, que la gran contradiccin contempornea es que la multiplicidad de posibilidades de constitucin de sujetos se enfrenta, sin embargo, a la apro-piacin -por parte de algunas naciones, Estados, empresas, instituciones, actores- de los instrumentos que permiten dicha constitucin, como la riqueza, los conocimientos, el poder, la expresividad de lo subjetivo, la afectividad y la comunicabilidad (Garretn, 1995, p. 105).

    En ese sentido, la prctica ciudadana nombra no slo el ejercicio de deberes y derechos de los individuos en relacin con el Estado, sino un modo especfi co de aparicin de los individuos en el espacio pblico caracterizado por su capa-cidad de constituirse en sujetos de demanda y proposicin respecto de diversos mbitos vinculados con su experiencia. Es decir, por su capacidad de intervenir en el espacio pblico tratando de revertir esas apropiaciones de derechos y posibili-dades. Una ampliacin de la nocin de ciudadana que como indica Martn Hopenhayn (2005, p. 255) permite pasar del individuo como sujeto privado y libre de accin, al individuo como forjador de proyectos.

    6 Ver, entre otros aportes que dan cuenta de esas reconceptualizaciones, el esclarecedor trabajo de Hugo Quiroga El ciudadano y la pregunta por el estado democrtico.

    Indudablemente, en nuestras sociedades media-tizadas, si bien el espacio pblico integra numerosos mbitos y modalidades de organizacin, los medios ma-sivos y las redes informticas adquieren una centralidad insoslayable, como escena privilegiada de intercambios. Por eso las refl exiones sobre la condicin ciudadana como condicin necesaria de la democracia resulta limitada si no se relaciona con esta nueva caracterstica del espacio pblico.

    Esa es la primera razn por la cual considero vlida en trminos polticos y analticos la articulacin comu-nicacin-ciudadana. De ah la necesidad de dar cuenta, aunque sea de manera general, de qu modo los ciudada-nos se hacen visibles en el espacio meditico, de analizar cules son las representaciones que los medios construyen de la ciudadana, y cmo se auto-representan en tanto espacios de ciudadanizacin, es decir, como espacios de visibilizacin y produccin de derechos y deberes.

    Cmo somos ciudadanos en los medios?

    Cotidianamente, los medios y redes de informa-cin nos dicen lo que somos y nos ocurre en un decir que nos interpela y nos constituye desde la adhesin o el rechazo que, en variados grados y modos, ellos suscitan. La informacin sobre nosotros mismos y la realidad que hacemos y vivimos y que los medios nos proveen a travs de miles de palabras e imgenes no es el nico alimento para pensarnos y actuar. Sin embargo, la magnitud que ad-quieren en nuestras sociedades mediatizadas esas palabras e imgenes, la fuerza que alcanzan en tanto no podemos pensarnos sin ellas sobre todo sin la relacin con ellas que se ha vuelto un modo dominante de relacionarnos con los dems les confi ere un estatuto particular: podemos reconocerlas como regulaciones discursivas que expresan, instauran y reproducen regulaciones sociales.

    Si tomamos para nuestro anlisis los medios de mayor consumo en nuestros pases, la radio y la televisin, podemos reconocer, al menos en el caso de la Argentina, tres fi guras emblemticas bajo las cuales los programas de informacin y opinin de la mayor parte de esos medios audiovisuales presentifi can a los ciudadanos.

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    El ciudadano como sujeto de necesidad

    La prdida de derechos bsicos que se expresa hoy en las crecientes situaciones de pobreza, desnutricin, falta de instruccin y marginacin de todo benefi cio de carcter social es, sin duda, uno de los modos emblemticos de representacin de los ciudadanos. Las pantallas y ondas se pueblan de imgenes lacerantes: nios que mueren de hambre, inundados sin lugares adnde vivir, vctimas de delitos pblicos y privados... todos estn all todo el tiempo. Nadie puede alegar ignorancia o desconocimiento al punto que ciertas imgenes se convierten en motivo de conversacin cotidiana. Ms que opinin pblica -producto de deliberaciones, confrontaciones y acuerdos-, esos casos se convierten en parte de la agenda pblica construida desde las agendas informativas.

    As, uno de los modos de representacin ms extendidos es el de los ciudadanos como sujetos de necesi-dad. Los modos de aparicin de esos sujetos de necesidad pueden variar, recorriendo el arco que va desde la exhi-bicin impdica del dolor, desde un uso de cmaras y micrfonos destinado a promover lgrimas y gritos, hasta el tratamiento distante impuesto por cifras, opiniones expertas y fi ltros para emborronar rostros y desfi gurar las voces de los protagonistas de los casos presentados. De todos modos la aparicin es predominantemente del orden de la exhibicin y, en ocasiones, vinculada a la lgica del acontecimiento. As, la pobreza permanente y generaliza-da es mostrable cuando se hace estallido en un poblado, cuando ya los cuerpos esquelticos remiten a Biafra a la irrupcin de lo impensado en nuestra realidad ; as, la degradacin sistemtica del ambiente y la imprevisin gubernamental se vuelven noticias cuando las aguas redi-sean la traza urbana de una ciudad o cuando los niveles de contaminacin ya han dejado secuelas irreversibles en la salud de la poblacin.

    El ciudadano, sujeto de necesidad e indefenso ante el poder, es el emblema de la no-ciudadana, el emblema de quien prcticamente ha perdido el derecho a tener derechos7. Sus apariciones episdicas y fulgurantes, pero constantes, remiten a un estado permanente de cosas que, cerrado sobre s mismo, encubre sus causas y vinculaciones estructurales.

    7 Retomamos en este sentido la idea de Hanna Arendt en tanto desde el estado de necesidad se produce una situacin de privacin mayor: la privacin de la mundanidad que implica posibilidades de hablar y ser reconocido por otros.

    8 Segn lo plantea Isidoro Cheresky en Ciudadana, opinin pblica y medios de comunicacin.

    El ciudadano como sujeto de demandas

    Un segundo modo de representacin nos muestra a los ciudadanos como sujetos de demanda. Son los mismos carenciados quienes tambin pueblan las ondas y pantallas a partir de su capacidad de reclamar, a travs de organiza-ciones especfi cas o en movilizaciones de carcter amplio. Los medios de comunicacin masivos daran cuenta, de ese modo, de lo que Jess Martn Barbero ha llamado la ciu-dadanizacin de la poltica, aludiendo con ello al complejo proceso en el cual se entretejen la caducidad de las organi-zaciones antes encargadas de representar a los individuos como partcipes de un proyecto colectivo y nuevos modos de expresin de anhelos, intereses, bsquedas, que encuentran en ciertas lgicas mediticas la posibilidad de recuperar dimensiones sensibles (Martn Barbero, 2002).

    En este sentido la aparicin de los ciudadanos como sujetos de demanda en los medios es presentada como garanta de su condicin de tales, porque como bien ha sealado Isi-doro Cheresky, ms all de los aspectos jurdicos de la nocin, al decir ciudadana se alude tambin a los individuos que participan de alguna forma de la deliberacin pblica y ms especfi camente de la vida asociativa poltica y poltico-social y, en ese sentido, son ciudadanos aquellos que manifi estan inters efectivo en los asuntos pblicos, es decir que traducen una condicin potencial en alguna forma de actividad, aunque sea tan slo la de constituir opiniones publicitadas 8.

    Independientemente de las versiones que esos me-dios, como actores implicados en la dinmica social, producen respecto de las verdaderas metas que los ciudadanos activos persiguen con sus demandas y reclamos; independientemente de las peculiares interpretaciones a que son sometidas sus acciones por parte de los periodistas y conductores de progra-mas; independientemente de la fugacidad y fragmentariedad con que prcticas sostenidas y construidas cotidianamente se dejan ver u or, la presencia en la escena meditica otorga visibilidad y condicin ciudadana, signifi ca su irrupcin en el espacio pblico. Organizaciones sociales y reivindicativas de diverso tipo pueden ser ensalzadas o denigradas por los medios masivos; pueden ser califi cadas como artfi ces o destructoras del rgimen democrtico; a pesar de ello estn ah con la fuerza constativa del derecho asumido, ejercido; con la fuerza constativa de haberse reconocido sujetos de

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    derecho frente al poder o los poderes que los desconocen y de actuar en consecuencia.

    El ciudadano como sujeto de decisin

    Un tercer modo emblemtico de representacin de los ciudadanos en los medios masivos es el del individuo con posibilidades de tomar decisiones polticas: el argentino elector. Un argentino elector que se representa especfi ca-mente en coyunturas electorales pero cuya fi gura se expande y recrea como fruto de la actividad de los propios medios, a travs de variadsimos modos de consulta, algunas de las cuales llegan a incluir momentos cuasi-deliberativos, en tanto suceden a la exhibicin de debates entre representantes de diferentes idearios.

    Un conjunto heterogneo de temas -popularidad de personajes artsticos, posibles culpables de delitos, medidas a tomar por entes gubernamentales, entre otros- son sometidos cotidianamente a consideracin de una audiencia convertida en electora mediante sistemas de encuestas, de votos telefnicos, o de votos presenciales en los auditorios donde se desarrollan programas en vivo.

    Si los sujetos de necesidad estn en los medios como demostracin de marginacin de la vida en comn cons-tituida por deberes y derechos, si los sujetos de demanda visibilizan la caducidad o debilidad de anteriores formas polticas de representacin, los sujetos de decisin constituyen el modelo meditico de la democracia: el que se construye con el voto individual, con la eleccin desde la intimidad hogarea mediante el recurso a algn dispositivo tcnico o desde la interpelacin igualmente tcnica que producen las encuestas de opinin sobre variadas cuestiones de carcter pblico9.

    La auto-representacin de los medios

    A partir de estos modos de presencia emblemticos de la ciudadana en los medios masivos de comunicacin,

    9 He trabajado esa problemtica en Comunicacin, ciudadana y poder: pistas para pensar su articulacin (Mata, 2002).10 Trabajamos con una veintena de organizaciones de diverso tipo: sindicatos, organismos de derechos humanos, asambleas barriales,

    grupos de vecinos nucleados en torno a demandas urbanas, cooperativas y comedores populares, grupos de mujeres, ahorristas y deudores damnifi cados.

    ellos han construido una representacin de s mismos como espacios de saber y colectivizacin de saber vinculados con la condicin ciudadana, como lugares insustituibles para la vida en comn y la produccin de la poltica. Desde la visibilizacin de la exclusin hasta la proposicin de alternativas para el ejercicio de las decisiones, pasando por sus ejercicios investigativos y la escenifi cacin de debates en torno a cuestiones de la ms diversa ndole, la radio y la televisin se erigen a s mismas como insustituibles recursos para la accin de las grandes mayoras sociales en tanto ella requiere de datos, informaciones y nociones que la orienten. De ah que, en buena medida, sustraerse a su consumo signifi ca una restriccin de las posibilidades deliberativas por desconocimiento de lo que est en jue-go, por separarse de lo vuelto comn a travs de palabras e imgenes que ellos producen y difunden.

    Fue justamente esta auto-representacin de los medios la que sometimos a anlisis en una investigaci-n que realizamos hace algn tiempo en la Escuela de Ciencias de la Informacin de la Universidad Nacional de Crdoba y que constituy la primera etapa de un pro-grama institucional orientado a comprender el papel de la informacin proporcionada por los medios masivos en orden al ejercicio de la ciudadana (Mata et al., 2003).

    En el marco de las elecciones presidenciales que tuvieron lugar en abril de 2003, cremos pertinente indagar de qu manera la informacin brindada por los medios masivos de comunicacin era reconocida por los ciudadanos cordobeses como elemento signifi cativo a la hora de decidir su voto. El objetivo del estudio consista en poder valorar el papel de la informacin ponindola en relacin con el conjunto de dispositivos que se activan en los momentos de decisiones electorales: pertenencias y tradiciones partidarias, conocimientos acumulados acerca de la realidad, experiencias sociales, polticas y cotidianas. Esperbamos contar, a partir de dicha investigacin, con elementos orientadores para pensar la relacin ciudadana-medios-informacin complejizando la simple necesidad de lograr la presencia de diversos actores en los medios como caucin de legitimidad y expresividad social y po-ltica de la ciudadana.

    Uno de los resultados ms contundentes de esa investigacin en la que participaron grupos representativos de diversas organizaciones ciudadanas10 fue la constatacin de la mediocridad de la informacin social provista por

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    los medios masivos, para utilizar la expresin acuada por Alain Minc (1995) y que alude, entre otras cuestiones, a la denegacin de la informacin de base sobre recursos y proyectos econmicos y sociales, la oscuridad acerca de los procedimientos con que ellos se distribuyen y gestio-nan, la falta de datos precisos acerca de la diferenciada situacin de sectores involucrados en diversos temas, la no identifi cacin de fuentes pertinentes para cada tpico, la saturacin del receptor a partir del sobredimensiona-miento de temas superfl uos.

    Los ciudadanos cordobeses conocan muy poco acerca de las elecciones en las cuales estaba en juego nada menos que la nueva conduccin poltica del pas en general slo se conocan algunos candidatos, ciertas propuestas generales, fechas, modalidades de la votacin . Ese escaso conocimiento tena una fuente privilegiada, los medios masivos de comunicacin bsicamente la radio y la televisin , ya que las reuniones de carcter partidario, la propia prctica organizativa, los lugares de trabajo y las relaciones familiares o amicales no aparecan identifi cados como mbitos de informacin.

    La escasa informacin fue valorada negativamente por todos los grupos y asociada a un cierto estado de confusin en tanto impeda la comparacin, la discrimi-nacin de proyectos, una mayor fundamentacin de la eleccin a realizar. Pero esa valoracin negativa no estaba acompaada por demandas precisas acerca del tipo de informacin necesaria para tomar decisiones. Como si, de alguna manera, el efecto ms grave de la desinformacin fuese la imposibilidad de identifi car el saber necesario para actuar, ms all de que ese saber pudiese contribuir al logro de un resultado electoral positivo para la sociedad en general y los grupos participantes en la investigacin en particular.

    La escuela, la familia, los dirigentes, los partidos polticos, la iglesia, los intelectuales fueron los espacios y actores identifi cados, por algunos ciudadanos, como posibles oferentes de un impreciso saber. Mientras tanto, los ciudadanos no confi aban en que los medios masivos pudiesen proporcionar ese saber.

    ...vos no conocs las propuesta porque los medios no te van a dejar pasar una sola gota de una propuesta. (Trabajador afi liado al Sindicato nico de Obreros y Empleados Municipales). Es terrible las cosas que te venden los medios. Porque, qu se yo, que nos ocupemos tanto de si Carlos Menem tiene un hijo o no. Pensar que en este pas pods ganar las elecciones porque a los 60 aos tens un hijo... Los

    medios le dan bolilla a eso. O te tienen dos das enteros con la muerte de un tipo que fue gobernante y que de pronto se convirti en un hroe... As sube y baja un candidato. (Mujer integrante de una organizacin femenina).

    A m los medios me tienen decepcionado. Vos mirs todos los programas polticos de Buenos Aires, estuviste dos horas frente al televisor y te vas a acostar y decs no hay nada claro; son los mismos que vienen dicien-do lo mismo, los mismos participantes de lo mismo. (Integrante de un grupo de vecinos organizados contra emprendimientos inmobiliarios que afectan las condiciones de vida urbanas).

    Los resultados obtenidos en aquella investigacin permiten afi rmar que la labor que cumplen los medios masivos de comunicacin en pocas electorales y con relacin a la poltica, es enmarcada por la ciudadana en una valoracin de carcter ms general: los medios son reconocidos como instituciones vinculadas a los poderes econmicos y polticos, funcionales a ellos y controladas por ellos. Son caracterizados, en consecuencia, como me-dios de los que ya saben lo que puede esperarse: nada que benefi cie al pueblo. Su importancia estriba en la capacidad que tienen para construir opiniones y para entretener o distraer a las personas de los temas verdaderamente im-portantes acerca de los cuales no se informa ni investiga. La realidad se tergiversa para acatar los dictados del poder; las fuentes adversas a ese poder no son tenidas en cuenta y si bien se reconoce que existen medios alternativos y periodistas que se juegan, la censura y el control por parte de los dueos de los medios y de los gobernantes muestran los lmites de la libertad de expresin.

    Esas valoraciones ponen en cuestin la auto-re-presentacin de los medios masivos de comunicacin como dispositivos de un espacio pblico ciudadano, es decir, como espacio de interaccin que hace posible la colectivizacin de intereses, necesidades y propuestas en tanto brinda existencia pblica a los individuos y grupos visibilizndolos ante los dems. Es justamente eso lo que manifestaron necesitar las organizaciones con quienes tra-bajamos. No tanto unas informaciones de las que carecan, sino que los medios cumplieran una funcin orientada a producir articulaciones ciudadanas y a cubrir las distancias existentes entre la ciudadana y quienes ejercen funciones dirigenciales en trminos polticos.

    Nosotros no nos sentimos refl ejados por esos medios. Creemos que hay otra opinin, otro punto de vista, otra

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    perspectiva distinta. (Integrante de una Asamblea barrial).

    A m me gustara que los medios salgan a los barrios, tomen las necesidades de la gente y despus vayan a los polticos y les digan usted est diciendo esto pero el pue-blo quiere esto. Ese tipo de informacin y confrontacin, creo yo. (Integrante de grupo de vecinos organizados en torno a problemas urbano-ambientales).

    ...que piensen en el pueblo... que informen para el pueblo. (Integrantes de la Asociacin de Deudores Argentinos).

    Y que si uno est escuchando una radio y llama, que el mensaje salga como uno lo dice, no que lo cambien. Y que si tienen ganas de estar ah que trabajen bien, que sea abierto y no que te digan no te podemos atender porque estamos ocupados... (Integrante del grupo Vecinos Autoconvocados).

    ...que traten de representarnos, que pregunten lo que nosotros como ciudadanos preguntaramos, que no tenemos acceso a tener el candidato al frente... (Traba-jadora afi liada al Sindicato de Luz y Fuerza).

    La mediacin entre la ciudadana y el poder, entre el pueblo y los candidatos, entre los pobres y el conjunto de la poblacin fue, sin duda, una de las necesidades que escuchamos con ms persistencia en los grupos entrevista-dos. En ella es posible reconocer el quiebre de los sistemas de representacin, as como el reconocimiento del enorme poder atribuido a los medios masivos en su calidad de conformadores de la opinin pblica y de los temas que se instalan como agendas de discusin. Esa demanda, la de escuchar a la gente y trasladar lo que se escucha al resto de la ciudadana y a las esferas de poder, es expresada en trminos de servicio esencial a cumplir por los medios, a los que se reclama que no nos usen slo para tenernos sentaditos, entretenidos, nada ms.

    Otra necesidad es de carcter formativo. Se recla-ma a los medios que apelen a la capacidad de pensar de la gente, que den al pueblo informacin til para mejorar, que se recupere la historia y se proporcionen pautas ticas, que se busquen opiniones diversas y expertas para analizar los problemas, que investiguen, que nos formen, que ayuden a conocer los derechos ciudadanos. Esa demanda vinculada a la capacidad educativa de los medios puede

    leerse tambin en la que se hace a la escuela como institu-cin que debera contribuir con conocimientos vinculados a la posibilidad de tomar elecciones electorales, ya que si la educacin no se ocupa de eso, slo tens la tele.

    Por ltimo, se necesita visibilidad, presencia pbli-ca, canales para la vinculacin ciudadana: ...si nosotros tuviramos la oportunidad de difundir las cosas que hacemos de manera sistemtica y general, ms gente se dara cuenta que es posible hacer otra cosa... que lo que hay que hacer es participar, que vivir en democracia no es nicamente ir a votar una vez cada ao.

    Las valoraciones hechas por las organizaciones ciudadanas cordobesas respecto de los medios masivos no difi eren sustancialmente de las que, en condicin de pblicos de los mismos, hemos recogido a travs de diversos estudios de consumo realizados en Crdoba 11. La poblacin conoce al detalle las programaciones infor-mativas de los canales locales; identifi ca con precisin los conductores radiofnicos que lideran la audiencia. Sabe lo que puede esperar. Sabe lo que no puede esperar. Deseara, por ejemplo, que los informativos televisivos brinden datos precisos acerca de la realidad; investiguen lo que sucede; profundicen las noticias y les den seguimiento para que los hechos puedan ser debidamente comprendidos y valorados. Al mismo tiempo se espera que los periodistas tengan y manifi esten sensibilidad social ante la realidad que se vive y que se comprometan en ese sentido con el pblico. Se demanda a los periodistas independencia de juicio. Se desea todo lo que de algn modo los medios prometen o, mejor an, lo que han construido como auto-representacin. Al mismo tiempo, se sabe que nada de eso ha de ocurrir a raz de la mercantilizacin de los medios y de sus compromisos con los poderes econmicos y polticos dominantes.

    A partir de las constataciones realizadas, es evi-dente que en tanto pblico de los medios masivos los ciudadanos revelan una condicin de impotencia: desde la condicin de pblicos no se formulan las expectativas bajo la forma de derechos propios o de obligaciones de otros, o bajo la forma de desafo, de objetivos a lograr.

    Situados como pblicos frente a los medios que de distintos modos los presentifi can sea en su condicin de excluidos de todo derecho frente a los poderes econ-micos y polticos, sea como demandantes ante ellos, sea como sujetos convocados a elegir incesantemente entre las propuestas que pantallas y ondas hacen pblicas los ciudadanos se auto-defi nen como sujetos de indefensin, como individuos que ni siquiera esgrimen la rebelda del

    11 Aludimos a ellos en el artculo citado Medios desde dnde pensar la accin ciudadana? (Mata, 2003).

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    no-consumo porque ello signifi cara, a todas luces, negarse la posibilidad de ser parte del mundo en que se vive.

    Hablamos de sujetos de indefensin porque las cr-ticas y demandas frente a los medios no se traducen en acciones u opiniones que tengan niveles de colectiviza-cin visibles. No hay espacio en los medios masivos para mostrar a los excluidos del derecho de ser informados de otro modo; no hay movimientos que los agrupen para demandarlo; no hay al respecto debates abiertos en ondas y pantallas tras los cuales, an desde la intimidad del ho-gar y de manera individual, se los convoque a elegir unos programas u otros, unos medios u otros. Las mediciones de rating y las encuestas de consumo slo son recursos empresariales para optimizar ganancias o competir en el mercado.

    En ese sentido, la imposicin de la lgica mer-cantil como nico regulador de los medios tendencia creciente en nuestras sociedades eliminara la mera posibilidad de pensar cualquier efectivo ejercicio de la ciudadana es decir, de la reivindicacin de derechos y el ejercicio de deberes en ese terreno. Ciertamente, cualquiera puede negarse a comprar lo que el mercado oferta, pero lo grave es que la idea de que nos pueden vender la informacin, la cultura, el entretenimiento ha sido instalada como idea legtima, y que el nico recurso oposicional parece ser una simple abstencin de consu-mir, asumida de manera individual y sin consecuencias transformadoras.

    Pblicos y ciudadanos: convergencias

    Es en este punto donde ubico la tensin que considero necesario asumir como constituyente de la problemtica comunicacin-ciudadana tanto en trmi-nos polticos como conceptuales: en la imposibilidad de pensarla sin reconocer, al mismo tiempo, la condicin de pblicos que los ciudadanos tenemos en nuestras socie-dades mediatizadas.

    Por eso mismo, cremos necesario hacer visible conceptualmente esa convergencia entre dos condiciones de sujeto desde las que actuamos y cuya escisin podra llevarnos peligrosamente a esas simples sustituciones de trminos a las que me refer antes, cuando de lo que

    se trata es de construir nuevos problemas y objetos de conocimiento. Porque sin una adecuada comprensin de esa convergencia, los ciudadanos podran ser, sin ms, el simple equivalente de los pblicos y nada hubiramos ganado con el cambio terminolgico para profundizar, por ejemplo, nuestras refl exiones sobre la comunicacin y la democracia.

    A partir de esa necesidad elaboramos una no-cin, la de ciudadana comunicativa, que entendemos como el reconocimiento de la capacidad de ser sujeto de derecho y demanda en el terreno de la comunicacin pblica, y el ejercicio de ese derecho. Se trata de una nocin compleja que envuelve varias dimensiones y que reconoce la condicin de pblico de los medios que los individuos tenemos en las sociedades mediatizadas.

    La nocin de ciudadana comunicativa remite necesariamente a derechos civiles la libertad de ex-presin, el derecho a la informacin, la posibilidad de exigir la publicidad de los asuntos pblicos, etc. , jur-dicamente consagrados por diversos instrumentos tales como la constitucin de los Estados, leyes, decretos, disposiciones reglamentarias. En este sentido, y como ocurre en general con los derechos civiles, la ciudadana comunicativa representa un lmite a la accin del Estado con el fi n de garantizar la libertad de las personas12 y representa un estatus jurdico.

    Por otro lado, recuperando el concepto republi-cano de ciudadana, que asocia el ejercicio ciudadano al compromiso de las personas con la cosa pblica, es decir, la participacin en la deliberacin pblica y en la contingencia poltica, y el compromiso activo en la construccin colectiva de proyectos de sociedad (Hopenhayn, 2005, p. 215), la ciudadana comunicativa implica el desarrollo de prcticas tendientes a garantizar los derechos en el campo especfi co de la comunicacin. En ese sentido, la nocin excede la dimensin jurdica y alude a conciencia prctica, posibilidad de accin.

    Pero adems, la ciudadana comunicativa in-volucra dimensiones sociales y culturales vinculadas a los valores de igualdad de oportunidades, calidad de vida, solidaridad y no discriminacin (Hopenhayn, 2005, p. 216) presentes en los llamados derechos de tercera generacin. De este modo, la ciudadana co-municativa se entrelaza con las referencias identitarias y los reclamos ms generales de igualdad ya no slo en relacin al Estado sino en relacin con la accin del mercado y todo tipo de dispositivos que promueven la desigualdad.

    12 Tal como lo plantea Martn Hopenhayn (2005, p. 215).

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    Pensada de este modo, y reconociendo la indiso-ciable articulacin entre discurso y accin, el ejercicio de la ciudadana comunicativa se vuelve imprescindible para la existencia de una sociedad de ciudadanos. Si no existen posibilidades de ejercer ese conjunto de derechos y prcticas expresivas, se debilitan las capaci-dades y posibilidades de los individuos para constituirse como sujetos de demanda y proposicin en mltiples esferas de la realidad, toda vez que la produccin de esas demandas y proposiciones resulta impensable sin el ejercicio autnomo del derecho a comunicar, es decir, a poner en comn.

    Es por eso que la emergencia de la cuestin ciudadana en los estudios de comunicacin adquiere sentido poltico. Porque a partir de ella podemos y debemos revelar hasta qu punto la apropiacin de los recursos expresivos de carcter pblico por parte del Estado y el mercado es reconocida como lmite sustantivo del ejercicio del conjunto de derechos que hacen democrtica a una sociedad.

    La necesaria complejidadAhora bien, cmo hacer de esta cuestin un re-

    curso productivo a la hora de pensar nuestras sociedades? Cmo abordar su anlisis con fi nes de comprensin e intervencin en trminos de polticas comunicativas y culturales orientadas a democratizarlas?

    Dado que el orden social imperante est hecho de desigualdades, confl ictos y tensiones entre sectores dotados de poder y excluidos de l, sostenemos que el ejercicio de la ciudadana comunicativa reconoce niveles diferenciados.

    Uno es el nivel de la ciudadana comunicativa formal, representada por el conjunto de individuos depositarios de derechos consagrados jurdicamente en el campo comunicativo. Pero otro, es el que deno-minamos ciudadana comunicativa reconocida, es decir, la condicin de quienes conocen tales derechos como inherentes a su condicin de integrantes de una comunidad determinada. Y otra es la ciudadana co-municativa ejercida, reconocible en quienes desarrollan prcticas sociales reivindicatorias de dichos derechos, en pos de su vigencia y/o ampliacin. Y fi nalmente otra es lo que podramos llamar ciudadana comunicativa ide-al, aquella que, desde postulaciones terico-polticas

    y de expectativas de transformacin social, se plantea como utopa o meta alcanzable en vinculacin con los procesos de democratizacin de las sociedades.

    Son esos diferenciados niveles o grados de existen-cia de la ciudadana comunicativa los que debemos indagar en cada situacin particular si pretendemos que la emer-gencia de esta cuestin en los estudios de comunicacin sea algo ms que una simple novedad terminolgica.

    Del mismo modo, as como desde la teora social y poltica se plantea que la condicin ciudadana no es un estado natural de los individuos, sino una condicin y prctica resultante de rdenes sociales confl ictivos e histricamente situados, el trabajo con la nocin de ciudadana comunicativa implica, por un lado, reco-nocer la existencia de actores en pugna: quienes tratan de obtener, usufructuar y ampliar derechos, quienes tienen el poder legtimo y/o legal de concederlos y quienes obstaculizan, pervierten o restringen tales de-rechos. Por otro, implica reconocer que el ejercicio de esa condicin debe vincularse no slo con los aspectos jurdicos que son su sostn ms visible, sino con las condiciones econmicas y polticas de cada coyuntura particular, as como con las condiciones culturales que la posibilitan o limitan.

    Las regulaciones comunicativas vigentes en una sociedad determinada, las lgicas informativas predominantes, los recursos tecnolgicos disponibles para diferentes sectores sociales, las modalidades de organizacin social y poltica deben ser tenidas en cuenta como condiciones objetivas para el ejercicio de la ciudadana comunicativa. Pero existen mltiples condiciones subjetivas que deberemos interrogar a fi n de no simplifi car nuestros anlisis. Los modos de ima-ginarse como sujetos de derecho propios de diferentes individuos y colectivos sociales, sus maneras de vincu-larse con quienes detentan la legalidad y legitimidad social para expresarse y producir normas al respecto, las representaciones hegemnicas y contrahegemnicas acerca de lo que signifi ca comunicarse y comunicar hoy, en sociedades mediatizadas, las expectativas depositadas en las instituciones, los medios, las propias fuerzas ex-presivas, son dimensiones ineludibles para comprender hasta dnde y en qu condiciones la indefensin o la impotencia de los pblicos es una condicin irrever-sible o no para reivindicar el derecho a informarse, a expresarse, a ampliar el espacio pblico con mltiples palabras.

    Para volver al punto con el que comenc estas refl e-xiones, no basta, para el caso argentino, atribuir al enorme po-der econmico de las corporaciones de medios y tecnologas

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    de la informacin y a las complicidades que el poder poltico mantiene con ellas la vigencia de la Ley de Radiodifusin de la dictadura militar. Tampoco creo que podra explicarse esa vigencia por la debilidad de movimientos alternativos en el campo de la comunicacin, cuando el pas cuenta con sig-nifi cativas organizaciones sindicales de prensa, con redes de radios comunitarias, con entidades y asociaciones acadmicas que promueven ideas crticas y posturas democrticas.

    Seguramente todos esos aspectos deberan ser analizados para encontrar claves de comprensin de nuestra situacin. Pero ese anlisis no debera eludir una profunda refl exin acerca de las variadas condiciones que en Argentina han debilitado la conciencia y la prctica social en relacin con la necesidad y viabilidad de un ordenamiento jurdico que siente, a su vez, condiciones diversas y democrticas para la expresividad del conjunto de la sociedad. Es decir, todos esos aspectos y seguramen-te otros ms deberan ser interrogados desde esa zona que nombra la articulacin ciudadana-comunicacin y que a nuestro entender restituye la complejidad de las dimensiones polticas y culturales en nuestro campo de estudio. Una complejidad a la que debemos apostar para que la cualifi cacin acadmica que se persigue en nuestras universidades con sus carreras de postgrado permita, a su vez, la cualifi cacin de la vida en nuestros pases.

    Referencias

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