Marisol en La Antartica

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  • Ilustraciones y cubierta; Juan Espnoza Diagramacin:

    Mauricio Fresard Diseo de cubierta; Mauricio Fresard

    Violeta Diguez Ediciones sm Chile S.A.

    Pocuro 2087, Providencia, Santiago.

    ISBN: 956-264-186-4 Depsito legal; 125.922

    Primera edicin: mayo de 2002,3.000 ejemplares.

    Impresin; Imprenta Salesianos S.A. Butnes 19,

    Santiago.

    IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE.

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    Ser feliz con todas y cada una de

    las cosas que poseo y tomar

    todas las oportunidades para ser

    mejor.

  • Llegada a la Antartica

    .\HORA DESPUS de haber terminado

    im largo, largusimo viaje por tierra, aire y mar,

    al fin llegaron a su destino, a la isla Rey Jorge,

    en pleno territorio antartico chileno.

    Marisol haba pensado muchas veces en

    este momento: primero, en que enfrentara una

    helada maana desconocida y sus pies tocaran

    los verdes liqenes tan suaves como alfombras,

    como estaba sucediendo ahora mismo que

    respiraba un aire tan diferente y puro. No haca

    tanto fro despus de todo, no tanto como

    esperaba. Lo que la impresion fue la blancura

    que vea por todas partes: nieve, tmpa nos de

    hielo gigantescos y agua transparente

    dominaban el paisaje. Unas

  • pocas manchas verduscas interrumpan el

    inmaculado color blanco impregnado de si-

    lencio, un silencio que permita or claramente

    las voces de su vaco de pasajeros, en la pista

    helada de la base Teniente March.

    - ste es el seor Matus -present su

    padre muy contento- El nos guiar hasta

    nuestra casa. sta es mi valiente familia que me

    ha acompaado hasta ac.

    - Iremos a ver las focas? Vamos a jugar

    en la nieve, quiero hacer un mono inmenso!-

    exclam Panchito, como de costumbre,

    alborotado.

    - Primero tos instalaremos, nios, hay

    mucho que hacer y espero que todos pongan el

    mximo de su parte- aclar doa Ester;

    sonriendo, al mismo tiempo que intentaba

    ordenar sus cabellos colorines agi tados por la

    ventisca.

    - Ya llegamos- anunci el seor Matus,

    detenindose frente a una pequea casa roja

    con la puerta y las ventanas azules.

    - Nuestro hogar en la Antartica- afirm la

    seora Ester con los ojos hmedos y brillantes,

    entrando a la casa.

  • - Una casa roja sobre la nieve! -Mi casa

    en la Villa Las Estrellas!- grit Panchito dando

    un salto.

    Haban llegado entusiastas con la sonrisa

    a flor de labios y las miradas curiosas,

    intentando hacerse cargo de ese lugar de

    maravillas, en el que a pesar de su majes-

    tuosidad no se sentan extraos, sino invitados

    de honor. Era casi como estar en la luna, algo

    misterioso que prometa aventuras fantsticas

    en un lugar de ensueo.

    Marisol recordaba paso a paso como

    cruzaron el hall de entrada donde se sacaron la

    ropa de abrigo, en una casa que alguien haba

    calefaccionado y que desde el comienzo ios

    acoga. Luego todos se movilizaron para

    desempacar y ordenar en pocas horas la

    cantidad de cajas que los haban precedido. Y

    sobre todo ella tena muy claro el preciso

    momento en que abri por primera vez la

    puertecilla blanca que la condujo a su pieza,

    una pequea pieza de paredes amarillas que

    sera su dormitorio. Primero desempac la caja

    de l ibros y los fue poniendo uno a uno sobre el

    estante tambin blan

    co: los libros de Hnid Blyton que tanto la en-

    tretenan porque en ellos las nias hacan cosas

    divertidas y peligrosas como ella todava no se

    atreva a realizar; los poemas de Gabriela

    Mistral que la haban hecho mirar la

    Naturaleza de una forma distinta, como

    escuchando las voces de los rboles, de la

    tierra, de las flores del bosque, incluso de sus

    races; sus antiguos libros de cuentos, en cuyas

    pginas reviva siempre sus das de nia, y el

    ms reciente, la biografa de Michael Jackson,

    su cantante preferid o. Tambin coloc en la

    segunda tablilla la caja del tesoro, es decir, la

    coleccin de fotos y artculos de revistas sobre

    Michael, obtenida pacientemente a lo largo de

    un ao de intercambios con Anita, su mejor

    amiga, y otros compaeros de curso. Tena ya

    cincuenta y cuatro fotos del cantante y en el

    momento que quisiera poda soar mirando a

    Michael, el bailarn y cantante que la haba

    deslumbrado con su aterciopelada voz, con su

    increble agilidad al bailar y por supuesto las

    canciones que tena grabadas en cinco cassettes.

    Despus acomod un poco de ropa

    J

  • en el closet y cuando todo estuvo en orden,

    cada cosa en su lugar y un lugar para cada

    cosa como deca su madre, Marisol se dirigi

    animosamente a la cocina.

    Estaba hambrienta y tiritaba de fro. Su

    madre y sus hermanos disfrutaban ya de una

    colacin caliente. Ella se sirvi un pedazo de

    torta de chocolate que le ofreci el seor Matus

    y una humeante taza de caf, que la hizo entrar

    rpidamente en calor. Luego, a pesar del aire

    fro, salieron juntos a conocer la isla

    acompaados de sus vecinos.

    -Marisol, no te quedes atrs- le advirti su

    padre alzando la voz, aunque no era necesario.

    Pero Marisol estaba demasiado concentrada en

    sus propios pensamientos.

    - En mi vida he sentido tanto fro- anun-

    ci Toms, su hermano mayor, con la nariz

    enrojecida.

    - La caminata te quitar el fro- se dign a

    decirle Marisol, interrumpiendo sus

    cavilaciones al mismo tiempo que estiraba

    enrgicamente sus piernas.

    El encuentro con los pinginos

    - Mira, MIRA los pinginos! Qu lindos son! Parece que nos estn espe-

    rando y nos quieren saludar- expres Toms

    absolutamente embobado-. Seores pinginos,

    desde hoy tenis nuevos vecinos y muy

    simpticos: la familia Reyes De la Fuente com-

    pleta ante ustedes, en su nombre y el mo os

    saludo con todo respeto y afecto. He dicho.

    - Cmo se las arreglan con tanto hielo?

    Ni siquiera tienen una parca como yo -

    pregunt Panchito- Se morirn congelados en

    el invierno, pap?

    - No, hijo, qu va, la Naturaleza es una

    madre muy sabia y los ha preparado conve-

    nientemente. Los pinginos han adaptado su

    organismo para soportar temperaturas

    bajsimas. Si t los miras bien vers que tie-

  • nen un plumaje muy tupido, pero lo que ms

    los protege es una capa de grasa que funciona

    como aislante, mucho mejor que una parca. Si

    hiciera calor se moriran sofocados. Ahora,

    cuando la temperatura baja demasiado, ellos

    simplemente se tiran al agua, porque nadan

    muy bien, y buscan por instinto, condiciones

    mejores. Est claro?

    - No los veremos ms, entonces -dijo

    Panchito preocupado.

    - Los ping nos siempre vuelven al lugar

    donde nacieron- agreg don Esteban-, Cuando

    llega la primavera regresan otra vez para

    reproducirse y formar una familia.

    - Eso ser si no se los comen los tiburones,

    las oreas o los capturan los cazadores de

    pinginos- puntualiz doctamente To- ms- Lo

    s, lo le en un libro, cuando era tan pequeito

    como Panchito.

    - No te creo nada, ests inventando

    Tomy, y no soy chico- aleg el nio enfu-

    rruado.

    - Cuntos pinginos alcanzas a ver?-

    pregunt el padre, mirando hacia los tmpanos

    donde estaban las pingineras.

  • - No podra contarlos- contest Toms. -

    Son demasiados/ ms de mil, mucho ms,

    podra decir multitudes.

    - Son tantos, porque han vuelto a su

    hogar, a los tmpanos de hielo antartico, han

    sobrevivido al viaje de otoo y por eso po-

    demos gozar de su presencia. Los veremos a

    menudo. No estn en peligro de extincin

    todava. Esta soledad los ha protegido.

    Luego volvieron lentamente a su casa sin

    dejar de contemplar ese mundo tan distinto

    que los reciba en un da de primavera que

    quedara para siempre grabado en sus

    memorias.

    Planes y dudas

    IVlS TARDE cenaron todos juntos una

    tallarinata improvisada en pocos minutos, pero

    muy exquisita, regada con abundante queso

    palmesano, despus prepararon lo necesario

    para integrarse al da siguiente a clases. Sus

    padres iran con ellos a la escuela ya que

    trabajaran all.

    Don Esteban era siclogo y les haba

    contado hace meses que se encontraba tra-

    bajando en un interesante proyecto de inves-

    tigacin sobre la conducta humana. La

    hiptesis que sustentaba era que el ser humano

    en armona consigo mismo y con sus

    semejantes es capaz de adaptarse satisfacto-

    riamente a situaciones difciles y qu mejor

    que la Antartica para comprobarlo? En esta

    regin el hombre y por cierto la mujer, de

  • ben enfrentarse a los rigores del clima, con

    temperaturas bajsnas, normalmente varios

    grados bajo cero, al aislamiento y, en general, a

    un medio que obliga a cambiar drsticamente

    los hbitos de vida, poniendo a prueba la

    capacidad de resistencia de las personas.

    Marisol entenda la idea de fondo, le

    pareca muy sencilla, porque todo es posible

    con amor. As lo senta ella, aunque su pap

    deba comprobarlo de un modo ms largo y

    complicado, con observaciones, apuntes y

    conclusiones irrebatibles.

    La tarea de don Esteban era observar a la

    gente en el terreno, sus emociones, gestos,

    relaciones humanas y comportamientos en

    diversas circunstancias para llegar a una con-

    clusin definitiva sobre la capacidad de

    adaptacin del ser humano.

    Qu sucedera maana? Marisol se senta

    inquieta, un poco asustada tambin, no le era

    fcil conocer a sus nuevos compaeros, en

    cambio su madre estaba fascinada con este viaje

    a la Antrtica, lo vea como una oportunidad

    extraordinaria no slo para co

    nocer un lugar maravilloso, como ella lo des-

    criba, sino tambin para pintar y dejar plas-

    mado en lienzos todo ese mundo blanco lleno

    de vida y misterio.

    Ester se senta tan feliz, lebrillaban los ojos

    y una sonrisa le iluminaba el rostro, mientras

    hablaba de los talleres de dibujo y pintura que

    hara en la escuela, de la exposicin que pre-

    parara para que las personas de cualquier otro

    lugar del mundo pudieran, a travs de esos

    cuadros, apreciar la majestuosidad y pureza de

    esta regin, diferente a todo paisaje que

    hubiesen visto antes. Un lugar donde la paz se

    respira en forma natural.

    - No se ran de m, s que puedo hacerlo y

    no es vanidad de mi parte. Estoy muy

    ilusionada con este proyecto, tanto que ya lo

    veo en mi cabeza. Slo tengo que organizarme

    y ponerme a trabajar.

    Todos tenan planes, esperanzas y sueos,

    pero Marisol no estaba segura de nada. Una

    sola pregunta rondaba su cabeza: volveran

    alguna vez a la civilizacin? Es decir, a las

    autopistas, las calles atestadas de gente, los

    malls y las escaleras mecnicas.

  • Su ingreso a la escuela al da siguiente, fue

    vivido con expectacin por toda la familia. Era

    un moderno establecimiento, con calefaccin

    por supuesto, alfombras de colores clidos en el

    piso, computadores en las salas de clases,

    pizarras blancas mviles, una interesante

    biblioteca en cada sala. Lo ms curioso fue la

    edad de los compaeros, slo cinco alumnos

    eran del nivel de Marisol, es decir sptimo

    bsico, tres cursaban enseanza media, y cuatro

    pequeos que estaban recin aprendiendo a

    leer. Fue un misterio para ella cmo slo dos

    profesores podran hacerse cargo de tan

    distintos alumnos. Camila, la menor de la

    escuela, fue la primera en acercarse a Marisol

    con un libro de cuentos en la mano y le pidi:

    - Lee para m, yo escucho.

    Sorprendida por la peticin, Marisol abri

    el libro y empez a leerle a la nia. A ella le

    encantaba leer y lo hizo con gusto, igual como

    le lea a Panchito para que se durmiera,

    cambiando las voces segn el personaje. Slo le

    falt terminar el cuento, pues

    Camila le dijo ahora yo soy la ta y t, Camila,

    me escuchas ya?.

    Con este recibimiento la nia se sinti

    muy pronto parte del grupo de compaeros,

    que en honor a la verdad la rodearon y la

    acogieron con entusiasmo, contndole infinidad

    de detalles sobre la vida en la escuela e

    invitndola a una fiesta esa misma noche.

    Camila la llev tomada de la mano casi

    toda la maana, para mostrarle las instalaciones

    de la escuela, y le iba presentando a las

    personas que encontraban en su recorrido.

    - Ahora yo soy Camila, tu amiga, y t eres

    amiga ma tambin. Cmo te llamas? Todava

    no lo s.

    - Marisol.

    - Mar y sol, mar y sol - repiti cerrando

    los ojos y gi rando sobre s misma-. Me gusta tu

    nombre, es lindo.

    - Eres muy simptica y gracias por ser mi

    gua hoy.

    - Maana jugaremos otra vez, me voy a

    mi casa- agreg la nia tomando su abrigo de

    lana rojo.

  • '90&

    El rayo de sol apagado

    LoS DAS pasaron rpidamente para los

    nios entre tareas y excursiones. Toms y

    lancho se acostumbraron muy pronto ai rigor

    del clima y a las limitaciones que ste impona,

    incluso hicieron amistades muy rpido.

    Adems de las clases diarias se las arreglaron

    para asistir regularmente al gimnasio a

    practicar volcibol con sus compaeros. Slo

    Marisol se senta extraa e incmoda. Algo

    todava no estaba claro y ella necesitaba tener

    todo en orden para sentirse realmente bien.

    Pero ni siquiera entenda lo que le pasaba. A

    veces se senta contenta y tomaba su guitarra

    para canturrear con su madre y sus hermanos.

    Otras veces se entretena bailando las canciones

    de Michael, mientras la msica vibraba en los

    audfonos, o bien

  • ayudaba a su mam en la cocina preparando su

    especialidad culinaria: exquisitos panqueques

    rellenos con manjar, que eran la delicia de sus

    hermanos. Hasta miraba con inters los bocetos

    de su mam. Mas, en ocasiones se encerraba en

    sus pensamientos y una tristeza que no saba

    de dnde vena la abrumaba, como ahora

    mientras dibujaba en un papel una casa de

    campo, con una humeante chimenea, rodeada

    de lamos y naranjos cargados de frutas y entre

    el pasto las rojas aaucas florecidas. Pens en

    ponerle tambin unas ovejas blancas y unos

    pjaros para que alegraran el da unindose a

    las canciones del viento entre los rboles, del

    suave viento que pasa cantando su secreta

    meloda. De pronto sinti unas ganas terribles

    de llorar, de ver a su abuelita Rosa, conversar

    con ella y quedarse acurrucada en sus dulces y

    gordos brazos. Dnde estaran sus amigos?

    Qu haran'en ese momento Isabel, Anita,

    Pedro, Rodrigo y su primo Sebastin? Cunto

    deseaba estar con ellos y contarles las

    novedades de esta nueva vida fra y solitaria.

    Seguramente sus amigos todava se jun-

    taban por las tardes, despus de hacer las

    tareas, para andar en bicicleta, escuchar m -

    sica o simplemente ver televisin, aunque ella

    ya no fuera parte de esas entretenidas

    reuniones.

    Qu sera de Paxi? Dnde estara la

    gente que pasaba por las calles? Seguiran

    caminando apurados all lejos? Qu ganas de

    escuchar el ruido de los autos! Qu ganas tena

    de ver la huella de los hombres en la tierra: un

    papelito arrugado en el suelo, el humo de las

    chimeneas en el cielo, las campanadas de la

    iglesia llamando a misa los domingos. Algo,

    cualquier cosa que rompa el silencio blanco que

    todo lo cubre como si fuera el hechizo de una

    bruja perversa que quisiera congelar tambin su

    alegra.

    Extraaba con intensidad los verdes r-

    boles cargados de frutas, las flores con su

    compaa de abejas, chinitas de la suerte y

    mariposas bailarinas, el trino chilln de los

    loros. Hasta ansiaba or el arrullo lgubre de las

    palomas en el techo. Senta el dolor pun-

  • zante de la nostalgia subindole por el cuello

    hasta humedecerle los ojos.

    Ya. no la debieran llamar Marisol, era

    demasiado absurdo nombrar al sol, si nunca

    calienta lo suficiente y se oculta casi siempre

    detrs de montaas de hielo, tormentas de

    nieve o ventiscas; mejor sera que la llamaran

    Soledad, porque eso era lo que senta: soledad

    de juegos y amigos, soledad silenciosa, blanca,

    helada. Y ahora mismo, se dijo Marisol

    decidida.

    -Mam, quiero pedirte algo- interrumpi

    agitada la nia.

    - Pues habla y veremos, si yo puedo y es

    bueno para ti y para todos, te lo dar, no lo

    dudes ni un segundo- contest doa Ester,

    apagando el televisor y mirndola con aten-

    cin.

    - No te costar nada, te lo aseguro. No

    quiero que me digas ms Marisol. Mi nombre

    es ahora Soledad. Qu te parece?

    - Si t lo quieres, as lo haremos, hijita.

    Aunque para pap y para m, t sers siempre

    nuestro rayito de sol, y ya sabes que nunca

    ests sola, aunque entiendo que esto no

    tl!>

  • sea fcil para ti a tu edad. En realidad para

    nadie ahora lo es. Hay cosas que a m tambin

    me cuestan mucho, como el asunto del agua,

    conseguir fruta y verdura, hasta frer un huevo

    y evitar que se congele es un acto tan complejo

    que da risa, en fin, para qu te digo ms?

    Aunque a pesar de esos problemas, la balanza

    se inclina a lo positivo. Pero te entiendo,

    Soledad, ms de lo que t crees. Ahora

    aydame a poner la mesa para cenar- pidi,

    ponindose de pie.

    - Con mucho gusto, mamita, y gracias por

    comprenderme. Que no se te olvide nuestro

    trato: tu hija se llama Soledad, Soledaaad -dijo

    Marisol rindose y recuperando su buen

    humor-. Voy a llamar a pap.

    La nia asom apenas su cara por la

    puerta entreabierta, pero el fro viento an-

    trtico golpe sus mejillas obligndola a entrar

    rpidamente.

    Al cabo de unos minutos lleg don Es-

    teban con sus hijos varones y cenaron todos

    juntos al calor de la estufa y de la conversacin

    hecha de recuerdos y el comentario de los

    acontecimientos de los ltimos das.

    Aun as, con la caldera funcionando al

    mximo, haca mucho fro, afuera caa la nieve

    y el viento soplaba fuertemente, espantando los

    sueos.

  • Una nueva amistad

    LA MAANA siguiente apareci des-

    lumbrante, la tormenta haba terminado en las

    horas de la noche y era ciertamente un lindo

    da, una temperatura agradable para la

    Antartica: cero grado y el sol brillando

    dbilmente entre las nubes.

    - Despus de clases saldremos a dar una

    vuelta- propuso don Esteban mientras de- sayu

    naban- Tal vez poda mos alcanzar a ver los

    murallones de hielo y con suerte divisemos una

    ballena azul. Estercita, t qu hars esta tarde?

    - Les advierto que yo me quedar en casa,

    quiero terminar de pintar un paisaje martimo y

    la transparencia del agua me est costando ms

    de lo que pensaba- aclar doa Ester echando

    una bolita demantequi-

    lia en su tostada crocante. No cuenten conmigo

    esta vez.

    - Qu te parece llegar al cementerio de

    huesos de ballenas?- pregunt Toms a su

    padre-. Me interesa sacar unas fotografas de

    ese lugar. Estoy haciendo un diario de nuestra

    vida en la Antrtica y las fotos mostrarn mejor

    que las palabras su paisaje tan excepcional y

    tan, especialmente, desolado e imponente.

    Aunque debo confesar que a m me fascina,

    podra pasar aos ac.

    - Ya veremos, todo depende del tiempo-

    aclar su padre, bajndose el grueso gorro de

    lana para proteger su frente del helado aire

    antrtico.

    - Pues esperemos que el dios del tiempo

    nos regale un hermoso da lunes para comenzar

    la semana, sin tormentas ni ventiscas

    sorpresivas, dese Toms, guardando la

    cmara fotogrfica en su mochila.

    Y en el camino, durante esa entretenida

    excursin, encontraron varias focas pequeas

    de blanco pelaje jugueteando en el hielo,

    mientras al otro lado unos cuantos pjaros de

    ojos azules buscaban alimento

  • entre las rocas. Toms disparaba la cmara de

    derecha a izquierda atrapando velozmente el

    movimiento de los animales y sus expresiones

    de asombro.

    - Quines son, pap?-pregunt curioso

    Panchito, levantando la cabeza para admirar el

    albo plumaje de los pjaros- Cmo se llaman?

    - Me parece que es el gaviotn antrti- co.

    Se alimenta de krill igual que muchas aves y

    peces de estos confines.

    - Igual que el gusano rosado que vive en

    las profundidades del mar, ojal no lo devore

    todo y deje algo para los gaviotines y dems

    animalitos- expres Toms, quien no poda

    dejar pasar la oportunidad de lucir sus

    conocimientos.

    -Es un pjaro muy viajero- explic don

    Esteban-. En otoo emigra en grandes ban-

    dadas al Polo Norte, nada menos. Se lo pasa

    volando entre los dos polos.

    - Increble la resistencia en un ave pe-

    quea! Te imaginas Marisol?, vuela ms de

    doce mil kilmetros y sin gastar ni una gota de

    bencina- coment Panchito rindose.

    Lo que Marisol imaginaba es que ella

    tambin volara para regresar a Melipilla donde

    su abuelita y donde estaban sus mejores

    amigos.

    - Nosotros podramos volver donde

    nacimos, pap, a Melipilla, que es una ciudad

    tan hermosa, llena de rboles y de amigos que

    nos quieren.

    - Acabamos de llegar, hija- le record su

    padre-, por lo dems en todas partes puedes

    hacer buenos amigos si te lo propones de

    verdad.

    - Mira Tomy, ese pingino nos est mi-

    rando, tiene dos huevos en las patas. Qu raro!

    - Por supuesto- aclar Toms-. Y aunque

    es un macho, todo un pingino Papa, no es

    nada de machista y como buen padre empolla

    sus huevos con gran responsabilidad.

    - As es- aadi don Esteban-. Segura-

    mente la hembra est buscando su alimento y

    mientras tanto, l se hace cargo de cuidar el

    nido.

    -De qu nido me hablas, pap? Un

  • nido est hecho de plumas, de ramitas secas y

    es calentito para abrigar a los polluelos. Eso no

    es ms que un par de piedras duras y fras que

    no sirven para nada.

    - Ese es su nido, Marisol, ah nacern las

    cras; por ahora, l les da todo el calor que

    puede poniendo los huevos lo ms cerca

    posible de sus plumas. Como puedes ver

    existen muchas clases de nidos

    El pingino Papua los miraba fijamente

    sin alterar en lo ms mnimo su posicin. De

    pronto Marisol tuvo el presentimiento de que

    el pingino quera comunicarle algo

    importante. Se acerc al pjaro, pero no se

    atrevi a tocarlo. El pingino, a pesar de ser el

    centro de todas las miradas, estaba extra-

    amente sereno, como un rey instalado en su

    trono y eso impresion a la nia que musit:

    -Quiero ser tu amiga, volver, pingino, te

    lo aseguro.

    En la tarde del da siguiente, a las tres y

    media, Marisol no apareca por ninguna parte.

    Pareca que se la hubiera tragado la nieve. Ni

    una seal de ella. Nada.

    Pero Marisol estaba tranquila y confiada

    por primera vez desde la llegada a la Antrtica.

    Una fuerza desconocida la hizo dirigir sus

    pasos hacia el nido de piedras. A medida que

    avanzaba senta que la necesitaban, que deba

    llegar lo antes posible donde el pingino

    Papua, de lo contrario, algo horrible podra

    suceder. Lleg corriendo hasta el lugar con el

    corazn latindole aceleradamente, pero el nido

    estaba solo. Se acerc y vio los huevos casi

    totalmente cubiertos por las piedras. De

    improviso un pjaro extrao de plumaje

    castao oscuro se pos sobre ellos, removiendo

    las piedras con sus patas y con una actitud

    feroz en sus ojillos.

    Qu quera hacer?, se pregunt Marisol.

    Por qu no llegaba pap pingino a cuidar sus

    huevos? El pjaro ladrn Ska, que as se

    llamaba, estaba a punto de devorar un huevo,

    su alimento predilecto, pero ella no lo

    permitira, no, no poda suceder eso en sus

    propias narices.

    -Vete de aqu, asaltante de huevitos

    indefensos, vete lejos, atrs, atrs, Ska!-

  • gritaba Marisol a punto de echarse a llorar.

    Pero el pjaro no soltaba el huevo ni se in-

    mutaba por los alardes de la nia. Hila apenas

    tena fuerzas para gritar y menos el valor

    suficiente para enfrentarse sola a un ave de

    rapia tan amenazante y adems arrebatarle su

    presa.

    Entonces lleg pap pingino caminando

    con dificultad sobre la blancura de la nieve. Al

    verlo, Ska abri sus enormes alas grises y

    emprendi el vuelo en la direccin del viento.

    - Gracias a Dios, llegaste justo a tiempo

    Papa, pas mucho susto, cre que tus hijos

    seran alimento de ese siniestro pajarraco. Por

    favor, no los dejes nunca ms solos. Entiendes

    ya lo que te digo?

    Pap pingino tom cuidadosamente los

    huevos con las patas y se los acomod entre las

    plumas. Otra vez estaba sereno e impasible.

    Pareca no darle importancia al incidente de

    Ska y miraba a Marisol tranquilamente. La

    nia se calm y empez a cantar, tarareando

    esa msica que haba escuchado en la maana,

    la maravillosa melo-

  • da de Cuadros de una exposicin del com-

    positor ruso Msorgsky, que sera lo ms

    adecuado para esta escena, algo grandioso y

    sencillo a la vez, justo para ambientar este

    encuentro de ella con el pingino que tena el

    mgico poder de espantar los pensamientos

    tristes y llenarla de paz.

    Marisol senta que las cosas tenan un

    misterioso significado, cuya clave desconoca

    por el momento, pero que estaba a punto de

    descubrirlo y que el pingino lo saba y estaba

    all, frente a ella, para compartirlo.

    - Lo hars, hars eso por m, lo s. Ahora

    ir a casa, pero volver, cada vez que pueda.

    Hasta pronto -se despidi Marisol, rozando con

    sus manos las blancas plumas del pingino.

    Se alej retomando la direccin de su casa,

    caminando lentamente, reconstituyendo en sus

    odos la msica del tema El paseo, yendo de

    estas notas al Baile de los pollitos saliendo de

    su cascarn, aunque todava faltaba mucho

    para ese importante momento en que los

    pingmitos llegaran a este mundo. Era genial

    cmo Modesto

    Msorgsky poda haber creado hace tanto

    tiempo una obra que la haca identificarse

    plenamente y que era exacta para ella, para los

    sentimientos que embargaban su espritu en

    este momento y por cierto para los pinginos y

    su paciente espera.

  • Sueos y lagrimas

    t

    I5E ACORD del tonto del pueblo, de

    Enrique, que hablaba solo como un nio, al que

    haban sorprendido con una gallina robada en

    las manos. Deca que el ave era una princesa

    encantada a la cual tena que dar un beso para

    que recuperara su forma de mujer. Entonces se

    casaran y seran felices para siempre. Slo que

    no alcanz a deshacer el hechizo.

    - jPobrecito! Se lo llevaron y lloraba

    amargamente al partir, no por l, sino por la

    princesa que seguira encantada para siempre.

    Si tuviera una varita mgica... la de cosas que

    hara. Abrira muchas puertas, la puerta de la

    inteligencia al buen tontito, las puertas del

    amor de veras para l y para ella: la llave de esa

    gran puerta secreta que

    le permitira entenderse y ordenar sus pen-

    samientos.

    - Marisol!, Marisol!, dnde diablos

    estabas?-grit Toms indignado-. Cmo se te

    ocurre salir sola? Hace rato que te andamos

    buscando. Yo no soy tu guardin, me perd de

    ir al gimnasio por hacer algo que no me

    corresponde, niita torpe.

    - No vuelvas a salir sola por ningn

    motivo- dijo seriamente su madre-. Nos tenias

    muy preocupados, Sol.

    - No pens que se asustaran, disculpa

    mam, adems ya s cuidarme bien, ves?, no

    sucedi nada terrible. Pero si te preocupa tanto

    no lo har otra vez. No estars enojada

    conmigo?

    - Vamos, Soledad, estoy molesta, yo cre

    que poda confiar en ti, que eras lo suficien-

    temente madura como para evitar problemas,

    pero entremos, ya es tarde y tengo demasiadas

    cosas que hacer- contest su madre con un

    gesto de disgusto en el rostro, que no pudo

    disimular.

    El da sbado amaneci muv helado v j

    seguramente oscurecera ms temprano que

  • de costumbre, por lo tanto no pudieron salir de

    excursin. Sin embargo, Marisol estaba

    decidida a visitar el nido de piedras de todas

    maneras, aunque fuera por unos pocos

    minutos. Insisti e insisti hasta lograr que su

    madre le permitiera salir un corto rato

    acompaada de Panchito.

    - Aprate, Pancho, tenemos que hacer

    algo y luego. Ponte los guantes, no olvides las

    orejeras y muvete.

    - Yo no quera salir, Marisol, volvamos

    luego, hace mucho fro, capaz que nos con-

    gelemos. Adems pronto se har tarde y quiero

    ver el partido de ftbol que trasmitirn en la

    tele. No me lo quiero perder.

    - No seas cobarde, mira, iremos a ver al

    pingino y enseguida regresamos. No tar-

    daremos, hermanito. Pero camina ms de prisa

    hombre, pareces una tortuga, y no te lo digo en

    broma.

    Al cabo de uno minutos llegaron donde el

    pingino Papa y lo hallaron instalado sobre

    sus huevos, erguido como una estatua, pero no

    estaba solo. A su lado una pingina, un poco

    ms baja, lo acompaaba a empollar los

    huevos.

    - Vaya, vaya, qu sorpresa! Al fin tengo

    el gusto de conocer a la futura madre. Me

    presento: soy Marisol, tengo doce aos, a punto

    de cumplir trece, y soy su amiga des- de ahora.

    Este es mi hermano menor. Saluda, Francisco.

    - Buenas tardes, pingina - dijo Pancho,

    sintindose im poquitn ridculo -. T crees

    que nos entienden, Marisol?

    - Claro que s, nio, los animales tienen

    inte] igencia, slo que no hablan como nosotros,

    pero te aseguro que ellos estn muy contentos

    de vemos, se les nota en los ojos y en que no se

    fueron cuando llegamos.

    - Ahora que los he visto y s que estn

    bien me voy, pues est muy, pero muy helado,

    uuf, agreg Marisol tomndose sus manos

    enguantadas.

    En ese momento empez a nevar fuer-

    temente y por unos minutos los nios no

    hallaron qu hacer ni a dnde buscar refugio.

    Miraron a los pinginos que trasladaban

    con dificultad unas piedras entre su patas, para

    proteger el nido.

  • - Pancho, trae ms piedras, hay que

    abrigar los huevos como sea.

    En pocos minutos los dejaron totalmente

    cubiertos y despus los pinginos caminaron

    lentamente mientras segua cayendo la nieve.

    Los nios los siguieron un corto trecho hasta

    llegar a unas altas rocas que dejaban un

    pequeo espacio entre ellas por el cual entraron

    los pinginos.

    - Vamos, Panchito, sigmoslos. Ellos

    saben qu hacer.

    As lo hicieron y llegaron a una pequea

    cueva ms abrigada donde se protegieron de la

    tormenta. Pero estaba muy oscuro, apenas se

    vean sus caras.

    - Tengo miedo, Marisol, quiero irme a

    casa.

    - No te asustes Pancho, no seas tonto, no

    nos pasar nada. Estamos con los pinginos y

    por algn motivo ellos estn aqu, saben por

    instinto lo que es mejor. No hay peligro. Aqu

    estaremos a salvo hasta que deje de nevar.

    Adems sera una locura salir en plena nevada.

    Mira, Panchito, te propongo que juguemos a

    algo entretenido mientras

  • deja de nevar. Te digo una adivinanza y t

    tratas de resolverla qu te parece?

    - Seguro que no alcanzar a ver el partido

    del Colo Colo, lo saba, pero si no hay ms

    remedio, juguemos- dijo Panchito con cara de

    aburrimiento y tiritando de fro.

    - No tuvo padre ni madre y naci siendo

    ya hombre, tiene muchos parientes y es bien

    sabido su nombre.

    - No s, primera vez que la oigo.

    - Pero piensa lo que te dije, es el nico

    hombre que no tuvo madre.

    - Ya s, Adn, creo!

    - Bien, muy bien, ahora adivina me sta:

    viste de chaleco blanco y tambin de negro

    frac. Es un ave que no vuela y se sumerge en el

    mar.

    - No se me ocurre nada, tengo la cabeza

    nublada.

    - Te doy ma pista: est muy cerca de

    nosotros.

    - Un ave que no vuela... y se sumerge... ya

    la tengo, el pingino! Ahora me toca a m

    preguntarte: Qu ser, qu cosa es un cerro de

    cristal que navega por el mar?

    - Qu ser? Qu no ser? Puede ser un

    barco, un barco fantasma, tal vez s? No lo s

    Panchito, me doy por vencida.

    - Es el iceberg, Marisolilla que no eres tan

    pilla. Te gan y la acabo de inventar!

    Tras, tras, tras, escucharon los nios a sus

    espaldas y vieron que los pinginos se haban

    levantado y caminaban decididos hacia la

    salida. Ya no nevaba, as que caminando

    trabajosamente regresaron al nido de piedras.

    En ese lugar se encontraron con su padre que

    los andaba buscando desde haca rato.

    - Cmo pudiste llegar tan lejos, Mara

    Soledad? Tu madre est muy preocupada.

    Vamos a casa de inmediato.

    - No nos pas nada, pap. Nos divertimos

    mucho, pasamos la tormenta en ma cueva con

    los pinginos. No te enojes pap, no es para

    tanto escndalo.

    Su padre la mir con una mirada de hie-

    rro. Estaba muy molesto y no dijo una sola

    palabra ms en todo el trayecto y Marisol saba

    que cuando su pap estaba de veras enfadado,

    enmudeca. Seguramente estaba

  • contando mentalmente hasta cien, o mil.

    Regresaron en silencio, un silencio pesado

    que no auguraba nada bueno. Al llegar a la casa

    la nia vio a su madre con la cara enrojecida de

    tanto llorar y se sinti psima. Culpable era la

    palabra exacta.

    -}Al fin llegas, hijita! Ven Panchito! En-

    tren y cmbiense de ropa!

    - Mam, disclpame si te preocupaste,

    pero no nos sucedi nada, estamos de lo ms

    bien.

    - se no es el punto, Marisol, despus

    hablaremos con ms tranquilidad. Ve a tu

    cuarto, por favor.

    - Quin gan el partido?- pregunt

    Panchito, pero nadie le contest una palabra,

    porque simplemente no haban visto la

    transmisin preocupados por la ausencia de

    sus hijos menores.

    Durante la cena don Esteban habl con la

    nia y le anunci una noticia con la misma

    mirada de hierro de la tard e.

    - Escucha atentamente, Marisol, lo que

    voy a decirte. Parece que todava no te acos-

    tumbras a vivir en la Antrtica, tal vez ex

    traas a tus amigos o eres demasiado nia para

    adaptarte a esta forma de vida que requiere de

    mucha prudencia. No has sabido comportarte

    de acuerdo a las circunstancias, por lo que

    hemos pensado con tu mam que lo mejor para

    ti y para nosotros es que vuelvas por un tiempo

    con la abuelita Rosa, ella estar feliz de verte y

    t tambin.

    Marisol sinti un nudo en la garganta, un

    nudo que creca y creca nublndole la vista y

    no la dejaba expresar lo que le estaba pasando:

    necesitaba tiempo para adaptarse. No era cosa

    de llegar y cambiar de un da para otro. Su

    padre deba saberlo, l mismo lo haba dicho

    tantas veces. Escuch apenas las ltimas

    palabras.

    - Maana parte el avin a Punta Arenas,

    viajars a las once de la maana rumbo a

    Santiago, donde te estar esperando ei abuelo

    para llevarte a Melipilla. Ya lo sabes. As que

    prepara tus cosas ahora.

    - Pero pap, yo no quiero irme!, gimi

    Marisol con los ojos llenos de lgrimas.

    - Lo lamento en el alma, pero ya est

    decidido. Lo hacemos por tu bien. Tu salida

  • de esta tarde demuestra que no sabes cuidarte,

    te pusiste en peligro innecesariamente

    arriesgando tambin a tu hermano. Lo siento,

    no hay otra alternativa.

    - Lo sientes, pap? Cmo puedes

    echarme de esa manera? Eres injusto.

    - T crees que lo sabes todo y no me

    entiendes, no piensas en mis sentimientos.

    - Algn da, cuando crezcas, lo com-

    prenders, hija- afirm don Esteban, mirndola

    con seriedad.

    La nia se fue agitada a su cuarto. Estaba

    sorprendida y muy excitada. No saba qu

    pensar. Algunos das atrs le habra encantado

    ver a su ab u el ita y a su abuelo, sus ami- 1 gos, disfrutar del sol y los verdes rboles con sus flores de primavera, escuchar el canto de los pjaros en la maana, cuando llega como un regalo de Dios un nuevo da claro con su racimo de horas inmaculadas, ver los autos

    veloces de distintos colores en las calles llenas

    de gente. Ahora todo era distinto, confuso y

    senta el dolor en su pecho como un desgarro.

    Se senta rechazada y eso era muy duro para

    cualquiera.

    Ella pensaba que tena cosas importantes

    que hacer aqu. En realidad estuvo en peligro?

    No, ella no quera preocupar a nadie, pero lo

    hizo sin querer, claro. Cmo no

    lo pens antes? No poda estar lejos de su

    familia, tan lejos de Panchito, de su mam, de

    los pinginos. Sera por poco tiempo? No

    estaba tan mal despus de todo. Y su mam

    qu hara sin su rayito de sol?

    Entonces para ordenar sus ideas, tom su

    antiguo cuaderno de historia que tena an

    varias pginas en blanco y empez a escribir,

    porque escribir era lo nico que poda evitar las

    lgrimas que le nublaban los ojos.

    No quiero escribir de lo confundida que

    me siento, sino de lo absurda que puede ser la

    vida cuando te encuentras en un lugar tan

    hermoso que pareciera lleno de magia, pero

    cuidado!, que oculta peligros secretos, y si

    caminas demasiado a prisa, algo terrible puede

    ocurrir. No quiero llorar, pero tal vez deba

    dejar que las lgrimas corran como un ro que

    limpia todo a su paso, llevndose esa nube

    negra llamada tristeza. Porque incluso

  • tu propio padre te mira como un juez acusador

    y tu madre comprensiva te dice: es la edad, ya

    se te pasar, que es exactamente la frase ms

    molestosa que puedas or en ese momento.

    Sin embargo, ellos, tus padres, te quieren,

    a su manera, desean lo mejor para ti, quieren

    protegerte de todos los peligros, aunque para

    ello tengas que pedir permiso para cada paso

    que das. Por qu? Por qu no es posible co-

    rrer y crecer hacia la altura siguiendo mis im-

    pulsos, porque si caigo una y otra vez, estoy

    segura que puedo levantarme? O acaso est

    equivocada y necesite verdaderamente que me

    guen y protejan como cuando era una nia

    chiquita que despertaba asustada a mediano-

    che? Necesitar todava tanta ayuda, seguir

    sus sabios consejos? Quin puede saberlo de

    veras? Algn da entender ms el nudo de esta

    vida que se enrolla como una madeja de lana.

    Estoy segura. Pero ya es demasiado tarde y la

    cabeza me da vueltas y vueltas.

    Creo que ya es hora de dormir. Necesito

    descansar, es necesario antes de un viaje.

    Descansar... dormir... soar.

    Y despus de apagar la luz, la nia se

    qued profundamente dormida con la cara y el

    cuerpo cubiertos por el cobertor.

    - Arriba pequea, despierta, recuerda que

    viajas hoy da- escuch apenas la nia, todava

    un poco adormilada.

    - No ests preocupada, mam? No me

    echars de menos?- pregunt Marisol, des-

    pertando rpidamente y sentndose en la cama

    con las piernas cruzadas.

    - S, te extraar, cada da, cada minu-- to,

    pero como s que estars muy bien podr

    resistirlo. Por lo dems, aunque no lo veas as,

    en el fondo de mi alma confo en ti, ya eres una

    mujercita.

    -Yo no estoy tan segura de disfrutar este

    viaje. Te escribir, todos los das- prometi

    Marisol, abrazando fuertemente a su madre

    para sentir su calor.

    De pronto una mano pequeita y tibia

    tom la suya y una vocecita segura que ya

    conoca bien le dijo cariosamente:

    - Te traje mi libro de duendes.

    - Ahora no puedo leerte, Camila, busca a

    otra amiga que te lea, estar muy ocupada

  • con. mi viaje.

    - Este libro es para ti, te lo regalo, todo,

    todo. As te acordars de m cuando ests tan

    lejos.

    Marisol, emocionada, se sac su moo

    azul y se lo entreg a Camila.

    - Yo me acordar de ti cada vez que lea

    un cuento, y los leer, tan bien como t, porque

    ya s leer, amiga ma, y ahora me voy porque

    las despedidas son muy tristes, dice mi pap,

    por eso te espero hasta la bienvenida, Mar y

    Sol, pero no te demores mucho, mucho en

    volver ya?

    Las sencillas palabras de Camila y su.

    mirada llena de afecto terminaron por reanimar

    en algo la partida de Marisol y no le qued ms

    que prometerle un rpido regreso.

    La casa de os abuelos

    O TRA VEZ se encontraba Marisol en la

    casa rodeada de rboles de sus abuelos. Haba

    vuelto a acurrucarse en los dulces brazos de su

    abuelita Rosa, mientras sta le contaba sus

    cuentos preferidos de cuando era pequea o

    ms pequea todava, como aseguraba el

    abuelo. Con l haba jardineando por las tardes

    bajo el sol de octubre, sembrando semillas de

    cosmos, margaritas, suspiros azules trepadores,

    todo un mundo de floredllas que en poco

    tiempo llenaran de color el jardn ya

    embellecido por las rosas que haban abierto

    sus botones. Se haba cansado de andar en bi-

    cicleta con sus amigos, de gritar y correr por los

    campos verdes, sintiendo el radiante sol en sus

    mejillas, ese sol fuerte que hace madurar las

    frutas y florecer las rosas.

  • Anita y ella volvieron a ser las insepa-

    rables amigas de antes y aunque ambas haban

    crecido y estaban ms grandes y desenvueltas,

    su amistad segua firme y las llenaba de alegra,

    compartir tantas cosas, que el tiempo juntas se

    les haca tan corto como un suspiro.

    Con su primo Sebastin slo habl por

    telfono. Le insista en que a su regreso pasara

    unos das en Arauco porque tena algo muy

    especial que mostrarle, algo que no se ve todos

    los das. Sin embargo, ella no se senta tan

    segura como para desviarse sola hasta esa

    regin. Ya era un gran logro ir de la Antrtica a

    Melipilla como para viajar nuevamente a otro

    destino.

    - El que tiene que venir ac eres t, o a la

    Isla Rey Jorge, ah s que ocurren cosas

    extraordinarias, todos lo das- le dijo orgu-

    llosa.

    Marisol y Sebastin quedaron de en-

    contrarse durante el verano en alguno de esos

    lugares.

    Pero extraaba a su madre, a sus her-

    manos, a su pap aunque no fuera tan per-

  • fecto como ella crea antes, a la pequea Camila

    con sus ocurrencias v recordaba a menudo el

    nido de piedras sobre el cual se sentaban los

    pinginos como estatuas. Habran nacido ya

    las cras? Estaran a salvo de los depredadores

    en esos extraos nidos de piedras?

    El sonido del timbre dla puerta, retum-

    bando en sus odos, interrumpi sus pensa-

    mientos. Era Anita que llegaba para invitarla a

    ver un programa de televisin anunciado la

    noche anterior.

    - Prende el televisor Marisol. En el canal

    20 darn un programa sobre el medio

    ambiente. Se llama '"'Fortunato Fortunatis".

    - Qu nombrecito ms raro! Ser un

    afortunado en verdad? De que se trata?

    Fortunato Fortunatis

    DE INMEDIATO la serie cautiv la

    atencin de las dos amigas, y no era para

    menos. En la pantalla del televisor apareci una

    gran ciudad, modernsima, plagada de edificios

    de treinta y ms pisos, de autos disputndose a

    bocinazos el espacio de las calles, donde se

    vean personas agitadas yendo de un lugar a

    otro con el ceo fruncido. Slo los nios

    sonrean al correr por los parques con las

    mejillas rojas y los brazos abiertos.

    Hasta que un da un poderoso empresario

    vestido de gris, discurri una curiosa idea para

    construir ms edificios en el centro de la

    ciudad. Se trataba de eliminar las plazas,

    parques y jardines, en beneficio de las futuras

    construcciones. Eso significara

  • ms trabajo para muchas personas y por

    supuesto sera un buen negocio para el

    hombrecito vestido de gris.

    Fortunato Fortunatis se llamaba el audaz

    empresario, que ni corto ni perezoso se puso en

    movimiento con toda su maquinaria y

    operarios, decidido a talar los rboles de las

    plazas cuanto antes,

    Al principio la gente absorta en sus pro-

    pios asuntos, no le dio mayor importancia a los

    planes de Fortunato y casi indiferentes

    continuaron con sus trajines diarios. Pero,

    afortunadamente, los nios que habitaban en

    los departamentos de los grandes edificios

    reaccionaron con energa al ver amenazadas

    sus reas de esparcimiento, donde tenan su

    selva imaginaria, su circo imaginario y sus

    clubes secretos.

    - Qu crees que harn?^ pregunt Anita

    intrigada.

    -Yo en su lugar, no permitira que cortaran

    los rboles, de ninguna manera. Las plazas son

    muy necesarias. Te imaginas una ciudad sin

    rboles? Sera absolutamente HORRIBLE. Yo

    creo que debe ser un derecho

  • tener una plaza a no ms de trescientos metros

    de tu casa, as como respirar y caminar

    libremente por las calles.

    - Y ver televisin- acot Anita, arrella-

    nndose en el silln verde para seguir las

    imgenes de la pantalla chica.

    Los acontecimientos continuaron ante sus

    ojos que no perdan detalle de las acciones

    coordinadas de los nios, las mujeres y los

    abuelos abrazados a los rboles para impedir

    su destruccin.

    - Te lo dije! Eso es lo que hay que hacer,

    pelear duro por lo que creemos que es bueno-

    afirm triunfante Marisol.

    - Pero no me parece que Fortunato

    Fortuna ti s sea un mal tipo, despus de todo le

    dar trabajo a muchas personas. Eso tambin es

    muy necesario

    - Puede construir sus edificios en otros

    lugares, no en las plazas- coment Marisol

    mordiendo con fuerza su goma de mascar

    mentolada.

    Finalmente despus de una ardua lucha

    con pancartas y la participacin de la prensa,

    los nios unidos lograron detener a

    Fortunato y salvar las plazas de la ciudad.

    La ltima imagen que brillaba en el te-

    levisor mostraba las verdes hojas de los rboles

    entre las que revoloteaban unas mariposas de

    frgiles alas amarillas, un par de palomas

    aparendose en una rama y a los nios, un

    poco ms abajo, con grandes sonrisas

    bailndoles en los rostros.

    Por cierto Fortunato Fortunatis haba

    desaparecido, aunque nadie lo extra ni se

    percat de su ausencia.

    Ana puls Power en el control remoto y

    apurada se despidi de Marisol para regresar

    temprano a su casa.

    Despus lo comentamos- le dijo a su

    amiga.

    - Como quieras- le contest Marisol, cuya

    computadora mental ya estaba analizando el

    mensaje recin recibido.

    Los nios pueden hacer grandes cosas

    cuando unen sus fuerzas, incluso salvar el

    mundo/ pens mientras le sonrea a su propia

    imagen que la miraba traviesamente desde el

    espejo de la pared. Un rostro redondo surcado

    de arrugas, apareci junto al suyo.

  • Era su abuela que haba llegado tan silenciosa

    como un fantasma, a veces a la abuela le

    gustaba hacer bromas, como aparecer y

    desaparecer sin el menor ruido.

    \

    Cumpleaos y regreso

    IVlARISOL, te habrs acordado de

    que la prxima semana cumples trece aos?-

    dijo mirndola con cario- Qu te gustara

    recibir de regalo aparte de chocolates,. libros y

    calcetines de lana?

    - Se me haba olvidado, pero cualquier

    regalito ser bien recibido, me encantan los

    regalos, aunque pensndolo bien, lo que ms

    me gustara es estar con mi familia ese da, all

    en la Antrtica, eso es lo que ms deseo.

    Y no es que no te quiera, abuelita. Tu me

    entiendes verdad? Aunque es difcil que pap

    quiera que yo vuelva tan luego, a veces pienso

    que no me quiere, como soy la nica mujer y

    me carga el ftbol, prefiere a mis hermanos.

  • - Ay, nia qu tonteras dices, por su-

    puesto que tu padre te quiere mucho, igual que

    yo y el abuelo. Tenemos el corazn grande para

    quererlos a todos como Dios manda.

    - Parece que tus deseos se cumplirn-

    agreg el abuelo carraspeando un poco mis-

    terioso-. Acabo de recibir carta de tus padres y

    te mandan el pasaje de regreso. Ya ves Marisol,

    esta visita lleg demasiado pronto a su fin, se

    nos hizo muy corta tu estada, pero disfrutamos

    mucho contigo estos dos meses. Ojal vinieras

    ms a menudo, tu pieza permanecer intacta.

    Te extraaremos, pero confo en que podamos

    ir a la Antrtica en el verano.

    - Yo tambin los extraar, abuelito,

    abuelita. Y cuando vayan a mi casa all en la

    Antartica, los llevar a conocer los pinginos.

    Son muy simpticos y no le temen a la gente.

    Eso creo yo.

    Luego salieron los tres al jardn. El abuelo

    quera sacarle muchas fotos con la abuela y

    tambin con l, y a Marisol ya no le pareca

    tonto sonrer como cuando estaba en ter

    cero bsico y el fotgrafo le deca a ver, an-

    gelito, diga whisky y sonra, porque ahora la

    sonrisa era la respuesta espontnea que le

    brotaba del pedio y volaba como una mariposa

    para compartir con sus abuelos la alegra de

    vivir.

    Despus Marisol subi a su cuarto a leer la

    carta, instalada en la cama. Lentamente fue

    deletreando las letras de las palabras que

    minuto a minuto la acercaban a su padre:

    Querida hija:

    Te envo los pasajes para que vuelvas pronto y

    celebremos tu cumpleaos en familia. Me gustara que

    entendieras que te quiero mucho y si t nos has

    extraado un poco, multiplica eso por mil y tendrs

    una idea aproximada de cmo nos sentimos todos con

    esta separacin difcil, pero necesaria.

    Mara Soledad, hay muchos caminos que puedes

    seguir para encauzar tu vida, y muchas formas de

    recorrerlos. Poco a poco los irs conociendo y tendrs

    que escoger uno. Algn da, el tuyo, ojal sea un buen

    camino que te lleve, con pocos tropiezos, a construir

    tu propio destino y ser feliz. Ten presente que pase o

    que pase conta

  • rs siempre con todo el apoyo y amor de tus padres y

    hermanos. Mientras llega ese da, te invito a caminar

    por nuestro camino, que. por ahora se encuentra en la

    Antartica, en la aventura de conocer este rincn del

    mundo que Dios visti de blanco. Espero que despus

    de mis estudios y observaciones sepamos un poco ms

    de nosotros mismos y me gustara que me ayudaras

    con tu experiencia. S, no te sorprendas, con tu punto

    de vista.

    Sabas que ya nacieron las cras? Son dos: un

    macho y una hembra, qu te parece?

    Recibe un fuerte abrazo de tu madre y mo.

    Esteban

    Creo que empiezo a comprender algo.

    Pap me necesita y yo tambin pens la nia,

    cerrando los ojos. Luego entr la abuela que le

    avis:

    - Debemos hacer las maletas pronto, si

    quieres que te ayude. Te traje este regalo an-

    ticipado para ti.

    - Puedo abrirlo ahora, abuelita?- pre-

    gunt Marisol sonriendo picaramente

    - Por ningn motivo, es un regalo de

    cumpleaos y debes abrirlo ese da, ni antes ni

    despus. De acuerdo, pequea?

    - Por supuesto, lo pondremos ahora

    mismo en la maleta ves?

    - Y esto es para Panchito, una pelota de

    ftbol, aunque no es su cumpleaos. Se puede

    jugar ftbol en la Antrtica? -pregunt

    carraspeando.

    - Por supuesto, abuelito, tenemos un

    gimnasio excelente, ya lo vers cuando vayas y

    juegues con mis hermanos.

    - Esta caja de almendras y nueces es para

    todos- agreg.

    A la maana siguiente, desayun con Ana,

    Rod rigo y los abuelos, quienes le Hicieron

    muchas recomendaciones que ella escuch con

    paciencia infinita. Despus de eso Marisol

    emprendi su largo viaje, sola y radiante de

    alegra. Tena claro que su abuelita no slo

    estara en Melipilla, sino que permanecera

    siempre cerca de su corazn, como ella le haba

    dicho al despedirse: siempre estar contigo,

    Marisol, cuando t quieras podrs hallarme,

    estaremos unidas a pesar de la distancia,

    porque compartimos

  • la misma sangre, ya lo vers. S, era cierto, la

    llevara consigo como a su madre de la cual no

    se haba separado en realidad ni un minuto,

    porque la gente que amamos y nos ama est

    siempre cerca de nosotros en un lugar del

    corazn. Estaba impaciente por llegar,

    abrazarlos a todos y demostrarles cunto los

    quera. Sonrea simplemente porque estaba

    contenta y tranquila.

    El avin ya se dispona a aterrizar. Desde

    la ventanilla vio cmo un plido sol acariciaba

    la nieve de los altos icebergs. Algunas palomas

    antrticas, un cormorn de patas rojas y las

    golondrinas de mar se vean revolotear a corta

    distancia. No haba ya sombras misteriosas, ni

    tinieblas amenazantes, sino la promesa de un

    mundo que necesitaba de ella, que le peda su

    voz para que hablara por l.

    - Qu fantstico era volver! Ahora lo

    haba comprendido todo. Saba que cuando el

    sol se perdiera tras el horizonte blanco ya no

    estara triste poique haba despertado su sol

    dormido, el sol que enciende las sonrisas, el

    que abre los brazos fundiendo todos

  • los hielos, el sol que disipa las ms oscuras

    nieblas: el sol de su propio y joven corazn

    florecido. Quera correr, gritar y abrazar a su

    familia en este lugar o en cualquier regin del

    mundo donde alumbre el fuego del hogar.

    Apenas la escalerilla se afirm ai avin,

    Marisol se precipit corriendo a tierra y fue

    estrechada primero por los fuertes brazos de su

    padre, luego bes a sus hermanos y de su

    madre no se solt hasta que llegaron nueva-

    mente al lugar donde antes estuvo el nido.

    Ahora no se vea sino un par de pinginitos, de

    plumaje blanco y suave.

    - Son ellos?- pregunt Marisol.

    No necesit escuchar la respuesta. Len-

    tamente, un poco torpes, llegaron a su lado, sus

    amigos: el pingino Papa y la pingina

    madre, quienes orgullosos miraban a sus

    polluelos.

    Entonces Marisol comprendi que su

    familia se extenda ms all de sus pad res y

    sus hermanos, que inclua tambin a los pin-

    ginos, y que desde ahora velara por ellos

    porque ya eran parte de esa vida palpitante y

    misteriosa que lata en siis venas.