Lydia Davis-Trad Laura Witnner

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Lydia Davis Miedo Prácticamente todas las mañanas, cierta mujer de nuestro barrio sale corriendo de su casa con la cara pálida y el sobretodo flameando. Grita “¡Emergencia, emergencia!”, y uno de nosotros va corriendo y la sostiene hasta que sus miedos se calman. Sabemos que está inventando; no es que de verdad le haya pasado algo. Pero entendemos, porque difícilmente alguno de nosotros no haya sentido alguna vez el impulso de hacer lo que ella acaba de hacer, y cada vez hizo falta toda nuestra fuerza, y hasta la fuerza de nuestros amigos y familias, para tranquilizarnos. Buenos momentos Lo que les estaba pasando era que cada mal momento producía una mala sensación que a su vez producía varios malos momentos y otras varias malas sensaciones, de manera que su vida en común se llenó de malos momentos y malas sensaciones; tan llena quedó que no podía crecer casi nada más en ese campo oscuro. Pero una mañana ella tuvo una sensación de paz que persistía desde la noche anterior, en que había estado cosiendo mientras él leía en el cuarto de al lado. Y uno o dos días después tuvo una sensación de bienestar que persistía, a la mañana, desde la noche anterior, cuando él le había hecho compañía en la cocina mientras ella lavaba los platos de la cena. Si se incrementaban los buenos momentos, pensó, cada buen momento podría producir una buena sensación que a su vez produciría varios buenos momentos más que producirían varias buenas sensaciones más. Lo que quería decir era que los buenos momentos quizás se multiplicaran a una velocidad del cuadrado del cuadrado, o tal vez más rápido, como ratones, o como hongos que brotan de la noche a la mañana de la espora esparcida de un hongo padre que a su vez había brotado de la noche a la mañana junto a una multitud de otros de la espora esparcida de un padre, hasta que su vida con él estaría tan llena de buenos momentos que los buenos momentos podrían desplazar a los malos como los malos momentos habían, a esa altura, desplazado a los buenos. Visita al marido Ella y su marido están tan nerviosos que durante la conversación se la pasan entrando al baño, cerrando la puerta y utilizando el inodoro. Después salen y prenden un cigarrillo. Él entra y orina y deja la tapa del inodoro levantada y ella entra y la baja y orina. Hacia el final de la tarde, dejan de hablar del divorcio y empiezan a beber. Él toma whisky y ella toma cerveza. Cuando llega el momento en que ella tiene que irse para tomar el tren él ha bebido mucho y va al baño a orinar una última vez y no se molesta en cerrar la puerta. Se preparan para salir y ella empieza a contarle la historia de cómo conoció a su amante. Mientras ella habla, él descubre que perdió uno de sus guantes caros y de inmediato está alterado y distraído. Se va abajo a buscar el guante. La historia está por la mitad y él no encuentra su guante. Cuando vuelve a entrar en la habitación sin haber encontrado su guante tiene

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Lydia Davis

Miedo

Prácticamente todas las mañanas, cierta mujer de nuestro barrio salecorriendo de su casa con la cara pálida y el sobretodo flameando. Grita“¡Emergencia, emergencia!”, y uno de nosotros va corriendo y la sostienehasta que sus miedos se calman. Sabemos que está inventando; no es quede verdad le haya pasado algo. Pero entendemos, porque difícilmentealguno de nosotros no haya sentido alguna vez el impulso de hacer lo queella acaba de hacer, y cada vez hizo falta toda nuestra fuerza, y hasta lafuerza de nuestros amigos y familias, para tranquilizarnos.

Buenos momentos

Lo que les estaba pasando era que cada mal momento producía una malasensación que a su vez producía varios malos momentos y otras variasmalas sensaciones, de manera que su vida en común se llenó de malosmomentos y malas sensaciones; tan llena quedó que no podía crecer casinada más en ese campo oscuro. Pero una mañana ella tuvo una sensaciónde paz que persistía desde la noche anterior, en que había estado cosiendomientras él leía en el cuarto de al lado. Y uno o dos días después tuvo unasensación de bienestar que persistía, a la mañana, desde la noche anterior,cuando él le había hecho compañía en la cocina mientras ella lavaba losplatos de la cena. Si se incrementaban los buenos momentos, pensó, cada

buen momento podría producir una buena sensación que a su vez produciríavarios buenos momentos más que producirían varias buenas sensacionesmás. Lo que quería decir era que los buenos momentos quizás semultiplicaran a una velocidad del cuadrado del cuadrado, o tal vez másrápido, como ratones, o como hongos que brotan de la noche a la mañanade la espora esparcida de un hongo padre que a su vez había brotado de lanoche a la mañana junto a una multitud de otros de la espora esparcida deun padre, hasta que su vida con él estaría tan llena de buenos momentosque los buenos momentos podrían desplazar a los malos como los malosmomentos habían, a esa altura, desplazado a los buenos.

Visita al marido

Ella y su marido están tan nerviosos que durante la conversación se lapasan entrando al baño, cerrando la puerta y utilizando el inodoro. Despuéssalen y prenden un cigarrillo. Él entra y orina y deja la tapa del inodorolevantada y ella entra y la baja y orina. Hacia el final de la tarde, dejan dehablar del divorcio y empiezan a beber. Él toma whisky y ella toma cerveza.Cuando llega el momento en que ella tiene que irse para tomar el tren él habebido mucho y va al baño a orinar una última vez y no se molesta encerrar la puerta.Se preparan para salir y ella empieza a contarle la historia de cómo conocióa su amante. Mientras ella habla, él descubre que perdió uno de sus

guantes caros y de inmediato está alterado y distraído. Se va abajo a buscarel guante. La historia está por la mitad y él no encuentra su guante. Cuandovuelve a entrar en la habitación sin haber encontrado su guante tiene

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menos interés en la historia. Más tarde, cuando caminan juntos por la calle,él le cuenta alegremente que le compró a su novia zapatos de ochentadólares porque la quiere tanto.Cuando vuelve a estar sola, está tan preocupada por lo que pasó durante lavisita a su marido que camina por la calle muy rápido y se choca con variaspersonas en el subterráneo y en la estación de tren. Ni siquiera las ve, sinoque les cae encima como algún elemento natural, tan de repente que notienen tiempo de evitarla y ella hasta se sorprende de que haya alguien ahí.Algunas de estas personas se dan vuelta a mirarla y dicen “¡Por Dios!”.Más tarde en la cocina de sus padres trata de explicarle al padre algo difícilen relación al divorcio y se enoja cuando él no entiende, y después al finalde la explicación descubre que está comiendo una naranja, aunque norecuerda haberla pelado o siquiera haber decidido comérsela.

Gente de ciudad

Se mudaron al campo. El campo es bastante lindo: hay codornices sentadasen los arbustos y sapos asomando en los pantanos. Pero están inquietos.Discuten más seguido. Lloran, o llora ella y él baja la cabeza. Él ahora estásiempre pálido. Ella se despierta en pánico durante la noche porque lo oyegemir. Se vuelve a despertar en pánico porque oye que está entrando unauto. Por la mañana tienen sol en la cara pero los ratones charlan en lasparedes. Él odia los ratones. Se rompe la bomba. Cambian la bomba.Envenenan a los ratones. Ladra el perro del vecino. Ladra y ladra. Ella seríacapaz de envenenarlo.“Somos gente de ciudad”, dice él, “y no hay lindas ciudades donde vivir”.

Cosas perdidas

Están perdidas, pero también no perdidas sino en algún lugar del mundo. Lamayoría son pequeñas, aunque dos son más grandes, una un saco y una unperro. De las cosas pequeñas, una es un anillo valioso, una un botón valioso.Están perdidos respecto a mí y al lugar donde estoy, pero al mismo tiempono desaparecieron. Están en algún otro lado, y están allí para algún otro, tal

vez. Pero si no está allí para algún otro, el anillo, de todas maneras, no estáperdido para sí mismo sino que sigue allí, sólo que no donde estoy yo, y elbotón, también, allí, sólo que no donde estoy yo.

NietszcheAy, pobre papá. Perdón por haberme burlado de vos.Ahora yo también escribo mal Nietszche.

Mejorando

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Volví a sopapearlo porque estando a upa mío me arrancó los anteojos y loslanzó a la reja del pasillo. Pero no me lo habría hecho si no hubiera estadoya tan enojada. Después de eso lo llevé a dormir.Abajo, me senté en el sofá a comer y leer una revista. Me quedé ahí dormida una hora. Me desperté con migas en el pecho. Cuando entré albaño, no pude mirarme al espejo. Lavé los platos y volví a sentarme en elliving. Antes de irme a dormir me dije que las cosas estaban mejorando. Eraverdad: ese día había sido mejor que el día anterior, y el día anterior habíasido mejor que casi toda la semana anterior, aunque no mucho mejor.