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    Los ltimos Mochicas en Jequetepeque

    Luis Jaime Castillo Butters

    Pontificia UniversidadCatlica del Per

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    Los ltimos Mochicas en Jequetepeque

    Luis Jaime Castillo Butters

    EL PROYECTO ARQUEOLGICOSAN JOS DE MORO 1991-2000

    Las investigaciones arqueolgicas de SanJos de Moro, y de la parte norte del valle deJequetepeque, se iniciaron en 1991 y han con-tinuado hasta la fecha, permitindonos regis-

    trar ms de 150 contextos funerarios, planten-donos nuevas y ms complejas preguntas deinvestigacin y contribuyendo al desarrollo sos-tenible de la comunidad. Los objetivos inicia-les del proyecto fueron estudiar los patronesfunerarios Mochicas a partir de la excavacinde tumbas y reconstruir, sobre la base de estu-dios estratigrficos, la secuencia ocupacionaldel sitio. No ramos conscientes entonces quela secuencia ocupacional sera tan compleja, nique el sitio haba sido el resultado de tantas fa-

    ses de ocupacin. Tampoco intuamos que lospatrones funerarios presentaran tantas varieda-des formales, ni que la preservacin del sitionos permitira inferir aspecto relacionados conla organizacin espacial del cementerio, la ri-queza y variabilidad de las asociaciones o losrituales funerarios. Como suele suceder, los

    objetivos con los que se inici la investigacinfueron agotndose en los primeros aos, perostos fueron derivando en una serie de nuevosproblemas e interrogantes. En la actualidad elobjetivo central del proyecto es el estudio delos procesos culturales en el sitio como centroceremonial y funerario regional. Este objetivocentral puede, a su vez, descomponerse en una

    larga lista de objetivos particulares. Para lograrresolver este objetivo central debemos estudiar,ente otras cosas, las particularidades de la ocu-pacin en cada periodo, las modalidades de tum-bas y sus contenidos, las evidencias de activi-dades ocupacionales asociadas a las tumbas, lasformas de la cermica en cada periodo, las in-fluencias externas en los estilos cermicos, lacaracterizacin bioantropolgica de las pobla-c iones en cada per iodo y los contenidosiconogrficos de la cermica.

    A fin de contestar a las preguntas que segeneran de estos objetivos, los mtodos emplea-dos en las excavaciones en San Jos de Morohan ido cambiando a lo largo de los aos, adap-tndose al tipo de preguntas, a las condicionesdel sitio y al progreso que se hace en la com-prensin general del fenmeno Mochica. Las

    Luis Jaime Castillo Butters. Profesor Principal del Departamento de Humanidades, Seccin Arqueologa y Director de RelacionesInternacionales y Cooperacin de la Pontificia Universidad Catlica del Per. ([email protected]).

    Moche: hacia el fin al del mi lenio. Actas del Segundo Coloquio sobre la Cultura Moche(Trujillo, 1 al 7 de agosto de 1999), Santiago Uceda y Elas Mujica, editores, T. II, pgs. 65-123.

    Lima, Universidad Nacional de Trujillo y Pontificia Universidad Catlica del Per, 2003.

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    excavaciones, en general, han ido aumentandoen escala. En la actualidad excavamos unida-des de 100 metros cuadrados, que se llevan alas capas estriles, aproximadamente a 4 me-

    tros de profundidad. Estas reas, si bien resul-tan ideales para estudiar las tumbas e inclusosus concentraciones, estn resultando pequeaspara poder entender la complejidad de los con-textos que aparecen sobre ellas, donde encon-tramos extensas reas de actividad y ncleos degrandes depsitos de cermica asociados conla produccin de chicha (ver ms adelante). Lametodologa de excavacin de las tumbas mis-mas ha ido perfeccionndose; cuando es posi-ble tr atamos de excavar las combinando unaaproximacin en planta con otra lateral, que nospermita entender la forma de la fosa en perfil .

    Las investigaciones en San Jos de Morose han dado en el contexto de un importantedesarrollo de los estudios sobre la sociedadMochica que han generado un efecto sinrgicomuy positivo entre los diferentes proyectos.Esenciales para esta comunicacin han sido lasnumerosas conferencias especializadas y la ac-titud de coordinacin entre los principales in-vestigadores. Para el proyecto San Jos de Moroeste clima de apertura y rpido desarrollo ha

    sido enormemente beneficioso, puesto que co-incidimos con otros proyectos en nuestro inte-rs en temas tales como: a) el periodo tardo deesta cultura y su eventual colapso, b) el estudiode sus patrones funerarios y ceremoniales, c)el estudio de sus secuencias cermicas, d) elestudio del papel de la ideologa en la organi-zacin poltica de esta sociedad, y e) con elperiodo de trnsito luego de su colapso.Adicionalmente, el valle del Jequetepeque, an-tes perifrico para la investigacin arqueolgi-

    ca, se ha convertido en una de las ms impor-tantes reas de trabajo, con proyectos de exca-vacin en Pumape, Mazanca, La Mina, DosCabezas, Pacatnam, San Jos de Moro, CerroChepn, El Algarrobal de Moro, Farfn, Cavur,as como reconocimientos sistemticos parcia-les en diferentes zonas del valle.

    El nfasis en el estudio de la historia ocu-pacional del sit io y en las tradiciones rituales yfunerarias de San Jos de Moro ha determina-do que nuestros planteamientos y marco t eri-

    co difieran de los que impera en otros estudiosMochicas (ver contribuciones en este volumen).Por ejemplo, el tema del colapso social, o del

    manejo poltico e ideolgico de una sociedaden crisis son aspectos fundamentales para no-sotros, mientras que resultan menos importan-tes en otros momentos del desarrollo de esta so-

    ciedad y para otros proyectos de investigacin.San Jos de Moro ofrece condiciones ex-cepcionales para estudiar la evolucin de lasprcticas funerarias y ceremoniales, tanto a tra-vs del registro de entierros como de la icono-grafa de lnea fina asociada a ellos. En los cam-bios de los patrones funerarios, de las ceremo-nias practicadas en asociacin con ellos, y dela cermica que encontramos en las tumbas po-demos ver una compleja historia de influenciasculturales, de estrategias de poder basadas encomplejos manejos ideolgicos y de absorciny res is tencia a la pres in de sociedadesforneas.

    Antes de iniciar nuestro anlisis de los da-tos de San Jos de Moro queremos sealar que,para una mejor comprensin de los procesos,en nuestras investigaciones asumimos dos su-puest os te ri cos, uno sobr e la organiz ac ingeopoltica Mochica y otro sobre las secuen-cias cronolgicas y cermicas de las diferentesregiones. En primer lugar, creemos que la evi-dencia material permite afirmar que el territo-

    rio Mochica estuvo dividido en dos regionesclaramente definidas: la Regin Mochica Nor-te , que comprende los val les de P iura ,Lambayeque y Jequetepeque, que coexistieroncon mayor o menor independencia poltica en-tre s (Castillo y Donnan 1994b, Donnan y Cock1986); y la Regin Mochica Sur, que incluylos valles de Chicama y Moche como zona nu-clear y los valles de Vir, Chao, Santa y Nepea,que habran sido incorporados a travs de unaconquista (Willey 1953) (Fig. 18.1). En segun-

    do lugar, y como consecuencia necesaria delprimer supuesto, la secuencia cermica del va-lle de Jequetepeque es diferente a la que en-contramos en la regin Mochica Sur y que hasido dividida en cinco fases por Larco (1948).La secuencia cermica en Jequetepeque com-prende tres periodos: Mochica Temprano, co-rrespondiente a las fases I y II del sur; MochicaMedio, contemporneo con la fase III y partede la fase IV; y Mochica Tardo, coetnea conla parte final de la fase IV y la fase V. En

    Jequetepeque sigue al Mochica Tardo el perio-do Transicional y la ocupacin Lambayeque. Lasecuencia de tres fases: Temprana, Media y

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    EL COLAPSO DE LA SOCIEDADMOCHICA

    An cuando actualmente hay una gran can-tidad de investigaciones centradas en el estu-dio de la sociedad Mochica, slo tres proyec-tos han abordado sistemticamente la parte fi-nal del desarrollo de esta cultura: el que diri-

    gieron Kent Day e Izumi Shimada en PampaGrande (Shimada 1994), el estudio de Galindohecho por Garth Bawden (1977, 1982) y el Pro-yecto Arqueolgico San Jos de Moro (Fig.18.1). Adems de estos tres proyectos, nuestrainformacin acerca de los ltimos periodos yel final de los Mochicas proviene de numero-sos hallazgos aislados, y a veces casuales, detumbas, pinturas murales y artefactos, as comode ceramios y objetos de metal que estn dise-minados en colecciones en todo e l mundo. Tam-bin han aportado datos los proyectos de anli-sis de los patrones de asentamiento, que si bienno se centraron en el estudio del final de Moche,

    Tarda, aparentemente, tambin se aplicara ala evolucin de la cermica Mochica enLambayeque y Piura (Castillo y Donnan 1994b).Las investigaciones llevadas a cabo en los lti-mos aos en las dos regiones confirman la exis-tencia de las dos secuencias, su marcada ads-cripcin territorial y su secuencia diferencia-

    da. An queda por estudiar algunas zonas don-de la secuencia parece ser diferente, por ejem-plo el al to Chao, el valle de Zaa y Vir. Asi-mismo, y como es de esperarse, en cada reginexisten ejemplos de artefactos de cermica dela otra. Por ejemplo, cermica Mochica Tem-prana muy semejante a la hallada en Pacatnamfue registrada en una tumba Mochica en SanDiego, en el valle de Casma (Pozorski yPozorski 1996) y cermica Mochica de estiloIV-V, tanto escultrica como pictrica fue en-contrada en una de las tumbas complejasexcavadas por Ubbelohde-Doer ing enPacatnam (Ubbelohde-Doering 1983).

    Fig. 18.1. Mapa de la costa norte del Per con indicacin de los sitios Mochica ms importantes.

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    han investigado esta problemtica como partede la historia ocupacional de un valle o regin(Willey 1953, Prouxl 1973, Wilson 1988,Russell 1990, entre otros). El carcter funda-

    mental del periodo Mochica Tardo est marca-do por el colapso de esta sociedad. En la litera-tura se reconocen tres grandes factores que ha-bran originado el fin de Moche: a) la inestabi-lidad del medio ambiente desde mediados delsiglo VI d.C., b) la influencia de la sociedadWari y las sociedades derivadas de ella, y c) elcolapso interno de la sociedad Mochica, parti-cularmente de sus estructuras poltica e ideol-gica. Los investigadores que han estudiado esteperiodo enfatizan uno u otro de estos factores.As, mientras Shimada (1994, Shimada et al.1991) da prioridad a los factores medio ambien-tales, Bawden (1996) y Castillo y Donnan(1994a) se inclinan ms por el debilitamientointerno de la sociedad Mochica. Para todos escada vez ms evidente que el papel de la difu-sin de la cultura Wari es contingente a los otrosdos, y que muy probablemente no se produjouna conquista militar, tal como lo haba previs-to Willey (1953). Wari s tuvo una significati-va influencia en la costa norte, particularmenteen aspectos ideolgicos, pero esta ocurri so-

    lamente despus que se debilitara la elite go-bernante Mochica, lo que slo pudo generarsepor la combinacin de los otros dos factores .

    Resulta peculiar, por otro lado, que la pre-sencia Wari en realidad se manifieste en el

    registro en la presencia de estilos de cer-mica asociados con sta, como Nievera,Pachacmac, Atarco o Viaque y muyinfrecuentemente en cermica del estilo Waripropiamente dicho. La capacidad que tenemosde entender el impacto del fenmeno Wari se

    debilita por cuanto no se tiene una idea clarade los mecanismos de interaccin cultural en-tre Wari y estas otras tradiciones menores y re-gionales, que aparentemente derivaran de ella.Estas limitaciones han hecho que no sea posi-ble entender a cabalidad la naturaleza de su pre-sencia en la costa norte. Quedan muchas pre-guntas por contestar acerca del carcter de Wari,y particularmente de su peculiar forma de dis-persin en los Andes centrales. La evidencia conque contamos, y que se presentar a continua-

    cin, nos inclina a pensar que Wari tuvo en lacosta norte una presencia indirecta y de carc-ter eminentemente ideolgico, mediada por la

    accin de otras sociedades, particularmente dela costa central. La mediacin parece haber te-nido dos formas: los smbolos e ideas Wari fue-ron reelaborados por sociedades intermedias de

    la costa central y la sierra norte y a travs deellas pasan al valle de Jequetepeque, o estasmismas sociedades sirvieron como agentes dis-tribuidores de artefactos producidos original-mente en el sur.

    El debilitamiento interno de la sociedadMochica Tarda ha sido interpretado de diver-sas maneras. Shimada (1994) asume que exis-ti un marcado conflicto social latente, genera-do por la poltica de una elite opresiva que su-bordin pueblos de otras etnias , que finalmen-te se habran sublevado contra sus opresores.Bawden explica el debilitamiento interno comoel efecto de una falla estructural que inevita-blemente se produjo por las contradicciones dela ideologa poltica Mochica que tenda a fa-vorecer a la elite en desmedro del pueblo, en-frentada a los principios andinos de reciproci-dad y solidaridad (Bawden 1996). En conse-cuencia, interpreta el plano del sitio de Galindo,sitio tipo para la fase V en el valle de Moche,como la expresin fsica de estos conflictos en-tre segmentos de la sociedad, donde la elite se

    asla del pueblo llano a travs de grandes mu-ros y portales que dificultaron y permitieroncontrolar el acceso entre barrios y ejercer si-multneamente el control de los recursos alma-cenados.

    Las presiones externas e internas habranacelerado la crisis de la sociedad Mochica Tar-da. Diversos autores han planteado que en estepunto ocurrieron dos cambios importantes enel patrn de asentamiento. Primero, los centrospoblados ms importantes pasan a si tuarse en

    los cuellos de los valles, a fin de controlar lasbocatomas de los s is temas de i r r igacin(Moseley 1992)1 . Segundo, al agravarse la cri-sis se habra trasladado la capital del supuestoEstado mochica de las Huacas de Moche a Pam-pa Grande, en Lambayeque. Lamentablementeno existe suficiente informacin para sustentaresta hiptesis.

    Tanto en Pampa Grande como en Galindouno de los principales problemas que se debeaclarar es el proceso que les dio origen, ya que

    ambos sitios fueron construidos en un plazorelativamente corto y habitados por poco tiem-po, pero las tradiciones cermicas que los

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    La naturaleza del Proyecto ArqueolgicoSan Jos de Moro, enfocado en un sitio cere-monial y funerario, no nos ha permitido abor-dar el factor medio ambiental antes enunciado,y a decir verdad en el sitio no hemos encontra-do evidencia de un dramtico deterioro produc-to de lluvias catastrficas o sequas prolonga-das. En cualquier caso, parecera que la inesta-bilidad c limtica tuvo una influencia mayor en

    el trnsito entre los periodos Mochica Medio yTardo, que a su vez pudo provocar los movi-mientos de artesanos de la Regin Mochica Sura la Norte que se postulan ms adelante, o en-tre los periodos Temprano y Medio, coincidien-do con el abandono de Dos Cabezas (Donnan,comunicacin personal). Afortunadamente estefactor est siendo estudiado en el valle deJequetepeque por otros programas de investi-gacin (Dillehay 2001). A falta de posibilida-des de abordar el aspecto climtico, nos hemosabocado a investigar los dos factores restantes,es decir, la influencia Wari y el deterioro inter-no de la sociedad Mochica.

    caracteriza, Mochica tarda en el primero,Mochica V en el segundo, estn plenamentedesarrolladas cuando estos sitios se habitan. SiGalindo fue, como se plantea, el lugar dondelos Mochicas huyen luego de abandonar lasHuacas de Moche, y en stas no se ha encon-trado cermica de estilo Mochica V, cabe pre-guntarnos de dnde proviene esta tradicin, pordems escasa en el valle de Moche, pero apa-

    rentemente frecuente en Chicama. En el casode Pampa Grande, se ha planteado que el sitiofue construido rpidamente, posiblemente poruna poblacin que hua del sur. Si este fuera elcaso tendramos el mismo problema que enGalindo. Parecera que el argumento planteaque es en la huida que se gesta el estilo Mochicatardo. Lamentablemente la cermica de ambossitios ha sido publicada de manera muy parcial.Como es obvio, los estilos y tradiciones cer-micas no pueden surgir de la nada y tienen porlo general largos procesos de gestacin, a me-nos que sean el resultado de migraciones o prs-tamos.

    Fig. 18.2. Plano de San Jos de Moro con indicacin de las zonas excavadas por aos y el circuito turstico.

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    En los ltimos aos de investigacin en SanJos de Moro nuestra concepcin de la funcingeneral del sitio ha variado, puesto que de con-cebirlo como un cementerio donde se realiza-ron actividades ceremoniales, es decir, donde

    el nfasis estaba en lo funerario, hemos pasadoa concebirlo como un gran centro ceremonialregional, donde las actividades predominantesson celebratorias y donde se realizan entierrosde individuos de las clases altas dispuestas demanera ordenada. Es decir que la funcin per-manente del sitio fue ceremonial, y los entie-rros, que seguramente eran las actividades mscomplejas ejecutadas en l, se realizaron cuan-do se produca la muerte de un individuo de laelite. Los entierros de elite y la celebracin deceremonias le confirieron al sitio un carctersagrado, que perdur hasta la Colonia, peromientras que su carcter permanente como

    1994a y 1994b, Donnan y Castillo 1994). Des-de 1995 nuestras excavaciones se han concen-trado en la zona de la Cancha de Ftbol, di-rectamente al norte de la Huaca Alta. Adems,hemos realizado sondeos en diferentes partes

    del sitio, a fin de definir si la ocupacin fuehomognea (Fig. 18.2). El resultado de estasexcavaciones fue descubrir que el sitio fue usa-do de muy diversas formas y con diferentes gra-dos de intensidad en diferentes periodos. Algu-nas reas tuvieron una ocupacin continua decarcter domstico, particularmente los mont-culos, mientras que otras zonas parecen habersido siempre de uso ceremonial o funerario.Algunas zonas presentaron altas concentracio-nes de tumbas de un periodo en part icular, otrascombinan tumbas de todos los periodos, mien-tras que otras parecen no contener ninguna tum-ba.

    Fig. 18.4. Concentracin de tumbas Lambayeque en la unidad 9.

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    Fig. 18.5. Alineamiento de tumbas Mochicas en las unidades 4, 6, 7, 8a, y 11.

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    campo santo estuvo ligado a los entierros y alos cultos de los ancestros, su carcter tempo-ral como lugar de celebracin se restauraba

    constantemente en las fiestas y cerebracionesque deban reproducirse de acuerdo al calenda-rio ceremonial.

    Las ms de doscientas tumbas excavadas,pertenecientes a la ocupacin Mochica o a ocu-paciones posteriores, aparecen en concentracio-nes o alineamientos. Tumbas del mismo perio-do y complejidad tienden a agruparse, por e jem-plo encontramos concentraciones de tumbasMochica Medio, Lambayeque y Mochica Tar-do. Asimismo, hemos encontrado concentra-

    ciones de tumbas muy ricas, como las cincocmaras encontradas en 1991-1992, y otras detumbas muy pobres. En la temporada del 2000Martn del Carpio, investigador asociado al pro-yecto, excav en un rea de 9 por 10 metros,una concentracin de 23 tumbas Mochica Me-dio alineadas, una al lado de la otra (Lm.18.1a). Concentraciones de tumbas pertenecien-tes al periodo Lambayeque, sin un aparente ali-neamiento, han aparecido hasta en dos sectoresdel sitio (Fig. 18.4). As mismo, en sucesivascampaas de excavaciones seguimos un alinea-miento de tumbas de bota Mochica Tardas (Fig.18.5). Las agrupaciones y alineaciones estaran

    revelando subdivisiones al interior del cemen-terio, que podran corresponder con diferentesgrupos, quizs originarios de diferentes comu-

    nidades del valle de Jequetepeque u otras re-giones, o a zonas utilizadas ms intensivamenteen diferentes periodos de la ocupacin del si-tio. Al interior de estos grupos se encuentra unafuerte homogeneidad en los patrones funerarios,part icularmente en lo que se refiere a alinea-miento, orientacin y artefactos asociados a lastumbas. Algunas de las tumbas, adems pare-cen haber tenido grandes botellas o paicas comomarcadores externos (Fig. 18.6).

    San Jos de Moro no slo fue un cemente-rio, sino que en las superficies que rodeabanlas tumbas se han conservado evidencias mate-riales de actividades de carcter domstico yceremonial que permiten aproximarnos a losaspectos del ritual funerario que no correspon-den con el entierro mismo. Fruto de este tipode ocupacin se ha hallado zonas con densasconcentraciones de ceniza y carbn, basura do-mstica, alineamientos de adobes, desechosconstructivos, fragmentera de cermica y par-ticularmente capas de relleno compuestas poruno o ms de este tipo de desechos. Sin embar-

    go, parecera que las zonas planas frente a losmontculos no fueron empleadas para el

    Fig. 18.6. Tumba de bota vista de perfil con una paica como marcador.

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    Lm. 18.1a. Concentracin de tumbas Mochica Medio en la unidad 15 - 16.

    Lm. 18.1b. Paicas alineadas en asociacin con contextos domsticos en el rea 24.

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    establecimiento de unidades domsticas perma-nentes, o al menos no fue esta su principal fun-cin. Se han encontrado evidencias de estruc-turas livianas formadas por alineamientos de

    adobes que forman espacios rectangulares, unasuerte de habitaciones o cmaras, dentro de lascuales es frecuente hallar grandes recipientespara la preparac in y el almacenamien to dechica o de algn producto slido, posiblementemaz (Fig. 18.7). Los alineamientos de adobes,sin embargo, no parecen formar muros de es-tructuras permanentes, puesto que aparecen sincimentacin. En otros casos han aparecido ca-pas compuestas por pisos sucesivos, algunos delos cuales pareceran haber sido vaciados comobarro lquido. Estos piso con frecuencia estnhoradados por numerosos huecos de postes, loque revelara cambios frecuentes en la disposi-cin y funcin de estos espacios delimitados.La orientacin de los alineamientos de los mu-ros en todos los periodos de ocupacin del si-tio es aproximadamente la misma, que tiende acoincidir con la orientacin predominante de lastumbas (entre 15 y 20 grados al este del nortemagntico). Finalmente, se ha encontrado en elsitio una serie de grandes muros, de hasta cin-co hiladas de adobes (aprox. 1 m de alto), por

    dos adobes de ancho (aprox. 80 cm). Estos mu-ros, por su extensin, parecen delimitar gran-des reas en el sitio. No hemos podido definiran si estas reas son de carcter funcional o sidelimitan reas donde encontraramos tumbasde un periodo en particular. La mayora de es-tos muros pareceran haber sido construidos enel periodo Mochica Tardo, aunque fueron uti-lizados hasta el periodo Transicional. Una pe-culiaridad de estos muros es que debajo de ellosse han hallado con frecuencia tumbas, incluso

    de cmara. Una posibilidad es que los muros,por su inusual anchura, hayan sido usados comoveredas para moverse dentro del sitio.

    La creciente complejidad de los datos, queno siendo funerarios clarifican la naturaleza dela ocupacin del sitio, nos permiten afirmar quelas tumbas encontradas en San Jos de Morofueron el resultado de complejos rituales fune-rarios, de los que stas son slo la expresinmaterial de las ltimas incidencias. Procesio-nes fnebres, rituales de oracin y de sacrifi-

    cio, bebida y comida ritual, entrega de ofren-das y otras acciones ceremoniales ejecutadas alo largo de un calendario litrgico que suele

    Fig. 18.7. Espacios domsticos Mochicas en

    San Jos de Moro.

    Fig. 18.8. Modulo de exhibicin en San Jos de Moro.

    extenderse ms all del entierro mismo debie-ron efectuarse en San Jos de Moro, en las ca-pas de ocupacin descritas anteriormente. Exis-

    ten algunos ejemplos en la iconografa Mocheque ilustran este tipo de comportamientos ri-tuales que cabe analizar y comparar con los con-textos arqueolgicos registrados (Castillo2000b). Fruto de esta intensa actividad parale-la a los rituales funerarios es que notamos en elsitio una enorme cantidad de grandes recipien-tes para la preparacin y maceracin masiva dechicha, para su almacenamiento y el de sus in-gredientes y para su ingestin (Lm. 18.1b).Hemos hallado incluso una habitacin subterr-nea dentro de la cual se pudo encontrar ollas,cntaros y bateas de formas y tamaos varia-dos que, en conjunto, habran funcionado

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    para la preparacin de chicha (Lm. 18.2a). Au-gusto Amador, otro investigador asociado delproyecto , viene estudiando las evidencias deproduccin de chicha y, en general, el patrn

    de uso del espacio en las capas que se sobrepo-nen a las tumbas. Lo que este estudio est de-mostrando es que en San Jos de Moro, ademsde fastuosos entierros para individuos de la eli-te, se estaban realizando grandes celebracionesdonde participaban muchsimas personas, mu-chas ms de las que pudieron residir en el sitioen cualquier momento. Es decir, que para estasfiestas el sitio pudoservir como centro ceremo-nial regional, lugar de encuentro de Mochicasde diferentes pueblos, lugar de transacciones,negociaciones y alianzas, tanto sociales, pol-ticas y econmicas. Por estas funciones el sitiodebi haber tenido un gran prestigio en la re-gin, que continu mucho tiempo despus quese extinguieran los Mochicas.

    Adems de las tumbas y los espacios cere-moniales se han estudiado en San Jos de Morolos montculos habitacionales, que presentanuna estratificacin muy compleja que se iniciacon el periodo Mochica Medio y culminan enla ocupacin Chim (Castillo y Donnan 1994a,Rosas 1999). Estos ya haban sido registrados

    por H. Disselhoff (1958a y 1958b) y D. Chodoff(1979) , quienes real izaron las pr imerasexcavaciones estratigrficas en el sitio. La se-cuencia cermica que se ha podido reconstruira travs del estudio estratigrfico es obviamentemuy rica, ms an por cuanto ha podido ser re-finada, corregida y complementada por las for-mas que aparecen en las tumbas de los perio-dos correspondientes . En los per f i lesestratigrficos rara vez se encuentra cermicafina, y nunca aparecen formas completas,

    cosa que s ocurre en las tumbas, pero en stasse da la coincidencia de la cermica de diferen-tes calidades, por lo que la secuencia resultamuy til para la filiacin cronolgica y cultu-ral de otros sitios.

    Un aspecto importante del proyecto ha sidola formacin de un nmero creciente de estu-diantes, de pre y postgrado de universidadesperuanas, europeas y norteamericanas. Estosestudiantes han comenzado ya a asumir temasespecficos de investigacin, como el estudio

    de los periodos Mochica Medio, Lambayequey Transicional, la prospeccin del valle del roChamn, y el mapeo y excavacin del cerro

    Chepn, un impresionante sitio amuralladoMochica Tardo ubicado en la cumbre del cerrodel mismo nombre a slo dos kilmetros de SanJos de Moro, y probable sitio de residencia de

    algunas de las personas enterradas all (Fig.18.1). El proyecto tambin se ha propuesto con-tribuir al desarrollo sostenible de los habitan-tes de San Jos de Moro, integrando el sitio enla Ruta Moche, circuito turstico que une lossitos arqueolgicos ms importantes en los de-pa rt ament os de Lambaye que y La Li berta d.Nuestro plan es construir ocho mdulos peque-os en diferentes puntos del pueblo, asociadosa las unidades de excavacin (Fig. 18.2). El re-corrido de los mdulos ser una visita obligadaal pueblo, y pondr a los turistas en contactocon servicios y bienes producidos por los habi-tantes. Con apoyo de las fundaciones Kaufmany Bruno se han construido ya cuatro mdulosdedicados a la tumba de la Sacerdotisa de Moro,a un Museo Infantil, a una exhibicin de lastumbas tipo para cada periodo de ocupacin ya una centro de visitantes y caseta para el guar-din. Un programa paralelo con los nios delcolegio primario local destinado a incentivar laidentidad local a travs de programas de acti-vidades en las que se les transfiera informacin

    sobre los hallazgos realizados tambin est enmarcha (Fig. 18.8).

    LOS MOCHICAS EN SANJOS DE MORO

    La ocupacin Mochica en San Jos de Morose inicia con del periodo Medio y culmina alfinal del periodo Tardo (Fig. 18.3). Definir elfin de Moche no es tan simple, puesto que lasinfluencias de esta tradicin se extienden en eltiempo en este sitio y cuando pensamos que yahan de concluir, aparece algn contexto quemuestra una clara influencia Mochica. En estaseccin se presentar la evidencia del fin de lasociedad Mochica en San Jos de Moro y sepropondrn algunas de las hiptesis que veni-mos desarrollando para explicar esta evidencia.El recuento, sin embargo, empieza en el perio-do Mochica Medio, puesto que primero es ne-cesario identificar cules son los antecedentesdel desarrollo que caracteriz al periodo Tar-

    do. Nuestro recuento no acaba con el fin deMoche, sino que se extiende ligeramente al

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    periodo Transic ional, puesto que en l vemosan algunos aspectos importantes de la culturaMochica conservados como remanentes e in-fluencias. Debemos advertir al lector, sin em-

    bargo, que nuestras conclusiones con respectoal periodo Transicional son an preliminares,puesto que sus evidencias ms importantes anestn siendo descubiertas y analizadas.

    Mochica Medio

    En la secuencia propuesta para el valle deJequetepeque (Castillo y Donnan 1994b), em-pezaremos por el periodo Mochica Medio, quecomo se ha dicho anteriormente no es una va-

    riante local de la fase Mochica III de Larco(1948), sino una expresin regional que posi-bl ement e tie ne apl ic ac i n s lo en la reginMochica-Norte. Mientras que la fase III del surest caracterizada por cermica de una calidadnotablemente mayor a la que encontramos enel periodo Mochica Medio, particularmente enmodelado y diseos pictricos (Donnan yMcClelland 1999), la cermica que caracterizaal periodo Mochica Medio es de baja calidadtcnica y de pobre contenido iconogrfico (Fig.18.9). En este periodo predominan ceramios deasa estribo de cuerpo achatado y base anular.La decoracin, en la que encontramos el uso

    Fig. 18.9. Ejemplos de cermica Mochica Medio de San Jos de Moro.

    del crema, ocre y morado, es muy simple, sien-do sus diseos ms elaborados representacio-nes de peces de cuellos largos pescando lifes, odiseos en relieve de personajes mitolgicos.

    Cntaros con caras modeladas en los cuellos sonmuy frecuentes. Una variante de este tipo decermica son las botellas o cntaros que com-binan una cara de animal modelada en el cue-llo, y la figura del animal pintada en el cuerpode la vasija o que presentan el cuerpo de la va-sija decorado como la cara de un animal(Ubbelohde-Doering 1983: Figs. 7.3, 8.3, 17.4,18.2, 19.2, 23.4, 23.5, 26.1 y 26.2; Alva yDonnan 1993: Figs. 181 y 187; Pozorski yPozorski 1996: Fig. 5 a 8; Donnan y McClelland

    1997: Figs. 10a y b, 12a; pp. 46 (1), 57 (1), 68(3), 85 (2), 104 (1), 110 (1 y 2), 117 (3) y 135(1)).

    En e l val le de Lambayeque e l es t i locermico que correspondera con el MochicaMedio de Jequetepeque sera el que aparece enlas tumbas de Sipn, donde la cermica essorprendentemente pobre. En este estilo sobre-salen representaciones muy burdas como losbhos, caanes y personajes sentados encontra-dos en la tumba del Seor de Sipn o los cnta-ros de cuello efigie con figuras de animales queaparecieron en la tumba de Viejo seor de Sipn(ver Alva y Donnan 1993: Figs. 127-131, 181 y

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    187). En Piura, el estilo que correspondera con

    las caractersticas antes sealadas es una cer-mica muy poco conocida, pero recientementepublicada por Makowski (1994: 328-329). So-bre la base de c r i t er ios es t i l s t icos ycronolgicos pensamos que el Mochica Mediosera contemporneo con la fase III y posible-mente con parte de la fase IV del sur, an cuan-do no se han podido establecer corresponden-cias firmes.

    La informacin con que contamos para esteperiodo en el valle de Jequetepeque provienetanto de las excavaciones hechas en San Josde Moro, como de las realizadas en Pacatnampor H. Ubbelohde-Doering (1983) y C. Donnan

    y G. Cock (1986 y 1997). En San Jos de Morohemos ubicado 41 tumbas de bota y pozo, lasprimeras generalmente contienen adultos , mien-tras que las segundas suelen contener nios. Lastumbas de bota consisten en un pozo verticalde profundidad variable (desde medio metrohasta ms de dos metros), que termina en unacmara funeraria lateral muy restringida en sualtura y extensin (Fig. 18.10). Si bien la pre-

    servacin orgnica es muy pobre, existen indi-cios para presumir que los individuos fueronenterrados envueltos en telas gruesas y echa-dos sobre petates de caa, tal como describeDonnan (1995) en su estudio de las costumbresfunerarias Moche. Bandas de fibra parecen su-jetarlos, a la al tura de la pelvis , al peta te quebien pudo ser semi rgido. Alrededor y dentrodel envoltorio funerario se colocan ofrendas decermica, metales y textiles, cuentas en el cue-llo y muecas, platos de calabaza y adornos deconcha o hueso. En San Jos de Moro slo seconservan los objetos de cermica, los metalesque aparecen en la boca y manos de algunos

    Fig. 18.10. Tumba Mochica Medio tpica de San Josde Moro, M-U111.

    Fig. 18.11. Tumba Mochica Medio, M-U813.

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    individuos, y ocasionalmente las cuentas. Las

    cmaras funerarias parecen haber sido rellena-das con arena limpia antes de que se sellarancon muros de adobes. Es interesante anotar queno todas las ofrendas aparecen directamenteasociadas con el piso de la cmara funeraria,sino que muchas veces se encuentran flotan-do en el relleno. Es decir que fueron coloca-das cuando la tumba estaba siendo rellenada.En general, los adobes que se asocian con tum-bas Mochica Medio presentan marcas de gaveray son bastante delgados (aproximadamente doce

    centmetros), sobretodo comparados con losadobes Mochica Tardos que suelen ser msgruesos. Finalmente, el pozo vertical de entra-da fue rellenado con material limpio.

    Hemos podido documentar en una serie decasos la presencia de grandes recipientes decermica o paicas, como marcadores de lastumbas (Fig. 18.6). Estas paicas aparecen enel relleno de los pozos, a la altura de la boca dela tumba, quiz sobresaliendo ligeramente enel piso de ocupacin y podran haber sido usa-das en los rituales de clausura de las tumbas ylos rituales funerarios subsiguientes de ofren-da o celebracin. En algunos casos hemos

    encontrado, al interior de paicas como stas,

    restos seos de camlidos parcialmente quema-dos.

    Una singularidad de las tumbas MochicaMedio de San Jos de Moro es que contienen,en la mayora de los casos, slo una pieza decermica fina, generalmente de asa estribo. Sloen dos casos se han encontrado artefactos mssimples, como ollas y cntaros, siempre en n-mero limitado, sobre todo si los comparamoscon la cantidad de cermica que, como vere-mos, aparece en tumbas Mochica Tardas. Es-

    tas piezas suelen ubicarse cerca del cuerpo: alos lados de la cabeza, o a los pies, e inclusosobre el cuerpo. Dos tumbas Mochica Medioexcavadas en San Jos de Moro merecen men-cin aparte por su complejidad y por la riquezarelativa de sus ofrendas (Figs. 18.11 y 18.12,Lm. 18.2b): las tumbas M-U725 y M-U813.Ambas fueron tumbas de bota con sello de ado-bes que contenan a un solo individuo masculi-no cada una. En ambos casos se encontraron trespiezas de cermica asociadas con e l cuerpo, en-tre ellas algunos de los especmenes ms finosde cermica Mochica Medio hallados en SanJos de Moro a la fecha (Fig. 18.12).

    Fig. 18.12. Cermica de las tumbas Mochica Medio M-U813 y M-U725.

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    Fig. 18.13. Tumba EI excavada por Ubbelohde-Doering en Pacatnam. (Ubbelohde-Doering1983, Abb. 13, Abb. 16.2).

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    Cock 1997). Ahora bien, estos dos cementeriosson muy diferentes en cuanto al tipo de tumbasque incluan. El cementerio encontrado por

    Ubbelohde-Doering parecera ser de individuosde elite, con presencia de mltiples tumbas depozo superfic iales y tres enormes tumbas ml-tiples de bota excavadas en el cascajo y conmuchas y variadas asociaciones2 (Fig. 18.13).Las tumbas del cementerio H45CM1 pertene-cen a individuos de las capas ms bajas de lasociedad, posiblemente campesinos y pescado-res, y por lo tanto incluan slo ofrendas muysimples como cermica de tipo intermedio y do-mstico, fragmentos de artefactos metlicos y

    textiles desgastados. Las tumbas Mochica Me-dio encontradas en San Jos de Moro parecencorresponder a un segmento social intermedio,puesto que no son tan ricas o complejas comoalgunas del cementerio de la Huaca 31, perocontienen ofrendas de cermica generalmentems finas que las encontradas en H45CM1.

    Las semejanzas entre la cermica MochicaMedio encontrada en Pacatnam y la de SanJos de Moro son innegables, a tal punto quese han ubicado piezas que podran haber sidohechas con el mismo molde (comparar Fig.18.9a con Ubbelohde-Doering 1983: Figs. 21.1-2, 28.2 y 57.1). En las tumbas de Pacatnam, a

    Asimismo, estas tumbas contenan una can-tidad de metales mayor a la usual. En la tumbaM-U725 encontramos un conjunto formado por

    los restos muy oxidados de discos, una piezaen forma de cabeza de zorro y cuatro piezas enforma de patas con pequeas garras. El conjun-to parece ser parte de un una prenda o bolsa delmismo tipo que el atuendo ceremonial encon-trado en la Huaca de la Luna (ver Uceda en estevolumen). En la Tumba M-U813 se encontra-ron dos cuchillos de cobre bastante macizos, doscuchillos laminares y otros artefactos y frag-mentos. Ambas tumbas se encontraron en agru-paciones de tumbas del mismo periodo.

    Otros hallazgos de tumbas Mochica Mediose han dado en Pacatnam, donde el patrn fu-nerario es el mismo en la mayora de las tum-bas, pero donde tambin se han encontrado tum-bas mucho ms elaboradas. En Pacatnam sehan ubicado ms de ochenta entierros en dosreas que corresponderan a la ocupacinMochica; de estos la mayora se pueden atri-buir al periodo Mochica Medio. En 1938Ubbelohde-Doering (1983) encontr una seriede tumbas Mochica en las inmediaciones de laHuaca 31, posteriormente Donnan y Cock ubi-caron un cementerio Mochica de la misma po-ca al que denominaron H45CM1 (Donnan y

    Fig. 18.14. Ejemplos de crisoles decorados de tumbas Mochica Tardo. Tumbas M-U314 y M-U729.

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    diferencia de San Jos de Moro, se ha encon-trado una gran cantidad de cermica de calidadintermedia y domstica.

    Un aspecto que resulta evidente del anli-

    sis de la cermica Mochica Medio de ambossitios es que no existe la cermica de lnea finani cermica con una decoracin pictrica ela-borada. Contemporneamente con el periodoMochica Medio, en la zona Mochica-Sur sehabran estado desarrollando las fases III y IV,ambas con un uso muy avanzado de los diseosl ineales , y con esquemas iconogrf icosnarrativos. Mientras tanto, los motivos decora-tivos ms complejos en Jequetepeque eran fi-guras pintadas con lneas gruesas en los cuer-pos de las p iezas (Donnan y McClelland 1997:Figs. 10a, 10b y 12a). A diferencia de otras re-giones se us, adems de las pinturas crema yocre, una pintura de color morado para decorarlos cuerpos de las piezas con lneas y bandas(Donnan y McClelland 1997: Fig. 11a y 11c).Otra caracterstica de la cermica Mochica Me-dio es que frecuentemente se encuentran pie-zas con detalles decorativos que muestran unaclara continuidad con el estilo Vir, particular-mente ojos hechos con lneas y puntos incisos,lgrimas y otros rasgos faciales caractersti-

    cos de este estilo (Donnan y McClelland 1997:31d, 205 y 108). Si bien esta modalidad estils-tica va desapareciendo con el tiempo, persisteen unos objetos singulares llamados crisolesu ofrendas que aparecen en grandes nmerosen las tumbas ricas del periodo Mochica Tar-do. En algunos casos los crisoles presentan de-coracin modelada e incisa que claramente seasemeja a la tradicin Vir (Fig. 18.14).

    La presencia de un componente Vir en lacermica Mochica Medio es congruente con los

    hal lazgos de Donnan en Dos Cabezas yMazanca (Donnan 1999, comunicacin perso-nal), que permiten ver que el estilo Mochica ha-bra derivado de un sustrato Vir. Este sustratono desaparece a medida que se va cristalizandoel estilo Mochica sino que persiste como unalnea estilst ica dentro de las varias que lo com-ponen. Es ta lnea es ti l st ica pers is te inclusohasta el periodo Tardo al lado de otras que pue-den resultar ms familiarmente Mochica (Fig.18.3).

    As como no existe cermica de lnea finaen la matriz estilstica Mochica Medio, tampo-co se ha documentado ninguna influencia

    externa apreciable. No hay elementos que po-dran interpretarse como estilos serranos, ancuando muy cerca se desarroll el es t i loCajamarca. Estilos ms distantes, de la Costa

    Central, tampoco aparecen. Incluso la cermi-ca estrictamente Mochica III de Chicama yMoche, o su influencia, tampoco se dejan sen-tir. La cermica Mochica Medio, por lo tanto,es tecnolgicamente ms simple y menos refi-nada, y ms bien presenta una continuidad conformas simples de la cermica Mochica Tem-prano (ver Casti llo y Donnan 1994a: 162-169).

    La inexistencia de cermica con decoracinpictrica elaborada, y en general la prdida decalidad en relacin con la cermica MochicaTemprano de Jequetepeque (ver Donnan estevolumen), es una caracterstica del periodoMedio de la cermica Mochica-Norte. Este esel caso incluso en un sitio Mochica Medio dela jerarqua de Sipn, donde la extraordinariacalidad de la orfebrera contrasta con la relati-va mala calidad de la cermica.3 Finalmente,esta ausencia de calidad abre la interroganteacerca del origen de los elaborados estilos pic-tricos que caracterizan a la cermica de lneafina en la fase Mochica Tardo.

    Mochica Tardo

    Hasta ahora uno de los procesos ms dif-ciles de entender en el valle de Jequetepequeha sido el trnsito del periodo Mochica Medioal periodo Tardo. Lo que no encajaba en nin-guna explicacin era la sbita aparicin de lacermica de lnea fina que caracteriza al perio-do Tardo, particularmente la proveniente deSan Jos de Moro. Como veremos, el habernosenfocado casi exclusivamente en el estudio de

    la iconografa de la cermica de lnea fina hatenido el efecto de distraernos de la naturalezadel trnsito entre los periodos Medio y Tardo.Los datos con los que contamos ahora nos indi-can que existi un trnsito fluido entre estosperiodos, y que en el periodo Tardo aparece enla secuencia la cermica de lnea fina, aparen-temente como resultado de influencias forneas.

    Para el periodo Tardo de la ocupacinMochica en Jequetepeque contamos con infor-macin funeraria proveniente de los sitios de

    Pacatnam (Ubbelohde-Doering 1983) y de 70tumbas y otros contextos registrados en San

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    Jos de Moro (Castillo y Donnan 1994b; Casti-llo, Mackey y Nelson 1996-98; Castillo 1999,2000a, 2001). Las tumbas presentan una am-plia gama de posiciones y funciones sociales,

    desde las extremadamente elaboradas tumbas delas Sacerdotisas (Donnan y Castillo 1994), hastatumbas de pozo muy simples y sin asociacio-nes (Castillo y Donnan 1994a). Las tumbas mscomunes para este periodo, sin embargo, siguensiendo las de bota con sello de adobes, en lasque se mantienen muchas de las caractersticasde las tumbas del periodo Mochica Medio. Loscambios ms importantes se dan no en la formade la tumba, sino en su contenido. La cantidadde cermica es mayor, particularmente en lastumbas ricas que pueden contener decenas depiezas.

    Quiz uno de los aportes ms importantespara el entendimiento del comportamiento fu-nerario de la sociedad Mochica Tarda ha sidola asociacin entre la arqueologa y la icono-grafa. A partir del estudio de las asociacionesfunerarias ha sido posible reconocer a dos delos individuos enterrados en San Jos de Morocomo una divinidad a la que conocemos comola Sacerdotisa (Donnan y Castillo 1994). Es-tos personajes aparecen en una serie de accio-

    nes rituales en el arte Mochica, particular yconspicuamente en las escenas de Sacrificiode prisioneros y Presentacin de la copa consu sangre (Donnan 1978, Alva y Donnan1993), en la escena de la Rebelin de los ob-jetos (Lyon 1981, Quilter 1990) y en una seriede escenas marinas, en que la Sacerdotisa ca-balga una balsa de totora que se trasforma enuna luna creciente (Cordy-Collins 1977). Aho-ra bien, cabe sealar que en realidad lo que seha ubicado son tumbas de mujeres que fueron

    enterradas en atades decorados con algunos delos implementos que caracterizan a la Sacerdo-tisa, como la copa con pedestal alto y el tocadode bordes aserrados. De esta asociacin fune-raria inferimos que durante sus vidas estas mu-jeres desempearon el papel de la Sacerdotisaque aparece en la iconografa, o que al menosestuvieron ntimamente ligadas a sta, al puntode ser enterradas con sus atributos. Esta aso-ciacin entre la elite Mochica y los dioses msimportantes de su panten no es nueva, puesto

    que en base a los artefactos hallados en su tum-ba se ha planteado que el Seor de Sipn ha-bra sido en vida la divinidad principal de la

    escena del Sacrificio (Alva y Donnan 1993). Enningn otro entierro encontrado en San Jos deMoro hasta ahora ha sido posible establecer unaidentificacin con divinidades, pero queda

    abierta la posibilidad. Quiz ms importanteque la identificacin precisa de identidades re-ligiosas en las tumbas de elite sea la confirma-cin que la elite Mochica tuvo una clara aso-ciacin con las deidades de su panten.

    Los entierros de las Sacerdotisas fueronsobresalientemente complejos, incluso para sutiempo, e incluan no slo los artefactos que lasidentifican como tales, sino tambin cermicaimportada, individuos sacrificados y un altsi-mo nmero de vasijas de cermica y crisoles.Pese a ello, cuando comparamos estos entierrosde elite Mochica Tardo con sus contrapartesde los periodos Temprano y Medio (Sipn, LaMina, Loma Negra, Dos Cabezas), resulta sor-prendente la ausencia de artefactos de oro yplata. En estos periodos es comn encontrar enlas tumbas de elite una alta concentracin decoronas, tocados y adornos de oro y figuras decobre dorado. No slo se trata de una marcadacarencia de metales preciosos sino de una dis-minucin general en el contenido de metales.

    La mayora de los entierros ubicados en San

    Jos de Moro no corresponden a la parte altade la elite, que presumiblemente se enterr enlas tumbas de cmara que encontramos, sino aun segmento ubicado inmediatamente debajo desta, en el que la tumba de bota es la forma pre-dominante. Los entierros continan siendo ex-tendidos y preferentemente orientados hacia elsur. Este patrn se mantiene no slo hasta elfin del periodo Mochica Tardo, sino que con-tina en la mayora de entierros del periodoTransicional4.

    La cermica de tipo intermedio del periodoMochica Tardo, es decir que no es fina nitampoco burda o domstica, presenta una claracontinuidad en forma y decoracin con artefac-tos que se encontraban en las tumbas del perio-do Medio. Predominan an los cntaros concuello efigie, las botellas de cuerpo achatado(flasks) con pequeas asitas laterales, las ja-rras de cuellos abiertos, los crisoles ligeramen-te cocidos, entre otros. Por supuesto, nuevasformas aparecen en el periodo Tardo, y otras

    desaparecen. Formas poco comunes en el pe-riodo Medio, como las pequeas jarras de baseplana, cuerpo ligeramente carenado y cuello

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    recto evertido se vuelven muy populares. En lacermica domstica se producen algunos cam-bios importantes; por ejemplo, desaparecen lasollas de cuellos compuestos tpicas del periodoMedio que son reemplazadas por las muydiagnsticas ollas de cuello plataforma (Fig.18.15). Algunas formas tienen una singular lon-gevidad, y se van adaptando a los cambios en

    Fig. 18.15. Ejemplos de cermica Mochica Tardo de San Jos de Moro.

    los diferentes periodos, tal es el caso de un tipode cntaro con cuello efigie en el que apareceun brazo modelado proyectado sobre la cara,tapando la boca o un ojo. Esta forma se regis-tra desde la poca Vir 5 y aparece en contex-tos tardos en Pacatnam, San Jos de Moro yPampa Grande (Fig. 18.16). En resumen, al con-centrarnos en la cermica intermedia no vemos

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    una ruptura ente l as fases Medio y Tardo, sino

    ms bien una continuidad, con una serie de for-mas evolucionando, otras desapareciendo,mientras que comienzan a surgir nuevas moda-lidades basadas en las anteriores.

    Lo que s constituye una innovacin en elperiodo Tardo es la irrupcin de lo que llama-remos, siguiendo a Donna McClelland (1990),el estilo iconogrfico de lnea fina, que escaracterstico de la fase Mochica Tardo deJequetepeque y en particular en San Jos deMoro (Fig. 18.17). Este estilo ha recibido mu-cha atencin por su alta calidad formal y tec-nolgica y por su elaborada iconografa narra-tiva (Donnan y McClelland 1979, McClelland

    1990). Una variante aparece en botellas de do-

    ble pico y puente (Rowe 1942; Larco 1967:Figs. 108 y 109) o en ceramios de ase estribodecorados con iconografa Mochica pero poli-croma (Shimada 1994: Fig. 9.1) (Lm. 18.3).

    Especmenes con decoracin de lnea finahan sido encontrados ocasionalmente en sitiosMochica Sur como El Carmelo (Larco 1967:Figs. 106 y 107), El Brujo y Mayal (comunica-cin personal de R. Franco y G. Russell, res-pect ivamente), e incluso en Paredones en Lima(Stumer 1958) y en el valle de Piura (Larco1967: 107). Adicionalmente, en Pampa Grandese han identificado algunos especmenes en con-textos ceremoniales y productivos (Shimada

    Fig. 18.16. Ejemplos Vir, Mochica Medio, Mochica Tardo y Transicional de personaje que se toca lacara. (a, b y c: Vir Mochica Temprano, Mazanca; d y e: Mochica Medio, Pacatnam; f : Mochica

    Tardo, San Jos de Moro; g: Mochica Tardo, Pampa Grande; h, i y j: Transicional, San Jos de Moro).

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    1994: Figs. 7.35.C, 8.12.B y 9.7). Sin embar-go, la gran mayora de los especmenes de esteestilo excavados arqueolgicamente y casi latotalidad de los que existen en colecciones yde los que se sabe el origen, provienen de SanJos de Moro.

    Como se dijo al principio de esta seccin,el estilo de lnea fina no ti ene antecedentes enlos estilos del periodo Mochica Medio de

    Fig. 18.17. Ejemplos de botellas del estilo iconogrfico de lnea fina excavados en San Jos de Moro.

    Jequetepeque, y por lo tanto aparece sin quemedie un proceso de formacin. No encontra-mos ceramios con decoracin pictrica que po-dramos llamar transitorios entre los periodosMedio y Tardo. Por un momento se pens queesta carencia podra atribuirse a un vaco en lasecuencia, es decir, a que no habamos encon-trado las capas de ocupacin o las tumbas quereflejaran el trnsito entre los periodos Medio

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    y Tardo. Sin embargo, en las investigacionesconducidas por Marco Rosas (1999) en San Josde Moro, en seis cortes estratigrficos de hastaseis metros de profundidad, no encontramos

    ninguna interrupcin en la secuencia sino msbien un trnsito y una continuidad ocupacio-nal, lo que se verifica tambin en la continui-dad estilstica de la cermica de tipo Interme-dio. Tampoco existen en las colecciones loca-les o nacionales especmenes que puedan seratribuidos a una fase transitoria entre la cer-mica Mochica Medio y la del Tardo. Es decirque la secuencia es aparentemente correcta y lacermica de lnea fina no evoluciona dentro deella sino que aparece repentinamente. Si stees el caso, entonces hay que definir de dndeprovienen las influencias que permiten que apa-rezca el estilo de lnea fina en Jequetepeque.

    En Lambayeque y P iura la cermicaMochica Medio es tan poco elaborada como lade Jequetepeque. En su artculo sobre los seo-res de Loma Negra, Cristbal Makowski pre-senta una serie de especmenes cermicos queatribuye a los periodos Mochica Tardo A y B(Makowski 1994: figs 89 a 91), contemporneoscon el Mochica Medio de Jequetepeque. Enellos podemos ver cuan simples son los dise-

    os pictricos de esta regin, por lo que es pro-bablemente correcto asumir que este esti lo noconducira al elaborado estilo de lnea finade San Jos de Moro. Tampoco podemos en-contrar antecedentes en los estilos que se desa-rrollaban en las serranas de Cajamarca, al estede Jequetepeque. All los ms elaborados esti-los cursivos no aparecern hasta despus del de-clinar Mochica, y ms bien parecera que losCajamarca fueron inf luenciados por losMochica Tardo.

    Si el estilo de lnea fina no evolucion enel seno de la cultura Mochica en Jequetepeque,ni la influencia que lo gener vino del norte odel este, entonces es importante examinar concuidado la posibilidad que proviniera del sur.Esta lnea de indagacin nos enfrenta a un pro-blema de orden cronolgico, ya que no sabe-mos a ciencia cierta cundo se comenz a for-mar este estilo y, por lo tanto, no sabemos ques lo que ocurra simultneamente en el territo-rio Mochica-Sur. En el estado de nuestras in-

    vestigaciones slo es posible presumir que elinicio del periodo Mochica Tardo del Norte escontemporneo con el final de la fase Mochica

    IV y el comienzo de la fase V. La tumba M-XIIde Pacatnam (Ubbelohde-Doering 1967, 1983:111-122) constituye el nico vnculo entre es-tas dos tradiciones, puesto que contiene seis

    piezas importadas que pareceran ser del trn-sito entre las fases IV y V del Sur (Fig. 18.18).stas aparecen asociadas a cermica interme-dia y domstica del estilo Mochica Tardo delNorte. Ahora bien, como se ha dicho antes, es tatumba es particularmente compleja, pues con-tena dos ocupaciones, una original pertenecien-te al periodo Mochica Medio, y otra intrusivaperteneciente al periodo Tardo. Si nuestra in-terpretacin es correcta, este contexto nos ayu-dara a situar el inicio del Mochica Tardo enlos albores de la fase Mochica V de Larco.

    Ahora bien, si aceptamos que el estilo delnea fina puede rastrearse a influencias veni-das del sur, es importante analizar bajo qu con-diciones se dio la transferencia. Cabra pregun-tarnos si esta transferencia pudo ser slo el efec-to de una influencia artstica que no requiri lapresenc ia de individuos del sur enJequetepeque, o si la aparicin sbita de esteestilo depurado y maduro fue el resultado deuna migracin de artesanos formados en los ta-lleres del sur o si fue el efecto de la conquista

    del val le de Jequetepeque por e l es tadoMochica-Sur.

    La opcin menos intrusiva, la influenciaartstica en los artesanos del norte parece alta-mente improbable, puesto que difcilmente s-tos podra haber improvisado las capacidadestcnicas y artsticas que se requeriran para fa-bricar las piezas de lnea fina en base a la solaimitacin o incluso contando con un curso r-pido de pictografa cermica. La opcin msin trus iva , una conquis ta del val le de

    Jequetepeque por el estado Mochica-Sur, tam-poco parece probable, ya que toda nuestra evi-dencia se limita a un entierro intrusivo, no ha-bindose producido cambios en ninguna otrarea de la produccin material. Sin embargo, lapresencia de la tumba M-XII en Pacatnam essignificativa, dado que nos confirma que si bienpol t icamente independientes, los estadosMochica-Norte y Mochica-Sur mantuvieronabiertas vas de comunicacin e intercambio.

    Por la sbita aparicin de un estilo clara-

    mente maduro en sus aspectos artsticos eiconogrficos nos inclinaramos a pensar quenecesariamente hubo algn movimiento de

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    personas. Es decir, que artesanos sureos delms alto nivel , se trasladaron al valle de

    Jequetepeque. Estos debieron traer consigo todosu bagaje de temas iconogrficos y su alta cali-dad tcnica para la elaboracin de cermica dealta calidad, y para la decoracin con motivosde lneas finas. Es posible que no se tratara deun solo artista sino de talleres completos queemprendieron la produccin de este tipo de ce-rmica con sus estndares de calidad, pero bajola supervisin de los seores de Jequetepeque.Sin embargo, no todo parece haber sido tan sim-ple. Los art istas debieron adaptarse a las pecu-l iar idades de la sociedad Mochica deJequetepeque y, como veremos, en este proce-so se dieron una serie de importantes cambios

    Fig. 18.18. Tumba M-XII de Pacatnam excavada por Ubbelohde Doering, y cermica de estilo MocheV. (Ubbelohde Doering 1983, Abb. 52, Abb 55.1, 55.2, 55.3, 56.1, 56.3, 57.2a).

    en el repertorio iconogrfico y en el estilocermico.

    En sntesis, nos inclinamos a pensar que laselites de Jequetepeque no fueron reemplazadas,ni su territorio conquistado por las sociedadesdel sur. Si ste hubiera sido el caso, veramosuna presencia ms definida de todo el reperto-rio cermico e iconogrfico sureo reproduci-do en los nuevos estilos ce rmicos. Sin embar-go y a pesar de la aparicin de la cermica del nea f ina , s igue producindosemayoritariamente cermica intermedia y doms-tica de acuerdo a los cnones locales. Lo queocurre, por lo tanto, es que slo se adopta unaspecto muy restringido de la tradicin surea:el estilo pictrico.

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    27Castillo, Los ltimos Mochicas en Jequetepeque

    La cermica de lnea fina aparece en losentierros de San Jos de Moro en condicionessingulares. Lo primero que salta a la vista es surelativa escasez. Las tumbas Mochica Tardo,

    incluso las ms elaboradas, contienen por logeneral slo una o dos piezas de este estilo (Fig.18.19). Esta limitacin se cumple incluso en elcaso de las tumbas de cmara de lasSacerdotisas, donde slo se hallaron dos y cua-tro piezas pintadas en el estilo de lnea fina(Tumba M-U 41 y M-U 103, respectivamente).El limitado nmero de piezas de lnea fina enlas tumbas Mochica Tardo es anlogo a lo quehemos mencionado para el periodo Medio, enel que encontrbamos una sola pieza de asa es-tribo por tumba. En las tumbas del periodo Tar-do encontramos, adems, una gran cantidad decermica intermedia y domstica.6 Existira,aparentemente, un cierto control sobre el n-mero de piezas de lnea fina que un individuopoda recibir como ofrenda funeraria. Suestatus, si bien influy ligeramente sobre elnmero de piezas, no implic que pueda reci-bir un nmero desproporcionado. Parecera msbien que hay una cierta lgica en la combina-cin de piezas, y que ms importante que reci-bir muchas piezas de lnea fina, fue construir

    la combinacin correcta de cntaros, ollas, bo-tellas y jarras. Queda an por definir cmo seconstruyen estas combinaciones.

    Una peculiaridad de las botellas de lneafina encontradas en las tumbas de San Jos deMoro es que, en un alto porcentaje, aparecensin el asa estribo. Aparentemente las botellasson mutiladas, retirndoseles violentamente lasasas antes del entierro, en una accin que porsu recurrencia parecer a r i tual . Las asasfaltantes no se encuentran dentro de las cma-

    ras funerarias, ni en el relleno con que se sellalas tumbas, o en los pisos de ocupacin aleda-os. stas aparecen ms bien en capas de relle-no sobre los pisos, entre otros artefactos des-echados. En la Tumba M-U509, por ejemplo,encontramos el caso extremo de mutilacin deuna botella de asa estribo de lnea fina cuida-dosamente decorada, que careca no slo del asaestribo, sino de toda la parte superior del cuer-po (Lm. 18.4a) . Aparentemente, al romperlapara desechar el asa se rompi tambin el cuer-

    po de la botella. Ni el asa estr ibo ni el pedazofaltante del cuerpo fueron encontradas dentrode la cmara funeraria, ni en los alrededores.

    Fig. 18.19. Tumba Mochica Tardo, M-U602 conindicacin de la cermica de lnea fina.

    Mutilaciones de este tipo no se han registradopara el Mochica-Sur o para los periodos Tem-prano y Medio del norte, an cuando exis tenotras modalidades (Uceda et al. 1994: 296). Sinembargo, es interesante anotar que mutilacionesde cermica fina son frecuentes en contextosasociados con la tradicin Wari.

    Si bien existen muchas semejanzas entre lacermica de lnea fina de San Jos de Moro ysu contraparte en la regin Mochica-Sur, encon-

    tramos tambin una serie de diferencias espe-cficas que estaran relacionadas con el traspa-so de una regin a la otra, y con la consecuentenecesidad de adecuar el estilo y la temtica alas peculiaridades de la regin norte. Cuatrodiferencias son importantes en el mbito ico-nogrf ico: a) la reduccin de temasiconogrficos; b) el nuevo nfasis en temas decarcter marino (McClelland 1990); c) la altafrecuencia de representaciones de la Sacerdo-tisa o Mujer supernatural (Hocquenghem yLyon 1980, Holmquist 1992); y d) la casi com-pleta desaparicin de seres humanos del regis-tro iconogrfico.

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    Lm. 18.3. Botellas de estilo iconogrfico de lnea fina de doble pico y puente y botella de asa estribo con decoracinpolicroma (Coleccin Rodrguez Razetto).

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    Lm. 18.4a. Botella de estilo pictrico de lnea fina de la Tumba M-U509-C33, mutilada al momento de la deposicin.

    Lm. 18.4b. Copa ceremonial encontrada en la tumba de la Sacerdotisa de San Jos de Moro.

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    Del amplio repertorio de temas que apare-cen en la iconografa Mochica IV, el estilo delnea fina Mochica Tardo recoge slo una pe-quea fraccin. Es notoria la ausencia de esce-

    nas de corredores, de combates entre seres hu-manos, de caza de venados o focas, de danzas,de consumo de coca, o de la danza de los muer-tos. Otros temas, como los curanderos o lasmujeres dando a luz, que son caractersticospara la cermica escultrica, tambin estn au-sentes. Algunos temas no desaparecen por com-pleto sino que slo encontramos parte de ellos.Este es el caso del tema del Sacrificio del queencontramos uno de sus personajes, la porraantropomorfizada, en la copa de la sacerdotisade San Jos de Moro (Lm. 18.4b), y un frag-mento un poco mayor en un cuenco excavadoen Pampa Grande (Shimada 1994: Fig. 2.10).

    Los temas representados en e l es t i loMochica Tardo de lnea fina son pocos y muyrepetitivos: el Entierro, el Combate mtico en-tre seres supernaturales, la Navegacin en bal-

    sas de totora, las Sacerdotisas sobre la luna cre-ciente, la Ola antropomorfa (Fig. 18.20). Serepresenta con frecuencia a seres que combi-nan apariencias humanas con rasgos de seresmarinos (peces o caracoles) o colmillos defelinos. McClelland (1990) ha planteado que,adems, se da un nuevo nfasis en temas decarcter martimo, que sera un antecedente delos temas y motivos que fueron luego priorita-rios en la iconografa Chim y Lambayeque,donde tambin encontramos representaciones debalsas de totora, pescadores, aves marinas y olasantropomorfizadas.

    Fig. 18.20. Ejemplos de las representaciones ms frecuentes en la iconografa Mochica Tardo pictricade lnea fina. (Donnan y McClelland 1999, Fig. 6.150 y 6.152) (Dibujos Donna McClelland).

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    La Sacerdotisa, o Mujer sobrenatural(Hocquenghem y Lyon 1980, Holmquist 1992),se convierte en uno de los personajes ms co-munes de la iconografa del periodo Tardo. Estapopularidad es un efecto de la alta frecuenciade representacin de los temas donde ella apa-rece, principalmente el tema del Entierro y dela Navegacin en balsas de totora, junto con laversin simplificada donde una mujer cabalga

    sobre una luna creciente (Fig. 18.21). Es inte-resante verificar cmo el aumento en la popu-laridad iconogrfica de las mujeres coincide conla presencia de tumbas femeninas de elite. Pa-recera que la iconografa refleja un aumentoen la importancia relativa de las mujeres en lasociedad Mochica. Otros dos personajes quealcanzan una muy alta popularidad son el AiaPaec (Larco 1945), tambin llamado WrinkledFace por Donnan (1978) o Personaje antro-pomorfo de c inturones de serpientes (Casti llo

    1989), y la Iguana antropomorfizada. Ambospersonajes figuran en tres escenas muy frecuen-tes: el entierro, el combate mtico y un juegocon palillos y pallares al que Larco (1944) lla-maba la escena de los descifradores.

    Finalmente, quiz el rasgo ms peculiar dela iconografa Mochica Tardo pictrica de l-nea fina es la casi completa desaparicin deseres humanos como personajes principales delas representaciones. Esto es particularmentecierto en San Jos de Moro, donde los sereshumanos slo figuran en la Escena del entierroy de manera secundaria. La carencia de sereshumanos es an ms ilustrativa cuando

    Fig. 18.21. Representacin iconogrfica de la Mujer en la balsa de totora, segn Donnan y McClelland1999, Fig. 6.148. (Dibujo Donna McClelland).

    volvemos a considerar la estrecha asociacinque habra existido entre la elite gobernanteMochica y los personajes divinizados que se re-presentan en la iconografa tarda.

    Si la sociedad Mochica Tarda, como veni-mos sosteniendo, estuvo fuertemente amenaza-da por fuerzas externas ( la inestabil idadcl imt ica y la amenaza de sociedadesexpansivas) e internas (las contradicciones so-

    ciales que haban generado una poltica elitista),entonces el arte habra cumplido la funcin delegitimar el sistema social imperante. Al tradu-cir los contenidos iconogrficos del elaboradoarte Mochica Sureo, a la aparentemente me-nos diversa sociedad nortea, se produce unaseleccin temtica donde se priorizan aquellosesquemas iconogrficos que favorecen la posi-cin de la elite gobernante. La iconografa seconvierte, entonces, en una suerte de lbum defamilia, donde se representa a los gobernantes

    y sus cortes ejecutando los rituales reservadospara ellos. Cualquier otro segmento de la so-ciedad habra sido excluido de las representa-ciones, y cualquier modificacin en el reperto-rio iconogrfico habra sido controlada a tra-vs de artesanos asociados a la elite (attachedspecialists) a cargo de la produccin de arte-factos con contenido iconogrfico elaborado. Esdecir, que las capas bajas de la sociedad habransido excluidas de aparecer y de poseer este tipode artefactos. El estilo iconogrfico de lneafina, por lo tanto, habra sido estrechamenteasociado a la elite Mochica y a su ejercicio delpoder.

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    EL FIN DE MOCHE ENJEQUETEPEQUE

    El declinar de la sociedad Mochica en San

    Jos de Moro est marcado arqueolgicamentepor tres factores : lo s cambios en los es ti loscermicos, los cambios en los patrones funera-rios y la desaparicin de la cermica de lneafina. Estos factores son el reflejo de los cam-bios ocurridos en la sociedad por efecto de laspresiones externas y de la grave cris is interna.En San Jos de Moro se ha encontrado ms evi-dencia de las sociedades del Horizonte Mediode la costa central que en casi cualquier otrositio de la costa norte. Sin embargo, es impres-

    cindible examinar cuidadosamente cul es elcontexto en que aparecen estos artefactos. Asi-mismo, es importante identificar en qu momen-to de la secuencia ocupacional comienzan aocurrir los cambios estilsticos que reflejan lainteraccin con otras sociedades. Por ejemplo,las primeras evidencias de cermica Wari o de-rivada aparecen claramente durante el periodoMochica Tardo y circunscritas a los entierrosms complejos. Asimismo, contra el sentidocomn, las copias locales de piezas Wari se pro-

    ducen ya durante el periodo Mochica Tardo, yno despus de su colapso. Analizaremos en pri-mer trmino la forma que toman las influenciasexternas para luego ver los otros dos factores.

    En San Jos de Moro, antes de la ocupa-cin Lambayeque, nunca se ha encontrado unatumba fornea y menos una tumba Wari. Lasinfluencias externas, si bien numerosas en lospe riodos Tardo y Transicional , no pe rmitenreconocer la anexin a un estado forneo o si-quiera la presencia de individuos que represen-ten a una entidad poltica extranjera. Nunca seha ubicado una tumba donde la mayora de ar-tefactos sea de origen forneo y, ms bien, siem-pr e que encon tramos artefact os impor tados ,copias locales de ellos, o incluso artefactos lo-calmente producidos con un estilo hbrido, s-tos son minoritarios y aparecen slo en las tum-bas muy complejas que siguen el patrn fune-rario Mochica. Esto no implica, sin embargo,que estos artefactos no hayan tenido un impor-tante efecto sobre el desarrollo de los estiloslocales.

    Si analizamos la evolucin de los estiloscomplejos de cermica en San Jos de Moro,

    part icularmente en los ceramios que tienen unaiconografa ms compleja, podemos distinguirhasta tres fases en el periodo Mochica Tardo.

    En la primera fase no hubo influencia de

    Wari o sus derivados, es decir, el estilo ms ela-borado fue el de lnea fina cannicamenteMochica Tardo. El sitio de Pampa Grande, don-de no se ha registrado ninguna evidencia decermica Wari, correspondera a este periodo(Shimada 1994).

    En la segunda fase aparecen las primeraspiezas de cermica importada y f lorece un nue-vo estilo, o estilos, derivados de la influenciaexterna. Esta fase quiz puede subdividirse endos etapas: primero, el momento en el que apa-recen los primeros ceramios importados que sonincorporados a las tumbas Mochica Tardo deelite, y luego una segunda etapa donde se ini-cia la produccin de ceramios con estiloshbridos y la produccin de copias locales deceramios de estilo forneo. La tumba de la Sa-cerdotisa excavada en 1991 (M-U 41, Donnany Castillo 1994) pertenece a la primera etapa,dado que en ella encontramos slo artefactosimportados de estilo Nievera y Cajamarca enasociacin con cermica Mochica de lnea fina.

    En la tercera fase desaparece la cermica

    de lnea fina, pero subsisten las copias, se afian-za un estilo cermico hbrido en el que se com-binan rasgos de la iconografa Mochica y lasformas, colores y diseos venidos de fuera. Estafase corresponde parcialmente con lo que vere-mos ms adelante como el periodo Transicional.

    De estas tres fases la ms compleja es lasegunda, ya que muestra la mayor cantidad devectores cul tura les encontrndose einteractuando. En este periodo se producen lasprimeras versiones de la cermica policroma

    Mochica y se genera y perfecciona la cermicade estilo hbrido. Para comprender la evolucindel estilo de lnea fina en este periodo turbu-lento de fines de Moche conviene analizar in-dependientemente tres de sus aspectos forma-les contrastando las fuentes locales con las in-fluencias externas. Si analizamos la forma delrecipiente, los colores empleados y los moti-vos iconogrficos en la cermica en cuestin,encontraremos dos claras lneas de influencia.

    Formas: Las formas que se emplean son

    botellas de asa estr ibo, tpicamente Mochicas(Fig. 18.17); o botellas de doble pico y puente,de claro origen sureo (Lm. 18.3).

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    Ocasionalmente el estilo de lnea fina, tantobicromo como policromo, aparece decorandoformas ms simples como jarras, copas o cn-taros achatados.

    Colores: Los colores empleados para de-corar la cermica son el esquema ocre sobrecrema (Fig. 18.17), que es predominante

    Mochica, o el esquema policromo, caractersti-co de la tradicin surea (Lm. 18.3).Iconografa: Los motivos iconogrficos

    van desde los ms r igurosos esquemasnarrativos Mochicas (Fig. 18.20), como la es-cena del Entierro (Donnan y McClelland 1979)o de la Sacerdotisa en la balsa (Cordy-Collins1977), hasta motivos geomtricos y estilizadosque muestran gran influencia de la tradicinWari (Fig. 18.22).

    Al combinar las dos vertientes que presen-tan estos tres aspectos se definen dos extremos:por un lado, lo estr ictamente Mochica, repre-sentado por los ceramios de asa estribo,

    decoracin bicroma y motivos clsicos de suiconografa (ver , por ejemplo, Donnan yMcClelland 1979); y por otro, los elementos queaparecen por influencia de Wari, representadospor botellas de doble pico y puente, policromay diseos geomtricos (ver Castillo y Donnan1994b: 112). Entre estos dos extremos encon-

    tramos una gran cantidad de artefactos en quese combinan los tres criterios. Si excluimos losceramios con caractersticas exclusivamenteMochica o forneas, la combinatoria de crite-rios nos da seis alternativas posibles, de lascuales encontramos ejemplos para slo cuatro:1) ceramios que combinan la forma e iconogra-fa Mochica con la policroma fornea (ver elfamoso ceramio del Museo Amano en Shimada1994: Fig. 9.1); 2) ceramios que combinan laforma y policroma fornea con la iconografaMochica (Rowe 1942; Larco 1967: Fig. 108 y109); 3) ceramios que combinan la formaMochica con la iconografa y la policroma

    Fig. 18.22. Ceramios de estilo Wari producidos en San Jos de Moro: a) M-U26-C5, b) M-U314-C2, c) M-U509-C14,d) M-U602-C28, e) M-U620-C26, f) M-U623-C5, g) M-U623-C9, h) M-U729-C19, i) M-U736-C15,

    j) M-U820-C23).

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    fornea (Coleccin Rodrguez Razetto, acLm. 18.3b); y 4) ceramios con forma forneapero iconografa y bicroma Mochica. El nicoejemplo de esta combinacin es un ceramio de

    doble pico y puente encontrado en la tumbaMochica Tardo de bota M-U 314, donde se re-presenta al Aia-Paec sujetado por un gall inazoy una iguana antropomorfizados7 (Fig. 18.23).

    No conocemos ejemplos de las dos combi-naciones restantes, es decir, piezas de formasMochica o fornea que contengan diseosforneos en esquemas bicromos. Es posible quelos motivos forneos estn estrechamente ata-dos a la policroma y que no se representen deotra forma. Los motivos de la iconografaMochica, por el contrario, son susceptibles deaparecer en esquemas bicromos o policromos.

    Otro cambio importante que podemos dis-tinguir como marcador del colapso de la socie-dad Mochica en Jequetepeque es la variacinen la forma de la tumba. Durante el periodoMochica Tardo la forma ms comn era la tum-ba de bota, que contina en uso a medida quela influencia de los estilos cermicos forneosse hace ms notoria. Sin embargo, cae en desu-so a la vez que desaparece tambin la cermicade lnea fina. Las botas son reemplazadas por

    tumbas de pozo en el periodo Transicional, ancuando se mantiene la orientacin, con los piesal norte y la cabeza al sur, y la posicin exten-dida dorsal. La desaparicin de las tumbas debota al fin de Moche marca el final de una tra-dicin que existi desde el periodo MochicaMedio, y quiz antes y que estaba asociada alos segmentos medios y altos de la sociedadMochica. Su reemplazo por las tumbas de pozoen el periodo Transicional significa que se im-pone la forma que era popular ms bien entre

    los segmentos bajos de la sociedad Mochica.Antes de extinguirse, sin embargo, las tumbasde bota Mochica Tardo comienzan a mostrarciertas variaciones sobre la norma, particular-mente en lo que se refiere a su orientacin (Fig.18.24)8.

    El cambio ms importante, que definitivay permanentemente marca el f inal de losMochica es la desaparicin del estilo de lneafina, tanto en su forma bicroma como en su va-riante policroma sobre botellas de doble pico y

    puente, lo que parece coincidir con la desapa-ricin de las tumbas de bota. Durante el siguien-te periodo se han registrado algunos

    remanentes y arcasmos, e incluso piezasMochica Tardo reutilizadas, pero en generalcesa la produccin de este tipo de ceramios yse pierde, por lo tanto, la tecnologa involucradaen su manufactura.

    Estos dos ltimos factores son importantesde considerar a fin de entender qu pas a l fi-nal de la sociedad Mochica. Tanto las tumbasde bota como la cermica de lnea fina parecenhaber estado restringidas a la elite Mochica.Slo los miembros de la elite se enterraban eneste tipo de tumbas, y slo ellos consuman estetipo de cermica. El final de Mochica, por lotanto, estara definido por la desaparicin deformas que habran marcado las diferencias declase. Es posible que el declinar en realidad

    haya sido slo el colapso de la elite, que des-aparece o simplemente deja de distinguirse, esdecir, se amalgama con los segmentos socialesinferiores. Esta hiptesis reforzara la idea queel final Mochica es eminentemente un procesode crisis interna y de reconstitucin del podersocial (Castillo y Donnan 1994a; Bawden 1995,1996; DeMarrais et al. 1996).

    Para entender el impacto de Wari y sus de-rivados sobre la sociedad Mochica es til ana-lizar lo que suceda al interior de ambas socie-dades. Desde la perspectiva Mochica, al pare-cer, al inicio del Horizonte Medio se empieza aimportar cermica de estilo Wari o de los

    Fig. 18.23. Botella de doble pico y puente de la tumbaM-U314. M-U314-C1.

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    estilos de algunas de las sociedades derivadaso asociadas a sta, como Nievera, Pachacmacy Atarco. Para esta poca, probablemente , Wariera concebida como una exitosa sociedad enproceso de expansin, portadora de una refina-da iconografa que, a su vez, simbolizaba suideologa y religin (Menzel 1964, 1977;Schreiber 1992). La elite Mochica habra con-siderado ventajoso para su manejo poltico con-tar con elementos de esta nueva ideologa e ico-nografa, y quiz mostrar algn grado de co-municacin con la elite Wari. Al importarse losprimeros ejemplares de esta cermica, se

    produce un fenmeno que nunca antes haba-mos visto: se abren las barreras que impedanel acceso a los elementos de una cultura fornea.Los Mochica, hasta esta poca, haban sido im-

    permeables a toda influencia fornea, por lo quees muy raro encontrar artefactos importadosantes de esta poca. La apertura, sin embargo,se da en un marco de acceso diferencial en elque slo la parte ms alta de la elite tiene acce-so a los nuevos objetos importados. Es por estarazn que ellos slo se encuentran en las tum-bas ms complejas.

    Una presencia Wari tan diversificada ycompleja en la costa norte slo se ha registradoen San Jos de Moro (Castillo y Donnan 1994ay 1994b). Hasta la fecha las evidencias dispo-nibles permiten afirmar que sta se da dentrode una matriz Mochica. Es decir, que son ellosquienes importan e incluyen en sus tumbas lacermica fornea. No hay ninguna evidenciaque permita afirmar que sto se hizo bajo cual-quier forma de coaccin. Ahora bien, la presen-cia de artefactos Wari juzgada sin tener cono-cimiento de los contexto originales y sin saberque son muy escasos, ha llevado a pensar quela costa norte estuvo bajo el dominio imperialde esta sociedad (Menzel 1977, Schreiber

    1992). Artefactos de estilo Mochica Tardo hansido registrados en sitios desde Piura (Larco1965, 1967) hasta Lima (Stumer 1958), sin quepor ello nadie haya planteado que la sociedadMochica haya conquistado el territorio com-prendido entre estos dos extremos.

    Por qu se pudo concebir como beneficio-so el importar artefactos de una cultura fornea,y por qu precisamente Wari? La respuesta aestas preguntas nos obliga a hacer un detalladorecuento de lo que presumimos sucedi en los

    ltimos aos de la historia de los Mochicas enJequetepeque. Los Mochicas habran desarro-llado, a lo largo de su historia, formas de con-trol social fuertemente basadas en contenidosideolgicos, y en el manejo de sus manifesta-ciones (DeMarais, Castillo y Earle 1996). Estenfasis tenda a minimizar la disensin y au-mentar el consenso, lo que repercuta directa-mente sobre la productividad, la solidaridadsocial y la legitimidad de los gobernantes. Laelite Mochica habra llevado esta estrategia

    hasta sus lmites, colocndose en la posicinde ser concebidos como dioses vivos, o sus en-carnaciones (Donnan y Castillo 1994).

    Fig. 18.24. Tumba M-U623, Mochica Tardo final.

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    Recordemos que en esta poca los seres huma-nos desaparecen casi por completo del registroiconogrfico, y todas las escenas se centran enlas acciones de los dioses. Es decir, que la elite

    no habr a requer ido de mediacin en suinteraccin con los dioses, sino que los gober-nantes habran asumido directamente este pa-pel. Esta estrategia es muy conveniente mien-tras todo marcha bien, pero ante una crisis nodeja espacio para culpar a un intermediario. Lasgraves fluctuaciones climticas que caracteri-zan a la parte temprana del periodo MochicaTardo (Shimada et al. 1991) habran debilita-do a la elite puesto que, an cuando reclaman-do para si el papel de los dioses vivos, no pue-de impedir la destruccin.

    Debilitados, los gobernantes buscan repro-ducir las fuentes de poder que antes emplearoncombinando el manejo poltico con la legitimi-dad ideolgica, pero esta vez tratan de reforzarla estrategia introduciendo elementos de otrosistema ideolgico de gran prestigio. De estemodo, se establecen los primeros contactos conlos Wari, y quiz no directamente sino a travsde sociedades intermediarias, apareciendo asen Jequetepeque la primera cermica importa-da de estilo Nievera, y en el cementerio de

    Nievera , en el valle del Rmac, la primera ce-rmica Mochica (Stumer 1958).

    La ruta de acceso y comunicacin con lassociedades del Horizonte Medio de la costa cen-tral no parece pasar por la costa, sino que ha-bra conectado el valle de Jequetepeque con lasierra aledaa, donde la presencia Wari era msfuerte (Topic 1991). Esto lo podemos inferir dela ausencia de sitios intermedios con el tipo deasociaciones de San Jos de Moro, en el terri-torio Mochica Sur. La aparicin de cermica

    importada de estilo Wari coincide con la apari-cin de los primeros ejemplos de cermica deestilo Cajamarca, en el que predomina el usode una arcilla de color blanco con la que se pro-ducen cuencos y platos con engobe crema y de-coraciones muy simples de lneas sinuosas ypun tos de color oc re . El es tilo de cermicaCajamarca correspondera con la fase que pre-cede la aparicin del los estilos cursivos y ladecoracin tricolor mejor conocidos.

    La elite Mochica, y slo su segmento su-

    perior, habra monopolizado ese tipo de mate-riales, alterando as una de las normas bsicasde su sistema social: la redistribucin de los

    bienes suntuarios entre los segmentos medios einferiores de su misma clase. Ms grave an, laelite gobernante por primera vez en su historiahabra estado impedida de cumplir con su posi-

    bilidad de redis tr ibuir este t ipo de bienes, pueslos artefactos que marcan la relacin con laprestigiosa sociedad Wari no son producidos porellos. Bawden ve en este tipo de menoscabosde los modelos de reciprocidad tradicionalesuna de las causas ms importantes de la crisisinterna de la sociedad Mochica (Bawden 1995,1996).

    Ante la imposibilidad de satisfacer las obli-gaciones con sus subordinados, y presionadospor una fuerte demanda, se hace necesario fa-bricar localmente piezas que imiten las formas,los motivos iconogrficos y la policroma deartefactos que antes slo se importaban. Parasatisfacer esta necesidad se desarrolla el estilopolicromo de lnea fina. Por lo tanto, poco des-pu s que se import ar an las pr imer as pi eza sWari, los Mochicas desarrollan nuevos tipos deartefactos de imitacin que les permite mante-ner la red de reciprocidad con los otros segmen-tos de su propia clase. Hay que advertir que laspiezas policromas, al igual que lo que ocurriantes con el estilo de lnea fina o la cermica

    de asa estribo en el periodo Mochica Medio,aparecen en cantidades muy limitadas por tum-ba.

    Ahora bien, si la importacin de artefactosWari y su inclusin en contextos de la alta elitereflejaba una aceptacin de ciertos contenidosideolgicos patrocinados por Wari, una afilia-cin con esta sociedad y el inicio de una aper-tura cultural e ideolgica; la extensin de esosproductos a los segmentos inferiores de la eli-te, bajo la forma de artefactos de imitacin,

    implica que las ideologas y las influencias deWari sobre la sociedad Mochica Tarda se ge-neralizan.

    Las implicancias ideolgicas de estos he-chos son muy complejas y aparentemente deefectos insospechados en su momento. Las nue-vas ideas, y la aparicin de los estilos cermicospolicromos coincide en el registro arqueolgi-co con la apertura estilstica Mochica Tardo.Aparecen formas nuevas, estilos de decoracinnunca antes vistos y una gran cantidad de cer-

    mica reducida. En cualquier caso, el proceso dedeterioro de la tradicin Mochica que se gene-ra no es abrupto, sino lento pero constante.

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    37Castillo, Los ltimos Mochicas en Jequetepeque

    Ahora bien, no debe sorprendernos que sehaya generado un estilo policromo a raz delcontacto con Wari. La evidencia arqueolgicanos muestra que es muy comn que despus de

    la interaccin con Wari, y como efecto de sta,las sociedades locales desarrollen esti loshbridos. Esto pas antes en Ica, en la costa sur,con el desarrollo del estilo Atarco que combinauna base Nazca con un influjo Wari. Tambinhaba sucedido en la costa central, donde el es-tilo Lima da paso a los estilos Nievera yPachacmac de clara influencia Wari. Lamen-tablemente, la relacin entre Wari y sus socie-dades derivadas o asociadas no est clara, ascomo tampoco se entiende bien la estrategia deexpansin, influencia y control territorial Wari.

    En vista de este proceso de transformacio-nes resulta crtico definir en qu momento cesala cultura Mochica y por qu. Ninguna de estaspreguntas es de fcil respuesta. Hemos indica-do ms arriba que dos ndices nos permiten de-finir el final de Mochica: la desaparicin de lacermica de lnea fina, y de las tumbas de bota.Sin embargo, cabra sealar que a nivel de losestilos cermicos muy poco ms desaparece. Secontina produciendo formas y estilos que ca-racterizaron a la cermica de tipo intermedio

    durante el periodo Mochica Tardo, se continaincluyendo muy poca cermica policroma en lastumbas, y mientras que la cantidad de artefac-tos importados es muy pequea, su variedad esmuy grande. Aparecen en esta poca ceramiosde estilo Viaque, Pachacmac y Casma.

    Parecera que al final del proceso, lo nicoque desaparece es aquello que ms directamen-te asociamos con la elite. Desaparecen las tum-bas de los tipos que ellos util izaban y se gene-ralizan las formas ms simples de tumbas de

    pozo. Desaparece la iconografa de lnea fina,y los ceramios que les servan de soporte. Aldesaparecer este tipo de cermica tambin seextingue la iconografa religiosa compleja, quenunca reaparecer en el arte cermico de la cos-ta norte. Esto implica que la elit e, principal su-jeto de las representaciones, desaparece del es-pacio iconogrfico. La reemplazan los motivosgeomtricos, las pequeas caras retrato, losanimales simplificados, todos motivos que pue-b lan l a iconogra f a y e l ar t e Chim y

    Lambayeque. Podemos inferir a partir de estastransformaciones que hubo un cambio de auto-ridad predominante, que la elite perdi el

    control y fue desterrada, por lo menos del es-pacio iconogrfico. Cabra sealar que este pro-ceso, un deterioro interno, pudo haber tenidoun elemento de violencia, puesto que en esta

    poca se multiplican los espacios defensivos,ciudades amuralladas, plazas fuertes en las ci-mas de los cerros, y otras indicacio