Los ultimos jueves en la ciudad del sol. Las Carmelitas
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ECHALE UN VISTAZO A TUS MONUMENTOS. IGLESIA CONVENTUAL CARMELITAS DESCALZAS
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UN POCO DE HISTORIA.
El convento de Carmelitas descalzas de Sanlúcar la Mayor, bajo la advocación de San José, fue el
segundo convento de la orden fundado en la provincia de Sevilla, en el año de 1590, después del
convento de la capital (Las Teresas).
Tuvo su origen en la vocación religiosa de una joven sanluqueña, Beatriz Rodríguez Martín, hija de
D. Bartolomé Rodríguez Torreblanca y Ana Martín, “de lo principal del lugar”, que en su casa
había comenzado una vida de retiro, en oración y penitencia.
Su padre ayudaba a los franciscanos del santuario de Ntra. Sra. de Loreto, así su relación
espiritual con estos padres influyó a la hora de optar por una orden religiosa. Teniendo en cuenta
el deseo de su hija y la vocación divina, D. Bartolomé compró una casa (1573) en la calle que en
aquel tiempo, llamaban de Sevilla, y que era la principal de la ciudad. Era una casa grande y vivían
en ella muchos vecinos de toda clase y condición. Decían que era asilo de delincuentes, porque
disponía de dos puertas, con salida a otra calle.
D. Bartolomé despidió a los vecinos y cerró una de las puertas. Cuando la casa estuvo dispuesta,
viviendo ya Beatriz y su padre, pues su madre había fallecido hacía poco, se les unieron otras
jóvenes “de lo mejor del pueblo”, que aspiraban a la misma forma de vida en clausura. Fueron
éstas: Ana de San Esteban, Isabel de la Encarnación, Catalina de San Francisco, Luisa de Santa
Clara, Leonor de San Pedro, Petronila de San José, Ana de la Cruz y Francisca de la Madre de
Dios.
Siguiendo el ejemplo de la Madre Beatriz, que tomó el nombre de Beatriz de la Concepción, vivían
en oración y contemplación, siguiendo el evangelio y buscando a Dios en primer lugar, no les faltó
lo necesario para la vida del cuerpo, ya que se ayudaban con el trabajo de costura. De esta
manera, compaginaban su vida activa con la contemplación, procurando vivir la clausura, pero
salían a Misa y en la semana santa visitaban los sagrarios todas juntas con toda devoción, hasta
que lograron la licencia para celebrar la misa en su casa.
Entre 1585 y 1588, la madre Beatriz fue a Sevilla para conseguir la legalización de su ideal de
convento.
Se realizaron todos los trámites oportunos, incluyendo visita al convento de Sevilla, y, visita del
provincial a Sanlúcar, quedando muy satisfecho del modo de vida que llevaban y así las juzgó
dignas de ser buenas religiosas. Resuelto el ingreso en la orden, sólo faltaba la autorización del
Arzobispo de Sevilla, D. Rodrigo de Castro, el cual, viendo que a nadie le era gravoso y con el
común aplauso del lugar, la dio con beneplácito.
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CARACTERÍSTICAS DEL MOVIMIENTO BARROCO.
Entre las características generales del arte barroco están su sentido del movimiento, la energía y
la tensión. Fuertes contrastes de luces y sombras realzan los efectos escenográficos de muchos
cuadros, esculturas y obras arquitectónicas. Una intensa espiritualidad aparece con frecuencia en
las escenas de éxtasis, martirios y apariciones milagrosas. La insinuación de enormes espacios es
frecuente en la pintura y escultura barrocas; tanto en el renacimiento como en el barroco, los
pintores pretendieron siempre en sus obras la representación correcta del espacio y la
perspectiva. El naturalismo es otra característica esencial del arte barroco; las figuras no se
representan en los cuadros como simples estereotipos sino de manera individualizada, con su
personalidad propia. Los artistas buscaban la representación de los sentimientos interiores, las
pasiones y los temperamentos, magníficamente reflejados en los rostros de sus personajes. La
intensidad e inmediatez, el individualismo y el detalle del arte barroco hicieron de él uno de los
estilos más arraigados del arte occidental.
EL RETABLO BARROCO.
El retablo (del latín retro-tabulum: tabla que se coloca detrás) remonta su origen a la costumbre
litúrgica de poner reliquias de los santos sobre los altares. Cuando éstas se agotaron, hubo que
contentarse con colocar imágenes, primero en forma de dípticos y trípticos de marfil.
Posteriormente, al encontrarse el ara del altar repleta de los utensilios para la celebración de la
misa, la figura del santo, de Cristo o de la Virgen se pintó sobre una tabla que se situó delante del
altar (frontal o antependium) hasta que, cuando el sacerdote se colocó para celebrar de espaldas
al pueblo no dejando ver el frontal, aquella se comenzó a ubicar detrás y por encima del altar a fin
de hacerla plenamente visible. De esta manera surgió el retablo. Este evolucionó hasta
convertirse a finales de la Edad Media en una gigantesca máquina de alabastro, piedra, mármol o
madera que albergaba ciclos completos de la vida de Cristo,de la Virgen y de los santos y que
ocupaba toda la cabecera de la iglesia.
Esta costumbre continuó durante el Renacimiento, pero seguramente fue en el Barroco,(ss XVII y
XVIII) cuando el retablo alcanzó el mayor grado de plenitud. No hubo entonces en España templo,
desde la enorme catedral hasta la más modesta de las ermitas, que no tuviese un esplendoroso
retablo. Como si no fuera suficiente el de la cabecera, se multiplicaron por el crucero, las naves y
las capillas. Todas las paredes de las iglesias llegaron a tapizarse de retablos no solamente en los
templos que se construían de nueva planta sino incluso en aquellos de tiempos remotos, como el
Románico y el Gótico, que de esta manera perdían su fisonomía original para cobrar otra
enteramente nueva.
Los retablos barrocos podían construirse de piedra, de alabastro, de mármol u otros materiales
duros y semipreciosos, pero lo habitual fue hacerlos enteramente de madera, más fácil de tallar y,
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sobre todo, susceptible de recibir una capa de pintura de oro que los convertía en un ascua de luz.
Con el colorido y el dorado, el retablo, iluminado por la luz de las velas, refulgía como una brasa
en la penumbra de los templos, insinuándose a la vista del público como una aparición celestial.
Además, con la vibración de sus formas, lo tupido de su decoración y la multiplicidad de sus
imágenes confería a los templos españoles de la época, casi siempre de muros rígidos, inertes y
cortados en ángulos rectos, una sensación de movilidad y expansión del espacio del que
estructuralmente carecían. Los retablos provocaban así un ilusionismo muy característico del
Barroco, en que la dualidad entre fondo y figura, entre superficie y realidad quedaba sólo
engañosamente resuelta.
Partes de un retablo:
Ático: Parte superior de la calle central de un
retablo.
Banco: Parte inferior o basamento de un retablo.
En ocasiones puede estar dividido en dos
pisos(Sotabanco)
Calle: Nombre que reciben cada una de las
divisiones verticales de un retablo.
Casa: Cada uno de los espacios de forma
cuadrangular o rectangular que, abiertos en los
cuerpos y calles de un retablo, sirven para alojar
pinturas o esculturas.
Cuerpo: Cada uno de los pisos o de las divisiones
horizontales de un retablo.
Entrecalles: Divisiones verticales más estrechas
que las calles y que las separan unas de otras.
Guardapolvo: Pieza o saledizo que enmarca un
retablo tanto por los laterales como por la parte
superior, con la misión de protegerlo del polvo.
Sotabanco: Parte inferior de un banco de retablo
de dos pisos.