Los Puruhá y Los Incas

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Los Puruhá y los Incas en el Qapac Ñan como infraestructura de

comunicación y hegemonía militar.

Por Kleber Naula, Investigador del CIS-USFQ

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INTRODUCCIÓN

Para comprender las culturas preincas y prehispánicas que habitaron

en lo que hoy conocemos como el Ecuador contemporáneo, debemos

despojarnos de condicionamientos y prejuicios que a través del tiempo

se han arraigados en la historia, en la cultura nacional, y de forma

particular en nosotros los pueblos ancestrales que hemos habitado

estos territorios por miles de años.

Sin duda alguna en la región ecuatorial los procesos de la expansión

del imperio inca se detuvo de golpe a causa de la conquista española,

dejando inconclusas en diferentes grados las estructuras políticas

incas. Para mi, lo sorprendente es que en el Ecuador contemporáneo se

pone énfasis en resaltar lo Inca, lo imperial hegemónico, aún cuando se

conoce por investigaciones objetivas que los incas impusieron políticas

absolutamente verticales, en muchas ocasiones sangrientas y violentas

en contra de nuestras sociedades norandinas.

El Qhapac Ñan sin duda fue un instrumento para establecer la

hegemonía militar de expansión y también fue una infraestructura de

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comunicación. Hoy, que se lo considera como un patrimonio de la

humanidad, es necesario también reflexionar sobre este “patrimonio”

no solo como una exuberante arquitectura andina, también es

necesario analizar su utilitarismo histórico y su resignificación

ancestral postmoderna.

LOS PURUHÁ Y SU RELACIÓN CON LOS INCAS

Los Señoríos Étnicos Puruhá de la época prehispánica habitaban

amplios territorios que actualmente ocupan las provincias de

Chimborazo, Bolívar y la parte sur de Tungurahua, es decir, hasta el

valle de Patate. Su contacto forzado con los incas ocurrió posterior al

de los Cañaris y con alguna anticipación a los del área de Quito. Como

manifiesta el etnohistoriador Frank Salomón la pacificación de Quito

ocurrió no antes del fin de las guerras de Caranqui, mientras que la de

los Puruhá parece haber ocurrido a mediados de la era de la lucha en el

norte.

Según el cronista Cabello, en base a documentos de 1586, los Puruhá

junto con otros grupos de la sierra, se levantaron contra los incas

durante su segunda campaña hacia el norte y atacaron sus convoyes

que iban hacia la zona de Quito. Pero cuando las tropas de Huayna

Capac cruzaron las tierras Puruhá en ruta hacia su tercera campaña, y

una vez más en ruta hacia su cuarta, utilizaron caminos ya

completamente construidos, y se alojaron en las estaciones de camino

construidas con técnicas Puruhá.

Esto sugiere que las diferencias entre las variantes Puruhá y Quito del

gobierno de los incas reflejan cambios a lo largo de un periodo más

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corto que la duración total de las guerras caranquis, cuya duración se

ha estimado comúnmente en alrededor de 17 años.

Los Puruhá preinca tenían para algunos estudiosos, un concepto de

sociedad complejo. Estudios arqueológicos y etnohistóricos

contemporáneos aseveran que los Puruhá fueron un conjunto diverso

y amplio de cacicazgos locales o señoríos étnicos que posiblemente

estaban en proceso de formar una sociedad estatal, que habitaron con

tensiones sociales en una economía de intercambio y alianzas

estratégicas hasta cuando los incas llegaron a los andes ecuatorianos,

30 o 40 años antes de la llegada de los españoles.

Algunos rasgos etnohistóricos mencionan que la poligamia era un

modelo social de unidades familiares, algo que para la generalidad

actual es ilegal e inmoral. La vestimenta hasta hoy se distingue entre

los habitantes de cantones como Colta, Guamote o Alausí; si hubiera

existido un régimen estatal oficial, los patrones específicos en la

vestimenta mantuvieran similitudes incluso entre los habitantes de

parroquias como Columbe, San Juan, Tipín o Cacha; de hecho estas

poblaciones hasta la actualidad tratan de distinguirse entre si. Quizá el

caso más visible se pueda observar en comunidades del sur de

Guamote o Alausí, que por su vestimenta (sus polleras y camisones)

poseen más rasgos Cañaris que Puruhá.

La economía política era fundamental para consolidar un modelo

estatal centralizado y las evidencias sustentan que la mayoría de

decisiones en cada cacicazgo eran independientes y no tenían

necesariamente una conducción vertical en el resto del territorio

Puruhá. Existen evidencias que indican que para mantener alianzas

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cacicales la fabricación “política de matrimonios” eran fundamentales.

Hasta la década de los cincuenta años habían matrimonios

previamente pactados. El intercambio era importante, el algodón, ají y

la sal pudieron haberse obtenido del canje con poblaciones de zonas

geográficas bajas, posiblemente con los Yumbos al occidente o los

Shuar al oriente.

En la reconstrucción histórica de los Puruhá existen dos corrientes con

respecto a su estructura socio-política. Investigaciones

contemporáneas aseveran que no fuimos Nación Puruhá sino un

conjunto heterogéneo de cacicazgos; en este punto lo que se cuestiona

es el concepto de estado-nación y su uso desnaturalizado en discursos

sociales y para esto se toma como referencia lo mencionado por Juan

de Velasco.

Respecto a la relación con los incas también existe dos hipótesis

contrapuestas, la primera manifiesta que los Puruhá fueron

subyugados al imperio inca durante sus campañas de expansión y la

segunda que menciona que se aliaron estratégicamente de forma

“conveniente y coyuntural”; esta ultima aseveración podría tener más

aceptación por los rasgos hasta ahora presentes. Por ejemplo,

históricamente los Puruhá NO hemos celebrado el culto al Sol (Inti

Raymi), tampoco se observan rezagos en la cerámica, o en patrones

culturales como la vestimenta. El uso del color amarillo por ejemplo en

el norte, al contrario en los Puruhá el color rojo también marca

diferencias.

EL CAMINO DEL INCA COMO INFRAESTRUCTURA DE

COMUNICACIÓN Y HEGEMONÍA MILITAR.

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El régimen incaico fue más que un episodio puntual dentro de la larga

cronología del nuevo mundo. Según investigaciones contemporáneas

como la de Meyers 1976, Frank Salomon 1979, Tamara Lee Bray,

Michel Moseley, Troll entre otros, hubo una imposición y difusión

vertical de la cultural incaica en los andes ecuatorianos. En muchas

zonas geográficas del cono sur que ahora se conoce como Suramérica

también realizaron alianzas estratégicas o imposiciones tajantes.

La red de caminos de los andes ecuatoriales en la época de los incas

probablemente estuvo conformada en gran parte por rutas preincaicas

conocidos como CULUCUS y que fueron ensanchadas y mejoradas para

dar paso al tráfico pesado de los ejércitos imperiales y la recuas de

llamas, un ejemplo es el caso del territorio cañari. El investigador

Pablos en 1965 describe: “Gobernó estas tierras Topa Inca Yupangui, el

cual hizo abrir caminos de dos brazas de ancho, los cuales antes no eran

sino sendas angostas, por donde caminaban los indios uno tras de otro,

como tienen por costumbre”.

A los largo de lo que hoy se conoce como el Qapac Ñan habían sitios

sagrados de muchas clases e incluían numerosa CAMONGAS (de la

palabra Quechua Kamuni, parada en el camino) que funcionaban como

hitos. Otros sitios sagrados de los caminos eran las entradas y salidas

de los páramos, las bocas de fuentes, lagos, y las altas montañas; todas

las cuales se consideraban como wacas, es decir, lugares sagrados.

Según el investigador Frank Salomon, los primeros españoles usaron

los caminos como mojones para repartirse las tierras, están

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disponibles datos muy tempranos sobre esto. Lo cual es afortunado,

puesto que el periodo de las guerras de Pizarro hizo que se los

descuidara mucho. El periodo subsecuente a dichas guerras vio un

crecimiento de la demanda de transporte por parte de las élites

coloniales. La demanda aún fue mayor en la época colonial tardía.

Además en los caminos existieron innovaciones que taparon la

subestructura de los caminos en los andes ecuatorianos.

La intensificación del comercio con el “desembarcadero”, es decir

Guayaquil y con otros sitios, sobre todo mineros de la Sierra, produjo

en pocos años una hipertrofia que impide rescatar los contenidos

andinos de los testimonios de la última parte del siglo XVI.

Los caminos en aquellas épocas también estuvieron recubiertos con

adobe (tierra endurecida) y no solo con piedras, Alonso de Paz, testigo

muy temprano, manifestó que ésta era una costumbre incaica: “en

tiempos del inca y después acá a tenido costumbre los indios de adobar

los caminos decía”. Podría ser importante que la arqueología nos ilustre

si “adobar” se refería al uso de adobe, de bloques de suelo

naturalmente endurecido llamado cangahua, o la colocación de un

pavimento uniforme sobre el camino.

Se conoce por documentos de cronistas, que al menos 4 clases de

tráfico fluían por las rutas incaicas.

El primero era de los viajeros privilegiados, los orejones,

administradores adornados con aretes puestos en las perforaciones de

las orejas en señal de su status oficial. Según Atienza (1575), estos

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viajaban en literas o hamacas y descansaban en los aposentos o

alojamientos reales. Tales lujos fueron emulados por los españoles

quienes si algo hicieron fue incrementar la demanda para cargadores

de literas y hamacas.

La segunda clase fue la de los chasquis, corredores de relevo en el

servicio comunicacional incaico, cuyos servicios todavía fueron

requeridos bajo el dominio español. Como todas las instituciones

incaicas, los españoles exigieron trabajo de los chasquis más allá de lo

que hubiera permitido la tradición andina, excesos que dieron origen a

numerosos juicios iniciados por los indígenas de aquella época.

Una carta del arzobispo de Quito de la década de 1560 menciona que

los chasquis estaban estacionados uno tras otro a media lengua de

distancia, es decir de 4,2 a 6,3 km. Si esta cifra es comparable con la

realidad incaica y si Cieza de León estaba en lo correcto al describir el

camino real…”que salía desde Quito y llegaba hasta el Cuzco equipado

con muy galanos y hermosos aposentos o palacios para los señores, y

muy ricamente aderezados” cada tres o cuatro lenguas, es decir de 12,5

a 16,8 km, entonces probablemente había uno o dos pequeñas chozas

chasquis en cada trecho entre aposento y aposento. También es posible

que las estaciones de los chasquis pueden haber coincidido con los

tambillos o estaciones pequeñas de descanso real. Existen evidencias

de este papel comunicacional del camino del inca; por ejemplo, es

posible que de ahí se haya tomado el nombre de “Tambillo” para el

asentamiento poblacional que esta en el ingreso sur de la actual ciudad

de Quito.

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La influencia incaica se puede evidenciar en aspectos de hegemonía

militar, cuando los chasquis también servían de patrulleros o guardias

del camino real contra los viajeros sin licencia o enemigos. Colgaban

cuerdas con campanas debajo de los puentes o a través de las vías para

que sonara si alguien intentaba pasar por las noches. Esta técnica

probablemente era prehispánica según testimonios de Alonso de Paz

en 1568.

Una tercera clase de tránsito era el transporte de bultos, que

probablemente incluía el de los Mindalaes y sus cargadores, el de los

ejércitos y las recuas de llamas que llevaban provisiones estatales. Un

relator anónimo de 1573 corrobora el uso de llamas para transportar

carga desde y hacia el Cuzco, pero estas no eran numerosas; la mayor

parte de la carga se movía sobre las espaldas de los seres humanos.

Lope de Atienza fue uno de muchos españoles asombrados de ver

cómo la gente llevaba cargas enormes.

Los abusos españoles de esta extraordinaria habilidad, y los intentos

frustrados para suprimir tales abusos, forman un motivo omnipresente

en los registros del siglo XVI. Si las cifras de Atienza son correctas,

estas implicarían una capacidad de carga de 34 kg., que eran

transportadas alrededor de 25 km por día.

Los cargadores humanos podían llevar pesos mayores y más rápido

que las llamas, según el investigador Murra de 1956. Además, al

contrario de las llamas ellos no siempre pedían descansar cuando lo

necesitaban. Lope de Atienza dice: “los cargadores se latigueaban sus

pies con paja cuando estaban fatigados o mágicamente arrojaban lejos

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su cansancio en un bola de coca que habían masticados”, dicha

transcripción es de documentos de 1575.

Una cuarta clase de tráfico consistía de familias pobres que solo

llevaban sus propias viandas. Atienza nos ha dejado una descripción de

cómo viajaban. Al parecer los tambos no servían a la gente plebeya. En

esto puede que no hayan sido muy diferentes las normas

prehispánicas. Pero los registros tempranos no solo permiten

recuperar estas viñetas de la vida del camino real, sino nos dan una

parte sustancial del mapa vial precolombino.

A MANERA DE REFLEXIONES PERSONALES

Estudiar y presentar el pasado es una tarea compleja para las nuevas

generaciones Puruhá. Personas como quien les habla, que nació en la

sociedad occidental, vive en una sociedad occidental y se educó en la

sociedad occidental, tratamos de mirar hacia nuestro pasado con ojos

críticos.

Entonces las enseñanzas formales son abismales en contraste con las

investigaciones y la realidad, y a los indígenas la historia nos han

entregado ya escrita. Por ejemplo, cuando se pone en debate los relatos

de aquel “Reino de Quito que no existió” descritos por Juan de Velasco

no lo hacen cuestionando su condición de sacerdote, sino por la escasa

evidencia material tanto etnohistórica como arqueológica.

Posiblemente Velasco tomó como referencia a la monarquía española

de aquella época e imaginó a los indígenas de estas tierras bajo esta

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misma organización social. Él creó mitos románticos y casi de fábulas

(infantiles) al afirmar que nuestro territorio era un reino conformado

por un rey, una reina, príncipes y princesas; todos ellos con supuesto

linaje real al estilo europeo, porque para la época la idea era poner en

relieve la historia americana nativa que antes bajo el dominio de la

Corona española había sido forzadamente olvidada y destruida a

manos de la Inquisición. Velasco fue defensor de “lo nuestro” en contra

del régimen español que había caído recién con las guerras de

independencia.

Los Puruhá no eran una nación o un Estado, afirmar esto es desconocer

la historia verdadera de nuestros antepasados cuya organización

socio-política si era compleja y de alcance regional pero que aún no ha

sido documentada sistemáticamente desde la arqueología, por

ejemplo. Sin embargo, es importante aseverar que luego de la invasión

sureña, los Puruhá no asimilaron en su totalidad la cultura inkaica, y

peor aún llegaron a sentirse incas.

Por lo tanto, es necesario objetividad y equilibrio al discutir sobre

nuestra historia, sobre todo en conceptos como el patrimonio cultural

que refleja identidad colectiva. Posiblemente la parte más difícil de

interpretar el pasado sea la connotación política e influencia social que

puedan tener en la sociedad.

La declaratoria del Capac Ñan como patrimonio en el Ecuador podría

tener tres dimensiones que las resumo en tres preguntas claves,

¿Patrimonio de quien?, ¿Patrimonio para quién? y sobre todo

¿Patrimonio para qué?, y las respuestas la podríamos discutir todos

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dejando de lado el “maniqueísmo patrimonial”, pero conectándola a la

memoria histórica, recalcando que no eramos incas.

Se aspiraría que la misma importancia que se otorgar al Qapac Ñan, se

de al estudio profundo o difusión de nuestras culturas norandinas de

los “pueblos rebeldes” como los Puruhá Guerreros e intolerante a las

conquistas. Se merecen igual importancia, pues ahí también tenemos

raíces ancestrales que ayudarían reconstruir las supra-identidades

culturales, porque los indígenas también hemos entrado a la

“fascinación del Patrimonio al más puro estilo occidental”, seguimos

siendo exóticos y museables a vista del mestizo o blanco-mestizo.

Finalmente, por los trabajos escritos y conocimientos orales de

nuestros abuelos, desvalorizado en gran medida, pero válidas como

fuentes legitimas podemos los Puruhá neo-contemporáneos re-

significarnos.

NO tenemos que ser la generación de los “ineptos racionales”, ineptos

en sentido de estar pasivos, debemos salir de la zona de confort

personal, no hay que ser inmunes ante los acontecimientos actuales,

debemos ser cuestionadores de la historia. Y racionales porque nuestra

humanidad nos hace que ahora seamos proponentes, que usamos el

raciocinio para estar consientes de los aspectos positivos y negativos

de nosotros mismos.

Alguien me dijo el “indígena esta en ruinas” y le mencioné, por

supuesto que aun estamos en ruinas, y no significa que estemos

acabados, al contrario significa que aún conservamos nuestra raíces,

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parte de nuestra cultura, y a partir de esta “ruina conservada” empezar

a reconstruir identidad contemporánea convergente.

Cerámica-Vestimenta-deidades, fiestas y tradiciones, formación social.