Los Papeles Salvajes

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    Marosa di Giorgio

    Los papeles salvajes

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    Los papeles salvajes fue el ttulo que eligi Marosa di Giorgio parareunir su obra potica. Esta es la cuarta edicin, consta de un solotomo y difiere de las ediciones anteriores tanto en la extensin comen el contenido. Incluye a manera de prlogo un texto recuperadode 1959 y a manera de eplogo una sntesis biogrfica realizada poel encargado de esta edicin. Se agrega un libro pstumo, se au-menta sustancialmente otro y se consignan los datos referentes a laediciones originales de cada ttulo. Adems, fue posible corregir numerosos errores y erratas que venan repitindose de otras edicionede modo que no se confundan con las peculiaridades sintcticas,lxicas y versiculares del estilo de Di Giorgio, como por ejemplo ldistintas variantes para el apellido Medici. Con la colaboracin deNidia di Giorgio y Jazmn Lacoste, hermana y sobrina de Marosapudieron despejarse muchas dudas cotejando las primeras edicionede los libros, algunos ejemplares de los cuales tienen enmiendas relizadas de puo y letra por la autora.

    l a lengua/ poesa

    Editor:Fabin Lebenglik

    Diseo de cubierta e interiores:Eduardo Stupa y Gabriela Di Giuseppe

    Nidia di Giorgio, 2008 Adriana Hidalgo editora S.A., 2008

    Crdoba 836 - P. 13 - Of. 1301(1054) Buenos Aires

    e-mail: [email protected]

    ISBN 978-987-1156-93-1

    Impreso en Argentina Printed in Argentina

    Queda hecho el depsito que indica la ley 11.723

    Prohibida la reproduccin parcial o total sin permiso escritode la editorial. Todos los derechos reservados.

    Di Giorgio, Marosa Los papeles salvajes. - 1a. ed.Buenos Aires : Adriana Hidalgo editora, 2008.674 p. ; 22x14 cm. - (La lengua. Poesa)ISBN 978-987-1156-93-11. Poesa Uruguaya I. TtuloCDD U861

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    a Pedro di Giorgio y Clementina Mdici,

    mis padres.

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    Los poemas deDiamelas a Clementina Mdici a excepcin de catorce publicados en el Dos-sier Marosa di Giorgio enDiario de PoesaN 34, Buenos Aires, 1995 aparecieron por pri-mera vez en el tomo II de la tercera edicin deLos papeles salvajes , Adriana Hidalgo editora,Buenos Aires, 2000; prlogo de Silvio Mattoni. En esa ocasin, la autora decidi publicaruna versin reducida del libro, dejando afuera ms de cincuenta poemas que ahora se restitu-yen, intercalados segn el orden que figura en el original manuscrito. En 2001Diamelas recibi el primer premio del Ministerio de Educacin y Cultura del Uruguay.

    Sea donde sea, s que me ests esperando, all en lo hondo dela casa de las quintas, con sus cordeles de sol y luna, su pobre yextraa maravilla.

    * * *

    Mientras hablas, un bulbo se remueve y crece. Sale un troncoen varias facetas. Hojas verdes, duras, y una flor de nieve que es tiempo mismo de color de rosa, y como siempre lleva tu marcaClementina. Mdici.

    Porque la hiciste t, t la hiciste! Eres t quien hace las floresCon tu cuchillo de cocina, plateado y fino. Tu tijera negra. Labo-ras en lo hondo de la tierra. Y en la luz haces aparecer los lirios.

    * * *

    Qu lucha aquella con los mosquitos.Nos metamos en los mosquiteros y adentro de ese tul empez-

    bamos a navegar, a ir. Sobre todo que afuera corra el ro de las lilaLos tules volaban, se alejaban. Yo te gritaba ansiosa:Vas t ah?... Eres la misma??...T gritabas: S!... Yo quedaba inquieta igual.Pero seguamos bogando noche arriba.

    * * *

    Cuando te robaron la prenda verde luz. Y yo era un picaflor entre los naranjos y la vi en el sitio. Y cerca la raptora oscura, ondeante. O se finga dormida.

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    Fuimos las dos. Tu seda verde luz flameaba al aire. Era un higobrillante y desparramado. Y su raptora ondeante.

    Pero haba una raya que no podamos cruzar. Tal si tuviramosmiedo y no razn.

    Luego, retrocedimos, y corramos, corramos. Entre los dormi-dos lagartos, las bromelias.

    * * *

    Llueve.En las tinas se estn elaborando sapos y ms plantas.Omos el borboteo.Te miro y miro la sucesin de los milagros. Aunque ya es noche cerrada, todo se sigue viendo.Ests en el silln, blanca como el pan y como el nardo.

    * * *

    Cuando me hablabas de Adelina Patti, y Raquel Mller.O Elena de Montenegro! Yo tena un alhel entre las manos, rojo como una guinda y una luz.T tendras una revista o una aguja.Pero como siempre parecas estar haciendo nada.Pareca que estabas en el cielo.

    * * *

    Jugbamos al anochecer entre el rosal, las arboledas, y el saco. Yo encenda el candelabro que t apagabas tantas veces. Y venan los dioses a jugar tambin. Tenan pies de plata y oro

    y no dejaban huellas. Y eran manos sus pies.No nos vean. Cmo era posible, siendo dioses, que no nos viesen? Y t estabas hecha con todas las flores como Blodeuwed.Entonces lo dije y lo digo ahora.Venan nias pequeas de las lejanas, blancas, rosadas, y de color

    oro; sus caras an no del todo hechas, a mirarte con labios abiertos.

    Qu flores eran sas tuyas?Puedo nombrar ochenta. Y hay una que no cuento.

    * * *

    Si estuvieras aqu. Pero, si ests, digo, si... Iramos por las veredaa comprar algo. Agua colonia?, un jabn en rosa suave, rodeadpor unas puntillas?

    No s. O algo para comer. Algo chiquito, tal pediste un da. Quera?, un bombn, un huevo de codorniz? lo que queras para comer.

    Imagino un valo y lo izo en el muro. Ests en el valo. Comoantao, antes de que yo naciera. Vestido negro, y casi actuando.

    El sombrero.Un ramo florido. Y ah, en el ramo, oculto, pero a la vista, hay un amoroso hue-

    vo de codorniz.

    * * *

    No jugabas con nadie, ni con los dioses ni conmigo. Yo te vea absorta, inmvil. Y hermossima.Nunca te mir comer, creo que no comas.Te vi tomar t... eso. Mientras ponas un ribete de humo a tus

    negros ojos y mimabas la cara con almendras.Entre nosotras pasaron las glorias, las desdichas, (sobre todo)

    la luz del mundo. Y la infinita luz.T me mirabas, quieta, triste, tomando t.O te baabas con almendra.

    * * *

    Queras verme y ver el sol. Pero, igualmente, te llamaron. MamContstame, mam!S... Frente a todo lo del mundo, tu grandeza es estar en otro sitio.Voy de visita a la nueva casa tuya.

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    Es en el aire casi. Abajo corre el murdago. Arriba he visto entrar y salir a la paloma de los cuentos.Pero no te asomas nunca.

    * * *

    A veces, cuando veo una pequea nia, me digo: No ser Cle-mentina Mdici que ha vuelto?

    Y siento deseos de robarla y de criarla.

    * * *

    Mam, te llevo en brazos, estrella, nena del puerto del Salto;hija de Eugenio y Rosa, melliza de Josefa, hermana de Ida, esposade Pedro, veo tus aos junto al ro, tu ir y venir al colegio (Preve),la Primera Comunin fija en la fotografa. La monja que te asisti.

    Y la boda, del Carmen, vestido rosa, medias con vainilla, me-lena breve y ojos azarosos.

    Y los invitados todos, sentados en las flores. Y aquellas flores otras que caan del cielo, blancas como astros,

    y nadie pudo cazar nunca. Y las miradas cortas, extasiadas, hacia ti,de la comadreja y del lagarto,nerviosos en tu boda.

    * * *

    Estoy sentada en el lugar de siempre, en el mismo sitio. Espe-rando vengas.

    Con el vestido azul, el collar y el abanico.Virgen de las tardes de mi vida.En tanto arde la estrella vesperal envuelta en lgrimas que har

    nacer los lirios, cirios, setas rojas y de color de rosa.Mam: Eso cmo se llama? Y Aquello qu es?

    Ensame, mam. Aydame.En medio de esta tarde oscura.En medio de esta noche fra.

    * * *

    A estos dos seres que viajaron desde lo hondo de los universosa juntarse y a crearme, Pedro y Clementina Clementina, Pedro,ahora aparentemente no visibles,

    dejo el pimpollo sacro de la rosanieve.Dejo la rosa roja de la resurreccin sombra.

    * * *

    Pongo a tus pies turquesas, turmalinas, rubes, y platinos y dia-mantes, y todos los metales raros del planeta, unos que tienen nom-bres de flor. Otros que tienen nombres de hadas.

    Y la mariposa aquella del Sacrificio, (pero cmo pudo ser?), quesin embargo se queda con nosotras!

    Y nos mira con sus antenas largas como hilos. Y aquella ropa de nieve azul.

    * * *

    Mam, quisiera darte eso que deseabas tanto. Y no s bien quera. Y se te iba siempre como un cristal de color turquesa en vuelal horizonte.

    Miro desolada el centro, las confiteras a los costados, las tiendagigantescas.

    Quisiera darte eso que deseaste tanto.

    * * *

    Aqu la gente slo hace y dice estupideces.En tu sitio hay un jabn de nieve, una magnolia con esplendor

    de astro.

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    Estoy mirndote las medias, los zapatos, el sacn granate conbotn de nquel, con que me llevaste a la escuela por primeravez.

    La maestra que te mir admirada. Y el vuelo de un milano.

    * * *

    Miro al lecho y nunca ests. Al silln y ya no ests.Entonces, llevo los ojos hacia afuera, a los ramajes. Y t empie-

    zas a vivir a travs de m. Y vienen los gorriones musicales. Pap est cantando en ellos.

    Oigo su canto, bello, triste.Pap est cantando en los ramajes,y su cntico es bello y triste.Porque nos ve juntas.Pero as.

    * * *

    Te imagino dando a luz tus nenas, Nidia y yo. Joven mujer es-cindindote. Pero, qu milagro es!

    Y el da final, vestido azul, la definitiva mano. Yo crea, no s, iba a nacer de nuevo bajando por tus bellas

    piernas, o te iba yo a dar a luz. Se me cruzaban las cosas, todas.Cre bamos a huir del sanatorio. Juntas y a vivir.

    * * *

    Quiero ir de visita a la chacra y de noche. Que estn. He deintegrarme con naturalidad. Me volver chica y muy delgada ycon trenzas. Voy a comer en ese plato un huevo de oro; casi segurobaj de ti, mam. Y una rosa roja que hay que comer con sal.

    Mientras el viento de la noche pasa la ventana, huye, hace girarlas nubes, hace girar las lilas, vuelve y huye.

    En el inmenso mbito slo resuena un grito. Pap y Mam!

    * * *

    Qu tremendo cuadro!Qu noche inmensa y definitoria!Tendra que arrodillarme para siempre.Tendra yo tambin que dejar de vivir.

    * * *

    Caan la lluvia, las madreselvas tristes, y t tan chiquita, tan, lacara bonita; los labios parecan pintados. Ojos semiabiertos.

    Entre las lmparas esa gente murmuraba. Es as. Acaso me estabas diciendo, sin saber t misma que a las cinco

    era tu entierro.Llueve, hay que sacar las plantas. Har bien a la madreselva

    Un da igual a ste, cuando era chica... Y yo pensaba: Ser posible que dentro de un rato tenga que

    dejar de verte?

    * * *

    Cocinas las honguitas, las papas de ruedas nveas.Con el sartn y el aceite mgico. Yo te miro asombrada, cerca, de pie. Tengo ocho, cinco, dos aosPero, si ya es de noche. Y ests en el silln, y nosotras frente a ti, en dos sillitas.Pasa Soto, el nico vecino, qu nombre Soto, va por los rama-

    jes, cruza todo el soto.T te meces de miedo, y nosotras temblamos.Pasa Soto. Tenemos terror de que nos pegue. Y hay algo miste-

    rioso ms.Pero no acabar nunca de llegar pap? Y al otro da brilla el sol en medio de la aurora de oro y t ests d

    pie en medio de la aurora, y dices:

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