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MÉXICO fIINANDO !l mOIlCO, u - MAO.iO-Jl mI. 2432926 - 243 29 04

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COLECCIÓN HISPÁNICA

DE AUTORES GRIEGOS Y LATINOS

DIRECTOR

MARIANO BASSOLS DE CLIMENT CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA

EDITOR

EDICIONES ALMA MA TER S. A.

BARCELO N A

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HAN SIDO IMPRESOS EN PAPEL DE HILO GUARRO

CIEN EJEMPLARES DE ESTA OBRA, NUMERADOS CON CIFRAS

ROMANAS

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SAN AGUSTIN

LA CIUDAD DE DIOS LIBROS l· II

TRADUCCION DE

LORENZO RIBER DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

TEXTO REVISADO POR

JUAN BASTARDAS PROfESOR DE LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA

VOLUMEN 1

BARCELONA· MCMLIII

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Han colaborado en la revisión de este volumen D. Q Mati/de Boleda, profesor adjunto de la Uni­versidad de Barcelona , y D. Guillermo Colom.

IMPRESO EN ESPAÑA - PRINTED IN SPAIN

RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS DE PROPIEDAD

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INTRODUCCIÓN

EN LOS UMBRALES DE LA CIUDAD DE DIOS

«¡Oh, tres y cuatro y siete veces bienaventurado el morador de la ciudad de Roma; cuyo cetro colocó Cristo en la cumbre de todos los poderes!» exclamaba el poeta español Aurelio Prudencio en el himno II de su Peristephanon (o Libro de las Coronas) , titulado Passio Laurentii Beatissimi Martyris, · que se publicó, con todos los restantes poemas suyos, el año 405, según el cómputo más auto­rizado.

No lo escribiera así, a buen seguro, el entusiasta poeta hispa­norromano, tres o cuatro años más tarde, cuando el Invasor bárbaro,

a guisa di leon quando si posa, 1

con ambas garras puestas firmemente en la muralla de los Alpes, acechaba con codicia la llanura del Po, y allende, en una lontanan­za de espejismo, la campiña del Lacio por la que el rojo Tíber tuerce su camino y donde asienta su majestad la gran Urbe, más

1 DANTE, La Cornrnedia, Purgatorio, 6, 66.

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INTRODUCCIÓN

soñada y temida que conocida. De ella no sabía harto más que el nombre: Urbem quam dicunt Romam. 1

A la infantil y virgen fantasía de los bárbaros, Roma era una agrupación humana de grandeza y de riqueza fabulosas, de incon­trastable poderío, inviolable como una divinidad, cuyas murallas, en siendo atacadas, echaban rayos y centellas; y que, como el pro­pio Júpiter en el cielo, tronaba y metía pavor pánico en el pecho de los mortales.2 Alarico (que este es el nombre del Bárbaro con que la Historia conoce al ladrón de Roma, Raptor Urbis) fué oriundo de la isla de Peucé, en la desembocadura del Danubio, engendrado en la sangre de los Baltos, voz peregrina que , en ro­mance, suena -osado >. Desde su niñez era conocido soldadesca­mente no más que por -el Balto., apodo de la poderosa familia en la que los visigodos, es decir, los godos de aquende el Danubio, iban a escoger a sus reyes . Empujado de sus propias hordas, en­grosadas con aventureros allegadizos, hunos, alanos, esciros, como con revueltas avenidas torrenciales, Alarico las ponía en marcha desde Rímini, a orillas del Adriático, a zaga de las propias huellas de Julio César, que siguió este mismo camino cuatrocientos años antes que él. El Godo, al igual del Dictador, estaba decidido a ten­tar la suprema suerte y a lanzar el arrogante desafío : ¡Alea iacta esto! Y, como él. también a cruzar el Rubicón y encarnizarse y entiranizarse sobre Roma.

Ello acaecía a los comienzos de la primavera del año 410, que se anunciaba preñado de agüeros siniestros y teñido de ominoso carmín, como un cielo tormentoso. Conforme iba acercándose a la codiciada ciudad, se halló el caudillo godo con que la fama y el espíritu de miedo le habían ganado de la mano y la campiña ro­mana hormigueaba de gentes fugitivas y azoradas : pobres y ricos,

1 VERG ., ec!. 1, 19. 2 Seu caelum seu Roma tonat. Cita de Amadeo Thierry, Alaric, pág. 168.

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INTRODUCCIÓN

paganos y cristianos; cristianos especialmente, que ante el presun­to invasor se sentían indefensos, sin amparo y sin cabeza. El Obispo de Roma, en aquellos días, era el Papa Inocencio, el que inauguró la lucida serie apostólica de los Inocencios. Sabemos, por el historiador español Paulo Orosio, que el Pontífice, en esta co­yuntura, se encontraba en Ravena, sede del Imperio de Occidente. «Una secreta providencia de Dios., dice Orosio, -se complació en librarlo, como al justo Loth, del fuego de Sodoma y ahorró a sus ojos que viesen el castigo y la destrucción de su pueblo> . Alarico, llevado como en volandas de la impetuosa vitalidad de todo su pueblo, recio y firme ante las murallas de la pavorida ciu­dad, requirió la presencia de Átalo, caricatura grotesca de empera­dor, hechura suya y del Senado romano, que merecía tenerle por tal y por tal reconocerle. Átalo se presentó temblante, lívido den­tro de su púrpura, con las insignias de su mentida y menguada dignidad. Con descomedida mano el Godo se las arrancó; con cau­dalosa carcajada se rió a las barbas del vil histrión -emperador hecho, deshecho, rehecho y degradado- 1 (son de Orosio estas rá­pidas y certeras pinceladas) y echándolo de su presencia, devolvió al Senado, tan ruin como él, aquel vano simulacro de emperador, aquel guiñapo de hombre, irrisión y deslustre del Imperio.

Acerquémonos a ver aquella Roma singular de las postrime­rías del siglo IV, con sus templos y sus estatuas paganas, con sus basílicas cristianas, con su subsuelo minado de catacumbas, cual nuestro Aurelio Prudencio la vió por sus propios ojos fieles y la describió con pluma eficaz y verídica. Contemplemos más de cerca aquella Roma tríplice: la Roma de los Césares; la Roma de Pedro y Pablo; la Roma soterraña, Ciudad de Dios vivo, sembrada de muertos vigilantes. O si más os contenta, veámosla unos pocos

1 Alaricus ... imperatore facto, infecto, refecto ac defecto, mimum risit et ludum spectauit lmperii. OROS., hlst., 7, 42.

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INTRODUCCIÓN

años más tarde, en los albores del siglo V, con los ojos miríficos de un gran poeta de aquellos mismos días en que Alarico la ron­daba y la retaba. Claudiano era este poeta que gustaba de contem­plarla y de mostrarla a la hora en que, con la opulencia y la magia de su luz, la magnificaba el Sol, el «almo Sol. a quien Horacio, tañedor de la romana lira, pedía, en el Carmen Saeculare, que no pu­diese ver jamás cosa mayor que la ciudad de Roma. 1 La fastuosa imaginación de Claudiano, con enfático pincel, nos la describe cuando el Solla envuelve y la anega en el río orgiástico de su oro, y glorifica todas sus cúpulas metálicas y enciende todos sus mármoles pulidos; sus pináculos centellean y deslumbran sus tem­plos fulgurantes.

Barbarus, has segetes?2

¿Para un bárbaro, estas mieses? ¿Toda esta magnificencia in­creíble; este fascinante botín de riqueza, de arte, de humanidad, esta cosecha ubérrima de civilización irá a parar en manos de un soldado sin piedad, salido de los lodosos tremedales de Panonia?

Así estaba escrito en el libro de los consejos de Dios. Alarico puso a Roma un asedio que no fué tan potente y riguroso que pudiera fácilmente acabar con su rendición. Con desaliento y pa­vor contemplaban, desde sus puestos avanzados, los bárbaros sitiadores los ciclópeos amontonamientos de peñascos como aque­llos con los que abrigaron los hombres su existencia en las edades primitivas de la humanidad. Los ágiles jinetes hunos que giraban en torno de las murallas pavorosas espiaban en vano de puerta en puerta y de torre en torre, por hallar un punto débil y penetrar

1 Alme Sol, curru nilido diem qui promis el celas aliusque el idem nasceris, possis nihil Urbe Roma

uisere malUS. HOR., carm. saec. 8·12.

2 VERG .• ecl. 1, 71.

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INTRODUCCIÓN

en la ciudad inexpugnable. El emperador Honorío podía con razón felicitarse de haber llevado a término, en previsión de venideros peligros, grandes obras de restauración en el cinturón de las viejas murallas romanas, que alcanzaron la vida larga que merecían y cuyos restos aun hoy no se pueden ver sin estupor. Todavía en dos de sus puertas quedan las inscripciones originales que recuer­dan el cumplimiento de la restauración de Honorio; la una, en el propio lugar donde se puso, encima de la puerta Tiburtina, en su parte exterior; la otra inscripción, en la puerta Prenestina, en la vecindad de su antiguo sitio. Sobre la puerta Tiburtina, las tropas de Alarico podían observar las estatuas de los invictísimos empe­radores Honorio y Arcadio, que desde sus altos zócalos les estaban mirando; y por las inscripciones, si supieran leerlas, informarse de que, ambos a dos, los emperadores habían recientemente forti­ficado la ciudad a quien calificaban de Eterna; y que las obras hi­ciéronse por consejo y bajo la inspección del jefe supremo de milicias, el bravo y sagaz Estílicón, vencedor del bárbaro Alarico en Pollentia y en Verona. I

El caudillo godo, desesperanzado de expugnar por asalto la ciudad sitiada, le cortó la comunicación con el Tíber, que era su vía de aprovisionamiento. El hambre se hizo aliada de Alarico, lenta, fiel y segura. Ante el peligro inevitable, ante la férrea nece­sidad, la ciudad de Roma, por lo común alegre y confiada (ridet et

moritur, dijo de ella Salviano), volvió a hallarse a sí misma, dócil y resignada al sacrificio, a la dura obediencia castrense. Por no darse al enemigo bárbaro, Roma comió el pan tasado y bebió el agua medida; al abrigo de sus recias murallas mantuvo sus ojos en vigilia tenaz. Llegó a ser una ciudad fantasma, poblada no más que de espectros. Y a estos espectros, la desesperación les comu­nicó el temple heroico, digamos ibérico, de los numantinos o de

I GRISAR, H ., Roma alla fin e del mondo antico, Roma 1930, vol. I. pág. 71.

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INTRODUCCiÓN

los saguntinos. Largo y agotador fué el asedio; se desconocen las peripecias exteriores de que tan ricas son las epopeyas clásicas; pero se conocen las calladas calamidades interiores, que no serían creederas si muy graves autores no las atestiguaran. La rabia del hambre los llevó a la antropofagía. A zaga del hambre apareció la peste. La población perecía; el enemigo vigilaba las salidas; no se podían enterrar los cadáveres. Roma era un inmenso pudridero de carroña hedionda e insepulta.

Así iba arrastrando su agonía la Reina de las naciones. ¿Fué en boca de Roma que el Vidente del Apocalipsis, ciclópico marti­llo de Roma, puso aquel monólogo arrogante?: Sedeo regína, et vidua non sum, et luctum non videbo.1 .Sentada estoy a guisa de reina, viuda no soy; no vestiré luto ni beberé lágrimas • . Harto pronto desmentirá y hará írrita esta jactancia ingenua el godo feroz . Llegó la noche del 24 de agosto del año 410. Roma dormía (si es que dormir se llama jadear y gemir so la opresión de íncubo monstruo­so) bajo la inminencia de arrasadora catástrofe. El cuartel general de Alarico estaba en la Vía Salaria, próximo a la puerta de este nombre. Alrededor de la medianoche, en la ciega complicidad de las tinieblas, esta misma puerta traicionera que ya se había abierto a Breno y a sus galos, giró sobre los goznes con un silencio oleoso. Alarico, advertido y en acecho, penetró en tromba por ella. La nocturnidad pérfida y aleve púsole Roma en las manos . ¡Ay! Ni cien lenguas ni cien bocas ni una voz de hierro bastarían para endechar y llorar tamaña desventura; llórela la voz del ángel del Apocalipsis:

.Caída es, caída es la grande Babilonia; y es hecha habitación de demonios, cobijo de todo espíritu inmundo y manida de toda suerte de aves sucias y aborrecibles ...

1 Apoc., 18, 7.

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INTRODUCCIÓN

«¡Sal de ella, pueblo mío! Sobre ella vendrán pestilencia, muer­te, llanto y hambre; y será quemada con fuego ... • 1

San Jerónimo, el dálmata fiero, implacable flagelador de Roma, rugió, en las soledades de Belén: .Cayó Moab •. 2 (Moab para ese dálmata era Roma). «¡A los mil ciento sesenta y cuatro años de su fundación, ha caído Moab!. Y dijo más, con la gran voz de Isaías: c¡Moab de noche fué tomada, de noche su muralla se desmoronó! •. a

y dice con el salmista: «¡Oh Dios! Vinieron las gentes a tu heredad y profanaron la santidad de tu Templo; dieron los cuer­pos de tus siervos por comida a las aves del cielo; las carnes de tus santos a las bestias de la tierra; derramaron su sangre como agua; y no hubo quien los sepultase .• 4

y pide prestada a Virgilio la lúgubre nenia con que lloró la destrucción de Troya también en calamitosa noche: • ¿Quién con palabras podrá explicar la calamidad de aquella noche; quién las muertes, o quién podrá igualar las lágrimas con los duelos? A pe­dazos cae la ciudad antigua que por muchos años fué señora. Ca­dáveres sin cuento yacen doquier extendidos por las calzadas y por las casas y en los religiosos umbrales de los templos. En don­dequiera llanto lastimero, en dondequiera miedo y multiplicada imagen de la muerte .• 5

1 Apoc.,18.

, Moab, región de la Arabia Pétrea, al Este del Mar Muerto. Los moabitas estuvieron en constante guerra con IsraeL y al fin fueron sojuzgados por David.

3 Isaias 15; 1.

4 Psalm., 78, 1·3.

• VERG., Aen. 2, 361 ss.

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INTRODUCCIÓN

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No sin recelo entró Alarico con sus godos en la Ciudad Eter­na. Ni el hórrido estridor de trompetas ni la salvaje grita de sus hordas acallaban ni sosegaban los íntimos terrores de que estaba transido. Acaso el Bárbaro, al sentirse inconsciente instrumento de la ira de Dios, decíase a sí mismo en son de disculpa: • Yo no vine aquí por voluntad mía. Mi hado fué, que me arrastró por la melena. Yo no sé cuyo era el espíritu que todos los días y todas las horas, acuciándome y hostigándome, me tundía el oído y me decía: ¡Hala! ¡Hala! Corre y asuela a Roma: Perge, Romam vastaturus!»

Ni sus propias hordas estaban exentas de miedo. Amamantados de maravilloso, que es el cebo de los pueblos niños en la esquividad de sus hórridas selvas nativas; iniciados en portentosas narracio­nes y espantables consejas, cuyo motivo era Roma, temían que la Reina de las naciones, a la cual se rendía culto -Día Roma- y cuyo suelo no había sido hollado por ningún otro pueblo (lo había sido por los galos, pero los godos no lo sabían), más que una ciu­dad terrena fuese una irascible divinidad celeste.

Al fin entraron en ella con el hierro y con el fuego . Comenzó la quema por los llamados. Huertos de Salustio. / el ático historia­dor que en ellos había reunido verdaderos portentos de arte y de riqueza . Un siglo después fueron mostradas al historiador Procopio las ruinas a medio quemar de la suntuosa casa de Salustio y de sus jardines, amenos como los vergeles de Alcinoo, vecinos de la puerta Salaria, que, dada su posición, quizá fueron la parte de Roma que primero vino en poder de los invasores. Al extremo opuesto de la ciudad, sobre el Celio, el palacio de los Valerios, cristianos ya, tuvo idéntica lastimosa suerte. También la próxima majestuosa rotonda que se erigió para mercado, convertida por el

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INTRODUCCIÓN

papa Simplicio (468-483) en iglesia dedicada a San Esteban, sufrió daños del incendio. Este barrio aristocrático del monte Celio y el no menos conspicuo del Aventino fueron probablemente los luga­res donde el saqueo y el fuego consiguiente alcanzaron sus efectos más tristes. También a la otra parte de la ciudad, al otro lado del Tíber, debieron de haberse enfurecido las llamas con una saña es­pecial. Guarda inmediata y estrecha relación con el incendio y sa­queo de los godos la segunda Dedicación de Santa María in Tras­tevere (antes Basilica Iuli), hecha por el papa Celestino 1, que hubo de dotarla de nuevo con casi todo su ajuar litúrgico: Post ignem goticum.' Puédese conjeturar que las llamas que la envolvieron, llegadas hasta el cielo, la igualaron con el suelo, resuelta en humo. Muy diferentemente han sido apreciados la extensión y los efectos de este incendio gótico por los propios contemporáneos. Orosio los pone muy por debajo del gran incendio de Nerón ofrecido en espectáculo a los romanos. No hay comparación posible entre lo que quiso y pudo el monstruoso antojo del Autócrata, señor del mundo, que podía lo que quería, y el eventual vencedor semicris­tiano. Jomandes, godo historiador de sus godos consanguíneos, por harto comprensible simpatía de la sangre quiere dar a enten­der que no hubo incendios siquiera: . Los godos, al mando de Alarico, saquean nada más; pero no prenden fueg0 2 al estilo de las demás naciones.»

Amiano Marcelino, en su Crónica al año 410, dice: .Alarico invade la empavorecida y temblante ciudad de Roma y consume en el fuego una parte de ella.»

Como suele acontecer en hechos de estas dimensiones y de estas lejanías, la noticia del lamentable suceso se esparció por el

1 Caelestinus. Hic dedicavit Basilicam Juli , in quo optulit post ignem goticum patenam argenteam ... Sigue la larga lista de la dotación. Liber Pontificalis, r. 230.

, IORN., Get. , cap. 30.

rXVII] 2 - La Ciudad de 010 • . Vol. 1.

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INTRODUCCIÓN

mundo todo, enormemente engrandecida y agravada. Es achaque común de todo cuanto garla la pregonera fama: «La Fama, mal veloz cual ningún otro, que cobra vigor con la movilidad y, conforme anda, adquiere fuerzas nuevas. Es primero pequeña y medrosa; mas luego, en el aire vano se empina y se agiganta; ufana anuncia lo hecho y lo no hecho, y esconde, al cabo, su cabeza entre las nubes .• 1 Nuestro Paulo Orosio, contemporáneo del gran suceso, dice que, en el momento de traspasar la puerta Salaria, Alarico, presa de secretos terrores en su nebulosa conciencia de cristiano, aunque ganado a la herejía de Arrio, pensó que Roma, sobre ser la metrópoli del mundo, era la sede de la cristiandad, y que no debía derrocarla del todo ni raerla de la faz de la tierra, y ordenó a sus hordas que se templasen en la matanza y que respetasen los lugares sagrados y, con especial encarecimiento; las basílicas de los Apóstoles Pedro y Pablo, con todos los que, fieles o infieles, a ellas se hubieren acogido, con todo el ajuar litúrgico votado al servicio de los altares. Exceptuados estos dos asilos, abandonó to­da Roma a la voracidad del fuego y a la más devoradora rapacidad de la desarriendada soldadesca. Esta es la versión de Paulo Orosio. Por su parte, San Isidoro, en su Historia de los godos, cuenta un cu­rioso y edificante episodio; y da esta versión de la hazaña de Alarico:

.Al décimo quinto año del imperio de Arcadio, Alarico, asocia­do al gobierno del reino, cristiano de nombre, pero hereje de pro­fesión, dolido de la gran muchedumbre de godos sacrificados por los romanos, por vengar la sangre de los suyos, guerreó contra Ro­ma y, luego de cercada, irrumpió en ella impetuosamente a hierro y a fuego. De esta lamentable manera, la ciudad vencedora de to­das las demás naciones sucumbió, vencida de los godos y de ellos tomada y sujeta a yugo y servidumbre. Con todo, tan clementes

1 YERG. , Aen. 4, 174·77.

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INTRODUCCIÓN

se mostraron los godos en aquel trance, que, de antemano, hicie­ron voto, si entraban en la ciudad, que cualquier romano fuese ha­llado en lugares consagrados a Cristo, no se vería envuelto en la destrucción de la ciudad. Emitido este voto, y la ciudad tomada por asalto, fueron indultados de muerte y cautiverio todos los que a tales asilos se acogieron. Y aun quienes estuvieron fuera de los templos consagrados a los mártires y pronunciaron el nombre de Cristo y de los Santos, con misericordia igual fueron perdonados .

• En los restantes lugares consagrados al culto divino, aun cuando se ofrecieron como franco botín del invasor, se puso cierta templanza en la carnicería. Y acaeció un caso singular. Andaba la soldadesca suelta corriendo, pillando, infiriendo a la ciudad toda suerte de vejámenes, cuando un godo, personaje de calidad, uno entre todos, topó con una buena mujer ya entrada en días cuyo porte y hábito la denunciaban como religiosa. Y como la invitase con apacibles y respetuosas palabras a que sacara el oro y la plata que acaso tuviera en su poder, ella, ingenua y fiel , sacó lo que te­nía; y como el godo no disimulase, antes encareciese la admiración que le producían la forma, la belleza y la riqueza increíble y la opulencia, romana de veras, de los vasos consagrados al servicio del Señor, la anciana religiosa le dijo: -Estos vasos, cuya guardiana soy, pertenecen al tesoro del apóstol San Pedro; tómalos tú , si te atreves. Yo no soy osada de entregarlos al enemigo.- El ilustre go­do, paralizado de terror en oyendo el nombre del Apóstol, comu­nicó el sensacional descubrimiento a Alarico. Y el caudillo bárba­ro, impresionado a su vez, ordenó que, luego al punto y con toda reverencia, el sagrado ajuar fuese llevado por la propia religiosa a la basílica de San Pedro y devuelto al tesoro del Apóstol. Y dijo Alarico estas palabras memorables: Con los romanos llevo guerra, no con los Apóstoles de Dios .•

Según Paulo Orosio, que refiere el mismo hecho y lo enrique­ce con sorprendentes y pintorescos pormenores, el caudillo bárbaro

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INTRODUCCIÓN

dió órdenes para que el traslado de los sagrados utensilios se hiciera con reverencia y con pompa. Atentos a la novedad del caso, habíase congregado un buen golpe de curiosos ante el edificio ecle­siástico, monasterio o templo, en donde la religiosa anciana custo­diaba el inviolable tesoro apostólico. La anciana religiosa colocó uno de los vasos sagrados encima de su cabeza; y lo propio hicie­ron los demás cristianos que en el corro había; y siguiendo todos los demás a guisa de cortejo, hallóse organizado el más inesperado espectáculo y formada la má:> espontánea y original de las proce­siones, camino de la basílica del Apóstol. Entre las filas de solda­dos godos que para la defensa del tesoro habían desenvainado las espadas, iba avanzando lentamente aquel piadoso triunfo, como no pudieron soñarlo jamás los Cónsules romanos. Cantábanse sal­mos e himnos, y en el más desconcertante de los conciertos, ro­manos y godos cantaban cada cual en su lengua; los romanos en la versión latina recibida en Italia, y los godos, según la versión de su obispo Ulfila. A las voces de los que cantaban, iban saliendo de sus latíbulos, indistintamente, politeístas y cristianos que se escondieron por poner a buen recaudo sus vidas y sus haciendas. Como vieron que quienes formaban en el séquito procesional no habían sido ni maltratados ni robados, se mezclaron y confundieron con ellos . Parece que a la entrada de la basílica del Príncipe de los Apóstoles, como también de las restantes iglesias reconocidas como asilos, quienes en ella se querían amparar debían declarar a los guardianes la fe que profesaban, so pena de ser excluídos. Muchos fueron los paganos que se acogieron al recurso de fingirse cristia­nos, sin perjuicio de renegar de su hipócrita creencia una vez pa­sado el peligro. Varias horas duró, so pretexto de sumarse al homenaje de los vasos sagrados al servicio de los altares de Cristo, la afluencia de gentes romanas hacia el puente Milvio y el cerro del Vaticano. La basílica de San Pedro, con sus dependencias, pronto quedó abarrotada de pueblo ambiguo .• Así se evadieron

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INTRODUCCiÓN

muchos. (escribió más tarde San Agustín) -que ahora desacreditan la era cristiana e imputan a Cristo la culpa de las calamidades que Roma hubo de sobrellevar.»

Igual beneficio de inmunidad reconoció Alarico para la basíli­ca de San Pablo. Y muy probablemente el derecho de asilo se ex­tendió también a las demás basílicas constantinianas: la de Santa Inés, que de lo alto de sus torres guardaba el pueblo de los Quíri­tes: la de San Lorenzo, frecuentada por las lumbres del Senado y adonde la vestal Claudia entró para consagrar a los nuevos altares el ramo de ligustro de su inútil virginidad y avivar las brasas del incensario de Cristo; la muy rica y muy bella de San Hipólito, en cuyas anchurosas naves desplegaban su pompa las más lucidas procesiones que vieron ojos cristianos.

Veamos ahora, a través del testimonio de un autor contempo­ráneo, ambas basílicas apostólicas, que en aquellos días aciagos fueron refugio y salvación de los fieles de Cristo y ciudadelas de la Cristiandad. Halagará nuestro sano patriotismo el que sea un español de aquellos tiempos el que nos las muestre. Con unos po­cos años de anterioridad a la catástrofe, estante en Roma ocasio­nalmente peregrino, el poeta aragonés Aurelio Prudencio coincidió a los 29 de junio con la doble festividad de San Pedro y San Pablo. Ambos templos estaban a la una y otra orilla del Tíber, edificados sobre las tumbas que guardan los respectivos huesos santos.

Habla el poeta, y pinta: -Separa los huesos de entrambos Apóstoles el Tíber, sagrado

en ambas márgenes, porque fluye entre los dos venerados sepul­cros. Bajo sus techos de oro abriga el recobrado cuerpo de Pedro la orilla derecha, plateada de olivos, susurrante de aguas vivas. Un manantial brota de las rocas y alimenta la fuente eterna de la gracia. Discurre por un cauce formado de mármoles preciosos y sigue dócil la ladera, hasta que precipita sus ondas en un estanque verdeante, excavado en el interior de la montaña, y la caída so-

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INTRODUCCIÓN

nante de las aguas hace bullir sus frías profundidades. Encima de la piscina, los mil colores de las pinturas se espejean en las ondas y los musgos brillan y el oro toma matices verdosos. El azul de! agua refleja la púrpura de los muros; el artesonado parece moverse en las ondas. Y el Pastor mismo, en persona, alimenta en la pure­za del agua gélida a sus ovejas, que vió desfallecientes de sed de los manantiales de Cristo .

• A la otra parte, la Vía Ostiense conserva el templo de Pablo por la banda en que e! río abreva el césped de! siniestro lado. Es pomposo y regio aquel lugar. Un príncipe bueno (Constantino) consagró estos alcázares sacros, gastando en la obra tesoros incalcu­lables. Todos sus arquitrabes revistió de oro en hojas, porque e! interior del edificio apareciese iluminado como por luz dorada de aurora. Los artesones de obscuro color están sostenidos por cuatro órdenes de columnas de mármol pario; fragmentos de brillante cristal adornan con varios colores la curva de los arcos; no de otra manera ríen los prados sembrados de primaverales florecillas. Estos son los dos monumentos que el Padre Sumo entregó a la devoción de la ciudad togada.»

Hasta aquí, nuestro Aure!io Prudencio. En aquel infausto día de la invasión y saco de Roma, los

magnánimos nietos de Remo, como los llamó sarcásticamente e! poeta veronés Cátulo, poseídos de pánico terror, llenaban azorada­mente la Vía Triunfal y la Vía Ostiense, huyendo de! hierro hos­til por ponerse a salvo en las basílicas de ambos Príncipes apostó­licos, que hicieron gloriosa a Roma con la púrpura de su sangre. En sus propios umbrales quebraban, desarmados, impotentes, los furores de la matanza y la rabiosa sed de sangre; aquí, a la puerta de estos dos sacros alcázares, tranquilos y firmes como dos riscos marinos batidos de fiero oleaje, detenfanse, rezongando y tascando el freno, la codicia y la salacidad.

Afuera de estos sacros asilos, imperaban el incendio y la orgía.

[XXlI]

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INTRODUCCiÓN

Al bárbaro triunfo de las llamas, encaramadas por torres y por te­chos, se agregó centelleante y horrísona una repentina tempestad que acallaba todos los demás estruendos, al paso que la saña con­jurada de los hombres y del cielo se afanaba a porfía en la des­trucción de la urbe sin ventura, que quedó amortajada a trechos, en una extensa sábana de cenizas. Con enérgica y eficaz hipérbole viene a decirlo San Jerónimo: Uno hausta est incendio . • Roma acabó en un solo incendio.»

No había mujer a quien asegurasen de ultraje bestial ni el estado, ni la profesión, ni la alcurnia, ni los años . En el crudo pe­cho de los godos cabían, a una, con la sevicia salvajina en ellos congénita, que se saboreaba y regalaba con la sangre, la arrolladora voluntad de la carne, la sacrílega pasión del dinero. El Celio y el Aventino, donde la gens Valeria y la gens Anicia tenían sus doradas mansiones, contemplaron las más luctuosas tragedias . Dichosos aquellos que podían, con toda verdad, decir con Horacio:

Non ebur neque aureum

mea renidet in domo lacunar. 1

• No; en mi casa ni el marfil ni el oro risueños resplandecen en soberbios artesones.»

Una viuda de ilustrísima cuna, amiga de San Jerónimo y dis­cípula suya en la exégesis de los Libros Santos, llamada Marcela, habitaba en el monte Aventino la mansión heredada de sus ma­yores, en compañía de una doncella que adoptó, votada a la profe­sión religiosa; su nombre era Principia. La morada de Marcela, en su exterior mentía riqueza; pero de puertas adentro era de una pobreza y desnudez aterradoras. Con sus magníficas manos de pa­tricia, la cristiana viuda había repartido entre los pobres todo su caudal; y ella y su pupila vestían ruines y remendados hábitos de

I HOR .• carm. 2. 18.

[ XX!l!]

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INTRODUCCIÓN

buriel. Sorprendiólas la brutal irrupción del sanguinoso godo, en lo más secreto de su retiramiento . Demandábanles el oro y el lugar donde tenían ocultas las riquezas. Mostrábales ella por respuesta lo raez y lo trillado de su túnica. La avaricia les tenía ciegos , in­sensibles al heroísmo de la pobreza voluntaria. La golpearon atroz­mente; la molieron con azotes, la desnudaron, por fin; y cayó des­vanecida. Tiempo después, el solitario de Belén, en patética letra a Principia, evocaba esta escena que en caracteres indelebles debió de quedar grabada al fuego en su mente juvenil:

. No sentía Marcela sus propios tormentos; sino que, con lá­grimas copiosas y con las rodillas por el suelo, decía a los brutales invasores con voces desgarradas: • ¡Respetad a Principia por mer­ced, respetad a Principia! - Porque no fueses, Principia , arrancada de sus brazos; y porque la verdura y flor de tus años no sufriese el ultraje que ya no había de temer su edad, ajada y senil. No hay pecho tan crudo que no lo pueda ablandar la mansedumbre. Los bárbaros, por fin, volviendo algún tanto a su ínsita condición hu­mana, os trasladaron ambas a dos a la basílica de San Pablo, noso­comio a la vez que asilo . Pasados breves días, Marcela se durmió en el ósculo del Señor, y en los tiernos besos de tu boca.»

Este primer saco de Roma duró sólo tres días . La precisión cronológica se la debemos a Paulo Orosio: Die tertia Barbari quam ingressi fuerant, sponte discedunt. 1

•... y si aquellos días . , dice Nuestro Señor Jesucristo, -no se hubiesen acortado, no quedara salvación para ninguna carne; mas, por causa de los escogidos, se acortaron aquellos días .• 2

lOROS., hist. 7, 39. Y a continuación añade, atenuando grandemente la des­trucción por el incendio gótico: Facto quidem aliquantarum sedium incmdio. Mucho más extensos fueron los daños que a Roma ocasionó el fuego de Breno y de sus galos, y sin comparación posible los que provocó el vesánico antojo de Nerón. Los modernos estudios arqueológicos confirman la atenuada versión de Orosio.

o Math., 24, 22.

[XXIV 1

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INTRODUCCIÓN

III

Tan firmemente, ,aunque con harto flacos fundamentos, asen­tado estaba en las mentes romanas y aun en la conciencia del mundo el dogma de la inviolabilidad y de la eternidad de Roma, que, aun existiendo tantos indicios de inminente disolución , nadie atinó a temer ni prever la inevitable catástrofe. Sentado un día Jesús, en la paz del Monte de las Olivas, decía a sus discípulos, que se habían llegado a 1:1 y le preguntaban qué señal sería la de su venida y de la fin del siglo:

.Oiréis guerras y sonido y opiniones de guerras .. . Se levan­tará una nación contra otra nación y un reino contra otro reino; y habrá pestilencias y hambres y terremotos por los lugares; y todos estos sucesos serán principio y germen de dolores... Del árbol de la higuera aprended la comparación. Cuando ya su rama se enter­nece y las hojas brotan, sabéis que el verano nuevo está cerca. Así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas , sabed que el Hijo del hombre está cercano; que está a las mismas puertas .. . Entonces estarán dos en el campo; uno será tomado y otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo a un mismo molino; la una será tomada y la otra será dejada .• 1

Los guerreros, en la Ihada, de Homero, cuando caen en el campo de batalla hacen temblar el suelo de su caída. ¿Cómo de la caída de la ciudad de Roma, Señora de las naciones, no se había de estremecer el universo mundo? • ¡Ay dolor!. , con su voz, mo­jada de lágrimas, exclamaba San Jerónimo desde el fondo de sus soledades, • Extinguido se ha la clarísima lumbre de las tierras todas; truncada ha sido la cabeza del romano Imperio; en una sola

I Marh., 24, verso 6, 7, 8, 32, 40, 41.

[xxv I

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INTRODUCCIÓN

ciudad ha perecido todo el orbe! ¿Qué queda salvo, fenecida Roma? Ella, que fué madre de sus pueblos, es ahora su sepul­ero.». Jerónimo, irreductible y fiero dálmata, que no perdonó baldón a Roma, que desde la pequeña Belén a menudo se rego­deaba llamándola Babilonia, flagelándola con el nombre de Moab, a la noticia de su destrucción se sintió más romano que no pensa­ba ser; tan acendradamente romano como los propios moradores del collado Aventino, donde, en sus brillantes días de Roma, pontifi­cando el papa español San Dámaso, en el palacio de Marcela, ilus­tre patricia e ilustrísima cristiana, daba lecciones de interpretación bíblica a la flor de la aristocracia femenina, de la que se llevó con­sigo a Belén el más blando y tenaz de los recuerdos.! La lengua se le secó dentro de la boca; la péñola, templada en acíbar, con la que comentaba los fieros vaticinios de Ezequiel, también se le secó; y tan veloz como era, movida por su mano, reposó en ocio indócil. .Me impuse silencio porque comprendí que este trance era trance de llorar.»

y con tan patéticos acentos como él, se expresaba San Agustín desde las orillas de África:

«De horribles sucesos nos ha llegado información: de ruinas, de incendios, de rapiñas, de torturas, de muertes, de violaciones. Lo hemos oído hartas veces; hemos gemido sobre todos estos de-

I Sus más devotas y asiduas oyentes eran: Marcela, su madre Albina, su hermana Asela; Paula, nieta de los Escipiones, sus hijas Blesila, Paulina. Eusto' quio; Tic1ana, madre de Furia y suegra de Blesila; Claudia, acaso convertida por él, y que trocó el velo de las vlrgenes vestales por el de las vlrgenes cristianas. Desde la soledad betlemltica, con cariñosa memorla, Jerónimo escribe a Paula:

.Saluda a Blesila y a Eustoquio, mis pequeñas disclpulas; saluda a Fe[¡c1a­na, de veras feliz por su virginidad de cuerpo y de alma; saluda a todo el coro de la castidad y a tu iglesia doméstica, por la cual, aun lo que está más seguro, me inspira temores . '

HIER., epist . 30 (Migne. 58, 444).

[xxvr]

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INTRODUCCIÓN

sastres; los hemos llorado con frecuencia, y a duras penas hemos podido admitir consolación. »

El saco de Roma, como ya dijimos, duró tres días y tres no­ches; 1 Alarico, luego, dió a sus hordas la señal de partida. Inmen­so era el botín que los godos se llevaban en sus carros; el Caudillo, como era presumible, arrebañó para sí los objetos más raros o más ricos. ¿Quién sabe si, con el tiempo, habían de constituir el tesoro inicial de los reyes visigodos? Señálase especialmente un vaso cuajado de pedrería que, a su vez, era despojo de la ciudad santa de Jerusalén, traído a Roma por el emperador Tito. El escrupuloso Godo que respetó el tesoro del apóstol San Pedro, tranquilamente puso mano en el más fastuoso del rey Salomón. También Alarico se llevó consigo, en son de conquista no menos preciosa, la joven hermana de Honorio, emperador de Occidente, Placidia, no por haberse prendado de su maravillosa beldad, en la que quedó pren­dido Ataulfo, cuñado de Alarico y que pudo ostentarla en Barce­lona; sino en concepto de valioso gaje y rehén para cualesquiera situaciones imprevistas; o para cuando la tornadiza fortuna le mostrase su fea y repelente catadura.

Roma iba respirando humo, en la noche serena de agosto, y cayendo a pedazos sobre sí misma, cuando Alarico la abandonó con el pecho taladrado de terror, tanto o más que cuando había entrado en ella. Huidizo iba el ladrón godo después del latrocinio, como Caín después del fratricidio; huía de sí mismo y de un ene­migo imaginario que pensaba le iba a zaga y pisándole los calca­ñares. A sus oídos supersticiosos había llegado un rumor que le heló las venas; a saber, que Teodosio, ¡ya muerto! , había lanzado en su persecución un poderoso ejército, vengador de Roma; y que Estilicón, ¡asesinado ya!, lo conducía; Estilicón, que le había hecho morder el polvo y héchole retroceder, con sus salvajes hordas,

lOROS .• hlst. 7. 39.

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INTRODUCCIÓN

unas cuantas jornadas hacia las embreñadas cavernas de donde las había sacado.

Las huestes godas, retardadas en su marcha, impedidas del inmenso botín, traían, zaguera, una innumerable multitud de cau­tivos, mujeres, niños, personas laicas y eclesiásticas, que, de ca­mino, iban acreciendo con otras tantas con que topaban y que les. parecían útiles y valiosas para un posible rescate.

Atravesando la Campania, pillaron la ciudad de Nola, y pren­dieron a Paulino, su obispo, dulcísimo poeta, de labio tierno ba­ñado en las mieles de Tibulo; patricio riquísimo, hacendado en la Aquitania, casado y viudo ya de una dama laletana, probablemen­te de Barcelona, Teresa de nombre, quizá la primera de las Tere­sas que luego picaron tan alto en los anales de la feminidad. En la misma Barcelona fué ordenado presbítero, y , por devoción del mártir de Nola, San Félix, se adhirió y consagró al servicio de su sepulcro y al culto de su memoria y de sus huesos. Los godos le cargaron de cadenas, le amenazaron , le atormentaron porque sacara sus tesoros, pero «nuestro Paulino>, como con inefable ternura dice del obispo de Nola su hermano en Cristo, el obispo de Hipo­na, «teníalos depositados a muy riquísimo logro en el seno de los pobres> . Y, por más pobre que sus pobres, los bárbaros le dejaron con desdén; y siguieron su vía , que iban sembrando y jalonando de ruinas .

La Lucania y la Calabria sufrieron la misma suerte que la Campania; ardieron también y sudaron sangre. El incendio de la villa marítima de Reggio, que bien pudo verse de la fronterera Sicilia, fué un siniestro aviso, un augurio fatídico para la ciudad de Mesina. Como si no le bastara la vecindad del Etna, que, rotas sus fraguas, alienta fuego y vomita lava todas las veces que cam­bia de lado el jayán, Encélado, que contra el cielo se alzó y , abra-­sado por el rayo de Júpiter, gime debajo de su mole y hace retem-­blar toda la Trinacria y anochece el cielo con su humo.

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INTRODUCCIÓN

Tenía Alarico el propósito de transfretar a la Magna Grecia (como, además de Trinacria, a Sicilia se la llamó), no hollada por ningún invasor, defendida como estaba por Escila y por Caribdis, y por el gravifremente Neptuno, que la rodea con poderoso abrazo. Desde Sicilia tenía el proyecto de saltar al África, y desde Cartago, frente a las bocas del Tíber, reemprender contra Roma, la impla­-cable, la inmortal hostilidad cartaginesa, cumpliendo el voto de Dido moribunda: Oponer riberas a riberas, olas a olas; armas a ar­mas, y entre Cartago y Roma, alentar y avivar odios imperece­,deros. l

El pensamiento de Alarico no era tan heroico; creía que le bastaba, para poner a Roma bajo sus pies, con acosarla por ham­bre, cortándole los aprovisionamientos, amputándola de Sicilia y África, que eran sus graneros.

Frente a Mesina, en son de amenaza, situó Alarico todas ·cuantas naves y leños fondeados en aguas de T rinacria pudo reunir. Mas, en el momento mismo de ponerse en movimiento la podero­·sa armada y de entonar los marineros el celeusma gozoso de las jornadas marítimas prometedoras, soltóse una tan recia fortuna de mar, que el foso que divide la península de la isla quedó sembra­<lo de naves hundidas; y las otras fueron por el viento dispersadas. 2

El mar risueño que baña la pastoral Sicilia, sepultó el temeroso 'ejército, en vorágines de sal alborotada. Las Sicelides Musae, cuyo aliento invocó Virgilio para cantar cosas mayores que las florestas y los salobres tamariscos, ya tuvieron adecuado asunto en esta :gran hazaña del mar. Escila con sus canes rabiosos, Caribdis con sus arrecifes, fieros como dientes de escualo, trituraron la armada

1 Litora litoribus contraria, fluctibus undas imprecor, arma armis; pugnent iPsique nepotesque. YERG., Aen. 4, 628·29.

• Infesto mari periclita ti multum exercitum perdiderant, OROS., hist. 7, 43,­Eretum illud horribile aliquantas naves submersit, plurimas conturbavit, IORN" Get. 30.

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INTRODUCCIÓN

invencible y acabaron con las huestes del faraón gético. Abyssi operuerunt eos; descenderunt in profundum quasi lapis. 1 «Los abismos los cubrieron; descendieron a lo hondo, como piedra .•

El desastre de la flota, derrotada por los elementos, sumió al Caudillo godo en una insanable hipocondría. Dolido de su impo­tencia y de su afrenta, fué a esconderlas, como alimaña herida, en un valle de los Abruzzos, impenetrable de breñas y maleza, cerca­no de Consentía, villa antigua, remanecida en la Cosenza actual, áspera de sitio y de gentes, arisco y maloliente imperio de cabras. Solo y consigo mismo, repelido por la adversidad; ocio, silencio y soledades tendría el jefe de los godos de aquende el Danubio, para meditar su fulmíneo y trágico destino. 2 Dios envía los rayos y van; cumplen su mensaje y vuelven; y le dicen: Aquí estamos. s Como un rayo despidió Dios de su mano a Alarico; cumplió su trágica misión; empero, el Adsum, el .¡Heme aquí!. de su vuelta, húbolo de decir ante Dios y ante sí mismo, hundido en el horror de las selvas salvajes de Consentia.

Como las olas amargas ruedan por encima de la cabeza del náufrago, pasaban en vértigo por delante de los ojos de su espíri­tu, yentes y vinientes, los recuerdos de su misión inverosímil. De su Panonia natal, a la vera del Danubio, seguido de sus fleles hor­das, se lanza al pillaje de Iliria; atraviesa Macedonia y Tesalia; las ruinas acreditan su camino; la traición o el miedo le ceden el arduo paso de las T ermópilas; devasta la Beocia y deja a T ebas, medio en ruinas, porque le urge llegar a Atenas; la contemplación de Atenas y de sus serenos templos le infunde pavor religioso. Zósi­mo, el historiador pagano, cree que la propia Minerva galeada se le apareció en lo alto de la Acrópolis y lo intimidó y ahuyentó;

I Exod. 15, 4. 2 Adversitate repulsus, Alaricus, dum secum quid ageret delib:raret ... IOR N ..

Get. 30. • Ioh, 38, 35.

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INTRODUCCIÓN

tal vez como se mostrara a los troyanos, con los ojos abiertos te­rriblemente, llenos de fuego sombrío, alzada del suelo con su es­cudo fulgurante y su lanza tremebunda. Pasa a Esparta, y hallán­dola asolada ya por sus propios magistrados, pasa allende, pues no le dejaron cosa por asolar. Sale del Pelo pones o y se asienta en el Epiro. Corre el año 402; Alarico pisa y oprime Italia; el vándalo Estilicón le derrota en Polencia, de Monferrato; y vencido se acoge a los ventisqueros de los Alpes; sus huestes quedan diezmadas por frío, por hambre y por enfermedades. Corre el año 408; ya recobrado Alarico, amenaza Roma; Honorio, emperador de Occidente, se re­fugia en Ravena, donde será defendido por eunucos, ríos, canales, marismas, ranas roncas y cínifes sutiles . Roma envía a Alarico, a título de embajadores, los senadores Basilio y Juan, para que con­juren la amenaza del castigo; y como tuvieran la ridícula jactancia de decirle que el pueblo romano era asaz numeroso para mantener la resistencia, les contesta con una gráfica expresión aldeana: .Cuanto más espesa es la hierba, más fácil es de segar .• Alarico es tránsfuga de su pueblo, bandido, fedífrago; sitiador de Ravena; saqueador de Roma. Señalan su paso por doquiera llamas, humo, ceniza, sangre y muerte. El estrecho de Mesina ha sido para la so­berbia goda, lo que el Mar Rojo fué para la tiranía faraónica: traga sus naves y ahoga sus huestes. Allí el Dedo de Dios escribe para Alarico el irrefragable Non plus ultra. Ni un paso más allá.

Mísero de aquel que Dios blande como azote y como minis­tro de su cólera. Una muerte inopinada y súbita se lo llevó. Con­taba treinticuatro años. jY cuán colmados, gran Dios! Con la ge­nialidad de su impulso hizo lo que no consiguieron hacer ni Aní­bal ni Mitrídates, rayos de la guerra. Los godos lo lloraron. Y por­que los romanos no diesen con los restos del violador de Roma, hicieron cavar por un buen golpe de esclavos, en el cauce de un torrente, dicho Barentino, cuyas aguas desviaron, una huesa gi­gantesca; entierran con Alarico su caballo y buena parte del tesoro

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INTRODUCCIÓN

que trajo consigo a su breñosa guarida de Cosenza; restituyen las aguas a su curso natural; degüellan a los esclavos y los sepultan en la huesa, con el Caudillo godo.

Todavía parece guardar algo del nombre del curso fluvial lla­mado Barentino, el Busentini actual, que confluye con el Crati en los valles de Cosenza, que hace rodar la sucesión de su curso por encima de los restos del Ladrón de Roma, cuya memoria no con­seguirán lavar, por los siglos de los siglos, ni el Tiempo, Anciano divino, que lo perdona todo, ni las aguas puras, bravas y blancas, hijas de la nieve de los Apeninos.

IV

Así terminó para las hordas vencedoras el postrer acto de la espantable tragedia del sitio y del saco de Roma y de la vida de su tempestuoso y tragediante protagonista. Evacuada de sus sacrí­legos violadores, conoció la ciudad un curiosísimo fenómeno de flujo y de reflujo; un simultáneo tropel y baraúnda de inmigrantes y emigrantes. Gentes cavernícolas, sórdidas, astrosas, de siniestra -catadura, como las que en las modernas y alucinantes Babilonias pueblan los míseros alrededores y suburbios, pugnaban por entrar en la Ciudad T ogada, provocando el más increíble caos y confu­sión; de la Ciudad Togada iban saliendo gentes patricias, morado­ras de sus áureos palacios, señaladas con nombres recios y adus­tos de sabina estirpe, de extracción rural, de los que crearon la fuerte Etruria, de los que domaron Cartago, aventaron Numancia, arrasaron Sagunto, de los que con tardía cadena aherrojaron la Cantabria; y/ por fin, de los que hicieron a Roma la más hermosa ,de las ciudades, tan holgada y tan ancha que en su cerco grandioso

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INTRODUCCIÓN

encerraron las Siete Colinas. 1 Las torvas y turbias masas que em­pujaban puertas adentro, iban a arrebañar lo que, por prisa o des­cuido, la codicia de los bárbaros hubiera podido dejar en la ciudad sobre la que pasó la ira de Dios; que serían poco más o menos aquellos restos ruines que dice el profeta Joel : .Lo que quedó de la oruga, se lo comió la langosta; lo que desdeñó la langosta, lo devoró el pulgón; con lo que el pulgón no quiso , el revoltón se regaló .• 2

Los inmigrantes entraban con su espórtula para el diario su­ministro de pan y de lardo; ocupaban las viviendas abandonadas y volvían a pedir pan y circenses; que con circo y con pan, todo lo pasado era una quisicosa. 3 Los emigrantes que se lanzaban puertas afuera eran las clases ricas, expoliadas y amilanadas, cristianas por lo común, y temerosas de cosa peor; y no estando muy seguras todavía de un retroceso ofensivo de los bárbaros y de una segunda vuelta más cruel , no se contentaban con salir de la ciudad precita, sino que querían interponer montañas y mares y tierras peregri­nas calentadas por otro sol. Los unos, como náufragos, con crispa­dos dedos se agarraron a los escollos de las vecinas islas, verbigra­cia Igilio (el Giglio de ahora), y les confiaron s_u vida. La delgada franja de mar que separa esta localidad de las costas de Toscana, hacia Porto-Hércole, bastó para darles una precaria seguridad con­tra la furia de los bárbaros. Pocos años hubieron de pasar para que, así como el pánico provocado de Alarico pobló los peñones de la Toscana , poblase los arrecifes del Adriático el que provocaron

Hane ohm "eleres "itom eoluere Sabini, Halle Remus el frota; sic fortis Elruria ereuit Seilicet et uerum faeta est pulcherrima Roma Sept:mque una sibi muro eirelllnded'l arces. VERG., georg. 2, 531-34. loel. 1,4.

" .Si reeiperct (se. pop"llls) eirrum, nihil esse sibi aetllln., OROS. , hist. 1,6.

[xxxm] l - La Ciudad de Dios. Vol. 1

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INTRODUCCIÓN

las hordas de Atila . ¡Pobres gentes estrujadas entre dos miedos co­mo entre dos muelas asinarias! Otros se fueron mucho más lejos, para más segura quietud. Todas las provincias romanas, hasta sus últimos lindes, rebosaban de personas que el terror había desterra­do de la metrópoli.

Hacia el año 416, obra de cinco años después del saco de Alarico, un alto funcionario, prefecto que fué de la ciudad de Ro­ma, pagano fanático, galo de nación, idólatra de su país de origen, pero más romanizado que los propios romanos, movido de la charitas patriae, vejada y tiranizada por el Vándalo, creyó ser dolo­rosa obligación suya regresar a ella, «siquiera', como dice él. -pa­ra improvisar unas chozas que dieran abrigo a quienes no tenían más techumbre que la sañuda inclemencia del cielo • . Rutilio Na­maciano era el nombre de este ardiente patriota de la Galia . Fun­cionario probo, con sus puntos y ribetes de poeta , abandonó su ventajosa posición ' por mostrar sus lágrimas., como dice él con frase tierna y feliz, -a los arruinados lares de sus abuelos». Prepa­ró, pues, su jornada a la Galia nativa. Y como los caminos terres­tres quedaron malparados de las idas y venidas de los invasores y de los defensores, ,decidióse a hacer su ruta por el mar. Tomó una pequeña embarcación costera, y en la obligada lentitud de este periplo, cosido al accidentado litoral. pudo muy a su sabor con­templar el paisaje y describirlo y reproducir la exacta visión, en un poema que abunda en ~felices versos pictóricos. La orilla que Rutilio Namaciano bordea es la de la Toscana. Admira de lejos las cumbres boscosas de Igilio. Ve doquier mustias y venerables ruinas que nadie guarda. Contempla cómo los roquizares de Gor­go , entre Pisa y Córcega, cómo la cerril Capraria se han cubierto de monasterios poblados de hombres tétricos y sucios, aborrece­dores de la luz :

Squalet lucifugis insula plena viris.

[ XXX IV]

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INTRODUCCIÓN

«¡Infelices!., exclama, • ¡que piensan que el cielo se complace de tales inmundicias! Aquí se acogieron muchos huídos de la ciu­dad despedazada; aquí dejaron el cansancio y el terror, y hallaron salvación y sosiego» :

Haec multos lacera suscepit ab urbe fuga tos Hic fessis posita certa timore salus ... 1

Pero era muy estrecho el freo de mar que separaba los azora­dos emigrantes del peligro a que se querían substraer. Fueron mu­chos los que buscaron un obstáculo más ancho; y pasaron a Áfri­ca. Los cristianos especialmente, atraídos por el ideal monástico, pensaban ganar Egipto, emporio del monacato; o las partidas del Oriente próximo, cuna del Evangelio. Conspicuos romanos les ha­bían precedido en el camino del renunciamiento: Antonia Melania y Melania la joven con su marido Piniano, hechos pobres, como Cristo los quería. Pero este viaje, sobre ser azaroso , era muy cos­toso. Los patronos de barco, escudándose en el riesgo evidente, ponían el precio muy alto; ni siempre quienes se engolfaban en el mar, confiándose a unas tablas frágiles, llegaban a donde habían orientado la proa.

Finge el blando Virgilio que, cuando los troyanos, desconoci­dos, indigentes, extraviados por los arenales de Libia, reliquias del hierro griego, desecho y repudio de Asia y Europa, abordaron a las costas cartaginesas, que ganaron a nado, se encontraron con un linaje de hombres zahareños, berroqueños, que los querían alejar de la tierra firme y devolverlos al piélago hostil; mas, luego que Ilioneo hubo manifestado ante la reina Dido que en. su reino vasallos suyos negaban a los náufragos la obvia hospitalidad de la ¡¡rena, Dido, con su magnánimo corazón de mujer, les abrió los brazos , los acogió en su ciudad; y les dijo estas palabras magníficas:

1 RuT. NAM. , 1,331-332.

[xxxv]

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INTRODUCCIÓN

Non ignara mali, miseris succurrere disco. I

«En la escuela de la desventura, aprendí a socorrer desventu­rados. »

Ni aun después de domados por el cristianismo, los nietos de la fundadora de Cartago habían aprendido su cálida y ancha hospitalidad, con los fugitivos de Roma, reliquias del fuego y del hierro y de la rapacidad de las hordas de Alarico.

Pudiérase creer que la presencia de estos míseros fugitivos de Roma, astillas de la inmensa explosión, pavesas del enorme ,incen­dio, a cualesquiera orillas arribasen suscitarían la conmiseración y promoverían unánime piadoso respeto. Desgraciadamente, no fué así. La enormidad de su infortunio se volvió contra ellos mismos. La tan decantada y de los africanos tan creída y tan envidiada opulencia de Roma agravó aun más su luctuosa y misérrima situa­ción. Por más astrosos y ajados que llegasen esos pobres expatria­dos, sin lares y sin penates, se les consideraba ahitos de riqueza . Gobernadores execrables les exigían rescate; pueblos codiciosos y rapaces que en su huída sin norte tenían que atravesar, les quita­ban a viva fuerza lo que habían salvado, quizá con menos esfuer­zo, de la codiciosa rapacidad de los godos. Para las poblaciones adonde les empujaba la corriente de la emigración, no eran otra cosa que despojos de un riquísimo naufragio, presa del primer ocupante. Más dura y cruel que cualquier otra tierra fué para ellos el África, tan cercana y tan fronteriza de Italia. No eran aquellas gentes de la progenie humanísima de Dido, sino que, más deshu­manizados que los bárbaros godos, -en sus duros riscos las engen­dró el Cáucaso feroz y les dieron sus ubres los tigres de Hircania » ,2

diré yo para maldecir tamaña crueldad con las propias imprecacio-

1 VERG., Aen. 1, 630.

2 VERG., Aen. 4, 366·67.

[xXXVI1

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INTRODUCCiÓN

nes de la Reina de Cartago. Los escritores contemporáneos, así cristianos como paganos, pronuncian y denuncian a la posteridad el nombre del autor de exacciones difícilmente creederas, tanta era su audacia y tanta su desfachatez . Leed su nombre: Heracliano. El gobierno de las provincias africanas fué el premio que se le dió por haber hundido el puñal cobarde en el pecho del bravo Estili­eón, suegro dos veces del emperador Honorio, vencedor en Pollen­tia, y que, siquiera por unos pocos años, consiguió conjurar el peligro de invasión que amagaba la Ciudad Eterna, empujando las hordas de Alarico hacia sus cuevas rupestres . Horros de todo sen­timiento de humanidad, destetados de la leche de la bondad hu­mana, los esbirros registraban los andrajos y las ruines sarcias y fardajes de los expatriados forzosos, buscando oro en aquella ex­tremada y lacerante miseria. Con su gráfica vehemencia habitual, San Jerónimo decía del gobernador de África: . La fiera Caribdis , quebrantadora de naves, Escila con su jauría de canes mordedores son monstruos clementes comparados con Heracliano. Nadie ave­riguó nunca qué pasión le domina más, si la avaricia o la crueldad; dos suertes de sed continua le abrasan, a cual más fogosa: la sed de! vino y la sed de! dinero. Con demasiada frecuencia pudo saciar la sed de vino; empero la sed de dinero no pudo extinguirla jamás . • \

Ese magistrado infame, merecedor de todas las execraciones, avocó a Cartago marchantes de esclavos de la Siria, país que, se­gún San Jerónimo , que 10 tenía harto bien conocido, cría e! linaje de mortales más rapaz que existe bajo e! cielo. Anclados en puer­tos de África tenían sus velívolas naves dispuestas a levar fierro, a la primera brisa y al primer aviso de Heracliano, que les vendía mujeres, así fueran casadas como doncellas, huídas de Roma y co­gidas, como raposas dañinas , en e! cepo de África , siempre que no trajeran consigo dinero sufi:ciente o equivalentes efectos para su

I HIER. , epist. 97, ad Demetriad .

[xXXVIII

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INTRODUCCIÓN

redención. De los brazos, de los abrazos y los besos de las madres arrancaba las mozas, en apetitosa sazón de nubilidad y ya madu­ras para varón; y vendía sus bodas a aquellos mercaderes tan saga­ces como ávidos, exportadores y proveedores de carne blanca . Algunos de los más ilustres nombres de Roma fueron sacados a subasta y ofrecidos al mejor postor, en los mercados de Babilonia, a orilla del Éufrates o en Antioquía , a la vera del Orontes; y fue­ron a dar con sus cuerpos en los prostíbulos del Oriente Medio , o a ser profanados y revolcados en el cubil de algún monstruo de lubricidad.

Acaso a ninguna otra gran familia romana y cristiana, como a la muy ilt.,stre de Proba Faltonia, despojada, expatriada, fugitiva del incendio gótico, del hierro de los getas, de los fieros riscos ca­labreses, del pirático patrón de la nave, de las riberas crueles, de la codicia africana, de las uñas de Heracliano, se le puede mejor aplicar, sin culpa suya ninguna, aquella extrema y singularísima maldición de Amós:

• y será como quien escapa de la faz del león, y le sale al en­cuentro el oso; o bien, entrado en su casa, apoya la mano en la pared, y una víbora le muerde .» \

Proba Faltonia, egregio vástago de la gens Anicia, de quien dijo San Agustín que dió más vírgenes a Cristo que cónsules a la república, tenía su soberbia morada en el Aventino. En su san­gre, no más tarde de una centuria, había de ser engendrado Gre­gorio, primero en la serie de los Papas homónimos, y acaso el más grande de todos ellos; .Cónsul de Dios» , según reza su título sepulcral. En aquel trágico triduo del saco de Roma vió invadida de godos su regia mansión ... Pero oigamos lo que de ella dice San Jerónimo:

1 Quomodo si fugiat VIr a Jade l¿onis el aCCllr,.a t ei tJ,rsus ; et ingrediatur domw1! er inniratur manu SIla super pariere", er mordear eum coluber. Amos 5. 19.

[ XXXVIII]

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INTRODUCCIÓN

. ¿Quién lo creyera? Aquella Proba, nombre el más ilustre de la nobleza romana; cuya santidad y cuya bondad efusiva derra­madas sobre todos, y aun sobre los mismos bárbaros , merecie­ron universal reconocimiento y veneración; aquella Proba a quien no fatigaron los repetidos consulados de sus tres hijos Probino, Olibrio y Probo; y que en la propia Urbe sufrió cautiverio en su mismo palacio incendiado y pillado; ahora dícese que vende sus posesiones y que, con la manmona de iniquidad, se grangea amigos que la reciban en los eternos tabernáculos. ¡Avergüéncense todos los grados y jerarquías del ministerio eclesiástico, y quienes se decoran con el vano nombre y huera profesión de monacato!; los cuales se afanan por comprar los predios que vende la egregia ma­trona de tan encumbrado abolorio y de tanta cristiandad .

• No bien había conseguido Proba escapar de las manos de los bárbaros ni cesado de llorar las vírgenes que se le arrancaron de sus brazos, cuando repentinamente un duelo, jamás por ella previsto, le inflige herida mortal: la muerte de un hijo amantísimo. Ello le dió ocasión de experimentar en sí misma, que no carece de verdad aquella recia sentencia que al varón justo y tenaz aplica el poeta lírico: Si despedazado cayera el orbe, impávido le hirieran las ruinas l

.Esto que voy a decir, j~stif¡cará esta cita mía. Ella, que de lejos , engolfada en el mar, había visto su patria desvanecerse en humo; ella, que a un frágil leño había encomendado la salvación suya y de los suyos, abordó en África en riberas más impías. Recibióla aquel siniestro personaje de quien nunca se sabrá si fué más avaro que cruel o más cruel que avaro . No tenía más pasión que la del vino y del dinero. Con motivo de las parcialidades que alteraron el reinado de un príncipe clementísimo, resultó ser este funcionario siniestro el más implacable de los tiranos . Por tocar

1 Si fracrus, illabarur orbis - impauidum ferienr minae. HOR., carrn. 3, 3.

[X XXIX]

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INTRODUCCIÓN

algo de las fábulas de los poetas, diré que fué como si Plutón en el infierno tuviera, no un Cerbero, sólo de tres cabezas, sino de cabezas infinitas, que todo lo arrastrase a su yacija y lo despedaza­se. Este monstruo arrancaba del regazo de sus madres a sus hijas prometidas; vendía las bodas de las doncellas más nobles a los mercadantes sirios, los más codiciosos y tacaños de los mortales; no respetaba el desamparo de los huérfanos ni la soledad de las viudas, ni la pudicia de las vírgenes; más que en el rostro afligido de quienes le suplicaban, fijaba los ojos en las manos, qué traían . Esta Caribdis rompedora de bajeles, esta Escila, con la ingle ceñi· da de canes, que ni compadecia naufragios, ni cautiverios le en­ternecían, tuvo que afrontar y sufrir esta matrona ilustre e ilustrí­sima cristiana, en su azorada fuga de los bárbaros. » Todo esto es de San Jerónimo.

Ruda había sido la navegación, acaudillada por Proba -dux, faemina, facti-, desde alguno de los senos de la costa brava cala­bresa hasta las sirtes africanas. Hallaron fortuna de mar; ventaron soplos hostiles, acaso como los que halló el apóstol Pablo, embar­cado en un bajel alejandrino, cuando, en dirección inversa, busca­ba las bocas tiberinas ; si ya no les asaltó de súbito el temido viento Euroaquilón , llamado también Tifónico, como soplado del averno, ante cuya faz los marineros palidecían . Por fin, la navega­bunda familia patricia pudo deponer sus miembros, entumecidos de sal. en la arena deseada. Huc cursus fuit. Esta era la meta de la navegación, pero no el fin de los trabajos. Los expedicionarios de este periplo cristiano eran: Proba Faltonia, sus tres hijos varones Probino, Olibrio y Probo; Juliana su nuera y Demetríade su nieta .

La verde mocedad de Demetríade y la dorada madurez de los años de Juliana hacíanlas presa codiciosa de los merchantes de la Siria , con destino a la cargazón de carne nueva para las mancebías del Oriente. Empujada a tal extremo, Proba Faltonia, heroica materfamilias, con una radical decisión, se despojó de lo poco que

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IN TR O DU CC IÓN

había salvado y traído de Roma. Y con ello se rescató a sí y a los suyos, inflexibles en su deliberado y fiero propósito de morir de hambre , con la libertad de los hijos de Dios, pero sin sentir en su carne oprobio ni mancilla. Quedaron en Cartago los hijos de Proba, retenidos y conortados por los consuelos y las enseñanzas de Agustín . Aurelio, obispo de Cartago y amigo de Agustín, prendió en la tierna frente de Demetríade el velo de las vírgenes cristianas . Su abuela, Proba Faltonia, la mujer tan fuerte y tan probada, la viuda verdadera, como la quería San Pablo , huyó, como Eneas, las tierras crueles, huyó la costa avara . Dejó los relieves de su hacienda en rapaces manos. En el seno de peregrina tierra dejó uno de sus hijos, dulce manojo de sus entrañas. Y ella tornó a Roma, a esperar en paz amarguísima la hora de tenderse en el sepulcro aliado de su esposo, Probo, que le había precedido en la fe y en el sueño de paz. l En el polvo duermen ambos; despertarán para la vida eterna .

Otras familias cristianas del patriciado romano, acosadas por la fatalidad no tan sañudamente como la gens Anicia , consiguieron arribar a las playas más accesibles y humanas de Egipto y Palesti­na . Aquí, en el hirsuto pecho leonino de Jerónimo, hallaron refu­gio y consuelo; en la propia boca del león gustaron el panal suave, el pan y las frutas secas y el agua de la cisterna donde bebió el pastor David y el abrigo de los monasterios nacidos al calor de la gruta de Belén, dotados con la abundancia de corazón y las mag­níficas manos de Paula , de la sangre de Agamenón, pastor de re­yes y progenie directa de los Paulos y de los Escipiones .

«Profunda verdad., dice San Jerónimo, «entraña la sentencia: T odas las cosas nacidas, mueren; y envejecen todos los seres que tuvieron crecimiento. ¿Quién iba a creer que Roma, construída y

1 BARONlO, en Annales Ecclesiastici . t. VI, 179, trae la inscripción que con-s igna los nombres de Probo y de Prob •.

[ XLI]

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INTRODUCCIÓN

engrandecida sobre las victorias del universo mundo, se derrum­base y despeñase, y que ella, que fué madre de sus pueblos, fuera también su sepulcro? ¿Quién iba a decir que, día tras día, la santa Belén acogería como mendigos a grandes personajes de uno y otro sexo, que antes chorreaban riquezas? Nosotros, por nuestra parte, ya que no nos es posible darles a todos socorro, tomamos buena parte de su duelo y mezclamos nuestras lágrimas con sus lágrimas .» 1

Allí estuvieron Albina , Melania la joven y su marido Pinia­no, riquísimos de tierras, tan extensas (sin hipérbole fué dicho) que cansarían el vuelo de un milano; que voluntariamente se em­pobrecieron con Cristo. Allí estaba Eustoquio, heredera de los monasterios fundados por su madre; allí la flor y gala de la noble­za de la Ciudad Togada, varones consulares y matronas ilustrísi­mas , acogidos y reunidos, bajo las alas implumes de la pobreza, en la tibia blandura de la gruta «donde el buey conoció a su po­seedor y el asno el pesebre de su señor •.

La minúscula Belén, medida con la caña con que en el Apo­calipsis son medidos el templo y el altar de Dios, era más grande que Roma; era el reducto de la romanidad, su más seguro alcázar y su remanso más quieto. «El mundo romano cae a trozos;2 pero nuestra erguida cerviz no se doblega •.

Es indudable ciertamente que el rugiente Solitario, a cuyo llamamiento y al calor de cuyo pecho había cuajado aquella célula de la cristiandad de Roma, para la cual el Cielo no había puesto ni metas a su grandeza ni límites a su duración, pensara, con ello se halagara, y a sí mismo se dijera, con el más sano y más santo de los orgullos, rectitlcando anteriores y precipitadas atlrmaciones su­yas : . ¿Quién dijo que Roma había fenecido? ¡No; vive aquí Roma, aquí Roma vive, al suave abrigo de Belén!.

1 HIER. , In Ezech., lib. III .

2 RomanllS orbts ru it; et tamen nos tra cervix erecta non f1ec titur .

[XLll]

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INTRODUCCIÓN

v El paso de Alarico y de sus hordas por Roma fué arrasador

más que una conmoción telúrica; no fueron sólo ruinas materiales las que sembró, sino que dejó un cisma peligroso en las concien­cias, y avivó el problema de la pacífica convivencia de las religio­nes, que parecía llegada a un punto muerto. Una guerra más que civil surgió de las ruinas humeantes; guerra de espíritus, antago­nismo de creencias. Después de las primeras escaramuzas, reñidas valerosamente por el obispo cartaginés San Cipriano contra Deme­triano; y la batalla oratoria ganada brillantemente, en el Senado , por el obispo de Milán, San Ambrosio, contra su consanguíneo, Símmaco (también de la gens Aurelia) en torno de la estatua de la Victoria; escaramuza a la que es de justicia añadir la participación de nuestro Aurelio Prudencio, que lanzó sobre el mismo Símmaco, como en arrolladora carga de caballería, el disciplinado, brillante y férvido tropel de sus 1789 sonantes y galopantes hexámetros Contra Sirnrnacurn; 1 el politeísmo y el cristianismo parecían haberse asentado en la posible y siempre delicada conllevancia. El triunfo político de la causa cristiana lo . determinó el emperador Teodosio, echando su esp~da entre los dos campos e imponiendo la supre­sión radical de la idolatría . Oficialmente, el paganismo no existía, reducido a un absoluto aunque premioso silencio. Los espíritus morosos, que sí los había , mal avenidos con la situación creada , no ladraban con boca sacrílega (como de Demetriano lo decía su contendiente el obispo de Cartago) , pero rezongaban y gruñían por los rincones su mal avenida conformidad, como los perros azotados: Mussitabant in angulis.

1 Véase RIBER. L.. Aure!io Prudencio = Pro Eccle5ia et Patria. Editorial La· boro Barcelona '1942. cap. XII. pág. 217 ss .

[XLlU]

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INTRODUCCIÓN

No contra toda previsión vino la caída de Roma al empuje de Alarico, con la consiguiente humillación y despojo. Espíritus señeros y madrugadores la habían previsto y anunciado casi dos siglos antes. El clérigo español J uvenco consignó la sombría pre­visión en estos dos versos lapidarios:

Inmortale nihil mundi compage tenetur non orbis, non regna hominum, non aurea Roma .

«La trabazón del mundo no sostiene cosa alguna que sea in­mortal: no el orbe, no la estable pujanza de ningún reino humano, ni siquiera la áurea Roma .• Bruscamente, la mayoría de los morta­les ilustrados se halló, sin equívocos posibles, con inexorable apremio, ante la pavorosa realidad. Las gentes de aquel siglo, he­chas a juzgar de la verdad de una creencia por sus provechos ma­teriales, se hallaron con el problema de las dos religiones; que se disputaban en la abatida Roma, no ya la hegemonía, sino la ex­clusividad. En aquellas circunstancias, aparentemente, y para q·uien no mirara sino el haz de las cosas, llevaba la razón el politeísmo.

El África era un terreno especialmente preparado para que este problema fuese tratado con polvareda, ceguera y pasión. ¡Con qué fanatismo y con qué ardor crepitante no empujaban de frente su herejía los rebautizantes secuaces de Donato, flanqueados por sus cuadrillas terroristas de circumceliones, contra los que profesa­ban la fe en un solo bautismo! Quedaban en África paganos obs­tinados, verticales, inconmovibles en su fe acérrima. La catástrofe de Roma, por ellos considerada como la metrópoli de su culto proscrito, los ahincó más y más en su juicio, expresado en esta blasfemia: .Roma pereció bajo el imperio de los cristianos. Luego esta catástrofe no puede ser imputada sino a Cristo .•

Como grullas lamentosas azotadas por un temporal, o como pámpanos que huyen ante la faz del viento, iban todos los días

[XLIV J

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INTRODUCCIÓN

desembarcando en los muelles de Cartago, infelices fugitivos de Roma, tiznados todavía del humo de sus incendios, confundidos en el vasto anonimato de la desgracia común, personajes de cali­dad que pregonó la fama, con los restos de sus familias , con los mendrugos de sus fortunas . Su deplorable aspecto conmovía; y su relato de las cosas acaecidas en Roma tenía en sus propias perso­nas la más patente y lastimera confirmación. Los paganos sinceros explotaban en su favor esta sazón de desaliento , este ambiente abrumador de derrotismo. Era harto visible el peligro de que se comunicara al infinito número de los indecisos, fáciles en dejarse llevar por todo viento de doctrina, dispuestos en todo momento a entrar en las tiendas del enemigo no como observadores, sino co­mo tránsfugas . El hecho era este , de una evidencia brutal: Roma estaba asolada y saqueada; para los exaltados pesimistas, que eran los más , Roma estaba borrada del haz de la tierra . ¿Qué se hizo, se preguntaban, de su decantada eternidad? En la catástrofe andu­vieron envueltos por un igual paganos y cristianos; éstos no fue­ron tratados, por el invasor, con mayor comedimiento que aquéllos . Con excepción de los cristianos que se habían cobijado a la sombra de las basílicas, y de los paganos que habían entrado en ellas al socaire de aquella original procesión de los vasos sagrados, o pro­fesando con fraude, de labios afuera, una fe que mentían, los unos y los otros corrieron igual suerte. Todos indistintamente sufrieron despojos , violaciones, torturas y muertes; los templos de los unos y las iglesias de los otros fueron cebo 'de las llamas; y fueron arrastrados a la cautividad ministros de una y de otra religión.

Cada conciencia era un caos; y las tinieblas, como en el pri­mer día del Génesis, antes que el día y la noche fuesen discrimi­nados, pesaban sobre la faz del abismo. Parecía llegada aquella ·confusión anunciada por Cristo en su Evangelio: .Si alguno os dijere: Aquí está el Cristo o allí, no lo creáis . Se levantarán falsos Cristos y falsos profetas; y darán señales grandes y prodigios de

(XLV]

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INTRODUCCiÓN

tal manera, que inducirán a error, si ello fuere posible, aun a los mismos escogidos .•

¿Quién iba a desenvolver las conciencias de la pegajosa in­certidumbre y librar el mundo de esta congoja mortal?

Aurelio Agustín de T agaste, obispo de la pequeña diócesis rural de Hipona, era, en aquella crisis pavorosa, encrucijada de los tiempos, el personaje de mayor consideración, no ya del África civilizada por Cristo, sino de la cristiandad universal. Jerárquicamente, era el obispo de una insignificante diócesis mari­nera de Numidia; o, como Papini ha dicho con frase deportiva, era un gladiador de un anfiteatro colonial. Tendríase que retroceder hasta los días apostólicos para hallarle un parigual; y para ello se­ría forzoso ir a buscarlo en la firme cátedra de Pedro o en el ubi­cuo apostolado de Pablo. Nadie como Agustín, en aquellos siglos y aun en los que siguieron, gozó ante los fieles de crédito más vas­to, por sus mayores luces, por la soberanía y el genial vuelo de su mente, por el calor humano de su pecho, por su increíble volun­tad y titánica capacidad de hacer bien, por la dulce llama inextin­guible de su celo, por su caridad inexhausta, por su avasalladora mansedumbre , por su infalible don de consejo. El tesoro de su ciencia era patrimonio común. En el dintel de su modesta casa episcopal hubieran podido escribirse aquellas palabras del libro de la Sabiduría: Sine fictione didici, sine invidia communico.1 .Lo que sin fingimiento aprendí, lo comunico sin avaricia •. De los cuatro vientos de la tierra, de un cabo del cielo hasta el otro, le llegaban consultas sobre las cuestiones más heterogéneas. Desde su insom­ne atalaya de Hipona, a la vera del mar de la civilización y del Evangelio, en una tostada y mísera colonia de pescadores, Agustín era el vigía de toda la cristiandad; era el piloto que, a través de borrascas y de escollos, podía orientar y conducir a buen puerto

1 Sapo 7, 13.

[ xLvI]

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INTRODUCCIÓN

la barca del Pescador de Galilea. A él hubiera podido dirigirse aquella angustiosa interrogación de Isaías: Custos, quid de nocte? . ¿Qué hay de la noche, Centinela?

1:1, como Elías, en la nube pequeña percibía el rumor de la lluvia grande. Agustín del humo sacaba luz. En las humaredas provocadas por las teas de Alarico, Agustín no vió, como creyó ver Jerónimo, las cenizas de una ciudad muerta, devorada por un incendio único, sino que, en visión esperanzadora, en consoladora lontananza, descubrió los rosados muros de la Ciudad de Dios, de la Jerusalén celestial. Y este era el mensaje, del cual Agustín era deudor al mundo.

Erraríamos si creyéramos que las circunscripciones episcopa­les de África correspondían, mutatis mutandis, a la organización y extensión de las diócesis que conocemos. Es de saber que, por aquellos días, en el África cristiana se contaban obra de quinien­tos obispos, entre donatistas y católicos. Muchos obispos; y dema­siados de ellos, ¡qué obispos! .Muchos son los que blanden tirso., decía Platón, ' pero no todos festejan a Baco.» Y otro añadió: . No son obispos, todos los que ciñen mitra .• Y no lo eran en efecto todos los mitrados que vivían en la vecindad de Agustín. No lo eran, desde luego, los obispos donatistas, más numerosos quizá que los católicos; no lo era Paulo, obispo de Catacúa, intrigante, hombre de mundo y de negocios, especulador aventurero, defrau­dador del fisco y que, con el tren de vida fastuosa que llevaba, era la ruina de su diócesis; no lo era Optato, obispo de Thingad, bandolero montaraz y fanático, tipo anticipado del marabú musul­mán, predicador de la guerra santa contra los católicos, promove­dor de razzias, sanguinario, incendiario y que obraba conversiones a su bando a golpes de sable o de tranca . Estas severas calificacio­nes son de Luis Bertrand. 1

1 Saint Augustin, Artheme Fayard, París, 1913.

r XLVII]

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INTRODUCCIÓN

Ya puede suponerse que tantas diócesis no podían pasar mu­'cho de ser como nuestras parroquias extensas. Agustín adminis­traba su diócesis como un exacto párroco rural, como un solícito paterfamilias, no romano, sino evangélico. Plantaba viñas y las cer­caba de vallado y construía en ellas lagares y edificaba torres y las daba a renta a los labriegos; concertaba peones que las trabajasen y convenía e! diario jornal. La iglesia de Hipona debía proveer al sustento de todo un pueblo de mendigos y administrar meticulo­samente los bienes vinculados a esta obligación. A caballo o en mulo recorría su obispo la campiña hiponense por vigilar la ha­cienda, ya que, como asegura Plutarco, no existe pienso que más engorde el caballo que e! ojo de! dueño. Echaba una mirada a vi­ñedos y olivares y a tierras de pan llevar; veía, se informaba, en­traba ,en molinos y en alquitaras, se enteraba de precios; sabía dis­tinguir la uva colgadera de la uva prensable; y como tenía un fino instinto poético, sin duda influído por Virgilio, a quien las musas rústicas concedieron hechizo y blandura, observaba y recogía, en oportuno botín, un ramillete fresco de imágenes y comparaciones agrestes que daban naturalidad, amenidad, gracia y color y sabor a sus homilías, perfectamente adecuadas a su rústico auditorio . Su estilo era tan directo y tan llano que más parecía departir que pre­dicar. Predicar era función episcopal exclusiva. ¡Con qué diligen­cia la desempeñaba Agustín con su sermón diario, y a veces con sus dos y tres sermones, siquiera fuesen breves, porque se oían de pie! Allende de esto, Agustín tenía que examinar procesos y dirimir pleitos . En virtud de recientes constituciones imperiales , e! obispo juzgaba en materia civil. Esta función repugnaba a Agus­tín hasta e! hastío y la náusea. No podía con la mala fe , la tozu­dez, e! empecinamiento de los litigantes, quienes, así que se deja­ba ver en e! Secretarium, o digamos en e! Secretariado o despac ho episcopal, se le aproximaban en tropel, le acribillaban de instan­-cías, le rodeaban, le estrujaban, le producían asfixia; le protestab an

r XLVIll]

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INTRODUCCIÓN

sumisión y respeto, le besaban la mano, le daban golpecitos en la espalda; le apremiaba cada cual la resolución de su asunto. Agus­tín cedía, con insigne mala gana. Añoraba la soledad fecunda, el paso de las horas reguladas, las horas situadas, que diría Fray Luis de León, la lectura lenta y sabrosa, el sosiego de la meditación que avivaba su corazón de llama. Un día no pudo comedirse; subió al púlpito y les dijo con severo ademán de excomunión: Declinate a me, maligni; et scrutabor mandata Dei mei. 1 -Apartaos de mí, malig­nos; y escudriñaré los mandamientos de mi Dios.» Y les explicó aquella bellísima parábola que trae San Lucas, evangelista de la mansedumbre de Cristo, como Dante le llamó. -La heredad de un hombre rico había llevado muchos frutos; y pensaba dentro de sí y decía: ¿Qué haré que no tengo donde reunir mis frutos? Esto haré: Derribaré mis alfolíes y los haré mayores, y allí juntaré todos mis frutos y mis bienes. Y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes en depósito para muchos años: repósate, come, bebe, huél­gateo y le dijo Dios: Loco, esta noche vendrán a pedir tu alma, y lo que reuniste ¿cúyo será?» ¿Entendieron la lección los hiponen­ses? Es lícito dudarlo.

Así discurría con más o menos apacibilidad la vida de Agus­tín en su pequeña diócesis, hasta el día en que llegó a Hipona, con una estupenda rapidez, una noticia como pocas habrá traído en sus alas la Fama, ese monstruo de tantos ojos, de tantas orejas, como lenguas; ese Mal cual ningún otro fatídico; ni que haya pro­ducido en e! mundo tanta y tan profunda consternación. Era la noticia de! asalto, saco e incendio de Roma por los bárbaros de Alarico.

Hipona la Real, como se la llamaba en los días de Agustín, no existe; el suelo la tragó. Sucedióle la actual Bona, situada a una media legua de! emplazamiento de la vieja ciudad episcopal. Afán

1 PsaI. 118, 115.

[XLIX]

4 - la Ciudad de Dio,. Vol. 1.

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INTRODUCCIÓN

inútil ha sido el de buscar sus restos: Etiam periere ruinae. Pero sa­bemos cómo era titulada la iglesia, cátedra y sede de Agustín: Basilica maior.1 Denominóse también Basílica de la paz, que en aquellos días sonaba lo mismo que Basílica católica. Frecuentes fueron los sermones (que, gloria a Dios, no nos ha envidiado la antigüedad) que desde el púlpito de la Basílica de la paz cayeron de los labios de Agustín. Algunos de ellos son comentarios de la trágica actualidad que la Iglesia africana en día nefasto conoció : la destrucción de Roma, madre de todas las iglesias y Señora del universo mundo. Esta fué la apremiante, la cotidiana solicitud. Con su doctrina, fundada en piedra firme, confortaba la vacilante fe de su pueblo escandalizado, y con su cristiana serenidad ponía ánimo y corazón en el pecho de su grey empavorecida. Urgía salir al paso de las torcidas interpretaciones del luctuoso hecho y atajar el estrago que podía causar en las flacas mentes de su feligresía. Este designio sirvió espléndidamente su famosísima homilía De Urbis excidio: .De la destrucción de la Ciudad de Roma • .

En extracto, la luminosa homilía dice así: Leyóse desde esta cátedra, pocos días ha , una lección del

libro del Génesis que, si no me engaño, ganó vuestra más viva atención. Es aquella en que Abraham pregunta al Señor si, en el caso de que hallare en So doma cincuenta justos, perdonará la ciu­dad por causa de ellos, o si la perderá envolviéndolos a todos en la común perdición; y si hallare cuarenta, y si hallare treinta , y si hallare veinte y si hallare no más que diez ...

Recia es en extremo la cuestión que, con harto visible inso­lencia, nos brindan aquellos hombres que con insidiosa impiedad manejan nuestras escrituras; no aquellos otros que con espíritu

I Mayor, con relación a la otra baslilca, que llamaban Leonciana , del nomo bre de San Leoncio, obispo y mártir, que la fundó; detentáronla muchos años los herejes donatistas.

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INTRODUCCIÓN

de piedad las recorren. La objeción que se nos opone es esta : ¿Pues, qué? ¿No había en toda Roma siquiera cincuenta justos? ¿En tan grande número de fieles cristianos, en número tan grande de mujeres religiosas, de varones continentes, en tan grande nú­mero de siervos y de siervas de Dios no pudieron hallarse cin­cuenta justos, ni cuarenta, ni treinta, ni veinte, ni diez? ¡Es in­creíble!

Responde Agustín: -Dios cuenta los justos con aritmética divina , no con aritmética humana.

Insisten sus contradictores mentales : -Pero no perdonó a la ciudad.

-Perdición de la ciudad en Roma no la hubo, al modo de So­doma. A Sodoma no la perdonó; a Sodoma la perdió; el fuego acabó por completo con Sodoma. De So doma no se evadió nadie; no quedó hombre; no quedó bestia, no quedó en Sodoma pared ninguna de pie; el fuego toda la consumió. .. De la ciudad de Ro­ma, qué de muchos salieron y que a Roma volverán; qué de mu­chos quedaron en la ciudad, y fueron salvos; qué de muchos se acogieron en lugares santos y no pereció un cabello de su cabeza.

-Pero muchos fueron conducidos a cautividad. - También Daniel fué llevado cautivo, no para suplicio suyo,

sino para consuelo de los que lo fueron con él. -Pero muchos fueron muertos ... -Muertos asimismo fueron profetas justos desde la sangre de

Abel hasta la sangre de Zacarías; muertos fueron tantos profetas y tantos apóstoles; muerto también el Señor de los profetas y de los apóstoles .

Harto querría yo, hermanos míos, que vuestra caridad en­tendiera bien lo que digo. Ojalá pudiésemos contemplar con nuestros ojos las almas de los. santos que en esta guerra gótica en­contraron la muerte. Entonces vierais cómo Dios perdonó la ciu­dad. Millares y millares de santos están en lugar de refrigerio;

[u]

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INTRODUCCIÓN

millares y millares se regocijan y dicen: Gracias a Ti. Dios nuestro, porque nos eximiste de las molestias de la carne. Gracias a Ti," porque ya no tememos ni a los bárbaros ni al infierno; no tememos en la tierra hambre, no tememos granizo, no teme­mos enemigo, no tememos lictor, no tememos opresor; fallecimos en la tierra, pero en tu acatamiento no somos ya fallecederos; en salvo estamos en tu reino, por dádiva tuya, no por mérito nuestro .

Sí, Dios perdonó a la ciudad. La ciudad está en los moradores, no en las paredes materiales . Dios perdonó a la ciudad, porque la ciudad había emigrado de sí misma y había esquivado los daños de aquel fuego. Emigraron quienes se evadieron; emigraron los que salieron de su cuerpo; muchos que en la ciudad estaban se mantuvieron escondidos; otros muchos, en lugares santos, salva­ron la vida. Corrección ha sido de la mano de Dios y no perdición. Ni más ni menos que el esclavo que conoce la voluntad de su dueño, si hace cosas merecedoras de castigo, recibirá un buen golpe de azotes.

En esta homilía De Urbis excidio está en germen la Ciudad de Dios, como en el grano de mostaza vigila y alienta el árbol en que se posarán y anidarán las aves del cielo. Otras homilías con­sagró Agustín al mismo tema. La doctrina de sus catequesis a los fieles de Hipona, explicadas en la Basílica de la paz, en resumen, es esta:

Por todos lados se oye decir: Roma fué destruída en tiem­pos cristianos; ha perecido en plena práctica del culto de Cristo . -¿Y Troya, de quien Roma ha salido, no pereció también, como Roma ahora, en medio de llamas y en pleno culto de los dioses falsos? pregunta Agustín. -Roma ha sido incendiada en días cris­tianos . -Sí; pero lo fué más veces en los días del paganismo, Agustín replica. Los galos la prendieron fuego y acamparon todo un año encima de sus cenizas. Un desgraciado azar hizo que Ro­ma ardiese el año 700 de su fundación. Y Nerón le pegó fuego

[UI]

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INTRODUCCIÓN

por solazarse con ver el bárbaro triunfo de las llamas. ¿La religión cristiana es responsable también de esta conflagración neroniana?

¿Qué fué lo que ardió en el incendio de Roma? Piedras, ma­deras, edificios, murallas, cosas, en fin, combustibles y caedizas. Unos hombres habían colocado en orden piedras sobre piedras; otros hombres las han derribado. ¿Qué se colige de esta eventuali­dad? La que ardió, pues, era una Roma postiza, material, perece­dera, como toda obra humana. La verdadera y auténtica Roma es­tá en la colectividad moral de los romanos; y ésta vive y seguirá viviendo, si los romanos no blasfeman de Dios vivo y no ponen su confianza en divinidades de madera o de mármol.

No cesan las lamentaciones por las crueldades de los godos. Pero, ¿acaso no fué Alarico el más clemente de los invasores? Respetó las iglesias; libró a los romanos empavorecidos y apiña­dos cabe la tumba de los mártires . ¿Cuándo se había visto cosa semejante? Alarico mató, sí; pero fuera del ámbito de las basílicas. Ser instrumento y azote de la ira de Dios fué su indeclinable misión providencia1. 1

Estos argumentos van a los paganos. También los tiene Agustín para los cristianos tibios y las conciencias poco firmes .

-No faltan entre nosotros quienes dicen: Los cuerpos de San Pedro, de San Pablo, de San Lorenzo y de tantos otros mártires están enterrados en Roma; y Roma ha sido profanada y devastada. Responde Agustín: Quienes dicen tal cosa, ¿son cristianos? Si son cristianos, debieran decir: El Señor lo quiso. Reconoce, oh cristiano, tu dignidad; no fuiste creado para ocupar la tierra, sino para ganar el cielo.

Muchos de los nuestros se han visto envueltos en la calami-

1 Orosio refuerza este argumento: ,Porque a nadie le cupiese duda . , dice, ,de que el castigo de la lascivia insolente y de la ciudad blasfema, estuvo confiado a los enemigos .• OROS., hist. 7, 39.

[Lln)

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INTRODUCCiÓN

dad, confundidos con los paganos. Pero es que estos menguados cristianos no supieron decir: Bendeciré al Señor en todo tiempo. Si en medio de sus tribulaciones no blasfemaron, salieron del hor­no y del crisol, purificados y labrados como vasos escogidos, col­mados de las bendiciones del cielo. Por lo que toca a quienes blasfemaron y que no respiran sino por cosas terrenales, una vez que las han perdido, ¿qué les queda? Nada por de fuera, nada por de dentro. Se quedan con los puños llenos de aire, y más llenas de aire sus almas.

Vosotros os quejáis de vuestras tribulaciones y de vuestras amarguras, y os decís: -¡Ved cómo todo perece bajo el poder del cristianismo! -¿Qué sentimiento inspira esas lamentaciones? Dios no prometió que todo esto no perecería; eterno como es, prometió cosas eternas. Bendecirle por el bien, y por el mal blasfemarle, es hacer como el alacrán que muerde por la cola. Si ha perecido la ciudad que nos engendró carnalmente, la que nos engendró en espíritu subsiste; y ésta es aquella cuya sola existencia importa y cumple para quienes profesan cristiandad.

y decidme: ¿No fué por reverencia a Jesucristo que los bár­baros perdonaron a estos romanos, ahora hostiles al nombre de Jesucristo? Escogieron las basílicas más capaces para poner más gente a buen recaudo. Rómulo, el propio fundador de Roma, fun­dó no más que un angosto asilo; Alarico señaló dos; en ellas se pusieron a salvo los romanos, que luego habían de reedificar a Roma.

Pero ¿y las matronas cristianas, deshonradas? ¿Y las vírge­nes veladas que sufrieron el más vil de los ultrajes? ¿No tuvo Dios cuidado de los suyos? ¡La entereza de sus esposas fué atrope­llada por la brutalidad de los bárbaros! Fué así, pero yo os digo en verdad: Estas mujeres quedaron puras a los ojos de Dios, malgrado los atentados de los hombres; y quienes sufrieron vio­lencia, no incurrieron en la culpa de Lucrecia; porque a la desgracia

[uv]

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INTRODUCCiÓN

que les afligió, no unieron el crimen del suicidio ... Y ahora vengan a agruparse en derredor de este púlpito, todos los que sienten el amor del Paraíso, lugar de reposo, lugar de seguridad, lugar de perpetua felicidad, donde el bárbaro ya no es de temer ... 1

Esta doctrina luminosa y confortante exponía Agustín a la consideración de su pusillus grex de númidas aldeanos, en el ámbi­to angosto de la Basílica de la paz, de Hipona; pero debía prego­narla también Urbi et Orbi, para la Ciudad y el Mundo. Y esto es lo que hace en los primeros cinco libros de la Ciudad de Dios.

LORENZO RIBER

Madrid, Colegio Mayor Jlménez de Cisneros. a los 18 días de Junio de 1951. fiesta de San Efrén, sirio, Doctor de la Iglesia universal.

1 S. AUG., Sermo de persecutlone barbarica, 7, 9.

[LV]

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HISTORIA DEL TEXTO

A pesar del gran número de copias manuscritas de la Ciudad de Dios que han llegado hasta nosotros,l como producto de la ex­traordinaria difusión que alcanzó esta obra durante la Edad Media, la fijación de su texto no está exenta de dificultades. La misma abundancia de códices, así como los variados entrecruzamientos de fuentes manuscritas que se observan, especialmente en los más recientes, hacen muy difícil su clasificación en familias. Tributo obligado a la popularidad de la Ciudad de Dios son también las frecuentes glosas e interpolaciones que se introdujeron en el texto, viciándolo profundamente. Por otra parte, la gran extensión de la obra determina que los códices más antiguos, escritos en letra un­cial o semiuncial, contengan solamente algunos libros, y que los más recientes no ofrezcan el mismo valor en todas sus partes, pues, para obtener un texto completo, a menudo era preciso acu­dir a dos o más manuscritos. La transcripción, tarea larga y peno-

I A. de Laborde, en un primer inventarlo de los manuscritos existentes (LABORDE, A. DE, Les Manuscrits ti peintures de la Cité de Díeu de Sto Augustín 1. Pa· rís 1909, 73·129) estima en cerca de 250 los ejemplares completos yen 60 los par' ciales. Más recientemente, A. Wllmart ha podido registrar más de 350 manuscri' tos de la Ciudad de Dios (WILMART, A., La TradWon des grands ouvrages de Saínt Augustín = Miscellanea Agostlnlana n, Roma 1931, 257·315).

[LVII]

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INTRODUCCIÓN

sa y sujeta a interrupciones, era confiada generalmente a más de un amanuense, lo que asimismo impedía una calidad uniforme a lo largo del texto. La tradición manuscrita de la Ciudad de Dios presenta, pues, a causa de las numerosas copias y de su extensión, problemas de gran complejidad, de los cuales hemos intentado esbozar sumariamente sólo los más relevantes .

Los manuscritos colacionados,l aunque numerosos, represen­tan sólo una pequeña parte de los que actualmente se conservan:

El códice más antiguo es el Veronensis XXVIII, 26 (V). Se conserva en la Biblioteca Capitular de la Catedral de Verona y está escrito en letra uncia\. 2 Contiene los libros XI-XVI. E. A. Lo­wé lo considera del siglo V; en este caso pertenecería al mismo siglo en que murió San Agustín. Otros autores4 lo atribuyen al siglo VI. Es un manuscrito excelente, a pesar de que no faltan en él algunos errores de los escribas y de los que resiguieron las letras desvanecidas.

Antiquísimo es asimismo el Lugdunensis (L), escrito en letra semiuncial del siglo VI o VII. Se conserva en la Biblioteca de

1 Véanse especialmente los prólogos de la edición de HOFFMANN, de la ter· cera de DOMBART y de la de DOMBART·!CALB; véase también KALB, A., Zum Text der Civitas Dei Augustins, Blii tter für das Bayerlsche Gymnaslal·Schulwesen LXIII ('27), 159-165; ID., Beri!erkungen zum Text der Civitas Dei Augustins, Philologus 87 ('32), 477·480; LOWE, E. A., A list o[ ,he oldest extant manuscripts o[ Saint Augustine = Mlscellanea Agostlnlana n, Roma 1931. 237-256.

2 Cf. KALB, A., Bemerkungen. Una reproducción del folio 80 se halla en CHATELAIN, E., Uncia lis scrip,ura codicum la,inorum novis exemplis illustrata, Pares 1901, lám. VI.

• Low~, E. A., Codices Lugdunenses Antiquissimi, Lyon 1924, p. 42; ID., A list ... , p. 245.

• HOFFMANN (Vol. r. p. III), DOMBART (Ed. ·, vol. r. p. X) Y !CALB (Ed. Dom' bart·Kalb, vol. r. p. IV).

[Lvm]

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INTRODUCCIÓN

Lyon, n.o 607 (anteriormente 523 bis).· Contiene los cinco prime~ ros libros, con grandes lagunas a causa de la pérdida de algunos folios . Faltan, entre otros, los folios que contenían, según las edi­ciones modernas, los trece primeros capítulos y parte del décimo­cuarto del primer libro. Algunos de los folios que se conservan están asimismo muy mutilados o deteriorados. No obstante, L es un manuscrito de gran valor, por su fidelidad y por estar exento de interpolaciones. Los errores de la primera mano en el códice L fueron corregidos por la misma mano u otra casi contemporánea. Otra mano posterior (P) introdujo nuevas correcciones, no siem­pre acertadamente.

Procedente directamente de L es la mayor parte de los cinco primeros libros de otro códice, también Lugdunensis, n.o 606 (A), escrito en el siglo IX y que contiene los libros I-XIV. Los cinco primeros libros fueron transcritos antes de que se introdujeran en L las enmiendas de la segunda mano. A fin de subsanar las lagunas, ni tan numerosas ni tan extensas como las actuales, que ya en aquel entonces presentaba L, . se acudió, una vez copiado, a otro códice, del cual proceden asimismo, al parecer, los libros VI-XIV. Las partes no procedentes de L se designan globalmente por l. Aunque de calidad inferior, l es de la misma progenie que los có­dices L y A.

El texto de los códices V, L, A y l no está dividido en capítu-

1 L. De[¡sle llamó la atención sobre este códIce, que fué colacionado por vez prImera por Hoffmann. Cf. DELISLE, L., Notices et extraits des manuscrirs de la Bibliotheque Nationale et autres btbliothéques publtés par l'lnstitut de France, t. XXIV, Parls 1880, pp. 366·69; 397·401; loWE, E. A., A list ... , p. 240. Pueden :verse facsí­miles de dIversos folios en: Album paléographique par la Société de l'Ecole des Chartes, Parls 1887, lám. VII; New Paleographical Society I, lám. 206; GUDEMAN, A., Historia de la antigua literatura latino-cristiana, traducida y ampliada por PASCUAL GALINDO ROMEO, Barcelona, Ed. labor, 1928, lám. XI.

[LIX[

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INTRODUCCiÓN

los, pero los primeros folios de V contienen un índice con la di~ visión e intitulación tradicionales, escrito en el siglo X .

Otro códice antiquísimo es el eorbeiensis (e), escrito en letra semiuncial en el siglo VI o VII.l Se conservaba antiguamente en la Biblioteca de Saint Germain des Prés (n .o 766) y comprendía los diez primeros libros. Los benedictinos de San Mauro lo habían usado íntegramente para su edición de 1685, pero a fines del siglo XVIII fué segregado de este códice el libro X, el cual, llevado a San Petersburgo en 1800 por Pedro Dubrowsky, pasó a engrosar los fondos de la Biblioteca Imperial de esta ciudad (Q. v. 1. Nr. 4) .2 A. Kalb pudo consultar en Leipzig este. libro, que había yacido largo tiempo en el olvido, y utilizarlo así en su edición de 1928. Los nueve primeros libros se conservan en la Biblioteca Nacional de París (n.o 12214). Los códices e y L parecen proceder de un arquetipo común, pero L aventaja a e no sólo en antigüedad, sino también en fidelidad. No obstante, algunas veces es C, solo o jun­to con manuscritos más recientes, el que da la buena lección. Las enmiendas de una segunda mano (C2) carecen en general de valor.

Los códices recentiores, algunos de gran calidad, no sólo son necesarios para el establecimiento del texto de los libros XVII­XXII, que faltan en los códices más antiguos, sino también muy útiles en la corrección de los errores que se hallan en V, L y C. En los primeros libros, sólo los códices p y A parecen tener cierta

1 Cf. LowE, E. A, A lisr ... , p. 242; CHATELAIN, E., ob. cit., p. 148 Y ss. Véanse facslmlles en: BASTARD, A ., Peinrures er omements des manuscrits classés dans un ordre chronologique, pour servir d l'hisroire des arts du dessin, Parls 1832-69, lám. V; CHATELAIN, E., ob. cit., lám. LXXXII; DELISLE, L., Le Cabinet des manuscripts de la Bibliorhéque Nationale III, Parls 1868-81, lám. VI.

, STAERK, A, Les manuscripts larins du V all XIII siécle conservés ¡j la Biblio­rhéque Impériale de Saint Pétersbourg, 1910, t . I, p. 23. (Un facslmil en el tomo II , lám. XX). KALB, A , Zum Text ... , p. 161.

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INTRODUCCIÓN

afinidad con los Lugdunenses (L y A); los restantes deben relacio­narse con C.

El códice Patavinus (p), procedente del monasterio paduano de Santa Justina y copiado probablemente en Monte Casino, se encuentra actualmente en la Biblioteca de la Universidad de Padua (n.o 1469). Aunque fué escrito en el siglo XIV y abundan en él las interpolaciones, es un manuscrito de gran valor, pues a menudo, discrepando de la mayor parte de los códices, da la buena lección. Su arquetipo debió ser muy antiguo y de gran calidad. Débese su ·descubrimiento a Hoffmann. Contiene todos los libros de la Ciu­dad de Dios, pero es particularmente útil en el establecimiento del texto de los últimos.

El Augustanus (A), procedente de Augsburgo y actualmente en la Biblioteca de Munich (lat. n.o 3831), fué escrito en el siglo X . Contiene todos los libros. Los primeros parecen proceder de muy buena fuente, pero su autoridad decrece en los últimos.

El Coloniensis (K) n.o 75 (Darmstadt. 2077), escrito en el siglo VIII, contiene los libros I-X. Su autoridad es mayor de VI-X que en los restantes.

El Frisingensis (F), que se conserva actualmente en la Biblio­teca de Munich (lat. n.O 6267), contiene los libros I-XVIII. Es del 'Siglo IX. Los libros XII-XVII, escritos por una mano más antigua y cuidadosa que los restantes, proceden de un mejor arquetipo que los libros I-XI y que el libro XVIII.

El Ratisbonensis (p ),1 escrito a fines del siglo X, contiene todos los libros de la Ciudad de Dios. Del VI-IX y del XI-XVII muestra una gran afinidad con A. En otras partes, particularmente en el libro XVIII, parece más bien relacionarse con F. Por lo demás, procede de buenas fuentes. Actualmente se conserva en la Biblio­teca de Muních (lat. n.O 13024).

1 En las ediciones de Dombart , .

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INTRODUCCiÓN

Del siglo X son una serie .de códices de la Biblioteca Nacio­nal de París, de los cuales los mejores son a, b, d, e y g. Los códi­ces a, b y e contienen todos los libros, d los ocho primeros y g los siete últimos. La autoridad de d, e y g, procedentes de Corbie, es superior a la de a y b, pero ninguno de ellos carece de interpola­ciones. El más importante es g, que junto con R, p y D sirve de base para el establecimiento del texto de los últimos libros.

Más antiguo que a y b, pero de la misma familia, es el códice Sangallensis (G) n .o 178, del siglo IX, que contiene todos los li­bros. Más bien de la familia de p, pero de autoridad menor, pare­cen ser los codices S. Crucis s y t Y el Farfensis r, que se conservan en la Biblioteca Nacional de Víctor Manuel, de Roma. Los ma­nuscritos s y t son del siglo X, y al parecer formaban en otro tiempo parte de un solo códice. Entre ambos contienen los li­bros VIII-XVI. El Farfensis r es del siglo IX y contiene los libros IV-XX c. 5.

El Patavinus n.O 1490 (q), escrito en el siglo XIII, contiene todos los libros de la Ciudad de Dios. Es tradición que fué pro­piedad de Petrarca. Es de difícil lectura. La edición príncipe de Subiaco, de 1467, parece haberse inspirado en este códice o en otro muy similar.

Importante para el establecimiento del texto de los últimos libros es el Monacensis lato n .o 6259 (R), de principios del siglo X . Contiene los libros XV-XXII. En las ediciones de Dombart, R sir­vió de base para la fijación del texto en los pasajes dudosos de los últimos libros. En realidad, no está exento de errores e interpola­ciones, y hay que usarlo con cautela, pero tiene un indudable valor confirmatorio cuando coincide con otros manuscritos, pues parece proceder de otras fuentes que las de los restantes códices , pero asimismo muy buenas.

A. Kalb, para la edición de 1928-1929, puso a contribución por vez primera tres códices conservados en la Biblioteca de Berna

[LXlI)

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INTRODUCCIÓN

(B, P y D) Y otro conservado en la Biblioteca de Munich (H). El Bernensis n .O 12/13 (B), del siglo XI, consta de dos volú­

menes, el primero de los cuales (n.o 13) contiene los libros I-XIII, y el segundo (n.o 12) los restantes. En los diez primeros libros parece tener la misma progenie que los códices emparentados con e, y presenta una especial afinidad con a, al que supera en cali­dad, y con e. En los libros XI-XVI muchas lecciones de B con­cuerdan de un modo admirable con las de V. Aunque no carezca de interpolaciones, en ciertos pasajes es el único o casi el único que da la buena lección, lo que ha permitido confirmar algunas conjeturas.

El Bernensis n.O 134 (P), procedente de! monasterio benedicti­no de Fleury, comprende todos los libros, pero presenta dos gran­des lagunas, la primera de las cuales abarca gran parte del libro XVIII y todo e! XIX, Y la segunda varios capítulos del libro XX. Fué escrito en e! siglo X. Es muy parecido al códice b, pero no su apógrafo. Kalb sólo pudo colacionar los libros I-I1I y e! X y con­sultarlo en otros pasajes dudosos .

El Bernensis n.O 325 (D) contiene los libros XIX-XXII. Fué escrito en el siglo X, pero e! primer folio y los cinco últimos son de una mano más reciente, quizá del siglo XI. Aunque no puede figurar en el número de los mejores , sus lecciones son a menudo interesantes, pues D ocupa un lugar intermedio entre R y los res­tantes códices. Los cinco últimos folios concuerdan de una manera particular con las lecciones de R.

Finalmente, el Monacensis lato n .O 28185 (H), del siglo XIII, contiene todos los libros de la Ciudad de Dios. A pesar de que es de los manuscritos más recientes y muy desigual, es útil para ampliar la base en que se fundamenta el establecimiento del texto en los últimos libros .

Estos son los manuscritos de los cuales se ha servido la in­vestigación moderna para fijar e! texto de la Ciudad de Dios. En

[LXIII)

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INTRODUCCIÓN

los cinco primeros libros, la reconstrucción del texto se basa prin­cipalmente en el Lugdunensis L, antiquísimo y muy fidedigno, y en su apógrafo A donde L falta .

Del libro VI al X hay que acudir al códice C. particularmente cuando concuerda con los mejores códices recentiores (K, F. 1, A y p) .

Del libro X al XVI. el códice V nos proporciona una base segura para las enmiendas necesarias.

De esta manera, en los dieciséis libros primeros se ha podido obtener un texto que, con seguridad, si exceptuamos algunos pa­sajes profundamente corrompidos, no difiere mucho de las mismas palabras de San Agustín .

En cambio, el texto de los libros XVII a XXII presenta todavía muchos puntos dudosos . Carecemos, en efecto, de un manuscrito antiguo cuya autoridad sea decisiva, y el texto ha de basarse ne­cesariamente en la concordancia de los mejores manuscritos re­cientes: R. p, D, g y e. El estudio y colación de nuevos manuscri­tos, especialmente italianos y españoles, nos proporcionaría segu­ramente lecciones de gran interés, lo que permitiría obtener una base más segura para la fijación del texto de los últimos libros. En efecto, el número de manuscritos no utilizados por la crítica moderna es todavía ingente, y por otra parte la elección de ma­nuscritos ha venido presidida muchas veces más bien por el azar que por un riguroso criterio de selección.1

Entre los muchos códices de la Ciudad de Dios que se con­servan en bibliotecas españolas,2 parecen especialmente interesan­tes el de la Biblioteca del Escorial S. 1. 16, escrito en letra visigó­tica de principios del siglo X (lib. XII-XX),3 y el de la Biblioteca

1 Cf. KALB, A.. Dombart·Kalb, t . n, p. XX n . 2 WILMART, A., ob. elt., reglstra 12 manuserltos españoles de la Cludad de

Dlos.

• Sobre este eódlee véase: LOEWE, G ., y HARTEL, W . VON, Bibliotheca Patrum Latinorum Hispaniensis, I, Vlena 1887, p. 150; LOWE, E. A., Studia Palaeographica,

[LXIV 1

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INTRODUCCIÓN

de la Real Academia Española, (San Millán) 29, siglos IX-X.l Las citas bíblicas de la Ciudad de Dios no concuerdan ente­

ramente con ninguna de las versiones conocidas. Nos consta, en efecto, que San Agustín había revisado cuidadosamente algunos de los libros de las Sagradas Escrituras, procurando seguir con gran tidelidad el texto griego. Estas citas bíblicas presentan una especial ditic~ltad para la crítica textual, ya que los escribas fre­cuentemente acomodaron la versión de San Agustín a las que les eran más habituales. 2

Los tituli que en las ediciones de la Ciudad de Dios suelen encabezar los distintos capítulos, no se hallan en los manuscritos más antiguos, y sin duda alguna no salieron de la mano de San Agustín;3 más bien deben ser considerados como obra de un edi­tor o revisor desconocido, no anterior al siglo VI. En la presente edición hemos respetado la tradicional división en capítulos, que,

Munich 1910, p. 56; EWALD, P., y LOEwE, G., Exempla Scripturae Visigothicae, Hei­delberg 1883, facs. 37; CLARK, C. U., Collectanea Hispanica, Parls 1920, p. 34; AN· TOL/N, G., Catdlogo de los Códices Latinos de la Real Biblioteca del Escorial, vol. IV, Madrid 1916, p. 22.

I En el sexto libro, en el margen, se encuentra la fecha de 977, que G. Loe· we considera contemporánea; vid. LOEwE, G., y HARTEL, W. VON, ob. cit., p. 502; CtARK, C. U., ob. elt., p. 4l.

• Sobre este problema véase: BRUYNE, DOM DE, Saint Augustin reviseur de la Bible = Mlscellanea Agostinlana Ir, Roma, Tlp. Va tic. 1931, 521·606; ID., Les ci­tations bibliques dans .de Civitate Dei., Rev. Biblique XLI ('32), 550·560.

s Según la expresión de Kalb, estos tltulos • hac artem scholae illac vulga· rem posterlorum temporum sermonem redolent. (ed. Dombart-Kalb, vol. r. p. XIr). Además, se observan entre los manuscritos algunas discrepancias por lo que se refiere a la división e Intltulaclón de los capltulos; asl, los de C no empiezan slem· pre en el mismo lugar que los de otros manuscritos; el libro XVIII, en b y otros códices, en vez de 54 capltulos, presenta 20 completamente distintos. En fin, el capítulo 4 del libro XX nos ofrece otra prueba en contra de la autenticidad de estos tltulos, al referirse al propio San Agustín en tercera persona (cf. KALB, ed. Dombart-Kalb Ir, p. XXI nota).

[LXV)

5 - La Ciudad de Dios . Vol. 1.

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INTRODUCCIÓN

a fin de facilitar las citas , hemos subdividido en párrafos . En cam­bio, los títulos, que a menudo reflejan mal e! contenido de sus correspondientes capítulos , han sido agrupados, a manera de sinopsis, en e! principio de cada libro. El manuscrito más antiguo que presenta estos tituli es e, que nos ofrece los de los diez pri­meros libros, los cuales se hallan asimismo en p y q.

Además de los manuscritos de la Ciudad de Dios, son útiles para la fijación de su texto los correspondientes a la obra de Eu­gipio Exeerpta ex Saneti Augustini operibus, aunque en realidad los manuscritos de esta obra , algunos muy antiguos y muy buenos , contienen también numerosos errores .!

Finalmente, el estudio de las particularidades estilísticas de San Agustín, y especialmente e! de sus cláusulas métricas, nos proporciona asimismo elementos muy valiosos para la crítica textual.2

EDICIONES. - La edición príncipe fué impresa en e! célebre monasterio de Subiaco, en 1467, por C. Sweynheim y A. Pannartz. Basada en códices más antiguos y mejores3 es la de Johann Men­telin (Estrasburgo, no posterior a 1468), con comentarios de To­más Valois y Nicolás Triveth, los cuales fueron reeditados repeti­das veces. Siguen a éstas, entre las numerosas ediciones de! siglo XV,4 la de Venecia, de 1470, por Joannes y Vinde!inus de Spira; la de Maguncia, de P. Schoeffer, en 1473; la de Nicolás Jenson

1 Ed. P. KNOELL, CSEL vol. IX; cf. LOWE, E. A., A list oo, p. 247.

, V éanse a este respecto las anotaciones criticas de F. DI CAPUA, Il ritmo prosaico in Santo Agostino = Miscellanea Agostiniana I1, Roma 1931, p. 721.

• Sobre el va lor del texto de las ediciones antiguas, véase DOMBART, B., Zur Textgeschichte der Civitas Dei Augustins seit dem Entstehen der ersten Drucke = Texte u. Unters . z. Gesch. d. altchr. Lit. , hrsg. von A. Harnack und C. Schmidt, t. 32, fase. 2a, Leipzig 1908.

4 Cf. FlUME, F., Le edizioni del De Civitate Dei di S. Agostino del secolo XV, Florencia 1930.

[LXVI]

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INTRODUCCIÓN

(Venecia, 1475) Y la de Juan Amerbach (Basilea, 1489-90), del cual es también la edición príncipe de las Opera Omnia S. Augusti­ni (Basilea, 1506).1

La edición de nuestro Luis Vives (Basilea, 1522),2 hecha a instancias de Erasmo, quien la prologó, es particularmente intere­sante por los famosos comentarios que la acompañan. Nos consta que Vives se sirvió de tres códices distintos, uno de los cuales era una vieja copia de un manuscrito que se decía escrito de mano de San Lutger, procedente de Colonia y enviado por Erasmo. Esta edición fué revisada y reimpresa por su autor en París, 1531.

La Ciudad de Dios se halla también en la edición de las obras completas de San Agustín de Erasmo de Rotterdam, en diez volú­menes (Basilea, 1528-29), así como en la de Lyon de 1561-63; en la de los teólogos de Lovaina (Amberes, 1576-77), hecha bajo la dirección de Tomás Cozée y Juan van der Meulen, y en la de Venecia de 1584.

Un gran progreso respecto de las anteriores representa la edición de los benedictinos de San Mauro,3 basada principalmente en los manuscritos de la abadía de Corbie (tomo VII de las obras completas de San Agustín, 1685). Migne la reprodujo en el

1 Cf. GHELLINCK, J. DE, La premiére édition imprimée des Opera Omnia S. Au­gustini = MIscellanea J. Gessler, Lovalna 1948.

2 Cf. WATSON, F., f. L. Vives and St. Augustine's ,Civitas Dei>, Church Quarterly Revlew, abril 1913.

8 La edición de los padres maurlnos, que provocó una guerra de [¡belos, calumnias e Intrigas, tiene una larga e Interesante historia. Cf. KUKULA, R., Die Mauriner Ausgabe des Augustinus. Ein Beitrag zur Geschichte der Literatur und der Kirche in 2eitalter Ludwigs XlV, Sltzungsberlchte der kalserllche Akademle der WIssenschaften, Phi!. HIst. Classe, Viena, CXXI (1890); CXXII (1890); CXXVII (1892); CXXXVIII (1898); INGOLD, P., Histoire de l'édition bénédictine de Saint Au­gustin avec le journal inédit de dom Ruinart, Pares 1903; LABRIOLLE, P. DE, Htstoire de la littérature latine chrétienne, Pares 1920, pp. 519·520; GHELLINCK, J. DE, L'édition de Saint Augustin par les Mauristes, Nouvelle Revue Théologlque 57 ('30), 746-774 .

[LXVII]

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INTRODUCCIÓN

vol. XLI de su Patrología Latina. Por extraordinario que fuera su mérito, la edición de los padres maurinos hoy día no puede tener más que un interés histórico. Lo mismo podemos decir de la edi­ción de F. Duebner, París 1838, revisión de la anterior, pero acompañada de valiosas anotaciones críticas. Sería, empero, injusto olvidar el esfuerzo que representan.

Un paso más significan las dos primeras ediciones de B. Dom­bart, que consultó nuevos manuscritos de Munich y de Colonia (Leipzig, 11863, 21877). Decisiva para el establecimiento del texto fué la edición de E. Hoffmann (1898-1900) en el Corpus de Viena. Hoffmann puso a contribución, por vez primera, manuscritos co­mo los lugdunenses, de una autoridad incuestionable, obteniendo así, después de un largo período de incertidumbre, brillantes re­sultados, lo que no pudo impedir que su trabajo fuera objeto de acerbas críticas.1

Dombart, reuniendo los resultados alcanzados por Hoffmann y los suyos propios, logró, en el prólogo de su tercera edición (Leipzig, Teubner, 1905-1908), poner en claro, por medio de un stemma y un repertorio de variantes escogidas, la relación existente entre los diferentes manuscritos, aunque limitándose a los dos primeros libros.

A. Kalb, que había cuidado de la tercera edición de Dombart después de su muerte (1907) , se encargó de la cuarta edición (Leipzig, T eubner, 1 1928, II 1929). A pesar del propósito de la casa Teubner de reproducir lo más fielmente posible la edición anterior por procedimientos fotomecánicos, Kalb supo aprovechar el poco espacio disponible, y no sólo revisó el texto cuidadosa-

1 P. Lejay [Revue critique d 'histoire et de Ilttérature XLIX (1900), p. 165, Y LI (1901), p. 326] reprochaba a Hoffmann el no haber explicado las relaciones entre los distintos manuscritos y observaba que algunos no colacionados eran dignos de examen. Ello no debla haberle impedido reconocer la importancia de la labor llevada a cabo.

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INTRODUCCIÓN

mente, sino que también consultó nuevos códices, entre otros el que contiene el libro X del manuscrito de Corbie.

J. E. C. Welldon publicó asimismo la Ciudad de Dios en Londres, 1924/ y K. Weymann en Munich, 1925.

En la edición presente hemos seguido el texto de Dombart­Kalb, con pocas modificaciones, especialmente en los primeros libros, en los que se ha llegado ya a resultados muy seguros.

JUAN BASTARDAS

Barcelona, agosto de 1951.

r LXIX )

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[LXXlllj

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SIGLA

CODICUM

L = codex Lugdunensls n. 607, saec. VI-VII. lib. I-V. A = codex Lugdunensls n . 606, saec. IX, lib. I-V. e = codex Corbelensls, postea Germanensls n. 766, saec. VI-VII, lib. I-X; nunc

in duas partes dlssectus : codex Parislnus n. 12214, lib. I-IX; codex Lenlngradlensls Q. v. I Nr. 4, lib. X .

K = codex Colonlensls n. 75 (Darmstadt. 2077), saec. VIII, lib. I-X. F = codex Frlslngensls, nunc Monacensls lat. n. 6267, saec. IX, lib. I-XVIII. 1 = codex Lugdunensls n. 606, saec. IX, lib. I (In.) et VI-XIV. A = codex Augustanus, nunc Monacensls lat . n. 3831 , saec. X, lib. I-XXII. e = codex Ratisbonensls, nunc Monacensls lat. n. 13024, saec. X, lib. I-XXII. a = codex Parislnus n. 2050, saec. X, lib. I-XXII. b = codex Parlslnus n. 2051. saec. X, lib. I-XXII. d = codex Parlslnus n. 2053, saec. X, lib. I-VIII. e = codex Parlslnus n. 11638, saec. X, lib. I-XXII. f3 = codex Bernensls 143, saec. X, lib. I-XXII. B = codex Bernensls 12/13, saec. XI, lib. I-XXII. H = codex Monacensls lat. n . 28185, s"ec. XIII, lib. I-XXII. '1 = codex Patavlnus n. 1490, saec. XIII, lib. I-XXII. p = codex Patavlnus n. l469, saec. XIV, lib. I-XXII.

EDITIONUM

Domb l = B. Dombart edltio prima, Lipsiae 1863. Domb' = B. Dombart editio altera, Llpslae 1877. Domb.' = B. Dombart editio tertla, Llpsiae 1905-1908. Dambart-Kalb = B. Dombart, quartum recognovit A. Kalb , Llpsiae, 1928-1929.

Domb. = consensus editionum Dombs et Dombart-Kalb. Kalb = ea quae In edltione Dombart-Kalb Alfonsl Kalb sunt.

[LXXV J

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Duebn.

ed. Arg.

ed. Bm.

ed. pro Haffm . Welld. Wey. CSEL

[)

INTRODUCCIÓN

= editio quae anno 1838 post recensionem Benedlctlnorum Fride­rie! Duebner Inprlmis cura Parlsils prodilt.

= editio Argentoratensls typls Iohannis Mentelinl anno 1468 ve! prlus expressa.

= edltlo Benedlctinorum ex congregatlone S. Mauri, anno 1685 Parislls excusa.

= edltio anno 1467 Sublaquel excusa. = Eman. Hoffmann, Vindobonae 1890·1900 (CSEL. t. 40 p. I. 1I). = J. E. C. Welldon, Londlnil 1924. = C. Weyman, ex officlna Bremensl 1924. = Corpus Scrlptorum Eccleslastlcorum Latinorum edltum consilio

et impensls Academiae Litterarum Caesareae Vindobonensis.

= inclusa sunt quae secludenda videntur esse.

[ LXXVI)

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S. AVRELII A VGVSTINI

EPISCOPI

DE CIVITATE DEI CONTRA PAGANOS

LIBRI XXII

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S. A VRELlI A VGVSTINI

DE CIVITATE DEI SENTENTIA

EX LIBRO II RETRACTATIONVM

Interea Roma Gothorum inruptione agentium sub rege Alari­co atque impetu magnae cladis euersa est,cuius euersionem deorum s falsorum multorumque cultores, quos usitato nomine paganos uocamus, in Christianam religionem referre conantes solito acer­bius et amarius Deum uerum blasphemare coeperunt. Vnde ego exardescens zelo domus Dei aduersus eorum blasphemias uel errores libros de ciuitate Dei scribere instituí. Quod . opus per 10

aliquot annos me tenuit, eo quod alia multa intercurrebant, qua e diferre non oporteret et me prius ad soluendum occupabant. Hoc autem de ciuitate Dei grande opus tandem uiginti duobus libris est terminatum. Quorum quinque primi eos refellunt, qui res hu­manas ita prosperari uolunt, ut ad hoc multorum deorum cultum, 15,

quos paga ni colere consuerunt, necessarium esse arbitrentur, et

3 AVG. retracto 2, 69 p, 180 (ed, p, KnoelL CSEL, 36) - 9 zelo domus Del: Psal. 68, 10; loann. 2, 17

11 intercurrebant] incurrebant p • 12 dlferre] diferrl B' Knoell • 16 con­suerunt C{J Knoell : consueuerunt Bp Hoffm .

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AUTOCRlTICA DE

LA CIUDAD DE DIOS

DEL LIBRO Il DE LAS RETRACTACIONES DE SAN AGUSTIN

En este comedio, Roma fué destruída por la irrupción e ím­petu calamitosísimo de los godos, acaudillados por su rey Alarico; cuya destrucción los adoradores de los innumerables dioses falsos que con nombre generalizado llamamos paganos, en su conato de imputarla a la religión cristiana, comenzaron a blasfemar de Dios más agria y amargamente que solían. Por ende yo, enardecido de! celo de la Casa de Dios, concebí el propósito de escribir los libros de la Ciudad de Dios, contra sus blasfemias y errores. Esta obra me tuvo ocupado algunos años, porque interferíanse en su composición muchos otros asuntos que importaba no diferir y cu­ya resolución merecíame interés preferente. Esta gran obra de la Ciudad de Dios, pur fin, quedó terminada en veintidós libros. De éstos, los cinco primeros son la refutación de quienes de tal ma­nera conciben la prosperidad de las cosas humanas, que para este fin consideran necesario e! culto de los muchos dioses a quienes acostumbraron rendfrse!o y sostienen que su prohibición da origen a estos males y a su abundancia. Los otros cinco libros que siguen van contra aquellos que reconocen que estas tribulaciones en ningún tiempo pasado faltaron a los mortales ni faltarán en el que

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DE CIVITATE DEI

quia prohibetur, mala ista exoriri atque abundare contendunt. Sequentes autem quinque aduersos eos loquuntur, qui fatentur haec mala nec defuisse umquam nec defutura mortalibus , et ea nunc magna, nunc parua locis temporibus personisque uariari , sed deorum multorum cultum, quo eis sacrificatur, propter uitam 5

post mortem futuram esse utilem disputant. His ergo decem libris duae istae uanae opiniones Christianae religioni aduersariae re­felluntur.

Sed ne quisquam nos aliena tantum redarguisse, non autem nostra asseruisse reprehenderet, id agit pars altera operis huius, 10

quae libris duodecim continetur, quamquam, ubi opus est, et in priori bus decem quae nostra sunt asseramus, et in duodecim pos­terioribus redarguamus aduersa. Duodecim ergo librorum sequen­tíum primi quattuor continent exortum duarum ciuitatum, quarum est una Dei, altera huius mundi; secundi quattuor excursum earum 15

siue procursum; tertii uero, qui et postremi, debitos fines . Ita omnes uiginti et duo libri, cum sint de utraque ciuitate conscripti, titulum tamen a meliore acceperunt, u t • de c i u ita t e Dei. potius uocarentur. In quorum duodecimo libro non debuit pro miraculo poni in Abrahae sacrificio flammam caelitus factam inter 20

diuisas uictimas cucurrisse quoniam hoc illi in uisione monstra­tum esto In septimo decimo [libro] quod dictum est de Samuele: . Non erat de filiis Aaron. , dicendum potius fuit : Non erat filius sacerdotis . Filios quippe sacerdotum defunctis sacerdo-

20 in - 21 cucurrlsse: AVG. clu. 10, 8 • 23 Non - 23 Aaron: AVG. clu. 17, 5

1 prohlbetur] prohlbentur BfJ Knaell • 7 uanae] uarle p • refelluntur] refe!· lentur e . 17 et] am. Knaell • 19 uocarentur] uocantur e . duodeclmo Bl fJp et multi cadd . Retractationum for tasse ex ipsius Augustini errore : decimo e edd. • 22 om. f3 Knoel/

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LA CIUDAD DE DIOS

está por venir, y que ellas, ora sean grandes, ora pequeñas, expe­rimentan variaciones en determinados lugares y tiempos, y sostie­nen que el culto del politeísmo, que les ofrece sacrificios de por vida, tras la muerte que vendrá les reportará provecho. En estos diez libros, pues, refútanse estas dos vanas opiniones, sin conci­liación posible con la religión cristiana.

Pero a fin de que nadie nos reprenda porque nos hemos limi­tado a combatir las afirmaciones ajenas y no a corroborar las pro­pias, trata este punto la segunda parte de esta obra, comprendida en doce libros, aunque, donde hay necesidad, también en los diez primeros nos afirmamos en nuestra posición, y en los doce poste­riores atacamos la contraria. Así que los cuatro primeros libros de los doce que siguen tratan de los orígenes de ambas ciudades. De ellas, la una es de Dios y la otra es de este mundo; los cuatro segundos tocan su proceso o desarrollo; y los tres restantes, que son los últimos, las encierran en sus límites debidos. Así que to­dos los veintidós libros, que de ambas ciudades se ocupan, toma­ron su denominación de la mejor, tanto, que con mayor razón se llaman de la Ciudad de Dios. En su duodécimo l libro no debió señalarse como milagrosa, en el sacrificio de Abraham, la llama de fuego del cielo, que discurrió entre las víctimas partidas, porque este fenómeno se le mostró en visión. En el libro décimoséptimo, 4

aquello que se dijo de Samuel: .No era de los hijos de Aarón.; con bien mirado acuerdo debió decir: .No era hijo del sacerdote • . Costumbre más legítima fué que los hijos de los sacerdotes suce-

1 En realidad el pasaje a que se alude hállase en el libro décimo; se trata probablemente de un error del propio San Agustín. pues en los mejores manuscrl' tos se lee duodecimo.

[3] 6 - La Ciudad de Dios. Vol. 1.

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DE CIVITATE DEI

tibus succedere magis legitimi moris fuit. Nam in f¡liis Aaron re­peritur pater Samuelis, sed sacerdos non fUit, nec ita in f¡liis , ut eum ipse genuerit Aaron, sed sicut omnes illius populi dicuntur f¡lii Israhel. Hoc opus sic incipit: . Gloriosissimam ciuita tem Dei. etc .

Hoc capitulum ideo de LIBRIS RETRACTATIONVM in hoc codlcem posul ut lector cognoscat quid de hoc opus auctor exponens slue retractans dixit e

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LA CIUDAD DE DIOS

diesen a los sacerdotes difuntos . Entre los hijos de Aarón cuéntase el padre de Samuel; pero no fué sacerdote, como tampoco en los hijos, cual si le hubiera engendrado el propio Aarón , sino en el sentido que todos los de aquel pueblo dícense hijos de Israel. Esta obra comienza así: Gloriosissimam civitatem Dei, etc.

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LIBER I

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LIBER 1

T ABULA CAPITUM

Praefatio.-De suscepti operis consilio et argumento. Caput l.-De aduersariis nominis Christi, quibus in uastatione

V rbis propter Christum barbari pepercerunt. 5

Caput II.-Quod nulla umquam bella ita gesta sint, ut uictores propter deos eorum, quos uicerunt, parcerent uictis .

Caput III.-Quam inprudenter Romani deos penates, qui Troiam custodire non potuerant, sibi crediderint profuturos .

Caput IIII.-De asylo Iunonis in T roia, quod neminem liberauit a 10

Graecis et basilicis apostolorum, quae omnes ad se confu­gientes a barbaris defenderunt.

Caput V. - De generali consuetudine hostium uictas ciuitates euertentium quid Cato senserit.

Caput Vl.-Quod ne Romani quldem ita ullas ceperint ciuitates, 15

ut in templis earum parcerent uictis. Caput VIL-Quod in euersione Vrbis, quae aspere gesta sunt, de

consuetudine acciderint belli; quae uero clementer, de poten­tia prouenerint nominis Christi.

6 sint Cq: sunt p • 7 uicerunt C: uicerant pq • 9 crediderir)[ C: credi­derunt pq • 14 Cato cadd. : Caesar Duebn. • 19 prouenerint] prouenerunt p

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LIBRO PRIMERO

fNDICE DE CAPITULOS

Prefación.-Propósito y argumento de la presente obra. Capítulo l.-De los adven;arios del nombre de Cristo, a quienes

en el asolamiento de Roma los bárbaros perdonaron por reverencia de Cristo.

Capítulo H.-Que en ningún tiempo se hicieron guerras en las que los vencedores perdonasen a quienes quedaron venci­dos , por amor de los dioses de los vencidos.

Capítulo III.-Cuán imprudentemente los romanos dieron en creer que los dioses penates que no pudieron guardar a Troya, les habían de aprovechar a ellos .

Capítulo IIIL-De cómo el asilo .de Juno en Troya no libró de los griegos a ningún troyano; y de las basílicas de los apósto­les, que ampararon del furor de los bárbaros a todos los que a ellas se acogieron.

Capítulo V.-Del común estilo de los enemigos, destructores de las ciudades vencidas, según lo sintió Catón.

Capítulo VL-Que ni los mismos romanos tomaron jamás ciudad alguna donde perdonaran a los vencidos refugiados en los templos.

Capítulo VIL-Que lo que tuvo de crudeza la destrucción de Ro­ma, aconteció según usanza de la guerra; y lo que tuvo de clemencia, procedió de la potencia del nombre de Cristo.

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LIB . 1 DE CIVITATE DEI

Caput VIlL-De commodis atque incommodis, quae bonis ac ma­lis plerumque communia sunt.

Caput VIIIL-De causis correptionum, propter quas et boni et mali pariter flagellantur.

Caput X .-Quod sanctis in amissione rerum temporalium nihil 5

pereat. Caput XL-De fine temporalis uitae siue longiorís siue breuioris . Caput XIL-De sepultura humanorum corporum, quae Chrístianis

etiamsi fuerit negata nil adimit. Caput XIIL-Quae sit ratio sanctorum corpora sepeliendí. 10

Caput XIIIL-De captiuitate sanctorum, quibus numquam diuina so lacia defuerunt.

Caput XV.-De Regulo, in quo captiuitatis ob religionem etiam sponte tolerandae extat exemplum, quod tamen illi deos co-lenti prodesse non potuit. 15

Caput XVL-An stupris, quae etiam sacrarum forte uirginum est passa captiuitas, contaminari potuerint uirtus animi sine uo­luntatis adsensu .

Caput XVIl.-De morte uoluntaría ob metum poenae siue dede· coris . 20

Caput XVIII.-De aliena uiolentia et libidine, quam in oppresso corpore mens inuita perpetitur.

Caput XVIlIl.-De Lucretia, quae se ob inlatum sibi stuprum peremit.

Caput XX.-Nullam esse auctoritatem, quae Christianis in quali. 25

bet causa ius uoluntariae necis tribuat.

21 De aliena uiolentia et libidine Kalb: de aliena uiolentiaque libidine e de aliena uiolentiarum libidine pq ed.pr. de al iena uiolentaque libidine def. Duebner, Hoffm. de alienae uiolentia libidinis Domb.2"

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LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

Capítulo VIII.-De las prosperidades y las desventuras que por la mayor parte son comunes a los buenos y a los malos .

Capítulo VIIII.-De las causas de las correcciones que azotan por un igual a los buenos y a los malos .

Capítulo X.-De cómo a los Santos no se les sigue quebranto al­guno en la pérdida de las cosas temporales .

Capítulo XI.-Del fin de la vida temporal. ora sea larga, ora sea breve.

Capítulo XII.-De la sepultura de los cuerpos humanos, que, aun no siéndoles concedida, no les quita nada.

Capítulo XIII.-Cuál sea la razón de sepultar los cuerpos de los Santos.

Capítulo XIIII.-Del cautiverio de los Santos, a quienes no falta­ron jamás las divinas consolaciones.

Capítulo XV.-De Marco Atdio Régulo , de quien queda un ejem­plo de cautividad voluntaria por motivos de religión, que, a pesar de todo , no le pudo ser de provecho porque adora­ba a los dioses.

Capítulo XVI.-Si los estupros, que acaso también padecieron las sagradas vírgenes en su cautiverio, pudieron contaminar la virtud del ánimo sin el consentimiento de la voluntad.

Capítulo XVII.-De la muerte voluntaria por miedo de la pena o de la deshonra .

Capítulo XVIII.-De la violencia y bestialidad ajena que en su cuerpo forzado sufre el espíritu contra su voluntad.

Capítulo XVIIII.-De Lucrecia, que se mató por habérsele inferido estupro.

Capítulo XX.-Que no existe autoridad que en ningún caso dé a los cristianos el derecho de quitarse a sí propios volunta­riamente la vida.

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UB . ¡ DE CIVITATE DEI

C aput XXL-De interfectionibus hominum, quae ab homicidii crimine excipiuntur.

C aput XXII.-An unquam possit mors uoluntaria ad magnitudi­nem animi pertinere.

Caput XXIIL-Quale exemplum sit Catonis, qui se uictoriam 5

Caesaris non ferens interemit.

Caput XXIIIL-Quod in ea uirtute, qua Regulus Catone praestan­tior fuit , multo magis emineant Christiani.

Caput XXV.-Quod peccatum non per peccatum debeat declinari.

Caput XXVL-De his, quae fleri non licent, cum a sanctis facta 10

noscuntur, qua ratione facta credenda sint.

C aput XXVIL-An propter declinationem peccati mors spontanea adpetenda sito

Caput XXVIIL-Quo iudicio Dei in corpora continentium libido hostilis peccare permissa sito 15

Caput XXVIIIL-Quid familia Christi respondere debeat infldeli­bus, cum exprobrant, quod eam a furore hostillm non libera­uerit Christus.

Caput XXX.-Quam pudendis prosperitatibus afluere uelint, qui de Christianis temporibus conqueruntur. 20

C aput XXXL-Quibus uitiorum gradibus aucta sit in Romanis cupido regnandi.

Caput XXXIL-De scaenicorum institutione ludorum.

Caput XXXIIL-De uitiis Romanorum, quos patriae non correxit ellersio. 25

3 A n unquam] anumquam e Q uod n umquam pq ed.pr. D¡ubll.

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LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

Capítulo XXL-De las matanzas de hombres que se exceptúan del crimen de homicidio.

Capítulo XXIL-Si en algún caso la muerte voluntaria afecta a la grandeza de alma.

Capítulo XXIIL-Que tal es el ejemplo de Catón, que no pudien­do soportar la victoria de César, puso en sí mismo las manos.

Capítulo XXIIIL-De cómo, en aquella virtud en la que Régulo se aventajó a Catón, muy más eminentemente se señalan los cristianos.

Capítulo XXV.-Que no se debe evitar un pecado con otro pecado.

Capítulo XXVL-Cuando se reconocen como hechas por los San­tos acciones no lícitas, ¿qué causa razonable debemos creer que les movió a que las hicieran?

Capítulo XXVIL-Si, por esquivar el pecado, la muerte espontánea es deseable.

Capítulo XXVIIL-Por qué juicio de Dios se permitió que la sen­sualidad del enemigo se cebase en los cuerpos de los con­tinentes .

Capítulo XXVIIIL-Qué debe responder la familia de Cristo a los infieles, cuando le echan en rostro que Cristo no la libró del furor de los enemigos.

Capítulo XXX.-De cuán inconfesables prosperidades quieren re­bosar quienes se quejan de los tiempos cristianos.

Capítulo XXXL-Con qué gradación de vicios fué creciendo en los romanos la codicia de reinar.

Capítulo XXXIL-De la institución de los juegos escénicos.

Capítulo XXXIIL-De los vicios de los romanos, que no enmendó la destrucción de la Patria.

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LI B. I DE CIVITATE DEI

Caput XXXIIII.-De clementia Dei, quae Vrbis excidium tempe­rauit.

Caput XXXV.-De latentibus inter inpios ecclesiae filiis et de falsis intra ecclesiam Christianis.

Caput XXXVI.-De quibus causis sequenti disputatione sit disse- 5

rendum.

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LA CIUDAD DE DIOS LIB . 1

Capítulo XXXIIII.-De la clemencia de Dios, que mitigó la des­trucción de Roma.

Capítulo XXXV.-De los hijos de la Iglesia que hay encubiertos entre los impíos, y de los falsos cristianos que hay dentro de la Iglesia.

Capítulo XXXVI.-De lo que se ha de tratar en el siguiente discurso.

Hemos dado aquí, a manera de sinopsis, los epígrafes de los diferentes capi­tulos, que, si bien no son de San Agustín , responden a una tradición manuscrita muy antigua. (Véase pág. LXV).

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LIBER 1

PRAEFATIO

Gloriosissimam ciuitatem Dei siue in hoc temporum cursu, cum inter inpios peregrinatur ex tide uiuens, siue in illa stabilitate sedis aeternae, quam nunc expectat per patientiam, «q U o a d u s-s q U e i u s ti tia con u e r t a t u r i n i u d i c i u m », deinceps adep­tura per excellentiam uictoria ultima et pace perfecta, hoc opere instituto et mea ad te promissione debito defendere aduersus eos, qui conditori eius deos suos praeferunt, tili carissime Marcelline , suscepi, magnum opus et arduum, sed Deus adiutor noster esto 10

Nam scio quibus uiribus opus sit, ut persuadeatur superbis quan-ta sit uirtus humilitatis , qua tit ut omnia terrena cacumina tempo-

4 ex flde uluens: Habac. 2, 4; Rom. 1, 17; Gal. 3, 11; Hebr. lO, 38 - 5 expectat per patlentlam: Rom. 8, 25 • 5 quoadusque - 6 iudlclum Psal. 93, 15 - 8 mea ad te promlsslone: AVG. eplst. 136,3; 138,20 (CSEL 44, 96,8 sqq.; 148, 7 sq.) • 10 Deus adlutor nos ter: Psal. 61, 9

7 ulctoria ultima et pace perfecta] ulctorlam ultimam et pacem perfectam NKF(!bB ed.Arg. • 7/8 hoc opere Instituto C'Al Domb. : hoc opere ad te Insti­tuto F(!BeHp'q ed.pr. ed.Arg. Hoffm. hoc opere a te Instituto Kabdp'f3 Duebn. hoc opere '\ ac / instituto (ac radendo ex ate eJJectum) C2 - 8 mea ad te promls­sione CAlp Domb. : mea promlssione KF(!Bf3beq ed.pr. ed.A rg. Duebn. Hoffm.

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LIBRO I

PREFACIÓN"

Yo tomé en mis hombros, en esta obra sugerida por ti y a ti dedicada con promesa mía , mi muy caro hijo Marcelino,l contra todos aquellos que anteponen sus dioses a su Divino Fundador, la defensa de la gloriosísima Ciudad de Dios, ora en el actual dis­curso de los tiempos, mientras alimentada de su propia fe anda

peregrina entre pecadores, ora en aquella estabilidad de las eterna­les moradas que ahora espera, sostenida por la 'paciencia, . hasta que la justicia se convierta en juicio . , y que a la postre alcanzará por premio de 'su virtud con la victoria final y con la paz consu­mada. Empresa grande y ardua; pero Dios es nuestro ayudador. Harto sé qué fuerzas son menester para persuadir a los soberbios 2~

cuán soberana sea la virtud de la humildad; ella hace que su pro­pia elevación, no usurpada de la humana arrogancia , sino por merced de la gracia divina, trascienda sobre todas las eminencias terrestres, vacilantes y caedizas por la movilidad misma de los tiempos . El Monarca y Fundador de esta ciudad de la que nos propusimos tratar, reveló en la Escritura dirigida a su pueblo el sentido de la Ley divina, que dice: «Dios resiste a los soberbios y

1 Véase NOTAS ADICIO~ALES , I.

[10 J

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LIB. 1 DE CIVITATE DEI PR., 2·1, 2

rali ' mobilitate nutantia non humano usurpata fastu, sed diuina gratia donata celsitudo transcendat. Rex enim et conditor ciuitatis huius, de qua loqui instituimus, in scriptura populi sui sententiam diuinae legis aperuit, qua dictum est: • Deus superbis resis­tit, humilibus autem dat gratiam .• Hocuero, quod Deis est, superbae quoque animae spiritus inflatus adfectat amatque sibi in laudibus dici:

parcere sublectls et debellare superbos.

3 Vnde etiam de terrena ciuitate, quae cum dominari adpetit, etsi populi seruiant, ipsa ei dominandi libido dominatur, non est 10

praetereundum silentio quid quid dice re suscepti huius operis ratio postulat et facultas datur.

1 Ex hac namque existunt inimici, aduersus quos defendenda est Dei ciuitas, quorum tamen multi correcto inpietatis errore ciues in ea tlunt satis idonei; multi uero in eam tantis exardescunt 15

ignibus odiorum tamque manifestis benetlciis redemptoris eius ingrati sunt, ut hodie contra eam linguas non mouerent, nisi ferrum hostile fugientes in sacratis eius locis uitam, de qua super­biunt, inuenirent. An non etiam illi Romani Christi nomini infesti

2 sunt, quibus propter Christum barbari pepercerunt? Testantur 20

hoc martyrum loca et basilicae apostolorum, quae in illa uastatione

4 Deus - 5 gratlam: Iac. 4, 6; Petr. 5, 5; Prou. 3, 34 - 8 parcere - 8 superbos: VERG. Aen. 6,853 - 20 Testantur - 5 (p. 12) habebant: cf. OROS.

7, 39 (CSEL 5, 544, 15 sqq.)

9 terrena ciuitate] ciultate terrena 1

1 16 manifestls] manlfeste 1 • 21 hoc A ed.pr. : haec CKFebldB ed. Arg.

[11 J

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PR., 2 · 1, 2 LA CIUDAD DE DIOS LIB . 1

a los humildes da gracia ». y con todo, este atributo, privativo de Dios, se lo arroga el engreimiento del alma soberbia que huelga y se complace con que se le diga en son de elogio:

Perdonar a los rendidos y abatir a los soberbios.

Por ende, no debo yo tampoco pasar en silencio a esta ciudad terrena , que en su afán de señorear, cimentado sobre la servidum­bre del pueblo, hácese esclava a su vez de la pasión de dominio, según lo vaya pidiendo el plan de la obra en que me empeñé y lo ofrezca de suyo la oportunidad.

Es de saber que de esta ciudad terrena proceden los enemigos 1 contra quienes hemos de defender la Ciudad de Dios: aun cuando muchos de sus moradores, enmendado el yerro de su impiedad, acaban por ser asaz buenos ciudadanos de ella. Empero muchos también arden con odios tan fogosos y se muestran tan ingratos a los evidentes beneficios de su Redentor, que en el día de hoy no moverían contra ella sus lenguas si, cuando huían del hierro hos­til. no se acogieran a los lugares sagrados donde encontraron la vida de la que ahora tanto gallardean y se ufanan. ¿No es verdad que sienten ojeriza por el nombre de Cristo aquellos mismos ro­manos cuyas vidas respetaron los bárbaros por reverencia de Cris­to? Atestiguan esta afirmación las capillas de los mártires y las basílicas de los Apóstoles, que en aquella destrucción dé la Urbe admitieron sin distinción a quienes en ellas buscaron refugio , a los suyos y a los ajenos . En sus umbrales se detenía el sanguinario enemigo encarnizado; de allí ya no pasaba la furia del extermina­dor; allí conducían los misericordiosos enemigos a los que, fuera de aquel recinto, habían perdonado las vidas, porque no diesen en manos de los que no tenían semejante misericordia . Aunque

(11)

7 - La Ciudad de Dios . Vol. 1.

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LIB . 1 DE CIVITATE DEI 1,2-3

Vrbis ad se confugientes suos alienosque receperunt. Huc usque cruentus saeuiebat inimicus, ibi accipiebat limitem trucidatoris

furor, illo ducebantur a miserantibus hostibus, quibus etiam extra ipsa loca pepercerant, ne in eos incurrerent, qui similem miseri­

cordiam non habebant. Qui tamen etiam ipsi alibi truces atque 5

hostili more saeuientes posteaquam ad loca illa ueniebant, ubi

fuerat interdictum quod alibi belli iure licuisset, tota feriendi re-3 frenabatur inmanitas et captiuandi cupiditas frangebatur. Sic

euaserunt multi, qui nunc Christianis temporibus detrahunt et mala, quae illa ciuitas pertulit, Christo inputant; bona uero, quae 10

in eos ut uiuerent propter Christi honorem facta sunt, non inpu­tant Christo nostro, sed fato suo, cum deberent potius , si quid

recti saperent, iHa, quae ab hostibus aspera et dura perpessi sunt, illi prouidentiae diuinae tribuere, quae solet corruptos hominum

mores bellis emendare atque conterere itemque uitam mortalium 15-

iustam atque laudabilem talibus adflictionibus exercere probatam­que uel in meliora transferre uel in his adhuc terris propter usus alios detinere; illud uero, quod eis uel ubicumque propter

Christi nomen uel in locis Christi nomini dicatissimis et amplissi­mis ac pro largiore misericordia ad capacitatem multitudinis electis 20'

praeter beHorum morem truculenti barbari pepercerunt, hoc tri­buere temporibus Christianis, hinc Deo agere gratias, hinc ad eius nomen ueraciter currere, ut effugiant poenas ignis aeterni, quod nomen rriulti eorum mendaciter usurparunt, ut effugerent poenas

1 HucJ hoc C1 ed.Arg. Domb.·'· • 7 bellllure] lure belll q ed.pr. lure A • 12 deberent potlus Alp : potlus deberent rell .codd. edd. • 13 recti CAlpp : recte KFeBaq ed.pr. ed.Arg . • 14 prouldentlae dlulnae CAlp : dlulnae prouldentlae­rell. • 20 ad] atque A adque ed.Arg.

[12]

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1, 2·-1 LA CIUDAD DE DIOS LIB . I

también estos mismos que en los demás sitios eran truculentos y

encarnizados a estilo de enemigos, en llegando a aquellos lugares donde les era vedado lo que en otras partes les estuviera permitido por derecho de guerra, sentían frenada la brutalidad de la arreme­

tida y quebrantada la codicia del saco y del botín. Así evadiéronse 3

muchos que ahora, en tiempos de cristiandad, evocan los fieros males que aquella ciudad soportó, imputándolos a Cristo; y en

cambia, la fortuna de sobrevivir que el honor hecho a Cristo les acarreó, atribúyenla, no a Cristo Nuestro Señor, sino a su hado

personal. siendo así que, con más recto criterio , deberían atribuir las asperezas y rigores que los enemigos les infligieron, a aquella divina Providencia que suele, con el azote de las guerras, corregir

y sajar la corrupción moral de los hombres y al mismo tiempo ejercitar y depurar con tales aflicciones su justa y loable vida, y luego de acrisolada traspasarla a otra mejor, o seguir deteniéndola

aún en la tierra para ulteriores destinos. Por lo que toca y atañe al hecho de que aquellos bárbaros sanguinarios híciéronles merced

de la vida, fuera de toda norma y estilo de guerrear, por respeto del nombre de Cristo doquier los hallaron o siquiera en los luga­res por manera especial consagrados a su culto, que fueron esco­gidos de muy anchas dimensiones para mayor capacidad de multi­tudes y para más amplia y generosa dispensación de misericordia , debiéranlo atribuir a los tiempos cristianos; y de ahí tomar ocasión de hacimiento de gracias a Dios y de acorrer con todas veras a la profesión de su santo nombre, por escapar al suplicio del fuego eterno; nombre cuya santidad muchos usurparon mentirosamente por esquivar las penalidades de la presente destrucción. De todos 4

los que ves que con petulancia y procacidad hacen escarnio de los siervos de Cristo , haylos en número grandísimo que no se libra­ran de aquella mortandad y destrucción si no fingieran ser siervos

[121

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LIB. 1 DE CIVlTATE DEI 1,3·2,2

4 praesentis exitiL Nam quos uides petulanter et procaciter insultare seruis Christi, sunt in eis plurimi, qui illum interitum clademque non euasissent, nisi seruos Christi se esse finxissent. Et nunc in­grata superbia atque inpiissima insania eius nomini resistunt corde peruerso, ut sempiternis tenebris puniantur, ad quod nomen ore 5

uel sl1bdolo confugerunt, ut temporali luce fruerentur.

2 Tot bella gesta conscripta sunt uel ante conditam Romam uel ab eius exortu et imperio: legant et proferant sic ab alienigenis aliquam captam esse ciuitatem, ut hostes, qui ceperant, parcerent eis, quos ad deorum Sl10rum templa confugisse compererant, aut 10

aliquem ducem barbarorum praecepisse, ut inrupto oppido nullus feriretur, qui in illo uel illo templo fl1isset inl1entus. Nonne l1idit Aeneas Priamum per aras

sanguine foedantem quos ipse saerauerat ignes?

Nonne Diomedes et Vlixes

eaesis summae eustodibus areis eorripuere saeram effigiem manibusque eruentis uirglneas ausi diuae eontingere uittas'

Nec tamen quod seql1itur l1erl1m est:

ex illo fluere ae retro sublapsa referri spes Danaum.

14 sangulne - 14 ignes: VERG. Aen. 2, 501 . 16 eaesis - 18 uiteas: VERG. Aen. 2, 166·168 • 20 ex - 21 Danaum: VERG. Aen. 2, 169·170

1 petulanter] petulantes C • 3 seruos Christi se] se seruos Christi KFeH. esse] om. A

2 8 alienigenis] alienis r\ • 12 tlel i110 CKBab12q ed.Arg. : tlel in i110 AFl['p(3 et illo ed. pro om. Pe

113]

15

20

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1,4·2,2 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

de Cristo. Y ahora la soberbia desagradecida y la sacrílega locura,

con dañado corazón oponen resistencia a aquel Nombre, acabando

con sumirse en el castigo de las tinieblas sempiternas, por cuanto, con la menguada finalidad de seguir gozando unos instantes más

de esta mísera vida temporal. se acogieron con palabras de engaño

a la protección de este santo Nombre.

Innumerables son las guerras que se han guerreado y se han 2

escrito, así antes de la fundación de Roma como después de su

nacimiento e imperio: léanlas y señalen dónde se diga que siquie-

ra en una ciudad tomada por invasores alienígenas, los enemigos

que la tomaron perdonasen a quienes hallaran retraídos' en los

templos de sus dioses; o que algún capitán bárbaro mandase que

en la población asaltada no se infligiese herida a ninguno que se

encontrare en tal o cual templo . ¿Por ventura no vió Eneas a Príamo,

rompiendo por en medio de las aras. apagar sacrílega mente con su sangre los fuegos que él mismo consagrara?

¿No es verdad que Diomedes y Ulises,

luego de haber degollado los guardas del soberano alcázar, arrebataron el sa­grado Paladión y con sangrientas manos osaron tocar las virgíneas vendas de la diosa?

Tampoco es verdad que

desde aquella ocasión comenzaron a aflojar y a retroceder las esperanzas de los Dánaos.

1 Véase NOTAS ADICIONALES , 11.

[B]

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LIB. L DE CIVITATE DEI 2,2 · 3, 2

Postea quippe uicerunt, postea Troiam ferro ignibusque delerunt, postea confugientem ad aras Priamum obtruncauerunt. Nec ideo Troia periit, quia Mineruam perdidit. Quid enim prius ipsa Mi­nerua perdiderat, ut periret? an forte custodes suos? Hoc sane uerum est; illis quippe interemptis potuit auferri. Neque enim 5

homines a simulacro, sed simulacrum ab hominibus seruabatur. Quo modo ergo colebatur, ut patriam custodiret et ciues, quae suos non ualuit custodire custodes?

3 Ecce qualibus dis Vrbem Romani seruandam se commlSlsse gaudebant! O nimium miserabdem errorem! Et nobis suscensent, 10

cum de dis eorum talia dicimus; nec suscensent auctoribus suis, quos ut ediscerent mercedem dederunt doctoresque ipsos insuper et salario publico et honoribus dignissimos habuerunt. Nempe apud Vergilium, quem propterea paruuli legunt, ut uidelicet poeta magnus omniumque praeclarissimus atque optimus teneris ebibi- 15

tus animis non facde obliuione possit aboleri, secundum illud Horatii:

quo semel est inbuta recen s seruabit odorem testa diu

apud hunc ergo Vergilium nempe luno inducitur infesta Troianis 20

Aeolo uentorum regi aduersus eos inritando dicere:

gens inlmica mihi Tyrrhenum nauigat aequor Illum In Itallam portans uictosque penates .

2 ad - 2 obtruncauerunt: VERG. Aen. 2, 663 • 18 quo - 19 di u: H OR.

epist. 1. 2, 69·70 • 22 gens - 23 penates: VERG. Aen. 1. 67·68

1 delerunt] deleuerunt Cp Hoffm . • 2 aras Aabepq ed.pr. c{. VERG. Am. 2, 663: aram CKF(!/ ed.A rg. Hoffm.

3 9 commisisse CAlp : commendasse rell.

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2,2·3,2 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

Vencieron después; después a hierro y a fuego asolaron Troya y

degollaron a Príamo, que corría a refugiarse en las aras. No; ni 3

Troya pereció porque hubiese perdido a Minerva. ¿Qué había perdido antes la propia Minerva porque ella se perdiese? ¿Sus

guardas por ventura? Esta sí que es la pura verdad, puesto que, degollados ellos, pudo ella ser robada . No era la estatua que guar­

·daba a los hombres; sino que eran los hombres que guardaban la

·estatua. ¿Cómo, pues, era ador.ada a Hn de que guardase la patria y los ciudadanos, la mentida diosa que no pudo guardar sus pro­

pios guardas?

Ved aquí a cuáles dioses ufanábanse los romanos de haber 3

encomendado la conservación de su ciudad. ¡Oh error lastimoso

en demasía! Y con nosotros se enojan porque de sus dioses conta­mos casos semejantes; y de sus propios autores no se enojan, a

'quienes para que les enseñasen tales supercherías dieron paga; y esos doctores que se las enseñaban tuviéronlos por muy dignos de que se les distinguiese, además, con salario público y con cre­<Cidos honores. Sé pase que en Virgilio, en quien estudian los ni­

ños, porque, gran poeta como es y el más ilustre y mejor de todos, embebido por almas tiernas, no fácilmente puede borrarlo el olvido, según aquello de Horacio:

El olor que se le pegó una vez a una vasija nueva, conservará lo por largo tiempo;

en ese mismo Virgilio introdúcese a Juno encolerizada con los troyanos y diciendo a Eolo, rey de los vientos, con ánimo de irritarlos:

Una nación enemiga mia va navegando por el mar tirreno y lleva consigo Ilión y sus dioses domésticos vencidos, a Italia .

f14]

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UB.l DE CIVITATE DEI 3,2·3

Itane istis penatibus uictis Romam, ne uinceretur, prudenter commendare debuerunt? Sed haec Iuno dicebat uelut irata mulier, quid loqueretur ignorans. Quid Aeneas ipse, pius totiens appella­tus, nonne ita narrat:

Panthus Othryades, arcis Phoebique sacerdos . sacra manu uictosque deos paruumque nepotem ipse trahit cursuque amens ad limina tendir?

Nonne deos ipsos, quos uictos non dubitat dicere, sibi potius quam se illis perhibet commendatos, cum ei dicitur :

s a c r a s u o s q u e t i b i c o m m e n d a t T r o i a p e n a t e s ? 10

Si igitur Vergilius tales deos et uictos dicit et, ut uel uicti quoquo modo euaderent, homini commendatos: quae dementia est existi­mare his tutoribus Romam sapienter fuisse commissam et nisi eos amisisset non potuisse uastari? Immo uero uictos deos tamquam praesides ac defensores colere, quid est aliud quam tenere non 15

numina bona, sed nomina mala? Quanto enim sapientius creditur, non Romam ad istam cladem non fuisse uenturam, nisi prius illi perissent, sed ¡¡los potius olim fuisse perituros, nisi eos quantum potuisset Roma seruasset! Nam quis non, cum aduerterit, uideat quanta sit uanitate praesumptum non posse uinci sub defensori- 20

bus uictis et ideo perisse, quia custodes perdidit deos, cum uel sola esse potuerit causa pereundi custodes habere uoluisse peritu-

5 Panthus - 7 tendit: VERG. Aen. 2, 319·321 • 10 sacra - 10 penates: VERG. Aen. 2, 293

1 prudenter A'lp: prudentes rell. Damb2 ,s Haffm. • 11 ut uel uictl] ut uicti p uelut C • 16 nomina (i. r. K') CA'K'B Haffm. Kalb def. Duebner: omina a'plfJ ed.pr. ed.Arg. Domb2 ,s numina A'a' demonla A'K'B'p'q ed.pr . omnia f . 17 non'] am. Kf{!B' e ed.pr . ed.Arg . • non' J am. A • 22 esse potuerit] potuerlt es se A ed. pro

[15J

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3,2·3 LA ClUDAD DE DIOS LIB. 1

¿De modo que a estos dioses vencidos una nación cuerda de­

bía encomendar Roma porque no se la venciese? Replicarán, em­pero, que Juno decía esto como mujer encorajinada, sin conciencia

de lo que decía. Bien; ¿pero el mismo Eneas, tan reiteradamente denominado piadoso, no relata esto que se sigue:

Panto, hijo de Otreo, sacerdote de Febo y del alcázar, lleva en su mano los instrumentos del culto, los vencidos dioses y su pequeño nieto, y en su carrera loca corre despavorido a mis umbrales?

¿Con ello no indica por ventura que los mismos dioses a quienes no duda califlcarlos de vencidos, se encomendaron a él antes que no él a ellos, cuando se le dice:

En tus manos encomienda Troya su religión y sus divinidades domés· ticas?

Si, pues , Virgilio a tales dioses llámalos vencidos y que fueron 3

encomendados a un hombre, para que , vencidos y todo , se pusie­ran en salvo, ¿qué locura es pensar que cuerdamente se dieron a

Roma semejantes tutores y que, de no haberlos perdido, Roma no se perdiera ni pudiera ser destruída? Yo me atrevo a decir que tri­

butar culto por tutelares y por defensores a unos dioses vencidos, ¿qué otra cosa es sino tener malos pagadores en vez de buenos

protectores? Cuánto más lógico es creer, no que Roma no había de llegar a ver ese estrago si ellos no perecieran previamente, sino,

con mayor razón, que ellos mucho antes se perdieran si Roma , con todo su poderío, no los conservara. ¿Quién no ve, si en ello

reparare, cuán vanamente se presumió que era invencible so la égida de dioses vencidos y que pereció no más que por haber perdido los dioses que eran sus custodios , porque la única causa

de perderse pudo ser haber querido tener dioses perecederos? Así que cuando tales cosas se escribían y se cantaban de los-

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LIB . l DE CIVITATE DEI 3, 3· 4, 1

ros? Non itaque, cum de dis uictis iBa conscriberentur atque ca­nerentur, poetas libebat mentiri, sed cordatos homines cogebat

-4 ueritas contlteri. Verum ista opportunius alio loco diligenter co­pioseque tractanda sunt: nunc, quod institueram de ingratis hominibus dicere , parumper expediam ut possum, qui ea mala, 5

quae pro suorum morum peruersitate merito patiuntur, blasphe­mantes Christo inputant; quod autem iBis etiam talibus propter Christum parcitur, nec dignantur adtendere et eas linguas aduersus eius nomen dementia sacrilegae peruersitatis exercent, quibus linguis usurpauerunt mendaciter ipsum nomen, ut uiuerent, uel 10

quas linguas in locis ei sacratis metuendo presserunt, ut iBic tuti atque muniti, ubi propter eum inlaesi ab hostibus fuerunt, inde in eum maledictis hostilibus prosilirent .

. 4 Ipsa, ut dixi, Troia, mater populi Romani, sacratis loeis deo-rum suorum munire non potuit ciues suos ab ignibus ferroque 15

Graecorum, eosdem ipsos deos colentium; quin etiam

Iunonls asylo eustodes leetl, Phoenix et dirus Vllxes, praedam adseruabant; hue undlque Trola gaza lneensls erepta adytls mensaeque deorum 20 erateresque auro solidi eaptluaque uestls e o ngeritur . Puerl et p a uidae longo ordine matre s s tant clreum .

17 Iunonis - 23 clreum: VERG. Aen. 2, 761-767

5 expedlam CAlp : explieem lmg. rell . • 9 peruersitatls] proterultatis K' F(!B{3mg. ae ed. Arg. • 11 ei] elus 1 • 12 fuerunt CF(!a beIB{3 ed.pr. ed. Arg. Hoffm . : fue­rant AKp Domb.

4 14 saeratls ] saeris A

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3, 3 - 4, 2 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

dioses vencidos, no fué antojo de mentir lo que movía a los poe­tas, sino que la verdad les obligó a confesarla, razonables como

eran, en plena lucidez y cordura. Estos puntos, empero, serán 4

tratados en lugar más oportuno, más copiosa y diligentemente. Ahora, declararé algún tanto, a tenor de mi capacidad, lo que me

había propuesto decir de esos mortales ingratos y blasfemos que imputan a Cristo aquellas mismas tribulaciones que merecida­

mente padecen por lo desgarrado y perverso de sus costumbres. Pero ni siquiera se dignan esos tales poner advertencia en que por amor de Cristo se les perdona la vida, y, con sacrílega per­versidad y demencia, contra su santo nombre ejercitan y ensañan sus lenguas; aquellas mismas lenguas fementidas con las que

usurparon aquel Santo Nombre para salvar la vida; aquellas lenguas a las que, en los lugares a Cristo consagrados, impusieron -cobarde silencio, para salir al fin, del amparo y seguridad de aquel refugio, donde por reverencia de Cristo no recibieron daño de los enemigos, disparando contra Él hostiles maldiciones.

La misma Troya, como dije, madre del pueblo romano, no 4 pudo en los lugares consagrados a sus dioses amparar a sus propios -ciudadanos del fuego y del hierro de los griegos, con ser gente que adoraba a los mismos dioses; antes

en el propio asilo de Juno, Fénix y el cruel Ulises, guardianes escogidos, cus­todiaban el botín. Allí había en montón toda la riqueza de Troya arrancada de los templos incendiados; las mesas de los dioses, cráteras de oro macizo, vestes y despojos de cautivos; en derredor, en larga hilera , están los niños y las madres empavorecidas .

Fué escogido este lugar consagrado a tan grande diosa, no para que pudiesen sacar de él a los cautivos, sino por la comodidad de encerrarlos en él. Compara ahora el templo, no de cualquier

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LIB . I DE CIVITATE DEI 4,1 · 5,1

Electus est uidelicet locus tantae deae sacratus, non unde captiuos non liceret educere, sed ubi captiuos liberet includere. Conpara nunc asylum illud non cuiuslibet dei gregalis uel de turba plebis, sed Iouis ipsius sororis et coniugis et reginae omnium deorum cum memoriis nostrorum apostolorum. Illuc incensis templis et 5

dis erepta spolia portabantur, non donanda uictis, sed diuidenda uictoribus; hunc autem et quod alibi ad ea loca pertinere conper­tum est cum honore et obsequio religiosissimo reportatum esto Ibi amissa, hic seruata libertas; ibi clausa, hic interdicta captiuitas; ibi possidendi a dominantibus hostibus premebantur, huc liberan- 10

di a miserantibus ducebantur; postremo illud Iunonis templum sibi elegerat auaritia et superbia leuium Graeculorum, istas Christi basilicas misericordia et humilitas etiam inmanium barbarorum.

3 Nisi forte Graeci quidem in illa sua uictoria templis deorum com­munium pepercerunt atque illo confugientes miseros uictosque 15

T roianos ferire uel captiuare non ausi sunt, sed Vergilius poeta­rum more illa mentitus est. Immo uero morem hostium ciuitates euertentium ille descripsit.

5 Quem morem etiam Cato, sicut scribit Sallustius, nobilitatae ueritatis historicus, sententia sua, quam de coniuratis in senatu 20

habuit, commemorare non praetermittit: • R a p i u i r g i n e s p u e -ros, diuelli liberos a parentum conplexu, matres familiarum pati quae uictoribus conlibuisset, fana

21 Rapi - 3 (p. 18) conpleri: SALL. Cato 51 , 9

2 educere C2pqB2 ed. pro reduce re A ducere CI FeabdlBI{J ed. Arg. • 6 donan­da codd. ed. Arg. : reddenda ed.pr . • 11 miserantibus] miserantibus hosubus Al<¡ ed. pro ed. Arg. • 12 Graeculorum] grecorum KFeeB{J

5 19 Cato codd. (ex Augustini errore?) : Caesar Duebn . • 23 conlibuisset codd. : conlibuissent SALL.

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4,2·5,1 LA CIUDAD DE DIOS LIB . 1

divinidad gregaria ni del tropel común, sino de la misma hermana y esposa de Júpiter y de la reina de todos los dioses , con las me­morias o capillas de nuestros apóstoles. A aquél llevaban los des­pojos que habían robado de los templos abrasados y los que habían quitado de los dioses, no para devolverlos a los vencidos, sino para repartirlos a los vencedores. Pero a éstas devolvían con gran honor y religiosísima reverencia lo que, hallado en otras par­tes, averiguaban que pertenecía a estos lugares. Acullá se perdía y acá se conservaba la libertad. Acullá era encerrada y acá prohi­bida la cautividad. Acullá los que habían de ser esclavizados por los enemigos dominadores eran amontonados y oprimidos; acá los que habían de ser libertados eran conducidos por enemigos mise­ricordiosos. Finalmente, acullá escogieron para sí el templo de Juno la avaricia y la soberbia de los tornadizos greguecillos l

; y acá, a estas basílicas de Cristo eligiéronlas la misericordia y la humildad de unos bárbaros inhumanos. Si ya no es que los griegos quisie­ron significar que en aquella su victoria respetaron los templos de los dioses comunes y que no se atrevieron a matar o a cautivar a los míseros y vencidos troyanos que a ellos se acogían; pero Vir­gilio, a estilo de los poetas, en este caso fingió. Más diré; él nos describió el estilo de los enemigos en la destrucción de ciudades.

Ese estilo no dejó de apuntarlo Catón,2 como lo consigna 5 Salustio, historiador noble y verídico, en la información que dió en el Senado acerca de los conjurados: «Es corriente en la guerra',

1 Interpretación del mote despectiVO graeculi , que, por su característica li· gereza, les Infligió Cicerón en su discurso Pro Flacco; y de éL los romanos lo aprendieron y usaron largamente.

• Respetamos el texto que nos sirve de guía; pero debemos advertir que las palabras citadas no pertenecen a Catón, sino a César, si debemos atenernos a la autoridad de Salustio.

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LIB . J DE CIVITATE DEI 5,1 - 6, 2

atque domos spoliari, caedem incendia fieri: pos­tremo armis cadaueribus cruore atque luctu omnia con p 1 e r i ». Hic si fa na tacuisset, deorum sedibus solere hostes parcere putaremus. Et haec non ab alienigenis hostibus, sed a Catilina et sociis eius, nobilissimis senatoribus et Romanis ciuibus, s Romana templa metuebant. Sed hi uidelicet perditi et patriae parricidae.

6 Quid ergo per multas gentes, quae inter se bella gesserunt et nusquam uictis in deorum suorum sedibus pepercerunt, noster sermo discurrat? Romanos ipsos uideamus, ipsos, inquam, recola- l O>

mus respiciamusque Romanos, de quorum praecipua laude dictum est:

parcere subiectis et debellare superbos,

et quod caccepta iniuria ignoscere quam persequi m a 1 e b a n t»: quando tot tantasque urbes, ut late dominarentur, 15

expugnatas captasque euerterunt, legatur nobis quae templa exci­pere solebant, ut ad ea quisquis confugisset liberaretur. An illi faciebant et scriptores earundem rerum gestarum ista reticebant? Ita uero, qui ea quae laudarent maxime requirebant, ista praecla­rissima secundum ipsos pietatis indicia praeterirent? Egregius Ro- 20

mani nominis Marcus Marcellus, qui Syracusas urbem ornatissi­mam cepít, refertur eam prius fleuisse ruituram et ante eius san-

13 parcere - 13 superbos: VERG. Aen. 6, 853 • 14 accepta - 15 male­bant: SALL. Cat. 9, 5 • 21 Marcus - 1 (p. 19) effudisse: LIV. 25, 24, 11

3 conpleri Alpq ed.pr. ut SALL.: repleri rell. ed. Arg. Duebn . 6 9 suorum] am. Al • 11 de quorum] de quibus Al • 19 Ita uero] itane

uero ed.pr.

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5,1 - 6, 2 LA CIUDAD DE DIOS LI B. 1

dice , . forzar las doncellas , robar los muchachos , arrancar los hiíos de 105 brazos de sus padres, infligir a las madres de familia 105 'ul­trajes que a 105 vencedores se les antojaren, saquear 105 templos y las viviendas, perpetrar matanzas e incendios y finalmente llenar-lo todo de armas, de cadáveres, de sangre y de lamentos,» En este 2:

pasaje, si se callaran 105 templos , pensaríamos que los enemigos so­lían respetar las moradas de los dioses, Esto recelábanlo los tem­plos de Roma no de enemigos extranjeros, sino de Catilina y de sus aliados, nobilísimos senadores y ciudadanos romanos; pero, en realidad, pandilla de forajidos y parricidas de su patria .

¿Para qué nuestro discurso ha de recorrer la muchedumbre 6 de naciones que trajeron guerras entre sí y que en ningún lugar perdonaron a los vencidos asilados en la mansión de los dioses? Reparemos en los mismos romanos, recordemos , digo, estos mis­mos romanos, fijémonos en ellos, en cuya especialísima alabanza se dijo:

Perdonar a los rendidos y abatir a los soberbiOS;

y que ese preciaban más de disimular el ultraje recibido que de vengarlo .» Dígasenos dónde se lee que, habiendo expugnado y to­mado, por extender su señorío, tantas y tan pujantes ciudades, qué templos acostumbraron exceptuar para dar libertad a quienes en ellos buscaron seguridad. ¿Acaso lo hacían así, y sus escritores 2

de historia lo callaron? ¿Es cosa de creer que quienes , con la más curiosa diligencia, atendían a la averiguación de hechos laudables, pasaran en silencio estos que en estimación suya eran los más ilustres, e inequívocos indicios de piedad? Refiérese de Marco Marcelol, renombrado y egregio capitán romano , el que ganó

1 Lo que refiere aqu í Agusten de Marcelo. puede leerse en el XXV libro de Tito L!vlo.

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LIB . [ DE CIVITAllE DEI 6,2 - 7,1

guinem suas illi lacrimas effudisse. Gessit et curam pudicitiae etiam in hoste seruandae. Nam priusquam oppidum uictor iussisset inuadi, constituit edicto, ne quis corpus liberum uiolaret. Euersa est tamen ciuitas more bellorum, nec uspiam legitur ab imperatore tam casto atque clementi fuisse praeceptum, ut quisquis ad illud 5

uel il!ud templum fugisset haberetur inlaesus. Quod utique nullo modo praeteriretur, quando nec eius fletus nec quod edixerat pro pudicitia minime uiolanda potuit taceri. Fabius, Tarentinae urbis euersor, a simulacrorum depraedatione se abstinuisse laudatur. Nam cum ei scriba suggessisset quid de signis deorum, quae mul- 10

ta capta fuerant, Heri iuberet, continentiam suam etiam iocando condiuit. Quaesiuit enim cuius modi essent, et cum ei non solum multa grandia, uerum etiam renuntiarentur armata: «Relinquamus., inquit, . Tarentinis deos iratos' . Cum igitur nec illius fletum nec huius risum, nec illius castam misericordiam nec huius facetam 15

continentiam Romanarum rerum gestarum scriptores tace re potue­rint: quando praetermitteretur, si aliquibus hominibus in honorem cuiuspiam deorum suorum sic pepercissent, ut in quoquam tem­plo caedem uel captiuitatem Heri prohiberent?

7 Quidquid ergo uastationis trucidationis depraedationis con- 20

cremationis adflictionis in ista recentissima Romana clade commis­sum est, fecit hoc consuetudo bellorum; quod autem nouo more factum est, quod inusitata rerum facie inmanitas barbara tam mitis apparuit, ut amplissimae basilicae inplendae populo cui parceretur eligerentur et decernerentur, ubi nemo feriretur, unde nemo rape- 25

retur, quo liberandi multi a miserantibus hostibus ducerentur,

3 constituit - 3 uiolaret: L1V. 25, 25, 7 • 8 Fabius - 14 ira tos: LlV. 27, 16,8

6 haberetur cadd. : abiret DUlbll .

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6,2·7,1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. I

Siracusa, gala y flor de ciudades, que previamente lamentó su rui·

na inevitable y que antes de verter su sangre le ofreció el tributo de sus lágrimas. Puso asimismo cuidado de que se observase con

la ciudad enemiga el más verecundo respeto. Antes de que, como

vencedor, diera la orden de asalto, publicó un bando que nadie

hiciese fuerza a cuerpo alguno libre. Con todo fué asolada la ciu·

dad a la usanza castrense y en ninguna historia se halla haber

existido caudillo tan casto y clemente que mandara no hacer daño

a quienquiera que se acogiese a tal y tal templo . De ser ello así , en ningún modo dejaran de referirlo , cuando no pudo callarse su

llanto ni el bando que echó para que la honestidad no fuese en ningún punto violada. Fabio, el destruidor de la ciudad de Taren­

to, es loado porque se abstuvo de saquear las sagradas imágenes. Como su secretario le consultase qué mandaba hacer de las esta­

tuas de los dioses, que se tomaron en gran número, sazonó con

gracejo y sal su continencia. Preguntó cómo eran, y diciéndosele ser no sólo muchas y grandes, sino también que estaban armadas,

respondió: . Dejemos a los tarentinos sus dioses enojados •. Así

pues, como los escritores de las hazañas romanas no pudieron silenciar ni el llanto de aquél ni el donaire y la gracia de éste, ni

la clemencia casta del uno ni la donosa continencia del otro, ¿cómo

iban a dejar de referir el perdón concedido a algunos hombres, en

reverencia de cualquiera de sus dioses, por haber prohibido que en determinado templo no se atentase ni contra la vida ni contra

la libertad?

Así pues, todo lo que en este recientísimo saco de Roma se 7

perpetró de asolamiento, de degüello , de robo, de incendio, de

aflicción hízolo el usado estilo castrense; empero todo cuanto

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8 - La Ciudad de Dios. Vol. I.

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LIB. ¡ DE CIVITATE DEI 7,1- 8, 1

unde captiuandi ulli nec a crudelibus hostibus abducerentur: hoc

Christi nomini, hoc Christiano tempori tribuendum quisquis non

uidet, caecus, quisquis uidet nec laudat, ingratus, quisquis lau, danti reluctatur, insanus esto Absit, ut prudens quisquam hoc

feritati inputet barbarorum. T ruculentissimas et saeuissimas me n- S

tes die terruit, die frenauit, die mirabiliter temperauit, qui per prophetam tanto ante dixit: . Visitabo in uirga iniquita.

tes eorum et in flagellis peccata eorum; misericor­

diam autem meam non dispergam ab eis • .

8 Dicet aliquis : . Cur ergo ista diuina misericordia etiam ad 10·

inpios ingratosque peruenit? Cur putamus, nisi quia eam die

praebuitquicottidie . facit oriri solem suum super bonos

et malos et pluit super iustos et iniustos? Quamuis enim quidam eorum ista cogitantes paenitendo ab inpietate se corrigant, quidam uero, sicut apostolus dicit, • diuitias boni- 15

tatis et longanimitatis Dei. contemnentes • secundum

duritiam cordis sui et cor inpaenitens. thesaurizent «sibi iram in die irae et reuelationis iusti iudicii Dei, qui reddet unicuique secundum opera eius.:

tamen patientia Dei ad paenitentiam inuitat malos, sicut flagellum 20

Dei ad patientiam erudit bonos; itemque misericordia Dei fouen-

7 Visitaba - 9 eis: Psal. 80, 33-34 • 12 faclt - 13 in iustos: Matth. 5, 45 • 15 diuitias - 19 eius: Rom. 2, 4-6

7 1 u!li) i!li Al' • 7 dixit) praedixit eq ed. pr o 8 15 corrigant) corrigunt A • 17 thesaurizent) thesaurizant AF • 21 pa-

tientiam CAsv : penitentiam A ed.pr. ed.Arg.

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7, l· 8, 1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. ¡

se hizo con nueva y extraordinaria manera , a saber, que, trocada la faz de las cosas, la bárbara inhumanidad se mostró tan mansa

que escogió y señaló las basílicas más capaces para que se acogiese

y en ellas el pueblo se salvase, donde no se matase a nadie, de

donde a nadie se sacase a la fuerza , adonde los enemigos compa­sivos llevasen a muchos para su liberación, de donde los sañudos

enemigos no pudiesen sacar a nadie para la cautividad; ciego es quienquiera no vea que todo esto se debe atribuir al nombre de Cristo; todo esto a los tiempos cristianos; ingrato es quienquiera

lo ve y no lo celebra; mentecato es quien al que lo celebra, contra­dice. No quiera Dios que persona alguna cuerda impute esto a la

fiereza de los bárbaros. Quien puso terror en los pechos truculen­

tos y feroces , y puso en ellos freno y templanza maravillosa, fué Aquél que con tanta anticipación había dicho por el profeta: • Vi­

sitaré con vara sus iniquidades; y con azotes , sus pecados; pero

no desperdiciaré de ellos mi misericordia • .

Dirá alguno : ¿Por qué, pues , esta divina misericordia alcanza 8

también a los impíos y a los ingratos? ¿Por qué pensaremos sino

que porque la usa con nosotros Aquél ' que cada día hace salir el sol sobre buenos y sobre malos y llueve sobre justos e injustos . ?

Porque aun cuando algunos de ellos, considerando esto, arrepin­

tiéndose se enmiendan de la impiedad, otros, empero, como dice el Apóstol, -no haciendo caudal de las riquezas de la bondad y de la longanimidad de Dios, según es la dureza de su pecho y la

impenitencia de su corazón . atesoran . ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, que a cada uno dará la

retribución que merecieron· sus obras •. Con todo, la paciencia de

Dios invita a los malos a la penitencia, así como el azote de Dios

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LIB. I DE CIVIT A TE DEI 8,1·5

dos amplectitur bonos, sicut seueritas Dei puniendos cornplt malos. Placuit quippe diuinae prouidentiae praeparare in posterum

bona iustis, quibus non fruentur iniusti. et mala inpiís, quibus non excruciabuntur boni; ista uero temporalia bona et mala

utrisque uoluit esse communia, ut nec bona cupidius adpetantur, 5

quae mali quoque habere cernuntur; nec mala turpiter euitentur,

quibus et boni plerumque adflciuntur. 3 Interest autem plurimum, qualis sit usus uel earum rerum,

quae prosperae, uel earum, quae dicuntur aduersae . Nam bonus

temporalibus nec bonis extollitur nec malis frangitur; malus autem 10

ideo huiusce modi infelicitate punitur, quia felicita te corrumpitur.

Ostendit tamen Deus saepe etiam in his distribuendis euidentius

operationem suam. Nam si nunc omne peccatum manifesta plec­teret poena, nihil ultimo iudicio seruari putaretur; rursus si nul­lum filmc peccatum puniret aperta diuinitas, nulla esse diuina 15

prouidentia crederetur. Similiter in rebus secundis, si non eas

Deus quibusdam petentibus euidentissima largitate concederet, non ad eum ista pertinere diceremus; itemque si omnibus eas

petentibus daret, non nisi propter talia praemia seruiendum illi esse arbitraremur, nec pios' nos faceret talis seruitus, sed potius 20

cupidos et auaros. Haec cum ita sint, quicumque boni et mali pariter adflicti sunt, non ideo ipsi distincti non sunt, quia distinc­tum non est quod utrique perpessi sunt. Manet enim dissimilitu­do passorum etiam in similitudine passionum, et licet sub eodem

10 temporallbus nec bonis) nec temporallbus bonis p • 15 nunc peccatum eAl'p: peccatum nunc rell . • 18 Ista pertinere) pertinere Ista e . 23 utrlque) utraque el

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8,1 ·5 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

enseña paciencia a los buenos; como también la misericordia de Dios cobija a los buenos para regalarlos, y la severidad de Dios usa de su rigor con los malos para castigarlos. Plugo, pues, a la divina Providencia aparejar para la otra vida a los justos unos bienes de los cuales los pecadores no gozarán; y a los impíos, unos males con los que los buenos no serán atormentados . Mas esos bienes y males temporales de acá, quiso que a los unos y a los otros fuesen comunes, porque ni apeteciésemos con codicia demasiada los bienes que vemos que los malos poseen también, ni esquivásemos con estupidez los males de los que, a sus veces, los buenos son atribulados.

Mucha es la diferencia que va del uso que se haga de aque­llos sucesos que se llaman prósperos o de aquellos que se deno­minan adversos . Porque el bueno ni se engríe con los bienes tem­porales ni con los males temporales se quebranta; el malo, empe­ro, halla su castigo en esa infelicidad, porque la prosperidad lo estraga y lo corrompe. No obstante, demuestra Dios a menudo con evidencia mayor en la distribución de bienes y males la inter­vención de su mano. Porque si ahora con manifiesta penalidad castigara todo pecado, pensaríase que no reservaba nada para el juicio final. Y al revés, si la Divinidad manifiestamente no castiga­se en este mundo pecado alguno, creeríase que no existe divina Providencia. Del mismo modo, en la prosperidad, si Dios no la 4

concediese con largueza evidentísima a algunos que se la piden, diríamos que ello no es cosa que le incumba; y por el contrario. si la dispensara a todos los que se la piden, entenderíamos que no le habíamos de servir sino por tales premios; y su servicio no nos haría devotos, sino antes codiciosos y avaros. Y siendo ello 5

así, todos los buenos y malos que conjuntamente fueron afligidos , no por esto dejan de ser distintos, porque no es distinto lo que

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LIB. I DE CIVITATE DEI 8,5 ·9, 2

tormento non est idem uirtus et uitium. Nam sicut sub uno igne aurum rutilat palea fumat, et sub eadem tribula stipulae commi­nuuntur frumenta purgantur, nec ideo cum oleo amurca confun­dltur, quia eodem preli pondere exprimitur: ita una eademque uis inruens bonos probat puritlcat eliquat, malos damnat uastat exter- 5

6 minat. Vnde in eadem adflictione mali Deum detestantur atque blasphemant, boni autem precantur et laudant. T antum interest, non qualia, sed qualis quisque patiatur. Nam pari motu exagita­tum et exhalat horribiliter caenum et suauiter fragrat unguentum.

9 Quid igitur in iIla rerum uastitate Christiani passi sunt, quod 10

non eis magis fideliter ista considerantibus ad prouectum ualeret? Primum quod ipsa peccata, quibus Deus indignatus inpleuit tantis calamitatibus mundum, humiliter cogitantes, quamuis longe absint a facinerosis flagitiosis atque inpiis , tamen non usque adeo se a delictis deputant alienos, ut nec temporalia pro eis mala perpeti 15

se iudicent dignos. Excepto enim quod unusquisque quamlibet laudabiliter uiuens cedit in quibusdam carnali concupiscentiae, etsi non ad facinorum inmanitatem et gurgitem flagitiorum atque inpietatis abominationem, ad aliqua tamen peccata uel rara uel tanto crebriora, quanto minora - hoc ergo excepto quis tandem 20

facile reperitur, qui eosdem ipsos, propter quorum horrendam superbiam luxuriamque et auaritiam atque execrabiles iniquitates et inpietates Deus, sicut minando praedixit, conterit terras, sic habeat, ut habendi sunt? sic cum eis uiuat, ut cum talibus est

5 probat] purgat 1 (probat in ma"g.) • 8 quisque] om. A • 9 fragrat) fraglat F(!l' flagrat rell.

9 11 prouectum] profecrum F(!alB' ed. Arg. • ualeret) ualeat A • 12 Primum CA : primo rell . • 14 non) nunc C

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8,5-9,2 LA CIUDAD DE DIOS LIB _ 1

unos y otros padecieron_ Subsiste la desemejanza de los pacientes

aun en la semejanza de los padecimientos; y aunque bajo el mis­mo tormento, virtud y vicio no son una misma cosa_ Así como

con un mismo fuego resplandece el oro y la paja humea, y so un mismo trillo la arista se quiebra, el grano se limpia, ni se confun­

de el aceite con el alpechín porque a ambos y con un mismo peso los exprima el husillo; así también una misma adversidad que se les eche encima prueba, purifica y afina a los buenos; y a los ma­los los condena, los destruye y los extermina_ Por ende, en una

misma tribulación los malos abominan y blasfeman de Dios y los buenos le ruegan y le alaban_ La diferencia está no en lo que se

padece, sino en cuál es el que padece; porque, meneados de un

mismo impulso, despide el cieno un insufrible hedor y el ungüen­to exhala una linda fragancia _

¿Qué padecieron, pues, los cristianos en aquella ingente ca- 9 tástrofe que, considerada como cumple que lo sea, a la luz de la fe, no les valiera para su aprovechamiento? Lo primero porque,

ponderando con humildad los mismos pecados por los cuales in­dignado Dios envió al mundo tantas calamidades, aunque ellos estén muy lejos de ser facinerosos, flagiciosos o impíos, con todo no se conceptúan tan ajenos y remotos de culpa que no se juzguen por ello merecedores de padecer trabajos temporales_ Porque allende de que cada uno, por más loable que sea su vida, sucumbe en algunos puntos al apetito carnal. aunque no hasta la monstruo­sidad de la maldad ni a la sima de la lujuria y a la abominación de la impiedad, con todo llegan a ser pecados, raros o tanto más frecuentes cuanto más leves_ Descartado, pues, este caso excepcio­nal: ¿dónde se halla fácilmente quien a estos mismos (por cuya horrenda soberbia, iujuria, avaricia y execrables iniquidades e im-

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LIB . 1 DE CIVITATE DEI 9,2·6

uiuendum? Plerumque enim ab eis docendis ac monendis, ali­quando etiam obiurgandis et corripiendis male dissimulatur, uel cum laboris piget, uel cum os eorum uerecundamur offendere, uel cum inimicitias deuitamus, ne inpediant et noceant in istis tem­poralíbus rebus, siue quas adipisci adhuc adpetit nostra cupiditas, 5

siue quas amittere formidat inflrmitas, ita ut, quamuis bonis ma­lorum uita displiceat et ideo cum eis non incídant in i11am da m­nationem, quae post hanc uitam talibus praeparatur, tamen, quia propterea peccatis eorum damnabilibus parcunt, dum eos in suis licet leuibus et uenialibus metuunt, iure cum eis temporaliter 10

flage11antur, quamuis in aeternum minime puniantur, iure istam uitam, quando diuinitus adfliguntur cum eis, amaram sentiunt, cuius amando dulcedinem peccantibus eis amari esse noluerunt.

Nam si propterea quisque obiurgandis et corripiendis male agentibus parcir, quia opportunius tempus inquirit uel eisdem 15

ipsis metuit, ne deteriores ex hoc efficiantur, uel ad bonam uitam et piam erudiendos inpediant alios inflrmos et premant atque auertant a flde: non uidetur esse cupiditatis occasio, sed consilium caritatis . Illud est culpabile, quod hi, qui dissimiliter uiuunt et a malorum factis abhorrent, parcunt tamen peccatis alienis, quae 20

dedocere aut obiurgare deberent, dum eorum offensiones cauent, ne sibi noceant in his rebus, quibus licite boni atque innocenter utuntur, sed cupidius, quam oportebat eos, qui in hoc mundo peregrinantur et spem supernae patriae prae se gerunt. Non solum quippe inflrmiores, uitam ducentes coniugalem , fllíos habentes uel 25

1 ac monendis 1 : admonendls (ammonendls) rell. • 10 uenlallbus] ueniablllbus ( • temporaliter] temporablllter ( • 11 flagellantur cadd. : flagellentur Duebn. • 21 aut] et 1 • 22 innocenter (1 AKlaepq{J ed. pro : in nocentes (' K' F(JbdlB ed.A rg . • 25 lnlirmiores] lnlirmlorem 1

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9,2·5 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

piedades, según Dios nos lo predijo amenazándonos, muele y que­branta la tierra) los trate de la manera como se los debe tratar y viva con los tales de la manera como se debe vivir? Porque de or- > dinario se disimula con ellos no enseñándolos ni amonestándolos, y a veces también no reprendiéndolos o riñéndolos, ora porque nos pesa del trabajo, ora porque tenemos vergüenza de reprender­los cara a cara, o porque excusamos enemistades porque no nos sean impedimento o daño en las cosas temporales que poseemos en la actualidad o las que todavía apetece nuestra codicia o las que teme perder nuestra flaqueza. Y así es que, aun cuando a los bue­nos descontente la vida de los malos y por este motivo no vayan a incurrir en la condenación que a tales hombres después de esta vida les está aparejada; con todo, porque disculpan y condescien­den con sus pecados merecedores de condenación, al paso que los temen en los suyos ligeros y veniales, con razón se ven envueltos con ellos en el azote temporal, aun cuando no en el castigo €ter­no; y con razón también, cuando conjuntamente con ellos la divi­na Mano los aflige, catan y saborean la amargura de esta vida, porque engolosinados de su dulzura, no se quisieron mostrar desabridos con ellos cuando pecaban.

Ahora, si alguno se abstiene de corregir y reprender a quie- 4

nes obran mal, por aguardar sazón más oportuna o teme por ellos que la enérgica reprensión los haga, peores o porque no vejen y estorben que otros flacos, menesterosos de doctrina, lleven vida buena y piadosa y los desvíen de la fe; no parece que sea ocasión de codicia, sino medida de caridad. Lo culpable es ·que quienes viven diferentemente y aborrecen las obras de los malos, se abs­tienen de reprender los pecados ajenos que debieran desaconsejar o corregir, por recelo de ofenderlos, porque a su vez no vayan a perjudicarlos en aquellas cosas que los buenos usan lícita e ino-

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LIB. 1 DE CIVITATE DEI 9,6·8

habere quaerentes, domos ac familias possidentes, (quos apostolus in ecclesiís adloquitur docens et monens quem ad modum uiuere debeant et uxores cum maritis et mariti cum uxoribus, et fllií cum parentibus et parentes cum filiís, et serui cum dominis et do mini cum seruis) multa temporalia, multa terrena libenter adipiscuntur 5

et moleste amittunt, propter quae non audent offendere homines , quorum sibi uita contaminatissima et consceleratissima displicet;

7 uerum etiam hi, qui superiorem uitae gradum tenent nec coniuga. libus uinculis inretiti sunt et uictu paruo ac tegimento utuntur, plerumque, suae famae ac saluti dum insidias atque impetus 10

malorum timent, ab eorum reprehensione sese abstinent, et quam­uis non in tantum eos metuant, ut ad similia perpetranda qui­buslibet eorum terroribus atque inprobitatibus cedant, ea ipsa tamen, quae cum eis non perpetrant, nolunt plerumque corripere, cum fortasse possint aliquos corripiendo corrigere, ne, si non 15

potuerint, sua salus ac fama in periculum exitiumque perueniat, nec ea consideratione, qua suam famam ac salutem uident esse necessariam utilitati erudiendorum hominum, sed ea potius infir­mitate, qua delectat lingua blandiens et humanus dies et reformi­datur uulgi iudicium et carnis excruciatio uel peremptio, hoc est 20

propter quaedam cupiditatis uincula, non propter officia caritatis . 8 Non mihi itaque uidetur haec parua esse causa, quare cum

malis flagellentur et boni, quando Deo placet perditos mores etiam temporalium poenarum adflictione punire. Flagellantur enim simul, non quia simul agunt mala m uitam, sed quia simul amant 25

temporalem uitam, non quidem aequaliter, sed tamen simul, quam boni contemnere deberent, ut illi correpti atque correcti conse-

1 quos - 5 seruis: Ephes. 5,22·6,9; Coloss. 3,18 - 4,1 - 19 humanus dies: Corlnth. 1. 4, 3

23 fIagellentur] fIagellatur ('

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9,5·8 LA CIUDAD DE DIOS LIB. [

centemente, si bien con más codiciosa afición de la que conviene

a quienes en este mundo peregrinan y se precian y hacen gala de aspirar a la patria soberana. Porque es de saber que no solamente

los más flacos, los que llevan vida conyugal, teniendo hijos o pro· curando tenerlos, poseyendo casas y familias (con quienes el Apóstol habla en la iglesia, enseñándolos y amonestándolos cómo deben vivir las mujeres con sus maridos y los maridos con sus

mujeres, y los hijos con los padres y los padres con los hijos, y los criados con sus señores y los señores con sus criados) granjean de buena gana muchas cosas temporales y muchas terrenales y de mala gana las pierden; y por mor de ellas no se atreven a ofender

a unos hombres cuya vida, colmada de contaminaciones y malda·

des, les da en rostro; sino también aquellos que ocupan un grado superior en la vida y no están trabados con los vínculos conyuga­

les y pasan con pobre mesa y pobre ropa y las más de las veces celando su fama y su salud, temiendo las asechanzas y arremeti­

das de los malos, se abstienen de reprenderlos y aunque no los teman tanto que, para hacer lo mismo que ellos, se rindan a cua­

lesquiera espantos y barrumbadas suyas, no quieren por lo común reprender aquello mismo que con ellos no perpetran, cuando por ventura podrían con su reprensión corregir a algunos, y si por acaso no pudieren, no corra riesgo y perdición su fama ni su vida; y esto no porque consideren que su fama y su vida son necesarias para la utilidad y enseñanza del prójimo, sino más bien por aque­lla flaqueza en la que se complace la lengua lisonjera y la convi­vencia entre los hombres. Y si teme el parecer del vulgo y el tor­mento de la carne o la muerte es porque los tiene atados la codi­cia, pero no porque les imponga tales deberes la caridad.

Así que no me parece que sea baladí esta razón para que en mescolanza con los malos sean también atribulados los buenos ,

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LIB . 1 DE CIVITATE DEI 9,8 ·10, 1

querentur aeternam, ad quam consequendam si nollent es se socii, ferrentur et diligerentur inimici, quia donec uiuunt semper incer­tum est utrum uoluntatem sint in melius mutaturi. Qua in re non utique parem, sed longe grauiorem habent causam, quibus per prophetam dicitur: «111 e q u id e m in s u o pe c c a t o m o r i e - s tur, sanguinem autem eius de manu speculatoris re q u ira m » . Ad hoc enim speculatores, hoc est populorum praepositi, constituti sunt in ecclesiis, ut non parcant obiurgando peccata. Nec ideo tamen ab huius modi culpa penitus alienos est, qui, licet praepositus non sit, in eis tamen, quibus uitae huius 10 necessitate coniungitur, multa monenda uel arguenda nouit et ne­glegit, deuitans eorum offensiones propter illa quibus in hac uita

10 non indebitis utitur, sed plus quam debuit delectatur. Deinde habent aliam causam boni, quare temporalibus affligantur malis, qualem habuit Iob: ut sibi ipse humanus animus sit probatus et 15·

cognitus, quanta uirtute pietatis gratis Deum diligat.

10 Quibus recte consideratis atque perspectis adtende utrum aliquid mali acciderit fldelibus et piis, quod eis non in bonum uerteretur, nisi forte putandum est apostolicam illam uacare sen­tentiam, ubi ait : .Scimus quia diligentibus Deum om-20· nia cooperatur in bonum • . Amiserunt omnia quae habe-

5 lile - 7 requiram: Ezech. 33, 6 • 20 Scimus - 21 bonum: Rom. 8, 28

1 nollent) nollnt I nolunt Al • 3 uoluntatem sint in mellus mutaturl eodd. plerique ed.pr. : uoluntatem sint In melius mutari el uoluntate (·tem ed.Arg.) sint in mellus mutandl Ae ed.Arg. uoluntate posslnt in mellus mutarl e2

• 14 affllgantur) affllguntur A

10 20 qula) quoniam Aeqp ed.pr. Ul Vulg . • 21 cooperatur eK1F ef. D. de Bruyne, Sainl Augustin Reviseur de la Bible = MiseeU. Agost. l/, Roma 1931, 528·9 : cooperantur rell. ul Vulg.

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9,8·10,1 LA CIUDAD DE DIOS LIB . 1

cuando a Dios le place castigar la rotura de las costumbres con la corrección acerba de las penas temporales. Son azotados juntamen· te no porque juntamente lleven mala vida, sino porque juntos aman la vida temporal. no cierto con igual afición, empero sí todos , simultáneamente: en menosprecio debieran tenerla los buenos para que los malos, a su vez, reprendidos y enmendados, alcanzaran la eterna . Si para su consecución no quisieran sernas compañeros, sufriríamoslos y amaríamoslos como enemigos, porque mientras vivieren, queda siempre en la incertidumbre si en lo sucesivo trQ(;arán su voluntad en mejor. En este punto no solamente no <:orren parejas, sino que tienen causa más grave aquellos a quienes dice Dios por el profeta : .Él. de cierto, en su pecado morirá: mas, su sangre demandaréla de mano del atalaya •. Para esto están pues· tos los atalayas, es a saber, los prepósitos o prelados de los pue­blos en las iglesias, porque no dejen de reprender los pecados. No por esto empero está del todo libre de esta culpa el que, aun no siendo prelado, no obstante en aquellos con quienes mantiene convivencia por la necesidad que impone esta vida, descubre mu­chas cosas que advertir o reprender y las soslaya, evitando todo motivo de fricción, por respecto de las cosas lícitas de que goza en esta vida y en las que más se contenta de lo que fuera razón. Además tienen otra causa los buenos por ser afligidos de trabajos 10

temporales, como la tuvo Job, a saber, porque el espíritu del hom­bre probado y examinado manifieste con cuánta piedad y virtud y cuán sin interés ame a Dios.

Luego de haber cuerdamente pesado y examinado todas estas 10 consideraciones, repara si por ventura a los fieles y a los piadosos les ha sobrevenido algún daño que no se les convirtiera en bien, si ya no fuere que hemos de pensar que está vacía de sentido

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LIB. I DE C1VITATE DEI 10,1-3

bant. Numquid fidem? numquid pietatem? numquid interioris hominis bona, qui est ante Deum diues? Hae sunt opes Christia­norum, quibus opulemus dicebat apostolus : • Est autem quaestus magnus pietas cum sufficientia . Nihil enim intulimus in hunc mundum, sed nec auferre 5 aliquid possumus. Habentes autem uictum et tegu­mentum his contenti sumus . Nam qui uolunt diuites fieri, incidunt in temptationem et laqueum et desi­deria multa [stulta] et noxia, quae mergunt homi­nes in ínteritum et perditíonem. Radix enim est 10

omnium malorum auaritia, quam quidam adpeten­tes a fíde pererrauerunt et inseruerunt se dolori­bus multis • .

Quibus ergo terrenae diuitiae in ílla uastatione perierunt, si eas sic habebant, quem ad modum ab isto foris paupere, imus 15 diuite audierant, id est, si mundo utebantur tamquam non uten­tes, potuerunt dicere, quod ille grauiter temptatus et minime superatus: cNudus exíui de utero matris meae, nudus reuertar in terram. Dominus dedit, Domínus abstu­lit, sícut Domino placuit, ita factum est ; sit nomen 20

Domini benedictum. ; ut bonus seruus magnas facultates

2 qui- 2 diues: Petr. 1. 3, 4 • 3 Est - 13 multis: Tim. 1. 6, 6·10 • 16 mundo - 17 utentes: Corinth. 1. 7, 31 • 18 Nudus - 21 benedictum: Iob 1. 21

7 sumus CA/K' FB' fJb2 ed. Arg. ur Fragmenrum Frisingense (ed. Ziegler) cf. D. G. Morin , Del/X nouveaux sermons retrouvés de S. Augusrin , Rev. Bénéd. 36 ('24) p.190, 93 : simus re/l. ed.pr. Duebn . • 9 om. CA ed.pr. ed.Arg. Wey. cf. AVG . episr. 130, 12 (CSEL 44, 53, 13 adn . cnr.); serm . 61, 10; 177, 6; Morin in opere nu.per citara. • 10/11 enim est omnium malorum CKabdpqBfJ ed.pr . : est enirn omnium malorum AF(le enim omnium malorum est l secundum graec. ut Vulg. • 12 pererrauerunt] errauerunt A • 14 in] om. KFgbeLB2fJ • 16 tamguarn] guasi A • 18 exlui C: exH rell. • 21 ut] s!cut I

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10,1·4 LA CIUDAD DE DIOS LIB. [

aquella sentencia apostólica donde se dice: .Sabemos que para quienes aman a Dios, todas las situaciones les son ayuda de costa para su bien •. Perdieron todo lo que tenían. ¿Acaso perdieron la fe? ¿Perdieron quizá la religión? ¿Por ventura perdieron los bienes del hombre interior que es el que está rico en los ojos de Dios? Esta es la opulencia de los cristianos, de la que se sentía opulento 2

el Apóstol al decir : .Granjería grande es la piedad con la suf¡­ciencia, porque nada introdujimos en este mundo; pero tampoco podemos llevarnos nada. Así que teniendo con qué sustentarnos y con qué cubrirnos, contentémonos con ello. Porque los que quieren hacerse ricos caen en tentación y en lazo y en muchos deseos dañosos que sumergen a los hombres en muerte y en per­dición. Raíz de todos los males es la avaricia, la cual, codiciándola mucho algunos, se descaminaron de la fe e intrincáronse en mu­chos dolores •.

Aquellos, pues, que en el saco de Roma perdieron los bienes 3-

de la tierra, si los poseían al modo que sabían de oídas que los pose­yó Job, por defuera pobre y rico por de dentro; conviene a saber, si usaban del mundo como si no usaran de él, pudieron decir lo mismo que aquél, reciamente tentado y nunca vencido: .Desnudo salí del vientre de mi madre; y desnudo tornaré a la tierra. El Se­ñor dió y el Señor tomó. Como plugo al Señor, así fué hecho. Bendito sea el nombre del Señor •. Para que en verdad como sier­vo bueno estimase por copiosa hacienda la graciosa voluntad de su Señor y yendo en espíritu a zaga de sus huellas, se enriquecie­se; y no se entristeciese viéndose abandonado en vida de aquellos bienes que bien pronto, en muriendo, había de abandonar. Aque- 4.

llos otros, empero, más flacos, que, aun cuando no los antepusie­ran a Cristo, estaban apegados a esos bienes terrenales con alguna culpable afición, experimentaron al perderlos con pesar, cuán

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LIB. I DE CIVITATE DEI 10,3·6

haberet ipsam sui Domini uoluntatem, cui pedisequus mente ditesceret, nec contristaretur eis rebus uiuens relictus, qua s cito

4 fuerat moriens relicturus . Illi. autem infirmiores, qui terrenis his bonis, quamuis ea non praeponerent Christo, aliquantula tamen cupiditate cohaerebant, quantum haec amando peccauerint, per- 5

dendo senserunt. T antum quippe doluerunt, quantum se doloribus inseruerant, sicut apostolum dixisse supra commemoraui. Oporte­bat enim ut eis adderetur etiam experimentorum disciplina, a quibus tam diu fuerat neglecta uerborum. Nam cum dixit aposto­lus: • Qui uolunt diuites fieri, incidunt in tempta- 10

ti o n e m. et cetera, profecto in diuitiis cupiditatem reprehendit, non facultatem, quoniam praecepit alibi dicens: • praecipe diuitibus huius mundi non superbe sapere neque sperare in incerto diuitiarum, sed in Deo uiuo, qui p r a e s t a t n o bis o m n i a a b u n dan ter a d f r u e n d u m : be- 15

ne faciant, diuites sint in operibus bonis, facile tribuant, communicent, thesaurizent sibi funda­mentum bonum in futurum, ut adprehendant ueram u ita m » . Haec qui de suis diuitiis faciebant, magni sunt lucris leuia damna sola ti plusque laetati ex his, quae facile tribuendo 20

tutius seruauerunt, quam contristati ex his, quae timide retinendo facilius amiserunt. Hoc enim potuit in terra perire, quod piguit inde trasferre. Nam qui receperunt consilium Domini sui dicentis:

10 Qul - 11 temptationem: Tlm. 1, 6, 9 (cf. supra) • 12 praecipe - 19 ultam: Tlm. 1, 6, 17·19

2 relictus] rellctls K'eBae'q ed.pr. • 3 moriens] mortuus AIp. • 7 inse' ruerant] Inseruerunt AK'Fee • apostolum dixisse supra commemoraui] apos' tolum supra dixlsse memoraul 1 • 9 dixit] dixisset blp • 12 quoniam Halrn : quam cadd . • 15 abundanter] afluenter 1

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10,4-6 LA CIUDAD DE DIOS LIB _ I

grande fué su pecado con amarlos _ Doliéronse en tanto grado, cuántos fueron los dolores en que se implicaron ellos mismos, como recordé al principio haberlo dicho el ApóstoL Convenía por añadidura la disciplina de la experiencia a quienes por tan largo tiempo tuvieron en olvido la de la palabra_ Cuando el Apóstol dice: • Quienes procuran hacerse ricos, caen en tentación. y lo demás que se sigue, no cabe duda que en las riquezas increpa la -codicia, no la posesión de ellas, porque en otro lugar ordena a Ti­moteo : .A los ricos de este siglo manda que no se ensoberbezcan ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios vivo, que es el que nos da en abundancia todas las cosas

de que gocemos; practiquen el bien; sean ricos en buenas obras; sean fáciles en dar y en comunicar sus bienes, atesorando para en adelante un fundamento sólido para asir como con la mano la ver­dadera vida . _ Quienes de sus riquezas hicieron este uso, se com­pensaron de pequeñas quiebras con cuantiosos logros, y más con­tento recibieron de lo que, por darlo de buena gana , pusieron en más seguro cobro, que no experimentaron desplacer de lo que , reteniéndolo por temor del mañana , perdieron con más facilidad _ Pudo ello perderse en la tierra porque, con culpable dejadez, no se transfirió al cielo_ Porque los que siguieron el consejo de su Señor que dice: .No queráis reconder tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín los destruyen y donde los ladrones los minan y los hurtan; antes atesoraos un tesoro en el cielo, adonde no se acerca el ladrón ni la polilla lo estraga; donde está tu tesoro, allí estará tu corazón., en el tiempo de la tribulación dieron prueba de la cordura con que anduvieron en no despreciar al Maestro de toda verdad y al fidelísimo e invictísimo Guardián de su tesoro _ Porque si fueron muchos los que se holgaron de haber tenido sus riquezas en sitios adonde la pura casualidad hizo que no se acer-

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9 - La Ciudad de Dios. Vol. I.

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LIB. 1 DE CIVITATE DEI 10,6·9

. Nolite uobis condere thesauros in terra, ubi tinea et rubigo exterminant et ubi fures effodiunt et fu­rantur; sed thesaurizate uobis thesaurum in cae1o, quo fur non accedit neque tinea corrumpit; ubi enim est thesaurus tuus, dlic erit et cor tuum', 5

tribulationis tempore probauerunt quam recte sapuerint non con­temnendo ueraeissimum praeceptorem et thesauri sui ftdelissimum inuíctissimumque custodem. Nam si multi gauisi sunt ibi se ha­buisse diuitias suas, quo contigit ut hostis non accederet : quanto certius et securius gaudere potuerunt, qui monitu Dei sui iHuc 10

migrauerunt, quo accedere omnino non posset! Vnde Paulinus noster, Nolensis episcop~s , ex opulentissimo diuite uoluntate pauperrimus et copiosissime sanctus, quando et ipsam Nolam barbarí uastauerunt, cum ab eis teneretur, sic in corde suo, ut ab eo postea cognouimus, precabatur: .Domine, non excrucier prop- 15

ter aurum et argentum; ubi enim sint omnia mea tu seis •. Ibi enim habebat omnia sua, ubi eum condere et thesaurizare iHe

8 monstrauerat, qui haec mala mundo uentura praedixerat. Ac per hoc qui Domino suo monenti oboedierant, ubi et quo modo thesaurizare deberent, nec ipsas terrenas diuitias barbarís incur- 20

santibus amiserunt. Quos autem non oboedisse paenituit, quid de talibus rebus faeiendum esset, si non praecedente sapientia, certe consequente experientia didicerunt.

At enim quidam boni etiam Christiani tormentis excruciati sunt, ut bona sua hostibus proderent. mi uero nec prodere nec 25

perdere potuerunt bonum, quo ipsi boni erant. Si autem torqueri

1 Nolite - 5 tuum: Matth . 6. 19·21

2 rublgo] erugo el • 3 thesaurum CAFabdBfJ : thesauros Keelpq • 18 mons· trauerat CAp: monuerat rell. ed. pro ed. Arg.

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10,6·10 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

case el enemigo; ¡con cuánta mayor firmeza y seguridad pudieron regocijarse quienes, por aviso de su Dios , emigraron a un país

adonde no se pudo acercar en absoluto! Y así fué cómo nuestro 7

caro Paulino, obispo de Nola, que, de rico caudalosísimo, por su propio querer se hizo paupérrimo, si bien copiosísimo de santidad,

cuando los bárbaros asolaron la misma ciudad de Nola, estando en poder de ellos, en el retiro de su corazón así rogaba, como

posteriormente lo supimos de él mismo: . No sufra yo, Señor, toro

mento por el oro ni la plata; dónde está toda mi hacienda, Tú lo sabes >. Pues su hacienda toda teníala allí donde Aquél que había

anunciado que estos males vendrían al mundo le indicara que lo

escondiese y atesorizase. Y por esto aconteció que quienes obede- 8

cíeron los avisos de su Señor en lo to'cante al lugar y al modo có­mo debían atesorar, no perdieron en la incursión de los bárbaros

ni sus mismas riquezas de la tierra . Aquellos a quienes pesó de no haber obedecido aprendieron, ya que no con sabiduría prece­

dente , sino, muy a su costa, por consiguiente experiencia, lo que les cumplía haber hecho con tales bienes.

Pero la realidad es que algunos buenos, cristianos por más 9

señas, fueron puestos a tormento porque manifestasen sus bienes al enemigo. Éstos, con todo, no pudieron manifestar ni perder el bien por el cual ellos eran buenos, y si prefirieron ser atormenta­dos a manifestar la manmona de la iniquidad, no eran buenos. Amonestárseles debía a quienes tanto padecían por el oro cuanto se debía padecer por Cristo , para que aprendiesen a amar con mayor razón a Aquél que a quienes por Él habían padecido enri­quecía con la eterna bienaventuranza; y no el oro ni la plata, pues el padecer por ellos constituyó la miseria mayor, ora los ocultasen mintiendo, ora lo manifestasen diciendo la verdad. En medio de 10

los tormentos, nadie , confesando, perdió a Cristo; nadie, sino ne-

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LIB. 1 DE CIVITATE DEI 10,9 ·11, 1

quam mammona iniquitatis prodere maluerunt, boni non erant. Admonendi autem fuerant, qui tanta patiebantur pro auro, quanta essent sustinenda pro Christo, ut eum potius diligere discerent, qui pro se passos aeterna felicitate ditaret, non aurum et argentum pro quo pati miserrimum fUit, seu mentiendo occultaretur, seu 5

10 uerum dicendo proderetur. Namque inter tormenta nemo Chris­tum contltendo amisit, nemo aurum nisi negando seruauit: Quo­circa utiliora erant fortasse tormenta, quae bonum incorruptibile amandum docebant, quam illa bona, quae sine ullo utili fructu dominos sui amore torquebant. 10

11 Sed quidam etiam non habentes quod proderent, dum non creduntur, torti sunt. Et hi forte habere cupiebant nec sancta uoluntate pauperes erant; quibus demostrandum fuit non faculta­tes, sed ipsas cupiditates talibus dignas esse cruciatibus. Si uero uitae melioris proposito reconditum aurum argentumque non ha- 15

bebant, nescio quidem utrum cuiquam talium aCciderit, ut dum habere creditur torqueretur; uerum tamen etiamsi aCcidit, profecto, qui inter illa tormenta paupertatem sanctam contltebatur, Christum contltebatur. Quapropter etsi non meruit ab hostibus credi non potuit tamen sanctae paupertatis confessor sine caelesti mercede 20

torqueri. 12 Multos, inquiunt, etiam Christianos fames diuturna uastauit.

Hoc quoque in usus suos boni tldeles pie tolerando uerterunt. Quos enim fames necauit, malis uitae huius, sicut corporis mor­bus, eripuit: quos autem non necauit, docuit parcius uiuere, 25

docuit productius ieiunare.

11 Sed enim multi etiam Christiani interfecti sunt, multi multa-rum mortium foeda uarietate consumpti. Hoc si aegre ferendum

12 Ee hl] ee hll en 1m 1 • 22 post muleos inqul desinit 1

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10,10-11,1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. I

gando, salvó el oro. Por lo cual, acaso reportaban mayor provecho

los tormentos, que enseñaban cuál era el bien incorruptible que se debía amar, que aquellos bienes cuyo amor era un torcedor

para sus dueños, sin ningún fruto aprovechable .

y aun hubo quienes, no teniendo cosa que manifestar, como 11

no se les creyó, fueron atormentados . Y por ventura éstos desea­

ban poseer y no eran pobres con voluntad santa; y se les hubo de demostrar que no era la hacienda, sino la codicia de la hacienda,

la que merecía tales tormentos . Pero si no tenían escondidos ni oro ni plata con propósito de vida mejor, yo no sé a punto fijo

si a alguno de ellos le aconteció que se le atormentase creyendo que lo tenía; no obstante , si ello ocurrió en hecho de verdad, es

cosa segura que quien en aquellos tormentos confesaba la santa

pobreza, a Cristo confesaba. Por ende , aun cuando no mereció ser

creído de los enemigos, con todo no pudo él, confesor de la santa pobreza, ser atormentado sin correlativo premio y remuneración del cielo.

Dícese también que el hambre tan prolija acabó con muchos 12

cristianos. También esta calamidad, sufrida con piadosa resigna­

ción, trocáronla los buenos fieles en provecho propio. A quienes mató el hambre , como cualquier otra enfermedad corporal, librólos de los males de esta vida; y a los que no mató , enseñólos a vivir más parcamente; enseñóles a ayunar más largamente .

Pero también fueron muchos los cristianos pasados a cuchillo; 11 muchos los que fenecieron de numerosas y feas variedades de muerte . Si esto ha de llevarse con pesadumbre, sé pase que ello es gaje común a todos los que a la presente vida fueron engendrados. Yo sé no más que no fué muerto nadie que en su día no hubiese de morir. El fin de la vida, así a la vida larga como a la vida bre-

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LIB. 1 DE CIVITATE DEI 11,1·12,1

est, omnibus, qui in hanc uitam procreati sunt, utique comune esto Hoc scio, neminem fuisse mortuum, qui non fuerat aliquando moriturus. Finis autem uitae tam longam quam breuem uitam hoc idem facit. Neque enim aliud melius et aliud deterius, aut aliud maius et aliud breuius est, quod iam pariter non esto Quid autem 5

interest, quo mortis genere uita ista flniatur, quando dle, cui flni­tur, iterum morí non cogítur? Cum autem unícuique mortalium sub cottidianis uitae huius casibus innumerabiles mortes quodam modo comminentur, quamdiu incertum est quaenam earum uen­tura sit: quaero utrum satius sit unam perpeti moriendo an omnes 10

timere uiuendo. Nec ignoro quam citius eligatur diu uiuere sub timore tot mortium quam semel moriendo nuHam deinceps formi­dare. Sed aliud est quod carnis sensus inflrmiter pauidus refugit,

3 aliud quod mentis ratio diligenter enucleata conuincit. Mala mors putanda non est, quam bona uita praecesserit. Neque enim facit 15

malam mortem, nisi quod sequitur mortem. Non itaque multum curandum est eis, qui necessario morituri sunt, quid accidat ut moriantur, sed moriendo quo ire cogantur. Cum igitur Christiani nouerint longe meliorem fuisse religiosi pauperis mortem inter ligentium canum linguas quam inpii diuitis in purpura et bysso, 20

horrenda iHa genera mortium quid mortuis obfuerunt, qui bene uixerunt?

12 At enim in tanta strage cadauerum nec sepeliri potuerunt. Neque istuc pia fldes nimium reformidat, tenens praedictum nec

20 purpura et bysso: Luc. 6, 19 • 23 At - 15 (p. 34) sentire: haec yerba AVGVSTINVS In libello suo, qul inscribltur .De cura pro mortuis gerenda. (ed. Zycha, CSEL 41 cap. 4·5, pago 625, 5·629, 14), Ipse excerpsit

11 2 esto Hoc sclo] est hoc. scio CA 12 24 iscuc CA'F'¡;¡d'B' : istic F' ista B' istud reU

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ll, 1·12, 1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. [

ve, las iguala y hace que sean una misma cosa. Ni un extremo es

mejor ni otro es peor, ni otro es más largo ni otro es más breve de aquello que por un igual ya no es . ¿Qué importancia tiene el

linaje de muerte con que esta vida se acaba, si aquel para quien se acaba, no se ve forzado a morir otra vez? Y siendo así que a cada uno de los mortales le amagan, en los cotidianos azares de esta vida, a manera de decir muertes sin cuento, y en todo el dis­

curso de su vida está incierto cuál de ellas le ha de sobrevenir; yo pregunto si no será mejor sufrir una, muriendo, que no temerlas

todas, viviendo. Yo no ignoro cuánto más fácilmente se opta por vivir largos años bajo el temor de tantas muertes, que muriendo

de una, no temer en lo venidero ninguna. Pero una cosa es lo que

el sentido de la carne, flaco como es, cobardemente rehusa, y otra

lo que la razón del espíritu bien templada y examinada convence.

No se debe tener por mala muerte, aquella a la que precedió una buena vida, porque no hace mala a la muerte, sino lo que sigue a la muerte. Así que no deben curar mucho los que necesariamente

han de morir, de qué" accidente morirán, sino del paradero adonde la muerte los empujará. Y como sea que los cristianos conocen

harto bien que fué incomparablemente mejor la muerte de aquel religioso y pobre mendigo, muerto entre las lenguas de los perros que lo lamían, que la de aquel impío rico que murió en la púrpu­ra y la holanda, ¿qué daño causaron aquellos horrendos géneros de muertes a los muertos que vivieron bien?

Pero el caso fué que en tanta riza y estrago de cuerpos muer· 12 tos, no hubo lugar de sepultarlos. Tampoco esto lo teme en demasía la fe de los fieles, por el tenaz recuerdo que guardan de lo que antes les fué dicho, a saber, que ni las bestias que los devo­ran y consumen dañarán a los cuerpos que han de resucitar,

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LIB. 1 DE CIVIT ATE DEl 12,1-3

absumentes bestias resurrecturis corporibus obfuturas, quorum capillus capitis non peribit. Nullo modo diceret ueritas: «N o lit e timere eos, qui corpus occidunt, animam autem non p o s s u n t oc cid e re», si quicquam obesset futurae uitae, quid­quid inimici de corporibus occisorum facere uoluissent. Nisi forte 5

quispiam sic absurdus est, ut contendat eos, qui corpus occidunt, non debere timeri ante mortem, ne corpus oCcidant, et timeri debere post mortem, ne corpus occisum sepeliri non sinant. Falsum est ergo quod ait [Christus] : «Qui corpus occidunt, et postea non habent quid faciant., si habent tanta, 10

quae de cadaueribus faciant. Absit, ut falsum sit quod ueritas dixit. Dictum est enim aliquid eos facere cum oCcidunt, quia in corpore sensus est occidendo; postea uero nihil habere quod faciant, quia nullus sensus est in corpore occiso. Multa itaque corpora Christianorum terra non texit, sed nullum eorum quis- 15

quam a caelo et terra separauit, quam totam inplet praesentia sUi, qui nouit unde resuscitet quod creauit. Dicitur quidem in psalmo : «P o S u e r u n t m o r tal i a s e r u o r u m t u o r u m e s c a m uolatilibus caeli , carnes sactorum tuorum bestiís terrae; effuderunt sanguinem eorum sicutaquam inlO c i r c Ll i t Ll H i e r u s a 1 e m , e t non e r a t q u i s e p e 1 i re t • , sed magis ad exaggerandam crudelitatem eorum, qui ista fecerunt, non ad eorum infelicitatem, qui ista perpessi sunt. Quamuis enim

2 capillus - 2 peribit: Luc. 21, 18; Act. 27, 34 • 2 Nolite - 4 occidere: Matth. 10, 28 • 9 Qui - 10 faciant: Luc. 12, 4 18 Posuerunt - 21 sepeliret: Psal. 78, 2·3

9 om. C' A1K l fibdepq ed .Arg. et, semndum eoddiees meliores, AVG. Curo pro mort. ger., seel. Hoffm. exhibent C2A'K'FeB ed.pr . • 10 quid CA'eBfiabdepq AVG. Curo : quod A'KF Domb.'" • 12 occidunt) occidendi CB' • 18 escam A'KBfia ed.pr. ed.Arg. Domb. ef. AVG. Cllr. : esca \ S / C escas A'K'Febp Hoffm. cf. D. de Bruyne, ú s eita tions bibliques dans le De civitate Dei, Rcvue Bibliqlle. XLI ('32) 554

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12,1·4 LA CIUDAD DE DIOS LIB. r

de cuya cabeza no se perderá ni un solo cabello. No siendo así. de ningún modo dijera la Verdad: . No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden mataros el alma', si en algo hubiere de perjudicarles para la otra vida todo lo que los enemigos hubiesen querido hacer de los cuerpos de los muertos . Si no es que por 2

ventura exista alguno tan privado de razón que porfíe en sostener que a los que matan el cuerpo, no los debemos temer antes de la muerte porque no maten el cuerpo, y que los debemos temer después porque no estorben la sepultura del cadáver. Luego falso es lo que dice [Cristo] : .Que matan el cuerpo y luego ya no les queda cosa por hacer>, siendo así que les quedan tantas cosas que hacer con los cadáveres. No quiera el cielo que para nosotros sea falso lo que

dijo la Verdad. Díjose que estos tales hacen algo cuando matan, porque hay sentido en el cuerpo que van a matar, pero que después no tienen cosa que hacer porque no hay ningún sentido en el cuerpo muerto . A muchos cuerpos de cristianos no los cubrió la tierra, pero nadie separó a ninguno del cielo y de la tierra; llenándola toda con su presencia Aquél que sabe de donde ha de resucitar lo que creó. Dícese en el Salmo: ' Ofrecieron los des· pojos mortales de tus siervos por cebo de las aves del cielo; las carnes de tus Santos, a las bestias de la tierra . Derramaron su sangre como agua en los alrededores de Jerusalén y no había quien los enterrase'. Pero ello se dijo más para encarecer la cruel­dad de quienes lo hicieron, pero no la infelicidad de quienes lo padecieron. Porque aunque estas cosas , en los ojos de los hombres, parezcan duras y crueles, empero . preciosa en el acatamiento del Señor, es la muerte de sus Santos ». Por ende, todas estas cosas, 4·

[a saber], cuidar del entierro, la condición de la sepultura, la pom-pa de las exequias, más son consuelo de vivos que sufragio de muertos. Si algún provecho reporta al impío la sepultura preciosa,

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LIB. I DE CIVITATE DEI 12,3 ·13, 1

haec in conspectu hominum dura et dira uideantur, sed • p re· tiosa in conspectu Domini mors sanctorum eius> .

-4 Proinde ista omnia, [id est] curatio funeris, conditio sepulturae, pompa exequiarum, magis sunt uiuorum solacia quam subsidia mortuorum. Si aliquid prodest inpio sepultura pretiosa, oberit pio 5

udis aut nulla . Praeclaras exequias in conspectu hominum exhibuit purpurato illi diuiti turba famulorum, sed multo clariores in conspectu Domini ulceroso illi pauperi ministerium praebuit ange· lorum, qui eum non extulerunt in marmoreum tumulum, sed in Abrahae gremium sustulerunt. 10

Rident haec die contra quos defendendam suscepimus ciuita­tem Dei. Verum tamen sepulturae curam etiam eorum philosophi contempserunt. Et saepe uniuersi exercitus, dum pro terrena patria morerentur, ubi postea iacerent uel quibus bestiís esca flerent, non curarunt, licuitque de hac re poetis plausibiliter dicere : 15

caelo eegleur. qul non habee urnam .

Quanto minus debent de corporibus insepultis insultare Christia­nis, quibus et ipsius carnis membrorumque omnium reformatio non solum ex terra, uerum etiam ex aliorum elementorum secretis­simo sinu, quo dilapsa cadauera recesserunt, in temporis puncto 20

reddenda et redintegranda promittitur.

13 Nec ideo tamen contemnenda et abicienda sunt corpora de-functorum maximeque iustorum atque fldelium, quibus tamquam

1 pret10sa - 2 elus: PsaL 115, 15 • 10 In - 10 suseulerunc: Luc. 16, 22 • 16 caelo - 16 urna m: LVCAN. 7, 819 • 20 In - 21 promlttleur: Ioann . 5, 25 et 28; Corlnth. I. 15, 52

3 am. CA' p seel. Ha!!",. 6 exhlbult] am. A'K' b' (3 ed. Arg . • 20 recesserunt] recesserant C

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12,4 ·13, 1 LA CIUDAD DE DIOS LIB . 1

dañará al bueno la hoya vil o su total carencia. Lucidos y plausi­bles funerales a vista de los hombres organizó a aquel rico que vestía púrpura la muchedumbre y tropel de sus criados; pero muy más gloriosos a la presencia de Dios los aderezó a aquel pobre ga­fo cubierto de úlceras el ministerio de los ángeles, que no le enterraron en ningún sarcófago de mármoL sino que lo tomaron y lo depositaron en el seno de Abraham.

Ríense de esto aquellos contra quienes asumimos la defensa de la Ciudad de Dios. Pero es e! caso que también sus filósofos1

desdeñaron el cuidado de la sepultura. Y hartas veces aconteció que ejércitos enteros , en muriendo por la patria terrena, no curaron de! lugar donde quedarían echados o de qué bestias serían comidos; y pudieron sobre esto los poetas decir con donaire y aplauso:

Cobija el cielo a quien no tiene losa.'

¡Cuánto menos deben zaherir a los cristianos acerca de los cuerpos insepultos, a quienes está prometida la reformación de la misma carne y de todos los miembros, no sólo de las entrañas de la tierra, sino también del más secreto seno de los otros elementos en que, deshechos, se convirtieron los cadáveres, y devolvérselos en un instante de! tiempo y reintegrárselos con harta mejoría!

No por esto , empero, deben ser menospreciados y tirados los 13 cuerpos de los difuntos, especialmente los de los justos y fieles de quienes se sirvió e! Espíritu Santo como de órganos y de vasos

1 Verbigracia, Dlógenes Cínico, Anaxágoras , etc . Véase también Séneca, De la tranquilidad del alma, cap. 14, y la carta a Lucilio 92.

• Este verso es de Lucano, en el libro séptimo de la Farsalla , refiriéndose a unos cadáveres cuya cremación e inhumacIón prohibió César.

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LIB. 1 DE CIVIT A TE DEI 13,1-3

organis et uasis ad omnia bona opera sancte usus est Spiritus. Si enim paterna uestis et anulus, ac si quid huius modi, tanto carius est posteris, quanto erga parentes maior adfectus: nullo modo ipsa spernenda sunt corpora , quae utique multo familiarius atque coniunctius quam quaelibet indumenta gestamus. Haec 5

enim non ad ornamentum uel adiutorium, quod adhibetur extrin­secus, sed ad ipsam naturam hominis pertinent. Vnde et anti­quorum iustorum funera officiosa pietate curata sunt et exequiae celebratae et sepultura prouisa, ipsique cum uiuerent de sepeliendis uel etiam transferendis suis corporibus filiis mandauerunt, et T obis 10

sepeliendo mortuos Deum promeruisse teste angelo commendatur. Ipse quoque Dominus die tertio resurrecturus religiosae mulieris bonum opus praedicat praedicandumque commendat, quod un­guentum pretiosum super membra eius effuderit atque hoc ad eum sepeliendum fecerit . Et laudabiliter commemorantur in euan- 15

gelio qui corpus eius de cruce acceptum diligenter atque honorifice tegendum sepeliendumque curarunt. Verum istae auctoritates non hoc admonent, quod insit ulllls cadaueribus sensus, sed ad Dei prouidentiam, cui placent etiam talia pietatis o ffici a , corpora quo­que mortuorum pertinere significant propter fidem resurrectionis 2C

astruendam. Vbi et illud salubriter discitur, quanta possit esse remuneratio pro elemosynis, quas uiuentiblls et sentientibus exhibemus, si neque hoc apud Deum perit, quod exanimis homi-

10 Tobis - 11 commendatur: Tob. 12, 12 • 12 ¡pse - 15 fecer it: Matth_ 26, 10-13 • 15 Et - 17 curarunt: Ioann. 19,38-42

13 1 sancte eAKFbfl cf. A VG. eur. : sanctus eBadepq • 7 ... secus sed hinc incipit A • 9 ¡psique] ¡psi quoque p • cum AeAFflp : dum rell. • 10 er Tobis A' K (cf. A VG. eur.) Kalb : et obis e ettobi \ a / s e ettobi Afl et T obi Wey_ et Tobias FeB Hoffm.

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13,1-4 LA CIUDAD DE DIOS LIB . [

para todas las obras buenas. Porque si el vestido que fué del

padre o el anillo o cualesquiera otros efectos de su uso personal, son tanto más apreciados de los hijos cuanto mayor es el afecto

que sienten para con sus padres; en ninguna manera se deben menospreciar los propios cuerpos que llevamos con mucha mayor

familiaridad e intimidad más estrecha que cualesquiera otras ves­

tiduras . No son cosas que nos sirvan ,para nuestro adorno, o abri­go que nos aplicamos exteriormente , sino que atañen a la misma

naturaleza del hombre. Por esto, con oficiosa piedad se tuvo cuida­

do de los entierros de los antiguos justos y celebráronse exequias

y proveyéronse sepulcros; y aun ellos mismos en vida encargaron a sus hijos el modo cómo debían sepultar o trasladar sus cuerpos .

Nada menos que por testimonio de un ángel es recomendado Tobías, que, con enterrar muertos, hizo grandes méritos delante de Dios. Y el mismo Señor, que al tercero día había de resucitar,

celebró la buena obra de la religiosa mujer, y recomienda que sea celebrada, porque derramó encima de Él ungüento precioso y lo

aderezó para la sepultura. Y son honoríficamente mencionados en el Evangelio los que bajaron su cuerpo de la cruz y cuidaron con diligencia y reverencia de amortajarlo y enterrarlo. Con todo, estas autoridades no enseñan que en los cadáveres resida algún sentido , sino que quieren significarnos que los cadáveres mismos son cosas que también están bajo la providencia de Dios , a quien complacen semejantes oficios de piedad para robustecer la fe en la resurrec­ción. Donde asimismo se aprende para nuestra salud cuán grande pueda ser el premio y remuneracion de las limosnas que hacemos a los que viven y sienten, si en el acatamiento de Dios no se pierde el oficio y diligencia que consagramos a los exánimes miembros humanos . También hay otras cosas que los santos Pa­triarcas ordenaron en materia de enterrar o trasladar sus cuerpos ,

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LIB. I DE CIVITATE DEI 13,3 -14, 2

num membris offlcii diligentiaeque persoluitur. Sunt quidem et alia, quae sancti patriarchae de corporibus suis uel condendis uel transferendis prophetico spiritu dicta intellegi uoluerunt; non autem hic locus est, ut ea pertractemus, cum suf[¡ciant ista, quae diximus. Sed si ea, quae sustentandis uiuentibus sunt necessaria, s sicut uictus et amictus, quamuis cum graui adflictione desint, non frangunt in bonis perferendi tolerandique uirtutem nec eradicant ex animo pietatem, sed exercitatam faciunt fecundiorem: quanto magis, cum desunt ea, quae curandis funeribus condendisque coro poribus defunctorum adhiberi solent, non efflciunt miseros in 10

occultis piorum sedibus iam quietos! Ac per hoc quando ista ca· daueribus Christianorum in illa magnae urbis uel etiam aliorum oppidorum uastatione defuerunt, nec uiuorum culpa est, qui non potuerunt ista praebere, nec poena mortuorum, qui non possunt ista sentire. E

14 Sed multi, inquiunt, Christiani etiam captiui ducti sunt. Hoc sane miserrimum est, si aliquo duci potuerunt, ubi Deum suum non inuenerunt. Sunt in scripturis sanctis huius etiam cladis magna solacia. Fuerunt in captiuitate tres pueri, fuit Danihel, fuerunt alii prophetae; nec Deus defuit consolator. Sic ergo non 20

deseruit fldeles suos sub dominatione gentis, licet barbarae, tamen humanae, qui prophetam non deseruit nec in uisceribus beluae. Haec quoque ill¡, cum quibus agimus, malunt inridere quam cre·

1 Sunt - 3 uoluerunt: Gen. 49, 29; 50, 25 • 19 Fuerunt - 19 Danihel: Dan. 1, 6 • 22 qui - 22 beluae: Ion. 2, 1

9 desunt] deslnt AA> 14 19 fuit hine ineipit L • Danihel eodd. p/erique ef. Ka/h , JI p. XXI n. : Da··

niel edd. • 21 deseruit] deserit L'AA

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13,4·14,2 LA CIUDAD DE DIOS LIB. I

y quisieron que se entendiesen como dichas con espíritu profético. No es este el lugar indicado para tratar más de propósito este punto; porque ya hay bastante con lo que llevamos dicho. Si las 5 cosas que son necesarias para sustentar nuestras vidas, verbigra. cia la comida y el vestido, aunque nos falten con harto grave aflic· ción, no quebrantan en los buenos la virtud del sufrimiento y la tolerancia ni desarraigan del pecho la piedad, sino que ejercitán­dola la alientan y la hacen más fecunda, ¡cuánto más, cuando fal­tan aquellos elementos que suelen aplicarse al cuidado de los en­tierros y sepulturas de los difuntos, no harán miserables a los que gozan ya de quietud en las secretas moradas de los justos! y así, cuando en el saco de Roma y de otras ciudades faltó esa pía atención a los cadáveres de los cristianos, ni fué culpa de los vi­vos, que no pudieron hacerlo , ni pena de los muertos, que no pudieron sentirlo.

Dícese aún: Pero también muchos cristianos fueron conduci- 14 dos en cautividad . Suma y compendio de todas las miserias es haber podido ser conducidos a un lugar donde no hallaron a su Dios. Pero también de esta inmensa calamidad existen proporcio­nados consuelos en las Sagradas Escrituras. En cautiverio estuvie-ron los tres Mancebos; estuvo Daniel; otros profetas estuvieron, y no les faltó Dios consolador. Así que no desamparó a sus fieles bajo el poder de la gentilidad, aunque bárbara pero humana, Aquél que tampoco desamparó a su profeta ni aun en el vientre de la bestia marina. Pero de esto , aquellos con quienes nos las habemos, más quieren burlarse que creerlo. Y no obstante , estos tales, en sus escritos , creen que Arión de Metimna 1

, primorosísimo tañedor

1 Metimna, localidad de la isla de Lesbos. Por primera vez aparece esta linda fábula en Herodoto, en el libro primero de sus Historias. Ovldlo la remozó en sus Fastos, y Plin lo Segundo en el libro nono de su Historia Natural .

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LIB. 1 DE CIVITATE DEI 14,2 ·15, 4

dere, qui tamen [in] suis litteris credunt Arionem Methymnaeum, nobilissimum citharistam, cum esset deiectus e naui, exceptum delphini dorso et ad terras esse peruectum. Verum illud nostrum de lona propheta incredibilius esto Plane incredibilius quia mirabi­lius, et mirabilius quia potentius.

15 Habent tamen isti de captiuitate religionis causa etiam sponte role randa et in suis praedaris uiris nobilissimum exemplum. M. Regulus, imperator populi Romani, captiuus apud Carthagi­nienses fuit . Qui cum sibi mallent a Romanis suos reddi quam eorum tenere captiuos, ad hoc inpetrandum etiam istum praecipue 10

Regulum cum legatis suis Romam miserunt, prius iuratione con­strictum, si quod uolebant minime peregisset, rediturum es se Car­thaginem. Perrexit ille atque in sena tu contraria persuasit, quoniam non arbitrabatur utile esse Romanae rei publicae mutare captiuos. Nec post hanc persuasionem a suis ad hostes redire conpulsus 15

est, sed quia iurauerat, id sponte conpleuit. At illi eum excogita­tis atque horrendis cruciatibus necauerunt. Indusum quippe an­gusto ligno, ubi stare cogeretur, dauisque acutissimis undique contlxo, ut se in nullam eius partem sine poenis atrocissimis indi-

3 naret, etiam uigilando peremerunt. Merito certe laudant uirtutem 20

tam magna infelicitate maiorem. Et per deos ille iurauerat, quorum cultu prohibito has generi humano dades isti opinantur infligí. Qui ergo propterea colebantur, ut istam uitam prosperam redde­rent, si uerum iuranti has inrogari poenas seu uoluerunt seu per­miserunt, quid periuro grauius irati facere potuerunt? Sed cur non 25

1 Arionem - 3 peruectum: OVlD. fasto 2, 113; GELL. 16, 19

1 am. LAA 15 12 esse] fuisse LAA • 25 quid] sed quid e . Sed] am. e

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14,2 ·15, 3 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

de cítara, como fuese arrojado de un navío, lo recibió en sus lomos un delfín y le sacó a la playa. Pero dirán que aquel prodigio que los nuestros cuentan del profeta Jonás, es más increíble. En hecho de verdad es más increíble, porque es más admirable, y más admi­rable, porque revela un poder mayor.

Tienen con todo los paganos un nobilísimo ejemplo de cómo 15 se debe soportar el cautiverio, aun voluntariamente admitido por causa de religión, en uno de sus varones más preclaros. Marco Atilio Régulo l

, caudillo del pueblo romano, fué prisionero de los cartagineses, quienes, como querían más que los Romanos les de­volviesen los prisioneros propios que ellos tenían, que retener ellos los suyos, por tratar de conseguirlo enviaron a Roma a este Régulo al frente de una embajada, obligándole primero con jura· mento que, si no se concertaba el canje proyectado, había de vol­ver a Cartago. Marchó él y en el Senado persuadió todo lo contra­rio, porque fué de parecer que no le estaba a cuenta a la república romana el trueque de prisioneros. Ni después de haberles persua­dido esto, ninguno le compelió que de en medio de los suyos se volviese a poder de sus enemigos, sino que, porque lo había jura-do, voluntariamente lo cumpliÓ. Pero los cartagineses, con delibe· radas y horrendas torturas, le quitaron la vida. Porque metiéronlo en un estrecho madero donde no podía estar sino de pie, tachona· do por todas partes de clavos agudísimos, de modo que no podía ladearse en ningún sentido sin que se lastimara atrocísimamente , y aun acabaron con él a fuerza de vigilias. Merecidamente, es cierto, ponderan una virtud tan superior a tamaña infelicidad. Y eso que juró él por aquellos dioses , por la prohibición de cuyo

I En la primera Guerra Púnica, creado Cónsul con L Manlio Volsón, fué el primero de los caudillos romanos que desembarcó en Africa al frente de un ejército; cuéntanlo Apiano, Polibio y otros muchos historiadores .

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10 - La Ciudad de Dios . Vol. L

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LIB. I DE CIVITATE DEI 15,3-7

ratiocinationem meam potius ad utrumque concludam? Deos cerre ille sic coluit, ut propter iuris iurandi fldem nec maneret in patria, nec inde quolibet ire, sed ad suos acerrimos inimicos redire mini­me dubitaret. Hoc si huic uitae utile existimabat, cuius tam hor­rendum exitum meruit, procul dubio fallebatur. Suo quippe docuit 5

exemplo nihil deos ad istam temporalem felicitatem suis prodesse cultoribus, quando quidem ille eorum deditus cultui et uictus et captiuus abductus et, quia noluit aliter quam per eos iurauerat facere, nouo ac prius inaudito nimiumque horribili supplicii gene-re cruciatus extinctus esto Si autem deorum cultus post hanc uitam 10

uelut mercedem reddit felicitatem , cur calumniantur temporibus Christianis, ideo dicentes V rbi accidisse illam calamitatem, quia deos su os colere destitit, cum potuerit etiam illos diligentissime colens tam infelix Heri, quam ille Regulus fuit? Nisi forte contra clarissimam ueritatem tanta quisquam dementia mirae caecitatis 15

obnititur, ut contendere audeat uniuersam ciuitatem deos colen­tem infelicem esse non posse, unum uero hominem posse, quod uidelicet potentia deorum suorum multos potius sit idonea con­seruare quam singulos, cum multitudo constet ex singulis .

7 Si autem dicunt M. Regulum etiam in illa captiuitate illisque 20

cruciatibus corporis animi uirtute beatum esse potuisse, uirtus potius uera quaeratur, qua beata esse possit et ciuitas. Neque enim aliunde beata ciuitas, aliunde homo, cum aliud ciuitas non sit quam concors hominum multitudo. Quam ob rem nondum in­terim disputo, qualis in Regulo uirtus fuerit; sufflcit nunc, quod E

isto nobilissimo exemplo coguntur fateri non propter corporis bona uel earum rerum, quae extrinsecus homini accidunt, colen­dos deos, quando quidem ille carere his omnibus maluit qua m

11 redditJ reddet AK redd¡dit L1 F - 15 quisquam] quisque L' AAB

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15,3-7 LA CIUDAD DE DIOS L1B_ 1

culto opinan los paganos que al linaje humano se le infligen las actuales calamidades_ Estos dioses, si eran adorados sin miras más altas que las de que les prosperasen en esta vida, y quisieron o permitieron que al que había jurado verdad se le irrogaran tales penalidades, ¿qué suplicio más grave pudieran infligir a un perjuro con quien estuviesen severamente enojados? ¿Por qué con este mi raciocicinio no concluiré convenciendo de lo uno y de lo otro? Es averiguada verdad que Régulo rindió culto tan sincero a los 4

dioses, que, por guardar la fe del juramento, ni se quedó en su patria ni de allí se fué adondequiera, antes no vaciló un punto en volver a sus acérrimos enemigos_ Si pensó que este paso le impor­taba para esta vida cuyo tan horroroso epílogo mereció, engañába­se, sin duda_ Con su ejemplo nos enseñó que los dioses no servían en ningún modo para proporcionar a sus adoradores la felicidad temporal, puesto caso que él, entregado a su culto, fué llevado de su patria vencido y prisionero_ Y como no quiso proceder de otra manera de la que había jurado por ellos, murió atormentado con un nuevo y nunca oído y demasiado horripilante linaje de suplicio_

Mas si el culto de los dioses, después de esta vida, da la felicidad como premio, ¿por qué calumnian estos tiempos cristia­nos diciendo que le vino a Roma la calamidad consabida porque desistió de dar culto a sus dioses, siendo así que, aun venerándo­los con la más diligente reverencia, hubiera podido ser tan infeliz como Régulo lo fué? Si ya no es que por ventura alguno contra 6-

una verdad evidentísima se obstina en tal demencia y ceguera que ose sostener que toda una ciudad que a los dioses reverencie no puede ser desventurada, pero que puede serlo un hombre solo, porque el poder de sus dioses es más idóneo para conservar las co­lectividades que las individualidades, siendo así que la masa se compone de individuos_ Y si dicen que Marco Régulo, en aquel 7

su cautiverio y sus tormentos físicos, pudo con la reciedumbre de su ánimo ser dichoso, búsquese, con mejor seso, la verdadera vir-

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LIB. I DE CIVITATE DEI 15,7 - 16, 2

deos per quos iurauit offendere_ Sed quid faciamus hominibus, qui gloriantur se talem habuisse ciuem, qualem timent habere ciuitatem? Quod si non timent, tale ergo aliquid, quale accidit Re­gulo, etiam ciuitati tam diligenter quam ille deos colenti accidere potuisse fateantur et Christiánis temporibus non calumnientur. 5

Verum quia de illis Christianis orta quaestio est, qui etiam capti­uati sunt, hoc intueantur et taceant, qui saluberrimae religioni hinc inpudenter atque inprudenter inludunt, quia, si dis eorum probro non fUit, quod adtentissimus cultor illorum, dum eis iuris iurandi fidem seruaret, patria caruit, cum aliam non haberet, 10

captiuusque apud hostes per longam mortem supplicio nouae cru­delitatis occisus est, multo minus nomen criminandum est Chris­tianum in captiuitate sacratorum suorum, qui supernam patriam ueraci fide expectantes etiam in suis sedibus peregrinos se esse nouerunt. 15

16 Magnum sane crimen se putant obicere Christianis, cum eorum exaggerantes captiuitatem addunt etiam stupra commissa, non solum in aliena matrimonia uirginesque nupturas, sed etiam in quasdam sanctimoniales. Hic uero non fides, non pietas, non ipsa uirtus, quae castitas dicitur, sed nostra potius disputatio inter 20

pudorem atque rationem quibusdam coartatur angustiís. Nec tan­tum hic curamus alienis responsionem reddere, quantum ipsis nostris consolationem. Sit igitur in primis positum atque firmatum uirtutem, qua recte uiuitur, ab animi sede membris corporis impe­rare sanctumque corpus usu fieri sanctae uoluntatis, qua inconcus- 25

sa ac stabili permanente, quid quid alius de corpore uel in corpore

14 in - 15 nouerunt: Petr. 1, 2, 11

16 21 coartatur) coartata e

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15,7 ·16, 1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

tud, con la que puede ser también dichosa la ciudad. No por un lado es dichosa la ciudad y por otro lado puede serlo el hombre, puesto que la ciudad no es otra cosa que la concertada multitud de hombres. Por esto, no disputo aun aquí que tal fué la entereza de Régulo . Basta ahora con que este ejemplo nobilísimo les obligue a confesar que los dioses no deben ser reverenciados por los bienes corporales o por las cosas que exteriormente al hombre se apegan, cuando Régulo prefirió carecer de todos ellos a ofender a los dioses por quienes juró. Pero ¿qué hacer con unos hombres que blasonan 8

de haber tenido un ciudadano tal, cual temen que sea la ciudad? y si no lo temen, confiesen que lo que a Régulo aconteció pudo haber acontecido a la ciudad que guardaba el culto de los dioses con tan diligente celo como él; y déjense en buen hora de calum­niar los tiempos cristianos. Pero porque la disputa comenzó sobre los cristianos que también fueron llevados en prisión y cautiverio, tomen nota de esto y callen los que, por esta incidencia, con im­prudencia y con impudor hacen mofa de nuestra religión salubé­rrima. Si para sus dioses no constituyó afrenta ni desdoro que el más observante y celoso de sus adoradores, por guardar la santi­dad del juramento, careció de patria, no teniendo otra, y cautivo de sus enemigos acabó tras prolija muerte y con inédito suplicio de crueldad, mucho menos debe ser incriminado el nombre cristiano por el cautiverio de sus santos, que, esperando con fe veraz la pa­tria soberana, aun en los mismos lugares donde se asentaban, se reconocieron peregrinos.

Piensan verdaderamente que denuestan grandemente a los 16 cristianos cuando, exagerando su cautividad, añaden que se come­tieron estupros, no sólo contra mujeres casadas y doncellas casade­ras, sino también contra determinadas personas consagradas a Dios. En este punto, no la fe, no la piedad, no la propia virtud

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LIB. 1 DE CIVITATE DEI 16,2 · 17,2

fecerit, quod sine peccato proprio non ualeat eUitari, praeter culpam esse patientis. Sed quia non solum quod ad dolorem, uerum etiam quod ad libidinem pertinet, in corpore alieno perpe­trari potest: quid quid tale factum fuerit, etsi retentam constantis­simo animo pudicitiam non excutit, tamen pudorem incutit ne 5

credatur factum cum mentís etíam uoluntate , quod heri fortasse sine carnis aliqua uoluptate non potuit.

17 Ac per hoc et quae se occiderunt, ne quicquam huius modi paterentur, quis humanus adfectus eis nolit ignosci? et quae se occidere noluerunt, ne suo facinore alienum flagitium deuitarent, 10

quisquis [eis] hoc crimini dederit, ipse crimen insipientiae non cauebit. Nam utique si non licet priuata potestate hominem occi­dere uel nocentem, cuius occidendi licentiam lex nulla concedit, profecto etiam qui se ipsum occidit homicida est, et tanto ht no­centíor, cum se occiderit, quando innocentior in ea causa fUit, 15

qua se occidendum putauit. Nam si ludae factum merito detesta­mur eumque ueritas iudicat, cum se laqueo suspendit, sceleratae illius traditionis auxisse potius quam expiasse commissum, quo­niam Dei misericordiam desperando exitiabiliter paenitens nullum sibi salubris paenitentiae locum reliquit: quanto magis a sua nece 20

se abstinere debet, qui tali supplicio quod in se puniat non haber! ludas enim cum se occidit, sceleratum hominem occidit, et tamen non solum Christi, uerum etiam suae mortis reus hniuit hanc

17 cum - 17 suspendit: Matth. 27, 5

17 11 om. LAA sed . Hoffm. • 11/12 crimen Insipientlae non cauebit LAAb'pfJ : crimen Inslplentlae non careblt K' Fb2 crimine Ins ipientlae non carebit K2(!aeqB • 16 51] om. A A' et fortasse L

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16,1 ·17,2 LA ClUDAD DE DIOS LIB. 1

que castidad se denomina, sino nuestro discurso es el que, coloca. do entre la vergüenza y la razón, se debate en angustiosas estre­checes. Y no curamos tanto aquí de dar respuesta a los extraños, ,cuanto de dar consuelo a los nuestros. Vaya, pues , por delante sentado y afirmado que la virtud con que se vive rectamente, des­de el alcázar del alma ejerce su imperio sobre los miembros del cuerpo, y que el cuerpo se hace santo mediante el uso de la santa voluntad, la cual permaneciendo intacta y estable, cualquiera cosa que hiciere del cuerpo o en el cuerpo, que no puede evitarse sin pecado propio , se hace sin culpa del paciente. Mas, como en ajeno cuerpo se pueden perpetrar actos que afectan no sólo al dolor, si· no también al placer, todo lo que de esto se hizo, aunque no ahu­yenta la honestidad que con constantísimo ánimo se retuvo, con todo impone vergüenza porque no se crea que se hizo también con consentimiento de la voluntad lo que quizá no se pudo hacer sin algún deleite de la carne.

También por este motivo , a aquellas mujeres que se infirie- 17 ron la muerte por substraerse a cualesquiera de estos baldones , ¿qué pecho humano habrá que les niegue el perdón? Y aquellas otras que no se quisieron suicidar por no evitar con un crimen personal la ajena bellaquería, quienquiera recrimine en ellas esa actitud, no se ahorrará la acusación de mentecatez. Porque, en realidad, si no es lícito matar con autoridad privada a un hombre aun cuando sea culpable, no existiendo ley alguna que les conce-da esta licencia, no cabe duda que el que a sí mismo se mata , es homicida, y se hace tanto más culpable de haberse matado , cuan-to menos culpa tuvo en la ocasión por la que quiso matarse. Si con toda razón detestamos el suicidio de Judas y la Verdad lo condena por haberse colgado de un lazo, pues antes acrecentó que no expió el pecado de su mala traición, porque, desesperando de la

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LIB . I DE CIVITATE DEI 17,2·18,3

uitam, quia licet propter suum scelus alio suo scelere occisus esto Cur autem horno, qui nihil mali fecit, sibi malefaciat et se ipsum interficiendo hominem intertlciat innocentem, ne alium patiatur nocentem, atque in se perpetret peccatum proprium, ne in eo perpetretur alienum?

18 At enim, ne uel aliena polluat libido, metuitur. Non polluet, si aliena erit; si autem polluet, aliena non erit. Sed cum pudicitia uirtus sit animi comitemque habeat fortitudinem, qua potius quaelibet mala tolerare quam malo consentire decernit, nullus autem magnanimus et pudicus in potestate habeat, quid de sua 10

carne fiat , sed tantum quid adnuat mente uel renuat: quis eadem sana mente putauerit perdere se pudicitiam, si forte in adprehensa et oppressa carne sua exerceatur et expleatur libido non sua? Si enim hoc modo pudicitia perit, profecto pudicitia uirtus animi non erit, nec pertinebit ad ea bona, quibus bene uiuitur, sed in 15

bonis corporis numerabitur, qualia sunt uires pulchritudo sana ualetudo, ac si quid huius modi est; quae bona, etiamsi minuantur, bonam iustamque uitam omnino non minuunt. Quod si tale aliquid est pudicitia, ut quid pro illa, ne amittatur, etiam [cum] periculo corporis laboratur? Si autem animi bonum est, etiam 20

oppresso corpore non amittitur. Quin etiam sanctae continentiae bonum cum inmunditiae carnalium concupiscentiarum non cedit, et ipsum corpus sanctificatur, et ideo , cum eis non cedere incon­cussa intentione persistit, nec de ipso corpore perit sanctitas, quia

2 nihil mall A ABH et fortasse L : nihil tale e mall nihil rell . codd.edd.

18 11 liat] Cadat C • 16/17 sana ualetudo LAAKFe ed.Arg. : saneualetudo C' ut uidetur , Hoffm. cf. ALL. l , 1884, 203 sane ualetudo e' sana Integra ualetudo Baq ed.pr . • 19 0m. LCe Hoffm .

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17,2·18,2 LA CIUDAD DE DIOS LIB . r

misericordia de Dios, mortal e imperdonablemente arrepentido, no dejó escape alguno para una penitencia reparadora : ¡cuánto más se debe abstener de matarse quien no tiene culpa que castigar en sí, con tal suplicio! Judas , cuando se mató, mató a un hombre malvado; y con todo acabó esta vida reo, no solamente de la muerte de Cristo , sino de la suya propia, porque, aunque se mató por un pecado suyo, hízolo con otro pecado suyo. ¿Y por qué un 3

hombre que no hizo mal alguno, ha de hacerse mal a sí mismo, y con matarse a sí mata a un inocente, por no sufrir la culpa de otro, y en su propia persona perpetra un crimen suyo porque en él no se perpetre uno ajeno?

Es que se recela , empero, que la lujuria ajena amancille . No 18 amancillará, si fuere ajena; y no será ajena , si amancillare. Pero siendo la honestidad una virtud del alma y teniendo por compa­ñera la fortaleza, gracias a la cual toma la determinación de arros· trar cualesquiera males antes que consentir en cualquier pecado, y como ninguna criatura humana, sea cual fuere su honestidad y su grandeza de alma, tenga en su mano y en poder suyo lo que pueda hacerse con su carne, sino sólo el consentir o rehusar con su voluntad, ¿quién habrá, con sanidad de mente, que piense perder su honestidad, si acaso en su carne violentada y esclavIza-da se ejecuta y se harta una sensualidad no suya? Si de esta guisa 2

se perdiere la honestidad, la honestidad no sería virtud evidente­mente del alma ni se clasificaría entre aquellos bienes con los cua-les se vive virtuosamente, sino que contaríase entre los bienes corporales , como son las fuerzas físicas , la hermosura, la sana complexión y otras cosas por el estilo. Estos bienes, aunque se nos disminuyan, en ningún punto disminuyen ni menoscaban la vida buena y justa. Y si es algo de esto la honestidad, ¿a dónde bueno tanto afán para que no sufra mengua, aun con peligro del

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LIB. 1 DE CIVITATE DEI 18,3·6

eo sancte utendi perseuerat uoluntas et, quantum est in ipso, etiam facultas.

4 Neque enim eo corpus sanctum est, quod eius membra sunt

integra, aut eo, quod nullo contrectantur adtactu, cum possint

diuersis casibus etiam uulnerata uim perpeti, et medici aliquando 5

saluti opitulantes haec ibi faciant, quae horret aspectus. Obstetrix

uirginis cuiusdam integritatem manu uelut explorans siue maleuo­

lentia siue inscitia siue casu, dum inspicit, perdidit. Non opinor

quemquam tam stulte sapere, ut huic perisse aliquid existimet

etiam de ipsius corporis sanctitate, quamuis membri illius integri- 10

tate iam perdita. Quocirca proposito animi permanente, per quod etiam corpus sanctificari meruit, nec ipsi corpori aufert sanctitatem

uiolentia libidinis alienae, quam seruat perseuerantia continentiae

5 suae. An uero si aliqua femina mente corrupta uiolatoque propo­

sito, quod Deo uouerat, pergat uitianda ad deceptorem suum, ad 15

hoc eam pergentem sancta m uel corpore dicimus, ea sanctitate

animi, per quam corpus sanctificabatur, amissa atque destructa?

Absit hic error et hinc potius admoneamur ita non amitti corporis sanctitatem manente animi sanctitate etiam corpore oppresso,

sicut amittitur et corporis sanctitas uiolata animi sanctitate etiam 20

6 corpore intacto. Quam ob rem non habet quod in se morte spon­

tanea puniat femina sine ulla sua consensione uiolenter oppressa

et alieno conpressa peccato; quanto minus antequam hoc fiat! ne

admittatur homicidium certum, cum ipsum flagitium, quamuis alienum, adhuc pendet incertum. 25

1 ese In Ipso LAH : in ipso etiam ese A in ipso ese ,ell . • 15/16 ad hoe LAICA I : adhue rell . • 23 fia[] faeia[ LAICIA

[40J

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18,2-5 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

~uerpo? Y si es un bien del alma, aun con la opresión del cuerpo no perece. Diré más; el don de la santa continencia, cuando no se rinde a la inmundicia de los apetitos de la carne, santifica el mis­mo cuerpo. Por ende, cuando con inconmovible firmeza persiste 'en el propósito de no rendírsele, tampoco perece la santidad del mismo cuerpo, porque persevera la voluntad de usar santamente de él y, en cuanto de él depende, permanece también la posibilidad.

No es santo el cuerpo, porque sus miembros conserven la en­tereza física o por la razón de que estén exentos y libres de todo <:ontacto menos honesto, dado que pueden, por diversos acciden­tes siendo también afectados, sucumbir a la violencia. Y vemos que a veces los médicos, en su ministerio de curar, hacen tales <:arnicerías, que son horror de los ojos. Una comadre, en trance de examinar por la palpación la entereza de una doncella, fuese por malevolencia, por escasa pericia o por casualidad, inspecionándola, la echó a perder. Yo no pienso que haya nadie tan bobo, que se persuada que esta virgen perdiera un punto de la santidad de su <:uerpo con la pérdida de la integridad de aquel órgano. Por todas estas consideraciones, cuando permanece firme el propósito de la voluntad, gracias al cual mereció que el cuerpo se santificase, no despoja al cuerpo de su santidad la violencia de la ajena carnali­dad, puesto que la conserva inviolada su perseverante continencia. Yo pregunto: ¿Y qué? ¿Diremos que una mujer que, con torcida voluntad y con violación del voto que había ofrecido a Dios, con deliberado propósito de echarse en brazos de su seductor, mientras va caminando hacia el cumplimiento de su deseo; diremos, repito, que esta tal es santa en el cuerpo, perdida y destruída aquella san­tidad del alma por la cual el cuerpo era santificado? ¡Lejos de nosotros tal error! Saquemos de ahí, con mejor acuerdo, el aviso de que así como se pierde la santidad del cuerpo perdiendo la santidad del alma aunque quede el cuerpo intacto, así no se pierde la san­tidad del cuerpo, si queda entera la santidad del alma, aunque su-

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LIB. I DE CIVITATE DEI 19,1·4

19 An forte huic perspicuae rationi, qua dicimus corpore oppres-so nequaquam proposito castitatis ulla in malum consensione

mutato illius tantum esse flagitium, qui opprimens concubuerit,

non illius, quae oppressa concumbenti nulla uoluntate consense­

rit, contradicere audebunt hi, contra quos feminarum Christiana- > rum in captiuitate oppressarum non tantum mentes, uerum etiam

corpora sancta defendimus? Lucretiam certe, matronam nobilem ueteremque Romanam, pudicitiae magnis efferunt laudibus. Huius

corpore cum uiolenter oppresso T arquinii regis fllius libidinose

potitus esset, illa scelus inprobissimi iuuenis marito Collatino et 10

propinquo Bruto, uiris clarissimis et fortissimis, indicauit eosque

ad uindictam constrinxit. Deinde foedi in se commissi aegra atque

inpatiens se peremit. Quid dice mus? Adultera haec an casta iudicanda est? Quis in hac controuersia laborandum putauerit?

Egregie quidam ex hoc ueraciterque declamans ait: .Mirabile 1> dictu, duo fuerunt et adulterium unus admisit .• Splendide atque

uerissime. Intuens enim in duorum corporum commixtione unius inquinatissimam cupiditatem alterius castissimam uoluntatem, et

non quid coniunctione membrorum, sed quid animorum diuersi­tate ageretur adtendens: . Duo. , inquit, .fuerunt et adulterium 20

unus admisit .•

Sed quid est hoc, quod in eam grauius uindicatur, quae adul­terium non admisit? Nam ille patria cum patre pulsus est, haec

summo est mactata supplicio. Si non est illa inpudicitia qua inuita opprimitur, non est haec iustitia qua casta punitur. Vos appello, 2S

19 11 et LAAep ed.pr. : ac CKFAbBf3 ed.Arg. atque (! • 13 dlcemus] dic!· mus CAB' • 14 ludlcanda] dicenda L' • 25 opprimltur] conprlmltur KF(!bqBf3 ed. pro ed. Arg.

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18,5 · 19, 3 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

fra el cuerpo opresión y violencia. Por lo cual no hay razón algu- 6

na para que con espontánea muerte se castigue a sí misma la mu­jer que fué forzada sin ningún asentimiento suyo, y con pecado ajeno padeció mengua y mancilla en su carne. Y cuánto menos , anticipándose al suceso con la admisión de un homicidio cierto, cuando el mismo flagicio, por más que ajeno, todavía sin efectivi­dad, cuelga en la incertidumbre .

¿Por ventura osarán contradecir a esta razón evidente con que 19 afirmamos que cuando se hace fuerza a un cuerpo, sin haber exis­tido mudanza alguna en el propósito de la castidad, sin ningún <:onsentimiento en el mal. la culpa es exclusivamente de quien con violencia se echó con la mujer, no de la mujer forzada que en mo-do alguno consiente con quien la posee? ¿Por ventura, digo, osarán <:ontradecirla estos contra quienes sostenemos que no sólo las con­ciencias, sino también los cuerpos de las mujeres cristianas que padecieron fuerza en el cautiverio, permanecieron inculpados y santos? Cierto es que, con gr~ndes alabanzas y pregones de su cas­tidad, celebran y enaltecen a Lucrecia t, matrona noble y Romana antigua . Habiéndose posesionado de su cuerpo y gozádola tras violenta opresión el hijo del rey Tarquino, ella descubrió la felo· nía del desvergonzadísimo mancebo a su marido Colatino y a Bruto su propincuo pariente, varones clarísimos y recios, y los empujó a la venganza. Tras esto, desabrida e impaciente del atropello co­metido en su persona, a sí propia se dió la muerte. ¿Qué diremos? ¿Hemos de considerarla adúltera o casta? ¿Quién hay que piense que merece la pena participar en esta controversia? Galanamente a este propósito y con toda verdad dijo un declamador: • ¡Cosa de maravilla! ¡Fueron dos personas, y una sola cometió adulterio!.

1 Poéticamente tejió esta anécdota ejemplar Tito Livio en el libro primero.

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LIB. 1 DE CIVITATE DEI 19,4-6-

leges iudicesque Romani. Nempe post perpetrata facinora nec quemquam scelestum indemnatum inpune uoluistis occidi. Si ergo ad uestrum iudicium quisquam deferret hoc crímen uobisque pro­baretur non solum indemnatam, uerum etiam castam et innocen­tem interfectam esse mulierem, nonne eum, qui id fecisset, seue- s· ritate congrua plecteretis? Hoc fecit illa Lucretia; illa, illa sic praedicata Lucretia innocentem, castam, uim perpessam Lucretiam insuper interemit. Proferte sententiam. Quod si propterea non potestis, quía non adstat qua m puníre possítís, cur ínterfectrícem ínnocentís et castae tanta praedícatíone laudatís? Quam certe apud 10'

infernos íudices etiam tales , qua les poetarum uestrorum carmíní­bus cantítantur, nulla ratíone defendítís, constítutam scilícet ínter

illos,

in s ontes peperere proiecere animas ;

cuí ad superna redire cupíenti

gul sibi letum lucemgue per os i

fas obstat, tristi s gue palu s inamabili s undae a dI i g a t.

An forte ídeo íbi non est, quia non ínsontem, sed male síbí 2Q.

conscíam se peremít? Quid si enim (quod ipsa tantummodo nosse poterat) quamuís iuuení uíolenter inru'entí etíam sua libidíne

inlecta consensít idque ín se puniens íta doluít , ut morte putaret expiandum? Quamquam ne síc quídem se occídere debuít, sí

14 gui - 16 animas: YERG. Aen. 6, 434-436 • 18 fas - 19 adllgat: YERG. Aen. 6, 438·439

12/13 scilicet inter illos]lnter dIos scillcet LA Hoffm .

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19,3·6 LA CIUDAD DE DIOS LIB. l

Espléndida y gallardamente bien dicho. Considerando en el ayun­tamiento de dos cuerpos, el muy sucio apetito del uno y la castísi­ma voluntad de la otra, y atendiendo no a lo que se hacía por la unión de los miembros, sino a la diferenciación de las voluntades, dijo: «Fueron dos, y uno solo perpetró adulterio . •

Pero ¿qué es esto de que se ejecute la más rigurosa venganza 4

en quien no consintió en el adulterio? El adúltero fué, con su pa­dre, arrojado de la patria; y la inocente fué sacrificada con irrepa­rable suplicio. Si no es deshonestidad aquella con que se oprime a la mujer forzada, no es justicia aquella que castiga a una mujer casta. A vosotros apelo, leyes y jueces romanos. Después de come­tidos los delitos, jamás quisisteis que irresponsablemente ,se eje­cutase ningún criminal, sin previo proceso y condena. Si alguno llevase esta causa a vuestro tribunal y os constase por prueba que había sido muerta una mujer, no sólo sin previa condena, sino casta e inocente, ¿no castigaríais con la severidad que cumple al delincuente? Esto hizo aquella Lucrecia; aquella, aquella Lucrecia tan celebrada mató a Lucrecia inocente, casta y, encima, forzada . Sentenciad vosotros. Y si no podéis sentenciar porque no está pre- 5·

sente la homicida para poderla castigar, ¿por qué celebráis con tan­tos encarecimientos a la matadora de una mujer honesta e incul­pada? Aunque delante de los jueces infernales, cuales nos los can­tan en sus versos vuestros poetas, de ninguna manera la podéis defender, constituida y condenada en el tropel de aquellos

que, sin merecerlo, por su propIa mano se causaron la muerte y , porque aborrecían la luz, echaron a volar sus almas.

y desean volver al mundo, pero

el hado se lo veda y la desapacIble ciénaga los tiene cautivos en su agua triste .

o bien ¿quién sabe si Lucrecia no está allí porque se mató sa- (5,

biéndose, no inocente, sino consciente y rea de culpa? ¿Y qué, si

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LIB. 1 DE CIVITATE DEI 19,6-9

fructuosam posset apud deos falsos agere paenitentiam. Verum tamen si forte ita est falsumque est illud, quod duo fuerunt et adulterium unus admisit, sed potius ambo adulterium commise­runt, unus manifesta inuasione, altera latente consensione: non se

occidit insontem, et ideo potest a litteratis eius defensoribus dici 5

non esse apud inferos inter illos, • qui sibi letum insontes

7 peperere manu •. Sed ita haec causa ex utroque latere coarta­tur, ut, si extenuatur homicidium, adulterium contlrmetur; si pur­gatur adulterium, homicidium cumuletur; nec omnino inuenitur exitus, ubi dicitur: .Si adulterata, cur laudata; si pudica, cur 10

occisa? »

8 Nobis tamen hoc tam nobili feminae huius exemplo ad istos

refutandos , qui Christianis feminis in captiuitate conpressis alieni

ab omni cogitatione sanctitatis insultant, sufflcit quod in praecla­ris eius laudibus dictum est: • Duo fuerunt et adulterium unus 15

admisit.» T alis enim ab eis Lucretia magis credita est, quae se 9 nullo adulterino potuerit maculare consensu. Quod ergo se ipsam,

quoniam adulterum pertulit, etiam non adultera occidit, non est pudicitiae caritas, sed pudoris intlrmitas. Puduit enim eam turpi­tudinis alienae in se commissae, etiamsi non secum, et Romana 20

mulier, laudis auida nimium, uerita est ne putaretur, quod uiolen­ter est passa cum uiueret, libenter passa si uiueret. Vnde ad oculos hominum testem mentis suae illam poenam adhibendam

putauit, quibus conscientiam demonstrare non potuit. Socia m quippe facti se credi erubuit, si , quod alius in ea fecerat turpiter, 25

6 Inter Illos [Su : Inter eos e . 12 hoc LAe'Ap Hoffm . : In hoc e' KFeBfJabq Domb. • 18 adultera] adulterata e' . 23 testem mentls suae LAAp : mentis suae teste m rell .

[43 J

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19,6·9 LA CIUDAD DE DIOS LIB . 1

(cosa que nadie sino ella pudo saber), alcahuetada de su propio deleite, consintió con el mozo que hizo en ella violenta irrupción; y castigando en sí aquel placer, fué tan agudo su pesar que creyó debía expiarlo con la muerte? Aunque, ni aun siendo ello así, de­bió matarse si pudiera hacer delante de sus dioses penitencia algu­na fructuosa. Con todo, si por ventura fué así y resultare falso aquello de que fueron dos y uno solo cometió adulterio, sino que con mayor verdad ambos a dos lo cometieron, el uno con mani­fiesta arremetida y la otra con latente consentimiento, no se mató inculpada y por esto pueden decir sus defensores letrados que Lucrecia no está en los infiernos, en el tropel de aquellos -que se dieron la muerte sin culpa y por su propia mano. ' Pero de tal 7

manera se va estrechando esta causa por una y otra parte, que si se atenúa el homicidio , se confirma y agrava el adulterio; si el adulterio se excusa, el homicidio se recarga; y por ningún lado se halla salida cuando se pregunta: .Si adúltera, ¿por qué es loada? y si es honesta, ¿por qué se mató?»

Pero a nosotros, en este noble ejemplo de tan excepcional 8

mujer, para confutar a quienes, ajenos de todo pensamiento santo , se mofan de las mujeres cristianas que padecieron fuerza en su cautiverio, nos basta lo que otros han dicho como suprema alabanza suya: • Fueron dos, y uno solo cometió adulterio., Tan casta creyeron a Lucrecia, que no la concibieron capaz de manci­liarse con el menor asomo de consentimiento adulterino. Así es 9

que el matarse por haber soportado adulterio, no siendo ella adúl­tera, no fué amor de la castidad, sino debilidad de la vergüenza . Avergonzóse de la torpeza ajena que en ella se ejecutó, aunque no con ella . Y siendo mujer romana, ávida de gloria en demasía , receló que no se pensara que lo que había padecido con violencia en vida, lo hubiera padecido con agrado suyo si siguiese viviendo. Por esta razón, pensó que debía ofrecer a los ojos de los hombres a quienes no pudo demostrar su conciencia, aquella pena como

[43]

11 - La CIudad de D¡os. Vol. I.

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LIB. I DE CIVITATE DE! 19,9·20,2

10 ferret ipsa patienter. Non hoc fecerunt feminae Christianae, qua e passae similia uiuunt tamen nec in se ultae sunt crimen alienum, ne aliorum sceleribus adderent sua, si , quoniam hostes in eis concupiscendo stupra commiserant, illae in se ipsis homicídia erubescendo committerent. Habent quippe intus gloriam castitatis, s testimonium conscientiae; habent autem coram oculis Dei sui nec requirunt amplius, ubi quid recte faciant non habent amplius, ne deuient ab auctoritate legis diuinae, cum male deuitant offensio­nem suspicionis humanae.

20 Neque enim frustra in sanctis canonicis libris nusquam nobis 1G'

diuinitus praeceptum permissumue reperiri potest, ut uel ipsius adipiscendae inmortalitatis uel ullius cauendi carendiue mali causa nobismet ipsis necem inferamus. Nam et prohibitos nos esse intellegendum est, ubi lex ait: • N o n oc cid e s " praesertim quia non addidit: • proximum tuum., sicut falsum testimonium ]S cumuetaret: .Falsum., inquit, «testimonium non dices aduersus proximum tuum •. Nec ideo tamen si aduersus se ipsum quisquam falsum testimonium dixerit, ab hoc crimine se putauerit alienum, quoniam regulam diligendi proximum a semer ipso dilector accepit, quando quidem scriptum est: • Di 1 i g e s 2e­pro x i m u m t u u m t a m q u a m te i p s u m ». Porro si falsi tes­timonii non minus reus est qui de se ipso falsum fatetur, quam si aduersus proximum hoc faceret, cum in eo praecepto, quo falsum testimonium prohibetur, aduersus proximum prohibeatur possit­que non recte intellegentibus uideri non esse prohibitum, ut 25

14 Non occides: Exod. 20, 13 - 16 Falsum - 17 tuum: Exod . 20, 16 -20 D1Ilges - 21 ipsum: Matth. 22, 39

2 u!uunt tamen fJ Domb. : uiuunt. Tamen cadd. plerique Duebn. 20 15 slcut] sicuti L . 18 se l ] am. LA • 23 quo] quod e

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19,9·20,2 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

testigo y expresión de su voluntad. Experimentó sonrojo de que se le atribuyera complicidad en un flagicio que otro en ella come­tió, por haberlo conllevado pasivamente.

No obraron así las mujeres cristianas, que habiendo padecido 10

semejantes ultrajes, continúan viviendo sus días; ni en sus perso­nas vengaron el crimen ajeno, por no añadir a la maldad de los otros la propia maldad , si porque los enemigos con apetito bestial cometieron en ellas estupros, ellas, por mal entendido rubor, per­petraran en sí mismas homicidios. Ellas, pues , en el más íntimo retiramiento de su ser, conservan el lauro de la castidad, el testi­monio de su conciencia; y consérvanlo delante de los ojos de su Dios y ya no piden más, ni les queda ninguna otra cosa por ha­cer, como no se aparten de la autoridad divina , al par que evitan el escándalo de la sospecha humana.

Pues no es sin razón que en los libros santos y canónicos, 20 en ningún pasaje puede leerse que Dios nos mande o nos permita que ni aun a trueque de alcanzar la inmortalidad ni de excusarnos o guardarnos de cualquiera mal nos demos la muerte a nosotros mismos. Debemos entender que también nos comprende a nos­otros aquella prohibición que la ley señala: .No matarás.; espe­cialmente porque no añadió: a tu prójimo, así como nos vedó el falso testimonio: «No dirás" dice, .falso testimonio contra tu prójimo •. Y con todo , no por eso, si alguno dijere falso testimonio contra sí mismo, piense que se excusa de este pecado, por cuanto la regla de amar al prójimo, el que está obligado a amar, de sí mismo la tomó; siendo así que dice la Escritura: . Amarás a tu prójimo como a ti mismo •. Así como no es menos reo de falso testimonio el que lo confiesa de sí mismo, como si lo levantare al prójimo, cuando en aquel precepto que prohibe el falso testimo­nio, contra el prójimo se prohibe, y a quienes no bien entendie-

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LIB . 1 DE CIVITATE DE[ 20, 2-4

aduersus se ipsum quisque falsus testis adsis tat: quanto magis intellegendum est non licere homini se ipsum occidere , cum in eo, quod scriptum est: «N o n oc cid e s » , nihilo deinde addito nullus, nec ipse utique, cui praecipitur, intellegatur exceptus1 Vnde quidam hoc praeceptum etiam in bestias ac pecora conantur 5

extendere, ut ex hoc nullum etiam illorum liceat occidere. Cur non ergo et herbas et quidquid humo radicitus alitur ac figitur? Nam et hoc genus rerum, quamuis non sentiat, dicitur uiuere ac per hoc potest et mori, proinde etiam, cum uis adhibetur, occidi. Vnde et apostolus, cum de huius modi seminibus loqueretur: 10

«Tu ., inquit, «quod seminas non uiuificatur, nisi m o r i a t u r » ; et in psalmo scriptum est: «O C cid i tui t e s eorum in grandine •. Num igitur ob hoc, cum audimus : « N o n oc cid e s " uirgultum uellere nefas ducimus et Mani­chaeorum errori insanissime adquiescimus? His igitur deliramen- 15

tis remotis cum legimus: «N o n oc cid e s » , si propterea non accipimus hoc dictum de frutectis esse, quia nullus eis sensus est, nec de inrationalibus animantibus, uolatilibus natatilibus, ambu­latilibus reptilibus , quia nulla nobis ratione sociantur, quam non eis datum est nobiscum habere communem (unde iustissima ordi- 20

natione creatoris et uita et mors eorum nostris usibus subditur) : restat ut de homine intellegamus, quod dictum est: «N o n oc c i­des . , nec alterum ergo nec te . Neque enim qui se occidit aliud quam hominem occidit.

11 Tu - 12 moriatur: Corimh. 1, 15, 36 . 12 Occidlt - 13 grandine: Psal. 77, 47

2 cum] om. L'C'· 7 non ergo] \, non / ergo L ergo non C Hoffm. • 10 hulus mo­di LACA: hulusque modl rell. • 16 si] om. L'C' • 17 de fructetls esse LAA : esse defructetls rell . • 181nratlonallbus PAAK'aep: lnratlonabllibus L'CK"F(!bB{J ed.pr. ed.Arg. Hoffm . 18/19 ambulatll!bus] ambulantlbus AAF'pq ed.pr .

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20,2-4 LA CIUDAD DE DIOS LIB . 1

ren, podría parecer que no está prohibido que contra sí mismo

uno se constituya en testigo falso : ¡cuánto más debe entenderse

que no le es lícito al hombre matarse a sí mismo, cuando en los términos de la prohibición : «No matarás . , sin ningún otro adita­

mento, nadie , ni el mismo a quien se manda, entiéndese excep­

tuado!

Por ende, algunos hay que se empeñan en hacer extensivo

este precepto a las bestias y a las reses, de manera que por él no

sea lícito sacrificar ninguna. ¿Y por qué no , también a las hierbas

y a todo lo que por la raíz se sustenta y está asido a la tierra? Por­

que también este linaje de cosas, aunque carecen de sensibilidad,

se dice que viven y por consiguiente pueden también morir y, por

el mismo caso, cuando se las violenta, se las puede matar. Y así,

el Apóstol, hablando de semejantes semillas, dice: «Lo que tú

siembras no recibe vida si no muere primero .• Y en el salmo queda escrito: «Matóles sus vides con granizo .• ¿Por ventura por

esto, cuando oímos: «No matarás . , pensamos ser crimen nefando

arrancar una mata del suelo y con la mayor de las cegueras nos

allanamos al error de los maniqueos? Removiendo, pues, todos 4

estos delirios, cuando leemos: . No matarás . ; dado que entende­

mos que no se dice de las plantas , porque no hay en ellas ningún

sentido, ni de los animales irracionales, volátiles, natátiles, ambu­

látiles, reptiles porque ninguna centella de razón los asocia a nos­

otros, que no se les concedió que la tuvieran común con nosotros

(y por ende , por justísima disposición del Creador, su vida y su

muerte están subordinadas a nuestros usos), resta que entenda­

mos del hombre el precepto: . No matarás.; ni a otro hombre ni

tampoco a ti. Porque el que se mata a sí, no deja de matar a un hombre.

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LIB. 1 DE CIVIT A TE DEI 21,1· 22, 1

21 Quasdam uero exceptiones eadem ipsa diuina fecit auctoritas, ut non liceat hominem occidi. Sed his exceptis, quos Deus occidi iubet siue data lege siue ad personam pro tempore expressa ius­sione, (non autem ipse oCCidit, qui ministerium debet iubenti, sicut adminiculum gladius utenti; et ideo nequaquam contra hoc 5

praeceptum fecerunt, quo dictum est: "N o n oc cid e s " qui Deo auctore bella gesserunt aut personam gerentes publicae potes­tatís secundum eius leges, hoc est iustissimae rationis imperium, sceleratos morte punierunt; et Abraham non solum non est cul­patus crudelitatis crimine, uerum etiam laudatus est nomine 10

pietatis, quod uoluit filium nequaquam scelerate , sed oboedienter occidere; et merito quaeritur utrum pro iussu Dei sit habendum, quod Iephte flliam, quae patri occurrit, occidit, cum id se uouisset immolaturum Deo, quod ei redeundi de proelio uictori primitus occurrisset; nec Samson aliter excusatur, quod se ipsum cum 15

hostibus ruina domus oppressit nisi quia Spiritus latenter hoc iusserat, qui per illum miracula faciebat)- his igitur exceptis, quos. uellex iusta generaliter uel ipse fons iustitiae Deus specia­liter occidi iubet, quisquis hominem uel se ipsum uel quemlibet occiderit, homicidii crimine innectitur. 20

22 Et quicumque hoc in se ipsis perpetrauerunt, animi magni-tudine fortasse mirandí. non sapientiae sanitate laudandi sunt. Quamquam si rationem diligentius consulas, ne ipsa quidem animi

9 et - 12 oeeidere: Gen . 22 • 12 et - habendum: ei. Ave. Quaesc. in Hept. 7, p. 491 , 13 (ed. Zyeha, es EL 28, JI) • 13 lephte - 15 oeeurrisset: lud ie. 11 . 15 se - 16 oppresslt: ludie. 16, 30

21 2/3 Deus oeeldi lubetJ iubet Deus oeeidl C • 6 quo) quod ACH • 13 lephte)lepthe LCB iepthae A{J iepte AKF(!ae • 15 samson) sampson C{J

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21,1·22,1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

Con todo la misma autoridad divina señaló algunas excepcio- 21 nes al precepto de que no es lícito matar al hombre, conviene a saber: aquellos que Dios manda matar, ora sea por ley que Él ha-ya dado , ora por expresa orden ocasional intimada a alguna perso· na. En hecho de verdad no mata aquel que debe prestar servicio a quien se lo manda, como la espada debe obedecer a quien la maneja. Por esto en manera alguna infringieron el mandamiento que dice .No matarás. los que por mandado de Dios guerrearon guerras, o investidos de pública autoridad con sujeción a sus le­yes, esto es, según el imperio de la justísima razón, castigaron a los malos con la muerte . Abraham no solamente no fué notado de culpa de crueldad, sino que fué loado a título de piedad porque quiso matar a su hijo, no por maldad, sino por obediencia. Y con razón se duda si se debe tener por mandamiento de Dios lo que hizo Jefté, que mató a su hija que salió al encuentro de su padre, tras haber hecho voto de que inmolaría a Dios lo que primero too pase, en volviendo de la pelea victorioso. Ni por otra causa se ex­culpa a Sansón por haberse sepultado a sí mismo con sus enemi­gos en el hundimiento de la casa, sino porque con secreto aviso se lo sugirió el Espiritu que por ministerio suyo obraba cosas ma· ravillosas . Exceptuados, pues, estos a quienes manda matar gene· ralmente la ley justa o excepcionalmente el mismo Dios, que es la propia fuente de la justicia, todo aquel que mata a un hombre, sea él mismo o sea cualquier otro , contrae crimen de homicidio .

Todos los que han ejecutado en sí este homicidio, por ventu· 22 ra sean de admirar por su grandeza de alma, pero no son de loar por la sanidad de su mente . Aun cuando, si con mayor diligencia consultares la razón, tampoco será con estricta justeza llamada grandeza de alma la del que, no pudiendo sobreponerse a situa­ciones de aspereza o sufrir intolerancias ajenas, se ocasiona a sí

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LIB . 1 DE CIVITATE DEI 22,1-4

magnitudo recte nominabitur, ubi quisque non ualendo tolerare uel quaeque aspera uel aliena peccata se ipse interemerit. Magis enim mens inHrma deprehenditur, quae ferre non potest uel duram sui corporis seruitutem uel stultam uulgi opinionem, ma­iorque animus merito dicendus est, qui uitam aerumnosam magis S

po test ferre quam fugere et humanum iudicium maximeque uul­gare, quod plerumque calígine erroris inuoluitur, prae conscien­tiae luce ac puritate contemnere. Quam ob rem si magno animo Heri putandum est, cum sibi horno ingerit mortem, die potius Theombrotus in hac animi magnitudine reperitur, quem ferunt 10

lecto Platonis libro, ubi de inmortalitate animae disputauit, se praecipitem dedisse de muro atque ita ex hac uita emigrasse ad eam, quam credidit esse meliorem. Nihil enim urguebat aut cala­mitatis aut criminis seu uerum seu falsum, quod non ualendo ferre se auferret; sed ad capessendam mortem atque [ad] huius 15

uitae suauia uincla rumpenda sola adfuit animi magnitudo. Quod tamen magne potius factum es se quam bene testis ei esse potuit Plato ipse, quem legerat, qui profecto id praecipue potissimumque fecisset uel etiam praecepisset, nisi ea mente, qua inmortalitatem animae uidit, nequaquam faciendum , quin etiam prohibendum 20

esse iudicasset. At enim multi se interemerunt, ne in manus hostium perue­

nirent. Non modo quaerimus utrum sit factum , sed utrum fuerit

9 lile - 13 meliorem: Cle. T use . 1, 84

22 1 nominabitur LACA: nominatur rell. - 5 aerumnosam magis] magis erumnosam LA - 10 Theombrotus Kalb ex LACTANTIO (CSEL 19, 238,17) : rheo­brutus LAA rheobrotus CKF'2fJbepq ed.pr. Hoffm. rheobroeus ed.Arg. clemobro­tus a demobrotus B' Cleombrotus Duebn. Domb'·3 • 12 uita emigras se] ultae migrasse Al ulta migrasse AA' b uira demigrasse ed.A rg . • 15 0m. LAAb' p ed. Arg. Hoffm.

r 47]

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22,1·5 LA CIUDAD DE DIOS LIB. I

mismo la muerte, porque más paladina demostración de escasa re· ciedumbre moral es no tener capacidad de soportar la dura escla­vitud física o afrontar la necia opinión del vulgo. Merecidamente se debe tener por generoso espíritu aquel que, más que huir, puede sobrellevar la vida trabajosa y desdeñar soberanamente la vulgaridad del juicio humano, que por lo común anda envuelto en calígine y sombras de error en comparación de la luz y pureza de la conciencia. Por lo cual, si se ha de creer que es menester 2

grandeza de alma para el suicidio que un hombre se infiere, esta supuesta grandeza de alma hállase más inequívoca en Teombroto. De él se cuenta que, habiendo leído el libro en que Platón trata de la inmortalidad del alma, se despeñó de un muro abajo y que así emigró de esta presente vida a la otra que creyó mejor. No le ur­gió a ello ninguna calamidad ni culpa verdadera o imaginaria, que por no poderla sufrir le empujó a que a sí mismo se eliminase; si­no que para arrostrar la muerte y romper los suaves lazos de esta vida, solamente le asistió la grandeza de alma. Pero este fué un hecho que más se llevó a cabo con grandeza y decisión que con ti­no ; de lo cual bien pudo desengañarle el mismo Platón a quien ha­bía leído , el cual, sin duda principalmente y antes que nadie, hu­biéralo hecho y aun hubiéralo mandado si, con aquella soberana clarividencia con que barruntó la inmortalidad del alma, no atina-ra que por manera alguna debía hacerse, y aun debía prohibirse.

Dirán que muchos se mataron por no parar en manos de los enemigos. No tratamos ahora de si se hizo, sino si debió hacerse. A los ejemplos ha de anteponerse la recta razón con la cual con­cuerdan los ejemplos; aquellos digo que tanto más dignos son de imitación, cuanto más se señalan por la piedad . No lo hicieron los S

patriarcas, no los profetas, no los apóstoles, porque el mismo Cris-to Nuestro Señor, cuando les aconsejó que, si padecían persecución, huyesen de una ciudad a otra, bien pudo aconsejarles que pusieran en. sí mismos las manos, por no caer en las de los perseguidores.

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LIB. I DE CIVITATE DEI 22,4 -23, 2

faciendum . Sana quippe ratio etiam exemplis anteponenda est, cui quidem et exempla concordant, sed illa, quae tanto digniora sunt imitatione, quanto excellentiora pietate . Non fecerunt pa­triarchae, non prophetae, non apostoli, quia et ipse Dominus Christus, quando eos, si persecutionem paterentur, fugere admo- 5

nuit de ciuitate in ciuitatem, potuit admonere ut sibi manus infer­rent, ne in manus persequentium peruenirent. Porro si hoc ille non iussit aut monuit, ut eo modo sui ex hac uita emigrarent, quibus migrantibus se mansiones aeternas praeparaturum esse promisit, quaelibet exempla proponant gentes, quae ignorant 10

Deum, manifestum est hoc non licere colentibus unum uerum Deum.

23 Sed tamen etiam illi praeter Lucretiam, de qua supra satis quod uidebatur diximus, non facile reperiunt de cuius auctoritate praescribant, nisi illum Catonem, qui se Vticae occidit; non quia lS

solus id fecit, sed quia uir doctus et probus habebatur, ut merito putetur etiam recte fieri potuisse ue\ posse quod fecit. De cuius facto quid potissimum dicam, nisi quod amici eius etiam docti quidam uiri, qui hoc fieri prudentius dissuadebant, inbecillioris quam fortioris animi facinus esse censuerunt, quo demonstraretur 2l' non honestas turpia praecauens, sed infirmitas aduersa non susti­nens7 Hoc et ipse Cato in suo carissimo filio iudicauit. Nam si

5 eos - 6 ciuitatem: Matth. 10,23· 9 quiblls - 10 promisit: Ioann. 14, 2

7 si hoc ille) dIe si hoc Ap • 8 emigrarent) migrarent K'Pb • 9/10 se mansio­nes aeternas praeparaturum esse promisit CKFeepqBf3 Duebn. cf. F. di Capua, Mis­ce/tanea AgostiniQlla II 721 : mansiones praeparaturllm esse se (se s. V. L) promisit LAA Domb. Hoffm. • 10 proponant LAAB'f3 : opponant rell.

23 13 satis) om. L'C • 15 Vticae) utique A2A'KFp

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22,5·23,2 LA CIUDAD DE DIOS LIB . I

Pues bien; si Él no mandó ni aconsejó tal procedimiento para sa­lir de esta vida, a los suyos a quienes Él prometió que en saliendo les aparejaría moradas eternales; sean cuales fueren los ejemplos que nos propongan las gentes que no conocen a Dios, es cosa ma­nifiesta que esto no es lícito a los que adoran a un Dios único y verdadero .

Aparte del caso de Lucrecia, de quien dijimos arriba lo que 23 nos pareció suficiente, no con facilidad hallan nuestros contradic­tores más autorizado ejemplo con que nos lo prescriban sino el de aquel célebre Catón l que se dió muerte en Útica, no porque él fue-ra el único que lo hizo, sino por la consideración de que gozaba de varón docto y probo; de forma que no está fuera de razón el que se piense que se pudo o se puede hacer bien lo que él hizo . De cuyo hecho ¿qué diré yo principalmente, sino que algunos de sus ami­gos, varones doctos también, que con más cordura le disuadían que lo hiciese , tuvieron esto por un hecho más de ánimo flaco que de ánimo recio, con que venía a manifestar, no la virtud que pre­cave cualquier acción fea, sino la endeblez que la adversidad arro-lla? Esto mismo juzgó el propio Catón en la persona de su hijo ca­rísimo. Porque si era baldón vivir bajo la victoria de César, ¿por qué aconsejó este baldón a su hijo, a quien mandó que lo espera· se todo de la benignidad de César? ¿Por qué no obligó a su hijo a que consigo muriese? Si T orcuato plausiblemente2 mató, aun sien· do vencedor, a su hijo, que contra su mandato había peleado con-tra el enemigo, ¿por qué el vencido Catón perdonó a su hijo ven­cido , no habiéndose perdonado a sí propio? ¿Por ventura era cosa

1 Véase NOTAS ADICIONA LES, III.

, El cónsul Manlio Torcuato, que mandó descabezar a su hijo Manlio, por haber luchado, si bien con fortuna, contra lo que estaba ordenado. Hace mención de este hecho Tito livlo en su libro primero.

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LIB . 1 DE ClVITATE DEI 23,2- 24, 2

turpe erat sub uictoria Caesaris uiuere, cur auctor huius turpitu­dinis filio fUit, quem de Caesaris benignitate omnia sperare praece­pit? Cur non et illum secum coegit ad mortem? Nam si eum filium , qui contra imperium in hostem pugnauerat, etiam uictorem lauda­biliter Torquatus occidit, cur uictus uicto filio pepercit Cato , qui 5

non pepercit sibil An turpius erat contra imperium esse uictorem, quam contra decus ferre uictorem? Nullo modo igitur Cato turpe esse iudicauit sub uictore Caesare uiuere; alioquin ab hac turpitu­dine paterno ferro filium liberaret. Quid ergo, nisi quod filium quantum amauit, cui parci a Caesare et sperauit et uoluit, tantum 10

gloriae ipsius Caesaris, ne ab ¡¡lo etiam síbi parceretur, ut ipse Caesar díxisse fertur, inuidit, ut aliquid nos mitius dicamus erubuit?

24 Nolunt autem isti , contra quos agimus , ut sanctum uirum Iob, qui tam horrenda mala in sua carne perpetí maluit quam 15

inlata sibi morte omnibus carere cruciatibus, uel alios sanctos ex litteris nostris summa auctoritate celsissimis fideque dignissimis, qui captiuitatem do mi nationem que hostium ferre quam sibi necem inferre maluerunt, Catoni praeferamus; sed ex litteris eorum eun­dem illum Marco Catoni Marcum Regulum praeferam. Cato enim 2e numquam Caesarem uicerat, cuí uictus dedignatus est subici et, ne subiceretur, a se ipso elegit occidi: Regulus autem Poenos iam uicerat imperioque Romano Romanus imperator non ex ciuibus

9 Quid ergo LAAp : quid ergo esc rell . ed. Arg. quid esC ergo ed. pro • 10 ec' ]

om. LB'b' 24 19/20 eorum eundem (eundem Bms) Illum CKFeBbpq ed.pr. : eorundem

illum LAAe ed. Arg. • 20 M arco Caconi Marcum Regulum Ba be Domb. : M . Ca­toni regulum LAA Hoffm . • 22 elegic] ellgic C' delegic AA

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23,2·24,3 LA CIUDAD DE DIOS LIB . 1

más fea ser vencedor contra el mandamiento paterno, que contra la decencia soportar al vencedor? Luego de ningún modo tuvo Ca· tón por cosa indecente vivir debajo de César vencedor, porque, no siendo así, e! padre con su propia espada librara al hijo de esta in· decencia. ¿Qué pudo, pues , ser sino que tanto cuanto amor tuvo al hijo a quien esperó y quiso que César perdonase , tanta envidia tuvo de la gloria de! mismo César porque no le perdonase a él tamo bién, como se refiere que el propio César lo dijo, o porque, por de· cirlo nosotros con un término más suave, estuvo avergonzado?

Esos, empero, con quienes contendemos no quieren que a Ca· 24 tón le antepongamos varón tan santo como Job, que prefirió pade. cer en su cuerpo males tan horrendos a carecer de tan espantables cruces infiriéndose la muerte; o a los otros santos, que, por testimo· nios de nuestras escrituras, de irrefragable autoridad y dignísimas de fe, quisieron más aína soportar el cautiverio y la tiranía de los enemigos que ocasionarse la muerte por su mano. Yo, no obstante, apoyándome en sus mismos libros, al propio Marco Catón parango· naré con ventaja a Marco Régulo. Catón jamás había vencido a César, a quien, tras su vencimiento, tuvo por menos sujetarse y, por no sujetársele, eligió e! suicidio. Régulo, en cambio, había vencido a los cartagineses y, siendo capitán general romano, ganó para e! romano imperio una victoria de la que sus conciudadanos no hu· bieron de dolerse, sino felicitarse, como conseguida sobre sus enemi· gos; y con todo, vencido por ellos a la postre, prefirió soportarlos pri. sionero, a hurtarse a su servidumbre con deliberado suicidio. Y así fué cómo debajo del dominio de los cartagineses se mantuvo recio y en e! amor de los romanos constante, no substrayendo su venci· do cadáver a los enemigos ni el invencible espíritu a sus conciuda. danos. Y si no se quiso matar, no fué por amor y afición de esta

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LIB. 1 DE CIVITATE DEI 24,2-4

dolendam, sed ex hostibus laudandam uictoriam reportauerat; ab eis tamen postea uictus maluit eos ferre seruiendo quam eis se auferre moriendo. Proinde seruauit et sub Carthaginiensium do­minatione patientiam et in Romanorum dilectione constantiam, nec uictum auferens corpus ab hostibus nec inuictum animum a :; ciuibus. Nec quod se occidere noluit, uitae huius amore fecit. Hoc probauit, cum causa promissi iurisque iurandi ad eosdem hostes, quos grauius in sena tu uerbis qua m [in] bello armis offenderat, sine ulla dubitatione remeauit. Tantus itaque uitae huius con­temptor, cum saeuientibus hostibus per quaslibet poenas eam 10

tlnire quam se ipse perimere maluit, magnum scelus esse, si se horno interimat, procul dubio iudicauit. Inter omnes suos lauda­biles et uirtutis insignibus inlustres uiros non proferunt Romani meliorem, quem neque felicitas corruperit, nam in tanta uictoria mansit pauperrimus; nec in felicitas fregerit, nam ad tanta exitia 1:;

reuertit intrepidus. Porro si fortissimi et praeclarissimi uiri terre­nae patriae defensores deorumque licet falsorum, non tamen fallaces cultores, sed ueracissimi etiam iuratores, qui hostes uictos more ac iure belli ferire potuerunt, hi ab hostibus uicti se ipsos ferire noluerunt et, cum mortem minime formidarent, uictores 20

tamen dominos ferre quam eam sibi inferre maluerunt: quanto magis Christiani, uerum Deum colentes et supernae patriae suspi­rantes, ab hoc facinore temperabunt, si eos diuina dispositio uel probandos uel emendandos ad tempus hostibus subiugauerit, quos in illa humilitate non deserit, qui propter eos tam humiliter 25

altissimus uenit, praesertim quos nullius militaris potestatis uel talis militiae iura constringunt ipsum hostem ferire superatum.

8 om. LACAKFbpBfJ ed .Arg. Hoffm . - 13 uirtutis LAC' Ke' abepBf3 : uirtutes C'AF' uirtutibus F'q • proferl1nt] proferent C • 16 reuertit] reuertitur AFl}e' pB ed.Arg.

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24,3·5 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

vida . Gallardamente 10 probó cuando, por razón de la promesa y juramento, volvió, sin ninguna vacilación, a 105 mismos enemigos a quienes más gravemente había ofendido en el Senado con sus pa· labras, que en la guerra con sus armas. Así que tan ínclito menos­preciador de esta vida más quiso acabarla con cualesquiera supli­cios en medio de sus encarnizados adversarios, que suprimiéndose a sí mismo, porque juzgó sin duda ser enorme maldad que un hombre se mate por su mano. Entre todos sus héroes insignes en virtud y pregonados por la fama, no blasonan los romanos de otro mejor, pues ni la próspera fortuna 10 corrompió, ya que en tan des­comunal victoria quedó pobre en grado sumo; ni 10 quebrantó la fortuna adversa, pues a tamaña calamidad se restituyó sin miedo. Ciertamente, si esos tan recios y fortísimos varones de la fama, de- 4

fensores de esta patria del suelo y no falsos adoradores de los dio­ses falsos, sino juradores verdaderísimos, que pudieron por estilo y derecho de guerra matar a sus enemigos vencidos; vencidos ellos a su vez por sus enemigos, no quisieron matarse a sí propios, y con no temer pizca la muerte, eligieron, antes que dársela, sufrir a sus dueños victoriosos; cuánto más los cristianos, que adoran al verdadero Dios y aspiran a la patria del cielo, se abstendrán de es-te crimen, si la divina providencia los sujetare a sus enemigos tem­poralmente, o para probarlos o para enmendarlos. En esta su hu­millación y abatimiento no los abandona Dios, que por amor suyo se apeó a tanta bajeza de tan soberana excelsitud; principalmente

a aquellos a quienes ninguna ley ni derecho castrense ni código alguno militar autorizan para dar muerte al mismo enemigo ven­cido. ¿Qué ponzoñoso error es este que se nos deslizó y embelecó: 5

que el hombre se mate a sí mismo, o porque su enemigo pecó con· tra él, o porque no se atreve a matar al mismo enemigo que pecó o acaso por ventura peque?

[SOJ

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LIB. I DE CIVITATE DEI 24,5 · 25,3

Quis ergo tam malus error obrepit, ut horno se occidat, uel quia in eum peccauit, uel ne in eum peccet inimicus, cum uel peccato­rem uel peccaturum ipsum occidere non audeat inimicum?

25 At enim timendum est et cauendum, ne libidini [hostili] subditum corpus inlecebrosissima uoluptate animum adliciat con- 5

sentire peccato. Proinde, inquiunt, non iam propter alienum, sed propter suum peccatum, antequam hoc quisque committat, se debet occidere. Nullo modo quidem hoc faciet animus, ut consen­tiat libidini carnis suae aliena libidine concitatae, qui Deo potius eiusque sapientiae quam corpori eiusque concupiscentiae subiectus 10

esto Verum tamen si detestabile facinus et damnabile scelus est etiam se ipsum hominem oCcidere, sicut ueritas manifesta procla­mat, quis ita desipiat, ut dicat: clam nunc peccemus, ne postea forte peccemus; iam nunc perpetremus homicidium, ne postea forte incida mus in adulterium.? Nonne si tantum dominatur 15

iniquitas, ut non innocentia, sed peccata potius eligantur, satius est incertum de futuro adulterium quam certum de praesenti ho­micidium? Nonne satius est flagitium committere, quod paeniten­do sanetur, quam tale facinus, ubi locus salubris paenitentiae non relinquitur? Haec dixi propter eos uel eas, quae non alieni, sed 20

proprii peccati deuitandi causa, ne sub alterius libidine etiam exci­tatae suae forte consentiant, uim sibi, qua moriantur, inferendam putant. Ceterum absit a mente Christianil, quae Deo suo f¡dit in eoque spe posita eius adiutorio nititur, absit, inquam, ut mens talis quibuslibet carnis uoluptatibus ad consensum turpitudinis 25

25 4 om. L1CpA' Domb. Hoffm . • 7 quisque] quisque ... (erasís 2 ve! 3 litleris) L qulsqua A • 9 concltatae] concltante C'A K'Fl!bep • 10 corporl eiusque con· cuplscentlae LAAep Hoffm.: corporl concuplscentlaeque KFI!B{Jabq ed.Arg. corpori uoluptatlque C • 25 qulbusllbet LACAp : culusllbet KFI!B{Jabeq

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25,1·3 LA CIUDAD DE DIOS LIB. I

Pero se debe temer o precaver que el cuerpo sujeto al apetito 25 [del enemigo], por la seductora atracción del deleite, le lleve blan­damente a consentir en el pecado. Por esta razón, dicen no ya por causa del pecado ajeno, sino por la de su pecado personal, antes que cualquier hombre lo cometa, se debe inferir la muerte. Pero no; en manera alguna incurrirá en la flaqueza de allanarse al ape­tito de su carne estimulada por la ajena libídine el alma recia su­bordinada más bien a Dios y a su sabiduría que al cuerpo y a su concupiscencia . Y si es detestable fechoría y condenable maldad el suicidio, según claramente la Verdad nos lo predica a voces; ¿quién desatinará a tal punto que diga: ,Pequemos ya desde ahora, por­que no ocurra que pequemos después; perpetremos ya desde aho-ra un homicidio, no sea que en adelante caigamos en un adulterio .>? Yo pregunto: Dando de barato que sean tan extensos los dominios de la iniquidad, de guisa que merezca elección no la inocencia, si-no más bien el pecado, ¿no es harto más incierto el adulterio en fu­turo, que cierto el homicidio actual? ¿No será mejor cometer un pecado que con la penitencia se pueda restaurar, que una fniqui­dad que no deja espacio a saludable penitencia? Esto digo por aque­llos y por aquellas que por esquivar el pecado, no el ajeno, sino el propio, porque acaso por excitación de la ajena concupiscencia ven­gan a consentir en la propia, piensan que deben violentarse a sí mismos y procurarse la muerte. Por lo demás, libre Dios al alma cristiana que en su Dios confía y, afianzada en el áncora de la es­peranza, se apoya en su ayuda; libre Dios a toda conciencia, vuelvo a decir, de doblarse al consentimiento de la torpeza, aguijada de los placeres de la carne. Y si aquella desobediencia del apetito que to­davía mora en unos miembros que han de morir, se mueve como por una ley suya contra la ley de nuestra voluntad, ¿cuánto más será sin culpa en el cuerpo de quien no consiente, si se halla sin culpa en el cuerpo del que duerme?

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12 - La Ciudad de 0109. Vol. 1.

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LIB. 1 DE CIVITATE DEI 25,3 · 26,4

cedat. Quod si illa concupiscentialis inoboedientia , quae adhuc in membris moribundis habitat, praeter nostrae uoluntatis legem quasi lege sua mouetur, quanto magis absque culpa est in corpore non consentientis, si absque culpa est in corpore dormientis!

26 Sed quaedam, inquiunt, sanctae feminae tempore persecutio- 5

nis, ut insectatores suae pudicitiae deuitarent, in rapturum atque necaturum se fluuium proiecerunt eoque modo defunctae sunt earumque martyria in catholica ecclesia ueneratione celeberrima frequentantur. De his nihil temere audeo iudicare. Vtrum enim ecclesiae aliquibus fide dignis testificationibus, ut earum memoria m 10

sic honoret, diuina persuaserit auctoritas, nescio; et fieri potest ut ita sit. Quid si enim hoc fecerunt, non humanitus deceptae, sed diuinitus iussae, nec errantes, sed oboedientes? sicut de Samsone aliud nobis fas non est credere. Cum autem Deus iubet seque iubere sine ullis ambagibus intimat, quis oboedientiam in crimen 15

uocet? quis obsequium pietatis accuset? Sed non ideo sine scelere facit, quisquis Deo filium immolare decreuerit, quia hoc Abraham etiam laudabiliter fecit. Nam et miles cum oboediens potestati, sub qualibet legitime constitutus est, hominem occidit, nulla ciuitatis suae lege reus est homicidii , immo nisi fecerit, reus est 20

imperii deserti atque contempti; quod si sua sponte atque auctori­tate fecisset, crimen effusi humani sanguinis incidisset. Itaque unde punitur si fecit iniussus, inde punietur nisi fecerit iussus. Quod si ita est iubente imperatore, quanto magis iubente creatore! Qui ergo audit non licere se occidere, faciat, si iussit cuius non 25

licet iussa contemnere; tantummodo uideat utrum diuina iussio

26 13 Samsone] samson LAC'AH sampson f3 samso C' sanson Ba • 19 qual¡· bet LAAp Haffm . : qua "l/. ed.pr. ed.Arg. Dttebn.

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26,1-4 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

Dicen empero: Algunas santas mujeres, en tiempo de la per- 26 secución, por librarse de los perseguidores de su honestidad se arrojaron en el río que las había fatalmente de arrebatar y ahogar; y, fenecidas de este modo,l la Iglesia Católica las venera en sus ca­pillas o martirios con devotísima frecuencia de devotos. Yo no me atrevo a afirmar nada sin mucha consideración; porque no yo sé si la autoridad divina con algunos testimonios fidedignos persuadió a la Iglesia que así honrara su memoria; y es posible que así sea . ¿Y qué sabemos nosotros si ellas lo hicieron , no engañadas por error humano, sino dóciles a divino mandamiento; no equivocadas, sino obedientes? De Sansón no nos es lícito creer otra cosa. Cuan-do Dios manda y declara sin rodeos ni ambages que lo manda , ¿quién declarará culpable la obediencia? ¿quién acusará una obra de piedad? Pero no por todo ello dejaría de hacerlo sin culpa quien­quiera que se determinare a sacrificar su hijo a Dios porque Abra­ham lo hizo con harto mérito y gloria suya. También el soldado, 3

que, obedeciendo a la autoridad bajo cuya capitanía está legítima­mente alistado , mata a un hombre, por ninguna ley de su ciudad, es reo de homicidio; y si no lo hiciere, incurre en culpa de trans­gresión de las ordenanzas militares, y si lo hiciera por su antojo y autoridad personal, incurriera en el delito de haber derramado san-gre humana . Así que, por la misma razón que se le castigaría si lo hiciera sin mandato , por esta razón se le castigará si con mandato no lo hiciera. Y si ello es así porque el capitán lo manda, ¡cuánto más lo será si el Criador lo mandare! El que oye, pues, que no es 4

lícito matarse, hágalo si se lo manda Aquél cuyas órdenes no pue­den desdeñarse: percátese no más de si el mandato divino se asien-

I Con este linaje de martirio alcanzaron celebridad y fueron encomiadas por San Ambrosio en el libro tercero De la virgin idad Pelagia y sus hermanas y madre, que acaso sean las mismas, como sospecha Baronio,' de quienes habla Eusebio en su His toria Eclesiástica, libro VIII, cap. 24.

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LIB. 1 DE CIVITATE DEI 26,4·27,2

nullo nutet ineerto. Nos per aurem eonseientiam eonuenimus,

oeeultorum nobis iudieium non usurpamus. e N e m o s e i t q u id

agatur in homine nisi spiritus hominis, qui in ipso

e s t ' . Hoe dicímus, hoe adserimus, hoe modis omnibus adproba­

mus, neminem spontaneam mortem sibi inferre debere uelut fu- 5

giendo molestias temporales, ne incídat in perpetuas; neminem propter aliena peeeata, ne hoe ipso ineipiat habere grauissimum

proprium, quem non polluebat alienum; neminem propter sua peeeata praeteríta, propter quae magis hae uita opus est, ut possint

paenitendo sanari; neminem uelut desiderio uitae melioris, quae 10

post mortem speratur, quia reos suae mortis melior post mortem

uita non suscípit.

27 Restat una causa, de qua dieere eoeperam, qua utde putatur,

ut se quisque interHeiat, seilieet ne in peeeatum inruat uel blan­diente uoluptate uel dolore saeuiente. Quam eausam si uoluerimus 15

admittere, eo usque progressa perueniet, ut hortandi sint homines tune se potius interimere, eum lauaero sanetae regenerationis

abluti uniuersorum remissionem aeeeperint peeeatorum. Tune enim tempus est eauendi omnia futura peeeata, eum sunt omnia

deleta praeterita. Quod si morte spontanea recte Ht, eur non tune 20

potissimum Ht? Cur baptizatus sibi quisque parcít? Cur liberatum eaput tot rursus uitae huius perieulis inserit, eum sit faeillimae

2 Nemo - 4 est: Corinth. I. 2, 11

7 ipso) ipse e' KI FB S" Hoffm . - 9 ha e) haec Ne' AKI B2 • possint) possit A

11 reos) reus e' reum A 27 17 potius) om. LIAI

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26,4 · 27, 2 LA CIUDAD DE DIOS LIB . 1

ta en alguna incertidumbre. Nosotros, por lo que oímos, nos aso­mamos a la conciencia; pero no nos arrogamos el juicio de lo que nos está oculto. · Nadie sabe lo que pasa en el hombre, sino el espí­ritu del hombre que está en él> . Esto decimos, esto afirmamos, esto de todos modos aprobamos: que nadie debe darse la muerte de su propio albedrío , no sea que, por huir de molestias temporales, va­ya a dar en las eternas. Ninguno lo debe hacer por pecados ajenos, porque por el mismo caso no comience a contraer un pecado pro­pio aquel a quien no afectaba ni manchaba el ajeno. Ninguno, por pecados pasados, por los cuales más necesaria nos es esta vida pa­ra que los podamos subsanar mediante la penitencia. Ninguno, co­mo por deseo de vida mejor, que tras la muerte se espera, porque a los culpables de su muerte, después de la muerte no los acoge mejor vida .

Réstanos una causa de la que había ya comenzado a tratar, 27 por la que se considera conveniente que uno se dé la muerte, es a saber, por no precipitarse en el pecado, ora sea por la blandura del deleite , ora por la fiereza del dolor. Esta causa, si admitirla quisié­ramos, pasaría tan adelante, que nos persuadiríamos ser obligación nuestra exhortar a los hombres que la más oportuna ocasión de matarse es cuando, recién salidos del baño de la santa regenera­ción, recibieron la remisión de todos los pecados. Este es el tiem-po a propósito de precaver toda culpa futura , cuando están borra-das ya todas las pasadas. Y si esto se consigue mediante la muerte voluntaria, ¿por qué no se hace entonces más que nunca? ¿Por qué cada uno de los bautizados se perdona a sí mismo? ¿Por qué, ha­biéndola librado una vez , vuelve a meter su cabeza en tantos y tantos como son los peligros de esta vida , siendo medio el más fá-cil para hurtarse a todos ellos, inferirse la muerte; presupuesto que la Escritura dice: • Quien ama el peligro, se despeñará en él.? ¿Por

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LIB . 1 DE CIVITATE DEI 27,2·6

potestatis inlata sibi nece omnia deuitare scriptumque sit: • Q u i amat periculum, incidet in ¡¡lud . ? Cur ergo amantur tot et tanta pericula uel certe, etiamsi non amantur suscipiuntur, cum manet in hac uita, cui abscedere lícitum est? An uero tam insulsa peruersitas cor euertit et a consideratione ueritatis allertit, 5

ut, si se quisque interimere deber, ne unius captiuantis dominatu conruat in peccatum, uiuendum sibi existimet, ut ipsllm perferat mundum per omnes horas temptationibus plenum, et talibus, qualis sub uno domino formidatur, et innumerabilibus ceteris, sine quibus haec uita non ducitur? Quid igitur causae est, cur in 10

eis exhortationibus tempora consumamus, quibus baptizatos adlo­quendo studemus accendere siue ad uirginalem integritatem siue ad continentiam uidualem siue ad ipsam tori coniugalis fidem, cum habeamus meliora et ab omnibus peccandi periculis remota conpendia, ut, quibuscumque post remissionem recentissimam 15

peccatorum adripiendam mortem sibique ingerendam persuadere potuerimus, eos ad Dominum saniores purioresque mittamus? Porro si, quisquis hoc adgrediendum et suadendum putat, non dico desipit, sed insanit: qua tandem fronte homini dicit: .rnterfice te, ne paruis tuis peccatis adicias grauius, dum uiuis sub domino 20

barbaris moribus inpudico ., qui non potest nisi sceleratissime dicere: clntertlce te peccatis tuis omnibus absolutis, ne rursus talía uel etiam peiora committas, dum uiuis in mundo tet inpuris uoluptatibus inlecebroso, tot nefandis crlldelitatibus furioso, tot erroribus et terroribus inimico . ? Hoc q uia nefas est dicere , nefas 25

est profecto se occidere. N am si hoc sponte faciendi ulla causa

1 Qui - 2 illud: Eccli. 3. 27

2 incidet LAAK2abpBf3 (cf. gr, él1ltEaé~",) : incidit CKfQq • 6 debet] debe \ a / [ L' debeat AAeH • 9 domino] XPO Ap

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27,2·6 LA CIUDAD DE DIOS LIB . 1

qué se tiene tan grande amor a tantos y tamaños peligros, o, dado caso que no se los ame, por qué se les da acogida, mientras se per­manece en esta vida de la que está permitido separarse? ¿Por ven­tura una tan disparatada maldad trastornó a tal punto la natural <:ordura del hombre y le desvió de la consideración de la verdad, que, si uno debe inferirse la muerte por no precipitarse en el pe­cado bajo el poder de quien lo tiene cautivo, piense que le está bien el vivir, soportando a todas horas al mismo mundo, henchi­do de tentaciones, tales cuales se temen debajo del dominio de un tirano, y otras y otras innumerables sin las cuales esta vida no se vive? ¿Cuál es la razón de que gastemos tiempo en semejantes 4

exhortaciones con el afán de encender en los bautizados la afición a la entereza virginal o a la continencia vidual o a la fidelidad del "lecho conyugal, cuando tenemos mejores y más apartados atajos de todos los peligros de pecar, para remitir al Señor con el alma más sana y más pura a todos los que hubiéremos podido persuadir tras la reciente remisión de los pecados a que se den la muerte? Y si hubiere alguno que opinare que ello se ha de intentar y aconsejar; de éste yo digo que no sólo perdió el seso, sino que está loco: ¿con qué cara puede decir a un hombre: -Mátate, porque a tus pecados veniales no añadas otro más grave, viviendo en poder de un dés­pota bárbaro e impúdico., quien no puede decir sino con la más extremada malicia: - Mátate, una vez absuelto de todos tus pecados, porque no tornes a cometer otros tales o peores, mientras vivieres en un mundo tan seductor con tantos y tan impuros deleites , tan furioso de nefandas crueldades, tan hostil de errores y de terro­res.? Y pues que decir esto es pura maldad, pura maldad será 6

también darse la muerte. Porque si fuera posible que hubiere al­guna justa causa para hacerlo voluntariamente, sin duda que no la hay otra más justa que ésta. Y pues ni ésta no lo es, luego no hay ninguna.

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LIB. 1 DE CIVITATE DEI 27,6- 28, 4

iusta esse posset, procul dubio iustior quam ista non esset. Quia uero nec ista est, ergo nulla esto

28 Non itaque uobis, o fideles Christi , sit taedio uita uestra, si ludibrio fuit hostibus castitas uestra. Habetis magnam ueramque consolationem, si fidam conscientiam retinetis non uos consensisse 5

peccatis eorum, qui in uos peccare permisi sunt. Quod si forte, cur permissi sint, quaeritis , alta quidem est prouidentia creatoris mundi atque rectoris , et inscrutabilia sunt iudicia eiu s e t in u e s t i g a b il e s u i a e e i u s; uerum tamen interrogate fide­liter animas uestras, ne forte de isto integritatis et continentiae 10

uel pudicitiae bono uos inflatius extulistis et humanis laudibus delectatae in hoc etiam aliquibus inuidistis. Non accuso quod nescio , nec audio quod uobis interrogata uestra corda respondent. Tamen si ita esse responderint, nolite admirari hoc uos amisisse, unde hominibus placere gestistis, illud uobis remansisse, quod 15

ostendi hominibus non potest. Si peccantibus non consensistis, diuinae gratiae, ne amitteretur, diuinum accessit auxilium; huma­nae gloriae, ne amaretur, humanum successit opprobrium. In utroque consolamini, pusillanimes, illinc probatae hinc castigatae, illinc iustificatae hinc emendatae. Quarum uero corda interrogata 20

respondent numquam se de bono uirginitatis uel uiduitatis uel coniugalis pudicitiae superbisse, sed humilibus consentiendo de dono Dei cum tremo re exultasse, nec inuidisse cuiquam paris excellentiam sanctitatis et castitatis, sed humana laude postposita, quae tanto maior deferri solet, quanto ést bonum rarius, quod 25

8 et - 9 eius: Rom. 11, 33 • 22 humilibus consentiendo: Rom. 12, 16 • 23 tremore exultasse: Psal. 2, 11

28 14 admirari AC : ammirarl LA mirarl rell . • 24 castitatls] carltatis C

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28,1 -4 LA CIUDAD DE DiOS LIB. 1

Así que en ninguna manera, oh fieles de Cristo, os pese de 28 vuestra vida, si de vuestra honestidad hizo burla el enemigo. Gran-de y verdadero consuelo os queda si tenéis segura y firme la con­ciencia de no haber consentido en los pecados de aquellos a quie-nes se permitió que pecasen en vosotros. Y si por ventura pregun­tareis por qué fueron permitidos, profunda es sin duda y soberana la providencia del Hacedor y Gobernador del mundo; «inescrutables son sus juicios e ininvestigables son sus caminos •. Con todo, pre- 2

guntádselo fielmente a vuestras almas si por ventura os hubiereis engreído algún tanto por este bien de la entereza y continencia o de la castidad y , llevadas del gusto de las alabanzas, en este pun-to envidiásteislas a algunos otros. No acuso lo que no sé ni oigo la respuesta que os dan vuestros corazones interrogados. No obs­tante, si os respondieren que es así en hecho de verdad, no os ma­ravilléis si hubiereis perdido aquello con que os complacíais en agradar a los hombres y os quedasteis con lo que no puede mos­trarse a los hombres. Si no consentisteis con los que pecaron, el 3

divino auxilio corrió en socorro de la divina gracia porque no se perdiera , y allegóse el humano baldón a la gloria humana porque no se la amase. Consolaos, pusilánimes, en lo uno y en lo otro; pues por una parte fuisteis probados y por la otra castiga­dos; por una justificados y por la otra corregidos. Pero aquellos a 4

quienes su corazón interrogado respondiere que jamás se ensober­becieron del don de la virginidad, de la viudez o de la castidad conyugal, sino que, acomodándose con los humildes , se regocijaron con temblor de la merced que Dios les hizo y a nadie envidiaron la excelencia de otra semejante santidad y castidad, sino que, pos­puesta toda alabanza humana, que suele encarecerse tanto más cuanto el bien que exige la alabanza es más raro y singular; antes habían deseado que fuese mayor el número de éstas, que no que, en su poquedad, mayor fuera su eminencia; ni tampoco las muje-res que fueron tales , si acaso alguna fué atropellada por la lujuria

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LIB. I DE CIVITATE DEI 28,4·7

exigit laudem, optasse potius ut amplior earum numerus esset, quam ut ipsae in paucitate amplius eminerent: nec istae, quae tales sunt, si earum quoque aliquas barbarica libido conpressit, per­missum hoc esse causentur, nec ideo Deum credant ista neglegere, quia permittit quod nemo inpune committit. Quaedam enim 5

ueluti pondera malarum cupiditatum et per occultum praesens diuinum iudicium relaxantur et manifesto ultimo reseruantur. Fortassis autem istae, quae bene sibi sunt consciae non se ex isto castitatis bono cor inflatum extulisse, et tamen uim hostilem in carne perpessae sunt, habebant aliquid latentis intlrmitatis, quae 10

posset in superbiae fastum, si hanc humilitatem in uastatione i!la euasissent, extollí. Sicut ergo quidam morte rapti sunt, ne malitia mutaret inte!lectum eorum, ita quiddam ab istis ui raptum est, ne prosperitas mutaret modestia m earum. Vtrisque igitur, quae de carne sua, quod turpem nullius esset perpessa contactum, uel iam 15

superbiebant uel superbire , si nec hostium uiolentia contrectata esset, forsitan poterant, non ablata est castitas, sed humilitas per­suasa; i!larum tumori succursum est inmanenti, istarum occursum est inminentí.

Quamquam et illud non sit tacendum , quod quibusdam , 20

quae ista perpessae sunt, potuit uideri contir.entiae bonum in bonis corporalibus deputandum et tunc manere , si nullius libidine corpus adtrectaretur; non autem esse positum in solo adiuto diui ­nitus robore uoluntatis , ut sit sanctum et corpus et spiritus; nec

12 raptl - 13 eorum: Sapo 4, 11

1 ampllor] amplius e . 4 Deum credant LAAp : credant deum "l/. • 15 esset perpessa] essent perpessae (perpessa el A'K'F(!a'qB - 16/17 contrectata esset ] contrectatae essent e'K' B{J • 18 tumori] timoris e' . 23 autem esse] esse autem LA Hoffm. esse p

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28,4-8 LA CIUDAD DE DIOS LIB . I

de los bárbaros, deben quejarse de la divina permisión ni creer que Dios tiene en descuido estos excesos porque permite lo que nadie ·cometió jamás impunemente. Es de saber que algunos de nuestros malos apetitos se nos relajan y desarriendan de presente por ocul­to juicio de Dios y se reservan para el juicio último, que será ma­nifiesto y patente_ Acaso también algunas de estas mujeres, ase­guradas por el testimonio de su conciencia de que no se hinchó su ·corazón por este bien de la castidad y, no obstante, padecieron en su carne la violencia bestial del enemigo, tenían latente alguna fla­queza que pudiera engallarse en soberbia y fausto si, en aquel sa­queo y devastación , perdieran el abrigo de la humildad_ Así como a algunos se los llevó arrebatados la muerte porque la malicia no trabucase su entendimiento; así también todo cuanto a éstas se les arrebató por la fuerza, fué porque el buen suceso no les estragase la modestia. A las unas , pues, y a las otras que, porque no habían sufrido en su carne contacto alguno que la ajara, ya se ufanaban o quizá pudieran ufanarse, si la brutalidad del enemigo no las alcan­zara, no se las despojó de la castidad, pero la humildad les fué in­culcada. Remediada quedó la hinchazón inmanente de las unas y socorrida la inminente hinchazón de las otras.

Aunque tampoco se debe callar que a algunas que padecieron tales atropellos fué posible que les pareciese que el bien de la con­tinencia debía ser considerado como uno de los bienes corporales y que perseveraba incorrupto si el cuerpo no era arrollado por la torpeza de nadie y que no consistía en la sola firmeza de la volun­rad robustecida con el divino auxilio para que , a una , fuera santo el cuerpo y el espíritu y que este bien no era de condición de no poderse quitar aunque a la voluntad le pese. De este error acaso las curó la experiencia; porque cuando consideran cuán consciente­mente sirvieron a Dios y con fe no mellada creen de Él que a los que así le sirven e invocan, en manera alguna puede abandonar­los y no les es posible dudar de cuán agradable le sea la castidad,

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LIB . 1 DE CIVITATE DEI 28,7·29, 3

tale bonum esse, quod inuito animo non possit auferri; qui error eis fortasse sublatus esto Cum enim cogitant, qua conscientia Deo seruierint, et flde inconcussa non de illo sentiunt, quod ita sibi seruientes eumque [ita] inuocantes deserere ullo modo potuerit, quantumque illi castitas placeat dubitare non possunt, uident 5

esse consequens nequaquam illum fuisse permissurum, ut haec acciderent sanctis suis, si eo modo perire posset sanctitas, quam contulít eis et diligit in eis.

29 Habet itaque omnis familia summi et ueri Dei consolationem suam, non fallacem nec in spe rerum nutantium uel labentium 10

constitutam, uitamque etiam ipsam temporalem minime paeniten­dam, in qua eruditur ad aeternam, bonisque terrenis tamquam peregrina utitur nec capitur, malis autem aut probatur aut emen­datur. Illi uero, qui probitati eius insultant eique dicunt, cum forte in aliqua temporalia mala deuenerit: «V b i e s t D e u s 15

t U U s?» ipsi dicant, ubi sint di eorum, cum talía patiuntur, pro quibus euitandis eos uel colunt uel colendos esse contendunt. Nam ista respondet : Deus meus ubique praesens, ubique totus , nusquam inclusus, qui possit adesse secretus, abes se non motus ; ille cum me aduersis rebus exagitat, aut merita examinat aut pec- 20

cata castigat mercedemque mihi aeternam pro toleratis pie malis temporalibus seruat; uos autem qui estis , cum quibus loqui digo num sit saltem de dis uestris, quanto minus de Deo meo, qui .terribilis est super omnes deos, quoniam omnes d i gen ti u m d a e m o n i a, D o m i n u s a u t e m c a e los fe c it » • 25

15 Vbi - 16 mus: Psal. 41 , 4 • 24 terrlbilis - 25 fecit: Psal. 95, 4·5

4 om. LAC'A Domb. Hoffm. • ullo] nullo C • 7 posset] posslt C'A 29 18 praesens] praesens est C'KFeeqfJ • 23 saltem] salUm CA' KadBfJ

24 omnes AA(!B el forla sse L ed.pr. secundum graec . : om. rell. Hoffm.

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28,8·30,1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. I

ven ser su consecuencia infalible que por modo alguno permitiría que sus Santos pasasen por tales trances si de aquella guisa pu· diera perecer la santidad que les comunicó y que en ellos ama.

Así que toda la familia del sumo y verdadero Dios tiene su 29 consuelo no falaz ni fundado en la esperanza de las cosas tornadi· zas y lábiles; y la misma vida temporal la pasa sin que deba tener que arrepentirse de ella, porque en ella se ensaya para la eterna y de los bienes de la tierra usa como peregrina, sin que a ellos se aficione, al paso que con los males, o se prueba o se enmienda . Pero los que hacen escarnio y mofa de su probidad y le dicen, en viéndola engolfada en algunos trabajos temporales: - ¿Adónde es· tá tu Dios? sean ellos quienes respondan adónde están sus dio· ses cuando padecen otro tanto, puesto que para su evitación o los adoran o pretenden que se deben adorar. Porque la familia de 'Cristo responde: Mi Dios dondequiera está presente; en todas partes está todo Él; no encerrado en ningún limite; que puede asis· tir estando secreto, y estar ausente sin haberse movido. Este Señor, cuando con adversidades me zaranda, o examina mis merecimien· tos o castiga mis pecados; y tiéneme guardado el premio eterno por las tribulaciones temporales soportadas con espíritu de piedad. Pe· ro vosotros ¿quién sois para merecer que hable con vosotros , ni aun de vuestros dioses, cuánto más de mi Dios, que -es terrible sobre todos los dioses, porque todos los dioses de los gentiles son demonios; mas, el Señor hizo los c;ielos . ?

Si viviera aquel Escipión Nasica,l vuestro Pontífice en pasa· 30 ·dos tiempos (que, bajo el terror de la guerra púnica, como se bus· .cara el varón más señalado en bondad, para recibir la madre de los

1 Véase NOTAS ADICIONALES. IV.

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LIB. I DE CIVITATE DEI 30,1-4

30 Si Nasica i!le Scipio uester quondam pontifex uiueret, quem sub terrore be!li Punici in suscipiendis Phrygiis sacris, cum uir optimus quaereretur, uniuersus senatus elegit, cuius os fortasse non auderetis aspicere, ipse uos ab hac inpudentia cohiberet. Cur enim adflicti rebus aduersis de temporibus querimini Christianis, s. nisi quia uestram luxuriam cupitis habere securam et perditissimis moribus remota omni molestiarum asperitate dimuere? Neque enim propterea cupitis habere pacem et omni genere copiarum abundare, ut his bonis honeste utamini, hoc est modeste sobrie, temperanter pie , sed ut infinita uarietas uoluptatum insanis effu· 10

sionibus exquiratur, secundisque rebus ea mala oriantur in mori· bus, quae saeuientibus peiora sunt hostibus. At i!le Scipio ponti. fex maximus uester, ¡¡le iudicio totius sena tus uir optimus, istam uobis metuens calamitatem nolebat aemulam tunc imperii Romani Carthaginem dirui et decernenti ut dirueretur contradicebat Cato· 15

ni, timens infirmis animis hostem securitatem et tamquam pupilo lis ciuibus idoneum tutorem necessarium uidens esse terrorem. Nec eum sententia fefe!lit: re ipsa probatum est qua m uerum di· ceret. Deleta quippe Carthagine magno scilicet terrore Romanae rei publicae depulso et extincto tanta de rebus prosperis orta mala 20

continuo subsecuta sunt, ut corrupta diruptaque concordia prius saeuis cruentisque seditionibus, deinde mox malarum conexione causarum bellis etiam ciuilibus tantae strages ederentur, tantus sanguis effunderetur, tanta cupiditate proscriptionum ac rapina. rum ferueret inmanitas, ut Romani illi, qui uita integriore mala 25

1 quem - 3 elegir: Cle. har. 27; Llv. 29, 14, 8 • 12 Ar - 16 Catani: Llv . pero 49; FLOR . ep. 1. 31, 4

30 12 sunr LAAH ed pro ed.Arg. : sinr rell . Dllebn. • 21 dirupraque LA AQ-ed. pro : di srupraque rell. ed. Arg.

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30,1·4 LA CIUDAD DE DIOS LIB . I

dioses que se traía de Frigia, fué escogido para esta misión, con el unánime sufragio del Senado), a quien por ventura vosotros no osaríais mirar a la cara, él sería quien reprimiese esa vuestra des­vergüenza. ¿Por qué, cuando las adversidades os afligen, os quejáis de los tiempos cristianos, sino porque deseáis tener segura vuestra regalada vida y atollar en costumbres perdidísimas, alejados de to­da aspereza y molestia? No anheláis tener paz y toda suerte de abundancias para hacer de ellas un empleo honesto, digo, con tasa, con sobriedad, con religiosidad y templanza, sino para procuraros con gastos de locura una infinita variedad de placeres y que con la bonancible prosperidad vengan a nacer en la vida y costumbres unos males peores que los más encarnizados enemigos. Pero aquel 3· Escipión, vuestro Pontífice máximo, el más aventajado en bondad a juicio de todo el Senado, como temiese por vosotros esta bonan-za fatal, no quería para entonces la destrucción de Cartago, compe­tidora del imperio romano, y contradecía a Catón, empeñado en que fuera destruída e igualada con el suelo , temeroso de la seguri­dad, perjudicial a los ánimos flacos, y convencido de que el miedo era el imprescindible tutor de los ciudadanos que viven siempre en perpetua minoría de edad. Y este sentir no le engañó; la realidaq demostró cuánta verdad encerraba el criterio que sostenía. Pues con el asolamiento de Cartago y con eliminar y sacudir de sí el grande miedo que llevaba a cuestas la república romana, fueron tantos los males que se siguieron, nacidos a la continua de tamaña prosperidad, que, viciada y rota la concordia, primero con crueles y cruentas sediciones y después, dándose1 la mano unas malas cau­sas con otras, en no rompida concatenación, prodújose con las gue­rras civiles tanto estrago, se derramó tanta sangre, fermentó tanto, con la desaforada codicia, la feroz inhumanidad de las proscripcio­nes y rapiñas, que aquellos romanos que, salva la vida, temían da-

1 Véase NOTAS ADICIO NALES. V.

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LIB. I DE CIVITATE DEI 30,4 · 31, 2

metuebant ab hostibus , perdita integritate uitae crudeliora pateren­tur a ciuibus; eaque ipsa libido dominandi, quae inter alia uitia generis humani meracior inerat uniuerso populo Romano, postea quam in paucis potentioribus uicit , obtritos fatigatosque ceteros etiam iugo seruitutis oppressit.

31 Nam quando illa quiesceret in superbissimis mentibus, donec continuatis honoribus ad potestatem regiam perueniret? Honorum porro continuandorum facultas non esset, nisi ambitio praeualeret. Minime autem praeualeret ambitio, nisi in populo auaritia luxu­riaque corrupto. Auarus uero luxuriosusque populus secundis 10

rebus effectus est, quas Nasica ille prouidentissime cauendas esse censebat, quando ciuitatem hostium maximam fortissimam opu­lentissimam nolebat auferri, ut timore libido premeretur, libido pressa non luxuriaretur luxuriaque cohibita nec auaritia grassare­tur; quibus uitiis obseratis ciuitati utilis uirtus floreret et cresceret 15

eique uirtuti libertas congrua permaneret. Hinc etiam erat et ex hac prouidentissima patriae caritate ueniebat, quod idem ipse uester pontifex maximus, a senatu illius temporis (quod saepe dicendum est) electus sine ulla sententiarum discrepantia uir optimus, caueam theatri senatum construere molientem ab hac 20

dispositione et cupiditate conpescuit persuasitque oratione grauis­sima, ne Graecam luxuriam uirilibus patriae moribus paterentur obrepere et ad uirtutem labefactandam eneruandamque Romanam peregrinae consentire nequitiae, tantumque auctoritate ualuit, ut uerbis eius commota senatoria prouidentia etiam subsellia, quibus 25

ad horam congestis in ludorum spectaculo iam uti ciuitas coeperat,

4 obtrltosj obrltos LAI obrutos Al! 31 13 llbldo' jllbldlne CAp Damv.,·a

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30,4 · 31,2 LA CIUDAD DE DIOS LIB . 1

ños del enemigo, ahora, con pérdida de sus propias vidas, los pa­decieron peores de la mano de sus conciudadanos. Y aquella su misma frenética pasión de dominio, que entre los demás vicios co­munes al humano linaje era el más profundamente arraigado en to­do el pueblo romano, después que salió con la victoria en algunos pocos más poderosos, luego de quebrantados y fatigados los demás , acabó por oprimirlos también con el yugo de la servidumbre.

¿Pero cómo la pasión de dominio había de aquietarse en 31 aquellas mentes ahitas de soberbia, sin que, encadenando unos honores con otros, llegase a alcanzar la potestad real? No existiera empuje para unir dignidades a dignidades, si no prevaleciera la ambición. Y la ambición de ningún modo puede prevalecer, sino en un pueblo estragado por la avaricia y el regalo. Y el pueblo se tornó avaro y muelle con la prosperidad, de la cual con pruden-cia clarividente opinaba Escipión Nasica que debían precaverse, al no querer que fuese raída del suelo la ciudad más populosa, más fuerte y más rica de los enemigos, para que el temor pusiera freno al apetito, y el apetito enfrenado no se desmandara y se amollentara en el regalo, y, cohibido el regalo, no engordara la ava­ricia, y, atajados estos vicios, floreciera y creciera la virtud . que a la ciudad importa tanto, y subsistiera la libertad que a esta vir­tud le corresponde. De aquí también procedía, y de este providen­tísimo amor de la patria se originaba, aquello que el mismo Pon­tífice máximo vuestro, escogido (lo cual muchas veces se debe repetir) como el mejor de todos por el Senado de aquellos días sin ninguna discrepancia, consiguió que el Senado, que tenía el pro­yecto de construir un teatro, se retrajese y le persuadió con un parlamento lleno de cordura y gravedad que no lo hiciese, no per­mitiendo que, mansamente y sin sentirlo, se deslizara en las viriles costumbres de su patria la molicie de Grecia, ni consintieran la

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13 - La Ciudad de 010 • . Vol. (

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LIB. I DE CIVITATE DEI 31,2 - 32, 3

deinceps prohiberet adponi. Quanto studio iste ab urbe Roma ludos ipsos scaenicos abstulisset, si auctoritati eorum, quos deos putabat, resiste re auderet, quos es se noxios daemones non in­tellegebat aut, si intellegebat, placandos etiam ipse potius quam contemnendos existimabat! Nondum enim fuerat declarata genti- s. bus superna doctrina, quae fide cor mundans ad caelestia uel supercaelestia capessenda humili pietate humanum mutaret adfec­cum et a dominatu superborum daemonum liberaret.

32 Verum tamen scitote , qui ista nescitis et qui uos scire dissi-mulatis, aduertite, qui aduersus liberatorem a talibus dominis l e,

murmuratis : ludi scaenici, spectacula turpitudinum et licentia uanitatum, non hominum uitiis, sed deorum uestrorum iussis Romae instituti sunt. Tolerabilius diuinos honores deferretis illi Scipioni quam deos huius modi coleretis . Neque enim erant illi di suo pontifice meliores . Ecce adtendite , si mens tam diu po- 15-

tatis erroribus ebria uos aliquid sanum cogitare permittit! Di propter sedandam corporum pestilentiam ludos sibi scaenicos exh i­beri iubebant; pontifex autem propter animorum cauendam pesti­lentiam ipsam scaenam constitui prohibebat. Si aliqua luce mentis animum corpori praeponitis , eligite quem colatis! Neque enim et 2e· illa corporum pestilentia ideo conquieuit, quia populo bellicoso et solis antea ludis circensibus adsueto ludorum scaenicorum de­licata subintrauit insania ; sed astutia spirituum nefandorum prae­uidens illam pestilentiam iam fine debit0 cessaturam aliam longe

16 Di - 18 iubebant: LIV. 7. 2. 3

32 14 hu lus modi LAAeab'pB : hu ius mundi e e!us modi KFb 1eqf3 • 16 cogi ' tare LAAe : con s lde~are " l/ . . 19 constltu i LA A : construi ,,/1

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31,2·32, 3 LA CIUDAD DE DIOS LIB. I

exótica superfluidad, corrompedora y destructora de la castiza viro tud romana. Y tanto pudo su autoridad, que, movidos de ella, prohibieron los senadores, para adelante, que se pusieran unos asientos provisionales que se habían comenzado a poner para que la ciudad contemplara los juegos. ¡Con cuán afanosa diligencia hu­biera este hombre desterrado de Roma los mismos juegos escénicos, si osara oponerse a la autoridad de los que él pensaba ser dioses, ignorando que en realidad no eran sino malos demonios; y si sabía que lo eran, parecíale a él que antes se debían aplacar que menos­preciar! Porque aun no se había declarado y manifestado a las gentes la doctrina del cielo, la cual, purificando el corazón con la fe, pudiera, con humilde piedad, volver el afecto humano a procu­rar las cosas celestiales o sobrecelestiales y librarle de la tiranía y la insolencia de los demonios .

Con todo, sabed los que no lo sabéis y advertid los que disi- 32 muláis no saberlo y murmuráis contra el que os vino a librar de

tales déspotas: los juegos escénicos, espectáculos de torpezas y li­bertinaje de vanidades, fueron instituídos en Roma no por viciosa iniciativa de los hombres, sino por mandato expreso de vuestros dioses . Más tolerable fuera que rindierais honores divinos a aquel Escipión, que no que adoraseis a dioses semejantes. Aquellos dio-ses no eran mejores que su pontífice. Avivad el seso y poned ad­vertencia, si vuestro juicio, beodo de la tan prolija borrachez de errores que bebisteis, os permite pensar algo que sea sano. Los dio­ses, para acabar con una pestilencia de los cuerpos, mandaron que les hiciesen estos juegos escénicos. Y vuestro pontífice, para salva­guardar la pestilencia de las almas, estorbó que se construyese la escena. Si con alguna centella de entendimiento dais mayor valor al ánimo que al cuerpo, escoged a quien adoraríais. Y no por esto la epidemia corporal cesó; porque en un pueblo guerrero, avezado no

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LIB. I DE CIVITATE DEI 32,3 - 33, 2

grauiorem, qua plurimum gaudet, ex [hac] occasione non corpori­

bus, sed moribus curauit inmittere, quae animos miserorum tantis

obcaecauit tenebris, tanta deformitate foedauit, ut etiam modo (quod incredibile forsitan erit, si a nostris posteris audietur) Ro­

mana urbe uastata, quos pestilentia ista possedit atque inde fu- 5

gientes Carthaginem peruenire potuerunt, in theatris cottidie cer­

tatim pro histrionibus insanírent.

33 O mentes amentes! quis est hic tantus non error, sed furor,

ut exitium uestrum, sicut audiuimus, plangentibus orientalibus populis et maximis ciuitatibus in remotíssimis terris publicum 10

luctum maeroremque ducentibus uos theatra quaereretis intraretis

inpleretis et multo insaniora quam fuerant antea faceretis? Hanc

animorum labem ac pestem, hanc probitatis et honestatis euersio­

nem uobis Scipio iHe metuebat, quando construi theatra prohibe­bat, quando rebus prosperis uos facile corrumpi atque euerti posse 15

cernebat, quando uos securos esse ab hostili terrore nolebat.

Neque enim censebat iHe felicem esse rem publicam stantibus moenibus, ruentibus moribus. Sed in uobis plus ualuit quod

daemones inpii seduxerunt, quam quod homines prouidi praeca­

uerunt. Hinc est quod mala, quae facitis , uobis inputari non 20

uultis, mala uero, quae patimini, Christianis temporibus inputatis . Neque enim in uestra securitate pacatam rem publicam, sed

luxuriam quaeritis inpunitain, qui deprauati rebus prosperis nec corrigi potuistís aduersis. Volebat uos ille Scipio terrerí ab hoste,

1 am. LAAp cf. SUET. Caes . 60 - 3 deformicace foedauit) fedault deformltate VA 33 16 securos esse ah hostlli terrore LACA!.' : ah hostlli terrore securos esse rel!

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32, 3 ·33, 2 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1

más que a los juegos circenses, se introdujo a la callada la lasciva locura de las representaciones teatrales; sino que, como previera la cuquería de los espíritus nefandos que la pestilencia física un día u otro había de cesar, harta de cebo, procuró substituida por otra más grave, que le da mucho más gusto, no en los cuerpos, si­no en las costumbres; la cual. con tantas tinieblas anocheció los ánimos de los miserables y los afeó con tal deformidad, que aun ahora (que quizá será cosa increíble si viniere a noticia de nuestros descendientes), después de destruída Roma, los que estaban po­seídos de la pestilencia y, fugados de Roma, huyeron a Cartago, un día sí y el otro también acuden a los teatros, por su loca afición a ver estos juegos.

¡Oh mentes dementes! ¡Oh juicios sin juicio! ¿Qué error, y 33 más que error, qué furor es este tan grande, que, al paso que llo­raban vuestra destrucción , según oímos, las naciones orientales y, con públicas demostraciones de llanto y tristeza, las mayores ciu­dades que hay en los más remotos lindes de la tierra, vosotros anduvieseis en busca de teatros y en ellos entraseis y los abarro­taseis, y cometieseis mayores desvaríos que antes? Esta mancilla y peste de las almas, este derrumbamiento de la bondad y de lá moralidad temía en vosotros aquel Escipión, cuando se oponía a la construcción de teatros, cuando intuía que la próspera fortuna fácilmente podía estragaros y pervertiros, al no querer veros libres del miedo de los enemigos. No tenía él por dichosa a aquella re­pública que mantenía las murallas en pie y las costumbres por el suelo. Pero en vosotros mucho más pudo el embeleco de los espí­ritus de la impiedad, que la previsión de los hombres de seso. De aquí nace que los males que hacéis no los queréis imputar a vos­otros; al paso que los males que padecéis los imputáis a los tiem-pos cristianos. En vuestra seguridad no pretendéis la quietud de

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LIB. I DE CIVITATE DEI 33,2·35, 1

ne in luxuriam flueretis; nec contriti ab hoste luxuriam repressis­

tis, perdidistis utilitatem calamitatis, et miserrimi facti estis et

pessimi permansistis .

34 Et tamen quod uiuitis Dei est , qui uobis parcendo admonet,

ut corrigamini paenitendo; qui uobis etiam ingratis praestitit, ut 5

uel sub nomine seruorum eius uel in locis martyrum eius hostiles

manus euaderetis. Romulus et Remus asylum constituisse perhi­

bentur, quo quisquis confugeret ab omni noxa liber esset, augere

quacrentes creandae multitudinem ciuitatis. Mirandum in hono­

rem Christi processit exemplum. Hoc constituerunt euersores 10

Vrbis, quod constituerant antea conditores . Quid autem magnum,

si hoc fecerunt ille LIt ciuiu111 suorum numerus suppleretur, quod

fecerunt isti, ut suorum hostium numerositas seruareturl

35 Haec et alia, si qua uberius et commodius potuerit, respon·

deat inimicis suis redempta familia domini Christi et peregrina 15

ciuitas regis Christi. Meminerit sane in ipsis inimicis latere ciues

futuros, ne infructuosum uel apud ipsos putet, quod, donec per­

ueniat ad confessos, portat infensos; sicut ex illorum numero

etiam Dei ciuitas habet secum, quamdiu peregrinatur in mundo,

conexos communione sacramentorum, nec secum futuros in aeter- 20

na sorte sanctorum, qui partim in occulto, partim in aperto sunt,

qui etiam cum ipsis inimicis aduersus Deum, cuius sacramentum

gerunt, murmurare non dubitant, modo cum i[lis theatra, modo

35 14 et 3113 AAQ"p Bms : et talla e er for r"5" L. ,,/l . Hof/;n.

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33,2 ·35, 1 LA CIUDAD DE DIOS LIB . I

la república, sino la impunidad de vuestros desórdenes, porque,

viciados por la prosperidad, la adversidad no pudo corregiros. Quería aque! ejemplar Escipión que os pusiera miedo el enemigo,

no fuera que os disolvierais en e! regalo. Vosotros, ni aun bajo

los pies de! enemigo no atajasteis las demasías; perdisteis el fruto

de la tribulación, vinisteis a quedar misérrimos y permanecisteis

pésimos.

y con todo, el hecho de que viváis es merced de Dios, que, 34

perdonándoos, os advierte que os enmendéis con la penitencia .

Él fué quien, siendo tan ingratos, usó con vosotros de tanta mise·

ricordia que escapasteis de las manos del enemigo o so color de

siervos suyos, o en las capillas y memorias de sus mártires. Refie-

ren que Rómulo y Remo instituyeron un asilo adonde quien­

quiera que se acogiese quedase exento de todo daño , con m¡"ras

al aumento de la ciudad que fundaban; maravillosa iniciativa

que redundó en gloria de Cristo. Los destructores de Roma cons­

tituyeron esto mismo que antes habían instituído sus fundadores .

Pero ¿qué cosa grande es esta, si ellos hicieron para suplir el nú­

mero de sus ciudadanos aquello mismo que hicieron sus destruc­tores para conservar la muchedumbre de sus enemigos?

Esta y otras cosas semejantes, si más copiosamente y más 35 cómodamente pudiere, responda a sus enemigos la familia redimida

de Nuestro Señor Jesucristo y la Ciudad peregrina de Cristo Rey . Pero acuérdese que entre sus mismos enemigos están ocultos

algunos que en su día serán conciudadanos, porque no piense que es sin fruto, aun mientras anda entre ellos, que sufra a los que la

odian y persiguen, hasta que finalmente se le declaren y manifies-

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liB. I DE CIVITATE DEI 35, l· 36, 3

ecclesias nobiscum replentes. De correctione autem quorundam

etiam talium multo minus est desperandum, si apud apertissimos

aduersarios praedestinati amid latitant, adhuc ignoti etiam sibi.

Perplexae quippe sunt istae duae ciuitates in hoc saeculo inuicem­que permixtae, donec ultimo iudido dirimantur; de quarum exortu 5

et procursu et debitis tlnibus quod dicendum arbitror quantum

diuinitus adiuuabor, expediam propter gloriam ciuitatis Dei, quae alienis a contrario conparatis clarius eminebit.

36 Sed adhuc mihi quaedam dicenda sunt aduersus eos , qui Romanae rei publicae clades in rellgionem nostram referunt, qua 10

dis suis sacritlcare prohibentur. Commemoranda sunt enim quae

et quanta occurrere poterunt uel satis esse uidebuntur mala ,

quae illa duitas pertulit uel ad eius imperium prouinciae pertinen­

tes, antequam eorum sacritlcia prohibita fuissent; quae omnia

procul dubio nobis tribuerent, si iam uel illis clareret nostra reli- 15

gio, uel ita eos a sacris sacrilegis prohiberet. Defnde monstrandum

est, quos eorum mores et quam ob causam Deus uerus ad augen­

dum imperium adiuuare dignatus est, in cuius potestate sunt

regna omnia, quamque nihil eos adiuuerint hi, quos deos putant, et potius quantum dedpiendo et fallendo nocuerint. Postremo w aduersus eos dicetur, qui manifestissimis documentis confutati atque conuicti conantur adserere non propter uitae praesentis

utilitatem, sed propter eam, quae post mortem futura est, colendos

deos . Quae, nisi fallor, quaestio multo erit operosior et subtiliore

36 12 poterunt Bmg Domb. : potuerunt A 1Aq ed.pr. poruerint F(!BfJ er fortasse L, ed.Arg. Hoffm.

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35,1 - 36, 2 LA CIUDAD DE DIOS LI B. 1

ten_ 1 Así como también la Ciudad de Dios, mientras peregrina en este mundo, contiene a algunos miembros unidos por la comunión de los sacramentos que no se han de hallar con ella en la heredad eterna de los santos, ocultos en parte, en parte manifiestos y que, mezclados con los mismos enemigos, no vacilan en murmurar de Dios, cuyo sello ostentan, y que, ora con ellos hinchen los teatros , ora con nosotros llenan las iglesias_ De la enmienda de algunos de estos tales mucho menos se debe desesperar, siendo así que entre los mismos manifiestísimos adversarios encúbrense amigos pre­destinados que a sí mismos se desconocen todavía_ Mezcladas andan y confusas en este mundo esas dos ciudades, hasta que el final juicio las dirima y diferencie, de cuyo nacimiento, progreso y debidos fines, cuanto Dios me ayudare, diré lo que me pareciere a propósito para gloria de la Ciudad de Dios, la cual brillará mucho más, comparada con sus contrarios.

Pero todavía me quedan por decir algunas cosas contra aque- 36 110s que atribuyen las calamidades de la república romana a nues-tra religión, que prohibe el culto a sus dioses. Habré, pues, de ha-cer mención de todos cuantos males, considerada su magnitud, po­drán ocurrir o a mí me .parecerán bastantes, que aquella ciudad so­portó o las provincias que pertenecían a su imperio, antes que sus sacrificios fueran prohibidos. Sin duda, todos nos los atribuirían, si tuvieran noticia clara de nuestra religión o les prohibiera así sus sacrílegos sacrificios. Luego tendré que demostrar por qué costum­bres suyas y por qué causa el verdadero Dios en cuya mano están todos los imperios se dignó ayudarlos para el acrecentamiento del

1 No por la postrimera manifestación, a saber, cuando, en la vida futura , quedarán al descubierto las conciencias, como interpreta Luis Vives, sino por la explicita confesión de la fe cristiana que en la presente vida debe hacerse para que sean admitidos en la famllla de Cristo.

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LIB. [ DE CIVITATE DEI 36,3-4

disputatione dignior, ut ee contra philosophos in ea disseratur ,

non quoslibet, sed qui apud iHos exceHentissima gloria clari sunt

et nobiscum multa sentiunt, et de animae inmortalitate et quod

Deus uerus mundum condiderit et de prouidentia eius, qua uni·

4 uersum quod condidit regit. Sed quoniam et ipsi in iHis, quae 5

contra nos sentiunt, refeHendi sunt, deesse huic officío non debe·

mus, ut refutatis inpiís contradictionibus pro uiribus, qllas Deus

inpertiet, adseramus cíuitatem Dei ueramque pietatem et Dei culo

tum, in quo uno ueracíter sempiterna beatitudo promittitur. Hic

itaque modus sit huills lIoluminis, ut deinceps disposita ab alío !O

sumamus exordio.

[641

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36, 2·4 LA ClUDAD DE DIOS LIB . [

suyo y CC'lmo fué nula la ayuda que esos que juzgan dioses presta· ron; antes, cuánto les hayan perjudicado con sus engaños. Última. mente trataré contra aquellos que, confutados y convencidos con evidentísimas probanzas, porfían en sostener que los dioses deben ser adorados no por los provechos de la vida presente, sino por la que se espera después de la muerte. Cuestión esta que, si no me engaño, será mucho más trabajosa y más digna de que se trate con más sutileza y particularidad, como que se disputará contra filóso· fos, y no filósofos cualesquiera, sino contra los que entre ellos go· zan de mayor fama y en muchos puntos concuerdan con nosotros , conviene a saber, e~ lo de la inmortalidad del alma y de la creación y providencia de Dios por la cual gobierna y rige todo lo que creó. Pero por cuanto es también razón que los refutemos en aquello que 4

sienten contra nosotros, no dejaré tampoco de dar satisfacción en este punto, a fin de que, refutadas las impías contradicciones se­gún las fuerzas que Dios me diere, a nivel y plomo cimentemos la Ciudad de Dios y la verdadera piedad y religión, mediante la cual exclusivamente, y con toda verdad, se nos promete la sempiterna bienaventuranza. Este sea ya el término de este libro, para comen­zar por otro principio lo que ya tenemos dispuesto y trazado.

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LIBER II

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LIBER II

T ABULA CAPITUM

Caput l.-De modo, qui necessitati disputationis adhibendus est. Caput n .-De his, quae primo uolumine expedita sunt. Caput III.-De adsumenda historia, qua ostendatur, quae mala 5

acciderint Romanis, cum deos colerent, antequam religio Christiana obcresceret.

Caput nn.-Quod culeores deorum nulla umquam a dis suis prae­cepta probitatis acceperint et in sacris eorum turpia quaeque celebrauerint. 10

Caput V .-De obscenitatibus, quibus mater deum a cultoribus suis honorabatur.

Caput VI.-Deos paganorum numquam bene uiuendi sanxisse doctrinam.

Caput VII.-Inutilia esse inuenta philosophica sine auctoritate 15

diuina, ubi quemque ad uitia pronum magis mouet quid di fecerint, quam quid homines disputarint.

5 ostendatur] ostenditur pq' • 6 acciderintJ acciderunt p • 16 quid e: quod pq ed. pro • 16 di fecerint q : de/lcerint e du fecerunt p • 17 quid e: quod pq ed.pr.

[66J

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LIBRO SEGUNDO

lNDICE DE CAPITULO S

Capítulo l.-De la norma que, por necesidad, debe seguirse en el

presente tratado.

Capítulo H.-De los puntos que se despacharon en el primer libro.

Capítulo III.-Del empleo que se ha de hacer de la historia, para

demostrar los trabajos que sobrevinieron a los romanos,

cuando daban culto a los dioses , antes que se propagara la religión cristiana.

Capítulo IIIl.-Que jamás recibieron de sus dioses esos idólatras

precepto ninguno de virtud, y que solemnizaron sus fiestas y ceremonias con torpezas y deshonestidades.

Capítulo V .-De las obscenidades con que la madre de los dioses

era honrada por sus devotos .

Capítulo Vl.-Que los dioses de los paganos jamás establecieron

doctrina para el recto vivir.

Capítulo VIL-De cómo son inútiles las invenciones filosóficas sin

la autoridad divina, siendo así que a cualquier persona

propensa al vicio , más la mueve lo que hicieron los dioses que lo que los hombres con sus lucubraciones averiguaron .

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LIB . II DE CIVITATE DEI

Caput VIlI.-De ludis scaenicis, in quibus di non offenduntur editione suarum turpitudinum, sed placantur.

Caput VIIII.-Quid Romani ueteres de cohibenda poetica licentia senserint, quam Graeci deorum secuti iudicium liberam esse uoluerunt.

Caput X .-Qua nocendi arte daemones uelint uel falsa de se cri­mina uel uera narrari.

Caput XL-De scaenicis apud Graecos in rei publicae administra­tionem receptls, eo quod placatores deorum iniuste ab homi-nibus spernerentur. 10

Caput XIL-Quod Romani auferendo libertatem poetis in homi­nes, quam dederunt in deos, melius de se quam de dis suis senserint.

Caput XIIL-Debuisse intellegere Romanos, quod di eorum, qui se turpibus ludis coli expetebant, indigni essent honore 15

diuino. Caput XIlIL-Meliorem fuisse Platonem, qui poetis locum in bene

morata urbe non dederit, quam hos deos, qui se ludis scaeni­cis uoluerint honorari.

Caput XV.-Quod Romani quosdam sibi deos non ratione, sed 20

adulatione instituerint~ Caput XVL-Quod, si dis ulla esset cura iustitiae, ab eis Romani

accipere debuerint praecepta uiuendi potius quam leges ab alils hominibus mutuari.

Caput XVII.-De raptu Sabinarum aliisque iniquitatibus, quae in 25

ciuitate Romana etiam laudatis uiguere temporibus .

4 secut! ludlclum] ludlcium secut! p • 11 in homlnes] In hominlbus p • 13 senserlnt] senserunt p • 19 uoluerlnt] noluerunt p • 21 instltuerlnt] lns · cltuerunt p • 23 debuerlnt] debuerunt p • 24 mutuarl pq : mutarl e

[67J

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LA CIUDAD DE DIOS LIB. II

Capítulo VIll.-De los juegos escénicos en los que los dioses no se e nojan, antes se aplacan, con la relación de sus torpezas.

Capítulo VIlIl.-Lo que sintieron los antiguos romanos acerca de la represión de la licencia que se tomaban los poetas, que los griegos, siguiendo el juicio de los dioses, quisieron suelta de toda traba.

Capítulo X.-Con qué artera y exquisita malicia quieren los demo­nios que de ellos se cuenten crímenes falsos o verdaderos .

Capítulo Xl.-De los autores escénicos que en Grecia fueron admi­tidos a los cargos administrativos de la república, porque, fuera de toda razón, los hombres los tenían en menos­precio y desdén, aun siendo quienes tornaban aplacables y propicios a los dioses.

Capítulo XIl.-De cómo los romanos, quitando a los poetas la libertad contra los hombres que contra los dioses les habían otorgado, sintieron de sí mejor que de sus dioses mismos.

Capítulo XIll.-Debieran haber entendido los romanos que los dioses suyos que holgaban de ser honrados con tan torpes juegos, eran indignos del divino culto.

Capítulo XIlIl.-Que fué mejor Platón, no dando lugar a los poe­tas en su ciudad ideal, que esos dioses que quisieron se les honrase con juegos escénicos.

Capítulo XV.-Que los romanos crearon para sí algunos dioses, movidos no por sano criterio, sino por espíritu de adu­lación.

Capítulo XVl.-Que si los dioses tuvieran algún cuidado de la justicia, de ellos debieron recibir los romanos preceptos para bien vivir, antes que pedir a otros pueblos leyes pres­tadas.

Capítulo XVIl.-Del rapto de las Sabinas y de otras iniquidades que reinaron en la ciudad de Roma por los mismos días que, alabanciosamente, se calificaron de buenos.

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14 - La Ciudad de Dios. Vol. 1.

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LIB. 11 DE CIVITATE DEI

Caput XVlIl.-Quae de moribus Romanorum aut metu conpressis aut securitate resolutis Sallustii prodat historia.

Caput XVIIII.-De corruptione Romanae rei publicae, priusquam cultum deorum Christus auferret.

Caput XX.-Quali uelint felicitate gaudere et quibus moribus s uiuere, qui tempora Christianae re1igionis incusant.

Caput XXI.-Quae sententia fuerit Ciceronis de Romana re pu­blica.

Caput XXII.-Quod dis Romanorum nulla umquam cura fuerit, ne malis moribus res publica deperiret. 10

Caput XXlIl.-Varietates rerum temporalium non ex fauore aut inpugnatione daemonum, sed ex ueri Dei pendere iudicio.

Caput XXIIII.-De Syllanis actibus , quorum se daemones ostenta­uerint adiutores.

Caput XXV.-Quantum maligni spiritus ad flagitia incitent homi- 15

nes, cum in committendis sceleribus quasi diuinam exempli sui interponunt auctoritatem.

Caput XXVl.-De secretis daemonum monitis , quae pertinebant ad bonos mores, cum palam in sacris eorum omnis nequitia disceretur. 20

Caput XXVII.-Quanta euersione publicae disciplinae Romani dis suis placandis sacrauerint obscena ludorum.

Caput XXVIII.-De Christianae religionis salubritate.

Caput XXVIIII.-De abiciendo cultu deorum cohortatio ad Ro-manos .

13/14 ostentauerint e : ostentauerunt pq ed.pr . • 16 cum in (in am. p) como mittendls pq : quamquam mlttendls

[68J

2S

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LA CIUDAD DE DIOS LIB. II

/

Capítulo XVIII.-Lo que publica la historia de Salustio acerca de las costumbres de los romanos, así de las que el miedo cohibía como de las que la seguridad dejaba libres.

Capítulo XVIIII.-De la corrupción de la república romana antes de que Cristo aboliese el culto de los dioses.

Capítulo XX.-De qué felicidad quieren gozar, y con qué mora­lidad quieren vivir, los que echan culpa a los tiempos de la religión cristiana.

Capítulo XXI. -Cuál fué el sentir de Cicerón acerca de la repúbli­ca romana.

Capítulo XXII.-Que jamás los dioses de los romanos tuvieron cuidado de que la inmoralidad no hundiese la república.

Capítulo XXIII.-Que las mudanzas de las cosas temporales no dependen del favor o de la hostilidad de los demonios, sino del consejo de Dios verdadero.

Capítulo XXIIII.-De los hechos de Sila en los que los demonios se demostraron auxiliares.

Capítulo XXV.-En qué grado son incitados los hombres a la maldad por los malignos espíritus, cuando en la comisión de las bellaquerías interponen su ejemplo, a guisa de divina autorización.

Capítulo XXVI.-De los secretos avisos de los demonios con refe· rencia a las buenas costumbres, siendo así que muy a las claras las ceremonias de su culto eran escuela e incentivo de toda suerte de maldad.

Capítulo XXVII.-Con cuánta subversión de la pública disciplina los romanos, para aplacar a sus dioses, les consagraron las obscenidades de sus juegos.

Capítulo XXVIIL-Cuán saludable es la religión cristiana. Capítulo XXVIIII.-Exhortación a los romanos para que abando­

nen el culto de los dioses .

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LIBER II

1 Si rationi perspicuae ueritatis intlrmus humanae consuetudi-nis sensus non auderet obsistere, sed doctrinae saiubri ianguorem suum tamquam medicinae subderet, donec diuino adiutorio tlde pietatis inpetrante sanaretur, non multo sermone opus esset ad 5

conuincendum quemiibet uanae opinationis errorem his, qui recte sentiunt et sensa uerbis sufficientibus explicant. Nunc uero quo­niam die est maior et taetrior insipientium morbus animorum, quo inrationabdes motu s suos, etiam post rationem piene redditam, quanta homini ab homine debetur, siue nimia caecitate, qua nec 10

aperta cernuntur, siue obstinatissima peruicacia, qua et ea quae cernuntur non feruntur, tamquam ipsam rationem ueritatemque defendunt, tlt necessitas copiosius dicendi pierumque res claras, ueiut eas non spectantibus intuendas, sed quodam modo tangen­das paipantibus et coniuentibus offeramus. Et tamen quis discep- 15

tandi tlnis erit et ioquendi modus, si respondendum esse respon­dentibus semper existimemus? Nam qui uei non possunt intelle­gere quod dicitur, uei tam duri sunt aduersitate mentis, ut,

1 6 oplnationls PAKbepqBp Domb. Hoffm. : oplnlonls L'ACF(!ad • 9 plene) plane C'K'ep • 16 et loquendl) eloquendl C

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LIBRO II

Si el sentido estragado y enfermo del hombre en su trato con 1 los demás hombres no osara oponerse a la apodíctica evidencia de la verdad, sino que sujetara su dolencia a la doctrina sana, como a un régimen curativo, hasta que, con la ayuda de Dios, la fe y la piedad le consiguieran la salud, no serían menester luengas razones, para convencer de la vaciedad de cualquier error a quienes sienten cuerdamente y declaran lo que sienten con pala­bras ceñidas y eficaces. Mas ahora porque la mayor y más omi- 2

nosa y siniestra enfermedad de los espíritus insipientes es aque­lla que los mueve a defender los extravíos de su insensatez como si fueran la razón y la verdad personificadas, aun después de haberles dado todas las razones que un hombre debe a otro hom­bre, ya porque sea tan cerrada su ceguera que ni lo claro les deja ver, o su terquedad tan obstinada que aun aquello mismo que ven se niegan a reconocerlo, imponen la necesidad de tocar aquellos mismos puntos que están claros con mayor copia de ra­zonamientos, como si los propusiéramos no a los que tienen ojos para verlas, sino en alguna manera a los que andan a tientas ya ojos cerrados, para que los toquen y los palpen. Y con todo, ¿qué fin tendrán las disputas y qué tasa las palabras, si juzgáre­mos que en todo caso debemos oponer una respuesta a cada una

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LIB. II DE CIVITATE DEI 1,3 · 2,1

etiamsi inteUexerint, non oboediant, - r e s pon den t • , ut scrip­tum est, -et loquuntur iniquitatem. atque infatigabilirer uani sunt. Quorum dicta contraria si totiens uelimus refeUere, quotiens obnlxa fronte statuerlnt non cogltare quid dicant, dum quocumque modo nos tris disputationibus contradicant, quam sit 5

infinitum et aerumnosum et infructuosum uides. Quam ob rem nec te ipsum [mi] fili MarceUine, nec alios, quibus hic labor nos­ter in Christi caritate utiliter ac liberaliter seruit, tales meorum scriptorum uelim iudices, qui responsionem semper desiderent, cum his quae leguntur audierint aliquid contradici, ne fiant simi- 10

les earum muliercularum, quas commemorat apostolus • s e m p e r discentes et numquam ad ueritatis scientiam per­uenientes •.

2 Superiore itaque libro, cum de ciuítate Dei dicere instituís-sem, unde hoc uniuersum opus iUo adiuuante in manus sumptum 15

est, occurrit mihi resistendum esse primitus eis, qui haec beUa, quibus mundus iste conteritur, maximeque Romanae urbis recen­tem a barbaris uastationem Christianae religioni tribuunt, qua prohibentur nefandis sacrificiis seruire daemonibus , cum potius hoc deberent tribuere Christo, quod propter eius nomen contra 20

institutum moremque beUorum eis, quo confugerent, religiosa et amplissima loca barbar! libera praebuerunt, atque in multis famu-

1 respondent - 2 iniquitatem: Psal. 93. 4 - 11 semper - 13 peruenien· tes: Tlm. n, 3, 7

4 obnixa] obnoxia C • 7 am. [AlA: fll! mi K'FeHq mi flli rell . • 9 desi· derent] deslderant C • 11 earum mullercularum] mullercularum earum V ¿j •

12 numquam ad uerltatls sclentlam LACAB{3p secundum graec. ut CYPR . CSEL 31, 225, 2 : ad uerltatls sclentlam numquam rell. ed. pr. ed.Arg.

2 20 deberent tribuere] tribuere deberent VA Haffm .

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1,3 · 2, 1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. II

de sus respuestas? Pues aquellos que, o no pueden entender lo que se dice, o están tan endurecidos en la repugnancia de su criterio que, aun cuando lo hubieren entendido, no le obedecen, -replican., como en la Escritura está escrito, -y hablan iniquidad. y son infatigablemente vanos . Si quisiéramos refutar esas con­tradicciones todas las veces que ellos, descarada y obstinadamente, se determinaron a no curar de lo que dicen, con tal que, sea como fuere, nos contradigan, ya ves cuán inacabable fuera, y cuán desesperante y cuán baldío. Por esta razón, yo no querría por 4

jueces de mi obra ni a ti mismo, hijo Marcelino, ni a los otros en cuyo servicio, provecho e interés cede ese empeño nuestro en el amor de Cristo, tales que echaren siempre de menos la res­puesta cuando oyeren que existe contradicción con estas cosas que leen, por no hacerse semejantes a aquellas mujeruelas que menta el Apóstol, <aprendiendo siempre y jamás llegando a la ciencia de la verdad • .

En el libro anterior, engolfado ya en tratar de la Ciudad 2 de Dios (que es por quien, con el divino favor, he tomado todo este empeño en mis manos), lo primero que se me ofreció fué responder a los impíos que atribuyen estas guerras que tritu­ran y muelen este mundo, y señaladamente el reciente saco y asolamiento de la ciudad de Roma por los bárbaros, a la reli­gión cristiana, que les prohibe el culto y servidumbre a los de­monios, con sus nefandos sacrificios, cuando con mejor ácuer­do debieran agradecer a Cristo que, por reverencia de su nom­bre, contra lo que es uso y estilo de la guerra, los bárbaros les concedieran exención y franquía en vastos y religiosos asilos . En muchos de ellos, a tal punto honraron la profesión del cristia­nismo, no ya el sincero, sino también el ficticio inspirado por el temor, que juzgaron no series lícitas las demasías a que les autori-

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LIB. 11 DE CIVITATE DEI 2,1·4

latum deditum Christo non solum uerum, sed etiam timore con­tlctum sic honorauerunt, ut, quod in eos belli iure tleri licuisset, inlicitum sibi esse iudicarent. Inde incidit quaestio, cur haec diuina benetlcia et ad inpios ingratosque peruenerint et cur illa itidem dura, qua e hostiliter facta sunt, pios cum inpiís pariter 5

adflixerint? Quam quaestionem per multa diffusam (in omnibus enim cottidianis uel Dei muneribus uel hominum cladibus, quorum utraque bene ac male uiuentibus permixte atque indiscrete saepe accidunt, solet multos mouere) ut pro suscepti operis necessitate dissoluerem, aliquantum inmoratus sum maxime ad consolandas 10

sanctas feminas et pie castas, in quibus ab hoste aliquid perpetra­tum est, quod intulit uerecundiae dolorem, etsi non abstulit pudi­citiae tlrmitatem, ne paeniteat eas uitae, quas non est unde possit paenitere nequitiae. Deinde pauca dixi in eos, qui Christianos aduersis illis rebus adfectos et praecipue pudorem humiliatarum 15

feminarum quamuis castarum atque sanctarum proteruitate inpu­dentissima exagitant, cum sint nequissimi et inreuerentissimi, longe ab eis ipsis Romanis degeneres, quorum praeclara multa laudantur et litterarum memoria celebrantur, immo illorum gloriae uehementer aduersi. Romam quippe partam ueterum auctamque 20

laboribus foediorem stantem fecerant qua m ruentem, quando quidem in ruina eius lapides et ligna, in istorum autem uita omnia non murorum, sed morum munimenta atque ornamenta ceciderunt, cum funestioribus eorum corda cupiditatibus quam ignibus tecta illius urbis arderent. Quibus dictis primum termi- 25

4 naui ·librum. Deinceps itaque dicere institui, quae mala ciuitas illa perpessa sit ab origine sua siue apud se ipsam siue in prouinciís

4/5 lila üldem) Itldem lila VA Hoffm . • 8 bene ac male) male ac bene VA • 9 solet a'eq ed.pr. : solent rell. ed.Arg . • 15 pudorem) pudore LAA • 18 praeclara multa) multa praeclara VA

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2,1·4 LA ClUDAD DE DIOS LIB. II

zaba el derecho de la guerra. De aquí surgió la pregunta: ¿Por qué 2

estos beneficios de Dios alcanzaron a impíos y a ingratos, y al propio tiempo también las asperezas y tribulaciones infligidas por los sañudos enemigos atribularon por un igual a justos y a impíos? En la solución de esta dificultad, que comprende muchas otras (en las ocurrencias de cada día, en las mercedes de Dios, o en las calamidaales de los hombres que, en mescolanza e indiscriminada­mente, acaecen a menudo a quienes viven bien o mal, y suelen turbar a muchos); en la solución de esta dificultad, ateniéndome al dictado de la razón, según me imponía la finalidad de esta obra, puse mayor detenimiento, con la mira especial de consolar a las mujeres santas y castas por espíritu de piedad en quienes el ene­migo perpetró violencia y ultraje que, aunque les lastimó el pudor, no les quitó la firmeza de la honestidad, para que no les sea pesadumbre la vida a quienes no tienen motivos de arrepentirse de ninguna maldad. A seguida, dije unas pocas cosas contra aquellos que, con cínica desvergüenza, insultan a los cristianos afectados por aquellas calamidades y, con insolencia impudentísi­ma, hacen mofa del pudor de las mujeres ultrajadas, aunque castas y santas, siendo ellos los más depravados e irreverentes, nietos enormemente degenerados de aquellos romanos de quienes se encarecen tan ilustres alabanzas y cuyos nobles recuerdos guarda la historia, siendo así que ellos son precisamente sus más entrañables enemigos. A esta Roma fundada por sus abuelos y por sus afanes engrandecida, deshonráronla más cuando se mante­nía en pie que cuando se desmoronaba a pedazos. En su ruina material cayeron piedras y maderos; empero, en su ruina moral se derrocó todo; no ya la defensa y el ornato de sus muros, sino la reciedumbre de su virtud, puesto que ardía más funesto y voraz en sus pechos el incendio de sus pasiones, que el que se cebaba en los techos de aquella ciudad. Dicho todo esto, puse término al libro. En adelante, me he propuesto hacer la relación

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LIB. II DE CIVITATE DEI 2,4· 3,2

sibi iam subditis, quae omnia Christianae religioni tribuerent, si

iam tune euangelica doctrina aduersus falsos et fallaces deos

eorum testiflcatione liberrima personaret.

3 Memento autem me ista commemorantem adhuc contra inpe-

ritos agere, ex quorum inperitia illud quoque ortum est uulgare 5

prouerbium: Pluuia defit, causa Christiani sunt. Nam qui eorum studiis liberalibus instituti amant historiam, facillime ista nouerunt;

sed ut nobis ineruditorum turbas infestissimas reddant, · se nosse

dissimulant atque hoc apud uulgus confirmare nituntur, clades,

quibus per certa interualla locorum et temporum genus humanum 10

oportet adfligi, causa accidere nominis Christiani, quod contra

deos su os ingenti fama et praeclarissima celebritate per cuneta

diffunditur. Recolant ergo nobiscum, antequam Christus uenisset

in carne, antequam eius nomen ea, cui frustra inuident, gloria populis innotesceret, quibus calamita ti bus res Romanae multipli- 15

citer uarieque contritae sint, et in his defendant, si possunt, deos

suos, si propterea coluntur, ne ista mala patiantur cultores eorum; quorum si quid nunc passi fuerint, nobis inputanda esse con ten­

dunt. Cur enim ea, quae dicturus su m, permiserunt accidere

cultoribus suis, antequam eos declaratum Christi nomen offende- 20

ret eorumque sacriflcia prohiberet?

2;3 deos eorum LAA : eorum deos rell. Hoffm.

3 6 sunt. Nam qul LACFb'de'p{J : Nam qul aB' Sunt iam qul (punetum ante sunt) A Sunt namque qul (punetum ante sunt) Keb'e'qB'H • 7 facllllme LACAK'ab'dpB'{J : qul facllllme K'Fb'eqB' qua facllllme Dllebn . • 9 uulgus LAamgbepq : uulgum CFda'{3 • 18 lnputanda) lnputandum CeB' • 18;19 contendunt] contendant CK'Fe

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2,4-3,2 LA ClUDAD DE DIOS LIB. II

de todas las calamidades que Roma padeció desde sus orígenes, ya en su mismo circuito, ya en las provincias que tenía sojuzgadas. T odas estas calamidades atribuyéranlas sin duda a la religIón cristIana, si en aquellos tiempos la doctrina evangélica hubiera hecho resonar su libérrimo testimonio contra los dioses falsos y falaces.

Repara, empero, que yo, en refiriéndote estas cosas, disputo 3 todavía con los ignorantes, de cuya ignorancia vino a nacer aquel tan decantado axioma: Falta la lluvia; la culpa es de los cristianos. Quienes entre ellos, imbuídos en estudios liberales, tienen afición a la historia, poseen facilísima noción de todo esto; pero, para malquistamos sañudamente con el vulgo de los ignorantes, disi­mulan tener tal noticia; y con este fingimiento empéñanse en afianzar en el vulgo la creencia de que las calamIdades con que, en determinados intervalos de lugares y de tiempos, importa afligir al humano linaje, acontecen por culpa del nombre cristiano, el cual por todo el mundo, con gran sonido y muy plausible e ilustre celebridad, se extiende y derrama, con harta mengua de sus dioses. Recuerden, pues, con nosotros, los tiempos anterio­res a la encarnación de Cristo, antes que su nombre se manifestase a los pueblos con aquella gloria que estérilmente envidian, con cuántas y cuán variadas calamidades el imperio romano fué que­brantado y molido; y en éstas excusen y defiendan, si pueden, a sus dioses, en el caso que les rindan culto, a fin de que sus adoradores no tengan que padecer esas tribulaciones, de las que, si ahora sufren alguna proporción, porfían que se nos han de imputar a nosotros. ¿Por qué esos dioses suyos permitieron que sobreviniesen a quienes los adoraban las aflicciones que he de referir, antes que el nombre de Cristo, ya revelado, los ofendiera y prohibiera sus sacrificios?

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LIB. 11 DE CIVITATE DEI 4,1·3

4 Primo ipsos mores ne pessimos haberent, quare di eorum curare noluerunt? Deus enim uerus eos, a quibus non colebatur, merito neglexit; di autem dli, a quorum cultu se prohiberi homi­nes ingratissimi conqueruntur, cultores suos ad bene uiuendum quare nullis legibus adiuuerunt? Vtique dignum erat, ut, quo ">

modo isti illorum sacra, ita illi istorum facta curarent. Sed res pon­detur, quod uoluntate propria quisque malus esto Quis hoc ne­gauerit? Verum tamen pertinebat ad consultores deos vitae bonae praecepta non occultare populis cultoribus suis, sed clara praedi­catione praebere, per uates etiam conuenire atque arguere peccan- 10

tes, pala m minari poenas male agentibus, praemia recte uiuentibus polliceri. Quid umquam tale in deorum illorum templis prompta et eminenti uoce concrepuit? Veniebamus etiam nos aliquando adulescentes ad spectacula ludibriaque sacrilegiorum, spectabamus arrepticios, audiebamus synphoniacos, ludis turpissimis, qui dis 15

deabusque exhibebantur, oblectabamur, Caelesti uirgini et Bere­cynthiae matri omnium, ante cuius lecticam die sollemni lauatio­nis eius talía per publicum cantitabantur a nequissimis scaenicis, qualia, non dico matrem deorum, sed matrem qualíumcumque senatorum uel quorumlibet honestorum uirorum, immo uero qua- 20

lia nec matrem ipsorum scaenicorum deceret audire. Habet enim quiddam erga parentes humana uerecundia, quod nec ipsa nequitia possit auferre. Illam proinde turpitudinem obscenorum dictorum atque factorum scaenicos ipsos domi suae proludendi causa coram matribus suis ageret puderet, quam per publicum agebant coram 25

deum matre spectante atque audiente utriusque sexus frecuentis­sima multitudine. Quae si inlecta curiositate adesse potuit circum-

4 2 enlro) am. e' . 26 deuro LAe'ep: deoruro AFabqBfJ ed. pr. ed. Arg. duro e' atque (adque) LAAp : et rell.

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4,1·3 LA CIUDAD DE DIOS LIB. Il

y primeramente, por lo que concierne a las costumbres, ¿por 4 qué razón no quisieron sus dioses procurar que no las tuvieran tan pésimas? Merecidamente el Dios verdadero no hizo caso de quienes no le adoraban; empero, aquellos dioses de cuyo culto lamentan verse privados esos monstruos de ingratitud que son los paganos, ¿por qué, con leyes oportunas, no ayudaron a sus adora­dores para que viviesen bien y santamente? Razón era que, así co­mo éstos cuidaban de sus sacrificios, así cuidaran ellos de su buena vida. A esto responden que cada cual es malo de su propio querer. ¿Quién osará negarlo? Con todo, corríales obligación de oficio a los dioses de quienes se aconsejaban, no ocultar al pueblo que los veneraba las normas del bien vivir; antes debían manifes­társelas claramente e ilustrárselas con inequívoca predicación, mediante los axiomas y aforismos de sus moralistas; reprender a quienes los quebrantaban, amenazar en público con penas a quienes los transgredieren y prometer recompensas a quienes los observaren. ¿Cuándo resonó jamás en los templos de los dioses voz asaz alta y recia que tales enseñanzas pregonase? También nosotros, acullá en nuestras verdes mocedades, concu­rríamos alguna vez a los espectáculos y juegos sacrílegos; contem­plábamos a los luchadores, como poseídos de furores demoníacos; oíamos a los ejecutores de sinfonías, holgábamonos con los juegos infames celebrados en loor de los dioses y diosas; a la virgen y celestial Berecintia/ madre de todos ellos, ante cuya litera los más ruines histriones, el día de su solemne ablución, cantaban tales obscenidades, cuales no sería decoroso que las oyera, no digo ya la madre de los dioses, sino la madre de cualquiera de los senado­res o de cualquiera persona honesta, ni siquiera la madre del más raez de los faranduleros. Tiene no sé qué verecunda reserva para con sus padres el pudor humano, que la depravación misma no es

I Véase NOTAS ADICIONALES, VI.

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LIB. 11 DE CIVITATE DEI 4,3· 5, 3

fusa, saltem offensa castitate debuit abire confusa. Quae sunt sacrilegia, si illa sunt sacra? aut quae inquinatio, si illa lauatio? Et haec fercula appellabantur, quasi celebraretur conuiuium, quo uelut suis epulis inmunda daemonia pascerentur. Quis enim non sentiat cuius modi spiritus talibus obscenitatibus delectentur, nisi s uel nesciens, utrum omnino sint ulli inmundi spiritus deorum no­mine decipientes, uel talem agens uitam, in qua istos potius quam Deum uerum et optet propitios et formidet iratos?

5 Nequaquam istos, qui flagitiosissimae consuetudinis uitiis oblectari magis quam obluctari student, sed illum ipsum Nasicam 10

Scipionem, qui uir optimus a senatu electus est, cuius manibus eiusdem daemonis simulacrum susceptum est in Vrbemque per­uectum, habere de hac re iudicem uellem. Diceret nobis, utrum matrem suam tam optime de re publica uellet mereri, ut ei diuini honores decernerentur; sicut et Graecos et Romanos alias que lS

gentes constat quibusdam decreuisse mortalibus, quorum erga se beneficia magnipenderant, eosque inmortales factos atque in deo­rum numerum receptos esse crediderant. Profecto ille tantam feli­citatem suae matri, si fieri posset, optaret. Porro si ab dIo deinde quaereremus, utrum inter eius diuinos honores uellet illa turpia 20

celebrari: nonne se malle clamaret, ut sua mater sine ullo sensu mortua iaceret, quam ad hoc dea uiueret, ut illa libenter audiret?

2 sunt] erant KFb'qBfJ ed.pr . ed.Arg. erunt b'

5 15 et'] om. e . 19 matri] matris e

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4,3- 5,2 LA CIUDAD DE DIOS LlB_ Il

parte para borrar. De aquellas torpezas y aquellos dichos y hechos obscenos avergonzáranse los propios histriones de representarlos por vía de ensayo en sus casas, a presencia de sus madres_ Y representábanlos en público ante el acatamiento de la madre de los dioses_ Y los contemplaba y los oía una densa muchedum­bre de uno y otro sexo, la cual, si por el atractivo de la curiosidad pudo en derredor de ellos apeñuscarse, gravemente ofendida la castidad, hubiera debido dispersarse. ¿Qué serán los sacrilegios, 4

si estotro son los sacrificios? ¿Qué será el embrutecimiento, si esto es la ablución? Y estas ceremonias llamábanse convites en los que los inmundos demonios se cebaban de sus propios manjares. ¿Quién hay que no vea qué espíritus son los que se saborean con tales obscenidades, si no es o el que ignora de todo punto la existencia de algunos espíritus inmundos que, so color y nombre de dioses, engañan a las gentes, o el que hace tal vida que, en ella, antes que al verdadero Dios, desea a éstos tenerlos propi­cios, o no los quiere temer enojados?

De ninguna manera querría yo tener por jueces en esta 5 causa a esos que se afanan más por holgarse con los vicios de tan depravadísima conducta, que por resistir su embestida arrolladora_ Quien yo celebraría tener por juez, sería al ilustre Escipión Nasi. ca, a quien el Senado, a una voz, designó como el varón de más recia virtud, el cual en sus manos recibió el simulacro de este mismo demonio y lo introdujo en la Urbe. Dijéranos si su madre quisiera granjeara tantos méritos, a los ojos del pueblo, que se le decretaran honores divinos, conforme consta que griegos y romanos y otras naciones los decretaron para algunos mortales, de cuyos beneficios hicieron grande estimación, y, luego de definirlos inmortales, creyeron que habían sido recibidos en el número de los dioses. Sin posible duda, si ello fuese hacedero, tamaña

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LIB. II DE CIVITATE DEI 5,4· 6, 1

4 Absit, ut senator populi Romani ea mente praeditus, qua theatrum aeditlcari in urbe fortium uirorum prohibuit, sic uellet coli matrem suam, ut talibus dea sacris propitiaretur, qualibus matrona uerbis offenderetur. Nec ullo modo crederet uerecundiam laudabilis feminae ita in contrarium diuinitate mutari, ut honoribus eam 5

talibus aduocarent cultores sui, qualibus conuiciis in quempiam iaculatis, cum inter homines uiueret, nisi aures clauderet seseque subtraheret, erubescerent pro illa et propinqui et maritus et liberi. Proinde talis mater deum, qualem habere matrem puderet quem­libet etiam pessimum uirum, Romanas occupatura mentes quaesi- 10

uit optimum uirum, non quem monendo et adiuuando faceret, sed quem fallendo deciperet, ei similis de qua scriptum est: «Mulier autem uirorum pretiosas animas captat., ut die magnae indolis animus hoc uelut diuino testimonio subli­matus et uere se optimum existimans ueram pietatem religionem- 15

que non quaereret, sine qua omne quamuis laudabile ingenium superbia uanescit et decidit. Quo modo igitur nisi insidiose quaereret dea illa optimum uirum, cum talia quaerat in suis sacris, qualia uiri optimi abhorrent suis adhibere conuiuiis?

6 Hinc est quod de uita et moribus ciuitatum atque populorum 20

a quibus colebantur illa numina non curarunt, ut tam horrendis eos et detestabilibus malis non in agro et uitibus, non in domo atque pecunia, non denique in ipso corpore, quod menti subditur,

13 MulLer - 13 captat: Prou. 6, 26

9 deum LACA Ipq ed. Arg. : deorum rell. ed.pr. • 14/15 sublima tus] subleua· tus C

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5,2·5 LA CIUDAD DE OlOS LIB . II

felicidad deseárala para su madre . Y si a continuación le pregun­táramos si le contentaría que, entre las divinas honras, se la festejase con aquellas torpezas y deshonestidades, ¿por ventura con instantánea repulsa y a voz en grito no clamaría que su madre se estuviese tendida y muerta sin ningún sentido, antes que, deificada, viviese para ver tales cosas y solazarse oyendo tales casos? ¡Lejos de nosotros esto de pensar que un senador del pueblo romano, poseído de la idea de no permitir que se edificara un teatro en la patria de los varones fuertes, quisiera que su ma­dre fuese reverenciada apoteósicamente, con unas ceremonias y con unos dichos que lastimarían su dignidad de matrona! Ni en manera alguna se persuadiría que la divinidad hubiera trocado tan radicalmente la verecundia de hembra tan loable, que sus devotos la invocasen con honras tales, que, cuando se echaran en rostro de alguno semejantes denuestos, cuando alternaba con los mortales, si oyéndolos no se tapase los oídos y se hurtase de aquel lugar, ruborizaríanse por ella sus deudos, su marido y sus hijos. Y así fué como esta madre de los dioses, de quien se corre­ría de tenerla por madre el más perdido de los hombres, para apoderarse de las mentes romanas buscó al mejor de los morta­les, no por hacerlo tal con sus avisos y su ayuda, sino para em­belecarlo con sus engaños. En este punto se asemejó a aquella mujer de quien dice la Escritura: . La mujer anda a caza de las preciosas almas de los hombres . ; para que aquel ánimo de índole tan generosa, sublimado con este casi divino testimonio y teniéndose sinceramente por el mejor de los hombres, no bus­case la auténtica piedad y religión, sin la cual todo ingenio, por más laudable que sea, con la soberbia se desvanece y se despeña . ¿Cómo, pues, sino insidiosamente, había la diosa de buscar a un tan gran hombre de bien, puesto que busca en sus sagradas cere­monias unas diversiones que de sus banquetes y convites recha­zarían con escándalo y horror las personas más morigeradas?

[751 15 - La Ciudad de Dio • . Vol. 1.

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LIB. Il DE CIVITATE DEI 6,1·3

sed in ipsa mente, in ipso rectore carnis animo, eos inpleri ac pessimos Heri sine ulla sua terribili prohibitione permitterent. Aut si prohibebant, hoc ostendatur potius, hoc probetur. Nec no bis nescio quos susurros paucissimorum auribus anhela tos et arcana uelut religione traditos iactent, quibus uitae probitas castitasque :, discatur; sed demonstrentur uel COmme¡;;lOrentur loca talibus aliquando conuenticulis consecrata, non ubi ludi agerentur obsce­nis uocibus et moti bus histrionum, nec ubi Fugalia celebrarentur effusa omni licentia turpitudinum (et uere Fugalia, sed pudoris et honestatis); sed ubi populi audirent quid di praeciperent de cohi- 1G

benda auaritia, ambitione frangenda, luxuria refrenanda, ubi dis­cerent miseri, quod discendum Persius increpat dicens:

Olsclte, o mlserí, et causas cognosclte rerum , quid sumus et quidnam uicturl glgnlmur, ordo q u I s da t u s a u t m e t a e q u a m 011 I s f I e x u s e t un de , 15

quls modus argentl , quid fas optare, quid asper utlle nummus habet , patrlae carlsque proplnqul s quantum larglrl deceat , quem te Oeus esse lusslt et humana qua parte locatus es In re.

3 Dicatur in quibus locis haec docentium deorum solebant praecepta 20

recitari et a cultoribus eorum populis frequenter audiri, sicut nos ostendimus ad hoc ecclesias institutas, quaqua uersum religio Christiana diffunditur.

13 Olsclte - 20 re: PERS. 3, 66·72

6 10 praeclperent LAAK' FUdep : praeceperlnt CK'abqBfJ ed.pr. ed.Arg . • 12 Increpat] Increpault C • 13 cognosclte] agnosclte C Duebn . • 14 ulcturl C'A UaqB : uenturl LAC1KFdepfJ • 15 qua mollls LACKdfJ : quam mollls Aae'pq . 16 argentl) argento C'a' ut PERSIVS • 18 larglrl codd. praeter a' F : elarglrl a' ut PERSII codices meltores larglre F

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6,1·2 LA ClUDAD DE DIOS LIB. Il

De aquí es que aquellas fementidas divinidades no cuidaron 6 de la vida y costumbres de las ciudades y los pueblos de quienes recibían culto, consintiendo que, sin aviso amenazador alguno que los cohibiese, se fuesen empecatando y pervirtiendo más y más e hinchándose de estas horrendas y detestables plagas que se ceban, no en el campo ni en la viña, no en la casa ni en la fortuna, ni finalmente en el cuerpo, que está subordinado al alma, sino en la propia alma, en el propio espíritu que señorea la carne. Y si lo prohibían, demuéstrese y pruébese corno lo pide la razón. Y no baladroneen con no sé que susurros confidenciales vertidos en los oídos de unos pocos iniciados, dictados por una suerte de religión esotérica, en los que se aprenden la bondad y la santidad de la vida; antes señálense y cítense los lugares consagrados a tales reuniones piadosas, no donde se celebraban juegos con obscenos cantos e histriónicas posturas, ni donde se celebraban las fiestas fugiales ,l suelto el freno a todo libertinaje y a toda deshonestidad; fiestas fugiales en su sentido literal, porque ahuyentaban la ver­güenza y la virtud; sino adonde el pueblo oyese lo que los dioses mandaban para sofrenar la avaricia, para quebrantar la ambición, para arriendar la lujuria; adonde los míseros mortales aprendiesen lo que Persio, en son de reprensión, enseña que debe ser aprendido:

• Aprended, oh miseros mortales, y remontaos a las causas y origenes de las cosas: aprended qué cosa somos; y para qué fuimos engendrados a la vida; cuál es el orden Impuesto; dónde y de qué punto la rueda ha de describir la curva que blandamente rodea la meta; la moderacfón en la rlque· za; la lfcftud de los deseos; la utllfdad de la moneda, áspera aón del cuño; la cuantla de lo que cumple que se dé a la patria y a los caros deudos; lo que Dios te ordenó que fueras y en qué zona de la humanidad fuiste colocado •.

J Véase NOTAS ADICIONALES, VIL

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LIB. 11 DE CIVITATE DEI 7,1·3

7 An forte nobis philosophorum scholas disputationesque me-

morabunt? Primo haec non Romana, sed Graeca sunt; aut si prop­

terea iam Romana, quia et Graecia facta est Romana prouincia,

non deorum praecepta sunt, sed hominum inuenta, qui utcumque

conati sunt ingeniis acutissimis praediti ratiocinando uestigare, 5

quid in rerum natura latitaret, quid in moribus adpetendum esset

atque fugiendum, quid in ipsis ratiocinandi regulis certa conexione

traheretur, aut quid non esset consequens ud etiam repugnaret.

Et quidam eorum quaedam magna, quantum diuinitus adiuti sunt, inuenerunt; quantum autem humanitus inpediti sunt, errauerunt, 10

maxime cum eorum superbiae iuste prouidentia diuina resisteret,

ut uiam pietatis ab humilitate in superna surgentem etiam istorum

conparatione monstraret; unde postea nobis erit in Dei ueri

Domini uoluntate disquirendi ac disserendi locus. Verum tamen

si philosophi aliquid inuenerunt, quod agendae bonae uitae bea- 15

taeque adipiscendae satis esse possit; quanto iustius talibus diuinl honores decernerentur! Quanto melius et honestius in Platonis

templo libri eius legerentur, quam in templis daemonum Galli

absciderentur, molles consecrarentur, insani secarentur, et quid­

quid aliud uel crudele uel turpe, uel turpiter crudele uel crudeliter 20

turpe in sacds talium deorum celebrad solet! Quanto satius erat

ad erudiendam iustitia iuuentutem publice recitari leges deorum

7 22 erudlendam] erudlendum C • lustltla L'AK'Bep : lustltlam L'CAa'bdfJ ed.Arg. lustltlae A'K'Fe ad lustitlam a' ed.pr.

f77J

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6,3· 7,3 LA CIUDAD DE DIOS LIB. II

Dígasenos en qué lugares solían explicarse estos preceptos del magisterio de los dioses y adonde acudían a oírlos con fre­cuencia los pueblos que los adoraban, así como nosotros mostra­mos las iglesias destinadas a tales asambleas por dondequiera se extiende la religión cristiana.

¿Recordaránnos por ventura las escuelas y las disputas de los 7 filósofos? Digo, lo primero, que estas cosas no son romanas, sino griegas; y si ya son romanas, por cuanto Grecia se vió reducida a provincia romana, no son preceptos de los dioses, sino invencio­nes de los hombres, los cuales, naturalmente dotados de ingenios sutilísimos, esforzáronse por descubrir a la luz de la razón lo que con más avaricioso secreto escondía el mundo físico; lo que en la conducta ha de apetecerse o ha de evitarse; qué era lo que, en las mismas reglas del discurso, seguíase con certera y robusta traba­zón y qué era lo que no se seguía, o sencillamente estaba en con­tradicción y pugna. Algunos de ellos, en cuanto Dios no les negó sus luces, hallaron grandes verdades; mas en cuanto su condición de hombres les fué estorbo y tropiezo, se salieron del camino rec­to; especialmente, porque la divina Providencia, con toda justicia y razón, resistió a su orgullo, para mostrarnos también, mediante el cotejo con estos ingenios señeros, que el camino de la religión tiene su origen en la humildad y se encarama hasta el cielo; punto éste que más adelante, si ello estuviere en la voluntad del Dios verdadero, estudiaremos más de asiento. Si los filósofos, empero, descubrieron alguna senda para vivir bien y alcanzar la bienaven­turanza, ¡con cuánta más razón se les hubieran decretado honores divinos! Cuánto fuera mejor y más honesto que en el templo hipotético de Platón se leyeran sus libros, que no que en los templos de los demonios los sacerdotes galos1 se castrasen, se con-

I De Galo, pequetlo río de Galacía, tomaban el nombre de galos los sacer· dotes de Berecintla, previamente desvlrlllzados.

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LIB. Il DE CIVITATE DEI 7,3·8,1

quam laudari inaniter leges atque instituta maiorum! Omnes enim cultores talium deorum', mox ut eos libido perpulerit • fe r u e n ti. , ut ait Persius, • ti n c t a u e n e no., magis intuentur quid Iup­piter fecerit, quam quid docuerit Plato uel censuerit Cato. Hinc apud Terentium flagitiosus adulescens spectat tabulam quandam 5

pictam in pariete,

ubL inerat pictura haee, [ouem quo pacto Danaae misisse aLunt quondam in gremLum

[Lmbrem aureum ,

atque ab hac tanta auctoritate adhibet patrocinium turpitudini 10

suae, cum in ea se iactat imitari deum.

At quem deum!

inquit,

qui templa caeli summo sonitu con ' [e u t i t . 15

Ego homuneio id non faeerem? Ego uero illud fe · [ei ae libens .

8 At enim non traduntur ¡sta sacris deorum, sed fabulis poeta-rumo Nolo dicere iIla mystica quam ista theatrica esse turpiora; hoc dico, quod negantes conuincit historia, eosdem illos ludos, in 20

quibus regnant tlgmenta poetarum, non per inperitum obsequium

2 feruenti - 3 ueneno: PERS. 3, 37 • 4 HLnc - 17 libens: ef. AVG. eonf. 1, 16 t. 1 p.22 (ed. P. de Labriolle) • 7 ubi - 9 aureum: TER. Eun. 584·585

12 At - 17 libens: TER. Eun. 590·591

8 Danaae] d \ i / anae L dianae AA danagem fl dana .. en b • quondam in gremium LAAbp : in gremium quondam CKFeBfla' de • 10 turpitudini] turpitudinis L'C'H • 12 at] ad A'CAFfl • 16 id] hoe Cd (fort. am. TER.) • 17 ae] Lam F ae, superscripta Lam, CK etiam e

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7,3 · 8,1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1I

sagrasen los bardajes o sodomitas y se diesen de navajadas los fu­riosos y todo lo demás de torpemente cruel o de cruelmente torpe que suele practicarse en las ceremonias sacras de tales divinidades. ¡Cuánto más importara, para enseñar la justicia a la juventud, la pública recitación de las leyes de los dioses, que la estéril alabanza de las leyes y constituciones de los antepasados! Todos los adora­dores de dioses tales, así que les tienta el apetito carnal, «inficio­nado de fogoso veneno-, como Persio dice, más ponen la mira en lo que Júpiter hizo que en lo que Platón enseña o lo que opina Catón. Por ende, en T erencio, un mozo libidinoso mira una tabla colgada en la pared

adonde estaba pintado aquel paso de la fábula que refiere el modo cómo Jóplter llovió en el regazo de Dánae un roclo de oro;

y en una tan grande autoridad como ésta, halla patrocinio para su bellaquería, jactándose de que en ella no hacía sino remedar a un dios.

¡Y a qué dios!

dice, Aquel que hace temblar con su tronido los alcázares del cielo. ¿Y yo, que soy un hombrecillo, no lo habla de hacer? Pardiez, que lo hice, y de la mejor gana .

Diráse que no se enseñan estas cosas en las fiestas solemnes 8 de los dioses, sino en las fábulas de los poetas, Yo no quiero decir si aquello místico es más vergonzoso que esotro teatral. Yo sólo digo a los que lo niegan que la historia les convence de que aquellos mismos juegos donde campean las ficciones de los poetas no los introdujeron los romanos en el culto de sus dioses como un obsequio de su ignorancia, sino que los dioses mismos hicieron que solemnemente se les tributasen y se les consagrasen en honra suya, con órdenes ta jantes y extorsivas; ese extremo toquéle

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LIB. 11 DE ClVlTATE DEI 8,1- 9, 2

sacris deorum suorum intulisse Romanos, sed ipsos deos, ut sibi sollemniter ederentur et honori suo consecrarentur, acerbe impe­rando et quodam modo extorquendo fecisse; quod in primo libro breui commemoratione perstrinxi. Nam ingrauescente pestilentia ludi scaenici auctoritate pontilicum Romae primitus instituti sunt. 5

Quis igitur in agenda uita non ea sibi potius sectanda arbitretur, quae actitantur ludis auctoritate diuina institutis, quam ea, quae scriptitantur legibus humano consilio promulgatis? Adulterum Iouem si poetae fallaciter prodiderunt, di utique casti, quia tantum nefas per humanos ludos conlictum est, non quia neglectum, 10

irasci ac uindicare debuerunt. Et haec sunt scaenicorum tolerabi­liora ludorum, comoediae scilicet et tragoediae, hoc est fabulae poetarum agendae in spectaculis multa rerum turpitudine, sed nulla saltem, sicut alia multa , uerborum obscenitate conpositae; quas etiam inter studia, quae honesta ac liberalia uocantur, pueri 15

legere et discere coguntur a senibus .

9 Quid autem hinc senserint Romani ueteres, Cicero testatur in libris, quos de re publica scripsit, ubi Scipio disputans ait: .Numquam comoediae, nisi consuetudo uitae pate­re t u r, pro bar e s u a t h e a tri s fI a g i tia p o tui s s e n t '. Et 20

Graeci quidem antiquiores uitiosae suae opinionis quandam con­uenientiam seruarunt, apud quos fuit etiam lege concessum, ut

3 cf. 1, 32 • 19 Numquam - 20 potulssent: ele. rep. 4, 11 (ed. Zlegler)

8 11/12 tolerablllora] tolerabllla Ca'd 9 17 autem hlnc] hlnc autem LA Hoffm . Wey. • 22 seruarunt] seruaberunt

L et similiter BfJ

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8, l· 9, 2 LA CIUDAD DE DIOS LIB. Il

yo fugazmente en el primer libro. Como arreciase una brava pes­tilencia, instituyéronse los juegos escénicos en Roma por auto­ridad de los pontífices. ¿Quién habrá, pues, que en el empeño de poner norma en su vida no piense que debe seguirse antes lo que acostumbra representarse en los juegos instituídos por la autoridad divina, que aquello otro que comúnmente se prescribe en leyes dictadas por consejo humano? Si los poetas falsamente represen­taron a Júpiter adúltero, no hay duda que, si los dioses fueran verdaderamente castos, puesto que los juegos escénicos montados por los hombres fabricaron tan gigantesca bellaquería, debieran enojarse y castigar, no su olvido, sino su celebración. En fin de 3

cuentas, lo más tolerable de los juegos escénicos son las comedias y las tragedias, a saber, las farsas de los poetas para representarse en los espectáculos con muchas situaciones escabrosas, pero al menos compuestas sin ninguna procacidad verbal, como tantas otras obras; y así, aun en el curso de los estudios que se llaman honestos y liberales, los viejos obligan a los niños a que las lean y aprendan.

Lo que los romanos VIeJOS sintieron en esta materia, nos 9 lo dice Cicerón en los libros t que escribió de la República, donde Escipión, en plática con é12 , dice: .En ningún tiempo las comedias, si la inmoralidad ambiente no lo consintiera, pudieran introducir con aplauso en el teatro sus bellaquerías •. Por lo que concierne a los griegos de mayor antigüedad, conservaron cierta conveniencia con su viciosa opinión, porque entre ellos la ley permitía a la co-

1 Se han perdido estos libros , de los cuales sólo citan, aparte de este de San Agustln, algunos fragmentos Séneca, Nonio, Lactancio, etc.

2 Escipión Emiliano, hijo de Publio Emilio que venció a Perseo, rey de Macedonia, adoptado por Escipión hijo del Africano mayor; destruyó Numancia y también Cartago, por lo que se le llama Africano menor.

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LIB . Il DE CIVIT A TE DEI 9,2-4

quod uellet comoedía, de quo uellet, nomínatím díceret. !taque sícut in eísdem líbrís loquitur Afrícanus, - q u e m í II a non adtígít , uel potíus quem non uexauit , cui pepercit? Esto, populares homines inprobos, in re publica seditiosos, Cleonem, Cleophontem, Hyperbolum 5 laesít . Patiamur., inquit, -etsi eíus modi cíues a censore melíus est quam a poeta notarí. Sed Peri­cien, cum íam suae cíuítati maxíma auctoritate plurímos annos domi et belli praefuisset, uiolari u e r sí b u s e t e o s a g i in s c a e n a non pi u s de c u i t, q u a m 10 si Plautus., ínquit, -noster uoluisset aut Naeuius Publio et Gn . Scipioni aut Caecilius Marco Catoni

3 maledicere •. Dein paulo post: - N ostrae., inquit, - contra duodecim tabulae cum perpaucas res capite sanxis­sent, in hís hanc quoque sanciendam putauerunt,15 si quís occentauisset siue carmen condídísset, quod infamiam faceret flagítiumue alterí. Praeclare. Iudíciís ením magistratuum, disceptatíoníbus legi­tímís proposítam uítam, non poetarum íngeníis ha­bere debemus, nec probrum audíre nisi ea lege, uno

4 respondere líceat et iudicío defendere •. Haec ex Ci­ceronis quarto de re publíca libro ad uerbum excerpenda arbítra­tus sum, nonnullís propter facílíorem intellectum uel praetermissis uel paululum commutatís . Multum ením ad rem pertínet, quam

2 quem - 13 maledicere: ibldem • 13 Nostrae - 21 defendere: ele. rep . 4.12

3 quem) om Ap • 13 Deln L1A : deni q delnde rell.

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9,2·4 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 11

media tocar lo que quisiere a su capricho y nominativamente, referirse a todo y a todos. Así que, como en los mismos libros di­ce el Africano: -¿A quién ella no hostigó, o, más bien, a quién no vejó? ¿De quién abstuvo sus dientes y sus uñas? En buen hora lastimó a ímprobos demagogos, revolvedores de la república, Cleón, Cleofonte, Hiperbolo l

• Pasemos por esto , aun cuando me­jor fuera que individuos de esa calaña fueran estigmatizados por el censor que pellizcados por el poeta. Pero ultrajar en verso y representar en escena a Pericles, luego de haber gobernado muchos años su república en paz y en guerra, con toda su gran autoridad intacta, no fué más decoroso que si nuestro Plauto o nuestro Ne­vio>, dijo, -se hubiera atrevido con Publio y con Gneo Escipión;2 {) si con Marco Catón se metiera nuestro Cecilio> . y añade poco después: -y al revés; nuestras Doce Tablas, que tan pocos delitos castigaron con pena capital, pensaron que ella debía también esta­blecerse contra el ciudadano que representare o compusiere versos que redundasen en deslustre o infamia de otro. Muy bien hecho. Debemos tener nuestra vida expuesta a la sentencia y a las legíti­mas decisiones de la justicia y no a las genialidades y humoradas de los poetas, y estar al abrigo de toda injuria, amparados por la ley que nos permita responder y defendernos en justicia>. Esto me pareció bien sacar a la letra del cuarto libro de la República de Ci­cerón, omitiendo, para que mejor se entiendan, algunas cosas o mudándolas ligeramente. Porque importa mucho para el caso que me propongo explicar, si pudiere. Dice a continuación otras cosas y concluye este pasaje de manera que demuestra que a los Roma-

1 De ellos habla Plutarco en la vida de Nicias.

• Publio y Gneo Escipión fueron hermanos y, s i a Servio hemos de creer, mellizos; pues en este sentido interpreta el diligente escoliasta de Virgilio aquel verso: Duo fulmina belli, Scipiadas. Cicerón, en su discurso pro Balbo, denomína los : Duo fulmina imperi: y en sus Paradoxos: Duo propugnacu/a be /li .

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LIB. 11 DE CIVITATE DEI 9,4 ·10, 2

molior explicare, si potero. Dicit deinde alia et sic concludit hunc locum, ut ostendat ueteribus displicuisse Romanis uel laudari quemquam in scaena uiuum hominem uel uituperari. Sed, ut dixi, hoc Graeci quamquam inuerecundius, tamen conuenientius licere uoluerunt, cum uiderent dis suis. accepta et grata esse opprobria 5

non tan tu m hominum, uerum et ipsorum deorum in scaenicis fabulis, siue a poetis essent illa contlcta, siue flagitia eorum uera commemorarentur et agerentur in theatris atque ab eorum cultori­bus utinam solo risu, ac non etiam imitatione digna uiderentur. Nimis enim superbum fuit famae parcere principum ciuitatis et 10

ciuium, ubi suae famae parci numina noluerunt.

10 Nam quod adfertur pro defensione, non illa uera in deos dici, sed falsa atque contlcta, id ipsum est scelestius, si pietatem consulas religionis; si autem malitiam daemonum cogites, quid astutius ad decipiendum atque callidius? Cum enim probrum 15

iacitur in principem patriae bonum atque utilem, nonne tanto est indignius, quanto a ueritate remotius et a uita illius alienius? Quae igitur supplicia sufflciunt, cum deo tlt ista tam nefaria, tam insignis iniuria? Sed maligni spiritus, quos isti deos putant, etiam flagitia, quae non admiserunt, de se dici uolunt, dum tamen 20

humanas mentes his opinionibus uelut retibus induant et ad praedestinatum supplicium secum trahant, siue homines ista com­miserint, quos deos haberi gaudent, qui humanis erroribus gau­dent, pro quibus se etiam colendos mille nocendi fallendique

2 ueteribus - 3 uiruperari: ibidem • 24 mille - 1 (p. 82) artibus: cE. YERG.

Aen. 7, 338

8 commemorarenturJ commemorentur e 11 numinaJ nomina A'e'

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9,4 -10, 2 LA CIUDAD DE DIOS LIB. Il

nos viejos les desplacía que una personalidad viva fuera alabada o vituperada en escena. Pero, como dije, aunque con más insolencia, pero también con mayor conveniencia, quisieron los griegos que esto les fuera lícito, en viendo que a sus dioses les eran gratos y aceptables los baldones en las fábulas escénicas no ya de los hom­bres, sino también de los mismos dioses, ahora fuesen creaciones de los poetas, ahora se hiciera mención de bellaquerías reales, re­presentándolas en los teatros, que ¡ojalá! a sus adoradores parecie­ran sólo dignas de ser reídas, pero no imitadas. Antojaríaseles ex­cesivo orgullo respetar la fama de los principales de la ciudad y aun de los simples ciudadanos allí donde las divinidades no qui­sieran que fuese intangible su propia y personal reputación.

Porque lo que aducen en su defensa, a saber, que no es ver- 10 dad aquello que dicen contra sus dioses, sino falso y fingido, por esto mismo es de más sutilizada malicia, si se pone la mira en la auténtica piedad; y si ponderas la malicia del demonio, ¿qué cosa hay más astuta y más habilidosa para el engaño? Cuando un ultraje se echa a la cara de un príncipe bueno y útil a la patria, ¿acaso no es tanto más indignante, cuanto más apartado y remoto está de la verdad y más ajeno de su conducta? ¿Qué suplicios serán bastantes cuando a Dios se inflige esta injuria tan bellaca y tan insigne? Pero los malignos espíritus que los paganos pien­san ser dioses quieren que de ellos se pregonen maldades imagi­narias, siempre que con esas opiniones a guisa de redes envuelvan las almas humanas y las arrastren consigo al predestinado suplicio, ora las cometieren hombres que huelgan sean tenidos por dioses, los que con los humanos errores se regodean (y a fin de que también a ellos los adoren por tales, se entremeten con artimañas mil, nocivas y falaces), ora aquellos crímenes y torpezas en hecho de verdad no fueren de ningún hombre, con todo, muy de buena

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LIB. Il DE CIVITATE DEI 10,2 ·11, 2

artibus interponunt; siue etiam non ullorum hominum illa crimina uera sint, qua e tamen de numinibus tlngi libenter accipiunt falla­cissimi spiritus, ut ad scelesta ac turpia perpetranda uelut ab ipso

3 caelo traduci in terras satis idonea uideatur auctoritas. Cum igitur Graeci talium numinum seruos se esse sentirent, inter tot et tanta 5

eorum theatrica opprobria parcendum sibi a poetis nullo modo putauerunt, uel dis suis etiam sic consimilari adpetentes, uel metuentes, ne honestiorem famam ipsi requirendo et eis se hoc modo praeferendo illos ad iracundiam prouocarent.

11 Ad hanc conuenientiam pertinet, quod etiam scaenicos acto- 10

res earundem fabularum non paruo ciuitatis honore dignos existi­marunt, si quidem, quod in eo quoque de re publica libro com­memoratur, et Aeschines Atheniensis, uir eloquentissimus, cum adulescens tragoedias actitauisset, rem publicam capessiuit et Aristodemum, tragicum item actorem, maximis de rebus pacis ac 15

belli legatum ad Philippum Athenienses saepe miserunt. Non enim consentaneum putabatur, cum easdem artes eosdemque scaenicos ludos etiam dis suis acceptos uiderent, illos, per quos agerentur, infamium loco ac numero deputare. Haec Graeci turpi­ter quidem, sed sane dis suis omnino congruenter, qui nec uitam 20

ciuium lacerandam linguis poetarum et histrionum subtrahere ausi sunt, a quibus cernebant deorum uitam eisdem ipsis dis uolentibus et libentibus carpi, et ipsos homines, per quos ista in

13 et Aeschlnes - 16 mlserunt: ele. rep. 4, 13

10 1 non ullorum Duebn. : non nullorum LACA'p ullorum q nullorum rell. 11 13 et) om . ed.pr. Hoffm .

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10,2 ·11, 2 LA CIUDAD DE DIOS LIB. II

gana aquellos maestros de la falacia admiten su atribución a las divinidades, para que parezca asaz idónea y persuasiva una autoridad descendida del cielo a la tierra para perpetrar todo linaje de infamias y de torpezas. Sintiéndose, pues, los griegos 3

esclavos de tales divinidades; en medio de tantos y de tales opro­bios como llevaron a las tablas, parecióles que los poetas de ningún modo debían respetarlas, deseosos así de asemejarse a los dioses suyos o temerosos de que, recabando para sí mismos una mejor reputación y de este modo prefiriéndose a ellos, los provo­casen a enojo.

Atentos los griegos a este principio, juzgaron dignos de este 11 no pequeño honor de la ciudadanía a los autores y actores de farsas, porque, como se refiere en el susodicho libro de la Repú­blica, Esquines Ateniense, varón elocuentísimo, después de haber representado tragedias en su mocedad, participó en la gobernación de la república; y hartas veces los atenienses enviaron a Aristó­demo, tragediante también, en embajada al rey Filipo, sobre negocios gravísimos de guerra y de paz. No les parecía razonable, viendo que aquellas mismas artes y aquellos mismos juegos escénicos merecían la aceptación de sus dioses, poner en la condi­ción y número de los infames a los artistas que los representaban. Esto hiciéronlo los griegos torpemente, pero en absoluta congruen-cia con sus dioses, porque no se atrevieron a eximir la vida de los ciudadanos de las feroces dentelladas de los poetas y de los histriones, de quienes veían que la propia vida de los dioses, con su aquiescencia y complacencia, era reprendida y lacerada; y habían conocido que los mismos faranduleros que en los teatros hacían estas representaciones, ellos y las obras resultaban gratos a los dioses. Por ende, pensaron que no solamente no debían ser desdeñados en la ciudad, sino considerados dignos de los

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LIB. 11 DE CIVITATE DEI 11,2 ·12,1

theatris agebantur, quae numinibus quibus subditi erant grata es se cognouerant, non solum minime spernendos in ciuitate,

3 uerum etiam maxime honorandos putarunt. Quid enim causae reperire possent, cur sacerdotes honorarent, quia per eos uictimas dis acceptabiles offerebant, et scaenicos probrosos haberent, per 5

quos illam uoluptatem siue honorem dis exhiberi petentibus et, nisi fieret, irascentibus eorum admonitione didicerant? cum prae­sertim Labeo, quem huiusce modi rerum peritissimum praedicant, numina bona a numinibus malis ista etiam cultus diuersitate distinguat, ut malos deos propitiari caedibus et tristibus supplica- 10

tionibus adserat, bonos autem obsequiís laetis atque iucundis, 4 qualia sunt, ut ipse ait, ludi conuiuia lectisternia. Quod totum

quale sit, postea, si Deus iuuerit, diligentius disseremus. Nunc ad rem praesentem quod adtinet, siue omnibus omnia tamquam bonis permixte tribuantur (neque enim esse decet deos malos, 15

cum potius isti, quia inmundi sunt spiritus, omnes sint mali), siue certa discretione, sicut Labeoni uisum est, illis illa, istis ista distribuantur obsequia, conpetentissime Graeci utrosque honori ducunt, et sacerdotes, per quos uictimae ministrantur, et scaeni­cos, per quos ludi exhibentur, ne uel omnibus dis suis, si et ludi 20

omnibus grati sunt, uel, quod est indignius, his, quos bonos· pu­tant, si ludi ab eis solis amantur, facere conuincantur iniuriam.

12 At Romani, sicut in illa de re publica disputatione Scipio gloriatur, probris et iniuriis poetarum subiectam uitam famamque

8 Labeo - 12 lectisternia: cf. AVG. ciu. 3, 25; 8, 13

6 siue honore m dis] dus sibi honorem A' Domb.··' • 15 permixte] permixta A • 16 quia] qui Cad Domb.' Welld . • sint mali] sunt mal¡ LAA

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11,2 ·12, 1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. II

máximos honores. Y en efecto, ¿qué motivos podían hallarse para 3

honrar a los sacerdotes, porque mediante su ministerio ofrecían víctimas gratas a los dioses, y simultáneamente tener por merece­dores de oprobio a aquellos otros que rendían aquel agasajo u honor a los dioses que les reclamaban; y si no, se enojaban conforme a sus propias amenazas? Y ello especialmente porque Labe6n, a quien proclaman! el más ducho en esta materia, distin­gue con esa diversidad de culto a los dioses buenos de los malos, afirmando que los malos se aplacan con sangre y con fúnebres súplicas, y los buenos con obsequios alegres y festivos; como son, según él, los juegos, banquetes y lectisternios. Cuál sea todo ello, 4

más tarde, si a Dios placiere, lo declararemos con mayor dete­nimiento. Ahora, por lo que hace al prop6sito de lo que vamos tratando, es que, ora atribuyan a todos los dioses todas las cosas sin distinci6n (pues no parece bien que unos dioses sean malos, cuando, con mejor acuerdo, siendo espíritus inmundos, todos son malos), ora les sirvan, como le pareci6 a Labe6n, con determinado discernimiento a los unos con unas ceremonias, a los otros con otras, muy razonablemente los griegos tienen a entrambos por honrados, así a los sacerdotes que les ofrecen las víctimas como a los actores que representan juegos, porque no se les convenza de que hacen injuria a todos sus dioses, si es que los juegos son gratos a todos, o, lo que fuera más indigno, a solos aquellos que tienen por buenos, si solos éstos les profesan afici6n.

Los Romanos, empero, como en la susodicha disputa de la 12 República se gloría Escipi6n, no quisieron tener expuestos su vida

1 Tres fueron los Labeones, jurisconsultos famosos; pero el más celebrado fué Antlstlo Labeón, que vivió en familiaridad con Augusto César; no solamente en Derecho era perltlslmo, sino en todo género de antigüedades. A éste se refiere Agustln, y de él habla Suetonlo en la vida de Augusto.

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16 - La Ciudad de Dios. Vol. I.

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LIB. 11 DE CIVITATE DEI 12,1 ·13,1

habere noluerunt, capite etiam sancientes, tale carmen condere si quis auderet. Quod erga se quidem satis honeste constituerunt, sed erga deos suos superbe et inreligiose; quos cum scirent non solum patienter, uerum etiam libenter poetarum probris maledic­tisque lacerari, se potius quam illos huiusce modi iniuriis indignos s esse duxerunt seque ab eis etiam lege munierunt, illorum autem ista etiam sacris sollemnitatibus miscuerunt. Itane tandem, Scipio, laudas hanc poetis Romanis negatam esse licentiam, ut cuiquam opprobrium infligerent Romanorum, cum uideas eos nulli deorum pepercisse uestrorum? Itane pluris tibi habenda uisa est existima- l O

tio curiae uestrae quam Capitolii, immo Romae unius quam caeli totius, ut linguam maledicam in ciues tuos exercere poetae etiam lege prohiberentur, et in deos tuos securi tanta conuicia nullo senatore nullo censore, nullo principe nullo pontifice prohibente

3 iacularentur? Indignum uidelicet fUit, ut Plautus aut Naeuius l S

Publio et Gn. Scipioni aut Caecilius M. Catoni malediceret, et dignum fUit, ut Terentius uester flagitio Iouis optimi maximi adulescentium nequitiam concitaret?

13 Sed responderet mihi fortasse, si uiueret: Quo modo nos ista inpunita esse nollemus, qua e ipsi di sacra esse uoluerunt, 20

cum ludos scaenicos, ubi talia celebrantur dictitantur actitantur, et Romanis moribus inuexerunt et suis honoribus dicari exhiberi-

12 10 uisa] om. Hoffm . Welld. • 11 Immo Romae] Immo \ non / romae L ¡mmo non Romae A • 16 Publlo et] om. LC sed cf. supra p. 80, 12 • Ca ec!llus] Caellus CAa'

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12,1-13,1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. Il

y SU buen nombre a los baldones e injurias de los poetas, estable· ciendo pena capital contra el procaz que osara componer seme­jante poesía. Pena esta que con harto buen sentido establecie­ron en su propio interés, pero con soberbia e irreligiosidad por lo que se refiere a sus dioses, de quienes, como supieran que llevaban no sólo con paciencia, sino muy a gusto los baldones y las lacerantes mordeduras de los poetas , conceptuáronse a sí mismos por no merecedores de vejámenes tales y de tales ultrajes y se abroquelaron con una ley, al paso que el desdoro de sus dioses admitiéronlo y mezcláronlo en sus mismas solemnidades. ¿Pues qué, oh buen Escipión? ¿Tú elogias el veto de esa licencia porque a ninguno de los romanos se le inflija oprobio, y ves que ninguno de vuestros dioses queda de él dispensado? ¿Así que te pareció que debía hacerse más caudal y estima de vuestro Senado que del Capitolio; o mejor, de sola Roma que del cielo todo, prohibiendo con una ley drástica que los poetas ejercitasen su lengua maldiciente contra tus ciudadanos; y que a guisa de dardo enherbolado la disparasen impunemente contra tus dioses, sin la protesta de ningún senador, de ningún censor, de ningún prínci­pe , de ningún pontífice? Indigno fué, sin duda, que Plauto o Ne- 3

vio maldijesen de Publio o de Gneo Escipión; o que de M. Catón maldijese Cecilio. ¿Y fué razonable y justo que vuestro Terencio, con la bellaquería de Júpiter Óptimo, Máximo, atizase y alentase la incontinencia de la mocedad?

Si viviera Escipión, por ventura , me daría esta respuesta: 13 ¿Cómo habíamos nosotros de rehusar la impunidad de aquello que los dioses mismos declararon sagrado, cuando fueron ellos quienes en las costumbres romanas introdujeron y ordenaron que se les dedicara, honrándolos con ello, los juegos escénicos, donde tales desafueros se celebran, se dicen arreo y se representan plás-

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LIB. II DE CIVITATE DEI 13,1·5

que iusserunt? Cur non ergo hinc magis ipsi intellecti sunt non esse di ueri nec omnino digni, quibus diuinos honores deferret illa res publica? Quos enim coli minime deceret minimeque opor­teret, si ludos expeterent agendos conuiciis Romanorum, quo modo quaeso colendi putati sunt, quo modo non detestandi spiri- 5 tus intellecti, qui cupiditate fallendi inter suos honores sua cele­brari crimina poposcerunt? Itemque Romani, quamuis iam supersti­tione noxia premerentur, ut dios deos colerent, quos uidebant sibi uoluisse scaenicas turpitudines consecrari, suae tamen digni­tatis memores ac pudoris actores talium fabularum nequaquam 10 honorauerunt more Graecorum, sed, sicut apud Ciceronem idem Scipio loquitur, ccum artem ludicram scaenamque to­tam in probro ducerent, genus id hominum non modo honore ciuium reliquorum carere, sed etiam tribu moueri notatione censoria uoluerunt •. Praecla-15 ra sane et Romanis laudibus adnumeranda prudentia; sed uellem se ipsa sequeretur, se imitaretur. Ecce enim recte, quisquis ciuium Romanorum esse scaenicus elegisset, non solum ei nullus ad honorem dabatur locus, uerum etiam censoris nota tribum tenere propriam mini me sinebatur. O animum ciuitatis laudis auidum lO

germaneque Romanum! Sed respondeatur mihi: qua consentanea ratione homines scaenici ab omni honore pelluntur, et ludi scaeni-ci deorum honoribus admiscentur? Illas theatricas artes diu uirtus Romana non nouerat, quae si ad oblectamentum uoluptatis huma­nae quaererentur, uitio morum inreperent humanorum. Di eas 25

12 cum - 15 uoluerunt: ele. rep. 4, 10

13 1 hlnc magls) magls hlnc e . 22 pelluntur) repelluntur e Domb.

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13,1·5 LA ClUDAD DE DIOS LIB. II

ticamente? ¿Por qué, pues, por ese detalle no se entendió no ser dioses verdaderos, ni siquiera dignos, aquellos a quienes la república tributaba honores de apoteosis? Porque a quienes no fuera razonable, ni siquiera conveniente, desear la representación de tales juegos insultantes para los romanos, ¿cómo 'pudo pensarse que debían ser objeto de culto? ¿cómo no se coligió que eran espí­ritus detestables que, por afán de engañar, les pidieron que, so pretexto de agasajarlos, enalteciesen sus abominaciones? Y también los mismos romanos, aun cuando oprimidos bajo el yugo de tan dañada superstición, que adoraban como a dioses a quienes veían haber querido que les consagrasen las torpezas escénicas; acordándose de su dignidad y personal decoro, de ninguna manera honraron, a usanza de los griegos, a los actores de tales fábulas, sino que, como Escipión se expresa; según la versión de Tulio, «teniendo por cosa de ignominia el arte de hacer comedias y aun el teatro todo, quisieron que los hombres de esta profesión no solamente no gozasen de los privilegios y consideración de los demás ciudadanos, sino que por nota del censor fuesen excluídos de su propia tribu • . ¡Prudencia verdaderamente ejemplar, y digna 4

de que se cuente en el número de las más señaladas virtudes de los romanos! Pero yo querría que fuera consecuente consigo misma y que ella misma fuera su propio dechado. Porque he aquí como acertadamente, a quienquiera de los ciudadanos romanos hubiese elegido la profesión de farsante, no solamente no se le daba acceso a ningún empleo honorable, sino que, por la nota del censor, inexorablemente no se le dejaba permanecer en su propia tribu. ¡Oh espíritu de la ciudad, ávido de gloria y autén­ticamente romano! Pero respóndaseme: ¿Por qué razón congruente los hombres de teatro son repelidos de todo honor, y los juegos escénicos forman parte de los honores divinos? Por luengos años la virtud romana desconoció las artes del teatro. Si se las hubiera buscado para el entretenimiento y solaz del ciudadano, hubiéran-

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LIB. II DE CIVITATE DEI 13, 5 · 14, 2

sibi exhiberi petierunt: quo modo ergo abicitur scaenicus, per quem colitur Deus? et theatricae illius turpitudinis qua fronte nota­tur actor, si adoratur exactor? In hac controuersia Graeci Romani­que concertent. Graeci putant recte se honorare homines scaeni­cos, quia colunt ludorum scaenicorum flagitatores deos; Romani 5

uero hominibus scaenicis nec plebeiam tribum, quanto minus senatoriam curiam dehonestari sinunt. In hac disceptatione huiusce modi ratiocinatio summam quaestionis absoluit. Proponunt Graeci: Si di tales colendi sunt, profecto etiam tales homines honorandi. Adsumunt Romani: Sed nullo modo tales homines honorandi 10

sunt. Concludunt Christiani: Nullo modo igitur di tales colendi sunt.

14 Deinde quaerimus, ipsi poetae talium fabularum conposito-res, qui duodecim tabularum lege prohibentur famam laedere ciuium, tam probrosa in deos conuicia iaculantes cur non ut 15

scaenici habeantur inhonesti. Qua ratione rectum est, ut poetico­rum figmentorum et ignominiosorum deorum infamentur actores , honorentur auctores? An forte Graeco Platoni potius palma danda est, qui cum ratione formaret, qualis es se ciuitas debeat, tamquam aduersarios ueritatis poetas censuit urbe pellendos? Iste uero et 20

deorum iniurias indigne tulit et fucari corrumpique figmentis animos ciuium noluit. Confer nunc Platonis humanitatem a ciuibus decipiendis poetas urbe pellentem cum deorum diuinitate

19 qul - 20 pellendos: cf. PLAT. rep . 3, 398a; 10, 607b

qula colunt LA1CAp: cum colant KFBf3beq cum colunt A'ea . 7 /8 hulusce modl] hulus modl L'e

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13,5 · 14,2 LA CIUDAD DE DIOS LIB . II

se introducido por relajamiento y vicio de las costumbres pú­blicas. Los dioses pidieron para sí tales exhibiciones: ¿Cómo, pues, se repudia al cómico por quien Dios es servido? ¿Y con qué lógica se infama al actor de las torpezas escénicas, si quien las exige es objeto de culto? En esta controversia conciértense 6

griegos y romanos. Los griegos piensan que hacen bien en honrar a los hombres de teatro porque rinden culto a los dioses que pidieron juegos escénicos. Y los romanos, en cambio, no consien­ten que de la canalla histriónica padezca desdoro ni aun la tribu plebeya, cuanto menos la curia senatorial. En tal desavenencia suelta el nudo de la cuestión este argumento: Los griegos propo­nen; si se ha de tributar culto a tales dioses, sin duda debe honrarse a tales hombres . Resumen los romanos: En absoluto, no debe honrarse a tales hombres. Los cristianos concluyen: En modo alguno se deben, pues, adorar tales dioses.

Pregunto yo ahora: Esos mismos poetas que tales fábulas 14 componen, prohibidos, por una ley de las Doce Tablas, de lasti­mar la fama de los ciudadanos, ¿por qué, cuando asestan contra los dioses tan ignominiosos baldones, no son tenidos por infames como los propios actores escénicos? ¿Cabe en razón y justicia que queden infamados los actores de poéticas ficciones y que personi­fican dioses cubiertos de ignominia; y los autores en cambio reciban honras y distinciones? ¿Por ventura con justicia mayor no ha de adjudicarse la palma al griego Platón, que, organizando en su mente una ciudad ideal, creyó que debían ser expulsados de ella los poetas, capitales enemigos de la verdad? Este llevó con indignación las injurias que a los dioses se hacían y no se avino a que los ánimos de los ciudadanos se estragasen y corrompiesen con afeites y ficciones. Coteja ahora la humanidad de Platón, arrojando de la ciudad a los poetas, por obra de los ciudadanos

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LIB. II DE CIVITATE DEI 14,2·5

honori suo ludos scaenicos expetente. Ille, ne talia uel scriberen­tur, etsi non persuasit disputando, tamen suasit leuitati lasciuiae­que Graecorum; isti, ut talia etiam agerentur, iubendo extorse­runt grauitati et modestiae Romanorum. Nec tantum haec agi uoluerunt, sed sibi dicari, sibi sacrari, sibi sollemniter exhiberi. 5

Cui tandem honestius diuinos honores decerneret ciuitas? utrum Platoni haec turpia et nefanda prohibenti, an daemonibus hac hominum deceptione gaudentibus, quibus ille uera persuadere non potuit?

Hunc Platonem Labeo inter semideos commemorandum pu- ID

tauit, sicut Herculem, sicut Romulum. Semideos autem heroibus anteponit; sed utrosque inter numina conlocat. Verum tamem istum, quem appellat semideum, non heroibus tantum, sed etiam

4 dis ipsis praeferendum esse non dubito. Propinquant autem Ro­manorum leges disputationibus Platonis, quando die cuncta poeti- 15

ca ffgmenta condemnat, isti autem poetis adimunt saltem in homi­nes maledicendi licentiam; die poetas ab urbis ipsius habitatione, isti saltem actores poeticarum fabularum remouent a societate ciuitatis; et si contra deos ludorum scaenicorum expetitores aliquid auderent, forte undique remouerent. Nequaquam igitur leges ad 20

instituendos bonos aut corrigendos malos mores a dis suis possent accipere seu sperare Romani, quos legibus suis uincunt atque conuincunt. Illi enim honori suo deposcunt ludos scaenicos, isti ab honoribus omnibus repellunt homines scaenicos; illi celebrari

14 5 dlcarlJ dedlcarl e • 20 remouerentJ remouent A'

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14,2·5 LA CIUDAD DE DIOS LIB. ¡¡

condenados a ser sus víctimas, con la divinidad de los dioses, apeteciendo en su propia honra los juegos escénicos. Aquél, porque tales esperpentos no se escribieran, ya que no tuvo la fortuna de persuadírselo, con todo, lo aconsejó a la nativa ligereza y congénita festividad de los griegos; y estos otros, porfiando en que tales atentados a la pública decencia continuaran cometién­dose, a viva fuerza lo arrancaron de la gravedad y modestia de los romanos. y no tan sólo quisieron que se representaran, sino que se los dedicaran, se los consagraran y que solemnemente se celebraran. ¿A quién, en conclusión, decretaría, con más justa causa, la ciudad honores divinos: a Platón, que prohibía tales torpezas, que ni nombrarse deben; o a los demonios que se gozan con este engaño de los hombres, a quienes no consiguió conven­cerlos de aquellas verdades? Labeón fué de parecer que a Platón 3

se le había de contar entre los semidioses, como Hércules, co­mo Rómulo . fl antepone los semidioses a los héroes, pero a unos y a otros colócalos entre las divinidades. Pero yo no dudo que éste, digo Platón, a quien llama semidiós, se debe preferir, no a los héroes solamente, sino a los dioses mismos. Las leyes de los 4

romanos frisan en algunos puntos con la doctrina de Platón, cuando él condena las invenciones poéticas; y éstos quitan a los poetas la licencia de infamar a los hombres; aquél aleja a los poetas del recinto de la ciudad, y éstos al menos remueven a los actores de farsas poéticas de la convivencia ciudadana; y si con alguna osadía se descomidieran contra los dioses solicitado­res de juegos escénicos, quizá los removieran de todas partes. De ningún lado pudieran los romanos recibir o esperar de sus 5

dioses leyes para formar las buenas costumbres o reformar las malas a quienes con sus leyes vencen y convencen. Porque ellos, en honra propia, piden juegos escénicos; y éstos apartan de todos los honores a quienes actúan en las tablas; aquéllos ordenan que con poéticas ficciones se celebren hazañas que debieran cubrir

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LIB . Il DE CIVITATE DEI 14,5·8

sibi iubent flgmentis poeticis opprobria deorum, isti ab opprobriis 6 hominum deterrent inpudentiam poetarum. Semideus autem ille

Plato et talium deorum libidini restitit, et ab indo le Romanorum quid perflciendum esset ostendit, qui poetas ipsos uel pro arbitrio mentientes uel hominibus miseris quasi deorum facta pessima 5

imitanda proponentes omnino in ciuitate bene instituta uiuere 7 noluit. Nos quidem Platonem nec deum nec semideum perhibe­

mus, nec ulli sancto angelo summi Dei nec ueridico prophetae nec apostolo alicui nec cuilibet Christi martyri nec cuiquam Christiano homini conparamus; cuius nostrae sententiae ratio Deo 10

prosperante suo loco explicabitur. Sed eum tamen, quando qui­dem ipsi uolunt fuisse semideum, praeferendum esse censemus, si non Romulo et Herculi (quamuis istum nec fratrem occidisse, nec aliquod perpetrasse flagitium quisquam historicorum uel poe­tarum dixit aut flnxit), certe uel Priapo uel alicui Cynocephalo, 15

postremo uel Febri, quae Romani numina partim peregrina rece-S perunt, partim sua propria sacrauerunt. Quo modo igitur tanta

animi et morum mala bonis praeceptis et legibus uel inminentia prohiberent, uel insita extirpanda curarent di tales, qui etiam seminanda et augenda flagitia curauerunt, taha uel sua uel quasi 20

sua facta per theatricas celebritates populis innotescere cupientes, ut tamquam auctoritate diuina sua sponte nequissima libido ac­cenderetur humana, frustra hoc exclamante Cicerone, qui cum de poetis ageret: cAd quos cum accessit., inquit, .clamor et adprobatio populi quasi cuiusdam magni et sa-25

24 Ad quos - 2 (p. 89) cuptdttates: Cle. rep. 4, 9 (ed. Ztegler)

4 qut] qutd e . 25 cutusdam magni L'AAp : magnt cutusdam rell.

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14,5-8 LA CIUDAD DE DIOS LIB. II

de confusión a los dioses: y estotros ponen el honor de los hombres al abrigo de la procacidad de los poetas. Mas Platón, este semidiós, no sólo se opuso a la desaforada lujuria de los dioses , sino que enseñó también lo que había de hacer el buen natural de los romanos, al no querer que en una ciudad bien constituída tuvieran vecindad aquellos mismos poetas que, o mentían a su antojo, o a los míseros mortales proponían la pésima conducta de los dioses como digna de imitación. Nosotros no presentamos 7

a Platón ni como dios ni como semidiós, ni lo comparamos a ninguno de los santos ángeles de Dios sumo, ni a ningún verídico profeta, ni a cualquier apóstol. ni a ninguno de los mártires de Cristo, ni siquiera a ningún hombre cristiano. El fundamento de este parecer, placiendo a Dios, será dado a conocer en lugar oportuno. Pero, con todas estas reservas, opinamos, puesto que ellos quieren que haya sido semidiós, que se le compare, si no a Rómulo y a Hércules (aun cuando ningún historiador ni poeta dijo o fingió que ni haya cometido fratricidio ni que haya perpe­trado crimen alguno de gran fama), con toda seguridad a Priapo o a algún Cinocéfalo, o en último término a la Fiebre, divinidades exóticas que en parte los romanos avecindaron1 o en parte consa­graron como indígenas. ¿De qué modo dioses tales habían de prohibir y oponerse con buenos preceptos y leyes a tantos vicios como amagan al ánimo y a las costumbres? ¿O cómo habían de curar dioses tales de extirpar los ya ínsitos y enraizados, cuando lo que procuraron fué sembrarlos y acrecentarlos, deseosos de que tales torpezas, o suyas o adoptadas por suyas, se diesen a conocer a los pueblos por medio de las fiestas y juegos teatrales, para que, como con autoridad divina, de su propia voluntad se caldeara con la llama del deseo pecaminoso? En vano contra esto clamaba Cice-

1 Véase NOTAS ADICIONALES. VIII.

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LIB. II DE CIVITATE DEI 14,8 ·16, 1.

pientis magistri , quas illi obducunt tenebras, quo!> inuehunt metus, quas inflammant cupiditates!.

15 Quae autem illic eligendorum deorum etiam ipsorum falsorum ratio ac non potius adulatio est? quando istum Platonem, quem semideum uolunt, tantis disputationibus laborantem, ne animi s malis, quae praecipue cauenda sunt, mores corrumperentur huma­ni, nulla sacra aedicula dignum putarunt, et Romulum suum dis multis praetulerunt, quamuis et ipsum semideum potius quam deum uelut secretior eorum doctrina commendet. Nam etiam flaminem illi instituerunt, quod sacerdotii genus adeo in Romanis 10

sacris testante apice excelluit, ut tres solos flamines haberent tribus numinibus institutos, Dialem Ioui, Martialem Marti, Quiri­nalem Romulo . Nam beneuolentia ciuium uelut receptus in caelum Quirinus est postea nominatus . Ac per hoc et Neptuno et Pluto­ni, fratribus Iouis, et ipsi Saturno, patri eorum, isto Romulus 15-

honore praelatus est, ut pro magno sacerdotium, quod Ioui tri­buerant, hoc etiam huic tribuerent, et Marti tamquam patri eius forsitan propter ipsum.

16 Si autem a dis suis Romani uiuendi leges accipere potuissent, non al iquot annos post Romam conditam ab Atheniensibus mu- 20

20 allquot - 1 (p. 90) Solonls: d . LIV. 3. 31. 8

15 3 ¡lile] ¡llis el Domb2" • 16/17 trlbuerant LAAp : trlbuerent Fe trlbue-

runt eKB{Jabeq 16 20/1 (p. 90) mutuarentur] mutuarent '\ ur / L mutarentur e

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14,8 ·16, 1 LA CIUDAD DE DIOS LIB . Il

rón, quien, tratando de los poetas, dice: .Cuando ellos se sienten alentados por el clamor y la aprobación del pueblo, como de un grande y sapientísimo maestro, ¡qué de tinieblas no esparcen, qué de miedos no introducen, qué de pasiones no inflaman! »

¿Y qué razón tuvieron los romanos en la elección de dioses 15 para su uso, aun siendo falsos, que no fuese pura y simple adula. dón; cuando al mismo Platón, que quieren sea semidiós, empeña-do en tan brava lucha de disputas porque los vicios del alma, que son los que principalmente se deben huir, no corrompie­sen y estragasen la moralidad, no le consideraron digno ni aun de una modesta capilla; y a muchos dioses antepusieron su Ró­mulo, aunque la doctrina secreta que profesan le reconozca más por semidiós que por dios? Pues hasta le instituyeron un fla­men, dignidad sacerdotal tan eminente en la liturgia romana como atestigua la mitra con que se decoraba. Sólo tres flámines crearon para otros tantos dioses: un flamen Dial para Júpiter, otro Marcial para Marte, y otro Quirinal para Rómulo; ya que, canonizado co­mo dios por la benevolencia de los ciudadanos y admitido en el cielo, para la posteridad tomó el nombre de Quirino l

. Gracias a esta electiva apoteosis, Rómulo recibió honores preferentes a Nep­tuno ya Plutón, hermanos de Júpiter, y aun al mismo Saturno, que fué padre de los tres; y pusieron a su servicio un gran sacer­dote, como por consideración a él lo habían puesto al servicio de Júpiter y de Marte, quizá como padre del propio Rómulo .

Y si hubieran podido los romanos recibir de sus dioses leyes 16 para a ellas acomodar su vida, no hubieran ido algunos años

1 Del Idioma autóctono de los Sabinos; y por esta denominación los roma· nos llamáronse quirites.

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LIB. Il DE CIVITATE DEI 16,1 -17,2

tuarentur leges Solonis, quas tamen non ut acceperunt, sed melio­res et emendatiores facere conati sunt, quamuis Lycurgus Lace­daemoniis leges ex Apollinis auctoritate se instituisse contlnxerit, quod prudenter Romani credere noluerunt, propterea non inde acceperunt. Numa Pompilius, qui Romulo successit in regnum, 5

quasdam leges, quae quidem regendae ciuitati nequaquam sufflce­rent, condidisse fertur, qui eis multa etiam sacra constituit; non tamen perhibetur easdem leges a numinibus accepisse. Mala igitur animi, mala uitae, mala morum, quae ita magna sunt, ut his doc­tissimi eorum uiri etiam stantibus urbibus res publicas perire 10

contlrment, di eorum, ne suis cultoribus acciderent, minime cura­runt [immo uero ut augerentur, sicut supra disputatum est, omni modo curarunt].

17 An forte populo Romano propterea leges non sunt a numini-bus constitutae, quia, sicut Sallustius ait, <Íus bonumque apud 15

e o s non 1 e g i b u s m a gis q u a m na t u r a u a 1 e b a t» ? Ex hoc iure ac bono credo raptas Sabinas. Quid enim iustius et melius quam tllias alienas fraude spectaculi inductas non a parentibus accipi, sed ui, ut quisque poterat, auferri? Nam si inique facerent Sabini negare postulatas, quanto fuit iniquius rapere non datas! 20

Iustius autem bellum cum ea gente geri potuit, quae filias suas ad matrimonium conregionalibus et contlnalibus suis negasset petitas, qua m cum ea, quae repetebat ablatas. Illud ergo potius tleret; ibi

2 Lycurgus - 3 confinxerit: d . CIC. diu . 1, 96 • 5 Numa - 7 constituir: d. CIC. rep. 5, 3 • 15 ius - 16 ualebat: SALlo Cato 9, 1

1 acceperunt sed codd. praeter a' : acceperunt tenuerunt sed a' Duebn. Hoffm . • 12/13 om. L'A'e seel. Hoffm. Welld. exhibent rel/. Domb. Wey.

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16,1·17,2 LA CIUDAD DE DIOS LIB. II

después de la fundación de Roma a pedir prestadas a los atenien­ses las leyes de Solón; con todo, no las mantuvieron como las recibieron, sino que se esmeraron en mejorarlas y enmendarlas, a pesar de que Licurgo fingió haberlas compuesto para los lacede­monios autorizadas del oráculo de Apolo; impostura esta que los romanos, prudentemente, no quisieron creer, y por eso no las admitieron. Numa Pompilio, que sucedió a Rómulo en el reino, 2

dicen que promulgó algunas leyes que en manera alguna eran suficientes para el gobierno de la ciudad; y paralelamente instituyó muchas sagradas ceremonias; pero no se dice haberlas recibido de los dioses. En conclusión, los dioses no tuvieron el menor cuidado de preservar a sus adoradores de los males del alma, ni de los males. de la vida, ni de los males morales, que son tan grandes que sus más sabias personalidades afirman resueltamente que, aun manteniéndose las ciudades en pie, acaban por dar al traste con las repúblicas. [De lo que sí cuidaron, con todos los recursos posi­bles, fué de darles auge y crecimiento, como más arriba ya probamos.]

Pero quizá los dioses no dieron leyes al pueblo romano por- 17 que, como dice Salustio, centre ellos, la justicia y la bondad, más que de las leyes porque se regían, tomaban fuerza de su buena disposición natural •. Al tenor de este derecho y de esta probidad creo yo que fueron robadas las Sabinas. ¿Qué cosa puede haber más justa y mejor que reunir doncellas de otra nación, con el señuelo de unas fiestas y espectáculos, y recibirlas no de manos de sus padres, sino robándolas a la fuerza, co-mo cada uno pudiese? Porque si hicieran mallos Sabinos, negán­dolas, después de pedidas, ¡cuánto peor fué robarlas no habiéndo­selas dado! Y más justa pudo hacerse la guerra con un pueblo 2

que hubiera negado sus hijas por mujeres a sus vecinos y co-

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LIB. 11 DE CIVITATE DEI 17,2·5

Mars fllium suum pugnantem iuuaret ut coniugiorum negatorum armis ulcisceretur iniuriam, et eo modo ad feminas, quas uoluerat, perueniret. Aliquo enim fortasse iure belli iniuste negatas iuste uictor auferret; nullo autem iure pacis non datas rapuit et iniustum

3 bellum cum earum parentibus iuste suscensentibus gessit. Hoc 5

sane utilius fe1iciusque successit, quod, etsi ad memoriam fraudis illius circensium spectaculum mansit, facinoris tamen in illa ciui­tate et imperio non placuit exemplum, faciliusque Romani in hoc errauerunt, ut post illam iniquitatem deum sibi Romulum conse­crarent, quam ut in feminis rapiendis factum eius imitandum lege 10

4 ulla uel more permitterent. Ex hoc iure ac bono post expulsum cum liberis suis regem Tarquinium, cuius fllius Lucretiam stupro uiolenter oppresserat, Iunius Brutus consul L Tarquinium Colla­tinum, maritum eiusdem Lucretiae, collegam suum, bonum atque innocentem uirum, propter nomen et propinquitatem T arquinio- 15

rum coegit magistratu se abdicare nec uiuere in ciuitate permisit. Quod scelus fauente ue1 patiente populo fecit, a quo populo con-

5 sulatum idem Collatinus sicut etiam ipse Brutus acceperat. Ex hoc iure ac bono M. Camillus, illius temporis uir egregius, qui Veien­tes, grauissimos hostes populi Romani, post decennale bellum, 20

quo Romanus exercitus totiens male pugnando grauiter adflictus est, iam ipsa Roma de salute dubitante atque trepidante facillime superauit eorumque urbem opulentissimam cepit, inuidia obtrec­tatorum uirtutis suae et insolen tia tribunorum pie bis reus factus

17 13 L. L'AC' : Luclum rell. • 19 M. LAAp: om. C' Marcus rell . • 23/24 Inuldla obtrectatorum] obtrectatorum inuldla LA Hoffm.

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17,2·5 LA CIUDAD DE DIOS LIB . 11

marcanos habiéndoselas pedido, que con el que reclamaba las que se le quitaron. Aquello se hiciera más razonablemente. Marte, en este caso, ayudara a su hijo en guerra por vengar con las armas la injuria de haberle negado casamientos, y por este camino viniera a alcanzar las mujeres que pretendía, ya que acaso, por algún derecho de guerra, tomaría justamente, resultando ven­cedor, las que injustamente le habían sido negadas. Pero sin razón ninguna ni derecho alguno de paz raptó las que no le habían sido dadas y ocasionó una guerra injusta con los padres enojados justamente. Con todo, esta perfidia tuvo un suceso más provechoso y feliz; y por más que, para me­moria de aquel robo, quedó el espectáculo de los juegos circenses l

, con todo, ni a la ciudad ni al imperio plugo el ejemplo de aquella fechoría, y más fácilmente erraron los romanos en haber, a raíz de esta iniquidad, consagrado en Rómulo un dios pa­ra su uso, que no en no permitir, por ninguna ley o costum­bre, que se repitiese su famosa fechoría de robar mujeres. En 4

virtud de este derecho y de este buen natural, después de expul­sado el rey Tarquinio con sus hijos, uno de los cuales había forzado a Lucrecia, el cónsul Junio Bruto obligó á su colega, T ar­quinio Colatino, marido de la misma Lucrecia, hombre bueno y sin tacha, por solo su nombre y el parentesco que tenía con los Tarquinios, a abdicar de su magistratura, y no le permitió vivir en la ciudad. Cometió este desafuero con el favor o la pasividad del pueblo, de quien el mismo Colatino había recibido el consula­do, como también lo había recibido Bruto. En virtud de este de-

1 Véase NOTAS ADICIONALES, IX.

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17 - La Ciudad de Dios. Vol. 1.

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LIB. II DE CIVITATE DEI 17,5·18,2

est tamque ingratam sensit quam liberauerat ciuitatem, ut de sua damnatione certissimus in exilium sponte discederet et decem milia aeris absens etiam damnaretur, mox iterum a Gallis uindex patriae futurus ingratae. Multa commemorare iam piget foeda et iniusta, quibus agitabatur illa ciuitas, cum potentes plebem sibi 5

subdere conarentur plebsque illis sub di recusaret, et utriusque partis defensores magis studiis agerent amore uincendi, quam aequum et bonum quicquam cogitarent.

18 Itaque ha bebo modum et ipsum Sallustium testem potius adhibebo, qui cum in laude Romanorum dixisset, unde nobis iste 10

sermo ortus est : .rus bonumque apud eos non legibus magis quam natura ualebat., praedicans illud tempus, quo expulsis regibus incredibiliter ciuitas breui aetatis spatio plu­rimum creuit, idem tamen in primo historiae suae libro atque ipso eius exordio fatetur etiam tunc, cum ad consules a regibus esset 15

translata res publica, post paruum interuallum iniurias ualidiorum et ob eas discessionem plebis a patribus aliasque in Vrbe dissen­siones fuisse. Nam cum optimis moribus et maxima concordia populum Romanum inter secundum et postremum bellum Car­thaginiense commemorasset egisse causamque huius boni non 20

amorem iustitiae, sed stante Carthagine metum pacis infldae fuisse dixisset (unde et Nasica ille ad reprimendam nequitiam seruan­dosque istos mores optimos, ut metu uitia cohiberentur, Carthagi­nem nolebat euerti): continuo subiecit idem Sallustius et ait:

3 milla LACp : mlllbus A2BPabdeq ed.pr . ed.Arg.

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17,5·18,1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. II

recho y de este buen natural, Marco Camil01, egregia personalidad

de aquel tiempo y que al cabo de una guerra decenal, en la que el ejército romano sufrió tan repetidos y serios descalabros en hartos choques infelices, cuando la misma Roma dudaba y temblaba por su salvación, con fulmínea rapidez derrotó a los ve­yentes, capitales enemigos del pueblo romano, y ocupó su capital opulentísima, se le declaró reo, por envidia de quienes contrade­cían su virtud y por la insolencia de los tribunos del pueblo. Y experimentó ser tan enconada la ingratitud de la ciudad por él liberada, que, certísimo de su condenación, se anticipó a ella con un voluntario destierro. Así y todo, en su ausencia, se le condenó en diez mil dineros, a él, que muy luego había de librar otra vez de los galos a su ingrata patria. Cánsame ya referir 6

tantas cosas feas e injustas que traían alterada aquella ciudad cuando los potentados esforzábanse por reducir el pueblo a ser,vi­dumbre, y la plebe se negaba a ser sujetada, y las cabezas de uno y otro partido procedían por deseo y pasión de vencer, sin atender para nada a lo que fuese equitativo y era bueno.

Así es que me comediré y aduciré preferentemente el tes- 18 timonio de Salustio, que fijó en alabanza de los romanos aquel axioma que originó este discurso: .Entre ellos, la justicia y la bondad, más que de las leyes porque se regían, tomaban fuerza de su buena disposición natural.. Encarecía el historiador aquel tiempo en que, expulsos los reyes, en breve espacio de años esta ciudad tuvo su máximo acrecentamiento. Y con todo, él mismo, en

1 Fué apellidado padre de la Patria y segundo Fundador de Roma a par de Rómulo. Tomó Veles, ciudad de la Etrurla. Luego, bajo el peso de una mentida acusación, por evitar odlosldades fué a desterrarse en Ardea.

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LIB. II DE CIVITATE DEI 18,2-4

• At discordia et auaritia atque ambitio et cetera secundis rebus oriri sueta mala post Carthaginis excidium maxime aucta sunt., ut inte!legeremus etiam ante oriri solere et augeri. V nde subnectens cur hoc dixerit : « N a m in i u r i a e ., inquit, • u a lid i o r u m e t o b e a s di s- s c es si o p le bis a p a tri b u s al i a e q u e di s s e n s ion e s do­mi fuere iam in de a principio, neque amplius quam regibus exactis, dum metus a Tarquinio et bellum graue cum Etruria positum est, aequo et modesto i u re agi ta tu m •. Vides quem ad modum etiam i!lo tempore 10 breui, ut regibus exactis, id est eiectis, aliquantum aequo et mo­desto iure ageretur, metum dixit fuisse causam, quoniam metueba­tur be!lum, quod rex Tarquinius regno atque Vrbe pulsus

4 Etruscis sociatus contra Romanos gerebat. Adtende itaque quid deindecontexat: .Dein . , inquit, .seruili imperio patres15 plebem exercere, de uita atque tergo regio more consulere, agro pellere et ceteris expertibus soli in imperio agere. Quibus saeuitiis et maxime fae­nore oppressa plebes cum adsiduis bellis tributum et militiam simul toleraret, armata montem sacrum 20 atque Auentinum insedit, tumque tribunos plebis et alia iura sibi parauit. Discordiarum et certami-

1 At - 3 sunt: SA LL. hlst. fr. 1, 11 (ed. Maurenbreeher) • 5 Nam - 10 agltatum: Ibldem • 15 Deln -1 (p. 94) Punieum: Ibldem; ef. AVG. elu. 3, 17

18 4 ante orlrl LA'Ap : antea orlrl e' antea et orlri rell. • 10/11 illo tempore breul L'AA : breui IIlo tempore fJ IIlo breul tempore forta sse c., rell .• 14 gerebat] agebat e . 15 Deln] delnde AFl!pq • 19 plebes LAK' : plebe F plebs rell. • 22 lura slbi LAABp : slbl lura rell .

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18,1·4 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 11

el primer libro de su historia y en su propio comienzo, contlesa que aun entonces, cuando el gobierno pasó de los reyes a los cónsules, tras corto intervalo, padeció vejaciones e injurias de los poderosos y por ello hubo separación entre el pueblo y el Senado y otras discordias intestinas. Porque, habiendo referido que el pueblo romano, entre la segunda y la última guerra púnica, vivió en la más severa moralidad y la concordia más estrecha, y habien­do señalado que la causa de este bien fUé, no el amor de la justicia, sino el miedo de una paz intlel, por la permanencia de Cartago (que era también la razón por la que aquel prudente Nasica no quería la destrucción de Cartago, para reprimir la diso­lución, conservar las buenas costumbres, con el tln de que el miedo refrenara los vicios), luego prosigue y dice el mismo Salus­tio: • Pero la discordia, y la avaricia y la ambición y restantes males, hijos ordinarios de la prosperidad, después del asolamiento de Cartago tuvieron un prodigioso crecimiento . ; para que enten­diésemos que, aun antes, solían nacer y engrandecerse. Yañadien­do a seguida la razón porque dice esto: • Los atropellos de los poderosos, y por su culpa la escisión entre el pueblo y el Senado y otras disensiones domésticas, existieron ya desde el principio, y no más que después de la expulsión de los reyes, en tanto que duró el miedo de Tarquinio y la grave guerra con la Etruria, se vivió con moderación y equidad .• Ya ves cómo también en aquel breve intervalo de tiempo que vino inmediata­mente después de la expulsión de los reyes, se vivió con equidad y modestia . Señala su causa y dice que fué el miedo de la guerra que el rey T arquinio, echado del reino y de Roma, aliado con los etruscos, sostenía contra los romanos . Advierte lo que añade a 4

continuación: . Después., dice, . los patricios se empeñan en uncir al pueblo al yugo de los esclavos; en disponer de su vida y de sus espaldas, al modo de los reyes; en arrojarlos del campo, y vivir y acampar solos en el gobierno, sin ninguna otra participación.

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LIB. II DE CIVITATE DEI 18,4·7

nis utrimque finis fuitsecundum bellum Punicum» . Cernis ex quo temp(\re, id est paruo interuallo post reges exactos, quales Romani fuerint, de quibus ait : .1 u s b o n u m q u e a p u d eos non legibus magis quam natura ualebat ».

Porro si illa tempora talía reperiuntur, quibus pulcherrima 5

atque optima fuisse praedicatur Romana res publica , quid iam de consequenti aetate dicendum aut cogitandum arbitramur, cum .paulatim mutata » , ut eiusdem historici uerbis utar, -ex pulcherrima atque optima pessima ac flagitiosissi­m a fa c t a e s t», post Carthaginis uidelicet, ut commemorauit, 10

6 excidium? Quae tempora ipse Sallustius quem ad modum breuiter recolat et describat . in eius historia legi potest; quantis malis mo­rum, quae secundis rebus exorta sunt, usque ad bella ciuilia demonstret esse peruentum. e E X q u O t e m por e » , ut ait, -maiorum mores non paulatim ut antea, sed tor-15 r entis modo praecipitati, adeo iuuentus luxu atque auaritia corrupta, ut merito dicatur genitos esse , qui neque ipsi habere possent res familiares neque al i o s p a ti» . Dicit deinde plura Sallustius de Syllae uitiis cete­raque foeditate rei publicae, et alii scriptores in haec consentiunt, 20 quamuis eloquio multum inpari.

Cernis tamen, ut opinor, et quisquis aduerterit, facillime perspicit, conluuie morum pessimorum quo illa ciuitas prolapsa fuerit ante nostri superni regis aduentum. Haec enim gesta sunt non solum antequam Christus in carne praesens doce re coepisset , 25

8 paulatim - 10 est: SALL. Cato 5. 9 • 14 Ex -19 patí: SALL. híst. fr . 1, 16

1 bellum PunlcumJ punlcum bellum L'A' • 14 peruentumJ prouentum e . 19 Syllae (slllae B) cadd. : Sullae Domb.

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18,4·6 LA CIUDAD DE DIOS LIB. II

Abrumado el pueblo con estas sevicias, y principalmente con la carga de las deudas y de las usuras y con la asiduidad 'de las guerras, tolerando, a una, los tributos y la milicia, se asentó, con armas, en los montes Sagrado y Aventino; y en esta ocasión se procuró tribunos de la plebe y otros derechos. El fin de estas discordias y estas pugnas fué la segunda guerra púnica . • 1 ¿Te percatas desde qué tiempo, a saber, poco después de haber echado los reyes, qué tales fueron los romanos, de quienes dice que -entre ellos, la justicia y la bondad, más que de las leyes porque se regían, tomaban fuerza de su buena disposición natural . ?

Pues si se averiguó que eran así aquellos tiempos en que se vincula la máxima hermosura y bondad de la república romana, ¿qué nos parece que debe decirse o pensarse de la edad consecuti­va, en la que, . alterada por paulatina mudanza . , usando de los términos del propio historiador, . de hermosísima y óptima se trocó en disolutísima y pésima., a saber, después de la destruc­ción de Cartago, como el propio Salustio recordó? Tiempos aque- 6

llos como él mismo los compendia y describe y puede leerse en su historia, y ver claramente demostrado a cuánta inmoralidad se llegó, nacida de la prosperidad, hasta el estallido de las guerras civiles . • De allí en adelante., como dice, . Ias costumbres de los mayores, no poco a poco, como antes, sino a guisa de montaraz torrente, se despeñaron al abismo. A tal punto el lujo y la avari­da estragaron y corrompieron la juventud, que con razón se dijo .de ella haber sido engendrada una generación que ni podía tener patrimonio, ni tolerar que otro lo tuviese. ' Muchas más cosas dice Salustio a continuación, de los vicios de Sila y de las restantes fealdades de la república. En el mismo testimonio convienen algunos escritores, aunque con elocuencia muy desigual.

1 Véase NOTAS ADICIONALES, X ,

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LIB. Il DE CIVITATE DEI 18,7 -19, 2

uerum etiam ante qua m de uirgine natus esset. Cum igitur tot et tanta mala temporum illorum uel tolerabiliora superius, uel post euersam Carthaginem intoleranda et horrenda dis suis inputare non audeant, opiniones humanis mentibus, unde talia uitia silues­cerent, astutia maligna inserentibus: cur mala praesentia Christo s inputant, cui doctrina saluberrima et falsos ac fallaces deos coli uetat et istas hominum noxias flagitiosasque cupiditates diuina auctoritate detestans atque condemnans his malis tabescenti ac labenti mundo ubique familiam suam sensim subtrahit, qua con­dat aeternam et non plausu uanitatis, sed iudicio ueritatis glorio- 10

sissimam ciuitatem?

19 Ecce Romana res publica (quod non ego primus dico, sed auctores eorum, unde haec mercede didicimus, tanto ante dixerunt ante Christi aduentum) • p a u 1 a t i m m u t a t a e x pul che r r i­ma atque optima pessima ac flagitiosissima facta 15

e s t ' . Ecce ante Christi aduentum, post deletam Carthaginem ·maiorum mores non paulatim, ut antea, sed tor­rentis modo praecipitati, adeo iuuentus luxu atque auaritia corrupta est •. Legant nobis contra luxum et auari­tiam praecepta deorum suorum populo Romano data; cui utinam 20

tantum casta et modesta reticerent, ac non etiam ab illo probrosa et ignominiosa deposcerent, quibus per falsa m diuinitatem perni­ciosam conciliarent auctoritatem. Legant nostra et per prophetas et per sanctum euangelium et per apostolicos actus et per epistu-

19 12 prlmus Ce: prius forta sse LA, rel/. • 21 etiam ah lllo L' AA ed.pr. : ab 1110 etlam n/l.

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18,7 ·19, 2 LA CIUDAD DE DIOS LIB. II

Con todo, contemplas, según pienso y cualquiera que repara- 7

re en ello lo verá con toda claridad, en qué lodazal de pésimas costumbres atolló aquella ciudad, antes de la venida de nuestro Rey celestial. Estas lindas hazañas acontecieron no sólo antes que Cristo, presente ya en la carne, hubiere comenzado a enseñar, sino antes que naciera de una virgen. Y siendo así que ellos no se 1)

atreven a imputar tantos y tamaños males de aquella época, tole­rables al principio, intolerables y horrendos después del aniquila­miento de Cartago, a sus dioses, que, con infernal astucia, sem­braban en las humanas mentes opiniones de las que, como una breñosa y silvestre vegetación, brotasen tales vicios; ¿por qué imputan los males presentes a Cristo, que, con su doctrina de salud, por una parte, nos prohibe adorar a los dioses falsos y fa­laces, y por otra, detestando y condenando con autoridad divina las dañadas y flagiciosas concupiscencias, substrae insensiblemen­te de ese mundo, caedizo y mohoso, a toda su familia, a base de la cual, y no por aplauso de la vanidad, sino por el juicio de la verdad, establecerá y fundará su propia y eterna Ciudad glo­riosísima?

Héteos aquí la república romana (y no soy yo el primero que 19 lo digo, sino que autores propios suyos, quienes nos hicieron la merced de informarnos de ello, lo dijeron con tanta antelación al advenimiento de Cristo), -trocada paulatinamente de hermosísima y virtuosísima, se tornó en pésima y disolutísima •. Héteos aquí que antes de la venida de Cristo, luego de raída del suelo la ciu­dad de Cartago, -las costumbres de los mayores, no poco a poco como antes, sino a modo de montaraz torrente, se despeñaron al abismo, a tal punto el lujo y la avaricia estragaron y corrompieron la juventud·. Léannos, si les pluguiere, los preceptos de sus dio- 2

ses dados contra el lujo y la avaricia al pueblo romano. ¡Ojalá so-

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LIB. II DE CIVIT A TE DEI 19,2-5

las tam multa contra auaritiam atque luxuriam ubique populis ad hoc congregatis quam exce!lenter, quam diuine non tamquam ex philosophorum concertationibus strepere, sed tamquam ex oracu-

3 lis et Dei nubibus intonare. Et tamen luxu atque auaritia saeuis­que ac turpibus moribus ante aduentum Christi rem publicam 5

pessimam ac f1agiotiosissimam factam non inputant dis suis; ad­f1ictionem uero eius, quamcumque isto tempore superbia deliciae­que eorum perpessae fuerint. religioni increpitant Christianae.

4 Cuius praecepta de iustis probisque moribus si simul audirent atque curarent «reges terrae et omnes populi, princi- 10

pes et omnes iudices terrae, iuuenes et uirgínes seniores cum iunioribus., aetas omnis capax et uterque sexus, et quos baptista Iohannes adloquitur, exactores ipsi atque milites: et terras uitae praesentis ornaret sua felicitate res publica,

5 et uitae aeternae culmen beatissime regnatura conscenderet. Sed 15

quia iste audit, i!le contemnit, pluresque uitiis male blandientibus qUJm utili uirtutum asperitati sunt amiciores: tolerare Christi fa­muli iubentur, siue sínt regt's siue principes siue iudices, siue milites siue prouinciales, siue diuites siue pauperes, siue liberi siue serui, utriuslibet sexus, etiam pessimam, si ita necesse est, 20

f1agitiosissimamque rem publicam et in i!la angelorum quadam sanctissima atque augustissima curia caelestique re publica, ubi Dei uoluntas lex est, clarissimum sibi locum etiam ista tolerantia -conparare.

10 reges - 12 iunioribus: Psal. 148. 11·12 • 13 et quos - 14 milites: d . Luc. 3. 12·14

8 increpitanc] inputant LAAp • 23/24 tolerantia conparare] conparare tole· rancia LA Hoffm. Wey.

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19,2-5 LA CIUDAD DE DIOS LIB. Il

lamente le hubieren callado las cosas santas y molestas, y no le hubieran pedido también las vituperables e ignominiosas, para, con la falsa divinidad, ganarles una autoridad perniciosa! Lean nues­tras Escrituras; y en los Profetas y en el Santo Evangelio y en los hechos de los Apóstoles y en sus Epístolas lean tan copiosas en­señanzas contra la avaricia y la lujuria, tan excelentes y tan divi­namente dichas a los pueblos de todo el haz de la tierra para es­to congregados, no con el estrépito de las agrias contiendas filosó. 11cas, sino con el son de un trueno dulce, caído de los oráculos y de las nubes de Dios. Y con todo no imputan a sus dioses antes .de la venida de Cristo el empeoramiento de la república en grado increíble, atollada en la más hedionda corrupción por la lujuria, la :avaricia y la cruel y torpe rotura de costumbres. Y, en cambio, -cualquiera aflicción que en estos tiempos hubieren padecido su so­berbia o sus regalos, impútanla a gritos a la religión cristiana. Si - los reyes de la tierra y los pueblos todos, los príncipes y todos los jueces de la tierra, los mancebos y las vírgenes, los ancianos y los mozos., y todos los de edad capaz y uno y otro sexo, y aque­llos a quienes habla Juan Bautista, y los publicanos y los soldados oyeran y al mismo tiempo practicaran sus preceptos sobre las cos­tumbres justas y santas; la república no sólo embellecería la tierra ·con la felicidad de la presente vida, sino que subiría a la cumbre de la vida eterna, para reinar en bienandanza no fallecedera. Pero porque éste oye y aquél desprecia, y la mayoría son más amigos del halago enervante de los vicios que de la útil aspereza de las virtudes, a los siervos de Cristo, ora sean reyes, ora príncipes, ora jueces, ora soldados, ora provinciales, ricos o pobres, libres o es­clavos, de cualquiera sexo, se les manda que toleren, si ello fuere necesario, a esa república siquier pésima, siquier disolutísima, y que por los méritos de esta tolerancia conquisten un asiento muy 210rioso en aquella muy augusta y muy santa corte de los ángeles , .en aquella república celestial donde la leyes la voluntad de Dios.

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LIB. 11 DE CIVITATE DEI 20,1-4

20 Verum tales cultores et dilectores deorum istorum, quorum etiam imitatores in sceleribus et flagitiis se esse laetantur, nullo modo curant pessimam ac flagitiosissimam non esse rem publicam. «Tantum stet., inquiunt, <tantum floreat copiis referta, uictoriis gloriosa , uel, quod est felicius, pace secura sito Et quid ad nos? s Immo id ad nos magis pertinet, si diuitias quisque augeat semper, quae cottidianis effusionibus suppetant, per quas sibi etiam intlr­miores subdat quisque potentior. Obsequantur diuitibus pauperes causa saturitatis atque eorum patrociniis quieta inertia perfruan­tur, diuites pauperibus ad clientelas et ad ministerium sui fastus 1(}

abutantur. Populi plaudant non consultoribus utilitatum suarum, sed largitoribus uoluptatum. Non dura iubeantur, non prohibean­tur inpura. Reges non curent quam bonis, sed quam subditis regnent. Prouinciae regibus non tamquam rectoribus morum, sed tamquam rerum dominatoribus et deliciarum suarum prouisoribus 15

seruiant, eosque non sinceriter honorent, sed [nequiter ac] serui­liter timeant. Quid aliena e uineae potius quam quid suae uitae quisque noceat, legibus aduertatur. Nullus ducatur ad iudicem, nisi qui alienae rei domui saluti uel cuiquam inuito fuerit inpor­tunus aut noxius; ceterum de suis uel cum suis uel cum qUibus- 20

que uolentibus faciat quisque quod libet. Abundent publica scorta uel propter omnes, quibus frui placuerit, uel propter eos maxime, qui habere priuata non possunt. Exstruantur amplissimae atque ornatissimae domus, opipara conuiuia frequententur, ubi cuique libuerit et potuerit, diu noctuque ludatur bibatur, uomatur difflua- 25

tur. Saltationes undique concrepent, theatra inhonestae laetitiae

20 3 non) om. K1BE' secl. Domb. - 6 augeat semper L'A1Ap : semper augeat rell. • 160m. LAAp • 18 iudicem L1p : iudicium A iudices rell. • 20/21 quibusque) quibuscumque Ce • 25 diu LACpe1 : die rell.

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20,1·4 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1I

Mas, a los adoradores y amadores de esos dioses, cuyas bella- 20 querías y maldades se glorían de practicar a su imitación, no les importa un ardite la corrupción o disolución en que ande sumida la república .• Subsista ella., dicen, .florezca abundante en rique­zas, gloriosa de victorias, o, lo que más vale, asegurada en la paz. ¿Qué nos va ni nos viene lo restante? Lo que nos importa es que cada uno acreciente más sus riquezas, que provean a las diarias pro­digalidades, por las cuales el que tiene mayor poder ponga debajo de sus pies a los más ruines; que el hambre someta el pobre al rico y que a la sombra de su amparo goce de una tranquila ociosidad; que los ricos abusen de los pobres para sus clientelas y para satis­facción de sus pompas y su fausto. Que los pueblos aplaudan no a los servidores de sus intereses, sino a los proveedores de sus placeres. Que no se les mande cosa dura ni se les prohiba cosa im­pura. Que los reyes no se curen de cuán buenos, sino de cuán ser­viles vasallos tienen .. Que las provincias sirvan a los reyes, no co-mo enderezado res de sus costumbres, sino como dueños de sus bienes y proveedores de sus gustos; que los honren, no sincera­mente, sino que los teman con doblez y servilismo de esclavos. Que las leyes castiguen más a quien daña la viña ajena que a quien perjudica la vida propia. Que a nadie se lleve ante el juez sino a quien causare perjuicio a la hacienda, casa o salud ajena o importunare o dañare a alguno contra su voluntad. Que en todo lo demás, con los suyos o de los suyos o con cualquiera que lo quisiere, haga cada cual lo que le viniere en talante. Que abunden las damas cortesanas, así para todos los que quisieren gozarlas , como para aquellos que no pueden entretenerlas para sí solos. Que se edifiquen anchurosos y suntuosos palacios; que con frecuencia se celebren opíparos convites, y que donde a cada uno más gusto le diere o tuviere más oportunidad, de día y de noche, se juegue, se beba, se vomite, se gaste. Reine doquier estrépito de bailes; húndanse los teatros a los rugidos de un júbilo bestial e incén-

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LIB. Il DE CIVITATE DEI 20,4 - 21, 1

uocibus atque omni genere siue crudelissimae siue turpissimae uoluptatis exaestuent. Ille sit publicus inimicus, cui haec felicitas displicet; quisquis eam mutare uel auferre temptauerit, eum libera multitudo auertat ab auribus, euertat a sedibus, auferat a uiuentibus. Illi habeantur di ueri, qui hanc adlpiscendam populis procuraue- s: rint adeptamque seruauerint. Colantur ut uoluerint, ludos ex pos­cant quales uoluerint, quos cum suis uel de suis possint habere cultoribus: tantum eff¡ciant, ut tali felicitati nihil ab hoste, nihil a peste, nihil ab ulla clade timeatur. . Quis hanc rem publica m sanus, non dicam Romano imperio, sed domui Sardanapali con- 10

parauerit? qul quondam rex ita fuit uoluptatibus deditus, ut in sepulcro suo scrlbi fecerit ea sola se habere mortuum, quae libido eius, etiam cum uiueret, hauriendo consumpserat. Quem regem si isti haberent sibi in talibus lndulgentem nec in eius cuiquam ulla seueritate aduersantem, huic libentius quam Romani ueteres 15

Romulo templum et flaminem consecrarent.

21 Sed si contemnitur qui Romanam rem publicam pessimam ac flagitiosissimam dixit, nec curant isti quanta morum pessimorum ac flagitiosorum labe ac dedecore inpleatur, sed tantummodo ut consistat et maneat: audlant eam non, ut Sallustius narrat, pessi- 20

mam ac flagitiosissimam factam, sed, sicut Cicero disputat, iam tunc prorsus perlsse et nullam omnino remansisse rem publicam. Inducit enim Scipionem, eum ipsum qui Carthaginem extlnxerat,

11 qul - 13 eonsumpserat: ef. ele. fin. 2, 106; Tuse. 5, 101

14 sI 1st! LAI : 1st! sI cadd. p/erique 21 19 flaglt!osorum cadd. (vid. Ka/b, II, XXII) : flagltloslsslmorum Ha/m Damb .. ·•

Haffm.

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20,4 · 21,1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. Il

diense con llamaradas de sevicia y de lujuria. Que quien no gus- S

tare de esta felicidad sea tenido por enemigo público, y cualquiera que intentare alterarla o quitarla, apártelo de sus oídos la licenciosa multitud, apártelo de su patria, quítelo de en medio de los vivos. Ténganse por verdaderos dioses aquellos que pusieron al alcance de los pueblos esta mentida felicidad y, una vez alcanzada, supie­ron mantenerla. Adóreselos según quisieren; pidan juegos como se les antojare, y consíganlos de sus adoradores o con sus adoradores; con tal que hagan que para esta felicidad nada se tema del enemi­go, nada de la peste, nada de calamidad alguna.» ¿Qué hombre en 6

su cabal juicio comparará esta república, no ya al imperio romano, sino al palacio de Sardanápalo? Este rey, acullá en la antigüedad, se dió tanto a los deleites, que mandó escribir en su sepultura que, muerto, solo poseía aquello que, cuando vivía, había engullido su apetito. Si ésos tuvieran este rey y contemporarizara y pasara con ellos en estas cosas, no contrariándoles un punto con ninguna suer-te de severidad, sin duda de mejor gana que los romanos viejos a Rómulo consagrarían a Sardanápalo un templo y un sacerdote.

Pero si no hacen caso del historiador que dijo que la repúbli- 21 ca romana era pésima y en grado sumo disoluta, ni les importa que esté llena de máculas y desvergüenzas y de increíbles inmora­lidades, mientras se mantenga en pie y dure; oigan, no según re­fiere Salustio, cómo se hizo pésima y disolutísima, sino cómo ya entonces había perecido del todo y no quedaba ni el más leve ras-tro de república, como Cicerón sostiene y demuestra. Introduce a Escipión, el mismo que arrasó Cartago, en disputa acerca de la re­pública, cuando ya ~e barruntaba y presentía que aquella corrup­ción descrita por Salustio iba a hundirla inexorablemente. La disputa tenía lugar cuando ya uno de los Gracos había sido asesi­nado, en quien dice Salustio que hubieron principio graves di·

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LIB. 11 DE CIVITATE DEI 21,1 ·3

de re publica disputantem, quando praesentiebatur ea corruptione, quam describit Sallustius, iam iamque peritura. Eo quippe tenpo­re disputatur, quo iam unus Gracchorum occisus fuit, a quo scríbit seditiones graues coepisse Sallustius. Nam mortis eius fit

2 in eisdem librís commemoratio. Cum autem Scipio in secundi librí 5

fine dixisset, «u t in f id i b u s a u t ti b i i s a t q u e can tui P s o ac uocibus concentus est quidam tenendus ex dis­tinctis sonis, quem inmutatum aut discrepantem aures eruditae ferre non possunt, isque concentus e x di s s i m i 11 i m a r u m u o c u m m o d e r a t ion e con c o r s t a-lO men efficitur et congruens: sic ex summis et infi­mis et mediís interiectis ordinibus, ut sonis, mo­derata ratione ciuitatem consensu dissimillimorum concinere, et quae harmonia a musicis dicitur in cantu, eam es se in ciuitate concordiam, artissimum 15

atque optimum omni in re publica uinculum inco­lumitatis, eamque sine iustitia nullo pacto esse p o s s e», ac deinde cum alíquanto latius et uberius disseruisset, quantum prodesset iustitia ciuitatí quantumque obesset, si afuis­set, suscepit deinde Philus, unus eorum qui disputationi aderant, 20

et poposcit, ut haec ipsa quaestio diligentius tractaretur ac de iustitia plura dicerentur, propter illud, quod iam uulgo ferebatur rem publicam regi sine iniuria non posse. Hanc proinde quaestio­nem discutíendam et enodandam esse adsensus est Scipio res pon-

3 a quo - 4 coepisse: SALL. hist. fr. 1, 17(ed. Maurenbrecher) - 6 ut -18 posse: ele. rep. 2, 69

20 Phtlus] ptlus codd. 24 esse adsensus est] adsensus est esse VA

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21,1 ·3 LA CIUDAD DE DIOS LIB. ¡¡

sensiones, porque en los mismos libros hácese mención de su muerte. Habiendo dicho Escipión, en el fln del libro segundo, que <así corno se debe guardar en la cítara, en la flauta y en las voces mismas una cierta consonancia de distintos sones, la cual, si se muda o discrepa, no puede sufrirla el oído adiestrado; y este con­cento, por la debida ponderación de sones los más desemejantes, resulta, a pesar de todo, concorde y congruente; así también la colectividad social, compuesta de diferentes órdenes y estados, al­tos y bajos y medios, corno sones templados con la conformidad y conveniencia de partes entre sí diferentísimas, formaba un sabro­so concierto. Lo que en el canto llaman los músicos armonía, esto en la ciudad era la concnrdia, el más estrecho y suave vínculo de consistencia en una república, la cual sin la justicia de ninguna manera puede subsistir>! Ya seguida, habiendo disputado, con al­guna extensión y abundancia de razones, cuántas ventajas reporta­ba la justicia a la ciudad y cuántos perjuicios su ausencia, tornó la palabra Filo, uno de los presentes a la disputa, y pidió que esta misma cuestión se estudiase con mayor detenimiento y se tratase más de la justicia, porque ya corría corno axioma político la impo­sibilidad de gobernar una república sin injusticia. Allanóse desde luego Escipión a discutir y ventilar este punto. Respondió que, a su parecer, no era nada lo hasta entonces discutido acerca de la re­pública, y que no podían dar un paso más sin que quedara bien asentado y flrme que no sólo era falso aquel tan decantado adagio

1 El palimpsesto de la Biblioteca del Vaticano (Iat. 5757) del siglo IV o V nos ha conservado en parte el pasaje de La República de Cicerón que San Agustln transcribe aqur.-J. B.

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18 - La Ciudad de 0109. Vol. 1.

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LIB. 11 DE CIVITATE DEI 21,3·6

ditque nihil esse, quod adhuc de re publica dictum putaret, quo possent longius progredi, nisi esset conflrmatum non modo falsum esse illud, sine iniuria non posse, sed hoc uerissimum esse, sine summa iustitia rem publicam regi non posse. Cuius quaestionis explicatio cum in diem consequentem dilata esset, in tertio libro 5·

magna conflictione res acta esto Suscepit enim Philus ipse dispu­tationem eorum, qui sentirent sine iniustitia geri non posse rem publicam, purgans praecipue, ne hoc ipse sentire crederetur, egit­que sed~lo pro iniustitia contra iustitiam, ut hanc esse utllem rei publicae, illam uero inutilem, ueri similibus rationibus et exemplis 10'

uelut conaretur ostendere. T um Laelius rogantibus omnibus iusti­tiam defendere adgressus est adseruitque, quantum potuit, nihil tam inimicum quam iniustitiam ciuitati nec omnino nisi magna iustitia geri aut stare posse rem publicam.

Qua quaestione, quantum satis uisum est, pertractata Scipio 1'>

ad intermissa reuertitur recolitque suam atque commendat breuem rei publicae deflnitionem, qua dixerat eam esse rem populi. Popu­lum autem non omnem coetum multitudinis, sed coetum iuris

6 consensu et utilitatis communione sociatum esse determinat. Do­cet deinde quanta sit in disputando deflnitionis utilitas, atque ex 2C

illis suis deflnitionibus colligit tunc esse rem publicam, id est rem

1 nihil - 4 pos se: elC. rep. 2, 70 - 6 Suscepit - 9 iustltiam: elC. rep. 3, 8 • 17 eam - 19 esse: elC, rep. 1,39

1 putaret codd. : putarent Domb." · Tespictens OceTonis ueTba quod - dlctum putemus quae Palimps. Varo haber • 1/2 quo possent LA'Ap : et quo possent (posset a) Tell. (Paltmps . Varo aut quo posslmus haber) • 4 regl LACAb'depq ed.pT, : gerl KF(!ab'B{J Paltmps. Var, ed.ATg . • 9 pro iniustltia] pro lustitia C . 14 pos se] om. L'C'

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21,3-6 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 1I

de la imposibilidad de gobierno sin injusticia, sino que era verda­derísimo estotro: que sin suma justicia era imposible todo gobier­no.1 Diferido para el día siguiente el estudio y discusión del tema, 4

en el tercer libro se discutió con enconados debates y porfías. Asu­mió Filo en persona las partes de los que sentían que sin injusti­cia la república era ingobernable, sincerándose principalmente, por­que no se creyera ser suya aquella opinión. Actuó con diligencia y calor en pro de la injusticia contra la justicia, sosteniendo que aquélla era útil a la república y ésta inútil, esforzándose en demos­trarlo con razones de cierta verosimilitud y con casos prácticos. Entonces Lelio, a ruegos de todos, acometió la defensa de la justi­cia y mantuvo, con toda la posible firmeza, no existir para la co­lectividad enemigo peor que la injusticia, y que en absoluto en cualquier caso la república no podía regirse ni tener estabilidad si­no sobre la base de una gran justicia.

y pareciendo que la cuestión estaba suficientemente debatida, 5

vuelve Escipión a su interrumpido discurso, y recuerda y reco­mienda su breve definición de la república, de la cual había dicho ser, ni más ni menos: la cosa del pueblo. Al pueblo, empero, no lo determina toda concurrencia eventual y multitudinaria de per­sonas, sino la asociación basada en el consentimiento del derecho y en la comunidad del interés. A continuación demuestra cuán 6

grande sea en las disputas la utilidad de la definición; y de aque­llas definiciones suyas colige que entonces existe la verdadera re-

I También este pasaje de La República se halla en el palimpsesto Vaticano. San Agustln se limita a pasar, con pequeñas variantes, al estilo Ind irecto las pa· labras que Cicerón pone en boca de Esclplón. Cf. Ap . Crit.-J. B.

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LIB. II DE CIVITATE DEI 21,6·9

populi, cum bene ac iuste geritur siue ab uno rege siue a paucis 7 optimatibus siue ab uniuerso populo. Cum uero iniustus est rex,

quem tyrannum more Graeco appeUauit, aut iniusti optimates, quorum consensum dixit esse factionem, aut iniustus ipse popu­lus, cui nomen usitatum non repperit, nisi ut etiam ipsum tyran- 5

num uocaret: non iam uitiosam, sicut pridie fuerat disputatum, sed, sicut ratio ex iUis deB.nitionibus conexa docuisset, omnino nuUam esse rem publicam, quoniam non esset res populí, cum tyrannus eam factioue capesseret, nec ipse populus iam populus esset, si esset iniustus, quoniam non esset multitudo iuris con- 10

sensu et utilitatis communione sociata, sicut populus fuerat deB.­nitus.

9

Quando ergo res publica Romana talis erat, qualem iUam descri­bit SaUustius, non iam pessima ac flagitiosissima, sicut ipse ait, sed omnino nuUa erat secundum istam rationem, quam disputatio 15

de re publica inter magnos eius tum principes habita patefecit. Sicut etiam ipse TuUius non Scipionis nec cuiusquam alterius, sed suo sermone loquens in principio quinti libri commemorato prius Enni poetae uersu, quo dixerat:

Morihus antiquis res stat Romana uirisque .

equem quidem ¡¡le uersum,' inquit, euel breuitate uel ueritate tamquam ex oraculo quodam mihi esse effatus uidetur. Nam neque uiri, nisi ita morata

20 Morihus - 20 uirisque: ENN. ann. 425 (ed. Müller) • 20 Morihus -21 (p. 102) amisimus: ele. rep. S, 1·2

1 ah uno rege] a rege uno p a hono rege LAA'e • 9 factioue dp Morel, Eléments de Critique p. 1031-1032 (Encyclopédie Théologique t. 47, Migne, Paris 1846) : factione codd. plerique • 22 quodam mihi LMe : mihi quodam rell. • es se] om. L' sec!o Hoffm.

(101]

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21,6·9 LA CIUDAD DE DIOS LIB. II

pública, es a saber, la cosa del pueblo, cuando se la administra bien y justamente, así sea por un rey, por unos pocos sujetos o por la totalidad del pueblo. Cuando el reyes injusto, y llamó le tirano, 7 a la usanza griega, o lo son los oligarcas, por una conjura, que él denomina facción, o es injusto el pueblo, para el cual no halla un nombre corriente, como no le aplique igualmente el de tirano, afir­ma que no sólo es viciosa la república , conforme a las conclusio­nes del día anterior, sino que, según lo mostraba la razón en cone­xión con aquellas definiciones, era absolutamente nula la repúbli­ca, por no ser ya cosa o negocio del pueblo, dado que el tirano o la facción se habían apoderado de ella; ni el mismo pueblo era ya pueblo siendo injusto, por no ser ya asociación basada en el con­sentimiento del derecho y en la comunidad del bien común, según había sido definido el pueblo.

Cuando, pues, la república romana era tal cual Salustio la describe, era, no ya pésima y flagiciosísima, como él dice, sino nu­la e inexistente, por la razón que la disputa habida entre los ma­yores personajes de aquellos días y aquella ciudad puso de mani­fiesto. Como también asegura Cicerón mismo, no por boca de Es­cipi6n ni de ningún otro, sino hablando de por sí en el principio del quinto libro, luego de citar el verso del poeta Ennio en que dijo:

Roma subsiste por sus antiguas costumbres y sus héroes antiguos. 9

-Verso éste., dice, -que por su brevedad y por su verdad paréceme a mí expresión de un oráculo, porque ni los héroes, si no fuera la ciudad tan morigerada, ni las costumbres si no la hubieran gobernado tales varones, pudieran ni fundar ni con­servar por tanto tiempo una república tan grande y con tan justo y extenso señorío. Así que, en pasados tiempos, la cos­tumbre del país ponía a su servicio varones insignes; y estos exce­lentes varones mantenían las usanzas y las instituciones de sus

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LIB. II DE CIVITATE DEI 21,9-12

ciuitas fuisset, neque mores, nisi hi Ulrl praefuis­sent, aut fundare aut tam diu tenere potuissent tanta m et tam iuste lateque imperantem rem publi­cam. Itaque ante nostram memoriam et mos ipse patrius praestantes uiros adhibebat, et ueterem 5

morem ac maiorum instituta retinebant excellentes 10 uiri. Nostra uero aetas cum rem publicam sicut

picturam accepisset egregiam, sed euanescentem uetustate, non modo eam coloribus isdem quibu's fuerat renouare neglexit, sed ne id quidem curauit, 10

ut formam saltem eius et extrema tamquam linia­menta seruaret. Quid enim manet ex antiquis mo­ribus, quibus ille dixit rem stare Romanam, quos ita obliuione obsoletos uidemus, ut non modo non

11 colantur, sed iam ignorentur? Nam de uiris quid 15

dicam? Mores enim ipsi interierunt uirorum penu­ria, cuius tanti mali non modo reddenda ratio no­bis, sed etiam tamquam reis capitis quodam modo dicenda causa est. Nostris enim uitiis, non casu aliquo, rem publicam uerbo retinemus, re ipsa 20

uero iam pridem amisimus.' 12 Haec Cicero fatebatur, longe quidem post mortem Africani,

quem in suis libris fecit de re publica disputare, adhuc tamen ante aduentum Christi; quae si diffamata et praeualescente religione Christiana sentirentur atque dicerentur quis non istorum ea 25

Christianis inputanda esse censeret? Quam ob rem cur non cura­runt di eorum, ne tune periret atque amitteretur illa res publica,

3 luste codd. plerique cf. lib. 18 cap. 3 (Il 260, 29 Kalb) : luste longe lateque p Hoffm. uaste Kalb fuse Halm (in ele. op. t. IV Turici, 1861) Domb.'·'

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21,9·12 LA CIUDAD DE DIOS LIB. n

mayores. Empero nuestro siglo, habiendo recibido la república 10

como una hermosísima pintura, pero ya desvaída por la antigüe­dad, no solamente no curó de avivarle los colores que había luci­do, pero ni aun se preocupó de conservar, por lo menos, el dibu-jo ni los últimos contornos. ¿Qué queda de aquellas viejas cos­tumbres por las cuales, según el poeta, la república romana subsistía y que ahora vemos tan enmohecidas de olvido, que no solamente no se estiman, pero ya ni se conocen? ¿Y de los varo- 11

nes, qué diré? Por penuria de estos dechados de hombría las cos­tumbres fenecieron. De tamaña calamidad no solamente nosotros debemos dar razón, sino que tenemos que defendernos como reos de un crimen capital. Por nuestros vicios, no por alguna fortuita -desventura, conservamos una república no más que de nombre; su realidad, tiempo ha que la perdimos •.

Esto confesaba Cicerón, aunque mucho después de la muerte 12

del Africano, a quien en sus libros hizo disputar de la república, pero todavía antes del advenimiento de Cristo. Todas estas amargas confesiones, si se divulgaran y se sintieran y se dijeran cuando ya florecía y prevalecía la difamada religión cristiana, ¿quién no creyera que debían cargarse a la cuenta de los cris­tianos? Por esto, pues; ¿por qué no procuraron sus dioses que no pereciera y se perdiera aquella república, que Cicerón, tanto tiempo antes que Cristo viniese en carne mortaP, con tan lúgu-

1 A saber, el ado sexagésimo antes de Cristo, pues desde el consulado de Cicerón, que fué el afto en que publicó los libros de la Repablica, al ado 42 del Imperio de Augusto, en que Cristo nació, mediaron sesenta adoso

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LIB. 1I DE CIVITATE DEI 21,12· 22, 1

quam Cicero longe, antequam Christus in carne uenisset, tam 13 lugubriter deplorat amissam? Viderint laudatores eius etiam illis

antiquis uiris et moribus qualis fuerit, utrum in ea uiguerit uera iustitia an forte nec tunc fuerit uiua moribus, sed picta coloribus;

14 quod et ipse Cicero nesciens, cum eam praeferret, expressit. Sed 5

alias, si Deus uoluerit, hoc uidebimus. Enitar enim suo loco, ut ostendam secundum definitiones ipsius Ciceronis, quibus quid sit res publica et quid sit populus loquente Scipione breuiter posuit (adtestantibus etiam multis siue ipsius siue eorum quos loqui fecit in eadem disputatione sententiís), numquam illam fuisse 10

rem publicam, quia numquam in ea fuerit uera iustitia. Secundum probabiliores autem definitiones pro suo modo quodam res publi-ca fuit, et melius ab antiquioribus Romanis quam a posterioribus

15 administrata est; uera autem iustitia non est nisi in ea re publica, cuius conditor rectorque Christus est, si et ipsam rem publicam 15

placet dicere, quoniam eam rem populi esse negare non possumus. Si autem hoc nomen, quod alibi aliterque uulgatum est, ab usu nostrae locutionis est forte remotius, in ea certe ciuitate est uera iustitia de qua scriptura sancta dicit: e G 1 O r i O s a di c t a s u n t de te , ciuitas Dei.» z()

22 Sed quod pertinet ad praesentem quaestionem, quamlibet laudabilem dicant istam fuisse uel esse rem publicam, secundum eorum auctores doctissimos iam longe ante Christi aduentum pessima ac flagitiosissima facta erat; immo uero nulla erat atque

6 cf. lib. 19 cap. 21 et 24 • 19 Gloriosa - 20 Dei: Psal. 86, 3

11 fuerit LAAep : fuit rell. Duebn. • 12 quodam] quondam ..1' AK'eb'e • 19 Gloriosa] gloriosissima Bf3abde ed.Arg.

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21,12 - 22,1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. II

bres acentos deplora perdida? Vean los entusiastas que tanto B

la alaban cuál fué la tan sonada república con aquellos romanos viejos y con aquellas arcaicas costumbres; si acaso lozaneó vigo­rosa en ella la verdadera justicia o si tal vez ni aun entonces fué viva en las costumbres, sino afeitada con colores halagüeños; como el mismo Cicerón, no sabiéndolo, cuando tal la representaba, expresó. En otro lugar, si a Dios pluguiere, veremos esto. En su 14

lugar y en su día esforzaréme por demostrar, según las mismas definiciones de Cicerón (en las que brevemente consignó qué era la república y qué era el pueblo por boca de Escipión, confor­mándose con él otros muchos pareceres, ya el suyo propio, ya el de aquellos a quienes hizo hablar en la misma disputa), que aquélla, en conclusión, no fué república, porque nunca en ella existió verdadera justicia. Pero según las más probables definicio­nes y a su manera, fué república , y mejor administrada por los antiguos romanos que por los modernos. La verdadera justicia no 15

está sino en aquella república cuyo Fundador y Gobernador es Cristo, si es que nos place llamarla república, porque no pode­mos negar que sea cosa del pueblo. Pero si este nombre, que en otras partes se toma de otra manera y en diferente acepción, estuviere acaso un poco apartado y remoto de nuestra usual locución, por lo menos la verdadera justicia se halla en aquella Ciudad de quien dice la Sagrada Escritura: «Gloriosas cosas se dije. ron de ti, Ciudad de Dios • .

Pero en cuanto atañe a la presente cuestión, por más que se 22 diga haber sido o ser digna de loa esa república, si nos hemos de atener a sus más doctos historiadores, ya antes de la venida de Cristo había degenerado en pésima y flagiciosísima, o, por mejor decir, era ya inexistente y perdida de todo punto por sus

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LIB . II DE CIVITATE DEI 22,1·5

2 omnino perierat perditissimis moribus. Vt ergo non periret, di custodes eius populo cultori suo dare praecipue uitae ac morum praecepta debuerunt, a quo tot templis, tot sacerdotibus et sacritl­ciorum generibus, tam multiplicibus uariisque sacris, tot festis soUemnitatibus, tot tantorumque ludorum celebritatibus coleban- 5

tur; ubi nihil daemones nisi negotium suum egerunt, non curan­tes quem ad modum iUi uiuerent, immo curantes ut etiam perdite uiuerent, dum tamen honori suo iUa omnia me tu subditi minis-

3 trarent. Aut si dederunt, proferatur ostendatur legatur, quas deo­rum leges iUi ciuitati datas contempserint Gracchi, ut seditionibus 10

cuncta turbarent, quas Marius et Cinna et Carbo, ut in beUa etiam progrederentur ciuilia causis iniquissimis suscepta et crude­liter gesta crudeliusque finita, quas denique SyUa ipse, cuius uitam mores facta describente Sallustio aliisque scriptoribus histo­riae quis non exhorreat? quis iUam rem publicam non tunc peris- 15

se fateatur? 4 An forte propter huiusce modi ciuium mores Vergilianam

iUam sententiam, sicut solent, pro defensione deorum suorum opponere audebunt:

dlscessere omnes adytls arisque relictis di , qulbus imperlum hoc steterat?

Primum si ita est, non habent cur querantur de religione Christia­na, quod hac offensi eos di sui deseruerint, quoniam quidem maiores eorum iam pridem moribus suis ab Vrbis altaribus tam

20

5 multos ac minutos deos tamquam muscas abegerunt. Sed tamen 25

haec numinum turba ubi erat, cum longe antequam mores corrum-

20 dlscessere - 21 steterat: YERG. Aen. 2. 351-352

22 14 ultam) ulta LA • 18 deorum suorum LACAp(!q : suorum deorum rel!.

rl04)

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22,1·5 LA CIUDAD DE DIOS LIB . II

'costumbres estragadísimas. Porque ella no pereciese, los dioses que la tenían bajo su custodia debieron, lo primero, dar normas de buena vida y costumbres al pueblo que les rendía culto y los fes­tejaba con tantos templos, con tantos sacerdotes y linajes de sa­·crificios, con tan múltiples y diversas ceremonias, con tantas y tan festivas solemnidades, con tantas celebraciones de juegos y ,otros públicos agasajos. En todo ello, los demonios no hicieron más que su negocio, no curando de cómo vivían, o, por mejor aecir, cuidando de que llevaran la más rota vida posible con tal -que todo aquello lo hicieran en reverencia suya, coaccionados del miedo. Y si las dieron, declaren, muestren, dennos a leer qué leyes de los dioses dadas a la ciudad traspasaron los Gracos, por revolverlo todo con sediciones, qué leyes quebrantaron Mario y Cina y Carbón, por lanzarse a guerras civiles, provocadas por -causas injustísimas, proseguidas con crueldad, y con crueldad mayor rematadas; cuáles, Sila, por fin , cuya vida, costumbres y hechos, según los describen Salustio y otros autores de historia , ¡en quién no ponen horror? ¿Quién no confesará que entonces pereció aquella república?

¿Acaso, por la inmoralidad de ciudadanos de semejante cala­ña, osarán, c;omo suelen, aducir en defensa de sus dioses aquella sentencia virgiliana:

Todos los dioses que sustentaban en pie aquel imperio, fueron dejando sus templos y sus sagrarios?

Lo primero, si es así, no tienen de qué quejarse de la religión cristiana porque, de ella ofendidos, sus dioses los hubieren aban­aonado, pues que sus antepasados, ya con mucha anterioridad, por sus costumbres ojearon a sus dioses como moscas, tantos y tan chicos eran, de los altares de la ciudad. Pero ¿dónde estaba ese enjambre de diosecillos cuando, mucho antes de la corrupción ae las costumbres antiguas, Roma fué tomada e incendiada por los

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LIB. Il DE CIVITATE DEI 22,5·23,2

perentur antiqui a Gallis Roma capta et incensa est? An praesen­tes forte dormiebant? T unc enim tota V rbe in hostium potestatem redacta solus collis Capitolinus remanserat, qui etiam ipse capere­tur, nisi saltem anseres dis dormientibus uigilarent. Vnde paene in superstitionem Aegyptiorum bestias auesque colentium Roma 5

6 deciderat, cum anseri sollemnia celebrabant. Verum de his aduen­ticiis et corporis potius quam animi malis, quae uel ab hostibus uel alia clade accidunt, nondum interim disputo: nunc -ago de labe morum, quibus primum paulatim decoloratis, deinde torrentis modo praecipitatis tanta quamuis integris tectis moenibusque 10

facta est ruina rei publicae, ut magni auctores eorum eam tunc amissam non dubitent dicere. Recte autem abscesserant, ut amit­teretur, e O m n e s a d y t i s a r i s q u e re l i c ti s di», si eorum de bona uita atque iustitia ciuitas praecepta contempserat. Nunc uero quales, quaeso, di fuerunt, si noluerunt cum populo cultore l S

suo uiuere, quem male uiuentem non docuerant bene uiuere?

23 Quid quod etiam uidentur eorum adfuisse cupiditatibus in-plendis, et ostenduntur non praefuisse frenandis, qui enim Marium nouum hominem et ignobilem, cruentissimum auctorem bellorum ciuilium atque gestorem, ut septiens consul tleret adiuuerunt 20

atque ut in septimo suo consulatu moreretur, senex ne in manus Syllae futuri mox uictoris inrueret. Si enim ad haec eum di eorum

2 Tune - 4 uigllarent: LIV. 5, 41·42; 5, 47, 3-4. PUNo nato 10, 51

3 solus eoUls] eoUls solus LA Hoffm . • 5/6 Roma deelderat] romanl declde­rant KBa romanl dldleerant NF' • 13 di si eorum] di \ l / s \ I / eorum L dUs eorum A

23 18 frenandls LAA!? : refrenandls rell . • 20 gestorem) gestorom el ges-torum A!? • 21 ne LAA!?B' ed.pr. ed.Arg. : nee rell. , virgula ante sen ex omissa, Hoffm .

[1oSJ

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22,5·23,2 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 11

galos? ¿Si estos dioses estaban presentes, descabezaban un sueño por ventura? En aquella ocasión, reducida toda la ciudad a poder de los enemigos, solo y señero quedó el cerro capitolino, el cual fuera tomado también si, mientras los dioses dormían, no estuvie· ran en vela los gansos . Por este suceso, a punto estuvo Roma de dar en la superstición de los egipcios, adoradores de bestias y de aves, dedicando al ganso solemne festividad . Pero en el ínterin no trato yo todavía de estos males adventicios, que son más del 'cuerpo que del alma, provenientes de los enemigos o de cualquier otra calamidad. Trato ahora de la intlción de las costumbres, las cuales, comenzando por perder poco a poco su color nativo, luego despeñáronse a guisa de avenida torrencial y causaron, per­maneciendo en pie las casas y los muros, tal derrumbamiento en la moral de la república, que sus más autorizados escritores no ti­tubean en decir que entonces consumóse su irremisible perdición. Para que esta perdición fuera total. muy bien hicieron los dioses todos en abandonarla, -desamparando sus templos y aras. ,- si la ciudad había menospreciado sus preceptos referentes al recto vivir y a la justicia. Pero ¿cuáles fueron, pregunto, aquellos dioses, si no quisieron vivir en el pueblo que los adoraba y al que, viviendo mal, no enseñaron a vivir bien?

¿Qué más, si todavía parece que les asistieron y alentaron 23 para satisfacer sus apetitos, y queda demostrado que no les 'asistieron para refrenarlos? Ellos fueron quienes ayudaron a Mario, hombre nuevo y de baja extracción, sangriento promotor y con­ductor de guerras civiles, a que fuera Cónsul siete veces y que en su séptimo consulado acabara sus días, anciano ya, porque no viniera a derrumbarse en manos de Sila, su ya inmediato futuro vencedor. Si para esto los dioses de ellos no le ayudaron, no .es baladí su propia confesión; a saber, que no teniendo propicios

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LIB. II DE CIVITATE DEI 23,2·S

non iuuerunt, non parum est quod fatentur etiam non propitiis dis suis posse accidere homini istam temporalem, quam nimis diligunt, tantam felicita te m et posse homines, sicut fuit Marius, salute uiribus, opibus honoribus, dignitate longaeuitate cumulari et perfrui dis iratis; posse etiam homines, sicut fuit Regulus, s captiuitate seruitute inopia, uigiliis doloribus excruciari et emori dis amicis. Quod si ita esse concedunt, conpendio nihil eos pro­desse et coli superfluo contltentur. Nam si uirtutibus animi et probitati uitae, cuius praemia post mortem speranda sunt, magis contraria ut populus disceret institerunt; si nihil etiam in his le­transeuntibus et temporalibus bonis uel eis quos oderunt nocent, uel eis quos diligunt prosunt, ut quid coluntur, ut quid tanto studio colendi requiruntur? Cur laboriosis tristibusque temporibus, tamquam offensi abscesserint, murmuratur et propter eos Chris­tia na religio conuicils indignissimis laeditur? Si autem habent in 150

his rebus uel benetlcii uel maletlcii potestatem, cur in eis adfue­ruat pessimo uiro Mario, et optimo Regulo defuerunt? An ex hoc ipsi intelleguntur iniustissimi et pessimi? Quod si propterea magis timendi et colendi putantur: neque hoc putentur; neque enim minus eos inuenitur Regulus coluisse quam Marlus. Nec ideo 20

uita pessima eligen da uideatur, quia magis Mario quam Regulo di fauisse existimantur. Metellus enim Romanorum laudatissimus, qui habult quinque tllios consulares, etiam rerum temporalium felix fUit, et Catilina pessimus oppressus inopia et in bello sui sceleris prostratus infelix, et uerissima atque certissima felicita te 25,

praepollent boni Deum colentes, a quo solo conferri potest.

3 Marius - 5 iratis: !VVEN. sat. 1, 49-50

10 institerunt) instiruerunt LAAe • 18 ipsi) ipso LA

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23,2·5 LA CIUDAD DE DIOS LIB. n

a SUS dioses, puede tocar a un hombre esta felicidad temporal que tan sin término codician; y que determinados hombres, como fué' Mario, pueden ser colmados y disfrutar a su sabor de salud, fuer­zas, riquezas, honores, dignidades y longevidad a despecho de los dioses; y que al mismo tiempo pueden también determinados hom­bres, del temple de Régulo, p;decer cautiverio, servidumbre, pobre­za, vigilias, tormentos y muerte, en estado de gracia y de amistad de los dioses. Y si conceden que es así, vienen a confesar, en con- 3·

clusión, que no les aprovechan de nada y que la reverencia que les guardan es baldía. Porque si insistieron en que el pueblo aprendie-se las cosas más contrarias a las virtudes del alma y a la honesti­dad de la vida, cuyo galardón se debe esperar después de la muerte; y si en estos bienes transitorios y temporales ni pueden dañar a aquellos a quienes odian ni aprovechar a quienes aman, ¿para qué les dan culto? ¿para qué con tanto afán de adoración los importunan? ¿Por qué, en estos tiempos laboriosos y tristes, murmuran, como si por enojo se hubieran retirado, y, con denues­tos absolutamente inmerecidos, lastiman la religión cristiana? Y si 4

en estas cosas tienen poder de beneficiar o de dañar, ¿por qué en ellas favorecieron a Mario, siendo tan mal hombre, y no asistieron a Régulo, hombre tan bueno? ¿Acaso por esto no se manifiestan injustísimos y pésimos? Y si por esta razón se considera que de­ben ser más temidos y reverenciados, tampoco se les considere así, pues hállase que no menos los reverenció Régulo que Mario. Como ni tampoco parece que deba escogerse la vida peor porque S.

se piense que los dioses más favorecieron a Mario que a Régulo. Pues Metelo, el más alabado de los romanos, que tuvo cinco hijos consulares, tuvo toda suerte de felicidades temporales; y el más de­testado de los romanos, Catilina, agobiado de pobreza, cae desas­tradamente en la guerra que encendió su maldad. Verdaderísima y certísima es la felicidad de que sobreabundan los buenos que adoran a Dios, que es el único que puede otorgarla .

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LIB. Il DE CIVITATE DEI 23,6·8

6 IIla igitur res publica malis moribus cum periret, nihil di eorum pro dirigendis uel pro corrigendis egerunt moribus, ne pe­riret; immo deprauandis et corrumpendis addiderunt moribus, ut periret. Nec se bonos flngant, quod uelut offensi ciuium iniquitate discesserint. Prorsus ibi erant; produntur, conuincuntur; nec 5

7 subuenire praecipiendo nec latere' tacendo potuerunt. Omitto quod Marius a miserantibus Minturnensibus Maricae deae in luco eius commendatus est, ut ei omnia prosperaret, et ex summa des pe­ratione reuersus incolumnis in Vrbem duxit crudelem crudelis exercitum; ubi quam cruenta, quam inciuilis hostillque inmanior 10

S eius uictoria fuerit, eos qui scripserunt legant qui uolunt. Sed hoc, ut dixi, omitto, nec Maricae nescio cui tribuo Marii sangui­neam felicitatem, sed occultae potius prouidentiae Dei ad istorum ora claudenda eosque ab errore liberandos, qui non studiis agunt, sed haec prudenter aduertunt, quia, etsi aliquid in his rebus 15

daemones possunt, tantum possunt, quantum secreto omnipoten­tis arbitrio permittuntur, ne magnipendamus terrenam felicitatem, quae sicut Mario malis etiam plerumque conceditur, nec eam rursus quasi malam arbitremur, cum ea multos etiam pios ac bonos unius ueri Dei cultores inuitis daemonibus praepoUuisse 20

uideamus, nec eosdem inmundissimos spiritus uel propter haec ipsa bona malaue terrena propitiandos aut timendos existimemus, quia, sicut ipSi mali homines in terra, sic etiam iUi non omnia

2 uel pro] atque pro A' atque A'p • 2 /3 periret] perirent L/P CA 1 • 15 pru' ·denter] prudentes C

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23,6-8 LA CIUDAD DE DIOS LIB_ II

Cuando la inmoralidad iba acabando con aquella república, 6

sus dioses no hicieron nada para rectificarla o enmendarla, evitan­<lo su perdición, antes ayudaron a depravarla y corromperla más, precisamente para empujarla al despeñadero. Ni vayan a fingirse melindrosamente buenos, como si, ofendidos de la iniquidad de los ciudadanos, se hubieren alejado. Allí estaban, no hay duda; se delatan, se les convence; ni pudieron ayudarles con preceptos, ni con callar pudieron encubrirse. Omito referir que los Mintur- 7

neses, compadecidos, encomendaron la persona y los intereses de Mario a la diosa Marica, en un bosque que estaba a ella consagra­,do, porque en todos sus empeños le diera próspero suceso. De una situación desesperada, regresó incólume a la ciudad, y, cruel adalid, acaudilló una hueste crueL En este trance, cuán cruenta fué su victoria, cuán incivil. y más brutal e implacable que la de cualquier enemigo exterior, léanlo quienes quisieren en los :autores que la escribieron. Pero esta relación, como ya dije, la 8

-omito; ni quiero atribuir a no sé qué Marica la sangrienta felicidad <le Mario, sino especialmente a una oculta providencia de Dios para tapar a éstos la boca y librar de su error a los que tratan este punto no con apasionamientos, sino con prudencia y aviso_ Porque, aun cuando en estas cosas tienen algún poder los demo­nios, este poder es tanto, cuanto lo permite el oculto arbitrio del todopoderoso, porque no hagamos gran estima de la felicidad terrena, que, como se concedió a Mario, se concede con harta fre­cuencia a los malos; ni tampoco por otra parte la tengamos por mala, viendo que contra el querer de los dioses la han tenido pujante muchos varones piadosos y muy siervos del Dios único verdadero. Ni por esto entendamos que debemos aplacar o temer a estos mismos espíritus impurísimos por estos bienes o males de la tierra. Porque, así como los hombres malos en la tierra, tampoco pueden hacer ellos lo que quieren, sino en cuanto se lo

rl07]

19 - La Ciudad de Dlos_ Vol. 1.

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LIB. JI DE CIVITATE DEI 23,8 · 24,3

quae uolunt facere possunt, nisi quantum iUius ordinatione sinitur, cuius plene iudicia nemo conprehendit, iuste nemo reprehendit.

24 SyUa certe ipse, cuius tempora talía fuerunt, ut superiora, quorum uindex esseuidebatur, iUorum conparatione quaereren­tur, cum primum ad Vrbem contra Marium castra mouisset, adeo s laeta exta immolanti fuisse scribit Liuius, ut custodiri se Postu· mius haruspex uoluerit capitis supplícium subiturus, nisi ea, quae in animo SyUa haberet, dis iuuantibus inpleuisset. Ecce non discesserant cadytis atque aris relictis di>, quando de rerum euentu praedicebant nihilque de ipsius SyUae correctione I (}

curabant. Promittebant praesagando felícitatem magnam nec malam cupiditatem minando frangebant. Deinde cum esset in Asia beUum Mithridaticum gerens, per Lucium Titium ei mandatum est a Ioue, quod esset Mithridatem superaturus, et factum esto Ac postea molienti redire in Vrbem et suas amicorumque iniurias IS

ciuili sanguine ulcisci, iterum mandatum est ab eodem Ioue per militem quendam legionis sextae, prius se de Mithridate praenun­tiasse uict"oriam, et tunc promittere daturum se potestatem, qua recuperaret ab inimicis rem publica m non sine multo sanguine. Tum percontatus SyUa, quae forma militi uisa fuerit, cum iUe ID

indicasset, eam recordatus est, quam prius ab iUo audierat, qui de Mithridatica uictoria ab eodem mandata pertulerat. Quid hic re­sponderi potest, quare di curauerint uelut felicia ista nuntiare, et

3 Sylla - 8 inpleuisset: Llv. frag. 16, ex lib. 77 (ed. Welssenborn) eL PLVTARCH. Sull. 96; elc. dlu. 1. 72; 2, 65; VAL. MAX. 1, 6, 4

2 iuste nemo reprehendlt] om . A'A'p' 24 9 adytls atque (adque) arls LACAp : adytls arisque rell . • 20 Tum) tune

CadeB

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23,8· 24, 3 LA CIUDAD DE DIOS LIB. Il

consiente la ordenación de Aquel cuyos juicios nadie comprende plenamente ni nadie reprende con justicia.

Cierto que el mismo Sila, cuyos tiempos fueron: tales que 24 los pasados, de los cuales las gentes se prometían que iba a ser reformador y vengador, en comparación de los suyos, se hicie­ron desear, así que empujó !'us huestes hacia la ciudad para combatir a Mario, según Livio escribe; tan ledos y prósperos se mostraron los augurios, en el momento de la inmolación, que Postumio, el arúspice, quiso empeñar su cabeza si Sila, con el favor de los dioses, no llevaba a cabo puntualmente los designios que en su ánimo alentaba. Y ved cómo no se habían retirado, • abandonando los sagrarios y las aras, los dioses., cuando pronos­ticaban el buen suceso de la guerra y no curaban un ardite de la corrección del mismo Sila. Prometíanle en presagio ventura grande y no le quebrantaban con amenazas su sórdida codicia. Más tarde, hallándose en Asia conduciendo la guerra mitridática, por medianería de Lucio Ticio recibió mensaje de Júpiter que ha-bía de vencer a Mitrídates; y sucedió así. Más adelante, mientras maquinaba su vuelta a la ciudad y vengar con sangre civil las personales injurias suyas y las de sus amigos, el mismo Júpiter envióle nuevo mensaje por un obscuro soldado de la legión sexta, y luego de recordarle que le había pronosticado la victoria sobre Mitrídates, le prometía darle poder con que arreb~tar de enemigas manos la república, no sin mucha sangre. Entonces, preguntando Sila qué figura o forma había visto el soldado, luego de indicárselo, se acordó de aquella que primero oyó de aquel que le había traído el mensaje de la victoria mitridática. ¿Qué puede responderse aquí, si se les pregunta por qué razón los dioses tuvieron cuidado de anunciar como faustos aquellos sucesos, y ninguno lo tuvo de corregir con sus avisos y mensajes a Sila, que tan fieros males ha-

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LIB. II DE CIVIT ATE DEI 24,3·5

nullus eorum curauerit Syllam monendo corrigere mala tanta fac­turum scelestis armís ciu¡l¡bus, qualia non foedarent, sed auferrent omnino rem publicam? Nempe intelleguntur daemones, sicut saepe dixi notumque no bis est in litteris sacrís resque ipsae satis indicant, negotium suum agere, ut pro dis habeantur et colantur, 5

ut ea íllis exhibeantur, quibus hi qui exhíbent sociati unam pessimam causam cum eis habeant in iudicio Dei.

Deinde cum uenísset Tarentum Sylla atque íbi sacríficasset, uidit in capite uitulini iecoris similitudinem coronae aureae. Tunc Postumius haruspex die respondit praeclaram significare uictoríam 10

iussitque ut extis illis solus uesceretur. Postea paruo ínteruallo seruus cuiusdam Luci Pontií uaticinando clamauit: .A Bellona nuntius uenio, uictoria tua est, Sylla •. Deínde adiecit arsurum esse Capitolium. Hoc cum dixisset, continuo egressus e castris postero die concitatior reuersus est et Capitolium arsisse clamauit. 15

Arserat autem re uera Capitolium. Quod quidem daemoni et praeuidere facíle fuit et celerrime nuntiare . IIIud sane intende, quod ad causam maxime pertinet, sub qualibus dis esse cupiant, qui blasphemant Saluatorem uoluntates fidelium a dominatu dae· monum liberantem. Clamauít horno uaticinando: • Victoria tua 20

est, Sylla., atque ut id diuino spiritu clamare crederetur, nuntia· uit etiam alíquíd et prope futurum et mox factum, unde longe aberat per quem die spiritus loquebatur; non tamen clamauít: .Ab sceleribus parce, Sylla., quae illic uictor tam horrenda com­misit, cuí corona aurea ipsius uictoriae inlustrissimum signum in 25

5 et) ut KF¡¿Bb. • 6 ut ea) et ea Cad. • soclatl) socletatl C • 10 slgnlfi· care ulctorlam LAA'p : el significare ulctorlam codd . pleriqu. • 18 esse) esse se A

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24,3·5 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 11

bía de causar con sus malvadas guerras civiles, las cuales no so­lamente deshonrarían, sino que acabarían con la república? Obvio es entender que son los demonios, como muchas veces dije ya y nos es conocido por las Sagradas Letras, y cómo la realidad misma indica claramente que hacen su negocio porque se les tenga por dioses y se les adore, porque se les hagan ofrendas que es­tablezcan lazos entre ellos y sus adoradores que ante el tribunal de Dios tengan una causa pésima.

Después, habiendo Sila venido a T arento y ofrecido allí un sacrificio, vió en el vértice del hígado del becerro la semejanza de una corona de oro. Entonces Postumio, el arúspice, díjole que le pronosticaba una insigne victoria, y le mandó que sólo él comiese las entrañas de la víctima. De allí a poco rato, un esclavo de un tal Lucio Poncio, vaticinando, gritó: - .Mensajero soy de Belona; tuya es, Sila, la victoria.' Añadió, a continuación, que ardería el Capitolio. Dicho esto, a seguida se salió del campamento. Al siguiente día volvió más espiritado y dió voces que el Capitolio se había quemado. Y era verdad que había ardido el Capitolio. Este acontecimiento, para un demonio, era fácil de antever y anunciar­lo con la máxima celeridad. Cata aquí y pondera (lo cual hace principalmente a nuestro propósito) debajo de qué dioses desean estar quienes blasfeman del Salvador que exime las voluntades de los fieles de la servidumbre de los demonios. Dió voces el hombre en son de vaticinio: - ¡Tuya es, Sila, la victoria! Y porque se creyese que lo gritaba con divina inspiración, anunció también algo que estaba a pique de suceder, y que luego al punto sucedió, lejos de donde estaba aquel por quien hablaba aquel espíritu. Pero no dijo a voces: .Abstente, Sila, de cometer maldades •. Cometiólas allí, increíblemente horrendas, el vencedor, a quien apareció en el vértice del hígado del becerro una corona de oro, clarísimo prenuncio de victoria. Señales de éstas, si acostumbraran darlas los dioses buenos y no los impíos demonios, ¿quién duda

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LIB. 1I DE CIVITATE DEI 24,5·25,2

uitulino iecore apparuit, qualia signa si di iusti dare solerent ac non daemones inpii, profecto illis extis nefaria potius atque ipsi Syllae grauiter noxia mala futura monstrarent. Neque en!m eius dignitati tantum profuit illa uictoria, quantum nocuit cupiditati; qua factum est, ut inmoderat!s inhians et secundis rebus elatus 5

ac praecipitatus magis ipse periret in moribus, quam inimicos in corporibus perderet. Haec illi di uere tristia uereque lugenda non extis, non auguriis, non cuiusquam somnlo uel uaticlnio praenun­tiabant. Magis enim timebant ne corrigeretur quam ne uinceretur. Immo satis agebant, ut ulctor cluium gloriosus uictus atque cap- 10

tiuus nefandls uitiís et per haec ipsis etiam daemonibus multo obstrictius subderetur.

25 Illinc uero quis non intellegat, quis non uideat, nisi qui tales deos imitari magis elegit quam dluina gratia ab eorum societate separar!, quantum moliantur maligni isti spiritus exemplo suo 15

uelut diuinam auctoritatem praebere sceleribus? quod etiam in quadam Campaniae lata planitie, ubi non multo post ciuiles acles nefario proelio conflixerunt, ipsi inter se prius pugnare uisi sunt. Namque ibi auditi sunt primum ingentes fragores, moxque multi se uidisse nuntiarunt per aliquot dies duas acies proeliari. Quae 20

pugna ubi destitit, uestigia quoque uelut hominum et equorum, quanta de illa conflictatione exprimi poterant, inuenerunt. Si ergo ueraciter inter se numina pugnauerunt, iam bella ciudia excusan­tur humana; consideretur tamen quae sit talium deorum uel mali-

1 solerent) solent L'e . 10 utJ am. e 25 13 Ilhne) llIle e'Ap • 22 eonflietationeJ eonflietione LAAq • 24 eonside-

retur) eonslderaretur L 1 A

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24,5·25,2 LA CIUDAD DE DIOS LIB. II

sino que en las entrañas de las víctimas aparecerían pronósticos de futuros males, nocivos para el mismo Sila? Ni aquella victoria 6

fué de tanto provecho para su dignidad, cuanto fué de daño para su codicia. Ella ocasionó que, anhelante y ensoberbecido con tan desapoderadas prosperidades, y despeñándose más de cada día, más perdió él en sus costumbres que los enemigos en sus cuerpos. Estos, en hecho de verdad, lúgubres y lamentables pronósticos no se los anunciaban aquellos dioses ni en las entrañas de los anima­les sacrificados, ni con agüeros, ni con ningún sueño ni suerte alguna de adivinación. Más temían su enmienda que su venci­miento. Diré más aún: harto hadan para que el glorioso vencedor de sus conciudadanos se rindiera vencido y cautivo de vicios que ni nombrarse pueden, y por estos mismos vicios más estrecha­mente tiranizado de los mismos demonios .

Por todo esto que se dijo, ¿quién no entiende, quién no ve, 25 si ya no es el que eligió con preferencia imitar a tales dioses que con la gracia divina separarse de su compañía, cuánto maquina n y urden estos espíritus malignos por acreditar, con su ejemplo, sus bellaquerías y sellarlas como con divina autoridad? Cuanto y más que en una espaciosa llanura de Campania, donde no mucho des­pués ambos bandos civiles se trabaron en nefaria pelea, los vieron antes que luchaban entre sí. Oyéronse primeramente allí grandes ruidos, y luego muchas personas refirieron haber visto por algunos días dos ejércitos en lucha. Así que cesó la colisión, hallaron, al parecer, rastros y huellas de hombres y de caballos, en tan gran número como era de esperar de tan gigantesco conflicto. Si en he­cho de verdad pelearon los dioses entre sí, quedan justificadas las guerras civiles de los hombres; y si no, pondérese cuánta sea la malicia o la miseria de tales dioses: si fingieron haber batallado entre sí, ¿qué otra cosa hicieron sino que a los romanos pa-

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LIB. II DE CIVITATE DEI 25,2-5

tia uel miseria: si autem se pugnasse tlnxerunt, quid aliud egerunt, nisi ut sibi Romani bellando ciuiliter tamquam deorum exemplo nullum nefas admittere uiderentur? Iam enim coeperant bella ciuilia, et aliquot nefandorum proeliorum strages execranda prae­cesserat. Iam multos mouerat, quod miles quidam, dum occiso s: spolia detraheret, fratrem nudato cadauere agnouit ac detestatus bella ciuilia se ipsum ibi perimens fraterno corpori adiunxit. Vt ergo huius tanti mali minime taederet, sed armorum scelestorum magis magisque ardor incresceret, noxii daemones, quos illi deos putantes colendos et uenerandos arbitrabantur, inter se pugnantes lO

hominibus apparere uoluerunt, ne imitari tales pugnas ciuica tre­pidaret affectio, sed potius humanum scelus diuino excusaretur exemplo. Hac astutia maligni spiritus etiam ludos, unde multa iam dixi, scaenicos sibi dicari sacrarique iusserunt, ubi tanta deorum flagitia theatricis canticis atque fabularum actionibus cele- l S

brata et quisquis eos fecisse crederet et quisquis non crederet, sed tamen illos libentissime sibi talia exhiberi cerneret, securus imitaretur. Ne quis itaque existimaret in deos conuicia potius quam eis dignum aliquid scriptitasse, ubicumque illos inter se pugnasse poetae commemorarunt, ipsi ad decipiendos homines 20'

poetarum carmina tlrmauerunt, pugnas uidelicet su as non solum per scaenicos in theatro, uerum etiam per se ipsos in campo hu­manis oculis exhibentes.

Haec dicere conpulsi sumus, quoniam pessimis moribus ciuium Romanam rem publicam iam antea perditam fuisse nul- 250

5 mlles - 7 adlunxlt: LIV. pero 79; GRAN. LICIN. p. 20, 2·5 (ed. Flemlsch)

10 et uenerandos] om. C • arbltrabantur] arbltrantur L' • 14 ubl] ut Domb.' . 15/16 celebrata et LAC"A'B : celebrata est ut K'F celebrata ut C'K'ae celebrata sunt ut A'/lBq celebrantur ut p • 16 eos fecisse] eos taha feclsse C'NKeb'ae • 17 talla] seel. Domb,'

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25,2·5 LA CIUDAD DE DIOS LIB. Il

reciera que, trabados entre sí en guerras civiles, ellos no come­tían ningún crimen, industriados con el ejemplo de los dioses? Pues ya las guerras civiles habían tenido comienzo y precedido el estrago execrable de choques para los cuales no existen palabras de asaz enérgica condenación. Ya había hecho gran impresión en muchos el caso de un soldado que, despojando a un muerto, en el cadáver desnudo identificó a un su hermano y, abominando de las discordias civiles, se mató a sí mismo, uniéndose al cuerpo de su hermano con abrazo indisoluble. Porque no les pesase de tamaño .> mal, sino para que más y más se enardeciese la pasión abominable de las armas, estos dañinos demonios, que ellos, imaginándose que eran dioses, pensaban que se les debía culto y veneración, quisie­ron aparecerse a los hombres peleándose entre sí, porque el apa­sionado amor de una misma patria no recelase tales encuentros, sino que la maldad humana se excusase con el divino ejemplo. Con esta misma astucia, esos espíritus del mal mandaron que se les dedicasen y consagrasen juegos escénicos, de los que dije ya muchas cosas, en los que se celebraron y aplaudieron tantas bella­querías de los dioses con cantos y representaciones, que quien­quiera que creyese que ellos hicieron tal y quienquiera que no lo creyese, viendo que ellos muy de buena gana querían que se les exhibieran tales hazañas, los imitase sin escrúpulo. Y porque ninguno imaginase, cuando los poetas cuentan sus pelamesas y sus riñas, que habían escrito contra los dioses antes baldones que proezas dignas de ellos, ellos mismos, por engañar a los hombres, confirmaron las métricas invenciones de los poetas, mostrando a los ojos humanos sus antagonismos y sus bregas no solamente por medio de los cómicos en el teatro, sino también por sí mismos en los campos de batalla.

Hémosnos visto obligados a decir estas cosas, porque, con la s. inmoralidad de los ciudadanos, sus mismos historiadores no vacila­ron un punto en decir y declarar por escrito que la república roma-

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LIB . II DE CIVITATE DEI 25,5·26,1

lamque remansisse ante aduentum Christi Iesu domini nostri auc­tores eorum dice re et scribere minime dubitarunt. Quam perditio­nem dis suis non inputant, qui mala transitoria, quibus boni, seu uiuant seu moriantur, perire non possunt, Christo nostro inpu­tant: cum Christus noster tanta frequentet pro moribus optimis 5

praecepta contra perditos mores; di uero ipsorum nullis talibus praeceptis egerint aliquid cum suo cultore populo pro illa re pu­blica, ne periret; immo eosdem mores uelut suis exemplis auctori-

ú tate noxia corrumpendo egerunt potius, ut periret. Quam non ideo tunc perisse quisquam, ut arbitror, iam dicere audebit, quia 10

.discessere omnes adytis arisque relictis dio, uelut amici uirtutibus, cum uitiis hominum offenderentur; quia tot signis extorum auguriorum uaticiniorum, quibus se tamquam praescios futurorum adiutoresque proeliorum iactare et commen­dare gestiebant, conuincuntur fuisse praesentes; qui si uere abs- 15

cessissent, mitius Romani in bella ciuilia suis cupiditatibus quam illorum instigationibus exarsissent.

:26 Quae cum ita sint, cum palam aperteque turpitudines crude-litatibus mixtae, opprobria numinum et crimina, siue prodita siue conficta, ipsis exposcentibus et nisi fieret irascentibus etiam certis 20

et statutis sollemnitatibus consecrata illis et dicata claruerint atque ad omnium oculos, ut imitanda proponerentur, spectanda proces­serint: quid est, quod idem ipsi daemones, qui se huiusce modi

1 Chrlstl Iesu domlni nos tri LAp : chrlstl domlnl nos tri A domini nos tri iesu christl rell . • 5 frequentet) frequenter LACmgA'(l • 13/14 uatlciniorum - fu · turorum) om. LAI

:26 19 mlxtae) mixta V(l' mixtas L'ACAF(lldefJ ed.Arg. mixtae sunt a mixtae sint B • 21 statutls) statis Duebn. Hoffm.

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'25,5·26,1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 11

na estaba irremisiblemente perdida e inexistente antes de la venida ·de Jesucristo Señor nuestro. Esa perdición no la imputan a sus ¿ioses quienes imputan a nuestro Cristo los males transitorios con los cuales los buenos ni vivos ni muertos se pueden perder; sien­do así que nuestro Cristo tan frecuentemente ha dado tantos pre­·ceptos contra las malas costumbres en favor de las buenas; al paso ·que sus dioses con ninguno de tales preceptos hubieren hecho co­~a , con el pueblo que los adoraba, porque no pereciese la repúbli­-ca; antes, corrompiendo las mismas costumbres, por decirlo así, -con la autoridad de su mal ejemplo, apresuraron su perdición. Yo pienso que de hoy más ya no habrá nadie que ose decir que la re­pública se perdió porque, «abandonando sus templos y sus aras, los dioses se alejaron., como amigos de las virtudes, ofendidos de los vicios de los hombres. Por tantas señales de las entrañas de las víctimas, de tantos agüeros y de tantos vaticinios mediante los ·cuales complacíanse tanto en jactarse y acreditarse como conoce­dores de lo por venir y de tenerles por sus favorecedores en la :guerra, quedan convictos de su presencia. Si de veras se hubiesen ausentado, con menor furia los romanos se hubieran enardecido -con sus pasiones que con sus ejemplos.

y siendo ello así, y habiéndose paladina e inequívocamente 26 manifestado torpezas en mescolanza con crueldades, vergüenzas y -crímenes de los dioses, públicos u ocultos, reales o fingidos, pi­·diendo ellos, y, si no se hacían, enojándose, que en ciertas y esta­blecidas solemnidades se les dedicasen y consagrasen, !lustrándo-.los y exponiéndolos a la vista de todos, como quien los ofrece a la imitación: ¿cómo es que de estos mismos demonios que, compla­déndose en tales torpezas, confiesan ser espíritus inmundos que, .con sus fechorías y maldades, históricas o imaginarias, con su ce­lebración pedida a los disolutos, arrancados a la fuerza de los po-

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LIB. II DE CIVIT A TE DEI 26,1·4

uoluptatibus inmundos esse spiritus contltentur, qui suis flagitiis et facinoribus, siue indicatis siue simulatis, eorumque sibi cele­bratione petita ab inpudentibus, extorta a pudentibus auctores se uitae scelestae inmundaeque testantur, perhibentur tamen in adytis suis secretisque penetralibus dare quaedam bona praecepta s

2 de moribus quibusdam uelut electis sacratis suis? Quod si ita est, hoc ipso callidior aduertenda est et conuincenda malitia spirituum noxiorum. Tanta enim uis est probitatis et castitatis, ut omnis uel paene omnis eius laude moueatur humana natura, nec usque adeo sit turpitudine uitiosa, ut totum sensum honestatis amiserit. 10'

Proinde malignitas daemonum, nisi alicubi «se., quem ad mo­dum scriptum in nostris litteris nouimus, «t r a n s f i g u re t in angelos lucis" non inplet negotium deceptionis. Foris itaque populis celeberrimo strepitu inpietas inpura circumsonat, et intus paucis castitas simulata uix sonat; praebentur propatula pudendis 15

et secreta laudandis; decus latet et dedecus patet; quod malum geritur omnes conuocat spectatores, quod bonum dicitur uix aliquos inuenit auditores, tamquam honesta erubescenda sint et inhonesta glorianda. Sed ubi hoc nisi in daemonum templis? ubi nisi in fallaciae diuersoriis? Illud enim tlt, ut honestiores, qui 2C

pauci sunt, capiantur; hoc autem, ne pIures, qui sunt turpissimi, corrigantur.

Vbi et quando sacrati Caelestis audiebant castitatis praecepta, nescimus; ante ipsum tamen delubrum, ubi simulacrum illud locatum conspiciebamus, uniuersi undique confluentes et ubi 25

quisque poterat stantes ludos qui agebantur intentissime specta-

11 se - 13 (uds: Corinth. n, 11, 14 • 23 Vbi - 4 (p. 114) offleia: ef. p. 73, 13-27

10 sensum honestatis amiserit LACAp : amittat sensum honestatis rell . ed.pr_ ed. Arg. • 26 qui] quae LA' • intentissime LAAe : intentissimi rell .

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26,1·4 LA CIUDAD DE DIOS LIB. II

·derosos, se declaran autores de la vida licenciosa y torpe, refiérese, con todo, que allá en el más secreto retiramiento de sus templos y sagrarios dan algunos sanos preceptos morales a unos pocos inicia­dos de su especial elección? Si ello es así, quedan convictos, estos espíritus del mal, de una muy más refinada malicia. Tanta es la fuerza de la bondad y de la honestidad, que todo, o casi todo, ser humano siente el halago sutil de esta alabanza, y jamás está tan averiado de la torpeza, que haya perdido por completo el sentido de la honradez. Por ende, si la malignidad de los demonios en al­guna parte no ese transfigura en ángel de luz., según lo sabemos porque de ello existe constancia en las Sagradas Letras, no realiza­ría su negocio de seducción. Y así es cómo, afuera, con celebérri­ma barahunda y estrépito resuena y muge la asquerosa impiedad, y adentro, con casi imperceptible susurro la castidad simulada se deja oír de unos pocos. La publicidad es para lo que causa empa­cho; y el secreto, para lo que merece loa; el decoro se recata; la deshonra se exhibe. El mal que se practica convoca a todos los es­pectadores; el bien que se predica apenas halla a quien lo oiga; co­mo si la honestidad debiera ocasionar sonrojo y la deshonestidad debiera cosechar gloria. Pero ¿dónde se hace todo esto, sino en los templos de los demonios? ¿Dónde, sino en las posadas del engaño? Aquello hace por coger en la paranza a los más honestos, que son pocos; y esto, porque los más, que son los disolutos, no hagan en­mienda.

Dónde y cuándo aprendían los iniciados de Celeste los pre­ceptos de la castidad, no lo sabemos. Con todo, delante del mis­mo templo, donde contemplábamos puesto aquel otro simulacro, todos los que de dondequiera acudíamos y, acomodándonos de pie donde cada cual hallaba sitio, con atención intensísima contemplá­bamos las escenas que se representaban, mirando alternativamente de un lado el pomposo despliegue de meretrices y del otro lado la diosa virgen; adorada ésta y suplicada; delante de ella, plástica re-

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LIB. II DE CIVITATE DEI 26,4·27,1

bamus, intuentes alternante conspectu hinc meretriciam pompam, illinc uirginem deam; illam suppliciter adorari, ante illam turpia celebrari; non ibi pudibundos mimos, nullam uerecundiorem scae· nicam uidimus; cuneta obscenitatis inplebantur offtcia. Sciebatur uirginali numini quid placeret, et exhibebatur quod de templo s. domum matrona doctior reportaret. Nonnullae pudentiores auerte­bant faciem ab inpuris motibus scaenicorum et artem flagitii fur­tiua intentione discebant. Hominibus namque uerecundabantur, ne auderent inpudicos gestus ore libero cernere; sed multo minus audebant sacra eius, quam uenerabantur, casto corde damnare. 1C'

Hoc tamen pala m discendum praebebatur in templo, ad quod perpetrandum saltem secretum quaerebatur in domo, mirante nimium, si ullus ibi erat, pudore mortalium, quod humana flagitia non libere homines committerent, quae apud deos etiam religiose

6 discerent iratos habituri, nisi etiam exhibere curarent. Quis ením 15-

alius spiritus occulto instinctu nequissimas agitans mentes et instat faciendis adulteriis et pascitur factis, nisi qui etiam sacris talibus oblectatur, constituens in templis simulacra daemonum, amans in ludís simulacra uitiorum, susurrans in occulto uerba iustitiae ad deciplendos etiam paucos bonos, frequentans in aperto 20

inuitamenta nequitiae ad possidendos innumerabíles malos?

27 Vir grauis et philosophaster Tullius aedilis futurus clamat in auribus ciuitatis, inter cetera sui magistratus offtcia slbi Floram matrem ludorum celebritate placandam; qui ludi tanto deuotius,

22 Vlr - 24 placandam: ele. Verr. 5, 36

2 IlllncJ Illlc LA'A' 27 22 phllosophaster Tulllus LAC'Kp': phllosophus tertulllus rell. ed .pr.Arg •

• clamatJ c1amabat A'K'Feb'q

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26,4 · 27,1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. n

presentación de torpezas . Jamás vimos allí histriones pudorosos; jamás comedlant.¡ pudibunda; todo allí cumplía los mil oficios de la obscenidad. Sabíase lo que agradaba a la virginal divinidad, y exhibíase aquello que, mejor y más instruída, la grave matrona lle­vaba del templo a su casa. Algunas, más vergonzosas, volvían los 5 rostros de los impuros meneos de los histriones, y con furtiva aten­ción tomaban lecciones de aquella cátedra de obscenidad. Avergon­zábanse, en efecto, de los hombres y no osaban mirar a cara des­cubierta los ademanes impúdicos; pero mucho menos osaban con castidad de corazón condenar las sacras ceremonias de la diosa a quien veneraban. Públicamente se representaba en el templo, para que se aprendiese, aquello para lo cual se buscaba no menos que el secreto de la alcoba, con sobrada maravilla del pudor de los mor­tales, si algún rastro de él allí quedaba, de que los hombres no co­metieran libremente las lubricidades humanas que en una ceremonia religiosa aprendían delante de los dioses, que iban a enojarse si en honra suya no las representaban. ¿Qué otro espíritu, con oculto 6

instinto, agita las mentes malvadas e insta a la comisión de adulte­rios y se apacienta rumiando los ya cometidos, sino el que se delei-ta con ceremonias tales, colocando en los templos simulacros de los demonios, gustando en los juegos de las representaciones de los vi­cios, susurrando en secreto palabras de justicia para seducir a los pocos buenos y frecuentando en público las invitaciones a la mal­dad, para enseñorearse de los malos, que carecen de número?

Tulio, aquel varón tan grave y tan superlativamente filósofo, 27 en vísperas de estrenarse en el oficio de edil, decía a voces en el foro, a los oídos de la ciudad, que uno de los deberes de su magis­tratura era el de aplacar a la madre Flora con la celebración de sus famosos juegos. Estos juegos acostumbran celebrarse con tanta ma­yor devoción, cuanto con más desenfrenada obscenidad. En otro

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LIB. Il DE CIVITATE DEI 27,1-3

quando turpius celebrari solent. Dicit alio loco iam consul in ex­tremis periculis ciuitatis, et ludos per decem dies factos, neque rem uUam quae ad placando s deos pertineret praetermissam; quasi non satius erat tales deos inri tare temperan tia quam placare luxu­ria, et eos honestate etiam ad inimicitias prouocare quam tanta 5

deformitate lenire. Neque enim grauius fuerant quamlibet crude­lis sima inmanitate nocituri homines, propter quos placabantur, quam nocebant ipsi. cum uitiositate foedissima placarentur. Quan­do quidem ut auerteretur quod metuebatur ab hoste in corporibus, eo modo di conciliabantur, quo uirtus debeUaretur in mentibus, 10

qui non opponerentur defensores oppugnatoribus moenium, nisi prius tlerent expugnatores morum bonorum. Hanc talium numi­num placationem petulantissimam inpurissimam inpudentissimam nequlssimam inmundissimam, cuius actores laudanda Romanae uirtutis indoles honore priuauit tribu mouit, agnoult turpes fecit 15

infames, hanc, inquam, pudendam ueraeque religioni auersandam et detestandam talium numinum placationem, fabulas in deos inlecebrosas atque criminosas, haec ignominiosa deorum uel scele­rate turpiterque facta uel sceleratius turpiusque conficta oculis et auribus publicis ciuitas tota discebat, haec commissa numinibus 20

placere cernebat, et ideo non solum iUis exhiben da, sed sibi quo­que imitanda credebat, non iUud nescio quid uelut bonum et

1 Dlelt - 3 praetermissam: Cle. Cato 3, 20

13 Inpurlsslmam] om. C'dfJ - 16 auersandam] aduersandam Ca" - 17 fabulas codd. plerique : has fabulas fortasse C, ed.pr. (cf. L. Wohleb, Zur Wertung der alresten Texrzeugen für Augusrins Gottesstaat, Berlíner Phílologísche Wochenschrífr 1915, 477) - 18 deorum] om. a' - 18/19 uel seelerate turplterque faeta uel LACA'dp Domb. : faeta uel seelerate turplterque uel FK' faeta uel seelerate turplterque eommlssa uel A' K'eBfJabeq ed.Arg. faeta seelerate turprterque conficta uel ed.pr. - 19 confieta] confineta LA eommlssa ed.pr.

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27,1- 28,1 LA CIUDAD DE DIOS LIB. Il

lugar, siendo ya cónsul, en la más apurada y peligrosa situación de la ciudad, dice que por diez días se habían continuado los juegos y que no se había omitido cosa alguna que tocase a aplacar a los dioses. Como si no fuera más cuerdo y eficaz irritar a tales dioses con la templanza, que aplacarlos con el libertinaje, y provocarlos a la enemistad mediante la modestia, que amansarlos con tanta diso­lución, porque no iba a dañarlos tanto, por más atroz que fuera, la inhumanidad de los enemigos por los cuales se les aplacaba, como les dañaban los dioses mismos cuando con tan feos vicios se les amansaba, puesto que, por apartar lo que se temía del enemigo en los cuerpos, de tal modo se conciliaba la benevolencia de los dioses, que arruinaba la virtud en las almas. No habían aquellos dioses de ponerse a la defensa contra los que combatían los muros, si prime­ro no daban en tierra con las buenas costumbres. Esta manera de aplacar los dioses, deshonestísima, impurísima, disolutíslma, per­ditísima, torpísima, a cuyos ministros la loable índole de la añeja virtud romana castigó en su honor, excluyéndolos de su tribu y, reconocida su torpeza, tachándoles de infamia; este apaciguamien. to, digo, de tales crímenes, detestable y vergonzoso para la religión verdadera; estas fábulas repugnantes y vituperables, estos actos ignominiosos de los dioses, malvada y torpemente fingidos o más malvada y torpemente representados, aprendíalos la ciudad toda por los ojos y por los oídos. Veía como estos hechos eran del agrado de los dioses, y por ende creía que no solamente debían serles exhibidos, sino también imitados; pero no aquel no sé qué de bueno y de honesto que a tan pocos y tan en secreto se les decía (si es que se les decía); lo cual más parece se recelaba que se supiese, que no que se hiciese.

Quéjanse y murmuran los malos y los ingratos de que 28 la humanidad sea, por el nombre de Cristo, libertada del yugo

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20 - La Ciudad de Dios. Vol. l.

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LIB. 1I DE CIVITATE DEI 27,3-29,2

honestum, quod tam paucis et tam occulte dicebatur (si tamen dicebatur), ut magis ne innotesceret, qua m ne non Heret, timeretur.

28 Ab istarum inmundissimarum potestatum tartareo iugo et societate poenali erui per Christi nomen homines et in lucem saluberrimae pietatis ab illa perniciosissimae inpietatis nocte trans- 5

ferri queruntur et murmurant iniqui et ingrati et dlo nefario spi­ritu altius obstrictiusque possessi, quia populi confluunt ad eccle­siam casta celebritate, honesta utriusque sexus discretione, ubi audiant quam bene hic ad tempus uiuere debeant, ut post hanc uitam beate semperque uiuere mereantur, ubi sancta scriptura 10

iustitiaeque doctrina de superiore loco in conspectu omnium per­sonante et qui faciunt audiant ad praemium, et qui non faciunt audiant ad iudicium. Quo etsi ueniunt quidam talium praecepto­rum inrisores, omnis eorum petulantia aut repentina mutatione deponitur, aut timore uel pudore conprimitur. Nihil enim eis 15

turpe ac flagitiosum spectandum imitandumque proponitur, ubi ueri Dei aut praecepta insinuantur aut miracula narrantur, aut dona laudantur aut beneHcia postulantur.

29 Haec potius concupisce, o indoles Romana laudabilis, o pro-genies Regulorum Scaeuolarum Scipionum Fabriciorum; haec po- 20

tius concupisce, haec ab illa turpissima uanitate et fallacissima daemonum malignitate discerne. Si quid in te laudabile naturaliter eminet, non nisi uera pietate purgatur atque perHcitur, inpietate autem disperditur et punitur. Nunc iam elige quid sequarÚ, ut

28 7/8 eccleslam LACA: eccleslas rell . • 17 uerl Dei L'Ap : del uerl relí. 29 22 laudablleJ laudaulllrer LA'A 24 punlrur cadd. : ponlrur Petschenig.

Wiener Studien 3, 305 perlmirur Wey.

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28,1· 29, 2 LA CIUDAD DE DIOS LIB. 11

tartáreo y de la compañía penal de estos poderes inmundísimos y de aquel nefario espíritu que profunda y estrechamente los posee; y que de aquella perniciosísima noche de la impiedad se la trans­fiera a la luz de piedad salubérrima, porque los pueblos acuden a las iglesias, a las castas y concurridas solemnidades, con honesta separación de hombres y de mujeres, donde oyen cuánto cumple que vivan bien aquí temporalmente para que, después de esta vida, merezcan vivir en bienandanza interminable; donde la Santa Escritura y la doctrina de justicia resuenan de lo Alto a presencia de todos, y quienes la practican la oigan para el premio y los que no la obran la oigan para el juicio. Adonde, aun cuando vienen algunos que hacen mofa de tales preceptos, o con una repentina mudanza deponen toda su insolencia, o la atajan el miedo o el pudor. Ninguna cosa allí se les propone que sea torpe o mala, por­que la presencien y la imiten; allí se les enseñan los mandamien­tos de Dios verdadero, o se les narran sus maravillas, o se enalte­cen sus dones, o se suplican sus mercedes.

Torna a mejor acuerdo y ésta sea tu ambición, oh laudable 29 índole romana, oh progenie de los Régulos, de los Escévolas, de los Escipiones, de los Fabricios; tu ambición sea ésta; cata la dife­rencia que hay entre las verdades que te dije y la muy torpe vanidad y la muy engañosa malicia demoníaca. Si alguna calidad digna de loa hay en ti en grado eminente, no se acendra ni se perfecciona sino con la verdadera piedad, al paso que con la impiedad se estraga y en ella experimenta su propio castigo. Elige ya desde ahora el camino a seguir a fin de que no en ti, sino 2

en el verdadero Dios, sin posible error, seas alabado. En pasados tiempos no te faltó la gloria popular, pero, por secreto juicio de la divina Providencia, la verdadera religión a escoger, te faltó. Despierta, ya es de día, como despertaste ya en algunos, de cuya

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LIB. II DE CIVITATE DEI 29,2·4

non in te, sed in Deo uero sine ullo errore lauderís. Tunc enim tibi gloria popularis adfuit, sed occulto iudicío diulnae prouiden­tiae uera religio quam eligeres defuit. Expergiscere, dies est, sicut experrecta es in quibusdam, de quorum uirtute perfecta et pro fide uera etiam passionibus gloria mur, qui usquequaque aduersus 5

potestates inimicísslmas confligentes easque fortiter moriendo uincentes

sangulne nobls hanc patrlam peperere suo .

3 Ad quam patríam te inuitamus et exhortamur, ut eius adicíaris 10

numero cíuium, cuius quodam modo asylum est uera remissio peccatorum. Non audias degeneres tu os Christo Chrístianisue detrahentes et accusantes uelut tempora mala, cum quaerant tem­pora, quibus non sit quieta uita, sed potius secura nequitia . Haec tibi numquam nec pro terrena patria placuerunt. Nunc iam caeles- 15

tem arripe, pro qua minimum laborabis, et in ea ueracíter semper­que regnabis. Illic enim tibi non Vestalis focus, non la pis Capito­linus, sed Deus unus et uerus

nec metas rerum lmperlum sine fine dab l t .

tempora pon l t ,

4 Noli deos falsos fallacesque requirere; abice potius atque contemne in ueram emícans libertatem. Non sunt di, maligni sunt spiritus, quibus aeterna tua felicitas poena esto Non tam luno

8 sangulne - 9 suo: VERG. Aen. 11, 24·25 • 19 nec - 20 dablt: VERG .

Aen. 1, 278·279

2/3 ludlclo dlulnae prouidentiae] dlulnae prouldentlae ludlclo L'A Hoffm . • 3 ellgeres] elegeres L legeres AC'Al • 19 ponlt] ponet Bq .d.pr. (pono in VERG. )

r 117]

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29,2-4 LA CIUDAD DE DIOS LlB_ 1I

virtud consumada y de cuyos padecimientos por la verdadera fe nos gloriamos, quienes, hasta la hora de ahora en lucha con los irreconciliables poderes hostiles y venciéndolos muriendo valero­samente,

nos han ganado esta patria con su sangre.

A esta patria te invitamos, y te exhortamos para que seas aña­dido al número de sus ciudadanos, cuyo asilo, en cierto modo, es la verdadera remisión de los pecados_ No des oídos a quienes degeneraron de ti, detractores de Cristo y de los cristianos, acusa­dores de estos tiempos como calamitosos, añorando unos tiempos en que no sea quieta la vida, sino más bien segura la malicia. Ese estado jamás te plugo a ti, ni aun para la patria terrena. Ahora echa mano y álzate con la patria celestial, por la cual será nonada lo que trabajarás; y reinarás en ella de verdad y para siempre. Allí no hay para ti el fuego vestal ni el dios de piedra del Capitolio,l sino Dios, uno y verdadero,

que no pondrá metas ni plazos a tu poderlo y te dará un Imperio sin fin .

No andes a zaga de dioses falsos y falaces; antes deséchalos y 4

desdéñalos, y de un salto valeroso conquista la verdadera libertad. No son dioses, no; son espíritus malignos para quienes tu biena­venturanza eterna es un suplicio. No parece que Juno envidió tanto a los troyanos, en quienes hubiste origen carnal, los roma-

1 El fuego perpetuo, consagrado a Vesta, cuya casual extinción era pronós­tico de Inminentes y gravlslmas calamidades; y la escultura en piedra de ]óplter, en el Capitolio. De aqul nació aquel pavoroso juramento de los romanos: Per louem Iaptdem.

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LIB. Il DE CIVITATE DEI 29,4·8

Troianis, a quibus carnalem originem ducis, arces uidetur inuidis­se Romanas, quam isti daemones, quos adhuc deos putas, omni generi hominum sedes inuident sempiternas. Et tu ipsa non parua ex parte de talibus spiritibus iudicasti, quando ludis eCls placasti, et per quos homines eosdem ludos fecisti, infames esse uoluisti. 5

Patere adseri libertatem tuam aduersus inmundos spiritus, qui tuis ceruicibus inposuerant sacrandam sibi et celebrandam ignomi­niam suam. Actores criminum diuinorum remouisti ab honiJribus tuis: 5upplica Deo uero, ut a te remoueat iUos deos, qui delectan­tur criminibus suis, seu ueris, quod ignominiosissimum est, seu 10

6 falsis, quod malitiosissimum. Bene, quod tua sponte histrionibus et scaenicis societatem ciuitatis patere noluisti; euigila plenius! NuUo modo his artibus placatur diuina maiestas, quibus humana dignitas inquinatur. Quo igitur pacto deos, qui talibus delectantur obsequiis, haberi putas in numero sanctarum caelestium potesta- 15

tum, cum homines, per quos eadem aguntur obsequia, non putasti 7 habendos in numero qualiumcumque ciuium Romanorum? Incompa­

rabiliter superna est ciuitas clarior, ubi uictoria ueritas, ubi digni­tas sanctitas, ubi pax felicitas, ubi uita aeternitas. Multo minus habet in sua societate tales deos, si tu in tua tales homines habere 20

erubuisti. Proinde si ad beatam peruenire desideras ciuitatem, deuita daemonum societatem. Indigne ab honestis coluntur, qui per turpes placantur. Sic isti a tua pietate remoueantur purgatione Christiana, quo modo iUi a tua dignitate remoti sunt notatione

8 censoria. De bonis autem carnalibus, quibus so lis mali perfrui 25

1 arces - 2 Romanas: cf. VERG. Aen. 4. 234

6 aduersus L'BPabepq : aduersum PACA - 7 Inposuerant ACKeqp: Inpo' suer ...• margine co"oso L Inposuerunt AFeBabp - 11 malitloslsslmum LA'CBep: malitloslsslmum est rel/. • 15 sanctarum] sanctorum L

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29,4·8 LA CIUDAD DE DIOS LIB. Il

nos alcázares, como esos demonios, que aun crees ser dioses, en­vidian a todo el linaje humano las eterna les moradas. Y tú mismo, en no pequeña parte, formaste juicio de ~stos espíritus, cuando lns aplacaste con juegos y declaraste infames a aquellos hombres por cuyo medio los celebraste. Consiente en asegurar tu libertad contra los . espíritus inmundos que en tu cuello pusieron el yugo de su propia ignominia para consagrársela a sí y celebrarla en su honra. Excluíste de la sociedad honrada y de todos los honores tuyos a los intérpretes de los crímenes divinos: suplica al verdade­ro Dios que de ti aparte aquellos dioses que se regodean con sus propias bellaquerías, ora sean reales, que es el colmo de la igno­minia, ora sean fingidos, que es el colmo de la malicia. Bien está que tú, con una espontaneidad que te honra, no hayas querido dar ciudadanía a histriones y a farsantes. Acaba de abrir los ojos: en manera alguna se aplaca la majestad divina con medios que prostituyen la dignidad humana. ¿Por qué razón piensas tener en el número de las santas potestades del cielo a unos dioses que en tales obsequios se complacen, luego de haber pensado que no debían contarse en el número de cualesquiera ciudadanos romanos a los individuos que tales obsequios les dedican? Sin comparación 7

más gloriosa es la ciudad soberana, donde la victoria es la verdad, donde la dignidad es la santidad, donde la paz es la felicidad, donde la vida es la eternidad. Mucho menos esta ciudad tiene en su recinto y compañía tales dioses, si tú en el círculo y socie­dad de la tuya tuviste rubor de tener a tales hombres. Por ende, si deseas llegar a la ciudad bienaventurada, evita la sociedad de los demonios. Es una indignidad que personas honestas rindan acata­miento y culto a quienes aplacan personas infames. Apártalos de tu devoción, mediante la pureza cristiana, tan lejos como los removiste de tu digna colectividad, con nota de reprobación. Por 8

lo que toca a los bienes carnales de los que los malos solos quie­ren gozar, y de los males carnales que son los únicos que no quie-

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LIB. 11 DE CIVITATE DEI 29, S

uolunt, et de malis carnalibus, quae sola perpeti nolunt, quod neque in his habeant quam putantur habere isti daemones potes­tatem (quamquam si haberent, deberemus potius etiam ista con­temnere, quam propter ista illos colere et eos colendo ad illa, quae nobis inuident, peruenire non posse), tamen nec in istis eos s ualere, quod hi putant, qui propter haec eos col! oportere conten­dunt, deinceps uidebimus, ut hic sit huius uoluminis modus.

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29,8 LA CIUDAD DE DIOS LIB. Ir

ren padecer, porque ni aun en éstos tienen los demonios el poder que se piensa (y aunque lo tuvieran , deberíamos antes menospre­ciarlos que, por ellos, adorar a los demonios y, adorándolos, no poder llegar a los bienes que ellos nos envidian), con todo, ni tam­poco en esto tienen la influencia que se imaginan quienes porfían que en razón de ellos cumple adorarlos; verémoslo después, para que este sea el final del libro.

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NOTAS ADICIONALES

J (pág. 10)· Sugerida fué efectivamente por Marcellno esta gran obra a su genial autor. Aun cuando Agustfn, por amor de la Ciudad celestial. se hallara dispuesto a escribirla, se decidió a emprenderla a Instancias de Marcellno, expresadas en una carta, que se conservó, publicada con el número 236 en la edición benedictina, donde dice: • Yate suplico que, tocante a todos los puntos,' que le consultaba . • compongas unos cuantos libros, que, mayormente en las presentes circunstan' clas, serán para la Iglesia de increlble utilidad. . Agustln, en la respuesta (carta 238), le significa que, en hecho de verdad, desea tocar todos aquellos puntos, pero no • por medio de libros, sino, siendo ello posible y bastante, en coloquio episto· lar.; empero, muy luego, y ya en la misma carta, rectificó su propósito, extendién' dolo a la correspondencia y al libro: uel epistolis uellibris. fstos fueron los veintidós que componen la obra gigantesca. Puso manos a ella inmediatamente, pues la fe' cha de la carta es la del año 412, en que la tarea ingente que le llevó catorce la· boriosos años fué comenzada, y terminada en las más dramáticas circunstancias el año 426, en el vago y sangriento amanecer de un mundo nuevo, estando cercada de vándalos Hlpona, último reducto de la cristiandad de Africa.

Marcelino era un tribuno militar, adictlslmo de Agustfn, y le habla rendido grandes servicios en sus luchas con los donatistas. Pudo tener el consuelo de ver comenzada la construcción de la Ciudad de Dios, que él habla sugerido y estimu' lado; pero, envuelto falsamente en la rebelión militar contra Roma, por Heraclia· no, fué asesinado en el 12 de septiembre del 413, vlspera de la fiesta de San Ci· priano, después que Agustln, valiéndose de poderosos amigos, Intentó vanamente salvarlo. La Iglesia venera al tribuno Marcelino como Santo y le da culto de mártir.

JI (pág. 13)· Al dlligentfslmo autor, en uno de aquellos olvidos contra los cuales no anda asaz precavida la deficiencia humana, pasáronle por alto algunos casos de clemencia, señalados por autores griegos especialmente, que Agustfn no frecuen· taba. Arriano refiere en el libro 11 de las Hazafias de Alejandro que, en la toma de Tiro, el héroe macedón perdonó a quienes se refugiaron en el templo de Hércules . Lo propio cuentan Plutarco y Emilio Probo en la vida de Agesilao, quien, vencidos

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NOT AS ADICIONALES

los atenienses, los beocios y sus aliados, prohibió que se Infiriese dafio a quienes se hablan acogido al templo de Minerva.

III (pág. 48) . Catón el Menor, sobrino de Catón el Mayor por hijo de hermana, llamado el Uticense, por haberse suicidado en Útlca, Importante ciudad, la segunda de Afel­ca después de Cartago, de la cual distaba veintisiete millas romanas. La probidad y cordura de ambos Catones son proverbiales. De ahl aquella ponderación de Catón, suponiéndoles caldos del cielo: • Del cielo nos cayó un tercer Catón • . A boca llena celebran sus virtudes Veleyo Patérculo, lib. II; Séneca, en la Tranquilidad del alma, cap. 15; Salustlo, en su Conjuración de Catilina, etc.

IV (pág. 57) . Cansada Italia de su segunda guerra púnica y vejada y reducida muy al' cabo por Anlbal, mandó que desde Feslnunte, ciudad de la Frigia, se le trajese la imagen de la madre de los dioses, porque de unos versos sibilinos hablan colegld(} que, si era colocada en Roma, los enemigos levantarfan el asedio. Para su ritual y más digna recepción, por orden del oráculo de Delfos debla buscársele el mejor de: los romanos; unánimemente fué elegido para esta misión Esclplón Naslca. Esto se sabe por la autoridad de Cicerón: De las respuestas de los arQspices y por el libro XXVIIII de las Historias de Tito Llvlo.

V (pág. 58) . Es de saber que de la sedición de Cayo Graco salló el tribunado de Llvlo­Druso, que los Senadores opusieron a los Caballeros, que juzgaban por la ley de Graco. Este tribunado originó la guerra social, porque la ciudad no cumplió lo, prometido por Llvlo Druso. De la guerra social surgió la guerra mltrldátlca, .por­que Mltrldates, rey del Ponto, confiado en las discordias de Italia, mandó dar muerte a muchos miliares de ciudadanos romanos que negociaban en su reino. De esta guerra exterior nacieron las guerras civiles de Mario, cuando Mario­quiso arrebatar a Lucio Slla la provincia y la guerra mltrldátlca. De las semillas y rescoldos de esta guerra vino la proliferación de la sertorlana, la lepldana, la conjuración de Catlllna y, por último, la pompeyana. De ella, el reinado de César, y, tras su asesinato, las guerras civiles antoniana, la filipense de Bruto y Casio, la sfcula de Sexto Pompeyo, la naumaquia de Acclo. Y, al fin, la Repúbli­ca se mudó en Monarqula y Dictadura. (Luis Vives, en su Comentarlo de la Ciudad de Dios.)

VI (pág. 73)· En Afrlca, según el testimonio de Tertuliano, capitulo 24 de su Apologé­tico, era donde esta diosa, madre de todos los cellcolas, reclbla el culto principaL El mismo San Agustln con especial empefio trata de ella, verbigracia, en las Enarrationes sobre los salmos 62 y 98 y en el Sermón 103, cap. 9. Tamblél'll

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NOTAS ADICIONALES

-en Roma, esa Inexhausta madre de dioses, e! dla 12 de abril, era con gran pompa llevada por sus sacerdotes al Almón (e! Aquatacclo actual), afluente de! Tlber, que en él se echa muy cerca de la ciudad; y en e! punto preciso de su afluencia era lavada según añejo ceremonial, en recordación de! lavatorio que recibió e! primer dla de su llegada de! Asia, de donde fué tralda. Esta costumbre se hizo sao grada y todos los años repetida . Hacen de ella mención Lucano, en el libro prime' ro de la Farsa/ia, Ovldlo, en el cuarto libro de los Fastos, y nuestro Aurelio Prudenclo, en e! himno al mártir San Román.

VII (pág. 76)· Fiestas que en Roma se Instituyeron en memoria de la expulsión de los reyes y de la liberación de la repoblica, que se celebraban el mes de febrero , luego de clausuradas las fiestas Terminales.

VIlI (pág. 88) . Lucano, apostrofando al Egipto, dice en e! libro octavo de la Farsa/ia :

Nos in templa tuam Romana accePimus Islm semicanesque deos et sistra mouentia /uctum.

(. Nosotros, en nuestros templos romanos hemos admitido a tu Isls y los dioses medio canes y los slstros que provocan al llanto . • )

lX (pág. 91) · Rómulo fué el primero que celebró en Roma los Juegos del circo en loor de Neptuno ecuestre, con el Intento de reunir en Roma, por la codicia de ver el espectáculo, a las doncellas sabinas y raptarlas, ya que no podla conseguirlas con proposiciones matrimoniales. Los antiguos llamaron estos Juegos Consua/es, del dios Consl, a saber, Neptuno ecuestre, cuya asistencia Invocó Rómulo en el dlfl· cll asunto de los casamientos.

X (pág. 94) . Tres fueron las guerras guerreadas entre Roma y Carcago. La primera duró veintidós años y llevóse primero en Slcllla y luego en Afrlca; la segunda esta' lió veintiún años después en España, se pasó a Slcllia, Italia y Afrlca y diecisiete años después rematóla Esclplón Africano el Mayor con el vencimiento de AnlbaI. La tercera, a los cuarenta y nueve años después, en Afrlca, y a los tres años ter' minada con la destrucción de Cartago por Esclplón Africano el Menor.

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ESTE LlBRO SE ACABÓ DE IMPRIMIR

EN LOS TALLERES DE IMPRENTA RUB! DE BARCELONA

EN EL MES DE SEPTIEMBRE DEL AÑO

MCMLIII

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