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Las Hazañas del Brigadier Gerard Por Arthur Conan Doyle

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LasHazañasdelBrigadierGerard

Por

ArthurConanDoyle

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Decómoelbrigadierllegóalcastillodeloshorrores

Hacéisbien,amigosmíos,entratarmeconrespeto,puesalhonrarmeamíoshonráisvosotrosmismosyalaFranciaentera.

Noesquienoshablaunviejomilitardebigotesgrises,quecomesutortillaybebesuvasodevino;esunapáginadelahistoria,delahistoriamásgloriosadenuestropaís,quenohasidoigualadaporningúnotro.

Soyunodelosúltimosdeaquelloshombresadmirablesqueantesdedejarde ser muchachos fueron militares veteranos; de aquellos que aprendieronantesahacerusodelaespadaquedelanavajadeafeitar,yquedurantemásdecienbatallasnopermitieronniunasolavezqueelenemigovieseelcolordesusmochilas.

MásdeveinteañospasamosenseñandoaEuropaapelear,yauncuandoaprendió la lección, fue siempre el termómetro y jamás la bayoneta el queproducíaalgúnefectoenelmásgrandedelosgrandesejércitos.

En Berlín, en Nápoles, en Viena, en Lisboa, enMoscú, en todas parteshemosacuarteladonuestroscaballos.

Sí, amigos míos, lo repito: hacéis bien en mandar a vuestros hijos asaludarme,puesmisoídoshanescuchadolasdianasfrancesasymisojoshanvisto el orgulloso estandarte francés en sitios donde jamás ha llegado aescucharseniaverse.

Siempre recuerdo con placer aquellos gloriosos tiempos, y después decomer, al echar la siesta en mi butaca, veo desfilar por delante de mí lasinmensas filas de guerreros: los cazadores con sus chaquetas verdes, loselegantescoraceros,loslancerosdePoniatowsky,losdragonesconsuscapotesblancosylosgalantesgranaderos.

Despuésoigoelredoblardelostamboresyentrenubesdehumoypolvoveolalíneadelosbonetesaltos,lafiladerostrosarrugadosporlaintemperieyelmovimientodelas largasplumasrojas,entremezcladotodoconelbrillodel acero, y por último, allá a lo lejos, rodeado de Ney, Lefèvre y otrosvalientesbienconocidos,distingoanuestrohombrecito,pálidoysevero,consuspenetrantesojillosgrises.

Éste es el final de mi sueño. Entonces salto de la butaca lanzando unaexclamacióndealegría,ymadameTitauxvuelveareírsedelviejomilitarqueviveentrelassombrasdelpasado.

Al terminar las guerras era yo todo un jefe de brigada, con grandesesperanzasdellegarasergeneraldedivisión;peromisprincipalesaventuras

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nolascorríprecisamentecuandoconquisté los laureles,sinoenlosprimerosañosdemicarrera,yaellosmerefierogeneralmentecuandoquierohablardelostrabajosydelasgloriasdelavidamilitar.

Como fácilmente comprenderéis, cuando un oficial tiene a sumando ungran número de hombres y caballos, lleva la cabeza llena de reclutas yrefuerzos,deforraje,cuarteles,veterinariosyotrascosasporelestilo;asíesque,auncuandonosehallefrentealenemigo,vivesiempremuypreocupado;pero cuando sólo se ha llegado a teniente o a capitán, puede disfrutar de lavida sin preocuparse de nada ni pensar en otra cosa que en divertirse y enenamoraralasmuchachas.Enesaépocademividafuecuandomásmedivertíyoycuandocorrílamayorpartedelasaventurasqueoscuento.

Estanochevoyareferiroscómovisitéelcastillodelastinieblas,ytambiénoshablarédelaextrañacomisióndeltenienteDurocydelahorribletragediadel hombre que durante algún tiempo fue conocido por el nombre de JuanCarabín,ymásadelanteporeldebaróndeStraubenthal.

En el mes de Febrero de 1807, inmediatamente después de la toma deDantzig, el comandante Legendre y yo fuimos encargados de llevar desdePrusiaalEstedePoloniacuatrocientoscaballosde refuerzo.Con lacrudezadelinvierno,yprincipalmenteenlabatalladeEylau,habíamosperdidotantoscaballos que nuestro brillante regimiento de húsares estaba amenazado detenerqueconvertirseenbatallóndeinfantería.Sabíamos,pues,queparaevitarestoeragrandelaansiedadconquesenosesperabaenlasfilas,ysinembargono avanzábamos muy de prisa porque había muchísima nieve, los caminoseran detestables y teníamos sólo veinte hombres convalecientes paraayudarnos.Además,cuandosecambiadiariamentedepienso,yavecesnoseencuentranada,esimposiblesacaralosanimalesdelpasoregular.

Ya sé que en los libros de cuentos la caballería pasa siempre en lamásdesenfrenadacarrera;peropormiparte,despuésdehabervistomásdedocecampañas, me daría por muy satisfecho con que mi brigada, durante unamarcha, pudiera andar siempre al paso ligero y trotar en presencia delenemigo.Hayquetenerencuentaquealdecirestohablodeloshúsares,yquecondoblemotivopudieradecirlodeloscoracerosydelosdragones.

Siempre fui muy amigo de los animales, y el tener a mis órdenescuatrocientoscaballosdediversasedades,coloresycaracteres,mellenabadesatisfacción. Lamayor parte eran de Pomerania, pero los había también deNormandíaydeAlsacia.

Nosentreteníamuchoelobservarquesediferenciabanenelcarácter,tantocomoloshabitantesde los respectivospaísesdequeprocedían.Observamostambiénloquedespuéshetenidoocasióndecomprobarmuchasveces,quelaíndole del caballo se conoce por su color. El esbelto bayo es siempre

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caprichosoynervioso,sufridoyvalienteelcastaño,dócilelroanoyelnegrotercoypocomanejable.Estasobservacionesno tienennadaquever conmihistoria; ¿pero cómo queréis que la prosiga un oficial de caballería cuandohallaalpasocuatrocientoscaballos?Yaloveis,tengocostumbredehablardeloquemeinteresayesperointeresarostambién.

CruzamoselVístulafrenteaMeserwerdenyenlamismamañanaenquellegamosaResenbergelcomandantesepresentóenmicuarto,en lacasadepostas,llevandoenlamanounpapel.

—Tieneustedquemarcharse—dijoconmalreprimidoenojo.

Nomedabagranpenasepararmedeél,porque,simeespermitidodecirlo,no era digno de tener a sus órdenes un teniente como yo; pero tuve quedisimularmialegría,ysilenciosamentesaludé,esperandoquecontinuara.

—AcaboderecibirunaordendelgeneralLasalle—añadió—.DebeustedsalirinmediatamenteparaRossel,ypresentarseencuantollegue,enelcuartelgeneral.

Ningunanoticiapodíahabermecomplacidomás.

Misoficialessuperioresteníanformadamuybuenaopinióndemí,aunqueprecisoesdecirqueningunollegóahacermejusticia.Comprendíqueaquellaorden tan repentina significaba que mi regimiento entraba de nuevo encampaña,yqueLasalle reconocíaquemiescuadrónestaríamuy incompletosinmipresencia.Esverdadqueeraunpocoinoportunoelmomento,porqueelposaderoteníaunahijapreciosa,unapolacadecutisblancocomolanieveyde negro y abundante pelo, pero me llamaba el deber y era precisoabandonarlo todo.Desuertequebajéalpatio,mandéquemeprepararanmimagníficoRataplánypocodespuésmepuseencamino.

Eraaquélla,porcierto,bienmalaestaciónparaatravesarelpaísmásfríoymás pobre de toda Europa; pero el día, aunque crudísimo, estaba muyhermoso.Noseveíaniunasolanubeenelcielo,cuyocolorazulcontrastabacon la blancura de la nieve, que brillaba bajo los fríos rayos del sol. Tanglacialeraelaireque,alrespirar,elalientoparecíaquedarsehelado,mientrasque de las narices deRataplán salían dos elegantes plumajes de vapor y deambosladosdelbocadocaíangrandescarámbanos.Paraqueentraraencalorlehicetrotarunrato.Yonosentíaelfrío.Ibatanpreocupadoquenisiquierapensabaenél.

HaciaelSur,lomismoquehaciaelNortenoseveíasinograndesllanurascubiertas de nieve, y por toda vegetación algún grupo de pinos negros o declarosálamos.Devezencuandodabaconalgúncaserío;perosólotresmeseshacía que había pasado por allí un gran ejército, y ya sabéis lo que estosignificaparacualquierpaís.

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Ciertoque lospolacoseranamigos;perodeentrecienmilhombressólolosguardiasteníandonderesguardarse,losdemásteníanquevivircomomejorpodían.Asíquenomesorprendiónadaelnoversalirhumodelaschimeneasde lasdesoladas casasni señalesdeningunaclasedeganado.El ejércitodeNapoleón dejaba siempre huellas, y se decía que hasta las ratas morían deinaniciónpordondeelEmperadorpasabaconsushombres.

Haciaelmediodía lleguéa laaldeadeSaalfeldt,peropudeavanzarmuypocoapoco,porquecomoteníaquemarcharporelcaminorealqueconducíaa Osteroide, donde pasaba el emperador el invierno, así como también elcuartelgeneralde lassietedivisionesde infantería, loencontré todocuajadodecarrosydecoches.Entrelasarcas,vagonesycorreosylalargafilaquesincesaraumentabadereclutasyrezagados,meparecióquenuncaibaallegaraincorporarmeamiregimiento;asíquefuegrandemisatisfaccióncuandohalléunsenderoque,porentreextensas filasdepinos,conducía tambiénhaciaelNorte. En el cruce había una taberna, y en el momento de llegar yo unaseccióndehúsaresdeConflansmontabaacaballo.Alaentradadelatabernavi al oficial, un joven alto, delgado y pálido, que más bien parecía unestudiantedecurareciénsalidodelseminarioqueeljefedeloshombresqueteníaasusórdenes.

—Buenosdías—medijocortésmentealverquedeteníaelcaballo.

—Muybuenos—contesté;yparapresentarmecontodaformalidad,añadí—:soyEstebanGerard,tenientedehúsaresdeldécimoregimiento.

En la cara que puso comprendí que había oído hablar de mí. Todo elmundoconocíaminombredesdecierto lancequetuveconlosseismaestrosdeesgrima.Peromiamabilidadleinspiróconfianza.

—YosoyDuroc—contestó—,segundotenientedel3.º.

—¿Reciénvenido?—pregunté.

—Lasemanaúltima.

Me lo había figurado, juzgando por su color tan pálido y el ver cómopermitía a sus hombres haraganear en la silla; pero no hacíamucho que yomismohabíaaprendido loqueocurrecuando,siendocasiunchiquillo, tieneuno que dar órdenes a soldados veteranos.Me acuerdo que en los primerosdías de mi llegada al ejército me ruborizaba al mandar a quienes habíanasistidoamáscombatesqueañosteníayo.Entoncesmehubieraparecidomásnaturaleldecir:«Consupermisonospondremosenfila»,o«Siaustedeslesparece bien empezaremos a galopar». Así que no por aquello formé malaopinión delmuchacho;mas para ayudarle un poco lancé a los soldados unamirada que comprendieron almomento, y se pusieronmás derechos que unpostedeltelégrafo.

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—¿SigueustedestecaminodelNorte?—pregunté.

—TengoordendepatrullarentreestepuntoyelpueblollamadoArsendorf—mecontestó.

—Pues entonces, si usted quiere, iremos juntos hasta allí. Creo que elcaminomáslargoresultaráporfinelmáscorto.

Así fue, pues el sendero que seguíamos, desviándose de la carretera,atravesaba un gran campo abierto que fue cedido a los cosacos ymerodeadores,yestabatandesoladoytristecomoanimadoyllanoelcaminoreal. Duroc y yo abríamos la marcha, seguidos de sus seis hombres decaballería.Eraunbuenmuchacho aquelDuroc, aunque tenía la cabezabienrepletade las tonteríasqueenseñanenSaint-Cyr.Estabamásenteradode lahistoriadeAlejandroMagnoydelascampañasdePompeyoquedelmanejodelforrajeodelarreglode lasherradurasdesucaballo.Sinembargo, repitoqueeraunbuenmuchacho,sinmalicianidoblezninguna.MeagradómuchooírlehablardesumadreydesuhermanaMaría,quevivíanenAmiens.

DespuésdeunratodemarchaentramosenlaaldeadeHayenan,yalpasarporlacasadepostasDurocsedetuvoparahablarconeldueño.

— ¿Puede usted decirme —preguntó— si vive por aquí el barón deStraubenthal?

Elhombrerespondiónegativamenteyproseguimosnuestrocamino.

Aquellonomellamólaatención;perocuandoalentrarenlapróximaaldearepitióDuroclapreguntaconelmismoresultado,nopudemenosdeinterrogarquiéneraeltalbarón.

—Es un hombre—contestó el muchacho sonrojándose ligeramente— aquientengoqueconfiarunacomisióndesumaimportancia.

Nomesatisfizoporcompleto larespuesta;perocomprendíqueseríaunaimprudenciaelinsistir,ymecallé.

Mi compañero continuaba haciendo la misma pregunta a todas cuantaspersonas encontrábamos en el camino, y yo, pormi parte, comodebehacertodo buen oficial de caballería, procuraba enterarme del terreno quepisábamos, fijándome hasta en los menores detalles. A cada paso nosalejábamosmásymásdelcuartelgeneral,cuyasavanzadasdenunciabanhaciaelSurgrandespenachosdehumo.AlNorte,entrenosotrosyelcampamentoruso, nada se divisaba; digo mal: en dos ocasiones me pareció haber vistobrillar,alláenunextremodelhorizonte,laslanzasdeloscosacos.

El sol empezabayaaocultarse cuando, aldescenderporunacolina,nosencontramosconunaaldeítaaladerechayalaizquierdaconungrancastilloquesedestacabadeentrelosbosquesdepinos.

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AunaldeanodemalafachaqueseacercabaanosotrosguiandouncarrolepreguntóDuroc:

—¿Quéaldeaesésta?

—Arsendorf—respondióelhombrebárbarodialectoalemán.

—Entonceshemosllegadoaltérminodemiviaje—dijoDuroc.Yañadiódirigiéndosenuevamentealaldeano—.¿PodráustedmanifestarmesiviveporaquíelbaróndeStraubenthal?

—EseldueñodelCastillodelosHorrores—contestóelhombreseñalandolasnegrastorrecillasquesobresalíanenellejanobosque.

Al oír estoDuroc lanzóuna exclamaciónmuyparecida a la que pudieralanzaruncazadoralver levantarse lacazaadospasosdeél.Creíquehabíaperdidolarazón.Susojosdespedíanchispas;teníalacaramáslívidaqueundifunto, y fue tan feroz la mirada que lanzó sobre el aldeano, que éste seapartó lleno de miedo. Me parece estarle viendo ahora inclinado sobre elcaballoydirigiendosusojosdefuegohaciaelnegrocastillo.

—¿PorquésellamaelCastillodelosHorrores?—pregunté.

—Eselnombrequeledanporaquí—contestóelaldeano—conmotivodeloshorriblessucesosquehanocurridoenél.Hacecatorceañosquelohabitaelhombremásbribón,elmásmalvadodetodalaPolonia.

—¿Esalgúnnoblepolaco?

—No —fue la respuesta—. En nuestra tierra no se crían seres tanasquerosos.

—Esfrancés,¿verdad?—exclamóDuroc.

—DicenquevinodeFrancia.

—¿Tieneacasoelpelorojo?

—Casicomountomate.

—Sí,sí,justo;éles—exclamómicompañerovisiblementeexcitado—.LamanodelaProvidenciamehaguiadoaestesitio.¡Yluegodiránquenohayjusticiaenelmundo!Vamos,Gerard,necesitoalojaramishombresantesdeatenderaesteasuntoparticular.

Metimosespuelasaloscaballosycincominutosdespuésllegábamosalaposada,dondedebíanquedarloshombresaquellanoche.

El asunto particular de Duroc no tenía, por supuesto, nada que verconmigo,ysinembargo,mehabíachocadomuchísimolaexcitacióndeaquelmuchacho.

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TodavíamequedabamuchoqueandarhastaRosselyresolvíproseguirmicamino, con la esperanza de encontrar más adelante algún caserío dondepudiéramospasarlanocheRataplányyo.Conestaidea,ydespuésdeapurarun buen vaso de vino, volví amontar; pero apenas Rataplán había dado elprimerpaso,cuandoDurocsalióapresuradamenteymedetuvo.

—MonsieurGerard—exclamó—,ruegoaustednomeabandonedeestamanera.

—¿Peroquéesloquelepasa?¿Puedoyoayudaraustedenalgo?

—Sí,señor,mucho.Heoídohablarmuchísimodeusted,yanadiemejorquisierateneramiladoestanoche.

—¿Olvidaustedquevoyaincorporarmeamiregimiento?

—Es imposible que llegueusted aRossel esta noche—repusoDuroc—.Mañana podrá usted ir directamente desde aquí. Al quedarse conmigo estanochemeharáustedunfavorgrandísimo.Ruégolemeayudeenunasuntoenquevaenvueltomihonoryeldemifamilia.Sinembargo,deboadvertirlequeprobablementecorreremosalgúnpeligro.

Nopudohabermedichonadamásdemigusto.

Saltédelcaballo,y llamandoauncriadoloentregué,mandándolequelollevaralacuadra.

—Vamosadentro—dije—,yexplíquemeustedquéesloquequieredemí.

Mecondujoalcomedordelaposadaycerrócuidadosamentelapuertaparaque nadie nos interrumpiese. Sin saber por qué, aquel joven me inspirabaprofunda simpatía. Su uniforme de color gris plateado le sentabaadmirablemente. Al comenzar su historia, la luz del quinqué, reflejando laseriedad de rostro, le hacía aparecermás viejo que lo era. Sin decir que seportaba tan bien como yome porté a su edad, confieso que había bastantesemejanzaentrelosdos,yqueestodespertabaenmíelmásvivointerés.

—Enpocaspalabras—empezódiciendo—,loexplicarétodo.Sinoselohecontadoaustedanteshasidoporquemedueleelhablardeesteasunto,peronopuedopedirsuayudasindecirparaquélenecesito.

»Fue mi padre el conocido y reputado banquero Cristóbal Duroc, quemurió amanos del populachodurante la revolucióndeSeptiembre.Ya sabeusted cómo se apoderó el pueblo de las cárceles, cómo nombró tres falsosjuecesparasentenciaralosdesgraciadosaristócratasycómoéstos,alsaliralacalledespuésdeaquellahorriblefarsa,fueronvilmenteasesinados.Mipadrefue un bienhechor de los pobres y hubo muchos que pidieron por él. Enaquellosdíasestabaenfermocon fiebrey le llevaronmediomuerto, tendidosobre una manta, a presencia de los jueces. Dos de los tres que habían de

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juzgarle se pusieron de su parte. El tercero, un joven jacobino que por sucorpulenciaysusinstintosbrutalesllegóaserunodelosídolosdelpopulacho,le sacó arrastrando de lamanta con sus propiasmanos, le pisoteó repetidasvecesconsusenormesypesadasbotasydespuésleechóalacalle,dondefuedespedazado en circunstancias imposibles de describir. Comprenderá ustedque,aun teniendoencuenta las injustas leyesdeaquellaépoca, lahorrorosamuertedemipadrefueunasesinato,puestoquedosdelostresjuecesqueríanabsolverle.

»Restablecidoelorden,mihermanomayorcomenzóapracticardiligenciasparaaveriguarelparaderodeaquelhombre,aquellafieramejordicho.Yoeraentoncesmuyniño,perosehablabadelsucesoenmipresenciaymeenterédetodo.SupimosquesellamabaCarabín,queeraunodelosguardiasdeSanterreyqueteníafamadeserunduelistadeprimera.Nosdijerontambiénqueunaseñoraextranjera, labaronesadeStraubenthal, fuearrastradaa supresencia,peroquepudoobtenerlalibertadprometiendosersuya,contodossusbienesypropiedades.Secasóconella,tomósutítuloysudineroyhuyódeFranciaalcaerRobespierre.Despuésnopudimosnuncasaberquéfuedeél.

»Creerá usted quizás que, conociendo su nombre y su título, sería fácilencontrarle;peronohayqueolvidarquelarevoluciónnosdejósindinero,ysin dinero en tales casos poco puede hacerse. Vino el imperio y entoncesaumentaron las dificultades, porque el emperador dispuso que con el 18Brumario quedaban liquidadas todas las cuentas, y que aquel día quedabaechado un velo sobre lo pasado, pero nosotros no podíamos olvidar lasatrocidadescometidasconnuestropadre.

»Mihermanomayor ingresóenaquel tiempoenelejércitoyanduvoportodoelSurdeEuropaindagandoelparaderodelbaróndeStraubenthal.EnelmesdeOctubredelañoúltimofueheridoenJena,ymuriósinhaberpodidovengaranuestropobrepadre.Yovoyasermásafortunado,pueshetenidolasuertedehallaralbarónenunadelasprimerasaldeasquevisito,yparacolmode mi fortuna me veo acompañado por un bravo militar cuyo nombre vaasociadoamultituddehechosheroicos,tangenerososcomoatrevidos.

Con sumo interés había escuchado la historia de Duroc, pero nocomprendíaquéqueríademí.

—¿Enquépuedoserleútil?—pregunté.

—Acompañándomeenmivisita.

—¿Alcastillo?

—Sí.

—¿Cuándo?

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—Estamismanoche.

—¿Peroquépiensaustedhacer?

—Losabrácuandollegueallá.Lesuplicoquenomeniegueelfavor.

Nunca rehusé yo ninguna aventura, y además simpatizabamucho con eljoven. Bien está que perdonemos a los enemigos, pero es natural que lesdemosaellosalgoqueperdonar.Pensandoasíy tendiéndole lamanoconelmayorafecto,ledije:

—Mañana a primera hora tengo que salir para Rossel, pero esta nocheestoyasudisposición.

Dejamosbienalojadosalossoldados,ycomoelcastillonodistabadelaposadaunalegua,noquisimosmolestaraloscaballos.Paradecirlaverdad,nomehacemuchagraciaverapieaningúnsoldadodecaballería.Jineteensucaballo le encuentro airoso y elegante, pero me parece torpe y desgarbadocuandotienequerecogerelsableconunamanoyvolverlospieshaciaadentroparanotropezarconlasespuelas.Sinembargo,Durocyyoteníamoslaedaden que todo sienta bien, y estoy seguro de que a ningunamujer le hubieradisgustadoel tipodeningunodelosdoshúsares,unodeazulyotrodegris,quesalieronaquellanochedelaposadadeArsendorf.

Tomamos el sendero que conducía al castillo por entre un espesobosquecillodepinos,yeralanieblatandensayobscuraqueapenasveíamoselcamino.Sólosedistinguíaaveces,porencimadenuestrascabezas,algúntrocitodecielocubiertodeestrellas.

DespuésdeandarunbuenratonosencontramosfrentealgranCastillodelosHorrores.Eraunedificioenormey feísimo,con torrecillasnegrasen lascuatro esquinas y una gran torre en el centro, que servía comode centinelaavanzado.Laenormepuerta,tachonadadeclavosdehierro,noteníanialdabani campanilla, por lo cual tuvimos que hacer uso de los puños de nuestrossablesparallamar.

En toda la inmensa fachada sólo se veía en una ventanita una luzmisteriosa; ruido no se oía ninguno. Jamás he visto casa de aspecto mássombrío ni más triste. Algo terrible me parecía notar en el silencio y laobscuridad que tan perfectamente se avenían con el siniestro nombre delcastillo.

Porfinsalióunhombrealtoydelgado,conunabarbaquelecubríalosdoslados de la cara.En lamanoderecha llevabaun farol y en la izquierda unagruesacadena,delaqueteníaamarradounenormeperrodepresa.Sindudasuprimera intención fue amenazarnos con las furias del animal, pero al vernuestrosuniformescambiódeparecer,aunquenoscontemplóconbienmala

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cara.

—ElbaróndeStraubenthalnorecibevisitasaestashoras—dijohablandoenexcelentefrancés.

—Puede usted manifestar al barón —repuso mi compañero—, que herecorridoochocientasleguassóloporverle,yquenomeirédeaquíhastaquehayahabladoconél.

Nopudemenosde admirar el tonode suvoz.Nohubierapodidohablarmejoryomismo.

El hombre, acariciándose la barba nos miró de reojo durante unosinstantes,pensandosindudaloquehabíadedecir.

—Hablando con franqueza, señores—exclamó al fin—, a estas horas elbaróntomasuscopitasdevino,yestoysegurodequenoleharíamuchagracialavisita.Másvalieraquevolvieranustedesmañana.

Mientrasasíseexpresabaabriódeparenparlapuerta,yentoncespudimosverquedetrásdeélteníatreshombrescasidesumismacatadura.Unodeellosllevabaamarradootroenormeperrodepresa.

—Bastadecharla—exclamóDurocamoscándose,apartandoalhombreyentrandoresueltamente—.Esconsuamoynoconustedconquiennecesitohablar.

Tan grande es la influencia que ejerce uno que sabe lo que quiere sobreotrosquenolosaben,quealverleavanzarcondecisiónloscuatroseretiraronparadejarlesitio.

—Guíeme usted a la estancia donde el barón se halle —dijo Durocencarándoseconunodeelloscomosifuerauncriado.

Elhombreseencogiódehombrosycontestóenpolaco.Elquenosabriólapuertaparecíaserelúnicoquehablabafrancés.

—Bien, sea como ustedes quieren—dijo este último—. Verán al señorbarón, pero quizás antes de terminar la visita pensarán que hubiera sidopreferibleseguirmiconsejo.

Sin replicar palabra le seguimos por un pasillo de piedra, cuyo suelo sehallaba cubierto de pieles. En las paredes había en abundancia cabezas deanimalessalvajes,perorevelandotodosuciedadypobreza.

Alllegaralextremodelpasilloabrióunapuertayseguimosadelante,hastaquenoshallamosenunahabitaciónpequeñaydesamueblada,conelmismoairedesuciedadymiseria.Lostapicesestabantanviejosydeteriorados,quepor varios sitios dejaban ver la tosca pared de piedra.En el testero opuestohabía otra puertamuy parecida a aquélla por donde habíamos entrado, pero

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cubiertaconunacortinanegra.Enelcentrosehallabaunamesa,sobrelaqueseveíanrestosdecomidaybuennúmerodebotellasvacías.Sentadoalamesayconunacopaenlamanovimosaunhombrecorpulento,conlargacabelleray barba nomenos larga y enmarañada, ambas de color anaranjado. Enmisnumerosas aventuras he tenido ocasión de vermuchas caras perversas, perotan repugnante y llena demaldad como aquélla no la vi nunca. Los ojilloshundidos,lasmejillasblancasybarbudas,yloslabiosgruesos,sobretodoelinferior, formabanun conjuntohorrible.Meneando la cabezanos contemplóduranteunratoconlamiradavagaytorpedeunhombreebrio,aunquenoloestaba por completo, pues comprendí que había reconocido nuestrasuniformes.

—¡Hola,valientes!—exclamó—.¿QuénoticiastraéisdeParís?¿Conquevais a liberar a Polonia? Y mientras tanto sois esclavos vosotros mismos,esclavosdeunhombrecilloaristocrático,consugabángrisysusombrerodepuntas.Dicentambiénqueyanohabráciudadanos,nadamásquemadameymonsieur. ¡Cáspita! Cuántas cabezas tienen que caer al serrín todavía. Notardarán…

Durocavanzósilenciosoyfueacolocarsejuntoalbarón.

—¡JuanCarabín!—dijoconvozdetrueno.

Elbarónseestremeció.Lanubedelaembriaguezparecíadesaparecerdesusojos.

—¡JuanCarabín!—volvióadecirDuroc.

Elhombreseincorporórápidamente,yapoyandolasmanosenlosbrazosdelabutacapreguntómirándoleconfijeza:

—Joven,¿porquérepiteustedesenombre?

—JuanCarabín,hacemuchosañosqueandobuscándole.

—Aunque fueraciertoqueenalgún tiempome llamaranasí, ¿quépuedeimportarleausted,puestoqueseríaentoncesunacriatura?

—MellamoDuroc.

—¿Duroc,hijode…?

—Sí,hijodelhombreaquienasesinóustedcobardeyvillanamente.

Elbaróntratódereírse,perocomprendíquetemblaba.

—Joven, olvidemos lo pasado—dijo—.Aquéllos eran días de lucha, deguerraamuerte.Soncosasquenotienenremedio.Supadrepertenecíaa losgirondinos y cayó. Yo pertenecía a los jacobinos. La mayor parte de miscompañeros cayeron también. ¡Qué quiere usted! Cosas de la vida.

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Olvidémoslotodo.Ustedyyollegaremostodavíaaserbuenosamigos.

Ytendióunamanovelludayfea.

—¡Basta!—vociferóeljoven—.Siyoleatravesaraaustedconmisable,dejándolo clavado en la butaca, haría lo que debía hacer. Es una deshonracruzarmisableconelsuyo.Sinembargo,esustedfrancésyhapeleadobajolamismabanderaqueyopeleo.Levántese,pues,ydefiéndase.

—¡Quiá!—balbuceóelbarón—,ésassoncosasdejóvenes,yyo…

Durocnotuvocalmaparaoírmás,yconlamanoderechaledescargóunatremendabofetada.

—¡Estabofetadalecostaráaustedlavida!—exclamóelbarón.

—Vaya,yanosvamosentendiendo—repusoDuroc.

—¡Misable!—gritóelbarón—.Prometonohacerleesperar.Pocotiemponecesitoparaarreglarleaustedlascuentas.

Ysaliódelahabitaciónprecipitadamente.

Comodijeantes,enfrentededondeestábamoshabíaunapuertacubiertaconunacortina.Apenashabíadesaparecidoelbarónsalióporaquellapuertaunamujerjovenyhermosa,lacual,acercándosesilenciosamenteanosotros,ledijoaDurocconvozapenasperceptible:

—Lohevistotodo.Sehaportadoustedadmirablemente.

Enseguidacogiólamanodemiamigoyselabesórepetidasveces.

—Pero,señora—exclamóDuroc—,¿porquémebesaustedlamano?

—Porque es la mano que ha castigado su inmunda boca, esa boca quepronuncia tan horribles blasfemias. Porque es la mano que vengará a miqueridamadre.Soysuhijastra.Mipobremadremuriódelosdisgustosqueesehombre ladio.Leodioy le temo. ¡Ah!Oigo suspasos,yavuelve. ¡Ánimo,joven,muchoánimo!

Ydesapareciótansúbitamentecomohabíavenido.

Unmomentodespuésentróelbarónconunsabledesenvainadoenlamanoyseguidodelhombredelabarbanegraquenoshabíaabiertolapuerta.

—Este señor,queesmi secretario,me servirádepadrino—dijo—.Peronecesitamosmásespacioqueelquehayaquí.Haganustedeselfavordepasaraesteotrodepartamento.

Comoeraimposibledetodopuntobatirseenunahabitacióndondeapenascabíamostodosleseguimosporelpasillo,encuyoextremobrillabaunaluzatravésdeunapuertaentreabierta.

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—Aquítenemosloquenoshacefalta—dijoelsecretarioentrandoenundepartamentograndeycompletamentedesamueblado.

Apoyadas en las paredes había una larga hilera de barricas y cajas demaderadevariasformasytamaños.Enunángulo,colocadosobreunanaquel,un enorme quinqué alumbraba la estancia. El pavimento reunía buenascondicionesparaelobjeto.

Duroc entró con el sable desenvainado. El barón, retirándose un poco yhaciendounaligerainclinacióndecabeza,meinvitóaseguiramicompañero.Apenas traspuse la entrada se cerró la pesada puerta y la llave crujió en lacerradura.Habíamoscaídoenlaratonera.

Alprincipionosparecíamentira;nohubiéramospodidonuncasospecharaquella villanía, aquella canallada; pero al darnos cuenta de lo necios quehabíamos sido al fiarnos por un momento de aquel hombre, de aquelmiserable,nospusimos furiosos.Furiososcontraelpolacoycontranosotrosmismospornuestraestupidez.

Lo primero que hicimos fue lanzarnos contra la puerta vociferando ypataleandocontodasnuestrasfuerzas.Elruidoquemetimosdebióderesonarentodoelcastillo,perofueinútil.Laúnicarespuestaqueobtuvieronnuestrosgritosfueelecoquevibrabaenel techoencimadenosotros.Eraunapuertamuypesada,unadeesaspuertasqueseencuentranenloscastillosdelaEdadMedia,ytodosnuestrosesfuerzosnoproducíanefectoalguno.Cuandounohaservidoalgunosañosaprendeaconformarseconloquenotieneremedio.Yofui, pues, el primero en recobrar la calma, y persuadí a Duroc a que meayudase a registrar la habitación que para nosotros se había convertido encárcel.

Sólo tenía una ventanita muy alta, sin cristal y tan estrecha que eramaterialmenteimposiblesacarporellalacabeza.Durocseencaramósobreuntonelparamirarsiseveíaalgo.

—¿Quéveusted?—lepregunté.

—Unalargaavenidacubiertadenieve—contestó—,yalgunosgruposdepinos;nadamás.

Enseguidalanzóunaexclamación,yyodeunsaltomepuseasulado.Viunhombre,jineteenunmagníficocaballogris,quegalopandoamásnopoderatravesabalaavenidaendireccióncontrariaalaquehabíamostraídonosotros,yquedespuésdeunmomento seocultó anuestravistapor entre lasnegrassombrasdelbosque.

—¿Quésignificaráeso?—preguntóDuroc.

—Nadabuenoparanosotros—respondí—.Probablementehabráenviado

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el polaco algún criado en busca de algunos amigos para ahorcarnos o cosaparecida. Lo que debemos hacer es buscar el medio de salir de la ratoneraantesdequellegueelgato.

Loúnicoqueteníamosdebuenoeralaluz.Elquinquéestabacasillenodeaceite y nos duraría hasta lamañana. A obscuras, nuestra situación hubierasidomásdifícil.

No sabiendo qué hacer nos pusimos a examinar las barricas y las cajascolocadasalolargodelasparedes.Enalgunossitioshabíasólounafila,peroenotros,sobretodoenunángulo,estabanamontonadashastatocarcasieneltecho.Indudablementenoshabíanencerradoenladespensadelcastillo,pueslascajasconteníanquesos,frutassecasylegumbresdevariasclases,yenlasbarricashabíavino.Una teníapuesta la llave,ycomoyohabíacomidomuypocoaqueldía,pareciómequenomesentaríamalunvasitodeclarete.Meloescancié,ycortandounbuenpedazodequesomepuseacenartranquilamente.Duroc no quiso tomar nada. Estaba desesperado y no hacía más que darvueltasdeunladoaotro,profiriendomaldicionescontraelpolacoydiciendodevezencuando:

—Todavíamelashadepagar.¡Juroquenoescaparádemismanos!

Noestabamalaquello:peromientrascomíamiquesoybebíamivinosemeocurrióqueeljovenDurocpensabademasiadoensuscosasyhartopocoen el compromiso en que a mí me había metido. Después de todo, hacíacatorceañosquehabíamuertosupadreyaquelloyanoteníaremedio.Peroheaquí a Esteban Gerard, el oficial más galante y más audaz del ejército, eninminentepeligrodeperder lavidaen loscomienzosdesubrillantecarrera.¡Quién sabía loshonoresy lasgloriasque llegaría a conquistar si salieradeallí! Y no pude menos de pensar en la tontería que había cometido almezclarme en un asunto en que nada tenían que ver ni Francia ni elemperador. Bastante era el tener que luchar con un millón de rusos, sinmetermeencosasajenas.

—Todoesoestámuybien,amigomío—dijeporfin—.Hagaustedloquemejorleparezcacuandolopesque,peromientrastantodebemospensarquéesloqueelpolacoseproponehacerconnosotros.

—Quehagaloquequiera—exclamóDuroc—,yovengaréamipadre.

—Perfectamente, usted se acuerda de su padre y yo me acuerdo de mimadre.Porellanecesitosalirdeaquísanoysalvo.

—Es verdad —dijo humildemente—, tiene usted mucha razón, señorGerard.Dispénsemeusted,hepensadodemasiadoenmímismo.¿Quéopinaustedquedebemoshacer?

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—Deuna cosa podemos tener completa seguridad—respondí—, que nonos han encerrado aquí para nada bueno. Piensan acabar con nosotros dealguna manera. Creen nadie sabe a dónde hemos venido, y que sidesaparecemosmisteriosamente aninguno se leocurrirávenir alCastillodelasTinieblasapreguntarpornosotros.¿Sabensushombresadondehavenidousted?

—Nolesdijenada.

—Es evidente que no piensan matarnos de hambre, porque hay aquíalimentosparadías.Demodoquetendránqueentrarparadarnosmuerte.Porsupuesto,nospudiéramosdefendercontra loscincoindividuosquevimosenelpasillo,ycomprendiéndoloasí,hanenviadoabuscarayuda.

—Tenemosquesalirdeaquíantesqueéstallegue.

—Sihemosdesalir,tienequeserantes;porqueloqueesdespués…

—¿Nopodríamospegarfuegoalapuerta?

—Nadamásfácil.Hayalgunosbarrilesdeaceiteenaquelrincónytengocerillasenelbolsillo.Peroencuentroun inconveniente,yesqueel remedioresultaríapeorquelaenfermedad,puestoquemoriríamosachicharrados.

— ¿Pero no se le ocurre a usted algo? —preguntó Duroc con acentodesesperado.Yañadióenseguida—:¡Chist!¿Quéeseso?

Un ruidito hecho en la ventana nos llamó vivamente la atención. Nospusimosamiraryvimosunamanoblancaymenudaquetraíaentrelosdedosunobjetobrillante.Deunsaltonosencaramamossobrelabarrica.

—¡Pronto!,¡pronto!—exclamóunavozdemujer—.Hanidoabuscaraloscosacosylesvanamataraustedes.¡Diosmío,estoyperdida!¡Aydemí!

Y llegó a nuestros oídos el ruido de pasos apresurados, una especie derugidoderabiayuntremendogolpe,queuninstantedespuésfueseguidodeungritodedoloryangustia.

—¡Esosasesinoslamatarán!—dijoDuroc,ysepusoagolpearlapuertaviolentamenteycomofueradesí.

—¡Siestáaquílallave!—exclamérecogiendodelsuelounallavecita.Seconocequelatrajoynotuvotiempodeadvertírnoslo.

Durocme la arrebató de lasmanos, y unmomento después la arrojó alsuelodesesperadamente.Era tanpequeñaqueen lacerradurade lapuertaseperdíaporcompleto.Ladesesperacióndemicompañeronoteníalímites.Yotambiénmeacordabadeaquellapobremujerymemordíaderabiaelbigote;peronomedesconcerténimuchísimomenos,ysemeocurrióque,despuésdetodo,aquellallavedebíateneralgúnobjeto.¿Cuálseríaéste?

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Al cabo de un rato, y creyendo haber descubierto el enigma,me puse amover las cajas y apartarlas de la pared. Duroc me ayudó con todas susfuerzas,perolatareanoerafácil,porquealgunaspesabanmucho.Comolocosestuvimostrabajandohastaretirarlotodo,yporfinyanoquedabamásqueunenormetoneldevodka.Entrelosdosloretiramostambiéndespuésdealgunosesfuerzos,ytuvimoslasatisfaccióndeencontrarenlaparedunapuertecillaencuyacerraduraencajabaperfectamentelallave.Laabrimos,yconelquinquéen la mano entré seguido de Duroc. Pronto nos vimos en el polvorín delcastillo, lleno de barriles de pólvora. Uno de éstos se hallaba abierto, y sucontenido,desparramadoporelsuelo,formabaenelcentrounnegromontón.Enunextremodelpolvorínvimosunapuerta,perotambiénestabacerradaconllave.

—En total, estamos como antes estábamos—dijo Duroc—; no tenemosllaveparaesapuerta.

—Tenemosunadocena—repuse.

—¿Dónde?

Indiquélosbarrilesdepólvora.

—¿Piensaustedderribarlapuertavolándola?

—Esopienso.

—Perovolaráelpolvorín.

Teníarazón.Volvíameditar,yalcabodeunosinstantesdije:

—Puesvolaremoslapuertadeladespensa.

Corríalláycogiendounalataqueconteníavelasvolvíalalmacén.Lalatateníapróximamenteeltamañodemigorra,yportanto,podíaconteneralgunaslibras de pólvora. Saqué las velas, ymientrasDuroc la llenaba yo corté uncabito. Cuando terminamos la operación, difícil hubiera sido hallar uningenieroqueideasemejorpetardo.

Volviendodenuevoaladespensa,colocamostresquesos,unosobreotro,contra la puerta, y encima del último la lata, que llegaba exactamente a lacerradura. En seguida encendimos el cabito de vela y corrimos al polvorín,cerrandoconcuidadolapuertecilla.

No es ninguna broma, amigos míos, esperar rodeados de barriles depólvora a que estalle un petardo como el que acabábamos de colocar. Si elfuego llegaba a penetrar por la puertecilla nuestros ennegrecidos cuerposvolaríanmásaltosquelastorresdelcastillo.

Parecía mentira que un cabito de vela, de media pulgada escasamente,tardara tanto en consumirse. Ya estaba yo pensando que se habría apagado

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cuando oímos una detonación espantosa. La puerta cayó hecha trizas, ypedazosdequesosmezcladosconmanzanas,nabos,zanahoriasyotrascosasvinieronacaermuycercadenosotros.

Lanzándonoshacialaentradatuvimosqueatravesarunanubedehumoypasarporencimademultituddeestorbosesparcidosporelsuelo,perolaluzque penetraba por el hueco donde antes se hallaba la puerta nos vino ademostrar que el petardo había causado sus efectos.Había hechomás de loque nosotros nos proponíamos. No sólo quedaba abierta la cárcel, sinodestruido tambiénelcarcelero.Loprimeroquevial saliralpasillo fueaunhombretendidoenelsuelo,conunaenormehachaenlamanoyunatremendaheridaenlafrente.Unpocomásalláagonizabaunodelostemiblesperrosdepresa.Enelmismomomentomehizovolver lacabezaungritodeDuroc,aquienvisujetocontralaparedyconlosdientesdeotroperroclavadosenlagarganta.Rechazándoloconlamanoizquierdaleatravesóelcuerporepetidasveces,peronomurióhastaqueyolesoltéuntiroenlacabezaycayóredondo.

Losayesdedolory angustiadeunamujernoshicieroncomprenderqueprobablemente llegaríamosdemasiado tarde.Enelpasilloencontramosotrosdoshombres,peroseacobardaronalvernosconlossablesdesenvainados.Lasangré caía a chorros del cuello de Duroc, tiñendo de rojo la piel gris queadornaba su capote. Sin embargo, tal era su excitación, que, sin fijarse ennada,pasópordelantedemí,yentoncesseofrecióamivistaunatristeescenaque se desarrollaba en la estancia donde por primera vez habíamos visto aldueñodelCastillodelosHorrores.

El barón se hallaba de pie enmedio de la estancia, con la barba erizadacomolasmelenasdeun leónfurioso.Dijeantesqueeraunhombreenorme,muy ancho de espaldas, y aun enmomentos tan críticos no pudemenos depensarque,apesardesusvillanías,teníaarrogantefiguraparagranadero.Suhijastra estabaacurrucadaen labutacadetrásdeél.Ungranverdugónenelbrazoderechoyunlátigodeperroscaídoenelsuelonoshicieroncomprenderqueapenashabíamosllegadoatiempodesalvarladesubrutalidad.

Lanzóelbarónunrugidocuandoentramos,yblasfemandohorriblementeadelantósehacianosotrosblandiendoelsable.

Hedichoyaque,porloreducidodelaestancia,noeraposiblebatirseallí.Durocsehallabadelantedemí,enelestrechoespaciocomprendidoentre lamesaylapared,demaneraquemeeraimposibleayudarle.Eljovenmanejabael sable perfectamente y era suelto y astuto; pero la estrechura del sitio, laestatura gigantesca y las fuerzas hercúleas del polaco le daban a éste granventaja.Ademáseraexcelentetirador.DosvecestocóaDurocenelhombro,yluego,cuandoaljovenseleescapóelsabledelamano,levantóelsuyoparaterminar su obra antes de que pudiera recobrarlo; pero me moví yo más

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rápidamentequeélyrecibíelgolpeenelpuñodemisable.

—Dispense usted—le dije—, aún tiene usted que vérselas con EstebanGerard.

El hombre se recostó contra la pared. Estaba algo fatigado y respirabapenosamente. Lamala vida que llevaba le impedía, sin duda, hacer grandesesfuerzos.

—Respireusted—añadí—,esperaréaquedescanse.

—Peroustednotienemotivosparabatirseconmigo—balbuceó.

—Ledeboalgoporhabermeencerradoensudespensa—contesté—;perosi no existiera éste motivo, bastaría la marca que veo en el brazo de esaseñorita.

—Corriente.Puesalláva—vociferólanzándosesobremícomounloco.

Porunosmomentosvisóloaquellosdosojillosazulesqueechabanchispasde rabia, y aquella punta del sable que se movía con rapidez de derecha aizquierdayvolvíasiempreamipechoygarganta.Nuncacreíquetanperfectaesgrima se hubiera conocido en París durante los días de la revolución, ypuedoasegurarquenohabrétropezadoniconmediadocenadehombresquemejorhayanconocidoelmanejodelsable.

Sinembargo,elbaróncomprendíaqueyoleaventajaba;leíalamuerteenmisojosyveíaqueestabaresueltoaacabarconél.

Sepuso lívido, su respiracióneracadavezmás fatigosa,peroapesardetodocontinuóbatiéndose,aundespuésderecibirlaestocadafatal,ymurióporfinluchandoymaldiciendo.

Elcuadroerahorrible,delosmáshorriblesquesehanofrecidoamisojos,acostumbradosavercosashorrorosas.

Apenassucuerpocayórodandoporelsuelo,lajovenselevantóbatiendopalmas y dando gritos de alegría al verse libre de las manos de aquelmonstruo;enestoqueunolorasfixiante,quehastamíllegaba,parecíaquemeibaaahogar.Almismotiempounsiniestroresplandorhizoresaltarlasfigurasenlosviejostapicesdelasparedes.

—¡Duroc,Duroc!—grité,elcastilloestáardiendo.

El pobre muchacho se hallaba privado de conocimiento, y sus fuerzasestabanagotadasaconsecuenciadelapérdidadesangre.

Salí a escape al pasillo para ver de dónde partía el fuego y encontréardiendolapuerta.Dentrodeladespensaalgunascajasardíanya.Lasangreseme heló en las venas al ver las llamas tan cerca de los barriles de pólvora.

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Podíatardarelfuegodosotressegundosalosumounosminutos,enllegaralaentradadelpolvorín.Estosojossehabráncerradoparasiemprecuandoyoolvideaquellasllamasqueavanzabanhaciaunnegromontóndepólvora.Sindarme apenas cuenta de lo que sucedía volví corriendo a la estancia deldesafío,cogíporunbrazoaDuroc,lajovenlecogiódelotroylearrastramosporelpasillo.

Salimosluegoporlapuertaprincipal,yvolamosmásquecorrimosporelcaminonevadohastallegaralaentradadelbosque.

Enaquelmomentooíunadetonaciónyviunainmensacolumnadefuegoalzarseenelaire,quehastaparecíatocarenelcielo.Pocosinstantesdespuéssonóotradetonaciónespantosa.Tododabavueltasenderredordemí,yyanopudemás:caísinsentidosobreelinanimadocuerpodeDuroc.

Tres semanas después recobré el conocimiento y fueron grandes miasombroymiconsternaciónalhallarmeenlacasadepostasdeArsendorf.AlosdosotresdíasDuroc,curadoyaporcompletoyendisposicióndeatenderalcumplimientodesusdeberesmilitares,seacercóamicamayporélsupeque una viga lanzada por la explosión de la pólvora había caído sobre mí,dejándomecasimuerto.Supe tambiénque la jovenpolaca,presentándoseenArsendorf,avisóa loshombresdeDuroc,quienesnosrecogieroncuandoyaestaban a punto de llegar los cosacos, cuyo auxilio había ido a pedir elsecretariodelbaróncuandolevimospartiragalopeaquellanochehorrible.

En cuanto a la hijastra del barón, aquella señorita que con su valor noshabía salvado lavida,pocopude saber entonces;perocuandodosañosmástardemeencontréporcasualidadenParísconDuroc,despuésdela tomadeDantzig, no me extrañó saber que era casado, que no necesitaba yo serpresentadoa su esposa,yque,porunodeesos raros caprichosde la suerte,poseíaeltítulodebaróndeStraubenthal(aunquenolousaba),loquelehacíadueñodelasennegrecidasruinasdelCastillodelosHorrores.

Decómoelbrigadierdesembarazóalemperadordelos«hermanosdeAjaccio»

Cuando os conté el otro día cómo había ganado la cruz de honor,recordareisquerepetíqueelemperadormehabíadichoqueerayo«elcorazónmás sólido» de todo el ejército. Al hacer esta observación, el emperadordemostraba la perspicacia que le dio tanta fama. Verdad es que la echó aperderconalgunaspalabrasqueañadiósobreelespesordemicerebro;perodejemosesto,quenoesgenerosoinsistiracercadelosmomentosdedebilidad

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deungranhombre.Diréquecuandoelemperadornecesitabaaalguienparauna misión delicada, siempre me hizo el honor de recordar el nombre deEsteban Gerard, aunque parecía olvidarlo cuando tocaban a distribuirrecompensas.Detodosmodos,fuicoronelalosveintiochoaños,demodoqueno puedo quejarme. Si hubieran seguido las guerras cuatro o cinco años,habríapodidoganarelbastóndemariscal,ysabidoesquealtenerlo,seestabaapocospasosdeun trono.Murathabíacambiadosugorradehúsarporunacorona,yno séporquénohabíadehaberhecho lomismootrohúsar.PerotodosaquellossueñossedesvanecieronenWaterloo,yaunquenopudelegarminombrealahistoria,bastanteloconocencuantossirvieronconmigoenlasgrandesguerrasdelImperio.

Oscontaréhoyunlancesingularquefueelpuntodepartidademirápidacarrerayquetuvoporefectoestablecerunlazosecretoentreelemperadoryyo. Pero antes he de decir pocas palabras. Cuándo me oigáis, haceos biencargode que tenéis delante a quienha visto laHistoria; hablo de lo quehevistoyoído;porlotanto,nohayquetratarderefutarloquedigaoponiendolosasertosdetalocualsabiooescribidorquehahechounlibrodehistoriaodememorias.Haymuchas cosas que esas gentes ignoran y que nadie sabrájamás.Pormipropiacuentaos laspodríarelatarsorprendentes,sialhacerlono fuera indiscreto. Los hechos que hoy voy a revelaros, los he calladomientrasvivióelemperador,porhaberledadomipalabradenodivulgarlos,pero no creo que cometa ahora ningún delito contándoos el papelextraordinarioquerepresentéenaquellance.

Debéis,pues,saber,queenlaépocadeltratadodeTilsit,erayounsimpletenienteeneldécimodehúsares.Teníapocodineroypocasprobabilidadesdeascender;verdadesquemefavorecíanmiempaqueymivalor,ygozabayaunareputaciónenelejércitopormihabilidadenelmanejodelsable;pero,conlamultitud de valientes que rodeaban al emperador, no bastaba con aquellopara tener segura una carrera rápida. Ya contaba yo con que la suerte meayudaría algún día; sin embargo, no se me había ocurrido que fuera encircunstanciastannotorias.

CuandoelemperadorvolvióaParís,despuésdecelebradalapazen1807,residíaconlaemperatrizylacorteenFontainebleau.Aquellaépocaeraladelapogeodesugloria.En trescampañassucesivas,habíahumilladoaAustria,habíaaplastadoaPrusiayhabíaobligadoalosrusosapermanecerallendeelNiemen.ElalanoviejodelaotrapartedelaMancha,gruñíaalgotodavía,perono podía salir de su perrera. Si en aquel momento hubiéramos podidoestablecer una paz duradera, habría ocupado Francia en el mundo un lugarcomoningunanación,desdelosromanos,habíaocupado;alomenos,asíselohe oído decir a personas autorizadas, porque yo tenía otras cosas en quepensar.Todoelmundo sealegrabadevolveraver al ejércitodespuésde su

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largaausencia,ypodéis creerqueme tocópartede lagloriaque se le teníareservada.Fuimostanfestejadosymimados,quenopuedoexpresarlo.

Mi regimientodehúsaresestabadeguarniciónenFontainebleau,con loscazadores de la Guardia. Fontainebleau es, como sabéis, una ploblacioncitasituadaenelcentrodelaselvadelmismonombre.Eraunespectáculoúnicoen aquella época tal muchedumbre de grandes duques, de electores, depríncipes,agrupadosalrededordeNapoleón,comoperrosentornodesuamo,aguardandoquelesecheunhueso.Enlascallesseoíahablarmásalemánquefrancés; losquenoshabíanayudadoen laúltimaguerra, solicitabanalgunasrecompensas,ylosquenoshabíancombatidotratabandelibrarsedelcastigo.Entre tanto, el hombrecillo cazaba todas las mañanas, silencioso ymeditabundo, con la carapáliday losojosgrisesy fríos,y todos le seguíanconlaesperanzadequeseleescaparíaalgunapalabra.Entonces,cuandoseleantojaba, regalabaaunocienkilómetroscuadrados, lequitabaotros tantosaotro, redondeaba un reino con un río, limitaba otro con una cordillera. Asíentendíalosnegociosaquelartilleritoalcualhabíamoselevadoatantaalturacon nuestros sables y nuestras bayonetas. Siempre era cortés con nosotros,puesbiensabíadedóndeprocedíasufuerza.Tambiénlosabíamosnosotrosyseloprobábamosconnuestraactitud.Eraindiscutible;comprendedqueeraelprimer jefe delmundo, pero nos guardábamos bien de olvidar que nosotroséramostambiénlosprimerossoldadosdelmundo.

UndíaestabayoenmihabitaciónjugandoalosnaipesconeljovenMorat,decazadoresdeacaballo,cuandoseabriólapuertayvimosentraraLasalle,queeranuestrocoronel.Yasabéisqueeraunbuenmozo,conaqueluniformeazul celeste de húsar, que le sentaba divinamente. Los oficiales jóvenesestábamos tan entusiasmados con él, que habíamos tomado la costumbre dejurar, de jugar, de beber y de hacer mil diabluras, sencillamente paraparecemosanuestrocoronel.Olvidamosquenoeranaquellascostumbresdejurarybeberlacausadequeelemperadorsepropusieradarleelmandodelacaballeríaligera,sinolaseguridaddesugolpedevistaparajuzgarlaposicióno la fuerza de una columna y para determinar en qué momento había quedesplegarlainfanteríaodescubrirlaartillería.Éramosdemasiadojóvenesparacomprender todo aquello, pero sin embargo, también nos retorcíamos elbigote, hacíamos ruido con las espuelas y desgastábamos la contera de lasvainasarrastrándolasporelsuelo,con laesperanzadeconvertirnos todosenLasalles.Cuandoentróenmicuarto,haciendosonarelsable,Moratyyonospusimosdepierápidamente.

—Joven—medijodándomeunapalmadaenelhombro—,elemperadordeseaverleaustedalascuatro.

Elcuartodabavueltasamialrededorcuandolooí,y tuvequeapoyarmeconambasmanosenelbordedelamesa.

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— ¡El emperador desea verme a las cuatro! —repetí casiinconscientemente.

—Sí—dijo,sonriéndosedemiasombro.

—Perosielemperadornosabesiquieraqueexisto,micoronel.¿Paraquémehademandarabuscar?

—Precisamenteesloquemedigoparamisadentros—respondióLasalle,retorciéndoseelbigote—.Sinecesitaunbuensable,¿paraquéhadebuscareldeunodemistenientes?Podíahaberencontradoloquenecesitaeneljefedelregimiento.

—Sea de ello lo que fuere —prosiguió, dándome otra palmada en elhombroconsusmanerascordiales—,acadacuallellegasuhorabuena.Amímetocólamía,sinlacualnoseríacoroneldeldécimoregimiento.Noletengoaustedmalavoluntadporqueletoqueahoralasuya…Adelante,joven.Deseoqueseaéstesuprimerpasohaciaelsombreroconplumas.

Noeranmásque lasdos,ymedejó,prometiendovenirabuscarmeparaacompañarmealpalacio.Podéisimaginarlasconjeturasqueyoharíasobreloqueelemperadorquerríademí.Ibayveníapormihabitación,calenturiento.Hubomomentoenquemedecíaquequizáhubieraoídohablardeloscañonestomados pormí enAusterlitz; pero había otrosmuchos que habían tomadocañones en Austerlitz, de lo cual hacía dos años. Tal vez quisierarecompensarme por mi lance con el ayudante de campo del emperador deRusia, y luego de pronto, me entraba un sudor frío y me figuraba que mellamaba para regañarme.Me remordía la conciencia por algunos desafíos ycalaveradasllevadosacaboenParísdespuésdelapaz.

Perono,nodebedesereso,decíayo,recordandolaspalabrasdeLasalle:«sinecesitaunhombrevaliente…».

Eraevidentequenuestrocoronelteníaalgúnbarruntodeloquehabía.Sino hubiera sabido que me era favorable, no habría tenido la crueldad defelicitarme.Aquellaconvicciónadquiriómásfuerzaenmiespírituymellenóde júbilo;mesentéparaescribiramimadre,ydecirlequeelemperadormeestabaaguardandoparaconsultarmesobreunasuntoimportante.Mesonreíaalescribir,pensandoenqueaquelloconfirmaría labuenaopiniónque teníamimadredelbuensentidodelemperador.

A las tres y media, oí el chasquido de un sable en los peldaños de miescalera.EraLasalle,acompañadodeunseñorbajito,pulcramentevestidodenegro, con chorrera y puños de encaje. Pocos paisanos conocíamos losmilitares,perorealmenteaquéleraunodelosqueteníamosqueconocer.Mebastó con ver aquellos ojos llenos de viveza, aquella nariz cómicamenteremangaday aquellos labiosdelgadosy apretados, para comprenderqueme

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encontraba delante del único hombre con el cual Europa y hasta el mismoemperadorteníanquecontar.

—SeñordeTalleyrand—ledijoLasalle—,lepresentoaustedal tenienteEstebanGerard.

Saludé, y el hombre deEstadome examinó, desde la punta del penachohastalarodajademisespuelas,conunamiradaquesemefigurólapuntadeunflorete.

—¿Haexplicadoustedal tenienteenquécircunstanciaslemandallamarelemperador?—preguntóconvozsecaychillona.

Talcontrasteexistíaentreamboshombres,quenopudedejardemirarlos,unotrasotro:alpolíticobajito,vestidodenegro,yalarrogantehúsar,contrajecolor azul celeste, con unamano en la cadera y otra en la empuñadura delsable. Sentáronse los dos, Talleyrand sin ruido, Lasalle con un estrépito detodoslosdemonios,comouncorceldebatallaqueseencabrita.

—Vamos a ver, joven—dijo mi coronel bruscamente—. Estaba yo estamañana con el emperador en su gabinete particular, ruando le trajeron unacarta.Laabrióysesobresaltótanto,queelpapelseleescapódelasmanosycayóalsuelo.Lorecogíyseloentregué,peroélmirabafijamentealapareddeenfrentecomosihubieravistounespectro,yrepitióvariasveces;«Fratellid’Ajaccio». No pretendo saber más italiano que el que un hombre puedeaprenderendoscampañas,asíesquenoheentendidodenadadeloquedijo.Parecía haber perdido el juicio, y así lo hubiera usted creído, señor deTalleyrand, si hubiese visto sumirada. Volvió a leer la carta, y permaneciósentadosinmoversemásdemediahora.

—¿Yusted?—preguntóTalleyrand.

—Yoestabadepiesinsaberquéhacer.Deprontoparecióquerecordabaelsentido.

»—Me figuro,Lasalle—dijo—, que tiene usted oficiales resueltos en eldécimo.

»—Todosloson,señor—contesté.

»—Situvieraustedqueescogerunoconcuyovalorsepudieracontar,peroquenopensarademasiado(yameentiendeusted,Lasalle),¿cuálelegiría?

Comprendíquequeríaunoquenotrataradeprofundizarmuchosusplanes.

»—Unotengo—dije—,conmuchosbigotesyespuelas,quenopiensamásqueenloscaballos.

»—Éseeselquenecesito—contestóNapoleón—.Tráigameloustedamigabinete.

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—Poresolehevenidoabuscarausted,y,esperoquehonraráaldécimodehúsares.

Nomelisonjeabanmucholasrazonesquehabíandeterminadolaeleccióndemi coronel, y seme debió de conocer en la cara, porque soltó una grancarcajada,alacualcorrespondióTalleyrandconsucloqueosecoybrusco.

—Unconsejo sencilloantesdequesalga,usted, señorGerard—medijo—:Vaustedanavegarporaguasrevueltasypodríausteddarconpilotopeorque yo. No tenemos la menor idea del significado de este asunto, y sinembargo,nosimportamuchoalosencargadosdelosinteresesdeFranciaestaralcorrientedeloqueocurre.¿Meentiendeusted,señorGerard?

No tenía ninguna idea de lo que quería decirme, pero me incliné,aparentandoqueloentendíaperfectamente.

—Obreusted,pues,conlamayorprudencia,ynadadeestodigaanadie—prosiguióTalleyrand—.ElcoronelLasalleyyotrataremosdequenonosveanconusted,peroleaguardamosaquíyledaremosnuestraopinióncuandonoscuenteloquehayapasadoentreelemperadoryusted.Eshoradequesevaya,porquealemperadorloquemáslemolestaeslafaltadepuntualidad.

Mefuiapieapalacio,queestabaaunoscienpasosdemicasa.Entréenlaantecámaradonde se agitabaDuroc con suhermoso trajenuevo, rojoyoro,entrelamuchedumbrequeaguardaba.LeoídeciramediavozaCaulaincourtque todoaquelgentío eranduquesalemanes,unosenbuscade reinos,otrostemerosos de verse convertidos en mendigos. Duroc, en cuanto oyó minombre,memandóentrar,ymeencontréenpresenciadelemperador.

Naturalmente,lehabíavistocienvecesenelcampamento,peronuncanoshabíamosencontradofrenteafrente.Seguroestoydequesilehubieraisvistosin saber quién era, le habríais tomado por un hombrecillo cualquiera,bronceado, de frente alta, pantorrillas bien formadas y favorecidas por unoscalzones de cachemira blanca. Sin embargo, aun al que no le conociera lellamaría la atención la singularidad de su mirada, que sabía tomar unaexpresióncapazdeasustaraungranadero.DicenqueelmismoAugereau,quenuncaconocióelmiedo, temblabaante lamiradadelemperador,hastaen laépocaenqueNapoleónnoeramásqueunsoldadodesconocido.Memiró,noobstante,conciertadulzura,ymehizounaseñaparaquemequedarajuntoalapuerta.Menevalescribíaaldictado, fijandoenmí,entre frasey frase, susojosdesabueso.

—Bueno.Sepuedeustedmarchar—ledijoelemperadorbruscamente.

Cuando el secretario se marchó, atravesó el cuarto con las manos a laespalda yme examinó sin decir palabra. Aunque era bajo, le gustaba tenercerca buenos mozos, de modo que creo que debió de quedar satisfecho.

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Permanecídepieconunamanoenelchacóyotraenelpuñodelsable,conlosojosfijosaquincepasosdemí,enlaactitudquedebetenerunsoldado.

—Bueno, señorGerard—medijoalcabo,colocandoundedoenunodelosalamaresdemipelliza—.Mehandichoqueesustedoficialdemérito.Sucoronellohaelogiadomucho.

Queríayohabercontestadobrillantemente,pero loúnicoquerecordéfuelafrasedeLasalledequeyoeratodobigotesyespuelas,demodoqueseguícallado.Elemperadordebiódeconocerenmicaraloquemepasaba,ycomoalfinnocontesté,nopareciódescontentoydijo:

—Creoqueesustedelhombrequemehacefalta.Nomefaltanhombresvalientesyentendidos.Perounoresueltoque…

No acabó la frase, y por mi parte no sabía lo que quería decir. Meconforméconasegurarlequepodíacontarconmigohastalamuerte.

—Sabeustedmanejarelsable,segúnmehandicho.

—Bastantebien,Señor—contesté.

—Suregimientoleeligióaustedpararepresentarleenelgranasaltoparaelcampeonato.

Mealegrédeverqueconocíatanbienmisproezas.

—Miscompañerosmehicieronesehonor.

—¿Yparasoltarselamano,insultóustedaseismaestrosdearmasdurantelasemanaqueprecedióalasalto?

—Sietevecesmebatíensietedías,señor.

—¿Ynosacóustedniunarañazo?

—Elmaestrodearmasdel23deligerosmetocóenelcodoizquierdo.

— ¡No quiero oír hablar más de esa clase de calaveradas! —gritó depronto,conunaccesodeaquellascólerasterribles—.¿Creenustedesquedoyesoscargosasoldadosveteranosparaqueustedesseejercitencontraellosconterceras y cuartas? ¿Cómo lo haré para retar aEuropa simis soldados usanunos contra otros la espada que les confío? Si me habla usted más de susdesafíos,leharépedazosconestosdedos.

Vipasarsumanogordayblancapordelantedemisojos:suvozsehabíapuestoroncaysibilante.Semepusolacarnedegallina,yhabríapreferidoenaquel instante verme frente a unbatallón enemigo.Se fue hacia lamesa, sebebiódeunsorbounatazadecafé,ycuandosecolocóotravezdelantedemí,todahuelladetormentahabíadesaparecido:ostentabaaquellasonrisasingularqueseobservabaensuslabios,peronuncaenlosojos.

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—Necesitolosserviciosdeusted,señorGerard.Puedequeestémásseguroconunbuen sable ami lado, y tengomis razones para escoger el de usted.Peroporlopronto,hedeexigirleaustedelsecreto.Mientrasyoviva,loquehoyvaapasarentrelosdos,nadielohadesaber.

MeacordédeTalleyrandydeLasalle,peroprometí.

—Ensegundolugar,noquierooírlaopinióndeustednisusconjeturas,ydeseoquehagaexactamenteloqueyolemande.

Meincliné.

—Loque necesito es la espada de usted, y no su cerebro. ¿Me entiendeusted?

—Sí,señor.

—¿ConoceustedelbosquecillodelCancillerenlaselva?

Hiceunateñaafirmativa.

—¿Conoceustedelpisograndedoble,dondesereúnenloscazadores?

Meinclinédenuevosindecirpalabra.

Yahacíatiempoquenomeasombrabadenada;simehubieraindicadoqueocupara su lugar en el solio imperial, me habría contentado con inclinar elchacó.

—Entraremos en el bosque juntos—prosiguió el emperador—. Llevaráustedsusable,peronopistolas.Nomedirigiráustedlapalabra,yyotampocolehablaré.Andaremosensilencio.¿Entiendeusted?

—Entiendo,señor.

—Alcabodeunrato,veremosunhombre,probablementedos,debajodeunárbol;silehagoaustedseñaparaquemedefienda,tendráustedpreparadoelsable;sileshablo,aguardaráustedlossucesos.Peroencuantohayaustedsacado el sable, después demandárselo yo, es necesario que no quede vivoningunodelosdoshombres.Yaleayudaréaustedyo.

—Señor—dije—,nosonmuchosdosparamisable;pero¿novaldríamásquemeauxiliaseuncompañeroenvezdequevuestramajestadtomeparteenelcombate?

—Hesidosoldadoantesdeseremperador.¿Creeustedquelosartillerosnotienensablescomoloshúsares?Perolehemandadoaustednodiscutir.Haráustedexactamente loqueyo lediga.Sisesacan lossables,ningunodeesoshombreshadesobrevivir.

—Nosaldrándeallívivos,señor.

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—Muybien.Notengomásquedecirleausted.Puederetirarse.

Medirigíhacialapuerta,peroalsalirsemeocurrióunaideaymevolví.

—Hepensado,señor…—empecétímidamente.

Seprecipitósobremícomounafiera.Creídeverasquemeibaapegar.

—¡Cómopensar!—gritó—.¡Quéhapensadousted!¿Creeustedqueleheelegidoporsercapazdepensar?Quenolevuelvaaoírhablarasí.Esustedelúnicohombre…Perobastaya.A lasdiezde lanocheme iráustedabuscarjuntoalpino.

Aseguro queme alegré mucho de verme fuera. Cuandomonto un buencaballo y resuena el sable contra el estribo, sémuy bien dónde estoy.Y encuanto se refiere a forraje, verde o seco, a avena, o almohazar o amanejarescuadrones en marcha, nadie ha de enseñarme nada. Pues cuando meencuentroencompañíadeunchambelán,deunmariscaldelpalacio,otengoquebuscarpalabrasparacontestaraunemperadoroescucharaunaporcióndegentequehablansolapadamenteenvezdedecirconfranquezaloquepiensan,estoycomouncaballodeguerraenganchadoalaberlinadeunaduquesa.

Me alegró, pues, mucho haber acabado, y corrí directamente ami casa,comouncolegialqueseescapadelmaestro.

Alabrirlapuertademicuarto,loprimeroquevifueronunpardepiernasazules con botas de húsar, y otro par de piernas negras, con calzón corto yzapatosdehebillas.Losposeedoresdeambosparesdepiernasse lanzaronamiencuentro.

—¿Yquénoticiashay?—preguntaronlosdosauntiempo.

—Ninguna.

—¿Nohaqueridoveraustedelemperador?

—Lehevisto.

—¿Yquélehadichoausted?

—Señor de Talleyrand, con gran sentimiento mío, nada puedo decirle austed.Heprometidoelsecretoalemperador.

—¡Bah,bah!Queridoamigo—dijoacercándosememucho,comoungatoquebuscaunacaricia—:estamosentre amigos, y la cosano saldráde aquí.Además,elemperadorseguramentenomehaincluidoenlaprohibición.

—Enunminutosellegaapalacio.Sinolecausagranmolestia,hágameelfavordellegarseallíytraermemanifestaciónescritadelemperadordequeaustednolealcanzalaprohibición.Conmuchogustolereferiréentoncesloquehaocurrido.

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Meenseñólosdientes,comozorroviejoqueera,ydijo:

—El señor Gerard se me figura algo engreído con su importancia. Esdemasiado jovenparaver bien las cosas.Al envejecer ya irá viendoquenosiempreesbuenoparaunoficialsubalternooponernegativastancategóricas.

No sabía yo qué contestar cuando Lasalle vino en mi auxilio con suacostumbradabrusquedad,diciendo:

—Estejoventienerazón.Siyohubierasabidoquehabíaprometidocallar,nolehabríainterrogado.Yasabeusted,señordeTalleyrand,quesilehubieracontestado,tendríausteddeéllamismaideaqueyodeunabotelladeBorgoñavacía.Pormiparte,leprometoquelehabríaechadodeldécimodehúsaressihubiese revelado el secreto del emperador, y lo habría sentido, porqueperderíamosnuestromejorsable.

PerolairadelhombredeEstadoaumentócuandovioquemesosteníamicoronel.

—Heoídodecir,coronelLasalle—respondiócondignidadglacial—,quelaopinióndeustedesdemuchopesocuandosetratadecaballeríaligera,ysinecesitaradatossobreestaarmaespecial,conmuchogustoselospediría.Peroesteasuntocaebajolajurisdiccióndeladiplomaciaymepermitiráustedqueconservemiopiniónsobreelcaso.MientrasesténamicargolaprosperidaddeFranciaylaseguridadpersonaldelemperador,emplearétodoslosmediosquepuedaparacumplirlamisiónquemeestáconfiada,aunqueseacontraeldeseotemporal delmismo emperador. Tengo el honor de saludar a usted, coronelLasalle.

Meechóunamiradadeodio,ygirandosobrelostalones,salióconpasitorápidoysilencioso.

Por la actituddeLasalle, viqueno legustabaverse enoposiciónconelpoderoso ministro. Soltó un terno o dos, y cogiendo sable y gorra, se fueescalerasabajocongranruidometálico.Meprecipitéhacialaventana,ylosvialosdosbajarlacallejuntos.Talleyrandandabatiesoydeprisa,yLasallelehablabacongrandesademanes;supusequequeríahacerlaspacesconél.

El emperador me había prohibido pensar, e hice cuanto pude porobedecerle. Cogí los naipes de la mesa donde los había dejado Morat, yempecé a hacer combinaciones de ecarté. Pero como no podía recordar eltriunfo, tiré las cartas debajo de la mesa. Luego saqué el sable y estuveesgrimiendohastaquemecansé.Todoerainútil.Micerebrotrabajabaapesarmío; tenía que buscar al emperador a las diez en el bosque. De todas lascombinacionesextraordinariasdesucesos,aquéllahabíasidoseguramente laúltima que se me habría ocurrido al despertarme por la mañana. ¡Quéresponsabilidad tan terrible, y paramí sólo! Aquellome producía un sudor

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frío.Hevistovariasveceslamuertecaraacaraenloscamposdebatalla,perosólo entonces supe lo que era elmiedo. Reflexioné al fin y al cabo que lomejor era cumplir como oficial leal y valeroso, y, sobre todo, seguirliteralmentelasórdenesrecibidas.Silascosasmarchabanbien,empezaríaasími fortuna. Pasé así aquella larguísima noche con alternativas de temor yesperanza,hastaelmomentodeprepararmeapartir.

Mepusemicapadereglamento,pornosabercuántotiempopasaríaenlaselva, y abroché el cinturón con el sable por encima.Mequité las botas dehúsar,poniéndomepolainasyzapatos.Luegoemprendíelcaminodelbosque,conelentendimientomásdespejado,porquesiempremesientomástranquilocuando,pasadoeltiempodelareflexión,llegaelmomentodeobrar.

Pasé juntoalcuartelde loscazadores,ypordelantede lahileradecafésllenos de oficiales de todas armas. Vi el uniforme azul y oro de algunoscompañeros enmedio de la muchedumbre de los uniformes obscuros de lainfantería y de los dormanes verdes de los guías. Allí estaban sentados,bebiendo y fumando,muy tranquilos, sin pensar en lamisión confiada a sucompañero. Mi comandante me distinguió a la luz de un farol, y salió allamarme a la calle. Apreté el paso como si no le oyera, y volvió a entrarechandopestescontramisordera.

Fácil es llegar al bosque de Fontainebleau. Los árboles llegan hasta lascalles, como los tiradores al frente de una columna: Tomé un camino quellevabaallinderodelaselva,ymedirigírápidamentehaciaelañosopino.

Brillaba la luna, y cuando llegué a la cita vi que no era el primero. Elemperadorsepaseabaconlasmanosalaespaldaylacabezainclinadasobreelpecho.

Llevabaunagrancapagrisconlacapuchaenlacabeza.Yalehabíavistoconaquel trajedurantelacampañadePolonia,dondedecíanqueseponíalacapuchaparaquenoleconocieran.GustábalesiempreenParísovivaqueando,pasearse por la noche escuchando las conversaciones en las tabernas oalrededordelashogueras,Perosuposturademanosdetrásdelaespaldaysucostumbredebajarlacabezaerantanfamiliares,quesiempreseleconocía,ynosedecíamásqueloquepudieraserleagradable.

Mi primer pensamiento fue que se iba a enfadar conmigo por haberlehecho aguardar, pero al acercarme oí dar las diez en la iglesia deFontainebleau.Élsehabíaadelantado;yoeraexacto.Recordésuordendenopronunciar una palabra y me paré a cuatro pasos de él haciendo sonar lasespuelasyelsable,conlamanoenelchacó.

Me echó unamirada, y sin decir palabrame volvió la espalda y echó aandarhacia laselva.Leseguía regulardistancia.Unavezodosmepareció

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quemirabaconaprensiónaderechaeizquierda,comosihubieratemidoquealguiennosobservase.Miré también,yaunquemivistaespenetrante,novimásquedesgarronesdelunaatravésdelassombrasdelosárboles.Tengoeloído tan fino como la vista, y dos veces creí oír crujidos de ramas, pues essabidoquedenocheseoyenmuchosruidosenlosbosquesyesdifícilafirmardedóndevienen.

Anduvimos así como kilómetro y medio, y supe exactamente el sitio adóndeíbamos,muchoantesdellegar.Enelcentrodeunclaroseencuentraeltroncodeunárbolquedebiódesergigantescoenotro tiempo.Lollamanla«EncinadelAbad»,ytantasbrujeríassecuentandeaquelseculargigantedelasselvas,quemásdeunvalientesoldadotemeríahacercentinelajuntoaél.Yome burlaba de talesmajaderías, lomismo que el emperador; así es queatravesamoselclaroynosdirigimosderechamentealárbol;alacercarnos,viadoshombresqueallíaguardaban.

Estaban algo retirados, como si quisieran ocultarse, pero al acercarnos,salierondelasombrayavanzaronanuestroencuentro.Elemperadorvolviólacabezahaciamíyacortóelpaso,demodoquemeencontrémáscercadeél.Podéis figuraros que tenía yo el sable preparado y no quitaba ojo de loshombresque senosacercaban.Unoeramuyalto,otrodeestaturamásbienbaja,deaspectomuydeterminado.Ambosllevabancapasnegrasconunpañopor encima del hombro y otro colgando, como los dragones de Murat.LlevabanenlacabezaboinasnegrascomolasqueluegovienEspaña,yque,echadas hacia adelante, daban sombra a la cara, aunque por debajo les virelucir los ojos. Con la luna detrás, y precedidos de sus sombras negras yalargadas,eranprecisamentelospersonajesquepodíaunofigurarsequeibaaver de noche junto a la «Encina del Abad». Recuerdo que tenían unmodofurtivodeandaryquelalunaformabaentresuspiernasylasdesussombrascomodosreguerosdediamantesblancos.

El emperador se había parado, y los dos forasteros también, a algunospasos de nosotros. Me había acercado, de modo que estábamos los cuatrofrente a frente sin decir palabra. Fijé particularmente la mirada en el alto,porque estabamás cerca demí, y noté que parecíamuy agitado. Su cuerpolargoyflacotemblaba,ypodíayooírsurespiracióncortayanhelosa,comoladeunperrocansado.Depronto, lanzóunodeellosunsilbidobreve.Elmásaltodoblólaespaldaylaspiernascomoquiensevaaecharalagua,peroantesdequepudierahacerotromovimientome lancéa suencuentroconel sabledesenvainado.Entoncessucompañerosaltóyclavóunpuñalenelcorazóndelemperador.

Amigosmíos, ¡qué terriblemomento!Nosécómonocaíyo también.Vicomo en sueño el abrigo gris voltear con movimiento convulsivo y a laclaridad de las estrellas brillar el mango del puñal entre los dos hombros.

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Luegocayóelemperadorenlayerbaconunruidosordo,yelasesino,dejandoelarmaclavadaenlaespaldadesuvíctima,empezóalevantarlosbrazosyadar gritos de júbilo. Me arrojé sobre él, y le atravesé con mi sable tanfrenéticamente,queelchoquedelaguarnicióncontraelesternóndelbandidolo echó a rodar a seis pasos, dejando el sable libre para atacar al otro.Mevolvíaparalanzarmecontraél,sedientodesusangrecomounafiera,cuandoviel relámpagodeotrahojadeaceropasarpordelantedemisojos;sentíelfríometálicosobreelcuello,yelpuñodelhombrequemecaíaenlaespalda.Levantéelsable,peroelhombresaltódeladoytomócarrera,brincandocomoungamoatravésdelclaro,alaluzdelaluna.Peronosemehabíadeescaparasí.

Sabíayoqueelpuñaldelasesinohabía llevadoacabosuobra.Pormuyjovenqueyofuese, teníabastanteexperienciade laguerraparaconocerunaheridamortal.Mebajéparacogerlamano,fríaya,delemperador.

—¡Señor,señor!—exclamé.

Ni contestación, nimovimiento.Comprendí que todohabía acabado.Melevantélocodedesesperación,mequitéelabrigoyechéacorrercontodasmisfuerzasdetrásdelasesino.

¡Cuánto me congratulé de la precaución con que me había quitado lasbotasparaacudirconzapatosypolainas,ytambiéndehabersoltadoelabrigo!Elmiserablenopudodeshacersedelsuyoonocayóenello,demodoquecadavezmeacercabamásaél.Debíadehaberperdidolachaveta,puesnotratódellegar a las partes retiradas del bosque: siguió su carrera y llegó a la grancanteradeFontainebleau.Allínolepodíaperderdevista,yconocíquenosemepodíaescapar.Biencorría,comocorreuncobardecuandosuvidaestáenpeligro,peroyo leseguíacomoelDestinosiguealhombre.Yacasi le teníacogido, titubeaba, jadeaba el perseguido, y oía yo su respiración sibilante yanhelosa.Deprontoseabrióanteélelabismo,yechándomeunamiradaporencimadelhombro, lanzóungritodesesperado.Inmediatamentedesaparecióenlacantera.

Había desaparecido completamente. ¿Comprendéis? Corrí y traté decolumbraralgoenelagujeronegro.¿Sehabíaprecipitadoallí?Asíempezabaacreerlo,cuandonotéenlaobscuridad,debajodemí,unruidoinsólitoperoregular. Reconocí su respiración: se había escondido en la barraca de lasherramientas.

Alaorilladelacanterahabíaunaplataformaenlacualhabíanconstruidolosobrerosunachozademaderaparaguardarlasherramientas.Sobreaquellaplataformahabíasaltadoelnecio,creyendoquenomearriesgaríaaseguirloen laobscuridad.NoconocíaaEstebanGerard.Deunbrincomepuseen laplataforma,entréenlacabaña,yoyéndolemoverseenunrincón,meprecipité

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sobreél.

Sedefendíacomoungatomontés,peronopodíalucharconsupuñalcorto,y del primer golpe le debí de atravesar, porque él parecía asestar golpes alacaso,yprontoselecayóelarma.Measegurédequeestabamuerto,volvíalallanurayechéaandaralazar,sinsaberadóndeibaconelsableenlamanoyzumbándome los oídos.De pronto,mirando en derredor,me encontré en elclarodela«EncinadelAbad»,yviapocospasoseltroncorotoqueseasociasiempreenmimemoriaconelmomentomásterribledemivida.Mesentéenunárbolcaído,conelsableencimadelasrodillasylacabezaentrelasmanos,ytratédepensarenloquehabíapasadoyenlasconsecuenciasdelamuertedelemperador.

Elemperadormehabíaconfiadosupersona:el emperadorhabíamuerto.Taleseranlasdosideasqueluchabanenmicabeza.Mefueimposiblepensarenotracosa.

Había ido conmigo y habíamuerto.Había yo ejecutado las órdenes quevivomehabíadadoylehabíavengadomuerto.Pero¿quéresultaríade todoaquello? ¿Podía considerárseme responsable? ¿No creerían que era yo elasesino? ¿Cómo probarmi inocencia? ¿Qué testigos tenía? Podía pasar porcómplice de aquellos miserables. Estaba deshonrado para siempre, era elhombre más despreciable de toda Francia. Desvaneciéronse mis hermosasambiciones militares y las esperanzas de mi madre. ¿Qué hacer? ¿Ir aFontainebleauaanunciarqueelemperadorhabíasidoasesinadoadospasosdemí?No era posible.No habíamás que un partido que pudiera tomar unoficiallealcolocadoporeldestinoensituacióntancruel.Atravesarmeconelsablecompartiendolasuertedelemperador,yaquenopudeevitarla.

Me levanté para poner mi idea en práctica, cuando un espectáculoinolvidablemedejósinrespiración:elemperadorestabadepiedelantedemí.

Allíestaba,aunosdiezmetros:lalunailuminabadellenosurostropálidoyglacial.El abrigo gris, cuya capucha había caído, estaba abierta, demodoquepudeverquellevabaeluniformeverdedelosguías,yelcalzónblanco.Llevabalasmanosalaespaldaylabarbasobreelpecho,segúnacostumbraba.

—Bueno—dijoconsuvozmásdura—,¿cómohaandadoeso?

Creoquesihubieratardadootrominutoenhablar,mehabríavueltoloco.Peroaqueltonomilitaryrudoeraexactamenteloquehacíafaltaparaqueyovolviera en mí. Vivo o muerto, allí estaba el emperador, dirigiéndome lapalabra.Mepuseenpiedeunbrinco,ysaludé.

—Ha matado usted a uno —me dijo, señalándome la encina con unmovimientodecabeza.

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—Sí,señor.

—¿Elotrohalogradoescaparse?

—No,señor.Tambiénlehematado.

—¡Cómo!¿Hamatadoustedalosdos?

Seacercóamíconunasonrisaquehizobrillarsusdientesalaclaridaddelaluna.

—Uncadáverestáahí,señor.Elotroestáenlachozadelasherramientas,albordedelacantera.

—Entonces,yanoexistenloshermanosdeAjaccio—dijocomoparasí—.Lasombrahadesaparecidoparasiempre.

Luegoseinclinó,yponiéndomelamanoenelhombro,medijo:

—Se ha portado usted bien, joven amigo. Ha estado a la altura de sureputación.

Era el emperador en carneyhueso.Notaba sumanogordita apoyada enmí,ysinembargo;nopodíaolvidarloqueacababadever.Lemirabaconojostanasombrados,quesonriódenuevo.

—No soy un aparecido, señor Gerard, venga usted conmigo, ycomprenderá.

Ymellevóhaciaeltroncodeencina.Losdoscadáveresyacíanaúnenelsuelo,ycercaestabandoshombres;cuandonosaproximamos,losconocíporsusturbantes:eranRustányMustafá,losdosmamelucosdelemperador.Éstese paró delante de la capa gris, y levantando la capucha que encubría lasfacciones,descubrióunacaracompletamentedistintadelasuya.

—Aquíreposaunfielservidorquehadadolavidaporsuamo—dijo—.Vea usted que el señorGoudín se parecía algo amí en losmodales y en elconjunto.

¡Qué delirante alegría cuando aquellas palabras me lo explicaron todo!Adelanté con los brazos tendidos como para abrazarle, pero sonrió yretrocedióunpaso,comoadivinandoelimpulsoquemehacíaobrar.

—¿Noestáustedherido?—mepreguntó.

—No,señor;perosihubierapasadounmomentomás,enmidesesperaciónibaa…

—¡Bueno,bueno!Sehaportadoustedvalientemente.Peroéldebíahabertenidomáscuidado.Hevistocuantohaocurrido.

—¿Estabaahívuestramajestad?

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—¿Puesnomehaoídoustedseguirleporelbosque?NoleheperdidoausteddevistadesdequehasalidodesucuartohastaquehacaídoGoudín.Elfalsoemperadoribadelantedeustedyelverdaderodetrás.Ahoramevaustedaacompañarapalacio.

Dio en voz baja una orden a sus mamelucos, que saludaron sin hablarpalabra. Yo seguí al emperador. El orgullo me hacía reventar. Siempre hetenidoelbuenairequedebeostentarunhúsar,peronielmismoLasallesehapuestonuncatantieso,nihahechoondearlapellizacomoyoaquellanoche,haciendoresonarmisableymisespuelas.YoeraEstebanGerard,confidentedel emperador, el primer sable de la caballería ligera, el matador de losmiserables que habían querido asesinar al emperador. Pero éste notó misademanes,yvolviéndosebruscamentehaciamí:

— ¿Qué modales son ésos? —exclamó entre dientes fijando en mí suaceradomirar—.¿Esésalamaneradeandarcuandoseestáencargadodeunamisiónsecreta?¿Asívanacreersuscompañerosdeustedquenohapasadonadadeparticular?Adopteustedcontinentemenosconquistador,olotrasladoapontoneros,dondetendrámástrabajoyaspectomenosbrillante.

Asíobrabaelemperador.Sicreíaquealguienpensara tenerderechoasufavor, aprovechaba la primera ocasión para enseñarle el abismo que losseparaba. Saludé en silencio, pero he de confesar que me sentí agraviado,después de lo que había pasado entre nosotros. Seguimos andando hasta elpalacio, en el cual penetramos por la puerta excusada, y entramos en sugabinete.Enlaescalerahabíadosgranaderos,queabrierondesmesuradamentelosojoscuandovieronauntenienteentraramedianocheenlashabitacionesdelemperador.Mequedéenpiejuntoalapuerta,lomismoqueporlatarde,mientras él se dejaba caer en una butaca, donde permaneció tanto tiemposilencioso,quecreíquemehabíaolvidado.Alfinmearriesguéatoserunpocopararecordarlequemeencontrabaallí.

— ¡Ah, señorGerard!—me dijo— ¿tendrá usted curiosidad de saber loquesignificaesto?

—Satisfechomequedaré,señor,aunquenadasemediga.

— ¡Bah, bah! Eso no son más que palabras. En cuanto salga usted, sedevanarálossesosparatratardeencontrarunaexplicación.Dentrodedosdíastodossuscompañeroshabránolfateadoellance,dentrodetreshabrádadolavueltaaFontainebleau,ydentrodecuatrosesabráenParís.Siahoraledigoaustedlobastanteparasatisfacersucuriosidad,¿podréesperarqueanadieselocuenteusted?

Decididamente nome conocía el emperador, y sin embargonohicemásquesaludarycallarme.

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—Conpocaspalabraslocomprenderáustedtodo—dijo,hablandomuydeprisaypaseándosepor lahabitación—.Esosdoshombreserancorsos,y losconocícuandoerajoven.Habíamospertenecidoalamismasociedad,llamadaloshermanosdeAjaccio.AquellasociedadsefundóentiempodelviejoPaoliyseregíaporreglasmuyseverasquenopodíanviolarseimpunemente.

Pasó por su cara una mueca y me pareció comprender que habíadesaparecidoenél cuanto teníade francés,yqueeraentoncesunverdaderocorso, hombre de pasiones violentas y de vendetta. Sus recuerdos lo habíantransportadoalosdíasdesujuventudysiguióyendoyviniendoconsupasocortoy rápidode tigre, sumidoensuspensamientos.Luego,con impacienteademánpareciódesprendersedeaquellasmemoriasyvolvióa lopresente,asupalacioyamí,continuando:

—Las reglas de semejante sociedadmuybien puede seguirlas un simpleciudadano. No hubo en otro tiempo hermano más leal que yo. Pero lascircunstanciashanvariado,ynimiinterésnieldeFranciaconsientenquemesometaaaquellasreglas.Esoshombreshanqueridoobligarmeaserlesfiel;yhancausadosupropiapérdida.EranlosdosjefesdelaordenyhabíanvenidodeCórcega a citarme en este sitio, designado por ellos.Ya sabía yo lo quesignificaba semejante llamamiento, de los cuales ningún hombre ha vuelto.Porotraparte,sinohubieraobedecidoasumandato,sabíaquenomehabríasustraídoasupoder.PertenezcoaesasociedaddeloshermanosdeAjaccioyconozcosumaneradeproceder.

Unplieguedurocontrajosuboca,ysuypupilalanzóunamiradafría.

—¿Ve usted el dilema, señorGerard? ¿Qué habría hecho usted en talescircunstancias?

—Encargar de esto al décimo regimiento de húsares. Patrullas habríanrecorridoelbosqueentodossentidos,yhabríanaprisionadoaambosbribones.

Sonrióymeneólacabeza.

—Tenía excelentes razones para no cogerlos vivos —prosiguió—.Comprendaustedquelalenguadeunasesinopuedesertanpeligrosacomosupuñal.Noleocultaréaustedqueatodacostahequeridoevitarelescándalo,yporesolemandéaustednotraerpistolas.Porlomismoharándesaparecermismamelucos todas las huellas de este lance, del cual nadie oirá hablar. Hepensado en todos los medios posibles, y creo haber elegido el mejor. Sihubiera enviado varios hombres a la selva con Goudín, los hermanos nohabríanaparecido.Peroyoestabasegurodequeéstosnocambiaríandeplanni desaprovecharían la ocasión, a pesar de la presencia de un extraño. Lapresencia accidental de Lasalle cuando recibí su orden, es lo que me hizoescoger aunode sushúsarespara estamisión.Lehe elegido austed, señor

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Gerard, porque necesitaba un hombre que supiera manejar un sable y notratarade ahondar en el casomásde loqueyoquisiera.Creoquebajo esteúltimo aspecto justificará ustedmi elección, como lo ha hecho en cuanto avalentíayhabilidad.

—Señor,vuestramajestadpuedecontarconmigo.

—Mientrasyoviva,niunapalabradeesto.

—Borroenteramentesurecuerdodemimemoria,y ledoymipalabradequesaldrédeestegabinetelomismoqueentréalascuatro.

—Eso no—dijo el emperador sonriendo—.Entonces era usted teniente.Ahoramepermitiráustedqueledélasbuenasnoches,capitán.

DecómoelbrigadiertuvoensusmanosalRey

A pesar de todo cuanto os he contado, amigos míos, creo que jamásllegaréisacomprenderquiénerayoenaquellostiempos.

Mehabéisconocidosiempredepaisano;conciertoaireyciertosmodales,esverdad,perosiempredepaisano,locualesmuydistintoquesimehubieraisconocidodemilitar.

SimehubieseisvistoenlapuertadeunatabernadeAlamoeldía1.ºdeJuliode1810,entoncessabríaishastadóndepuedellegarunhúsar.

Hacíaunmesqueestabadetenidoenaquellaaldea,aconsecuenciadeunalanzadaquerecibíeneltobillodelpiederecho,yquemeimpedíaponerloenel suelo. Al principio éramos cuatro: el viejo Bouvet, de los húsares deBerchany; Jacobo Regnier, de los coraceros, y un capitancillo alegre ygracioso,cuyonombrenorecuerdo.Perotodossecuraronyhabíanmarchadoapresuradamenteasusrespectivoscuerpos,dejándomeallíconsumidodetedioy tan apenado, que más de una vez, ¿por qué no decirlo? Asomaron laslágrimasamisojos,alpensarenmishúsaresdeConflansyenladeplorablesituación en que se hallarían faltándoles su coronel. No había llegado yotodavía a brigadier, y aunque era el coronel más joven del ejército, miregimientoveníaaserparamíloquelaesposayloshijossonparaotros.Semepartíaelcorazónalconsiderarquenoteníanjefe.VerdadesqueVillaret,elcomandante, era un excelente militar; pero ¡qué queréis! Aun entre losmejores,notodossonbuenos.

¡Ah,quédíatanfelizaquélenquepudesalircojeandohastalapuertadelataberna y permanecer allí un rato recibiendo los ardientes rayos del sol deEspaña!¡Quéhermosomepareciótodoaquello!

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Lanocheanteriorhabíarecibidonoticiasdemiregimiento,ysabíaquesehallabahaciendo frentea los inglesesenPastores,pueblecito situadoalotroladodelmonte.Ladistanciano eramuy larga, ¿pero cómo llegar hastamishúsares?Lalanzaquemedestrozóeltobillohabíadadomuerteamicaballo.ConsultéconGómez,eltabernero,ytambiénconuncuraquesehospedabaenlacasa,yloúnicoquepudierondecirmefuequenoquedabaniunsolocaballoentodalacomarca.

Eltaberneronoqueríanioírqueyoestabadispuestoaatravesarelmontesinescoltaninguna,puesmeasegurórepetidasvecesqueelCuchillo,jefedeunapartidadebandoleros,andabaporallíconsugente,yque,conladisculpadeserguerrillerosyaliadosdelosingleses,saqueabanydegollabanatodoelquecaíaensusgarras.Eranverdaderos forajidosqueseaprovechabande laguerraparafingirsepatriotasyjustificarasísusfechorías.

El cura observó a lo dicho por el tabernero que no creía que unmilitarfrancéssedetuvieseportanpocacosa,y,porsupuesto,siyohubiesetenidolaideadevacilarenmipropósito,suobservaciónhabríabastadoparadecidirmeconenteraresolución.Perouncaballo,¡uncaballo!Estoeraloqueyopedía.¿Cómoseríaposibleprocurármelo…?

Aquellamañana,depechosenelbalcón,forjabayomilplanesyproyectos,cuandodeprontooigoruidodeherraduras,ylevantandolosojosveoqueseacercaba un individuo, envuelto en la capa azul de los de la Intendenciamilitar. Montaba un hermoso caballo negro, con una mancha blanca en lamanoderecha.

—¡Hola,amigo!—exclamé.

—¡Hola!—contestósecamente.

—SoyelcoronelGerard,deloshúsaresdeConflans—añadí—.Llevoaquíunmescurándomedeunaheridaquerecibíeneltobillo,peroyaestoybienyquisieraincorporarmecuantoantesamiregimiento,queestáenPastores.

—Yo soy Vidal, de la Comisaría —dijo—, y marcho a Pastores. Mealegrarédeirensucompañía,coronel,puestengoentendidoqueelcaminonoesmuyseguro.

— ¡Ay, cuánto lo siento! Amigo Vidal —repuse—, pero no puedoacompañarle, porqueno tengo caballo.Si ustedquierevendermeel suyo, leprometoenviarunaescoltadehúsaresabuscarle.

No quiso aceptar mi proposición ni produjeron en él ningún efecto lasterribles historias que le refirió el tabernero acerca de Cuchillo y su gente,bandoleros encubiertos con la capa de guerrilleros que no suelen faltar enningunaguerra.Loquehizofuellamarenaltavozparaque,inmediatamente,

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lesirvieranunvasodevino.

Conciertadiplomacialeinvitéaqueseapearaylobebieseconmigo,perodebió de leer enmis ojos lo que yo tramaba y se negó. Luego, cuandomeacerquéconlaideadehacerleapearporlafuerza,metióespuelaalcaballoymarchóagalopetendido,envueltoenunanubedepolvo.

¡Quérabiamedioverlecorrertanalegrementeaunirseconlosbarrilesdecarney lasbarricasdecoñac,mientrasyopensabaenmisvalienteshúsares,queseveíanprivadosdesujefe!Depieenelbalcóndela tabernaleseguíaconlavista,llenalaimaginacióndeamargospensamientos,cuandosentíquemetocabanenelcodo.Mevuelvoymeencuentroconelcuradequienanteshablé.

—Soyyo—dijo—elquepuedeservirle.

Leabracéconefusión,ycomoenaquelcríticomomentoseresintieramitobillo,fuemilagroquenocayéramoslosdosrodandojuntosporelsuelo.

—HagaustedquemellevenaPastores—exclamé—yleregalaréaustedunrosarioconcuentasdeoro.

HabíatomadounoenelconventodelEspírituSanto,ymeveníamuybienpara hacerle un regalo. Con esto comprenderéis cuán conveniente es tomartodoloquesepuedacuandounoestáencampaña,ycómolleganaserútilesaunlascosasquemenosloparecen.

—Yo le llevaré—dijo, hablando un francés muy correcto—, no por larecompensa,sinoporquemeplaceserviratodoelmundo.

Y sinmásme condujo a una vaquería de la aldea, donde hallamos unaespecie de diligencia deteriorada ymuy antigua, como las que se usaban aprincipiosdelsigloennuestrosmásapartadospueblecillos.Habíatambiéntresmulas viejas, ninguna de las cuales era bastante robusta para llevar a unhombre,peroque juntaspodríanquizás arrastrar al destartaladocarruaje.Alversus flacascostillasysuspatas llenasdeesparavanessentíunplacermásgrande que el día que en Fontainebleau admiré los doscientos cincuentacaballosárabesdelemperador,verdaderamentemagníficos.

Diezminutosdespuéssudueñolasaparejaba,aunquedemaltalante,puesteníaunmiedohorrorosoalCuchillo.Sóloafuerzadeprometerleriquezasenesta vida, mientras el cura le amenazaba con la condenación en la otra,conseguimos que subiera al pescante y tomase las bridas entre las manos.Luegoteníatantaprisaparamarchar,queapenasmediotiempopararenovarmisvotosypromesasalahijadeltabernero.

Enestemomentonorecuerdocómosellamabalamuchacha,perosíqueeramuyguapa,yaúnmepareceestarviendocómolloramosalsepararnos.

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Comprenderéis,amigosmíos,quecuandounhombrequehapeleadoconloshombresyhatratadoconlasmujeresdecatorcepaísesdistintos,ponderaalosunosoalasotras,esporquerealmentelomerecenmuydeveras.

Elcuritasepusounpoquitoseriocuandonosdimoselbesodedespedida,perounavezenladiligenciaresultóuncompañeromuyagradable.Duranteelcaminomeentretuvocontándomehistorietasde suparroquia, allá en lo altodelmonte, yyo, en cambio, le referí algunasdemis aventuras en campaña.Pero¡cáspita!Tuvequeandarconmuchotiento,porquecuandodecíaalgoquenoeradesuagradoserevolvíaenelasientoymelanzabamiradasquenomehacíangracianinguna.

Por supuesto,noesdecaballerosnidepersonasbieneducadaselhablardesvergüenzasaunreligioso;peroaveces,aunquesepongaelmayorcuidadodelmundo,laspalabrasseescapansinquerer.

Venía el cura, segúnme dijo, delNorte España, y se encaminaba a unaaldealaprovinciadeExtremaduraparavisitarsumadre.Cuandomehablódelcaseríodondesehabíacriado,ydelplacer,delaalegríainmensaquerecibiríasu madre al abrazarle de nuevo, me conmovió tan profundamente, que seasomaronlaslágrimasamisojos.

Ademásmeenseñólosregalitosquelellevaba.Eratansencillo,tanfrancoytanamable,quenomeextrañóoírledecirqueleapreciabantodoscuantosleconocían. Examinó mi uniforme con la curiosidad un niño, admirando laplumademimorriónypasandolosdedosporlapielconestabaadornadomidolmán. Me desenvainó también el sable para mirarlo, y cuando le dijecuántoshombreshabíamatadoconél,yseñaléelnudohechoconloscordonesdeunayudantedelemperadordeRusia,seestremecióyocultóelarmabajoelcojíndecuero,declarandoquelehorrorizabasóloelcontemplarla.

Asíentretuvimoselcamino,charlandoamistosamente,cuandoal llegarala estribación del monte oímos hacia la derecha el estampido de algunoscañonazos.ComprendíquedebíaserMassena,elcual,segúnlasnoticiasqueyohabíarecibido,estabasitiandoaCiudadRodrigo.

Hubiera tenido sumo gusto en ir a verle, pues le queríamucho, pero nopodía ser, y hubede consolarmepensandoqueun sitio resulta siempre algoaburrido,yquemayoresgloriasmeesperabanhaciendofrentea los inglesesconmisvalienteshúsares.

A cada legua que recorríamos iba en aumento mi alegría, hasta quecomencéacantarcomountenientilloreciénsalidodeSaint-Cyr.

Alempezarelascensodelmonte,elcaminosehacíamásescabrosoyelviajemás difícil. Al principio habíamos tropezado con algunos tratantes enmulas,peroyatodoelpaísparecíaestarenteramentedesierto;cosaquenoera

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deextrañarsiseteníapresentequelosingleses,losfrancesesylosguerrilleroshabíanpasadoporallí.

Hartodecantarycansadodeversiempreelmismopaisaje,quenoofrecíaatractivo ninguno, dejé de mirarlo y quedé silencioso pensando, ya en lasmujeresaquieneshabíaquerido,yaenloscaballosquehabíamanejado.Salíde aquella especie de abstracción al observar los esfuerzos que hacía micompañerodeviaje,elcual,conalgoasícomounpunzóndehierroquehabíasacadodel bolsillo, procurabahacerun agujero en la correade su frascodeagua.Mientrasasítrabajabaconmanostemblorosas,lacorreaseleescapódeentrelosdedosyelfrascocayóamispies.Meinclinépararecogerlo,yantesdequepudieralevantarme,elfingidocurasaltósobremíymeclavóelpunzónenunojo.

Comosabéisperfectamente,amigosmíos,estoymuyacostumbradoatodaclasedepeligros.Cuandounoha servidodesde los tiemposde labatalladeZurichhastaelúltimodíafataldeWaterloo,yhaganadolaLegióndeHonor,queconelmayorcuidadoconservoensuestuche,biensepuedeconfesarquealguna vez se ha tenidomiedo.Conque podéis consolaros, si alguna vez osasustáis, recordando haber oído decir al brigadierGerard que también él seasustóunavez.

Además del miedo que me dio tan inesperada acometida y del rabiosodolor que sentí, mi repugnancia fue tan grande como la que puedaexperimentarsecuandoalgúnreptilasquerosohundesuaguijónenlacarne.

Le agarré con las dos manos, y arrojándole violentamente al suelo delcarruaje le pisoteé conmis pesadas botas.Dentro de la sotana ocultaba unapistola;peroconseguíarrebatársela,ymedejécaerderodillassobresupecho.Entoncescomenzóadargritoshorribles,mientrasyo,ciegodecoraje,buscabaelsable,quetanastutamentehabíaocultadoelfalsocura.

En elmomento que lo empuñé con unamano, y con la otra apartaba lasangre que me cubría los ojos para ver la postura en que se hallaba mienemigo,elcarruajevolcóyconelbruscomovimientosemeescapóelarma.Antes de que acertara a darme cuenta de lo que había ocurrido abrióse conviolencia laportezuela,yentrevarioshombresmearrastrarondelcocheporlostalones.

Apesardeldolordelojoydelgolpequerecibíalcaersobreunmontóndepiedras, una indescriptible alegría invadió todomi ser, pues en la luchaquesostuve con los bandoleros se me subió la chaqueta hasta la cabeza,cubriéndomeunodelosojos,elsano,yconelotropudeveralosbandoleros,locualmedemostrabaquenohabíaperdidolavistaparasiempre.Estacicatrizosprobarácómopasóelpunzónporentrelacórneayelpárpado.Sindudamienemigo tuvo la intención de hundírmelo hasta el cráneo, y sólo consiguió

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aflojarunapartedelhueso interiorde la cabeza.Tantoes así, quemecostómástrabajoymástiempocurarmedeesaheridaquedeningunadelasdiezysietequeherecibido.

En medio de horribles blasfemias me arrastraron un buen trechogolpeándomeconlospuñosypisoteándomeconlospies,queafortunadamente(comosueleusarseenaquelpaís),llevabancalzadosconabarcas.Despuésdeunrato,alverlasangrequemecubríalacarayqueyopermanecíatranquilo,creyeron sin duda que había perdido el conocimiento yme dejaron en paz.Peronohabíatalcosa,puesloquehacíayoerafijarmebienentodosellosporsi algún día llegaba la ocasión de encontrármelos frente a frente y hacerlespagarcarasuhazaña.

Eran hombres fornidos y altos, de tez morena y pelo negro. Llevabanpañuelos amarillos en la cabeza, y en la cintura fajas rojas, por las queasomabanpistolasynavajas.

Habíancolocadoenelcaminodosenormespiedras,lascuales,rompiendouna de las ruedas del carruaje, le habían hecho volcar. En cuanto al infameque,fingiéndosecura,mehabíaengañadotanvillanamenteconlashistoriasdesumadreydelaparroquia,sabía,porsupuesto,conanticipación,dóndeestabalaemboscada,yprocuróinutilizarmeantesdequellegáramosaella.

No puedo explicaros la rabia furiosa de que dieron muestra cuando, alsacarledelcarruaje,vieroneldañoqueyolehabíahecho.Sibiennorecibiódemismanostodocuantomerecía,conservabaporlomenosunrecuerdodesuencuentroconGerard,puesaliraponerledepiecayódegolpesentadoenel suelo. Aunque estaba sufriendo horribles dolores, no cesaba de lanzarmeconsusojillosnegros(quetaninocentesytansimpáticosmehabíanparecidoantes),ferocesyprofundasmiradas.Parecíauntigreherido.

Cuando me pusieron en pie y me arrastraron por el estrecho camino,comprendíqueibaallegarelmomentoenquenecesitaríadetodomivalorytodos mis recursos. Por detrás venían dos de los bandoleros llevando enhombros ami enemigo, que no cesaba de dirigirme toda clase de injurias ymaldiciones.

Calculoquetardaríamosunahora,pocomásomenos,ensubirlacuesta,yentre la herida del tobillo, el dolor del ojo y el temor de haber quedadodesfiguradoparasiempre,recuerdoquepaséunratoatroz,elpeordemivida.

Nofuinuncamuyaficionadonimuyágilparatreparmontes;sinembargo,cuandosevaentrebandolerosyconunanavajadenuevepulgadasarrimadaacadaladodelasien,detodosesienteunocapaz.

Porfinllegamosaunpuntodondeelcamino,despuésderodearlacumbre,descendíaporelotro lado,entrehilerasdepinos,aunvallequeseextendía

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hacia el Sur. Al ver aquello, comprendí en seguida que los bandoleros entiempodepaz eran contrabandistas, y por aquel sitio pasaban la frontera dePortugal.Vimarcasdemulasenla tierra,ydespuésdeunosmomentosnotéconsorpresalashuellasdeuncaballogrande,quealllegaraunclaroentrelospinos vi atado a un árbol. En seguida le reconocí. Era el caballo que habíapedido aquella mismamañana en la taberna. ¿Qué había sido deMonsieurVidal?¿Seríaposiblequealgúnotrofrancéssehallaseenelmismotrance,enelmismoapuroenqueyomeveía?

Engolfado me hallaba en estos pensamientos cuando los bandoleros sedetuvieronyunodeellos lanzóunsilbidoparticular,quefuecontestadoporotroigual,queparecíavenirdeunoszarzalessituadosalpiedeunpeñasco,enunladodelclaro.Unmomentodespuéssalieronotrosdiezodocebandolerosylasdoscuadrillassesaludaron,amistosamente.

Los recién venidos rodearon al falso cura, dirigiéndole frases cariñosas,mientras que a mí me lanzaban miradas terribles, blandiendo las navajas.Indudablementehabíallegadomiúltimomomento,yyaestabadisponiéndomeparahacerfrentealamuertedemaneradigna,cuandodeprontounodeellosdiounaordenymellevaronhastaloszarzalesdelpeñasco,enelqueseabríauna cueva. Al entrar en ésta, cuyo interior alumbraban dos antorchas, visentadoalladodeunarudamesadepinoaunhombredeaspectosingular.Porelrespetoconquelosdemásletratabancomprendíenseguidaqueeraeljefedelosbandoleros,elterribleCuchillo.

Elquehabíavenidoconmigoenelcarruajeestabasentadosobreunbarril,conlaspiernasinutilizadas,ydelaconversaciónquesostuvoconeljefesaquéen consecuencia que él era el segundo de la banda, y que una parte de susobligaciones consistía en atraer a los viajeros, como yo, con su dulceconversaciónysutrajetalar.Cuandopenséenlosmuchosoficialescándidosque probablemente habían sido engañados por aquel monstruo, me alegrémuchísimodehaberpuesto fina susvillanías,pormásquecreí seríaestoacosta de mi vida, que ni a mi país ni a mi emperador les convenía que seacabase.

Mientras el herido, sostenido por dos compañeros, refería al jefe lo quehabíaocurrido,otrostresmeteníanamísujetodelantedelamesaalaqueeljefesehallabasentado;asíesquepudeobservarleamigusto.

Jamás he visto hombre con menos cara de bandolero, sobre todo debandolero que por su extremada crueldad se había ganado el siniestromotequellevaba.

Teníaelrostroancho,gruesoydeaspectobenigno,conbuencoloryunaspatillasque,másquedebandolero,ledabanairesdetenderodeultramarinosbienacomodado.Nollevabaenlacabezaelpañueloamarillo,nienlacintura

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lafajarojaquellevabanlosdemás;antesporelcontrario,vestíaunachaquetalargadebuenpaño,yaexcepcióndelaspolainas,nadasedescubríaenélqueindicaselavidademontequehacía.Consuaspectocorrespondíanlascosasque le rodeaban, pues encima de lamesa tenía una caja de rapé y un librogrande,parecidoaundiariodecomercio.Sobreunatablacolocadaentredosbarrilesdepólvoraqueleservíandesosténhabíamontonesdelibrosypapelesdistribuidosportodaspartes.Algunosconteníanversos.

Todo esto lo observé mientras él, reclinándose con holgura en la silla,escuchabalarelacióndesusegundo.Cuandoésteterminó,dioordenCuchillopara que lo retiraran de allí, y yo me quedé entre mis tres guardianesespejandoloqueviniese.

El jefe tomó una pluma, y dándose con ella en la frente encogióligeramenteloslabios,mirandoporelrabillodelojoaltechodelacueva.

— ¿Podrá usted —dijo después de unos momentos de silencio—,indicarmeunconsonanteparalapalabramantilla?

Contestéquemiconocimientode la lenguaespañolaeramuy limitado,yqueporlotantomeeraimposiblecomplacerle.

—Esunalenguariquísima—añadió—,aunquemenosabundanteenrimasqueelinglés,elfrancésyelalemán.Heahíporquéseescribentantasobrasenverso libre, forma de composición que es desconocida en vuestra literatura,peroqueresultaadmirable.Enfin,estascosasnosonpara la inteligenciadeloshúsares.

Estuve a punto de replicarle que, si un jefe de bandoleros tenía bastantetalentoparacomprenderlas,mejorpodríatenerlounhúsar;peroviquenomehacía caso, pues estaba preocupado con la terminación del verso que teníaentremanos.

Despuésdeunratodetrabajoarrojólaplumaysepusoadeclamarenaltavozunos cuantos versos de su composición, los cuales fueron acogidos conruidososaplausospormisguardianes.ElCuchilloquedómuycomplacido,yhastaseruborizócomounajovenaquiensepiropeaporprimeravez.

—Parecequeloscríticosmefavorecen—dijodirigiéndoseamí.Yañadiócon visible deleite—: Cuando las noches son largas, las pasamos recitandonuestros propios versos. Tengo suma facilidad para hacerlos y no pierdo laesperanza de ver impresas algunas de mis composiciones en Madrid. Perodejemosestoahora.¿Tieneustedlabondaddedecirmesunombre?

—EstebanGerard—contesté.

—¿Rango?

—Coronel.

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—¿Regimiento?

—HúsaresdeConflans.

—Esustedmuyjovenparasercoronel.

—Micarrerahasidomuybrillante.

—Tantomástriste.¡Quélástima!

Ysonrióconciertahipocresía.

No repliqué nada, pero procuré darle a entender que estaba dispuesto atodo.

—Apropósito—continuóempezandoahojearellibromayor,oqueasíalmenosloparecía—.Creoquehemostenidoentremanosaalgunodelcuerpode usted. Procuramos anotar siempre nuestras operaciones, y veo aquí unapunte fechado el 24 de Junio. ¿No tenían ustedes un oficial llamadoSoubiron,muchachoalto,delgadoyrubio?

—Sí—contestésecamente.

—Veoqueleenterramosaqueldía.

—¡Pobremuchacho!—exclaméconmovido—.¿Ycómomurió?

—Loenterramos.

—Peromoriría…

—Nome entiende usted, señor coronel. Cuando le enterramos no habíamuerto.Entiempodeguerrahayquetratarduramenteaquienesseatrevenainvadir un país que no es el suyo. ¿Que fue una atrocidad?Váyase por lasmuchasquelosfranceseshancometidoconlospobresespañoles.

—¿Leenterraronvivo?—exclamélocodehorror.

Ysinmásmelancésobreaquelmonstruoquemecontemplabaconlamásapacible de las sonrisas. Le hubiera matado si no me contienen misguardianes.

Una y otra vez volví a atacarle, echando maldiciones y deshaciéndomecuándodeunocuándodeotrode losquemesujetaban,peronuncalibredeltodo.

Porfin,conlachaquetillacasiarrancadadelcuerpoylasangrecayendoachorrosdelasmuñecas,meecharonhaciaatrásymesujetaronlosbrazosylospiescongruesascuerdas.

—¿Conqueosatrevéisatratarasíanuestroshombres?—exclaméfuriosoyfuerademí—.Todavíahabéisdeaprenderquemiemperadortienelamano

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muy dura, y por más que estáis bien escondiditos aquí, os hará pagar caravuestraosadía.

Diriendasueltaamilengua,ycreoquesoltécuantaspalabrasfeasymalsonantesaprendíenmiscatorcecampañas,yquenorepetiréahora;peroél,sinhacerme caso ninguno, continuaba dándose en la frente con la pluma ymirandoaltecho,comosibuscaraallílainspiración.Estomehizocomprendercómopodíaherirle.

— ¡Qué infamia —dije— y qué entretenimiento para un jefe debandoleros,dedicadoaescribirmalascoplas!

¡Ah, si le hubieraisvisto, amigosmíos, cómo saltóde la silla al oír estaexclamación!Setornólívidoymedirigióunamiradaamenazadora.

—¡Muybien!Señorcoronel—dijoahogándosederabia—.Bastaconloque ha dicho usted. ¿No es cierto que su carrera ha sido brillante ydistinguida?Puesleprometoquelamuerte loserá también.EstebanGerard,coronel de los malditos húsares franceses, recibirá una muerte digna de suconducta.

—Pormiparte—añadí—,sólopidoquelaconmemoréisconunascoplasmásinspiradasquelasquebrotandevuestrapéñola.

Se me ocurrió decirle algunas otras cositas, pero no me dio tiempo.Obedeciendoaungestofuriosoquehizoconlamano,lostresguardianesmesacarondelacueva.

La entrevista había durado más tiempo del que yo creía, pues cuandosalimosdelacuevaerayamuydenoche,ylosrayosdelalunaalumbrabanelvalle.Losbandoleroshabíanencendidounahoguera con las ramas secasdelospinos,yenunenormecalderodecobrepreparabanlacena.Elcuadroqueofrecíansentadosenderredordelfuegoeramuypintoresco,ynopudemenosdeadmirarlo,apesardelascircunstancias.

Algunosoficialesnotienennipizcadeaficiónalarte,peroyonosoyasí;siempremehanllamadolaatenciónestascosas.Recuerdo,porejemplo,quecuando Lefevre vendía el botín de guerra, después de la toma de Dantzig,compréunmagníficocuadro tituladoNinfas sorprendidasenelbosque,y lollevé conmigo durante dos campañas enteras, hasta que por finmi hermosocaballoRataplánmelopisoteó.Osdigoesto,paraprobarosquenuncafuiunmilitarordinariocomoRappycomoNey.

Por desgracia, allí en el campode los bandoleros tuvepoco tiempoparapensarenelarteniencosasparecidas.Misguardianesmehicieronsentaralpie de un pino, y rodeándome los tres se pusieron a fumar tranquilamente.¿Quéhacer?Nolosabía.Durantemicarreranocreohabermehalladoniseis

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veces en situación tan desesperada. Sin embargo, procuraba animarme,diciendoparamisadentros:

— ¡Valor,muchacho!Ten ánimoyvalor.No te hanhecho coronel a losveintiochoañossencillamenteporquesabesbailarelcotillón.Eresunhombresingular,Esteban:unhombrequehacorridomuchomundoy sehavistoengrandesapuros.¿Hasdepermitirqueseaestatuúltimahora?

Ymepuseabuscaralgoquemeindicaselamaneramejordehuirdeallí,cuandohiceunaobservaciónquemellenódeasombro.

Ya os he dicho que los bandoleros habían encendido una hoguera en elcentro del claro. Con el resplandor de las llamas que salían del fuego y elbrillo de la luna, la claridad era muy grande; parecía de día. En el otroextremo,ycasienfrentedemí,viunpinoaltoqueteníaeltroncoylasramasbajas enteramente secos, como si recientemente se hubiera quemado algoalrededordeél.

Unmontóndezarzasquecrecíandelanteocultabandemivistalabasedeltronco.Perofuegrandemisorpresaalvercolgado,porencimadelzarzal,unbuenpardebotasdemontarconlaspuntashaciaarriba.Despuésdefijarmebien,meenterédequelasbotasnoestabanatadas,sinoclavadasalpinoconenormes clavos. No estaban vacías, y al volver un poco la cabeza hacia laderechapudedistinguirquiéneraelquesehallabacolgadoporlospies.Hartosé,amigosmíos,quenoesagradablehablarnipensarenestascosas;peroalcontarlahistorianopuedomenosdereferirlatalycomosucedió,sinquitarniponernada.

Enverdadquelosbandolerostratabanhartoduramentealosfrancesesquecaían en sus manos. Sin duda el odio que nos tenían a los invasores noreconocíalímites.

De todocorazóncompadecí al pobreVidalymeeché apensar si habríahechofrenteatancruelcastigoconelánimoyelvalorpropiosdetodobuenfrancés,aunqueesto,detodosmodos,nopodíaservirmedemuchoconsuelo.

Cuandoestuveenlacuevaconeljefe,meimpresionótantoloquemedijodeSoubiron(queporciertoeraunmuchachomuyalegreymuyvaliente),queen todopensémenosenmímismo.Talvezhubierasidomejordarlebuenaspalabras,atraersesussimpatías;perolacosayanoteníaremedioyhabíaquepagar con la muerte aquel atrevimiento, aquella osadía. Y si al inofensivocomisario le habían tratado de aquel modo, ¿qué podría esperar yo, que lehabía roto la espina dorsal al segundo de aquella gavilla? En fin, de todosmodoserahombresentenciado,ynomepesabahabermeconducidoconvalorhastaelúltimoinstante.

Mepuseapensarenmimadrecitaquerida,enlasjóvenesquelloraríanmi

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muerte, en lomucho que sentirían éstami país ymi emperador…y nomeavergüenzo al confesaros que derramé amargas lágrimas al considerar lageneralconsternaciónquecausaríamiprematurofin.Peronoporesodejédefijarme en todo para ver si hallaba la manera de escapar de las garras deaquellosmalosespañoles.

Por lopronto,nocesabadedarestironcillos,primeroa lacuerdaquemesujetabalasmuñecasyluegoalaqueteníaamispies,mientrasquemisojosprocurabanhusmearlotodo.

Comounhúsarnoesnadie,pordecirloasí, sinel caballo,nohacíamásquemiraryremiraraunoqueestabapaciendotranquilamenteaunos treintametrosdemí,ytambiénmefijéenqueelcaminopordondehabíamossubidoalmonteeratanempinadoytanescabrosoque,pararecorrerlo,seríaprecisollevardelabridaalanimal,yaunasíofrecíaalgunospeligros;encambio,elsendero del otro lado era más llano y más abierto y conduciría, sin dudaalguna,aunvalledilatadoyameno.

Mientrasasípensabasaliódelacuevaeljefe,yacercándoseasusegundo,queestabaechadoenunjergóncercadelfuego,hablóunosmomentosconél.Hizoel segundoungestodeaprobación,ymirándome losdos, rompieronareíracarcajadas.

En seguida dirigió el jefe algunas palabras a sus hombres, los cualesrespondieronconexclamacionesdealegríaygrandesrisotadas.

Indudablementelascosasseponíangraves,muygravesparamí;perotuvelasatisfaccióndenotarquehabíaconseguidoaflojarlascuerdasdelasmanos,demaneraquepodíadeshacermedelasligadurascuandoquisiera.Encambio,los pies estaban tan sujetos como antes, pues al hacer algún esfuerzo parasoltarlos, el dolor de la herida del tobillo era tan agudo, que tenía quemordermeloslabiosparanoquejarme,hastaquemeconvencídequenohabíamásremedioqueesperarlosacontecimientos,ymedediquéaobservaralosbandoleros.

Alprincipionopodíaformarideadeloqueintentaban,cuandoviqueunodeellos seencaramóenunpinoquecrecíaenun ladodel claroyatóen lapuntaunasoga.Enseguidasedirigióaotropinoenelotrolado,yatótambiénenlapuntaotrasoga.Quedaroncolgandolasextremidadesdelasdossogas,ysentícuriosidadporsaberquépensabanhacerconellas.Despuésseagarrarontodosaunadelasextremidades,ytirandoconfuerzadoblaronelárbolhastaformarunacurvamuyviolenta,yataronlasogaaunposte.

Lamismaoperaciónhicieronconelotroárboly laotrasoga,yentoncesfuecuandocomprendíelhorriblesuplicioquepensabanimponerme.

—Supongoqueesustedfuerte,coronel—díjomeeljefe,acercándosecon

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susarcásticasonrisa.

—Sihaceustedelfavordesoltarmeestasligaduras—respondí—,prontopodráustedverlo.

—Vamosaversi tieneusted tanta fuerzacomoestosarbolillos—añadió—.Nos proponemos atarle a usted un pie a cada soga, y cuando esté ustedbiensujeto,porsupuestocabezaabajo,soltaremoslosárboles.Si tieneustedmás fuerza que ellos…nada sucederá, es claro; pero si los árboles sonmásfuertesqueusted…entoncesdejaráustedun recuerdo suyoen cada ladodeesteclaro.

Se echó a reír, y todos los bandoleros le imitaron, dando palmadas paraaplaudirelingeniodelinventordeestesuplicio.

Heoídodecirmuchasveces,yyomismolohenotado,queenelmomentoenquevemosacercarseunamuertetanprematuracomoinesperadaescuandomásvivimos,pordecirloasí.Todosnuestrossentidosestánmásdespiertosquenunca; así que yo olía, veía y oía como jamás olí, vi ni oí, a no ser encircunstanciasanálogas.Porestarazónnoesdeextrañarquemuchoantesquelosbandoleroslonotasen,ydequeeljefecomenzaseahablar,oyerayoalolejosunzumbidoqueacadamomentoeramenosconfusoyseacercabamásymás.

Cuandoel jefeconcluyódedictarmi sentencia,ycuando losbandolerosmesoltaban las ligadurasparaconducirmealpatíbulocomosidijéramos, elzumbido se convirtió en ruido de herraduras, en chis-chas de bridas y enrechinar de sables contra el estribo. ¿Sería posible que yo confundiese todoaquelestrépitodetropasdecaballeríaenmarchaconningúnotro?

—¡Auxilio,socorro,compañeros!—grité.

Y por más que, dándome golpes en la boca, procuraban los bandoleroshacermecallar,arrastrándomehacialosárboles,continuégritandocontodalafuerzademispulmones:

—¡Auxilio,camaradas,ayudadme,quematanavuestrocoronel!

Eldolordelasheridasqueveníasufriendoyloshondosdisgustoshabíanproducidoenmiimaginaciónunaespeciededelirio,elcualmehizoveralaentradadelclaroamisquinientoshúsares,conclarinesytodo.Peroloquevideveraseramuydistintodeloquemehabíaimaginado.

Porelcaminoqueconducíaalvalleapareciódeprontounjoven,jineteenunmagníficocaballo.Avanzóagalopetendido,ypudeverquesuporteysuaireerantanelegantescomodistinguidos.

Eraalto,esbeltoydeunconjuntosumamenteagradableysimpático.Vestíachaqueta roja, de uniforme, la cual, a consecuencia de hallarse expuesta

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constantementealosrayosdelsol,habíaperdidoelcolor.Sutahalíeradorado,y el casco de metal muy reluciente, con una elegante pluma en la cimera.Seguíanle cuatro militares, todos con el mismo uniforme, a excepción deltahalí de oro y de la pluma blanca; los cuatro limpios de cara y tanfrescachonesyrobustos,quemásbienparecíanfrailesquedragones.

Obedeciendounaordendadaporsujefe,sedetuvierontodosconruidosoestrépito de armas, adelantándose el joven para hablar con el capitán de lacuadrilla.En seguida comprendí que los recién llegados eran ingleses, ymebastóunaojeadaparaconvencermedequeeranbuenosmilitares.

— ¿Qué pasa aquí? —preguntó el joven hablando un francés muyimperfecto—.¿Quiénpedíaauxilioyquéseproponíaustedhacerconél?

Enaquelmomentobendije losmesesenqueObriant,undescendientedelosreyesdeIrlanda,estuvoenseñándomeelinglés.¡Losbandolerosacababandesoltarmelospies,ysólonecesitéunbuenestirónparaaflojarlasligadurasdelasmanos!Enseguidasaltédeunbrincoalotrolado;recogíelsable,queestabaenelsuelo,montéelcaballodelpobreVidal,deuntajorompílacorreaqueleteníasujetoyfuiacolocarmealladodeloficialinglés,antescasidequenadiesedieracuentadeloquehacía.

—Me entrego a usted, caballero —le dije en un inglés que no eraciertamente mucho mejor que el francés que él conocía—. He tenido ladesgracia de caer en manos de estos «caballeros», quienes pensabanimponermeunsuplicioterrible.

Tansatisfecho,tanalborozadomesentíayoalvermedenuevomontadoyconelsableenlamano,queloblandíenelairedandovivasdealegría.

Eljefedelacuadrillaavanzó,siempreconsuirónicasonrisaenloslabios,ydirigiéndosealoficialinglés,ledijo:

—Suexcelenciaobservaráqueestemilitarfrancésesmiprisionero.

—Aunque lo sea—replicó el inglés—, ésa no es manera de castigar anadie. Si lord Wellington opinara como yo, tendríamos por aliados a losespañolesdeverdad,peronoalosbandidos,pormuyespañolesquefuesen.

—¿Ymiprisionero?—agregóelbandido.

—Vendráconnosotrosalcampamentoinglés.

—Unapalabraantesdequesevaya—continuódiciendo.

Yacercándosealoficialysacandoelbrazoporencimadesuhombro,medisparóconlarapidezdelrayosupistolaenlacara.

Afortunadamente no hizo el blanco que se proponía, pues únicamenteconsiguió agujerearme elmorrión con el proyectil.Viendoquenomehabía

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acertado levantó nuevamente el arma con intención de disparar otra vez,cuandounodelosinglesesqueostentabalosgalonesdesargentosacóelsableylediountajotantremendoquecasiledejócolgandolacabeza.

Al ver esto, todos los bandoleros se echaron sobre nosotros; pero unoscuantos tajosymandoblesbastaronparahacerles retroceder,ymarchamosagalopetendidoporelmismocaminoquehabíantraídolosingleses.

Comoeranmuchosmásquenosotros,nonosdeterminamosadetenernoshastaquellegamosacampoabierto,abastantedistanciadelamadrigueradelosbandidos.

Apesardemisdosheridasyde lo fatigadoquemeencontraba,confiesoquemesentíaorgullosoalpensarqueyo,EstebanGerardhabíadejadoalosbandolerostanbuenrecuerdodemí.Conseguridadquehabríandemeditarlobienantesdevolverseameterconunhúsarfrancés.

Tan entusiasmado estaba, que me permití dirigir un discursito a losingleses diciéndoles quién era aquél a quien habían salvado. Quise hablartambiéndelagloriadelasatisfacciónqueexperimentaunhombrevalientealsalvaraotro;peromeinterrumpióeloficial,diciendo:

—Bien,sí;todoesoyalosabemos.

Yvolviéndosealsargento,lepreguntó:

—¿Hemossufridoalgúnquebranto?

—Elcaballode Jonesha recibidounbalazoenuna rodilla—contestóelsargento.

—Bien,quevengaJonesconnosotros.ElsargentoHallidey,acompañadodeHarveyydeSmith, quemarche siempre a la derechahasta encontrar lasavanzadasinglesas.

Con esto se adelantaron los tres, y el oficial y yo seguidos a bastantedistancia del soldado con el caballo herido, tomamos dirección delcampamentoinglés.

Desde un principio simpatizamos mutuamente y pronto entablamosconversación. Díjome que era hijo de una de las más nobles familias deInglaterra, quemilitaba por puro patriotismo, y por amor al ejército, y queestandoalasórdenesdelordWellington,habíalemandadodeexploradorporsilosfrancesesavanzábamosporlosmontes.

Comoheviajadosiempremuchoyfuimuyaficionadoalconocimientodelosidiomas,puedopronunciarperfectamenteelnombredeljovenaristócrata.Llamábase Sir George Russel Bart, siendo éste último nombre honorífico,como el don en España. Yo comencé llamándole Bart, pues pareció más

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sencillo y más breve. Como teníamos casi la misma edad y las mismasambiciones, además de pertenecer a la caballería de nuestros respectivosejércitos (dragonesdel16era su regimiento), llegamosprontoa intimar.Mehizoconocer elnombredeunamuchachaaquienamabayquevivía en losjardinesdeVauxhallyyolehablédelapequeñaCoraliedelaÓpera.Sacódelpechounatrencitadepeloyyoleenseñéunguante.

Despuésdeestocasillegamosareñirdisputandosobresieranmejoresloshúsaresolosdragones.Estabaorgullosodesuregimiento,ydebieraishaberlevistocómotorcióellabiocondesdényechómanoalsablecuandoledijequeojalásusdragonesnollegaranaversenuncafrenteamishúsares.

Porúltimocomenzóahablarmedeloqueinglesesllamansport,ymedejópasmado cuandome dijo el dinero que había en apuestas.A cualquier horaestaba dispuesto para apostar, y como por casualidad viese yo una estrellaerrante,queríaapostar25francosporestrellaaqueélveíamásestrellasqueyo. Solamente desistió cuando le manifesté que mi portamonedas habíaquedadoenmanosdelosbandoleros.

Proseguimos caminando toda la noche y charlando hasta el amanecer,cuando de repente vino a sorprendernos el eco de una terrible descarga defusilería.El terrenopordondemarchábamoseraaccidentadoypedregoso,yaunque no se veía nada, llegué a creer que se había entablado un combategeneral.AsíseloindiquéaBart,elcualseechóareír,ymemanifestóqueeleco procedía del campamento inglés donde se acostumbraba a descargar lasarmastodaslasmañanasaprimerahora,afindeasegurarsedequelapólvorasehallababienseca.

—Nos falta próximamente una milla —dijo—, para encontrar a loscentinelasbritánicos.

Aloírestodirigíunamiradahaciaatrásyviqueestábamossolos.EntodoelpedregosovallenoseveíaunalmamásqueBartyyo.Sindudalaheridadel caballo de Jones eramás grave de lo que se creyó en un principio y sehabíaquedadoa lazaga.Entoncesempecéapreguntarmesiverdaderamenteera muy necesario que recorriera yo la milla que nos faltaba para llegar alcampamentoinglés.

Amigos míos, debo explicaros bien este punto, pues no. Quisiera quecreyeraisqueeraun ingratoymeportabamalconunhombrequemehabíasalvadodelasgarrasdelosbandidos.Acordaosdequeelprimerdeberdeunoficialescuidardesushombres,ydequelaguerraesunapartidaquesejuegaconreglasfijas.Cuandosequebrantaunadeestasreglas,debedisponerseelcastigo inmediatamente. Si se me hubiese exigido mi palabra, hubiera sidoinfamequererescaparme;peronohabíanadadeeso,ningunapalabrasemehabía exigido. Por ser demasiado confiado, y a consecuencia de haberse

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quedado atrás, por casualidad o sin ella, el jinete con el caballo herido, nosveíamossolosBartyyoenaquellaespeciededesierto.

Creo que si yo hubiese sido el salvador en lugar del salvado, hubieratratadoaBartconlamismacortesíaconqueélmetratóamí;peronoporesohubiera dejado de procurar que estuviese desarmado y de tener buenacompañamiento,porloquepudieraocurrir.

Deteniendo el caballo le expliqué todo esto, preguntándole si teníainconvenienteenquemeseparasedeélymarcharaporotrolado.

Lomeditó un poco, pronunciando varias veces las dos palabritas que eninglésequivalenanuestro¡MonDieu!yluegomedijo:

—¿Conquepiensaustedmarcharse?

—Sinotieneustedinconveniente…

—Nohaymásinconvenientequeuno…

—¡Quelecortaríaaustedlacabezaenelacto!

—AmigoBart—dije—,somosdosparajugaraeso.

—Bien,puesvamosaverquiénjuegamejor—contestódesenvainandoelsable.

Yo también saqué el mío, aunque resuelto a no tocar a aquel admirablejovenquehabíasidomisalvador.

—Considere usted—le dije—, que soy su prisionero y que también yopudieraalegarqueloesustedmío.Aquíestamossolos,yaunquenodudoquetiraustedbien,nocreoquepuedaresistiralmejortiradordelasseisbrigadasdecaballeríaligera.

Portodacontestaciónmedirigióunsablazoalacabeza.

Paré el golpe y lo devolví, cortando por lamitad la blanca pluma de sucasco.Volvióaatacarme,dirigiéndosealpechoyvolvíyoarechazarlanuevaacometida,cortándoleademáslaotramitaddelapluma.

—¡Aldiabloconsusartificios!—exclamómuyfuriosocuandoretirémicaballo.

—Pero¿porquéseempeñaustedenherirme,puestoqueyonoquieroreñirconusted?

—Bien, todo eso está muy bien, pero usted tiene que venir conmigo alcampamentodelastropasinglesas.

—Noveréjamáselcampamento.

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—Leapuestonuevecontracuatroaqueestáustedallíantesdepocorato—dijoacercándoseamíblandiendoelsable.

¿Quéseproponíaaquel joven?¿Eraquenopodíamosdecidir lacuestióndeotramaneraquebatiéndonos?

Detalmodoseibanponiendolascosas,queparaevitarqueélmehirieraamímeveríaobligadoaherirleaél.Susablenodistabaniunapulgadademicuello,peropudepararelgolpe.

—Tengo algo que proponer—le dije—.Vamos a echar suertes para verquiéneselprisionero,siustedoyo.

Entoncesseechóareír.Sindudamiproposiciónlisonjeabasusinvenciblesaficionesalsport.

—¡Vengabalosdados!—exclamó.

—Nolostengo.

—Niyo;perotengonaipes.

—Bueno,puesqueseaconnaipes.

—Y¿aquéjugamos?

—Aloqueustedquiera.

—¿Alecarté?

Nopudemenosdesonreírmealaceptar,puescreoqueentodaFrancianohubieranpodidoencontrarsetreshombresquemeganaranjugandoalecarté.Así se lomanifestéal inglésmientrasnosapeábamos,peromecontestóconciertoorgullo:

—EncasadeWatiertengofamadeserelmejorjugadordeecartédetodaInglaterra;demodoquesiganaustedlapartida,bienmerecidatendráustedlalibertad.

Atamosloscaballosyfuimosasentarnosunoacadaladodeunaenormepiedra.Bartsacódelbolsillodesucasacalosnaipes,ysóloconverlebarajarcomprendíquenoeraningúnnovicio.Alzamos,yletocódarlascartas.¡Vayauna puestecilla la que teníamos! Nada menos que la libertad de EstebanGerard.

El inglés quería añadir a la puesta unamoneda de oro por cada partida,peronoacepté.¿Quévalíaeldinerocomparadoconlalibertaddeunarrogantemilitar?

Amímeparecíaque todos losque teníanmotivospara interesarse en elresultado de la partida (mimadre,mis húsares, el sexto cuerpo del ejército,

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Ney, Massena y aun el mismo emperador) formaban un círculo a nuestroalrededorenaqueldesoladovalle.

¡Cielos,quégolpetanterribleparatodos,silasuertesemostrabaesquivaconmigo!

Laprimerapartidalaganésindificultad,másqueporotracosaporquemetocaron lasmejorescartas.En lasegundaestuvemuybienysaquéunabazaporcasualidad,peroBarthizomásqueyo.

¡Cáspita y qué excitados estábamos! El inglés se quitó el casco y yo elmorrión.

—Micaballocontraelsuyo—exclamó.

—Aceptado.

—Elsable.

—Aceptado.

—Lasilla,lasbridasylosestribos.

—Aceptado,todoaceptado.

Mehabía infundidoalgode suafición; tantoesasíque, sihubieran sidomíos,hubieraapostadomishúsarescontrasusdragones.

Entoncescomenzóelgranpartido.

Jugóbien,muybien;peroyo, ¡ah, amigosmíos!Estuve superior.De lascinco bazas queme faltaban hice tres seguidas.Bart semordía de rabia loslabios,yyopormipartemeparecíaestaryaalacabezademishúsares.

Enlasegundadescubríelrey,peroperdídosbazas;demaneraqueyoteníacuatroyéldos.

Cuando vi las cartas queme tocaron en la tercera, no pude reprimir ungestodealegría.

—Siconestonoganomi libertad—medije—mereceré estar encerradotodamivida.

Dadme losnaipes,amigosmíos,yos indicarécómo jugamos.Éstaseranmiscartas:sotayasdebastos;reinaysotadeoros,yreydecopas.Tenedencuentaquelosbastoserantriunfos.Demodoquesólohabíaunpuntoentremilibertadymicautiverio.EmpezóBartconeldiezdebastosylotoméconelasde triunfo. Un punto ganado. Siguiendo el juego correcto, continué contriunfos para deshacerme de ellos y puse la sota. La tomó con la reina yquedamosiguales.Pusoelochodebastosynotuvemásremedioqueperdermireinadeoros.Enseguidasalióconelsietedebastosysemeerizóelpelo.

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Alfinal tiramosun reycadauno.Barthabíahechodospuntos,yapesardetenerpeorescartasqueyomeganóaquellapartida.

Indudablemente,encasadeWatierjugabanenelaño1810unecartémuysuperior. Lo digo yo, Esteban Gerard, uno de los mejores jugadores deFrancia.

De aquellamanera teníamos cuatro bazas cada uno; así, que una partidamásyasuntoconcluido.

Elinglésdemostrabagrancalmaymuchaindiferencia,yyoprocuréhacerlomismo,peronopodíaser;uncopiososudorbañabamifrente.

Le tocaba dar a él, y no puedo menos de confesaros que mis manostemblabanalrecogerlosnaipes.Peroencuantoloslevanté,¡cuálnoseríamiregocijo al hallarme con el rey de triunfo, el glorioso rey de triunfo! ¡Quésuertelamía!Estuveapuntodedeclararlo,perolaspalabrassemehelaronenloslabiosalverlacaraqueponíaelinglés.

Teníalosnaipesenlamano,yconojosqueparecíanquerersaltardesusórbitasmirabaporencimademihombroconterribleexpresióndesorpresayhorror.Dimediavueltayquedécasitanpasmadocomoél.

Tres hombres estaban cerca de nosotros, unos quince metrospróximamente.Eldeenmedioeradebuenaestatura,peronodemasiadoalto;seríamoscasideunamismaalzada.Vestíauniformeazulysombrerodedospicos,conunaplumablancaaunlado,peromefijépocoeneltraje.Loqueme llamó más la atención fue su cara. Sus casi escuálidas mejillas, supuntiagudanariz,susazulesojos,demiradadominanteysusdelgadoslabios,mehicieroncomprenderqueaquéleraunhombreextraordinario,únicoentreunmillón.

Frunciendo las cejas dirigía tan terrible mirada al pobre Bart, que losnaipesselecayeronaéstedelamano.

De los otros dos, el uno eramoreno, con cara arrugada y dura, como sifueraderoble.Vestíacasacaroja.

Elotroeraalto,bienformadoyconpatillasrubias.Vestíacasacaazulcongalonesdorados.

Un pocomás atrás tres asistentes sujetaban otros tantos caballos, ymásatrásveíaseunaescoltadelanceros.

—¡Hola,Cranford!—exclamóeldelsombrerodedospicos,dirigiéndosealdelacasacaroja—.¿Quédemontresesesto?

—¿Nooye usted?—gritó el de la casaca roja ami compañero—.LordWellingtonquieresaberquéhaceustedahí.

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El pobre Bart refirió lo que había sucedido, pero su relato no causó ennadielamenorimpresión.

—¡Vayaunaescenabonita!GeneralCranford—exclamólordWellington—.Es necesariomantener la disciplina de este regimiento.Caballero, ¡vayaustedpresoalcuartelgeneral!

Bartmontó en su caballo y cabizbajo se retiraba ya de allí; pero yomeimpresioné tantoalverle,que resolvípedir superdón.Alefecto, supliquéalgeneralísimoinglésqueleperdonase,diciendoqueyopodíaatestiguarquesehabíaportadobien.

¡Oh,amigosmíos!Mielocuenciahubieraconmovidoalcorazónmásduro.Laslágrimasbrotarondemisojos,peronodelossuyos.Noseconmoviónilomásmínimo,yloqueúnicamentehizofuepreguntarmeconciertaironía:

—¿Cuántopesoponenustedesalasmulasenelejércitofrancés?

—Doscientoskilos—respondí.

—Pueshacenustedesmal—repusolordWellington,añadiendoenseguida—:Conducidalprisioneroaretaguardia.

Merodearonloslanceros.

Yomepusefuriosoalconsiderarqueeltriunfohabíaestadoenmismanosyqueenaquelmomentodebíaserhombrelibre.

Levantélosnaipesalavistadelgeneral,yledije:

—Mirad,migeneral.Juguéparaalcanzarmilibertadylaalcancé,puestoque,comoveis,tengoalreyenlamano.

—Alcontrario,señorcoronel—replicóWellingtonsonriéndose—.Soyyoelquegana,puesmireyostieneensumano.

DecómoelReytuvoensusmanosalbrigadier

NopuedenegarsequeMurateraunexcelenteoficialdecaballería,aunqueteníaunafalta,queporciertoesmuycomúnentrelosmilitares,yquemuchasvecesechaaperderaunalosmásdistinguidos.Eramuyfanfarrón.

Lasalle era también un oficial atrevido y valiente, pero semaleó con labebidayotrosvicios.

Encambioyo,EstebanGerard,noteníanadadefanfarrón,yanoseralaconclusióndealgúncombate enquealcanzábamos lavictoria, o cuandome

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encontraba con algún antiguo amigoy compañerode armas, era sumamentesobrio.

Sinohubierasidoporminaturalmodestia,mehubieracreídoconderechoaconsiderarmeunodelosmejoresmilitares.Ciertoquenuncalleguéasermásquejefedebrigada,perobiensabidoesque,aexcepcióndelosquetuvieronlasuertedeacompañaraNapoleónensusprimerascampañas,aningunoselepresentóocasióndeascendermucho.

Los únicos que ascendieron después de la campaña de Egipto, fueronLasalle,LobauyDrouet.Yo,apesardemisbrillantescualidades, sólopudealcanzarlajefaturademibrigadaylacruzdehonorquerecibídemanosdelmismo emperador y que conservo cuidadosamente en un estuche. Y sinembargo,apesardenohaber llegadoaocuparposicionesmásaltas, losquesirvieron conmigo, y aun los mismos ingleses, conocían bien mi talentoexcepcional.

Despuésquelosinglesesmehicieronprisionerodelamanerayenlaformaqueosreferíhacepocasnoches,mellevaronaOporto,dondemeencerraroncongrandesprecaucionesparaquenopudieraescaparmede susmanos.Meteníanporunenemigoterrible.

El día 10 de Agosto fui conducido con otros prisioneros a bordo deltransportequehabíadellevarnosaInglaterra,yantesdequefinalizaseelmesyaestabaenchiqueradoenlacárcelquenosteníanpreparadaenDartmoor.

L’hôtel français et pension la llamábamos nosotros con nuestro habitualbuenhumor,puesyacomprenderéisquelosqueallíestábamoséramostodoshombresvalientesaquieneslaprisiónnoacobardaba.Lamayorpartedelosprisioneros de Dartmoor eran marinos, o bien pertenecían a las filas, puesúnicamente como excepción llevaban allá a los oficiales que se negaban aempeñar su palabra. Me preguntaréis quizás que por qué me negué yo aempeñarla,puestoqueasíhubieradisfrutadode losmismosbeneficiosydelmismo trato quemis camaradas, y os lo diré. Tenía dos poderososmotivosparanodarmipalabra.

Enprimerlugar,abrigabatalconfianzaenmímismo,queestabasegurodeque,tardeotemprano,meescaparíadeallí;yensegundo,misdeudos,aunquedescendientesdeunade lasmejores familiasdeFrancia, no eran ricosynoquisemermar nada de la pequeña renta demimadre. Por otra parte, nomeparecíabienqueunhombrecomoyoquedaraobscurecidopor losburguesesde una capital de provincia de Inglaterra, ni quería verme privado de losmediosnecesariosparahacerlacortealasdamasaquienesllegaseaagradar.PorestosdosmotivospreferíestarprisioneroenlacárceldeDartmoor.

VoyareferirahoramiaventuraenInglaterra,yveréishastadóndellegaron

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aresultarciertaslaspalabrasdelordWellingtoncuandodijoqueyoquedabaenmanosdesurey.

Primeramentehedemanifestarque,sinohubieraresueltocontarosloqueme sucedió, os podría entretener con lo que ocurría en la negra prisión deDartmoor.Eraunodelossitiosmásextrañosdelmundo,puesallí,enmediode un desierto, se reunían siete u ocho mil hombres, todos militares porsupuestoygentedeexperienciayvalor.

Eledificioestabarodeadodedosgruesasmurallas,apocadistanciaunadeotra.Además,ycomoesdesuponer,habíaguardiasycentinelas;peroapesardeesto,noeraposibletenerenjauladosaloshombresdeaquelmodo,comosifueran ratones en la ratonera. Así es que las escapatorias se verificaban apares,adocenas…¡quéséyo!Encuantoseenterabaelgobernador,mandabarepicarlascampanas,dispararcañonazosyquelatropasalieraenbuscadelosfugitivos, y entonces los que quedábamos allí reíamos, bailábamos y nosponíamosagritarcontodalafuerzadenuestrospulmones:¡Vivel’Empereur!hastaque losde lasguardiasperdían lapacienciaynosamenazabancon losfusiles.Otrasvecesnosalzábamosenrebelióny…¡cataplúm!VeníanaescapelainfanteríayalgodeartilleríadePlymouth,loquenoshacíagritarconmásfuerza que antes: «¡Vive l’Empereur!» como si pretendiéramos que nuestrasvocesllegaranhastaelmismoParís.

Allí los prisioneros tenían tribunales propios que juzgaban e imponíancastigos entre ellos. Aunque se castigaban el robo y las riñas muyseveramente,elmásdurocastigosereservabasiempreparalatraición.Éstanosetolerabadeningúnmodoniporningúnconcepto.

Cuandoyo llegué a la cárcel huboun talMennier, deReims, quedelatóuna conspiración o confabulación fraguada para escapar, y por esto leconcedieron la libertad. Pues bien, cuando llegó la noche faltaba no sé quéfórmulaquellenar,ypormásquerogóysuplicóquenoledejaranentresuscompañeros, nadie le hizo caso y quedó encerrado con aquéllos a quieneshabíatraicionado.Aquellamismanocheseformóeltribunal;laacusaciónyladefensafueronhechascuchicheandoyhallándoseamordazadoeltraidor,yunjuez a quien nadie veía dictó la sentencia. A la mañana siguiente, cuandovinieron a buscarle con los documentos necesarios para ponerle en libertad,estabahechopedazos.Eranmuyingeniososaquellosprisioneros,yteníanunamaneramuysingulardeplantearyresolversusasuntos.

Nosotros, losoficiales,ocupábamosotraaladeledificio,yporciertoqueformábamosungrupobienextravagante.Noshabíandejadolosuniformes,yapenashabíacuerpodeejércitoquenotuvieraallísurepresentante,yahubieraservidoa lasórdenesdeungeneral,yaa lasdeotro.Esmás,habíaalgunosdesdeeltiempoenqueJunotfuederrotadoenViniera.

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Enaquelfamosogruposeveíancazadoresconsuscasacasverdes,húsarescomoyo,dragonesdechaquetasazules,lancerosdepetoblanco,granaderos,ingenierosyartilleros;enunapalabra,habíaallíunpocodetodo.Losoficialesdemarinaeranenmayornúmero,pueslosinglesesnosganaronmuchísimoscombates navales. Nunca pude comprender el porqué de esto hasta quemecondujerondesdeOportoaPlymouth,cuandopasésieteeternosdíasconsussiete noches tumbado de espaldas, tanmareado, y tanmal, que aunquemehubiesen puesto delante de los ojos el estandarte del regimiento, no hubierapodidomovermeparatomarloenmismanos.EraenaquellostiemposcuandoNelsonhacíadenosotrosloquequería.

TanprontocomoentréenDartmoor,empecéaimaginarlamaneradesalir,ybienpodéiscomprenderqueconel ingenioaguzadodurantedoceañosdecampaña,notardémuchoencomprenderpordóndeteníalasalida.

Enprimerlugar,yollevabaunagranventajaalosdemásoficiales,porqueconocíalalenguainglesa.LaaprendídurantelosmesesqueestuveenDantzigconObriant, del regimiento irlandés y descendiente de los reyes de Irlanda.Muy poco tiempo necesité para hablarla, porque puse mucho empeño enaprender.Entresmeses,nosólosabíaexpresarmeconunarelativaperfección,sinoque tambiénhacíausode lasfrasesyexclamacionespopulares.Obriantmeenseñóadeciren inglés ¡cáspita!, ¡caracoles!,yotras interjeccionesmásfuertes.¡Cuántasveceshevistosonreírdegustoauninglésaloírmeexplicarcontantagracia!

EnlaprisióndeDartmoornosponíanadosencadacelda, loquenomehacía ninguna gracia, tanto más cuanto que mi compañero era un hombresilencioso y taciturno, llamado Beaumont. Era muy alto, pertenecía a laartilleríavolante,yfuehechoprisioneroporlacaballeríainglesaenAstorga.

Hartosabéisquemicarácterymimododesersonmuyapropósitoparaentablar amistades con cualquiera, pero aquel hombre era distinto de losdemás.

Nuncateníaunasonrisaparamisbromasnijamásescuchabamispesares.

Si me ponía a contar algo, se quedaba mirándome fijamente como unidiota,hastaquelleguéacreerquesusdosañosdecautiveriolehabíanvueltoloco.

¡Ay,amigosmíos,cuántasvecessuspiréporlacompañíadelviejoBouvet,o cualquiera demis antiguos camaradas, en lugar de aquel hombremomia,comole llamabayo!Peronotuvemásremedioqueconformarmeconél, talcomo era, pues fácil es comprender que me era imposible realizar ningúnpreparativoparalahuidasinqueélseasociaraamí.¿Quépodríahacersinqueélme viera?Nada. Por consiguiente, comencé por indicarlemi intención, y

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pocoapocohabléclaramente,hastaquealfincreíquelehabíaconvencidoyque estaba dispuesto a compartir mi suerte. Hecho esto, di principio a mistrabajos.

Primeramenteprobélasparedes,el techoyelsuelo;peropormásgolpesque di, por más que palpé, todo parecía sólido y duro como una roca. Lapuertadelaceldaeradehierro,secerrabaconuncerrojodemuelleyteníaenmediounenrejadito,pordondenosmirabaelcarcelerodosvecesenlanoche.Dentrode laceldahabíadoscamas,dosbanquillosydos lavabosnadamás,cosasmuy suficientes paramis necesidades, ¿pues cuando durante las docecampañastuveotrotanto?Peroeradifícilsalirdeaquelsitio,yestoeraloquemeteníamuypreocupado.

Noche tras noche pensaba en mis quinientos húsares, y tuve unaspesadillas horribles, en las que soñaba que todos los caballos carecían deherraduras,obienquesehabíanhinchadoafuerzadecomerforrajemalo,obienqueseisescuadronesenterossehabíanentregadoalenemigoalavistadelemperador. Entonces me despertaba bañado en sudor frío y me poníanuevamente a golpear y palpar, pues no dejaba de reconocer que unaimaginaciónviva,servidapordosbrazosfuertesydispuestosatodo,habíadevencercualquierobstáculopormuygrandequefuese.

Laventanadelaceldaeratanpequeñaquenocabíaporellaniunniño,yademásestabaprotegidaporunarejadehierroenformadecruz.Comomuybiencomprenderéis,aquelloeraparadesesperaracualquierayhacerleperdertodaesperanza;pero,sinembargo,cadavezmeconvencíamásymásdequemisesfuerzosdebíandirigirsealaventana.Paraqueportodaspartestropezasecondificultades,laventanadabaalpatioderecreo,queestabarodeadodedosaltas murallas. No obstante, y así se lo hice comprender a mi taciturnocompañero,hartotiempoquedabaparapensarenelVístulacuandoaúnnosehabíacruzadoelRhin.

Demaneraque,despuésdehabersacadounhierrodelarmazóndelacama,mepuseahoradarlaparedencimaydebajodelarejadelaventana.Trabajabadurantetreshorasseguidas,ycuandosonabanenelpasillolasfuertespisadasdelcarcelero,memetíaaescapeenlacama.Encuantosemarchabavolvíaami tarea y trabajaba por lomenos otras tres horas, y a vecesmás, puesmeconvencídequeBeaumonteratantorpequesólopodíacontarconmispropiosesfuerzos.

En algunas ocasiones se me figuraba que allá fuera me esperaban mishúsares con trompetas, estandartes y todo completo, y esta idea me hacíatrabajar como un desesperado, hasta que el hierro que me servía deherramientaquedabamanchadoconlasangredemismanos.

Deestemodo,ynoche trasnoche, fuipocoapocohoradandolaparedy

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ocultandolosproductosdemitareaentrelalanadelaalmohadaylapajadeljergón,hastaqueporfinllególahoraenquelarejasemovía,yciertanoche,aldarunbuentirón,semequedóentrelasmanos.Estabadadoelprimerpasoparaobtenermilibertad.

Mepreguntaréisquéhabíaganadoconaquello,puestoquelaventanaeratan pequeña que ni un niño podía haber pasado por ella. Os lo diré. Habíaganadoconlarejadoscosas:unarmayunaherramienta.Éstamefacilitaríaelmedio para aflojar la piedra que flanqueaba la ventana, y la primera meserviríaparadefendermecuandomeviesefueradelaprisión.

Hechoesto,mepuseatrabajarenlapiedra,yconlapuntamásagudadeunadelasbarrasdelarejaabríunagujero.Comprenderéis,porsupuesto,queduranteeldíavolvíaadejarlotodoensusitio,teniendomuchísimocuidadodequeelcarceleroencontrarasiempreelsuelocompletamentelimpio.

Al cabo de tres semanas había separado de su sitio la piedra, y tuve elgusto de retirarla, quedando un boquete por el que se veían diez estrellasdondeantessóloseveíancuatro.

Yaestabatodolistoysóloteníaqueesperarunanochesinluna.Llegaralpationomeparecíadifícil, ¿peroydespués?¿Tendríaquevolver a la celdapor nopoder pasar de allí, ome cogerían los centinelas para encerrarme enunodeesos calabozos subterráneos reservadospara lospresosque tratandeescaparse?

Biensabéisquenuncahetenidoocasióndedemostrarmisaptitudescomogeneral,pero,sinembargo,algunasvecesdespuésde tomarunascopitasmesiento capaz de idear lasmás sorprendentes combinaciones, y seme ocurrequesiNapoleónmehubieseconfiadouncuerpodeejército,nohubieratenidoquearrepentirse.

Aquí de mi ingenio, pensaba yo entonces; aquí de mi inventiva, y nocesabadediscurrir.

Lamuralla interior que teníaque escalar erade ladrillo, dedocepies dealturaycoronadaporunahileradeclavos.Laexteriorsólolahabíavistoundíaenque,hallándomeenelpatio,quedaron laspuertasabiertasduranteunmomento;pero,pocomásomenos,meparecióigualquelaotra.Entrelasdosmurallas había un espacio de veinte pies próximamente, el cual supuse queestaría vigilado por los centinelas de las puertas. He aquí, amigos míos, elproblemaqueteníaqueresolversinmásayudaqueestasdosmanos.

UnadelascosasconquecontabaeralagranestaturadeBeaumont.Medíaporlomenosseispies,ycreíquesipodíasubirmeasushombrosyagarrarmea los clavosde lamurallame seríamás fácil escalar ésta. ¿Tendría fuerzaymañaparasubirdespuésamicompañero?Éstaeraunacuestióngrave,pues

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por nada en el mundo le hubiera abandonado. Si yo llegaba a escalar lamuralla y él no podía seguirme, me vería obligado a volver a buscarle.ConsultéelcasoconBeaumontyviquenolepreocupabapoconimucho,porlasencillarazóndequeteníaconfianzaensuagilidadysusfuerzas.

Otro inconveniente, y de importancia, podía ser el centinela a quien letocara estar de guardia frente a mi ventana en el momento de intentar laescapatoria. Los cambiaban cada dos horas a fin de asegurar una vigilanciarigurosísima;peroyo,quelosveníaobservandoconatencióntodaslasnoches,sabíaqueentreellosexistíagrandiferencia.Algunoserantanlistosqueniunaratahubierapodidocruzarelpatiosinservistaporellos,mientrasqueotrossecuidaban más de su comodidad que de otra cosa, y apoyados en el fusildormíantanagustocomosiestuvieranechadosenuncolchóndeplumas.

Habíasobretodounotangruesoytanpesado,queseretirabaalasombrade lamurallaydormitaba tanprofundamente, quemásdeunavezhabíayoarrojadoasuspiestrocitosdeyesosinqueseenterase.

Quisomibuenaestrellaqueaésteletocaraestardeguardiadedoceadosenlanochequehabíafijadoyoparalaescapatoria.

Durante las últimas horas estaba yo tan excitado y tan nervioso que nopodíacontenerme,ypaséeltiemporecorriendoincesantementelaceldadeunlado a otro como ratón que ha caído en la ratonera. Seme figuraba que elcarcelero se iba a fijar en los preparativos hechos para la fuga o que elcentinela iba a entrar en sospechas. ¡Qué terrible ansiedad! En cuanto aBeaumont,eraindudablequetramabaalgogordo,puessentadoenunbordedela camame dirigía de cuando en cuandomiradas extrañas, y semordía lasuñascomopudierahacerlounoquesepierdeenprofundasmeditaciones.

— ¡Ánimo, amigomío!—exclamé tocándole el hombro—.Antes de unmesseveráustedalfrentedesusartilleros.

—Bueno,sí, todoesoestámuybien;¿peroquiereusteddecirmeadóndepiensadirigirsecuandosevealibre?

—A la costa —repuse—. Para un hombre valiente no debe haberobstáculos.Yoirédirectamenteaincorporarmeamiregimiento.

—Másprobablemeparece—añadióBeaumont—quevayaustedderechoalcalabozosubterráneooalospontonesdePortsmouth.

—Elmilitar resuelto se arriesga siempre; solamenteelpusilánimepiensaenlopeor.

Aloírestosepusofurioso.Porprimeravezdesdequeleconocíalevidarseñalesde carácteryde serhombredegenio.Alargó lamanopara coger eljarro del agua, como si pensara arrojármelo a la cabeza, pero en seguida

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cambió de idea, y encogiéndose de hombros tornó a su silencio, volvió amorderselasuñasyamiraralsueloconcarademuymalhumor.Alverleenestaactitudsemeocurrióquetalvezhacíamalensacarledeallí.

Nuncacomoentoncesmehanparecidotanlargaslashoras.Alanochecerse levantó un fuerte viento que acabó por convertirse en vendaval furioso.Cuandomiréporlaventana,grandesynegrosnubarronescubríanelcieloynoseveíaniunasolaestrella.Llovíaacántaros,yentreelruidodelaguaquecaíaylossilbidosdelvientomeeraimposibleoírlospasosdelcentinela.

—Siyonoleoigoaél—medije—tampocoélmeoiráamí.

Yesperé,aunquecongrandeimpaciencia,aqueelcarceleroviniera,segúnsucostumbre,ainspeccionarporelventanillo.

Despuésdeasegurarmebiendeque,porlaobscuridadquereinaba,noseveíaenningunapartealcentinela,elcualsindudaestabaacurrucadoenalgúnrincón para librarse del aguacero, comprendí que había llegado elmomentocrítico.Solté la verja, saqué la piedra e indiqué ami compañeroquepasaradelante.

—Despuésdeusted,coronel—dijo.

—¿Noquiereustedirdelante?

—Prefieroquemeenseñeustedelcamino.

—Corriente,puesallávoy.Sígameusted;perosienalgoaprecia lavida,procurehacerloconelmayorsilencio.

La celda estabamuyobscuraynopudedistinguir sus facciones, perooíquelerechinabanlosdientesdemiedoymeechéareír.¡Vayauntipo!

Subiéndomesobreelbanco,metílacabezayloshombrosporlaventana,yya me había introducido hasta la cintura, cuando de repente Beaumont meagarróporlasrodillasycomenzóagritarcontodalafuerzadesuspulmones:

—¡Socorro,auxilio!¡Queseescapaunpreso!

Podéiscomprender,amigosmíos,quéimpresiónrecibiríayoaloíraquellosgritos.Por supuesto, inmediatamente comprendí cuál erami situaciónyquéeraloqueseproponíaaquelmalvado.

¿Por qué había de arriesgarse él escalando muros y sufriendocontrariedadescuandoasegurabasulibertadimpidiendolahuidadeunpresomuchomás distinguido que él? Yo había comprendido que era un cobarde,peronopudefigurarmequeseríatambiénuncanalla.Elquehapasadolavidaentre caballeros y hombres de honor, no piensa en estas cosas hasta elmomentoenquesuceden.Aquelestúpidonoparecíacomprenderqueélperdíamásqueyo.

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Volvíatráscomomejorpude,yapesarde laobscuridad leagarréporelcuelloy ledescarguédosgolpesenlacabezaconunadelasbarras.Cuandorecibióelprimeroaulló comounperro alque lepisanunapata; al segundocayóalsuelolanzandounquejido.

En seguida me senté en la cama para esperar los acontecimientos; peropasóunminuto,pasarondosynadaseoíamásquelarespiracióndelinsensatoqueestabatendidoenelsuelo.¿Seríaposiblequeconelvendavalylalluvianosehubieranoídosusgritos?Alprincipioestepensamientofueparamíunaesperanzapequeñísima:unminutomásymeparecióprobable;dosmásyeraseguroqueasíhabíasido.Ningúnruido,ningúnmovimientoseadvertíaenelpasillo ni en el patio.Me enjugué el sudor frío que cubría mi frente y mepreguntéquédebíahacerenaquellasituación.

Unacosacreí inevitable: lamuertedeaquelmalvadoBeaumont.Lomásprobable sería que, en cuanto recobrase el conocimiento, avisaríainmediatamentey sindarme tiempoparahuir.Nomeatreví a encender luz;alargué lamanohastaencontrar lacabezadel traidor.Levanté labarraenelaire… pero algo había, amigos míos, que detenía mi brazo y que no mepermitíadarelgolpefatal.Enelardordelapelea,enloscamposdebatalla,hematado a muchos hombres que ningún daño me habían hecho a mí y queseríanhonrados.Puesbien;aaquelhombredespreciable,aaquel traidorqueestaba tendido a mis pies, no me atreví a romperle el cráneo, porque elrompérselomeparecíaindignodecaballerosydemilitares.

Mepuseaescuchar,yporsupesadarespiraciónlleguéacreerquetalveztardaríaunbuenratoenvolverensí.Porlotantocomencéporamordazarleyluegoleatéalacama,sujetándolebienlospiesylasmanoscontirasquehicedelamanta.

Con esto tenía la seguridad de que allí permanecería amarrado hasta lapróximavisitadelcarcelero.Perosemepresentabannuevasdificultades.

Recordaréis que había contado con la altura de Beaumont para poderescalar la muralla. ¿Qué hacer ahora? Por un momento me desalentó estacontrariedad, pero el recuerdo demi queridamadre y del emperador vino amantenermisesperanzas.

—¡Ánimo!Dijeparamí.CualquieraquenofueseGerardseamilanaríatalvez,peroGerardno;Gerardvasiempreadelante.

Mepuseahacertirasdelascuatrosábanasdelasdoscamas,ydespuésdetrenzarlas me encontré con una excelente soga, cuerda o como quierallamársele.Elcasoesquelaatéfuertementealabarradehierroqueteníaenlamanoyquebajéporlaventanaalpatio,dondeviquehabíaarreciadolalluvia.

Mearriméalapared,perolanocheeratanobscuraquenoveíanimimano

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al levantarla delante demis ojos. Calculé que a no ser que tuviera lamalasuertedetropezarconelcentinela,habíapocoquetemer.

Cuandolleguéalamurallalancélabarraalaireytuvelasatisfaccióndecomprenderquequedabaenganchadaen losclavos.Subípocoapocopor laimprovisadacuerda,larecogíluegoybajéporelotrolado.

Enseguidaescalélasegunda,ycuandoestabasentadoahorcajadasenelborde veo, en medio de la obscuridad, relucir un objeto a mis pies. Era labayoneta del centinela.Tan cerca demí estaba (ya he dichoque la segundamurallaerabastantemásbajaque laprimera),que fácilmente, inclinándomeunpoco,hubierapodidosacarladelcañón.

Allíestabaelpobremuchachocantandoenvozbaja,arrimadoa laparedpara librarse un poco de la lluvia. ¡Cuán ajeno estaría de figurarse que tancercateníaunhombredesesperadoydispuestoabajarymatarloconsupropiaarma!

Yaestabapreparándomeparaelsaltocuandoseechóalhombroelfusilymarchó.Esperéhastaquecesóelruidodesuspisadasyentoncesbajé,dejélacuerdacolgandoyapretéacorrer.

¡Cielos, cómo corrí! El viento me zumbaba en los oídos, la lluvia meabofeteaba lacara.Caí,me levanté, tropecéconarbustosyzarzales…Teníaensangrentadaslasmanos,labocasecaylospiescomoelplomo…Elcorazónmelatíaconviolencia.Ysinembargocorrí,corrísiempreadelantecomounloco.

Peronocreáisquehabíaperdidolacabeza,¡quiá!

Sabíamuybienquelosfugitivossedirigíansiemprealacostayyoresolvíhacer lo contrario, internándome cada vezmás en el país para dirigirme alNorte,puestoquemebuscaríanenelSur.

¿Cómo conocí cuál era el Norte en una noche tan tempestuosa comoaquélla?Lo conocí por el viento. Estando en la cárcel había observado queveníadelNorte;asíque,haciendofrentealaire,nopodíaequivocarme.

Continuaba corriendo como un desesperado, cuando de repenteaparecierondelantedemídoslucesamarillasymedetuvenosabiendoporelmomentoquédeberíahacer.Comosabéis,vestíaaúneluniformedehúsar,ymeparecióquelomásimportante,lomásconveniente,eraprocurarmealgunaropaparaocultarlo.Semeocurrióque,silaslucesprocedíandealgúncaserío,talvezhallaríaallíloquenecesitaba,yconestaideameacerquésintiendoenelalmanohabertraídoconmigolabarradehierro,puestoqueestabaresueltoadefendermehastamorir,antesquedejarmeapresar.

Prontoviquenoexistíatalcaserío.Lasluceseranlasdelosfarolesdeuna

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berlina,yasuresplandorpudeenterarmedequedelantedemíteníaunaanchacarretera.Ocultoenunzarzalobservéquedoshermososcaballos tirabandelcarruaje,queunpostillónlessujetabaporlasbridasyqueunasdelasruedassehallaba tendidaen lacarretera.Aúnmepareceestarviendoaquelcuadro,amigos míos. Los caballos inquietos, el postillón sujetándolos y la berlina,pintadadenegro,balanceándosesobre las tres ruedas restantes.Mientrasasíobservaba sin ser visto, asomóse a la ventanilla un rostro muy bonito, alparecermuyjoven,envueltoenungrancapuchón.

—¡Diosmío!¿Quévoyahacer?—exclamóladamasinpoderreprimirsudisgusto—.EstoyseguradequesirCharleshaperdidoelcaminoytendréqueestaraquítodalanoche.¡Quéhorror,Diosmío!

—Talvezpuedayotenerelhonordeserviralaseñora—dijesaliendodelas zarzas y presentándome demodo que la luz de los farolesme diera delleno.

Paramíunamujerquesehallaencualquierapuroescosasagrada,sobretodocuandoesbonita,tanbonitacomoloeraaquélla.Noolvidéisquepormásqueerayacoronelacababadecumplirlosveintiochoaños.

¡Cáspita! ¡Cómogritó la señoraycómomemiróelpostillón! ¡Yaseve!Después de una carrera tan larga en la obscuridad, cayendo y tropezando acadamomento, tenía sucia lacara, rotoelmorrión,eluniformemanchadoydestrozadoyelaguacaíaachorrosdelpeloydelaropa.¡Bonitafiguraparainspirarconfianzaanadie!

Sinembargo,prontocomprendió ladamaquenadadebía temerdemí,yhasta me pareció que mis ademanes y mi porte la habían impresionadofavorablemente.

—Señora, sientoenel almahaberla asustado—dije inclinándomeconelmayorrespeto—.Porcasualidadllegaronamisoídossusprimerasfrases,ynopudemenosdesalirparaofrecerlamisservicios.

Yasabéiscómohabloyoencasostales,yospodéisfigurarelefectoquemispalabrasproduciríanenelánimodeladama.

—Muchísimas gracias, caballero —respondió dando muestras detranquilidad—. Hemos tenido un viaje horrible desde que salimos deTavistockhastaqueporúltimoseharotounadelasruedasdelcarruaje,yaquíestamos sin poder movernos. Mi esposo, sir Charles, ha ido en busca deauxilio,peromuchometemoqueconlaobscuridaddelanochehayaperdidoelcamino.

En el momento en que buscaba palabras para animarla, vi a su lado unabrigonegrodeviaje,consolapasdeastrakán,quesindudahabíadejadoallí

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su esposo. Era precisamente lo queme hacía falta para cubrirmi uniforme.Ciertoqueal tomarlocomprendíquemeportabacomoelmásvulgarde losbandidos,pero¿quéqueréis?Lanecesidadcarecedeley,yyamehallabaenunpaísenemigo.

—Supongo, señora —dije—, que ese abrigo es de su esposo. Medispensaráusted,sinduda,quemeveaobligadoa…

Sinterminarlafrase,metílamanoenelcarruajeysaquéelabrigoporlaventanilla.

Lamiradade sorpresa, de temorydedesprecioquemedirigió ladama,llegóhastalomásprofundodemicorazón.

—¡Aydemí!—exclamóaterrada—.¡Quéequivocaciónmáslamentable!Creíqueveníaustedenmiayuda,yhavenidosólopararobarelabrigodemiesposo.¡Yamíquesemehabíafiguradoqueeraustedtodouncaballero!

—Señora—añadíconvozcompungida—,laruegoquenomejuzguehastaqueseentereusteddelaverdad,detodalaverdad.Esnecesarioquemelleveyoesteabrigo;perosisedignadecirmeelnombredelcaballeroquetieneladichadesersuesposo,mehonraréendevolvérseloloantesposible.

—Miesposo—dijoablandándoseunpoco,aunquesinabandonarel tonodeseveridad—,essirCharlesMeredith,ysedirigíaa lacárceldeDartmoorparadespachar un asuntomuy importante degobierno.Sólo le pido a ustedquesevayasinllevarsenadadeloqueaélpertenece.

—Sólounacosadesupertenenciaeslaqueenvidio.

—Yporesoselahallevadousted.

—No,quedatodavíaenelcarruaje.

Seechóareírfrancaysencillamente,yañadió:

—Másquelasgalanterías,meagradaríaquemedevolvieseustedelabrigo.

—Señora,losientomucho,peromeesimposible.Simepermitieraustedentrar en el carruaje, le contaría cuán necesario es paramí el abrigo de suesposo.

En aquel momento llegó a mis oídos el silbido penetrante lanzado a lolejos,quefuecontestadoporungritodelpostillón.

Apesardelaobscuridadydelalluvia,pudedistinguirunaluztenuequeibaacercándosecadavezmásalsitiodondenoshallábamos.

—Sientoenelalma,señora,vermeobligadoadejarausted—dijecomoqueriendo despedirme—. Puede asegurar a su esposo que cuidaré bien elabrigo.

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Y pormás que teníamucha prisa, pues la luz estaba yamuy cerca, meatrevíadetenermeunmomentoparaestrecharlamanodeladamayllevarlaamis labios. Ella, fingiendo haberse ofendido de mi atrevimiento, la retiróapresuradamente. En seguida, y como el postillón mostrara deseos de nodejarmemarchar,metí el abrigo bajo el brazo y apreté a correr, decidido aponerentremipersonaylacárceldeDartmoortodaladistanciaquemefueraposibleenlashorasqueaúnquedabanhastaelamanecer.

Y dando frente al viento como antes, corrímucho hasta caer rendido defatiga.Medetuveunoscincominutospararecobrarfuerzasyseguircorriendoconmis piernas de acero y con el cuerpo endurecido pormis doce años decampaña.

Treshorasdurómicorreríadesenfrenada,enlascualescalculoqueanduveunasveintemillas.

Iba a amanecer yme oculté en un bosquecillo para descansar hasta quenuevamentesehiciesedenoche.

Paramínoeraningunanovedadeldormirentre la lluviayelviento;asíque,abrigándomelomejorquepude,prontocogíelsueño.

Nofuetranquilo,comoesdesuponer,puesnohicemásquedarvueltasymásvueltas,molestadoporunaseriedepesadillashorribles.

Soñéqueconunsoloescuadrónbastanterendidocargabasobreuncuadrocerradodegranaderoshúngaros,comoañosatráshabíahechoenElchingen.Mepusedepieenelestriboparagritar:«¡Vivel’Empereur!»,y…desperté.

Deunbrincomelevantédeaquelladuracama,ymientrasmefrotabalosojospreguntándomesimehabíavueltoloco,llegóamisoídoselmismísimogrito;cincomilvocesenunprolongadoalarido.

Miréporentrelaszarzas,yconasombroyhorrorindescriptiblesviloquemenos podía pensar, lo que menos hubiera querido ver: ¡la cárcel deDartmoor!

Allí,aunmetrodedistancia,destacábaseelfeoydestartaladoedificio.Dehabercorridounpocomás,hubieratropezadoconél.Tanhondaimpresiónmecausóesto,quealprincipionopodíacalcularloquehabíaocurrido.Luegolocomprendítodo,ymetirédelospelospornecioyportorpe.

Durante la noche el viento había cambiado del Norte al Sur, y yo,marchandosiempredefrente,habíacorridodiezmillashaciaelNorteyotrasdiez hacia el Sur. Demodo que, después de estar corriendo toda la noche,habíaidoapararalpuntodepartida.Cuandorecordélaprisaquehabíatenido,las caídas, los tropezones y el ímpetu loco que me llevaba siempre haciaadelante,mepareciótanridículoloquehabíahecho,quésoltéeltrapoyme

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dejécaersobrelosarbustosdelbosquecillo,riendoestrepitosamente.Despuésmeenvolvíenelabrigo,queveníaasercomounamanta,ymepuseapensarquéeraloquedebíahacer.

Unacosaheaprendido,amigosmíos,enmisaventurasypercances,yesquenosedebellamardesgraciaaningúnsucesohastavercómotermina.¿Noocurrequeacadapasosuelenmirarselascosasdesdedistintopuntodevista?Así me sucedió a mí entonces. Pronto me convencí de que aquellaequivocacióntendríaparamíelmismoresultadoquelamásrefinadaastucia.Misperseguidores, comoeranatural, comenzaríanabuscarmedesdeel sitioen queme encontré con el carruaje de sir Charles, y así fue efectivamente.Después de un rato de observación los vi marchar precipitadamente haciaaquel punto. A buen seguro que nadie se figuraría que desde allí me habíavuelto atrás; asíquecomprendíquepodíapermanecerdondemehallaba sintemordeserinquietado,ynointentémoverme.

Los prisioneros, por supuesto, se habían enterado demi fuga, y durantetodoeldíanocesarondeoírsegritosparecidosalquemehabíadespertadoporlamañana, llevando ami almauna especiede saludodemis camaradas tansimpáticocomoafectuoso.¡Quépocosefigurabanqueenlacolinaqueellosveíandesdesusventanassehallabaelcompañerocuyahuidacelebraban tanruidosamente!Yo, pormi parte, veía desdemi escondite a buen número deprisioneros,unospaseandoenelpatioyotrosreunidosengrupos,charlandoporloscodos.

Cuando vi a Beaumont, que con la cabeza vendaba atravesaba el patioentre dos guardias, hice un ademán como para lanzarme sobre aquelmiserable.Nopuedoexplicaros,amigosmíos,cuántomealegrédeverle,puesporunapartemedemostrabaquenolehabíahechomuchodañoyporotraquemiscompañeros,losdemáspresos,podíanmuybiencomprenderloquehabíasucedido. Harto me conocían para suponer ni por un instante que hubieraabandonadoalartillero.

Todo el día permanecí en mi escondite escuchando las campanadas delgranrelojcuandodabalashoras.

Teníalosbolsillosllenosdepan,quecontodaideahabíaidoseparandodelaracióndiaria,yalregistrarelabrigo,¡ohfelicidad!Encontréunfrascollenodemuybuencoñacmezcladoconunpocodeagua.Esto fuesuficienteparasacarme de apuros. Además del frasco encontré un pañuelo grande de sedaencarnada,unacajitadeconchaconrapéyunacartadentrodeunsobreazul,consellorojo,dirigidaalgobernadordelacárcel.

Los tres primeros objetos resolví devolverlos juntamente con el abrigo,pero la carta me daba qué pensar, porque el gobernador me había tratadosiempre con cortesía y me parecía indigno y poco noble el interceptar su

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correspondencia.Semeocurrióprimeramentedejarladebajodeunapiedra,apocadistanciadelapuertadelacárcel;perocomprendiendoqueestopodríacomprometerme y ofrecer además amis perseguidores una idea del caminoque había seguido, la guardé en el bolsillo interior, con la esperanza deencontrarprontoalgúnmediodehacerlallegarasudestino.

Alumbró el sol todo el día, y gracias a esto seme secó la ropa; así quecuando cerró la noche, estaba dispuesto a emprender otra caminata. Buencuidado tuvedenoequivocarmeporsegundavez.Lasestrellasmesirvierondeguía,yandandoabuenpasodurantetodalanocherecorríunasochomillas.

Meproponíaobtenercomomejorpudieseuntrajecompletoparasustituirel que vestía y dirigirme después a la costa Norte, donde indudablementeencontraría algunos contrabandistas o pescadores dispuestos a ganarse lacantidadquepagabaelemperadoraquienesconducíanhastaelotroladodelcanalalosprisionerosfugitivos.

Mequitéelplumerodelmorriónafindeno llamar laatencióndenadie,aunque temía que, a pesar de esta precaución y del hermoso abrigo quemecubríaeluniforme,seríadescubiertomásomenospronto.

Cuandoamanecióviamiderechaunríomuygrandeyamiizquierdaunaciudad. Mucho me hubiera complacido entrar en ella, pues me interesabaobservar las costumbres de los ingleses, tan distintas de las de otros países,pero comprendí que era peligroso, porque el morrión, el bigote y el hablabastaríanparadescubrirminacionalidad.Continué,pues,marchandohaciaelNorte,perodeteniéndomeconfrecuenciaparaversieraperseguido.

Haciaelmediodíalleguéaunvallesituadodondetodoeracampoabierto,yallí viunacasaaisladade todootro edificio.Eraunacasadecampomuybonita, con su jardín lleno de flores y muchísimas aves. Tendíme sobre lahierbaentreunaszarzas,ymepuseaobservar,puesmepareciómuyprobablequeallíencontraríaloquenecesitaba.Semehabíaacabadoelpan,ylalargacaminatadelanochemehabíadespertadoelapetito;asíquedecidípracticarunpequeñoreconocimiento,dirigirmeluegoalacasa,mandarasushabitantesque se entregaran con armas y todo y apoderarme de lo que tanta faltamehacía. Por lo menos, obtendría allí una tortilla y un pollito. ¡Ay! Sólo alpensarlosemehacíaagualaboca.¡Cáspita,quéhambretenía!

Mientras así meditaba, pensando quién viviría en una casa tan solitaria,salió un hombrecillo joven, vigoroso y fuerte, acompañado de otro de másedadque llevabaalgunosobjetosdegimnasiaen lasmanos.Sedetuvieronapocadistanciadelacasa,yelmásviejoentregóunospalosal joven,elcualcomenzóalanzarlosalaire,acogerlosyaircolocándolosalternativamenteendiversos sentidos. El otro le contemplaba con marcada satisfacción y decuandoencuandoledabaalgúnconsejo.Porúltimo,tomóeljovenunacuerda

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ysepusoasaltarcomounachiquilla.

Aquellas cosas me llenaban de asombro, y la única explicación que lesencontraba era que el uno era médico y el otro el paciente, que pensabacurarsedealgunadolenciaconaqueltratamientotanespecial.

Alpocoratoelviejoentróenlacasa,ysacandounabrigolargoypesadose lo puso al otro y se lo abotonó hasta el cuello. Como el día era muycaluroso, aquello me dejó más asombrado. Por lo menos, pensé, habránterminado los ejercicios; pero lejos de ser así, el joven apretó a correr endirecciónal sitiodondeyoestabaescondidoentre las zarzas.Sucompañerovolvió a entrar en la casa, de lo que me alegré, pues estaba resuelto aapoderarmede la ropadel jovenymarchar escapadoa la ciudad,dondemeprocuraría algo que comer. Cierto que me tentaba la idea del pollito; perocomo sabía que por lomenos había dos hombres en la casa, probablementearmados,yyonoteníaarmaninguna,creílomásprudenteapartarmedeallí.

Despuésdeunosmomentossentílospasosdelhombrecilloylevicercademí bien tapado con su gran abrigo y sudando copiosamente. Parecía unhombremuyfuerte,aunquepequeño;tanpequeño,quelleguéatemerquenomeserviríasuropa.Deunbrincosalídemiescondite,yalvermesedetuvomirándomeconasombro.

— ¡Caramba! —exclamó—, ¿qué es esto? ¿De dónde demontres habrincadousted?¿Estamosacasojugandoalescondite?

Añadió algo más, pero ni pude comprenderlo entonces ni ahora puedoexplicarlo.

—Con harto sentimiento, caballero—dije—me veo en la necesidad desuplicarlequeinmediatamentemeentreguelaropa.

—¿Queleentreguequé?—preguntóconsorpresa.

—Laropaquetieneustedpuesta,eltrajecompleto.

—¿Yparaquéyporquéhedeentregársela?

—Porquemehacefalta,porquelanecesito.

—¿Ysuponiendoquenomedieralaganadeentregársela…?

—¡Rayosytruenos!—exclamé—.Meveríaobligadoatomarla.

Con las manos metidas en los bolsillos de su enorme gabán mecontemplabafijamente,ypocoapocofueapareciendoensucaradeperrodepresaunasonrisaburlonaydespreciativa.

—Demodoque la tomaráusted,¿noesasí?Loquemeparecequevaatomar es algo que no le agrade. ¡Vaya un tipo extravagante!Nohacen falta

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ojos de lince para comprender que es usted un franchute escapado de alláabajo.¡Peronosabeconquiénhabla!SepaustedquesoynadamenosqueelluchadorcampeóndeBrístolyqueestoyensayandoparalapróximalucha.

Todoestolodijocomocreyendoque,aloírle,meibaaquedarpasmado;pero mirándole con la sonrisa en los labios y retorciéndome el bigote,contesté:

—Nodudo,caballero,queseráustedunvaliente;perocuandoledigaquese halla en presencia de Esteban Gerard, de los húsares de Conflans,comprenderá sindudaningunaqueno tienemás remedioque entregarme laropa.

— ¡Vaya, vaya! —exclamó—, prosiga usted su camino, pues de locontrariovaapasaraquíalgogordo.

—¡Laropainmediatamente!—gritéavanzandohaciaél.

Portodarespuestasequitóelgabánysecolocóenunaposturamuyrara:con un brazo extendido y el otro cruzado sobre el pecho. Mientras tantocontinuabamirándomeconunasonrisaprovocativa.

Aunquenadasabíarespectodelamaneradebatirsequetienelagentedelacataduradeaquelindividuo,siempreestuvedispuestoadefenderme,seaapieoacaballoyconarmasosinellas.

Comprenderéisqueunmilitarnopuedeentodasocasioneselegirelmododepelearyquenodebechillarsehastaqueletoquenauno.Así,pues,avancéfurioso, y a falta de otra cosa mejor comencé a patalear con los dos pies,cuandofueymedescargótantremendogolpeenelojoizquierdoquemehizovertodaslasestrellasdelfirmamento,ycaídeespaldas,pegandoconlanucaenunaenormepiedra.

Cuandorecobréelsentidomeencontréenunaespeciedecamastro,enunahabitación mezquina y pobremente amueblada. Un ruido semejante alzumbidodeunacampanagrandeenelmomentodedejardetocarresonabaenmisoídos,ypalpándomelafrenteconlamanomeenterédequeteníasobreelojounbultodeltamañodeunanuez.Notabaademásunolorpocoagradable,hastaque comprendí que la frente la teníavendada conun trapomojado envinagre.

Enelotroextremodelahabitaciónvialterriblehombrecilloconlarodilladescubierta, y a sus pies el compañero dándole fricciones con una pomada.Esteúltimoparecíatenerunhumordeldiablo,puesnohacíamásqueregañaraljoven,quienleescuchabaconcaratristona.

—¡Québarbaridad!—exclamó—.Haceunmesqueteestoypreparando,ycuando ya estabasmás listo que un pájaro te peleas sinmás nimás con un

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extranjero.

—¡Vaya,vaya,Jim!Nohablestanto—repusoelotro—.Nopuedenegarseque preparas bien, admirablemente, pero ¡qué diantre! Eres demasiadoparlanchín.¡Menudalatameestásdando!

—Meparecequeyaeshoradequecharle—prosiguióelmásviejo—.Sino se te cura la rodilla para el miércoles, dirán que a última hora te hasacobardadoyquenotehasatrevidoapresentarte.

—Quisiera yo que quien se atreva a decir eso estuviera aquí ahora. Hetriunfado en veinte luchas y triunfaré en otras tantas; ¿pero qué querías quehicieracuandoelhombreseempeñabaenqueleentregaselaropaquellevabapuesta?

— ¡Y qué vale la ropa!Bien sabes que lord Fulton tiene apostadas a tufavor cincomil libras.Lomismopodíashaber avisadoa lapolicía entoncesqueahora,ybienprontolehubiesenobligadoaquetedevolvieralaropa.

—Digoyrepitoque,niportriunfarenlaluchaniporlordFulton,tengoyocalmaparadespojarmede la ropay entregársela al primeroqueme la pida.¿Quiénhubieracreídoqueibaapatalear?

—Creeríasque iba a luchar con todas las reglasdel arte, ¿verdad? ¡Perohombre,silosfrancesesnosabenloqueespelearse!

Nopudeaguantarmás.

—Amigos míos —dije incorporándome en el catre—, no son más quetonteríasloqueestánustedeshablando.Tanbienconocemoslosfranceseselartedepelear,quehemosvisitadocasitodaslascapitalesdeEuropayprontovendremos también a Londres. Pero es de advertir que nosotros peleamoscomosoldadosynocomochiquillos.Ustedmedaungolpeenlacarayyoledoyunpuntapiéenlarodilla.¡Bah,esoesjuegodeniños!Perotomeustedunsable,demeustedotroamíyveráquéprontoleenseñocómonosbatimosalotroladodelcanal.

Losdosmemirabanconesamiradafijayfirmeconquesuelenmirarlosingleses.

—Celebroquenosehayaustedmuerto,monsieur—dijoelmásviejo—.Dababienpocasseñalesdevidacuandoleentramosaquí.

—Es valiente a pesar de ser franchute —observó el otro—. Vino aatacarmecomoungalguitofurioso,perolemetíunoenunojoquelehizocaerredondoantesquesedieracuentadeloquehabíaocurrido.

—Porlomenos—continuóelmásviejo—,tendráustedlasatisfaccióndedecirqueselashavistoconelfamosocampeóndeBristol,elmejorboxeador

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detodaInglaterra.

Por lovisto,creían losdosqueparamíconstituíaungranfavorelhaberrecibidoungolpedelhombrecillo.

—Estonoesnadaparamí—dije—.Estoyacostumbradoarecibirgolpesmuchomásgraves.

Ymedesabrochéeldolmánparaenseñarleslasheridasdemosquete;luegodescubríeltobillo,enelqueaúnteníasincicatrizarlaherida,yseguidamenteelojoderecho,dondeelbandoleromedioconelpunzón.

—¡Vayasihavistoalgo!—exclamóelcampeón.

—¡Québuenafiguraparaelboxeo!—añadiósucompañero—.Conseismeses de aprendizaje dejaría atolondrados a los de medio peso. ¡Lástimagrandequetengaquevolveralacárcel!

Estaúltimaobservaciónnomehizoningunagracia.

Melevanté,meabotonéeldolmánylesdije:

—Consupermisovoyacontinuarelviaje.

—Losiento,Monsieur—replicómeelmásviejo—,peronopuedeser.Elnegocioesnegocio.Ofrecen20librasalqueleentregueaustedenmanosdelgobernador, Esta mañana estuvieron aquí a buscarle; creo no tardarán envolver.

Estaspalabrasmeestremecieron.

—¿Perohansidoustedescapacesdevendermepor20libras?—exclaméfurioso—.Puesbien,prometoenviarleseldobleencuanto llegueaFrancia.¡Lojuropormihonordemilitarydecaballero!

Portodarespuestahicieronconlacabezaunaseñalnegativa.

Rogué,discutí,hablédelcompañerismoquedebeexistirentreloshombresvalientes…todoenvano.Elmismoresultadohubieraobtenidodirigiéndomeadostrancasquehabíaenelsuelo.

—Elnegocioesnegocio—repitióelmásviejo—.Además,¿cómohedepresentaramidiscípuloelmiércolessileapresanantesporhaberauxiliadoaunprisionerodeguerra?Yotengoquemirarporélynoquieroarriesgarnada.

¿Habíadeseraquélelfinaldetodosmisesfuerzos,detodosmisapuros,detodasmismolestias?¿Seríadevueltoalacárcelcomouncorderoescapadodelrebaño?

Pocomeconocíanlosquepensabanquehabíadesometermeasemejantesuerte.Habíaoídolosuficienteparacomprendercuáleraelflacodeaquellos

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hombres, y entonces quedó demostrado una vez más que Esteban Gerardnuncaestanterriblecomocuandohaperdidotodaesperanza.

EnmenostiempodelquesenecesitaparacontarlocogíunadelastrancasylalevantéenelairesobrelacabezadelcampeóndeBristol.

—Venga lo que venga—dije—, suceda lo que suceda, usted no ha depresentarseelmiércoles.

Elhombrequisolevantarse,perosucompañerolesujetóconlosbrazosynoledejómoverse.

—¡No,no,nadadeeso!Márchese,franchute,quenonoshacefaltaaquíparanada.Perováyasepronto,corriendo,quenovoyapodersujetarle.

Nomepareciómalelconsejo.Corríalapuerta,perolacabezacomenzóadarmevueltasencuantosalíalairelibreytuvequeapoyarmeenlaparedparanocaer.

Acordaosdetodocuantohabíasufrido:laansiedaddelahuida,lacarreratan largacomo inútilduranteunanocheenterayenmediodeunahorrorosatempestad,undíaenteroechadoentrehierbasyzarzassinmásalimentoquepanseco…yparacolmodedesdichaselgolpequerecibíalquererquitar laropaalhombrecillo.Hicetodoloposible,peronopodíamás.

Unmomento después oí un ruido estrepitoso. Levanté la cabeza y vi algobernador de la cárcel seguido de seis carceleros, jinetes todos en buenoscaballos.

—¡Hola, señorcoronel!—exclamóconvozde trueno—.Por finhemosdadoconusted.

Cuandounhombrevalientehahechotodoloposibleporlograrsuobjetoyno lo ha conseguido, demuestra su valor conduciéndose connobleza con suadversario.Saqué,pues,lacarta,yadelantándomeselaentreguédiciendo:

—He tenido ladesgracia, señorgobernador,de retener involuntariamenteunacartasuya.

Memirósorprendido, tomó lacartaehizouna indicacióna sushombresparaquemeprendieran.

Alenterarsedelcontenidode lacarta,unasonrisaaparecióensus labiosmientrasdecía:

—ÉstadebeserlaqueperdiósirCharlesMeredith.

—Laencontréenelbolsillodesuabrigo.

—¿Ylahallevadoustedconsigoestosdosdías?

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—Desdeanteanoche.

—¿Ynolahaleídousted,señorGerard?

Conungestolehicecomprenderqueaquellapreguntameofendía.

Él,porsuparte,soltóeltrapoacarcajadatendidayañadió:

—Verdaderamente, coronel, nos ha causado usted no pocos trastornos ymolestias.¡Ytodoparanada!Permítamelelealacartaquedurantedosdíashallevadoustedenelbolsillo.

Yleyólosiguiente:

«EncuantorecibaustedestaordenseserviráponerenlibertadaEstebanGerard,deloshúsaresfranceses,quehasidocanjeadoporelcoronelMason,deartillería».

Al terminar la lecturaelgobernadorsereíamásqueantes, loscarcelerostambiénsereíanyloshombresdelcaseríolosimitabandebuenagana.¿Yquéhabíadehaceryo,afuerdegalante,sinoreírmecomotodos?

Ycreoqueningunopodíareírmásagustoqueyo,puestoqueteníadelanteamiqueridaFrancia,amimadre,alemperadoryamishúsares,mientrasquealaespaldadejabalanegracárcelylapesadamanodelreydeInglaterra.

DecómoseenfrentóelbrigadierconelmariscalMilflores

Massena era un hombrecillo flacucho y de muy mal carácter. Habíaperdidounojoenlaguerra;perocuandolanzabasusmiradaspenetrantesconelque lequedaba,pocohabíaenelcampodebatallaquepasara inadvertidoparaél.Colocadodelantedeunbatallón, conuna solaojeadapodíadecir sifaltabaunahebilladelacasacadeunsoldadoounbotóndelosborceguíes.

Nilaoficialidadnilatropalequeríanmuchoporqueeramuymiserable,ya los soldados les gusta que sus jefes sean generosos y liberales; pero encambio,cuandosetratabadepelear,todoslerespetabanypreferíanestarasusórdenes más que a las del mismo emperador. Después de todo, si bien esverdadqueagarrabacontenacidadlabolsaynolasoltabafácilmente,tambiénloesquehuboundíaenqueconigualtenacidadagarróaZurichyaGénova.

Cuandorecibíelavisodequemellamabaacudímuycontentoasucuartel,pues siempre fui favorito suyo; en todo el ejército no había otro hombre aquien apreciara tanto como amí. Era una ventaja grande la de pelear a lasórdenesdeaquellosgeneralesveteranos,porquesabíanelegirunbuensoldadodeentremuchosquenoloeran.

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Le encontré solo en la tienda, sentado, con la cara entre lasmanos y elceño tan arrugado como lo ponía cuando alguien acudía a pedirle algo paraunasuscripción;perocuandomevioentrarsonrióafablemente.

—Buenosdías,coronelGerard—dijo.

—Muybuenoslostengausted,señormariscal.

—¿Quétalestánloshúsaresdel3.º?

—Setecientos hombres incomparables, jinetes sobre setecientos caballosexcelentes.

—¿Ysusheridas,sehancurado?

—Misheridasnosecuranjamás,señormariscal.

—¿Puesyeso?

—Porque cuando unas van ya curándose, vienen otras nuevas areemplazarlas.

—Veo que el general Rapp tendrá que cuidar de sus laureles —dijosonriendohastaquelacaraparecía todaunaarruga—.Harecibidoveintiunaheridasdebalayotrastantasdenavajasypunzones.Puesbien;sabiendoqueestabaustedherido,señorcoronel,meheabstenidodellamarle.

—Locualmehadolidomásquetodasheridasjuntas.

—¡Quiá!, ¡quiá!Desdeque los ingleses se retirarona retaguardiade laslíneasdeTorresVedrashemostenidomuypocoquehacer.Bienpocoperdióusted durante el tiempo que estuvo prisionero en Dartmoor, pero ahoraestamosenvísperasdeunaacción.

—¿Avanzamos?

—No;retrocedemos,nosretiramos.

Sinduda,enlaexpresióndemisojosviolasorpresayeldisgustoquemecausabaaquellanoticia.¡RetrocederanteaquelperrollamadoWellington,anteaquelquehabíaescuchadomisruegossinconmoverseymemandóalpaísdelasnieblas…!¡Cómoescucharaquelloconcalma!

— ¡Qué quiere usted!—prosiguió Massena con impaciencia—; cuandounoseentracontantosobstáculos,esnecesariomoverelrey.

—Haciadelante—observé.

Moviólacabeza.

—Es imposible forzar las líneas—dijo—. He perdido al general SainteCroixymáshombresquelosquepuedoreemplazar.Porotraparte,hacemás

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de seismeses que estamos aquí, en Santarem, y ya no queda ni un kilo deharinaniunjarrodevinoentodaestapartedelpaís.Nohaymásremedioqueretroceder.

—EnLisboahayvinoyharina—contesté.

—¡Bah!Hablaustedcomosiunejércitopudierasaliryentrarencualquierparte lo mismo que un regimiento de húsares. Si Soult estuviera aquí contreintamil hombres… pero no quiere venir. En fin, vamos al grano. Le hellamadoausted,coronel,paraencargarledeunaexpedicióntansingularcomoimportante.

Yapodéiscalcularlaatenciónqueyopondríaaloíresto.

El mariscal desarrolló un mapa grande, y con sus velludas manos loextendiósobrelamesa.Enseguidaempezódiciendoasí:

—EstoesSantarem.

Inclinélacabeza.

—Yaquí,a25millashaciaelEste,seencuentraAlmeixal,notableporsusviñedosysuinmensomonasterio.

Volvíainclinarme,aunquesinpodersiquieraimaginarlasignificacióndeaquelpreámbulo.

—¿Haoídoustedhablar,coronel,delmariscalMilflores?

—Heservidoa lasórdenesde todos losmariscales,perono teníanoticiaqueexistieraunodeesenombre.

—Es elmote que le pusieron los soldados—continuódiciendo—.Si nohubiera usted estado ausente de nosotros durante algunos meses no seríanecesarioqueyo se lo explicase.Es inglésyhombredegraneducación.Lepusieron este mote por sus modales excesivamente finos. Quiero que hagaustedunavisitaaesearistocráticoinglésenAlmeixal.

—Estámuybien.

—Yqueleahorqueustedenelárbolmáspróximo.

—Conmuchogusto.

Mevolví a escape,peroantesdeque llegara a lapuertade la tiendamedetuvoelgeneral.

—Unmomento,coronel—dijo—.Antesdeponerseencaminodebeustedsabercómoestánlascosas.HedeadvertirlequeelmariscalMilfloresesmuyvalienteyhombredemuchotalento.FueanteriormenteoficialdelaGuardiareal inglesa,pero lecastigaronporhacer fulleríasenel juegoyse retiródel

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ejército. Consiguió reunir una partida de desertores ingleses y marchó conellos al monte, donde no tardaron en unírsele unos cuantos vagabundosfrancesesyalgunosbandidosportugueses;enresumen,quehoyseencuentraalfrentedequinientoshombres,conloscualessehaapoderadodelmonasteriode Almeixal, ha despachado a los frailes, ha fortificado el edificio y harecogidoelbotíndetodoslospueblosdelcontorno.

—Portodolocualesyatiempodequeseleahorque—dijedirigiéndomeotravezhacialapuerta.

—Uninstantemás—gritóelmariscalsonriendoalvermiimpaciencia—.Quedaporsaberlomásgrave.Lasemanaúltima,lacondesadeRonda,unadelasmujeresmásricasdeEspaña,alregresardelacortedelreyJosé,adondehabíaidoavisitaraunnietosuyo,fuesorprendidayhechaprisioneraporlosbandidos.La tienenencerradaenelmonasterio,y loúnicoque le salvará lavidaserá…

—Sucondicióndeabuela—interrumpí.

—Lafacilidadconquepodrápagarunrescateelevado.Demodoquetieneusted tres misiones que cumplir: primera, salvar a esa desgraciada señora;segunda, castigar a esemalvado inglés; tercera, deshacer, si es posible, esenidodebandidos.Paraesastrescosasnopuedodarleaustedmásquemedioescuadrón,perocreoquelebastará.

Apenaspodíacreerloqueestabaoyendo.Comoquehabíacontado,porlomenos,conmiregimientodehúsares.

—No puedo cederle más fuerzas —prosiguió Massena—, porque laretirada comenzará hoy mismo, y Wellington está tan bien provisto decaballería, que todos cuantos caballos podamos nosotros reunir serán pocos.Asíquenopuedodarleniunomás.Ustedverá loquepuedehacer.YhadepresentarseenAbrantes,dondeleesperaré,mañanaalasochodelanoche,lomástarde.

Indudablemente me honraba mucho al poner mi habilidad en tan altaestimación;peroaquello,almismotiempo,eraunpocoembarazosoparamí.

Yodebía salvar a una señora anciana, ahorcar a un inglés y deshacer unnidodequinientosbandidos…todoconcincuentahombres;pero¡quédiantre!Después de todo, aquellos cincuenta hombres eran húsares de Conflans yhabíadedirigirlosnadamenosqueEstebanGerard.

PerocuandosalídelatiendadeMassenaysentíelcalordelhermososoldePortugalhabíarecobradotodalaconfianzaenmímismo,ynoteníadudadequecumpliríamimisiónmejoraúndeloqueseesperaba.

Elegí cuidadosamente mis cincuenta hombres, todos ellos soldados

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veteranosquehabíanservidodesdelaguerradeAlemania.Algunosteníantresestrellasyotrosdos.AlacabezademishombrespuseaOudetyPapilette,dosde losmáshábiles tenientesdemi regimiento.Cuando loshube formadoenlíneas de a cuatro, todos con el uniforme gris plateado, jinetes en hermososcastaños, con sus mantas de piel de leopardo y sus penachitos rojos, micorazónlatiódeorgulloalcontemplarelmagníficocuadroqueofrecían.Sentíunagransatisfacciónalfijarmeensusrostroscurtidosporlaintemperie,conlos largos bigotes que se destacaban por encima de los barboquejos de loschascás,ycreofirmementequelasatisfaccióndeellosnoseríamenorcuandovieronasucoroneltangallardoytanjoven,jinetesobresumagníficocaballonegro,rompiendolamarcha.

ApocodesalirdelcampamentocruzamoselTajo.Entoncesdespachémisavanzadasymisflanqueadores,guardandoyomiposiciónalfrentedelcuerpoprincipal.

Mirando hacia atrás desde los montes de Santarem veíamos las líneasnegras del ejército deMassena, con el brillo de sables y bayonetas que semovíandeun ladoaotrohastaquedarenposiciónpara la retirada.HaciaelSurdestacábanselasmanchasrojizasdelasavanzadasinglesas,ymásatráslanubedehumoqueseelevabadelcampamentodeWellington;humograsientoy espeso, que a nuestros pobres hombres, medio muertos de hambre, lesparecía llevar el rico olor de calderas hirvientes de buen rancho. Hacia elOeste distinguíase elmar con sus aguas azules, formando una bonita curvaguarnecidaconlasvelasblancasdelosbuquesingleses.

Comprenderéisque,comoíbamosalEste,nosapartábamoscadavezmásde los dos ejércitos. Sin embargo, yo sabía que el país que atravesábamosestaballenodeavanzadasinglesas,ydadoelescasonúmerodemitropa,eranecesariotomartodaclasedeprecauciones.

Durante todo el día caminamospor losdesolados flancosde losmontes,cuya parte interior estaba cubierta de nacientes viñas. La parte superior,cuándogris,cuándoverde,ofrecíaaspectocaprichoso.

Frecuentemente hallábamos riachuelos que, cruzando nuestro camino,corrían en dirección alTajo, y una vez tropezamos con un río profundo, defuertecorriente,queparecíacerrarnoselpaso;peroobservandositiosdondeanteshubocasasencadaorilla,prontodiconelvado.Nadiehabíaquepudierainformarnosdenada,puesentodalaexpediciónnovimosmásseresvivientesqueunbuennúmerodecuervos.

El sol empezaba ya a ocultarse cuando llegamos a un vallecito en cuyocentro había un claro grande, cuyos lados se hallaban sombreados decorpulentosrobles.JuzguéqueyanopodíamosestarlejosdeAlmeixaly,porlotanto,conveníacaminarporentrelasarboledas,pueselfollajeerabastante

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espesoparaocultarnos. Íbamos,pues,enordenabiertoporentre losárboles,cuando de pronto vi que se acercaba a galope tendido uno de losflanqueadores.

—Micoronel—dijosaludando—,enelladodelvallehayingleses.

—¿Caballeríaoinfantería?

—Dragones,mi coronel.Vi el brillo de cascos y sentí el relincho de uncaballo.

Dilavozdealtoamishombresymarchéapresuradamentealaorilladelbosque. Efectivamente, una partida de caballería inglesa caminaba en líneaconnosotrosyenlamismadirección.

Distinguíelcolorrojodelaschaquetasyelbrilloyelmovimientodelasrelucientesarmasporentrelosárboles,ycuandopasaronporunpequeñoclarovieldesfilede la fuerzaentera,que juzguédebíaser,pocomásomenos, lamismaennúmeroquelaquemandabayo:medioescuadrónalosumo.

Vosotros, que habéis oído referir tantas demis aventuras, sabéis que fuisiempre rápidoenconcebirynomenos rápidoenejecutar;puesbien,hedeconfesarqueenaquellaocasiónmehallabaenunconflicto.Porunaparteveíallegadoelmomentodelucirmeenunabonitaescaramuzaconlosingleses,yporotranopodíaolvidarlamisiónquemeesperabaenAlmeixal,misiónque,ami juicio, era superior amis fuerzas. Si llegaba a perder uno solo demishombres, me imposibilitaba completamente para cumplir las órdenes quehabíarecibido.Sentadoenlasilladelcaballo,indecisoypensativo,meditabaquéseríamejorhacer,cuandodeprontounodeaquellosinglesesdechaquetarojasaliódeentrelosárbolesseñalándomeygritándome,comosiyohubierasido la zorra que venían persiguiendo para darle caza. Inmediatamente sejuntaronaélotrostres;yunotocóconlatrompetalallamadaqueleshizosaliren seguida al claro. Como yo había presumido, eran medio escuadrón, yformarondoslíneasdea25,coneloficial(elqueprimeromevio)alacabeza.

Pormi parte hice otro tanto conmis nombres; demodo que dragones yhúsaresquedamosformadosdelmismomodo,aunosdoscientosmetrosunosde otros. Los ingleses eran tipos muy distinguidos y ofrecían un cuadropintorescoconlaschaquetasrojas,losplumajesblancos,loscascosplateadosyrelucientesysuslargossables,yestoysegurodequeellos,porsuparte,nopodíanmenosdereconocerquenuncavieronmejoresjinetesqueaquellos50húsares deConflans. Los dragones eranmás pesados que nosotros, pero talvezpresentabanunaspectoalgomáselegante,yaqueWellingtonlesobligabaasacarelbrilloalmetalquellevabanencima,loquenoeracostumbreentrenosotros. Por otro lado, bien sabido es que las túnicas o chaquetas inglesaserandemasiadojustasenlasmangasparapermitirellibremanejodelsable,y

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en esto teníamosunagranventaja.En cuanto avalor, el pueblo ignoranteyneciocreesiemprequelossoldadosdesunaciónsonmásvalientesquetodoslosdemás.Nohayenelmundopuebloqueno tengaesta idea;perocuandouno ha visto tanto como he visto yo, se convence de que no es grande ladiferencia que existe, y aunque los ejércitos varían mucho en cuanto a ladisciplina,todossoncasiigualesenvalor,conlaúnicaexcepcióndequelossoldadosfrancesessonlosmásvalientesdelmundo.

Puesbien;encuantonoscolocamosenlaformaqueyahedicho,eloficialinglés avanzó por el césped a galope tendido, blandiendo el sable como siviniera a desafiarme. ¡Cáspita, y qué cosa tan bonita es un hombre esbelto,jinetesobreunhermosocaballo!Estoysegurodequenadahayqueleiguale.

Hubieraqueridoquedarmeallíparadoobservándolemientrasavanzabaconaquella soltura, aquellagraciayaquellaagilidad;peronome tocabaamíelestarquieto.

EstebanGerard podrá tener sus faltas, pero ¡rayos y truenos!Aúnno hapodido nadie acusarmede ser perezoso para defenderme.Mi viejoRataplánmeconocíatanbien,queechóacorrerantesdequetuvieratiempodedarunasacudidaalasbridas.

Hay en el mundo dos cosas que no podré olvidar jamás después dehaberlasvistounasolavez:lacaradeunamujerbonitayunbuencaballo;asíquealiracercándonosunoalotro,pensabayoparamisadentros:¿Dóndehevistoesehermosoroano?¿Dóndeheobservadoantesesarápidamarcha?Lorecordé de repente, y levantando la vista para encontrarme con la miradaprovocativaylaaltivasonrisadelmilitaringlés,¿aquiénhabíadereconocersinoalhombrequeme libróde lasgarrasde losbandidosyqueme jugó lalibertad,alhonorablesirRusselBart?

—¡Bart!—exclaméconalegría.

Tenía el brazo levantado como para descargar un golpe, dejando trescuartaspartesdesucuerpoamerceddelapuntademisable.Indudablementenoestababieninstruidoenelmanejodelarma.Cuandooyómivozdejócaerelbrazoymemirófijamente.

—¡Hola!—exclamóasuvez—.¡SiesGerard!

Cualquierahubieracreído,porel tonodesuvoz,quenoshabíamosdadocitaallí.Yoestabadeseandoabrazarle,perocomonoavanzóniunpasomás,medetuvetambién.

—¡Vaya!Creíquenosíbamosadivertir—dijo—.¡Cuánlejosestabadefigurarmequeseríausted!

Hablabacomosihubieserecibidounchascomuygrande,yfrancamente,

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aquello no me hizo mucha gracia. En vez de sentirse contento por haberencontrado un amigo, estaba disgustado por haber perdido la ocasión debatirseconunenemigo.

—Tendríamuchísimogustoencompartirsudiversión,miqueridoBart—repuse—,peromeseríadetodopuntoimposiblevolverelsablecontraelquemesalvólavida.

—¡Bah!—contestó—;esonovalenada.

—Repitoqueesimposible;nuncameperdonaríaamímismo.

—Dausteddemasiadaimportanciaaunacosatansencilla.

—Elmás vivodeseo demimadre es el de abrazarle,Bart. Si en algunaocasiónseencontraraustedenGascuña…

—Wellingtonvieneallícon60000hombres—interrumpióme.

—En ese caso —contesté— alguien podrá sobrevivirle. Mientras tanto,guardeelsableenlavaina.

Nuestroscaballosestabanmuyarrimados,yBart,alargandoelbrazo,metocócariñosamenteenelhombrodiciendo:

— ¡Qué simpático es usted, Gerard! ¡Cuánto siento que no haya ustednacidoalotroladodelCanal!

—Gracias,estoymuysatisfechodehabernacidoaestelado.

—¡PobreGerard!—exclamóentoncescontantacompasiónquemehizoreírcomonunca—.Peromireusted—continuó—,¡quédiantre!Semefiguraquenosapartamosdelasunto.IgnoroquédiríaMassena,peroséquenuestrogeneralsaltaríasobrelasillasinosvieraasí.Nonoshanmandadoaquíparapasarjuntoselrato,¿verdad?

—¿Quéquiereusted,pues?

—Tal vez se acordará usted de que tuvimos un altercado sobre si eranmejoreslosdragonesqueloshúsares;puesbien,nuncamejorocasiónqueéstaparacomprobarlo.Tengoallí50del16.º,todosimpacientesporoírlaorden;ustedtieneotrostantosbuenosmozos,quetambiénparecenestarinquietos.Sitomáramoslosflancosderechosnonosestropearíamosmucho,pormásqueenestepaíselderramarsangreesseñaldeamistad.

Enverdadquenomeparecíamala la idea.Pordepronto, la condesadeRonda,MonsieurAlexisMorganyelabaddeAlmeixaldesaparecierondemimemoria,ysóloacertabaapensarenlamagníficaescaramuzaquepodríamostener.

—Muy bien, Bart —dije—. Hemos visto la delantera de sus dragones,

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ahoraveremoslasespaldas.

—¿Apostamosalgo?—preguntóconansiedad.

—Laapuesta—contestéaltivamente—esnadamenosqueelhonordeloshúsaresdeConflans.

—Bueno, pues allá va —exclamó—. Si nosotros los destrozamos austedes, seaenhorabuena.Siustedesnosdestrozananosotros…tantomejorparaelmariscalMilflores.

Cuandodijoestomequedémirándolellenodeasombro.

—¿CómoparaelmariscalMilflores?—pregunté.

—Eselmotequeledanaunbribónqueviveporaquí—respondiómeBart—. Lord Wellington me ha enviado con mis dragones expresamente paraahorcarleenelárbolmáspróximo.

—¡Quécasualidadtanextraordinaria!—dije—.Precisamentemishúsaresyyotenemoselmismísimoencargo.

Losdosnosechamosareíracarcajadas,yenvezdepelearnosguardamoslossablesensusvainascorrespondientes.Unruidoestrepitosodeacerosnoshizocomprenderquelossoldadoshabíanhecholomismo.

—Somosaliados—exclamóBart.

—Porundía.

—Esnecesariounirnuestrasfuerzas.

—Indudablemente.

Demodoque,dandoanuestrosmediosescuadroneslavozde¡defrente!,descendimosporelvalleformandodoscolumnas:losdragonesaunladoyloshúsaresalotro.Loshombresexaminabanasusvecinosdepiesacabeza,comoperrosdepresaquehanaprendidoarespetarsemutuamente.

Lamayorpartedeellosestabanmuydivertidosconnuestradecisión,peroalgunosponíanmuymalacarayparecíanquererdesafiaralosdemás.SobretodoelsargentoinglésyPapilettenopodíanavenirseacambiardemododepensar de unmomento a otro. Además Papilette no olvidaba nunca que suúnicohermanohabíamuertoenBusaco.

EncuantoaBartyyo,caminábamosjuntoscharlandoalegrementedetodocuantonoshabíasucedidodesdeeldíadelamemorablepartidadeecarté,delacualyatenéisnoticia.PormipartelereferímiaventuraenInglaterra.

Verdaderamentelosinglesessonestrambóticos.AunqueBartsabíaqueyohabíaservidoendocecampañas,tengolaseguridaddeque,másqueporesto,

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meadmirabaporlacuestioncillaquetuveconelpeóndeBristol.

Me dijo que el coronel que presidió el Consejo de guerra en que fuejuzgadoporhaberjugadoalascartasconunprisioneroleabsolvióencuantoalanegligenciaenelcumplimientodesudeber,peroquefaltótroco,muypoco,para que le expulsara del ejército por haber jugado los triunfos antes detiempo.Sí,nohaydudadequelosinglesessonmuyextravagantes.

En el extremo del valle, el camino, formando curvas, ascendía por unacuestecitaparaconducirluegoaotrovallemuchomásextensoenelotrolado.

Alllegaralacimahicimosalto,puespróximamenteatresleguasdelsitiodondenoshallábamosvimosunapobre aldeade casuchas feasynegruzcas,conunenormeedificioenelflancodelmontequeladominaba.Allídebíadeser donde se albergaban los facinerosos cuya desaparición se nos habíaencomendado.Creoquehastaentoncesnonoshabíamosdadocuentaexactade la tareaquesenoshabía impuesto.Eledificioeraunverdadero fuerte,ybienprontocomprendimosquelacaballeríapocoonadapodíahacerallí.

—Noimporta—exclamóBart—.MassenayWellingtonseencargarándearreglareso.

—Valor—exclamé—.PirétomóaLeipzigcon50húsares.

—Sihubieran sidodragoneshubiera tomadoaBerlín—contestóBart—.Pero vamos, usted es el oficial mayor. Dirija usted y veremos quién es elprimeroqueretrocede.

—Puesbien—dije—,nohaymomentoqueperder,porquetengoordendepresentarme mañana por la noche en Abrantes. Ante todo necesitamosinformarnos.Yporciertoqueaquídebedehaberalguienquepuedaindicarnosalgo.

Enunladodelacarreterahabíaunacasablancaque,ajuzgarporunaramade árbol colgada en el balcón, debía de ser una taberna de las que tantofrecuentan losmuleteros. En el portal vimos un farol que despedía una luztenue.

Nos acercamos, y poco después pudimos distinguir dos hombres queconversabanconmuchointerésenlaentrada.Unodeellosvestíaelhábitodefrailecapuchinoyelotroundelantalgrande,porelquesededucíaqueeraeldueñodelataberna.

Tan grande era el interés con que conversaban, que no se fijaron ennosotroshastaquellegamosalamismapuerta.Encuantonosvioeltaberneroquisoecharacorrer,peroseloimpidiósujetándoleunodelosingleses.

— ¡Por piedad —gritó—, soltadme! Mi casa ha sido saqueada por losfrancesesyasoladaporlosingleses,ylosbandidosmehanquemadolospies.

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Juro por lomás sagrado que nome queda ni dinero ni pan, como lo puedeatestiguar el reverendo padre capuchino que en la puerta de mi taberna semueredehambre.

—Puedenustedescreerlo,señores—dijoelcapuchinohablandoenfrancésmuycorrecto—;elhombrenodicemásquelapuraverdad.Elinfelizesunade las numerosísimas víctimas de estas guerras crueles, aunque ciertamentesus pérdidas son muy poca cosa si se comparan con las mías. Soltadle—añadióenun inglés tancorrectocomoel francésenquehabíacomenzadoaexpresarse—. El pobre hombre está demasiado débil para huir, aunquequisierahacerlo.

A la luz del farol vi que el capuchino era un hombre guapísimo. Alto,moreno, de barbamuynegra y ojos relucientes como chispas.Tenía aire dehabersufridomucho,peroseconducíacomounrey.Desueducaciónpudimosformarnosideacuandoleoímoshablarennuestralenguacorrespondienteconlamismaperfecciónquesihubieranacidoenelpaís.

—Notemaustednada—ledijealtabernero,quetemblabademiedo—.Encuanto a usted, padre, creo que podrá sernos útil para lo que necesitamossaber.

—Todocuantosoy,hijomío—respondióelfrailehumildemente—,estáavuestradisposición;peromisvigiliassonsiempremuypobres,yesteañohansidotanescasasque,sihedetenerfuerzasuficienteparacontestaravuestraspreguntas,hedepedirosantesunpedazodepan.

Llevábamosracionesparadosdías,asíqueprontopudimossatisfacersusdeseos.Dabapenaverelafánconquecomióelpedazodepanyel trozodecarnedecabraquepudeofrecerle.

—Notenemosunmomentoqueperder—añadí—.Queremosquenosdigaustedtodocuantosepaacercadelospuntosflacosdelmonasteriodealláabajoydelascostumbresdelosbribonesquaseguarecenenél.

Con las manos enlazadas y los ojos puestos en el cielo pronunció unaspalabrasqueamímeparecieronlatín,yenseguidaañadióenfrancés:

—Laoracióndeljustohallasiempresurecompensa,peroyonocreíquelamía fuese atendida tan pronto. En mí ven ustedes al infortunado abad deAlmeixal,quehasidovilmenteechadodesumonasterioporlosdespojosdetresejércitosmandadosporunjefediabólico.¡Diosmío,cuántohesufrido!

Yrompióalloraramargamente.

—Ánimo,señor—interrumpióBart—.Apuestonuevecontracuatroaquemañanaparaestashoraslehemoscolocadodenuevoensupuesto.

—No es precisamente mi propio bienestar, ni el de mi pobre rebaño

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esparcidoporlosmontes,loquemepreocupa—contestó—.¡TodoseaporelSeñor!Loquetantapenamecausaeselrecuerdodelassagradasreliquiasquehancaídoenmanossacrílegas.

—Casiapostaríaaquenoseocupandeellas—dijoBart—.Conquevaya,enséñenosel caminopara llegar a laspuertasyprontodejaremosel edificiolibreparaustedylossuyos.

Enbrevespalabrasnosdijoelbuenodelabadloquenecesitábamossaber,pero todo cuanto decía nos demostraba más y más las dificultades de laempresa. Las murallas del monasterio tenían cuarenta pies de altura, lasventanas bajas estaban atrincheradas y todo el edificio muy bien dispuestoparahacerfuegodesdeadentro.Lagavillaconservabaladisciplinamilitar,ylos centinelas eran demasiado numerosos para pensar en sorprenderlos.Indudablemente lo que allí hacía falta era un batallón de granaderos y dosbuenas piezas de artillería.Yo levanté los ojos para demostrarmi opinión yBartlanzóunsilbidoprolongado.

—Sucedaloquesuceda—dijo—,tenemosquehacerunatentativa.

Loshombreshabíandesmontadoya,ydespuésdedaraguayforrajealoscaballos,sehabíanpuestoacenartranquilamente.Bartyyo,acompañadosdelreverendo padre, entramos en el comedor de la taberna-posada para discutirnuestrosplanes.Elpoquitodecoñacquemequedabaenel frasco lo repartíentrelostres.

—No es posible —dije— que esos bribones se hayan enterado de queveníamos,yademásnohemoshalladoexploradoresenelcamino;asíquecreoquedeberíamosocultarnosenunbosquecercano,ycuandoabranlaspuertascargarsobreellosysorprenderlos.

ABartleparecióbienlaidea;perocuandonospusimosadiscutirlaconelabad,noshizoésteverqueelplanteníagrandesdificultades.

—Entodoelrededordelmonasterio—dijo—,sóloporlapartedelavillahayunsitiodondepudieraocultarsealgúnhombreyalgúncaballo.Encuantoaloshabitantesdelpaís,noesposiblefiarsedeellos.Temo,hijomío,quesuplannoresultaría,teniendoencuentalavigilanciaqueejercenesoshombres.

—No veo otro medio —añadí—. Los húsares de Conflans no abundantanto como para arriesgar medio escuadrón contra una muralla de cuarentapiesdealtura,defendidaporquinientoshombresdeinfantería.

—Yo soy hombre de paz—dijo el abad— y no debo meterme en esascosas.Sinembargo, talvezpodríadaraustedesunconsejo.Conozcobienaesos bribones y sus costumbres. ¿Quién mejor, habiendo vivido durante unmesenestesolitariolugar,observandodíatrasdía,conelcorazónentristecido

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y las lágrimasen losojos,elmonasterioquefuemío?Asíquemepermitirédecirlesloqueenlugardeustedesharíayo.

—Hableusted,padre—exclamamoslosdosalavez.

—Continuamente se presentan aquí grupos de desertores con suscorrespondientes armas. Pues bien; ¿qué puede impedir que os presentéiscomotales,yasíhallaríaisfrancaslaspuertasdelmonasterio?

Quedéasombradodelasencillezdelproyectoyabracéconefusiónalbuenabad,peroBartnoseentusiasmótantoypusoalgunosinconvenientes.

—La idea no esmala—dijo—, pero si esos hombres son tan recelososcomo parece, no creo probable que admitan en su madriguera a cienindividuos armados. Según he oído, Morgan o el mariscal Milflores ha deteneralgomástalentoquetodoeso.

—Bueno,puesque entren sólo cincuenta—repuse—,yque al amanecerfranqueenlaspuertasalosotroscincuenta,queestaránesperandoafuera.

Largoratoyconlamayordiscreciónestuvimosdiscutiendoelplandesdesus diversos puntos de vista. Seguramente, que ni los mismos Massena yWellington lohubieranpensadomejor.Por finconvinimosBartyyoenqueuno de nosotros entraría con sus cincuenta hombres bajo el pretexto de serdesertores, y que al amanecer abriría las puertas para dar paso a los otroscincuenta. El abad opinaba que era peligroso dividir nuestras fuerzas; peroviendo que los dos estábamos de acuerdo, se encogió de hombros y cediódiciendo:

—Permítanmeustedesque lesdirija unapregunta.Si llegaran a coger almariscalMilflores,¿quéharíanconél?

—Ahorcarleenseguida—respondí.

—Es demasiado poco —agregó—, es muerte demasiado buena. Si yopudiese…Pero¡ay,Diosmío,quépensamientostanindignosdeunhumildesiervodelSeñor!

Yllevándoselasmanosalafrentecomounoquesevuelvelocodetantosufrimientosalióprecipitadamentedelaestancia.

Quedabatodavíapordecidirunpuntoimportante:cuáldelosdosmediosescuadrones,eldedragonesoeldehúsares,habíadeentrarelprimero.

EramuchopediraEstebanGerardquecedieraanadiesupuestoenaquellaocasión; pero el pobre Bart rogó tanto y tanto insistió en que tuviera enconsideraciónlaspocaseinsignificantesescaramuzasaqueélhabíaasistido,para compararlas con las setenta y cuatro batallas en que había yo tomadoparte,queporfinaccedí,consintiendoenquefueseélquienprimeroentrara

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enelmonasterio.Acabábamosdedarnosunbuenapretóndemanosparasellaraquellaespeciedepacto,cuandovinoasorprendernosungriteríoyruidodearmas que resonó en el camino fuera de la taberna. Con los sablesdesenvainadossalimosprecipitadamente,convencidosdequelosbribonesdelmonasterionoshabíanatacadoantesdequenosotrospudiéramosatacarlesaellos.

Imaginaos cuál sería nuestra sorpresa, nuestro asombro; al ver a la débilluz del farol una veintena de húsares y dragones, unos encima de otros,confundidos en informe montón de chaquetas rojas y chaquetas azules, decascos y chascás, todos golpeándose y peleando como mejor podían.Muchísimo trabajo nos costó el separarlos, y por fin, cuando lo hubimosconseguido, quedaron allí jadeantes y ensangrentados, lanzándose terriblesmiradas de odio. Sólo amenazándoles con los sables pudimos evitar quevolvieranaenzarzarse.

Elpobrecapuchino,con losbrazos levantados, implorabapiedada todoslossantosdelcielo.

Interrogando a uno demis hombres supe que elmismo fraile había sidoinconscientementelacausadeaquellapelea.

El pobre abad, no comprendiendo el efectoque a losmilitares les hacenestascosas,habíamanifestadoalsargentoinglésqueeraunagranlástimaquesuescuadrónnofueratanexcelentecomoelfrancés.Nobienhabíaterminadodedecirlocuandoel inglés, irritado,deun tremendogolpearrojóalsueloalhúsarqueteníamáscerca,einmediatamenteselanzaronunossobreotrosconlaferocidaddetigres.

Despuésdeestonopodíamosdejarlos juntos;asíqueBart se llevóa sushombresaunladodelaposadayyocondujealosmíosalladoopuesto.Cadaescuadrón demostraba perfectamente los tradicionales caracteres de su país,puesmientraslosinglesesibansilenciosos,perolanzandoterriblesmiradasasusenemigos,loshúsarescharlabanyamenazabansincesar.

Comoya teníamos formadoelplan,nospareció lomejor llevarloacabocuanto antes, por si surgía alguna nueva cuestión o motivo de riña entrenuestros hombres. De manera que Bart se dispuso a marchar, después dearrancarselosgalonesdelasmangas, lafajaylagoladeluniforme,afindepasarporunsimplesoldado.Explicóasushombresquéeraloquenecesitabade ellos, y aunque no vociferaron ni blandieron las armas con entusiasmo,comotalvezlohubieranhecholosmíos,vipintadaensuscurtidosrostrosunaexpresión que me llenó de confianza. Desabrocháronse las túnicas ymancharondepolvoybarrolosrelucientescascos,afindetenerelaspectodedesertoressinordennidisciplina.

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Convinimos en que al dar las seis de lamañana habían de franquear laspuertas y quemis hombres estarían esperando afuera. Bart y yo nos dimosmutuamente palabra y en seguida marchó con sus dragones. Mi sargentoPapilette,condosindividuosdetropa,lossiguióabastantedistancia,yalcabodemediahoravolvióconlanoticiadeque,despuésdemuchapalabreríaydeexaminarlos a la luz de faroles y antorchas, habían sido admitidos en elmonasterio.

Hasta allí, pues, todo nos había salido bien. La noche estaba obscura ylluviosa, lo cualnos favorecía, puestoque asínohabía tantopeligrodequefuesedescubiertanuestrapresenciaenaquelsitio.Coloquécentinelasentodasdirecciones, a doscientosmetros uno de otro, para evitar una sorpresa, y almismo tiempo para impedir que cualquier aldeano que pasara por allícomunicaselanoticiaalmariscal;encarguéaOudinyaPapilettequehicieranlaguardiaporturnos,yalrestodemigentelaalojéenunespaciosogranero.Fuiadarunavueltaparacerciorarmedequetodoestabaenorden,yentoncesme eché en la cama queme había preparado el tabernero, quedando prontoprofundamentedormido.

Estoysegurodequehabréisoídodecirquehesidounsoldadoperfecto,entoda la extensión de la palabra. No sólo lo confiesan los paisanos, sinotambién los oficiales veteranos de las grandes guerras que compartieronconmigolasgloriasylaspenalidadesdelascampañas;puesbien,laverdadylamodestiameobligan a declarar que no es cierto del todo.Algome falta,carezcodealgunacualidadnecesariaparaserunperfectomilitar,peronohedenegarquemeaproximobastantealaperfección.Devalorydeintrepideznadahededecir;losquemehanvistoencampañasonlosquemejorpuedenhablardeeso.

Muchas veces a los soldados reunidos alrededor del fuego los he oídodiscutir acerca de quién era el hombre más valiente del gran ejército déNapoleón. Unos decían que era Murat, otros que Lasalle, que Ney… perocuandomepreguntaban,amí,meencogíadehombrosysonreía.Hubierasidoridícula vanidad el decir que no existía hombre más valiente que EstebanGerard; pero los hechos son innegables, y cada cual sabe mejor que nadiecuálessonsusbuenasymalascualidades.Ademásdelvalorhayotrascosasmuynecesariasaunbuensoldado,yunadeellasesquetengaelsueñoligero.Desdeniñohetenidoyoelsueñopesadísimo,ysiemprecostómuchotrabajoeldespertarmeunavezdormido.Estofueloquemeperdióenaquellanochefatal.

Serían próximamente las dos de la madrugada cuando me despertó unaangustiosa sensación de asfixia; parecía que me estaba ahogando. Traté degritar, pero algo me lo impedía; no podía pronunciar ni una sola palabra.Entoncesprocuréincorporarmeytampocopude.Alospocosmomentosmedi

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cuenta de lo que me pasaba; estaba amordazado y sujeto además por lostobillosylasmuñecas.Sólolosojosteníalibres,yalpiedemicama¿aquiénhabía de ver sino al abady al tabernero?La cara torpe y pálida de éstemehabía parecido la noche anterior exenta de toda expresión menos de laestupidezydelterror;peroentoncestodassusfaccionesdenotabanferocidad,jamáshevistohombrederostromáshorroroso.Enlamanoteníauncuchilloenorme.

Elabad,porsuparte,estabatanpulidoytanfinocomosiempre.Elhábitodecapuchinoloteníaabiertoydejabavereluniformedeoficialdeinfanteríainglés.Cuando nuestrasmiradas se cruzaron, se apoyó en la cabecera de lacamayseechóareíracarcajadas.

—Mi querido coronelGerard—dijo—, suplico a ustedme dispense quemería,perono lopuedo remediar.Paradecir laverdad, laexpresióndesusojosaldarseustedcuentadelasituacióneramuysingular.Nodudoqueseaustedunmilitarexcelente,peroapenaslocreocapazdelucharconelmariscalMilflores,motequemehanpuestolosdesupaís.Parecequehaqueridoustedtenermeporunhombredepoquísimainteligencia,locual,simeespermitidodecirlo,denotagranfaltadeagudezaporsuparte.Hablandofrancamente,conlaúnicaexcepcióndemicompatriotael torpedragónbritánicoquevinoconusted, creo que hubiera sido muy difícil encontrar un hombre menoscompetentequeustedparacumplirlamisióndequeestabaencargado.

Ya podéis figuraros cómo escucharía yo aquella charla insolente,pronunciada con los ademanes finos y corteses que caracterizaban a aquelbribón.Nopodíadecirnada,perosindudaleyeronenmisojoslaamenazaquehubieraqueridolanzarles,pueselquehizoelpapeldetaberneroseacercóalmariscalymurmuróasuoídoalgunasfrases.

—No,no,miqueridoChenier—contestóelmariscal—,paranosotrosvalemuchomásvivoquemuerto.Yapropósito,coronel—continuó—,lefelicitoausted por tener el sueño tan pesado, porque le aseguro que si hubiera ustedintentado escapar de las garras de mi amigo, le hubiera degolladoinmediatamente;esunpocobruscoenlasmaneras.Tieneesafalta,¡quéquiereusted! Por lo tanto, le recomiendo que haga lo posible por granjearse suamistad, pues el sargento Chenier, de la infantería imperial, es mucho mástemiblequeelcapitánAlexisMorgan,delaguardiadesumajestad.

Yseechóareír.

También se echó a reír Chenier,mientras yo procuraba expresar con losojoseldesprecioy la repugnanciaqueme inspiraunsoldadodelemperadorenvilecidoaquelpunto.

—Talvezleharámuchagracia—continuóelmariscalconsuvozdulcey

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melodiosa—, saber que las dos expediciones fueron vigiladas desde quesalieron de sus respectivos campamentos. Creo no podrá usted menos dereconocerqueChenieryyohemosdesempeñadobiennuestrospapeles.Enelmonasterio estaba todo dispuesto para recibir a ustedes, aunque hubiéramosquerido que entrara todo el escuadrón en vez de la mitad. Una vez biencerradas laspuertasdetrásdeldragónysu tropaseencontraránéstosenunaespeciedeplazoletacircundadadeuncientodefusilesquelesapuntandesdelas ventanas del edificio, y podrán elegir entre rendirse o morir fusilados.Aquí,dondetodoloquedigamosquedaráentrenosotros,puedoasegurarqueno tengo duda de que se habrán entregado con armas y bagajes; perosuponiendo que, naturalmente, tendrá usted interés en saber cuál ha sido laelección,creoquelegustaríavenirconnosotrosparaverloporsímismo.MeparecepoderprometerqueencontraráustedasuamigoBartconunacaratanlargaytancompungidacomoladeusted.

Entonces volvióse para hablar conChenier y seme figuró que discutíansobrecuálseríalamejormaneradepasarporentreloscentinelas.

—Voyaasegurarmedequetodoestálibrealotroladodelgranero—dijoelmariscal—.Ustedsequedaráaquí,Chenier,ysielprisionerolemolesta,yasabeustedloquehadehacer.

De modo que aquel renegado y yo quedamos solos. Él, sentado en unextremodelacama,seentreteníaafilandoelcuchilloenlabotaalaluzdeunalamparilla portuguesa. Lo que me extraña es cómo no me volví loco dedesesperación y de rabia viéndome sujeto allí, sin poder moverme nipronunciarunapalabra,sabiendoquemiscincuentahombresestabantancercay me era imposible avisarles. No era ninguna novedad para mí el estarprisionero; pero el estarlo de aquellos renegados, para ser llevado almonasterioentre sus insolenciasyburlas, eramásde loquepodíaaguantar.MenosdañomehubierahechounaheridaconelcuchilloqueafilabaChenier.

Diuntironcilloalostobillosyotroalasmuñecas;peroelquemeamarróestaba,sinduda,bienacostumbradoaaquelgénerodetrabajos,ynomefueposiblemoverniundedo.Entoncesprocurédestaparmelaboca,peroChenierlevantóelcuchilloconunademán tanamenazador,quea la fuerza tuvequedesistir.

Estabafijándomeensucuellodetoroymeditandosialgunaveztendríayoel gusto de apretárselo conuna corbata de cáñamo, cuandode repente sentíruido de pasos en el corredor de la taberna y oí luego que alguien subía laescalera que conducía a mi cuarto. No dudé que sería el mariscal. ¿A quévendrá?—mepreguntaba—.Sisehabíaconvencidodequeeraimposiblesalirsin ser vistos por los centinelas me mataría quizás allí mismo. No meimportabagrancosa.Entreserllevadoalmonasterioomorirdeshonradopor

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aquellos dos renegados, no había mucho donde elegir. Miré a la puerta,queriendo expresar con la mirada el desprecio que hacia ellos sentía, ycalculad,amigosmíos,cuálseríamialegríacuando,envezdelrostroaltivoysarcásticodelmariscal,vielbigotazodemisargentoPapilette.

Elmilitarfrancésdeaquellostiemposhabíavistodemasiadoparaquenadale cogiera de susto; así que en cuanto Papilette me vio amarrado allí, almomentocomprendióloquehabíasucedido.

— ¡Rayos y truenos! —Gruñó desenvainando el sable y avanzandoapresuradamentehacialacama.

Chenierdiounpasosaliendoasuencuentro,perosevolvióenseguidaycomenzóadirigirgolpesamipecho.Afortunadamente,antesdequepudieratocarmemedeslicéporelotroladodelacama,yelcuchillosehundióenlasábanaylamanta.

Un instante después oí caer al suelo una cosa pesada, y casisimultáneamenteunobjetoligero,peromásduro,rodódebajodelacama.Noquiero, amigosmíos, horrorizaros con detalles; baste decir quePapilette eramuybuentiradoryquesusableerapesadoyfuerte.

Al cortar las ligaduras que me sujetaban dejó una mancha roja en mismuñecasyen los tobillos,yencuantomequitó lamordaza, loprimeroquehicefuebesarconefusiónamiqueridosargento.

Despuéslepreguntésihabíaocurridoalgunanovedad,ymecontestóqueno, que todo estaba tranquilo; mis húsares no se habían enterado de nada.Oudinacababaderelevarleyélveníaarecibirmisórdenes…¿Quesihabíavistoalabad?No,nohabíavistoanadie.

Convinimosentoncesenqueeranecesario rodear la casaparaqueno seescapase. Nos dirigíamos ya a dar las órdenes convenientes, cuando en elcorredoroíunpasefirmeyseguro.Papilette,lomismoqueyo,comprendióenseguidaquiénera.

—Nohayquematarle—dijeenvozbaja,yseñalandounrincónobscurodetrásdelapuertaparaqueseocultara,mecoloquéyoenelotrolado.

Apenasapareciósuhábitomarróneneldinteldelapuerta,noslanzamossobre él como lobos hambrientos, y… ¡cataplún! Caímos los tres al suelo.Muchotuvimosquetrabajarparavencerle,porquesedefendíayluchabacomounafiera.Tresvecesconsiguiólevantarseyotrastantasvolvióarodar,hastaquepor finPapilette lehizoverquesusable teníabuenapunta.Entonceselhombrecomprendióquetodohabíaterminadoysequedóquieto,mientrasyoleamarréconlasmismascuerdasqueantesmesujetabanamí.

—Amigomío—ledije—,hacambiadoeljuego,yéstavezleharéverque

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soyyoelquetienelostriunfosenlamano.

—Siempre la suerte acompaña a los necios—contestó—. Y después detodo, más vale que sea así, pues de otro modo, el mundo quedaríacompletamente amerced de los astutos. ¿Conque habéismatado aChenier?Noimporta.Fuesiempreperrorevoltosoyapestabaaajoatodashoras;eralacomidaquemásleagradaba.¿Meharéiselfavordecolocarmesobrelacama?Elsuelodeestastabernasportuguesasnoesapropósitoparalosquegustamosdelalimpieza.

Nopudemenosdeadmirarlasangrefríadeaquelhombre,queconservabasuaireinsolenteapesardehabercambiadolascircunstancias.

Mandé a Papilette en busca de dos húsares para que nos ayudaran, ymientrastantopermanecívigilandoalmariscal,sinapartarlavistadeélniuninstanteyconelsabledesenvainado,puessuaudaciameinspirabarespeto.

—Espero,coronel—dijodespuésdeunosmomentos—,quesushombresmetrataráncomodebentratarme.

—Esoes—repuse—;letrataráncomoustedsemerece.

—Nopidootracosa.Talvez ignoraustedquenacíenaltacuna,peromisituaciónes talquenopuedonombrar amipadre sinhacer traiciónni amimadresinescándalo.Nopuedoexigirloshonoresrealesquemecorresponden,aunque después de todo son cosas que honranmás cuando se conceden sinexigirlas.Lasligadurasmelastiman.¿Mehaceelfavordeaflojarlas?

—Me tiene usted por un hombre de poquísima inteligencia —dijerepitiendosupropiafrase.

— ¡Tocado!—exclamó como si nos estuviéramos batiendo en duelo—.Peroyallegansushombres,demodoquepocoimportaquemelasaflojeono.

Cuandoentraronlossoldadosmandéquelequitasenelhábito,ydespuéscuidé que estuviera bien vigilado. Hecho esto, y como empezaba ya aamanecer,eranecesariopensarenalgoderealizacióninmediata.

ElpobreBartysusdragoneshabíancaídoenellazoquenosteníatendidoaquel bribón; lazo que, si hubiéramos escuchado los consejos del abad, noshubiera cogido a todos. Lo que quería yo ante todo era libertar al medioescuadrón inglés, aunque tampoco debía olvidar a la anciana condesa deRonda,queestabapresaenelmonasterio.Encuantoaéste,claroesqueyaerainútil pensar en ocuparlo. Comprendí, pues, que todo dependía de laestimaciónenqueaquellosrenegadostuvieranasujefeyquesólomerestabajugarlaúltimacarta.Voyadecirosconquéastuciayconquéosadíalajugué.

Apenas había amanecido cuando sonó la trompeta y se reuniómimedioescuadrón;colocamosalpresosobreuncaballoylellevamosenmediodela

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tropa.Sucedióquealaentradaprincipaldelmonasteriohabíaunárbolgrande,a suficiente distancia para que no alcanzaran las balas de fusil, y al pie deaquelárbolnosdetuvimos.Yoestabadispuesto,siacasoabríanlaspuertas,acargarsobreellos;perocomomehabíafigurado,optaronporladefensiva,yreuniéndose atropelladamente sobre las paredes, nos saludaron con gritos,carcajadaseinsultos.Tambiénsonaronunostiros;peroviendoqueestábamosfuera del alcance de sus balas, desistieron de gastar tontamente lasmuniciones.

¡Vaya un grupo tan singular el que formaban ingleses, franceses yportuguesesvociferandocomolocosyamenazándonosconlospuños!

Cuando abrimos las filas y les dejamos ver a quién traíamos prisionero,reinaron unos momentos de silencio; pero en seguida, ¡válgame Dios quégriterío, qué exclamaciones de desesperación y de rabia! Debía de ser unhombreespecialelmariscalMilfloresparahabersegranjeadodeaquelmodolaamistaddetantoperdido.

Yo había mandado traer de la taberna una soga, y di orden de que lacolocaranenunaramadelárbol.

—¿Medaustedpermiso, señormariscal—observóPapilette en tonodemofa—,parasoltarleelcuellodeluniforme?

—Si tiene usted las manos perfectamente limpias —contestó Milflores,cuyarespuestaprodujograndesrisotadasentremigente.

Alapretarelnudoquerodeabaelcuellodelmariscal,llegóamisoídosunnuevogriterío,queprocedíadelmonasterio,porunadecuyaspuertas,queseabrió en aquel instante, salieron tres hombres corriendo en dirección anosotrosytrayendoenlasmanosbanderasblancas.¡Ah,cómolatiódealegríamicorazónalveraquellaseñal!Sinembargo,noquiseavanzarniunsolopasoafindequetodoelinterésestuvieraporpartedeellos.Loúnicoquehicefuepermitirquetocaraeltrompetaparadarlesaentenderqueesperaríamosaquese acercaran. Elmariscal, con lasmanos amarradas y el nudo en el cuello,conservabasusitioen la silladelcaballo, sonriendocomosuele sonreírunocuando se encuentra aburrido y procura disimularlo por pura cortesía. Sialguna vez me hallara yo en situación semejante, no quisiera más queportarmecomoélseportó;nopuedodecirmás.

Los parlamentarios formaban un trío muy singular. El uno era cazadorportugués,conuniformeobscuro;elsegundocazadorfrancés,deuniformedecolorverde,yartilleroinglés,deazulyoro,eltercero.Lostressaludaronyelfrancéstomólapalabra.—Tenemosennuestropodertreintaysietedragones— dijo—; juramos solemnemente que, si el mariscal es ahorcado, morirántodosaloscincominutos.

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—¿Treintaysiete?—grité—.Tienenustedescincuentayuno.

—Murieroncatorceenlaescaramuza.

—¿Yeloficial?

—Senegóaentregarelsablesinoeraconlavida.Notuvimoslaculpadesumuerte;nofueposiblesalvarle.

¡Adiósmi pobreBart! Sólo dos vecesme había encontrado con él, perohabíamossimpatizadoysentímucholasuertequehabíatenido.Hombremásvalientenitiradormásfatalnohevistonunca.

Ya os podréis figurar que no me fie de la palabra de los emisarios.Papilette,condoshombres,marchóconunodeellosyvolvióalpocotiempodiciendoquepordesgracia,eraverdadloquedecían;demodoqueteníaquepensarenlosquequedaban.

—¿Ysi yopongoen libertad a su jefe, haránustedes lomismocon losdragones?—pregunté.

—Cederemosdiez—fuelarespuesta.

—¡Arribaconél!—exclamé.

—¡Veinte!—gritóelcazador.

—¡Bastadecharla,tiraddelasoga!

—¡Todos!—exclamóentonces,viendoqueelnudocomenzabaaapretarelcuellodelmariscal.

—¿Conarmasycaballos?

Comprendieron que no era yo hombre para andar en chanzas, ycontestaron:

—Todocompleto.

—¿YademáslacondesadeRonda?

Enestohallémayorresistencia,puesdeningunamaneraprometíancederalacondesa.

Apretamos la cuerda, movimos el caballo… lo hice todo menos dejarcolgado al mariscal, cuya muerte tenía gran significación tanto para elloscomoparamí,puestoque,unavezmuerto,moriríantambiénlostreintaysietedragones.

—Conpermisodeusted—dijoelmariscalconsuacostumbradacortesía—, debo manifestar que me están poniendo en ridículo. Ya que existe unadiferenciadeopiniónsobreestepunto,meparecequelomejorseríaconsultar

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alamismadama,aquientodosdeseamoscomplacer.

Nadamásfácil.Yapodéissuponerquenovaciléenaceptarunasolucióntansencilla.

Diezminutosdespuéssepresentóantenosotrosunarespetabledama,muydigna,conelcabelloalgocanoylacaraamarilla.

—Este caballero —la dijo el mariscal— se muestra muy deseoso dellevaros adonde no nos veáismás.A vos toca decidir si queréis ir con él opermaneceraquíconmigo.

Seguidamente se acercó a su caballo, y poniendo unamano en la bridacontestó:

—Noexisteenelmundopodernifuerzabastanteparasepararnos.

Elmariscalmelanzóunamiradadedesprecioydeironía,diciendo:

—Mi querido coronel, ha cometido usted lo que se llama un lapsuslinguae.NoexistelacondesadeRonda.Laseñoraaquientengoelhonordepresentaros, es mi querida esposa miss Alexis Morgan, o si lo preferís,madamelamariscalaMilflores.

Enaquelmomentofuecuandocomprendíquetratabaconelhombremáslistoymenosescrupulosoqueheconocidoenmivida.

Cuandomiréaladesgraciadaseñora,micorazónsellenódeasombroydeaversión. Ella, por su parte, contemplaba a su esposo con unamiradamuyparecidaalaqueunreclutapudieradirigirasuemperador.

—Así sea—contesté—. Entrégueme usted los dragones para que puedaretirarme.

Poco después trajeron a los ingleses con sus armas y caballos, todocompleto,yentoncesmandéquitarlasogadelcuellodelmariscal.

—Adiós,mi querido coronel—dijo éste—.Me parece que cuando vayaustedareferiraMassenaelresultadodesuexpediciónnoseráelrelatomuybrillante. Sin embargo, no puedo menos de reconocer que ha sabido ustedvencerlasdificultadesconmáshabilidaddelaqueyolecreíacapaz.Supongoquenohabránadaenquepuedaservirleantesqueseretire.

—Hayunacosa—repuse.

—Usteddirá.

—Hedepedirlequemandeenterrardemaneradignaaloficialinglésyasushombres.

—Ledoyaustedmipalabra.

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—Aúnhayalgomás—añadí.

—Veamos.

—Que me conceda cinco minutos al aire libre en su compañía, con unbuensableenlamanoyunbuencaballocadauno.

—¡Bah,bah!—exclamó—.Unadedos:omeveríaprecisadoadesbaratarsu brillante carrera o tendría que despedirme de mi linda esposa. Es muyinjustoelpedirsemejantecosaaunhombrequeestásaboreandolasprimerasdulzurasdelmatrimonio.

Reuníaloshúsaresylosdragones,ylesmandéformarendoscolumnas.

—Hastalavista,señormariscal—ledijeblandiendoelsable—.Talveznoseescapeustedtanfácilmentesinosencontramosotravez.

—Aurevoir—contestó—.Cuandosecanseusteddeserviralemperador,siempretendráelcoronelEstebanGerardasudisposiciónunpuestodignoalserviciodelmariscalMilflores.

Decómoelbrigadierjugóunapartidacuyapuestaeraunreino

Mehaparecido,amigosmíos,queaveces,algunosdevosotros,despuésdeoírelrelatodemisaventuras,habéisconservadolaimpresióndequetengodemíunaopiniónhartoventajosa.

Errorgrandeesése,porqueuncumplidomilitarhadeestarexentodeesedefectillo.Verdad es quehe tenidoquedescribirme algunas veces, ya comooficial valiente, ya como hombre de agudo ingenio, pero es que ésa era larealidadyhayqueaceptarlasluchascomoson.

A decir verdad, sería afectada modestia no reconocer que mi carrera esbellaygloriosa,ylaaventuraquehoyquierorelatarosesdeaquellasquesólounhombremodestogustaderecordar.Cuandosehaalcanzadounasituacióncomolamía,permitidoesrelatarunepisodioqueacualquieraseleocurriríaocultar.

Después de la campaña de Rusia, los supervivientes de nuestro pobreejército fueron amontonados en la orilla derecha del Elba, donde pudieronrehacersealgo,conauxiliodelafuerteyrobustecedoracervezaalemana.Peronopodíamostenerlaesperanzadeencontrarlosdedosdemanosypiesqueelejércitohabíaperdidoenlaretiradayqueseguramentenohabríancabidoentres furgones de administración.Y aun por enflaquecidos y estropeados queestuviéramos, podíamos darnos por contentos comparándonos con los

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desdichadoscompañerosquehabíamosperdidosepultadosenlanieve,enlasestepasdesoladas.Aúnahoramedisgustaverelrojoyelblancojuntos,ymigorracoloradaechadasobreunasábanablancaevocaavecesenmimemoria,comounsueño,elespeciodeaquellasllanurashorribles,elejércitoextenuadosufriendotodaslastorturasylasgrandesmanchasdesangresobrelanieve.Nooscontarénadadeaquellacampañadesastrosa,porquesóloconrecordarla,elvinoquebeboseconvierteenvinagreyeltabacoenpajainsípida.

De500000hombresquepasaronelElbaenotoñode1812,quedabanunos40 000 en la primavera de 1813. Pero ¡vaya unos hombres aquellos 40 000demonios!Hombresdehierro,acostumbradosacomercaballo,adormirenlanieve y capaces todavía de los mayores esfuerzos. Tenían que sostenerseaquende el Elba, hasta que el gran ejército de quintos que el emperadorformabaenFrancia,estuvieradispuestoaayudarlosapasardenuevoelrío.

La caballería estaba en una situación deplorable. Mis húsares seacantonabanenBosna,ylaprimeravezquelespasérevistanopudecontenerelllanto.¡Lástimadebuenosmozosydemagníficoscaballos!Semepartíaelcorazón al ver el estado a que se veían reducidos. «Ánimo, valientes—lesdecíayo—,quetodavíaosquedavuestrocoronel».Pusemanosalaobrapararemediar el desastreyyahabía reconstituidodos escuadrones, cuando todosloscoronelesdecaballeríarecibieronlaordendeirinmediatamenteaFrancia,alosdepósitosdesusregimientos,paraatenderalreclutamientoylaremonta,conmotivodelapróximacampaña.

Creeréisqueaquellaocasióndevolveramipaísmellenódealegría.Noniegoquealgúnplacermeocasionólaideadevolveraveramimadre,peroen el ejército había otros oficiales con más derecho que yo a regresar aFrancia.Gustosohabríacedidomivezaaquellosquehabíandejadomujerehijos,aloscualesquizánovolveríanaver.Peronohayquediscutircuandoserecibeunaordenfirmadaysellada.Unahoradespués,meencaminabahacialosVosgos.Alfinibaaencontrarunmomentodecalmaydescanso.Detrásdemíquedabalaguerrayladesolaciónyyoesperabaacercarmealapaz.Taleseranmisreflexionesaloírelsonidodelclarínqueseextinguíaenlontananzayal ver extenderse delante de mí el camino blanco, entre llanos y montañashaciaFrancia,másalládelcortinajedebrumasazuladasqueseextendíaporelhorizonte.

Cosa interesante, pero fatigosa también, es cabalgar a retaguardia de unejército.Entiempodelasiegalossoldadospodíanpasarsesinvíveresporquehabían aprendido a segar el trigo en el campo y a molerlo en el vivac.Precisamenteenaquellaépocadelañoseefectuaronlasmarchasrápidasquefueron a un tiempo asombro y desesperación de Europa. Pero también enaquel momento se trataba de abastecer y remontar a aquellos hombres,extenuados por tanta privación.Muchas veces tenía quemeterme yo en las

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zanjas para dejar pasar interminables rebaños de carneros de Coburgo, debueyes de Baviera y largos convoyes de cerveza deMunich y de coñac deFrancia.A veces oía el redoblar del tambor y el silbido del pífano: era unalarga columna de nuestra infantería que desfilaba con señaladomovimientoondulatorio,conlasguerrerasazulescubiertasdepolvoblanco.

Eran soldados viejos tomados de las guarniciones de nuestras fortalezasalemanasporquelosquintosnollegarondeFranciahastaelmesdeMayo.

Algo aburrido estaba ya de los rodeos y paradas que tenía que hacercontinuamente, así es queme agradó al llegar a Altenburgo, encontrar otrocamino que se dirigía al Sur, enteramente libre.HastaGreiz encontré pocosviajerosypudeadmirar agustoelpaisajemagníficoque seextendíaa cadaladodelcamino,bordeadodeencinasyhayascuyas ramassealargabanporencimadelcamino.Puedequeparezcararoqueuncoroneldehúsaresdetengaacadamomentosucaballoparaadmirarlosbrotesverdesdelosárboles.Pero,sicomoyo,hubieraispasadolosseismesesanterioresenmediodelospinosdesmedrados de Rusia, comprenderíais satisfacción tan legítima. Algo meparecíamenosagradablequelahermosuradelosárboles:eltono,laactituddelagente en lospueblosque atravesaba.Siemprehabíamos estado enbuenasrelacionesconlosalemanes,yduranteseisañosparecíaquenonosguardabanrencorporalgunaspequeñaslibertadesquenoshabíamostomadoensutierra.Nos habíamos mostrado generosos con ellos. Pero a la sazón había en losademanes de aquella gente algo que no me explicaba. Los transeúntes nocontestaban a mí saludo, los guardabosques volvían la cabeza para nomirarme,yenlospueblossejuntabanlosaldeanosenpequeñosgrupos,yalpasaryomemirabandemalamanera.

AquellaactitudhostilseseñalómásenelpueblodeIchmolin,aunasdiezmillas deAltenburgo.Mehabía parado enunaventa para humedecerme losbigotesydarunrefrescoamiVioleta.Teníasiemprelacostumbrededirigiralgúnpiropoalacriadaquemetraíalabotella.Laquemesirvióaqueldíanolo aceptó y me echó una mirada aguda, como la punta de una bayoneta.Cuando levantémi vaso a la salud de los consumidores que bebían cervezajunto a la puerta, me volvieron la espalda excepto un joven que dijo: «Avuestra salud, muchachos, a la letra T.». Y todos vaciaron los vasos y seecharonareír,peroconunarisaquenadateníadeamistosa.

Mepreguntabaquésignificaríaaquellaconductasingular,ymemarchabadelpueblo,cuandovienunárbolunaTmuygrandegrabadaenlacorteza.Yahabía visto varias por la mañana, pero no había hecho caso, hasta que laspalabrasdelosbebedoresdecervezaledieronalacosaciertaimportancia.Unjinete de aspecto respetable pasaba en aquel momento por el camino y lepregunté:

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—¿Puedeusteddecirme,caballero,quésignificaesaletraT?

Memiróconaspectosingularycontestó:

—Joven,noeslaletraN.

Antes de que pudiera pedirle más explicaciones, picó espuelas a sucabalgaduraysalióaescape.

Alprincipionocomprendísucontestación,peroalospocospasosVioletavolviósuinteligentecabeza,ymisojossefijaronenlaguarnicióndecobredesubridaenlacualresaltabalaletraN,inicialdelemperador.AquellaThabíade tenerun significadoquenomeparecíanadabueno.Algodebíadehaberpasado en Alemania durante nuestra ausencia y aquella gran dormilonaempezabaadespertarse.Penséenlasfigurashostilesquehabíaencontradoycomprendí que si hubiera podido leer en el fondo de sus corazones, habríahallado extraños sentimientos y habría llevado a Francia noticias pocotranquilizadoras.Todoaquellomeinspirómásimpacienciaporverprontomisdiezescuadronescompletosdetrásdesustrompetas.

Mientras daba vueltas a aquellas ideas, alternaba el andar de micabalgadura, como debe hacerlo todo jinete que ha de recorrer un trayectolargo,yhadecuidarasucaballo.Atravesabaentoncesélcaminounallanuradescubierta y a la orilla había unmontón de leña. Al llegar a la altura delmontónsonóunruidoseco,yalvolverlacabezaviquememiraba,conlacaramuy colorada, un hombre agitadísimo. A la segunda mirada conocí a lapersonaaquienmehabíadirigidounahoraantesalasalidadelpueblo.

—Acérqueseusted—medijoenvozbajayluegomáscerca—,bajeusteddelcaballoyaparentequeaprietalacincha.Puedequenosacechenespíasysimevenhablarconustedmematarán.

—¡Matarle!¿Yaquientemeusted?

—AlaTugendbund,aloscaballerosdelaNochedeLutzow.Losfrancesesestánsobreunpolvorínylamechaqueloshadehacersaltarestáencendida…

—¿Quémediceusted?¿QuéeslaTugendbund?

—Es una sociedad secreta que prepara la gran sublevación destinada aecharlosaustedesdeAlemania,comoloshanechadodeRusia.

—¿YesasTsonlamarcadelasociedad?

—Sí.Quiseadvertírseloaustedenelpueblo,perotemíquemeconocieranhablandoconusted.Heechadoagalopeporelbosqueparaalcanzarleymeheocultadoaquíesperándole.

—Mucho se lo agradezco, tantomás cuanto que es el único alemán quehoysehayamostradocortésconmigo.

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—Cuanto poseo lo he ganado abasteciendo a los ejércitos franceses. Suemperador se hamostrado siempremuy bueno paramí. Pero suba usted denuevo a caballo y siga su camino, porque ya hemos hablado de más ydesconfíodeloscaballerosdelaNochedeLutzow.

—¿Sonbandidos?

—Lo peor de Alemania. Pero por amor de Dios váyase usted, que hearriesgadomividaporavisarle.

Podéis figuraros cuáles serían mis pensamientos después de aquelencuentro.Másquesuspalabras,mellamólaatenciónlavozanhelosa,lacaraespantadadeaquelhombre,susojosasustadosalmenorcrujidodeunarama.Indudablemente le dominaba un terrormortal, y no debía de faltarle razón,puesapenaslehabíadejadocuandooídetrásdemíunadetonaciónyungrito;peronuncahevueltoaencontrarrastrodeaquelhombre.

Anduveconcuidadodesdeaquelmomentogalopandorápidamentecuandoel país era descubierto y acortando el paso cuando era de temer unaemboscada.

No tardé en notar que algo grave se tramada. Había llegado a un sitiodondeelcaminosubeatravésdeunpáramosalvajeparavolverabajarporelbosque.Estabaamitaddelacuestacuandovibrillarunacosaentrelostroncosdelosárbolesysaliódelbosqueunhombreapocadistanciademí.Llevabaununiformetanbordadodeoro,queparecíallamearalosrayosdelsol.Parecíacompletamenteborrachoporquetitubeabayvacilabaavanzandohaciamí.Conlamanosesujetabaalcuellounpañuelorojo.Habíayopuestomicaballoalpaso,ylemirabaconasco,porparecermeextrañoqueunhombre,vestidocontanbrillanteuniforme,pudierapresentarseentalestadoenmediodeldía.Memirabafijamenteavanzandoconlentitudydeteniéndosedecuandoencuando.Depronto tendió losbrazosycayóenmitaddelcamino.Vientoncesque loquemehabíaparecidounpañuelocoloradoeraunaheridahorrible,delacualcolgabaenormecuajaróndesangre.

—¡Diosmío!—exclamésaltandodelcaballo—.¡Yyoquelecreíaaustedborracho!

—No;noestoyborracho,sinomuriéndome.PeroalabadoseaDiosquemehahechoencontraraunoficialfrancés,mientrastengafuerzasparahablar.

Le levanté, le tendí sobreunamatade juncoy lehice tragarunpocodecoñac.

—¿Quiénesustedyquiénlehaherido?—lepregunté—.Esustedfrancésynoconozcosuuniforme.

—Esel de la nuevaguardiadehonordel emperador.Soy elmarquésde

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Saint-ArmandyelnovenodemifamiliaquemuerealserviciodeFrancia.Mehan perseguido y herido los caballeros de la Noche de Lutzow. Me heescondidoenestebosqueesperandoverpasaraunfrancés,yaunquealprontonosabíasieraustedfrancésoenemigo,henotadolaproximidaddelamuerteyhesalidoalacaso.

—Valorcompañero.Hevistohombresheridosdemayorgravedad,quesehansalvado.

—No;séquememuero.

Yhablandoasíconvozdébil,colocósumanoenlamíayviquelasuñasyaleazuleaban.

—LlevoconmigounospapelesenmidormánytieneustedquellevárselosaescapealpríncipedeSajonia-Felstein,asucastillodeHof.Todavíaesamigonuestro,perolaprincesaesenemigamortal.Todoloharáparaquesevuelvacontranosotros.Silologra,determinaráasíalosquetodavíavacilan,porqueel rey de Prusia es tío suyo y el de Baviera, sobrino. Es absolutamentenecesarioqueestospapeleslleguenamanosdelpríncipeantesdequecedaalasapremiantesinstanciasdesumujer;entrégueselosustedestanoche,yquizálogreasíconservaraAlemaniaparaelemperador.Sinomehubieranmatadoelcaballohabríapodidoiryo,aunqueherido…

Nohablómás.Un coágulode sangre se le subió a la garganta, sumanohelada se atiesó en la mía, un sobresalto le sacudió el cuerpo y exhaló elúltimosuspiro.

Bien tristemente empezaba mi viaje. Me encontraba encargado de unamisiónsobrelacualnadaprecisosabía,locualibaaretrasarlareorganizacióndemi regimiento, y aquellamisión era tan importante, quedeningúnmodopodía renunciar a ella. Registré el uniforme del marqués, uniforme cuyobrillante modelo había concebido el mismo emperador para atraer a losjóvenesdelaaristocracia,conloscualesesperabaformarnuevosregimientosdesuguardia.SaquédeunbolsillounrollitodepapelesrodeadodeunacintadesedaydirigidoalpríncipedeSajonia-Felstein.Enunaesquinadelahoja,trazadasconletradesordenada,apenaslegible,leíanselaspalabras«urgente»e«importante»,ydebajoungranborróndetinta,enelcualconocíenseguidalafirmadelemperador.Paramíeraaquellounaordentanclaracomosihubierasalido de los labios que conocía tan bien. Mis húsares aguardarían suscaballos,peroelprínciperecibiríalospapelesaquellamismanoche.

Para abreviar el camino dejé la carretera, no por miedo, pues habíaguerreado en España y sabía por experiencia que elmomentomás propiciopara atravesar un país de guerrillas es después de un atentado, y el instantemás peligroso, en cambio, es precisamente cuando todo está en calma.

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ConsultandounmapahabíavistoqueHofestabaalSuryllegaríamásdeprisaatravesando la llanura.Apenas:me había puesto en camino y había andadocincuentapasos,sonaronenmisoídosdosdetonacionesyoísilbarunabala.Indudablemente los caballeros de la Noche eran más audaces que losguerrillerosespañoles:mimisiónsehabríavistogravementecomprometidasihubieraseguidolacarretera.

Aquéllafueunacarrera locaconlasriendassobreelcuellodemiyegua,quedesaparecíahastaelvientreentrelasaltashierbas;mividadependíademibuenaVioleta.Ésta,notropezóniunavez;salvabalosbaches,lasmalezas,lasraíces, con pie seguro y rápido, como si hubiera comprendido que su amollevabalasuertedeAlemaniaensupelliza.Yo,quepasabadetiempoatrásporelprimer jinetede las seisbrigadasdecaballería ligera,nuncagalopécomoaqueldía.LaspalomastorcacesquevolabanporencimademicabezanoibanmásaprisanimásderechasqueVioletayyopordebajodeellas.

Comooficial,siempreheestadodispuestoasacrificarmepormishombres,aunqueelemperadornuncameloagradeciera,porqueteníacuantoshombresquería, pero no teníamás que un… en una palabra, los buenos oficiales decaballería escasean. Pero en el caso presente perseguía yo un fin quejustificaba todos los sacrificios, y lomismo pensaba enmi vida que en losterronesquehacíasaltarmiyegua.

Al caer el día volví a la carretera y entré a galope en el villorrio deLobenstein.

Apenas tocamoselempedrado,cuandosaltóunade lasherradurasdemiyegua y tuve que pararme en casa del herrador.Había acabado el trabajo yestabaapagadoelhornillo;demodoqueteníaqueesperarlomenosunahoraparapoderemprenderlamarcha.Maldiciendoelretraso,entréenlaposadadelpuebloypedíunpollofiambreyunabotelladevinoparacenar.YaestabaapocasmillasdeHofyteníaesperanzasdeentregarmispapelesalpríncipeporlanocheydesaliralamañanasiguienteparaFranciaconsurespuestaparaelemperador.

Elpolloylabotellaestabanenlamesayyolosatacabacontodoelardordeunhombreque acabadedar tan larga carrera, cuandooí el ruidodeunacontienda en la habitación vecina. Creílo al principio disputa de aldeanosbebidosyestabadispuestoadejarlosarreglárselasasugusto,perodeprontoresonóungritocapazdehacererguirseaEstebanGerardenelmismolechomortuorio.Eraungritodemujer.Soltécuchilloytenedor,yenunmomentomeplantéenmediodelgentíoreunidojuntoalapuerta.

Eluno,gordinflón,decarahinchada,estabaallíconsumujer,altayroja,defachatosca;losdosmozosdecuadra,unacriadaydosotrescampesinos.Todos se agitaban conademanesde ira,mientras enmedio, con lasmejillas

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pálidasylosojosaterrorizados,estabalamujermáshermosaqueunsoldadopudierasoñarver.Consuregiacabezaechadahaciaatrás,sumiradaderetoapesardelespanto,serevelabacomoderazadistintaentretantorústicoquelecercaba.Apenashabíaabiertoyolapuerta,seprecipitóhaciamíycolocandolamanoenmibrazo,exclamó,brillándoledealegríalosojos:

—¡Unsoldadofrancésesuncaballero!AlabadoseaDios,yaestoysegura.

—Sí,señora,loestáusted—ledijecogiéndolelamanoparatranquilizarla—.Mandeustedloquequiera,queestoyasusórdenes.

—Soy polaca, soy la condesa Palotta. Esta gente quiere perseguirmeporquesoypartidariadelosfrancesesynoséloquehabríanhechoconmigosiustednomehubieraauxiliado.

Llevésumanoamislabiosparaquenodudarademisintenciones,yluegomevolvíhaciaaquelloscampesinosconciertaexpresiónqueavecessétomar.Inmediatamentequedóvacíalasala.

—Condesa—ledije—,estáustedahorabajomiprotección,perocomoseencuentra débil, será necesario que tome usted un poco de vino parareponerse;—leofrecíelbrazoylahiceentrarenlasalaparticulardondemehabíanservido.Sesentójuntoamíenlamesaysebebióelvinoqueleofrecí.

—Perdoneusted,señora—ledijelevantándome—,perosinremediotengoqueirmeenseguidaaHof.

Selevantótambiényechándomeunamiradadereconvención,dijo:

—¿Yquévaaserdemí?

—Serviciodel emperador—respondí—.Demasiadomehe retrasado.Midebermellama;tengoquepartir.

—¡Partir!¿Ymeabandonaráustedenmediodeestossalvajes?¡Oh!¿Porquéleheencontradoausted?¿Porquémehaenseñadoustedacontarconsufuerza?

Llenáronsesusojosdelágrimas,yalcabodeunmomentosollozabaconlacabezaapoyadaenmipecho.

Momento de ruda prueba fue aquél, viéndome obligado a contener eljuvenil y caballeresco ardor que enmíhervía.Pero estuve a la altura demimisión.

—¡Agua!—murmuróella—,¡agua,poramordeDios!

Laviprontaadesfallecer.Lacoloquésuavementeenelsofáymeprecipitécomounlocofueradelahabitación,enbuscadeunabotelladeagua.Acabéporencontraruna,yvolvíapresuradamente.Pero¿ospodréisimaginarloque

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sentíalencontrarlahabitaciónvacía?Labribonahabíadesaparecido.

Se habíamarchado, llevándose el sombrero y la corbata que había antespuestosobrelamesa.Deunbrincosalídelcuartoyllaméalposadero.Nadasabíadelasunto,noconocíaaaquellamujerni le importaba loquefueradeella.Losaldeanos,alapuerta,nohabíanvistoanadie.Busquéyregistréportodaspartesyacabéporencontrarmedepiefrenteaunespejo,enelcualmemirécon losojosbienabiertosy lamandíbula inferior tancolgantecomolopermitíanlascarrillerasdelchacó.

Cuatrode losbotonesdemipellizaestabandesabrochadosynomehizofalta echarles mano para conocer que los preciosos papeles habíandesaparecido. ¡Oh y cuán profunda perfidia escondía en su corazón aquellamujer!Lamiserablemehabíarobadomientrasseacercabaamipecho;cuandoyolaestabasosteniendo,susmanosregistrabanmidolmán.Allíestabayo,alcabodemiviaje,incapazdedesempeñarunamisiónqueyahabíacostadolavida a un valiente oficial, e iba a costar el honor a otro. ¿Qué diría elemperador al saber que había perdido sus despachos? ¿Creería aquello elejército,deEstebanGerard?Ycuandosesupieraqueunamujermeloshabíasacado,¡cuántascarcajadasenlamesadeoficiesyalrededordelasfogatasdelvivac!Derabiamehabríarevolcadoporelsuelo.

Elescándaloenlaposada,lasquejasdelasupuestacondesa,todoeraunacomedia de cabo a rabo, y el tuno del posadero debía ser cómplice de lamaquinación.Élpodríadecirmequiéneraaquellamujeryquécaminohabíatomado.Saquéelsableysalíensubusca.Peroelbribónselotemíayestabadispuestoarecibirme.Leencontréenunrincóndelcorral,conunmaltrabucoenlamano,yguardadoporunenormeperroalcualteníasujetosuhijo.Losdos mozos de cuadra, armados con horquillas, estaban a ambos lados y sumujerdetrásdeélconunadescomunallinterna,paraquepudieraapuntar.

—Váyaseusted,caballero—medijoalverme—.Sucaballoestádispuestoynadiesemeteráconustedsi siguesucamino;perosinosataca,considerequeestásolocontratreshombresresueltos.

Nomeinspirabatemormásqueelperro,porquelashorquillasyeltrabucotemblaban como hojas cuando hace viento. Reflexioné que aunque con lapuntadelsablelesacaralarespuesta,nomequedabanmediosdeaveriguarsidecíalaverdad.Erainútiltrabarcombateenelcualpodíayoperdermuchosinesperanzadeganarnadaseguro.Losmirédepiesacabeza,detalmodo,quese acrecentó su cobardía.Montéy salí agalope,mientrasme llegabana losoídoslaspenetrantesrisasdelamujer.

Ya había tomadomi partido. Aunque había perdido los papeles, adivinécuálpodíasersucontenidoyquiseenterardepalabraalpríncipedeSajonia-Felstein,comosielemperadormehubieramandadocomunicarleentalforma

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elmensaje.Eraempresaosadaypeligrosa,porque simeadelantabamucho,podíaserdesautorizado.Peronohabíaotromedioymerecíalapenadejugarlapartida,cuyapuestaeranadamenosqueunreino.

Media noche era cuando llegué a Hof, pero todas las ventanas estabaniluminadas, particularidad que en aquella tierra de dormilones indicaba elgradodeagitaciónenqueseencontrabaelpueblo.Silbidoseirónicasrisasmeacogieroncuandoatravesabalascallesdelaciudadllenasdegente:merozólacabezaunapiedra,peroyoseguímicaminosinacelerarniacortarelandardemicaballo,ylleguédelantedelpalacio.Todaslasventanasestabaniluminadasbrillantemente, y por la claridad se veían pasar y repasar grandes sombras.Dejélayeguaenmanosdeuncriado,ypenetrandoenelpalaciosolicité(conacento propio de embajador) ver inmediatamente al príncipe para negociourgenteeinaplazable.

Laobscuridadera completa enelvestíbulo,peroal entrarmepercatédequealanunciarmesearmógranzumbidodevoces.Habíaimportantereunióny deduje, por instinto, que en ella se decidiría el problema de la paz o laguerra.QuizállegaraatiempoparainclinarlabalanzaenfavordeFranciaydel Imperio.Elmayordomomemiró conmalos ojos ymemandó entrar enunaantesalitaen lacualmedejó.Unmomentodespuésvolvióparadecirmequeentoncesnomepodíarecibirelpríncipe,peroquelaprincesaseenteraríademimensaje.

¡Laprincesa!¿Paraquémeserviríaverla?¿Nomehabíandichoyaqueeraalemanadealmaycorazón,yque impulsabacontranosotrosalpríncipeyasusEstados?

—Aquienquieroveresalpríncipe—exclamé.

—No,esalaprincesa—dijounavozcercadelapuerta.

Yentróunamujerenlahabitación.

—Von Rosen—dijo—, quédese con nosotros. Vamos a ver: ¿qué tieneustedquedeciralpríncipeoalaprincesadeSajonia-Felstein?

Aloíraquellavoz,mehabíalevantadodepronto.Alaprimeramiradameestremecíde ira.Noseencuentradosvecesen lavidapersonade tannoblecontinente,concabezadereinayojostanazulescomoelGaronaytanfríoscomosusaguas.

—Eltiempoapremia,caballero—medijoimpacienteygolpeandoelsueloconelpie—.¿Quétieneustedquedecir?

—Tengoquedecir—exclamé—quemehaenseñadoV.A.anofiarmedeningunamujer.MehadeshonradoV.A.parasiempre.

Mirólaprincesaconelceñofruncidoasuchambelán,ypreguntando:

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— ¿Delira de calentura, o por otra causa desconocida? Tal vez unasangría…

—BienrepresentaV.A.Yaveocómosaledelpaso.

—¿Quésignificaesto?

—SignificaqueV.A.meharobadohacemenosdemediahora.

— ¡Ah! Esto no puede tolerarse —gritó, fingiendo encolerizarse—. Seprevale usted del título de embajador, pero ese título tiene privilegioslimitados,caballero.

—¡Descaroadmirable!PeroV.A.nosemofarádemídosvecesenunanoche.

Mebajéylecogíelribetedelafalda.

—MejorhabríahechoV.A.enmudardetraje,despuésdelacarreraquesehadado.

Coloreáronsesusmejillasygritó:

—¡Insolente!

Yvolviéndosehaciaelchambelánledijo:

—Llameustedalosguardiasymandeecharaestehombre.

—Primeroveréalpríncipe.

—No;noveráustedalpríncipe.Préndale,Rosen,préndaleusted.

No sabía ella con quién se las había. Se figuraba tal vez que iba yo aaguardaralosbribonesdeloscriados.Habíadescubiertoeljuego;sufinerainterponerseentresumaridoyyo,peroestabaresueltoavermeconél.Deunsaltome salí afuera, atravesé el vestíbulo yme precipité en el salón dondesonabaelmovimientodelareunión.Alotroextremodelasalaviunpersonajesentado debajo de un dosel.Cerca de él había una hilera de dignatarios y acadaladodistinguívagamentelaondulacióndelascabezasquecomponíanlavasta asamblea. Adelanté hasta el centro, con el chacó debajo del brazo yarrastrandoelsableporlaslosas.

—Soy un enviado del emperador —proferí en alta voz—. Traigo unmensajesuyoparaS.A.elpríncipedeSajonia-Felstein.

Elhombresentadodebajodeldosellevantólacabezaypudeversurostropálidoyenflaquecido.Teníalaespaldaencorvada,comosiladoblasepesadacarga.

—¿Cómosellamausted?—preguntó.

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—EstebanGerard,coroneldeltercerregimientodehúsaresdeConflans.

Todos los ojos se fijaban en mí, pero ninguno revelaba simpatía; alcontrario.Lamujermehabía seguido, y llegado al estrado sepuso ahablarcon el príncipe en voz baja con ademanes imperiosos, mientras yo meenderezaba,sacandoelpechoyrizándomeelbigote,mirandoamialrededor,con calma y seguridad. En un rincón de la sala vi un grupo de hombresvestidos de negro, y envueltos en capas; conversabanmisteriosamente, perooíaacadamovimientoelchasquidodesussablesyelrumordesusespuelas.

—LacartaparticulardelemperadormeanunciaqueelmarquésdeSaint-Armandeselencargadodelmensaje—dijoelpríncipe.

—Elmarquéshasidoasesinadotraidoramente—contesté.

Mis palabras fueron acogidas conmurmullos, y noté que las cabezas sevolvíanhacialoshombresnegros.

—¿Dóndeestánlospapelesdeusted?—preguntóelpríncipe.

—Nolostengo.

Ferozclamorsealzóentornomío.

—¡Esunespía!¡Alahorcaconél!—chillóunavozenunrincón.

El grito fue repetido por otras doce voces. Me contenté con sacar elpañueloparasacudirelpolvoquemecubríalapelliza.

Elpríncipetendiólasflacasmanos,yseapaciguóeltumulto.

—¿Dóndetieneustedsuscredencialesycuálessumensaje?

—Mi uniforme equivale a las credenciales, y el mensaje lo ha de oírsolamenteV.A.

Sepasólamanoporlafrenteconelademándeunhombrequenosabequéhacer.Laprincesaseguíaasulado,conlamanoapoyadaenelsillón.Otravezlehablóaloído.

—Estamos aquí reunidos en asamblea varios de mis fieles súbditosconmigo.Notengosecretosparaellos,yseacualfuereelobjetodelmensajedelemperador,elmismointerésqueyo,tienenenconocerle—dijoelpríncipe.

Unrumoraprobatorioacogióaquellasfrases,ytodoslosojossevolvieronde nuevo hacia mí.Me sentía en una situación crítica, porque una cosa esmandar 800 húsares y otra tomar la palabra ante tal auditorio. Pero fijémimiradaenelpríncipeytratédeindicarleloquelehabríadichosihubiéramosestado solos: grité a toda voz como si hubiera estado en una parada, a lacabezademiregimiento:

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—Variasveceshabéismanifestadovuestraamistadalemperador—lesdije—; ha llegado la hora de poner esa amistad a prueba. Si le sois fieles, osrecompensarácomosabehacerlo.Cosafácilesparaélconvertiraunpríncipeen rey y una provincia en reino. Tiene fija la mirada en vosotros, y si nopodéis hacerle gran daño, él en cambio puede arruinaros. En estemomentopasaelRhincon200000hombres.Todas las fortalezasdelpaís estánentresus manos. Dentro de ocho días estará aquí, y si le habéis engañado, elpríncipeyelpueblonotendránmásesperanzaqueDios.

»LecreéisdebilitadoporquealgunosdevosotroshanvenidodeRusiaelinviernopasadoconsabañones.¡Mirad!—exclamé,enseñándolesunaestrellaque brillaba a través de la ventana—. Cuando desaparezca esa estrella,desapareceráél,peronoantes.

Orgullososhabríaisestadodemí,amigosmíos,sihubieraispodidovermey oírme, porque, mientras hablaba, hacía sonar mi sable y balanceaba mipelliza, como si mi regimiento hubiera estado formado detrás de mí en elpatio.

Todosmeoíanensilencio,peroelpríncipeparecíaqueseencorvabamás,como si la carga que tenía encima le hiciera más pesado: pasó en torno lamiradaconextravío.

—AcabamosdeoíraunfrancéshablarporFrancia.HableahoraunalemánenfavordeAlemania—dijounavoz.

Los concurrentes se miraron unos a otros cuchicheando. Mi discurso,pensaba yo, ha hecho efecto, y nadie se atreve a declararse contra elemperador. Pero la princesa, abarcando a la asamblea con fogosa mirada,lanzóenvozclaralassiguientespalabrasquevibraronentreelsilencio:

— ¿Contestará a este francés una mujer? ¿Es posible que entre loscaballerosdelaNochedeLutzownohayaunocapazdeemplearlalengualomismoquelaespada?

Enseguidaseoyeroncaersillas,yunjovensepusodepieenunamesa.Tenía las facciones de un inspirado, ojos grandes llenos de fuego ymelenalarga.Elsablelecolgabaalladoysusbotasestabanllenasdelodo.

—EsKorner—gritó la asamblea—.Esel jovenKorner, elpoeta,yvaacantar.

Sucanto,soñadorysuavealprincipio,evocólaviejaAlemania,madredelas naciones, sus llanuras ricas y fértiles, sus antiguas ciudades grises, sushéroes muertos en las batallas. Luego se elevó el tono y resonó como elllamamiento de un clarín. Cantó a Alemania, sorprendida de improviso yvencida, pero que se levantaba y rompía las cadenas que sujetaban sus

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miembros de gigante. ¿Qué era la vida para codiciarla?Lamadre, lamadrequerida,llamabaensuauxilio.Susvocesresonabanentreelvientoimpetuoso,exigíaelsocorrodesushijos.¿Nolecontestaríanéstos?

¡Ah! ¡Qué canto terrible, qué cara inspirada, qué voz de clarín! ¿Dóndeestabayo? ¿DóndeestabaFrancia? ¿Dóndeel emperador?Aquellagentenogritaba, aullaba con delirio, de pie en sillas y mesas. Estaban locos,sollozaban, lloraban a mares. Korner había bajado de la mesa, y suscompañeroslerodeaban,blandiendolossables.

El rostro del príncipe estabamuy colorado. Levantándose del trono,medijo:

—CoronelGerard,yahaoídoustedlarespuestaasumensaje.Lléveseloalemperador.Ya está resuelto, hijosmíos; lucharé, y si es necesario, pereceréconvosotros.

Se inclinópara indicarquese levantaba lasesión,yaquelloshombressedirigieron a la puerta vociferandopara llevar la noticia a toda la ciudad.Yohabíacumplidomiencargovalerosamente,ynosentívermefuera,arrastradopor el remolino de la muchedumbre. ¿Qué me quedaba que hacer ya enpalacio?Teníamicontestación.Midebererallevárselaalemperador,fueselaque fuese. No quería ver a Hof ni a sus habitantes hasta el día de volver,mandandounavanguardia.Dejéelgentíoymedirigítristementehaciaelsitioadondehabíanllevadomicaballo.

Estabaobscurojuntoalascuadrasybuscabayoalgúnpalafrenero,cuandodeprontomeagarrarondelosbrazospordetrás.Unasmanosmecogieronlasmuñecasylagarganta,yseapoyóenmioídoelcañóndeunapistola.

—Niunapalabra,perrofrancés—dijounavoz—.Yaletenemos,capitán.

—¿Tenéislabrida?

—Aquíestá.

—Pasádselaalpescuezo.

Noté que la correa me rodeaba el cuello, apretándomelo. Un mozo decuadrateníaenlamanounalinterna,acuyaluzmevirodeadodecaballerosdelaNoche,queconocíporsuscapasnegras.

—¿Quévaisahacerconestehombre?

—Ahorcarloalapuertadelpalacio.

—¿Aunparlamentario?

—¡Unparlamentariosincredenciales!

—¿Yelpríncipe?

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—¡Vamos,hombre!Yasabesqueelpríncipesepondrádenuestraparte.

—Yanotendráesperanzadequeleperdonen,ymañanapuedequevuelvasobresudecisión,comolohahechohoy,peropormuchoqueprotestedesufidelidad,trabajolecostaráexplicarlamuertedelhúsar.

—No,no,vonStrelitz—dijootravoz—nopodemosobrarasí.

—Puesvoyademostrarosquesí.

En aquelmomento brilló la hoja de un sable, que cortó la correa a dospulgadasdemicuello.

—¡PorDios,Korner,esoesamotinarseydeellomedaráustedcuenta!—exclamóelcapitán.

—He sacado mi sable como soldado y no como bandido—contestó eljoven poeta—. La sangre podrá manchar su hoja, pero no la deshonrará.Compañeros,opongámonosaquesemaltrateaesteoficialfrancés.

Una docena de sables salieron de las vainas, y me pareció que eraprecisamenteigualelnúmerodemisdefensoresyeldemisadversarios.Peroelrumordelacontiendahizoqueelgentíosenosacercara.

—¡Laprincesa!—gritaban—.¡Dejadpasaralaprincesa!

Levantélavistaylavidelantedemí,consusuaverostrorodeadoporlasombra.Razonesteníaparaodiarla,porquesehabíaburladodemíymehabíarobado, pero sentí un estremecimiento. No sé si hoy descansa en tierraalemanaosiconlacabellerablanqueadaporlosañosarrastrasuvejezporelcastillodeHof,perovivesiemprejovenenlamemoriadeEstebanGerard.

—¡Quévergüenza!—exclamó,arrancandoconsuspropiasmanosellazocorredizo queme apretaba la garganta—. ¡La causa que defendéis es la deDios,yempezáisporunaaccióntandiabólica!Estehombremepertenece,yelprimeroquetoqueunpelodesucabezameresponderádeello.

Huyeron todosantesumiradafulminanteysu tonodemando.Sevolvióhaciamíymedijo:

—CoronelGerard,sígameusted.

Laseguíalahabitacióndondemehabíanintroducidoalprincipio.Cerrólapuertaymedijosonriendo:

—¿Noesunatemeridadmíaencerrarmesolaconusted?PorqueyanoeslacondesaPalottadePolonia,sinolaprincesadeSajonia-Felsteinlaquetieneusteddelante.

—Pocomeimportaelnombre—contesté—.Auxiliéaunamujeraquiencreíenpeligro,ypararecompensarmemerobóunospapelesycasielhonor.

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—CoronelGerard,hemosjugadoustedyyolamismapartida,cuyapuestaeraimportante.Hademostradoustedalencargarsedeunamisiónquenoselehabíaconfiadodirectamente,quenadaseleponepordelantecuandosetratadelagloriadesupatria.Micorazónestanalemáncomoeldeustedfrancés,ytambiénestoydispuestaatodo,inclusoalengañoyalrobo,paraauxiliaramipatriadoliente.Soytanfrancacomousted.

—TodoloqueV.A.medice,losé.

—Pero,yaquehejugadoyganadolapartida,¿quémalavoluntadlehedetenerausted?Lediré,de todosmodos,quesiotravezmeencontraraenunpeligrocomoelqueinventéenlaposadadeLobenstein,nodesearíaencontrarprotectormásvalientequeelcoronelGerard.Nuncacreípodersentirporunfrancésloqueporustedsentícuandolequitélospapeles.

—ApesardelocualmelosquitóV.A.

—Alemaniayyolonecesitábamos.Conocíalosargumentosqueconteníanyelefectoquedebíanhacerenelpríncipe.Sihubierarecibidoestospapeles,nuestracausaquedabairrevocablementeperdida.

— ¿Y por qué ha recurrido V. A. a esos medios, cuando esos veintebandidosquehaceunmomentoqueríanahorcarme,sehabríanencargadodelasunto?

—No son bandidos; son la mejor sangre de Alemania —contestófogosamente—. Si le han maltratado a usted, recuerde las indignidadessufridasporlosalemanesyespecialmenteporlareinadePrusia.Mepreguntausted por qué no le mandé coger en el camino. Había dado la orden yaguardabaenLobensteinlanoticiadelacaptura.Perohallegadousted,ynosabiendoquéhacer,meservídelasarmaspropiasdemisexo.

—DeclaroqueV.A.lashautilizadobien.Hesidoderrotado,yV.A.quedadueñadelcampodebatalla.

—Puedeustedrecuperarsuspapeles.

Ymelosalargabaalhablar.

—ElpríncipehapasadoelRubicón—añadió—,ynadaleharáretroceder.Puedeusteddaresospapelesalemperadorydecirlequenoshemosnegadoarecibirlos. Nadie le acusará a usted de haber perdido los despachos. Adiós,coronelGerard.LomejorquepuedodesearleesquevuelvaaFranciasanoysalvo,yquesequedeallí.Antesdeunaño,nohabrásitioparaunfrancésaesteladodelRhin.

Así juguécontra laprincesadeSajonia-Felsteinunapartida, cuyapuestaeraunreino,ylaperdí.MuchascosasteníaenlacabezacuandoemprendíelcaminodeFranciaconVioleta.Peroentrelospensamientosquemeasediaban,

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volvíasiempreaverelrostroencantadordeaquellaprincesa,yoíalavozdelsoldado poeta que cantaba a su patria. Noté que había algo formidable enaquellafuerteypacienteAlemania,comocantabaelpoeta,ycomprendíqueaquelpaísnopuedeserconquistado.Alproseguirmicaminoviamaneceryvitambiénque la estrellaque leshabíaenseñadopor laventanapalidecíay seextinguíaenelcielodeOccidente.

Decómoganóelbrigadiersumedalla

ElduquedeTarentooelmariscalMacDonald,comopreferíanllamarlesusantiguoscompañeros,estabademuymalhumor.Sucaradeescocés, largayceñuda,parecíaunadeesasaldabasgrotescasquesevenenelfaubourgSaint-Germain.NosenteramosmástardedequeelEmperadorhabíadichoenbromaque le había enviado al sur contraWellington, pero que temía confiar en élentreelsonidodelasgaitas.

Al entrar en su despacho elmayorCharpentier y yo, comprendimosqueestabairritadísimo.

—¡CoronelGerard,deloshúsares!—gritóconvozdecaboquehablaconunrecluta.

Saludé.

—¡MayorCharpentier,delacaballeríadegranaderos!

Micompañerocontestó.

—Elemperadortieneunencargoparaustedes.

Sin decir más abrió una puerta, y haciendo una indicación para queentráramos,nosanuncióenaltavoz.

PorcadavezquehevistodepieaNapoleón,lehevistoacaballodiezporlo menos, y a fe mía que hacía perfectamente en presentarse así entre sustropas,puesdejineteeramuybuenafigura,ydepieparecíaotro.

En todo el ejército apenas pudieran haberse hallado seis hombres de suestatura.Amí,quenosoyexageradamentealto,nomellegabamásquehastaelhombro.Consucabezotaredonda,loshombrosinclinadosylacaralimpiade bigote y barba, más bien, parecía un profesorcillo de la Sorbona que elprimersoldadodeFrancia.

Dícese que de gustos nohay nada escrito, pero pormi parte creo que sihubiese podido colocarle sobre el labio superior un bigotazo rubio como elmío,nolehubierasentadomal.

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Sinembargo,elemperadorteníaunaexpresiónfirmeyresueltayunosojosque despedían fuego. Solamente una vez me lanzó con ellos una de susterribles miradas, pero fue bastante, y no puedo menos de confesar quehubiese preferido cargar sobre un cuadro cerrado con el caballo rendido defatigaquevolvera resistir aquellamirada.Yesoquenosoyhombreque seacobardafácilmente.

Hallábase Napoleón de pie junto a un balcón, en el otro extremo de laestancia,examinandounmapacolgadodelapared.AsuladoestabaBerthiercon cara de sabio, y en el momento en que entrábamos, el emperador learrancó el sable y señaló con él un punto marcado en el mapa. Hablabarápidamenteyenvozbaja,muybaja,perooílaspalabraselvalledelMosayBerlín repetidas dos veces. En cuanto nos presentamos, el ayuda de cámaraavanzó hacia nosotros, pero Napoleón se detuvo y nos indicó que nosacercáramos.

—Coronel Gerard —dijo—, creo que todavía no ha recibido usted laLegióndeHonor.

Lecontestéquenolahabíarecibido,yestuveapuntodeañadirquenoerapornohaberlamerecido,cuandomehizocallarconungestodeimpaciencia.

—¿Yusted,mayor?—añadió.

—Tampoco,señor.

—Puesbien,ahoratendránustedesocasióndeganarla.

Obedeciendounaindicaciónsuya,noscolocamosdelantedelmapaypusolapuntadelsabledeBerthiersobreelnombredeReims.

—Leshablaréaustedesconfranqueza,caballeros—dijocomosihablaracon dos amigos íntimos—.Han estado ustedes conmigo desde el tiempo deMarengo,¿noescierto?

El emperador se sonrió con aquella sonrisa tan singular que parecíailuminarlelacaracomounrayodesol,ysindejardeseñalarconelsablenidarnostiempopararesponder,continuó:

—Hoy14deMarzotenemoselcuartelgeneralaquí,enReims;muybien.Aquí, aveinticinco leguasdenosotros, estáParís.Hacia elNorte tenemosaBlucher,yaSchwaryenbergalSur.Corriente.Cuantomáspenetreestagenteenelpaís,mejorpodréaplastarlos.PiensanavanzarhaciaParís;puesbien,queavancen. Mi hermano los esperaba allí con 100 000 hombres. Han de irustedesaverleyleentregaránestacarta,unacopiadelacualleconfíoacadauno.Lacartaesparadecirlequeyo,dentrodedosdías, iréasocorrerleconinfantería, caballería y artillería. Conque derechos a París. ¿Me entiendenustedes?

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¡Oh,amigosmíos!¡SiospudieraexplicarlasatisfacciónyelorgulloquesentíalverlaconfianzaqueteníaelemperadorenEstebanGerard!Altomarla carta que nos entregó, hice resonar las espuelas, irguiéndome todo loposible,a findehacerlecomprenderqueeramuycapazdesaliradelanteenaquellaempresa.

Al vermi actitud, el emperador se sonrió ligeramente y puso unamanosobremihombro.¡Quéalegría!Mesentítanorgulloso,quehubieracedidolamitaddemisatrasosporquemimadremehubiesevistoenaquelmomento.

—Voyaindicaraustedes—dijoNapoleón—elcaminoquehandeseguir.Irán ustedes juntos hasta Bazoches. Allí se separarán, y el uno marchará aParís por Oulchy y Benilhy y el otro por Braine, Soisson y Senlis. ¿Tieneustedalgoqueexponer,coronelGerard?

Soy un militar brusco, es cierto; pero, sin embargo, sé pensar y séexpresarmecuandollegalaocasión.ComencéahablardelasgloriasydelospeligrosdeFrancia,cuandomeviinterrumpidosúbitamente.

—¿Yusted,mayorCharpentier?

—Sólodeseopreguntaravuestramajestadunacosa:sinosotrosviéramosque el camino indicado por vuestramajestad es peligroso, ¿podemos elegirotro?

—El soldado no elige, obedece —respondió Napoleón inclinando lacabeza,paradarnosaentenderquelaentrevistahabíaterminado.

En seguida Se volvió haciaBerthier, y cuando salíamos del despacho oíquehablabanysereíanalegremente.

Yaosfiguraréisquetardamosmuypocoenponernosencamino.

MediahoradespuésbajábamosporlacalleMayordeReims,ydabanlasdocecuandopasamosporlascercaníasdelacatedral.

Yo montaba mi yegua Violeta, la que me quiso comprar el mariscalSebastiani después de la toma deDresde. En las seis brigadas de caballeríaligera no había un caballo que corriese como ella. Sólo una vez en su vidaperdióunacarreraconelcaballodelduquedeRovigo.

Charpentier, por su parte, iba jinete en un armatoste digno sólo de ungranaderodeacaballoodeuncoracero.Eraunanimaldeesosquetienenloslomostananchoscomounacama,cuyasmanossonparecidasadospalos,ycomoCharpentiererapesadoyencogido,resultabaunaparejabienextraña.

Sinembargo, era tangrande suvanidad,que se atrevió aguiñar elojo aunasmuchachascuandosalieronalbalcónasaludarmeamí,yseretorcíasuhorrorosobigote,casirojo,cuyasguíaslellegabanalosojos,comosifuesea

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élynoamíaquienlasjóvenesdirigíansusatenciones.

Cuando salimos a las afueras, tuvimos que atravesar primero elcampamentofrancés,ymásalláelcampodondesehabíalibradolabatallaeldía anterior, el cual estaba todavía cubiertode cadáveresdenuestrospobresSoldadosmezcladosconlosdelosrusos.

Apesardeesto,eraelcampamentoloquemástristezainfundía.Nuestroejércitodisminuíavisiblemente.LaGuardiaeralaquemejorestaba,pormásque el batallón nuevo se componía casi todo de reclutas. La artillería y lacaballería no estaban del todo mal; pero la infantería, con sus tenientillos,cadetestodos,parecíaunaescuelagrandedemuchachosconsusmaestros.

ConsiderandoquealNortehabía80000prusianosyalSur150000rusos,elhombremásvalientehubieratenidopoderososmotivosparaponersetriste.Por mi parte, confieso que no pude reprimir la emoción, y las lágrimasbrotaron de mis ojos. Pero de repente pensé que aún nos quedaba elemperador, y que aquella misma mañana había puesto su mano sobre mihombro,prometiéndomelacruzdehonorquetanardientementedeseaba.

Animado con estos pensamientos, hice correr tanto a mi Violeta, queCharpentiertuvoquerogarmequemecompadecieradesuanimalote,elcualveníabufandoysoplandocomouncamellorendido.Lacarreterasehallabaenmuymalestado, llenadebachesdedospiesdeprofundidad,abiertospor laartillería;asíquepudemenosdereconocerqueteníarazónaldecirqueelsitionoeraelmásapropósitoparagalopar.

Nunca había tenido amistad con Charpentier y durante las veinte leguasbiencumplidasqueenaquellaocasiónanduvimosjuntos,nopudesacarleunapalabra.

Cabizbajoyconelceñoadusto,parecíaestarsumidoenlamásprofundameditación.

Másdeunavezlepreguntéquéeraloquetantolepreocupaba,creyendoque podría quizás sacarle de aquel atolladero; siempre me dio la mismacontestación:pensabaeneldelicadoencargoquenoshabíadadoelemperador.Estomeextrañómuchísimo,porqueaunquesabíaquenoeranmuygrandessuinteligencia ni su talento,mepareciómuy raro quepudiera preocuparle unacosatansencillaypropiademilitares.

PorfinllegamosaBazoches,dondeélhabíadetomarelcaminodelSuryyoeldelNorte.Antesdesepararnos,sevolvióenlasilla,ylanzándomeunamiradasingularmedijo:

—¿Quélepareceausted,coronel?

—¿Dequé?—pregunté.

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—Denuestroencargo,parecemuysencilloybienllano.

—¿Porquénoshabráreveladosusplaneselemperador?

—Porquetieneconfianzaennuestralealtadyennuestrainteligencia.

Charpentierseechóareír,loquemeirritómucho,yañadió:

— ¿Me permite usted preguntarle qué piensa hacer si ve que laspoblacionesestánocupadasporlosprusianos?

—Cumplirélasórdenesqueherecibido.

—Locualpuedecostarlelavida.

—Esposible.

Otravezsoltólacarcajadaelmayor;perotanintempestivamenteycontalinsolencia, que no pudemenos de echarmano al sable y yame disponía adecirleloquepensabadesudescaradaestupidez,cuandodiomediavueltaalcaballo y tomó la dirección opuesta. Le seguí con la vista hasta quedesapareció su enorme gorro negro, y entonces proseguí mi camino, muyextrañadodesuconducta.Devezencuandomellevabalamanoalpechoparaasegurarmedequeestabaallílacartaquemehabíaconfiadoelemperadoryque en tan grande estimación tenía, porque me parecía estarla ya viendoconvertidaenlamedalladehonor.

Todo el camino desde Bazoches hasta Sermoise fui pensando en lo quediríanmimadreyminoviacuandolavieran.

MedetuveparadardecomeraVioletaenunaventasituadaenlamargendelcaminoqueporunacuestecitaconducíaaSermoise.Eraunacasarodeadade corpulentos robles, en cuyas ramas armaban una algarabía espantosanumerososcuervos.

El venteromedijo que hacía dos días se había retiradoMarmont, y queaquella misma mañana habían cruzado los prusianos el Aisne. Una horadespués, y a la luz crepuscular, vi dos centinelas en la cuesta, hacia miderecha, ymás tarde, al cerrar la noche, llamómi atención el reflejo de laslucesdeunvivac.

CuandosupequehacíadosdíasqueBluchersehallabaenaquelsitio,meextrañómuchoqueelemperadornosehubieraenteradodequeelpaísporelque me mandaba pasar por la carta estaba ocupado por el enemigo; perorecordé el tono de su voz cuando dijo que el soldado no debe elegir sinoobedecer, y resolví seguir el camino que me había indicado, aunque mecostaralavida.

Duranteel trayectocomprendidoentreSermoiseySoissons,enelque lacarretera sube y baja formando curvas por entre bosques de pinos, llevé

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preparadalapistolaylamanoenelsable,avanzandoapresuradamentedondeelcaminoera rectoymarchandopocoapocoal franquear lascurvas, comohabíamosaprendidoenlaguerradeEspaña.

Cuando llegué al caserío situado a la derecha de la carretera, acontinuacióndelpuentequecruzaelOise,cercadelsitiodondeselevantalaimagen de la Virgen, unamujer me gritó desde el campo diciendo que losprusianos estaban en Soissons. Añadió que un escuadrón de lanceros habíaentrado aquellamisma tarde, y que antes demedia noche era esperada unadivisión.

Noesperéaoírelrestodeloquequeríadecirme;metíespuelaaVioleta,ycincominutosdespuésentrabaenSoissons.

Enlabocacallecentralestabantresulanosconversandoalegremente,cadacualconunapipamuylargaenlabocayloscaballosatadosaunposte.

Yolesdistinguíclaramentea la luzquesalíaporunapuertaentreabierta,pero estoy seguro de que ellos lo único que vieron de mí fue el color deVioletayelrevoloteodemicapa.

Un momento más tarde pasé por entre una fila de ulanos que salíanapresuradamenteporunapuertadehierro.Violetaatropellóaunoyloarrojóal suelo, y yo descargué un golpe tremendo sobre la cabeza de otro. ¡Pum!¡Pum!Sonarondos tiros, peroyahabíadadoyo la vuelta a la esquina, ynisiquierasentíelsilbidodelasbalas.

¡Oh,amigosmíos!¡Québienestuvimosmiyeguayyo!Ellacorríacomoun galgo tras de una liebre, levantando con las herraduras una lluvia dechispas,ytanllenodeentusiasmomesentíayo,quemepusedepiesobrelosestribosblandiendoelsable.

Aunodelosprusianosquetratódecogerlasbridas,lepartíelbrazodeunsablazo,yledejéatrásaullandodedoloryderabia.

Dosdelosdeacaballomerodearon.Letiréuntajoauno,ypudelibrarmedelotrocorriendomásqueél.Dosminutosmástardemevifueradelavillayvolabamásquecorríaporlaanchacarreterasombreadadeálamosporambasmárgenes.

Durante un rato sentí el ruido de las herraduras de los caballos de misperseguidores,peropocoapocosefueapagando,hastaqueporfincesóporcompleto.Entoncesmedetuveparaescuchar.Todoestabaen silencio,nadiemeperseguía.

Biensegurodequeeraasí,meapeéycondujeaVioletaaunbosquecillopor elquecorríaun riachuelo.Allí ladiunabuena friegaydos terronesdeazúcar remojados en coñac que llevaba en un frasco. Estaba rendida con

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aquellalargacarrera,peroserepusoalcabodemediahoradedescanso.

Cuando volví a montar comprendí que no sería suya la culpa si nollegábamosaParíssanosysalvosenmuypocotiempo.Alpocoratoconocíque íbamosentrandoen las líneasenemigas,porquealacercarmeaunacasade postas oí grandes voces que daban los prusianos cantando sus airesnacionalesyafindeevitarelencuentroconellosdesviéporelbosque.

Unpocomásadelanteaparecierondesúbitodos jinetes (losvimuybienconlaclaridaddelaluna)ymegritaronalgoenalemán,peroyoproseguímicamino sin hacerles caso. No me dispararon sin duda porque no estabanseguros de si era yo uno de las suyos o no lo era, puesto que sus húsaresvestían igualuniformequeelnuestro.En tancríticosmomentos lomejoreshacereldesentendido,porqueasípuedencreerqueunoessordo.

A la luz de la luna, que era clarísima, los árboles proyectaban sombrasnegrassobre lacarretera.Yoveíaelpaisaje lomismoquesihubierasidodedía,yporciertoque todoestabamuypacífico;únicamentehaciaelNortevilasllamaradasdeunainmensahoguera.Conelsilenciodelanoche,sabiendocomo sabía que estaba rodeado de peligro la presencia de aquel fuego eraimponente y amenazadora; pero yo nome acobardo fácilmente, así quemepuse a cantar entre dientes y a pensar enmi amigaLisette, a la que tal vezveríaenParís.

Marchaba preocupado con este pensamiento cuando de pronto, al dar lavueltaunacurva,meencontrédemanosabocaconmediadocenadedragonesalemanes que estaban sentados alrededor de una hoguera en la orilla delcamino.

Soyunmilitarexcelente.Nocreáisquelodigoporalabarme,sinoporqueeslaverdad.Hagomiscálculosenmenosdeunminutoylosresuelvoconlamismaseguridadquesiloshubieraestadopensandounasemana.

En aquel momento comprendí, que fuese como fuese, me habían deperseguir,loquenomeagradabamucho,considerandoqueestabamontadoenunayeguaquehabíacorridoyamásdedoce leguas;peroeramáspreferibleavanzar que retroceder. En cualquiera de los dos casos nome quedabamásremedio que deshacerme de ellos como mejor pudiera, y preferí que fuesecercadeSenlismejorqueenlavecindaddeSoissons.

Comprenderéisqueestospensamientoscruzaronpormi imaginaciónconla rapidez del rayo, pues apenas me fijé en aquellas caras barbudas ynegruzcas y en aquellas cabezas coronadas por los tremendos cascos, metíespuelasaVioleta,lacualechóacorrerdesesperadamente.

Tres de los seis dragones dispararon y los otros tres montaron en suscaballos a la carrera.Una bala dio contra el pomo de la silla, y al sentir el

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golpeVioletasaliódisparada.Porunmomentocreíqueestabaherida,peronofuemásqueunrasguñoenlapartesuperiordelarodilladerecha.

Una alegría infinita invadió mi corazón cuando comprendí que sepreparabaparaaquelgalope largoyfácil,exclusivamentesuyo,produciendosus herraduras un ruido semejante al de las castañuelas de una bailarinaandaluza.

¡Cáspita! ¡Qué griterío, qué carreras y qué ruido se armó detrás de mí!Llevadodelentusiasmoquemeinspirabamivalientecorcelydelaseguridadqueteníadeescapardemanosdelosprusianos,melevantéenlasillaygritécontodalafuerzademispulmones:«¡Vivaelemperador!»mientrasmereíaymofabadetodaslasinjuriasyblasfemiasquemedirigíanmisperseguidores.Pero todavía no estaba libre. Seguro estoy de que si Violeta no sé hubierahallado tanrendidahabríasacado laventajadeunkilómetroporcadacinco,peroentoncesfuemuypocoloquepudoadelantar.

Un dragón, sobre todo, teníamejor caballo que sus compañeros y veníapersiguiéndomemuy de cerca. Los otros dos habían quedado lomenos 200metros atrás, y cada vez que volvía la cabeza veía que la distancia ibacreciendopormomentos.Lostresrestantesquesedetuvieronparatirarhabíanquedadomuylejos.Elcaballodeloficialquemeperseguíamásdecercaeraun animal magnífico, y aunque no tenía comparación con Violeta llegué atemerqueenunascuantasleguassenotaríaelcansanciodemiyegua.

Esperéaqueestuvieramuyseparadodesushombres,yentoncesmoderéelpaso poco, muy poco, con la intención de hacerle creer que realmente meestaba alcanzando. Cuando se puso a tiro de mi pistola la preparé paradisparar,mientrasesperabaaver loquehacíaél.Meextrañóquenohicierafuego,peroprontocomprendíporqué.

Elmuchacho,conlainexperienciadelajuventud,habíasacadolaspistolasdesusfundascuandoacamparonalrededordelahoguera,yalacercarseamílo único que hizo fue blandir el sable y gritarme algo en su incomprensibleidioma.Noparecíacaerenlacuentadequeestabaamerced.

Siempre moderando el paso de Violeta, esperé hasta que no hubo ni lalongituddeunsableentrelacolagrisdemiyeguaelmorrodesucaballo.

—¡Rendezvous!—exclamóentonces.

—Estoy admirado —contesté— de lo bien que conoce usted nuestralengua.

Ylevantandoelbrazoizquierdocoloquésobreéllapistola.Leapuntéalacara,yconlaclaridaddelalunapudevercómocambiabadecolor.Peroenelprecisomomentoenquemidedotirabadelgatillo,penséensumadreydesvié

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lapuntería,hiriendoalcaballo.

Semefiguraquealcaerrecibiómuchodaño,pueselbatacazofueterrible.

PeroyoteníaquepensarenmicartayvolvíadarriendasueltaaVioleta.Sin embargo, no me deshice tan fácilmente de mis perseguidores. Los dossoldadosqueveníandetráshicierondesuoficialelmismocasoquesihubierasidounreclutadespedidodelcaballoenelpicadero.Dejándolealcuidadodelosqueveníanmásatrás,continuaronpersiguiéndome.

Me había detenido en una cuestecita creyendo que todo aquello habíaterminado,peroprontoviquenohabíatalydenuevotuvequeemprenderelcamino; Violeta, irguiendo la cabeza como con orgullo, y yo blandiendo elsableparademostrarquéeraloqueopinabadelosdosdragonesquetratabandedarmealcance.

Meestabariendodelapretensióndeaquellosnecioscuandodeprontomicorazóncesódelatir,aldivisarenelotroextremodelacarreteraungrupodejinetesquesindudameestabanesperando.

Talvezunsoldadosinexperienciahubieracreídoqueaquellonoeramásque las sombras de los álamos, pero amíme bastó una simple ojeada paraasegurarmedequeeranhúsares.

¡Vayaunasituación lamía!Delante loshúsares;detrás, losdragones.Lamuerte por uno y otro lado. Nunca, desde los tiempos deMoscú, recuerdohabermevistoasí,entredosfuegos.Peroporelhonordelabrigadapreferíayorecibirlamuertedemanosdeunsoldadodelacaballeríaligeraquenodeunode laotracaballería,yporconsiguientenovaciléniunmomento.Recuerdoque,alavanzarhacia loshúsares,quiserezar(puesmedabayapormuerto);perohabíaperdidolacostumbredeestascosas,yloúnicoqueenaqueltrancetuve presente fue la oración que repetíamos los chicos en las vísperas devacacionesparapediraDiosquenosdierabuentiempo.

A faltadeotracosamejormeparecióquedebía rezar aquellaoración,yestabamurmurándolaentredientescuandoderepenteoigohablarenfrancésalosqueteníadelantedemí.

¡Oh, Dios mío, qué alegría! ¡Qué satisfacción tan inmensa! ¡Cómo seensanchómicorazón!¡Aquellospícaroshúsareserandelosnuestros,delosdeMarmont!

Mis dos perseguidores huyeron a escape despavoridamente, mientras yome acercaba a mis amigos sin prisa ninguna, para darles a entender queaunqueunhúsarseveaobligadoacorrernoacostumbraahuir.Sinembargo,esposiblequelosijarespalpitantesdeVioletaysuhocicocubiertodeespumaleshicieransuponerotracosa.Paraquemialegríafuesemayortuveladicha

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deveralacabezadeloshúsaresalviejoBouvet,unoficialaquiensalvéenLeipzig.Cuandome reconoció, susojillosgrises se llenaronde lágrimas, loquemeimpresionóvivamente.

Le referí lamisiónque llevaba,ycuando ledijeque teníaquepasarporSenlisseechóareír.

—¡Es imposible!—exclamó—.Estáocupadoporel enemigo;nopuedeustedpasarporallí.

—Prefiero pasar por donde está el enemigo —añadí—; por el mismoBerlínpasaríasimelohubiesemandadoelemperador.

—¿PeroporquénovausteddirectamenteaParísconlacarta?¿Porquéha de pasar usted precisamente por los sitios donde es casi seguro que lemataránoporlomenosleharánprisionero?

—Unsoldadonoelige—contesté—,unsoldadoobedece.

Repetí las palabras de Napoleón irguiéndome orgullosamente y con lamismaentonaciónconqueéllasdijo.

Bouvetseechóareír,y tanpocagraciamehizosurisaqueparahacerleentrarenrazóntuvequelanzarleunamirada.

—Bien—dijoluego—,másvalequevengaustedconnosotros.Tenemosorden de patrullar de aquí hasta allá. Más adelante hay un escuadrón delanceros polacos de Poniatowsky. Si tanto empeño tiene usted en pasar porSenlis,talvezpodremosacompañarle.

Y de nuevo emprendimos el camino, interrumpiendo el silencio de lanocheconel chis chasde lascadenillasyel retintínde los sableshastaquealcanzamos a los polacos, arrogantes soldados todos ellos, aunque algopesadosporsuscaballos.Sinembargo,dabagustoverlos,puesnosehubieranportadomejorniaunsiendodemiregimiento.

Caminamos juntos y a primera hora de la mañana vimos las luces deSenlis.Unaldeanoqueveníaporlacarreteraguiandouncarronosdijocómoandabanallílascosas.

Aseguróquetodocuantonosreferíaeralapuraverdad,puesunhermanosuyoeracocherodelalcaldeyhabíahabladoconélahoramuyavanzadadelanocheanterior.Enlacasadelalcalde,eledificiomásgrandedelalocalidad,situada en la esquina de la plaza, se hallaba acuartelado un escuadrón decosacos.Enunbosqueinmediato,haciaelNorte,estabaunadivisióncompletadeinfanteríaprusiana,perodentrodeSenlisnohabíamásquecosacos.¡Ah!¡Qué ocasión se nos presentaba para tomar venganza de aquellos bárbaros,cuyasbrutalidadesparaconnuestrospobrescampesinoshabíanllegadoasereltemadelasconversacionesenloscampamentos…!

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Asaltamos laciudadcomoun torrentedevastador:echamosa rodara loscentinelas,pasamosporencimadelosguardiasyrompimoslaspuertasdelacasadel alcalde antesdequepudierandarse cuentadequeenveinte leguasalrededornohabíaniunsolosoldadofrancés.

Seasomabanalasventanasloshorrorososcosacosconsuscarasbarbudas,elpelodesgreñadoysusgrandesgorrasdepiel,frotándoselosojosyabriendounabocadelobo.Luegoarmaronunbarulloinfernal,dandogritosde¡hurra!,¡hurra!Y empezaron a hacer fuego con las carabinas; pero los nuestros lesatacaronconarrojo,ylostuvieroncogidosporelcuelloantesdequehubierandespertadodeltodo.

Era horrible el ver cómo se lanzaban sobre ellos los polacos; parecíanloboshambrientos,quesehallabande repenteconun rebañodeovejasbiencebadas.Supongoquesabréisquelospolacossientendesdehacemuchosañosuninvencibleodioderazahacialoscosacos.

Lamayorpartefueronmuertosenlashabitacionesdelpisoprincipal,ylacarnicería fue tan espantosa que la sangre caía en abundancia al piso bajo,como lluvia que penetra por un techo agrietado. Son terribles los soldadospolacos.

Pues bien, en aquel momento cometí yo un error muy grave, hay quereconocerlo.Hastaentonces,habíaseguidoalpiedelaletralasórdenesylasinstruccionesquesemehabíandado;peroloquehicedespuéslocondenaríacualquieroficialyapenaslodisculparíaunsoldado.

NocabíadudadequeestabarendidaVioleta,perotambiénesverdadquepodíahabercontinuadoelviajeparallegarpocodespuésalsitiodondeyanohallaríamásenemigosentodoelrestodelcamino.

¿Peroquéhúsarpuedepasarsindetenersedondehayaunacontienda?Espedir demasiado: es casi un imposible. Además calculé que, si Violetadescansabaunahora,ganaríaluegoporlomenostresenelcamino.

Por otra parte, aquellas cabezas desgreñadas y los gritos de los cosacoseranparamíunatentación;asíesquesaltédelasilla,sujetéaVioleta,atandolasbridasaunposte,ycorríhacia lacasadelalcaldecon losdemás.Ciertoquelleguétardeparaserútilyquecasimehirióconsulanzaunodeaquellossalvajesmoribundos, pero siempreme ha parecido una verdadera lástima elperder laescaramuzamás insignificante,porquenuncasesabedóndeestá laocasión de ganar nuevos laureles. En algunas de esas escaramuzas hepresenciadomáshechosde armasdignosde recompensaque en las grandesbatallasdirigidasporelemperador.

CuandoyanoshabíamosapoderadodelacasadidebeberaVioleta,yelguíaque llevábamosnosenseñódóndeguardabaelalcaldeel forraje,queel

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pobreanimalcomióconmuybuenagana.Enseguida lediunabuenafriegaconunaesponjaempapadaenvinagreyagua,ydejándolaotravezbienataditavolvíalacasaenbuscadeprovisionesparamí,afindenovermeprecisadoadetenermehastaquellegaraaParís.

Yahorallegoalapartedemihistoriaquetalvezospareceráextraña,pormásquepudieracontarosdiezaventuras,másextrañastodavía,quehecorridoendiversasépocasdemivida.Bienpodéiscomprenderquequienhapasadomuchos años en los campos de batalla habrá tenido ocasiones de ver cosasextrañas,yaundetomarparteenellas.

Bouvetmeesperabaenlaentradacuandoregreséa lacasaymeinvitóabeberunvasodevinoconél.

—Pero tenemos que andar listos—dijo—, porque en aquel bosque haydiezmilhombresdeinfanteríaenemiga.

—¿Dóndeestáelvino?—pregunté.

—Meparecequedoshúsarescomonosotrosnotardaránenencontrarlo—mecontestóriendo.

Y tomando una vela en la mano se dirigió al pasillo que conducía a lacocina, donde dimos con una puertecita que, por una escalera de caracol,conducíaasuvezalabodega.

Lasbotellasvacíasyrotasquevimosesparcidasporelsuelodemostrabanbien claramente que los cosacos nos habían precedido en la visita. Sinembargo,aúnpudimosapreciarqueelalcaldeeraamigodelosbuenosvinos,y probablemente no tendré nunca mejor surtido donde elegir. Chambertín.GravesyMicanti,vinosblancosytintos,vinoschispeantesyvinossencillos…de todo había. Las botellas estaban colocadas entre serrín, formandopirámides,quellenabandealegríaelcorazón.

Bouvet, con la vela en la mano, miraba de aquí para allá gruñendo decontento como un gato ante una cazuela de leche. Eligió una botella deBorgoña,yyaextendía lamanopara recogerlacuando resonóuna tremendadescargademosquetesseguidadeungriteríoinfernal,comoenmividaloheoído.

Bouveterahombrevaliente,nohayporquénegarlo;desenvainóelsableyechóacorrerescaleraarriba.Yoleseguí,perollegaralacocina,unabataholaespantosa,horrible,nospusoaltantodequelacasahabíasidoasaltadaporlainfanteríaprusiana.

—Seacabótodo,Bouvet—dijecogiéndoleporlamanga.

—Aúnquedaunoparamorir—gritó.

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Y subió precipitadamente la segunda escalera. En su lugar yo hubierahecholomismo,puessehabíadescuidadoalnocolocarcentinelasavanzadosqueleavisasenlallegadadelastropas.

Miprimer impulso fue el de seguirle; pero luegopensé en la importantemisiónquesemehabíaconfiadoysemeocurrióque,simematabanamí,lacarta no llegaría nunca a su destino. Por tanto, le dejé que se fuera solo, yvolviendo a bajar a la bodega, entré y cerré la puerta con cuidado. Perotampocoallíeramisituaciónmenosdifícil.

Cuando llegó a nuestros oídos el estruendo de la descarga, Bouvet dejóescapar la vela de la mano, y como la bodega estaba completamente aobscuras,nohacíayomásquetropezarconlasbotellasrotas.Porfinlogrédarcon ladeseadavela,quehabía idoaparardebajodeun tonel;peropormásqueprocuréencenderlaconmicajadeyescas,nopudeconseguirlo.Lamechasehabíamojadoenunhoyitodevino,ytuvequecortarlaconelsablehastaque logré encenderla. Ya tenía luz; ¿pero qué hacer? Los prusianos se ibanponiendo roncos con tanto gritar, y sin duda pretenderían remojarse lasgargantas. Bajarían a la bodega, y ¡adiós carta del Emperador, adiós cruz,adiósGerard…!Penséenmimadre,penséenNapoleón…ylloré,sí,amigosmíos, lloré ante la ideadeque la primeraperdería a suhijo y el ejército sumejoroficialdecaballería.

Meditando un instante recobré en seguida la serenidad y dije para misadentros:

—¡Ánimo,muchacho!¿CómoseentiendequeunmilitarqueharegresadodeMoscúsinunasimpleheridasedejeahoramorirenunabodegafrancesa?

Mepusedepiey llevé lamanoalpecho,dondeguardabaoculta lacartadelEmperador.Elcrujidodelpapelparecíainfundirmealiento.

Loprimeroquesemeocurriófueprenderfuegoalacasayescapareneltumultoylaconfusiónquesearmaría.Luego,meparecióquelomejorseríaocultarmeenunabarricavacía.

Comencé a buscar una, cuando por casualidadme fijé en una puertecitapintadadelmismocolorgrisdelasparedes.Estabatanbiendisimulada,quesólo una vista tan excelente como la mía hubiera podido dar con ella. Laempujé y me pareció que estaba cerrada con llave; pero después cedió unpoquito, y pronto comprendí que alguna cosa impedía que se abriese porcompleto.Puselospiessobreunbarril,ydandounsoberbioempujónseabriódeparenpar, tande repente,quecaídeespaldas todo lo largoquesoyy lavelasemeescapódelasmanos.

Me levanté, púsemea examinar laobscuridad en lamismaentradade lapuerta y vi que en el otro extremo y por un hueco del techo penetraba un

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pequeño rayo de luz. Entonces comprendí que había amanecido y pudedistinguir las curvas de buen número de barriles grandes, los cuales mehicieronsuponerqueallíguardabaelalcaldesusreservasdevinoshastaquesehicieranañejos.

Fuera como fuese, aquel sitio me pareció el mejor para ocultarme. Mevolvípara cerrar lapuertay enelmismomomentovi algoqueme llenódeasombro.

Yahedichoqueenelotroextremodelabodegainterior,yporunhuecodeltecho,entrabaunpequeñorayodeluz;puesbien,enelinstanteenquemevolvíparacerrarlapuertaviaunhombrealtoygruesoque,deunsalto,pasódelatenueclaridadalomásobscurodelotrolado.

Pasó como una sombra, pero tuve tiempo de observar que llevaba en lacabeza una gorra de cosaco y un sable en la cintura. Confieso que meestremecíantelaideadehallarmeasolasenaquel lugarconsemejantetipo.Peromitemornodurómásqueunmomento.

—¡Ánimo,muchacho!—medije—.Tenencuentaqueeresunhúsar,queerestodounseñorcoronelalostreintayunañosyquetienesquecumplirunamisióndetuemperador.

Ademássemeocurrióqueaquelcobardequeseocultabadetrásdeunosbarriles tenía más motivos para temerme a mí que yo a él, y entoncescomprendíqueteníamiedodemí,unmiedoterrible.

Claroestabaqueporesohabía idoaocultarsecomouna rataperseguidaporungato,yqueélfuequienimpidióquealprincipioseabrieselapuertaynounbarril,comoyocreía.

—¿Conqueéleselperseguidoyyoelperseguidor?¡Hola,hola!

Degustosemeerizabaelbigotealpensarlo.EraprecisoenseñaraaquelperrodelNortequeno tratabaconningúnchiquillo,ymedispuseahacerloasí.

Alprincipiotemíencenderlavela,porsítalvezteníaalgúnarmadefuegoylaluzleservíadeblanco;perocuandomediungolpeenunhombrocontraunbarrilysemeenredaronlasespuelasenunacuerda,comprendíquesinluznopodríahacernadaylaencendí.

Enseguida,blandiendoelsable,avancéhaciaelcosacogritando:

—¡Salgausteddeahí,grandísimobribón!¡Nada,podrásalvarle!¡Porfinhallarásumerecido!

Levanté la vela en el aire, y después de un momento vi la cara de unhombrequememirabafijamenteporencimadeunodelosbarriles.Encuanto

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misojossefijaronenélcomprendíqueeraunhombredeeducaciónyoficialdealtogrado.

—Unfrancés—añadí—,sabecómodebetrataraunenemigodesgraciado.Notemaustedporsuvida.

Sin más me entregó el sable por encima del barril, y yo me inclinérespetuosamenteponiendolavelasobreelcorazón.

—¿Aquiéntengoelhonordehacerprisionero?—pregunté.

—Soy el conde Boutkine, de los cosacos del emperador. Salí con mibatallón para explorar hasta Senlis, y como no vimos rastro ninguno devuestroejército,resolvimospasarlanocheaquí.

— ¿Y pecaría de indiscreto —añadí— si preguntara a usted cómo seencuentraenestabodega?

—Nada más sencillo. Teníamos intención de ponernos en camino encuantoamaneciera;sentímuchofríodespuésdevestirme,ycreyendoqueunvaso de vino nome caería mal, bajé aquí a ver si lo hallaba. Cuandomásengolfadoestababuscándolofuetomadaporasaltolacasa;perotanderepenteque,alsubiryoalacocina, todohabíaterminado.Loúnicoquepodíahacererasalvarlavida;volvíabajaraquíymemetíenlabodegainterior,dondemehaencontradousted.

RecordécómosehabíaportadoBouvethallándoseenelmismotrance,ylas lágrimas asomaron a mis ojos al contemplar la gloria de mi país. Enseguidamepuseapensarquédebíahacer.

Eraevidenteque,nohabiendooídoelcondelasdescargasdesdeelsitioenquesehabíarefugiado,nosabíaquelacasahabíavueltoacaerenmanosdelosprusianos.Sillegabaaenterarsedeestovariaríanporcompletolascosas,yyo sería prisionero suyo en vez de serlo él mío. ¿Qué hacer? Pensándoloestabacuandosemeocurrióunaideafeliz.

—Señor conde Boutkine —dije—, me encuentro en una situacióndificilísima.

—¿Yporqué?—preguntó.

—Porqueheprometidorespetarlelavida.

—¿Peronoretiraráustedsupalabra?—dijoalgoabatido.

—Si llegara a suceder —contesté—, moriría defendiéndole, pero lasdificultadessongrandes.

—¿Puesquéocurre?

—Lehablaré a usted con franqueza.Nuestros hombres, y sobre todo los

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polacos,siententalodiohacialoscosacos,quesólolavistadeluniformelospone furiosos. Inmediatamente se arrojan sobre el que lo lleva y lodescuartizansinpiedad.Niaunnosotros,losoficiales,podemoscontenerlos.

El conde palideció al oír mis palabras y la solemnidad con que laspronuncié.

—¡Peroesoesterrible!—exclamó.

—Sisubiéramosahorajuntosnoresponderíayodepoderprotegerle.

—Estoy a su disposición. ¿Qué quiere usted que hagamos? ¿No seríapreferiblequemequedaraaquí?

—Esoseríalopeordetodo.

—¿Porqué?

—Porquedentrodeunosminutoslosnuestrossaquearánlacasayentoncesleharíanaustedpedazos.No,no;yonecesitosubirydarleslanoticia.Peroasíytodo,encuantoveanelmalditouniformenoséloquesucederá.

—Enesecasoserámejorquemeloquite,¿nolepareceausted?

—¡Excelente!Esunaidealuminosa.¡Ah!Yaséloquehemosdehacer.Sequitará usted el uniforme y se pondrá el mío; eso le protegerá contra todofrancés.

—Noesalosfrancesesaquienestemo,sinoalospolacos.

—Lo mismo da; mi uniforme le servirá a usted de salvaguardia contracualquiera.

—Nosécómoagradecérselo.¿Peroyustedquésepondrá?

—Me pondré su uniforme. Es mi deber arriesgarme, pero nada temo.Subirévistiendosuuniforme.Uncentenardesablesmerodearán. ¡Altoahí!Gritaré. ¡Soy el coronel Gerard! Entonces me mirarán a la cara y mereconocerán. En seguida les hablaré de usted. Vestido con mi ropa serásagradoparatodos.

Temblandodeimpacienciacomenzóadesabrocharselatúnica.Lasbotasyel pantalón eran casi iguales a los míos, así que no hubo necesidad decambiarlos;peroledimichaquetadehúsar,midolmán,michacó,micinturónymisable,yélmeentregósugorradepielconlachapadeoro,sulargogabánadornado con piel y el sable curvo. Harto supondréis que nome olvidé decambiartambiénlaschaquetasinterioresydetrasladarlacartadeunbolsilloaotro.

—Con permiso de usted —dije cuando habíamos terminado— le ataréahoraaunbarril.

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Estonolehizomuchagracia,peroenmismuchasaventurasheaprendidoquenodebeomitirsenuncaningunaprecaución.¿Quiénmedecíaamíque,encuantodierayomediavuelta,noseenteraríaelcondedelverdaderoestadodelascosas,echandoaperdermisplanes?

Enelmomentoenquelehablaba,hallábaserecostadocontraunbarril.Diseisveceslavueltaasucuerpoconunacuerdayluegoatéunnudobienfuerteatrás.Siseempeñabaenseguirme,tendríaquetraersealaespaldaunbarrildemillitrosdebuenvinofrancés.Enseguidacerrélapuertadelabodegainteriorparaquenooyeseelruido,yarrojandolavela,subílaescalerahastallegaralacocina.

Sólo había unos veinte escalones; pero, sin embargo,mientras los subía,tuvetiempobastanteparapensarloquedebíahacer.

MesucediólomismoqueenEylau,cuandotendidoenelcampamentoconlapiernarota,viquetodalaartilleríasemeveníaencima.Porsupuesto,noseme ocultaba que, si me llegaban a conocer, me fusilarían en el acto porhaberme puesto el uniforme del enemigo dentro de sus mismas filas. Perodespuésde todo sería unamuertegloriosa, prestandoun servicio especial alemperador, y en elMoniteurmededicarían cincoo seis líneas.APalaret lededicaronocho,yesoquesucarreranofuetanbrillantecomolamía.

Cuandosalíalpasillo,contodalacalmayeldescaroquepudereunir, loprimeroconquetropecéfueconelcadáverdelpobreBouvet,conlaspiernasencogidas y en lamano el sable roto. Por lamancha negra que tenía en lafrente comprendí que le habían tirado a boca de jarro. Hubiera queridodetenermeparadedicarleelpostrersaludo,porquefueunhombredigno,perotemiendoquealguienmeviesepaséadelante.

Toda la antesala estaba llena de soldados prusianos ocupados en abrirtroneras en las paredes, como si temieran un nuevo ataque. El oficial, unhombrecilloflaco,corríadeaquíparaalládandoórdenes.Nosefijósiquieraenmí;perootroquetranquilamentefumabaunalargapipaenlaentradadelapuerta seme acercó, y tocándome en el hombrome señaló nuestros pobreshúsares muertos y se echó a reír a carcajadas diciendo algo que no supeentender.

Yotambiénmereímientrasrepetíalasúnicaspalabrasquesabíaenruso.Me las enseñó la pequeña Sofía en Wilna, y significaban: «Si hace buenanochenosveremosbajoelroblegrande,perosilluevenosencontraremosenelestablo».

Paraelalemánfuelomismoquesihubieracomprendidotodoloquemedijo…y sin duda creyó que yo eramuy gracioso, porque riéndose otra vezcomo un loco me dio unas palmaditas en la espalda, como si quisiera

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felicitarmepormiingenio.

Enseguida,inclinandolacabezayriéndomeatodotrapo,salíporlapuertacon todo el aplomo que hubiera podido demostrar el comandante delregimiento. Fuera había más de cien caballos, pertenecientes en su mayorpartealosdifuntospolacosyhúsares.

Violetaestabaentreellosesperándomeconpaciencia,yelpobreanimalalverme se puso loco de contento… Pero no quise montarle, ¡quizá! Erademasiadolistoparahacerlo.Muyalcontrario,elegíuncaballitoruso,elmáspeludoquevi,ylemontédescaradamente.Enelpescuezoteníaunsacollenode botín. Coloqué este saco sobre Violeta, y tomándola por las bridas lacondujeamilado.

Jamássehabíavistounretratomásfieldelcosacoquevuelvedelsaqueo.Porentonceslavillaseencontraballenadeprusianosqueinundabanlascallesy paseos, y al pasar yo por entre ellos me señalaban diciendo, según pudeadivinarporlosgestos:

—Ahívaunodeesosdiablosdecosacos.Ésossíquesaqueandeveras.

Dosotresoficialesmehablaronconairedeautoridad;peroyo,meneandolacabezaysonriendo,lesdijeportodacontestaciónenruso:

—«Sihacebuenanochenos encontraremosbajo el roblegrande,pero silluevenosveremosenelestablo».

Al oír esto se encogieron de hombros y prosiguieron su camino sinocuparsemásdemí.Tambiényoseguílamarchasinmásnovedad,hastaquelleguéalasafueras,haciaelNortedelavilla.Enlacarreteravidoscentinelas,lanceros,consusplumajesnegroyblanco,ydijeparamicapote:

—Sillegoapasardeaquísoyhombrelibre.

Así pensando hice trotar al potrito, mientras Violeta, frotando el morrocontrami rodilla, parecía preguntarme qué había hecho ella para que aquelanimalucho feo fuera preferido por mí.Me faltarían unos cien metros parallegar a los centinelas, cuando vi que venía galopando por la carretera uncosaco.

¡Oh,amigosmíos!Metedlamanoenvuestropechoypodréisapreciarloque yo sentí cuando, después de haber vencido tantísimas dificultades, meencontréaúltimahoraconunaqueparecíaibaadesbaratarlotodo.Confiesoque,alprincipio,casilleguéadesanimarmeydarmeporvencido,peroluegocambié de parecer y resolví obrar como las circunstancias lo exigieran.Desabrochédosbotonesde la túnicaa findepodersacarpronto lacartadelemperador, pues estaba decidido a tragármela en cuanto perdiera la últimaesperanza y morir con el sable en la mano. En seguida saqué el sable del

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cosacoquellevabaenelcinturónycontinuélamarchahacialoscentinelas.Alprincipio querían detenerme, pero yo señalé al cosaco, y creyendo entoncesquesalíaasuencuentro,medejaronpasarconsóloelsaludo.

Inmediatamente metí espuela al potrito, calculando que si mi encuentroconelcosacoserealizabafueradelalcancedeloscentinelas,notendríagrandificultadenvencerle,yalirmeacercandoaélvique,asícomoyo,eraoficialyllevabaenlagorraunachapadeoroigualquelamía.Sinquerermeayudódeteniendosucaballoyesperandoalargadistanciadeloscentinelas,cuandodeprontonotéque,segúnavanzabayohaciaél,lamiradadesorpresadesusojos trocóseenunade sospecha,queaumentabamásymásal fijarseenmiuniforme,enmicaballitoyenmiequipo.

Ignoroquéeraloquelellamabalaatención,perolociertoesqueveíaalgoque le causaba grande extrañeza. Me hizo una pregunta a voz en grito, yviendoqueyonocontestaba,desenvainóelsable.Mealegrémuchodequelohicieraasí,pueshepreferidosiemprebatirmequedestrozaraunenemigosinprecedentes.Avancéhaciaélagalopetendido,ydesviandoelsablazoquemetiró,hundílapuntademisabledebajodelcuartobotóndesutúnica.

Cayódesplomado,y talerasupeso,quecasimearrastróconélantesdequepudieradesligarme.

No me detuve para ver si estaba muerto o vivo, pero salté del potrito,monté aVioleta, y con una sacudida de las bridas, y despidiéndome de loscentinelas con un grito, partí a todo galope. Por supuesto, me persiguierongritando y chillando; peroVioleta había descansado y estaba tan ágil comocuandoemprendimoselviaje.

ToméelprimercaminohaciaelOesteymásalláotroalSur,quesabíamehabía de llevar fuera del país ocupado por el enemigo. Cuando llegué a ungrantrechodecarreteraancha,ymirandohaciaatrásnoviseñalningunademisperseguidores,comprendíquehabíanterminadomistribulaciones.

Micorazónseensanchabaconlaideadequehabíacumplidolasórdenesdel emperador al pie de la letra. ¿Quémediría cuandomepresentara en sudespacho?¿Quépalabraspodríapronunciarquehicieranjusticiaalosgrandes,alosincreíblesesfuerzospormírealizadosparavencertantísimasdificultadesytangravespeligros?Apesardehabertenidoquelucharconloshúsares,losdragones, loscosacos, loslancerosylainfantería,habíasalvadolacartaquemeconfió,saltandoporencimadetodo.

CuandolleguéaCaumartínvilasprimerasseñalesdelosnuestros.Enunacuestecitasehallabaunescuadróndedragones,aquienesreconocíenseguidaporloscascosdecrin.

Avancé hacia ellos para preguntar si había algún nuevo peligro entre

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Caumartín y París, y al acercarme sentí tal orgullo por haber cumplido mimisión tan perfectamente, que no pudemenos de blandir el sable en el airedandomuestrasdealegría.

Alverme,unjovenoficialsalióamiencuentroycorrespondiócortésmenteamisaludo.Viendoquemipresenciadespertabatantoentusiasmo,sentíunasatisfacción vivísima; hice caracolear graciosamente a Violeta delante deloficial, y al juntarnos agité el sable con mal disimulada arrogancia. Perofiguraos cuál seríami asombro cuando el oficialme dirigió una cuchillada,queirremisiblementemehubierapartidolacabezasinomehubieseinclinadohastaponermecasi alnivelde lasdeVioleta. ¡Cáspita!El sablepasóbandoporencimademigorra.

Todalaculpalateníaelmalditouniformequellevabapuesto,ydelqueyanomeacordaba.Alverloeldragónfrancés,creyóqueerayouncosacoqueveníadesafiandoalacaballeríafrancesa.

¡PeroquécarapusocuandoledijequiénerayoylopocoquehabíafaltadoparaquemataraalfamosocoronelGerard!

ElcaminohastaSaint-Denisestabalibre,ylleguéalláaesodelastresdela tarde; pero para ir de Saint-Denis hasta París necesitémás de tres horas,porque la carretera estaba ocupada por los carros de la intendencia y loscañonesdelareservadeartilleríaquesedirigíanalNorte,dondesehallabanMarmontyMorder.

No os podéis figurar la excitación que causómi presencia en París conaquel uniforme. Tan grande fue el entusiasmo, que cuando llegué a la ruéRívolinobajabandemillaspersonasquemeseguían.

Losdragones(dosdeelloshabíanvenidoacompañándome)esparcieronlanoticia demis aventuras y contaron cómomehabía valido para procurarmeaqueluniforme.Aquellofueuntriunfograndeparamí.Loshombresgritabanylasmujeresagitabanlospañuelosdesdelosbalconesyenviabanbesos.

Aunque soy hombre exento de toda vanidad, confieso que me fue muyagradable en esta ocasión la buena acogida que me dispensaban miscompatriotas.

Cuandoenlabodegamepuseelgabándelcondeprusiano,meveníaalgoancho por delante, pero al hallarme en París me había hinchado tanto deorgullo,quemeestabaprieto.

Violeta alzaba la cabeza no menos orgullosa que yo, como si quisieradecir:«¡Ahorasíquelahemoshecho!Nohayquiennosganeamidueñoyamíparaestacosas».

AlllegaralapuertadelasTulleríasmeapeéylediunbesoenmediodel

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hocico, lo que produjo un alboroto grande y armó griterío como si hubieraleídounBoletíndelGranEjército.

Miuniformenoeraelmásapropósitoparavisitaraunrey;perodespuésde todo, cuando se tiene buen cuerpo y verdadero aire militar, no importamucho la indumentaria. En seguida me condujeron ante José Bonaparte, aquien había visto muchas veces en España. Me pareció tan grueso, tanapacibleytanamablecomosiempre.

Talleyrandestabaconélcuandoentré,DeberíaquizásllamarleelduquedeBenevento,peroprefierolosnombresantiguos.Despuésqueelreyhuboleídola carta, se la entregó a Talleyrand, quien la leyó también. En seguida,mirándome con sus relucientes ojillos grises y sonriéndose de una manerasingular,mepreguntó:

—¿Hasidoustedelúnicoenviado?

—Hubootro,señor—respondí—:elmayorCharpentier,delosgranaderosdeacaballo.

—Puesnohallegadoaún—observóJoséBonaparte.

—Señor —añadí—, si hubierais visto las patas de su caballo, no osextrañaríalatardanza.

—Puedehaberotrascausas—dijoTalleyrand.

Ambosmecumplimentaronafectuosamente,haciendograndeselogiosdemipersona,aunquepodíanhaberdichomuchomásyaúnhubierasidopoco.

Inclinándomerespetuosamentesalídelaregiaestancialomásprontoquepude,puesdetesto lacorte tantocomoaprecioelcampamento,ymedirigíacasa demi amigoChaubert, quienme entregó su uniforme, queme sentabaadmirablemente.

AquellanochecenamosjuntosLisette,élyyo,yprontoolvidélospeligrosquehabíacorrido.

A lamañana siguiente encontré a Violeta dispuesta para otra tiradita deveinte leguas,yosaseguroqueno tardéenponermeencamino,puesestabaimpacienteporoír laspalabrasdecongratulacióndelemperadoryrecibirmicruzdelaLegióndeHonor.

Ya comprenderéis que regresé por un camino bien seguro, pues estabahartodeprusianosycosacos.

PaséporMeauxyThierry,yasípudellegaralanocheceraReims,dondesehallabatodavíaelemperador.

Notégrandescambiosenelcampamento.Habíansidoenterradostodoslos

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cadáveres,lomismolosdenuestroshombresquelosdelosrusos;lossoldadosteníanairedemejorcuidados;habían llegadomáscaballospara la tuerzadecaballería…enfin,todoestabaenperfectoorden.Esmaravillosoloquepuedehacerunbuengeneralenunpardedías.

Encuantolleguéalcuartelgeneral,paséalashabitacionesdelemperador,a quien encontré sentado ante una mesa (en que había extendido un mapagrande)tomandocafé.

Berthier yMacDonald, inclinados uno sobre cada hombro deNapoleón,escuchaban lo que decía, pero hablaba tan deprisa, que juraría que no seenterabandelamitaddesuspalabras.Apenassuspenetrantesojillossefijaronenmí,arrojólaplumaconungestodeimpacienciayseadelantóhaciadondeestaba,dirigiéndomeunamiradaquemedejóhelado.

—¿Quédiabloshaceustedaquí?—mepreguntó.

Cuandoseincomodabateníaunavozcomoelgraznidodeunpavoreal.

—Señor—dije—,tengoelhonordemanifestarosqueheentregadovuestracartaalreyJosé.

—¿Quédiceusted?—gritóponiendounosojillosrelucientes.

¡Ay qué ojos aquéllos! Cambiando de gris a azul y de azul a verde, lepenetrabanaunocomosifueranunabayoneta.

Enseguida,dirigiéndoseaBerthier,dijoelemperador:

—¿QuéhasidodeCharpentier?

—Estáprisionero.

—¿Dequién?

—Delosrusos.

—¿Locogieronmuchos?

—No,señor;uncosacosólolehizoprisionero.

—¿Seentregó?

—Sinresistencia.

—Esunoficialinteligente.Cuidaráusteddequeseleentreguelacruz.

Cuandooíestotuvenecesidaddefrotarmelosojosparaasegurarmedequeestabadespierto.

—En cuanto a usted —continuó el Emperador acercándose como sihubieraqueridopegarme—,cabezadechorlito,¿paraquécreeustedqueledisemejantecomisión?¿Sehafiguradousted,niporunmomento,quehubiera

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confiado a sus manos una carta de verdadera importancia, grandísimoestúpido?¿Cómohabíademandarlepasarpor lospueblosquesabíaestabanocupados por el enemigo llevando semejantes noticias? Lo que no puedocalcularescómohaconseguidoustedsalirileso;perosisucompañerohubieratenido tan poco talento como usted, mi plan de campaña estaríacompletamentetrastornado.¿Nollegóustedacomprender,necio,quelacartaconteníanoticiasfalsas,yqueyoleenviéparadespistaralenemigo,mientrasrealizabaunplanenteramenteopuesto?

Cuandooíestaspalabrasyvilacarapálidaylosojosdecóleraqueponíaelemperador,tuvequeapoyarmeenunasilla,puestodoparecíadarvueltasamialrededorylasrodillascasisenegabanasostenerme.Perodespuésdeunosmomentosme animó la idea de que, por lomenos, era yo un caballero quesabíacumplirsupalabrayquehabíapasadotodasuvidatrabajandoparaaquelhombreyparaFrancia.

—Señor—dijesinpodercontenerlaslágrimasquepugnabanporsalirdemisojos—,cuandotratáisconunhombrecomoyo,haríaismejorenhablarlecon franqueza. Si hubiese sabido que queríais que la llegase a poder delenemigo,hubieraprocuradoquellegase;perocomocreíquedebíaocultarladetodos,lohiceasí,yestabadispuestoasacrificarmividaporlacarta.Señor,nocreo que hombre ninguno en el mundo haya tropezado con mayoresdificultadesnimáspeligrosquelosqueyohevencido,procurandocumplirloquecreíeravuestravoluntad.

Sequélaslágrimasdemisojos,ycontodalaenergíaytodoelánimoqueme fue posible referí cuantomehabía sucedido.La carrera porSoissons, eltropiezoconlosdragones,miaventuraenSenlis,elencuentroconelcondedeBoutkineenlabodega,elcambiodeuniformes,elúltimochoqueconeloficialruso, lahuidade los lancerosycómo,cuandoyamecreía librede todos lospeligros,faltómuypocoparaquememataraunoficialfrancés.

Elemperador,BerthieryMacDonaldescucharonmirelatoconelasombropintadoensussemblantes.

Cuandoterminé,seacercóNapoleónymediounpellizcoenlaoreja.

—Vaya, vaya —exclamó—, olvide usted lo que antes le dije. Hubierahechomejorentratarleconmásconfianza.Puedeustedretirarse.

Medirigíhacialapuerta,yyateníalamanoenelpestillo,cuandoconunapalabra,medetuvoelEmperador.

—Cuidaráusted,duque—dijodirigiéndosealduquedeTarento—,dequese le entregue al coronelGerard la Legión deHonor, pues aunque tenga lacabezamuydura,tieneencambioelcorazónmásvalientedetodomiejército.

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Decómoelbrigadierfuetentadoporeldemonio

Se acerca la primavera, amigosmíos. Veo ya las nacientes hojas de loscastañosylasmesasdelcafélashansacadoalsol.Muchomásagradableseríasentarseenellas,peronoquieroreferirmisaventurasenpúblico.

Poresoquieroquenosreunamosaquí.

Estáisyaenteradosdealgunasdemisaventuras,ocurridascuandoyoerateniente,cuandofuioficialdeescuadrón,jefedebrigadaycoronel;peroahoranosoyunoniotro,soyalgomuchomásimportante:soylahistoriamisma.

Si conocéis algo de los últimos años de la vida de Napoleón, cuandoestuvo prisionero enSantaElena, recordaréis quizá quemuchas veces pidiópermisoparaenviarunacartaparticular,unasolaquenoabriesen losque lerodeaban. Constantemente repitió esta demanda, llegando a prometer que,desde elmomento en que le fuera concedido el permiso, dejaría de ser unacarga para el gobierno inglés y él mismo pagaría sus gastos; pero susguardianessabíandemasiadobienqueaquelhombrecillopálidodesencajadoeramuytemible,ynoseatrevieronacomplacerle.

Con frecuenciahasidoésteel temade laconversaciónentre losgrandespolíticos, los cuales han hecho muchos y diversos cálculos respecto de lapersonaaquienNapoleónnecesitabadirigirsecontantosecreto.

Unosdecíanqueera suesposa,otrosqueera su suegro; éstosqueeraelemperadorAlejandro,aquéllosqueelmariscalSoult,peronadieestabaenlocierto.

¿Qué diréis, amigos míos, qué pensaréis de mí cuando sepáis que eraconmigo,conEstebanGerard,conquienquisocomunicarse?Sí, aquídondemeveis,concienmiserablesfrancosdesueldoalmes,tengolasatisfaccióndedecir que, durante los últimosmesesde suvida, el gran emperador pensabasóloenmí,enestehumildeservidor,yquehubieradadolamanoderechaporpoderhablarconmigoasolasdurantecincominutos.Ahoravaisasabercómoocurrióesto.

FuedespuésdelabatalladeFereChampenoise,deaquellabatallaenquelos reclutas con sus blusas y sus alpargatas se portaron tan admirablemente,quenosotros losmásaguerridos, losmáscurtidosen la lucha,empezamosacomprender que se nos acababan las fuerzas. En aquella terrible batallaquedamos completamente aniquilados; el enemigo se apoderó de nuestrasmunicionesynosdejóconloscañonesinutilizadosylasarcasvacías.

Elestadodelacaballeríaeratambiéndeplorable;hastamibrigadaquedó

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encuadro.

EntoncesllególanoticiadequeelenemigohabíaentradoenParísyquelamayor parte de los ciudadanos habían adoptado la escarapela blanca. ParacolmodedesdichassupimostambiénqueMarmont,contodassusfuerzas,sehabíapasadoalosBorbones.

¿Cuántosquedabanyasinsertraidores?SehabíanpasadoJomini,Jourdan,Marmont,Murat y Bernadotte. De todos ellos, el quemenos importaba eraJomini;valíamuypococomogeneral.Siemprefuemásvalienteconlaplumaqueconlaespada.

DesdeelprincipioestuvimosdispuestosapelearconEuropaentera,peroentoncesparecíaquetendríamosqueluchartambiénconmediaFrancia.

Los pocos que quedábamos llegamos a Fontainebleau rendidos ymaltrechosdespuésdetanlargaypenosamarcha,yallíesperamoslasórdenesdenuestroemperador.Entretodoséramosveinticincomilhombres:elcuerpodeNey,eldemiprimoGerardyeldeMacdonald,consietemildelaGuardiareal.Muypocos, es cierto;peronohayqueolvidarqueaúnnosquedabaelprestigio,quevalíaporcincuentamilmás,yelemperador,quevalíaporotroscincuentamil lomenos.A todas horas estaba con nosotros, siempre alegre,siempre serenoy confiando, fumando su tabacoy jugando con la fusta, queapenas dejaba de lamano. Jamás, ni en los días de susmayores glorias, leadmirécomoenlosdelacampañadeFrancia.

Ciertatarde,cuandoalgunosoficialescharlábamosalrededordeunamesabebiendovinodeSuresnes(ydigoqueeradeSuresnesparaquecomprendáisque los tiempos no eran buenos), recibí un aviso de Berthier, diciendo quedeseaba hablar conmigo. Cuando os hable de mis camaradas de la guerrasuprimiré (con vuestro permiso) los diversos títulos que habían alcanzadodurante la campaña. Los títulos son muy bonitos para palacio, pero en laguerranuncanosacostumbramosatratarnossinoporlosmotes.AsíqueunoeraNey, otroRapp y otroSoult, nombres que en nuestros ánimos causabantantoefectocomoelsonidodelastrompetasaltocarfagina.

Era,pues,Berthier,elquequeríahablarme.TeníasushabitacionesalfinaldelagaleríadeFranciscoI,cercadelasdelemperador.Cuandolleguéallímeencontré en la antesala esperando vez con dos militares a quienes teníagrandes motivos de conocer: el coronel Despienne, del regimiento 57, y elcapitán Tremeau, de los cazadores de la guardia. Ambos eran soldadosveteranos.TremeauestuvoconNapoleónenlacampañadeEgipto,ylosdosteníanbienganadalafamadetiradoresyvalientes.ElpobreTremeaueramuyviejo,yporestacausateníaalgodébilelpulso;peroDespiennemanejabaelarmacontantadestrezacomoyo,yenalgunosasaltosquehabíamostenidoenla salade esgrimadelpalacio real,mi trabajomecostóderrotarle.Laúnica

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faltadeDespienneeraquelefaltabantrespulgadasparallegaralatallaquedebetenerelhombre;teníatrespulgadasjustasmenosqueyo,yeraunodelosjefesmásviejosdelejército.

Yapodéisfigurarosque,alvernosjuntoslostres,comenzamosasospecharquealgoextraordinarioocurría.

— ¡Rayos y truenos!—exclamó Tremeau con su voz de cuartel—. ¿SeesperaacasolallegadadetresvalientesenviadosporlosBorbones?

Nonospareciódel todo imposible,puesde todoelejército,seguramentehubiéramossidonosotrostresloselegidosparahacerlesfrente.

—ElpríncipedeNeufchâteldeseahablarconelcoronelGerard—dijounlacayopresentándoseenlapuerta.

—Allávoy—contesté levantándomeydejandoamis compañeros llenosdecuriosidad.

LahabitacióndeBerthiererapequeña,peroestabalujosamenteamueblada.Cuandoentrésehallabasentadodelantedeunamagníficamesaescritorio,conun lápiz en lamano y un libro de notas abierto. Vestíamal y tenía aire decansado.¡QuécontrasteconelvanidosoyalegreBerthier,queponíalamodaenelejércitoynoshacía rabiardecelosa lospobresoficialesalverel lujoque siempre llevaba! En la manera de mirarme comprendí en seguida queestabanerviosoydisgustado.

—SeñorjefedebrigadaGerard—comenzódiciendo.

—Alasórdenesdevuestraalteza—contesté.

—Antesde todonecesito supalabrade caballeroydemilitar francés, lacualmeresponderádequedeloquepaseaquínadieseenterarámásquelosdos.

—¡Cáspita,vayaunpreámbulo!—dijeparamisadentros.Yempeñémipalabradehonor.

—Puesbien—añadiódirigiendounamiradaalamesaycomosilecostaramucho trabajo el hablar—: ya sabe usted que todo ha terminado para elemperador. En Rouen, Jourdan, y en París, Marmont, se han pasado alenemigo,ysedicequeantesdemuchoMonsieurTalleyrandpersuadiráaNeyparaquehagalopropio.Esinútillucharmás;lacontinuacióndelaguerrasóloserviríaparacausarmayoresdañosalpuebloyalpaís.Porconsiguiente,deseosabersiestáusteddispuestoaayudarmeaentregarelemperadoralasfuerzasenemigas, a fin de poner término de una vez y para siempre a estainterminableguerra.

Tan infameproposiciónhechapor el que fueunode losprimerosymás

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íntimos amigos del emperador, de quien había recibido grandes favores,medejópasmadoyllenodeasombroyhorror.Berthier,quememirabadereojoesperandolacontestación,mepreguntóconmarcadaimpaciencia:

—¿Quémediceusted?

—Soyalgosordodeunoído—respondífríamente—,yciertascosasnolasoigobien.Permítameustedquemeretireparavolveramisobligaciones.

—Vamos,noseaustedniño—dijolevantándoseyponiéndomelamanoenelhombro—.HartosabeustedqueelParlamentosehadeclaradoencontradeNapoleónyqueelemperadorAlejandroseniegaatratarconél.

—Señor—exclaméfurioso—,sepaustedqueamímeimportamuypocodelParlamentoydelemperadorAlejandro.

—¿Dequiénleimportaausted?

—Loqueme importa esmi honor de caballero y el servicio demi granseñoryamoelemperadorNapoleón.

—Locomprendo—replicóencogiéndosedehombros—.¡Peroquéquiereusted que hagamos! Todo se ha perdido, y lo que principalmente debeinteresarnosahoraesnuestropropiobienestar.¿Hemosdeponernoscontraelmundo entero? ¿Hemos de añadir la guerra civil a las numerosas y grandescalamidadesquevienesufriendoelpueblofrancés?Porotraparte,resultaquecadavezsomosmenos.Atodashorasllegannoticiasdenuevosabandonosycontrariedades.Aúntenemostiempoparahacerlapazyalcanzarlamásaltarecompensaentregandoelemperadorasusenemigos.

Temblabayotantoderabiaydecoraje,queapenaspodíaresponder.

—Señor—dijeporfin—,jamáshubieracreídoposiblequeunmariscaldeFranciaolvidarasuhonorhastaelpuntodehaceranadietalesproposiciones.Osdejoentregadoavuestraconciencia.Encuantoamí,hastaqueotracosameordeneel emperador, la espadadeEstebanGerardestará siempreprontaparadefenderalgranNapoleóncontratodossusenemigos.

Mispalabrasmeafectaronmucho.Fueaquelunodelosmomentosdemividaquejamásolvidaré.Hubieraqueridoquetodoelejércitomehubieravistoconlamanosobreelcorazón,lacabezaerguida,proclamandomidevociónalemperador,aunentiemposdetantaadversidad.

—Estámuybien—contestóBerthier.

Ytocóuntimbrequeteníaenlamesa.Aparecióuncriadoyledijo:

—Paseustedalseñorcoronelalsalón.

Efectivamente;elcriadomeintrodujoenunsaloncitocontiguo.

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Lo que yo quería era marchar de allí cuanto antes, y no acertaba acomprender por qué me detenía. Cuando no se ha cambiado de uniformedurantetodalacampañadeinvierno,noseencuentraunoagustoenpalacio.

UncuartodehoraharíaqueesperabaallícuandoelcriadoabriólapuertadenuevoyentróelcoronelDespienne.¡Cielos,quécara traía!Estabalívidocomouncadáver,susojosparecíanquerersaltardelasórbitas,lasvenasdelassieneslasteníahinchadas…todalaexpresióndesurostrodemostrabaunairasinigual.Estabatanfuriosoquenoacertabaapronunciarniunafrase.

Nohacíamásquedarvueltasporlaestanciacomounafiera,yúnicamentese detenía para exclamar: ¡Infame, bribón, canalla!Y otras palabras que nopuedoreproducir.

Comprendíenseguidaquelehabíanhecholamismaproposiciónqueamíyqueelefectohabíasidoigual.

LapalabraempeñadadenorevelarloqueBerthiernoshabíapropuestononos permitía comunicarnos lo que pensábamos; así es que me tuve quecontentar con murmurar de cuando en cuando: ¡Qué barbaridad, quéatrocidad!,paraquecomprendieraquelosdosestábamosdeacuerdo.

Haríaunosminutosquenoshallábamoséldandovueltasymásvueltasporla estancia y yo sentado enun ángulodel saloncito, cuandooímosun ruidomuyextrañoeneldespachodeBerthier.Primeroungruñidosordo,semejanteal de un perro rabioso que se lanza sobre su víctima; después el ruido queproduceun cuerpo al caer, y en seguidaunavozpidiendo socorro.Volamosmásquecorrimoslosdosaldespacho,yDiosquisoquellegáramosatiempodeimpedirunagrancatástrofe.

TremeauyBerthierhabíanrodadoporelsuelo,ysobreelloshabíacaídolamesa.El capitán tenía sujetada la garganta deBerthier con su amarillenta yhuesudamano, y tanto apretaba que el pobre príncipe estaba ya a punto deperecerahogado.Unosminutosmás,ysumuerteerasegura,inevitable.

—El mismo demonio me ha tentado—dijo poniéndose de pie—; sí, eldemonio,sóloaldemonioseleocurrecosaigual.

Berthier no podía decir nada. Se reclinó en la pared para recobrar larespiración; luego, con un gesto de impaciencia y enojo, volvióse hacia uncortinóndesedaazulquehabíadetrásdesusillónyexclamóconfuria:

—Señor,yaosdijeloquehabíadesuceder.

Unamanodescorrióelcortinón,yaparecióelemperador,aquienhicimoselsaludollenosdeasombro,porqueaquellonosparecíaunsueño.

Napoleón vestía el uniforme de cazador, con levita verde y pantalónblanco.Enlamanollevabalaeternafustaconpuñodeplata.

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Nosdirigióporturnounamirada,sonriendoconaquellasonrisaparticularenlaquenotomabanpartenilosojosnilaboca,ycreoquetodossentimosunestremecimientoeléctrico.Porloregular,ésteeraelefectoquenosproducíanlassonrisasdelemperador.EnseguidaseacercóaBerthier,yponiéndoleunamanosobreelhombroledijocariñosamente:

—¡Ah,miqueridopríncipe!Noosenfurezcáisportanpocacosa.Siempreesunhonorelsufrirporserviralapatria.

Habló con aquella voz tan dulce y acariciadora que algunas veces solíaemplear.Napoleónhacíaloquequeríaconlalenguafrancesa:nadielahablabacomoél.Cuandoestabadebuenhumor,nopodíahallarse idioma tansuave.Cuandoélquería,ningunalenguaeramásduranimástemible.

—Hubieraacabadopormatarme—contestóBerthiermoviendo lacabezadeunladoaotro,comoparaasegurarsedequenoteníarotoningúnhueso.

—¡Quiá!Si estos señoresnohubieranacudidoaloírvuestrosgritos,yomismooshubierasocorrido.¿Peroosencontráismaldeveras?

El emperador tenía verdadero cariño a Berthier. Aparte del desgraciadoDurde,creoqueentodoelejércitonohabíaotroaquientantoestimase.

Berthiersesonrió,aunquedemalagana.

—Siempre es una novedad—dijo— que yo recibamismales demanosfrancesas.

—Sin embargo, los recibisteis por Francia —contestó el emperador.Luego,volviéndoseaTremeau, lecogióporunaoreja,diciendo—:¿Conquesí,eh,Tremeau?UstedfueunodemisgranaderosenEgipto,¿verdad?Yganóusted su medalla de honor en Marengo. Sí, sí, lo recuerdo perfectamente,amigo mío. ¿Conque no se ha apagado todavía la devoción al emperador?¿Aún se subleva su ánimo cuando cree usted que le tratan mal? Y usted,coronelDespienne,¿tampocohaescuchadoustedlastentacionesdeldemonio?Y el señor Gerard también promete tener siempre dispuesto el sable paradefendermecontramisenemigos.Bien,bien—añadióconsatisfacción—.Hetenidomuchos traidores ami lado, pero al fin voy conociendo los hombresfieles.

Yapodéis figuraros, amigosmíos, la alegría que invadió nuestra alma alhablarnosdeestemodoelmásgrandehombredelmundo.Tremeautemblabadesatisfacción,ydosgruesaslágrimasbrotarondesusojos.Anoverlo,seríaimposible creer la influencia que ejercía el emperador sobre aquellos fierosveteranos.

—Bien, fielesamigos—continuódiciendoNapoleón—.Seguidmeaestahabitación y os explicaré esta pequeña comedia, en la que todos hemos

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tomadoparte.Berthier,permanecedaquíparaquenadienosinterrumpa.

¡Aquéllasíqueeragrannovedad!¡Nosotrospasarahablarprivadamentecon el emperador,mientras todo un señormariscal hacía de centinela en lapuerta!

Obedeciendo susórdenes, pasamosa lahabitaciónquehabía indicado,ydespuésdecerrarlapuertaconsumocuidado,mandóquenosacercásemosalbalcón.Enseguidacomenzóadecirenvozbaja:

—Entretodoelejércitoheelegidoaustedestres,nosóloporserlosmásvalientes, sino también los más fieles de mis soldados. Tenía la completaseguridaddequepodríadepositarenustedestodamiconfianza,ysihepuestoa prueba su fidelidad mandando que, mientras yo veía sin ser visto, leshicieran proposiciones ventajosas para ustedes, aunque indignas de hombreshonrados,hasidoporquecuandounohapalpadolamásvilde las traicionesentre individuos de su propia familia, es necesario obrar con muchaprecaución. Baste decir que ahora estoymás convencido que nunca de quepuedocontarconustedes.

—¡Hastalamuerte,señor!—exclamóTremeau.

—¡Hastalamuerte!—repetimostodosconentusiasmo.

Napoleón mandó que nos acercáramos más, y bajando más la vozcontinuó:

—Loqueahoravoyadeciraustedes,amigosmíos,nolohedichoanadie:ni a mi esposa ni a mis hermanos… a ninguno. Todo ha terminado paranosotros, se han agotado hasta nuestros últimos recursos. La lucha haconcluidoyesnecesariotomarlasprecaucionesconvenientes.

Yotemblaba,nosésideindignaciónodepena.

Hastaentonces,apesardetodaslascontrariedades,nosresistimosaperderla esperanza; pero ahora, cuando el mismo emperador, con voz tranquila,aunquegrave,nosasegurabaquetodohabíaconcluido,comprendimosqueerayainútilpensarennuevostriunfosyconquistas.

Tremeau echó mano al sable gruñendo de rabia; Despienne se mordíafurioso los labios, y yo, irguiéndome todo lo posible, trataba de hacercomprenderalemperadorqueaúnquedabanánimosdispuestosapelearcontralaadversidad.

—Es necesario a todo trance —prosiguió el emperador— asegurar mispapelesymi fortuna.Todomiporvenirdependedeconservarlosbien.Ellosconstituyenlabasedelapróximatentativa,puesestoybiensegurodequelosBorbones se encontrarán con que mi trono es harto pesado para ellos. ¿Endónde he de guardar cosas de tantísimo valor? Registrarán todas mis

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propiedadesylasdemisamigos…Esmenesterqueaquéllosaquienespuedaconfiarloqueesmásqueridoquelamismavidalosobtenganylosguarden.Entre todos los franceses he elegido a ustedes para confiarles tan sagradacomisión. En primer lugar, voy amanifestarles cuáles son esos papeles; noquiero que nunca puedan decir que obraron con los ojos cerrados. Son lasentenciaylapruebademidivorcioconJosefina,lafedemibodalegalconMaríaLuisaylafedebautismodemihijoyherederoelreydeRoma.Siseperdieranestostresdocumentos,mifamiliaperderíatododerechoaltronodeFrancia.Ademáshayresguardosdefianzasporvalordecuarentamillonesdefrancos. Una bonita fortuna, amigos míos, pero que nada vale, que nadasignifica comparada con el valor de los tres documentos a que acabo dereferirme. Les digo esto para que comprendan toda la importancia de lacomisiónquelesconfío.Ahoraescuchenustedesconatenciónysabrándóndeencontraránlospapelesyquéhandehacerconellos.Estamismamañana,enParís,lehansidoentregadosalacondesadeWalewski,queespersonadetodamiconfianza.Estatarde,alascinco,saldráensuberlinaazulparaveniraquí,aFontainebleau.Debellegardenueveymediaadiezdelanoche.Traerálospapelesocultosenunsitiosecretodesuberlina,quesóloellaconoce.SelehaavisadodiciendoquealaproximarseaFontainebleauseacercaránalcarruajetresoficiales a caballo, a quienesdeberá entregar la cartera con lospapeles.Usted,Gerard,eselmásjoven,peroeldegradosuperior,yportantoaustedconfío esta sortija de amatistas como señal de la comisión. Al recibir lospapeles la entregará usted a la condesa. Asegurada la cartera, se dirigiránustedes al bosque y llegarán hasta el antiguo palomar, llamado Colombier.Quizásesperaréyomismoallí;perosimeparecepeligrosoenviaréaMustafá,cuyasórdenesdebenustedesobedecercomosilasdierayopersonalmente.ElColombierno tiene tejado,yestanochehabrábuena luna;asíveránustedesperfectamente.Aladerechadelapuertaencontrarántresazadasapoyadasenlapared;conellasabriránunhoyodetrespiesdeprofundidadenelángulodelapartedelaizquierda,esdecir,laqueestámáscercadeFontainebleau.Allímeteránlospapeles,yunavezenterrados,cubriránelhoyoconsumocuidado,yvendránadarmecuentadetodo.

Éstas eran las órdenes de Napoleón, pero dadas con tanto detalle y tanminuciosamentecomosóloélsabíadarlas.Cuandohuboacabadonosexigiópalabradehonordenorevelarelsecretoanadiemientrasélviviera,oporlomenosmientraslospapelespermanecieranenterrados.

Despuésde esto fuimos a cenar juntos en lahabitacióndeDespienne.Apesardeserhombresbienacostumbradosa losmásextrañoscaprichosdelasuerte, los tres estábamos conmovidos y excitados con la extraordinariaentrevista que acabábamos de tener, y con la idea de la aventura que nosesperaba.

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Por mi parte, me había tocado recibir órdenes de labios del emperadormismopor tres vecesya; peroni lo de los asesinosdeAjaccio, ni lo demifamoso viaje de Alemania a París había ofrecido tan brillante ocasión delucirmecomolaqueahorasemepresentabaconaquellaempresa íntimadelgranNapoleón.

—Sialfin—dijoDespienne—lesalieranbienlascosasalemperador,aúnpudiéramos llegar a mariscales. Brindemos por el porvenir, alegres ydispuestosatodo,contaldecumplirlasórdenes,delemperador.

Terminadalacenaconvinimosendirigirnospordistintoscaminoshastaelprimer mojón de la carretera de París, punto donde debíamos esperar a laseñoracondesa.Deestemodoevitaríamoslashablillasymurmuracionesaquepudieradarlugarenelpuebloelversalirjuntos,acaballoydenoche,atreshombres tan conocidos.Yome retrasé algoporqueVioleta,miyegua, habíaperdidounaherradurayfuenecesarioponérsela;asíque,cuandolleguéalsitiode lacita,miscompañerosmeesperabanya.Llevaba,no sóloel sable, sinotambiéndospistolasnuevasinglesas,quepocosdíasanteshabíacompradoenlacalledeRívoliyquemecostaroncientocincuentafrancos.Erandemuchoalcanceymuycerteras;talvezlasmejoresdelejército.

Lanocheeramagnífica.Laluna,quebrillabaanuestrasespaldas,reflejabanuestras sombras sobre la blanca carretera; así que llevábamos siempre pordelantetresgigantescosjinetes.Peroestabatanpobladadeárbolesporaquellaparte aunoyotro lado,quenoalcanzábamosaverpordelantemásqueuncorto trecho. Dieron las diez en el gran reloj de palacio y la condesa noparecía, ni trazas. Empezábamos a sospechar si le habría ocurrido algúnpercance,cuandollegóanuestrosoídoselruidodeuncochealolejos.Pocoapoco se fue acercando, hasta que las luces amarillentas de los farolesaparecieronenunrecodode lacarretera.Unosminutosmás tardedivisamosdoshermososcaballosblancosquetirabandeunaberlinaazul.Elcocherosedetuvoalvernos,ynosotrosnosacercamosalcarruajelevantandolasmanosen señal de saludo a la bonita, aunque pálida cara, que se asomó a laventanilla.

—Señora—dijeyoenvozbaja—,somostresoficialesdelejércitofrancésyvenimosennombredelemperador.Creoqueyaestáustedavisadadequelaesperaríamosaquí.

El rostro de la condesa se tornómás pálido. Púsose a examinarnos conmarcadorecelo,yderepenteexclamófuriosa:

—¡Mientenustedes!

Quedépasmado.Nomehubiera sorprendidomás simehubiesedadounbofetón.Miasombroprovenía,notantodelaspalabrasdelacondesa,sinodel

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desprecioconquelaspronunció.

—Señora—respondí—,leaseguroaustedqueseequivoca;noshaceusteduna injusticia muy grande. Uno de estos caballeros es el comandanteDespienne,elotroelcapitánTremeauyyosoyelcoronelGerard.Creoquenuestrosnombresbastanparaconvencer…

— ¡Villanos, infames! —añadió—. ¿Creen ustedes que porque soy unadébilmujerme engañarán comoquieran? ¡Miserables! ¡Marchen ustedes deaquí!

DirigíunamiradaaDespienneyviquesehabíapuesto lívidodecoraje.DespuésmiréaTremeau,elcualnohacíamásquetirarsedelbigote.

—Señora—dije a la condesa con frialdad—, cuando el emperador noshonró con esta comisión entregóme esta sortija amanera de credencial. Nocreí que tres caballeros necesitarían hacer uso de ella, pero veo que meequivoqué.

Laexaminóalaluzdelcarruajeyvolvióapalidecer,peroentoncesfuedeterror.

—¡Eslasuya!—exclamó—.¿Quéhehecho,Diosmío…?

—¡Pronto,señora,pronto!—grité—;denosustedlospapeles.

—Losheentregadoya.

—¿Ya?¿Aquién?

—Atresoficiales—respondiólacondesa.

—¿Cuándohaocurridoeso?—preguntéposeídodegranansiedad.

—Hacemediahora.

—¿Yadóndehanido?

—¡Diosmío,nolosé!Detuvieronlaberlina,creíqueveníanennombredelemperadorylesentreguélospapeles.

—¡Señora!¿Quéhahechousted?Perono importa.Paraestasocasionesquiero yo a los hombres de empuje.Quedaos—dije amis camaradas—.Sipasanporaquítresjinetes,detenedlosatodotrance.Laseñoracondesaosdirásisonellos.Vuelvoenseguida.

PiquéespuelasysalíaescapehaciaFontainebleau.MiVioleta,miyegua,corríacomosóloellasabíacorrer.

Alllegarapalacioechépieatierraysubílaescalera,apartéaloscriadosquepretendíandetenermeyentrésincumplidosenlacámaradelemperador.Le encontré ocupado conMacdonald, los dos con lápices y brújulas en las

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manos y haciendo notas sobre una carta de marcar. Levantó la cabezaincomodadoporqueveníanamolestarle,peroalverqueerayomudódecolor.

—Puede usted retirarse, señor mariscal —dijo. Y en cuanto se hubocerradolapuertaañadió,volviéndosehaciamí:

—¿Quénoticiastraeusteddelospapeles?

—Señor,handesaparecido—contesté.

Y en pocas palabras le referí lo que había ocurrido. La expresión de surostrono cambió al escucharme, perovi que lamano le temblaba tantoqueapenaspodíasostenerellápiz.

—Tieneustedquerecobrarlos,Gerard—dijo—.Setratadeldestinodemidinastía y no hay momento que perder. A caballo, coronel; parta ustedinmediatamente.

—¿Quiénesson,señor?—meatrevíapreguntar.

—Nolosé,estoyrodeadodetraidores.PerolosllevaránaParís,y¿aquiénhabrándeentregárselossinoaesemalditoTalleyrand?¡Sí,sí!SeguramenteseencuentranenlacarreteradeParís;aúnseráposiblealcanzarles.Conlostresmejorescaballosdemiscaballerizas…

No esperé a oír más. Bajé la escalera volando. Estoy seguro de que nohabían transcurrido cinco minutos cuando volvía a salir de Fontainebleau,jinetesobremiVioletayllevandoencadamanolabridadeunodelosmejorescaballosárabesdelEmperador.Meaconsejaronquellevaratres,peronoquiseofenderamiyegua.Aldetenermepocodespuésdelantedemiscompañerosquedaronéstosasombradosdemirápidavuelta.

—¿Nohapasadonadie?—pregunté.

—Nadie.

—PuesentoncesestáncaminodeParís. ¡Pronto,amigosmíos!Montadysigámoslesatodogalope.

Nonecesitaronmuchotiempoparacambiardecaballos.Enmenosdelqueyo tardo en contarlo montaron los del emperador, dejando los suyosabandonadosenlacarretera.

Ysalimosalgalope.Yoenmedio,DespienneamiderechayTremeauunpoquito atrás, porque era elmás pesado de los tres. ¡Cielos, quémanera degalopar! Leguas y leguas corrimos en línea recta.De cuando en cuando, alpasarpor algúncaserío, oíamosel abrir y cerrardepuertasyventanas,máspara cuando se asomaba la gente nos habíamos convertido en tres puntosnegrosquedesaparecíanconlavelocidaddelrayo.

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DabanlasdocecuandoentrábamosenCorbeil.Enlapuertadelatabernasehallabaunmozodecuadraconuncubodeaguaencadamano.

—¿Hanpasadoporaquítresjinetes?—lepregunté.

—Acabo de dar agua a sus caballos —respondió—. Deben estarpróximamenteen…

—¡Adelante,amigosmíos!¡Aellos,aellos…!

Yvolvimosamarcharconunbarullodemildemonios.Ungendarmequisodetenernos,perolefueimposiblehacerseoírconelruidodeloscaballos.

Denuevonosencontramosencampoabierto,peroaúnnosfaltabanveinteleguas para llegar a París. ¿Cómo era posible que se nos escaparan lostraidores cuando los perseguíamos con los mejores caballos de Europa?Ninguno de los tres daba muestras de fatiga, aunque mi Violeta llevabasiemprealgunadelantera.Yesoquelapobrecitanocorríatodocuantopodíacorrer,puescomprendíque,siladabariendasuelta,prontohubieranquedadoatráslosárabesdelemperador.

DerepenteoíunaexclamacióndeDespienne.

—¡Allíestán!—gritabalocodecontento.

—¡Sonnuestros!—añadióTremeau.

—¡Adelante,amigosmíos,adelante!—dijeyoportodarespuesta.

Teníamosdelanteunlargotrechodecarreteraalumbradoporlalunayalolejos veíamos tres jinetes casi echados sobre sus caballos. Por momentosfuimos ganando terreno y distinguiéndolos mejor. Al poco tiempo pudedistinguirqueeldeladerechayeldelaizquierdaibanenvueltosengrandesmantos negros, mientras que el del centro vestía uniforme de cazador ymontaba caballo gris. Caminaban en ala, pero era fácil comprender que elcaballodelcentroeraelmenosfatigado.Almismotiempocalculamosqueelque lomontaba era el jefe de los tres, pues continuamente volvía la cabezaparamedirladistanciaquenosseparaba.

Al principio se veía sólo una cosa blanca; luego se pudo distinguir unbigote, y por fin, cuando el polvo que levantaban los caballos empezaba asecarnoslagarganta,pudellamarleporsunombre.

—¡Alto,coronelMontluc!—gritécontodalafuerzademispulmones—.¡Lomandoennombredelemperador!¡Alto…!

Hacía años que conocía a Montluc y le tuve siempre por un militaratrevido, pero un pillo muy redomado. Para decir la verdad, tenía muchasganasdeajustarlelascuentas,puesélfueelqueeneldueloenAustriaasesinóamiamigoTeville,disparandounmomentoantesdedarlaspalmadas.

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Apenashabíaacabadodepronunciarlaúltimavozdealto,cuandosusdoscompañeros se volvieron y dispararon sobre nosotros. Oí un ¡ay! HorriblelanzadoporDespienne,alavezqueTremeauyyohacíamosfuegocontraelque disparó.Cayó hacia adelante, con un brazo colgando por cada lado delcaballo; entonces su compañero, volviéndose sable en mano, lanzóse sobreTremeau.Sinhacercasodelruidoqueproduceelchoquededossablesmetíespuelas a la yegua y salí escapado tras el jefe. Que él abandonara a suscompañerosymarcharasolofueparamílamejorseñaldequedebíadejaralosmíosyseguirle.

Habíaganadounosdoscientospasos,peromiVioleta loscubrióantesdequehubiéramospasado losdosprimerosmojonesde la carretera.Todos susesfuerzoseran inútiles.Pormásquemetíaespuelasyapurabaalcaballo,yoganabaterrenocadadosminutos.Estaríapróximamenteaveintemetrosdeélcuando, lanzando una horriblemaldición, se volvió de súbito y disparó dostiros sobremi yegua. Tantas veces he sido herido, que para fijar el númeroexactonecesitaríapensarlobien.Conbalasdemosquete,conbalasdecañón,con bombas explosivas… ¡qué sé yo! También he recibido heridas debayoneta,delanza,desable,depuñal…Pero,sinembargo,jamáshesentidotantapenacomocuandonotélasoscilacionesdemipobreyegua.

Saqué la pistola y apunté a la espalda del traidor, el cual le soltó unlatigazoalcaballo.Creíquehabíaerradoeltiro,perounmomentodespuésvique sobre el color verde de su uniforme aparecía unamancha negruzca queaumentabapor instantes.El coronel empezó a tambalearse en su silla, hastaqueporfincayó,quedandoenganchadodelestriboporunpie.Enestapostura,pegando lacabezaen lacarretera, fuearrastrado largo trechoporel caballo,hastaqueéste,rendidodefatiga,separóypudeecharlemanoalabrida.

— ¡Los papeles! —grité saltando a tierra—. ¡Deme usted los papelesinmediatamente!—Peroantesdeacabarlafrase,porlaposturadelcuerpoyde laspiernascomprendíque todohabía terminadoparaél.Mibala lehabíaatravesadoelcorazón.

Loquemásmepreocupabaeralospapeles,¡siemprelospapeles!Leabríla túnica y le registré bien hasta la camisa.Después hice lomismo con lasfundasde laspistolasy lavainadelsable,y,porúltimo, lequité lasbotasysolté lacinchadelcaballoparabuscardebajode lasilla.Todofue inútil.Noteníalospapeles.

Éstenuevodesengañomedesanimó tanto,quedebuenagana lohubieraabandonadotodo.Hastasentíganasdellorar.Luchabacontramílasuerte,ylasuerte es un enemigo ante quien los hombres más valientes tienen queinclinarse.

AbracéamipobreVioleta,queestabaherida,ytratédepensarlobienafin

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deobrarconmejoracierto.Sabíaqueelemperadornometeníapormuylistoyardíaendeseosdedemostrarlequesehabíaequivocado.Montlucno teníalospapeles,ysinembargohabíaabandonadoasuscompañerosparahuir;noacababadecomprenderlo.Porotraparte,eraevidenteque,siélnolostenía,los tendría alguno de sus compañeros. Uno había muerto ya; dejé al otroluchando con el viejo Tremeau, y si conseguía escapar de las manos delfamosotirador,forzosamenteteníaquepasarpordondeyoestaba.Decididoavolver en busca de mi compañero, cargué las pistolas y las guardé en susfundas.EnseguidareconocíaVioleta,quemovíalacabezaconorgullo,comosi quisiera decirme que era harto valiente para hacer caso de un par dearañazos,yviqueelprimer tirono lahabíahechomuchodaño.Elsegundoeramásgrave,pueslehabíaatravesadolavenadelpescuezo;sinembargo,yano sangraba. Calculando que, si se debilitaba mucho, podría cambiar decaballomontandoeldeMontluc,lellevédelabrida.Eraunanimalmagníficoymeparecióquenadieteníatantoderechoaélcomoyo.

Teníamuchaprisaporvolver aunirmeconmis compañeros, ydi riendasuelta a Violeta; cuando de repente me llamó la atención algo que brillabaextraordinariamenteenunadelasmárgenesdelacarretera.EraeladornodemetaldelsombrerodeMontluc.¿YcómoelsombrerosehallabatanlejosdelsitiodondeMontluchabíacaído?Mepuseapensarenesto,quemeparecíaunpoco extraño, y deduje que el coronel, al ver que irremisiblemente lealcanzaba,lohabíaarrojadotodololejosquepudo.Saltédelayeguallenodealegríay…¡estaveznomehabíaengañado!Enlacopadelsombrero,ocultoentre los pliegues del forro, encontré un paquetito envuelto en pergamino yatadoconunacintaamarilla.Losaquéconunamano,yconelsombreroenlaotra salté de contento a la claridad de la luna. Al fin comprendería elemperador que no se había equivocado al dejar sus asuntos en manos deGerard.

Dentro de la túnica tenía yo un bolsillo donde guardaba las cosas másqueridas;allíguardélospapeles.EnseguidamontédenuevoyyamarchabaaverquéhabíasidodeTremeau,cuandoalolejosviunjinetequesedisponíaacruzarlacarreteraporelladoopuestoalsitiodondeencontréelsombrero.Almismotiemposentíelruidoqueproduceuncaballoalmarcharaltrote,y¡cuálnoseríamisorpresacuando,aldoblarunrecodo,tropecédemanosabocaconelmismísimoemperador!Montabauncaballoblancoyvestíael largogabángrisyelsombrerodetrespicosquetantasveceslehabíavistoenloscamposdebatalla.

—¡Hola!—dijoamaneradesaludo—,¿dóndeestánmispapeles?

Me acerqué y sin pronunciar una palabra se los entregué con marcadasatisfacción.Rompió la cinta y les echó una ojeada.En seguida extendió elbrazo izquierdoyme rodeóel cuello.Sí, amigosmíos; aquídondemeveis,

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viejo y humillado, he tenido el grande honor de ser abrazado por el granNapoleón.

—Esteban—medijo—,esustedunamaravilla.

No quise replicarle. La idea de que al finme hacía justiciame llenó deorgullo.

—¿Dóndeestáelladrón,Gerard?—preguntóme.

—Hamuerto,señor.

—¿Ustedlehamatado?

—Señor—repuse—,hiriómiyeguaymeviobligadoadispararleparaquenoescaparademismanos.

—¿Lereconocióusted?

—EraMontlucyfuecoroneldecazadores.

— ¡Vaya!—exclamó el emperador—; hemos asegurado el peón, pero lamanoquelojuegaestáaúnfueradenuestroalcance.

Quedópensativoduranteunosmomentos,conlabarbillainclinadasobreelpecho,yluegooíquemurmurabaentredientes:

—¡Ah,Talleyrand,Talleyrand!Siyohubieraestadoentulugarytúenelmíohubieras aplastado lavíboraque te rodeaba.Hacecincoañosqueestoyconvencidodeloqueeres,ysinembargotehedejadovivirparaquealfinmemuerdas. No importa, amigoGerard—añadió en voz alta—, a cada uno lellegasudía,ycuandometoqueamí,leaseguroaustedquemeacordarédelosamigosydelosenemigostambién.

—Señor—meatrevíadecirdespuésdereflexionarunpoco—,esperoquevuestramajestadno creerá que se debe a alguna indiscreciónnuestra el quevuestrosenemigossehayanenteradodelplanformadoporV.M.paraobtenerlospapeles.

—Difícil sería—contestó—, puesto que en París se arregló todo y hacemuypocashorasquerecibieronustedesmisórdenes.

—Entonces,¿cómo…?

—¡Basta!—exclamóinterrumpiéndome—,abusausteddesusituación.

De estas cosas tenía muchas el emperador. Charlaba con uno con laconfianza de un amigo íntimo, y cuando le había hecho olvidar la enormedistanciaquelosseparaba,conunamirada,conunafrase,lerecordabaquiéneraacadauno.Cuandoacaricioalperrohastaqueseatreveaponerlaspatassobremisrodillas,yentoncesleechoconungestodedesprecio,meacuerdo

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delosmodalesdelemperador.

Diomediavueltaalcaballoyyoleseguísilenciosoymuycontrariado.Sinembargo,cuandovolvióahablar,suspalabrasmehicieronolvidarmedetodo.

—Nopudedescansar—dijo—,hastasaberloquehabíasidodeusted.¡Abuenpreciomehancostadolospapeles!Hoy,desgraciadamente,noabundantantoloshombresfielescomoparaperderdosenunamismanoche.

Cuandodijodoscreíquelasangresemehelabaenlasvenas.

—ElcomandanteDespiennefueheridodeunbalazo,señor—balbuceé.

—Hamuerto—respondióme—,ytambiénelcapitánTremeau.Éstemurióde un sablazo. Si yo hubiese llegado unos momentos antes, quizás hubierapodidosalvarle.Suasesinohuyóporlamargendelacarretera.

Entoncesmeacordédeljinetequehabíavistopocoantesdeencontrarmecon el emperador. Sin duda marchó en dirección opuesta para evitar unencuentroconmigo;perosilohubierasabidoyoyVioletahubieseestadosana,habría vengado lamuerte demi compañero. Recordaba tristemente los díasque pasamos juntos y pensaba si la debilidad de su puño sería causa de sutrágicofin,cuandoNapoleónvolvióahablar.

—Sí,señorcoronel—dijo—,ustedesahoraelúnicoquesabedóndeestánlospapeles.

Quizásseráaprensiónmía,peronopuedomenosdeconfesarquecreínotarenlavozdelemperadoralgoquenoindicabagransentimiento.Noeraasí,sinembargo,ybienprontopudedesengañarme.

—Sí—continuó—,verdadesquehepagadobiencaroslospapeles,perojamáshatenidonadietanfielesservidores.

Pocodespuésllegamosalsitiodelosprimerostiros.

ElcomandanteDespienneyel traidoraquienhabíamosmatadoyacíanapoca distancia el uno del otro. Sus caballos pastaban pacíficamente a lasombradelosálamos.

Elpobrecapitántampocoestabalejos.Lehallamostendidodeespaldasyconlosbrazosylaspiernasextendidos.Teníalatúnicadesabrochadayenelpechounaheridagrandequeseveíaatravésdeunaroturadelacamisa.

Elemperadorseinclinórespetuosamentesobreelcadáverymurmuróconprofundaamargura:

—¡Pobreamigomío!EstuvoconmigoenlaépocadeRívoli.ÉlfueunodelosquemeacompañaronaEgipto.

Suvozparecíaresucitaralmuerto.Viquelospárpadosdeéstetemblaban,

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yque agitaba el brazoymovía el puñodel sable como si tratasede sacarloparasaludar.Enseguidaabriólabocayexpiró.

—¡Que todos seamos tanvalientesenvidaya lahorade lamuerte!—exclamóelemperador.

—Amén—murmuréyodesdeelfondodemicorazón.

A cincuentametros de aquel lúgubre sitio había un caserío, cuyo dueño,alarmadoconelruidodeloscaballosyeltiroteodelaspistolas,acudióaverloquepasaba.Allevantarlacabezamefijéenél,quemudodeextrañezaydetemor contemplaba aNapoleón con la boca abierta.Dejamos a su cargo losmuertos y los caballos, así como también mi Violeta, a cuya herida eranecesarioatender,ynospusimosencamino.

El emperador iba muy silencioso al principio. Creo que la muerte deDespienne y Tremeau le impresionó mucho. Siempre fue hombre muyreservado,yenaquellosdíasenqueacadapasorecibíanoticiasdeloséxitosde sus enemigos o de la traición de alguno de sus amigos, no se podíapretenderqueestuvieraalegrenicomunicativo.Sinembargo,cuandopensabayoenlospapelesquellevabaensupecho,yenqueyo,EstebanGerard,seloshabía recobrado, juzgué que bien merecía alguna consideración. Quizás éltuvoelmismopensamiento,puesaldejarlacarreteraparaentrarenelbosqueempezóacontarmeloquemásdeseabayosaber.

—Encuantoa lospapeles—dijo—,ya lehedichoqueahoranadiesabedónde están ocultos.Mimameluco llevó las azadas al palomar, pero ignoraparaquéhandeservir.Desdeellunesteníamospensadollevarlosallí,perodeestesecretoestabanenteradosunhombreyunamujer.Alamujerlehubieraconfiadolavida.¿Cuáldelosdosmehahechotraición?Nolosé,aunquenotardaréensaberlo.

Caminábamosalasombradelosárboles,yleoíapegarlatigazosalabota,tomandorapé,comoacostumbrabahacerlocuandoestabamuyexcitado.

Nodeborepetir,amigosmíos,todocuantoelemperadormedijo.Palabrapor palabra lo tengo impreso en la memoria, y quizás antes de morir lotrasladaréalpapel.Hablómuchodesuvidapasadayalgodesuporvenir;deladevoción de Macdonald, de la traición de Marmont y de la falsedad deTalleyrand.HablótambiéndesuhijoelreydeRomaconelmismocariñoconquepudierahablarunpadrazo,yporúltimohablódesusuegroelemperadordeAustria,quien,decíaNapoleón,«medefenderácontramisenemigos».

Por mi parte no me atreví a contestar ni una palabra, pues no olvidabacómo me había reprendido poco antes; me limité a marchar a su ladosilencioso, sin poder convencerme de que aquél era el gran Napoleón, elhombre reservadocuyasolamiradameestremecíayqueentonces,en frases

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cortas, me revelaba impaciente sus pensamientos. Acaso después de lasfalsedadesyembusteríasde lacortealiviabasuspesaresdesahogándoseconun simplemilitar como yo.De estamanera el emperador yEstebanGerard(aunquehanpasadoañosaúnmecausaplacerelpoderunirminombreconeldelgranNapoleón),deestemodoelemperadoryyoatravesamoselbosquedeFontainebleau,siempreapie,hastallegaralColombier.

Lasazadasestabanallí,colocadasaladerechadelapuerta.Laslágrimasbrotarondemisojosalrecordarparaquiénessehabíantraído.

—Pronto—exclamóNapoleón—,delocontrario,amaneceráantesdequeacabemos.

Cogió una azada, yo cogí otra y entre los dos abrimos rápidamente unhoyo.Luego,colocandolospapelesenunadelasfundasdemispistolasparapreservarlosdelahumedad,lospusimosenelfondo,yllenamosycubrimoselhoyo con sumo cuidado para borrar toda huella, toda señal de que la tierrahabía sido removida. Amanecía cuando salimos juntos del Colombier.Mientras esperaba yo para ayudar a montar al emperador, díjome ésteponiendounamanosobremihombro:

—Gerard,hemosdejadolospapelesahíyconellosquieroquedejeustedel recuerdo de que hayan existido nunca. Solamente los recordará ustedcuandorecibaunaordenescritapormipropiamanoyautorizadaademásconmi sello particular. De aquí en adelante olvidará usted lo que queda en eseColombier.

—Loolvidaré,señor—respondí.

Y caminamos juntos hasta el límite del bosque, donde me dijo que mepodíaretirar.Saludéymedisponíaaobedecer,cuandomehablódenuevo:

—Essumamentefácil—dijo—equivocarlospuntosdelabrújulaenestebosque.¿NodiríaustedquefueenelladoNortedondelosenterramos?

—¿Enterrar…qué,señor?—exclaméconsorpresa.

—Lospapeles,hombre—contestóimpaciente.

—¿Quépapeles,señor?

—¡Diosmevalga!Lospapelesqueustedrecobróparamíestanoche.

—Vuestramajestadmedispense,noacabodecomprenderaquépapelesserefierevuestramajestad.

Porunmomentoenrojecióderabia,peroenseguidaseechóareírydijo:

—¡Muybien,coronel!Empiezoacreerqueesustedtanbuendiplomáticocomoexcelentesoldado.Nodeboañadirmás.

Page 156: Las Hazañas del Brigadier Gerardweb.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/HAZANAS.pdf · No es quien os habla un viejo militar de bigotes grises, que come su tortilla y bebe su vaso

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YaconocéislaaventuraenquefuiamigoycompañerodelgranNapoleón.CuandovolviódeElbadejódesacarlospapeleshastamásadelante,hastaquesu posición estuviera más asegurada; así que quedaron allí cuando fueprisionero a Santa Elena. Algún día oiréis quizás hablar de esos papeles, yentonces contaréis a vuestros hijos la historia, tal y como la habéis oído delabios del único que sabía dónde estaban ocultos, de Esteban Gerard, elhombrequefuetentadoporelmariscalBerthier,aquienhonróelemperadorconunabrazoyquecabalgóconélporelbosquedeFontainebleau.

Amigos míos, la primavera se acerca; sin duda hallaréis más placerpaseando al sol que escuchándome a mí. Sin embargo, hacéis bien enprestarmeatención,porquemuchasprimaveraspasaránymuyextraordinariosacontecimientos han de ocurrir antes que Francia halle otro hombre comoaquélaquientuvelaaltahonradeservir.

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