Las Causas de La Intervencion Sovietica y el papel del Partido Comunista de España.

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Las causas de la intervención soviética en España Andres Suarez. Tomado de: El proceso contra el POUM (Un episodio de la Revolucion española). Ruedo Iberico, Paris, 1974. El análisis de la actuación del Partido Comunista de España desde su fundación hasta nuestros días, y, sobre todo -puesto que es el periodo que ahora nos interesa-, durante la guerra civil española, sólo puede resultar fecundo en la medida en que se articula con la política de la Unión Soviética, país del cual ha dependido siempre en última instancia. Juzgar aisladamente la política del Partido Comunista de España, considerándolo como una organización española más, cual uno de tantos partidos, sería no sólo erróneo, sino asimismo inútil. Inútil, porque entonces no se comprendería nada; erróneo, ya que contribuiría a mantener un equívoco. Al cabo de cuentas, cuanto han dicho, escrito o hecho los dirigentes comunistas españoles de todos los tiempos, no ha sido más que un eco directo de cuanto han hecho, escrito o dicho -mejor aún : ordenado- los dirigentes de turno en el Kremlin. No cabe duda de que los vaivenes, los zigzags, los « virajes » como suelen decir en su jerga propia, que el Partido Comunista de España ha conocido a lo largo de su medio siglo de existencia, no tendrían el menor sentido si no fuesen el resultado directo de la política dictada desde Moscú. ¿Cómo explicarse, por ejemplo, que ese partido se pronunciara alborotadamente contra la República en 1931 y no menos ruidosamente en favor de la República en 1936, yendo así a contrapelo no sólo del más elemental análisis político, sino también de la simple lógica? Pura y simplemente, en una y otra ocasión no hizo otra cosa que aplicar con la máxima sumisión las consignas que le dictaba la Internacional Comunista, la cual estaba a su vez sometida a las necesidades de la política exterior soviética. Por tanto, para comprender la acción del Partido Comunista de España en ese momento crucial que es julio de 1936, es indispensable ocuparse previamente de la política desarrollada durante aquellos años por la Unión Soviética y de la situación europea imperante entonces. Recordemos inicialmente que la política seguida por la Internacional Comunista hasta 1934 -sobre todo a partir de 1927-, estuvo determinada por el falso análisis establecido por los dirigentes soviéticos, los cuales consideraron que el capitalismo había entrado en una crisis definitiva, que ineluctablemente acarrearía su derrumbamiento inmediato. Fue el llamado « tercer periodo », el de la lucha intransigente de « clase contra clase », según la terminología comunista. Los comunistas, ante esta perspectiva en la que creían ciegamente, concentraron sus ataques contra las otras organizaciones obreras, pues se trataba para ellos de ser los únicos que heredasen la sucesión del capitalismo. Así surgió en Moscú la noción del « socialfascismo » que se lanzó a los cuatro vientos, completada en España con la del « anarco-fascismo ». El estalinismo se consideró motu proprio como el representante exclusivo de la clase trabajadora, el único intérprete de sus intereses. Llegó a más : a proclamarse el depositario de la verdad absoluta, convirtiendo así su organización en una Iglesia y su programa en un dogma, al mismo tiempo que los discrepantes se convertían en herejes y los militantes en fieles seguidores sujetos a la jerarquía superior y sometidos a permanente inquisición. Esta táctica impuesta por Stalin a la Internacional Comunista, no obstante la grave crisis económica y financiera que sacudió al mundo durante los años 1929-1930, indispuso a los comunistas con el resto del movimiento obrero y les acarreó no pocos fracasos. Su congénito dogmatismo les impidió ver a tiempo dos hechos capitales : que el capitalismo superaba sus contradicciones internas y alejaba así el día de su derrumbamiento, y, sobre todo, que en el corazón de Europa, en Alemania, el hitlerismo se iba imponiendo amenazador, lo cual

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Andres Suarez. (1973)Las causas de la intervencion sovietica en la guerra civil española (1936 - 1939).Exposicion pormenorizada del papel que juega la URSS para controlar la guerra civil española y destuir a las fuerzas revolucionarias, que permitio en ultima instancia el triunfo de Franco.Tomado del libro:Andres Suarez. El proceso contra el POUM (Un episodio de la Revolucion española). Ruedo Iberico, Paris, 1974.

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  • Las causas de la intervencin sovitica en Espaa

    Andres Suarez.

    Tomado de: El proceso contra el POUM (Un episodio de la Revolucion espaola). Ruedo Iberico, Paris, 1974.

    El anlisis de la actuacin del Partido Comunista de Espaa desde su fundacin hasta nuestros das,y, sobre todo -puesto que es el periodo que ahora nos interesa-, durante la guerra civil espaola, slopuede resultar fecundo en la medida en que se articula con la poltica de la Unin Sovitica, pas delcual ha dependido siempre en ltima instancia. Juzgar aisladamente la poltica del PartidoComunista de Espaa, considerndolo como una organizacin espaola ms, cual uno de tantospartidos, sera no slo errneo, sino asimismo intil. Intil, porque entonces no se comprenderanada; errneo, ya que contribuira a mantener un equvoco. Al cabo de cuentas, cuanto han dicho,escrito o hecho los dirigentes comunistas espaoles de todos los tiempos, no ha sido ms que un ecodirecto de cuanto han hecho, escrito o dicho -mejor an : ordenado- los dirigentes de turno en elKremlin. No cabe duda de que los vaivenes, los zigzags, los virajes como suelen decir en sujerga propia, que el Partido Comunista de Espaa ha conocido a lo largo de su medio siglo deexistencia, no tendran el menor sentido si no fuesen el resultado directo de la poltica dictada desdeMosc. Cmo explicarse, por ejemplo, que ese partido se pronunciara alborotadamente contra laRepblica en 1931 y no menos ruidosamente en favor de la Repblica en 1936, yendo as acontrapelo no slo del ms elemental anlisis poltico, sino tambin de la simple lgica? Pura ysimplemente, en una y otra ocasin no hizo otra cosa que aplicar con la mxima sumisin lasconsignas que le dictaba la Internacional Comunista, la cual estaba a su vez sometida a lasnecesidades de la poltica exterior sovitica. Por tanto, para comprender la accin del PartidoComunista de Espaa en ese momento crucial que es julio de 1936, es indispensable ocuparsepreviamente de la poltica desarrollada durante aquellos aos por la Unin Sovitica y de lasituacin europea imperante entonces.Recordemos inicialmente que la poltica seguida por la Internacional Comunista hasta 1934 -sobretodo a partir de 1927-, estuvo determinada por el falso anlisis establecido por los dirigentessoviticos, los cuales consideraron que el capitalismo haba entrado en una crisis definitiva, queineluctablemente acarreara su derrumbamiento inmediato. Fue el llamado tercer periodo , el dela lucha intransigente de clase contra clase , segn la terminologa comunista. Los comunistas,ante esta perspectiva en la que crean ciegamente, concentraron sus ataques contra las otrasorganizaciones obreras, pues se trataba para ellos de ser los nicos que heredasen la sucesin delcapitalismo. As surgi en Mosc la nocin del socialfascismo que se lanz a los cuatro vientos,completada en Espaa con la del anarco-fascismo . El estalinismo se consider motu propriocomo el representante exclusivo de la clase trabajadora, el nico intrprete de sus intereses. Lleg ams : a proclamarse el depositario de la verdad absoluta, convirtiendo as su organizacin en unaIglesia y su programa en un dogma, al mismo tiempo que los discrepantes se convertan en herejes ylos militantes en fieles seguidores sujetos a la jerarqua superior y sometidos a permanenteinquisicin. Esta tctica impuesta por Stalin a la Internacional Comunista, no obstante la gravecrisis econmica y financiera que sacudi al mundo durante los aos 1929-1930, indispuso a loscomunistas con el resto del movimiento obrero y les acarre no pocos fracasos.Su congnito dogmatismo les impidi ver a tiempo dos hechos capitales : que el capitalismosuperaba sus contradicciones internas y alejaba as el da de su derrumbamiento, y, sobre todo, queen el corazn de Europa, en Alemania, el hitlerismo se iba imponiendo amenazador, lo cual

  • supondra a corto plazo un cambio radical en la situacin poltica europea. Todava dos mesesdespus de la subida al poder de Hitler, la Internacional Comunista afirmaba en un documentofechado el 1 de abril de 1933 que la instauracin de la dictadura fascista disipa todas las ilusionesdemocrticas de las masas, las libera de la influencia de la socialdemocracia y acelera la marcha deAlemania hacia la revolucin proletaria . Esta resolucin fue publicada en Francia en un folletoprefaciado por Jacques Duclos, en el que ste escriba : He aqu comprobadas por losacontecimientos las acusaciones de socialfascismo que hemos lanzado contra la socialdemocracia,cuya evolucin ha sido definida por Stalin con una claridad que no dejar de impresionar Lamisma actitud adoptaron -naturalmente!- los dirigentes del Partido Comunista de Espaa y uno deellos, Vicente Arroyo, afirmaba en La Correspondencia Internacional (25 de agosto de 1933) : Nuestra tarea esencial en estos momentos es desenmascarar implacablemente la nueva posicin detraicin de los jefes socialfascistas espaoles. Los trascendentales acontecimientos que habacambiado la faz de Alemania y estaban a punto de modificar el panorama poltico de Europa, nohaban enseado nada a Stalin y a sus aclitos.Casi dos aos tard el llamado gua genial e infalible -la deificacin de Stalin, como todosrecordarn, alcanz lmites ridculos por parte de sus mltiples turiferarios- en comprender que lasituacin internacional se haba transformado fundamentalmente. Las esperanzas que habadepositado en un derrumbamiento del capitalismo se desvanecieron, puesto que a la depresin quemotiv la crisis norteamericana sigui una cierta estabilizacin, salvo en Alemania. Pero enAlemania, con sus millones de obreros en paro forzoso, no triunf la revolucin, sino el fascismohitleriano. (Verdad es que durante el primer ao de la ascensin de Hitler al poder, es decir, a lolargo de 1933, Stalin se esforz en establecer relaciones amistosas con el nuevo rgimen alemn :en el mes de mayo se ratific el protocolo de prrroga del pacto germano-sovitico de 1926, que asu vez era una prolongacin del clebre acuerdo de Rapallo; Molotov, entonces presidente delgobierno sovitico, insisti ms de una vez en que la Unin Sovitica no tena motivo alguno paramodificar su poltica amistosa respecto a Alemania; por ltimo, Izvestia escribi el 4 de marzo quela URSS era el nico pas que no abrigaba sentimientos hostiles hacia Alemania, cualesquiera quefuesen la forma y la composicin del gobierno .) Ahora bien, esa estabilizacin econmica acarreun neto desplazamiento hacia la derecha de los regmenes polticos en bastantes pases : elmilitarismo nacionalista se impuso en el Japn, el clericalismo en Austria, las dictadurasreaccionarias en casi toda la Europa oriental, un gobierno conservador en Gran Bretaa, el llamado bienio negro en Espaa, un gabinete derechista en Francia, etc. Asustado sin duda por estasituacin, Stalin dict sbitamente a la Internacional Comunista un cambio total de poltica : 1935fue el ao decisivo de ese cambio, con el acercamiento de la Unin Sovitica a los pasesoccidentales y el llamamiento de los comunistas en favor de los Frentes Populares, ambas accionescomplementarias. A partir de entonces, para la URSS el enemigo inmediato es Hitler, por lo que noduda en firmar un pacto militar de asistencia mutua con el reaccionario francs Fierre Laval y enbuscar un acuerdo similar con el conservador ingls Anthony Eden.El viraje es total. En el comunicado que oficializa el pacto francosovitico, firmado en mayo de1935, se seala que Stalin comprende y aprueba plenamente la poltica de defensa nacionalllevada a cabo por Francia para mantener sus fuerzas armadas al nivel de su seguridad . Losdiputados comunistas, por vez primera, votan en el parlamento francs los crditos militares. Y en elVII Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en agosto del mismo ao, que oficializa lanueva lnea poltica, Thorez, secretario general del Partido Comunista francs, dice en su discurso : No queremos dejar al fascismo la bandera de la gran Revolucin, ni tampoco la Marsellesa de lossoldados de la Convencin (La Correspondencia Internacional, 18 de noviembre de 1935).Desaparece entonces todo lenguaje revolucionario : Nosotros -proclama Dimitrov- hemoseliminado sistemticamente de los informes y resoluciones del Congreso las frases sonoras sobre lasperspectivas revolucionarias. En efecto, ya no se trataba de revolucin, sino de colaboracin. Elfin propuesto, al cual se supeditaba todo, era reunir en una amplia unin sagrada, bajo la banderadel antifascismo, no slo a comunistas y socialistas, sino asimismo a la fraccin democrtica y

  • liberal de la burguesa. Para facilitar esta tarea, los comunistas recurrieron a las tradicionesnacionales y hasta nacionalistas, tendieron la mano a los catlicos, adoptaron un vocabulario propiode simples demcratas y atacaron con su habitual virulencia a los grupos revolucionarios que no seprestaron a su juego. Aparece entonces en el horizonte poltico el compaero de ruta , es decir, elque sin ser militante comunista sostiene incondicionalmente la poltica del partido; suele ser, por logeneral, profesor o escritor y pertenece por sus orgenes y su situacin social a la burguesa. Acambio de su colaboracin, los comunistas lo colman de elogios y de beneficios, olvidandodeliberadamente su clase social, su ignorancia poltica y su natural indiferencia respecto a lasituacin de la clase trabajadora.Mas al mismo tiempo que la Internacional Comunista, fiel y sumisa a las rdenes de Stalin, cambiaradicalmente su poltica orientndose hacia los Frentes Populares y ofrece as su colaboracin a los socialfascistas y a los enemigos de clase de ayer en nombre del antifascismo, entran por vezprimera en la direccin de la misma los mximos responsables de los servicios policacossoviticos. En el Comit Ejecutivo figura ahora Yegov -el hombre siniestro que dio su nombre a layegovscina, la forma ms cruel y esquizofrnica de la represin contra los antiguos bolcheviques,extendida luego a miles y hasta millones de soviticos-, mientras que en el secretariado, tambinpor primera vez, entra Moskvkin, el hombre fuerte de la terrible NKVD. Stalin trataba sin duda decontrolar con la mayor eficacia, es decir mediante el terror, a los dirigentes comunistas encargadosde aplicar la nueva poltica frentepopulista ; posiblemente se propona impedir que estos ltimostomaran demasiado en serio su colaboracin con los socialistas y los demcratas burgueses,escapando por tanto a la disciplina de Mosc. En ltima instancia, el antifascismo no era para Stalinun fin en s, sino un medio que le permitiese hallar circunstancialmente nuevos aliados quecomplementaran en la accin poltica cotidiana la alianza de la Unin Sovitica con las democraciasoccidentales. En consecuencia, los comunistas establecan una lnea de demarcacin que nocorresponda a un criterio de clase o ideolgico. Ser catalogado como amigo o enemigo dependa exclusivamente de que aceptasen o no la poltica frentepopulista de Mosc.La situacin poltica europea haca entonces bastante difcil la diplomacia sovitica, basada sobretodo en la alianza con Francia y en un posible acuerdo con Gran Bretaa. El ingreso de la URSS enla Sociedad de Naciones, en septiembre de 1934, llevada a cabo con la pretensin de utilizar esteorganismo internacional como barrera opuesta a la expansin alemana y hacer sentir al mismotiempo su influencia en las cancilleras de la Europa occidental, no dio el menor resultado. Enefecto, la conquista de Manchuria por el Japn, el fracaso de la Conferencia del Desarme, lainvasin de Abisinia por las tropas italianas y la reocupacin de Renania por Alemania,quebrantaron hasta tal extremo la Sociedad de Naciones que sta dej prcticamente de existir. Anteesta situacin, Stalin juzg necesario oponerse al peligro hitleriano con dos accionescomplementarias, pero que segn las circunstancias podan resultar antagnicas : reforzar sucolaboracin con Francia y a ser posible con Gran Bretaa en el terreno diplomtico; intensificar, enel terreno poltico, el movimiento antifascista sirvindose de los Frentes Populares. Si bien estos dosactos se complementaban en la estrategia estalinista, tambin podan oponerse entre s en caso deque el Frente Popular alcanzara el poder en algn pas. Fue lo que ocurri en Espaa y en Francia,en febrero y junio de 1936, respectivamente, con el consiguiente retraimiento de Gran Bretaa, yaque sin la menor duda a los conservadores ingleses les asustaba ms el frentepopulismo triunfanteque el propio fascismo, al que crean poder apaciguar mediante continuas concesiones. Esindudable, pues, que a Stalin le preocupaba la posibilidad de que este difcil equilibrio se alterarademasiado en detrimento de las clases dirigentes de los pases occidentales. Por eso, cuando elequilibrio se rompe en Espaa y en Francia merced al triunfo del Frente Popular, la Unin Soviticase esfuerza en frenar el mpetu revolucionario de las masas trabajadoras, contando para ello con losdirigentes de los respectivos partidos comunistas. Ya en el VII Congreso de la InternacionalComunista, el del espectacular cambio de poltica, Togliatti, uno de sus principales jefes, se cuidde recordar : Nosotros no defendemos a la Unin Sovitica slo en general, sino que defendemosen concreto toda su poltica y cada uno de sus actos. En Francia, el 11 de junio, Thorez se enfrenta

  • con el movimiento huelgustico, afirmando : Si es importante conducir bien un movimientoreivindicatorio, tambin hay que saber terminarlo. Ahora no es cuestin de tomar el poder. Otrodirigente francs aade : Nosotros estimamos imposible una poltica que, frente a la amenazahitleriana, podra poner en peligro la seguridad de Francia. A decir verdad, no se trataba de laseguridad de Francia, sino de la seguridad de la Unin Sovitica. En el mismo sentido sepronunciaron los dirigentes comunistas espaoles. Jos Daz, su secretario general, en un discursoproferido el 11 de abril de 1936, proclamaba que Espaa debe orientarse hacia la poltica de pazde la URSS y peda que el gobierno se adhiriese al pacto militar francosovitico. Una semanadespus, en otra de sus peroratas dijo : Debemos luchar contra toda clase de manifestaciones deimpaciencia exagerada y contra todo intento de romper el Frente Popular prematuramente. El FrentePopular debe continuar. Tenemos todava mucho camino que recorrer juntos con los republicanos deizquierda. Como puede comprobarse, los dirigentes comunistas recitaban en sus respectivos pasesuna leccin bien aprendida en Mosc.Pese a la buena voluntad del Partido Comunista de Espaa y de sus mltiples consejeros, lasituacin se hizo ms explosiva de lo que deseaban y esperaban Stalin y los suyos. Y en julio seprodujo lo que un antiguo dirigente comunista espaol, Fernando Claudn, denomin acertadamente la revolucin inoportuna . Inoportuna porque no estaba prevista en el plan tctico establecido porla Internacional Comunista y aplicado fielmente por el Partido Comunista de Espaa; inoportunaasimismo porque perturbaba por completo la accin diplomtica de la Unin Sovitica (1). El 19 dejulio chocaron violentamente, con las armas en la mano, dos fuerzas antagnicas que no figurabanen el esquema establecido por los comunistas, que era el de una Repblica democrtico-burguesaanimada por el Frente Popular. Una de esas fuerzas estaba representada por lo que tres meses antesJos Daz haba denominado impaciencia exagerada y que escapaba al control del PartidoComunista de Espaa; la otra fuerza, precisamente la que primero se lanz al ataque consciente desu fortaleza militar, fue la que el mismo Jos Daz consider en un artculo publicado el 6 de junio ya derrotada, aunque no totalmente destruida . (Un mes antes, con motivo de una crisisgubernamental, la minora parlamentaria comunista public un comunicado, en el que se afirmaba : La reaccin fascista, derrotada por el impulso del pueblo laborioso ) Los que presuman de noequivocarse jams, merced a su infalible gua del marxismo-leninismo-estalinismo, haban erradopor completo. La realidad se mostr ms fuerte que todas las consideraciones seudotericas. Locierto es que las fuerzas de derecha, ya derrotadas , se sublevaron y se apoderaron de mediaEspaa; la otra media la dominaron los de la impaciencia exagerada , las fuerzas revolucionarias,reemplazando a un Estado republicano que se derrumb como un castillo de naipes, tal vez por notener papel alguno que jugar en aquella lucha iniciada primero en las calles y luego en lastrincheras. Segn Fernando Claudn (2), un historiador sovitico, K. L. Maidanik, que public en1960, en Mosc, un libro titulado El proletariado espaol en la guerra nacional revolucionaria,juzg los acontecimientos de julio con las palabras siguientes : Segn nuestro punto de vista, losacontecimientos del 19 de julio fueron el comienzo de una etapa cualitativamente nueva de larevolucin espaola. La accin de las masas proletarias y su disposicin subjetiva confirman estaconclusin. En julio-agosto de 1936 fueron resueltos, de hecho, los problemas bsicos de larevolucin, los problemas del poder y la propiedad de los instrumentos y medios de produccin. Elpoder local pas, prcticamente, a manos del proletariado armado. A sus manos pasaron tambin, yen menor grado a las del campesinado, todos los instrumentos y medios de produccinpertenecientes a capitalistas y terratenientes. Gran parte de la burguesa y de su aparato estatalfueron liquidados en el territorio conservado por la Repblica. Todo esto no encaja en los marcos deuna revolucin democrtico-burguesa. La cita es larga pero sabrosa. Efectivamente, todo aquellono encajaba en el esquema de una revolucin democrtico-burguesa, es decir, en la polticapreconizada contra viento y marea por la Internacional Comunista y, por ende, por el PartidoComunista de Espaa. Tampoco favoreca la accin exterior de la Unin Sovitica.Presentar el 19 de julio como la culminacin de una especie de conspiracin metdicamentepreparada por los comunistas con el sostn de la Unin Sovitica, como se ha repetido durante aos

  • en Espaa, no ofrece la menor base histrica. El diplomtico espaol Fernando Schwartz, autor deun interesante libro sobre la intervencin extranjera en la guerra civil espaola (3), sealaatinadamente : Stalin no se sinti muy satisfecho de ver que estallaba un problema del calibreque pronto adquiri el espaol, cuando la posicin internacional de la Unin Sovitica era ms bienincierta. [] No hay razn para dudar de que Stalin fuera un abogado del equilibrio continental, porlo menos tan ferviente como la Gran Bretaa. Indudablemente, a Stalin le interesaba ms, muchoms, ese equilibrio europeo que la suerte de la revolucin espaola, en la cual, sea dicho de paso, elPartido Comunista de Espaa era un componente de poco peso especfico y no el msrevolucionario por los motivos apuntados. Jess Hernndez, uno de los dirigentes comunistasespaoles ms sobresalientes en aquel periodo, escribi aos ms tarde : a las gestionesdirectas [para obtener material de guerra] de nuestro partido, Mosc contestaba con vagas razonesde gigantescas dificultades tcnicas para el envo de armas, al mismo tiempo que deslizaba ennuestros odos argumentos tan capciosos como el de que la situacin internacional era tanextremadamente tensa y delicada que una accin ms abierta en favor de la Espaa republicanapoda crear gravsimas complicaciones a la URSS con las potencias fascistas y asustar a losChamberlains, Daladiers y Roosevelts, acentuando a la vez que el aislamiento de la Repblicaespaola, el peligro de la URSS. Era ya el camino que haba de conducir a la URSS a colaborar enla monstruosa poltica de la no intervencin(4). Y as sucedi : la Unin Sovitica se apresur acomunicar al gobierno francs, el 6 de agosto de 1936, su aceptacin del principio de nointervencin en los asuntos de Espaa. Montado finalmente este artilugio, cuyo resultado final fueasfixiar la Repblica en Espaa y retardar slo tres aos la guerra en Europa, la Unin Sovitica seadhiri plenamente al mismo el 23 de agosto, dos das despus de haberlo hecho Italia. Y el 31 delmismo mes se public en Mosc el decreto prohibiendo la exportacin de armas con destino aEspaa, conforme a las obligaciones contraidas con los dems pases que integraron el Comit deNo Intervencin.Los comunistas se vieron en la imperiosa necesidad de justificar, con su dialctica peculiar, estaactitud de la URSS, que de hecho abandonaba a su propia suerte a los revolucionarios espaoles.As, el rgano comunista ingls Daily Worker escribi el 9 de septiembre : Si la Unin Soviticano hubiese accedido a la proposicin francesa de neutralidad, hubiera puesto en situacingravemente embarazosa a aquel gobierno y ayudado en forma considerable a los fascistas []. Si elgobierno sovitico adoptara alguna medida que aadiese nuevo combustible a la inflamablesituacin actual de Europa, sera muy bien acogido por los fascistas de todos los pases y dividira alas fuerzas democrticas (5) . La Unin Sovitica, pues, coincida plenamente con Gran Bretaa yFrancia : evitar a toda costa que la guerra civil espaola fuese la causa directa de una conflagracinmundial. Ahora bien, el movimiento comunista internacional no poda, sin correr el riesgo dedesacreditarse definitivamente, permanecer cruzado de brazos mientras la clase trabajadora luchabaen Espaa. Una vez ms Stalin se encontr en situacin incmoda, casi obligado a practicar undoble juego, merced al cual tratara de dar satisfaccin a los antifascistas del mundo entero y almismo tiempo no asustar demasiado a las democracias occidentales. Se inici entonces, comoescribi Fernando Schwartz en el mencionado libro, la doble poltica de la Unin Sovitica : de unlado, ayudar a la Repblica espaola para contrarrestar la intervencin de Alemania e Italia, y deotro, apoyo a la No Intervencin para evitar mayores complicaciones internacionales . Esta polticasignificaba grosso modo lo siguiente : asegurar una ayuda que impidiese la victoria de las tropas delgeneral Franco sin por ello asegurar la de los republicanos. Todos los historiadores serios hancoincidido en sealar que la Repblica recibi las armas suficientes para resistir, al menos hastamediados de 1938, pero jams las necesarias para vencer.Esta estrategia de la Unin Sovitica se explica fcilmente. Por una parte, el triunfo de la Repblicano le interesaba lo ms mnimo, no slo porque perturbara todava ms su accin diplomticatendiente a lograr, frente al hitlerismo, un acuerdo slido y perdurable con Francia y Gran Bretaa,sino ante todo porque Mosc saba perfectamente que en caso de victoria el rgimen republicanopresentara en Espaa una faz nueva, dado el carcter de lucha de clases que ofreca la guerra en

  • aquellos meses de 1936; empero, exista un motivo de poltica interior que s incitaba a Stalin aintervenir en Espaa : la vasta purga que se haba iniciado con las detenciones de Zinviev,Kmenev, Smrnov y otros viejos bolcheviques, pasada casi en silencio en medio del fragor de laepopeya espaola. (La ayuda sovitica fue una formidable coartada bien manejada por losestalinistas : denunciar la represin llevada a cabo en la URSS era hacer el juego al fascismo, eracolaborar con el fascismo. Andr Gide refiri las presiones que soport, en nombre de losmilicianos espaoles, para que no publicara su Retour de IURSS). Por otra, tampoco podainteresar a la Unin Sovitica un triunfo de los militares espaoles, puesto que ineluctablementereforzara en el plano internacional las posiciones de Alemania e Italia, con el consiguiente cambioen el ya harto precario equilibrio europeo que Stalin se empeaba en mantener como mal menor; encambio, lo que s le convena era que Hitler se deslizara en Espaa hacia una guerra de desgaste quemermara lo ms posible su fuerza militar antes de que pudiera llevar a cabo una guerra de agresincontra la URSS, esperando al mismo tiempo que Francia y Gran Bretaa terminasen por reaccionary abandonasen su neutralidad ante el peligro hitleriano. Como ha puesto claramente de manifiesto elprofesor norteamericano David T. Cattell en una interesante obra (6), la intervencin de la UninSovitica en la guerra civil espaola obedeci a tres motivos principales: inmiscuir a Hitler y aMussolini en una guerra de desgaste, demostrar a Gran Bretaa y a Francia que la alteracin de lapaz en un territorio europeo cualquiera constitua una amenaza global y, finalmente, mantener conel mnimo esfuerzo, es decir, con la menor ayuda posible, una Repblica de izquierdas en Espaacomo posicin negociadora deseable. Tienen razn los historiadores Pierre Brou y Emile Tmime(7) al aadir dos motivos ms de orden interior : distraer la atencin de la opinin militante respectoa las purgas que en la Unin Sovitica comenzaban a diezmar las filas de los viejos bolcheviques yexigir a los trabajadores rusos, con el pretexto de la ayuda a la Repblica espaola, un esfuerzo deproduccin suplementario que contribuyese a alcanzar los objetivos establecidos por el planquinquenal de 1933.Espaa se convierte, por tanto, en una especie de tablero de ajedrez en el que las distintas potenciaseuropeas se afanan por colocar sus peones en situacin favorable. Para Alemania e Italia se tratabade buscar ventajas econmicas y una buena posicin estratgica en caso de una nueva guerramundial, cuya ineluctabilidad ya surga en el horizonte; para la Unin Sovitica, temerosa de unainvasin hitleriana, el objetivo era minar todo entendimiento imperialista efectuado a costa suya yhallar posibles aliados contra el eje Roma-Berln, atizando al mximo su campaa antifascista; porltimo, por lo que concierne a Gran Bretaa, que arrastraba tras de s a Francia, su propsito no eraotro que encerrar a los dems pases en el marco de la colaboracin internacional, incluso a base deciertas concesiones, con el fin de impedir la preponderancia de uno de ellos. Pero en este juego,todos coincidan en no extremar sus posiciones para que Espaa no se convirtiera en el detonadorque provocase la explosin de una guerra general. Manuel Azaa, presidente que ya no presidanada en una Repblica que haba dejado de ser la suya, reducido al papel menor de comentaristasilencioso que verta sus impresiones en un Diario, escribi al final de la guerra civil un artculotitulado La URSS y la guerra de Espaa (8) , en el que con lucidez comentaba : Las potenciasopuestas al bloque talo-alemn en Europa, y por consiguiente en Espaa, consideran que, en eljuego europeo, la carta espaola era de segundo orden. Para dar jaque a Italia y Alemania enEspaa, no solamente nadie arrostrara un conflicto grave, pero ni siquiera una tensin diplomtica,ni un enfriamiento de las ententes ni de las amistades oficiales. Esta situacin alcanzaba tambin ala URSS. Y luego aadi : En ningn caso poda ni quera la URSS una actitud intransigenteque originase decisiones peligrosas. Las discusiones de Ginebra y del Comit de No Intervencin loprueban. Menos an ha entrado en los clculos de la URSS comprometerse seriamente en Espaa.La guerra espaola ha sido en todo momento para la URSS una baza menor . En el libro Papelesdel conde de Ciano se refiere una conversacin entre Mussolini y Goering, que tuvo lugar en Romael 23 de enero de 1937, en la que el Duce afirm : Italia se propone llevar las cosas en Espaa allmite, sin correr el riesgo de una guerra general. Len Blum y sus colaboradores desean evitarla[]. Tambin Inglaterra teme un conflicto general y Rusia, ciertamente, no dejar que las cosaspasen del lmite. Es evidente que, en el fondo, todos los pases se atenan a las reglas del juego,

  • conociendo de antemano los lmites que no caba pasar. La Unin Sovitica comparta ese juego,preocupada exclusivamente por sus propios intereses, ajena ya a las inquietudes primeras de larevolucin rusa. Las organizaciones antifascistas espaolas, en medio de la barahnda promovidapor los estalinistas, no supieron o no quisieron ver esa realidad. nicamente el POUM interpretcon clarividencia la posicin de la Unin Sovitica. Comentando el cambio de actitud de la URSS,tras dos meses y medio de inhibicin, el diario poumista La Batalla escribi el 15 de noviembre de1936 : Pero el factor real ms importante que ha dictado dicho cambio es la constatacin por partede Stalin de que Franco, con la ayuda descarada de Hitler y Mussolini, poda llegar a triunfar en laguerra civil, lo cual reforzara las posiciones polticas y estratgicas del fascismo hitleriano, queStalin considera su enemigo mortal. No ha procedido la rectificacin del error del deseo de servirlos intereses de la revolucin espaola -Lenin no se hubiera declarado neutral un solo momento conrespecto a sta-, sino de una preocupacin de poltica exterior, de un instinto de conservacin en larelacin de fuerzas internacionales. En una palabra : lo que interesa realmente a Stalin no es lasuerte del proletariado espaol e internacional, sino la defensa del gobierno sovitico segn lapoltica de pactos establecidos por unos Estados frente a otros Estados. Esto haba que decirloentonces, mas por desgracia slo el POUM lo dijo.Efectivamente, dos meses y medio transcurrieron antes de que la URSS se decidiera a enviar aEspaa el primer material de guerra : los tanques rusos hicieron su aparicin en el frente de Madridel 28 de octubre y los aviones el 11 de noviembre. Pero como Stalin no quera correr riesgo alguno,ni siquiera el puramente comercial, se hizo pagar por adelantado. Hugh Thomas, historiador inglsen el fondo bastante condescendiente con los comunistas, se ve obligado a reconocer en su conocidaobra (9) : Antes de que se utilizara en suelo espaol una sola arma rusa, ya haban sido enviadas aRusia como garanta del pago todas las reservas de oro que quedaban en Espaa. A decir verdad,no fueron todas las reservas de oro, sino la mayor parte de ellas, exactamente 510 079 529,3 gramosde oro, que en cuanto a valor de cambio representaban entonces unos 574 millones de dlares,puesto que la onza de oro (31,10 gramos) vala 34,98 dlares. (Recordemos que, segn el balancedel Banco de Espaa efectuado el 27 de junio de 1966 y publicado en la Gaceta de Madrid el 1 dejulio, las reservas de oro existentes tres semanas antes de iniciarse la guerra civil alcanzaban unvalor de 2 202 millones de pesetas-oro, que a la paridad establecida en 1868 de 0,29032 gramos deoro fino por peseta suponan 851 toneladas de dicho metal. Las mismas cifras se hallan en elAnnuaire Statistique de la Socit des Nations (17 anne, Genve, 1945). Espaa ocupabaentonces uno de los primeros lugares entre los Bancos de Emisin de Europa y Amrica por lo queconcierne a las reservas aurferas. Esas 510 toneladas de oro fueron embarcadas con el mximosigilo en Cartagena el 25 de octubre de 1936, en cuatro buques rusos, los cuales salieroninmediatamente para Odesa, a donde llegaron en los primeros das de noviembre, siendo trasladadasacto seguido a Mosc, al Gojran (Departamento de metales preciosos del Comisariado delPueblo de Finanzas). Y all quedaron para siempre. Mientras tanto, el Partido Comunista de Espaainiciaba la ms estruendosa propaganda sobre la ayuda prestada por la Unin Sovitica, ayudadesinteresada , ayuda gratuita , propaganda extendida asimismo por los comunistas de todos losotros pases. La supuesta ayuda rusa se convirti en una especie de ritornello, propagadoincansablemente, machaconamente, al que no caba oponer el menor reparo sin verse motejado defascista. Para favorecer esta farsa indigna, el Dr. Negrn -sin duda el mximo responsable de esatrapisonda que permiti al gobierno sovitico aumentar en forma notable sus propias reservasaurferas- public el 20 de enero de 1937 una nota oficiosa negando que el oro hubiera salido deEspaa. El socialista Luis Araquistin dijo en un artculo : Yo fui el primero que en 1937 cometila indiscrecin de decir pblicamente en una conferencia dada en Barcelona, que el materialenviado por Rusia se pagaba esplndidamente con el oro espaol depositado en aquel pas. Algunoscomunistas pidieron entonces que se me procesara por esa causa, que para ellos era un delito de altatraicin o algo semejante (10).El envo de esa gran cantidad de oro a la Unin Sovitica result un acto de enorme trascendencia,decisivo incluso para el curso ulterior de los acontecimientos. A partir de entonces, el gobierno y las

  • organizaciones obreras ms importantes, de concesin en concesin para poder recibir elarmamento necesario, vironse obligados a someterse a las exigencias soviticas. Estos imponanpoco a poco sus pretensiones tanto en el terreno militar como en el poltico, eliminandoprogresivamente a cuantos no se sometan a sus dictados. Con el oro espaol en sus manos, Stalinera de hecho el dueo de la situacin. Quines fueron los principales responsables? Ante todo doshombres : Largo Caballero y el Dr. Negrn, jefe del gobierno republicano y ministro de Hacienda,respectivamente, en octubre de 1936. A estas alturas puede suponerse, con la mxima verosimilitud,que el primero fue vctima de su ceguera poltica, siendo as que el segundo obr sabiendo lo quehaca y dispuesto ya a ser el hombre de los rusos, a cuyo amparo podran cristalizarse susambiciones polticas. Pero la responsabilidad se extiende igualmente a los dems ministros y a losdirigentes de las organizaciones socialistas, anarquistas y republicanas, los cuales permitieron seperpetrara un acto sin precedentes que enajenaba toda libertad de accin y daba adems el vistobueno a una estafa colosal. Las explicaciones oficiales u oficiosas ofrecidas aos despus parajustificar tal medida no han podido convencer a nadie con un mnimo de sentido comn. LargoCaballero, en unos apuntes que redact en Francia, se justific as : Como los facciosos estaban alas puertas de la capital de Espaa, solicit [Negrn] del Consejo de ministros autorizacin parasacar el oro del Banco de Espaa y llevarlo a sitio seguro, sin decir a dnde. [] Como primeramedida lo traslad a los fuertes de Cartagena. Luego, temiendo un desembarco, decidi trasladarlofuera de Espaa. [] No haba otro lugar que Rusia, pas que nos ayudaba con armas y vveres. Y aRusia se entreg. En esta justificacin existen, por lo menos, dos inexactitudes : cuando el 13 deseptiembre el Consejo de ministros autoriz a Negrn, mediante un decreto reservado, para sacar eloro de Madrid, las tropas del general Franco no se encontraban a las puertas de la capital de Espaa,ya que Toledo -a 70 kilmetros- se perdi el 27; tampoco poda hablarse el 13 de septiembre de quela Unin Sovitica ayudaba con armas, puesto que stas no llegaron a la zona republicana hastaltimos de octubre (11). Indalecio Prieto, por su parte, ha escrito en varias ocasiones que l seenter del envo del oro a la URSS por mera casualidad, afirmacin que se nos antoja pocoverosmil y que slo tiende a poner a salvo su responsabilidad personal. Otros hicieron poco ms omenos lo mismo; mas lo cierto es que ninguno de ellos, cuando se enteraron de lo acaecido, elev lamenor protesta. Ninguno de ellos comprendi o quiso comprender lo que tal acto significaba en elterreno poltico e incluso militar.Merced, pues, a la entrega de las 510 toneladas de oro, la Unin Sovitica envi las primeras armas.Con las armas llegaron asimismo unos centenares de oficiales rusos. Y con ellos, los innumerablesagentes polticos y policacos, disfrazados de agentes comerciales, que eran los que orientaran apoltica republicana y los que habran de preparar la eliminacin de cuantos se opusieran a suhegemona. Luis Araquistin escribi a este respecto (12): Ellos dirigan a los militares rusos, alPartido Comunista y al propio Rosenberg, que en realidad era solo un embajador de paja. Losverdaderos embajadores eran esos hombres misteriosos que entraban en Espaa con nombres falsosy que trabajaban bajo las rdenes directas del Kremlin y de la polica rusa. Todos los que hanestudiado la guerra civil espaola coinciden en poner de manifiesto el hecho indiscutible de laspresiones ejercidas por los delegados de la Unin Sovitica en cuanto comenz el suministro dearmas a la Repblica, presiones de orden poltico y militar, convertidas luego en insoportablesdictados, sobre todo en cuanto el Dr. Negrn asumi la direccin del gobierno por obra y graciaprecisamente de los rusos. En efecto, cuando a Largo Caballero le lleg a resultar enfadosa laingerencia sovitica -incluso en una ocasin ech al embajador ruso de su despacho con cajasdestempladas-, la URSS juzg necesario buscarle un reemplazante ms flexible, es decir, mejordispuesto a cumplir las rdenes de los representantes del Kremlin en Espaa. A partir de enero de1937 comenz en el extranjero, en Francia e Inglaterra principalmente, una sinuosa e insidiosacampaa tendiente a rebajar el papel de Largo Caballero y realzar la figura del Dr. Negrn, campaaque no tard en extenderse a la propia zona republicana. Al mismo tiempo la prensa comunistaredoblaba sus ataques contra sus adversarios ms irreductibles, en particular contra el POUM queera la organizacin que denunciaba con mayor tesn la intromisin rusa y la polticaantirrevolucionaria del Partido Comunista de Espaa. Para los representantes soviticos el POUM

  • haba cometido an otro crimen : denunciar los procesos montados por Stalin contra la viejaguardia bolchevique, que acarrearon en agosto de 1936 la condena a muerte de Zinviev, Kmenev,Smirnov y otros ms. Hasta el cnsul ruso en Barcelona se permiti publicar el 28 de noviembreuna nota en la prensa calificando a La Batalla, rgano del POUM, de peridico vendido alfascismo internacional . Pocos das despus se produjo una crisis en el gobierno de la Generalidad,con el claro propsito de eliminar al representante del POUM. La Batalla del 15 de diciembre,refirindose a la filial catalana del estalinismo escribi : El PSUC no se contenta con pedir nuestraeliminacin; preconiza la anulacin pura y simple de todas las conquistas revolucionarias de la claseobrera Tres das despus se formo nuevo gobierno de la Generalidad sin el POUM, merced albuen xito de las presiones comunistas. Adelantndose a esta conclusin, sin duda por estar bieninformado del resultado final de aquella maniobra, veinticuatro horas antes el diario Pravda deMosc haba afirmado : En Catalua ha comenzado la limpieza de trotskistas y anarquistas y serllevada a cabo con la misma energa que en la URSS. Esta fue la primera gran maniobra poltica,a la que seguiran otras : la eliminacin, en junio de 1937, del gobierno republicano, de LargoCaballero y de los socialistas de izquierda, junto con los anarquistas, seguida en marzo de 1938 dela de Indalecio Prieto. El camino impuesto por la Unin Sovitica para obtener la conquista delpoder por los comunistas se cumpli en tres etapas : la primera fue la obtencin del oro del Bancode Espaa; la segunda, la exclusin de Largo Caballero y su reemplazamiento por el Dr. Negrn, yla tercera, la eliminacin de Indalecio Prieto. A partir de entonces fueron los dueos absolutos.En efecto, el gobierno Negrn se caracteriz por su entrega total e incondicional a la UninSovitica. En cuanto tuvo este seor el poder en sus manos, se apresur a publicar una orden -15 deagosto de 1937- prohibiendo toda clase de criticas a la URSS, nacin excepcionalmente amiga .El peridico que intentaba insinuar, slo insinuar, que el armamento enviado por los rusos habasido previamente pagado, tropezaba con el vigilante lpiz rojo del censor. As se alimentaba lapropaganda comunista, que haca creer que la ayuda era gratuita e incondicional. El escritoranarquista Diego Abad de Santilln escribi (13): Como argumento mximo para esa tolerancia detodos los partidos y organizaciones ante la ingerencia rusa irritante, se deca que era Rusia el nicopas que nos haca entrega de armamento y municiones. No lo haca gratis, claro est, sino a preciosde usura enormes, y llegase o no llegase el material a nuestros puertos. [] Nos alarmaba ver enqu poco tiempo disponan aquellos hombres recin llegados a las cosas de Espaa, de los hombresdel Gobierno, como si fusemos una colonia bajo su tutela. Eran ellos los que resolvan quin habade detentar el Gobierno y cmo haba que gobernar. Ah est como prueba la carta que Stalinenvi a Largo Caballero el 21 de diciembre de 1936, en la que en forma de consejos le dicta enrealidad la poltica a seguir. Tena razn el POUM cuando denunciaba lo que se proponan loscomunistas, bien aleccionados por el Kremlin : la anulacin pura y simple de todas las conquistasrevolucionarias de la clase obrera . La carta de Stalin resume incomparablemente sus puntos devista respecto a Espaa, puntos de vista que el Partido Comunista se esforz en aplicar con lamxima fidelidad. La simple lectura de ese importante documento puede sorprender por laignorancia o irrealidad de que hace gala : en efecto, cmo poda hablarse a aquellas alturas dereducir los impuestos de los campesinos, de asegurar a la pequea burguesa la libertad de comercioy protegerles de cualquier tentativa de confiscacin, de buscar el apoyo de Azaa y de su grupo, dedefender los intereses de los extranjeros, etc.? Todo eso perteneca a una situacin que haba sidobarrida el 19 de julio. Pero para Stalin y los comunistas no se trataba de reflejar la realidadexistente, sino de afirmar la nueva realidad que prevalecera inexorablemente merced a su presinconstante y a su hegemona definitiva. No puede sorprender que el Partido Comunista de Espaahallara sus aliados en los desorientados partidos republicanos, que fueron obligados a abandonar laescena durante los primeros meses de la guerra civil y de la revolucin. Y que tuviera, al mismotiempo, que dirigir sus ataques contra las fuerzas revolucionarias. Sirvindose de los hechos demayo en Barcelona, en 1937, impusieron una feroz represin contra el POUM, al propio tiempo quedesplazaron de las primeras filas a los socialistas de izquierda y a los anarquistas. Estos, sobre todo,que se haban credo inaccesibles a los ataques de los comunistas gracias al gran peso de la CNT,vironse obligados a asistir impotentes a su desplazamiento paulatino y a la desaparicin progresiva

  • de las conquistas revolucionarias que ellos mismos impusieron. Como muchos otros, se consolabande su capitulacin con la esperanza de ganar la guerra, sin comprender que sta estaba perdidadesde el instante mismo que la Unin Sovitica haba logrado implantarse en la zona republicana, alconvertirse en el nico abastecedor de armas.No es verdad, como se ha dicho y repetido, que se recurri a la URSS ante la imposibilidad deadquirir armamento en otros pases. Es este uno de tantos mitos creados interesadamente paraocultar la desidia de los unos, la miopa poltica de los otros y el propsito de los comunistas de queEspaa se entregara atada de pies y manos a la Unin Sovitica. Existieron, desde luego,dificultades, agravadas todava ms desde que se cre el Comit de No Intervencin. Pero lo ciertoes que hubo posibilidades que no se aprovecharon a su debido tiempo. Se contaron desde el primerda con medios poderosos : las reservas de oro del Banco de Espaa. Tena razn Indalecio Prieto alafirmar en su discurso radiado del 8 de agosto de 1936 : De quin pueden estar las mayoresposibilidades del triunfo en una guerra? De quien tenga ms medios, de quien disponga de mselementos. Ello es evidentsimo. Pues bien : extensa cual es la sublevacin militar que estamoscombatiendo, los medios de que dispone son inferiores a los medios del gobierno. Si la guerra, cualdijo Napolen, se gana principalmente a base de dinero, dinero y dinero, la superioridad financieradel Estado, del gobierno y de la Repblica, es evidente (14). Mas esa superioridad no se supoaprovechar por parte de quienes disponan del oro del Banco de Espaa. Salvo las gestionesrealizadas con el gobierno francs -lentas y plenas de incidentes por hallarse la embajada de Parsen manos de elementos adictos a la sublevacin militar, prueba ms de la indolencia del gobiernorepublicano-, se dejaron transcurrir las semanas y hasta los meses sin enfrentarse resueltamente conel problema capital entonces de la adquisicin del armamento necesario. De la lectura de uno de loslibros de Gordn Ords (15), embajador de la Repblica en Mxico durante todo el periodo de laguerra civil, principalmente del captulo titulado Armamentos y alimentos , se deducen connitidez dos cosas : primero, que el gobierno perdi un tiempo increble en decidirse a efectuar lacompra de armamento en varios pases de Hispanoamrica y en Estados Unidos; segundo, queescatim incomprensiblemente los medios econmicos para hacer frente a esas adquisiciones, nohabiendo sido capaz, adems, de centralizar sus compras de manera que resultaran ms efectivas,ms rpidas y ms econmicas. Escribe Gordn Ords : Antes de cumplirse el mes de haberestallado la guerra [] me permit decirle al gobierno, en cable nm. 58 para el ministro de Estado,que era muy conveniente enviar agentes de confianza a Estados Unidos con seguridad de quepodran adquirir abundante material de guerra. Como ni se me contest ni supe que se hubieratomado resolucin alguna al respecto, me decid a realizar discretamente yo mismo, para nodesaprovechar una oportunidad magnfica, gestiones desde Mxico y como prevea dieron prontoun copioso resultado. En sucesivos cablegramas [] traslad ya ofertas valiosas que se me hicieron,las ms importantes de las cuales [] era una de la Casa Henry Green por 50 aeroplanos debombardeo y bombas para ellos, cinco mil ametralladoras Thompson y 400 ms Hotchkiesfrancesas. La respuesta no lleg nunca. Como no lleg a otros ofrecimientos procedentes deBolivia, del Canad, del Japn y de los Estados Unidos. Y cuando el gobierno se decida por ciertasadquisiciones, resultaba que Gordn Ords no dispona del dinero necesario para pagarlas. Estereproduce en su libro el siguiente cablegrama enviado al ministro de Estado, el 21 de noviembre de1936 : Reservado para V. E. y ministros Guerra y Marina : Con fecha 12 me pidi V.E. de ordenministro Guerra compra de treinta y dos hidroaviones Sikorsky militares y hube de contestar entelegrama 135 que no poda ocuparme de ello por carencia absoluta dinero. Sin contestacin a estetelegrama recib otro de V.E. encomendando de orden ministro Marina compra de numerosomaterial militar para envo urgente Valencia defensa zona Levante. Esper unos das creyendovendran al fin los millones de dlares tantas veces pedidos por m y prometidos por el gobierno. Envista de que sigo sin noticias sobre el dinero contesto a V.E. una vez ms que nada puedo hacer. []Someto consideracin V.E. y ministros Guerra y Marina esta prolongada situacin anmala. Aqu se deba esta actitud negativa? No estar de ms sealar que estos ofrecimientos transmitidospor el embajador Gordn Ords se efectuaban por conducto del ministro de Estado, el cual no eraotro que Alvarez del Vayo, acusado luego por Largo Caballero de ser el hombre de paja de los

  • rusos; y que el encargado de facilitar esos millones de dlares que Gordn Ords reclamaba una yotra vez era el ministro de Hacienda, el Dr. Negrn, otro hombre de paja de los rusos. Estos seesforzaban por todos los medios en conservar el monopolio del suministro de armas, al mismotiempo que la prensa comunista propagaba insistentemente la falsedad de que el nico pas queaceptaba facilitar a la Repblica el armamento necesario era la Unin Sovitica. Refiere GordnOrds en ese libro, sin sacar las debidas consecuencias, un hecho revelador, que resumiremos. Unda se present ante l, en la embajada, un tal Robert Cuse, que afirm haber sido nombrado por elgobierno republicano para adquirir material de guerra, pero al no presentar documento oficialalguno, Gordn Ords no le hizo caso. Apareci tiempo despus en los Estados Unidos y all se leocurri efectuar pblicamente vanas compras y solicitar del gobierno norteamericano unaautorizacin oficial de exportacin. El escndalo pblico -escribe Gordn Ords- originado por lainslita peticin abierta que Robert Cuse haba hecho para exportar desde Norteamrica material deguerra a Espaa, iba a engendrar, y engendr, una severa reaccin oficial perniciosa para los planesque yo tena en marcha. Y aade : Creo conocer bien el tartufismo norteamericano y por esoactuaba seguro de que saban mis actuaciones, pero no oficialmente, y guardando las formas all sepuede hacer todo. En Los Angeles tena numeroso material de guerra ya encajonado y dispuestopara entrar en Mxico por tren. Lo saban y hacan como que lo ignoraban las dos aduanas,norteamericana y mejicana. Fue entonces cuando se produjo el escndalo Cuse y ya me eraimposible sacar el material como tena proyectado. Quin era ese Robert Cuse, queconscientemente haba imposibilitado el que se continuara adquiriendo armas en los EstadosUnidos? Un cablegrama de Indalecio Prieto a Gordn Ords, fechado el 4 de enero de 1937, nos lodice : Cuse debe ser persona cuyo nombre dieron representantes soviticos aqu para que sirvierade mediador en compras aeroplanos cuyo ofrecimiento se haba hecho a los rusos. Deploro todo eltrastorno que me detalla. Sera necesario saber si Cuse lo provoc conscientemente. Prietocomprendi los verdaderos motivos de lo sucedido. Pero se call. Los soviticos haban logrado loque se propusieron (16).El destino de las conquistas del 19 de julio y el resultado final de la propia guerra, quedaronsellados definitivamente. La influencia de la Unin Sovitica en el gobierno republicano se hizoirresistible a partir de 1937, sobre todo despus del nombramiento del Dr. Negrn como presidentedel Consejo de ministros. El historiador D. T. Cattell, en otro libro suyo (17), seala que lasintervenciones de Mosc fueron especialmente decisivas en 1937, asumiendo los comunistasextranjeros todas las funciones importantes del Partido Comunista de Espaa, salvo en lo queconcierne a las manifestaciones pblicas y a la accin de propaganda sobre la poblacin. Y no slolas funciones polticas del Partido Comunista de Espaa, sino asimismo las militares de laRepblica, tan importantes en la guerra civil. Refiere Salvador de Madariaga (18) : El embajadorsovitico sola invadir el despacho del presidente del Consejo con imponente batalln de tcnicos,generalmente para hacer presin a fin de que se entregasen a militantes comunistas los puestos msestratgicos de la jerarqua estatal. Lo confirm Indalecio Prieto en varios de sus escritos. En laizquierda -aade Madariaga- sube de pronto el influjo que el Estado Mayor ruso ejerce sobre elministro de la Guerra. Con frecuencia prevalece la opinin rusa sobre la de los tcnicos espaolesque, aunque pocos, eran competentes y vean con malos ojos imperar un concepto de la estrategia yde la organizacin mucho ms poltico que tcnico. Los rusos preconizaban vigorosamente unejrcito unificado bajo un mando unificado, mero sentido comn, en s, pero que perda mucho desu valor ante los espaoles que vean al Partido Comunista mantener un dominio riguroso sobre elQuinto Regimiento, del que haban hecho una especie de ejrcito comunista. En realidad lacampaa de los rusos en pro de un ejrcito unificado no era slo tcnica sino tambin poltica. Loscomunistas se daban cuenta de que si conseguan unificar el ejrcito podran despus apoderarse desus resortes de mando con relativa facilidad, ya que la nica fuente de aprovisionamientos militaresera la Unin Sovitica; y con el ejrcito en la mano podran apoderarse de Espaa. Y as ocurri.En la aviacin mand Smuchkievich ( Douglas ), en la marina Kutnezov ( Kolia ), en lostanques Paulov ( Pablo ), en la artillera Voronov ( Valter ), en el Ejrcito del Centro Goriev,etc., amn de los Manilovski ( Manolito ), Zhukov, Koniev ( Paulito ), Rodintsev ( Pablito )

  • y otros que pululaban en el Estado Mayor Central y en los mandos de las divisiones y brigadas.Asimismo, la polica estuvo en manos de la antigua GPU, cuyo principal representante en Espaafue el tristemente clebre Orlov. (Parece ser que intervino en el transporte del oro del Banco deEspaa desde Madrid a Cartagena, segn asegura Alvarez del Vayo (19); Krivitski (20) afirma queOrlov fue el organizador de la provocacin de mayo de 1937 en Barcelona, y Prieto, por suparte, le culpa de haber sido el principal promotor de la detencin, secuestro y ulterior asesinato deAndrs Nin.) Por lo que concierne a la accin poltica, Fernando Claudn (21) confirma : Togliattidesempe un papel primordial en la orientacin poltica e, incluso, en la direccin operativa delPartido Comunista de Espaa durante la guerra civil. Junto con l, el blgaro Stepanov, el hngaroGero, el argentino Codovila y los altos consejeros militares y polticos soviticos. An ms : elhistoriador italiano Paolo Spriano, en su citada obra Storia del Partito Communista italiano sealaque de las emisiones para el extranjero desde Madrid y Valencia se ocup Ezio Zanelli; de la radiode la Generalidad Carlo Farini, Giovanni Fornari y Cesare Colombo; de la radio de Aranjuez VelioSpano, Giuseppe Reggiani y Nicola Potenza; del peridico Verdad -publicado en Valencia por elPartido Comunista de Espaa- Ettore Vanni, etc. Segn Vittorio Vidali -lo afirma el comunista PaoloSpriano- Palmiro Togliatti intervino en la redaccin de los trece puntos del gobierno Negrn.En 1938, con todos los resortes de mando en poder de los comunistas, la situacin comenz noobstante a evolucionar de manera casi imprevisible. En efecto, la Unin Sovitica apenas envimaterial a Espaa, como si la suerte de sta ya estuviese echada y no precisamente por los revesesque sufra el ejrcito republicano. Azaa escribi en La URSS y la guerra de Espaa , artculo yamencionado anteriormente : Segn mis noticias, en 1938, hubo un lapso de seis u ocho meses enque no entr en Espaa ni un kilo de material ruso. Por otra parte, los pedidos del gobierno espaolnunca eran atendidos en su totalidad; lejos de eso. [] Resultado : en ningn momento de lacampaa, el ejrcito republicano no solamente no ha tenido una dotacin de material equilibradacon la del ejrcito enemigo, pero ni siquiera la dotacin adecuada a su propia fuerza numrica. Alvarez del Vayo(22) refiere que en la ofensiva del general Franco durante los meses de abril a juliode 1938, la relacin de fuerzas era la siguiente : caones medios y pesados, 1 de los republicanospor 8 o 10 de los nacionalistas; caones ligeros, 1 por 5 a 6; aviones de bombardeo, 1 por 10;aviones de caza, 1 por 8. En la contraofensiva del Ebro, del 30 de julio al 15 de noviembre delmismo ao, la desproporcin se agrava todava ms : caones medios y pesados, 1 por 12 a 15;caones ligeros, 1 por 7 a 10; aviones de bombardeo 1 por 15; aviones de caza, 1 por 10. Estascifras ofrecidas por Alvarez del Vayo para demostrar la impotencia del ejrcito republicano y lainevitable prdida de la guerra, representan al cabo de cuentas el cargo ms abrumador que se puedehacer respecto a la ayuda sovitica. Por qu la URSS no enviaba material? Ciertos signos hartoelocuentes descubran en realidad lo que se preparaba. El 20 de junio de 1938, el embajador alemnen Mosc, Schulenburg, comunicaba a su ministro de Asuntos exteriores (23) : Las declaracionesde Ehrenburg sobre los falangistas me parecen dignas de ser sealadas. [] En otro lugar,Ehrenburg llama a los falangistas los patriotas espaoles del otro lado de las trincheras , ydeclara que su actitud poda resultar importante para el desarrollo poltico futuro de Espaa. [] Eslo que en cierta medida confirman las declaraciones de Litvinov al consejero de la embajada deFrancia en Mosc, Payart, que acaba de regresar a Mosc tras haber estado destinado un ao enValencia. Litvinov dice que el gobierno sovitico estara dis puesto a retirarse de Espaa con unacondicin : Espaa para los espaoles . Litvinov ha dado a entender en esta ocasin que unacuerdo entre las dos partes constituira un compromiso aceptable, puesto que permitira a la UninSovitica liquidar la aventura espaola. Esta afirmacin de Litvinov, sin duda sugerida por Staln,era una mera disculpa, puesto que saba perfectamente que ya era demasiado tarde para lograr uncompromiso, si es que alguna vez pudo lograrse. No; lo que se propona la URSS era, pura ysimplemente, liquidar la aventura espaola abandonando la Repblica a su suerte, es decir, a laderrota. Por qu? El motivo capital se encuentra en el pacto germano-sovitico firmado un ao mstarde, pero que por aquellas fechas estaba sin duda en sus primeros prolegmenos (24). La UninSovitica ofrecera a Hitler, como prueba de su buena voluntad, la liquidacin de su intervencin enEspaa y, por tanto, la terminacin de la guerra civil. Lister escribi en su libro Basta! (sin editorial

  • ni fecha, probablemente publicado en 1971) : En la primavera de 1939 se inici en Mosc, porparte de dirigentes de nuestro Partido, un examen de nuestra guerra y, sobre todo, de su desenlace.Simultneamente nos reunimos con el secretariado de la Internacional Comunista para examinaridntico problema. Pero la discusin fue cortada poco despus, lo mismo entre nosotros que con elsecretariado de la Internacional Comunista. Claro, a Stalin no le interesaba que se removiera elasunto, hecho que Lister no lleg a comprender.As termin, pues, la intervencin sovitica en Espaa. Para la URSS fue un gran negocio poltico,estratgico y comercial. Por un lado, desvi la atencin de las terribles purgas que Stalin habaordenado contra los antiguos bolcheviques para mejor asentar su poder omnmodo, se present anteel mundo como el nico rgimen que ayud a la Repblica espaola, desvi el peligro nazi sobresus fronteras y, por ltimo, dispuso de un pen que pudo ceder -cual aconteci- en un posibleacuerdo con la Alemania hitleriana; por otro, se encontr, como llovido del cielo, con un capital decasi un millar y medio de millones de pesetas oro, ofreciendo a cambio material de guerra de todaslas edades. Aunque moleste a no pocos, cabe establecer las cuentas de la famosa ayuda sovitica, tema de propaganda comunista durante unos cuantos aos y aceptado ligeramente poralgunos historiadores, que no se han preocupado lo ms mnimo en analizarlo como es debido. Ypara calibrar esa ayuda , nada mejor que compararla con la prestada por Italia y Alemania alrgimen del general Franco. Se sabe que la concedida por Italia fue oficialmente consolidada en 5000 millones de liras, unos 394,5 millones de dlares segn el cambio de entonces, deuda que seamortiz en veinticinco aos, del 31 de diciembre de 1942 al 30 de junio de 1967; la otorgada porAlemania, segn los documentos oficiales que figuran en Les archives secrtes de laWilhelmstrasse, pagada ms rpidamente que la italiana- en general merced a las exportacionesespaolas-, no alcanzo los 500 millones de marcos, es decir, 202,5 millones de dlares. Ahora bien,el oro enviado a Mosc representaba unos 578 millones de dlares, a los cuales cabe aadir -cosaque ningn historiador o economista se preocup de hacer- las colectas efectuadas entre lostrabajadores rusos y que el 27 de octubre de 1936 ascendan a ms de 47 millones de rublos, segnla propia prensa sovitica; las exportaciones de plomo, mercurio, potasa, textiles, naranjas, etc., condestino a la URSS; las fbricas enteras que, segn afirm Santilln en su citado libro, se llevaron losrusos, entre otras las de papel de fumar de Alcoy, as como algunos secretos de fabricacin deciertas industrias; por ltimo, para terminar esta breve relacin, la veintena de buques mercantesespaoles que quedaron internados en los puertos soviticos al finalizar la guerra civil y que laURSS se apropi. Y todava habra que agregar los 50 millones de dlares que segn afirm eldiario Pravda el 4 de abril de 1957 les qued adeudando la Repblica! Convirtase todo esto endlares, smese a los 578 millones que represent el oro enviado a Mosc en octubre de 1936 y secomprobar fcilmente que casi iguala el importe conjunto de las ayudas que Alemania e Italiaprestaron al general Franco. Por si fuera poco, obligado es afirmar que en los campos de batalla sevio que el material enviado por esos dos pases super -no slo en cantidad, sino tambin encalidad- al recibido por la Repblica de su protector sovitico. Por tanto, cabe decir sin temor aser desmentido que la tan cacareada ayuda sovitica represent una mayscula estafa. Undesfalco y una estafa , titul elocuente y acertadamente Indalecio Prieto uno de sus artculos sobreeste asunto.

    El papel del Partido Comunista de Espaa

    El instrumento visible y activsimo de la intervencin sovitica fue, naturalmente, el PartidoComunista de Espaa. Como seal el historiador David T. Cattell, esta organizacin se ocupsobre todo de las manifestaciones pblicas y de la propaganda, puesto que la verdadera direccin yel poder de decisin estaba en otras manos ms slidas, pero en realidad fue la mampara tras la cualmaniobraron los representantes directos de Mosc. Este papel asignado al Partido Comunista de

  • Espaa nos permite afirmar que la poltica que llev a cabo resultar incomprensible si se la juzgasegn los viejos conceptos y se la encuadra en un mero significado reformista, como se hizo durantenuestra guerra civil a causa de su posicin irreductible a la revolucin desencadenada el 19 de juliode 1936. Al fin y al cabo, este partido tan demcrata y republicano durante el periodo de laguerra era el mismo -casi con los mismos hombres- que se mostr tan antirrepublicano y revolucionario en 1931-1935, Por qu? Cmo interpretar un cambio de poltica tan radical? Adecir verdad, el Partido Comunista de Espaa no era ni reformista ni revolucionario : limitbase aaplicar al pie de la letra, con absoluta fidelidad, la lnea de conducta que le dictaba Mosc, que unasveces poda parecer revolucionaria y otras reformista, segn unas actitudes que correspondan a lascircunstancias del momento, pero que en todo instante respondan a los intereses particulares de laUnin Sovitica. Quien no haya comprendido una verdad tan elemental y a la par tan evidente, serincapaz de escapar al ddalo de las aparentes contradicciones de la poltica comunista, por lo queacabar por limitarse a comentarios meramente epidrmicos o aceptar resignado -por comodidad opor cobarda- las explicaciones dialcticas de los comunistas. Precisamente ha sido estaincomprensin lo que ha permitido a estos ltimos imponerse poco a poco durante la guerra civil,mientras las dems organizaciones -socialistas y anarquistas, sobre todo- se dejaban atrapar mercedal seuelo de la lucha antifascista, de la unidad de accin, del mando nico, etc., todo ello necesarioen general pero que en el contexto imperante serva en realidad la poltica hegemnica del PartidoComunista de Espaa, es decir, de la Unin Sovitica.El Partido Comunista de Espaa dependi de Mosc desde el mismo instante de su fundacin. Laescisin en las Juventudes Socialistas, primero, y en el Partido Socialista, despus, fueron obra noslo de la impaciencia de algunos militantes cegados por la gran llamarada de la revolucin rusa,sino de las sugestiones de los dos primeros delegados que la Internacional Comunista envi aEspaa, el ruso Mijail Borodin y el mejicano Manuel Ramrez, reemplazados luego por el italianoAntonio Graziadei y por el suizo Jules Humbert-Droz. El Partido Comunista de Espaa fuedefinitivamente creado en noviembre de 1921 y un mes ms tarde conoci su primera crisis, a laque sucederan no pocas, todas ellas resueltas burocrticamente por los delegados de Mosc, loscuales ignoraban todo cuanto se relacionaba con Espaa y los espaoles, incluso la propia lenguadel pas. Por tanto, a pesar de las motivaciones revolucionarias de sus militantes, dicho partido fuedesde su fundacin un injerto artificial y extrao en la vida social espaola. An agrav estasituacin la poltica que le impuso la Internacional Comunista, basada principalmente en unenfrentamiento -a veces violento y hasta sangriento- con el Partido Socialista y con laConfederacin Nacional del Trabajo, las dos organizaciones obreras ms importantes de Espaa. Elresultado fue que el Partido Comunista no pas de ser una pequea secta, que veget sin pena nigloria durante los aos de la dictadura del general Primo de Rivera, hasta tal punto que por decisinde la Comintern la direccin del partido termin por instalarse en Pars, puesto que en Espaa notena nada que dirigir. En la capital de Francia se celebro incluso, en 1929, el llamado III Congresodel Partido Comunista de Espaa. Los consejeros y delegados de la Internacional Comunista sesucedan los unos a los otros -Humbert-Droz, Doriot, Duclos, Stoeker, Purmann, Neumann, Grieco,Rabat, etc., pero todos ellos se sacudan las pulgas en sus informes a la Comintern, culpando a losdirigentes comunistas espaoles de individualismo ,insuficiencia , indisciplina,incomprensin, etc. En resumen : la poltica de la Internacional Comunista que ellos seencargaban de transmitir era justa, pero la direccin espaola no saba aplicarla. Incluso tres de susdirigentes sucesivos haban terminado mal, nada menos que en las filas del enemigo : Garca Cortsse convirti en primorriverista, Merino Gracia en protegido del Sindicato Libre y Prez Sols fuenombrado por el general Primo de Rivera para un alto puesto en la CAMPSA. La descomposicinde la reducida organizacin comunista result total. Joaqun Maurn juzg as la situacin (25) : En 1931, en vsperas de la proclamacin de la Repblica, al cabo de once aos de existencia, elPartido Comunista era un fracaso. La inmensa mayora de los que lo integraron en su poca heroicay difcil, defraudados, lo haban abandonado. Por una razn u otra, descubierta la trampa, senegaban a formar parte de una organizacin que estaba al servicio de una nacin extranjera. ElPartido Comunista era ruso y no espaol. Estaba dirigido desde Mosc y se sostena con la ayuda

  • econmica suministrada por Mosc. Dejado a s mismo, se hubiese desvanecido sin pena ni gloria.En 1930, como es sabido, el rgimen monrquico espaol entr en franca crisis. Sin embargo, lostericos de la Internacional Comunista no la percibieron. Informando ante el Ejecutivo de laComintern, Manuilski, uno de sus principales dirigentes, afirmaba sentenciosamente que unahuelga parcial [en cualquier pas] puede tener mayor importancia para la clase obrera internacionalque ese gnero de revolucin a la espaola, efectuada sin que el Partido Comunista y elproletariado ejerzan su funcin dirigente . Segn los burcratas estalinistas no poda haberrevolucin ni cambio alguno en Espaa, puesto que el Partido Comunista no era el dirigenteprincipal. Cmo poda serlo, si prcticamente no exista? Curiosa situacin, que la InternacionalComunista resolva mediante su peculiar dialctica. No obstante, la revolucin a la espaola eraalgo real de la que todos se daban perfecta cuenta en Espaa, salvo los numerosos delegados de laComintern y sus amos de Mosc. Al iniciarse 1931, haba en Barcelona nada menos que cinco consejeros , que no tenan a quien aconsejar : el suizo Humbert-Droz, los franceses Duclos yRabat, el caucasiano Pierre y otro suizo, Stirner (Adgar Woog). Ahora bien, el propio Humbert-Droz escribi aos ms Tarde (26) : El Partido Comunista no exista en Barcelona. [] Era laprimera vez que tena como tarea poner en movimiento un partido que nos exista . Y en las otrasciudades espaolas? En Madrid continuamos siendo una pequea secta sin influencia y enBilbao va mal, muy mal , pues slo cuentan con catorce miembros . Luego aade: Pareceser que en Sevilla las cosas van mejor, pero ser preciso controlar los nmeros que nos dan, un pocodemasiado redondos y astronmicos. Prosigamos con estos informes reveladores : Nuestropartido contina viviendo en una pasividad absoluta y temiendo aparecer a la luz del da. [1Stirner y yo tenemos que escribir una buena parte de los artculos, si se quiere que el peridico sepublique. Y an : En el partido domina el sueo profundo e inocente de la infancia, todava en lacuna; de un cementerio abandonado, por decirlo as, lo que sera ms justo ya que el nio no sedesarrolla (27). En una carta dirigida a su esposa, fechada el 5 de febrero de 1931, Humbert-Drozle dice : Te dir que los cuatro peregrinos de la Meca no tienen gran cosa que hacer []. Rabatest en su elemento : se levanta a medioda, lee los peridicos en la terraza de un caf bebiendo elaperitivo, ajenjo o vermut, se va a comer, luego vuelve para tomar el caf, pasa el resto del da en elcine o en las cerveceras. El joven [ Pierre , el caucasiano], aunque un poco menos perezoso,sigue poco ms o menos su ejemplo. Stirner multiplica los paseos y las excursiones, y yo meesfuerzo en hacer algo til redactando los documentos del partido []. La censura no deja pasarnada y como nuestra filial [el Partido Comunista espaol] est fuera de toda vida poltica y de lavida obrera, no se sabe nada, ni siquiera lo que pasa en la propia ciudad. Gracias al BerlinerTagblatt supimos que haba una huelga en la universidad! Empero, en su informe a Mosc quelleva fecha del 14 de febrero, Humbert-Droz cambia de tono y escribe : Un rasgo caractersticorespecto a la posicin de Bullejos (28) [entonces secretario general del PCE] : est contra laconsigna de los soviets, incluso como consigna de propaganda, por lo que nos ha costado muchotrabajo convencer a nuestros camaradas del Ejecutivo, despus de este veto de Bullejos, que elprograma del partido debe trazar como perspectiva una Espaa sovitica. No exista partido, peropara ser grato a Mosc, Humbert-Droz, buen funcionario, repite las tonteras habituales y comonecesita hallar un responsable no duda en sealar a Bullejos, el secretario general, que al fin y alcabo no haca otra cosa que repetir lo que se le ordenaba, con un fidesmo irracional.Once das ms tarde, el 25, vuelve Humbert-Droz a enviar un nuevo informe a su jefe de laComintern, Manuilski, en el que olvidando las zarandajas de los soviets, insiste sobre la situacinreal del Partido Comunista de Espaa : Jams apareci con tal nitidez la tragedia de la situacinde aislamiento de nuestro partido, de su pasividad, de su absoluta falta de organizacin y de relacincon las masas. [] No obstante las orientaciones enviadas a las regiones para organizar mtines tanpronto se restablecieran las garantas constitucionales, ninguno fue organizado en parte alguna. Yel 1 de marzo escribe a su esposa : Resulta poco interesante trabajar por la simple razn de que noexiste partido y que lo que aqu se denomina Partido Comunista es una pequea secta sin

  • posibilidad de irradiacin. Esto era cierto pero no lo era menos que ni l ni los dems delegadosde la Internacional Comunista, encargados de dirigir el Partido Comunista de Espaa, eran capacesde comprender la verdadera situacin espaola. El ciego sometimiento a la orientacin impuestadesde Mosc les impeda abrir los ojos como era obligado. A mediados de marzo, Humbert-Drozinformaba a Manuilski: Las ilusiones republicanas y parlamentarias se disipan y las huelgas, losconflictos econmicos se multiplican. Y un mes ms tarde se proclamaba la Repblica! Elderrumbamiento de la monarqua no figuraba en el esquema que los profesionales de la Cominternhaban trazado, pero esto no fue bice para que en un nuevo informe Humbert-Droz escribiera :Las elecciones municipales fueron una victoria inmensa de los republicanos y de las fuerzas deizquierda pequeo burguesas. El rey abdic y abandon el pas precipitadamente, acompaado devarios grandes de Espaa, la nobleza terrateniente del rgimen. Se quemaron un buen nmero deiglesias y de conventos. En una palabra : el desarrollo de los acontecimientos confirm mi anlisisde la situacin. Como puede comprobarse, estos burcratas no tienen cura : a imagen y semejanzade su jefe supremo Stalin, nunca se equivocan, todo lo tienen previsto, la verdad les acompaacomo su propia sombra Sin embargo, como esa certeza que muestran en sus anlisis polticos nova acompaada de resultados tangibles, entonces recurren al socorrido argumento de la incapacidaddel partido para aplicar sus orientaciones. En otro informe redactado das despus de laproclamacin de la Repblica, nuestro hombre dice : Las elecciones municipales han puesto demanifiesto la enorme debilidad del partido, su aislamiento completo, su mnima influencia sobre lasmasas. Estamos obligados a comprobar que nos mecamos de ilusiones y que no hemos contado conla influencia que creamos tener. Los resultados son inferiores a los clculos ms pesimistas. EnBarcelona mismo, fue una verdadera tragedia. [] No hemos recogido ni 100 votos, mientras losmaurinistas, que desarrollaron una campaa ms intensa que nosotros, reunieron ms de 3 000votos. En Sevilla [] no obtuvimos ni 800. En Madrid no lgranos 200. No comparta, desdeluego, el optimismo de los que evaluaban nuestra influencia a base del xito de nuestros actoselectorales, pero no crea que el partido fuese tan dbil La oleada republicano-socialista fueconsiderable y supera todas las previsiones de los propios republicanos. Fue un verdadero plebiscitocontra la Monarqua en todos los lugares donde se pudo votar, es decir, en todos los grandes centrosurbanos. La masa estaba en la calle. Centenares de miles de personas de toda clase, que aplaudanlas banderas republicanas, cantaban, bailaban y no tenan deseo alguno de luchar ni manifestarse enfavor de consignas precisas. Hay que tener en cuenta este ambiente de fiesta popular paracomprender el fenmeno que se ha producido : los comunistas que intentaban manifestar, repartiroctavillas o dirigir la palabra a la multitud fueron silbados, abroncados y acogidos con hostilidadamenazadora. Lo que no dice es la causa real de esa hostilidad amenazadora : la consigna de loscomunistas, en aquellos momentos de general euforia republicana era Abajo la Repblica y vivalos soviets! Y esa consigna aberrante, polticamente absurda y tcticamente contraproducente, haba sidoimpuesta por los Humbert-Droz, es decir, por la Internacional Comunista. Bullejos, secretariogeneral del Partido Comunista de Espaa en aquellos tiempos, escribi aos ms tarde1 : Desdelos primeros momentos, la actitud de los comunistas fue de franca oposicin al gobierno provisionalde la Repblica. En su primer manifiesto, redactado en perfecto acuerdo con la delegacininternacional que la componan Humbert-Droz -antiguo secretario de la Internacional para lospases latinos- y Rabat -destacado militante del partido francs- se invitaba al pueblo espaol aderrocar la Repblica burguesa, como haba derrocado la Monarqua, instaurar el Gobierno Obreroy Campesino. Pocos das despus recibanse de Mosc las nuevas directivas polticas y tcticas,todas las cuales tenan como meta la creacin de soviets en Espaa. A pesar de la ruda leccinrecibida, Mosc se limit a criticar la direccin espaola y a insistir en los mismos errores. El 21 demayo de 1931, cinco semanas despus de la proclamacin de la Repblica, Manuilski dirigi alComit Central del Partido Comunista de Espaa una carta abierta, en la que dictaminaba : Elpapel del partido en el desarrollo de tal revolucin no era el de defender al gobiernocontrarrevolucionario de la Repblica, de gritar Viva la Repblica! y de colocarse a remolque de lapequea burguesa, como lo han hecho trotskistas y maurinistas. Deba llamar a las masas obreras y

  • campesinas a luchar contra las fuerzas del antiguo rgimen, contra los aristcratas, los altosdignatarios de la Iglesia, los oficiales monrquicos, los somatenes, la Guardia civil, la polica deAlfonso XIII, etc.; exigir y arrastrar a las masas a llevar a cabo el encarcelamiento del rey y detodos los elementos monrquicos, la creacin de un tribunal revolucionario designado por lossoviets para juzgar al rey y a los ministros de la realeza y de la dictadura, el secuestro de loscapitales y valores de la Corona, de los aristcratas y de la Iglesia, y su utilizacin para socorrerinmediatamente a los parados, la toma de la tierra y la creacin de los soviets Pero, cmo lossoviets podan designar un tribunal revolucionario cuando un par de lneas despus se aconsejaba lacreacin de esos mismos soviets? Cmo el Partido Comunista poda arrastrar a las masas si talpartido no exista? Manuilski, desde luego, hablaba por hablar y no saba lo que deca. Refirindosea aquel trascendental periodo y al papel desempeado por los comunistas, escribi Maurn en elmencionado libro : Bajo la frondosa direccin de la Comintern, el Partido Comunista hizo tantas ytales tonteras en 1931 y 1932, que prcticamente qued separado de las masas. Iba a contrapelo dela historia. No comprendi nunca el proceso histrico que viva Espaa. Incapaz de pensar,trasladaba a Espaa lo que haba ocurrido en Rusia en 1917. En segundo lugar, en Rusia, en 1917,haba gigantes revolucionarios de la talla de Lenin, Trotski, Bujarin, mientras en Espaa habapulgas importadas de la talla del suizo Humbert-Droz, el argentino Codovila, el francs Rabat, elblgaro Stepanov, etc. La sublevacin del general Sanjurjo contra la Repblica, en agosto de 1932, sorprendi,naturalmente, al Partido Comunista de Espaa y a su farndula de consejeros internacionales,empeados todos ellos en la lucha contra esa misma Repblica. Bullejos, en su libro ya citado,afirma : El Partido Comunista, en estas circunstancias, pretendi modificar la orientacin de supoltica, colocando en plano preferente la lucha contra la reaccin monrquica y de derechas. Nofue posible conseguirlo dada la intransigencia de la Internacional, sobre todo de su delegacin enEspaa, que, prisionera del espritu de la Resolucin del VI Congreso mundial, no se avena aconsiderar a los monrquicos y reaccionarios como los verdaderos enemigos de la democracia. ParaMosc toda contemporizacin con los socialistas era una desviacin de la lnea revolucionaria. Mosc, en efecto, haba sentenciado en la carta abierta dirigida en enero de 1932, en vsperas del IVCongreso del Partido Comunista de Espaa, a todos los militantes del mismo : El PartidoSocialista es el campen de la reaccin en la ofensiva de la contrarrevolucin burguesa y agrariacontra la clase obrera y las masas laboriosas. [] En el momento en que los socialistas semanifiestan como el partido ms activo de la contrarrevolucin burguesa-agraria, en que condiscursos demaggicos, promesas y el terror del aparato del Estado se esfuerzan en apoderarse delmovimiento sindical obrero, en transformar los sindicatos en organizaciones que persigan los finesde un Estado fascista, es menester que el Partido Comunista despliegue el mximo de actividad paradesenmascarar a los socialistas En aquellos aos, pues, mal que les pese hoy a los historiadores del Partido Comunista de Espaa, para ste el enemigo principal eran los socialistas,motejados adems de socialfascistas , representantes de la contrarrevolucin burguesa-agraria segn los infaustos tericos de la Internacional Comunista. Comentando precisamente estacarta abierta de Mosc a los comunistas espaoles, escribi por aquel entonces Andrs Nin(29): Se traza un esquema, se lanza una frmula abstracta y los hechos han de adaptarse a este esquema ya esta frmula. Y si no es as, tanto peor para los hechos. Claro est que la historia sigue su caminoy la realidad demuestra a cada paso la falsedad del esquema; pero esto no inmuta a los burcratas dela Internacional. Cuando la catstrofe es inminente se cargar el muerto a los celosos ejecutores dela lnea general. Y as sucedi. La opinin de Bullejos respecto a la sanjurjada del 10 de agosto de1932 le cost sin duda el puesto que vena ocupando, puesto que el 18, una semana ms tarde, fueexcluido del Bur Poltico junto con los otros miembros de la direccin (30), declarando actoseguido su sumisin al nuevo equipo : Los miembros del Bur poltico reunidos declaran ante laInternacional Comunista que reiteran su ms incondicional adhesin a su poltica y que estndispuestos a acatar sus disposiciones y continuar fieles a ella, ocurra lo que ocurra. Perinde accadaver, disciplina y obediencia ciega. Semanas despus, el 21 de octubre, Bullejos, Adame, Trilla yVega fueron expulsados del partido. En La Correspondencia Internacional correspondiente al 11 de

  • noviembre de 1932, se public una resolucin referente a esta expulsin firmada por la Comisinespaola elegida por la XII sesin plenaria del Comit Ejecutivo de la Internacional Comunista, enla que se deca que la contrarrevolucin espaola ha hecho cuatro nuevos reclutas . Datocurioso : esa Comisin espaola -vale la pena subrayar lo de espaola- estaba presidida por elfrancs Marty e integrada por el alemn Thaelmann, el francs Duclos, el italiano Togliatti, eljapons Katayama, el hngaro Bela Kun, el polaco Lensky, el chino Van Min y el mejicanoGonzlez. Estos nombres muestran palmariamente que los comunistas espaoles no eran otra cosaque simples peones manejados a voluntad -muy mal, sea dicho de paso- por los burcratas queconstituan la cohorte de revolucionarios profesionales , a las rdenes a su vez del Kremlin. Unosrevolucionarios profesionales que tenan ms de profesionales que de revolucionarios. Sin embargo,con la nueva direccin espaola la poltica del Partido Comunista sigui siendo la misma, porqueidntica era la poltica impuesta por la Internacional Comunista : soviets, gobierno obrero ycampesino, revolucin sovitica, es decir, una poltica que nada tena que ver con la realidadespaola. Los dirigentes del partido -coment Andrs Nin en su folleto La huelga general de eneroy sus enseanzas (marzo ds 1933)- parecen no tener otro empeo que el evitar que, a pesar de lascircunstancias objetivas, excepcionalmente favorables, pueda dicho partido salir del estadoembrionario en que se encuentra . Y en otro artculo suyo (31) sealaba : Claro que para que elpartido acte de una manera eficaz, es preciso que abandone definitivamente su demagogia huera,renuncie a la absurda teora del socialfascismo que le separa de las masas socialistas, aprenda asaber distinguir los antagonismos existentes en el seno de las clases explotadoras utilizndolos enprovecho propio, emplee un lenguaje adecuado para con las masas que se hallan bajo la influenciaanarquista, instituya un rgimen de democracia interna que convierta al partido en la granorganizacin revolucionaria de la clase obrera y reniegue de su estpida poltica de escisinsindical. A decir verdad, esto era pedir peras al olmo. Sin embargo, cuarenta aos despus, en sumencionado artculo de la Revista Internacional, Dolores Ibrruri reconoce explcitamente loserrores sealados por Nin, al escribir : Algo haba en nuestra poltica que no era correcto y quechocaba con las posiciones de la clase obrera, de los campesinos y de las fuerzas democrticas. Yese algo era nuestro infantilismo revolucionario que nos separaba de las masas, ilusionadas por lafacilidad con que haba sido derrocada la monarqua. Con un criterio extremista comparbamos alos dirigentes socialistas con los socialfascistas Y en el mismo artculo confiesa : Al constituirla seccin espaola de la Internacional Sindical Roja, sacamos a los comunistas de los sindicatos enlos cuales actuaban como grupos de oposicin, y con ellos constituimos una nueva organizacin, almargen de las organizaciones sindicales, y por tanto sin posibilidad de actuar en stas, y en la cuallos comunistas se frean en su propia salsa, sin poder influir ni en el movimiento obrero, ni en lasluchas de los trabajadores. Esto lo sentamos todos, ms o menos, pero nadie lo deca, o por perezamental o por una mal entendida disciplina. Disciplina hacia quin? La autora de estas lneas no lodice, pero se adivina. En realidad tratbase del sometimiento a Mosc.Mientras los comunistas continuaban impertrritos atacando a socialistas y anarquistas, aplicandoas ciegamente los acuerdos del VI Congreso de la Internacional Comunista, tenan lugar gravesacontecimientos en Europa y en Espaa : en Europa a causa de la subida al poder del hitlerismo yen Espaa por el reforzamiento de las derechas, aglutinadas en la CEDA (Confederacin Espaolade Derechas Autnomas). En noviembre de 1933 se cre Falange Espaola y el mismo mes fueescenario del triunfo derechista en las elecciones a Cortes. No obstante la agudizacin de laamenaza reaccionaria, el Partido Comunista trat de dividir an ms el movimiento obrero creandola llamada Confederacin General del Trabajo Unitaria. Su poltica la vemos reiterada en un artculotitulado Las tareas fundamentales del PCE en la etapa actual del desarrollo de la revolucin enEspaa , publicado en tres nmeros sucesivos de La Correspondencia Internacional (21 y 28 deabril y 5 de mayo de 1933) con la firma de J. Chavaroche, tras la cual se esconda el consejero Stepanov. En ese artculo se deca : El Partido Comunista de Espaa debe orientarse hacia ladictadura del proletariado y de los campesinos bajo la forma de soviets [puesto que se ha entrado]en la fase de preparacin -poltica y orgnica- de los obreros y campesinos para la toma del poder ,insistiendo el autor en que la misin de los comunistas es abordar la preparacin poltica y

  • orgnica para la toma del poder . En la misma revista y en el nmero de agosto, Vicente Arroyoterminaba un artculo suyo de la manera siguiente : He aqu nuestra tarea esencial en estosmomentos : desenmascarar implacablemente la nueva posicin de traicin de los jefessocialfascistas espaoles. La intervencin de Dolores Ibrruri en la XIII sesin plenaria de laInternacional Comunista, reunida en Mosc en diciembre de 1933, o sea un mes escaso despus dehaber conquistado el poder las derechas en Espaa, ofrece los mismos sntomas de desvaro poltico: La lucha por el poder sovitico est actualmente al orden del da en Espaa. [] Nosotrosdebemos presentar la cuestin del Gobierno Obrero y Campesino, del poder sovitico, crear loscomits de fbrica y los comits de campesinos, realizar el frente nico de todos los trabajadoresbajo la bandera del comunismo. [] Si nosotros sabemos realizar este trabajo, si emprendemos lava que nos ha trazado la Internacional Comunista, conseguiremos instaurar en Espaa el podersovitico. Mera palabrera, para mostrar su fidelidad canina a los dirigentes de Mosc. Todo estose silencia ahora en las publicaciones comunistas y en los propios artculos de Dolores Ibrruri, paraocultar el papel nefasto que entonces desempearon. Refirindose a las Alianzas Obreras, creadasen Catalua, Asturias y Madrid, principalmente, como un intento slido de oponer un valladar alavance reaccionario, los comunistas escriben en Guerra y revolucin: El Partido Comunistadecidi de momento no ingresar en ellas. Pero el rpido desarrollo de los acontecimientos le hizoreconsiderar su actitud. Lo que se callan es que durante meses y meses llevaron a cabo unadesesperada lucha contra las Alianzas Obreras. Mundo Obrero, el rgano comunista, escriba el 25de julio de 1934 : En su origen, la creacin de estas Alianzas entraaba un manifiesto propsito deescindir el movimiento antifascista. De la garanta que ofrecen dichas Alianzas contra el fascismopodramos remitirnos, a falta de otros elementos, a su actividad en las ltimas grandes luchas delproletariado y de los campesinos. Su actuacin ha sido simplemente negativa o simplemente nula. Y el 1 de agosto, el mismo peridico insista : Las Alianzas Obreras son rganos fantasmas,creados a espaldas de las masas, entre los cuatro muros de una secretara y con el fin de impedir elverdadero frente nico. El Partido Comunista saba que cuanto deca no era cierto, que talesorganismos no eran un simple slogan de propaganda y que, por el contrario, se haban convertido enun importante instrumento poltico de lucha; pero las combatan sin tregua porque escapaban a sucontrol y eran un rotundo ments a toda su poltica.Esta posicin absurda del Partido Comunista tena que desazonar a algunos de sus militantes, loscuales comprobaban da tras da la distancia que mediaba entre la palabrera que se les obligaba arepetir cansinamente y la realidad imperante. El Partido Socialista entraba en un periodo de lucha detendencias, como consecuencia de los flacos resultados obtenidos en su colaboracin gubernamentaly asimismo de los acontecimientos que tuvieron por escenario Austria, donde la socialdemocracia,hasta entonces poderosa, haba sido barrida por las armas. Sin embargo, el Partido Comunista, atadoa su esquema poltico, no perciba esa evolucin. Mundo Obrero del 26 de julio insista una vez ms: Es el Partido Socialista quien, despus de su desvergonzada colaboracin ministerial, nada mscomenz el periodo electoral, se presenta a las masas como un partido revolucionario. [] ElPartido Socialista derrocha demagogia para