Las Bodas Alquimicas de Crc Tomo 1

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    LAS BODAS ALQUMICAS

    DE

    CRISTIAN ROSACRUZ

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    LOS MISTERIOSDE LA FRATERNIDAD

    DE LA ROSACRUZ

    Anlisis esotrico del Testamento espiritualde la Orden Rosacruz

    por

    JAN VAN RIJCKENBORGH

    En tres volmenes:

    I. La llamada de la Fraternidad de la Rosacruz (Fama Fraternitatis A.D. 1614)

    II. La Confesin de la Fraternidad de la Rosacruz (Confessio Fraternitatis A.D. 1615)

    III. Las Bodas Alqumicas de Cristian Rosacruz (Chymische Hochzeit Christiani Rosencreutzanno 1459 - A.D. 1616)

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    LAS BODAS ALQUMICAS

    DE

    CRISTIAN ROSACRUZ

    (Anlisis esotrico de Chumische Hochzeit Christiani Rosencreutzanno 1459 - A.D. 1616)

    por

    JAN VAN RIJCKENBORGH

    PRIMERA PARTE

    Traducido del francsTtulo original:

    DE ALCHEMISCHE BRUILOFTVAN

    CHRISTIAAN ROSENKRUIS

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    PROLOGO

    En el momento de comprometernos a publicar estos comentarios de las Bodas Alqumicas deCristian Rosacruz, nuestros pensamientos se dirigen espontneamente hacia Johann Valentn

    Andreae, autor de esta obra de los Rosacruces clsicos. Andreae y su obra se destacan cualverdadera antorcha, cuya luz todava irradia por doquier en nuestros das. Y cuando es necesarioque surja una nueva luz en el mundo, al servicio de la gran obra de liberacin de la humanidad,sta es encendida y unida a la Llama inextinguible del antiguo Candelero.

    Acordndonos de esto, nos sentimos llenos de agradecimiento interior -ahora que hallegado el momento, probablemente por primera vez en la historia- por poder desvelar el mensajede Salvacin al que Johann Valentn Andreae ha dado forma en esta obra, de manera taningeniosa. Dedicamos este libro a todos los que aspiran al conocimiento vivo y vivido del Caminode Liberacin, y quieren hacerse dignos de l.

    Que puedan llegar a ser muy, muy numerosos; una multitud que nadie pueda contar!

    Jan van Rijckenborgh

    SUMARIO

    Prlogo

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    Las Bodas Alqumicas de Cristian Rosacruz (Desde elPrimer Da a la primera parte del Tercer Da)Introduccin

    EL PRIMER DA

    1 La vspera de Pascua2 La carta de invitacin3 C.R.C. se hace consciente de su propia indignidad4 El sueo de C.R.C.5 La cuerda salvadora6 C.R.C. se prepara para el viaje

    EL SEGUNDO DA

    7 Los cuatro caminos8 El encuentro con la paloma y el cuervo9 Alejaros, si no sois dignos!10 Las seis linternas11 El Templo del Juicio (I)12 El Templo del Juicio (II)13 La corriente del Nmero perfecto

    EL TERCER DA

    14 La balanza y el juicio15 Los siete pesos (I)16 Los siete pesos (II)17 Las cuatro rosas18 Las seis sentencias19 Las comidas del Juicio20 El lugar del Juicio21 La ejecucin de las sentencias (I)22 La ejecucin de las sentencias (II)23 El Unicornio, el Len y la Paloma24 El Fnix25 El guila, el Grifo y el Halcn26 El criterio astral27 La biblioteca real de la cmara funeraria28 El reloj y el globo

    EplogoGlosario

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    LAS BODAS ALQUMICAS

    DE

    CRISTIAN ROSACRUZ

    AO 1459

    Desvelados, los misterios se envilecen,Y, profanados, pierden su fuerza.

    As pues, no arrojes perlas a los cerdosNi hagas lechos de rosas para los asnos.

    ESTRASBURGOIMPRENTA LAZARI ZETZNERS

    ANNO MDCXVI

    PRIMER DA

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    Una noche, la vspera de Pascua, estaba sentado ante mi mesa y, despus de haber conversadocon mi Creador mediante una humilde oracin, como tena por costumbre, y de haber meditadoprofundamente sobre los grandes misterios (por los que el Padre de la Luz me haba mostradoampliamente su Majestad), iba a preparar en mi corazn un pan cimo puro, con mi queridoCordero pascual, cuando, de repente, un viento impetuoso se levant con una violencia tal quecre ver desmoronarse la montaa bajo la que haba excavado mi morada. Sin embargo, comonada parecido me haba ocurrido por tentativa del diablo (el cual me haba atormentado muchas

    veces), recuper el valor y prosegu mi meditacin hasta el momento en que, de forma inhabitual,alguien me toc la espalda, lo que me espant hasta tal punto que, aunque al mismo tiemposintiera un gozo como no puede conocer la flaqueza humana sino en parecidas circunstancias, nome atrev a volver la cabeza. Termin sin embargo volvindome, pues continuaban tirando demis ropas reiteradamente. Una maravillosa forma de apariencia femenina se encontraba all,cubierta con un vestido azul suntuosamente constelado de estrellas de oro, como el cielo. En sumano derecha llevaba una trompeta de oro puro, en la que estaba grabado un nombre, quellegu a leer pero que me est prohibido revelar; en su mano izquierda, tena un grueso paquete

    de cartas escritas en todas las lenguas, que deba distribuir, como supe ms tarde, en todos lospases.Tena unas alas grandes y magnficas, completamente cubiertas de ojos, gracias a las cuales

    poda elevarse en los aires y volar ms rpido que el guila.Quizs hubiera podido observar otros detalles que la concernieran, pero como se qued

    junto a m muy poco tiempo, y yo an estaba aterrorizado y sorprendido, no me fij en ms.Apenas me haba vuelto, busc en su paquete de cartas y encontr al fin una pequea carta quedeposit con respeto en mi mesa; despus desapareci sin decir una sola palabra. Mas al alzar su

    vuelo, toc tan fuerte su bella trompeta que el sonido reson por toda la montaa, y no pude ormi propia voz durante casi un cuarto de hora.

    Tan desdichado era que, no sabiendo que partido tomar ante esta imprevista aventura, ca

    de rodillas y ped a mi Creador que me salvaguardara de todo lo que amenazara mi salvacineterna; a continuacin, lleno de angustia y temor, cog la carta que encontr tan pesada como sitoda ella fuera de oro macizo. Examinndola con atencin, descubr el minsculo sello que lacerraba, sobre el que estaba finamente representada una cruz, con esta inscripcin: "In hoc signo+ vinces" (Con este signo, vencers). Este descubrimiento me tranquiliz plenamente pues saba,con certeza, que al diablo no le agradara este sello y que, por otra parte, no lo usaba. Abr lapequea carta con precaucin y encontr escrito, con caracteres de oro sobre campo azul, lossiguientes versos:

    Ha llegado el da, ha llegado el da,Para quien puede presentarse a las Bodas del Rey.

    Si has nacido para participar en ellas,Elegido por Dios para la alegra,Puedes escalar la montaaDonde se erigen tres templos

    Y all contemplar el Prodigio.S vigilante,Examnate.Si no te has purificado

    Las Bodas, ciertamente, te daarn.Quien no lava sus pecados

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    Ser encontrado demasiado ligero.

    Al pie figuraba:

    "Sponsus et Sponsa" (El esposo y la esposa)

    Leyendo esta carta estuve a punto de desvanecerme. Se me erizaron los cabellos y unsudor fro ba mi cuerpo. Comprenda que se trataba de las bodas que me haban sidoanunciadas, siete aos antes, en una visin; esperadas desde hace tiempo con gran deseo yprevistas por clculos y anlisis extrados de mis posiciones planetarias, no obstante, jams habasupuesto que se acompaaran de condiciones tan severas y tan arriesgadas. Antao, me habaimaginado que, en efecto, bastara con presentarse a las bodas para ser un husped bien acogido yestimado; y hete aqu que se me hablaba de una eleccin divina de la que, en lo que a mirespecta, no me haba sentido merecedor. Descubra tambin, cuanto ms me examinaba, que enmi cabeza slo haba incomprensin e ignorancia con relacin a las cosas ocultas; que tampoco

    era capaz de comprender las cosas ms sencillas de mis ocupaciones cotidianas. Que todavaestaba menos destinado, por mi nacimiento, a profundizar y conocer los secretos de la naturaleza.A mi parecer, la naturaleza poda encontrar, en cualquier lado, un discpulo ms virtuoso a quienconfiar tesoros tan preciosos, aunque estuviesen sometidos al tiempo y al cambio. Descubrigualmente que mi cuerpo, mi comportamiento exterior y el amor fraterno a mi prjimo, no eranan verdaderamente puros y sin mculas.

    Me pareca que el aguijn de la carne estaba an presente en m, dirigido especialmentehacia la consideracin y el lujo de este mundo y no hacia la salvacin de mis semejantes. De talmanera que calculaba sin cesar los medios para acrecentar rpidamente mi beneficio personal,edificar grandiosas construcciones, inmortalizar mi nombre en este mundo, y mantena muchosotros pensamientos carnales del mismo tipo.

    Sin embargo, fueron las oscuras palabras relativas a los tres templos, las que me preocuparonespecialmente; incluso despus de muchas reflexiones, no llegu a esclarecerlas y quizs no lashubiera comprendido nunca sin una milagrosa revelacin. Oscilando entre el temor y laesperanza, no encontrando en m ms que impotencia y flaqueza (de forma que no poda tomaruna determinacin y me inquietaba la invitacin), acab por recurrir a mi va habitual ms segura:antes de abandonarme al descanso, hacer el profundo y ardiente ruego de que mi buen ngel seme apareciera, por decreto divino, para guiarme en mi incertidumbre, tal y como ya me habasido otorgado, algunas veces, anteriormente. Y una vez ms ocurri, gracias a Dios, bajo forma deuna preciosa y severa advertencia para mi bien y para ejemplo y enmienda (para mi bien y el demi prjimo) de mi prjimo. Apenas me hube dormido, tuve la impresin de encontrarme en latorre oscura de una prisin, atado con pesadas cadenas, junto con otros innumerables hombres.No haba el menor rayo de luz, y nos agitbamos como un enjambre de abejas, agravando anms nuestra afliccin los unos a los otros. Ninguno de nosotros poda ver nada, sin embargoperciba como algunos se esforzaban en elevarse por encima de los dems, cuando sus hierros ysus cadenas eran tan slo un poco ms ligeros. En verdad, nadie tena mucha ventaja sobre losdems; estbamos suspendidos, unos sobre otros, como un racimo de uvas.

    Habiendo permanecido mucho tiempo juntos en esta miseria, tratndonos mutuamentede ciegos y presidiarios, finalmente omos el sonido de numerosas trompetas, acompaado deredobles de tambores, ejecutados con una maestra tal que nos regocij y reconfort en nuestradesdicha.

    Al son de esta msica, el techo de la torre fue levantado y cay sobre nosotros un poco de

    luz. Habra que haber visto entonces esta agitacin! Pululbamos en desorden, hasta el punto deque quien estaba un poco por encima de los dems, caa bajo sus pies. Cada uno quera estar en

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    la posicin ms elevada y yo mismo, sin vacilar, a pesar de mis pesadas cadenas, luchaba pordesprenderme y me alce sobre una piedra que pude alcanzar. Pero, tambin all, fui atacado porlos dems, defendindome como pude con manos y pies. Slo tenamos un pensamiento: quetodos seramos liberados. Pero ocurri de otra manera. En efecto, cuando los seores que nosmiraban desde arriba, por la abertura de la torre, se hubieron divertido un poco con nuestrosgemidos y agitacin, un anciano completamente cano nos orden que nos tranquilizsemos.Cuando hubimos obedecido, pronunci las siguientes palabras, si la memoria no me es infiel:

    Con slo que el gnero humanono hubiese mirado demasiado alto,habra recibido grandes bienes,por la justicia de mi Madre.Pero como tan slo hace su voluntad,permanece con grandes tormentos,y prisionero de la noche.

    Pese a todo, mi Madre bienamada no quierever que se ha desviado.Ella hace brillar en la luzlos esplendores de sus riquezas,si bien ello ocurre raramente,a fin de mostrar la realidad,ya que sino slo se vera ilusin.En honor a la fiesta,celebrada hoy,para rendirle una mejor ofrenda,se realizar una buena obra:

    se descender ahora una cuerda.Quien se cuelgue de ella,encontrar la libertad.

    Apenas hubo pronunciado estas palabras, la anciana Dama orden a sus servidores que lanzaransiete veces la cuerda dentro de la torre y que la subieran con los que permanecieran asidos a ella.Dios me permita describir detalladamente la agitacin que nos embargo: cada uno trataba deapoderarse de la cuerda, obstaculizndonos mutuamente por esa misma razn. Transcurridossiete minutos son una campanilla: a esta seal los servidores izaron cuatro personas esta primera

    vez. Para mi mayor desdicha, yo estaba, como ya he dicho, subido en una piedra adosada almuro de la torre, lo que me imposibilitaba aproximarme a la cuerda, que penda en el centro,fuera de mi alcance.

    Se descendi la cuerda una segunda vez. Pero las cadenas de la mayora eran demasiadopesadas y sus manos demasiado dbiles para mantenerse asidos, de forma que caan arrastrandoa muchos de los que quizs se hubieran mantenido. Ms de uno fue descolgado por algunos delos que no haban llegado a alzarse, tanta era la envidia de unos hacia otros en nuestra granmiseria. Compadec sobre todo a quienes eran tan pesados que se les arrancaban las manos delcuerpo sin que lograran subir. Ocurri, pues que, en las cinco primeras veces, slo fue izado unpequeo nmero. En efecto, cuando sonaba la seal, los servidores izaban la cuerda con talrapidez, que la mayora de los que la haban cogido caan unos sobre otros. La quinta vez subi

    vaca. As que muchos de nosotros, entre los que me contaba, comenzamos a perder la esperanza

    de ser liberados e imploramos a Dios para que tuviera piedad de nosotros, y nos sacara de estastinieblas, ya que las circunstancias eran propicias; algunos fueron escuchados. Pues, cuando la

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    cuerda descendi por sexta vez, varios se agarraron firmemente y, cuando remontndose sebalance, se aproxim tambin a m, sin duda por voluntad divina. Rpidamente la cog, deforma que me encontr por encima de los dems y as, contra toda esperanza, sal por fin de latorre. Mi dicha era tan grande que no sent las heridas que me haba producido en la cabeza conuna piedra puntiaguda mientras suba, antes de ayudar a izar la cuerda por sptima y ltima vez(tal y como se haba realizado las veces precedentes). El esfuerzo hizo que se esparciera la sangresobre mi ropa pero, en mi alegra, no me apercib en absoluto.

    La ltima subida de la cuerda, traa el mayor nmero de prisioneros; entonces la ancianaDama la hizo quitar y encarg a su hijo, un hombre de mucha edad (lo que me sorprendimuchsimo), que transmitiera un mensaje a los prisioneros que an quedaban en la torre. Trasuna corta reflexin, dijo estas palabras:

    Queridos hijos que estis reunidos abajo,lo que estaba previsto, desde hace tanto tiempo,por fin se ha realizado,y ello, por la gracia de mi Madre,

    concedida a vuestros amigos.No envidiis su suerte,ya que bien pronto vendrn tiempos felicesen los que todos los hombre sern iguales,donde ya no habrn pobres ni ricos.

    As pues, a quien se exige mucho,deber trabajar mucho;a quien le es confiado mucho,deber mostrar que construye.Cesad, pues, en vuestros lamentos:

    tan slo faltan algunos das!

    Una vez fueron pronunciadas estas palabras, el techo fue colocado otra vez sobre la torre,mientras resonaban de nuevo las trompetas y los timbales. Pero el sonido de los instrumentos noera lo suficientemente fuerte para apagar los lamentos de los prisioneros de la torre, lo que mehizo llorar. Poco despus, la anciana Dama se sent con su hijo en dos sitiales dispuestos alefecto, y orden contar a los liberados. Cuando supo su nmero, lo inscribi en una tablilla deoro y pregunt el nombre de cada uno de nosotros, que igualmente fue anotado por un paje. Acontinuacin nos mir uno tras otro, suspir y dijo a su hijo, de forma que se pudiera orclaramente:" Ay, cmo compadezco a los pobres hombres de la torre! Hubiera permitido Diosliberarles a todos!" A lo que su Hijo respondi: "Madre, Dios as lo ha dispuesto, y no debemosoponernos. Si todos furamos seores y poseyramos los bienes de la Tierra, quin nos servirala comida cuando estuviramos en la mesa?" Tras lo cual la madre se call, pero al poco dijo:"Liberemos a esta gente de sus cadenas", lo que se hizo al instante. Estaba casi el ltimo de la filay, a diferencia de los dems, no pude resistir el hacer una reverencia a la anciana Dama, yagradecer a Dios que, por su mediacin, hubiera tenido a bien, en su gracia paternal, sacarme delas tinieblas a la luz. Otros siguieron mi ejemplo y se inclinaron ante la anciana Dama. Por ltimo,cada cual recibi, como vitico, una medalla conmemorativa de oro en la que estaban grabados,por un lado, el Sol naciente y, por el otro, si la memoria no me falla, las tres letras D L S (DeuxLux Solis: Dios Luz del Sol).

    A continuacin todos quedamos libres para regresar a nuestras ocupaciones,

    exhortndosenos a servir al prjimo para gloria de Dios y a no decir lo que nos haba sidoconfiado. Hicimos la correspondiente promesa y nos separamos. A causa de las heridas causadas

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    por mis cadenas, avanzaba con dificultad y cojeaba de ambas piernas. La anciana Dama sepercat pronto de ello, se puso a rer, me llam junto a ella y me dijo: "Hijo mo, no te aflijas portu imperfeccin, sino que acurdate de tus flaquezas y agradece a Dios que te permita participar,mientras que an vives en este mundo y a pesar de tu imperfeccin, de una luz tan elevada;soprtalas (guarda tus heridas) por amor a m".

    En este momento, las trompetas sonaron de nuevo, lo que me sobresalt hasta el puntode despertarme. Entonces me apercib que todo haba sido un sueo, pero estaba tanprofundamente grabado en mi conciencia, que continuaba preocupndome y tena la impresinde sentir todava las heridas de mis pies. Fuera como fuese, comprend que Dios me permitaasistir a la celebracin de unas bodas secretas y misteriosas; as con una confianza infantil,agradec a su divina Majestad, rogndole me mantuviese continuamente en el respeto que Leprofesaba, que llenara diariamente mi corazn de sabidura y de comprensin y que, sin mritoalguno por mi parte, me condujese con su gracia hasta el objetivo anhelado.

    Despus de lo cual, me prepar para el viaje, me vest con lino blanco y ce mis rionescon una cinta rojo-sangre que se cruzaba en mi espalda. Coloqu cuatro rosas rojas en mi

    sombrero, para que se me distinguiera ms fcilmente entre la muchedumbre.Aconsejado por un sabio, tom como provisiones pan, sal y agua, de los que me serv enmomentos determinados, con mucho provecho. Antes de abandonar mi cabaa, dispuesto parala marcha y vestido con mi ropa nupcial, me postr, rogando a Dios me guiase, en lo que fuera asucederme, hacia un buen fin. Y promet ante la faz de Dios que, si alguna cosa me era reveladapor Su gracia, no la empleara para obtener honor y prestigio en este mundo, sino para gloria deSu nombre y al servicio de mi prjimo. Habiendo formulado este voto, sal de mi celda lleno deesperanza y alegra.

    SEGUNDO DA

    Desde que sal de mi celda y llegu al bosque, me pareci que todo el cielo y todos los elementosse haban engalanado para las bodas. En mi opinin, los pjaros cantaban ms agradablementeque nunca y los cervatillos saltaban tan alegremente a mi alrededor, que mi viejo corazn exultabade alegra y entusiasmado, por su ejemplo, me puse a cantar a toda potencia:

    Regocijaos, amados pajarillos

    y alabad a vuestro Creador.Elevad vuestro claro y puro canto

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    hasta vuestro Dios, a lo ms alto de los cielos.El ya ha preparado vuestro alimento,y os lo dar justo cuando haga falta;aceptarlo todo con agradecimiento.

    Por qu afligirosy quejaros de que Diosos haya hecho pajarillos?Dejad de plantearosel porqu no os hizo hombres.Callaos, pues tal era su sabio deseo,llevad con agrado vuestro ligero fardo.

    Y entonces yo, pobre lombriz,discutira con Dios?Con violencia, en la tempestad celeste,luchara contra el gran Arte?Dios no se deja atosigar.Que el indigno se abstenga.Oh hombres, estad satisfechos!

    No os ofendissi no os hace emperadores.Quizs habis ofendido Su nombre,

    Pensad bien en esto.El ojo de Dios desafa toda oscuridad.El ve en el fondo de vuestro corazn,vigilad, pues, para no ofenderle jams!

    Y mi canto, surgiendo del fondo de mi corazn, se derram a travs del bosque resonando entodas partes. Las montaas me enviaban el eco de mis ltimas palabras cuando al salir del bosqueentraba en un hermoso y verde prado. All se entrelazaban tres magnficos cedros cuyas largasramas ofrecan una soberbia y acogedora sombra, de lo que me alegr mucho, pues, a pesar deque no haba andado demasiado, mi ardiente deseo me haba fatigado rpidamente. As que corrhacia los rboles para reposar un poco. Al acercarme ms, vi un cartel fijado en uno de ellos en elque, con lneas elegantes, haban escrito las siguientes palabras, que le rpidamente:

    "Dios te proteja, invitado! Si nunca has odo la noticia de las Bodas reales, entonces sopesaexactamente estas palabras:

    Por nuestra mediacin, el Esposo te propone elegir entre cuatro caminos que conducenhasta el castillo del Rey, salvo que te extraves siguiendo caminos desviados.

    El primero es corto pero peligroso, pues est lleno de obstculos en los que puedesfcilmente fracasar.

    El segundo es ms largo, a causa de sus largos rodeos, pero ciertamente va en la direccincorrecta. Es llano y fcil, a condicin de no desviarse ni a la derecha ni a la izquierda, y esto conla ayuda de una brjula.

    El tercero es la verdadera va real, pues reconforta el corazn con toda clase de alegras yde espectculos principescos. Sin embargo, hasta hoy, slo un hombre entre mil ha llegado a

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    seguirle.Por el cuarto camino, no se ha permitido a ningn mortal alcanzar el objetivo, pues su

    potencia consume, y slo los cuerpos incorruptibles pueden soportarlo. Elige, pues, cual de lostres quieres seguir y ya no te desves de l. Sabe, sin embargo, que el camino que elegirs te hasido atribuido por el destino ineluctable y que tambin te est prohibido volverte atrs un slopaso, sin que tu vida peligre.

    Esto es lo que queramos que supieras. Si tomas a la ligera esta seria advertencia,recorrers el camino en medio de los mayores peligros, con grandes quejas y lamentos. Si teconsideras culpable de la ms mnima infraccin a las leyes del Rey, date media vuelta mientrasan sea posible y regresa con rapidez a tu casa, por el mismo camino que viniste!"

    Tan pronto hube ledo este escrito, toda mi alegra se desvaneci y, despus de haber cantado tanalegremente un momento antes, me puse a llorar amargamente.

    Vea perfectamente los tres caminos ante mi y comprenda que podra escoger uno,llegado el momento; pero tema elegir el que estaba atestado de rocas y piedras, pues poda

    encontrar en l una muerte lamentable; o si era el camino largo el que me era adjudicado, podraextraviarme o incluso tener un accidente en el curso de tan largo viaje; tampoco poda esperarque, entre mil, fuera precisamente yo quien pudiera escoger la va real. Tambin vea ante mi elcuarto camino, pero estaba de tal manera rodeado de llamas y vapores, que no me aventurarapor l. En esta incertidumbre reflexion durante mucho tiempo si iba a regresar o iba a elegir unade las cuatro vas. Muy consciente de mi indignidad, me consolaba sin cesar pensando en elsueo en el que haba sido liberado de la torre, sin que, no obstante, me fiara demasiado de l.

    Dude tanto tiempo entre todas estas posibilidades, que un profundo agotamientosobrevino a mi cuerpo, el cual reclam su alimento. Cog, pues, el pan y lo cort en pedazos.Entonces vi una paloma blanca como la nieve encaramada en un rbol, cuya presencia me habaresultado inadvertida hasta ese momento, y que descendi como quizs lo hacia a menudo; se

    pos con total confianza a mi lado, que repart mi pan con ella. La paloma lo acept y su bellezame reconfort de nuevo un poco. Pero la vio un cuervo negro, enemigo suyo, que se abalanzrpidamente sobre ella, para apoderarse de su pedazo de pan, y como no era el mo el que querasino el suyo, la paloma opt por huir.

    Ambos volaron hacia el sur, lo que me entristeci y disgust hasta tal punto que, sinreflexionar, persegu al insolente cuervo y as me introduje contra mi voluntad en la va predesti-nada y, sobre la extensin de un campo de aproximadamente un acre, espant al cuervo y libera la paloma.

    Entonces me di cuenta de que haba obrado sin reflexionar y que ya me encontraba en uncamino que me estaba prohibido abandonar bajo pena de un castigo severo. Me habraconsolado de ello si, para mi pesar, no hubiera dejado mi zurrn con mi pan bajo el rbol, sinque pudiera volver a recogerlos. Pues apenas me volva, soplaba en mi direccin un viento tan

    violento que slo le falt voltearme. Sin embargo, si continuaba mi camino, dejaba de sentirlo.Comprend fcilmente que oponerme al viento me costara la vida. As pues, tome pacientementemi cruz sobre mi espalda, me puse en camino y decid, puesto que no se poda hacer otra cosa,hacer todo lo posible para llegar antes de que se hiciera de noche.

    A pesar de las numerosas bifurcaciones -probablemente falsas- guard siempre ladireccin correcta gracias a mi brjula, pues no quera desviarme un paso del meridiano, aunqueel camino fuese a veces tan rocoso y poco practicable, que crea haberme perdido.

    Mientras caminaba, pensaba continuamente en la paloma y en el cuervo, sin llegar acomprender su significado.

    Al fin divis a lo lejos, sobre una alta montaa, un prtico esplndido; a pesar de queestaba muy, pero que muy alejado de mi camino, me apresur hacia l porque el sol acababa de

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    ocultarse tras los montes sin que, an de lejos, hubiera visto abrigo o refugio. Atribua estedescubrimiento nicamente a Dios, que bien hubiera podido dejarme continuar mi caminocegando mis ojos, con el fin de que no hubiese visto el prtico! Como ya he contado, meapresur y, cuando llegu, las ltimas luces del crepsculo an me permitieron distinguir elconjunto.

    Era un prtico real admirable, ornado con una multitud de magnficos grabados deescenas y smbolos, cada uno de los cuales tena un significado muy particular, como supe mstarde. En el frontispicio haba una placa, de bastante gran tamao, que tena esta inscripcin:Procul hinc, procul ite prophani! (Lejos de aqu, alejaros profanos!) y todava otras palabras quese me ha prohibido revelar.

    Cuando llegaba al prtico, apareci sbitamente un desconocido vestido con ropa azulceleste. Le salud amablemente. Respondi a mi saludo, pidindome enseguida mi carta deinvitacin. Oh! qu alegra me dio haberla trado conmigo, pues fcilmente la habra podidoolvidar, como haba ocurrido a otros, segn me dijo. Se la ense enseguida y no slo se mostrmuy satisfecho, sino que, con gran sorpresa ma, me testimoni un gran respeto y me dijo: "Entre,

    hermano, es usted para mi un husped bienvenido". Me pidi a continuacin que le dijese minombre y, cuando le respond que era el hermano de la Rosacruz Roja, experiment unaagradable sorpresa. Despus me pregunt: "Hermano, no tiene nada con qu comprar unainsignia?" Le respond que mi fortuna era exigua, pero que le ofreca con gusto lo que pudieraagradarle de entre los objetos que posea. A peticin suya le regal mi cantimplora de agua, y medio a cambio una insignia de oro en la que estaban grabadas estas dos letras: S.C. (Spes, Charitas:Esperanza, Amor). Me exhort a pensar en l, ya que esto me sera muy til. A peticin ma, meindic el nmero de invitados que haban entrado antes que yo.

    En fin, por amistad me dio una carta sellada para el segundo guardin. Mientras meentretena hablando con l, lleg la noche; en la puerta encendieron un recipiente lleno de pez,para que pudieran orientarse los que an no estaban en el camino. El camino que conduca al

    castillo estaba cerrado por ambos lados con altos muros y bordeado por hermosos rbolesfrutales de todas las especies. En cada lado del camino haba tres rboles en los cuales estabancolgados faroles, cuyas luces haban sido ya encendidas con una esplndida antorcha por unahermosa virgen, vestida tambin de azul. Me entretuve ms de lo prudente en admirar tansoberbio y exquisito espectculo.

    Finalmente, tras haber recibido las instrucciones pertinentes, me desped del primerguardin. Mientras caminaba, me asalt el deseo vehemente de conocer el contenido de la carta,pero como no poda sospechar ninguna descortesa por parte del guardin, resist la tentacin ycontinu mi camino hasta el otro prtico. Este era casi idntico al primero, pero adornado conesculturas diferentes, de un significado misterioso. Sobre la placa fijada en el frontispicio se lea:"Date et dabitur vobis" (Dad y se os dar). Un feroz len encadenado bajo este prtico, se irguinada ms verme y me recibi con fuertes rugidos. Esto despert al segundo guardin que estabatendido sobre un bloque de mrmol, el cual me exhort a que no me inquietara ni tuviese miedo.Expuls al len que retrocedi y cogi la carta que le tend temblando. Habindola ledo, me dijocon gran respeto: "Bienvenido, en nombre de Dios, sois el hombre al que deseaba ver desdehace largo tiempo!. A continuacin me present una insignia preguntndome si tena algo conque cambiarla. Como ya no me quedaba ms que la sal, se la ofrec y la acept dndome lasgracias. Esta insignia tambin tena solamente dos letras: S.M. (Sal Menstrualis: Sal Purificadora).

    Cuando me dispona a hablar con este guardin, una campana se puso a taer en el castillo,aconsejndome vivamente el guardin de que me apresurase, ya que sino todas mis penas y misesfuerzos seran vanos, ya que arriba comenzaban a apagar todas las luces. Puse en prctica su

    consejo de forma tan precipitada que olvide despedirme de l, tal era mi temor y no sin razn. Enefecto, a pesar de la rapidez de mi carrera, ya me alcanzaba la virgen y tras ella apagaban todas las

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    luces. No hubiera podido encontrar el camino si no me hubiera iluminado con su antorcha. Yapenas si pude deslizarme detrs de ella para entrar, pues la puerta se cerr tan bruscamente quequed cogido el borde de mi capa. Y all tuve que dejarla porque ni yo, ni los que me habanaconsejado amablemente ante el prtico, pudieron convencer al guardin para que abrieranuevamente la puerta. Aseguraba que haba dado la llave a la virgen, la cual se la haba llevado alpatio.

    Durante este tiempo, contempl an el prtico. Era una tan esplndida obra maestra, que entodo el mundo no haba otro que lo igualase. A cada lado se levantaba una columna. Sobre unahaba una estatua sonriente con la inscripcin: Congratulor (me congratulo contigo). Sobre laotra, una estatua de cara triste con la inscripcin: Condoleo (sufro contigo). En pocas palabras,eran figuras y palabras tan oscuras y misteriosas, que incluso el hombre ms instruido de la Tierrano sabra interpretarlas. Pero, si Dios lo permite, en breve las describir y explicar.

    Al atravesar ese prtico tuve que decir mi nombre de nuevo; fui inscrito el ltimo en elpergamino destinado al futuro esposo. Slo entonces me fue entregada la verdadera insigniadestinada a los invitados; era ms pequea que las otras, pero mucho ms pesada. En ella estaban

    grabadas las letras S.P.N. (Sponsi Praesentandi Nuptiis: ste es en las bodas el invitado delesposo).Adems, se me dio un par de zapatos nuevos, pues el suelo del palacio estaba enlosado

    con mrmol claro. Como me resultaba agradable dar mis viejos zapatos a uno de los pobres que,con compostura, se sentaban frecuentemente bajo el prtico, los regal a un viejo.

    Acto seguido, dos pajes que llevaban antorchas me condujeron a una pequea habitacin,donde se me hizo sentar en un banco, mientras ellos colocaban las antorchas en dos agujerosperforados en el suelo, marchndose y dejndome slo. De repente o un ruido, pero no vi naday hete aqu que me cogieron varios hombres a la vez; como no los vea, me vi obligado a dejarloshacer a su guisa. No tard en darme cuenta de que eran peluqueros, les ped que no meapretaran tan fuerte, pues estaba dispuesto a hacer lo que quisieran. Me soltaron entonces y uno

    de ellos, que segua siendo invisible, me cort diestramente los cabellos en la cima del crneorespetando, sin embargo, los largos mechones, encanecidos por la edad, de la frente que caan ala altura de los ojos y sobre las orejas.

    Debo confesar que al principio me dej casi sin valor, pues cuando me sent zarandeado tanirresistiblemente, sin ver a nadie, cre que Dios me haba abandonado a causa de mi arrogancia.

    Finalmente, los peluqueros invisibles recogieron cuidadosamente los cabellos cortados yse los llevaron; entonces los dos pajes entraron rindose con ganas de mi terror. Apenas habanintercambiado algunas palabras conmigo, cuando una campanilla tintine de nuevo sealando laconvocatoria de una asamblea, segn me dijeron. Me invitaron a seguirles, precedindome conantorchas que iluminaron una infinidad de c pasillos, puertas y recodos, hasta conducirme a unagran sala.

    Una multitud de invitados se apretujaba en esta sala: emperadores, reyes, prncipes yseores, nobles y burgueses, ricos y pobres, as como no pocos bribones, lo que me sorprendimucho, y pensando en mi me deca: "Qu tonto has sido habindote atormentado tanto por este

    viaje! Estas gentes que tan bien conoces y que nunca has estimado estn tambin aqu, mientrasque t, con todas tus plegarias y splicas, a duras penas si has podido entrar el ltimo!".

    Sin duda fue el diablo quien me inspir estos pensamientos y muchos otros, pese a todosmis esfuerzos por rechazarlos. Mientras tanto, varios de los que me conocan me interpelaban:"Hermano Rosacruz, tambin est usted aqu?" "Si hermanos, respond, la gracia de Dios me haayudado a m tambin, a entrar aqu" Se rieron de mi respuesta y encontraron ridculo queinvocara a Dios por una cosa tan simple. Cuando preguntaba a cada uno por el camino que

    haban seguido, la mayora contaba que haban escalado los roquedales.Entonces, unos toques de trompetas -que no vea- sirvieron de seal para comer. Cada

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    cual se coloc segn el rango al que le pareca tener derecho y tan bien lo hicieron, que yo y otrospobres como yo apenas si encontramos un hueco en la ltima mesa. Poco despus, entraron losdos pajes y uno de ellos pronunci una oracin tan bella y admirable que mi corazn se alegrinteriormente. Sin embargo, algunos de los grandes seores no slo no les prestaban la menoratencin, sino que se rean entre ellos, gesticulaban, mordisqueaban sus sombreros y se divertancon muchas otras bufonadas. Despus sirvieron la comida, y todo estaba tan primorosamenteordenado, que me pareci que cada invitado tena su propio sirviente, aunque no viese a nadie.Cuando los chistosos estuvieron saciados y el vino les hizo perder toda moderacin, se pusieron a

    vanagloriarse y a fanfarronear. El uno habra echo esto, el otro aquello, y los ms insignificantesgritaban ms fuerte. Todava hoy no puedo evitar irritarme cuando recuerdo los actossobrenaturales e imposibles sobre los que o hablar. Para acabar, cambiaron sus sitios; aqu y all,los presuntuosos se deslizaban entre los seores y se vanagloriaban de acciones de talenvergadura, que no hubiera bastado la fuerza de Sansn o de Hrcules para realizarlas. Unoquera liberar a Atlas de su peso, el otro sacar al Cerbero tricfalo de los infiernos. Pero losgrandes seores no cometan la estupidez de creerles.

    Los malvados acabaron por mostrar tanta audacia, que no prestaron atencin alguna a losgolpes que, de vez en cuando, a modo de advertencia recibieron en los dedos con los cuchillos. Ycuando uno de ellos hubo hurtado una cadena de oro, los dems quisieron tratar de hacer otrotanto. Uno pretenda or el susurro del cielo, un segundo contemplar las ideas de Platn, untercero enumerar los tomos de Demcrito. Varios incluso haban inventado el movimientoperpetuo. Es cierto que muchos me parecan inteligentes pero, desdichadamente para ellos,tenan demasiada buena opinin de s mismos. Para acabar, haba uno que pretenda hacernoscreer pura y simplemente que vea a los criados que nos servan. Y habra continuado con sus

    jactancias, si uno de los criados invisibles no le hubiese dado un bofetn tan sonoro en su bocamentirosa de forma que, no solamente l, sino tambin muchos de sus vecinos, quedaron mudoscomo peces.

    Para gran satisfaccin ma, todos aquellos a quienes estimaba guardaban silencio ymantenan una total compostura en medio de este bullicio; se guardaban mucho de elevar la vozpues se consideraban, en su ignorancia, incapaces de penetrar en los grandiosos misterios de lanaturaleza de lo que, por aadidura, se sentan demasiado pequeos.

    A causa de esta algazara, casi habra maldecido el da en que llegu a tal sitio, pues veacon dolor como los personajes sentados en la cabecera de la mesa eran lisonjeros y ligeros,mientras que, incluso en mi discreto rincn, no se me dejaba tranquilo, puesto que uno de losbribones me haba tratado insolentemente de grandsimo bobo! Como an ignoraba que hubieseotra puerta que franquear, supona que, durante todo el tiempo que durasen las bodas, se metratara de forma burlona, desdeosa e indigna, lo que no haba merecido ni por parte del esposoni de la esposa. Se podra haber elegido mejor a otro para hacer de bufn de las bodas!

    He aqu a qu impaciencia puede conducir a las almas sencillas las contradicciones deeste mundo. En realidad, esto formaba parte de la enfermedad que yo haba tenido en el sueo,como lo he relatado anteriormente.

    El vocero aumentaba cada vez ms. Haba tambin quien se jactaba de visionesinventadas e imaginarias, y contaban sueos espantosos y de una falsedad evidente. A mi ladoestaba sentado un hombre calmado y distinguido que hablada de vez en cuando de cosas mselevadas. Acab por decirme: "Mire, hermano, si alguien quisiera conducir por el caminocorrecto a semejantes obstinados, le escucharan?

    "Ciertamente no", le respond."As es -dijo- como el mundo quiere ser engaado a toda costa y cierra sus odos a quienes

    no buscan sino su bien. Fjese bien en ese adulador y observe con qu tonteras y sandeces intentaatraer la atencin sobre l. Mire all como otro se burla de la gente con palabras misteriosas e

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    inauditas. Pero crame, llegar un tiempo en que se les quitar las mscaras y disfraces a estosmentirosos, para que todo el mundo vea los bribones que se ocultan detrs. Entonces, quizs,sern respetados aquellos a los que antes no se les estimaba".

    Mientras hablaba, el tumulto se haca cada vez ms violento. De repente, se elev en lasala la ms bella e impresionante msica que jams haba odo en mi vida. Todo el mundo secall a la espera de lo que iba a suceder. La msica estaba ejecutada con todos los instrumentosde cuerda imaginables, tan armoniosamente que me qued como de piedra, completamenteensimismado, con gran sorpresa de mis vecinos. Esto dur cerca de media hora, durante la cualnadie dijo palabra, pues desde el momento que alguien quera abrir la boca, reciba un manotazoinesperado, sin saber de dnde vena. Como no veamos ningn msico, pensaba, cunto mehabra gustado examinar todos los instrumentos que utilizaban. Al cabo de media hora, la msicaces de repente sin que nos fuera posible ver ni or de dnde proceda.

    Pero pronto reson, delante de la puerta de la sala, una estridente y resonante fanfarria detrombones, trompetas y timbales, tan magistralmente como si el propio emperador de Romahubiera hecho su entrada triunfal. Despus la puerta se abri sola y el estruendo de los

    trombones se hizo tan potente que apenas era soportable.Al mismo tiempo, me pareci que penetraron miles de luces en la sala, movindose solascon un orden tan perfecto que nos dej extremadamente impresionados; por ltimo, los dospajes de los que ya hemos hablado entraron, con antorchas llameantes, iluminando a una bella

    virgen sentada sobre un trono de oro, magnfico y triunfal, que avanzaba por s slo. Tuve laimpresin de que era la misma que, poco antes, en el camino, haba encendido y apagado lasluces. Asimismo, cre reconocer entre los servidores a los que estaban de guardia bajo los rbolesque bordeaban el camino. No obstante, ya no llevaba el vestido azul sino una tnicadeslumbrante, blanca como la nieve, centelleando oro puro y tan radiante que apenas osamosmirarla. Los dos pajes estaban vestidos igual, aunque un poco ms sencillamente.

    Cuando la virgen lleg en medio de la sala, descendi de su trono y todas las luces se

    inclinaron ante ella. Nos levantamos todos de nuestros bancos, quedndonos cada uno ennuestro sitio. Cuando nos fuimos inclinando, ella ante nosotros y nosotros ante ella,saludndonos respetuosamente unos a otros, ella comenz a hablar con voz suave, en estostrminos:

    El rey, mi gracioso seor,os espera ahora no lejos de aqu,as como su prometida quien, por la vida,le ha concedido ya su mano.Durante mucho tiempo os han esperado,y han preparado todo para vuestra llegada.

    A cada uno, segn sus medios,muestran gran respeto y compasin,y desean desde el fondo de su corazn,liberaros de cualquier dolor,a fin de que las prximas fiestas nupcialescuren a cada uno de sus padecimientos.

    Despus de lo cual de nuevo, con todas sus luces, se inclin graciosamente y continu:

    La carta que os ha invitado

    prohbe claramente que se presente aqutodo hombre a quien las fuerzas de Dios

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    no hayan favorecido, desde hace mucho tiempo,con sus dones,y a quien, lleno de aspiracin,no est envuelto ya por ellas;aunque nadie, seguramente,tenga la audacia y la arrogancia de pensarque, sin estos dones de Dios,se puede presentar en la sala de bodas.

    As pues, a quien se encuentra en el campo del bien,le son prometidos todos los bienes.

    Alegraros vosotros de que en estos tiempos difcilessean numerosos los que, aqu, esta suerte esperan.

    Algunos estn endurecidos y son groseros,ya nada les conmueve en la materia.Penetran aqu en lugares

    donde no han sido llamados.A fin de que ningn impostor se encuentre aqu,de que ningn bribn ciegue a los dems,y de que, en la calma, sin turbacin,seis elegidos para las bodas ms puras,ser necesario, maana, tolerarque cada uno de vosotros sea pesado,y que sea claramente medidolo que en s cada uno ha olvidado.Si hay alguno en el grupoa quien esta llamada perturbe,

    que se coloque a un lado,sin esperar ms tiempo.Para l la gracia est perdida,maana ser odo.

    Aquel cuya conciencia tiene algo que decir,no ser sacado de la sala,maana se le dar la libertad:pero que no vuelva ms en esta vida.Que quien mire su pasado sin turbacin,salga con su servidor,quien le mostrar su habitacin,donde podr pasar la noche.Quien se dirija hacia la balanza,con el alma aparentemente serena,sino su sueo ser abrumador,y se apercibir de ello rpidamente.Los dems permanezcan aqu esta noche;quien presuma de sus fuerzas,es preferible que se vayaa fin de que todo marche bien para cada uno!

    Cuando termin este discurso, la virgen se inclin de nuevo y se volvi a sentar alegremente en sutrono. Despus las trompetas resonaron una vez ms, lo que no impidi a algunos exhalar un

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    profundo suspiro. A continuacin las luces fueron tradas una vez ms de forma invisible, pero un gran

    nmero permaneci en la sala y se acercaron a nosotros: una luz para cada uno de nosotros.Nuestro desconcierto era tan grande, que apenas puedo describir los pensamientos y

    gestos melanclicos que fueron intercambiados. No obstante, la mayora de nosotros decidiesperar la pesada, con la confianza de poder marchar en paz si esto acababa mal.

    Yo tom rpidamente mi resolucin; como mi conciencia me mostraba mi estupidez y miindignidad, decid permanecer con los dems en la sala y contentarme con la comida ofrecida,antes de aguardar un descalabro inminente, con los peligros correspondientes. Despus de quecasi todos fueron conducidos por su luz a una habitacin en alguna parte (cada uno a la suyacomo supe ms tarde), quedamos nueve, entre ellos quien me haba hablado en la mesa. A pesarde todo nuestras luces no nos abandonaron. Al poco tiempo lleg uno de los pajes, ya mentados,cargado con un grueso paquete de cuerdas y nos pregunt muy seriamente si estbamosdecididos a permanecer all. Cuando hubimos asentido suspirando, at a cada uno de nosotrosen un rincn determinado, despus desapareci con nuestras luces, abandonndonos en la

    oscuridad en tan miserable estado.Muchos de nosotros sentimos la opresin de la angustia, y yo mismo no pude retener mislgrimas. Guardamos un profundo silencio, abrumados por el dolor y la afliccin, aunque nadienos haba prohibido. Adems, las cuerdas estaban anudadas de forma tan sorprendente, quenadie pudo cortarlas y menos an desatarlas y quitarlas de los pies. Tampoco poda consolarmecon el pensamiento de las grandes afrentas que esperaban a quienes haban ido a reposar,mientras que nosotros estbamos en disposicin de pagar nuestra audacia en una noche.Termin por dormirme con pensamientos melanclicos. En efecto, aunque muy pocos denosotros llegaron a dormirse, yo no pude evitar el sumirme en el sueo a causa de mi fatiga.Durmiendo, tuve un sueo y, aunque su significado no sea de gran importancia, no me parecesuperfluo contarlo. Soaba que estaba sobre una alta montaa. Ante m se extenda un gran valle,

    donde se amontonaba una multitud innumerable de seres humanos. Cada uno estaba suspendidodel cielo por un hilo atado a su cabeza. Unos estaban colgados muy altos, otros ms bajos,algunos estaban incluso a ras de tierra. Un anciano que volaba a su alrededor, con unas tijeras enlas manos, cortaba un hilo por aqu, otro por all. Los que estaban prximos al suelo, caanrpido y sin ruido, pero cuando tocaba a alguien que penda a una cierta altura, su cada hacatemblar la Tierra. Algunos tenan la suerte de colgar de un hilo que se estiraba de manera quellegaban al suelo antes de que el hilo fuera cortado. Sus cabriolas me divertan mucho, y mecomplaca grandemente cuando uno de los que se haban mantenido mucho tiempo en el aire,para escapar a las bodas, caa vergonzosamente arrastrando a algunos vecinos en su cada.

    Tambin me alegr cuando algunos de los modestos que se haban contentado con estarcerca del suelo, desapareca con una discrecin tan maravillosa que sus vecinos no se dabancuenta.

    Cuando mayor era mi dicha, uno de mis compaeros de encarcelamiento me empuj,con tan mala fortuna, que me despert, pero no quise hablar. Sin embargo, reflexion sobre misueo y lo cont a mi hermano que, al igual que yo, estaba acostado a mi lado. Me escuch consatisfaccin y dese que fuera el presagio afortunado de alguna ayuda.

    Pasamos el resto de la noche conversando sobre esta esperanza, y esperando conimpaciencia que llegara el da.

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    TERCER DA

    (Primera parte)

    Desde que el radiante da comenz a despuntar y el resplandeciente Sol, ascendiendo porencima de las montaas, reanud la tarea que se le ha confiado en lo alto del cielo, miscompaeros de combate se levantaron tambin y comenzaron a prepararse, poco a poco, para laprueba. Uno tras otro llegaron a la sala, nos deseamos buenos das y nos preguntamos cmohabamos dormido durante la noche.

    Vindonos atados, muchos se rieron de que hubisemos capitulado tan indignamente yno hubisemos preferido tentar nuestra suerte como ellos, para ver que es lo que pasaba; sinembargo, algunos cuyo corazn capitulaba, se guardaron de aprobarlos. (.. tentar nuestra suerte

    como ellos; sin embargo, algunos cuyo corazn palpitaba temeroso ...). Nosotros nosdisculpamos por nuestra necedad, esperando que bien pronto seramos liberados y justificados apesar de sus bromas; por otra parte, ellos no estaban todava seguros y quizs les aguardaba elmayor de los peligros.

    Finalmente, cuando todos estuvieron reunidos, resonaron de nuevo trompetas y timbales,como la vspera, y no pudimos evitar pensar que el esposo -la mayora de nosotros no le haba

    visto todava- iba a presentarse ahora. Pero fue de nuevo la doncella de la vspera, totalmentevestida de terciopelo rojo y con un cinturn blanco. En su cabeza llevaba una corona verde delaurel, que le sentaba maravillosamente. Sin embargo, en esta ocasin, su cortejo no estabacompuesto por lucecitas sino por unos 200 hombres armados, vestidos como ella de rojo yblanco. Nada ms levantarse de su trono, vino derecha hacia nosotros, los prisioneros, nos salud

    y nos dirigi estas breves palabras:"Mi exigente Seor se ha alegrado mucho de que algunos de vosotros sean conscientes de

    su msero estado, y lo tendr en cuenta a su favor". Reconocindome por mi vestido, se ri y medijo: "Tambin t te has sometido al yugo? Y yo que crea que estabas tan bien preparado!"Estas palabras me hicieron llorar.

    Despus, orden que nos desataran y que nos reagrupramos en un lugar desde el queveramos bien la balanza. A continuacin dijo: "Podra ocurrir que esto acabe mejor para vosotrosque para tantos audaces que an estn libres."

    Durante este tiempo, una balanza de oro macizo fue suspendida en el centro de la sala, allado de la cual se dispuso una mesita recubierta de terciopelo rojo, sobre la que se depositaronsiete pesas: primero una pesa bastante grande, despus cuatro ms pequeas aparte; y porltimo, igualmente aparte, otras dos pesas grandes. Todas estas pesas eran tan pesadas enproporcin con su volumen, que nadie hubiera podido creerlo ni comprenderlo.

    Todos los hombres armados llevaban, entre otras cosas, una espada desenvainada y unaslida cuerda. Fueron reunidos en siete grupos, tanto como pesas y, de cada grupo, fue elegidoun hombre para manejar cada una de las pesas.

    Despus de lo cual, la Virgen se situ en su elevado trono, hizo una reverencia y, acontinuacin, dijo con una potente voz lo siguiente:

    Quien entra en el estudio de un pintory, sin comprender nada de pintura,

    habla de ella con nfasis dndose importancia,ser el hazmerrer de todos.

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    Quien se introduce en la Orden de los artistas,sin haber sido elegido,y se vanagloria de ser un gran artista,se merece las burlas que le esperan.

    Quien se presenta en las Bodassin haber sido invitado,y entra lleno de engreimientoes recibido con sorna.

    Quien sube a la balanzay, levantado por las pesas,

    vuela por los aires con violencia,sabe que ser el hazmerrer de todos.

    Apenas acab de pronunciar estas palabras, ella orden a los pajes que colocaran en fila a todo elmundo y los hicieran subir uno tras otro a la balanza.

    Enseguida uno de los emperadores, lujosamente vestido, subi sobre un platillo despusde haber hecho una reverencia a la Virgen. Entonces, cada encargado coloc su pesa en el otroplatillo y, ante la sorpresa de todos, el emperador resisti. Pero la ltima pesa fue demasiadopesada y fue izado en el aire, con gran tristeza por su parte. Me pareci que esto provoc lapiedad de la Virgen, que hizo un gesto a los suyos para que se callasen; el buen emperador fueatado y entregado al sexto grupo.

    Despus de l, otro emperador se coloc orgullosamente sobre la balanza, no sin anteshaber ocultado bajo sus vestidos un enorme libro, pensando que as no fracasara. Apenas resisti

    hasta la tercera pesa cuando fue despiadadamente arrastrado hacia arriba; aterrorizado, se leescap el libro y todos los soldados se pusieron a rer. Lo ataron y fue entregado al tercer grupo.

    Varios emperadores siguieron la misma suerte. Su fracaso provoc carcajadas y fueronatados. Despus apareci un emperador de pequea estatura con barba morena y rizada, quien,tras la reverencia habitual, tambin subi en el platillo. Resisti tan firmemente, que pienso queincluso si las pesas hubieran sido ms numerosas no se habra movido. La Virgen se levant con

    viveza, se inclin ante l, e hizo que le pusieran un vestido de terciopelo rojo, adems le dio unarama de laurel, de las que tena una provisin al lado, y le invit a sentarse en los peldaos de sutrono.

    Sera muy largo de contar aqu todo lo que ocurri a los dems emperadores, reyes yseores; pero no puedo pasar por alto que, contra lo que yo esperaba, muy pocos fueron losnobles personajes que triunfaron en la prueba, por adornados que fuesen con muchas virtudes.Unos resistieron a tal o cual pesa; otros a dos, y an algunos a tres, cuatro e incluso cinco pesas;no obstante, pocos fueron los que finalizaron la prueba. Todos los que fracasaban fueronduramente ridiculizados por los grupos.

    Despus de que los nobles, los sabios y otros hubieron pasado la prueba, slo se encontr ensus grupos una o dos personas, frecuentemente ninguno, que hubiera resistido todas las pesas.Finalmente, les lleg el turno a piadosos seores, mistificadores del pueblo, y a los hacedores defalsas "piedras de los Sabios". Se les coloc en la balanza con tanta burla que yo mismo, a pesar demi tristeza, estall en carcajadas, e incluso los prisioneros no pudieron dejar de rerse. La mayorano tuvieron necesidad de esperar al juicio del tribunal; fueron expulsados de la balanza a latigazos

    y conducidos a sus grupos con los otros prisioneros.De la multitud inicial, quedaron tan pocos que apenas me atrevo a decir el nmero; entre

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    ellos se encontraban, sin embargo, altos personajes; todos fueron honrados con un vestido deterciopelo y una rama de laurel.

    Terminada la prueba, slo quedbamos nosotros en un rincn, con las manos atadas,entonces avanz uno de los capitanes y dijo: "Noble Seora, si place a su Gracia, no se podrapesar a esta gente que reconoce su inaptitud, sin riesgo para ellos y slo para nuestroentretenimiento, para ver si por azar hubiese alguno bueno entre ellos?"

    Para comenzar, esto me inquiet mucho pero, en mi pena, me consolaba de no habersido expuesto a la vergenza ni echado del platillo a latigazos. En efecto, estaba convencido deque muchos de los que ahora eran prisioneros, lamentaban no haber pasado antes diez nochesen la sala con nosotros.

    Pero como la Virgen daba su consentimiento, deba hacerse; fuimos liberados de nuestrasataduras y colocados uno a uno en el platillo. Muchos fracasaron, pero no fueron ridiculizados nigolpeados, sino que tranquilamente fueron conducidos a un lado. Mi compaero pas el quinto,dio el pesoadmirablemente mientras le aclambamos, en particular el capitn que haba intercedido por

    nosotros, y la Virgen le concedi los honores habituales. A continuacin, dos fueron lanzados alaire de nuevo. Yo era el octavo. desde que, todo tembloroso, hube subido al platillo, micompaero sentado ya abajo con su vestido de terciopelo rojo, me mir con aire benevolente y la

    Virgen esboz una sonrisa. Resist todas las pesas. La Virgen orden entonces que me elevaranpor la fuerza y tres hombres se colgaron en el otro platillo, sin conseguirlo. Entonces uno de lospajes se levant de un salto y grit con toda su fuerza: "Es l!" Y otro respondi: "Devolvmosle lalibertad", lo que fue aceptado por la Virgen.

    Despus de haberme admitido con las ceremonias requeridas, se me concedi el poderliberar a uno de los prisioneros de mi eleccin. No tuve necesidad de reflexionar mucho tiempo,escog al primer emperador, del que me haba apiadado desde el principio. Rpidamente fuepuesto en libertad y se uni a nosotros con todos los honores. Cuando el ltimo fue pesado y

    encontrado demasiado ligero, la Virgen se apercibi de las rosas que haba quitado de misombrero y tena en la mano; me pidi graciosamente, por medio de su paje, que se las ofreciera,a lo que acced gustoso.

    De esta forma se termin el primer acto a las diez de la maana y las trompetas, quenunca veamos, resonaron una vez ms.

    Durante este tiempo, los soldados debieron retirarse con los prisioneros, en espera de lasentencia. Se form un jurado, compuesto por siete capitanes y nosotros mismos, con la Virgencomo presidente, y convinimos que cada uno dara su opinin respecto a la suerte que deberancorrer los prisioneros. La primera idea fue la de condenarles a una muerte ms o menos cruel, enla medida en que hubiesen infringido las exigencias impuestas. Otros queran mantenerlosprisioneros. Pero estas dos propuestas no gustaron ni a la presidenta ni a m. Finalmente, elasunto fue resuelto por el emperador que yo haba liberado, por otro prncipe, por micompaero y por m mismo de la siguiente manera: en primer lugar, los seores ms eminentesseran conducidos fuera del castillo discretamente; se podra poner a los dems fuera con msburlas, desnudndoles y hacindoles correr totalmente desnudos; los ltimos seran azotados oechados por los perros.

    Se dejara partir sin ninguna sancin a quienes, la vspera, haban capitulado por s mismos;sin embargo, los imprudentes y los que, en el transcurso de la comida de la vspera se habancomportado de forma indecente, seran castigados en su cuerpo y en su alma, segn sucomportamiento.

    Esta proposicin gust a la Virgen y obtuvo la mayora. Adems se servira todava una

    comida a todos, de lo que se les inform rpidamente. El anuncio de la sentencia fue retrasadohasta el medioda. De esta manera acab el consejo.

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    Entonces la Virgen se retir con su squito a sus aposentos habituales; en la sala, se nosindic la mesa superior, rogndonos que nos contentsemos con ello hasta que el asuntoestuviera completamente zanjado. Despus nos conduciran ante el Esposo y la Esposa y, con estaesperanza, aguardamos tranquilamente este momento.

    Mientras tanto, los prisioneros eran reunidos en la sala y colocados cada uno segn surango. Se les orden que se comportaran ms convenientemente que la vspera, consejosuperfluo, pues el valor haca mucho tiempo que les haba abandonado. Para no faltar a la verdady sin adular a nadie, debo testimoniar que en general fueron los grandes personajes quienes mejorsupieron acomodarse a esta situacin inhabitual. Su comportamiento, ciertamente, era torpe perosincero. Ellos no vean a los servidores, mientras que para nosotros eran ahora visibles, lo que mealegraba mucho. Tan agraciados como fusemos por la fortuna, no nos vanagloribamos ante losdems, sino que nos dirigamos a ellos y les animbamos dicindoles que las cosas no les iran tanmal. Les hubiese gustado conocer la sentencia, pero se nos haba prohibido tan formalmentehablar de ello, que nadie dej escapar una palabra. Les consolamos lo mejor que supimos,bebiendo con ellos a fin de que el vino les animara un poco.

    Nuestra mesa estaba recubierta de terciopelo rojo y guarnecida de vasos de plata y de oropuro, lo que los dems observaban con sorpresa y dolor. Antes de sentarnos, los dos pajesentraron y nos ofrecieron a cada uno de nosotros, en nombre del Esposo, el Toisn de Orocoronado por un Len alado, pidindonos que lo llevsemos en la comida y as honrar elnombre y la dignidad de la Orden (en la que su Majestad nos reciba hoy y nos confirmarapronto con la solemnidad debida). Aceptamos esta distincin con la mayor humildad,prometiendo hacer obedientemente todo lo que su majestad gustara ordenarnos. El paje tenatambin una lista en la que estbamos inscritos en un orden preciso; y si callo aqu mi rango, espor temer hacerme culpable de orgullo, lo que significara cometer una falta contra la cuarta pesa.

    Nuestra comida era tan copiosa que pedimos, a uno de los pajes, si nos estaba permitidodar un poco a nuestros amigos y conocidos prisioneros. Nos lo concedi sin ninguna objecin y

    cada uno de nosotros les hizo servir abundantemente por medio de sus servidores, quecontinuaban siendo invisibles para ellos. Por tal razn ignoraban de dnde les venan losalimentos, as que quise llevarlos yo mismo a uno de los dos. Apenas me haba levantado, cuandoun servidor vino tras de m a decirme que deseaba amistosamente advertirme que, si un paje me

    viera, advertira al rey, lo que me costara ciertamente muy caro. Pero como era el nico enhaberme visto, no me traicionara si, en lo sucesivo, respetaba mejor la dignidad de la Orden.Despus de estas palabras, me empuj tan violentamente en mi asiento, que durante un buenrato no os moverme en mi silla. Sin embargo, le agradec lo mejor que pude su leal advertencia,en la medida en que el miedo y la turbacin me lo permitieron.

    Poco despus reson de nuevo el sonido de trompetas. Ya sabamos por experiencia queello anunciaba a la Virgen, y nos preparamos para acogerla. Entr, con su habitual cortejo,sentada en su alto sitial; dos pajes le precedan llevando uno,. una copa de oro y el otro, unpergamino. Habindose levantado con gracia, tom la copa de manos de su paje y nos la ofrecidiciendo que nos era enviada en nombre y por orden de su majestad, con el ruego de hacerlacircular en su honor. Su tapa llevaba una Fortuna de oro, moldeada con arte, que tena en lamano una banderola roja ondeante; ante esta imagen, beb con menos buen humor, pues conocasuficientemente la crueldad de la Diosa Fortuna.

    La Virgen estaba condecorada como nosotros con el Toisn de Oro y el Len, de lo quesaqu la conclusin que sin duda era la presidenta de la Orden. Le preguntamos el nombre deesta Orden, pero respondi que el momento de revelarlo llegara cuando estuviese zanjado elasunto de los prisioneros. Pues sus ojos estaban an cerrados; con lo que, lo que nos ocurra

    aqu, no poda sino irritarles y ofuscarles, aunque no fuera nada en comparacin con el honorque nos esperaba.

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    Despus, ella recibi de manos de otro paje el acta dividida en dos partes. Dirigindose alprimer grupo de prisioneros, ley poco ms o menos lo siguientes: "Deban reconocer habercredo demasiado fcilmente en libros engaosos y haber tenido una buena opinin de smismos, motivo por el que haban ido al castillo sin ser invitados. Una vez en el interior, quizs lamayora haba tenido la intencin de dar un gran golpe, a fin de vivir seguidamente en una gloria yun lujo ms grandes. De suerte, que los unos haban incitado a los otros, hacindoles sufrir tanta

    vergenza y burlas que merecan ser gravemente castigados."Entonces, lo reconocieron humildemente tendiendo la mano, despus de lo cual se dirigi

    con severidad al otro grupo ms o menos en estos trminos: "Con todo conocimiento de causa yconviccin interior haban hecho libros engaosos, llenos de puras invenciones, engaando yembaucando a otros de forma que haban atentado gravemente a la dignidad real. Sabanpertinentemente que imgenes sacrlegas y seductoras haban forjado, no habiendo respetado nisiquiera a la Trinidad divina, utilizada por ellos para burlarse de todo el mundo. Ahora se veaclaramente por medio de qu prcticas haban intentado descarriar a los huspedes sinceros ydesviar a los ignorantes. Todos saban hoy que se haban declarado abiertamente culpables de

    impudicia, prostitucin, libertinaje y otras impurezas, todas ellas contrarias al orden pblico denuestro Reino. En suma, saban que haban envilecido ante los humildes a la misma MajestadReal; por ello deberan reconocer como cierto que eran traidores, miserables e infames, quemerecen ser castigados y separados de los hombres honrados".

    Quienes saban fingir rechazaban esta confesin, pero como la Virgen les amenazaba conla muerte (por juramento) y, por otra parte, el otro grupo se violentaba contra ellos, acusndolesunnimemente de haberles desviado malignamente de la Luz; para evitar lo peor, y forzados porlas circunstancias, acabaron por reconocer sus faltas. Aadieron que lo que haba pasado nodeba tenrseles en cuenta con demasiado rigor, pues sus vctimas eran seores deseosos deentrar en el castillo a cualquier precio, quienes, con este fin, les haban prometido fuertes sumasde dinero. Todos los culpables haban pues rivalizado en astucia para obtener su parte. Esto es lo

    que haba ocurrido, pero como haban fracasado, estimaban no haberlo hecho peor que losseores. Si estos ltimos no hubiesen credo que al menos alguno de entre ellos hubiera podidoentrar con seguridad, no habran escalado con ellos los muros con sus riesgos y peligros por tanpoco. Se haban comprado sus libros con tanta ansia que quienes no podan subsistir de otramanera, eran forzados a comenzar por este gnero de engao. As pues, esperaban que, con todaseguridad, no se les imputara nada condenable, pues haban satisfecho, como corresponde aservidores, la peticin expresa de los seores.

    Intentaban disculparse con discursos de este tipo. Sin embargo, se les respondi que suMajestad Real haba decidido castigar a unos ms duramente que a los otros. Lo que invocabanpara su defensa era verdad en parte, por ello los seores no escaparan al castigo, pero quienes sehaban presentado con tanta impudicia y, sin duda, haban seducido a ignorantes contra su

    voluntad, deban prepararse para la muerte; la misma suerte esperaba a quienes, por la lectura delibros engaosos, haban ofendido a su Majestad Real, lo que resaltara claramente de sus propiosescritos y obras.

    Esto produjo el que muchos comenzaran a quejarse lastimosamente. Se arrojaron derodillas, llorando, gimiendo, suplicando, pero todo ello fue en vano. Estaba muy sorprendido deque la Virgen pudiese permanecer impasible ante ellos; en efecto (aunque la mayora nos hubiesecausado muchos dolores y sufrimientos) su miseria despertaba nuestra piedad y nos conmovahasta hacernos llorar.

    Ella envi rpidamente a su paje que regres con todos los coraceros que estaban este daalrededor de la balanza. Se orden a cada uno que reuniese a los suyos y les condujera en orden

    al gran jardn de la Virgen; lo que se efectu de forma que un coracero marchaba siempre al ladode un prisionero. Me asombr de que cada uno reconociera al suyo tan fcilmente.

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    No obstante, se permiti a mis compaeros de la vspera entrar sin cadenas en el jardn,para asistir a la ejecucin de la sentencia. Cuando todos hubieron salido, la Virgen se levant ynos rog que nos sentramos en los peldaos de su trono, a fin de que tambin estuviramospresentes. No rehusamos, dejamos todo sobre la mesa -excepto la copa que la Virgen habaconfiado a la custodia del paje- y, engalanados con nuestros suntuosos vestidos, fuimosconducidos sobre el trono, que avanzaba por s mismo tan suavemente que se deslizaba en elaire; una vez hubimos llegado as al jardn, nos levantamos todos.

    Este jardn no era particularmente bello, pero me complaci que la disposicin de losrboles fuese tan refinada; haba tambin una magnfica fuente, adornada con escenasmaravillosas, inscripciones y signos extraos (de los que me ocupar, si Dios lo permite, en unprximo libro). En este jardn, estaba erigido un estrado de madera recubierto con bellas telas,pintadas con arte. Cuatro galeras se superponan. La primera, ms bella que las dems, estabacubierta con una cortina de muar blanco, de forma que no podamos ver quien se ocultaba trasella. La segunda estaba vaca y descubierta. Las dos ltimas estaban a su vez cubiertas con muarrojo y azul.

    Cuando llegamos al estrado, la Virgen se inclin hasta tocar el suelo, lo que nosimpresion mucho. En efecto, era fcil suponer que el Rey y la Reina no estaban lejos. Despusde habernos inclinado respetuosamente tambin, como cumpla, la Virgen nos condujo por unaescalera de caracol hasta la segunda galera, donde ella se sent en el sitial superior y nosotrosocupamos nuestro sitio en el orden precedente. No puedo contar aqu sin criticar, la forma enque se comport conmigo el emperador que haba liberado, tanto en este lugar como anterior-mente en la mesa; que debera haber sido muy consciente del triste estado y del abatimiento quehaba padecido, si le hubiesen obligado a esperar la sentencia en medio de burlas parecidasmientras que, ahora, gracias a mi intervencin, era elevado a un rango y una dignidad tanconsiderables.

    En esto, la virgen que me haba llevado la invitacin al comienzo y que todava no haba visto,se aproxim a nosotros; toc la trompeta y despus pronunci la sentencia con voz potente.

    "Su Majestad Real, mi noble Seor, hubiera querido, de todo corazn, que todos los aqureunidos, por el hecho de haber sido invitados, hubiesen aparecido con cualidades suficientespara asistir en gran nmero a la bienaventurada fiesta nupcial dada en Su honor. Pero, comoDios todopoderoso lo ha dispuesto de otra manera, su Majestad no debe quejarse, sinoconformarse con las antiguas y buenas costumbres de este Reino. No obstante, para que seaalabada por todas partes la clemencia natural de su Majestad, ha decidido, con todos sus nobles yconsejeros, mitigar considerablemente la sentencia habitual. Por ello, en primer lugar, a vosotros,seores y monarcas, os concede no solamente la vida sino tambin la libertad, por lo que osruega amigablemente que os resignis a no asistir a la fiesta dada en Su honor sin rencor, y quepensis ms bien que, aparte de esto, Dios todopoderoso os ha impuesto ya ms de lo que podissoportar con calma y decoro, y que El distribuye sus dones de una manera incomprensible paranosotros. As vuestra reputacin no sufrir en absoluto por el hecho de que nuestra Orden osrechace, pues no somos todos aptos para ello. No obstante, como habis sido seducidos porinfames pcaros, stos no quedarn impunes. Adems su Majestad ha decidido, en un plazobreve, suministraros un catlogo de obras herticas, o "Index Expurgatorius", para que en losucesivo distingis, con ms discernimiento, el bien del mal.

    Y como su Majestad tiene igualmente la intencin de inspeccionar su biblioteca, con el finde sacrificar a Vulcano las obras engaosas, os pide que Le ayudis y que hagis otro tanto con la

    vuestra de tal forma -espera Ella- que el mal y la malignidad desaparezcan en el futuro. Adems,que esto os disuada de volver aqu de manera tan irreflexiva, a fin de que ya no tengis que dar,

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    como hoy, la excusa de haber sido engaados y que no seis objeto del odio y del desprecio de lamayora. Por ltimo, como el pas exige de vosotros un tributo, su Majestad espera que nadietendr dificultades para depositar una cadena o lo que tenga en su poder, con lo que nossepararemos como amigos y, conducidos por nosotros, regresaris entre los vuestros.

    A quienes no han resistido a la primera, segunda tercera y cuarta pesa, su Majestad no quieredejarles partir tan fcilmente,; pero para que tambin ellos experimenten su clemencia, ordena seles desvista totalmente y salgan de aqu desnudos.

    Quienes han sido encontrados demasiado ligeros para la segunda y la quinta pesa, sern,adems de desnudados, marcados con un hierro una vez, dos veces y ms segn su ligereza.Quienes fueron elevados solamente por la sexta y la sptima pesa, sern tratados con msmisericordia".

    Esto continu as: para cada combinacin de pesos fue pronunciada una sentencia, perosera demasiado largo contar todo aqu.

    "Quienes renunciaron ayer voluntariamente, pueden partir libremente, sin ningunasancin. Para acabar, los malos, mistificadores del pueblo, que no han resistido a ninguno de los

    pesos, sern castigados corporalmente o condenados a muerte, segn el caso, por la espada, porla cuerda, por el agua o por los azotes. Estas sentencias sern ejecutadas sin clemencia, comoejemplo".

    En este instante, nuestra Virgen rompi su bastn. La otra virgen, apenas terminada lalectura, sopl en la trompeta y avanz con gran deferencia hacia los que estaban detrs de lascolgaduras.

    No puedo evitar revelar aqu al lector algo relativo al nmero de prisioneros. Los que habanresistido una pesa eran siete; veintiuno equilibran dos pesas; treinta y cinco, tres pesas; treinta ycinco, cuatro pesas; veintiuno, cinco pesas y siete haban resistido seis pesas. Entre los que habanllegado a la sptima pesa, pero no haban resistido, se encontraba el que yo haba liberado. Porotra parte, numerosos eran los que haban fracasado totalmente, pues para muchos, todas las

    pesas haban descendido.Haba anotado todo y descontado con cuidado en mi cuaderno, cuando estaban ante

    nosotros como ya he indicado. Era realmente sorprendente que entre todos los que tenan uncierto peso, no haba uno idntico a otro. Pues si treinta y cinco haban resistido tres pesas, unoequilibraba las pesas una, dos, tres; otro las pesas tres, cuatro y cinco; un tercero las pesas cinco,seis y siete, y as sucesivamente, de manera que, por curioso que parezca, entre los ciento

    veintisis encontrados demasiado ligeros, ninguno era semejante a otro. Sin embargo, yo podradecir el peso de cada uno de ellos si el tiempo lo permitiera. Espero, no obstante, que esteaparecer claramente ms tarde, as como la explicacin.

    Terminada la lectura de esta sentencia, los seores se alegraron mucho, pues no habanosado esperar una sentencia tan clemente, despus de semejante severidad. As que dieron msde lo que se les exiga, se desprendieron de sus cadenas, joyas, oro, plata y otras cosas, de todo loque tenan encima, y se marcharon respetuosamente.

    Aunque se prohibi a los servidores reales burlarse de nadie al marchar, algunos burlonesno pudieron contener su risa. Desde luego, era bastante risible verles desaparecer lo msrpidamente posible, sin mirar para atrs. Algunos pidieron que se les mandara el catlogoprometido, certificando que, para sus libros, actuaran segn el deseo de su Majestad. Se lesasegur de nuevo su envo. En la puerta se les hizo beber un trago de olvido, a fin de que nadierecordara su infortunio. A causa de su discernimiento se les dej pasar, pero ya no deban volver

    jams de esta manera. Sin embargo, si algo les fuera revelado, y esto serva tambin para otros, seles acogera gustosamente como invitados.

    Entretanto, se haba desnudado a algunos e, incluso en esto, se hicieron distinciones deacuerdo a los mritos de cada uno. Algunos eran enviados desnudos, sin ms castigo; a otros les

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    ataron campanillas y cascabeles, y algunos incluso fueron expulsados a latigazos. En suma, habatal diversidad de castigos que no puedo citarlos todos aqu. Por fin, lleg el turno de los ltimos.Esto llev ms tiempo pues antes de ahorcar a unos, decapitar a otros, ahogar o ejecutar de otrasmaneras a otros, pas mucho tiempo. Durante la ejecucin, las lgrimas me fluanabundantemente de los ojos, no a causa del castigo, merecido por su impudicia, sino por elpensamiento de la pequeez humana, que hace que nos ocupemos siempre de lo que estsellado para nosotros tras la primera cada.

    As fue como se vaci el jardn que rebosaba de gente un momento antes, quedando slolos soldados. Cuando todo hubo terminado, se hizo un silencio que dur cinco minutos, yapareci un unicornio de gran belleza, blanco como la nieve, que llevaba un collar de oro en elque estaban grabados algunos caracteres. Avanz hacia la fuente y se arrodill sobre las patasdelanteras, como para rendir homenaje al Len, que estaba tan inmvil encima de la fuente, queyo lo haba confundido con una estatua de piedra o de bronce. Este cogi rpidamente la espadadesenvainada que tena entre sus garras y la rompi por la mitad, de forma que los trozos, mepareci, cayeron a la fuente. Despus rugi, hasta el momento en que una paloma blanca vino a

    traerle una rama de olivo que tena en su pico; el len la trag rpidamente, con lo que quedsatisfecho. El unicornio regres a su sitio, lleno tambin de alegra.A continuacin la Virgen nos hizo descender del estrado por la escalera de caracol y nos

    inclinamos una vez ms ante la cortina. Debimos lavarnos la cara y las manos en la fuente ydespus, en el mismo orden, esperar un instante a que el Rey regresara a la sala por un pasajesecreto; a continuacin tambin fuimos conducidos fuera del jardn, al lugar donde morbamosanteriormente, al son de una msica maravillosa, con pompa y magnificencia, mientrascharlbamos amigablemente. Esto ocurra hacia las cuatro de la tarde.

    Para ayudarnos a pasar el tiempo agradablemente, la Virgen nos asign un paje a cadauno: No slo estaban suntuosamente vestidos sino que eran notablemente instruidos hasta talpunto, que discurran sobre una infinidad de materias tan sabiamente, que sentamos vergenza

    de nosotros mismos. Se les orden que nos llevaran a visitar el castillo -slo ciertos lugaresdeterminados- y que nos distrajeran, teniendo en cuenta nuestros deseos en la medida de loposible. Despus la Virgen se despidi de nosotros diciendo, para consolarnos, que nosacompaara en la cena, a fin de celebrar a continuacin la ceremonia del colgado de las pesas.Nos rog que espersemos pacientemente hasta maana, da en que seramos presentados alRey.

    Cuando se march, cada cual hizo lo que quiso. Unos contemplaban las hermosasinscripciones, que copiaron preguntndose sobre sus extraos caracteres. Otros se reconfortaroncomiendo y bebiendo. En cuanto a m, me hice guiar por mi paje a travs del castillo con micompaero, visita que jams lamentar en toda mi vida. Entre otras muchas antigedadesesplndidas, se me mostr la cmara funeraria del Rey, donde aprend ms que en todos loslibros del mundo. Haba all un fnix magnfico, sobre el cual publiqu un tratado hace dos aos.Tengo la intencin de publicar tambin tratados particulares sobre el len, el guila, el grifn, elhalcn y otros, pues podran ser tiles para algunos, y adjuntar croquis y descripciones.Lamentaba que mis otros compaeros hubiesen desaprovechado el poder contemplar estospreciosos tesoros; pero, al mismo tiempo, pensaba que era la voluntad de Dios quien as lo habadecidido.

    De hecho, gracias a mi paje, haba tenido mi mayor alegra; ya que en efecto, cada uno,siguiendo sus disposiciones, haba sido conducido por su paje a los lugares que le gustaban.Ocurri que fue al mo al que confiaron las llaves que me hicieron beneficiario, antes que a todoslos dems, de esas felices circunstancias. Pues, aunque mi paje invit a otros a visitar las tumbas,

    creyeron que stas estaban en un cementerio y que, si haba algo que valiera la pena ver, siemprepodran ir en otro momento. No privar a mis alumnos agradecidos el que puedan contemplar

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    los monumentos que ambos hemos reproducido, de los que hemos copiado las inscripciones.Se nos mostr, a ambos, la admirable biblioteca, tal como era antes de la reforma.

    Aunque mi corazn se regocije cada vez que pienso en ella, no deseo hablar ms que un poco dela misma, pues su catlogo aparecer pronto. A la entrada de esta pieza, se encontraba un granlibro, como jams haba visto, conteniendo la reproduccin de todas las figuras y saas, de todoslos prticos, de todas las inscripciones y enigmas, etc., existentes en todo el castillo.

    Aunque hubisemos prometido hablar de ello tambin, quiero guardar todava esto param, y aprender primero a conocer mejor el mundo. En cada libro estaba pintado el retrato de suautor. Cre comprender que muchos de estos libros deban ser quemados, a fin de quedesaparezca el menor recuerdo de estos dignos personajes.

    Despus de habernos esforzado por comprender todo, bamos a salir cuando un paje seaproxim al nuestro, le cuchiche algo al odo, se le dio inmediatamente las llaves, con las quesubi las escaleras de caracol.

    Nuestro paje, muy demudado, nos cont, ante nuestra insistencia, que su Majestad noquera que nadie viese la biblioteca y las tumbas. Por consiguiente, nos pidi, si aprecibamos su

    vida, que no hablramos de ello con nadie, pues l ya haba negado el hecho y que lashubisemos visitado. Ambos oscilamos entre la angustia y la alegra, pero el hecho qued oculto yya nadie supo de ello.

    Habamos pasado tres horas en los dos lugares, lo que jams he lamentado.Sin embargo, habiendo sonado las siete, no se nos llam a comer. Pero nuestra hambre

    era soportable, gracias a las renovadas distracciones y, con semejante recibimiento, habraayunado gustoso durante toda mi vida.

    Entretanto se nos mostr bellas fuentes, minas y diversos talleres llenos de obras de arte,cada una de las cuales sobrepasaba a todas las nuestras reunidas. Estas salas estaban dispuestas ensemicrculo, a fin de que confluyesen sobre el precioso reloj, que decoraba el centro de una torremagnfica, y poder orientarse sobre el curso de los planetas que se encontraban maravillosamente

    representados en l. All comprend nuevamente, sin dificultad, lo que falta a nuestros artistas,aunque no sea mi tarea informarles de ello.

    Al fin, llegu a una sala espaciosa que ya se haba mostrado haca bastante tiempo a losdems. En medio se encontraba un globo terrestre de un dimetro de 30 pies. Casi la mitad de laesfera estaba bajo el suelo, a excepcin de una pequea parte recubierta de escalones. Doshombres hacan pilotar fcilmente el globo sobre sus goznes, de forma que siempre se vea laparte situada por encima del horizonte. Aunque comprend inmediatamente que este globo tenauna utilidad determinada, no llegaba a descubrir para qu servan los anillos de oro fijados endiversos lugares.

    Mi paje se puso a rer y me aconsej que los examinara atentamente. Acab por descubrirque el oro marcaba igualmente mi patria. Mi compaero busc entonces la suya e hizo el mismodescubrimiento. Ocurra lo mismo para la patria de todos los que haban permanecido all.Entonces el paje nos inform, que la vspera el viejo Atlas (as se llamaba el astrnomo) habamostrado a su Majestad Real que todos los puntos de oro correspondan perfectamente a lapatria de cada uno. Por ello, viendo que yo me subestimaba, aunque mi patria estaba marcadacon un punto, haba persuadido a uno de los capitanes para que solicitara que fusemos tambincolocados en la balanza, sin dao para nosotros cualquiera que fuese el resultado, puesto que lapatria de uno de nosotros mostraba un signo particularmente favorable. Y no era sin algunarazn, que el paje que tena ms poderes me haba sido atribuido. Yo mostr un granagradecimiento y mir con mucha atencin a mi patria, descubriendo que junto a los anillos habaalgunos hermosos trazos, lo que sin embargo no lo digo para alabarme o vanagloriarme. En este

    globo, vi todava muchas otras cosas que no quiero hacer pblicas. Cada uno debe comprenderpor s mismo por qu cada ciudad no tiene un filsofo.

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    A continuacin, el paje nos hizo entrar en el globo. Estaba hecho de tal forma, que en elespacio que representaba el mar, se encontraba una placa que ocupaba el menor espacio posible,sobre la que estaban indicadas tres misiones y el nombre del constructor. Se la poda levantar conprecaucin y acceder, por una pasarela, al centro donde haba sitio para cuatro personas. Nohaba apenas ms que una plancha redonda donde sentarse y desde la que observar las estrellas,incluso en pleno da (oscureca ya en estos momentos). Me parecieron puros carbuncos queirradiaban con tal esplendor, con un orden y una trayectoria tan perfectas, que yo no hubieraquerido irme de all.

    INTRODUCCIN

    Quien se sumerge en la elaboracin del trabajo gnstico, descubre que es comparable a lasubida de una escalera. En cada instante, es posible escalar un nuevo peldao de la escalera decaracol de la torre, y mirar de vez en cuando por las ventanas, siempre en ascenso, nuevasperspectivas que dejan mudo de agradecimiento y aclaran de forma sorprendente nuestra

    comprensin de las vas de salvacin. As pues, henos aqu al principio de una serie deexposiciones sobre las experiencias que realiz Cristian Rosacruz en el camino de las BodasAlqumicas, como si nosotros mismos estuvisemos invitados a este extraordinario banquete. Yquizs muchos lectores, as lo esperamos, descubrirn rpidamente que no pueden permanecercomo meros espectadores. Un contacto, cualquiera que sea, con la realidad viva de la que hablanlas Bodas Alqumicas, jams deja de ejercer una influencia estimulante en el buscador verdadero,y de despertar en l el deseo de participar verdaderamente en su propia vida. Por ello, lector,partamos juntos como si acompasemos a Cristian Rosacruz en su viaje, con un anhelocreciente en el alma, y preparmonos para ver desvelar los misterios que encierran un nuevocampo de vida de la mayor importancia para nosotros, el nuevo campo de vida de la Escuela delos Misterios, el tercer Templo entre los tres Templos, nuestra morada desde el mismo instante

    en que somos alumnos, por el lazo establecido con la Escuela Espiritual actual, pero dondequizs no podemos entrar an de forma consciente, porque el nacimiento de la luz, elrenacimiento del Alma, no se ha producido todava en nosotros.

    Ciertamente, existe ya una interaccin entre nosotros y el nuevo campo de vida, la nuevamorada, la nueva Jerusaln. Esta interaccin tiene lugar gracias a la radiacin de la luz gnstica y anuestro contacto con los hermanos y hermanas que se encuentran ya en el nuevo estado de ser.En el curso de los acontecimientos futuros, esta interaccin tendr aspectos y efectos diferentes,porque, bajo la influencia de los planetas de los Misterios, se producirn importantes procesos,que conciernen tanto a cada alumno en particular como al grupo en su conjunto.

    Los acontecimientos y declaraciones futuras sern pronto de una gran importancia para elgrupo, y para cualquiera que est preparado. Pero para quienes permanezcan en actitud deobservar y esperar, se arriesgan a tener grandes dificultades, muy desconcertados y muyengaados. Pues se debe tener muy en cuenta, que cuando aparezca el Esposo, todos losinvitados reunidos en la sala de Bodas habrn encendido su lmpara, la llama del Alma nueva, yse habrn provisto de aceite en cantidad suficiente.

    Por ello, para prepararnos para los sucesos futuros y tomando la antorcha en recuerdo de Johann Valentn Andreae, vamos a hablar del camino que conduce al nuevo campo de losMisterios gnsticos y de sus efectos, sobre todos los que le siguen. Lo haremos basndonos en lasBodas Alqumicas de Cristian Rosacruz. Es uno de los ttulos clsicos ms conocidos de laFraternidad de la Rosacruz y, podemos aadir, uno de los ms controvertidos. Pues soninnumerables los que han escrito, polemizado y divagado a propsito de esta obra. Se han

    levantado inflamadas discusiones en cuanto a su valor y significado; se han acumulado losinterrogantes sobre su contenido. Cul era la intencin del autor? Era serio o bromeaba? Se

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    inclinaban por esta ltima hiptesis, sobre todo porque Johann Valentn Andreae pasaba porhaber escrito esta obra a la edad de 16 aos; pero tambin porque el tema es tratado bajo formade una historia fantstica, que en nuestra poca sera un buen argumento para sobresalir.

    Ahora bien, las Bodas Alqumicas describen de forma detallada, concreta y luminosa,todas las iniciaciones de C.R.C., y esto tan claramente que no se podra imaginar mejor; se dantodas las explicaciones, sin omitir una sola particularidad.

    Quin era, o ms bien, quin es Cristian Rosacruz? Es el prototipo del Hombreverdadero, del Hombre nuevo, del Hombre original, el verdadero cristiano , que ha liberado aCristo en l, recorriendo el camino de la Cruz en la fuerza de la Rosa.

    El camino que debe seguir el hombre dialctico en ruta hacia la liberacin, es el caminode la Gnosis quntuple. Y es el camino de la Cruz. La Cruz es el encuentro de dos lneas defuerza diametralmente opuestas. Ella significa un cambio total, una transformacin de las fuerzas,una transmutacin alqumica.

    La Rosa, en nosotros, debe ser unida a su verdadero campo de vida, el campo de lainmortalidad. La Rosa debe ser liberada por el camino de cruz de la transfiguracin. Por ello

    hablamos de Rosacruz. Esta obra debe realizarse en la fuerza de Cristo, la fuerzaelectromagntica de la Vida Universal. Por ello, el hombre que sigue realmente este camino y vahasta el final, es un Cristian Rosacruz.

    Somos Rosacruces cuando recorremos el Camino hasta el final. Llegamos a serRosacruces cuando nos comprometemos en ello. Y quien comienza a caminar en el Caminorealiza naturalmente todo tipo de experiencias. Para todos, es muy importante saber si estasexperiencias, y sus consecuencias, son justas, si corresponde al Camino, si de da en da, en cadapaso, las reacciones son buenas.

    Pues todo alumno que recorre el Camino encuentra en las Bodas Alqumicas sus propiasexperiencias y sus consecuencias, como si fuese un resumen extremadamente fiel de su propiaruta. El lenguaje, el contenido y el plan del libro responden completamente a esta intencin. Pero

    quien no quiere seguir este Camino, quien no tiene la menor intencin de ello, no comprendeabsolutamente nada del mismo. Puede tener ideas sobre todo y disertar abundantemente de ello,pero permanece completamente al margen.

    Cuando se sigue el Camino, por consiguiente se realiza la experiencia, es imposibleexplicar todas las sutilidades a un observador exterior. Esta obra, en realidad, no se ha escrito enabsoluto de una man