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Tercera Semana Diciembre 2012 No.79 LALUNA Semanario de arte, cultura y sociedad Crédito/ Miguel Alvarado.

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Tercera Semana Diciembre 2012 No.79

LALUNASemanario de arte, cultura y sociedad

Crédito/ Miguel Alvarado.

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Ocurre que a pocas mujeres les debe tanto el sexo débil como a Leonor de Aquitania. Y aquí, uno podría imaginarse que por haber ella nacido en 1122 era muy poco lo que habría aportado en defensa del feminismo, ya que si hasta ahora hay

machismo como para asustar al hombre más libre de este prejuicio, no se diga los que hubo en pleno medievo cuando ella vivió. Pero parece que a Leonor le abundaban tres dotes: amor propio, belleza y fortuna, y no se puede determinar cuál de estas cualidades era su mayor fortaleza.

Fue nieta de Guillermo IX de Aquitania, también llamado el trovador, y el por qué de este apelativo se debe a que fue el primero y, tal vez, el mejor trovador de la lengua provenzal. Sus dominios eran más extensos que los del mismo rey fran-cés, quien le debía guardar pleitesía. Tiene en su honor el haber sido excomulgado en dos ocasiones, delito mayor de esa época, ambas veces por líos de faldas y una de ellas por robarle la esposa a un súbdito suyo. Sus poemas, de conte-nido audaz y atrevidos aun ahora, le dieron la merecida fama que conserva hasta el sol de hoy. Su hijo, también llamado Guillermo, murió en una peregrinación a Santiago de Cam-postela, por lo que su nieta, Leonor, pasó a ser la heredera única de uno de los mayores ducados de Europa.

A los quince años, Leonor cometió el más craso error de su vida. Se casó con el futuro rey de Francia, Luis VII, que poco después del matrimonio subió al trono. Luis era un mojigato a carta cabal y su mojigatería redundaba en una castidad tal que sólo ocho años más tarde le nació a la pareja su primera hija, y eso a pesar de que él estaba locamente enamorado de Leonor, que, según dicen, era una mujer mucho más bella que rica.

En esos días, el famoso predicador Bernardo de Claraval convenció a Luis VII de que partiera a Tierra Santa formando parte de la II Cruzada, lo que se convirtió para el rey en un verdadero dilema: por una parte, no quería dejar a su bella esposa rodeada de tanto súbdito enamoradizo, pero por otra, tampoco quería que lo acompañara en una aventura plena

de peligros. Leonor decidió ir por derecho propio, pues ella era el mayor señor feudal de Francia y todos ellos se disponían a partir en dicha cruzada. (Noten que hasta ahora no se puede decir señora feudal. Se ve que incluso los idiomas son machista).

El rey se consolaba pensando que al tenerla a su lado no le podría ser infiel. Gran error, porque apenas llegaron a Antioquía, Leonor se enamoró de su tío Reimundo de Poiters,

regente del lugar. Y cómo no se iba a enamorar si se trataba de un hermoso, dicharachero y elegante príncipe, el último hijo de su abuelo Guillermo IX, por el que cualquier mujer se hubiera derretido, no se diga Leonor que estaba casada con quien, por influencia religiosa, creía que el sexo, incluso dentro del matrimonio, era el mayor de los pecados.

Con su tío, Leonor mantenía largas tertulias en veladas tras-nochadoras y entretenidas y, en ocasiones, salían alegres a cabalgar sin acompañantes y se perdían en la lejanía donde todo pudo ocurrir y, según las malas lenguas, ocurrió. Luis VII, por verse libre de pecar carnalmente con su esposa y de los evidentes cuernos que ya lo adornaban, de buena gana la hubiera repudiado, pero el divorcio lo dejaba con poca tierra para gobernar, pues Leonor se habría marchado con todas sus extensas propiedades.

Los cuernos, no por no ser reales son livianos, y Luis regresó a París trayéndolos consigo. Lo acompañaba una mujer que iba de mala gana, se diría que a la fuerza. Ni siquiera el papa de Roma logró convencerlo de que los portara dignamente, porque apenas pudo anuló la boda sin importarle las pérdi-das materiales sino su mancillado honor, con lo que Leonor quedó libre y dueña de fabulosas riquezas y para continuar sin obstáculos su incestuosa aventura con su adorado aman-te, lo que no pudo concretar porque al amor de su vida, un tío de Saladino le había cortado la cabeza para enviarla de regalo al califa de Bagdad. Lo único que el papa logró, si es que eso es logro alguno, fue una breve reconciliación de la pareja real, que durante el corto lapso de una noche tuvo tiempo suficiente para concebir a su segunda hija.

Leonor no se anduvo por las ramas y sin guardar las apari-encias, a menos de dos meses de la separación, se casó con Enrique Plantagenet, once años menor que ella, quien poco después se convertiría en Enrique II, rey de Inglaterra, con lo que este país poseyó un territorio casi diez veces mayor que el de Francia. Enrique y Leonor tuvieron ocho hijos, uno de ellos fue el afamado Juan sin Tierras y otro, el más afamado todavía, Ricardo Corazón de León. Y como Leonor no tenía la cara dura de su ex marido para aguantar cornamenta al-guna, se rebeló junto con sus hijos contra la férula del rey, porque este tenía, igual que cualquier monarca que se res-pete, una amante de turno.

Leonor, a raíz de sus segundas nupcias, estableció su corte en Poiters, donde dio rienda suelta a un sueño que había proyectado con su abuelo Guillermo IX en el transcurso de toda su vida: el fomento de los trovadores y, por ende, el de-sarrollo de la lírica y la corte de los caballeros, con torneos in-cluidos. Estableció y dio autoridad a los tribunales del amor,

en el que se litigaron y se resolvieron los enredos amorosos de muchas mujeres, que salieron bien paradas en problemas que poco antes les pudo costar la vida.

Los trovadores eran los encargados de ensalzar el amor cor-tés, caballeresco y noble; este sentimiento era generalmente adúltero y dio origen a la palabra cortesana. Los amantes se encontraban luego de largos cabildeos y correveidiles en lu-gares ocultos al común de los mortales para paladear y dis-frutar solaz de sus intimidades más recónditas. Practicar el amor clandestino ennoblecía a los amantes, particularmente al varón que había ensalzado a la dueña de su corazón mediante la poesía romántica y había concretado lentamente en el lecho sus aspiraciones amorosas. La dama de sus sueños era ocul-tada del dominio público disfrazándola poéticamente con otro nombre; pero casi todos sospechaban de quien se trataba, ya que sólo los enamorados son los únicos que piensan que su amor es invisible. El idioma en que se escribía este tipo de poesía era el occitano, lengua que se hablaba en el sur de la actual Francia, lugar llamado también Mediodía de Francia.

Curiosamente, y estoy seguro de que debe existir algún tipo de correlación con la política libertaria seguida por Leonor, en esa misma zona y época se desarrolló la doctrina cátara. Los cátaros, o albigenses, fueron una rama del cristianismo que se propagó rápidamente en el sur de la Francia de ahora, donde hallaron terreno abonado para promover su fe gracias al alto grado de libertad alcanzado por los habitantes de esa zona y la protección de los nobles del lugar, y fueron el resultado de la simbiosis del encuentro de los cruzados con los cristianos primitivos del Oriente Medio.

Cuando el culto que practicaban puso en peligro la existencia misma del catolicismo, el papa Inocencio III se confabuló con el rey francés para con su ayuda exterminarlos sangrienta-mente a cambio de otorgarle hasta el día de hoy dicho ter-ritorio a Francia. Lo que no pudieron exterminar fue el ideal cátaro que sobrevive en la doctrina rosacruz.

Todo esto sucedió cuando ya Leonor no se encontraba es este mundo. El último acto de esta valiosa mujer fue rescatar a su hijo Ricardo Corazón de León, que se encontraba se-cuestrado luego de abandonar la Tercera Cruzada. En ese entonces, Leonor frisaba los ochenta años y recorrió a ca-ballo media Europa para pagar el rescate.

¡Qué no hace una madre por sus hijos!

* Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

* Leonor, a raíz de sus segundas nupcias, es-tableció su corte en Poiters, donde dio rienda suelta a un sueño que había proyectado con su abuelo Guillermo IX en el transcurso de

toda su vida: el fomento de los trovadores y, por ende, el desarrollo de la lírica y la corte

de los caballeros, con torneos incluidos. Estableció y dio autoridad a los tribunales del amor, en el que se litigaron y se resolvieron los enredos amorosos de muchas mujeres,

que salieron bien paradas en problemas que poco antes les pudo costar la vida.

Rodolfo Bueno/ Rebelión

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Con el rector de nuestra universidad como prologu-ista, el chef Víctor Hugo Aguilar Morales presenta Sazones y andanzas por el

Centro Histórico de la Ciudad de México, más que un recetario, un testimonio y un homenaje de amor por las raíces, compromiso con la profesión y gusto por el buen com-er. Una oportunidad de deleitarse con creatividad.

Hemos tomado el título de esta reseña de la introducción que el chef Víctor Hugo Aguilar Morales hace de su recetario cuando hab-la de "los tres elementos bási-cos que busco en los platillos: memoria vivencial, creatividad y sabor de familia".

Y no son palabras huecas. El chef habla de memoria porque en 1919 dos de sus antepasados estableci-eron un tendejón en el mercado San Lucas en pleno Centro Histórico, el cual, "en poco tiempo se hizo famoso por su extraordinario mole, que para aquella época se hacía de manera totalmente artesanal". Las dueñas de aquel local enseñaron a su madre, y ésta, al chef que hoy presenta con justo orgullo el fruto de "una labor que día a día realizo con entrega, disciplina y dedicación", según confiesa.

En cuanto a la creatividad, el chef explica su método: "hay com-binaciones que son ancestrales pero a partir de ellas podemos descubrir nuevos sabores. Esto no se logra únicamente improvisando, sino con un profundo conocimiento de la región y la historia, así como de los ingredientes".

La importancia del "sabor de fa-milia" nos la explica María Te-resa Uriarte, co-presentadora del volumen, con una sencilla pero contundente frase: "rescatar del extravío las recetas de la madre

o las abuelas es un deber patrio".

Es imposible negar que "la cocina mexicana forma parte caracterís-tica de nuestra cultura", como señala José Narro Robles en la presentación. Él mismo explica sus cualidades: "se distingue por ser rica en la combinación de ingredientes y por los depu-rados procesos de elaboración. Ha mantenido su continuidad, esen-cia y valores, además de haberse enriquecido a través de nuestra historia". Y nos recuerda que "en 2010, la UNESCO la declaró Pat-rimonio Inmaterial de la Humani-dad".

El libro presenta, además, "una vajilla realizada en conjunto con alumnos del Centro de Investiga-ciones de Diseño Industrial y el taller de cerámica de la Facul-tad de Arquitectura", que es "un conjunto de piezas mexicanas de formas poco convencionales, in-spiradas en elementos gráficos y colores prehispánicos", cuyos "diseños se adaptan a la forma de los platillos".

Así que en las ya inminentes fi-estas, olvidémonos de platil-los ajenos a nuestra cultura y optemos por estos "deleites que nos imaginamos en las letras", como dice María Teresa Uriarte, transformando nuestras celebra-ciones en una expresión de "buen gusto, en el más literal de los sentidos".

* Aguilar Morales, Víctor Hugo. Sazones y andanzas por el Cen-tro Histórico de la Ciudad de Mé-xico. UNAM, 2012. Disponible en el circuito de librerías univer-sitarias.

* www.libros.unam.mx

Memoria

* Es imposible negar que "la cocina mexicana forma parte caracterís-tica de nuestra cultura", como se-ñala José Narro Robles en la pre-sentación. Él mismo explica sus cualidades: "se distingue por ser rica en la combinación de ingre-dientes y por los depurados pro-cesos de elaboración. Ha mantenido su continuidad, esencia y valores, además de haberse enriquecido a través de nuestra historia". Y nos recuerda que "en 2010, la UNESCO la declaró Patrimonio Inmaterial de la Humanidad".

UNAM/ Álvaro Sánchez Ortiz

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* La ingeniería de este poemario se relaciona precisamente con cierta claves cronotópicas que deben quedar bien delimitadas. Es muy necesario para el poeta: ante una realidad cambiante, a veces frenética, vertiginosamente, y más cuando se trata de ciberespacio —ese lugar inexistente en la realidad palpable—, al menos el tiempo debe ser controlado, de ahí el énfasis temporal.

Juan Carlos Abril/ periódicodepoesia.unam.mx

Luis Bagué Quílez (Palafrugell, Girona, 1978, aunque afincado en Alicante, donde trabaja en su universidad) ha publicado recientemente un poemario cargado de sentido y objetivos, entre los que destaca conmover al lector al

mismo tiempo que no dejar de lado el mensaje, el referente al que se alude. No se anda por las ramas y no podríamos calificar precisamente como abstracta esta poesía, aunque sus temas se muevan y oscilen en el universo intangible de internet, que es sin duda abstracto por naturaleza. Por eso carga las tintas en lo concreto de las anécdotas, en los detalles, en el significado —en la carga sígnica— de los textos, que no se le escapan nunca de las manos, con-virtiéndolos en dardos certeros que nos tocan, a un mismo tiempo, en el corazón y en la conciencia. Ahí se conjugan lírica y pensamiento, sentido y emoción. Quizá se pudiera decir esto del resto de sus entregas poéticas, que son rela-tivamente numerosas para el espacio tan breve de tiempo en el que se han publicado (cuatro poemarios completos, incluido este, más otras colaboraciones). Pero sin duda en Página en construcción vemos su voz más madura, capaz de conseguir una simbiosis entre lector y autor a través del texto que, como veremos, es a su vez el contexto, tan pre-sente en el pensamiento poético de Bagué Quílez (como se sabe, es un activo crítico de poesía contemporánea y au-tor del magnífico ensayo Poesía en pie de paz: modos del compromiso hacia el tercer milenio, publicado en 2006).

Articulado en cinco partes, Historias, Metarrelatos, Hipó-tesis, Ensayos y Monólogos, cada una de ellas se erige en un fragmento del mundo y a la vez se engancha al conjun-to a través del estilo, que se unifica así bajo un mismo cri-terio. Llama mucho la atención la cantidad de subtítulos, epígrafes introductorios o citas, muchas inspiradoras, en fin, ese grupo —en sentido mecánico y dinámico— para-textual que rodea a los propios poemas y que a fin de cuen-tas va dirigiéndonos hacia cierta hermenéutica poemática, la que el autor quiere, sirviendo de ayuda para acercarnos con precisión hacia ese lugar del objeto textual (entendi-endo al poema como un poliedro interpretable de muchas maneras). La primera composición del libro, inaugural, nos encuadra en la disyuntiva del referente desplazado: World in progress (pp. 11-12), que es un juego de palabras con work in progress. Un contexto moviéndose. La lógica nos explica desde el primer instante, desde el título, que el poeta está aludiendo a una forma de ver el mundo, a una filosofía moral y política, también a una ética. Hay también un lenguaje tipificado, una forma de estructurar

el sentido —o sinsentido— de las cosas, para que llegue cualquier proceso empírico a convertirse en poesía y poder ser compar-tido. También la idea mallarmeana de la pá-gina en blanco podría erigirse como símbolo de lo que se tiene que construir… El mundo cambia, las cosas cambian y pueden cam-biar, con lo que se nos plantea también una manera de concebir la historia, el pasado, y también el futuro. Las controversias tempo-

rales serán, sin duda alguna, una de las preocupaciones del poeta, como en La vida te hará trizas, cuando nos dice que: “los viejos errores/ acabarás llamándolos/ pasado.” (p. 24) O en Los amantes del siglo XXI (pp. 26-27), posiblemente uno de los mejores poemas del libro, cuando concluye pre-guntando indirectamente:

Mira el televisor, mira la vida, y dime si es verdad que el futuro no tiene porvenir. (p. 27)

La ingeniería de este poemario se relaciona precisamente con cierta claves cronotópicas que deben quedar bien de-limitadas. Es muy necesario para el poeta: ante una reali-dad cambiante, a veces frenética, vertiginosamente, y más cuando se trata de ciberespacio —ese lugar inexistente en la realidad palpable—, al menos el tiempo debe ser controlado, de ahí el énfasis temporal. Por eso la sección Metarrelatos es un homenaje musical a algunos cantau-tores o grupos, y que algunos de esos poemas se conciban como canciones o apostillas a los propios temas que se homenajean, partiendo de una base ya hecha y explícita, recreándose en el tiempo con nuevas melodías. Si no nos equivocamos, eso es la música, y el poema participa de ella. El personaje que se mueve aquí debe aferrarse a algo, a la música, a otros estímulos artísticos como en Quemar las naves (pp. 15-16), o incluso a la lucha social que pu-eda representar un saharaui como Salem Tamek en País con espejismos (pp. 17-18), un poema espléndido sobre la diferencia del significado de la utopía y las banderas según donde vivas, según tu identidad), entre otros ejemplos que podríamos poner, es un personaje que se debate entre la inexistencia y la virtualidad, entre lo que se es y lo que se pretende ser. Así, en Carta de ajuste nos dice: “Estoy robando naipes,/ intercambiando sombras/ con el hombre invisible.” (p. 41). No son dudas sobre la propia existen-cia, sino sobre lo que hacemos, sobre lo que realizamos, sobre nuestra labor: ¿de qué sirve? Se trata de construir, es cierto, pero también sabemos que hay procedimientos de deconstrucción constantes sobre lo que realizamos, que somos seres contradictorios (“Vivimos encerrados en pro-nombres/ de primera persona”, p. 50), o que hay sombras en cualquier luz. ¿Sirve de algo lo que hacemos?

Seguramente que la utilidad es una de las grandes obse-siones de este libro, en el sentido que apuntábamos de querer ser una herramienta que ponga en marcha la con-ciencia. Una de las poesías clave es El placer del contexto (pp. 47-48), por su originalidad y repercusiones metapoé-ticas. Ahí nos explica —teórica y poéticamente— que hay que aferrarse a algo, que no podemos permanecer perma-nentemente en las ventanas, en la inexistencia, “Aunque tal vez nos falte/ capacidad para pensarla” (p. 55). Esta poesía elude los procesos de abstracción en beneficio del aquí y ahora, entonando en algunas ocasiones una reivin-

dicación sutil, una disconformidad, una rebeldía que es más bien postura civil y cívica. Los últimos versos de este poemario, nos lo aclaran: “No cabe duda: corren/ malos tiempos para la épica” (p. 61). Y es que como decimos el personaje poético se enfrenta sin solución posible, al menos de momento en nuestra sociedad, a un simulacro, como diría Baudrillard, que ha acabado por copar todo, cualquier gesto, cualquier acción, de nuestra vida, una vida que: “pasará sobre ti como un tornado.” Posiblemente el mundo —ideológicamente hablando, pero por supuesto determinado en primera instancia por la economía— en el que vivimos no pueda cambiar, y la condición humana esté llamada a ser cada vez más atroz, más horrorosa, y no haya solución. Pero al menos con un libro como Página en construcción poseemos algunas armas para poder saber dónde vivimos, nos da argumentos. Una poesía a pie de andamio.

Perdimos otra vez el equipaje. Las maletas aprendena viajar sin nosotros, a buscarnosnombres y domicilios.

El paisaje no envidia la verticalidadni justifica el vuelo,la ráfaga incesantede nubes de mosquitoscuya danza se enciendecon los cambios de luz.

La simetríadistribuye el desordenproporcional de calles y mercados,bicicletas y templos y jardinesy un largo polisíndeton que en vanotrata de coordinarla insubordinación de la mirada.

El espacio horizontal se extiende,crece,se dilata en la anchura del tiempodonde la lentitudavanza a 20 megas por segundoentre los cables del tendido eléctrico,las latas oxidadas y los puestosque ofertanel monzón de la vida en las ventanas.

Las líneas no se cruzan. Nadaes perpendicular. El cielo fingeque este suelo ya no le pertenece—página en construcción, disculpenlas molestias—.

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Luego de 200 años de manten-er los ojos cerrados, la Virgen de Guadalupe plasmada en un óleo del Templo de San Juan Bautista, en Yecapixtla,

Morelos, los “abrió” nuevamente luego de un proceso de restauración en el que expertos, al retirar varias capas de pintura, advirtieron que original-mente el artista los había plasmado entreabiertos.

Como parte de esta labor, a cargo de expertos del Instituto Nacional de An-tropología e Historia (INAH-Conacul-ta), también se lograron desvelar más imágenes que estaban ocultas, entre ellas la figura de San Juan Diego, así como la firma del autor de la pintura y su antigüedad.

“Se trata de Nicolás Espinoza quien la creó en 1762; según investigaciones preliminares fue un artista de origen chileno que trabajó para la orden de los agustinos, aunque en realidad es poco lo que conocemos ya que no tenemos registrada otra obra de él, a menos en Morelos”, informó Frida Mateos González, restauradora re-sponsable de la atención de la obra.

Con la intervención al óleo sobre tela del siglo XVIII, explicó la especialista del Centro INAH-Morelos, se pudieron recuperar figuras y trazos originales que eran imposibles de ver por la gran cantidad de repintes que los cubrían. Tal es el caso de los ojos de la Virgen, que los feligreses siempre vieron cer-rados

Al respecto, la restauradora Frida Mateos explicó que en el siglo XIX la obra comenzó a ser objeto de repintes que fueron ocultando la imagen origi-nal. Al hacer el retiro de varias capas de pintura, se pudo observar que los ojos de la Virgen de Guadalupe no es-taban cerrados totalmente, de manera que se procedió a rescatar este rasgo.

“Otro hallazgo fue que en realidad porta una corona imperial (semio-valada) y no de picos como la que tenía pintada antes de la restauración. Además se hallaron los tonos exactos tanto del manto (color vino con dis-eños dorados) como del rostro y ma-nos de la Virgen, y del querubín que la acompaña, ambos con un color claro y rosado”, abundó.

Asimismo, se descubrieron y resca-taron racimos de flores de distintos colores que enmarcan la figura de la Virgen, incluida la imagen de Juan Diego y la inscripción con la firma del autor.

Entre cantos, música de banda y re-zos, hace unos días el cuadro fue recibido con gran fervor por las más de dos mil personas que la aguard-aron fuera y dentro del Templo de San Juan Bautista, edificación levantada por la orden agustina, a principios del siglo XVI.

La pintura —de 1.2 metros de ancho y 1.8 de alto— fue entregada por el antropólogo Víctor Hugo Valencia Valero, delegado del INAH en More-los, y Frida Mateos, restauradora re-sponsable de la obra, a la comunidad de Yecapixtla siempre interesada en las labores de cuidado de su patri-

monio cultural, a través de dos repre-sentantes de su comité de vigilancia: Guillermo Trujillo y Raúl Torres.

La población de Yecapixtla refirió que para ellos “era de sumo valor la recuperación de su virgencita mila-grosa; para la comunidad era de vital importancia la restauración de esta Virgen por la ferviente devoción que le tienen”, puntualizó Frida Mateos González.

A petición de la comunidad, la pieza llegó el 22 de marzo de 2011 a las instalaciones de del Centro INAH-Mo-relos, donde permaneció en restau-ración durante un año nueve meses, lapso en el que además se le atendier-on deterioros, como una fractura en la parte superior izquierda del lienzo (de 48 cm, del hombro de la Virgen hacia el borde), así como daños y pérdidas de la capa pictórica provocadas por abrasiones y la acidez de deyecciones de palomas.

De acuerdo con la restauradora Mate-os González, reiteró que la obra tenía varias capas de pasta y color que le fueron aplicados a partir del siglo XIX, y se hicieron estudios estratigráficos para determinar el número de repintes que se le aplicaron; asimismo, se tra-bajó en la búsqueda de las sustancias químicas más adecuadas para elimi-narlos. La labor también implicó el uso de bisturí.

Fue así, dijo, como fue posible tam-bién recuperar la imagen de San Juan Diego, que se observa hincado, de-splegando su ayate con un ramo de rosas, así como los tonos originales que el pintor dio a cada elemento de la imagen.

Con apoyo de especialistas de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del INAH, los restauradores también fijaron las escamas u hojuelas de pintura le-vantadas, y posteriormente se hizo la consolidación de la capa pictórica del lienzo.

Luego se le dio una segunda limpieza al óleo colonial, se resanó y con pin-turas al barniz se hizo la reintegración cromática donde fue necesario. Fi-nalmente, se le colocó una capa de barniz especial para protección.

La restauración de la imagen de la Virgen Guadalupe del municipio de Yecapixtla, incluyó además la aten-ción del bastidor original que carecía de varios travesaños y estaba defor-mado, lo que restaba estabilidad al lienzo.

Una vez que la pintura sobre tela ar-ribó al Templo de San Juan Bautista, el 28 de noviembre de este año, la imagen fue colocada en el nicho que ha ocupado desde el siglo XIX, donde el párroco Ignacio Ponce Aguilar la bendijo, al tiempo que los habitantes ofrecían cantos y flores.

Cabe mencionar que el templo mo-relense de San Juan Bautista, forma parte de las edificaciones —junto con otros 13 monasterios— que conform-an la Ruta de los Conventos, inscrita en 1994, en la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco.

* Un óleo de la Virgen de Guadalupe del siglo XVIII fue atendido por el INAH, y se advirtió que el artista la plasmó con los ojos entreabiertos y no cerrados, como habitual-mente se conocía. La imagen original había quedado oculta debajo de varias capas de repintes que le apli-caron en el siglo XIX, al retirarlas se descubrió también la figura de Juan Diego y la firma del pintor.

INAH

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Fundadora Selene Hernández León

Dirección General Miguel Ángel Alvarado

Diseño y Arte Fabiola Díaz

Mercadotecnia Juan Manuel Hernández León

[email protected]

[email protected]@hotmail.com

La Luna es una publicación de Grupo Nologo SA de CV para Semanario Nuestro Tiempo. Circula en los principales puestos

de periódicos de la ciudad de Toluca, zonas industriales, dependencias gubernamen-tales y los comercios más importantes en la capital del Estado de México. Más de 5

mil ejemplares distribuidos cada semana. Todos los registros en trámite.

La

* El 80% de la literatura egipcia, hindú y persa ya no existe. La mitad de la literatura asiática y africana se extinguió. El terrible incendio del palacio Yuanming Yuan (Jardines del Perfecto

Resplandor) en China fue acompañado por miles de bienes destruidos y hoy se estima que fueron robados un millón y medio de obras que se dispersaron por 2000 museos en 47 países.

Fernando Báez/ Rebelión

La tradición occidental nos ha legado tres grandes símbolos de-saparecidos: el Edén, que era una suerte de Jardín en Oriente; la torre de Babel, un ziggurat abandonado y, por supuesto, el templo de Salomón, cuyos planos contenían para algunos la

forma secreta del universo. No ha habido, y tal vez no exista nunca, una generación de hombres que no busque de modo interminable estas obras en los lugares más insólitos del planeta.

La utopía del inicio, por ejemplo, se enlaza con el tópico de la Edad Dorada: cada hombre, a su manera, viene del exilio forzoso y deca-dente de este territorio donde el mal no existe. La palabra Paraíso fue adaptada del término avéstico “pairidaeza”, cuyo significado ex-acto es «recinto circular», lo que prueba muchas cosas o ninguna. El misterioso Zohar es enfático en que tenía 7 puertas, y en el Relato de Hayy ibn Yaqzán se dice que el paraíso es esa región donde “por mucho que andes, siempre vuelves al punto de partida”.

Según los antropólogos, el enigma de los orígenes de nuestra espe-cie ha puesto en marcha desde hace 100 años una presión para con-seguir el “eslabón perdido”, un fósil que jamás ha sido encontrado: sólo hemos logrado saber que no sabemos lo que fuimos. Somos, en todo caso, 99% de prehistoria y 1% de historia escrita.

El inventario de todo lo que ha perdido la humanidad nos coloca ante uno de los agujeros negros de la historia. Hablamos de 650 culturas desaparecidas en 5 continentes, 30 civilizaciones colapsadas y 100 imperios extintos en un período de apenas 8.000 años. Este pano-rama desolador, probablemente, es la causa de que los dos orígenes centrales de las religiones y las hipótesis científicas coincidan en afirmar el mito de los inicios perdidos.

La historia es un cementerio de culturas y civilizaciones que pensa-ron que eran eternas, pero fueron aniquiladas por desastres natu-rales que las redujeron a meros fragmentos. Según Will Durant, “la civilización existe por consenso geológico, sujeto a cambio sin noti-ficación”. En los recientes estudios de la Universidad de Princeton, ha quedado claro que la Edad del Bronce sucumbió ante la presión de colapso provocada una “tormenta de terremotos” que asoló desde Creta hasta Anatolia en el siglo XIII a.C. Esto podría volver a pasar.

Puede parecer increíble, pero de las siete maravillas del mundo an-tiguo sólo se salvó la pirámide de Giza. En cambio, quedaron devas-tados los Jardines colgantes de Babilonia, el Templo de Artemisa en Éfeso, la estatua de Zeus en Olimpia, el Mausoleo de Halicarnaso, el Coloso de Rodas y el Faro de Alejandría. En esta última ciudad, estuvo la biblioteca más grande del mundo clásico y no hay forma de saber qué sucedió con todos sus extraordinarios libros.

El 80% de la literatura egipcia, hindú y persa ya no existe. La mitad de la literatura asiática y africana se extinguió. El terrible incendio del palacio Yuanming Yuan (Jardines del Perfecto Resplandor) en China fue acompañado por miles de bienes destruidos y hoy se estima que fueron robados un millón y medio de obras que se dispersaron por 2000 museos en 47 países.

La guerra aparece entre los fenómenos más destructivos junto a

la iconoclastia. Jericó, una de las primeras ciudades del mundo, sucumbió ante conflictos en la época del Neolítico. Cartago, fundada tal vez en 814 a.C., llegó a ser el símbolo de la destrucción porque se mató de hambre a los habitantes y sobre los edificios derruidos se arrojó sal.

La mitad de las obras del Museo del Prado se destruyeron en el incendio que aniquiló el Alcázar de Madrid en 1734 y arrasó con 500 pinturas de maestros como Leonardo Da Vinci o Rubens. El bombardeo de Museo Kaiser Friedrich de Berlín en 1945 provocó la destrucción de 415 pinturas de grandes clásicos como Caravaggio.

Una ciudad como Venecia, construida sobre una laguna que comuni-ca con el mar Adriático, se hunde irremediablemente bajo las aguas. La República de Kiribati, conformada por 3 islas del Pacífico Central, ha comenzado a ser evacuada porque desaparece. La hipótesis del calentamiento global, que predice un aumento de hasta 3 grados hasta el 2100, implica el 30% de deshielo de los polos de la tierra y el aumento de los niveles de los océanos.

Las grandes urbes hoy inexistentes deberían ser una invitación a la nostalgia de quienes se preocupan por las crisis del presente: Troya, Creta, Pompeya, Tenochtitlán, Machu Pichu, Petra o Angkor. Todas, absolutamente todas, han quedado en ruinas. De hecho, uno de los temas más interesantes del cine y la literatura ha consistido en proyectar la idea de un cataclismo general.

El cementerio de las culturas incluye idiomas completos: el índice de lenguas extintas es impresionante. No sabemos nada de los len-guajes paleolíticos. El Instituto de Lenguas Aborígenes de Santa Fe, en Nuevo México, ha calculado que el 42 % de las 300 lenguas que se hablaron originalmente en Estados Unidos se extinguió. Según el Atlas Interactivo de Lenguas en Peligro de la UNESCO (2009), existen actualmente 6 mil 800 lenguas vivas, al menos 3 mil lenguas están a punto de perder sus últimos hablantes y desde 1950 se ha acelerado este lingüicidio con la desaparición de 200 idiomas.

Al igual que sucedió con Babel, las Torres Gemelas de Nueva York fueron castigadas, pero los ataques del 11 de septiembre de 2001 también arruinaron 1113 piezas de artistas. En Irak, la torre de Sa-marra fue dinamitada, miles de libros devastados y obras artísticas robadas tras la invasión de 2003.

En el siglo 21, el planeta se ha convertido en un incontrolable depósi-to de ruinas. Continentes, océanos, desiertos, exponen millones de reliquias: el 50% de la memoria del mundo ha desaparecido.

Temo confesar, en plan final, que Diderot estuvo bastante cerca de entender este tema cuando escribió: “ […] Todo se destruye, todo perece, todo pasa. Solo el tiempo dura… ”.

* Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor medi-ante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Page 7: LALUNA - Publicación de Nologo Grupo Toluca · los evidentes cuernos que ya lo adornaban, de buena gana la hubiera repudiado, pero el divorcio lo dejaba con poca tierra para gobernar,

La tradición occidental nos ha legado tres grandes símbolos desaparecidos: el Edén, que era una suerte de Jardín en Oriente; la torre de Babel, un ziggurat abandonado y, por supuesto, el templo de Salomón, cuyos planos contenían para algunos la forma secreta

del universo. No ha habido, y tal vez no exista nunca, una gen-eración de hombres que no busque de modo interminable estas obras en los lugares más insólitos del planeta.

La utopía del inicio, por ejemplo, se enlaza con el tópico de la Edad Dorada: cada hombre, a su manera, viene del exilio forzoso y decadente de este territorio donde el mal no existe. La palabra Paraíso fue adaptada del término avéstico “pairidaeza”, cuyo sig-nificado exacto es «recinto circular», lo que prueba muchas cosas o ninguna. El misterioso Zohar es enfático en que tenía 7 puertas, y en el Relato de Hayy ibn Yaqzán se dice que el paraíso es esa región donde “por mucho que andes, siempre vuelves al punto de partida”.

Según los antropólogos, el enigma de los orígenes de nuestra es-pecie ha puesto en marcha desde hace 100 años una presión para conseguir el “eslabón perdido”, un fósil que jamás ha sido encon-trado: sólo hemos logrado saber que no sabemos lo que fuimos. Somos, en todo caso, 99% de prehistoria y 1% de historia escrita.

El inventario de todo lo que ha perdido la humanidad nos coloca ante uno de los agujeros negros de la historia. Hablamos de 650 culturas desaparecidas en 5 continentes, 30 civilizaciones co-lapsadas y 100 imperios extintos en un período de apenas 8.000 años. Este panorama desolador, probablemente, es la causa de que los dos orígenes centrales de las religiones y las hipótesis científicas coincidan en afirmar el mito de los inicios perdidos.

La historia es un cementerio de culturas y civilizaciones que pen-saron que eran eternas, pero fueron aniquiladas por desastres nat-urales que las redujeron a meros fragmentos. Según Will Durant, “la civilización existe por consenso geológico, sujeto a cambio sin notificación”. En los recientes estudios de la Universidad de Princeton, ha quedado claro que la Edad del Bronce sucumbió ante la presión de colapso provocada una “tormenta de terremo-tos” que asoló desde Creta hasta Anatolia en el siglo XIII a.C. Esto podría volver a pasar.

Puede parecer increíble, pero de las siete maravillas del mundo antiguo sólo se salvó la pirámide de Giza. En cambio, quedaron devastados los Jardines colgantes de Babilonia, el Templo de Artemisa en Éfeso, la estatua de Zeus en Olimpia, el Mausoleo de Halicarnaso, el Coloso de Rodas y el Faro de Alejandría. En esta última ciudad, estuvo la biblioteca más grande del mundo clásico y no hay forma de saber qué sucedió con todos sus ex-traordinarios libros.

El 80% de la literatura egipcia, hindú y persa ya no existe. La mitad de la literatura asiática y africana se extinguió. El terrible incendio del palacio Yuanming Yuan (Jardines del Perfecto Re-splandor) en China fue acompañado por miles de bienes destrui-dos y hoy se estima que fueron robados un millón y medio de obras que se dispersaron por 2000 museos en 47 países.

La guerra aparece entre los fenómenos más destructivos junto a la iconoclastia. Jericó, una de las primeras ciudades del mundo, sucumbió ante conflictos en la época del Neolítico. Cartago, fun-

dada tal vez en 814 a.C., llegó a ser el símbolo de la destrucción porque se mató de hambre a los habitantes y sobre los edificios derruidos se arrojó sal.

La mitad de las obras del Museo del Prado se destruyeron en el incendio que aniquiló el Alcázar de Madrid en 1734 y arrasó con 500 pinturas de maestros como Leonardo Da Vinci o Rubens. El bombardeo de Museo Kaiser Friedrich de Berlín en 1945 pro-vocó la destrucción de 415 pinturas de grandes clásicos como Caravaggio.

Una ciudad como Venecia, construida sobre una laguna que comunica con el mar Adriático, se hunde irremediablemente bajo las aguas. La República de Kiribati, conformada por 3 is-las del Pacífico Central, ha comenzado a ser evacuada porque desaparece. La hipótesis del calentamiento global, que predice un aumento de hasta 3 grados hasta el 2100, implica el 30% de deshielo de los polos de la tierra y el aumento de los niveles de los océanos.

Las grandes urbes hoy inexistentes deberían ser una invitación a la nostalgia de quienes se preocupan por las crisis del presente: Troya, Creta, Pompeya, Tenochtitlán, Machu Pichu, Petra o An-gkor. Todas, absolutamente todas, han quedado en ruinas. De he-cho, uno de los temas más interesantes del cine y la literatura ha consistido en proyectar la idea de un cataclismo general.

El cementerio de las culturas incluye idiomas completos: el índice de lenguas extintas es impresionante. No sabemos nada de los lenguajes paleolíticos. El Instituto de Lenguas Aborígenes de Santa Fe, en Nuevo México, ha calculado que el 42 % de las 300 lenguas que se hablaron originalmente en Estados Unidos se extinguió. Según el Atlas Interactivo de Lenguas en Peligro de la UNESCO (2009), existen actualmente 6 mil 800 lenguas vivas, al menos 3 mil lenguas están a punto de perder sus últimos hablantes y desde 1950 se ha acelerado este lingüicidio con la desaparición de 200 idiomas.

Al igual que sucedió con Babel, las Torres Gemelas de Nueva York fueron castigadas, pero los ataques del 11 de septiembre de 2001 también arruinaron 1113 piezas de artistas. En Irak, la torre de Samarra fue dinamitada, miles de libros devastados y obras artísticas robadas tras la invasión de 2003.

En el siglo 21, el planeta se ha convertido en un incontrolable depósito de ruinas. Continentes, océanos, desiertos, exponen millones de reliquias: el 50% de la memoria del mundo ha de-saparecido.

Temo confesar, en plan final, que Diderot estuvo bastante cerca de entender este tema cuando escribió: “ […] Todo se destruye, todo perece, todo pasa. Solo el tiempo dura… ”.

* Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su lib-ertad para publicarlo en otras fuentes.

* Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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se dispersaron por 2000 museos en 47 países.

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Page 8: LALUNA - Publicación de Nologo Grupo Toluca · los evidentes cuernos que ya lo adornaban, de buena gana la hubiera repudiado, pero el divorcio lo dejaba con poca tierra para gobernar,

* La lucha por la libertad restó interés y capacidad de participar en la vida social y cultural. Entre 1989 y 2004, los jóvenes de entre 20 y 25 años se volcaron a la resistencia y tomaron las armas en vez de estudiar, de apuntar a su desarrollo profesional o de optar por cualquier otro tipo de pasatiempo o actividad social.

Athar Parvaiz/ IPS

Srinagar, India. Enclavada en un valle entre la cor-dillera del Himalaya y las montañas de Pir Panjal, Cachemira es una región idílica y culturalmente rica, con reliquias religiosas y obras arquitectónicas mu-sulmanas, hindúes y budistas.

Pero el conflicto que sufrió durante varias décadas eclipsó el patrimonio de la región y dio pie a una nueva generación que ignora el valor cultural e histórico único de su tierra.

Un estudio realizado por la Fundación India para el Patrimo-nio Cultural y Artístico (Intach, por sus siglas en inglés), con sede en Nueva Delhi, señala que 98 por ciento de los jóvenes consultados tienen una "desconexión cultural".

Para la encuesta se tomó una muestra de mil 600 personas, a las que se le realizaron entrevistas extensas, y se efectuó una amplia investigación de campo.

"Nos preocupa mucho que la mayoría de los entrevistados desconozcan el rico patrimonio cultural de Cachemira", dijo a IPS el director de Intach en el estado indio de Jammu y Cachemmira, Saleem Beig.

El aislamiento cultural se hizo evidente con la poca cantidad de jóvenes que participan en servicios comunitarios (dos por ciento de los consultados), así como con el alto número de personas que tratan de mudarse de su casa en la histórica ciudad vieja por falta de infraestructura (30 por ciento) y de quienes ignoran los numerosos sitios arquitectónicos y religi-osos mundialmente conocidos.

Un grupo de escolares que realizaron una "visita de patri-monio" en el marco de la investigación de Intach solo pudi-eron nombrar, a lo sumo, dos sitios de Cachemira y fueron incapaces de identificar los santuarios de Jamia Masjid y el Hazratabal

Según Beig, los entrevistados sabían muy poco sobre el sig-nificado del río Jhelum, el mayor de Cachemira.

"El río Jhelum tiene un enorme significado económico, cul-tural y religioso. Hasta hace muy poco era el único medio de transporte de mercancías y tenía un significado religioso para los cachemires no musulmanes. Pero para la mayoría de los consultados solo era un río que corría cerca", añadió.

Además, pese a la toma de conciencia mundial por la cre-ciente contaminación de Jhelum, 70 por ciento de los en-cuestados que viven en sus márgenes dijeron no haber no-tado "ningún cambio".

"La mayoría ni siquiera pudo describir qué es patrimonio cul-tural y creen que los medios y el gobierno local deben ense-ñárselos", señala el estudio.

Este también indica que 91 por ciento de los consultados di-jeron vincularlo con artesanías tradicionales, como el tejido de alfombras, la fabricación de chales, el papel maché, el bordado y la talla en madera.

El sociólogo Bashir Ahmad Dabla, profesor de la Universidad de Cachemira, atribuyó esta tendencia preocupante a la dev-astación causada por el conflicto, que se remonta a la par-tición de la colonia británica en 1947.

Cuando India concretó su independencia, las áreas musul-manas de Cachemira fueron absorbidas por el nuevo estado de Pakistán.

Al mismo tiempo, una resolución de la Organización de las Naciones Unidas dio la opción al resto de la población de unirse a India, de mayoría hindú, a Pakistán o ser independi-entes, aunque nunca pudieron ejercer esta última alternativa.

En ese contexto, Pakistán se arrogó el control de un tercio del territorio de Cachemira y dejó el resto bajo administración militar y política de India.

Varias generaciones de cachemires criticaron el acuerdo y reclamaron independizarse de ambos países. Un levantami-ento "proreferendo" en 1989 fue el comienzo de la insurgen-cia armada.

Agencias estatales y organizaciones no gubernamentales que vigilan la situación desde hace años ubican la cantidad de personas muertas por el conflicto en más de 50.000.

La lucha por la libertad restó interés y capacidad de participar en la vida social y cultural. Entre 1989 y 2004, los jóvenes de entre 20 y 25 años se volcaron a la resistencia y tomaron las armas en vez de estudiar, de apuntar a su desarrollo pro-fesional o de optar por cualquier otro tipo de pasatiempo o actividad social.

El estudio de Intach señala que 98 por ciento de los jóvenes consultados mayores de 18 años no realizan ningún tipo de actividad deportiva.

La escasez de formación cultural en el sistema educativo agravó el problema, pues los primeros blancos de la insur-rección armada fueron sectores básicos como la salud y la educación.

Al comienzo de la resistencia, los insurgentes bombardearon el auditorio Tagore, centro cultural de la región, como men-saje a la población para que no participara en actividades culturales pues consideraban que no eran islámicas.

"El fuerte impacto del conflicto y de la inseguridad aplastó la vida normal, por lo que la educación en todas sus formas, incluso cultural, se volvió casi imposible", por la presencia del ejército indio y los frecuentes choques entre efectivos e insurgentes, dijo a IPS el exprofesor de la Universidad de Ca-chemira, Abdul Gani Madhosh.

La Academia de Arte, Cultura y Lenguas, que solía organizar programas culturales en Cachemira antes de 1989, se vio ob-ligada a cesar sus actividades.

"El conflicto simplemente mató la vida cultural en Cachemira", dijo Farhat Lone, de la Academia, a IPS.

Ahora que la resistencia depuso las armas y optó por realizar protestas pacíficas, urge nutrir la vida cultural.

Desde principios de 2000, la resistencia juvenil a las ocupa-ciones militares de India y Pakistán adoptó una forma no vio-lenta con manifestaciones pacíficas y el uso de redes sociales para debatir sobre la situación política.

"Recuerden: la educación, incluida la cultura, es una activi-dad para la paz", remarcó Madhosh, en alusión a que 80 por ciento de los jóvenes de entre 15 y 35 años quieren la libertad y se sienten frustrados por el alto grado de presencia militar en la región.

Actualmente hay 700 mil efectivos indios en Cachemira para vigilar a 7,5 millones de personas. La Asociación de Padres de Personas Desaparecidas tiene registrados 10 mil desa-parecidos desde el inicio de la insurgencia.