La verdadera devoción a la Santísima Virgen

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En portada:

La anunciación. El Greco. 1570-1572

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2016 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado (Edición).

Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña

La verdadera devoción a la Santísima Virgen. Federico Salvador Ramón

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Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La

Inmaculada Niña.

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La verdadera devoción a la

Santísima Virgen

Luis María Grignion de Montfort

POR

FEDERICO SALVADOR RAMÓN

Parte Primera

Edición actualizada por

María Dolores Mira Gómez de Mercado

Antonio García Megía

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ÍNDICE General

INTRODUCCIÓN Y CRITERIOS DE EDICIÓN ................................................................... 7

SOBRE LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT .................................................................. 9

LAS RAZONES DEL PADRE FEDERICO ............................................................................... 11

EN TORNO A ESTA EDICIÓN ............................................................................................... 14

EL TEXTO DEL PADRE FEDERICO SALVADOR RAMÓN .................................................. 17

ACLARACIONES ................................................................................................................ 19

CAPITULO I ......................................................................................................................... 25

ARTÍCULO I ..................................................................................................................................... 25

GRANDEZAS DE MARÍA ............................................................................................................... 25

ARTÍCULO II .................................................................................................................................... 30

DIOS HA QUERIDO SERVIRSE DE MARÍA EN LA ENCARNACIÓN .............................................. 30

ARTÍCULO III ................................................................................................................................... 36

DIOS QUIERE SERVIRSE DE MARÍA EN LA SANTIFICACIÓN DE LAS ALMAS ........................... 36

ARTÍCULO IV ................................................................................................................................... 54

OFICIO QUE HARÁ MARÍA, ESPECIALMENTE EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS ............................. 54

CAPITULO II ........................................................................................................................ 91

ARTÍCULO I ..................................................................................................................................... 91

VERDADES FUNDAMENTALES .................................................................................................... 91

ARTÍCULO II .................................................................................................................................. 135

LAS FALSAS DEVOCIONES A LA SANTÍSIMA VIRGEN......................................................... 135

ARTÍCULO III ................................................................................................................................. 150

LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN ........................................................ 150

ARTÍCULO IV ................................................................................................................................. 154

ANUNCIOS PROFÉTICOS ACERCA DE ESTA PERFECTA DEVOCIÓN ....................................... 154

INTRODUCCIÓN Y CRITERIOS de EDICIÓN

SOBRE LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT

San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716), Beato para el Padre Federico

ya que fue elevado a los altares por Pío XII el 20 de julio de 1947, es fundador de los

padres Montfortianos y de las Hermanas de la Sabiduría.

Nacido en Montfort, Francia, es universalmente conocido por su Tratado de la

verdadera devoción a la Santísima Virgen, manuscrito fechado hacia 1712 y editado por

primera vez en 1843.

El Tratado propone un camino hacia la santidad, «la práctica de devoción que yo

enseño», basado en los estudios y experiencias sacerdotales, misioneras y místicas vividas

por su autor, «estoy escribiendo lo que durante tantos años he enseñado en mis misiones

pública y privadamente con no escaso fruto»1, que descubre la función de la Virgen María

en el plan divino de la salvación y en la vida bautismal y apostólica del cristiano. Práctica

nada fácil como él mismo advierte:

«Yo no he conocido ni enseñado práctica de devoción hacia la Santísima Virgen

semejante a la que voy a decir, que exija de un alma más sacrificios por Dios, que

la vacíe más de sí misma y de su amor propio, que la conserve más fielmente en la

gracia y a la gracia en ella, que la una más fácilmente a Jesucristo y, en fin, que sea

más gloriosa para Dios, más santificante para el alma y más útil al prójimo»2.

El manuscrito sale a la luz en 1842 y se convierte en uno de los libros más

apreciados de la moderna historia de la Iglesia Católica. Se desconoce el título original de

la obra al faltar algunas páginas del inicio y del final. Tratado de la verdadera devoción

a la Santísima Virgen es la opción elegida por los responsables de su primera edición.

Tampoco la distribución en párrafos es de San Luis María. Se generaliza y admite

universalmente la incorporada en una edición italiana de 1919.

1 Tratado. Número 110. 2 Tratado. Número 118.

Pese a la evolución de las sensibilidades sociales consecuentes con el devenir del

tiempo transcurrido, la Iglesia Universal de hoy, la Iglesia del Concilio Vaticano II, toma

en consideración al santo de Montfort como «uno de los apóstoles e intérpretes más

autorizados de la presencia y función de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia».

El interés que, sin duda, ha suscitado el Tratado se debe a la densidad de

significados y valores que encierra. Se trata de un libro que expone, en lenguaje popular,

sencillo, conciso y convincente, una doctrina sólida y profunda inspirada en testimonio

de vida entregada y experiencia apostólica.

Un autor anónimo es el responsable del siguiente epitafio grabado en la sepultura

que atesora los restos mortales de San Luis María:

¿Qué miras, caminante?

Una antorcha apagada, un hombre a quien el fuego del amor consumió,

y que se hizo todo para todos, Luis María Grignion Montfort.

¿Preguntas por su vida? No hay ninguna más íntegra,

¿Su penitencia indagas? Ninguna más austera.

¿Investigas su celo? Ninguno más ardiente.

¿Y su piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano.

Sacerdote de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y enseñó en sus palabras.

Infatigable, tan sólo en el sepulcro descansó,

fue padre de los pobres, defensor de los huérfanos,

y reconciliador de los pecadores.

Su gloriosa muerte fue semejante a su vida.

Como vivió, murió.

Maduro para Dios, voló al cielo a los 43 años de edad.

q BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

1996. FERNÁNDEZ, Jesús, San Luís María de Montfort, Esin, Barcelona.

1979. GRIGNION DE MONTFORT, Luís María, Pío SUÁREZ Y Marcel CENDROT, Abrid a Jesucristo, Biblioteca

de Autores Cristianos. España.

2003. GRIGNION DE MONTFORT, Luís María, Obras completas, edición de PP. Pío Suárez, José Aurelio

Rozo y Miguel Patiño, Ediciones Montfortianas del Centro Mariano Monfortiano, Bogotá.

2004. GUITTENY, Bernard, «La verdadera devoción a la Santísima Virgen según San Luis María Grignion

de Montfort» en El caminar histórico de la santidad cristiana: de los inicios de la época

contemporánea hasta el Concilio Vaticano II. Coord., por Josep Ignasi Saranyana Closa, Juan

Antonio Gil Tamayo, María Rosario Bustillo, Eduardo Flandes, Santiago Casas Rabasa,

Universidad de Navarra, Servicio de Publicaciones. Pp 413 – 426.

2011. NDONGO MINKALA, Abraham, «El camino de la santificación según San Luis María Grignion de

Montfot», Cuadernos Doctorales de la Facultad de Teología, Volumen 58, Universidad de

Navarra, 279-357.

1988. REY-MERMET, Théodule, Luis María Grignion de Montfort, 1673-1716, La Editorial Católica,

Madrid.

LAS RAZONES DEL PADRE FEDERICO

Justifica el padre Federico en el artículo titulado «Prolegómeno a una nueva

sección. La esclavitud mariana», aparecido en el número 22 de la revista Esclava y Reina,

la serie de comentarios que, sobre el Tratado de la verdadera devoción a la Santísima

Virgen, se apresta a publicar. Y lo hace tomando como pie para ello algunas crónicas que

en torno al I Congreso Nacional Mariano-Montfortiano, celebrado en Barcelona en 1918,

difunden prensa e instituciones diversas.

Reproduce, entre otras, las palabras del Director del Boletín Trimestral del Centro

Detortense de Acción Católica:

«Con satisfacción íntima de mi alma me ha cabido la suerte de ser testigo

presencial del Primer Congreso Mariano Montfortiano que acaba de celebrarse

en Barcelona.

Ingenuamente he de confesar que ha superado mis esperanzas y las de todos

los congresistas la mentada Asamblea Mariana. Ha constituido muy glorioso y

fausto acontecimiento, que formará época en los anales de la Esclavitud de

María, pero conviene no dormirnos sobre nuestros laureles méritamente

conquistados. Al efecto, seamos prácticos, eminentemente prácticos. Prácticos

en el modo de encauzar las discusiones, prácticos para redactar las conclusiones,

prácticos para adoptar medios adecuados al exacto e inmediato cumplimiento

de las mismas y prácticos, en fin, para imprimir carácter de estabilidad y

permanencia a la estricta observancia de dichas conclusiones, nombrándose

comisiones diocesanas que velen por el escrupuloso cumplimiento de lo

acordado […]. Pero además conviene una larga preparación para que en su día

se celebre en España un congreso Internacional Mariano Montfortiano como

se intenta. Antes necesario es conocer bien la doctrina del Beato Montfort,

procurando divulgarla por todos los medios posibles, y precisa que el indicado

Congreso estudie detenidamente en varias secciones la Teología in genere

mariana y la especial del referido Beato, concretando, al estudiar ésta, la

doctrina acerca de la esclavitud Mariana».

Pascual López. Dean

A partir de ello, el padre Federico expone la siguiente reflexión:

«Considerando esta aparente ignorancia del espíritu montfortiano que debía

formar el suave ambiente en que vivieran los congresistas en Barcelona, nos

atrevemos a recordar, como indicio que nos puede llevar a la más satisfactoria

explicación de esa especie de mutismo habido en el Congreso de que tratamos,

estas palabras del Beato Luis María Grignion de Montfort:

Preveo que saldrán fieras espantosas que enfurecidas intentarán

destruir este humilde escrito y a aquel de quien el Espíritu Santo se

ha servido para escribirle, o a lo menos esconderle en las tinieblas y el

silencio de un cofre a fin de que no aparezca, y hasta atacarán y

perseguirán a aquellos y aquellas que le lean y le pongan en práctica.

¿Será mucho aventurar si decimos que esas mismas fieras, que escondieron el

efecto embriagador que en él se respira se disipe por miles causas y pretextos,

que hasta sean tenidas por muy dignas de ser tomadas en cuenta por doctos

y piadosos?

Mas, nosotros, aun suponiendo que así fuese, nos sentiremos siempre animados

por las palabras del Beato Luis que continúa las anteriores diciendo:

Pero no importa. ¡Mejor todavía! Esto mismo me alienta y hace esperar

un gran éxito, es decir, un gran escuadrón de bravos y valientes

soldados de Jesús y de María, de uno y otro sexo que combatirán al

mundo, al demonio y a la naturaleza corrompida en los tiempos de

peligro que han de venir como jamás los hemos vistos. Qui legit,

intelligat . Qui potest capere, capiat.

Y más adelante continua:

«Esto prenotado, y por tales motivos acuciados, nos atrevemos a salir al

palenque intelectual en donde se ejercitan los campeones de la Esclavitud

mariana, desprovistos de la ciencia, erudición y arte de tanto otros

comentadores del Beato Grignion […], pero ansiosos de escudriñar lo que dice

el Beato Luis que tenga relación más directa con la Esclavitud que él profetizó

y que nuestra santa Madre la Iglesia desea ver realizada en el mundo.

No pretendemos hacer disquisiciones teológicas, tal vez sea esta orientación de

los expositores no poca parte a esconder el verdadero espíritu monfortiano.

Nosotros suspiramos por leer tratadistas que estudien La verdadera devoción

con el espíritu que desea el P. Faber3, cuando dice:

Examínela quien quiera por sí mismo, y cuando vea las

transformaciones que produzca en su propia alma, presto se

convencerá de la casi increíble eficacia de esta devoción como medio

para la salvación de los hombres y para la venida del Reinado de Cristo.

3 Reverendo Frederick William Faber, autor de una traducción al inglés, a partir del original francés, del

Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, publicada por Robson, Levey, y Franklyn, en

Londres en 1863.

No reprochamos que los teólogos marianos hallen en las gallardas afirmaciones

del Beato Luis motivos más que suficientes para remontarse, en alas de su

ingenio y sabiduría, a las plácidas y serenas alturas del cielo mariano, pero nos

será grato en extremo topar con escudriñadores de esta nueva Jerusalén, los

cuales se decidan a encontrar y saborear los fecundos destellos de lo sublime

que el Beato deja presentir en su precioso libro, al decir del mismo Padre

Faber:

en él se encuentra, si se me permite expresarme así, cierto sentimiento

de algo inspirado y sobrenatural, que crece a medida que se le va

estudiando, y, cuando uno lo ha leído ya repetidas veces, llega a notar

que nunca envejece su novedad, ni disminuye su abundancia, ni acaba

jamás el aroma y el sensible fuego de su unción.

Permitidme que lo diga cómo lo siento y se me ocurre».

Federico Salvador Ramón da publicidad y comenta la obra de San Luis María,

mes a mes, desde noviembre de 1918 hasta octubre de 1925, dejando en el aire la promesa

de difusión de sus reflexiones como obra unitaria para más adelante.

«Damos por terminado este trabajo, que Dios mediante, publicaremos como

obra aparte, en la ocasión más propicia, sin que por eso renunciemos a seguir

tratando del espíritu de la Esclavitud tal y como nosotros la tenemos en

nuestra alma y deseamos que sea tenido por todos aquellos que sinceramente

deseen la salvación de los hombres, mediante el conocimiento y práctica de

la verdadera devoción a María o de la verdadera consagración a la Inmaculada

Señora.

Que Ella acepte, purifique y haga resplandecer la pureza de nuestros ardientes

deseos de que la Esclavitud a María sea pronto una realidad salvadora en el

mundo, más, que sea, como debe ser, la informadora de todo espíritu de

perfección en las almas. Amén».

Q

EN TORNO A ESTA EDICIÓN

El padre Federico construye su argumentación en base a una traducción del

Tratado realizada por el padre Jesús de Orihuela4, en el mundo Ángel García Gil.

Nacido en Orihuela el día 27 de enero de 1886, viste el hábito capuchino el día 2 de

febrero de 1902 en Masamagrell, siendo ordenado sacerdote en octubre de 1911. Profesor

del colegio de San Buenaventura de Totana, tuvo una presencia muy activa en la

asamblea de sacerdotes de María celebrada en Murcia en 1917, en el congreso mariano

montfortiano en Barcelona de 1918 y en la asamblea regional mariana celebrada en

Valencia en l923. Autor y traductor de numerosas obras, entre ellas el Tratado de la

verdadera devoción a la Santísima Virgen que sirve como base de trabajo a Federico

Salvador, que fue impreso en Totana, en 19155, y posteriormente reeditado en Bogotá,

Buenos Aires, Valencia, Madrid y México6.

Antes de que el lector conozca el análisis que, sobre la obra de San Luis María de

Grignion realiza el fundador de la Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña, es

preciso advertir que la estructura y numeración de parágrafos comentada no coincide con

la que se puede encontrar en cualquier edición del citado Tratado aparecida después de la

italiana de 1919, fecha, como queda dicho más arriba, en que, una y otros, quedan fijados

definitivamente.

Esta «Primera Parte» del Tratado es glosada por Federico Salvador en cuarenta

artículos publicados a largo de más de tres años. En ese tiempo su quehacer literario

cohabita con una intensísima labor apostólica, docente, misionera y fundadora que deja

poco margen para la reflexión, corrección y el reposo. Ello puede explicar ciertos

desajustes y cambios de criterio en la organización de contenidos y de presentación.

A modo de ejemplo, en las «Aclaraciones» previas avanza y detalla la

organización del Capítulo I, pero nada parecido aparece, tampoco posteriormente,

4 1918. SALVADOR RAMÓN, Federico, «La verdadera devoción a la Santísima Virgen», en Esclava y Reina

número 23, Instinción, Almería, p. 10. 5 1915. GRIGNION DE MONTFORT, Louis-Marie, Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen,

traducido de la nueva ed. francesa (Pacteau), enteramente conforme al original por el P. Jesús Mª de

Orihuela, capuchino, Administración de El Mensajero de María, Reina de los Corazones, Totana. 6 2011. ANIORTE LÓPEZ, Javier, «Los traductores en la Provincia Capuchina de la Preciosísima Sangre de

Cristo de Valencia», en Lingua, cultura e discorso nella traduzioni dei francescani de Bueno, Antonio y

Miguel Ángel Vega (ed.), Pubblicazione dell'Università per Stranieri di Perugia, Perugia.

E.R. 25

referido al Capítulo II. De igual modo, al inicio del Artículo I del primer capítulo

insertaba un escueto «Sumario», con párrafos numerados que adelantaban los apartados

que contendría, del que carece el resto del articulado de la obra, que, en pro de la unidad

de criterio y su irrelevancia general, se ha eliminado.

Por otra parte, son relativamente frecuentes los errores y olvidos de los cajistas,

especialmente en las citas donde se omiten las comillas de apertura, cierre o ambas. La

propia Dirección ruega expresamente en, al menos, dos ocasiones, disculpas por acciones

de este tipo, alteraciones de orden de líneas…

La verdadera devoción no resulta fácil de leer en la forma en que se publica. Su

formato por entregas fragmenta excesivamente el discurso. Una misma línea

argumentativa suele desarrollarse a lo largo de varios números, con la dificultad que ello

conlleva para captar el mensaje real, especialmente necesario cuando se tratan cuestiones

de carácter teológico-filosófico.

Tampoco ayudan la excesiva longitud de los párrafos o los usos de puntuación de

la época.

En esta edición, respetando al máximo el mensaje y estilo del padre Federico, con

atención especial al uso que hace de las mayúsculas, se ha tratado de dar solución a esos

pequeños defectos tan comunes, por otra parte, en los documentos impresos de hace cien

años.

Así, se han unificado, en la medida de lo posible, variantes y grafías, se han

eliminado las repeticiones y repuesto las omisiones, acortado los párrafos, racionalizado

la puntuación y dado al texto continuidad de libro.

Para los interesados en contrastar el discurso editado con el original, se han

colocado unas apostillas en los márgenes que anotan el número de Esclava y Reina donde

se localiza el texto que se expone.

Esclava y Reina. Número 25

A continuación se anexa una tabla que especifica la fecha y lugar de impresión de

cada uno de los números que acogen a «La verdadera devoción a la Santísima Virgen»

María Dolores Mira y Gómez de Mercado Antonio García Megía

q

FECHA, LUGAR DE PUBLICACIÓN Y NÚMERO DE LAS REVISTAS A LO LARGO DE LAS CUALES SE

DESARROLLA ESTE DOCUMENTO

Nº 23 Noviembre, 1918. Instinción - Almería (España)

Nº 25 Enero, 1919. Instinción - Almería (España)

Nº 26 Febrero, 1919. Instinción – Almería (España)

Nº 27 Marzo, 1919. Instinción – Almería (España)

Nº 28 Abril, 1919. Instinción – Almería (España)

Nº 29 Mayo, 1919. Instinción – Almería (España)

Nº 30 Junio, 1919. Instinción - Almería (España)

Nº 31 Julio, 1919. Instinción - Almería (España)

Nº 32 Agosto, 1919. Instinción – Almería (España)

Nº 33 Septiembre, 1919. Instinción – Almería (España)

Nº 34 Octubre, 1919. Instinción – Almería (España)

Nº 35 Noviembre, 1919. Instinción – Almería (España)

Nº 36 Diciembre, 1919. Instinción - Almería (España)

Nº 37 Enero, 1920. Instinción - Almería (España)

Nº 38 Febrero, 1920. Guadix – Granada (España)

Nº 39/40 Marzo/Abril, 1920. Guadix – Granada (España)

Nº 41 Mayo, 1920. Guadix – Granada (España)

Nº 42 Junio, 1920. Guadix – Granada (España)

Nº 43 Julio, 1920. Guadix – Granada (España)

Nº 44 Agosto, 1920. Guadix – Granada (España)

Nº 45 Septiembre, 1920. Guadix – Granada (España)

Nº 46 Octubre, 1920. Guadix – Granada (España)

Nº 47 Noviembre, 1920. Guadix – Granada (España)

Nº 48 Diciembre, 1920. Guadix – Granada (España)

Nº 49 Enero, 1921. Guadix – Granada (España)

Nº 50 Febrero, 1921. Guadix – Granada (España)

Nº 51 Marzo, 1921. Guadix – Granada (España)

Nº 52 Abril, 1921. Guadix – Granada (España)

Nº 53 Mayo, 1921. Guadix – Granada (España)

Nº 54 Junio, 1921. Guadix – Granada (España)

Nº 55 Julio, 1921. Guadix – Granada (España)

Nº 56 Agosto, 1921. Guadix – Granada (España)

Nº 57 Septiembre, 1921. Guadix – Granada (España)

Nº 58 Octubre, 1921. Guadix – Granada (España)

Nº 59 Noviembre, 1921. Guadix – Granada (España)

Nº 60 Diciembre, 1921. Guadix – Granada (España)

Nº 61 Enero, 1922. Guadix – Granada (España)

Nº 62 Febrero, 1922. Guadix – Granada (España)

Nº 63/64 Marzo/Abril, 1922. Guadix – Granada (España)

Nº 65/66 Mayo/Junio, 1922. Guadix – Granada (España)

q

EL TEXTO DEL PADRE FEDERICo SALVADOR RAMÓN

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

19

ACLARACIONES

1

Dobles serán. Las unas referentes al autor de estas líneas, las otras atinentes al

autor del más excelente de los libros marianos que conocemos, salvando siempre con los

debidos respetos toda comparación, que no tratamos de hacer aquí con la inmortal obra

de nuestra inimitable madre María de Jesús de Agreda titulada Mística Ciudad de Dios.

Por lo que respeta al autor de éstas líneas conviene saber:

1. Que desde el año 1895 me decía Esclavo de la Inmaculada, y hasta dos años más

tarde no conocí el precioso tesoro mariano escrito por el Beato Luis María

Grignion de Montfort.

2. Que cuanto más he leído el libro de La verdadera devoción a la Santísima

Virgen, más me he confirmado en las ideas fundamentales habidas en mi alma

antes de esta lectura acerca de lo que substancialmente debe ser un esclavo de

María.

3. Que en esta exposición, interpretación, o como quiera llamarse, al traslado que

pienso hacer de la profecía de la Esclavitud a la realidad de la misma, hubiese

algo que denote acierto, nada he puesto yo de mi parte, ni criatura alguna, para

grabar tal diseño en mi mente, púsolo Dios, por su infinita misericordia, y yo,

con lo extraordinario de mi flaqueza, parece que me esfuerzo en borrar de mi

alma tan alta perfección, mas no por eso dejo de suspirar ardientemente por

verla realizada en otros.

4. Que por ningún concepto es mi deseo ir en zaga al Beato Luis María en la

confianza mismísima, libre de toda sombra de duda, de que la Esclavitud triunfará

al sonar la hora de la divina misericordia por la irresistible vitalidad, de su misma

perfección. Y así, mientras el Beato, con la seguridad del que espera contra toda

esperanza, exclamaba:«Expectans expectavi» (Po 39, l.), yo ruego a la Divina

Reina poder repetir en lo íntimo de mi alma eternamente: «Multi qui

persequuntur me et tribulant me: a testimoniis tuis non declinavi» (Ps 118.157).

E.R. 23

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

20

2

Por lo que respecta a la preciosa obrita que hemos de exponer, y a su autor,

advertiremos:

1. Débese tener muy en cuenta, para bien entender este precioso libro de La

verdadera devoción a la Santísima Virgen, el fin que se propone el autor y que

él mismo expresa con cortas palabras: «el designio que me he propuesto de

formar un verdadero devoto de María y un verdadero discípulo de Jesucristo».

Pero este verdadero devoto y discípulo de que aquí habla, bien sea uno solo,

«alma bien nacida, nacida de Dios y de María y no de la sangre ni de la voluntad

del hombre», bien sea el sinnúmero de «esclavos de amor» que ha de tener

Nuestra Señora en más abundancia que nunca, bien sea, en fin, «un gran

escuadrón de bravos y valientes soldados de Jesús y de María, de uno y de otro

sexo», siempre se ha de entender que es una personalidad moral profetizada y

esperada por nuestro Vidente, como los profetas del Antiguo Testamento

esperaban al Mesías y a la Virgen de que éste había de nacer. Y para estas tres

especies de esclavos de que habla el Beato tiene un suspiro, un vehemente deseo,

una oración especial. « ¡Oh!, cuan bien empleado daría yo mi trabajo, si este

humilde escrito cayendo en las manos de un alma bien nacida». Y después: «Si

yo supiese que mi sangre criminal pudiera servir para que en los corazones

entrasen las verdades que escribo». Y, por último, dice también, después de

profetizar la guerra que Luzbel hará a su libro, y a los que lo lean, y la pérdida

del precioso manuscrito: «Esto mismo me alienta a esperar un escuadrón de

bravos y valientes soldados».

2. Que una vez profetizados los apóstoles de los últimos tiempos, profetiza

igualmente una nueva y singular gloria para María. Así expresa el Padre Faber

esta otra profecía del Beato Luis: «Anuncia que trae de parte de Dios el mensaje

auténtico de un honor más grande, un conocimiento más extenso y un amor más

ardiente hacia su Santísima Madre, así como de su relación con la segunda

venida de su Hijo».

3. Profetiza también que esta nueva gloria de María «se conseguirá, sin duda,

cuando los predestinados entren, con la gracia y la luz del Espíritu Santo, en

la práctica interior y perfecta que él les descubrirá».

4. Que él mismo se declara evangelista de esta Buena Nueva cuando escribe:

«confío encontrar almas generosas, que, por su fidelidad a la práctica que

enseño…». Y lleno, por otra parte, del ardiente espíritu apostólico de San Pablo,

ante las dificultades que él mismo toca de formar un verdadero esclavo de María

exclamó: « ¡Cuán raro es encontrar un devoto así! Para conseguir que no sean tan

escasos esta clase de devotos es para lo que yo he echado mano de la pluma y he

escrito en el papel lo que ya en las misiones he ensenado, así pública como

privadamente, con no pequeño fruto».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

21

5. Luego, el fin principal del Beato, lo expone él mismo en su precioso libro, como

profeta, como evangelista y como apóstol, necesitando, por consiguiente,

aclaración y cumplimiento, como profeta, y exacta observancia de sus preceptos,

como apóstol y evangelista.

6. No olvidemos, pues, que hay tres puntos capitales en La verdadera devoción, la

gloria nueva de María, la existencia de unos nuevos santos y la práctica en que

éstos han de ser formados. De los dos primeros trata el Beato en la Primera Parte

de su obra, que es como el tratado más especulativo o dogmático, y del tercer

asunto se ocupa en la Segunda Parte que es eminentemente práctico o moral.

7. Y como para tratar estos puntos capitales es conveniente disponer las almas,

el Beato trata de cuestiones que nos atreveríamos a llamar dispositivas y otras

preventivas, o de refutación de las dificultades que se pueden presentar a las

doctrinas principales de La verdadera devoción, por lo que hay en el precioso

libro Teología Mariana General y Teología Mariana Especial o Montfortiana.

8. Además debe tenerse presente que el Beato Luis escribía para tiempos bien

diferentes de los nuestros, y, por esto, no todo lo que era importante para él

ha de serlo también para nosotros.

PARTE PRIMERA

En la PRIMERA PARTE de la obra La verdadera devoción a la Santísima

Virgen escrita por el Beato Luis María Grignion de Montfort, se ponen los fundamentos

teológicos de la verdadera devoción que los hombres debemos tener a María.

Esta Primera Parte comprende dos capítulos, divididos ambos en cuatro artículos,

y éstos en apartados o párrafos perfectamente relacionados entre sí para enseñarnos cómo

María nos es absolutamente necesaria en el orden sobrenatural si hemos de vencer todas

las dificultades que se oponen a la perfección cristiana, y, en especial, para reñir las

batallas que él preveía que habían de trabarse en tiempos futuros, y que sólo por la

mediación de la Gran Señora, que enviaría a la Iglesia el auxilio de una nueva generación

de santos «que combatirían al mundo, al demonio y a la naturaleza corrompida, en los

tiempos de peligro que habían de venir como jamás los hemos visto», según dice el

mismo Profeta de la Esclavitud mariana, triunfaría la Iglesia verdadera de Cristo.

Para que el hombre ponga de su parte, como inteligente y libre que es, lo que a

él sea dado a fin de conseguir este triunfo, nos enseña las verdades teológicas

fundamentales que racionalmente nos obligan a servir a María como devotos perfectos,

o sea, como esclavos de amor, haciéndonos ver, para que nuestra servidumbre sea más

ilustrada, cuales son las falsas y las verdaderas devociones a la Santísima Virgen.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

22

PARTE I

CAPÍTULO I

NECESIDAD DE LA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Este PRIMER CAPÍTULo es como PRINCIPIO Y FUNDAMENTO y, al propio tiempo,

síntesis de cuanto se dice en el resto de la obra que nos ocupa.

Hállase dividido, teniendo presente la nota anterior, en una «Introducción y

cuatro artículos», o cuatro artículos solamente.

Una vez tratada la excelencia de María en la Introducción o Artículo I, ocúpase

nuestro Beato en el Artículo II de cómo «Dios ha querido servirse de María en

la Encarnación». En este artículo se manifiesta la necesidad que Dios ha querido

tener de María para la Redención, o se expresa el oficio que Dios ha querido dar

a María en esta Obra divina, en relación con la Beatísima Trinidad y con

Jesucristo su divino Hijo Dios y Hombre.

En el artículo III de la traducción que seguimos, se trata de cómo «Dios ha

querido servirse de María en la santificación de las almas», dividiendo este

artículo en varios apartados.

Está el § I intitulado «Cómo proceden las tres Personas de la Santísima Trinidad

con María en la Iglesia».

El § II con el título general de CONSECUENCIAS, hállase subdivido en dos partes.

La 1ª con el subtítulo de «María Reina de los Corazones», y la 2ª con el de

«Los hombres tienen necesidad de María para alcanzar su último fin». Hállase

esta segunda consecuencia subdividida, a su vez, en dos apartados que se

determinan por las dos especies de cristianos que hay en la Iglesia, los que

siguen la vida ordinaria y los que aspiran a la perfección. Se determina el 1º con

este epígrafe: «Los cristianos tienen necesidad de Ella para cumplir sus

deberes», y el 2º con este otro: «Especialmente los que aspiran a la perfección».

Puestos tales fundamentos, deduce nuestro Vidente el artículo IV, que es la meta

a que tiende, no decimos solamente la obra de La verdadera devoción a la

Santísima Virgen de que ahora tratamos, sí que también todo cuanto ideó y

reflexionó, cuánto trabajó y realizó el Bienaventurado Profeta de los apóstoles

de los últimos tiempos. Por eso no tuvimos por cosa menos fundada afirmar, al

empezar el estudio general de este primer capítulo, que es el principio y

fundamento de cuanto hemos de decir y la cima y última perfección de cuanto

hemos de ver más detallado después. A la manera que en los Santos Ejercicios

Espirituales del ínclito San Ignacio de Loyola, la primera meditación es

Principio y Fundamento y el más elevado ápice y última cifra de la perfección

que luego ha de seguir enseñando.

Nosotros nos atreveríamos a reducir este primer capítulo al raciocinio siguiente:

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

23

La Santísima Virgen ha sido necesaria a Dios con una necesidad, que llamamos

hipotética, en consecuencia de la voluntad divina que ha querido servirse de

Ella. La devoción a María es, por el mismo querer divino, necesaria a los

nombres para llegar a la perfección, luego la Santísima Virgen es la Reina de la

Santidad o de los corazones. Es así que han de venir tiempos en que las luchas

entre los santos y Luzbel han de ser especiales por su rudeza, luego la Reina de

la santidad formará santos especialmente proporcionados para las batallas que

ellos han de librar.

Este resumen nos parece leerlo en el § 16, del artículo 3º de este primer capítulo.

Dice así:

«María ha producido con el Espíritu Santo la cosa más grande que ha habido

y habrá jamás, que es un Dios Hombre, por tanto Ella producirá las mayores

cosas que habrá en los últimos tiempos. A Ella están reservadas la formación y

la educación de los grandes santos que saldrán hacia

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

25

La verdadera devoción a la Santísima Virgen

PARTE I

CAPITULO I

Artículo I

GRANDEZAS DE MARÍA

EXCELENCIA DE MARÍA POR SUS VIRTUDES

Si no tuviéramos por norte el distinguir cuando el Beato Grignion habla de María

en el orden de la ejecución y cuando en el orden de la intención, o lo que es lo mismo,

cuando habla de María vista a través del misterio de su Concepción Inmaculada y

cuando reflejando, circundada de gloria, las sublimidades de la Maternidad divina, bien

cierto es, que habíamos de sorprender a nuestro Vidente en flagrante contradicción

en este primer artículo de su celestial libro o introducción, como dijimos antes, pues de

no tener en cuenta esa fundamental distinción en el estudio de la Teología mariana,

¿cómo armonizar la ignorancia de que ha hecho tan ahincadamente mención en el § 3º y

al terminar el anterior, con lo que nos va a decir en el § 7º de La verdadera devoción?

Leámosle:

«Los santos han dicho cosas admirables de esta ciudad santa de Dios y jamás han

estado tan elocuentes, y hasta, según ellos mismos nos manifiestan, jamás han

gozado tanto como cuando han hablado de sus excelencias.

Reconocen, en efecto, que la sublimidad de los méritos de esta criatura, elevados

por Ella hasta el trono de la divinidad, no es dado descubrirla al entendimiento

humano; que la extensión de su caridad, dilatada por Ella sobre las dimensiones

de la tierra, nadie la puede apreciar; que la grandeza del poder que Ella tiene,

aun sobre el mismo Dios, jamás se comprenderá y, en fin, que lo profundo de su

humildad, así como de sus demás virtudes y gracias, son un abismo, que no se

puede sondear».

Cuánto es honrada la Madre de Dios, especialmente por las criaturas angélicas:

E.R. 25

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

26

Si no era conocida, ¿cómo inspiraba tanta elocuencia y regalaba con tan exquisito

gozo a los que hablaban de sus excelencias?

Sí, era conocida María Madre de Dios, y, bajo este punto de vista considerado,

arrebató en célicas dulcedumbres las almas de todos los cristianos y, muy especialmente,

las de los santos y sabios.

Es la gloria de la Encarnación, la gloria que cantaron los ángeles en el Portal de

Belén, la gloria que refulge del seno purísimo de María, es la que han cantado los

cristianos todos veinte siglos ha sin interrupción y sin regateo alguno. Y arrebatado de

este mismo justísimo entusiasmo, que tanta elevación prestara a los santos de todos los

pasados siglos, continúa diciendo en el § 8º nuestro Beato:

« ¡Oh sublimidad incomprensible! ¡Oh extensión inefable! ¡Oh grandeza sin

medida! ¡Oh abismo impenetrable! Todos los momentos del día, en todos los

confines de la tierra, en lo más alto de los cielos y en lo más profundo de los

abismos, todo nos predica, todo nos habla admirablemente de María. Los nueve

coros de los ángeles, los hombres de todo sexo, edad, condición y religión, los

buenos y los malos, hasta los mismos diablos se ven, por la fuerza de la verdad,

obligados a llamarla, de grado o por fuerza, bienaventurada.

En los cielos todos los ángeles la proclaman incesantemente, ha dicho San

Buenaventura, Sancta, Sancta, Sancta María, Dei Genitrix et Virgo. Y todos los

días la ofrecen millones de millones de veces la salutación angélica: Ave María,

etc. Y postrados ante Ella, la suplican que los hombres por favor con algunas de

sus órdenes. El mismo San Miguel, dice San Agustín, con ser el príncipe de aquella

corte celestial, es el más celoso en rendirla y procurar que los demás la rindan

toda clase de honores, y estén siempre dispuestos a obedecer sus mandatos y

acudir, a su palabra, a prestar sus servicios a alguno de sus servidores».

LA HUMANIDAD GLORIFICA A MARÍA

Y después de tanto ponderar cuánto es María honrada, especialmente por las

criaturas angélicas, como Madre de Dios, no parece sino que el Santa María, Madre

de Dios del concilio de Éfeso, vibró potente en el corazón de nuestro Beato, y mirando

a la tierra toda la consideró como un inmenso altar en el que en todo lugar y momento

se elevan al trono de María las oraciones y cánticos de los cristianos. Y así lo expresa

con su vehemencia propia el Maestro de Montfort:

«Toda la tierra está llena de su gloria, particularmente entre los cristianos, en

donde se la toma por tutelar y protectora de muchos reinos, provincias, diócesis

y ciudades, y de muchas catedrales que están consagradas a Dios con su nombre.

Jamás se encontrará una iglesia que no tenga un altar levantado en su honor, ni

comarca ni cantón en donde no se venere alguna de sus imágenes milagrosas a

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

27

las cuales acuden las gentes par a curar de sus dolencias y obtener toda suerte de

bienes.

Que hablen, si no, tantas cofradías y congregaciones establecidas para honrarla,

tantas religiones puestas bajo su protección, tantos cofrades, hombres y mujeres,

de todas las humanidades, tantos religiosos y religiosas de todas las órdenes, los

cuales, incesantemente, publican sus alabanzas y anuncian sus misericordias.

No hay tan sólo un niño que balbuciendo el Ave María no la alabe, ni pecador

apenas que, en medio de su endurecimiento, no abrigue en su pecho una chispa

de confianza en Ella, ni aún siquiera un demonio que, desde los infiernos, no

la venere temiéndola».

CONSIDERA DE NUEVO EL BEATO A LA SANTÍSIMA VIRGEN EN EL ORDEN DE

LA EJECUCIÓN, O COMO HIJA DEL REY

Y en llegando a este punto, a semejanza del viajero que extasiado se detiene a

contemplar un grandioso panorama, y luego vuelve de nuevo sus ojos al fin hacia donde

se dirige, fijando en él su atención y entusiasmo con más fervor que antes, así nuestro

Beato, como si no hubiese escrito los párrafos de este artículo y se colocase al final del

artículo anterior, o sea después del § 6º, que terminó ponderando la grandeza desconocida

de María con esta frase, «El mundo ignora todo esto porque es incapaz e indigno de

conocerlo», y en relación con tanta sublimidad ignorada de María deduce el

montfortiano Maestro esta consecuencia:

«Según esto, deberemos en verdad decir con los santos: De María nunquam satis

[…] Todavía no se ha alabado, exaltado, honrado, amado y servido bastante a

María. Ella merece más alabanzas, más respetos, más amor y más servicios.

Digamos, pues, con el Espíritu Santo; Omnis gloria ejus Filiae Regís ab intus,

toda la gloria de la Hija del Rey está en su interior, como si toda la gloria exterior

que la rinden a porfía el cielo y la tierra fuese nada en comparación de la que

recibe en su alma por el Criador, y que es desconocida de las criaturas, por ser

éstas incapaces de penetrar el secreto de los secretos del Rey.

He aquí por qué debemos aclamar con el Apóstol: Nec oculus vidit, nec auris

andivit, nec in cor hominis ascendit, ni el ojo ha visto, ni el oído ha escuchado,

ni el corazón del hombre ha comprendido jamás la hermosura, la grandeza y las

excelencias de María, milagro de los milagros de la gracia, de la naturaleza y de

la gloria.

El que quiera comprender a la Madre, ha dicho un santo, debe antes comprender

al Hijo, pues ésta es la digna Madre de Dios, Hic taceat omnis lingua, enmudezca

aquí toda lengua».

La gloria interior de María, la personal, la de su formación desde el primer

instante de su ser, ésta es la que arrebata el alma mariana de nuestro maestro de Montfort,

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

28

esa es la desconocida, y, ante la sublime hermosura de la Inmaculada que admira al

enamorado Vidente, llega a quedar absorto de asombro y por eso exclama: «Enmudece,

lengua». Y, como arrebatado, después de un nuevo entusiasmo que le lleva a decir, al

parecer, lo contrario de lo que desea, exclama, rebosando gozo, por lo que parece había

de derramar amargas lágrimas, con estas palabras, en el § 11, último de este primer

artículo o introducción a de La verdadera devoción:

«Con una alegría particular acabo de escribir aquí lo que me ha dictado el corazón,

a fin de mostrar, que María ha permanecido desconocida hasta el presente, y que

ésta es una de las principales razones por que Jesucristo no es todavía conocido

como debe serlo. Si, pues, es cierto que el conocimiento y el reinado de Jesucristo

en el mundo deben llegar, no lo es menos que sólo se realizará esto como

consecuencia del conocimiento y del reinado de la Santísima Virgen, que es la

que le trajo la primera vez y la que nos le traerá la segunda».

Evidente es que no se alegra el Beato de que María sea desconocida, y por esa

razón Jesús tampoco lo sea cuanto lo debe ser.

Lo que, sin duda, regocijaba el alma de nuestro admirado Vidente en el momento

en que escribía ese párrafo que rebosa los divinos anhelos que lo inspiraron, era la clara

visión de un porvenir mariano previsto o presentido hasta entonces por muy escaso

número de almas.

Es que él se regala en la contemplación del nuevo conocimiento que de María

tendrá el mundo, cuando se penetre, en cuanto sea posible, de los encantos de la

Concepción Inmaculada de la Reina precursora del divino Rey.

Es que, en ese instante, presiente y se goza como en una realidad en aquellas

palabras con que encabezó su libro y este primer artículo: «Jesucristo vino al mundo

por medio de la Santísima Virgen, y por Ella debe también reinar en el mundo».

Nuestro Beato ardentísimo ve a María conocida, amada y servida por los

hombres, tal como se lo hace ver la luz divina que enajena su alma.

Ve a María ser concebida de nuevo en la mente de la Iglesia Universal, y la

contempla al nacer, y se recrea en sus ojos de paloma, y en su boca de ambrosía, y la

estrecha entre sus brazos Infante para que inspire en el corazón de los hombres el espíritu

de la palabra de vida eterna.

Y se extasía ante la excelsa columna del Templo de Jerusalén, aprendiendo y

practicando en todo instante las virtudes en sus ápices más perfectos hasta que,

arrebatado de amores por la personal sublimidad de María, conocida y amada por los

hombres, contempla radiante a la Inmaculada que, en su más alta realeza entre los

hombres, pronuncia el Ecce ancilla Domini.

Y la contempla después alzando sus divinos ojos a los cielos y, mientras hiere

el corazón de Dios con una de sus miradas, lo cautiva y exclama: Fiat.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

29

Y entonces el Verbo del Padre vuelve a encarnarse en las sociedades que tanto

han blasfemado y blasfeman de Él, y los pueblos vuelven sus ojos al Hijo de Dios vivo

y corren a refrigerarse en Él, que es fuente de aguas vivas, y en Él se apacientan todas

las sociedades porque reconocen en la Hostia consagrada el Pan vivo que ha bajado

del Cielo.

El Beato ve como realizado lo que profetiza y desea que María sea más

conocida y más amada y servida para que, mediante el vasallaje prestado a Ella, los

hombres hagan reinar a Jesucristo en sus corazones, en las instituciones y sociedades

todas.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

30

Capítulo I

Artículo II

DIOS HA QUERIDO SERVIRSE DE MARÍA EN LA ENCARNACIÓN

Dos sencillísimas verdades expresa nuestro amadísimo vidente de Montfort en

el § 12 de su regalada Obra, con el que empieza este artículo segundo que nos toca

ahora anotar, más bien que exponer, pues no creemos que estas sencillas indicaciones

merecen el nombre de exposición.

La primera parte de este § 12 dice así:

«Confieso con toda la Iglesia que, no siendo María sino una pura criatura salida

de las manos del Altísimo, comparada con la Majestad infinita, es menos que

un átomo, o, más bien, es nada, porque solo Él es el que es».

No hace a nuestro caso añadir a estas palabras ni una sola más. Son claras como

la más axiomática verdad teológica y, por lo tanto, convencidos de que todas las criaturas

juntas son delante de Dios, al decir del Rey profeta tanquam nihilum antete, anotamos

la 2ª parte de este mismo § que, a la letra, dice así:

«y, por consiguiente, que este gran Señor, que es independiente y se basta a sí

mismo, jamás ha tenido ni tiene, aun ahora, en absoluto necesidad de la

Santísima Virgen para cumplir su voluntad y manifestar su gloria, puesto que a

Él le basta querer para hacer las cosas».

Nada hemos de añadir a estas palabras tan conformes con las Sagradas Escrituras

y con la doctrina católica, ni necesita Dios de nosotros ni de nuestros bienes, ni nada

ni nadie será capaz de resistir su infinita voluntad. Además en los artículos titulados

[La Venerable Agreda y el Beato Grignion de Montfort] de esta misma revista hase

tratado esta materia, sobre la que vuelve a insistir nuestro Beato en otro lugar, en donde,

si nos pareciere oportuno, haríamos alguna anotación.

No menos claro y sencillo que el párrafo anterior es el que le sigue y que

determina directamente el fundamento del asunto de que ha de tratar en este artículo.

Así escribe nuestro Beato:

E.R. 26

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

31

«Digo, sin embargo, que, aun con eso, habiendo querido Dios comenzar y acabar

sus mayores obras por la Santísima Virgen desde que la formó, hemos de creer

que no cambiará de conducta en los siglos de los siglos, porque es Dios y no

puede variar de sentimientos ni de proceder».

O lo que es lo mismo, Dios, que no necesita en absoluto de María, ha querido

valerse de Ella para la Redención, y no cambiará esta voluntad, que por ser querer de

Dios es eterno.

Y para demostrar esta verdad del modo más irrefutable y práctico apela a la

exposición del hecho de la Encarnación, manifestando la parte que corresponde a cada

una de las divinas personas en este hecho por lo que respecta a la evidente voluntad de

realizar la Encarnación sólo en María.

Y así dice nuestro inimitable maestro mariano a este efecto, por lo que toca al

Eterno Padre en el § 14 de su incomparable Tratado de la verdadera devoción a la

Santísima Virgen:

«El Padre no ha dado al mundo su Unigénito más que por María. A pesar de los

suspiros que hayan exhalado los Patriarcas, de las súplicas hechas por los Padres

y Santos, de la ley antigua durante cuatro mil años, para obtener este tesoro,

sólo María es la que le ha merecido y ha encontrado gracia delante de Dios por

la fuerza de sus oraciones y la sublimidad de sus virtudes».

¡Sólo María es la que le ha merecido! Solo María, por haber sido hecha

Inmaculada por el mismo Dios, había de ser la que por la plenitud de gracia en Ella

habida, pudiera obligar por la fuerza de sus oraciones y sublimes virtudes, al Eterno

Padre para que la hiciera Madre del Eterno Verbo.

Con lo que bien claramente deja ver que así también ahora, cuando Cristo ha sido

arrojado de las naciones, que han vuelto a las nefandas costumbres paganas, no será

devuelto a las sociedades mientras en éstas no vuelva a vivir la Inmaculada y Ella le

haga reinar de nuevo.

Y no contento nuestro Beato con hacer por sí mismo tan consoladora afirmación

la confirma aduciendo estas palabras de San Agustín:

«El mundo era indigno de recibir al Hijo de Dios inmediatamente de las manos

del Padre; por eso Este le ha entregado a María, para que de sus manos le recibiera

el mundo»

Asimismo, ahora podemos concluir, el mundo no recibirá a Jesús Rey hasta que

en medio de él viva la Inmaculada, única criatura digna de recibirlo del Eterno Padre y

capaz de hacerlo reinar entre los hombres.

Reine María en el mundo, como vivió antes de la Encarnación, como fue

concebida en el seno de Santa Ana, hasta que dijo al arcángel Ecce ancilla Domini, y

entonces será inminente el instante en que dijo Fiat, y Jesús, a no dudarlo, volverá a

reinar en la tierra para gloria de Dios y paz de los hombres de buena voluntad.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

32

Y si tal ha sido la voluntad del Padre, no ha sido otra la del Hijo, y así lo expresa

nuestro Beato al escribir: «El Hijo de Dios se ha hecho hombre para nuestra salvación,

pero sólo en María y por María». Él se dio a Ella, para que Ella lo diera a los hombres,

según el querer ya manifestado antes del Eterno Padre.

«Y El Espíritu Santo continúa diciendo el Beato, ha tomado a Jesucristo

en María, pero después de haber pedido a Esta su consentimiento por medio

de uno de los primeros ministros de su corte».

Como a Señora, como a Reina, la trata el Espíritu Santo, pues tal era, en efecto,

desde el primer instante de su Concepción María Santísima. Ella dio su consentimiento

y el Verbo se hizo carne. Ella, la Inmaculada que ha querido hacer sus asomos a la

humanidad, desde las breñas que encauzan el Gave7, también dirá un día (haga el cielo

que no sea lejano), Fiat, y entonces hallarán los hombres la luz de las mentes y la fuerza

de la voluntad para encerrarse en la veneración y amor de esta graciosa doncellita

nazarena y allí encontrarán a Cristo, pues para preparar receptáculo digno de Él, hizo

Dios a María Inmaculada.

Y como si nuestro dulcísimo Beato se regalara en esta doble fecundidad de María,

tantas veces recordada por él, continúa diciendo en el § 15:

«El Padre ha comunicado a María su fecundidad, en cuanto era capaz una pura

criatura, para concederla el poder de producir a su Hijo y a todos los miembros

de su cuerpo místico. El Hijo ha descendido a su seno virginal como el nuevo

Adán en el Paraíso terrestre para hallar allí sus complacencias y obrar en secreto

las maravillas de la gracia».

La beatísima Trinidad, en una palabra, ha tenido en Ella sus delicias de un modo

eminente, en relación con las demás criaturas y a Ella vino, pues para eso la hizo

Inmaculada, e hizo mansión en Ella con la intimidad excelsa que supone la unión

maternal.

Cuando el ígneo vidente de Montfort ha llegado a la sublime contemplación de

la Inmaculada como instrumento único escogido por la augusta Trinidad para la redención

del hombre, cuando nos la ha mostrado tan poderosa en las oraciones y tan sublime en

las virtudes que, Ella sola, ha sobrepujado la eficacia y mérito de todos los que en el

trascurso de cuatro mil años han pedido la Encarnación, entonces vuelve sus ojos al

Verbo hecho carne y, como si el ardiente Luis María se viera en presencia del Cristo

Esclavo que inflama su espíritu, y como si no pudiese contener por más tiempo los

rasgos fundamentales del divino modelo que desea traducir y manifestar al mundo

exclama:

«Dios hecho hombre ha encontrado la libertad encerrándose en su seno, ha

desplegado su fuerza dejándose llevar por esta doncellita, ha cifrado su gloria, y

la de su Padre, en sus esplendores a todas las criaturas de la tierra a fin de no

7 Se refiere al río Gabe de Po, que nace en los Pirineos.

E.R. 27

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

33

revelarlos más que a María, ha glorificado su independencia y majestad

sujetándose a esta Virgen amable en su concepción, en su nacimiento, en su

presentación al templo, en su vida oculta de treinta años, hasta en su muerte, a

la cual Ella debía asistir, para no hacer con Ella más que un solo sacrificio, y

para ser inmolado por la propia voluntad de Ella al Padre Eterno, como en otro

tiempo Isaac por el consentimiento de Abraham a la voluntad de Dios. Ella es

únicamente la que lo ha amamantado, alimentado, sostenido, educado y

sacrificado por nosotros».

Y como si el mismo Beato se sorprendiese de lo que acababa de escribir en el §

16 que antecede, llama la atención a sus lectores para hacerles notar que de gran

importancia divina debe ser esta perfecta dependencia de Cristo a María cuando el

mismo Autor divino de los Sagrados Evangelios no la ha querido dejar desconocida.

He aquí las palabras del maestro montfortiano en el número 17:

«Oh admirable e incomprensible dependencia de un Dios que aun el Espíritu Santo

no ha podido pasar en silencio en el Evangelio, no obstante habernos ocultado

casi todas las cosas admirables que esta Sabiduría encarnada hizo en su vida

oculta, para mostrarnos su valor y gloria infinita. Mayor gloria ha dado

Jesucristo a Dios su Padre por la sumisión que tuvo a María durante treinta

años, que la que le hubiese granjeado convirtiendo a todo el mundo por medio

de las maravillas más grandes que hubiese operado.

¡Oh que gloria tan subida damos a Dios, cuando para agradarle, nos sometemos

a María a ejemplo de Jesucristo que es nuestro único modelo!».

Si la mayor gloria dada por Jesús a Dios ha sido la de su dependencia a María,

¿será posible que nosotros excogitemos otra mayor?

Luego, en la más perfecta imitación de esta dependencia del Hijo divino a la

Madre Inmaculada consiste la más sublime perfección de la santidad.

Luego este es el camino para formar el perfecto devoto de María según dice el

Beato que se propuso al escribir su libro de La verdadera devoción a María Santísima.

Luego éste es el riquísimo manantial en donde han de beber los que deseen ser

verdaderos hijos y esclavos de María.

En los número 18 y 19 sigue el Beato confirmando la misma doctrina. He aquí

las palabras:

«Si examinamos de cerca la vida de Jesucristo veremos que ha querido comenzar

sus milagros por María. A San Juan le santificó en el seno de su madre Santa

Isabel por la palabra de María pues, apenas María habló, quedó santificado Juan,

siendo éste el primer y mayor milagro de la gracia que Jesús dio.

En las bodas de Caná convirtió el agua en vino a los humildes ruegos de María,

y este fue el primer milagro de naturaleza. Por María ha comenzado y

continuado sus milagros y por María los continuará hasta el fin de los siglos».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

34

Todo por mediación de María. Ella es el puente apercibido por Dios desde toda

la eternidad para enlazar la tierra con el cielo, el hombre con Dios, lo natural con lo

sobrenatural, el pecador con la gracia, el justo con la perfección, el perfecto con la

gloria. Aunque, para realizar estos místicos desposorios, haya sido preciso que Ella, ora

con su inmaculada virtud, obligue a Dios a desposarse realmente en su seno purísimo

con la Humanidad haciéndose hombre como nosotros, ora eleve al hombre por el amor

hasta encerrarlo en ese mismo tabernáculo inmaculado y, allí, con sorpresa del mismo

Dios, permítaseme la frase, cada hombre se despose con el Hijo divino de María en

inefable lazo de amor.

Cuando, con nuestro amadísimo vidente, contemplamos a María como

fundamento de la relación santificadora entre Cristo y los hombres, aparece a nuestra

vista la imagen del divino Esposo estrechando a la singular inmaculada Esposa de los

Cantares entre sus filiales brazos, mientras la Madre del amor hermoso acaricia

misericordiosa a los predestinados y, así enlazados todos, con amor indisoluble cantan

eternamente la gloria del Dios Creador, Redentor y Santificador.

Jesucristo continuará hasta la consumación de los siglos haciendo los milagros

de la naturaleza y de la gracia por María y el Espíritu Santo continuará formando en

Ella y por Ella la innúmera multitud de los escogidos, consoladora verdad que expresa

el montfortiano maestro en el número 20 de su libro con estas palabras:

«El Espíritu Santo, que es estéril en la Divinidad, pues que no produce a ninguna

persona divina, se ha hecho fecundo por el concurso de María con quien se ha

desposado. Con Ella, en efecto, en Ella, y de Ella, ha producido su obra maestra,

que es un Dios hecho hombre, produce todos los días hasta el fin del mundo a los

predestinados, miembros del cuerpo de esa Cabeza adorable, y he aquí por qué,

cuanto más habitualmente encuentra él en una alma a María, su querida e

indisoluble Esposa, tanto más activo y poderoso se muestra para producir a

Jesucristo en esta alma y a esta alma en Jesucristo».

Y así ha formado y formará desde Adán y Eva hasta el Bautista y desde éste hasta

el último predestinado de todos los siglos. Por esta razón donde quiera que admiréis un

santo será a través de los encantos de María y cuanto más sorprendente sea la santidad

de su alma, más deslumbrarán vuestros ojos los destellos luminosos de las gracias

marianas.

Hace, en fin, en la primera parte del § 21, último de este artículo 2º, una

salvedad teológica que nos contentaremos con reproducir por no dejar palabra del Beato

que no saboreen nuestros lectores. Dice así:

«Esto no es decir que la Santísima Virgen dé al Espíritu Santo la fecundidad como

si Este no la tuviera, porque, siendo Dios, tiene la fecundidad o la capacidad de

producir lo mismo que el Padre y el Hijo, aun cuando no la reduzca al acto y no

produzca a ninguna otra persona».

/

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

35

Por último, en la segunda parte de este mismo número 21 vuelve a decir lo mismo

que ya ha dicho en el párrafo anterior, y también nos dijo en el número 15 y nos repetirá

mil veces, añadiendo la nota de ignorancia de que acusa hasta a los más sabios y

espirituales de los cristianos, y que, de no tener esta repetición otra causa que la

justificara, ella sola pudiera ser suficiente.

Estas son sus palabras:

«Aquí pretendo decir que el Espíritu Santo, por el intermedio de la Santísima

Virgen, de quien se ha dignado servirse a pesar de no haber tenido de Ella

necesidad absoluta, redujo al acto su fecundidad produciendo en Ella y por Ella

a Jesucristo y a sus miembros, misterio de la gracia, que desconocen hasta los más

sabios y espirituales de los cristianos».

Es desconocido, por supuesto, de los que no son verdaderos cristianos, de los

protestantes y jansenistas, sin duda, pero es lo más doloroso que hasta los más sabios y

espirituales cristianos también lo ignoran. Esto es, desconocen que en María y por María

produce el Espíritu Santo a Jesucristo y a los predestinados. Ignorancia que, salvo mejor

parecer, me atrevo a entender de estos dos modos o como expresa la letra, y en este caso

se podría entender de una ignorancia más bien moral o práctica que intelectual, pues,

¿qué cristiano ignora el misterio de la Encarnación?

A no ser que la tal ignorancia se refiera a lo de producir el Espíritu Santo en

María y por María a los miembros de Jesucristo. Más esta ignorancia podríase predicar

de los indoctos y poco piadosos, nunca de los cristianos sabios y espirituales.

Por no explicarme bien esta frase en los sentidos dichos me atrevería a

interpretarla si no se creyera que trato de hacer decir a nuestro Beato más de lo que él

intenta, que, la tal ignorancia, puede referirse al desconocimiento, y hasta impugnación

que se hacía en aquellos tiempos, de que esta fecundidad reducida al acto por el Espíritu

Santo produciendo en María y por María a Jesucristo y a sus miembros, la realiza en

Ella tal y como ha de ser esta conocida cuando llegue la época de María, esto es, en la

Inmaculada desde el primer instante de su ser, no en la Virgen santificada como

afirmaba la sentencia de los doctos.

En cuanto a esta interpretación, unusquisque in suo sensu ábundet. Lo que sí

hemos nosotros de afirmar es que esta fecundidad, reducida al acto en nuestros tiempos,

supone el reino de María Inmaculada en el mundo, precursor y casi simultáneo del

reinado de Cristo, que se manifestara Rey especialmente en su vida Eucarística.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

36

Capítulo I

Artículo III

DIOS QUIERE SERVIRSE DE MARÍA EN LA SANTIFICACIÓN DE LAS ALMAS

CÓMO PROCEDEN LAS TRES PERSONAS DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD CON

MARÍA EN LA IGLESIA

En este apartado primero del artículo III, que empieza con el número 22 del Beato

Luis María, siguiendo su modo usual, expresa una de esas sentencias, que bien

pudiéramos llamar principios montfortianos de la teología mariana.

Dice así:

«La conducta que las tres Personas de la Santísima Trinidad han observado en

la Encarnación y en la primera venida de Jesucristo, la siguen todos los días de

una manera invisible en la santa Iglesia y la seguirán hasta la consumación de

los siglos en la última venida de Jesucristo».

Por lo que hace a nuestro humilde propósito, decimos que este principio tiene

esta trascendencia: la Beatísima Trinidad quiso valerse de María Inmaculada para que

se realizase la Encarnación del Verbo y la redención del mundo y ahora, cuando lleguen

los tiempos especialmente marianos que han de venir, seguírase por Dios en la Iglesia

el mismo camino. Esto es, darse a conocer o encarnarse en las almas mediante el

conocimiento de la Reina Inmaculada, y así lo hará en ésta y en todas las nuevas

apariciones morales que la augusta Trinidad haya de hacer de su Cristo hasta el fin del

mundo. O más claro si se quiere, siempre que falte el conocimiento y amor de Cristo

en la sociedad habrá de ser retornado a la misma mediante el conocimiento y amor a

la Inmaculada.

Para dar a estas palabras toda la fuerza que en sí tienen apela nuestro Beato a

exponer cómo cada una de las Personas de la Santísima Trinidad han hecho de

María, como dicen los santos, el gazofilacio de todas las gracias, lo que se ha de

reconocer a fortiori, pues si en Ella y por Ella nos dio a su Hijo hecho hombre, autor y

merecedor de todas las gracias, con mayor razón nos habrá de dar, mediante Ella,

cualquiera otra gracia, sea la que fuere, pues siempre será inferior a la de darnos a

Cristo. Así lo expresa palmariamente en el número 23 que dice así:

E.R. 28

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

37

«Dios Padre reunió en un lugar todas las aguas y las llamó mar, reunió en otro

todas las gracias y las llamó María. Este gran Señor tiene un tesoro o depósito

riquísimo en donde ha encauzado todo lo que hay de más bello, brillante, rico

y precioso, incluso su propio Hijo, y este tesoro inmenso no es otro que María,

a quien los santos llaman el Tesoro de Dios, de cuya plenitud son enriquecidos

los hombres».

Nos hace saber después nuestro Beato cómo el Hijo de Dios se ha complacido

en depositar y comunicar por medio de Ella todo cuanto Él ha recibido de su Padre,

y merecido por sí mismo, con estas terminantes palabras en el número 24:

«Dios Hijo ha comunicado a su Madre todo lo que Él adquirió durante su vida

y muerte, sus méritos infinitos y sus virtudes admirables, haciéndola tesorera

de cuanto su Padre le dio en herencia, por Ella aplica sus méritos a sus miembros,

les comunica sus virtudes y distribuye sus gracias. Ella es el canal misterioso, el

conducto por donde Él hace pasar dulce y abundantemente sus misericordias».

Y esta plenitud de gracias depositadas en María para que Ella con toda libertad

las comunique a los hombres la expresa con más precisión aún, cuando expone esta

misma Doctrina en relación con el Esposo Divino. He aquí el número 25:

«Dios Espíritu Santo ha comunicado a María, su fiel Esposa, sus dones inefables

escogiéndola por dispensadora de todo lo que Él posee, en forma que Ella

distribuye a quien Ella quiere, cuanto Ella quiere, como ella quiere, cuando Ella

quiere, todos sus dones, sus gracias. Y jamás se concede a los hombres ningún

don del cielo que no pase por sus virginales manos. Tal es la voluntad de Dios,

que ha querido que nosotros lo tuviéramos todo en María para que así sea

querida, ensalzada y honrada del Altísimo, la que se empobreció, humilló y

ocultó hasta el fondo de la nada por su profunda humildad durante toda su vida.

Estos son los sentimientos de la Iglesia y de los Santos Padres».

Estas últimas palabras de nuestro Beato expresan bien claramente que es

doctrina siempre aceptada por la Iglesia, y para que más claramente se entienda así,

agrega el número 26 que dice:

«Si yo hablase a los espíritus fuertes de este tiempo me extendería en probar por

la Sagrada Escritura y los Santos Padres lo que acabo simplemente de afirmar,

trayendo al efecto sus pasajes latinos y también por otras razones sólidas que se

podían ver largamente expuestas por el R. P. Poiré en su Triple corona de la

Santísima Virgen, pero, como hablo particularmente a los pobres y a los sencillos

que por tener más buena voluntad y más acendrada fe que el común de los

sabios, creen con más simplicidad y mérito, me contento con declararles

llanamente la verdad, sin detenerme en citarles las autoridades latinas, que ellos

no entienden, aunque no por eso deje totalmente de aducir algunas, si bien,

empero, sin hacer grandes esfuerzos por buscarlas».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

38

Como quiera que nosotros no pretendemos hacer exposiciones teológicas para

demostrar todas las proposiciones sentadas por nuestro amadísimo Vidente,

prescindimos de hacerlas a este lugar común de la Teología Mariana, y por lo que

toca a la cuestión de la Mediación Universal Actual con que se concreta esta doctrina,

está ya tan magistralmente tratada por maestros de la Compañía de Jesús, especialmente

en estos momentos, que sería de todo punto extemporánea nuestra intromisión en este

asunto.

Nosotros, ganosos no más que de inspirarnos en el espíritu que animaba al Beato

Grignion, tenemos muy bastante con anotar en este punto que él expresa con meridiana

claridad en este artículo III, cómo Dios nada nos dará sin María, relacionando de esta

manera, con sencillísimo artificio, todo lo que lleva dicho hasta aquí, para acercarse

paulatinamente y de modo irrefutable a las consecuencias que al final de este primer

capítulo ha de deducir y que son el núcleo principal de todos sus esfuerzos y el blanco

de todas sus miradas.

Y como no creemos que sea superfluo hacer en dos palabras el resumen de lo

dicho hasta aquí por el Beato, recordaremos que bien puede reducirse de este modo:

Dios hizo a María Inmaculada para venir por Ella a nosotros y darnos por Ella todas

las gracias necesarias para nuestra vida temporal y eterna.

No satisfecho nuestro mariano Profeta con habernos mostrado cuanto quiso Dios

enriquecer a la Inmaculada Reina dándonos a conocer la suprema largueza de cada una

de las divinas Personas para con Ella, y como si lo dicho en nuestro artículo anterior

hubiera sido la primera jornada, y al final de ella hubiera reposado su espíritu dice,

«Continuemos», previniendo al propio tiempo al lector para que fije bien su mente en

el nuevo camino que va a recorrer, porque esta nueva senda es la que le ofrece el

seguro derrotero para entrar con su alma llena de todos los tesoros en el inmenso mar

de sus amores: en la Esclavitud a María.

El Beato Luis en el número 27, de su obra, que es el que hoy nos toca examinar

en primer término, da comienzo por otro teológico principio, evidente y sencillísimo,

que le sirve de fundamento para luego deducir cuanto nos obliga someternos a la

Esclava del Señor. Dice así nuestro Vidente:

«Como la gracia perfecciona a la naturaleza y la gloria perfecciona la gracia, es

muy cierto que Jesucristo es todavía en el cielo el Hijo de María en la misma

forma y grado que lo fue en la tierra y, por consiguiente, que le viene

conservando aquella sumisión y obediencia propia del más perfecto de todos los

hijos con respecto de la más buena de todas las madres».

Et erat subditus illis, dice de Jesús la Sagrada Escritura sintetizando en esta frase

la obediencia del Hijo del hombre a José y a María. Luego ahora en el cielo vive Jesús

siendo, respecto del Santo patriarca y de la Madre divina, más perfectamente obediente,

tanto más cuanto el estado de gracia es inferior al estado de gloria. O de otro modo, si

E.R. 29

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

39

se quiere, podremos expresar esta misma dependencia diciendo que Jesús está hoy

obligado a María cuanto exigen la naturaleza, la gracia y la gloria.

La ley natural con su apretado nudo, la gracia con sus delicadezas y la gloria

con su orden esencial, han supuesto e impondrán eternamente la subordinación del hijo

a la madre y, por consiguiente, de Cristo a María en cuanto que ésta lo llevó en sus

entrañas y lo lactó con sus pechos, sin que esto implique contradicción con la

omnipotente y soberana voluntad del Hacedor, pues si Él, Jesús, se somete como el

más perfecto de todos los hijos, Ella, María, manda como la más perfecta de todas las

madres, y la perfección exige la transformación en Dios, y la altísima perfección de

María supone desde el primer instante de su ser la más semejante transformación de

Ella en Él, y, por lo tanto, las manifestaciones del pensamiento y de la voluntad y de la

sensibilidad en Cristo y en María son iguales, si se tiene en cuenta la diferencia de

perfección de la unión hipostática a la unión maternal.

Así es que la que estaba unida, o mejor dicho, transformada perfectamente en

Dios aquí en la tierra, bien podía mandar a su Hijo, Dios y hombre, porque nada mandaría

el Hijo en cuanto hombre, que no estuviera en perfecta conformidad con el Unigénito

del Padre.

De aquí podemos concluir que, al obedecer Jesús a su Madre, se obedecía a Sí

mismo, o mejor, obraba conforme al plan por Él mismo determinado desde toda la

eternidad, de nacer de Madre para salvar al hombre caído, y María era la que marcaba

la visible orbita que Jesús había de recorrer desde la Encarnación hasta la Cruz. Y

porque es así continúa diciendo nuestro Beato:

«Guardémonos, sin embargo, de ver en esta dependencia algún rebajamiento o

imperfección en Jesucristo, porque María, siendo infinitamente inferior a su Hijo,

que es Dios, no le manda como una Madre terrena puede mandar a su hijo, que

está por debajo de ella, sino que María, como está toda transformada en Dios, por

la gracia y la gloria que transforma en Él a todos los santos, ni pide, ni quiere, ni hace

nada que sea contrario a la eterna e inmutable voluntad de Dios».

Y cuando ha explicado nuestro gran maestro, el por qué no es depresiva para la

dignidad de Cristo esta dependencia, nos enseña cómo deben entenderse los textos de

los santos y doctores en los cuales afirman que María impone su voluntad hasta sobre

Dios con estas palabras:

«Cuando leemos pues, en los escritos de San Bernardo, San Bernardino, San

Buenaventura etc., que en el cielo y en la tierra todo, hasta el mismo Dios, está

sometido a la Santísima Virgen, entendemos que la autoridad que Dios se ha

dignado concederla es tan grande, que parece que Ella tenga el mismo poder de

Dios y que sus oraciones y súplicas son tan poderosas para con Dios que valen

como mandatos para la majestad divina, la cual jamás se resiste a los ruegos de

su querida Madre porque Ella es siempre humilde y en todo está conforme con

la voluntad del Señor».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

40

Termina, por fin, el Beato Luis este número 27, con una comparación de la que

a fortiori se deduce la suprema potestad de María, en cuanto que ruega o manifiesta

sus deseos delante de Dios. He aquí sus palabras:

«Si Moisés, por la fuerza de su oración, detuvo la cólera de Dios sobre los

Israelitas de una manera tan poderosa que el Altísimo, e infinitamente

misericordioso Señor, no pudiendo resistirle le pidió que le dejase encolerizarse

y castigar a aquel pueblo rebelde, ¿qué deberemos pensar, con más razón, de las

súplicas de María, la humilde digna Madre de Dios? Que son más poderosas ante

su majestad que los ruegos y las intercesiones de todos los ángeles y santos del

cielo y de la tierra».

Y porque, ante Dios, es más poderosa que todos los ángeles y santos del cielo

y de la tierra, por eso, continúa diciendo el Beato haciendo una gradación descendente,

estas palabras:

«María manda en los cielos sobre los ángeles y los bienaventurados. En

recompensa de su profunda humildad, Dios le ha dado el poder y el oficio de

llenar de santos aquellos tronos vacíos de donde cayeron por orgullo los ángeles

apóstatas. La voluntad del Altísimo que exalta a los humildes es que el cielo, la

tierra y los infiernos se rindan, de grado o por fuerza, a los mandatos de María a

quien Él ha constituido soberana del cielo y de la tierra, generala de sus ejércitos,

tesorera de sus riquezas, dispensadora de sus gracias, obradora de sus grandes

maravillas, reparadora del género humano, medianera de los hombres,

exterminadora de los enemigos de Dios y fiel compañera suya en las grandezas y

en los triunfos».

María, pues, manda a Cristo, a los ángeles y a los santos, y esta potestad es

recompensa de su humildad. Así es siempre el espíritu cristiano porque Jesús se humillo

y obedeció, recibió un nombre que es solo inferior al de Dios, y potestad, por ende,

sobre toda criatura, aún sobre el Cuerpo del Señor, porque Ella, libremente se lo

ministró, y, por lo tanto, Cristo es el hijo de las entrañas de María, hueso de sus huesos

y carne de su carne. Y en este lazo cautivó la Inmaculada al Verbo Divino, y eternamente

vivirá cautivo en las delicias de estar entre los hijos de los hombres, de los que es

Madre la misma Madre de Él.

Y porque fue humilde, Dios la ha exaltado, según nos acaba de enseñar nuestro

ardentísimo Vidente.

En resumen, María es Reina porque no quiso ser más que la Esclava del Señor

y el Rey infinito hízose esclavo en María y por María, principalmente, para

recrearse en tenerla por Reina y Madre.

Conviene no olvidar que en este primer párrafo del artículo III de La verdadera

devoción de nuestro Vidente, hemos hecho hasta ahora dos consideraciones.

En la primera tratamos de cómo la Beatísima Trinidad da a María cuantas

gracias quiere dar a los hombres para que Ella las distribuya. En la segunda, o sea en

E.R. 30

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

41

el número anterior de nuestra Revista, consideramos, con el Beato Luis, a María

mandando sobre Jesús con el derecho que le da la naturaleza, al hacerla el Verbo su

Madre, y con la perfección que añade a este fundamental derecho la gracia y la gloria

deduciendo, como irrefragable consecuencia, que María manda sobre todas las criaturas

del cielo y de la tierra.

Y en este artículo hemos de seguir estudiando la acción de la augusta Trinidad

con María en la Iglesia. Y así dice nuestro Maestro mariano en el número 29 que nos

toca anotar:

«Dios Padre quiere crearse hijos por María hasta la consumación del mundo, y

por Eso la dice estas palabras: In Jacob iahabita… (Eccl. XXIV, 13), habita en Jacob.

Es decir, haz tu morada y residencia en mis hijos, los predestinados, figurados

por Jacob, y no en los hijos del diablo, los réprobos, figurados por Esaú».

En el lenguaje monfortiano muy bien podría haber hecho la anterior afirmación

nuestro Beato, diciendo: Si Dios Padre quiso que su Unigénito fuese Hijo de María

para salvar al mundo fundando la Iglesia, también quiere que todos los que han de

ser hijos de Dios, conformándose con la imagen de Cristo, sean hijos de María. Estos

son los predestinados.

Y no es mucho decir ciertamente que la que tuvo y tiene el tesoro de todas las

gracias de la Trinidad y las reparte según su voluntad, mandando por su derecho natural

de Madre sobre Cristo y sobre ángeles y bienaventurados, tenga también ese mismo

derecho sobre todos los viadores que son predestinados, por el mismo título de ser

Madre así mismo de todos y de cada uno de ellos, dejando así sentado, una vez más

nuestro Vidente, que María tiene títulos harto sobrados para ser Reina y Señora de los

hombres predestinados. Y por eso dice que María hace su morada en los hijos de Dios,

figurados por Jacob, y no en los hijos del diablo, los réprobos, figurados por Esaú.

Y para comprobar que Dios quiere que María sea Madre de los hombres en el

orden sobrenatural, nuestro Beato vuelve a tomar motivo de la generación natural y dice:

«Así como en la generación natural hay un padre y una madre, también en la

generación sobrenatural hay un padre, que es Dios, y una madre, que es María.

Todos los verdaderos hijos de Dios y predestinados tienen a Dios por padre y a

María por madre, y quien no tiene a María por Madre no puede tener a Dios

por Padre. He aquí porque los réprobos, lo mismo que los herejes, cismáticos,

etcétera, que odian o miran con desprecio o indiferencia a la Santísima Virgen,

no tienen a Dios por Padre, aunque se gloríen de tenerle, porque no tienen a

María por Madre, pues, si la tuviesen como tal, la amarían y honrarían como

todo buen hijo ama naturalmente y honra de verdad a la madre que le dio el ser».

Luego todo hombre que quiere salvar su alma debe obedecer a María, porque

esta es su Madre, y los hijos, la primera, principal y fundamental obligación que tienen

para con sus padres es la de obedecerlos, y si tal es el deber que impone la naturaleza,

perfeccionado queda doblemente en el estado de gracia y en el de gloria.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

42

Por este motivo no es tenido por hijo de Dios el que no obedece, reverencia y

ama a María, antes al contrario, en eso se distinguen los que son réprobos. He aquí las

palabras de nuestro Vidente, expresas en el número 31:

«El signo más infalible e indudable para distinguir a un hereje, a un hombre de

perversa doctrina, a un réprobo, de un predestinado, es que el hereje y el

réprobo desprecian o se muestran indiferentes con la Santísima Virgen,

procurando por sus palabras y ejemplos disminuir su culto y amor unas veces

manifiesta y otras ocultamente y, aún en ocasiones, con pretextos aparentemente

santos.

¡Ay! Dios Padre no ha dicho a María que establezca en ellos su morada porque

son los Esaús».

Si la voluntad de Dios Padre de crearse hijos en María se manifiesta, según el

Beato Luis María, en las palabras, In Jacob inhabita, no menos clara ve nuestro Vidente

la voluntad de Dios Hijo de encarnarse en los predestinados mediante María en estas

otras que el mismo sagrado texto dice a continuación: in Israel haereditare, toma a

Israel por herencia.

Terminantes son las palabras que el gran Maestro mariano pone en boca del

Unigénito dirigidas a su Inmaculada Madre. Helas aquí en el número 32 de La

verdadera devoción.

«Dios Hijo quiere formarse, o por decirlo mejor, encarnarse, todos los días por

medio de su querida Madre en todos sus miembros, por eso la dice, in Israel

haereditare..., (Ecc l. XXIX), toma a Israel por herencia, que es como si dijera:

Dios Padre me ha dado en herencia a todas las naciones de la tierra, a todos los

hombres, buenos o malos, predestinados o réprobos. A los unos los conduciré con

la vara de oro, a los otros con la vara de hierro, de aquéllos seré padre y abogado,

de éstos celoso vengador, de todos seré juez, pero Vos, querida Madre mía, sólo

tendréis por herencia y posesión a los predestinados que están figurados por Israel

y, como buena Madre suya, les daréis la vida, los alimentaréis, los amaréis y, como

soberana, los conduciréis, los gobernaréis y los defenderéis».

El Hijo de Dios ha recibido, en efecto, todas las naciones de la tierra por

herencia de manos de su eterno Padre, y si éste quiere crearse, mediante María, hijos

adoptivos entre los hombres, natural es que Dios Hijo los ponga en manos de su Madre

como a hijos de ella y, por ende, hermanos de Él por la gracia, para que los ofrezca

como tales a Dios su Padre. Y para que así sea, el Unigénito realiza en el alma de los

predestinados la encarnación accidental o infusión de su gracia y espíritu para

proporcionarlos a Él, o hacerlos semejantes a Él, hasta transformarlos en Él, y

consumarlos en esta transformación haciéndoles nacer en la gloria en donde, como hijos

de Dios y de María, reinarán con Cristo, porque siendo hermanos de Él por la naturaleza

y por la gracia, heredarán con Él la gran merced de la inmortal fruición de la beatísima

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

43

Trinidad. Luego los predestinados hijos de María, dependen de su Inmaculada Madre con

más razón que dependió nuestro divino hermano Jesucristo.

Esta misma relación de hijos de María y, por lo tanto, sujeción de los

predestinados a Ella es también querida por el Espíritu Santo, y así lo expresa el número

33 de La verdadera devoción:

«El Espíritu Santo dice que un hombre y un hombre ha nacido en Ella, Homo et

homo natus est in ea, (Ps. 86, 3.), y, según la explicación de algunos Padres, el

primer hombre que ha nacido de María es el Hombre Dios, Jesucristo, y el

segundo es un hombre puro, hijo de Dios y de María por adopción.

Si Jesucristo que es la cabeza de la humanidad nació en Ella, los predestinados,

que son los miembros de esa cabeza, deben también, como consecuencia

necesaria, nacer de Ella. Una misma madre no puede producir la cabeza sin los

miembros, ni los miembros sin la cabeza, de lo contrario lo que esa madre diera

a luz sería un monstruo de la naturaleza. De igual modo, en el orden de la gracia,

la cabeza y los miembros nacen de una misma madre, y si un miembro del

cuerpo místico de Jesucristo, es decir, un predestinado, naciese de otra madre

que no fuese María, que ha producido la cabeza, no sería un predestinado, un

miembro de Jesucristo, sería un monstruo en el orden de la gracia».

En una palabra, el Espíritu Santo que formó a Jesucristo, la Cabeza, en María,

quiere formar a los predestinados miembros del cuerpo místico de Cristo, también en

Ella.

En el artículo anterior de nuestra Revista nos hizo ver nuestro Beato cómo la

Trinidad augusta quiere valerse de María para que, en Ella, se formen los predestinados,

esto es, como si en Ella hubiera formado el divino Santificador el troquel de la

santidad y, por esta razón, detiénese especialmente el Maestro montfortiano en la obra

del Espíritu Santo realizada mediante María para santificar las almas, y continúa

tratando el mismo asunto desde el número 34 de La verdadera devoción, como si

quisiera hacer un apéndice final a este largo § 1º del artículo III, que tratarnos, con la

ayuda de María, de terminar ahora.

Considerando nuestro Vidente a la Santísima Virgen como el árbol de la vida y

a Jesucristo como el fruto de él nacido por obra y gracia del Espíritu Santo, nos hace

estudiar nuestra santidad como efecto de la posesión de este fruto en nosotros, y como

de Ella es el fruto, de Ella es el efecto que este divino manjar produce en las almas. O

sea, a Ella debemos el sabor y olor de Cristo que hay en los predestinados, por lo que

el Esposo divino se regala en apacentarse entre nosotros, pues transformados en Cristo,

ya que de Él nos alimentamos, seremos, delante de Dios, como rica parcela de lirios,

por habernos transformado en el que es flor de los campos y lirio de los valles.

Dice nuestro Beato en este párrafo alegando un testimonio de San Agustín, que

el Águila de Hipona se excedió asimismo al hablar, como en seguida veremos, pero

nosotros no tenemos inconveniente en afirmar que ambos volaron en el mismo exceso

E.R. 31

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

44

en este caso, y que volaron tan alto que, tras las nubes que traspasaron, diéronle a la

caza alcance, haciéndonos presentir en la Madre Inmaculada de Cristo, Salvador de la

humanidad, a la Reina de la Eucaristía, glorificadora de cada alma en especial.

Si nosotros nos excedimos en nuestro juicio, perdónesenos esta falta, pues sabido

nos es que tanto se peca por carta de más como de menos.

Regálense las almas de nuestros sabios y piadosos lectores, saboreando este

número 34 de la Verdadera devoción. Dice así:

«Además de esto, como Jesucristo, es ahora, lo mismo que antes, el fruto de María,

según repiten millares de veces cada día el cielo y la tierra, Y bendito es el fruto

de tu vientre, Jesús, es muy cierto que Jesucristo, para cada hombre que le

posee en particular, es el fruto de la obra de María de la misma manera y con la

misma verdad que lo es para todo el mundo en general, por manera que si

algún fiel tiene a Jesucristo formado en su corazón, puede atreverse a decir

gracias mil a María, porque lo que yo poseo es un efecto y su fruto, y sin Ella

jamás le gozaría. Y a Ella se la pueden aplicar, con más verdad que San Pablo se

las aplicaba a sí propio, estas palabras: Quos iterum parturio donee farmetur

Christus in vobis. Yo produzco todos los días a los Hijos de Dios, hasta que

Jesucristo, mi Hijo, sea formado en ellos en la plenitud de su edad».

San Agustín, excediéndose asimismo y a lo que yo acabo de decir, afirma que

«Todos los predestinados para ser conformes a la imagen del Hijo de Dios,

mientras permanezcan en este mundo, están ocultos en el seno de la Santísima

Virgen, en el cual están guardados, se alimentan, se sostienen y se desarrollan,

merced a esta buena Madre, hasta que Ella los saca a la luz de la gloria después

de la muerte que es, con toda propiedad, el día de su nacimiento, como la

Iglesia llama a la muerte de los justos. ¡Oh misterio de gracia desconocido de los

réprobos!».

Y para confirmar más hondamente esta verdad de que Dios quiere formar a los

predestinados en María, pone en boca del Espíritu Santo estas palabras, contenidas en el

número 35:

«El Espíritu Santo quiere formarse en Ella y por Ella sus elegidos, por eso la dice:

In electos mes mite radices… Echad, amada y Esposa mía las raíces de todas

vuestras virtudes en mis escogidos para que crezcan de virtud en virtud y de

gracia en gracia. Tanta, es la complacencia que hallé en vos, mientras en la

tierra os ejercitáis en la práctica de las más sublimes virtudes que aun deseo

encontraros en la tierra, sin que ceséis de estar en el cielo. Reproducíos, a este

fin, en mis elegidos, sea yo en ellos con agrado las raíces de vuestra fe invencible,

de vuestra humildad profunda, de vuestra mortificación total, de vuestra oración

sublime, de vuestra caridad ardiente, de vuestra esperanza firme y de todas

vuestras virtudes. Vos sois en todos los momentos mi Esposa tan fiel, tan pura

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

45

y tan fecunda, como siempre, deme fieles vuestra fe, deme vírgenes vuestra

pureza, deme elegidos y templos vuestra fecundidad».

Y como si por momentos se acrecentara la embriagadora emoción que sintiera

en su alma nuestro inspirado Beato, parece que, ensimismado en sí mismo, se regala en

la contemplación de la purísima fecundidad de María, engendrando en las almas las

bellezas de la predestinación, manifestadas en los místicos encantos de la más alta

santidad, y entonces exclama:

«Cuando María ha echado raíces en un alma, obra allí las maravillas de la gracia,

que sólo Ella es capaz de producir, porque sólo Ella es la Virgen fecunda que

jamás ha tenido ni tendrá semejante en pureza y en fecundidad».

¡Qué sublime elevación de miras!

Nuestro admirable beato no hallaba punto alguno de comparación entre la

pureza y fecundidad de María y la de las demás almas, y con muy sobrada

razón, pues, por mucha que haya sido la virginidad de cada uno de los santos

y santas que han engendrado hijos para el cielo, ¿habrá modo de compararlos

siquiera con estas mismas virtudes en María?

Castos y fecundos fueron los padres anacoretas de los desiertos, castos y fecundos

San Benito y San Bernardo, San Francisco de Asís y Santo Domingo, San Ignacio

de Loyola y San Pablo de la Cruz, y tantos y tantos otros padres de pléyades de

santos. Y castas y fecundas fueron Santa Paula, Santa Francisca romana y Santa

Brígida. Vírgenes y madres de miles de hijas fueron Santa Clara y Santa Catalina,

Santa Teresa y la venerable madre Silva, pero, ¿qué otra cosa son todos estos

santos y santas en su pureza y fecundidad que débiles destellos en comparación de

la más brillante luz solar? ¿No es la Madre por excelencia, la Madre de Jesús la

que engendra en su inmaculado seno la vida de la gracia de todos, absolutamente

de todos, los santos?

Y como si todo lo que hasta aquí ha escrito no fuese bastante, el inspirado vidente,

como arrastrado por la fuerza de su amor, en el orden del espíritu, llego hasta

dar en el núcleo de sus amores, en primera expresión de sus ideales más amados

y, fundándose como siempre, en lo más, deduce como consecuencia la ejecución

de lo menos, que es el objeto de sus ansias y profecías. Y así continúa diciendo

con creciente entusiasmo en el número 37:

«María ha producido con el Espíritu Santo la cosa más grande que ha habido y

habrá jamás, que es un Dios Hombre. Por tanto, Ella producirá las mayores

cosas que habrá en los últimos tiempos. A Ella están reservadas la formación y

la educación de tos grandes santos que saldrán hacia el fin del mundo, pues sólo

esta Virgen singular y milagrosa es la que puede realizar, en unión del Espíritu

Santo, las cosas singulares y extraordinarias».

¿Quién no ve en estas proféticas palabras, un espontáneo fulgurar de la vivida

lumbre que ilumina y guía toda la vida de nuestro Beato amadísimo?

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

46

Solidísimo fundamento es éste de todos los deseos montfortianos y brevísima

síntesis en donde, como en intenso foco, hace vislumbrar la restauración del mundo

mediante los grandes santos que ha de formar el amor a María en los últimos tiempos,

o en los tiempos que han de venir, o en la segunda venida de Cristo, según la diversidad

de expresiones que el Beato emplea, como quiera que esta segunda venida de Jesús a

los hombres no ha de hacerse por María sola, sino por el Espíritu Santo mediante su

celestial Esposa, por eso termina este apartado I del artículo que estamos estudiando

con estas palabras:

«Cuando el Espíritu Santo, su Esposo, la ha encontrado en un alma, vuela allí,

entra plenamente, se comunica a esta alma con abundancia, en cuanto ella da

cabida a su Esposa, y una de las principales razones por las que el Espíritu Santo

no hace a veces maravillas estupendas en las almas es porque Él no encuentra

allí una unión bastante grande con su fiel e indisoluble Esposa. Y digo

indisoluble Esposa, porque, desde que este Amor substancial del Padre y del

Hijo se ha desposado con María para producir a Jesucristo, el jefe de los elegidos,

y a Jesucristo en los elegidos, jamás la ha repudiado, porque Ella ha sido siempre

fiel y fecunda».

Es evidente lo que enseña el Beato. Cuando entre los nombres y María haya

una unión suficiente, según el querer divino, el Espíritu Santo hará maravillas

estupendas en las almas, pues, sólo por este medio, Jesucristo será engendrado en los

predestinados, como lo ha sido hasta aquí.

CONSECUENCIAS

María reina de los corazones

I

Epílogo de lo que ha dicho anteriormente nuestro Beato es el primer párrafo en

que ahora nos hemos de ocupar, que es el 39, según el orden que nosotros seguimos,

teniendo en cuenta la preciosa obrita que comentamos y de la que ya hemos hablado

más de una vez a nuestros lectores, traducida por nuestro muy respetable amigo el P.

Jesús María de Orihuela, capuchino de Totana.

Decimos que este párrafo es un epílogo de lo dicho hasta aquí porque en cuanto

deduce, con la sencillez que lo caracteriza, la primera consecuencia que el Beato desea

anotar para robustecer esta conclusión, la funda sobre todas las razones que antes ha ido

estudiando y que ya hemos nosotros manifestado a nuestros lectores.

He aquí la consecuencia: «De lodo lo dicho debemos concluir que María ha

recibido de Dios un gran dominio sobre las almas de los elegidos».

Leamos cuales son los antecedentes que le hacen deducir ese consiguiente:

E.R. 32

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

47

«Porque no puede establecer en ellos su morada, según el Padre se lo ha

ordenado, formarlos, alimentarlos y producirlos a la vida eterna como su madre,

tenerlos en herencia y en porción, formarlos en Jesucristo y a Jesucristo en ellos,

echar en sus corazones las raíces de sus virtudes y ser la compañera indisoluble

del Espíritu Santo para todas las obras de la gracia».

Y constante siempre en su manera de ir argumentando a fortiori, deduciendo con

fuerza ineludible que los derechos dados a María sobre Cristo con más razón los debe

tener sobre los hombres, corrobora de nuevo ésta su primera consecuencia diciendo:

«No puede, digo, hacer todas estas cosas si no tiene derecho y dominio sobre sus

almas por una gracia singular del Altísimo que, habiéndola dado potestad sobre

su Hijo único y natural, se la ha concedido también sobre sus hijos adoptivos,

no solo en cuanto al cuerpo, lo cual sería poco, sino también en cuanto al alma».

En el párrafo que sigue, el 40, para más determinar el dominio de María sobre

los hombres especialmente en lo que se refiere a la vida espiritual del hombre, pone otro

principio mariano general como fundamento, cual es el expresado en estas palabras:

«María es reina del cielo y de la tierra por gracia, como Jesús es su Rey por naturaleza

y por conquista».

Después, para referir el dominio o realeza de María al interior del hombre, nos

recuerda otra verdad evidente en el mundo de la fe con estas palabras: «luego, si el reino

de Jesucristo consiste principalmente en el corazón y en el interior del hombre, según

estas palabras, el reino de Dios está dentro de vosotros, también el reino de la Santísima

Virgen está principalmente en el interior del hombre, es decir, en su alma». Ve aquí que

María es la Reina de las Almas, o lo que es lo mismo, vive con Jesús y con la beatísima

Trinidad en el último centro de nuestro espíritu, en la última y más perfecta de las

moradas que diría Santa Teresa. Y allí recibe con el Rey divino los homenajes que las

almas le ofrecen en las sublimes muertes místicas de sus terrenos afectos, de su apego

a las criaturas, de su amor propio.

Ella impone con su derecho de Reina el ofrecimiento de todas las cosas

sacrificadas por amor de Dios y arranca con mano blanda, pero eficacísima en su obra,

toda ligadura sensible o espiritual de los hombres con las criaturas y consigo mismo,

recogiendo Ella misma en inefable joyero su inmaculado corazón, aquellos sacrificios,

pruebas inequívocas del divino amor, para que en Ella los vea el Rey, y en Ella, y por

Ella le sean gratos, y, por ende, glorificadores de Dios en el más alto grado.

Y por este motivo, por ser María la reina del interior de los hombres, y Ella la

que ordena esa vida interior, y Ella quien la recibe para ofrecerla al Rey, concluye

nuestro Vidente este número 40 de esta manera.

«Esta es la razón, porque Ella es en unión de su Hijo, más glorificada en las almas

que en todas las criaturas visibles, pudiéndola, por consiguiente, llamar con los

santos Reina de los corazones».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

48

II

Hay, relacionada con esta primera consecuencia que aquí deduce nuestro Beato,

una cuestión que, por lo práctica, no deja de ser importante, aunque siempre ha de ser

secundaria por determinar la expresión exterior de María Reina de los Corazones.

Los que con más derechos, los nacidos de legítima herencia, han representado

a María considerada bajo este aspecto, no ofrezcan un precioso grupo, como expresión

de María Reina de los Corazones en la que aparecen María con el Niño Jesús en Los

brazos, Ella sentada en su trono y a derecha e izquierda respectivamente el

bienaventurado Luis María Grignion de Montfort y un ángel, ambos en actitud de

adoración y de súplica, precioso nos parece este grupo y muy apto para recordar el

espíritu del mariano Beato que es, sin duda, muy importante nota característica de lo que

especialmente se debe recordar en presencia de María, Reina de los Corazones. No

queremos decir con esto que los hijos del inmaculado Corazón de María no puedan

aducir en favor de las imágenes de su Patrona excelsa razones que induzcan a

convencernos que ellos son los que ofrecen la más apropiada expresión de María Reina

de los Corazones, pues, es indudable, que nunca tendrá la Inmaculada más fuerza ante

los fieles en general, que es de lo que aquí tratamos, para pedirles el corazón que

cuando Ella les ofrece el suyo propio.

No faltará quien, por otras razones de gravísima actualidad, pudieran atribuir esta

apropiada representación a Nuestra Señora de Lourdes. Quienes se esforzarán en probar

que ninguna otra imagen tiene más fuerza de mostrar la realeza que la imagen

grandiosa representativa de la devoción de las Tres Ave Marías.

En general, podemos decir que, hasta hoy, cada familia religiosa, cada devoción

especial, hasta cada fiel en particular, según sus devociones y cultura mariana, así tomarán

para sí la imagen que más satisfaga sus ideas y sus amores, pues ciertamente que no

han de estar muy satisfechos con la imagen de María Reina de los Corazones los que

la representa del modo primero que nosotros aceptaríamos como el más genuino por

razón de su origen, cuando uno de los temas de estudio en el Congreso Mariano

Montfortiano de Barcelona, fue el referente a la imagen representativa de María, Reina

de los Corazones.

LOS HOMBRES TIENEN NECESIDAD DE MARÍA PARA ALCANZAR SU ÚLTIMO

FIN

1. Los cristianos tienen necesidad de ella para cumplir sus deberes

El bienaventurado autor de la verdadera devoción a la Santísima Virgen es un

hombre plenamente conocedor del fin a que tiende en esta preciosa obra que tiene, en

el artificio de ella, la ingenuidad de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y la

soberana grandeza de la Mística Ciudad de Dios en la alteza con que estudia a María

y procede con la firme entereza del general que, habiendo puesto cerco a una plaza,

E.R. 33

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

49

seguro del valor moral y material de sus guerreros elementos, está cierto de la conquista

que se propuso y, decidido a convencer a sus enemigos de la superioridad con que

cuenta, hace gala a cada paso de la gallardía de sus soldados y de la eficacia de sus

armas, y, por esta seguridad con que obra, el mismo amadísimo Vidente se goza en sí

haciendo resaltar las dificultades de cada paso para mostrar luego la serenidad de

ánimo con que sortea todas las dificultades, haciéndose imposible, ante tan claro

conocimiento del fin y del camino que a él conduce, cualquiera emboscada, por artera

que sea, sin que al momento no quede desbaratada.

En el artículo anterior, con garra de león y vuelo de águila, embrazando todas las

razones que había aducido en pro de la necesidad de la devoción a la Santísima Virgen,

levántase majestuoso hasta la más alta región de la realeza en donde contempla

extasiado a María como reina de las almas y de los corazones todos, y ahora,

particularizando o distinguiendo los conceptos especiales de la realeza de María, que

antes ha mostrado en general, se dispone a manifestarnos cómo los cristianos tienen

necesidad de María para cumplir sus deberes. Esto es, lo que antes ha dicho de todos

los hombres, ahora lo concreta a solos aquellos que gozan de la gracia de ser cristianos

y, como quiera que es propio de los cristianos cumplir los mandamientos para salvarse,

serva mandata, de aquí que, al decir nuestro Beato, en el título especial de esta

primera parte de la segunda consecuencia, «los cristianos tienen necesidad de Ella para

cumplir sus deberes», es lo mismo que si dijera para cumplir los mandamientos.

La primera prueba que aduce nuestro Vidente es de las que venimos

distinguiendo con el carácter especial de montfortianas. Dice así en el número 41:

«Como la Santísima Virgen ha sido necesaria a Dios con una necesidad que

llamamos hipotética, en consecuencia de su voluntad, debemos advertir que es

todavía más necesaria a los hombres para llegar a su último fin».

Una vez fundada la necesidad que los hombres han de tener de María para llegar

a su fin, ya que hasta Dios quiso valerse de Ella para consumar la salvación humana,

con mucha razón añade: «La devoción a María no debe confundirse con la devoción a

los santos, como si no nos fuera más necesaria y sí sólo de supererogación». O lo que es

lo mismo; para salvarse puede prescindirse de la devoción de cualquiera de los santos,

hasta del santo de nuestra mayor devoción, pero de la devoción a María no puede

prescindir el alma, si ha de cumplir los mandamientos con las necesarias condiciones

para salvarse.

Esta fundamental doctrina, que hoy palpita en el corazón de la Iglesia como

una verdad de tan suprema actualidad que hasta se pide de ella la definición dogmática,

es demostrada por nuestro Beato con relativa insistencia, dada la extensión de su obra,

y no solo prueba, sino que señala fuentes en las que se puede saturar de esta doctrina

el amante de María.

El número 42 es buen testimonie de lo que decimos. He aquí las palabras del

Vidente de Montfort:

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

50

«El docto y piadoso Suárez, de la Compañía de Jesús, el sabio y devoto Justo

Lipsio, doctor de Lovaina, y muchos otros han probado de una manera

irrefutable, apoyándose en el sentir de los Padres, entre otros de San Agustín,

San Efrén diácono de Culesa, San Cirilo de Jerusalén, San Germán de

Constantinopla, San Juan Damasceno, San Anselmo, San Bernardo, San

Bernardino, Santo Tomas y San Buenaventura, que la devoción a la Santísima

Virgen es tan necesaria para la salvación y, que, al decir del mismo Ecalampadio

y de algunos otros herejes, el no tener estima y amor a la Santísima Virgen es

una señal de reprobación así como es un signo infalible de predestinación el

entregársele y serle devoto entera y verdaderamente».

Y como si no fuera bastante para confirmar nuestro aserto, en el número 43

añade:

«Las figuras y las palabras del antiguo y del nuevo testamento prueban esto

mismo, los sentimientos y ejemplos de los santos lo confirman, la razón y la

experiencia lo enseñan y demuestran, los mismos diablos y sus secuaces, obligados

por la fuerza de la verdad, han tenido a pesar suyo, que confesarlo así. De todos

los pasajes de los santos Padres y Doctores que he reunido para probar esta

verdad, sólo traeré uno, para no ser más difuso, Tibi devotum esse est arma

quaedam salutis quae Deus dat his quos vult salvos fierit…

El ser devoto tuyo, oh María, dice San Juan Damasceno, es un arma de salvación

que Dios concede a aquellos que quiere salvar.

También podía referir aquí algunas historias que confirman esto mismo, entre

otras, primero, la que refiere en las Crónicas de San Francisco, el cual vio en

éxtasis una gran escalera que llegaba al cielo, al fin de la cual estaba la Santísima

Virgen, y por la cual Dios le indicó que era preciso que subiéramos si queríamos

llegar al Cielo y, segundo, la que se menciona en las Crónicas de Santo Domingo,

cuando quince mil demonios que poseían el alma de un desgraciado hereje cerca

de Carcusana, en donde este santo predicaba el Rosario, con gran confusión de

ellos, se vieron obligados a confesar por mandato de María, muchas, grandes y

consoladoras verdades relativas a su devoción, con tal fuerza y claridad que, por

poco devotos que seamos de esta Señora, no podemos leer dicha historia

auténtica en el panegírico que el diablo hizo a pesar suyo, de la devoción a la

Santísima Virgen sin derramar lágrimas de alegría».

Verdad inconcusa es ésta para nosotros que no hemos de entretenernos en

demostrar o, mejor, en confirmar más pues está ya suficientemente expuesta y

comprobada por tantos esclarecidos teólogos marianos cuantos se han ocupado en este

asunto tan fundamental y de tanta importancia como suponen las palabras puramente

montfortianas con que empieza nuestro Beato este artículo y que ponemos nosotros de

nuevo como digno remate: «Como la Santísima Virgen ha sido necesaria a Dios con

una necesidad que llamamos hipotética […], es todavía más necesaria a los hombres

para llegar a su último fin».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

51

2. Especialmente los que aspiran a la perfección

Preciosos y consoladores son los párrafos que nos toca ofrecer a la consideración de

nuestros lectores. Desde los conceptos más generales viene nuestro amadísimo Beato

mostrándonos la necesidad que Dios y los hombres tienen de María, y ahora vamos

a contemplar al mariano vidente entrando en el sublime alcázar de la perfección

cristiana fijo su amor y pensamiento en la altísima perfección de la Señora para alentar a

las almas todas a subir hasta el monte santo del Señor, llevadas por los atractivos y

fortaleza de la Reina de los Corazones.

Una aclaración nos parece conveniente hacer, o más bien, una repetición de la

advertencia ya hecha quizás repetidas veces, y es que, aunque a nosotros mismos nos

sería muy grato regalarnos considerando con la mayor extensión e intensidad los

sublimes ápices de las virtudes de María y los inexhaustos tesoros místicos que en Ella

quiso acumular el divino Esposo, no nos detendremos en saborear tantas dulcedumbres,

antes bien, siguiendo el espíritu de nuestro Vidente, nos daremos por contentos con

anotar que María es necesaria a las almas que más desean la perfección, así como ha

sido en todo tiempo el abundoso abrevadero en donde las almas de todos los santos se

han saturado del perfecto espíritu de Cristo.

En el número 44 empieza el bienaventurado Luis María por relacionar lo que ha

dicho respecto de la necesidad de María a los cristianos en general con lo que va a seguir

enseñando ahora. Dice así:

«Si la devoción a María es necesaria a todos los hombres para conseguir su

salvación, lo es más todavía a los que se sienten llamados a una perfección

particular, y no creo yo que jamás persona alguna pueda adquirir una unión íntima

con el Señor, y una fidelidad perfecta al Espíritu Santo, sin una estrechísima unión

con María y una gran dependencia de su socorro».

En el número 45 habla nuestro Beato, con su estilo y modo más característico,

sentando este principio:

«Solo María es la que ha hallado gracia ante Dios, sin necesidad de ninguna otra

pura criatura. Sólo por Ella han conseguido esta gracia los que la han encontrado

ante Dios, y sólo por Ella la obtendrán cuantos en la sucesivo la han de hallar».

Hermosísima verdad que trae a la memoria los nombres más gloriosos del

catálogo de los santos, contemplando lo escrito en el dulcísimo Corazón de María como

de hijos de sus entrañas, verdad que, al propio tiempo, nos hace vislumbrar otra pléyade

de santos, semejantes a los habidos hasta hoy, unos, y forjados en nuevos moldes

marianos, otros, de los que en el artículo inmediato nos ha de empezar a tratar, aunque

no sea de un modo directo inmediatamente, siquiera haga de ellos las más claras

indicaciones.

En lo demás que resta de este párrafo, el Beato nos hace considerar a María

como tesorera de las gracias espirituales y guía en los caminos de la perfección, fundando

su anterior aserto en la plenitud de gracia habida en María antes de la Encarnación y en

E.R. 34

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

52

el modo maravilloso que Ella tuvo de aumentarla desde entonces, por lo que mereció

de Dios los títulos que veremos expresos en estas palabras de nuestro Maestro mariano.

«Ella estaba henchida de gracia cuando la saludó el arcángel San Gabriel, y quedó

sobre abundantemente llena de gracia cuando el Espíritu Santo la cubrió con su

sombra inefable, y de tal manera ha aumentado Ella de día en día, y de momento

en momento, esta doble plenitud de la gracia, que se ha elevado a un grado de

gracia inmensa e inconcebible, en forma que el Altísimo la ha hecho tesorera

única de sus riquezas y dispensadora única de sus gracias, para hacer caminar

por la estrecha senda del cielo a quien Ella quiere, para permitir, a pesar de

todos los obstáculos, la entrada por la angosta puerta de la vida a quien Ella

quiere, y para dar el trono, el cetro y la corona de rey a quien Ella quiere».

Termina, por fin, este número 45, con una verdad que implica una comparación,

y por ella nos hace entender como sólo en María podemos hallar el manjar de los

santos. Con la sencillez y profunda convicción que le caracteriza dice:

«Jesús en todas partes, y siempre, es el fruto y el Hijo de María, y María es en

todo lugar y tiempo el árbol verdadero que contiene el fruto de vida, y la

verdadera Madre que le produce».

En el número 46 continúa nuestro Beato haciendo grandes elogios del poder de

María para ayudar a las almas en los caminos de la perfección y, por estar todas sus

afirmaciones y símiles en conformidad con lo que de María dicen las Sagradas

Escrituras y los Santos Padres, aceptamos cuanto en él escribe el Beat Grignion. He

aquí sus palabras:

«Solo María es a quien Dios ha confiado las llaves de las bodegas del amor divino,

y el poder de entrar y de hacer entrar a los otros en las vías más sublimes y

secretas de la perfección. Ella sola es la que permite la entrada en el paraíso

terrestre a los miserables hijos de la Eva infiel para pasear en él agradablemente

con Dios, ocultarse con seguridad de sus enemigos, alimentar se deliciosamente,

sin temer nunca a la muerte, del fruto de los árboles de la vida, y de la ciencia

del bien y del mal, y para beber a grandes tragos las aguas celestes de esta hermosa

fuente que allí salta en abundancia, o más bien, Ella misma es el paraíso terrestre,

esa tierra virgen y bendita de la cual fueron despedidos Adán y Eva pecadores.

Ella sólo da la entrada en sí misma a aquellos y a aquellas a quienes la place para

hacerlos santos».

Al leer las anteriores palabras no podemos menos de exclamar: Ut adveniat

regnum Christi adveníat regnum Mariae.

Y como si lo dicho no fuera bastante para indicar lo que ya antes hemos dicho,

las dos generaciones de santos que nos atreveríamos a llamar anteriores y posteriores

al espíritu de la Esclavitud mariana, añade:

«Todos los ricos del pueblo, para servirme de la expresión del Espíritu Santo,

según la explicación de San Bernardo, pedirán vuestra mirada de siglo en siglo, y

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

53

particularmente al fin del mundo, es decir, que los más grandes santos, las almas

más ricas en gracias y virtudes, serán los más asiduos en rogar a la Santísima

Virgen, en tenerla siempre presente como un perfecto modelo para imitarlo e

implorar su poderosa ayuda para que los socorra».

¡Almas, que amáis la Esclavitud encended vuestros corazones en el amor a

María y seguidla, imitadla, amadla cada día más!

¡Y vosotros, quien quiera que seáis, sabios o ignorantes, si tenéis fe, postraos

humildes ante el gran vidente de la Esclavitud mariana, vanguardia gloriosa del reinado

de Cristo en el mundo!

¡Y todos, unos y otros, aprestaos a formar en el gran ejército mariano que ha

de venir!

¡Dichosos los que oigan la voz dulcísima de la Reina Inmaculada que los llama!

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

54

Capítulo I

Artículo IV

OFICIO QUE HARÁ MARÍA, ESPECIALMENTE EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS

MIRADAS PROFÉTICAS SOBRE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS

Al llegar a este artículo cuarto, último del capítulo primero de la parte primera de La

verdadera devoción a la Santísima Virgen, nos imaginamos a nuestro intrépido Beato

como un decidido explorador que marcha afanoso por alcanzar la cima de muy alta

montaña y, en viéndose próximo al lugar desde donde sabe ciertamente que ha de

contemplar el más grandioso panorama, arrebatado en alas de su entusiasmo, canta las

bellezas que siente alborear en su alma.

Ya lo oímos hablar de los más grandes santos y de las más ricas almas en gracia

y virtudes en el último párrafo del artículo anterior y ahora, al empezar el artículo

presente, como si volviera en sí de su entusiasmo y recapacitara bien lo que va a decir,

se ratifica en lo que ya ha escrito diciendo: «He dicho que todo lo anteriormente

expuesto sucederá particularmente al fin del mundo y bien pronto».

¡Al fin del mundo y bien pronto!

No juzgamos que, en estas palabras, anunciara nuestro Beato que el fin del

mundo estuviese cercano. No tendríamos tampoco por acertado al que entendiese que

el maestro montfortiano al decir bien pronto se engañase, porque ya han pasado siglos

desde que él escribió estas palabras. El fin del mundo anunciado y predicado por los

santos no es el fin universal. Ellos hablan del fin de una época, de una edad o del

cómputo de tiempo que media entre el principio de una era y un cambio, tan radical

en la vida de las naciones, que implique, si no una nueva era porque los cristianos no

tendríamos para qué admitir otra, una edad nueva dentro de la era cristiana que es de

ayer, de hoy y todos los siglos.

Del mismo modo que la vida de la humanidad con relación al Dios Hombre se

divide en dos grandes lapsos de tiempo, el de Cristo que había de venir y el de Cristo

venido, y dentro del primero se estudian los siglos de la Ley Natural, y de los Patriarcas

y los tiempos de la Ley Escrita o de los Profetas. Así mismo, en los tiempos siguientes

a la Encarnación no habrá inconveniente alguno en admitir otras grandes divisiones

E.R. 35

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

55

cronológicas siempre que haya razones que abonen tal división, y a nadie se oculta que

hoy estamos en uno de esos momentos históricos en los cuales son tan hondas las

huellas, que el rodar de los veinte siglos pasados han grabado en la haz de la tierra,

en las inteligencias, en las voluntades, en las conciencias, y en los órdenes social y

religioso que, sin duda alguna, imprimirán en la humanidad a partir del siglo XX,

caracteres tan señaladamente distintos de los que han marcado el modo de ser de los

pueblos en los pasados tiempos, que bastarán a determinar otra etapa cronológica de la

que puede decirse que da principio a otros tiempos y, por lo tanto, que al empezar estos

siglos dieron fin los anteriores.

En este sentido, salvo mejor parecer, podría entenderse ese lenguaje de nuestro

Beato al empezar este artículo IV diciendo: «He dicho que todo lo anteriormente ex

puesto sucederá particularmente al fin del mundo y bien pronto».

Sucederá particularmente al fin del mundo y bien pronto, esto es, al fin del

mundo sucederán estas cosas con unos caracteres tan especiales que las harán distintas

de cómo han sucedido hasta ahora y de cómo van a suceder bien pronto.

No queremos ser intérpretes. Lo que deseamos dejar sentado es que no es el

fin del mundo, precursor del juicio universal, del que habla nuestro Vidente como de

cosa inmediata o que ha de suceder bien pronto. Estas palabras están muy bien explicadas

cuando se habla de cambios que ha de sufrir la humanidad, pues dos siglos hace apenas

que murió el ardiente apóstol y ya se notan, en la vida exterior y hasta internacional de

la Iglesia, los esfuerzos denodados de los fervorosos amantes de María, encaminados a

conseguir «que la devoción a la Santísima Virgen alcance un grado inmenso», como

condición indispensable «de aquella gloriosa época de la Iglesia que será la época de

María» de la que pide la pronta venida el Padre Faber en su introducción a la verdadera

devoción a la Santísima Virgen, obra celestial que nos ocupa.

¿Qué son dos Siglos, en efecto, comparados con la gestación del universal

anarquismo en que hoy se ve en vuelto el mundo y, en medio del cual, por ley

biológica de la Iglesia se impone la reacción contraria, o sea la sumisión a toda

autoridad legítimamente constituida? Sumisión que no tiene fórmula más exacta que la

concrete y exprese que las tan conocidas, como poco imitadas palabras de la Inmaculada:

Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum verbun tuum.

Dos siglos apenas es un día en lo grandes cambios que estudia la Historia

Universal.

Continúa después nuestro Vidente razonando con la más ingenua sencillez sus

anteriores palabras de este modo:

« Porque el Altísimo, según ha sido revelado a un alma santa cuya vida ha escrito

M. de Renty, debe formarse, en unión con su Madre, grandes santos que

sobrepasarán en santidad a la mayor parte de los otros santos, como los cedros

del Líbano exceden a los arbustillos».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

56

Ante semejante afirmación, a la que damos el más perfecto asentimiento, ¿qué

otra cosa pueden hacer las almas ansiosas de que reine en el mundo el amor inmenso

a María que orar, sufrir y esperar que esa nueva generación de santos salga del divino

crisol de la devoción a María?

El bienaventurado Luis María sigue robusteciendo su primer aserto con otra

segunda revelación hecha a San Vicente Ferrer y no dando ahora más importancia a las

notas características de los inmensamente devotos de María a que se refiere dicha

revelación, sin nada que decir de nuestra parte, copiamos el número 49.

«Estas grandes almas, llenas de gracia y de celo, serán escogidas para oponerse a

los enemigos de Dios, que se estremecerán por todas partes, y serán, de una

manera especial, devotas de María, esclarecidas con su luz, alimentadas con su

leche, conducidas por su espíritu, sostenidas por su brazo y guardadas bajo su

protección, de modo qué combatirán con una mano y edificarán con la otra.

Con una mano lucharan, derribarán y aplastarán a los herejes con sus herejías, a

los cismáticos con sus cismas, a los idólatras con sus idolatrías y a los pecadores

con sus impiedades, y con la otra mano edificarán el templo del verdadero

Salomón y la mística ciudad de Dios, es decir, la Santísima Virgen llamada por

los Santos Padres el templo de Salomón y la ciudad de Dios.

Conducirán a todo el mundo con sus palabras y ejemplos a su verdadera devoción,

lo cual les acarreará muchos enemigos, pero también muchas victorias y glorias

para Dios solo. Esto es lo que Dios ha revelado a San Vicente Ferrer, gran apóstol

de su siglo, como lo ha indicado él en una de sus obras».

Y continuando en graduación ascendente las pruebas que antes ha aducido trae,

nuestro Beato, como tercera prueba de su primer aserto, palabras de la Sagrada Escritura,

que él explica, en conformidad con las dos revelaciones de que ya hemos hecho

mención. El número 50, que es el que nos corresponde leer dice así:

«Esto es lo que el Espíritu Santo parece haber predicho en el Salmo LVIII con

estas palabras: Et scietur quia Deus dominabitur Jacob et finium terrae;

covertentur ad resperam, et famem patientur canes, et circuibunt civitatem, El

Señor dominará en Jacob y en toda la tierra, ellos se convertirán al atardecer y

sufrirán hambre como perros e irán alrededor de la ciudad buscando qué comer.

Esta ciudad que los hombres buscarán al fin del mundo para convertirse y saciar

el hambre que tendrían de la justicia es la Santísima Virgen, a quien el Espíritu

Santo llama pueblo y ciudad de Dios».

Con este último párrafo damos por terminadas las que nos atrevemos a llamar

primera serie de razones empleadas por nuestro Beato para demostrar cómo «al fin del

mundo y bien pronto, el Altísimo debe formar, en unión con su Madre, grandes santos...».

Divina Infantita, en tu amor confío para ver convertidas en hechos estas profecías.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

57

Tres razones examinamos en nuestro artículo anterior, aducidas por el muy

amado Vidente de la Esclavitud mariana en el artículo IV del capítulo I de que ahora

tratamos. Después continúa el autor de La verdadera devoción demostrando, como se

propuso al principio de este artículo, que el Altísimo debe formar, en unión con su

Madre, grandes santos. Y a los testimonios antes citados de la revelación, añade ahora

otras consideraciones, las cuales, sobre ser harto funda mentales y comunes, indican

de un modo asaz elocuente el nuevo concepto, o mejor el concepto especial que ha de

servir de norma en nuestros tiempos a los devotos de María para estudiarla, servirla y

amarla.

En el número 51, que es el que nos toca analizar, empieza el Beato por sentar

uno de sus principios, que son de él característicos, y que bastarían para distinguir las

doctrinas montfortianas del modo de exponer las teorías marianas otros autores. «Por

María se comenzó la salvación del mundo dice, y por María se debe consumar».

Esto es, si por María se comenzó la salvación encarnándose y naciendo de Ella el

Salvador, en Ella y de Ella deberán nacer los instrumentos de que Dios se quiere valer

para salvar a los hombres en estos tiempos que han sustituido la fe por el más universal

e intenso materialismo.

Y continúa nuestro Beato amadísimo haciendo consideraciones históricas de este

modo: «María apenas se dejó ver en la primera venida de Jesucristo».

Antes de pasar adelante conviene que fijemos un tanto nuestra atención en lo que

se entiende por primera venida de Jesucristo. Es evidente que se refiere el montfortiano

maestro a los tiempos de la Encarnación y Nacimiento del Hombre Dios. Tiempos que

empezaron hace veinte siglos y que nos atrevernos a denominar la Época de María

Madre de Dios. Tiempos que ya dieron paso a otros que tienen por inefable frontispicio

el dogma de la Concepción Inmaculada y que toman en este hecho, el más sublime

del siglo XIX, el concreto y evidente lindero de la segunda venida de Cristo, principio

de otra época, que no dudamos en llamar la Época de María Inmaculada.

En este mismo número 51 sigue nuestro celestial Vidente dando la razón

primera del por qué, «por María se comenzó la salvación del mundo, primera venida

del Redentor, y por María se debe consumar, la segunda venida». Dice así:

«María apenas se dejó ver en la primera venida de Jesucristo con el fin de que los

hombres, todavía poco instruidos e ilustrados sobre la persona de su Hijo, no se

separasen de Él aficionándose fuerte y violentamente a Ella, lo que, sin duda

alguna, hubiera sucedido si Ella hubiese sido conocida, a causa de los admirables

atractivos que el Altísimo puso aún en su exterior. Y esto es tanta verdad que San

Dionisio Areopagita nos dejó escrito que, cuando la vio, la hubiera tenido por

una divinidad en vista de sus secretos atractivos y de su belleza incomparable, si

la fe que él profesaba no le dijera lo contrario. Pero en la segunda venida de

Jesucristo debe ser conocida y revelada por el Espíritu Santo a fin de hacer, por

medio de Ella, que los hombres conozcan, amen y sirvan a Jesucristo, pues

entonces ya no subsistirán aquellas razones que obligaron al Espíritu Santo a

E.R. 36

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

58

ocultar a su esposa durante su vida y a manifestarla sólo raras veces desde que

se predicó el Evangelio».

No pueden estar más claramente manifiestas las dos venidas de Cristo y cómo

en la segunda ha de ser conocida de modo singular María. Y, aunque de este especial

conocimiento de la Santísima Virgen ya hemos hablado más de una vez en esta nuestra

revista y en la obra La Inmaculada, también tratamos este asunto con determinación

muy particular. Esto no obstante, nos complacemos en afirmar de nuevo que este

conocimiento y revelación de María para que los hombres conozcan y amen a Jesucristo,

no puede ser otro que el conocimiento de la Inmaculada Concepción estudiado a la luz

del dogma, pues María, como Madre de Dios no podía ser más conocida y como Reina

de la gloria no hay por ahora motivos para ese conocimiento singular, que tan

halagüeños resultados ha de producir en la sociedad volviéndola a los pies de Cristo

redentor.

Este conocimiento de María, como obra de las manos de Dios, es lo que estaba

reservado a nuestros tiempos, porque ahora, como escribía el Beato, ya no subsisten

aquellas razones que antes impedían este conocimiento de la Inmaculada, como pura

criatura, pues era, sin género alguno de duda, mucho más conveniente que fuera

conocido primero Cristo en el trono que le formara su Madre, que apartar los ojos del

Rey para fijarlos en el trono en que se ostentaba.

Conocida María como Madre del Hombre Dios, con lo que había la Iglesia de

cantar en Ella una gloria en cierto modo infinita y en absoluto singular y propia de

sólo María, ya no había de ser extraño que se atribuyeran a esta Madre, así sublimada,

cuantas gracias quepan en humano corazón por perfectas que se las supongan. Y por lo

mismo habían de llegar tiempos en que se reconociera en María la gracia de las gracias,

la gracia que a todas supera y es digno fundamento hasta de la maternidad divina en

algún modo, la gracia que, por lo mismo de ser tan excelsa, le fue regateada por no pocos

doctísimos teólogos durante siglos y que hoy nosotros tenemos el consuelo de confesar

como un amadísimo dogma de nuestra fe.

No creemos que sea hoy necesario insistir más en esta verdad. Bástenos, para

concluir este trabajo, copiar a continuación el número 52 con las siete consideraciones

que en él hace nuestro Beato, y de las que trataremos en el número siguiente siquiera

sea muy a la ligera, por no hacer este artículo excesivamente largo. Pero no dudamos

que nuestros lectores verán por sí mismos como nuestro montfortiano maestro habla

del conocimiento y revelación de María en cuanto es la más excelente de las criaturas

y en cuanto es la que dispone del modo eficaz la venida de Cristo al mundo. En una

palabra, habla de María en el orden de la ejecución.

No tenemos inconveniente en anotar aquí que si nuestro Vidente no habla con

toda distinción de María Inmaculada es porque esta gracia fue concedida a la Venerable

Madre Sor María de Jesús de Agreda, mientras que al Beato le reservó Dios la gracia de

revelarnos a los que habían de constituir la corte fidelísima de los esclavos de amor

de Ella.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

59

El número 52 de La verdadera devoción dice así:

«Dios quiere, pues, revelar y descubrir a María, la obra maestra de sus manos, en

estos últimos tiempos.

1. Porque Ella se ocultó en este mundo y se colocó más baja que el polvo por

su propia humildad, habiendo conseguido de Dios, de sus apóstoles y

evangelistas que apenas la manifestaran.

2. Porque siendo la obra maestra de las manos de Dios, tanto aquí bajo por

la gracia como en el cielo por la gloria, Él quiere ser en ella glorificado y

alabado en la tierra por los mortales.

3. Cómo Ella es la aurora que precede y descubre al Sol de justicia, que es

Jesucristo, debe ser conocida y vista a fin de que lo sea Jesucristo.

4. Cómo es el camino por donde Jesucristo ha venido a nosotros la primera

vez, lo será también cuando este venga la segunda, aunque de diferente

manera.

5. Siendo el medio seguro y la vía recta e inmaculada para ir a Jesucristo y

encontrarle perfectamente, por Ella le deben también hallar las almas santas

que deben resplandecer en santidad. El que se encuentre a María

encontrará a la vida, pero no se puede encontrar a María si no se le busca,

no se la puede buscar si no se la conoce, pues jamás se busca ni desea el

objeto que no se conoce. Por tanto, es necesario que para llegar al exacto

conocimiento y gloria de la Santísima Trinidad, sea María conocida como

nunca.

6. María debe brillar en misericordia para atraer, y recibir amorosamente, a

los pobres pecadores y desviados que se convertirán y volverán al seno de

la Iglesia católica; en poder contra los enemigos de Dios, los idólatras,

cismáticos, mahometanos, judíos e impíos obstinados, que se revolverán

terriblemente para seducir y hacer caer, por medio de promesas y

amenazas, a todos los que le serán contrarios, y, por último, deberá

resplandecer en gracia, para animar y sostener a los valientes soldados y

fieles servidores de Cristo que combatirán por sus intereses.

7. En fin, María debe ser terrible al demonio y sus secuaces, como un ejército

colocado en orden de batalla, principalmente en estos últimos tiempos

porque el diablo sabiendo que tiene poco tiempo, y menos que nunca, para

perder a las almas, redobla todos los días sus esfuerzos y sus ataques,

suscitará en breve nuevas persecuciones y armará terribles emboscadas a los

servidores fieles y a los verdaderos hijos de María, a quiénes les cuesta

vencer mucho más que los otros».

Las almas inspiradas por Dios no han sido todas iluminadas para todo, hecho

es este harto manifiesto para detenerse a demostrarlo, bastará recordar cómo es distinta

la fisonomía de cada uno de los videntes, tanto de las Sagradas Escrituras como de las

revelaciones especiales que Dios ha querido manifestar a las almas en los siglos de

catolicismo ya pasados.

E.R. 37

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

60

Por este motivo no es de extrañar que unos videntes completen las visiones de

otros y que unos traten de asuntos completamente distintos de los que ocuparon la

atención de otros. Tampoco debemos olvidar que Dios tiene sus tiempos determinados

para revelar las verdades, según en su infinita Sabiduría tiene ordenado, para que se

desarrolle el plan por ella trazado a la humanidad viadora.

En conformidad con estas anteriores sencillas advertencias, observamos cómo,

en este asunto que nos ocupa, fue primero revelado a la Venerable Madre agredana el

misterio de la Concepción Inmaculada de María y, poco más tarde, el otro arcano de la

Esclavitud de la Virgen le fue mostrado al Beato Grignion, pues era muy conforme a

razón que fuese antes conocida la Señora que sus esclavos de amor.

Y así la Mística Ciudad de Dios y la Verdadera devoción a la Santísima Virgen

son obras complementarias que revelan al mundo una Reina con su Corte. Aquella

perfectísima criatura por haberla Dios creado con la perfección que supone la Concepción

Inmaculada, que es la más excelente gracia de santidad concedida a criatura alguna

racional, y ésta, tan perfecta también, cuanto supone la Reina Inmaculada.

De la Reina nos habla directamente la madre Agreda, por eso, cuando trata de

la Corte, no la delinea como lo hace el Beato Grignion que es el encargado por Dios de

este asunto, sin que el uno y la otra dejen de hablar de tal manera que den bien claro

a entender que suponen lo que el otro trata. Y así, en la Mística Ciudad se da por cierto

que la Inmaculada debe tener su corte en el cielo y en la tierra y que las esclavitudes

para María Inmaculada son evidente en La verdadera devoción.

Prometimos demostrar en el artículo anterior que en el número 52, que allí

copiamos con los siete caracteres que se atribuyen a María por razón de su dignidad y

de los tiempos en que había de ser manifestada, se habla de la Inmaculada, y vamos

brevemente a ocuparnos en este asunto.

Dice en primer término el Beato que el Espíritu Santo, por razones que ya no

existen, estuvo obligado a ocultar a su Esposa durante la vida mortal de Ella. Es claro

que no ocultó el que María era la Madre de Jesús, pues este hecho fue notorio a los

Pastores y Reyes en Belén, y al santo anciano Simeón en el templo, y después en

Nazaret y, más tarde, durante la vida pública de Cristo, y al pie de la Cruz, y siendo,

por fin, la cuna y antorcha de la naciente Iglesia, en Jerusalén, en Patmos, en Zaragoza

y en todo lugar en donde era menester la presencia de la Madre del Salvador, o lo que

es lo mismo, ni el Espíritu Santo, ni su Hijo, Hombre y Dios, ni los apóstoles,

escondieron jamás la dignidad que de María era propia de ser Madre del Verbo

encarnado.

María, diremos hablando con precisión, fue perfectamente dada a conocer en

las Escrituras en el orden de la intención divina. Ahora bien, no aconteció otro tanto en

el orden de la ejecución, lo que claramente manifiesta el Beato en aquellas palabras:

«Dios quiere, pues revelar y descubrir a María, la obra maestra de sus manos, en estos

últimos tiempos».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

61

A continuación, como sabemos, de estas palabras da las siete razones en las

que el Beato funda, con mirada profética, la conveniencia de este descubrimiento.

La primera como ya se dijo más arriba, es que Ella quiso ocultarse. Ya hemos

hablado en más de una ocasión de este hecho y de las razones en que se apoya.

La segunda, evidentemente, se refiere a María en el orden de la ejecución, pues

trata de que Dios quiere ser glorificado en el cielo y en la tierra, porque es María a

la obra maestra del divino poder. Luego mira el cómo hizo Dios a María, no el para

qué la hizo. La formó Inmaculada para que fuera digna Madre de Él.

Es la razón tercera una comparación en la que, a todas luces, se muestra a María

en su excelencia personal antes de ser madre de Dios, y en este tiempo sólo se la

puede alabar como Inmaculada, pues el Beato la considera como a «aurora que precede

y descubre al Sol de justicia».

La cuarta razón es semejante a la tercera, pero concreta más y expresa mejor el

concepto de que se trata. María es lo primero que hay que conocer para conocer a

Cristo antes de venir al mundo la primera vez. En estas palabras sólo se habla de María

desde su Concepción hasta la Maternidad y, por consiguiente, al afirmar que así mismo

será en la segunda venida. Lo que inmediatamente se deduce es que, conociendo ahora

a María desde su Concepción hasta la Encarnación, conoceremos, o conocerá la

humanidad extraviada, de nuevo al Cristo, «aunque de diferente manera», palabras

estas últimas en las que nos atrevemos a vislumbrar, salvo meliori, un precioso atisbo

del Beato en el que contempló el reinado de Cristo Eucaristía.

Por no alargar demasiado el artículo correspondiente a esta materia en nuestro

número de enero de Esclava y Reina, dimos apenas una idea muy vaga de la 4ª razón

aducida por el Beato Grignion para demostrar, como vimos en nuestra revista de

diciembre, que «Dios quiere revelar y descubrir a María la obra maestra de sus manos

en estos últimos tiempos». Esta 4ª razón, a que hoy aludimos, dice así: «Como María, es

el camino por donde Jesucristo ha venido la primera vez, lo será también cuando éste

venga la segunda, aunque de diferente manera».

Es evidente que nuestro Beato se refiere a María preparada por Dios con la

gracia de la Concepción Inmaculada para que fuese digna de la Encarnación y, por

consiguiente, al decir el mariano maestro que María será también camino cuando venga

la segunda vez, se refiere a la Inmaculada que ahora no volverá a ser trono de otra

Encarnación nueva del divino Verbo, mas, por el amor que la tengan los hombres e

imitación de las virtudes perfectísimas inspiradas por la gracia de la Concepción

Inmaculada, se realizará en los hombres la encarnación de Cristo mediante la gracia y,

así, el Rey divino aparecerá de nuevo triunfante en las sociedades modernas.

En relación con esta cuarta razón está la quinta que dice:

«Siendo María el medio seguro y la vía recta e inmaculada para ir a Jesucristo y

encontrarle perfectamente, por Ella le deben también hallar las almas santas que

deben resplandecer en santidad».

E.R. 38

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

62

Luego la manera eficaz de buscar a Jesucristo, y hallarlo, en nuestros días es

acudir a María Inmaculada para que, siendo lo más perfectamente imitada por las almas,

venga a ellas Jesús a morar y a reinar como moró y reinó realmente en el seno de nuestra

Reina Inmaculada.

Y este ir a Jesús por María es el camino propio también de las almas santas que

deben resplandecer en santidad. Nuestro Beato como se ve, en cuanto le es posible,

enseguida vuelve los ojos a la Esclavitud en la que los inscritos han de servir de modelo

a los demás, almas especialmente abnegadas en Cristo a imitación de María antes de

ser Madre de Dios, y conseguirán que Jesús viva en ellos, y ellos arrastrarán con su

ejemplo a las masas hasta que en éstas se engendre también el Rey de la santidad por la

gracia, por las virtudes y por la dependencia del mundo a la soberana ley de Dios.

Y luego continúa nuestro Beato:

«El que encuentre a María encontrará la vida eterna, pero no se puede encontrar

a María si no se la busca, [y] no se la puede buscar si no se la conoce, pues jamás

se busca ni desea el objeto que no se conoce».

Hasta aquí excita a las almas todas a ir en pos de María. Y después, para dar a

entender que se trata de un conocimiento singular de María añade: «Por tanto es

necesario que, para llegar al exacto conocimiento y gloria de la Santísima Trinidad,

sea María conocida como nunca». Esto es, que María sea conocida, amada e imitada

por ser Inmaculada especialmente, «como nunca».

Y después nos muestra los caracteres que ha de tener María, según Dios nos la

quiere mostrar ahora, como obra de sus manos. Y así añade la razón 6ª y la 7ª que

volveremos a copiar.

Dice así la 6ª: «María debe brillar en misericordia para atraer y recibir

amorosamente a los pobres pecadores y desviados que se convertirán al seno de la

Iglesia Católica». María, sin pecado, llama a su camino inmaculado a los pecadores de

un modo eficacísimo. Nadie mejor que quien nunca se desvía puede atraer al recto

camino a los desviados.

Nuestro Vidente continúa:

«María debe brillar en poder contra los enemigos de Dios, los idólatras,

cismáticos, mahometanos, judíos e impíos obstinados, que se revolverán

terriblemente para seducir y hacer caer por medio de promesas y amenazas a

todos los que les sean contrarios»

Palabras que están admirablemente conformes con lo enseñado por Pio X en su

encíclica Ad diem y con la experiencia tristísima de estos tiempos en los cuales, de todas

las ventajas oficiales, se aprovecha la irreligión para atraer a su campo a todos los

hombres. Estado social en el que juegan muy principal papel los judíos y cismáticos de

nuestros días. Estado social en que la ciencia enemiga de la fe, hallará su destructor en

el dogma de la Concepción Inmaculada como ha dicho Pío X.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

63

«Y por último dice el Beato , debe resplandecer María en gracia para animar

y sostener a los valientes soldados y fieles servidores de Cristo que combatirán

por sus intereses».

Y, ¿quién mejor que la Inmaculada, criatura que supo alabar, reverenciar y

servir a Dios con tan perfecto modo que al Hijo de Dios cautivó en su seno y diolo a

los hombres?

¿De quién aprender mejor la humildad y la obediencia que ha de hacer a los

esclavos invencibles en las luchas para defender los intereses divinos?

«Ecce ancilla Domini», repiten nuestras almas sin cesar. Enséñanos a ser

esclavos, Reina Inmaculada, Tú eres el perfectísimo modelo de los Esclavos, la Señora

de la Esclavitud.

«En fin diremos para concluir estas razones con nuestro Beato , María debe

ser terrible al demonio y sus secuaces, como un ejército colocado en orden de

batalla, principalmente en estos últimos tiempos porque el diablo sabiendo que

tiene poco tiempo, y menos que nunca, para perder a las almas, redobla todos los

días sus esfuerzos y sus ataques, suscitará en breve nuevas persecuciones y

armará terribles emboscadas a los servidores fieles y a los verdaderos hijos de

María, a quienes les cuesta vencer más que a los otros».

Y, ¿a quién mejor que a María, que desde el primer instante de su existencia

pisó victoriosa la cabeza de Luzbel, se podrán aplicar las anteriores palabras?

LUCHA DE MARÍA Y DE LOS SUYOS CONTRA SATANÁS Y SUS SECUACES

En el artículo tercero, anterior a éste de que ahora vamos a tratar, consideró

nuestro glorioso Vidente, el Beato Luis María Grignion de Montfort, a la bienaventurada

Virgen María en relación con aquellas palabras del Cantar de los Cantares que hace

de María estas tres comparaciones de todos tan conocidas: Pulcra ut luna, electa ut sol,

terribilis ut castrorum acies ordinata. María es la luna en el cielo de la vida espiritual,

en la que refleja el divino Sol los rayos limpísimos de la Concepción Inmaculada.

Elegida como el sol porque Hijo y Madre serían los únicos escogidos, entre

millares, para engendrar, vigorizar y conducir a la eterna vida a los miserables hijos de

Adán. Terrible como ejército ordenado para la pelea, porque invencible, la Reina

Inmaculada, por gracia singularísima y por naturaleza, y el Rey de la gloria debían

confortar con la divina gracia a todos los que, atraídos por los encantos de la vida

perfecta, quisieran luchar las batallas del Señor en este mundo, siendo María la

encargada de modo especial de concebir y conformar, en los ámbitos purísimos de su

amor, a esos soldados, intrépidos seguidores de Cristo.

Y así terminó nuestro Beato el artículo anterior esbozando a esta Generalísima

de los ejércitos de la santidad preparando y disponiendo, con las riquezas de sus gracias,

las armas y pertrechos de guerra con que ha de fortalecer a sus fieles esclavos.

E.R. 39/40

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

64

Y ahora, en el artículo que nos ocupa, nos va a poner ante los ojos a ese ejército

en campaña y dispuestos a pelear con la invicta fortaleza de los hijos de Dios. Es, si

queremos, este artículo semejante a la meditación del Reino de Cristo de los Santos

Ejercicios de San Ignacio de Loyola en el cual la reina María muestra a los hombres

las batallas que han de pelear, puesta siempre, por orden divina, a la cabeza de todos los

que la han de seguir, sus amantes hijos y sus fieles esclavos, para conducirlos al Rey

eternal del Penitente de Manresa.

Y para que bien se entienda que son ordenadas divinamente estas luchas, y que

a ellas nos debemos aprestar, y de modo muy especial en estos tiempos que el Beato

califica de últimos, y, por consiguiente, de extremados en los esfuerzos para vencer que

se hagan en estos combates, empieza por decir nuestro amadísimo Vidente en el

número 53 de su admirable obra estas palabras:

«De estas últimas y crueles persecuciones del diablo, que irán aumentando de

día en día hasta que venga el reinado del Antecristo, es de las que principalmente

se debe entender aquella primera y célebre predicción y maldición de Dios,

fulminada en el paraíso terrenal contra la serpiente. Aprovecharemos la

oportunidad de explicarla aquí para gloria de María, consuelo de sus hijos y

confusión de los demonios».

Así concreta el amado Vidente las luchas que ha de pelear la Mujer del

protoevangelio, denotando que son combares dispuestos y ordenados por Dios, en los

que ella será indefectiblemente vencedora. Lucifer había vencido a Eva y, en ella, a

la Humanidad en el Paraíso de la naturaleza en donde el hombre ofrecía a Dios el

homenaje de su gratitud entre delicias, y Dios quiso que Lucifer fuera vencido por la

Mujer en el Paraíso de la gracia y en María, tierra nueva y cielo nuevo, reparada la

Humanidad por Cristo, Rey divino, que de Ella había de nacer. Y, para determinar

con toda precisión esta lucha entre María y la paradisiaca serpiente, copia a

continuación nuestro Beato las palabras del protoevangelio. Helas aquí, en el número

54 de La verdadera devoción que nos sirve de guía y que tantas veces hemos citado:

«Inimicitias ponam inter te et inulierem, et semen tuum et semen ilius, ipsa

conteret caput tuum, et tu insidiaberis calcáneo ejes (Gen, III. 5). Crearé

enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya, ella misma te

aplastará la cabeza y tú pondrás asechanzas contra su talón»

Esta «predicción y maldición de Dios, fulminada en el paraíso terrenal contra la

serpiente», la explica nuestro mariano maestro con estas palabras:

«Dios no ha hecho ni formado nunca más que una sola enemistad, pero

irreconciliable, que durará y aumentará sin fin, y es entre María, su Madre, y el

diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces

de Lucifer».

Más atento nuestro Vidente a lo que quiere decir que a lo que dice, atendiendo

más exactamente al fondo de la doctrina que expone, que a la manera como lo expone,

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

65

nos dice con ingenua verdad el Beato Luis María que «Dios no ha hecho ni formado

nunca más que una sola enemistad», y a renglón seguido enumera la enemistad entre

María y el diablo y las enemistades innúmeras entre los hijos y servidores de la

Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer. En tales palabras, siendo colectivos,

inextinguibles e irreconciliables, los sujetos en lucha, es indudable que las enemistades

serán tantas cuantos sean los ángeles caídos con Lucifer y cuantos sean los amantes de

María hasta la consumación de los siglos, teniendo en cuenta que tales incontables

luchas, lejos de aminorarse «aumentarán sin fin», ya porque sabe Luzbel que «tiene

poco tiempo y menos que nunca para perder las almas; ya porque le cuesta vencer

a los servidores de María mucho más que a los demás hombres».

Esto no obstante, decimos que nuestro Vidente ha dicho sencillísimamente la

verdad cuando afirma, como en este caso, que Dios no ha formado más que una

enemistad, y cuando dice después, como leeremos en este mismo artículo, que «Dios

no sólo ha creado una enemistad sino enemistades», porque es indudable que la lucha

sostenida entre María y el diablo, y los hijos de María y los hijos del diablo, son una e

idéntica lucha desde el paraíso hasta nuestros días y desde hoy hasta la consumación

de los siglos.

Y siendo siempre el mismo el fin, los sujetos y los medios que emplean en lo

sustancial, aunque circunstancialmente varíen, y siendo también los mismos los

directores de la interminable batalla y los motivos de la pelea, con sobrada razón puede

afirmarse que «Dios no ha hecho ni formado nunca más que una sola enemistad», y

está entre María y el diablo, porque Ella es la Generalísima de los unos y éste el caudillo

de los otros. Y así como en lo humano las guerras en donde hay multitud de combates

se denominan como una sola, a las que se da el nombre del general o generales que las

dirigen, así también a esta interminable guerra en la que son inacabables los encuentros,

se la puede considerar como una sola y se la da a conocer perfectamente llamándola

guerra entre María y Lucifer.

A más de esto nuestro Beato, de un modo particular, se refería ahora a la lucha

personal habida entre la Mujer de la promesa paradisiaca y la serpiente de la ruina. Por

eso prevalece en las palabras del Beato lo que predomina en su mente y, así, añade

después como si quisiera apartar de su mente las otras enemistades, estas precisas

palabras:

«De manera que la más terrible de las enemistades que Dios ha levantado

contra el demonio es María a quien dio desde el paraíso terrestre, a pesar de que

Ella sólo existía en la mente divina, tal odio contra ese maldito enemigo de Dios,

tanta industria para descubrir la malicia de aquella serpiente y tanta fuerza para

vencer, aterrar y aplastar a ese orgulloso impío, que él la teme no solo más que a

todos los ángeles y hombres, sino, hasta cierto punto, más que al mismo Dios»

Es pues evidente que trata nuestro amadísimo Beato de la enemistad por

excelencia, creada por Dios mismo, entre María y Luzbel para confundir, del modo

más conveniente a la gloria de Dios, la soberbia del ángel caído. Y tanto ha ponderado

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

66

el mariano maestro el poder que María tiene sobre el infierno que ha llegado a escribir,

como acabamos de leer, que Satanás teme a María hasta cierto punto más que al

mismo Dios. Para dejar bien explicado el sentido de estas palabras añade:

« […] y esto no porque la ira, el odio y el poder de Dios no sean infinitamente

mayores que los de la Santísima Virgen cuyas perfecciones son limitadas, sino:

1. Porque Satanás, dado su orgullo, sufre infinitamente más al ser vencido y

castigado de una pequeña y humilde esclava de Dios. Y la humildad de ésta

le humilla más que el poder divino

2. Porque Dios ha otorgado a María un poder tan grande contra los

demonios que más temen ellos, según muchas veces han declarado a su

pesar por la boca de los posesos, uno solo de los suspiros de María en

favor de algún alma, que las oraciones de todos los santos, y una sola de

sus amenazas más que todos los otros tormentos»

Importa anotar, para que bien quede grabado en el ama de los que de veras y con

toda cristiana sinceridad amen la Esclavitud mariana, algunas palabras de las que

acabamos de transcribir de nuestro angelical Vidente.

«Satanás, dado su orgullo, sufre infinitamente más al ser vencido y castigado de

una pequeña y humilde esclava de Dios» que al ser vencido y castigado por Dios mismo,

luego el gran triunfo de Dios mediante María en estos tiempos en que tanto ha de

resplandecer la gloria de María, supone a María pequeñita y esclava en su más propio

concepto, sin que valga para destruir nuestro aserto la general afirmación de que María,

en relación con Dios, siempre es pequeña y esclava, pues, si esto es verdad, no lo es

menos que María en sí misma es más o menos pequeña, y, por consiguiente, cuando

haya de triunfar como pequeña y esclava será lo más propio y perfecto considerarla

como Reina Inmaculada en el primer instante de su ser y no como Reina Madre de Dios,

que supone la majestad de la matrona, y, sobre la perfección de la Esclava del Señor,

pone en María el poder de la divina Madre con el que toda la maravilla del vencimiento

queda obscurecida. Pues lo extraordinario es que una criatura en todo semejante a la

Eva paradisiaca sea la triunfadora de Luzbel, no siendo tanto de admirar, por cierto,

que venza y castigue al demonio una criatura a la que se somete el Verbo Divino hecho

hombre con dependencia filial.

Clarísimos vislumbres son éstos del aumento de culto que había de recibir María

cuando llegaran los tiempos marianos, anunciados por nuestro Beato, en los que el

culto de María jovencita, niña, infante, había de ser el culto especial de la Reina de los

ángeles y hombres.

La aparición de la Inmaculada en Lourdes es irrefragable testimonio de que esta

época y culto ya empezó.

¡Gloria a Dios que así ha sabido disponer los caminos de la perfección, indicando

a la Divina Infantita como Reina invencible y poderosa para llevar a las almas hasta

lo más alto de la santidad!

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

67

Y como si quisiera confirmar el glorioso Beato lo que acaba de vislumbrar,

añade:

«Lo que Lucifer perdió por orgullo ganolo María por humildad. Lo que Eva

condenó y perdió por su desobediencia, salvolo María por su obediencia. Eva

perdió consigo a todos sus hijos obedeciendo a la voz de la serpiente y se los

entregó, María, conservándose fiel a Dios, ha sal vado con Ella a todos sus hijos

y servidores y los ha consagrado a la Majestad divina».

Humildad, obediencia y fidelidad de María, que la hicieron concebir a Cristo

antes en la mente que en su seno virginal. Concepción que hoy se impone también en

la sociedad que vive al modo pagano después de haberse hurtado de la fe y de haberla

arrojado de su corazón, no quedándole otro bagaje para la vida que la soberbia, para

endiosarse a sí misma, la rebelión para sacudir todo yugo de autoridad divina y humana

y la más ingrata infidelidad a la venerada madre, la iglesia Católica, que sembró el campo

social de las más heroicas virtudes nacidas de la caridad del Maestro del Gólgota que

nuevamente ha escuchado el crucifige del populacho y la sentencia de los Poncios

condenándolo a muerte después de lavarse hipócritamente las manos.

Y porque a tiempos tan extremos hemos llegado en la irreligión e inmoralidad

sociales, se imponen más que nunca las terribles luchas de que tanto nos habla el Beato

Luis María y las que nosotros, bien podemos decir, estamos presenciando, si no es que

padeciéndolas.

Oigamos a nuestro Beato como nos habla de estas luchas:

«Dios no solo ha creado una enemistad, sino enemistades, y no sólo entre María y

el demonio, sí que también entre la descendencia de la Santísima Virgen y la del

diablo, es decir, Dios ha levantado enemistades, antipatías y odios secretos entre

los verdaderos hijos y servidores de su Madre y los hijos y esclavos del demonio,

por eso no se aman mutuamente ni tienen correspondencia interior unos con

otros».

Antes de seguir, no tendremos por tiempo perdido el que gastemos en aclarar

que estas antipatías y odios secretos, y este desamor y falta de correspondencia mutua,

entre los hijos de María y los del demonio, no es que exista en el corazón de los

primeros; nuestro Beato lo que quiere decir es que éstos padecen la antipatía, odio,

desamor y falta de inteligencia en que los hijos de Satanás quieren vivir en relación

con los hijos de la Virgen.

Y que esto es así, aparte de la doctrina católica que abona este sentir, lo dice

nuestro gran maestro cuando añade:

«Los hijos de Belial, los esclavos de Satanás, los amigos del mundo pues estos

distintos nombres significan una misma cosa, han perseguido incesantemente

hasta aquí y perseguirán todavía como nunca a aquellos y aquellas que

pertenezcan a la Santísima Virgen, así como en otro tiempo Caín persiguió a su

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

68

hermano Abel y Esaú a su hermano Jacob, que son las figuras de los réprobos y

de los predestinados».

Los desgraciados esclavos de Satanás son los perseguidores, los que odian a los

esclavos de María, los cuales, en todo tiempo, están dispuestos a dar su vida por traer a

sus hermanos pecadores al santo redil de la Divina Pastora, en el que todo es amor de

las almas y deseos del cielo.

Luego nuestro Beato, para alentar a los servidores de María a que la sigan, a

semejanza de San Ignacio de Loyola en su meditación ya citada, asegura a los que

siguen a tal Reina el triunfo más cabal con estas palabras:

«Pero la humilde María triunfará siempre del orgulloso demonio y la victoria

será tan grande que llegará a aplastarle la cabeza en donde reside su orgullo.

Ella descubrirá siempre la malicia de la serpiente. Ella disipará sus consejos

diabólicos y a sus fieles servidores los librará hasta el fin de los tiempos de las

garras de esta fiera cruel».

Ante palabras tan consoladoras para las almas que tienen fe, ¿qué otra cosa

podremos hacer que no sea ponernos en manos de la singular Reina y ofrecerle todo

nuestro haber y poseer, nuestro entendimiento y voluntad, y desde este mismo instante

entregarle nuestra libertad para quedar de Ella como esclavos de amor, enteramente

ligados a su servicio, como cosa y posesión suya?

LOS APÓSTOLES DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS

Hemos llegado a la cumbre profética que el espíritu divino infundió en la mente del

bienaventurado Luis María Grignion de Montfort. Nada hay en la admirable obra La

verdadera devoción a la Santísima Virgen que sea comparable a este profético § III

del artículo IV con el que termina el capítulo primero de la diamantina obra que venimos

exponiendo.

Es el río de las divinas marianas misericordias que ha venido represándose hasta

este punto en el corazón del ardentísimo Beato con ansias de desbordarse.

Es el mar de las humanas miserias que han batido sin cesar con sus encrespadas

olas el acantilado del alma férrea de nuestro Vidente hasta que, roto el dique de

contención, ha saltado majestuoso y potente desde la inconmovible roca de la

omnipotencia suplicante de María, iluminada por los infinitos esplendores del Verbo

eterno, anegando en sus aguas regeneradoras los extravíos todos de la humanidad, la

cual ve surgir de su deteriorado seno héroes invictos, sembradores de todos los gérmenes

de los más sabrosos frutos y de las más regaladas flores de que jamás gozaron los

hombres.

Es pléyade inmensa, más por su calidad que por su número, de esclavos de

María que arrebata el alma de nuestro enajenado Vidente a la contemplación en éxtasis

divino de las incomparables hazañas de los hombres que habían de venir.

E.R. 41

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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Es el grandioso espectáculo de la terrible lucha entre los esclavos de María y

los de Satanás, en la que el odio de éstos caerá rendido ante el amor y el sacrificio

de aquellos.

Es, en fin, el alma entera del Beato que, embriagada en mieles de misericordia y

deslumbrada por las luces de lumbres celestiales, trasmontando todo humano saber y

levantándose muy por encima de la previsión de los hombres, desde la alta cumbre de

la sublime elevación de María que se asienta sobre todos los montes de la santidad

humana, mira serena, como el cóndor de los Andes, desprenderse, cual ríos de un mar

caudaloso, los heroísmos de las almas de los esclavos.

Y así empieza el Beato diciendo, en el número 58 de su obra, la especial

grandeza con que María ha de resplandecer en los tiempos por él profetizados. He

aquí sus palabras:

«Pero el poder de María sobre todos los diablos brillará particularmente en los

últimos tiempos en que Satanás pondrá asechanzas a su talón, es decir, a sus

humildes esclavos y a sus pobres hijos, que Ella suscitará para que le hagan

guerra».

Admirable poder sin duda.

Que Dios destruyera mediante el inmaculado pie de María la cabeza del dragón

infernal, asombroso artificio fue de la sabiduría y del poder divinos, pero que Dios

quiera conseguir ahora ese mismo fin haciendo que María Inmaculada comunique

virtud a sus fieles esclavos que Ella suscitará para que hagan guerra al Soberbio, esto

excede toda sabiduría y poder.

Admirable es, sin duda, ver a María en el primer instante de su ser inmaculado

luchar con Satanás y vencerlo. Pero no era ésta la única y más humillante derrota que

Dios preparaba a Lucifer. Llegarían los últimos tiempos, la época de María, y entonces

no sería ya la debeladora del Príncipe de las tinieblas, la pequeña maría que, por

pequeña que se la considere siempre, es la Reina y Señora de todas las criaturas tanto

visibles como invisibles, e inferior a sólo Dios.

La más terrible derrota, y la más repugnante a Lucifer, será la sufrida por éste

causada por el insólito valor que en los humildes esclavos y pobres hijos de María,

infundirá la excelsa Señora Inmaculada.

Y para que perfectamente se entienda que este poder especial de María sobre el

diablo se funda en que Ella ha de hacer triunfar, de un modo singularísimo, a los esclavos

de Ella sobre Luzbel, y porque es indudable que tanto más se manifiesta el poder de

un general cuando vence a un ejército poderoso, cuanto es posible, con otro ejército

débil cuanto cabe, añade nuestro amadísimo Vidente: «Serán pequeños y pobres, según

el mundo, y rebajados ante los otros como el talón, hollados y oprimidos como el talón

respecto de los demás miembros del cuerpo».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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Pequeños, pobres, rebajados ante los otros, hollados y oprimidos, esto es,

ínfimos. Este es el verdadero carácter de los esclavos delante de los hombres, que no

es otra cosa el talón respecto a las demás partes del cuerpo.

Pero si ante sí mismos y delante de los hombres han de ser ínfimos los esclavos,

no serán lo mismo delante de Dios, pues por los esclavos despreciadores de toda humana

gloria y anonadados a sí mismos y hechos verdaderos niños, estará la cristiana doctrina

de exaltar en la presencia divina a los que de veras se humillaren y cuanto se humillaren,

y como nadie ha de aventajar a los esclavos en dejación propia, tampoco nadie los ha

de exceder en gracias, y por esto muy fundamentalmente contrapone nuestro muy amado

Vidente lo ínfimo de los esclavos, que antes hemos ponderado, con la suprema

exaltación de santidad con que los esclavos han de resplandecer delante de Dios.

Así continua nuestro Beato en el mismo número 58 que comentamos:

«Pero, en cambio, serán ricos de las gracias de Dios que María les distribuirá

abundantemente, grandes y exaltados en santidad delante de Dios, superiores a

toda criatura por su celo inflamado, y tan fuertemente apoyados en el socorro

divino que, con la humildad de su talón en unión de María, aplastarán la cabeza

del diablo y harán triunfar a Jesucristo».

No es posible mayor exaltación.

¡Superior a toda criatura! ¡Prodigios de humildad! ¡Asombros de honorificencia!

En María hallamos estos extremos admirablemente expresos:

Ecce ancill a Domini.

Fiat

En leyendo el final del número 58, el espíritu queda absorto ante la contemplación de

tanta sublimidad basada sobre tan profunda humildad. María suscitará a sus humildes

esclavos y a sus pobres hijos para que hagan la guerra a Satanás. Serán ínfimos, como

ya hemos dicho, y sobre ese fundamento de suprema abnegación se levantarán los

esclavos suscitados por María, ricos de la gracia de Dios, exaltados en santidad,

superiores a toda criatura, y tan fuertemente apoyados en el socorro divino, que con la

humildad de su talón, en unión de María, aplastarán la cabeza del diablo y harán triunfar

a Jesucristo.

Ante cualidades tan singulares, ante derrota tan completa del diablo, y ante

triunfo tan cabal de Jesucristo, contemplado todo en los humildes esclavos que suscitará

María, confesamos que nuestra alma se estremece sobrecogida por tanta grandeza y,

temblorosa, nuestra mano no acierta a expresar la sublimidad que embarga nuestro

espíritu. Y lo que nos sorprende sobremanera es que, habiéndose hablado ya tanto de

Esclavitud mariana, no haya habido quien concrete la existencia de estos humildes

esclavos superiores a toda criatura.

El interés especial hasta hoy es considerar toda la Esclavitud como de todos,

más, nos atrevemos a decir que en torno de los que han concretado ese escuadrón

E.R. 42

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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singular de hombres y de mujeres, según es el decir de nuestro amadísimo Vidente, a

estos exaltados en espíritu, se ha hecho con premeditación o sin ella, esto no nos

importa, el vacío y el silencio y hasta, si la ocasión ha sido propicia, autoritativamente

se ha impedido hablar de este asunto que es la principal cuestión a resolver en este

punto, porque eso es todo cuanto hay que aprender, enseñar y practicar en el libro

diamantino, Verdadera devoción a la Santísima Virgen pues, hasta el momento en que

se muestren al mundo las doctrinas del Profeta de Montfort, vividas en su más perfecto

grado, no serán conocidos los esclavos que suscitará María para que aplasten la cabeza

del diablo y hagan triunfar a Jesucristo y, por consiguiente, no se verá cumplido aquel

lema tan montfortiano como pontificio: Ut adveniat regnum Christi adveniat regnum

Mariae.

En una palabra, mientras no haya una Congregación religiosa de uno y otro sexo

en la que las almas se hagan ínfimas por María, con María, en María y para María,

todo cuanto se haga en pro de la Esclavitud mariana montfortiana será laudable en alto

extremo, estimadísimo, pero no dejarán de ser conatos, esfuerzos, que se esfumarán

como el espíritu del incomparable Beato queda también disipado, y hasta sin llegar a

saborearse, cuando se le presenta como un denominador común, sin numerador especial

y, por lo tanto, sin vida propia particular, sin personalidad.

Así apareció en las asambleas de Murcia y de Vitoria, y esa fue la sensación

que produjo el Congreso montfortiano de Barcelona, y por siempre los calificamos,

como ya saben los lectores de nuestra humilde Revista, como un preámbulo de la

Esclavitud, y en este parecer no fuimos solos.

¿Quién ha de personificar la doctrina enseñada por el Beato Luis María Grignion?

¿Quién la ha propagar con obras y con palabras? ¿Quién la ha de defender como cosa

propia?¿Quién ha de deleitarse en ella y sólo en ella, sin maridaje alguno que no sea el

que lleva en sí la natural universal relación de todas las enseñanzas y prácticas

religiosas?¿Quién ha de ser el que se complazca en reconocer la santidad y méritos

singulares de todas las órdenes y congregaciones religiosas delante de Dios y delante

de los hombres, pero, eso no obstante, ponga su honor, su gloria, su vida toda en ser

esclavo y solamente esclavo de María?

Que este ser moral, por supuesto, no pueden ser los hombres en general, ni

todas las religiones en común, es evidente.

En efecto, estos humildes esclavos serán suscitados por María con caracteres

propios. La cualidad de ínfimos que les hemos aplicado como consecuencia de la singular

abnegación de los mismos, es privativa de éstos que serán suscitados por María,

escogidos por Ella para formar un escuadrón sui generis y con él, en tiempos tan

singulares como son éstos en que vivimos, hacer guerra también al diablo como en

otro tiempo la hicieron San Francisco, Santo Domingo, San Ignacio de Loyola y

tantos otros padres y cabezas de escuadrones defensores de la gloria de Dios y de las

almas.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

72

No puede ser de la generalidad ser ínfimos, como no fue común de todos ser

menores, aunque sí fue, y puede ser general, que hoy se informen, como en otro tiempo

se informaron grandes núcleos sociales del espíritu de pobreza de San Francisco y

asimismo de las prácticas religiosas y enseñanzas de las demás órdenes y

congregaciones religiosas.

Y nadie se atreverá a defender que alguna de las ya existentes sea la deputada

para tener este nuevo espíritu y propagarlo, y defenderlo, y vivirlo, como no sea

admitiendo que tal orden o congregación religiosa deja de ser lo que fue para convertirse

en otra.

Y ¿para qué insistir en lo que es evidente? La vida heroica determinada tiene

también sus héroes propios, tal es la vida de los esclavos, humildes, pobres, pequeños,

rebajados, hollados, oprimidos…

«Mas, ¿cuándo y cómo será esto?, decía nuestro Beato. Sólo Dios lo sabe.

A nosotros sólo nos toca callar, rogar, suspirar y esperar: Expentans expectavi».

Si clara y terminantemente se expresa en el número 58, primero de este § III,

que los esclavos que suscitará María para que aplasten la cabeza del diablo y hagan

triunfar a Jesucristo, en su grado más perfecto, han de ser religiosos, no es menos

evidente lo que nos dice el Beato en el número 59, refiriéndose a la que ha de ser la

Soberana de ellos.

Como si quisiera nuestro Vidente hacer el resumen del párrafo anterior, empieza

el 59, que ahora vamos a exponer, con estas palabras: «En fin, Dios quiere que su

Santísima Madre sea ahora más conocida, amada y honrada que nunca». Es decir, quiere

Dios que venga al mundo la época de María, la que se distinguirá por el conocimiento

mayor que las almas tendrán de la Santísima Virgen. Conocimiento que adquirió el

mundo con la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción, pues desde este

sublime instante en que Pío IX habló ex cathedra al mundo, enseñando que la Santísima

Virgen fue concebida sin mancha de pecado original, debían terminar las discusiones

sobre este punto que tanto obscurecían y menguaban la grandeza de la Virgen. Y es

evidente que, si Pío IX puso sobre la Madre de Dios la corona singularísima de santidad

con que el Altísimo la había hermoseado desde que Ella fue concebida, los hombres que

la reconocerían más digna de Dios debían amarla más y, por consiguiente, honrarla más.

Y, porque esto es tan sencillamente verdadero, con la misma sencillez podemos

deducir que si la época de María, anunciada al mundo por el Beato Grignion, no es

ya una realidad entre los hombres se debe a que el amor a la Santísima Virgen

Inmaculada no acaba de llevarse a la práctica, ni se llevará, ciertamente, hasta que María

suscite los esclavos ínfimos y superiores a toda criatura, los cuales han de ser los

conocedores de María Inmaculada y los que han de vivir y enseñar a vivir a todos los

hombres, según quiere la Reina que hoy se viva, practicando en estos tiempos las virtudes

que nos han de llevar a Jesucristo más directamente.

E.R. 43

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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Esto que acabamos de escribir lo expresa nuestro Profeta cuando añade: «Lo

cual se conseguirá, sin duda, si los predestinados entran con la gracia y la luz del Espíritu

Santo en la práctica interior y perfecta que les descubriré a continuación».

Estas palabras suponen un anticipo en la doctrina práctica que ha de enseñar el

Beato Luis María a todos los esclavos de la Virgen, práctica en la que hay diversos

grados y en la que cada alma entrará según la perfección a que sea llamada por Dios,

no llegando a ser efectiva esta práctica, interior y perfecta, en la generalidad de las

almas y en su grado ordinario hasta que los esclavos, que más se afecten en el servicio

de María, la vivan en su más alto grado de perfección y así la propaguen y la defiendan

hasta el heroísmo.

Pero no siendo nuestro ánimo insistir ahora sobre este punto en lo que se refiere

a la práctica interior y perfecta que ha de constituir el espíritu substancial de la

Esclavitud de María, volvemos a nuestro tema afirmando que no se conoce a María, a

lo menos en la práctica, tal y como Dios quiere que sea conocida en estos tiempos.

Verdad es esta que todos confirmaremos en nuestro foro interno con sólo pretender

contestar a esta pregunta:

¿El conocimiento que se tiene de María, en cuanto que es Inmaculada, influye

en el modo de obrar de los cristianos hasta el punto de constituir un modo especial de

ir a Cristo en nuestros tiempos?

La respuesta negativa nos impele a concluir que María no es suficientemente

conocida, en efecto, porque no hay quien la enseñe con obras, pues es verdad

terminantemente enseñada por Pío X en su montfortiana Encíclica Ad diem, que el

misterio de la Concepción Inmaculada es el gran azote de los modernos errores y que

en él se ha de fundar la ley de la caridad y del sacrificio necesario para restablecer el

reino de María, y con él, el reinado de Cristo sobre el mundo, de donde, con toda

urgencia, se deduce la necesidad de los esclavos religiosos.

De las anteriores consideraciones y de otras no menos fundamentales y claras,

dedujimos en nuestra obra La Inmaculada. Del culto interno y externo, que a María había

que conocerla, amarla y honrarla, en estos tiempos, como Inmaculada, tanto en el culto

interno, que consiste en la fe, esperanza y caridad, cuanto en el externo, que se constriñe

a las manifestaciones de ese culto, principalmente en la imitación mediante la práctica

de las virtudes. Y para imitar, hay que proponerse el modelo. De aquí que nosotros

debemos imitar a María en el momento de ser concebida sin mancha como grado el más

perfecto en la imitación, o recién nacida como modelo más cabal en lo humano, o como

niña o jovencita, según se apareció en Lourdes, como la forma más más fácil de imitar

para todos.

De aquí deducimos que los más perfectos esclavos tendrán sus más regaladas

delicias en la consideración y contemplación del primer instante del ser de María, pero,

en cuanto ha de exteriorizarse, en María recién nacida hallarán el modelo perfectísimo

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

74

que imitar y, por lo tanto, acabada de nacer será la más perfecta representación de la

Reina de los esclavos ínfimos de que venimos tratando.

Que así debe ser es de todo punto evidente por multitud de razones que

armonizan muy bien con la naturaleza de los esclavos, con los enemigos de Cristo a

quienes estos esclavos han de vencer, con el reinado de Cristo Eucaristía que ha de ser

precedido por el de la Virgen Inmaculada...

Y, en efecto, a súbditos como los esclavos, humildes, pobres, pequeños, rebajados,

hollados y oprimidos, como el talón lo es respecto del cuerpo humano, ¿qué soberano

será más adecuado que una mujer y, ésta, en el primer instante de su vida?

Para rendirse ante tal soberano hacen falta la humildad y el supremo

anonadamiento intelectual de la fe divina, hay que entender que la Santísima Virgen en

ese ínfimo instante, como dice Santo Tomás de Villanueva en un sermón de la Natividad,

es parva per humilitatem, alias enim magna erait, y, en esa pequeñez confesar toda

grandeza, y en esa humildad reconocer absortos la suprema majestad que ha circundado

a una pura criatura, y, como dice nuestro inspiradísimo Beato:

«Entonces verán claramente, en cuanto se los permita la fe, a esa hermosa

estrella del mar, guiados por la cual, arribarán seguros al puerto a pesar de las

tempestades y de los piratas».

Esto es lo que enseñó Pio X según indicamos antes, que a pesar de las

tempestades en contra del supernaturalismo y de los piratas que esclavizaron a las almas

ante el vil materialismo, Ella, la Inmaculada, por el hecho de ser concebida en gracia,

impone el sobrenaturalismo y todos los medios conducentes a él.

Y porque Ella es el arsenal en donde se encuentran todos los medios

destructores de los errores modernos en el universo mundo, los esclavos, los íntimos

especialmente «conoceránañade nuestro Vidente, las grandezas de esta Soberana y

se consagrarán enteramente a su servicio como sus súbditos esclavos de amor».

Y cuando estos esclavos atraídos hacia la Inmaculada por su poder para calmar

tempestades y reducir piratas, queden cautivos de la hermosura celestial de esa divina

Reina que acaba de nacer, entonces, sigue escribiendo el maestro de Montfort:

«experimentarán sus dulzuras y sus bondades maternales y la amarán tiernamente,

como hijos predilectos».

¡Oh!, sí, Soberana Recién nacida, tú sabes cómo regalas a los que te aman y la

sinceridad y ternura con que te sirven tus hijos predilectos, que son tus más perfectos

esclavos.

Tú, Soberana Recién nacida, eres la preciosa margarita del Evangelio escondida

en el inmenso abismo de la humildad, joya riquísima que sólo hallan los que reciben el

reino de Dios con la sinceridad de los niños.

Tú eres la Reina que menosprecian los sabios y prudentes del mundo y en la

que encuentran inexhausto tesoros de dulzuras y bondades los pequeñuelos.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

75

Tú eres, la Reina Ínfima de los Esclavos Ínfimos.

Tú eres, diremos por concluir, la Divina Infantita que a tantos grandes hace

sonreír y mover la cabeza en son de burla, mientras que a los escogidos por ti los

llevarás a embriagarse en el insondable abismo de delicias de la suprema pequeñez del

que es verdadera, real y substancialmente, Rey escondido en la Hostia Consagrada.

Y entonces, continúa nuestro Beato: «conocerán las misericordias de que está

llena y las necesidades en que se encuentran de su ayuda, y recurrirán a Ella, como

a su querida a bogada y medianera ante Jesucristo». Precisa distinción hecha por nuestro

Beato entre las dulzuras maternales de que nos hizo mención antes y la misericordia

de la Abogada y Medianera.

Los esclavos, como hijos de Eva, no dejarán de sentir los efectos de la flaqueza

de su carne, por pronta que esté la voluntad de ellos. Como todo hombre sentirán la

lucha de los miembros en contra de la ley de la mente. Ellos, ¿por qué no han de caer

también desgraciadamente? Y, ¿por qué no han de caer y recaer mil veces como flacos?

Entonces los esclavos, por propia experiencia, conocerán hasta dónde es

misericordiosa la Reina Inmaculada para subvenir a todas las humanas miserias,

reconociendo, como un débil indicio de tanta misericordia, la gran oficina de milagros

que Ella ha establecido en Lourdes en donde los cojos andan, los paralíticos se

mueven, los ciegos ven…, y tantos y tantos sanarán y volverán a sanar de las dolencias

y de sus almas. Entonces conocerán los esclavos cuánto necesitan de Ella, y a Ella

acudirán humildemente para que Ella sea su abogada y medianera delante de Jesucristo.

Estos esclavos, en fin, muy especial y perfectamente, dice, por último, el

maestro de Montfort:

«sabrán que Ella es el medio más seguro, el más fácil, el más corto y el más

perfecto para ir a Jesucristo, y la entregarán el cuerpo y el alma sin reserva para

pertenecer igualmente a Jesucristo».

¡Cuánta confianza! Absortos ante la hermosura sin par de la Estrella de los

mares, seguros ante la grandeza de esta Soberana, embriagados por las dulzuras de

esta Madre, mil veces reconocidos por la multitud de las misericordias recibidas de Ella,

tendrán por muy cierto que para ir a Cristo, para buscarlo, para unirse con Él, para

transformarse en Él, no hay medio más eficaz, pronto y perfecto, que hacerlo todo por

María, con María, en María y para María. Por eso se entregarán a Ella en cuerpo y alma

y sin reservas, para pertenecer asimismo a Jesucristo.

¿Cuál y cómo sea esta entrega a María para entregarse a Jesús?

Es lo que ha de señalar y acrisolar la alta perfección a que han de ser elevados

los esclavos mediante la práctica interior y perfecta que el gran Vidente de la época de

María nos ha de descubrir, según la promesa que le acabamos de oír. Y como es

sabido que el de la humildad es el camino indefectible para ir a Dios, si acudimos

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

76

ínfimos a María ínfima, hallaremos las mayores excelsitudes de la santidad profetizada

para los esclavos de María.

En los números 58 y 59 que hemos expuesto anteriormente, y que son el primero

y el segundo de este párrafo tercero del artículo IV, nuestro inspirado Beato, con la

valentía del que puede mirar frente a frente los más extraordinarios sacrificios, nos

mostró el heroísmo de los esclavos que María hacía de suscitar para que aplasten la

cabeza de Satanás y hagan triunfar a Jesús en las almas, y cual león impertérrito, abrió

ante nuestros ojos con breves palabras las profundas zanjas del propio anonadamiento

en las que habían de ser construidos los inconmovibles cimientos sobre los cuales se

asentará la ingente perfección a que la Reina Inmaculada elevará a sus predilectos

esclavos.

Y, si nuestro Beato supo ahondar en la dejación propia hasta llegar a la viva roca,

que es Cristo, para cimentar cuanto enseña en La Verdadera devoción, no se nos mostró

menos intrépido cuando, remontando su vuelo de águila real, se elevó a la sublime

concepción de la Reina Inmaculada de los esclavos, sublime en la magnificencia propia

de la predilecta de Dios, y rebosando misericordia por el incomparable amor de Ella

a las criaturas racionales.

Mas, cuando hase regalado nuestro amadísimo Vidente en la visión de la

profunda humildad de los esclavos y en las elevaciones de la divina Reina, como el

que nunca está satisfecho con lo que ha dicho de lo que constituye el objeto de sus

amores, como si fuera la primera vez que va a decirnos qué serán los esclavos,

exclama en el número 50:

«Pero, ¿qué es lo que serán estos servidores, esclavos e hijos de María? Serán un

fuego abrasador de los ministros del Señor que prenderán el fuego del amor

divino por todas partes, serán sicut sagittae in manu potentis, como flechas agudas

en la mano de la poderosa María para atravesar a sus enemigos».

Cuando, ante la contemplación de un objeto admirable, quedamos deslumbrados,

por algún tiempo enmudecemos absortos, pero paulatinamente recobra nuestro ánimo

el dominio de sus habituales facultades y, cuanto mayor fue su primer asombro, con

más vehemencia siente el alma el deseo de conocer al por menor los tesoros y encantos

del objeto de nuestra admiración, y entonces, como niños que llenos de curiosidad

examinan por todas partes, radiantes de alegría, el juguete que les acaban de regalar, así

también los hombres todos, y así mismo nuestro Vidente no satisfecho con la visión

general que de los esclavos nos manifestó en el número 58, vuelve ahora en el 60 y

siguientes a detallar con creciente entusiasmo, la manera de ser y de presentarse de los

esclavos y sus relaciones apostólicas en cada uno de los sectores sociales en que han

de vivir y ejercer, por lo tanto, influencia.

Y como nada puede excogitarse superior para los esclavos que la virtud que

puedan tener para enardecer santamente el espíritu sacerdotal, por eso, el iluminado

Profeta de la Esclavitud mariana en las palabras que acabamos de leer del número 60

E.R. 44

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

77

nos muestra a los esclavos en relación con los sacerdotes, y así dice, según otra

traducción de ese mismo número, anterior a la que seguimos: «Serán como brasas

encendidas en medio de los ministros del Señor».

De cualquier modo que se traduzca la frase del Beato, la significación, en

último resultado, es la misma y tan altamente recomendadora de los esclavos que, por

esta cualidad sola, podría ya decirse de ellos lo que antes ha escrito el de Montfort,

que «serán superiores a toda criatura por su celo inflamado». In spíritu et virtute Eliae

arderán estos servidores de María y, como brasas encendidas en las vivas llamas del

amor, comunicarán ese mismo fervor de caridad a los sacerdotes entre los que vivan,

o, de otro modo, serán como chispas ardentísimas que se desprenderán del celo de los

más fervorosos sacerdotes, centellas de muy subido amor, que serán viva lumbre en

que se derritan los más duros corazones sacerdotales, moldeándose en el crisol de la

penitencia para emprender los caminos de la Esclavitud, o serán como flechas agudas

en la mano de la poderosa María para herir a sus enemigos, a los enemigos de Dios,

porque no otros sacerdotes serán los enemigos de María que aquellos que, regateadores

de la gloria de Ella, obscurezcan la divina.

Serán estos Esclavos de María vivos trasuntos del Bautista en medio de los

sacerdotes del Señor, modelos en todas las virtudes y prontos a todos los sacrificios

para servir de ejemplares a los sacerdotes que viven en el mundo y hasta a los que

hicieron votos de perfección.

Serán, diremos finalmente para concluir, sacerdotes humildes y obedientes

como María Recién Nacida que, inspirando en ellos el espíritu de la propia nada, los

hará aptos para anonadarse con Cristo Eucaristía en cuyo foco de luz y de calor divinos

se inflamarán los esclavos de María para ser brasas que enciendan a todos los

sacerdotes en el ígneo espíritu de Jesús, que no vino a este mundo a otra cosa que a

traer el fuego del amor divino del que todos participaremos cuando los sacerdotes,

inflamados por los esclavos, puedan decir que todo lo hacen para cumplir la voluntad

de Jesús; ad implendam Jesu voluntatem. A.I.I.V., porque es bien sabido que en el

crisol de la obediencia es donde se aquilata la perfección de la caridad. Bienaventurados

los esclavos que han de ser, quizás sin ellos pretenderlo, el fuego que encienda en

vivas ansias de la gloria de Dios y de la salvación de las almas, hasta a los mismos

sacerdotes de toda clase y condición, con lo que bastaría, como indicábamos al principio,

para llamar a los esclavos de María cedros del Líbano en comparación de los demás

santos.

Después de haber hecho notar nuestro iluminado Beato la cualidad más

preeminente de los servidores de la Virgen, nos muestra otra segunda que está en

relación, salvo meliori, con la influencia que han de tener los esclavos con el pueblo

cristiano en general. He aquí como escribe en el número 61 de La Verdadera devoción:

«Serán hijos de Leví, bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones y bien

unidos a Dios, los cuales llevarán el oro del amor en el corazón, el incienso de

la oración en el espíritu y la mirra de la mortificación en el cuerpo, y por todas

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

78

partes serán buen olor de Jesucristo a los pobres y a los pequeños, mientras que

serán olor de muerte para los grandes, para los ricos y para los orgullosos».

Los esclavos serán sacerdotes de legítima vocación divina y por eso soportarán

invictos todas las tribulaciones, tanto interiores como exteriores y, a la manera del Real

Profeta, podrán repetir en todo momento: Multi qui persequuntur me et tribulant me:

a testisnoniis tuis non deolinavi . Y tanto será el amor que los una a Cristo que,

fortalecidos por la divina gracia, siempre podrán decir con San Pablo: ¿Quis me

separabit a caritate Christi? Y renovarán su juventud constantemente avivando las

fuerzas de su amor meditando en el Amado que les hablará y les derretirá el alma para

mejor conformarlos en María y así hacerlos más perfectos hermanos de Él.

Los esclavos harán cuanto puedan de su parte para más asemejarse al Rey,

castigarán su cuerpo para reducirlo a servidumbre, y tanto, que podrán mostrar al

mundo evidentes señales de la Pasión de Cristo. Y, ¿quién dudará que los tales esclavos

exhalarán en donde quiera el olor de los purísimos ungüentos de la virtud de Cristo?

En pos de ellos serán atraídos los pobres y los pequeños, porque en ellos hallarán sus

más perfectos amigos y compañeros, pues los esclavos serán los más perfectos

despreciadores de toda riqueza exterior alcanzando en sus espíritus lo supremo de la

pobreza, y serán también lo supremo de la pequeñez porque en sí, y en su Reina, y en

su Rey, han de emular la perfección de la niñez, haciéndose ínfimos por ser inferiores

a todos, y por esto, sin intentarlo, serán olor de muerte para los grandes, para los

ricos y para los orgullosos.

¡Ay de los grandes que menosprecian y escandalizan a los pequeñuelos!

¡Ay de los ricos que encienden con sus avaricias las codicias de los pobres

instigando el espíritu de odio en ellos!

¡Ay de los orgullosos que se juzgan superiores a los demás hombres!

Fariseos, razas de víboras, sepulcros blanqueados, así llama a todos éstos el

divino Esclavo.

A la clarísima luz del prisma de la divina inspiración, continua nuestro glorioso

Vidente examinando bajo otros aspectos a los esclavos que ha de suscitar María. En

el número 62 los contempla en relación con el mundo todo y así prorrumpe en este

hermosísimo himno de alabanzas, digno de los mis perfectos imitadores de San Pablo.

Escribió así:

«Serán como nubes atronadoras que volarán por los aires al menor soplo del

Espíritu Santo y que, sin apegarse a nada, sin extrañarse de nada, ni preocuparse

de cosa alguna, descargarán la lluvia de la palabra de Dios y de la vida eterna,

tronarán contra el pecado y retumbarán contra el mundo, herirán al diablo y a

los suyos y atravesarán de parte a parte, para la vida o para la muerte con el

cuchillo de dos filos de la palabra Dios, a todos aquellos a quienes serán enviados

de parte del Altísimo».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

79

Casi a la letra podrá ponerse por obra de hoy, en más esa comparación que

emplea el Vidente de Montfort de que los esclavos serán como nubes, que volarán por

los aires al menor soplo del Espíritu Santo.

La figura del apóstol que recorre a pie las grandes extensiones y que tarda meses

en hacer viajes pierde hoy actualidad. No queremos decir con esto que no nos deleita

contemplar a los apóstoles que han de trabajar en puntos cercanos recorriendo las

pequeñas distancias a pie, como verdaderos pobres, que con esas caminatas no pierden

días que valen más que lo gastado en trenes y vapores. Nos referimos a los verdaderos

vuelos de los apóstoles del mundo que hoy, o muy pronto, podrán ir en dos días desde

Europa a América.

Los misioneros esclavos volarán por los aires al menor impulso del mandato de

sus superiores, como verdaderas nubes cargadas del refrigerante rocío y del fuego

abrasador de la divina palabra y, después de haber derramado lluvia fecunda y fuego

abrasador en un lugar, podrán volar facilísimamente a muy larga distancia para producir

los mismos efectos.

Estas mismas condiciones materiales facilitarán aquellas otras cualidades

espirituales de los esclavos misioneros de no apegarse a nada, por hermoso, rico o

atrayente que sea. Ni se extrañarán de nada terreno ni humano porque en poco tiempo

les será común el conocimiento de todos los lugares y personas. Ni se preocuparán por

nada que pueda acontecerles, puesto que bien pronto serán actores y espectadores de

sucesos muy distintos. Todo esto aparte de que será tanto el desprendimiento de las

criaturas de estos esclavos, que ha de suscitar María, que olvidados de todas las cosas

de acá ahajo y de sí mismos, no tendrán más ansia en su alma que la de cumplir la

voluntad de Jesús imitándolo en todo, sin acertar de sí mismos a tener otro cuidado

que a inquirir constantemente la voluntad de Jesús, repitiendo con el Apóstol: Domine,

quid me vis facere,

Y por esta dejación de todas las cosas y abandono perfecto de sí mismos, serán

los más poderosos enemigos del mundo, del diablo y de los secuaces de éste, pues la

sencillez que resplandecerá en la palabra de los esclavos la hará irresistible, y la

sinceridad que la avalore de tal modo la hará avasalladora, que las almas a quienes

sean enviados de parte del Altísimo o se adherirán a ellos con el más profundo

convencimiento y el más fervoroso entusiasmo, o rugirán furiosas, en su soberbia, en

contra de los humildes enviados del Señor con diabólica impenitencia.

De todas estas luchas, entre María y Lucifer, los esclavos de María y los

esclavos de Lucifer, las más admirables serán las que se efectúen para arrancar de su

estado pertinaz de odio a Cristo a los judíos y mahometanos, luchas de titanes que

señalarán en la historia de la Iglesia los heroísmos incomparables de la Época de María.

Después de haber anotado nuestro admirable Beato la influencia que han de

ejercer los esclavos entre los sacerdotes, entre los católicos y entre los anticatólicos,

esto es, en relación con todos los hombres y, por consiguiente, con todos los lugares

E.R. 45

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

80

en que éstos viven de toda la redondez de la tierra, todavía no se da por contento el

Vidente montfortiano y se para a contemplar de nuevo a los esclavos en relación con el

tiempo en que han de vivir y a la luz de esos tiempos, presentes para él en su visión

profética, va determinando preciosísimas cualidades que vienen a ser como repetición

de las ya dichas en los tres números anteriores, pero que en este número 63 tienden

principalmente a retratar el interior de los esclavos, haciéndonos ver las capitales

virtudes en que han de resplandecer para contrarrestar los vicios en contra de los cuales

habían de luchar.

En el número 63 de La Verdadera devoción se leen estas hermosas palabras:

«Serán los apóstoles verdaderos de los últimos tiempos a quienes el Señor de

las virtudes dará la palabra y la fuerza para obrar maravillas y obtener gloriosos

trofeos sobre sus enemigos, derruirán sin oro ni plata y, lo que es más, sin

cuidados en medio de otros sacerdotes, eclesiásticos y clérigos, intermedios cleros

(Ps, 67, 14), y, sin embargo, tendrán alas plateadas de paloma para volar con la

pura intención de la gloria de Dios y de la salvación de las almas a donde los

llame el Espíritu Santo, y no dejarán detrás de ellos, en los lugares en donde

hayan predicado, más que el oro de la caridad que es el cumplimiento de toda

ley. En fin, sabemos que serán verdaderos discípulos de Jesucristo, que

caminando sobre las huellas de su pobreza, humildad, desprecio del mundo y

caridad, enseñarán el camino de Dios en la verdad pura según el Santo Evangelio

y no según las máximas del mundo, sin preocuparse ni hacer acepción de nadie,

sin perdonar, escuchar, ni temer a ningún mortal, por poderoso que sea».

Es tal el acrecentamiento del entusiasmo del Beato de Montfort en cada una de

las líneas que escribe en esta profética visión que arrebata y transporta al alma a un

mundo que no tardaríamos en calificar de ideal, si no tuvieran estas perspectivas de

gloria y de triunfo por base la humillación y el propio sacrificio.

Serán los verdaderos apóstoles de los últimos tiempos. Los apóstoles de la

segunda venida de Cristo, los apóstoles de la época de María, los apóstoles del triunfo

de la Concepción Inmaculada, los apóstoles sostenedores y defensores a toda costa del

principio de autoridad, los apóstoles de la obediencia, los apóstoles debeladores de la

anarquía, los apóstoles enamorados de la perfección de Jesús Sacramentado, en una

palabra, los apóstoles de esta segunda época de la era cristiana que ha empezado en el

siglo XX y que, día por día, se caracteriza más, mostrándose a todos evidente.

Y porque en tiempos de tan calificada revolución social han de trabajar esos

nuevos apóstoles en medio del mundo, por eso, necesitarán unción especial en sus

palabras y fuerzas extraordinarias en sus obras, comunicadas por el mismo Dios, para

poder oponerse y, mucho más, conseguir arrebatar gloriosos despojos a los enemigos

que han escalado todas las alturas del poder y que, humanamente pensando, sería loca

quimera sólo el pensamiento de oponérseles.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

81

Con la ayuda del Señor de las virtudes podrán éstos apóstoles, ínfimos esclavos,

arrancar la hipócrita o descarada impiedad de los gobiernos engendrados por el satánico

liberalismo, la manifiesta herejía de las universidades, el laicismo de la escuela, el

civismo del matrimonio y de los cementerios, los abusos del capitalismo y las miserias

físicas y morales del pauperismo, los miles estragos que la prensa aconfesional origina

por su falta de fin determinado y por la ligereza de conciencia con que emplea toda

clase de medios para conseguir sus fines, generalmente egoístas.

Ellos lucharán para domeñar a la bestia del Apocalipsis, domando con la

civilización católica a todos los pueblos mahometanos, ellos se afanarán sin descanso

para desenmascarar las arterías de los judíos en contra de la Iglesia y para hacerles

reconocer al Cristo como al Mesías prometido.

Pero, ¿qué harán para conseguir tales triunfos? Serán verdaderos pobres de

espíritu, despreciadores de toda honra y riqueza y, en esa generosa abnegación, hallarán

la libertad invicta de los hijos de Dios y la seguridad de conseguir el triunfo del reino de

Cristo en las almas mediante el de María y, por eso, serán lumbre del sacerdocio

católico, de los eclesiásticos y de los clérigos y, a pesar de tener entre ellos los nidos

de sus amores y de su quietud y reposo, volarán como nubes, impulsados por el soplo

de la obediencia, para buscar donde quiera la gloria de Dios y la salvación de las almas.

Y cuando vuelvan a vivir en medio de otros sacerdotes, eclesiásticos y clérigos,

no habrán dejado otra cosa en los lugares en que hallan predicado que lo que constituirá

el tesoro de esos esclavos, el oro de la caridad de Dios y del prójimo que es igual al

cumplimiento de toda ley.

Hermosa frase que expresa el espíritu invencible de la Esclavitud mariana.

Tanta caridad habrán infundido los esclavos en las almas entre las que hayan

trabajado, cuanto sea el espíritu y práctica de obediencia a toda ley que aprendan los

hombres en todos los lugares en donde prediquen los esclavos, no teniendo por

verdadero fruto de caridad el que no se manifieste en obras de sincera obediencia a la

ley de Dios y a las legítimas leyes de los hombres, tanto eclesiásticos como civiles. Son

los esclavos, como ya dijimos, los destructores del espíritu de insubordinación universal

de nuestros tiempos.

Como si quisiera nuestro Beato hacer el resumen de cuanto ha dicho

expresándolo en las menos palabras posibles para que más grabado se quede en las

almas el concepto del esclavo, por lo que afecta en su forma interior principalmente,

escribe aquellas palabras que ya hemos leído en el número que exponemos las cuales

son la última parte de él y revelan el carácter genuino y especial de la Esclavitud.

Nosotros nos atreveríamos a decir que ellas son una perfecta definición de los esclavos.

«Serán verdaderos discípulos de Jesucristo que, caminando sobre las huellas de

su pobreza, humildad, desprecio del mundo y caridad». He aquí el género próximo.

«Enseñarán el camino de Dios en la verdad pura, según el Santo Evangelio y

no según las máximas del mundo, sin preocuparse ni hacer acepción de nadie, sin

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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perdonar, escuchar ni temerá ningún mortal por poderoso que sea». He aquí la última

diferencia.

Definición que, si bien se la mira, y si se suprimen las frases que no son nada

más que amplificaciones, quedaría reducida a esta precisa forma: Los esclavos que

María suscitará «serán verdaderos esclavos de Jesucristo que enseñarán el camino de

Dios la verdad pura». No es posible decir más en menos palabras.

Hace muchos años que oímos decir a un sacerdote recto y sabio, y enamorado

de la Esclavitud, estas palabras que se grabaron en nuestra alma tan indeleblemente

como el recuerdo cariñosísimo de la persona que las decía: «La Esclavitud es la

traducción sincera del espíritu cristiano».

Es la sinceridad de la fe divina dando vida al esclavo de Cristo en María. Es el

verdadero discípulo de Jesús que en todo momento repite: Ad implendam Jesu,

voluntatem. Es el alma que [se] fija en Dios y nada más que en Dios, sólo estima lo

que glorifica a Dios teniéndolo todo por nonada si no sirve para mejor hallar a Dios.

Y por eso, con muy santa indiferencia, recibe de Dios lo mismo la salud que la

enfermedad, la riqueza que la pobreza, el honor que el deshonor, la vida larga que la

vida corta y, es tanto su deseo de sólo vivir de Dios y para Dios, que cuando él ha de

señalarse el camino, siguiendo el trazado por san Ignacio de Loyola, solamente desea

o elige aquello que más le conduce al fin para que ha sido criado, expresión felicísima

del penitente de Manresa que encierra la más alta perfección y que señala, nos

atreveríamos a decir sin rebozo alguna, el punto inicial de la perfección en que han de

ejercitarse los esclavos que había de suscitar María, según la expresión del Vidente

de Montfort.

¡Superiores a toda criatura en Santidad!

¡Como cedros del Líbano en relación con los demás santos!

¡En donde terminaron los más grandes santos, deben empezar los ínfimos

esclavos!

¡Misterio de la gracia!

¡Prodigios de la Inmaculada María! ¡Adoremos los designios del Señor!

¡Oh!, almas que sentís con la sinceridad de la más viva fe el quam foetel terra

dum coelum aspicio y movidas por esa repugnancia a lo terreno sólo os encanta el grito

glorioso de guerra, Ad majorem Dei gloriam.

¡Oh!, almas que saboreáis el pati aut mori y el pati et contemni pro te, venid,

venid a morar en el hueco de la peña de la Esclavitud transformados en Cristo y vea el

mundo con asombro que nada será capaz de romper la cadena con que los esclavos

se unieron a Cristo por María, ni el hambre, ni la sed, ni la desnudez, ni los peligros, ni

la persecución…, ni el poder del más poderoso de sus enemigos, ni el de todos juntos,

será bastante para que ellos se preocupen, ni hagan acepción de personas, ni toleren, ni

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

83

escuchen ni teman a los que deban ser reprochados en sus crímenes, en sus vicios, en

sus errores.

Los esclavos dirán la verdad toda, entera, perfecta, y desharán las fábulas, y

descubrirán las ficciones de esta mentida época que pasa y que nos deja, como

síntesis de todos sus engaños, al fementido Modernismo, suprema ficción que haría por

sí sola necesaria la existencia de la sublime sinceridad de los esclavos.

Por más que dijo nuestro sin igual Vidente en el número anterior, «en fin »,

no por eso ha concluido este divino párrafo que comentamos, réstanos todavía leer el

número 64 que dice así:

«En su boca tendrán el cuchillo de dos filos de la palabra de Dios. Sobre sus

espaldas llevarán el estandarte ensangrentado de la Cruz, en la mano derecha el

crucifijo, en la izquierda el rosario, y en su corazón los sagrados nombres de Jesús

y de María, y en toda su conducta la molestia y la mortificación de Jesucristo.

He aquí los grandes hombres que han de venir, pero a quienes María formará

por orden del Altísimo, para extender su imperio sobre el de los impíos, idólatras

y mahometanos. Mas, ¿cuándo y cómo será esto? Sólo Dios lo sabe. A nosotros

sólo toca callar, rogar, suspirar y esperar. Expectans expectavi».

No era posible que el admirable Profeta de la Esclavitud quedara satisfecho

sin haber manifestado cómo serían los esclavos en su exterior.

Se les conocerá porque serán predicadores como San Pablo. Predicarán y

escribirán, y así tendrán esa característica especial de hacer llover la palabra de Dios,

espada de dos filos, en donde quiera, llenando el mundo con sus predicaciones y con

sus propagandas escritas que llegarán a ser universales. Ejercitados en toda clase de

tribulaciones se les notará hasta en el exterior el gusto con que recibirán, sobre su

hombro y espaldas, la cruz de todos los trabajos para ir en pos de Cristo cuésteles lo

que les costare, dispuestos, con la ayuda de la Inmaculada Reina que los fortalecerá, a

regar con la propia sangre sus predicaciones. Humildes, pero sin temor, se mostrarán a

los hombres, no altivos ni temerarios, pero sí con el valor decidido del que es capaz

de dar su sangre por la causa que defiende.

Verdaderos soldados de Cristo en María, no tienen más gloria que cobijarse

bajo el santo lábaro de la Cruz y, siempre abrazados al árbol santo, combatirán con

el denuedo de los mártires de Jesucristo.

Y para que no se pueda dudar que siguen las huellas del Crucificado, ostentarán

siempre el crucifijo, como la única joya de su amor y, con él por insignia, atraerán a

las muchedumbres al sacrificio del cumplimiento de la cristiana ley con el esfuerzo y

socorro que les preste la divina gracia, y para que los sacrificios sean endulzados,

mostrarán a los pueblos el santísimo rosario en cuya preciosa devoción hallarán las

almas luz suave que les haga mirar sin espanto la Cruz, y fuerza para tomar cada uno

la suya, y decisión a para marchar en pos de Cristo.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

84

Y ellos, los esclavos, no tendrán, ni apetecerán más riquezas y consuelo que los

que proporcionen a sus humildes corazones los dulcísimos nombres de Jesús y de

María que pronunciarán con inefable ternura y entusiasmo. Y, a pesar de tan fervoroso

amor, la modestia cristiana anidará como en su propio ambiente en la manera exterior

de los esclavos.

Nada digamos de sus vestidos, aseados sin afectación y correctamente

sencillos, en la mirada de ellos resplandecerá la pureza de los limpios de corazón, en sus

labios el silencio de las almas que viven en Dios, en sus palabras la simplicidad de las

almas que sólo apetecen el uso necesario y la dulzura que derraman como suave óleo

las almas buenas sin que esta esta ordinaria modestia excluya la sincera recriminación

del vicio y de la mentira que irá robustecida por el espíritu purísimo de la mortificación

cristiana que se traslucirá en ellos, por más que en lo exterior se esfuercen por aparecer

en todo semejantes a los demás hombres, como enemigos jurados de toda singularidad,

aunque tampoco por esto ajenos a toda magnanimidad de la que serán vivo modelo

en todo instante.

Por lo que nuestro amadísimo Luis María, asombrado él el primero ante la

grandeza de los esclavos exclama, según ya hemos leído: « He aquí los grandes hombres

que han de venir». Y para que no se tenga por quimera tan extraña generación de

almas, añade inmediatamente: «pero a quienes María fumará por orden del Altísimo».

Palabras que ya ha repetido nuestro amadísimo Beato y que ahora vuelve a recordar,

para que sirvan de lazo de unión entre la singular perfección de los esclavos y el fin

para que Dios los destina, «para extender su imperio el del Altísimo, sobre el de

los impíos, idólatras y mahometanos».

No hay, pues, que maravillarse de tanta humildad y de tanta exaltación ante

tan vasto fin.

Dios da la gracia en relación con la empresa a que destina a las almas.

Vamos a concluir con la ayuda de Dios, las consideraciones brevísimas y leves

que venimos haciendo de este primer capítulo de la riquísima joya mariana intitulada

La Verdadera devoción a la Santísima Virgen. No quiere decir esto que el asunto

ha quedado expuesto de tal manera que tengamos acabadas nuestras indicaciones,

líbrenos Dios de semejante presunción.

Si la luz del sol al atravesar las caras de un prisma se descompone en siete

colores, a cuál de ellos más hermoso, ¿qué será de la luz divina al alumbrar la

inteligencia? ¿Quién se atreverá a decir que vislumbra siquiera todos sus colores y

cambiantes?

Vamos a terminar porque no hay otro remedio porque en lo humano, todo

acaba y este capítulo también debe llegar a su fin, por ahora, aunque con harto

dolor de nuestra alma apartamos nuestros pecadores labios de las marianas mieles de

este último § III, visión altísima profética, sólo comparable a las apocalípticas en

su virtud, en su trascendencia y en sus efectos.

E.R. 46

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

85

Pero, aunque tantos asuntos dejamos pasar por alto, no porque sean de menos

importancia, sino, porque no hacen tan directamente a nuestro general propósito, no

daremos por terminado este asunto sin que mostremos cumplidas, a lo menos en

principio, las esperanzas del Beato Luis María Grignion de que había de realizarse

todo lo que él había profetizado. .

«Mas, ¿cuándo y cómo será esto?», habíase preguntado el montfortiano maestro,

y él mismo diose por respuesta estas misteriosas palabras que hoy nos atrevemos

a calificar de evidentemente cumplidas: «Sólo Dios lo sabe a nosotros sólo nos toca,

callar, rogar, suspirar y esperar. Expectans expectavi». Para nuestro Beato tan ignoto

era el cuándo cuanto el cómo habían de realizarse las admirables maravillas de la

gracia que acababa de profetizar.

Por lo que toca al cuándo, intentaremos dar ahora respuesta cumplida, a nuestro

modo de entender, por lo que se refiere al cómo, aguardaremos a contestar cuando

lleguemos a tratar este asunto, según las enseñanzas que el mismo Beato nos ha de

dar referentes a esta cuestión más directamente tratada en otro lugar de La Verdadera

devoción a la Santísima Virgen.

Que ha llegado el tiempo en que los esclavos de María han de ser ya una

realidad viviente en el mundo, es indudable. Esta es una verdad que está en el

ambiente de la Iglesia en estos tiempos. Bastara recorrer los programas de estudios de

los siete Congresos Internacionales Marianos celebrados hasta hoy, para deducir que

han sido más o menos claramente montfortianos.

En todos se ha buscado el modo de propagar el espíritu de la Esclavitud

Mariana, enseñado por el Beato Grignion de Montfort y, por referirnos especialmente

al último del que fuimos testigos presenciales y en el que el autor de estas líneas

colaboró en la medida de sus fuerzas, recordamos un tema de la Sección de

Propaganda que dice así: «Propagande organisée de la vraie devotion a Maríe

enseignée par le B. Grignion de Montfort». Proposición que está en perfecta armonía

con la siguiente conclusión del primer Congreso Internacional Mariano, celebrado en

Friburgo, que dice así:

«El Congreso accede a los deseos expresados por gran número de cardenales,

obispos y teólogos, y hace público su voto para que esta devoción se difunda

entre los fieles y señaladamente entre los clérigos y religiosos».

Y esta conclusión toma toda su fuerza y concreción en el siguiente

considerando que el mismo congreso antepone con estas palabras:

«Considerando que la devoción a la Santísima Virgen, según el Beato Grignion

de Montfort es una síntesis magnífica de la Teología Mariana, que es el modo

más perfecto de honrar a la Santísima Virgen, que dice perfectamente bien

con el movimiento actual de la piedad católica favoreciéndola eficazmente, y

que, por último, responde a las necesidades actuales y ofrece en las presentes

luchas especial y providencial socorro».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

86

Es así que el fin primero y principal del Vidente montfortiano es formar

esclavos de María, luego evidentemente estamos en los tiempos en que tales esclavos

han de ejercer su acción de instrumentos salvadores, de verdaderos apóstoles de la

sociedad.

Los esfuerzos que se hacen para propagar el espíritu montfortiano en todas

partes son manifiestos y los que suponen la marcha y desarrollo de esta propaganda,

si se leen las Revistas que se publican especialmente con este fin principal. Mas, para

nosotros, basta con recordar que aquí en España se han celebrado dos asambleas, la

de Murcia y Vitoria, preparatorias del Congreso Montfortiano de Barcelona.

Y para que no juzguemos que estos esfuerzos son puramente intelectuales,

recordamos a nuestros lectores las asociaciones de Esclavos de María y Sacerdotes

de María que ya son cosa familiar entre nosotros y que son practicadores de la doctrina

del Beato Grignion.

Por otra parte, la existencia de los esclavos marianos y de la época de María

anunciada por nuestro Beato han de ser históricamente simultáneas, y, ¿quién se

atreverá a negar que ya hace muchos años que se pusieron, por el gran Pontífice

Pío IX, los principios sobre los cuales había de estribar esa nueva época gloriosa para

la Iglesia Católica? ¿No había de ser esa la época en que María fuera más conocida,

más amada y más honrada?

Pues oigamos a Pío IX que, en la inmortal Bula Ineffabilis, se congratula y da

gracias a Dios porque él ha recibido la gracia de ofrecer ese nuevo homenaje a

María.

«Nuestro corazón, dice el mártir del liberalismo, se llena de gozo y nuestra

lengua de júbilo, y damos y daremos siempre las más humildes y altas gracias

a Nuestro Señor Jesucristo, porque se ha dignado por especial beneficio

concedernos, no mereciéndolo, decretar y ofrecer esta honra, gloria y alabanza

a su Santísima Madre»

¡Una honra, una gloria, una alabanza nueva!

Todos sabemos que se trata en este documento del dogma de la Concepción

Inmaculada de María, que data del año cincuenta y cuatro del siglo XIX, desde cuyo

tiempo no cesa de propagarse y arraigarse el conocimiento y amor a esta virgen

purísima, aunque con la lentitud y orden providencial que las reformas mundiales

exigen para implantarse fundamentalmente. Reforma que ya decía esperar el muy

amado Pío IX, prosiguiendo las anteriores palabras:

«Y alimentamos una esperanza certísima y la mayor confianza de que esta

Virgen que toda hermosa e inmaculada pisó la cabeza venenosa de la cruel

serpiente, y trajo la salud al mundo […] se digne prestar su eficaz patrocinio

para que la santa madre Iglesia Católica, removidas todas las dificultades y

desbaratados todos los errores, se robustezca más y más; cada día en todas las

naciones y lugares, y florezca y reine del uno al otro mar y desde el principio

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

87

hasta los confines del orbe, y se goce de perfecta paz, tranquilidad y libertad

[…], y para que todos los que yerran, apartada la ofuscación de la mente,

vuelvan al sendero de la verdad y de la justicia y haya un solo redil y un

solo Pastor».

¿Quién no saboreará la admirable armonía que existe entre esta inefable

confianza pontificia y las admirables profecías de nuestro Beato al anunciar las luchas

y los triunfos de los esclavos que María suscitará?

Pero que tanto las esperanzas del Pontífice de la Inmaculada, como las

profecías del Vidente montfortiano son ya una realidad, lo expresa de un modo

evidente el Papa Pío X en su Encíclica Ad Diem, que también debemos llamar

montfortiana con estas palabras más divinas que humanas. Helas aquí:

«Mas no queremos callar, dice que este nuestro deseo de que la Inmaculada

sea honrada por modo extraordinario en el quincuagésimo aniversario de la

definición, se haya estimulado por cierto secreto presentimiento de Nuestra

alma, de que se cumplirán en un porvenir no lejano las esperanzas, de ningún

modo temerarias, que hizo concebir a Nuestro predecesor Pío IX y a todo el

Episcopado del mundo la solemne definición del dogma de la Concepción

Inmaculada de María».

Después, el ardentísimo Pontífice muestra los pasos que van señalando el

derrotero del triunfo del reino de la Inmaculada en el mundo con las siguientes

palabras:

«Muchos hay, a decir verdad, que se lamentan de que hasta hoy no se hayan

cumplido sus esperanzas, y que una y otra vez repiten estas palabras de Jeremías:

Aguardando estamos la paz y este bien no viene; y que llegue el tiempo de

nuestro remedio y sólo vemos terror.

Mas, ¿quién habrá que no reprenda por hombres de poca fe a los que tal dicen

y no ponen el pensamiento en conocer las obras de Dios, o en considerarlas

a su verdadera luz?

Y en efecto, ¿quién podría enumerar los secretos dones de gracia que por

intercesión de la Virgen durante todo este tiempo ha derramado Dios sobre su

Iglesia?

Y aun cuando se omita la cuenta de estos dones ¿que no habrá que decir del

Concilio Vaticano con tanta oportunidad reunido, o de la infalibilidad

pontificia, proclamada tan a punto contra los errores que iban a levantar cabeza,

o, finalmente, del nuevo y nunca visto fervor de piedad con que los fieles de

toda clase y de toda nación acuden en persona a venerar al Vicario de

Jesucristo?

¿Y acaso no parece admirable la providencia de Dios en dos de nuestros

predecesores, a saber, Pío IX y León XIII, que en tiempos turbulentísimos

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

88

rigieron santamente la Iglesia con longevidad de Pontificado a nadie antes

que a ellos otorgada?

Añádase que apenas proclamado por Pio IX como dogma de fe católica que

María fue preservada de toda mancha original, en tierra de Lourdes comenzó la

Virgen misma sus apariciones maravillosas, en memoria de las cuales con

magnífico y grandioso esfuerzo de la piedad, se edificaron dos templos a la

Inmaculada, donde los prodigios que diariamente se obran por intercesión de la

Divina Madre son espléndido argumento contra la incredulidad de la época

presente.

Tantos y tan grandes beneficios concedidos por Dios, mediante la bienhechora

intercesión de la Virgen en estos cincuenta años que pronto van a cumplirse,

¿por qué no han de convencernos de que la hora de nuestra salud está más

cercana de cuanto hasta aquí creíamos?

Tanto más, cuanto mejor sabemos por experiencia, que la Providencia divina

nunca pone el extremo del mal lejos del remedio. Próximo a llegar está su

tiempo y sus días, no son remotos. Porque el Señor tendrá compasión de

Jacob y todavía escogerá alguno de Israel, de suerte que abrigamos la esperanza

de que también nosotros podremos repetir en breve: El Señor ha hecho

pedazos el cetro de los impíos, toda la tierra está en silencio y en paz, y se

huelga y regocija.

Mas, la razón principalísima, Venerables Hermanos, de que el quincuagésimo

aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada deba excitar un

singular fervor en el ánimo cristiano consistente para Nos en lo que ya dijimos

en Nuestra primera Carta Encíclica, conviene a saber: en la restauración de todas

las cosas en Cristo. Porque, ¿quién no verá que no hay camino más seguro y

expedito que María para llegar a Cristo, y unirse a Él, y obtener por su medio

la perfecta adoptación de hijos, de manera que seamos santos e inmaculados a

los ojos de Dios?»

Qué frase tan digna de ser meditada en este caso es aquella que acabamos

de leer:

«Tantos y tan grandes beneficios concedidos por Dios, mediante la bienhechora

intercesión, de la Virgen en estos cincuenta años que pronto van a cumplirse

¿Por qué no han de convencernos de que la hora de nuestra salud está más cercana

de cuanto hasta aquí creíamos?»

Y como la hora de nuestra salud ha de ser la misma en que aparezcan los

portadores de ese rico don, por eso es tan cercana para Pío X esa hora, como

aquella en que compadeciéndose Dios de su pueblo enviará alguno de Israel, que

luchando, nos haga repetir en breve, «el Señor ha hecho pedazos el cetro de los impíos,

toda la tierra está en silencio y en paz, y se huelga y regocija».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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Es claro que ésta es la visión del triunfo consumado que supone el periodo

de iniciación, de preparación y de lucha, pero, ¿no estamos nosotros ciertos del

triunfo de nuestra fe divina sobre los ardides e industrias e ingeniosidades de los

hombres? ¿No sabemos, acaso, que las persecuciones y luchas agigantan a los

apóstoles? ¿No oímos, por ventura, a los hombres de gobierno, de orden, de las

derechas, clamar por el resurgimiento del espíritu de Cristo en la sociedad?¿No son

los apóstoles de estas luchas los esclavos que suscitará y formará la Inmaculada por

orden del Altísimo?

Luego los esclavos sacerdotes, religiosos, personificación del espíritu enseñado

por el Beato Grignion, deben estar ya en el mundo, quién sabe si como el paralítico

de la piscina, tal vez como Lázaro en el sepulcro, pero aguardando que suene la

voz del divino Restaurador que diga: «Levántate y anda»

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

91

La verdadera devoción a la Santísima Virgen

PARTE I

CAPITULO II Discernimiento de La verdadera Devoción a la Santísima Virgen

Artículo I

VERDADES FUNDAMENTALES

El amadísimo Vidente Montfortiano como verdadero hombre de Dios, procede

en su incomparable obra La verdadera devoción a la Santísima Virgen con tan

soberana sencillez, que esta cualidad sola sería bastante para acreditar el supremo

convencimiento que movía a nuestro mariano bienaventurado, en la exposición de las

doctrinas que nos expone, y la firmeza inconmovible para avanzar hacia el sublime

fin que perseguía.

Si en el último artículo del anterior capítulo, hemos sentido el estremecimiento

de lo superior a toda humana ciencia y previsión, al contemplar a los apóstoles que

han de venir, si nos hemos engolfado en los serenos mares de la extática visión

profética, arribando a las playas tranquilas de la profundísima humildad de los

esclavos, si hemos quedado llenos de asombro ante los prodigios de la gracia que

han de llevar a cabo los esclavos que María ha de formar por orden del Altísimo,

¿cómo es que ahora al empezar el segundo capítulo de esta primera parte de sus

obras nos dice el Beato estas por exceso, al parecer, lacónicas palabras del nº 65:

«Habiendo tratado hasta aquí de la necesidad que tenemos de la devoción a la

Santísima Virgen».

Y ni una palabra más dice que tenga relación con el anterior capítulo. Tantas

veces hemos leído hasta ahora palabras llenas de férvido entusiasmo, de ardiente celo,

que este sencillo resumen nos causa el mismo efecto que la sencilla homogeneidad

del inmenso desierto.

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La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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Para el iluminado Beato no hay más que un término, un fin, una meta, y todo

lo que no sea eso es accidental, es indiferente, es como nada. Por eso, en todo lo

que ha dicho antes, no ve más que una sola cosa: la necesidad que tenemos de la

devoción a la Santísima Virgen.

Después en el mismo número continua diciendo lo que va a tratar en este

capítulo segundo con palabras tan concisas como las anteriores. Helas aquí: «Debo

ahora decir en qué consiste esta devoción».

No puede expresarse de manera más breve y clara el asunto en que ha de

ocuparse nuestro mariano maestro en este capítulo. Nos va a hablar de la necesidad

de la devoción a María en general.

Y para prevenir mejor al lector para el conocimiento de La verdadera devoción

a la Santísima Virgen y disponerlo a la devoción que él pretende enseñar, dice éstas,

no menos concretas, palabras, con las cuales termina toda la brevísima introducción

que hace a este capítulo. Dice así:

«Lo cual haré, con la ayuda de Dios, después de dejar sentadas algunas verdades

fundamentales que darán luz sobre esta grande y sólida devoción, que intento

descubrir».

« ¡Que darán luz sobre esta grande y sólida devoción que intento descubrir!».

He aquí la grande empresa del Beato Luis María. Por eso, los mismos esclavos, no son

más que instrumentos de esa devoción especial. Serán esclavos porque practicarán esa

devoción y para enseñarla, propagarla y defenderla serán los esclavos.

El tesoro, pues, es la devoción que nos va a descubrir el Beato después que

nos hable de la devoción a María, en general, y de que nos exponga las verdades

fundamentales de que tratará en el párrafo primero de este artículo primero que sigue

ahora.

PRIMERA VERDAD

JESUCRISTO, NUESTRO FIN ÚLTIMO

Una sencillísima anotación conviene hacer antes de empezar a leer este §, y es,

que, al decir nuestro montfortiano maestro, Jesucristo, nuestro fin último, se refiere al

asunto de que trata, de la devoción, y al fin mediato de la devoción que es

transformarnos en Cristo, no ciertamente a nuestro fin último absoluto y mediato que

es y no puede ser otro que la divinidad.

En el nº 66 dice así nuestro Beato:

«El fin último de todas nuestras demás devociones no debe ser otro que

Jesucristo, nuestro Salvador, verdadero Dios y verdadero hombre; de lo contrario

estas doctrinas serían falsas e ilusorias».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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Dios lleva a la gloria a los que se hacen conformes a la imagen de su Hijo, esto

es, a los que en todo sienten, piensan, quieren y obran como Jesús, supremo Maestro

en el cumplimiento de la divina voluntad, pues Él no vino a otra cosa que a hacer la

voluntad de su Padre que lo había enviado. Pero Él vive entre nosotros, Él ha querido

quedarse con los hombres hasta la consumación de los siglos, no sólo en su espíritu,

en sus enseñanzas, en sus ejemplos; se nos ha quedado vere realiter ac substantialiter

en el sacramento por excelencia, en el sacramento de su amor.

Jesucristo dio muerte a la muerte y vive y vivirá por los siglos de los siglos

en el Sacramento del Altar, con vida Eucarística inefable, para aleccionarnos con los

ejemplos de la más alta perfección y, por eso, toda devoción que no tenga por fin a

Jesucristo, no encuentre en Él toda su consumación, es falsa e ilusoria. Y cuando

decimos en Jesucristo, nos referimos a Jesús Eucaristía. Él, así concreto, es el último

fin nuestro, como dice el Vidente monfortiano. Sin Cristo Sacramentado, en religión,

todo es falso e ilusorio.

Bien claramente y muy a pesar suyo ha comprobado esta verdad el inerte

Protestantismo, sin luz, sin vida, sin calor. El que, soberbio, quiso reformar al mundo

con hipócrita amor a Cristo y llevó a la humanidad a los abismos de muerte en que

se encuentra por haber repudiado la realidad del augusto Sacramento de la Eucaristía.

Y como hecho perfectamente confirmado por el mismo Protestantismo, no

olvidemos que los que repudiaron a la Eucaristía despreciaron el culto de María.

Nosotros nos atreveríamos a concretar las palabras del Beato diciendo que Jesús

Sacramentado es el fin práctico a que nos han de conducir todas las devociones,

siendo falsas todas las que no se propongan a Él por fin.

En el mismo número 66 continúa diciendo: «Jesucristo es el alpha y la omega,

el principio y el fin de todas las cosas». Palabras llenas de toda verdad, como tomadas

de la Sagrada Escritura.

Jesús es el arquetipo de todo lo creado. En Él y por Él fueron hechas todas las

cosas, y, si no fueran para Él, nada se hubiera hecho de cuanto existe.

Las criaturas racionales fuimos creadas para que sirviéramos de pueblo al

Primogénito. Por Él somos y por Él sólo hallaremos la vida eterna.

Y porque es así, seguimos leyendo en este mismo preciosísimo número, que no

es otra cosa que un magnifico himno en loor de la divina realeza de Cristo para

confundir a los protestantes y jansenistas, estas otras palabras: «Si trabajamos, sólo es,

como dice el Apóstol, para hacer a todo hombre perfecto en Jesucristo».

Estas palabras tienen sabor a defensa y a reproche. Es una especie de invectiva

en contra de los falsos devotos de María, y, por consiguiente, ficticios cristianos que

velan su mal espíritu tras la hipócrita apariencia o el exagerado escrúpulo.

Cuanto trabajamos dice, el Beato a sus impugnadores críticos, todo es porque

Cristo sea conocido y amado. Nosotros todo lo que no es Cristo lo tenemos por bien

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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despreciable y sólo anhelamos que las almas sean vaciadas en el Hombre nuevo. Ni la

devoción a la Santísima Virgen, por la que tan vehementemente propugna el

bienaventurado Luis María Grignion, mereciera sus miradas si no fuera que esa

devoción nos ayudara tanto para ir a Cristo, le oiremos decir con toda firmeza.

Y para que más nos convenzamos de que él sólo busca para sí y para las almas

todas la perfección en Cristo, continúa dando las razones que se le ofrecen y que

confirman las que acabamos de leer. Si trabajamos, sólo es, como dice el Apóstol, para

hacer a todo hombre perfecto en Jesucristo por los motivos siguientes que nos da en el

mismo número 66: «Porque sólo en Él habita toda la plenitud de la divinidad y todas

las demás plenitudes de gracia, de virtudes y de perfecciones».

Como veremos, todas las razones o motivos que aduce nuestro Beato para

convencernos de que debemos ser regenerados en Cristo y en sólo Él, son tan

fundamentales como la misma palabra divina.

En la primera que acabamos de copiar claramente se leen estas palabras, del

Apóstol a los Colosenses, cap. II, v. 9: «In ipso habitat omnis plenitudo divinitatis».

No son menos terminantes estas otras que se leen en Isaías, cap. XI, v. 2:

«Requiescet super eum spiritus Domini, spiritus sapientiae et intellectus, spíritus

consilli et fortitudinis, spíritus scientiae et pietatis, et replebit eum spiritus timoris

Domini».

El espíritu menos versado en las católicas doctrinas, a poco que haya oído

hablar en cristiano, recordará haber oído mil veces las siguientes frases que a

continuación copiamos del Beato Luis María y que son palabras todas de la Sagradas

Escrituras. Y porque son tan comunes y por no hacer a nuestro caso directamente

omitimos copiar y citar los textos y lugares en que se leen.

Nuestro admirable Vidente hablaba en su libro a jansenistas y protestantes y

por eso se esfuerza en este número 66 en manifestar claramente que para él, como

para todo cristiano, Cristo es el Rey divino y todo lo que aparte de Él es reprochable

y, por el contrario, digno de amor todo lo que a Él nos conduzca.

Y para que nadie pueda acusarlo de que él pretende menoscabar la realeza

suprema de Jesucristo, no contento con lo dicho, añade:

«Porque sólo en Él hemos sido bendecidos con bendición espiritual, porque Él

es el único Maestro que debe enseñarnos, el único Señor de quien debemos

depender, la única Cabeza a quien debemos estar unidos, el único Modelo a

quien debemos conformarnos, el único Médico que debe curarnos, el único

Pastor que nos debe alimentar, el único Camino que debe conducirnos, la única

Verdad que debemos creer, la única Vida que nos debe vivificar, y nuestro

único Todo que en todas las cosas nos debe bastar. Debajo del cielo ningún

otro nombre se nos ha dado para que por él seamos salvos más que el nombre

de Jesús. Dios no nos ha dado otro fundamento para nuestra perfección y para

nuestra gloria que a Jesucristo.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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Todo edificio que no descanse sobre esta piedra firme está fundado sobre arena

movediza y caerá infaliblemente, tarde o temprano. Todo fiel que no esté unido

a Él, como un sarmiento a la cepa de la vid, caerá, se secará y sólo servirá

para echarlo al fuego.

Fuera de Él sólo hay extravío, mentira, iniquidad, inutilidad, muerte y

condenación.

Pero si permanecemos en Jesucristo y Jesucristo en nosotros, no temeremos

ninguna condenación, porque ni los ángeles del cielo, ni los hombres de la

tierra, ni los demonios del infierno, ni criatura alguna nos puede dañar, pues

ella jamás nos separará de la caridad de Dios, que está en Cristo Jesús.

Por Jesucristo, con Jesucristo, en Jesucristo todo lo podemos tributar, todo honor

y gloria al Padre en unidad del Espíritu Santo, hacernos perfectos y ser a

nuestro prójimo un buen olor de vida eterna».

De donde se deduce que ignoran el espíritu y la letra de La Verdadera devoción

los que afirman que el Beato aparta las almas de Cristo o las estaciona en María.

Basta y sobra con decir que Luis María Grignion de Montfort está declarado Beato por

la Iglesia para convencernos de que es un enamorado de Jesucristo. Lea su vida quien

por algún concepto lo dudare y quedará plenamente convencido de que el inspirado

autor de La verdadera devoción a la Sanísima Virgen es un enamorado de Cristo a la

manera de San Pablo que nada estima, desea ni quiere, que no sea Cristo, que todo lo

des precia por Él, que todo lo tiene en Él, que nada teme ni ama sino a Él, que toda

su vida es Él, y que por Él perdió el Apóstol la suya buscando generosa mente almas

que conocieran y amaran a Cristo Crucificado.

Que no es otro el intento de nuestro ardentísimo Beato, bien lo hemos visto en

las palabras que hemos leído en el número anterior, y por si esas no hubieran sido

bastantes a convencernos de esta solidísima verdad, fueran suficientes las palabras que

se leen en el número 67. Son estas:

«Si nosotros, pues, establecemos la sólida devoción a la Santísima Virgen, sólo es

para establecer más perfectamente la de Jesucristo, para ofrecer un medio fácil

y seguro de encontrar a Jesucristo».

Las palabras no pueden ser más terminantes, ni más precisas, ni más claras.

Y no hemos nosotros de ser tan osados que pongamos ni una sola palabra nuestra para

aclararlas ni robustecerlas. Nuestro Santísimo Padre Pío X, de feliz memoria, en su

montfortiana Encíclica Ad diem, dice estas palabras que prestan a las de nuestro Beato

la autoridad suprema. Dice así:

«Mas, la razón principalísima, Venerables Hermanos, de que el quincuagésimo

aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada deba excitar un

singular fervor en el ánimo cristiano, consiste para Nos en lo que ya dijimos

en Nuestra primera Carta Encíclica, conviene, a saber, en la restauración

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de todas las cosas en Cristo porque, ¿quién no verá que no hay camino

más seguro y expedito que María para llegar a Cristo y unirse a Él y obtener,

por su medio, la perfecta adopción de hijos de manera que seamos santos e

inmaculados a los ojos de Dios? »

Y, en efecto, si con verdad fue dicho a María, bienaventurada tú que has

creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor, es

decir, que concebiría y pariría al Hijo de Dios; si por esto recibió en su seno a

Aquel que por naturaleza es la Verdad, para que, engendrado por nuevo orden y

con nueva natividad, invisible en sí mismo, se hiciese visible con nuestra carne,

siendo el Hijo de Dios hecho hombre, autor y consumador de nuestra fe, es del

todo necesario que a su Santísima Madre se le reconozca partícipe y, algo así,

como guarda de los divinos misterios, que, a modo de cimiento, el más noble

después de Cristo Jesús, sostiene el edificio de la fe de todos los siglos.

¿Cómo pensar de otra manera?

¿No hubiera podido Dios darnos sin María al Salvador de la humanidad y

Fundador de la fe?

Mas, habiendo querido la Providencia divina que tuviésemos al Hombre

Dios por María, la cual por obra del Espíritu Santo le concibió en su seno, nada

nos resta a nosotros sino recibir a Cristo de las manos de María.

En la misma Encíclica se lee a este propósito:

«Que por la Virgen, y por Ella más que por ningún otro medio, se nos

concedió manera de llegar al conocimiento de Cristo, nadie lo podrá dudar

si repara que Ella fue la única con quien Jesús, como conviene entre hijo

y madre, estuvo en compañía y trato familiar treinta años.

¿A quién, mejor que a la Madre, fueron revelados los admirables misterios

de la natividad y la infancia de Cristo y, sobre todo, el misterio de la

Encarnación, principio y fundamento de nuestra fe?

Y no solamente guardaba María y reposaba en su corazón cuanto había

sucedido en Belén y había visto en Jerusalén en el Templo del Señor, sino

que, conocedora de los pensamientos de Cristo y de sus secretos designios,

puede decirse de Ella que vivió la vida de su Hijo. Por lo cual, nadie conoció

a Cristo tan íntimamente como Ella, nadie puede ser mejor maestro que

Ella, para conocer a Jesús».

Síguese de aquí, como ya indicamos, que nadie es tampoco más apto que

la Virgen para unir a los hombres con Cristo. Por lo cual, si, según la misma

sentencia de Cristo, la vida eterna consiste en conocerte a Ti, Dios verdadero, y

a Jesucristo, a quien tu enviaste, consiguiendo nosotros por María el conocimiento

de Cristo, por María conseguimos también más fácilmente aquella vida de que

Cristo es principio y manantial.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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Y por último añade Pío X:

«Supuesto todo lo cual, y volviendo a nuestro propósito, ¿quién no verá con

cuánta razón hemos dicho que María, que desde la casa de Nazaret hasta el

Calvario, hizo constante compañía a Jesús, más que nadie conoció los

secretos de su Corazón y administra, casi con derecho maternal, el tesoro

de sus méritos, es el principal y más seguro apoyo para llegar al

conocimiento de Cristo?

Bien nos lo confirma la deplorable condición por cuantos, por diabólico

engaño o por falsas doctrinas, creen poder prescindir del Auxilio de la Virgen.

Míseros e infelices, prescinden de María a pretexto de honrar a Cristo, e

ignoran que no se halla al Hijo sino con María, Madre suya».

No podríamos nosotros haber encontrado quien con más garantías de verdad

nos asegurase de esta doctrina del gran Vidente mariano. ¡Gloria al Beato que así

regala a sus hijos y amantes con esta soberana confirmación de su doctrina

destruidora del espíritu de ficción protestante y jansenista!

Y todavía, para terminar el número 67 que nos ocupa, añade nuestro

amadísimo maestro estas enérgicas palabras: «Si la devoción a la Santísima Virgen

alejase de Jesucristo, sería necesario rechazarla como una ilusión del diablo».

Así lo ha hecho en todo tiempo nuestra santa Madre la Iglesia para librar

a los fieles de los innumerables extravíos a que pudieran ser conducidos por

los excesos de la piedad viciada por fervores más sensibles que racionales, o por

las ignorancias nacidas de buena fe, pero siempre dañosas del pueblo cristiano.

Por último el número 67 termina con estas frases que rebosan el ardentísimo

celo del maestro de Montfort:

«Pero tan lejos está esto de ser así que, muy al contrario, como ya he

demostrado y haré ver todavía a continuación, esta devoción sólo nos es

necesaria para encontrar perfectamente a Jesucristo, para amarle con ternura

y para servirle con fidelidad».

Y, ¿quién no ve la admirable armonía que hay entre este espíritu de

caridad de que aquí nos habla el Beato y el espíritu de amor que nos hace aprender

nuestro santísimo padre Pío X en su citada Encíclica, y el espíritu de fiel

servidumbre a Jesús que supone nuestro Vidente, como fruto de la sola devoción

a María y lo enseñado por el mismo Romano Pontífice? «Ningún obsequio

dice Pío X, puede ser más grato y afecto a María como que conozcamos, según

conviene, y amemos a Jesús. Así, pues, acudan los fieles en gran número a los

templos, celébrense pomposas solemnidades, haya públicos regocijos. Todo ello

contribuirá, no poco, a alimentar la fe. Mas, si a todo esto no se junta el obsequio

de la voluntad, tendremos no más que exterioridades y solo apariencias de religión,

viendo lo cual, la Virgen podrá quejarse de nosotros, diciéndonos aquellas palabras

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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de Cristo: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de

mí».

Porque no es sincera devoción a la Virgen sino aquella que nace de la

voluntad, ni en este punto valen de nada las obras exteriores si van separadas de

las del ánimo. Estas obras interiores han de tender únicamente a conseguir que

en todo obedezcamos los preceptos del divino Hijo de María, pues si solo es

verdadero amor aquel que une las voluntades, necesario es que la voluntad de

María y la nuestra sean una sola para servir a Cristo Nuestro Señor. Porque

aquello mismo que la prudentísima Virgen dijo a los criados en las bodas de

Caná nos lo repite ahora a nosotros: Haced lo que Él os diga. Y el precepto

de Cristo es este: Si quieres entrar en la vida guarda los mandamientos.

Unir al Verbo Divino con la humanidad para formar al Hombre Dios,

reparador del género humano, y unir a los hombres con Cristo mediante la

obediencia, el más duro de todos los lazos suavizado con las dulzuras de la

caridad, ese es el oficio singularísimo de María, cautivadora de Dios y

transformadora del hombre en Cristo, puente que une el cielo con la tierra y

acueducto que trasmite las gracias de Cristo a los hombres. Eso es María para

la Iglesia Católica y eso, y nada más, es para nuestro amadísimo maestro de

Montfort. Y que es así efectivamente bien lo comprueban las siguientes palabras

del número 68. Dicen así:

«A Vos me dirijo yo en estos momentos, amabilísimo Jesús, para quejarme

amorosamente a vuestra Majestad de que la mayor parte de los cristianos,

aun los más instruidos, no conocen el enlace necesario que existe entre

Vos y vuestra Santísima Madre. Vos, Señor, estáis siempre con María y

María está siempre con Vos, y no puede estar sin Vos, pues de lo contrario,

dejaría de ser lo que es. Ella está de tal manera transformada en Vos por la gracia

que ni vive ni es nada en realidad, sino que Vos, Jesús mío, sois quien vive y reina

en Ella más perfectamente que en todos los ángeles y bienaventurados,

¡Ah!, si los hombres conocieran la gloria y el amor que Vos recibís en esta

criatura admirable, tendrían hacia Vos y Ella muy distintos sentimientos de los

que al presenten abrigan. Tan íntimamente unida está Ella a Vos, que antes se

separaría la luz del sol y el calor del fuego, digo más, antes se separaría de

Vos a los ángeles y a los santos que a esta divina Señora porque Ella os ama

más ardientemente y os glorifica más perfectamente que todas las demás

criaturas juntas».

¿Quién no ha de sentir movido su corazón para amar a la Reina de los ángeles

en oyendo estas amorosas quejas del amor dulcísimo y fervoroso, exhaladas del alma

enamorada de nuestro amadísimo Beato?

Es un hijo que se queja a su padre del desvío con que sus otros hermanos

tratan a su buena madre. Es un hermano que alienta a sus otros hermanos para que

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den más honor a la que es madre de todos ellos. Es un santo que vindica el mayor

honor de los hombres para la Reina ele todos los santos. Es un hombre que estimula

a la humanidad a dar gloria y honor sin tasa a la que fue elevada por Dios a la más

alta perfección humana.

El celosísimo Luis María se queja amorosamente al Rey de toda majestad, para

que éste haga ver a los cristianos, aun a los más instruidos, la unión perfectísima que

existe entre el Hombre Dios y la Madre divina, y les recuerda la sublime

transformación de tal Madre en tal Hijo para luego incitar a los hombres a que conozcan

mejor a María, considerándola como una sola persona con Jesús, y así entender que

es imposible vivir con perfección en Jesucristo si no se vive perfectamente en María,

pues el Verbo humanado podría separase de los santos y hasta de los ángeles, pero

de su Madre jamás porque Dios hizo todas las cosas por su gloria, para esplendor y

magnificencia de su infinito nombre, y todos los mundos no son otra cosa que recuerdos

de las hermosuras de María, y todos los hombres y todos los ángeles pueblo son, y

súbditos, de la celestial Señora.

Y porque tan excelsa contempla a su divina Madre nuestro montfortiano

maestro ante los jansenistas que trataban de aprisionar a los amantes de María con

ligaduras de falsos honores y respetos al divino Hijo, él enardece su pecho con el amor

a la Madre sin par y, de la misma manera que los israelitas lanzaban himnos de

amarguísimo dolor por haber sido arrebatados de su amadísima Jerusalén y prometen

no olvidarla jamás, así mismo parece oír a nuestro Vidente mariano estas ternísimas

imprecaciones:

«Si me olvidare de ti, Jerusalén, mística Ciudad de Dios y Reina de mi alma, a

olvido sea entregada mi marro diestra. Quede pegada mi legua a mis fauces, si

yo no me acordare de ti, y si yo no me propusiere a mi Madre por punto

principal de mi alegría».

Animada por el fervoroso espíritu de amor que vimos antes, la mariana lengua de

nuestro ardentísimo Beato, absorto ante el desamor y sistemático empeño de algunos

sabios católicos de su tiempo, los increpa rebosando sus palabras la amargura de su

corazón, siéndole siempre la nota más dolorosa en estas consideraciones la de que, por

más honrar al Hijo divino, se callen o menoscaben las glorias de la divina Madre.

Y por este motivo, después de haber considerado nuestro Beato la inseparable

unión que existe entre María y Jesús en el número anterior, en el que ahora nos toca

estudiar, que es el 699, dice:

«Según esto, amable Señor, ¿no es una cosa que causa admiración y lástima ver

la ignorancia y las tinieblas que embargan a los hombres de este mundo con

respecto a vuestra Santísima Madre? Y ahora no hablo de tantos idólatras y

paganos que no conociendo a Vos, menos pueden conocer a Ella. No hablo

tampoco de los herejes y cismáticos que, como están separados de Vos y de

vuestra Iglesia, no cuidan para nada de ser devotos de vuestra Santísima Madre.

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La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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Hablo, sí, de los católicos y aun de algunos doctores católicos que, haciendo

profesión de enseñar a los otros, ni os conocen a Vos ni a vuestra Santísima

Madre más que de una manera especulativa, seca, estéril e indiferente».

Excluye primero nuestro montfortiano maestro a los que, por motivo más o

menos fundado, no se les puede exigir hic et nunc que conozcan, amen y honren a

María.

Los hombres de este mundo, considerados en general, son los primeros que

admiran y hacen sentir compasión al beato Grignion, y con razón. Los mundanos no

tienen el corazón dispuesto para amar a María. Esta Reina es del cielo y el mundo

que odia a Cristo, ni en esta ni en la otra vida, forma parte del reino de los cielos.

María crucificó al mundo en su corazón con todos los vicios y concupiscencias que son

el estímulo de las obras de los mundanos. La Inmaculada Virgen fue la perfectísima

esclava del amor divino, el mundo es el fruto maldito del non serviam. Los mundanos

ni pueden ni deben honrar a María, porque no quieren, porque la voluntad de ellos

está en honrarse a sí mismos.

Y para determinar de qué hombres habla, nuestro Beato excluye a todos aquellos

a quienes no alude. Y así continua escribiendo que no habla de los paganos, ni de los

idólatras, ni de los herejes, ni de los cismáticos. En una palabra, no habla de los

hombres que no forman parte de la Iglesia Católica. Se refiere única y exclusivamente

a la Iglesia Mariana y, de ella, increpa a algunos.

¿Qué admiración puede causar que los chinos y japoneses, y las tribus salvajes

idólatras, no honren a María? Si no la conocen, dice muy sencilla y fundamentalmente

nuestro Beato, no la pueden honrar.

¿Qué sorpresa ofrecerá que los protestantes y los cismáticos se olviden de la

Madre de Jesús y la roben su gloria completamente?

Pero que haya en nuestros tiempos sacerdotes católicos en países protestantes

que se maravillen de que se dé culto a la Santísima Virgen recién nacida en sus

imágenes de la Divina Infantita, como se venera, por ejemplo, en Roma, por la

congregación de religiosos concepcionistas, o como se la honra en Milán por las

religiosas Hermanas de la Caridad, o como se le da culto en México, por las religiosas

concepcionistas de San José de Gracia, o en su iglesia propia de la Divina Infantita,

esto si es para admirar.

Y si a esto se añade que tales sacerdotes se escandalizan de este culto que arranca

de la fe veinte veces secular, y que hoy tiene por corona el dogma de la Concepción

Inmaculada de María, porque no saben cómo llamarán madre a la Virgen Niña, o porque

no atinan el modo de compaginar en la Iglesia dos curas, esto es, para dar amarguísima

lástima al corazón sinceramente católico que no está veteado de protestantismo o

jansenismo.

Y no será menos de lamentar la prudente monición que recibieron los católicos

españoles, reunidos el año doce de este siglo en el Congreso Internacional Mariano

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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celebrado en Tréveris, advertencia que fue motivada por el deseo manifestado por la

sección española de tal Congreso de pedir al Papa la definición dogmática de la

Asunción.

¡Qué prudencias han de usar los sacerdotes católicos cuando viven entre herejes

o se dejan influenciar por ellos! Con cuánta razón el insigne prologuista de esta

diamantina obra que exponemos, el tan piadoso como docto Padre Faber, con sinceridad

digna de un católico, escribía:

«Aquí, en Inglaterra, no se predica a María la mitad de lo que se debe. La

devoción que se la profesa es débil, mezquina, pobre y anda tímidamente fuera de

su verdadero camino a causa de las burlas de la herejía. Invocando siempre el

respeto humano y la prudencia de la carne se pretende hacer de María una

María tal que los protestantes pudieran admitirla fácilmente».

Esta ha sido la ruin predicación que se ha tenido de María en nuestros mismos

tiempos, hoy mismo, cuando ya alborea llena de gloria y de pujanza la época de María,

no faltan autores marianos que regatean cuanto les es posible las glorias a María

procurándolas disminuir con especulativas razones, semejantes a las que se oponían

para la definición del dogma de la Concepción Inmaculada, secas, estériles e

indiferentes. Triste estado del espíritu cristiano, menguada devoción a María la que ha

de manifestarse con temores de exceso en lo que es debido a su gloria de la que se dice

con harto fundamento que de Ella numquan satis.

¡Qué dolorosamente habla el maestro de Montfort en todo este número 69!

«Hablan rarísimas veces dice, de vuestra Santísima Madre y de la devoción

que se la debe de profesar porque temen, dicen ellos, que se abuse de esta

devoción y que, honrando a vuestra Madre Santísima, se infiera injuria a Vos».

Creo que haya sido esta razón la más especiosa para regatear honores a

María, ¡cómo si, después de concederla el ser Madre de Dios, pudiera Ella tener

gracia o privilegio alguno que fuera excesivo para promocionarla a la dignidad de

Madre divina!

Vano temor. Ante la más excelsa de las glorias, ante la infinitud de unirse a

Dios maternalmente, todo otro honor, gloria, gracia, privilegio, exención o concesión,

siendo debido y compatible con su naturaleza de pura criatura racional, todo cuanto

bueno se le atribuya, todo puede concedérsele, seguros de que por ningún concepto

será menoscabado el honor del Hijo divino exaltando el de, la que había de ser, su

Madre digna, en cuanto fuera congruente con la sabiduría y poder de Dios potuit decuit;

ergo fecit.

Continúa, después, señalando nuestro Beato los modos de preceder de estos

regateadores de las glorias marianas con estas palabras:

«Si ven u oyen a algún devoto de María hablar con frecuencia de la devoción

a esta Madre bondadosa de una manera tierna, fuerte y persuasiva, como de

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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un medio seguro sin ilusiones, de un camino corto sin peligros, de una senda

inmaculada sin imperfección y de un secreto maravilloso para encontraros y

amaros perfectamente, claman contra él y le arguyen con mil razones falsas para

probarle que no es conveniente que hable tanto de la Santísima Virgen, que

hay grandes abusos en esta devoción, que es necesario trabajar con empeño

por destruirlos y hablar de Vos antes que propagar en los pueblos la devoción a

María, a quien ya aman bastante».

¡Venga ya a nosotros el reino de María!, exclamaremos y haremos exclamar

al pueblo cristiano.

Venga a nos tu reino, Inmaculada Reina, para que, después del tuyo, hagas

tú que reine tu Jesús divino en todos los corazones.

Primero vino María al mundo, después Jesús. Primero triunfará María en el

mundo en estos tiempos y después triunfará Jesús. Por María a Jesús. Ut adveniat

regnum Christi, adveniat regnum Mariae.

Desaparezcan ya para siempre los falsos temores engendrados en los espíritus

por el protestantismo enemigo de María, desaparezcan con todos sus resabios de

impiedad los hipócritas escrúpulos jansenistas que inducían a ocultar las glorias de la

Madre, so pretexto de más honrar al Hijo de quien también apartaban a las almas.

Esta es la herejía de Luzbel trasformado en ángel de luz. Desaparezca, de una vez

para siempre, la fingida humildad de los soberbios que tienen por emblemas de

gentes minus habens a los cristianos que usan el santo rosario o un escapulario

cualquiera que sea de la Santísima Virgen.

Estas arrogancias de fatuos materializados pasaren ya a la categoría de las

consideraciones de mal gusto y, hoy, los hombres que han de ser los informadores

del espíritu del siglo XX, se convencen cada día más de que los verdaderos hombres,

los que son capaces de llegar en todos los órdenes de la vida al heroísmo, son

aquellos que saben, humildes, caminar hacia el cielo llevados de la mano de María,

por lo que hoy resultan extemporáneos los hombres de que nos habla a continuación

nuestro amadísimo Vidente cuando escribe:

«A veces se les oye hablar de la devoción a vuestra Santísima Madre, pero no

es para establecerla ni inculcarla, sino para destruir los abusos que de ella se

cometen mientras que carecen de piedad y de devoción tierna para con Vos,

porque no la tienen para con María y consideran el Rosario y el Escapulario

como devociones de mujercillas, propias para los ignorantes, de las cuales nadie

tiene necesidad para salvarse. Y si tropiezan con algún devoto de María que reza

el Rosario o practica hacia Ella alguna otra devoción, trabajan pronto porque

desista de la afición a estas cosas, y, en lugar del Rosario, le aconsejan los siete

salmos, y, en vez de la devoción a la Santísima Virgen, le aconsejan la devoción

a Jesucristo».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

103

Este es el modo de los que siguen el espíritu de soberbia del mal espíritu

habido en todos los siglos y, muy especialmente, en estos tiempos nuestros en que

tocamos los efectos desastrosos de la más refinada e hipócrita soberbia que ha

invadido, desgraciadamente, hasta a los más altos cedros del Líbano.

Les pareció cosa despreciable ser reverentemente humildes. Tuvieron por

acciones propias de niños, e indignas de sus espíritus fuertes, demostraciones exteriores

de culto externo si no terminaban directamente en Dios, hasta el punto de considerar

como cosa baladí y de espíritu ignorante acudir a la Madre del divino Redentor para

acercarse a Él, y entonces, insensatos, quisieron saltar ellos de la tierra al cielo sin

apoyarse en el punto en que posó sus plantas el gigante divino para venir del cielo

a la tierra, y, flacos e impotentes, vinieron a dar de bruces, con sarcasmo de la

historia de la humanidad que ya los empieza a someter a la universal rechifla, en las

locuras de los pueblos en los momentos actuales que no tuvieron semejante en los

pasados siglos, y que muchos habrán de pasar, quien sabe si otros veinte, para que las

naciones vuelvan a sufrir los efectos del alejamiento de Cristo por haberse olvidado,

soberbias, de María.

¡Oh bienaventurado Vidente, precursor, apóstol y acérrimo defensor de la

necesidad de sujetarse y de amar a María para ser verdaderos obedientes y enamorados

de Cristo!

Sobre tu gloriosa tumba ya empiezan a manifestarse esplendorosas las flores de

las más risueñas esperanzas. La época de María se acerca a grandes pasos. La obra

por excelencia de las manos del Altísimo, la Virgen Inmaculada, la Corredentora de la

humanidad, llama al mundo desde la Cátedra de Pedro con la voz infalible de la

declaración dogmática del misterio de la Encarnación Inmaculada, la misma celestial

Señora que, con juveniles encantos, se muestra en Lourdes y llama hacia sí a todos los

pueblos.

Y los hombres de buena voluntad, los humildes, disponen sus almas para dar la

batalla al gran engañador en las naciones, colocándose en pos de la Reina sin mancilla

y, capitaneados por Ella, serán los apóstoles de estos tiempos que enardecerán sus

almas con el amor a María Inmaculada y con el fuego divino de la Hostia sacrosanta

que se inmola, enamorada de Dios y de los hombres, en el augusto Sacramento del

Altar.

¡Qué hondamente tenía grabado en su alma nuestro inspirado Beato aquel

pensamiento, que tan repetidamente enseña, de que María es la base y el camino para

llegar a saturarse del espíritu cristiano!

Por eso, cuando ha mostrado a los que erróneamente se apartaban o desviaban

a las almas del más ferviente amor a María, exclama, rebosando en sus palabras tanto

el dolor como la firmísima convicción que siente de la contestación negativa que debe

darse, las preguntas que formula con estas palabras:

E.R. 50

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

104

« ¿Estos tales tienen, amable Jesús mío, vuestro espíritu? ¿Os agradan obrando

de esta manera? ¿Es agradaros no hacer todos los esfuerzos posibles para agradar

a vuestra Madre por miedo de disgustaros a Vos? ¿La devoción a vuestra

Santísima Madre se opone a la vuestra? ¿Es que Ella se atribuye el honor que

se la tributa? ¿Es que Ella forma bando aparte? ¿Es Ella una extraña que no

tiene con Vos ninguna relación? ¿Es desagradar a Vos el agradar a Ella? ¿Es

separarse o alejarse de vuestro amor el entregarse a Ella y amarla?».

Fervorosa gradación que rechaza cualquiera indiferencia en el honor y devoción

firmísima que debemos los católicos tener a María, trono gloriosísimo en el que quiso

aparecer nuestro divino Jesús en Belén a los Pastores y a los Reyes. Él no hizo su

Epifanía en el mundo solo y tampoco se muestra a las almas solo. Y si ese es el

modo de obrar de Cristo, ¿quién podrá decir que tiene espíritu cristiano el que no

vaya por María a Jesús?

Y, obrando, de modo distinto, ¿a Él le agradarán?

¿No se regaló el Hijo divino en la belleza de la que había de ser su Madre y

en Ella tuvo muy especialmente sus complacencias anunciándola en tipos y figuras,

hasta que por fin la hizo inmaculada desde el primer instante de su ser? ¿Quién fue

más obediente que el Cristo a María? ¿Qué acto de mayor honor, reverencia y ternura

que la obediencia?

Y si Él estuvo sujeto a Ella con la más perfecta obediencia, ¿cómo creer que

a Él le desagraden los mayores esfuerzos para agradarla a Ella? Y, ¿será posible que

la Madre así honrada por el Hijo, y que honra al Hijo de sus entrañas con el mismo

espíritu de obediencia, como nos lo enseña incesantemente, repitiendo llena de

generoso amor Haced cuanto Él os diga, será posible digo, que por algún concepto

inspire una devoción que no sea la más armónica con la devoción de su divino Hijo?

¿Es que Ella toma para sí el honor que se la tributa por los hombres? ¿No

fue Ella la gran Maestra que, al escuchar las alabanzas de su prima Santa Isabel,

prorrumpió en el más inspirado cántico que ha brotado de humano pecho en honor de

su Dios y de su Salvador?

A la que en todos los instantes de su vida, aún el más glorioso, en el de la

divina maternidad, la contemplamos confesándose con hechos y palabras de la más

cristiana perfección, ¿podemos considerarla como formando bando aparte y, por algún

concepto, desviador del servicio de Cristo?

La Madres y el Hijo perfectísimos, ¿pueden ser por modo alguno extraños el uno

al otro y dejar de estar relacionados, unidos, transformados uno en otro, de tal modo

que Él sea todo Ella y Ella todo Él, salvando siempre las debidas distancias entre la

Madre humana, divinizada en la Maternidad del Hijo, y el Hijo divino, humanizado

en su Madre?

¿Quién podrá excogitar relaciones más íntimas?

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

105

El que a Ella no agrade, jamás agradará al Hijo de sus divinos amores. El que

no busque a Jesús s en vuestros brazos, no lo hallará en parte alguna, aunque así lo

juzgue. «Invenerunt puerum cum María matre ejus», hallaron al niño con María, su

madre (S. Mat. 2, II).

Y, ¿en dónde se podrá aprender mejor el amor a Cristo que en el corazón

Inmaculado de María?

Cuando nuestro Beato Grignion ha increpado, para corregir y atraer al sincero

espíritu cristiano, a los que se tenían por sabios en su tiempo y poseían reparos

protestantes o jansenistas a la verdadera devoción a María Santísima, como si callera

en el más profundo desaliento por el poco afecto que presentía que habían de causar

sus fervorosas palabras, exclama:

«Sin embargo, mi amable Maestro, la mayor parte de los sabios, en castigo de

su orgullo, no se alejarían más de la devoción a vuestra Santísima Madre, ni

se mostraría más indiferentes de lo que ahora son para con Ella, si fuera verdad

lo que acabo de decir.

Vos sois, Cristo, mi padre deseado, mi Dios piadoso, mi rey grande, mi pastor

bueno, mi maestro único, mi ayuda óptima, mi amado bellísimo, mi pan vivo,

mi sacerdote eterno, mi guía para la patria, mi luz verdadera, mí dulzura santa,

mi camino recto, mi sabiduría preclara, mi simplicidad pura, mi concordia

pacífica, mi custodia completa, mi porción preciosa, mi salvación eterna.

¡Oh Jesucristo!, mi amable Señor, ¿por qué habré yo amado y deseado en toda

mi vida algo fuera de Vos, Jesús, que sois mi Ojos? ¿En dónde estaba cuando

no pensaba en Vos?

Inflamaos, desde este momento, deseos todos de mi corazón, precipitaos hacia

Jesús, mi Señor, corred, que mucho habéis tardado hasta ahora, apresuraos

adonde vais, buscad a quien buscáis. Jesús, anatema contra aquél que no os ama,

que se le llene el corazón de amargura a aquél que no cifra su amor en Vos.

¡Oh dulce Jesús, que os ame, que se deleite en Vos y que os admire todo

buen corazón preparado para vuestra gloria!

Dios de mi corazón y porción mía, Cristo Jesús, que desfallezcan los alientos de

mi pecho y viváis Vos en mí, y se encienda en mi espíritu las brasas vivas de

vuestro amor, que éste se dilate hasta transformarse en un fuego perfectísimo

que arda en las aras de mi corazón, que hierva en mis entrañas, que abrase el

fondo de mi alma para que en el día de mi muerte me halle consumado por

vuestro amor. Amén».

No nos sorprenden las desalentadoras palabras que anteceden. Si hoy mismo,

con ser tan distintos estos tiempos de aquellos en que vivía el Beato Luis María, se

siente el frío de las almas para dejarse arrebatar del amor verdadero a María y esto

lo decimos aquí, en España, en donde el protestantismo jamás tuvo medro y el

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

106

jansenismo apenas inficionó a las almas, ¿qué no sentiría de helada indiferencia

nuestro ardentísimo Vidente en la Francia jansenista? ¿Qué horror no sentiría a tales

doctos, semejantes a llama de fuego pintada en mármol?

Con sobrada razón para terminar este número 71, prorrumpe en estas humildes

y fervorosas palabras:

«Guardadme, Señor, guardadme de sus sentimientos y de sus prácticas y

comunicadme alguna parte de los sentimientos de reconocimiento, de estima,

de respeto y amor que Vos abrigáis hacia vuestra Santísima Madre, a fin de

que os ame y glorifique cuanto más os imite y cuanto más de cerca os siga».

Y arrebatada luego su alma por el dulcísimo amor a la Santísima Virgen, como

si quisiera resarcir a su Reina excelsa de las alabanzas y gloria que, los tales doctores

de que ya hemos hablado, la regateaban, en el número 72 continua diciendo:

«Permitidme que, como si hasta aquí no hubiera aun dicho nada en honor de

vuestra Santísima Madre, la alabe ahora dignamente, Fac me digne tuam. Matrem

collaudare, a pesar de todos sus enemigos, que son los vuestros, y que yo les

diga en alta voz con los santos: non praesumat aliquis Deum se habere

propitium, qui benedictam Matrem offensam habuerit, no presuma obtener de

Dios misericordia aquel que ofende a su Santísima Madre».

Y como amante de María, y como apóstol de la verdadera devoción a la Reina

de los Ángeles, y como alma toda mariana, acude a Jesús para que lo inflame en el

amor a la divina Madre y así hacer él cuanto pudiera para encender al mundo en ese

mismo amor. He aquí las palabras con que termina el Beato Grignion este número 72:

«Para obtener de vuestra misericordia una verdadera devoción a vuestra

Santísima Madre e inspirarla a toda la tierra, haced que os ame ardientemente

y aceptad, a este fin, la oración abrasada que os hago con San Agustín y vuestros

más fieles amigos».

SEGUNDA VERDAD

NOSOTROS PERTENECEMOS A JESUCRISTO Y A MARÍA

En el párrafo anterior nos ha hablado el amadísimo Beato de Montfort de

cómo es Jesucristo nuestro fin. Y lo ha hecho tan sólida y piadosamente que casi no

ha empleado más que palabras de la Sagrada Escritura, y luego se ha quejado con

ternura y ha increpado con la firmeza de la verdad a los cristianos que, so capa de

preferencia a Cristo, hacen preterición de María, lo que es indigno de la fe que profesan

y del nombre de Madre que dan a la Santísima Virgen. En este párrafo 2º da un nuevo

paso y se propone mostrarnos que pertenecemos a Jesús y a María, con lo que se

dispone perfectamente para tratar después del modo y manera cómo hemos de

E.R. 51

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

107

pertenecer a Cristo y a María, que es el fin capital que él se propone en la inspirada

obra que exponernos.

Como hizo el mariano Vidente en el párrafo anterior hace ahora en éste. Empieza

por fundar su afirmación con palabras de las Escrituras y, por lo tanto, su enseñanza,

aunque pueda ser ampliada, es incontrovertible y, sólo como lujo de saber y de

erudición, merece ser ampliada esta doctrina.

Para convencernos, bastará leer el número 75 que empieza así:

«De lo que Jesucristo es para nosotros debemos concluir que nosotros en nada

nos pertenecemos, como dice el Apóstol, sino a Él totalmente, como sus

miembros y sus esclavos a quienes Él ha comprado con el precio infinito de su

sangre».

En estas palabras queda evidentemente manifiesto que somos de Jesús porque

nos ha comprado con el gran precio de su sangre, lo que es evidente para todo cristiano.

Luego añade a la compra los títulos de conquista, adquisición y herencia, que están

muy repetidamente fundados en palabras del Nuevo Testamento que no hace, a nuestro

caso, repetir. La lectura de las palabras de nuestro mariano maestro tiene ya suficiente

autoridad para convencernos de lo que expresan.

Dice así el Beato:

«Antes del Bautismo pertenecíamos al diablo como sus esclavos y el Bautismo

nos ha hecho los verdaderos esclavos de Jesucristo, que no debemos vivir,

trabajar ni morir más que a fin de fructificar para este Dios Hombre, glorificarle

en nuestro cuerpo y darle el reinado de nuestra alma, porque somos su conquista,

su pueblo de adquisición y su herencia. Por esta misma razón el Espíritu Santo

nos compara:

1º A árboles plantados en la corriente de las aguas de la gracia, en el

campo de la Iglesia, que en tiempo oportuno deben dar su Frutos.

2º A los sarmientos de una vid, cuya cepa es Jesucristo, y los cuales deben

dar buenas uvas.

3º A un rebaño que tiene a Jesucristo por pastor y que se debe

multiplicar y dar leche.

4º a una tierra buena cuyo labrador es Dios y en la cual la semilla se

multiplica y reporta fruto al treinta, al sesenta, al ciento por uno».

Pero no satisface al Beato Luis María que nosotros pensemos que somos

posesión de Cristo. Él es eminentemente práctico. Su obra no es de pura teoría, eso

es lo de menos para él. Diserta para que los doctos se convenzan de que la práctica que

él va a proponer es altamente cristiana y, por este motivo, en cuanto ha dicho palabras

evidentes de nuestra dependencia total de Cristo, habla de cómo nuestro soberano Dueño

quiere que manifestemos esa dependencia con obras, recordándonos, primero, la

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

108

maldición que fulminó sobre la higuera infructuosa y, luego, palabras del Apóstol en

las que se nos enseña que solo para hacer obras santas en Jesucristo hemos sido creados.

He aquí las palabras del Beato:

«Jesucristo dio su maldición a la higuera infructuosa y fulminó la condenación

contra el siervo inútil que no hizo valer su talento. Todo esto prueba que

Jesucristo quiere recibir algunos frutos de nuestras pobres personas, a saber,

nuestras buenas obras, porque estas buenas obras pertenecen a El únicamente.

Creati in operibus bonis in Christo Jesu: Creados para las buenas obras en Cristo

Jesús».

Y, en diciendo estas palabras con la valentía del que posee la más evidente de

las verdades, saca la consecuencia que él busca y que sólo pretende hacer manifiesta

a todos los hombres.

Las palabras últimas del número 75 de que tratamos son éstas:

«Las cuales palabras del Espíritu Santo muestran que Jesucristo es el único

principio y debe ser el único fin de todas nuestras buenas obras, y que le debemos

servir no sólo como siervos asalariados sino como esclavos de amor».

Para los que estamos más o menos habituados a tratar de esclavitud, lejos de

sorprendernos este nombre, con toda la repugnancia que encierra, nos encanta sólo

leerlo, mas, a los que viven en plena anarquía este nombre sólo les inspirará aversión,

odio. Mas, los que viven en las escuelas del crimen, matando al que posee algo sólo

porque se codicia lo que posee, ¿qué sentirán en sus almas al oír estas últimas palabras

de nuestro ardentísimo Beato: «Le debemos servir no sólo como siervos asalariados,

sino como esclavos de amor».

Nosotros sólo diremos que este es el antídoto del letal veneno que mata a las

sociedades modernas apartadas de Dios. Contraria contrariis curantur: Contra el

egoísmo, sin salario, contra la anarquía, la esclavitud.

Termina nuestro Beato este número 75 con estas palabras: «Me explicaré». Y

aquí daremos nosotros fin a este trabajo para seguir en el siguiente escuchando la

explicación que nuestro Beato Profeta nos promete.

Terminó nuestro Bienaventurado el número 75, según leímos en nuestro artículo

anterior, con estas palabras: «Debernos servir a Jesucristo, no sólo como siervos

asalariados sino como esclavos de amor». « Me explicaré».

Y a explicarse empieza en los números 76, 77, 78 y 79, que forman como un

apartado del § II del art. I que venimos tratando.

Es tan hábil, por lo gradual, ingenioso y sencillo, el método que sigue nuestro

veneradísimo Beato en esta obra insuperable de la caridad divina, que nos parece

como un pescador que tan sencilla e ingeniosamente dispone sus redes, que en entrando

un pez en ellas, cuanto más pugna por escaparse, más cautivo queda en ellas.

E.R. 52

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

109

Está la trama, con fuerza tan inexorable de lógica fabricada, que no se puede

examinar, con ánimo sincero, sin quedar subyugada la voluntad por el evidente

convencimiento de la inteligencia. Por este motivo, en más de una ocasión, hemos

considerado a La verdadera devoción a la Santísima Virgen par del áureo libro de los

Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola.

Es de admirar la suave gradación con que va guiando al alma, de ascensión

en ascensión, hasta llevarla a enseñarle el modo de ser verdadero devoto de María, o

sea, esclavo perfecto de Jesucristo en María.

Y no nos ha de sorprender menos los esfuerzos que habría de hacer el

enamoradísimo Vidente de la Esclavitud para ir eslabonando lentamente su cadena de

verdades cuando, en su ardentísimo espíritu, ardía tan clara y vehemente la luz de la

Esclavitud de amor por la que suspiraba con mayor ansia que la madre por ver con

sus ojos al hijo que lleva en sus entrañas.

Ahora se dispone nuestro Beato a introducir a sus lectores en el santuario de

la Esclavitud y convencido, él el primero, de las dificultades de su intento, empieza

a instruir a las almas con las nociones más sencillas de esclavitud natural, de

servidumbre, más o menos perfecta, para que así no fuera tan sorprendente el nombre

de esclavo de María que él había de dar al perfecto devoto de la Santísima Virgen.

Nosotros declaramos, de ahora para siempre, que el nombre de esclavo, y más,

las obras de esclavo perfecto, es lo propio de un verdadero servidor de Dios y de María

y que, a pesar de los naturales y bien fundados temores de nuestro amadísimo Vidente

y de los más crecidos temores que supone hablar y practicar esclavitud en estos

tiempos de suprema anarquía, para nosotros la Esclavitud de amor pronunciada por el

Beato Grignion de Montfort en su diamantino libro La verdadera devoción a la

Santísima Virgen, es, y será por luengos siglos, el antídoto único eficaz de todos los

males de que adolece la humanidad en los actuales tiempos.

Por este motivo, sin temor de ninguna clase, proclamaremos en todo lugar y

tiempo que hasta que los hombres practiquen la Esclavitud según el grado de

perfección a que fueren llamados, no serán libertadas nuestras sociedades del espíritu

de satánica insubordinación diabólica que las conturba y agita con insólita fiereza.

Y así, seguros de que contra anarquía no hay más que esclavitud de amor, como

contra soberbia no hay más que humildad, empezamos a estudiar con nuestro Beato

los modos de ser esclavos que tiene y ha tenido el hombre respecto de Dios, y de los

hombres mismos, para venir a deducir que solamente sirviendo a Dios con la más

perfecta esclavitud, es como los hombres han de sentirse movidos al cumplimiento

de toda ley y así restaurar en el mundo el imperio del orden y con respeto a la

autoridad.

«En la tierra, dice el maestro montfortiano, hay dos maneras de pertenecer a

otro y de depender de su autoridad, es a saber, la simple servidumbre y la

esclavitud, las cuales producen lo que todos llamamos un siervo y un esclavo».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

110

En estas palabras, como se ve, por la generalidad con que están escritas, se

puede tratar de toda manera de depender una persona de otra, pero sí advertimos el

fin que se propone nuestro Vidente. Luego veremos como él se refiere especialmente

a los que constituyen los mozos de servicio.

Después, sencillamente, sigue manifestando la diferencia que hay entre cada

uno de estos servidores, y lo hice con estas sencillas palabras: «Por servidumbre común,

entre los cristianos. un hombre se obliga a servir a otro cierto tiempo y mediante

cierto salario o cierta recompensa».

Como a simple vista se echa de ver, el maestro de Montfort no busca aquí el

concepto de obrero, de menestral, de mercenario, de jornalero. Fijo en la idea de

formar perfectos servidores, de éstos trata directamente, y así habla del servicio que

una persona hace a otra directa, inmediatamente, en su propia casa, aunque no excluye

el servicio que un sirviente puede hacer a su señor, por modo extraordinario, fuera

de la casa y presencia del amo.

Trata, en las palabras anteriormente citadas, nuestro Beato de los servidores

que hoy se conocen con el nombre de criados, que sirven propter retributionem sea

ésta la que quiera y en cualquiera forma que se dé.

Habla en segundo término del modo como un hombre sirve a otro hombre

con la más absoluta dependencia y dice:

«Por la esclavitud un hombre depende totalmente de otro durante toda su vida

y, debe servir a su señor, sin esperar de él retribución ni recompensa alguna,

lo mismo que un irracional sobre quien tenemos derecho de vida y muerte».

Abuso intolerable del hombre sobre el hombre que no ha podido hallar

fundamento sino que en las más bajas pasiones, en el más brutal egoísmo y en la

más sórdida avaricia. El hombre dueño del hombre, es el tipo bárbaro de la humanidad

sin Dios, del mundo pagano anterior a la civilización cristiana o ajeno a esta dulcísima

civilización de amor en nuestros días.

El hombre que pierde sus derechos todos es un aherrojado con lazos de fuerza

bruta, es un animal al que se impone otro de más fuerte garra. El hombre esclavo del

hombre es la suprema conculcación del más glorioso derecho humano, es el Segismundo

de La Vida es Sueño encarcelado quiméricamente por varias razones y pretextos. El

hombre esclavo, con el héroe de Calderón, puede exclamar siempre, ante la

consideración de su libertad perdida, con estas palabras:

«Qué ley, justicia o razón,

negar a los hombres sabe

privilegio tan suave,

excepción tan principal».

Ninguna ley, ningún derecho, hace a un hombre esclavo de otro. La tiranía, la

codicia y la ambición, valiéndose de la fuerza bruta que pisotea la razón y la

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

111

conciencia, hace a unos hombres los lobos de otros hombres. Y como es una ley

en que los extremos se tocan, hoy vivimos en presencia de la más tiránica esclavitud

porque nunca se habló y practicó la libertad con más exagerada impiedad y egoísmo.

Pero, si somos enemigos jurados de todo lo que supone esclavitud entre los

hombres y a este concepto reducimos toda servidumbre, por leve que sea en lo

exterior o material con tal que dañe en lo más pequeño la dignidad humana, somos,

o queremos ser, los más perfectos defensores y propagandistas de la Esclavitud para

con Dios, llevada a efecto tanto con obras como con palabras, pues, es de todo punto

indispensable servir a Dios para salvarse, y servirlo con toda la perfección que Él

señala en cada época si ésta ha de alcanzar la perfección que le es debida.

Así es que, si ya estamos en los tiempos anunciados por el Vidente

montfortiano, es evidente que viviendo los hombres en la esclavitud por él profetizada

es como se llegará a la perfección social de nuestros tiempos.

Mas, como quiera que nuestro Beato lo que especialmente desea tratar es la

Esclavitud del hombre para con Dios, nos habla en seguida de los modos como

aquél puede depender de éste, y nos dice: «Hay tres clases de esclavitudes: la natural,

la forzada y la voluntaria. De la primera manera, son esclavos de Dios todas las criaturas

Domini est terra et plenitudo ejus».

Esta perfecta dependencia de todas las criaturas respecto de Dios está fundada

en el derecho que la Creación otorga al creador sobre todo lo creado. Y por esta fuerza

estudiamos como leyes infranqueables e irrompibles, las órbitas que recorren los astros,

el flujo y reflujo de los mares, el ascenso y descenso de la sabia en los vegetales,

el instinto en los animales, y las leyes físicas intelectuales y morales en los hombres,

leyes que, todas cumplidas, darían por felicísimo resultado la perfecta armonía de

todos los seres entre sí, consigo mismos y con Dios, con lo que, no teniendo que

lamentar las prevaricaciones de las criaturas libres, el orden universal estaría

perfectamente conforme con estas palabras de David: ordinatione tua perseverat dies,

quoniam omnia serviunt tibi.

«De la segunda dice nuestro Beato, lo son los demonios y condenados».

Y estos son los esclavos en todo rigor y con toda la razón de ignominia que la

esclavitud forzada lleva en sí.

Tanto los ángeles malos como las almas de los condenados sufren la pena que

merecieron por lo que abusaron de su libertad. Libremente sacudieron el suave yugo de

Dios, el cumplimiento de la ley divina y, en su loca rebelión perseverante y contumaz,

encontraron el odio al bien y su pertinacia en el mal que les acarrea a toda ignominia

y pesadumbre, no hallando en sí mismos otros afectos que los que les inspira el odio,

ni otra paz que las guerras que enciende la soberbia, ni otra armonía que las discordias

hijas de la envidia del diablo por la que viene la muerte al mundo.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

112

Quisieron los ángeles y los hombres desobedientes a Dios hallar en sí mismos

todo poder, sabiduría y gloria, y hallaron en sí la flaqueza, la ignorancia y la vileza de

la criatura abandonada de su Creador.

Lloremos los pecadores esta esclavitud ominosa que, arrancándonos de la

ennoblecedora servidumbre de la ley divina, nos hace esclavos de Satanás porque al

pecar fuimos superados por la tentación de él, porque al pecar merecimos que Dios

nos dejara bajo la potestad de aquél que nos haba engañado. A quo quis superatus est,

hujus et servus est. Qui facit peccatum servos est peccati. Líbrenos la divina Esclava

de que puedan decirse de nosotros aquellas palabras del Dios Esclavo: Vos ex patre

diabolo estis.

«De la tercera, o sea de la esclavitud voluntaria dice nuestro Beato, que

son esclavos los justos y los santos».

¡Oh venturosa esclavitud!, ¿quién será el dichoso que la alcance, tal y como la

profetiza el bienaventurado Luis María Grignion? ¿Cuál será y cuándo vendrá al mundo

esa alma bien nacida, de Dios y de María, esa alma que no ha de nacer de la sangre

ni de la voluntad del hombre, esa alma que dirá con San Juan de la Cruz «y pasaré

los fuertes y fronteras», y venciendo a los tres enemigos del alma exclamará con

David: «Multi qui persequuntur me et tribulant me, a testimoniis tuis non declinavi».

Esa alma que alcance el último y más perfecto grado de la devoción a la Santísima

Virgen, y que viva en él habitualmente, para mostrar a los hombres la verdadera

perfección de estos tiempos y de quien pueda decirse que fue tan alto, tan alto, que le

dio a la caza alcance?

Este será el verdadero esclavo de Dios, de Jesús en María, profetizado por el

incomparable Vidente de Montfort; éste será el esclavo que sabrá oponerse y destruir

con obras y con palabras, y según el espíritu de Dios en estos tiempos, los males

todos que afligen a la sociedad moderna; éste será el que, formando en el espíritu y

obras características de estos tiempos a las almas bien nacidas, constituirá la esclavitud

de los santos de nuestros tiempos.

«La esclavitud de la voluntad continua diciendo nuestro Vidente amadísimo,

es la más perfecta y la más gloriosa para Dios, el cual mira al corazón y nos le

pide para sí, y Él mismo se llama Dios del corazón o de la voluntad amorosa,

pues, por medio de esta esclavitud, posponemos todas las cosas a Dios y a su

servicio, aun cuando la naturaleza a ello no nos obligase».

Plegue al Señor que este espíritu de esclavitud gloriosa, porque conduce a la

más clara noticia de Dios y la más perfecta alabanza y reverencia y servicio que el

hombre puede hacer en obsequio de la Divinidad, triunfe ya en las almas para que

veamos iniciados los días de mayor gloria de la humanidad prevaricadora, pero sanable.

Es verdaderamente singular la urdimbre lógica de estos párrafos que leemos del

insigne maestro montfortiano. Nos dice en el nº 75 que, «debemos servir [a Jesucristo],

no sólo como siervos asalariados sino como esclavos de amor».

E.R. 53

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

113

Determina después, en los cuatro números siguientes, las dos maneras con que un

hombre pertenece a otro y depende de su autoridad, y termina este apartado especificando

las tres clases de esclavitudes, natural, forzada y voluntaria, para deducir como ésta es

la esclavitud con que nosotros debemos servir a Dios, Rey de los corazones.

Ahora, en otro como apartado que comprende los números 80 y 81, señala las

diferencias que existen entre un siervo y un esclavo en el mundo, para concluir que «nada

hay tampoco en los cristianos que nos haga más absolutamente pertenecer a Jesucristo

y a su Santísima Madre que la esclavitud voluntaria».

Obligado se sentía el ardentísimo Vidente a caminar con lentitud en la

exposición de su propósito y en los que, para él, eran conceptos fundamentales, se

detenía y los daba a conocer de cuantos modos se le alcanzaban para deducir, siempre

que le era posible a fortiori, la verdad que se proponía.

«Existe una diferencia completa entre un siervo y un esclavo nos dice en el

número 80 Un siervo no da a su amo todo lo que es, ni todo lo que posee, ni

todo lo que puede por sí, o por otro, adquirir. El esclavo se da todo entero a su

dueño con todo lo que posee y todo lo que puede adquirir, sin excepción alguna».

Ya ha expresado este mismo concepto nuestro Beato en el número 78. Empero

lo repite casi a renglón seguido, y no es de extrañar, pues la condición de darse el

hombre por completo todo entero, con todo lo que posee y lo que puede adquirir, es

el principio y fundamento de la perfección que han de tener los perfectos esclavos de

María. Es la cristiana expresión del abneget semetipsum, del semetipsum exinanivit.

Es la realización del vade vende omnia quae habe et da pauperivus y aquella otra

sentencia, tan propia de los cristianos, que dice qui non renuntiat omnibus quae

possidet non potest meus esse discípulos.

Y si bien se examina, fácilmente se entenderá que el que se da totalmente y

con todas sus cosas habidas y por haber queda como pendiente de aquel a quien se da

y, por lo tanto, seguirá a la persona a quien se entregó como si fuera algo inherente a

dicha persona más bien que una persona sui juris.

De aquí que, por disponer el hombre con tanta perfección de sí mismo, al

entregar voluntariamente a Aquel a quien todo se lo debe por los títulos de creación,

de redención y santificación, y a quien, por otra parte tiende la voluntad humana, por

ser la de Dios la bondad infinita inquietum est cor nostrum donec requiescat in te, es

indudable que, en esa total entrega y completa dependencia, encuentra el hombre lo más

alto de la perfección, como acontece a todas las demás criaturas que en la perfecta

dependencia de Dios, sujetándose a las divinas leyes, alcanzan su perfección porque así

cumplen ciertamente su fin.

Pero, como quiera que el hombre es libre, y puede disponer de sí mismo y

apartarse del camino antes emprendido, por eso no satisface a la perfección cristiana la

entrega total de momento. Y como el hombre puede hacer las cosas o por Dios, o por sí

mismo, o por Dios y por sí mismo a la vez, de aquí que, a nuestro Beato, no le

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

114

satisfaga la entrega a Dios por otro móvil menos noble y levantado que por el puro

amor de Dios sin desear recompensa alguna. Y, por esta razón, añade la segunda

diferencia con estas palabras:

«El siervo exige retribución por los servicios que presta a su amo; el esclavo no

tiene derecho a exigir nada, esto, por mucha que sea la asiduidad, la industria

y la fuerza que despliegue en sus trabajos».

Por nada el hombre se entrega todo entero, se da por completo sin el más

pequeño regateo, y se da sin propio interés, sin apetecer utilidad alguna, ni riquezas, ni

placeres, ni mayorías, se da impulsado por el inmenso vacío de su alma que solo

Dios puede llenar, y por eso busca a Dios. Se da y apetece sólo a Dios porque Dios

llama a las puertas del corazón y hay que contestar pronto y generosa mente y seguirle,

se da el hombre a Dios cuando se da como verdadero esclavo, a la manera divina.

Sic Deus dilexsit mundum ut Filium sum Unigenitum daret. De tal manera amó

Dios al hombre que le dio a su Unigénito, y nos lo dio sin regateos, hasta la

Encarnación, hasta la Cruz, hasta la Eucaristía.

Así como nos amó, así nos dio cuanto nos podía dar, con ser Dios, a la infinita

Sabiduría encarnada. Y el Hijo de Dios vivo se nos dio hasta el más generoso de los

sacrificios porque quiso. Oblatus est quia ip se voluit. Y, por consiguiente, cuando el

hombre quiere demostrar que ama a Dios, en obligada correspondencia, ha de dar

cuanto tiene, todo su haber y poseer, porque quiere. Vende omnia quae habes et da

pauperibus. Eccenos reliquimus omnia. Deus meus et omnia. Ad majorem Dei gloriam.

Y así lo haces Tú, Señor, y así nos enseñas que lo hagamos, y así lo hacen los santos,

y así debe ser por toda clase de títulos de naturaleza y de gracia, porque todo en la

tierra muestra los títulos de tu posesión, Dios mío, y por eso debemos ser tuyos,

porque cumplir la voluntad de Jesús en este mundo es someternos en todo al divino

querer, viviendo cada uno libre de todo otro cuidado en la órbita de perfección a que

Dios llama a cada uno.

¡Entrega total, generosísima y perpetua!

He aquí la tercera diferencia que señala nuestro Beato entre un siervo y un

esclavo:

«El siervo puede dejar a su amo cuando le plazca, o, al menos, cuando expire

el tiempo de su servicio, pero el esclavo no puede, a voluntad, abandonar a su

señor».

El esclavo a otro hombre no puede dejar de ser esclavo del hombre a quien

pertenece en tiempo alguno, le pertenece para siempre. Posesión perpetua del que

compra al esclavo, éste estará perpetuamente sujeto a la potestad de su dueño hasta la

muerte, o hasta que el amo quiera concederle la libertad exterior, de que no goza, de

disponer de sí mismo, o se le antoje quitarle la vida, que hasta ese punto pierde el

hombre todo derecho debido a sí mismo.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

115

Y como la entrega de la propia vida es lo más que el hombre puede dar porque,

con ella, se entrega todo en absoluto, y cuanto existe renuncia, como cuarta diferencia

entre siervo y esclavo pone esta nuestro Beato:

«El amo no tiene sobre el siervo ningún derecho de vida y muerte, de manera

que, si le matara como a una bestia de carga, cometería un homicidio injusto.

En cambio las leyes conceden a los señores derecho de vida y muerte sobre los

esclavos de modo que pueden venderle a quien quieran, o matarle, lo mismo que

podrían hacer con su caballo».

No se puede renunciar a más. Por este motivo ni el hombre ha podido abusar

más de otro hombre que disponiendo a su antojo de la vida de éste, ni el hombre

puede hacerse más digno de sí mismo, y delante de los demás hombres, que

sometiéndose a Dios hasta dar por Él la propia vida, por ser éste el modo más seguro

de alcanzar el hombre su último fin de modo más perfecto, pues la propia vida o se da

por cumplir la voluntad de Jesús en este mundo, o por ninguna otra cosa se da que sea

más digna.

Señala otra diferencia todavía nuestro Vidente entre el siervo y el esclavo que en

todo parece ser semejante a la tercera diferencia ya anotada, por la importancia que esta

diferencia tiene, por tratarse de la razón a la tercera diferencia ya anotada.

Por la importancia que esta diferencia tiene por tratarse de la razón de tiempo,

pues bien sabido es que en la perseverancia consiste en último resultado el verdadero

heroísmo de todas nuestras obras, y, por lo tanto, de la esclavitud, hasta el punto que

el que perseverase hasta el fin éste será salvo, por esta importancia, digo, podría

justificarse esta repetición, pero, de haber sido ésta la mente de nuestro mariano Maestro,

de algún modo lo hubiese siquiera insinuado, y no habiéndolo hecho así nos inclinamos

a deducir la diferencia de lo que más conforme esté con las palabras de La verdadera

devoción. Esta quinta diferencia dice así: «Por último, el siervo solo temporalmente está

bajo las órdenes de su amo, pero el esclavo lo está para siempre».

Si se compara la tercera con esta, observaremos que en la primera se habla de

lo que puede el siervo y de lo que no puede el esclavo y, al propio tiempo, manifiesta

la razón de poder del siervo y la de no poder del esclavo, pues del siervo dice que

puede dejar a su amo cuando le plazca y del esclavo que no puede, a voluntad,

abandonar a su señor. Luego, evidentemente, en esta tercera diferencia se trata de la

sumisión, por lo que toca a la voluntad del siervo o del esclavo, mientras que en la

diferencia quinta nada dice de propio querer.

Por lo que, salvo meliori, aquí trata nuestro incomparable Beato de otro concepto

que ya apuntó en la diferencia tercera, pues, al expresar la potestad que tenía el siervo

de dejar a su amo cuando le placiera, añade «o al menos cuando expire el tiempo de

su servicio».

Esto es, cuando se cumpla el contrato entre servidor y servido, o el tiempo

determinado por la ley en éste otro servicio pues, sabido es, que hay servidumbres que

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

116

llevan en sí el tanto de tiempo a que obligan, mientras que la esclavitud, por razón

de la ley, obliga para siempre. Ley injusta, ley arbitraria, ley cruel por la que el hombre

obliga al hombre a una dependencia irracional y contraria a la naturaleza humana, pero

que es justa, justísima, cuando se trata de la dependencia que los hombres debemos a

Dios, por lo que así ha sido practicada por el divino Modelo, por la Reina de los

ángeles y de los hombres, y por los santos, y, para que ninguna duda nos pueda caber

en tan capital materia, la Iglesia así también nos lo enseña y propone.

Verdad que, con su soberana sencillez, expone nuestro Beato en el número 81

con estas palabras:

«Nada hay entre los hombres que tanto nos haga pertenecer a otro como la

esclavitud, nada hay tampoco entre los cristianos que nos haga más

absolutamente pertenecer a Jesucristo y a su Santísima Madre que la esclavitud

voluntaria, según el ejemplo del mismo Jesucristo que tomó la forma de esclavo

por amor nuestro: Formam servi accipiens. Y de la Santísima Virgen, que se ha

llamado la sierva y esclava del Señor.

El Apóstol se honra en llamarse servus Christi. Los cristianos son llamados

muchas veces en la sagrada Escritura servi Christi, y con esta palabra de servus,

según lo ha hecho notar con verdad un hombre insigne, designábase en otro

tiempo a un esclavo, porque entonces aun no existían los siervos tales como

los conocemos hoy pues que los señores sólo se hacían servir de esclavos o

libertos.

Todo lo cual, el santo Concilio Tridentino, para no dejar duda alguna de que

somos esclavos de Jesucristo, lo expresa, con un término que no tiene nada de

equivoco, llamándonos mancipia Christi, esclavo de Jesucristo».

En el número 81 de La verdadera devoción con que finalizábamos nuestro

artículo anterior, dejó sentado nuestro amadísimo Vidente con clarísimos testimonios de

la Sagrada Escritura, de los Concilios y de la razón teológica, cómo todo cristiano debe

ser, y, por consiguiente, debe ser llamado esclavo de Jesucristo.

Esclavo de amor, no siervo, y no por esclavitud natural ni forzada, sino por

esclavitud voluntaria. Y, como en ese mismo número 81 había dicho, «nada hay

tampoco entre los cristianos que nos haga más absolutamente pertenecer a Jesucristo y

a su Santísima Madre que la esclavitud voluntaria», pero esta verdad evidentemente

cierta cuando se trata de Cristo y, por eso, tratada como de paso por nuestro Beato, la

sienta como una consecuencia en el número 82 para luego tratar, hasta el número 87,

de los esclavos de amor de la Santísima Virgen.

Y así termina el número 81 diciendo: «Según esto:». Y en el 82 continúa,

«digo que debemos ser de Jesucristo y servirle no solo como siervos mercenarios, sino

como esclavos amorosos que, por efecto de un intenso amor, se dan y entregan a su

servicio en calidad de esclavos por sólo el honor de pertenecerle. Antes del Bautismo

E.R. 54

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

117

éramos esclavos del demonio, el Bautismo nos ha hecho esclavos de Jesucristo, luego,

o el cristiano ha de ser esclavo del diablo o esclavo de Jesucristo».

Esta es una verdad profundamente teológica en la que no cabe duda alguna. Las

Sagradas Letras rebosan esta doctrina. Aquel es esclavo de aquel por quien es vencido.

El que hace el pecado es esclavo del pecado. Vosotros sois de vuestro padre el diablo...

Habéis sido redimidos por un gran precio, la preciosa Sangre que nos purifica

de todo pecado. Las epístolas de San Pablo nos ofrecen un testimonio continuado de

la absoluta dependencia que todo hombre, y en especial todo cristiano, debe tener de

Cristo. No era verdad tan fácilmente aceptable para los cristianos la de ser esclavos

de la Santísima Virgen, mucho menos en los tiempos del perseguido Beato Luis María,

tiempos de protestantismo triunfador y, por lo tanto, de vencimiento del espíritu mariano,

y época del Jansenismo que con su exagerada austeridad y afectado amor a Cristo

apartaba a las almas de la Madre divina so pretexto de no injuriar al Hijo soberano.

Cuando sabemos que, hasta en nuestros días, existen católicos doctos que, si

directamente no impugnan, menosprecian esta servidumbre sobreramente cristiana de

Cristo por María, fácilmente podamos concluir cuánto sería malquisto y motejado

nuestro Beato por los fariseos de su tiempo, y así nos explicamos también perfectamente

los temores, unas veces, y, otras, las insistencias en demostrar lo que es evidentemente

cierto al dogma, a la moral, a la ascética y hasta a la más alta elevación mística,

como tendremos ocasión de ver mil veces comprobado, aparte de las que ya lo hemos

dicho y repetido en la exposición del capítulo I.

He aquí cómo sigue expresándose nuestro Beato en el número 83: «Lo que digo,

hablando en términos absolutos de Jesucristo, lo digo relativamente de la Santísima

Virgen».

Esta, que es una verdad palmaria, la demuestra el Vidente de la Esclavitud

mariana con las siguientes razones. En el número 83 continúa diciendo:

«Habiéndola escogido Jesucristo por compañera inseparable de su vida, de su

muerte, de su gloria, de su poder en el cielo y en la tierra, otorgado por gracia,

relativamente a su Majestad, todos los derechos y privilegios que Él posee por

naturaleza, Quidquid Deo convenit per naitram, Mariae convenit per gratiam,

lo que a Dios con viene por naturaleza, dicen los santos, conviene a María por

gracia. Así que, según ellos, como Dios y María tienen la misma voluntad y el

mismo poder, tienen también los dos los mismos súbditos, siervos y esclavos».

La segunda razón en que funda que podemos ser esclavos de María sin

menoscabo de la dignidad de su divino Hijo, se lee en el número 84. Dice así:

«Podemos, pues, según el sentir de los santos y de otros muchos varones insignes,

llamarnos y hacernos esclavos de amor de la Santísima Virgen, a fin de ser de

esta manera más perfectamente esclavos de Jesucristo. María es el medio de que

el Señor se ha servido para venir a nosotros y es también el medio que nosotros

debemos emplear para ir a Él. María no es como las otras criaturas, las cuales,

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

118

si a ellas nos adherimos, pueden más bien separarnos que acercarnos a Dios,

antes al contrario, su inclinación más irresistible es unirnos a Jesucristo, su Hijo,

así como la más irresistible inclinación de Jesús es unirnos a Él por medio de

su Santísima Madre, lo cual es hacer a Él gran honor, y proporcionarle mucho

placer, como sería honrar y agradar a un rey si, para ser más perfectamente

súbditos y esclavos suyos, nos hiciéramos esclavos de la reina».

La razón tercera está fundada en el sentir católico de que María es el camino

para ir a Jesucristo, o la puerta del cielo. Se expresa en el número 85 con estas

brevísimas palabras:

«He aquí por qué los Santos Padres, y San Buenaventura con ellos, dicen que

María es el camino para ir a Cristo. Via veniendi ad Christum est

appropinquare ad illam (In Psalte. min.)».

Está deducida la cuarta razón del dominio de María sobre todos los seres y de

dignidad de Madre del supremo Rey.

Dice así el número 86:

«Además de esto, si, como lo he dicho ya, la Santísima Virgen es la reina y

soberana del cielo y de la tierra: Ecce imperio Dei omnia subjiciuntur et Virgo;

ecce imperio Virginis onnia subjiciuntur et Deus. Dicen San Anselmo, San

Bernardo, San Bernardino, San Buenaventura, ¿por qué no ha de tener Ella tantos

súbditos y esclavos como criaturas hay en el universo? Y entre tantos esclavos por

fuerza, ¿no será razón admitir algunos de amor que, por su propia voluntad, la

escojan en calidad de esclavos, como a su sobe rana?

¡Pues qué!

Si los hombres y los mismos demonios tienen sus esclavos voluntarios, ¿había de

carecer de ellos sólo María? Más aún, si un rey se honra con que la reina su

compañera posea esclavos sobre los cuales tenga ella derecho de vida y muerte,

porque el honor y el poder del uno forman una misma cosa con el honor y el

poder del otro, ¿nos atreveremos a creer que el Señor, que, como el mejor de

todos los hijos, ha comunicado a María todo su poder, verá mal que su

Santísima Madre tenga también sus esclavos? ¿Tiene acaso Jesús menos respeto

y amor para con su Madre Santísima que Asuero le tuvo para Esther y que

Salomón le tuvo para Betsabé? ¿Quién será tan osado que llegue no sólo a decir

sino a pensar cosa semejante?»

Sabe nuestro inspirado Beato que todas las razones antes citadas debía aducirlas,

y por eso las escribe, pero su fe parece como que se siente resentida ante tanto

razonar sobre una verdad tan clara, tan sencilla, tan amada de él, y en uno de esos

rasgos tan característicos de la sinceridad del alma de tan elocuente maestro, exclama:

«Pero, ¿adónde me ha conducido mi pluma? ¿Por qué detenerme aquí, a probar

una cosa tan visible? Si no quiere alguno que nos llamemos esclavos de la

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

119

Santísima Virgen, ¿qué importa? Hagámonos y llamémonos esclavos de Jesucristo,

que lo seremos de María, porque Jesús es el fruto y la gloria de su Santísima

Madre. Esto es lo que se consigue perfectamente por la devoción de que me

voy a ocupar enseguida».

Como verá el lector, no hemos hecho otra cosa que aclarar sencillamente el

texto que está, de suyo, bastante preciso. Las razones aducidas son incontrovertibles y

satisfacen plenamente al espíritu católico. Además, quien deseare conocer de modo

exactamente teológico la doctrina en que se funda la correlatividad de méritos entre

Cristo y María en orden a nuestra redención, en cuya perfecta relación se funda la

común servidumbre de Jesucristo en María, puede leer del tomo segundo de la

Teología Mariana, del M.I. Señor Director de esta revista, las cuestiones I, II y III.

TERCERA VERDAD

DEBEMOS DESPOJARNOS DE TODO LO MALO QUE HAY EN NOSOTROS

«Nuestras mejores acciones quedan de ordinario manchadas y corrompidas por el

fondo de malicia que hay en nosotros». Así empieza nuestro Beato este párrafo, con el

número 88.

Verdad fundamentalmente cristiana que radica en la original prevaricación de

la que todos tenemos evidente conocimiento por la triste experiencia de nuestra

ignorancia y flaqueza, y de la que se han lamentado con amarguísimas quejas los más

admirables santos, por no excluir a ninguno, ni a los inspirados por el Espíritu divino

para enseñar a los hombres las celestiales doctrinas. Sírvanos de preclaros ejemplos el

incomparable Misserere nacido del corazón sin límites del rey David, y las amargas

quejas con que el Apóstol presentaba ante el trono del Señor la ley de sus miembros,

contraria a la de su espíritu. Verdad, que nuestro amadísimo Vidente comprueba en el

mismo número 88, con estas palabras:

«Cuando se vierte agua limpia y clara en vaso que huele mal, o se echa vino en

una pipa cuyo interior está deteriorado por otro vino que contuvo, el agua clara

y el vino bueno se echan a perder y toman fácilmente el mal olor del vaso o de

la pipa. De la misma manera, cuando Dios arroja en el vaso de nuestra alma,

maleada por el pecado original y actual, sus gracias y rocíos celestiales, o el vino

delicioso de su amor, sus dones, se corrompen y averían por la mala levadura

y el mal fondo que el pecado deja en nosotros. Nuestras acciones, aun las

virtudes más sublimes, se resienten de ello».

Moisés, auxiliado de su vara milagrosa, había producido las diez plagas de

Egipto y un día titubeó al golpear con ella la roca por orden de Dios para que manara

agua. El fuerte Sansón es hallado un día hecho flaco juguete de sus enemigos. San

Pedro, el inconmovible fundamento de la Iglesia Católica, es quizás el más acabado

modelo de infidelidad. Quien no sabe de las flaquezas de sí mismo es porque jamás ha

E.R. 55

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

120

meditado en ellas. Los santos lloran sus innúmeras imperfecciones toda su vida y, con

evidencia suma, se declaran los más miserables de todos los hombres y, ¿quién por

poco experimentado que sea en el propio conocimiento no ha dicho, y repetido miles

de veces, y ha oído decir y repetir otras tantas, que el día que más se desea practicar

una virtud o evitar un defecto es el que más se advierte la propia incapacidad para

ambos ejercicios?

Y por ser tan palmaria esta verdad, continúa nuestro montfortiano Maestro con

estas sencillas palabras en este mismo número 88: «Es, pues, de gran importancia para

adquirir la perfecci6n, que sólo se consigue por la unión a Jesucristo, vaciarnos a

nosotros mismos de cuanto haya de malo en nosotros».

Y si esta necesidad se deduce del convencimiento de que nosotros estamos

manchados, no se nos impone menos la necesidad de purificarnos de cuanto malo hay

en nosotros si miramos la limpieza de Dios, nuestro último fin, y, por eso, con muy

sobrada razón añade, para terminar este número 88, nuestro Beato: «Si no es así, el

Señor, que es infinitamente puro y que odia infinitamente la menor mancha en el alma,

nos arrojará de sus divinos ojos y jamás se unirá a nosotros».

Es decir, que hemos de ser perfectos como lo es nuestro Padre celestial. Esto es,

hemos de proporcionar nuestra santidad a la divina porque, creados a la semejanza de

Dios, cuanto sea a Él semejante debe estar en nosotros y cuanto a esta semejanza se

oponga debemos, en cuanto esté de nuestra parte, arrojarlo de nuestro ser.

De aquí que el mariano Maestro no se satisface con esta recomendación general

que antecede para inducirnos a la perfección, sino que en otros, como apartado o

párrafo, especifica lo que se necesita para purificarnos. Y así, en el número 89, dice:

«Para vaciamos de nosotros mismos se requiere primero conocer bien, con la luz

del Espíritu Santo, nuestro mal fondo, nuestra incapacidad para todo lo bueno,

nuestra debilidad en todas las cosas, nuestra inconstancia en todos los tiempos,

nuestra indignidad para toda gracia y nuestra iniquidad en todo lugar».

Las anteriores apreciaciones de nuestro Beato quedarían perfecta mente

comprobadas con la meditación de los pecados del precioso libro de los Ejercicios de

San Ignacio y, muy especialmente, con la de los pecados propios.

Cada frase de las escritas por el Beato Grignion se podría demostrar con un

testimonio de la Sagrada Escritura o con un ejemplo de algún santo, porque todas ellas

son eminentemente cristianas por ser el fruto dolorosísimo de las penas acarreadas al

hombre por el pecado de origen y, agravadas, por los personales, dogma fundamental

que supone toda la historia de la redención humana que llena todos los tiempos en la

persona de Cristo que es de hoy, de ayer y de todos los siglos. Y para que más penetren

estas enseñanzas en nuestros entendimientos, aunque en el número anterior ya nos ha

dicho que nuestra alma está maleada por el pecado original y actual, ahora añade:

«El pecado de nuestro primer padre a todos nos ha dañado, agriado, levantado

y corrompido, como la levadura, agria, levanta y corrompe toda la masa en que

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

121

se pone. Los pecados actuales que hemos cometido, ya mortales, ya veniales, por

perdonados que estén, han aumentado nuestra concupiscencia, nuestra

debilidad, nuestra inconstancia y nuestra corrupción, y han dejado restos de

maldad en nuestra alma. Nuestros cuerpos están tan corrompidos que el Espíritu

Santo los llama cuerpos del pecado, y sólo [son] capaces de pecado. Cuerpos

sujetos a mil y mil enfermedades, que se corrompen de día en día y que no

engendran más que sarna, gusanos y corrupción».

Palabras que nuestro insuperable San Ignacio de Loyola, en la citada meditación

de los pecados propios, en la consideración cuarta y quinta del punto tercero, expresa

de este modo tan preciso como sencillo: «4º Morar toda mi corrupción y fealdad

corpórea. 5º Mirarme como una llaga y postema de donde han salido tantos pecados y

tantas maldades y ponzoña tan torpísima».

Nuestro amadísimo Luis María continúa la descripción del cuadro de nuestras

miserias, y en el número 90 dice:

«Nuestra alma unida a este cuerpo se ha hecho tan carnal que se llama carne:

Habiendo toda carne corrompido su camino. Por herencia sólo tenemos orgullo

y ceguedad en el espíritu, endurecimiento en el corazón, debilidad e

inconstancia en el alma, concupiscencia, pasiones revueltas y enfermedades en

el cuerpo. Por naturaleza somos más orgullosos que los pavos reales, más pegados

a la tierra que los sapos, más viles que los machos cabríos, más envidiosos que

las serpientes, más glotones que los cerdos, más coléricos que los tigres, más

perezosos que las tortugas, más débiles que los carrizos y más volubles que las

veletas. En nuestro fondo no abrigamos más que la nada y el pecado y no

merecemos otra cosa que la ira de Dios y la eternidad del infierno».

De la consideración de tanta miseria humana y del infinito deseo de

perfeccionarnos que tiene Dios, pues no es otra la voluntad divina que nuestra

santificación, deduce con evidencia irreprochable nuestro Beato la consecuencia que él

pretende y que es el cristianismo, fundamento de la Esclavitud mariana.

En el número 91 dice así:

«En vista de esto, ¿será de maravillar, si el Señor ha dicho que el que quiera

seguirle debe renunciarse a sí mismo y odiar a su alma, y que el que ama a su

alma la perderá y el que la odia la salvara?

Esta infinita Sabiduría, que no da mandato alguno sin razón, no nos ordena el

odio a nosotros mismos, sino porque somos sumamente dignos de odio, nada es

tan digno de amor como Dios y nada tan digno de odio como nosotros mismos.

Renunciarse a sí mismo y odiarse a sí mismo y todas las frases análogas a éstas,

son propias de la Sagrada Escritura, son mandatos de Cristo enseñados con obras

y con palabras. Una vez convencidos de que somos vil ponzoña hemos de

procurar vaciarnos de ella, y si, por añadidura, es mandato de la infinita

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

122

Sabiduría que no da mandato alguno sin razón, es imposible eludir esta estrecha

y urgente obligación de anonadarnos a nosotros mismos».

Si las anteriores palabras del Beato son consoladoras, por lo eminentemente

cristianas y porque suponen la granítica base sobre la cual debe asentarse la Esclavitud

Mariana, suben de punto las palabras que escribe en el número 92 y que son como más

vehementes y como perfeccionadoras de aquéllas, en cuanto que, en éstas, determina el

anonadamiento propio, poniéndole por término de perfección la muerte voluntaria de

alma y cuerpo a que el hombre debe llegar, en cuanto está de su parte, si ha de hacer

obras nacidas de puro amor.

El número 92, a que aludimos, es digno de ser meditado, die ac nocte, por toda

alma que de veras desee ser esclava perfecta, pues en sus enseñanzas encierra todas las

perfecciones de la purgación del sentido y del espíritu, las esplendorosas ilustraciones

de la oscura noche de la fe y los más regalados encantos de los desposorios espirituales.

El número en cuestión es de los que muestran a la inteligencia el inmenso panorama

de la perfección desde sus más sólidas cumbres, haciendo ver al que lo contempla su

altitud, su profundidad y su muy dilatada latitud y longitud.

Leamos a nuestro mariano Maestro y, en los rasgos que él nos señala,

consideremos nosotros la inexhausta belleza de la perfección y los sacrificios que

impone.

«Para vaciarnos de nosotros mismos, se lee en el número 92, es preciso que

todos los días muramos a nosotros mismos, es decir, que se necesita renunciar a

las operaciones de las potencias de nuestra alma y de los sentidos de nuestro

cuerpo, que debemos ver como si no viésemos, oír como si no oyéramos,

servirnos de las cosas de este mundo como si no nos si no nos sirviéramos de

ellas, lo cual llama San Pablo morir todos los días: Quotidie morior (I. Cor. XV,

21)».

A nadie se le oculta que esta es la sencilla y sólida doctrina de la ascética más

pura. Las palabras que anteceden cualquiera versado un tanto en la materia las creyera

calcadas en San Juan de la Cruz.

La subida del Monte Carmelo de nuestro soberano místico, respira esa doctrina

y la enseña con precisión teológica y con toda amplitud y detalle. Allí canta el alma

la dichosa ventura que tuvo en pasar la oscura noche de la Fe, en desnudez y

purgación suya, a la unión del Amado. Y se trata de la noche o purgación del

sentido y del espíritu, y de cómo el hombre ha de vaciarse de todo en todo para llegar

a todo.

Y así, no contento nuestro glorioso Vidente con lo dicho, añade lo más que se

puede decir en esta materia con palabras de nuestro divino Maestro: «Si el grano de

trigo, al caer en tierra no muere, permanece solo y no produce buen fruto, Nisi granum

frumenti cadens in terra mortuum fuerit, ipsum solum manet (S. Juan. XII, 24)».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

123

Al pie de esta divina sentencia, por vía de aclaración o para que nos recuerde

algunos modos de morir a nosotros mismos, y por lo que para lo sucesivo puede

ilustrar nuestra piedad de esclavos, y para encontrar, no pocas veces, los seguros

fundamentos de la doctrina y práctica de la Esclavitud Mariana, anotaremos las

siguientes sentencias que trae San Juan de la Cruz en su libro ya citado. Dicen así:

1. Para gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada.

2. Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada.

3. Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada.

4. Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada.

5. Para venir a lo que no gustas, has de ir por donde no gustas.

6. Para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes.

7. Para venir a lo que no posees, has de ir por donde no posees.

8. Para venir a lo que no eres, has de ir por donde no eres

Modo para no impedir al todo

I. Cuando reparas en algo, dejas de arrojarte al todo.

II. Porque para venir del todo al todo, has de negarte del todo en

todo.

III. Y cuando lo vengas todo a tener, has de tenerlo sin nada querer.

IV. Porque si quieres tener algo en todo, no tienes puro en Dios tu

tesoro».

Pero fija la mirada de nuestro Luis María en formar un verdadero devoto de

Jesús en María, enseguida que nos ha hecho ver y saborear el limpísimo y abundante

origen del caudaloso rio de la perfección, encauza sus aguas hacia el fin por él

perseguido y así añade en el mismo número 92:

«Si no morimos a nosotros mismos, y si nuestras más santas devociones no nos

conducen a esta muerte necesaria y fecunda, no produciremos fruto que valga

y nuestras devociones nos serán inútiles; todas nuestras obras de justificación

quedarán manchadas por nuestro amor propio y nuestra propia voluntad».

Estas palabras las anotaremos con estas otras de nuestro inmortal Doctor Místico

que dice así:

«Para mayor abundancia diremos otra manera de ejercicio, que enseña a

mortificar de veras el apetito de la honra, de que se originan otros muchos.

1. Procurará obrar en su desprecio, y deseará que los otros lo hagan.

2. Procurará hablar en su desprecio y procurará que los otros lo hagan.

3. Procurara pensar bajamente de sí en su desprecio, y deseará que los

demás lo hagan».

Y como nunca moriremos a la propia voluntad y propio juicio si no hemos

mortificado el propio honor, mientras ésta viva en nosotros, la propia estima se podrá

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

124

decir de nuestras obras las últimas palabras que escribe el bienaventurado Luis María

para concluir el número 92. Helas aquí:

«Lo cual hará que Dios abomine los mayores sacrificios y las mejores acciones

que realicemos, que en nuestra muerte nos encontremos con las manos vacías

de virtudes y méritos y no tengamos ni una chispa del puro amor que sólo

se comunica a las almas que mueren a sí mismas y cuya vida está oculta

con Jesucristo en Dios».

Como ejemplo que compruebe esta doctrina nos bastará recordar la historia

desgraciada del rey Saúl, tan desechado por Dios del reino de Israel como escogido

para él había sido antes.

Acercándose más el gran maestro mariano a su propósito, en el número 93,

continua diciendo:

«Es necesario escoger, entre todas las devociones de la Santísima Virgen, la

que mejor nos lleve a esta muerte de nosotros mismos, como la mejor y más

eficaz para nuestra santificación; porque no hay que creer que todo lo que

reluce es oro, que todo lo dulce es miel y que todo lo fácil de hacer y que

practica el mayor número es lo que más conduce a la santificación».

Como apostilla a estas sencillas palabras, nos atrevemos a poner estas otras de

San Juan de la Cruz:

«Y para mortificar y apaciguar las cuatro pasiones naturales, que son gozo,

esperanza, temor y dolor, de cuya concordia y pacificación salen éstos y los

demás bienes, es total remedio lo que se sigue, y de gran merecimiento y causa

de grandes virtudes.

Procure siempre inclinarse no a lo más fácil, sino a lo más dificultoso.

1. No a lo más sabroso, sino a lo más desabrido.

2. No a lo más gustoso, sino a lo que no da gusto.

3. No a lo que es consuelo, sino antes al desconsuelo.

4. No a lo que es descanso, si no a lo trabajoso.

5. No a lo más, sino a lo menos.

6. No a lo más alto y precioso, sino a lo más bajo y despreciado.

7. No a lo que es querer algo, sino a no querer nada».

No a andar buscando lo mejor de las cosas, sino lo peor, y desear entrar en toda

desnudez y vacío y pobreza por Cristo de todo cuanto hay en el mundo. Y estas obras

conviene las abrace de corazón y procure allanar la voluntad en ellas. Porque si de

corazón las obra, muy en breve vendrá a hallar en ellas gran deleite y consolación

obrando ordenada y discretamente.

Después, en el mismo número 93, hace una sencilla, pero muy insinuante

comparación para urgir a las almas a desear la verdadera devoción a María, con estas

palabras:

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

125

«Así como hay en la naturaleza secretos para hacer en poco tiempo, con pocos

gastos y con facilidad ciertas operaciones naturales, hay también en el orden de

la gracia secretos para hacer en poco tiempo, con dulzura y facilidad,

operaciones sobrenaturales, vaciarse de sí mismo, llenarse de Dios y hacerse

perfecto».

En el número 94 prosigue nuestro amadísimo Grignion excitando el deseo de

conocer la verdadera devoción a María de la que dice que apenas es conocida de

alguno, por docto que sea, que no sea el mismo. He aquí sus palabras:

«La práctica que intento manifestar es uno de esos secretos de gracia,

desconocidos de la mayoría de los cristianos, conocido de pocas personas

devotas, practicado y gustado de un número todavía mucho más pequeño. Para

comenzar a descubrir esta práctica, expongamos antes esta cuarta verdad que es

una consecuencia de la tercera».

CUARTA VERDAD

NECESIDAD DE UN MEDIADOR PARA CON EL MEDIADOR JESUCRISTO

Como pedagogo, admirablemente aleccionado por la Divina Maestra, deja

escapar el Beato Grignion deslumbradores destellos que exciten en los lectores de La

verdadera devoción a María Santísima el deseo de conocer la doctrina que ha de

formar a un verdadero esclavo de Jesús en María. Pero en haciendo esos como

vislumbres, semejante al que hizo resplandecer en el número 94, último copiado en

nuestro artículo anterior, vuelve enseguida, con la tranquilidad del que está cierto de

llegar a la cumbre, a emprender su marcha desde el lugar que llevaba en la ladera, y

así lo hace ahora al encabezar el § II de este artículo que exponemos con estas palabras:

«Necesidad de un mediador para con el Mediador Jesucristo».

Hemos repetido este epígrafe con el ánimo de que se grabe más y más en

nuestra memoria, pues ésta es la más fundamental cuestión teológica que puede

prenotarse a la práctica de la Esclavitud Mariana.

Demostrada la necesidad de un mediador para con el único Mediador, fácilmente

concluiremos que este segundo mediador debe ser María, y, por consiguiente, que en

Ella podemos poner toda nuestra confianza de alcanzar la necesaria mediación de Jesús

para cuanto se desea conseguir en el orden sobrenatural.

Los que nos leen, recordarán que hemos declarado más de una vez que no es

nuestro ánimo hacer disquisiciones teológicas sobre las proposiciones de nuestro

amadísimo Vidente, pues siempre suponemos la limpia ortodoxia del iluminado Maestro

mariano, pero hoy queremos hacer una excepción, por lo mismo que, a esta proposición,

le damos la importancia de principio y fundamento de la doctrina montfortiana.

E.R. 56

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

126

A pesar de esto, no haremos una disertación tampoco, pues creemos

suficientemente aclarado este asunto para los doctos o legos en esta materia en leyendo

los sencillos y clarísimos prenotandos que, el más cabal de los teólogos marianos, pone

al tratar esta misma cuestión de María Medianera entre Cristo y los hombres.

Tenemos por cierto que, teniendo a la vista estas aclaraciones, podremos leer con

toda certeza cuanto nos dice el Beato en este lugar.

En el II tomo de la Teología Mariana del N.I. Sr. D. Francisco Salvador

Ramón, cuestión 2ª, pág. 38, se lee:

«2º Condiciones que debe reunir el mediador.

Tratándose de mediar entre Dios y el hombre y supuesto que Dios exigía

satisfacción condigna, el mediador había de ser persona divina, no porque el

pecado en si fuera infinito, sino porque la persona ofendida era divina, y,

deduciéndose la gravedad de la injuria de la dignidad de la persona injuriada,

como el valor del honor de la dignidad del honorante, o persona que honra,

no era posible que persona alguna creada diera a Dios satisfacción debida.

Pero como la persona divina, simpliciter ut divina, no podía dar al Padre dicha

satisfacción, porque, aparte de que ésta implicaba sufrimientos que no pueden

predicarse de persona divina como tal, hubiérala dado el Hijo al Padre mediante

alguna operación ad extra de Dios, y como las operaciones divinas ad extra son

comunes a las tres divinas personas, Dios se hubiera satisfecho a sí mismo. Por

todo lo cual, y dado el plan de Dios de que el hombre contribuyera a redimirse

a sí mismo para dignificarle más, tomó el Verbo la naturaleza humana, en la

cual sufrió y murió, y así, igual al Padre en cuanto a la persona e igual al

hombre, porque tomó carne humana, pudo reconciliar al hombre con Dios.

Por esto se dice que Cristo fue mediador por naturaleza, no en el sentido de

que unidas la naturaleza humana y la divina en una persona, tal persona debería

de ser mediadora entre Dios y los hombres por exigencia de su naturaleza, sino

en cuanto que, reuniendo las dos naturalezas, estaba en condiciones naturales

de hacer el oficio de mediador.

No hay para qué indicar siquiera, que de esta manera que acabamos de exponer

no pudo la Santísima Virgen ser medianera, puesto que no la puede llamar

divina de una manera rigurosa. El mediador debe aceptar libremente tal oficio,

tanto porque la mediación debe ser meritoria y no hay mérito donde no hay

libertad, cuanto porque sería una injusticia imponerle a alguien forzosamente la

obligación de medianero, máxime si esa obligación implica sacrificios grandes.

Que la Santísima Virgen pudo libremente cooperar y que cooperó a la

mediación para que Dios devolviera al hombre las gracias y privilegios que

había perdido por el pecado, es cosa evidente, como evidente es que aceptó

con voluntad plena y con decisión absoluta manifestada por aquel Ecce ancilla

Domini, he aquí la esclava del Señor, que parece un eco adelantado de aquello

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

127

que de Cristo dicen los evangelios, et factus est obediens usque ad mortem, y

se hizo obediente hasta la muerte.

3º Modos de ser mediador.

De cuatro maneras, dice Belarmino, puede hacerse el oficio de mediador:

1º Juzgando y estudiando la causa que es motivo del distancia miento,

discordia y enemistad y resolviendo lo más prudente y equitativo,

contando, desde luego, con poderes de las partes litigantes. En este

sentido ni el mismo Cristo puede decirse mediador, porque a nadie puede

encomendar Dios que juzgue de sus derechos y que resuelva de ellos

según le dicte su criterio. Esto argüiría inferioridad que no puede

admitirse en Dios.

2º Sirviendo de internuncio para manifestar las condiciones en que el

ofendido haría la paz con el ofensor. Y de este modo Cristo es el Enviado

del Padre por excelencia para manifestar al mundo su voluntad. La

Santísima Virgen también puede decirse enviada porque nadie como Ella

conoció la voluntad divina, ni nadie, por lo tanto, pudo darla a conocer

con mayor seguridad, si no de una manera pública, porque el magisterio

público es poco conforme con la condición de la mujer, al menos de una

manera privada y familiar, como consta que lo hizo y por lo cual se le

llama Maestra de los apóstoles.

3º Orando y suplicando, es decir, intercediendo en favor del hombre.

Ni aun en el cielo Cristo ha dejado de ser nuestro intercesor, porque es

oficio que recibió del Padre, y lo que Cristo tomó no lo dejará jamás. Y

lo mismo podemos decir de la Santísima Virgen, aunque su súplica e

intercesión está siempre supeditada a la de Cristo, de cuyos méritos

recibe valor y eficacia.

4º Satisfaciendo a la parte ofendida por la parte que ofendió, y, de este

modo, Cristo es el Redentor y María la Corredentora, no de condigno,

sino de congruo, como veremos en su lugar.

4º Es la Santísima Virgen Medianera principal.

La Santísima Virgen puede considerarse con relación al hombre, con relación a

Cristo, su divino hijo, y con relación a Dios. Respecto de los hombres, no hay

inconveniente en afirmar que es medianera principal puesto que su dignidad, sus

méritos y su participación en la obra de la redención la ponen en condiciones

de superioridad casi infinita sobre toda criatura. A este propósito, dice San

Anselmo (Orat. 66):

El mundo tiene sus apóstoles, sus patriarcas, sus profetas, sus mártires, sus

confesores y sus vírgenes; auxiliares buenos y excelentes que quiero

invocar suplicante. Pero Vos, Señora nuestra, Vos sois mejor y más

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

128

elevada que todos ellos. Lo que pueden ellos con Vos lo podéis Vos sola y

sin ellos. ¿De dónde tal poder? Porque sois Madre de nuestro Salvador,

Reina del cielo y de la tierra y de todos los elementos. A Vos, pues,

imploro, en Vos me refugio, a Vos dirijo mi suplicas a fin de que seáis

mi protección en todo. Si os calláis nadie rogará, nadie me ayudará.

Hablad y todos rogarán, todos vendrán en mi auxilio: Te tacente nullus

orabit, nullus juvabit. Te orante omnes juvabunt.

Y Suárez (In.3: dispt. 23: sect. 2ª) confirma esto mismo con la suposición siguiente:

Imaginémonos, por imposible, por un lado a la Santísima Virgen que

pide una gracia y por otra parte toda la corte celestial que se opone a la

súplica de la Reina. En tal conflicto sería más poderosa, más eficaz y de

mayor valor ante Dios la oración de la Santísima Virgen que la de todos

los santos restantes. Lo exige la dignidad de Madre de Dios, la perfección

de la gracia de María y el ardor de su caridad le dan como un derecho

a ello. Y he aquí por qué la Iglesia invoca a esta Virgen bendita más a

menudo y más solemnemente que a todos los otros santos.

Con relación a Cristo no es posible suponer mediadora mejor que su Madre

Inmaculada. Solamente le aventajaría Dios y Dios no puede ser como tal

mediador. Por esto dice San Bernardo: Quis tam idoneus ut loquatur ad cor

Domini Nostri Jesuchristi ut tu, felix María, ¿quién, mejor que tú, dichosísima

María, podrá hablar al corazón de Jesucristo Nuestro Señor?

Y todos los Padres aplican como dichas a María por Jesús aquellas palabras que

Salomón dijo a su madre: Pete neque enim fas est ut avertam faciem tuam,

pedid, que no sabré rehusaras nada.

Con relación a Dios es mediador principal aquel que le está más íntimamente

unido y Cristo en cuanto persona divina es Dios mismo, no siendo posible

imaginar mayor unión. Además, ya hemos indicado que Cristo es el único que

pudo dar al Padre satisfacción condigna y, por lo tanto, ser mediador de justicia

entre Dios y los hombres. Por lo cual no hay cosa más repetida y probada en la

Sagrada Escritura que la mediación singularísima y, como principal, única entre

el mundo pecador y el Padre misericordioso. El Apóstol (1ª Timot, 2: 5.), Unus

enim Deus, unus et mediator Dei et hominum, homo Christus Jesus, uno es Dios

y no el mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.

Y, con distintas palabras, vienen a decir lo mismo todos aquellos textos en los que

se afirma que Dios era en Cristo reconciliando el mundo consigo mismo, que

Cristo se dio por la redención de todos, que Él nos mereció la gracia, que no

podemos ir al Padre sino por Él, que Él es el único fundamento de nuestra

justificación, sin que sea posible poner otro alguno, etc., etc.

Pero que Cristo sea mediador principal y universalísimo no obsta para que se

den otros mediadores secundarios, como, aunque Dios es causa universal y

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

129

primera, sin embargo, se dan causas segundas, y así como entre éstas se da

graduación, según la virtud de las mismas y la esfera a que extienden su acción,

así hay graduación entre los mediadores secundarios, graduación cuyo término,

entre puras criaturas, no puede ser otro que la Santísima Virgen, pues, como dice

Ella de sí misma, según aquellas palabras que se le aplican del Eclesiástico: In

me gratia omnis viae et veritatis; in me omnis spes vitae et virtutis, en mí toda

la gracia del camino y de la verdad, en mi toda esperanza de vida y de virtud,

las cuales palabras, comparándolas con aquellas otras en las que Cristo dice de sí

mismo en San Juan: Ego sum via et veritas et vita, yo soy el caminar, la verdad

y la vida, parece que dan a entender que la gracia para venir al camino, a la

verdad y a la vida, que es Cristo, se nos prometa por María (Lepicier Tracr.

B.V.M., pág 515).

Para significar mejor que la mediación de la Santísima Virgen, aunque

excelentísima, es secundaria, no puede decirse que María sea Medianera entre

Dios y los hombres, sino entre éstos y el Redentor, o también que la mediación

de Cristo es principal y perfectiva y la de la Santísima Virgen ministerial y

dispositiva».

Hasta aquí la Teología Mariana citada.

Penetrados de cómo la Santísima Virgen es medianera entre Cristo y los

hombres, podemos leer todo lo que escribe nuestro venerado Vidente, como una

confirmación práctica de lo que hemos leído en el orden especulativo. En la verdadera

devoción a la Santísima Virgen se lee en los números 95, 96, 97, 98 y 99:

«Es más perfecto, porque es más humilde, no acercamos a Dios por nosotros

mismos sin tomar un mediador. Estando tan corrompido nuestro fondo, como

acabo de mostrar, si nos apoyamos en nuestros propios trabajos, industrias y

preparaciones para ir a Dios y agradarle, ciertamente las obras de nuestra

justificación quedarán manchadas o pesarán poco ante Dios para obligarle a que

se una a nosotros y nos atienda. Por esto, no sin razón, nos ha dado Dios

mediadores ante su Majestad. Él ha visto nuestra indignidad e incapacidad, ha

tenido piedad de nosotros y, para hacernos capaces de sus misericordias, nos ha

provisto de poderosos intercesores para con su grandeza, de modo que

prescindir de estos mediadores y acercarse directamente a su santidad, sin

recomendación alguna, es carecer de humildad, carecer de respeto hacia un

Dios tan alto y tan santo, es hacer menos caso de este Rey de reyes que el

que se haría de un rey o de un príncipe de la tierra, al cual nadie querría

acercarse sin algún amigo que hable por él.

El Señor es nuestro abogado y medianero de redención para con el Padre. Por

medio de Él debemos rogar con toda la Iglesia triunfante y militante. Por Él es

por quien tendremos acceso ante su Majestad, y solo apoyados y revestidos de

sus méritos es como debemos presentarnos ante Dios, de la manera que el niño

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

130

Jacob, cubierto con las pieles de cabritos, aparecía ante su padre Isaac para recibir

su bendición.

Pero, ¿es que no tenemos necesidad de un mediador para con el mismo

Mediador? ¿Es nuestra pureza bastante grande para unirnos directamente a Él

por medio de nosotros mismos? ¿No es Él acaso Dios, igual en todas las cosas a

su Padre y, por consiguiente, el Santo de los santos, tan digno de respeto como

el Padre?

Si, por su caridad infinita, Él se ha hecho nuestro fiador y medianero ante

Dios su Padre, para apaciguarle y pagarle lo que nosotros le debemos, ¿será esto

motivo para que tengamos menos respeto y temor hacia su majestad y santidad?

Digamos, pues, sin encogimiento, con San Bernardo, que tenemos necesidad de

un mediador ante el mismo Mediador y que María Santísima es la más capaz

de cumplir este oficio caritativo. Por Ella vino Jesucristo al mundo y por Ella

debemos acercarnos a Él. Si tememos ir directamente a Jesucristo nuestro Dios,

a causa de su grandeza infinita, de nuestra bajeza o de nuestros pecados,

imploremos con santa osadía la ayuda y la intercesión de María, nuestra Madre,

que Ella es buena y tierna y no tiene nada de austero ni repulsivo, ni aun

de muy sublime y brillante, y, al verla, no vemos otra cosa que nuestra pura

naturaleza.

Ella no es el sol que, por la viveza de sus rayos, pudiera ofuscarnos a causa

de nuestra debilidad, sino que es bella y dulce como la luna que recibe su luz

del sol y la templa para acomodarla a lo que nuestra pequeñez puede resistir.

Ella es tan caritativa, que no rechaza a nadie de los que acuden a su intercesión

por muy pecadores que sean, porque, como dicen los santos, jamás se ha oído decir,

desde que el mundo es mundo, que haya alguno recurrido a la Santísima Virgen

con confianza y perseverancia y haya sido desechado.

Ella es tan poderosa que nunca han sido rehusadas sus peticiones, basta que María

se presente ante su Hijo rogándole, para que Jesús, vencido amorosamente por

los pechos, por las entrañas y por las súplicas de su queridísima Madre, al punto

le otorgue lo que Esta le pide, o reciba lo que Ella, en nombre nuestro, le ofrece.

Todo esto está sacado de San Bernardo y de San Buenaventura. Por manera que,

según ellos, tenemos todos, para ir a Dios, que subir tres escalones. El primero,

que es el más cercano a nosotros y el más conforme a nuestra capacidad, es

María, el segundo es Jesucristo y el tercero es el Padre Eterno.

Para ir a Jesús es preciso ir a María que es nuestra medianera por intercesión,

y para ir al Padre Eterno es necesario ir a Jesús que es nuestro mediador por

redención. Este es el orden que se guarda perfectamente en la devoción que

voy enseguida a indicar».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

131

En resumen, si Jesucristo vino al mundo por medio de María, ¿por dónde iremos

nosotros a Jesucristo? Si Ella en cuanto estuvo de su parte obligó al Verbo a

venir a nosotros, ¿quién mejor que María nos sabrá hacer ir a Cristo?

Si la Santísima Virgen ha sido necesaria a Dios con una necesidad que llamamos

hipotética, en consecuencia de la voluntad divina, debemos advertir que es

todavía más necesaria a los hombres para llegar a su último fin.

Luego el racional camino para ir a Cristo es María porque nadie obligará más a

Jesús para que nos reciba benévolamente, ni nadie nos sabrá disponer mejor para

que sepamos acercarnos a Él».

Luego, según nuestro Beato, «para ir a Jesús es preciso ir a María, que es nuestra

medianera e intercesora». Y al decir de nuestro teólogo, «no puede afirmarse que María

sea Medianera entre Dios y los hombres, sino entre éstos y el Redentor». O, en términos

escolásticos, «La mediación de Cristo es principal y perfectiva y la de la Santísima

Virgen ministerial y dispositiva».

QUINTA VERDAD

NUESTROS BIENES ESPIRITUALES ESTÁN EXPUESTOS A PERDERSE EN

NUESTRAS MANOS

Digno de nuestro amadísimo Beato Luis María, es este § V que ahora nos toca

analizar, y que lo constituye el número centésimo de La verdadera devoción a la

Santísima Virgen.

El espíritu de profunda humildad que alentaba en el alma del Vidente de los

Esclavos de María, palpita en sus palabras tan sencillas siempre como fundamentales y

sublimes.

En el § anterior nos hizo ver cuán necesario nos era un mediador para con el

Mediador Jesucristo. Allí nos hizo meditar la santidad del supremo Mediador y nuestra

impureza para acercarnos a Él, y cómo María es la criatura capaz de acercarnos a

Cristo sin sentir repulsa de Él. Ahora acude a otras razones no menos evidentes, habida

cuenta de nuestra propia flaqueza, y así empieza escribiendo: «Es muy difícil, dada

nuestra debí lid ad y nuestra fragilidad, que conservemos en nosotros las gracias y los

tesoros que hemos recibido de Dios».

Enseguida procede a enumerar las razones en que se funda esa dificultad y añade:

«1º. Porque ese tesoro, que vale más que el ciclo y la tierra, lo conservamos

en vasos frágiles. Habemus thesaurum istum in vasis fictilibus, en un cuerpo

corruptible, en un alma débil e inconstante que por un no nada se turba y

abate».

E.R. 57

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

132

No todas las almas entenderán este lenguaje, pero las que hayan hecho de su

parte algún esfuerzo para adelantar en el camino de la perfección, saben, por propia

experiencia, que tanto más flacas se sienten cuanto más empeño ponen en ser fuertes,

mirándose a cada ocasión caídas en el vicio contrario a la virtud que proponen practicar.

¿Quién que se ejercite en la adquisición de una virtud o en la extirpación de

una mala inclinación, o pasión, o vicio cualquiera, no adquiere perfecto y pronto

conocimiento de la propia insuficiencia para adquirir la perfección y apartarse del pecado?

¿Quién será el hombre deseoso de la perfección que, además de conocer su

ineptitud para contener en sí el tesoro de la gracia, no viva siempre temeroso de perder

hasta los deseos de ser santo?

Quien haya leído a San Pablo, ¿cómo no se estremecerá ante la idea de lo poco

que puede para mantenerse en el camino de la perfección?

No cabe duda, si tomamos en consideración nuestra propia flaqueza, que somos

insuficientes por nosotros mismos para conservar el tesoro de las sobrenaturales gracias.

Nuestra carne corrompe todos sus caminos.

No es sólo esta suma flaqueza de nuestra corrompida naturaleza lo que nos

hace incapaces para servir de garantía al depósito de la vida de la fe que se nos

concede por la gracia de Dios. Lo que nos hace menos aptos para asegurarnos los

tesoros de la gracia es la sagaz soberbia y pertinaz empeño del enemigo declarado de

nuestras almas, Satanás, que no descansa ni un momento ni perdona a criatura alguna

racional a quien no haga objeto de sus iras contra Dios y de su envidia para con nosotros.

Y así nuestro amadísimo Beato continúa diciendo en este mismo número:

«2º. Porque los demonios, que son ladrones muy astutos, quieren sorprendernos

de improviso para robarnos y despojarnos. Espían de día y de noche el momento

favorable. A este fin incesantemente dan vueltas alrededor de nosotros para

devorarnos y quitarnos en un momento, por el pecado, todas las gracias y méritos

que en muchos años hemos podido ganar. Su malicia, su experiencia, sus astucias

y su muchedumbre deben hacernos temer infinitamente esta desgracia, ya que

personas más llenas de gracias, más ricas en virtudes, más experimentadas y más

crecidas en santidad, han sido sorprendidas, robadas y saqueadas lastimosamente.

¡Ah!¡Cuántos cedros del Líbano y estrellas del firmamento se han visto caer

miserablemente y perder su elevación y su claridad en poco tiempo!»

Pero no se contenta nuestro Beato con ponderar la artera malicia de Lucifer y la

suma flaqueza humana contemplada en los más grandes santos, los cedros del Líbano.

Va más allá. Inquiere el por qué somos los hombres con tanta facilidad echados desde

las alturas de la perfección a los abismos del pecado, y continúa escribiendo las palabras

que siguen para explicar el fácil cambio de la gracia a la prevaricación:

« ¿De dónde se ha originado este cambio tan extraño? Sin duda no ha sido por

falta de gracia, de la cual nadie carece, sino por la falta de humildad. Creyéronse

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

133

más fuertes y poderosos de lo que eran, creyéronse capaces de guardar su tesoro,

se fiaron y apoyaron en sí mismos, Creyeron que su casa estaba bastante segura

y que sus cofres eran bastante fuertes para guardar el precioso tesoro de la gracia,

y por este apoyo imperceptible que tuvieron en sí mismos, aunque les parecía

que únicamente se apoyaban en la gracia de Dios, es por lo que el Señor, en

justicia, ha permitido que sean robados, abandonándolos a ellos mismos».

No trata aquí nuestro montfortiano Maestro del gravísimo peligro y mal que es

para la perfección la confianza en sí propio, sino en lo que es necesario para que el

alma comprenda que necesita ayuda para mantenerse en gracia y, mucho más, para

acrecentarla y perfeccionarse en ella. He aquí por qué añade estas palabras:

« ¡Ah!, si hubiesen conocido la admirable devoción que les voy a mostrar a

continuación, habrían confiado su tesoro a una Virgen poderosa y fiel que se le

habría guardado como sus propios bienes, llegando a obligarse a ello como en

justicia».

Es evidente. Cuando nosotros pongamos todos nuestros bienes more ordinario,

como aquí habla nuestro Beato, en las manos de la Santísima Virgen, ésta no dejará de

obligarse a guardarlos como en justicia, pero, cuando esa entrega se haga con voto,

que es el ideal de la perfecta esclavitud de Jesús en María, ¿cuánto no quedará

obligada esta dulcísima Madre de misericordia?

¡Haga la Divina Infantita que lo que hoy es Pía Asociación llegue a ser algún

día Congregación religiosa, y se habrá realizado, o empezado a realizar, en su más

perfecta vida la Esclavitud Mariana prevista en tan sublime visión por el amadísimo

bienaventurado Luis María!

Todavía no se da por satisfecho el Maestro montfortiano en su intento de probar

que nos es de todo punto necesario, atendido el estado actual de nuestra naturaleza

deteriorada, un apoyo que nos sostenga, una ayuda que nos defienda, una mano cariñosa

que nos guíe en el estrecho camino que conduce a la vida y, para más convencernos,

alega, además, nuestro Vidente, una tercera razón en la que hace resaltar lo difícil que

es vivir la vida del espíritu en este mundo de tierra siempre enemigo de Cristo y

crucificador de los santos.

Así se lee para terminar este número centésimo que ocupó nuestra atención en

este capítulo:

«3º Es difícil perseverar en la gracia a causa de la extraña corrupción del mundo.

El mundo está, al presente, tan corrompido que se hace como necesario que las

almas piadosas queden afeadas, si no por su cieno, al menos por su polvo, hasta

el punto que es una especie de milagro que una persona permanezca firme en

medio de este torrente impetuoso sin ser arrastrada por su corriente, en medio

de este mar tempestuoso sin ser anegada o saqueada por los piratas y corsarios,

en medio de esta atmósfera viciada sin quedar en ella contagiada».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

134

Y, ¿quién nos librara de ese torrente impetuoso, de ese mar en tempestad, de

esos piratas y corsarios y de esa atmósfera viciada para no ser arrastrados, anegados,

saqueados y contagiados en este inmenso maremágnum de la vida tan fugaz como

deleznable?

Nuestro Vidente contesta con una afirmación categórica, terminante, que no deja

lugar a dudas, en estas preciosas palabras:

«Sólo la Virgen que ha permanecido siempre fiel, de la cual jamás ha obtenido

nada la serpiente, es la que hace este milagro en favor de aquellos y aquellas que

la sirven lo mejor que pueden».

Ella es la que hace el milagro de formar a todos los que la sirven con la

perfección de esclavos en un grado de santidad que será tan elevado como profunda

la servidumbre.

¡Oh amada Esclavitud, vence, triunfa, reina!

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

135

Capítulo II

Artículo II

LAS FALSAS DEVOCIONES A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Antes de empezar a tratar directamente de la materia que ha de ser objeto de

este articulo II, nuestro bienaventurado Maestro hace relación a la doctrina que acaba

de exponer, y en muy breves y sencillas consideraciones, da la razón de método y la

de la materia en que ha de ocuparse con estas palabras:

«Propuestas estas cinco verdades, se necesita, ahora más que nunca, hacer una

buena elección de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, pues hoy, como

nunca, hay un sin número de falsas devociones a la Santísima Virgen que

fácilmente podríamos tomar por verdaderas».

Habla después con la misma claridad del que es la causa de estas falsas

devociones, añadiendo:

«El demonio, lo mismo que un monedero falso y un ladrón fino y experimentado,

ha engañado y condenado a tantas almas por las devociones falsas a María, que

todos los días se sirve de su experiencia diabólica para condenar a otras muchas,

entreteniéndolas y haciéndolas dormir en el pecado so pretexto de algunas

oraciones mal dichas y de algunas prácticas exteriores que les inspira».

Y para más aclarar todavía consideraciones de suyo tan sencillas como

fundamentales, emplea una comparación a todas luces evidente y muy al alcance de

todas las almas. Hela aquí:

«Así como un falso acuñador de moneda no falsifica ordinariamente más que el

oro y la plata, y muy raras veces los otros metales, porque no valen la pena,

del mismo modo, el maligno espíritu no falsifica las otras devociones tanto como

las de Jesús y María, la devoción a la sagrada Comunión y la devoción a la

Santísima Virgen, porque éstas son, entre las demás devociones, lo que el oro

y la plata entre los metales».

Esto prenotado, en el número 101, continúa poniendo de manifiesto las dos

partes en que se ha de subdividir lo que sigue, en las que primero nos dará a

conocer la parte negativa y después la positiva, esto es, nos enseñará cuales sean las

falsa devociones, en primer término, y, en segundo lugar, nos manifestará la doctrina,

E.R. 58

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

136

que constituye el amor de sus amores, el secreto de su alma, el amadísimo secreto de

su corazón.

En el número 102 dice así:

«Importa mucho, pues, conocer: 1º las falsas devociones a María, para evitarlas,

y la verdadera, para abrazarla; 2º cuál es, entre las muchas y diferentes prácticas

de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, la más perfecta, la más agradable

a María, la más gloriosa para Dios y la más eficaz para nuestra santificación, a

fin de entregarse a Ella».

Pasa enseguida, con método rigurosamente didáctico, a enumerar las falsas

devociones o devotos falsos que existen y dice así:

«Siete son las clases de falsos devotos y de falsas devociones a la Santísima

Virgen, es a saber: 1º los devotos críticos; 2º los devotos escrupulosos; 3º los

devotos exteriores; 4º los devotos presuntuosos; 5º los devotos inconstantes; 6º

los devotos hipócritas; 7º los devotos interesados».

Enumerados que son, empieza a tratar de los primeros en esta forma:

LOS DEVOTOS CRÍTICOS

«Los devotos críticos son, por lo común, los sabios orgullosos, espíritus fuertes

y pagados de sí mismos, que en el fondo tienen alguna devoción a María, pero

que critican casi todas las prácticas de devoción a la Santísima Virgen con que

las personas sencillas honran sencilla y santamente a esta tierna Madre, sólo

porque no se acomodan a su orgullo».

¡Los sabios! ¡Los doctores de la ley! Todo lo saben, sus juicios son la medida

y norma de los juicios de los demás. ¡Ay de aquellos que se atreven a no sujetarse a

esa medida ni a conformarse con esa norma, no habrá anatemas bastantes para

lanzarlos sobre el que tal osó!

Tal vez hemos sentido los redactores de Esclava y Reina las destempladas iras

de estos críticos nacidos al calor de la soberbia intelectual que, llenando a los hombres

de sí mismos, les hace olvidar su ignorancia y propia flaqueza y, con fingidas

grandezas, procuran hacer despreciable la humilde sencillez del Niño de Belén que es,

a no dudarlo, el más diáfano esplendor del espíritu de Cristo.

«Sabios orgullosos, espíritus fuertes y pagados de sí mismos», tienen la

hinchazón de la vana ciencia que no llega nunca a regalarse en la sabiduría que nace

de Dios y que es la que edifica, por eso la ciencia del mundo, que es ignorancia

delante de Dios, sólo sirven para sembrar dificultades o destruir el verdadero espíritu

de Jesucristo Esclavo.

Semejantes al padre de la mentira, todo lo buscan y quieren encontrarlo en

las alturas de la humana gloria, en el pináculo del templo. Sobre los astros ponen su

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

137

solio, y, por este motivo, donde aparece algo que sea humilde lo rechazan «porque no

se acomodan a su orgullo» los términos pequeños sobre los cuales han de fundar sus

juicios.

Y así continua diciendo nuestro Beato:

«Ponen en duda todos los milagros e historias referidos por autores fidedignos,

o sacados de crónicas de las Órdenes religiosas, que dan fe de la misericordia y

del poder de la Santísima Virgen».

En estos casos, olvidados de la respetabilidad de los que hablan, atribuyen las

gracias extraordinarias de María a inventos de la excesiva piedad de los que se

creyeran objeto de tales favores destruyendo, con este modo de pensar, la sencilla

confianza de las almas más doctas en la presencia de María, que ha sido correspondida

por la Madre de la misericordia, y es, y será, con finezas de amor, con dádivas

generosas, con inefables delicias, con dulcísimas pruebas de maternal cariño. Favores

de los que ellos no gustan porque están reservados para los humildes. Divites eguerunt

et esurierunt: inquirentes autem Dominum non minentur omni bono (Ps. 33, 10).

Y si tal hacen con los que deben saber delante de Dios por lo menos tanto

como ellos, ¿qué no harán con lo acaecido a los humildes, o con los actos de piedad

practicados por ellos, a los que sirve de rico estuche la humildad en que se encierran

las preciosas margaritas de la fe más pura?

He aquí como responde nuestro amadísimo Vidente:

«No saben ver sin pena a las gentes sencillas y humildes arrodilladas ante un

altar o una imagen de la Santísima Virgen, a veces en el ángulo de una calle,

rogando a Dios, y hasta los acusan de idolatría cual si adorasen la madera o la

piedra. Dicen que ellos no pueden aprobar esas devociones exteriores y que no

son de espíritu tan cándido que vayan a creer tantos cuentos e historias como

se atribuyen a la Santísima Virgen».

Pero no para aquí la osadía de estos devotos, norma y regla de todo saber y

de todo espíritu, con la salomónica sabiduría que los caracteriza, se atreven a penetrar

hasta en los más venerables estadios de la ciencia cristiana y a juzgar a su capricho los

escritos de los mismos Santos Padres en lo que se refiere a las alabanzas sin límites

que han hecho de la Santísima Virgen. Y así dice nuestro Beato:

«Si se les refieren las alabanzas admirables que los santos Padres han tributado

a María o responden que al hacerlo así hablaban como oradores, exagerando las

cosas, o dan una mala interpretación a sus palabras».

Fariseos intelectuales son estos falsos devotos, y pluguiera al cielo que no fueran

también fariseos morales. Plantas forrajeras, si se me permite la comparación, son estos

devotos, en el campo fecundísimo de la Iglesia, los cuales ahogan las sencillas y

humildes plantas que son el mejor ornato del jardín de la gracia y que viven pudorosas,

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

138

como emblemas de la humildad y del candor de las virtudes cristianas. Por lo cual,

con muy sobrada razón, acaba diciendo nuestro amadísimo maestro montfortiano:

«Todos estos falsos devotos y gentes orgullosas y mundanas son mucho de temer

y hacen gran daño a la devoción a la Santísima Virgen, alejando de ella a los

pueblos de una manera eficaz, bajo pretexto de destruir sus abusos».

Líbranos, Divina Infantita, de pertenecer al número de estos devotos críticos del

amor que te profesan tus verdaderos hijos. Seamos humildes como esclavos y sencillos

como niños y postrémonos alegres y confiados en que eres nuestra Madre, llena de

misericordia, y nuestra Reina, soberana de todo poder, ya te recuestes en el trono de

ternura de tu pobre cuna, ya te asientes en el que ahora tienes en el cielo, y así ni

tus humildes caricias maternales nos parecerán nimiedades ni tus triunfos de Señora del

cielo y de la tierra serán juzgados como excesivos.

LOS DEVOTOS ESCRUPULOSOS

Por aquello, sin duda, de que los extremos se tocan, después de tratar nuestro

mariano Vidente de los falsos devotos de María que, estimulados por el espíritu de

propia suficiencia, todo lo censuran si no está conforme con el juicio de ellos y

motejan, acremente, las sencilleces de los humildes para honrar a María, viene

ahora a tratar a los falsos devotos marianos, llamados escrupulosos, que todo lo

juzgan igualmente excesivo tratándose de honrar a María, aunque por razón

diversa a los devotos críticos.

Estos se resisten al culto que dan a María los humildes, los ignorantes,

los sencillos, porque no lo creen digno de la grandeza de Dios y de María a quien

honran deseando que los homenajes del culto ofrecieran los formulismos y

aparatosas ceremonias del homenaje a los Reyes.

A los devotos críticos los impulsa el orgullo, la osadía, la jactancia, la

presunción, y porque, en su soberbia, les parece poco María, aunque so pretexto

de compararla con Dios, por eso a Ella también le regatean gracias y honores.

Los devotos escrupulosos son los hijos del falso temor. Los impulsa, como

vulgarmente se dice, la musa del miedo.

No considerando las cosas divinas a la verdadera luz de fe cristiana, piensan

estos falsos devotos escrupulosos que es deshonor para Jesús honrar a María y

por eso deprimen el culto a la Reina de los cielos y, por ese mismo temor, llegan

a retraer a los hombres hasta de acercarse a la sagrada Comunión, olvidando

aquel consolador apotegma, Sacramenta propter homines, y tanto más el sacramento

de la Eucaristía, que, sobre ser el Sacramento por excelencia, es el pan de vida

y la prenda de la vida eterna.

Por exceso, pues, los devotos críticos y por defecto los escrupulosos,

convienen en arrebatar a María el culto que le es debido en todo rigor de justicia,

E.R. 59

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

139

supuesta la generosidad sin límites de Dios para con Ella. Y para confirmar lo

anteriormente expuesto dice nuestro Beato:

«Los devotos escrupulosos son gente que teme deshonrar al Hijo honrando

a la Madre, rebajar al uno mientras se ensalza a la otra. No pueden

tolerar que a la Santísima Virgen se la den las justísimas alabanzas que

la han tributado los santos Padres. Ven con pena que haya más gente de

rodillas ante un altar de María que delante del Santísimo Sacramento, ¡como

si aquello se opusiera a esto, como si los que ruegan a la Santísima Virgen no

rogasen a Jesucristo por medio de Ella!

No quieren que se hable con tanta frecuencia y que se acuda tantas veces a

Ella».

Estos falsos devotos por estar más cerca del protestantismo que de los

católicos, tratan, como es natural, de justificar su manera de pensar y de proceder

y, para eso, se empeñan en hacer ver que el honor dado a María es depresivo a

la gloria de Cristo, en lo que manifiestan no ser tan sincero como debiera el amor

que tienen al Hijo cuando tan poco estiman a la Madre que les trajo tan infinito

don.

En testimonio de que así es, pone nuestro Vidente en boca de tales falsos

devotos estas palabras:

«Sus más ordinarias sentencias son éstas, entre otras, ¿Para qué tantos

rosarios, tantas cofradías y tantas devociones exteriores a la Santísima Virgen?

¡En esto hay mucha ignorancia! Esto es hacer de la religión una mojiganga.

Habladme de los devotos de Jesucristo y al pronunciar esta palabra, lo digo

entre paréntesis, dejan con mucha frecuencia de descubrirse. A Jesucristo es

a quien hay que recurrir como a nuestro mediador único, a Jesucristo es

a quien se debe predicar. ¡Esto es lo verdaderamente sólido!»

Esto es hablar de puro Dios, olvidándose que se hizo hombre por nosotros y

para nosotros. Es idealizar en lo más alto para apartar a los hombres de las prácticas

de la religión que nuestro divino y único Mediador Cristo Jesús fundó para, en

cuanto fuera posible, more humano lo honráramos a Él como a nuestro Salvador, y

a todos los medios de que Él quiso valerse para venir a nosotros, de los cuales

el primero, y más excelente, fue su Madre Santísima en cuyo seno Él se desposó

con nuestra humana naturaleza para honrar infinitamente a su eterno Padre, y para

que, por la dignidad casi infinita que recibía la inmaculada virgen a quien Él mismo

había formado digna de ser su Madre, fuera merecedora de todo honor sin otro

reposo que el de no confundirla con Dios pues, por lo demás, al fin es de Dios.

Aunque ese celo del honor del Cristo fuera sincero no dejaría de ser

reprobable la privación del culto que es debido a María.

¿Quién llegará a convencerse de que honrar a la madre es deshonor de los

hijos por medio que ésta sea honrada?

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

140

Para que así sucediera sería preciso hacer exclusión tácita o expresa de los

hijos, pero en nuestro caso sucede todo lo contrario, si se honra a la Madre es

más que por ser Madre por serlo de tal Hijo, siendo, por lo tanto, el primer objeto

de honor al honrar a María su divino Hijo, Cristo Jesús. Ni [tampoco] habrá quien

tenga por descrédito de un artista las alabanzas que a su obra se dirijan, luego

a pari, todas las alabanzas que se dirijan a María, como a la obra maestra del

Altísimo, todas, son honor y gloria del Divino Verbo que habita corporalmente en

Jesucristo según la sublime expresión de San Pablo.

Y si, siendo verdadero ese celo por la gloria del Rey celestial que muestran

los devotos escrupulosos, sería falsa esa manera de honrar a Cristo con menoscabo

del honor de María, ¿cuánto no lo será si de tales devotos, inspirados por el hálito

ponzoñoso de protestantes y jansenistas, puede con tanta hartura de experiencia lo

que dice nuestro celosísimo Bienaventurado:

«Y todo cuanto dice es verdad en un sentido, pero, atendido el fin de sus palabras,

que es impedir la devoción a la Santísima Virgen, es muy peligroso y una

fina red que, con pretexto de un bien mayor, les tiende el demonio, pues

jamás se honra tanto a Jesucristo como cuando se honra a María, ya que,

si a ésta se la honra, es sólo con el fin de honrar más perfectamente a

Jesucristo, en cuanto que sólo se va a Ella como al camino para encontrar

el término adonde se va, que es Jesucristo».

Para que Cristo sea más glorificado, para eso, es honorificada María, para

que Ella nos ayude a mejor honrar a su Hijo, para que Ella nos enseñe cuánto

es el poder y sabiduría de Él, ya que a Ella la hizo tan excelsa, para que, admirando

las bellezas del camino, vayamos más felices y veloces al fin, para que, enajenados

ante la excelsitud del frontispicio, vehementemente, por ver mejor, por vivir en el

divino alcázar de la gloria a donde Ella, la hermosa sin par, la que no tiene

mancilla, nos quiere introducir para que eternamente conmemoremos con los

príncipes de la gloria.

Sí, Madre Inmaculada, Tú fuiste la primera señal y el primer trono sobre el

cual se asentó tu divino Jesús al aparecer delante de los hombres. Lo encontraréis

con María su Madre. Por eso la Iglesia Católica, nuestra santa madre, firme

siempre y valiente en su fe en todas las disputas que los hombres han tenido

acerca de las gracias y privilegios de la Inmaculada Reina, siempre se ha

puesto del lado de los más generosos para reconocer grandezas en la Madre

divina.

Y porque así es, con sobrada razón ha podido escribir nuestro fervorosísimo

Beato estas palabras:

«La Iglesia, con el Espíritu Santo, bendice primero a la Santísima Virgen y

luego a Jesucristo, Benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris

tui, Jesus. Y esto no porque la Santísima Virgen sea más que Jesucristo o

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

141

igual a Él, lo cual sería una herejía que deberíamos abominar, sino porque,

para bendecir más perfectamente a Jesucristo, es necesario bendecir antes a

María.

Digamos, pues, con todos los verdaderos devotos de la Virgen, contra estos

falsos devotos escrupulosos: ¡Oh María! Vos sois bendita entre todas las mujeres

y bendito es el fruto de vuestro vientre, Jesús».

LOS DEVOTOS EXTERIORES

Estos son los devotos que más abundan en todas las devociones nacidas. Es muy

propio de nuestra naturaleza corrompida pagarnos de exterioridades. El bien parecer

todo lo justifica entre los hombres del mundo, las mayores ridiculeces son aceptadas por

no aparecer mal a los mundanos. Los mayores desatinos, hasta las más procaces

inmoralidades se justifican, si el mundo las tolera.

Y si esto es propio de todos los tiempos, porque es propio de la corrupción

humana, ¿qué no se dirá de estos nuestros tiempos, por lo que a las exterioridades se

refiere, si son tiempos de puro artificio, de ficciones en todos los órdenes de la vida,

de mixtificaciones en todo organismo social, de falsificaciones en cuanto se come, se

viste y nos recrea?

Ningún siglo fue más amador de llamar la atención sobre sí mismo y, por eso,

si adelantó fue en lo exterior, en lo físico, en lo visible, mientras que la filosofía era

olvidada y la moral corrompida, y se ofrecía a los hombres marquetería por tallas bien

labradas, y deslumbradores vaciados por repujados exquisitos, y cuentos, y fábulas e

infundios de turistas por descubrimientos de concienzudos exploradores, y se

resucitaban los más absurdos errores paganos para darles carta de naturaleza en las

ciencias humanas y hasta para suplantar las verdades divinas, y al bien se le ha llamado

mal, y al despojo beneficencia, y a la tiranía libertad, y al odio fraternidad, y a la

explotadora esclavitud hecha por los grandes para menosprecio de los pequeños le

dieron el pomposo nombre de igualdad.

Y así, falsificado todo en el orden físico, en el intelectual y en el moral, no es

extraño que se viva de puras apariencias y que este espíritu haya invadido hasta las

naves de la casa de Señor en donde no faltan discípulos Cristo que echen, a latigazos

de caritativa represión, a los que con tal espíritu tratan de ensombrecer el espíritu

sencillo y espontáneo del verdadero hijo de Dios.

Por este espíritu reprobable exterior penetró en el templo el adorno de los

grandes salones mundanos y las comodidades, y la música profana, y la oratoria de

las verdades disminuidas, vacía de espíritu de Cristo, que repudia toda exterioridad

farisaica y está repleta de vanas armonías que no pasan más adentro del oído y estragan

el paladar cristiano. Por eso, las mismas almas que pueblan los saraos en las noches,

y los cines, y los teatros, y que van al paseo al desnudo, como si fueran modelos para

E.R. 60

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

142

forjar estatuas del impudor, son las que han llenado, quizás llenan todavía, no pocos

templos a pesar de la virilidad santa con que los obispos han recriminado tan nefandas

costumbres y, si así vive la sociedad en general, ¿podrán acaso encontrarse muchas

almas que sientan informado su espíritu por la verdadera devoción a María?

No, imposible, la moda es la informadora en el exterior y en el interior, la

asistencia al templo es uno de tantos recursos para exhibirse más, los rezos son muy

secundarios y el espíritu de sacrificio cristiano es ajeno a nuestras costumbres, pues

hasta para dar a los pobres se idearon las fiestas de beneficencia, carcoma de la

verdadera caridad y ponzoña que enciende todos los vicios.

No creemos que sea inexacta la apreciación que hacemos de nuestros tiempos

por lo que a su amor en la exterioridad se refiere, y como juzgamos, por otra parte, que

los tiempos de nuestro bienaventurado estaban muy distantes de éstos en la práctica

de tales excesos, por este motivo tenemos por muy pálido cuanto acerca de los devotos

exteriores dice La verdadera devoción, y, por lo tanto, que, si no corregido, hay que

leer este capítulo con todo el aumento que la sólida piedad inspire al católico lector.

Escribe el maestro montfortiano estas palabras en el número 107:

«Devotos exteriores son las personas que hacen consistir toda la devoción a

María en algunas prácticas exteriores que no gustan más que del exterior de la

devoción a esta Virgen bendita porque carecen de espíritu interior, que rezarán

muchos rosarios, pero precipitadamente; oirán muchas misas, más sin atención;

se inscribirán en todas las cofradías, pero sin enmendar jamás su vida, sin hacer

violencia a sus pasiones, sin imitar las virtudes de la Santísima Virgen. Si algo

estiman de esta devoción es sólo la parte sensible, sin gustar lo que tiene de

sólido. Si les falta la sensiblería en sus prácticas, creen que ya no hacen nada,

se desalientan, todo lo abandonan y ya todo lo hacen atolondradamente, de

cualquier manera.

El mundo está lleno de esta clase de devotos exteriores y no encontraremos jamás

quien, como ellos, tanto critique a las personas de oración que ponen todos sus

esfuerzos en conseguir el interior de esta devoción, como lo verdaderamente

esencial, aunque sin menospreciar la exterioridad de la modestia de que siempre

va acompañada».

Lo que acabamos de leer, si bien nos fijamos, supone algo de piedad, algo de

devoción, alguna practica en honor de María, por escaso que sea el espíritu de amor

verdadero con que tales ejercicios se practiquen, pero el colmo en nuestros días es

que se va al templo para no rezar y que se pertenece a las asociaciones por falta de

valor pura decir que no a quien lo propone, o porque esta o aquella cofradía es la que

proporciona la función religiosa de mayor pompa y de más asistencia, porque allí,

aunque sea implícitamente, se citan los jóvenes de ambos sexos para mirarse, para

hablarse, para codearse, para…¡Vergüenza causa este siglo pagano, cuando no asco y

desaliento!

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

143

Medias caladas para cubrir piernas que el vestido, si lo es, deja al descubierto;

mangas de gasa, cuando las hay, para recatar los brazos; descotes provocativos que

acucian toda carnal curiosidad. Esos son los atavíos de que se adornan hoy las señoritas

hasta para colgar de su cuello la medalla de Hija de María, y, lo que es más, hasta

para acercarse a recibir a Jesús en el Sacramento de su amor.

Y siendo esto así, como en efecto lo es, y no como excepción, sí que como

general costumbre, ¿no tendríamos por devotas más tolerables a las que nos pinta

nuestro Vidente, que en las que nosotros tenemos a la vista?

¡Cuánto desearíamos que muchas de las piadosas, de los piadosos bastante poco

hay que decir, se aficionaran siquiera a la devoción sencillísima y fácil de las Tres

Ave Marías!

¡Qué daríamos en nuestros tiempos por ver generalizada la costumbre de rezar

el Santo Rosario entre los que todavía van a la iglesia!

¡Son tantos y tantas los que no enmiendan su vida en nuestros tiempos, aunque

no se atrevan a renegar del bautismo que recibieron, que no sabemos qué sería mejor,

si verlos en su indiferencia con el nombre de católicos y obrando como los más

apartados de la fe, o considerarlos como enemigos declarados de la religión y, como

a tales, combatirlos!

Mas, por lo que a las almas de que habla el bienaventurado maestro se refiere,

las cuales son aquellas que, a lo menos como católicos, cumplen en lo exterior los

dictados de la piedad aunque se preocupan poco del perfeccionamiento interior de sus

almas, pudiendo llegar, como ya se ha llegado, a los más lamentables excesos como

hemos dicho antes, al olvidarnos de la reforma interior de nuestros corazones, no era

justo olvidar a gran número de almas que en su grado relativo de apego a lo exterior

existen en el mundo y hasta en los claustros, que, por una falsa inteligencia de la

vida espiritual o por engaño del demonio, muchas veces hacen consistir su mayor o

menor perfección en sólo lo sensible y, así, son muy recatadas en la iglesia y se les

ve con gran compostura y hasta recogimiento porque eso las llena de satisfacción o

porque así compran las alabanzas de los que las ven, atendiendo más al propio medro

ante las gentes que a la obligación de honrar a Dios reverentemente y al buen ejemplo

que se debe dar a los demás.

Otras personas se jactan de lo que hicieron en orden a sus devociones, a sus

obras de caridad, y en conseguir alabanzas por lo bueno que hacen ponen todo su

empeño.

Pero todavía hay más, mucho más, que podríamos decir de esas otras almas

que pueden ser hasta religiosas y que, como dice nuestro bienaventurado maestro, «si

algo estiman de esta devoción es lo sensible».

Esta falsa devoción exterior es, evidentemente, defecto propio de personas

piadosas. Se engrían con los afectos nacidos de mociones más bien nacidas del propio

sentimiento que de las gracias con las imágenes que les presenta su imaginación, más

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

144

acomodadas a sus gustos que a la realidad de la verdadera piedad cristiana. Les

deleitan los pensamientos que les inspiran sus inteligencias creyéndolos inspiraciones

de lo alto, y tanto se apegan a ellos que en la aferrada posesión que de ellos hacen

en sus corazones muestran el mal espíritu que los fomenta y, en ese mismo regalarse

en tales bienes del propio natural, hallan las almas la más dura penitencia, pues como

dice el Beato montfortiano:

«Si les falta la sensiblería en sus prácticas creen que ya no hacen nada, se

desalientan, todo lo abandonan y ya todo lo hacen atolondradamente, de

cualquier manera».

¡Desgraciadas almas!

Pluguiera al cielo que volvieran sobre sí, en especial las que están llamadas a

seguir camino de perfección, recordando que la verdadera perfección está en la

sincera devoción de hacer siempre la voluntad de Dios, y que la santidad más sólida

se manifiesta en la más amarga desolación y abandonos divinos, y así, lejos de pegarse

a los regalos del Esposo, apetecerían mejor el hacecillo de mirra que tanto agracia al

divino Pastor que se regala en apacentar entre lirios sus ovejas.

La falta de mortificación interior es la que engendra este espíritu de

exterioridad pues se huye del sacrificio interior por mil pretextos vanos, y más almas

ponen su satisfacción en creer que los demás las juzgan buenas, y otras se convencen

de que en lágrimas y suspiros, en cilicios y disciplinas, en largas y pesadas prácticas

de piedad, en ayunos y vigilias y en pasar las noches de claro en claro y en cosas

exteriores semejantes, aunque sean muy santas, consiste el bien de sus almas,

olvidándose de que la verdadera perfección esta por dentro, como toda raíz vive

escondida en el corazón de la tierra para luego producir frutos sabrosos, y tanto más

abundantes y sanos serán éstos cuanto la raíz penetre más vigorosa en lo oculto de la

tierra.

Las plantas sin raíz sólida apenas si resisten el menor impulso del vendaval que

las azota. Las almas que sólo viven de exterioridades y no de la humildad del corazón,

luego sucumben ante la más liviana tentación que las atribula, por eso se desalientan y

todo lo abandonan fácilmente.

Y tantos son los estragos que causa este espíritu de exterioridad que a muchas

almas en el mundo les hace perder el espíritu verdadero de la fe y por eso murmuran

tanto, como dice nuestro Beato, de los que la tienen.

Y en la vida religiosa, la mitad nos autoriza a contar la parábola de las vírgenes,

y pierden el sincero espíritu de esposa de Cristo que se regala sólo en el tálamo de la

cruz con los que de veras se desposan con Él y, lo que es más triste aún, no faltan

personas religiosas que, por seguir tan engañoso camino, llegan al doloroso estado de

perder hasta la vocación divina con que fueron llamadas a estado de mayor perfección.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

145

LOS DEVOTOS PRESUNTUOSOS

En una época como la nuestra, la presunción es un vicio que penetra lo más

íntimo del corazón social; nada se escapa del ambiente deletéreo y sutil de esa pasión

que empieza por sustentarse de la más refinada vanidad y acaba por levantarse erguida

sobre la más execrable soberbia.

He aquí por qué nunca la presunción rayó más alto en el mundo. El hombre

se ha creído capaz de alcanzar por sí mismo la perfección. Estamos en los tiempos

de los superhombres y tanto se ha profundizado en este abismo de la humana

soberbia que la idea de Dios casi se ha esfumado en el tranquilo ambiente de la

Teodicea y ha sido relegado al lugar de las cosas inútiles el Dios de la divina

Teología.

Es evidente que, olvidados los hombres de Dios y de todo lo que a Él nos

lleva, puede decirse, en general, que en nuestros tiempos, por excepción, hay

devotos presuntuosos de los que pertenecen a la segunda clase que señala el angélico

Doctor, o sea, aquellos que tan inmoderadamente esperan en Dios, que hasta en

contra de la divina justicia presumen salvarse.

De éstos en especial trata nuestro bienaventurado vidente montfortiano en este

capítulo sin dejar de referirse a los otros, más que soberbios vanidosos, que esperan

conseguirlo todo de sus propias fuerzas.

Pero de éstos decimos como de los primeros, si es tan reducido el número de

los que piensan en su propia salvación y tan tibio el empeño que en ello ponen,

prácticamente apenas si hoy se hallaran devotos de esta clase, aunque no hacemos

afirmación absoluta, porque a la vista tenemos nosotros mismos ejemplares de esta

clase de falsos devotos, y haga nuestra Inmaculada Reina, la Divina Infantita, que

todos los que en estas líneas fijamos nuestra vista, no caigamos en este ruinoso

vicio del que con relativa extensión nos habla nuestro amadísimo Maestro, razón por

la cual nos creemos excusados de insistir más por nuestra parte una vez prenotado lo

que antecede.

Nuestro Maestro en La verdadera devoción a María Santísima, con la claridad

y fervor que lo distinguen, dice:

«Devotos presuntuosos son los pecadores que viven abandonados a las pasiones,

o amadores del mundo que, bajo el hermoso nombre de cristianos y de devotos

de la Santísima Virgen, ocultan el orgullo, o la avaricia, o la impureza, o la

embriaguez, o la cólera, o el perjurio, o la maledicencia, o la injusticia, etc.,

que duermen tranquilos en sus malos hábitos, sin hacerse mucha violencia para

corregirse, con el pretexto de que son devotos de María; que esperan que

Dios los perdonará, que no morirán sin confesión y que no se condenarán

porque rezan el Rosario, porque ayunan los sábados, porque pertenecen a la

cofradía del Santísimo Rosario, porque llevan el Escapulario o ingresan en

alguna congregación mariana, porque llevan el hábito o la cadenilla de la

E.R. 61

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

146

Santísima Virgen, etc. Si alguien les dice que su devoción es una ilusión del

demonio y una perniciosa presunción, capaz de perderlos, no le creen, dicen

que Dios es bueno y misericordioso, que no nos ha criado para condenarnos,

que no hay hombre que no peque, que no morirán sin confesión, que un buen

peccavi en la hora de la muerte les basta, además de esto, que ya son devotos

de la Santísima Virgen, que llevan el Escapulario, que rezan todos los días, y

esto sin que sea ostentación y vanidad, siete Padrenuestros y Avemarías en su

honor, que hasta rezan algunas veces el Rosario y el oficio de la Virgen, que

ayunan, etc.

Para confirmar lo que dicen y obstinarse más en su ceguedad, refieren algunas

historias, verdaderas o falsas que para ellos es lo mismo, las cuales han oído o

leyeron en los libros en donde se atestiguan que personas muertas en pecado

mortal sin confesarse, en atención a que durante su vida rezaban algunas

oraciones o practicaban algunas devociones a la Santísima Virgen, o han

resucitado para confesarse, o ha permanecido su alma milagrosamente en el

cuerpo hasta alcanzar la confesión, o por la misericordia de María han obtenido

de Dios, en la hora de la muerte, la contrición y el perdón de sus pecados y,

por tanto, su salvación, esperando ellos que le suceda otro tanto.

Nada hay en el cristianismo que sea tan dañoso a las almas como esta presunción

diabólica porque, ¿podría acaso decir con verdad que honra y ama a la Santísima

Virgen quien con sus pecados hiere, atraviesa, crucifica y ultraja sin piedad a

Jesucristo su Hijo? Si María tuviera que salvar por su misericordia a esta clase

de gentes autorizaría el crimen, ayudaría a crucificar y ultrajar a su divino Hijo,

y esto, ¿quién se atreverá jamás a pensarlo?

Abusar así de la devoción a María, la cual después de la devoción al Santísimo

Sacramento es la más santa y sólida, es, a mi juicio, cometer un horrible

sacrilegio, que después del de una Comunión recibida en pecado mortal, es el

mayor y menos digno de perdón.

Confieso que, para ser devoto de la Santísima Virgen, no es absolutamente

necesario tener tal santidad que se evite todo pecado, aunque esto sería lo

más deseable, sino que se necesita por lo menos, y fíjese bien en lo que voy

a decir, 1º vivir en una resolución sincera de evitar, por lo menos, todo pecado

mortal que ultraje a la Madre lo mismo que al Hijo, 2º hacerse violencia para

no cometer el pecado, 3º ingresar en las cofradías, rezar el Rosario, los quince

misterios u otras oraciones, ayunar los sábados, etc. Esto es de una maravillosa

eficacia para conseguir la conversión de un pecador por más endurecido que

esté, y si tal fuese mi lector, aun cuando se encontrase con un pie en el

abismo, que siga mi consejo, pero a condición de que las obras buenas que

practique, las haga solo con la intención de obtener de Dios, por la intercesión

de María, la gracia de la contrición y del perdón de sus pecados y de vencer

sus malos hábitos, y no permanecer pacíficamente en el estado de la culpa

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

147

resistiendo a los remordimientos de su conciencia, al ejemplo de los santos y

a las máximas del santo Evangelio».

LOS DEVOTOS INCONSTANTES

Propia es de la naturaleza corrompida la inconstancia. Son tantos los agentes

que nos inducen a preferir hoy lo que ayer desdeñábamos, y viceversa, que es la vida

un constante flujo y reflujo de amores y de odios hacia los mismos objetos y personas,

que al mismo hombre sorprenden con ser él agente indefectible de tanta mutabilidad en

los afectos y apreciaciones que hace de cuanto puede caer bajo la influencia del

entendimiento y de la voluntad.

Las Sagradas Escrituras confirman esta verdad tan profundamente grabada en

nuestro corazón que es inconstante como la luna.

Vivimos, salvo las admirables excepciones de las almas justas, a merced de los

fugaces engaños de las pompas mundanas y de ahí la inconstancia, que se basa sobre

las deletéreas decisiones de nuestra flaca voluntad, la cual, hasta en las almas más

privilegiadas por los auxilios de la gracia, es como un aguijón cruelmente atormentador

que hizo exclamar a los más fieles luchadores de Cristo, «video meliora proboque,

deieriora se quor», con lo que la perseverancia en el bien se nos hace tan difícil que,

para socorrernos en necesidad tanta, nos dejó nuestro divino Redentor la expiatoria

piscina del santo Sacramento de la Penitencia al que podemos acudir cuantas veces

queramos.

Y para robustecernos en el deseo de ser constantes ante los obstáculos

exteriores, y perseverantes a pesar de las dificultades interiores, nos hizo saber el Rey

divino que solo entraría en la gloria inmortal el que luchando con Él perseverare

hasta el fin.

Pero si, a tan fundamentales consideraciones, se añade el espíritu de sutilísima

ligereza que todo lo domina, desde el vano ambiente en que se mueve el alma femenina

hasta esa otra esfera en que por desgracia se manifiesta el alma masculina, salvo muy

raras excepciones que no bastan a modificar, siquiera en un punto, la acentuada flaqueza

en que hoy se desarrollan organismos que debiera crecer muy lejos de la femenina

debilidad, ¿quién esperara hoy hallar devotos constantes?

Y es porque la varonil dulzura que inspira la caridad cristiana, se ha trocado

por la delicadeza materialista que arrebata su templo de sacrificio al espíritu y

adormece a los sentidos, en cambio, en vapores de libidinosos perfumes y en

voluptuosas ansias de goces carnales.

En este estado la sociedad es una sensitiva que se conmueve al más ligero

roce de las alas de un insecto y, si es temerosa de la más soportable molestia, ¿qué

lejos no estará de los sacrificios que supone la constancia?

E.R. 62

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

148

Empero, si todo lo dicho explica la inconstancia humana, y de un modo

especial en nuestros días, no es bastante a convencernos de la existencia de gran

número de devotos de esta clase, pues siendo falsa la devoción de demasiado devotos

de hoy, por lo vano y aparatosa, y tan sin efecto para bien parecer en la sociedad,

más bien hemos de llorar delante de Dios la falta de devotos que la abundancia de

devotos inconstantes.

Lo mismo creemos aplicable a los devotos hipócritas. ¿Para qué aparecer

devotos si nadie nos tiene por eso en más? Y no dejamos de juzgar aplicable esta

misma consideración a los devotos interesados.

Poco o nada produce hoy la devoción. Y siendo tan pocos los que acuden a

María en sus necesidades, en tiempos estamos tan distintos de los de nuestro

amadísimo Beato, que siendo, hoy como entonces, reprobable la devoción que sólo nos

lleva a María por bastardos intereses, sin embargo, aunque fuera impulsados por las

necesidades materiales, desearíamos que se moviesen los pueblos para ir a María.

¡Están los hijos de la Iglesia Católica tan apartados de la Reina Inmaculada

que, por cualquiera pretexto, desearíamos a la masa social a las plantas de la que es

el camino para ir a Cristo y la puerta del cielo!

Juzgando suficiente lo que antecede para terminar este artículo de las falsas

devociones, sin otro comentario, leeremos lo que sigue de La verdadera devoción a

María Santísima.

«Los devotos inconstantes son aquellos que sólo tienen arranques e intervalos

de devoción a la Santísima Virgen, tan pronto están fervorosos como tibios;

en un instante parece estar dispuestos a hacerlo todo por su servicio y un

momento después ya no son los mismos.

Les cuesta poco abrazar todas las devociones de la Virgen y alistarse en todas

la cofradías, pero luego no practican ninguna de sus reglas con fidelidad;

cambian como la luna y, por eso, al igual de la media luna que ostenta bajo

sus plantas María, la divina Señora pisa con sus pies en señal de desprecio

esos sus devotos inconstantes, indignos de ser contados entre los servidores de

esta Virgen fiel que tienen por patrimonio la fidelidad y la constancia.

Más vale no cargarse con tantas oraciones y prácticas de devoción y cumplir

pocas con amor y fidelidad, a pesar de cuanto digan el mundo, el demonio y la

carne».

LOS DEVOTOS HIPÓCRITAS

«Hay aún otra clase de falsos devotos de María que son los devotos hipócritas,

los cuales cubren sus pecados y malos hábitos bajo el manto de esta Virgen

fidelísima a fin de pasar a los ojos de los hombres por lo que no son».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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LOS DEVOTOS INTERESADOS

«Finalmente, existe una última categoría de devotos, llamados interesados, que

sólo recurren a la Santísima Virgen para ganar algún pleito, para escapar de

algún peligro, para curar de alguna enfermedad o para cualquiera otra necesidad

semejante, fuera de la cual se olvidarían de Ella. Y así, unos como otros, son

devotos falsos, que nada valen ni para Dios ni para su Santísima Madre.

Guardémonos, pues, de pertenecer al número de devotos críticos, que nada

creen y todo lo censuran, al de los devotos escrupulosos, que temen ser

demasiado devotos de María por respeto a Jesucristo, al de los devotos exteriores,

que hacen consistir toda su devoción en las prácticas exteriores, al de los devotos

presuntuosos, que, bajo el pretexto de su falsa devoción a la Virgen, se encenagan

en sus pecados, al de los devotos inconstantes, que, por ligereza, cambian sus

prácticas de devoción, o las abandonan, apenas sienten la menor tentación, al de

los devotos hipócritas, que ingresan en las cofradías y visten la librea de María

para ser tenidos por buenos y, en fin, al de los devotos interesados, que, si

recurren a la Santísima Virgen, es sólo para que los libre de los males del

cuerpo y les conceda otros bienes temporales».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

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Capítulo II

Artículo III

LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN

SUS CARACTERES

Relacionando perfectamente todo el artículo II de este capítulo con el III

que hoy empezamos, con toda sencillez el Vidente de La verdadera devoción a

la Santísima Virgen escribe en el número 115:

«Después de descubrir y reprobar las falsas devociones a María, es preciso

establecer en pocas palabras la verdadera. Esta es: 1º interior; 2º tierna; 3º

santa; 4º constante; 5º desinteresada».

Cualidades son éstas indispensables en toda devoción perfecta. La virtud es

del alma aunque el cuerpo la sirva como instrumento que exterioriza los actos,

pero en donde hay que estudiar especialmente muchas virtudes es en el lazo de unión

del espíritu con el cuerpo en el que radican las pasiones, por este motivo, el

divino Maestro, si enseña que nuestras buenas obras sean manifiestas a los hombres

para que en viéndolas glorifiquen al Padre celestial, no por eso deja de recomendar

que no aparezca el que hace la obra buena, instándole para que se oculte, sí que,

también, cuando Él se propone como ejemplar de virtudes que nosotros estamos

obligados a practicar, nos enseña que atesora Él esas virtudes en su interior, en su

corazón.

La cualidad primera señalada por nuestro veneradísimo Beato, no puede estar

más en conformidad con el espíritu de Cristo y, por eso sin duda, escribe estas

brevísimas palabras:

PRIMER CARÁCTER: DEVOCIÓN INTERIOR

«1º La verdadera devoción a la Santísima Virgen es interior, esto es, nace

del espíritu y del corazón; y la produce la estima que se hace de la

Santísima Virgen, de la alta idea que uno se forma de su grandeza y del

amor que la profesamos»

Y si es clara y firme esta doctrina, no lo es menos la que expone en el

número 117: la ternura.

E.R. 63/64

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

151

Amar a nuestra madre y no amarla tiernamente es como una paradoja, un

contrasentido. Mas, a pesar de que así debe ser y así lo han sentido y practicado

todos los santos, a la cabeza el Doctor melifluo que nada austero consentía que

vieran en la Reina del amor los devotos de Ella, conviene no olvidar que no se

trata de una sensiblería, ni de sensibles regalos que nos seduzcan, no.

Ella nos consolará, sin duda, más para fortalecernos, para hacernos más

apetecible el camino de la cruz, para ser más amadores de los desprecios, y de

tal modo serán los regalos de la Reina Inmaculada, que Ella nos hará apacibles

los caminos que Ella siguió en su transformación con su Hijo divino desde que

fue concebida hasta que fue asunta, haciendo que no sintamos más ansias que las

de ser perfectos esclavos del Señor y, tan fuertes, que nos sintamos firmes y serenos

sobre la cumbre del Calvario cuando tenga el Rey soberano la misericordia de

llevarnos a sufrir junto a la cruz los terribles tormentos de las almas abandonadas

por Él y atribuladas por los hombres.

Dejando aquí escrito nuestro reproche y acerba condenación del espíritu

sensible que tanto perjudica aun a las almas que más aman la perfección, leamos

al Mariano Maestro.

SEGUNDO CARÁCTER: DEVOCIÓN TIERNA

«2º Es tierna, es decir, llena de confianza en la Santísima Virgen, como la

de un niño en su cariñosa madre. Ella hace que un alma recurra María

en todas sus necesidades de cuerpo y de espíritu con mucha sencillez,

confianza y ternura, que implore la ayuda de su celestial Madre en todo

tiempo, lugar y cosa, en las dudas, para que la esclarezca, en los extravíos,

para que la vuelva al buen camino, en las tentaciones, para que la sostenga,

en las debilidades, para que la fortifique, en las caídas para que la levante,

en los desalientos, para que la infunda ánimos, en los escrúpulos, para que la

libre de ellos, en las cruces, trabajos y contratiempos de la vida, para que

la consuele. Por último, en todos sus males de cuerpo y de espíritu halla

en María su ordinario socorro sin temor de importunar a esta tierna Madre y

desagradar a Jesucristo».

La santidad de la devoción es el tercer carácter de que trata nuestro

bienaventurado en el título número 118. Es tanto lo que se dice entre líneas en este

número que prescindimos de tratar de ello, pues si el admirable formador del verdadero

devoto de María nos ha de enseñar la devoción más santa que puede tenerse de la Señora,

es innegable que esta cualidad ha de resplandecer singularísimamente en la parte principal

de este diamantino libro.

Dese el lector por sabio y piadoso por satisfecho con saborear ahora las palabras

del amadísimo Beato que así escribe:

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

152

TERCER CARÁCTER: DEVOCIÓN SANTA

«La verdadera devoción a la Santísima Virgen es santa, esto es, hace que el alma

evite el pecado e imite las virtudes de la Santísima Virgen, pero de un modo

particular su humildad profunda, su fe viva, su obediencia ciega, su oración

continua, su mortificación total, su pureza divina, su caridad ardiente, su

paciencia heroica, su dulzura angelical y su sabiduría divina, que son las

diez principales virtudes de la Santísima Virgen».

¿Es acaso que la devoción a la Santísima Virgen transforma de tal manera

la condición humana que le quita por completo sus defectos naturales?

Vinculada la gracia a la devoción de nuestra Señora, y no sólo la gracia

común y ordinaria, sí que también los auxilios especiales, el corazón humano se

siente tanto menos de barro cuanto más se entrega al servicio e imitación de

su celestial Reina.

Y así su modo natural de ser se va perfeccionando hasta adquirir una

constancia en el bien que contradice su carácter veleidoso y una fortaleza que,

aunque no está exenta de toda flaqueza, le da resistencia para no dejarse vencer

fácilmente o energía para levantarse con prontitud si, desgraciadamente, cae.

Ella es la fortaleza, por lo que mil veces es comparada con la torre

inexpugnable y con ejército bien preparado para entrar en batalla, y a sus devotos

no puede menos de comunicarles algo de sus condiciones personales.

Todo esto lo expresa admirablemente el Beato diciendo:

CUARTO CARÁCTER: DEVOCIÓN CONSTANTE

«4º La verdadera devoción a la Santísima Virgen es constante, consolida a

un alma en el bien y hace que no abandone fácilmente su práctica de

devoción. La da ánimo para que se oponga al mundo en sus modas y en

sus máximas, a la carne en los disgustos y embates de sus pasiones, al

diablo en sus tentaciones. De modo que, una persona verdaderamente devota

de la Virgen, no es inconstante, melancólica, escrupulosa o temerosa.

Y no quiere esto decir que no caiga, ni experimente algún cambio en

lo sensible de su devoción, sino que, si cae, se levanta tendiendo la

mano a su bondadosa Madre, y, si carece de gusto o devoción sensible,

no se preocupa por ello porque el justo y el devoto fiel de María viven

de la fe de Jesús y de María y no de los sentimientos del cuerpo».

El quinto carácter de la verdadera devoción a la Santísima Virgen es el

desinterés, lo cual es muy natural que sea así, porque la devoción tanto es más

perfecta cuanto más se inspira en el amor, y éste no se preocupa de lo que es

interés personal, sino en profundos sentimientos generosos.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

153

Se ama a Nuestra Reina porque, después de Cristo, es la criatura más

amable. De modo que el verdadero devoto de María la ama, la sirve y se sacrifica

por su honor y gloria sin acordarse de que Ella es generosísima y de que

promete, como su divino Hijo, el ciento por uno. La sirve aunque de Ella nada

esperara porque en ser su siervo tiene puesta su complacencia.

Y esto es lo que expresa el amantísimo autor de La verdadera devoción a

la Santísima Virgen en el siguiente párrafo:

QUINTO CARÁCTER: DEVOCIÓN DESINTERESADA

« 5º Finalmente, la verdadera devoción a la Santísima Virgen es desinteresada,

es decir, que inspira al alma que no se busque a si propia sino sólo a Dios

en su Santísima Madre. El verdadero devoto de María no sirve a esta augusta

Reina por espíritu de lucro o de interés, ni por su bien, ya temporal, ya

eterno, ya del cuerpo, ya del alma, sino únicamente porque Ella merece

ser servida y Dios sólo en Ella. Si ama a María, no es por los favores que

ésta la concede, o por los que de Ella espera recibir, sino porque Ella es

amable.

He aquí por qué la ama y la sirve con la misma fidelidad en sus

contratiempos y sequedades como en las dulzuras y favores sensibles. E

igual amor la profesa en el Calvario que en las bodas de Canaán.

¡Ah! ¡Cuán agradable y precioso a los ojos de Dios y de su Santísima Madre

ha de ser aquel devoto de María que no se busca a sí mismo en ninguno

de los servicios que la presta!

Pero, ¡cuán raro es encontrar un devoto así! Para conseguir que no sea tan

exigua esta clase de devotos es para lo que yo he echado mano de la pluma

y escrito en el papel lo que ya en las misiones he enseñado así pública

como privadamente, durante muchos años, con no pequeño fruto».

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

154

Capítulo II

Artículo IV

ANUNCIOS PROFÉTICOS ACERCA DE ESTA PERFECTA DEVOCIÓN

Este artículo que ahora nos toca exponer es en todo semejante al § III del artículo

IV del capítulo l. En él trata nuestro bienaventurado profeta de «Los apóstoles de los

últimos tiempos», en donde retrata con rasgos tan característicos a los esclavos, que ve

con inspiración divina en su mente, que es imposible confundirlos con ninguna otra

congregación religiosa de las existentes hasta hoy.

Y si allí nos mostraba a los «verdaderos discípulos de Jesucristo, que, caminando

sobre las huellas de su pobreza, humildad, desprecio del mundo y caridad, enseñarán el

camino de Dios en la verdad pura», ahora, en estos anuncios proféticos, nos hará sentir la

seguridad, que a él le infundiera el Espíritu Santo, de que más tarde o más temprano habría

de aparecer «un gran escuadrón de bravos y valientes soldados de Jesús y de María, de

uno y otro sexo». Y este escuadrón ha de ser el de los verdaderos devotos de María que

nuestro celestial Beato añoraba con tantas ansias como se revelan en estas sus palabras:

« ¡Ah!, ¡cuán agradable y precioso a los ojos de Dios y de su Santísima Madre ha de

ser aquel devoto de María que no se busca a sí mismo en ninguno de los servicios

que la, presta! ¡Pero, cuán raro es encontrar un devoto así!».

Y suspirando por ese devoto, del que siente ansias vehementísimas, que le

atormenta profundamente su corazón, celosísimo, se encara consigo mismo y topando de

primera intención con su ignorancia dice en el número 121, que es el primero de este

artículo:

«He dicho muchas cosas ya de la Santísima Virgen, pero aún tengo muchas más

que decir y, en número infinitamente superior, son todavía las que omitiré ya por

ignorancia, ya por insuficiencia, o ya por falta de tiempo para realizar el designio

que me he propuesto de formar un verdadero devoto de María y un verdadero

discípulo de Jesucristo».

Y llevado del convencimiento de su ignorada se anonada a sí mismo tanto que,

reconociéndose insuficiente para conseguir en objeto de formar un verdadero y perfecto

devoto de María, exclama:

E.R. 65/66

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

155

« ¡Oh!, por cuán bien empleado daría yo mi trabajo, si este humilde escrito,

cayendo en las manos de un alma bien nacida, nacida de Dios y de María y no de

la sangre ni de la voluntad del hombre, le descubriera e inspirase por la gracia del

Espíritu Santo la excelencia y el precio de la verdadera y sólida devoción a la

Santísima Virgen, que ahora mismo voy a descubrir».

Pide al cielo un hombre que llegue a ser verdadero intérprete de lo que él siente

en su alma y, como tiene convicción íntima de que él es incapaz por sí mismo de llevar a

la práctica lo que Dios le inspira, y como él sabe que hace falta quien personifique y viva

lo que él va a enseñar en el nombre de Dios y de María, por eso pide al cielo ese hombre

que ha de señalar con su ejemplo, más que con sus palabras, el derrotero que deben seguir

los esclavos de María y, por conseguirlo y obligar a Dios con lo más que el hombre puede

poner de su parte para conseguir que el Espíritu Santo envíe una gracia singular a los

hombres, con la profunda humildad que resplandece en todo este número 122, exclama

generoso, ofreciendo al Señor su vida a trueque de que El infunda en los hombres el

espíritu de la Esclavitud Mariana que va a enseñar.

Dice así:

«Si yo supiese que mi sangre criminal pudiera servir para que en los corazones

entrasen las verdades que escribo en honor de mi querida Madre y soberana

Señora, el último de cuyos hijos y esclavos soy, con ella escribiría estas líneas,

confiando encontrar almas generosas que por su fidelidad a la práctica que enseño,

resarcirían a mi querida Madre y Señora las pérdidas que Ella experimenta por mi

ingratitud y mis infidelidades».

Y después que tanto se ha humillado, y cuando en su generosidad y

anonadamiento de todo punto sinceros delante de Dios ha dado cuanto ha podido dar,

Dios obra, como quien es siempre para los hombres, con largueza y misericordia divinas,

y consuela a nuestro celosísimo Vidente y amadísimo Padre a la manera que consolara a

su Hijo muy amado en el Jordán y en las olivas, enviándole las gracias que podía consolar

y robustecer su alma sedienta de Esclavitud, y así como el que pasa de polo a polo, como

el que siente por un momento que el favor de Dios se inclina hacia él y se olvida de su

propia miseria, estribando en Dios y en sólo él con la firmeza de la gracia divina que lo

inspira, prorrumpe en frases certísimas acerca del advenimiento de los esclavos de amor,

y con ellos el reinado de Cristo en los corazones. He aquí sus admirables palabras:

«Ahora me siento más que nunca animado a creer y esperar todo lo que tengo

profundamente grabado en el corazón y, que muchos años ha, vengo pidiendo a

Dios, a saber: que tarde o temprano, la Santísima Virgen tendrá más hijos,

servidores y esclavos de amor, que nunca, y que, por este medio, Jesucristo, mi

amado Dueño, reinará más que nunca en los corazones».

Pero esto no era bastante. El hombre que tenía grabadas en su alma las luchas

incesantes que habían de trabarse en todo tiempo entre María y Luzbel y los hijos y

corifeos de la una y del otro respectivamente, no podía olvidarse en este momento de que

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

156

Satanás, combatiría denodadamente a él, escogido por Dios para ser el profeta de la

Esclavitud mariana, y todos los que el transcurso de los siglos habían de afiliarse a los

escuadrones defensores de la gloria de Dios y de su Cristo bajo la potente, cuanto humilde,

bandera de la Esclava del Señor.

Y para más evidenciar la verdad de la guerra satánica en contra de los esclavos y

esclavas de la Inmaculada Reina, hace otra profecía que ha tenido perfecto cumplimiento

respecto de este diamantino libro que exponemos, asegurando que pesaría sobre él la

terrible persecución de lo desconocido, de lo olvidado, del silencio. Con lo que al propio

tiempo patentiza que no debemos tener tan olvidada la intervención diabólica en las obras

de Dios, a las que se opone siempre y cada día con más saña, especialmente si se trata de

obra que glorifica a la Reina de los ángeles, y más especialmente a ésta por cuanto en

todas sus manifestaciones tiene por fundamento la más profunda humildad y dejación de

sí mismo.

Nuestro sublime Bienaventurado dice así en el número 123 de su áurea Verdadera

devoción

«Preveo que saldrán fieras espantosas que, enfurecidas, intentarán destrozar este

humilde escrito y aquél de quien el Espíritu Santo se ha servido para escribirle, o,

a lo menos, esconderle en las tinieblas y el silencio de un cofre a fin de que no

aparezca, y hasta atacarán y perseguirán a aquellos y aquellas que lean y le pongan

en práctica».

Más de un siglo estuvo olvidado este inspirado libro. Esta profecía

confirmada por el más notorio hecho, nos lleva como de la mano a que

creamos en que han de realizarse las que dice a continuación, pues, como

muy oportunamente dice el Padre Faber refiriéndose a la profecía que

acabamos de leer:

«A pesar de todo profetizó, a un tiempo, su aparición y su éxito, todo lo cual se ha

cumplido al pie de la letra. El autor murió en 1716 y este Tratado fue hallado, casi

por casualidad, por uno de los sacerdotes de su congregación en San Laurent sur

Sevre en 1842, y siendo esto así, ¿quién se atreverá a dudar de la valiente profecía

que sigue a continuación en este mismo número y que es perfectamente gemela

de la que hizo en el último tercio del número interior?

¡Pero no importa!, dice con la seguridad de quien todo lo puede en Aquél que lo

conforta, ¡mejor todavía! Esto mismo me alienta y me hace esperar un gran éxito,

es decir, un gran escuadrón de bravos y valientes soldados de Jesús y de María, de

uno y otro sexo, que combatirán al mundo, al demonio y a la naturaleza

corrompida en los tiempos de peligro que vendrán como jamás los hemos visto».

Las palabras no pueden ser más terminantes.

Quedan profetizados esclavos y esclavas como ejército preparado por María para

luchar especialmente en contra del mundo, del demonio y de la carne, en los tiempos de

extraordinario peligro para las almas que habían de venir.

La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN

157

En terminando el amadísimo Beato la profecía de los esclavos y esclavas, como

quien sabe que es un abismo ignoto lo que él acaba de sondear, iluminado por el divino

Espíritu, exclama con San Mateo y dice: «Qui legit intelligat. Qui potes capere, capiat».

Han pasado dos siglos. Esas dos centurias se adelantó el Beato Grignion a su

tiempo. ¿Quién dudará que estamos en los tiempos de peligro que habían de venir como

se han visto?

Lo que el Beato contemplaba a través de las sombras de la profecía, para nosotros

es un hecho que vemos y tocamos.

Han llegado los tiempos de peligro. Para salvar a las almas se impone la necesidad

de ese gran escuadrón de bravos y valientes soldados que, con Jesús y María y por ellos,

en ellos y para ellos, estén dispuestos al anonadamiento de la esclavitud Mariana y, por

escala, subir a la perfección de los más altos cedros del Líbano.

Para nosotros, hoy, eso es lo que hay que entender:

Que hacen falta esclavos y esclavas, vaciados en el molde que ansiaba el

amadísimo Vidente, en el que se forme el alma biennacida a la que Dios le descubra y le

inspire la verdadera y sólida devoción a la Inmaculada.

La Esclavitud está en el mundo; buscadla y la encontraréis.

Derechos de autor registrados

2016 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado (Edición).

Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña

La verdadera devoción a la Santísima Virgen. Federico Salvador Ramón

Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia

Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La

Inmaculada Niña.

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