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LA SEDUCCIÓN DE LA FARÁNDULA, PRECISANDO UN OBJETO DE ESTUDIO
Alejandra Phillippi
2013
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La irrupción de la farándula en la escena televisiva es reciente. Sus alcances en la industria
son lo suficientemente relevantes para hacer la pregunta si constituye solamente un
género dentro de la programación, o un fenómeno mayor, ante su presencia en distintas
franjas horarias, y la invasión en otros nichos tan específicos como los matinales y
programas informativos. En principio, los programas sobre farándula son acotados, tanto
como los temas que abordan, pero la información que ofrecen, pareciera que permea
otros ámbitos más de la escena mediática. Así, se está ante un objeto de estudio difuso y
poco explorado: buscar visiones teóricas y conceptos específicos, para poder leer los
datos referenciados, corroboran una pertinencia y la necesidad de avanzar en su debate,
para seguir atendiendo a la imperiosa pregunta por la calidad de la televisión y refutar
unos primeros supuestos.
El presente trabajo busca aportar antecedentes frente a la necesidad de delimitar el
fenómeno de la farándula que se viene desarrollando como contenido de la televisión
chilena. Hace doce años surgió el primer programa en su categoría: “Sálvese Quien Pueda” de Chilevisión que comenzó sus transmisiones en junio de 2001 (Figueroa y Valdés, 2006).
La particularidad del formato de la farándula y su amplia presencia en la agenda
mediática, así como las disímiles opiniones que genera entre la audiencia a partir de sus
-a veces- controvertidos enfoques acerca de los famosos, dejan de manifiesto un
fenómeno cuya presencia en la parrilla programática chilena, no sólo dice de aciertos de la
industria televisiva; también establece una forma de representación de la realidad para la
que existe un público, y que participa a través de su consumo de forma dinámica.
Para esto se ofrece un análisis teórico, una reflexión matizada con los datos que ofrecen
los diversos trabajos de investigación, en materia de televisión que realiza el Consejo
Nacional de Televisión. Esto permitirá contrastar la habitual visión negativa, que instalada
en el discurso colectivo, opera como tamiz de sus nociones, pero que desde la academia
ha sido poco estudiada y que bien vale la pena comprenderla como parte del consumo
cultural actual.
Así, delimitar este objeto de estudio, significa por una parte cruzar las concepciones que
explican la relación de la televisión con sus audiencias, contraponer el rol activo que
teorías culturalistas anteponen a las personas en su relación con los medios, para
contrastarla con las propias nociones que subyacen acerca de esta oferta de consumo
televisivo y que está instalada en sus rutinas cotidianas y que de alguna forma dice
relación con una particular forma en que las personas se vinculan y hacen una apropiación
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específica de este formato televisivo.
La farándula como fenómeno de estudio
Atender al contexto que permite su consideración -y una adecuada construcción- como
objeto de estudio, significa atender a relevar de la realidad unos contenidos
programáticos que vierten periodistas dedicados a esta materia y personas que han
encontrado un oficio en esto y que son reconocidos como los “opinólogos”. Estos roles
asentados en la televisión son los que generan unas conversaciones, que mediatizadas en
programas dedicados a esto, cobran especial sentido en la opinión pública. Se trata de
conversaciones acerca de ciertos personajes que alcanzan notoriedad y que más allá de lo
que hagan, se constituyen en figuras públicas, logrando una gran visibilidad y conforman
lo que se reconoce como “famosos”. Es esta visibilidad, la que en un sentido ha tenido un cierto “giro”, pues famosos siempre han existido, sin embargo esta nueva fama, genera
una visibilidad que en ocasiones, permea la contingencia y se convierte -en muchos casos-
en una forma de “actualidad noticiosa” al alcanzar cobertura en forma transversal en el sistema de medios y pareciera no constituir casos como la muerte de “Lady Di” o Michael Jackson, cuya repercusión en los medios se explica por la trayectoria que tenían en sus
vidas. Hay ahora una fama, desde la que es difícil explicar qué es lo que permite que
tenga este particular alcance, pero al parecer en forma indebida. Este es uno de los
cuestionamientos que permiten acercarse a la farándula como fenómeno de estudio en el
ámbito de la televisión y es este tipo de abordaje que se presenta como un determinado
consumo cultural. Recorrer sus complejidades, también permite comprender las
evoluciones que ha experimentado la audiencia y desentrañar estas articulaciones,
también permitirá seguir dilucidando el comportamiento de las personas en esta materia
y desentrañar finalmente cuál es la seducción que produce la farándula y cuál es su
relación con la “fama” que en ocasiones la hace distinta e incluso reprobable.
El sentido que tiene la farándula en su relación con la audiencia, parece ser un objeto de
estudio que puesto en clave de análisis, requiere de varias conceptualizaciones para dar
cuenta de hallazgos pertinentes a la materia, y entender la dinámica de apropiación que
hacen las personas de estos formatos televisivos como respuesta a un sistema de
producción que atiende a un modelo de desarrollo de la industria.
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La sociedad como espectáculo
Actualmente el contacto con la realidad significa en gran parte, acercarse a un conjunto de
imágenes del mundo que han sido mediatizadas a través de los medios, y particularmente
a través de la televisión e internet. Por tanto, hay un importante predominio de
visualidades que hacen suponer que la forma de tener contacto y estar en la sociedad es a
través de la lectura de imágenes que se obtienen y promueven a través de los distintos
formatos que en forma habitual circulan entre las prácticas de consumo mediático y del
que resulta una apropiación cultural. Debord (1995) instaló la idea de que la sociedad
moderna estaba promoviendo el espectáculo como resultado de su tiempo, y éstas no
constituyen sólo un conjunto de imágenes, sino que la relación social se da mediatizada
por ellas, así las personas se acercan al mundo a partir de las representaciones que les
entregan determinadas imágenes.
La televisión en su afán de representar y dar cuenta de la realidad, junto con la
intromisión de internet terminó por fomentar el tránsito hacia el “homo videns” y parecen ser adversarias del libro y la lectura, arrastrando como consecuencia un cierto
“empobrecimiento de la capacidad de entender” (Simone, 2001 citando a Sartori, 1998).
Estas conceptualizaciones permiten comprender por una parte el sentido crítico que
existe acerca de la televisión y cómo ha entregado una serie de imaginarios que han ido
cambiando la forma de la cultura. La televisión añadió una atención distinta a los sujetos,
pues el carácter “convivial” del lenguaje audiovisual, explica las formas de ver televisión.
Los sujetos son capaces de estar en ambientes en que pueden “mirar un espectáculo y al mismo tiempo hacer otras cosas que requieren más o menos atención, incluso para el
sentido de la vista, estando en medio de la gente o hasta hablando con alguien que se
encuentra a nuestro lado” (Simone, 2001: 95), la TV rompe la tradición ilustrada de la primacía de la palabra escrita como condición de conocimiento.
La industria televisiva y el acelerado desarrollo de internet han hecho proliferar imágenes
que representan la realidad, “la lógica del ver se ha sustituido a menudo al discurso del saber,” y su mayor consecuencia es la inauguración de una época en que pareciera ser que se sobre-representa la realidad, se ofrece un espectáculo como resultado de este proceso.
Pero esta lógica además reduce la distancia entre el espectador y la imagen, y emerge el
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imperio de lo próximo, y con esto se reduce la noción de la representación. Pareciera que
no hace falta ser actor, ni artista para ser parte del espacio televisivo; basta con “ser uno mismo”, el espectáculo o show visual, presenta todo en forma directa, sin aplicar grandes filtros, generando una hipervisibilidad, trayendo una representación del mundo cargado
de “trivialidad” (Imbert, 2004).
La televisión – también la chilena- se ha visto inmersa en una farándula y en realities shows que ofrecen una serie de representaciones inmediatas pobladas de famosos que les
basta ser “ellos mismos”, situando sus narrativas en el “mero acontecer” de hechos contados en una forma particular y que además, desde esta singularidad, parecen captar
la atención de todo aquel que se expone a sus imágenes.
Los sujetos han aprendido las narrativas de la televisión asociadas a las narrativas de
emocionalidad y tensiones, y la posibilidad de ver constituye el eje de este acto. Rincón
(2012) plantea un par de acontecimientos para ilustrar este hecho, y da cuenta de la
relación que se urde entre el hecho y la narración mediada desde la TV: el 11S y los 33
mineros chilenos. En el primero la TV se convirtió en “la reina de la comunicación”, la TV transmitió en vivo lo que sucedía y convirtió a cada uno de los telespectadores en
espectadores privilegiados de un momento histórico. En el segundo, los mineros parecían
estar saliendo desde un reality a un directo estrellato, convirtiendo en personajes
cargados de fama, a personas que eran rescatadas de una tragedia y que desde el más
profundo anonimato alcanzaban fama y que luego fueron desechadas y devueltas a la
suerte de su propio destino (Rincón, 2012: 186-187). En ambos relatos queda expuesto el
rol que juega el medio al introducir su propia narrativa, ofreciéndole elementos asociados
al drama y la espectacularidad, cuestiones conocidas por la audiencia, pero esta vez
completamente teñidas de realidad. La ficción hace de todo para generar características
de realidad a sus historias, pero pareciera que la TV le entrega formato de
espectacularidad a un hecho real y parece ser que este es el “mejor espectáculo”, las audiencias reconocen esta forma de relato.
Asimismo, para Ossa y Arancibia parte de la discusión actual acerca de la calidad
televisiva, indica que se debe atender a la recurrencia que tienen las imágenes televisivas,
que han sido arraigadas a relaciones interpersonales ante la fuerte influencia que ejercen
la cinematografía de la ficción y su carácter melodramático, provocando la búsqueda de
formatos y una consecuente hibridación en los géneros (Ossa y Arancibia, 2012).
Este fenómeno muchas veces es considerado como un exceso, pues la audiencia reclama
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en forma enérgica sobre la calidad que ofrece la televisión y la sobre-representación que
expone, “asistimos a una crisis de credibilidad y legitimidad de la sociedad sobre la
información y el entretenimiento que los medios ofrecen; por esa razón, la sociedad de
bien debe entrar a vigilar, controlar y proponer su mejoría.” (Rincón, 2012: 189)
Asimismo lo confirma el 80% de los encuestados en la Séptima Encuesta Nacional de
Televisión (7ENTV), quienes tienen la percepción de que los noticieros dedican a la
farándula demasiado tiempo, es importante hacer la pregunta desde dónde surge esta
percepción, pues los sujetos perciben un mayor tiempo de dedicación de estos temas por
sobre, la política, la delincuencia, las noticias policiales y del fútbol (CNTV, 2011). Es decir
perciben en las noticias unas formas de relato, que ya no dice relación, con lo “objetivo” de los hechos si no que reconocen las características de la narrativas del espectáculo en
ellas.
La farándula como consumo cultural
Por otra parte, la televisión ha ido diversificando sus formas narrativas, las que recrean las
distintas adopciones desde la audiencia y ofrecen una diversidad de identificaciones que
captan atención. Actualmente, la televisión ha incrementado la producción de famosos,
pero esta forma, a juicio de algunos, forma parte del fenómeno donde sus actuales relatos
terminan por exponerla a sí misma (Corro, 2007). De esta manera no es extraño que haya
incorporado a tantos famosos, que si no fuera por el contexto mediático en el que se
desenvuelven, no serían una celebridad. La serie de conversaciones que se gestionan en
torno a ellos y que si bien existe consenso de que no tienen valoración social, logran
alcanzar la agenda, convirtiéndose en temas de conversaciones entre las personas.
Los personajes que cobran relevancia a nivel de “celebridades” y que ofrece la farándula, surgen desde varias producciones televisivas. En el informe de Chile de OBITEL - 2012
(Fuenzalida et al., 2012) se hace mención a “Perla”, una producción televisiva, que es
promocionada como un reality, programa que reproduce la historia de una joven gitana,
que se centra en la cotidianeidad de sus relaciones personales y la convivencia con otros
jóvenes que sin ser gitanos, adquieren cierto protagonismo desde su espacio vital, si bien
sorprende de la apuesta televisiva, la hibridación del formato. “Perla” es un claro ejemplo de lo señalado anteriormente. Si bien la serie constituyó un acierto entregando
protagonismo y contando una historia que captó la atención de las personas, también
generó una serie de personajes sobre los cuáles hablar: Emerge “un nuevo modo de
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construir sentidos comunes sociales. En el caso de “Perla” se trata de la aceptación de la diversidad como un valor esencial: no importan los grandes relatos ni los orígenes; el eje
está en las relaciones y en el sentido que ellas entregan a las vidas de los personajes” (Fuenzalida et al., 2012: 207), y que se convierte en material simbólico que las personas
usan como recurso para sus propios relatos, más aún si la misma televisión les contribuye
con aspectos más íntimos de los mismos.
Existe una marcada tendencia por la dramatización, a través de una extrema exhibición de
lo pasional, lo raro y lo exótico, esto son elementos que para Ossa y Arancibia, también se
evidencian en los estudios de los géneros informativos, tal como se señaló en los párrafos
anteriores, donde también existe una recurrencia a exacerbar los hechos sin relevancia
social, pero que destacan fenómenos marcados por la dramatización. Se pone un evidente
énfasis en el protagonismo de los actores, intensificando su carácter especular y dejando
de lado el sentido real de los conflictos, perdiendo así una densidad existencial y buscan
ofrecer más bien un carácter testifical (Ossa y Arancibia, 2012).
Las formas del relato tienen una aparente demanda de una reconstrucción de la realidad,
y se antepone al carácter clausurado del relato, por uno abierto, que ofrece la
cotidianeidad, que termina siendo ficcionado desde docudramas y series de situación
(Imbert, 2004).
Los estudios de la televisión en general, se instalan principalmente, desde los estudios de
audiencias y diversos ámbitos a partir de las lógicas de consumo. Sin embargo, el aporte
al debate que inauguran aquellos trabajos que se instalan en la tradición de los estudios
culturales, y los de recepción, tradiciones que intentan comprender estos hábitos de
consumo como parte de las manifestaciones de las prácticas culturales, permiten mirar la
farándula desde una óptica que no ha sido abordada y que permite una revisión de un
fenómeno concreto y para entrever las motivaciones que conducen a las personas para
que se detengan frente a estos contenidos o no. Desde el campo de la comunicación el
interés por este objeto de estudio puede ser leído, en cuanto anida en su articulación, una
estrecha relación con aquella concepción, que tanto García Canclini como Martín Barbero
-instalaran desde distintas experiencias- acerca de entender el consumo de la televisión
en una perspectiva sociocultural. Así ver TV corresponde a una práctica de consumo
cultural y también puede ser entendida como otra forma más de hacer sentido. Así,
comprender la farándula significa también identificar cuáles son los usos que adquiere en
la vida social, y cómo estos relatos ayudan a la constitución de sentido de la vida de cada
sujeto (Martín Barbero, 1995) o cómo la televisión -ofrecida en este formato- es
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significada por las personas en un hábito singular.
Los productos denominados culturales tienen valores de uso y de cambio, y juegan un rol
dentro del ámbito social, pero lo más importante son aquellos valores simbólicos que
suelen prevalecer sobre los valores utilitarios y/o mercantiles (García Canclini, 1999).
Asimismo, entender la farándula significa poder abordarla en una lógica de consumo, pero
significa también, desentrañar lo simbólico del intercambio al mirar el contenido de
farándula. El ver televisión no responde solo a un acto pasivo. Saber por qué las personas
ven la farándula, significa de algún modo, entender qué es lo que disfrutan, así como se
descubre el goce de las telenovelas, al centrar los estudios de televisión atendiendo el
proceso (Martín Barbero, 1995).
Más allá del rating, un espectador es quien goza y se relaja, la televisión le ofrece una
suerte de sin-sentido. Lo convierte en un sujeto de ocio, pero que sin embargo, le exige al
individuo un particular “saber narrativo y moral”, esta narración es de carácter fragmentado, “es una celebración de lo cotidiano, lo espontáneo y lo celebrity como
estrategia de visibilidad” (Rincón, 2012: 185). Existe la conciencia de que ésta es la actual forma de la representación. Los televidentes logran ser conscientes de lo que los formatos
de producción les ofrecen. En el acto reflexivo dan cuenta de esta conciencia narrativa,
más allá de dejarse seducir solamente por ella y sin una aparente valoración social.
La telerrealidad, la transformación de la televisión
La farándula incorporada en la oferta televisiva, ha cobrado mayor vigor con el
surgimiento de los realities shows, pues estas nuevas narrativas televisivas han
exacerbado el sentido del espectáculo, generando entre la audiencia una particular forma
de afición. Este fenómeno se puede sumar a la noción de la “telerrealidad”, que persigue una representación desde la espectacularidad, expone la intimidad de los sujetos y
sustituye la actualidad - la de los hechos objetivos-, por los de la “copucha” el rumor o por
un medio que se representa a sí mismo, se constituye como el referente, el valor de lo que
expone, es lo que ella misma construye. La televisión es con este género la
espectacularidad que invade la intimidad de los sujetos, y que termina por sustituir la
actualidad de los hechos objetivos, por la del mismo medio que se genera y que se vivifica
en una intertextualidad del medio que construye la realidad por y en el mismo medio. La
televisión es el espectáculo (Imbert, 2004).
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Existe hoy una fragmentación de las audiencias que privilegia estructuras narrativas auto-
referenciales e intertextuales, que atienden a una estandarización y especialización de los
formatos ante sus específicas demandas de identidad diferenciadas, y que termina por
desplazar a la televisión desde una esfera pública, en su rol social, y que la lleva hasta una
horizontalidad con las audiencias, las que en este contexto se ven fácilmente
representadas y apelan a la misma cultura televisiva de los espectadores (Ossa y Arancibia
CNTV, 2012).
Para algunos, esto significa que existe una suerte de periodismo que convierte “a las víctimas en piezas de un espectáculo que se presenta como información necesaria, pero
cuya única función es saciar la curiosidad perversa de los consumidores del escándalo.” (Vargas Llosa citando a Tomás Eloy Martínez, 2009). Pareciera que hay una renuncia “a los viejos paradigmas de la seriedad, objetividad, rigor y fidelidad a la verdad” (Vargas Llosa, 2009: 22), haciendo perder los cánones de calidad.
La farándula como un macrogénero: un sistema de producción televisivo
Entre los antecedentes recopilados para dar cuenta de la farándula aparece también, una
noción negativa vinculada a lo que explica el Consejo Audiovisual de Cataluña, como
descripción -que no es muy auspiciosa-, pues caben en esta categoría, una serie de
programas denominados como “del corazón”, y que se les reconoce como “telebasura”.
Estos espacios corresponden principalmente a un sistema de producción televisiva en el
que los canales ofrecen a sus aficionados una serie de conversaciones referidas a
personajes y que constituye una forma “poco cuidadosa” de hacer televisión (CAC, 2010).
De lo que se trata en este caso es de dar cuenta de la “degradación” de la televisión, en cuanto a que recurre a unos tratamientos de sus contenidos que menosprecian la
dignidad de las personas, sin respetar su derecho a la intimidad, hacen un uso grosero del
lenguaje, un uso impúdico y que en ocasiones recurren a los gritos como recurso
dramático. Para el CAC esto equivale a etiquetar una suerte de macrogénero en el que
están contenidos variados tipos de formatos y asume una intencionalidad de convertir en
espectáculo la vida de una persona y que con su consentimiento recibe la condición de
celebridad que le ofrece la TV o el dinero que pueden llegar a obtener como resultado de
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esta exposición (CAC, 2010).
En el caso chileno esto corresponde a lo que suele ser entendido como un tratamiento
“farandulero” de algún tipo de información. Es decir, esta forma de producción ha sido
adjetivada para describir y atribuir características narrativas de baja calidad en el
tratamiento de algunos contenidos que pueden corresponder o no al mundo propio del
espectáculo.
Asimismo, existe la definición de la farándula como una “programación desinhibida, mercantilizada, socialmente negativa y éticamente ausente, cuyo único fin es ganar
audiencias para producir lucro” (Figueroa y Valdés, 2006: 220), en que otro factor clave para este proceso de consumo, es que se trata de algo “entretenido”, y en este sentido lo que buscan las personas es encontrar satisfacción al verla. La industria ofrece en este
formato, entretención sin mayor esfuerzo creativo y que a juicio de Figueroa y Valdés
(2006) se trata de nichos particularmente vulnerables y de fácil satisfacción. En este
contexto los aspectos privados de la vida de algunos y que específicamente alcanzan
visibilidad en la misma televisión, concita un cierto interés pero también en el contexto de
un mundo que ha espectacularizado la representación de la realidad y que ha ideado esto
como “una forma de entretención”.
En este contexto es posible observar la relación que existe entre particulares programas
de televisión que ofrecen los personajes sobre los que trata la farándula. Es decir, es
también un determinado tipo de programas los que hacen visible un tipo de celebridades,
que dispuestas a ganar dinero, ofrecen aspectos de su vida privada. Así se observa en la
Tabla Nº1, en que las relaciones de rating de programas de farándula coinciden con el
rating del Festival de Viña del Mar, que incide negativamente en el consumo de
programas de farándula de otros canales y eleva el rating de programas de farándula del
mismo canal, pues en este caso, las conversaciones están centradas en los personajes que
participan del certamen. Del mismo modo es posible observar la relación que existe entre
el alto rating del reality “Mundos Opuestos” de Canal 13, y el alza en el programa de farándula: Alfombra Roja, reproduciendo la misma dinámica anteriormente señalada.
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Tabla Nº 1: Reality Show y Espectáculo y su incidencia en la farándula
Fuente: Informe Análisis de Audiencia de Programas de Farándula 2013a.
Sin embargo, el carácter de “escándalo” que en muchos casos funciona como el pretexto
para exponer alguna historia en la esfera de lo público, agrega un valor negativo, que tiñe
el formato y lo termina por estigmatizar, convirtiendo el género en un producto de baja
calidad como resultado. Esto se puede contrastar con datos que dan cuenta como la
principal razón de insatisfacción que manifiestan las personas corresponde a la existencia
de demasiada farándula en la TV abierta chilena, y al calificar por tipo de programa, son
los programas de “conversación sobre farándula y espectáculo” los que reciben el peor
promedio de calificación: 3,2 (CNTV, 2011).
La aparente ambivalencia de la audiencia
El argumento de la televisión ante la exigencia del éxito suele centrarse en las cifras del
rating, unidad de medida que no ayuda a entender el fenómeno, porque abre una cierta
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ambivalencia en este debate. Los canales de TV señalan que estos programas son vistos y
se corresponden con lo que las personas quieren ver. En términos reales en el Informe
Análisis de Audiencia de Programas de Farándula es posible constatar que esta audiencia
tiene nichos específicos, y está entre las mujeres en edades adultas (35 a más de 65 años)
y las diferencias socioeconómicas que existen están asociadas a las preferencias
habituales por determinados canales de televisión en los diversos estratos sociales; es
decir, programas como ‘SQP’ y ‘Primer Plano’ de Chilevisión son más vistos en los estratos
C3 y D y ‘Alfombra Roja’ de Canal 13 tiene su audiencia compartida entre el C2 y el C3 (CNTV, 2013a).
Entre los resultados presentes en la Séptima Encuesta Nacional de Televisión, algunos
consideran que este tipo de temas “permiten estar al tanto de lo que la gente habla” (41%), reconocen que “son entretenidos” (23%) y “ayudan a relajarse” (18%) (CNTV, 2011).
Si bien existe esta afición, hay que contrastar con datos cualitativos, donde esto se
traduce a un manifiesto disgusto de las personas que ven esta programación, y una clara
identificación de aquellos aspectos no deseados y que son presentados como forma de la
farándula y que coinciden con aquellas razones que esgrimen, cuando reconocen que el
tratamiento de estos contenidos están reñidos con el respeto a la dignidad de las
personas y la protección a la audiencia infantil y cuyo resultado corresponden a las
denuncias que hacen al CNTV1. Asimismo, la reiteración de los temas y las pugnas entre
famosos y las conversaciones autorreferenciales, son los ámbitos que no despiertan
ningún interés y generan rechazo entre la afición de la farándula (CNTV, 2013b).
Es necesario destacar las características que tiene la audiencia de la farándula y para ello
es necesario señalar de qué manera se instala el hábito de consumo entre sus prácticas
cotidianas. Ser aficionado a la farándula tiene ciertos matices que deben ser expuestos
para comprender los códigos culturales que subyacen en este consumo cultural, pues si
bien reconocen un goce, no pierden el sentido crítico de su consumo.
1 Las denuncias ciudadanas representan la preocupación de la audiencia ante algunos inconvenientes en los
contenidos y/o imágenes que no representan los principios por los que debe velar el Consejo Nacional de
Televisión. Las denuncias por faltas a la “dignidad de las personas” y la “protección a la audiencia infantil”, son principalmente por programas misceláneos, reality shows, farándula y/o telenovelas. En el año 2012
entre los programas de farándula con más denuncias están SQP (CHV) con 44 denuncias, Primer Plano (CHV)
36 denuncias, Secreto a Voces (Mega) 18 denuncias e Intrusos (La Red) con 13 denuncias (CNTV, 2012).
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Hábitos de consumo
La farándula se instala como un hábito en medio de la cotidianeidad y que adquiere
atención en función de la rutina del día a día en el que el aficionado la ve. Es un consumo
que se hace la mayoría de las veces realizando otras actividades tales como comer, y
relacionadas con el hogar o insertas en actividades familiares, de pareja y también en la
habitualidad de las tareas y rutinas de quiénes viven solos. Es importante mantener
claridad ante esto, pues se trata de un consumo que no demanda mayor atención, a
diferencia de géneros como las noticias y las series (CNTV, 2013b).
Las personas que comparten la afición por la farándula, son personas que reconocen su
presencia en una suerte de dominó mediático. Las conversaciones que son puestas en la
agenda pública y que involucran a los personajes relevados en alguno de los programas, se
refieren también a los contenidos de otros programas, se genera una suerte de efecto
dominó, pues estos temas repercuten en varios otros medios. “Los nuevos héroes del día proceden de los medios mismos: los medios no reflejan sino que producen la famosidad” (Imbert, 2004: 77). Varias de estas conversaciones se convierten en portadas de diarios y
son motivo de comentarios a la hora de revisar los matutinos en la misma TV. Por su parte
algunos portales de Internet también atienden a esta información, permeando así el
sistema mediático completo. Esto, que es dominio de las personas, logra quedar asociado
para seguir pautas de agendas complementarias, las que pueden ser seguidas a través de
otros medios y a través de las conversaciones que se reiteran en distintos espacios
públicos por donde transitan. Entre los otros espacios que son consultados para conseguir
este tipo de información, corresponden a los diarios en papel y sus versiones en línea, la
radio y las conversaciones con personas de su entorno. Así quedó de manifiesto en el
estudio cuali-cuanti realizado durante el primer semestre del presente año en el CNTV
(2013b).
No es extraño darse cuenta que entre las personas que más ven televisión, se encuentran
quiénes consumen en forma preferente la farándula. Es decir las personas relatan unas
formas de consumo también asociadas a rutinas con el mismo medio. Dicho de otra
forma, será más escaso que personas que vean poca televisión, sean aficionadas a ver
farándula. Esto también puede significar, el modo de consumo de la farándula en un
sentido de “compañía” o de “telón de fondo”, las personas están consciente de una información sin valor cognitivo que recrea la vida de otras personas y que permite un
consumo sin mayores motivaciones que la curiosidad y la ligereza de sus contenidos, esto
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no requiere análisis ni mayor reflexión. Finalmente se quedan con estos contenidos, ante
la imposibilidad de poder disfrutar de otras alternativas (CNTV, 2013b). Esto mismo
explica que gran parte de los aficionados a la farándula llegue a su consumo de forma
imprevista haciendo zapping, de las personas que participaron en el estudio señalado, sólo
un 28% declara hacer un consumo programado (CNTV, 2013b), lo que expresa el carácter
circunstancial que tiene este contenido. Es decir, no se trata de personas que estén
esperando por el contenido, más bien es algo que diversificado en distintos horarios y en
la parrilla de los distintos canales “seduce” con un consumo cargado de narrativas de fácil reconocimiento. Sin embargo, esto repercute en públicos que también transitan
rápidamente, si en el mismo formato aparece algo que les genere rechazo o le resulte
reiterativo. Por tanto así como llegan a la farándula a través del zapping, dejan de verla
volviendo hacer lo mismo cuando reconocen razones de insatisfacción.
Las motivaciones de consumo son manifiestas y simples, lo mismo que las razones de
rechazo, son programas que se consumen sin generar mayores compromisos en su
audiencia. La farándula seduce en la medida que presenta temas sobre personajes que
resultan curiosos, los temas no requieren mayor esfuerzo o no hay otra cosa que ver. La
farándula deja de seducir, cuando presenta conversaciones sobre personajes que no
despiertan interés personal, el tema es muy repetido o porque abiertamente discrepan de
la veracidad del contenido. Lo que se les presenta adquiere el valor de un “tongo”. Estas son algunas de las razones que esgrimen en el estudio referido del CNTV (2013b).
En este aspecto los panelistas ofrecen enganches, pues son éstos los personajes, que las
personas aficionadas a la farándula reconocen en forma espontánea como los
“personajes” propios de estos contenidos. Es decir, estos son los que generan recordación y de los que hablan en forma espontánea cuando se les pregunta (CNTV, 2013b). Así se
contrasta también el hecho de que aquellos sobre los que se habla, sean los panelistas y
no sobre quiénes se habla, parece ser que estos famosos son fugaces y responden a una
moda, conforme al reality o el espectáculo que esté “dando qué hablar” y por ello no alcanzan mayor recordación entre la audiencia.
En este caso y como desafío es necesario comprender el habitus desde el cual se hace este
consumo, cuál es el lugar preferente de la cotidianeidad por donde transitan los sentidos
que ofrece la farándula. Si bien la farándula parece ser consumida en espacios del hogar,
muchas de estas conversaciones suelen trasladarse a espacios como los del trabajo, pero
tampoco van más allá. Los consumos culturales se expresan en forma preferente en la
dimensión doméstica de los individuos. La farándula pudiera responder a una expresión
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de ello, lo que tiene una singularidad ya que se corresponde con lo local de los chilenos.
De alguna forma la farándula genera un espacio colectivo de habla, que apela a un
elemento local, como chilenos, desde donde se puede dar cuenta de la pertenencia desde
lo que ha sido instalado en el espectro de lo público. García Canclini observa una
atomización de las prácticas de consumo cultural, y una disminución de los espacios
públicos y que logra ser “compensado” por estos enlaces mediáticos (Sunkel, 2002 citando
a García Canclini, 1995: 291).
Significaciones
Es importante dar cuenta del conocimiento que tienen los televidentes y las claras
significaciones que hacen, en cuanto a las distinciones que establecen y la conciencia de
saber, lo que la TV le ofrece como producto:
1. Las personas perciben que lo que se busca es alcanzar un buen rating, porque eso
dará más auspiciadores. Tienen conciencia de que este formato corresponde a un
sistema de producción cuyo fin último es un negocio rentable.
2. Funciona con la coordinación de varios actores: periodistas, “opinólogos” y los personajes dispuestos a ventilar sus intimidades.
3. Saben que los demás medios también participan de manera concertada o no de
este sistema de producción e información con estas características.
4. Los canales de televisión saben que hay unos programas que permiten rentabilizar
la exposición de un determinado tipo de personajes, cuyas acciones privadas
alimentarán las conversaciones y estarán dispuestos a exponer su vida a cambio de
la fama que esto ofrece.
5. Reconocen que los tres grandes ejes que articulan la farándula son: COMENTAR –
VIDA INTIMA – FAMA. Ejes que también articulan desde el exceso la exacerbación
de esto con: DINERO – CHISMES (ESCÁNDALOS) – FAMA.
La farándula en fin de cuenta es “un sistema de comunicación que genera “celebridades”, para luego sacar a la luz pública su vida privada, analizarla y comentarla” (CNTV, 2013b: 17). Esta significación que hacen las audiencias en torno a estos contenidos, reconoce que
cualquiera puede convertirse en famoso. Es en y por el medio que alguien adquiere esta
notoriedad, “la fama no se deriva de la conquista del objeto de valor sino que está cada vez más ligada a valores negativos, que consagran a un héroe malo: quien peor habla del
otro, comete acciones reprensibles que le dan notoriedad” (Imbert, 2004: 77).
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Los temas que mayormente se reconocen con alto grado de aceptación entre la afición de
la farándula corresponden a temas asociados al amor y desamor de los personajes,
aspectos desconocidos de sus vidas, así como sus lados más humanos. Si bien, se ha
explicitado la dinámica que existe entre los realities shows y estos contenidos, es un punto
de claro desacuerdo entre los participantes en el estudio, pues para algunos éste es un
tema que despierta interés, pero otros señalan precisamente lo contrario (CNTV, 2013b).
Entre las distinciones que ofrecen las personas es posible destacar un claro juicio ante los
excesos que produce este tipo de programación, pues para las personas resultan
evidentes aquellos momentos en que se transgrede el límite de lo admisible. Surge la
constatación de la cautela sobre los temas que se exponen conforme al horario en que
estos contenidos son emitidos. Saben que en ocasiones son los menores quienes pueden
verse expuestos a contenidos de contenido erótico o usan lenguaje inapropiado.
Asimismo, saben que si bien existe en algunos casos consentimiento, de todas formas dan
cuenta de que se vulnera la dignidad de las personas o su derecho a la privacidad. En este
mismo sentido, advierten sobre el cuidado que requiere poner a la luz pública actos en
que se vean involucrados familiares pero también en forma especial, hacen mención
cuando hay menores de edad involucrados en los asuntos expuestos.
Lo que resulta también relevante para esta reflexión es la evidente noción de la falta de
veracidad que en ocasiones se presentan los contenidos y el trato vejatorio como recurso
dentro de la historia que cuentan.
Atendiendo a estos antecedentes presentados conforme a estos estudios, es posible dar
cuenta que el público que ve la farándula está lejos de ser pasivo e ingenuo, es decir, es un
acto en el que los sujetos se exponen desde una dinámica en la que existe conciencia del
proceso que implica el acto receptivo del que son partícipes. Y no son sujetos sin
conciencia de lo que ven, como tiende a pensarse de este tipo de consumo televisivo.
Pareciera que también responde a un aspecto de la fragmentación de la que son parte
como sujetos de una sociedad espectacularizada, y como dice Martín Barbero (1999)
puede responder a las actuales formas de interacción donde la televisión, entre las
narrativas ofrece ésta, y también permite instancias desde donde mirarse. Así como las
telenovelas ocupan un determinado influjo, nunca el mismo que tuvieron en América
Latina en los inicios de la TV y de los que hubo asombro y detractores por las influencias
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que esto podía generar entre las dueñas de casas, sin embargo, fueron los estudios
arraigados en comprender cuáles fueron los procesos comunicativos implicados desde
que constituyeron el género.
En la actualidad se está ante un conjunto de conversaciones que claramente delimitadas
por los sujetos, invaden la cotidianeidad sin quitar peso a los otros ámbitos de la vida y si
bien se puede cuestionar con bastante evidencia, la calidad de este tipo de producción,
como narrativa ayudan a construir conversaciones.
La farándula: un fondo ambivalente y poco explorado de las acciones cotidianas
La concepción de que el consumo de la farándula está instalada entre las prácticas sociales
de los sujetos y que está entretejida en la cotidianeidad, recupera la idea de un público
que evidencia capacidades críticas cuando ve televisión, es decir, es importante señalar
que en el caso de la afición de la farándula, es un consumo sin atención, con un sentido de
conversaciones acerca de lo público de las que no deja de ser crítico. Está lejos de ser un
contenido que vacía a las personas. En este caso, la exigencia de la audiencia en general es
que no quiere que exista tanta farándula, porque sabe que la TV puede ofrecerle mayor
diversidad de representaciones. El sistema de producción al que recurre la industria para
generar contenidos la televisión, no implica de ningún modo un vaciamiento en las
personas.
Entre las consecuencias del establecer un mundo del espectáculo, con su preminencia de
imágenes por sobre un discurso racional, pareciera que termina por desplazar el sentido
del espacio público que siempre se le había asignado a la televisión. La TV por naturaleza
fue concebida como un servicio con un rol profundamente social, al tener por objetivos
informar, educar y entretener (Eco, 1990). La televisión ha fragmentado sus discursos y ha
generado estructuras narrativas auto-referenciales, ha generado, también un
desplazamiento en las audiencias para ponderar, con mayor intención la dimensión
emotiva y se ha centrado en ésta como un espacio preferente para la entretención. La
falta de valor que tiene en términos sociales este tipo de información entre las personas, y
su ambivalente, pero insistente presencia en los medios, da cuenta más bien de una
pérdida del sentido del espacio público y un desplazamiento hacia una lógica de la
industria que quiere alcanzar nichos que buscan relajarse o solamente entretenerse, y
abordan estas temáticas que no demandan mayores disposiciones reflexivas, ni analíticas.
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El espacio de la farándula se constituye así en un espacio que ofrece un telón de fondo
para las acciones cotidianas.
Existe entonces una forma en la narrativa de la actual televisión, en que articula un relato
auto-referencial, y que connota un sentido difuso en sus formas de producción, porque
aquellos formatos que tradicionalmente han sido producidos para presentar contenidos
más livianos, dando cuenta del espectáculo, reverberan en toda la espectacularización con
la que la misma televisión trabaja para seducir y mantener la atención de sus audiencias.
Ahora bien y atendiendo a todas estas consideraciones, la farándula en Chile corresponde
a un formato que impone un adjetivo y que termina por convertirse en una forma
particular en que son tratados algunos contenidos al interior de la televisión, y se
extiende en general a una forma liviana de producir televisión, pero que también permite
referirse a la realidad, como si esta se presentara de manera “farandulizada”. Este fenómeno es una consecuencia a la que no se intenta responder como parte del
fenómeno, pero que si explica la visión negativa del concepto y expresa el resultado de la
forma en que las personas reconocen en la realidad aspectos de la banalización y donde
pareciera que el único fin es pasarlo bien, actitud que se ha ido enraizando como parte de
la cultura actual, donde parece existir un afán por el entretenimiento dejando sin
contemplación aquello que también dice de dolor, misterio y frustración (Vargas Llosa,
2009).
Atender a los aficionados de la farándula permite comprender las formas que adquieren
las actuales audiencias, las que siguen estando arraigadas a consumos mediados por las
rutinas familiares o a consumos individualizados, instalados en la rutina diaria, pero que se
conecta con contenidos desde la oferta limitada que le ofrece el sistema mediático, y la
irrenunciable relación entre medio y audiencia, formas de consumo incorporadas como
parte de una oferta que se disfraza de novedad pero que responde a relaciones re-
significadas en tiempos actuales.
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