(La Puerta de La Muerte 05) - La Mano Del Caos - Roberto Moraggio - Roberto Moraggio

download (La Puerta de La Muerte 05) - La Mano Del Caos - Roberto Moraggio - Roberto Moraggio

of 376

description

La Puerta de La Muerte 05

Transcript of (La Puerta de La Muerte 05) - La Mano Del Caos - Roberto Moraggio - Roberto Moraggio

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    1

    Libro 5

    A nuestro editor, Amy Stout,

    por sus consejos, su ayuda, su aliento, su apoyo

    y por los cambios en el ttulo,

    le dedicamos cariosamente este libro.

    Porque mi hijo haba muerto,

    y ha vuelto a la vida;

    estaba perdido y ha sido encontrado.

    Lucas, 15,24

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    2

    INTRODUCCIN A LOS CUATRO REINOS

    Me llamo Haplo.

    Mi nombre significa solitario, singular. Me lo pusieron mis padres como una

    especie de profeca, pues saban que no sobreviviran al Laberinto, la prisin

    dominada por una magia siniestra y terrible a la que mi pueblo, los patryn,

    haba sido arrojado. Con el tiempo, me convert en un corredor, un patryn que se enfrenta al

    Laberinto. Y soy uno de los afortunados que consigui cruzar la Puerta Final,

    aunque casi perd la vida en el intento. De no ser por este perro ladrn de

    salchichas que yace a mi lado, no me encontrara aqu, escribiendo este relato. El perro me dio la voluntad de vivir cuando yo me habra dado por

    vencido y habra muerto. El perro me salv la vida.

    S, el perro me dio la voluntad de vivir, pero fue Xar, mi seor, quien me dio

    una razn para vivir, un objetivo.

    Xar fue el primer patryn en escapar del Laberinto. Xar es viejo y poderoso, muy experto en la magia rnica que nos proporciona nuestra fuerza tanto a

    los patryn como a nuestros enemigos, los sartn. Mi seor escap del

    Laberinto y, de inmediato, volvi a entrar en l. Nadie ha vuelto a demostrar el

    valor necesario para hacer tal cosa, y an hoy sigue arriesgando su vida cada

    da para rescatarnos. Somos ya muchos los patryn que hemos emergido del Laberinto y vivimos

    ahora en el Nexo, que hemos transformado en una hermosa ciudad. Sin

    embargo, hemos sido rehabilitados como pretendan quienes nos encerraron

    en esa prisin? En tan severa escuela, los patryn, un pueblo impaciente, aprendimos a tener

    paciencia. Egostas, aprendimos a ser abnegados y leales. Y, por encima de

    todo, aprendimos a odiar.

    El objetivo de mi seor Xar el de todos nosotros es recuperar el mundo que nos fue arrebatado, gobernarlo como siempre fue nuestro destino hacerlo e infligir el castigo ms terrible a nuestros enemigos.

    Los mundos que existen hoy fueron en otro tiempo uno solo, un hermoso

    mundo verdeazulado que nos perteneca a nosotros y a los sartn, pues

    nuestra magia rnica nos haca poderosos. Las otras razas inferiores, a las que llamamos mensch los humanos, los elfos y los enanos, nos adoraban como a dioses.

    Pero los sartn creyeron que los patryn estbamos consiguiendo demasiado

    dominio. El equilibrio de poder empez a romperse a nuestro favor y los

    sartn, furiosos, hicieron lo nico que estaba en su mano para impedirlo. Mediante su magia rnica la magia basada en las probabilidades, separaron el mundo y nos encerraron en el Laberinto.

    Con los restos del antiguo, los sartn formaron cuatro mundos nuevos, cada

    uno con un elemento del original: aire, fuego, piedra y agua. Los cuatro

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    3

    mundos estn conectados por la mgica Puerta de la Muerte, un conducto por

    el cual pueden viajar sanos y salvos aquellos que poseen los secretos de la

    magia rnica. Esos cuatro mundos deberan haber funcionado coordinadamente, complementndose unos a otros. As, Pryan, el mundo del

    fuego, tena que proporcionar energa a Abarrach, el mundo de la piedra.

    Abarrach proporcionara rocas y minerales a Chelestra, el mundo del agua,

    etctera. Y todo tena que ser coordinado e impulsado por una mquina asombrosa, la Tumpa-chumpa, que los sartn construyeron en Ariano.

    Sin embargo, los planes de los sartn se torcieron. Sus colonias en los

    mundos que haban creado empezaron a perder poblacin y a extinguirse.

    Desde cada uno de ellos, lanzaron llamadas de auxilio a los dems, pero sus

    peticiones no tuvieron respuesta. En cada mundo, los sartn tenan sus propios problemas.

    Yo descubr lo sucedido porque Xar, mi seor, me encomend la misin de

    viajar a cada uno de esos mundos para investigarlos y para descubrir qu

    haba sido de nuestro enemigo ancestral. Y, as, he podido visitar todos esos

    reinos. La crnica completa de mis aventuras en ellos puede encontrarse en mis diarios, que han terminado por conocerse como El ciclo de la Puerta de la

    Muerte.

    Lo que hall en ellos fue una absoluta sorpresa. Mis descubrimientos han

    cambiado mi vida, y no para mejor. Cuando emprend mis viajes, tena todas las respuestas. Ahora, en mi cabeza slo hay preguntas.

    Mi seor achaca mi estado de nimo inquieto y perturbado a un sartn al que

    conoc durante mis viajes, un sartn que utiliza un nombre mensch: Alfred

    Montbank. Y, al principio, estuve de acuerdo con mi seor: la culpa era de

    Alfred. Sin duda, el sartn me estaba embaucando. Pero ahora no estoy tan seguro. Ahora dudo de todo: de m mismo, de mi

    seor...

    Permitid que intente resumiros lo que me sucedi.

    ARIANO

    El primer mundo que visit fue el reino del aire, Ariano, que est formado por

    continentes flotantes repartidos en tres niveles. El reino inferior es el hogar de los enanos y es all, en Drevlin, donde los sartn colocaron la Tumpa-

    chumpa, esa mquina asombrosa. Pero antes de que pudieran ponerla en

    funcionamiento, los sartn empezaron a morir. Sobrecogidos de pnico, esos

    sartn colocaron a sus jvenes en un estado de animacin suspendida con la esperanza de que, cuando despertaran, la situacin ya se habra normalizado.

    Pero slo uno de ellos, Alfred, sobrevivi al trance. Y, al despertar, descubri

    que era el nico an con vida de todos sus amigos y parientes. El hallazgo lo

    dej abrumado, aterrado. Alfred se sinti responsable del caos en el que se

    haba sumido su mundo, pues los mensch, naturalmente, estaban al borde de una guerra abierta. Pese a ello, Alfred tuvo miedo de revelar su verdadera

    identidad. Su magia rnica le proporcionaba el poder de un semidis sobre

    los mensch, y tuvo miedo de que los mensch trataran de obligarlo a utilizar

    esa magia para sus propsitos destructores. As pues, ocult sus poderes y se

    neg a Utilizarlos incluso para salvarse a s mismo. Ahora, cada vez que se

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    4

    siente amenazado, en lugar de responder con su poderosa magia, Alfred

    recurre a un oportuno desmayo. El perro y yo nos estrellamos en Ariano y

    estuvimos a punto de morir. Nos rescat un enano llamado Limbeck. Los enanos de Ariano son esclavos de la Tumpa-chumpa, de la que se ocupan

    ciegamente mientras la mquina trabaja, tambin a ciegas, carente de

    cualquier direccin. Pero Limbeck es un revolucionario, un librepensador. En

    la poca de mi viaje, los enanos estaban bajo el dominio de una poderosa nacin de elfos que haban establecido una dictadura en el Reino Medio de

    Ariano. As pues, los elfos dominaban la nica fuente de agua dulce de ese

    mundo, un agua que produce la Tumpa-chumpa.

    Los humanos, que tambin habitan en el Reino Medio, han estado en guerra

    con los elfos por el agua durante la mayor parte de la historia de Ariano. La contienda estaba en pleno fragor durante mi estancia all y contina todava,

    aunque ahora con una importante diferencia. Ha surgido un prncipe elfo que

    desea la paz y la unidad entre las razas. Este prncipe ha organizado una

    rebelin contra su propio pueblo, pero lo nico que ha conseguido con ello,

    hasta el momento, ha sido provocar ms caos. Durante mi estancia all, me las ingeni para ayudar a Limbeck, el enano, a

    encabezar una revuelta de su pueblo contra los humanos y los elfos. Y,

    cuando abandon ese mundo, llev conmigo a un nio humano, Bane, que

    haba suplantado en la cuna al verdadero hijo de un rey. Desde entonces, Bane ha desentraado el secreto de la Tumpa-chumpa. Una vez que la

    mquina empiece a funcionar como los sartn tenan pensado, mi seor

    utilizar su energa para empezar la conquista de los otros mundos.

    Tambin me habra gustado llevar conmigo a otro mensch, un humano llamado Hugh la Mano. Este Hugh, un asesino muy hbil y experimentado,

    era uno de los escasos mensch que he conocido al que podra aceptar como

    un aliado de confianza. Por desgracia, Hugh la Mano muri luchando contra

    el verdadero padre de Bane, un perverso hechicero humano. Y a quin tengo ahora por compaero de viaje?

    A Alfred.

    Pero no nos adelantemos a los hechos.

    Durante mi estancia en Ariano, tropec con Alfred, que actuaba como

    sirviente del pequeo Bane. Me avergenza reconocerlo, pero Alfred descubri mi condicin de patryn mucho antes de que yo supiera que l era un sartn.

    Cuando lo averig, me propuse matarlo pero, en aquellos momentos,

    bastante trabajo tuve para salvar mi propia vida...

    Pero sta es una larga historia.1 Baste con decir que me vi obligado a dejar

    Ariano sin ajustar las cuentas al nico sartn que haba tenido a mi alcance.

    PRYAN

    El siguiente mundo que visit con el perro fue Pryan, el mundo del fuego. Pryan es un mundo gigante, una esfera hueca de roca de un tamao casi

    incomprensible para la mente, en cuyo centro arde un sol. La superficie

    interior de la esfera de roca sostiene la vegetacin y la vida. Como ese mundo

    1 Ala de Dragn, volumen 1 de El ciclo de la Puerta de la Muerte.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    5

    no gira, el sol de su centro luce permanentemente y no existe noche. En con-

    secuencia, Pryan est cubierto por una jungla tan tupida y gigantesca que

    pocos de los que habitan el planeta han visto el suelo alguna vez. Ciudades enteras se levantan en los vstagos de rboles enormes cuyas poderosas

    ramas sostienen lagos, ocanos incluso.

    Los primeros personajes que conoc en Pryan fueron un viejo mago delirante y

    el dragn que parece ocuparse de su cuidado. Ese mago se hace llamar Zifnab (cuando es capaz de recordar su propio nombre!) y produce toda la impresin

    de estar chiflado, pero hay ocasiones en que su locura es demasiado lcida.

    Ese viejo alucinado conoce demasiadas cosas: sabe demasiado de m, de los

    patryn, de los sartn, de todo en general. Sabe demasiado, pero no suelta

    prenda. En Pryan, igual que en Ariano, los mensch estn en guerra entre ellos. Los

    elfos odian a los humanos, stos desconfan de los elfos, y los enanos odian y

    desconfan de ambos. Lo s muy bien, pues tuve que viajar con un grupo de

    humanos, elfos y un enano y nunca he visto tantas disputas, discusiones y

    peleas. Me hart de ellos y los dej. Estoy seguro de que, a estas alturas, ya deben de haberse matado entre ellos. Eso, o han acabado con ellos los

    titanes.

    Estos titanes... En el Laberinto encontr muchos monstruos temibles, pero

    pocos de ellos comparables con los titanes de Pryan. Humanoides gigantes, ciegos y de inteligencia muy limitada, son creaciones mgicas de los sartn,

    que los utilizaban como vigilantes de los mensch. Mientras sobrevivieron, los

    sartn tuvieron bajo su control a los titanes, pero tambin en ese mundo,

    como en Ariano, la raza sartn empez a menguar misteriosamente. Los

    titanes se quedaron sin tarea que cumplir y sin supervisin y ahora vagan por Pryan en grandes grupos, preguntando a todos los mensch que encuentran:

    Dnde estn las ciudadelas?

    Cul es nuestro propsito?

    Cuando no reciben respuesta a esas extraas preguntas, los titanes son presa

    de una rabia incontenible y hacen pedazos al desgraciado mensch. Nada ni

    nadie puede resistirse a estos seres espantosos, pues los titanes poseen una

    forma rudimentaria de magia rnica de los sartn. De hecho, estuvieron en un tris de acabar conmigo, pero eso tambin es otra historia.2

    En cualquier caso, yo tambin empec a hacerme sus mismas preguntas:

    Dnde estaban esas ciudadelas? Qu eran, en realidad? Y di con la

    respuesta, al menos en parte. Las ciudadelas son recintos maravillosos y relucientes construidos por los

    sartn a su llegada a Pryan. Por lo que he podido deducir de los registros y

    documentos que dejaron los sartn, las ciudadelas tenan como propsito

    captar energa del sol perpetuo de Pryan y transmitirla a los otros mundos a

    travs de la Puerta de la Muerte, mediante la accin de la Tumpa-chumpa. Sin embargo, la mquina no funcion y la Puerta de la Muerte permaneci

    cerrada. Las ciudadelas quedaron vacas, desiertas, y su luz no pas de un

    leve resplandor, como mucho.

    2 La estrella de los elfos, volumen 2 de El ciclo de la Puerta de la Muerte.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    6

    ABARRACH

    A continuacin, viaj a Abarrach, el mundo de piedra.

    Y fue en este viaje cuando recog en mi nave a mi indeseado compaero de

    travesa: Alfred, el sartn. Alfred haba estado rondando la Puerta de la Muerte en un vano intento de

    localizar al pequeo Bane, el nio humano que me haba llevado de Ariano.

    Por supuesto, sus intentos resultaron fallidos. Alfred, un individuo que no

    sabe andar sin tropezar con los cordones de sus propios zapatos, se equivoc

    de blanco y fue a aterrizar en mi nave. En ese trance, comet una equivocacin. En aquel momento, tena a Alfred en

    mis manos y debera haberlo llevado inmediatamente ante mi seor. Xar

    habra podido arrancar, dolorosamente, todos los secretos del alma de aquel

    sartn.

    Pero mi nave acababa de entrar en Abarrach y no quise marcharme, no quise volver a hacer el viaje, temible y perturbador, a travs de la Puerta de la

    Muerte. Y, para ser sincero, quise tener cerca a Alfred durante un tiempo. Al

    atravesar la Puerta de la Muerte, Alfred y yo habamos experimentado, de

    forma totalmente involuntaria, un cambio de cuerpos. Durante unos breves instantes, me haba encontrado en la mente de Alfred, compartiendo sus

    pensamientos, sus miedos, sus recuerdos. Y, al propio tiempo, el sartn se

    haba encontrado en la ma. Muy pronto, los dos regresamos a nuestro cuerpo

    respectivo, pero me di cuenta de que yo ya no era el mismo, aunque me cost

    mucho tiempo aceptarlo. Aquella experiencia me haba permitido conocer y comprender a mi enemigo,

    y eso me haca difcil seguir odindolo. Adems, como pudimos comprobar,

    Alfred y yo nos necesitbamos mutuamente para nuestra propia

    supervivencia. Abarrach es un mundo terrible. Fra piedra en el exterior, roca fundida y lava

    en el interior. Los mensch que los sartn instalaron all no pudieron

    sobrevivir mucho tiempo en sus cavernas infernales. Alfred y yo tuvimos que

    recurrir a todos nuestros poderes mgicos para sobrevivir al calor ardiente

    que surga de los ocanos de magma y a los vapores ponzoosos que impregnaban el aire.

    No obstante, en Abarrach vive gente.

    Y tambin viven los muertos.

    Fue all, en Abarrach, donde Alfred y yo descubrimos a unos descendientes envilecidos de su raza, los sartn. Y fue all, tambin, donde encontramos la

    trgica respuesta al misterio de qu haba sido de esa raza. Los sartn de

    Abarrach se haban dedicado al arte prohibido de la nigromancia y

    despertaban a sus propios muertos, proporcionndoles una penosa y

    execrable apariencia de vida, para utilizarlos como esclavos. Segn Alfred, este arte arcano estaba prohibido antiguamente porque se haba descubierto

    que, por cada muerto devuelto a la vida, uno de los vivos perda la suya. Pero

    esos sartn de Abarrach haban olvidado la prohibicin, o bien haban

    decidido saltrsela.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    7

    Yo, que haba sobrevivido al Laberinto, me consideraba endurecido e

    insensible a casi cualquier atrocidad, pero los muertos vivientes de Abarrach

    an pueblan mis peores pesadillas. Intent convencerme de que la nigromancia poda resultar un instrumento muy valioso para mi seor, pues

    un ejrcito de muertos es indestructible, invencible, imbatible. Con un ejrcito

    as, mi seor poda conquistar fcilmente los dems mundos y ahorrarse la

    trgica prdida de vidas de mi pueblo. En ese mundo, estuve muy cerca de acabar convertido tambin en un

    cadver. La idea de que mi cuerpo continuara viviendo en una perpetua

    esclavitud idiotizada me horrorizaba, y la posibilidad de que tal cosa les

    sucediera a otros me result insoportable. Decid, por tanto, no informar a mi

    seor de que los sartn de aquel mundo maldito practicaban las artes nigromnticas. ste fue mi primer acto de rebelin contra mi seor.

    Pero no iba a ser el ltimo.

    Tambin all, en Abarrach, tuve otra experiencia que me produjo dolor,

    perplejidad, irritacin y confusin, pero que an me inspira un temor

    reverencial cada vez que la evoco. Huyendo de una persecucin, Alfred y yo penetramos en una sala conocida

    como la Cmara de los Condenados. Mediante la magia del lugar, fui

    transportado al pasado y me encontr de nuevo dentro de un cuerpo ajeno, el

    de un sartn. Y fue entonces, durante esta experiencia mgica y extraa, cuando descubr la existencia de un poder superior. Me fue revelado que yo

    no era ningn semidis, como siempre haba credo, y que la magia que yo

    dominaba no era la fuerza ms poderosa del universo.

    Existe otra an ms poderosa, una fuerza benvola que slo persigue la

    bondad, el orden y la paz. En el cuerpo de ese sartn desconocido, dese vehementemente entrar en contacto con esa fuerza, pero, antes de que

    pudiera hacerlo, otros sartn temerosos de la verdad que acabbamos de descubrir irrumpieron en la cmara y nos atacaron. Los reunidos en aquella sala morimos all y todo rastro de nosotros y de nuestro hallazgo se perdi, salvo una misteriosa profeca.

    Cuando despert, en mi propio cuerpo y en mi propio tiempo, slo guardaba

    un recuerdo bastante impreciso de lo que haba visto y odo, pero puse todo

    mi empeo en olvidar incluso eso. No quera afrontar el hecho de que,

    comparado con ese poder, yo era tan dbil como cualquier mensch. Acus a Alfred de intentar engaarme, de haber creado aquella fantasa. l lo neg,

    por supuesto, y jur que haba experimentado exactamente lo mismo que yo.

    Me negu a creerle.

    Juntos, escapamos de Abarrach salvando la vida por muy poco.3 Cuando lo abandonamos, los sartn de ese mundo espantoso estaban ocupados en

    destruirse unos a otros, convirtiendo a los vivos en lazaros, cuerpos muertos

    cuyas almas quedan atrapadas eternamente dentro de sus cscaras sin vida.

    Diferentes de los cadveres ambulantes, los lazaros son mucho ms

    peligrosos porque poseen inteligencia y voluntad. Y una determinacin siniestra y espantosa.

    Me alegr de abandonar un mundo as. Una vez dentro de la Puerta de la

    Muerte, dej que Alfred siguiera su camino mientras yo tomaba el mo. Al fin y

    3 El Mar de Fuego, volumen 3 de El ciclo de la Puerta de la Muerte.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    8

    al cabo, el sartn me haba salvado la vida. Y yo estaba harto de tanta

    muerte, de tanto dolor, de tantos padecimientos. Ya haba visto suficiente y

    saba muy bien el trato que Alfred recibira de Xar, si caa en manos de mi seor.

    CHELESTRA

    Cuando regres al Nexo, efectu mi informe sobre Abarrach en forma de un

    mensaje escrito a mi seor, pues tem no poder ocultarle la verdad si me

    presentaba ante l. Pero Xar supo que le haba mentido y me pill antes de

    que tuviera ocasin de abandonar el Nexo. Mi seor me castig, estuvo a punto de matarme. Yo mereca el castigo. El dolor fsico que me produjo fue

    mucho ms soportable que la afliccin que me caus el sentimiento de

    culpabilidad. As, termin por contarle a Xar todo lo que haba descubierto en

    Abarrach. Le habl de las artes nigromnticas, de la Cmara de los

    Condenados y de ese poder superior. Mi seor me perdon y me sent limpio, renovado. Todas mis preguntas

    haban tenido respuesta. Una vez ms, conoca mi propsito, mi objetivo.

    Eran los de Xar. Yo perteneca a Xar. Cuando viaj a Chelestra, el mundo del

    agua, lo hice con la firme determinacin de ganarme otra vez la confianza de mi seor.

    Y, en aquel punto, se produjo una circunstancia extraa. El perro, mi

    permanente compaero desde que me haba salvado la vida en el Laberinto,

    desapareci de mi lado. Yo me haba acostumbrado a tenerlo cerca, aunque a

    veces fuera una molestia, de modo que me dediqu a buscarlo, pero se haba esfumado. Lo lament, pero no por mucho rato. Tena cosas ms importantes

    en la cabeza.

    Chelestra es un mundo compuesto casi nicamente de agua, que vaga a la

    deriva en las fras profundidades del espacio. Su superficie exterior est formada de hielo slido; en cambio, en el interior, los sartn colocaron un sol

    que arde mgicamente en el agua y proporciona luz y calor a ese mundo.

    Los sartn tenan la intencin de controlar ese sol, pero se encontraron con

    que carecan de la energa necesaria para ello, de modo que el sol se mueve a

    la deriva por las aguas, calentando slo ciertas zonas de Chelestra cada vez, mientras otras zonas quedan congeladas hasta el regreso del sol. En

    Chelestra, en lo que se conoce como lunas marinas, viven varios grupos de

    mensch. Y una de esas lunas est habitada por los sartn, pero eso no lo

    supe hasta ms adelante. Mi llegada a Chelestra no fue muy afortunada. Mi nave penetr en sus aguas

    y, al instante, empez a romperse. Tal destruccin resultaba incomprensible,

    ya que todo el exterior de mi nave estaba protegido con runas y muy pocas

    fuerzas desde luego, no el agua de mar normal y corriente podan desbaratar su poderossima magia. Pero, por desgracia, aqulla no era un agua normal.

    Me vi obligado a abandonar la nave y me encontr nadando en un ocano

    inmenso. Pens que iba a ahogarme sin remedio, pero pronto descubr, para

    mi asombro y mi satisfaccin, que poda respirar aquella agua con la misma

    facilidad que respiraba aire. Tambin descubr, con mucha menos

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    9

    satisfaccin, que el agua tena el efecto de destruir por completo las runas de

    proteccin tatuadas en mi piel, lo que me dejaba impotente y desvalido como

    un mensch. En Chelestra encontr nuevas pruebas de la existencia de un poder superior.

    Sin embargo, este poder no busca el bien, sino el mal. Se refuerza con el

    miedo, se alimenta del terror y se complace en infligir dolor. Y slo vive para

    fomentar el caos, el odio y la destruccin. Encarnado en forma de enormes serpientes dragn, este poder malfico

    estuvo muy cerca de seducirme para que le sirviera. Me salvaron de ello tres

    chiquillos mensch, uno de los cuales muri en mis brazos ms tarde. As

    pues, tuve ocasin de ver el mal cara a cara y de comprender que su

    propsito era destruirlo todo, incluso a nosotros, los patryn. Y decid enfrentarme a l, aunque saba que no poda vencerlo. Este poder es inmortal,

    pues vive dentro de cada uno de nosotros. Nosotros lo hemos creado.

    Al principio, cre que luchaba solo, pero luego advert que alguien acuda en

    mi apoyo. Era mi amigo, mi enemigo: Alfred.

    El sartn haba llegado tambin a Chelestra casi al mismo tiempo que yo, pero habamos ido a parar a lugares muy diferentes y alejados. Alfred se

    encontr en una cripta sartn parecida a aquella de Ariano donde yaca

    muerta la mayora de su pueblo. Pero, en Chelestra, los ocupantes de la cripta

    estaban vivos. Y resultaron ser los miembros del Consejo Sartn, los res-ponsables de la Separacin de los mundos y de nuestro encierro en el

    Laberinto.

    Ante la amenaza de las malficas serpientes dragn, contra las cuales no

    podan luchar porque el agua del mar anulaba su magia, los sartn lanzaron

    una llamada de ayuda a sus hermanos y, a continuacin, se sumieron en un estado letrgico a la espera de la llegada de otros sartn.

    Pero el nico que acudi, y por pura casualidad, fue Alfred.

    No es preciso decir que no era, precisamente, lo que el Consejo esperaba.

    Samah, el jefe del Consejo, es un calco de mi seor, Xar (aunque ninguno de los dos me agradecera la comparacin!). Los dos son orgullosos, despiadados

    y ambiciosos. Los dos creen ejercer el poder supremo del universo y la idea de

    que pudiera existir una fuerza superior, un poder ms alto, es anatema para

    ambos.

    Samah descubri que Alfred no slo crea en este poder superior, sino que incluso haba estado cerca de establecer contacto con l, y consider esto

    como una abierta rebelin. Intent someter a Alfred, quebrantar su fe, pero

    fue como querer hacer aicos una masa de pan. Alfred soport mansamente

    cada golpe, cada ataque, negndose a retractarse y a aceptar los dictados de Samah.

    Debo reconocer que casi sent lstima de Alfred. Cuando por fin haba

    encontrado a los suyos, tras buscarlos con tanto ahnco y esperanza,

    descubra que no poda confiar en ellos. No slo eso, sino que tuvo

    conocimiento de una verdad terrible sobre el pasado de los sartn. Con la ayuda de un aliado inesperado (mi propio perro, para ser exacto),

    Alfred tropez (textualmente) por casualidad con una biblioteca secreta de los

    sartn. All descubri que Samah y el Consejo haban sospechado la

    existencia de ese poder superior. La Separacin no haba sido necesaria. Con

    la ayuda de ese poder, los sartn habran podido promover la paz.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    10

    Pero Samah no haba querido la paz. El Gran Consejero quera regir el mundo

    a su modo, y slo al suyo. Y por eso forz la Separacin. Por desgracia,

    cuando intent recomponerlo, el mundo se desmenuz en fragmentos cada vez ms pequeos y empez a escurrrsele entre los dedos.

    Alfred descubri la verdad. Y eso lo convirti en una amenaza para Samah.

    Sin embargo, fue Alfred el dbil y torpe Alfred, que se desmayaba ante la mera mencin de la palabra peligroquien vino en mi ayuda en la lucha contra las serpientes dragn4. Su intervencin me salv la vida, salv la de los

    mensch y, muy probablemente, la de su propia raza desagradecida.

    A pesar de ello o tal vez a causa de ello, Samah sentenci a Alfred a un destino terrible. El Gran Consejero arroj a Alfred y a Orla, su amante sartn,

    al Laberinto. Ahora, soy el nico que conoce la autntica verdad del peligro al que nos

    enfrentamos. Las fuerzas malficas encarnadas en las serpientes dragn no

    pretenden dominarnos. No, sus deseos no son tan constructivos. El

    sufrimiento, la agona, el caos, el miedo: stos son sus objetivos. Y los

    alcanzarn, a menos que nos unamos todos para encontrar algn modo de detenerlas. Porque las serpientes dragn son poderosas, mucho ms que

    cualquiera de nosotros. Mucho ms que Samah. Mucho ms que Xar.

    Ahora tengo que convencer de esto a mi seor y la tarea no resultar sencilla.

    Para Xar, ya soy sospechoso de traicin. Cmo podra demostrarle que mi lealtad a l y a mi pueblo nunca ha sido ms firme?

    Y Alfred... Qu voy a hacer con Alfred? Ese sartn calmoso, indeciso y torpe

    no sobrevivir mucho tiempo en el Laberinto. Si me atreviera, podra regresar

    all a salvarlo.

    Pero debo reconocerlo: tengo miedo. Estoy atemorizado como nunca en mi vida. El mal es muy grande, muy

    poderoso, y me enfrento a l a solas, como si mi nombre fuese proftico.

    A solas, con la nica excepcin de un perro.

    4 El Mago de la Serpiente, volumen 4 de El ciclo de la Puerta de la Muerte.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    11

    PRLOGO

    Escribo esto mientras aguardo mi libertad, sentado en una celda de una prisin sartn.5 La espera ser larga, sospecho, porque el nivel del agua de

    mar que me liberar sube muy lentamente. Sin duda, el nivel del agua est

    siendo controlado por los mensch, que no quieren causar dao a los sartn

    sino, simplemente, despojarlos de su magia.6 El agua del mar de Chelestra es respirable como el aire, pero una muralla de agua que arrasara la costa

    provocara una destruccin considerable. Los mensch han demostrado tener

    una mentalidad prctica bastante notable al haberlo tenido en cuenta, pero

    sigo preguntndome cmo habrn conseguido obligar a las serpientes dragn

    a colaborar. Las serpientes de Chelestra...7

    Yo s bastante de maldad, pues he nacido y sobrevivido en el Laberinto, y

    escapado de l, pero jams he conocido algo tan malfico como esas bestias. Han sido ellas quienes me han enseado a creer en un poder superior, un

    poder sobre el cual tenemos escaso control y que es intrnsecamente perverso.

    Alfred, mi antiguo adversario, se horrorizara si leyera esta afirmacin. Casi

    puedo orlo balbucear y tartamudear una protesta: No, no! Existe un poder

    benfico equivalente! Los dos lo hemos visto. S, eso es lo que me diras. De veras lo viste, Alfred? Y si es as, dnde? Tu

    propia gente te ha declarado hereje y te ha enviado al Laberinto o, al menos,

    sa fue su amenaza. Y Samah no parece de los que amenazan a la ligera.

    Dime, Alfred, qu opinas de tu poder benfico ahora... mientras luchas por

    sobrevivir en el Laberinto? Te dir lo que pienso yo. Pienso que ese bien se parece mucho a ti: es dbil y

    torpe. Aunque debo reconocer que fuiste t quien nos salv en nuestra lucha

    contra las serpientes... si es cierto que fuiste t quien se convirti en el mago

    de las serpientes, como afirm Grundle. Pero, cuando lleg el momento de defenderte ante Samah (y voy a concederte

    que pudieras haber vencido a ese maldito), no pudiste recordar el hechizo y

    aceptaste mansamente que os llevaran a ti y a la mujer que amas a un lugar donde, si an ests vivo, probablemente desearas no estarlo.

    El agua del mar ya empieza a colarse por debajo de la puerta. El perro no sabe qu pensar de ella. Le ladra como si intentara convencerla para que d

    media vuelta y desaparezca. Comprendo cmo se siente. No puedo hacer otra

    cosa que sentarme aqu tranquilamente y esperar, esperar a que el lquido

    5 Escrita por Haplo en el idioma de los humanos, esta anotacin se encuentra en el diario entregado al patryn por

    Grundle. Los patryn utilizan el idioma humano para registrar sucesos y pensamientos, pues consideran su lenguaje

    demasiado poderoso para utilizarlo indiscriminadamente. 6 Referencia al hecho de que el agua del mar de Chelestra anula la poderosa magia que utilizan tanto los patryn

    como los sartn. 7 Serpiente dragn es un trmino mensch, acuado por Grundle. La palabra sartn para estas criaturas es s lo

    serpiente. Haplo adopta en este volumen el vocablo sartn, a diferencia de sus escritos anteriores. Una de las

    explicaciones para este cambio es que Haplo quiere evitar confusiones entre estos falsos dragones y los

    autnticos que pueblan los mundos. Haplo utiliza una palabra sartn porque los patryn, que no han tenido nunca

    contacto con estas criaturas, carecen de una palabra concreta para denominarlas.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    12

    tibio suba por encima de la puntera de la bota, esperar la terrible sensacin

    de pnico que me atenaza cada vez que noto cmo mi magia empieza a

    disolverse al contacto con el agua. Pero esta agua es mi salvacin, debo recordarlo. Ahora mismo, las runas

    sartn que me mantienen encerrado en esta celda ya empiezan a perder su

    fuerza. Su resplandor rojo se difumina. Finalmente, se apagar por completo

    y entonces quedar libre. Libre para ir adonde? Para hacer qu?

    Debo regresar al Nexo y advertir a mi seor del peligro de las serpientes. Xar

    no me creer; no querr creerme. Siempre se ha considerado la fuerza ms

    poderosa del universo y, desde luego, tena buenas razones para pensar que

    lo era. El poder siniestro y amenazador del Laberinto no poda aplastarlo. Aun hoy, lo desafa continuamente para sacar a ms de los nuestros de esa prisin

    terrible.

    Pero, contra el poder mgico de las malvolas serpientes y empiezo a creer que stas slo son instrumentos del mal, Xar tiene que inclinarse. Esta fuerza espantosa y catica no slo es poderosa, sino tambin astuta y falaz. Impone su voluntad dicindonos lo que queremos escuchar,

    complacindonos, adulndonos y sirvindonos. No le importa degradarse, no

    tiene dignidad ni sentido del honor. Emplea mentiras cuya fuerza reside en

    que son falsedades que uno se dice a s mismo. Si esta fuerza del mal penetra en la Puerta de la Muerte y no se hace nada por

    detenerla, preveo un da en que este universo se convertir en una crcel de

    sufrimientos y desesperacin. Los cuatro mundos Ariano, Pryan, Abarrach y Chelestra quedarn arrasados. El Laberinto no ser destruido, como era nuestra esperanza. Mi pueblo saldr de una prisin para encontrarse en otra. Debo conseguir que mi seor me crea! Pero cmo, si a veces no estoy seguro

    de creerlo yo mismo...?

    El agua me llega al tobillo. El perro ha dejado de ladrar. Me mira con gesto de

    reproche, exigiendo saber por qu no abandonamos este lugar incmodo. Cuando ha intentado lamer el agua, sta se le ha metido por el hocico.

    Desde la ventana no veo a ningn sartn en la calle, donde el agua fluye ya en

    un ro caudaloso y continuo. Oigo a lo lejos la llamada de unas trompas: los

    mensch, probablemente, avanzando hacia el Cliz, como llaman los sartn a

    su refugio. Magnfico; eso significa que habr naves cerca. Sumergibles mensch. Mi nave, el sumergible de los enanos que modifiqu con mi magia

    para que me condujera a travs de la Puerta de la Muerte, est amarrada en

    Draknor, la isla de las serpientes.

    No tengo ningn deseo de volver all, pero no tengo ms remedio. Potenciada con las runas, esa nave es el nico vehculo de este mundo que puede

    conducirme sano y salvo a travs de la Puerta de la Muerte. No tengo ms que

    bajar la mirada a las piernas, ya baadas en el agua marina, para ver cmo

    se borran las runas azules tatuadas en mi piel. Pasar mucho tiempo hasta

    que vuelva a estar en condiciones de utilizar mi magia para modificar otra embarcacin. Y se me acaba el tiempo. A mi pueblo se le acaba el tiempo.

    Con un poco de suerte, conseguir colarme en Draknor sin ser detectado,

    recuperar la nave y marcharme. Las serpientes deben de estar concentradas

    en colaborar al asalto al Cliz, aunque me resulta extrao y, tal vez, un mal

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    13

    presagio no haber visto todava ninguna de ellas. Pero, como antes he dicho,

    son astutas y falsas. Quin sabe qu estarn tramando?

    S, perro, ya nos vamos. Espero que los perros sepan nadar. Me parece haber odo en alguna parte que todas las especies de cuadrpedos saben nadar lo

    suficiente como para mantenerse a flote.

    Es el hombre el que piensa, se deja llevar por el pnico y se ahoga.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    14

    1 SURUNAN CHELESTRA

    El agua del mar avanz perezosamente por las calles de Surunan, la ciudad

    levantada por los sartn. Poco a poco, aument de nivel, fluy a travs de

    puertas y ventanas y rebos sobre tejados de poca altura.

    Fragmentos de la vida sartn flotaron sobre el agua: un cuenco de cermica intacto, una sandalia de hombre, un peine femenino, una silla de madera.

    El agua penetr en la sala de la casa de Samah que ste utilizaba como celda.

    La sala estaba situada en uno de los pisos altos y, durante un rato,

    permaneci por encima del nivel de la inundacin, pero al fin el agua se col

    por debajo de la puerta, ba el suelo y gan altura en las paredes de la estancia. Su contacto borr la magia, la anul, la elimin. Las runas

    deslumbrantes, cuyo calor lacerante impeda a Haplo incluso acercarse a la

    puerta, se apagaron con un chisporroteo. Los signos mgicos que protegan la

    ventana eran los nicos an intactos. Su brillante resplandor se reflej en el agua.

    Prisionero de la magia, Haplo permaneci sentado en forzosa inactividad,

    contemplando el reflejo de las runas que se agitaban, vibraban y danzaban

    con las corrientes y remolinos de las aguas en ascenso. En el momento en que

    el agua roz el trazo inferior de los signos mgicos de la ventana y su resplandor empez a debilitarse y desaparecer, Haplo se incorpor. El agua le

    llegaba por las rodillas.

    El perro emiti un gaido. Con la cabeza y el lomo por encima del agua, el

    animal estaba incmodo.

    Ya est, muchacho. Es hora de irnos.

    Haplo guard el libro en el que haba estado escribiendo, dentro de la camisa,

    se ci sta a la cintura y la introdujo entre los pantalones y la piel.

    Al hacerlo, advirti que las runas tatuadas en su cuerpo se haban borrado casi por completo. El agua marina que era su bendicin y le permita escapar,

    tambin era su calamidad. Privado de sus poderes mgicos, estaba desvalido

    como un recin nacido y ni siquiera tena los brazos reconfortantes y pro-

    tectores de una madre que lo acunaran.

    Dbil e impotente, con la mente perturbada y el nimo inquieto, tena que abandonar aquella sala y sumergirse en el vasto mar cuyas aguas le daban la

    vida y lo despojaban de ella, y que lo llevaran a una arriesgada travesa.

    Haplo abri la ventana e hizo una pausa. El perro mir a su amo con aire

    inquisitivo. La idea de quedarse all, a salvo en aquella prisin, resultaba tentadora. Fuera, en algn lugar ms all de aquellos muros acogedores,

    aguardaban las serpientes. Aquellas criaturas lo destruiran; tenan que

    hacerlo, pues l conoca la verdad. Saba que eran la encarnacin del caos.

    Y este conocimiento de la verdad era tambin la causa por la que deba

    marcharse. Era preciso que avisara a su seor. Un enemigo mayor que cualquier otro al que se hubieran enfrentado, ms cruel y ms astuto que

    ningn dragn del Laberinto, ms poderoso que los sartn, se propona

    destruirlos.

    Vamos dijo Haplo al perro, con un gesto.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    15

    Contento ante la perspectiva de abandonar por fin aquel lugar hmedo y

    aburrido, el animal salt alegremente por la ventana y se sumergi en el agua

    con un chapoteo. Haplo llen los pulmones de aire una reaccin instintiva, innecesaria en realidad, pues el agua del mar era tan respirable como el

    aire y salt tras l. Haplo encontr un pedazo de madera, se asi a l y lo emple para

    mantenerse a flote. El Cliz era la nica masa de tierra estable en el mundo acutico de Chelestra. Construido por los sartn para que evocara mejor el

    mundo que haban separado y del cual haban huido, el Cliz estaba

    encerrado en una burbuja de aire protectora. El agua que la rodeaba produca

    el efecto de un cielo en el cual brillaba con radiante fulgor el sol marino de

    Chelestra. Las serpientes haban horadado esta contencin y, ahora, el Cliz estaba inundndose.

    Entre chapoteos, Haplo mir a su alrededor, intent hacerse una idea de su

    situacin y vio con alivio la cpula del Saln del Consejo, que se levantaba en

    la cima de una colina y sera el ltimo lugar en caer vctima de la marea. Sin

    duda, all se haban refugiado los sartn. Se protegi del resplandor del sol que se reflejaba en el agua y crey distinguir unas figuras en el tejado, gente

    que intentaba permanecer seca, libre del agua debilitadora de la magia,

    mientras ello fuera posible.

    No os resistis les aconsej, aunque estaban demasiado lejos para orlo. En el fondo, eso slo empeora las cosas.

    Por lo menos, ahora tena una idea de dnde estaba. Se propuls hacia

    adelante, en direccin a las torres de la muralla de la ciudad que asomaban

    por encima del agua. La muralla separaba el sector sartn de lo que en otro

    tiempo haban sido los barrios mensch. Y ms all quedaba la orilla del Cliz; la orilla y las partidas de desembarco mensch y una nave para llevarlo a

    Draknor. En aquella luna marina torturada estaba amarrado su sumergible,

    una embarcacin de los enanos modificada con la magia de las runas y

    reforzada para llevarlo a travs de la Puerta de la Muerte. Su nica esperanza de huida.

    Pero all, en Draknor, esperaban tambin las serpientes.

    Si es as, el nuestro va a ser un viaje muy corto dijo al perro, que nadaba a su lado con valenta, moviendo las patas delanteras como una mquina

    mientras las traseras no saban muy bien cmo tomarse aquel extrao asunto de nadar, pero hacan cuanto podan por mantener elevado su extremo.

    Los planes de Haplo eran vagos; no podra concretarlos hasta que supiera

    dnde estaban las serpientes... y cmo evitarlas.

    Sigui adelante, apoyado en el madero y batiendo el agua con los pies. Habra podido soltarse de la tabla y abandonarse al mar, donde no le habra costado

    ms esfuerzo respirar, pero detestaba aquellos primeros momentos de pnico

    que produca el hecho de ahogarse voluntariamente, el rechazo del cuerpo a

    aceptar las seguridades que le ofreca la mente, dicindole que slo era un re-

    torno al tero, a un mundo que una vez haba experimentado. Asido a la plancha, bati los pies hasta que le dolieron las piernas.

    De pronto, se le ocurri que el madero era una seal de mal agero. O mucho

    se equivocaba, o proceda de uno de los sumergibles de madera de los enanos,

    y se notaba partida, con ambos extremos astillados.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    16

    Era cosa de las serpientes? Se haban aburrido de aquella toma pacfica de

    Surunan y se haban vuelto contra los mensch, causando una carnicera?

    Si es as, tendr que echarme la culpa. Necesitaba con urgencia saber qu haba sucedido. Patale con ms fuerza,

    ms deprisa, pero pronto se sinti cansado, con los msculos ardientes y

    acalambrados. Nadaba contra la marea, contra la corriente del agua que

    penetraba en la ciudad. La prdida de su magia, como bien saba de amargas experiencias anteriores, lo haca sentirse inusualmente dbil.

    La marea lo condujo hasta la muralla de la ciudad. Se agarr a una torreta y

    ascendi por sus piedras con la idea no slo de descansar, sino tambin de

    efectuar un reconocimiento y observar qu suceda en la orilla. El perro

    intent detenerse, pero la corriente lo arrastr. Haplo alarg el brazo arriesgadamente y logr agarrar al perro por el pellejo del cuello; lo elev del

    agua mientras el animal bata las patas traseras en busca de apoyo y lo subi a la balaustrada a la que el patryn se haba encaramado.

    Desde aquel puesto de observacin, Haplo tena una visin excelente del

    puerto de Surunan y la costa. Haplo ech una ojeada y asinti con gesto sombro.

    No era preciso que nos preocupramos, muchacho murmur mientras daba unas palmaditas en el flanco del perro, empapado y desgreado. Por lo menos, las naves estn a salvo. El animal sonri y se sacudi.

    La flota de sumergibles mensch estaba dispuesta en el puerto en una fila ms

    o menos ordenada. Los cazadores del sol se mecan en la superficie con la

    proa abarrotada de mensch que sealaban y gritaban, asomaban el cuerpo

    por la borda y saltaban al agua. Numerosas embarcaciones de pequeo tamao iban y venan entre el barco y la orilla; probablemente, trasladaban a

    los enanos, que no saban nadar. Humanos y elfos, mucho ms habituados al

    agua, dirigan el trabajo de varias ballenas enormes que arrastraban hacia el

    puerto unas balsas de construccin tosca, llenas a rebosar. Al ver las balsas, Haplo volvi la mirada al madero que haba alzado con l a

    la torreta. Los mensch estaban desembarcando con la idea de asentarse; por

    eso haban empezado a desguazar las naves.

    Pero... dnde estn las serpientes? pregunt al perro, que yaca a sus pies, jadeante. Decididamente, no aparecan por ninguna parte. Haplo continu observando

    todo el tiempo que pudo, movido por la necesidad de escapar de aquel mundo

    y volver al Nexo y a su seor, pero forzado por la pareja necesidad de alcanzar

    el Nexo con vida. Paciencia, cautela... Eran asignaturas difciles de aprender, pero el Laberinto haba sido un excelente maestro.

    No vio rastro alguno de cabezas de serpientes asomando del agua. Quizs

    estaban todas bajo la superficie, horadando los agujeros a travs de los cuales

    el agua del mar de Chelestra se colaba en los cimientos del Cliz.

    Necesito saber ms se dijo Haplo con frustracin. Si las serpientes descubran que estaba vivo y se propona huir de Chelestra, haran lo posible

    por detenerlo.

    Sopes las alternativas. Detenerse a hablar con los mensch significara un

    retraso, adems del riesgo de revelar su presencia a Tas serpientes. Los

    mensch lo acogeran con alegra y querran retenerlo y utilizarlo, pero Haplo

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    17

    no tena tiempo para tontear con los mensch. Sin embargo, no perder algn

    tiempo en averiguar qu suceda con las serpientes poda significar un retraso

    an mayor. Y quiz mortal. Haplo aguard unos momentos, a la espera de algn indicio de las serpientes.

    Nada. Y no poda quedarse eternamente en aquella maldita muralla.

    Decidido a confiar en la suerte, Haplo salt de nuevo al agua. El perro, con un

    potente ladrido, se arroj tras l. Haplo penetr en el puerto a nado. Sujeto al madero, se mantuvo a ras del

    agua evitando el trfico de embarcaciones. Muchos mensch lo conocan de

    vista y quera eludirlos cuanto fuera posible. Agarrado a la plancha, estudi

    con atencin las naves enanas. Si consegua dar con Grundle, hablara con

    ella. La enana era ms juiciosa que la mayora de los mensch y, aunque sin duda lo recibira con grandes muestras de alegra, Haplo estaba seguro de

    poder librarse de sus abrazos afectuosos sin excesivas dificultades.

    Pero no logr encontrar a la enana. Y segua sin haber rastro de las

    serpientes. Lo que s encontr, amarrado a un poste, fue un pequeo

    sumergible utilizado para rescatar a los enanos que tenan la desgracia de caer al agua. Se acerc a la embarcacin y la observ atentamente. No haba

    nadie a la vista; era como si la nave hubiera sido abandonada.

    Una balsa tirada por una gran ballena acababa de llegar a la orilla, donde un

    numeroso grupo de enanos se haba congregado para proceder a la descarga. Haplo supuso que la tripulacin del sumergible haba acudido a echar una

    mano.

    Nad hasta la embarcacin. Aquel golpe de suerte era demasiado bueno como

    para desaprovecharlo. Robara el sumergible y navegara a Draknor. Si las

    serpientes estaban all..., bueno, tendra que ocuparse de eso cuando llegara el momento.

    Una cosa grande, viva y de piel lisa y resbaladiza choc con l. A Haplo le dio

    un vuelco el corazn. Tom aire, trag un poco de agua al mismo tiempo, se

    atragant y empez a toser. A la vez que se apartaba de la criatura batiendo el agua con enrgicas patadas, el patryn pugn por recobrar el aliento y se

    aprest a luchar.

    Una cabeza reluciente con dos ojos como cuentas de cristal y una boca

    abierta en una gran sonrisa emergi del agua delante de l. Otras dos cabezas

    parecidas asomaron a ambos lados de Haplo y una cuarta nad en torno a l, alegre y retozona, dndole golpecitos con el morro con aire juguetn. Delfines.

    Haplo jade y escupi agua. El perro intent un ladrido furioso en un esfuerzo

    que caus una gran diversin entre los delfines y estuvo a punto de ahogar al

    animal. Haplo lo agarr por las patas delanteras y coloc stas sobre el madero, donde el animal se tumb jadeante, con una mirada de rabia.

    Dnde estn las serpientes dragn? inquiri Haplo en el idioma de los humanos.

    Los delfines, en anteriores encuentros, se haban negado a hablar o a tener

    cualquier relacin con l. Sin embargo, eso haba sucedido cuando las criaturas marinas lo consideraban, cosa comprensible, un aliado de las

    serpientes. Ahora, la actitud hacia l haba cambiado. El grupo de delfines

    empez a emitir chillidos y silbidos de excitacin y alguno empez a alejarse,

    impaciente por ser el primero en difundir entre los mensch la noticia de que el

    hombre misterioso de los tatuajes azules en la piel haba reaparecido.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    18

    No! Esperad, no os vayis! No le digis a nadie que me habis visto se apresur a decirles. Qu sucede aqu? Dnde estn las serpientes dragn? Los delfines organizaron un gran revuelo, hablando todos a la vez. En

    cuestin de segundos, Haplo escuch todo lo que quera saber y muchas

    cosas ms que ignoraba.

    Nos enteramos de que Saman te haba cogido preso... Las serpientes han devuelto el cuerpo de la pobre Alake a... Sus padres estn abatidos de pena... Serpientes, has dicho? ... y el sartn... S, t y el sartn fuisteis responsables de... T has traicionado... ... has traicionado a tus amigos... Cobarde... Nadie lo crey... S, s que lo creyeron... No. Seguro que no. Bueno, quiz por unos momentos... En cualquier caso, las serpientes han utilizado su magia para horadar conductos de acceso al Cliz...

    Unos agujeros gigantescos! Enormes! Inmensos! Las compuertas. Abiertas a la vez: un muro de agua... Olas de marea... Nada sobrevive... Los sartn, aplastados! Arrasados... La ciudad, destruida... Nosotros alertamos a los mensch acerca de las serpientes dragn y las galeras que estaban horadando...

    Grundle y Devon regresaron... Y contaron la verdad de lo sucedido. Eres un hroe... No; l, no. El hroe es el otro, ese Alfred. Slo quera ser corts... Los mensch estaban preocupados... No quieren matar a los sartn... Temen a las serpientes dragn. Unas naves enanas salieron a investigar... Pero resulta que las serpientes dragn no aparecen por ninguna parte... Los enanos slo entreabrieron ligeramente las compuertas y... Alto! Silencio! Exclam Haplo, consiguiendo por fin hacerse or entre la algaraba. Qu significa eso de que las serpientes dragn no aparecen por ninguna parte? Dnde estn?

    Los delfines empezaron a discutir entre ellos. Algunos decan que las terribles bestias haban regresado a Draknor, pero la opinin ms generalizada era, al

    parecer, que las serpientes se haban colado por las galeras excavadas y

    estaban atacando a los sartn de Surunan.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    19

    No es as replic Haplo. Acabo de llegar de Surunan y la ciudad est en calma. Hasta donde s, los sartn se encuentran a salvo en su Cmara del

    Consejo, donde tratan de mantenerse secos. Los delfines acogieron la noticia con patente decepcin. No deseaban ningn

    mal a los sartn, pero habra sido una historia tan esplndida... Despus de

    or a Haplo, hubo unanimidad en la opinin de las criaturas marinas: las

    serpientes dragn deban de haber regresado a Draknor.

    El patryn no tuvo ms remedio que compartir tal opinin. Las serpientes

    haban regresado a Draknor, pero por qu? Qu razn las haba hecho

    abandonar Surunan tan bruscamente? Por qu desperdiciaban la

    oportunidad de destruir a los sartn? Por qu abandonaban sus planes de fomentar el caos entre los mensch, volviendo a unos contra los otros?

    Haplo no poda contestar a tales preguntas, pero se dijo con amargura que

    eso no tena importancia. En aquel momento, lo nico importante era que las

    serpientes estaban en Draknor y su nave, tambin.

    Supongo que ninguno de vosotros se ha acercado a Draknor para cerciorarse, verdad? inquiri. Los delfines lanzaron chillidos de alarma slo de pensarlo y movieron la

    cabeza con energa. Ninguno de ellos se aproximara a Draknor, un lugar

    terrible de gran maldad y tristeza. Sus propias aguas eran ponzoosas y envenenaban a cualquiera que nadara en ellas.

    Haplo se abstuvo de comentar que l haba surcado tales aguas y haba

    sobrevivido. No poda culpar a aquellas apacibles criaturas por no querer

    acercarse a Draknor. Tampoco a l lo entusiasmaba la perspectiva de regresar

    a aquella torturada luna marina. Pero no tena alternativa. Ahora, su principal problema era quitarse de encima a los delfines. Por

    suerte, eso era coser y cantar. A aquellas criaturas marinas les encantaba

    sentirse imprescindibles.

    Necesito que llevis un mensaje mo a los lderes mensch, para que sea entregado en persona y en privado a cada miembro de la familia real. Es de

    suma importancia.

    Estaremos encantados de... Puedes confiar en que... Implcitamente... Decirle a todo el mundo... No; a todo el mundo, no... Slo a la familia real... A todo el mundo, te digo... Estoy seguro de que ha dicho... Cuando consigui que se callaran y lo escucharan, Haplo les trasmiti el

    mensaje, teniendo buen cuidado de que fuera complicado y enrevesado.

    Los delfines estuvieron muy atentos a sus palabras y, tan pronto como Haplo

    cerr la boca, se alejaron nadando a toda velocidad. Cuando el patryn estuvo seguro de que los delfines haban dejado de prestarle

    atencin, se acerc a nado hasta el sumergible, se encaram a bordo, subi al

    perro y zarp.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    20

    2 DRAKNOR CHELESTRA

    Haplo no haba llegado nunca a dominar por completo el sistema de

    navegacin de los enanos, el cual, segn Grundle, se basaba en unos sonidos

    emitidos por las propias lunas marinas. Al principio, le preocup si sera

    capaz de encontrar Draknor, pero pronto descubri que dicha luna marina era fcil de localizar. Demasiado fcil. Las serpientes dragn dejaban a su

    paso una estela de un lgamo repulsivo, un sendero de aguas turbias que

    conduca a la lbrega oscuridad del mar que rodeaba la atormentada luna

    marina.

    Una negrura absoluta lo envolvi. Haba penetrado en las cavernas de Draknor y la visibilidad era nula. Temeroso de embarrancar, aminor la

    velocidad del sumergible hasta que ste apenas se movi. Esperaba que no

    fuese necesario, pero, si era preciso, nadara en aquellas aguas inmundas. Ya

    lo haba hecho otras veces. Haca rato que tena secas las manos y los antebrazos hasta las mangas

    hmedas de la camisa, que se haba arremangado hasta el codo. Las runas

    eran an sumamente dbiles, pero ya volvan a ser visibles y, aunque apenas

    le proporcionaban la fuerza mgica de un nio de dos aos, la presencia de

    su desvado color azul resultaba reconfortante. Dese no tener que mojarse otra vez.

    La proa del sumergible roz una roca. Haplo maniobr rpidamente hacia

    arriba y exhal un suspiro al comprobar que la nave obedeca sin

    contratiempos. Deba de estar acercndose a la costa. Decidi arriesgarse a

    llevar la embarcacin hasta la superficie. Contempl de nuevo las runas de sus manos: azules, de un azul desvado.

    Haplo detuvo la nave por completo y estudi los signos mgicos. Se fij, sobre

    todo, en su color tenue, ms plido que el de las venas que recorran el revs

    de sus manos. Era algo extrao, muy extrao. Por dbiles que fueran, las runas de su piel deberan haber brillado con fuerza, como reaccin instintiva

    de su cuerpo al peligro de las serpientes. Sin embargo, esta vez no respondan

    como en otras ocasiones. Y lo mismo suceda, advirti, con sus dems

    instintos. Si no se haba dado cuenta hasta entonces, era porque haba estado

    demasiado concentrado en pilotar el sumergible. En las anteriores ocasiones, al llegar tan cerca del cubil de las serpientes,

    Haplo apenas poda moverse, y menos an pensar con claridad, a causa del

    terror paralizante y debilitador que emanaba de aquellos monstruos.

    Pero, esta vez, Haplo no tena miedo: al menos, se corrigi, no tema por s mismo. Su miedo era ms profundo. Era fro y lo retorca por dentro.

    Qu sucede, muchacho? pregunt al perro, que se haba acurrucado contra l y soltaba gaidos pegado a su pierna. Haplo le dio unas palmaditas

    tranquilizadoras, aunque a l tampoco le habra ido mal que alguien le diera

    confianza. El perro lanz un gemido y se apret todava ms a su amo. Puso en marcha la nave de nuevo y la pilot hasta la superficie con la

    atencin dividida entre el agua, cada vez ms luminosa, y los signos mgicos

    de su piel. Las runas no haban cambiado de aspecto.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    21

    A juzgar por la reaccin de su cuerpo, las serpientes ya no estaban en

    Draknor. Pero, si no estaban all, y tampoco con los mensch ni enfrentndose

    a los sartn, dnde se haban metido? El submarino emergi. Haplo ech una rpida ojeada a la orilla, localiz su

    nave y sonri satisfecho al verla entera e intacta. Pero su miedo se intensific,

    aunque los signos mgicos de su piel no le daban pie a sentirse inquieto.

    Frente a la nave, entre las rocas, yaca el cuerpo del rey de las serpientes, muerto por el misterioso mago de las serpientes (que poda, o no, haber sido

    Alfred). No haba rastro alguno de serpientes vivas.

    Haplo var el sumergible. Cauto y alerta, abri la escotilla y sali a la cubierta

    superior. No iba armado, aunque haba encontrado una provisin de hachas de guerra en una dependencia de la nave. Pero slo las hojas potenciadas

    mediante magia podran penetrar la piel de las serpientes y, de momento,

    Haplo estaba demasiado dbil como para infundir su poder mgico al metal.

    El perro lo sigui, con un gruido de advertencia. Con las patas rgidas y el

    pelaje del cuello erizado, el animal tena la vista fija en la cueva. Qu sucede, muchacho? inquiri Haplo, nervioso. El perro se estremeci desde el hocico hasta la cola y mir a su amo

    suplicndole permiso para lanzarse al ataque.

    No, perro. Vamos a nuestra nave. Nos largamos de este lugar. Haplo salt de la cubierta, fue a caer sobre una arena repulsiva, cubierta de

    aquel limo, y se encamin hacia su nave cubierta de runas siguiendo la lnea

    de la costa. El perro continu con sus ladridos y gruidos y sigui los pasos

    de Haplo a regaadientes, slo despus de repetidas rdenes de su amo.

    El patryn estaba a punto de llegar a su nave, cuando advirti que algo se mova cerca de la boca de la caverna.

    Se detuvo a observar por cautela, pero no especialmente preocupado. Ahora

    estaba lo bastante cerca de la nave como para alcanzar la seguridad de sus

    runas protectoras. Los ladridos del perro se convirtieron en gruidos, y el animal levant los belfos dejando a la vista unos dientes afilados.

    Una figura emergi de la cueva.

    Samah.

    Calma, muchacho dijo Haplo. El jefe del Consejo Sartn avanzaba con la cabeza baja y el paso desganado de quien camina sumido en profundos pensamientos. No haba llegado all en

    barco, pues no haba ms sumergibles anclados junto a la costa. As pues, se

    haba transportado mediante la magia.

    Haplo observ de nuevo los signos de sus manos. Las runas tenan un tono un poco ms oscuro pero seguan sin brillar, sin avisarle de la proximidad de

    un enemigo. A la vista de aquello y por deduccin lgica, Haplo supuso que la

    magia de Samah, como la del propio Haplo, deba de ser inoperante.

    Seguramente, tambin el sartn se haba mojado. Samah tambin estaba

    esperando, descansando, para recobrar las fuerzas necesarias para el viaje de vuelta. No significaba ninguna amenaza para Haplo, igual que ste no la

    representaba para l.

    O acaso s? En igualdad de condiciones y privados ambos de su magia,

    Haplo era el mas joven de los dos, el ms fuerte. El combate sera tosco,

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    22

    indigno, propio de los mensch: dos hombres rodando por la arena,

    golpendose con los puos. Haplo lo pens mejor, suspir y movi la cabeza.

    Sencillamente, estaba demasiado agotado. Adems, Samah pareca haber recibido ya una paliza.

    Haplo aguard, quieto y en silencio. Samah no levant la vista de sus

    preocupadas meditaciones. Habra sido capaz de pasar por delante del patryn

    sin advertir su presencia de no ser porque el perro, incapaz de contenerse al recordar pasadas afrentas, solt un seco ladrido de advertencia: el srtan ya

    se haba acercado suficiente.

    Samah alz la cabeza, sobresaltado por el sonido pero nada sorprendido, al

    parecer, de ver all al perro y a su amo. El sartn apret los labios, y su

    mirada fue de Haplo al pequeo sumergible que flotaba detrs de l. De vuelta con tu seor? inquiri con frialdad. Haplo no consider necesario responder. Samah asinti; l tampoco haba

    esperado que lo hiciera.

    Te alegrar saber que tus esbirros ya estn en camino. Te han precedido y, sin duda, te aguarda un recibimiento de hroe. Su tono de voz era agrio; su mirada, sombra y cargada de odio. Y, acechando

    debajo, se intua el miedo.

    En camino... Haplo mir al sartn y, de pronto, comprendi. Comprendi qu haba sucedido y entendi la razn de aquel miedo aparentemente irracional. Por fin saba adonde haban ido las serpientes... y por qu.

    Condenado idiota! Mascull Haplo. Has abierto la Puerta de la Muerte!

    Te advert que lo haramos si tus mensch nos atacaban, patryn. Fui yo quien os previno. La enana os cont lo que haba odo. Las serpientes queran que abrierais la Puerta de la Muerte. ste era su plan desde el

    principio. No escuchaste a Grundle?

    De modo que ahora tengo que seguir los consejos de los mensch? Samah solt una risotada burlona. Parece que ellos tienen ms juicio que t. Con qu intencin has abierto la Puerta? Para huir? No, seguro que no es se tan plan. Para buscar ayuda?

    S, exacto: pretendas encontrar ayuda. Despus de lo que te cont Alfred...!

    Pero, claro, no creste ciertas sus palabras. Casi toda tu raza ha muerto,

    Samah. Los pocos de Chelestra sois los nicos que quedis, aparte de un par de miles de cadveres animados en Abarrach. Has abierto la Puerta de la

    Muerte, pero han sido las serpientes las que la han cruzado. Ahora

    extendern su maldad a lo largo y ancho de los cuatro mundos. Espero que

    se detuvieran lo suficiente como para darte las gracias! El poder de la Puerta debera haber detenido a las bestias! Replic Samah con voz grave, al tiempo que cerraba el puo. Las serpientes no deberan haber podido pasar!

    Igual que los mensch? Crees que necesitan tu ayuda para entrar? Todava no lo has comprendido, sartn? Esas serpientes son ms poderosas que t, que yo, que mi seor o quiz que todos juntos. No necesitan ayuda de

    nadie!

    No! sas bestias tuvieron ayuda! contest Samah agriamente. Ayuda patryn!

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    23

    Haplo abri la boca para protestar, pero decidi que no mereca la pena.

    Estaba perdiendo el tiempo. El mal estaba extendindose y ahora, ms que

    nunca, era imperioso que regresara para poner sobre aviso a su seor. Mene la cabeza, dio media vuelta y ech a andar hacia su nave.

    Vamos, perro. Pero el animal ladr otra vez, reacio a moverse, y mir a Haplo con las orejas

    erguidas. No haba algo que queras preguntar, amo?

    En efecto, a Haplo le vino a la cabeza un pensamiento, y se volvi.

    Qu ha sido de Alfred? Tu amigo? Samah esboz otra sonrisa burlona. Ha sido enviado al Laberinto, el destino de todos los que predican herejas y conspiran con el enemigo.

    Supongo que sabes que era la nica persona que podra haber detenido el mal, verdad?

    Por un instante, Samah pareci divertido con la idea.

    Si ese Alfred es tan poderoso como dices, podra haberme impedido que lo enviara a prisin. Pero no lo hizo. Al contrario, se dej llevar al castigo sin

    apenas resistencia.

    S murmur Haplo en voz baja. Eso es muy propio de l. Ya que aprecias tanto a tu amigo, patryn, por qu no vuelves t tambin a tu prisin para intentar rescatarlo?

    Quiz lo haga. No, muchacho! Aadi Haplo al advertir que el perro tena la vista fija en el cuello de Samah. Te pasaras la noche vomitando. El patryn subi a su nave, solt las amarras, arrastr adentro al perro que an segua lanzando gruidos a Samah y cerr la escotilla. Una vez a bordo, Haplo corri a la ventana del puente de mando de la nave para echar

    un vistazo al sartn. Con magia o sin ella, Haplo no se fiaba de l.

    Samah permaneci inmvil en la arena. Sus blancas ropas estaban mojadas y sucias, con el dobladillo embadurnado de limo y de sangre de las serpientes

    muertas. Tena los hombros hundidos y la piel griscea y pareca a punto de

    derrumbarse de puro agotamiento, pero, consciente probablemente de que lo

    estaba espiando, se mantuvo en pie muy erguido, con la mandbula encajada

    y los brazos cruzados. Satisfecho al comprobar que su enemigo segua siendo inofensivo, Haplo

    volvi la atencin a las runas marcadas a fuego en las planchas de madera

    del interior de la embarcacin. Una a una, las traz de nuevo mentalmente:

    runas de proteccin, runas de poder, runas para llevarlo de nuevo en el viaje extrao y aterrador a la Puerta de la Muerte, runas para asegurar su

    supervivencia hasta que alcanzara el Nexo. Pronunci una palabra y, en

    respuesta a ella, los signos mgicos empezaron a despedir un suave fulgor

    azulado.

    Haplo exhal un profundo suspiro. Por fin estaba a salvo, protegido, y se permiti relajarse un poco por primera vez en mucho, muchsimo tiempo.

    Tras cerciorarse de que tena las manos secas, las coloc sobre la rueda del

    timn de la nave. Esta rueda tambin haba sido potenciada con runas. El

    mecanismo de gobierno del sumergible no era tan poderoso como la piedra de

    gobierno que haba utilizado a bordo del Ala de Dragn, pero tanto ste como

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    24

    la piedra estaban ahora en el fondo del mar..., si es que el mar de Chelestra

    tena un fondo. La magia rnica de la rueda del timn era tosca, elaborada

    con prisas, pero lo transportara a travs de la Puerta de la Muerte y eso era lo nico que importaba.

    Haplo maniobr para separar el sumergible de la orilla y observ de nuevo al

    sartn, cuya figura fue menguando a medida que se haca mayor la extensin

    de aguas oscuras que los distanciaba. Qu vas a hacer ahora, Samah? Te atrevers a entrar en la Puerta de la Muerte en busca de tu gente? No, me parece que no lo hars. Tienes miedo,

    verdad, sartn? Sabes que has cometido un error terrible, un error que

    puede significar la destruccin de todo lo que te has esforzado en construir.

    Tanto si crees que las serpientes representan un poder malfico superior como si no, esas bestias son una fuerza que escapa a tu comprensin y a tu

    control.

    Samah, has enviado la muerte a travs de la Puerta de la Muerte.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    25

    3 EL NEXO

    Xar, Seor del Nexo, recorra las calles de su tierra apacible y crepuscular,

    una tierra construida por su enemigo. El Nexo era un lugar hermoso de

    suaves colinas, prados y bosques llenos de verdor. Sus edificios se alzaban

    con perfiles suavizados, redondeados, a diferencia de sus habitantes, que eran fros y afilados como cuchillas de acero. La luz del sol era apagada,

    difusa, como si brillara a travs de un velo de fina gasa. En el Nexo, nunca

    era totalmente de da, ni noche cerrada. Era difcil distinguir un objeto de su

    sombra, saber dnde terminaba uno y empezaba la otra. El Nexo pareca una

    tierra de sombras. Xar estaba cansado. Acababa de emerger del Laberinto, tras salir victorioso de

    una batalla con la magia perversa de aquella tierra espantosa. En esta

    ocasin, la magia haba enviado a un ejrcito de caodines para destruirlo.

    Estos caodines, criaturas inteligentes parecidas a enormes insectos, miden lo que un hombre y tienen el cuerpo cubierto por un caparazn negro de gran

    dureza. El nico modo de destruir a un caodn es acertarle de lleno en el

    corazn y matarlo en el acto, pues si vive, aunque slo sea unos segundos, de

    una gota de sangre derramada puede hacer surgir una copia de s mismo.

    Y Xar acababa de enfrentarse a un ejrcito de aquellos seres: cien, doscientos... el nmero no importaba porque creca cada vez que hera a uno.

    El patryn les haba hecho frente a solas y slo haba tenido unos momentos

    para reaccionar antes de que la marea de insectos de ojos bulbosos lo

    engullera.

    Xar haba entonado las runas y haba creado entre l y la vanguardia de los caodines un muro de llamas que lo haba protegido del primer asalto y le

    haba proporcionado tiempo para ampliar ms su crculo defensivo.

    Los caodines haban intentado entonces eludir las llamas, que se extendan alimentndose de las hierbas del Laberinto, dotadas de una vida mgica

    gracias a los vientos mgicos que les insuflaba Xar. A los pocos caodines que

    haban escapado a las llamas, Xar les haba dado muerte con una espada

    rnica, teniendo buen cuidado de incrustarla bajo el caparazn para alcanzar

    el corazn. Y, mientras lo haca, el viento continu soplando y las llamas crepitaron, alimentadas con los restos de los muertos. El fuego saltaba ahora

    de una vctima a otra, diezmando las filas de las ominosas criaturas.

    La retaguardia de los caodines observ el holocausto que se avecinaba,

    titube, dio media vuelta y huy.

    Con la proteccin de las llamas, Xar haba rescatado a varios de los suyos,

    ms muertos que vivos. Los caodines los haban tomado prisioneros para

    utilizarlos como cebo y tentar al Seor del Nexo a combatir.

    Ahora, los rehenes estaban siendo atendidos por otros patryn, que tambin deban su vida a Xar. Pueblo severo y sombro, despiadado, inflexible e

    inconmovible, los patryn no eran efusivos en su gratitud al seor que una y

    otra vez pona en riesgo su vida por salvar las de ellos. Los patryn no

    proclamaban su lealtad y su devocin hacia l, sino que la demostraban,

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    26

    aplicndose con esfuerzo y sin protestas a cualquier tarea que les asignaba.

    Todos obedecan sus rdenes sin vacilar. Y, cada vez que Xar entraba en el

    Laberinto, una multitud se congregaba a la boca de la Ultima Puerta para mantener una silenciosa vigilia hasta su regreso.

    Y siempre haba algunos, en especial entre los jvenes, que acudan con la

    intencin de entrar con l. Eran patryn que llevaban en el Nexo el tiempo

    suficiente como para que se hubiera difuminado en su recuerdo el horror del tiempo pasado en el Laberinto.

    Regresar contigo afirmaban. Me atrever a hacerlo, mi seor. Y Xar siempre se lo permita. Y nunca les haca la menor recriminacin

    cuando los vea vacilar ante la Puerta, cuando sus rostros palidecan y se les

    helaba la sangre, cuando les temblaban las piernas y sus cuerpos se derrumbaban.

    Haplo, uno de los ms fuertes entre los jvenes, haba llegado ms lejos que la

    mayora. Ante la ltima Puerta, haba cado al suelo, torturado por el miedo,

    pero aun entonces haba seguido avanzando a cuatro manos, gateando, hasta

    que por fin, presa de temblores, haba retrocedido hacia las acogedoras sombras del Nexo.

    Perdname, mi seor! haba gritado con desesperacin, como hacan todos.

    No hay nada que perdonar, hijo mo responda siempre Xar. Y era sincero. l comprenda aquel miedo mejor que cualquiera, pues tena

    que afrontarlo cada vez que entraba, y cada vez resultaba peor. Rara era la

    ocasin en que, ante la Ultima Puerta, sus pasos no vacilaban y su corazn

    no se encoga. Cada vez que entraba, lo haca con la certeza de que no

    regresara. Cada vez que sala de nuevo, sano y salvo, se prometa a s mismo que no lo repetira.

    Pero segua hacindolo. Una y otra vez.

    Son las caras reflexionaba en voz alta. Las caras de los mos, los rostros de quienes me esperan, de quienes me incluyen en el crculo de su ser. Esos rostros me dan el valor. Son mis hijos, todos y cada uno de ellos. Yo los he

    arrancado de ese tero terrible donde fueron engendrados. Yo los he trado al

    aire y a la luz.

    Qu gran ejrcito harn continu murmurando. Dbil en nmero, pero fuerte en magia, en lealtad y en amor. Qu gran ejrcito! repiti con una risilla.

    Xar hablaba consigo mismo a menudo. Pasaba mucho tiempo a solas, pues

    los patryn tenan propensin a la soledad8, y por eso hablaba solo muchas

    veces, pero nunca se rea, nunca soltaba carcajadas. La risilla era una farsa, un hbil recurso de comedia. El Seor del Nexo

    continu hablando, como hara cualquier anciano, hacindose compaa a s

    mismo en las vigilias solitarias en aquella tierra crepuscular. Dirigi una

    mirada de reojo hacia sus manos, cuya piel mostraba su edad. Una edad que

    Xar no poda calcular con exactitud, pues no tena una idea clara de cundo

    8 Los patryn aceptan a muy pocos en su crculo ms ntimo, pero demuestran una ferviente lealtad a aquellos a

    quienes denominan su familia, lo sean por sangre o por juramento. Estos crculos de lealtad (los patryn rehusa -

    ran llamarla afecto) se mantienen generalmente hasta la muerte. Pero, una vez roto, el crcu lo no puede rehacerse

    nunca ms.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    27

    haba empezado su vida. Slo saba que era viejo, mucho ms que cualquiera

    de los otros patryn que haban salido del Laberinto.

    La piel del dorso de sus manos, surcada de arrugas, estaba tensa y estirada, y en ella se dibujaba claramente el perfil de cada tendn, de cada hueso. Los

    signos mgicos azules tatuados en el dorso de la mano eran complejos y

    enrevesados pero su color era intenso, en absoluto desvado por el paso del

    tiempo. Y su magia, si acaso, era an ms poderosa. Aquellas runas tatuadas haban empezado a emitir un resplandor azulado.

    A Xar no lo habra sorprendido aquel aviso de peligro en el interior del

    Laberinto, donde su magia actuaba instintivamente para prevenirlo de

    peligros, para alertarlo de ataques, pero en aquel momento caminaba por las

    calles del Nexo, unas calles que siempre haban sido seguras, unas calles que eran un refugio. El Seor del Nexo observ el resplandor azul que brillaba con

    luz fantasmal en el apacible crepsculo, not el ardor de las runas de su piel

    y percibi el calor de la magia en su sangre.

    Continu andando como si no sucediera nada, sin dejar de murmurar por lo

    bajo. La advertencia de los signos mgicos se hizo ms urgente; las runas brillaron con ms intensidad. Xar cerr los puos y los ocult bajo las anchas

    mangas de la larga tnica negra. Sus ojos escrutaron cada sombra, cada

    objeto.

    Dej las calles y tom un sendero que se adentraba en el bosque que rodeaba su residencia. Xar viva aparte de su pueblo pues prefera mejor, necesitaba tener silencio y tranquilidad. Las sombras ms oscuras de los rboles proporcionaban al lugar un remedo de noche. Volvi la vista hacia la

    mano; la luz de las runas era perceptible a travs de las ropas negras. No

    haba dejado atrs el peligro; al contrario, se encaminaba directamente hacia su origen.

    El Seor del Nexo estaba ms perplejo que nervioso, ms enfadado que

    inquieto. Acaso la maldad del Laberinto se haba colado de alguna manera

    en el Nexo a travs de la Ultima Puerta? Tal idea le resultaba inconcebible. Aquel lugar era obra de la magia sartn, igual que la Puerta y la Muralla que

    rodeaba el mundo prisin del Laberinto. Los patryn, reacios a confiar en un

    enemigo que los haba arrojado a dicha crcel, haban reforzado la Muralla y

    la Puerta con su propia magia. No; era imposible que algo pudiera escapar.

    El Nexo estaba protegido de los otros mundos los mundos de los sartn y de los mensch mediante la Puerta de la Muerte. En tanto sta permaneciera cerrada, no poda cruzarla nadie que no dominase la poderosa magia

    necesaria para recorrerla. Xar haba aprendido el secreto, pero slo despus de eones de concienzudos estudios de escritos sartn. Lo haba aprendido y

    haba trasmitido su conocimiento a Haplo, que se haba aventurado en esos

    otros mundos del universo separado.

    Pero supongamos se dijo Xar en un leve murmullo, mientras volva la vista a un lado y a otro tratando de rasgar la oscuridad que siempre le haba resultado apacible y que ahora era perturbadora, supongamos que alguien ha abierto la Puerta de la Muerte! Al salir del Laberinto, he notado un cambio,

    como si un soplo de aire se agitara de pronto dentro de una casa largo tiempo

    cerrada y atrancada. Me pregunto...

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    28

    No es preciso que te inquietes, Xar, seor de los patryn lo interrumpi una voz procedente de la oscuridad. Tu mente es rpida y tu lgica, infalible. Tienes razn en tus suposiciones. La Puerta de la Muerte ha sido abierta. Y por tus enemigos.

    Xar detuvo sus pasos. No poda ver a quien hablaba, oculto entre las

    sombras, pero distingua unos ojos que brillaban con una tenue y extraa luz

    rojiza, como si reflejaran las llamas de una fogata lejana. Su cuerpo le adverta que quien hablaba era poderoso y poda resultar peligroso, pero Xar

    no perciba la menor nota de amenaza en la voz sibilante. Sus palabras, como

    su tono, estaban llenas de respeto, incluso de admiracin.

    Pese a ello, Xar se mantuvo en guardia. Si haba llegado a viejo en el

    Laberinto, no haba sido prestando odos a voces seductoras. Y la que ahora oa haba cometido un grave error. De algn modo, haba penetrado dentro de

    su mente y haba descubierto el secreto. Xar haba hecho sus comentarios en

    voz muy baja. Era imposible que nadie lo oyera desde aquella distancia.

    Me llevas ventaja, seor respondi calmosamente. Acrcate donde estos viejos ojos mos, a los que las sombras confunden fcilmente, puedan veros. Su vista era aguda, ms penetrante de lo que haba sido en su juventud, pues

    ahora saba qu mirar. Su odo tambin era excelente, pero esto no tena por

    qu saberlo su interlocutor. Era mejor, se dijo Xar, que creyera estar ante un

    frgil anciano. Pero el desconocido no se dej engaar.

    Sospecho que tus viejos ojos ven mejor que la mayora, seor. Pero incluso los tuyos pueden dejarse cegar por el afecto, por la confianza mal otorgada.

    El desconocido emergi del bosque y sali al camino. Se detuvo ante el Seor

    del Nexo y abri las manos para indicar que no portaba armas. Con una llamarada, una tea encendida se materializ en sus manos y, bajo su luz,

    permaneci inmvil donde estaba, sonriendo con serena confianza.

    Xar lo contempl y pestae. Una duda asalt su mente e increment su

    clera. Eres un patryn, uno de los mos dijo, estudiando al recin aparecido, pero no te reconozco. Qu truco es ste? Su voz adquiri un tono duro. Ser mejor que hables enseguida. Hazlo mientras puedas, que no ser mucho.

    Realmente, seor, tu fama no es exagerada. No me extraa que Haplo te admire, aunque te traicione. No soy ningn patryn, como has credo. En tu mundo, he adoptado esta apariencia para mantener en secreto mi verdadera

    forma. Puedo mostrarme con ella si eso te complace, mi seor, pero te

    advierto que resulta bastante desagradable. He considerado preferible que t

    mismo decidas si quieres revelar mi presencia a tu pueblo. Y cul es tu verdadero aspecto, entonces? inquiri Xar, sin hacer caso por el momento de la acusacin vertida contra Haplo.

    Entre los mensch, se nos conoce por dragones, mi seor. Xar entrecerr los ojos:

    He tratado con tu especie en otras ocasiones y no veo ninguna razn por la que deba dejarte vivir ms que tus congneres. Sobre todo, estando en mi

    propio reino.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    29

    El falso patryn sonri y sacudi la cabeza.

    Esos a los que te refieres con ese nombre no son verdaderos dragones, sino meros primos lejanos.9 Igual que los simios,

    Se dice, son primos lejanos de los humanos. Nosotros somos mucho ms

    inteligentes y nuestra magia es mucho ms poderosa.

    Razn de ms para que te mate... Razn de ms para que vivamos, sobre todo porque slo vivimos para servirte, Seor de los Patryn, Seor del Nexo y, en breve, Seor de los Cuatro

    Reinos.

    Quieres servirme, eh? Y has hablado en plural: cuntos sois? Nuestro nmero es enorme. Nunca ha sido contado. Quin os cre? Vosotros, los patryn, hace mucho tiempo respondi la serpiente con un suave siseo.

    Ya. Y dnde habis estado todo este tiempo? Te contar nuestra historia, seor contest la serpiente con frialdad, haciendo odos sordos al tono sarcstico de Xar. Los sartn nos tenan miedo; teman nuestro poder igual que os teman a vosotros, patryn. Los

    sartn encerraron a tu pueblo en una prisin mientras que a nosotros, por

    ser de una raza diferente, decidieron exterminarnos. Nos hicieron caer en una falsa sensacin de seguridad fingiendo firmar la paz con nuestra especie y,

    cuando se produjo la Separacin, nos pill completamente desprevenidos e

    indefensos. Logramos escapar con vida por muy poco y, por desgracia, poco

    pudimos hacer por salvar a tu pueblo, del cual hemos sido siempre amigos y

    aliados. Escapamos, pues, a uno de los mundos recin creados y nos oculta-mos all para atender nuestras heridas y recuperar fuerzas.

    Nuestra intencin era buscar el Laberinto y liberar a tu pueblo. Juntos,

    podamos reagrupar a los mensch, que haban quedado aturdidos e

    indefensos por la terrible prueba, y derrotar a los sartn. Por desgracia, el mundo al que decidimos huir, Chelestra, fue tambin el escogido por el

    Consejo Sartn. El poderoso Samah en persona fund y edific all una

    ciudad, Surunan, y la pobl con miles de mensch esclavizados.

    No tard en descubrir nuestra presencia y nuestros planes para derrocarlo.

    Samah jur que nunca abandonaramos Chelestra con vida. Cerr y sell la Puerta de la Muerte, condenndose al aislamiento a s mismo y al resto de los

    sartn dispersos por los dems mundos. Tal situacin tena que durar poco;

    al menos, sa era su intencin, pues pensaba acabar con nosotros enseguida.

    Pero demostramos ser ms fuertes de lo que l haba previsto. Le plantamos batalla y, aunque muchos de los nuestros perdieron la vida, lo obligamos a

    liberar a los mensch y, al final, lo forzamos a buscar la seguridad de la

    cmara donde los sartn dorman su sueo mgico.

    Antes de abandonar aquel mundo, los sartn se vengaron de nosotros.

    Samah dej a la deriva el sol marino que calienta las aguas de Chelestra y el fro terrible del hielo que envuelve ese mundo de agua se apoder de nosotros

    sin darnos tiempo a escapar. Lo nico que pudimos hacer fue regresar a

    9 Naturalmente, la serpiente miente a Xar. Dado que esta criatura mal fica no tiene una forma propia defin ida, toma

    prestada en cada ocasin la que mejor convenga a sus intereses.

  • La Puerta de la Muerte LA MANO DEL CAOS Margaret Tweis Tracy Hickman

    30

    nuestra luna marina y refugiarnos en sus cavernas. El hielo nos encerr en

    su interior, condenndonos a una hibernacin forzosa que ha durado siglos.10

    Con el tiempo, el sol marino regres y trajo consigo el calor y una nueva vida para nosotros. Con el sol lleg un sartn, uno al que se conoce como el Mago

    de la Serpiente, un poderoso hechicero que ha cruzado la Puerta de la Muerte.

    l despert a los sartn y los liber de su largo sueo. Pero para entonces, mi

    seor, t y algunos de los tuyos habais alcanzado tambin la libertad y, a pesar de la lejana, lo percibimos. Notamos que vuestra esperanza nos

    iluminaba y nos daba ms calor que el propio sol. Y entonces Haplo se

    present ante nosotros y nos inclinamos ante l y le ofrecimos nuestra ayuda

    para derrotar a los sartn. Para derrotar a Samah, el enemigo ancestral.

    La serpiente baj la voz y continu: Haplo nos caus admiracin. Confiamos en l. Tenamos a nuestro alcance la victoria sobre Samah. Nos proponamos traer ante ti al lder de los sartn

    como muestra de nuestra devocin a tu causa. Pero, ay, Haplo nos traicion.

    Te traicion a ti, mi seor. Samah huy, igual que el Mago de la Serpiente, el

    sartn que le envenen la cabeza a Haplo. Los dos sartn escaparon, pero slo despus que Samah, movido por el miedo a nosotros y a ti, gran Xar,

    abriera la Puerta de la Muerte!

    Los sartn ya no podan impedir que regresramos para ayudarte. Hemos

    cruzado la Puerta de la Muerte y nos presentamos ante ti, gran Xar. Te reconocemos como nuestro dueo y seor.

    La serpiente hizo una suerte de reverencia.

    Y cul es el nombre de ese poderoso sartn al que no cesas de mencionar? inquiri Xar. Se hace llamar Alfred. Un nombre mensch, mi seor. Alfred! Xar olvid su compostura. Bajo la tnica negra, sus puos se cerraron con fuerza. Alfred! repiti en un susurro. Alz la cara y vio el brillo rojo de los ojos de la serpiente. Rpidamente, recobr la calma. Haplo est con ese Alfred? S, seor. Entonces, Haplo me lo traer. No debes preocuparte. Evidentemente, has malinterpretado los motivos de Haplo. Es un patryn muy astuto. Inteligente y

    avispado. Quiz no sea enemigo para Samah (si se trata realmente del mismo

    Samah, cosa que dudo mucho), pero Haplo ser ms que rival para ese sartn de nombre mensch. Haplo no tardar en volver, ya lo vers. Y traer con l a

    Alfred. Y todo tendr explicacin.

    Mientras tanto aadi, interrumpiendo a la serpiente antes de que sta pudiera responder, estoy muy cansado. Soy un viejo y los viejos necesitamos descansar. Te invitara a mi casa pero tengo a un nio alojado

    conmigo. Un chico