La novela exprés es un contemporáneo subgénero literario … · 2019-06-30 · 1 La novela...
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La novela exprés es un contemporáneo subgénero literario concebido con
la finalidad de adaptarse a la fugaz época actual (siglo XXI), donde,
gracias a los avances tecnológicos, el intercambio de información es tan
rápido que el público, muchas veces, prefiere y busca contenido más
conciso. En consecuencia, la novela exprés está conformada por una
pequeña cantidad de narración, es decir, la historia se desarrolla con base
en diálogos, y lo hace de una manera breve; pero conservando la esencia
de la novela tradicional. En otras palabras, los acontecimientos se
desenvuelven muy deprisa y no se colma al lector de descripciones o
explicaciones, brindándole la libertad de imaginar los detalles de la historia
a su gusto o simplemente no hacerlo.
La primera novela exprés escrita comenzó a redactarse el 31 de diciembre
del 2015, se terminó de escribir el 4 de diciembre del 2016, y fue publicada
de manera digital el 20 de diciembre del mismo mes.
El creador de este subgénero literario es el escritor mexicano Carlos de
Hernáheson, quien franqueó el concepto con la novela “El diablo de
Estocolmo”, una historia satírica de fantasía, ciencia ficción y filosofía;
con tintes de novela picaresca, y didáctica.
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Dedicado a los que no tienen miedo...
o siguen adelante a pesar de tenerlo.
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CAPÍTULO 1
GÉNESIS
I
—B-buenas tardes, señor.
—Buenas tardes, joven. ¿En qué le puedo ayudar?
—Necesito…, necesito que me dé todo lo que tenga.
—¿Disculpa?
—E-esto…, esto es u-un asalto, señor. Por favor, no quiero hacerle daño, s-
sólo deme lo que lleve en sus bolsillos —sollozó.
—¿Estás bien?
—Señor, por favor…
—Hijo, mírate, estás llorando. Tú no eres así, tú no quieres hacer esto.
¿Necesitas un poco de dinero?
—N-no, señor. Discúlpeme, en verdad no quiero hacer esto; p-pero
necesito comer y… pagar mis deudas.
—Todos necesitamos dinero, hijo; pero estas no son las formas de ganarlo.
—¡Señor! Dis… discúlpeme…, necesito que me dé su dinero ahora
mismo.
—Está bien, sólo que… yo también tengo que comer y pagar deudas.
—Lo entiendo, señor. Y-yo… sé que todos tenemos necesidad; pero estoy
desesperado —masculló, con lágrimas en los labios—. Por favor, dese
prisa, no quiero lastimarlo.
—Bien…, si no hay otra opción…, ten, llévate esto, es todo lo que tengo
en mi cartera.
—G-gracias, señor, muchas gracias. S-si algún día… Algún día se lo
devolveré, lo juro. Gracias, gracias. Espero que la vida se lo multiplique,
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señor, muchas gracias.
—Anda, vete de aquí antes de que alguien te vea.
II
—¿Cómo te fue?
—Conseguí 3,112 y… ¿Qué mierda es esto?
—Parece una menta.
—Ah… Esto quédatelo tú.
—Tienes que enseñarme a hacerlo, viejo. Desde que te conocí, has
asaltado más de 31 veces y ni siquiera le hablan a la policía.
—Sólo llora, idiota. Puedes decir lo que sea que se te venga a la mente;
pero tiene que parecer que eres un buen tipo que ha tomado una mala
decisión. Sé educado, suelta unas cuantas lágrimas, da lástima y deja que el
cerebro de tu víctima haga el resto.
—¿Síndrome de Estocolmo, eh?
—¿Qué? ¡Carajo! ¿Yo qué sé? Ponle el nombre que quieras —Y se detuvo
un segundo a considerarlo—. Mmm… Sí, supongo que algo tiene que ver
con eso. Ahora deja de arruinar el momento con tus «palabritas» cultas,
pretencioso de mierda.
—¡Jaja! Eres un maldito, ¿lo sabías? Tienes un lugar reservado en el
infierno, justo a un lado del diablo.
—¿De qué hablas, estúpido? —rio—. Estás hablando con el diablo.
—¡Oye! ¡Eso es! ¡El diablo de Estocolmo! —exclamó sonriendo—. Suena
bien, ¿no? Buenos y malos merecen un apodo, un alias, un seudónimo. Ese
podría ser el tuyo. ¿O quieres que se te conozca por tu nombre de pila?
—Vaya, hasta que tuviste una buena idea. Te estás ganando un lugar en el
infierno, justo a un lado de mí —bromeó… el diablo, el nuevo diablo, El
diablo de Estocolmo.
—Veo que te estás acostumbrando al concepto.
—Digamos que es de mi talla —se vanaglorió—. ¿Y qué seudónimo
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quieres para ti?
—No lo había pensado antes; pero ya que insistes, podría ser algo como
«El grande», «El magnífico», «El indomable», «El…».
—¿Sueco? —atajó el diablo entre risas.
—¿Qué? ¿Por qué «El sueco»? —preguntó consternado, con el amargo
presentimiento de que se quedaría con ese apodo aun cuando se negara
rotundamente.
—Tú escogiste el mío, lo justo es que yo escoja el tuyo.
—P-pero…
—Estocolmo, Suecia, ¿no? Eso significa que te llamaré «sueco».
—Por lo menos llámame con el gentilicio de Estocolmo, no de Suecia.
—¿Gentilicio? ¿Qué…, qué es eso? ¿Ya empezaste a usar tu palabrería
rara?
—Sí, gentilicio. Un gentilicio es algo así como el apodo que llevan…
—Sí, sí, ya entendí, puedo intuir lo que significa. Termina de una vez.
—Bien, pues… «sueco» es el gentilicio de Suecia; «holmiense», el de
Estocolmo.
—¿Holmiense? ¿Holmiense? ¿En serio? ¿Estás sugiriendo que tu apodo
sea parecido a Holmes?
—Podría ser. Piénsalo bien.
—No te lo mereces.
—¿Qué tiene de malo que yo me…? «El diablo de Estocolmo y Holm, su
secuaz», ¿eh? ¿Eh?
—¡Jaja! ¿Ahora eres mi secuaz, intento de secretaria? —se mofó el diablo.
—Soy tu mano derecha, idiota. ¿Quién no necesita una mano derecha?
—Alguien que ya tiene una —repuso el diablo alzando su dedo corazón
diestro.
—¡Bien! Entonces que sea «El sueco», imbécil —se resignó éste,
indignado.
—Oye, tranquilo, sólo bromeaba, no soy tan malo como crees. Te quedarás
con «Holm». ¿Feliz? —le dijo, escondiendo su risa en el cuello de su
abrigo blanco.
—¡¿En serio?!
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—Sí, como sea, sólo no llores frente a mí.
—¡Genial! Ahora podríamos empezar a diseñar nuestro…
—No, no, no, no, no. Olvídalo, olvídate de esas cosas. Voy a salir un
momento, ¿está bien? Necesito hacer unos trabajos.
—¿Se puede saber adónde vas?
—No.
—¿Y podrías hacerme el favor de pasar por una hamburguesa cuando
vengas de regreso?
—No.
—Vete al carajo.
—No, y limpia tu porquería de mi piso antes de que vuelva…, Holm —le
ordenó mientras cerraba la puerta—. «Holm»... Qué estupidez. Suena como
una maldita arcada.
III
—Disculpe que la moleste, señorita, ¿me podría decir la hora, por favor?
—Sí…, claro —titubeó—. Son las 7:03 PM.
—Gracias, muy amable… Oscureció rápido hoy, ¿no?
—... S-sí.
—¡Uff! ¡Vaya, qué día! Cómo me gustaría una hamburguesa en este
momento… Un poco de carne me vendría bien para relajarme… ¿Le
sucede algo, señorita?
—No…, no, estoy bien.
—Oh, lo siento mucho, creo que la estoy incomodando… Tal vez debería
alejarme, ¿no lo cree?
—…
—Vamos, pequeña, no seas así. ¿Podrías regalarme unas cuantas palabras?
Me gustaría ver qué tanto puedes abrir la boca.
—¡Estúpido!
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—¡Oye, no seas tan quisquillosa! Deberías de sentirte halagada, niña. No
siempre tendrás a alguien como yo interesándose en ti y en tus…
delicadas… piern…
—¡No me toques, imbécil!
—¡Ey, ey, ey! Si cooperas conmigo, no te sucederá nada malo,
¿entendido?
—N-no…, p-por… fvr… No m… tqs… N…, no…
—¡Cállate! Te voy a quitar la mano de la boca y vas a caminar frente a mí
como si se tratara de una bella y colorida caminata por el parque, ¿está
bien? ¡¿ESTÁ BIEN?!...
¡Perfecto! Me encantan las que ponen de su parte. ¡Muévete!
—P-por favor, no me hagas nada. T-te puedo dar mi bols…
—¡Que te calles! —musitó con impaciencia, presionando el cañón de su
pistola en la cintura de la joven—. Sigue caminando… Así, exactamente
así... Bien, bien… Vamos, continúa… Uno, dos, uno, dos, uno, dos… Me
gusta cómo te mueves, hermosa… Sólo falta un poco más, no te
detengas… Aquí está bien… Agáchate.
—N-no, n-no, por favor, por lo que más quieras.
—¡YA! ¡Deja de llorar! ¿Acaso no te enseñaron a apreciar una obra de arte
como esta? Difícilmente encontrarás algo tan grande en este mundo.
—¡Oye, tú, imbécil! Lo estás haciendo mal.
—¿Pero qué mierda…? ¿Este idiota viene contigo?
—No, no vengo con ella; pero lamento decirte que me la tendré que llevar.
—¡Jajaja! ¿Te la vas a llevar? Lo que te vas a llevar son mis balas en tu
pecho, estúpido… ¡¿Qué?! ¿C-cómo…?
—Eres un novato en esto, ¿verdad?
—¡No tienes ni idea de con quién estás hablando! Probablemente ya violé
a tu hermana y a tu madre al mismo tiempo, idiota.
—Te daré un consejo: si vas a llevar una pistola en el pantalón, procura
tener siempre cerca tu pantalón, imbécil. Es tan básico… Das lástima.
—E-está bien, está bien, tú ganas. Llévatela; pero no dispares, por favor.
—Mmm… No lo sé… Ya la tocaste y tus manos me dan asco, así que...
—P-pero… ¡No, no, tranquilo, baja el arma! No le he hecho nada, te lo
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juro. Apenas iba a empezar.
—Mmm… Está bien, te dejaré ir.
—¡¿Qué?! —saltó la joven, incrédula.
—Sin embargo —continuó el diablo—, tendrás que darle a la señorita todo
lo que tengas de valor.
—Eres un maldito, hijo de per… ¡Está bien, está bien! Toma esto y…
esto...; y esto también. Es todo lo que llevo.
—Perfecto. Ya nos estamos entendiendo.
—¿Entonces me puedo ir?
—No.
—Pero tú dijiste…
—¡Que no! Cállate... Disculpe, señorita, ¿tendrá un bolígrafo en su bolso?
—S-sí, c-creo que sí. Aquí está.
—¡Rojo! Qué conveniente. Gracias... Ven para acá, pedazo de estiércol.
—¿Q-qué vas a hacer con eso?
—Sólo pondré mi autógrafo en tu mano, tranquilízate.
—¿Y yo para qué quiero…? ¡AAAAAAH! ¡¡¿QUÉ HICISTEEE?!!
—Estoy marcando mi territorio, marica. Agradece que no soy un perro.
—¡¡¡MI MANO, ESTÚPIDO, MI MANOOO!!!
—No te molestes en devolverlo, te lo puedes quedar.
—¡¡ERES UN IMBÉCIL!!
—Ya, ya, cómo lloras. Vete de aquí antes de que te saque el bolígrafo con
una bala.
—¡Me las vas a pagar…, basura de… Estocolmo!
—¡Oh, sabes leer! ¡¡QUE DEJES DE LLORAR!! —le gritó el diablo con
impaciencia, disparando varias veces al suelo para hacerlo correr.
—¿Q-quién eres? Perdón, p-perdón, muchas gracias por ayudarme. ¿Eres
algo así como un suprahéroe? ¿Por qué ocultas tu rostro?
—Porque entonces sabría quién la rescató, señorita.
—Pues me encantaría saberlo.
—Lo único que debe de saber es que El diablo de Estocolmo estuvo aquí.
—¿El diablo de Estocolmo? Vaya, eso suena tan… intenso.
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La joven, cautivada, se acercó lentamente y apoyó sus delicadas manos
sobre el pecho de su salvador. Un silencio después, le dio un beso en la
mejilla, sobre la máscara blanca inexpresiva.
—Quisiera conocerte más. ¿Dónde te puedo encontrar?
—En ningún sitio. Pero si se mete en problemas, tal vez aparezca.
—Tal vez lo haga.
—No se lo recomiendo. —Y se dieron un beso, mas la parte inferior de la
máscara esta vez no se entrometió.
—El diablo de Estocolmo —suspiró la joven mordiéndose el labio—. ¿Qué
significa?
—Significa… que me tendrá que dar todo lo que tenga —contestó el
diablo…, y eso fue lo que sucedió.
IV
—Toma, aquí tienes tu pizza. De nada.
—¡Pero te pedí una hamburguesa! ¡Ya habíamos comido pizza!
—Pan, queso, carne, condimentos… Es lo mismo. Y si no la quieres, me la
comeré yo solo.
—Sé de otra cosa que te puedes comer tú solo.
—¿En serio…, «Holm»? Vuelves a decir una tontería como esa y te voy a
decapitar la de abajo.
—¿A mordidas?
—¡Te lo advertí, hijo de…!
—¡Oye, ya, ya! Sólo era una broma, no lo vuelvo a hacer. ¡Jaja! No se
puede jugar contigo.
—No.
—¿Y bien? ¿Saliste a conseguir más dinero?
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—Alguien tiene que salir a conseguirlo, ¿no?
—No me mires así, yo estoy a cargo del cuartel y de las finanzas.
—¿Le llamas cuartel a esta caja putrefacta de zapatos? Tenemos que
buscar otro lugar.
—Entonces tendrás…, tendremos que conseguir un botín más grande.
¿Cuánto juntaste esta vez?
—Mmm… No lo sé, no lo he contado. Toma, cuéntalo tú, «señor
finanzas».
—¡Vaya! No sabía que tenías esos gustos tan…
—Cállate. Hay unos tampones dentro, por si los necesitas.
—¿Asaltaste a una pobre jovencita y te quedaste con su bolso? ¿Cuántos
años tenía?
—Yo qué sé. Probablemente unos 19 o algo así. No vi su identificación,
sólo se la entregué.
—¡Mira esto! ¡Jaja! Un trozo de hamburguesa. ¿Qué mujer guarda un
trozo de hamburguesa en su bolso?
—¿Qué tiene de malo guardar un poco de…? Un momento…
—¿Cómo era la chica, eh? ¿Era bonita, fea, alta, «XXL»? ¡Jaja! Tal vez
acababa de romper con su novio y se refugió en el brazo consolador de la
comida rápida.
—El imbécil mencionó algo sobre una hamburguesa... ¡Eso es! Entonces
él también la estaba siguiendo desde antes de llegar a la parada de
autobuses. ¿Cómo no lo noté? ¡Mierda! Tal vez no era un principiante…
Pero sí fue muy descuidado, de eso no me cabe ni la menor duda. Además,
él tampoco me vio en el trayecto. Mmm…
—Tierra llamando a…
—Sí, era «XXL»; pero no ella, sino sus labios —atajó el diablo guiñándole
un ojo.
—¡¿La besaste?! ¡¿La asaltaste y luego la besaste?!
—No. Primero me besó, y luego le pedí sus cosas.
—¡Carajo! ¿Cómo sucedió todo? ¿Lloraste otra vez para hacerte la víctima
frente a tu víctima?
—Fue una situación diferente.
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—Mmm… ¿No me lo piensas contar, verdad?
—No.
—No importa. La próxima vez iré contigo. Me vendría bien una
investigación de campo. Quién sabe, puede ser que me vuelva mejor que
tú.
—Sigue soñando, tarado.
—¡Pff! ¡Por favor! ¿Qué tan difícil puede ser?
—No mucho; pero si te descuidas al momento de la acción, tal vez lo único
que consigas es el autógrafo del diablo… y una mano perforada.
—¡¿Le perforaste la mano a la chica?!
—¡No, tonto! No estás entendiendo. Yo… Olvídalo, no tengo que
contártelo.
—Da igual. Mejor cambiemos de tema. ¿Has pensado en robar un banco?
Eso cambiaría nuestras vidas. Imagina poder vivir en una mansión llena de
lujos, comodidades...
—¿Y luego qué?
—¿Eh? ¿No es suficiente? B-bueno, podríamos comprar un avión, viajar
por el mundo, robar aquí y allá; y hacernos cada vez más ricos.
—En algún momento nos aburriremos. ¿De qué servirá todo eso? Nada de
lo que hagamos será suficiente en esta vida.
—¿Qué mierda estás diciendo? ¡Por un demonio! ¿Te vas a poner así de
dramático, viejo?
El diablo de Estocolmo no tenía más que decir, tan solo calló y tomó
asiento en su raído y polvoriento sillón. Luego de varios minutos de
introspectivo silencio, le habló por fin a su colega.
—Está bien, te concederé un deseo —le dijo—; pero, a cambio, tendrás
que hacer algo por mí. Soy el diablo, ¿no? Esas son las reglas.
—Habla.
—Tú escogerás nuestro siguiente trabajo. Puedes o no participar en él,
como quieras; y será tan grande o pequeño como lo desees: asaltar a un
anciano, a una jovencita, robar un banco, secuestrar al presidente, lo que
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sea. Cuando lo logremos, el botín será completamente tuyo…
—Qué interesante, suena bastante bien. Continúa, continúa.
—Sin embargo, ese será nuestro último atraco, nuestro último trabajo
juntos. Después de eso, no nos volveremos a ver y cada quien seguirá su
propio camino. ¿Qué te parece?
Holm miró al diablo con atención. Posteriormente, bajó la mirada,
decepcionado.
—Esto ya no me está gustando. ¿Qué te sucede?
—¿Lo tomas o lo dejas? Responde.
—¿No es obvio? No lo aceptaré, nunca lo haría. ¿En verdad creíste que
preferiría unos cuantos millones en lugar de tu amistad?
—A eso me refiero. Lo material, al final del día, no es tan relevante.
—Mmm… Puede ser… Bien, es cierto. Odio admitirlo; pero tienes razón.
No sirve de nada poseerlo todo si no tengo a alguien como tú para
compartirlo.
—¿Lo ves? Estás enamorado de mí, maldito homosexual.
—¿Qué…? ¡Eres un imbécil! —repuso Holm entre risas—. Pensé que
estabas siendo… Ya me estaba poniendo sentimental, pedazo de basura.
—Te lo dije: soy el diablo. No confíes mucho en mí, por tu seguridad te lo
digo.
—Ya, ya, sabes mover bien los sentimientos, ya entendí, no presumas.
Mejor dime dónde aprendiste a hacerlo.
—¿A hacerlo? Lo hice por primera vez con una chica que… ¡Ah! ¿Te
referías a lo de los sentimientos?
—¡Jajaja! Muy gracioso, muy gracioso.
—Y después de un chiste tonto, pero en el lugar indicado, cambias
totalmente de tema y te ahorras la respuesta a la pregunta anterior —
suspiró internamente—. ¿Por qué los humanos tienen que ser tan
manipulables? ¿Entonces crees que sería buena idea robar un banco?
—¡Sí! ¡Jaja! ¡Claro!
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V
—Esto está saliendo mal, Holm, muy mal.
—Apégate al plan y nos libraremos de esta, te lo prometo… ¡¡QUE ME
DES CADA MALDITO CENTAVO, ANIMAL!! ¡¿ACASO ESTÁS
SORDO?! ¡TE FALTAN ESOS BILLETES DE ALLÁ, NO TE HAGAS
TONTO! ¿O me los quieres esconder? ¿Eh, eh? ¿ME LOS QUIERES
NEGAR A MÍ, AL GRAN HOLM? ¡¿ESO QUIERES, IDIOTA?! ¡¡¿ESO
QUIERES, EH?!!
—Oye, ya, tranquilízate. Recuerda que tienes que empatizar con la víctima
para que las cosas se den con naturalidad, sin traumas.
—Ese es tu estilo, viejo, no el mío. Déjame divertirme, ¿sí?… ¡¡TÚ!! ¡EL
QUE TIENE CARA DE MOSCA! ¡¡AGACHA LA MALDITA CABEZA
SI NO QUIERES MORIR AQUÍ MISMO, PERRA!!
—Holm, tenemos a la mitad de la policía afuera del banco. ¿Cómo
demonios ayudan tus gritos? Me estás irritando demasiado.
—Está bien, está bien, ya vámonos. ¡¿OYERON ESO, PERROS?! YA
NOS VAMOS; PERO NO NOS IREMOS SOLOS, ¿SABEN POR QUÉ?
¡PORQUE NOS LLEVAREMOS SUS AHORROS, IMBÉCILES!
¡¡JAJAJA!!
—Estás a un grito de que te mate, Holm, ya cállate.
—No seas marica. Tenía casi dos semanas sin salir del cuartel. Necesitaba
un poco de interacción humana, ¿de acuerdo? Ve por la rehén y vámonos.
—¡Atención, atención, esto acaba aquí, queridos contribuyentes! ¡No hay
nada de qué preocuparse! ¡Podrán reunirse con sus familias este día! —
exclamó el diablo desde el centro del enorme banco.
—¡Diablo! Esa no, mejor que sea la rubia —lo interrumpió Holm cuando
estaba por tomar del brazo a una joven de cabello castaño.
—¿Alguna otra petición? ¿El helado lo quieres de chocolate, vainilla o…?
—Larguémonos de aquí de una vez.
—Por fin.
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—¡¡QUÍTENSE DEL CAMINO, BESTIAS!! ¡¿NO VEN QUE VAMOS
DIRECTO A LA GLORIA?!
—¡Policía Federal! ¡Bajen sus armas o procederemos a disparar!
—¡Asaltabancos locales! ¡Pueden meterse sus disparos por el recto!
¡Colocamos explosivos en todo el lugar! ¡Los tres llevamos explosivos
escondidos en la ropa! ¡Si no quieren publicar una masacre en los diarios
de mañana, tendrán que darnos todo lo que pidamos!
—¡No negociamos con terroristas! ¡Suelten a la rehén ahora mismo!
—¿Terroristas? ¡¿Qué?!… Ahora sí la cagamos, diablo, nos están
confundiendo. ¡Mierda! El primer mundo en verdad está jodido; se la vive
con el trasero en la mano. Uno ya no puede salir a robar un poco, porque lo
tratan como a un maldito terrorista demente... ¿Diablo? C-creo que es tu
turno, n-no sé qué hacer, lo siento —musitaba Holm, aterrado.
—¿Eso es todo? ¿Es lo único que puedes dar? ¿Primero quieres hacer todo
tú, y al final te echas para atrás? Mira y aprende, novato... ¡QUÉDENSE
CON EL DINERO, NO LO QUEREMOS! —Y arrojó la maleta hacia
enfrente; pero sujetó con más fuerza a la rehén.
—¡¿ESTÁS LOCO?! —gritó Holm, confundido, atónito, desconcertado.
—Te dije que no confiaras en mí —susurró el diablo, y le disparó a su
adepto justo entre los ojos—, y que estabas a un grito de que te matara.
Que disfrutes el botín…, Holm.
La policía se había petrificado, la incertidumbre había endurecido sus
gatillos. Nadie reaccionó, hasta que lo hizo el diablo: guardó su pistola,
tomó a la rehén por los hombros, la empujó impetuosamente provocando
que cayera sobre la maleta con dinero, y aprovechó el caos del momento
para salir corriendo.
—¡¡DISPAREN, DISPAREN!! —gritó uno de los oficiales, demasiado
tarde.
El enemigo corrió hasta perderse en una solitaria calle, se deshizo de su
máscara de ciervo, se despojó de los explosivos falsos, de su gabardina
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negra; arrojó todo a un contenedor de basura, guardó sus guantes en el
interior de sus zapatos, y volvió a correr, esta vez hacia el último lugar
donde lo buscaría la policía: el banco.
—¡Salgan todos! ¡Vamos, vamos, salgan! ¡Rápido!
—E-escuchamos disparos, oficial ¿qué sucedió?
—Salga, por favor. Tenemos que evacuar el lugar de inmediato.
—Muchas gracias, en verdad, muchas gracias. Son unos ángeles. Dios los
bendiga —le dijo aquel nervioso hombre con lágrimas de felicidad en los
ojos. Aquel hombre era el diablo… y también sabía rezar.
VI
—(…) Sí, puede ser que me haya sobrepasado un poco. Discúlpame por
eso, Holm, a veces me altero con facilidad, y tú no dejabas de gritar.
Además, no me agradaban tus métodos. Como sea, ya estás en un lugar
mejor. Gracias por lo de «El diablo de Estocolmo», conservaré el
nombre... Nos vemos allá arriba. —Terminó de leer lo que había escrito,
asintió dos veces con la cabeza, impasible, y arrojó el trozo de papel al
suelo.
El diablo miró por última vez su departamento, se colocó una maleta en el
hombro, y le prendió fuego a todo.
VII
—Hola. ¿Me recuerdas?
—¡Oh, mierda…! ¡OH, MIERDA! ¡¿CÓMO SUPISTE…?!
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—Descuidas muchos detalles; pero tienes talento. Te pareces a mí cuando
empecé.
—¡No pedí tu opinión!
—Vine a instruirte. De nada.
—¡ESTÁS LOCO, HOMBRE! ¡ERES UN MALDITO ENFERMO!
¡LÁRGATE DE MI CASA AHORA MISMO O TE VOY A DEJAR
COMO UN PUTO COLADOR!
—La última persona que gritó frente a mí, ahora está muerta. No lo
vuelvas a hacer.
—…
—Tengo una duda: la otra noche, cuando quisiste violar a aquella joven,
sabías que ella había estado en una hamburguesería. ¿Por qué lo sabías?
—¿Q-qué?
—¿Por qué lo sabías?
—¡Ya pagué por eso! ¡Mira!
—Responde.
—¡Porque la estaba siguiendo desde antes, genio!
—Estás a una tontería de perder tu lengua... ¡Ya sé que la estabas
siguiendo desde antes! ¡¿Por qué lo hacías, maldita sea?!
—¡¿Qué quieres de mí?! ¡Déjame en paz, por favor! ¡Yo sólo quería un
poco de diversión! ¡No me mates, por favor, no lo hagas! —gimió.
—¡CONTESTA LA PUTA PREGUNTA, MIERDA!
—Y-yo s-sólo… Y-yo…
—¡¡DEJA DE TARTAMUDEAR, MARICA!!
—Y… Yo —gimoteó— estaba haciendo unas cosas cerca de la
hamburguesería… —El diablo levantó una ceja—. ¡Cosas personales!... E-
entonces escuché que una pareja de mocosos estaba teniendo una discusión
muy acalorada.
—Vaya… Holm tenía razón.
—Cuando dejé de… hacer lo mío… y me acerqué para ver qué sucedía, vi
que la chica le había dado un golpe en la ingle a quien supongo que era su
novio… o exnovio. Después noté que se alejó llorando y decidí seguirla
para…, para…
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—Ya sé para qué, imbécil, no necesitas decírmelo.
—¡No me mates, por favor!
—¿P-pero qué mierda…? ¡Que no vengo a matarte, estúpido! ¡Pero si
sigues comportándote así, créeme que lo voy a hacer!
—E-está bien, está bien.
—Continúa. ¿Qué hiciste después?
—Yo… Vi que ella entró a comprar una hamburguesa y decidí esperarla
afuera.
—Por eso no recordaba haberlo visto en alguna de las mesas... ¿Y qué
hiciste cuando salió del lugar? Habla.
—La n-noté muy deprimida y pensé que… ¿Podrías dejar de apuntarme a
la frente, por favor?
—No. Sigue hablando.
—Supuse que buscaría un autobús para regresar a casa o ir a otro lugar. No
levantaba la mirada, no hablaba con nadie, no utilizaba su celular, era
lógico pensar que quería aislarse.
—Pudo haber tomado un taxi. ¿Pensaste en eso?
—¡¿Por qué tantas preguntas?! ¡Me estás irritando! ¡Tú y tu ridícula
máscara me están irritando demasiado!
—Sigue-moviendo-tu-asqueroso-hocico —le ordenó el diablo, impaciente.
—¡Sí, sí, sí pensé en que podía tomar un taxi! Pero lo hubiera hecho desde
que salió de la hamburguesería y no lo hizo. Ella empezó a caminar,
supuse lo del autobús y decidí adelantarme a la parada más cercana para
que no pareciera que la estaba siguiendo.
—¡Ajá! Comienzas a agradarme, idiota. Resultaste ser más inteligente de
lo que pensé.
—El resto supongo que ya lo sabes.
—Sí.
—¿Tú también la estabas siguiendo?
—Eso no es de tu incumbencia.
—Es obvio que también la estabas siguiendo; pero… ¿por qué?
—Porque no me dejó disfrutar mi estúpida hamburguesa. Estaba en la
mesa de atrás, sollozando como un cachorro abandonado. Aquello me
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revolvió el estómago, echó a perder mi momento de relajación y decidí que
tenía que pagar por eso.
—¡Jaja! Así que la pobre perra atrajo a dos «tipos malos» con su lloriqueo.
—¿Sabes? Me recuerdas a un amigo.
—¿Amigo? ¿Tienes amigos? ¿Tú?
—Tenía. Lo maté. Y si le vuelves a faltar el respeto a una dama frente a
mí, terminarás como él.
—Está bien, está bien. ¿Ya me puedes dejar en paz? Tengo cosas que
hacer.
—No. Dije que vine a instruirte y eso es lo que haré. Acostúmbrate a mi
presencia, no te librarás de mí tan fácilmente.
—¿Necesitaré un cuaderno y un bolígrafo, maestro?
—¿Dónde dejaste el que te regalé?
—¡Ah! Buena esa. Veo que piensas rápido.
—Tú y yo podríamos hacer un buen equipo.
—¿Yo las intento violar y tú las rescatas? —preguntó con sarcasmo.
—No, claro que… Oye, podría ser...
—¿De qué diablos hablas?
—Tu técnica… no es tan mala. Vi cómo abordaste a la chica. Primero la
trataste con educación, amabilidad, caballerosidad y esas cosas. Pero te
desesperaste, perdiste la de arriba, se te calentó la de abajo y empezaste a
cometer errores.
—Entiendo…, «sensei»; ¿pero eso qué tiene que ver con lo anterior?
—Que sabes cómo iniciar el trabajo, sabes cómo bajar la defensa de tu
víctima; pero no sabes cómo dar el siguiente paso. Eres observador,
calculador y perspicaz. Esos son
algunos de los ingredientes más importantes… Si te ayudo a perfeccionar
tu técnica, podrás hacer lo que se te plazca. Y cuando aprendas a hacerlo,
podremos juntar nuestras habilidades para crear otro tipo de empatía con
nuestras presas. Imagina esto: tú te haces pasar por el malo, yo por el
bueno, y luego nos quedamos con el botín sin tener que preocuparnos por
represalias.
—¿Me estás diciendo que actuemos para conseguir lo que queramos?
26
¿Quieres que sea un maldito actor callejero? ¿Y luego qué? ¿Me tendré
que subir a un monociclo mientras hago malabares para que la gente me dé
limosna? ¡Me estás ofendiendo, estúpido!
—Tenemos métodos y gustos muy distintos, estoy consciente de eso; pero
piénsalo: ¿cuántas veces has ido a la cárcel por hacer lo que haces de la
forma en que lo haces?
—Dos veces.
—¿Sabes cuántas veces me ha perseguido la policía por asaltar a alguien?
—…
—Ninguna.
—Lo mío ni siquiera es asaltar. Prefiero robar tiendas y casas mientras
todos duermen. No me interesa tu oferta.
—¿Y qué te parecería poder acostarte con las mujeres que quieras sin
necesidad de obligarlas ni tener que huir de la policía?
—¡JA! Ahora me vas a decir que tu técnica me ayudará a violar
desconocidas que mágicamente no pedirán ayuda después de eso.
—Mejor aún: tal vez hasta te llamen para más.
—Creo que la palabra que buscas es «ligar», pedazo de imbécil.
—Mmm… Sí, algo así.
—¡Jajaja! Eres patético. ¿En serio crees que me voy a rebajar a eso?
¿Acaso nunca has sentido esa adrenalina por estar haciendo lo incorrecto
cuando destrozas a una mujer por dentro? Y no me refiero necesariamente
a lo físico.
El diablo guardó silencio, expectante—. Ya veo… Sí, eso es. Mírate, tienes
buen físico, tu voz es profunda, varonil; dices que sabes hablarles a las
mujeres, y probablemente bajo esa estúpida máscara blanca se esconde un
rostro delicado, de niña, de esos que les gustan a las que sí son niñas. Ya
tienes el cabello, no me extrañaría que también tuvieras el rostro. ¿Cómo
se les dice? ¿Andrógino? En fin… Tal vez nunca te haya hecho falta
obligar a una chica; pero aunque pudieras tener a quien sea con tu método,
nada se comparará con esa… húmeda…, adictiva…, prohibida…,
excitante… sensación de culpa y regocijo mientras deslizas tus manos
sobre su cuerpo sin su consentimiento, mientras frotas tus dedos en sus
27
partes más sensibles y la obligas a tocar las tuyas; esa sensación tan
placentera de poder, de fuerza, de dominio, de unión, de saber que el
cuerpo de tu víctima lo está disfrutando, aunque su cerebro pretenda
ordenarle lo contrario. Nada se compara con esa posibilidad que te brinda
el violar a una mujer e intentar hacerlo tan bien que la hagas desear más —
rio, orgulloso—. ¿Tú qué sabes sobre eso? Seguramente nunca has sentido
cómo una vagina mojada se contrae tan fuerte por el pánico que tu pene
termina siendo succionado una y otra vez.
El diablo lo miró, sonrió, cargó su pistola y le apuntó en la entrepierna.
—Dame una buena razón para no destrozarte el pene.
—¿Sabes? Ya no me interesa lo que hagas. Lo que quise hacer en esta
vida, ya lo hice.
—¿Vivir en una pocilga era parte del plan?
—Me importa muy poco dónde viva. ¿Qué más da el lugar, la ropa, el
transporte? Yo vine a esta vida a disfrutar de sus verdaderos placeres, a
satisfacer mis necesidades corporales, mentales.
—Vaya…, su ambición es diferente a la del resto. Holm quedaría como un
estúpido a su lado. Tal vez sea hora de cambiar un poco el orden de las
cartas… ¿Ah, sí? ¿Y qué me dices de la manipulación? Al parecer te gusta
forzarlo todo; pero… ¿y si pudieras hacer que las personas hicieran lo que
quisieras? No tendrías que esforzarte demasiado.
—¿Eh? ¿Manipulación? ¿La psicología inversa cuenta?
—…
—Acabo de manipularte, ¿no lo notaste?
—¡Jaja! Está bien, está bien, te has ganado otra oportunidad, mocoso.
—¿Quieres que intercambiemos los papeles? Ahora podría ser yo quien
intente enseñarte algunos trucos.
—Supusiste que no te mataría y te mostraste confiado, no es para tanto.
—Dime una cosa: ¿por qué te molesta que obligue a alguien a darme algo?
Tú eres el mismo tipo de escoria que yo. Independientemente del método,
estamos arrebatándole sus pertenencias a los demás.
28
—Sin embargo, yo juego con sus mentes para que ellos mismos sean los
que decidan dármelas, sin tanta presión, sin traumas, sin pánico. Después
de eso, nadie intenta aprehenderme, y lo único que pierde mi víctima son
cosas materiales.
—¿En verdad nunca te han denunciado con las autoridades?
—No.
—Es digno de admirarse, lo admito; pero ¿qué ganas con tanta
amabilidad? ¿Cuál es la diversión?
—Verás, yo juego y me divierto con la mente de mis presas, tú juegas con
tu mente. Mi objetivo es provocar emociones, tu objetivo es provocarte
emociones. Esa es la diferencia.
—Ya, ya, soy un egoísta, lo sé, no necesitas insinuarlo.
—¿Te gustaría dejar de serlo?
—Mmm… No lo sé, hombre. Ciertamente, no me interesa demasiado;
pero… no sé…, tal vez me guste. Creo que no pierdo nada con intentarlo
una vez.
—Una vez, exacto. Si no te agrada, nos olvidamos de todo esto y cada
quien seguirá su camino. ¿Trato hecho?
—… Trato hecho.
—Bien. ¿Con qué quieres empezar? ¿Un robo, un secuestro, un…?
—Una violación.
El diablo gruñó—. Esa será la prueba de fuego. Necesito ver cómo
funciona tu técnica en eso. Es lo que más me importa, chico. Yo no tengo
la culpa de ser adicto al cuerpo femenino. Culpa a la vida, no a mí.
—Está bien, será una violación. Te enseñaré cómo hacerlo de la manera
correcta, y que no te extrañe si terminas besándome los pies.
—Ya lo veremos, ya lo veremos… Por cierto, hablas demasiado; pero ni
siquiera sé tu nombre, y no te has quitado esa máscara. ¿Siempre la usas?
Es un poco incómodo hablarle a esa cara tan… inexpresiva.
—Mi nombre ya lo sabes, y no creo que quieras que te lo recuerde.
—Pero me refería a un nombre real, no a un apodo… ¿No? Bueno, como
quieras…,
«diablo». ¿Y qué me dices de la máscara?
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—Verás mi rostro cuando te lo merezcas.
—No sé cómo te va con las demás personas; pero tu misterio no me
impresiona.
—Ya lo noté. Digamos que tú eres un tanto diferente.
—«Único» es la palabra que buscas.
—Estaba pensando en «idiota»; pero gracias por la sugerencia.
—¡Jaja! No eres tan mal sujeto. Empiezas a caerme bien.
—Sólo no te enamores.
—¡Ey, ey, ey! Alto ahí. Yo no juego en ese equipo.
—¿Seguro? Dicen que los que buscan muchas mujeres son los que más
dudan de su sexualidad.
—E-eso no pasa conmigo, te lo aseguro.
—¡Jajaja! Sólo era una broma, no te lo tomes tan a pecho… ¿Y bien? ¿Tú
sí me dirás tu nombre?
—Claro. Me llamo Gabriel, Gabriel Rangel. Ese es mi nombre real. Yo no
necesito apodos, no tengo 7 años.
—Sí, sí, muy gracioso. Pero ya verás por qué me llaman El diablo de
Estocolmo.
VIII
—¿Ves esa de allá? Ella es la indicada.
—¿Cómo lo sabes? Puede ser que guarde una pistola en su ropa.
—Sé que es ella porque está sola; pero su postura es la de alguien que está
acompañada. Su mente busca compañía, y su subconsciente la hace sentir
que la tiene… Vaya, es hermosa.
—Bien, estás aprendiendo. ¿Recuerdas el método? Dímelo.
—Me acerco con timidez, le hablo con amabilidad y me hago la víctima
contándole un problema personal para que baje su defensa cuando note que
estoy vulnerable, lo cual la hará creer que no represento una amenaza.
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Luego, su instinto maternal le exigirá que me ayude. Mientras lo hace, le
pregunto sobre su vida, toco el tema de las relaciones, inquiero sobre sus
fracasos amorosos para obligar a su cerebro a recordarle las heridas del
corazón, y con eso provocaré que se sienta como una tonta, una ingenua y
una pobre víctima del amor. Después le cuento sobre mis supuestos
fracasos amorosos para que ahora sea ella quien se sienta vulnerable pero
comprendida. Posteriormente, y aprovechando su guardia baja, la halago
para hacerla sentir deseada. Luego llega mi parte favorita: le insinúo una
aventura, hago un sutil y supuestamente accidental contacto físico para
detonar inconscientemente su libido; y la incito sexualmente para hacer
algo que no se ha atrevido en sus antiguas relaciones. Esto ocasionará que
se cuestione sus pudores, sus decisiones, las que la han llevado a fracasar
en el amor. Y terminaremos haciéndolo dentro de aquel baño público.
—Correcto. Ve por ella.
El diablo lo miraba todo desde el ventanal de la cafetería, a unos 50 metros
de distancia, escondiendo su cabeza en un sombrero negro, sus ojos tras
unas gafas de sol, su rostro en una bufanda blanca, y sus manos dentro de
unos guantes de cuero.
Sorbió un poco de café, inclinó la cabeza, dobló el periódico y vio de
soslayo cómo Gabriel tomaba asiento a un lado de la joven. Segundos
después, una fría sonrisa de cortesía dio por concluida aquella breve
conversación a lo lejos. La chica se levantó del escaño y se alejó sin más.
Apenado, el diablo pagó la cuenta, se dirigió a la salida y caminó hacia su
nuevo colega.
Gabriel lo vio acercarse lentamente, así que se puso de pie y secó
rápidamente el vestigio de una fugitiva lágrima.
—No funcionó —le dijo.
—No te preocupes, las circunstancias a veces impiden que el método
resulte efectivo.
—No. No funcionó y eso es lo único que importa. ¿Sabes qué significa?
31
El diablo guardó silencio unos momentos.
—¿Se terminó? ¿Cada uno seguirá su camino?
—Sí. Yo iré tras esa perra y la obligaré a desearme, a disfrutar de mí; y tú
te quedarás aquí sin poder hacer nada al respecto.
—… Sabes que no te permitiré hacerlo.
—No pedí tu opinión —sentenció Gabriel, enfurecido. Así, sacó su pistola,
le apuntó al diablo en la cabeza y disparó tres veces.
El diablo de Estocolmo cayó de inmediato al suelo, con la cara de frente,
tiñendo su sombra de rojo.
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CAPÍTULO 2
EL DIABLO Y LA MUERTE
—M-mald… ¡MALDITO! ¡MALDITO SEAS, ESTÚPIDO! —gritó el
diablo encolerizado, segundos más tarde, mientras se ponía de pie.
Su rostro había empalidecido, su abrigo blanco y bufanda estaban
empapados de sangre, su sangre. Pero las heridas de bala ya no estaban, ni
una cicatriz ni un rasguño ni una marca. Con los ojos hundidos, los
párpados negros, la piel lívida, las pupilas contraídas, y sus entrañas
ardiendo, el diablo miró sus manos, se detuvo a considerarlo; y luego de
observar la consternada multitud que lo rodeaba, soltó una carcajada—.
Interesante —susurró.
En el suelo no había rastro de su cuerpo ni de su sangre; pero sí dejó un
rastro cuando desapareció frente a todos, un olor en particular: azufre.
IX
—Hola, Gabriel.
—¿Q-qué…? ¿Q-quién…, quién eres? Tu voz…
—Querías ver mi rostro, ¿no?
—N-no, n-no puede…
—Te advierto que cambié un poco, eh. Antes no era tan atractivo. Pero
tengo que agradecerte por haberme matado. Ahora puedo hacer varias
33
«cosillas», nada importante, claro; pero sí divertidas —recitó el diablo con
teatral modestia.
—N-no, no p-puedes ser tú. ¡YO TE MATÉ! —gritó Gabriel, desesperado,
acorralado, y disparó consecutivamente.
—¿Terminaste? —le preguntó el diablo, mirando con aburrimiento sus
atezadas uñas.
—¿Q-qué quieres de mí? ¡¿Qué mierda quieres de mí, maldita sea?! ¡Me
uniré a ti! ¿Eso es lo que quieres? ¡Me uniré a ti! ¡No volveré a
traicionarte, lo juro!
—¿Y yo para qué te necesito? ¿Qué me puedes dar tú que no tenga ya?
¡Ah! Ya lo sé.
¡Devuélveme-mis-malditas-cosas!
—¡Toma, toma, son tuyas, todas tuyas! ¡N-no las quiero, quédatelas! ¿Qué
más quieres? ¿M-mi billetera? Toma, quédatela también.
—¡Oh, gracias, no era necesario! Qué amable eres, Gabriel. Ahora bésame
los pies.
—… S-sí, sí, como tú digas.
—¿Y bien? ¿Cómo te fue con aquella chica? ¿Lograste jugar con ella?
—…
—Habla, no tengas miedo.
—… Y-yo… N-no, no la encontré.
—Mientes —sentenció el diablo, y jaló el gatillo al mismo tiempo que el
último aliento de Gabriel salía de su cuerpo—. Mmm… Lástima, pudiste
haber sido un buen aprendiz… Tal vez debería de conseguir un perrito. ¿O
un gato? No, no, los gatos son muy malos, no quiero competencia —
bromeó en soliloquio.
—¿Q-qué sucedió?
—Bienvenido al infierno.
—P-pero es…
—Sí, es la Tierra.
—¿Estoy vivo? ¿Me mataste? ¿P-por qué…?
—No y sí. ¿Ves esto? Mi pistola ya no es una pistola ordinaria. Ahora mis
balas hacen
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«magia». ¿Verdad que soy genial? Se me ocurrió todo de camino aquí,
incluso el diseño y estos grabados tan… intensos.
—¿D-de qué estás hablando? Mierda, estoy agotado. ¿Por qué estoy
agotado?
—Mira abajo.
—… ¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ ESTOY HACIENDO EN EL SUELO?! E-espera,
¿esto es un
sueño? Tiene que ser un sueño, tiene que ser un sueño. Estoy soñando, lo
sé, estoy soñando.
—No, no lo es. Te maté hace unos segundos. Estás muerto, tu cuerpo se
pudrirá con el tiempo; pero… me quedé con tu alma.
—Me veo… vivo.
—Sin embargo, estás-muerto, idiota. No me hagas volver a repetirlo.
—N-no entiendo.
El diablo suspiró, impaciente.
—Pude haberte matado y enviarte a… como sea que le llames a allá arriba.
No obstante, aquello sería demasiado bueno para ti, sería como enviarte de
vacaciones, así que opté por dejarte atrapado aquí abajo. ¿Acaso conoces
un mejor infierno que la Tierra?
De pronto, los hombros de Gabriel comenzaron a saltar.
—¡JA-JA-JA-JA-JA! ¿Creíste que dejarme en la Tierra sería un castigo?
¿Estás consciente de todo lo que podré hacer ahora que no puedo morir?
¡POBRE ESTÚPIDO!
—Estando aquí, en tu estado, serás libre, podrás andar de aquí para allá sin
restricciones ni pasaportes; pero nadie podrá verte, nadie podrá escucharte,
nadie podrá sentirte. Nada de lo que hagas, digas o pienses afectará a los
vivos. ¡Oye! ¡Tu risa! ¿Por qué desapareció?
—E-eres…, e-eres un… ¡HIJO DE PUTA! ¡ME LAS VAS A PAGAR!
Pero el puño de Gabriel jamás tocó a El diablo de Estocolmo, ni una ni dos
35
veces—. N-no, n-no lo creo. No p-puede ser cierto. Tiene…, t-tiene que
haber algo que pueda hacer.
—No.
—¡ERES UN MALDITO! ¡TE MALDIGO A TI Y A TU…!
—Oye, oye, ese es mi trabajo —atajó el diablo con tranquilidad—. Ahora
vete a vagar por ahí, animal. ¡Ah! Y ni intentes contactar a una vidente o
esas cosas. No funcionará, nada de eso funciona.
Gabriel sabía que no podía hacer nada contra el mismísimo diablo.
Gruñendo, lo rodeó y caminó hacia la calle sin detenerse. Los automóviles
lo traspasaban, los señalamientos no le impedían el paso, las personas no lo
notaban, su vida se le había escapado entre los dedos; pero,
inesperadamente, un pensamiento llegó hasta su abatido corazón y lo hizo
levantar la mirada con una sonrisa de esperanza—. ¡Tienes razón! Qué
bueno que me lo recordaste. Por poco olvido quitarte la vista, pervertido de
mierda —le dijo el diablo, reprimiendo una carcajada cuando apareció
frente a él, al otro lado de la calle.
Desde ese momento, la existencia de Gabriel dejó de tener sentido alguno
y, resignado, decidió permanecer en ese último lugar que sus ojos lograron
presenciar. Y ahí estaba él, como una estatua, como un monumento: sin
vida, sin utilidad, sin movimiento. Mas para su mala suerte, a él ni siquiera
podía verlo la gente.
Victorioso, el diablo le dio unas palmaditas en la espalda y, sin esperárselo
ni desearlo, volvió a tomar su aspecto humano, el aspecto de aquel joven
hombre de 29 años.
—Vaya, esto se pone cada vez más interesante —pensó emocionado, y
siguió su camino.
36
X
—Oh, Japón, tierra de oportunidades, tecnología de punta y humanos
modificados genéticamente. Malditos ojos rasgados, son como máquinas.
¿Qué mierda les dan de comer?... Bueno, como sea, ya estoy aquí, no
puedo dar un paso atrás, es hora de un nuevo comienzo. Mmm… ¿Por
dónde empiezo? Necesito un lugar dónde dormir, sí, eso es obvio; pero
antes necesito conseguir dinero… ¿Cómo serán los Toki… Tokianos,
Tokienses, Tokieños? Mmm… ¿Cuál será el gentilicio?... Da igual… He
escuchado que los asiáticos son muy solidarios. ¿Serán igual de ingenuos
que en occidente?¡Ah, aquí viene alguien! Tendré que averiguarlo. Buenas
tardes, amable nipona. Disculpe que la moleste, ¿dónde puedo encontrar un
departamento?
—¿Uh?
—Un departamento. Migré a su hermoso país para comenzar una nueva
vida. Estoy en busca de un sitio donde pueda quedarme. Verá, soy sólo un
joven inversionista que desea crecer profesionalmente y encontrar su
verdadero «yo». Sé que en su bendita tierra son muy espirituales, eso me
agrada. Yo no soy muy espiritual… ni muy disciplinado. De hecho, ahora
que lo pienso, soy muy impaciente y ni siquiera me gusta el pescado, ¿qué
carajos hago Japón?, por lo que tal vez tenga problemas para adaptarme.
Mmm… ¡Oh! Pero podría aprender todo eso si es necesario para encajar
aquí. Sería un honor poder conocer un poco de su cultura y…
—私はあなたの言葉を理解していません。
—¡¿PERO QUÉ MIERDA…?! ¡¿Por qué no han creado un estúpido
idioma para todo el mundo, humanos inservibles?! A ver… Mmm…
Póngame atención, por favor. Yo-necesito-departamento. Lugar-vivir-yo.
¿No? ¿No me entiende? —gruñó el diablo, desesperado—. Mmm… A ver,
a ver… Picashu, pocquemon, sushi, takataka, pocquedecs, uan-ponch-men,
sensei, kung-fu, dillimon, gocú, ¿no? ¿Tampoco?... ¡Carajo! Olvídelo,
señorita. «Arigatō» —se despidió, y apresuró el paso muy apenado—.
Vaya, pensé que sería más fácil establecerme en este lugar.
37
XI
—¿Lo ves? Mira bien. ¡Rigo, devuélvete al minuto 63, por favor!
—No veo nada, Des.
—¡Ahí, justo ahí! ¡Pausa la grabación, Rigo! ¡AJÁ! ¡¿Lo ves ahora?! ¡¿Lo
ves?! Mira con atención… cuadro… por… cuadro. ¿Notas el destello?
—Sí, sí noto el destello. Pero puede ser cualquier cosa. Estás viendo lo que
quieres ver, Des, y no tengo tiempo para eso.
—¡Por favor, Aaron! ¡Le disparan tres veces en la cabeza y se levanta un
minuto después como si nada hubiese pasado! No estamos tratando con
cualquier cosa.
—¡Está bien! Sí, lo admito, es un punto a tomar en cuenta. Sin embargo,
piénsalo bien, hay miles de mocosos allá afuera haciendo tonterías en la
calle para grabarlas y subirlas a internet. ¿Cómo sabes que todo eso de la
grabación no fue actuado? ¿O ya olvidaste los 30 mil que me hiciste perder
en esa estúpida investigación de la muñeca que supuestamente lloraba
sangre? ¡Tenemos que darle a nuestro público material de calidad, no
niñerías!
—No era necesario que me gritaras…
—E-estem… Creo que yo… iré a ver cómo está el clima allá afuera.
—¡Por dios, Desirée! ¡Tú…! Discúlpame; pero últimamente me has hecho
perder más de lo que he ganado. Siento que esto se ha vuelto un juego para
ti, unas vacaciones. Ya no veo a la mujer comprometida de hace 5 años.
—Pues ya no soy la misma de hace 5 años, y tú tampoco.
Aaron suspiró.
—Sólo… demuéstrame que valdrá la pena esta vez, ¿entendido? Confiaré
en ti.
—¡¿En serio?!
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—Sí, sí. Haz lo que tengas que hacer; pero hazlo rápido, me estoy
quedando sin fondos.
—¡Gracias, gracias! ¡Ven acá y dame un beso, cabeza de montaña!
—Está bien, ya, es suficiente —rio—. Empieza de una vez antes de que me
arrepienta de haberte traído a Canadá.
—¡RIGOOO! ¡YA PUEDES ENTRAR!
—¿Ya acabó el apocalipsis?
—Mejor aún: creo que acaba de comenzar.
XII
—¿Conseguiste la ubicación exacta?
—Al parecer, voló a Japón hace una semana. La última grabación que
tengo de él es un barrio de Tokio, cerca de un… ¿casino? ¿Crees que le
gusten las apuestas?
—Apostaría a que no.
—Mira, tienes razón. Salió de ese intento de casino tan solo 4 minutos
después de haber entrado. O tiene pésima suerte o…
—¿Tienes acceso a las cámaras de vigilancia del interior?
—¡Oye, me estás ofendiendo! Dame un segundo… ¡Oh, sí! Aquí tienes tus
grabaciones.
—Eres un genio. ¿Dónde aprendiste a hackear tan rápido?
—¿Dónde más? En internet.
—¡Mira! ¿Viste eso? Alguien le dio una envoltura.
—Parece un dulce. ¿Traficará droga?
—Mmm… No lo creo. Regresa de la muerte y comienza a vender
narcóticos. Ilógico, ¿no?
—Sí, sería muy tonto… Tal vez los consume.
—Eso suena mucho más tonto…; pero probable... ¿Hay algo más?
—No, es todo. El barrio en el que se esconde parece que se quedó en el
siglo pasado. ¿Notas la calidad de la imagen? Es como si grabaran todo
39
con un tenedor.
—¡Jaja! Entonces es hora de hacer las maletas…, corazón.
—¡Ey! —susurró muy nervioso, casi atragantándose con la saliva—. N-no
me digas así cerca de… —recorrió el interior del viejo hangar con la
mirada—. El jefe podría oírnos.
—¿En verdad crees que se enoje con nosotros cuando se entere de que me
comparte con su hijo?
—¡Des! —Rigo volteó nuevamente hacia todos lados, alarmado—. Deja de
recordármelo. Me da escalofríos pensar en eso.
—No te hagas el pudoroso conmigo. Además, ni siquiera es tu padre.
—Pero lo veo como a uno. No me agrada tener que hacerle una cosa como
est…
—Sí, se ve que sufres mucho cuando me tocas —atajó Desirée, burlona y
sarcásticamente, mientras tomaba asiento sobre sus piernas para morderle
el labio inferior.
XIII
—Aquí tienes. Y no salgas de tu habitación mientras te metes esa
porquería…, maldito drogadicto.
—G-gra… gracias, muchas gracias. L-le debo una.
—Ya sabes cómo pagarme.
—No lo conozco, en-ent… entendido.
—Buen chico. Debo irme, ¿bien? Cerraré con llave. Si crees que necesitas
más, dejaré un poco en el suelo, del otro lado de la puerta... ¿Has
practicado?
—S-sí, sí, sí, sí. Ya váyase, por favor.
—Bien, fingiré que te creo. ¡Ey! Pero te lo advierto: si haces una tontería,
te voy a arrancar las manos. ¡Ey, ey, aquí, te estoy hablando! ¡Oye, ponme
atención!
—S-sí, sí. D-déjeme solo, por favor.
40
—¡Pff! Humanos. Llena a un humano de regalos y ganarás un esclavo.
¡Jaja! Qué patético. Y pensar que su silencio me cuesta lo mismo que un
refresco. ¡Hasta me salió más económico que un perro! ¡Y habla! ¡Jajaja!
Pobre imbécil. El muy estúp… Mmm… —bufó—. ¿Por qué estoy sintiendo
lástima por él? Yo no lo metí en eso. Ni siquiera lo obligo a consumir
aquella mierda, sólo se la doy. Es su decisión si la toma o la deja.
Tenemos libre albedrío, ¿no? Que cada quien se haga responsable de sus
decisiones. ¡NO! No me vengas con eso ahora. ¿Y qué si soy el que se la
da? ¿Y qué si yo le pongo una pistola en la frente y le ordeno que jale el
gatillo? Por más que lo apremie, él tiene la última palabra, es su
decisión... Sí, sí, sería mi culpa si yo personalmente lo inyectara; pero no
lo hago, lo hace él. Mis manos están limpias. Ahora deja de molestarme,
imbécil... … … ¡¡AAH!! ¡ESTÚPIDO! ¡Está bien, lo liberaré, lo sacaré de
su prisión! ¡¿Feliz?!
XIV
—¡Bueeeenas nooooches, Guuuus! ¡Te tengo buenas nootiiiiciaaas! —
recitaba el diablo teatralmente, girando su escuadra maldita, de color
blanco con bordes grises, en el dedo índice una y otra vez—. Adivina,
adivinador, ¿quién saldrá hoy de su prisión?... … … ¿Gus?... ¿Gus? Qué
raro, está abierto… ¡GUSANO! ¡¿Dónde te metiste?!
—Eh, eh, señor, por acá, por acá —susurró una sombra bajo el marco de la
ventana.
—¿Qué sucede aquí? ¡Oye! ¿Cómo mierda saliste de la habitación? ¿Y q-
qué carajos le pasó a la puerta? —inquirió el diablo muy desconcertado.
—Acérquese, acérquese, rápido. ¿Ve aquellos dos de allá?
—Mmm… ¿Los de la esquina? —le preguntó el diablo, sacando apenas la
nariz por la ventana.
—Sí, sí, ellos. Se acaban de ir. De milagro no lo vieron entrar.
—¿Ellos te sacaron? ¡¿Ellos violaron mi maldita puerta?! ¡Ahora mismo
41
me la van a pagar esos hijos de toda su…!
—¡No, no, no vaya!
—¿Por qué? Habla.
—Venían por usted.
—¡Ja! ¡Genial! Pues les facilitaré el trabajo. ¿Quiénes eran y qué querían
de mí?
—E-eran…, eran… Y-yo… sé que lo recuerdo… La chica era…
¡Maldición! Sé que lo tengo, d-deme un segundo, por favor, no se enoje…
¡Kimberly! ¡Sí, sí, ese era su nombre! ¡Kimberly Esposito!
El diablo, muy abrumado, esperó—. E-el chico era… Empezaba con…,
con… Creo que empezaba con la misma letra.
—¿«Ka-boom»?
—¿Eh? ¿Qué quiere decir?
—Ka-boom —reiteró el diablo sin inmutarse. Un parpadeo después, el
albo proyectil de su pistola blanca atravesó el cráneo de Gus y le arrebató
el alma; pero ni el más mínimo ruido se escuchó afuera de esas cuatro
paredes.
—Comienza a acostumbrarte y no te muevas de aquí. Vuelvo enseguida —
le ordenó El diablo de Estocolmo, y salió de su inmundo departamento
para correr hacia la calle.
—¿Qué…? ¿P-por qué…? ¿Qué es esto? Yo… P-pero…
XV
—¡Oigan, ustedes! ¿Me buscaban?
—Des…, es él.
—Cúbreme, yo hablaré.
—¡No, Desirée! Deja que yo… —musitaba Rigo; pero la repentina
presencia del diablo los interrumpió.
—¿Y bien? ¿Les puedo ayudar en algo? —les preguntó cortésmente al
abordarlos.
42
—Buenas noches, caballero. Disculpe que lo hayamos molestado en su
morada. Sólo queríamos hablar con usted para conocernos un poco.
—¡Oh, claro, claro, con gusto! ¿Cuáles son sus nombres, perdón?
—Kimberly Esposito, mucho gusto —mintió Desirée, y extendió su mano
al ver que el diablo también lo había hecho.
—Mucho gusto…, Fernanda Desirée Bundy… Lindo nombre.
—¡OYE! ¡DÉJALA!
—¡No-te-muevas, imbécil! ¡¿Quieres que la mate?! ¡¿Eso quieres?!
—¡Ya, ya, está bien, tranquilízate! ¿Qué quieres que hagamos?
El diablo alzó un poco más la mano en el cuello de la fémina, mientras que
con la otra inspeccionaba el pasaporte de su prisionera.
—Así que son de Canadá, ¿eh? ¿Cómo está el clima por allá? ¿La nieve les
dijo que me buscaran?
—S-sm… Nostrs… Slo…
—¿Perdón? ¿Quería decir algo, «madame»?
—No venimos a hacerte daño. Sólo…, sólo queremos hacerte unas
preguntas —habló por fin, entre jadeos, luego de ser soltada y arrojada a
los brazos de Rigo.
—¿Hacerme daño? —preguntó el diablo fingiendo sorpresa—. No saben
con quién están hablando. Ustedes no pueden hacerme daño, se los
aseguro.
—Sabemos que no podemos matarte. O por lo menos eso especulamos —
declaró Rigo. Aquello causó verdadera sorpresa en su interlocutor.
—¡Ah! Interesante… Creo que me conocen bien. Una pregunta: ¿por qué
me conocen bien?
—Mi nombre es Rigoberto DeShields. Ella es…
—Ya sé su nombre, idiota. Continúa.
—Pertenecemos a una organización secreta, privada, autónoma e
independiente que se encarga de investigar fenómenos paranormales.
—¡Bien, bien, bien! Detente ahí, rarito. Dos preguntas: ¿Autónomo e
independiente no es exactamente lo mismo, estúpido? Y… ¿Fenómenos
43
paranormales?... Discúlpame, tal vez no estoy entendiendo. ¿Crees…?
¿Creen que soy un fenómeno paranormal?
—Tenemos acceso a todas las videocámaras del mundo. Te vimos recibir
tres disparos en la cabeza y levantarte como si nada tan solo un minuto
después de haberte desangrado —atajó Desirée sin poder contener la
emoción.
—Eso no es un fenómeno paranormal, es un fenómeno extraordinario.
¿Acaso regresar de la muerte no es extraordinario? ¡Mírenme! ¡Me siento
extraordinario!
—¡Lo sé! ¿Verdad que es genial? —saltó la fémina, embelesada.
—Extraordinario y paranormal son técnicamente lo mismo, pedazo de…
—mascullaba Rigo. Pero, de pronto, sus murmullos fueron interrumpidos
por un sutil crujido. La escuadra blanca estaba sobre su frente, y el pulgar
del diablo había jalado el martillo.
—¿Alguna vez te han disparado un martes por la noche?
—N-no.
—¿Quieres saber qué se siente que te disparen un martes por la noche?
—N-no, lo siento.
—Agradece que estamos frente a una dama, imbécil.
—Puedes hacer lo que se te plazca frente a mí, corazón.
—¡¿Pero qué mierda, Des?!
—¡Ey! ¡No! Tú no. Tú no puedes hablar así frente a ella.
—P-pero…
—Lo acabo de decidir. ¿Quieres averiguar cómo hago que mi palabra se
vuelva un mandamiento?
—Me gusta tu cabello —le susurró Bundy al oído, acercándose por detrás
para pasar su mano por el abdomen del diablo.
—C-compórtese, por favor, señorita... M-mejor…, mejor vamos a mi
departamento, está haciendo mucho frío y no es seguro hablar en la calle
tan noche… Este barrio es muy peligroso.
—¿Es una broma, maldito fenómeno?
44
XVI
—Por aquí, por favor… ¡Oh, miren! La puerta está abierta. ¡Qué
coincidencia!
—Lo sentimos mucho, cariño. Toma, esto es para que compres una nueva.
—Gracias, qué amable —repuso el diablo, irritado.
—¡MIERDA! ¡¿QUÉ LE SUCEDIÓ?! —gritó Rigo.
—Ah, sí, eso… Olvidé que estaba ahí…
—¡¿Lo mataste?! ¡¿Mataste al pobre chico?! ¡TÚ! ¡LO TENÍAS
ENCERRADO COMO A UN ANIMAL! ¡¿POR QUÉ LO MATASTE?!
—No estaba encerrado, estúpido. Estaba bajo un… estricto régimen de
abstinencia... o algo así. ¿Vieron la bolsa en el suelo? Era la verdadera
droga y se suponía que nunca la alcanzaría. La que le dejé dentro de la
habitación estaba adulterada para que surtiera el mínimo efecto.
—¿En serio hizo eso, señor?
—Te necesitaba alerta, Gus. No me servías drogado.
—¿Y por qué me mató?
—¿Sientes ganas de drogarte ahora que estás muerto?
—No…, siento que no lo necesito. De hecho, ya no siento muchas cosas.
—De nada.
—¡Oh, mierda! ¡¿C-con quién carajo estás hablando?!
—¡Rigo, cállate! Déjalo interactuar con… su realidad... Tal vez él pueda
ver lo que nosotros no.
—Señorita, por favor, no me mire así, me está incomodando.
—Continúa, cielo, continúa haciendo lo tuyo.
—E-estem… Bien… ¿Qué les parece si empiezan por contarme adónde
quieren llegar con todo esto? Ya me encontraron, ¿no? ¿Ahora qué?
—Bueno, cariño, seré sincera contigo: queríamos llevarte a Canadá para
hacerte algunas pruebas, aun cuando te rehusaras a ir… Ya sabes a qué me
refiero... Sin embargo, ahora que te conozco, me doy cuenta de que mi
palabra es nada comparada con la tuya, así que haz conmigo lo que
quieras.
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—…
—No puedo más con esta tontería. Me largo —suspiró Rigo, enojado.
—Siéntate, imbécil.
—¡No me interesa quién seas! ¡Me voy de aquí!
—¡Que te sientes, idiota! ¿Crees que es correcto dejar sola a una dama en
un lugar como este?
—¿En serio? ¡¿EN SERIO?! ¡ESTÁS LOCO! ¡¿QUÉ TIENES EN LA
CABEZA, MALDITO FENÓMENO?! ¡¿NO TE DAS CUENTA DE LO
QUE ERES?! ¡YA DEJA DE HACERTE EL EDUCADO CUANDO LE
HABLAS A ELLA!
—¿Sabes? No me gustan los gritos.
—E-es cierto. La última vez que le grité, perdí este dedo.
—No pueden oírte, Gus.
—Oh…, no lo sabía.
—¡ENFERMO! ¡EN-FER-MO! ¡ESTÁS ENFERMO!
—Disculpe, señorita Desirée, ¿necesita a este idiota para llevar a cabo su
trabajo?
—Sí, él es la cabeza del equipo. No lo mates, por favor, precioso.
—¿La cabeza del equipo? Oye, Rigoberto, ¿qué te parece si demuestras un
poco de tu inteligencia y te ahorras los gritos? Será mi última advertencia.
—Como quieran.
—Perfecto… Entonces… ¿Dicen que desean hacerme pruebas?
—Sería genial que nos permitieras examinarte… completo…, todo…,
completito.
—Temo que no accederé a eso.
—Podríamos llegar a un acuerdo —sugirió Desirée, mojándose los labios.
—… Eeeh… Creo que están perdiendo su tiempo. No hay nada qué probar
en mí. Yo nací humano, crecí como un humano, sigo siendo humano. Me
da hambre, sueño, ganas de ir al baño, me río, me enojo…
—¿En serio? No lo había notado —murmuró Rigo.
—¡ESTÁS A UNA PALABRA DE QUE TE REVIENTE LA PUTA
CABEZA! Perdón, señorita, me exalté. ¿En qué estaba? Ah, sí... La única
diferencia es que no puedo morir. Pero piénsenlo bien, ¿qué tiene de raro
46
eso? Es obvio que no moriré nunca, soy el diablo.
El silencio se apoderó repentinamente de la habitación. Ni siquiera el alma
de Gus sabía aquello.
—¿Lo dices en serio?
—¿El diablo? ¿Satanás? ¿Belcebú? ¿El maligno? ¿Mara? ¿Lucifer?
—No, «El diablo de Estocolmo».
—¿De Estocolmo? ¿Estocolmo, Suecia? ¿Eres de Suecia? —inquirió
Desirée, casi babeando.
—No. Soy de aquí, soy de allá; no soy de ningún lugar.
—... Qué intenso —suspiró.
—¡Pff! Qué patético. ¿Puedo decir algo? ¡A-algo rápido, algo rápido! ¡Por
Dios!
—Contaré los segundos.
—Si dices ser «el diablo», ¿qué pasó con el otro diablo?
—¿Cuál otro? Nunca ha habido otro.
—El otro, el que se menciona en todas partes, la representación de lo
prohibido, la personificación del mal. Ese diablo.
—Nunca existió —repuso El diablo de Estocolmo con tranquilidad.
—¿Por qué estás tan seguro?
—¿Estaría yo aquí si existiera ese otro diablo que se menciona en todas las
historias de la historia de la humanidad? Créeme, si me enterara de que hay
alguien más intentando quedarse con mi título, me encargaría de él
inmediatamente.
—Mmm… Buen punto, lo admito.
—¿Y cómo puedes estar seguro de que tú eres… lo que dices ser?
—No puedo morir, puedo matar a alguien, puedo no matar a alguien, ¿qué
otras pruebas quieren?
—¿A qué te refieres con eso último?
—Verán, aquí, en este preciso instante, se encuentra con nosotros el alma
que estaba en ese costal inservible de huesos, carne y sangre.
—¿Como un fantasma?
47
—Los fantasmas no existen, imbécil. Es un alma, ya te lo dije.
—¡Es lo mismo! Como sea. ¿Qué pruebas tienes? No lo puedo ver, no lo
puedo escuchar, no lo puedo sentir.
—No, tú no podrás percibir nada de eso mientras estés vivo. Pero si lo
deseas, con mucho gusto podría arrancarte el alma para que le hagas
compañía.
—…
—¿Podrías hacérmelo a mí? Sacarme… el alma… Toda.
—B-bueno, yo… p-preferiría no hacerlo, señorita. Lo siento.
—Mmm… Qué lástima. Entonces tendré que obligarte —suspiró Desirée
mientras desenfundaba su revólver.
El diablo no tuvo tiempo de reaccionar, y recibió un balazo en el pecho,
justo en el corazón. Una mirada de desconcierto después, cayó al suelo de
rodillas.
—¿Qué… hizo?
—Veamos de qué eres capaz, amor —le dijo Bundy, sonriendo, cruzando
las piernas, apoyándose en el respaldo de la silla y esperando.
—Yo llevo la cuenta… 43…, 42…, 41…, 40…, 39…, 38…, 37…, 36…,
35…, 34…, 33… ¿Y si no se levanta?
—Entonces saldremos vivos de esta —contestó Desirée, expectante.
XVII
—¡NO-DEBIERON-HACERLO!
El diablo estaba furioso, la habitación se oscureció como sus ojos; y el
ardor de su interior casi podía notarse en su lívida piel, así como en los
muebles que empezaron a levitar junto con él.
48
—E-está bien, está bien, tigre, fue mi culpa. Yo disparé, ¿no? Haz lo que
tengas que hacer.
—¡T-TÚ! ¡TÚ…! —gruñó, y bajó la mirada al darse cuenta de que no
podría contra sí mismo—. No debió… hacerlo…, señorita.
Su aspecto volvió a la normalidad tan rápido como cambió hace unos
momentos, y ya no había marca que atestiguara una herida de bala.
—Mmm… Interesante… ¿Podrías dejarnos solos, Rigo?
—¿E-estás segura?
—Totalmente —contestó Desirée con una amplia sonrisa.
—Gus, acompáñalo —le ordenó el diablo, cabizbajo.
—Sí.
—¿U-un fantasma me está siguiendo?
—No seas marica, Rigo. Ya vete —lo reprendió Bundy.
—Bien, sé que ahora quiere averiguar por qué no le hice nada. No necesita
preguntármelo.
—Pues me has ahorrado la pregunta, amor.
—Sin embargo, no la pienso responder.
—¿Por qué?
—Porque es un motivo muy personal, totalmente privado.
Desirée asintió con la cabeza y volvió a dispararle, esta vez en la frente. El
diablo nuevamente cayó al suelo sin vida; pero regresó de la muerte un
minuto después. No obstante, su aspecto iracundo no duró ni tres
segundos, y eso lo sorprendió incluso a él.
—¿Ahora sí me lo dirás o quieres que siga probando tu paciencia?
—Si lo vuelve a hacer, aprovecharé mi poder para desaparecer de aquí, y
no volverá a verme jamás.
—Ya te encontré una vez, puedo encontrarte las veces que sean
necesarias…, Fernando Luciani.
49
El diablo tragó saliva, parpadeó, y luego suspiró para relajarse.
—Me tiene... Está bien, lo admito, me acorraló.
—¿En verdad eres capaz de soportar toda esa impotencia y furia sólo por
no lastimarme? Ni siquiera me conoces.
—Conteste una pregunta, por favor: ¿por qué tanto interés en mí?
—Porque no se ven cosas como estas todos los días. Y te lo dice alguien
que vive buscando sucesos que van más allá de lo cotidiano… Ahora te
preguntaré algo yo: ¿por qué no habría de interesarme el origen del diablo
que pisa nuestra tierra?
—Todos ustedes tienen un concepto idealizado del diablo.
—¿En serio? Continúa.
—Cualquiera puede decidir ser el diablo, incluso no eternamente. Puedes
ser el diablo un día, un minuto, un segundo o el tiempo que quieras. Esa es
tu decisión, tuya y de nadie más. Yo decidí ser el diablo de este mundo
porque me di cuenta de que no existía uno solo que valiera la pena. Todos
buscan el poder, la fama, la riqueza; pero esos son objetivos meramente
superficiales. ¿Dónde está el trasfondo? ¿Qué ganan con todo eso?
Después de eso no hay nada. Diablos van, diablos vienen, y ninguno es
digno de ser el antagonista de la historia de la humanidad.
—Pero tú puedes resucitar y ganar un poder inimaginable cada vez que lo
haces. Ningún otro humano lo ha conseguido.
—Porque ninguno se lo ha merecido.
—¿Y por qué tú sí?
—Porque no soy cualquier diablo, soy El diablo de Estocolmo.
—Dejemos a un lado lo teatral y vayamos directo a las explicaciones
reales. ¿Qué te hizo inmortal? ¿Qué significa para ti ser El diablo de
Estocolmo? ¿Qué diferencia hay entre «El diablo de Estocolmo» y «El
diablo de… cualquier otra cosa»?
El diablo volvió a bajar la mirada; pero ahora para esconder su sonrisa—.
¿Dije algo
graci…? —intentó preguntarle Desirée. No obstante, el rostro de su
interlocutor le cortó la respiración cuando apareció a centímetros del suyo.
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Bundy no sabía cómo lo había logrado, y sus ojos no le permitieron ver
qué pasaba de su cuello para abajo; sin embargo, podía sentir que sus
manos sostenían algo frío y duro como el acero. El diablo le guiñó un ojo y
se escuchó la detonación que lo sacó de aquel departamento—. ¡Maldito!
—gruñó Desirée con una expresión de enojo, impotencia y admiración.
XVIII
—Gus, es hora de irnos.
—Escuché otro disparo. ¿Qué pasó con Des? —preguntó Rigo de
inmediato, algo asustado.
—Ella está arriba. Te está esperando.
—¿Esperándome? ¿Para qué?
—Para comenzar a buscarme de nuevo —rio el diablo.
Después de aquello, y sin darle oportunidad a Rigo de preguntar algo más,
tomó a Gus del hombro y desapareció junto con él, dejando como único
rastro un olor a azufre.
XIX
—¿Dónde estamos, señor?
—Seguimos en Tokio.
—¿En Tokio? ¿Entonces para qué…?
—Fue sólo una distracción. El departamento está justo enseguida. ¿Cuál
crees que será el último lugar donde buscarán? —repuso el diablo,
conteniendo la risa a duras penas. Su aspecto ya era el de siempre.
—¡Caray! ¿Cómo se le ocurren esas cosas?
51
—Yo no me meto porquerías al cuerpo, tal vez sea eso —contestó, ahora
un tanto más serio.
—Creo que no le he dado las gracias.
—Y tampoco necesitas dármelas, no seas tonto. Te maté, te robé el alma,
¿lo olvidaste?
—Pero…, si lo piensa bien…, es como si siguiera vivo, y ahora mucho
más vivo que antes. ¡En mis 13 años nunca me había sentido tan vivo!
Irónico, ¿no?
—Un poco. Sin embargo, todavía no me hagas un monumento. Robé tu
alma para poder usarte, no para dejarte en libertad.
—Bueno, de cualquier forma, también ahora soy más libre que antes.
Gracias.
—Como quieras. Ahora cállate y escúchame: esperaremos aquí hasta que
aquellos dos se hayan ido. Cuando veamos que dan la vuelta en la esquina,
tendrás que seguirlos hasta que salgan de la ciudad. Después vuelve lo más
rápido que puedas y continuaremos con la parte 2 del plan.
—¿Se puede saber en qué consiste la segunda parte del plan?
—Ya lo verás, ya lo verás.
—Una pregunta, señor: ¿por qué no me había dicho que era el diablo?
—Porque no había sido necesario decírtelo.
—Y si es el diablo, ¿por qué no los mató para ahorrarse futuros
problemas?
—No, ni lo pienses. A la chica no la tocaría ni en un millón de años. Al
rarito probablemente sí lo hubiera mandado al otro mundo; pero su muerte
habría destrozado a la chica, y eso sería lo mismo que lastimarla, cosa que
no me perdonaría.
—¿Por qué?
—Porque así lo decidí.
—Oh, es un secreto, ya entendí… Tengo otra pregunta.
—Siempre tienes preguntas, Gus.
—¿Por qué si puede aparecer en donde lo desee, no lo hace siempre?
—Porque no siempre puedo hacerlo. Mi poder como el diablo de este
mundo sólo aparece cuando me matan o me enfurezco.
52
—¿Y no sería mejor para usted estar siempre furioso… o muerto?
—… No, no es tan fácil como parece. Cuando me enfurezco y el poder
surge de mis entrañas, algo me quema por dentro, me duele… No es
agradable tener que soportarlo.
—Oh…, no tenía idea.
—Bueno, basta de preguntas. Baja de una vez y espera a que salgan. De
seguro están registrando mi departamento para encontrar información
sobre mí.
—Sí —asintió Gus con determinación.
—Veamos qué tan bien puede servirme este niño.
XX
—Los seguí hasta el aeropuerto. Se fueron en un avión privado.
—Bien. ¿Escuchaste algo importante en sus conversaciones?
—… Eeeh… N-no pensé que usted…
—Olvídalo.
—Pero usted no me dijo que…
—¡Que lo olvides! Te falta iniciativa, niño.
—Perdón.
—Cállate. ¿Cuántas veces tengo que pedirte que lo olvides?... Vamos, hay
que volver al departamento. Si esos dos son tan inteligentes como dicen
ser, seguramente dejaron micrófonos o cámaras por si regresamos.
XXI
—¡Ese estúpido! ¿Cómo habrá conseguido tanto poder? ¡Mierda! Lo que
daría por su inmortalidad.
53
—Ay, cielo, él no es como nosotros, no es un humano aunque lo niegue.
—¿Por qué estás tan segura? ¿Qué te dijo mientras estaban a solas?
—Te preocupa más eso, ¿verdad, amor?
—¿Qué cosa?
—Que haya estado sola con él durante tanto tiempo.
—¿Preocuparme? Si eres una santa. ¿Por qué habría de preocuparme?
Jamás he conocido tu lado libidinoso.
—No te pongas celoso, corazón, sólo estaba jugando con el diablo.
—¿Y qué le vamos a decir al jefe cuando lleguemos? A él no le interesarán
nuestros testimonios, él quiere evidencias irrefutables de las
investigaciones para poder venderlas.
—No te preocupes, lo grabé todo.
—¡¿Qué?! ¡¿Cuándo?! ¡¿Cómo?!
—Si te lo digo, sabrás mi secreto… Lo importante es que ahora no sólo
tenemos evidencia, sino evidencia en alta definición.
—¡Eres…! ¡Eres…! ¡Por eso te amo!
—Lo tuyo no es amor, cielo, es deseo; no los confundas… Pero, bueno,
por otro lado, no podemos hablarle a Aaron sobre la grabación,
¿entendido? No todavía.
—¿Por qué?
—Cuando lleguemos, quiero que rastrees de nueva cuenta al diablo.
Tenemos que hacerle saber que su secreto nos pertenece. Lo quiero en
Canadá cuanto antes. Y una vez que me diga lo que quiero, le daremos la
información a tu amado y respetado padre.
—¿Cómo sabes que sus poderes son un secreto?
—Si no lo fueran, ya tuviera al mundo entero a sus pies.
XXII
—No había nada en la entrada.
—¿Seguro?
54
—Sí, sí, estoy seguro.
—Está bien, confiaré en ti... Parece ser que no dejaron nada. De cualquier
forma, para no correr riesgos, nos mudaremos al otro departamento...
¿Quieres que lleve algo de tus pertenencias?
—Sí, por favor. ¿Podría llevar mi jug…?
—Pues no lo haré, no las necesitas, ya estás muerto —atajó El diablo de
Estocolmo.
—Oh…, está bien. Como usted diga, señor.
—¡Jaja! Me cae bien este chico.
—Disculpe, señor, ¿y cómo supieron dónde estaba?
—Usan la tecnología a su favor, no es la gran cosa. A estas alturas de la
vida, sería una tontería que alguien con una computadora no supiera dónde
estás parado.
—¿Cree que se den cuenta de que jamás salió de Tokio?
—Sí. Pero probablemente tarden unos días en averiguarlo.
—¿Qué haremos mientras tanto?
—Por ahora, dormir. Estoy cansado, así que mañana continuaré con el
plan. Si quieres, puedes ir a vagar por ahí. No te sucederá nada malo, ya
estás muerto.
—Me gustaría dormir un poco.
—Tampoco eso necesitas. No te dará hambre, sueño, ganas de ir al baño,
no te podrás lastimar, nadie te verá, nadie te escuchará. Eres libre, puedes
hacer lo que quieras. Pero te recomiendo que estés aquí cuando despierte…
Mejor dicho, te ordeno que estés en el departamento a las 5 en punto de la
mañana. Si no me despiertas a las 5 en punto de la mañana, preferirás
haber muerto de verdad.
—Eee… Está bien, señor. Descanse.
—Este niño…
55
XXIII
—Señor, señor…, despierte. Ya son las 5 en punto de la mañana.
—Ya estaba despierto —mintió el diablo, bostezando.
—¿Qué hará?
—Es hora de desayunar un poco de plomo —repuso el diablo, todavía sin
deshacerse de la somnolencia, y se disparó en la boca con su escuadra
blanca. Sin embargo, las balas albas no lo afectaban como a los demás; y
un minuto después, revivió como siempre, junto con su poder infernal—.
Así está mucho mejor.
—Vaya… —suspiró Gus, emocionado—. ¿Puede hacer todo lo que
quiera?
—Supongo —contestó antes de desaparecer—. Dejaré esto encendido para
que no te aburras. Si quieres cambiar de canal, te quedarás con las ganas
—le dijo el diablo cuando volvió a aparecer, con una televisión de última
generación en las manos y un costal lleno de ropa en la espalda—. Volveré
en un par de días, ¿de acuerdo? Tengo que crear algunas distracciones para
que sea más difícil encontrarme.
—Sí…, gracias, señor —le dijo el muchacho, sonriendo de oreja a oreja.
—¡Ah! Casi lo olvido: si esos dos vuelven, escucha todas sus
conversaciones y síguelos —le ordenó El diablo de Estocolmo mientras
arrojaba algunas prendas por aquí y por allá; y metía otras tantas en
algunos cajones de los viejos muebles de aquel departamento abandonado.
—Disculpe, señor, ¿podría cambiarle a un canal… diferente? Me aburren
los noticiarios.
—No, quiero que me veas en acción —contestó el diablo, se colocó su
adusta máscara blanca y desapareció.
56
CAPÍTULO 3
BIPOLAR
XXIV
—Oh, Nueva York, «el gran pecado», «la Gran Manzana». ¿Qué mierda
haré aquí si parece que ya todo está hecho? No me extrañaría ver a un
tipo pegado en una pared y vestido con ridículas mallas… Bueno, yo soy
un tipo con una máscara blanca, supongo que tengo gustos muy parecidos.
En fin… ¿Por dónde empiezo? Tal vez con una… pequeña… … … ¿Qué es
eso? ¿Es un hombre o un niño? ¡Oh, Dios mío! ¡Es un hombre, es un
hombre! ¡Qué genial!
—¡Ey, enano, por allá no está el circo! —escuchó de pronto a un lado de
él, seguido de unas burlonas risas.
Aquello fue tan sorpresivo que el diablo tardó unos segundos en darse
cuenta de lo que estaba pasando. Y al percatarse de la situación, miró a un
costado y notó a un sujeto tomando fotografías con su celular.
—Muy gracioso, ¿no? —le preguntó El diablo de Estocolmo al hacerse
visible.
—¡Carajo! ¿C-cómo…?
—Te hice una pregunta.
—Mierda, amigo, ¿de dónde saliste? Me diste un buen susto. ¿Por qué
llevas esa maldita máscara? ¿Eres un retrasado?
—Muy gracioso, ¿no?
—¡Jajaja! ¡Sin duda! Tú y aquel enano me acaban de hacer el puto día.
Hace unas cuadras vi a un tipo vestido de pollo para vender más en un
57
restaurante; pero ustedes lo superan por mucho —decía el sujeto al mismo
tiempo que fotografiaba la máscara del diablo a pocos centímetros de
distancia.
El diablo rio junto con él; pero, al terminar de hacerlo, lo tomó del cabello,
y le estrelló el rostro en su rodilla, fracturándole la nariz al instante.
—Camina, idiota.
—¡Agh! ¡B-bi dariz!
—Cállate y camina… ¡Oye, tú! ¡El de la mochila! ¡Ey, voltea!
—¿Eh?
—¿Escuchaste lo que este imbécil te gritó hace unos momentos?
—E-eh… Sí.
—Creo que yo no lo escuché del todo. ¿Me podrías repetir lo que dijiste,
estúpido?
—D-do puedo resfpirar.
—¡Que lo repitas! —le ordenó el diablo, y lo golpeó en las corvas para que
cayera al suelo.
—Y-yo… do puedo…
—¡Repítelo!
—O-oye, edado, p-por allá do está el… —se disponía a decir aquel sujeto;
pero el diablo volvió a golpearle el rostro, ahora con la acera.
—Una vez más —le ordenó. Sin embargo, su víctima se limitó a llorar y a
ahogarse con su sangre, por lo que el diablo lo sujetó con más fuerza del
cabello, y de nuevo lo lanzó contra el suelo—. No te escucho.
—Oy-ye, eda... edad-do, p-por…
El diablo repitió el mismo escarmiento.
—¡Más claro!
—P-por allá d-do-do está e-el…
—¡Desde el principio, idiota!
—Oy… Oye…, ed-da… do…
58
—¡No te entiendo! ¡Repítelo!
—¡P-perdódabe! ¡P-perdón, perd-dón! ¡D-do lo volv-veré a hacer! ¡Lo
juro!
—¿Perdón? A nadie les sirven unas disculpas. Mejor deja de ser un
estúpido y comienza a ser un hombre. ¿Entendido? —sentenció El diablo
de Estocolmo y, sin esperar una respuesta, lanzó el rostro de su víctima una
vez más contra la acera ensangrentada. Al terminar, tomó el celular del
sujeto, borró las últimas fotografías que había capturado y se lo dio al
perplejo joven de la mochila—. Felicidades, te ganaste un celular —le dijo
antes de desaparecer.
XXV
—Buenas tardes, dulces ancianitos.
—E-eh, disculpe, joven, ¿cómo entró a nuestr…?
—La puerta estaba abierta, lo siento mucho.
—No es cierto, John, yo cerré la puerta, lo recuerdo.
—No-diga-mentiras, señora, eso-es-muy-malo. ¿Me-escucha?
—¡No estoy sorda, muchacho insolente!
—Como sea… Temo que tendré que pedirles que se vayan. Este es un
vecindario muy peligroso para ustedes.
—¿Quién te envió, niño? ¿Fueron esos del gobierno? ¡Esos malditos…!
—Oh, no, señor. Yo vengo de parte de… la… El «Fondo para Ancianos…
en… Peligro… de Extinción por… Mala Residencia». Sí, eso.
—Yo jamás escuché sobre ese programa.
—Qué pena. Tomen, son diez mil quinientos dólares. Vayan a comprar
algo para sus últimos días.
—¡Cariño, son diez grandes!
—Yo…
—¡Diez grandes, señora! Este mugriento departamento vale mucho menos.
Ya váyase.
59
—E-está bien. ¡Diez grandes! ¡Sí!
—Sí, sí, dinero. ¡Wuju! Ahora retírense, por favor, necesito pasar el
reporte a mi jefe.
—Oye, ¿y nuestras cosas?
—¡Cómprense otras! ¡Adiós! —decretó el diablo apuntando hacia la
puerta.
Los ancianos bajaron del edificio y tomaron el primer taxi que pasó por la
avenida de enseguida. Momentos más tarde, varios muebles, objetos y ropa
de todos colores salieron volando por la ventana y terminaron en la acera.
La cámara de vigilancia de la esquina lo captó todo; pero el diablo fingió
que no lo sabía.
XXVI
—Lo encontré, está en Nueva York.
—Bien —asintió Desirée con una ambiciosa mirada, y le dio un inesperado
beso a Rigo, quien, después de disfrutarlo, se dio cuenta de lo que estaba
haciendo y se apartó de inmediato para inspeccionar que Aaron no
estuviera cerca.
—¡Desi! —susurró trastornado—. ¿Iremos por él? —le preguntó un tanto
nervioso, luego de recibir una sonrisa y un guiño como única respuesta.
—No. Dije que lo haría venir a Canadá y eso es lo que haré.
Rigo bufó.
60
XXVII
Después de reorganizar su nuevo departamento provisional y de ahuyentar
a sus vecinos con una pequeña broma que consistía en hacer levitar todas
sus pertenencias, incluyendo aquellas que llevaban puestas, el diablo se
acostó en el suelo a pensar.
—Tengo hambre... Maldición, odio perder tiempo comiendo. Debería de
darme un balazo.
Pero se resistió y salió de su departamento con tranquilidad, consciente de
que la cámara de vigilancia seguía grabándolo.
Lo primero que hizo fue comprar una pizza, de esas que cuestan apenas
unos cuantos dólares, ya que odiaba esperar media hora para que le
entregaran su comida. Pero luego de acabar con ésta, buscó un lugar donde
vendieran batidos de chocolate, así que caminó unas cuantas manzanas
para encontrarlo. Al llegar al sitio, pidió el vaso más grande y se sentó a
disfrutarlo en las pequeñas mesas de la acera. No obstante, justo cuando
estaba por dar el primer sorbo, advirtió que, del otro lado de la calle, una
mujer estaba amamantando en público a su hijo recién nacido, situación
que le revolvió el estómago—. Mierda, esto no es bueno... Creo que el
batido tendrá que esperar —suspiró agobiado, y cruzó la avenida al mismo
tiempo que escuchó las palabras detonantes.
Aquel lado de la calle se había quedado solo, parecía desierto. Únicamente
se hallaban en él la mujer, su hijo y un sujeto que iba pasando; pero que se
detuvo frente a ellos al verlos.
—Qué asco. No deberías hacer eso en público. Ve a hacerlo a un baño o a
tu casa, cerda —reprochó, moviendo su cabeza de un lado a otro.
La mujer, algo apenada, bajó la mirada para ignorarlo; el diablo, en
cambio, sonrió abiertamente, y se colocó su máscara blanca para esconder
cómo sus ojos se hundían y su piel palidecía.
61
Nadie lo vio cruzar la avenida, nadie lo vio llegar a la otra acera, nadie lo
vio tomar del cuello a aquel tipo; pero su presencia se hizo manifiesta
cuando lo arrodilló, le puso el vaso de batido en la cabeza y le metió su
escuadra blanca en la boca.
—Adivina, adivinador, ¿quién tiene más hambre? ¿El niño, tú o yo?
Aquel joven y la mujer estaban aterrorizados. El primero no podía
moverse, y la fémina no sabía si lo mejor era correr o pasar
desapercibida—. Contesta.
—O-ojaol, n-no d-disaes —balbuceó el joven, llorando.
—Respuesta incorrecta —sentenció el diablo. No obstante, quitó el dedo
del gatillo cuando un penetrante y fétido olor llegó a su nariz—… ¿Te…
cagaste? ¿Te cagaste, marica? ¡JAJAJA! ¡¿TE CAGASTE?!
—P-por favor, d-déjame ir. N-no he… hecho n-nada malo.
—Usar tu lengua para decir estupideces es algo muy malo, pequeño idiota.
¡Ah! Y te acabas de hacer en los pantalones, eso es todavía peor. Y adivina
qué más: eso sí es asqueroso... ¿Cómo podemos solucionarlo? Mmm…
¿Qué me sugieres?
—Y-yo…
—¡Regalándome todo lo que tengas! ¡Qué buena idea! —exclamó el
diablo antes de darle un sorbo a su bebida, la cual seguía en la cabeza del
joven—. Ponte de pie —le ordenó al tomar el vaso y guardar su pistola—.
Dame tu laptop, tu celular y tu billetera.
—S-sí, toma, quédatelas, son todas tuyas.
—Ahora lárgate, cerdo asqueroso —le dijo al darle un fuerte empujón por
la espalda, dejando en ésta un letrero que decía: «¡Ayúdame! ¡La cagué!».
—Buenas tardes, señorita, y disculpe lo que acaba de ver. Tome, esto es
para usted —le dijo el diablo, inclinando su cabeza con las manos
extendidas.
—E-eso es robado —contestó la mujer, asustada.
—Mmm… No, no es robado. Y cito: «S-sí, toma, quédatelas, son todas
tuyas» —se burló, remedando teatralmente al sujeto—. ¿Lo ve? El amable
imbécil me las regaló, y ahora yo se las regalo a usted. Si no quiere
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tomarlas, no hay problema. Las dejaré aquí y desapareceré lentamente...
Siga con lo suyo. Está haciendo un gran trabajo —añadió, y así lo hizo,
sonriendo; pero escondiendo la sonrisa tras su máscara blanca.
XXVIII
—¡Vaya! ¡Qué día! —bostezó, frotándose el abdomen con una mano y
arrojando el vaso del batido de chocolate con la otra—. ¡Jojo! Espero que
esos cuatro lo hayan visto —se vanaglorió al conseguir que el vaso cayera
en un contenedor de basura, a unos metros de distancia.
—¡Oye, tú!
El diablo se detuvo y dio media vuelta girando sobre sus talones.
—¿Yo? —fingió despiste.
—¿Ves a alguien más en el callejón, imbécil?
—Sí, a ustedes cuatro. ¡BUM, idiota!
—¡Vas a pagar por lo que le hiciste a Rick, estúpido!
—¿Rick? ¿Así se llamaba el que apestaba a mierda o el que perdió la
nariz?
—¿Eh?
—Olvídalo. Hagan lo que tengan que hacer —los retó, abriendo sus
brazos.
XXIX
—¡Pff! El negro no resultó ser tan débil. Malditos negros, ¿por qué
siempre tienen que ser físicamente superiores a los demás? Y sus dientes
63
son tan perfectos... Maldita naturaleza, ¿por qué mierda no fui negro?
¡Espera!... … … ¿Qué pasaría si existiera un asiático negro o un negro
asiático? ¡Mierda! Eso sería como…, como la evolución del ser humano, el
emperador perfecto para la humanidad —se decía el diablo cuando acabó
de arrojar al último sujeto al contenedor de basura, donde antes echó el
vaso de su batido de chocolate—. 50, 150, 182… Pensé que juntaría más.
Estúpidos pandilleros pobres. Cuando vuelva a ver a ese tal Rick, le voy a
romper la nariz de nuevo... Bueno, ya creé muchos distractores, es hora de
regresar.
En eso, un teléfono público sonó al pasar junto a él. Suponiendo de qué se
trataba, el diablo siguió caminando. Más adelante, un segundo teléfono se
hizo escuchar; pero nuevamente el diablo lo ignoró. Sin embargo, después
de evitar el tercero, un sujeto de mal aspecto se acercó con miedo,
volteando nerviosamente a todos lados.
—E-es p-para ti. —Y corrió luego de arrojarle su celular al pecho.
—Pizzas Satanás, «el pecado en tu paladar». ¿Qué desea ordenar? —
contestó teatralmente.
—Hola, Fernando. ¿Cómo has estado?
—Muy bien, gracias. ¿Y usted, estimada señorita Desirée?
—Mucho mejor ahora que te veo.
—¿Me ve? ¿Dónde está? Yo no la puedo ver.
—Estoy en Canadá.
—Oh, ya, ya —dijo el diablo al notar la cámara de vigilancia de la tienda
que tenía enseguida—. ¿Y cómo consiguió que aquel buen samaritano me
entregara voluntariamente su celular?
—Vendió medio kilo de cocaína hace unas horas. Le pedí que te entregara
el celular si no quería ir a aislamiento.
—Vaya… «Aislamiento»… He oído de él. Eso sí da miedo. ¿Ya lo están
implementando?
—Está en etapa de prueba.
—¿Le gustaría probarlo personalmente? Puedo utilizar este celular y esta
64
llamada para mandarlos a aislamiento. No creo que al gobierno
estadounidense le agrade que alguien, aparte de ellos, claro, tenga acceso a
cámaras de vigilancia y demás.
—Trabajamos para el gobierno, amor, para varios gobiernos, inclusive. O
los gobiernos trabajan para nosotros, como quieras tomarlo. Verás, nuestro
trabajo es investigar ciertas cosas que el gobierno no quiere que el mundo
conozca; y nos pagan muy bien por ocultarlas o distorsionar la verdad para
distraer a las personas.
—¡No lo puedo creer! ¿El gobierno hace eso? ¿Segura? ¿El gobierno
ocultando cosas? ¡Vaya! Nunca lo hubiera imaginado.
—Así es esto, cielo. Y te sugiero que accedas a venir si no quieres que las
personas equivocadas vayan por ti.
—Los esperaré con ansias.
—… … … Escúchame. Entiendo que no tengas miedo. Supongo que yo
tampoco lo tendría si fuera tú. Pero varios gobiernos ya saben de ti. Si no
te han buscado es porque no son tontos.
—O me tienen miedo, como quiera tomarlo.
—Como sea. El punto es que quieren detenerte para experimentar contigo
y manipularte. No te han capturado porque pedimos ser nosotros quienes te
examinen primero, quienes corran el riesgo.
—O porque no pueden hacerlo, como quiera tomarlo.
—… Tengo grabaciones tuyas y de tus habilidades. Son pocos videos, lo
admito; pero son los suficientes para hacer que el mundo entero te
conozca... Si no quieres perder tu anonimato, tendrás que venir a Canadá
ahora mismo. Te doy 2 horas para decidirlo. Si te niegas a venir, autorizaré
que el gobierno estadounidense comience a buscarte, y, consecutivamente,
todos los gobiernos lo harán. Te capturen o no, el planeta entero conocerá
tu rostro, te odiará y te temerá tanto que tendrás que matarnos o resignarte
a una vida solitaria y aburrida.
—¿Eso es todo lo que tiene? ¿Cree que yo, siendo el ser más poderoso de
esta realidad, le temeré a la soledad y al aburrimiento? ¿Yo, siendo
inmortal y teniendo la capacidad de crear lo que se me plazca? ¿Yo, siendo
el mismísimo diablo?
65
—Sí.
—… … … Llego en 1 minuto.
XXX
—Nuestro millón de dólares llegará en cualquier momento. Quiero las
cámaras y los micrófonos funcionando a la perf… —se disponía a ordenar
Desirée, ansiosa; sin embargo, no pudo hacerlo.
—¿Cómo lo supo? —le preguntó el diablo apareciendo a su lado para
luego taparle la boca, desaparecer y aparecer nuevamente, sólo que ahora
en la cima de una montaña nevada, donde el frío era insoportable, casi
tanto como el calor abrasador de su mano.
—Te estudié, guapo —respondió Bundy, sonriente, muy sonriente.
El diablo la había soltado; no obstante, en el forcejeo, un delgado cable
rojo se asomó por su larga cabellera ondulada del mismo color.
Advirtiendo lo que eso significaba, el diablo dio un paso, se acercó a su
prisionera y le destrozó la camisa con una mano, dejando al descubierto un
pequeño auricular detrás de la oreja, un micrófono en la cerviz, una
diminuta videocámara en el sostén, y un rastreador en la cintura—. Ahora
sabrán dónde estamos.
—Ya no —repuso el diablo, y todos los artefactos se calcinaron cuando
posó los dedos sobre el hombro de Bundy, lo cual también provocó que
ambos desaparecieran.
Esta vez, el par emergió en una montaña desértica. Allí, el diablo tomó
asiento en el suelo, se recargó en sus codos, y su aspecto volvió a la
normalidad—. ¿Y bien? ¿Qué desea a cambio de su silencio?
—Podrías matarme aquí mismo para ahorrarte las negociaciones.
—En ese caso, sus perros irían tras de mí. Y confío más en la prudencia del
dueño que en la de los perros. Aun así, dice que me ha estudiado. Si eso es
cierto, sabrá que no le haré daño.
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—Sí, lo sé. Pasé toda la noche, y la mañana de hoy, viendo y analizando
cada video en el que apareces. Por lo que vi, las mujeres son tu debilidad,
no sólo físicamente. Sin embargo, ¿por qué lo son psicológicamente? En
ningún video pude encontrar la respuesta exacta a esa pregunta.
»Hace 6 años, de un día para otro, eliminaste a las mujeres de tu lista
de víctimas. Una tarde acosaste a una chica, la llevaste a su casa, las
cámaras no lograron captar lo que sucedió ahí dentro, nadie te vio salir; y
al día siguiente, ya ni siquiera te acercabas a las mujeres. Una semana
después, lo hacías con miedo. Luego, el miedo se convirtió en respeto; y
ahora eres lo que eres. ¿Qué sucedió en esa casa?
El diablo guardó silencio, cerró los ojos, bostezó, se rascó la cabeza y le
dirigió una inexpresiva mirada a su interlocutora.
—¿Para qué preguntármelo si ya conoce la respuesta?
—Sólo quiero corroborar lo que sé.
—Está bien —contestó El diablo de Estocolmo, aburrido—. Ella tenía
como 20 años, yo tenía 23, la vi comprando ropa, la seguí hasta su casa, la
violé, la maté, fin. ¿Alguna otra duda?
—Ángela Bertoni, italiana, 19 años, 1.65 metros de altura, caucásica,
cabello largo teñido de azul. Sus padres la encontraron sin vida sobre la
mesa del comedor. Fue víctima de una violación y estrangulamiento. No se
encontraron huellas dactilares de otra persona, no se encontraron
grabaciones de las cámaras de vigilancia, no hay sospechosos —recitó
Desirée como si leyera un escrito mental—. El caso se cerró medio año
después y jamás dieron contigo.
—No se encontraron grabaciones de las cámaras de vigilancia —iteró el
diablo, impasible—, porque me deshice de ellas. Y, sin embargo, usted vio
una grabación. Qué curioso, ¿no?
—Para mi buena suerte, alguien pasó hablando por teléfono celular
enseguida de esa casa, por lo que pude verte entrando a un lado de la chica,
con el cañón de tu pistola en su cadera. Sólo eso.
—Hagamos un trato: contestaré todas las preguntas que desee aquí y ahora;
67
y luego la llevaré a su casa. A cambio, me asegurará mi anonimato y se
encargará, mientras sus pies toquen esta tierra, ya sea con vida o siendo un
alma en pena, de que ningún gobierno, grupo u organización me busque,
atrape y/o delate ante el mundo. ¿Qué le parece? —le preguntó El diablo
de Estocolmo mientras su aspecto cambiaba lentamente.
—Trato hecho —repuso Bundy de inmediato, emocionada. Pero cuando
extendió su mano para tomar la del diablo, éste interpuso una hoja blanca
que sacó de su manga, en la cual se quedó grabada la palma de la fémina,
tal como si la sangre del interior de sus dedos se hubiese impregnado en la
hoja.
—Con eso bastará.
—...
—Puede empezar cuando guste.
—E-eh, sí… ¿Qué sucedió dentro de esa casa? ¿Por qué el asesinato de esa
joven te alejó de las mujeres?
—Mejor pasemos a otra pregun…
—¡Oye, no! Dijiste que responderías todo.
—Sí, y cumpliré mi palabra. Sólo quiero dejar esa para el final… Jamás
dije en qué orden lo haría.
—Hijo de… Mmm… Está bien —contestó Desirée un tanto recelosa—.
Cuéntame sobre tu infancia, tus orígenes.
—Eso no es una pregunta.
Bundy gruñó teatralmente.
—¿Cuáles son tus orígenes? ¿Cómo fue tu infancia?
El diablo suspiró.
—Nací en la República Italiana, en la localidad de Quart, en Valle de
Aosta, para ser más preciso. Vengo de una familia en verdad pequeña, sin
tíos, sin primos y sin abuelos, ya que estos últimos murieron antes de que
yo naciera —explicó—. Mis padres eran las personas más solidarias y
68
benevolentes que ha visto la Tierra. Eran muy religiosos, devotos. Siempre
iban a la iglesia, siempre le entregaban todo a ésta. Eran tan buenas
personas que eso los volvió tontos, muy tontos.
»Todos se aprovechaban de ellos. Si alguien los traicionaba, mis padres
nunca borraban su sonrisa del rostro; si alguien los asaltaba, rezaban por
ese asaltante. Vivíamos en la pobreza porque todo se lo daban a los más
necesitados. Eran tan estúpidamente buenos que me inculcaron una
creencia: «Todos vamos al Cielo cuando morimos». Les pregunté si
incluso las personas malas iban al Cielo, y ellos me contestaron que no
existen malas personas, sino malas decisiones. Por eso todos van al Cielo
sin excepción.
»Yo era feliz creyendo eso, era igual de ingenuo que ellos. De hecho,
en la escuela, era tan buen estudiante que los más grandes se burlaban de
mí y me golpeaban, me hacían daño, se aprovechaban de mí; pero yo no
hacía nada. Y cuando se lo contaba a mis padres buscando refugio,
buscando consuelo, se limitaban a decir que los ignorara y que rezara por
ellos. Al principio, resultó para mí. Pero cuando llegué a la edad de 12
años, ya no era el mismo. Tanto odio contenido me estaba carcomiendo las
entrañas. Un día, cuando el bravucón tiró mi vieja mochila (que tanto
trabajo les costó a mis padres comprarme) al contenedor de basura, me
enojé a tal grado que terminé golpeándolo hasta que escupió 3 dientes.
Desde ese momento no volví a dejar que me hicieran daño. Y cada vez que
alguien se aprovechaba de mis padres, por la noche buscaba a esa persona
y la hacía pagar por lo que hizo. En una de mis escapadas, cuando tenía 13,
mis padres me descubrieron y lloraron durante horas. Estaban muy tristes.
¡Ni siquiera se enojaron, maldita sea! —exclamó, agobiado—. Nunca me
regañaron, nunca levantaron la voz, nunca me castigaron. Tan solo
lloraron, se tomaron de las manos y rezaron por mí. Eso me desesperó
tanto que tomé mi mochila con algunas de mis cosas y escapé, decidido a
nunca más tener que caer por culpa de otros. Desde entonces me dediqué a
robar, a destruir, a odiar. Jamás regresé a casa… Bueno, tal vez algunas
veces, hasta que mis padres murieron por culpa de un estúpido alcohólico
que ya está bajo tierra.
69
—Lino Luciani y Francesca Sansixto —recordó Bundy. El diablo asintió
con la cabeza, impávido.
—Maldito internet.
—Tengo curiosidad... ¿Te duele matar a alguien?
—Cuando mato a alguien es porque sé que su muerte no me dolerá.
—Mmm… Ya veo. En otras palabras, haces justicia por tu propia mano,
¿no es así?
—Exactamente.
—¿Por qué?
—A temprana edad descubrí que la vida no se encarga de nadie, la vida
simplemente es, independientemente de lo que hagas o dejes de hacer. Las
circunstancias, casualidades y causalidades hacen que a los buenos les
sucedan cosas malas; y a los malos, cosas buenas. «El Creador» ni siquiera
se molesta en intervenir. Él es más como un espectador. Por eso decidí
hacer mi voluntad.
—Sin embargo, no eres precisamente un «chico malo», lo he visto. Por
ejemplo, hace unos días, en México, asaltaste a un sujeto con un maletín:
un hombre mayor que se dirigía a su oficina… No, no, no hagas eso, no
finjas que lo olvidaste. Vi y escuché cómo te hiciste la víctima frente a él
para despojarlo de su dinero. Admite que lo recuerdas.
—¿Y eso no me convierte en un «chico malo»?
—Sí, pero no. Minutos antes, una cámara de vigilancia te grabó
observando cómo ese pobre, inocente y buen hombre —lo describió con
sarcasmo— se pasó una luz roja y bajó de su automóvil deportivo último
modelo que estacionó en un lugar reservado para discapacitados.
El diablo guardó silencio, esperando a que su interlocutora siguiera
hablando o preguntara algo—. Aquel hombre no era discapacitado, no
físicamente, claro está; pero sí moralmente. Después interviniste. Y luego
de conseguir un botín de más de 4 mil pesos, te dirigiste a un centro de
rehabilitación, donde anónimamente donaste una parte del dinero. ¿Por
qué?
—Las verdaderas buenas acciones son las que se hacen en el anonimato,
¿no?
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—No me refería a eso. ¿Por qué decidiste asaltar a un hombre que hizo
algo moralmente incorrecto, para luego ayudar a otros con lo que obtuviste
en el asalto?
—Ya lo dijo con anterioridad: hago justicia con mi propia mano.
—Sí, pero… ¿por qué siempre haces algo bueno después de algo malo?
¿Es tu forma de redimirte? ¿Crees que con eso estás pagando por tus
pecados, que estás saldando tu deuda?
—Mmm… No lo había visto de ese modo; pero, ahora que lo pienso, no,
no lo hago con ese objetivo. Me importa una mierda si mis acciones me
condenan o me abren las puertas del paraíso.
—¿Y bien? ¿Por qué lo haces? ¿Por qué haces cosas buenas?
—No lo sé —confesó el diablo, pensativo—. Tener demasiado me
incomoda. No necesito mucho, así que regalo lo que me sobra.
En eso, un breve silencio se fundió con el aire del desierto.
—¿De dónde salió «El diablo de Estocolmo»? El nombre.
—Tenía un amigo. Era un poco imprudente. Lo conocí cuando le robé, sin
que se diera cuenta, todo lo que llevaba. Él iba caminando hacia su casa,
yo salí de un callejón, tropezamos, le pedí la hora, le dije que esperaba a
una persona; pero que ya se había hecho tarde y que me había dejado
plantado. Él se rio, me dijo que seguramente se trataba de una chica, que
así eran todas las mujeres, que siempre se daban a desear. Entonces me
invitó un trago para animarme. Yo no bebo, no me gustan esas cosas, ya
que prefiero estar siempre alerta y esas mierdas te nublan la mente. Pero él
bebía como si le pagaran por hacerlo. Se llamaba Holm o, bueno, mejor
dicho, ese era su apodo.
»Me cayó bien, era muy gracioso… Estando en el bar, al llegar la hora
de liquidar la cuenta, decidí confesarle que le había quitado la cartera
cuando tropezamos. Soy muy buen carterista. Algunos dicen que soy como
un mago. En fin... Se rio, me dijo que no era su cartera, que se la había
robado a un hombre y que prácticamente ese hombre había invitado las
bebidas. Desde esa tarde nos hicimos colegas. Yo le enseñé algunos trucos,
71
y él accedió a ser mi secuaz. Tiempo después, él fue quien me sugirió el
nombre, pues pensaba que yo era como el diablo: me encargo de seducir a
mis víctimas para que hagan lo que necesito que hagan, sin dañarlas, sólo
atrayéndolas, usándolas. Luego, Holm pasó a mejor vida. Pero eso ya es
otra historia.
—Holm, ¿eh? ¿Es el que mataste frente a la policía, aquella vez en el
banco?
—Tuve que hacerlo.
—Pero era como tu mano derecha, ¿no?
—Algo así. Sin embargo, noté una casi imperceptible debilidad en su
interior. Esa debilidad lo llevaría a traicionarme en un futuro, lo presentí,
así que le di la oportunidad de morir siendo todavía mi amigo. No sólo le
debo mi apodo, sino también palabras presuntuosas como «presuntuoso»,
«imperceptible», etc. Se ganó una muerte digna, a mi lado, por detalles
como esos.
—¿Nunca agrediste a alguien cuando lo asaltaste o…?
—Sí, cuando era más joven no tenía tanta paciencia ni era tan inteligente.
Muchos salieron heridos mientras aprendía a controlar mis impulsos.
—Te he visto trabajar solo la mayor parte de tu vida. Pero desde el
incidente con Ángela Bertoni, comenzaste a buscar secuaces, por así
decirlo. ¿Por qué? Me cuesta creer que los necesites.
—No los necesito, puedo hacer el trabajo yo solo; no obstante, prefiero
siempre tener a alguien que cuide mis cosas cuando no estoy, como un
perro guardián, pero que pueda hablar con él y ordenarle lo que por obvias
razones no podría confiarle a un perro.
—¿Ya podemos hablar de eso? De Ángela y…
—No, todavía no.
—¿Por qué? ¿Te afecta el recordarlo?... ¿Hay algún trauma?
—… … … Sí.
—Te aseguro que hablar de ello te…
—Hará sentir mejor, lo sé. Lo he escuchado muchas veces; pero no, no me
hace sentir mejor. Hablar de ello me enoja más. Los recuerdos sólo sirven
para revivir algo, y lo que sucedió ese día es algo que no quiero revivir.
72
—Enojo, ¿eh? Así que es eso.
El diablo bufó, ceñudo, evasivo—. ¿Enojo contigo…, con algo… o con
alguien más?
—Dije que no respondería aún.
—Está bien, está bien —se apresuró a decir Bundy—. Cuéntame algo:
específicamente hablando, ¿por qué no quieres que el mundo se entere de
tu eminente presencia y que conozca tu identidad?
—Porque, de enterarse, no conseguiré divertirme en mi anonimato. Gracias
a que nadie me conoce es que puedo seguir jugando con los humanos. El
día que la Tierra conozca mi rostro, que conozca lo que hago y que sepa
que soy su diablo, ese día los humanos sabrán que alguien los vigila, y
entonces vivirán con el miedo que les impedirá ser auténticos, genuinos,
honestos. Vivirán actuando, vivirán en un mundo mejor…, en un mundo
más hipócrita de lo que ya es; pero, aun así, mejor.
—No comprendo. ¿Eso no es bueno?
—No, claro que no. Es casi como quitarles el libre albedrío, como
convertirlos en títeres, como arrebatarles la vida misma. ¿Qué sentido hay
en eso? Si quisiera un grupo de títeres, me uniría al ejército. Fuimos
creados con libre albedrío para tener la libertad de equivocarnos. No
puedes ir por la vida castigando a todos por algo que está en su naturaleza,
que implícitamente tienen permitido hacer. Sería como reprimir la
respiración sólo porque consume oxígeno que otros pudieran respirar.
—¿Entonces lo haces por mera diversión? ¿Solamente por eso? ¿O cuál es
el verdadero objetivo?
—Te preguntaré algo: ¿por qué sigues aquí? ¿Por qué no te has suicidado
si sabes que nadie es indispensable, que nada de lo que hagas tendrá
sentido en esta vida, que todos moriremos independientemente de lo que
seamos, y que todos iremos al mismo lugar cuando muramos? ¿Cuál es tu
objetivo? ¿Qué te mantiene en el juego?
—… … … No lo sé… Supongo que… No sé… Obviando la búsqueda de
la felicidad, tal vez lo único que me mantiene viva es no darme cuenta de
que lo estoy… ¿Por qué sigo aquí?... Cuando lo piensas así, con tanta
crudeza, te percatas de la realidad. Pero… si no piensas en ello, tan solo
73
sigues adelante.
—Bendita ignorancia, ¿no?
—… Sí…, supongo.
—Pues, contestando su pregunta anterior, hago lo que hago porque es la
forma en que me distraigo, dejo de pensar, me dejo llevar, me olvido de mi
realidad. Asimismo… Mmm… ¿Alguna vez ha visto la reacción de alguien
cuando se le escapa lo que tanto trabajo le costó conseguir? Eso lo obliga a
salir de su prisión mental, lo libera de la felicidad, le exige cuestionarse
qué diablos pasa en la vida.
—Oh… Ya veo. El objetivo es espabilarlos.
—Espabilarlos, despertarlos, sacarlos de su zona de confort, de la rutina,
todo eso. Si nada malo sucediera en la vida, no podrías estar seguro de que
estás vivo, pues la felicidad absoluta se reservó para la muerte. En cambio,
la realidad que nos atañe, nuestra realidad, es dual, está conformada por el
bien y el mal. Sin una de las dos partes, la realidad no existiría, ya que
ambas son interdependientes. Precisamos de la felicidad para disfrutar el
camino; pero se necesita del dolor para distinguir, valorar y anhelar la
felicidad.
—Así que de eso se trata. Eres parte del equilibrio natural. Existes porque
tienes que existir, ¿no?
—Al parecer.
—Dices ser un humano ordinario; pero ¿cómo conseguiste tu poder, tu
inmortalidad?
—Todo surge desde adentro. Tienes que tener o completa paz o todo un
caos en tu interior. Tal como lo dije antes, la naturaleza es dual, bipolar,
extremista, radical, y su verdadero poder se encuentra en esos extremos:
luz-oscuridad, positivo-negativo, frío-calor. Sí, también existe lo neutral;
pero eso es sólo un capricho de la naturaleza misma, un capricho necesario
para llenar un vacío, un hueco… Verá, nadie se acuerda de una ola; sin
embargo, jamás se olvida un tsunami. Nadie les presta atención a las
vibraciones de la tierra; no obstante, todos recuerdan un terremoto. ¿Se da
cuenta? Lo sumamente relevante son los extremos, no lo que hay en el
centro.
74
—¿Estás diciendo que cualquiera podría tener tu poder?
—Claro. Dudo que lo consigan; pero sí es posible.
—¿Y qué se necesita para conseguirlo? La última vez que nos vimos
mencionaste algo de merecerlo.
—Le confesaré algo: sé que estoy en uno de los límites, que en mi interior
bipolar existe lo necesario para obtener el poder que tengo. Sin embargo,
cada ser es diferente, único e irrepetible, por ende, tal vez muchos lleguen
a sus extremos, a su positivo o a su negativo; pero esos, sus límites, no
sean lo suficientemente radicales —caviló—. Todo es relativo. Lo que es
para algunos, no es para otros. Tal vez soy simplemente un capricho más
de la naturaleza, el capricho que tiene la posibilidad de conocer los
extremos capaces de crear y destruir dentro de esta realidad. Tal vez soy el
resultado de incalculables coincidencias. Tal vez, incluso, mi poder sea
inferior en otras realidades o, en su defecto, inmensamente más poderoso
en algunas otras. Eso, lo admito, está fuera de mi comprensión.
—¿Crees que existen otras «realidades»? ¿Algo así como otros universos?
—Sin duda. Sería muy tonto, egocéntrico y presuntuoso pensar que
estamos solos. La naturaleza es muy ambiciosa, no se conformaría, nunca,
con unos pocos millones de seres inteligentes.
—¿Qué me puedes decir de tu inmortalidad?
—Es parte de mi poder.
—¿Te agrada ser inmortal?
—¡Claro! Me permite no temerle a nada.
—¿Y… te da miedo morir?
El diablo borró su sonrisa al instante.
—No —contestó resueltamente, segundos después de una introspectiva
pausa.
—¿Por qué?
—Porque tengo la certeza de que hay algo más allá de lo perceptible, algo
que se ocultó lo necesario para no conocerlo; pero se dejó lo
suficientemente visible para desearlo. Y llegar a conocer aquello es algo
75
que en verdad me interesa.
—Pero si eres inmortal, ¿cómo…?
—Confío en que llegará el momento en el que mi presencia en esta vida ya
no sea necesaria, y entonces podré ascender como cualquier otro ser.
—Bien, dejémonos de rodeos. ¿Qué sucedió con Ángela? ¿Por qué
cambiaste después de matarla?
—¿Es la última pregunta?
—Sí.
El diablo asintió varias veces con la cabeza, irresoluto.
—Cuando vi a Ángela en aquel centro comercial, sentí un ardor inusual en
mi cuerpo. Verla fue como acercarme al fuego y desear la quemadura. Lo
que hice… A veces, tal vez cobardemente, justifico lo que hice pensando
que no era yo quien actuaba. Me gusta pensar eso, me libera de culpas.
»Algo en mi interior me dijo que la siguiera, que no la perdiera de
vista. Y estuve casi tres horas acosándola desde lejos. Cada minuto que
pasaba, ese furor crecía dentro de mí. La naturaleza me cegó.
—¿Estás culpando a la naturaleza por lo que hiciste?
—No. La naturaleza lo hizo, la naturaleza está en mí, yo soy la
naturaleza… Nunca lo había hecho, nunca tuve la necesidad de hacerlo.
Las mujeres siempre llegaban solas a mí; pero ella ni siquiera me miró, ella
era diferente. En ocasiones, pienso que existe alguien preelegido de alguna
forma para interpretar el papel de aquel que debe destrozarte la vida aun
sin proponérselo.
»Lo que pasó esa vez fue totalmente mi culpa. Al estar en su casa,
nuestros cuerpos se unieron, ella me miraba con pánico y me aterré. De un
segundo a otro me desconocí, no sabía lo que estaba haciendo. La sujetaba
del cuello, la forzaba a permanecer acostada sobre la mesa y, de pronto, su
vida se fue entre mis dedos. No advertí lo que había pasado, tan solo sentí
que ya no estaba conmigo, que se había ido… Pude haberla ayudado; pero
estaba asustado. Desaparecí.
76
Desirée bajó la mirada cuando notó una lágrima en la mejilla del diablo, y
le permitió unos segundos.
—Creo que ya es suficiente… Hemos acabado.
—… … … ¿Qué ganó con todo esto? ¿Para qué le sirvió escuchar mi
historia? No lo entiendo.
—Te seguiré estudiando. Posteriormente…, ya buscaré qué hacer con los
resultados. Por lo pronto, esto será todo.
—Está bien —asintió el diablo, acercándose.
—Una última pregunta: ¿qué me harás si no cumplo con mi parte del trato?
—inquirió Bundy.
—No necesito hacer nada. Usted cumplirá con su parte, esté de acuerdo o
no —contestó El diablo de Estocolmo tranquila y confiadamente.
—¿Uh?
—El trato fue claro y conciso: «me asegurará mi anonimato y se encargará,
mientras sus pies toquen esta tierra, ya sea con vida o siendo un alma en
pena, de que ningún gobierno, grupo u organización me busque, atrape y/o
delate ante el mundo». No hay opción, no hay escapatoria, firmó con
sangre.
—Eso significa que…
—He ganado un secuaz.
—¿Entonces te protegeré contra mi voluntad?
—Al menos que me mate… Le recomiendo que, para la otra, sea más
precavida con lo que firma.
—Maldita víbora —pensó Bundy con una sonrisa de resignación—.
Llévame a mi oficina.
—No. El trato dice que la llevaré a su casa. ¿Está lista?
—… Vámonos de una vez —rio Desirée mientras sacaba su revólver para
dispararle en el pecho.
—¡Ey! Sólo estoy cumpliendo con mi palabra —se mofó el diablo, tomó a
Bundy del hombro y desapareció junto con ella.
77
XXXI
—¿Quieres quedarte un rato?
—Nada me obliga a hacerlo. Mi parte del trato ya quedó saldada.
Desirée lo miró fijamente, se quitó el sostén y lo dejó caer al suelo,
enseguida del sofá.
—Podría ayudarte a superar… lo de aquella vez. Ya pasaron muchos años.
—¿Sabe? Creo que me ayudó bastante hablar sobre eso. Adiós —repuso El
diablo de Estocolmo, y desapareció inmediatamente después de guiñarle
un ojo.
XXXII
—¡Señor!
—Hola, Gus.
—¡Lo vi en televisión!
—¿En serio?
—¡Sí! «Enmascarado ataca dos veces el mismo día. Nueva York ve el
surgimiento de un nuevo justiciero».
—¿Eso dicen de mí? ¡Vaya! Esa hubiera sido una buena distracción; pero
ya no necesitaré ocultarme, nadie nos molestará.
—¿Mató a sus enemigos, señor?
—Mejor aún: los hice mis aliados.
—¿Cómo lo logró?
—Con mi hermosa sonrisa, supongo. ¿Estás listo para salir a divertirnos?
Japón nos espera.
78
—¡Genial!... Oh…, aguarde, acabo de recordar algo. ¿Usted tiene hijos?
—¿Hijos? Ni que estuviera loco. La vida puede llegar a ser muy cruel, no
se la deseo a nadie. ¿Por qué lo preguntas?
—En las noticias salió un reportaje sobre alguien en Sudamérica que dice
ser el hijo del diablo. Tienen todo un templo para venerarlo.
—¡¿Pero qué mierda…?! Yo no tengo ningún hijo y tampoco necesito que
un grupo de ociosos me veneren. ¿Dónde dices que están?
—Si mal no recuero, en Colombia.
—Ahora mismo van a saber esos vividores quién es el diablo —masculló
éste, enfurecido.
XXXIII
—Qué rápido volvió, señor. ¿Qué sucedió?
—Sólo jugué un poco. Estaban rezando no sé qué tontería cuando le prendí
fuego al idiota de traje que se hallaba frente a esos ignorantes feligreses.
Hubieras visto cómo salieron corriendo después de que la estatua con
cuernos ¡empezó a hablar con mi voz! ¡Jajaja! ¡Sus expresiones casi me
matan de la risa!
—¿Feligreses? ¿Así se les llama?
—Sí.
—¿Por qué? ¿Porque son felices viviendo como reses?
—Oye, no, no digas eso. Qué mal educado eres. Respeta las creencias de
las personas.
—P-pero usted acaba de…
—Cállate, no me grites.
—Pero ni siquiera levanté la voz.
—Pues sentí que me habías gritado.
—Oh, lo siento, tal vez no me di cuen…
—Acabo de descubrir algo. No hay cosa más tierna en este mundo que ver
a un hombre gordo tropezar y caer sin poder meter sus torpes y cortos
79
bracitos.
—¿Eh?
—Que no me grites.
—P-pero si yo…
—¿No es curioso?
—… ¿Qué cosa, señor? —inquirió Gus ya muy desconcertado por lo
extraña que se había vuelto la conversación.
—Que siempre nos encontremos con personas que sospechosamente
hablan español. ¡Hasta yo! Y eso que soy italiano.
—… Oh…, tiene razón. No lo había pensado.
—¡Y tú eres chino!
—Soy japonés, señor.
—Eh, sí, eso… Qué sospechoso, ¿no?
—Un poco.
—Quizá nuestras vidas sólo sean parte de una historia escrita por alguien.
Piénsalo: tal vez somos unos simples personajes creados para entretener a
personas con problemas mentales.
—… … … Eso es escalofriante, señor.
—Tal vez… —susurró el diablo, y volteó de inmediato a la ventana—,
sólo tal vez, ese payaso tuerto que acaba de pasar volando con unos globos
se le ocurrió a un estúpido escritor para demostrar lo que estoy diciendo y
poder llenar, con fines simbólicos, de palabras vanas la última página de
un capítulo explicativo basado en filosofía barata, en lugar de colmarlo de
disparos, muertes, explosiones y chistes sarcásticos, como lo haría
cualquier producción estadounidense para recaudar dinero fácil... «La
naturaleza es dual, bipolar, extremista, radical, y su verdadero poder se
encuentra en esos extremos». Ni siquiera recuerdo de dónde mierda saqué
eso. No tengo ni puta idea de qué significa…; pero me funcionó.
—No estoy entendiendo.
—Olvídalo, no tiene sentido. ¿Cómo se te ocurren esas estupideces?
—Pero usted fue el que empezó a…
—Cállate, no me cuestiones.
—Lo siento, señor.
80
—Te perdono.
—Gracias, señor.
—De nada, gusano.
—Mi nombre es Gusakee, no gusano, señor.
—¿Puedes dejar de hablar, maldita sea? No logro concentrarme.
—Oh, lo siento, señor.
—Te perdono.
—Gracias, señor.
—¡Que ya te calles, Gus!
—Sí, lo siento, señor.
—¡Mierda! ¡¿Cuánto falta para que acabe esto?!
—¿Qué cosa, señor?
—¡Que te calles!
—Oh, es cierto. Lo siento.
—¡CARAJO, GUS!
—…
—…
—…
—Oye…, ¿qué mierda son esos puntos sobre tu cabeza?
—¿Qué punt…? Oh, perdón. Olvidé que…
—¡Ssh! Guarda silencio. ¿No te das cuenta de que algo interesante está por
suceder?
—¿D…?
—¡SSH! Ahí viene, ahí viene, puedo sentirlo.
—…
—…
—…
—¡ESTÚPIDOS PUNTOS!
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CAPÍTULO 4
LA CONDENA DEL DIABLO
XXXIV
—Señor, ya pasó una hora y no se ha movido de su lugar. ¿Está seguro de
que sucederá algo?
—Tienes razón, es una tontería. Creo que estoy un poco cansado… o me
estoy volviendo loco. En fin... Iré por algo para la cena.
Pero justo cuando el diablo dio el primer paso, una cegadora luz entró por
la ventana e iluminó el pequeño y deplorable apartamento. Un segundo
más tarde, El diablo de Estocolmo había caído al suelo, inconsciente; no
muerto, sólo dormido.
—¡¡Señor, levántese!!
—¡Hola, hola! Qué gusto volver a verte…, cariño. Adivina qué descubrí:
en ningún momento del trato prohibiste que una sola persona te buscara.
Vengo sola, bajo mis propios intereses. Bueno, no del todo, lo admito,
Rigo me ayudará en esto; pero ningún gobierno, grupo u organización me
ordenó venir. Sólo somos 2, un grupo es a partir de 3.
—¡Señor, despierte! ¡Esa señora se lo quiere llevar! ¡Despierte, por favor!
Desirée le quitó el dardo del cuello y le dio un beso en la herida.
Posteriormente, alguien más salió del helicóptero y entró por la ventana
rota del departamento.
—Ten cuidado, Rigo.
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—Lo cuidaré como a mi propia vida —repuso éste, y la cabeza del diablo
terminó golpeando un florero vacío que cayó al suelo y se destrozó de
inmediato.
—¡Que tengas cuidado! Si se despierta antes de que lleguemos… No
quiero ni imaginar qué sería capaz de hacernos.
—Este somnífero fue diseñado para dormir a una ballena azul. No creo
que… ¡Ups! Se me cayó —se burló Rigo al soltarlo deliberadamente y
dejar que de nuevo se golpeara la cabeza, esta vez en el suelo.
—¡DÉJENLO! ¡DÉJENLO EN PAZ…, idiotas! ¡IDIOTAS! —les gritaba
Gus infructuosamente.
—Deberías de estar agradecido con él. Si no fuera por su existencia, ahora
mismo estaríamos tras de videos de supuestos ovnis editados por niños de
12 años.
—Está bien, te daré la razón en eso. Pero admite que gracias a mí y mis
recursos, por no decir miles de dólares, podrás experimentar todo lo que
quieras con este fenómeno. ¿Quieres que te recuerde de quién es el
helicóptero?
—Yo tuve que ponerle el rastreador sin que se diera cuenta. Gracias a mí,
tienes algo más interesante que hacer que jugar videojuegos y crear
aplicaciones para celulares. No te debo nada.
—¡Por favor! ¡Se escondía en el departamento de enseguida! Justo estaba
por buscarlo de nuevo en las cámaras de Tokio cuando regresaste al
hangar.
—Mejor olvídalo y vámonos. Si sigo discutiendo con tu cabeza dura, voy a
envejecer más rápido.
—Como quieras.
—No se preocupe, señor, estaré con usted hasta que despierte. Ellos no
podrán verme ni oírme, lo sé.
—¿Uh…? ¿Qué me…?
—¡MIERDA!
—¡PONLE OTRA DOSIS, RÁPIDO!
—¡Agh!
—¡Carajo! Este imbécil por poco…
83
—¡Señor! ¡Vamos, despierte! ¡Ya casi lo logra!
—¡Encárgate de suministrarle más somnífero cada minuto! Hasta que
lleguemos al laboratorio estaremos a salvo. Recuerda que estamos tratando
con el diablo, tenemos que ser precavidos.
—¿Crees que lo olvidé?
XXXV
—Hola, cielo.
—¿D-dónde est…? ¡PUTA MADRE!
El diablo había cambiado. Su cuerpo ahora ardía por dentro.
—No te molestes en molestarte, cariño.
—¡¿DÓNDE ESTOY Y CÓMO ME TRAJERON AQUÍ?! ¡¡ESTÁS
ACABANDO CON MI PACIENCIA, MUJER!! —le gritó en la cara. Su
mirada era tan penetrante como una bala.
—¿En serio? —le preguntó Desirée burlonamente.
—¡N-NO PUEDO DESAPARECER! ¡¿POR QUÉ NO PUEDO
DESAPARECER?!
¡¿QUÉ ME HICIERON, IMBÉCILES?! ¡¿QUÉ DIABLOS ME
HICIERON?!
—Estás dormido. Yo sólo soy una huésped en tu… Oh, veo que no se te
dificulta hacer con tus sueños lo que se te plazca... Vamos, Fernando, no
seas dramático. ¿Para qué cambiar mi hermoso laboratorio por…? ¿Qué
clase de fijación tienes con las montañas? ¿Adónde me trajiste? ¿Al Pico
de Orizaba? —le decía Bundy, mofándose a sus anchas.
—¡TÚ! ¡ESTÚPIDA…!
—¡Jojo! Oye, tranquilo, vaquero.
—PAGARÁS… POR TODAS… LAS…
84
—¡¿R-RIGO?! ¡S-sácame… d-de aquí!
—Nos vemos luego, rarito —se escuchó una voz proveniente de todos
lados, la voz de Rigoberto DeShields en la cabeza del diablo. Éste, atónito,
soltó el cuello de Bundy, y la fémina desapareció en un parpadeo.
XXXVI
—¡Mierda! Parece que ahora sí lo hicimos enojar.
—¿Estás bien?
—S-sí…, sí.
—¿Segu…?
—¡Mira! ¡Deprisa! ¡Incrementa la dosis y adminístrale el analgésico más
fuerte que encuentres!
—… ¡¿Y qué haremos cuando ya no lo necesitemos, cuando hayas
terminado tu experimento, eh?! En cuanto lo despertemos, nos matará a
todos.
—Estoy pensando en varias alternativas; pero aún no sé cuál podría
funcionar sin comprometer nuestras vidas.
—Supongo que borrarle la memoria es una de esas opciones; mas sabes
que no es tan efectiva, y menos lo será con este idiota. ¿Cuál es la otra?
—Manipular sus recuerdos. Podemos hacerle creer que lo ayudamos de
alguna forma. Mmm… No sé, hacerle creer que el gobierno de Japón
rompió el acuerdo e intentó aprisionarlo para experimentar con él; pero
nosotros intervenimos y lo liberamos.
—Bien, suena convincente. Sin embargo, primero tenemos que estructurar
a la perfección esa mentira. Piensa bien la situación, detalladamente, y yo
me encargo de meterla en su cerebro.
—Espera.
—¿Qué sucede?
—¿Y si no funciona? Su cuerpo es diferente, resiste mucho más que
cualquiera.
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—Ya llegamos hasta aquí, no hay marcha atrás. Tenemos que intentar
algo, lo que sea, o confiar en que tu conejillo de Indias no explotará el
mundo al despertar.
Desirée suspiró. Se le veía excesivamente preocupada y no dejaba de
masajearse el cuello, pues aunque físicamente el diablo ni siquiera la tocó,
el dolor que sintió mientras estaba en el sueño de éste se había injertado
como una pesadilla que te atormenta incluso después de abrir los ojos.
—Nunca lo había visto tan furioso... Mis especulaciones se fueron al
carajo… No pensé que esto me haría cruzar la raya. ¡Mierda! ¡Lo arruiné,
lo arruiné, maldita sea!
—No se preocupe, señor, yo lo pondré al tanto de todo cuando despierte.
Estos tontos no se saldrán con la suya —le susurró Gus al oído.
El diablo de Estocolmo, por otro lado, gracias a los analgésicos, ahora se
encontraba flotando pacíficamente en un sosegado lago.
XXXVII
—¿Cómo van esos recuerdos?
—No me presiones, Des. Este animal se está resistiendo demasiado.
—¡Son códigos! ¡Son unos malditos códigos! ¿Cómo puede ser tan difícil?
¿Quieres que llame a alguien más competente?
—¿En serio, Bundy? ¿En serio me vas a fastidiar sólo porque tu amado no
reaccionó como pensaste? ¿Acaso tengo que pagar por tus malos cálculos,
doctora? —gruñó Rigo, arrojando la silla hacia atrás—. No eres nada sin
mí.
—No me retes, Rigoberto.
—El estúpido cerebro de tu estúpido diablo está atacando la inserción…
Mira, para que me entiendas, tengo que hackear su hipotálamo si quiero
que su cerebro reconozca los impulsos nerviosos externos. ¿Sabes lo
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complejo que es eso?
—No soy una tonta, niño. Sé lo que tienes que hacer, así que hazlo rápido.
No tenemos un cargamento de somnífero y analgésicos para mantenerlo
dormido toda la eternidad.
—Ya acabaste con la paciencia de él, y estás a poco de acabar con la mía.
Te sugiero que muestres más prudencia si no quieres terminar con la
cabeza entre las piernas un día de estos.
Desirée bufó indignada y le dio la espalda. Un segundo después, regresó la
mirada sobre su hombro, una mirada de arrebatamiento.
—Déjame sola.
—¿Qué?
—Sólo… dame 15 minutos. Tengo que intentar algo.
—Pero los falsos recuerdos no están listos.
—Eso puede esperar.
—¿No me piensas decir qué harás?
—¡Hazte a un lado, Rigoberto! ¡Por el amor de Dios, déjame intentarlo!
—¡Pff! Como quieras.
—Rigo…, confía en mí.
—Ese es el problema. Ya he confiado demasiado en ti. Ahora entiendo por
qué mi padre es tan receloso —le decía DeShields mientras caminaba hacia
la salida del oscuro laboratorio—. «Nunca confíes del todo en un poco de
carne, hijo. La carne se pudre con el tiempo y te hará daño si te la comes»
—recordó en voz alta.
XXXVIII
—Despierta, corazón, ya estás a salvo.
—… … … ¿Uh?... … … ¿Q-qué…?
—Dijiste que me encargara de que ningún gobierno, grupo u organización
87
te busque, atrape y/o delate ante el mundo. Eso hice, cariño.
—N-no recuerdo… nada.
—¡Señor, señor, no la escuche!
—¿Eh?
—¿Qué sucede? —le preguntó Bundy, desconcertada.
—¡Le está mintiendo, señor! ¡Ellos lo raptaron!
—¿Qué estás diciendo, Gus?
—¡Carajo! ¡El niño! ¡Me olvidé del fantasma! ¡Mierda, mierda, mierda!
¡Eres una tonta, Fernanda, eres una estúpida!
—¡Estábamos en el departamento de Tokio y ellos lo durmieron para
traerlo hasta aquí! —le decía Gus con desesperación.
El diablo dirigió una intranquila mirada al rostro palidecido de Bundy.
—Come esto, guapo. Es como una goma de mascar. Te hará sentir mejor
—se apresuró a intervenir Desirée, metiendo en la boca del diablo una
pequeña pelotita roja. Y unos movimientos de mandíbula después, el
diablo habló.
—No es bueno decir mentiras, niño.
—¡Pero, señor, ellos...!
—Ahora lo recuerdo: cuando apareció el helicóptero del gobierno nipón,
me inyectaron un somnífero y… escuché muchas palabras asiáticas antes
de quedarme dormido. Luego…, luego desperté en una especie de
contenedor lleno de un líquido muy denso. ¡Me tenían intubado! Ya lo
recuerdo. Pero no podía moverme, sólo podía ver a muchos chinos
caminando de aquí para allá con libretas en las manos y observándome de
vez en cuando.
—Y después me viste llegar, corazón. ¿Lo recuerdas?
—Claro... Cuando…, cuando la vi entrar por aquella puerta, sentí que todo
estaría bien.
—¡Nada de eso es cierto, señor! ¡Todos son falsos recuerdos… o algo así!
¡Ellos los metieron en su cabeza con esa computadora! ¡Lo vi todo!
—Gus, estás a una mentira más de que te corte la lengua. Estoy hablando
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con la señorita, no seas irrespetuoso.
—¡Carajo!
—¡Gusakee! ¡No digas groserías!
—No te preocupes por mí, cielo, no puedo escuchar lo que tu amigo dice.
—Es mejor así… Pero, bueno, muchas gracias por ayudarme. Me alegra
saber que cumple con su parte del trato.
—Y me encanta hacerlo.
—Una pregunta: ¿por qué el gobierno de Japón me atacó? ¿No se suponía
que habían llegado a un acuerdo con ustedes y los demás países?
—Eeeh…, cosas de políticos. Pero no te alarmes, cariño, ya lo arreglé
todo. Hice que el emperador firmara tu fuero permanente.
—¡¿En serio?!
—Por supuesto. Un trato es un trato. Además, permíteme explicarte algo:
la goma de mascar que te di contiene un químico que te permitirá alcanzar
tu nivel máximo de enojo sin perturbarte. Con esto podrás expulsar todo tu
poder sin necesidad de perder la paciencia o recibir un disparo. Sólo…,
sólo no dejes de masticarla.
—¡Vaya, muchas gracias!... ¡Y sabe a manzana!
—Exactamente. Parece, se siente y sabe como una goma de mascar sabor
manzana; pero al hacer contacto con tu saliva, te ayudará a ser lo que
eres… No me lo agradezcas, guapo. Ahora vete, ya eres libre.
—¡Perfecto! —exclamó muy sonriente—. Empieza a caerme bien, eh —le
susurró a Desirée, guiñándole un ojo—. ¿Nos vamos, Gus?
—¡NO! N-no puedo creerlo… ¡U-usted váyase! ¡No quiero saber nada de
usted!
—Bien —asintió el diablo sin inmutarse.
—Hasta luego, cariño.
—Hasta… pronto, señorita —se despidió con una coqueta sonrisa, y
desapareció luego de masticar un par de veces más aquella aparente goma
de mascar roja.
—Muy pronto, más de lo que te imaginas —se regocijó Bundy.
89
XXXIX
—Qué niño tan raro, ¿por qué no habrá querido venir? Bueno, da igual, ya
se le pasará —se decía El diablo de Estocolmo recostado en su cama—.
Oh, un momento. Los gobiernos saben dónde vivo. Este departamento ya
no es seguro para mí… Mmm… ¿Adónde iré ahora? ¿Tombuctú? ¿Moscú?
¿Dubái? ¿Bácum?... Qué difícil decisión… Tal vez será mejor que vaya a
Bác…
—¡No! —lo interrumpió Gus, apareciendo de pronto, con el rostro tan rojo
como un tomate.
—¡Gusakee! ¿Cómo apareciste?
—N-no lo sé… Yo sólo… ¡Wuau! ¡P-puedo desaparecer y aparecer!
—¡Oye! Bien por ti. No sabía que las almas podían hacer eso; pero qué
bueno que lo lograste.
—¡Sí! ¡Es geni…! ¡No, espere, olvídelo! ¡Entre a mis pensamientos!
¡Rápido!
—¿De qué hablas?
—¡Tuve una idea! ¡Tiene que poder entrar a mis pensamientos! ¡Usted es
el diablo, tiene que poder hacerlo!
—N-nuca lo he intentado —admitió algo confundido, sin dejar de jugar en
su boca con la goma de mascar.
—¡Ya escupa esa porquería! Le mintieron, sólo es sedante comestible.
Mejor entre en mi mente. ¡Inténtelo! ¡Vamos!
—Bueno, ya que insistes… … … —Y después de aquello, el diablo ya no
era el mismo—. ¿Qué…? ¿Q-qué… significa…? ¡¡ESOS HIJOS DE
PERRA!! ¡¡SE ATREVIERON A METERSE EN MI CABEZA!!
¡AHORA MISMO ME…!
—¡Cómo lloras, marica!
—¿Eh? ¡¡AAAGH!!... … … ¿Quién mierda…?
Algo había sucedido en aquella vieja habitación, algo había aparecido en
90
aquel desolado departamento.
—¿No me recuerdas?
El diablo, desde el suelo, con la mandíbula casi dislocada, entornó los ojos
y por fin lo reconoció.
—¡Gabriel! —gruñó, observando con atención y un poco de desconcierto
la marca negra que aquel sujeto llevaba en su pecho descubierto: una cruz
invertida con una guadaña enroscada.
—El mismo; pero más vivo que nunca.
—¿P-pero c-cómo…?
—¿Qué? ¿Tienes miedo?
—Por favor, no me hagas reír —se burló el diablo, y escupió la goma de
mascar al suelo. Un parpadeo después, Gabriel recibió un derechazo y
atravesó, sin tocar, la pared del edificio—. ¡Gus, vete de aquí! ¡Este
idiota…! ¡No sé lo que pasó; pero sé que no es nada bue…! ¡AGH! ¡IMB-
BÉCIL! ¡ESO SÍ ME DOLIÓ, ESTÚPIDO! —le gritó el diablo al caer de
espaldas, luego de recibir un gancho en la barbilla.
—¡Ven por mí, perra! —bufó Gabriel, arrojando uno de sus dientes
ensangrentados al piso.
Gusakee era su rehén.
—¡NO! ¡DÉJALO! ¡ÉL NO TIENE NADA QUE VER EN ESTO!
—¡Ah! Así que «El idiota de Estocolmo» tiene un pequeño amiguito.
¿Quieres que lo deje en paz? Entrégame tu alma.
—¿Mi alma? ¡JA! ¡Vete al diablo! —se mofó este mismo, y apareció
frente a Gabriel para tomarlo del cuello, alzándolo hasta el techo—. ¡Dime
quién mierda te dio ese poder! —le ordenó, estrangulándolo.
—¡Ja…, ja…, ja!
—¿Qué es tan gracioso, idiota?
—Q-que… ¡AGH! Que al p-parecer n-no te imaginas el p-problema en el
91
que…, en el que te metiste. ¡Desafiaste a la muerte y eso sólo se puede
pagar de una forma!
Gabriel se liberó propinándole una patada en el pecho. De pronto, una
densa oscuridad se apoderó del edificio entero. El diablo empezó a recorrer
el lugar con la mirada, alarmado.
—Gusakee, es hora de que te vayas —le susurró, evidentemente nervioso.
—Pero, señor…
—Vete. Yo me encargaré de esto.
—No lo dejaré solo, señ…
—¡Mierda, Gus! —gruñó el diablo entre dientes, exasperado. Y justo
cuando aquella intrigante oscuridad estaba por llegar a sus pies, El diablo
de Estocolmo y Gusakee desaparecieron.
XL
—¿Q-qué…?
—Cuando te quedes solo, quiero que comiences a caminar sin rumbo, sin
pensar hacia dónde, sólo camina. No sé cómo nos encontraron; pero no me
extrañaría que puedan leer nuestros pensamientos.
—¿Adónde irá?
—Iré a distraerlos y averiguar quién me está buscando. Ese imbécil no
pudo haber obtenido tanto poder solo. Alguien lo está…
—La muerte —musitó Gusakee, temeroso.
—Te buscaré cuando esto acabe.
—¡Señor…!
92
XLI
—¡Hola! Bienvenidos. Disculpen la interrupción. ¿Gustan una tacita de té?
—Llegas justo a tiempo para servirnos —se regocijó Gabriel, sentado
plácidamente sobre la vieja cama, con las piernas cruzadas. Detrás de él, la
oscuridad tomó forma.
—Es un gusto conocerte, Fernando… Qué curioso, debí de haberlo hecho
hace mucho
tiempo; pero, oh, sorpresa, jamás llegó el momento, por más herido que
estuviste… o por más muerto. ¿Cómo lo hiciste? —le preguntó un extraño
ser, casi inapreciable, casi indescriptible…: inefable.
Parecía ser sólo un largo y delgado bulto, como un velo negro, una estela
de humo, una densa oscuridad, un agujero bruno, un vacío en la nada o un
espacio lleno. Apenas se lograba distinguir dónde estaba su cabeza. Sus
ojos eran blancos como tenues luces a punto de extinguirse, como el último
instante de una luz consumiéndose a falta de energía, de vida.
—¿Tú también quieres una maldita entrevista?
Gabriel desapareció, iracundo—. Esta vez no me tocarás, idiota —gruñó El
diablo de Estocolmo, deteniendo el puño de su rival a centímetros de él.
—Entonces lo haré yo —susurró la muerte, y el diablo quedó inconsciente
a la distancia, sin ni siquiera haber sido tocado.
XLII
—Buenos días, dormilón —le habló Gabriel antes de golpearlo en el
abdomen con todas sus fuerzas.
93
El diablo se hallaba colgado de las manos en un árbol marchito. La noche
estaba sobre ellos, y la Luna llena sobre la noche.
—¿Q-qué…, qué quieren de mí? —les preguntó el diablo, jadeando. Ya su
torso desnudo se veía muy lastimado, como si lo hubiesen golpeado una y
otra vez mientras estaba desmayado.
—¿Yo? Yo sólo divertirme un poco. Mi señor, la muerte, creo que quiere
algo más — repuso Gabriel, y le golpeó las piernas con una rama vieja del
suelo.
—¡AAGH!
—Detente unos momentos, Gabriel.
—Como usted diga, mi señor.
—Fernando, Fernando, Fernando... ¿De dónde saliste?
—De las piernas de mi madre, supongo —bromeó el diablo con una risa
entrecortada por la sangre en su boca.
—Muy gracioso, sí, muy gracioso —contestó la muerte, impasible por
dentro y por fuera—. Permíteme confesarte algo: ya intenté matarte; pero
no pude.
El diablo rio; sin embargo, una piedra golpeándole la sien detuvo de
inmediato su burlona risa.
—Lo siento… Es broma, no lo siento —se mofó Gabriel, apoyado en otro
marchito árbol de aquel sombrío bosque.
—Por favor —habló la muerte, pidiéndole que se comportara—. Fernando,
mi conocimiento es más grande que aun el del ser más inteligente de esta
realidad insignificante; no obstante, ignoro por alguna razón tu verdadera
procedencia, incluyendo la de tus poderes… Como recompensa…, te
concederé el honor de unirte a mis filas para que realices mis quehaceres.
—¡¿QUÉ?! —saltó Gabriel, incrédulo.
—Sin embargo —continuó la muerte—, tendrás que pasar ciertas pruebas.
—No me interesa el trabajo, gracias —escupió el diablo junto con un poco
de sangre.
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En eso, se escuchó un disparo que atravesó la frente de Gabriel. El diablo
de Estocolmo empezó a reír cuando notó que éste ni siquiera parpadeó—.
¿No eras alérgico a mis balas?
—Ya no puedes acribillarme, imbécil —se jactó Gabriel mientras su rival
volvía a guardar la escuadra blanca tranquilamente, pues las sogas que
antes sujetaban sus muñecas, ahora se encontraban calcinadas.
—Oigan, ¿era necesario destrozarme la camisa? La acababa de comprar —
bufó teatralmente enojado, y apareció otra camisa idéntica con tan solo
sacudir un poco su lívida mano—. ¿Ya me puedo ir?
—No —repuso la muerte—. Veo potencial en ti. Te unirás a mí aunque no
lo quieras —sentenció. De pronto, la oscuridad que conformaba su cuerpo
se movió de tal manera que una delicada hebra negra tocó el pecho todavía
descubierto del diablo, y le tatuó la misma marca que portaba Gabriel.
—¿Entonces iba en serio?... ¡Maldición! ¿Por qué obligar a alguien a que
haga lo que quieres sólo porque crees que tiene potencial? ¡Qué molesto
eres!
Gabriel soltó una risa a secas, volteando los ojos.
—Ahora que eres parte de mi ejército, tu primera encomienda será enviar a
mi inframundo a las almas que has dejado en la Tierra.
—¡No! ¡Dije que no haría lo que tú quieras! ¡Gusakee se queda conmigo,
he dicho!
—El niño me pertenece. No puedes ir en contra de la naturaleza. Naces,
vives, mueres. El niño ya murió, es hora de que esté con los demás
muertos.
—¡No!
—Fernando...
—¡No! Gabriel también era un alma en pena gracias a mí, y, sin embargo,
lo dejaste quedarse.
—Decidí dejar a Gabriel aquí para que pudiera buscarte y vengar su
interrumpido descanso que por naturaleza se merecía y que tú le
arrebataste.
95
—¡Eso no es justo! ¡Exijo justicia! ¡Quiero a mi mascota conmigo para
siempre!
—El niño no es una mascota, Fernando.
—¡Sí lo es! ¡Me sigue a todos lados y me da la pata si se lo pido! ¡No
juzgues a mi mascota sólo por ser un humano, maldito racista de mierda!
—Eres… irritante —suspiró Gabriel, impaciente.
—Mmm… … … ¡Lo tengo! Déjame conservar a Gus y te daré otra alma a
cambio.
—No hay alma en este planeta que me importe más que otra. Todas me
importan lo mismo, Fernando.
—Te equivocas —El diablo de Estocolmo sonrió ampliamente—. Deseas
mi alma, lo veo en tus… Bueno, si tuvieras ojos, sé que podría ver en ellos
tu deseo.
—… … …Interesante…, interesante, muy interesante... ¿En verdad eres
capaz de entregarme tu alma sólo para preservar la del niño?
—Sin dudarlo… ¿Nos vamos ya? Quiero conocer el paraíso.
—Claro.
—¡¿Qué?! ¡¿Así de fácil?! —exclamó Gabriel, atónito, desconcertado—.
¿Tanto alboroto para vencerte tan rápido? ¿En serio te entregarás para
dejar que aquel mocoso se quede en la Tierra, siendo que podría estar
mucho mejor en el paraíso?
—Sí —repuso el diablo de inmediato—. No obstante —se apresuró a decir
cuando la muerte extendió su brazo de oscuridad para tomar el suyo—, lo
haremos a mi modo, con un trato: te entregaré mi alma para que me lleves
a conocer por fin el paraíso a cambio de permitir que Gusakee Yomimoto
sea un alma libre por toda la eternidad y sólo pueda morir plenamente
cuando yo lo decida. ¿Trato hecho?
—¿Cambiar el alma del mismísimo diablo de la humanidad por la
insignificante alma de un tonto niño? ¡JA! ¡Trato hecho! —contestó
resueltamente la muerte.
Un parpadeo más tarde, El diablo de Estocolmo apareció junto con su
enorme sonrisa en un lugar totalmente diferente al viejo y sombrío bosque
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en el que antes se encontraban.
Enseguida de él se hallaba un perplejo Gabriel y una satisfecha muerte.
—¿Q-qué…, qué le p-pasó a mi marca? —inquirió Gabriel, aterrado.
El diablo bajó la mirada y notó que en su pecho tampoco estaba su tatuaje
nuevo.
—Gabriel, encontraste a Fernando y lograste tu venganza. Fernando,
decidiste morir a cambio de tu amigo…
—Mascota.
—Ninguno de los dos necesitará el poder que antes estuve dispuesto a
darles. Vayan, pues, a descansar por toda la eternidad. El paraíso les
pertenece ahora.
—Gracias; pero mejor regresaré a la Tierra. Esto se ve muy aburrido… El
ambiente está demasiado muerto.
—No podrás hacerlo, me entregaste tu alma, Fernando. Por fin has muerto,
le perteneces al paraíso, a la muerte.
—No, amigo mío, no. El trato era: «Te entregaré mi alma para que me
lleves a conocer por fin el paraíso». Jamás dije que aceptaría morir ni
quedarme eternamente aquí. Claramente dije que me llevarías a conocer
por fin el paraíso. Pues ya me trajiste hasta acá, ya lo conocí, y ahora
volveré a mi hermosa, mundana e inmunda vida en la Tierra. Como podrás
notarlo, fuiste un estúpido... Gabriel, tú también. ¡Hasta nunca!
—¿Q-qué? ¿C-cómo…?
—¡MALDITO HIJO DE PERRA! —gritó el alma de Gabriel cuando el
diablo desapareció de aquel blanco, vacío e inefable lugar: el paraíso.
XLIII
—¡Jaja! Pobres ilusos. Nadie le gana al diablo…, nadie…, nunca…,
97
nadie, nunca, nadie, nunca, nadie, nunca… —canturreaba en sus
pensamientos—. Mmm…, ¿dónde estará ese tonto de Holm? —se preguntó
después mientras caminaba tranquilamente por la nada, intentando ver algo
más que eso—. ¡HOOOOLM!
—¿Me llamaste?
—¡Oh, mierda! ¡Carajo, Holm, me asustaste!
—¡Jaja! ¡Diablo! ¡Qué gusto verte! ¿Qué haces aquí? ¿Moriste?
—¿En serio te da gusto verme? Eeeh, no, no morí. Es una larga historia.
—¡Claro que me da gusto verte! ¡Gracias a ti, ahora estoy aquí! Este lugar
es genial: lleno de abundancia, tranquilidad, felicidad. Aquí no necesito
drogas, alcohol, sexo, ¡nada! ¿No es grandioso? ¡Mira, mira! ¿Ves ese
árbol de allá? ¡Da chocolates!
—¿Cacao?
—¡No! ¡Da chocolates, chocolates de verdad! En ese árbol crecen
chocolates de leche, chocolates con nuez, chocolate amargo, chocolates
con avellanas, chocolate blanco, chocolate con chocolate, etcétera.
¡¿Verdad que es genial?!
—¡Vaya, sí!... ¿Qué árbol? No veo ningún árbol.
—¿Cómo que no ves ninguno, diablo? ¡El árbol de allá!
—Mmm… No, no veo nada. Creo que te volviste loco. Aquí no hay
absolutamente nada.
—¡Pero si estamos en el paraíso! ¡Mira, allá está mi familia! ¡Hola, mamá,
papá! ¡Él es el amigo del que les hablé!
—Holm…, allá no hay nadie —susurró el diablo, desconcertado.
—Debes de estar bromeando, hermano —repuso Holm entre risas—.
Siempre fuiste muy gracioso. Pero, bueno, ya tengo que irme. Nos vemos
luego, amigo. ¡Esperaré con ansias esa larga historia de cómo llegaste
aquí! ¡Hasta pronto! —se despidió eufórico, sacudiendo su mano en el aire.
El diablo, aterrado, vio cómo Holm se perdió a la distancia, en la nada, y
decidió que era hora de regresar a la Tierra.
—Este lugar es una locura —musitó conmocionado—. Un momento —
98
pensó—. ¿Estará ella aquí?… … … N-no, no, mala idea. Mejor me voy.
XLIV
—¡Señor!
—¡Ey! ¡Hola, Gus!
—¿Dónde estuvo todo este tiempo?
—… Es una larga historia. ¿Quieres oírla? Bien, te la contaré: todo
empezó hace algunas semanas, cuando conocí a un tipo que quería violar a
una… —Y se lo contó.
—¡Vaya! ¿En verdad pudo engañar a la muerte? Oh, espere…, ¿soy su
mascota?
—¡Y entonces me dijo que había un árbol de chocolate! Me hubiera
encantado verlo… Qué extraño, ¿no? ¿Por qué crees que no pude ver
nada?
—Eeeh…, no lo sé. ¡Ah! Una vez leí en un libro que, y cito: «Los ojos de
un vivo jamás podrán ver lo que los ojos de un muerto ven».
—¿En serio? ¿Quién fue el imbécil que escribió eso? Bueno, como sea.
¿Sabes qué haremos ahora que nos deshicimos de la muerte?
—¿Qué cosa, señor?
—¡Ir a matar a los que me secuestraron! Gus, toma tus cosas, nos
mudaremos un tiempo a Canadá.
—Pero ya no tengo nada.
—Perfecto. Así nos largaremos de aquí más rápido. ¿Estás listo?
—¡A la carga!
99
XLV
—¡Toc, toc! —exclamó el diablo al abrir la puerta de una patada.
—¿Quién es? —preguntó Gus.
—¡MIS PUTAS BALAS! —repuso El diablo de Estocolmo, gritando,
jalando gatillos, quemando cartuchos, disparando a quemarropa, a diestra y
siniestra; destrozando todo lo que veía a su paso.
La acribillación («Acción y efecto de acribillar» ¡Daah!... ¡¿Me estás
leyendo, RAE?! Incluye esa maldita palabra en tu diccionario. ¡Carajo!...
… … Por favor, ¿sí?) duró un minuto entero. Cuando todo terminó, el
diablo notó que no había nadie en aquel laboratorio.
—Qué extraño —susurró Gusakee.
—¡Gus! ¡Dijiste que recordabas dónde me habían tenido secuestrado!
—¡Sí, sí! ¡Mire, allí está la camilla! Pero… parece que se fueron.
—No hay absolutamente nada ni nadie, gusano.
—Tal vez imaginaron que se daría cuenta de todo y decidieron esconderse,
señor.
—Bien pensado —atajó el diablo chasqueando los dedos—. Mmm…
¿Dónde se habrán metido? ¡Gus! Si tu fueras un idiota que secuestró al
diablo y tienes miedo de que éste te encuentre, ¿dónde te esconderías?
—Yo… Mmm… Tal vez… Mmm… Podría ser…; pero… ¡Lo tengo! ¡En
Tokio! ¡En el departamento del diablo!
—¿Qué? ¿Por qué harí…? ¡Ooooooh! Entiendo... ¡De vuelta a Tokio!
—¡A la cargaaaa!
XLVI
—¡Toc, toc! —exclamó el diablo al abrir la puerta de una patada.
100
—¿Quién es? —preguntó Gus.
—¡MIS PUTAS BALAS! —repuso El diablo de Estocolmo, gritando,
jalando gatillos, quemando cartuchos, disparando a quemarropa, a diestra y
siniestra; destrozando todo lo que veía a su paso.
La acribillación duró un minuto entero. Cuando todo terminó, el diablo
notó que no había nadie en aquel departamento—. ¡Mierda, Gus!
—Pensé que usarían su idea.
—Una excelente idea, por cierto. Pero al parecer no son tan inteligentes
como yo… ¿Dónde estarán esos dos?
XLVII
—Te dije que no nos encontraría.
—Lo admito, sí, esta vez estuviste a un paso adelante del diablo, Rigo.
—Fue fácil. Tal vez pueda aparecer en cualquier lugar que pase por su
cabeza; pero jamás pensará que estamos en un laboratorio bajo el agua.
—Lo…, lo siento, Rigoberto. Fui una tonta, no debí tratarte así. Tú…
—Está bien, olvídalo —DeShields esbozó una indulgente sonrisa.
—¿Le contarás todo a Aaron?
—…
—Rigo, entiendo que…
—Apártate, por favor, Des. No hagas esto más difícil. Mi padre corre
peligro en Canadá, tengo que contarle todo y traerlo aquí.
—Rigo, sólo déjame…
—No…, Des…, no lo… hagas.
—Déjame hacerlo. Quiero… agradecerte… por todo.
Lo besó.
101
XLVIII
—¿Y qué haremos ahora, señor?
—Mmm… … … No lo sé... … … ¿Será que ellos…? ¿Tienes hambre?
—¡Sí…! Ah…, no, no tengo. Olvidé que…
—Ya te acostumbrarás. Vamos, acompáñame por una pizza.
—¿Adónde iremos?
—¿Adónde? ¡A Italia! ¿Adónde más?
—¡Genial!
XLIX
—Bienvenido a Nápoles.
—Nápoles…
—En Nápoles, Italia, nació oficialmente la pizza… ¡¿Quieres ir a la
primera pizzería del mundo?!
—¡Siiií!
—Pues no sé dónde está. Mejor vamos a otra. De cualquier forma, tú no
conseguirás probar la pizza.
—Oh…, está bien.
L
—¿Está rica la pizza, señor?
—¡Carajo! ¡Esta pizza está deliciosa!
—… Me alegro por usted, señor.
—¡¿Deliciosa?! ¡Quise decir exquisita! ¡Por un demonio, es perfecta! ¡Oh,
102
qué pizza tan sublime! ¡Este queso, esta salsa, esta masa! ¡La comería todo
el dí…! ¡¿Qué…?!
¡Demonios! ¡¿Qué mierda es esto?! —gritó encolerizado. Después bajó la
voz para dirigirse sólo a Gusakee—. Mira y aprende… ¡¿Cómo es
posible?! ¡Esto es una burla! ¡Una estúpida burla! —Y al levantar la última
rebanada de pizza que quedaba, apareció una zarigüeya muerta en su
plato—. ¡MESERO! ¡VEN ACÁ!
—¿Qué necesita, caballe…? ¡Oh, mierda! ¡¿Qué es eso?!
—¡Yo me pregunto exactamente lo mismo! ¡¿Por qué hay una zarigüeya
en mi comida?!
—Y-yo… N-no… N-no es p-po… P-pero…
—¡No pienso pagar ni un centavo por esta pizza! ¡Me largo de aquí! ¡Todo
el mundo se enterará de esto en redes sociales! ¡Son unos cerdos
asquerosos!
—N-no se preocupe, s-señor. Le pido una d-disculpa por…
—¡Adiós! ¡Pizzería tercermundista!
LI
—¿Cómo lo hizo?
—Es un viejo truco. Primero les elevas el ego con halagos, y luego
provocas que se sientan apenados por algo que no cometieron, pero que
creen que sí. Eso te asegurará que no sospechen de un posible fraude de tu
parte. Psicología básica —se vanaglorió—. Lo admito, no siempre
funciona; pero corrimos con suerte hoy, Gus, no tengo nada en los
bolsillos. Será mejor que haga algo al respecto, no se puede ir por esta vida
sin dinero en mano.
—¿Irá a conseguir más dinero, señor?
—Sí. Te enseñaré cómo asaltar sin sufrir represalias. Mira, ese sujeto de
allá será mi víctima.
—¿Cómo escoge a sus víctimas, señor?
103
—Intuición, a veces improvisación, no lo sé. Por ejemplo, ese de allá me lo
dijo su cara: pide a gritos que alguien lo estafe… o lo golpee. Sígueme y
pon atención.
—Sí.
—¡Oye, tú!
El joven, de aproximadamente 20 años, volteó sobre su hombro y se
detuvo.
—¿Yo?
—Sí, tú. ¿Esto es tuyo? —le preguntó el diablo, mostrándole un billete de
500 euros que había aparecido en su mano un pestañeo antes de hablarle al
muchacho—. Creo que lo vi caer de tu pantalón mientras caminabas.
—E-eh, sí…, sí, muchas gracias.
—Oye…, espera un momento. ¿Me estás mintiendo?
—No, no, sí es mío.
—¿Por qué estás tan nervioso?
—S-sólo estoy feliz por haber recuperado mi dinero. G-gracias.
—No, mientes. Este billete no es tuyo, ¿verdad?
—¡Te lo juro, te lo juro, es mío! Lo acabo de retirar de un cajero
automático.
—Mira, vamos a hacer algo: sigo sin creer que este billete sea tuyo. Quizá
se le cayó a otra persona, así que podría quedármelo para comprarme
algo… Pero te lo daré.
—¡¿En serio?! Q-quiero decir…, sí, sí, claro, me pertenece.
—No obstante…
—¿Qué?
—A cambio, me llevaría un mal sabor de boca por pensar en la posibilidad
de que me estés mintiendo y haber perdido 500 euros. Si me das algo de lo
que traigas en tus bolsillos, me iré más tranquilo y tú te llevarás este
billete. Ya quedará en tu conciencia si mentiste o dijiste la verdad.
—¡Oh, sí, sí! Tengo… Mmm… 32…, 47…, ¡66 euros! Toma, quédatelos.
—¿Sólo 66?... ¡Bah! Está bien. No pareces tan mal muchacho. Confiaré en
104
que tus padres te enseñaron a ser un hombre honesto.
—¡Claro! Gracias por devolverme mi billete. ¡Hasta luego!
Y aquel joven se alejó.
—Estúpido rarito. ¿Lo viste, Gus?
—Eso fue gracioso —le dijo el chico, reprimiendo una carcajada con las
manos.
—¿Ves qué fácil es conseguir dinero? Aquel idiota obviamente prefería
perder unos cuantos euros que 500. Lo que nunca se imaginó el muy
imbécil fue que era un billete falso, así que no sólo quedó como un maldito
embustero, sino que sus mentiras le costaron 66 euros... Pan comido.
—Señor…, una pregunta: si puede aparecer lo que sea y apareció la
zarigüeya y ese billete falso en su mano, ¿por qué no creó algunos billetes
reales para ahorrarse problemas?
—Oye, no, eso está mal, es como lavado de dinero, como un delito. Deja
de pensar así, Gus.
—Lo siento, señor.
—Te perdono. Además, para aclarar, todavía no puedo aparecer lo que sea,
solamente cosas pequeñas. En fin… Vayamos por más diversión.
—¿Adónde iremos ahora?
—Necesito una computadora.
—¿Comprará una con el dinero que consiguió?
—No, obviamente no. ¿Alguna vez has visto una computadora de 66
euros? Por favor, Gus, no digas tonterías. Con este dinero compraré un
automóvil deportivo.
—¡¿Un automóvil deportivo?!
—¡Jaja! ¡Qué ingenuo! Claro que no, sólo estoy bromeando.
—Oh…
—Pero lo que sí necesito conseguir, sea como sea, es un submarino.
—… … … ¿Esa es otra de sus bromas?
—No, en verdad necesito uno. Sospecho que Bundy y Rigo se esconden
bajo el mar.
105
Pero mientras El diablo de Estocolmo y su fiel mascota caminaban en
busca de una biblioteca, alguien se acercó a ellos. Era un hombre de corta
edad, tenía el semblante trastornado, la mirada trémula como sus manos,
encorvaba la espalda y llevaba un arma escondida en el pantalón.
—B-buenas tardes, señor.
—Buenas tardes, joven. ¿En qué le puedo ayudar?
—Necesito…, necesito que me dé todo lo que tenga.
—¿Disculpa?
—E-esto…, esto es u-un asalto, señor. Por favor, no quiero hacerle daño, s-
sólo deme lo que lleve en sus bolsillos —sollozó.
—¿Estás… tonto? ¡Vete de aquí, idiota! —lo reprendió el diablo,
despojándolo de la pistola con un fugaz movimiento.
—L-lo siento, lo siento, no dispare, por favor.
—¡Largo! ¡Y busca un trabajo, maldito holgazán! —le gritó, arrojándole la
pistola (ya sin balas) en la cabeza.
—Ese sujeto se veía muy asustado, señor —opinó Gus cuando se quedaron
nuevamente solos y volvieron a lo suyo: caminar.
—Estos jóvenes de ahora sólo buscan el camino fácil. Qué vergüenza —
pensó el diablo en voz alta, exasperado—. Nunca seas como esos
estúpidos, Gus.
—Ya no puedo serlo, señor, estoy muerto.
—Ah…, tienes razón. Sigue caminando.
LII
—¡Vaya! ¿Esto es una biblioteca?
—Así es. ¿Nunca habías entrado a una?
—No, nunca. ¡Qué bonita es!
—Pero no grit… Ah, olvídalo, nadie puede escucharte.
106
—¿Y cómo encontrará un submarino aquí, señor?
—Aquí no encontraré el submarino, encontraré la computadora que me
permitirá buscar el submarino.
—Oh, genial.
—¿Sabes usar una computadora?
—N-no…, nunca he usado una —confesó Gus, apenado.
—¿Te gustaría usar esa de…? Ah…, olvídalo, recordé que estás muerto.
—Esto de estar muerto comienza a ser un poco aburrido, señor.
—¿Sabes por qué piensas eso? Porque no le has sacado provecho a tu
condición.
—¿Y qué podría hacer estando muerto? No puedo comer, no puedo
dormir, no puedo tocar nada. Esto apesta.
—Pero no puedes oler, Gus, estás muerto.
—¡En sentido figurado!
—¡No me grites, gusano!
—Oh, lo siento, señor, me exalté.
—Te perdono.
—Gracias, señor.
—De nada… Mira, tú puedes desaparecer y aparecer en cualquier lado,
¿no? Eso no lo pueden hacer los vivos… También puedes atravesar cosas,
volar, estar en cualquier planeta…,
—¡¿Volar?!
—Obviamente, Gus. ¿Qué clase de muerto no puede volar?
—¡¿A cualquier planeta?!
—¡Pff! ¿Alguna vez he dicho mentiras?
107
CAPÍTULO 5
VIVA LA MUERTE
—¿Y p-puedo…, puedo ir a la Luna?
—Eeeeeeh… Claro. Te esperaré aquí.
—¡Genial! ¡Muchas gracias, señor!
—Sí, sí, sí. De nada. Adiós. ¡Uff! Por fin me deshice del niño.
Y en cuanto Gusakee desapareció, el diablo encendió la computadora,
entró a navegación privada y buscó aquello que todo hombre busca en
internet cuando está completamente solo… … …:
«#VentaIlegaldeDinosaurios».
El diablo de Estocolmo se inclinó en la silla para esperar respuestas. Sólo
tardaron un par de segundos en llegar.
«¿En qué te podemos ayudar?», apareció en una ventana negra emergente.
«Necesito de LA Venta Ilegal de Dinosaurios. ¿Dónde puedo
encontrarlos?», escribió el diablo. «Nosotros te encontraremos», le
respondieron. Medio minuto después, otro mensaje apareció en la pantalla:
«Sal de la biblioteca, te estamos esperando en el callejón de la avenida
adyacente».
El diablo desconectó la computadora, se puso de pie y apresuró el paso
hacia la salida.
—¿Se va tan pronto, joven? —le preguntó la anciana encargada.
—Mi computadora tiene Un Virus Amiba. Me largo.
—Oh…, lo sentimos mucho —susurró la anciana, y colocó un pequeño
costal blanco sobre el escritorio.
108
El diablo lo tomó discretamente y se fue.
LIII
—Detente ahí, no te acerques demasiado. ¿Tienes la UVA?
—Aquí está.
—Bien… ¿Qué deseas?
—Encontrar a alguien.
—Di su nombre.
—Fernanda Desirée Bundy.
—Bien… Recibirás la información dentro de un máximo de 12 horas. «La
VID es vida. La VID está contigo. Pronto recibirás noticias de La VID».
Adiós.
Luego de aquello, el encapuchado de negro arrojó algo al suelo, lo cual
provocó un cegador destello que no le permitió al diablo ver adónde se fue
aquel par de extraños sujetos.
—¡Jojo! Qué muchachos tan dramáticos… Me caen bien —rio, y dio
media vuelta para regresar caminando a la biblioteca; no obstante...
—¿Quiénes eran, señor?
—¡Ay, cabrón! No aparezcas así, Gusakee.
—Oh, lo siento, señor.
—Te perdono… Oye, ¿por qué no estás en la Luna?
—No pude llegar —repuso Gus frunciendo el ceño.
—¿No? ¿Por qué?
—Yo qué sé —bufó Gus, enojado.
—¡Ey! No me hables en ese tono.
—… Lo siento, señor —contestó Gus casi a regañadientes.
—Te perdono.
—Gracias, señor.
109
—De nada, Gus. Mierda, cada vez está más implacable... Creo que será
mejor que…
—¿Y con quiénes hablaba, señor?
—Con… unos viejos amigos… ¿Sabes? Tienes razón. Eso de estar muerto
apesta. Te regresaré a la vida.
—¡¿En serio?!
—¡NO! —se escuchó una aguardentosa voz, como un trueno. Una
nubosidad impenetrable se había apoderado del cielo. Las tinieblas habían
caído desde las nubes, y en medio segundo tocaron suelo—. Evades la
muerte…, impides que almas inocentes tengan su merecido descanso…,
me engañas…, te burlas de mí y… encima… pretendes revivir a alguien.
¡No! ¡No, no y no! ¡NO! ¡NUNCA TE LO PERMITIRÉ! ¡Te condeno,
Fernando Luciani Sansixto, a servirme como nadie más me ha servido a lo
largo de esta efímera eternidad! ¡AHORA TÚ SERÁS LA MUERTE!
—Yo no quiero ser la muerte —respingó de inmediato el diablo, buscando
el origen de aquella voz entre los rayos del oscuro firmamento.
—Aunque no lo quieras, tomarás mi lugar hasta que perdone tu osadía
vulgar.
—¡Pues no, no y no para ti también! ¡Estoy buscando a alguien! ¡No puedo
distraerme con otras cosas!
—Sé a quiénes buscas. Están escondidos en un laboratorio submarino en el
océano Pacífico.
—¡Sí! Lo sabía —se vanaglorió el diablo, agitando el puño.
—Pero no irás a ningún lado —lo detuvo la muerte, apareciendo frente a
él, cuando se disponía a desaparecer.
De pronto, la mirada del diablo cambió, sus pupilas se dilataron
desmesuradamente, su ropa se tiñó de tinieblas, su lívida piel se cubrió de
marcas negras, y en su pecho se dibujó el mismo símbolo de la cruz
invertida con la guadaña; sin embargo, en esta ocasión aquella marca se
formó con la sangre de su cuerpo.
—S-señor…, ¿se encuentra bien?
110
—¿Qué es… esto? —susurró El diablo de Estocolmo con una mirada
conturbada.
—Cada vez que alguien esté en peligro, sentirás unas incontrolables ganas
de estar cerca. Cada vez que alguien sea demasiado feliz, sentirás unas
incontrolables ganas de probar su fortaleza. Cada vez que alguien te quiera
a su lado, sentirás unas incontrolables ganas de abrazarlo —recitaba
aquella silueta negra: la muerte—. De ahora en adelante, sentirás lo que yo
siento, harás lo que yo hago, existirás como yo existo. —Y al término de
esas palabras, las tinieblas desaparecieron.
—Señor…, señor…, ¿me escucha?
—¡Ssh! Gus, calla. Los vas a asustar.
—¿De qué habla, señor?
—Allá, allá y allá también… ¡Mira! Allá, allá, allá y allá. ¿No lo ves? ¿No
lo ves? ¿En verdad no lo ves? Mira allá, esos dos. Ve al de allá y a ellos.
¿Los ves a todos? Los de allá, allá, aquel y ellas. También allá y los de por
allá. Y allá, esos de allá también…
Los ojos del diablo se movían frenéticamente.
—Sólo veo personas caminando, señor.
—Todas ellas están a punto de morir.
—¡¿Todas?! ¿Cómo lo sabe, señor?
—N-no lo… sé… Yo sólo…
Y en eso…, una explosión.
En tan solo un parpadeo, decenas de personas terminaron calcinadas,
edificios enteros se convirtieron en nada, las avenidas pasaron de ser
elegantes calzadas a un descomunal cráter repleto de almas. En aquel sitio,
a unos cuantos metros del diablo y su fiel compañero, una bomba nuclear
había sido detonada; pero ninguno de los dos anteriores se vio afectado en
lo más mínimo, pues ni el diablo ni su pequeño amigo estaban, de ninguna
forma, vivos.
Una decisión fue lo que separó a El diablo de Estocolmo de una
111
insoportable agonía aquella tarde. Jamás se imaginó que así sucedería, que
la presencia de la muerte sería su salvación.
—A-algo exp-plotó —titubeó Gusakee, aterrado.
—Necesito… estar cerca —siseó el diablo con la mirada fija en la nada.
—¡Señor, espere!
—Atrás. Déjame solo.
—P-pero, señor…
—Descansa ahora, pobre alma —susurró el diablo al acercarse a una de las
miles de personas—. Descansa ahora, pobre alma —iteró frente a otro
muerto, cerrando los ojos y alzando sus pálidos brazos a la altura de los
hombros. Posteriormente, las almas ascendían con rapidez al cielo, donde
se perdían de vista.
Gus retrocedió un poco. Ver aquella zona de desastre lo hizo perder la
noción. Sin embargo, cuando El diablo de Estocolmo se detuvo frente a
otro grupo de almas, el pequeño Yomimoto dio en ello.
—¡Señor, señor! ¡Alguien…! ¡Creo que alguien intenta matarlo!
¡Seguramente esos dos tontos quieren deshacerse de usted!
—¿Qué?
—Piénselo: ¿por qué habría una explosión justo en el lugar donde se
encuentra? Esos dos lo secuestraron, experimentaron con usted y le
hicieron creer cosas que no eran ciertas. ¡Tienen miedo! ¡Esos imbéciles
tienen miedo de que usted los encuentre!
—No hay tiempo para eso. Tengo que seguir.
—¡Pero, señor…! ¡Por favor, hágame caso! ¡Carajo!
—¡Mierda! Ahora sé por qué tanto interés por no perder a ningún alma.
Dirigirlas se siente… bien, se siente… revitalizador... Pero… Gus tiene
razón. ¡No! Tengo que seguir dirigiendo almas, no se van a dirigir solas.
Necesito hacerlo yo, necesito sentirlas…, necesito absorber su energía…,
su extinta vitalidad… ¡Gus tiene razón! ¡NO! ¡QUE TE CALLES! ¡Luego
habrá tiempo para venganzas! ¡Concéntra…! Será sólo… ¡No! ¡No! ¡No!
112
¡No! ¡No! ¡YAAA! Respira…, respira… Inhala…, exhala..., inhala…
LIV
—¡ERES UN ESTÚPIDO!
—¡CÁLLATE! ¡TENÍA QUE HACERLO!
—¡MATASTE A PERSONAS INOCENTES!
—¿Y QUÉ? ¡¿Y QUÉ, EH?! ¿ACASO NO ERES CAPAZ DE
ARRIESGAR UNAS
POCAS VIDAS PARA SALVAR A MILLONES?... ¡El imbécil de Aaron
no pudo controlar la situación! ¡No pudo controlar ni a sus propias perras,
maldita sea! ¡Todos le vieron la cara! ¡Tenían al diablo y lo dejaron
escapar!
—…
—Ya quita esa expresión de estúpida rabieta. ¡Fue la mejor decisión que
pudimos tomar! ¡Admítelo!
—¿Pudimos tomar? ¡¿Pudimos tomar?! ¡NO! ¡TÚ TOMASTE ESA
DECISIÓN!
—¡Pues algún día me lo agradecerán! ¡Mira! ¡Tu diablo ya no existe!
¡Funcionó! Fin del problema.
—E-eh…, honorable señor p-primer min…
—¡YA! ¡¿Qué quieres?!
—¿N-no es e-ese el d-dia-b-b…?
Varias detonaciones se escucharon repentinamente en la sala, seguidas de
algunos gritos ahogados.
—Debí haberte matado hace mucho tiempo, escoria repugnante.
—¡¿Q-qué hiciste, Darcy?!
—¡El imbécil de John se suicidó después de ver lo que ocasionó su error!
¡¿Entendido?!... ¡SE-SUICIDIÓ! ¡USTEDES ESTÁN DE TESTIGOS!
113
Todos asintieron, unos nerviosos, otros temerosos, y unos pocos
orgullosos—. Llamen al presidente de Italia y díganle que lo esperaré en
mi despacho. ¡Muévanse, inservibles!... ¡Y limpien este desastre!
LV
—Vamos, señor, tiene que detenerse. No puedo seguirlo por toda la
eternidad.
—Haz lo que quieras, Gus. Yo… necesito… saciar mi ansiedad.
Necesito… guiarlos al Cielo.
—Pero tiene que haber una forma de liberarlo, señor. Piense.
—Apártate. No me dejas observar aquellas almas.
—Mmm… … … ¡Demonios! No se me ocurre nada —susurró el
muchacho, impaciente.
—¡Oiga! ¡Señor! ¡¿Me escucha?! ¡¿Se encuentra bien?! —gritó alguien a
lo lejos, incrédulo. Luego, ambulancias, helicópteros, aviones y demás
comenzaron a rodear el lugar.
—Señor, creo que las personas pueden verlo.
Y, entonces, el diablo desapareció para los ojos de los vivos, no para la
mirada de los muertos.
LVI
Minutos antes:
—Perdimos la señal, jefe.
—Sigan el protocolo de emergencia.
—¿Qué salió mal?
114
—Interceptaron el llamado de «AnZ_049».
—Sabía que era mala idea permitirle seguir en la organización.
—Él no tiene la culpa, Akira. Los gobiernos de todo el mundo están
buscándolo.
—¡Eso nos pone en peligro a nosotros!
—No si lo tenemos a él de nuestro lado… ¿A quién prefieres? ¿Al hombre
o al diablo?
LVII
—¡Señor! ¡Señor! ¡Vamos, voltee!
—Ahora no, Gus.
—… … … ¡Quiero morir! ¡Quiero conocer la muerte! ¡Diríjame al Cielo,
por favor!
—… … … ¿Eh?
—Usted es la muerte, su trabajo es llevarse a las almas de todos los
muertos. Lléveme a mí también, por favor.
—… P-pero…
—¡Haga su trabajo y mándeme al Cielo!
—… Es… cierto… Tienes razón.
El diablo se detuvo y dio media vuelta.
—¿Lo hará? ¿E-en verdad lo hará?
—Tengo que… ¿hacerlo? —musitó el diablo, desconcertado,
confundido—. Es mi deber.
Gusakee estaba aterrado; pero sostuvo su postura. Tenía un plan.
—¿Entonces aquí termina todo? ¿Esta será la última vez que lo veré?
—… Tú… tienes que… Yo… A menos que…
115
Un pestañeo después, la escuadra maldita cayó al suelo. El diablo se
miraba las manos con irresolución. Le había disparado al pequeño
Yomimoto en el pecho. Éste, luego de una profunda inhalación, levantó la
mirada.
—Siento… hambre… … … ¡Estoy vivo! ¡Estoy vivo! ¡Sí! ¡Genial!
¡Muchas gracias, señor! ¡Muchas gracias! ¡Me revivió!
—Tengo que seguir dirigiendo almas —repuso el diablo, abstraído, y algo
distraído, en su propósito.
LVIII
—¡Primer ministro!, mire esto… No es posible, ese niño apareció de la
nada... ¿E-está sonriendo?
—¿Pero en qué mierda nos hemos metido? ¡Este mundo… se está
volviendo loco!
—Y-yo m-mejor me largo.
—¡No! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡No juegues con eso!
—¡No estoy jugando! ¡Estoy harto! ¡Lo siento! ¡Díganle a mi madre que
me perdone!
—¡No lo hagas, Frank!
Pero el soldado se disparó.
LIX
—Así que están escondidos en el océano Pacífico. ¡Los encontraré! —
116
bisbiseó Gus, decidido—. ¡Volveré pronto, señor! ¡Lo sacaré de esta! —le
gritó al diablo cuando ya se había alejado varios metros corriendo; sin
embargo, éste ni siquiera le prestó atención.
—¡Oye, niño, por acá! ¡¿Necesitas ayuda?! —exclamó un paramédico,
más que perplejo, al ver que un chico había salido vivo de la zona de
impacto de una bomba nuclear.
—¿Eh? No, no, estoy bien. Yo… acabo de llegar. ¡Esto es espantoso! —
mintió Gus, y siguió corriendo, evadiendo los brazos de militares. Pero sus
forcejeos no funcionaron por mucho tiempo…
—Gus se fue… No importa, tengo que seguir guiando a las almas —
pensaba El diablo de Estocolmo, ignorando asimismo a la multitud que
empezaba a rodearlo sin advertir su intangible presencia. De pronto, un
llanto.
El diablo volteó hacia un lado y vio a una mujer de rodillas en el suelo;
lloraba desconsolada. No obstante, la ignoró y siguió enviando almas al
Cielo. Después de un rato, los sonidos aquí y allá; los llantos, clamores,
sirenas, todo eso fue demasiado. Intentó seguir haciendo su trabajo, no
darle importancia a aquello; pero la presencia de una pequeña familia de
jóvenes integrantes fue la gota que derramó el vaso.
El diablo de Estocolmo se acercó a ellos. Estaban los 3 sentados, tomados
de las manos con la cabeza agachada, esperando su momento. Era un
padre, una madre y su pequeña hija en brazos. Hace apenas unos instantes
aquella tercia de turistas disfrutaba del italiano paisaje; pero en su presente
ya sólo había cabida para otro viaje.
Fernando Luciani se inclinó detrás de la terna. Los miraba con interés.
Posteriormente, se arrodilló y los observó en silencio durante algunos
segundos. Hombre y mujer rezaban entre siseos. El padre, un joven de 2
décadas y media, sintió una ajena presencia y alzó la mirada poco a poco.
—Llévanos, por favor —gimoteaba—. Llévanos ya.
El diablo escuchó a la perfección aquellos frágiles lamentos. Ese
117
«llévanos» le supo a un implorante «libéranos». Entendió, pues, que
mientras un muerto sigue pisando la Tierra, sigue sufriendo la pérdida,
sigue soportando la pena. Sólo hasta que llegan al Cielo se olvidan de la
tristeza… De pronto, sintió que no estaba solo. Allí se percató de que se
encontraba en un cráter de varios kilómetros diametrales. En el interior de
éste se hallaban decenas de personas, no sólo muertas esperando ser
guiadas o liberadas, sino vivas, entre ellas, militares, muchos militares.
Ya habían pasado casi veinte minutos desde que la bomba dio en el blanco.
A la zona de impacto arribaban convoyes armados hasta los dientes, y
varias camionetas negras blindadas hasta las llantas. Los militares tenían la
bandera de Italia en los hombros. Las camionetas negras portaban banderas
no de un país, sino de una organización desconocida. El diablo escuchó
algunas órdenes. Todas ellas hablaban de él; pero ninguna de las almas. De
improviso, El diablo de Estocolmo se manifestó ante la mirada de los
vivos. Tenía los ojos hundidos, los párpados negros, la piel lívida, las
pupilas contraídas y sus entrañas ardiendo.
—¡¿ME BUSCABAN…, ESTÚPIDOS?! —gruñó a los cuatro vientos, y la
tierra comenzó a temblar.
—¡Código Delta 6! ¡Código Delta 6! ¡Repito: Código Delta 6!
El diablo recibió varios disparos. Eran somníferos. Ninguno le hizo efecto,
pues ninguno logró perforarlo.
—¡¡MIREN… LO QUE HICIERON!!
—¡Pon las manos sobre la cabeza y arrodíllate! ¡Te tenemos rodeado!
El militar cayó inerte al suelo en tan solo un parpadeo. El caos se apoderó
de la situación, y un par de tanques dispararon. Otro pestañeo después, un
total de setenta y nueve cuerpos terminaron sin vida. Entonces, un hombre
vestido con un impecable traje blanco descendió de la camioneta más
cercana.
118
—No hay necesidad de hacer esto, Sr. Luciani. Mi nombre es Tobías
Martini. Soy secretario de relaciones exteriores de la OPD, la Organización
Plurinacional de Defensa. Estamos aquí para forjar una relación amistosa y
civilizada con usted.
—Pues vaya forma de hacer amigos. ¡Detonaron una PUTA BOMBA
NUCLEAR!
—Le pedimos de la manera más atenta y respetuosa que no confunda las
intenciones y formas de actuar de las fuerzas armadas aquí prese…, antes
presentes. Nosotros, la OPD, venimos con otras intenciones. Verá,
cuando…
—No me interesa escuchar sus intenciones, señor Tobías Coctel. Tengo un
asunto pendiente con alguien.
Y sin más, El diablo de Estocolmo desapareció junto con las almas de los
que murieron en la explosión, ignorando a las otras setenta y nueve.
—… ¿Te…, te dijo coctel?
—Cállate.
LX
—¡TÚ! ¡Infeliz hijo de…!
—¿Ahora qué quieres, Fernando?
—¡Tu trabajo es una...!
—Me provocaste y te lo ganaste. No necesito escuchar tus lloriqueos.
—¡Eres un desgraciado! ¡Estás maldito! ¡Eres un maldito desgraciado!
—¿Algo más? Me gustaría seguir viendo tranquilamente mis caricaturas.
Retírate.
—¡NO! ¡No sé cómo puedes estar tan tranquilo! ¡Eres la escoria de esta
vida! ¡Tu presencia sólo acarrea miseria, agonía, desesperación!
¡Renuncio! ¡Y tú también deberías de renunciar!
—¡JA! ¡Qué cosas dices! No tienes ni la más mínima idea de lo importante
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que soy.
—¡Eres la mierda de la mierda! ¡Te llevas a nuestros hijos, te llevas a
nuestros padres, a nuestros amigos! ¡Tú eres el único que debería estar
muerto! ¡Este mundo sería mucho más feliz sin ti!
—¿Soy yo o… te lo estás tomando más personal de lo que es?
—¡Cállate! ¡Hoy acaba todo! ¡¡Me desharé de ti para siempre!!
—No sabes lo que dices. Ni aunque pudieras…
—Ahora soy la muerte, ¿no?... Y sigo siendo el diablo.
Sacó su escuadra blanca y disparó.
—… … … ¿Qué… hiciste?
—Dime…, ¿qué se siente estar vivo?
—¿Yo?... ¿Vivo?... ¿Estoy vi…? ¿C-cómo es posible?
—Para ser honesto, te veías mejor todo de negro. La piel… no te sienta tan
bien.
—¿Soy… humano? ¡¿Soy un asqueroso humano?!
—Y estás vivo, no te olvides de eso.
—¿Cómo lo… lograste?
—… … Pensé que estarías más molesto.
—E-estoy algo… Sí, sí, estoy molesto; pero… es extraña esta esencia tan
inferior. ¿Cómo pueden soportarlo?
—No me lo preguntes a mí, yo soy el diablo, mi poder es mayor que la de
un humano ordinario, así que no puedo sentir lo mismo que ellos.
—¡Vaya…, qué vida! —suspiró la muerte, sonriendo—. ¿Y ahora qué
piensas hacer, idiota?
—Bueno, ahora que estás vivo, me dieron unas incontrolables ganas de…
matarte.
—¿Ma…?
—Sí, matarte.
—Todo esto me está confundiendo un poco.
—Eras la muerte, luego ya no. Después te di una vida, y ahora te la quitaré.
Supongo que te irás al Cielo como todas las demás almas humanas.
120
¿Alguna otra duda?
—Sí… ¿Por qué soy un maldito cerdo? ¿Cuántos kilos peso? ¿200?
—Algo así… No sé, fue lo primero que se me vino a la mente cuando te di
vida. Pensé: «Si la muerte se representa con una calavera, seguramente en
vida fue un maldito obeso». Y ya, te hice así.
—Tienes una lógica realmente preocupante.
—… … ¿Algo más?
—¿E-esto es todo? ¿Entonces acabarás con mi existencia?
—Al parecer. Me caías bien; pero me estorbas.
—Pues haz lo que quieras, ya estoy cansado de tanto trabajar. Sólo te
advierto que te arrepenti…
—Ya cállate, cerda. —Y disparó, eliminando a la muerte y todo indicio de
ella, incluyendo el tatuaje de su pecho que antes lo condenaba a servirle.
LXI
—Oh, México, mi México, el pequeño gigante, el mandadero del más
grande, el saqueado por los siglos de los siglos. Amén... Extrañaba volver
aquí, a mi segundo hogar, casi el primero. No hay nada como tu olor a
tacos, tu gente tan amable y sonriente... ¡Genial! Ya viene el autobús. Qué
transporte público tan más eficiente… Y mira a ese chofer. Se ve tan
amigable... Muy buenas tardes, señor.
—…
—…
—…
—Buenas… tardes.
—…
—…
—Son 10 pesos.
—¡CARAJO! ¡DIJE «BUENAS TARDES», PERRA SARNOSA! —gritó
el diablo,
121
exasperado, y le apuntó entre los ojos con su escuadra maldita. Todos los
pasajeros se alarmaron.
—¡Dile «buenas tardes»! ¡Díselo, por el amor de Dios! —gritó una mujer
al fondo.
—¡Usted cállese, señora metiche! ¡Esto es entre el imbécil que va
manejando y yo! ¡TÚ! ¡Estúpido! ¡Respóndeme como la maldita gente
civilizada, pedazo de mierda!
—B-buen…, b-buenas t-t-t-tardes, señor.
—¡¡BUENAS TARDES PARA TI TAMBIÉN!! ¡Toma tus asquerosos 10
pesos, idiota!… ¡Mierda! ¡¿Por qué no pueden responder a un maldito
saludo de cortesía?! ¡Estúpida gente indecente! ¡Me lleva la chingada!... …
… ¡YA AVANZA EL PUTO CAMIÓN! ¡¿QUÉ ESTÁS ESPERANDO?!
—S-sí, sí.
—¡Usted, señora, deje de mirarme así, es de mala educación!
—Lo…, lo siento, señor. No me mate, por favor.
—¡La perdono!
—G-gracias, gracias.
—¡De nada! ¡Ya cállese! ¡Me está irritando!… … … ¡¿POR QUÉ NO
ESTÁ ENCENDIDO EL AIRE ACONDICIONADO, CARAJO?!
¡ESTAMOS A 40 GRADOS! ¡ENCIENDE ESA MIERDA! —le gritó de
nuevo al chofer.
—S-sí, sí, lo siento.
—¡Y maneja bien! ¡No traes vacas, imbécil!
—E-entiendo, entiendo.
—¡Rayos! Lo que tiene que hacer uno para ser tratado como ser humano.
LXII
—¿Qué hacemos con el niño?
—Apareció de la nada después de la explosión de una bomba nuclear. ¿Tú
qué crees? Duérmelo y enciérralo en algún lado. Luego le haremos
122
estudios.
—¡¿Qué?! ¡No, no, por favor! Necesito ayudar a mi amigo, está en
problemas.
—¿Qué amigo, niño?
—El diablo. Él es mi amigo, él me mató y me devolvió la vida. Por eso
aparecí de la nada. Necesito ayudarlo a encontrar a unos sujetos que lo
secuestraron en Japón.
—Sigue hablando.
—Vaya… Parece que tengo un plan... Les diré todo lo que quieran si me
dejan en libertad y me ayudan a encontrar a los que secuestraron a mi
amigo.
Los dos militares intercambiaron miradas de complicidad.
—Está bien, te ayudaremos.
—¿De verdad? ¡Qué bien! Gracias, señores.
—¡Jaja! Pobre inocente.
—¿Y bien? Cuéntanos todo lo que sabes.
—Mi nombre es Gusakee Yomimoto. Tengo 13 años. Nací en Fukushima;
pero a los 12 hui a Tokio cuando mis padres murieron. Viví en la calle un
tiempo, hasta que conocí a un grupo de chicos iguales a mí. Ellos me
enseñaron a… sobrevivir por mi cuenta. Luego, cuando ya tenía 13, conocí
al diablo. Fue hace tan solo unas semanas. Al verme se sorprendió mucho
y me dijo que me necesitaba para un trabajo. Les dijo a los demás chicos
que se fueran y no me buscaran jamás. Uno de ellos, el líder, al que
llamábamos simplemente «N», intentó apuñalar al diablo; pero él se
defendió hábilmente y lo mató, provocando que todos los demás huyeran.
—¿Por qué tú no huiste?
—No lo sé. Al ver al diablo me sentí más protegido que cuando estaba con
los demás chicos. A decir verdad, nunca me sentí bien con ellos. Siempre
era yo el que se metía en problemas por un poco de… No importa.
Además, en ese momento no sabía que se trataba del diablo. Sólo vi a un
buen hombre sacándome de las calles.
123
—¿Qué trabajo tenía para ti el diablo?
—Quería a alguien que cuidara sus cosas mientras él no estaba. Me
prometió alimentarme y protegerme. Asimismo, me ayudaba a conseguir…
«eso» que aprendí a desear por culpa de los estúpidos que me lo
indujeron… Ese tonto N se lo tenía bien merecido. Todo el tiempo nos
amenazaba con su navaja. Me da gusto que el diablo lo haya matado con la
misma. Nunca me cayó bien.
—¿El diablo te conseguía la droga?
—Al principio pensé que sí. Después, hace unos días, antes de morir, me
enteré de que en realidad no me estaba drogando del todo, sino que me
daba pequeñas dosis para ayudarme a dejarla poco a poco. Dijo que me
necesitaba alerta.
—¿Antes de morir? ¿Estuviste muerto?... Pégate un poco más al
micrófono, por favor.
—Sí. El diablo me mató para liberarme. Fue la misma noche que
conocimos a un tal Rigo y una tal Des. ¡Esos dos tontos lastimaron a mi
amigo! ¡Lo secuestraron, se metieron en su cerebro y ahora hasta lo
intentaron matar con una bomba! ¡Son unos malditos! ¡Por eso necesito
salir de aquí y buscarlos para que paguen por todo lo que hicieron!
—Tranquilízate, niño.
Uno de los militares se acercó al oído del otro.
—Piensa que los empleados de Aaron arrojaron la bomba.
Regresaron la mirada a Gus.
—Sí, tienes razón, esos malditos deben pagar por lo que hicieron. ¿Sabes
dónde están?
—La muerte nos dijo que estaban escondidos en un laboratorio submarino
en el océano Pacífico.
—¿La muer…? Eeeh… ¡Bien hecho, chico! No te preocupes por
buscarlos, nosotros nos encargaremos de ellos.
124
—¡Genial! ¡Muchas gracias, señores!
—Mira, niño, mientras mi compañero le avisa a nuestros superiores dónde
se esconden esos malnacidos de los que hablas, quiero que me cuentes más
sobre la muerte y cómo apareciste de la nada en la zona de impacto.
—Sí. Conocí a la muerte este día. Se presentó en nuestro departamento
junto a otro sujeto, un tal Gabriel. Él, Gabriel, y el diablo, mi amigo, se
pelearon durante varios minutos. Parecía que ya se conocían. Entonces
todo el departamento empezó a oscurecerse, el diablo me sacó de ahí y me
llevó a una selva o algo parecido. Una hora después apareció en la selva y
me trajo a Italia para comer pizza. Yo no… podía… comer pizza porque…
Disculpe, tengo mucha hambre. ¿Me podría… traer… pizza?
—Claro, niño, cuando termines.
—… Creo…, creo que no tengo fuerzas para seguir. Necesito comer…
pizza…, de preferencia.
—… Hijo de… Está bien, ya vuelvo.
—¡Espere! ¡Que sean dos pizzas grandes, por favor!... ¡Y un jugo!
—… ¿Algo… más…, niño?
—No, eso es… ¡Ah! Y un chocolate… ¡Gracias, señor!
LXIII
—¿Y bien?
—E-espere un… poco… ¡Oh, sí! Está deliciosa. Muchas gracias.
—Niño…
—Bien… —tragó y volvió a morder la rebanada—. Deshpuesh de omer
pizza fuibmos a una biblio…
—¡Niño! ¡Primero trágate eso y luego habla!
—Sí —engulló—, lo siento… Como le iba diciendo, después de la pizzería
fuimos a una biblioteca a usar una computadora. El diablo quería conseguir
en internet un submarino para buscar a esos dos tontos en el fondo del mar,
ya que sospechaba muy inteligentemente que ahí se escondían. Después, el
125
diablo dijo que me devolvería a la vida, y ahí fue cuando apareció de
nuevo la muerte; intercambió unas palabras con el diablo, le confirmó que
el par de tontos se escondían en el océano Pacífico, y luego lo condenó a
ser la muerte.
—¿A qué te refieres?
—Le dijo que ahora él, el diablo, sería la muerte. A partir de ese momento,
mi amigo se comportó muy extraño, y después la bomba estalló. Como el
diablo se había convertido en la muerte, ahora no podía estar lejos de las
almas. Dijo que tenía que guiarlas al Cielo. Luego me devolvió a la vida,
ustedes me encontraron y aquí estoy.
—Así que estamos tratando con la muerte y el diablo, simultáneamente —
masculló el soldado—. ¿Sabes algo más sobre tu amigo o sobre la
verdadera muerte?
—No, nada. El diablo es muy reservado, y la antigua muerte desapareció
después de condenar a mi amigo. No sé dónde se encuentra ahora.
—¿Entonces es todo lo que sabes?
—Sí, es todo… ¡Lo juro, lo juro, no me dispare, por favor!
—No te preocupes, no te mataré. —Y disparó.
Gusakee Yomimoto recibió en el cuello un extraño y muy pequeño dardo
que, luego de una fugaz descarga eléctrica controlada, lo durmió
instantáneamente—. Vengan por el niño —le habló el soldado al
micrófono.
LXIV
—Te tengo una buena y una mala noticia.
—¡Fernando! No pensé que tardarías tanto en llegar.
—Quise distraer un poco a quien sea que me está buscando.
—¿Adónde fuiste?
—Sólo me paseé un rato por México para que creyeran que había
126
regresado a mi antiguo hogar.
—Bien pensado.
—Lamento lo que sucedió en Italia. Sé que después de la explosión…
—No te preocupes. Son tiempos de guerra, perderemos a muchos,
hagamos lo que hagamos. Además, La VID siempre está en guerra y
conoce los riesgos de lo que hace. Cuando te contactamos, sabíamos en
qué nos estábamos metiendo.
—¿Y bien? ¿Quién intentó matarme?
—Seguramente ya los conociste.
—… ¿Fueron… los de las camionetas negras?... ¿La OPD?... ¡Mintieron!
¡Dijeron que ellos no habían mandado la bomba!
—Así es, mintieron. El ejército italiano no tuvo nada que ver con el ataque.
Según nuestro informante, el primer ministro de Canadá perdió los estribos
y detonó la bomba que te seguía día y noche.
—Ese imbécil… Ahora mismo sabrá…
—No hace falta. Darcy lo mató.
—¿Cranston? ¿Darcy Cranston? ¿Qué hace ese kiwi iniciando una guerra
contra Canadá?
—Intentando detener una guerra contra ti, Fernando. Además, no se
iniciará ninguna otra guerra por eso. La OPD inventará algo para encubrir
el asesinato del primer ministro. No hay nada que un poco de pan y circo
no pueda ocultar.
—¡Já! No son tontos… Está bien, los dejaré en paz por ahora. Tanta
política y diplomacia me aburre. Supongo que ya sabes qué sí me interesa.
—La venganza, lo sé. Pero antes de que te diga cómo llegar a ese
laboratorio, quisiera escuchar tus noticias.
—¡Ah, sí! Casi lo olvido. La buena noticia es que me deshice de la muerte.
La mala noticia es que, antes de deshacerme de él, me advirtió que me
arrepentiría. ¿Por qué?
—… ¿Qué… acabas de hacer, Fernando?
—¿Lo arruiné?
—Y a lo grande.
—¡Carajo!
127
—¿Qué crees que harán las personas cuando se den cuenta de que no
pueden morir?
—… ¿Qué?
—Dejarán de tener miedo.
—¿Y… eso es malo?
—Piénsalo un poco. ¿Te da miedo algo?
—Mmm… Miedo, lo que se dice «miedo», literalmente miedo, no. Pero
me preocuparía el aburrimiento eterno.
—Y por eso cuidas tu identidad, lo sé. Sin embargo, mírate, tú no le temes
a nada y eso te permite hacerlo todo. Si todos fueran como tú, si nadie
sintiera miedo, las personas harían cualquier cosa a sus anchas, sin
miramientos. La muerte no es sólo un acontecimiento, un proceso, una
etapa del ciclo o una desgracia; la muerte es la causante del mayor de los
miedos. Gracias a ese miedo, el miedo a la muerte, el ser humano ha
logrado encontrar su punto de equilibrio entre el caos y la paz; entre el
temor y la valentía. Se escuchará extraño y un tanto paradójico; pero
gracias al miedo a la muerte, el ser humano sigue vivo. Por eso es
import…
—¡Aburriiidoooooo!
—…
—Ya entendí, ya entendí. Tengo que regresarle su poder a la muerte antes
de que todos los estúpidos humanos se coman entre ellos... Maldita
naturaleza… ¡Pero ni creas que me disculparé con ese idiota! El muy
insolente se atrevió a marcarme un feo tatuaje en mi hermoso torso.
—Ve de una vez antes de que pase más tiempo.
—Está bien… No sé cómo te soporto. Tú también eres un idiota, Názar, no
lo olvides.
LXV
—¡Gorditoooo! ¡Gooooorditooooo! ¡PINCHE PUERCO! ¡¿DÓNDE
128
ESTÁS?!
—¿Me buscabas?
—¡Jojo! Sí que estás obeso.
—Antes de que me digas para qué has venido al Cielo, quisiera darte las
gracias.
—… … … ¿Qué?
—Nunca me había sentido tan bien. Siempre vine a este lugar y jamás
pude disfrutarlo como ahora. Creo que la condición humana, su naturaleza
efímera, es la que me permite gozar de este paraíso.
—¿Y tú también ves árboles de chocolate?
—¿Qué? No. Yo sólo veo amor y felicidad. Mira, allá están unos niños
jugando con sus padres. ¿Ves aquella familia de más allá? Van a todos
lados tomados de las manos.
—¿Qué clase de lugar es este? —susurró el diablo, desconcertado.
—Desde que llegué, siento una paz abismal dentro de mí. Ya nada me
preocupa, nada me molesta, todo me hace feliz.
—Bien, bueno…, es hora de regresar a la realidad.
—¿De qué hablas, Fernando? Esta es la realidad. La vida en la Tierra es
sólo el camino para llegar a esta meta.
—Como sea, vámonos.
—No iré a ningún lado. Aquí puedo descansar. Quédate con mi antiguo
poder, ya no me interesa.
—Suficiente, tengo que sacarte de aquí. Este sitio te está haciendo daño.
—No lo…
LXVI
—Bienvenido a tu trabajo. Aquí está tu tonto poder y tu vestido de
oscuridad. No es necesario que me agradezcas por la pérdida inmediata de
peso.
—¿Qué es… esto? ¿Qué… estoy sintiendo?
129
—Eeeh… ¿Te quedaron gases por la gordura?
—¡ME DEVOLVISTE MI PODER, IDIOTA! ¡¡TE DIJE QUE ME
DEJARAS EN EL CIELO!!
—No eras tú el de allá. Sólo eras una pobre alma obesa e hipnotizada por
una mentira. Te liberé de esa realidad alterna llena de ilusiones ópticas.
—¡Eres un imbécil! ¡No sabes lo que es estar ahí! ¡¡No sabes lo que dices!!
¡ESPERO QUE TE PUDRAS EN LA INMORTALIDAD Y NUNCA
LLEGUES A TOCAR EL PARAÍSO COMO CUALQUIER HUMANO!
—Yo espero lo mismo. Ahora ve a matar personas o algo. ¡Ah! Hay por
ahí unos ochenta soldados italianos esperándote. Y ni te molestes en
intentar hacerme tu títere de nuevo. Antes de regresarte el poder, me
encargué de limitar tu alcance a otros seres. Ahora no puedes tocarme.
—Eres…, eres…, eres un… ¡Bah! Ya no importa… En fin… Sabía que
tarde o temprano tendría que regresar a tomar la guadaña. Te lo advertí
antes de irme: soy indispensable.
—Sí, sí, el ciclo de la vida, bla, bla, bla, la cigüeña y la guadaña, bla, bla,
bla, el miedo, bla, bla, bla. Adiós. Tengo prisa.
LXVII
—¿Cómo te fue con la muerte?
—Todo ha vuelto a la normalidad. Ahora dime dónde encontrar a Bundy y
DeShields.
—El océano Pacífico es muy vasto, y mis ojos no pueden abarcarlo tan
rápido. Al principio pensé que encontraría su laboratorio en el centro del
océano, en la nada, y ahí fue donde enfoqué la búsqueda. Pero después de
no hallar ningún indicio en donde hubiese sido el mejor lugar para
esconderse, intuí que tal vez habíamos sobrevalorado la magnitud de su
presupuesto, así que moví el rastreo a los lugares más cercanos a tierra, lo
cual, por obvias razones, es mucho más barato.
—Estás a una palabra de dormirme.
130
—… Esconden su laboratorio en el fondo del estrecho de Magallanes,
específicamente en el segundo sector, el central.
—¡Ah, claro, el estrecho de Magallanes! ¿Cómo no se me ocurrió?...
¿Dónde diablos queda eso?
—Al sur de Chile.
—Gracias. Ya vuelvo.
—Espera un segundo.
—¡¿Qué quieres, Názar?! ¿No ves que tengo prisa por matar a esos
imbéciles?
—Es curioso que vuelvas a mencionar a la muerte. ¿Te das cuenta de que
no pudieras hacerles nada como venganza si la muerte no existiera?
—¿Ya terminaste el sermón?
—Y, curiosamente, es la muerte lo que me preocupa en este momento.
Pero no la muerte de esos dos, sino la de Gusakee.
—¡Gus! ¡Lo había olvidado! ¡Mierda! ¡¿Qué le sucedió?! ¡¿Sabes dónde
está?! ¡Carajo! ¡Obviamente sabes dónde está! ¡Dímelo!
—Ese es el problema. Sé dónde está; pero no cómo llegar a él.
—¡Demonios, Názar! ¿Qué clase de hacker eres?
—No soy omnipresente, Fernando. Mis alcances tienen un límite. Sé que la
OPD lo aprisionó luego de que lo devolviste a la vida, y naturalmente lo
tienen en alguno de sus laboratorios más restringidos y secretos. No
obstante, desconozco dónde lo esconden.
—Fue mi culpa, maldita sea. Si no lo hubiera regresado a la vida, jamás lo
habrían visto.
—En un momento así intentaría animarte; pero tienes razón, fue tu culpa.
—¡NO! ¡Fue culpa de la estúpida muerte que me poseyó para que hiciera
su trabajo! ¡Si no hubiera sido por él, yo no habría sentido ganas de
mandar a Gus al Cielo, y tampoco hubiese tenido la idea de revivirlo para
que se quedara en la Tierra!
—¿Y bien? ¿Qué harás primero?
—Sabes muy bien que Gusakee es prioridad.
—¿Y cómo piensas encontrarlo?
—… … … Mmm… ¡La muerte!
131
—¿De nuevo?
—¡Sí! ¡Eso es! ¡La muerte debe saber dónde se encuentra cada alma! ¡Él
me dijo que Bundy se esconde en el océano Pacífico!
—¿Y crees que querrá ayudarte a encontrarlo?
—Tendrá que hacerlo, le guste o no.
—¿Por qué estás tan seguro?
—Porque podrá ser la muerte; pero yo el diablo.
132
CAPÍTULO 6
66
LXVIII
—¡Muerte! ¡Gordito! ¡¿Dónde te escondes?! —gritó el diablo en medio de
una casi desolada calle—. Mmm… Creo que debe de estar trabajando.
Tengo que conseguir a alguien a punto de morir… ¡No! ¡Mejor aún!
Mataré a alguien… Oye, tú, ¿cuántos años tienes?
—¿Yo?
—Sí, tú, cara de idiota. ¿Cuántos años tienes?
—19…
—Bien, ya estás viejo. Llegó tu hora de morir.
—¿Mi hora de…? ¿P-por qué?
—Es por una buena causa. Cállate y no te muevas.
—¡N-no, por favor, señor! ¡No, no, no me haga nada, se lo suplico!
¡¡AUXILIOOOO!!
—¡Deja de moverte, estúpido! Necesito cortarte el cuello.
—… ¡Mierda! ¿Otra vez tú?
—Llegas justo a tiempo. Necesito tu ayuda… Niño, tuviste suerte. Ahora
podrás contarles a tus amiguitos que el diablo intentó matarte, y la muerte
te salvó la vida, literalmente… ¡Que te diviertas en el manicomio!…
Lárgate.
—¡Ya déjame en paz, por el amor de Dios!
—Sólo vengo a preguntarte dónde está…
—¡Ya te dije que en el océano Pacífico!
—¡Déjame terminar, animal! Estoy buscando a Gusakee. Lo secuestraron
esos de la OPD. No sé si sepas quiénes son, y no me interesa saber si
133
sabes; pero quiero que me digas ¡dónde se encuentra Gusakee!
—¿Por qué tanto interés por ese mocoso? Consíguete otra mascota y
ahórrate problemas.
—… … … Si no me dices dónde está Gusakee, te atormentaré por el resto
de la eternidad, maldito pedazo de estiércol.
—Está bien, está bien… Dame un segundo… … … Mmm… Al parecer…
está en África…, en el Sahara…, en Níger.
—¿Nigeria?
—No. Dije Níger.
—… … ¿Algún otro dato? No tengo ni puta idea de dónde se encuentra
ese lugar.
—Es un país.
—Pues entonces sé más específico. No puedo perder tiempo buscando a
Gusakee en todo un país.
—Se encuentra en… Mmm… Parece ser un sitio al que llaman Área 32.
Ésta se halla escondida en el interior del desierto del Sahara, literalmente
en el interior. Es un cuartel-laboratorio subterráneo. Su entrada está cerca
de la frontera con Libia. Cuando veas una roca en forma de serpiente, ahí
es.
—¡Bien! Gracias.
—Ya no me busques, por favor. Me vas a volver loco.
—Sí, como sea. Adiós.
—Hablo en serio.
LXIX
—¡Buenas tardes! ¡¡Bueeenaaas taaaaaaardeeeees!! ¡¡BUENAAAS
TARDEEEEEEEES!!
De pronto, explosiones—. Así que quieren jugar con eso, ¿eh?
El diablo destruyó las rocas de un puñetazo y comenzó a bajar unas
134
sombrías escaleras de metal.
—¡Alto! ¡No des un paso más!
—¡Ja! Por favor, no me hagas reír.
Las balas albas de su escuadra blanca salieron en todas direcciones.
Minutos, disparos y detonaciones más tarde, no quedaba nadie vivo, salvo
El diablo de Estocolmo—… Mmm… Qué extraño, no está por ninguna
parte… ¿Me habrá mentido ese estúpido?
En eso, los vestigios del Área 32 explotaron, dejando un enorme cráter en
su lugar—. ¿Qué… fue… eso?... … … Imbéciles. Seguramente guardaban
información clasificada... En fin.
LXX
—¡No, por favor! ¿Por qué te empeñas en molestarme? Ya te dije lo que
querías. ¡Lárgate!
—Deja de llorar, cerdo mentiroso.
—¡Oye, ya no estoy gordo!
—Pero sí eres un mentiroso. Gus no estaba en ese lugar…, y ahora
tampoco ese lugar está en ese lugar…; pero eso no importa. Lo importante
es que me mentiste y pagarás por eso.
—¡Espera! ¡Te dije la verdad! Su energía vital estaba localizada a… …
¡Oye, tienes razón! Ya no puedo sentirlo en ese sitio… Qué extraño.
—No estés jugando conmigo.
—Calla… Estoy…, estoy sintiendo algo. Su energía se encuentra ahora en
una tal Área 47.
—… Por tu bien, espero que…
—Te lo juro. Se encuentra en el interior del Macizo Vinson, en la
Antártida.
—Genial. Primero el lugar más caliente del planeta, y ahora el más frío.
135
¿Luego qué? ¿El fondo del mar?
—Sé que ahora sí estará en esa Área. Si no está ahí, te prometo que te
acompañaré al siguiente lugar.
—Créeme, no tendrás opción.
—Lo sé —suspiró la muerte.
LXXI
—La montaña hizo ¡Ka-boom! y no encontré a Gusakee por ningún lado.
¡¿A qué mierda estás jugando, estúpido?!
—N-no estoy jugando. Su energía vital desapareció justo momentos antes
de que regresaras.
—Esto no me está gustando.
—Ni a mí. Ahora su…
—¡Ya! ¡Estoy harto de esto! ¡Llévame adonde sea que esté, y cierra tu
asqueroso… lo que sea que uses para hablar!
LXXII
—Estamos en el Área 66. Este es el único lugar donde aún siento su
energía; pero mucho menos intensa que antes.
—Perfecto… Sí estaba bajo el agua… Cómo me gustaría matarlos a todos.
De pronto, una alarma.
—¡ENTIDAD NO IDENTIFICADA, ENTIDAD NO IDENTIFICADA!
¡MANTÉNGASE DONDE ESTÁ Y ESPERE CONTACTO! ¡ENTIDAD
136
NO IDENTIFICADA, ENTIDAD NO IDENTIFICADA!
—¡AARGH! ¡QUÉ ALARMA TAN MOLESTA!
—¡ENTIDAD NO IDENTIFICADA, ENTIDAD… NUO…
IDENTifuicaduaaaaa…!
—Eso le enseñara a esa estúpida computadora.
—Deja de pelear con los electrodomésticos de estos sujetos y mira, la
puerta se abrió.
—… … Un segundo… Yo conozco a ese idiota… ¡COCTEL!
¡Devuélveme al niño ahora mismo!
—Sr. Luciani, nos da gusto volver a verlo.
—Cállate y dime dónde esconden a Gusakee si no quieres que tu tonto
laboratorio submarino acabe igual que los otros dos.
—No te preocupes. Este es el número 66. Tenemos varias decenas de ellos
sólo en este planeta. El hecho de que hayas llegado al 32 y al 47 fue
solamente un experimento. Sí, fuiste nuestro conejillo de Indias.
—Oh…, oh… Creo que no es buena idea insultar al diablo.
—¡HIJO DE PUTA! ¡¡TÚ SERÁS EL PRIMERO!!
—Y entonces el niño morirá.
—¿Morir? ¿Mo… rir? ¡JAJAJAJA! ¡Ni siquiera la muerte tiene permitido
tocar a Gusakee! No sabes en qué te estás metiendo, baboso.
—No hablo de una muerte natural. Sabemos que por alguna razón tienes el
poder de matar y revivir a quien se te plazca, así que vimos infructuoso
amenazarte con deshacernos físicamente de tu amigo. Decidimos que era
mejor idea aprisionarlo en vida, y no me refiero a meterlo en una celda,
cosa que podrías destruir sin problemas; me refiero a retener su conciencia
en una realidad a la que jamás tendrás acceso: la virtual.
—¿Q-qué estás diciendo, idiota?
—Mira quién ríe ahora… Te estudiamos…, te estudiamos tan bien que
conocemos tus límites. La materia y la energía tal vez no se te resistan;
pero el mundo artificial nos pertenece. Eres un ignorante, un imbécil que
no sabe nada de cifras, de datos, de ecuaciones ni informática. El futuro le
pertenece a la tecnología, a las computadoras, a la programación, a la
realidad virtual. ¡¡El futuro le pertenece a los programadores!! Bienvenido
137
al nuevo mundo... Tarde o temprano prescindiremos de ti y de cualquier
otra ley de la naturaleza. Tu tonto amiguito, Gusakee, ya forma parte de
eso. Será nuestro viajero, nuestro ratón de laboratorio.
—¿Qué… le hiciste?
—Ahora mismo está profundamente dormido en una Cápsula de
Concentración Cerebral por Anegamiento, la «3CA».
»Mientras su cuerpo permanece inmóvil y ajeno a nuestra realidad
material, su mente le pertenece a la realidad artificial, a la virtual.
Probablemente se encuentre yendo y viniendo por todo el universo que
creamos. Y el truco no acaba ahí. Quizá te jactes de ser el ente más fuerte
que jamás ha existido; pero no tienes ni conocimientos básicos de
informática, y si desconectas al mocoso sin antes haber finalizado
correctamente la Transición, se perderá en algún punto de la realidad
virtual: su mente quedará en un trance eterno de desorientación; y en
nuestra realidad, se convertirá en un… costal inservible de huesos, carne y
sangre… En otras palabras, si quieres que el niño siga vivo, tendrás que
velar por la seguridad del Área 66 y todos los cerebros que hacen posible
su funcionamiento.
El diablo bufó.
—Hagamos un trato —masculló, segundos después.
—A eso iba. Gracias por recordármelo… Soltaremos a Gusakee a cambio
de tu cuerpo y mente. Si dejamos en libertad a tu amigo, te comprometerás
a ser examinado minuciosamente sin condiciones ni represalias de tu parte.
Esto incluye permitirnos experimentar con tu entidad.
—Me entregaré…; pero no te molestes en experimentar conmigo. Bundy y
el otro imbécil ya lo hicieron. Me secuestraron para hacerme no sé qué
cosa. Desconozco las conclusiones a las que llegaron; pero si quieres
resultados, búscalos en su laboratorio submarino en el océano Pacífico. Y
cuando tengas lo que quieres, hazme un favor y mata a esos idiotas.
—Veo que no estás al tanto.
—…
138
—Desirée y Rigoberto abandonaron el laboratorio antes de que pudiéramos
encontrarlos. Cuando llegamos, no quedaba rastro de ellos, sólo máquinas
destruidas. Borraron toda evidencia. Incluso… ¡Jaja! Descubrimos que
asesinaron a Aaron antes de desaparecer.
—No sé quién demonios es o era Aaron y no me interesa. ¡¿Dónde se
esconden ahora esos dos?!
—Nuestros satélites lograron captar un campo gravitatorio no identificado
justo en la exosfera…, y luego nada. Según nuestras hipótesis, salieron de
la galaxia en menos de un parpadeo.
—… … Gordito, debes de saber dónde se encuentran.
—¿«Gordito»? ¿Con quién hablas?
—No…, no lo sé… Mi poder se limita a este planeta, pues esta tierra fue
asignada a los humanos… Sólo…, sólo sabré dónde están cuando mueran.
Entonces mi instinto me dirá adónde tengo que ir para liberar sus almas y
enviarlas al Cielo.
—Mmm…
—¿Se siente bien…, Sr. Luciani? —se burló Martini.
—¡Cállate! No estoy hablando contigo, estúpido coctel rancio.
—Lo siento, diablo, en verdad no te puedo ayudar en esto… N-no me
lastimes, por favor.
—…
—… … … ¿Y bien? ¿Ya tomaste una decisión?
En eso, aquel domo subacuático empezó a sacudirse violentamente.
—No es que esté de parte de ellos, diablo; pero ya te advirtieron que no
debes de…
—¡GGH! Está bien. Hagamos el trato —gruñó el diablo. La cúpula se
detuvo.
—Es una decisión muy inteligente de su parte, Sr. Luciani.
—Trae a Gusakee para saber que está bien. Cuando lo vea, haremos el
intercambio.
—¡Ja-ja! Nos subestimas, idiota. No confiamos en ti. Te conocemos tan
139
bien como para saber que en cuanto despertemos al niño, destruirás todo.
Tobías sacó su celular, se aceró tranquilamente al diablo y extendió su
mano para mostrarle la imagen de Gusakee dentro de la 3CA—. Es una
transmisión en vivo; y… si presiono este botón…, podrás ver cómo ahogo
a tu amiguito... Es el riesgo de sumergirte en una de esas cápsulas. Si algo
falla, te mueres.
—Detente. Dije que acepto el trato. ¿Qué tengo que hacer?
—Entrarás conmigo al laboratorio y te meteremos en otra 3CA. Cuando
estés dormido, soltaremos al niño.
—No sólo lo liberarán, lo dejarán donde yo les diga. Quiero que lo saquen
de aquí y lo lleven a Japón. El trato será el siguiente: me comprometeré a
ser examinado minuciosamente sin condiciones ni represalias de mi parte.
Esto incluye permitir que se experimente conmigo. A cambio, ustedes
regresarán la mente de Gusakee a su lugar, lo liberarán y lo llevarán hasta
Nagasaki, específicamente a las puertas de la catedral de Urakami. Una vez
allí, ustedes se alejarán y jamás volverán a tener contacto con Gusakee
Yomimoto. ¿Trato hecho?
Tobías esbozó una sonrisa e intercambió un apretón de manos con el
diablo. Cuando Martini alejó la suya, se percató de que el diablo sostenía
una hoja blanca que posteriormente incineró sin decir ni una palabra.
—Eeh… Por aquí, por favor —dijo Tobías algo desconcertado.
—Un segundo. —El diablo dio media vuelta y se dirigió a la muerte— No
confío en estos sujetos. Busca a un tipo llamado Názar y cuéntale todo lo
que está sucediendo. Llévalo hasta Gusakee para que le explique lo que
pasó conmigo y que le diga al niño que me espere y haga todo lo que
Názar le ordene. ¡Ah! Y dile a este último que no intente hackear la OPD,
yo me encargaré de ellos. Cuando cumplas con mi mandato, puedes seguir
haciendo tu trabajo como la muerte —le susurró.
—No sé en qué momento me convertí en tu paloma mensajera; pero está
bien, lo haré. De cualquier forma, supongo que no tengo escapatoria.
140
—¡Ve y lleva mi palabra hasta su destino, oh, gran amiga muerte aquí
presente! —exclamó el diablo con teatrales ademanes.
—No soy mujer —masculló la muerte, agobiado, y desapareció.
—¿En verdad estabas hablando con la muerte? —le preguntó Martini al
diablo, nervioso.
—Sí, es una vieja amiga. Ya sabes, son cosas que sólo alguien como yo
puede hacer.
—B-bueno… Como sea. Sígueme.
LXXIII
—Ya está lista la segunda 3CA, Sr. Secretario.
—Gracias. Retírate, por favor.
—¡Gus!
—No haga nada estúpido, Sr. Luciani.
—¡Cállate! Sólo quiero corroborar que no tenga ningún rasguño… Te voy
a sacar de aquí, amigo. Resiste.
—Ya lo viste, ahora ven aquí… Desnúdate.
—… … … ¿Qué?
—No puedes sumergirte en la 3CA con ropa.
—… … … Est…, está bien… Hazte a un lado, no quiero picarte un ojo.
—… Idiota.
—Listo. ¿Ahora qué? ¿Quieres que te baile?
—Sólo métete en la cápsula y guarda silencio.
Varios cables, tubos y conductos terminaron en todo su cuerpo. Tan solo
segundos después de haberse cerrado la cápsula y haber sido anegado, el
diablo comenzó a ser vencido por la somnolencia. Del otro lado del cristal
ya sólo podía ver la silueta de Martini—. Dentro de poco conocerás el
futuro de la humanidad —le dijo.
El diablo de Estocolmo frunció el ceño, hizo algunas señas para recordarle
141
a Tobías que debía liberar a Gusakee, y sus ojos por fin se cerraron.
LXXIV
—¿D-dónde estoy? —musitó el diablo, intranquilo.
Se hallaba en la mitad de una amplia calle. Edificios colosales lo rodeaban.
No había absolutamente nadie.
—Bienvenido al UniAversus —se escuchó una voz en el cielo. El diablo
volteó hacia todos lados—. No se asuste, Sr. Luciani. Ya sabe quién soy.
—Ah, eres tú —suspiró el diablo, abrumado—. ¿Ya liberaste a Gusakee?
—Descuida. En este momento está saliendo del domo. Llegará a Japón en
un abrir y cerrar de ojos.
—¿Y bien? ¿Para qué me necesitas aquí?
—Primero que nada, para quitarte de nuestro camino en la Tierra.
Segundo, para que nos ayudes con algunos… pequeños problemas de
código. Verás, puedes pensar en el UniAversus como nuestra maqueta de
Realidad Virtual Incrustada o «RVI». Ya está casi lista; pero sigue siendo
tan solo una maqueta, y, como tal, aún tiene algunos errores. Hemos
perdido más de 3 mentes en el trayecto. Usamos a Gusakee como la mente
número 5 para la etapa de prueba. En él no encontramos ningún problema:
su mente ingresó y salió de la RVI sin inconvenientes. No obstante, hay
algo que no logramos hacer con el niño, y es ahí donde entras tú.
—Te escucho.
—Cuando diseñamos el UniAversus, nos esmeramos en crearlo lo más fiel
posible a la realidad material, así que reprodujimos en programación las
leyes que rigen nuestro universo. Esto nos llevó a crear algo
implícitamente: la nada.
—A-a ver, a ver, pequeño imbécil. ¿Me estás diciendo que crearon una
realidad virtual igual a la que pertenecemos?
142
—Así es.
—¿Y no era mejor, simplemente, no hacerlo y levantar sus traseros de las
sillas para jugar con lo que ya fue creado?
—Me sorprende su falta de visión, Sr. Luciani… A oídos profanos, nuestra
creación puede sonar absurda e innecesaria. Pero para oídos más
perspicaces, la creación de la RVI emite el sonido del siguiente escalón
evolutivo de la raza humana… Te lo explicaré de este modo…, pequeño
imbécil: a simple vista, no hay diferencia alguna entre la realidad material
a la que pertenecemos y la RVI, ya que ese era el plan. ¡Compruébalo tú
mismo! Observa y siente tu alrededor… No obstante, la gran disimilitud
entre ambas realidades es que la primera es inmanipulable. La segunda, en
cambio, está completamente en nuestras manos. Piénsalo un segundo:
actualmente, si queremos explorar el espacio, tenemos que invertir
millones en infraestructura, y pasarían años antes de que logremos nuestro
objetivo, no sin correr una gran cantidad de riesgos. Pero si lo hiciéramos a
través de un simulador virtual, el riesgo sería nulo y sólo se necesitaría una
única inversión: la construcción del simulador, pues una vez creado éste, se
podría hacer lo que sea sin comprometer nada real, ni vidas ni dinero ni
materia prima.
—Ya veo —musitó el diablo, realmente cautivado por la idea.
—Bastaría con escribir unos cuantos comandos para enviar a un ser
humano a la galaxia vecina, incluso sin necesidad de una nave que lo
traslade ni de un traje que lo proteja, pues con la misma programación se
pueden cambiar ciertas… limitantes que nos impone la naturaleza… En
palabras más simples, la RVI es como un videojuego. De hecho, ¡jaja!, así
le vendimos la idea a los gobiernos para que cayeran en nuestra red.
Permíteme confesarte que ellos también son unos ignorantes. Se sienten
plenos al invertir en tecnología; pero ni siquiera la entienden. Sólo buscan
el aplauso del público que opaque el ruido de las monedas que se roban.
Por eso fue fácil convencer a todos y cada uno de los países de que
invirtieran en la RVI.
—¡¿A todos?! ¿En qué demonios les beneficia esto a los gobiernos?
—Todo empezó, nosotros, inclusive, luego de «La Depresión del 21» y
143
«La Guerra del 22». La OPD se formó posterior a esos sucesos.
—Estúpidos adolescentes y su música rara.
—Pero gracias a ello, la mente de las personas se abrió a tal grado que nos
permitió surgir como organización. Los gobiernos se percataron del poder
de la tecnología aunada con la mente humana. «¿Qué sucederá después?»,
se preguntaron muchos a causa de La Guerra del 22. El miedo, la
incertidumbre, hizo presa fácil a los gobiernos. Unos invirtieron en
armamento, otros en seguridad, otros más en mejorar la calidad de vida de
sus pueblos para evitar una segunda Depresión. Pero todos estuvieron de
acuerdo en unir sus recursos para crear una organización que…
—Me estás aburriendo.
—…, que garantizara —atajó Martini— la seguridad mundial con
vigilancia las 24 horas, tanto en el mundo real como en internet. Así nació
la OPD. Pero al principio éramos un simple cuerpo policiaco más.
»Tiempo después, a uno de nuestros programadores más sobresalientes
se le ocurrió crear un videojuego gratuito que acaparara la atención de
todos los humanos, sobre todo niños y jóvenes, donde pudieran hacer
cualquier cosa que en la Tierra no podrían…: sin leyes, sin impedimentos,
y con código abierto... Esto para ayudarnos a rastrear comportamientos
violentos de una forma más rápida… Durante media década atrapamos
pedófilos, violadores, asesinos, etc. ¿Te suena el «Vida Alterna Virtual»?
—… Oh, ya, ya, lo recuerdo.
—El «VAV» fue la mejor idea que pudo haber tenido la OPD. Todos los
gobiernos estaban fascinados con el proyecto, pues el videojuego les
permitía conocer y predecir las acciones de los jugadores, por ende, de las
personas en la vida real. De esta manera no sólo ganábamos tiempo al
encauzar nuestra vigilancia en individuos específicos con altos índices de
proclividad criminal, sino que también atraíamos, con el código abierto, a
los mejores programadores autóctonos del internet.
»El tiempo pasó y el VAV siguió cosechando frutos... ¿Puedes creerlo?
Algunos grupos criminales utilizaban el juego para planificar sus atracos.
Qué estúpidos. En fin... En una de las reuniones con los cargos mayores de
todas las naciones: presidentes, reyes, ministros, etc., el presidente de la
144
República Democrática del Congo, Fulbert Zambaia, pidió que se le
facilitara infraestructura para implementar el VAV en todas sus
universidades, pues deseaba introducir un plan de estudios alterno-virtual
que le permitiera incursionar en ciertas ingenierías y ciencias. Los demás
gobiernos aplaudieron la idea, y muchos hasta la adoptaron. Como verás,
¡jaja!, es cierto aquello de que la escasez agudiza el ingenio. Pero yo, en
cambio, mucho más visionario que esa caterva de políticos, descubrí el
verdadero potencial de aquella, aparentemente, cándida concepción. Si se
podía utilizar el VAV como simulador para casi cualquier tarea humana,
¿por qué no habría de poderse utilizar como una alternativa de vida?
—¡Vaya! Sí que fumas de la buena —susurró el diablo, impresionado,
mientras recorría cautelosamente las impecables calles desiertas de aquella
metrópolis virtual.
—Pero no soy tonto, no expuse mi idea de inmediato. Me reuní, primero,
con mis programadores más destacados y confiables para proponer la
nueva etapa del VAV. Algunos creyeron que sería una tarea imposible de
terminar; pero, al final del día, todos estuvimos de acuerdo en que
debíamos de intentarlo aunque nos costara años, mentes y millones. Sobre
eso último se encargó el mundo entero. En otra reunión de la OPD le
presentamos la idea a los gobiernos. Esta vez lo hicimos no como un
videojuego, sino como un salvavidas de la raza humana. Tan solo les
recordamos lo que sucedió en el 2022 y les dijimos que teníamos la
solución a todos nuestros inminentes problemas: en caso de otra guerra
mundial o catástrofe natural, se podría dormir a la raza humana en cápsulas
de anegación, enviar éstas a un lugar seguro y llevar a cabo la Transición
de sus mentes a la realidad virtual, donde empezarían de nuevo; pero no
desde cero.
—¿Dónde he visto eso? ¿Dónde? ¿En qué película? —preguntó el diablo.
Ahora recorría el interior de una habitación... Todo era tan real.
—Se le llama ciencia, y antes era ficción; pero hoy en día es una realidad.
—Como sea… ¿Qué sucedió después, abuelito? Continúa con tu historia,
por favor —se burló desde la cama, arropándose con las cobijas virtuales.
—Imbécil… Otro de los atractivos de esta idea era que mientras la
145
anegación de la humanidad no fuese necesaria, se podía utilizar la RVI
para experimentar en ella antes que en la vida real: pruebas nucleares,
teorías científicas, viajes intergalácticos, etc., lo cual les ahorraría muchas
cosas a los gobiernos. Eso y más sin comprometer la realidad. Como era de
esperarse, todos alzaron la mano, maravillados. No obstante, sabían que la
inversión necesaria era tan grande que los países no lograrían juntar lo
necesario, por lo que la RVI se le presentó a los empresarios más
poderosos. Éstos, mucho más ambiciosos y avispados, de inmediato
aseguraron sus bienes en la nueva realidad, es decir, decretaron en el
contrato que se les daría el doble de propiedades que la atesorada en vida.
Posteriormente, los gobernantes pidieron lo mismo, y nosotros aceptamos
sin titubear, pues lograr aquello era tan fácil como escribir un par de
códigos. Y teniendo listas las firmas y la inversión, nuestro equipo creció.
Llegaron físicos, químicos, biólogos, filósofos, psicólogos, etc. Los
mejores de todo el mundo. Trabajamos día y noche sin descanso. En tan
solo 2 años terminamos la RVI…, y henos aquí.
El diablo de Estocolmo se incorporó, bajó de un salto de la cama y
aplaudió entusiastamente al aire.
—¡Se acabó! ¡Se acabó! ¡Gracias al Cielo!... Hablas demasiado. Ya me
estaba quedando dormido.
—Sí, sí, muy gracioso. Pero ¿sabes? Al parecer, cuando hiciste el trato
conmigo, olvidaste lo mismo que olvidaron los inversionistas que hicieron
posible la RVI: quien majea el código se convierte en dios. No importa lo
mucho que le hayamos prometido a los gobiernos o a los magnates. En
cuanto la RVI salga a la luz pública y todos deseen ser parte de ella,
porque lo harán, lo desearán como nada en el mundo, de eso nos
encargaremos la OPD, así tengamos que regalar mansiones virtuales, el
mundo entero será dormido; y sólo aquel que quede despierto para escribir
el código, será el amo de todo. Como dicen en mi pueblo: «El que reparte
se lleva la mejor parte»… Permítame mostrarle un poco de mi poder, Sr.
Luciani.
146
De pronto, silencio. El diablo volteó hacia todos lados sin moverse. En
aquella habitación no había nada fuera de lo normal. Por lo menos él no
advertía ningún cambio—. Los detalles, Fernando, no olvides los detalles.
El diablo entonces se percató de que uno de los floreros había cambiado de
color. Luego cambiaron sus flores.
—¿Qué más tienes? —lo retó el diablo, aparentemente impasible; pero
internamente alerta.
—¡Señor! Está aquí.
El diablo miró de inmediato sobre su hombro.
—¡¿Gus?! P-pero se suponía que te…
—¡Señor!
—¿Qué?
—¡Señor! ¡Por acá!
—¡Señor! ¡No, por acá!
—¡Señor!
—¡Señor!
—¡¡YA!! —gritó el diablo, encolerizado.
—No soy Gus, sólo soy un par de códigos —dijo el niño; sin embargo, su
voz era la de Tobías Martini.
—Ya entendí. Deja de hacerlo.
—Como podrás verlo, el mundo me pertenece…
—Este mundo, querrás decir.
—Y este se convertirá en el nuevo y único mundo, tenlo por seguro. Sin
embargo, aparecer niños no es la gran cosa. Todavía hay más por admirar.
En eso, el suelo de aquella habitación se empezó a convertir en lava. El
diablo retrocedió hasta quedar atrapado con la espalda en la pared.
—No clamaré —gruñó.
147
El piso volvió a la normalidad, y el diablo aprovechó aquello para salir
deprisa del edificio.
—¿Adónde va, Sr. Luciani?
Repentinamente, estando en la solitaria calle, el diablo se doblegó y cayó
de rodillas.
—¡AGH!
—Sólo es un cáncer de páncreas. ¿No eras tú el diablo? Desaparécelo.
—¡¡AAAGH!!
—¿No puedes? Bien. Dejemos el cáncer a un lado.
El diablo se puso de pie sin el más mínimo dolor. Lo desconcertó—.
¿Alguna vez has estado en un terremoto de 9 grados en la escala de
Richter? —le preguntó Martini.
El diablo esperó, expectante. Inmediatamente, todo comenzó a sacudirse
de forma violenta. En cuestión de un parpadeo, los edificios cayeron uno a
uno. El diablo tuvo que correr para esquivar los escombros. Pero luego de
unos segundos, aquella ciudad pasó a ser un verde campo—. Bonito,
¿no?... ¿Qué te parecería si le agregamos una manada de leones
hambrientos?
Los leones aparecieron, rodeándolo.
—No me gustan los gatos. Prefiero los perros —bromeó el diablo, atento a
los movimientos de los félidos que lo acechaban.
Martini soltó una risa a secas. Aquellos leones triplicaron su tamaño, se
volvieron bípedos y sus rasgos se mezclaron con los de lobos. La noche
cayó con tan solo escribir unos comandos más.
—Vamos, Sr. Luciani. Tenía entendido que guardaba ciertos poderes bajo
148
la manga. ¿Por qué no aparece su pistolita blanca o cambia su aspecto para
ganar más fuerza?... ¿O necesita estar entre los colmillos de mis híbridos
para sacar ese poder oculto?
Dos de los leones se abalanzaron sobre el diablo. Éste intentó protegerse,
intentó, incluso, hacer lo que Tobías sugirió; pero no lo consiguió, y una de
las bestias le prensó un brazo entre sus fauces. La otra le arrancó parte del
hombro.
—¡¡¡AAAAGGGH!!!
—Decepcionante…, muy decepcionante.
Todo aquello se esfumó. Ahora el diablo se encontraba, ileso, en el escaño
de un concurrido parque. Sostenía un helado de fresa en una mano; y en la
otra, un par de globos con helio—. ¿Te gusta el de fresa o prefieres de
chocolate?
El diablo dejó caer su helado y soltó los globos; se recargó en sus rodillas
para contemplar a las personas. Había niños jugando por doquier… Todo
era tan real.
—¿Terminaste? —bufó.
—No, viene la mejor parte —se regocijó Martini—. Verá, Sr. Luciani,
como recordará, al principio de nuestra hermosa aventura virtual mencioné
que al momento de crear el UniAversus nos esmeramos en conseguir que
fuera fiel a la realidad material. Por esa razón tuvimos que programar las
mismas leyes que rigen a ésta. Y como la piedra angular de nuestra
realidad natal es la dualidad, al instante en que creamos la materia virtual,
implícitamente recreamos otra particularidad de la naturaleza: la
antimateria.
»El UniAversus estaba formado, desde su concepción, por materia
(virtual, obviamente); pero en algún lado tenía que existir la antimateria
que recreamos. Posteriormente, nos percatamos de que esa antimateria se
hallaba depositada en, técnicamente, todos los tipos de enigmáticos
149
agujeros espaciales: negros, blancos, de gusano, etc. Quisimos, pues,
explorarlos. Para no correr riesgos, enviamos códigos, es decir, personas
virtuales como las que estás viendo en este momento. No son mentes
reales, así que no había peligro alguno. Sin embargo, al introducir a una de
estas personas en los agujeros, sus presencias desaparecían de nuestras
bases de datos y no se volvía saber de ellos, por ende, no obteníamos
retroalimentación. Tuvimos que experimentar con mentes reales. Así fue
como perdimos a la número 2 de nuestras mentes. La primera fue con un
error muy tonto: un código mal escrito intercambió un automóvil por la
cabeza de nuestro programador, y su mente se fue al demonio. Incineramos
su cuerpo real hace un año. Pero, bueno, continúo: a aquella segunda
mente la introdujimos en un agujero negro, esperando que saliera de un
agujero blanco; no obstante, jamás lo consiguió. Su última señal de vida
fue un «Us» como despedida. El mensaje apareció por sí solo en nuestro
código. Supusimos que quiso escribirnos «Luz», pues probablemente
quería ver algo en el interior del agujero negro; pero no lo consiguió,
aunque nunca supimos realmente qué significaba. Podían ser muchas
cosas… También incineramos su cuerpo real luego de semanas de nula
respuesta. En fin… Para no aburrirte con las demás historias, te diré que
nunca obtuvimos un resultado favorecedor en la investigación. Uno de
nuestros programadores pensó en Gusakee para seguir con los
experimentos; pero se me ocurrió que nos serviría más como carnada. Él te
trajo aquí.
—No, yo vine solo. Él no tiene nada que ver en esto.
—... ¿Por… qué?... ¿Por qué tanto interés en ese niño?
—Ni te imaginas lo que acabas de dejar ir.
El diablo sonrió de oreja a oreja. Martini, desde su silla, frunció el ceño.
—Como sea. Llegó la hora de continuar con la última prueba… En nuestra
realidad natal nadie ha podido llegar a un agujero negro y nadie sabe con
certeza qué hay en su interior o qué sucede del otro lado. Gracias a la RVI,
esto está por cambiar… o no.
150
»Sr. Luciani, está a un paso de probar si es merecedor del título que se
adjudica. De lo contrario, su mente se perderá en la nada.
De pronto, el parque empezó a girar y a oscurecerse. El diablo apareció en
el espacio, a la deriva, flotando. A kilómetros de distancia, un vórtice—.
No tengo muchas expectativas en ti. Verás, mientras estuvimos
conversando tranquilamente, tu cuerpo fue examinado con minuciosidad
por los mejores científicos del mundo. Adivina qué descubrieron…
Nada… Hasta el momento, no han encontrado nada anormal. Simplemente
no posees ninguna anomalía que te permita hacer lo que haces:
desaparecer, aparecer, sanar, cambiar tu aspecto, etc. Me informan que
todo lo que puedes hacer, al parecer, lo haces sólo porque sí, como por arte
de magia. Eso quiere decir algo muy importante: definitiva e
indudablemente, eres el diablo de la Tierra…; pero no del UniAversus.
Hasta nunca…, Sr. Luciani.
El diablo de Estocolmo fue arrastrado sobre todo el espacio por una fuerza
invisible que lo lanzó hacia el agujero negro, el cual lo abdujo en un
parpadeo y lo hizo desaparecer para siempre.
LXXV
Minutos antes:
—Adiós, niño.
—E-eh, n-no me dejen aquí, por favor, no conozco este lugar.
—Son órdenes del diablo.
—¿Eh?
—¡Gus! ¡Gus! Acá. Voltea.
—¡Tú! ¡Tú eres la muerte!
—Sí. El diablo me envió.
—¿Dónde está? ¿Qué sucedió con él?
—¿Ves esos hombres de allá? Los que te dejaron aquí. Trabajan para la
151
organización que te secuestró. El diablo se entregó para que te dejaran en
libertad, y ordenó que te trajeran a este lugar.
—¿Por qué?
—Porque tenemos que hablar, Gusakee.
El niño giró de inmediato sobre sus talones. Detrás de él se hallaba otra
persona. Era un joven de 16 años, de cabello largo y con anteojos
rectangulares.
—¡N!... P-pero…, pero si tú… Yo vi cómo te… mataron.
—Todo fue parte de una farsa.
—Es cierto. Este chico nunca murió. Te lo dice la muerte… Pero vaya que
has estado más cerca de la muerte que muchos adolescentes de tu edad.
¿Quién demonios eres, muchacho?
—Gus, señora muerte, mi nombre...
—No soy mujer.
—…, mi nombre real es Názar Reilly, líder y fundador de La VID, la
agrupación de hackers más grande del mundo, la cual puede ufanarse de
haber acabado con La Guerra del 22... Exhibimos lo oculto, y ocultamos lo
que la humanidad no está preparada para ver. Esa es, a grandes rasgos, La
VID, mi pequeña gran creación. Pero no estoy aquí para entregarles mi
«currículum vitae», sino para ponerlos al tanto de algo de mayor
importancia que acontece en nuestros días.
—¿Por qué este lugar? Las iglesias me ponen nervioso —opinó la muerte.
—Porque esta catedral es mucho más segura que, incluso, la guarida de La
VID. ¿A qué se debe esto? A la radiación que aún emanan estas tierras
gracias a la bomba nuclear arrojada el 9 de agosto de 1945. Lo más curioso
de este suceso es que Nagasaki no era el blanco principal, sino la ciudad de
Niigata; pero una oportuna lluvia impidió que ésta fuese el objetivo, así
que se optó por Kokura; no obstante, esa mañana el cielo nublado impidió
la visualización del blanco. Y como el bombardero se estaba quedando sin
combustible, Nagasaki terminó siendo la ciudad elegida, la víctima de las
circunstancias. Y así ha sido siempre la vida…
152
»A tan solo 500 metros de esta catedral cayó la llamada «Fat Man».
Pues la radiación provocada por ese hombre gordo estadounidense impide
que ciertos artefactos funcionen a la perfección, artefactos como
localizadores, micrófonos, radiotransmisores, etc... Incluso el internet es
pésimo en este sitio… Síganme. Los llevaré a mi despacho.
—¡No! ¡Tenemos que ayudar al diablo! Él me rescató de ese laboratorio y
yo lo...
—El diablo pidió que no interfiriéramos, Gus —le dijo la muerte.
LXXVI
—Tomen asiento, por favor…, sobre todo tú, Gusakee.
El niño tragó saliva. Názar sólo tenía 16 años; pero transmitía la madurez
de un hombre de 30—. Primero que nada, quisiera disculparme contigo por
lo que te hice pasar en Tokio. Drogarte fue necesario para que no hicieras
nada malo.
—¡Pero yo nunca quise hacer nada malo!
—Lo sé…; pero está en tu naturaleza hacerlo.
—…
—Es momento de que lo sepas… … … Eres uno de los extremos de
nuestra realidad…, eres… la encarnación del mal, Gusakee.
—¿La encarnación del…? ¿Eh?
—¿No tenía ese papel Fernando Luciani, el diablo? —inquirió la muerte.
—No, no lo tiene y nunca lo ha tenido. Fernando es una particularidad de
la naturaleza. Él es la encarnación de la neutralidad, es lo necesario para
equilibrar las fuerzas opuestas e interdependientes de la realidad. Pero él, a
diferencia de Gusakee y yo, no precisa que uno de nosotros exista.
Nosotros, en cambio, requerimos del otro para seguir con vida.
—Tú… ¿Tú eres…?
—Soy tu contraparte, Gusakee. Por eso… —sonrió— nunca he logrado
153
que nos llevemos bien.
—¿Tú eres la encarnación del bien, niño?
—Así es.
—¿Por qué nadie me cuenta nada sobre esto? ¡Soy la muerte! Tengo que
saberlo todo.
—Tu trabajo es otro, es independiente al nuestro.
—E-eh… Era una pregunta retórica; p-pero…, bueno, gracias por
aclararlo.
—¿Y qué se supone que haga en el mundo? ¿Destruir todo? —preguntó
Gusakee con la voz entrecortada. Una lágrima cayó a su mejilla.
—… No hoy, quizá no mañana; pero en algún momento tendrás que
hacerlo.
—¿P-por qué? Me gusta vivir aquí. No quiero… ser el malo.
—Decidirlo no te corresponde. Sería como si el fuego se negara a quemar.
—¡Yo no quiero ser la encarnación del mal o lo que sea que tú digas! ¡No
te creo nada! ¡Eres un mentiroso!
—¡Gusakee! ¡Ven aquí!
—¡NO! ¡Quiero estar con el diablo! ¡Él sí es mi amigo!
—¡Él te necesita, Gusakee!
—… ¿Qué?... ¿El diablo me…?
—Siéntate, por favor, te lo voy a explicar... ¿Quieres un poco de agua?
—N-no... B-bueno, sí.
—… … … Toma, bebe despacio.
—… Gra…, gracias.
—Verás, Gusakee, todos, hasta la muerte aquí presente, fuimos creados
con libre albedrío; sin embargo, hay cosas que se salen de nuestras manos,
que no podemos manipular, ya que nuestra condición nos lo impide. Tal
vez seamos las encarnaciones de las fuerzas que equilibran la realidad en la
que existimos; no obstante, seguimos siendo humanos y, como tales,
tenemos limitaciones. Fernando es como es porque su condición, su propia
naturaleza, su esencia, lo obliga a ser de esa manera: ignorante,
imprudente, explosivo, bipolar…, eterno. El diablo jamás dejará de existir
porque es quien se encarga de darnos vida a ti y a mí. Si tú mueres, yo
154
muero; si yo muero, tú mueres; pero si uno de los dos muere, el diablo nos
resucitará, y es quien se ha encargado de unirnos desde que se concibió la
eternidad, siempre que el universo lo necesita, siempre con otros cuerpos y
otros rostros; pero siempre nosotros… ¿Sabes por qué yo estaba en Tokio
y pude conocerte?
—N-no.
—Soy australiano e ininterrumpidamente viví en mi ciudad natal, en
Adelaida. Pero un día, el diablo llegó buscando algo que hacer. No tenía
adónde ir ni un objetivo en los pensamientos, sólo se estaba dejando guiar,
inconscientemente, por su instinto. Él pensó que llegó a Australia para
meterse en algunos problemas, ganar un poco de dinero, conocer nuevas
tierras, etc. No obstante, la realidad es que llegó a mi ciudad para
ayudarme a arribar a Tokio. Él no lo sabe, actualmente no lo sabe; pero en
una de sus imprudencias, mató a un sujeto que se dirigía a su hogar para
reunirse con su familia. Aquel sujeto era mi padre, quien nunca llegó a
casa. Y, a causa de su muerte, mi madre murió a los pocos días por
depresión... Gusakee, una pregunta: ¿tienes hermanos, padres, tíos o algún
familiar?
—N-no.
—Exacto. Eres hijo único, tus padres eran hijos únicos, tus abuelos lo eran,
tus bisabuelos también, y así sucesivamente; y todos están muertos… Mi
historia es la misma: soy hijo único de hijos únicos. ¿Sabes por qué?
—… No.
—Porque así debe ser… Cuando mis padres murieron, fui enviado a un
orfanato. Pero hui a las calles. Al morir tus padres, huiste a las calles; y
cuando estabas por ser recluido a un orfanato, te encontré y escapamos.
»Llegué a Tokio un año después de la muerte de mis padres. Si el
diablo no los hubiera matado, a uno con una bala, y al otro con el
sentimiento, la historia hubiese sido muy diferente. Y escogí Tokio porque
te estaba buscando y quería protegerte. Cuando te encontré, de inmediato
supe que sería imposible convivir contigo, así que empecé a drogarte. Eso
mantenía dormida tu naturaleza negativa, pues, repito, aunque seas la
encarnación del mal, primero eres humano; y si tu humanidad te hace
155
susceptible de ser manipulado, no podrás hacer nada al respecto... Las
drogas fueron el ancla que me permitió mantenerte cerca sin correr riesgos.
Y una vez teniéndote cerca, sabía que era cuestión de tiempo para que el
diablo nos encontrara. Semanas después, lo hizo… Él nunca me había visto
ni sabía quién era aunque yo ya lo había contactado hace años a través de
La VID… Pero esa es otra historia… Cuando nos topamos de frente, vi en
su mirada que ni siquiera recordaba a mi padre. Pero también sus ojos me
dijeron que había encontrado lo que tanto había buscado: su verdadera
misión en esta vida.
»Esa tarde tú no estabas conmigo. Te había enviado por más droga. Yo
caminaba por una calle que sabía que debía transitar sin detenerme a
reconsiderarlo. Entonces lo vi llegar a la esquina, seguí caminando y me
vio. Se detuvo de inmediato y se asustó. «¿Quién diablos eres?», me
preguntó. Le respondí que yo era su respuesta, y lo entendió.
»Procedí a explicarle quién era yo, quién eras tú y quién era él. Lo puse
al tanto, también, de lo que había acontecido todos esos años y cómo, sin
desearlo, la vida nos había unido a los tres. Le aclaré que él siempre había
existido; pero que hasta hace unas décadas su esencia se encarnó, puesto
que un gran cambio en el universo acontecería. Por eso tuvimos que nacer
tú y yo; primero yo, y luego tú, por una diferencia de tan solo 3 años… Me
preguntó cuál sería específicamente ese gran cambio, y le dije la verdad:
«No lo sé, sólo sé que sucederá en poco tiempo». Me preguntó entonces
qué debía de hacer él para contribuir, y le confesé que no había nada en
especial que debiera hacer, sólo ser él y hacer lo que se le placiera, pues su
instinto, su inconsciente, lo llevaría a hacer lo que la naturaleza necesita
que se haga para que nosotros…, tú y yo… …, nos enfrentemos una vez
más a muerte.
—… … … ¿Q-qué..?
—Así es. No sé cuándo, dónde, por qué ni cómo; pero ocurrirá dentro de
poco.
—¿Tendremos que morir?
—Todos morimos, sólo lo haremos más rápido que otros humanos. Sí, nos
enfrentaremos tarde o temprano porque así debe ser.
156
»Aquella tarde, Fernando insistió en conocerte. Quería verte y convivir
contigo. Me dijo que deseaba pasar los últimos días de paz enseguida de la
encarnación del mal. Acepté sin objetar, pues no era el diablo quien
hablaba, sino su instinto… Sugirió que fingiéramos un enfrentamiento para
que tú pensaras que el diablo te había librado de esa vida de perdición, y
también accedí a hacerlo, porque así debía ser.
»Esa misma tarde, tú conociste al diablo, y él te alejó de mí. Esa misma
tarde yo tuve otra revelación. Esa misma tarde supe que el diablo dejaría
este mundo antes que nosotros; pero la revelación nunca especificó cómo
lo haría. Pues esta tarde, cuando la muerte llegó a la guarida de La VID
para darme un mensaje del diablo, lo supe… El diablo acaba de dejar este
mundo. Mientras hablamos, se me reveló que Fernando Luciani Sansixto,
el diablo, El diablo de Estocolmo, se ha ido.
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CAPÍTULO 7
UNUSTELÉCTUM
—¿Q-q…, qué? ¿S-se fue?
Su voz se quebró. Gusakee no lo podía creer.
—¿Es en serio? —dudó la muerte.
—Sí. El diablo ya no se encuentra en nuestra realidad.
—¡¿Dónde está ahora?! —preguntó el niño, consternado.
—Un momento… —intervino la muerte—. No…, no siento nada… El
diablo no… No puedo sentir que haya muerto.
—Jamás dije que Fernando murió, sólo que se había ido, pues su mente ya
no está en este mundo, ya no está entre nosotros.
—¡¿Volverá?! ¡¿Volverá?! ¡¿Cuándo?! ¡Tenemos que ayudarlo a que
regrese!
—No lo sé, no sé cuándo ni cómo; pero si Fernando dijo que no
interfiriéramos, y que él iba a solucionar todo, es porque así lo dijo su
instinto, es porque así debe ser y no queda más que guardar la calma y
seguir con nuestras vidas hasta que el diablo regrese; y el caos profetizado,
por fin comience.
—¿Cómo sabes todo eso, N?
—La clarividencia es uno de los dones que se me otorgaron por ser la
encarnación del bien. Uno de tus dones, Gusakee, por ser la encarnación
del mal, es el «Omniexitio», cualidad de «Omniexitente», es decir, tienes
el poder de destruir y destruirlo absolutamente todo con sólo desearlo. Por
eso es imprescindible evitar que te enojes.
—¿Por qué yo tengo que tener un poder tan malo?
158
—La destrucción no es mala, Gusakee, la destrucción forma parte de la
vida. Inclusive, el universo, esta realidad, la vida, todo lo existente
actualmente, se creó gracias a una explosión. En otras palabras, un poco de
esto y de aquello tuvo que destruirse para crear una reacción en cadena que
creó vida.
Gusakee se sorprendió—. Por otro lado, volviendo a lo de los poderes, los
poderes característicos de Fernando, la encarnación de la neutralidad, son
la indiferencia, la independencia, la inmortalidad, y un poder de creación y
destrucción; pero este último no tan grande como el tuyo.
—Vaya —suspiró el niño.
—Bueno, jovencitos, me dio gusto enterarme de todo esto; pero no me
gustó enterarme hasta ahora, así que, si me disculpan, iré a buscar a El
Creador. Tengo que hablar seriamente con él. Hasta luego…,
encarnaciones del bien y el mal.
La muerte desapareció sin más. Názar y Gusakee se vieron las caras en
silencio durante unos segundos.
—¿Entonces a esperar? —preguntó el último.
—A esperar.
LXXVII
Todo era blanco en aquel lugar; pero no un blanco sólido, sino como un
destello perpetuo y ubicuo. Nada se veía, nada se escuchaba, nada se olía,
se sentía ni se cataba. Al parecer, ninguno de los sentidos funcionaba.
—¿Estoy en el… Cielo? ¿Morí? ¿En verdad morí?
—Hola, humano.
—¡AY, CABRÓN! ¿Q-quién…? ¿Qué eres tú? ¡Oh, mierda! ¡Hay otro!
¿Q-qué son ustedes?
159
Entre aquel eterno destello, el diablo logró distinguir dos siluetas. Ambas
aparentaban ser tan blancas como el entorno; pero, en realidad, eran
transparentes. El único rasgo de otro color que tenían eran sus ojos: negros
como el espacio.
—Al inicio de los tiempos nos bautizaron como «Unusteléctum»; pero
puedes decirnos simplemente «Unus». Bienvenido a nuestro dominio, el
«Unuscéntrum».
—¿Y qué es aquí? Se parece mucho al Cielo.
—No, para nada, esto no se parece ni en lo más mínimo al Cielo. Es
evidente que no has estado ahí.
—Créeme, cosa con ojos negros, sí he estado ahí y se parece mucho a esto.
—Mmm… Hay algo distinto en ti. No eres un humano ordinario. Tus
pensamientos no se encuentran libres en el Unuscéntrum.
—¿A qué te refieres, cosa?
—Pon atención y lo verás.
Aquellos seres figuraron girarse hacia un lado. El diablo, irresoluto, miró
hacia el inexistente horizonte.
—No veo nada.
—Exacto. No se trata de ver.
—¿Y de qué… mierda se trata entonces?
—Percibe.
—… ¿Y… eso qué significa? —El diablo entornó los ojos, agobiado—.
¡Esperen! ¡Lo ve…, lo percibo!
Cerró por completo los párpados. Aquel entorno cambió para él: lo blanco
se volvió negro, lo negro se volvió blanco; y lo transparente, se volvió luz,
luz celeste, destellos eléctricos. De eso estaban formados aquellos
Unusteléctum.
160
—Ahora lo percibes.
—¡¿Qué es?!
—Son los pensamientos de todos los seres vivos.
El diablo miró a su alrededor. Estaba ceñido por hebras infinitas de luces
conectadas entre sí por finas ramificaciones.
—Creo…, creo que he visto esto en otro lugar.
—Las conexiones neuronales en algunos seres vivos fueron inspiradas en
el Unuscéntrum.
—Oooh, ya veo, qué impresionante… ¿Y cómo salgo de aquí?
—No pareces realmente sorprendido.
—Tengo cosas más importantes que hacer, no puedo quedarme a ver
lucecitas. ¿Dónde está la salida?
—Eso depende de ti.
El diablo gruñó.
—No me gustan los acertijos. Habla claro, maldita luciérnaga.
—Para salir de aquí, primero tienes que saber cómo entraste, ¿no?
—… … … Buen punto. Continúa.
—¿Cómo entraste?
—¿Eh?
—Es una pregunta.
—¡Ya sé que es una pregunta! ¿Por qué me lo preguntas a mí? Tú vives
aquí, dime por qué o cómo es que estoy en este lugar.
—No lo sé. Nadie aquí sabe por qué llegaste al Unuscéntrum. Como te lo
dijimos antes, eres un ser humano inusual, tus pensamientos no se
encuentran libres... Hace unos momentos, llegó un niño con una mente
parecida a la tuya...; pero se fue de inmediato. Ni siquiera logró quedarse
lo suficiente para pronunciar la primera letra de «Hola».
—… ¿Un niño?... ¿Gusakee? ¿Názar?
—No lo sabemos. Como te lo dijimos antes, su mente era muy similar a la
161
tuya, pues sus pensamientos no estaban libres en el Unuscéntrum, no
formaban parte de él.
—No estoy entendiendo. ¿Por qué llega alguien aquí?
—Verás, humano inusual, el Unuscéntrum se encuentra en el centro de «El
TODO». El TODO es la realidad que engloba todas las demás realidades
existentes e inexistentes. Éste, El TODO, se divide en 3 realidades más
pequeñas: la inferior es la «Realidad material»; la central, donde nos
encontramos, es la «Realidad mental»; la superior, donde se encuentra El
Creador y el Cielo, es la «Realidad espiritual».
—Pues en realidad no deseaba saberlo; pero, bueno...
—Los seres vivos, al igual que El TODO, se dividen en 3 condiciones o
esencias: la inferior es la materia, la central es el alma, y la superior es el
espíritu. El cuerpo, la condición inferior, la materia, está diseñada para ser
autosuficiente, es decir, funcionar por sí sola, mediante el instinto, sin la
ayuda de las demás condiciones. Sin embargo, El Creador diseñó una
mente para cada ser, una mente que permite controlar a la esencia inferior,
a la máquina, al cuerpo. Y para lograr eso, a cada mente la creó con libre
albedrío; y al momento de dotar a los seres vivos de libre albedrío,
implícitamente los dotó de receptividad, que les ayuda a percibir, evaluar e
interactuar con su entorno en la medida de sus posibilidades, en la medida
que su individualidad se los permita. A esa segunda esencia, a esa mente, a
ese libre albedrío y receptividad se le llamó alma. Por último, pero
principalmente, está el espíritu, la condición superior que conforma a los
seres vivos. El espíritu es el don que da vida, es el equivalente a la sangre
que ocupa el cuerpo, es lo que une a cada creación con El Creador. El
espíritu es la herencia que le dejó el padre al hijo.
—Estás a una palabra de matarme de aburrimiento.
—Esas tres esencias, en orden descendente, es decir, de superior a inferior,
son las que El Creador utiliza para crear a un ser vivo. Y cuando éste
muere, cuando la vida del ser vivo se acaba, desaparece en orden
ascendente, es decir, de inferior a superior. Primero desaparecerá el
cuerpo, la materia, y liberará al alma y al espíritu. Cuando el cuerpo muere,
inmediatamente el espíritu regresa al Cielo a fundirse con el espíritu de El
162
Creador, a fundirse con El Creador mismo. Paralelamente, el alma, la
mente, la segunda condición, asciende al Unuscéntrum para fundirse con
los pensamientos de todos los demás seres vivos. Una vez absorbida toda
la información, el alma inmediatamente se eleva al Cielo para disfrutar del
descanso eterno.
—Entonces supongo que si estoy aquí es porque morí y vengo a absorber
todo el conocimiento. Sin embargo, eso no es posible, ya que…
—El Unuscéntrum aloja las mentes de todos los seres vivos: humanos,
animales, plantas, piedras, etc. Todos los pensamientos salen y entran de
aquí; se encuentran transitando libremente por el Unuscéntrum, por lo que
todas las mentes de los seres vivos están conectadas a través de este gran
transmisor, lo cual permite que una especie reconozca y comprenda a otra;
y que la acepte como a su semejante.
»El viaje que realiza un alma por el Unuscéntrum cuando el cuerpo
muere es para que se purgue de los pensamientos negativos ganados por el
cuerpo, por ejemplo, los prejuicios, y pueda ascender al Cielo con el
conocimiento real y absoluto de El TODO. Ahora bien, la muerte no es la
única puerta para entrar al Unuscéntrum. En ocasiones, la primera esencia,
la materia, sufre algún daño y la mente no puede habitar de forma correcta
ese cuerpo. En esos casos, la mente regresa al Unuscéntrum y permanece
aquí hasta que el cuerpo se arregle, lo cual la haría regresar a la Realidad
material o, por el contrario, hasta que el cuerpo muera definitivamente, lo
cual la liberaría y la regresaría a la Realidad espiritual. Un caso muy usual
es lo que ustedes llaman muerte cerebral. En esta situación, el cuerpo,
específicamente el cerebro, el receptor material de lo transmitido por el
Unuscéntrum, sufre un daño que lo deja paralizado, pero aún con vida.
Esto provoca que la persona no muera ni viva. Su alma, su mente, su libre
albedrío, su receptividad, no puede permanecer dentro de su cuerpo; pero
tampoco puede deshacerse de él. Por eso el alma no logra quedarse en la
Tierra ni ir al Cielo, así que se queda un tiempo en el Unuscéntrum.
Mientras una de las dos posibilidades sucede, las almas aprovechan para
explorar los pensamientos de todos los seres vivos.
Lamentablemente, es tanta información la que acumulan, y tan pequeña la
163
condición corpórea, que cuando el cerebro vuelve a funcionar y el alma
regresa al cuerpo, olvidan todo lo que absorbieron aquí. A veces, mentes
excepcionales conservan un poco de lo que vieron; pero olvidan el 99.9%.
Lo normal es que algunos recuerden una luz blanca y es todo.
—C-creo que ya lo entendí. Si es imposible que haya muerto y que esté
aquí sólo para absorber la información del Unuscéntrum y posteriormente
ascender al Cielo, entonces tal vez mi cuerpo sufrió una muerte cerebral.
Pero…
—¿Por qué es imposible que mueras, humano inusual?
—¡Cállate! No me dejas concentrar… Pero, si sufrí una muerte cerebral,
mi magnífico cuerpo se hubiera regenerado de inmediato… Entonces… no
sufrí ningún daño físico…, sino mental… Mental… ¡Eso es! ¡Martini tiene
la culpa! Si transfirió mi mente a su tonto proyecto RVI, quiere decir que
vació mi cerebro. Éste no murió, sólo está vacío. Pero como seguía
conectado a la RVI, mi cuerpo nunca percibió que mi mente se había ido.
Sin embargo…, cuando entré al agujero negro… ¡mi cerebro se vacío! ¡Mi
cerebro ya no sintió a la mente en su lugar! ¡Exacto! ¡Ahora tiene sentido!
Estar dentro de la RVI era como engañar a mi cerebro; pero cuando caí al
agujero negro, debí de haber salido de la RVI, por lo tanto, ¡salí por
completo de mi cerebro!
—Lo que dices se escucha como una muerte cerebral artificial. Sí, eres un
humano inusual.
—Mi cerebro está vacío, mi alma no puede habitarlo, y por eso ascendí a
este lugar. ¡Soy un genio! Sólo necesito…
—¿Qué eres, humano inusual?
—Soy el diablo, ya cállate.
—Oh… Así que era eso…
—Si quiero regresar a mi cuerpo, tendré que… regresar por donde vine…
¿Cómo podré regresar a ese agujero negro?... ¡Oye, tú, cosa!, ¿cómo puedo
llegar a un agujero negro?
—Los agujeros negros no existen en la Realidad mental. Tendrías que salir
del Unuscéntrum y buscar uno en la Realidad material.
—¡Carajo! ¿Y cómo mierda salgo de esta mentada Realidad mental?
164
—Eso depende de ti.
—… … … ¡Mierda! ¡Explícate, cosa! ¡Tengo prisa!
—Tu cuerpo es el que debe funcionar correctamente para que tu alma
regrese instantáneamente. Depende de tu cuerpo en la Realidad material.
—¡Pero ya sabemos que mi cuerpo está fuera de servicio temporalmente!
¡¿Cómo regreso sin un cuerpo?!
—Algunos humanos, cuando llegan al Unuscéntrum, aprovechan su
estadía para explorar…
—¡Eso ya lo mencionaste!
—Cuando exploran, algunos corren con suerte y encuentran rápidamente
los pensamientos de sus seres queridos. Entonces se comunican con ellos
por medio de la mente.
—Por medio de la… ¡Gracias, cosa rara! ¿Dónde están los pensamientos
de los humanos?
—Están por todos lados. Como te lo dijimos antes, los pensamientos van y
vienen por todo el Unuscéntrum. Por ejemplo, cuando alguien en la Tierra
tiene una idea es porque su mente logró capturar ese pensamiento mientras
viajaba de aquí para allá en busca de una mente que la tomara. Si la
persona en la Tierra rechaza la idea, el pensamiento regresa al
Unuscéntrum para seguir viajando de un lado a otro en espera de otra
mente, y la primera mente olvida esa idea. Pero a veces las mentes se
retractan y buscan las ideas que rechazaron. A veces sólo encuentran parte
de ellas. A veces no las encuentran. Otras veces, si tienen suerte y nadie
más las han capturado, pueden recapturarlas íntegras, tal como la primera
vez que las capturaron. En ocasiones, dos o más personas tienen la misma
idea; pero en realidad no son la misma, sino sólo muy parecidas. Ningún
pensamiento es perfectamente igual a otro.
—… ¿Y toda esa cháchara qué tiene que ver conmigo?
—Los pensamientos viajan por todos lados más rápido que la luz, y a
veces hasta se fragmentan o se mezclan cuando chocan con otros. Tendrías
que poner a prueba tu suerte e intentar capturar el pensamiento de uno de
tus seres queridos de entre todos los existentes.
—¿Y… cuántos pensamientos hay en total?
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—Mmm… Contando pensamientos espontáneos, recuerdos, ideas,
fragmentos de pensamientos, sueños, deseos, «déjà vu», entre otros, son…
varios trillones.
—¡¿QUÉ? ¡¿QUÉ ACABAS DE DECIR, COSA DE MIERDA?!
—Varios trillones.
—¡¡TE ESCUCHÉ LA PRIMERA VEZ!!... ¡No puedo quedarme a buscar
entre tantos pensamientos!… Tiene que haber otra forma, tiene que haber
otra…
—Eres el diablo, ¿no? La encarnación de la neutralidad.
—Sí. ¿Y qué?
—Cuando El Creador le dio vida a «Las Tres Eminencias», a la
encarnación del bien, a la encarnación del mal y a la encarnación de la
neutralidad, los dotó de espíritu, es decir, vida; y alma, es decir, libre
albedrío y receptividad. Pero no les dio un cuerpo que los limitara, y
tampoco metió los pensamientos de sus almas en el Unuscéntrum.
—¿Siempre le dan tantas vueltas a lo que dicen?
—Sin embargo, les obsequió una conexión especial e íntima para que
pudieran encontrarse cuando que se alejaran, una conexión fuera del
Unuscéntrum. No obstante, hace unos años humanos, cuando El Creador
decidió darles un cuerpo a Las Tres Eminencias para que resolvieran un
conflicto en el que se metería la raza humana, creó una sección temporal y
privada en el Unuscéntrum con el fin de que los pensamientos de Las Tres
Eminencias viajaran de un lado a otro sin mezclarse con los de los demás
seres vivos.
—¡Genial! ¡¿Por qué no lo dijeron antes?!
—Pero esa sección la creó tan distante de la otra que ni siquiera los
Unusteléctum pueden llegar a ella. Sólo las almas de Las Tres Eminencias
saben encontrarla y visitarla incluso sin haber muerto. Si quieres
comunicarte con algún humano ordinario, estás en el lugar correcto; pero
tendrás que intentar hallar sus pensamientos e interferirlos. Si quieres
llegar a la sección temporal de Las Tres Eminencias, no podemos ayudarte.
—¡Pff!… Genial… Volvemos al mismo problema… ¿Por qué tienen que
hacer todo tan complicado?
166
—Eres una de Las Tres Eminencias, está en ti ese conocimiento. Busca
dentro de ti.
—Sí, sí, la respuesta está en mi corazón, bla, bla, bla… … … ¡Carajo!
Deberían de darte un instructivo cada vez que te dan un cuerpo. Tal vez no
lo leería; pero me gustaría tener la posibilidad de hacerlo cuando lo
necesite…
El diablo de Estocolmo volteó hacia todos lados. No reconoció nada—. ¡Es
imposible!
¡Sólo hay luces y más luces! ¿Dónde está el letrero de «Sección VIP de
pensamientos»?
—Intenta hacer algo diferente.
—¿Qué quieres decir?
—Deja de pensar y mueve la boca.
—… No comprendo.
—Deja de pensar.
—¡¿Qué mierda significa eso?!
—Estás pensando. Deja de hacerlo. No nos necesitas, deja de pensar.
—¡¡QUE NO ENTIENDO!! ¡¡ME ESTÁN ESTRESANDO!!
—Tal vez eso funcione. Grita; pero hazlo con la boca.
—… ¿Qué?... ¿Cómo que…? ¿Entonces no estoy…?
—En el Unuscéntrum nos comunicamos sin boca, es decir,
telepáticamente, y vemos con los ojos cerrados. Quizá encuentres la
sección de Las Tres Eminencias si abres los ojos, despegas los labios y
haces algo que no se haga aquí.
—¡Carajo! ¡Es cierto! ¡Había olvidado que tenía los ojos cerrados!
El diablo los abrió. Aquella constelación de pensamientos desapareció.
Todo volvió a ser blanco. Después posó los dedos sobre su boca—.
Vaya… Entonces no estaba hablando… … … ¡¿Hola?! ¡¡OH, MIERDA!!
¡Mi voz! ¡Mi voz! ¡Hace eco!... ¡HOOLAAA! —Y recibió otro
«¡HOOLAAA!» como respuesta—. ¿Por qué esta sensación? Es como si
fuese la primera vez que utilizo mis sentidos.
—En el Unuscéntrum no existen los sentidos corporales, sólo los
pensamientos. Pero tú eres una de Las Tres Eminencias, eres parte de la
167
excepción… Intenta usar el poder que se te confirió… Ordena.
—Ordenar… … … ¿Ordenar?... … … ¡MUÉSTRAME LAS TRES
EMINENCIAS! —gritó.
De pronto, el diablo sintió que su alma fue atraída violentamente hacia
enfrente, dejando atrás los ojos negros de los Unusteléctum. Cuando su
entidad se detuvo, estaba completamente solo, en la nada; pero frente a él
se manifestó una red de pensamientos similar a la que había visto antes.
Sin embargo, esta era tan pequeña como la palma de su mano; y en lugar
de luces y destellos celestes, los pensamientos y sus conexiones eran
negros cual tinieblas—. Así que esta es nuestra conexión mental… …
Bien… … … ¿Y ahora cómo entro ahí?... … … ¡Cosas! ¡Cosas raras de
ojos negros! ¡Ey! ¡Necesito ayuda! ¡Olvidé preguntar cómo entro a los
pensamientos!... … … —No obtuvo respuesta alguna—. ¡Diablos!... …
Mmm… Tal vez… funcione igual… … ¡QUIERO HABLAR CON
NÁZAR!
El diablo desapareció y fue enérgicamente abducido por aquella
constelación negra.
LXXVIII
—¡¡OMAIGÁ’!! ¡¡Estoy en el cerebro de Názar!! ¡¡No puedo creerlo!!...
¡Ey! ¡Názar!
¡Oye! ¡Pst! ¡Pst! ¡¿Me escuchas?! ¡Názar! ¡¿Me escuchaaaaaas?!
—… … … ¿Eh?... ¿Qué…?
—¡Soy yo! ¡El diablo! ¿Sí me escuchas? ¡Estoy en tu mente! Por cierto, en
verdad eres muy aburrido… … … ¿Me escuchas? ¿Hay buena señal?
—¿El…? ¡Fernando! Fernando, ¿en verdad eres tú?
—¡Claro! Me encuentro en un sitio muy raro; pero estoy bien. ¿Cómo
están ustedes? ¿Y Gus? ¿Está contigo? Oye…, un segundo, no sabía que te
salía barba tan rápido.
168
—B-bien, bien, estamos bien… Te estábamos esperando... E-eh…
Gusakee no está aquí. Se encuentra… con la muerte. Le ha estado
ayudando a guiar almas.
—¿En serio?
—S-sí, ya sabes, estar cerca de mí no era de su agrado, así que se ofreció a
ayudar a la muerte mientras tú regresabas.
—¡Vaya! Pobre Gusakee, encuentra un trabajo y tiene que dejarlo el
mismo día.
—… ¿De qué hablas?
—Bueno, ya regresé. Es hora de poner manos a la obra, ¿no?… Como
sabrás, tuve que entregarme a la OPD para que liberaran a Gusakee. Un
tal Martini me metió en una especie de videojuego llamado RVI. Significa
Realidad Virtual no sé qué cosa.
—Realidad Virtual Incrustada, sí.
—Oh, ¿ya sabías sobre él?
—… Hace un par de años salió a la luz.
—… … … ¿Hace un par de…? Pero si Martini dijo…
—Fernando…
—¿Sí?
—Creo… que no te has dado cuenta…
—… ¿Eh? ¿De qué?
—Han…, han pasado 4 años desde que desapareciste.
—… … …
—…
—¿4…?... ¿4… años?... ¿4 años?… E-estás bromeando, ¿verdad?
—No, Fernando.
—P-pero…
—Hace cuatro años, cuando la muerte apareció para darme tu mensaje y
reunirme con Gusakee, se me reveló que tu mente había desaparecido por
completo. Tus órdenes fueron claras: no debíamos interferir entre tú y la
OPD. No lo hicimos. Sólo esperamos, y esperamos durante 4 años tu
regreso... Han pasado muchas cosas desde que te fuiste.
—… ¿C-cuáles?
169
—La OPD creó un chivo expiatorio para sacar a la luz todo lo que les
convenía: fundaron una organización fantasma de hackers. Digo
«fantasma» porque eran ellos mismos, la OPD; pero le hicieron creer al
mundo que se trataba de un grupo caritativo de hackers anónimos
provenientes de las calles. Se ganaron la aceptación de las masas
publicando esporádicamente toda la información sobre la RVI, el
UniAversus y… sobre El diablo de Estocolmo.
—¡¿Qué?! ¡¿Qué dijeron de mí?! ¡¿Qué se atrevieron a decir esos idiotas
sobre mí?!
Názar suspiró, cansado.
—«Los Iluminados», como se hicieron llamar un grupo de ineptos
programadores de la OPD, publicaron en internet los documentos que
admitían internacionalmente tu presencia; videos y grabaciones que
evidenciaban tus poderes; información sobre la «Dead devil» (la bomba
nuclear que se detonó en Italia), las grabaciones de tu arribo al Área 32, 47
y 66; y otros tantos videos y fotografías sobre ti siendo encamado,
intubado, conectado y supuestamente asesinado dentro de esta última
Área… Ese mismo día, Tobías Martini declaró que lo revelado por el
grupo de hackers Los Iluminados era totalmente cierto, y le pidió una
disculpa al mundo entero por guardar esa información, argumentando que
lo hicieron en favor del orden público, y que irían tras Los Iluminados por
atentar contra la paz internacional.
»Al día siguiente fue cuando Los Iluminados, como supuesta réplica,
subieron a internet la evidencia de la RVI y el UniAversus, junto con una
presunta lista de ventajas que el programa traería a la humanidad, además
de un mensaje para la OPD: «Queremos la RVI en todos los hogares del
mundo». Esa tarde, la OPD hizo pública su respuesta: «La RVI sigue
siendo un prototipo y aún no se conoce a ciencia cierta los riesgos que
podría ocasionar en la sociedad». Con la atención del mundo entero en la
disputa, Los Iluminados de inmediato respondieron: «No pueden negarnos
lo que se construyó con los recursos del pueblo. La RVI nos pertenece». Y
170
eso provocó que las redes sociales explotaran a favor de Los Iluminados.
Todos exigían probar la RVI… La OPD y aquellos que auspiciaron el
proyecto habían logrado su objetivo.
—Hicieron de la RVI algo prohibido…, algo deseable… ¡Es psicología
inversa para principiantes!
—Así es.
—¡Malditos humanos estúpidos!... … ¿Ya… todo el mundo está dentro?
—No, aún no. Gracias a la intervención de algunos grupos de activistas,
incluyendo a La VID, sólo pocos humanos han probado la RVI. Tenemos
suerte de que tu regreso no haya demorado tanto.
—¡FUERON 4 MALDITOS AÑOS!
—Pero llegas con unas semanas de anticipación.
—¿Por…, por qué lo dices?
—Luego del buen movimiento de la OPD, el mundo cayó en un estado de
permanente incertidumbre, e incluso segregación. El caos se desató en gran
medida y hubo enfrentamientos en diversos sectores a causa de las
opiniones divididas. Muchos comenzaron a especular que se repetiría algo
similar a La Depresión del 21. Ese temor inestabilizó a las masas, las
volvió presa fácil de propuestas prematuras. La OPD aprovechó la
situación para sacar el as que escondía bajo la manga. Le propuso al
mundo hacer algo que jamás se había hecho antes en la Tierra: unir a las
naciones.
—…
—Tobías fue la cara del «Proyecto PangeAZ». Esa fue otra de sus
estrategias: promocionar su imagen como la mejor opción de salvación. Y
les vendió la idea a las personas mezclando demagogia, filosofía y miedo.
—P-pero… Ahora que lo pienso… ¿Unir a las naciones es mala idea?
—No, no me malinterpretes. Aunar todas las naciones es el primer paso
para empezar a reconocer a la raza humana como una sola; pero es una
teoría difícil de llevar a la práctica. La única forma de que unir a los
pueblos resulte favorecedor para la humanidad es teniendo a un verdadero
líder que guíe, no a falsos profetas que arreen… Y, lamentablemente,
Tobías va arriba en las encuestas.
171
—¿Contra quién?
—… Contra nadie... Sólo él se ha postulado.
172
CAPÍTULO 8
Venganza con «V» de Realidad Virtual
Incrustada… O “Apocalipsis con «V»
de Virtual” (porque la “V” es como
una “A” volteada)… O simplemente
“Apocalipsis”. Escojan el título que
quieran.
—¡¿QUÉ?!
—Al parecer, tiene a todos en los bolsillos. Por un lado, ningún civil quiere
tremenda responsabilidad con tan pocos beneficios. La propuesta de la
unión de naciones y un solo líder incluía que éste no gozaría de ningún tipo
de lujos. Un movimiento muy astuto de su parte, pues de esa forma se
aseguró una carrera sin competencia por parte de la clase obrera. Por otro
lado, los empresarios, gobernantes y políticos no quieren saber nada de «El
nuevo viejo mundo», como burlonamente le están llamando ahora a
nuestra realidad material... Todos ellos sólo buscan asegurarse una copiosa
realidad alterna en la RVI, así que competir contra quien estará a la cabeza
de ésta es una idea muy tonta… Saben que si Tobías se convierte en el
nuevo «Líder Mundial», hará que todo el mundo entre al UniAversus, y
entonces lo virtual se convertirá en realidad.
—¡Mierda! ¡¿Cuándo se llevarán a cabo las elecciones?!
—El próximo viernes 31 de diciembre será la votación mundial a través de
173
una plataforma en internet, y se dará el resultado en punto de las 12 de la
noche del día primero para que en pleno año nuevo las naciones pasen a
ser una sola, se llame «PangeAZ», Tobías sea el primer Líder Mundial, y
la RVI se lance oficialmente al público, por lo que, deduzco, esa tal
PangeAZ quedará desierta en un parpadeo y será el fin de nuestra era… Se
tenía pensado que el inicio de esto fuese hasta mediados del año que viene;
pero las personas exigieron adelantar las votaciones para poder ingresar al
UniAversus cuanto antes y que coincida con el año nuevo terrenal.
»Afuera es una bomba de tiempo. Lo único que mantuvo a la sociedad
cuerda fue la amenaza de la OPD: «Se les dará en el UniAversus aquello
que poseían legalmente en la Tierra». Tuvieron que lanzar esa advertencia
porque muchos entusiastas abandonaron sus trabajos, descuidaron sus
vidas y hasta cometieron crímenes con el pretexto de que tendrían la
posibilidad de iniciar desde cero en la RVI.
—Espera. ¿Qué día es hoy?
—30 de noviembre.
—¡¿30 de nov…?! ¡Carajo! ¡Sólo tengo un mes para deshacerme de
Martini! Y si regreso para buscar sus pensamientos… ¡voy a volver
cuando todo esto se haya ido a la mierda!
—¿Dónde estuviste todo este tiempo? Lo único que supimos, por medio de
Tobías, así que ya te imaginarás la veracidad de esto, fue que lograron
matarte a través de la RVI para liberar al mundo de la amenaza que
representabas. Eso, por cierto, le sumó simpatizantes a la OPD y sus…
métodos: espionaje, tortura, pruebas nucleares, creación, posesión y venta
de armas de la misma índole; manipulación genética, etc… Pero,
obviamente, no te mataron, no pueden hacerlo… ¿Dónde estuviste todo
este tiempo?
—En un lugar muy, muy extraño. Unos seres me dijeron que me
encontraba… o me encuentro, no lo sé, en el centro de El TODO. Se llama
algo de Un…, Uncentro…, Unoscentros.
—Unuscéntrum.
—Ah, sí… ¿Ya lo conocías?
—Hace algunos años tuve un sueño muy… peculiar. Me hallaba en el
174
interior de un cerebro, entre sus conexiones neuronales. Después
aparecieron unos seres que me explicaron que no era un cerebro, sino «el
cerebro», y que se llamaba Unuscéntrum. Desperté de inmediato sin poder
saber nada más al respecto. Investigué por todos los medios y no encontré
nada que hablara sobre ese tal Unuscéntrum. Meses después tuve otra
revelación onírica: estaba meditando sobre un volcán. De pronto, el volcán
me tragó y me expulsó de nuevo en el Unuscéntrum. Desperté
repentinamente. Supuse entonces que debía recurrir a la meditación para
intentar saber algo más sobre ese lugar. Luego de mucha meditación, logré
separar mi mente de mi cuerpo y ascendí hasta el verdadero Unuscéntrum.
Sin embargo, en cuanto lo hice, a mi mente llegó el conocimiento de que
un minuto en ese lugar equivalía a varios meses en la Tierra, así que decidí
regresar, pues dejar mi cuerpo en trance, solo, sin protección, durante
meses, era muy peligroso. Jamás volví a intentar ascender; no obstante,
logré conservar una ínfima parte del conocimiento que ahí transitaba. Sé
qué es el Unuscéntrum y qué son los Unusteléctum. El tiempo de ellos es
diferente. De hecho, el tiempo es relativo en todos lados. Por eso unos
minutos de ellos equivalen a meses enteros de nosotros.
—Créeme…, ya lo noté… Pero creo que sé cómo salir de aquí…
—Tu instinto está hablando. Prosigue.
—La OPD no puede matarme, así que sólo devolviendo mi mente a mi
cuerpo conseguiré descender a la Tierra. Este es el plan: levantas tu
trasero de esa silla, vas por mi cuerpo, juegas un poco con tus códigos
mágicos de programación y enciendes de nuevo mi cerebro para que
pueda regresar mi alma a él.
—Pero hay un problema. Tal vez no lo sepas aún: como la OPD no pudo
destruir tu cuerpo, lo guardó en un ataúd de alta seguridad en una cámara
resguardada las 24 horas en uno de sus laboratorios subterráneos. Estaban
seguros de que nunca regresarías; pero tomaron sus precauciones. Incluso,
cambian el ataúd de laboratorio cada cierto tiempo. Tengo semanas que no
logro descifrar dónde lo tienen actualmente… No diré que intenté sacarte
alguna vez; pero reconozco que en una tarde de aburrimiento descubrí que
la entrada a los laboratorios, donde normalmente te esconden, son
175
simplemente imposibles de pasar sin autorización.
—¡Ja! Eso crees tú, pequeño ingenuo. Sólo necesitamos un arma para
entrar allí, darles un pequeño sustito de muerte a los que intenten
impedírnoslo y sacar mi hermoso cuerpo.
—Fernando, creo que olvidas que sólo soy un hacker y tengo a unos
cuantos de ellos a mi disposición, no a un grupo terrorista. Sabes muy bien
que no me gustan las armas.
—Sí, sí, eres un maldito pacifista aburrido de mierda, lo sé. Pero recuerda
que tenemos un arma infalible de nuestro lado.
—…
—Oh, sí… Lo sabes…, lo sabes muy bien.
—Gusakee.
—Él mismo… Un poco de esto, un poco de aquello, y Gusakee nos dará lo
que queremos. ¿Qué clase de apocalipsis sería sin la encarnación del mal
presente?
—P-pero… Hace años que no lo veo. No he sabido nada de él desde que se
fue con la
muerte… … … ¿Tú puedes…? ¡Claro! Tú puedes comunicarte con él
desde donde estás, ¿no es así?
—Y sin pagar ni un centavo por larga distancia.
—¡Perfecto!
—Sigue con lo tuyo, y yo me encargo de traer al niño. Vuelvo enseguida.
—¡Oye! Recuerda que el tiempo es relativo. No tenemos otros 4 años.
—Lo sé. También de eso me encargo yo. Adiós.
—Que así sea.
LXXIX
—… Gusano…, gusano… ¿Me escuchas?
—¿Eh?
—¡Buuu! Soy tu… consciencia…
176
—¿Mi qué…?
—Nah, es broma.
—¿Eh?
—¡Soy el diablo! ¿No me reconoces?
—¿Señor?
—Has crecido mucho, Gus. Oye, ¿cómo demonios ganaste esos bíceps?
Pásame la receta, niño.
A diferencia de Názar, quien conservó sus 170 centímetros de altura y a
quien el tiempo sólo le obsequió unas cuantas arrugas y barba, el pequeño
Yomimoto, ahora con 17 años, medía 1.90 m. y pesaba el doble que antes.
—¡Señor! ¡¿Dónde está?!
—Estoy en tu cabeza y, por lo que veo, encontraste algo que hacer estos
últimos 4 años.
—E-estuve supliendo a la muerte.
—Sí, lo sé. Por cierto, te queda el tatuaje. A mí nunca me sentó.
—G-gracias, señor... ¡Pero ya regresó! Le diré a la muerte que dejaré la
guadaña.
—No, consérvala, no molestes a esa gorda asquerosa todavía. Vamos a
ocupar del poder que te dio.
—¡¿Por fin atacaremos?!
—Así es. Es tiempo de venganza.
—¡Genial! ¿Qué haremos primero?
—Tengo un trabajo… muy explosivo para ti.
—Eeh… Pero, señor, si quiere que conserve mi guadaña, no podré hacer
mucho. Ya controlo mi ansiedad por guiar almas; pero tengo que seguir
liberando.
—Lo sé, lo sé. Hablaría con la muerte para que te dé un descanso; pero el
tiempo pasa volando aquí donde estoy, y no…
—¿Dónde está, señor? ¿Por qué no lo veo?
—Es una larga historia. Názar te la contará después. Vamos, desaparece
y ve a su oficina en Nagasaki.
177
—Como usted ordene, señor.
—Buen chico.
LXXX
—¡Gusakee! ¡Cómo has crecido!
—E-eh… ¡Jeje! Sí, sí, un poco.
—Bueno, basta de reencuentros amorosos. Tenemos que ponernos a
trabajar.
—¿Tú también lo estás escuchando, N?
—Sí. Fernando se encuentra en el Unuscéntrum, el centro de El TODO.
Desde allí puede comunicarse con cualquier ser vivo.
—¡Vaya! ¿Cómo llegó hasta allí, señor? ¿Consiguió salir de la máquina de
la OPD?
—Algo así. Názar, explícale todo cuando me vaya. Por ahora…
—¡¿Se volverá a ir, señor?!
—Sólo un instante. Primero tengo que dejarles mis órdenes para que
recuperen mi cuerpo. Después, mientras ustedes están ocupados
rescatándome, iré tras ese estúpido de Martini para retorcerlo hasta que
agonice y me implore la muerte.
—¡NO! Tobías se ha ganado a prácticamente todo el mundo. Matarlo sólo
lo convertiría en un mártir y no se lo merece… Fernando, si lo matas…
—Mmm… ¡Carajo! Tienes razón. Es mejor que el mundo no sepa que he
regresado.
—¿Por qué? Si la humanidad se entera de que regresó, sabrán que es
imposible deshacerse del diablo, y se postrarán ante usted. PangeAZ será
suya. ¡Usted es el líder que necesita el mundo!
—Oh, calla, me estoy sonrojando.
—Siento decirlo; pero Fernando no es…
—¡Tú qué sabes! Sólo eres un cuatrojos.
—Niños, no se peleen, concéntrense… Como ya quedó descartado el
178
sanguinario y jugoso asesinato de Martini, tendré que idear algo más para
vengarme por haberme arrojado a ese estúpido hoyo negro virtual.
—¿Con quién hablan ustedes dos?
—H-hola, Shinigami, lamento no haber avisado que iba a dejar de guiar
almas; pero el diablo regresó. ¡¿No es grandioso?!
—¿El diablo? ¿Por fin regresó? ¿Dónde está?
—Pensé que tardaría menos en llegar este cerdito —se mofó el diablo.
—El diablo dice «hola» —mintió Gusakee.
—¿Está aquí? No puedo verlo.
—Se encuentra en el Unuscéntrum —intervino Názar—. Se está
comunicando con notros por telepatía; pero está en una sección donde sólo
puede hablarnos a nosotros dos.
—¿Unuscéntrum? Ah, sí, ya, lo recordé.
—En cuanto termine el trabajo del diablo, regresaré a…
—Déjalo, déjalo, Gusakee. Sé cómo trabaja este sujeto. Ni siquiera yo
pude contradecirlo. Tómate tu tiempo… Diablo…, idiota…, ¿me
escuchas? Yo no te escucho; pero sé que debes de poder escucharme a
través de lo que están escuchando estos chicos. En fin… Ahora que sé
dónde está mi adepto, sólo me queda aprovechar el transmisor para decirte,
y me ofusca un poco decirlo, he de admitirlo, que me alegra saber que has
vuelto. Las cosas se han puesto muy raras con los humanos. Si esa tal RVI
se apodera de todas las mentes, nadie morirá materialmente. ¿Sabes dónde
me deja eso a mí? ¡En la calle! ¡Sin trabajo! Haz algo rápido. Ya
descansaste demasiado.
—¡No estuve des…! ¡Bah! Este imbécil no me escucha.
—El diablo dice que hará todo lo posible… y que también le da gusto
saber de ti —mintió de nueva cuenta Gusakee, sonriente.
—Bien. Sé que el diablo nunca diría eso; pero estoy seguro de que sí hará
hasta lo imposible por solucionar esto… Bueno, Gusakee, ya no
necesitarás…
—¡NO! ¡Dile que no!
—¡No, espera! El diablo quiere que conserve este poder.
—Oh, ya veo. ¿Tienen planeado algo grande?
179
—Creo —dijo Gus.
—Eeh… ¿Estoy… interrumpiendo…?
—¡Sí! ¡Dile que sí!
—No, no, está bien, puedes quedarte.
—¡Mierda, Gus!
—P-perdón… Pensé que tal vez la muerte podría ayudarnos.
—¡Agh! Está bien… … … Pero no se lo preguntaré. Le ordeno que nos
ayude.
—El diablo quiere que nos ayudes, Shinigami.
—Mmm… ¿Ser parte de esto e interrumpir mis más que merecidas
vacaciones?... No lo sé, no…
—¡Carajo! ¡Que no era opción!... Dile…, dile que haremos explotar
muchos lugares.
¡Tendrá almas por doquier!
—El diablo dice que mataremos a muchas personas, que…
—¡Acepto!
—Bien. Ahora dile que busque en todas las propiedades de la OPD dónde
esconden mi cuerpo.
—El diablo dice que busques en todas las propiedades de la OPD dónde
esconden su cuerpo actualmente.
—Será pan comido. Vuelvo en unos minutos.
—La muerte dice que será pan…
—¡Oh, oh, oh! ¡Dile que espere, dile que espere!
—¡Espera!
—¿Qué sucede?
—Pregúntale si ya sabe algo de Bundy y DeShields.
—El diablo quiere saber si ya sabes algo de Bundy y DeShields.
—Mmm… No, aún no. No han muerto.
—La muerte dice que…
—¡Ya lo sé, Gus! ¡Lo estoy escuchando!... ¡Mierda! Esos dos imbéciles…
… … ¡Pero tengo el Unuscéntrum!... No… Eso me llevaría años… Tendrá
que ser después de que acabe todo esto… Como sea… Dile a ese idiota
que ya se vaya y que no se tarde demasiado.
180
LXXXI
—Tengo noticias.
—¡TARDASTE DE MÁS…! ¡Dile que tardó demasiado!
—Eeh… El diablo quiere saber las noticias.
—No sólo hay un cuerpo.
—¡¿QUÉ?!
—¡¿QUÉ?!
—¡¿QUÉ CARAJOS…?!
—Creo que la OPD no subestimó al diablo… Vi 49 diferentes diablos en
49 diferentes laboratorios… Créanme, a simple vista no se puede saber
cuál es el real.
—P-pero…
—Son… señuelos —caviló Názar.
—¡¿Y los 49 tienen vida?!
—El diablo quiere saber si tenían vida.
—No entiendo de máquinas humanas. Sólo vi lucecitas y números; sin
embargo, los cuerpos parecían estar dormidos. Respiraban; pero sólo eso.
—Puede ser cualquier cosa. Lo más probable es que estén hechos de
silicona por fuera, y algunos motores por dentro… Si la OPD pensó en
todo, supuso que en algún momento alguien más buscaría el cuerpo inerte
de Fernando, incluso él mismo. No necesitaban darles vida, solamente
hacer creer que físicamente la tenían.
—¿Y cómo saber cuál es el real?
—Fácil. El que esté más custodiado.
—Ahora que lo dices —intervino la muerte—, me pareció que algunos
estaban sospechosamente desprotegidos.
—¡Déjense de sospechas y suposiciones, y vamos de una vez por todas a
recuperar esos 49 cuerpos, así tengamos que explotar todos los
laboratorios!
181
—Recuerda que tenemos que ser discretos, Fernando.
—¡Ya lo sé! ¡Cállate, no me lo recuerdes!... Sólo quería desahogarme.
—¿Entonces cuál es el plan? —preguntó Gus.
—Mmm… Mmm… … Mmm… … … Mmmmmmmmm… Pues ya qué.
Tendremos que robar… pacíficamente… los 49.
—La idea es obvia y casi imprescindible; pero para nuestra situación no
est…
El diablo suspiró.
—Ser tan negativo no te llevará a ningún lado, N.
—Estoy siendo realista, Gusakee.
—Pues realmente me está irritando mi posición —gruñó el diablo—. Si
tan solo estuviera en la Tierra.
—Si estuvieras en la Tierra, no tendríamos que ir por tus clones.
—Oh, es cierto. Bueno, el punto es que me bastaría con aparecer y
desaparecer a mi parecer. Nadie podría detenerme. Pero ustedes…
Mírense. Son el peor equipo: la muerte no puede hacerle nada a un vivo,
sólo nos sirve para observar aquí y allá. Názar es pésimo con su cuerpo.
Si la muerte lo llevase a uno de esos laboratorios, lo acribillarían de
inmediato. El único que podría ayudarnos en esta situación es el
mastodonte que está entre ustedes. Pero si dentro de uno de esos 49
laboratorios alguien lo hace enojar…, el plan se va a la mierda junto con
la Tierra… Bueno, lo siento por la Tierra. Gus, tendrás que ser tú quien
vaya por esos cuerpos.
—¿Y-yo solo?
—Sí. No necesitas a la muerte para aparecer y desaparecer. Por eso pedí
que conservaras el poder. Además, físicamente eres el más apto. Názar no
podría cargar ni el cuerpo de un niño. Názar, demonios, la adolescencia
no te ayudó en nada. Mira a Gus.
—Mi fortaleza está en el interior —opinó Názar escuetamente.
—¿Puede acompañarme la muerte?
—Como quieras.
182
—¿Y ella qué hará?
—Mmm… No sé, dile que te cante, te tome una foto o algo así.
—La muerte podría ayudarlo a vigilar mientras él saca los cuerpos de las
Cápsula de Concentración Cerebral por Anegamiento... Tenemos que ser
lo más discretos posible para no alertar a los demás laboratorios. Nuestra
ventaja es que no hay cámaras de vigilancia en esas habitaciones, ya que la
OPD quiso evitar a toda costa que alguien como yo los vigile con sus
propias cámaras.
—¿Y qué hago si me descubren de otra forma? Probablemente haya
personas dentro, alrededor de los cuerpos.
—Yo me encargaré de que nadie te vea. Acabo de tener una idea —
intervino la muerte con determinación.
—Bien. Entonces el equipo panteón irá por los clones. Názar estará aquí
esperándolos. Si uno de esos clones es mi cuerpo, le introducirá códigos
mágicos de computación a diestra y siniestra para reanimarlo. Cuando lo
consiga, podré volver a la Tierra. ¡Muévanse!
LXXXII
—¿Por qué aparecimos aquí, Shinigami?
—Porque necesito traer a alguien antes de ir a la primera Área. Vuelvo
enseguida, no te vayas.
—E-es…, está bien.
—Listo.
—¡Wuau! Eso fue rápido… ¿Q-quién es él?
—Se llama Gabriel, es…
—¡OYE! ¡ÉL ES QUIEN…!
—¡Espera, Gusakee, no le hagas nada!
—¿D-dónde…, dónde estoy?
—Tengo un trabajo para ti, Gabriel.
—¿T-tú eres…? ¡¡¿QUÉ MIERDA HICISTE, IDIOTA?!!
183
—Te devolví a la vida. Pero ahora formas parte de mi ejército…, de nuevo.
—¡¡YO NO PEDÍ UN TRABAJO!! ¡¡INTERRUMPISTE MI
SEXAGÉSIMA HAMBURGUESA!!
—Pero fue por una buena razón. Ayudarás a tu amigo el diablo.
—¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ DIJISTE?! ¡ESE IDIOTA NO ES MI
AMIGO! ¡NO PIENSO AYUDAR A ESE…! Un momento… … … ¡Ja,
ja, ja! Cometiste un gran error al darme nuevamente este poder. Ahora iré
tras ese estúpido para vengarme por lo que me hizo.
—¡¡Ni te atrevas!!
La muerte detuvo a Gusakee.
—No podrás encontrarlo. El diablo ya no está en esta realidad. Se
encuentra en un lugar llamado Unuscéntrum.
—¿Unusqué?
—Larga historia. Luego te la contaré… o no. Por ahora, lo mejor será que
me acompañes si no quieres que te deje como un alma en pena aquí en la
Tierra. ¿Recuerdas cómo te encontré aquella vez que el diablo te mató?
Gabriel bufó.
—… ¿Y qué carajos tengo que hacer para que me regreses al paraíso y
pueda seguir tragando hamburguesas como si no hubiese mañana?
—Qué bueno que lo preguntas.
En eso, la vestimenta de Gabriel cambió en un parpadeo. Ahora llevaba
una bata blanca y anteojos.
—¿Y esto es obligatorio?
—Sí. Agradece que esconden el cuerpo del diablo en un laboratorio y no
en un prostíbulo… ¡Jojo! ¿Entendieron?
—Tu sentido del humor está muerto —suspiró Gabriel, agobiado—. ¡JA!
Está-muerto.
184
¡Jajaja! ¡Ese sí es un chiste!
—No me dio risa —opinó Gusakee adustamente.
—¿Y él quién es?
—¿Recuerdas al niño que el diablo protegía?
—¡CARAJO! ¡¿EN ESO SE CONVIRTIÓ?!... Los esteroides no son
buenos, chico.
—¡No me inyecté ester…!
—Bueno, ya, tranquilícense. El diablo nos espera.
—Un momento. ¿Fue mi imaginación o dijiste que el cuerpo del diablo se
encontraba en un laboratorio?
—Sí; pero eso es parte de la larga historia que luego te contaré… o no.
—Eeeeh… Está bien… ¿Y qué haremos?
—Apareceremos en el interior de un laboratorio.
—¿Laboratorio de quién?
—Los detalles son parte de la larga historia. No me interrumpas.
—…
—Apareceremos en el interior de un laboratorio. En él se encuentra el
cuerpo del diablo, específicamente dentro de un ataúd o algo parecido. Tú
caminarás tranquila y confiadamente hasta la puerta de la habitación donde
lo esconden; tocarás la puerta, y le pedirás a las personas que están ahí
dentro que desalojen la habitación, que son órdenes de Tobías Martini.
—¿Tobías Martini? ¿Quién…?
—Tobías Martini. Es lo único que tienes que decir. Cuando todos estén
afuera, Gusakee, aquí presente, y yo apareceremos enseguida del ataúd.
Gusakee lo abrirá, sacará el cuerpo del diablo y desapareceremos de
inmediato. Volveremos a este bosque con el cuerpo.
—¿Por qué no vamos a la oficina de N?
—Tal vez no te has dado cuenta; pero, al parecer, el diablo no está en tu
cabeza. Por eso no ha dicho nada sobre que Gabriel nos ayude. Imagino
que su mente está ahora con ese otro chico. Si llevamos a Gabriel a esa
oficina, el diablo se enfurecerá.
—¿Y por qué no trajiste a otro que nos ayudara?
—Porque ya he trabajado antes con Gabriel y vale más diablo por viejo
185
que viejo por diablo…, o algo así dicen los humanos. El caso es que
Gabriel es la mejor opción que tenemos en nuestra posición.
—… … Mmm… Está bien.
LXXXIII
—Ejem… Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que
desalojar la habitación de inmediato.
—¿Y tu identificación?
—… ¡Mier…!
—Dile que sí la tienes. Apareceré una en tu bolsillo —le dijo la muerte,
quien no podía ser visto ni escuchado por los demás.
—Mier… Mi e… Mi identificación está aquí.
Aquel guardia la observó unos segundos, y luego asintió.
—Un momento, por favor… … … Salgan todos de aquí. Son órdenes del
Secretario Martini… … … Adelante, Sr. Gadiel.
—¿Gadi…? Gracias. Ahora váyase usted también y dígale a todos que no
entren hasta que yo salga.
—Entendido.
—… ¡Oye! ¡Escribiste mal mi nombre!
—Disculpa. Lo que pasa es que…, normalmente…, la muerte…, no
escribe nombres, sólo mata seres vivos.
—Ya, ya, como sea.
—Gusakee, ¿cómo vas con…?
—El ataúd está sellado. Mira, parece que se necesita un código… No
entiendo nada de esto, soy pésimo para las computadoras.
—Mmm… Tenemos que hacer algo rápido.
—¡Ya sé! Regresaré con N y le preguntaré qué hacer. Vuelvo en un
parpadeo.
186
LXXXIV
—¡N! ¡Veo el cuerpo del diablo; pero no puedo abrir la caja! Necesito una
contraseña o… algo así… ¡¿Qué hago?!
—Tranquilo, Gusakee… Dame un segundo… … … Mira, usa esto.
—¿Qué es?
—Es un obstructor de energía. Adhiérelo a la cubierta del ataúd y presiona
este botón de aquí. Si la pantalla se pone azul, quiere decir que la
obstrucción se llevó a cabo con éxito. Si cambia a rojo…, salgan de ahí de
inmediato.
—¿Eh? ¿Por qué?
—Porque, habitualmente, cuando se instalan controles de acceso con
cerraduras de esa naturaleza y se detecta una anomalía eléctrica en el
circuito, se envía un mensaje de alerta que activa alarmas externas incluso
a kilómetros de distancia, lo cual, de suceder, evidenciaría que estamos
intentando violar los mecanismos de seguridad.
—… … Eeeh… Bien… Azul: bueno. Rojo: corre… … Entendido.
—No te preocupes. Este obstructor de energía lo construí con sumo
cuidado, no les fallará.
—… … Eeeh… Bueno.
—No confías en mis capacidades, ¿verdad?
—… … Adiós.
LXXXV
—¿Por qué tardaste tanto, muchacho?
—Cállate.
—Gusakee, ¿qué es eso que llevas en las manos?
—Me lo dio N. Sirve para abrir esta cosa… Esperemos.
187
Gusakee adhirió el obstructor a la cubierta del ataúd metálico, presionó el
botón que le indicó Názar y esperó.
—… … … ¿Y bien?
No sucedía nada.
—Listo.
La pantalla se iluminó de azul, la cubierta metálica profirió un chasquido,
y el extraño líquido que contenía el ataúd descendió por unos conductos
hasta que el cuerpo del diablo terminó sin una gota.
—¡Genial! ¿Crees que este sea el verdadero?
Gusakee posó su mano sobre la frente del diablo.
—N-no…, no lo sé... Está muy helado; pero se siente como piel... Mejor
salgamos de aquí. Ustedes regresen al bosque, y yo le llevaré el cuerpo a
N. Los veo en un minuto… ¡Ah! Oye, tonto, despega ese aparato y
llévatelo. Nos servirá para los otros ataúdes en caso de que este no sea el
diablo.
Gabriel bufó.
—… … … No porque parezcas actor porno vas a venir a darme órdenes,
niño.
—Pero yo sí. Haz lo que Gusakee te dijo.
—… … Idiotas.
LXXXVI
188
—N, aquí está el cuerpo.
—Bien.
Názar lo tocó.
—¿Es el…?
—… … No. Es silicona, indudablemente, aunque debo de admitir que se
siente muy real.
—… Oh… … ¿Y qué hacemos con él? ¿Lo regreso al laboratorio?
—Mmm… No, déjalo aquí. Quiero hacerle una autopsia.
—… Qué lástima. Esperaba que sí fuese… Oye, ¿y el diablo? ¿Dónde
está? No lo escucho en mi cabeza.
—Salió de mi mente segundos después de que se fueran. Tiene otras cosas
en que pensar. Volverá cuando hayamos encontrado su cuerpo.
—Oh… Entonces regresaré de inmediato. Nos vemos.
LXXXVII
—Y que ni se te ocurra desapa… ¡Ah, Gus! ¡Volviste! Bien… Vamos al
siguiente laboratorio.
—Sí. En marcha.
LXXXVIII
—Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la
habitación de inmediato.
—¿Y el memorándum?
189
—¿Eh?
—El memorándum con la orden.
—Ah… Claro… Lo tengo… Aquí…, en mi bolsillo derecho… Justo aquí.
Gabriel, nervioso, metió la mano y sintió con alivio una hoja de papel.
—Mmm… «Ordeno directamente que se desaloje la habitación de
inmediato.
Atentamente, Tobías Martini» —leyó el guardia. La hoja estaba sellada por
la insignia de la OPD, la cual podía verse en todas las paredes de los
laboratorios—. Mmm… Está bien… —asintió algo receloso—. Un
segundo… … … … ¡Salgan todos! Son órdenes directas del Secretario —
les gritó a los investigadores del interior—. Listo.
—Gracias. Puede irse.
—… … … Sí.
—Lo hiciste bien, Gabriel.
—¡¿No le viste la cara?! ¡Probablemente ya nos delató! De seguro así ni
son los memorándums. ¡Eres un idiota!
—¿Tú sabes cómo son?
—… N-no…
—Entonces cierra la boca... Iré a vigilar. Gusakee, haz lo tuyo mientras
vuelvo.
—Sí.
LXXXIX
—N, aquí está el otro cuerpo. Creo que este tampoco es el verdadero.
—Déjame observarlo un segu… No, no es. No importa, déjalo aquí.
—Sí.
—¿Cómo les está yendo con la vigilancia en los laboratorios?
—Creo que estamos bien por ahora.
190
—Perfecto. Sigan así.
—¿Qué encontraste en el primer cuerpo?
—Nada interesante. Como lo sospeché, sólo era un muñeco de silicona con
algunos mecanismos básicos en el interior para hacer creer que respiraba.
—Bueno, iré por el tercero… Espero que, como dicen, la tercera sea la
vencida.
XC
—Traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la
habitación de inmediato.
—Mmm… «Ordeno directamente que se desaloje…». … … Entendido.
Espere aquí.
—Gracias... … … Ahora retírese usted también.
—Gus, muévete.
—Sí.
—Oye, huesuda, ¿crees que este…?
—¡Maldición! Este también parece ser de silicona… ¿Cuántos más
tendremos que llevar? ¡Carajo!
XCI
—También es falso… No te preocupes, Gusakee. Cada vez estamos más
cerca.
El chico gruñó, agobiado.
191
XCII
—(…) Tienen que desalojar la habitación de inmediato.
XCIII
—… … Tampoco es.
—¡MIERDA!
—Paciencia, paciencia.
XCIV
—Gracias. Retírese usted también.
—¡TAMPOCO ES ESTE!
—¡Gusakee, no grites!
XCV
—Lo siento, Gus. No es…
192
XCVI
—(…) Tobías Martini.
—Un momento.
XCVII
—No, tampoco.
XCVIII
—Mmm… No, no es.
XCIX
—Este tampoco.
193
C
—(…) desalojar la habitación de inmediato.
CI
Názar movió su cabeza de un lado a otro.
CII
—(…) habitación de inmediato.
CIII
—Ya casi, Gus, te lo prometo.
194
CIV
—(…) de inmediato.
CV
—Falta muy poco. Paciencia.
CVI
Luego de más de 20 cuerpos, el muchacho ya estaba a una provocación de
perder los estribos.
—Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la
habitación de inmediato.
—A ver ese memorándum.
—Tome.
—Mmm… Está bien… … …
—¡Gus! Ten cuidado con la máquina. No debemos causar destrozos.
—Cállate.
CVII
Názar suspiró.
195
—Este tampoco es.
—¡YA! ¡ESTOY HARTO!
—Te entiendo, Gusakee. Sólo te pido un poco más de paciencia. Estamos a
menos de la mitad.
—Tú y tu paciencia… ¡Mira tu maldita oficina! ¡Parece una fosa común!
—No importa.
—¡Claro que importa! ¡Tal vez ese idiota de Tobías nos tendió una trampa!
¡Tal vez ni siquiera está el cuerpo del diablo en este planeta!
—… … … Lo sé; pero primero tenemos que descartar…
—¡Descartar nada! ¡Voy a ir al siguiente laboratorio y mataré a todos!
—¡NO! ¡APÉGATE AL PLAN!
—… … … No… te atrevas… a gritarme… de nue-vo.
—¡Gu…! Gusakee, Fernando está de acuerdo en que tenemos que actuar
con prudencia.
—¡¿Y dónde está él?! ¿Eh? ¡¿EH?!
—Te he estado observando todo este tiempo, gusano.
—¡S-señ…!… No sabía que… … … ¿Por qué nunca lo dijo? ¿Tú sabías
sobre esto, N?
—No.
—No quise interferir, Gus... Y mira que deseé hacerlo cuando vi que viste
que la muerte había traído al idiota de Gabriel… Pero Názar tiene razón,
tenemos que ser pacientes e inteligentes en nuestros movimientos.
—Pues ya me harté de eso. Hemos recorrido más de la mitad de los
laboratorios y aún no damos con su cuerpo.
—Pero lo harán, tarde o temprano. La meta siempre estará ahí. Lo único
susceptible de cambio es el trayecto.
—Empieza a sonar como N. Y yo no soy como ustedes dos.
—¡Gusano! ¡No alimentes tu enojo! ¡Ni el mío! Te necesitamos tranquilo
allá afuera. ¿Harás lo que te pedimos?
—… … …
—¡Vamos! Sé un hombre y aprende a tomar una decisión. O estás con
nosotros o en nuestra contra. Decídete ahora mismo. ¿Estás con nosotros?
¿Sí o no?
196
—… … … Yo…, yo… … ¡No! ¡Decido que no! ¡Decido hacer las cosas a
mi modo! ¡El siguiente laboratorio sabrá quién es Gusakee Yomimoto!
—¡Cualquiera puede romper cosas! ¡Romper cosas es de niñitos! No
tienes opción, tu respuesta será un «sí». ¡Ahora ve a la siguiente Área y
haz el trabajo como se debe! ¡Es una orden!
—… … … E-está… bien —masculló el muchacho, y desapareció en un
abrir y cerrar de ojos.
—Pensé que lo perderíamos.
—No, no te preocupes. Gracias a este sitio donde estoy, descubrí que
Gusakee no expulsará su poder con un enojo mundano.
—¿Eso fuiste a hacer?
—Sí, eso…, entre otras cosas... Quería ver si esta rara sección del raro
Unuscéntrum sabía cómo provocar a La Tercera Eminencia. Ahora sé qué
hacer y qué no... Gusakee necesita mano dura.
CVIII
Las Áreas pasaron, los muñecos de silicona siguieron apareciendo; pero
Gusakee guardó la calma.
—Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la
habitación de inmediato.
—¿Y el memorándum?
—Aquí está.
—… Bien. Vuelvo enseguida.
—Gracias.
—Listo. Pueden pasar.
—… … … ¿Notaron algo extraño en ese guardia?
—¿A qué te refieres?
—No lo sé… Fue como si…
—Eeeh… Oigan…, ¿es normal que…?
197
—¿Qué?
—Oh…, oh…
—¿E-es…, e-es… el diablo?
—S-señor…, ¿es usted?
—¡Ja, ja, ja! No, no soy el diablo, muchacho.
—¿E-eh?
—¿Creyeron que no nos daríamos cuenta?... 43 cuerpos extraviados, un
estúpido con una identificación falsa y un papel barato con un sello
inexistente. ¿Creen que la OPD nació ayer?
Aquel cuerpo que salía del ataúd, sin que Gusakee lo hubiese abierto, era
idéntico a Fernando Luciani Sansixto. La única diferencia física eran sus
ojos. Sus ojos también eran fieles copias; pero sin vida. Y su voz, su voz
era diferente.
—¿Eres…?
—Soy la OPD…, soy Tobías Martini.
—¿Y qué harás ahora? ¿Eh? ¿Atacarnos? Tal vez no lo sepas; pero la
muerte está de nuestro lado.
—¿Atacar? No sé quiénes sean; pero no valen la pena. Sólo necesito salir a
las calles con este cuerpo para que el mundo entero pida a gritos los
servicios de la OPD... La Realidad Virtual Incrustada está a punto de ser la
nueva realidad.
—¡Ja! No irás a ningún lado. Podrás parecerte al diablo; pero te aseguro
que no tienes ni el mínimo de su poder.
De pronto, Gusakee atacó. Con un solo derechazo a la mandíbula arrojó
aquel cuerpo al suelo.
—¡Mierda! ¡Pensé que sería un robot o algo parecido! ¡Esta cosa es real!
—Mira quién ríe ahora, niño.
—¡Cállate! Te recomiendo que te quedes en el suelo si no quieres que te
arranque los ojos.
198
—No te atreverías.
—¿Quieres verlo?
—Me da igual. Este cuerpo es sólo uno de 6 clones perfectos. Los otros 43
eran simples señuelos de silicona para distraer a los curiosos. Si le haces
algo a este clon, tengo otros 5 para habitar… Hubiéramos creado 49 clones
perfectos; pero salía demasiado caro.
—¿Por qué… lo hiciste?
—Utilizo la imagen del diablo a mi favor… Tengo al planeta entero en la
palma de mi mano; pero en caso de que surja un contratiempo que aleje a
las personas de mí, puedo presionarlas psicológicamente para que corran
buscando refugio en mis brazos. ¿Cómo crees que se sentirían si vieran que
el diablo, el que supuestamente fue derrotado por la organización
internacional más poderosa, resurge de la nada para cobrar venganza? La
gente suplicaría de rodillas que la OPD salga al rescate, ya sea que invierta
más dinero en armamento o que metan a todos al UniAversus. Luego, si la
situación lo amerita, puedo matar a uno de estos clones para ganar más
confianza. Y si de nuevo la determinación del mundo fluctúa, tengo más
clones a mi disposición.
—Bien. Veamos si es cierto —gruñó Gusakee, y con tan solo una patada
destrozó la cabeza de aquel diablo. Los sesos quedaron esparcidos por
todos lados.
—¡Oh, carajo! ¡Eso… fue…! —exclamó Gabriel con inquietantes náuseas.
—No. Podrá parecer un humano; pero no lo es.
—¿Y qué haremos ahora? —inquirió la muerte.
—Darnos prisa. Tenemos que matar los otros 5 clones antes de que salgan
a la luz.
—… ¿Eso… quiere decir que ningún cuerpo que vi en los 49 laboratorios
es el verdadero? ¿Sólo son réplicas?
—Averigüémoslo.
199
CIX
—Vaya, tardaron más de lo que pensé.
—¡¿Qué?!
—¿Por qué te sorprendes, chico? ¿Creíste que controlaba esos clones por
medio de hilos y tenía que viajar hasta la otra Área para tomar los del
nuevo clon? Estamos en el futuro, muchacho, ni siquiera necesito estar en
la Tierra para controlarlos.
—Felicidades.
Y Gusakee saltó sobre el clon para romperle el cuello.
—Realmente me estás asustando, niño —opinó Gabriel, conturbado.
—Vámonos —atajó Gusakee.
CX
—Oye, eres un maleducado. No me has dejado terminar de explicarles mi
plan.
—No queremos escucharte.
—Ese es el punto. Con el clon anterior estaba por decirles que no sólo no
necesito estar presente, sino que tampoco necesito ser yo quien lo
manipule.
—¿A qué te refieres?
—Ya destruiste 2 de mis 6 clones. No dejaré que destruyas el tercero.
—¿Y qué harás al respecto, eh?
—Dejar que el diablo haga su trabajo.
—… Explícate.
—Ah, ahora sí quieres explicaciones.
—… Te lo ganaste.
200
Y en menos de lo que cae un rayo, Gusakee había partido por la mitad al
clon.
—¡Jojo! Sí que perdiste la paciencia, Gus.
—Sigamos… Sólo faltan 3.
CXI
—¡NO ME GUSTA QUE ME INTERRUMPAN!
—¿Sigues siendo tú? ¿No habías dicho que…?
—¡Mocoso insolente! ¡Ahora verás lo que…!
Pero Gusakee le aplastó la cabeza con ambos puños antes de que Tobías
pudiera terminar su amenaza.
—Lento.
CXII
—¡¡ME LAS PAGARÁS!!
—¿En serio? Sólo te quedan 2.
En eso, justo cuando Gusakee dio un paso, aquel clon empezó a levitar.
Los tres partidarios del verdadero diablo se detuvieron.
—¿Ahora sí me dejarás…?
—No.
201
Gusakee apareció bajo los pies del clon, lo tomó del tobillo, lo arrojó con
todas sus fuerzas al suelo, y aquel diablo terminó como un charco de
sangre y órganos.
—¡Deprisa! Sólo le queda el último. Tenemos que evitar que salga a las
calles.
CXIII
Los tres aparecieron en el laboratorio definitivo; pero el ataúd de metal no
sólo estaba abierto, estaba destruido.
—C-creo que… se fue.
—No, la verdad es que no —se escuchó una voz detrás de la terna.
Gusakee recibió un fuerte golpe en la sien que lo lanzó hasta la pared, la
cual atravesó.
—N-no… debiste…
—Quería desquitarme antes de salir. Nos vemos luego —se despidió el
clon, y destruyó el techo del laboratorio con su cabeza cuando levitó a gran
velocidad.
Gusakee estaba furioso. Se puso de pie luego de agitar la cabeza, y se
dispuso a seguir al diablo; no obstante, Gabriel se adelantó.
—¡Déjamelo a mí!... Hace mucho que quiero golpear a ese animal…
aunque sea un clon —se carcajeó el esclavo de la muerte, y ascendió por el
enorme agujero que estaba creando cual máquina perforadora la réplica
parlante.
202
Gabriel alcanzó a su enemigo justo al llegar a la intemperie. Aquel
laboratorio subterráneo se encontraba sorpresivamente bajo un estadio de
béisbol.
—Hola, extraño.
—¡Vaya! Qué forma de esconder un laboratorio…
—Agradece que esta noche no hay juego. ¿Te lo imaginas? Más de 15 mil
personas atentos al terreno; cientos de teléfonos celulares al acecho, el
suelo abriéndose bajo la segunda base, y…, de pronto…, aparece el diablo,
quien supuestamente había sido vencido por la OPD. ¿Qué crees que
sucedería después?
—Ahora que lo pienso…, no me interesa...
203
CAPÍTULO 9
D. D. D. (D3)
—¿Eh?
—Yo ya estaba muerto. Disfrutaba del paraíso tranquilamente; pero la
muerte apareció y me obligó a venir… Lo que le suceda al mundo, al Cielo
no le afecta, así que me importa un carajo lo que hagas con tus juguetitos
tecnológicos. Pero he de admitir que me ofrecí a seguirte no para detenerte,
sino porque tengo una deuda pendiente con el diablo y… me encantaría…
tener la oportunidad de volver a partirle el hocico.
—¿Me estás amenazando? ¿Te atreves a amenazarme?
—No…, una amenaza es la que puede o no cumplirse.
Gabriel desapareció frente a los lívidos ojos del clon y reapareció con su
rodilla bajo éstos.
—¿Sabes qué es lo mejor de manipular un cuerpo que no es tuyo?
—Déjame adivinar: no sientes dolor.
—Exacto —se regocijó Tobías, retrocediendo unos metros todavía en el
aire. Sus labios sangraban copiosamente; pero su expresión era de total
satisfacción.
—Qué lástima… El dolor se siente tan bien.
El clon del diablo entornó los ojos al ver que Gabriel había materializado
una navaja en su mano derecha para después abrirse, con un fino corte, la
piel que revestía sus nudillos izquierdos. Tobías estaba por abrir la boca
cuando su enemigo desapareció una vez más y se manifestó a centímetros
204
de él para propinarle un gancho siniestro que lo arrojó hasta el graderío.
Gusakee apareció en el preciso lugar donde quedó el cuerpo desfigurado.
—¿Te diviertes en ese cuerpo, Tobías?
—Mucho —profirió.
—Pues será la última vez que lo hagas.
Gusakee lo tomó del cabello y lo alzó unos metros.
—Te equivocas. —El clon de El diablo de Estocolmo sonrió
ampliamente— Dije la verdad cuando mencioné que sólo teníamos 6
réplicas perfectas. Sin embargo, aún escondemos el verdadero cuerpo del
diablo.
—Y lo encontraremos.
—No, amigo, no… Él los encontrará primero.
—…
—Ahora mismo estoy conectado a una de nuestras creaciones tecnológicas
más prometedoras, la cual me permitía controlar a los 6 clones. Pero en el
instante en que te decidas a exterminar esta última réplica de tu amiguito,
mi grupo de científicos llevará a cabo la implantación de mi mente en el
cerebro vacío del diablo. Sí, puedes destrozar estos clones y decirle a la
muerte que reviva a escoria como ustedes una y otra vez; pero el cuerpo de
Fernando es un arma y una armadura infalible. Cuando me encuentre en su
cabeza y mi mente tome el control de sus manos, no habrá bala que me
dañe ni materia que se me resista.
—… … …
—Bendita sea la tecnología, que nos deja sin palabras, ¿no lo crees?
—Te encontraré —masculló Gusakee, furioso.
El diablo sonrió burlonamente, y el muchacho lo dejó caer a las gradas
para clavarle los dedos en sus cuencas y arrancarle los ojos. En ese
instante, Tobías ya no tenía dominio sobre el último clon. A lo lejos, en el
campo, la muerte apareció enseguida de Gabriel.
205
—¿Qué haremos ahora? —preguntó.
—N sabrá qué hacer. Yo iré a su oficina, ustedes busquen a Tobías y
deténganlo; pero no lo maten… De eso me encargaré yo —respondió
Gusakee al materializarse junto a ellos, con una gélida seriedad.
CXIV
—¿Qué sucedió?
—Tobías tiene control sobre el verdadero cuerpo del diablo.
—¡¿QUÉ?!
—Nos deshicimos de todos los clones; pero antes de matar al último, ese
idiota me confesó que una de sus máquinas trasferirá su mente al cerebro
del diablo.
—N-no tenía idea de… q-que eso fuese posible.
—¡¿QUÉ ACABAS DE DECIR?!
—¡Señor!
—¡¿Eso es posible?!
—A-al parecer.
—¡Názar! ¿Qué sabes sobre eso?
Názar agitó lúgubremente su cabeza.
—¿Por lo menos sabes dónde se esconde el verdadero cuerpo del diablo?
—La VID no me ha informado nada. Tengo a un equipo de cien personas
revisando las cámaras de vigilancia a las que tenemos acceso; pero
tampoco logramos ver cada rincón de la Tierra.
—Fantástico. Qué tipo tan eficaz —gruñó Gusakee.
—¡Oye! ¡Deja a Názar en paz y no estés «sarcasmando»!
—¿Eh?
—Sarcasmando: gerundio del verbo «sarcasmar». Sarcasmar: hablar
206
sarcásticamente. Su participio es «sarcasmado». Su conjugación es: yo
sarcasmo, tú sarcasmas, usted sarcasma, él sarcasma, nosotros
sarcasmamos, ustedes y ellos sarcasman... ¿No fuiste a la escuela? ¡Todo
mundo lo sabe! ¿Verdad, Názar?
—¿E-eh? No…, n-no lo sabía.
—¡Sarcasmar! ¿No? ¿No conocían el verbo?... … ¡Vaya! Entonces lo
saqué de un pensamiento proveniente de una Tierra alterna… ¿Eso quiere
decir que estar en el Unuscéntrum me está volviendo más inteligente que
Názar?
—¿Estuviste… en el Unuscéntrum? Es decir, ¿en la otra sección? ¿Fuera
de…?
—Oh, sí. Salí un instante de nuestra sección VIP para experimentar un
poco.
—¡¿QUÉ?! ¡¿Te das cuenta del riesgo que eso implica?
—No me grites, Názar.
—¡¡Pudiste haber regresado meses después!!
—Pero no lo hice. Comienzo a dominar esto de cazar pensamientos en el
Unuscéntrum. Sólo tienes que ser certero.
—¡Demonios, Fernando!
—¡Názar! Tú nunca maldices…
—No fue una maldición.
—Sí lo fue.
—No, no lo fue.
—Sí, definitivamente lo fue. ¿Verdad, Gus…? ¿Gusakee? ¡¿Dónde está
ese gusano?!
—¿Eh? ¡Fernando, ve a buscarlo de inmediato! ¡No permitas que arruine el
plan!
—Dame medio segundo.
207
CXV
—¿Encontraron algo?
—No…, nada.
—¿Y si dejamos a un lado las batas de laboratorio y las identificaciones
falsas, y empezamos a abrir puertas a patadas?
—… ¡Rayos! Me encantaría; pero… N y el diablo tienen razón. Si
provocamos a Tobías, podría hacer algo que comprometa la imagen del
diablo.
—¡Lo tengo! Vayamos a una ciudad grande y veamos los televisores. Si
ese tal Tobías decide aparecer con el cuerpo del diablo, seguramente le
avisará a todos los medios de comunicación para que transmitan la noticia
en vivo a nivel mundial —opinó Gabriel.
—¡Bien pensado! ¡Dile a ese imbécil que digo que «bien pensado», y que
me las pagará por golpear a un clon mío!
—¡Eh! Está aquí.
—Sí. Quería asegurarme de que no harías nada estúpido.
—No, no lo haré…, no se preocupe —respondió Gusakee, cabizbajo—.
Siento ser tan explosivo a veces.
—Descuida… Créeme que si supieras lo que sé sobre ti gracias al
Unuscéntrum, sabrías que no has sido nada explosivo a comparación de lo
que podrías ser.
—¿Tan… poderoso soy?
—Eres casi como un «Big Bang», muchacho.
—Wuau… Nunca lo hubiese imaginado.
—Pero ya llegará el momento de verlo. Por ahora, será mejor que
hagamos lo que dijo el baboso de Gabriel. Estaré contigo. Necesito ver lo
que ven tus ojos.
—Bien.
—Oye, chico, ¿te sucede algo?
—Seguramente está hablando telepáticamente con el diablo. Cállate.
—No, está bien, ya terminé… Vayamos a… … Mmm…
—¡Moscú! ¡Que sea Moscú! Nunca tuve tiempo de ir.
208
—Moscú, sí, vamos al centro de Moscú… El diablo nos acompañará. Verá
y oirá a través de mí.
—¿A través de ti? ¿Cómo…?
—Es parte de la larga historia que luego te contaré… o no —atajó la
muerte.
—Como quieran.
—Ah, por cierto…, el diablo dice que tuviste una buena idea y que... … le
da gusto saber que estás ayudando.
—Oh… ¿En serio?... B-bueno —titubeó Gabriel con un gesto de sorpresa
y desconcierto.
—¡NO ES CIERTO, GUSANO! ¡DEJA DE HACER ESO!
Gusakee sonrió y desapareció.
CXVI
La nieve cubría soberbiamente a la noche en aquella gran ciudad. El frío
abrasador corrompía los huesos; pero gracias a ciertos sucesos, Gusakee,
Gabriel, la muerte y el diablo no tenían que pasar por eso.
—Miren allá. Es una tienda de electrodomésticos.
Los cuatro entraron a ese sitio sin ser vistos. Estaba cerrado, así que ningún
ojo humano los percibió; pero tampoco ojos artificiales. Ahí pasaron toda
la noche, observando diferentes televisores. El diablo en ocasiones
regresaba con Názar para preguntarle si La VID había visto algo; no
obstante, la respuesta era siempre desalentadora.
—Tal vez ni siquiera piensa salir todavía… Quizá tiene otro plan, quizá
utilizará el cuerpo del diablo para algo más —dijo Gusakee al amanecer.
—¡Oh! También podría estar ganando tiempo para que se acerquen las
209
elecciones — exclamó la muerte.
—Tienes razón… Incluso pudo habernos mentido. ¿Y si no tiene esa
máquina para meter su mente en el cerebro del diablo? Señor, ¿ha sentido
algo en estas últimas horas?
—Sí. Aburrimiento.
—No eso. Me refiero a algo que le haya indicado que su cuerpo fue
reanimado; pero que su alma no pudo regresar. ¿Sintió algo así?
El diablo negó con la cabeza. Después recordó que nadie lo podía ver por
estar en el Unuscéntrum.
—¡Ah! No, nada.
—Eso debe de ser una señal. Tobías es un mentiroso. Estoy cien por ciento
seguro de que no tiene control sobre su verdadero cuerpo.
—No lo dudo. Soy demasiado genial como para que un humano
cualquiera me controle.
—Muchacho, me incomoda que te quedes viendo a la nada de esa forma.
—Estoy hablando con el diablo. Al parecer, no ha sentido nada que le
indique que Tobías revivió su cuerpo.
—Bien. Entonces es todo. Vámonos de aquí —suspiró Gabriel, estirándose
incómodamente por estar varias horas sentado observando los televisores.
—Mmm… … No. Quédense.
—¿Eh? P-pero… Esperen. El diablo quiere que nos quedemos.
—¿Por qué? No tiene caso. Esto es estresante.
—Iré a hablar con Názar. Tengo un plan. Ustedes sigan observando. No
se muevan de aquí hasta que regrese. No tardaré.
—E-es… está bien. El diablo dice que regresará en unos instantes.
Esperaremos.
Gabriel bufó y volvió a tomar asiento. La muerte ni siquiera les prestó
atención. Llevaba media hora viendo una comedia mexicana.
—¡Jaja! Esos aztecas y sus tacos.
210
CXVII
—¡Názar!, tengo un plan.
—¿No han visto nada en las noticias de Rusia?
—Ya olvidémonos de eso. Probablemente Martini nos mintió y sólo está
ganando tiempo para el día de las elecciones.
—… … … No lo había pensado. Tienes razón.
—… … Sí…, tengo razón... A mí se me ocurrió… … Bueno, da igual, tengo
un plan. Saldré de nuestra sección VIP para buscar el pensamiento de
Martini que me indique dónde esconde exactamente mi cuerpo.
—¡NO! ¡NO! ¡Sólo tenemos un mes!
—Názar…
—¡Es…, es muy arriesgado!
—Mi instinto, Názar, mi instinto… ¿Acaso olvidas que si mi instinto me
dice que te golpee, tengo que hacerlo?
—… … … Está… bien… Te escucho.
—Buen chico... … … Ahora dame la pata.
—Fernando…
—Mejor te ordeno que no me des la pata… Bien hecho. Así me gusta.
Buen chico.
—¡Fernando! ¡El tiempo!
—Como te iba diciendo, tengo un plan. Mi instinto ha hablado y dice que
debo ir a ese ordinario Unuscéntrum lleno de pensamientos comunes y
corrientes… ¡Brr! Qué asco… En fin. Tengo que salvar al mundo. De
nada.
»Una vez allí, no perderé tiempo buscando los pensamientos de
Martini que me indiquen dónde se encuentra él o qué planea. No, eso no,
no nos sirve de nada. Me dedicaré a buscar el pensamiento sobre dónde
escondió mi cuerpo. En cuanto tenga la localización, regresaré, te la daré,
la buscarás en tu mapa mágico de internet, mandaré a la perra de la
211
muerte por mi cuerpo, te lo traerá y te encargarás de reanimarlo para que
yo pueda regresar. ¿Qué te parece?
Názar suspiró.
—Que así sea…, que así sea.
—Pero eso no es todo. Mientras yo me encargo de eso, tú postúlate para
Líder Mundial. Es una orden.
—¡¿QUÉ?!
—Tú sabes quién eres. El mundo estará mejor en tus manos que en
cualquier otras. Tienes que darte a conocer, decirles a todos lo que has
hecho estos últimos años, informarles sobre los riesgos naturales de la
RVI y, bueno, abrirles los ojos a los humanos. Tú mejor que nadie sabe
cómo hacerlo. ¡Tienes algo enorme a tu favor! Si no hubiera sido por lo
que hiciste en La Depresión del 21, ni siquiera estaríamos vivos… Y no te
preocupes por el imbécil de Martini. Cuando el mundo te conozca, nadie
votará por él. Confío en la inteligencia y comprensión de las personas; y
en la democracia aún existente… Sé que entenderán tus acciones e ideales,
y te elegirán… Eres la encarnación del bien, Názar, La Segunda
Eminencia… Y, no lo sé, tal vez, si cuando regrese ya eres el primer Líder
Mundial, no tengan que enfrentarse a muerte La Eminencia del bien y la
del mal… Nada está escrito, ¿no?
—F-Fernando…, no…, no sabía que tú… confiabas de esa forma en mí.
—Sí, pero no intentes besarme… Mejor me voy antes de que te pongas
más sentimental.
—Oh, espera… ¿Cuánto tiempo pasaste en el Unuscéntrum antes de lograr
comunicarte conmigo? Quizá pueda calcular cuántos minutos terrestres
equivalen a un minuto en el Unuscéntrum, y así sabríamos...
—Oye, no lo sé. No acostumbro llevar un cronómetro a todos lados.
—Mmm… Está bien… Entonces no pod…
—Pero conté 230 líneas en 6 páginas, en la primera edición de la historia.
—¿Eh?
—Eso quiere decir que aproximadamente 4 líneas equivalen a 1 mes
212
terrestre.
—¿C-cómo…?
—Sólo tengo que tardar menos de 5 líneas para llegar antes de las
votaciones. Pan comido. ¡Ah! Y cuando ganes, por lo que más quieras, no
le pongas PangeAZ al mundo. Nos vemos.
—¡No! ¡Espera!
CXVIII
—Hola, Unus. ¿Cómo están? ¿Bien? Qué bueno. Me da igual. Como sea.
No estoy aquí por ustedes. Hasta luego.
—¿Podemos ayudarte en alg…?
—No. Terminé. Hablan mucho. Vine rápido. Ya conseguí lo que quería.
Adiós.
—Sabemos dónde está el pensamiento que nos pediste la vez pasad…
—¡¿En serio?!...
CXIX
—Listo. Ya sé dónde esconden mi cuerpo. Te sorprendería saber que en
este momento se encuentra flotando a la deriva en el interior de Júpiter.
La OPD fue muy astuta, tengo que admitirlo. Un mes terrestre después de
mi llegada al Unuscéntrum, le dijeron al mundo que enviarían una sonda a
ese planeta para explorar su atmósfera. Pero después de lanzarla,
montaron una escena a computadora donde se observaban las supuestas
últimas imágenes que captó antes de ser destruida por un supuesto
asteroide. Buena farsa. En realidad, habían enviado mi cuerpo en un
contenedor que se desintegró de inmediato, dejando mi hermosa figura
213
solita en aquella bola de gases.
—… Fernando… —musitó Názar, cabizbajo.
—… … ¿Sí?
—Feliz año nuevo y… bienvenido a PangeAZ… … … Ayer, Tobías fue
elegido como el primer Líder Mundial.
—¡¿QUÉ?! ¡¡ESTÚPIDOS HUMANOS!! ¡¡NO SABEN LO QUE ES
MEJOR PARA ELLOS!! ¡¡DEMONIOS!!
—Hice lo que pude, lo siento. Lo dije todo y… no gané.
—… … … Espera… … … ¿Gusakee y los demás siguen en la tienda de
electrodomésticos?
—¿Eh?
—… N-no, nada… Ahora vuelvo.
CXX
—… No pensé que sucedería…
—¡Miren aquí!
En una de las pantallas, un noticiero transmitía imágenes aéreas en vivo de
cientos de personas formando una brutal fila afuera de un inmenso
establecimiento con la insignia de la OPD en el techo.
—¡Vaya! Sí que tenían prisa por probar ese estúpido simulador virtual.
—¡Señor! ¡¿Por qué tardó tanto?! Tobías ya gan…
—¡¿Por qué no se fueron de este lugar?! Son unos idiotas.
—Usted nos dijo que…
—¡Ya, ya! Eso no les quita lo idiotas… En fin... Tardé más de lo esperado;
pero ahora sé dónde está mi cuerpo. Es hora de arreglar este desastre…
Dile a la muerte que se dirija a Júpiter y traiga mi perfecta entidad. No sé
la ubicación exacta; pero no creo que sea difícil encontrar un cuerpo en
ese planeta.
214
—¡Genial! ¡Shinigami! ¡El diablo regresó!
—Ya era hora.
—¡Quiere que vayas a Júpiter! ¡Allá está su cuerpo! ¡Lo encontramos!
¡¡Lo encontramos!!
—… … Gus…, yo no…
—Oh, por Dios… ¡Dile que no se atreva a decir que no puede ir a Júpiter!
—Fui asignado a la Tierra, no a…
—¡BASTA! ¡¡Que se calle!! ¡Ya escuché suficiente! ¡Dile que es un
inservible!
—El diablo dice que…
—¿Sabes qué? Ya estoy harto de esto, ya perdimos mucho tiempo…
Gusakee, es hora de explotar.
—… ¿Q-qué?
—Llegó la hora, muchacho.
—… ¿Y-ya? P-pero… No estoy listo… N-no pensé que este día tendría
que… d- desaparecer… para siempre… Si tan solo me hubiera dicho días
antes…
—Necesito que comas más pollo.
—¿Para qué?
—¡Para ver si así te salen huevos!
—…
—¡Vámonos! Tenemos que ver a Názar para el gran final… Dile a la
muerte y a ese tonto de Gabriel que… …, que hicieron un buen trabajo;
pero que ya no los necesitaremos.
CXXI
—¿Llegó la hora? ¿Ya? ¿Esto…, esto será todo para nosotros? —suspiró el
joven Názar.
—… S-señor…, no estamos listos.
215
—No necesitamos estar listos, sólo estar presentes. El instinto hará el
resto… No hay nada que temer, hermanos… Confíen en mí…, confíen en el
diablo.
—P-pero…
—¡AGH! ¡Ya cállense! ¡Haremos esto juntos y desapareceremos juntos!
¿Entendido?
—S-sí —asintieron las dos Eminencias al unísono, temerosos.
—… No se preocupen, muchachos… Cuando vuelvan a necesitarnos…,
regresaremos.
—… Una pregunta… Al morir, ¿la muerte nos guiará al Cielo?
—Ustedes dos irán al Cielo, sí; pero yo no. Mi espíritu se fundirá con El
TODO para seguir equilibrando las fuerzas que lo dominan, y mi alma se
quedará en nuestra sección del Unuscéntrum en espera de que mi
reencarnación sea necesaria para reencarnarlos a ustedes… Pero basta
de plática. Názar, mata a Gusakee.
—… ¿E-eh?... P-pensé que sería algo más de… meditación… o algo
parecido.
—¿Qué? ¡No! Eso es para gente trastornada. En nuestra sección del
Unuscéntrum descubrí que para que La Eminencia del mal expulse todo su
poder, La Eminencia del bien tiene que matarla.
—… O-oh… … E-está bien, N…, hazlo —le dijo Gusakee un tanto
nervioso; pero decidido, y le ofreció un «kunai» que guardaba en su
pantalón.
—No… Yo n-nunca he matado a nadie… L-lo siento, no puedo hacerl…
—Bueno…, tú me obligaste.
—¿Qué? ¿Q-qué harás?
—Hasta luego, Názar… Muchas gracias por todo.
De pronto, en tan solo un parpadeo, los ojos de Názar cambiaron. Ahora
eran negros en su totalidad.
—¿N? ¿Estás...?
—Me dio gusto conocerte, gusano. Gracias por ser siempre tan fiel…,
216
amigo… Nos vemos luego.
Aquel era Názar Reilly; pero su voz era la del diablo. Y fue éste, en el
cuerpo del muchacho, quien levantó su mano derecha cual hoja de espada
y la dirigió hacia el pecho de Gusakee, justo en el corazón, atravesándolo
de inmediato, pulcramente, como un rayo de luz perforando una nube.
Los ojos de Gusakee también cambiaron. Se habían vuelto, en su totalidad,
blancos. Y, en eso, su cuerpo, asimismo, mutó… En tan solo un par de
segundos, la figura del joven medía ahora 3 metros de altura, pesaba media
tonelada de puro músculo, y un halo rojo lo abrazaba—. Vamos,
muchacho, daremos un paseo antes del descanso —se dijo. Su voz era la
del diablo.
Gusakee desapareció de aquella iglesia dejando un mar de fuego en su
lugar, y reapareció levitando, sin dificultades, en el espacio… Miró de un
lado a otro… A lo lejos lo vio. Era el cuerpo del diablo.
El enorme muchacho se deslizó sobre la atmósfera del planeta a gran
velocidad sin ser afectado por absolutamente nada. Kilómetros después
logró tomar con suma delicadeza el inerte ser. Estaba íntegro, a pesar de
las circunstancias… Desaparecieron.
El joven Gusakee apareció esta vez frente a una inmensa estrella de fuego
blanco y levitó hasta su interior. Allí dejó el cuerpo del diablo, el cual fue
envuelto por las llamas; sin embargo, no le hicieron daño, sólo lo
acobijaron… Desapareció.
Gusakee reapareció en la Tierra. Se hallaba afuera de una oficina muy
elegante, cuya ubicación era las entrañas de un sofisticado laboratorio
subterráneo. Entró sin tocar la puerta. No cupo en la pared. Alguien dentro
de la habitación le disparó consecutivamente.
—¡NECESITO REFUERZOS! ¡DEPRISA!
—Disculpa, no sabía que se caería. Bueno, tal vez sí; pero qué importa,
¿no? En el UniAversus podrás tirar y levantar paredes a diestra y siniestra.
—T-tu voz… Tú… P-pero… ¿Y ese cuerpo?
217
—Es de un viejo amigo. Pero explotará en unos minutos, no te preocupes.
Sólo vine a despedirme y a agradecerte.
—… ¿Uh?
—Sí. Quiero darte las gracias por enviarme a este lugar donde me
encuentro actualmente. Desde aquí tengo acceso a todas las mentes de
todos los seres vivos… Por cierto, cuando te haga renunciar, confesarás
algunas verdades, y… otras las inventaré por pleno gusto, así que tal vez,
cuando llegues al Unuscéntrum, te enteres de que el mundo ahora aborrece
tu nombre y tus creaciones; y bautizó a la nueva era en mi honor —
sentenció con tranquilidad. Era el cuerpo de Gusakee Yomimoto, La
Tercera Eminencia; pero la voz le pertenecía a La Primera, al diablo, a «El
diablo de Estocolmo».
218
EPÍLOGO
Luego de haber usado el cuerpo de Gusakee para su último cometido, EL
DIABLO DE ESTOCOLMO envió al muchacho hacia el interior de la
singularidad espacial más cercana, donde su cuerpo se comprimió hasta
reventar, ocasionando que la explosión creada por La Tercera Eminencia
fuese absorbida por la naturaleza del vórtice negro. Y, desde ese momento,
Fernando Luciani se apoderó de la entidad de su enemigo: Tobías Martini.
Lo primero que hizo fue revelar en un comunicado las consecuencias
negativas de la Transición al UniAversus. Posteriormente, prohibió y
condenó el uso de la Realidad Virtual Incrustada. Asimismo, reconoció la
valiosa e impresionante labor humanitaria de Názar Reilly a lo largo de sus
cortos 20 años. En consecuencia, cambió el nombre de PangeAZ por
«Názion». Esto a través del mismo comunicado que se difundió
simultáneamente en todos los medios, comunicado que aprovechó para
explicar detalladamente cómo EL DIABLO DE ESTOCOLMO, en su
infinita sabiduría y atractivo sin igual, le había abierto los ojos,
mostrándole lo equivocado que estuvo todo ese tiempo con respecto a sus
ideales. Al final, como último mandato que decretaría siendo Líder
Mundial, Tobías Martini legisló que jamás habría otro Líder Mundial y que
el planeta se regiría a sí mismo mediante una democracia sin
intermediarios, siendo el internet la única vía para sugerir cambios y votar
por ellos. En su despedida, Tobías Martini le pidió al mundo que venerara
el recuerdo de los héroes que lucharon en todo momento contra aquella
tentación tecnológica llamada UniAversus, y exhortó al planeta a que no se
olvidara de sus orígenes y no volviera a intentar ir en contra de la
naturaleza.
La Tierra escuchó, consternada, aquellas palabras. Había sentimientos
encontrados; pero todos ellos se unieron al oír la despedida terminal de
Martini, cuyas palabras incluía la confesión de sus verdaderas intenciones
con el UniAversus y todas las mentiras que la OPD, junto con los
219
gobiernos, le hicieron creer al mundo.
La Názion permaneció fría. No había alma que no estuviese atento a
aquella transmisión. Y aunque la rabia se hizo presente en cuanto el primer
y último Líder Mundial confesó sus crímenes, la consternación tomó el
papel protagónico al ver cómo sacó una escuadra blanca de su ropa y posó
el cañón de la pistola en su sien.
«No fui un buen hombre en esta vida. Espero encontrar el perdón en la
otra. Pero aun si no lo encuentro, seré feliz si consigo que el diablo se
apiade de mi alma», fueron sus últimas palabras, que pronunció con
lágrimas en los ojos y una mirada de súplica… La transmisión se detuvo
antes de que jalara el gatillo… El mundo jamás volvió a saber de Tobías
Martini.
220
EPÍLOGO del EPÍLOGO
(¿DUPÍLOGO?)
La Názion reconoció la vida de EL DIABLO DE ESTOCOLMO y la de
todos los involucrados en la reinserción de la humanidad. Ese mismo día,
el mundo votó para que se dejara atrás lo acontecido en años pasados, por
lo que a partir de ese 1 de enero del 2033 inició una nueva era para la
humanidad y se escogió «D3» como nombre.
Así, desde el primer día del primer mes del primer año de la era «Después
Del Diablo», los países y demás territorios fueron rebautizados. Ninguno
conservó su nombre anterior, ni siquiera los océanos; y fue precisamente
en uno de éstos donde, unos años después, por la noche, la sexta noche del
sexto mes del sexto año de la era D3, una nave espacial arribó con severas
averías. Sin embargo, no lo hizo en la superficie. El vehículo estaba tan
deteriorado que no respondió debidamente y se materializó dentro del
agua. Para buena suerte de su único tripulante, sólo fueron unos metros de
diferencia y logró salir con vida, así que nadó hasta la costa más cercana.
Cuando llegó a tierra firme, se sacudió la arena del traje y caminó exhausto
hasta un sombrío sendero. En el lugar se estacionó con urgencia un
automóvil blindado. Del automóvil salió un hombre. El hombre le apuntó
con una extraña arma al piloto de la nave, y le pidió que se identificara. El
piloto se despojó de su traje y se exprimió el agua de su oscuro cabello.
Aquel piloto era mujer. Su nombre: Leonor Luciani Bundy.
221
ADVERTENCIA:
Esta es sólo una novela (exprés) de fantasía, léase como tal.
Carlos de Hernáheson
222
ÍNDICE
Capítulo 1. Génesis …………………………………………………. 10
Capítulo 2. El diablo y la muerte …………………………………… 32
Capítulo 3. Bipolar …………………………………………………. 56
Capítulo 4. La condena del diablo ………………………………….. 81
Capítulo 5. Viva la muerte …………………………………………. 107
Capítulo 6. 66 ………………………………………………………. 132
Capítulo 7. Unusteléctum …………………………………………... 157
Capítulo 8. Venganza con «V» de Realidad Virtual Incrustada… O
“Apocalipsis con «V» de Virtual” (porque la “V” es como una “A”
volteada)… O simplemente “Apocalipsis”. Escojan el título que quieran
……………………………………………………………………….. 172
Capítulo 9. D. D. D. (D3) …………………………………………... 203
Epílogo …………………………………………………………….... 218
Epílogo del Epílogo (¿Dupílogo?) ………………………………..... 220
Advertencia ………………………………………………………..... 221