Jaime Barboza Música: Aquarela de Toquinho Formatacão: Jaime Barboza.
La Guerra de Independencia, Jaime Oveda Legaspi
-
Upload
jorge-homero-pimentel-lorta -
Category
Documents
-
view
17 -
download
0
description
Transcript of La Guerra de Independencia, Jaime Oveda Legaspi
~iliiiCJ'">--------·----- .. --.~~--·--~=~=----==---------------------------·------
. ,.
·· ..
. .. -, · · .:··
CURRICULUM VITAE
1.- DATOS GENERALES
NOMBRE: Jaime Olveda Legaspi .
GRADO ACADEMICO: Doctor en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México .
EMPLEO ACTUAL: Investigador de El Colegio de Jalisco, A.C.
2.- MÁS DE 20 LIBROS PUBLICADOS, LOS MAS RECIENTES:
Con el Jesús en la boca. Los bandidos de Los Altos de Jalisco. Guadal ajara, Centro Universitario de Lagos-Universidad de Guadalajara, 2003.
Los discursos opuestos sobre la independencia de la Nueva España. Madrid, Mapfre- Doce Calles, 2006.
Los obispados de México frente a la Refonna liberal. Zapopan, El Colegio de Jalisco-Universidad Autónoma Metropolitana-Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, 2007.
3.- DISTINCIONES HONORIFICAS
4.-
• Investig~dor Nacional Nivel JI del Sistema Nacional de Investigadores, del 1 de julio de 1988 a la fecha.
• Premio Banamex "Atanasio G. Saravia" de Historia Regional Mexicana 1997, a la mejor Tesis Doctoral.
• Premio "Ciudad de Guadalajara", otorgado por el H. Ayuntamiento de Guadalajara ell4 de febrero de 2002.
• Presea "Enrique Díaz de León", otorgada por la Universidad de Guadalajara ell8 de diciembre de 2006.
ASOCIACIONES A LAS QUE PERTENECE
• Miembro de la Asociación Mexicana de Historia Económica. • Miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
LA GUERRA DE INDEPENDENCIA
Primera parte
Introducció.Q
Estamos muy próximos a conmemorar el bicentenario del
inicio de las guerras que culminaron con la consumación de
la independencia, es decir, con la separación de la Nueva
España de la metrópoli española. Seguramente en el año 201 O,
los mexicanos celebraremos este acontecimiento con mucho
entusiasmo, tal y como lo hicieron nuestr_., antepasados el 16
de septiembre de 1910, cuando organizaron en todo el país
un conjunto de actos cívico-patrióticos para festejar el primer
centenario. En aquel entonces nadie se imaginó que dos meses
después estallaría una revolución de grandes alcances que
reorientó . elm.()~elo burgués-liberal del Estado mexicano.
Desde el último cuarto del siglo XVIII en que aparecieron
los primeros barruntos que anunciaban la crisis y el
derrumbamiento de la monarquía española hasta el día de hoy,
nuestro país ha recorrido un camino muy sinuoso y dificil a
fin de constituirse en una nación independiente y democrática.
Hoy estamos viviendo una etapa de la modernidad que nos
exige cambios en nuestra conducta y nuevas actitudes frente
al mundo globalizante, el cual nos presiona a desprendemos
1
de las viejas trad· · · · 1 tctones por considerar que lo antiguo no va e la pena conserva s b , fu d ' . r. o re todo, los patses con pro n as ratees históricas estam · . os mmersos en med1o de dos fuerzas que nos
traen de un lado pa t 1 d' · , 1 d ·dad ra o ro: a tra tciOn y amo em1 ·
En vísperas d 1 b' d · e Icentenario, los nuevos tiempos, es eC!f, la modernidad no . 1. . , da d 1 ' s ex1ge una exp 1cacwn renova e os hechos relacionad . . · os con la msurgenc1a. No es convemente
que lleguemos al 201 O con la misma idea del pasado que nos heredaron 1 h. . . E · · , os tstonadores del stglo XIX. sa VlSJon romántico-nacio 1· , . na Ista que todavm predomma hasta nuestros días, tuvo como , · fu rt propostto crear y fomentar un e e sentimiento de . . , d 1 pertenencia a una nacwn mo ema con e
propósito de cohesionar a la sociedad mexicana. Para lograr
este objetivo ex lt . . 1 d. ' a aron los hechos h1stóncos, o sea, e Jeron otra dimensión y · · d' d 1 t d un s1gmficado que no correspon ta e o o a la realidad A 1 · . . 1 1 1 · os protagomstas pnnc1pa es os e evaron a la categoría de h , 1 . · 1.d d eroes, es atribuyeron cua 1 a es que no tenían y los co · · s ' ' nv1rt1eron en frías y tiesas estatuas. egun fueran sus princ · · . , . . . 1Pl0s Ideologtcos, glonficaron o satamzaron a los personajes · . d ' ' a quienes les colocaron etiquetas que to av1a ahora no hemos d' ' · ·d·' 11 po Ido desprenderles, lo que tmpl 10 egar a una compren · · · · · A ' Ston desprovista de pasiones y preJUICIOS. SI lo hicieron Fr S , ay ervando Teresa de Mier Carlos Mana de
' Bustamante L d ' orenzo de Zavala, Lucas Alamán y los autores e
2
México a través de los siglos, quienes nos heredaron una idea
de nuestra historia llena de prejuicios y resentimientos, la cual
han reproducido tanto la historia oficial como la tradicional.
En vísperas del bicentenario es preciso revisar esas
explicaciones decimonónicas para tener otra visión conforme
a las nuevas corrientes historiográficas y de acuerdo a los
requerimientos de los nuevos tiempos. Por tanto, hay que bajar
a los personajes de los pedestales, quitarles el barniz de bronce
para volver a ver su condición humana, a fin de comprender el
sentido real de los acontecimientos. Analicemos entonces, con
estos criterios, la complejidad de la guerra independentista.
Las repercusiones de la invasión francesa
Cuando Napoleón Bonaparte invadió España en 1808,
todos los habitantes de la Nueva España, de manera distinta,
estaban inmersos en un complejo proceso de modernización
(las reformas borbónicas) que llevaba poco inás de 30
años, el cual había provocado reacciones distintas· es decir ' '
aceptación, resistencia y rechazo al mismo tiempo, sobre todo,
porque excluyó a los americanos de los primeros niveles de la
administración pública y porque dicha transformación se apartó
de las costumbres tradicionales. Vivir en medio de dos fuerzas ,
la de la tradición y la de la modernidad, dio por resultado
una hibridación de ideas y de imaginarios que ac'entuaron la
3
incertidumbre, la inconformidad, los desajustes, las discordias,
los reacomodos sociales y, sobre todo, la confusión. Algunos
autores han insistido en que las elites criollas protestaron por
la tendencia hispanizante de las reformas borbónicas, porque
mediante estos criterios el monarca estaba desconociendo
la existencia y la legitimidad de un imperio multinacional. 1
Pero estas minorias no fueron las únicas que se indignaron
y expresaron su desacuerdo; los sectores más amplios de
la población también reaccionaron por la forma agresiva
y determinante de gobernar. Las revueltas campesinas, los
motines, la delincuencia, el bandidaje y las conspiraciones
fueron unas de las formas como se expresó la resistencia a
un cambio que privaba de muchos derechos y privilegios que
antes disfrutaban los grupos afectados.
Cuando tuvieron lugar las abdicaciones de Carlos
IV y Fernando VII a favor de José Bonaparte, el mundo
hispanoamericano entró a otra etapa de nuevas y profundas
transfom1aciones que no fueron resultado de una maduración
interna, sino provocadas por la ocupación napoleónica. Las
dimisiones de los monarcas españoles fueron interpretadas por
un sector de los criollos como la ruptura del pacto suscrito entre
el rey y los súbditos. Años más tarde, Morelos, al referirse a
este asunto, declararía: "Ya no hay España, porque el francés
l Jorge I. Domínguez. Insurrección o lealtad. La desintegración del Imperio espaiíol en América. México, FCE, 1985, p. 151.
4
está apoderado de ella. Ya no hay Fernando VII porque o
él se quiso ir' a su casa de Borbón a Francia y entonces no
estamos obligados a obedecerlo por rey, o lo llevaron a fuerza,
y entonces ya no existe".2
En las reuniones que tuvieron lugar en algunas ciudades
de la Nueva España para analizar los acontecimientos
ocurridos en España, los criollos letrados . emplearon varios
conceptos modernos para explicarse lo que estaba ocurriendo
y lo que debía hacerse en los momentos en que la monarquía
quedara acéfala, pero no es del todo correcto suponer o
afirmar que su base doctrinal hayan sido únicamente los
textos rousseaunianos o volterianos. Buena parte de sus ideas
descansó en las doctrinas tradicionalistas y en la filosofía
neoescolástica de Francisco Suárez. Aunque no es la intención
de esta conferencia explicar a fondo el origen de las diversas
corrientes europeas o hispanas que moldearon el pensamiento
de los precursores independentistas, es preciso no perder de
vista que la mayoría de los principios políticos que consagró
la Ilustración y la Revolución francesa no eran una novedad,
pues ya habían sido tratados y discutidos con anterioridad por
las doctrinas escolásticas como, por ejemplo, la soberanía, la
representación, el pactismo, etc.
2 "Proclama de Morelos dirigida a los criollos", Cuautla, 23 de febrero de 1812. Archivo General de la Nación. Operaciones de Guerra, t. 198, fs. 135-136.
5
Una tesis a la que hay que brindar atención es la que sostiene
que los pensadores españoles y americanos al hacer suya la
modernidad no renunciaron a la tradición.3 Esto ha llevado
a varios historiadores a plantear que las Revoluciones del
Atlántico que se desencadenaron tras la invasión napoleónica,
más que inspirarse en ideologías externas, se apoyaron en
la cultura antigua y que quizá tuvieron más peso las ideas
tradicionales que las modernas.
Después de las abdicaciones de Bayona, Napoleón envió
comisionados a América para buscar el reconocimiento de
su hermano José como nuevo rey de España. William Davis
Robinson menciona que los europeos de la Nueva España los
recibieron con los brazos abiertos, mientras que los criollos
los repudiaron al grito de "¡Viva Fernando VII,;! y que,
posteriormente, intentaron formar un gobierno autónomo para
conservarle estos territorios al monarca legítimo. Este autor
añade que esto, en lugar de interpretarse como una prueba
de lealtad, se vio como una rebelión o como una muestra de
deslealtad a la corona.4
3 Horst Pietschmann. Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nueva España. Un estudio político administrativo. México, FCE, 1996, pp. 25-26. 4 William Da vis Robinson. Memorias de la Revolución Mexicana. México, UNAM, 2003, pp. 38-39.
6
A partir de entonces, los criollos vieron a los peninsulares
como "reos de alta traición". Frente al peligro de una
posible invasión a los territorios americanos, asumieron la
responsabilidad de proteger el reino. Más tarde lo expresarían
de esta manera en El Despertador Americano: "¿No debimos
los americanos, en desempeño de la fe jurada, tomar luego
una actitud guerrera y ponemos en un respetable estado de
defensa?" Tras de advertir que "España estaba infestada de
galicismo"5 y de exhortar a todos los habitantes dé la Nueva
España a impedir el arribo de peninsulares afrancesados,
declararon: "Nosotros somos ahora los verdaderos españoles,
los enemigos jurados de Napoleón y sus secuaces.,;6
Los precipitados sucesos de Aranjuez y Bayona
provocaron en América una aguda crisis que rompió la frágil
unidad política y una gran confusión que desconcertó tanto a las
autoridades como a la población en general. Como nunca antes
corrieron noticias catastróficas que acrecentaron el miedo y el
rumor de que la Nueva España y la religión católica corrían
el peligro de la destrucción. El temor de una posible invasión
napoleónica a las colonias americanas y las adhesiones de
fidelidad a Fernando VII quedaron ampliamente expresados
en los numerosos papeles que publicaron los ayuntamientos 5 Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, en adelante (BPEJ). Miscelánea, 143. "Aviso importante a los españoles en el estado presente de las cosas, por un celoso patricio". México, Reimp. en Casa deArizpe, 1810. 6 Véase el número correspondiente al20 de diciembre de 1810.
7
1
1 ! 1
de los centros urbanos más importantes, así como en los
sermones pronunciados en muchas parroquias.7 Estas emotivas
y ardientes demostraciones reflejaron la fortaleza del imperio
español y el respeto tan profundo que tenían los súbditos
americanos hacia el monarca. En otras palabras, la lucha
contra el invasor francés demostró que la monarquía hispana
aún conservaba un "alto poder cohesivo".8
Pero lo que más temían las elites americanas era que
con la ocupación napoleónica ingresaran sin freno alguno,
tanto a España como a sus colonias, las ideas de la Revolución
francesa; además, las puso nerviosas la posibilidad de que se
interrumpiera la relación con la metrópoli. Si se presentaba
el caso, ¿cuánto tiempo duraría esta situación?, ¿qué medidas
tomar?, ¿cómo arreglar o darle seguimiento a los asuntos que
iban a quedar pendientes? Estas y otras preguntas inquietaron
y empujaron a los criollos a plantear propuestas concretas.
Los estudios recientes destacan las grandes transformaciones
que en el campo político experimentó el mundo
hispanoamericano después de 1808. En España tuvo lugar una
revolución liberal y en América un conjunto de movimientos
7 Guadalupe Nava Oteo, Cabildos de la Nueva España en 1808.México, SEP (Col. Sepsetentas, 78), 1973, pp. 43-46. 8 Roberto Breña. El primer liberalismo español y los procesos de emancipación de América. 1808-1824. Una revisión historiográfica de/liberalismo español. México, El Colegio de México, 2006, p.87.
8
que, con el tiempo, devinieron en la emancipacwn de la
metrópoli española. Tan luego como se recibieron las primeras
noticias relacionadas con la invasión, varios ayuntamientos
de la Nueva España, dirigidos en su mayoría por criollos, se
reunieron en cabildos abiertos para analizar y discutir, por
primera vez, lo que estaba sucediendo en la península. La
congregación de individuos para debatir un asunto común,
nos indica que a partir de entonces los súbditos comenzaron a
·adoptar algunas formas modernas de sociabilidad. Otro punto
importante es que los acuerdos a que llegaron fueron resultado
de la discusión y del consenso, por eso en estos momentos
también asistimos al nacimiento de una opinión pública que
comenzó a tomarse en cuenta.9 Fue entonces la crisis de .la
monarquía generada por la ocupación napoleónica la que abrió
los espacios políticos a varios grupos de criollos dispuestos a
defender sus intereses, quienes entendieron que, frente a las
circunstancias,-tenían dos alternativas: aceptar el liderazgo de
las juntas metropolitanas que estaban formándose o crear una
autónoma que, estableciera un gobierno local encabezado por
ellos, el cual se encargaría de conservar los derechos del rey,
mientras estuviera preso.
Los criollos, defendieron, sobre todo, el derecho que
tenían Jos reinos de ejercer el poder en tiempos de emergenc;ia,
y reclamaron con más decisión que nunca su prerrogativa
9 Francois-Xavier Guerra. Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. México, MAPFRE-FCE, 1993. p. 23 -
9
de ser los conductores del gobierno, al tiempo que los
acontecimientos ocurridos en la península les iban abriendo
mayores probabilidades de realizar ese sueño acariciado por
muchos años. 10 La idea de que las colonias americanas debían
ejercer los primitivos y esenciales derechos de la soberanía y
la representación porque España estaba invadida y carecía de
libertad, fue ganando terreno y animando a quienes formaban
parte del ayuntamiento de la ciudad de México a convocar a
la formación de una junta autónoma y a tomar el gobierno en
sus manos. Al plantear esta demanda, mostraron un espíritu
renovado, desafiante y, hasta cierto punto, agresivo, mezcla
de la autoafirmación, el americanismo y el apego al Derecho
Natural. Fue, efectivamente, la crisis imperial la que dio
ocasión para que los novohispanos expresaran sus intereses
autonomistas y para que trataran de revertir los cambios
introducidos por las reformas borbónicas,11 por un lado, y, por
el otro, para exigir un cambio en la relación con la metrópoli y
un nuevo equilibrio político. 1 O La defensa del derecho que tenían los criollos de ocupar todos los cargos del virreinato se remonta a los primeros tiempos de la colonización. Uno de los textos más elocuentes en el que se expresó esa demanda fue el que envió Antonio Joaquín de Rivadeneira a Carlos III con el título de "Representación vindicatoria que en el año de 1771 hizo a su Majestad , la ciudad de México, cabeza de aquel Nuevo Mundo, en nombre de toda la nación española americana, contra la sin razón de un ministro o prelado de aquellas partes que, procurando obscurecer su lealtad y concepto, informó no ser a propósito por su espíritu sumiso y abatido para empleos de alta jerarquía en que, viéndose entronizados, están expuestos a los mayores desaciertos. Recopila los héroes que ha habido en aquellas regiones en ciencias y armas, y lamenta el abandono con que la preocupación de los europeos los ha despojado contra la inclinación piadosa del rey del justo derecho a toda clase de honores eclesiásticos y seculares." Publicado en Salvador Bemabeu Albert. El criollo como voluntad y representación. Madrid,Fundación Mapfre-Doce Calles, 2006, pp. 79- 157. 11 Virginia Guedea (introducción y selección). Textos insurgentes (1808-1821). México, UNAM, 1998, p. VIII.
10
El asombro y el estupor que causaron las noticias de las
abdicaciones llevaron a los miembros del ayuntamiento de la
ciudad de México a declarar que por ausencia e impedimento
de los herederos legítimos, la soberanía residía en el reino,
particularmente, en los tribunales superiores y en 'los cuerpos
que llevaban la voz pública, los cuales la conservarían hasta
cuando Fernando VII se encontrara libre y apto para ejercerla.
En consecuencia, esta ciudad en representación de toda la Nueva
España o de la América septentrional, "como su metrópoli y
por sí, y como cabeza del reino", asumió la responsabilidad de
sostener los derechos de la casa reinante. En los documentos
firmados por el cabildo esta capital fue proyectada como el
centro de la unión que se trataba de crear. Cabe aclarar que el
Real Acuerdo no aceptó que el ayuntamiento tomara la voz de
toda la Nueva España, y dispuso que en lo sucesivo se abstuviera
de hacerlo porque no estaba autorizado para hacerlo.
Los regidores del ayuntamiento capitalino, entre los que
destacaban Francisco Primo de Verdad y Ramos, y Francisco
Azcárate, pidieron a Iturrigaray que continuara como virrey y
convocara a una junta para nombrar un gobierno provisional,
a lo que volvió a oponerse el Real Acuerdo por considerar
que esto debiiitaría los vínculos con España, y porque además
dicho gobierno sería precario, ilegal, impolítico y expuesto
a las variaciones y caprichos de sus integrantes. Sin tener el
11
consenso de todas las corporaciones, Iturrigaray la convocó
para el 9 de agosto con el propósito de integrarlo, y para que
se encargara de realizar "todo cuanto haría el rey si estuviese
presente". En esta reunión el virrey desconoció a la Junta de
Sevilla, decisión que lo distanció más aún del Real Acuerdo.12
El asunto principal que se discutió fue el de la soberanía, y el
acuerdo al que se llegó fue sostener a Fernando VII y conservarle
el reino mientras estuviera en manos de los franceses .
Lo que buscaba Iturrigaray, con el respaldo de
los regidores de la ciudad de México, era sustraerse del
reconocimiento de la metrópoli, para lo cual propuso o estuvo
de acuerdo en la creación de una junta autónoma; con su
instalación también desterraba la posibilidad de ser relevado
de su cargo o residenciado. Mientras se discutían estos asuntos,
formó un destacamento militar de 100 hombres, concentró los
caudales reales, "intimó a los ayuntamientos foráneos" y envió
cartas a "todos los gobiernos de América en las que informaba
que la Nueva España se hallaba dispuesta a la independencia",
y que iba a tratar en una junta "los cimientos de la soberanía
del reino".13 Su discordancia con el Real Acuerdo lo unió más
con los miembros del ayuntamiento capitalino.
12 BPEJ. Miscelánea 139. Juan López de Cancelada. "Conducta del Excmo. Señor Don José de Iturrigaray durante su gobierno en Nueva España. Se contesta a la Vindicación que publicó don Fernando Lizarza. Cuaderno Segundo y Tercero en la Materia; por don ... Redactor de la Gazeta de México y autor del Primero. La verdad sabida y buena fe guardada." Cádiz, Imprenta del Estado Mayor General, 1812 p. 45 . 13 /bid.,pp. 3-6 y 37.
12
Los regidores del ayuntamiento capitalino, por su parte,
también deseaban formar una junta autónoma de las de España
para acceder a las altas esferas del poder. En la consecución de
este proyecto siguieron al mismo tiempo las pautas del Antiguo
Régimen y las prácticas modernas. Según Crane Brinton cori
esta propuesta 'inédita no se produjo una revoluc'ión, sino
la apertura de un proceso de articulación entre las viejas
prácticas políticas y las nuevas instituciones liberales.14 En
este mismo sentido Hocquellet aclara, por un lado, que a pesar
de que la invasión napoleónica tuvo lugar dentro del marco de
las experiencias revolucionarias francesas, el debate sobre los
acontecimientos no incluyó argumentos modernos relativos a
la voluntad general y a la soberanía nacional; sostiene que las
respuestas que se dieron se apoyaron en una visión a,ntigua de
la soberanía original y compartida. 15 Pero, por el otro, reconoce
que las juntas fueron revolucionarias pero sólo en sentido
político; en primer lugar por la ruptura con el gobierno; en
segundo término por el discurso justificativo, presentando el
levantamiento como un derecho de los reinos; finalmente, por
la preeminencia de las corporaciones representativas sobre la
autoridad central. 16
14 Véase Raymond Buve. "La influencia doceañista en una provincia novohispana mayormente indígena: Tlaxcala, 1809-1824," en Manuel Chust e Ivana Frasquet (editores). La trascendencia del liberalismo doceañista en España y en América. Valencia, Generalitat Valenciana, 2004, p. 115. 15 Las juntas establecidas en España y en América eran "una fracción de la soberanía general". Al mismo tiempo en que se establecían en España, corría la idea de la necesidad de crear un gobierno soberano en Madrid que reasumiera la soberanía de todas las juntas supremas provinciales. Véase BPEJ. Miscelánea 143. "Gobierno pronto y reformas necesarias." Madrid, Imp. De Villalpando, 1808. 16 Richard Hocquellet. "Los reinos en orfandad: la formación de las Juntas Supremas en España en 1808" en Marta Terán y José Antonio Serrano Ortega. Las guerras de independencia en la América española. Zamora, El Colegio de Michoacán- INAH,
13
La historiografía tradicional ve a los criollos del ayuntamiento
de la ciudad de México, y a otros que defendieron el principio
de la soberanía popular y que propusieron o apoyaron la idea
de fonnar una junta, como los precursores de la independencia,
porque ya buscaban socavar el orden colonial y emancipar
a la Nueva España; en realidad se trata de personajes que
venían protestando, más bien, contra la forma de imponer las
reformas borbóntcas. A diferencia de lo que sostiene Brinton,
esta corriente interpretativa cataloga a las juntas como
re\'())ucionarias porque advierte una ruptura del poder y porque
la süberanía cambia de titular, es decir, del monarca al pueblo,
el cual asumió "la defensa de la patria". Además, se apoya en
la J d.ea que propagaron las autoridades coloniales en el sentido
de que eran sediciosas y de que aspiraban a la emancipación.
Al respecto debe admitirse que, cuando menos hasta 1810,
no hubo ninguna junta que promoviera la independencia. Su
pmpósitü era crear "un centro de poder transitorio a la espera
de] monarca". 17
Debe tenerse en cuenta que las fuentes de los argumentos
reivindicativos de los criollos no fueron tanto los filósofos
modemos, sino la Biblia, el Derecho Natural, las Leyes de UMSNH, ~IJG2, pp. 30-31. l1 Mao.u:ol Chust "Un bienio trascendental: 1808-181 0," en Manuel Chust (coordinador)_ !8()8 La eclosión juntera en el mundo hispano. México, El Colegio de M~~iw-FCE , 2007, p. 32.
14
Castilla, el Derecho Indiano y las obras de autores como
Francisco Suárez. Fray Melchor de Talamantes, por ejemplo,
en la dedicatoria de su obra Congreso nacional del reino
de Nueva España se apoyó en la ley segunda, título octavo,
correspondiente al libro cuarto de la Recopilación de Indias
para afirmar que la Nueva España gozaba del derecho de
congregar a sus ciudades y villas cuando así lo exigiera la
causa pública y el bien del Estado español. 18 En términos
generales, los criollos juntistas, quienes defendieron la tesis de
que la Nueva España era un reino similar a los de la península
y no una colonia, se respaldaron en las Siete Partidas y en las
Leyes de Castilla para afirmar que tenían derecho a convocar a
una junta, tal y,como lo habían hecho los súbditos de España.
Su establecimiento lo justificaban en la invasión francesa y
en que actuaban a nombre de Fernando VII. En las fuentes
antiguas también se apoyaron para reprochar a la monarquía
su desprendimiento de la tradición y de la vieja legislación;
según el punto de vista de algunos criollos letrados, esta
separación fue el origen del disgusto y de los graves problemas
que aquejaban a los habitantes del imperio español. 19 En este
sentido, Morelos declararía, años más tarde, que era lícito a los
reinos "no obedecer a su rey, cuando es gravoso en sus leyes,
que se hacen insoportables;"20 se refería, naturalmente, a las
reformas modernizantes aplicadas por los Borbones.
18 Ernesto de la Torre Villar. Temas de la Insurgencia. México, UNAM, 2000, p. 326. 19 BernabeuAlbert, op. cit., p. 17. 20 "Proclama de More! os dirigida".
15
Cabe aclarar que el proyecto criollo de formar una junta
para establecer un autogobierne temporal y representativo
en la ciudad de México no tuvo tampoco un carácter popular
ni revolucionario. Se trata, por .un lado, de un movimiento
excluyente que sólo contemplaba la participación de las élites
americanas, partícipes del despotismo ilustrado y enemigos de
cualquier injerencia del "pueblo" en la toma de decisiones. A
diferenóa de lo que ocurrió en España, donde la formación de
las juntas estuvo asociada con los levantamientos populares,
en la Nueva España fue todo lo contrario, es decir, fue una
cuestión en la que intervino únicamente una fracción de la elite.
Esta demanda venía acompañada de un reclamo de autonomía
que cobró fuerza a raíz de la crisis imperial.
Como se sabe, la junta, integrada por Jos representantes
de algunas corporaciones y por unos cuantos cabildos
novohispanos se instaló, pero los comerciantes del consulado,
ante el temor de que los americanos llegaran a capitalizar todo
a su favor, la noche dell5 de septiembre de 1808 destituyeron
a José de Iturrigaray, nombraron virrey a Pedro de Garibay
y encarcelaron a los principales promotores de la junta. El
golpe contra Iturrigaray generó un doble vacío de poder,
porque el rey estaba preso y su representante en la Nueva
España había sido separado de su cargo. Cegada la vía legal,
a los criollos ya no les quedó otra alternativa que actuar en la
16
clandestinidad; en lo sucesivo celebraron reuniones furtivas en
varios lugares de las intendencias de Michoacán, Guanajuato
Y Querétaro que fueron empujándolos a la revolución. En un
tiempo relativamente corto pasaron de las juntas de cabildo a
las reuniones s.ecretas, y de aquí a la insurrección.
El propósito de los conspiradores era hacerse del poder y
defender los derechos de Fernando VII, es decir, evitar que la
Nueva España cayera en poder de los franceses. Esto queda muy
claro en los casos de las juntas de México y Valladolid, pues
sus propuestas estaban inspiradas en la insurrección peninsular
contra los franceses/1 o en declaraciones que post~riorrnente hicieron algunos insurgentes, como es el caso de Mariano
Matamoros, quien más tarde confesó que se había incorporado
a la rebelión porque "se alucinó con la razón de que el mismo
derecho que tenía España para nombrar juntas que gobernasen
en la ausencia-~el rey, tenía este reino y cualquier otra parte de
la monarquía"Y
La insurrección de Hidalgo
Como se sabe; la junta a la que asistían Miguel · Hidalgo,
Allende, A baso lo y otros, fue descubierta por las autoridades a
raíz de una denuncia. Cuando esto ocurrió, el cura de Dolores
no tuvo otra alternativa que recurrir a las armas para lograr 21 Alfredo Ávila. En nombre de la nación. La f ormación del gobierno repres entativo en México. México, CJDE-Taurus, 2002, p. 144-145. 22 Gazeta del Gobierno de México_ México, 12 de febrero de 1814.
17
el objetivo que los criollos se habían propuesto desde 1808.
En la madrugada del 16 de septiembre de 1810, sin tener
un plan militar bien definido, intempestivamente convocó a
los habitantes de esta villa a iniciar una rebelión en contra
del "mal gobierno", es decir, el de los españoles que habían
dado el golpe de Estado y les negaban el derecho de crear una
junta representativa, pero sin atentar contra el monarca. En
este sentido cabe aclarar que, a diferencia de la Revolución
francesa que se enfrentó y se volvió contra el monarca, las
que surgieron en el mundo hispano-americano se hicieron en
ausencia y a nombre del rey.
El proyecto original de quienes promovieron la rebelión
consistió en que únicamente participaran las elites provinciales,
pero circunstancias imprevistas, como el descubrimiento
de las juntas a las que asistían los conspiradores, hicieron
que los indios y otros sectores marginales de la población se
incorporaran. Aquí habría que hacer la pregunta si con este
acuerdo Hidalgo y los demás conspiradores trataron de evitar,
desde un principio, una revolución social. La inserción de los
grupos subalternos le dio al movimiento un carácter popular que
rebasó la capacidad de control de los dirigentes y amedrentó a
los propietarios.
18
La rebelión que inició Miguel Hidalgo tetomaba las
demandas planteadas por los criollos del ayuntamiento de la
ciudad de México en 1808: establecer una junta representativa,
compuesta exclusivamente por americanos y encargada de
conducir los destinos del virreinato mientras el rey estuviera
preso. Aunque el cura de Dolores mencionó frent~ a la gente
que se congregó en las afueras de la parroquia los propósitos de
la insurrección, desde un principio hubo mucha8 ~onfusiones
en cuanto a los fines reales que perseguía. Lo primero que
mencionó fue que lo que procuraban era c•r' 5ervarle >este reino
a Fernando VII y defender la religión. Se:: :c:firió, ciertamente,
a la independencia, pero ¿como ruptura de España?, ¿como
el derecho de establecer un autogobierno? o ¿como sinónimo
de autonomía? A pesar de los numerosos estudios que se han
hecho hasta el momento estas preguntas siguen abiertas y
mantienen divididos a los historiadores.
Debe quedar claro, por otra parte, que los líderes de los
grupos involucrados en la rebelión no buscaban lo mismo ni '
coincidieron en los puntos de vista. Según Luís Navarro García,
a partir de 1808 aparecieron tres grupos diferenciados: los
legitimistas, quienes trataron de impedir que la Nueva España
reconociera a Napoleón y se desvinculara de la metrópoli; los
autonomistas, que sólo buscaban instalar una junta autónoma ,
es decir, sin subordinación a la junta central de Cádiz, la cual
19
defendiera los intereses de Fernando VII; y los netamente
independentistas, que buscaban romper el vínculo con la
monarquía. 23 De los tres grupos mencionados, los últimos eran
los menos.
"¡Viva el rey!", "¡Muera el mal gobierno!", "¡Mueran los
gachupines!" y "¡Viva la Virgen de Guadalupe!" fue el grito
con el que Hidalgo inició la guerra, el cual incitó a la violencia
a quienes vivían inconforrnes con la fmma de gobernar y con
los últimos cambios introducidos por los Borbones, los cuales
estaban ocasionando la destrucción de los viejos lazos de
solidaridad. La insurrección del 16 de septiembre no fue un
acto de deslealtad porque sólo estaba orientado a luchar contra
el despotismo y porque los rebeldes únicamente invocaban
la defensa del rey, de la religión y de la patria. Aunque nos
parezca inaudito, el hecho es que los primeros insurgentes
fueron realistas.
En una de las primeras proclamas que Hidalgo dirigió a
los americanos aclaró que el levantamiento que encabezaba
era contra los españoles y no contra España, y que para
lograr la felicidad del reino era "necesario quitar el mando y
poder de las manos de los europeos; esto es todo el objeto de
23 "El orden tradicional y la revolución de independencia en Iberoamérica", .en lnge· Buissen, et. al. Problemas de la formación del Estado y de la Nación en Hispanoamérica. Gennany, Bohlau Verlang, 1984, pp. 150-151.
20
nuestra empresa, para la que estamos autorizados por la voz
común de la nación, y por los sentimientos que se abrigan en
los corazones de todos los criollos." 24 Lo único que buscaba
Hidalgo era dotar a la Nueva España de un nuevo sistema de
gobierno que estuviera en manos de los americanos. Lo dejó
muy claro al expresar: "Cuando yo vuelvo la vista por todas
las naciones del universo y veo que quieren gobernarse por
individuos de su misma nación, no puedo menos de, creer que
esta es una idea impresa en ellas por el Dios de la naturaleza".
Luego agregó, "¿por qué a los americanos se les ha de privar
de esta prerrogativa?"25
Con base en estas declaraciones se desprenden varias
conclusiones: que los criollos no concebían a la Nueva España
como un territorio separado de España, sino como parte
integrante de la monarquía y, poco más tarde, de la nación
española; que los líderes rebeldes, efectivamente, no se sentían
mexicanos y que su lucha no era para lograr la creación de
un Estado independiente. Este ideal era abstracto y quedaba
fuera de las experiencias cotidianas. Al respecto Lorenzo
de Zavala señaló que cuando Hidalgo inició la rebelión,
"el pueblo ignoraba enteramente el objeto y las tendencias
24 "~os aniversarios de la independencia, el16 de septiembre. Documentos re.lat~vos a la época de la insurrección", en La Jlustración Mexicana, pp. 216-217. Btbhoteca Nacional de Antropología. Rollo 2 de Bustamante. 25 Carlos Herrejón. "Hidalgo y Nación", en Relaciones. Zamora, El Colegio de Michoacán, núm. 99, verano de 2004, p. 265.
21
de este movimiento tumultuario;" que los indios "obraban
por un sentimiento desconocido y corrían a destruir a sus
opresores."26
En realidad no fueron los malos tratos, el despojo de
tierras, la explotación o los agravios que recibieron los indios,
los mulatos, los mestizos y las castas, los detonantes de la
rebelión que inició Miguel Hidalgo. Tampoco fue la influencia
que pudieron haber ejercido la Revolución francesa o la
independencia de los Estados Unidos, más bien fue la crisis
imperial que tuvo lugar cuando Napoleón invadió España, la
que propició el estallido de ese movimiento de esencia urbana
y excluyente en un principio, cuyos promotores, los criollos,
pretendían aprovechar la coyuntura de que la monarquía
había quedado acéfala para formar una junta depositaria de
la soberanía que se encargara de establecer un autogobierno,
integrado exclusivamente por americanos. Como ya se ha
dicho, con la imprevista incorporación de los indios surgió
otro movimiento de carácter rural y dirigido contra las elites
provinciales.
Los motivos y los propósitos reales por los que los
numerosos grupos sociales ingresaron a esa rebelión fueron
muy diversos y difíciles de reconocer. La historia oficial y
la tradicional sostienen que en cuanto Hidalgo dio "el grito 26 Albores de la República. México, Empresas Editoriales, 1949, p. 145.
22
de independencia", miles de indios "se lanzaron a la lucha"
movidos por el deseo de ver a su patria libre de opresión;
lo cierto es que las causas por las que se rebelaron fueron
múltiples y no coincidían con las de los criollos promotores
de la insurrección. Es un error considerar a todas las cuadrillas
de hombres armados que aparecieron por todas partes, una vez
iniciado el levantamiento de Hidalgo, como grupos insurgentes
que luchaban por la independencia. Entre otros motivos, se . !
armaron y pelearon para protestar contra las injusticias, para
proteger sus pueblos, para vengar afrentas personales, para
evadir la ley o para hacerse de recursos que nunca habían tenido. !;
Además, hay que tomar en cuenta que en toda revolución los
participantes se van descubriendo a sí mismo en cuanto avanza
el proceso revolucionario, por lo que algunos cabecillas fueron
cambiando sus actitudes y sus aspiraciones. En la insurgencia
hay numerosísimos casos de caudillos locales que se iniciaron
como asaltantes y, al final de la guerra, terminaron convertidos
el líderes insurgentes muy prestigiados.
Como la rebelión estalló en medio de una severa crisis
agrícola porque los dos años anteriores había llovido muy
poco, los pequeños productores, los indios y otros sectores
de la población que resintieron los estragos del hambre
constituyeron fuerzas predispuestas a sumarse a cualquier
movimiento que prometiera paliar su situación. Cuando Hidalgo
23
inició el levantamiento, las villas del Bajío y las capitales de
las intendencias de la parte central del virreinato se hallaban
saturadas de indigentes desesperados. Estos grupos fueron,
precisamente, los que se incorporaron a la rebelión, pues según
observó Ignacio Rayón, el cura ofreció un peso diario a quienes
se sumaran a la insurrección a caballo, y cuatro reales a los de
a pie, salarios que estaban por arriba de los que ganaban en ese
entonces los jornaleros.
La rebelión fue como un torbellino cuya fuerza arrastró e
involucró a todos de una manera u otra. Lo que la historiografía
tradicional identifica como movimientos insurgentes no fueron
otra cosa, en la mayoría de los casos, que levantamientos locales
sin coordinación entre sí, dirigidos contra los detentadores del
poder de cada localidad. Eran grupos armados que luchaban
pararesolver problemas particulares y nada tenían que ver con
la consecución de la independencia.
Parte de los estudios recientes sobre la independencia
enfatizan que a lo que aspiraban los líderes de la insurgencia,
cuando menos en su fase inicial, era establecer un autogobiemo
para reafirmar su posición política, ejercer la plena libertad de
comercio, disponer de garantías de estabilidad social y tener
acceso a los cargos públicos de primer nivel. Por consiguiente,
Hidalgo y los demás caudillos, como miembros marginales de
24
la elite, no aspiraron a la independencia absoluta, defendieron
básicamente la autonomía que debía gozar el reino, aunque no
hubieran empleado el término. Es cierto, por otro lado, que la
palabra independencia la encontramos en los textos insurgentes
y en los realistas, pero no queda clara la idea a qué se estaban
refiriendo. El diputado a Cortes José Beye de Cisneros hablaba,
por ejemplo, de la conveniencia de declarar una independencia
eventual o transitoria, en el caso de que Napoleón llegara a
apoderarse de toda EspañaY
Con todo y la publicación de El Despertador Americano y
de los decretos abolicionistas que firmó Hidalgo en Guadalajara,
el levantamiento no fue apoyado por las élites provinciales.
La persecución, el asesinato, el saqueo y el embargo de los
bienes de los españoles fueron las causas por las cuales estas
minorías prefirieron respaldar a los realistas. Además, los
graves y constantes desacuerdos que tuvo el cura de Dolores
con Allende, y la confianza que depositó en los contingentes
numerosos e indisciplinados desde el punto de vista militar,
llevaron a los líderes insurgentes al fracaso. La derrota que
sufrieron en la batalla del Puente de Calderón el 17 de enero
de 1811 por parte del ejército comandado por Félix María
Calleja, significó la muerte de la insurrección que iniciaron
el 16 de septiembre de 181 O. Después del fusilamiento de los
principales caudillos, la guerra tomaría otro giro.
27 Justo Sierra et. al. Antología del Centenario. Estudio documentado de la literatura mexicana durante el primer siglo de independencia. México, SEP, 1985, p.735.
25
.. Segunda parte
Jaime Olveda Legaspi\ ~:~'' .,,,,,, .• , •'.(«"'
.i
LA GUERRA DE INDEPENDENCIA
Segunda parte
El rechazo a la insurrección
La batalla de Calderón significó un parteaguas en las guerras
insurgentes, pues, en lo sucesivo, los rebeldes ya no se
organizaron militannente como lo había hecho Hidalgo, es
decir, en grandes contingentes, sino en destacamentos menos
numerosos y mejor disciplinados. Además, la derrota que
sufrieron fue detenninante para que perdieran el control de las
plazas de Guanajuato, Valladolid, Guadalajara y otras ciudades
del centro-occidente, y para que la insurrección se regionalizara,
o sea, se fragmentara en un conjunto de movimientos locales,
cuyos cabecillas, en su mayoría, actuaron por su propia cuenta
y sin estar sujetos a ningún caudillo. Para los iniciadores de la
rebelión, esta batalla fue su fin, "el tiro de gracia", porque ya
no pudieron rehacer su ejército; como se sabe, después de este
desastre huyeron hacia el norte con el fin de llegar a Texas. 1
1 Juan Ortiz Escamilla. "La Guerra de Independencia", en Gran Historia de México Ilustrada. México, Planeta Deagostini-CONACULTA-INAH, 2001, no. 25, p. 92.
1
Para Félix María Calleja, en cambio, la victoria que obtuvo
en Puente de Calderón lo cubrió de prestigio y lo proyectó como un
militar talentoso. Después de esta batalla apareció como el salvador
de los españoles y de los criollos ricos, quienes lo vieron como el
restaurador del orden establecido. Él mismo contribuyó a difundir
esta imagen al destacar la matanza de los peninsulares y el embargo
de sus bienes por parte de los rebeldes, lo que también sirvió para
que en lo sucesivo los propietarios rechazaran y condenaran la
insurgencia. En Guadalajara se apreció tanto su labor restauradora
que el ayuntamiento y el claustro de la Universidad pidieron al virrey
Venegas que lo nombrara cuanto antes intendente y comandante
militar de la intendencia. Lo sucedido en Calderón también puede ser
interpretado como el triunfo de la experiencia sobre la inexperiencia,
y de la disciplina sobre la indisciplina.2 La victoria que alcanzaron
los realistas afianzó, momentáneamente, la autoridad real, la causa
independentista perdió fuerza y los indecisos, temerosos del furor
antigachupín de los rebeldes, optaron por defender los intereses del
rey.
Calleja era un militar experto porque desde los inicios
de la última década del siglo XVIII había recorrido varias partes
2 Jaime Olveda. La oligarquía de Guadalajara. México, CONACULTA, 1991, p. 163.
2
de la Nueva España para organizar las milicias. Durante ese tiempo
emprendió varias actividades, entre otras, creó el cuerpo de dragones
de Colotlán, visitó muchos lugares del Nayar, elaboró planos y
descripciones geográficas de algunas provincias, y levantó un
padrón militar de Guadalajara en 1791. Por consiguiente, al estallar
la rebelión de 181 O era el militar más experimentado y quien mejor
conocía el reino, de ahí que Venegas lo designara como el conductor
y el responsable principal del ejército realista. Hidalgo, en cambio,
careció de esa experiencia castrense, lo que hizo que incurriera en
muchos errores tácticos.
En una proclama que Calleja dirigió a sus soldados después
de la batalla de Calderón les dijo que si los valores más sagrados del
hombre eran la religión, el rey y la patria, no debía haber división
entre los hijos de una misma madre. Les explicó que el propósito de
Napoleón era dividirlos para apropiarse de los reinos americanos,
y que Hidalgo, con la máscara de la religión y la independencia,
trabajaba en favor de este general francés. Tras de invitarlos a
mantener la unión, la confianza y la concordia, los exhortó a limpiar
"el país de los perturbadores del orden público. "3 Aseguró, por otro
lado, que la gente se iba convenciendo de "lo absurdo del plan de
3 Archivo General de la Nación (AGN). Operaciones de Guerra, vol. 204, exp.4, f. 16.
3
Hidalgo", poniéndoles como prueba el arrepentimiento mostrado por
los doctores de la Universidad de Guadalajara y el donativo de 1 500
pesos que habían hecho para la manutención del ejército realista.4 A
pesar de estas demostraciones de lealtad, Calleja fue muy cauteloso
y no estuvo muy convencido de la "sinceridad de las expresiones de
todos." El virrey Venegas, por su parte, dispuso por medio del bando
del 19 de enero de 1811 que se quemaran en la plaza mayor de la
ciudad de México y de manos del verdugo, los impresos que el cura
de Dolores había publicado en Guadalajara.5
El triunfo que obtuvieron en Calderón no dio motivo a los
oficiales realistas para fincar falsas esperanzas. Tanto Venegas como
Calleja hicieron observaciones puntuales y muy interesantes acerca
de la situación tan grave en la que se encontraba la Nueva España. El
primero reconoció que el ejército . que defendía los derechos del rey
tampoco tenía suficiente experiencia ni buena organización, y que era
necesario afianzar la fidelidad entre los soldados mediante premios y
ascensos militares.6 En este sentido el virrey tenía toda la razón, pues
al estallar la insurgencia no había en el reino un ejército regular bien
constituido; éste se fue formando una vez iniciada la guerra.
4 Jbid., vol. 171 , f. 260. 5 Gazeta del Gobiemo de México, 22 de enero de 181 1, p. 68. 6 AGN. Operaciones de Guerra, vol. 171 , fs. 139-140.
4
En vista de esto, Calleja afinó un plan militar consistente en
delegar la defensa de los pueblos a la población civil, y ordenó que
en cada uno de ellos se formaran compañías voluntarias de patriotas,
sostenidas con recursos locales. Para fortificarlos, dispuso la
construcción de zanjas profundas a su alrededor, dejando solamente
una entrada-salida. La formación de milicias de acuerdo a las
instrucciones de Calleja y la derrota que sufrieron los insurgentes
en Puente de Calderón, permitieron a los realistas recuperar muchas
plazas, pero también esto dio lugar para que las elites, al defender
sus localidades por su propia cuenta, trataran de desprenderlas de sus
respectivas cabeceras para controlarlas a su favor. 7
En una carta del24 de enero, Calleja, después de decirle al virrey
que le preocupaba mucho la posibilidad de que los rebeldes que
habían huido al norte se apoderaran del reino de Nuevo León y de la
colonia de Santander porque esto les abría la comunicación con Texas,
le comentaba que los españoles que había liberado en Guadalajara
se resistían a incorporarse al ejército realista, argumentando que
estaban enfermos. "Su egoísmo -destacaba con mucha desilusión
los hace desconocer sus obligaciones."8 Tres días más tarde,
7 Juan Ortiz. Guerra y Gobiemo. Los pueblos y la independencia de México. Sevilla, Instituto Mora -El Colegio de México -Universidad Internacional de Andalucía -Universidad de Sevilla, 1997, p. 111. 8 AGN. Operaciones de Guerra, vol. 171, f. 233.
S
reportaba la aparición de pequeños grupos insurgentes, "o más bien
de salteadores" que estaban interrumpiendo lás comunicaciones e
interceptando la correspondencia, por lo que creyó necesario crear
una acordada para perseguirlos. A Calleja le preocuparon mucho
estas cuadrillas que pululaban por todas partes, las cuales, según
dijo, sólo buscaban "sacar partido de las circunstancias".9
La apatía de los peninsulares de participar en el combate a
los insurgentes fue un asunto que angustió mucho a Calleja. En una
carta que envió a Venegas del28 de enero le reiteraba el poco interés,
la falta de patriotismo y la "criminal indiferencia de los españoles en
esta guerra", a quienes sin duda, les correspondía la obligación de
cuidar el reino. Al respecto se preguntaba: "¿No debe causar la mayor
admiración que siendo esta una guerra, cuya divisa es el exterminio
de los europeos se hayan mantenido éstos en la inacción a vista del
peligro, huyendo cobardemente en lugar de reunirse, tratando sólo
de sus intereses, y se mantengan ahora pacíficos espectadores de una
lucha en que les toca la mayor parte, dejando que los americanos,
esta porción noble y generosa que con tanta fidelidad ha abrazado la
buena causa, tome a su cargo la defensa de sus vidas, propiedades
e intereses?" A Calleja le irritó sobremanera que los peninsulares
9 /bid. , fs. 220-222.
6
no hicieran sacrificio alguno, ni contribuyeran para los gastos de la
guerra. Como el egoísmo cundía por todas partes, propuso que se
obligara a todos los españoles hasta de 60 años a tomar las armas, sin
distinción alguna. Denunció que los pocos que se habían en listado en
el ejército exigían "miramientos y distinciones", porque consideraban
que hacían mucho favor en incorporarse y que buscaban cualquier
pretexto para regresar a sus casas. 10
Después de cuatro meses de combatir la insurrección, Calleja
insistió en que era muy necesario reconocer los esfuerzos que estaban
haciendo los soldados para que siguieran defendiendo la causa
realista, porque "el ejército es el único apoyo con que contamos y
él es únicamente el que nos ha de salvar", y porque "Jos pueblos
no entran sino por la fuerza en sus deberes". Calleja hacía esta
observación porque se dio cuenta de que las ciudades que habían sido
recuperadas, entre ellas Guadalajara, no mostraban gratitud alguna;
estaban habitadas -según él- por "europeos egoístas" que veían con
indiferencia los servicios de los soldados. 11 Quizá por esta apatía
tan generalizada el virrey Venegas envió, el 26 de enero, una carta
al obispo Cabañas, quien se encontraba refugiado en la ciudad de
México, en la que después de informarle que Guadalajara ya había
1 o lbid. ,f. 227. 11 /bid, f 141.
7
sido rescatada por los realistas, le pedía que regresara cuanto antes a
la sede de su obispado para "alentar el espíritu" de los vecinos.12
Después de que Calleja recuperó la plaza de Guadalajara, aquí y
en la ciudad de México circularon varios impresos que condenaron la
insurrección, cuyos autores, aparte de festejar el triunfo obtenido por
el ejército realista en Puente de Calderón, relataron con minuciosidad
los momentos dramáticos que habían vivido los habitantes de
la primera capital durante la estancia de los insurgentes, a fin
de desengañar a quienes seguían obstinados en apoyar la insurgencia. 1'
En términos generales, en dichos impresos se percibe el disgusto de
la élite por haber sido la más afectada y su miedo a los estragos que
estaba ocasionando la revolución popular.
12 AGN. Infidencias, vol. 165, f. 156. 13 Se trata de 1) Canción elegíaca sobre los desastres que ha causado en el Reino de Nueva Galicia, seiialadamente en su capital Guadalaxara, la rebelión del apóstata bachiller Miguel Hidalgo y Costilla, capataz de la gavilla de insurgentes, cura que fue del pueblo de la congregación de los Dolores en la diócesis de Michoacán. Compuesta por el R. P. F. Tomás Blasco y Navarro, del orden de Predicadores, presentado en Sagrada Teología, Dr. de la Real Universidad de Guadalaxara, catedrático de ella del angélico Doctor Santo Tomás, y examinador sinodal de este obispado; 2) la Relación cristiana de los males que ha sufrido Guadala.xara por los insurgentes; 3) Reclamación a los insurgentes comumaces, que dedica, ofrece y consagra el Doctor Victoriano M ateos, relator del Crimen de la Real Audiencia de Guadalaxara y de su Real Awerdo a las gloriosas y triunfantes annas de S. M. C. El Se1ior Don Fernando VIl dignamellle mandadas por el Excmo. Sor. virrey capitán general de N. E. D. Francisco Xavier Venegas, y se1iores generales de los ejércitos de operación y reserva, brigadieres D. Félix María Calleja y D. José de la Cntz; y 4) El desengaño americano: manifiesto que para reunión y concordia de todos los buenos; dispersión y exterminio de todos los malos, presenta al reino de la Nueva Espaíia, un sacerdote de Guadalajara, a quien había deslumbrado el regreso del ejército de insurgentes que ocupó dicha ciudad en estos dos últimos meses, cuyo autor fue Joseph Angel de la Sierra.
8
Uno de los autores de estos impresos denigró la figura de
Hidalgo y comparó a los insurgentes con "ejércitos de serpientes
venenosas, que vomitadas de los infiernos han talado nuestros
campos, robado nuestros bienes, perseguido y degollado a nuestros
padres, esposos y hermanos." Refirió que los ochenta días en que
permanecieron los rebeldes en Guadalajara fueron de angustia y de
constantes sobresaltos. Sostuvo que la insurrección que iniciaron "los
criollos desnaturalizados" era a todas luces injusta, respaldándose en
lo que dijo uno de Jos apóstoles: "Toda persona por ley de Cristo está
sometida a las potestades superiores, porque no hay potestad que no
venga de Dios. Por lo cual, el que resiste a la potestad, o rebelándose
abiertamente, o despreciando sus órdenes, o desobedeciendo y dando
ocasión a otros a desobedecer! os y despreciarlos, resiste a la voluntad
de Dios, autor de Tá subordinación, y los que así procedan, atraen
sobre sí su condenación ... " El autor enfatizó que "los príncipes son
ministros de Dios para nuestro bien."14
En otro documento escrito por el doctor Francisco Antonio Vallejo,
asesor del consulado de Guadal ajara, vocal de la junta de seguridad
e intendente interino, destacó la opresión a la que estuvieron sujetos
quienes se opusieron desde un principio a la insurrección. Declaró
14 Véase Relación cristiana de los males que ha sufrido Guadalajara por los insurge/1/es.
9
que durante los días en que los rebeldes permanecieron en esta
ciudad había callado, como tantos otros, "para evitar primeramente
los horribles efectos de la insurrección", pero una vez que éstos la
evacuaron, decidió publicar sus observaciones. En su texto calificó
a Hidalgo de perverso, apóstata e hipócrita, y de no contar con
autorización alguna para levantar en armas al reino. Al respecto
preguntó: "¿qué autoridades aprobaron sus ideas revolucionarias, qué
tribunales, qué jefes, qué cabildos, qué universidades, qué cuerpos?"
Al responder estas cuestiones, concluyó que nadie lo autorizó y que
los derechos que venía proclamando eran imaginarios. Vallejo fue
uno de los detractores más drásticos de Hidalgo, a quien lo comparó
con un "demonio encamado en las entrañas de algún escorpión o
basilisco". Censuró, asimismo, el exterminio de los españoles
ordenado por el cura de Dolores. Al respecto refirió que fue hasta
el 11 de febrero de 1811, cuando los familiares de los peninsulares
asesinados pudieron rescatar los cuerpos de los inmolados. 15 Dijo que
ese día "nuestras calles estaban llenas de carretillas conduciendo a '
diversos puntos los cadáveres de tantas víctimas que hizo extraer de
las barrancas la caridad cristiana para darles sepultura eclesiástica".
15 Según las fuentes consultadas, solamente en Guadalajara fueron asesinados entre 500 y 600 peninsulares.
10
La amarga experiencia que sufrieron los españoles de
Guadalajara se puso de ejemplo para convencer que la insurrección
tan sólo buscaba el exterminio de los europeos y la destrucción del
reino. El 8 de febrero en el suplemento a La Gazeta del Gobierno
de México apareció un manifiesto escrito por José María Aldama,
en el que también se referían los perjuicios ocasionados por
los rebeldes cuando estuvieron en Guadalajara, con el fin de que los
pueblos "sepan conducir sus virtudes, y anticipen un desengaño que
les fortalezca contra las viles sugestiones de los enemigos del altar,
del trono y de la patria." El autor endilgó a Hidalgo adjetivos muy
severos como "hijo de Satanás abortado por el infierno", "impío",
"monstruo" y "vil impostor", con el propósito de persuadir a todos
los grupos sociales de que no era conveniente seguirlo porque la
rebelión conducía a 1~ ruina total. Al final del documento, Aldama
invitó a quienes se habían incorporado a la insurrección a que se
arrepintieran y se unieran a los hombres buenos que defendían las
verdaderas creencias, las leyes y los derechos de Fernando VII.
Los obispos también publicaron algunas pastorales para
anatematizar la rebelión de Hidalgo, cuyas causas atribuyeron a "la
influencia de las ideas exóticas de los filósofos modernos". Cabañas,
por ejemplo, comparó al cura de Dolores con el Quijote de la
11
Mancha, pero en lo relativo a la locura.16 En todas las parroquias se
pronunciaron muchos sermones para desalentar el espíritu levantisco,
los cuales fueron reforzados con los bandos que publicó Venegas.
En uno de ellos, con fecha 19 de marzo, el virrey sostuvo que la
contrainsurgencia era una guerra justa porque defendía la religión,
la libertad de la nación, la integridad de la monarquía española y los
derechos del rey.17
Como puede apreciarse, la imprenta jugó un papel muy
importante en la contrarrevolución, pues se publicaron numerosos
textos que desalentaban a la población a incorporarse a la rebelión.
También hay que mencionar a dos periódicos que, aparte de publicar
artículos reprobatorios, estuvieron informando a los lectores de los
triunfos que estaban obteniendo los realistas sobre los insurrectos, a
fin de que estuvieran al tanto de los progresos que estaba alcanzando
el combate a la insurgencia. Se trata de la Gazeta del Gobierno de
México y de El Telégrafo de Guadalaxara.
A pesar de los impresos condenatorios, por todas partes
siguieron apareciendo grupos levantados en armas que defendían sus
propias causas, no obstante el indulto ofrecido por el virrey Venegas.
La mayoría de los rebeldes rechazó el perdón porque no creyó en
16 El Telégrafo de Guadalaxara. Guadal ajara, 8 de julio de 1811 . 17 Biblioteca Nacional de Ant ropología e Historia. Rollo 2 de Bustamallle.
12
la sinceridad del ofrecimiento por parte de las autoridades, porque
entre ellos corrió la voz de que los que se acogían al indulto, después
eran pasados por las armas. Por otro lado, Ignacio Rayón y José
María Liceaga firmaron una proclama en la que imponían la pena de
muerte a quienes aceptaran la amnistía ofrecida por el gobierno. 18
El virrey Venegas, siempre estuvo informado de todo lo que
estaba sucediendo en las comandancias militares, y no dejó de tomar
las precauciones que creyó pertinente para contener y escarmentar a
los rebeldes que "fomentan la escandalosa e injusta sublevación del
reino" y, en especial, a los eclesiásticos "que inflaman y la fomentan o
forman partido en ella". El 25 de junio de 1812 decretó que todos los
rebeldes que resistieran a las tropas del rey serían considerados reos
de la jurisdicción militar, y juzgados por un consejo de guerra.' 9
Durante el periodo que comprende de mediados de 1811 a
finales de 1815, la guerra fue adquiriendo mayor intensidad y tuvo
eomo escenario principal el sur del virreinato. Dos figuras fueron
los principales protagonistas: Calleja y Morelos. La estrategia del
primero consistió en replegar a los rebeldes a las zonas costeras
del sur para que las condiciones insalubres de la región los debilitaran,
18 Marco Antonio Landavazo. "De la razón moral a la razón de Estado: violencia y poder en ]a insurgencia mexicana", en Historia Mexicana. México, El Colegio de México, núm. 215, enero-mano de 2005, p. 856. 19 Gazeta del Gobierno de México, 30 de junio de 1812.
13
y cercarlos para impedir que se apoderaran de las ciudades. El
segundo, por su parte, trató de organizar y darle sentido a la rebelión.
Para ello, elaboró un plan militar, redactó varios documentos, como
los Sentimientos de la Nación , en los que ya se manejó una idea de la
independencia más clara, convocó a un congreso, el de Chilpancingo,
y promovió la redacción de la Constitución de Apatzíngán. Durante
este período, ambas partes, realistas e insurgentes, se debilitaron y
tuvieron que resolver numerosos problemas para financiar los gastos
de sus respectivos ejércitos. Además, dentro de las tropas del rey y
entre los rebeldes continuaron las pugnas y los desacuerdos entre los
comandantes y los oficiales.
José De la Cruz, por ejemplo, informó a Calleja y a Venegas,
sobre "las intrigas que se desarrollan entre todos los jefes realistas,
envidiosos unos de otros".20 Estas rivalidades también deben tomarse
en cuenta para entender lo dificil que fue que entre los oficiales
hubiera una buena armonía. De la Cruz, por ejemplo, fue acusado
por sus mismos correligionarios de estar amasando una gran fortuna
desde que llegó a Guadalajara. Con relación a esto, desmintió la
versión Y le aseguró a Calleja que la presidencia de la Audiencia
20 José de Jesús Nuñez Y Domínguez. La virreina mexicana. Doña María Francisca de la Gándara de Calleja. México, Imprenta Universitaria, 1950, p. 169.
14
lejos de hacerlo rico lo estaba volviendo loco.21 Indudablemente que
a medida que la guerra se prolongaba y tomaba fuerza, afloraron las
cuestiones particulares. William Davis Robinson señaló que tanto
insurgentes como realistas fueron muy sensibles a sus intereses
personales: Al poco tiempo de haberse iniciado la iMUrrección, los
primeros llegaron a tener "bajo su control a los cam~inos y lo que
éstos producían, rondaban continuamente cerca de las poblaciones,
recorrían cada vereda y atajo en pequeñas partidas, y se hallaban
siempre alertas". Los segundos, por su parte, recibían grandes
cantidades de provisiones y manejaban los dineros de la recaudación.
Los comandantes de ambos bandos expedían pasaportes, imponían
fuertes contribuciones, controlaban el comercio y a sus bolsillos iban a
parar las ganancias que obtenían de las transacciones mercantiles.n
Morelos y la Junta de Zitácuaro
Así como los comandantes realistas se organizaron para
contener la insurrección, los insurgentes hicieron lo propio. Para unir
y coordinar a las cuadrillas de rebeldes que se habían multiplicado
de manera asombrosa después de la batalla de Puente de Calderón
21lbidem. 22 Memorias de la Revolución Mexicana, México, UNAM-Fideicomiso Teixidor 2003, pp. 176-177. '
15
y de la muerte de los primeros caudillos, Ignacio Rayón y José
María Liceaga crearon la Junta de Zitácuaro, la cual debía gobernar
mientras Fernando VII estuviera en cautiverio. Quedó instalada el
21 de agosto de 1811 con el nombre de Junta Nacional Americana,
y la presidieron ellos dos, junto con José Sixto Verduzco, quienes
llenaron "el hueco de la soberanía". Ese día juraron fidelidad al ~;ey
ante su retrato que estaba colocado en un muro de la sala capitular, y
propusieron dos cosas: que el reino se desprendiera de España y que
se llamara a este monarca para que ocupara el trono. 23
La instalación de la Junta, considerada como un gobierno
nacional independiente, provocó mucho entusiasmo entre algunos
insurgentes, y más cuando se dieron los primeros pasos para elaborar
un proyecto de Constitución. Los vocales exigieron el juramento
de fidelidad y obediencia a los rebeldes, pero muchos cabecillas se
negaron hacerlo. Morelos en un principio no quedó muy complacido
porque consideró que la Junta era muy similar a las peninsulares,
los Villagrán no la reconocieron, al igual que Albino García, quien
respondió que "no había más junta que la de los ríos, ni más alteza
que la de un cerro".24 El problema de lainsubordinación no fue
23 Moisés Guzmán Pérez. La Junta de Zitácuaro, 1811-1813. Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1994, p. 59. 24 Alfredo Ávila. En nombre de la nación. Lafonnación del gobierno representativo en México. México, CIDE - Taurus, 2002, pp. 151 -152.
16
exclusivo de los insurrectos, pues entre las tropas del rey también
se encuentran casos de desobediencia; por ejemplo, el sacerdote
realista Francisco Álvarez, quien mantenía a raya las poblaciones
del cañón de Juchipila, Tlaltenango y el Teúl, no acataba las órdenes
de José De la Cruz y, por cuenta propia, impuso contribuciones,
confiscó ganado y permitió el saqueo, sobre todo, de los bienes de
los insurgentes y los de sus partidarios. 25
La Junta fue rechazada por algunos porque, efectivamente,
no se apartaba mucho del modelo de las que se crearon en 1808, y
porque representaba la soberanía del rey. En una carta que el 4 de
septiembre de 1811 enviaron los vocales a More! os le explicaban que
seguían invocando el nombre del monarca porque habían advertido
que surtía buenos efectos. "Con esta política -le dijeron- hemos
conseguido que muchas de las tropas de los europeos desertándose
se hayan reunido a las nuestras."26
Sobre la junta de Zitácuaro se desprenden varias conclusiones, entre
ellas, que a estas alturas la nube fernandina aún seguía acompañando
a los insurgentes, y que los vocales buscaban, ciertamente, el
reconocimiento de otras naciones pero "sin violar ni ofender de modo
alguno los derechos de su amado y cautivo monarca, el señor don
25 Ortiz, Guerra y Gobierno, p. 71. 26 Gazeta del Gobierno de México, 9 de mayo de 1812.
17
Fernando VII"Y El mismo Morelos confirmaría esto en un bando
firmado en Tecpan el 13 de octubre de 1811, al ratificar, una vez más,
"que nuestro sistema sólo se encamina a que el gobierno político y
militar que reside en los europeos, recaiga en los criollos, quienes
guardarán mejor los derechos del señor don Fernando VII". 28
Es verdad que la Junta de Zitácuaro, como mejor se conoce,
trató de elaborar un plan de operaciones militares al que debían
sujetarse todos los jefes rebeldes con el propósito de coordinar el
movimiento, pero, sobre todo, para sujetar a los cientos de cuadrillas
que obraban por su propia cuenta, y que por lo mismo cometían
muchos atropellos a la sociedad civil. Como el territorio de la Nueva
España era muy extenso y la comunicación muy lenta y dificil, y
los líderes no compartían los mismos proyectos, la Junta no logró
dirigir y coordinar a todos los grupos rebeldes. En la intendencia
de Guadalajara, por ejemplo, pocos cabecillas tuvieron contacto con
ella, entre ellos habría que mencionar a Gordiano Guzmán, Toribio
Huidrobo y José María González Hermosillo.29 Ya se ha dicho que
la gran mayoría de las cuadrillas que operaban por distintos rumbos
estaban encabezadas por hombres rústicos e iletrados, y que actuaban
por sí mismos.
27 Guzmán Pérez, op. cit., p.ll9.
28 Ernesto Lemoine. More/os. Su vida revolucionaria a través de sus escritos y de otros testimonios de la época. México, UNAM, 1991, p. 182. 29 Pérez Guzmán, op. cit., p. 134.
18
A pesar de que la Junta representaba la soberanía de la nación
americana y no obstante que Morelos ya se había incorporado a
ella como cuarto vocal, todavía el nombre de Fernando VII seguía
mencionándose en los actos y en las proclamas de los insurgentes.30
Es cierto que Rayón le había aclarado a Morelos que el nombre
del rey era sólo una máscara para disfrazar el movimiento, pero
también él declaró que se había dado cuenta de que era voluntad
general de los pueblos que se gobernara a nombre del monarca
cautivo. Indudablemente que entre Rayón y Morelos hubo grandes
discrepancias que interfirieron en las decisiones. El primero nunca
se desprendió del fernandismo, mientras que el segundo, después de
1813, radicalizó sus ideas y se deshizo de la careta fernandina.
La mayoría de los libros que refieren las campañas de
Morelos han sido escritos con mucho apasionamiento; casi todos
son textos apologéticos que resaltan sus cualidades y el carácter
revolucionario de sus escritos y de sus propuestas. La historiografia
moderna ya ha redimensionado la figura de Hidalgo y lo ubica más
bien como un personaje ligado a la tradición que a la modernidad.
Morelos requiere de un análisis más objetivo para entender mejor el
proceso independentista en los años de 1811 a 1815. En un primer
acercamiento a esta propuesta, puede verse que el cura de Carácuaro
30 !bid., pp. 144-145.
19
desde el inicio de la insurrección hasta el año de 1813 fue un caudillo
con un pensamiento más bien tradicional que revolucionario. En los
textos que escribió en estos años siguió repitiendo las mismas tesis
que plantearon los criollos en 1808: el derecho que tenía este grupo
de ocupar los cargos públicos de primer nivel, y continuó fomentado
el odio hacia los españoles. Ernesto Lemoine equivocadamente
calificó de "revolucionaria" una proclama que Morelos expidió el 8
de febrero de 1812 en Cuautla, en la que dice: "Nuestra causa no se
dirige a otra cosa, sino a representar la América por nosotros mismos
en una Junta de personas escogidas de todas las provincias, que en la
ausencia y cautividad del Sr. D. Fernando VII de Borbón, depositen
la soberanía, que dicten leyes suaves y acomodadas por nuestro
gobierno". Como podrá advertirse, el discurso casi es el mismo de
1808 y es antigachupín en toda su expresión, como puede apreciarse
en otro de sus documentos en el que categóricamente sentenció: "Si
los gachupines no rinden sus armas ni se sujetan al gobierno de la
Soberana y Suprema Junta Nacional de esta América, acabémoslos,
destruyámoslos, exterminémoslos".31
Sin duda fue el discurso antigachupín lo que enardeció
las pasiones de buena parte de la población subordinada, y lo que
han tomado muy en cuenta algunos historiadores para ver en él a
un patriota a carta cabal. Este discurso ardiente y resentido no
31 Lemoine, op. cit., p. 191.
20
fue aceptado en Guadalajara ni en otras ciudades donde las elites,
compuestas por españoles y criollos, ya habían pasado la amarga
experiencia del asesinato y la confiscación de sus bienes. Además,
en el caso de la capital neogallega no tuvo buena recepción porque
el comercio por San Bias estaba redituando pingUe§ ganancias y
porque José de la Cruz las aprovechaba para financiar· los gastos de
la guerra.
Morelos, al igual que Hidalgo, no ce<, ~: ;: invitar a los criollos
que militaban en las filas realistas a desertar y a incorporarse al
ejército rebelde. Para animarlos, en un mensaje dirigido a ellos el23
de febrero de 1812, volvió a reiterar la aspiración principal que los
americanos venían manifestando desde los tiempos de la invasión
napoleónica: "Nuestra sentencia no es otra sino que los criollos
gobiernen al reino y que los gachupines se vayan a su tierra o con su
amigo el francés que pretende corromper nuestra religión".32
En los "Elementos de la Constitución" que Ignacio Rayón
presentó el 7 de noviembre tampoco se observa una idea clara sobre
el deseo de emancipar al reino de España. Se trata de un documento
híbrido en el que se combina la tradición y la modernidad. En el
primer artículo se reconoció a la religión católica como única y sin
32 !bid., p. 195.
21
j¡ :-~ 1'
!\
11
1 1 1
! 11
1
tolerancia de ninguna otra; en el cuarto se declaró que la América era
libre e independiente de cualquiernación; y en el quinto se especificó
que la soberanía dimanaba del pueblo, pero que residía en la persona
de Fernando VII. Entre estos dos últimos artículos existe una paradoja
que obliga a plantear esta pregunta: ¿De qué clase de independencia
se hablaba si al mismo tiempo que la proclamaban reconocían al
münarca español? El texto sugiere, entre otras cosas, que Rayón y
otros líderes insurgentes tampoco deseaban la separación absoluta
del reino de España, sino más bien que no tuviera la condición de
colonia ni se le tratara así, y que su gobierno estuviera en manos
de los criollos.
En las observaciones que hizo Morelos a los "Elementos de la
Constitución" el mismo día en que Rayón los presentó, sugirió que
se quitara el nombre de Fernando VII del artículo quinto. 33 ¿Es este
el momento de ruptura con el monarca? Parece que no fue del todo
así, porque en otro documento suscrito por el Siervo de la Nación
el 23 de diciembre, después de manifestar su desconfianza sobre la
supuesta igualdad que las Cortes de Cádiz otorgaron a los españoles y
a los americanos, sólo reprochó a este organismo no haber permitido
a la América septentrional establecer su propio gobierno.34 En otra
33 !bid., p. 227. 34- !bid., p. 243.
22
proclama del mismo mes titulada "Desengaño de la América y
traición descubierta de los europeos" mencionó que este reino había
mantenido siempre ilesa la fidelidad para con sus soberanos.35
El 29 de enero de 1813, desde la ciudad de Oaxaca, More los
publicó otro documento para explicar a los oaxaqueños en qué
consistía el nuevo gobierno americano, representado por la Junta
Nacional Gubernativa, en vista de que la inmensa mayoría no lo
había entendido. Aquí volvió a reiterar que en ausencia y cautividad
de Fernando VII, el gobierno de la nación americana había recaído en
dicha Junta, en la que residía el ejercicio de la soberanía, y que ésta
había dispuesto que "ningún europeo quede gobernando en el reino",
además de ordenar la desaparición de las castas, y la supresión del
pago del tributo y de la esclavitud.36
Por los desacuerdos que surgieron entre los vocales, la Junta
entró en una crisis que provocó su desintegración. Carlos María de
Bustamante propuso la instalación de un congreso nacional para
fortalecerla, idea que retomó Morelos en Acapulco para convocar
el 28 de junio de 1813 a un congreso con representantes de las
provincias. Con su instalación en Chilpancingo, el 14 de septiembre
del mismo año, la Junta de Zitácuaro quedó suprimida.
35 !bid., p. 247. 36 !bid., pp. 264-265.
23
\1 ¡\ i'
li ,!
Í' ¡;
en meros caprichos, en la imprudencia y en la precipitación, porque
eso estaba alentando la discordia, la desunión y el rencor. Trató de
hacerles ver que con la promulgación de la Constitución de Cádiz
desaparecían los pretextos con los que los insurgentes justificaban la
rebelión. En una parte del texto les dijo: "Sí, ciudadanos, la aurora de
la libertad ha brillado por último, y vuestros representantes echando
un velo ante el desconcierto y fatuidad de los tiempos pasados,
cimentaron ya la felicidad de ambas Españas, y estas provincias son
. d 1 ' "41 un miembro igual a cualqwera otra e a monarqwa .
Calleja recalcó que ahora los antes llamados súbditos eran
"ciudadanos dependientes de un poder moderado y justo, que
subdividido en sus tres calidades esenciales -ejecutivo, legislativo y
judicial- imposibilita a los que las poseen como un depósito, de abusar
de su facultad y reunir un excesivo mando en peijuicio de vuestros
derechos y de vuestra libertad". Para convencerlos les recordó que los
diputados americanos ya ocupaban ca~gos importantes en las Cortes
y que su voz resonaba, era atendida y respetada. Con base en esto
preguntó: "¿Qué falta, pues, para la felicidad de Nueva España?" Por
último los instó a la reconciliación y a desterrar "esos nombre.s odiosos '
de criollo y gachupín que tanto peijuicio estaban ocasionando".42
41 Lemoine, op. cit., p. 393. 42 /bid., p. 394.
26
El nuevo virrey pasó días muy angustiosos, pues casi a diario
recibía solicitudes de los comandantes militares de varias partes del
virreinato en las gue pedían el envío inmediato de armas y dinero
para combatir a los rebeldes; por si fuera poco, la misma España, por
estar invadida, continuaba solicitando ayuda a los reinos americanos
con mucha frecuencia. En un principio Calleja se opuso a remitir
cualquier auxilio a la Península porque las circunstancias internas
no lo permitían, pero fueron tantas las presiones que acabó por
autorizarlo. El 23 de mayo permitió que el comercio de la ciudad
de México enviara dos millones de pesos y, días más tarde, otra
remesa de un millón y medio.43 Naturalmente que estos donativos
disminuyeron los recursos con los que contaban los realistas para
sofocar la insurrección. Estas extracciones de dinero contribuyeron
para que a medida que pasaba el tiempo, aumentaran las dificultades
y se agudizaran los problemas que estaba provocando la guerra.
Para 1813, Calleja ya hablaba de los vicios que había generado
la rebelión en todos los grupos sociales. Mediante el bando del 8 de
julio denunció que era mucha gente la que aprobaba la insurrección Y
acogía en sus casas a los rebeldes, aparentando fidélidad al gobierno.
Advirtió que en lo sucesivo iba a exigir a los aspirantes a los empleos
43 Gazera del Gobiemo de México, 10 de junio de 1813.
27
seculares o eclesiásticos que dieran prueba inequívoca de lealtad al
rey. También denunció que muchos comerciantes sostenían pactos
y negocios con los rebeldes, y que pagaban las contribuciones que
estos fijaban. Calleja calificó a estos mercaderes de codiciosos,
los acusó de observar una conducta criminal y desenfrenada, y los
amenazó con aplicarles la pena de muerte si continuaban con esas
prácticas desleales. 44
La guerra se prestó para que unos y otros sacaran partido de
las circunstancias. Por ejemplo, el manejo de los recursos de la Real
Hacienda por parte de los comandantes militares, una vez iniciada la
insurgencia, enriqueció a muchos de ellos. En el caso de Guadalajara
sabemos que por el puerto de San Bias hubo un movimiento mercantil
muy importante por el desembarco de buques tanto de la América
meridional como de Filipinas, cuyos impuestos aplicó y dispuso
José de la Cruz a discreción. Hace tiempo Jay TePaske observó que
desde el inicio de la insurrección la Real Hacienda se regionalizó y
se fragmentó, lo que dio lugar para que este ramo cayera en manos
de las élites provinciales y de los comandantes militares.45 Puede
44 Gazeta del Gobierno de México, 10 de julio de 1813. 45 "La crisis financiera del virreinato de Nueva España a fines de la Colonia", en Emest Sánchez San tiró et. al (coordinadores), Finanzas y política en el mundo iberoamericano. Del antiguo régimen a las naciones independientes. México, Instituto Mora-UNAM-Universidad Autónoma de Morelos, 2001.
28
citarse el caso de De la Cruz, quien en una ocasión permitió que los
comerciantes de Guadalajara extrajeran plata y oro sin quintar por
este puerto a cambio de un donativo de 1 000 pesos, pese a que estaba
. prohibido. Otras veces autorizó la salida de mercancías o productos
si los dueños cubrían, además de los impuestos establecidos, "el
permiso gracioso" del seis por ciento de lo que embarcaran.46 Tanto
los oficiales realistas como los insurgentes buscaron sus propias
formas para abastecerse y organizarse, pero sorteando muchos
contratiempos.
Morelos, por ejemplo, en medio de muchas dificultades
promovió la instalación del congreso de Chilpancingo. Unos dos
meses antes de que se reuniera dicha asamblea, sólo había podido
enviar convocatorias a las provincias de Michoacán, Veracruz, Puebla
y México, o sea, a las zonas controladas por los insurgentes.47 Como
las regiones dominadas por los realistas no enviaron diputados,
como era de esperarse, Morelos les asignó a uno. El representante de
Guadalajara fue Ignacio Rayón.
Después de muchas peripecias, el congreso se reunió, como
estaba previsto, en Chilpancingo, el 14 de septiembre de 1813. Antes
de leer el discurso inaugural que preparó Carlos María de Bustamante,
46 Leopoldo l. Orendáin. Cosas de viejos papeles. Guadal ajara, Talleres Linotipográficos Vera, 1968, pp. 17-18. 47 Lemoine, op. cir, p 339.
29
;
Morelos corrigió la parte que decía: "Señor, vamos a restablecer el
Imperio Mexicano; vamos a preparar el asiento que debe ocupar
nuestro desgraciado Príncipe Fernando 7°, recobrado que sea del
cautiverio en que gime." Después de la enmienda quedó así: "Señor,
vamos a restablecer el Imperio Mexicano, mejorando el gobiemo".48
Como se verá en la tercera parte de este ciclo de conferencias, la idea
de que el monarca español viniera a gobernar no se borraría de los
planes independentistas.
Tanto Calleja como De la Cruz estuvieron al borde de la
desesperación por el agotamiento de Jos recursos para financiar
la guerra. El primero comunicó al ministro de la Guerra el 5 de
octubre que cada día era más difícil combatir a los rebeldes por las
deplorables circunstancias en las que se encontraba el ejército realista
y por la falta de jefes expertos. Reportó que las tropas del rey habían
disminuido mucho a consecuencia de la deserción, la seducción y la
fatiga de las campañas tan prolongadas en las que muchos soldados
quedaban inutilizados, situación que lo había obligado a reemplazar
las bajas con "vagos y sentenciados, por la aversión con que estas
gentes ven cada día la causa de la patria ... " En cambio, el virrey
reconoció que los insurgentes en todas partes aumentaban sus filas
48 !bid., p. 365.
30
con "soldados voluntarios y entusiasmados". Para aliviar esta crítica
situación pidió al ministro el envío urgente de cuando menos 6 000
hombres. 49
A siete meses de haber asumido el cargo de virrey, Calleja
informó tener su salud muy quebrantada a resultas de sus campañas
militares y encontrarse muy desanimado, por lo que pidió que fuera
relevado de su empleo por otro funcionario más talentoso y con la
autoridad suficiente para "llenar las esperanzas de la nación", a fin
de que él y su familia pudieran retomar a España. En cuanto a la
campaña contrainsurgente, reportó que al enviar a la mayor parte
del ejército a la zona donde se concentraban los insurgentes (el sur),
buscaba evitar que éstos se apoderaran de las capitales provinciales y
de otros puntos estratégicos, pero reconoció que eso era muy peligroso
porque vastas zonas del virreinato quedaban al descubierto. so
Ya se ha citado el bando de Calleja en el que instó a todos los
súbditos a dejar las armas en vista de que la Constitución de Cádiz
satisfacía, supuestamente, muchas de sus demandas. Morelos, como
se sabe, no vio con buenos ojos el código gaditano. En una proclama
.49 !bid., pp. 388-389. Con anterioridad, Calleja había publicado un bando el 20 de abril de 1814 en el que señalaba las penas a las que se harían acreedores quienes ocultaran, alojaran o no delataran a los desertores del ejército realista. Muchos de los tránsfugas se ocultaban en las haciendas y en los trapiches. BNAH. Rollo 2 de Bustamante, vol. 12, leg. 5. 50 Lemoine, op. cit., pp. 389-390.
31
del 2 de noviembre dirigida a los españoles les dijo que ya no se
cansaran "en inventar gobiemitos" y que lo mejor que podían hacer
era regresarse a su tierra para defender su patria de los franceses. 51
Cuatro días más tarde, el congreso de Chilpancingo o de Anáhuac
declaró la independencia de la América septentrional; la declaratoria
precisaba que debido a las circunstancias que prevalecían en Europa,
quedaba "rota para siempre jamás y disuelta la dependencia del trono
español."52 Rayón se opuso a que circulara esta acta por los riesgos que
se corrían con semejante resolución; este caudillo seguía insistiendo
que desde el inicio de la insurrección "el voto universal" se inclinaba
únicamente por el establecimiento de "un cuerpo soberano" Uunta)
que, promoviendo la felicidad común, fuera el fiel depositario de
los derechos de Fernando Vll.53 "Así lo palpe", expresó Rayón,
después "que recorrí gran parte de las provincias principales del
reino y, convencido de que ésta era la general voluntad, promoví en
Zitácuaro y se acordó que la junta gobernase en nombre de Fernando
VII, con lo cual se logró fijar el sistema de la revolución y atacar en
sus propias trincheras a nuestros enemigos."54
51/bid., p. 418. 52 lbid. , pp. 424-425. 53 !bid. , pp. 430-431. 54 !bid. , p. 432.
32
Mientras el congreso debatía estos asuntos tan escabrosos,
Fernando VII regresó a España y asumió el trono ellO de mayo de
1814. Cuatro días más tarde, con base en la ley primera del título
12, libro 12, de la Novísima Recopilación, el monarca prohibió la
creación de juntas, ligas u otras parcialidades contrarias al "bien
público, común sosiego y tranquilidad". Las juntas, recalcó el rey,
"han sido el origen de las convulsiones políticas que han afligido y
de los males ocasionados a la religión".55 Calleja publicó la noticia
del retomo del rey en un bando del 1 O de agosto de 1814. A los
nuevamente súbditos les hizo saber que para defender "los sagrados
e imprescriptibles derechos del rey contaba con la lealtad de los
militares y magistrados". Reconoció que algunos estaban alucinados
con las ideas del liberalismo gaditano "que tantos estragos han
hecho en nuestros días". Ahora afirmaba que los liberales sostenían
opiniones contrarias a la soberanía del monarca. El 21 de agosto
preguntó al ayuntamiento de México si estaba dispuesto a acatar
el decreto de 4 de mayo expedido por Fernando VII en Valencia,
mediante en el cual quedaba suprimida la Constitución. La respuesta
de los regidores fue afirrnativa.56
55 Gazeta del Gobierno de México, lO de noviembre de 1814. 56 BPEJ. Miscelánea 171 . "Documentos para la historia". México, Imp. de Alejandro Valdés, 1820.
33
El 6 de septiembre Calleja comunicó a "sus tropas bizarras"
el retomo de Fernando VII y publicó una emotiva proclama
destinada a inyectar ánimo a Jos soldados realistas para que siguieran
manteniéndose fieles al monarca. Para ello recordó los triunfos
obtenidos en el Monte de las Cruces, en Calderón y en el sitio de
Cuautla. Los felicitó porque con su trabajo estaban ayudando a
vencer "a Jos traidores y rebeldes coligados con Bonaparte para
destruir al idolatrado monarca". Su grito de guerra fue "¡Viva el rey,
caigan los traidores!"57 El día 15 de este mismo mes dio a conocer
los soberanos decretos que ordenaban celebrar el regreso del legítimo
monarca "como es justo y propio de la lealtad de los habitantes de
estos dominios". 58 Tres meses más tarde, el 15 de diciembre, envió
un bando a todas las intendencias restablecidas en el que ordenaba la
supresión de los ayuntamientos constitucionales y la reinstalación de
los antiguos cabildos, así como las repúblicas de indios.
El regreso de Fernando VII trajo consigo la supresión de la
Constitución de Cádiz a mediados de 1814. Indudablemente que su
primer periodo de vigencia fue muy corto, pero dejó una impronta
que ya no pudo borrarse del todo. El constitucionalismo sería un tema
que no abandonaría Morelos. La igualdad jurídica, la representación,
57 Gazeta del Gobierno de México, 10 de septiembre de 1814. 58 Casa More1os, Morelia, Mich., doc. 457.
34
las elecciones, el voto y la ciudadanía fueron otros asuntos que ya
no desaparecieron del discurso insurgente y, a veces, del realista. En
algunos bandos firmados por el virrey, posteriores a la supresión, se
dirigía a los habitantes ya no como súbditos, sino como ciudadanos.
Pocos meses después de que se suprimió la Constitución de
Cádiz se promulgó la deApatzingán (22 de octubre), sueño acariciado
por Morelos y por otros dirigentes desde mucho tiempo atrás. Tal
acontecimiento exacerbó los ánimos de Calleja. Toda la maquinaria
virreina! condenó y desconoció tanto el congreso de Chilpancingo
como la carta constitucional elaborada por los insurgentes. El 24
de mayo de 1815 el virrey dispuso, mediante un bando, que se
quemaran en la plaza pública de la ciudad de México los decretos
emitidos por el congreso, así como la Constitución de Apatzingán, y
que lo mismo se hiciera en todas las intendencias. También ordenó
que a las personas que poseyeran o distribuyeran los documentos
publicados por los insurgentes, se les embargarían sus bienes o se
les aplicaría la pena de muerte. Aquí mismo el virrey declaró que
con la promulgación del texto constitucional los rebeldes se habían
quitado la máscara con la que habían disfrazado la insurrección. Los
llamó "traidores descarados" por negar la obediencia al rey, por no
reconocer los derechos de la Iglesia y por declarar la independencia
35
de la Nueva España. Además, los acusó de impíos por desconocer la
autoridad de los obispos, por nombrar a curas y jueces eclesiásticos,
y por borrar del calendario todas las fiestas dedicadas al culto y a la
devoción de los santos. Aseguró que la Constitución de Apatzingán
era "más monstruosa" que la de Cádiz porque atentaba contra los
derechos del rey. En suma, en este bando la intención del virrey fue
ridiculizar este documento constitucionaP9
Para cumplir con los artículos 7 y 9 del bando del 24 de
mayo, las autoridades de los pueblos fueron obligadas a enviar
actas en las que expresaran su fidelidad al monarca y su repudio a
la Constitución de Apatzingán. Estos testimonios fueron enviados
al virrey a partir del mes de julio. Entre las primeras actas figuran
las de San Martín Tixtla. (13 de julio). El documento principia de
este modo: "Entendidos todos los vecinos de este partido desde los
principios de la insurrección de que los partidarios de ella obraban
en contra del santuario, del trono y de la patria ... ", habían acordado
desconocer el congreso de Chilpancingo y la Constitución redactada
por diputados espurios. 60 En la de Zacatecas (1 o de agosto) se
59 Resumen histórico de la insurgencia de Nueva España desde su origen hasta el desembarco del señor don Francisco Javier Mina. Escrito por un ciudadano de la América meridional, y traducido del francés por D.M. C., México, Imp. de Mariano Ontiveros, 1821, p. 23; BNAH. Rollo 2 de Bustamante, vol. 12, 1eg. 8. 60 Gazeta del Gobierno de México, 10 de agosto de 1815.
36
aclaraba que esta intendencia siempre "fiel a su religión, a su rey y
a su patria", detestaba los errores de los rebeldes y renovaba ante la
faz del universo su J·uramento de fidelidad a Fernando VII· además ' '
negaba haber comisionado al ex cura José María Cos "para que
apoyase en la escuela del libertinaje [el congreso de Chilpancingo]
las máximas de la irreligión y de la inmoralidad ... "61 En el acta
que levantó el ayuntamiento de San Luis Potosí (31 de agosto) los
diputados constituyentes fueron llamados "impostores, bárbaros,
impíos, sanguinarios, impolíticos, y antisociales". El cabildo
manifestó que toda la ciudad estaba "en defensa y con muchos
pechos generosos, mucha pólvora y muchas balas para acreditar al
mundo entero su acendrado amor y lealtad a su rey y único dueño,
el Señor Fernando VII".62 En una parte del acta de Sombrerete (11
de septiembre) se dijo: "Dormía, pues, dulcemente la América en el
regazo de su madre, la España, que la defendía y cuidaba como la
más querida de sus hijas ... ", cuando "Hidalgo y Allende enarbolaron
el estandarte de la más inaudita perfidia".63 En la de Fresnillo (25
de septiembre) la Constitución fue calificada de impía e inmoral.64
En la de Xerez (25 de septiembre) el congreso fue calificado como
61 !bid., 3 de octubre de 1815. 62 !bid. , 26 de octubre de 1815. 63 !bid., 2 de diciembre de 1815. 64 !bid., 28 de octubre de 1815.
37
"junta de traidores" y los regidores también declararon que Cos no
representaba la voluntad de los zacatecanos.65 En la de Guadalajara
(27 de septiembre) el ayuntamiento aclaró categórico que "ninguna
ciudad como Guadalajara se ha excedido en demostraciones de
fidelidad al rey", y que a nadie confirió poder para representar a la
intendencia en el ridículo congreso insurgente.66
Nuevos giros tuvo la guerra después de la muerte de Morelos,
ocurrida el 22 de diciembre de 1815, y con la destitución de Calleja
como virrey de la Nueva España en septiembre de 1816. Para
empezar, los insurgentes se quedaron sin un jefe de la altura de
Morelos, y los comandantes realistas que ya tenían tiempo de estar
combatiendo a los insurrectos se habían convertido en hombres muy
poderosos en sus respectivas comandancias. Lo que declaró Calleja
en Veracruz antes de embarcarse a España nos da una idea de la
situación que prevalecía. Dijo, al partir, que dejaba tres virreyes:
Juan Ruiz de Apodaca en México, José de la Cruz en Guadalajara, y
Joaquín Arredondo en Monterrey.
65 /bid.,I6de diciembrede 1815. 66 /bid., 21 de diciembre de 1815.
38
LA GUERRA DE INDEPENDENCIA
Tercera parte
Crisis y desacuerdos
Así como la Junta de Zitácuaro no pudo coordinar ni sujetar a todos
los grupos de rebeldes, Calleja tampoco logró frenar la ambición
de los comandantes realistas, quienes además de estar acumulando
riquezas cuantiosas, constantemente büscaban la manera de obtener
distinciones y reconocimientos de parte de la corona española.
De todos los comandantes, dos eran los más ambiciosos: Joaquín
Arredondo y José de la Cruz. Este último logró que Fernando VII
le otorgara la Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la
Católica a mediados de 1816, mérito que se hizo muy notorio porque
fue el único de los militares españoles residentes en la Nueva España
a quien se le concedió tal distinción. 1 Para controlarlos, Calleja
volvió a prohibir algunas prácticas que se prestaban a la extorsión y
al enriquecimiento individual como la de comerciar en las zonas que
estaban a su cargo, pero la orden no fue acatada.2
1 Julio Zárate. México a través de los siglos. 9• ed. México. Editorial Cumbre, 1972, t. III, p. 512. 2 Un bando del 14 de abril de 1813 prohibía esta práctica tan extendida.
Otra manera que encontró el virrey para afianzar su autoridad
y someter a los comandantes ambiciosos fue la de aplicar nuevos
impuestos y ordenar la redistribución de otros. El 18 de enero de 1816
dispuso el cobro del dos por ciento a toda la moneda que circulara
por el reino, en lugar del uno por ciento que se venía pagando, según
lo estipulaba un bando de 1813. A fin de este mismo mes ordenó
a De la Cruz que los sobrantes de las nuevas contribuciones que
se estaban cobrando en Guadalajara los remitiera a la tesorería de
Valladolid para auxiliar a las tropas realistas. Los nuevos impuestos
a los que se refería Calleja eran los que gravaban a los coches, casas,
licencias para andar a caballo y transporte de moneda, conforme a
los bandos de finales del año anterior. 3
La situación por la que atravesaba la Nueva España en 1816
era muy grave, no sólo por la falta de recursos para financiar la
guerra o por las protestas de los propietarios a raíz de la aplicación
de nuevos impuestos, sino por la caída de la producción de maíz
porque los hacendados y otros productores venían cultivando menos
a consecuencia de la inseguridad. Preocupado por esta carencia que
estaba agravando la crisis, De la Cruz, envió a todos los subdelegados
de la intendencia de Guadalajara una circular en la que les ordenaba
fomentar la siembra de maíz y frijol para evitar la carestía.4
3 Gaze/a del Gobierno de México, 30 de enero y 15 de febrero de 1816. 4 AAG . Civil, caja 41 8, exp. 17.
2
.¿¡ 4•
' · '
Por el lado de los insurrectos las cosas tarupoco marchaban
bien. La disolución del congreso de Chilpanclngo provocó la
dispersión de sus miembros por diferentes provincias. Según
Robinson, entre 1816 y principios del año siguiente, la suerte de
la insurgencia dependió de la di rección que le dien;,n cuatro jefes:
Manuel Mier y Terán, Guadalupe Victoria, lgnado Rayón y José
Francisco Osomo.5 De ellos, dos eran los q':e llevaban a cabo una
campaña militar constante: Vi e·:· .:·ia. (¡¡: · : · , ¡;eraba en las sienas de
Puebla y Veracruz, y Vicente Guerrero en las montañas del sur es '
decir, entre los estados actuales de Oaxaca y Guerrero. A pesar de los
esfuerzos de estos caudillos por orientar la insun·ección, la mayoría
de los grupos rebeldes siguió actuando sin apegarse a un plan militar
bien diseñado. Además, como la rebelión se convirtió en un modus
vivendi, los cabecillas se dedicaron a robar ganado y semillas, lo que
ocasionó mucho disgusto entre los agricultores y ganaderos. Diego
García Conde, comandante de Zacatecas, dio instrucciones a las
autoridades de los pueblos, y a los dueños de haciendas y ranchos
de su jurisdicción, para que sumaran esfuerzos con el fin de que los
rebeldes no se acercaran y saquearan sus propiedades.6 Ante el robo
frecuente de maíz, algunos productores pidieron protección a los
5 William Davis Robinson. Memorias de la Revolución Mexicana. México, UNAM -Fideicomiso Teixidor, 2003 , p. 139. 6 Gazela del Gobierno de México, 21 de mayo de 1816.
3
destacamentos realistas cuando iban a trasladarlo de un lugar a otro,
pero aún con escoltas los cargamentos fueron asaltados. 7
El ganado y las semillas que robaban los rebeldes de los
Altos de Ibarra y la sierra de Comanja -entre Lagos y León- eran
vendidos en esta última villa y en otras poblaciones de Guanajuato.
El 16 de abril Agustín de Iturbide denunció este tráfico ante José de
la Cruz, versión que confirmó Hermenegildo Revuelta, comandante
de Lagos, quien declaró que los comerciantes de Guanajuato les
mandaban caballos y annas a cambio de dichos productos. Este
comandante consideró que faltaba una mano dura para frenar ese
comercio y la voracidad de los negociantes de esta intendencia.8 Lo
dicho por lturbide y por Revuelta se confirmaba a cada momento, ya
que en los combates que sostenían contra los insurrectos, los realistas
siempre les qt1itaban semillas y ganado.
Casi al mismo tiempo en que Agustín Iturbide denunciaba ese
comercio ilegal entre los rebeldes de Comanja con los comerciantes
de León, este oficial realista también fue acusado ante el virrey de
conducir a la ciudad de Guanajuato cargamentos de azogue y de otros
insumas que requería la minería, los cuales vendía a altos precios,
7 /bid., 27 de agosto de 1816. 8 AGN. Operaciones de Guerra, vol. 148, fs. 6-7.
4
de aprovechar su condición de militar para retrasar la llegada de
convoyes con diversos de productos y de monopolizar la venta de
granos alimenticios.9 Al respecto, Robinson observó que "esta clase
de comercio entre los partidos contendientes se volvió tan general
y sistemática que casi no había un jefe realista o patriota que no
amasara una mayor o una menor fortuna". 10
Calleja publicó un bando el 12 de julio en el que denunciaba
el tráfico comercial ilícito que se practicaba en otras partes de la
Nueva España, el cual calificó como un acto de infidencia. Se refería
al reglamento mercantil que estaban aplicando las autoridades de
Yucatán, el cual abría su puerto a las naciones amigas y neutrales
al libre comercio que se practicaba en Tampico y Altamira a raíz
del bloqueo de V~racruz, el cual defraudaba los derechos reales, y
al "torrente de buques de Panamá" que inundaban de mercancías
a los puertos del Mar del Sur. Como todo esto ocasionaba grandes
pérdidas a la caja real, prohibió el uso de registros en el comercio de
cabotaje y ordenó el restablecimiento de guías, según la orden real
del 9 de diciembre de 1814; dispuso, además, el cese del comercio
entre Panamá y los puertos del Pacífico. 11
9 Zárate, op. cit., pp. 502-508. lO Francisco Orrantía, por ejemplo, se hizo rico en poco tiempo. En San Miguel el Grande era dueño de un gran almacén donde llevaba a cabo un lucrati vo negocio. Op. cit. , pp. 133-177. 11 Gazeta del Gobierno de México, 16 de julio de 1816.
S
El mismo 12 de julio, los consulados de México y Veracruz,
con la aprobación de la Dirección de Alcabalas, la Junta de Arbitrios,
el Real Tribunal de Cuentas, el fiscal y el asesor general, publicaron
un bando en el que se pronunciaban contra todo comercio que no
proviniera de España, y a favor de la clausura de San Blas. 12 Estas
presiones, como las ordenanzas de Calleja, no surtieron efecto
porque los comandantes estaban inmiscuidos en estos negocios; José
de la Cruz, por ejemplo, se opuso rotundamente al cierre de este
puerto, en primer lugar porque los impuestos eran utilizados para
sostener la guerra y, en segundo término, por los compromisos y
convenios que había suscrito con los empresarios de Guadalajara.
En lugar de disminuir el tráfico mercantil de San Bias, aumentó: en
1816 arribaron 16 embarcaciones; en 1817, fueron 35; y hasta julio
de 1818, habían anclado 15.
La campaña en contra de los rebeldes sufrió algunos desajustes
porque en toda la Nueva España empezaron a correr rumores de que
Calleja dejaría el cargo de virrey en cualquier momento, lo que no
dejó de provocar inquietud y zozobra entre la burocracia y las elites.
En muchos círculos sociales se comentó que el sucesor sería José de
la Cruz, el comandante de Guadalajara, quien para entonces ya había
12 "Recopilación de noticias sobre el comercio de contrabando con las posesiones de España en América", en Boletín de Archivo General de la Nación. México, AGN, núm. 5.
6
tenido muchos desacuerdos y roces con él. Todo se disipó cuando
Juan Ruiz de Apodaca, exgobemador de Cuba, llegó a Veracruz
en los primeros días de septiembre, y a la ciudad de México el día
20 del mismo mes con el nombramiento de virrey. i3 Con su arribo
cambió la manera de combatir a los insurrectos. Calleja, como ya se
ha dicho, fue un hombre duro e intransigente; en cambio, el recién
llegado desde un principio prefirió la concertación a la violencia. Una
muestra de ello fue el bando que publicó el 30 de enero de 1817 en el
que exhortaba a todos los rebeldes a terminar la guerra, a acabar con
las "disensiones, disgustos y privaciones como van experimentadas
en seis años de trabajos y penalidades", y a ratificar su amor hacia la
religión, el rey y la patria. A cambio les ofreció el indulto y el olvido
a quienes se presentaran ante los jefes militares, obispos, cabildos
vacantes, comandantes, párrocos y demás eclesiásticos dentro de
los siguientes 60 días a entregar las armas y municiones, dejándoles
únicamente los caballos para sus trabajos. Quienes se acogieran al
perdón debían informar el nombre del lugar donde iban a vivir.14
13 Zárate, op. cit., p. 518. 14 En este año se indultaron muchos rebeldes. Estos son tan sólo dos ejemplos: estando el realista Ramón María de Arroyo en Mazamitla se le presentó el cabecilla Susano Ortega y varios compañeros a mediados de abril a pedirle el indulto; entre el 27 y 28 del mismo mes acudieron 223 individuos más con el mismo propósito; éstos entregaron además de las armas, 500 cabezas de ganado mayor. Gazeta del Gobierno de México, 6 de febrero y 24 de julio de 1817.
7
El arribo de FranCisco Javier Mina
Cuando Ruiz de Apodaca asumió el cargo de virrey, la sierra
de Comanja era uno de los focos rojos más peligrosos de la rebelión.
Para entonces, Pedro Moreno se encontraba atrincherado en el
fuerte El Sombrero, y el padre José Antonio Torres en el de Los
Remedios, situado en una zona fértil que producía muchas semillas
alimenticias, cuyos propietarios lo respaldaban; 15 ambos cabecillas
eran los acusados de practicar un comercio ilícito con negociantes
de El Bajío desde 1814, cuando Moreno comenzó a tener el control
sobre la región de Lagos.
En estas circunstancias llegó Francisco Javier Mina al fuerte El
Sombrero el 24 de junio de 1817, después de haber obtenido triunfos
en los combates que sostuvo con los realistas en Valle del Maíz, en
la hacienda Peotillos y en Pinos, Zacatecas. En términos generales,
Javier Mina fue bien recibido en la Nueva España. Muchos españoles
y criollos de la ciudad de México y de otros lugares que desaprobaban
la revolución popular por los estragos que venía ocasionando, y que
esperaban ansiosos el surgimiento de algún caudillo que le diera otro
giro a la insurrección, vieron en Mina al hombre idóneo en quien
podían confiar. Lo único que los hizo dudar era que no había llegado
acompañado de un ejército respetable que garantizara sus vidas y 15 Robinson, op. cit., p. 172.
8
sus patrimonios; pero aún así, vieron con buenos ojos su presencia Y
desearon que tuviera éxito en sus campañas militares. Aún dentro de
las filas reali stas creció el desafecto hacia el gobierno español cada
vez que el navarro obtenía una victoria. Estas muestras de simpatía
preocuparon al virrey, quien había recibido instmcciones desde la
España de usar todos los recursos disponibles para acabar con él. 16
La llegada de Mina a la Nueva España dio motivo tambien
para que entre los cabecillas rebeldes renacieran las esperanzas de
que la insurgencia pudiera reorganizarse, máxime porque este oficial
español reconoció la autoridad de la Junta de Jauj illa, 17 pero también
ocasionó el disgusto de otros, como el padre José Antonio Torres,
quien fue desplazado del mando de las tropas insurgentes cuando
esta Junta prefirió conferírselo a Mina; a partir de entonces, entre
ambos no hubo buena armonía. Otro que reprobó la llegada de Mina
a tierras novohispanas fue el obispo Cabañas, pues el mismo día en
que llegó a El Sombrero, pidió apoyo al cabildo eclesiástico para
sostener un cuerpo militar encargado de combatirlo. Los canónigos
respondieron estar dispuestos a mantener a 100 soldados durante
un año, además de seguir cubriendo los gastos del escuadrón de
voluntarios de Nueva Galicia hasta el 26 de octubre. 18
16lbid. PP- 163 y 197-198. 17 Zárate , op cit. , p. 570. _ 18 Gazeta del Gobierno de México, 19 de agosto de 181 7; Pérez Verdía, op. cit .. t. 11, p.
142.
9
El nuevo virrey también tomó sus propias providencias para
acabar con Mina. Su plan consistió en cercar a los insurrectos del
fuerte El Sombrero con un ejército de 5 000 hombres que puso bajo
el mando de Pascual de Liñán, quien acababa de llegar a la Nueva
España al frente del batallón de Navarra.
Después de unos días de haber llegado a El Sombrero, Mina
y Pedro Moreno atacaron la hacienda El Jaral, ubicada a 20 leguas
al norte de Guanajuato, la cual abandonó su dueño, el marqués del
Jaral; después fueron al encuentro del realista Cristóbal de Ordóñez,
comandante general de Guanajuato, hasta las cercanías de San
Felipe, a quien vencieron el 28 de junio. A fines del mes siguiente,
ambos trataron de apoderarse de León, pero no obtuvieron buenos
resultados. 19
El 31 de julio Liñan y Negrete sitiaron el fuerte El Sombrero
con 2 600 soldados y 14 piezas de artillería, aparte de una brigada
de infantería al mando del coronel Ráfols. Los rebeldes sitiados, que
apenas llegaban a 700, contaban con una artillería defectuosa pero,
lo más grave era que carecían de alimentos y de agua suficientes para
resistir. Mina procuró resolver este problema entregándole al padre
19 Luis Pérez Verdía. Historia particular del Estado de Jalisco. Guadalajara. Ti p. de la Escuela de Artes y Oficios del Estado, 191 O, t. 11, p. 143; Robinson, op. cit. , p. 199.
10
1
Torres 8 000 pesos para que abasteciera de alimentos a la guarnición
de El Sombrero. Éste también ofreció a Mina reclutar gente en
los ranchos y en los pueblos de los alrededores para reforzarlo.20
El ataque formal se inició el 1 o de agosto con un cañoneo sobre el
fuerte, pero luego los jefes realistas resolvieron suspender por unos
días el ataque, y únicamente impedir que los rebeldes salieran de la
fortaleza, lo cual, después de unos días, desesperó a Mina porque no
recibió el apoyo del padre Torres.21
Robinson es uno de los historiadores que mejor ha reseñado la
expedición de Mina y el sitio del fuerte El Sombrero. Con respecto
a este último punto, señala que esta fortaleza no estaba diseñada
para resistir un asalto vigoroso, por un lado; y, por el otro, que el
problema más serio al que se enfrentaron los rebeldes fue la falta
de agua porque la tercera división de los realistas se colocó en un
sitio que impedía la llegada al río que se encontraba en el fondo de
la barranca. Otra desventaja de los sitiados fue que sólo pudieron
reunir provisiones para diez días . La descripción que proporciona
este autor sobre el cerco es, realmente, conmovedora. Relata los
sufrimientos y privaciones que padeció la guarnición, sobre todo, las
mujeres, los niños y los numerosos heridos que saturaron el hospital.
20 Robinson, op. cit., p. 172. 21 Pérez Verdía, op. cit., p. 144.
11
"Los horrores de la sed se tomaron espantosos", destaca Robinson,
porque algunos pasaron hasta cuatro días sin beber agua, ya que
los aguadores que salían por la noche con la intención de traerla,
regresaban sin nada debido al bloqueo de los realistasY Para colmo
de males, el padre José Antonio Torres, quien había salido del fuerte
Los Remedios con algunas provisiones para auxiliar a la guarnición
no pudo llegar a El Sombrero porque cayó en una emboscada que le
tendió Orrantía el l3 de agosto.23
Pese a todas las circunstancias adversas, Mina rechazó el indulto
ofrecido por los realistas. Como cada día que pasaba la situación se
volvía más grave, los rebeldes comenzaron a desertar, quedando al
final 150 hombres útiles en el fortín. Robinson critica rigurosamente
la conducta observada por Pedro Moreno durante el sitio, la cual
califica de "mezquina en extremo". Menciona que no tomó parte
activa en la defensa y que mientras la guarnición padecía hambre
y sed, él no carecía de nada porque tenía almacenadas suficientes
provisiones en sus habitaciones del fuerte. Durante el bloqueo
revendió a precios exorbitantes carne de cerdo, manteca, azúcar,
cigarros, incluso, agua que había captado de una de las tormentas
que cayó sobre la fortalezaY
22 Op. cit., pp. 202-203. 23 Gazeta del Gobierno de México , 27 de agosto de 1817. 24 Robinson, op. cit , pp. 207-208.
12
Sin tener otra opción, después de dos semanas de resistir '
los insurrectos abandonaron El Sombrero la noche del 19 de agosto.
Muchos de ellos que llevaban dinero que tenían guardado en el fuerte,
producto de la venta del ganado que robaban, cayeron en poder de
los realistas cuando huían. Al día siguiente, Liñán y sus soldados
entraron al fortín . El comandante realista dispuso que los enfermos y
heridos salieran del hospital para que echaran abajo lo que quedaba
. de El Sombrero, tarea que llevaron a cabo durante tres días ; una vez
concluida la demolición, ordenó su fusilamiento. 25 En las semanas
siguientes los oficiales realistas capturaron a algunos fugitivos del
fuerte.
En octubre Moreno volvió a unirse a Mina; ambos tuvieron
un enfrentamiento con · Francisco Orrantía el 1 O de este mes, y seis
días más tarde lograron entrar hasta la plaza de armas de Guanajuato.
Cuando se encontraban en el rancho El Venadito, perteneciente a la
hacienda La Tlachiquera, fueron sorprendidos por Orrantía el día
27. Moreno recibió varias heridas y un balazo en la cabeza cuando
intentó defenderse en un lugar donde se había escondido. Una vez
muerto, lo decapitaron; su cabeza, clavada en una lanza, fue enviada
a Pedro Celestino Negrete que se encontraba en Silao. Mina fue
25 lbid, p. 212.
13
hecho prisionero y conducido al campamento de Liñán, quien ordenó
su fusilamiento el 11 de noviembre en el cerro El Bellaco, cercano
al fuerte de San Gregorio.26 El virrey Apodaca otorgó el grado de
coronel a Orrantía por haber sido su sección la que logró capturar a
Mina,27 y al soldado José Manuel Cervantes, del cuerpo de Frontera
del Nuevo Santander, lo premiaron con 500 pesos por haber sido
quien lo aprehendió.28 Después de la muerte de este caudillo en la
intendencia de Guadalajara ya no hubo cabecillas de renombre ni
focos de insurrección que ocasionaran el desvelo de los comandantes
realistas. Las cuadrillas que seguían asolando los pueblos eran,
prácticamente, bandidos dedicad~s a robar ganado, pero a quienes
fue necesario combatir para conservar el orden y la tranquilidad.
Hacia finales de 1817 las ideas con respecto a la guerra
habían cambiado mucho entre los oficiales relistas. Éstos empezaron
a reconocer que la independencia de los reinos americanos era un
hecho natural y una exigencia de las naciones civilizadas, pero
la experiencia de los años anteriores les indicaba que ésta debía
obtenerse con or_den y disciplina. Según Robinson, testigo ocular de
los acontecimientos entre 181 6 y 1 81 7, no había un regimiento realista
26 Pérez Verdía, op. cit., pp. 148-149. 27 Gazeta del Gobierno de México, 12 de noviembre de 1817. 28Jbid, 31 de enero de 1818.
14
que no estuviera predispuesto a seguir la causa de la independencia.
Jiménez Codinach concede mucha importancia a la influencia
que tuvo el libro De las colonias y de la revolución actual de la
América de Dominique de Pradt, en el que los criollos encontraron la
justificación de la independencia, y en el que se inspiraron para hacer
un plan para lograrla sin derramar sangre.29
Aparte de estas ideas que empezaron a inquietar a algunos
oficiales, hay que agregar que para 1 81 7 el ejército realista atravesaba
por una situación muy difícil porque, por un lado, la lealtad a la
corona española comenzaba a debilitarse y, por el otro, carecía de
comandantes jóvenes y efectivos. Los de las Provincias Internas,
por ejemplo, evitaban enfrentarse con el enemigo para no poner en
juego su reputación. Apodaca reconoció que sin las expediciones
de reemplazo provenientes de la Península, el ejército no se habría
mantenido fiel. 30
A partir de 1 818 puede observarse en la Nueva España un
decremento de la insurgencia, no sólo por el indulto ofrecido por
el gobierno sino también porque la corona española aplicó algunos
29 Guadal u pe Jiménez Codinach. "Con abrazos y no a balazos: consenso y guerra civil en la independencia novohispana, 1808-1821 ". Mecanoescrito, p. 8. 30 Christon l. Archer. "Soldados en la escena continental: los expedicionarios españoles y la guerra de la Nueva España, 1810-1821 ",en Juan Ortiz (coordinador). Fuerzas militares en lberoamérica. Siglo XVlll y XIX México. El Colegio de Michoacán -Universidad Veracruzana, 2005, p. 142.
15
mecanismos para reforzar la lealtad, como la cédula real de 22 de
febrero de 1818 que autorizaba a los presidentes de las Audiencias y
a los virreyes de América a otorgar una medalla de oro a las mujeres
que acreditaran su fidelidad y su adhesión a la causa realista. 31 Quizá
esto haya animado otra vez a algunos propietarios a proporcionar
recursos para sostener al ejército realista.
1820: el año crucial
En 1820 la literatura política abordó el tema de la independencia
desde distintas aristas. En el transcurso de este año y del siguiente se
difundieron tres tipos de impresos: los que promovían y deseaban la
independencia, los que no la querían, y los que aseguraban que con el
restablecimiento de la Constitución de Cádiz era suficiente para que
la Nueva España viviera feliz sin necesidad de separarse de España.
Entre los primeros figuran el Manifiesto al mundo. La justicia y la
necesidad de la independencia de la Nueva España, por el Sr. D.
Manuel de la Bárcena, Arcediano y Gobernador del obispado de
Valladolid de Michoacán32, en el que se refutaba la tesis que aseguraba
que la Nueva España no tenía la madurez suficiente para ser una
nación independiente. De la Bárcena sostuvo todo lo contrario y, para
31 AAG. Civil, caja 425, exp. 4. 32 Este documento puede consultarse en Jaime Olveda. Los discursos opuestos sobre la independencia de la Nueva España. Madrid, Fundación MAPFRE-DOCE CALLES, 2006, pp. 109-127.
16
demostrarlo, enumeró los abundantes recursos naturales y humanos
que disponía para llevar una existencia propia. Sostuvo, además,
que desde el momento en que Fernando VII abdicó en favor de José
Bonaparte, prácticamente habían quedado disueltos los lazos que
unían a los reinos americanos con la monarquía española. Dos textos
similares a este son La necesidad de la Independencia demostrada
por un joven americano y Solución a la cuestión de derecho sobre la
emancipación de América, por el ciudadano Joaquín Infante, natural
de la isla de Cuba. 33 Se publicaron, además, otros textos en los que
los autores pedían consumar cuanto antes la independencia, pero
conforme al Plan de Iguala, porque era la única forma de acabar con
las discordias que había entre españoles y americanos desde 1808.
Uno de estos impresos llevó el título de Proclama de un americano
amante de su patria. 34
Entre los impresos que se oponían a la emancipación destaca
el que llevó por título Independencia de Nueva España. Discurso
político por don Florencia Pérez Comoto. 35 Aquí volvía a insistirse
en que la separación de la madre patria era prematura y contraria a
33 El primero publicado en México en la imprenta de Joaquín y Bernardo de Miramón; el segundo en Cád iz y reimpreso en Puebla y México en la imprenta de José María Betancourt en 182 1. 34 Publicado en México en la imprenta de José María Benavente y Socios, 1821 . 35 Olveda, op.cit., pp. 129-146.
17
"las leyes inmutables de la naturaleza".36 Pérez Comoto negó que el
atraso económico y cultural del que hablaban los grupos insurrectos
se debiera a la "relación tirante" que había mantenido la metrópoli
con este reino; por el contrario, afim1ó que España siempre promovió
su crecimiento y que en ello había invertido más de lo que venía
recibiendo.
Aprovechando la libertad de imprenta consagrada por la
Constitución de Cádiz, numerosos escritores publicaron panfletos
de pequeña extensión para darle la bienvenida. En dichos impresos
abordaron temas relacionados con los derechos del hombre, la
libertad, la ciudadanía, la nación, la soberanía, la representación
y las elecciones.37 Carlos María de Bustamante dio a conocer un
artículo con el título de "Motivos de mi afecto a la Constitución" que
insertó en el Séptimo Juguetillo en el que mencionó las ventajas
que se obtendrían con el restablecimiento de la carta gaditana, a la
que consideró como "la única tabla que debe salvarlo [al ciudadano]
en la tormenta borrascosa del despotismo de tres siglos, así en España
como en América. "38 El autor de otro de los impresos, tras de asegurar
que la mayor parte de los novohispanos no había sido insurgente
36 Esta idea ya venía manejándose prácticamente desde el inicio de la rebelión de Hidalgo. El Telégrafo de Guadalaxara, no. 49, del 2 de julio de 1812 abordó este tema. 37 Véase, por ejemplo, El ciudadano despreocupado. México, Of. de Alej andro Valdés, 1820. 38 Columba Galván Gaytán y Norma Alfaro Aguilar, "Juguetillo dedicado a el Pensador Mexicano", en Del Palacio Montiel Celia. La prensa como fuente de la historia. Guadalajara, Universidad de Guadalajara -CONACYT- Miguel Ángel Porrúa, 2006, p. 16.
18
y que para 1820 prácticamente ya no existía la insurrección, hacía
la siguiente invitación a los lectores: "gocemos tranquilos en el
seno de nuestras familias de las felicidades que nos proporciona
nuestra Constitución."39 La restitución fue interpretada como el
advenimiento de nuevos tiempos en que los hombres son libres y
poseedores de derechos; por tanto, atrás quedaba un pasado oscuro
y lleno de ignorancia. Estas reflexiones nos explica la aparición de
la Cartilla o Catecismo del ciudadano constitucional y El Padre
Nuestro Constitucional publicados en 1820 en la ciudad de México
en la imprenta de Mariano Ontiveros, o del Catecismo Político
arreglado a la Constitución, editado en Puebla en el mismo año.
Estos impresos fueron abriendo las puertas del constitucionalismo
e introdujeron a la sociedad en otro tipo de debates que no tenían
nada que ver con la independencia. El Catecismo político para la
instrucción del pueblo especial, por ejemplo, abordaba el tema de las
Cortes, la soberanía, la división de poderes, el rey, la ley, la libertad,
la propiedad y los debates.
Si comparamos los dos momentos en los que se aplicó la
Constitución (1812-1814 y 1820-1824), podemos observar que en el
segundo las circunstancias habían variado mucho y que fue entonces
39 BPEJ. Miscelanea 74. "Las zorras de Sansón desolladas". México, Tip. de Mariano de Zúñiga y Ontiveros, 1820.
19
cuando los criollos manifestaron tener una mayor madurez y una
conciencia más clara de sus intereses y de sus derechos, por lo que
se mostraron menos dispuestos a aceptar a gobernantes autoritarios y
déspotas. En cierto sentido el año de 1820 lo interpretaron como un
parteaguas, porque lo consideraron como el fin de un periodo en el
que el gobierno había abusado de "la docilidad de los americanos".40
Además, fue el año en que se percibió con mayor claridad la división
que existía al interior de las elites novohispanas. Por un lado,
figuraban los liberales, "amantes de la Constitución";41 y, por el otro,
los absolutistas o serviles, quienes antepusieron muchos obstáculos
para no aplicar la legislación gaditana. En los panfletos consuitados
pueden observarse los profundos desacuerdos que . dividieron a
estos dos grupos. Aparte de este disentimiento, unos deseaban la
independencia y otros no.
En el suplemento del Noticioso General del lunes 19 de
junio de 1820 se publicó un mensaje de Fernando VII con el título
de "El rey a los habitantes de ultramar". En este texto, dirigido
especialmente a los españoles americanos, les dijo que ya tenían lo
40 BPEJ. Miscelánea 171. "Fray Luis Gonzaga Oronoz, religioso franciscano americano, a la nación española". México, Imp. de Ontiveros, 1820. p. 2. 41 Desde 1820 se habla de los liberales como un gmpo más o menos constituido; otros de los temas discutidos por ellos era si los diezmos eran de la nación. Defensa del patrimonio de Jesucristo. Segunda parte. México, Imp. de Alejandro Valdés, 1820.
20
que tanto habían deseado - el restablecimiento de la c 'onstitución de
Cádiz- , por lo que los invitaba a reconciliarse con los peninsulares,
sus hermanos de sangre. El monarca destacó que unos y otros tenían
que entenderse para ser felices, y que no podían ser enemigos porque
los unía el idioma y la religión que profesaban. Instó también a los
insurrectos a deponer las armas a fin de que se reanudaran "las
relaciones que en tres siglos de trabajos y sacrificios establecieron
nuestros progenitores".
El optimismo que generó la restitución de la Constitución
pronto se diluyó cuando en varios folletos se mencionaron las trabas
que ponían las altas autoridades para no cumplirla. Para empezar, el
virrey Juan Ruiz de Apoda ca, de muy mala gana juró obedecerla el31
de mayo; este desgano obedecía a que la Constitución abolía el cargo
de virrey con todas sus amplias atribuciones y lo convertía en capitán
general y jefe político con facultades muy reducidas. Molesto por la
nueva disposición, retrasó la aplicación de varios preceptos marcados
en la carta constitucional, como la instalación de las diputaciones
provinciales; la de la provincia de México, por ejemplo, se reinstaló
hasta el 20 de julio, casi dos meses después de haberse restablecido
el código gaditano. El autor de uno de los impresos, despu~s d~
expresar su alegría porque volvía a ponerse en vigor, aclaró que éste
21
por sí sólo no garantizaba la felicidad de los ciudadanos, sino su
cumplimiento fiel y puntual. Con cierta amargura manifestó que a
pesar de su restablecimiento, América continuaba igual que antes, es
decir, "inerte e inmutable", y manteniendo la misma situación de los
tiempos de la conquistaY Estas quejas, ciertamente, indicaban que
el régimen gaditano no se estaba aplicando cabalmente en la Nueva
España ni en otros puntos de la América española. La fuerza de la
tradición absolutista, el servilismo y la oposición que presentaron
los altos funcionarios y algunos sectores de las elites, impidieron la
instalación de un gobierno verdaderamente constitucional, como lo
deseaban los liberales.43 Por otra parte, como lo señala Roberto Breña,
en este segundo momento liberal, tampoco hubo un entendimiento
con los criollos, a quienes se les siguió negando una mayor
representación en las Cortes y el ejercicio del libre comercio.44
En realidad fueron numerosos los autores que denunciaron
que la Constitución no tenía una aplicación real en la Nueva España,
porque algunos artículos se cumplían y otros no, sobre todo, el que
42 BPEJ, Miscelánea 171. "Don Antonio siempre el mismo". México, Of. de Alejandro Valdés, 1820, p. 2.
43 José Antonio AguiJar Rivera. "Vicente Rocafuerte, los panfletos y la invención de la república hispanoamericana, 1821-1823", en Paula Alonso (comps.). Construcciones impresas. Panfletos, diarios y revistas en la formación de los estados nacionales en América Latina, 1820-1920. México, FCE, 2003, p. 15. 44 "El primer liberalismo español y la emancipación de América: tradición y reforma", en Revista de Estudios Políticos. Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, núm. 12l,julio-septiembre de 2003, p. 269.
22
se refería a la libertad de imprenta (art. 371 ). En efecto, el virrey
Apodaca, tal y como lo había hecho Venegas en su oportunidad, se
negó a reconocer este artículo porque abría la oportunidad para que
los insurgentes también publicaran sus ideas. Para evitar los abusos
que podría generar la libertad de imprenta decretada por las Cortes,
el monarca ordenó que se restablecieran la junta suprema y las
provinciales de censura en toda la nación española de acuerdo a las
indicaciones de las Cortes.45 A su vez, la Junta Provisional publicó en
Madrid una proclama que se reimprimió en la Gazeta del Gobierno
de México dirigida a todos los ciudadanos en la que los exhortaba a
hacer un uso digno y moderado de ese derecho para evitar el abuso
y el fomento de los odios y los rencores particulares. En la Nueva
España se formó una junta de censura en la ciudad de México y otra
en Guadalajara en el mes de junio.46
Como puede observarse, la libertad de imprenta también
generó "un conflicto de palabras y conceptos" por las distintas
definiciones que se le dieron a cada uno de los vocablos claves del
discurso político. Esto hizo que muchos conceptos de la cultura
pública moderna fueran ambiguos y controvertidos.47
45 Gazeta extraordinaria del Gobierno de México. México, 19 de junio de 1820. 46 Gazeta del Gobierno de México. México, 19 de junio de 1820. 47 Annick Lempériére. "República y publicidad a finales del antiguo régimen (Nueva España)", en Francois-Xavier Guerra, Annick Lempériére, et.al. Los espacios públicos en lberoamérica. Ambigüedades y problemas.Siglos XVIII-XIX México, FCE-Centro Francés de Estudios Mexicanos y
Centroamericanos, 1998, p. 55.
23
En un documento escrito por Rafael Dávila, el cual estuvo dirigido
a los diputados que iban a asistir a Cortes, se encuentran ideas muy
interesantes en las que podemos apreciar la impronta que dejó Cádiz
en el pensamiento de muchos ilustrados novo hispanos desde 1812. Se
trata de una serie de reclamos y recomendaciones que hizo este autor
a los representantes de la Nueva España. En primer lugar les aconsejó
que abandonaran las Cortes si sentían que eran menospreciados, tal
Y como había ocurrido en 1811 , y que regresaran de inmediato a su
tierra, pero que antes dijeran a F emando VII que América podía vivir
sin España, y ser feliz; que no se dejaran intimidar con la presencia
del rey, porque éste no era más que un hombre y que ellos, en cambio,
eran representantes de una nación.48 Entre otras cosas, lo que aquí
se puede ver es la fuerza que se le atribuía al pueblo soberano, el
cambio que ya había sufrido la figura del rey en el imaginario de
algunos súbditos y la importancia que le daban a la representación.
Para entonces, el monarca ya no era visto como el ungido de Dios,
sino como el depositario de la soberanía delegada por el pueblo.
Pero entre una frase reclamativa y otra, en el texto de Dávila
se intercalan otras que sugieren que aún la modernidad política no
desplazaba en su totalidad a la cultura tradicional. En este sentido,
48 BPEJ. Miscelánea 171. "La verdad amarga pero es preciso decirla". México, Imp. de J.
M. Benavente, 1820. p. 1.
24
Dávila da la impresión de ser un hombre moderno al rechazar parte
de los valores y principios del antiguo régimen, pero luego se muestra
conciliatorio. Por ejemplo, a los diputados a Cortes les recomendó
exponer con finneza los agravios que siempre habían recibido los
americanos durante casi tres siglos y que le dijeran al rey que América
ya estaba "cansada de arrastrar cadenas", que estaba resuelta a ser
libre a toda costa, que podía ser feliz sin depender de nadie y que
no reconocía los derechos de la conquista, pero que también le
comunicaran que su persona jamás se borraría de sus corazones.49
"Decidle - aconsejó a los representantes novohispanos- que no
queremos ser independientes, que estamos muy hallados con ser sus
hijos, ~ que sola España será la que nos dé la ley; pero la ley de
la Constitución". En este mismo sentido, otro escritor expresó: "no
queremos ser independientes, queremos y nos gloriamos de ser hijos
de Fernando el benigno, y hermanos de los de Europa; pero también
queremos no ser esclavos ni tratados como tales, también queremos
que no se ponga el nuevo gobierno a medias como está ... [y] que no
se atropellen los derechos de los ciudadanos".50 Las apreciaciones de
Dávila y de otros escritores no deben sorprendemos ni confundimos.
Sus ideas reflejan que eran hombres de transición; es decir, que
49 lb id.' p. 2. . 50 BPEJ Miscelánea 171. "Ánimo a los liberales y azote a los serviles". Puebla, Imp.
' . Liberal, 1820, pp. 7-8.
25
convivían y actuaban en medio de dos culturas opuestas, la antigua
y la moderna.
En este y en otros documentos de 1820 se reiteró que la lealtad
de América septentrional se mantenía ilesa, y que lucía "su primitivo
esplendor". Para que no cupiera la menor duda al respecto, se afirmó
que la rebelión de Hidalgo no fue un acto de deslealtad hacia la corona
española, sino un pronunciamiento en contra del despotismo y el
servilismo, y que el grito de Dolores había sido un acto impolítico
por su trascendencia y sus resultados.sJ Queda claro ento , nces, que
no se trata de disertaciones a favor de una independencia absoluta '
sino más bien de una exigencia para que la Constitución se aplicara
fiel y puntualmente, para que las viejas autoridades fueran sustituidas
por las constitucionalistas y para que la igualdad jurídica fuera una
realidad.
Dávila fue partidario de una independencia relativa, parecida a la
que estaba planeando en ese mismo año el grupo de oficiales realistas
criollos encabezados por Agustín de Iturbi.de "A , . 1 . menea evanta
la frente porque es libre - señaló en otra parte del documento-'
51 "Las zorras de Sansón". México, Imp. de Alejandro Valdés, 1820, p. 4.
26
pero América ama mucho a Fernando. América es leal". Según él,
los habitantes de este continente se daban por satisfechos si el rey
cumplía y hacía cumplir la Constitución, y si no se atropellaban
los derechos de los ciudadanos.52 Dávila también les dijo a los
diputados que trabajaran unidos con los representantes peninsulares
y se sacrificaran por Fernando VII, "pero sin olvidar que la patria es
primero que el rey", a quien no se le podía reconocer y obedecer si
atentaba contra la Constitución. 53
El encarcelamiento de los criollos "amantes de la Consti-
tución" también fue motivo para publicar otros folletos de corta
extensión en los que se sostenía que con tales aprehensiones se
ofendía a la nación americana, y en los que se protestaba también
porque los españoles que habían escrito textos injuriosos, como era el
caso de Juan Martín de Martiñena, no fueron detenidos por el hecho
de haber nacido al otro lado del océano. El autor de un impreso, que
firmó con las iniciales J.A.M, advirtió que si el gobierno no casti
gaba por igual a todos no tendría "embarazo de tomar a nombre de
mi Patria una venganza condigna y arreglada a las injurias que nos
52 "La verdad amarga", p. 4. 53lbid. , pp. 2-3.
27
han prodigado nuestros irreconciliables enemigos" 54 Reco . , 1 · nocw, a
mismo tiempo, que la discordia que había entre españoles y criollos
databa desde 1808 d. h . . , ' y que IC a disenswn podía prolongarse si unos
y otros no apoyaban el Plan de Iguala.ss
Lo que también puede observarse en . la mayoría de los
!~presos que aparecieron en 1820, es que la figura y el culto al rey se
VIeron fortalecidos a raíz del juramento que hizo de la Constituc·, IOn,
a pesar de alguna 't · s en Icas de los escritores Los elog· h . · Ios acia su
persona fueron abund t L . an es. a Imagen que se difundió fue la de un
monarca bondadoso bie h h ' n ec or y preocupado por la felicidad de
sus súbditos ultramarin E d os. n to o caso, si no se aplicaba el código
gaditano en la A , · . menea septentnonal no era culpa de él, sino de los
ciudadanos porq · , ue no exigian su observancia 56 Hubo tu 1 · , na ra mente,
otros textos más radical , . es y cnticos en los que sí se responsabilizaba
al soberano de que no se cumplieran las leyes en sus colonias
americanas, en especial, la Constitución.
54 Biblioteca Mathes de El Colegio de Jalisco F cano amante de su patria. México Of d J M s' R 972.03, JI Op. Proclama de un ameri-55 lbid, p. 4. ' · e · · enavente y Soc10s, 1821 , p. 2.
56 BPEJ. Miscelánea 17 I "M b Of · anos esan hombre · .
. de José María Benavente 1820 3 s que quisieran ver quemadas". México , , pp. -4. ,
28
i 1
1
1 ¡ ¡
1
1 l
i 1 '
¡ 1 1 1 j
f ~ ¡
1
En lo que todos los escritores coincidieron fue que en la Nueva
España no se cumplía la Constitución de Cádiz, empezando por
Juan Ruiz de Apodaca, quien seguía empeñado en ejercer las viejas
facultades otorgadas a los virreyes y en permanecer rodeado de una
clientela que lo adulaba y lo reverenciaba como a un reyezuelo,
como en los viejos tiempos del absolutismo. Apodaca fue acusado,
incluso, de seguir obstinado en llamarse virrey, en lugar de jefe
superior político, como lo indicaba la Constitución. Además de exigir
el cabal cumplimiento, sus defensores demandaron el nombramiento
de autoridades verdaderamente constitucionales, porque de lo
contrario la carta gaditana sólo se disfrutaría en teoría. 57 Lo que se
quería dar a entender es que después de haberse restablecido la carta
gaditana, no se tenía ni un gobierno absoluto ni uno constitucional,
sino uno a medias, integrado por individuos con criterios propios del
antiguo régimen, quienes insultaban, espiaban y frenaban la libertad
de expresión y otros derechos constitucionales.58 Mucho se insistió
en que mientras el gobierno de este reino no estuviera en manos
de hombres nuevos, es decir, de liberales, la Constitución no podría
cumplirse al pie de la letra.59 Según los liberales, ellos eran quienes
en verdad estaban preocupados por la felicidad de los ciudadanos.60
57 BPEJ, Miscelánea 171. "El liberal a los bajos escritores". México, Reimp. en la Of. de Alejandro Valdés, 1820, pp. l-3. 58 BPEJ. Miscelánea 171 . "El liberal al público". Puebla, Imp. Liberal, 1820, p. l . 59 BPEJ. Miscelánea 171. "Manos besan hombres que quisieran ver quemadas". México, Of. de J. M. Benavente, 1820, p. l. 60 BPEJ, Miscelánea 171. "Quejas de un pobrecito infeliz". México, Of. de Alejandro Valdés, 1820, p. 2.
29
En 1820, como en 1808, hubo reclamos para que se instalara
"un nuevo gobierno" integrado por americanos. La permanencia de
viejos funcionarios, cuyo interés y objetivos consistían únicamente en
conservar su empleo y los antiguos privilegios, fue mal vista porque
coartaba la libertad, retrasaba la solución de muchos problemas y
frenaba la felicidad a la que tenían derecho todos los habitantes de la
Nueva España. Por eso la Constitución de 1812 fue presentada como
el documento regenerador de la libertad civil y como la panacea
que curaría los crónicos males de la "nación americana".61 Estas
apreciaciones pueden tomarse como las primeras manifestaciones
del liberalismo constitucional. Las quejas también iban dirigidas
en contra de los c_o~a~dantes mi~itares, porque c_on el pretexto de
combatir a los rebeldes, oprimían y explotaban a los pueblos que
estaban dentro de su respectiva jurisdicción.62 En este sentido se dijo
que las autoridades ya no podían reprimir como antes, porque ahora
eran responsables ante la nación; por tanto, los abusos que cometieran
en lo sucesivo podían ser castigados conforme a las leyes.
Como ya se dijo, la reimplantación de la Constitución se
61 BPEJ, Miscelánea 171. "La misma jeringa con distinto palo". México, Of. de José María Benavente, 1820, pp. 1-2. 62 BPEJ, Miscelánea 171 . "La Inquisición se quitó, pero sus usos quedaron". México, Imp. de Ontiveros, 1820, p. l.
30
¡
1 l í j
1 l '
interpretó como el advenimiento de una nueva época en la que
desaparecería la tiranía y el gobierno despótico, el cual se disfrazaba
de diferentes formas para mantenerse. O sea, que América adquiría
una nueva condición en la que el súbdito-ciudadano cobraba plena
conCiencia de lo que era la patria. Este concepto adquirió un matiz
político al dejar de significar únicamente el lugar donde se nace o se
vive, para convertirse en el lugar donde se pacta y se comparte una
misma memoria histórica y una sola identidad. En varios impresos los
autores dejaron entrever la vitalidad que habían alcanzado la patria
y los compromisos que debían asumir quienes habitaban el territorio
novohispano. De manera explícita se cuestionó si España y la Nueva
España eran lo mismo, es decir, con respecto a la acepción de patria.
La mayoría de los escritores concluyó que no; sin embargo, hay que
admitir que las elites dirigentes compartían una doble identidad: la
que imponía la localidad y la del imperio español. De modo que
un mismo individuo podía identificarse como español y como
americano; o sea, que un sentido de pertenencia no excluía al otro.
Este sentimiento profundo se sumó al de la indignación que
experimentaron los americanos cuando observaron que el virrey
interponía muchos pretextos para no aplicar la Constitución, razón
31
por la cual exigieron que fuera enjuiciado.63 No pocos impresos
subrayaron que aunque se hubieran establecido los ayuntamientos
constitucionales, desaparecido la lnquisición,64 convocado a
elecciones para elegir diputados e instalado ·las diputaciones
provinciales, la Nueva España no era un reino feliz porque aquí
se miraba con desprecio la libertad del individuo. Uno de los
numerosos folletos que se publicaron denunció las arbitrariedades
que cometieron el virrey y sus allegados en este sentido, así como
su empeño en demostrar que la Constitución era nociva y contraria a
todas las costumbres de los pueblos americanos. 65 El texto concluía
afirmando que a pesar del juramento de la Constitución, en la América
septentrional i:Dntinuaba predominando la tiranía y el despotismo.66
La aversión hacia el poder absoluto arraigó en la conciencia
criolla desde la expulsión de los jesuitas y se reforzó mucho a finales
del siglo XVIII cuando se difundió la obra de Juan Pablo Viscardo y
Guzmán, Carta dirigida a los españoles americanos por uno de sus
63 BPEJ, Miscelánea 171. "El genio de la libertad". Puebla, O f. de Pedro de la Rosa, 1820, ~5. .
64 Apodaca dio a conocer el decreto real del 9 de marzo de 1820 que abolía la Inquisición el 14 de junio del mismo año. Gazeta del Gobierno de México, 22 de junio de 1820. 65 BPEJ, Miscelánea 171. "Clamor de la razón y la ley a sus inrractores". México, Imp. de Manuel Salas, 1820, p. 2. 66 BPEJ, Miscelánea 171. "Con las plumas y la espada se destruye la maldad". México, lmp de Ontiveros, 1820, p. 4.
32 1
l_
compatriotas. En la mayoría de las protestas, reclamos e impresos
publicados después de los acontecimientos de 1808 está la huella de
este jesuita peruano, quien destacó la "violación tan insolente de todos
los principios y las leyes fundamentales del derecho y de justicia" Y
Al parecer, Jeremy Bentham también ejerció mucha influencia en los
liberales novohispanos de 1820, quienes en sus escritos defendieron
la libertad civil a que tenían derecho todos los hombres. Por eso
sostuvieron que el mejor gobierno era el que respetaba la libertad e
independencia, y el que permitía gozar de las conquistas sociales.
Las exhortaciones para que se cumpliera la Constitución
también estuvieron dirigidas a los indígenas. Aparecieron cuando
menos cinco impresos en los que se les explicaba el significado de este
documento y les recordaba que ahora eran "indios constitucionales"
y que, como tales, también tenían el derecho de exigir su observancia.
Para entusiasmarlos se les recordó que con el restablecimiento
del código gaditano ya eran ciudadanos iguales a todos y que ya
no tenían por qué avergonzarse de su condición. Los escritores
convocaron a Jos naturales para que ayudaran a "levantar el edificio
constitucional", y para que se educaran a fin de que entendieran la
67 Véase la introducción de David A. Brading a Juan Pablo Viscardo y Guzmán. Carta dirigida a los españoles americanos. México, FCE, 2004, p. 48.
33
Constitución. Se insistió en que ésta había "alumbrado los derechos
de los pueblos".68
Las demandas y las exigencias para que se cumpliera la
Constitución y se formara un gobierno nuevo fueron hechas en nombre
de la nación. Este concepto fue una referencia constante en todos los
impresos que salieron a la luz pública después del restablecimiento
del código gaditano. Su empleo nos indica los avances de la
modernidad política, porque este término sirvió para definir a una
nueva colectividad con una organización política inédita. Como en
otras partes de Hispanoamérica, la nación aparece en este tiempo
como un nuevo modelo de comunidad política, síntesis de las diversas
identidades ligadas entre sí.69 La palabra aludía, naturalmente, a
nuevos vínculos, derechos, valores, ideas e imaginarios modernos.
Otro punto interesante es que cuando los escritores se refieren a la
nación dan la idea de que ésta ya estaba constituida y que era el
punto de partida de un proyecto renovador, y no una construcción.
En este sentido cabría preguntarnos si estas expresiones en las que se
68 BPEJ. Miscelánea 171. "La chanfaina se-quita. Carta al Pensador Mejicano, no. 2", "El indio constitucional", "Segunda parte del indio constitucional" y "El indio constitucional a todos los americanos. Segundo papel", publicados en la imprenta de Alejandro Valdés y en la de Ontiveros en 1820, y La Malinche de la Constitución, en la Biblioteca Mathes de El Colegio de Jalisco, FR 972.032, IND.I3. 69 Fran~ois Xavier Guerra, "Introducción" a Antonio Annino y Franr;:ois Xavier Guerra (coords.),Inventando la nación. lberoamérica. Siglo XIX México, FCE, 2003, p. 8.
34
......
apelaba a la soberanía y a la voluntad de los ciudadanos o, incluso,
las mismas rebeliones insurgentes, deben ser consideradas como
movimientos nacionalistas encaminados a promover el surgimiento
de la nación moderna, o si fueron únicamente resultado de la crisis Y
la desintegración de la monarquía española.
La resistencia presentada por los absolutistas hizo pensar a
muchos liberales radicales que la única manera de que se estableciera
un régimen constitucional era mediante la separación de España.
Parte de "los hombres de 1820", como llama Jaime E. Rodríguez a
los defensores de la Constitución, también entendió que la monarquía
constitucional no era la forma de gobierno más adecuada; la república
popular y representativa comenzó a ser vista como el modelo ideal
. 70 para las nuevas nacwnes.
Como se ha podido ver, en el año de 1820 y parte del siguiente
hubo una intensa discusión política que indica que entre las elites
no había consenso en cuanto al futuro de la Nueva España. Al
mismo tiempo en que circulaban los impresos que afirmaban que
el restablecimiento de la Constitución era suficiente para que los
70 The Emergence of Spanish America. Vicente Rocafuerte and Spanish Americanism, 1808-1832. Berkeley, University ofCalifomia Press, 1975, pp. 32-48.
35
novohispanos fueran felices y que la autonomía podía lograrse dentro
del marco constitucional, se distribuyeron otros que afirmaban que
había llegado el momento de separar el reino de España y de que la
nación mexicana contara con una Constitución propia, y otros que
aseguraban que la Nueva España aún no había alcanzado la madurez
suficiente para independizarse.
La consumación de la independencia
Agustín de Iturbide, quien para 1820 contaba con mucho prestigio
e influencia en el ejército y entre las elites provinciales, se había
puesto a la cabeza de un grupo compuesto por españoles y criollos - -
adinerados que deseaban la independencia, pero no estaban de
acuerdo en el modo de hacerla ni en el gobierno que debía adoptarse.
Estas minorías se encontraban sobresaltadas y atemorizadas por los
cambios que estaban causando las nuevas instituciones y por las
refonnas que se esperaban en ocasión del restablecimiento de la
Constitución de Cádiz. Así se lo hizo saber Pedro Celestino Negrete
a Iturbide en una carta que le escribió el 26 de diciembre de este
año. 71
71 Arch ivo de la Defen sa Nacional. Ex p. Xl/48 1.3/149, fs . 7-9.
36
Este temor y la resistencia que siempre habían presentado Iturbide
y otros criollos al radicalismo de algunos caudillos insurgentes que
representaban a los indios y a las castas, los empujaron a la búsqueda
de una alternativa moderada de emancipación que debía concretarse
de manera pacífica y mediante la unión, o como dijo Guadalupe
Jiménez Codinach, "con abrazos y no con balazos".72 En el Plan
de Iguala, proclamado el 24 de febrero de 1821, quedó plasmada la
forma como debía consumarse la independencia. Este documento
consagraba tres principios o valores fundamentales: la religión, la
independencia y la unión.
En el Plan de Iguala nuevamente volvía a combinarse la
tradición y la modernidad porque, por ejemplo, en el artículo
primero se indica que la religión católica era la única y sin tolerancia
de ninguna otra; en el segundo se declaró la independencia absoluta
del reino; en el tercero se especificó que la fonna de gobierno que
iba a adoptar la nación era la monarquía constitucional; 73 en el cuarto
volvía a llamarse a Fernando VII a ocupar el trono del Imperio
n~~ . 73 Se escogió esta fonna de gobierno porque en ese momento se creta que este modelo garantizaba la libertad, la ley y el orden; la república, en cambio, llevaba al caos Y a la anarquía.
37
Mexicano o, en su defecto, a algún miembro de la dinastía de los
Borbones; en el octavo se aclaró que si este monarca no aceptaba, la
Junta de la Regencia gobernaría mientras se resolvía a quien coronar
como emperador; en el noveno se advirtió que el Ejército Trigarante
sostendría tanto el Plan de Iguala como el gobierno de ahí emanado;
el doceavo concedió la ciudadanía a todos los nacidos en el Imperio;
el décimo tercero garantizó la propiedad privada; y el décimo cuarto
reconoció los fueros y privilegios del clero. Para Lorenzo de Zavala,
este plan fue "una transacción con las preocupaciones, educación,
hábitos y estado de superstición del país; un tratado, podíamos decir,
entre la civilización y la ignorancia; un convenio entre la libertad y
el despotismo, entre la igualdad y el privilegio".74
Como se puede apreciar, la independencia consagrada en el
Plan de Iguala separaba al Imperio Mexicano de España pero no del
monarca. Esta particularidad nos lleva a concluir que el contenido
de este documento se basaba en fundamentos nativos y europeos
históricos. Para que fuera reconocido y adoptado por las elites
provinciales, Iturbide envió representantes a todas las provincias
con copias del Plan para entrevistarse con los dirigentes de todas las
74 Albores de la República. México, Empresas Editoriales, 1949, p. 146.
38
1
1
L
corporaciones. A quienes se enlistaran por más de seis meses en el
ejército trigarante les prometió distribuirles tierras, según el consejo
que le dio Francisco Severo Maldonado.7s Para lograr el apoyo de
los rebeldes, concertó una entrevista con Vicente Guerrero, quien
era reconocido como el caudillo que representaba a la insurgencia.
Ambos se reunieron en Acatempan y al final del encuentro, éste se
adhirió al Plan de Iguala.
Lograda la alianza de las elites, de la mayoría de los
insurgentes y de las corporaciones, las provincias fueron declarando
su independencia de acuerdo a este Plan; la de Guadalajara lo hizo
el 13 de junio, la de Zacatecas el 4 de julio y la de Mérida el 15
de septiembre. Iturbide esperó el día de su cumpleaños, el 27 de
este mes, para declarar la consumación de la independencia de la
Nueva España. Pero aún así, no hubo consenso. Para algunos con
el Plan de Iguala sólo se había obtenido la autonomía, para otros la
independencia; y no pocos pensaban que sólo se había logrado el
reconocimiento del estatus de un reino independiente de algún tipo
de comunidad de naciones; o sea, que en términos generales no se
, del todo que México había iniciado su vida como país reconoc1a
d. t 76 indepen 1en e.
. ¡ M' · 1820-1847 México, FCE, 75 Torcuato S. di Tella. Política nacwnal y popu aren ex reo, .
1994, p. 122. . d 1 b d México CONACULTA- Alianza Editorial, 76 Timothy E. Anna. Ellrnpeno e tur 1 e. , 1991 (Los Noventa, 70), p. 14.
39
Con todos los defectos que pueda tener el Plan de Iguala, nadie
puede negar que fue un documento que logró temporalmente la
conciliación de las fuerzas opuestas, y que recogió las experiencias
y las diversas propuestas independentistas que se plantearon entre
1808 y 1820.
40
Manifestamos nuestro reconocimiento
al doctor Jaime Olveda Legaspi por habemos
honrado al presentar las tres conferencias sobre
la Guerra de Independencia.
Su dedicación, empeño e interés por el
tema, nos permitieron gozar de una interesante
explicación sobre esta etapa histórica de nuestro
país.
Instituto Cultural
Ignacio Dávila Garibi, A. C.