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SUPLEMENTO CULTURAL No. 214 - 21 DE SEPTIEMBRE DE 2015 - AÑO 5 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN Zamer. Nezahualcóyotl, Estado de México. ¿Dónde están los 43? #AyotzinapaPrimerAniversario

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SUPLEMENTO CULTURAL No. 214 - 21 DE SEPTIEMBRE DE 2015 - AÑO 5 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

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¿Dónde están los 43?#AyotzinapaPrimerAniversario

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2LA GUALDRA NO. 214 / 21 DE SEPTIEMBRE DE 2015 / AÑO 5

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La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Carmen Lira SaadeDir. General

Raymundo Cárdenas VargasDir. La Jornada de [email protected]

Jánea Estrada LazarínDir. La Gualdra

[email protected]

Roberto Castruita y Enrique MartínezDiseño Editorial

Juan Carlos VillegasIlustraciones

[email protected]

“Tendríamos que detenernos para mirar

cuánto la hemos cagado

cuando no era posible que este país

se nos fuera de las manos”.

Edgar Khonde

Este sábado 26 de septiembre se cumple un año de la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, desde entonces, un movimiento de indignación nacional e internacional puso a México en los ojos del mundo. Hace un año también, la portada de La Gualdra 169, apareció negra en señal de luto y de dolor por los acontecimientos y en ella publicamos una serie de textos que artistas, académi-cos y estudiantes hicieron con relación al tema. Hoy, nuevamente presentamos una Gualdra en la que distintos actores del arte y la cultura de nuestro país mani-fiestan su opinión al cumplirse el primer aniversario de esos lamentables hechos.

Hago memoria de lo que ha ocurrido durante este año en Zacatecas y recuerdo las primeras marchas organizadas por los normalistas del Estado a las que se unieron estudiantes y profesores uni-versitarios primero, padres de familia y trabajadores después. A esas primeras manifestaciones de apoyo y solidaridad nutridas y emotivas, se unieron luego las caravanas de estudiantes de Ayotzi-napa que venían acompañados por los padres de los jóvenes desaparecidos para externar su dolor, para hablarnos de sus compañeros y de sus hijos, para pedirnos que los ayudáramos a exigir que no que-daran en el olvido. Las calles y las plazas se llenaron en varias ocasiones.

Con el paso de los meses, las marchas disminuyeron pero no las manifestacio-nes; cada día 26, un grupo de activistas si-guen reuniéndose frente al Teatro Calde-rón para recordar, por si acaso a alguien se le olvida, que los estudiantes no han aparecido y que seguimos esperando que se haga justicia. Mi reconocimiento para ellos. El número de manifestantes ha dis-minuido, es cierto, pero no la convicción de que debemos seguir recordando que hay 43 familias todavía que siguen con la esperanza de que sus hijos regresen. La frase de “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, se ha transformado en una interrogante cada vez más urgente, cada vez más desesperada: ¿Dónde están?

En el transcurso de este año, sin em-

bargo, he escuchado y leído opiniones de algunas personas que siguen creyendo que el caso de los 43 estudiantes es un caso menor; no han faltado quienes en un intento de justificar lo injustificable, repiten que los estudiantes eran unos “revoltosos”, que viajaban en camiones previamente secuestrados y que fueron los “culpables” de que Gonzalo Rivas haya muerto calcinado en el incendio de una gasolinera cuando trató de evitar una catástrofe mayor. Quiero creer que es falta de información y de sensibilización; es cierto, Gonzalo Rivas murió y eso tam-bién es muy lamentable, pero ¿eso justi-fica que el día de hoy los muchachos si-gan desaparecidos?, o ¿que a uno de ellos le hayan desprendido con saña la piel del rostro? El cuento de Carlos Martín Briceño incluido en esta edición, ilustra muy bien la postura de este tipo de gente que critica al que disiente llamándole “chairo”, que enjuicia a las víctimas y que las condena.

En nuestro país, tristemente, hemos optado por “normalizar” la violencia, por acostumbrarnos a ella, por verla como algo cotidiano, por alejarnos poco a poco de esta realidad que nos afecta a todos, por hacer chistes sin sentido para minimizar el hecho indiscutible de que México no es un país en paz. Basta leer en las redes los comentarios ofensivos, las burlas y las imágenes grotescas de los “memes” con respecto a noticias doloro-sas, para darnos cuenta de que hace falta una estrategia educativa al interior de los hogares y de las escuelas para tratar de recomponer el tan citado “tejido social”. Sí, tendríamos que detenernos para ver en qué estamos contribuyendo a que este país se nos escape poco a poco de las manos.

Un año de infernal espera es el que han pasado las familias de estos jóvenes estudiantes. Un año que para ellos debe haber sido parecido a un siglo. Lo que re-sulta urgente, como bien lo dice el Mtro. Uriel Márquez Valerio, es saber dónde están, que se ubique a los culpables y se les castigue. Eso debemos exigirlo todos, para la tranquilidad de quien hoy los sigue esperando y por la del país mismo, por nosotros.

Ayotzinapa vive, la lucha sigue.

Jánea Estrada Lazarí[email protected]

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Ayotzinapa yel derecho a la verdadPor Uriel Márquez Valerio

Retratos desde Escocia, a un año del 26 de septiembre Por Jan Nimmo¡Hagamos algo! Por Perla Flores

Luego de un año Por Manuel IrisSin título Por Fernando Trejo¿Dónde estarán? Por Gerardo del Río

En el lugar de las tortugasPor Juan Antonio Caldera Rodríguez¿Y los 43? Por Alberto Huerta

Causa perdidaPor Carlos Martín BriceñoSaldo Por Pilar Alba

Ayotzinapa: El triunfo de los neciosPor Lucía Medina Suárez del RealUn reproche después de un añoMauricio Moncada León

Remember, remember, 26 deseptiembre Por Edgar KhondeCuántos son 43Por José Agustín Solórzano

¿Por qué todos somos Ayotzinapa?Por Ana Lilia Félix PichardoEllos y NosotrosPor Esther Mariela Consuegra Dávila

El placer de la indiferenciaPor Eduardo Campech MirandaMéxico: dolor y olvido Por Carlos Flores

A un año de Ayotzinapa o cómo una tragedia puede dividir a un paísPor Juan ConchaEl otro oídoPor Gabriel Luévano Gurrola

Tengo fe en una víctima del poder y la mentira Por Juan C. ZesatiPor los 43: Palabras desde dentro de una Normal Por Simitrio Quezada

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“[…] porque lo único cierto es que hasta ese día (22 de octubre de 2014) y hasta la fecha, no se sabe nada de los desapare-cidos. Siguen desaparecidos. No muertos, no enterrados, no calcinados: desapareci-dos. Y entonces, la pregunta continúa, y ordena toda reflexión política de los que resisten: ¿dónde están? Y peor, ¿quién y cómo los desapareció?”.

AYOTZINAPA la rabia y la esperanza. Roberto González Villarreal

“Ismael Valdez Cárdenas emprendió la tarea de contar los destinos rotos de un país que escapa a la razón. […] retrato a una sociedad enferma de ausencias, huecos, vacíos […]‘Abuela, ¿cuándo va a venir mi papá de desaparecido?’”.

Juan Villoro

1. Diversas concepciones de la verdadIneludiblemente, tal concepto linda con los ámbitos filosófico, científico, religioso y jurí-dico, entre otros, pero es indudable que tam-bién tiene qué ver con nuestra vida cotidiana; aquí lo trataremos sólo en cuanto concierne al tratamiento de la verdad como un derecho humano.

Johannes Hessen (1889-1971) en un li-bro titulado Teoría del conocimiento men-ciona dos conceptos respecto de la verdad: el trascendente, que define a ésta como la “concordancia de contenido del pensamiento con el objeto” de conocimiento (adecuatio rei et intellectu); y la inmanente porque la concibe no como algo que se halla frente a nuestro pensamiento, sino como algo que reside en el pensamiento mismo. “Un juicio es verdadero cuando está formado con arreglo a las leyes y a las normas del pensamiento. La verdad significa según esto, algo puramente for-mal; coincide con la corrección lógica”. O sea, según esta concepción que algo es verdadero cuando nuestro pensamiento concuerda con-sigo mismo, está exento de contradicción. La primera posición, llamada también realista es la más difundida: algo es verdadero cuando la descripción que de él se hace coincide o con-cuerda con lo que realmente sucedió.

Hannah Arendt (1906-1975), la filósofa alemana de la política, citada por Jesús Silva Herzog Márquez, dice que “Nunca ha sido buena la relación entre la verdad y la política. Desde el comienzo de la historia el sigilo, el engaño, la mentira se han usado para lograr fines políticos. Puede ser cierto: nunca se ha ca-talogado la sinceridad como una virtud política” y es que quienes sostienen una concepción

política no democrática consideran, no exen-tos de soberbia, que quienes no están en el grupo del poder que manda y decide, carecen de capacidad para entender las decisiones de quien ejerce el poder, por eso, hay que ocul-tar los hechos y motivos de tales decisiones; constituyen, desde la antigüedad lo que se co-noce como arcana imperii; es decir, los secre-tos del poder que no deben ser compartidos con los ignaros. Y esa actitud de los gobiernos no democráticos inficiona incluso a Estados que se ostentan democráticos, a tal grado que Norberto Bobbio (1909-2004) habla del doble Estado o Estado dual: caracterizado por un poder doble: por un lado, Normativo (Estado de Derecho sometido al imperio de la ley) y, por el otro, Discrecional, libre de actuar por fuera del principio de legalidad “con base en un mero juicio de oportunidad”. Y, diría yo, arguyendo como justificación de

sus decisiones cuyos móviles son secretos, “la razón de Estado” es decir fundamentando o pretendiendo legitimar tal tipo de decisiones en la conveniencia política al margen de su apoyo en la ley o en la moral.

2. Verdad y Justicia Hans Kelsen (1881-1973)-fundador del formalismo ju-rídico y de la Teoría “Pura” del derecho y corredactor de la Constitución austríaca de 1920, que instituye el primer tribunal consti-tucional- en un breve ensayo sobre el que se pregunta ¿Qué es la Justicia?, dice:

“Jesús de Nazaret, al ser interrogado por el gobernador romano, admitió ser un rey, mas agregó: ‘Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la ver-dad’. Pilatos preguntó entonces ‘¿Qué es la verdad?’. Es evidente que el incré-

dulo romano no esperaba respuesta al interrogante: el Justo, de todos modos tampoco se la dio. Lo fundamental de su misión como rey mesiánico no era dar testimonio de la verdad. Jesús había nacido para dar testimonio de la justicia, de esa justicia que deseaba se realizara en el reino de Dios. Y por esa justicia fue muerto en la cruz”.

“De tal manera, de la interrogante de Pi-latos ‘¿Qué es la verdad?’ y de la sangre del Crucificado, surge otra pregunta de harto mayor importancia, la sempiterna pregunta de la humanidad ‘¿Qué es la justicia?’”.

“No hubo pregunta alguna que haya sido planteada con más pasión, no hubo otra por la que se haya derramado tanta sangre preciosa ni tantas amargas lágri-mas como por ésta; no hubo pregunta alguna acerca de la cual hayan medi-tado con mayor profundidad los espíritus más ilustres, desde Platón a Kant. No obstante, ahora como entonces, carece de respuesta. Tal vez se deba a que constituye una de esas preguntas res-pecto de las cuales resulta válido ese resignado saber que no puede hallarse una respuesta definitiva: sólo cabe el esfuerzo de formularla mejor”.

Y Kelsen, congruente con su convicción sobre la imposibilidad de definir la justicia absoluta, concluye admitiendo únicamente la posibilidad de definir la justicia relativa, en los siguientes términos:

“Puesto que la ciencia es mi profesión, y, por lo tanto, lo más importante de mi vida, la justicia es para mí aquello bajo cuya protección puede florecer la ciencia, la verdad y la sinceridad. Es la justicia de la libertad, la justicia de la paz, la justicia de la democracia, la justicia de la tolerancia”.

Con la extensa cita de Kelsen he preten-dido invocar la autoridad, no del instaurador de la Teoría Pura del Derecho, sino del crea-dor del Tribunal Constitucional de Austria que ha servido para la difusión de tal órgano de control del poder político, y aún econó-mico, a fin de hacer prevalecer los derechos humanos vulnerados frecuentemente por la conjunción de ambos tipos de poder a los que se une el ideológico. También, para subrayar la estrecha vinculación existente entre la

Ayotzinapa yel derecho a la verdad

Por Uriel Márquez Valerio*

Humberto Valdez. TIR. Taller la Imagen del Rinoceronte. Tlalpan.

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verdad y la justicia, pues, sin la primera, ésta corre el riesgo de distorsionarse en una farsa que no tiene otro propósito que tratar de legitimar al poder en turno.

3. Necesidad de un concepto de verdad en los procesos judicialesLa modernidad ha reducido la Justicia al Derecho y éste a su expresión casi única: la Ley –teóricamente, expresión de la “voluntad general”; en la práctica, decisión de quienes ejercen el poder– y ésta ha quedado restrin-gida a la interpretación que de ella hacen los jueces, quienes no sólo interpretan la ley, sino que, expresan su voluntad en ella, legislando frecuentemente, so pretexto de interpretarla. Consecuentemente, la Justicia es, conforme al realismo jurídico, lo que los jueces dicen que es. Y el acto culminante de los procesos judiciales es la sentencia, en la cual los jueces resuelven entre las opciones antagónicas que se les presentan en el juicio y tienen que pro-nunciarla con base en las pruebas existentes en él. Y éstas, aportadas por las partes o alle-gadas oficiosamente por el juzgador, están re-gladas por los códigos procesales o adjetivos. Las pruebas tienen por objeto reconstruir o reproducir la realidad como ocurrieron los hechos sobre los que se va pronunciar la sentencia, pero es evidente que el resultado de dicho intento, en el mejor de los casos, resulta una aproximación a la realidad que se intenta llevar ante los ojos del juez y sobre la que éste deberá pronunciarse; y esa aproxi-mación a la verdad real, material o empírica, se conoce también como “verdad formal” y es contraria a la real, llamada también “histó-rica”, quizá por humanamente inaprensible. Sin embargo, la formal, según lo decidido por la Corte Interamericana, a cuya jurisdicción se encuentra sometido el Estado mexicano, “no puede sustituir la obligación del Estado de lograr la verdad a través de los procesos ju-diciales” (Caso Almonacid Arellano vs Chile. Excepciones preliminares, fondo, reparacio-nes y costas. Sentencia de 26 de septiembre de 2006. Serie C, “N” 154, p.150).

El ex Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, el 27 de enero de 2015,

públicamente dijo que la “verdad histórica” de los hechos ocurridos en Iguala, Guerrero, la noche del 26 de septiembre y el 27 subsi-guiente, era “que los estudiantes habían sido asesinados y quemados en el basurero de Co-cula”. Con ello pretendió decir que el caso estaba cerrado al menos para la investigación por parte de la Procuraduría General de la República. Previamente, en la mañana de ese propio día, el Presidente Peña Nieto había pronunciado un discurso decretando que había llegado la hora de superar el dolor y la tristeza por la desaparición de los 43 jóvenes y que ya no podíamos seguir “paralizados y estancados”; que la patria debía unirse para “seguir avanzando”; y agregó que la Procura-duría determinaría con “precisión lo ocurrido”.

No obstante la pretensión gubernamental de dar por cerrado el caso invocando la “ver-dad histórica”, la versión de la PGR ha sido objetada por el Equipo Argentino de Antro-pología Forense (EAAF), llamado al caso, a petición de los familiares de los desapareci-dos y por el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan. Dichos peritos argentinos, habían empezado a trabajar el 5 de octubre de 2014, pero, apenas, el 8 del mismo mes se quejaron, públicamente, de obstrucción a su trabajo por parte de la PGR al no permitirles ésta recabar muestras de los cuerpos encontrados en las fosas. De igual forma, el 8 de diciembre posterior levanta-ron dudas sobre la investigación de la PGR específicamente, que no podían garantizar el origen de los restos humanos supuestamente rescatados del Río San Juan; que tampoco existía certidumbre científica de que aquéllos correspondieran a los retirados del basurero de Cocula, donde hipotéticamente habrían sido quemados. Tales críticas se incremen-taron con las objeciones científicas del físico Jorge Antonio Montemayor, profesor de Ter-modinámica en la Facultad de Ciencias de la UNAM y del ingeniero metalurgista de la UNAM-Atzcapozalco, Pablo Ugalde, quienes tildaron de “imposible” lo afirmado por el Procurador respecto de lo ocurrido con los desparecidos.

Toda la anterior incertidumbre culmina

con el Informe “Investigación y primeras conclusiones de las desapariciones y homici-dios de los normalistas de Ayotzinapa” que, en 560 fojas emitió, el 6 de septiembre en curso el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) –integrado por los es-pecialistas Carlos Beristáin (español); Angela Buitrago y Alejandro Valencia Villa (ambos colombianos), Francisco Cox Vial (Chileno, Claudia Paz y Paz Baile (guatemalteca).

Lo anterior nos lleva a preguntarnos si la verdad en los procesos judiciales ¿Se des-cubre o se construye? Y la afirmativa por la segunda hipótesis es la más probable, de tal forma que, lo más frecuente y generalizado es que tal construcción, mediante las pruebas pertinentes depende de la habilidad, conoci-miento y recursos del abogado que patrocina a la parte respectiva, cuyo propósito no es el descubrimiento de la verdad, sino la decisión judicial a favor de su patrocinado. En conse-cuencia, la “verdad histórica”, si es factible alcanzarla, declina o cede ante la “verdad formal” frecuentemente construida artificio-samente, sobre todo en regímenes procesales de prueba tasada, es decir, aquéllos donde el valor de los medios de prueba está fijado por la ley procesal que los divide en pruebas plenas, las que, por regla general, tienen valor probatorio indiscutible, y en pruebas semi-plenas o indicios.

Lo expuesto implica un cuestionamiento que tiene que ver no sólo con las sentencias que se emiten en los juicios, sino, como en el caso de AYOTZINAPA, si ante el oculta-miento voluntario, por parte del gobierno, o derivado de la deficiencia del sistema de investigación y del funcionamiento de los operadores jurídicos, existe el “derecho a la verdad”, el derecho a saber cómo ocurrieron determinados hechos, más allá de lo resuelto en los juicios que, por la existencia del con-cepto de “cosa juzgada”, no pueden ser de duración indefinida, ni, generalmente, volver a discutirse cuando ya han sido definitiva-mente juzgados. Es evidente, para muchos, entre los que me cuento, que tal derecho a la verdad sí existe, aunque no esté reco-nocido expresamente por la mayoría de las

Constituciones de los Estados del mundo. Por ejemplo, la nuestra, la de los Estados Unidos Mexicanos, no lo admite expresa-mente, aunque sí implícitamente, con base en lo dispuesto por el artículo 1º en relación con el 133, que reconocen, en favor de las personas, los derechos humanos establecidos por ella y en los tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte. Mismas prerrogativas que no pueden suspenderse o restringirse, sino en los casos que menciona el artículo 29 de la Constitución -invasión, perturbación grave de la paz pública, o cual-quier otro que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto-, con el procedimiento y a través de los órganos que precisa, Pre-sidente de la República, con la aprobación del Congreso de la Unión, o de la Comisión Permanente, si éste no estuviese reunido, pero sólo podrán suspenderse o restringirse los derechos humanos y garantías que sea ne-cesario para hacer frente, rápida y fácilmente, a la situación. Sin embargo, nunca podrán ser objeto de tal suspensión o restricción los derechos y garantías que enumera el segundo párrafo de tal numeral; entre otros, la vida, la prohibición de la pena de muerte, la integri-dad personal, el principio de legalidad -que conlleva el debido proceso de ley, o, como ha establecido la Suprema Corte de Justicia de la Nación, las formalidades esenciales del procedimiento- la libertad de pensamiento, y “las garantías judiciales indispensables para la protección de tales derechos”, entre ellas, el juicio de amparo. Ese conjunto de derechos humanos, no suspendibles ni restringibles, conforman lo que en el derecho constitu-cional moderno se conoce como la “parte pétrea” de la Constitución, porque es la única que no puede reformarse o modificarse por el llamado constituyente ordinario.

No obstante la ausencia de la mención expresa en las Constituciones del derecho a la verdad, tribunales internacionales, como el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, en varias sentencias, desde 1998; y el más cercano a nosotros, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en múltiples sentencias de las que se da cuenta en una nota1 reconoce el “deber del Estado de proteger y garantizar los derechos humanos fundamen-tales”. Es cierto que, como dice Yasmin Naqvi en memorable artículo (“El derecho a la verdad en el derecho internacional ¿realidad o ficción?”, en Internacional Review of the Red Cross -Revista Internacional de la Cruz Roja), en los países donde, después de un conflicto interno que ha originado múltiples desapariciones, asesinatos y genocidio (Bos-nia, Rwanda, El Salvador, Argentina, Chile, entre otros), tal derecho ha sido regateado por las llamadas comisiones de la verdad que, por presiones políticas, han concedido “amnistías responsables”. Sin embargo, el derecho a la verdad puede tener también como fundamento de su existencia su condi-ción de principio de derecho que constituye una de las fuentes del derecho Internacional Humanitario ¿Y por qué aludir respecto de Ayotzinapa tal derecho que sólo encuentra su ámbito en los casos de guerra? Porque

Jan Nimmo. Alexander Mora Venancio. Escocia. Jan Nimmo. Daniel Solís Gallardo. Escocia.

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erAniversariola lucha contra el narcotráfico se convirtió en una guerra expresamente declarada por Felipe Calderón, cuando fue Presidente de la República (¿por presión de los Estados Unidos en su intento de impedir el acceso a su territorio de las drogas procedentes de México? Pues cuenta con uno de los mayores porcentajes de drogadictos en el mundo). La propia CIDH ha desarrollado el contenido del derecho a conocer la verdad, en particular, en casos de desaparición forzada. Desde su sentencia en el Caso Velásquez Rodríguez vs. Honduras, el Tribunal afirmó la existencia de un “derecho de los familiares de la víctima de conocer cuál fue el destino de ésta y, en su caso, dónde se encuentran sus restos”. Ahora bien, es preciso determinar a quién, o a quiénes, pertenece el derecho a conocer o saber la verdad ¿sólo a los familiares de las víctimas? La CIDH ha establecido que “es una justa expectativa que el Estado debe satisfacer, por un lado, mediante la obligación de investigar las violaciones de derechos humanos y, por el otro, con la divulgación pública de los resultados de los procesos penales e investigativos”. Además, “[en] casos de graves violaciones a los derechos humanos, las obligaciones positivas inherentes al derecho a la verdad exigen la adopción de los diseños institucionales que permitan que este derecho se realice en la forma más idónea, participativa y completa posible y no enfrente obstáculos legales o prácticos que lo hagan ilu-sorio”. En ese contexto, el derecho a la verdad “no sólo beneficia a los familiares de las vícti-mas sino también a la sociedad como un todo, de manera que al conocer la verdad en cuanto a tales crímenes tenga la capacidad de prevenir-los en el futuro”. Al respecto, el Tribunal ha destacado que cuando los hechos de un caso se desarrollan dentro de un conflicto armado no internacional (como es el caso de que me ocupo), el esclarecimiento de la verdad de lo sucedido adquiere una relevancia particular. En el mismo sentido, la ONU ha reconocido “la importancia de la determinación de la ver-dad con respecto a las violaciones manifiestas de los derechos humanos para la consolidación de los procesos de paz y reconciliación”.

Es necesario, por otra parte, no confundir el derecho a conocer la verdad sobre aconte-cimientos como el aludido, con el derecho a la información; Naqvi, con un ejemplo ilustra la diferencia respectiva con el caso Maher Arar, un ciudadano canadiense, sospechoso de terrorismo, a los ojos de la CIA, que fue se-cuestrado en el aeropuerto John F. Kennedy, entregado a las autoridades de Siria, trasla-dado a este país, en el cual estuvo detenido en secreto y torturado durante 10 meses. Un organismo no gubernamental, la American Civil Liberties Union (Unión Americana de Li-bertades Civiles), con base en la Constitución de los EUA y en Ley sobre Protección de Víc-timas de la Tortura promovió una demanda para la protección del secuestrado. El tribunal de los EUA que conoció del caso ordenó al Gobierno poner a disposición de aquél los documentos que justificaran la “entrega extraordinaria” que hicieron las autoridades norteamericanas a las sirias, pero la CIA se abstuvo de cooperar invocando la “seguridad

nacional”. Pero, dice con razón Naqvi, “[…] el derecho a la verdad es un derecho inalienable y es necesario para proteger otros derechos hu-manos fundamentales, es probable que los go-biernos sólo puedan invocar en forma limitada la ‘seguridad nacional’ u otras justificaciones destinadas a restringir el derecho”.

Las investigaciones y los juicios como el asunto de que me ocupo corren el riesgo de manipulación política. También, de la utili-zación mediática por parte de los poderes responsables de descubrir la verdad. Hannah Arendt, citada por Naqvi, cubrió, de abril a junio de 1961, desde Jerusalén como repor-tera de The New Yorker el Juicio de Adolfo Eichmann, responsable directo de la solución final de los judíos. Los reportajes de Arendt se publicaron en el libro más controvertido de ésta: Eichmann en Jerusalén, al que puso como subtítulo, Un informe sobre la banalidad del mal. Ella nos previene sobre tal manipula-ción con las siguientes palabras:

“El propósito del juicio es hacer justicia, y nada más: incluso los propósitos ulte-riores más nobles –‘dejar constancia del régimen hitleriano…’– no hacen más que perjudicar los objetivos principales de la ley: evaluar los cargos que pesan contra el acusado, dictar sentencia y determi-nar un justo castigo”.

4. EL Gobierno de México, en noviembre del año anterior, suscribió con la Comisión Interamericanas de Derechos Humanos (Co-mIDH, para no confundirla con la Corte IDH) un acuerdo a fin de integrar un grupo de expertos para la elaboración de planes de búsqueda de los 43 desaparecidos; análisis técnico de las líneas de investigación para de-terminar responsabilidades penales y análisis técnico del Plan para la Atención Integral de las Víctimas. La ComIDH designó como inte-grantes de tal grupo, a los siguientes especia-listas: Carlos Martín Beristaín (español, mé-dico y doctor en Psicología), Ángela Patricia Buitrago García(colombiana, abogada), Fran-cisco Cox Vial (abogado chileno, egresado de Oxford y Columbia, litigante y especialista en

derechos humanos), Claudia Paz y Paz (abo-gada guatemalteca, primera mujer que ocupó la Fiscalía General en su país, en cuyo cargo llevó a juicio al General Efraín Ríos Mont, ex gobernante de Guatemala, en cuya posición cometió múltiples homicidios contra los in-dígenas y opositores políticos) y Alejandro Valencia Villa (abogado colombiano, especia-lista en derecho internacional humanitario y en derechos humanos, con experiencia en ambos desde hace 25 años). Como vemos, todos los integrantes del GIEI son destaca-dos por sus conocimientos académicos y su experiencia en cuestión de desaparecidos. Empezaron a trabajar el 6 de marzo anterior y 6 del presente mes de septiembre rindieron su Primer Informe sobre la Cuestión. Fue en-tregado a la PGR y en él destaca los “errores”, “omisiones” y apartamiento de los estándares internacionales para acceder a la verdad. Y hace 20 recomendaciones para allegarse al conocimiento de la verdad de los hechos.

5. La PGR admite las observaciones críticas del GIEI y el Presidente de la República prometió pedir a la ComIDH prórroga del mandato para que los integrantes de tal grupo de expertos permanezcan por más tiempo en el país coadyuvando con la PGR en la inves-tigación de lo ocurrido “la noche más triste” en Iguala. Asimismo, prometió reunirse con los padres de familia de los desaparecidos y el grupo del GIEI el próximo 24 de septiembre.

6. El 16 de septiembre, la PGR dio a conocer públicamente a los familiares de los despare-cidos que el Instituto Forense de la Univer-sidad de Innsbruck, con el método mitocon-drial de ADN había logrado identificar, con base en el hueso esfenodies que se le había enviado, que éste pertenecía a uno de los 43 desaparecidos, Jhosivani Guerrero de la Cruz, el cual coincidía genéticamente con las mues-tras obtenidas de su madre, por lo que dicho análisis proporciona “evidencia moderada de perfil de la víctima de 16-29102014, coinci-dente con la madre del desaparecido Jhosivani Guerrero de la Cruz”.

Felipe de la Cruz, vocero de los familiares

de los desparecidos y él mismo pariente de uno de ellos, dijo que, junto con el equipo de expertos argentinos, estaban analizando el dictamen de Innsbruck y que no lo acep-tarían, sino hasta que se comprobara cien-tíficamente, que el esfenoides perteneció a Jhosivani Guerrero de la Cruz.

Al recibir el Informe de GIEI, la Procu-radora General de la República, Arely Gó-mez González, comentó que los resultados y conclusiones de las entrevistas y trabajos de campo que realizó el GIEI “se analizarán y se valorará su incorporación a la averiguación previa”; que, a tal fecha, 131 personas habían sido consignadas, de las cuales 110 han sido aprehendidas; subrayó la necesidad absoluta de realizar una investigación de altísimo ni-vel con peritos con formación y experiencia consistentes con la magnitud del problema. Por lo tanto, se solicitaría la realización de un nuevo peritaje a cargo de un cuerpo cole-giado de peritos forenses del más alto presti-gio. Que en lo que respecta a la autoría de los hechos, el Informe coincidía con las líneas de la Procuraduría y aludió a la confirmación por parte del informe de la participación delictiva de las policías municipales de Iguala y Cocula, pero omitió referirse a las policías ministeriales del estado y federal; así como también, al ejército que, según el Informe estuvieron enterados, en todo momento, del desarrollo de los acontecimientos gracias al C-4 (Grupo oficial del Estado de Guerrero, cuyas siglas significan: Control, Comando, Comunicaciones y Cómputo).

La ComIDH, a petición del Gobierno de México, otorgó prórroga del mandato por otros 6 meses, a fin de que los integrantes del GIEI concluyan su labor.

Los propósitos de la investigación, a mi juicio, que incorpore las críticas del GIEI debe tener un objetivo TRIPLE: 1o. ¿Dónde están los desaparecidos? 2o. Independientemente de su destino final, ¿Quién y cómo los desa-pareció? 3º. Tomando en cuenta, desde lo que ahora se sabe: que en los hechos participaron, por acción u omisión, o mediante ambas, particulares de la delincuencia organizada, policías municipales, de Iguala y de Cocula;

Jan Nimmo. Jhosivani Guerrero de la Cruz. Escocia. Jan Nimmo. Julio César Mondragón. Escocia.

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iopolicías ministeriales del Estado y federales, y miembros del ejército, es necesario, por orden de elemental salud pública del Estado Constitucional y Democrático de Derecho que se postula existe o se pretende construir, y de la sociedad mexicana, exigir, a todos los participantes, ante los tribunales y demás ór-ganos competentes, las consecuencias legales de toda índole, en que hayan incurrido con su participación en los hechos delictivos.

7. Ya no sólo por tal exigencia democrática, sino hasta por conveniencia política del go-bierno de EPN –tan desvalorizado ante los ojos de la opinión pública, por múltiples motivos: las banalidades y frivolidades de la familia presidencial, la descarada preferencia por Televisa, la sumisión a los dictados de los Estados Unidos de América, el cinismo de los dirigentes del PRI y de los sedicentes eco-logistas, por su cooptación de una izquierda venal y del partido de la derecha que, alguna vez, supuestamente fue honesto e indepen-diente; y, en general, la impunidad, inseguri-dad y falta de confianza en la honestidad del presidente y algunos de sus colaboradores inmediatos, la corrupción, aunado todo ello a la devaluación del peso frente al dólar y la disminución del precio del crudo– en un intento de recuperar algo de la confianza popular, podría demostrar su voluntad po-lítica a favor de la justicia, haciendo que se llegue a conocer la verdad de lo ocurrido en lo de Ayotzinapa, de Tlataya, Apatzingán y de Tanhuato, entre la cadena de casos cuya turbiedad parece encubrir la participación en ellos del ejército y el propósito de mantener a dicha institución al margen del derecho.

Un vislumbre aciago con relación al opti-mismo que pudiéramos abrigar respecto de las intenciones de EPN respecto de construir o robustecer el Estado de Derecho, consiste en el contraste existente entre la tarda inter-vención de la PGR en el caso Ayotzinapa, la lentitud, errores, omisiones y deficiencias, intencionales, personales e institucionales, con que se ha llevado la investigación (hasta 10 días después de ocurridos los hechos, y no obstante la gravedad de éstos, la PGR comenzó a investigar desde cero, sin to-mar en cuenta la averiguación, seguramente torpe, pero, sobre todo, connivente, practi-cada por la PGJ del Estado de Guerrero, y casi transcurrido el año, no la ha terminado). Sin embargo, el 27 de enero anterior, el ex Procurador Jesús Murillo Karam decretó la “verdad histórica” del caso y dijo que el Estado contaba con evidencias “de una con-tundencia suficiente para poder consignar a los culpables” y para desmentir a los escépticos. Además, agregó “que ya estaba cansado.” El 10 de septiembre en curso, la CNDH ma-nifestó que el informe de los expertos del GIEI tenía muchas coincidencias con con el informe preliminar titulado Estado de la investigación del caso Iguala, presentado por la propia Comisión Nacional el 23 de julio de este año. En ese documento, la CNDH señaló que las diligencias ministeriales sobre dicho crimen realizadas por la Procuraduría General de la República (PGR) presenta-

ban fallas y omisiones, además de que la indagatoria estaba ‘‘incompleta’’, por lo que, desde entonces, sugirió la comparecencia –o ampliación de la declaración– de nueve militares. En consecuencia, la CNDH exhortó a las autoridades correspondientes a tomar en consideración las propuestas, observaciones y comentarios que se plantean tanto en el informe presentado por el GIEI el días 6 de septiembre, como en el de la propia CNDH, particularmente la línea que apunta al narco-tráfico. Pero aún, suponiendo, sin conceder, que, efectivamente, cuando Murillo Karam la decretó, hubiese ya existido la “verdad histórica” –que supone el agotamiento de los medios probatorios y esfuerzos posibles para llegar al conocimiento de los hechos de un juicio– ello no eximiría al Estado de la obligación correspondiente de investigación exhaustiva.2

La tardanza en la investigación del caso Ayotzinapa y el interés mismo del Ejecu-tivo Federal (tardó más de una semana para pronunciarse al respecto, pues lo hizo hasta el 6 de octubre del año anterior cuando habló sobre el tema y después de que, el 28 de septiembre, suspendió una gira por las Montaña de Guerrero) por aludir, siquiera a éste, contrasta con la celeridad con que reac-cionó el Estado Mexicano, y la importancia que dio al evento en que fueron asesinados 8 turistas mexicanos y heridos gravemente otros, en Egipto por el ejército de tal país, el cual ha pretendido disculparse con el argu-mento de que aquéllos circulaban por una zona restringida y que fueron confundidos por terroristas. Tal acontecimiento suscitó las convencionales y rituales protestas en el sentido de que actos como el aludido resultan “inaceptables” para el Estado mexicano, el cual exigió una investigación “exhaustiva y a fondo” sobre la forma y circunstancias en que se cometieron dichos homicidios; asimismo

reclamó la reparación del daño para los fa-miliares de las víctimas. Y no sólo eso, sino que fueron enviados en el avión presidencial la recién estrenada Canciller, Claudia Ruiz Massieu Salinas y algunos de los familiares de las víctimas. En cambio, por contraste, en el caso Ayotzinapa EPN no ha hecho una sola visita a Iguala, a pesar de que se encuentra a 500 kilómetros de la Ciudad de México.

Otro atibo negativo es que la nueva titular de la PGR al recibir, el 6 de septiembre el informe del GIEI menciona que analizará y valorizará las observaciones y recomendacio-nes de dicho grupo de expertos en relación con las policías municipales de Iguala y de Cocula; también, de la ministerial de Gue-rrero, pero nada dice en lo que concierne al ejército al que ni siquiera menciona ¿querrá ello decir que el fuero fáctico de éste sigue vigente ante los ojos del Ejecutivo, a pesar de lo resuelto por la CIDH en el caso Radilla que exige el juzgamiento de los militares por la jurisdicción civil?

Finalmente, aludo a la actitud demagógica de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, para consumo de los ingenuos, al decidir la integración de una Comisión Espe-cial Investigadora que examine lo ocurrido en el caso Ayotzinapa y exija las responsa-bilidades y sanciones aplicables a quienes hayan incurrido, por acción u omisión, en los correspondientes delito. Pero tal comisión y la “carabina de Ambrosio” son igualmente efectivas, por dos razones: las comisiones legislativas especiales, establecidas a partir de 1977, tienen un límite constitucional; y, ade-más, están hechas por dos motivos: satisfacer las expectativas de los ciudadanos ilusos que creen en su eficacia ¿qué resultados dio la comisión homóloga de la anterior legislatura federal? No informó nada al respecto; y, además, carecen de eficacia constitucional para obligar a la PGR a practicar una inves-

tigación efectiva y eficaz que conduzca al conocimiento, así sea relativo de la “verdad real” o “material”.

* Zacatecas. Abogado litigante.

1 (Corresponde a la nota de p. de p. del ar-tículo de Yasmin Naqvi) “Tribunal Europeo de Derechos Humanos (sentencia del 25 de mayo de 1998, Kurt v. Turkey, solicitud n.º

24276/94; sentencia del 14 de noviembre de 2000, Tas v. Turkey, solicitud n.º 24396/94, y

sentencia del 10 de mayo de 2001, Cyprus v. Turkey, solicitud n.º 25781/94); Corte Inte-

ramericana de Derechos Humanos (sentencia del 29 de julio de 1988, caso Velásquez Rodrí-guez; sentencia del 20 de enero de 1989, caso

Godínez Cruz; sentencia del 3 de noviembre de 1997, caso Castillo Páez; sentencia del 24 de enero de 1998, caso Blake, párr. 97; sen-

tencia del 25 de noviembre de 2000, caso Ba-maca; sentencia del 25 de noviembre de 2003,

caso Myrna Mack Chang; sentencia del 8 de julio de 2004, caso de los hermanos Gómez

Paquiyauri c/ Perú; sentencia del 5 de julio de 2004, caso de 19 Comerciantes c/ Colombia;

sentencia del 7de septiembre de 2004, caso Tibi c/ Ecuador; sentencia en el caso Molina

Theissen (Reparación), sentencia del 15 de ju-nio de 2005, caso Aldea de Moiwana c/ Suri-

name; sentencia del 22 de noviembre de 2004, caso Carpio Nicolle c/ Guatemala; sentencia del 1º de marzo de 2005, caso Hermanas Se-rrano Cruz c/ El Salvador; y sentencia del 15

de septiembre de 2005, caso de la Masacre de Mapiripán c/ Colombia)”.

2 En efecto, “[…] la Corte (CIDH) ha consi-derado pertinente precisar que dicha “verdad

histórica”, documentada en informes espe-ciales, o las tareas, actividades o recomenda-ciones generadas por comisiones especiales,

“no completa o sustituye la obligación del Estado de establecer la verdad y asegurar la determinación judicial de responsabilidades individuales o estatales también a través de

los procesos judiciales”, (Caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile, op. cit., párr. 150,

y Caso García y Familiares vs. Guatemala, op. cit., párr. 176.) esto es, la verdad judicial. En efecto, de acuerdo con el Tribunal, “[l] as

verdades históricas que a través de ese me-canismo se logren, no deben ser entendidas

como un sustituto del deber del Estado de asegurar la determinación judicial de respon-

sabilidades individuales o estatales por los medios jurisdiccionales correspondientes,

ni con la determinación de responsabilidad internacional que corresponda a este Tribu-

nal. Al contrario, se trata de determinaciones de la verdad que son complementarias entre

sí, pues tienen todas un sentido y alcance propios, así como potencialidades y límites particulares, que dependen del contexto en

el que surgen y de los casos y circunstancias concretas que analicen”. (Caso Myrna Mack

Chang vs. Guatemala, op. cit., párrs. 131 y 134, y Caso García y Familiares vs. Guatemala,

op. cit., párr. 176). Por tanto, sin perjuicio de la verdad histórica que pueda aportar una

comisión de la verdad para el conocimiento de los hechos, “el Estado debe cumplir la obliga-

ción de investigar y, en su caso, sancionar, por los medios judiciales pertinentes, los hechos

constitutivos de las violaciones a los derechos humanos declaradas”. (Caso Pacheco Teruel y

otros vs. Honduras, op. cit., párr. 127).Lo expuesto, no ha sido obstáculo para que la Corte haya otorgado, y otorgue, “especial va-

lor a los informes de Comisiones de la Verdad o de Esclarecimiento Histórico como pruebas relevantes en la determinación de los hechos

y de la responsabilidad internacional de los Estados en diversos casos que han sido some-

tidos a su jurisdicción”, (Caso Myrna Mack Chang vs. Guatemala, op. cit., párrs. 131 y

134, y Caso Zambrano Vélez y otros vs. Ecua-dor. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 4 de julio de 2007. Serie C No. 166, párr.

128), y así lo ha expresado en su jurispruden-cia. (Caso Zambrano Vélez y otros vs. Ecua-

dor, op. cit., párr. 128, y Caso Radilla Pacheco vs. México, op. cit., párr. 179).

Jan Nimmo. Julio César Ramírez Nava. Escocia.

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21 de SEPTIEMBRE DE 2015 7

Hace muchos años viajé por el estado de Gue-rrero porque siempre me han interesado mu-cho las tradiciones, el arte popular y la música de esa región. Desde entonces era un lugar complicado; sin embargo, y sin excepción, la gente se portó muy bien conmigo; hasta en los pueblos y aldeas más humildes la gente era muy hospitalaria y como yo viajaba sola, me cuida-ban, sobre todo las mujeres. Viajé mucho por México y por eso se ha quedado para siempre, como decimos en Escocia, debajo de mi piel.

Cuando me enteré de los sucesos del 26 de septiembre de 2014 me sentí entre horrorizada y desolada a la vez; también me sentí inútil y culpable de no haber prestado más atención a la situación actual en México. Cuando vi en internet la llamada para #IlustradoresConA-yotzinapa me apunté a hacer dos retratos. El segundo de ellos coincidía con Tributo a los Desaparecidos -iniciativa de Andrea Arroyo/Victoria Roberts en Nueva York-. A partir de allí me comprometí a realizar los 43 retratos e hice luego más, los de los estudiantes muertos,

uno más de Aldo, el que está en coma y otro del activista Miguel Angel Jiménez Blanco, quien buscaba las fosas clandestinas cerca de Iguala y que también fue asesinado.

Quise hacer collages digitales para que fuera más fácil compartirlos en todas partes; mi meta era que todo el mundo supiera quiénes

eran esos muchachos, que no son simplemente unas estadísticas frías, sino personas con fami-lias -en algunos casos con hijos-, con sueños e historias. Incorporé elementos familiares, su entorno, el de las canciones de la zona, sus his-torias personales, etc. Quería que los retratos transmitieran amor y ternura porque esta serie

se ha hecho con mucho amor y unas cuantas lá-grimas. Con el inicio de las caravanas a lo largo del país, los padres y las madres empezaron a hacerse más visibles y comencé a incorporar los nombres de ellos y de los hijos, para que quedara el testimonio de que son los hijos de alguien que les espera todavía.

Una compañera en México, Ere Sandoval, ha estado en contacto con los padres y así he podido tener los datos biográficos correctos, me interesa mucho que todo sea los más rigu-roso posible. Durante todo el año he realizado este tributo a su memoria. Paul, mi marido, quien también conoce México, me ha apoyado para poderlo realizar. Como no he tenido fondos para imprimir las obras he hecho un pequeño video para poder mostrarlos, lo he hecho con la música de Ro Casares & Colectivo Mambotango (Poza Rica) y lo pueden ver en: vimeo.com/139114217

En este año de rabia, tristeza, decepción también han habido un lado positivo, el cono-cer nueva gente mexicana, solidaria y cariñosa. Quiero que los retratos sean para los padres y las madres de los normalistas. Cada vez que pienso en esto se me hace un nudo en la gar-ganta porque desde el inicio pensé en un pro-yecto que concientizara al público de Escocia y de todos lados, pero pensando siempre que era para las familias de los desaparecidos.

* Glasgow, Escocia. Artista visual y cineasta.

[email protected]

Un día me fanaticé con el tango y decidí que si quería profundizar en el género en su forma más auténtica, tenía que mudarme hasta el lu-gar en que surgió: la región rioplatense; así que decidí mudarme a Buenos Aires. Con el afán de comprender todo sobre el tango, comencé a adentrarme en la historia de Argentina. Desde mi llegada a este país empecé a involucrarme en lo que pasa a mi alrededor, a entender la lucha social de estos pueblos del sur, que no resulta ser muy distinta a la de mi país.

Hay una historia de afecto importante en-tre México y Argentina. Comencé a emo-cionarme con una sociedad que no calla. Me impacta por ejemplo que acá un jovencito de catorce años tenga una opinión política con argumentos sólidos para defenderla, en una sociedad que lo discute todo, que no tiene reparo en expresar lo que piensa y que lucha por una vida mejor; ésta es una sociedad que, en materia de derechos humanos, no se cansa de exigir la verdad, la justicia y la reparación de los daños.

En el año 2012 comenzó mi indignación mayor: un cúmulo de noticias sobre mi país, una más indignante que la otra, me sonaban muy parecidas a los acontecimientos ocurri-dos en las dictaduras en el sur del continente durante los años 70. Ayotzinapa, la gota que derramó el vaso.

Las preguntas de ¿cómo puede repetirse la historia?, ¿cómo se puede tolerar la impuni-dad?, ¿qué es lo que no hemos aprendido?, ron-daron mi cabeza hasta que no pude más y por primera vez asistí a una marcha, organizada acá por otros paisanos con la misma indignación. Me hizo bien momentáneamente, pero al cabo de unos días mi malestar volvió. Luego me di cuenta que mi forma de contribuir es otra, es desde el arte, que es a lo que me dedico.

Una tarde, en un café porteño se lo co-menté a mi amiga Marina Combis, periodista y editora, quien vivió un tiempo en México. Le pregunté qué podía hacer con esta angustia, qué podía hacer yo por los 43 estudiantes nor-malistas, por sus familias, sus conocidos, y por las miles de personas que ellos representan. Ella me miró y me dijo: “Yo también amo a México. ¡Hagamos algo!”.

Desde ese momento empezamos ella, Mi-guel Aguilar Dorado –desde Zacatecas- y yo, a transformar esos sentimientos de indignación e impotencia organizando un evento multi-disciplinario que involucrará a intelectuales, personalidades de derechos humanos y de la cultura de ambos países y que se llevará a cabo el 30 de septiembre en la Cúpula, en el Centro Cultural Kirchner, en la ciudad de Buenos Aires. Bajo el lema “Nuestra lucha es por estar vivos”, iniciaremos una jornada de debate y re-

flexión a un año de la desaparición forzada de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa. Cuento para ello también con mis amigos mú-sicos, algunos de ellos provenientes de Japón, Colombia, Ucrania, Cuba, Corea e Italia. Todos reunidos en un acto artístico solidario a un año de la desaparición forzada de los 43 jóvenes es-tudiantes, para hacer más visible lo que pasa en México. Participaremos en este reclamo por la

verdad y la justicia en México, para no dejar que el horror nos paralice, para no olvidar. Creo que hay infinitas formas de sacarse el malestar y transformarlo en algo positivo. Por ahora, ésta es la forma que encontré para ali-viar mi dolor… y me siento acompañada.

* Violinista zacatecana, integrante de la Or-

questa Sinfónica Nacional de Argentina.

Retratos desde Escocia, a un año del 26 de septiembrePor Jan Nimmo*

¡Hagamos algo!Por Perla Flores*

Ernesto Moreno. Familiares de los estudiantes desaparecidos, en Zacatecas.

Jan Nimmo. Miguel Angel Jiménez Blanco. Escocia.

#AyotzinapaPrimerAniversario

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LA GUALDRA NO. 2148

Remember,remember, 26de septiembrePor Edgar Khonde*

Cuántos son 43Por José Agustín Solórzano*

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En la película V for Vendetta, V, antihéroe enmascarado, dice en su discurso en la TV “La verdad es que algo anda muy mal en este país, ¿no? Crueldad e injusticia, intolerancia y opresión”. Y llama a los ciudadanos a que se paren afuera del parlamento el 5 de noviem-bre. La película versa sobre que los ciudadanos tomen la decisión de reestructurar al Estado y con ello, transformen la vida comunitaria: la sociedad. Nuestro país es muy similar a la distopía que se plantea en la película: un aparato gubernamental que opera la crueldad, injusticia, intolerancia y opresión. Llevado al lí-mite en la nula capacidad de resolver el crimen acaecido contra los estudiantes normalistas de Ayotzinapa hace un año. Es decir, de tanto que no hacen, ni siquiera son capaces de sostenerse en la mentira.

Ahora que se acerca (en el momento de la publicación de este texto la fecha ya habrá pasado) la celebración del grito de indepen-dencia, en lugar de ausentarse, la ciudadanía podría abarrotar las plazas y exigir la verdadera rendición de cuentas de los altos burócratas y su renuncia. O tomar esas mismas plazas el 26 de septiembre, pararse afuera de los palacios de gobierno, para decir que no hemos olvidado,

que tan no hemos olvidado que como una con-dición de gobernabilidad detendremos el país entero hasta encontrar a los estudiantes.

Ahora bien, escribía hace un año que era inútil que le exigiéramos a las instituciones que esclarecieran el crimen cuando eran las encargadas directas de orquestar la manipula-ción y represión. Mi parecer al respecto no ha cambiado. Es como si le hubiéramos pedido a los nazis que esclarecieran los crímenes de los campos de concentración, así de ese tamaño, no exagero.

Quién sabe qué cuentas le entregaremos a los ciudadanos del futuro, nosotros, como ciudadanía, como humanos. Cómo les explica-remos que hemos dejado que un gobierno que se presume democrático, lo único que ha hecho es exterminarnos.

Pero supongo que llegaremos ahogados a la playa del mañana, y que nuestro tiempo será sintetizado en la imagen de Aylan Kurdi. En to-das esas imágenes de injusticia que nos han pa-ralizado entregado a la filia del terror humano.

* Distrito Federal. Escritor.

cómo puede dolerte la tierradonde el árbol que da a la ventana de tu casacrece como un recuerdo de la vidacómo va a dolerte el hombreel hombro entumido por el peso de qué cielo de cuántos pájaros que lloran en septiembrequién vino a tocar y no le abrimoscon cuántos nos comimos el panpor cuánto multiplicamos el vinode qué sangreen cuál heridaahora que sea nación habitablecostra donde nacen edificiosen dónde las escuelasque enseñarán la muerte a nuestros hijosen qué venas recorreremos el mundolejos de quiénesde qué muertos regados en qué caminocómo va a dolerte el abuelola madre que lleva el mar en los ojoscuántas son las barcas para buscar el naufragioa quién le escribes estoa cuántosdónde quedaron sus manos y la justicia que escurrió por ellasdónde el seno de la muchachaque prometió amor y no palabrascon cuál boca y en cuánta saliva cabe la paloma de qué paz cuántas alas quemaremos pararemendar la raíz de nuestra tierraqué golpes son suficientesqué mordidas de mis 43 dientescuántas uñas clavadas

y en qué pecho de espinas espinadaspara detener la infamiael desvelo de cuántos cadáveres sin carala tragedia de qué pueblode qué memoriaMéxico es un calendariode qué olvidorecostado en cuántas camasde qué hospitales y cuáles fosasdonde quemar el rencor la rabia la esperanzael fuego que avivan las lenguas de qué vientoque nos siembre la sed en la gargantapara despertar ahogados en dónde en qué casa donde ver el árbolque da a la ventanay cae hirviente derramadoechando chispassobre una tierra de ojosy legañas de pétalos olorososflor de quépara qué tanto perfume en la bala en el orificiosi a la muerte le gusta dormirdesnuda y viendo para adentrode quiénde dóndede cuántos y hasta cuándo.

* Morelia, Michoacán. Escritor.

Jan Nimmo. Abel García Hernandez. Escocia. Jan Nimmo. Adán Abraján de la Cruz. Escocia.

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21 de SEPTIEMBRE DE 2015 9

Luego de un añoPor Manuel Iris*

¿Dónde estarán?Por Gerardo del Río*

Sin títuloPor Fernando Trejo*

#AyotzinapaPrimerAniversario

Luego de un año Ayotzinapa es toda la impo-tencia. Es la prueba de que nuestra patria se ha convertido en un enorme cementerio. Cada es-tudiante es cada uno de nosotros pero también, hay que decirlo, cada asesino igualmente lo es: la indiferencia nos está matando, está violando a nuestras hijas y desapareciendo a nuestros jóvenes. Junto a ella, la impunidad tiene las botas manchadas de sangre y una sonrisa es-pantosa, pero también tiene zapatos negros y cuello blanco, corbata y mancuernillas. Por su parte, la corrupción despierta muy temprano y estrecha manos, en signo de paz, en la misa del domingo. Viene vestida de civil, de militar, de policía. Tiene periódicos, tiene partidos políti-cos comprados, tiene canales de televisión: la corrupción es cínica.

Muda de tanto hablar, la palabra Ayotzinapa rompe el silencio como si fuera un vidrio, lo cuartea. Es imposible vivir en México con un silencio transparente después de Ayotzinapa. Es imposible no tener vergüenza, no sentir miedo. Los muertos, estos 43, todos los ante-riores y los que van a venir, lo preñan todo de desesperanza. Es necesario pedir explicaciones verdaderas, una verdad que sea verdad y no su verdad histórica. Certidumbre, motivos. Es ne-cesaria una paz que no sea resultado del miedo.

Lo que tenemos bajo el cielo no es un país sino una llaga. La patria es un dolor.

México no existe: hay que inventarlo.

* Poeta yucateco radicado en Cincinnati.

Dónde estarán, dónde estarán, se preguntan los padresdónde estarán y se les busca en oscuroscallejonesen veredas ignotas y montes desconocidosdónde estarán y las voces de las madres los llamany esperan con la luz encendida y la puerta entreabierta.Dónde estarán nos preguntamos nosotros, dónde los 43

que son los miles de desaparecidosy no obtenemos una respuesta y los rostros anónimoslas veladoras en las esquinas, las cruces de color rosalas flores marchitas, los listones amarillos son la seña y la mesura de nuestro temor.Una llaga perpetua un latir dolienteuna voz trémula una mirada vacíano son nuestra heradad, lo nuestro es la ira sustentada

Que la venda en los ojos tenga alas. Que el corazón vuele al pájaro del cielo. Vuelva a nacer la vida,que no caiga. Este puño apretado no es un golpe, ni siquiera es la fuerza de acariciar a mi tierra como quien madre desliza el torso de la mano en las mejillas de la muerte. Este puño apretado no es la voz en alto,ni la llaga del dolor, ni el sopor de la angustia. No es una lámpara encendida en la habitación de Rosario,es en cambio: una ráfaga de “margaritas en los huesos de la niña”.Alguien toca la puerta y hablapero la voz es una costra silenciosa.Avienta su penumbra y nos desgajaen esta efervescencia del dolor yde impotencia.Que la venda en los ojos del pájarodesate torbellinos, viento inmaculado,toque de gracia en la espalda de la malignidad. Que el corazón vuelva al pájaro del cieloy nos remoje de razón la pus de la memoria,nos abra el iris de los ojos,nos sople con su fuerza la desidia.

Este puño que sostengo entre mi mano,imagen aún desvencijada,transparente lágrima,no es una ofrenda a tu nombre,no es una sombra desvalida,no es la guadaña de la muerte.

Este puño apretado,podría ser mi corazóny te lo ofrezco una vez más, “querido” Mal, en el nombre de aquéllos que,ahora pájaros, navegan en lo azul del campo de la tierra.

Este puño apretado, late.Y te lo ofrezco, Mal,convido este dolor para que sientas, para que ya no hables con tu costra silenciosa,para que ya no bailes más en el nombre de nosotros, para que vuelva la vida a vivir.

* Poeta chiapaneco. En memoria de los 43 es-

tudiantes desaparecidos de Ayotzinapa y a las

víctimas del multihomicidio de la Narvarte.

la dulce mortificación la canción de cuna, los nuevos amanecereslas rosas frescas para los ausentes, el agua y la salla sonrisas y los buenos sueñosson 43 ausencias y miles más que claman contra el olvido

nuestro designio es preservar en la memoria sus rostros, sus nombresporque nosotros somos ellos y ellos sonnuestros.

* Zacatecas. Poeta y artista visual.

Jan Nimmo. Benjamín Ascencio Bautista. Escocia. Jan Nimmo. Saúl Bruno García. Escocia.

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LA GUALDRA NO. 21410

A un año de los hechos acaecidos en Iguala aquella noche del 26 de septiembre, la ver-dad y la justicia parecen alejarse cada vez más de los familiares de los desaparecidos, heridos y asesinados. La masacre perpe-trada contra los estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” evidenció al país entero frente al mundo como una zona de guerra en la que no quedan muy claros los límites entre una trinchera y otra; y como una tierra sin ley, donde el carnaval se ha extendido por tiempo indefinido y los bu-fones siguen gobernando con una corona ficticia sobre su cabeza. Quedó muy claro hace algunos días, con el reciente informe del GIEI, que para la construcción de una mentira son necesarios artificios más ela-borados y sobre todo verosímiles; si aquel informe presentado por Murillo Karam no nos convenció en lo absoluto, ahora fue científicamente echado por tierra. Sin em-bargo las interrogantes crecen en número y tamaño.

Lejos estamos de comprobar si los acon-tecimientos de aquella noche y madrugada de septiembre no estuvieron consensuados entre los cárteles que operan en esa región del estado de Guerrero, las autoridades de los diferentes niveles de gobierno y los cuerpos policiacos a disposición de estos últimos. O como se ha dicho, que la masacre fue un daño colateral porque posiblemente en uno de los cinco camiones en los que via-jaban los jóvenes se trasladaba droga sin que ellos lo supieran. Lo que resultó evidente fue la incapacidad del gobierno federal por resolver airosamente la sorpresiva masacre, y es que quizá en el caso haya más intere-ses involucrados de los que nos podamos imaginar. No han sido fortuitas las mentiras provenientes de las autoridades de este país; eso nos lleva a ir atando varios cabos sueltos sobre el grado de responsabilidad que tienen el gobierno y sus instituciones, pues quizá hemos sido bastante ingenuos al juzgar como estúpido al presidente en turno, cuando en realidad los hilos que se

están moviendo a través de su figura son maquiavélicos.

Ayotzinapa, un punto medio entre una

serie de lastimosos hechos de violencia e impunidad en México. La desaparición forzada y la ejecución extrajudicial de nor-

malistas no pusieron fin a la barbarie que presenciamos. Fue fácil hasta ahora cerrar los ojos, al final nuestro instinto nos obliga a no ver la sangre a pesar de sangrar y oler el azufre a nuestro alrededor. Tlatlaya queda muy lejos, también Ostula y Apatzingán, estos nombres nada nos significan y en lugar de sentir rabia ante las imágenes de muerte y tortura del momento, sólo agra-decimos a Dios por no estar cerca de esos salvajes lugares. Pero Ayotzinapa es un faro anunciándonos nuestra llegada a ese puerto al que quizá nunca imaginamos arribar; es también una luz de esperanza si somos ca-paces de encontrar nuestros rostros en los ojos de los familiares de los desaparecidos, basta con levantar los párpados.

* Zacatecas. Profesora normalista y estudiante

de letras, UAZ.

Twitter: @ANYTAFELIX

A un año, en que nos faltan 43 y muchos miles más, ese ente llamado Estado, ha sido incapaz de aliviar la tensión generada desde el gremio estudiantil y otros sectores de la sociedad civil, ante un caso que en el sistema político mexicano no se muestra como novedoso pero que en el contexto actual se conjuga lastimosamente con otros factores como el de tipo económico, violencia exacerbada a causa del maridaje entre el Estado y el crimen orga-nizado, caldo de cultivo para la desaparición de todos.

No se muestra un asidero posible para que dicha tensión sea canalizada y pueda provo-car un cambio estructural dentro del sistema largamente cooptado por la corrupción de las élites y la descomposición acelerada del tejido social, que encamina a México al límite de la protesta social y que paradójicamente tampoco genera cambios sociales de fondo que alivien el conflicto estudiantil, u otras luchas sociales generadas por las demandas de

un largo rosario de calamidades como la mar-ginación, desigualdad en el México de ellos y el otro que se derrumba a diario a razón de sangre, despojo, injusticia, el país de nosotros, de todos.

La tensión permanente e históricamente acumulada en varias zonas, especialmente en el sur indígena del país, el sur y el México de Aguas Blancas, Acteal, Michoacán, Tlatlaya y otros que en suma con el caso Ayotzinapa, dan muestra de un estado incapaz para dar cauce a las demandas de nosotros, las demandas de todos, conduciendo a la represión y el exter-minio, desmontando el aparato discursivo de ellos y el Mexican Moment con una visión de

futuro hacia la modernización económica, el sueño de ellos.

Detenciones, mentiras históricas, farsas mediáticas, cinismo y ofrecimientos para grandes pactos nacionales no alivian la tensión y el sufrimiento de los padres; la denigrante y única verdad es que este país está hundido por la corrupción de ellos, que ante la calamidad sólo se prepara para persistir y reciclarse hacia futuros y próximos comicios electorales que abren la puerta para que la tensión sea llevada al límite y el oportunismo político convierta la desaparición de los jóvenes en un asunto de arreglos e intercambios, para la desarticula-ción de la oposición y la escatológica ganancia

política del régimen en turno.Mientras, a 365 días sin los 43 que nos fal-

tan, en plazas pro-independentistas, pantallas de plasma, papel periódico y demás basura mediática nos ofrecen cínicamente discursos de justicia, informes de expertos, reuniones y verdades históricas para enredarnos en la vorágine y vacuidad declarativa y así lenta-mente olvidar, callar y aceptar; mientras ellos, los otros, siguen hablando sobre el fortale-cimiento de las instituciones para ‘‘asegurar la vigencia plena del estado de derecho en el país’’ y muchas otras frases largamente repetidas, todas como un telón de fondo que cubre el gran teatro nacional de la distribución autoritaria de impunidad, corrupción, clien-telismo, exclusión, inequidad, todo lo ruin de unos cuantos; pero incluso con todo ello, los otros, nosotros, no olvidamos.

* Estudiante del posgrado en Ciencia Política,

UAZ.

¿Por qué todos somos Ayotzinapa? Por Ana Lilia Félix Pichardo*

Ellos y Nosotros

Por Esther Mariela Consuegra Dávila*

César Ramos. En un solo rostro los 43 estudiantes que nos faltan. Taller el Batiscafo, Zacatecas.

Lydia Lozano. Zacatecas.

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21 de SEPTIEMBRE DE 2015 11#AyotzinapaPrim

erAniversarioLa realidad es la “contravoluntad”;

es lo que me circunda y resiste. José Ortega y Gasset

Quien no haya estado conmocionado ante los horrendos sucesos de hace un año de septiem-bre de 2014, en Iguala, y más exactamente en Ayotzinapa, ha perdido todo sentido y dimen-sión de aquello que los optimistas llaman sen-tido de pertenencia e identidad y solidaridad, hacia un grupo de estudiantes, con sus padres y con la comunidad de normalistas; nadie que yo sepa sabe con exactitud dónde se encuentran los 43 normalistas. Versiones hubo, desmenti-dos también y todo ha quedado en una especie de negrura, y sin respuestas ni claridad. De que se hallan en nuestros corazones y en nuestras mentes y en nuestra indignación es innegable, pero eso nada remedia. Recuerdo los hechos. Los disparos contra inocentes que iban en un autobús luego de llevarse a cabo un partido de futbol, comenzó esa especie de broma maca-bra. Hubo heridos y muertos y el deporte se vio manchado de sangre por la ignominia de una autoridad que acaso ni sabía lo que hacía y que sólo actuaba impulsivamente. Fueron momentos caóticos. Los acontecimientos suce-sivos en que privaron de la libertad a grupos de muchachos normalistas no tuvieron parangón, ni explicación primera o si la hubo todo fue ambigüedades y estúpidas declaraciones de parte de las autoridades. Sí se advertía una rabia contenida, puesto que todo era confusión y ni siquiera se sabía a ciencia cierta [ni aún se sabe] cuál había sido el desarrollo de los acon-tecimientos. Fue y es una herida demasiado cruel e irrestañable. Cruel e irrestañable sobre todo con una frialdad y hasta con una sorna propia de enfermo mental, un procurador da cuenta de una verdad histórica que meses después se desploma gracias a las pertinentes, muy serias y muy profesionales y dedicadas, estudios, indagatorias, confrontaciones de ex-pertos internacionales y lo que es aún muy loa-ble: conclusiones contundentes que vinieron a soterrar algo que acaso ya se daba por caso ce-rrado. Me asombró siempre la fortaleza de los padres de los 43 normalistas, de sus hermanos, de sus amigos y allegados. La consigna “vivos se los llevaron, vivos los queremos” es un eco que se extiende y se extenderá en la historia de un México que quiere verdades y no hartura de corrupciones. Algunos parapetos han sido mero espectáculo. El hecho de haber recibido el presidente de los mexicanos a los padres de los normalistas y los compromisos a los que “llegaron” fueron una burda guasa. Recuerdo que el padre Alejandro Solalinde dijo que supo por informantes que algunos estudiantes ha-bían sido incinerados utilizando llantas y dié-sel, lo cual fue doloroso, en primera instancia,

pero los padres no lo creyeron. Todavía la duda prevalece. Hay infinitos detenidos; ninguno procesado. ¿Dónde están Abarca y su esposa, y dónde el gobernador de Guerrero? Gozan de una inmunidad ya no risible, sino ignominiosa en un país donde todo se simula y todo es tá-cito. El domingo 6 de septiembre mientras es-cuchaba la rueda de prensa de los expertos del grupo interdisciplinario de derechos humanos una rara emoción exaltó mi ser. Las declaracio-nes de Torero me devolvió el alma al cuerpo.

La mentira se hundía en los abismos. Aún falta toda la verdad, esa verdad que esperamos por dolorosa que sea. La historia que es lineal tiene sus puntos de ceguera y de horror. Los tiene también de furor y de rabia.

La memorable y formidable profesora Ma-ría Zambrano escribió en El hombre y lo divino que “pertenece a la esencia trágica de la vida el necesitar del otro aún para la libertad. De no ser así, la tragedia sería un juego o un equívoco, o, como muchas mentes modernas han creído, una aberración psicológica…”. Todo ello, todos estos 365 días han sido una ruda y sangrante lección. Que las patologías y la ponzoña de los vesánicos no se sobrepongan a la libertad y a la emancipación. No prevariquemos con la Verdad.

En la memoria [al menos en la mía, que he repetido a lo largo de este años como un ensalmo sanador de la inhumanidad de los hechos], de todos los mexicanos debe pender

todavía por un sinfín de días, el arrebato aquél que tan bellamente ideó López Velarde y que podría embellecer a los ausentes: sin ellos, sin los 43 normalistas, cada uno de nosotros po-dríamos repetir con un dolor hondo, pero nada comparable al de los progenitores, amigos y familiares de los muchachos. “Mi corazón, leal, se amerita en la sombra…”. Y todavía más: ¿Por qué no repetir esos intensos versos y gritarlos como aullido de batalla, porque son memoria poética y la poesía ha sido siempre revolucio-naria, y donde luzca, ella, la Poesía debe fulgir con pundonor la justicia:

Yo lo sacara al día, como lengua de fuego que se saca de un íntimo purgatorio a la luz; y al oírlo batir su cárcel, yo me anego y me hundo en la ternura remordida de un padre que siente, entre sus brazos, latir un hijo ciego.

* Zacatecas.

Para Hortensia Lazarín

¿Eh… qué? ¡Sepa la bola…! Los buscamos como locos por cielo, mar y tierra… ¡Se

volvieron ojo de hormiga! Pueque se los robaron las húngaras.

* Zacatecas. Escritor.

En el lugar de las tortugasPor Juan Antonio Caldera Rodríguez*

¿Y los 43? Por Alberto Huerta*

Leo Rodríguez.Taller de GráficaSemilla Negra.Pénjamo,Guanajuato.

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LA GUALDRA NO. 21412

A un año de la desaparición de los estudian-tes de Ayotzinapa el crimen sigue quedando impune. Alrededor de este terrible aconteci-miento se ha dado una serie de eventos más que revelan la siniestra verdad del caso, tales como aprehensiones de manifestantes, repre-sión hacia los padres de familia, amenazas a grupos de apoyo, más agresiones contra los estudiantes así como desapariciones de gente. Lo peor del caso es que todo quedará en un expediente de la Procuraduría General de la República, aunque la gente de México sepa lo que en verdad pasó.

Somos un pueblo apaleado, tratado con el desprecio de nuestros gobernantes, una histo-ria que comienza desde tiempos de la Colonia, si no es que desde antes, cuando el imperio azteca imponía su voluntad mediante la fuerza. Pero desde que estas tierras hicieron contacto con occidente la raza mexica ha padecido el repudio y el odio de sus gobernantes.

La guerra de Independencia es un aconte-cimiento que se ha manejado como una gran

historia épica, para hacernos pensar que en verdad tuvimos héroes que lucharon por la patria, como el cura Hidalgo o el cacique Mo-relos. Incluso una famosa televisora del país se atrevió a construir una telenovela alrededor de estos acontecimientos, y al final de la misma, luego del cursi y poco creíble final, como una especie de esperanza, un grupo de campesinos comenzó a organizarse y dar gritos como: “Ya viene la independencia”, “Viva Hidalgo”, “Viva México”. Para empezar, esta independencia no favoreció más que a los criollos, para el indígena y mestizo no hubo absolutamente nada, es decir, para el pueblo no había nada qué celebrar; y para terminar, ni siquiera exis-tía México, así que el cura no gritó eso, sino: “Viva el rey”.

Juárez, los niños héroes y la revolución mexicana, así como otros personajes, mitos y acontecimientos históricos, poco o nada han dejado a favor del pueblo mexicano. Los cam-bios, como ahora, siempre se han hecho para favorecer a la clase de élite, a los poderosos, a

aquéllos que han vendido y siguen vendiendo la patria a intereses capitalistas de gran enver-gadura. El pueblo es como el perro muerto de hambre que se tiene en el rancho y que se esconde cuando hay visitas.

Así que poca cosa pueden llegar a interesar un grupo de 43 jóvenes desparecidos a un pueblo que cree que realmente hay algo que celebrar en septiembre, pues lo único que interesa en esa fecha es ponerse “cuete” y echar cohetes; poco o nada pueden interesarle a alguien los estudiantes revoltosos cuando los medios de comunicación tienen hipnotizado al mayor número de mexicanos, los cuales ven en Zabludovsky un gran periodista, a Chespirito

a un gran artista y a las telenovelas como un reflejo de la realidad.

En el mundo de México la realidad se mez-cla con la ficción, y nos duele más la muerte de Gómez Bolaños que la desaparición de unos jóvenes estudiantes, quienes quedarán en las páginas de nuestra historia, junto con los de la matanza de Tlatelolco, como el símbolo de nuestra cultura: indignación, impotencia, des-concierto y olvido. Así que ¡Viva México, ca-brones!, ¡viva la ignorancia y la mediocridad!, ¡viva la mentira y el olvido!

* Zacatecas. Profesor universitario, UAZ.

A Luz María Chapela, por todo y porque sí

¿Cuál es el problema de tener un presidente que no lee? En plena campaña presidencial del 2012, un amigo priista me hacia la pre-gunta anterior, respaldándola con afirmaciones como “que lea no garantiza que sea honesto, ahí está López Portillo” y, la segunda, que no podíamos esperar nada distinto de un pueblo que no lee. Coincidí y coincido plenamente con la primera, no así con la segunda. Si se está preocupado, y ocupado, por el bienestar de la sociedad mexicana (no entendería otro espíritu al pertenecer a algún partido político), lo menos que podemos hacer es apoyar a que la ciudadanía se desarrolle.

Compartiré un ejemplo pueril, pero real: un anciano, habitante de alguna comunidad perdida en los cañones zacatecanos dijo que el mar no existía, que era invención de los hombres, en específico de la televisión. Ante tal aseveración se le preguntó por qué decía eso, que el mar sí existía. Seguro de sí mismo narró su travesía hacia la capital del Estado: “Fui hasta Tlaltenango y no vi el mar; luego hasta Colotlán y tampoco vi el mar; seguí a Jerez y no vi el mar; llegué hasta Zacatecas y nunca vi el mar. El mar no existe”. Inútil fue convencerlo de lo contrario. Su lectura de la realidad imperaba.

El problema de que el presidente no lea es que tiene pocas expectativas de construir un pensamiento propio, crítico, creativo, de enriquecer su vocabulario; de conocer relatos, experiencias, puntos de vista; de escuchar con atención a otros; de tener una mirada auténtica; desarrollar la autocrítica, ni de que “vivan y de-sarrollen su capacidad de ser sensibles y de esta-blecer relaciones de empatía con otros al expresar y valorar sus propias emociones y al reconocer las emociones de otros”.1

Y todo ello pasa desapercibido por los apo-logistas del presidente. Y hablo de él porque las decisiones que ha tomado en estos tres años nos afectan (hay otros políticos que también dan mucha tela de dónde cortar). Decía, pasa desapercibido por esos apologistas desde su trinchera, donde guardan silencio, donde las desapariciones forzadas no existen, donde se celebra el estatus de “docente idóneo” con faltas de ortografía. Muchos de ellos enarbolan discursos en torno a la lectura privilegiando el placer. ¿Hay placer en la indiferencia, en la exclusión, en la discriminación, en la doble moral? Parece que sí. Ahí se regocijan ellos.

Hace un año que desaparecieron 43 nor-malistas en Guerrero. Hace un año que 43 familias están incompletas, que no saben nada de sus hijos, hermanos, esposos. Hace un año que es un año más para quien no lee (ni la realidad, ni los textos) y piensa, como el viejito de la historia contada líneas arriba, que el mar no existe, como tampoco existen la inconfor-midad social, las desapariciones ordenadas y ejecutadas por el Estado, la corrupción. Vivi-mos en concordia perenne.

* Zacatecas. Promotor de lectura.

(Endnotes)

1 Chapela, Luz María: Las Salas de Lectura,

México, Secretaría de Cultura-Gobierno de

Jalisco/DGP-CONAULTA, 2012, p. 15 (Cua-

dernos de Salas de Lectura).

El placer de la indiferenciaPor Eduardo Campech Miranda*

México: dolory olvido Por Carlos Flores*

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Alejandra Celis Almanza.Zacatecas

Pedro LópezRecéndez. Zacatecas. Taller Rayón 554,Zacatecas.

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Estos muchachos es que no-más no tienen llenadera, se la pasan pide y pide. Que para los libros, que para la comida, que para el celular… se les va como agua el dinero, pobres. El camión se detiene, no sé por qué, si nos dijeron que todavía faltaba como una hora para llegar, a lo mejor a alguno se le ocurrió ir a hacer

de las aguas y como el baño está clausurado, por eso ha de ser la paradera. Y luego yo no sé por qué se gasta tanto si ni me habla, puros mensajes

y esas cosas. Si en nuestros tiempos ni necesitábamos eso y estábamos más comu-nicados. Y ahora qué será ese alboroto, les pregunto a los otros y nadie sabe nada. Están armados, dice uno. Ahora sí se los cargó la chingada, oigo que gritan desde afuera. Dice que sale más barato el mensaje que la llamada, pero aun así

viera nomás cómo se gasta. Los de adelante van bajando poco a poco, vemos desde las ventanillas cómo los encaño-nan y los registran; les quitan los cinturones, las carteras, los celulares. Efectivamente ahora sí nos cargó la chin-gada, pienso, mientras saco mi teléfono y antes de pisar el primer escalón para bajar del

camión, mando el último men-saje. Mire ahí está otra vez, segurito que es él: “Mamá me puede poner una carga me urge”.

*Zacatecas. Escritora y profesora

universitaria, UAZ.

Se lo merecían, solitos se lo buscaron, quién les manda a estar secuestrando camiones. Una bola de indios revolto-sos, eso es lo que eran. Pero no todos lo entienden así, ahora mismo mi mujer se desespera porque ya no po-drá participar en la marcha. Parapetado detrás de las pá-ginas del periódico, mientras bebo mi primer café del día y finjo leer, la miro cami-nar como felino enjaulado de un lado a otro de la casa. Habla por teléfono en voz baja, seguramente con Frida, esa amiga suya que me tiene hasta la madre con su de-fensa de las causas perdidas. Lo que es no tener nada que hacer. Desde que se supo lo de Ayotzinapa cambiaron las tardes de café por las juntas de solidaridad.

“Necesitamos hacer algo, ¿te imaginas el dolor de esas pobres madres?”. Así me lo dijo aquella mañana Eugenia, antes de acercarse a la mesa a beber, con avidez, el licuado de toronja con kiwi que Mary acostumbra prepararle cada día. ¿Dolor?, tuve ganas de decirle. ¿Qué chingados tengo yo que ver con lo que pase en ese pueblo perdido en el culo del mundo? Bas-tantes dolores de cabeza me provocan ya los trabajadores de la imprenta como para ponerme a pensar en algo que ni siquiera me toca. Pero en lugar de eso, para no en-frascarme en un pleito inter-minable, preferí paladear mi café y decirle que tenía toda la razón, lo de Ayotzinapa era una verdadera desgracia. En-tonces Eugenia, como no lo hacía desde hace mucho, se acercó hasta mí, me abrazó y

me dio un largo beso, que yo correspondí. Ése fue mi más grande error, porque con esa actitud ella entendió –así me lo hizo saber después-, que tenía carta libre para apoyar en todo a Frida.

Ahora sé que desde un principio debí haberle puesto un alto, pero qué me iba a imaginar, jamás pensé que llegaría tan lejos. Ella, tan egoísta, tan consentida, que ni siquiera cuando nues-tra única hija era pequeña se preocupó demasiado, de buenas a primeras quería convertirse en activista. Y con tal de no llevarle la con-tra, para seguir la fiesta en paz, no dije nada. Incluso me parecía curioso verla tan entusiasmada, juntándose en cafés de la Condesa para or-ganizar mejor a su grupo y asegurar su participación en el movimiento.

Una tarde la reunión fue en casa. Allí fue cuando me empecé a preocupar de ver-dad. Al llegar de la imprenta me topé con un grupo de pájaras maduras, llamati-vas, casi todas vestían blu-sas oaxaqueñas y adornaban sus pescuezos con collares de ámbar y lapislázuli. Dis-cutían y fumaban sin cesar en la sala. Eugenia me pre-sentó con mucha seguridad ante ellas; orgullosa, dijo, de tener un marido que la apo-yaba incondicionalmente. No abrí la boca. Saludé con un movimiento de cabeza y fui directo al estudio a servirme un trago.

Pero unos días después, cuando me di cuenta que mi mujer comenzó a tuitear y a postear en el face, a título personal, una invitación a la

megamarcha que saldrá esta tarde de Los Pinos hacia el zócalo, me puse en guardia. Como solía decir mi madre: una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

No pasó ni medio día cuando recibí la llamada de uno de mis socios: “¿Te pido

un favor? Controla a tu mu-jer. Nos va a llevar entre las patas”. Entonces tuve que ac-tuar. Llantos. Gritos. Dramas. Le costó trabajo, pero al final le cayó el veinte. Pobre. Tuvo que reconocer que no podía seguir adelante, que aliarse con los deudos de esa bola de

agitadores nos iba costar muy caro. Una bola de cuarenta y tres hijos de puta agitadores. Eso es lo que eran. Celebro que alguien haya tenido güe-vos suficientes para mandar-los a chingar a su madre.

* Mérida, Yucatán. Escritor.

Causa perdidaPor Carlos Martín Briceño*

SaldoPor Pilar Alba*

#AyotzinapaPrimerAniversario

Zamer. Madre Ayotzi. Nezahualcóyotl, Estado de México.

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LA GUALDRA NO. 214

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Se cumple ya un año de este lamen-table acontecimiento y lo que menos tenemos son respuestas. Por el con-trario, por lo menos yo, me lleno cada día de más y más preguntas. El otro día alguien me dijo que no existían las preguntas tontas, pero que las respuestas a menudo resultaban serlo. Estoy de acuerdo, así que me atre-veré a escribir a continuación algunas preguntas, para que así, cada uno de ustedes se formulen sus propias –y a veces tontas– respuestas.

Cuando conocimos el caso Ayo-tzinapa, se dieron opiniones encon-tradas que crearon una división en el país, ya que algunos decían que los estudiantes habían recibido su me-recido, tachándolos de “revoltosos” y “delincuentes”, mientras que otros sólo podíamos pensar que lo que les pasó a los estudiantes, le pudo haber pasado a cualquiera, pudimos haber sido tú o yo.

¿Dónde están los estudiantes?¿Por qué nuestro presidente se

preocupa por aclarar un tema de cal-

cetas y no otros temas como éste?¿Por qué te indigna la violencia en

otros países, pero en el tuyo no?¿Será que nos estamos acostum-

brando a este tipo de cosas? ¿Será que a algunos les interesa

que nos acostumbremos y nos quede-mos callados?

¿No te gustaría que tuviéramos el segundo lugar mundial en educación y no en corrupción?

¿Cómo invitas gente a tu casa, cuando tu cuarto de huéspedes está manchado de sangre?

Yo amo a México, lo amo por sus paisajes, por su inmensamente rica cultura, lo amo por sus colores, por sus olores y sus sonidos, lo amo por su gente que ríe todos los días a pesar de la adversidad, lo amo por su gente que es creadora, que imagina, que sueña, por su gente que trabaja, que lucha, por la gente que no se queda callada, que dice lo que piensa y no lo que piensan otros, lo amo por la gente que se preocupa por sus vivos y que no olvida a sus muertos. Por ésos que

deciden olvidar, por esos, no tanto. ¿Por qué no debes olvidar a tus

muertos?Porque es necesario, y no tiene

nada qué ver con rencores y esas

cosas. Como dice Juan Miguel de la Mora en su texto Los muertos estaban quietos: “la necesidad de no olvidar, no tiene nada qué ver con mantener renco-res ni con persistir en los viejos odios, sino directa y únicamente, con la lucha, desesperada por inútil, pero indispensa-ble, de que generaciones más tarde, se vuelva a caer en el mismo horror”.

Por favor, no olvidemos.

* Zacatecas. Actor.

En estos días, vueltos aciaga pauta para uno más de esos ciclos en que parecemos ofrendar la cercana, anónima y chispeante sangre ajena como precio para existir sin que ese dios oculto, cruel, casi genético, nos aplaste aún, parece estúpida e impe-rante la pregunta de lo que significa el hecho de ser mexicano. No digo que otros países, regiones, personas náufragas, exiliados, irredentos parias y solitarios no se pregunten con per-plejidad lo que es ser ellos, ni sientan lo tontas e inútiles que las palabras (repuestas artificiales de una realidad que nos lanza enigmas sin rostros, pero con múltiples manos) resultan cuando la vida nos cierra las puertas en la nariz y se ríe. Seguramente lo hacen y tengan fechas oscuramente memorables como la nuestra (las nuestras).

Hoy parece ridículo e importan-tísimo saber que se es mexicano, no porque nos regodeemos en aquella noche anterior al día de la que ha-blaba Borges en el extraño y hermoso

(y un poco acusador) poema que nos dedicó (o al menos el regodeo ya es parcial y detestado). Más bien nos reclamamos como hijos perdidos y dolientes de una luz que tal vez se vio un día y queremos que vuelva, tan cometa o tren que pasa cada cien años. Chapoteamos, sacamos la ca-beza del mar infalible de los errores y las retóricas añejas (el sistema des-prestigió muchas palabras) y creemos ver el sol: “ahí está, arriba, somos de la luz, pronto viene el cambio, la verdad, basta de tinieblas, seremos posteriores a la noche, contemporáneos de todos los hombres que nos rodean y aspiran a cambiar si estamos de acuerdo en acompañarlos...”.

Hoy pesa ser mexicano porque sabemos que la verdad está muy cerca y una mano amenaza con empujar nuestra cabeza al fondo de la incerti-dumbre otra vez, como durante déca-das. Estamos de nuevo en la encruci-jada de los debates personal y colec-tivo (68-85-2015): ¿La normalidad de la violencia o la apuesta por la crítica

y sus desafíos concomitantes? ¿El fu-turo contumaz o el verdadero futuro? Parece tan fácil la unión, el cambio, como un resultado natural, como las burbujas y los olores y la nueva vida que emanan de lo podrido. Algo nos dice que el destino volverá a cebarse sobre nosotros. Algo nos dice, tam-bién, en el otro oído, el abierto al aire, a los gritos de alerta del estudiantado masacrado, a la justicia, que pronto las generaciones de ayer y de este tiempo sabrán lo que significa, con sus augurios, esperanzas y cicatrices palpitantes, vivir en México: dolerá

siempre porque hay memoria, pero la vida será posible y entera, más honda, triste porque es inevitable y sin em-bargo, con mejores lecciones. Los años venideros aguardan, igual que ese oído, la respuesta a la pregunta (que es a la vez varias) y lo que de ahí venga: ¿Qué somos nosotros?: ¿Por qué la maldad humana?: ¿Qué pasó en Ayotzinapa?

Todo depende de ella.

* Fresnillo, Zac. Escritor y

profesor de preparatoria.

A un año de Ayotzinapa o cómo una tragedia puede dividir a un paísJuan Concha*

El otro oídoPor Gabriel Luévano Gurrola*

Humberto Valdez. TIR. Taller la Imagen del

Rinoceronte. Tlalpan.

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21 de SEPTIEMBRE DE 2015

#AyotzinapaPrimerAniversario

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La “verdad histórica” se hizo pedazos. A pesar de los supuestos nuevos hallazgos, nada queda de ella, sólo la vergüenza.

Murillo Karam y su increíble y penosa hipótesis del incendio en Cocula, pasarán a ese lugar de la historia que asquea, que apena y que persigue; tal como el que anunciaba tener la mano tendida y poco después mandaba ma-sacrar estudiantes, o el que dijo que se calló/cayó el sistema, a quien no le han bastado años en la defensa del patrimonio nacional para reivindicarse.

Muchos influyeron para que lo sucedido en Iguala la noche del 26 de septiembre de 2014 no quede en el olvido, en la ignominiosa acep-tación de que las víctimas tenían nexos con el narcotráfico, y menos aún en la resignación desesperanzada en la que se han hundido las peores tragedias de este país.

El mérito, sin duda es de los padres; incan-sables luchadores que ponen el valor de un hijo por encima de indemnizaciones e incluso de sus modestos medios de subsistencia, pues en la lucha han descuidado las milpas, ganado, talleres, y actividades diversas con las que mantenían a sus familias.

Ellos, que han vencido sus límites cultura-les, económicos y políticos, recorren el país y buena parte del mundo exigiendo justicia, gra-cias al apoyo de los compañeros de sus hijos, y de muchos otros que ni siquiera los conocie-ron, pero que han hecho de esto, causa propia.

El Ejército Zapatista de Liberación Nacio-nal además de brindarles su apoyo, les advirtió que ésta sería una lucha de largo aliento, y que -tenían que saberlo- no permanecería el tema en la efervescencia de los niveles iniciales. Pues, como en todo movimiento social, por momentos la indignación desborda, y en otros parece volver la calma.

Aunque el reclamo social permanezca, la vida cotidiana y los asuntos personales engu-llen a la mayoría, lo que aunado a la acumula-

ción de problemas obliga a que el tema se con-vierta en uno más de los muchos pendientes que la justicia tiene con este pueblo.

Lejos del olvido, la ira de los primeros meses se transforma en energía potencial, latente, que espera el chispazo que convierta la revuelta en revolución. No hay amnesia, ni perdón. El coraje acumulado brotará el día menos esperado logrando, por fin, cambiar la

situación del país. Los más necios, no esperan; desde la tra-

gedia, están el 26 de cada mes en algún lugar de sus ciudades (en el Teatro Calderón en el caso de Zacatecas) con sus modestas cartulinas recordando que el crimen no se olvida.

Adrián, José Luis, Javier, Rogelio, Fabiola, Rubén, el maestro Cuauhtémoc y varios más, sin esperar entrevistas o aplausos, sin saber si

quiera hasta donde llega su ejemplo, y con la misma locura con la que las madres van cada lunes a la Plaza de Mayo, juegan a lo perdido.

De necios como ellos es el triunfo de Ayo-tzinapa sobre la “verdad histórica” y el olvido.

* Zacatecas. Psicóloga social.

Necia y optimista.

Hace un año desde la desaparición de los es-tudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, cuarenta y tres jóvenes en ese lamentable suceso. Creí que con el paso de los meses el pueblo mexicano mostraría una creciente indignación, que pediría justicia y mostraría unión y descontento contra los delincuentes que secuestraron, torturaron y asesinaron a ese grupo de personas que exigían lo justo; sin embargo, escuché a compañeros universita-rios, docentes y alumnos, que decían que no era para tanto.

Creo que es demasiado, no son sólo cua-renta y tres, porque la cifra de desaparecidos en México es de miles en los últimos años, pero en el caso de estos estudiantes la intervención militar y del Estado fue directa. Intento decir que llegamos a la peor situación del ser hu-

mano, nos acostumbramos paulatinamente a vivir con muerte y secuestros, somos insensi-bles ante la desgracia de nuestros semejantes o, peor aún, a dar la razón a los asesinos, quienes sean. ¿Sería tan difícil exigir justicia?, incluida la precaria situación del modo de vida de los mexicanos a través de reformas que sólo acre-cientan la pobreza y violencia del país. ¿No nos han hecho lo suficiente como para reaccionar contra nuestros verdugos?, ¿debemos seguirlos manteniendo con el erario público? Mientras ellos controlen nuestra economía, también controlarán el sistema de justicia y nuestras vidas.

Me indigna saber que no se ha resuelto nada de nuestros compañeros de Ayotzinapa, que Mireles sigue en la cárcel, la matanza de pueblos indígenas, el despojo y explotación

de tierras por el gobierno y puesto a la venta a empresas extranjeras, pero me indigna aún más que estamos sentados mientras “el barco se hunde”, que preferimos asistir a un festejo sin sentido (Independencia, ¿la tenemos?); no hay pretexto para no exigir el derecho a la

vida, y agregaría digna, porque es un derecho constitucional, y si no funciona así, entonces cambiemos el orden de prioridades, es decir, el mandato horizontal.

* Zacatecas. Escritor y profesor universitario.

Ayotzinapa: El triunfo de los neciosPor Lucía Medina Suárez del Real*

Un reproche después de un añoMauricio Moncada León*

Fabiola Rodríguez. Manifestantes en Zacatecas frente al Teatro Calderón.

Zamer. Nezahualcóyotl, Estado de México.

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LA GUALDRA NO. 214 / 21 de SEPTIEMBRE DE 2015

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El domingo pasado al comen-zar la misa se acercó una señora, me dio un papelito, “Padre, podemos pedir por nuestros desaparecidos, se cumplen ya 6 años”. En las comunidades rurales donde camino con la gente, también ha habido desaparecidos y el silencio se ha prolongado 6 años. Los ranchitos de la Es-coba y Llano Verde se suman a tantos y tantos rincones de un México que se ha ido manchando de sangre e im-punidad.

26 de septiembre, aniver-sario de un duelo inconcluso, del grito de la impotencia ahogado en los segundos y minutos que ha esperado cada padre y madre de los desaparecidos de esos estu-diantes de Ayotzinapa.

Los 43 (y aquí deberíamos hacer una pausa y nombrar-los uno a uno los 43 y los 10, 20 o 30,000 hermanos nuestros que hemos perdido sin saber si murieron). He-mos perdido la cuenta, nos hemos vuelto insensibles, puede más el miedo o la con-veniencia, pero el hecho es éste: tenemos un país lleno de desaparecidos y de padres sin respuestas. Un país donde sólo sabemos que no creemos en la versión oficial y aún así no pasa nada. Un México donde avanzan las investi-

gaciones sólo si hay presión política.

“Dónde está tu hermano” le dice Dios a Caín después de matar Abel su hermano. Y es que si nuestro Jesús hoy dijera su palabra, quizás añadiría al “tuve hambre y me diste de comer”, “estuve desaparecido y no me arrojaste a la fosa del olvido”. Se nos olvida fácilmente, pero Jesús fue una de tantas víctimas del poder, la corrupción y la mentira. ¿Cómo podemos llevar el nombre de cristia-nos aceptando una estructura atornillada con tanto crimen, engaño e injusticia? Me duele mi fe.

Ayotzinapa, esos mucha-chos nos gritan, “sería horro-roso no cambiar”. Olvidarlos, sería quemar en el basurero de Cocula los deseos de ver-dad y de justicia, y si en la misma bolsa corren por el río San Juan, libertad y huma-nidad ¿qué vida nos queda? ¿Qué nos queda?

* Zacatecas. Sacerdote.

Es fácil juzgar mal a norma-listas cuando no se les im-parte clase, no se convive con ellos, no se les ayuda econó-mica o moralmente. Es fácil tildarlos de flojos cuando no se trabaja con ellos; fácil de-cir que se lo buscaron cuando no se conoce cada limita-ción de quienes viven lejos de sus hogares, comparten techo y tareas domésticas y escolares, se cooperan para fotocopias, hojas de rotafo-lio, cartulinas y material para prácticas en primarias.

Ayotzinapa es más que una desaparición de hace un año. Recuérdense las desgra-cias anteriores: reprimidos, torturados, otros desapareci-dos y muertos. Ayotzinapa es más que violencia contra es-tudiantes de una institución rural: es también el reclamo de las Escuelas Normales del país abandonadas a su suerte.

Desde dentro de una

Normal llena de limitacio-nes se comprenden mejor los motivos de estos sata-nizados por la derecha. No hay estudiantes adinerados en una Escuela Normal Rural o Experimental (si acaso sí en una Benemérita o Esta-tal). No hay apoyos directos o complacencia del Estado. No abundan programas de infraestructura, y los accesos a esas instituciones están ale-jados, sin pavimentar, llenos de hoyancos. Como nuestros destinos serán primarias jo-didas, qué importa que la misma Normal sobreviva con menos de lo básico.

El normalista es amenaza por la conciencia social desa-rrollada a fuerza de recorrer primarias dejadas de la mano de todos. El normalista rural o experimental potencia su atención para atender escue-las multigrado. Se solidariza con la gente de la comunidad y lucha por ella contra los caprichos de caciques. Se ex-pone a ataques y descréditos, incluso a la desilusión de los profesores viejos que insis-ten en que no sirve luchar por ilusiones.

Quienes hemos trabajado en primarias de ranchos y co-lonias periféricas conocemos

esa ansiedad provocada por realidades duras. He visto a niños del turno vespertino romper la formación a la una de la tarde y meter sus bra-zos al espacio del mesabanco para encontrar media torta o una barra de amaranto DIF despreciada por los de la ma-ñana. En recreos me han con-fesado sus estrategias para robar relojes y otros artículos de los puestos de las ferias. En ranchos he convencido a papás de que permitan que las hijas sigan estudiando.

Dentro de una Normal se entienden esas colectas y arranques y trabajos en

equipo y desesperaciones y exigencias y fatigas porque ya les anda con los proyectos de investigación educativa. Conozco a los aspirantes a formadores y a muchos de sus padres, y creo compren-der la abismal desesperación de quienes apoyaron a sus hijos para lograr su sueño de ser profesores… y ahora ven la cama sola, la almohada sin arrugas, la puerta sin azo-tar porque ya habían llegado para el fin de semana. Soy profesor normalista: porque lo doy todo por mis alumnos, levanto mi voz también por los de Ayotzinapa: Que regre-sen a sus aulas, si es que aún viven, y que nunca más se repita una vergüenza como la que atestiguamos.

* Zacatecas. Escritor y profesor

normalista.

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Tengo fe en una víctimadel poder y la mentiraPor Juan C. Zesati*

Por los 43: Palabras desde dentro de una NormalPor Simitrio Quezada

Juan Carlos Villegas. Todos somos Ayotzinapa. Zacatecas.