LA CONQUISTA
-
Upload
miguel-angel-romero -
Category
Documents
-
view
213 -
download
1
description
Transcript of LA CONQUISTA
NUESTRO CAMINO A MÉXCIO.
Bernal Díaz Del castillo1
Otro día por la mañana llegamos a la calzada ancha y vamos camino de Istapalapa. Y desde que vimos tantas
ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes poblazones, y aquella calzada tan derecha y
por nivel como iba a México, nos quedamos admirados, y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que
cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y cúes y edificios que tenían dentro en el agua, y todos de
calicanto, y aun algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían, si era entre sueños, y no es de
maravillar que yo escribía aquí de esta manera, por que hay mucho que ponderar en ello que no sé cómo lo cuente:
ver cosas nunca oídas, ni aun soñadas, como veíamos. Pues desde que llegamos cerca de Istapalapa , ver la grandeza
de otros caciques que nos salieron a recibir, que fue el señor de aquel pueblo, que se decía coadlabaca y el señor
culuacán , que entrambos eran deudos muy cercanos de Montezuma. Y después que entramos en aquella ciudad de
Istapalapa, de la manera de los palacios donde nos aponsentamos, de cuán grandes y bien labrados eran, de cantera
muy prima, y la madera de cedros y de otros buenos árboles olorosos, con grandes cuartos y patios, cosas muy de
ver, y entoldados con paramentos de algodón. Después de bien visto todo aquello, fuimos a la huerta y jardín que
fue cosa muy admirable verlo y pasearlo, que no me hartaba de mirar la diversidad de árboles y los olores que cada
uno tenía, y andenes llenos de rosas y flores, y muchos rosales y frutales de la tierra, y un estanque de agua dulce, y
otra cosa de ver : que podían entrar en el vergel grandes canoas desde la laguna por una abertura que tenía hecha,
sin saltar en tierra, y todo muy encalado y lucido, de muchas maneras de piedras y pinturas en ellas que había harto
que ponderar, y de las aves de muchas diversidades y raleas que entraban en el estanque. Digo otra vez lo que
estuve mirando , que creí que en el mundo hubiese otras tierras descubiertas como éstas, por que en aquel tiempo
no había Perú ni memoria de él. Ahora todo está por el suelo , perdido, que no hay cosa.
Pasemos adelante, y diré cómo trajeron un presente de oro los caciques de aquella ciudad y los de Cuyuacán que
valía sobre dos mil pesos, y Cortés les dio muchas gracias por ellos y les mostró grande amor, y se les dijo con
nuestras lenguas las cosas tocantes a nuestra santa fe, y se les declaró el gran poder de nuestro señor el
emperador: y por que hubo otras muchas pláticas, lo dejaré de decir , y diré que en aquella sazón era muy gran
pueblo, y que estaba poblada la mitad de las casas en tierra y la otra mitad en el agua, y ahora en esta sazón está
todo seco y siembran donde solía ser laguna. Está de otra manera mudado, que si no lo hubiere de antes visto, dijera
que no era posible que aquello que estaba lleno de agua que está ahora sembrado de maizales. Dejémoslo aquí, y diré
del solemnísimo recibimiento que nos hizo Montezuma a Cortés y a todos nosotros en la entrada de la gran ciudad
de México.
La Matanza del templo mayor
en la fiesta de toxcatl.2
Establecidos ya los españoles en México. Tenochtitlan Motecuhzoma se convirtió prácticamente en prisionero de
Cortés. Varios textos indígenas como el códice Ramirez, la XIII relación de Ixtlixochitl, el códice aubin etc., se
refieren de manera directa a la matanza preparada por don Pedro de Alvarado, durante la fiesta de Toxcatl,
celebrada por los nahuas en honor a Huitzilopochtli.
Hernán Cortés se había ausentado de la ciudad para combatir a Pánfilo de Narváez, quien había venido aprehender
al conquistador por orden de Diego Velázquez, gobernador de Cuba. Alvarado “el sol”, como lo llamaban los mexicas ,
alevosamente llevó al cabo la matanza, cuando la fiesta había alcanzado su mayor esplendor. Aquí se ofrecen dos
testimonios, conservados en náhuatl y que pintan con un realismo comparable al de los grandes poemas épicos de la
antigüedad clásica, los más dramáticos detalles de la traición urdida por Alvarado.
1 En Conquista y colonización, lecturas nacionales, Tomo II; Gobierno del Estado de Puebla, págs. 43 a 46. 2 En la visión de los vencidos; U.N.A.M; 1985, Págs. 73 – 86.
Y
Los preparativos de la Fiesta de Toxcatl.- luego pidieron (los mexicas) la fiesta de Huitzilopochtli. Y quiso ver el
español cómo era la fiesta, quiso admirar y ver en qué forma se festejaba.
Luego dio orden Motecuhzoma: uno sentraron a la casa del jefe, fueron a dejarle la petición. Y cuando vino la
licencia a donde estaba Motecuhzoma encerrado, luego ya se ponen a moler la semilla de chicalote (hierba medicinal
comestible), las mujeres que ayunaban durante el año, y eso lo hacen allá en el patio del templo.
Salieron los españoles, mucho se juntaron con sus armas de guerra. Estaban aderezados, estaban armados. Pasan
entre ellos, se ponen junto a ellas, las rodean, las están viendo una por una, les ven la cara a las que están moliendo.
Y después que las vieron, luego se metieron a la Gran Casa Real: como se supo luego que dizque ya tenían en este
tiempo la intención de matar a la gente, si salían por allí los varones.
El principio de la fiesta.- Pues cuando hubo amanecido, ya en su fiesta, muy de mañana, le descubrieron la cara los
que habían hecho voto de hacerlo. Se colocaron en fila delante del dios, lo comenzaron a incensar, y ante él
colocaron todo género de ofrendas: comida de ayuno ( a acaso comida de carne humana) y rodajas de semilla de
bledos apelmazada. Y estando así las cosas, ya no lo subieron, ya no lo subieron a su pirámide.
Y todos los hombres, los guerreros jóvenes, estaban como dispuestos totalmente , con todo su corazón iban a
celebrar su fiesta, para con ella mostrar y hacer ver y admirar a los españoles y ponerle las cosas por delante. Se
emprende la marcha, es la carrera: todos van en dirección del patio del templo para allí bailar el baile del culebreo.
Y cuando todo el mundo estuvo reunido, se dio principio, se comenzó el canto, y la danza del culebreo. Y los que
habían ayunado una veintena y los que habían ayunado un año, andaban delante de la gente: mantenían en fila al
agente con su bastón de pino. Al que quisiera salir lo amenazaban con su bastón de pino. Y si alguno deseaba orinar,
deponía su ropa de la cadera y su penacho de plumas de garza. Pero al que no más se mostraba desobediente, al que
no seguí a la gente en su debido orden, y veía como quiera las cosas, luego por ello le golpeaban en la cadera, lo
golpeaban en la pierna, lo golpeaban en el hombro. Fuera del recinto lo arrojaban, violentamente lo echaban, le daban
tales empellones que caía de bruces, iba a dar con la cara en tierra, le tiraban con fuerza de las orejas: nadie en
mano ajena chistaba palabra.
Eran muy dignos de veneración aquellos que por un año habían ayunado; se les temía; por título propio y exclusivo
tenían el de “hermanos de huitzilopochtli.
Los españoles atacan a los mexicas.- Pues así las cosas mientras se está gozando la fiesta, ya es el baile, ya es el
canto , ya se enlaza un canto con otro, y los cantos son como un estruendo de olas, en ese preciso momento los
españoles toman la determinación de matar a la gente. Luego vienen hacia acá, todos vienen en armas de guerra.
Vienen a cerrar las salidas, los pasos, las entradas: La entrada del águila, en el palacio menor, la de acatl iyacapan
(punta de la caña) la de tezcocoac (serpiente de espejo). Y luego que hubieran cerrado, en todas ellas se apostaron:
ya nadie pudo salir. Dispuesta así las cosas, inmediatamente entran en la patio sagrado para matar a la gente. Van a
pie, llevan sus escudos de madera y algunos lo llevan de metal y sus espadas. Inemdiatamente cercan a los que
bailan, se lanzan al lugar de los atabales : dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo
decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada.
Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les
acometieron por detrás, inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desagarraron la
cabeza: les rebanaron la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza. Pero a otros les dieron tajos en los
hombros: hechos grietas, desgarrados quedaron sus cuerpos. A aquellos hieren en los muslos, a éstos en las
pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra. Y había algunos que aún en
vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos. Anhelosos de ponerse en salvo,
no hallaban donde dirigirse.
Pues algunos intentaban salir: allí en la entrada los herían, los apuñalaban . Otros escalaban los muros ; pero no
pudieron salvarse. Otros se metieron en la casa común: allí sí se pusieron en salvo, otros se entremetieron entre los
muertos, se fingieron muertos para escapar, aparentando ser muertos se salvaron. Pero si entonces alguno se ponía
en pie , lo veían y lo acuchillaban. La sangre de los guerreros cual si fuera agua corría: como agua que se ha
encharcado y el hedor de la sangre se alzaba al aire, y de las entrañas que parecían arrastrase.
Los Últimos días del sitio de Tenochtitlán.3
Todo esto pasó con nosotros. Nosotros lo vimos, nosotros lo admiramos. Con esta lamentosa y triste suerte
nos vimos angustiados.
En los caminos yacen dardos rotos, los cabellos están esparcidos. Destechadas están las casas, enrojecidos tienen
sus muros.
Gusanos pululan por las calles y plazas, y en las paredes están salpicados los sesos. Rojas están las aguas, están
como teñidas, y cuando las bebimos, es como si bebiéramos agua de salitre.
Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe, y era nuestra herencia una red de agujeros. Con los escudos fue su
resguardo, pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad.
Hemos comido palos de colorín, hemos masticado grama salitrosa, piedras de adobe, lagartijas, ratones, tierra en
polvo, gusanos…
Comimos la carne apenas, sobre el juego estaba puesta. Cuando estaba cocida la carne, de allí la arrebatan, en el
fuego mismo, la comían.
Se nos puso precio. Precio del joven, del sacerdote, del niño y de la doncella. Basta: de un pobre era el precio solo
dos puñados de maíz, solo diez tortas de mosco; solo era nuestro precio veinte tortas de grama salitrosa.
Oro, jades, mantas ricas, plumaje de quetzal, todo eso que es precioso, en nada fue estimado.
3 En lecturas de México, Poesía; Gobierno del Estado de Puebla, 1996; pág. 54.
Y