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mve

LA CIUDAD INDIANA

DELla asociacin de las al ideas.

MISMO

AUTOR

- Pequeo curso de Psicologa. de las Ciencias Sociales argentinas.

Introduccin

estudio

EN PREPARACINi a formacin varias del Derecho argentino.

Cosas la

(Coleccin de artculos). Poltica del siglo XVIII.

Economa

KJUAN

13G4SI;GARCIA, HIJOde Derecho

AGUSTN

Catedrtico de la Facultad

LA CIUDAD INDIANA( B U E N O S A I R E S D E S D E 1600 H A S T A M E D I A D O S D E L S I G L O XVIII)

Si conociramos fondo todos os fenmenos de la sociedad colonial, habramos resuelto las tres cuartas partes de los problemas que nos agobian.JOS MANUEL ESTRADA.

BUENOS AIRES N G E L E S T R A D A Y CA. EDITORES460 Calle Bolvar 4(!S

1900

I.'histoirc facile.

n'estpas

une

seente

FSTIL DE C O U L A N G E S ,

Que para conocer un pas sea necesario estudiarlo, le parecer al lector una banalidad. Sin embargo, observando lo que ocurre todos los das debe convenir en que la mayora de sus conciudadanos piensan exactamente lo contrario. Y si se les agrega que es preciso remontarse los orgenes, seguir paso paso la evolucin interna, para opinar de una manera consciente sobre el fenmeno contemporneo, no es imposible que una discreta sonrisa sea la vnica respuesta. Excuso decir al lector que en esto, como en lo dems, el libro de la vida permanece cerrado para el que no se afana en descifrarlo. No obstante este concepto comn, en ninguna parte es tan maravillosa la trabazn de las cosas como en el movimiento sucesivo de las generaciones, que constituye la Historia. Se pueden idear numerosas hiptesis sobre la causa, modo y tendencia de esta continuidad, pero el hecho es innegable: el presente engendra el futuro, lo lleva en

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s, est preado, como deca Leibnitz, y su vez fu producto del pasado. Y cuando se habla del pasado como autor de la Historia, se entiende el conjunto de ideas y aspiraciones, creencias y sensaciones, buenas malas, que formaron la trama de la vida de las generaciones muertas. La creencia y el deseo, dice Tarde , son el alma de las palabras de un idioma, de las plegarias de una religin, de los actos de un Estado, de los artculos de un cdigo, de los deberes de una moral, de los trabajos de una industria, de los procedimientos de un arte.1

El objeto de este libro es la investigacin de esos factores durante los siglos X V I I y X V I I I . Los he buscado en las fuentes originales: documentos pblicos y privados, crnicas coetneas, vnica manera de conseguir la impresin propia que, buena mala, tendr el mrito de la sinceridad. No es que pretenda ser original: fcilmente se notar la influencia de Taine en la filosofa poltica, de Fustel de Goulanges en el mtodo; pero he seguido el consejo de este ltimo: estudiar directa y nicamente los textos en el ms minucioso detalle, no creer sino lo que demuestran, y separar resueltamente de la historia del pasado las ideas modernas que un falso mtodo ha llevado. Creo que tres cuatro sentimientos se destacan con bastante nitidez: la fe en la grandeza futura1

Lois

ce

limitation.

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del pas, el pundonor criollo, el culto nacional del coraje, el desprecio de la ley, que han sido los motivos de la voluntad social en esa poca. El lector los percibir animando todos los fenmenos; imprimiendo sus rasgos peculiares la evolucin de la sociedad y del derecho; incorporados al organismo fsico individual de una manera permanente y definitiva, como los dems sentimientos comunes, la simpata, la familia, el patriotism o . He tratado de marcar la huella del factor econmico que influye de una manera tan activa en todas las manifestaciones de la vida social: en ciertos momentos soporta slo el peso de la Historia. Quiz algunos de los datos que he acumulado con toda paciencia puedan ser tiles al hombre de talento y estilo que resucite ese pasado, lleno de inters y vida para el que sabe observarlo. Por otra parte, era necesario indicar los verdaderos mtodos de estudio la juventud; decirle que hay fenmenos sociales argentinos, tan susceptibles de una interpretacin cientlica como los europeos; que el pas acepta gustoso la moneda fiduciaria, porque siempre ha vivido bajo ese rgimen; que su poder ejecutivo es fuerte y poderoso, porque desde su primer gobernador, fines del siglo X V I , todos tuvieron mano dura; que el desprestigio de los viejos Cabildos coloniales ha influido en el papel poltico de los congresos: mostrarle los antecedentes polticos y econmicos que han forma-

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do nuestras instituciones criollas, pesar de sus rtulos yanquis; pesar de que se crea pie firme que existe una ciencia constitucional, independiente de una sociologa argentina, cuyas fuentes se encuentran en los legistas norteamericanos. En cuanto describir la idea que anima los hechos de nuestra Historia, con su alma intensa que va envuelta en ellos, con su deseo vigoroso de realizarse en la vida nacional, es tarea superior mis fuerzas, que requiere un vasto trabajo de investigacin previa. Por ahora, me parece primera vista exacto que se concluir por descubrir que en el mundo sucede lo que en los dramas de G o zzi; los mismos personajes aparecen siempre con las mismas pasiones y la misma suerte; los motivos y los acontecimientos difieren, es verdad, en las distintas piezas, pero el espritu de los sucesos es el mismo; los personajes de cada pieza nada saben de lo sucedido en las anteriores, en las que, sin embargo, tenan ya un papel: he ah por qu, no obstante toda la experiencia que debieron adquirir en las piezas precedentes, Pantaln no es ms hbil ni ms generoso, Tarlaia no tiene mejor conciencia, ni Briguela ms coraje, ni Colombina ms moralidad'. Si el mundo fuera un fenmeno cerebral, como lo ensean Kant y su discpulo Schopenhauer, la obra histrica sera la simple visin de su autor;1

S c i i o p E M i A U E i i , Le Monde

comme

volont.

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los fenmenos no se reflejaran en su exacta realidad, sino deformados por nuestra inteligencia, con los defectos y peculiaridades de cada cmara mental. Por eso, alcanzar la verdad histrica es un feliz accidente.

Agosto de 1900.

CAPTULO I

4S

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S U M A I U O : I . Motivos de la fundacin de Buenos A i r e s . S e n t i m i e n t o de su grandeza f u t u r a . S u utilidad i m p o r t a n c i a en los primeros a o s . Mvil que diriga los conquistadores: deseo de e n r i q u e c e r s e . S u s c a racteres peculiares.Su ideal de v i d a . - Preocupacin contra la a g r i cultura.-Preferencia por la g a n a d e r a . S u vida en las e s t a n c i a s . c a r a c t e r e s . Diferencias con Origen del culto nacional del c o r a j e . S u s

el honor medioeval.Interrupcin del desarrollo m o r a l . I n f l u e n c i a de ese sentimiento en nuestra h i s t o r i a . I I . Zona de tierra poblada. La propiedad territorial.Su i m p o r t a n c i a . C r i t i c a de la distribucin de la tierra.Conveniencia en entregarla al c u l t i v a d o r . R e s t r i c c i o n e s en su reparto.Propsitos de las leyes de Indias.Obstculos (pie i m p e dan los pobres hacerse propietarios.(asios.Critica de los c o n t e m porneos.Causas del valor de la t i e r r a . S u ley.Comprobacin de la teora de Carlos M a r x . I I I . Explotacin de las e s t a n c i a s . M a t a n z a s de la riqueza. de a n i m a l e s . L o s perros cimarrones.Disminucin nacionales: imprevisin y ligereza.

Inlluencia desmoralizadora de la forma de trabajar.I.os dos deferios

I Las carabelas de los conquistadores pasaran de largo por estas mrgenes del Plata. El desierto, la verde llanura sin oro y minerales preciosos, indios bravos, decididos morir en la demanda

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antes que someterse, no eran elementos de riqueza fcil, de vida cmoda. En 1536 desembarc la expedicin Mendoza y fund Buenos Aires. La misera aldea tuvo una existencia efmera y trgica. En 1541 fu definitivamente abandonada por sus pobladores. Dejaban los grmenes de su fortuna: unos pocos caballos y vacas. Durante m e dio siglo no ofrecera mayores alicientes s ios colonos. Las carabelas seguan hacia el Norte, donde estaba la tierra prometida, el Paraguay, de clima voluptuoso, con sus grandes selvas, sus guaranes de carcter dcil, mujeres bellas y suaves. Razas predestinadas la esclavitud, que se dejaban regimentar en reducciones y encomiendas, aptas para todo gnero de servicios. Y el trabajo humano, explotado gratuitamente, es tan productivo como las minas, una fuente principal de riqueza.1

Cuarenta aos despus, en 1580, la Pampa estaba llena de animales: una prodigiosa riqueza, de fcil explotacin y con poco trabajo, de resultado seguro. Garay fund nuestra Seora de Buenos Aires. Esta vez la ciudad vivir costa de cualquier sacrificio; tena sus tesoros, tan ricos como los del Per y Mjico. Las dilatadas llanuras, ricas y pobladas, que recorren vacadas de treinta y cuarenta mil cabezas, y el infeliz pasajero quien acaece dar en medio de ellas, se detiene veces muchos das para poder desembarazarse de esta innumerable muche1

O en 1535, segn algunos historiadores.

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dumbre que llena la superficie de la tierra ; la vida fcil, una alimentacin abundante y nutritiva, los horizontes amplios, les sugieren la idea de la grandeza futura de ese pas. fuerza de repetirse en sus cerebros, de confirmarse con las lucrativas expediciones de cueros, se transformar poco poco en un sentimiento de orgullo colectivo, director de todo el juego mental. Y por un proceso muy bien estudiado en la Psicologa, se incorporar al organismo, convirtindose en un mvil subconsciente de la voluntad, constituyndoles ese fondo de esperanza y optimismo, indispensable para soportar con serenidad las agitaciones de esos primeros aos, tonificar su sistema nervioso, cobrar fuerzas para seguir adelante, con fe, la ruda tarea, convencidos de que Buenos Aires es la llave de estas provincias del ro de la Plata. El mvil subyacente que diriga tocia la trama de sus acciones, como esas profundas corrientes marinas que impulsan al buque sin que se aperciba el piloto, era el deseo de enriquecerse; pero no el ordinario y comn, que ms menos se observa en todas partes, inherente la naturaleza humana; era una ambicin de riquezas con caracteres peculiares, exclusiva, que no dejaba entrada otros motivos nobles y civilizadores que actan armnicamente en los pueblos bien constituidos. Sobre lodo, quieren vivir como grandes seores, mandar los indios, negros y criollos. En el Norte1

RUEHTSON, Historia

de

Amrica.

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de la Amrica fueron mineros, aplicaron el trabajo de sus esclavos indios la extraccin de los metales preciosos: tarea noble en su concepto, de direccin, con su muchedumbre sierva que halagaba su vanidad, mantenindose intacta su fidalgua. En Buenos Aires prefieren el pastoreo; un modo de trabajar fcil y entretenido, de acuerdo con sus preocupaciones tradicionales y aristocrticas. En 1744 de los diez mil habitantes, slo treinta y tres eran agricultores. La agricultura es oficio bajo. En la madre patria arar la tierra es tarea de villanos y siervos; en Amrica, de tontos. Los pastores, dice Azara, consideran mentecatos los agricultores, pues si se hicieran pastores viviran sin trabajar y sin necesidad de comer pasto, como los caballos, porque as llaman las ensaladas, legumbres y hortalizas. En cambio, la lucha con el animal semisalvaje, la carrera al aire libre, mandando la maniobra del rodeo, con sus negros, indios y peones, le recuerda las escenas de la vida feudal, familiares sus antepasados. La impresin pintoresca es anloga: el ejercicio noble y viril requiere valor y serenidad; porque cada paso arriesga la vida, proporciona intensas satisfacciones de amor propio. Su trabajo no es el esfuerzo metdico, el modesto cumplimiento de la ley bblica; es un sport lleno de azares, emocionante. Vivan aislados en sus dominios, como seores de raza privilegiada, incomparables con las turbas

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desarrapadas y serviles que los rodean. Slo se reunan de cuando en cuando, para asistir fiestas religiosas, oir misa, convocados por los a l caldes para prevenir alguna probable invasin de indios. Una vida rodeada de peligros, porque la autoridad pblica no puede ampararlos. Deben defender sus personas y bienes contra los indios y gauchos alzados, negros y mestizos, que merodean en la vecindad. Los comprobantes abundan en la documentacin contempornea. En 1072 se convoc un Cabildo abierto para acordar el castigo de los indios serranos. El corregidor Juan Arias de Saavedra dijo: que en consideracin de las causas manifiestas y otras que le consta y son notorias de que muchos vecinos han dado quexas y dexado de pedir los robos y hurtos que les han hecho dichos indios de ocho aos esta parte, su parecer y sentir es que se coxan las armas y se salga contra estos indios serranos y los dems que con ellos avilan para el castigo y sujecin suia, por la continua osada con que proceden en hacer semejantes r o bos y muertes perturbando la comn quietud y sosiego de los vecinos y menoscabndoles sus caudales maiormente los ganados y caballada, siendo esta el principal medio de que se valen para sus faenas y tratos para sustentarse de lo qual assi mismo resulta dexar dichos vecinos desiertas sus estancias por el rezelo de pasar maior dao. En carta al Rey, hace presente el Cabildo su necesidad de dinero para contener los infieles ene-

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migos que de seis aos esla parte invaden y hostilizan la frontera de esta ciudad con muertes, robos y cautiverio de los pobres vecinos estancieros campestres. Adems la aventura es frecuente, porque si no es atacado es agresor. El inagotable botn de indios tienta su codicia y su lujuria. Desde la poca de las invasiones germnicas no se haba presentado ocasin tan propicia para la satisfaccin de la brutalidad humana. La conquista y servidumbre de indios era un medio de lucro y placer, fcil y cmodo. Lozano califica de accin grandiosa una renuncia de encomiendas de Hernandarias: slo quien sabe lo que ac se apetece el servicio de estas gentes, podr hacer concepto de lo grandioso de estas acciones. En este medio nace un sentimiento de capital importancia en la futura evolucin argentina, el culto nacional del coraje, el pundonor criollo que se funda especialmente en el valor personal, la cualidad predominante, que se impone la estimacin, porque es indispensable para prosperar; el desprecio teatral y heroico de la vida, la exageracin enfermiza de la susceptibilidad. Anlogo al honor medioeval, con el que tiene sus puntos de contacto, le falla lo que constituye su esencia y le ha prestado su tradicional y potico prestigio, la fe en Dios y en el amor. El admirable desarrollo de la conciencia cristiana sufri una interrupcin en el medio americano. La sociedad colonial careca de ideales. Sus dioses y sus san-

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tos se diferenciaban de los que fueron el consuelo del pasado, como las esculturas jesuticas de las obras de arfe de los primitivos. En medio de toda su rudeza la Edad Media fu desinteresada, noble y fecunda. Puso ios dos fundamentos de la sociedad moderna: el honor, que nos hace rechazar las acciones bajas y villanas, que extrema con el auxilio de la vanidad y del orgullo el prestigio y la eficacia prctica de las reglas de la moral; y la justicia absoluta, concebida en un instante de claridad casi divina, en la meditacin ansiosa sobre los destinos del alma y los rigores de la eternidad . Los propietarios coloniales no tuvieron otro propsito que la explotacin de tierras, indios y negros. La naturaleza moral del hombre baj algunos puntos del nivel alcanzado. El culto del coraje dominar y presidir la evolucin poltica, acentuando su influencia, con ligeras variantes en los siglos X V I I y X V I I I , para llegar su apogeo, absorbiendo todas las fuerzas activas del pas, en la primera mitad del siglo X I X . Despus del heroico esfuerzo de la Independencia fueron necesarias las luchas de la poca anrquica, toda esa historia llena de sangre, tiranuelos y barbarie, para conseguir el equilibrio moral, que el nivel volviera elevarse, y nos iniciramos en la civilizacin basada en la justicia, en el honor, en la cultura armnica del espritu.1

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T A I N E , L'Ancien

Rgime La

Rvolution.

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Todas sus estancias estaban comprendidas en una zona de diez y nueve leguas de Sud Norte, por sesenta setenta de Este Oeste. El resto de la Pampa, con las quinientas mil cabezas de ganado alzado, era de los indios. La tierra tuvo un papel preponderante en la evolucin y jerarquas de la sociedad colonial. Era la nica fuente de riqueza y de prestigio en un pueblo sin carreras liberales, en que el comercio era despreciado y rozaba cada paso las fronteras de la ley penal; que por sugestin hereditaria y viejas tradiciones caballerescas, dejaba los oficios industriales, ocupaciones villanas de moros y judos, ios negros, indios, mulatos y mestizos, prohibindoles otras profesiones, por no ser decente que se ladeen con los que venden y trafican gneros. Tambin en Roma se haba tenido este desprecio. La industria era reputada servil, an ejercida por manos libres; el suelo era la fuente principal, sobre todo, la medida nica de la riqueza'. Adems de ser el nico medio de sustento digno independiente, la propiedadFUSTEL DE COULANGES, l/lnvasion Germanique.

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era requisito indispensable para el ejercicio de los pocos derechos polticos coloniales, y una garanta relativa de que seran respetados los derechos privados. El vnculo de unin era ms estrecho, ms tendido y vibrante entre los propietarios; el peligro continuo reforzaba la solidaridad social; cada vecino era un soldado que deba tener armas y caballo de combate y dejar reemplazante en caso de ausencia. La tierra fu especialmente cuidada por el soberano. Garay hizo el primero y nico reparto, dejando la ciudad rodeada de graneles propietarios, que todava impiden el mejor desarrollo de la riqueza. Que el propietario (deca el coronel Garca) venda las tierras que no pueda cultivar por s. Si el propietario no pudiese labrar las tierras por s, de modo que sus escaseces indolencia atrasen la agricultura, y alguno de sus arrendatarios otro labrador tuviese proporciones de comprarlas en parte todas, justa tasacin, debera obligrsele ello por el aumento que recibe la agricultura y el anhelo con que el labrador cultiva su propiedad, diferencia ele cuando es colono; en este caso, trabaja sin atreverse hacer especulaciones y se contrae slo lo que probablemente le producir para el pago del arriendo anual, y en aqul, libre de estos cuidados, hace mil experimentos de sus tierras un mismo tiempo para probar cul le rinde mejor cuenta, y sus desvelos los contrae mejorarlo. Las n u m e -

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rosas mercedes de gobernadores y cabildos se reeren terrenos abandonados por sus primitivos dueos. Posteriormente se quit esta facultad las autoridades locales, se volvi poner esta distribucin en la real mano, mandando que cuando se hubiesen de dar y repartir algunas tierras estancias para labores ganados, se vendiesen beneficiasen por los oficiales reales en pblica almoneda, y revocando estrechando los virreyes la facultad que antes se les haba dado . Las leyes queran que las reparticiones resultaran productivas; que el propietario fuera un trabajador de su tierra, n el ocioso que espera tranquilo el aumento de valor: porque nuestros vasallos se alienten al descubrimiento de las indias, y puedan vivir con la comodidad y conveniencia que deseamos, es nuestra voluntad que se puedan repartir y repartan casas, solares, tierras, caballeras y peonas lodos los que fueren poblar tierras nuevas los pueblos y lugares que por el gobernador de la nueva poblacin les fueren sealados, haciendo distincin entre escuderos y peones, y los que fueren de menos grado y merecimiento, y los aumenten y mejoren atenta la calidad de sus servicios para que cuiden la labranza y crianza; y habiendo hecho en ellas su morada y labor y servido en aquellos pueblos cuatro aos, les concedemos facultad para que de all adelante los pue1

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SOI.HZAN'0, Politica

Indiana.

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dan vender y hacer de ellos su voluntad libremente como cosa suya propia . Al mismo tiempo, las demoras y entorpecimientos de la tramitacin administrativa, el elevado impuesto que se pagaba como suplemento de precio, hicieron casi imposible su adquisicin, por lo menos para el pequeo capital, aprovechando los especuladores ricos que, en el siglo pasado, compraban grandes extensiones de tierras para revenderlas en lotes. La propiedad era un lujo tan slo permitido los capitalistas. Los pobres ms audaces y emprendedores corran la aventura de establecerse en las fronleras, en medio de los indios. Desgraciadamente no eran los salvajes sus nicos enemigos; estaban merced de los hbiles y poderosos, que se apoderaban de esas tierras, denuncindolas como realengas. Para obtener el titulo olicial que daba la posesin tranquila, era necesario cumplir numerosas formalidades fiscales, pagar honorarios de relatores, abogados, procuradores, pregoneros, impuestos. El siguiente cuadro lo demuestra :1 2

PliSOS

IIKAI.KS

Por la presentacin de la denuncia, vista fiscal, despacho de la comisin para la informacin, mensura, tasacin y pregonero, con el papel sellado Por cuatro vistas fiscales para el remate y despacho de la propiedad1

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Hecop.

ind.Ub. de

iv,

ut.

X H , ley i.

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Semanario

Agricultura.

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Por tres relaciones del relator 29 Por el trabajo del abogado 65 Por derechos de procurador 15 Por el pregonero 1 Por derechos del escribano, incluso el despacho 236 Para el canciller 7 Por la media anata, servicio pecuniario, y conduccin Espaa 10

5 5

Si la tierra estaba situada en otra provincia, haba que agregar las siguientes partidas:PESOS REALES

A l agrimensor, razn de cuatro pesos por cada cinco leguas de ida y vuelta y ocho das empleados en el trabajo, segn arancel 112 Al juez 112 Por alimentos al juez y agrimensor 80 Por diez peones para la mensura y cuidado de la caballada, diez pesos por un mes 100 Por alquiler de treinta caballos 75 Por alimentos de esta gente 25 A los tasadores 12 Por treinta pregones 15 Y estos derechos impuestos, que impiden la entrada de grandes valores en la economa de la ciudad, no aumentaban la riqueza fiscal. La venta de tierras, se dice en el Semanario, rinde al Estado una miserable utilidad, y pone en posesin al poderoso de una tan crecida porcin de ellas, que se hace imposible el que jams la puedan cul-

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tivar con regular provecho. El repartirlas de balde en regulares porciones, suficientes poblar unas medianas estancias, con expresa condicin de ser pobladas en determinado tiempo, pasado el cual deberan pasar otro dominio, las pondra todas florecientes por la constante aplicacin de los brazos que les dirigiran sus propietarios. Segn el censo de 1744, de los 6083 habitantes de la c a m paa, 186 eran propietarios, y 141 de los 10.223 habitantes de la ciudad, lo que suma un total de 327 propietarios en 16.306 habitantes. Indudablemente estos datos no son del todo exactos, provienen de estadsticas defectuosas, sospechosamente aproximadas; el total que arroja el censo est equivocado en relacin sus mismas partidas de detalle. En muchos pueblos el oficial ha omitido consignar los propietarios. Pero la impresin g e neral que dan esas cifras es justa. Todos los h o m bres inteligentes de la poca se quejan de ese acaparamiento de la tierra por el Estado y sus favorecidos, a El suelo de Nueva Espaa, deca Humboldt, lo mismo que el de la antigua, se encuentra en gran parte en las manos de algunas familias pudientes. Y esta impresin se confirma cuando se estudia la legislacin de Indias. Por ms que alguna ley ordene que los repartimientos de tierras, as en nuevas poblaciones como en lugares y trminos que ya estuvieren poblados, se hagan con toda justificacin, sin admitir singularidad, excepcin de personas, ni agravio de

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indios, la regla seguida en la prctica es la de la ley X , tt. 15,. lib. IV: reprtanse las tierras sin exceso entre descubridores y pobladores antiguos, y,sus descendientes que hayan de permanecer en la tierra, y sean preferidos los ms calificados, y no las puedan vender iglesia ni monasterio, ni otra persona eclesistica, pena de que las hayan perdido y pierdan, y puedan repartirse otro. Entre los numerosos ttulos de mercedes publicados por Trelles, slo dos tres se refieren gente humilde; los dems son otorgados conquistadores, parientes de las categoras coloniales, los militares y dems privilegiados, gente toda que enumera en su solicitud los servicios prestados al rey en la pacificacin de Amrica. Persuadmonos, dice un escritor colonial, de que para poblar las campaas hemos de contar con los pobres. La necesidad nos obliga tomar este partido; nuestra poltica se ha de dirigir fomentar esta idea, pintando las ventajas que resultarn de establecerse en tierras propias; que el Cabildo represente al Rey, que dndolas de balde ganar el Estado m u cho ms que si las vendiera .1

Si lodos estos hechos se agrega, que el rea de tierra disponible estaba limitada por la zona peligrosa, establecida por los indios pocas l e guas de Buenos Aires, no se extraar que desde los primeros aos, cuando ni siquiera podan i m a 1

Semanario

cit.

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ginar la fantstica cantidad de leguas frtiles que la naturaleza les haba dado, la tierra tuviera un precio. Nada ms curioso que estos orgenes del valor, que se ve nacer en una sociedad nueva. Es una experiencia econmica de primer orden. En las propiedades rurales, la fuerza creadora es el trabajo incorporado la tierra, el esfuerzo directo de su dueo para mejorarla, sin que influya la situacin, el aumento de habitantes, el progreso social que en pocas posteriores coopera en proporcin extraordinaria en la valorizacin de la tierra. Los campos desiertos incultos tienen precios muy bajos, fijos, que casi no varan durante todo el siglo X V I I entre ciertos lmites relativamente aproximados:Ao de IOIO

LujanLa legua Un trajo Ejidoha legua 200 pesos plata Las ConchasTrescientas varas, por una legua 40, G0 y 69, id. Montes Grandes Cuatrocientas varas por una legua 60, 100 id. 11 iacliuelo Media legua, por una 100 id.Aos de 1610 1650

LujanMedia legua, por una y media.. MaydalenaVwd legua y media Las ConcitasUna legua y media MatanzaUna legua y 100 varas Arecohna l e g u a . , ArrecifesId. idSaladoId. id '. Saladlo-ld. id...

100 pesos plata 100 100 150 80, 100 id. id. 50, 100 id. id. 50 pesos plata 80

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Aos

de

1650

1700

250 pesos plata LujanUna legua y media Montes GrandesUna legua, por una le250 gua y media MagdalenaVna legua, por una legua y media 180

Siempre se observan algunos precios muy altos, que por la falta de detalles y concisin de los ttulos son inexplicables; el escribano moderno es mucho ms prolijo. As, una legua en el Ejido fu vendida en tres mil pesos; otra en Las Conchas en mil, al mismo tiempo que las linderas valen cien pesos. Si los campos desiertos incultos tienen precios tan bajos, en cambio los sembrados y poblados quintuplican su valor. As en 1610, en Matanza, una chacra con via y sementera se venda por novecientos pesos plata; de 1610 1700, una chacra en Las Conchas, sembrada, vale quinientos pesos. De 1650 1700, una estancia poblada, en la Magdalena, y una chacra en Matanza, se venden por dos mil quinientos y setecienlos pesos plata, respectivamente. La modesta aldea sudamericana comprueba la relativa verdad de la teora econmica de Carlos Marx. En esa agrupacin sin capitales y comercio, que ignora la mercadera, no hay ms valores que los creados por el trabajo productor. La tierra es un don casi gratuito, como el aire, el agua, el calor, las fecundas fuerzas naturales. Por s sola no

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tiene valor en cambio; es necesario que la violente el esfuerzo humano para que se transforme en riqueza.

III

Entre otras razones prefirieron la industria del pastoreo porque era la ms cmoda y fcil, la que menos brazos y vigilancia exiga. Se concretaban matar sus animales, los de la comunidad, llamados de accionaros, previa licencia del Cabildo, para cargar con cueros los navios de permisin; jams se vio industria de aspectos tan siniestros y feroces. El sistema de que se valen, dice el P. Catlaneo, para hacer en brevsimo tiempo tantos estragos, es el siguienle: se dirigen en una tropa caballo hacia los lugares en que saben se encuentran muchas bestias, y llegados la campaa completamente cubierta, se dividen y empiezan correr en medio de ellas, armados de un instrumento, que consiste en un fierro cortante de forma de media luna, puesto la punta de una asta, con el cual dan al toro un golpe en una pierna de atrs, con tal destreza que le cortan el nervio sobre la juntura; la pierna se encoge al

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instante, hasta que despus de haber cojeado a l gunos pasos, cae la bestia sin poder enderezarse ms; entonces siguen toda la carrera del caballo hiriendo otro loro vaca, que, apenas reciben el golpe, se imposibilitan para huir. De este modo, diez y ocho veinte hombres solos postran en una hora siete ochocientos. Imaginaos qu destrozo harn prosiguiendo esta operacin un mes entero, y veces ms. Cuando estn saciados, se desmontan del caballo, reposan y se restauran un poco. Entretanto, se ponen la obra los que han estado descansando, y enderezando los animales derribados se arrojan sobre ellos mansalva, degollndolos, sacan la piel y el sebo, la lengua, abandonando el resto para servir de presa los cuervos. Los perros cimarrones diezmaban las haciendas. Se multiplicaron prodigiosamente por la incuria y egosmo de los estancieros. Era un caso interesante de regresin. El perro tambin segua al hombre en el camino de la barbarie. El compaero fiel y noble, cooperador en lodos los trabajos de campo, viva en cuevas subterrneas; feroz y cruel, como los lobos y las hienas, lleg hacerse tan temible que se organizaron expediciones militares para exterminarlo. Cubren todas las campaas circunvecinas, dice el P. Cattaneo, y viven en cuevas que trabajan ellos mismos, y cuya embocadura parece un cementerio por la cantidad de huesos que la rodean. Y quiera el Cielo que, faltando la cantidad de carne que ahora

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encuentran en los campos, irritados por el h a m bre, no acaben por asaltar los hombres. Era la explotacin brutal de las riquezas naturales. Se conducan con infantil criterio, sin recelar un instante el posible agotamiento de la mina, que requera ciertos cuidados no muy difciles. Los rodeos, por ejemplo, moran envenenados por las aguas cenagosas y corrompidas. Esto es una indiscrecin, dice el P. Callaneo, por la cual empiezan experimentar el castigo de Dios, pues estos animales se han disminuido notablemente ya; de manera que por un buey una vaca se paga en Buenos Aires diez once paoli, cuando antes apenas se pagaban tres cuatro. De los animales se aprovechaba el sebo, cuero y algunas astas, y los pocos vellones de lana que la casualidad libraba de los abrojos. Todo el movimiento de las estancias, el transporte de frutos, se haca en carretas, y como cada una cuesta sesenta pesos cuando menos, son innumerables los que, por no tener esta cantidad, carecen del nico instrumento exportador de sus cosechas. Como lo habr .observado el lector, no poda ser ms primitivo el rgimen de esa industria pastoril. Se ignoraba el cuidado y mejoramiento de las razas, que ya se practicaba en Espaa Inglaterra, las industrias anexas y auxiliares, fabricacin de quesos, manteca, leche. Explotaron lo ms mano, lo que apenas requera pequeos esfuerzos, alternados con prolongados descansos, consi-

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derado ms bien como un juego, lleno de emociones seductoras para esos caracteres fuertes y casi brbaros; un simulacro en grande escala de las peripecias sangrientas de una batalla. Al habituarlos al despilfarro y el desorden ese trabajo desmoralizaba, perturbando la norma tradicional, mostrndoles la riqueza como un resultado del feliz azar de una buena maloca corambre, contrabandearse con la complicidad del empleado pblico; y n como la consecuencia del esfuerzo lento y pertinaz de la virtud y de la modestia, del ahorro que sujeta las pasiones: la justa recompensa de la dignidad de la vida. As, desde los orgenes de la sociedad se disean con todo relieve los dos defectos principales del carcter nacional: ligereza imprevisin.

CAPTULO II

Iy AS

CAMPAAS(CONTINUACIN)

Su.MAitio: I. Situacin de los indios.Teoria do los c o n q u i s t a d o r e s . C o n tradicciones entre la prctica y la legislacin.II. L a s reducciones. S u s caracteres l e g a l e s . A d m i n i s t r a c i n . Conflictos y a n t a g o n i s m o s e n tre las autoridades.Abusos y c o r r u p c i n . l u i n a de las reducciones de Buenos Aires.III. Las e n c o m i e n d a s . O r g e n e s . S u aplicacin en A m r i c a . Definicin y caracteres de la encomienda a m e r i c a n a . Diferencia con las e u r o p e a s . E n c o m i e n d a s de m i t a y o s . R e g l a m e n t a c i n de A l a r o . A b u s o s de los encomenderos. Tendencia feudal de las e n c o m i e n d a s . S i s t e m a hereditario.Precauciones legales y restriccin de las facultades de los encomenderos.

I Los indios contribuan mantener esta situacin social, con su trabajo y su paciencia para sobrellevar resignados una vida miserable. Junto con los negros esclavos desalojaban al proletario de los olidos agrcolas industriales, obligndolo vivir de la caridad el delito, si no se arriesgaba salir las fronteras en busca de terrenos desocupados. Mitayos yanaconas, encomendados reducidos

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bajo la dura mano del corregidor, su lote fu siempre el mismo, de opresin y martirio. La crnica es abundante y dramtica: veces parece que la escena se desarrollara en las siniestras selvas africanas, con sus tribus que guerrean para h a cerse de esclavos. Por cuanto los indios guaycurs, dice Alfaro en sus Ordenanzas, han acostumbrado vender algunos indios, y con la codicia de lo que les dan, han ido hacer guerras, y muerto mucha gente, y lo mismo han hecho y podran hacer otras naciones, y aun espaoles acostumbran sacar y hurtar indios y traellos de unas partes otras y vendellos con la misma c o lor, con lo cual, dems de la gravedad del delito que hacen, destruyen la tierra. Les tomaron sus mujeres de concubinas, despus los exterminaron por la esclavitud la guerra. Entre otras medidas que revelan el olvido de la caridad y moral ms elementales, puede citarse aquel voto del Cabildo, pidiendo la prohibicin del casamiento con indios extraos, por la dificultad que se ofrece de que muchos indios de otras provincias vienen esta ciudad y se casan en ella con indias de vecinos encomenderos y se las llevan. Explotados para satisfacer la avaricia de sus dueos, satisfacer sus bajas pasiones, su lujuria y su crueldad, las tribus que no se rebelaron y huyeron los valles de la Cordillera, desaparecieron en pocos aos. La teora y la prctica de los conquistadores armonizaban admirablemente. Argumentos teo-

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lgicos y filosficos de la ms pura escolstica, disiparon los restos de escrpulos que podan molestar aquellas conciencias, confirmndolas en la bondad de una conducta que tan bien concertaba sus intereses materiales, el desahogo de sus pasiones, la comodidad de la vida y sus principios morales. Fray Toms Orliz, citado por Solrzano, coloca los indios en la categora de bestias, leos y piedras, y as, segn la opinin de Aristteles, recibida por muchos, son siervos y esclavos por naturaleza y pueden ser forzados obedecer los ms prudentes, y aun Celio Calcagnino, comentando al mismo Aristteles, aade que se pueden cazar como fieras, si los que nacieron para obedecer lo rehusan.)) En derecho, se les califica de personas miserables. Fray Gregorio Garca, dominico, dice que son de ms baja despreciada condicin que los negros y todas las dems naciones del mundo. Fray Juan de Zapata, tambin citado por Solrzano, dice: que en ellos se verifican y cumplen la letra todos aquellos eptetos de miserias y desventuras que el evanglico profeta Isaas da aquella gente que dice habita ms all de los ros de Etiopa. Fray Agustn de vila Padilla, arzobispo de Santo Domingo, observaba que cuanto se provee y ordena para su favor y provecho, parece que se trueca y convierte en su mayor dao y perjuicio. Procedieron en todo de acuerdo con estas ideas. No slo complacan sus instintos y tendencias, si-

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no que formaban parle de la atmsfera moral dominante: el conjunto de las fuerzas sociales actuaba en la nueva agrupacin, empujndola de una manera irresistible en ese sentido. Su propsito nico era adquirir fortuna, la legendaria de millones, un sueo de nabab que vigorizaba sus espritus y templaba sus caracteres. Con su solo esfuerzo, tratando honestamente los indios, apenas habran ganado el modesto sustento, ms menos la misma vieja miseria de que venan huyendo, sin la ventaja de la vecindad de los centros ricos y poblados de la madre patria, de vivir entre las afecciones en que haban crecido. No traan esos ideales puros y elevados que mantienen el equilibrio moral y la serenidad de alma, sealando nobles rumbos la jornada. Su concepto de la vida era exclusivamente sensualista, en el sentido ms vulgar de la palabra, como contina siendo al presente. As se explica que se precipitaran sobre los indios para usufructuar su trabajo y poder vivir tranquilamente, con ms menos holganza, seores de esclavos en el rincn de Amrica que haba defraudado sus esperanzas de tesoros, minas, fantsticos Eldorados. Tendidas las fuerzas sociales en esa direccin, sin los contrapesos del arle, la religin y la ciencia, que en los pases civilizados equilibran y moderan las pasiones, ofreciendo otros fines la actividad, era natural y lgico que se abusara. Es justo reconocerlo: la ley terica era admirable por

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su bondad caritativa; las cdulas reales recomiendan el buen trato, la educacin y conversin de los indios. Pero desgraciadamente, en todo lo que se reliere la Amrica espaola el estudio de la ley escrita es el menos importante ilustrativo: el derecho, bueno malo, crece y se desarrolla raz del suelo, en el conflicto de pasiones intereses, amparando los ms hbiles y tuertes; generalmente rastrero, estrecho y cruel, animado por sentimientos bajos y egosmos feroces. Por encima est la ley, una cosa puramente decorativa de la armazn social, fuera del radio de i n fluencia de las aspiraciones pblicas, de las necesidades del grupo, elemento perfectamente extrao, preparado en el Consejo de Indias, uniforme para todo un continente en el que no hay dos provincias anlogas. Las cdulas se repiten sin que se calme un dolor repare una injusticia. El derecho vigente es el primitivo de la conquista, por el que las personas y bienes de los vencidos quedan merced de los vencedores.

II

Para organizar metdica y econmicamente esta explotacin, se estableci el sistema de las encomiendas y reducciones. La segunda es la forma

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ideada para traer los pueblos errantes la vida sedentaria, agrupndolos por tribus, para defenderlos contra la voraz poblacin europea, que, como aves de rapia, merodean al rededor del salvaje. Las leyes de Indias, adoptando las reglas establecidas por los jesutas en sus misiones, disponan: 1. Que se nombrasen alcaldes y regidores indios, cuya jurisdiccin alcanzara solamente para inquirir, aprehender y traer los delincuentes la crcel del pueblo de espaoles de aquel distrito; pero que se les cometa castigar con un da de prisin seis ocho azotes al indio que faltase la misa en da de fiesta, se embriagase, hiciese otra falta semejante, y si fuera embriaguez de muchos pudiera castigarse con ms rigor. 2. El gobierno de los pueblos reducidos se dejaba cargo de los dichos alcaldes y regidores indios, quienes podan tambin prender negros y mestizos en ausencia de la justicia. 3." Que no se pusiese en las reducciones mayordomos sin aprobacin del gobernador audiencia del distrito y fianzas, y que no llevasen la vara de la justicia. 4. Que en los pueblos de indios no se vendieran los oficios ni los hubiera propietarios. 5. Que los sitios destinados para constituir pueblos y reducciones haban de tener comodidad de aguas, tierras y montes, entradas y salidas, y un ejido de una legua de largo, donde los indios tuvieran sus ganados, sin mezclarlos con otros de espaoles. 6. Que no pudieran quitarse los indios reduci-

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dos las tierras y granjerias que anteriormente hubieran posedo. 7. Que se procurara fundar pueblos de indios cerca de donde hubiese minas. 8. Que las reducciones se hicieran costa de los tributos que los indios dejaran de pagar por ttulo de recin poblados. 9. Que si los indios deseasen permanecer en las chacras y estancias donde residan al tiempo de reducirles, pudieran elegir entre lo primero marcharse al sitio donde ubicase la primer reduccin pueblo; pero si en el trmino de dos aos no hicieren lo segundo, haba de asignrseles por reduccin la hacienda donde hubieran asistido, sin que por esto se entendiera dejarles en condicin de yanaconas criados de los chacareros estancieros. 10. Que las reducciones no pudieran mudarse de un sitio otro, sin orden del virrey audiencia. 11. Que las querellas suscitadas con motivo de la ejecucin de reducciones, tendran apelacin nicamente ante el Consejo de Indias, compensndose los espaoles las tierras que se les quitaran para repartirlas entre los indios reducidos. 12. Que ningn indio de un pueblo se trasladara otro; que no se diera licencia los indios para vivir fuera de sus reducciones. 13. Que cerca de las reducciones no hubiera estancias de ganados y se prohibiera los espaoles, y los negros mestizos y mulatos, v i vir en las reducciones, aun cuando poseyeran tierras de su propiedad en ellas. 14. Que ningn espaol transente estuviera ms de dos das en

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GIUDA 1 INDIANA 1

una reduccin, y que los mercaderes no estuvieran ms de tres. 15. Que donde hubiese mesn venta, nadie parase en casa de indio, y que los caminantes no tomasen los indios ninguna cosa por fuerza .1

As aislados, bajo la triple autoridad de sus caciques, alcaldes indios, del cura y funcionario real, en Ja categora de vasallos libres, sin otra obligacin que la de pagar tributo al rey, podan considerarse felices. En la prctica el rgimen result desastroso. En primer lugar, esas diversas autoridades se resuman en un cura y un corregidor en perpetua discordia, manifestndose el antagonismo de los dos poderes, civil y religioso, como una ley social que se siente en las ms miserables aldeas. El P. Lozano habla a de las disensiones que se vean de continuo entre cura, corregidor y a l calde, siendo un tropel de discordias las que se fraguan en competencia de unos con otros, con detrimento de los mismos pueblos. Doblas dice en su interesante memoria sobre Misiones: Consiguise, al fin, hacer conocer los indios que slo en las cosas concernientes su salvacin, deban prestar atentos odos sus curas, y en lo dems, sus administradores; pero no por esto cesaron las discordias entre administradores y curas; porque como unos y otros viven en una misma casa

1

B A U Z A , Historia

de la dominacin Politica-

espaola

en

el

Uruguay.Leyes

de Indias*SOLKZASO,

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y con cierla dependencia en sus funciones, jams se conformaban en sus distribuciones. Los curas queran que los indios asistieran todos los das la misa y al rosario, la hora que se les antojaba, que muchas veces era bastante intempestiva; los administradores se lo impedan unas veces con razn, otras sin ella, y lo que resultaba era que el cura mandaba azotar los que obedecan al administrador, y el administrador los que obedecan al cura; y unos y otros castigos se ejecutaban en los miserables indios, sin ms culpa que obedecer al que les acomodaba mejor el obedecer: hasta los mismos corregidores y cabildantes no estaban libres de estas vejaciones, que no pocas veces se vieron apaleados y maltratados de los curas y administradores, sin saber qu partido arrimarse.') Por otra parle, salvo el caso de algn gobernador de virtudes especiales, la lentacin era demasiado incitante y fcil. Esa pasta humana se dejaba explotar con una resignacin rara. Los corregidores de los repartimientos, dice U l l o a , tenan el privilegio de suministrar los indios los objetos de consumo y se convirtieron en los nicos y exclusivos tenderos de la comarca; no permiten que haya otra tienda ms que la suya, y as tienen una en cada pueblo, donde precisanienle han de ir comprar. El indio se vea obligado comprar por cincuenta pesos la mua que vala diez y ocho 11

aSolicias secretas.

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veinte, y con sesenta mil pesos se obtenan trescientos mil de u t i l i d a d . . . Se enriquecan con la cobranza de los tributos, cometiendo todo gnero de exacciones injusticias, imponiendo los exentos, percibiendo doble y triple contribucin. Los indios, aade U l l o a , pagan al corregidor sus cobradores, que son varios, los cuales le dan un recibo; pero como los indios son una gente tan rstica y de tan poca sagacidad que no alcanzan prever las resultas que ha de traer consigo el descuido con aquel papel, ni tienen en sus casas caxas ni parage seguro donde poder guardarlo convenientemente, sucede que despus de algunos das se pierde el recibo, y as queda en la previsin de volver pagar; porque acudiendo otro cobrador, tal vez el mismo, reconvenirle que pague, el pobre indio va buscar el recibo, y como no sabe leer, trae un papel cualquiera, un recibo viejo y lo presenta sencillamente. El cobrador no queda satisfecho, y aunque el indio se canse en persuadirle que ya tiene pagado un tercio de contribucin, el cobrador atribuye engao lo que es ignorancia, y despus de maltratarle, se lleva lo que encuentra en casa del desdichado, y si no hay cosa de valor lo pone en un obrage para cobrar el importe del tributo con el producto de sus jornales. El infeliz indio, vindose tan tristemente oprimido, lleno de miseria y sin esperanza de justicia, muere1

1

Noticias secretas.

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en poco tiempo, si la mujer hijas no han podido entre tanto juntar la cantidad que exige el cobrador. Se necesitaba toda la abnegacin de los jesutas para la prosperidad de las reducciones. As, las tres cuatro que se fundaron en Buenos Aires, de escasa importancia, se despoblaron gradualmente, como lo demuestran los siguientes cuadros:Santa Crivs. de los Quilines

Poblacin en el ao 1680 id id id 1682 id id id 1683 id id id 1685 id id id 1687 id id id 1688 id id id 1690 id id id 1693 id id id 1695 id id id 1716 id id id 1717 id id id 1718 id id id 1720 id id id 1724 id id id 1726 id id id 1728 id id id 1730Santiago del Baradero

455 405 414 408 397 391 361 360 384 227 237 111 121 133 141 145 129

Poblacin en el id id id id id id id id1

ao id id id id

1696 1722 1723 1724 1730

77 109 112 112 98

l

Registro

Estadstico,

por T r e l l e s .

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Las Misiones, prsperas y ricas durante siglo y medio, se arruinaron en manos de los administradores espaoles. El virrey Vrtiz deca en 1778: No es menos perjudicial al bien pblico y al buen gobierno, lo que, como una de las especies participa de esta razn general, la administracin de los pueblos de indios, en que lejos de conseguirse algunas ventajas de las que se discurrieron al principio, van cada da padeciendo ms y ms deterioro, en toda lnea, as espiritual como temporal, aquellos pueblos regidos por unos administradores que no tratan ms que de su propio negocio, y as contemplo que el arreglo de estos desrdenes necesita una particular aplicacin.

III

La Encomienda es una institucin de derecho que nace en la Edad Media,, debido las circunstancias sociales peculiares de esa poca. Tanto el Rey, como la Iglesia, y los seores, no podan atender sus inmensas propiedades, y encargaron caudillos militares la defensa de algn pueblo territorio, contra el enemigo exterior interior. Segn ios casos se pagaba n un pequeo tributo al Rey. El encomendero era soberano por

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delegacin: administraba justicia, cobraba las contribuciones, frutos, cargos de todo gnero que se debieran la Corona, respetando la situacin legal establecida, los fueros y privilegios adquiridos pollas distintas clases sociales. En Amrica, para recompensar los buenos servidores en una forma cmoda y econmica, se les dieron los pueblos de indios ttulo de encomienda, con ciertas limitaciones, y por una dos vidas. Solrzano defino esta institucin en el derecho indiano: un derecho concedido por merced real los benemritos de las Indias para percibir y cobrar para s los tributos de los indios, que se les encomendaren por su vida, y la de un heredero, conforme la ley de la sucesin, con cargo de cuidar del bien lelos indios en lo espiritual y temporal, y de habitar y defender las provincias donde fuesen encomenderos, y hacer cumplir todo esto, omenage, juramento particular. Y para demostrar sus diferencias con las medioevales, observa que los indios no quedan por esclavos, ni aun por vasallos de los encomenderos, y slo reconocen al rey por seor, como los dems espaoles, y de los tributos, que l como tal, le deben pagar por su voluntad, y mandado, y una como rogacin delegacin, se dan aquellas partes de rentas los encomenderos, sin que tengan que entrar ni salir con los indios, ni les puedan pedir otra cosa, y antes con cargo de que procuren su amparo y defensa, y paguen los curas que les doctrinan,

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y administran en lo espiritual, y las justicias que los gobiernan en lo temporal; y ms adelante agrega que no se encomiendan los indios sino sus tributos. No obstante, la realidad difera, como siempre, de la doctrina legal. Azara describe as estas e n comiendas: Si los indios se sometan en paz por capitulacin de guerra, el jefe espaol los forzaba hacer sus casas, y formar pueblo fijo en el sitio que mejor le pareciese. Para la justicia y policia se nombraba corregidor un cacique, y se formaba un ayuntamiento con dos alcaldes y regidores, todos indios, disponindolo como si fuera pueblo de espaoles. Cuando lo dicho estaba ya corriente y establecido, formaba el jefe las encomiendas, componiendo cada una de un cacique y de los indios de quien l lo era, para que as estuvieran unidos los parientes y amigos. Se conferan estas encomiendas en juicio formal los espaoles ms benemritos y las llamaban de Mit a y o s . . . los varones de diez y ocho cincuenta aos, estaban obligados ir por turno, dos meses al ao, servir al encomendero, quedando los diez meses restantes tan libres como los espaoles. El visitador Alfaro prohibi las encomiendas de servicio personal. En el primer artculo de sus ordenanzas dice: o Declaro no poderse ni deberse hacer encomiendas de indios de servicio personal, para que los tales indios sirvan los encomend-

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ros personalmente, dando por tributos el servicio personal, ahora se den ttulo de yanaconas, como hasta ahora les han encomendado algunos gobernadores, en otra cualquier manera ni forma, por cuanto Su Magestad as lo tiene mandado; y si algn gobernador hiciere encomienda de servicio personal, desde agora la declaro por ninguna y al gobernador por suspenso del olicio y perdimiento del salario que de all adelante le corriere, y al vecino que usare de tal servicio personal en privacin de la encomienda, la cual desde luego declaro y pongo en cabeza de Su Magestad. En cambio de los servicios y tributos que le pagaban los indios el encomendero deba ampararlos, doctrinarlos y defenderlos en sus personas y bienes, y muy especialmente tener armas y caballos, y en mayor nmero los que gozaren ms cuantiosas; y as es nuestra voluntad y mandamos que cuando se ofrecieran casos de guerra, los virreyes, audiencias y gobernadores los apremien que salgan la defensa de su propia costa, repartindolos de forma que unos no sean ms gravados que los otros, y prestar juramento de fidelidad, especial servicio y vasallage por esta m e r c e d . En 1677 haba en Buenos Aires veintisis de estas encomiendas.1

Es lgico suponer que los encomenderos, vigilados por autoridades complacientes, abusaran de1

S O L R Z A N O , Poltica

indiana.

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esta situacin, que el indio vasallo libre se convirtiera en esclavo, y que no contento de cobrarle el tributo, lo sometiera una rigurosa servidumbre personal. Las crnicas coetneas abundan en comprobantes que sera superfino citar, porque la conciencia histrica se ha formado definitivamente sobre este punto. En 1G0G recorri el Plata el v i sitador Alfaro, encargado de remediar los agravios que reciben los naturales, que son muy grandes (se dice en la real cdula) las molestias, opresiones y vejaciones que reciben los dichos indios de sus encomenderos. Dict unas ordenanzas de gran inters histrico, porque nos revelan con todo relieve una situacin social casi salvaje. Prohibe que se carguen los indios aunque sea para traer lea, que se saquen las indias de los pueblos para amas; que ninguna india que tenga hijo vivo, pueda venir criar hija de espaol, especialmente de su encomendero; que se contraten sin consentimiento de sus padres maridos. Reglamenta el trabajo, los alquileres, lijando precios, plazos y formas de pago; ningn indio se le pueda concertar ni pagar su trabajo en vino, chicha, miel ni yerba. Estas ordenanzas se cumpliran segn los casos y la conveniencia. En 1615 el gobernador Saavedra sali recorrer todas las chacras y alqueras, informndose muy individualmente de los mismos indios, dice Lozano, si vivan conlentos con sus amos, si stos les haban pagado sus trabajos conforme las dichas ordenanzas. Hizo se les

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ajustasen las cuentas, y hallando omisos en los pagamentos algunos encomenderos, les oblig la satisfaccin, mandando poner en crcel mas de cuarenta, con lo cual consigui que los mas satisfaciesen luego estas d e u d a s . . . Y porque algunos de estos hicieron agravio los indios, los castig severamente, imponindoles tambin, y sacndoles mullas pecuniarias que se convertan en beneficio de los mismos agraviados. El rgimen de las encomiendas importaba la restauracin del feudalismo y del antiguo siervo de la gleba con el nuevo nombre de mitayo. Los textos de las escrituras privadas prueban con toda evidencia que el encomendero americano se crea un seor feudal. Sepan cuantos esta carta vieren, se dice en una escritura de 1G03, como yo Juan Ortz de Zarate, vecino y alcalde ordinario en esta ciudad de la Trinidad, puerlo de Buenos Aires, otorgo por esta presente carta que doi y otorgo poder cumplido cuan bastante de derecho se requiere y es necesario Juan Ramrez de Abreu, vecino desta ciudad, especialmente para que por m y en mi nombre como yo mismo, representando mi persona propia pueda sustentar, sirva y sustente la necesidad que tengo en esta dicha ciudad, que extai obliyado por razn del feudo y encomienda de indios en que suced por muerte del capitn Rodrigo Ortz de Zarate, mi padre, difunto, e acudir e acuda lodo aquello que se ofreciere del servicio de Dios y de su Ma-

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gestad, con su persona, armas y caballos, dar mi costa persona que ello acuda y administre los intereses de mi encomienda, e los recoja e haga recojer, e los cobre e saque de poder de cualesquier persona partes donde estuvieren, e los haga acudir esta ciudad por sus mitas su servicio como suyos propios, porque conviene asa la seguridad de los dichos indios, y por la ausencia que hago de esta ciudad con licencia del seor gobernador, e haga asimismo que acudan la doctrina e dems cosas de su conversin, conservacin e aumento, sirvindose de lodos ellos e mandndolos e ocupndolos como mi propia persona, e para que as mismo pueda administrar e administre mis chcaras e haciendas que dejo en esta ciudad... El encomendero dueo de la fuerza material y de la riqueza, se habra convertido fcilmente, como su antecesor medioeval, en propietario de la tierra y soberano de sus pobladores. El sistema hereditario los constitua en mayorazgos, impidiendo su divisin; que ha de suceder uno solo, y ese el mayor, pero si este no pudiere suceder por algn impedimento que tenga, sucedan los otros hijos de grado en grado, y falta de ellos las hijas en la misma forma, y en defecto de hijas hijos, la m u j e r . Pero los reyes, aleccionados por su experiencia europea, se resistieron concederlas perpetuidad, fijando su duracin11

SOLHZANO

Ct.

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en dos vidas. Aunque los encomenderos, dice Solrzano, siendo perpetuos y mas ricos tendrn ms obligacin mirar por la defensa y conservacin de los indios; tambin se puede temer y recelar que esas mismas riquezas y comodidades en que se bailaren no los bagan ms viciosos, soberbios y menos afectos y atentos al amor, y servicios de nuestros reyes, y de sus mandatos, parecindoles que ya no tienen qu pretender ni esperar de sus reales manos para s, ni para sus descendientes, lo qual es muy conveniente, que se mire con cuidado en todas provincias; pero con ms particular atencin en las de Indias, que estn tan remolas y apartadas de la real presencia, y en que conviene procurar por todos los medios que fuesen posibles, que los subditos estn muy dependientes de su rey, y que unos y otros reinos, y aunque tan distantes y apartados por mar y tierra, y de climas y constelaciones tan diferentes, hagan un cuerpo y se animen con un alma, y esperen de ella sola sus inlluencias y conveniencias. A cada paso se observan las medidas precaucionaos: se prohibe que acumulen encomiendas, directa indirectamente: no puede suceder ni sucede en ellas cualquiera, que quando se le difiere la sucesin de la que tuvo su padre, abuelo paterno, se hallare con otra, ora sea adquirida por sus propios mritos y servicios, ora por haber sucedido antes en la que tenia su madre, abuelo materno, estar casado con m u -

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jer que tenga Encomienda . Se limitan sus facultades comisionando funcionarios pblicos el desempeo de sus ms importantes atribuciones. Para doctrinar los indios se pone un cura costeado por el encomendero: en las dems cosas qued en pie la obligacin que de antiguo se puso los encomenderos de indios acerca de ampararlos y defenderlos, y oponerse quien injustamente los agraviase, y molestase, y procurar se conservasen en justicia, y en polica; pero aun de esto tampoco no tienen ya en el tiempo presente que cuidar tanto, respecto que con el discurso del han ido poniendo en casi todas las cabezeras de sus provincias corregidores y alcaldes mayores, que los gobiernen y acudan con particular referencia todo lo referido, y lo dems que pueda convenir su alivio, defensa y comodidad, dndoles tambin por estos oficios competente salario, que asimismo se rebaja de las tasas de sus tributos, ante todas cosas, los dichos Encomenderos .1 21

SOLBZANO

Ct.

2

Id.

id.

CAPTULO III

LOS

ALREDEDORES

DE

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S O I A R I O : I. La c i u d a d . A m e n a z a s de invasin y

conquista.Disciplina. guefeudales.Desprecio

Deberes m i l i t a r e s do los v e c i n o s . - Hevistas de a r m a s . C a r c t e r rrero.El culto nacional del coraje.Tradiciones

del t r a b a j o . I I . Traza de la c i u d a d . E j i d o . D e h e s a s . B a l d o s : su o r i gen influencia e c o n m i c a . R e p a r t o de las t i e r r a s . C r i t i c a . I I I . L o s propietarios.Su carcter y m o r a l i d a d . - F a l t a del sentimiento de s o l i daridad s o c i a l . S u s consecuencias p r c t i c a s . A b u s o s . E x p l o t a c i n de los a r r e n d a t a r i o s . S u s efectos m o r a l e s y sociales.Decadencia de la clase labradora.Superioridad sobre los pastores.La familia agricultora.Papel econmico de la madre.Necesidad en la historia a r g e n t i n a . de tierra.Cmo se apoderan de los terrenos de r e a l e n g o . I m p o r t a n c i a de esta clase social

I Una fortaleza sobre las barrancas del ro de la Plata fu el primer ncleo, el punto de apoyo y lugar de refugio de la nueva agrupacin. su sombra, flanqueado por tres conventos, se extiende el casero de paja y barro, donde viven las familias protegidas por los soldados del presidio, mientras los vecinos recorren sus chcaras, que con facilidad pueden labrar y visitar cada da,

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vigilan sus haciendas, defendindose de los bandoleros espaoles, indios alterados, negros, mestizos, que persiguen sus animales de trabajo, atenan impunes contra su propiedad y su persona, inquietando en los alrededores, en la faja de tierra arada que alimenta la ciudad. En 1636 deca en un bando el gobernador Dvila: Por quanto el desorden y usorbitancia que hay en esta ciudad y su distrito y jurisdiccin, de hurtar c a ballos, bueyes, muas y ganado vacuno y obejas y de cerda, y otros animales cuadrpedos, es muy grande, y los que perpetran semejantes delitos alegan ser uso y costumbre en estas partes y no ser delito; y porque lo susodicho es en gran dao y perjuicio del bien comn y de los vecinos de esta ciudad, y est prohibido por leyes de estos reinos, so graves penas y bandos de mis antecesores y mos; para remedio de lo susodicho y seguridad de todos, mando que ninguna persona de cualquier estado, calidad y condicin que sea, as negros como mulatos, indios, mestizos, ni espaoles sean osados tomar ni hurtar, ni en otra manera llevar los dichos ganados y caballos y dems animales, sin expresa licencia y voluntad de sus dueos, so pena de la vida y las dems penas por derecho establecidas. El lugar era de riesgo de enemigos por la mar y por la tierra. La silueta de alguna urca pirata flamenca inglesa sola dibujarse en las afueras del ro y les dejaba su impresin siniestra. La

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vida llena de ansiedades, agitada y msera, con las armas listas, puestos en punto de guerra, el odo atento al loque de las cajas: como anoche que se contaron de diez nueve de esta se toc una caja las nueve de la noche poco mas menos que por ser aquella ora y en ocasin que cada da se aguarda al enemigo... Se vive bajo la presin del enemigo exterior. En 1582, un corsario ingls lleg hasta Martn Garca y no tom Buenos Aires por ignorar que all estuviesen poblados los castellanos; en 1587, el pirata Cavendish inspir tanto miedo, que se retir cuanto poda encender la codicia de los inglesses, servir de embarazo para la defensa, pasando las mujeres, nios y religiosos parages seguros; en 1628, los holandeses; en 1658, una escuadrilla francesa. Saliles tan adverso el tiro, dice el padre Lozano, que tuvieron mucho que llorar, porque adems de sentir incontrastable la fidelidad de sus vecinos, perdieron la capitana que se les apres, con muchas muertes del equipage y del general. En 1699, los dinamarqueses, pero mudaron de rumbo por no salir maltratados de la empresa que vieron imposible de conseguir. Nada de extrao que la ciudad d la impresin de un campamento, con su disciplina especial y severa, la obligacin de tener armas y estar siempre listos, de no salir ausentarse sin permiso del gobernador, dejando reemplazante bien aderezado de armas y caballos que sustente la vecindad. Las sanciones demuestran la importancia capi-

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tal de estos deberes; se pueden perder los bienes, la ciudadana, incurrir en multas. Cabrera conden al capitn de lanzas don Mendo Benavides en quinientos pesos corrientes, por haber quebrantado los bandos para que ninguna persona saliera del puerto de Buenos Aires sin la correspondiente licencia. Peridicamente se revistan Jos hombres y Jas armas. Mando, dice el teniente gobernador Salas, que todos los vecinos y moradores de esta dicha ciudad, as amos como criados, el martes primero que viene, ocho de este mes, las ocho de la maana, estn y parezcan ante su merced, en la plaza, con todas las armas y municiones que tuvieren, para que se haga resea. Y el da sealado comparecieron tocios con sus espadas, adargas y armaduras, alguno con escopeta, cuerda y una libra de plvora y plomo. Destilaran por la plaza Mayor, un gran terreno baldo, con el fuerte al Este, el Cabildo de estilo jesutico al Oeste, y despus la Pampa que penetra en la ciudad, la invade como si quisiera confundirse nuevamente con ella, cubrirla con la apacible natural verdura de sus campos . As se formaba su carcter guerrero y altivo. Sabe que la vida de su ciudad depende del esfuerzo de su brazo y que un momento de olvido de flaqueza puede traer la ruina definitiva. En un medio tan favorable el culto nacional del c o 11

S o i . i m / A N o , Historia

de la Conquista

del

Paraguay

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raje toma un vuelo extraordinario; domina en absoluto las ideas, aspiraciones y sentimientos. Es la medida de los valores sociales que sirve para clasificar los hombres, juzgar las acciones, dar la norma de la moralidad y estimacin p blicas, crear las distintas jerarquas, las superioridades que mandarn al grupo, proponindose como ejemplos la imitacin, porque es la c u a lidad ms til y necesaria. Todava son feudales, estn saturados de esa atmsfera compleja en que vivieron varios siglos; tienen la manera de pensar y de sentir, todos los prejuicios y supersticiones, robustecidos por la organizacin social de este medio americano,, basada en la esclavitud de los negros, en las encomiendas y reducciones de indios, por su organizacin poltica de despotismo militar y teocrtico. Odian al extranjero, porque no comprenden la simpata humana, libre y espontnea, un sentimiento ms moderno. El feudalismo era estrecho, slo admita solidaridad entre los que estaban unidos por vnculos legales; una c a dena bien eslabonada que va del ntimo siervo al Rey, sin sufrir interrupcin; suficiente para garantizar cada uno la estabilidad social, en la modesta elevada esfera en que la suerte lo colocara. Desprecian el trabajo de las arles industrias, porque no son oficios nobles. En el concepto clsico, predominante hasla Bacon, la ciencia slo buscaba la verdad y la belleza ideales. La investigacin prctica aplicable al mejoramiento de la vida material,

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el propsito utilitario, parecan indignos de la nobleza de las especulaciones filosficas . En la agrupacin feudal, el villano fabricaba las cosas tiles y necesarias, el siervo araba la tierra; el poeta y el artista encontraran alguna disculpa por la deliciosa inutilidad de sus obras! La vocacin noble y digna era la de las armas. Para el soldado trabajaban siervos y villanos; la imaginacin del poeta idealizaba sus amores y sus proezas.1

II Don J u a n de Caray traz la planta de la ciudad en forma de un damero de veinticuatro cuadras de Sur Norte, separadas en el medio por la plaza Mayor, y once de Este Oeste. Las leyes espaolas ordenaban que se reservaran al rededor de las nuevas ciudades tres cantidades de tierra, de propiedad comn inajenables: el ejido para recreo de los pobladores; las dehesas, confinando con el ejido para pastoreo de los bueyes de l a bor, caballos, y ganados de la carnicera y para el nmero ordinario de los otros ganados que los pobladores por ordenanza deban tener, y los propios del municipio. Era prohibido sembrar estos terrenos baldos. La palabra baldo, dice A l 1

MA.CA.UI.AY, Ensayo I.

sobre llacori. F O I I I L I . E E , La l'liilosophie

de

Platon,

vol.

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berdi, que significa terreno que no siendo del dominio particular no se cultiva ni esl adehesado, viene de balda, voz anticuada que expresa cosa de poqusimo precio y de ningn provecho. Esta raz etimolgica vale una raz histrica en la economa agraria espaola. Tal es la condicin de los dos tercios del suelo espaol desde los tiempos de la conquista. Jovellanos hace subir esa poca el origen del derecho agrario mantenido en Espaa. Ocupando los visigodos y repartindose entre s dos tercios de las tierras conquistadas, y reservando uno solo los vencidos, dejaban abandonados y sin dueo aquellos terrenos, los cuales no alcanzaba la poblacin menguada por la guerra. Esos brbaros, ms aficionados y dados la guerra que las fatigas del trabajo, preferan la ganadera las cosechas, el pasto al cultivo. Por esa razn respetaron los campos vacantes baldos, y los reservaron para el pastoreo y a u mento de los ganados. Restablecido ese rgimen por la legislacin de la Edad Media se extendi todo el reino. Tena la simpata de su origen godo y la ventaja de fiar una parte de las subsistencias una riqueza mvil y ambulante, porque consista en ganados, lo cual la expona menos la suerte de las armas en la guerra secular contra los rabes acampados en el corazn mismo del pueblo espaol. Garay no pudo sujetarse al orden legal. Las circunstancias especiales que atravesaba la nueva

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agrupacin obligaban estrechar lo poblado, acercndolo al centro de fuerza y apoyo. Por eso reparti para tierras de labor lo correspondiente propios y dehesa: porque conviene, por el riesgo que al presente hay de los naturales alterados, que para hacer sus labores ms seguras y con menos riesgos de sus personas y de sus sementeras, que cada vecino y poblador de esta ciudad de la Trinidad y puerto de Buenos Aires, tenga un pedazo de tierra, donde con facilidad lo puedan labrar y visitar cada da , dejando para ejido una superficie de veinticinco cuadras de Norte Sur, por una legua de Este Oeste; para servicio y ejido del puerto desde el frente de la fortaleza que mira al ro tres cuadras para el Norte y cuatro cuadras para el Sur; debiendo destinarse huertas de los vecinos los dems terrenos sobre la ribera, hacia el Sur, desde la punta frontera del Riachuelo hasta donde ha de estar la casa del R e y . . . hasta la mitad del sitio de San Francisco; hacia el Norte, desde lo asignado para ejido del p u e r t o . . . hasta la huerta de Luis Gailan, al pie de las barrancas del Retiro. Las ricas tierras que seguan del ejido, sobre la margen derecha del gran Paran y el Machuelo de las canoas, fueron repartidas en grandes lotes de una legua de fondo y de trescientas cincuenta quinientas varas de frente sobre el Paran, de11

A c t a de la fundacin de Buenos A i r e s .

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tres mil varas sobre el Riachuelo: un total de veintisis propietarios, dueos de toda la zona arable, la que en esas circunstancias sociales de indios alterados, se poda labrar y visitar cada da, segn el deseo del fundador; con fciles comunicaciones, prxima al mercado de consumo. As quedaba establecida la cintura de hierro que detendr el desarrollo econmico de la ciudad por muchos aos; base de la fortuna de unos pocos, costa de la miseria moral y material de la mayora proletaria.

III

Esos propietarios coloniales tenan una rara idea de sus derechos y deberes, del fin sano y honesto de la vida. La preocupacin de una fortuna rpida, tiempo para gozarla algunos aos en su patria originaria, los domina en absoluto. De un egosmo feroz, no slo afirman con toda energa sus derechos, sino que invaden en cuanto pueden los del vecino, despreocupados del inters pblico y el bienestar de sus semejantes. No tienen ideales; ignoran la solidaridad social que vincula todos los intereses, obligndonos de grado por fuerza, hasta por egosmo, desear el bien general y cooperar en el progreso de la colectividad. En lodo su organismo

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no hay un sentimiento noble que levante sus aspiraciones, loniique su alma con un poco de desinters, de entusiasmo por alguna obra generosa, que salga de la huella comn de sus negocios; alguna preocupacin moral, siquiera el remordimiento que purifica y ennoblece por el dolor. Para explotar sus tierras comienza por valerse de los indios guaranes que poblaban las mrgenes del Paran, indios mansos, sumisos y dciles. Despus trajo negros esclavos, importados de frica. Se disputaban esos cargamentos de trabajo h u m a n o , ms dcil y barato que el proletario criollo, exigente, con todos los vicios y cualidades de su patrn, con los mismos prejuicios, anlogo estado de alma. El virrey Arredondo recomendaba que se importaran negros para que, bajando sus valores, pueda comprarlos fcilmente el labrador: habiendo hecho el gasto de una vez, tendr peones que nada le cuesten en lo sucesivo. En 1677, el Cabildo peda al Rey le conceda algunos navios de negros, pues en ella (Buenos Aires) no ai otros labradores ni travaxadores que cultiven la tierra. No se le ocurre que como gran propietario tiene deberes sociales que cumplir, aparte de los que impone la ley, cargas que son Ja excusa de su monopolio; por lo menos, acatar esas disposiciones de orden econmico tornadas en inters de todos, que destinan ciertas reas de tierra para uso c o m n , desahogo de la poblacin, que lleva pastar sus animales, corta la lea indispensable, recoge

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la sal. No slo se apodera de esas tierras, sino que arregla su campo de la manera ms incmoda y que multiplica los embarazos del vecino. Cultivado y corlado el terreno en todas parles, dice el coronel Garca, sufre los incalculables perjuicios de ver derrotadas sus mieses los labradores por falla de pasos, de pastos y aguadas comunes de que estn privados, por la tenacidad de los propietarios en no querer franquear los caminos que entre suerte y suerte debe haber)). Y la circulacin de la riqueza era uno de los problemas serios de la economa colonial: faltaban los medios de transporte y las vas de comunicacin. Una carreta costaba sesenta pesos, y eran innumerables los que por no tener esa cantidad, carecen del nico instrumento exportador de sus cosechas. En los pantanos de los alrededores de la ciudad se vean las carretas y bueyes atollados y el trigo y dems frutos cubiertos de agua y lodo y tambin personas muertas estropeadas con el enorme peso de la carga de los carros que se vuelcan . Adems, los ganados que cra en sus chcaras, contraviniendo las leyes, destruyen las sementeras de sus vecinos pobres. En 1677 pide el procurador del Cabildo que se ponga remedio en el exceso de que en muchas chcaras de la ciudad, hay muchos ganados que hacen daos las sementeras y que por esta causa muchos pobres no quieren sem1

1

Semanario

de

Agricultura.

02

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brar. En un informe oficial se dice que, dbeseles prohibir seriamente cras de ellos, y m u cho menos de yeguas y ofras bestias que, adems de esterilizar los campos de pasto para las labranzas, son sumamente perjudiciales los sembrados. Cuando la prosperidad creciente de sus negocios le permiti descuidar las chcaras, las arrend al proletario, explotando su situacin privilegiada de dueo de la nica zona de tierra arable, y de capitalista. Prestaba dinero los labradores y los obligaba vender con prdida. Todos aquellos que con dinero prestado, expensas del m i s mo grano que cosechan, faenan, concurren venderlo inmediatamente en la cosecha, y del concurso se sigue la inconsiderada baratez, que acredita efectivamente la miseria de los labradores, la cual solo ellos la conocen, porque los dems, generalmente hablando, estn persuadidos que el infeliz y desdichado no siente agravio, ni apetece conveniencia, como si los trabajos y miserias convirtieran al hombre en estpido jumento . Era lgico que se desalentara, perseguido por todos lados, obstaculizado en sus empresas por el egosmo dominante, la codicia de los propietarios, sin esas garantas de seguridad elementales para que se inicie una vida normal y regular. El trabajo deja de ser el elemento moralizador y fecundo, que al crear la ri1

Semanario

citado.

L O S

A L R E D E D O R E S

D E

L A

C I U D A D

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queza dignifica al hombre, elevando sus sentimientos, despertando nuevas ambiciones, para transformarse en una pesada carga de miserias, soportable por el miedo de la muerte. Se dejar andar, llevado por su temperamento, de una indolencia oriental. Siembra lo indispensable para vivir y pagar sus arriendos: mide sus labores por los frutos que pueden slo desempearle de su contribucin anual con una triste y muy escasa manutencin de su familia, que tal vez est en cueros, sin trato civil, ni salir la luz pblica por su extremada desnudez , seguro de que la cosecha abundante aprovechar al propietario, fisco, usurero capitalista, toda la turba parasitaria infecunda antes que al productor. Poco poco decaen los estmulos morales, inclusive la preocupacin de la fortuna; su sueo de Amrica se pierde en la indiferencia general predominante en su carcter. Si se tiende la vista, dice un contemporneo", por la vasta extensin de estas campaas, al instante se presenta la triste situacin del labrador: ste, aunque dueo absoluto de una porcin de tierra, capaz en otras partes de mantener un potentado, vive en ella escasamente y se halla sin recursos y sin auxilio para hacerla producir una porcin de frutos apreciables que podran hacer la felicidad de una a1

1

Informe del coronel (Jarcia. Semanario citado.

2

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milia: desconoce enteramente todo gnero de industrias; labra solamente aquella porcin que considera necesaria su sustento; lo que es peor, desconoce enteramente aquel deseo que unce en los hombres de aumentar sus comodidades y sus bienes. Triste situacin que mantendr nuestra Amrica en la infancia por un tiempo ilimitado, si de comn acuerdo no ocurrimos inflamar el corazn del labrador, hacindole recordar del letargo en que le ha sepultado la inaccin. Sin embargo, los observadores perspicaces notaban ciertas fuerzas latentes de progreso, que impulsarn al pas en cuanto desaparezca el sistema de iniquidades polticas y econmicas. Generalmente anhelan por la sociedad, dice el coronel Garca, desean el orden y polica, suspiran por la educacin de sus hijos, y no rehusarn lodo sacrificio al logro de estos objetos. No obstante su msera situacin social, el labrador era ms civilizado, de mejores tendencias, ms apto para la vida ordenada que el proletario pastor. La simple eleccin del oficio indicaba una superioridad. En primer lugar, tiene el concepto claro y el sentimiento profundo de la familia cristiana, institucin indispensable para el xito de sus tareas, el buen gobierno y la economa de la chacra, cooperadora eficaz en todas las faenas, la base de su negocio. La esposa no es el simple instrumento de placer que se abandona, como en la familia pastoril. Cuida la casa, los animales domsticos, tra-

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baja en todas las industrias del hogar, es una fuente de riquezas. Cada una de estas benemritas matronas reporta el sustento diario de sus hijos, tenindolos en continua y honesta ocupacin. Mientras que los padres de estas honradas familias discurren unos por los montes entre i n numerables riesgos de toda suerte de enemigos, en los cortes de maderas tiles, faenas de lea y carbn, otros incesantemente ocupados en conducciones por mar y tierra de aquellos artculos con iguales exposiciones para reportar un mezquino y escaso lucro con que auxiliar sus hijos; y finalmente, otros en proporcionar y conducir la capital la pesca que ella consume, costa de no menores zozobras'. Con esta base econmica, la cooperacin de esfuerzos y solidaridad de intereses, la familia se consolida, es un elemento de orden social irreemplazable, el punto de apoyo del Estado, la gran fuerza conservadora que lleva un pas la civilizacin. Azara notaba sus diferencias externas con la familia de pastores: sus casas son ms aseadas y con ms m u e b l e s . . . sus vestidos son algo mejores. Saben tambin hacer sus guisados de carne y de sus vegetales, y comen tambin pan, que son cosas poco comidas en los pastores. Tiene, adems, la sensacin de la propiedad, el vivo deseo de aduearse del lote que cultiva, de1

Informe del coronel Garcia.

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asentar el rancho en una forma fija y estable. falta de tierras privadas que adquirir, invade las de realengo, los ejidos y baldos de la ciudad y aldeas cercanas. Que algunas personas se ponen hacer chcaras en el exido y linde dellos, para que no se ocupe el dicho exido m a n d a r o n . . . , se dice en una acta del Cabildo; ocupa todos los huecos libres, apresurndose sembrar y plantar rboles, con la idea instintiva de que el trabajo es el gran creador de derechos, que tarde temprano se legalizarn esas usurpaciones legtimas y justificadas. Una confianza que revela la irresistible tendencia afincarse de una manera permanente, confianza aventurada, porque el gobierno obedeca las influencias personales del momento. Siquiera respetara los ttulos en debida forma: que por los tenientes de gobernadores de la dicha ciudad han sido repartidos solares e tierras personas que residen en ella e han ayudado su poblacin, los cuales por nos las dichas nuestras justicias se les quitaba algunos dellos, cuya causa se pretendan salir de la dicha ciudad, y lo hacan, vindose sin tierras ni solares, habindolo trabajado y adquirido mediante el trabajo que haban tenido en la dicha poblacin. Como lo ha observado J . M. Ramos Mexa , esta clase sana y laboriosa fu el ncleo de los ejrcitos de la Independencia, la que sostuvo al Estado11

las

Multitudes

Argentinas.

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en los primeros aos. Diezmada en las guerras, desapareci en poco tiempo de la escena histrica, dejando libre campo la odiosa turba de los proletarios rurales, sin Dios, sin hogar y sin tierra, saturados de barbarie, animados por su culto del coraje, su fidelidad que encarna la patria en el patrn, con sus odios insanos al nico modesto centro de cultura y reaccin civilizadora.

CAPTULO

IV

LAS U M A R I O : I . Distribucin

CIUDADprecios.Su

de los terrenos.Monopolios.Los

l e y . I I . C i r c u n s t a n c i a s que impidieron el c r e c i m i e n t o de la poblacin. Prejuicios feudales.Carcter aristocrtico de la sociedad.Teoras agricultura, sobre los criollos.Desprecio y e x c l u s i n de los puestos p b l i c o s . I m portancia de la c a r r e r a a d m i n i s t r a t i v a en esa poca.La los negocios y el empleo eran las n i c a s pleo.Sentimiento que profesiones.Inconvenientes

y dificultades de las dos p r i m e r a s . S u p e r i o r i d a d y v e n t a j a s del e m sostiene al c r i o l l o : la grandeza f u t u r a de la c i u d a d . I I I . Influencia del factor e c o n m i c o . - D i v i s i n entre criollos y espaoles.Defectos del carcter espaol en A m r i c a . I n c o n v e n i e n t e s de los prejuicios feudales.Oposicin de intereses y sentimientos. - I m portancia de los factores m o r a l e s en el desarrollo de la p o b l a c i n .

I La planta de la ciudad fu repartida en cuartos de manzana, en el centro; en lotes de una cuadra, en las afueras; es decir, quinientas seiscientas varas de la plaza por el Oeste y ms menos el doble por el Sur y el Norte. La poblacin se agrupa al rededor del Fuerte, clareando medida que se aleja de ese punto de defensa y amparo. Sus

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progresos fueron lentos durante el siglo X V I I , ms notables en el X V I I I . En 1744 tiene 11.220 habitantes; 22.000 en 1770; 24.734 en 1778; 40.000 en 1801. Al distribuir todos los terrenos, el fundador dificultaba su expansin fu fura. El inmigrante encontrar todos los sitios ocupados. Para hacer su rancho tiene que usurpar en el ejido, donde su situacin es ilegal, la tenencia insegura, comprar arrendar los particulares, que aprovechan su monopolio imponiendo precios relativamente altos lo que en realidad, y dadas las circunstancias sociales, no deba valer. Los siguientes cuadros darn una idea de los precios:Aos 1605 1610

Solar, en el barrio de Santo mingo Solar, en el barrio de Santo mingo Solar, en el barrio de Santo mingo Una cuadra, en el barrio de Francisco Solar, en el barrio del CabildoAos 1610

Do2 bueyes y 10 pesos Do30 pesos plata Do180 San 130 300 y 400 1620

Cuadra, en el barrio del Riachuelo. Cuadra, en el barrio de Santo Domingo Cuadra, en el barrio de San Martn.

30 pesos plata 30 150

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Anos

1620

1640

Cuadra, ocho de la plaza Cuadra, la ltima hacia el O e s t e . . .Aos 1640 1700

40 pesos plata 200

Medio solar, en el barrio de San Francisco Un cuarto de solar, en el barrio del Colegio Un cuarto de solar, en el barrio de San JuanAos 1750 1800

80 pesos plata 200 30

Un terreno, tres cuadras del ro. 90 pesos plata Un sitio central 500 Casa habitacin, calle de la Santsima Trinidad, de 17 varas por 70 750 Un sitio, en el barrio de la Concepcin 350 Un sitio grande, con casa vieja 2250 Un terreno, en el barrio del Socorro, de 17 varas por 70 30 Un terreno, cerca de la quinta de Riglos 25 Un terreno, en el barrio de San Nicols 25 Una cuadra, en el barrio de la Recoleta 400 Una casita, en el barrio de las Catalinas 370 Una casa, en el barrio de San M i guel 1800

Si el terreno est edificado su valor se duplica,

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probablemente por la caresta de la mano de obra, de los materiales, de la alcabala de cuatro por ciento sobre la venta de maderas y ladrillos. As, de 1605 1610 se venden casas en el barrio de San Francisco por mil pesos, dos tiendas centrales por trescientos, una casita y solar por doscientos sesenta. Diez aos despus unas casas en el mismo barrio valen mil doscientos y seiscientos pesos plata; un solar en Santo Domingo, con sala, dos cuartos y cinco tiendas, dos mil trescientos; una casa en el centro, mil pesos. De 1640 1700 se venden algunas casas por dos mil pesos, en el barrio de San Francisco; mil en el de Santo Domingo; dos mil quinientos en la plaza Mayor; ocho mil pesos en el Colegio; dos mil, medio s o lar edificado en el barrio de San J u a n ; tres mil pesos, cinco cuartos en el centro. La misma ley observada en las propiedades rurales rige el valor de los terrenos urbanos. Los precios dependen del trabajo incorporado la tierra; del conjunto de circunstancias sociales, especialmente del monopolio organizado por el fundador, tal vez sin darse mucha cuenta de su decisiva influencia en la evolucin de la ciudad. Los precios de locacin fueron los siguientes:Ao 1615

Una casa en la actual calle de Mjico, cerca del ro

30 pesos plata por ao

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Ao

1752

Casa esquina, calle de la Santsima Trinidad 70 pesos plata por mes Casa y esquina 25 Una esquina y trastienda 12 Ao 1753

Una chacra poblada, en el Riachuelo 300 pesos plata por aoAo 1754

Una casa esquinaAo I76g

25 pesos plata por mes

Una casa en el barrio de San Miguel 15 pesos plata por mesAo 1775

Un terreno en Catalinas

5 pesos plata por mes

II

Oirs circunstancias de orden moral y econmico impedan el desarrollo de la poblacin: los prejuicios feudales y retrgrados de los espaoles, la profunda divisin social, la falla de oficios y carreras en qu trabajar. El fundador haba or-

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ganizado una aristocracia, sin ttulos nobiliarios, pero con sus rasgos peculiares, prejuicios de sangre, religin y raza anloga la romana de las primeras pocas, las dems sociedades antiguas, en las que una clase dominada serva y trabajaba para la riqueza, el descanso, los placeres de la ms poderosa, fomentada por un sistema econmico que impeda la form