“La casa del tesoro”: En busca del alfolí de Dios · el diezmo era llevado por los adoradores...

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45 “La casa del tesoro”: En busca del alfolí de Dios Christian Varela 4 CAPÍTULO “Traed todos los diezmos al alfolí” (Mal 3:10), 1 o literalmente “a la casa del tesoro”, fue la invitación dada al pueblo por el último profeta del Antiguo Testamento. 2 En muchas Iglesias Adventistas del Séptimo Día (IASD), cada sábado se entonan las estrofas del himno 522 donde el coro de manera enfática exclama una clara referencia a este men- saje profético: “Oh, traedme el diezmo al granero”. 3 Pero, ¿cuál es el “alfolí”, “granero” o “casa del tesoro” donde deben ser entregados los diezmos? ¿Es la iglesia local o la Asociación? ¿Evidencia la Biblia un sistema centralizado de administración de diezmos como lo sostiene la IASD? Para responder a estas cuestiones, se realizará un estudio en las Escrituras y en Elena de White. Luego, se exhibirá el beneficio orga- nizacional de la IASD sobre los principios encontrados como también las ventajas del sistema de administración vigente de la IASD. 1 Para un estudio sobre el significado de este texto, véase David Asmat y Joel Iparraguirre, “‘Traed los diezmos al alfolí’: Entendiendo Malaquías 3:10”, Berit Olam 12/2 (2015): 32-57. 2 La expresión hebrea beth ha’otsar ha sido traducida como alfolí (Reina Valera 1960), “teso- ro del templo” (Latinoamericana 2005, Biblia de Nuestro Pueblo, Dios Habla Hoy), “fondos del templo” (Nueva Versión Internacional), “granero del templo” (La Palabra de Dios para todos), “almacenes del templo (Biblia la Palabra) o “tesoro” (Reina Valera Actualizada 2015). 3 “Suenen las palabras [Himno 522]”, Himnario adventista, ed. 2009 (Buenos Aires: Asocia- ción Casa Editora Sudamericana, 2009).

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“La casa del tesoro”: En busca del alfolí de Dios

Christian Varela

4CAPÍTULO

“Traed todos los diezmos al alfolí” (Mal 3:10),1 o literalmente “a la casa del tesoro”, fue la invitación dada al pueblo por el último profeta del Antiguo Testamento.2 En muchas Iglesias Adventistas del Séptimo Día (IASD), cada sábado se entonan las estrofas del himno 522 donde el coro de manera enfática exclama una clara referencia a este men-saje profético: “Oh, traedme el diezmo al granero”.3 Pero, ¿cuál es el “alfolí”, “granero” o “casa del tesoro” donde deben ser entregados los diezmos? ¿Es la iglesia local o la Asociación? ¿Evidencia la Biblia un sistema centralizado de administración de diezmos como lo sostiene la IASD? Para responder a estas cuestiones, se realizará un estudio en las Escrituras y en Elena de White. Luego, se exhibirá el beneficio orga-nizacional de la IASD sobre los principios encontrados como también las ventajas del sistema de administración vigente de la IASD.

1Para un estudio sobre el significado de este texto, véase David Asmat y Joel Iparraguirre, “‘Traed los diezmos al alfolí’: Entendiendo Malaquías 3:10”, Berit Olam 12/2 (2015): 32-57.

2La expresión hebrea beth ha’otsar ha sido traducida como alfolí (Reina Valera 1960), “teso-ro del templo” (Latinoamericana 2005, Biblia de Nuestro Pueblo, Dios Habla Hoy), “fondos del templo” (Nueva Versión Internacional), “granero del templo” (La Palabra de Dios para todos), “almacenes del templo (Biblia la Palabra) o “tesoro” (Reina Valera Actualizada 2015).

3 “Suenen las palabras [Himno 522]”, Himnario adventista, ed. 2009 (Buenos Aires: Asocia-ción Casa Editora Sudamericana, 2009).

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El señorío de Cristo y la mayordomía cristiana

El alfolí en el Antiguo Testamento

Las referencias bíblicas que presentan la reglamentación y prác-tica del diezmo en el Antiguo Testamento (AT) abarcan tres periodos explícitos: Las prescripciones dadas a Moisés durante el peregrinaje a la tierra prometida (Levítico, Números y Deuteronomio), el reinado de Ezequías (2 Crónicas) y el período pos-exílico (Nehemías y Mala-quías).4 De esta información se buscará identificar el “alfolí” o lugar de administración de los diezmos veterotestamentarios.

El alfolí en las prescripciones del Pentateuco

Las referencias más antiguas sobre la práctica del diezmo se encuentran en los tiempos patriarcales. La primera se halla en el en-cuentro de Abram con Melquisedec luego de su triunfo sobre Que-dorlaomer y los reyes aliados (Gén 14:20). Abram realiza una entrega voluntaria, personal y agradecida al sacerdote en respuesta a la vic-toria que Dios le dio frente a sus enemigos al rescatar a su familia (14:18-20).5 En este caso, el sacerdote de Salem, Melquisedec, es el receptor del diezmo del patriarca.6

Luego, Jacob, escapando hacia la tierra de su madre tras en-contrarse con Jehová decide aceptarlo como su Dios y hacer una entrega fiel de los diezmos por las bendiciones recibidas (Gén 28:20-22). El relato no especifica quien fue el receptor del diezmo dado por Jacob. De esta manera, estos hechos evidencian que la práctica del diezmo consagrado a Jehová fue utilizado antes de la leyes mo-saicas, lo que permite que su naturaleza sea un principio de mayor-domía universal dentro del contexto de la adoración del hombre al reconocer las bendiciones divinas.7

4Si bien aparece en Amos 4:4 no será tomado en cuenta porque no hace alusión significativa a nuestro estudio.

5Charles Bradford, “Mayordomía”, en Tratado de Teología Adventista del Séptimo Día (Bue-nos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2009), 736.

6Robert J. Kloosterhuis, “¿Dónde se encuentra el alfolí?”, Ministerio Adventista. (Noviembre – Diciembre 1998): 17.

7Para más detalle, véase Paul B. Petersen, "El diezmo como una expresión de fe" en este volumen.

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Tras los años de esclavitud en Egipto, Jehová rescata y se manifiesta a su pueblo en el Sinaí para revelarles su voluntad como nación escogida y santa (Ex 19:4-5; Lev 27:34). Las prescripciones dadas a Moisés muestran un interés definido por Dios para que su pueblo entregue los diezmos tanto de los frutos del campo en granos y ganado (Lev 27:30). El texto aclara un principio fundamental, este le pertenece al Señor: “De Jehová es. Es cosa dedicada a Jehová”, “el diezmo es consagrado a Jehová” (v. 32). La reglamentación levítica permitía cambiar el diezmo de la cosecha por dinero en vez del trigo o algún otro producto añadiendo la quinta parte, pero no podría hacer-se lo mismo con el diezmo del ganado, donde uno de cada diez debía ser entregado al Señor (v. 31-32).

Un detalle fundamental en la teología y praxis de la administra-ción y uso de los diezmos es la comprensión del santuario/templo y sus servicios. El santuario/templo estuvo al cuidado de la familia de Leví. Los sacerdotes, ministerio restringido a la familia de Aarón (Éxo 28:1-4; Lev 8-9; Num 17). Además, el resto de familiares de Leví, debían asistir a los sacerdotes en los deberes de manutención y transporte del tabernáculo portátil durante el peregrinaje (Num 3:5-10; 4:1-49; 18:1-32). El sacerdocio era una parte integral del santuario. Sin mediación sacerdotal la sangre expiatoria era nula. Como mediador, el sacerdote era responsable de la expiación del pueblo (Num 28:22). Los pecados eran transferidos al sacerdote al ingerir la carne y, por lo tanto, cargaba el pecado del pueblo y así hacía expiación por ellos (Lev 6:17-19, 25-26, 29; 7:6, 7; 10:17; cf. Éxo 28:38). El ministerio levítico era fundamental para el sostén de todos estos servicios ya que de este modo Dios re-velaba las prefiguraciones de la salvación a su pueblo y de todas las naciones de la tierra a través del santuario/templo.8

Dios llama a los hijos de Leví a dedicarse a una obra de tiempo completo y consagrada, no teniendo herencia en la repartición de la tierra de Canaán (Num 18:20) y siendo sostenidos por sus hermanos a través de los diezmos (Num 18:21). De esta manera se confirma que el diezmo le pertenece al Señor. Él decidió darlo “a los hijos de Leví” (vv. 21, 24, 26). A su vez, ellos debían dar el diezmo, del diezmo recibido, al sacerdote o sumo sacerdote en el tabernáculo (Num 18:28). Los diez-mos de todo Israel debían ser utilizados para compensar el “ministerio” de tiempo completo de los “hijos de Leví” por su servicio (Num 18:21,

8Raúl Quiroga, “El santuario es el lugar”, DavarLogos 10/2 (2011):167-188.

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31). A partir de estas prescripciones, se comienza a detallar a los sa-cerdotes y levitas como el “alfolí” en el tabernáculo, para el sustento de sus ministerios (Num 18:21, 26, 28).

Luego de cuarenta años de peregrinaje, Jehová nuevamente da prescripciones sobre el diezmo a Moisés, principalmente al llamado segundo diezmo.9 Se instruye a los adoradores a dar un diezmo anual en el que se podía cambiar los productos por plata para ser llevado al lugar escogido (14:22-26). De acuerdo a Deuteronomio 12:6, 11, 17; 14:23; queda prescrito la localización de entrega de los diezmos en el lugar que Jehová designó para su residencia, sea el tabernáculo o el templo, descartando la posibilidad de que el adorador retenga sus diezmos en la localidad, sino que al parecer sería centralizado en el tabernáculo/templo. Aunque también se detalla que pertenecía a la familia y podía ser consumido en el santuario como una ofrenda de gratitud junto con los levitas y los siervos (12:6, 11,12, 17-19), sin em-bargo, cada tres años debían consagrar un diezmo que tendría un uso diferente ya que quedaba en posesión del diezmante con el fin de ser usado en la ciudad local para no desamparar al levita que está en las poblaciones (Deu 14:27) y alimentar a los extranjeros, viudas y huérfa-nos (26:12). La razón teológica de la devolución del diezmo es contun-dente: “Aprender a temer a Jehová tu Dios todos los días” (14:23).

En conclusión, el Pentateuco evidencia en algunos pasajes que el diezmo era llevado por los adoradores al “alfolí” designado por Dios: sacerdotes, levitas y el tabernáculo, donde eran administrados en favor del servicio del santuario, centro de la revelación salvadora de Jehová.

El alfolí en el reinado de Ezequías

Durante la monarquía unida y dividida no se presentan textos claros con respecto a la práctica ni al uso del diezmo—exceptuando el reinado de Ezequías. Sin embargo no quita que haya sido amplia-mente practicado. Lo que se debe tener en cuenta en la construcción del templo, es la realización de las cámaras especiales para la reco-lección de ofrendas, que seguramente incluía también los diezmos (1 Rey 7:51; 1 Cro 28:12, 19). El rey Ezequías en su reforma religiosa luego de la apostasía de su padre Acaz, reorganizó el servicio de los

9Para mayor información sobre el uso de estos diezmos véase Daniel Plenc, “Uso diverso del diezmo en el Pentateuco”, Theologika 28/8 (2013):166-183. Edward G. Reid, In Search of the Sto-rehouse, 6-7.

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sacerdotes y levitas conforme a sus turnos para servir en el templo que había sido abandonado por años (2 Cro 31:2). Los ciudadanos de Jerusalén y de Judá comenzaron a llevar sus ofrendas y diezmos para este emprendimiento de reorganización (v. 5). Los diezmos fueron lle-vados a Jerusalén de “todas las cosas”, entre ellos “vacas y ovejas; y trajeron los diezmos de lo santificados” (v. 6). El diezmo fue acumulado en montones, por lo que el rey mandó a preparar o acondicionar más cámaras en el templo para depositar allí “las primicias y los diezmos y las cosas consagradas” (v. 11-12). Y junto con el sumo sacerdote Azarías, encargaron la tarea de administrar estos recursos a los levitas Conanías y Semei. Los responsables iban a las ciudades sacerdotales “para dar con fidelidad a sus hermanos sus porciones” de manera equi-tativa (v. 15), dando el diezmo a “los varones anotados por sus linajes, de tres años arriba, a todos los que entraban en la casa de Jehová” (v. 16) como a la mantención de todo el linaje levítico (vv.17-19). De esta manera, se evidencia que la recolección y distribución de los diezmos y ofrendas fue centralizada en el templo de Jerusalén por los sacerdotes y levitas, designados por el rey y el sumo sacerdote.

El alfolí en el periodo pos-exílico

Luego del cautiverio babilónico, con el templo destruido, el ser-vicio de diezmos parece no haberse practicado. No obstante, es bajo el liderazgo y la reconstrucción dirigida por Nehemías que Jerusalén y Judá toman la iniciativa de reactivar el mandamiento divino. Los diez-mos eran recibidos o recogidos en las ciudades por los levitas (Neh 10:37b). Los levitas también debían dar el diezmo del diezmo recibido (10:38). Al igual que en los tiempos de Ezequías, el templo contó con “cámaras” donde eran puestas las ofrendas y los diezmos eran lleva-dos y recogidos (10:37a). Los diezmos y ofrendas eran administrados por personas idóneas para la distribución a los sacerdotes y levitas (Neh 12:44). Durante la ausencia de Nehemías al regresar al palacio del rey (aproximadamente 432 a. C.), el sacerdote Eliasib y el pueblo dejaron abandonado la casa de Dios (13:4-13). A su regreso, Nehemías restablece el sistema de diezmos y hace volver a los sacerdotes y le-vitas a sus funciones para el servicio del Templo que habían abando-nado por la falta de recursos (13:5, 11). En esa ocasión puso como administradores al sacerdote Selemías, al escriba Sadoc y a los levitas

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Pedaías y Hanán. Nuevamente su uso es para la manutención de sa-cerdotes y levitas, y para las actividades del templo, evidenciándose que la recolección y distribución de los diezmos estaban centralizadas en el templo de Jerusalén.

Como se hizo referencia en la introducción, Malaquías, contem-poráneo de Nehemías, en su mensaje de amonestación contra el sa-cerdocio y desenfreno pactual del pueblo, los invitó a volver a Dios y llevar los diezmos y ofrendas al “alfolí”, “granero” o “almacén” de la casa de Dios. El hecho de que Dios acuse al pueblo de robar, implica el concepto levítico de que el diezmo le pertenece a Él, y es robo retener el diezmo y ofrendas fuera del alfolí o cámaras del tesoro del templo del Señor donde eran administrados por los agentes designados por Dios. Parece ser que su uso fue para que haya “alimentos”, es decir, recursos para la manutención de los obreros encargados de los servicios del Templo. Claramente, entonces, se puede concluir que el alfolí son los almacenes o cámaras del templo.

Es posible concluir esta sección afirmando que existe evidencia bíblica para afirmar que el diezmo era llevado o recolectado en el Tem-plo de Jerusalén, lugar elegido por Dios para adorarle. De esta mane-ra, allí era distribuido seguir las necesidades de los levitas de manera equitativa de acuerdo a las familias sacerdotales y levíticas registra-das en el servicio de la obra de Dios.

Cuadro comparativo de los diezmantes,

contexto, diezmo y teología

Texto Diezmantes ContextoAdministración/Admi-nistrador (alfolí o casa

del tesoro)Diezmo Teología

Génesis 14:20 Abraham Victoria sobre sus enemigos Sacerdote Melquisedec

Botín ga-nado en la

batallaAgradecimiento

Génesis 28:22 Jacob Huida de Esaú a tierra extraña No especifica Todo lo que

Dios le diere

Agradecimiento y reconocimien-to de las bendi-ciones de Dios

Levítico 27:30-32 Israel Prescripción de

Jehová No especifica

De los frutos del campo, del ganado

mayor y menor

El diezmo perte-nece a Jehová

“La casa del tesoro”: En busca del alfolí de Dios

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Números 18:21, 26

Hijos de Israel

Prescripción de Jehová Levitas

Ofrenda ofrecida a

Jehová

Aunque el diezmo le per-

tenece al Señor, él decide darlo a

los levitas

Números 18:28 Levitas Prescripción Sacerdote en el taber-

náculo Contribución

Los levitas deben ofrendar sus diezmos a

Jehová

Deuteronomio 12:6 Israel

Prescripción de Jehová en un

contexto pactual

El lugar escogido por Jehová para poner su

residencia

Diezmo junto con los holocaustos,

ofrendas, etc.

Alegrarse por las bendiciones

recibidas de Dios (12:7)

Deuteronomio 12:11 Israel Prescripción de

Jehová

El lugar escogido por Jehová para poner su

residencia

Diezmo junto con los holocaustos,

ofrendas, etc.

Alegrarse y festejar por las

bendiciones recibidas de Dios (12:12)

Deuteronomio 12:17 Israel Prescripción de

Jehová

El lugar escogido por Jehová para poner su residencia. El diezmo

no puede quedar local-mente en la ciudad del

diezmante

Grano, vino, aceite, ga-

nado (vaca, ovejas)

Alegrarse y fes-tejar las obras de las manos del diezmante

(12:18)

Deuteronomio 14:23 Israel Prescripción de

Jehová

El lugar escogido por Jehová para poner su

residencia

Grano, vino, aceite, manadas, ganados

Aprender a temer a Jehova todos los días

Deuteronomio 14:28-29 Israel Prescripción

Este diezmo trienal que-daba en la ciudad local

del diezmante y era recogido por los levitas, extranjeros, huérfanos

y viudas

El diezmo de todo la

producción del último

año

El Señor bende-cirá la obra de las manos del

diezmante

Deuteronomio 26:12 Israel Prescripción de

Jehová

Este diezmo trienal que-daba en la ciudad local

del diezmante y era recogido por los levitas, extranjeros, huérfanos

y viudas

El diezmo de todo la

producción del último

año

El Señor bende-cirá la obra de las manos de Israel (26:15)

2 Crónicas 31:5-6 Judá

Ezequiel reorga-niza el servicio

de los sacerdotes y levitas en el

Templo

En el templo de Jerusa-lén (vv. 4, 11,12)

Diezmo de todas las

cosas: Vacas y ovejas

Jehová bendice a su pueblo (v.10) por la

reactivación del templo y sus

servicios

2 Crónicas 31:12 Judá

Ezequiel reorga-niza el servicio

de los sacerdotes y levitas en el

Templo

En el templo a cargo de Conanías y Simei

La adminis-tración de los diezmos del

Señor es asig-nada a hombres

responsables

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El señorío de Cristo y la mayordomía cristiana

Nehemías 10:37-38

Príncipes, sacerdotes, levitas y el pueblo de

Judá (9:38; 10:28-29)

Confirmación del pueblo en guar-dar el pacto de

Jehová

El templo en Jerusalén (“traeríamos” vv.36-37).

Un sacerdote acom-pañaría a un levita a

recolectar los diezmos para ser llevados al tem-

plo, “Casa de nuestro Dios, a las cámaras de la casa del tesoro” (vv. 38-39) y serían recibi-das por los levitas, los

cuales también darían el diezmo del diezmo.

El diezmo de las cose-chas (NVI) y

labores.

Cumplimiento del pacto a

Jehová

Nehemías 12:44 Judá

Distribución del servicio del

Templo

Los levitas recogían los diezmos y lo llevaban al templo donde se

responsabiliza a “varo-nes sobre las cámaras

de los tesoros”.

Cosecha de los campos

de Judá

El pueblo esta gozoso por el

restablecimiento de los servicios ofrecidos por

los sacerdotes y levitas. Desta-cándose que la revelación de la misericordia de Dios está pre-

sente en medio de ellos.

Nehemías 13:5, 12 Judá

Reforma de Nehe-mías frente a la negligencia de

Eliasib

El templo y los almace-nes administrados por

los sacerdotes Sele-mías, Sadoc, Pedaías

y Hanán

Grano, vino y aceite

El templo esta-ba abandonado y sus encarga-dos se habían

retirado por falta de sustento. La revelación de la gracia de Dios no era mani-festada en el

pueblo

Malaquías 3:8-10

Príncipes, sacerdotes y pueblo de

Judá

Llamado de Dios a guardar el

pacto

El alfolí, cámaras o casa del tesoro es una refe-

rencia a la casa de Dios, es decir, el templo.

Alimento

Probar la fideli-dad del Señor,

quien bendecirá con abundancia en la tierra (v.12)

El alfolí en el Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento no presenta instrucciones definidas sobre la recepción y uso del diezmo en la iglesia cristiana. Si bien no hay una ordenanza a la práctica ni información sobre el alfolí, esto no debe ser una evidencia para rechazar la práctica del diezmo. A continuación se presentarán algunos pasajes neotestamentarios donde se pueden

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desprender algunos puntos básicos para una teología y uso del diez-mo en el Nuevo Testamento. Mateo y Lucas (23:23 cf.11:42) registran la acusación de Jesús a los escribas y fariseos que olvidaban la justi-cia, la misericordia y la ley. En este contexto, se evidencia la práctica de diezmar las cosechas mínimas de menta y eneldo, por lo que destaca la necesidad hacerlo. Ángel Manuel Rodríguez afirma que “al oír y leer los evangelios de Mateo y Lucas, las comunidades cristianas están siendo invitadas a hacer exactamente lo que Jesús estaba requirien-do de su audiencia original. Cristo estaba endosando el principio del diezmo del Antiguo Testamento entre sus seguidores”.10 Lucas tam-bién registra la enseñanza de Jesús sobre la parábola del fariseo y el publicano (18:9-14). Allí nuevamente se evidencia la práctica realizada por el fariseo, la cual no es condenada por Jesús, lo que en realidad se condena es la actitud arrogante del fariseo al utilizar este y otros actos como evidencia de su piedad. Tanto en la acusación de Jesús como en la parábola, consagraban sus diezmos al Señor, seguramente entrega-dos en el templo de Jerusalén.

Pablo realiza dos alusiones de manera indirecta y directa sobre el diezmo (1 Cor 9:11-14; Heb 7:1-10). En su carta a los Corintios, Pablo alude a los servidores del Templo y su manutención por aquel servicio ofrecido. Tomando aquella ordenanza, el apóstol defenderá sus dere-chos de participar de la manutención como predicador del evangelio, afirmando que “así también ordenó el Señor que los que anuncian el evangelio, vivan del evangelio” (9:14). De esta manera, el “así también” marca un paralelismo entre los obreros que anuncian el evangelio y los sacerdotes y levitas que también anunciaban las prefiguraciones del evangelio. Rodriguez afirma que “la implicación es que Pablo no considera el diezmo como incompatible con la vida cristiana, antes lo ve como útil y necesario en el cumplimiento de la misión de la iglesia al mundo”.11 Luego, de forma directa menciona la entrega del diezmo de Abraham a Mequisedec. Allí el apóstol valida la práctica del patriarca, y no la invalida como a otras instituciones levíticas que eran proyeccio-nes proféticas del ministerio de Jesús (9:1-10:25).

10Ángel Manuel Rodríguez, El diezmo en el Nuevo Testamento y en la iglesia cristiana (Sil-ver Spring, MD: Departamento de Mayordomía de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, 2003), 2.

11Ibíd., 3.

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El señorío de Cristo y la mayordomía cristiana

Uno de los principios destacados sobre la entrega es la referen-cia de la superioridad del sacerdocio de Melquisedec sobre el aarónico, sacerdote que recibe los diezmos del patriarca. Este ejemplo ayuda a la comprensión de que no es necesario el sistema levítico y el santuario para que el adorador fiel entregue sus diezmos a quien Dios designe como administrador de ello.

Rodríguez, en su estudio sobre el diezmo en el Nuevo Testamen-to y la iglesia cristiana, pertinentemente presenta ciertas diferencias que evidencian una discontinuidad entre el sistema veterotestamen-tario (Antiguo Testamento) y el neotestamentario (Nuevo Testamento) que son aplicables a nuestro tiempo actual. En primer lugar, la iglesia no es el santuario/templo por lo que “la cristiandad no tiene un lugar centralizado de culto que pueda asociarse con el sistema de diezmo”.12 En segundo lugar, ya no hay sacerdotes y levitas que reciban los diez-mos ya que el sistema caducó con la crucifixión y resurrección de Jesús. De esta forma, propone evaluar lo principios del sistema que puedan ser utilizados por los cristianos para mantener la fidelidad de la orden bíblica, lo lleva a concluir que no es necesario el sistema leví-tico para la entrega y recepción de los diezmos,13 el creyente entrega el diezmo porque reconoce y acepta a Dios como Creador, Redentor y Sustentador. Por eso, Rodríguez afirma también que “no tenemos evidencia explícita del diezmo en la iglesia apostólica. Debemos ser cuidadosos respecto de cómo interpretar la falta de evidencia”.14 No obstante concluye observando que “una cosa es clara: Jesús no recha-zó el diezmo, sino que lo promovió. Por lo tanto, podría ser natural para los cristianos devolver el diezmo”.15

Las referencias neotestamentarias a la práctica de la devolución del diezmo es validada por Jesús y Pablo. Ellos no contradicen la natu-raleza y el uso del régimen veterotestamentarios de devolver a Dios lo que le pertenece para la manutención de los obreros encargados en la predicación del evangelio. Por tanto, surge la siguiente pregunta: ¿En nuestro tiempo, lo administra la iglesia local o la Asociación?

12Ibíd., 9.

13Ibíd., 10.

14Ibíd., 13.

15Ibíd.

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El alfolí en los escritos de Elena de White

Lo que Elena G. de White escribió referente al “alfolí” o “cámara del tesoro” es poco, ya que “no era un asunto que necesitaba tratar-se”,16 pero lo creyó conveniente para esclarecer el concepto. Ella afirmó que “si nuestras iglesias han de tomar su posición del lado de la Pala-bra del Señor y ser fieles en la entrega del diezmo en la tesorería, más obreros serán alentados a entrar en la obra ministerial”.17 Lo que se infiere es que ella pensaba en la Asociación local como la tesorería, ya que tenían la responsabilidad de emplear y sustentar a los ministros. Otra cita que resulta explicativa sobre su comprensión es la referida a la ocasión cuando J. H. Kellogg contempló la posibilidad de no devol-ver los diezmos de los empleados del sanatorio a la Asociación. Ello lo expresó así: “Que él separe el diezmo de la tesorería será una deci-sión que temo grandemente”.18 A su vez, destacó, que el pastor local no tiene autoridad para apropiarse del diezmo y ser él el alfolí, como tampoco están autorizados a apoyar ninguna propuesta de las iglesias para desviar el diezmo hacia un uso ilegítimo.19 Por eso expresó que el diezmo debe ser enviado de manera legítima a la Asociación para sustentar a los obreros: “Llegó el tiempo cuando los diezmos y ofren-das pertenecientes al Señor deben ser usados en el cumplimiento de una decidida obra. Deben traerse al tesoro para ser usados en forma ordenada y sustentar a los obreros evangélicos en su obra”.20

Lo interesante en la vida de ella es que en ocasiones “especiales” usó el diezmo sin enviarlo a la Asociación. No se entrará en detalles generales ya que este tema ha sido ampliamente detallado en otros

16Kloosterhuis, 19.

17Elena G. de White, Testimonio para la iglesia (eBook Ellen G. White Estate, Inc. 2010) 9:225.

18Ibíd., Manuscript Releases, 7:366. También afirmo: “Si todos los diezmos fueran traídos al alfolí, la tesorería de Dios no estaría vacía”. Ibíd., Pacific Union Recorder, 10. Cf. Ibíd., Testimonios para la Iglesia (eBook Ellen G. White Estate, Inc. 2010), 9:57. Cf. Testimonios para la Iglesia (eBook Ellen G. White Estate, Inc. 2010), 6:356.

19“El ministro, por medio de la palabra y el ejemplo, debe enseñar a la gente a considerar el diezmo como algo sagrado. No debe pensar que, por ser ministro, puede retener el diezmo y usarlo siguiendo los dictados de su juicio personal. No le pertenece. No puede tomarse la libertad de dedi-car para sí mismo lo que piensa que le corresponde. No debe apoyar ningún plan para desviar de su uso legítimo el uso de los diezmos y las ofrendas que han sido dedicados a Dios. Deben colocarse en su tesorería y destinarse para su servicio, tal como él lo ha establecido”. Ibíd., Testimonio para la Iglesia, 9:199-200.

20Ibíd., Manuscript Releases, 19:376.

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El señorío de Cristo y la mayordomía cristiana

estudios,21 y a continuación se resumirá brevemente algunos puntos que surgían del análisis de estas excepciones.

En primer lugar, ella apoyó la obra misionera del sur de los Es-tados Unidos, la cual poseía muy pocos recursos financieros para los pastores que trabajaban allí por las personas de color, por lo que destinó su diezmo “al campo más necesitado y desanimado del mun-do”.22 Sin embargo, es necesario tener en cuenta la justificación de su accionar, el cual fue avalado por su ministerio profético, instruido di-rectamente por Dios para utilizar el diezmo de esa manera, por lo que afirmó que le fue “presentado, por años, que mi diezmo debía ser en-viado por mí para ayudar a pastores blancos y negros que eran des-cuidados y que no recibían lo suficiente para sostener debidamente a sus familias”.23 En la misma carta enviada a Watson,24 afirma: “Cuan-do mi atención fue llamada a ministros ancianos, blancos o negros, fue mi deber especial investigar sus necesidades y suplirlas. Este ha-bría de ser mi trabajo especial y lo he hecho en varias ocasiones; de-biera darle notoriedad al hecho de que en casos especiales el diezmo sea usado de esta forma”.25 Ella destacó que por su parte no había retenido el diezmo de la tesorería del Señor para una causa personal, sino que destacó de manera directa:

“Yo misma he tomado de mi diezmo para los casos más necesitados que han sido traídos a mi atención. He sido instruida a hacer esto, y como el dinero no ha sido retenido de la tesorería del Señor, no es un asunto que deba comentarse, porque haría que fuese necesario que se hiciesen saber estos asuntos, lo cual yo no deseo hacer, porque no es lo mejor. Algunos casos me han sido presentados por años, y yo he suplido sus necesidades sacando del diezmo como Dios me ha instruido a hacer. Y si alguna perso-na me dijera: ‘Hermana White, ¿tomaría usted mi diezmo para usarlo donde usted sabe que es más necesario?’ Yo diría: Sí, lo haré, y yo lo he hecho.

21Arthur L. White, Ellen G. White: The Early Elmshaven Years (Washington, DC: Review & Herald, 1981), 5:389-397; Roger W. Coon, “Tithe: Ellen G. White’s Counsel and Practice”, Suplemento de Adventist Review, 1991. Rodriguez, “El diezmo en los escritos de Elena de White”, 103-105.

22Elena de White, Manuscript Releases, (Ellen G. White Writings. CD-Rom The Ellen G. White State, 2008), 2:99.

23Elena de White, Spalding and Magan Collection, 215, (Ellen G. White Writings. CD-Rom The Ellen G. White State, 2008).

24Carta enviada en enero 22 del 1905 (Mountain View, California), en Spalding and Magan Collection, 215.

25Ibíd.

“La casa del tesoro”: En busca del alfolí de Dios

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Yo encomio a aquellas hermanas que han colocado su diezmo donde es más necesario para ayudar a hacer un trabajo que está siendo dejado sin hacer; y si a este asunto se le da publicidad, creará un conocimiento que sería mejor dejar tranquilo. Yo no deseo darle publicidad a este trabajo que el Señor me ha encomendado a mí para hacer y a otros también”.26

De esta declaración se describe otro asunto especial, el de reci-bir los diezmos de creyentes que confiaban en ella y en el uso que le daría, pero es necesario entender que ella nunca los solicitó,27 sino que por medio de la instrucción recibida conocía los lugares más descuida-dos y de carencia para hacer uso de aquellos diezmos para el sostén de ministros dedicados a la predicación del evangelio. Sin embargo, ella termina la declaración afirmando que “Las circunstancias alteran los casos. No aconsejo a nadie a ejercer la práctica de acumular el dinero de los diezmos”.28

Otro deber especial del empleo del diezmo fue: “crear un fondo de dinero del diezmo para pagar a esas mujeres que están realizan-do una obra tan esencial como la de los ministros”.29 De esta manera, podemos concluir que ella no utilizó el diezmo con fines personales, sino para sostener obreros/as evangélicos/as, y por sobre todo, fue instruida por Dios para realizar aquella obra. Es más, ella exhortaba a los creyentes a ser fieles, aunque podrían desconfiar sobre el uso que la administración daba a los diezmos.30

26Ibíd.

27Arthur White afirma que “Elena de White no realizo una práctica de recoger fondos del diezmo, y ella nunca pidió que el diezmo puede colocar en sus manos”. En Ellen G. White, 5:396.

28Elena de White, Spalding and Magan Collection, 215. (Ellen G. White Writings. CD-Rom The Ellen G. White State, 2008).

29Elena de White, Manuscript Releases 5:29. (Ellen G. White Writings. CD-Rom The Ellen G. White State, 2008).

30“El diezmo es sagrado, y ha sido reservado por Dios mismo. Debe ser llevado a su tesorería para que se lo emplee en la sustentación de los obreros evangélicos. Durante largo tiempo el Señor ha sido robado porque hay quienes no comprenden que el diezmo es la porción que Dios se ha reser-vado. Algunos no han estado satisfechos y han dicho: “No pagaré más mi diezmo, porque no tengo confianza en la forma como se manejan las cosas en el corazón de la obra”. ¿Pero robaréis a Dios porque pensáis que el manejo de la obra no es correcto? Presentad vuestras quejas en forma clara y abierta, con el espíritu debido, a las personas debidas. Pedid que las cosas sean ajustadas y puestas en orden; pero no retengáis lo que corresponde a la obra de Dios, demostrando así que sois infieles, porque otros no están obrando correctamente”. Elena G. de White, Consejos sobre mayordomía cris-tiana (Mountain View, CA: Publicaciones Interamericanas, 1971), 98, 99.

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En consecuencia, se puede concluir que Elena G. de White nun-ca rechazo el sistema centralizado y administrativo de la Iglesia Ad-ventista, sino que tal como lo expresó Kloosterhuis:

Elena de White nunca se opuso a este procedimiento, práctica que ella pre-senció durante casi cincuenta años de su ministerio. La señora White sos-tuvo el principio de designar a la asociación local como el alfolí. Si hubiera sido moralmente erróneo, ella ciertamente habría intervenido una y mil ve-ces para corregir el mal. Pero este no es el caso.31

El alfolí en la Iglesia Adventista

Para entender como la IASD adoptó el sistema vigente hasta hoy, no solo basta subrayar la comprensión de Elena de White, sino que, también fue la comprensión de varios líderes sobre la evidencia bíblica del tema. En 1856, la naciente iglesia enfrentó un desafío en cuanto al sostén de los ministros ya que dos líderes, J. N. Loughbo-rough y J. N. Andrews, debieron abandonar forzadamente la obra mi-nisterial para mudarse a Waokon, Iowa; y trabajar en oficios secula-res para mantener a sus familias. En1858, Andrews dirigió una clase bíblica y se dedicó a investigar los principios bíblicos para apoyar el sostenimiento del ministerio evangélico, dando origen al plan de “bene-volencia sistemática”.32 En 1859, los adventistas adoptaron este plan,33 el cual animaba a dar en forma regular y proporcional a las entradas o bienes de cada uno.34 El plan fue aceptado por Elena G. de White como una orden celestial que debía ser apoyado.35 Luego, del 26 al 29 de abril de 1861, un grupo de líderes y creyentes se reunieron en Battle Creek para hacer los preparativos para la incorporación de la Asociación Publicadora (Casa editora). De esas reuniones surgen las

31Kloosterhuis, 20.

32John N. Loughborough, The Church, Its Order, Organization, and Discipline (Takoma Park, MD: Review and Herald, 1907), 107. Jaime White escribió en 1868 lo siguiente: ““Este sistema es adoptado generalmente por nuestra gente de todo los lugares, y ofrece un apoyo liberal a nuestros ministros, dejándolos libres para dedicarse por entero a la obra del ministerio”. (Life Incidents [Battle Creek, MI: Seventh-day Adventist Publishing, 1868], 302).

33Veáse el informe presentado en Review and Herald, 9 junio (1859), 20.

34Bradford, 747.

35Ellen G. White, Testimony for the Church (Battle Creek, MI: Review and Herald Office, 1859), 5:10.

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primeras propuestas formales para la organización de la iglesia. Esto dio como resultado una serie de conferencias donde se proponía la organización de las iglesias locales, asociaciones estatales y confe-rencias generales.36

Jaime White también comenzó a referirse a la benevolencia sistemática como el diezmo.37 En octubre del mismo año, se organi-za la primera Asociación: la Asociación de Michigan. Uno de los pri-meros temas que trataron fue establecer el sueldo de los ministros. Resolvieron que los fondos vendrían de las iglesias de la asociación, donde las iglesias locales no empleaban ni pagaban a los pastores. Dos años más tarde se organizó la Asociación General de la Iglesia Adventista, donde en su constitución modelo, artículo nº 3 afirmó que “los fondos habrían de ser colectados a través del plan de bene-volencia sistemática y otras ofrendas, e informados regularmente al tesorero de la asociación”.38

De esta manera quedó establecido que cada asociación local contaría con los recursos financieros para la obra ministerial/evange-listica, sostenidos por las iglesias que componían la asociación. Lue-go, en 1878, la Asociación General recomendó que las asociaciones les dieran un diezmo de sus entradas. En 1901, cuando se estable-cieron las Uniones, las asociaciones darían un diezmo a éstas y las Uniones a su vez darían un diezmo a la Asociación General.

De este modo, la iglesia desde sus inicios comprendió la im-portancia de la organización en todos los asuntos referentes a las obras evangelisticas y ministeriales, y también referente a los tér-minos legales frente a las regulaciones jurídicas estatales. Por eso, Kloosterhuis acertadamente declaró

las iglesias locales no son entidades legales, pero las asociaciones loca-les sí lo son. Las iglesias se unen para formar una asociación que sirva a sus necesidades legales como un cuerpo reconocido jurídicamente para emplear y supervisar a ministros, para pagarles su salario, y recolectar los diezmos y las ofrendas de las iglesias para financiar los esfuerzos evange-

36Veáse el artículo de Jaime White, Review and Herald, 18/3 (11 de junio de 1861): 20-23.

37Veánse las referencias y citas de Jaime White, en Arthur White, El diezmo: Historia y uso, 2.

38Veáse Robert J. Kloosterhuis, 19.

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El señorío de Cristo y la mayordomía cristiana

listicos. Las iglesias locales, siendo que no tienen estatus legal, delegaron a las asociaciones locales la responsabilidad de emplear ministros.39

Al haber sido abolido el sistema levítico que giraba en torno al Tabernáculo/Templo, la IASD, de acuerdo a los principios fundamen-tales de recepción y administración de los diezmos, decidió que sea la asociación/misión el “alfolí” o “cámara de los tesoros” donde se de-ben administrar los recursos financieros para el sostén de los obreros evangélicos y todos los asuntos referentes a la evangelización. El Ma-nual de Iglesia de la IASD afirma lo siguiente:

La iglesia local no usa ni gasta el diezmo, sino que lo remite al tesorero de la Asociación. De esa forma, el diezmo de todas las iglesia fluye a la tesorería de la Asociación local, que a su vez remite un porcentaje al siguiente nivel superior, en concordancia con los reglamentos de la Asociación General y de la División, para hacer frente a los gastos de llevar adelante la obra de Dios en sus respectivas esferas de responsabilidad y actividad.40

Así, en el contexto de la autoridad concedida por Cristo para la edificación y cumplimiento de la misión, la IASD sostiene que “la igle-sia mundial desempeña una función significativa en la salvaguardia de la santidad del diezmo”.41 Además, “La Iglesia organizada también es responsable por el establecimiento de un sistema adecuado de recolección y distribución del diezmo de la Iglesia mundial a través de la Iglesia mundial”.42 Por ello con respecto al alfolí o casa del te-soro, la iglesia afirma

“en armonía con el principio bíblico de la casa central de la tesorería, la Igle-sia Adventista del Séptimo Día designó asociaciones, misiones, campos y uniones de iglesias como casas de tesorería, en nombre de la iglesia mun-

39Ibíd.

40Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Manual de Iglesia. 19ª edición, rev. 2015 (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), 132-133. En la sección “cómo se devuelve el diezmo”, el Manual de Iglesia afirma: “El diezmo pertenece al Señor y debe entregarse, como un acto de adoración, a la tesorería de la Asociación a través de la iglesia a la que el miembro pertenece. En caso de presentarse circunstancias inusitadas, los miembros de la iglesia deben con-sultar a los administradores de la Asociación” (Ibíd., 133).

41Iglesia Adventista del Séptimo Día y Secretaría de la División Sudamericana, Reglamentos eclesiásticos-administrativos (Buenos Aires; Asociación Casa Editora, 2016), 603. También afirma el reglamento: “Dios determinó financiar el ministerio evangélico por medio del sistema de diezmos y confiarlo a la iglesia, cuya responsabilidad es administrar ese sagrado fondo” (Ibíd., 608).

42Ibíd., 609.

“La casa del tesoro”: En busca del alfolí de Dios

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dial, a las cuales se debe devolver el diezmo. De esa manera, el diezmo de Dios, la distribución que él le confió a la Iglesia mundial, se junta, en todo el mundo, y se usa para suplir las necesidades del ministerio evangélico”.43

Ventajas del sistema de administración adventista

¿Cuáles son las ventajas de que el alfolí o la casa del tesoro sea la asociación? ¿Qué ventajas tiene este sistema de administración? La primera ventaja que proporciona el sistema adoptado por la IASD está bien definida en sus reglamentos:

Como parte de la experiencia de culto de los miembros de la iglesia, el diez-mo se devuelve a Dios a través de la iglesia local. Entonces, el tesorero de la iglesia local manda todo el diezmo a la tesorería de la asociación/misión/campo/ unión de iglesias para el sustento de los involucrados en el minis-terio evangélico. Ese sistema, definido por Dios, le ha permitido a su Iglesia ejercer un impacto cada vez mayor en el mundo entero. 44

Analizando las ventajas de que el alfolí sea la asociación Robert Kloosterhuis escribe pertinentemente: “Sugerir que la iglesia local sea el alfolí, es posible. Pero, ¿A qué costo? Dañaría seriamente la estructura de la organización y el gobierno de la denominación, tal como ahora la conocemos”. 45 A continuación se mencionaran algunas otras ventajas:

1. Priorizar la misión evangelizadora de la iglesia en predicar a todo el mundo con el mensaje de los tres ángeles.

2. Una organización administrativa financiera legal frente a en-tidades locales y nacionales donde la iglesia se encuentra establecida.

3. El cuidado de los tesoreros tanto locales como administrati-vos de las sedes administrativas sea: Asociación, Unión, etc.

4. El cuidado de los pastores en la manipulación del dinero del Señor en usos ilegítimos.

5. Transparencia en el uso de los fondos de la iglesia bajo la supervisión en todos los niveles administrativos —desde la iglesia local hasta la Asociación General— con un sistema de

43Ibíd., 611.

44Reglamentos eclesiásticos-administrativos, 611-612. Énfasis añadido.

45Ibíd.

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auditorías que evalúan los gastos y seguridad de los fondos eclesiásticos.

6. Una distribución equitativa en el sueldo de los obreros y los esfuerzos evangelisticos en zonas menos favorables.

7. La distribución sabiamente dirigida por comisiones que co-nocen las necesidades y esfuerzos evangelísticos de los campos, haciendo el mayor provecho para la proclamación del evangelio.

Desde esta perspectiva, se puede evidenciar que el sistema adoptado por la IASD sigue el consejo inspirado de Dios a través de su Palabra, lo que da como resultando múltiples bendiciones a través de estos años, tanto para la iglesia local como para el cuerpo de la Iglesia mundial.

Conclusión

La entrega del diezmo es un acto de adoración que evidencia la sumisión y obediencia al señorío de Dios en la vida del creyente, donde este entrega al Señor lo que le pertenece. Asimismo, por lo expuesto en las Escrituras, Dios empleó un sistema de recolección y distribución en su pueblo centrado en el templo como sede de la revelación del evan-gelio a sus hijos y a todas las naciones. La devolución de los diezmos no es un pago a los obreros religiosos por sus servicios, al contrario, es una evidencia de fidelidad a Dios, por lo que el mismo decidió hacer uso de los diezmos para los encargados de servir en el templo y poste-riormente para la predicación del evangelio.

Con esto en mente, la IASD ha adoptado un sistema de recolec-ción y distribución de los diezmos, centralizando su administración en la Asociación local, basado para ello en la evidencia bíblica, los escritos de Elena G. de White y la experiencia organizacional. Como cuerpo de Cris-to, desde las iglesias locales a la Asociación General, debemos gozar de las bendiciones celestiales que, sin duda, serán sobreabundantes.