Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    RRAAYYMMOONNDDKKHHOOUURRYY

    LLAAOORRDDEENN

    DDEELL TTEEMMPPLLEESSeeaann RReeiillllyy &&TTeessss CChhaayykkiinn II

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    A mis padres

    A mis chicas:

    Mia, Gracie y

    Suellen

    Y

    A mi amigo

    Adam B. Wachtel

    (19592005)

    Cunto habras disfrutado con esto!

    Me alegro de que Victoria y Elizabeth

    te compartieran con nosotros.

    Te echaremos de menos.

    Mucho.

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    Qu til nos ha sido este mito de Cristo!

    PAPA LEN X, siglo XVI

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    RESUMEN

    En plena exposicin de los tesoros del Vaticano en el Metropolitan Museum deNueva York, un grupo de hombres a caballo, vestidos como caballeros templarios,

    irrumpe a sangre y fuego y se apodera de varias reliquias. Entre los asustados

    testigos est Tess Chaykin, una joven arqueloga que enseguida sospecha de los

    verdaderos motivos del asalto. Uno de los objetos que se han llevado los asaltantes

    contiene la clave para sacar a la luz un secreto que permanece oculto desde que el

    ltimo templario dej Tierra Santa, llevando consigo un cargamento de incalculable

    poder. El mismo secreto que llen de terror a la Iglesia y que precipit la destruccin

    brutal de la Orden del Temple en 1312. Un misterio que cambiar completamentenuestro mundo si sale a la luz. Con la ayuda del curtido agente del FBI Sean Reilly,

    Tess se embarca en una carrera contra el tiempo para recuperar la reliquia antes de

    que sea demasiado tarde.

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    PRLOGO

    AAccrree,, rreeiinnoo llaattiinnoo ddee JJeerruussaallnn,, 11229911

    Hemos perdido Tierra Santa.

    Ese nico pensamiento no dejaba de atormentar a Martin de Carmaux; su brutal

    irrevocabilidad resultaba ms aterradora que las hordas de guerreros que entraban

    trepando por la brecha abierta en el muro.

    Se oblig a desechar la idea, a apartarla de su mente.

    Ahora no tena tiempo para lamentarse. Tena trabajo que hacer.

    Hombres que matar.

    Blandiendo la espada, se precipit a travs de las asfixiantes nubes de humo y polvo,

    y arremeti contra las enfurecidas filas enemigas. Estaban en todas partes, sus

    cimitarras y sus hachas desgarraban la carne, y sus gritos de guerra se elevaban por

    encima del inquietante y rtmico comps de los timbaleros que haba al otro lado delas murallas de la fortaleza.

    Con todas sus fuerzas, abati la espada partiendo en dos la cabeza de un hombre, y

    volvi a levantar la hoja para embestir al siguiente invasor. Ech un vistazo a su

    derecha, y vio que Aimard de Villiers clavaba su espada en el pecho de un atacante

    antes de enfrentarse a otro enemigo. Aturdido por los gemidos de dolor y los gritos

    de ira que le rodeaban, Martin not que alguien trataba de agarrarle de la mano

    izquierda y velozmente dio un fuerte golpe al adversario con la empuadura de su

    espada; luego baj la hoja y sinti cmo sta atravesaba msculos y hueso. Percibi a

    su derecha algo amenazadoramente cerca y de forma instintiva atac con la espada,

    rebanndole el brazo a otro de los invasores para despus abrirle la mejilla y cortarle

    la lengua de un tajo.

    Sus camaradas y l llevaban horas sin tener un respiro. La embestida islmica no

    solamente haba sido incesante, sino adems mucho peor de lo esperado. Flechas y

    proyectiles de llameantes puntas haban llovido sin descanso durante das sobre la

    ciudad, provocando ms incendios de los que podan atajarse a la vez, mientras los

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    hombres del sultn cavaban hoyos debajo de las enormes murallas en los que haban

    amontonado broza, que tambin encendan. En muchos puntos, estos hornos

    provisionales haban agrietado las murallas, que ahora se derrumbaban bajo una

    lluvia de rocas catapultadas. Templarios y hospitalarios haban logrado, a fuerza de

    voluntad, repeler el asalto en la Puerta de San Antonio antes de incendiarla yretirarse. Sin embargo, la Torre Maldita, haciendo honor a su nombre, haba

    sobrevivido, permitiendo que los violentos sarracenos entraran en la ciudad y

    sellaran su destino.

    Los gritos roncos de agona se desvanecieron en medio de la conmocin mientras

    Martin bajaba su espada y miraba a su alrededor desesperado en busca de algn

    signo de esperanza, pero en su mente no haba ninguna duda. Haban perdido Tierra

    Santa. Con creciente temor tom conciencia de que todos moriran antes de queacabara la noche. Se enfrentaban con el mayor ejrcito jams visto, y pese a la furia y

    la pasin que hervan en sus venas, pese a sus esfuerzos y los de sus hermanos,

    estaban condenados al fracaso.

    Tambin sus superiores se haban percatado de ello. El alma se le cay a los pies al

    or la fatdica corneta que adverta a los caballeros supervivientes del Temple que

    abandonaran las defensas de la ciudad. Mirando rpidamente a izquierda y derecha

    con turbado frenes, sus ojos encontraron de nuevo los de Aimard de Villiers. Y en

    ellos detect la misma agona y la misma humillacin que arda en l. Codo con codo,

    se abrieron paso entre la confusa multitud y consiguieron regresar a la relativa

    seguridad del recinto templario.

    Martin sigui al viejo caballero por entre el tropel de la poblacin aterrada, que se

    haba refugiado dentro de los slidos muros de la fortaleza. La escena que les

    esperaba en el amplio vestbulo le sorprendi an ms que la carnicera que haba

    presenciado fuera. Tumbado sobre una tosca mesa de comedor larga y estrecha

    estaba Guillaume de Beaujeu, el Gran Maestre de losCaballeros del Temple. A sulado, de pie, se encontraba Pierre de Sevrey, el senescal, junto con dos monjes. Sus

    afligidos rostros no dejaban lugar a dudas. Cuando los dos caballeros llegaron hasta

    l, Beaujeu abri los ojos y levant un poco la cabeza, movimiento que le provoc un

    involuntario gemido de dolor. Martin lo mir fijamente, estupefacto. La piel del

    anciano haba perdido todo color y sus ojos estaban inyectados de sangre. Recorri

    su cuerpo con la mirada, tratando de entender lo que vea, y localiz la saeta

    emplumada que sobresala por un costado de su caja torcica. El Gran Maestre

    sujetaba su extremo con una mano mientras con la otra le haca seas a Aimard, quese aproxim, se arrodill a su lado y le cogi la mano entre las suyas.

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    Ha llegado la horalogr decir el anciano con voz dbil y apenada, pero clara.

    Vete ya y que Dios te gue.

    Martin no oy las palabras. Su atencin estaba en otra parte, centrada en algo que

    haba notado en cuanto Beaujeu haba abierto la boca. Era su lengua: estaba negra. Laira y el odio se agolparon en la garganta del joven caballero cuando reconoci los

    efectos de la saeta envenenada. Este lder de hombres, la firme figura que haba

    dominado todas las facetas de la vida de Martin hasta donde ste poda recordar,

    estaba prcticamente muerto.

    Se fij en que Beaujeu alzaba la vista hacia Sevrey y asenta casi imperceptiblemente.

    El senescal fue hasta el extremo de la mesa y levant una tela de terciopelo que dej

    al descubierto un pequeo y labrado cofre. No meda ms de tres palmos de ancho.

    Era la primera vez que Martin lo vea. Observ absorto a Aimard, que se puso de pie,

    contempl el cofre con solemnidad y despus mir a Beaujeu. El anciano le sostuvo

    la mirada antes de volver a cerrar los ojos; su respiracin haba adquirido una

    aspereza siniestra. Aimard se acerc a Sevrey y lo abraz, a continuacin cogi el

    cofre y, sin siquiera mirar atrs, se dirigi hacia la salida. Al pasar junto a Martin se

    limit a decirle: Ven.

    Martin vacil y lanz una mirada a Beaujeu y luego al senescal, que asinti en seal

    de confirmacin. Entonces se apresur a seguir a Aimard, y pronto cay en la cuentade que no iban al encuentro del enemigo.

    Se dirigan al muelle de la fortaleza.

    Adnde vamos?inquiri.

    Aimard no dej de andar.

    El Falcon Temple nos espera. Date prisa.

    Martin se detuvo en seco; le daba vueltas la cabeza, estaba confuso. Nos

    marchamos?, pens.

    Conoca a Aimard de Villiers desde que su propio padre, tambin caballero, muriera

    quince aos atrs cuando Martin tena apenas cinco. Desde entonces, Aimard haba

    sido su guardin, su mentor. Su hroe. Haban librado muchas batallas juntos, y

    Martin crea que seguiran codo con codo y moriran uno al lado del otro cuando

    llegara el final. Pero esto no. Esto era una locura. Era una... desercin.

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    Aimard tambin se detuvo, pero nicamente para asir a Martin por el hombro y

    obligarle a andar.

    Date prisale orden.

    No!repuso Martin sacudindose la mano de Aimard.

    Sinsisti tajante el caballero, mucho mayor que l.

    Martin sinti nuseas; su rostro se ensombreci al tratar de encontrar las palabras:

    No abandonar a nuestros hermanosbalbuci. Ahora no, nunca!

    Aimard exhal un gran suspiro y ech una mirada a la ciudad sitiada. Llameantes

    proyectiles dibujaban arcos en el cielo nocturno y lo surcaban veloces desde todos los

    rincones. Sujetando todava el cofre, se volvi y dio un amenazante paso hacia

    delante de modo que entre sus rostros no quedaron ms que unos centmetros, y

    Martin repar en que los ojos de su amigo estaban empaados de lgrimas

    reprimidas.

    Acaso crees que quiero abandonarlos?susurr; su voz cortaba el aire. Que

    quiero dejar al Maestre en su ltimo trance? Parece que no me conozcas.

    La mente de Martin arda de confusin.Entonces... por qu?

    Nuestro cometido es mucho ms importante que matar unos cuantos perros

    rabiosos mscontest Aimard sombro. Es crucial para la supervivencia de

    nuestra Orden. Es crucial, si queremos asegurarnos de que todo aquello por lo que

    hemos luchado no muera aqu tambin. Tenemos que irnos. Ahora.

    Martin abri la boca para protestar, pero la expresin de Aimard era inequvoca. A

    regaadientes, inclin la cabeza en seal de aquiescencia y lo sigui.

    La nica nave atracada en el puerto era el Falcon Temple; las otras galeras haban

    zarpado antes de que el asalto sarraceno cerrara la drsena principal de la ciudad la

    semana previa. Con el agua ya por encima de la lnea de flotacin, un grupo de

    esclavos, hermanos-sargentos y caballeros cargaba la nave. A Martin le asalt un

    montn de preguntas, pero no tena tiempo para formular ninguna. Cuando se

    aproximaron al muelle pudo ver al patrn, un viejo marino al que slo conoca como

    Hugh y al que el Gran Maestre tena en mucha estima. El hombre, fornido, observabala febril actividad desde la cubierta de su nave. Martin pase la vista por el barco,

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    desde la carroza de popa, pasando por su gran mstil, hasta la roda de la que

    sobresala el mascarn de proa, una escultura de una fiera ave de presa

    extraordinariamente fiel a la realidad.

    Sin interrumpir el paso, Aimard pregunt a voz en grito al patrn:

    Ya se han cargado el agua y las provisiones?

    S, seor.

    Entonces olvdate del resto y leva anclas de inmediato.

    En cuestin de minutos izaron la pasarela de embarque, se soltaron amarras y los

    marineros separaron el Falcon Temple del muelle desde el esquife de la nave. El

    contramaestre no tard mucho en dar la orden para que los esclavos de la galerahundieran sus remos en las oscuras aguas. Martin observ a los marineros hacinados

    en cubierta izar el esquife y asegurarlo. Al comps rtmico del grave sonido de un

    gong y los gruidos de ms de ciento cincuenta remeros encadenados, la nave

    empez a desplazarse y se alej de las enormes murallas del recinto templario.

    Mientras se alejaba del puerto, una lluvia de flechas cay sobre ella y el mar

    circundante estall en inmensas y ardientes explosiones de espuma blanca

    producidas por los disparos de las ballestas y catapultas del sultn, dirigidos a la

    galera que escapaba. Pronto estuvieron fuera de su alcance y Martin se levant y

    contempl el paisaje cada vez ms lejano. Los infieles ocupaban los muros de la

    ciudad, aullando e insultando a la nave como animales enjaulados. Detrs de ellos

    ruga el infierno; los chillidos y los gritos de hombres, mujeres y nios se mezclaban

    con el incesante y estrepitoso redoble de los tambores de guerra.

    Poco a poco, la nave gan velocidad ayudada por un viento que soplaba de tierra; los

    remos se levantaban y caan como alas revolviendo las oscuras aguas. En el distante

    horizonte, el cielo se haba vuelto negro y amenazador.

    Todo haba terminado.

    Con las manos an temblorosas y el alma destrozada, Martin de Carmaux se volvi

    lentamente y con disgusto, dej atrs la tierra que le haba visto nacer y mir al

    frente, hacia la tormenta que les esperaba.

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    Captulo 1

    Al principio, nadie repar en los cuatro jinetes que emergan de la oscuridad de

    Central Park.

    Antes bien, cuatro manzanas al sur, todas las miradas estaban posadas en el continuo

    desfile de limusinas, iluminadas por flashes y focos de televisin, de las que

    descendan celebridades elegantemente vestidas y mortales de menor relevancia

    delante de la acera del Museo de Arte Metropolitano, el Met.

    Era uno de esos grandes acontecimientos que ninguna otra ciudad hubiera podido

    organizar tan bien como Nueva York, menos an cuando el recinto anfitrin era el

    Met. Espectacularmente iluminado y con haces de luz que atravesaban el oscuro cielo

    de abril, el enorme edificio era como un irresistible reclamo en el corazn de laciudad, que atraa a sus invitados hacia las austeras columnas de su fachada

    neoclsica, sobre la que ondeaba un cartel con la leyenda:

    TESOROS DEL VATICANO

    Haban hablado de posponer el evento e incluso de cancelarlo, pues recientesinformes de los servicios de inteligencia haban inducido al Gobierno a decretar de

    nuevo el nivel naranja de alerta antiterrorista nacional. En todo el pas, las

    autoridades estatales y locales haban intensificado las medidas de seguridad, y

    aunque en Nueva York se mantena el nivel naranja desde el 11-S, se tomaron

    precauciones adicionales. Se apostaron tropas de la Guardia Nacional en las lneas de

    metro y en los puentes, y los agentes de polica hacan turnos de doce horas.

    Se crea que, debido a su temtica, la exposicin era particularmente arriesgada. Pesea ello haba prevalecido la firme determinacin de algunos polticos, y la junta del

    museo haba votado que se siguiera adelante con lo planeado. La exposicin se

    llevara a cabo segn lo previsto, un testimonio ms del inquebrantable espritu de la

    ciudad.

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    De espaldas al museo, una joven reportera con una cuidada melena y dientes de un

    blanco resplandeciente trataba por tercera vez de hablar sin equivocarse frente a la

    cmara. Despus de haber intentado, sin xito, adoptar una postura estudiada de

    erudicin, en esta ocasin se concentr y lo logr.

    No recuerdo cundo fue la ltima vez que el Met congreg a tanta gente. Desde

    luego no haba vuelto a suceder desde la exposicin sobre los mayas, y de eso hace

    ya unos cuantos aosanunci mientras un hombre gordinfln de mediana edad

    bajaba de una limusina con una estilizada mujer enfundada en un vestido de noche

    azul, de una talla demasiado pequea y ms adecuado para una adolescente que

    para ella. Y ah estn el alcalde y su encantadora mujer explic la reportera,

    nuestra propia familia real que, naturalmente y como de costumbre, llega tarde.

    Centrndose en el acontecimiento que tena que cubrir y adoptando un tono serioaadi: Esta noche ser la primera vez que muchos de los objetos expuestos

    puedan ser vistos por el pblico. Han permanecido guardados bajo llave en los

    stanos del Vaticano durante cientos de aos y...

    Justo entonces, una repentina ola de silbidos y aplausos de la multitud la distrajo.

    Dej de hablar, apart la vista de la cmara y mir hacia el creciente alboroto.

    Y en ese momento vio a los jinetes.

    Los caballos eran unos ejemplares soberbios: imponentes tordos y zainos con

    ondulantes colas negras y crines. Pero eran sus jinetes los que haban agitado a la

    multitud.

    Los cuatro hombres, que montaban formando una lnea, iban vestidos con

    armaduras medievales idnticas. Llevaban yelmos cerrados, cotas de malla,

    espalderas negras y calzas que se prolongaban en las perneras de hierro. Pareca que

    acababan de salir del tnel del tiempo, y para exagerar su efecto, enormes espadas

    envainadas colgaban de sus cinturas. Pero lo ms sorprendente de todo eran laslargas capas blancas bordadas con cruces de color rojo sangre que llevaban encima

    de las armaduras.

    Ahora los caballos trotaban suavemente.

    La multitud fue presa de la emocin mientras los caballeros avanzaban con lentitud,

    con la vista al frente y ajenos al alboroto que los rodeaba.

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    Vaya! Qu tenemos aqu? Da la impresin de que el Met y el Vaticano han hecho

    un despliegue de medios. No les parece magnfico?dijo con entusiasmo la

    reportera como si se tratara de un espectculo. Escuchen a la multitud!

    Los caballos llegaron hasta el bordillo frente al museo, y entonces hicieron algocurioso.

    En lugar de detenerse all, cruzaron la acera hasta el pie de la escalinata.

    En ese momento, los cuatro jinetes espolearon a sus caballos con suavidad, y stos,

    perfectamente alineados y sin omitir ninguna grada, continuaron el lento y

    ceremonioso avance por la cascada de escaleras hasta el enlosado prtico de la

    entrada del museo.

    Captulo 2

    Mam, de verdad que tengo que irsuplic Kim.

    Tess Chaykin mir a su hija con el entrecejo fruncido. Las tres (Tess, su madre,

    Eileen, y Kim) acababan de llegar al museo y Tess pretenda ver la exposicin antes

    de que tuvieran lugar los discursos y dems ineludibles formalidades. Pero ahora eso

    tendra que esperar. Kim estaba haciendo lo que, inevitablemente, haca cualquier

    nia de nueve aos en ocasiones semejantes: esperar al momento menos oportuno

    para anunciar que necesitaba ir al lavabo con urgencia.

    Kim, por favor.

    El vestbulo estaba atestado de gente, y acompaar a su hija al lavabo no era lo que a

    Tess le apeteca ms en este momento.

    La madre de Tess, que no se esforzaba mucho por ocultar la ligera satisfaccin que

    esto le produca, intervino:

    Ya la llevo yo. T haz lo que tengas que hacer.Y a continuacin, con una

    cmplice sonrisa, aadi: Y mira que disfruto reviviendo tu infancia.

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    Tess le dedic una mueca, luego mir a su hija y sonri sacudiendo la cabeza. Su

    pequeo rostro y sus brillantes ojos verdes siempre lograban cautivarla en cualquier

    situacin.

    Os ver en el vestbulo principal.Agit un dedo delante de Kim y aadi: Note separes de Nana. No quiero que te pierdas en medio de este circo.

    Kim solt un gruido y puso los ojos en blanco. Tess las vio desaparecer entre la

    muchedumbre antes de volverse y disponerse a entrar.

    El enorme vestbulo del museo, el Great Hall, ya estaba repleto de hombres canosos ymujeres increblemente elegantes. Imperaban los trajes de etiqueta y los vestidos de

    noche y, al mirar a su alrededor, Tess se sinti cohibida. Le preocupaba tanto

    destacar por su elegancia discreta como que la consideraran parte de la gente in que

    la rodeaba, una gente que no le interesaba lo ms mnimo.

    De lo que Tess no se daba cuenta era de que lo que la gente perciba en ella no tena

    nada que ver con su sobria elegancia (iba enfundada en un sencillo vestido de cctel

    negro que flotaba unos cuantos centmetros por encima de sus rodillas) ni con la

    incomodidad que senta cuando asista a eventos como ste, de acentuada frivolidad.

    La gente se fijaba en ella, y punto. Siempre lo haba hecho. Lo que no era nada

    extrao. La causa solan ser los seductores rizos que enmarcaban sus clidos ojos

    verdes, que irradiaban inteligencia, y el esbelto cuerpo de treinta y seis aos que se

    mova con pasos relajados y fluidos; el hecho de que ella fuera totalmente

    inconsciente de su atractivo resultaba determinante. Lstima que siempre se hubiese

    equivocado al enamorarse de tipos impresentables. Incluso haba acabado casndose

    con el menos indicado de ese asqueroso tipo de individuos, error que haba

    enmendado no haca mucho.

    Avanz por la sala principal; el zumbido de las conversaciones reverberaba en las

    paredes, un sordo runruneo que haca imposible entender lo que se deca. Al parecer,

    la acstica no haba sido un aspecto prioritario en el diseo del museo. Llegaron

    hasta ella compases de msica de cmara y localiz un cuarteto de cuerda femenino

    escondido en una esquina que, aunque inaudible, rasgaba enrgicamente sus

    instrumentos. Asinti con timidez a los sonrientes rostros de la multitud y pas de

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    largo el sempiterno arreglo de flores frescas de Lila Wallace1 y el rincn donde estaba

    la sublime escultura de Andrea della Robbia, una Virgen y el Nio de terracota azul

    y blanca vidriada, que miraban con solemnidad desde el trono. Esta noche, sin

    embargo, tenan compaa, pues sta era slo una de las muchas representaciones de

    Jesucristo y la Virgen Mara que ahora adornaban el museo.

    Casi todos los objetos se exhiban en vitrinas, y bastaba con un simple vistazo para

    saber que muchos de stos eran de un valor incalculable. Incluso para alguien carente

    de fe como Tess, resultaban impresionantes, hasta conmovedores, y cuando pas por

    delante de la imponente escalinata en direccin a la sala de exposicin, su pulso se

    aceler por el creciente entusiasmo de lo que la aguardaba.

    Haba ornamentados elementos de culto de alabastro procedentes de Borgoa con

    vividas escenas de la vida de san Martn, y una veintena de crucifijos, la mayora de

    oro macizo y con laboriosas incrustaciones de piedras preciosas; uno de ellos, una

    cruz del siglo XII, estaba compuesta por ms de cien figuras esculpidas en colmillos

    de morsa. Haba elaboradas estatuillas de mrmol y relicarios de madera labrada;

    incluso desprovistos de sus reliquias originales, estos receptculos eran soberbios

    ejemplos del meticuloso trabajo de los artesanos medievales. Un magnfico facistol de

    bronce en forma de guila brillaba con luz propia junto a un imponente cirio pascual

    espaol pintado, de casi dos metros de altura, que haban trado de las dependencias

    privadas del Papa.

    Mientras observaba las diversas piezas, Tess no pudo evitar sentir insistentes

    punzadas de decepcin por su vida profesional. Los objetos que tena ante s eran de

    una calidad a la que jams se haba atrevido a aspirar durante sus aos de

    expediciones. Lo cierto era que haban sido aos buenos, aos desafiantes, hasta

    cierto punto gratificantes. Le haban dado la oportunidad de viajar por el mundo y

    conocer culturas diferentes y fascinantes. Algunas de las curiosidades que haba

    desenterrado estaban expuestas en unos cuantos museos repartidos por el planeta,pero nada de lo hallado era suficientemente valioso para, por ejemplo, adornar el ala

    Sackler de Arte Egipcio o el ala Rockefeller de Arte Primitivo. Tal vez... tal vez, si

    hubiese seguido algn tiempo ms. Desech la idea. Saba que esa vida ya se haba

    terminado, al menos en un futuro prximo. Tendra que conformarse con disfrutar

    1 Lila Acheson Wallace es la millonaria fundadora de la revista Reader's Digest y a cuenta del fondoque deposit, las flores del vestbulo se cambian cada tres das. (N. de la T.)

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    de estas maravillosas instantneas del pasado desde la remota y pasiva perspectiva

    de un observador agradecido.

    Lo cierto es que era una visin maravillosa. Albergar la exposicin haba sido una

    jugada verdaderamente maestra del Met, porque casi ninguno de los objetosenviados desde Roma haba sido expuesto con anterioridad.

    Tampoco era todo oro brillante y joyas relucientes.

    En la vitrina que tena ahora delante haba un objeto aparentemente mundano. Era

    una especie de artefacto mecnico de cobre, ms o menos del tamao de una vieja

    mquina de escribir y semejante a una caja. Tena teclas en su cara superior, as como

    discos interconectados y palancas que salan de los laterales. Daba la impresin de

    estar fuera de lugar entre tanta opulencia.

    Tess se apart el pelo de la cara y se inclin hacia delante para examinarlo ms de

    cerca. Se dispona a consultar su catlogo cuando percibi un reflejo borroso junto al

    suyo en el cristal de la vitrina; haba alguien detrs de ella.

    No s si sigues buscando el Santo Grial, pero si es as lamento decepcionarte,

    porque no est aqule dijo una voz grave; y aunque llevaba aos sin orla, la

    reconoci incluso antes de volverse.

    Clive.Al volver la cabeza observ a su antiguo colega, Cmo ests? Te veo

    fantstico.

    Aquello no era del todo cierto: Clive Edmondson haba entrado en la cincuentena

    haca pocos aos, y sin embargo pareca un verdadero anciano.

    Gracias. Y t qu tal andas?

    Estoy bienasegur ella. Cmo te va el saqueo de tumbas?

    Edmondson le mostr las palmas de las manos.

    No gano para manicuras. Aparte de eso, como siempre. Exactamente igual que

    siempre.Solt una risita. Tengo entendido que has entrado en el Manoukian.

    S.

    Y?

    Oh, genial!exclam Tess. Eso tampoco era cierto. Entrar en el prestigiosoInstituto Manoukian haba sido una gran oportunidad para ella, pero el trabajo

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    distaba mucho de ser genial. Claro que esa clase de cosas uno las guardaba para s,

    sobre todo con lo tremendamente chismoso y traicionero que poda llegar a ser el

    mundo de la arqueologa. Recurriendo a un comentario impersonal, agreg:

    Aunque la verdad es que echo mucho de menos estar con vosotros en las

    excavaciones.

    La sonrisa que esboz Edmondson le dio a entender a Tess que no la crea.

    No te pierdes gran cosa. An no hemos salido en los titulares.

    No me refera a eso... Es slo que...Se volvi y pase la vista por el montn de

    vitrinas que haba a su alrededor. Habra sido magnfico hallar cualquiera de estos

    objetos. Cualquiera.Tess lo mir, repentinamente melanclica. Por qu nunca

    encontramos nada tan bueno?

    Eh! Yo no he perdido la esperanza. T eres la que cambi los camellos por las

    oficinascoment l con sarcasmo. Por no hablar de las moscas, la arena, el calor

    y la comida, si es que puede llamarse as...

    Dios mo! La comida!se ri Tess. Pensndolo bien, no estoy tan segura de

    echarla de menos.

    Sabes que puedes volver cuando quieras.

    Ella dio un respingo. Era algo en lo que pensaba a menudo.

    Me temo que no. Al menos no por ahora.

    Edmondson logr esbozar una forzada sonrisa.

    Tendremos siempre una pala con tu nombre, ya lo sabesle dijo. No haba mucha

    esperanza en lo que acababa de decir. Un incmodo silencio rein entre ellos. Oye

    aadi

    , han abierto un bar en la Sala Egipcia que tiene aspecto de prepararccteles decentes. Te invito a una copa.

    Ve t; me reunir contigo dentro de un ratose excus ella. Estoy esperando a

    Kim y a mi madre.

    Estn aqu?

    S.

    Edmondson alz las manos.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    Guau! Tres generaciones Chaykin; eso s que promete.

    Ests advertido.

    Tomo notarepuso l mientras se perda en medio de la gente. Te veo luego.

    No te escapes.

    Fuera, en el prtico, el ambiente estaba animado. El cmara se abri paso a

    empellones para obtener una mejor imagen mientras los aplausos y los vtores de

    alegra de la alborotada multitud ahogaban los esfuerzos de la reportera por

    comentar lo que ocurra. El ruido incluso aument cuando la gente vio que unhombre bajo y fornido, con el uniforme marrn de los guardias de seguridad,

    abandonaba su posicin y corra hacia los jinetes que se aproximaban.

    Mirando de reojo, el cmara intuy que algo no iba exactamente segn lo previsto.

    Las decididas zancadas del guardia y su lenguaje corporal indicaban, sin duda, que

    haba diferencia de opiniones.

    Al llegar hasta los caballos, el guardia de seguridad levant las manos para que se

    detuvieran, y les impidi continuar avanzando. Los caballeros frenaron sus caballos,que bufaron y cocearon, obviamente molestos por tener que detenerse.

    Dio la impresin de que tena lugar una discusin. Una discusin unilateral, observ

    el cmara, ya que, al menos visiblemente, los jinetes ni se inmutaban ante las rdenes

    perentorias del guardia.

    Y entonces, al fin, uno de ellos hizo algo.

    Despacio, dotando al momento de toda teatralidad, el corpulento caballero queestaba ms prximo al guardia de seguridad desenvain la espada y la levant sobre

    su cabeza, provocando otro sinfn de resplandores de flashes y ms aplausos.

    La sostuvo en lo alto con las dos manos y la mirada todava al frente. Sin parpadear.

    Pese a que tena un ojo pegado al visor, el cmara perciba imgenes perifricas con

    el otro ojo y de pronto comprendi que suceda algo ms. Apresuradamente, utiliz

    el zoom para enfocar la cara del guardia de seguridad. Qu haba en su rostro?

    Desconcierto? Consternacin?

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    Entonces lo supo.

    Miedo.

    Ahora la multitud estaba frentica, aplauda y vitoreaba descontrolada. De forma

    instintiva, el cmara ampli un poco la toma para que la imagen captara tambin al

    jinete.

    Justo en ese momento, el caballero abati su espada con un movimiento rpido y

    certero (la hoja brillaba terriblemente bajo la centelleante luz artificial), y le dio al

    guardia justo debajo de la oreja, un golpe lo suficientemente fuerte y veloz para

    atravesar carne, cartlago y hueso.

    El pblico, a coro, solt un fuerte grito que se convirti en agudos chillidos de horror

    que atravesaron la noche. Pero la que grit con ms fuerza fue la reportera, que se

    agarr del brazo del cmara, lo que hizo que a ste se le moviera la imagen. l, no

    obstante, no dud en darle un codazo a la chica para seguir grabando.

    La cabeza del guardia cay hacia delante y empez a rebotar por la escalinata del

    museo, dejando a su paso un reguero rojo; la escena era macabra. Y despus de lo

    que pareci una eternidad, su cuerpo decapitado se desplom y cay como un

    mueco de trapo, mientras brotaba de l un pequeo y sanguinolento giser.

    Entre gritos, los ms jvenes del pblico tropezaban en su aterradora desesperacin

    por huir de aquel lugar, mientras que otros, ms alejados y ajenos a lo que suceda

    realmente, pero conscientes de que algo impresionante estaba teniendo lugar,

    empujaban para avanzar. En cuestin de segundos se produjo una confusin de

    cuerpos atemorizados, y en el aire retumbaron exclamaciones y chillidos de dolor y

    miedo.

    Los otros tres caballos daban ahora coces y caracoleaban en el prtico. Entonces uno

    de los caballeros exclam:

    Adelante, adelante!

    El verdugo espole a su caballo para que avanzara y carg contra las puertas del

    museo abiertas de par en par. Los dems jinetes se precipitaron detrs de l a muy

    poca distancia.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    Captulo 3

    En el Great Hall, Tess oy gritos procedentes del exterior y enseguida se dio cuenta

    de que suceda algo malo, algo horrible. Se volvi a tiempo para ver cmo el primer

    caballo irrumpa en el museo, haciendo aicos los cristales y astillando el suelo demadera mientras en el vestbulo se desataba el caos. La reunin tranquila, civilizada e

    impecable se desintegr y se convirti en una jaura de hombres y mujeres que

    gritaban y se apartaban a empellones del camino de los furiosos caballos.

    Tres de los jinetes avanzaron sin contemplaciones entre la muchedumbre, hendieron

    sus espadas en las vitrinas, pisotearon los cristales rotos y la madera astillada, y

    daaron y destrozaron los objetos exhibidos.

    Tess fue empujada a un lado cuando un gran nmero de invitados intentdesesperadamente salir a la calle por las puertas. Ella recorri con la mirada el

    vestbulo. Dnde estarn mam y Kim? Mir a su alrededor, pero no las vio en

    ninguna parte. Al fondo, a su derecha, los caballos caracoleaban y destruan ms

    vitrinas a su paso. Los invitados salan despedidos contra ellas y contra las paredes, y

    sus gemidos de dolor y sus gritos reverberaban en la espaciosa sala. Tess vislumbr

    entre ellos a Clive Edmondson, que recibi un fuerte golpe cuando, de pronto, uno

    de los caballos se encabrit.

    Los caballos relinchaban, tenan los ollares inflados y les caa espuma por los bordes

    de los bocados. Sus jinetes alargaban los brazos y se llevaban relucientes objetos de

    las vitrinas rotas, que metan en sacos enganchados a las monturas. En las puertas, la

    multitud que intentaba salir impeda que entrara la polica, impotente ante la

    avalancha de la aterrada muchedumbre.

    Uno de los caballos se volvi y golpe con la grupa una estatua de la Virgen Mara,

    que se tambale y se hizo pedazos al caer al suelo. Los cascos del caballo la

    pisotearon, aplastando las manos en actitud de rezo de la Madonna. Arrancado de sumarco por los invitados que huan, un bello tapiz result pisoteado por la gente y por

    los animales; miles de primorosas puntadas desgarradas en segundos. Una vitrina se

    vino abajo, la mitra blanca y dorada que contena cay al suelo a travs del cristal

    roto y en la frentica confusin fue pasto de las pisadas de la multitud. La sotana que

    haca juego con ella vol como una alfombra mgica hasta que tambin fue

    pisoteada.

    Apartndose rpidamente del camino de los caballos, Tess mir hacia el pasillo y vioal cuarto jinete y, ms all, al fondo, todava a ms gente que hua hacia otras partes

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    del museo. Busc de nuevo a su madre y a su hija. Dnde pueden estar? Estarn

    bien? Aguz la vista para distinguir sus caras entre la confusa multitud, pero segua

    sin haber ni rastro de ellas.

    Al or que gritaban una orden, Tess se volvi y se fij en que los agentes de policahaban conseguido, finalmente, abrirse paso entre la muchedumbre. Con las armas

    desenfundadas y vociferando por encima de la confusin reinante, se disponan a

    cercar a uno de los tres jinetes, pero ste extrajo del interior de su capa un arma

    pequea de aspecto letal. De manera instintiva, Tess se tir al suelo y se cubri la

    cabeza, no sin antes presenciar cmo el hombre, barriendo el frente con el arma,

    disparaba varias rfagas por todo el vestbulo. Una docena de personas se desplom,

    incluidos todos los policas, y los cristales rotos de las vitrinas hechas aicos

    quedaron salpicados de sangre.

    Acurrucada en el suelo, con el corazn que pareca querer salirsele del pecho e

    intentando permanecer lo ms quieta posible, aunque algo en su interior la impela a

    correr, Tess vio que dos de los otros jinetes blandan tambin armas automticas

    como la que acababa de utilizar su compaero. Las balas rebotaron en las paredes del

    museo y aumentaron el ruido y el pnico. De pronto, uno de los caballos se encabrit,

    las manos del jinete se agitaron y se le dispar el arma; la rfaga de balas fue a parar

    a una pared y al techo y destroz las ornamentadas molduras de yeso, que cayeron

    como una lluvia sobre las cabezas de los invitados, que gritaban agazapados.

    Tess tuvo la valenta de asomarse por detrs de la vitrina y su mente evalu deprisa

    las posibles salidas. Vio que detrs de tres filas de vitrinas a su derecha haba una

    puerta que conduca a otra galera e intent acercarse a ella.

    Acababa de llegar a la segunda fila de vitrinas cuando vio que el cuarto caballero se

    diriga directo hacia ella. Tess se agach y lanz una mirada; el jinete se abra paso

    con el caballo entre las vitrinas, an intactas, visiblemente despreocupado y ajeno al

    alboroto que protagonizaban sus tres compaeros.

    Casi poda notar los bufidos del caballo y el aire que sala de sus ollares cuando, de

    repente, el caballero tir de las riendas y se detuvo a menos de dos metros de ella.

    Tess se acurruc an ms, pegndose a la vitrina para salvar su vida y pidindole a

    su acelerado corazn que se calmara. Levant la mirada y vio al caballero reflejado

    en las vitrinas que haba a su alrededor, imponente con su cota de malla y su capa

    blanca, y con la mirada fija en una vitrina en particular.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    Era la que Tess haba estado mirando antes de ponerse a hablar con Clive

    Edmondson.

    Atemorizada y en silencio, observ cmo el caballero desenvainaba la espada, la

    levantaba y la henda con estrpito en la vitrina, hacindola pedazos y enviando alsuelo cerca de ella fragmentos de cristal. Luego volvi a envainar, alarg los brazos

    desde su silla de montar y extrajo la extraa caja, el artefacto de teclas, discos y

    palancas, y lo sostuvo en lo alto durante unos instantes.

    Tess casi no poda respirar y, sin embargo, contra todos los instintos racionales de

    supervivencia de los que se crea poseedora, necesitaba desesperadamente ver qu

    ocurra. Incapaz de contenerse, espi por detrs de la vitrina, apenas asomando un

    ojo.

    El hombre, con aparente reverencia, mir fijamente el artefacto unos instantes antes

    de pronunciar, casi para sus adentros, unas cuantas palabras:

    Veritas vos libera...

    Tess estaba observando fascinada este ritual tan sumamente ntimo cuando otra

    rfaga de tiros los sac, a ella y al caballero, de su arrobamiento.

    l hizo dar la vuelta a su caballo y durante unos segundos, pese a quedar ocultos tras

    la visera del casco, sus ojos se encontraron con los de Tess, que se qued sin aliento

    mientras permaneca all agachada, completamente helada, inmvil. Entonces el

    caballo fue hacia ella, derecho a ella..., pero pas de largo. Tess oy que el hombre

    gritaba a los otros tres jinetes:

    Vmonos!

    Se levant y vio que el corpulento jinete que haba iniciado el tiroteo arrinconaba a

    un pequeo grupo de personas junto a la escalinata principal. Reconoci al arzobispode Nueva York, as como al alcalde y a su mujer. El caballero gua asinti con la

    cabeza, y el hombre corpulento forz el paso de su caballo entre el grupo de

    aturdidos invitados, cogi a la mujer, que forcejeaba, y la subi a su montura.

    Empu el arma contra su sien y ella se call, su boca abierta en un grito ahogado.

    Impotente, enfadada y asustada, Tess contempl a los cuatro jinetes avanzar hacia la

    puerta. El jinete guaella haba reparado en que era el nico que no llevaba arma

    de fuego era asimismo el nico que no llevaba un saco abultado atado a la perilla

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    de su silla. Y mientras los jinetes se alejaban por las galeras del museo, Tess se puso

    de pie y corri en busca de su madre y su pequea.

    Los caballeros salieron apresuradamente por las puertas del museo hacia el fulgor de

    las luces de las cmaras. A pesar de los sollozos de la gente atemorizada y los

    lamentos de los heridos, de repente estaba todo mucho ms tranquilo. No obstante,

    alrededor de los caballeros se oan gritos, voces de hombres, en su mayora policas,

    que decan: No disparen! Rehn! No disparen!.

    Los cuatro jinetes bajaron por las gradas y subieron por la avenida con el caballero

    que llevaba a la rehn cerrando la marcha para proteger al grupo. Sus movimientos

    eran enrgicos pero no apresurados; no les inmutaron las sirenas de la polica, que se

    aproximaban desgarrando la noche, y en cuestin de segundos haban desaparecido

    en la impenetrable oscuridad de Central Park.

    Captulo 4

    Delante de la escalinata del museo, Sean Reilly observaba atento desde fuera del

    permetro de la cinta amarilla y negra que delimitaba la escena del crimen. Se pas

    una mano por su corto pelo castao mientras miraba la figura silueteada en el lugar

    en el que haba yacido el cuerpo decapitado. Luego sigui el rastro de las

    salpicaduras de sangre y dirigi la mirada hasta una marca del tamao de una pelota

    de baloncesto que indicaba la posicin de la cabeza.

    Nick Aparo se acerc a su colega y pase la mirada por la zona. Con la cara redonda,

    calvo y diez aos mayor que Reilly, de treinta y ocho, era de estatura mediana,

    constitucin media y aspecto ordinario. Hablando con l uno poda llegar a olvidarse

    de su fsico, una til cualidad para un agente que Aparo haba explotado con gran

    xito desde que Reilly lo conoca. Al igual que ste, Aparo llevaba un holgado anorak

    azul marino encima de su traje gris oscuro, en cuya parte posterior luca las siglas FBI

    con grandes letras blancas. En este momento, una mueca de aversin torca su boca.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    No creo que el mdico forense tenga muchos problemas para resolver esta muerte

    coment.

    Reilly asinti. No poda apartar la vista de las marcas que sealaban el lugar de la

    cabeza decapitada; el charco de sangre haba adquirido un tono oscuro. Por qumorir a balazos o apualado no pareca tan terrible como que a uno le cortaran la

    cabeza?, se pregunt. Pens en que en algunos pases la decapitacin era un

    procedimiento habitual. Pases de los que haban salido muchos de los terroristas

    cuyas intenciones haban tenido a Estados Unidos en vilo y le haban obligado a

    elevar los niveles de alerta; terroristas cuya bsqueda consuma todos los das de

    Reilly y no pocas de sus noches.

    Se volvi hacia Aparo:

    Qu ha dicho la mujer del alcalde?Reilly saba que la haban abandonado sin

    miramientos en medio del parque, junto con los caballos.

    Est impresionadarespondi Aparo. Tiene ms heridas en su ego que en su

    culo.

    Por suerte se acercan las elecciones: sera una pena que las contusiones no sirvieran

    de nada.Reilly mir a su alrededor; su mente segua intentando asimilar el

    impacto de lo que haba sucedido justo donde se encontraba. Se sabe algo ya delos controles de carreteras?

    Se haban colocado barreras en un radio de diez manzanas, y en todos los puentes y

    tneles que entraban y salan de Manhattan.

    No. Estos tipos saban lo que hacan. No han cogido ningn taxi.

    Reilly asinti. Profesionales. Bien organizados.

    Genial!

    Como si los aficionados no pudieran hoy en da causar el mismo dao. Lo nico que

    se necesitaba era un par de clases de vuelo o un camin cargado de nitrato de amonio

    junto con una disposicin suicida y psictica, nada de lo cual era precisamente

    escaso.

    Examin en silencio la desoladora escena. Al hacerlo, sinti que le inundaban la

    indignacin y la frustracin ms absolutas. La arbitrariedad de estos mortferos actos

    de locura y su exasperante propensin a sorprender a todo el mundo con la guardia

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    baja nunca dejaban de asombrarle. Aun as, en esta particular escena del crimen

    haba algo raro, incluso confuso. Sinti una extraa indiferencia. En cierta manera,

    despus de los escenarios siniestros y potencialmente catastrficos para los que l y

    sus colegas haban tratado de encontrar una explicacin en los ltimos aos, esto

    resultaba demasiado grotesco de entender. Le daba la impresin de que un ridculonmero circense apartaba su atencin del acontecimiento principal. Algo que, no

    obstante, en cierto modo agradeca, aunque le inquietara y le molestara sobremanera.

    Como agente especial a cargo de la Unidad contra el Terrorismo Nacional de Nueva

    York, al recibir la llamada haba supuesto que el asalto quedara dentro de su

    jurisdiccin. No es que le importara la descomunal tarea que supona coordinar a

    docenas de agentes y policas, as como a analistas, tcnicos de laboratorio,

    psiclogos, fotgrafos y un sinfn de personas ms. Era lo que siempre haba queridohacer.

    Siempre haba intuido que l poda cambiar las cosas.

    No, que poda darlas a conocer. Y lo hara.

    El sentimiento se haba cristalizado durante los aos que haba estado en la Escuela

    de Derecho de Notre Dame. Reilly tena la sensacin de que haba muchas cosas en

    este mundo que no iban bienla muerte de su padre cuando l tena slo diez aos

    haba sido una dolorosa prueba de ello y quera ayudar a mejorarlo, si no para l

    mismo, al menos s para otras personas. El sentimiento se hizo ineludible un da en

    que para preparar un trabajo sobre crmenes raciales asisti en Terre Haute a una

    reunin de los defensores de la supremaca de la raza blanca. Aquel acontecimiento

    afect profundamente a Reilly. Le pareci que haba visto al diablo y sinti la

    apremiante necesidad de entenderlo mejor para poder ayudar a luchar contra l.

    Su primer plan no funcion exactamente como l haba previsto. En un juvenil

    estallido de idealismo, decidi convertirse en piloto de la Marina. La idea de ayudar

    al mundo a deshacerse del demonio desde la cabina de un Tomcat plateado le

    pareca perfecta. Tuvo la suerte de encajar en el tipo de perfil que la Marina buscaba,

    pero tenan otra cosa en mente para l. Les sobraban aspirantes a combatientes de

    lite y lo que necesitaban eran abogados. Los reclutadores hicieron cuanto pudieron

    para convencerle de que entrara en el cuerpo de abogados de la Marina, y Reilly

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    baraj esa posibilidad durante algn tiempo, aunque al fin decidi no entrar y volvi

    a centrarse en aprobar el examen de habilitacin estatal de Indiana.

    Fue un encuentro casual en una librera de viejo lo que cambi de nuevo su rumbo,

    esta vez de forma definitiva. All conoci a un agente del FBI jubilado que estuvoencantado de hablarle del Bureau y animarle a presentar una solicitud, cosa que hizo

    en cuanto pas el examen. A su madre no le gustaba demasiado la idea de que su

    hijo se hubiese pasado siete aos en la universidad para acabar siendo un poli

    condecorado, pero Reilly saba que tena que hacerlo.

    An era un novato que apenas llevaba un ao en la oficina de Chicago, recopilando

    informacin sobre el trabajo realizado por las brigadas antirrobo y antidrogas,

    cuando el 26 de febrero de 1993 todo cambi. Fue el da en que explosion una

    bomba en el aparcamiento del World Trade Center, que mat a seis personas e hiri a

    ms de mil. En realidad, los conspiradores haban tenido la intencin de que una de

    las torres se desplomase sobre la otra y, al mismo tiempo, liberar una nube de gas

    ciangeno. Pero las limitaciones financieras les impidieron lograr su objetivo;

    simplemente, se quedaron sin dinero. No tenan suficientes cargas de gas para la

    bomba, que, adems de ser demasiado pequea para llevar a cabo su atroz propsito,

    haba sido colocada errneamente junto a una columna sin importancia estructural.

    Pese a que fue un fracaso, el atentado no dej de suponer una seria advertencia.Pona de manifiesto que un pequeo grupo de terroristas inexpertos, de poca monta

    y con muy pocos fondos o recursos, poda ocasionar mucho dao. Los servicios de

    inteligencia se apresuraron a redistribuir sus medios y hacer frente a esta nueva

    amenaza.

    De modo que menos de un ao despus de haber entrado en el Bureau, Reilly fue

    destinado a la delegacin de Nueva York. Desde haca muchos aos esa oficina tena

    fama de ser la peor de todas por el alto costo de la vida, los problemas de trfico y la

    necesidad de vivir lejos de la ciudad si uno quera un hogar algo ms espacioso que

    un armario de limpieza. Pero, dado que en Nueva York haba ms accin que en

    ninguna otra parte del pas, era un destino con el que soaba la mayora de los

    agentes especiales nuevos e ingenuos. Y as era el agente Reilly cuando lo enviaron a

    la ciudad.

    Pero ahora ya no era nuevo ni ingenuo.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    Reilly mir a su alrededor y supo que el caos circundante monopolizara su vida

    durante el futuro inmediato. Tom nota mental para llamar al padre Bragg por la

    maana y decirle que no podra jugar al softball, cosa que lamentaba; odiabadecepcionar a los nios, y si haba algo que intentaba que no quedara relegado a un

    segundo plano por motivos profesionales eran esos domingos enel parque.

    Probablemente estara en el parque este domingo, pero por otras razones menos

    agradables.

    Quieres echar un vistazo dentro?inquiri Aparo.

    S.

    Reilly se encogi de hombros y mir por ltima vez la surrealista escena que tena

    delante.

    Captulo 5

    Mientras Aparo y l intentaban no pisar los restos de objetos esparcidos por el suelo,

    Reilly contempl la devastacin que reinaba en el museo.

    Haba piezas de inestimable valor diseminadas por doquier y sin arreglo posible.

    Aqu no haba cinta amarilla y negra. El edificio entero era una escena del crimen. El

    suelo del vestbulo era un feo bodegn de destruccin: trozos de mrmol, fragmentos

    de cristal, manchas de sangre, todo muy til para los CSI (Equipo de Anlisis de la

    Escena del Crimen). Cualquiera de esas cosas poda proporcionar una pista; claro

    que tambin caba la posibilidad de que ninguna de ellas proporcionase ni un

    maldito dato.

    Mientras miraba al grupo de unos doce CSI vestidos de blanco abrindose paso entre

    los objetos destrozados y acompaados en esta ocasin por agentes del ERT (Equipo

    de Recoleccin de Evidencias del FBI), Reilly repas mentalmente lo que saban.

    Cuatro jinetes. Cinco muertos: tres policas, un guardia de seguridad y un civil; otros

    cuatro policas y ms de una docena de civiles heridos de bala, dos de ellos en estado

    crtico; veinticuatro personas con cortes producidos por los cristales; cuarenta y ocho

    con golpes y magulladuras, y suficientes casos de shock emocional para mantener a

    los equipos de terapeutas ocupados durante meses.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    En el otro extremo del vestbulo, el director adjunto en funciones, Tom Jansson,

    hablaba con el delgado capitn de detectives del distrito diecinueve. Discutan acerca

    de la jurisdiccin, un punto de controversia. La conexin con el Vaticano y la clara

    posibilidad de que hubiese terroristas involucrados en lo que haba sucedido

    significaba que el mando de la investigacin pasaba de forma automtica del NYPD(Departamento de Polica de Nueva York) al FBI. El consuelo era que aos antes

    ambas organizaciones haban llegado a un acuerdo. Cada vez que se llevara a cabo

    un arresto, el NYPD se atribuira pblicamente el mrito de la captura, con

    independencia de quin lo hubiera hecho posible en realidad, y el FBI obtendra slo

    una parte del reconocimiento cuando el caso llegase a los tribunales, por haber

    ayudado ostensiblemente a conseguir una condena. Aun as, los egos a menudo

    interferan en una cooperacin sensata y se, al parecer, era el caso de esta noche.

    Aparo llam a un hombre que Reilly no reconoci y que le fue presentado como el

    detective Steve Buchinski.

    Steve estar encantado de ayudarnos mientras esos dos compiten para ver quin la

    tiene ms grandedijo Aparo, mirando hacia donde estaban discutiendo sus

    superiores.

    Decidme qu necesitispidi Buchinski, Tengo tantas ganas como vosotros de

    coger a los hijos de puta que han hecho esto.

    Era un buen comienzo, pens Reilly, agradecido, mientras sonrea al polica de

    facciones duras.

    Que toda la atencin est en la calle; eso es lo que necesitamos ahora mismo

    repuso. Vosotros tenis efectivos e infraestructura.

    Nos estamos quedando sin agentes; pedir refuerzos a la polica de Central Park;

    no creo que haya ningn problemaasegur Buchinski.

    El distrito contiguo al decimonoveno era Central Park; las patrullas a caballo

    formaban parte de su trabajo cotidiano. Reilly se pregunt si eso podra tener

    relacin con el caso y tom nota para comprobarlo ms tarde.

    Ira bien que destinramos tambin refuerzos para las entrevistas que haya que

    hacercoment Reilly al polica.

    S, porque hay un montn de testigosaadi Aparo mientras sealaba hacia la

    escalinata principal.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    La mayora de las oficinas del piso de arriba se haban habilitado provisionalmente

    para interrogar a los testigos.

    Reilly mir hacia arriba y vio a la agente Amelia Gaines bajar la escalera procedente

    de la galera. Jansson haba puesto a la impresionante y ambiciosa pelirroja al frentede las entrevistas a los testigos. Algo perfectamente lgico, ya que a todo el mundo le

    encantaba hablar con Amelia Gaines. Detrs de ella iba una rubia acompaada de

    una pequea rplica de s misma. Su hija, supuso Reilly. La nia pareca medio

    dormida.

    Reilly mir de nuevo el rostro de la rubia. Normalmente, todas las mujeres

    palidecan por completo al lado de la seductora presencia de Amelia.

    Pero sta no.

    Incluso en su estado actual, haba algo en ella simplemente irresistible. Sus ojos se

    encontraron unos instantes antes de que ella mirase hacia el revoltijo que haba

    debajo de sus pies. Fuera quien fuese, estaba muy conmocionada.

    Reilly la observ mientras se diriga nerviosa a la puerta y sorteaba los restos de

    objetos esparcidos por el suelo. La segua otra mujer, mayor que ella pero con un

    cierto parecido. Juntas abandonaron el museo.

    Reilly se volvi y se concentr otra vez.

    Los primeros interrogatorios son siempre una prdida de tiempo, pero hay que

    pasar por ellos y hablar con todo el mundo. No podemos permitirnos lo contrario.

    Probablemente con mayor razn en este caso, porque todo el maldito suceso est

    grabado.Buchinski seal varias cmaras de vdeo. Eran parte del sistema de

    seguridad del museo. Por no hablar de todo lo que han grabado los periodistas que

    estaban fuera.Reilly saba por experiencia que la alta seguridad estaba muy bien para los crmenes

    sofisticados, pero nadie haba contado con unos ladrones de pacotilla a lomos de

    caballos.

    Estupendoasinti. Voy por palomitas.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    Captulo 6

    Sentado ante una gran mesa de caoba, el cardenal Mauro Brugnone recorri con la

    mirada la sala de techo alto cercana al corazn del Vaticano y examin a sus

    hermanos cardenales. Aunque Brugnone era el nico cardenal obispo presente y suministerio era superior al de los dems, evitaba deliberadamente presidir la mesa. Le

    gustaba que hubiese un ambiente de democracia, aunque supiese que todos se

    someteran a l. Era consciente de ello y lo aceptaba, no con orgullo, sino desde el

    pragmatismo. Las asambleas carentes de lder eran siempre infructuosas.

    Sin embargo, esta desafortunada situacin no requera un lder ni una asamblea.

    Brugnone debera ocuparse l solo de ella, algo que haba tenido claro nada ms ver

    las imgenes que se haban emitido en todo el mundo.

    Al fin, clav los ojos en el cardenal Pasquale Rienzi. Pese a que era el ms joven de

    todos ellos y nicamente cardenal dicono, Rienzi era el confidente ms cercano de

    Brugnone. Igual que el resto de participantes en la reunin, estaba absorto en la

    lectura del informe que tena delante. A continuacin, plido y serio como de

    costumbre, alz la vista y tosi suavemente para atraer la atencin de Brugnone.

    Cmo ha podido pasar una cosa aspregunt uno de los all presentes en el

    corazn de la ciudad de Nueva York, en el Museo de Arte Metropolitano...?

    Sacudi la cabeza con incredulidad.

    Este hombre vive en otro mundo, pens Brugnone. En Nueva York todo era

    posible. Acaso no lo haba demostrado la destruccin del World Trade Center?

    Por lo menos el arzobispo no est heridodeclar otro cardenal con tono sombro.

    Al parecer, los ladrones han huido. Todava no saben quin est detrs de esta...

    abominacin?pregunt otra voz.

    Ese pas est lleno de criminales. De lunticos que se inspiran en sus amorales

    programas de televisin y sus sdicos video-juegosobserv otro cardenal. Hace

    aos que sus crceles estn abarrotadas.

    Pero por qu se vistieron as? Capas blancas con cruces rojas... De qu iban

    disfrazados? De templarios?inquiri el cardenal que haba hablado en primer

    lugar.

    Eso es, se dijo Brugnone.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    Eso era lo que haba hecho sonar sus alarmas. Por qu los perpetradores iban

    vestidos de Caballeros del Temple? Sera simplemente porque en el momento de

    buscar un disfraz se haban tenido que conformar con lo primero que encontraron, o

    el atavo de los cuatro jinetes tena un significado ms profundo y quiz ms

    inquietante?

    Qu es un rotor codificador multidisco?

    Brugnone levant la vista con brusquedad. La pregunta proceda del cardenal de

    ms edad que haba all.

    Un rotor codificador multidisco?pregunt Brugnone a su vez.

    El anciano aguz la vista para leer el documento que les haba sido entregado.

    Objeto 129ley en voz alta. Siglo diecisis. Rotor codificador multidisco.

    Nmero de referencia: VNS 1098. Nunca haba odo hablar de esto. Qu es?

    Brugnone fingi analizar el documento que tena en las manos, una copia de un e-

    mail que contena una lista provisional de los artculos robados durante el asalto. Se

    estremeci de nuevo; era el mismo estremecimiento que haba sentido la primera vez

    que lo haba localizado en la lista, pero mantuvo su rostro impasible. Sin levantar la

    cabeza, lanz una mirada al resto de los presentes. Ninguno haba reaccionado.

    Cmo iban a hacerlo? Estaban lejos de saberlo.

    Apartando el papel, se reclin en la silla.

    Sea como seaespet con rotundidad, lo tienen esos ladrones.Mirando a

    Rienzi, inclin levemente la cabeza. Tal vez podras encargarte de mantenernos

    informados. Ponte en contacto con la polica y diles que queremos estar al tanto de su

    investigacin.

    Con el FBIle corrigi Rienzi, no con la polica.

    Brugnone arque las cejas.

    El Gobierno estadounidense se ha tornado esto muy en serioafirm Rienzi.

    No me extraaespet el cardenal de ms edad desde el otro lado de la mesa.

    A Brugnone le alegr que el anciano se hubiese olvidado momentneamente de la

    mquina.

    Ni a mprosigui Rienzi. Me han asegurado que harn cuanto puedan.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    Brugnone asinti y a continuacin le hizo una seal a Rienzi para que siguiera

    adelante con la reunin, un gesto que le vena a decir: Zanja el tema.

    La gente siempre se haba sometido a Mauro Brugnone. l supona que

    probablemente fuese por su aspecto, de gran fuerza fsica. Saba que, sin suvestimenta, se pareca a cualquier fornido granjero calabrs de hombros anchos, en lo

    que se habra convertido de no ser por la vocacin religiosa que haba sentido haca

    medio siglo. Su ruda apariencia y los similares modales que haba cultivado con el

    paso de los aos al principio haban convencido a los dems de que era un simple

    siervo de Dios. Y lo era, pero debido a la influencia que ejerca sobre la Iglesia,

    muchos acabaron suponiendo otra cosa: que era un manipulador y un maquinador.

    No era verdad, pero nunca se haba molestado en convencerlos de lo contrario. En

    algunas ocasiones alimentar las conjeturas era til, aunque, en cierto modo, sa fueseuna forma de manipulacin.

    Diez minutos despus, Rienzi hizo lo que Brugnone le haba ordenado.

    Mientras los dems cardenales salan en fila de la sala, Brugnone la abandon por

    otra puerta y anduvo por un pasillo hasta la caja de una escalera que lo condujo alexterior del edificio y a un apartado patio. Avanz por un resguardado sendero

    enladrillado, cruz el patio del Belvedere, pas de largo la clebre estatua de Apolo y

    se dirigi a los edificios que albergaban parte de la enorme biblioteca del Vaticano, el

    Archivio Segreto Vaticano.

    En realidad, el archivo no era del todo secreto. En 1998 gran parte del mismo se abri

    de manera oficial a especialistas e investigadores, quienes, al menos en teora, podan

    acceder a su contenido, celosamente guardado. Entre los notables documentos que se

    saba que se almacenaban en sus ms de sesenta mil metros de estanteras estaba el

    proceso judicial manuscrito de Galileo y la peticin del rey Enrique VIII para anular

    su matrimonio.

    No obstante, al pblico nunca se le haba permitido entrar a la zona donde Brugnone

    se diriga ahora.

    Sin tomarse la molestia de saludar al personal o a los especialistas que trabajaban en

    las polvorientas salas, se adentr en silencio en el espacioso y oscuro almacn. Bajpor una estrecha escalera de caracol y lleg a una pequea antesala donde un

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    miembro de la Guardia Suiza estaba de pie junto a una puerta de roble

    maravillosamente tallada. Bast un breve gesto de asentimiento del anciano cardenal

    para que el guardia marcara la combinacin en un teclado y le abriera la puerta. El

    cerrojo se descorri de golpe y su eco ascendi por las gradas de piedra. Sin decir

    nada ms, Brugnone se introdujo en la cripta abovedada, cuya puerta chirri a susespaldas al cerrarse.

    Tras asegurarse de que estaba solo en la cavernosa cmara y mientras sus ojos se

    acostumbraban a la tenue luz, se abri paso hasta la seccin de archivos. En la

    silenciosa cripta daba la impresin de que se oa un zumbido; era una curiosa

    sensacin que a Brugnone, al principio, le haba desconcertado hasta que se enter de

    que, aunque era casi imperceptible, haba realmente un zumbido que emanaba del

    sofisticadsimo sistema de climatizacin que mantena la temperatura y la humedadconstantes. Se sinti raro con ese aire controlado y seco mientras consultaba un

    fichero. La verdad es que no le gustaba estar ah abajo, pero esta visita era ineludible.

    Pas rpidamente las fichas con dedos temblorosos. Lo que Brugnone buscaba no

    estaba incluido en ninguno de los diversos ndices e inventarios conocidos de las

    colecciones del archivo, ni siquiera en el Schedario Garampi, el monumental fichero

    de casi un milln de fichas que contena prcticamente todo lo que haba en el

    archivo hasta el siglo XVIII. Pero Brugnone saba dnde buscar; su mentor se haba

    ocupado de enserselo poco antes de morir.

    Localiz la ficha, la sac de su cajn y, con una profunda corazonada, recorri los

    montones de libros y manuscritos. Haba gran cantidad de deteriorados lazos rojos

    atados alrededor de documentos oficialesconsiderados como el origen del trmino

    cinta roja, que caan silenciosamente de cada estante. Sus dedos se quedaron

    inmviles cuando al fin, encontr lo que buscaba.

    Tremendamente turbado, baj un volumen grande y muy antiguo encuadernado en

    cuero y lo deposit encima de una sencilla mesa de pino.

    Brugnone se sent y hoje las gruesas pginas de ricas ilustraciones, que crujieron en

    medio del silencio. Incluso en este entorno controlado, las pginas haban acusado el

    paso del tiempo. El pergamino estaba desgastado y la humedad haba corrodo la

    tinta y formado diminutas grietas que sustituan ahora a algunos de los elegantes

    trazos del artista.

    Brugnone not que su pulso se aceleraba. Saba que estaba cerca. Al volver la pgina

    apareci ante l la informacin que buscaba y sinti que se le haca un nudo en lagarganta.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    Observ la ilustracin. Describa el complejo funcionamiento de los discos

    interconectados y las palancas. Ech un vistazo a su copia del e-mail y asinti.

    Brugnone not que empezaban a dolerle los ojos. Se los frot y luego volvi a clavar

    la vista en el dibujo. Estaba furioso. Qu delincuentes habran podido hacer esto?,pens. Saba que el artefacto no deba haber salido nunca del Vaticano; estaba

    enfadado consigo mismo. Rara vez perda el tiempo dndole vueltas a lo que era

    obvio, y que ahora lo hiciera demostraba lo preocupado que estaba. No,

    preocupacin no era la palabra adecuada. Esta noticia le haba afectado sobremanera.

    A cualquiera le afectara, a cualquiera que conociese la importancia de ese antiguo

    artefacto. Por suerte, incluso ah, en el Vaticano, eran muy pocos los que estaban al

    corriente del legendario objetivo de esta mquina en particular.

    Nosotros nos lo hemos buscado; esto nos pasa por esforzarnos tanto en que no

    llamase la atencin, pens.

    Repentinamente exhausto, Brugnone irgui la espalda. Antes de levantarse para

    devolver el libro a su sitio, meti al azar entre sus pginas la ficha que haba extrado

    del fichero. No convena que nadie ms tropezara con esto.

    Suspir, notando todos y cada uno de sus setenta aos. Saba que la amenaza no

    proceda de un acadmico curioso o de algn despiadado y decidido coleccionista.

    Quienquiera que estuviese detrs de lo ocurrido saba muy bien lo que persegua; y

    era necesario detenerlo antes de que su adquisicin, obtenida con malas artes,

    pudiese llegar a desvelar sus secretos.

    Captulo 7A seis mil quinientos kilmetros de distancia, otro hombre tena unas intenciones

    totalmente distintas.

    Despus de cerrar la puerta con llave al entrar, cogi la compleja mquina del lugar

    donde la haba dejado, el primer peldao. Entonces la baj despacio y con cuidado

    hasta el stano; no pesaba demasiado, pero lo ltimo que quera era que se le cayese.

    Ahora no.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    No despus de que el destino la hubiese puesto en su camino, y desde luego no

    despus de lo mucho que le haba costado hacerse con ella.

    La habitacin subterrnea, pese a estar iluminada por el resplandor titilante de

    docenas de velas, era demasiado espaciosa para que la luz amarilla llegase a todoslos rincones. Era de lo ms lbrega, fra y hmeda. Pero l ya no lo notaba. Llevaba

    tanto tiempo all que se haba acostumbrado, no se senta nada incmodo. Era lo ms

    parecido a un hogar.

    Un hogar, pens.

    Qu recuerdo tan lejano!

    De una vida pasada.

    Puso la mquina encima de una mesa de madera combada y anduvo hasta una

    esquina del stano, donde busc algo entre una pila de cajas y viejas carpetas de

    cartn. Llev a la mesa la caja que necesitaba, la abri y extrajo con cuidado una

    carpeta, de la que sac varias hojas gruesas que orden junto a la mquina. A

    continuacin se sent y, saboreando el momento, mir los papeles, luego el artefacto

    lleno de discos y de nuevo los papeles.

    Entonces exclam:

    Por fin!

    Habl en voz baja pero ronca; era la falta de costumbre. Cogi un lpiz y centr su

    atencin en el primer documento. Ley la primera lnea de borrosa escritura y

    despus puls las teclas de la parte superior de la mquina para dar comienzo a la

    siguiente y crucial etapa de su odisea personal.

    Una odisea cuyo resultado saba que conmocionara al mundo.

    Captulo 8

    Tras sucumbir finalmente al sueo apenas cinco horas antes, Tess se haba vuelto a

    despertar, ansiosa por empezar a trabajar en algo que la haba obsesionado nada ms

    verlo en el Met, antes de hablar con Clive Edmondson y de que se desencadenara la

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    tragedia. Y se pondra a trabajar, pero para eso su madre y Kim tenan que estar

    fuera de casa.

    Eileen, la madre de Tess, se haba ido a vivir con ellas a la casa de dos plantas que su

    hija tena en una calle tranquila y arbolada de Mamaroneck, una poblacinneoyorquina, poco despus de que, tres aos antes, falleciese su marido, un

    arquelogo llamado Oliver Chaykin. Pese a que haba sido la propia Tess la que lo

    haba sugerido, la propuesta no la haba convencido demasiado. Pero la casa

    dispona de tres dormitorios y era bastante espaciosa, lo que facilitaba las cosas. Lo

    cierto era que todo haba ido bien, aunque, como ella misma reconoca en ocasiones,

    y no sin sentirse culpable, era ella la que ms se haba beneficiado con la convivencia.

    Eileen, por ejemplo, cuidaba de su nieta cuando Tess quera salir por la noche, la

    acompaaba a la escuela cuando su hija se lo peda y, como ahora, se la llevaba acomprar un donut para evitar que pensase en los acontecimientos de la noche

    anterior, algo que seguramente le sentara de maravilla.

    Nos vamosanunci Eileen. Seguro que no necesitas nada?

    Tess fue hasta la entrada para despedirlas.

    Vosotras guardadme un par de donuts.

    Justo entonces son el telfono. Tess no pareca tener ninguna prisa por cogerlo.Eileen la mir.

    Lo coges o no?

    Dejar que salte el contestador automtico.Tess se encogi de hombros.

    Ms tarde o ms temprano tendrs que hablar con l.

    Tess puso cara de disgusto.

    S, ya lo s; pero, tratndose de Doug, cuanto ms tarde sea, mejor.

    Intua la razn de los mensajes que su ex marido le haba dejado en el contestador.

    Doug Meritt era presentador del informativo de una cadena de televisin en Los

    ngeles y su trabajo lo absorba por completo. Probablemente, habra relacionado el

    asalto al Met con Tess, porque lo frecuentaba mucho, y seguro que haba pensado

    que ella tena buenos contactos. Contactos que a l le serviran para obtener pistas de

    lo que se haba convertido en la mayor noticia del ao.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    Pero lo ltimo que Tess necesitaba en ese momento era que l supiese que no

    solamente ella haba estado all, sino que tambin Kim haba estado; porque no

    dudara en usar esa informacin en su contra a la primera oportunidad.

    Kim.

    Tess volvi a pensar en lo que su hija haba vivido la noche anterior, aunque fuese

    desde la relativa seguridad de los lavabos del museo, y en cmo habra que

    enfocarlo. Si la reaccin tardaba en aflorar, porque lo ms probable es que hubiese

    algn tipo de reaccin, ella ganara tiempo para pensar mejor en cmo abordarla;

    claro que no era algo que le apeteciese especialmente. Se odiaba a s misma por haber

    arrastrado a Kim all, pero echarse la culpa no serva de nada.

    Mir a su hija y dio las gracias de nuevo por que estuviese ah, frente a ella, sana ysalva. Al sentirse observada, Kim hizo una mueca de disgusto.

    Mam, vas a parar ya o qu?

    De qu?

    De mirarme como si tuviese monos en la cara protest Kim. Estoy bien, vale?

    No me pasa nada, eres t la que est todo el da viendo pelis.

    Tess asinti.

    De acuerdo. Te ver luego.

    Las mir mientras se alejaban en coche y luego fue hasta la cocina, donde el

    contestador automtico parpadeaba, indicando que tena cuatro mensajes. Tess

    enarc las cejas. Este desgraciado es un caradura!, pens. Haca seis meses que

    Doug se haba vuelto a casar. Su nueva mujer, mejorada gracias al bistur, tena

    veintipocos aos y era junior executive de la cadena donde trabajaba Doug. Tess era

    consciente de que su cambio de estado la llevara a pedir una revisin del rgimen devisitas. No es que l echara de menos, quisiese a Kim o incluso que sta le

    preocupase especialmente, era slo una cuestin de ego, y de malicia. Era un imbcil

    y un rencoroso, y Tess saba que tendra que seguir lidiando con sus ocasionales

    estallidos de instinto paterno hasta que su recin adquirida y joven esposa se

    quedase embarazada. Entonces, con un poco de suerte, ya no sera tan mezquino y

    las dejara en paz.

    Se sirvi una taza de caf y se dirigi a su estudio.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    Encendi el ordenador porttil, cogi el telfono y consigui averiguar que Clive

    Edmondson estaba en el Hospital Presbiteriano de Nueva York de la calle Sesenta y

    ocho Este. Llam y le dijeron que su estado no era crtico, pero que tena que

    permanecer all unos cuantos das ms.

    Pobre Clive. Anot el horario de visitas.

    Abri el catlogo de la desventurada exposicin y lo hoje hasta que dio con la

    descripcin del artefacto que se haba llevado el cuarto jinete.

    Se llamaba rotor codificador multidisco.

    Segn la descripcin, era un aparato criptogrfico datado del siglo XVI. Quiz fuese

    antiguo y curioso, pero no reuna los requisitos para ser considerado un tesoro del

    Vaticano.

    El ordenador ya haba concluido su rutina habitual de encendido; Tess se conect a

    una base de datos y tecle criptografa y criptologa. Los enlaces le

    proporcionaron pginas web, en su mayora tcnicas, sobre criptografa moderna,

    cdigos generados mediante programas informticos y transmisiones electrnicas

    codificadas. Ech un vistazo a los resultados de la bsqueda y, finalmente, encontr

    un documento que hablaba de la historia de la criptografa.

    Naveg por l y hall una pgina que mostraba algunos codificadores antiguos. El

    primero era un codificador Wheatstone del siglo XIX. Consista en dos anillos

    concntricos, uno exterior con las veintisis letras del alfabeto ingls ms un hueco en

    blanco, y otro interior que contena slo el alfabeto. Dos manecillas como las de un

    reloj servan para sustituir las letras del anillo exterior por otras en clave del anillo

    interior. La persona que reciba el mensaje codificado necesitaba tener un aparato

    idntico y conocer el funcionamiento de las dos manecillas. Varios aos despus de

    que se hubiese generalizado el uso del Wheatstone, los franceses inventaron un

    criptgrafo cilndrico que tena veinte discos con letras en los bordes exteriores, todos

    ellos dispuestos alrededor de un eje central, que complicaba an ms cualquier

    intento de descifrar un mensaje en clave.

    Baj por la pantalla con el cursor, y sus ojos se fijaron en un artefacto vagamente

    parecido al que haba visto en el museo.

    Ley la leyenda que haba debajo y se qued helada.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    Apareca descrito como el Conversor, uno de los primeros rotores codificadores

    que hubo y que fue usado por el Ejrcito estadounidense en la dcada de 1940.

    Durante unos instantes permaneci absorta; no poda apartar la vista de las palabras.

    Uno de los primeros rotores? En los aos cuarenta?Intrigada, ley el artculo. Los

    rotores codificadores eran un invento del siglo XX. Reclinndose en la silla, Tess se

    pas la mano por la frente, volvi con el cursor al principio de la pantalla para ver la

    ilustracin y reley la descripcin. No era en absoluto la misma, pero se pareca

    bastante. Y era mucho ms moderna que el disco de cifras sencillo.

    Si el Gobierno de Estados Unidos crea que su artefacto era el originario, no era de

    extraar entonces que el Vaticano estuviese ansioso por mostrar uno de sus aparatos;

    uno que, al parecer, preceda al del Ejrcito en unos cuatrocientos aos.

    No obstante, esto inquietaba a Tess.

    De todas las relucientes joyas que podra haberse llevado, el cuarto jinete se haba

    apoderado nicamente de ese misterioso aparato. Por qu? Sin duda, la gente

    coleccionaba cosas extrasimas, pero esto era exagerado. Se pregunt si el hombre

    habra cometido un error. No, desech la idea; le haba dado la impresin de que

    estaba muy seguro de su eleccin.

    No solamente eso, es que no se haba llevado nada ms. Aquello era lo nico que

    haba querido.

    Pens en Amelia Gaines, la mujer que tena ms aspecto de haber salido de un

    anuncio de champ que de ser agente del FBI. Tess supona que los investigadores

    queran hechos y no especulaciones, pero aun as, despus de meditarlo unos

    segundos, fue hasta su habitacin, busc el bolso que haba llevado la noche anterior

    y extrajo de l la tarjeta que Gaines le haba dado.

    Volvi al estudio, dej la tarjeta sobre la mesa y record el momento en que el cuarto

    jinete haba cogido el codificador. La manera en que lo haba levantado, lo haba

    sostenido en el aire y haba susurrado algo.

    Su actitud haba sido casi... reverencial.

    Qu era lo que haba dicho? En el Met, Tess haba estado demasiado aturdida para

    darle importancia a eso, pero, de repente, no poda pensar en otra cosa. Se concentr

    en aquellos instantes, alejando de su conciencia todo lo dems, y revivi la escena. Elhombre haba cogido la mquina y haba dicho... qu? Piensa, maldita sea!Tal

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    como le haba explicado a Amelia Gaines, estaba bastante segura de que la primera

    palabra era Veritas..., pero qu ms? Veritas? Veritas algo...

    Veritas vos? En cierto modo, las palabras le resultaban familiares. Trat de recordar,

    pero fue intil. Las palabras del jinete haban sido interrumpidas por los tiros quedisparaban a sus espaldas.

    Tess decidi trabajar con lo que tena. Se volvi al ordenador y de su barra de

    herramientas de enlaces seleccion el motor de bsqueda ms potente que haba.

    Escribi veritas vos, puls intro y obtuvo veintids mil resultados. No haba por

    qu alarmarse: con el primer resultado tuvo suficiente.

    Ah estaba. Hacindole seales.

    Veritas vos liberabit.

    La verdad os liberar.

    Mir fijamente la pantalla. La verdad os liberar.

    Genial!, pens.

    Su magistral labor de detective haba desvelado una de las frases ms trilladas de

    nuestra poca.

    Captulo 9

    Gus Waldron sali de la estacin de la calle Veintitrs Oeste y se dirigi al sur.

    Odiaba esa parte de la ciudad. La clase media no le gustaba mucho, ms bien todo locontrario. En su barrio, el hecho de ser un gigante lo haba mantenido a salvo. All, su

    estatura slo le serva para sobresalir entre los extravagantes y ridculos enanos que

    corran por las aceras con sus vestidos de diseo y sus cortes de pelo de doscientos

    dlares.

    Encorv la espalda en un intento de parecer menos alto. Pero era tan grande que eso

    no le ayud mucho, como tampoco le ayudaba el abrigo negro largo y deforme que

    se haba puesto. No poda hacer nada al respecto: necesitaba el abrigo para ocultar loque llevaba.

  • 7/29/2019 Khoury Raymond - La Orden Del Temple

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    Gir por la calle Veintids en direccin oeste. Su destino era un edificio situado a una

    manzana del Empire Diner, que estaba en medio de una callejuela con galeras de

    arte.

    Al pasar por delante de ellas repar en que la mayora no tena ms que uno o doscuadros en sus escaparates, en que algunos de stos ni siquiera estaban enmarcados,

    y por lo visto ninguno tena una etiqueta con el precio.

    Cmo puedes saber si esta mierda es o no es buena si no te dicen su jodido

    precio?, pens.

    Su destino estaba ahora a dos locales de distancia. De puertas afuera, el local de

    Lucien Boussard pareca una tienda de antigedades elegante y lujosa. De hecho, era

    eso y mucho ms. Las falsificaciones y las piezas de dudosa procedencia semezclaban con los pocos objetos autnticos e impecables que haba. Sin embargo,

    ninguno de sus vecinos intua nada, ya que Lucien posea el estilo, el acento y los

    modales para no despertar sospechas.

    Con mucha cautela y aguzando la vista por si detectaba cualquier cosa o persona que

    se saliese de lo ordinario, Gus pas de largo la galera, cont veinticinco pasos, y

    luego se detuvo y retrocedi. Fingi querer cruzar la calle, pero no vio nada que le

    llamase la atencin y volvi para entrar en la galera; sus movimientos eran rpidos y

    giles para un hombre de su tamao. Por qu no iban a serlo? En sus treinta

    combates jams lo haban golpeado lo bastante fuerte para hacerle caer, excepto

    cuando haba tenido que dejarse ganar.

    En el interior de la galera, mantuvo una mano dentro del bolsillo para sujetar una

    Beretta 92FS por la culata. No era su pistola predilecta, pero con la 45ACP haba

    fallado unos cuantos tiros, y despus de la gran noche, llevar la Cobray no era lo ms

    inteligente. Ech un vistazo a su alrededor. No haba turistas ni tampoco ningn otro

    cliente. Slo el propietario de la galera.

    Gus no senta simpata por muchas personas, pero aunque no hubiera sido as,

    Lucien Boussard no le habra cado bien, pues era un lameculos y un mierdecilla.

    Tena el rostro pequeo, los hombros estrechos, y llevaba el pelo largo recogido en

    una cola de caballo.

    Un jodido marica francs!

    Cuando Gus entr, Lucien alz la vista; estaba sentado detrs de una pequea mesade largas patas, trabajando, y fingi una entusiasta sonrisa, un intento vano de

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    ocultar el hecho de que, instantneamente, haba empezado a sudar y a crisparse. Eso

    era quiz lo nico que a Gus le gustaba de Lucien. Que siempre estaba nervioso,

    como si creyese que l poda decidir hacerle dao en cualquier momento. Algo en lo

    que el jodido enano grasiento tena razn.

    Gus!

    Pronunci Gueusse; cada maldita vez que Gus oa eso odiaba todava ms a

    Lucien.

    Se volvi y corri el pestillo de la puerta antes de acercarse a la mesa.

    Hay alguien ah detrs?gru.

    Lucien se apresur a sacudir la cabeza.

    Mais non, mais non, voyons, aqu no hay nadie salvo yo mismo.Tambin tena la

    irritante costumbre de repetir muchas ve ces sus expresiones francesas de mierda. A

    lo mejor lo hacan todos los franceses. No te esperaba, no me habas dicho...

    Cierra tu jodida boca de una vezespet Gus. Tengo algo para ti.Forz una

    sonrisa. Algo especial.

    Del interior del abrigo, Gus extrajo una bolsa de papel y la puso sobre la mesa. Lanzuna mirada hacia la puerta para asegurarse de que estaban fuera del campo de visin

    de cualquier transente y sac algo de la bolsa. Estaba envuelto en papel de

    peridico. Mientras lo desenvolva mir con fijeza a Lucien.

    Cuando al fin sac el objeto, el francs se qued boquiabierto y abri los ojos

    desmesuradamente. Era un crucifijo de oro con piedras preciosas incrustadas, una

    asombrosa filigrana de unos cincuenta centmetros de largo, o tal vez menos.

    Gus lo coloc encima del peridico abierto y Lucien contuvo el aliento.Mon dieu, mon dieu!El francs, atnito, alz la vista para mirar al otro; de pronto,

    el sudor le caa por su estrecha frente, Jess, Gus!

    Pues s, era Jess.

    Mir otra vez el crucifijo; Gus hizo lo mismo y vio que el peridico mostraba una

    fotografa a toda pgina del museo.

    Esto es del...

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    S.Gus sonri con presuncin. No est mal, eh? Es una buena pieza.

    Lucien frunci la boca.

    Non mais, il est compltement tar, ce mec. Vamos, Gus, yo esto no me atrevo a

    tocarlo.

    Gus no necesitaba que Lucien lo tocase, slo que lo vendiera. Y tampoco poda

    esperar a que pujasen por el crucifijo. Durante los ltimos seis meses haba tenido

    una racha nefasta en las apuestas a las carreras de caballos. Anteriormente ya haba

    estado endeudado, pero nunca como ahora; nunca le haba debido dinero a gente

    como la que esta vez llevaba la cuenta de sus deudas. Desde haca bastantes aos,

    desde el da en que fue ms alto y ms gordo que su viejo y le dio una paliza al

    monstruo borracho, la gente le tena miedo. Pero en este momento, y por primera vezdesde los catorce aos, saba lo que era estar atemorizado. Sus acreedores no

    actuaban como el resto de personas a las que haba conocido. Lo mataran en un abrir

    y cerrar de ojos.

    Pero por ironas de la vida, las carreras tambin le haban proporcionado una salida,

    ya que gracias a ellas haba conocido al tipo que lo meti en el robo del museo. Y ah

    estaba ahora, aunque haba recibido claras instrucciones de no intentar vender

    ningn objeto al menos hasta al cabo de medio ao.

    Una mierda! Necesitaba el dinero y lo necesitaba ya.

    Mira, olvdate de su procedencia, vale?orden Gus a Lucien, T ocpate slo

    de buscar un comprador y negociar un precio.

    Daba la impresin de que el francs iba a sufrir un infarto.

    Non mais... oye, Gueusse, esto es imposible. Absolutamente imposible. Todava es

    demasiado peligroso, sera una locura...Gus le agarr por el cuello y arrastr la parte superior de su cuerpo sobre la mesa,

    que se tambale inestable. Acerc su cara a menos de dos centmetros de la de

    Lucien.

    A m como si fuera una bomba atmicasusurr. Hay gente que colecciona esta

    mierda y t sabes dnde encontrarla.

    Es demasiado pronto.

    Lucien habl con un hilo de voz por la presin que estaba sufriendo en la garganta.

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    Gus lo solt y el francs se dej caer en la silla.

    No me hables como si fuese un idiotagrit. Siempre ser demasiado pronto

    para esta mierda, nunca ser el momento adecuado. As que por qu no ahora?

    Adems, sabes que hay personas que lo compraran precisamente por ser lo que es yvenir de donde viene. Jodidos miserables que pagarn una pequea fortuna y

    tendrn un orgasmo cada vez que piensen que lo tienen guardado en su caja fuerte.

    Lo nico que tienes que hacer es encontrar a uno de esos tipos, y rpido. Y ni se te

    ocurra estafarme con el precio. Te quedars el diez por ciento; el diez por ciento de

    una cantidad inestimable no est nada mal, no crees?

    Lucien trag saliva, se frot la nuca y luego sac su pauelo de seda pardusco para

    enjugarse la cara. Nervioso, recorri la habitacin con los ojos; era evidente que se

    traa algo entre manos. Levant la vista, mir fijamente a Gus y dijo:

    El veinte.

    Gus lo miraba estupefacto.

    Luciensiempre pronunciaba lu-shien para hacerle rabiar, no me provoques.

    Hablo en serio. Por una cosa como sta, quiero el veinte por ciento. Au moins.

    Correr un gran riesgo.

    Gus alarg de nuevo los brazos, pero en esta ocasin Lucien fue demasiado rpido;

    empuj la silla hacia atrs y su cuello qued fuera del alcance de su agresor. Entonces

    Gus sac tranquilamente la Beretta, se aproxim a Lucien y le apunt a su

    entrepierna.

    No s qu narices has dicho, amigo, pero la verdad es que no estoy de humor para

    negociar. Te hago una oferta generosa y lo nico que se te