Jesús no sólo hablaba. Lo que decía, lo ponía en práctica. Y se dedicó a hacer el bien a los...

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Page 1: Jesús no sólo hablaba. Lo que decía, lo ponía en práctica. Y se dedicó a hacer el bien a los demás, incluso realizando acciones prodigiosas. Hecho sorprendente.
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Jesús no sólo hablaba. Lo que decía, lo ponía en práctica.

Y se dedicó a hacer el bien a los demás,

incluso realizando acciones prodigiosas.

Hecho sorprendente que no sabemos cómo sucede y que solo puede hacer Dios o un enviado suyo

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Al tercer día se celebró una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús.Fue invitado también Jesús con sus discípulos a la boda.Y como faltó el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.Jesús le dijo:¿Qué tiene que ver eso conmigo y contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.

Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que él os diga.Había allí seis tinajas de piedra para agua.Jesús les dijo: Llenad de agua las tinajas. Y las llenaron hasta el borde.Luego les dijo: Sacad ahora y llevadlo al encargado del banquete. Se lo llevaron; y cuando el encargado del banquete probó el agua ya hecha vino, llamó al novio y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino; y cuando ya han tomado bastante, entonces saca el inferior. Pero tú has guardado el buen vino hasta ahora.Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.

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Jesús estaba de pie junto al lago de Genesaret, y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían salido de ellas y estaban lavando sus redes.Al entrar él en una de las barcas, la cual pertenecía a Simón, pidió a éste que la apartase de tierra un poco. Luego se sentó y enseñaba a las multitudes desde la barca.Cuando acabó de hablarles, dijo a Simón: Anda mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.

Simón le dijo: Maestro, toda la noche hemos trabajado duro y no hemos pescado nada. Pero porque tú lo dices echaré la red.Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.

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Después Jesús subió a la barca y sus discípulos lo

siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que

las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía.

Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron,

diciéndole: «¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!».

El les respondió: «¿Por qué tienen miedo, hombres de

poca fe?». Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino

una gran calma.

Los hombres se decían entonces, llenos de

admiración: «¿Quién es este, que hasta el viento y

el mar le obedecen?».

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Mientras Jesús estaba en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de

lepra. Al ver a Jesús, se postró ante él y le rogó: «Señor, si quieres, puedes

purificarme». Jesús extendió la mano y lo tocó,

diciendo: «Lo quiero, queda purificado». Y al instante la lepra

desapareció. El le ordenó que no se lo dijera a

nadie, pero añadió: «Ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu

purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de

testimonio».Su fama se extendía cada vez más y

acudían grandes multitudes para escucharlo y hacerse curar de sus

enfermedades.

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Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: «¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: "Tus pecados están perdonados", o "Levántate y camina"?Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados dijo al paralítico yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa». Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios.

Llegaron entonces unas personas transportando a una paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús. Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, desde el techo, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús. Al ver su fe, Jesús le dijo: «Hombre, tus pecados te son perdonados». Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: «¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?».

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Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud. Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.  Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.  Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron.

Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.  

Y dijo

: Jov

en, a

ti te

digo

,

leván

tate

.

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Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: “Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?” Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: “No temas; solamente ten fe”. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice:

“¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida”. Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: “Talitá kum”, que quiere decir: “Muchacha, a ti te digo, levántate”. La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor.; y les dijo que le

dieran a ella de comer.

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Marta y María le mandaron a decir a Jesús: “Señor, Lázaro está enfermo”. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. “¿Dónde lo han puesto?” Le contestaron: “Ven, Señor, y lo verás”. Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: “De veras ¡cuánto lo amaba!”. Jesús profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro, que era una cueva sellada con una losa.

Entonces dijo Jesús: “Quiten la losa”. Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días”. Le dijo Jesús: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” Entonces quitaron la piedra. Jesús levantó los ojos a lo alto y luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de ahí!”. Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo, para que pueda andar”. Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en Él.

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Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto. Jesús les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud. Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta.

Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.  Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.  Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos.