Introducción Al Psicoanálisis

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1 Lecciones de Introducción al Psicoanálisis Por Oscar Masotta Capítulo III – Lapsus y “querer decir”. Comunicación y Comprensión. El significante. El chiste es el modelo. Resulta interesante notar que cuando Freud debe dictar un curso de introducción al psicoanálisis, los temas que elige aparecen en el siguiente orden: en primer lugar se referirá a los actos fallidos, en seguida tratará de estudiar los sueños, y finalmente la teoría sexual y la teoría de la neurosis. Pienso en las famosas conferencias de Introducción al psicoanálisis de 19161917. Quiero decir, que cuando Freud quiere introducir a su audiencia al concepto psicoanalítico por excelencia, el inconsciente, no lo hace hablando sin más de la represión de la sexualidad, sino que trata de mostrar las lagunas del discurso inconsciente, llama la atención más sobre fenómenos de palabras que sobre las cuestiones del sexo. Sin embargo, se lo ve: si se puede partir de los fenómenos de lenguaje (equívocos, lapsus, olvidos) para luego llegar a plantear cuestiones que hacen a la represión y a la sexualidad, no es sino porque hay una estrecha relación entre lo uno y lo otro. Apasiona observar el cuidado didáctico con que Freud conduce a la audiencia desde un cabo al otro de la cuestión. Los olvidos, los lapsus, los actos fallidos, no obedecen sino a la necesidad de ocultar un deseo...; y será por este desvío del deseo que las fallas de la palabra se relacionan con la sexualidad. Freud enseña en efecto que no es sino con las palabras que el sujeto puede decir lo que casualmente no quiere en absoluto decir. Y eso que en el discurso del sujeto queda dicho sin que el sujeto lo quiera, abre -se lo ve- el campo de la relación del sujeto al deseo. Los lapsus, las equivocaciones verbales, los olvidos de palabras, son cortocircuitos del discurso por donde se filtra el deseo inconsciente. Freud cuenta el caso del presidente de la Cámara Austro-húngara, quien abre un día la sesión con las siguientes palabras: "Señores diputados, en la apertura de la sesión, hecho el recuento de los presentes, y viendo el suficiente número, se levanta la sesión". Ejemplo claro, donde se ve que el discurso dice exactamente lo contrario de lo que el sujeto que habla se propone decir. Y se ve también en acción al deseo del presidente de la Cámara: "el deseo de le- vantar de inmediato la sesión en cambio de tener que soportarla. En el mismo texto, encontrarán ustedes este otro ejemplo, el de un profesor de anatomía que después de su lección sobre la cavidad nasal pregunta a sus oyentes si le han comprendido, y que después de recibir una respuesta afirmativa, sigue diciendo: "No lo creo, puesto que las personas que comprenden verdaderamente las cuestiones relacionadas con la anatomía de la cavidad nasal, pueden contarse, aún en una gran ciudad de más de un millón de habitantes, con un solo dedo. ¡Oh, perdón!, quiero decir con los dedos de una sola mano". Se lo ve: había uno solo que entendía, él mismo. Freud nos introduce al inconsciente mediante ejemplos

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O. Masotta

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    Lecciones de Introduccin al Psicoanlisis Por Oscar Masotta Captulo III Lapsus y querer decir. Comunicacin y Comprensin. El significante. El chiste es el modelo. Resulta interesante notar que cuando Freud debe dictar un curso de introduccin al

    psicoanlisis, los temas que elige aparecen en el siguiente orden: en primer lugar se

    referir a los actos fallidos, en seguida tratar de estudiar los sueos, y finalmente la

    teora sexual y la teora de la neurosis. Pienso en las famosas conferencias de

    Introduccin al psicoanlisis de 19161917. Quiero decir, que cuando Freud quiere

    introducir a su audiencia al concepto psicoanaltico por excelencia, el inconsciente, no

    lo hace hablando sin ms de la represin de la sexualidad, sino que trata de mostrar las

    lagunas del discurso inconsciente, llama la atencin ms sobre fenmenos de palabras

    que sobre las cuestiones del sexo. Sin embargo, se lo ve: si se puede partir de los

    fenmenos de lenguaje (equvocos, lapsus, olvidos) para luego llegar a plantear

    cuestiones que hacen a la represin y a la sexualidad, no es sino porque hay una

    estrecha relacin entre lo uno y lo otro. Apasiona observar el cuidado didctico con que

    Freud conduce a la audiencia desde un cabo al otro de la cuestin. Los olvidos, los

    lapsus, los actos fallidos, no obedecen sino a la necesidad de ocultar un deseo...; y ser

    por este desvo del deseo que las fallas de la palabra se relacionan con la sexualidad.

    Freud ensea en efecto que no es sino con las palabras que el sujeto puede decir lo

    que casualmente no quiere en absoluto decir. Y eso que en el discurso del sujeto queda

    dicho sin que el sujeto lo quiera, abre -se lo ve- el campo de la relacin del sujeto al

    deseo. Los lapsus, las equivocaciones verbales, los olvidos de palabras, son

    cortocircuitos del discurso por donde se filtra el deseo inconsciente. Freud cuenta el caso

    del presidente de la Cmara Austro-hngara, quien abre un da la sesin con las

    siguientes palabras: "Seores diputados, en la apertura de la sesin, hecho el recuento de los

    presentes, y viendo el suficiente nmero, se levanta la sesin". Ejemplo claro, donde se ve

    que el discurso dice exactamente lo contrario de lo que el sujeto que habla se propone

    decir. Y se ve tambin en accin al deseo del presidente de la Cmara: "el deseo de le-

    vantar de inmediato la sesin en cambio de tener que soportarla. En el mismo texto,

    encontrarn ustedes este otro ejemplo, el de un profesor de anatoma que despus de su

    leccin sobre la cavidad nasal pregunta a sus oyentes si le han comprendido, y que

    despus de recibir una respuesta afirmativa, sigue diciendo: "No lo creo, puesto que las

    personas que comprenden verdaderamente las cuestiones relacionadas con la anatoma de la

    cavidad nasal, pueden contarse, an en una gran ciudad de ms de un milln de habitantes,

    con un solo dedo. Oh, perdn!, quiero decir con los dedos de una sola mano". Se lo ve: haba

    uno solo que entenda, l mismo. Freud nos introduce al inconsciente mediante ejemplos

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    de este tipo. En otro ejemplo, en su toma de posesin del cargo un catedrtico dice: "No

    estoy inclinado a hacer el elogio de mi estimado predecesor". Mientras que haba querido

    decir, en tono falsamente cordial hacia quien haba dejado el cargo: "No soy yo quien est

    llamado a hacer el elogio de mi estimado predecesor". Este ejemplo es ms interesante,

    puesto que de una frase a otra slo media la semejanza de dos trminos: estar inclinado,

    estar llamado (ms evidente en alemn: geneigt, geeignet). Interesante, digo, puesto que

    se lo ve: nos remite a la relacin (bien lbil) de la palabra a su referente; a saber, nos

    introduce a la cuestin del significante.

    Ahora bien, este punto es fundamental. Por varias razones. En primer lugar porque es un

    punto permanente en la obra de Freud, algo que Freud no deja de afirmar (la relacin del

    significante con la estructura del sujeto y el inconciente) a lo largo de toda su obra. Como

    se ha dicho, Freud ha sido un autor de ideas cambiantes. Pero sobre este punto, nada ha

    cambiado desde sus primeros trabajos hasta sus artculos pstumos.

    Insistamos sobre la cuestin de la pulsin y el objeto, su labilidad; la cuestin, si se

    prefiere, de que la pulsin no tiene objeto. Es necesario conectar ahora ese punto con

    este otro: con la idea del significante en Freud. Que no hay relacin unvoca entre

    palabras y referentes, tiene alcance, para Freud, en la determinacin de la estructura del

    sujeto; o an -si se me permite- tiene alcance patgeno, es capaz de producir efectos,

    promover sntomas.

    Pero no menos fundamental: el significante tiene no slo que ver con aquello que el

    inconsciente es capaz de producir, los sntomas, los actos fallidos, los sueos, etc.; sino

    que aun -y por lo mismo- con la delimitacin misma del campo en que se lleva a cabo la

    prctica psicoanaltica. Si en psicoanlisis (en un psicoanlisis) slo median las palabras,

    entonces habr que tener muy en cuenta esta capacidad de la palabra de zafarse de su

    significado habitual, no habr que olvidar a ese "tero" que habita toda palabra.

    Digamos algo con respecto al concepto de "significante". Ustedes saben, no es

    freudiano, pertenece a una tradicin ms moderna, tiene que ver con la historia de la

    lingstica contempornea y remite al Curso de lingstica general de F. de Saussure. A

    nosotros nos bastar por el momento, y para poder manejarnos en adelante, con una

    definicin sencilla de lo que es el significante. Diremos entonces, a manera de definicin,

    que llamamos "significante" a la palabra, ello en la medida que la palabra puede remitir a

    ms de una significacin. Cuando decimos "palabra", habra que agregar, que nos

    referimos en primer lugar al sonido, a lo que llega a la oreja. Por ejemplo el grupo de

    sonidos en espaol /cazar/ que puede significar tanto ir a tirotear perdices como quien

    tira tiros al viento, o bien puede significar -slo media una leve diferencia de sonidos- el

    hacer que dos individuos de sexo distintos den prueba a la sociedad de que van a

    promover la especie, lo que poco tiene que ver con el viento... En el famoso Curso de

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    Saussure esto estaba dicho de manera distinta, pero la intencin es semejante. Saussure

    sealaba el hecho de que no hay necesidad alguna que ligue una palabra a lo que ella

    quiere decir. Que no hay razn para llamar /caballo/ al "caballo", a ese animal que

    conocemos por tal nombre. La manera ms sencilla de comprobarlo es recordar que los

    ingleses llaman /horse/ a la misma triste figura.

    En torno a los aos 1900 Freud escribe tres voluminosos libros que responden a la

    intuicin fundamental del significante: sus libros sobre el Chiste (1905), la Psicopatologa

    de la vida cotidiana (1901) Y la Traumdeutung (1900). En su trabajo sobre el chiste

    reflexiona sobre sus relaciones con el inconsciente, como lo dice el ttulo mismo del libro,

    y lo que encuentra es nada menos que el chiste es modelo. A saber: que la operacin

    que subyace a ese efecto de un relato que nos hace rer es la misma operacin que

    subyace a toda Bildung (formacin), es decir, a todo producto producido por el

    inconsciente, el lapsus, el sntoma, el sueo, el acto fallido. El chiste es interesante para

    Freud porque est hecho con palabras, porque su efecto depende nicamente de las

    palabras. Con un poco de ingls se entiende por qu a los londinenses les gusta tanto

    este chiste: Un seor se dirige a otro para pedirle fuego para su cigarrillo: "Have you got

    a light, Mack?", y el otro contesta: "No, I have a heavy overcoat".

    Freud, a quien le gustaban los chistes judos, cuenta el de un judo que le dice a otro:

    "Has tomado un bao?", y el otro contesta: "Es que falta alguno?". En este ejemplo se

    ve cmo la palabra "tomar" es la responsable de este efecto que llamamos chiste. La

    palabra permanece, su sentido se desliza, subrepticia y repentinamente cambia: el

    resultado es el chiste. Pero lo que importa, como deca, es que Freud ve en este

    deslizamiento del significado el modelo de toda formacin, y tambin, el modelo de la

    formacin que llamamos sntoma. Ello quiere decir algo cuyo alcance puede resultar un

    tanto inusitado: que el proceso psquico que produjo un sntoma contiene un operador del

    tipo del significante, tambin en el proceso de produccin del sntoma ms grave. Lo que

    Freud viene a decimos, se lo ve, es un mensaje un tanto incmodo: que hasta las

    enfermedades mentales del hombre estn estructuradas como un chiste. Es bueno

    recordar, al respecto, un temprano ejemplo tomado de un caso clnico presentado por

    Freud.

    A menudo me agrada dar este ejemplo ya que muestra hasta qu punto Freud estuvo

    convencido desde muy temprano sobre el papel estructurante del significante en relacin

    al sntoma. Se trata del caso de Isabel de R. que Freud relata entre los historiales

    clnicos del libro que en 1895 publica conjuntamente con Breuer, los Estudios sobre la

    histeria. Freud haba tratado a la paciente en 1892, quien sufra en especial, entre otros

    sntomas, de una astasia-abasia, parlisis de las piernas, en las que adems se

    observaban reas particularmente dolorosas. Freud nos cuenta el tratamiento y la

    manera en que investiga el origen de los sntomas, buscando en la historia de la paciente

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    el conjunto de los pequeos traumas que habran sido responsables de los dolores y la

    parlisis. Lleva a cabo, si se quiere, un verdadero, serio trabajo de detective, buscando

    en los acontecimientos y en los conflictos reales de la paciente, con su padre, sus

    hermanas, sus cuados, su familia en fin, las causas de los sntomas y aun las

    particularidades de los lugares precisos en que aparecan los dolores somticos.

    Descubre entonces ms de una serie de traumas y de causas. Pero al fin del trabajo de

    bsqueda agrega que aun haba operado en la determinacin de los sntomas otra serie,

    la que se una a las anteriores para acentuarlos. Refirindose a tal serie Freud llega a

    hablar de "parlisis funcional simblica", entendiendo por" simblico" en este texto

    exactamente lo mismo que nosotros llamamos hace un momento "significante". Vale la

    pena reproducir el fragmento completo del texto freudiano (Obras Completas, Biblioteca

    Nueva, 1948, tomo 1, p. 85):

    "De este modo haba crecido primeramente por aposicin el rea dolorosa, ocupando

    cada nuevo trauma de eficacia patgena una nueva regin de las piernas, y en segundo

    lugar, cada una de las escenas impresionantes haba dejado tras s una huella,

    estableciendo una carga permanente y cada vez mayor de las diversas funciones de las

    piernas, o sea una conexin de estas funciones con las sensaciones dolorosas. Mas,

    aparte de esto, era innegable que en el desarrollo de la, astasia-abasia haba intervenido

    an un tercer mecanismo. Observando que la enferma cerraba el relato de toda una serie

    de sucesos con el lamento de haber sentido dolorosamente durante ella lo sola que

    estaba (stehen significa en alemn tanto estar como estar de pie) y que no se cansaba

    de repetir, al comunicar otra serie referente a sus fracasadas tentativas de reconstruir la

    antigua felicidad familiar, que lo ms doloroso para ella haba sido el sentimiento de su

    impotencia y la sensacin de que no lograba avanzar un solo paso en sus propsitos,

    no podamos menos de conceder a sus reflexiones una intervencin en el desarrollo de la

    abasia y suponer que haba buscado directamente una expresin simblica de sus

    pensamientos dolorosos, hallndola en la intensificacin de sus padecimientos. Ya en

    nuestra comunicacin preliminar hemos afirmado que un tal simbolismo puede dar

    origen a los sntomas somticos de la histeria, y en la epicrisis de este caso

    expondremos algunos ejemplos que as lo demuestran, sin dejar lugar ninguno a dudas.

    En el caso de Isabel de R. no apareca en primer trmino el mecanismo psquico del

    simbolismo: pero aunque no poda decirse que hubiera creado la abasia, s habamos de

    afirmar que dicha perturbacin persistente haba experimentado por tales caminos una

    importante intensificacin. De este modo, en el estado en que yo la encontr, no

    constitua tan slo dicha abasia una parlisis asociativa psquica de las funciones, sino

    tambin una parlisis funcional simblica".

    Es que se entiende? Resumamos a Freud. Isabel, como buena histrica, y esto es de

    importancia, haba pasado bastante tiempo cuidando a su padre enfermo. Situacin de

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    por s histerogenizante, como lo haba ya descubierto entonces Freud y Breuer.

    Detengmonos un instante en este punto. Lo histergeno: haber pasado mucho tiempo

    junto al lecho de un enfermo, en situacin pasiva ante la demanda del otro (padre,

    hermano, pariente). Y se entiende la razn: qu puede hacer la persona a la cabecera

    del enfermo con sus propios deseos, con sus deseos ms banales, ante la gravedad del

    estado del enfermo? La emergencia del ms mnimo deseo basta para tornar a ese

    deseo culpable, estructura que Freud haba comprendido se hallaba en la base de la

    represin. Una relacin de este tipo, la del culpable para con sus propios deseos, se

    halla en la etiologa de los sintemas de Isabel. Culpa adems -segn interpreta Freud-

    por sentirse atrada por su cuado, el marido de su hermana, la cual, por lo dems,

    enferma y muere. Ser sobre el fondo de esta situacin doble o triplemente culpable que

    Freud buscar los acontecimientos vividos por Isabel, los acontecimientos relevantes

    para entender los dolores somticos. Pero aun, Freud saba adems que como buena

    histrica Isabel de R. era bien endofamiliar, es decir, que se preocupaba por mantener,

    por sostener, por afirmar los lazos familiares, por mantener a la familia en un statu quo

    de felicidad que el tiempo y la realidad desdecan. Las histricas de Freud son

    endofamiliares, centrpetas: tiran hacia adentro los lazos familiares. Pero cmo iban las

    cosas en la familia de Isabel? Padre muy enfermo, muerto, la madre lo mismo. La

    hermana mayor se casa con un personaje bien desagradable para aquella histrica; a

    este hombre poco le interesa la familia, se lleva a la hermana mayor a vivir lejos de la

    familia. En cuanto a la hermana menor: ah las cosas funcionaban bien, slo que Isabel

    se enamora (y no lo sabe, interpreta Freud) de ese encanto de hombre endofamiliar y

    respetuoso de la familia que su hermana haba elegido por marido. Se lo ve, los

    proyectos endofamiliares de Isabel derivan en un verdadero desastre. Se podra decir:

    "En esa familia, las cosas no andaban, no caminaban". He ah entonces, nos seala

    Freud, que Isabel de R. tampoco anda, no camina. A saber, que hace su parlisis

    histrica...

    Escucho -como deca el cronista de toros- el silencio en el ruedo. Silencio interesante

    para m, ya que estamos hablando del alcance de las palabras, de lo que por esencia

    debe ser escuchado. Pero es cierto que Freud se muestra cauteloso y no dice que el

    sntoma sin ms ha sido producido por esa operacin semejante a la del chiste, sino que

    dice que tal operacin se agrega a la produccin, que "intensifica" el sntoma. Pero es

    demasiado temprano para entrar a discutir tal cautela freudiana... Vale ms volver otra

    vez al texto, al ejemplo que nos prometa para el final de la epicrisis del caso (Obras

    completas, Idem., p. 101):

    "Aadiremos todava un segundo ejemplo que evidencia la eficacia del simbolismo en

    otras condiciones distintas. Durante cierto perodo atorment a Cecilia M. un violento

    dolor en el taln derecho, que le impeda andar. El anlisis nos condujo a una poca en

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    que la sujeto se hallaba en un sanatorio extranjero. Desde su llegada, y durante una

    semana, haba tenido que guardar cama. El da que se levant, acudi el mdico a la

    hora de almorzar para conducirla al comedor, y al tomar su brazo sinti por vez primera

    aquel dolor, que en la reproduccin de la escena desapareci al decir la sujeto: 'Por

    entonces me dominaba el miedo a no entrar con buen pi entre los dems huspedes del

    sanatorio.

    Esta enferma sufra, para esa poca, dolores en los pies que la obligaban a guardar

    cama. Ahora es a la inversa: la operacin significante, semejante a la de la formacin de

    un chiste, no slo est en la base de la produccin del sntoma, sino que aun, nos dice

    Freud, es til incluso para el levantamiento del sntoma mismo; tiene utilidad -si ustedes

    me permiten- teraputica.

    Este ejemplo nos permite introducimos o aclarar nuestra afirmacin de que el significante

    tiene que ver con el lmite mismo del campo de la prctica psicoanaltica. En efecto, si el

    chiste es modelo de toda formacin, qu ser aquello que el analista deber capturar

    en la palabra del paciente sino algo que tenga que ver con la operacin que define al

    modelo, a saber, el significante?

    La situacin analtica -se lo sabe, pero se olvida a menudo las consecuencias- es una

    relacin dialgica por excelencia, es decir, una relacin de palabras donde slo median

    palabras. Pero sin embargo, habra que cuidarse de decir que tal relacin, que

    nicamente pasa por el lenguaje, es una relacin de comunicacin". Lo que el analista

    est a la escucha" de la palabra, es la operacin tero" que la habita, y no lo que el

    paciente quiere decir. En lo que quiere decir, y por intermedio de esas fallas de la

    palabra, escucha lo que el paciente no quiere decir. La situacin analtica no es una

    situacin de comunicacin, y nada tienen que hacer aqu los modelos comunicacionales,

    los derivados tericos de la ingeniera de la informacin. Esto por un lado, pero si se

    entendiera la palabra comunicacin" en un sentido, digamos, ms humanstico, como

    comprensin"; bueno, entonces habra que decir que mucho menos, que lo que delimita

    el campo de la prctica psicoanaltica es algo que -y en sentido activo- nada tiene que

    ver con la comprensin. El analista no est ah para comprender a su paciente. Si por

    fortuna se escucha decir a alguien que se est psicoanalizando y que su analista lo

    comprende; se puede estar seguro: ese anlisis no funciona.

    Deca que esta situacin, este campo bien peculiar, no podra ser modelizado con ideas

    derivadas de la teora de la comunicacin. Estos nacieron de la preocupacin de los

    ingenieros de que los aparatos que sirven de medios de comunicacin (telgrafo, radio,

    telfono, etc.) funcionen bien. Es decir, que el supuesto consiste en no interrogar lo que

    el emisor dice, sino en tratar de trasladar el informe, de transmitirlo, y de la manera ms

    fidedigna posible, hasta el receptor del mensaje. A saber, el supuesto del modelo es que

    el emisor dice lo que quiere decir y que es bueno y bien til que el receptor se entere del

    modo ms perfecto posible de ese mismo, de lo que el emisor dice, y esto porque lo

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    quiere decir. En este sentido, no se podra afirmar que la vocacin de la teora de la

    comunicacin, de la ingeniera de la informacin, es bien humanstica? No nos prometa

    ese seor llamado Mac Lugham, un mundo mejor a raz de los inventos modernos de la

    informacin?

    Comunicarse: eso puede ser bonito, e incluso, y a veces, placentero. Tal a veces el

    campo maravilloso y tranquilo de la vida cotidiana, cuando de paseo en el monte alguien

    le dice a su mujer: "Oye, por qu no llevas este cntaro, y traes agua de la fuente para

    beber", y la mujer lleva el cntaro y lo devuelve con agua, mientras el seor juega con los

    nios en el suelo, y la fuente pertenece a una antigua construccin romnica, de las que

    abundan en algunos hermosos pueblos de Espaa. Pero todo eso poco tiene que ver con

    el psicoanlisis. En mi ejemplo, lo nico que tendra que ver con el psicoanlisis es esa

    mencin a lo antiguo, a la presencia de ruinas. Pero es claro, las ruinas no tienen nada

    que hacer con la comunicacin. Lo que el psicoanalista escucha -y traza as el campo de

    su prctica- no es lo que el paciente quiere decir, sino aquello que en su palabra traiciona

    lo que casualmente no quiere en absoluto decir. Se puede simpatizar, comprender a las

    personas; pero el psicoanalista no trata con personas, sino con un cierto sujeto un tanto

    escabroso, pleno de meandros y que se llama: Inconsciente.