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Daniel Mato, Alejandro Maldonado-Fermín, Enrique Rey TorresEste libro examina críticamente las ideas de interculturalidad y comunicación intercultural y sus aplicaciones habituales, formula una propuesta teórica y de método y presenta los resultados de su aplicación en una investigación sobre comunicación intercultural en experiencias de participación social asociadas a la gestión de servicios de agua potable e informáticos en el sector "B" de la urbanización Las Casitas de La Vega, una comunidad popular de la ciudad de Caracas

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Interculturalidady comunicación intercultural

PROPUESTA TEÓRICA Y ESTUDIO DE EXPERIENCIAS DE PARTICIPACIÓN SOCIAL

EN LA GESTIÓN DE SERVICIOS PÚBLICOS

EN UNA COMUNIDAD POPULAR DE LA

CIUDAD DE CARACAS

DANIEL MATO

ALEJANDRO MALDONADO FERMÍN

ENRIQUE REY TORRES

Universidad Central de VenezuelaConsejo de Desarrollo Científico y Humanístico

Caracas, 2011

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DANIEL MATO, ALEJANDRO MALDONADO FERMÍN Y ENRIQUE REY TORRES

Mato, Daniel. Interculturalidad y comunicación intercultural: propuesta teórica y estudio de

experiencias de participación social en la gestión de servicios públicos en una comunidad popular de la ciudad de Caracas / Daniel Mato, Alejandro Maldonado Fermín, Enrique Rey Torres.

Caracas: Universidad Central de Venezuela, Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, 2010. -- (Colección estudios)

ISBN: 978-980-00-2621-2D.L.: lf15720103012093

1.Comunicación y cultura. 2. Comunicación intercultural. 3. Desarrollo de la comunidad - Participación ciudadana - Venezuela - Caracas - La Vega. I. Maldonado Fermín, Alejandro. II.Rey Torres, Enrique. III. Título. IV. Serie.

302.2M433

© Daniel Mato, Alejandro Maldonado Fermín, Enrique Rey Torres, 2010© Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, UCV, 2011

ISBN: 978-980-00-2621-2Depósito Legal: If15720103012093

Coordinación editoral: Yandra Araujo

Corrección de textos María Enriqueta Gallegos

Diseño de carátula: Elizabeth Cornejo

Diseño, montaje electrónico e impresión:L + N XXI Diseños, [email protected] / [email protected] / Telf.: 241.0736 / 242.3484

Todas las obras publicadas por el CDCH son sometidas a arbitraje

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ÍNDICE

Presentación 13CAPÍTULO 1. INTERCULTURALIDAD Y COMUNICACIÓN INTERCULTURAL EN EXPERIENCIAS DE PARTICIPACIÓN SOCIAL. TEORÍA Y MÉTODO 17

Cultura, comunicación y transformaciones sociales 17Interculturalidad y comunicación intercultural 26Comunicación intercultural en experiencias de participación socialen políticas, programas y servicios públicos 46

CAPÍTULO 2. LA COMUNIDAD QUE NOS RECIBIÓ: EL SECTOR “B” DE LAS CASITAS DE LA VEGA 57

CAPÍTULO 3. COMUNICACIÓN INTERCULTURAL Y PARTICIPACIÓN SOCIAL EN LA EXPERIENCIA DE UNA MESA TÉCNICA DE AGUA 73

Cómo llegamos a La Vega 75Breves precisiones sobre Mesas Técnicas de Agua y Consejos Comunitarios del Agua 80Sobre las luchas anteriores al surgimiento de las Mesas Técnicas de Agua 82Sobre la función de la Mesa Técnica de Agua y del Consejo Comunitario del Agua 88Sobre los usos y apropiaciones de lenguajes y conocimientos y los usos del tiempo alrededor de la experiencia de las MTA y el CCA 94Sobre los problemas con el servicio de agua, sus soluciones y el rol de las instituciones 97Sobre el ciclo de suministro de agua potable, los usos del aguay el pago del servicio 103

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DANIEL MATO, ALEJANDRO MALDONADO FERMÍN Y ENRIQUE REY TORRES

CAPÍTULO 4. COMUNICACIÓN INTERCULTURAL Y PARTICIPACIÓN SOCIAL EN LA EXPERIENCIA DE UN INFOCENTRO 129

Proceso de construcción del Infocentro del sector B de Las Casitas de La Vega 132La Internet como herramienta para la organización comunitaria. Las TIC dentro del Proyecto Integral Comunitario y el Programa de Infocentros 135El Infocentro, usos, problemáticas y participación 144El rol de los facilitadores/as 151El tiempo y el espacio en el Infocentro 154Sobre la participación en el Infocentro 157El plan de rescate del Infocentro 162

CAPÍTULO 5. APRENDIZAJES QUE SE DESPRENDEN DE LA INVESTIGACIÓN REALIZADA 165

Algunos aprendizajes del estudio del caso de la Mesa Técnica de Agua 168Algunos aprendizajes del estudio del caso del Infocentro 176

PARA CONCLUIR 183

BIBLIOGRAFÍA 185

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A todos los habitantes del sector “B” de Las Casitas de La Vega por su confianza en nosotros, su interés, colaboración y entusiasmo con esta investigación y, muy especialmente, a Ayda Valiente, María Torres, Mi-guel Barreto, “El Gordo” Edgar, Francisco, Hermes, Camilo, Gustavo, Francis y Alicia.

A los funcionarios de Hidrocapital y del Centro Nacional de Tecnologías para la Información (CNTI), que generosamente respondieron a nues-tras solicitudes de datos y ofrecieron declaraciones en las entrevistas realizadas, y especialmente a Susana Trejo, Dircia García, Víctor Díaz, Manuel González, Roberto Ribeiro, Rafael Ortega, Heidi Domínguez, Nancy Zambrano, Domingo Monzón, Joel, Efraín y Trino.

Al Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad Central de Venezuela por la concesión de los fondos que permitieron realizar esta investigación, así como a los árbitros encargados de evaluar la versión original de este texto y por las sugerencias que han ayudado a mejorarlo.

Nota: De acuerdo con los procedimientos habituales en investigación social, los nom-bres de los pobladores y funcionarios utilizados en el libro son ficticios.

Agradecimientos

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Este libro examina críticamente las ideas de interculturalidad y comu-nicación intercultural y sus aplicaciones habituales, formula una pro-puesta teórica y de método, y presenta los resultados de su aplicación en una investigación sobre comunicación intercultural en experiencias de participación social asociadas al suministro de agua potable y de ser-vicios informáticos en el sector “B” de la urbanización Las Casitas de La Vega, una comunidad popular de la ciudad de Caracas.

La investigación fue realizada entre diciembre de 2005 y junio de 2008 en la localidad del sector “B” de la urbanización Las Casitas de La Vega por un equipo de investigación del Programa Cultura, Comunicación y Transformaciones Sociales, del Centro de Investigaciones Postdoctora-les (Cipost) de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (Faces) de la Universidad Central de Venezuela (UCV), con la colaboración de un número significativo de habitantes de esa comunidad popular cara-queña, así como de algunos funcionarios de los organismos públicos encargados de la provisión de dichos servicios. El equipo estuvo cons-tituido por dos investigadores jóvenes en formación y por el Director del mencionado programa, a quien cupo también la responsabilidad de dirigir este proyecto de investigación. Para el desarrollo de esta investi-gación se contó con fondos provistos por el Consejo de Desarrollo Cien-tífico y Humanístico (CDCH) de la Universidad Central de Venezuela (PI 05.00.5836.2005).

Presentación

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PRESENTACIÓN

Suele aceptarse que las diferencias culturales entre individuos frecuen-temente son motivo de malentendidos y/u otros problemas de comu-nicación, que eventualmente pueden conducir a conflictos. Asociado a esto se suele creer que la “comunicación intercultural” es un campo de experiencia que se reduce a asuntos de buen o mal entendimiento, y en el extremo a problemas de “malos entendidos”. Por otra parte, las ideas de “diferencia cultural”, “interculturalidad” y “comunicación intercultu-ral” suelen asociarse –también reductoramente– casi exclusivamente a referentes étnicos, lingüísticos, religiosos y/o nacionales.

Llamativamente, estos usos limitados (y limitantes) de las ideas de “in-terculturalidad” y “comunicación intercultural” resultan usuales incluso en nuestros días, cuando las aplicaciones de la idea de “cultura” se han ampliado notablemente, y así suele hablarse de, –e incluso se estudian–, culturas corporativas, institucionales, profesionales, disciplinares, de género, de generación, locales (no necesariamente étnicas), de clase o grupo social, entre otras.

No obstante, rara vez la idea de “comunicación intercultural” se apli-ca al análisis y comprensión de experiencias de relación entre actores sociales (individuales o colectivos, institucionalizados o no), entre los cuales puede observarse la existencia de diferencias significativas en sus culturas corporativas, institucionales, profesionales, disciplinares, de género, de generación, locales (no necesariamente étnicas), de clase o grupo social u otras. Este libro busca contribuir a atender esas defi-ciencias mediante la formulación de una propuesta teórica y de método alternativa y la exposición de los resultados de su aplicación al estu-dio de aspectos de “comunicación intercultural” en dos experiencias de participación social (Mesas Técnicas de Agua e Infocentros)1 en una

1. Las Mesas Técnicas de Agua, Comités de Tierra Urbanas, Comites de Salud, Mesas Técnicas de Energía, Consejos Comunales e Infocentros, entre otras formas e instancias, son espa-cios institucionales de participación y organización social propios del proceso histórico venezolano que se han ido desarrollando y adquiriendo cuerpo jurídico como referentes de algunas políticas públicas, por vía de decretos y leyes a partir de la aprobación de la Cons-titución de la República Bolivariana de Venezuela en 1999. Para hacer evidente el carácter institucional de estas formas e instancias, apartándonos de las normas de estilo, en este libro sus nombres se inician con mayúscula tanto en la forma singular como plural.

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comunidad popular caraqueña. Para ello analiza las relaciones entre las y los pobladores y las empresas y/u organismos gubernamentales pro-veedores de servicios, poniendo atención a las diferencias tanto entre diferentes grupos de habitantes del sector como de diferentes tipos de profesionales de los organismos gubernamentales. De este modo, pro-cura aportar conocimientos prácticos sobre estas experiencias y poner-los a disposición de los actores, así como contribuir al desarrollo teórico en este campo, aportando a la mejor elaboración de conceptos clave y de algunos recursos de método.

La investigación que ha dado lugar a este libro forma parte de la línea de investigación del Programa Cultura, Comunicación y Transformaciones Sociales (Programa CyTS), y en este sentido es una más de una serie de investigaciones y publicaciones anteriores a algunas de las cuales se hace referencia más adelante en el texto, cuya consideración puede brindar un marco más amplio para la interpretación de las ideas acá expuestas. Dado que la presente investigación ha contado con el apoyo del CDCH, entre sus antecedentes cabe destacar la importancia del proyecto de in-vestigación “Globalización, representaciones sociales y transformacio-nes sociopolíticas”, también realizado con apoyo del CDCH (proyecto 05.20.4419.1999), del cual han resultado importantes aprendizajes que a su vez dieron lugar a otros proyectos posteriormente desarrollados con el concurso de otros investigadores y grupos de trabajo nacionales e internacionales, con el apoyo de otras instituciones (Fonacit, Clacso, Unesco y Fundación Rockefeller), todo ello en el favorable ambiente de trabajo con que el Programa CyTS se ha desarrollado en el marco insti-tucional del Cipost, Faces, UCV.

Debe mencionarse también que como parte de los objetivos del Progra-ma CyTS, la realización de este proyecto contribuyó a la formación de dos investigadores jóvenes, quienes, aunque inicialmente fueron con-tratados como asistentes de investigación, posteriormente se desempe-ñaron como investigadores en formación, asumiendo plenamente las responsabilidades del caso. Cabe mencionar que estos jóvenes colegas participaron en seminarios y otras investigaciones del Programa CyTS durante el período 2002-2005, así como que, tanto antes como durante

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PRESENTACIÓN

el desarrollo de esta experiencia, recibieron formación teórica en la pers-pectiva teórica que orienta a la línea de investigación del Programa, así como en técnicas y criterios de investigación documental y de campo.

Este libro está organizado en cinco capítulos. El primer capítulo presen-ta tanto consideraciones teóricas generales sobre cultura, comunicación y transformaciones sociales como particulares sobre interculturalidad, comunicación intercultural y participación social, que sirvieron de base para el diseño teórico y metodológico de la investigación. El segundo capítulo ofrece información básica sobre el sector “B” de la urbaniza-ción Las Casitas de La Vega, en el cual se desarrolló la investigación de campo. El tercer y cuarto capítulos constituyen versiones amplia-das y revisadas de los informes de la investigación de campo realizada en dicha comunidad respecto de experiencias de participación social asociadas a las Mesas Técnicas de Agua (MTA) y a los Infocentros, res-pectivamente. Finalmente, el quinto capítulo presenta las conclusiones de la investigación. El libro constituye una unidad y es producto de un trabajo de colaboración en equipo. No obstante, ha habido respon-sabilidades individuales en la elaboración de cada uno de los capítu-los que corresponde mencionar. El primer capítulo ha sido elaborado por Daniel Mato, director del proyecto; el segundo ha sido preparado conjuntamente por los investigadores Alejandro Maldonado Fermín y Enrique Rey Torres; el tercero y cuarto capítulo fueron preparados por Alejandro Maldonado Fermín y Enrique Rey Torres, respectivamente, en ambos casos siguiendo el diseño de investigación y con la asesoría de Daniel Mato. Finalmente, el quinto capítulo, dedicado a presentar las conclusiones de la investigación, es producto del trabajo en equipo de los tres autores. Como quiera que sea, más allá de responsabilida-des individuales, el libro en su conjunto no hubiera sido posible sin la provechosa actitud de trabajo en equipo y proactiva colaboración que marcó esta experiencia de investigación.

Los autores15-12-2008

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Capítulo 1. Interculturalidad y comunicación intercultural …

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La investigación sobre interculturalidad y comunicación intercultural en experiencias de participación social en las Mesas Técnicas de Agua y el Infocentro en el sector “B” de la urbanización Las Casitas de La Vega tuvo como puntos de partida elaboraciones teóricas, preguntas de in-vestigación y pautas metodológicas, basadas en estudios anteriormente realizados en el marco de la línea de investigación Cultura, Comuni-cación y Transformaciones Sociales que venimos desarrollando desde 1992 en el marco del programa homónimo del Centro de Investigacio-nes Posdoctorales (Cipost, Faces, UCV), que resulta necesario exponer a fin de facilitar la comprensión de la perspectiva teórica y de método que orientó esta investigación, así como la interpretación de los datos y conclusiones producidos por ella, que se exponen en los siguientes capítulos.

Cultura, comunicación y transformaciones sociales

El análisis de los aspectos culturales de los procesos sociales suele ser omitido o subordinado en los estudios más frecuentes, los cuales sue-len estar marcados por orientaciones economicistas, comunicacional-

Capítulo 1

Interculturalidad y comunicación intercultural en experiencias de participación social. Teoría y método

Daniel Mato

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tecnologicistas o político-institucionalistas. Según el caso, éstos parten de suponer que la dimensión económica, tecnomediática o político- institucional, resulta ser excluyentemente determinante, o la de prin-cipal importancia, para explicar el desarrollo de los procesos sociales, mientras las demás dimensiones resultan subordinadas o secundarias.

Frente a estos problemas la respuesta idónea no es desarrollar ninguna forma de determinismo alterno, por ejemplo, de tipo “culturalista”, sino avanzar en la construcción de perspectivas de análisis más integradas que incorporen complejamente el análisis de los aspectos culturales presentes y significativos en todas las prácticas humanas, junto con el de todas las demás dimensiones analíticas. Es decir, analizar los aspec-tos culturales, o de producción de sentido (que es como creo analítica-mente más productivo entender “lo cultural”) no tiene por qué conducir a adoptar posiciones “culturalistas” que repliquen las falencias de esos otros “ismos” que se critican, en las cuales “lo cultural” sería determi-nante, mientras las demás dimensiones estarían subordinadas a ésta. Si en una investigación se adopta una cierta perspectiva analítica que exa-mina con especial atención los aspectos culturales, o bien, se los toma como “puerta de entrada” al análisis, no por ello se debe perder de vista que los procesos sociales son complejos y que las divisiones entre “lo económico”, “lo político”, “lo cultural”, “lo comunicacional”, etcétera, son sólo recursos analíticos.

Por tanto, es necesario desarrollar perspectivas analíticas integradoras, multidimensionales, sea a través de mecanismos de colaboración inter-disciplinaria, lo cual necesariamente demanda equipos de dos o más in-vestigadores, o bien mediante estrategias de trabajo transdisciplinarias. Con esta última expresión aludo específicamente a perspectivas de aná-lisis transversales, en el sentido de que atraviesen los límites más gene-ralmente reconocidos entre las disciplinas, sus formas necesariamente especializadas de formular preguntas y problemas de investigación y sus tradiciones de método. Desde luego, otra alternativa válida es trabajar dentro de los límites de cualquiera de las disciplinas establecidas, ha-ciéndolo a conciencia de que el conocimiento generado es unidimensio-nal, en el sentido de unidisciplinario.

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Capítulo 1. Interculturalidad y comunicación intercultural …

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Adicionalmente a lo anterior, hay que tener en cuenta que cuando se trabaja desde perspectivas de análisis orientadas a examinar la llamada dimensión cultural de los procesos sociales hay otros problemas que atender, que son propios de este tipo de perspectivas. No basta con afirmar la necesidad de que el análisis de los procesos sociales integre los aspectos culturales, o de sentido, junto a los de otras dimensiones analíticas, sino que es necesario también revisar críticamente la propia idea de “cultura”, y especialmente ciertas concepciones reduccionistas de la idea de cultura.

No es éste el lugar para ofrecer un ensayo sobre la idea de “cultura”, tema sobre el que ya existen importantes publicaciones (por ejemplo, Auyero y Benzecry, 2002; Cuche, 1999; Eagleton, 2000; Wagner, 1981), pero en todo caso parece necesario hacer explícita la manera particular en que esta categoría es utilizada en la línea de investigación de la cual forma parte el proyecto que ha dado lugar a la publicación de este libro. Así, de manera sintética cabe decir que en esta línea de investigación la idea de “cultura” no designa una “cosa”, ni un conjunto de “cosas”, ni tampoco un conjunto de atributos “objetivos” que cabría afirmar ca-racterizarían “objetivamente” a un cierto conjunto de sujetos, sino que designa una perspectiva de análisis, es decir, una manera de mirar e interpretar los procesos sociales y de estudiarlos. En esta línea de inves-tigación, “cultura” no es una cosa y por tanto tampoco es un sustantivo, sino que califica un cierto tipo de mirada, sea ésta la del investigador o la de otros actores sociales, y por eso es en todo caso un adjetivo. Más precisamente, en esta línea de investigación la perspectiva cultural lleva a preguntarnos por el sentido de las prácticas de los actores sociales, cómo se produce ese sentido, cómo circula, se reproduce o se transfor-ma, cómo se negocia, cómo entra en conflicto con otros sentidos, cómo orienta las prácticas de los actores sociales. En esta línea de investiga-ción esas preguntas no tienen un carácter retórico, vago o general, sino que orientan investigaciones sobre casos de actores sociales particula-res, que accionan en circunstancias y contextos específicos, las cuales han dado lugar a una serie de publicaciones (Mato, 1998a, 2008c; Mato coord., 2003; 2004; 2005; Mato y Maldonado Fermín, 2007).

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Desde luego, esta manera de entender y utilizar la idea de “cultura” en la perspectiva de análisis que orienta esta investigación no lleva a ignorar que para los actores sociales cuyas visiones de mundo, por razones his-tóricas diversas, se articulan en torno a ideas de cultura y/o de identidad, éstas denotan aspectos significativos de su experiencia, que son vividos como tales, y que desde este punto de vista resultan reales y de ningún modo ficticios. Otro tanto cabe decir de la existencia de visiones encon-tradas y conflictos en torno a representaciones de identidad y cultura dentro de colectivos que se autoconciben como unitarios, por ejemplo, pueblos y comunidades indígenas, comunidades urbanas y campesinas, organizaciones, etcétera. Estos tipos de casos, como los de otros aspectos clave de las visiones de mundo de los actores sociales intervinientes en los procesos estudiados, han constituido focos de atención de sucesivos proyectos de esta línea de investigación, y son precisamente esos estu-dios de casos particulares los que han ido permitiendo formular esta ela-boración teórica en los términos que aquí se plantea, y que han guiado la observación de campo y las entrevistas de la presente investigación (Mato, 1990a, 1990b, 1992, 1998, 2003, 2004, 2008 a,b,c).

De manera muy resumida cabe decir que las investigaciones realizadas en el marco de esta línea de investigación, así como estudios realizados por otros investigadores, permiten afirmar que los actores sociales se constituyen en tanto tales (en el caso de los actores individuales dejan de ser simplemente individuos que “siguen” a otros individuos, y en el caso de los colectivos dejan de ser meros agregados de individuos sin identidad propia que los diferencie de otros actores, ni orientación deli-berada de sus acciones) en la medida en que producen representaciones de identidades (individuales o de grupo) que les permiten desarrollar sentido de individualidad (en el caso de los individuales) y/o pertenen-cia (en el caso de los colectivos), programas y formas de acción social deliberadamente diseñados. Estas producciones de identidad, según los casos, pueden registrar unos cuantos meses, unos pocos años, o inclu-so muchas décadas o hasta siglos como, por ejemplo, en los casos de ciertas iglesias, las naciones y sus estados, o los pueblos indígenas. En realidad, la propia duración de estos procesos en el tiempo depende de

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los relatos de identidad de los actores, de quiénes los formulan y qué momento señalan como el de su origen, donde comienza la que consi-deran su historia. La producción de estas representaciones de identidad supone necesaria y correlativamente la producción de representaciones de diferencia, respecto de los que consideran “otros” actores sociales, otras naciones, otros pueblos (según los casos). Las identidades de los así constituidos diferentes actores sociales suelen estar asociadas y a la vez acompañarse de la profundización de diferencias en las formas de percepción y representación de las experiencias sociales que cada actor social desarrolla y “verdaderamente” experimenta (estos procesos incluyen elementos conscientes e inconscientes, sentimientos y raciona-lizaciones, acciones deliberadas y otras que no lo son, que en este breve resumen no es posible abundar sobre esto).

Desde el punto de vista antes expuesto, cabe afirmar que no sólo los pueblos indígenas y las naciones-Estado poseen identidades y cultu-ras diferenciadas, sino que también es posible observar el desarrollo de procesos semejantes a otras escalas, mucho menores, y que resulta analíticamente fructífero estudiar estos conceptos a esas otras escalas sociales, para así hablar, como de hecho lo hacen numerosos actores so-ciales (incluyendo investigadores en el tema), por ejemplo, de culturas institucionales, corporativas, ocupacionales, científicas u otras (como se verá en las próximas páginas, estas escalas de análisis resultan im-portantes para la investigación acá expuesta). En estos procesos usual-mente es posible identificar la existencia de diversos voceros al interior de instituciones y actores colectivos que tienen diferentes percepciones e interpretaciones sobre en qué consiste esa “cultura” o esa “identidad” particular que postulan como característica del colectivo del cual consi-deran formar parte (por ejemplo, suele haber diferencias entre jóvenes y ancianos, mujeres y hombres, grupos más o menos expuestos al con-tacto e intercambios con otros actores, entre quienes poseen y controlan ciertos recursos y quienes poseen y controlan otros, etcétera).

Desde este punto de vista es posible afirmar que las ideas de “cultura” e “identidad” resultan de maneras de ver, y suelen ser objeto frecuente

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de diferencias, disputas y/o conflictos, incluso al interior de agregados sociales que comparten las formulaciones de pertenencia a las mismas. Los actores sociales entran en relación entre ellos en muy diversos con-textos y de muy diversas formas, pero todas ellas involucran formas o modalidades específicas de comunicación entre ellos, sean para negociar y hacer alianzas o para enfrentarse, o incluso “para ir a la guerra”. Las relaciones entre actores sociales están signadas por asimetrías de poder, resistencias a las mismas, estrategias y prácticas de construcción de sen-tido común hegemónico. Esas formas y modalidades de comunicación incluyen no sólo “contenidos” expresados en palabras, gestos, imáge-nes y sonidos, sino también otros que no siempre pueden expresarse de esas formas y que son relativos a valores, temporalidades, mecanismos y formas de tomar decisiones (un ejemplo sencillo, alternativamente, por mayoría o por consenso) y otros elementos que, en cada caso, coyuntura y contexto, tienen o adquieren mayor o menor importancia y sentido diverso.

Estas formas y modalidades de comunicación no sólo son “mediadas” a través de los que suelen reconocerse como “medios de comunicación” (los “grandes medios masivos”, el habla, la escritura, la fotografía, etcétera), sino también a través de experiencias compartidas co-presencialmente o no como, por ejemplo, rituales, ceremonias y otros elementos, más o menos estructurados o institucionalizados (incluso encuentros casuales, o reuniones informales) que, en cada caso, coyuntura y contexto, tienen o adquieren mayor o menor importancia y sentido diverso. Las semejan-zas y diferencias entre las interpretaciones de los actores, sus “visiones” y “culturas” dan lugar al surgimiento de afinidades y conflictos entre actores sociales y éstos al de empatías, tensiones, negociaciones, alianzas y enfrentamientos entre ellos. Numerosas investigaciones muestran que esto ocurre entre todo tipo de actores sociales, en prácticamente cual-quier clase de contexto social, a cualquier escala, se trate de “grandes” procesos políticos nacionales o de procesos “pequeños” que tiene lugar en contextos más locales e incluso al interior de instituciones grandes y pequeñas (ver, por ejemplo, Albo, 1991; Anderson, 1983; Ardao, 1980; Barth, 1976; Benessaieh, 2004; Brysk, 2000; Cantwell, 1993; Conklin y

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Graham, 1995; Fischer, 2001; Fox, 1990; Fuller, 2005; García Canclini, 1988; Geertz, 1973; Gellner, 1983; Handler y Linnekin, 1984; Hobs-bawm y Ranger, 1983; Mato, 1992, 1994, 1995, 1998a, 2003, 2004, 2008b, 2008c; Meisch, 2002; Mijares, 2004; Ortiz, 2005; Pancho et al. 2004; Rappaport, 2005; Ribeiro, 2000; Rogers, 1996; Sotomayor, 1998; Universidad Autónoma Indígena e Intercultural, 2007; Universidad In-tercultural Amawtay Wasi, 2004; Wagner, 1981, 1986; Yúdice, 2002).

Significativamente, la importancia “práctica” de estos tipos de repre-sentaciones de identidad y cultura experimentadas, sentidas e incluso nombradas por los actores sociales estudiados y la existencia de con-flictos de visiones al interior de colectivos e instituciones, también ha podido observarse en la investigación que da lugar a este libro, como podrá verse en el material presentado en los próximos capítulos.

En todo caso y para retomar la discusión respecto de la manera de enten-der la idea de “cultura”, esos estudios realizados anteriormente en el mar-co de esta línea de investigación, así como algunos realizados por otros autores, permiten concluir que existen numerosas representaciones de ideas clave que proveen sentido a las prácticas y discursos de los actores sociales como, por ejemplo, las de identidad, territorio, desarrollo, liber-tad, mercado, democracia, sociedad civil, por mencionar sólo algunas de las más significativas en tiempos recientes (Babb, 2003; Barth, 1976; Be-nessaieh, 2004; Brysk, 2000; Celiberti, 2003; Conklin y Graham, 1995; De Moura Carvalho, 2001; Escobar, 1995; Mato, 1998a, 2003, 2004; Mijares, 2004; Ortiz, 2005; Ribeiro, 2000; Villalobos 2005) y que por tanto hay que tener especial cuidado en evitar quedar atrapados dentro de ciertas visiones reduccionistas de la idea de “cultura”.

De lo anterior se deriva la necesidad de criticar y superar las interpre-taciones que con la palabra “cultura” hacen referencia exclusivamente a lo que otros suelen llamar clara y simplemente el sistema de las “bellas artes”.1 Pero no basta con ello, también es necesario criticar y superar

1. La de “bellas artes” es una categoría problemática que he criticado en publicaciones ante-riores (Mato, 1997); dado el foco de interés del presente texto, no parece pertinente volver a hacerlo en estas páginas.

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aquellas otras concepciones de la idea de cultura, más recientes, que, aunque rompen con las limitaciones de asociarla exclusivamente a la idea de “bellas artes”, no obstante sólo llegan a incluir en ella a unos pocos tipos de prácticas sociales que según los casos y alcances suelen llamar “artes tradicionales”, “artes populares”, “culturas tradicionales”, “culturas populares” o, en los casos de mayor amplitud de mira, “con-sumo cultural” e “industrias culturales”. Más grave aún, con este último concepto suelen hacer referencia sólo a unas cuantas industrias de la comunicación y el entretenimiento, además de las que se ocupan de la industrialización de las “bellas artes” como, por ejemplo, la industria editorial, dejando de lado la importancia cultural de otras industrias, como las de la alimentación, el vestido, el automóvil, la salud y la farma-céutica, el juguete y la del desarrollo, entre otras, como he argumentado en una publicación reciente (Mato, 2007). Entonces, si bien es cierto que estas otras concepciones de la idea de cultura y denominaciones asociadas más recientes amplían el campo de aplicaciones de la idea de “cultura”, aún continúan refiriéndola sólo a un pequeño conjunto de actividades humanas, ignorando su importancia en todas las demás.

Parece necesario aclarar que la perspectiva acá adoptada de ningún modo consiste en afirmar vagamente que “todo es cultura”, como erró-neamente podría interpretarse, sino en llamar la atención sobre la im-portancia que los aspectos culturales, o de sentido, tienen en todas las prácticas humanas. Dado que frecuentemente se producen malos en-tendidos al respecto, parece importante enfatizar que afirmar esto es muy distinto, y de hecho opuesto, a sostener que “todo es cultura”. Afirmar que los aspectos de sentido resultan importantes en todas las prácticas humanas equivale a sostener que todas las prácticas humanas son prácticas “con sentido”, es decir, que poseen algún sentido. Más aún, no sólo poseen un cierto sentido para los actores que las desarrollan, sino también para otros que las observan o se ven afectados por ellas, y el sentido atribuido por cada uno de estos actores puede y suele ser diferente (como comentaremos más adelante en este texto al presentar las ideas de interculturalidad y comunicación intercultural). Ese sentido particular que, de maneras más o menos conscientes y/o inconscientes,

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según los casos, cada actor le atribuye a su propia práctica, así como los que atribuye a las prácticas de otros actores, no es meramente indivi-dual, ni azaroso. Por el contrario, ese “sentido” particular se inscribe en una cierta “visión de mundo”, un cierto “horizonte cultural”, un cierto “sentido común” más abarcador, “sistema de representaciones sociales”, o “racionalidad”, o “cultura”, en ciertos valores, creencias e interpre-taciones, que son constitutivas del grupo social o institucional del que forma parte y que éste, a su vez, produce permanentemente (reproduce y transforma en “dosis” variables), que según los casos operan de ma-neras más o menos inconscientes, según los cuales ciertas acciones son –casi automática o compulsivamente– buenas, normales o deseables y otras no.

Así, dependiendo de su “horizonte cultural” o “visión de mundo”, para ciertos actores lo más importante podría ser servir al prójimo, o enri-quecerse, o construir, o crear, o seducir, o sentir placer, o luchar por la justicia, o por la libertad, o por el orden, o por el individuo, o por la comunidad, o por la patria, o por el bien común, o por la igualdad, o por la diferencia, o por otras ideas significativas. Adicionalmente, como resulta sencillo observar, ideas como “servir al prójimo”, “libertad”, “or-den”, placer”, etcétera, de ningún modo poseen sentidos universales e inmutables, sino que éstos, a su vez, son relativos a esas propias visiones de mundo y, más aún, motivos frecuentes de conflictos interculturales. Desde luego, nada de lo anterior implica desconocer las dimensiones individuales, sino que lleva a afirmar su vinculación con contextos y procesos sociales intersubjetivos, comunicacionales.

Estas formulaciones prácticas de sentido que orientan las prácticas de los actores forman parte de “visiones de mundo” más amplias. Es a ellas a lo que aludo al enfatizar que los aspectos de sentido resultan signifi-cativos en todas las prácticas humanas; que estos aspectos de sentido de un modo u otro orientan esas prácticas y además que éstas de un modo u otro a su vez producen sentido, de formas tales que permanen-temente reproducen y transforman el sentido que venía orientándolas. Cuando sostengo la necesidad de estudiar las dimensiones culturales

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de los procesos sociales, aludo precisamente al imperativo de analizar las orientaciones de sentido de las prácticas de los actores sociales parti-cipantes y cómo mediante éstas, más allá de que puedan perseguir otros tipos de propósitos específicos, estos actores también producen sentido y entran en conflictos y negociaciones de sentido con otros actores, lo cual demanda estudiar “procesos”, no “cosas”.

En todo caso, las experiencias estudiadas en esta investigación (presen-tadas más adelante en los capítulos 3 y 4) demuestran la importancia de estos aspectos culturales, de sentido, en las relaciones que se dan tanto entre diversos grupos de habitantes de Las Casitas de La Vega, como entre éstos y los diversos representantes de las dos instituciones guber-namentales proveedoras de servicios. Así, cabe notar que con respecto a este asunto en particular lo observado en los casos estudiados en esta investigación resulta consistente con lo concluido en las investigaciones anteriormente referidas y refuerza el argumento acerca de la importan-cia que los aspectos de sentido tienen en todas las prácticas humanas, lo cual, repito, de ningún modo es equivalente a la afirmación vaga y ligera de que “todo es cultura”.

El desarrollo de perspectivas complejas de análisis cultural que superen las limitaciones de las visiones de la idea de cultura asociadas casi o ex-clusivamente a la idea de arte, demanda superar el chantaje que ejerce esa figura de discurso: “Todo es cultura”. No se trata de que todo sea cultura, se trata en cambio de que todas las prácticas humanas pueden ser estudiadas desde perspectivas de análisis cultural, como también lo pueden ser desde perspectivas políticas, económicas, de género u otras significativas, ni más, ni menos y en la medida de lo posible articulando unas con otras.

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Afirmar, como se hace en la sección anterior, que todas las prácticas humanas no sólo poseen un cierto sentido para los actores sociales que

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las desarrollan, sino también para otros que las observan o se ven afectados por ellas, y que el sentido atribuido por cada uno de estos actores puede y suele ser diferente, lleva a pensar que potencialmen-te podría resultar fructífero analizar los procesos sociales no simple-mente desde una perspectiva cultural, sino intercultural. Es decir, una perspectiva que ponga atención no sólo a cómo ciertas formulaciones de sentido orientan las prácticas de actores sociales en particular, sino también a examinar las relaciones entre los actores sociales a partir de los intercambios de sentido entre ellos, sea que estos intercambios su-pongan convergencias, resistencias, apropiaciones, conflictos, negocia-ciones, etcétera. Elaborar tal perspectiva y lineamientos de método para aplicarla, demanda “desmontar” algunas interpretaciones corrientes de las ideas de interculturalidad y comunicación intercultural que se hallan fuertemente establecidas y que han venido bloqueando, a modo de obs-táculos epistemológicos (Bachelard, 1976), las posibilidades de realizar análisis más provechosos al amparo de esas ideas. Tal es precisamente el cometido de esa sección.

Suele aceptarse que las diferencias culturales entre individuos frecuente-mente son motivo de “malentendidos” y/u otros “problemas” de comu-nicación que eventualmente pueden conducir a conflictos. Asociado a esto se suele pensar en la “comunicación intercultural” como un campo que se reduce a asuntos de buen o mal entendimiento. Por otra parte, sucede que los ámbitos en que con mayor frecuencia se aplica la idea de “cultura” en América Latina son aquellos ya señalados en la sección anterior (los de las “bellas artes”, las “culturas populares”, las “culturas tradicionales” y las “industrias culturales”), mientras que el ámbito en que más frecuentemente se suele aplicar la idea de “interculturalidad” en esta misma región es el de la educación intercultural bilingüe, políti-ca que han propugnado organizaciones indígenas y afrodescendientes, educadores, antropólogos, sociólogos y otros sectores sociales y que ha sido crecientemente aceptada por la mayoría de los Estados latinoa-mericanos. En conexión con estos tipos de usos, las ideas de “diferen-cia cultural”, “interculturalidad” y “comunicación intercultural” suelen asociarse –también reductoramente– casi exclusivamente a referentes étnicos, linguísticos, religiosos y/o nacionales.

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Estos usos limitados (y limitantes) de las ideas de “interculturalidad” y “comunicación intercultural” resultan usuales incluso en nuestros días, cuando las aplicaciones de la idea de “cultura” se han ampliado nota-blemente, ya no sólo en los términos en que lo hacemos en esta línea de investigación, como se ha expuesto en la sección anterior de este texto, sino también en otros. Así, suele hablarse de –e, incluso, también se estudian– culturas corporativas, institucionales, profesionales, discipli-nares, de género, de generación, urbanas, locales (no necesariamente ét-nicas), de clase o grupo social y otras. No obstante, rara vez las ideas de “interculturalidad” y “comunicación intercultural” se aplican al análisis y comprensión de experiencias de relación entre actores sociales (indi-viduales o colectivos, institucionalizados o no), entre los cuales puede observarse la existencia de significativas diferencias entre sus “culturas”, “visiones de mundo”, “racionalidades” o formas propias de “sentido común”, sea que éstas refieran a instituciones, profesiones, disciplinas académicas, género, generación, localidad, clase o grupo social. Éste es precisamente el tipo de aplicación de estas ideas que hemos ensayado en esta investigación, por lo que parece necesario analizar un poco esas limitaciones usuales y argumentar respecto del tipo de aplicación de esas ideas que hacemos y de qué modo lo hacemos.

Resulta obvio que la interpretación que demos a la idea de intercultura-lidad depende de la que tengamos de la idea de cultura. Como exponía en la sección anterior, en esta investigación partimos de una represen-tación de la idea de “cultura” asociada a los procesos de producción, circulación, apropiación y transformación de sentido que resultan sig-nificativos en las prácticas sociales. Es decir, partimos de una idea de cultura que no está asociada a priori sólo a referentes étnicos, nacionales o lingüísticos, ni tampoco se reduce sólo a ciertos y particulares tipos de representaciones, artefactos y “prácticas”, por tanto, no se limita a las “artes”, sean “populares” o “de élite”, ni a las “industrias culturales”, ni tampoco a los asociados a los ministerios o secretarías “de Cultura”, sino que abarca los aspectos de producción, circulación, apropiación y transformación de sentido que resultan significativos en las más diversas prácticas sociales, incluso aquellas que usualmente son vistas como si fueran exclusivamente económicas, políticas, jurídicas, etcétera.

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Dado ese punto de partida, resulta pertinente comenzar la reflexión acerca de la idea de “interculturalidad” con una posición deliberada-mente abierta. Es decir, considerando que el universo de aplicaciones potenciales de esta idea incluye a todos aquellos tipos de casos en los cuales las diferencias nombradas o percibidas como “culturales”, de “sentido”, o de “visión de mundo”, o de “racionalidad”, se presentan no sólo con relación a referentes étnicos, nacionales o linguísticos, sino también profesionales, ocupacionales, organizacionales, institucionales, de género, generación, religiosidad, clase o posición social, territorio, ideología política u otros significativos. De este modo, no resulta plau-sible suponer que existiría un campo “objetivamente” delimitado de asuntos que a priori cabría considerar como “interculturales”, dejando otros fuera de consideración, sino, por el contrario, que el campo de experiencias sociales que pueden analizarse a partir de la elaboración conceptual de esta idea es abierto (del mismo modo que, como ya se argumentó en la sección anterior, ocurre con la aplicación de la idea de “cultura”, en tanto adjetivo, que califica un cierto tipo de mirada analítica).

Un detalle, en apariencia menor, pero de importantes consecuencias, que resulta importante señalar desde el inicio es la necesidad de dife-renciar entre “interculturalidad” e “interculturalismo”. El sufijo “ismo” designa una cierta orientación del pensamiento y/o la acción, y así “in-terculturalismo” remite a un conjunto de políticas y prácticas (guber-namentales o no) orientadas a construir cierto tipo de experiencias u orden social. Si ponemos cuidado en realizar esta diferenciación, resul-tará sencillo comprender que conceptualmente la idea de “intercultura-lidad” es, de suyo, simplemente descriptiva y puede incluir tanto casos de colaboración entre agentes que se perciben como “culturalmente” diferentes, como casos de conflicto e, incluso, de confrontación. Sin embargo, en Europa occidental, Estados Unidos y América Latina no es frecuente diferenciar entre interculturalidad e interculturalismo. Más aún, en ciertos contextos, mayormente en los asociados a la idea de educación intercultural bilingüe, que es en los cuales estos términos se usan más frecuentemente (en Europa occidental ocurre algo semejante

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con el área de programas sociales para inmigrantes), suele atribuirse apriorísticamente rasgos positivos a ambas ideas. En contraposición con esto, resulta interesante referir lo que me ocurrió unos años atrás, cuan-do, en el marco de una conversación más amplia, pregunté un tanto casualmente a tres colegas con quienes compartía una cena si la idea de “interculturalidad” se usaba en sus respectivos países. Uno de estos colegas venía de Benin, otro de Pakistán y el tercero de India. El primero de ellos respondió que, vista desde Benin, esta idea remitía a relaciones interétnicas y a enfrentamientos interétnicos, mientras que los colegas de India y Pakistán respondieron que ellos asociaban la idea a conflic-tos interreligiosos. Notablemente, en todos estos casos el énfasis estuvo puesto en la idea de conflicto y no en la de políticas orientadas a lograr la construcción de formas de armonía con la que suele asociarse la idea en las regiones del mundo primeramente mencionadas.

En conexión con esas interpretaciones, resulta interesante considerar que si bien en América Latina las interpretaciones más frecuentes de la idea de interculturalidad suelen estar implícitamente asociadas a la de “interculturalismo” y así investir apriorísticamente a la primera de los atributos positivos característicos de dicha orientación ideológica, tam-bién existen visiones críticas de la misma. Así, en entrevistas realizadas he encontrado que algunos intelectuales y dirigentes indígenas suelen enfatizar que la idea de “interculturalidad” también ha sido y/o es utili-zada con propósitos de “aculturación”. En efecto, los primeros registros escritos del término que he logrado identificar en lengua castellana se-ñalan que esta idea proviene de los aportes de la antropología aplicada estadounidense de la época a programas de “cooperación técnica” en salud que desde 1951 se desarrollaron en Brasil, Colombia, México y Perú, con fondos y asistencia técnica estadounidense. Estos programas estuvieron orientados a lograr “la gradual sustitución de las creencias tradicionales por ideas modernas sobre la salud y la prevención de las enfermedades”; el incremento en la disposición de la gente de acudir al médico para su tratamiento y la voluntad de reemplazar conocimientos tradicionales por “ideas modernas” (Foster, 1955:28 [1951]). En línea con esa orientación, con diferencias prácticas que no es posible comentar

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acá, y aportes teóricos al desarrollo de la idea de interculturalidad y sus relaciones y diferencias con la de “aculturación”, que bien justificarían un estudio específico, el antropólogo mexicano Gonzalo Aguirre Beltrán publicó en la década de los cincuenta dos libros que tuvieron impor-tante impacto no sólo en México, sino en otros países latinoamericanos (Aguirre Beltrán, 1994 [1955], 1992 [1957]).

Aparentemente habría sido desde entonces que la idea de “intercultura-lidad” fue interpretada y resignificada de diversas maneras, en diversos contextos sociales, institucionales y disciplinarios, a lo largo y ancho de la región. A partir de esas experiencias en el área de salud y otras de orientación semejante en educación, la idea de interculturalidad ha sido apropiada y reelaborada política, ética y teóricamente por intelectua-les, dirigentes y organizaciones indígenas, quienes la han resignificado para formular interpretaciones de sus experiencias de vida en el seno de sociedades nacionales resistentes a reconocer y valorar las diferen-cias culturales, así como para organizarse, orientar sus luchas dentro de éstas y desarrollar elaboraciones teóricas. Adicionalmente, ese pasado problemático de aplicaciones de la idea de interculturalidad y algunas experiencias recientes que no se apartan suficientemente del mismo, ha dado lugar a dos vertientes de usos y conceptualizaciones del término que, pese a esas diferencias, parecen tener agendas convergentes. Por un lado, existe un número creciente de dirigentes e intelectuales indígenas y afrodescendientes, así como de antropólogos, educadores, sociólogos y otros profesionales que sostienen relaciones de colaboración con ellos, que suelen hablar en términos de interculturalidad con equidad. Por otro, existe un número probablemente mayor que ignora, o decide pasar por alto ese capítulo del pasado, y da por sobrentendido que la idea de “interculturalidad” de suyo y sin adjetivos comporta valores de recono-cimiento y respeto mutuo, o bien que hay que trabajar para investirla de estos otros atributos (Bonfil Batalla, 1992, 1993; Dávalos, 2002, 2005; Degregori, 1999; Fernández Salvador, 2000; Fuller, 2005; García Can-clini, 2004; Macas, 2001, 2005; Mato, 2008a, 2008d; Rappaport, 2005; Tubino, 2002).

De este modo, podemos ver que la idea de “interculturalidad” en prin-cipio puede resultar útil para analizar relaciones entre agentes sociales

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que se perciben (o son percibidos) como diferentes en términos de sus “visiones de mundo”, formas particulares de “sentido común”, o “racio-nalidades”, con respecto a cualquier tipo de factor de referencia (no sólo étnicos, linguísticos o nacionales) que para el caso resulten significati-vos, sea que estas relaciones resulten de colaboración, conflicto y/o ne-gociación. Sin embargo, como comentábamos anteriormente, sus usos suelen ser limitados (y limitantes) y se la suele investir apriorísticamente de atributos exclusivamente positivos. Por eso, para la investigación en la comunidad de Las Casitas de La Vega resultó provechosa la profun-dización de una revisión bibliográfica amplia sobre la idea de intercul-turalidad que, a modo de “estado de la cuestión”, venía haciéndose en paralelo para alimentar otras investigaciones en curso en el marco de la línea de investigación del Programa CyTS. Esto permitió desde el inicio superar algunas limitaciones asociadas a los ya mencionados usos más frecuentes del término, así como situar este nuevo estudio en un campo teórico amplio y elaborar algunas conclusiones y aprendizajes específi-cos para orientar la investigación de campo, la cual a posteriori acabaría enriqueciendo la elaboración teórica. Así, en las próximas páginas se ofrece una presentación breve de ese estado de la cuestión sobre los usos de la idea de interculturalidad, acompañada de algunas reflexiones y apuntes específicamente relacionados con la investigación que se pre-senta en este libro.

A modo de introducción, a este estado de la cuestión sobre la idea de “interculturalidad”, cabe decir que es posible observar que en la actuali-dad esta idea es aplicada a un universo más amplio que el antes referido, y esto no sólo en investigación, sino también en las prácticas de diver-sos tipos de actores sociales (por ejemplo, agencias gubernamentales, organizaciones sociales y políticas, etcétera), en múltiples contextos, para hacer referencia a diversos tipos de relaciones y articulaciones, in-cluyendo formas de colaboración, conflicto y/o negociación, que esta-blecen entre sí agentes sociales cuyas diferencias “culturales” resultan significativas para los asuntos que son materia de sus relaciones.

Numerosas publicaciones académicas y para la formación profesional y de organizaciones sociales y agencias gubernamentales e interguber-

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namentales, a algunas de las cuales se hará referencia en las próximas páginas, permiten afirmar que en la actualidad la idea de “intercultura-lidad” es utilizada de maneras explícitas, en ocasiones sobrepuestas con otras categorías “vecinas” (en especial con las de “multiculturalidad” y “pluriculturalidad”), como también de maneras implícitas, no sólo por investigadores y autores de textos de formación profesional en varios campos (antropología, sociología, comunicación, gerencia, negocios, publicidad y mercadeo, turismo, salud, educación, desarrollo, traducto-logía, ciencias políticas, relaciones internacionales, filosofía y derecho, entre otros), sino también por agencias gubernamentales e interguber-namentales (dedicadas a asuntos tales como salud, educación, justicia, migraciones, ciudadanía, vivienda, desarrollo, turismo, “sector cultura” e “industrias culturales”, entre otros); partidos políticos; empresas; or-ganizaciones de pueblos indígenas y afrodescendientes; organizaciones dedicadas a intereses específicos (derechos humanos, orientaciones sexuales, etcétera); líderes religiosos y profesionales dedicados a prácti-cas aplicadas en varias especialidades, entre otros.

El campo de los estudios, prácticas y políticas de salud ha sido des-de hace tiempo ámbito privilegiado para el desarrollo de diversas con-ceptualizaciones de la idea de interculturalidad. Anteriormente en este mismo texto hemos mencionado la importancia de los programas de cooperación técnica en el tema, así como, más allá de juicios y posicio-nes al respecto, el impacto que parecen haber tenido las contribuciones de Aguirre Beltrán en la circulación del término en América Latina. An-tropólogos de la salud, biólogos e investigadores de medicina y farma-cología, agencias de salud nacionales e internacionales han producido bibliografía sobre encuentros, desencuentros, conflictos y experiencias de colaboración entre distintos sistemas indígenas y de medicina oc-cidental, así como entre el sistema médico y pacientes. Existen nume-rosos posgrados dedicados al tema, sobre el cual además cada año se celebran congresos, talleres y seminarios. Un amplio y diverso conjunto de agentes viene dando lugar a experiencias de colaboración intercul-tural en el tema, así como a un diverso corpus bibliográfico (Alarcón y otros, 2003; Fernández Juárez, 2006; Menéndez, 2005; Mignone y

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otros, 2007). La Organización Panamericana de la Salud (OPS) sostiene el Programa de Salud para Pueblos Indígenas, en cuyo marco se han discutido y documentado numerosas iniciativas de este tipo y el cual ha producido ya un buen número de publicaciones (PAHO, 2002). A modo de ejemplo, puede señalarse el caso del Programa de Salud In-tercultural impulsado por la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP), que ha venido dando valiosos resultados e incluye además un programa de formación de Técnicos en Enfermería Intercultural con apoyo de la Agencia Nórdica de Cooperación y Desa-rrollo (http://www.servindi.org/archivo/2008/3148 y http://www.aides-ep.org.pe/index.php?id=20,155,0,0,1,0; visitados: 10/09/08). El caso es que el campo de la salud ha operado también como uno de difusión del uso del término, el que luego ha sido apropiado y resignificado por actores sociales diversos, especialmente por las dirigencias de organiza-ciones indígenas.

El de la educación es, junto con el de salud, el otro gran campo de prác-ticas e investigación en el cual la idea de interculturalidad es amplia-mente y diversamente aplicada. Los usos de la idea de interculturalidad por parte no sólo de investigadores del área de educación, sino también de agencias gubernamentales e intergubernamentales, organizaciones indígenas y de profesionales, son cuantiosos y tiene ya una larga y signi-ficativa trayectoria. Tanto en América Latina como en Canadá y Estados Unidos estos usos han estado predominantemente asociados a las po-líticas y programas de educación dirigidos a individuos, comunidades y pueblos indígenas. Según varias fuentes (Hornberger, 2000; López, 2000), el enfoque intercultural para la educación bilingue aparente-mente se habría iniciado, al menos en el caso de los países andinos, con los aportes del antropólogo venezolano Esteban E. Mosonyi y colabo-radores a comienzos de la década de los setenta (Mosonyi y González, 1974; Mosonyi y Rengifo, 1986).

En todo caso, desde entonces este enfoque parece haber tenido especial desarrollo y consolidación en esa región, en cuyo contexto destaca la la-bor formativa y de producción del Programa de Educación Intercultural

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Bilingüe –PROEIB (López, 2000). Es importante resaltar que, aparente-mente, este campo habría operado de manera análoga al de salud, antes comentado, como fuente de origen para la circulación, apropiaciones y resignificaciones de la idea. Según varios autores y entrevistados para esta investigación, habría sido a través de sus usos en este campo que la idea de interculturalidad habría sido apropiada y resignificada por organizaciones e intelectuales indígenas, inspirando incluso las plata-formas pluri e interculturales de partidos políticos con importante pre-sencia electoral (un ejemplo notable es el de Pachakutic en Ecuador) y reformas constitucionales que reconocen el carácter plurinacional de los Estados (Dávalos, 2002, 2005). Un capítulo relativamente reciente de las iniciativas de educación intercultural en países latinoamericanos es el de las universidades indígenas, algunas de las cuales explícitamente se plantean como interculturales (en Bolivia, Ecuador y Colombia), así como los de universidades y otras instituciones de educación superior (IES) públicas y privadas, nacionales o regionales (subnacionales) ex-plícitamente interculturales (en México y Nicaragua), o bien programas creados al interior de universidades e IES más amplias (en no menos de doce países de la región). En muchos de estos casos la idea de intercul-turalidad no aplica sólo de manera general a relaciones entre visiones de mundo, racionalidades, saberes y modos de producción de conoci-miento “indígenas” y “occidental”, como es más usual, sino también de diversos pueblos indígenas y afrodescendientes (Centro de las Culturas Originarias Kawsay, 2005; Cunningham, 2004; CGEIB, 2006; Mato, 2008a,b; Pancho y otros, 2004; Rappaport, 2005; Universidad Autóno-ma Indígena e Intercultural, 2007; Universidad Intercultural Amawtay Wasi, 2004).

Las experiencias desarrolladas en este campo, los estudios sobre las mismas y la experiencia propia de investigación en él, brindan algu-nos elementos importantes para nuestra investigación en Las Casitas de La Vega, particularmente en el sentido de llamar la atención sobre las posibilidades que abre la colaboración intercultural en la producción de conocimientos (Mato, 2008a); en el caso que nos ocupa, de tipo práctico, para atender los asuntos relacionados con el suministro de

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agua y la provisión de servicios informáticos. En conexión con esto, en publicaciones anteriores hemos argumentado acerca de la importancia de valorar las consecuencias de reconocer que el ámbito académico no es el único en el cual se producen conocimientos, en particular conoci-mientos sobre lo social. El ámbito académico puede ser en todo caso el contexto institucional del quehacer de las ciencias sociales, pero no es el único en el cual se producen conocimientos sobre procesos y experien-cias sociales. Los movimientos sociales y organizaciones de ciudadanos son también ámbitos de formación de “identidades”, de “culturas” o “visiones de mundo”, que a su vez enmarcan interpretaciones de las experiencias vividas y, en consecuencia, abren interpretaciones propias de experiencias y procesos sociales (Mato, 2002). De ahí las diferencias y conflictos de interpretación que suelen experimentar en sus relacio-nes con algunos actores sociales en particular, que también constituyen marcos institucionales para la producción de conocimientos como, por ejemplo, agencias gubernamentales, organismos financieros y, desde luego, el ámbito de la investigación académica. Entonces, una conse-cuencia práctica importante para quienes hacemos investigación social desde el ámbito académico es que debemos tomar en cuenta esos otros saberes y explorar vías que hagan posible la colaboración intercultural en la producción de conocimientos (Mato, 2002, 2008a).

A diferencia de lo que acontece en América Latina, la bibliografía sobre educación intercultural producida en España permite concluir que en ese país los programas de esta índole han estado dirigidos principal-mente a migrantes (en especial de América Latina y África del Norte) y en menor medida a gitanos. Según estas fuentes, en España, a diferencia de América, esta expresión no suele utilizarse para hacer referencia a situaciones, políticas o programas que involucren a las diferentes nacio-nalidades o autonomías que conforman el Estado español. No obstante esa diferencia, en España parece estar ocurriendo algo semejante a lo ya comentado respecto de algunos países de América Latina en el sentido de que el uso de esta idea en el campo educativo ha dado lugar a críticas por el carácter parcial de su aplicación (en este caso sólo a inmigrantes o gitanos y no a la totalidad de la población) y por su sesgo integracionista

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(de los diferentes a la sociedad mayoritaria). También de manera seme-jante a lo que ocurre en América Latina, en España la idea de intercul-turalidad ha sido apropiada por intelectuales críticos, organizaciones de migrantes, centros de investigación relacionados con la vida política na-cional y algunas agencias de gobiernos locales (Conil, 2002; Fundación Cidob, 2002) para extender su uso a otros ámbitos, particularmente al de derechos de ciudadanía diferenciada y de relaciones interétnicas en sentido amplio.

La filosofía intercultural, la ética intercultural y diálogo interreligioso constituyen campos relativamente interrelacionados en los cuales tam-bién la idea de interculturalidad ha sido objeto de importantes elabora-ciones. Entre los autores que han contribuido al desarrollo de la idea, tal vez los más conocidos sean Panikar (1996) y Fornet-Betancourt (2002), pero hay muchos otros. Este campo parece tener especial importancia en algunas universidades de Alemania y Europa oriental, con participación de un número considerable de filósofos y teólogos latinoamericanos. Incluso, existen dos sitios sobre el tema en Internet, en los cuales está disponible un buen número de publicaciones de calidad. Uno de ellos es el de la Red de Trabajo en Filosofía Intercultural: http://prof.polylog.org/obj-es.htm (visitado 10-09-08) que es multilingüe, mientras que el otro es de la Society for Intercultural Philosophy: http://www.int-gip.de/ (visitado 10-09-08) y trabaja exclusivamente en inglés. El aprendizaje más importante para nuestra investigación que puede desprenderse de la revisión de la bibliografía en este campo, remite al reconocimiento de la existencia y validez epistemológica, ética y ontológica de “visiones de mundo” muy diversas entre sí.

En la bibliografía de campos de estudio y práctica profesional, tales como gerencia y negocios internacionales, existe abundante bibliografía referida a relaciones interculturales, aunque la mayoría de estos textos tiene una orientación pragmática, orientada a la formación profesional (ver, por ejemplo, http://www.geert-hofstede.com/books.shtml, visita-do 10-04-08). No obstante, existen también algunos valiosos trabajos de carácter crítico dedicados al análisis de casos y procesos relacionados

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con culturas laborales, organizacionales y corporativas que muestran la importancia de éstas en las relaciones entre empresas y trabajadores (Lindsey y Braithwaite, 1996; Reygadas, 2002). Algunos estudios que cabría encuadrar como propios de los campos de antropología y socio-logía económica y del desarrollo han dado lugar a interesantes trabajos, en los cuales también puede observarse interrelaciones entre actores sociales (re)productores de ciertas culturas profesionales e instituciona-les y otros de visiones de mundo étnicas y locales (Arce y Long, 1993; Claverías Huerse y Benavente Benavente, 2006; Escobar, 1999; Fischer, 2001; García Canclini, 1998; Little, 2004; Lozano, 2002; Meish, 2002; Ramírez, 2000; Rivera Cusicanqui, 1992; Rodríguez, 2000; Sotomayor, 1998; Uribe y Restrepo, 1997). Estos últimos textos, así como el de Reygadas (2002) sobre culturas corporativas, o el de un equipo de an-tropólogos de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, de España, que estudió las relaciones entre las racionalidades de diversas instituciones (servicios de atención a la comunidad, bancarios, hospita-larios y de transporte aéreo, entre otros) y los usuarios de sus servicios (Velasco Maíllo et al., 2006), y otros que no se refieren acá por limita-ciones de espacio, proveen múltiples ejemplos de encuentros, conflictos, resistencias y negociaciones de sentido entre agencias gubernamentales e intergubernamentales, empresas y ciudadanos y otros actores sociales (según los casos, caracterizados como indígenas, afrodescendientes y/o campesinos, o simplemente como usuarios o ciudadanos “genéricos”), que resultan convergentes con las aplicaciones de las ideas de intercultu-ralidad y comunicación intercultural que se hacen en esta investigación.

En el ámbito latinoamericano, un número importante de antropólo-gos, sociólogos y juristas dedicados al estudio de la pluralidad jurídica, tanto en países con minorías étnicas y pueblos autóctonos, como en sociedades industrializadas, han creado la Red Latinoamericana de An-tropología Jurídica (RELAJU), la cual desde 1997 ha organizado cinco congresos, y sostiene un sitio en Internet (http://relaju.alertanet.org/; visitado 10-04-08). Derechos constitucionales, civiles, humanos, de gé-nero, territoriales y ambientales son los temas que más frecuentemente se ven tratados en los trabajos presentados en estos congresos, así como

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en sus publicaciones, y aunque con menor frecuencia también se pre-sentan trabajos sobre propiedad intelectual. La mayoría de estos traba-jos están enfocados en casos relativos a individuos y pueblos indígenas y en menor medida a afrodescendientes y migrantes no indígenas. Por otra parte, en el marco del Foro Social Mundial, el intelectual portugués Boaventura de Sousa Santos ha venido impulsando la investigación y colaboración sobre el tema entre especialistas de todos los continentes (Ardito Vega, 2001; Berraondo López, 1999; Etxeberría, 2001; Ghai, 2003; Gómez Valencia, 2000; Greaves, 1994; Krotz, 2002; Randeria, 2003; De Sousa Santos, 2003; Sarango, 2004; Sousa Filho, 2003).

En general, estos tipos de estudios permiten observar con bastante cla-ridad que las normas jurídicas responden a las “visiones de mundo” de los pueblos en cuestión, por cuanto éstas no sólo proveen una visión general del mundo, la vida y las relaciones entre las personas y la na-turaleza, sino que además enmarcan la interpretación de experiencias concretas y las maneras de resolver conflictos. Así, es posible afirmar que los sistemas normativos y de resolución de conflictos responden a las “visiones de mundo” de los pueblos en cuestión, por cuanto no sólo proveen una visión general del mundo, la vida y las relaciones entre las personas y la naturaleza, sino que además enmarcan la interpreta-ción de experiencias concretas y las maneras de resolver conflictos. Esta observación tiene especial importancia para nuestra investigación, en la cual, como se verá, se pone especial atención a las relaciones entre las “visiones de mundo”, formas de “sentido común” o “racionalidades” de los actores sociales involucrados y las diversas interpretaciones que hacen de sus experiencias compartidas y en particular de los conflictos que se presentan.

Aun cuando en el marco de RELAJU es posible encontrar trabajos sobre ciudadanía, éstos resultan relativamente escasos en comparación con los otros temas antes mencionados. En cambio, existen otras orienta-ciones de estudio que han dado lugar a una abundante bibliografía so-bre ciudadanía e interculturalidad, así como sobre “ciudadanía multi-cultural”, que no es lo mismo, sino un concepto vecino con respecto al cual existen zonas sobrepuestas (Benessaieh, 2004; Cortina, 2002;

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Fuller, 2005; Habermas, 1994; Harvey, 2000; Kymlicka, 1995; Martín Díaz, 2003; Mato, 2004; Mijares, 2004; Morency et al., 2005; Rappa-port, 2005). Aunque menos abundante, existe interesante bibliografía sobre interculturalidad y movimientos sociales, la cual en algunos casos examina la experiencia de coordinación de políticas entre movimientos sociales tan diversos como el indígena, el de mujeres, el vecinal y el de trabajadores (Buendía, 2000). Los estudios en ambas temáticas brindan algunas referencias interesantes para nuestra investigación, en particu-lar en lo relacionado con movimientos sociales y organizaciones de ciu-dadanos como ámbitos de formación de “visiones de mundo” que, a su vez, enmarcan sus interpretaciones de las experiencias que viven, y en particular los conflictos de interpretación que suelen experimentar en sus relaciones con otros tipos de actores sociales, como Estados, agen-cias gubernamentales, organismos financieros, etcétera.

En el campo de las relaciones internacionales, la idea de “interculturali-dad” no siempre aparece expresada de manera explícita, sino implícita. Pero, en cualquier caso, es un campo en el cual la idea ha adquiri-do especial relevancia. Una referencia importante en este sentido es el uso de la expresión choque de civilizaciones, puesta en circulación por Samuel Huntington en 1993 a través de un artículo publicado en la revista Foreign Affaires, que luego dio lugar a su tan difundido libro sobre el tema (1996). Como sabemos, esta idea ha acompañado desde entonces la política exterior estadounidense y ha desatado intensos de-bates. En contrapunto con esta expresión, en 2001, Muhammed Jatami, para entonces presidente de la República Islámica de Irán, propuso la de diálogo de civilizaciones, que fue adoptada por la ONU y dio lugar a la creación de una comisión ad hoc. Más recientemente, Manuel Rodríguez Zapatero, en tanto jefe del Gobierno español, planteó la idea de alianza de civilizaciones en su presentación en la 59ª Asamblea General de la ONU, en septiembre de 2004. En todo caso, lo que aquí nos interesa al respecto es que todas estas formulaciones descansan en la idea de la existencia de “visiones de mundo” diferentes. Por otro lado, existen un conjunto importante de estudios que si bien no suelen autoencua-drarse en el campo de las relaciones internacionales, sino en los de

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la antropología, la sociología y la ciencia política, se han ocupado de estudiar los conflictos y negociaciones de sentido entre actores sociales basados en diferentes Estados nacionales, en las cuales al menos uno de ellos es un actor no gubernamental. Por esta razón suelen utilizar la expresión “relaciones transnacionales”. En general estas investigaciones, como representaciones de ciertas ideas sociales y políticas, son objeto de las mencionadas apropiaciones y transformaciones de sentido por parte de actores sociales en el marco de relaciones que son a la vez inter-culturales y transnacionales. Así, existen estudios de casos en los cuales las negociaciones y transformaciones de sentido giran en torno a ideas y/o representaciones de identidades, ecología, desarrollo, ciudadanía, sociedad civil, democracia, género, liberalismo económico, negocio, re-cursos naturales y otras ideas sociopolíticamente significativas (Babb, 2003; Benessaieh, 2004; Bonfil Batalla, 1992; Brysk, 2000; Celiberti, 2003; Conklin y Graham, 1995; De Moura Carvalho, 2001; Escobar, 1995; Mato, 1998a, 2003, 2004, 2008c; Mijares, 2004; Ortiz, 2005; Ribeiro, 2000; Villalobos, 2005).

Lo hasta aquí expuesto permite concluir que no existe un campo “ob-jetivamente” delimitado de asuntos o relaciones “interculturales” y sería arbitrario delimitarlo a priori. Su amplitud potencialmente depende de los usos de la idea que hagan los agentes sociales involucrados, así como otros que –de algún modo– acaban resultando significativos para el caso como, por ejemplo, de investigadores, agencias formuladoras y/o apli-cadoras de políticas u otros.

Es en contraste con esa amplitud que en el campo académico de la llamada comunicación intercultural nos encontramos con la siguiente situación. Por un lado tenemos que éste es uno de los campos más pro-líficos en el uso de la idea de interculturalidad. La bibliografía en inglés y español permite apreciar que se han desarrollado básicamente dos ti-pos de estudios: unos centrados en las comunicaciones interpersonales y otros enfocados en las comunicaciones mediadas. En ambos casos, en general, los estudios se enfocan privilegiadamente en el estudio de casos referidos a diferencias lingüísticas, étnicas y de nacionalidad, en diver-sos tipos de espacios: ciudades, escuelas, turismo, empresas, fronteras,

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centros de salud, etcétera. Éste es un campo desde el cual además se han desarrollado elaboraciones teóricas de interés en varias lenguas (Alsina, 1999; Baraldi, 2006; Grimson, 2000; Gudykunst y Mody, 2002; Kim y Gudykunst, 1988).

Aun así, cabe observar que son relativamente escasos los estudios cen-trados en lo que podríamos llamar comunicación y experiencias inter-mediales, aun cuando debe señalarse que existen algunos que examinan relaciones de articulación entre oralidad, escritura y medios audiovi-suales (Mato, 1990; Ong, 1982) e incluso respecto de Internet (García Canclini, 2004). Sin embargo, lo que más llama la atención respecto de las perspectivas de investigación explícitamente encuadradas dentro del campo de la “comunicación intercultural”, es que pese a la significativa amplitud en los usos y aplicaciones del término “interculturalidad”, no es frecuente encontrar estudios de “comunicación intercultural” que se ocupen de examinar la comunicación a través de diferencias entre “cul-turas” empresariales, institucionales, profesionales, ocupacionales, “de clase”, etcétera. Estos tipos de estudios, que resultan de especial interés para nuestra investigación, solemos encontrarlos en otros campos como los de gerencia, sociología y antropología económica y del desarrollo, antropología jurídica, ciudadanía, relaciones internacionales y otros co-mentados en páginas anteriores.

En vista de lo hasta aquí expuesto, y a modo de cierre de la presen-te sección de este capítulo, parece posible y necesario adelantar dos conclusiones importantes tanto para esta propuesta teórica como para el diseño de la investigación realizada en Las Casitas de La Vega. La primera de ellas debe formularse en contraposición a lo que se observa en los campos de investigación y políticas de la educación intercultural bilingüe (especialmente, pero no sólo en América Latina) y de migracio-nes (especialmente pero no sólo en España y otros países europeos), en los cuales la idea de “interculturalidad” frecuentemente es utilizada ex-clusivamente con una valoración “positiva”. En contraste con esos usos que a priori asignan a la idea de “interculturalidad” valores “positivos”, tenemos que los usos de la idea de interculturalidad en otros campos

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permite concluir que ésta puede facilitar el análisis de cualquier tipo de relaciones entre agentes sociales que se perciben (o son percibidos) como diferentes (sea en términos de sus respectivas “culturas”, “visiones de mundo”, “racionalidades”, o “formas de sentido común”), o como según el caso en cuestión suela ser nombrado por los actores sociales, o a efectos de la investigación resulte fructífero nombrarlo, que según los casos pueden estar asociados a cualquier tipo de factor de referencia que para el caso resulte suficientemente significativo, sea que estas re-laciones resulten de colaboración, conflicto, negociación o de cualquier otra índole.

Esta conclusión se acompaña de dos corolarios. El primero es que en consecuencia parece más apropiado designar como “interculturalismo” e “interculturalistas” a las orientaciones de acción, discursos, prácticas y programas que parten de asignar a priori una valoración positiva a la idea de interculturalidad. El otro, que como ya se expuso, recoge las propuestas de algunos intelectuales y dirigentes indígenas, es que si se intenta hablar de interculturalidad con intenciones descolonizadoras orientadas a superar los usos cuestionables del término es preferible utilizar la expresión “interculturalidad con equidad”.

La otra conclusión que podemos desprender de lo expuesto y que re-sulta importante para esta propuesta teórica y para el estudio de campo cuyos resultados se exponen en los próximos capítulos es que, según sean los tipos de encuentros y/o articulaciones entre actores sociales que son o se perciben como “culturalmente” diferentes, es decir, las relaciones interculturales, es posible que las diferencias entre ellos que resultan significativas para el caso en cuestión estén asociadas a facto-res de muy diversos tipos y no sólo a referentes étnicos, religiosos o nacionales, como es común en algunas orientaciones de investigación. La bibliografía antes comentada (y otra aun más amplia que por limita-ciones de extensión no ha sido referida en estas páginas) lleva a concluir que algunos factores de diferenciación “cultural” (de “visión de mun-do”, “racionalidad”, “sentido común”, o lo que resulte importante según el caso) particularmente significativos para las relaciones y formas de

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comunicación entre actores sociales suelen expresarse en términos no sólo de etnicidad, nacionalidad, lengua y religión (como es más común analizar), sino también de orientación política, ideológica y/o axiológi-ca, localidad y/o contexto de socialización y/o de identificación y/o pro-ducción identitaria, clase social o estrato socioecónómico, género, estilo de vida, estilo de consumo, orientación sexual, generación, territorio, profesión, ocupación y/o pertenencia institucional u organizacional.

Respecto de lo anterior cabe adelantar que el estudio de campo pre-sentado en los próximos capítulos precisamente ilustra acerca de la im-portancia de diferencias “culturales” (de “visiones de mundo”, de “ra-cionalidades”, o de formas de “sentido común”) asociadas a referentes institucionales y profesionales al interior de éstos, así como –de manera simplificada– a referentes de localidad y de orientación ideológica y/o axiológica al interior de éstos, que usualmente no son objeto de análisis desde la “comunicación intercultural”. El estudio realizado, entre otras cosas, ilustra precisamente cómo esas diversas “culturas”, “visiones de mundo” o “racionalidades”, de carácter general y omniabarcante, se expresan en las maneras en las cuales “se viven” (perciben e interpre-tan de manera “automática” o compulsiva) los problemas y proyectos particulares que son motivo de las relaciones entre los diversos actores sociales involucrados en la gestión de servicios de agua e informáticos en el sector B de Las Casitas de La Vega, y cómo la comunicación entre estos actores se da a partir de esas diferencias; es a partir de ellas que se “negocian” interpretaciones y sentido y que se emprenden acciones. Es decir, estos casos ilustran de manera práctica cómo las diversas in-terpretaciones de ciertos problemas particulares y las maneras en que se procura encararlos responden a las también diversas “culturas”, “vi-siones de mundo”, “racionalidades” o “formas de sentido común”, de los actores que se vinculan entre sí precisamente a propósito de esos asuntos, respecto de los cuales, así resulta, que cada uno tiene su pro-pia interpretación. Así, cabría decir que estos actores establecen entre sí formas de comunicación intercultural. Como veremos en los próxi-mos capítulos, aunque ellos no usen esta expresión, en ocasiones son conscientes de que los intercambios que se dan entre ellos responden a lógicas o racionalidades diferentes.

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Llegados a este punto, viene al caso referir que el desarrollo del estudio cuyos resultados se exponen en este libro se solapó temporalmente con el de otro proyecto de investigación realizado a partir de la misma pro-puesta teórica, en cuyo marco se elaboraron otros once casos de estudio, a cargo de igual número de investigadores, en siete países. Este otro conjunto de casos de estudio examina experiencias de comunicación intercultural entre, por ejemplo, una organización ambientalista, edu-cadores e individuos indígenas a propósito de usos de “recursos natu-rales”, así como entre individuos indígenas y oficinas gubernamentales respecto a la emisión de certificaciones de nacimiento, entre pobladores previamente asentados e inmigrantes internacionales, entre una agencia de parques nacionales y pobladores campesinos, entre una empresa de ferrocarriles y pobladores urbanos que han de ser desplazados por el ferrocarril, entre un servicio de cuidados intensivos en salud neonatal y los familiares de los pacientes, entre sistemas de salud y pacientes indígenas, entre estudiantes indígenas y educadores no indígenas, entre organizaciones indígenas y una agencia estatal de forestación, y entre diversos y enfrentados grupos de campesinos, sindicatos y una agencia estatal. Estos otros casos de estudio también muestran cómo las diver-sas interpretaciones de los asuntos concretos por los cuales los actores participantes en cada una de ellas se vinculan entre sí responden a sus respectivas “culturas”, “visiones de mundo” o “racionalidades”.2

2 El libro resultante de ese otro proyecto está actualmente en proceso de evaluación editorial. A la fecha, su título tentativo es Comunicación intercultural. Método de análisis. Trece casos de estudio y orientaciones para capacitación,

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Comunicación intercultural en experiencias de participación social en políticas,

programas y servicios públicos

A partir de la década de los sesenta en América Latina se desarrollaron muy diversas iniciativas articuladas en torno a ideas de “participación”. Entre éstas cabe mencionar tanto las de políticas y programas impulsa-dos desde gobiernos y organismos intergubernamentales, financieros y de cooperación asociadas, por ejemplo, a ideas y de desarrollo, salud, educación, mejoramiento urbano, entre otras, así como otras que –se-gún los casos– fueron subsidiarias o de carácter crítico o alternativo, a las antes mencionadas, que fueron impulsadas por diversos tipos de organizaciones sociales, las cuales en algunos casos contaron con parti-cipación de sectores de la Iglesia católica, partidos políticos reformistas de diversas orientaciones, sindicatos, organizaciones campesinas, indí-genas, afrodescendientes, vecinales, de mujeres, etcétera.

En los tipos de experiencias antes mencionados, según los casos, solía (y aún suele) hablarse de “participación comunitaria” y/o de “participa-ción popular”. Posteriormente, particularmente a partir de la década de los setenta, movimientos sociales también muy diversos, pero en gene-ral orientados a desarrollar formas de democracia más participativas, así como algunas organizaciones no gubernamentales que actuaban a escalas regional o mundial, hicieron énfasis en ideas de “participación ciudadana”, aunque también continuaron utilizando el término antes mencionado, “participación popular”.

En las décadas de los ochenta y noventa, agencias gubernamentales, intergubernamentales y bancos multilaterales, en el marco de la apli-cación de políticas de reducción del gasto público y “achicamiento” de los Estados, “descubrieron” por diversas vías que la efectividad de los programas sociales mejoraba en la medida en que se pudiera asegurar la “participación de la comunidad” a la que dirigían sus acciones y, más en general, si podían lograr concertar la labor de diversos sectores del aparato administrativo gubernamental. En estos casos muchas veces

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utilizaron formulaciones tales como “participación en el desarrollo” o “para el desarrollo”.

Todos los tipos de actores antes mencionados pusieron vigorosamen-te en circulación diversas representaciones de ideas de “participación” que desde entonces han sido y continúan siendo objeto de apropia-ciones, “préstamos”, “mestizajes” o “hibridaciones” y/o resignificaciones por otros actores sociales, numerosos y disímiles, cada uno con su pro-pia interpretación de la idea de “participación” (Bhatnagar y Williams, 1992; Cunill, 1991; Fadda, 1990; Green, 1986; Mato, 1998b, 2004; Stiefel y Wolfe, 1994).

Suele aceptarse que, en general, las experiencias más participativas –es decir, aquellas con participación democrática de más sectores y grupos sociales en cada aspecto relevante de su gestación, ejecución y evalua-ción– son generalmente más capaces de poner en movimiento los cono-cimientos, habilidades, creatividad y esfuerzos de un mayor y más di-verso número de interesados, y así lograr las metas trazadas de manera más eficaz, e incluso de alcanzar metas más ambiciosas. Pero junto con ello se reconoce también que semejante esfuerzo colectivo, involucran-do a tanta gente con diversos intereses y no menos diversas “racionali-dades”, “culturas”, o “visiones de mundo”, no es tarea sencilla, así como que esto no sólo pone en movimiento conocimientos, creatividad y ca-pacidad de ejecución, sino que también pone en evidencia diferencias y eventualmente conflictos. En estos tipos de casos la manifestación de conflictos parece ser inevitable, pero también es cierto que su mani-festación en contextos de diálogo y negociación abre la posibilidad de negociar nuevas formas de relación y acuerdos entre sectores sociales y/o de Gobierno. La manifestación de diferencias de percepciones de las circunstancias vividas (que responde a diferentes a visiones de mundo) y de conflictos de intereses en contextos de diálogo y negociación abre la posibilidad de transformar la realidad de manera negociada (Cerquei-ra y Mato, 1998; Mato, 1998b).

Por lo antes expuesto, las experiencias de participación social resultan provechosas para estudiar aspectos de diferencia y comunicación

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intercultural. También, por esto el análisis de esas diferencias y con-flictos desde una perspectiva de “comunicación intercultural” amplia, como la aplicada en esta investigación, puede proveer, tanto importan-tes elementos de interpretación para mejorar la calidad de la participa-ción en las experiencias en cuestión, así como para facilitar el desarrollo de formas de colaboración intercultural, como en la comprensión de situaciones y problemas (Mato, 2008a). No sólo eso, sino que potencial-mente también puede aportar a lograr mejores resultados en los objeti-vos que reúnen a los actores sociales involucrados en las mismas; en el caso objeto de esta investigación, en la gestión de servicios públicos.

En esta línea de investigación la utilización de la idea de “participación social” no se limita a los casos más convencionales que se encuadran en modelos estructurados o institucionalizados de la misma. Refiere más amplia y genéricamente a situaciones en las cuales dos o más actores sociales “toman parte” en una misma experiencia social, en este caso en experiencias de gestión de servicios de agua e informáticos. Así, en este contexto la expresión “participación social” se utiliza de manera amplia, tal que abarca pero no debe confundirse con esas otras antes mencionadas como las de “participación comunitaria” y “participación ciudadana”, de uso más difundido. El uso del término “participación social” en la línea de investigación en la que se inscribe este libro, así como en otras orientaciones de estudio afines, incluye esas modalidades mencionadas, pero además está abierto a otras (Cerqueira y Mato, 1998; Mato, 1998b), y esto es precisamente lo que ha permitido utilizarlo en el estudio realizado en Las Casitas de La Vega de maneras provechosas, es decir, tales que facilitaron y enriquecieron la observación de campo y la producción de datos, así como la transferencia de aprendizajes a los actores sociales que apoyaron esta investigación, al tiempo que se avanzaba en la misma.

Parece necesario explicar que esta opción por una visión amplia e inclu-siva de la idea de participación social y su particular aplicación en esta investigación se puede justificar fácilmente, entre otras razones, porque no existe una definición restringida de “participación” que sea univer-salmente aceptada por todos los actores que proclaman practicarla,

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ni tampoco por un número significativo de investigadores en el tema. Por el contrario, existen orientaciones y concepciones diversas sobre el asunto (Bhatnagar and Williams, 1992; Cunill, 1991; Fadda, 1990; Green, 1986; Mato, 1998b, 2004; Stiefel y Wolfe, 1994). Parece conve-niente entonces evitar quedar atrapados en alguna de las formulaciones particulares de actores específicos como los antes mencionados u otros, así como utilizar una categoría analítica capaz de “ganar” para el análisis experiencias de participación de carácter no estructurado y/o no insti-tucionalizado, como las que frecuentemente se dan tanto al interior de diversos sectores sociales concretos como en sus relaciones con otros sectores y, particularmente, con agencias gubernamentales.

Modalidades de participación de carácter no estructurado y/o no ins-titucionalizado frecuentemente pueden observarse en experiencias de participación de carácter autoconvocado, las cuales además suelen ser autogestionarias, es decir, experiencias en las cuales la convocatoria proviene del interior del propio grupo de interesados y es gestionada desde su interior. Aunque experiencias de este tipo pueden darse en diversos ámbitos sociales, parecen ser especialmente frecuentes entre grupos sociales que arriban a las grandes ciudades buscando asentarse en ellas y/o de grupos sociales que se ven forzados a desplazarse dentro de ellas. Éste suele ser el caso de migrantes provenientes de zonas rura-les de los mismos países (en ocasiones indígenas y/o afrodescendientes), o de ciudades más pequeñas y apartadas, como también el de grupos de personas que se ven forzosamente desplazadas de sus asentamien-tos anteriores, sea por situaciones de violencia, desempleo, catástrofes calificadas de “naturales” –más allá de lo sabido respecto del factor hu-mano en ellas– u otras. Estos grupos de personas crean asentamientos nuevos, o ampliaciones de existentes, en grandes ciudades, en general sin contar con suficiente infraestructura urbana y sanitaria previamente desarrollada, así como en condiciones de posesión precaria del suelo. Incidentalmente, como se verá en el próximo capítulo, ésta ha sido, en cierto modo, la historia de los miembros de la comunidad de Las Casitas de La Vega, estudiada en esta investigación.

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En estos tipos de circunstancias suelen darse formas de colaboración entre los miembros del colectivo en cuestión poco comunes en otros ámbitos. Estas formas ni siquiera suelen ser nombradas como “partici-pación”, y en algunos casos representan actualizaciones de formas de colaboración y trabajo colectivo que provienen de tradiciones indígenas y afrodescendientes que han pasado por siglos, o al menos décadas, de reelaboración en comunidades campesinas sin identificación étnica explícita. Según los casos, estas experiencias suelen darse sin la partici-pación de agencias gubernamentales o incluso contra su voluntad, y es posteriormente cuando, a través de sus luchas, logran la provisión (pre-caria o no, suficiente o no) de algunos servicios por parte de agencias gubernamentales (educación, salud, agua, electricidad), lo cual suele generar cambios en la dinámica y relaciones al interior de la comunidad (Mato, 1998b).

De hecho, esto es precisamente lo que ocurrió con la provisión de ser-vicios de agua en Las Casitas de La Vega, independientemente de que el origen de este asentamiento haya sido decisión de un organismo gu-bernamental. Partir de una conceptualización amplia de la categoría de participación permite incluir en el campo de análisis experiencias de estos tipos, las cuales frecuentemente ni siquiera son nombradas como “participación”. Como se verá en los próximos capítulos de este libro, esto puede tener consecuencias de interés, tanto para la investigación-como para realizar aprendizajes útiles para las comunidades interesa-das, y para las empresas y organismos del Estado que trabajan con estos tipos de comunidades.

Sin idealizar este tipo de experiencias difíciles de asentamientos forza-dos y en condiciones precarias, cabe afirmar que ellas pueden ser útiles para entender que estos grupos sociales tienen sus propias formas de participación, así como que son poseedores de saberes en la materia y que podría resultar provechoso que las agencias gubernamentales que trabajan con ellos, en lugar de dictarles pautas de cómo participar, trata-ran de estudiar las dinámicas existentes en ellos para ver cómo pueden trabajar a partir de ellas. Como se afirmaba anteriormente, no se trata de

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idealizar las experiencias de base al interior de comunidades populares, puesto que en ellas también se dan situaciones que podrían calificarse de no deseables, debido a que afectan la calidad democrática de la parti-cipación, sea como efecto de posiciones vanguardistas de algunos de sus miembros, conformistas de otros, egoístas de algunos otros que se be-nefician de los esfuerzos de vanguardias y colectivos sin contribuir con ellos, junto con situaciones de desventajas para participar de quienes no pueden hacerlo por razones diversas. Estas circunstancias y proble-mas varían de país a país, de comunidad a comunidad, asociadas, por ejemplo, a factores de género, religión, etnicidad, condiciones físicas particulares, localización, horarios de trabajo fuera de lo común (como, por ejemplo, en el caso de vigilantes nocturnos, paramédicos, etcétera), compromisos familiares y de trabajo mayores a los de la mayoría de los miembros de la comunidad. Para entender esas dinámicas y relaciones resulta provechoso estudiar la participación con un enfoque de comuni-cación intercultural de concepción amplia como el aplicado en esta in-vestigación, que procura comprender las diferencias y relaciones entre grupos diversos al interior de la comunidad, así como la existencia de una cierta cultura institucional al interior de la agencia en cuestión, en cuyo contexto se relacionan entre sí (no sin conflictos) diversas culturas “profesionales”.

Por estas razones, además de las de carácter conceptual expuestas en secciones anteriores de este capítulo, en esta investigación el análisis de los aspectos de “comunicación intercultural” no se limita a tratar de des-cribir y/o analizar los “malos entendidos” que frecuentemente se presen-tan en las relaciones entra actores sociales “culturalmente” diferentes, debidos presuntamente “sólo” a las diferencias entre los léxicos que le son propios. Por el contrario, la concepción que orienta esta investiga-ción busca comprender los microprocesos de producción y negociación de sentido que tienen lugar en experiencias concretas de participación. Por esto el análisis no se aboca a analizar pormenorizadamente expre-siones verbales particulares, ni tampoco se centra en analizar el papel de dispositivos tecnológicos (medios de comunicación), que son los objetos de análisis más frecuentes en el campo de los estudios de comunicación

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intercultural. Si bien se reconoce la conveniencia de estudiar esos ti-pos de aspectos, se procura que la atención a ellos no sea excesiva, tal que impida comprender fenómenos más amplios que se dan no sólo a nivel verbal como, por ejemplo, los encuentros y desencuentros entre las sensibilidades, memorias, sentimientos, valores, identificaciones y producciones identitarias, prejuicios, usos y valoraciones del tiempo, y otros aspectos aparentemente “intangibles” (excepto en algunos casos por la vía de conversaciones y entrevistas no estructuradas realizadas en el marco de relaciones de confianza), que hacen a las relaciones entre los actores, y así las experiencias de producción y negociación de senti-do que se dan entre los actores participantes.

A propósito de este tipo de fenómenos conviene pensar, por ejemplo, en la importancia que ha tenido el uso tal vez demasiado frecuente del vocablo “participación” por parte de agencias gubernamentales de di-versos países en la propuesta de políticas y programas, así como las frustraciones con éstos que repetidamente han experimentado ciertos sectores sociales, como particularmente parece haber sido el caso de grupos sociales urbanos de bajos ingresos, con escaso acceso a servicios públicos, o en todo caso de calidad aceptable. Esto va más allá de países y períodos gubernamentales en particular, de cuál sea el partido político que gobierne y gestione esos programas; esto hace a las relaciones entre organismos públicos y ciudadanos, entre Estado y ciudadanos.

En este sentido puede ser interesante tomar en cuenta, por ejemplo, que ya a comienzos de la década de los noventa una evaluación de progra-mas de control de malaria y mal de Chagas conducida en ocho países la-tinoamericanos llevó a la conclusión de que si los organismos públicos no aprendían ellos mismos a participar y a cumplir, podía ocurrir que la gente llegara a concluir que su participación en programas guberna-mentales no tenía ningún sentido (Winch et al., 1992:349). Notable-mente, como podrá observarse en los próximos capítulos, algunas de las personas entrevistadas para la presente investigación se preguntan si deben acabar concluyendo precisamente eso. Es probable que este tipo de experiencias y sentimientos favorezcan el desarrollo de resistencias a

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la idea de participación, así como de sentimientos de desconfianza a los organismos públicos.

Reflexiones y consideraciones como las antes mencionadas deben ser parte de la investigación en la materia. Es necesario crear condiciones de investigación que permitan recoger estos tipos de “datos” no sólo “malos entendidos”, al modo de las investigaciones más convencionales en comunicación intercultural. De manera análoga, por otros factores antes comentados, investigar sobre la participación desde una perspec-tiva de comunicación intercultural debe incluir no sólo a quienes par-ticipan, sino también a quienes no lo hacen, tratar de entender por qué no lo hacen, o por qué lo hacen de maneras que tal vez no sean percibi-das como “participativas” por otros actores.

Así, entonces, para estudiar las particularidades de cualquier experien-cia de participación social es necesario comenzar por identificar quiénes participan, y quiénes no lo hacen, y por qué, vale decir, qué obstaculiza la participación de algunos y qué facilita la de otros. A este aspecto po-demos llamarle amplitud o extensión de la participación. Un segundo aspecto a analizar es en qué tipos de actividades participan aquellos que lo hacen. A este aspecto podemos llamarle profundidad o intensidad de la participación. Un tercer aspecto se relaciona con el análisis de las maneras en que participan quienes lo hacen, es decir, cómo participan, así como si quienes aparentemente no participan no es que, en realidad, lo hacen de maneras particulares, o menos visibles, es decir “a su ma-nera”, tal que otros no perciben que participan. A este aspecto podemos llamarle modalidades de la participación (Cerqueira y Mato, 1998).

Resulta útil producir una suerte de etnografía de la participación, bus-cando información acerca de cuáles son los espacios y los tiempos en que particulares actividades de participación tienen lugar como, por ejemplo, dónde y cuándo se realizan reuniones de intercambios de pun-to de vista, generación de consensos, toma de decisiones, pues pue-de que no ocurra en espacios y tiempos estructurados, explícitamente convocados. Este tipo de aspectos no es en absoluto secundario, por el contrario, muchas veces ellos condicionan quiénes participan y en qué,

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Interculturalidad y comunicación intercultural

debido a que hay lugares u horarios que no son accesibles a todos los actores potencialmente interesados, o debido a que las formas en que circula la información y los “circuitos” a través de los cuales lo hace no son igualmente accesibles a todos (Cerqueira y Mato, 1998; Urrutia Ceruti, 1995).

Adicionalmente, para estudiar una experiencia de participación social desde una perspectiva de comunicación intercultural (en el sentido am-plio del término) es necesario observar a escala micro los procesos de producción, circulación, apropiación, resignificación y/o transformacio-nes, de formulaciones de sentido que ocurren en las relaciones entre los actores sociales involucrados. Al respecto conviene enfatizar que lo que interesa es estudiar procesos, no simplemente objetos de discurso, de allí que la observación de campo resulte no sólo provechosa, sino también necesaria. Es importante estudiar todo esto en las dinámicas cotidianas, respecto de los asuntos concretos que son motivo de las rela-ciones entre esos actores, buscando vincular, tanto las interpretaciones que ellos hacen de esos asuntos particulares como los cursos de acción que proponen, con sus respectivas “visiones de mundo”, “culturas”, o “racionalidades” (según el caso en cuestión y los fines de su estudio hagan aconsejable o provechoso conceptualizarlas) más ampliamente comprensivas u omniabarcantes.

El estudio en Las Casitas de La Vega fue orientado por un doble interés. Interesaba no sólo analizar la importancia y sentido de las “diferen-cias culturales” (de “racionalidades”, o “visión de mundo”) entre actores sociales en experiencias de comunicación intercultural, como un caso particular que permitiera realizar una contribución de teoría y método a este campo, sino también comprender cómo éstas pueden resultar tanto una fuente de “problemas” como una fuente de “recursos” para buscar construir respuestas a esos problemas y expresar esto de maneras que pudieran resultar potencialmente útiles a los actores involucrados, es decir, ensayar una forma de investigación aplicada.

Así las cosas, algunas de las preguntas clave que orientaron la investi-gación fueron las siguientes: ¿Quiénes participan y en qué? ¿Quiénes

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Capítulo 1. Interculturalidad y comunicación intercultural …

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no lo hacen y en qué? ¿Por qué lo hacen o no lo hacen? ¿Cómo partici-pan quienes lo hacen? ¿Cómo participan quienes aparentemente no lo hacen, de qué maneras particulares o menos visibles? ¿Cuáles son los espacios y los tiempos en que particulares actividades de participación tienen lugar? ¿Cuáles son las diferencias significativas entre los discur-sos/visiones de esos actores? ¿Cómo se expresan esas diferencias? ¿Cuá-les son las ideas “clave” que sostienen/movilizan los actores? ¿Cuándo, cómo y dónde se expresan? ¿Cuáles son los espacios y las prácticas de negociación/mediación de sentido en las experiencias de participación? ¿Cómo ocurren? ¿Quiénes los construyen, los sostienen y/o los modifi-can? ¿Cuándo? ¿Cuáles son las apropiaciones, construcciones y/o resig-nificaciones de sentido que ocurren en las experiencias de participación social? ¿Qué entiende cada actor por participar y por no participar? ¿Cómo cada actor narra/interpreta la situación objeto de la experiencia de participación social estudiada? ¿Cómo la siente o la vive? ¿Cómo cada actor se ve a sí mismo en torno a la experiencia de participación social estudiada? ¿Cómo ve a los otros? ¿Cuáles serían las diferencias entre ese “nosotros” y los “otros”? ¿Cómo definen la situación que da pie a la experiencia de participación social estudiada? ¿Cuáles son las valoraciones que considera legítimas? ¿Qué es lo que considera correcto y qué incorrecto?

Además, estas preguntas deben conjugarse con el punto de partida de que las instituciones y grupos sociales no son homogéneos, que hay diferencias en su interior, que a través de esas diferencias es que se construye sentido y eventualmente se logran consensos, o bien surgen conflictos de difícil solución. No había por qué presuponer que “la co-munidad” del sector B de Las Casitas de La Vega habría de constituir un todo homogéneo, al contrario, había que estar atentos a diferencias que pudieran resultar significativas. De manera análoga, no había por qué suponer a priori que todos los funcionarios al servicio de Hidrocapital o del Centro Nacional de Tecnologías de Información (CNTI) habría de ser “portadores” neutrales de una cierta “cultura institucional”, puesto que también existen “culturas profesionales” e incluso posiciones axio-lógicas e ideológicas dentro de éstas.

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Interculturalidad y comunicación intercultural

Así, estas y otras interrogantes guiaron la investigación, algunos de cu-yos resultados y aprendizajes se exponen en los siguientes capítulos, otros fueron compartidos de maneras más o menos espontáneas o “na-turales”, durante el proceso a los mismos actores con los que se trabajó en esta investigación. Más aún, no todas estas transferencias han sido de “datos”, algunas han sido precisamente de dudas o preguntas como, por ejemplo, las antes expuestas u otras. Como muchos investigadores lo saben por experiencia propia, no todos los resultados y aprendizajes de una investigación son comunicables en el marco de una publicación académica. El formato de estos tipos de publicaciones y otras exigencias propias del marco institucional académico no siempre facilitan que los actores sociales sobre cuyas prácticas y experiencias sociales se investi-ga, tengan acceso y/o incluso interés en los datos generados sobre ellos mismos. Éstos son temas de reflexión que consideramos de importan-cia y valor para los investigadores, que hemos tratado en publicaciones anteriores (Mato, 2000, 2002, 2008a), pero que pensamos que no ne-cesariamente ha de resultar de interés para los lectores de este texto en particular, por lo que no se repiten en estas páginas.

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Capítulo 2. La comunidad que nos recibió: el sector “B” de Las Casitas de La Vega

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Hace ya más de tres años que realizamos nuestra primera visita a la comunidad de Las Casitas de La Vega. Como si de un viaje se tratara, las jornadas de extensas conversaciones, con café y grabador en mano, las reuniones, las asambleas y los espacios comunes para compartir e intercambiar han quedado como huellas imborrables en nuestras me-morias. Aquello que en principio se presentaba como la posibilidad de investigar en una de las comunidades de la ciudad más emblemáticas por su pasado de organización y lucha, se fue convirtiendo, con el paso del tiempo, en un fogón de aprendizajes e intercambios colectivos.

Las Casitas de La Vega es una urbanización popular ubicada en la parte más alta de la parroquia La Vega1 a, aproximadamente, 1.250 metros sobre el nivel del mar, en la zona suroeste de la ciudad de Caracas, Distrito Capital. Su establecimiento se remonta al año 1977, cuando producto de las lluvias el desbordamiento del río Guaire arrasa y se lleva consigo, entre otras comunidades, al barrio Valmore Rodríguez de Caricuao, barrio que había sido fundado “a raíz del terremoto de 1967”,

Capítulo 2

La comunidad que nos recibió: el sector “B” de Las Casitas de La Vega

Enrique Rey Torres y Alejandro Maldonado Fermín

1 Para más detalles sobre esta parroquia, puede revisarse El libro de La Vega (Villalba, 2007).

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Interculturalidad y comunicación intercultural

y cuyos habitantes fueron trasladados a unas barracas en la parte alta de La Vega en el sector hoy conocido como “Los Mangos” (Calzadilla et al., 2000:199).

Si bien, como afirmábamos, su establecimiento ocurrió en 1977, año que corresponde reconocer como el de su fundación real, oficialmente fue fundada apenas en 1981, como un proyecto del Instituto Nacio-nal de Vivienda (Inavi) destinado a dar solución habitacional a los/as damnificados/as de 1977. Las Casitas de La Vega adquiere su nombre en vista de que las condiciones de las “casitas” asignadas “no variaban mucho con respecto a la vida en las barracas. El tamaño de las viviendas le dio nombre al lugar” (Calzadilla et al., 2000:190).

Las Casitas de La Vega consta de cuatro sectores: “A”, “B”, “el 1” y “el 4”. El sector “B” está compuesto por cinco terrazas y una zona ubicada al sur, al filo del barranco, que anteriormente se llamaba “La Cuchilla” y ahora “Independencia”. 334 viviendas albergan a una población de, aproximadamente, 1.600 personas (equivalente al 1,41% del total de la población de la parroquia La Vega, que es de 112.785 habitantes, según el Censo de 2001, es decir, aproximadamente 0,032% de la población de la ciudad de Caracas). Con una extensión de 8,8 hectáreas (que re-presentan, aproximadamente, 2% de la superficie total de la parroquia La Vega, que es de 443 hectáreas), Las Casitas de La Vega colinda con el cerro Itagua, una zona verde protegida que “al mismo tiempo que los mantiene vinculados a la naturaleza les sirve de protección porque les permite controlar las personas que circulan por el barrio y los se-para de los barrios que se encuentran del otro lado del cerro” (Mateo, 2003:223).

A su vez, el cerro Itagua se presenta también como parte integrante de la identidad del sector. Celestino López, en una conversación informal que sostuvimos en una de nuestras jornadas de trabajo, comentaba que el cerro Itagua formaba parte de las rutas de los caciques Guaicaipuro y Toromaima (indígenas del período colonial, pertenecientes al grupo étnico caribe, pobladores del valle de Caracas). En este sentido es que la comunidad ha luchado para que esa gran extensión de montaña boscosa,

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Capítulo 2. La comunidad que nos recibió: el sector “B” de Las Casitas de La Vega

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como zona verde protegida, se mantenga libre de intervenciones y han pensado y elaborado proyectos para convertirla en parque recreacional.

De esta manera, la comunidad de Las Casitas de La Vega ha sido reco-nocida, desde su fundación, como una comunidad luchadora que ha “peleado” siempre por la resolución de sus necesidades y la construc-ción de proyectos que le permitan no sólo mejorar las condiciones de vida en sus ámbitos cotidianos, sino también los de las comunidades cercanas y la parroquia en general. Sus habitantes, en especial los/as lí-deres, se reconocen como herederos/as de una corriente histórico-social que se fragua al calor, como apuntan Calzadilla et al. (2000:198), de “las corrientes políticas e ideológicas de finales de los sesenta y comien-zos de los setenta: el amor y paz de los hippies; los grupos activistas antiyanquis enfrentados a la guerra de Vietnam; la guerrilla que en esos tiempos abandonaba la lucha armada en el país; los partidos políticos de izquierda”.

De este modo, al momento de realizar el trabajo de campo en el ámbito geográfico que compone Las Casitas de La Vega, se encontraba un tejido organizativo bastante diverso compuesto por cinco Comités de Tierras Urbanas (CTU), un Comité de Salud, un Comedor Popular, el equipo promotor para la conformación del Consejo Comunal, el equipo de tra-bajo del Infocentro (facilitadores), la Cooperativa Audiovisual Calle y Media, la Radio Comunitaria Activa 92.5 FM, el equipo de facilitadores de la Misión Ribas,2 el Grupo Cultural Caribes Itagua, el periódico El Mío, además de grupos de teatro y grupos deportivos.

2 Es un programa social implementado por el Gobierno nacional cuyo objetivo es reinsertar dentro del sistema educativo y productivo a todas aquellas personas que no culminaron sus estudios de la tercera etapa de educación media y diversificada, para que obtengan su título de bachiller integral, avalado por el Ministerio de Educación y Deportes. La Misión Ribas que se realiza en Las Casitas posee la particularidad de que tanto facilitadores como estudiantes han innovado sobre los métodos propuestos por la misión para el proceso de enseñanza-aprendizaje. Para más información sobre el Programa Misión Ribas, ver: http://www.misionribas.gov.ve/

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A su vez, en el sector B de Las Casitas es posible encontrar una escuela privada (Escuela Canaima),3 un módulo de la Misión Barrio Adentro I,4 una sucursal de la red Mercal,5 una “Sala de Rehabilitación Integral” (SRI)6 y, finalmente, un módulo de acceso a Internet (Infocentro). A ex-cepción de la SRI, todo lo demás se encuentra ubicado en la 5ta. terraza del sector, lugar en donde se ha encontrado el espacio disponible para la construcción de dichas infraestructuras.

Dentro de este diverso tejido organizativo vale destacar la labor realiza-da por la Escuela Canaima, el Grupo Cultural Caribes Itagua, la Radio Comunitaria y la Cooperativa Audiovisual, siendo las dos primeras las organizaciones más antiguas de la comunidad.

La Escuela Canaima surge casi a la par con el proceso de fundación de Las Casitas de La Vega. Fundada el 16 de enero de 1982, la escuela se origina “por iniciativa de un grupo de señoras, de carácter cristiano, denominado ‘Promoción Educacional’” (Calzadilla et al., 1999:148). Ubicada inicialmente en la conserjería del Bloque Uno de Los Mangos, la escuela tenía como finalidad “atender exclusivamente a niños ‘que nadie quería’, niños que estaban fuera del sistema educativo formal por sus edades” (Calzadilla et al., 1999:148).

3 Para más información sobre la Escuela Canaima, ver el artículo “Escuela Canaima: cómo mejorar la calidad de vida en un barrio de Caracas” (Castillo, 1999).

4 Proyecto gubernamental que tiene como objetivo proveer la atención médica primaria de forma directa a las comunidades. Para más información, ver http://www.mci.gob.ve/socia-les/20/10398/mision_barrio_adentro.html

5 Mercal es una red de abastecimiento que ofrece alimentos de la cesta básica a precios bajos y sin intermediarios. El Mercal que se encuentra en el sector “B” Las Casitas, forma parte de la estructura conocida como Módulo Mercal I, que se constituye como el primer eslabón en toda la estructura de la red Mercal. Para más información, ver: www.gobiernoenlinea.ve/misc-view/sharedfiles/Folleto_Mercal.pdf.

6 Las SRI forman parte de la Misión Barrio Adentro II y están destinadas a pacientes con dificultades motoras, terapia ocupacional y gimnasio para niños y niñas.

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Su anterior directora, Isabel Castellanos, llegó a la escuela en 1984 como producto de la invitación de un “amigo sacerdote para trabajar en una ‘escuelita’ en La Vega” (Castillo, 1999:152). Reconocida por el Ministerio de Educación en 1987, la Escuela Canaima se constituye, desde sus orígenes, como una escuela en donde la relación con el en-torno comunitario es una acción prioritaria. Su integración como un actor más que participa en la dinámica de la comunidad, el Proyecto de Huerto Escolar, la integración de los padres al entorno académico de la escuela y la preocupación por la alimentación de los niños han creado un contexto donde, en palabras de Anabel Castillo, “la comunidad es el guardián y la escuela su sitio de encuentro” (Castillo, 1999:154).

Por su parte, el Grupo Cultural Caribes Itagua, al igual que la Escuela Canaima, se constituye casi a la par de la fundación de Las Casitas de La Vega. Fundado como parte de una red de grupos culturales que ha-cían vida en la parroquia (Colectivo El Autóctono de La Vega, el Grupo Independencia, por citar algunos), Caribes Itagua tiene sus orígenes en la conformación de un grupo de teatro que desarrolló su labor dentro de la comunidad y en el trabajo realizado por un grupo de catequistas salesianos que reunió a niños y adolescentes en grupos de trabajo (Cal-zadilla et al., 1999, 2000).

Con el objetivo de “formar política (no partidista) y éticamente a la comunidad, a través de la trascendencia del quehacer cotidiano y del quehacer cultural” (Calzadilla et al., 1999:164), Caribes Itagua ha desa-rrollado un conjunto de actividades como las festividades de San Juan y Santa Bárbara, velorios de Cruz de Mayo, jornadas de juegos tradi-cionales, Quema de Judas, entre otras. Se configura así el itinerario de este grupo cultural, según el cual surge como urgente y necesaria la formación de “jóvenes de la comunidad, como ciudadanos y sujetos protagonistas de su historia” (Mateo, 2003:224).

La Radio Comunitaria es fundada a mediados de la década de los noven-ta por jóvenes que en su mayoría provenían del Grupo Caribes Itagua. Pionera en las experiencias de radios libres, Activa 92.5 FM se ha con-vertido también, dentro del contexto de Las Casitas y de la parroquia

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en general, en un espacio de expresión social, política y cultural para jóvenes y demás habitantes de la parroquia. Sus emisiones iniciales se realizaron desde un aula de la Escuela Canaima (Calzadilla et al., 1999). Fundadora de la Asociación Nacional de Medios Comunitarios Libres y Alternativos (ANMCLA), Activa 92.5 FM se encuentra, a casi quince años de su fundación, negociando su habilitación como radio comuni-taria con la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel).

La Cooperativa Audiovisual, con una data de creación más reciente, ha desarrollado junto con el Grupo Caribes Itagua el Proyecto de la Es-cuela Pachamerikana de Comunicación Popular y Resistencia Cultural Semillas Rebeldes. Su labor se caracteriza, entre otros aspectos, por una búsqueda en articular video, teatro, radio e Internet. Entre los trabajos más relevantes de esta escuela cabe mencionar la realización de la serie “Rostros de La Vega. Las memorias de mi barrio”, producción que busca rescatar y reconstruir, desde el uso de la herramienta audiovisual, la historia de Las Casitas y la parroquia.

Así, en el contexto de Las Casitas se conjugan planes estatales y mu-nicipales que desde su interacción con las dinámicas organizativas de la comunidad, van adquiriendo color propio desde su integración a las formas como la comunidad interpreta y simboliza su experiencia social.

Las diversas luchas de esta comunidad se han desplegado en distintos espacios y tiempos: la lucha por el agua, por la tenencia de la tierra,7 por la vialidad, por el transporte, por instalaciones deportivas y cultu-rales, por nombrar algunos. Estas luchas tuvieron como eje primordial las demandas por mejoras urbanas y comenzaron a realizarse con más fuerza durante la segunda mitad de los años ochenta,8 con el avance de

7 Para más información, ver el artículo “La lucha por el reconocimiento y la inclusión en los barrios populares: la experiencia de los Comités de Tierras Urbanas” (Antillano, 2005).

8 Durante la década de los años setenta y la primera mitad de los años ochenta, las organi-zaciones comunitarias de las comunidades populares de la ciudad de Caracas, en general,

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las políticas de reducción del gasto público, la flexibilización del mer-cado laboral, la liberalización de los controles de precios, entre otros, y en especial luego del llamado “Caracazo”, acontecido el 27 de febrero de 1989.9

En 1991 se funda la llamada Asamblea de Barrios de Caracas (ABC),10 en la cual algunos líderes comunitarios de La Vega, primordialmente del sector Las Casitas, tuvieron una participación importante. Las ABC se constituyeron como un espacio de reflexión alrededor de las luchas de los barrios y sectores populares y durante su funcionamiento (hasta 1993) lograron reunir a dirigentes de más de doscientos barrios capita-linos (Antillano, 2005). De las discusiones realizadas en las ABC surge un conjunto de propuestas que, siguiendo a Antillano (2005), podemos afirmar que contribuyeron a forjar y enunciar el itinerario de lucha de los barrios caraqueños. Las propuestas eran diversas y algunas de ellas fueron puestas en marcha, desde el año 2000, con el mandato del pre-sidente Hugo Chávez Frías. Tal es el caso de los Comités de Tierras Urbanas (CTU) y su lucha por la regularización de la tierra urbana, las Mesas Técnicas de Agua y su lucha por la cogestión del servicio de agua de la ciudad, los Consejos Comunales y la demanda por el autogobierno local, etcétera.

se centraron más en el activismo cultural. Las demandas por las mejoras urbanas, para esa época, se viabilizaban generalmente a través de organizaciones intermediarias vincula-das a los gobiernos (partidos políticos y juntas de vecinos) (ver Antillano 2005; Arconada 2005).

9 Entre 1985 y 1990 se producen en la ciudad de Caracas y en las ciudades principales del país violentas protestas, algunas de ellas relacionadas con las luchas reivindicativas por la falta de agua, contra el aumento del pasaje, por el estado de las calles, por los derrumbes de viviendas en los barrios producto de la lluvia, por los desalojos, etcétera (ver Antillano, 2005; Contreras, 2004).

10 Las ABC nace al calor de las discusiones y debates desplegados de la mesa de pobladores del Primer Encuentro Internacional por la Rehabilitación de los Barrios del Tercer Mundo, celebrado en noviembre de 1991 (ver Antillano, 2005; Ontiveros, 2002).

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Sobre esto, “El Flaco” Jiménez cuenta que “acá nada viene de cero. El proceso venezolano no parte de cero ni aparece nada más cuando apa-rece el compañero Chávez de los cuarteles. Nosotros [la comunidad] somos luchadores desde hace muchos años, desde antes que llegara Chávez […]. Somos luchadores sociales que creemos en este proceso. Creemos que este proceso es nuestro y que Chávez es hijo de este pro-ceso” (entrevista realizada el 10/09/07).

Las palabras de Celestino López11 expresan con mayor énfasis lo rela-tado por “El Flaco” Jiménez al contar que “el trabajo que se hace aquí en Las Casitas tiene antecedentes. Esto no depende ni se activa con el proceso revolucionario. Nosotros podemos decir con mucha humildad que esto ha dado aportes al proceso, porque muchas cosas que tú ves ahí [en las políticas de Gobierno] vienen de discusiones que datan de hace mucho tiempo, incluso plasmadas en las Asambleas de Barrios” (entrevista realizada el 04/08/07).

Sobre las ABC, “El Flaco” Jiménez comenta que “en la Asamblea de Ba-rrio nos encontramos con mucha gente con la que comenzamos a traba-jar, gente que tenía el conocimiento técnico en comunicación popular, en video. Gente que le aporta [a] la comunidad, pero que deja, con mucho respeto, que sea ella la que decida el perfil político” (entrevista realizada el 10/09/07).

Este devenir histórico, de luchas constantes en el que la comunidad del sector “B” de Las Casitas de La Vega ha sido protagonista y/o par-tícipe, es motivo y foco de algunas formas propias de interpretación y simbolización de los aspectos clave de la experiencia social que resul-tan sociopolíticamente significativas (Mato, 2000). En este sentido, esta

11 Fundador y editor del periódico El Mío. Tiene 38 años y actualmente cursa el bachillerato en la Misión Ribas y trabaja como promotor social para la Alcaldía de Caracas en un asenta-miento de damnificados en los valles del Tuy.

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comunidad, en especial, ha generado un campo de interlocución cuyo carácter relacional permite, en primer lugar, definir un “nosotros comu-nidad” y un “ellos institución”; y, en segunda instancia, generar formas de identificación con otras comunidades desde la evocación y similitud de las luchas y necesidades a resolver, tal como sucedió en el proceso de las ABC.

El caso de los miembros de la comunidad del sector “B” de Las Casitas de La Vega puede analizarse de manera provechosa, partiendo de la idea de que las representaciones sociales son formas particulares de in-terpretación y simbolización de la experiencia social que producen los propios actores en el marco de dinámicas sociales particulares y que a su vez orientan y otorgan sentido a las prácticas de los actores sociales, organizándolas y construyendo maneras de ver al mundo. Las represen-taciones sociales juegan un papel importante en la formulación de los programas de acción de los actores sociales, y esto adquiere particular-mente importancia cuando se trata de representaciones sociopolítica-mente significativas (Mato, 2000).

En este sentido, cabe mencionar que la comunidad del sector “B” de Las Casitas de La Vega en la década de los años noventa formuló lo que ellos han denominado el “Proyecto Integral Comunitario”. Según Celestino López, “el Proyecto Integral Comunitario vincula la salud, la educación, la alimentación, etcétera; es un proyecto político que va mucho más allá de la existencia de un Mercal, un Infocentro, de una escuela. El Proyecto Integral Comunitario es lo que nosotros construimos a diario, el forta-lecimiento de todas las misiones que se desarrollan en la comunidad y que cuando no existían las misiones estaba fijado en torno a las reivin-dicaciones sociales para las mejoras de una justa sociedad. Nosotros creemos en el poder local, en el autogobierno de la gente y, por lo tanto, todo lo que aquí venga obedece a este proyecto político” (entrevista realizada el 04/08/07).

Compartimos la propuesta de Grimson, según la cual “un campo de interlocución es un marco dentro del cual ciertos modos de identifi-cación son posibles mientras otros quedan excluidos” (2005:41). En este sentido, las formas de ver, organizar e interpretar el mundo, de los

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miembros de una comunidad en particular, generan unidades o nudos de sentido que entran en juego a la hora de relacionarse con otros acto-res. En el caso de nuestra investigación, resulta importante destacar que así como lo hacen con todos los actores en general, también lo hacen al relacionarse con representantes de las instituciones gubernamentales y estatales, lo cual, como se verá en los próximos capítulos, adquiere particular importancia en las experiencias que analizamos en esta inves-tigación. No resulta demasiado sorprendente observar que estas formas de relacionamiento se hacen aún más complejas en un contexto en el cual el Gobierno plantea, por ejemplo, la “transición al socialismo del siglo xxi”, como un elemento importante de su discurso de promoción de la participación y el desarrollo del autogobierno local,

Tras esta breve caracterización de la comunidad en la que trabajamos durante casi dos años (diciembre 2005-octubre 2007), es importante ofrecer algunos detalles sobre el estar en el campo. Así, el trabajo de cam-po consistió en la participación en y/o en la organización de una diversi-dad de jornadas, entrevistas, asambleas, encuentros informales, en cuyo marco se registraron las notas de campo y testimonios que componen el itinerario de esta investigación.

Una primera fase de trabajo fue dedicada a identificar los sujetos clave para nuestra investigación dentro del espacio comunitario, lo cual se hizo a través de encuentros informales, asambleas y/o reuniones de la comunidad. Ellas/os fueron quienes nos ayudaron a acceder al resto de la comunidad, y también quienes nos ayudaron a comprender aspectos clave de la historia y experiencia comunitarias.

Así, aunque apegándonos al precepto establecido en ciertas corrientes de investigación social de no incluir los nombres reales de quienes en campo nos ayudan no sólo a obtener información, sino a comprender las dinámicas sociales que estudiamos, compartiendo con las/os inves-tigadoras/es sus propios conocimientos e interpretaciones (a quienes suele llamarse “informantes”, denominación que nos parece reduce la im-portancia de su papel, por lo cual optamos por llamarlos “colaboradores”) y, por tanto, asignándoles seudónimos ad hoc, cabe destacar los valiosos

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aportes del conjunto de colaboradoras/es que se mencionan a continua-ción, apuntando en cada caso algunos datos que permiten caracterizar su inserción en la comunidad y/o en las experiencias particulares que hemos estudiado:

1. Celestino López, integrante del grupo Caribes Itagua. Tiene, aproximadamente, 33 años y actualmente edita el periódico co-munitario El Mío.

2. “El Flaco” Jiménez es uno de los fundadores de Las Casitas; vino junto a su esposa, Juana, en el grupo de damnificados del Valmore Rodríguez. El Flaco tiene alrededor de 50 años y desde que vive en Las Casitas se ha dedicado a “formar” a los jóvenes en actividades culturales, bajo la premisa de que la cultura es política y nucleán-dolos alrededor del Grupo Caribes de Itagua. A su vez, “El Fla-co” Jimenez tuvo una participación bastante importante durante el desarrollo del proceso de las ABC y del frente cultural “Aquiles Nazoa”.

3. Javier, hijo de “El Flaco”, tiene, aproximadamente, 28 años. For-ma parte del Grupo Caribes Itagua y del colectivo de la Radio Comunitaria.

4. Farabundo tiene, aproximadamente, 33 años. Forma parte del Grupo Caribes Itagua y actualmente es estudiante del Programa de Medicina Integral de la Misión Sucre.

5. Josefina Valera tiene 45 años de edad y es madre de 3 hijas y 2 hi-jos. Actualmente cursa estudios de bachillerato en la Misión Ribas. Hasta hace poco trabajó en la panadería de la Escuela Canaima. Ha sido nuestra colaboradora principal en toda esta fase. Esto no ha sido azaroso, pues ella es una suerte de líder de la comunidad del sector “B” de Las Casitas para todo lo relacionado con el problema del agua.

6. Alba tiene, aproximadamente, 33 años y además de ser integrante del Comité de Tierras Urbanas del sector, se desempeña como fa-cilitadora del Infocentro.

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7. Ramona tiene, aproximadamente, 35 años y es integrante del Co-mité de Tierras Urbanas del sector.

8. La señora Lourdes tiene alrededor de 65 años de edad. De origen colombiano, llegó a Venezuela en 1971. Formó parte del grupo de damnificados del barrio Valmore Rodríguez, reubicado en las ba-rracas en el sector Los Mangos de La Vega. De vez en cuando asiste junto con Josefina a las reuniones del CCA y ha estado presente en las tres reuniones de la MTA del sector que se han llevado a cabo en todo este tiempo.

En un segundo momento de la primera fase de trabajo identificamos los sujetos clave de las instituciones implicadas que, dentro del contexto de la investigación, se relacionaban con la comunidad. Ellos son:

1. Beatriz Ramírez es miembro de la Oficina de Comunicación y Re-laciones Institucionales de la Fundación Infocentro. Beatriz, junto a Javier Jiménez, ha jugado un papel importante en la reactivación del Infocentro de Las Casitas.

2. María Zamora es directora de la Fundación Infocentros.

3. Sandra Torres, quien fue por varios años la promotora comunitaria de Hidrocapital encargada de la parroquia La Vega, actualmente es la coordinadora comunitaria del Sistema Litoral (estado Vargas) de Hidrocapital. Tiene alrededor de 40 años de edad y su formación es técnica profesional en Trabajo Social. Fue nuestro enlace con toda las experiencias de las MTA y del CCA en La Vega; gracias a ella conocimos a Josefina y a otros de los actores clave por parte de Hidrocapital.

4. Miguel López, quien fue desde 1999 hasta la llegada de Sandra Torres el promotor comunitario de la parroquia La Vega, pasando a ser luego el Coordinador de Gestión Comunitaria del Sistema Metropolitano de Hidrocapital (cargo que actualmente desempeña Luis Chávez). Él vivió el proceso de nacimiento y consolidación de las MTA y, luego, del CCA. Miguel tiene alrededor de 40 años de edad y al momento de realizar esta investigación estaba por

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entregar su trabajo final de grado para optar al título de Sociólogo. Es un personaje muy querido por quienes participan regularmente en el CCA de La Vega y, en especial, por la mayoría de nuestros “informantes” del sector “B” de Las Casitas.

5. Luis Chávez, coordinador de Gestión Comunitaria del Sistema Metropolitano de Hidrocapital (cargo que anteriormente desem-peñó Miguel López).

6. El ingeniero Salazar tiene alrededor de 45 años de edad. Era el in-geniero encargado de las labores de operaciones y mantenimiento de la red de agua potable de la parroquia La Vega. Hasta septiembre de 2007 asistió a las reuniones del CCA en calidad de represen-tante de la “Operadora 4”. El ingeniero Salazar está actualmente trabajando directamente con Hidrocapital, en el área de Ingeniería del Sistema Metropolitano, tras más de 14 años de trabajo en la “Operadora 4”.

En una segunda fase de la investigación comenzamos a involucrarnos más en las dinámicas de la comunidad. Participamos en el grupo de teatro de la comunidad, el cual trabaja bajo los presupuestos del tea-tro popular de Augusto Boal. También comenzamos a integrarnos al proceso organizativo de la Radio Comunitaria y la forma cómo ésta se venía articulando con el Infocentro y la fundación que gestiona su funcionamiento.

A partir de nuestra vinculación más orgánica con la comunidad, co-menzamos a formar parte de un conjunto de presentaciones teatrales dentro de la parroquia La Vega, además de algunas jornadas de talleres de comunicación popular, entre los que cabe destacar, por un lado, el realizado entre el 30 de junio y 1o de julio de 2007 en la Escuela Canai-ma de Las Casitas de La Vega y, por el otro, el realizado a mediados de octubre de 2007 en la comunidad de Pozo Verde en el estado Bolívar, taller donde participamos junto con varios/as facilitadores/as de Info-centros de la zona oriental y suroriental del país.

En una tercera fase de la investigación realizamos un conjunto de en-trevistas a habitantes de la comunidad que, por una u otra razón, no

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Interculturalidad y comunicación intercultural

participaban directamente de los procesos, reuniones y asambleas que se realizaban en el sector.

A modo de resumen de nuestro trabajo de campo, tomando como pun-to de partida tanto las entrevistas “formales” (las cuales, según los casos y contextos, fueron estructuradas, semiestructuradas o no estructura-das), como las entrevistas “informales” (aquellas que terminábamos rea-lizando “sin quererlo”, o “sin planificarlo”, en el medio de una reunión, fiesta, asamblea o celebración en o fuera de la comunidad), los encuen-tros y talleres ya mencionados, así como algunas charlas alrededor de un sancocho (expresión cultural rescatada por el Grupo Caribes Itagua, que constituye un “elemento de enlace y articulación entre los habitan-tes de la comunidad, propiciando encuentros para conversar y discutir” (Calzadilla et al., 1999:140), podríamos afirmar lo siguiente:

1) Se realizaron más de cincuenta entrevistas a colaboradores clave de la comunidad y de las instituciones relacionadas con los casos estudiados. Cabe aclarar que, en muchos casos, una misma perso-na fue entrevistada en más de una ocasión, pues en la medida en que el trabajo de campo avanzaba, surgieron nuevas inquietudes que pudimos ir aclarando mediante nuevas entrevistas. Por otra parte, algunos testimonios y/o interpretaciones obtenidas no han sido incluidos de manera explícita (mediante citas o paráfrasis) en la presente publicación, aun cuando resultaron sumamente valio-sos para aclararnos dudas y permitirnos avanzar en el campo. No existió un plan de entrevistas y observaciones de campo rígida-mente predefinido, sino que éste se fue “armando” a partir tanto de nuestra interacción con los actores sociales de la comunidad y de las instituciones como de las reuniones regulares del equipo de investigación.

2) El trabajo de campo consistió en asistir a la comunidad periódica-mente (como mínimo todos los fines de semana) durante casi dos años, lo cual sumaría más de ochenta visitas a la comunidad. Sin embargo, este número es mayor, pues en ocasiones fuimos también durante días de semana. Asimismo, debería agregarse la cantidad

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Capítulo 2. La comunidad que nos recibió: el sector “B” de Las Casitas de La Vega

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de visitas realizadas a las instituciones involucradas y, también, la cantidad de asistencias a reuniones o encuentros en lugares distin-tos a la comunidad o las instituciones, pero que eran “clave” para comprender los procesos que estábamos estudiando.

Todo lo anterior es lo que ha hecho posible la producción de datos y análisis que se presentan en los próximos capítulos de este libro.

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Capítulo 3. Comunicación intercultural y participación social en la experiencia …

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En una ciudad un poco anárquica y desordenada como lo es Caracas, resulta relativamente normal que haya distinciones importantes entre sectores. Estas diferencias son no sólo de tipo topográfico, o de ubica-ción geográfica, o de acceso, no son sólo de tipo físico-arquitectónicas y de emplazamiento geográfico, sino que son también diferencias de tipo sociocultural que se expresan, además, en contexto de inequidad en la prestación de servicios públicos, de acceso a recursos, de atención de los gobiernos locales, regionales y/o nacionales. En este sentido, el análisis de este tipo de diferencias es potencialmente importante para generar respuestas que puedan ser útiles tanto para los miembros de las comunidades como para las funcionarias y los funcionarios de los entes públicos que guarden relación con el asunto.

Este capítulo presenta un relato analítico de la experiencia de participa-ción social en la Mesa Técnica de Agua del sector “B” de Las Casitas de La Vega en Caracas, realizada desde la perspectiva de interculturalidad y comunicación intercultural que orienta el proyecto de investigación, cuyos resultados se exponen en este libro. El propósito fundamental de las próximas páginas es identificar y analizar nudos de conflictos y pun-tos de acuerdo en torno a la función de la Mesa Técnica de Agua (MTA) del sector y del Consejo Comunitario del Agua de La Vega; los usos y

Capítulo 3

Comunicación intercultural y participación social en laexperiencia de una Mesa Técnica de Agua

Alejandro Maldonado Fermín

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Interculturalidad y comunicación intercultural

apropiaciones del lenguaje y del tiempo; los problemas con el servicio, sus soluciones y el rol de las instituciones; el ciclo del suministro de agua potable y el pago del servicio; y la participación de las vecinas y los vecinos.

A efectos de facilitar la interpretación del relato y análisis ofrecidos en estas páginas y sus focos particulares de atención, parece conveniente resumir brevemente algunos de los elementos más significativos de la propuesta teórica y de método que han orientado su elaboración, los cuales han sido expuestos y argumentados en el primer capítulo. Así, por ejemplo, para poder producir los “datos” que nos permitieran iden-tificar y analizar los conflictos y acuerdos en torno al problema del agua por parte de los actores sociales, resultaba fundamental hacerse una se-rie de preguntas, tales como: ¿Quiénes participan y por qué?, ¿quiénes no participan y por qué dejan de hacerlo?, ¿cómo lo hacen?, ¿en cuáles circunstancias y contextos?, ¿cuáles son las visiones de mundo que se expresan en estos procesos?, ¿cómo se manifiestan las diferencias en las experiencias de participación sociales? A partir de esta problematiza-ción, las nociones de amplitud o extensión de la participación, profundidad o intensidad de la participación y de modalidades de participación toman un cariz distinto que nos plantea la necesidad de identificar los procesos de participación social de quienes parece que no participan de la expe-riencia acá referida para no conformarnos con la de quienes lo hacen de maneras claramente visibles para la comunidad. También, estas nocio-nes nos invitan a “mirar” con detalle los procesos de producción y cir-culación de sentido/s, pues allí suelen radicar los acuerdos y/o disensos entre las visiones de mundo de los actores sociales.

De manera análoga, producir una etnografía de la participación, al modo propuesto en el primer capítulo, resulta imprescindible para dar cuenta, precisamente, de cuáles son los espacios, tiempos, vocabularios, puestas en escena, apropiaciones y resignificaciones de la participación de los actores sociales involucrados en la experiencia acá relatada. Ade-más, producir “datos” de esta manera contribuye a entender los pro-cesos de amplitud o extensión de la participación, en la medida en que intenta dar cuenta de una serie de elementos que no precisamente

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Capítulo 3. Comunicación intercultural y participación social en la experiencia …

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tienen manifestaciones normales o típicamente estructuradas a partir de parámetros convencionales del tipo, por ejemplo, manejado por insti-tuciones del Estado o por las y los miembros de la comunidad menos “comprometidos” con su sector.

Resulta entonces fundamental el análisis de estos procesos complejos en una escala microsocial para poder dar cuenta de una serie de intercam-bios, apropiaciones y resignificaciones de sentidos, los cuales son, en sí mismos, densos. Así, dar cuenta de estas densidades implica el análisis de las particularidades que en nuestro caso significó trabajar minuciosa-mente en el caso del sector “B” de Las Casitas de La Vega.

Cómo llegamos a La Vega

Adicionalmente a lo expuesto sobre la comunidad de Las Casitas de La Vega en el capítulo anterior, consideramos importante agregar una breve referencia acerca de la manera como llegamos a esta comunidad, específicamente al sector “B”, pues ello permitirá al lector tener una idea más precisa de la elección del lugar para la realización del trabajo de campo.

Al momento de plantear la investigación, sólo teníamos claro que que-ríamos trabajar con alguna experiencia asociada a las Mesas Técnicas de Agua, para lo cual iniciamos una serie de contactos de diverso tipo con diferentes personas. Así fue cómo logramos entrevistarnos con Luis Chávez (coordinador de Gestión Comunitaria del Sistema Metropolita-no de Hidrocapital), en agosto de 2005, quien nos brindó información “clave” sobre estas experiencias y nos puso en contacto con Sandra Torres, funcionaria con larga experiencia en Hidrocapital.1 Sandra

1 Fue por varios años la promotora comunitaria de Hidrocapital encargada de la parroquia La Vega; actualmente es la coordinadora comunitaria del Sistema Litoral (estado Vargas) de Hidrocapital. Tiene alrededor de 40 años de edad y su formación es técnica profesional

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Interculturalidad y comunicación intercultural

inmediatamente se mostró dispuesta a “acompañarnos” en esta bús-queda y nos recomendó asistir a una reunión que se llevaría a cabo en La Vega el primer sábado de septiembre de 2005. Ésta fue una reunión tipo asamblea denominada “Consejo Comunitario del Agua” (CCA) de La Vega. Se efectuó en el sector Las Margaritas, en un salón amplio anexo en la platabanda de la casa de la señora Aura de Flores (líder de ese sector, alrededor de 65 años de edad, trabaja también en la así lla-mada Oficina de Enlace Parlamentario de La Vega), miembro de la MTA de su sector. La asistencia a esa reunión nos permitió tener un primer acercamiento a la experiencia de las MTA, pues a ella asistieron repre-sentantes de la contratista de Hidrocapital que se encarga de realizar las maniobras y el mantenimiento del servicio de agua potable y cloacas de la parroquia, además de los representantes de las MTA de varias loca-lidades de La Vega. Adicionalmente, había representantes de otras ins-tituciones como, por ejemplo, Fundacomun, Proyecto de Saneamiento del Río Guaire2 y el Ministerio del Ambiente.

en Trabajo Social. Fue nuestro enlace con todas las experiencias de las MTA y del CCA en La Vega; gracias a ella conocimos a Josefina y a otros de los actores clave por parte de Hidrocapital. Siempre se mostró consecuente con las comunidades de La Vega, intentando servir de mediadora entre la empresa hidrológica y las demandas de la parroquia. En el caso particular de Las Casitas, siempre estuvo dispuesta a reunirse y “dar la cara” para explicar de qué manera avanzaban las peticiones o posibles soluciones a los problemas del sector. Por parte de las y los líderes del sector “B” de Las Casitas es aún considerada una “aliada”.

2 Este proyecto se inicia en mayo de 2005 a partir de la firma de un convenio de financia-miento entre el Ministerio del Ambiente y Petróleos de Venezuela (Pdvsa). El proyecto contempla el saneamiento de todas las cuencas y subcuencas del río Guaire hasta 2013, año en el cual la ciudad debería contar con el funcionamiento de toda la red de drenajes que canalicen las aguas servidas y evitar que continúen descargando en el río, como lo hacen ahora. Adicionalmente, este proyecto contempla la realización de varias obras de infraes-tructura de alto impacto en zonas populares de la ciudad, entre las cuales se encuentra La Vega y por ello es necesario que los encargados de llevar a cabo este proyecto trabajen en sintonía con otras experiencias de organización y participación social de las comunidades, entre ellas las Mesas Técnicas de Agua. De allí su participación en dicha reunión.

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Capítulo 3. Comunicación intercultural y participación social en la experiencia …

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En esta reunión se tocaron diversos temas: el inicio del catastro del sec-tor Las Margaritas para implementar el cobro del servicio de suministro de agua potable, la presentación del por entonces incipiente Proyecto de Saneamiento del Río Guaire, quejas y reclamos por parte de las y los vecinos presentes respecto de la calidad del servicio de agua, invitación a la conformación de los Consejos Comunales y a la participación en el Foro Social Mundial a realizarse en Caracas en enero de 2006. Esto fue lo tratado en mi primera reunión de CCA en La Vega.

Conversando luego con Sandra Torres, ella nos informó que las reunio-nes del CCA solían ser siempre así, pero que esta vez habíamos tenido la suerte de estar presentes en una muy buena reunión, pues permitió el debate sobre problemáticas más amplias que aquellas únicamente asociadas al servicio del agua. Adicionalmente, Sandra nos explicó los roles que cumplía cada representante allí y manifestaba su alegría por ver cómo el sector Las Margaritas había logrado concretar la sustitución de las tuberías de agua potable y de aguas servidas, a la par del arreglo y pavimentación de la calle principal de todo el sector. Todo esto fue posible gracias al esfuerzo de la MTA del sector. Esto, tiempo después, en otro CCA, nos lo comentó con mucho entusiasmo la señora Aura de Flores.

Dos semanas después de ese primer contacto con La Vega en el mes de septiembre de 2005, tuvimos nuestro primer acercamiento directo con la comunidad del sector “B” de Las Casitas, pues asistimos a una reunión de la MTA de esa localidad, invitados por Sandra Torres. Ya en la reunión de Las Margaritas habíamos conocido a Josefina Valera, una suerte de líder de la comunidad del sector “B” de Las Casitas para todo lo relacionado con el problema del agua.3 Ella estaba en esa reunión en

3 Hija de la señora Lourdes Torres, fundadora del sector, Josefina tiene 45 años de edad y es madre de tres hijas y dos hijos. Actualmente cursa estudios de bachillerato en la Misión Ribas. Hasta hace poco trabajó en la panadería de la Escuela Canaima. Ha sido nuestra in-formante principal en toda esta fase. Esto no ha sido un capricho, pues ella es una suerte de

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Interculturalidad y comunicación intercultural

Las Casitas, junto a alrededor de veinte vecinas y vecinos del sector. A esta reunión asistieron, además, representantes de Hidrocapital: Sandra y el ingeniero Hurtado;4 el ingeniero Salazar5 en representación de la

líder de la comunidad del sector “B” de Las Casitas para todo lo relacionado con el problema del agua. Afirmamos esto porque lo hemos podido constatar en las actividades y reuniones a las que hemos asistido. De hecho, las y los representantes de Hidrocapital y vecinas y vecinos de otros sectores de La Vega reconocen en ella este rol. Adicionalmente, ella nos ha presentado a los demás miembros de la comunidad que han tenido alguna vinculación directa con la solución de los problemas del servicio de agua potable, así como también a otras personas que no participan en la cuestión del agua.

Josefina asiste regularmente a las reuniones del Consejo Comunitario del Agua (CCA) de la parroquia La Vega, además de ser promotora de las reuniones de la MTA del sector “B” de Las Casitas de La Vega. En los casi dos años que llevamos asistiendo a las reuniones, han sido más las reuniones del CCA que de la MTA, si se toma en cuenta que el primer espacio abarca toda la parroquia y, casi siempre, Josefina es la única que asiste por Las Casitas (nos referimos a toda la urbanización, no sólo el sector “B”).

Al momento de concluir el trabajo de campo de esta investigación, Josefina se desempeñaba como promotora social del Proyecto de Saneamiento del Río Guaire para las parroquias La Vega y San Juan.

4 El ingeniero Hurtado, para el momento de esta investigación, era el ingeniero jefe de Ins-pección de Obras de Hidrocapital de la parroquia La Vega. Bajo su mando desempeña su trabajo Raúl Bustamante, quien ha sido uno de nuestros entrevistados y del que ofrecemos detalles más adelante. Actualmente, el ingeniero Hurtado dejó de trabajar para Hidrocapital y se hizo cargo de los trabajos de la “Operadora 4”, en tanto contratista de la empresa hidro-lógica que se encarga de los trabajos de mantenimiento de la red en la parroquia La Vega.

5 Era el ingeniero encargado de las labores de operaciones y mantenimiento de la red de agua potable de la parroquia La Vega. Estas labores no son realizadas directamente por Hidroca-pital, sino por una empresa contratista que trabaja para la empresa hidrológica y que mane-ja toda la así denominada “Área 4” que comprende buena parte del suroeste de la ciudad; de manera genérica a esta empresa se le conoce como “Operadora 4”. Salazar debe tener alrededor de 45 años de edad. Hasta septiembre de 2007 asistió a las reuniones del CCA en calidad de representante de la “Operadora 4”. Además, estuvo presente en dos reuniones de la MTA del sector “B” de Las Casitas. Sus labores estaban relacionadas con la planificación de las inspecciones de revisión y mantenimiento de la red de distribución de agua potable, y la coordinación de los complejos esquemas de suministro y restricción del servicio de agua potable (los llamados “ciclos”) en todos los sectores de la parroquia La Vega. El ingeniero Salazar está actualmente trabajando directamente con Hidrocapital, en el área de Ingeniería del Sistema Metropolitano, tras más de catorce años de trabajo en la “Operadora 4”.

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Capítulo 3. Comunicación intercultural y participación social en la experiencia …

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contratista de la empresa que trabaja en La Vega; y representantes del Proyecto de Saneamiento del Río Guaire. La intención era atender algu-nas quejas de la comunidad de Las Casitas y presentarles el proyecto de saneamiento. Las vecinas y los vecinos, por su parte, querían respuestas a dos viejos proyectos: la sustitución de la red de cloacas y la instalación del tanque de agua para asegurar un suministro más continuo. Adicio-nalmente, querían saber qué sucedía con el ciclo de suministro de agua, pues éste no se estaba cumpliendo de manera correcta.

Con esos participantes y con ese temario, esa reunión se llevó a cabo en un aula de la Escuela Canaima. Sirvió para hacer presentaciones y reclamos mutuos, así como para darme cuenta de que allí había algo distinto a lo que sucedía, por ejemplo, en Las Margaritas. Acá, en Las Casitas, era fácilmente palpable que la labor de la MTA se había visto comprometida por algo y que esa situación era motivo de molestias, frustraciones y reclamos por parte de las vecinas y los vecinos del sector. Estas incidencias se manifestaban en las intervenciones de esas perso-nas, quienes no podían entender el porqué el ciclo no funcionaba cual lo acordado, a pesar de las múltiples explicaciones técnicas por parte de las y los representantes de Hidrocapital. Pero tampoco comprendían las razones por las cuales aún no sabían del estado de esos dos grandes proyectos.

Esta primera impresión se repetiría luego en las únicas otras dos reunio-nes de la MTA que se realizaron en el año 2006, aunque cada una con sus matices. Lo que acá brevemente registramos nos permite abordar algunos elementos clave para caracterizar y analizar las diferencias cul-turales que se dan entre los actores sociales involucrados y las caracte-rísticas de la comunicación, conflictos y negociaciones de sentido entre ellos.

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Interculturalidad y comunicación intercultural

Breves precisiones sobre Mesas Técnicas de Agua y Consejos Comunitarios del Agua

Las Mesas Técnicas de Agua (MTA) son un espacio de diálogo y par-ticipación entre las y los habitantes de una comunidad cualquiera y el personal de una empresa hidrológica (para nuestro caso de estudio, Hidrocapital), tanto del área de gestión comunitaria como del área téc-nica. La función de estos espacios es la aplicación de políticas públicas por parte de la empresa con el fin de viabilizar la solución de problemas puntuales relacionados con los servicios de suministro de agua pota-ble, recolección de aguas servidas, filtraciones o problemas de recauda-ción del pago del servicio. Estos espacios están pensados para que en ellos se expresen todas las personas e instituciones involucradas en la “cuestión del agua”, procurando el trabajo mancomunado comunidad-instituciones. Esta interacción intenta escuchar y respetar las opiniones y los conocimientos de todas las personas involucradas, con el propó-sito de alcanzar una solución que integre los conocimientos de las y los habitantes de la comunidad con la asesoría técnica de la hidrológica. De esta manera, las MTA pasan a ser los núcleos primarios de atención e incidencia de Hidrocapital en las comunidades, en los que la empresa propicia la realización por parte de las y los integrantes del sector de tres actividades fundamentales: el censo, la elaboración del croquis de la zona y un diagnóstico de los problemas. Para esto, la empresa les provee de unas herramientas técnicas, permitiendo cierta autonomía de trabajo en función de los datos que vaya aportando la realización de las tres actividades antes descritas.

Un segundo espacio de relación entre Hidrocapital y las comunidades lo constituye otra dinámica de participación social e intercambios de sabe-res: los Consejos Comunitarios de Agua (CCA). Estos espacios de diálogo y participación social agrupan a varias MTA de una misma localidad o sector, funcionan en cualquier lugar de la comunidad (liceo, escuela, dispensario, cancha deportiva, junta parroquial, iglesia, patio o plata-banda de la casa de algún miembro de la comunidad, entre otros) con una regularidad mensual, de acuerdo con un cronograma elaborado

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Capítulo 3. Comunicación intercultural y participación social en la experiencia …

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de mutuo acuerdo con el personal de Gestión Comunitaria de Hidro-capital. Es acá donde sistemáticamente se incentiva la organización co-munitaria mediante la instalación de estos espacios para asegurarle a la comunidad la solución de sus problemas, integrándola directamen-te en las labores de planificación, priorización, diseño y aplicación de las propuestas, incorporando en estos procesos la experticia técnica de la empresa, en conjunción con los conocimientos de los miembros de las comunidades. Así, tanto las MTA como los CCA son espacios de deberes y derechos, en los que la cogestión y autogestión, la reflexión conjunta y los intercambios de saberes son las bases para la búsqueda de soluciones.

Las MTA nacen por iniciativa de Hidrocapital en la ciudad de Caracas en el año 1999, partiendo de la base de una experiencia anterior de organización de las comunidades iniciada por la Alcaldía de Caracas durante la gestión de Aristóbulo Istúriz (1992-1995), denominada go-biernos parroquiales. La experiencia de las MTA fue más allá y termi-naron agrupándose en los CCA. Estas experiencias, particularmente las MTA, transcendieron el ámbito de acción de Hidrocapital y han sido replicadas por otras empresas hidrológicas en el resto del país. Tanto a las MTA como a los CCA les fue concedido estatus legal, jurídico, al in-corporárseles como mecanismo de gestión y control comunitario de los servicios asociados al agua y la gestión de las empresas hidrológicas con la aprobación en 2001 de la Ley Orgánica de Prestación de los Servicios de Agua Potable y de Saneamiento (LOPSAPS). Según datos recientes, en la actualidad hay alrededor de 2.500 MTA en todo el país, las cuales proponen, diseñan y, en algunos casos, ejecutan proyectos.6

6 Si se quiere profundizar sobre qué son y cómo han funcionado las MTA y los CCA, pueden revisarse: Arconada (2003, 2005); Francisco (2005); Peralta (2003) y los números publi-cados de Vertientes, la revista de Hidrocapital. Sobre las funciones de las MTA y los CCA en el marco de la ciudad y el área metropolitana de Caracas, pueden revisarse: Cariola y Lacabana (2005) y Lacabana y Cariola (2007). Sobre experiencias anteriores que pudieran considerarse como antecedentes de las MTA y los CCA, pueden revisarse: Antillano (2005) y Arconada (1996). Para los aspectos legales puede revisar la Ley Orgánica para la Presta-ción de los Servicios de Agua Potable y de Saneamiento (2001).

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Interculturalidad y comunicación intercultural

Sobre las luchas anteriores al surgimiento de las Mesas Técnicas de Agua

Siguiendo con lo referido brevemente en páginas anteriores respecto de las luchas iniciales de las vecinas y los vecinos del sector “B” de Las Casitas, es posible afirmar que para ellas y ellos esos momentos son más que anécdotas, son elementos que les han permitido ir constru-yendo una identidad particular. Es decir, han constituido un conjunto de identificaciones a partir de esas luchas y de las evocaciones de éstas, lo que ha dado paso también a la constitución de un cierto campo de interlocución, en el cual los actores sociales ocupan distintas posiciones que les permiten ir construyendo categorías identitarias que luego son incorporadas como sentido común. Los relatos de experiencias históri-cas compartidas son a la vez expresión y recurso de las prácticas de pro-ducción identitaria y de sentido común de los actores sociales, y suelen formar parte de sus prácticas cotidianas (Mato, 1998, 2007).

Otro elemento importante de estas luchas y de sus evocaciones tiene que ver con la manera como, en las interacciones, las vecinas y los veci-nos y las y los representantes de las instituciones “perciben, significan, construyen y usan el tiempo, el espacio, el medio ambiente, las relacio-nes humanas, las tecnologías, de los modos más diversos” (Grimson, 2000:57). Resulta significativo que a las vecinas y los vecinos nos les importara “perder” un día entero en la sede del antiguo INOS para con-seguir un camión cisterna, como tampoco era problema, para aquellas y aquellos que se quedaban en el sector, cuidar de las hijas y los hijos de las vecinas y los vecinos que estaban “en la lucha”. Además, el hecho de ir hasta allá –hasta la sede del INOS– y “tomar” ese espacio comunicaba una identificación y una diferencia entre esas personas que llegaban y ocupaban el lugar y las que allí se encontraban cumpliendo con su trabajo.

Este testimonio de Antonia7 es representativo de la afirmación anterior: “Antes había más solidaridad entre nosotros, por ejemplo decíamos: ‘Yo te

7 Al igual que varios de nuestros “colaboradores”, es una de las fundadoras de Las Casitas,

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Capítulo 3. Comunicación intercultural y participación social en la experiencia …

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cuido a los muchachos’ o ‘yo te doy mi pasaje’, o ‘yo estoy pendiente de los pipotes, [recipientes de agua]” (entrevista realizada el 27.05.2006). Es decir, mientras unos iban a “dar la lucha” por el agua, otros se encar-gaban de las tareas cotidianas. La señora Lourdes8 coincide con Antonia cuando hace esa afirmación, pues las vecinas y los vecinos no escati-maban esfuerzos por colaborar con aquellas y aquellos que no podían dar la lucha porque estaban trabajando, bien sea cuidando a las niñas y los niños o procurando que los recipientes de agua de esas vecinas y vecinos ausentes fueran llenados.

Es importante destacar que en los discursos de la mayoría de nuestros informantes de la comunidad coincide en afirmar que el INOS era una especie de “enemigo”, que no consideraba las necesidades de los habi-tantes de Las Casitas, pues no era capaz, entre otras cosas, de garantizar un suministro efectivo de agua a través de los camiones cisterna y que tenían que ser ellas y ellos los que sacrificaran un día de trabajo o de estudio para buscar el agua.

vive en la 2da. terraza. Antonia es una de las más críticas respecto de la poca participación de las vecinas y los vecinos, al punto que en nuestra conversación enumeró una serie de causas que han desmotivado la participación, no sólo en la experiencia de las MTA, sino también en otras instancias. No obstante, no ha participado en ninguno de los CCA ni en ninguna de las reuniones de la MTA a las que hemos asistido, principalmente porque debe atender su bodega. Según sus propias palabras, “participa” a través de otras/os, por ejemplo, su hermana Mariluz, o de la propia Josefina.

8 Es la mamá de Josefina y una de las fundadoras de Las Casitas, al igual que la señora Er-nestina, Antonia, “El Flaco” Jiménez y Juana, que aún viven en el sector. La señora Lourdes tiene alrededor de 65 años de edad y tiene dos hijos, además de Josefina, que también vive en el sector, y otros dos que viven en Colombia, de donde ella es originaria. Trabaja como encargada de la limpieza de una empresa textil en el centro de Caracas. De origen colombia-no, llegó a Venezuela en 1971. Formó parte del grupo de damnificados del barrio Valmore Rodríguez reubicado en las barracas en el sector Los Mangos de La Vega. De vez en cuando asiste junto con Josefina a las reuniones del CCA y ha estado presente en las tres reuniones de la MTA del sector que se han llevado a cabo en todo este tiempo. La señora Lourdes es una luchadora incansable, mantiene una participación activa en otras experiencias, por ejemplo, el Comité de Salud.

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Interculturalidad y comunicación intercultural

La toma de la estación de bombeo o el “secuestro”9 del ingeniero inspec-tor de la zona en el sector “B” han sido otras de las acciones más impac-tantes que han sido llevadas a cabo por las y los líderes del sector y de las cuales se enorgullecen, pues consideran que han sido gracias a ellas que lograron algunas soluciones. Veamos este comentario de la señora Miguelina Mata:10 “He vivido las calamidades que han habido aquí por esa agua siempre. Muchas veces, bastantes veces se ha tenido que ir allá al tanque [en referencia a la Estación de Bombeo Panamericano-La Vega que está muy cerca de Las Casitas] a pelear. Ahorita es que medio la po-nen un poquito, pero sin embargo hay veces que el agua dura [en llegar] porque se queman las bombas, entonces uno pasa trabajo con el agua” (entrevista realizada el 30.06.2007). Incluso, según comentó Fernando Corrado,11 “algunos compañeros tuvieron que trancar calles, tomar la sede de lo que es hoy se llama Hidrocapital […]. La lucha fue fuerte, al punto que en algunas manifestaciones salían compañeros agredidos por la policía” (entrevista realizada el 15.04.2007). Y esto refuerza la idea de que la vía de la protesta activa contra las instituciones tiene sus ventajas. Al respecto, “El Flaco” Jiménez12 es enfático: “Ojalá nos quitaran el agua

9 Así se le conoce a una acción que llevaron a cabo algunas vecinas y algunos vecinos del sector “B”, que consistió en retener por algunas horas en la 5ta. terraza al por entonces in-geniero inspector de la zona. No fue una acción violenta, sino simplemente una medida de presión hacia Hidrocapital para recibir una respuesta precisa sobre el problema de escasez de agua en el sector. El mismo ingeniero comentó en alguna ocasión que un secuestro así sí era bueno, pues lo trataban bien y le daban que comer y que tomar.

10 Vive en la zona “Independencia” del sector “B” de Las Casitas desde hace veinticinco años. La señora Miguelina tiene, aproximadamente, 65 años de edad. Es dueña de una bodega frente a la entrada de la 3ra. terraza del sector.

11 Vive en una casa ubicada en la zona “Independencia” del sector “B” de Las Casitas desde hace veinte años, aproximadamente. Corrado, de aproximadamente 55 años de edad, ha formado parte de la antigua Asociación de Vecinos de Las Casitas y se mantiene activo y siempre dispuesto a participar en las actividades que ayudan a mejorar el sector. Es miem-bro del CTU de la zona “Independencia”.

12 Es uno de los fundadores de Las Casitas, vino junto a su esposa, Juana, en el grupo de damnificados del Valmore Rodríguez. “El Flaco” tiene alrededor de 55 años y desde que vive en Las Casitas se ha dedicado a formar a los jóvenes en actividades culturales, bajo la premisa de que la cultura es política y nucleándolos alrededor del Grupo Caribes de Itagua.

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Capítulo 3. Comunicación intercultural y participación social en la experiencia …

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por seis meses pa’ que tú veas, así volvemos a armar peo [sic]” (interven-ción en la Asamblea Comunal del sector del 15.04.2007).

Estas acciones son recordadas y comunicadas permanentemente por las y los representantes de Hidrocapital cuando se refieren al sector “B” de Las Casitas, quienes suelen tomar posturas que denotan cierta toleran-cia al respecto, aunque algunos, principalmente de la parte técnica, las rechazan por considerar que no beneficiaban a nadie. Por ejemplo, en una reunión del CCA uno de los inspectores de Hidrocapital comentó: “Si ustedes toman de nuevo la estación de bombeo no van a lograr nada, sino más bien se van a perjudicar, porque van a dejar sin agua a todo el mundo y nosotros no vamos a ir a arreglar la situación” (reunión del CCA de La Vega, 31.03.2007). A lo que Josefina respondió: “Es que ésta es la única manera de que los demás vecinos entiendan que ha-bemos sectores que tenemos problemas de agua graves, así que somos todos o ninguno” (intervención en la reunión del CCA de La Vega el 31.03.2007).

El siguiente testimonio de Arturo13 está en sintonía con lo expresado por Josefina: “Lamentablemente nuestras instituciones no han cambiado un

“El Flaco” es actualmente un personaje “ausente”, ya que no está viviendo en el sector, pero mantiene fuertes vínculos con las personas que allí viven y ocasionalmente asiste a alguna reunión. Es reconocido por la mayoría de las y los habitantes del sector como un referente de la comunidad y, por parte de todos nuestros “informantes”, como un pilar fundamental de todos los procesos de participación que han ocurrido allí. En honor a la verdad, no he-mos podido hablar con él abiertamente sobre la experiencia de la MTA. Pero tampoco él ha estado presente en alguna de las reuniones importantes, ni del CCA de la parroquia ni de la MTA del sector.

13 Arturo Montero es un joven de 25 años de edad que vive desde hace unos pocos años en la 5ta. terraza. Está involucrado en muchas de las actividades que ocurren en el sector “B”. Pertenece a la Cooperativa de Producción Audiovisual “Calle y Media”, que ha sido la encargada, entre otras actividades, de realizar una serie de documentales (Memorias de mi barrio) que narren las historias de la fundación y consolidación de distintas comunidades de la parroquia La Vega, empezando por Las Casitas. Él ha realizado otras producciones audiovisuales. Actualmente trata de impulsar, junto con otras vecinas y otros vecinos, la constitución del Consejo Comunal del sector, entre otras actividades en las que también está involucrado activamente.

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carajo… todavía funcionan con presión” (intervención en la Asamblea Comunal del sector el 20.05.2007). De manera semejante, Jocelyn Sil-va14 afirma que acciones de este tipo son necesarias para resolver los problemas: “La comunidad cuando ve que pasa tanto tiempo sin llegar el agua se une y se va hasta allá, hasta el tanque [en referencia a la Es-tación de Bombeo Panamericano-La Vega que está muy cerca de Las Casitas], forman su lío y comienzan a mandar el agua regularmente. [En parte es correcto que] la comunidad se una y haga eso. Si la comunidad no se une a reclamar eso nunca mandan el agua y nos convertimos en camellos” (entrevista realizada el 30.06.2007).

Este punto es rebatido por la visión general que sobre el problema del agua tiene, por ejemplo, Raúl Bustamante,15 quien es uno de los ins-pectores de Hidrocapital. Rafael comenta que: “Yo no soy político, yo soy técnico y resuelvo los problemas con mucho gusto sin meterme a la política. Si quieren cerrar la redoma, que lo hagan, pero así no van a so-lucionar el problema, pues quien puede hacerlo soy yo, que soy el técni-co” (intervención en la reunión del CCA de La Vega el 31.03.2007).

Roberto Salazar, quien se desempeñaba como el ingeniero de la con-tratista de Hidrocapital que se encarga de la parte de mantenimiento y supervisión de la red de suministro de agua potable de la parroquia La Vega, relativiza un poco estas acciones y comenta: “No hay que tenerle miedo… muchas veces se nos presentaban casos de [que una comuni-dad iba a] trancar avenidas y teníamos que ir a explicarles la causa de la

14 Jocelyn tiene, aproximadamente, 30 años de edad y tiene un puesto de alquiler de teléfonos que funciona en la entrada de la 2da. terraza del sector.

15 Es uno de los inspectores de obras de Hidrocapital, encargado de la parroquia La Vega. Sus labores son supervisar los trabajos realizados por las cuadrillas que llevan a cabo alguna obra (sustitución de tuberías principales de agua potable o de cloacas, construcción de colectores de aguas servidas), así como hacer evaluaciones de los problemas in situ (inspec-ciones) que puedan ameritar la planificación de una obra para su solución. Raúl debe tener alrededor de 40 años de edad. Suele asistir con regularidad a las reuniones del CCA y ha estado presente en una de las reuniones de la MTA del sector “B” de Las Casitas.

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falta de agua, aunque eran reacios a comprender y teníamos que de in-mediato solventarles el problema” (entrevista realizada el 07.05.2007).

Sin embargo, las y los representantes de Hidrocapital que trabajan en la parte comunitaria, no en la parte técnica, suelen ser tolerantes ante esas amenazas. Sandra Torres, mientras fue promotora comunitaria de la pa-rroquia La Vega, mostró tolerancia hacia las personas que amenazaban con realizar estas acciones, pues para ella no era descabellado que las vecinas y los vecinos hicieran algún llamado de atención que trascen-diera los espacios del CCA y de la MTA.

Al respecto, Miguel López,16 antiguo promotor comunitario de La Vega, comentaba que “la mayoría de las acciones combativas coincidieron con las épocas de grandes sequías, particularmente la del período 1993-1996, período anterior al establecimiento de las MTA como herramienta de política pública de la empresa prestadora de servicio de agua pota-ble” (entrevista realizada el 04.05.2007).

Al menos durante el período comprendido entre los años 2000-2007 las y los líderes del sector “B” de Las Casitas no han organizado nin-guna acción de este tipo, pero se valen de las evocaciones de las ac-ciones anteriormente realizadas para intentar presionar a Hidrocapital. No obstante, nos atreveríamos a afirmar que tampoco lo hacen porque actualmente no cuentan con la capacidad de movilizar a las vecinas y a los vecinos que tenían en las épocas anteriores ya referidas. Un ejemplo de ello es la escasa participación de las vecinas y los vecinos en las re-uniones a las que hemos asistido que tratan la cuestión del agua. Otro

16 Fue desde 1999 hasta la llegada de Sandra Torres, el promotor comunitario de la parroquia La Vega, pasando a ser luego el Coordinador de Gestión Comunitaria del Sistema Metropo-litano de Hidrocapital (cargo que actualmente desempeña Luis Chávez). Él vivió el proceso de nacimiento y consolidación de las MTA y, luego, del CCA. Miguel tiene alrededor de 40 años de edad y al momento de realizar esta investigación estaba por entregar su trabajo final de grado para optar al título de sociólogo. Es un personaje muy querido por quienes participan regularmente en el CCA de La Vega y, en especial, por la mayoría de nuestros “colaboradores” del sector “B” de Las Casitas.

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ejemplo es que dada la mejora en el servicio de agua potable, muchas vecinas y vecinos no creen oportuno volver a aquellas acciones anterio-res. Si bien estos puntos son discutibles y no representan indicadores en sí mismos, creemos que pueden ser ilustrativos de cierta apatía respecto a este tema. Más adelante ofrecemos algunos testimonios que apoyan nuestras afirmaciones. No obstante, creemos que este testimonio de “El Flaco” Jiménez, en el cual él mismo se muestra crítico respecto de esta situación, ofrece una guía para interpretarla: “Las pautas no deben ponerlas ni las instituciones ni las contratistas, sino la comunidad y más ahora que tenemos el respaldo jurídico que es la Constitución. Debemos dejar la pasividad y asumir que en algunas cosas somos poco vigilantes e irresponsables” (intervención en la Asamblea Comunal del sector el 20.05.2007).

Sobre la función de la Mesa Técnica de Agua y del Consejo Comunitario del Agua

De acuerdo con lo que hemos podido observar en las reuniones del CCA o de la MTA, existen algunas diferencias en cuanto al sentido que estos espacios tienen o han tenido para las y los habitantes del sector. De alguna manera, de acuerdo con lo comentado por algunas y algunos informantes, estos espacios han perdido su sentido original y se han vuelto más una especie de lugar para quejarse y nada más. Por otra par-te, hay quienes manifiestan que no son lugares efectivos para resolver los problemas. Como se exponía en el primer capítulo, tanto las comu-nidades como las instituciones no son homogéneas, sino heterogéneas; así, las visiones de diferentes sectores de una comunidad respecto de un mismo asunto pueden llegar a ser no sólo distintas, sino incluso contrapuestas y fuentes de conflictos, como a su modo ocurre en la comunidad del sector “B” de Las Casitas de La Vega.

Josefina, por ejemplo, es una fiel defensora de la idea de que tanto el CCA como la MTA deben volver a ser los espacios que eran antes: unos

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en los que la gente iba a debatir sobre sus problemas colectivos con las instituciones para tratar de alcanzar soluciones que beneficien a todas y todos. En su opinión, actualmente tanto el CCA como las MTA se han convertido en una suerte de oficinas de quejas y reclamos en los que las vecinas y los vecinos sólo asisten para poner su queja individual, esperar la indicación de una posible visita de Hidrocapital para ver qué ocurre y luego retirarse sin mostrar valoración por lo que pueda decir el resto de las personas presentes y sin escuchar alguna información de interés que se pueda dar. Al respecto, Josefina nos decía: “Es muy fácil venir, decir qué ocurre en mi casa y luego irme y no escuchar a los de-más. La gente viene y sólo le importa su problema… Antes no era así” (conversación con Josefina el 03.02.2007).

Celestino17 también se expresa en términos similares a los de Josefina, pues cree que tanto el CCA como la MTA se han convertido en simples espacios para que las vecinas y los vecinos formulen sus quejas y recla-mos del servicio de manera individual, perdiéndose el sentido de debate y búsqueda de soluciones colectivas a los problemas de la parroquia y de la comunidad. Para muestra tomemos esta intervención de Celestino en una reunión de la MTA de su sector: “Nosotros acá no hablamos de un chorrito, de una cloaca […]. Cuando alguien viene y nos pide que reclamemos por su cloaca le decimos que sea ella misma quien lo reclame. Si seguimos reclamando por chorritos, por llaves, no llegamos a nada” (intervención en reunión del CCA de La Vega realizada en el sector “B” de Las Casitas, 06.10.2007).

17 Es hijo de la señora Ernestina, hermano de Antonio “Oriente”, tiene alrededor de 38 años de edad. Actualmente cursa el bachillerato en la Misión Ribas y trabaja como promotor social para la Alcaldía de Caracas. Tiene una participación importante en muchas de las experiencias que ocurren en la comunidad, entre ellas la MTA. Ha colaborado ampliamente con Josefina en “montar” las reuniones de la MTA en el sector y siempre está pendiente de cómo se desenvuelven las reuniones, de darles seguimiento y ejercer presión para que los acuerdos se cumplan. Ha participado en todas las reuniones de la MTA que se han llevado a cabo en el último año.

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Antonio “Oriente”18 coincide con ambos y comenta que el CCA como las MTA han perdido su sentido de educación y participación para con-vertirse en espacios para las quejas y los reclamos. Esta situación con-duce a que la gente se desmotive y deje de participar. “Antes las Mesas de Agua servían para educar, la gente se interesaba, [pero] ahora es sólo para reclamos, para decir que se me rompió el tubo…” (intervención en reunión del CCA de La Vega, 22.04.2006).

Sin embargo, otras vecinas y otros vecinos tienen visiones diferentes, que no tiene que ver con el uso de esos espacios para sólo quejarse, sino que exploran un poco sobre las razones de la ausencia en las reuniones de las personas que viven en el sector.

Una posible causa tiene que ver con la aparente poca eficacia de las reuniones de la MTA o del CCA. Al respecto, la señora Blanca Gonzá-lez, habitante de la 4ta. terraza desde hace 26 años, hace la siguiente reflexión: “Nos hemos achantado [abstenido de participar]. ¿Por qué es ese ‘achantamiento’? Porque resulta ser que uno se cansa. Son reunio-nes, reuniones, reuniones y reuniones y a veces no se ve nada. Es puro esperar, esperar, esperar y, entonces, la gente no frecuenta mucho las reuniones que hay de Mesas de Agua y esas cuestiones. Por causa de eso, de tanto esperar: que no se le ve el queso a la tostada” (entrevista realizada el 28.07.2007).

Otra posibilidad parece estar asociada a la falta de información opor-tuna y al poco tiempo disponible para asistir a las reuniones. Al menos es lo que se desprende del testimonio de la señora Gloria Hernández, habitante de la 4ta. terraza, cuando le preguntamos acerca de la MTA: “Sí sé que existe, pero no sé cuál es… yo he oído nombrar lo de las Mesas

18 Antonio López es su nombre. También es hijo de la señora Ernestina y es el compañero de Josefina, tiene alrededor de 35 años de edad. Actualmente cursa estudios de bachillerato en la Misión Ribas. Trabaja como albañil en obras de construcción. Ha asistido a alguna reunión del CCA y a alguna de la MTA del sector. Si bien no tiene una participación des-tacada en el tema del agua, siempre está pendiente de cómo se desarrollan las cosas y está dispuesto a apoyar cualquier iniciativa que se pretenda llevar a cabo.

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Técnicas para lo del agua, pero no he estado embocada. Pero no por ellos, sino a lo mejor por mí, porque uno trabaja todo el día y uno viene cansado y no va [a las reuniones]. Por ejemplo, yo siempre escucho que en la [Escuela] Canaima hay reunión del agua y siempre están las ‘tres pelagatas’ [las únicas personas] de siempre, que son la señora Lourdes, la mamá de Josefina y ella” (entrevista realizada el 28.07.2007).

Por otra parte, coincidiendo con las preocupaciones de Josefina, Celes-tino y Antonio “Oriente”, Sandra Torres, antigua promotora comunitaria de La Vega, en las reuniones mostraba su interés permanente por intro-ducir otras discusiones, más generales, de manera que fueran abordadas por las y los asistentes al CCA, o bien procurar que las reuniones de la MTA aportaran soluciones posibles y no únicamente quejas y reclamos. De esto fuimos testigos cada vez que participamos en estas reuniones. Sin embargo, también fuimos testigos del poco interés mostrado por buena parte de la gente presente en dichas reuniones.

Andreína Ruiz,19 promotora comunitaria de Hidrocapital que actual-mente tiene a su cargo a la parroquia La Vega, hace la siguiente reflexión que sirve para ilustrar la actual situación de estos espacios, al menos en La Vega: “Para La Vega se tiene que tener un promotor sólo para La Vega. Para yo poder atender a todos los sectores como Mesas Técnicas de Agua debería estar dedicada nada más a La Vega todo el mes, y el Consejo Comunitario se haría una vez al mes invitando a todas estas Mesas Técnicas para que ellas hicieran sus propuestas a través de un proyecto. Lamentablemente no es así y he tenido que dedicarme sola-mente una vez al mes a un Consejo Comunitario y lo demás son ins-pecciones. Se tendría que evaluar a lo interno de nosotros [en alusión a la Coordinación de Gestión Comunitaria del Sistema Metropolitano de Hidrocapital] la posibilidad de que cada promotor esté destinado a una

19 Andreína Ruiz es promotora comunitaria de Hidrocapital desde 1999. Su zona de atención es Baruta y El Hatillo, pero ha debido encargarse también de la atención de la parroquia La Vega desde enero de 2007.

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parroquia para poder tener una verdadera atención y para que funcione el Consejo Comunitario como fue concebido: donde se llevan las pro-puestas, donde la gente lleva sus posibles soluciones y no que sea un departamento de quejas, que es en lo que se ha convertido” (entrevista realizada el 18.06.2007).

Miguel López, antiguo funcionario de Hidrocapital y miembro del equi-po de trabajo inicial de la Gerencia Comunitaria de esta empresa que inició la experiencia de las MTA en la ciudad de Caracas, fue más explí-cito sobre lo que las MTA y el CCA debían ser: “Nosotros teníamos en mente que fueran un espacio público, abierto a todas y todos sin impor-tar partido político, religión, orientación sexual. Que fueran espacios periódicos, ya que sólo así puedes garantizar que circule la información, que la gente aprenda de la hidrológica y que la hidrológica aprenda las dinámicas de las comunidades. Que fueran permanentes, lo que está asociado a lo anterior… que fueran una especie de escuela de formación popular… que sirvieran para tomar conciencia de lo público y de su apropiación. En definitiva, lograr lo que dice el artículo 184 de la Cons-titución. No nos imaginábamos que servirían para una recuperación de la identidad y de la historia local” (entrevista realizada el 04.05.2007).

No obstante, pareciera que los representantes de la parte técnica-ope-rativa de Hidrocapital tienen otra manera de entender estos espacios, que coincide con lo que hemos constatado en nuestras observaciones de campo: que terminan siendo espacios para la queja y el reclamo, pero no para lograr el deber ser que expresaba Miguel López. Por ejem-plo, Salazar, ingeniero de la contratista de Hidrocapital (Operadora “4”), quien durante varios años estuvo a cargo de la parroquia La Vega, hace la siguiente reflexión: “En principio [la idea] era escuchar los problemas y buscar soluciones inmediatas. No era cambiar toda la red de distribu-ción de todo un sector, sino era solucionar los problemas momentánea-mente mientras Hidrocapital se encargara de hacer los proyectos que hacían falta para solventar la escasez de agua […]. Aunque esto después cambió porque la gente de la comunidad ya no quería que le repararan un tubo, sino que le cambiaran la red de distribución… ya se hizo más complicado, pero se tomó en cuenta a la gente. Ya no fue una cuestión de reparar una tubería, sino que tenías que hacerle su proyecto tanto de

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agua potable, como de agua servida… cambió la costumbre” (entrevista realizada el 07.05.2007).

En términos más o menos similares se expresa Raúl Bustamante, el ins-pector de obras de Hidrocapital: “La experiencia que tengo es que [en estos espacios] sí se resuelve bastante. Aparte de que sale la problemáti-ca directamente de la comunidad: ellos mismos vienen y te exponen el caso, lo único es que tienen muchos conceptos errados. Ellos piensan que uno le va a reparar todo lo que no nos corresponde a nosotros. No-sotros reparamos colectores y tuberías principales hasta donde llegue el medidor” (entrevista realizada el 07.05.2007).

Si bien Salazar y Bustamante reconocen que tanto las MTA como el CCA son espacios que han servido para resolver algunos problemas a través del conocimiento de las problemáticas de boca de las propias comuni-dades, no comentan sobre lo que a Josefina, Antonio “Oriente”, Celes-tino o a la propia Sandra Torres les preocupaba: que sólo sirvieran para eso, para escuchar quejas. No obstante, el ingeniero Ernesto Guevara, con larga experiencia previa en el antiguo INOS y al momento de reali-zar esta investigación presidente de la “Operadora 4”,20 tiene una visión muy particular que permite dar una explicación a esta situación: “El problema que yo veo en esto es que siempre se crean expectativas que generalmente rebasan la capacidad de respuesta [por parte de Hidroca-pital]. ¿Cuál es el interés de la gente? Que le resuelvan sus problemas, que le resuelvan su peo. A mí [haciendo el papel de un miembro de la comunidad] no me importa el problema que tú [en alusión a Hidrocapi-tal] tengas, a mí no me importa el problema de materiales que tú tengas, a mí no me importa el problema de equipamiento, lo importante para mí es que tú me resuelvas mi peo” (entrevista realizada el 10.05.2007).

20 Era el jefe del ingeniero Salazar y, hasta hace pocos meses, presidente de la contratista “Operadora 4” que tenía a su cargo las labores de mantenimiento de la red de agua potable de la así llamada “Área 4” (esta área quedó ahora a cargo del ingeniero Hurtado a través de otra contratista). Tiene alrededor de 50 años de edad. Anteriormente llegó a ser el Gerente de Mantenimiento del Acueducto Metropolitano del entonces Instituto Nacional de Obras Sanitarias (INOS), hoy Hidrocapital.

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Sobre los usos y apropiaciones de lenguajes y conocimientos y los usos del tiempo

alrededor de la experiencia de las MTA y el CCA

Otros elementos importantes derivados de toda la experiencia de las MTA y el CCA son precisamente, tanto los usos y apropiaciones diversas que los actores sociales hacen de lenguajes y conocimientos como los usos que hacen del tiempo. Sobre esto reflexionan abiertamente las y los representantes de Hidrocapital, pues quizás para ellas y ellos han sido representativos los cambios de sentido al respecto.

Por ejemplo, Raúl Bustamante, inspector de Hidrocapital, nos ofrece la siguiente reflexión: “La gente se aprende más o menos lo que necesita para formar un lío [un problema], o sea, se aprende algo para armar un lío… pero sí hay gente que ha aprendido algo, que sabe qué es un tubo, cómo se trabaja la tubería… hasta aprende la parte de operaciones: cuando hay agua, cuando prende la bomba [de agua], si está trabajando con una [bomba] o con las dos” (entrevista realizada el 07.05.2007).

El ingeniero Salazar, quien era el que tenía a su cargo las labores de su-ministro y mantenimiento del área, tiene una visión similar expresada en la siguiente reflexión: “Cambió la costumbre… la gente aprendió a llamar al ‘agua blanca’ agua potable y al ‘agua negra’ agua servida, adquirieron el conocimiento de la diferencia de cada cosa. [Por otra parte] al principio también era difícil para la comunidad y para nosotros comunicarnos. Porque nosotros hablábamos de succiones, de presiones y caudales… y para explicarles a ellos era bastante difícil, por ejemplo, qué caudal mandaba una estación de bombeo, qué eran niveles de ser-vicio, las cotas… bueno, muchas cosas que se fueron enseñando a las comunidades… Han aprendido unos términos no tan profundos, pero se desenvuelven bastante bien” (entrevista realizada el 07.05.2007).

Sobre este asunto, Miguel López, el primer promotor comunitario de Hidrocapital en La Vega, también fue enfático al afirmar que por parte de las comunidades hubo una excelente experiencia de apropiación de

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algunos términos característicos y de algunos conocimientos básicos de la ingeniería y de la hidráulica, que además de conformarse en una fuente importante de aprendizajes para sus miembros, también consti-tuyó una fuente permanente de intercambios con esos “otros” (los inge-nieros y técnicos de Hidrocapital, por ejemplo). Ambas facetas permi-tieron otorgarles otros sentidos a las prácticas que en la MTA o el CCA se desarrollaban.

De hecho, para “El Flaco” Jiménez el asunto del uso de cierto lenguaje, bien sea técnico y/o académico, es un asunto fundamental, pues reco-noce que puede convertirse en una barrera entre las partes. Para él, el lenguaje debe ser sencillo para que todos los miembros de la comu-nidad puedan comprender lo que se dice o, en su defecto, que se les enseñe de qué manera hablar. Celestino, por su parte, también es un defensor de la idea de que se hable en lenguajes de fácil comprensión, pues de lo contrario se crearían distancias y se ejercerían resistencias por falta de entendimiento. Celestino ha reflexionado mucho al respec-to y cuando hace referencia a “lenguajes de fácil comprensión” incluye, al igual que “El Flaco”, tanto al uso del vocabulario técnico propio de los ingenieros y técnicos de Hidrocapital, en particular y de todas las otras instituciones, en general, como al uso de vocabularios muy académicos, poco “populares”, entendibles, por la mayoría de los profesionales de las instituciones.

Por otro lado, a propósito de los usos del tiempo, Miguel López comentó lo siguiente: “Hubo cosas que no salieron a la luz de la gente de las co-munidades, pero al principio de la experiencia de las MTA en Hidroca-pital hubo fricciones respecto del uso del tiempo. Eran problemas como ‘me vas a pagar horas extra’” (entrevista realizada el 04.05.2007).

Raúl Bustamante hace una reflexión muy interesante al respecto que expresa elementos importantes a ser valorados con más detalle. Decía lo siguiente: “Los sábados se lo tienen que respetar a cualquier trabajador de cualquier parte del mundo… [pero] uno como buen trabajador va los sábados a trabajar por los problemas que existen en las comunida-des, pero a mí no me pagan ese sábado. Voy a trabajar de gratis para que

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me regañen de gratis. Yo voy para beneficiar, no porque me beneficia a mí… A lo mejor ese sábado yo pudiera ir a una reunión que beneficie a mi sector, pero como lo tengo ocupado no puedo ir… Aunque ya uno lo asumió como parte de su trabajo, aunque no me lo paguen. Pero la gente debe tener un poquito más de cordura para tratar a las personas que vamos para allá [al CCA o a una reunión de MTA] a trabajar” (en-trevista realizada el 07.05.2007).

Andreína Ruiz, sobre este particular, nos dijo lo siguiente: “Cuando no-sotros comenzamos aquí no teníamos horario. Para nosotros está esta-blecido que no hay horario de salida. Hay que atender a la comunidad en el momento en que ella nos lo solicite. También esto fue un impacto dentro de la empresa, bueno porque están acostumbrados a un entrar y salir a las 8 de la mañana y a las 5 de la tarde. Sin embargo sí se in-volucraron los técnicos en los espacios sábados, domingos, de lunes a viernes. Que poco a poco lo hemos ido subiendo [en alusión a que ya no hacen las reuniones tan tarde como antes], ha sido debido a la inse-guridad, a muchos factores que pasan en el día a día y a que nos hemos dado cuenta de que la gente que está en el espacio es la gente que ver-daderamente tiene la necesidad y van a estar siempre en el horario que tú los convoques” (entrevista realizada el 18.06.2007).

Sobre este punto, la gente de las comunidades tiene mucho que decir, en especial las vecinas y los vecinos del sector “B” de Las Casitas. Por ejemplo, el escoger una fecha y un horario para realizar una reunión es motivo de varias consideraciones, que en ocasiones no están acordes con los tiempos de las instituciones. No obstante, Antonia, habitante de la 2da. terraza, expresa lo siguiente: “Estamos en el tiempo que ellos [las instituciones] vengan a reunirse con nosotros, no que nosotros nos vayamos a reunir allá con ellos” (intervención en la Asamblea Comunal del sector del 20.05.2007). Esto implica no sólo un asunto territorial, sino también que debe ser cuando las comunidades puedan, después de haber cumplido con sus obligaciones (no sólo las que tienen que ver con sus trabajos, sino también aquellas tales como hacer mercado, hacer la comida, lavar, etcétera).

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En este punto la breve reflexión de la señora Gloria Hernández referida unas páginas atrás, permite cuestionar la afirmación tajante de Antonia. Es decir, más allá de que sea el tiempo de que las instituciones vayan a reunirse en las comunidades a los horarios que las y los habitantes convengan, parecen seguir habiendo diferencias sobre el sentido del tiempo, sobre para qué es legítimo usar el tiempo “libre”: ¿para reunirse con las instituciones y resolver problemas o para descansar después de una seguramente extenuante jornada de trabajo?

La señora Miguelina Mata, la dueña de la bodega que está en la zona “Independencia” frente a la entrada de la 3ra. terraza, reflexiona al res-pecto en los siguientes términos: “La verdad es que, como usted ve, yo soy una mujer ocupada, que casi no puede estar yendo a reuniones ni nada. A veces sí sé que hay reuniones, que vienen, que no sé qué… hasta ahí. Pero a veces pregunto: ‘¿Qué pasó en la reunión?’. No le pue-do decir en realidad tanto porque yo no asisto casi a las reuniones… a veces el horario no me sirve y si no es por aquí [en el sector], por allá en otro lado menos puedo ir” (entrevista realizada el 30.06.2007).

Sobre los problemas con el servicio de agua, sus soluciones y el rol de las instituciones

Para la comunidad del sector “B” de Las Casitas de La Vega hay dos problemas críticos relacionados con el agua: la falta de suministro con-tinuo y permanente de agua potable y el deterioro de la red de cloacas. Según nuestras y nuestros informantes, para ambos problemas hay sen-dos proyectos que, de concretarse, serían las soluciones a los mismos. De hecho, ha sido común escuchar tanto en reuniones (sean del CCA o de la MTA) como de boca de gente de Hidrocapital y de la comunidad, que estos proyectos tienen “años” esperando por su aprobación y con-secuente ejecución.

Esto nos lleva a pensar en dos dimensiones de estos problemas. La pri-mera asociada a las posibles soluciones que son imaginadas y su con-frontación con lo técnico (sea una cuestión “ingenieril” o una cuestión

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administrativa), y la segunda asociada con el rol de las instituciones frente a los problemas de la comunidad.

Respecto de la primera dimensión, la mayoría de las personas entrevis-tadas coinciden en afirmar que la construcción de un gran tanque en la 5ta. terraza es la solución y no se detienen a observar si existe alguna li-mitación técnica para ello. En algún sentido, esto también tiene que ver con que desde hace cinco años Hidrocapital ha ofrecido el mencionado tanque como la solución al problema de la escasez de agua potable. Sin embargo, técnicamente no se asegura que así sea, pues está supeditado a los resultados del así llamado “Estudio de los niveles del servicio de agua potable de la parroquia La Vega”.21

Por ejemplo, cuando le preguntamos a la señora Miguelina Mata sobre el problema del agua en el sector, ella nos da su solución al mismo. Vea-mos su testimonio: “[El problema del agua] se puede solucionar hacién-donos el tanque allá arriba [en la 5ta. terraza]. Los de acá arriba pasamos trabajo y no sería lo mismo si tuviéramos el tanque. […] ¡Que pongan el tanque y cuanto antes mejor!” (entrevista realizada el 30.06.2007). La señora Miguelina no es la única que piensa en esto como la solución ideal. En varias reuniones en las que estuvimos presentes esta solución es la que, por decirlo de alguna manera, más adeptos tiene. De hecho, las únicas dos reuniones de la MTA del sector que se han llevado a cabo desde septiembre de 2005 han sido para tratar este punto, al igual que para conversar sobre el proyecto de sustitución de la red de cloacas del sector. Para las vecinas y los vecinos las soluciones son ésas y, para ellas y ellos ya están proyectadas, así que sólo falta que comiencen a realizarse.

21 Este estudio fue contratado por Hidrocapital a una cooperativa de ingenieros llamada “Coo-perativa Juan Manuel Cagigal”. De este proyecto se viene hablando en las reuniones del CCA desde antes de que comenzáramos a asistir a ese espacio (septiembre de 2005), según lo comentado por Sandra Torres. De hecho, las respuestas de este estudio deben arrojar las soluciones a los problemas no sólo de Las Casitas, sino de muchos otros sectores de la parroquia La Vega. Al punto que Hidrocapital no se atreve a diseñar ningún proyecto de envergadura hasta que no tenga el informe final de la Cooperativa Cagigal.

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Sin embargo, en ocasión de una de esas reuniones de la MTA a la que asistieron dos ingenieros representantes de la Cooperativa Cagigal, las vecinas y los vecinos quedaron contrariados cuando la ingeniera Ma-nuela Zerpa, después de explicar de qué se trataba el “Estudio de los niveles de servicio de agua potable de la parroquia La Vega”, dijo: “Va-mos a comenzar la fase de propuestas [dentro del estudio general de la parroquia] y el tanque es sólo una de las posibles propuestas. Apenas ahora es que se comenzará a estudiar su factibilidad” (intervención en la reunión de la MTA del 03.03.2006).

Creemos que el siguiente largo fragmento de una entrevista realizada a la ingeniera Manuela Zerpa puede ser emblemático para mostrar lo que hemos querido llamar el contraste entre las soluciones imaginadas y su factibilidad técnica, a propósito de la posibilidad de construir el tanque en el sector:

La idea del tanque surge del proyecto. Después sí supe que siempre han hablado de un tanque. Pero el tanque sin un estudio que te diga que tú vas a sacar una tubería del estanque Panamericano [-La Vega], que se va a independizar del servicio a los bloques que están más abajo [los bloques de Los Mangos], que te permita detectar que está trabajando mal el estanque, no haces nada. Tiene que venir [acompañado] de un estudio serio, donde realmente te digan que por desnivel y por las condiciones de trabajo hay no solamente que hacer un tanque, es sacar la tubería que está en la propuesta para Las Casitas.Los proyectos que se hagan, las propuestas que quiera desarrollar la comu-nidad no pueden estar fuera de lo que es el “Plan Maestro”, porque no van a tener efecto. Hay que involucrarlos dentro del plan para que sean viables. Tú tienes que ser muy claro, más cuando tú estás haciendo un proyecto serio. Tú construyes el tanque, ¿para qué? Si no existe la tubería de aducción que venga desde el estanque Panamericano-La Vega, ¿para qué quieres tanque [en Las Casitas]? Es así de sencillo, las cosas son sencillas, para qué complicarlas.Por otra parte, no podemos tener una visión “corta” de la problemática, debe-mos tener una visión de comunidad. No solamente voy a solventar un proble-ión de comunidad. No solamente voy a solventar un proble-ma [puntual]. Se quiere solventar el problema en Las Casitas, pero hay otras comunidades que tienen la [misma] problemática. Entonces tienes que tener una visión de comunidad, no es solamente un sector. Las propuestas –por eso se les dice “Plan Maestro”– engloban soluciones para varias comunidades cer-o”– engloban soluciones para varias comunidades cer-canas que van a tener una solución con el desarrollo, con la construcción de las propuestas.

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Cuando a uno le contratan un proyecto de éstos es netamente técnico. Integrar la parte social es algo nuevo para todos nosotros. Lo está tratando de hacer no solamente Hidrocapital a través de estas reuniones que hace con la comunidad, otros organismos del Estado también. Creo que esto hace más viables todos los proyectos. Para nosotros es bien interesante el aporte que da la comuni-dad. La comunidad nos ha dado información, es su preocupación, y hemos detectado problemas porque la comunidad nos los dice (entrevista realizada el 29.08.2007).

Además del contraste entre las soluciones imaginadas y su factibilidad técnica, acá es posible introducir el otro elemento que indicamos más arriba: el rol de las instituciones frente a los problemas de la comuni-dad. Por ejemplo, a partir de la intervención de la ingeniera Manuela Zerpa, algunas vecinas y vecinos hicieron otras intervenciones que alu-den precisamente a este punto.

Celestino, con tono de absoluta molestia y cara de frustración, decía: “La falta de participación tiene una causa en la ausencia de respuestas por parte de las instituciones… nos sentimos burlados, engañados por Hidrocapital por todos estos años de peloteo, de no hablarnos claro” (intervención en la reunión de la MTA del 03.03.2006).

Josefina, por otra parte, decía en esa misma reunión: “Ante la falta de respuestas no hemos hecho bochinche para que no nos mal utilicen como oposición [al Gobierno], pero estamos tirados en el piso por esto que nos acaban de decir… quizás sea momento de hacerlo”22 (interven-ción en la reunión de la MTA del 03.03.2006).

22 Sobre este punto consideramos conveniente hacer algunas acotaciones. Cuando Josefina hace esta afirmación, alude a que con la llegada del gobierno de Hugo Chávez a partir de 1999 muchas de las luchas de los sectores populares se han visto favorecidas por las acciones del Gobierno. El ejemplo más claro es la consolidación de las Mesas Técnicas de Agua como herramienta de política pública. Ya no era necesario luchar contra el Gobierno, sino más bien luchar con él para apuntalar los cambios necesarios. A partir de entonces, las instituciones del Estado se convirtieron en “aliados” que no sólo se mostraban compren-sivas frente a los reclamos de los sectores populares, sino que incluso daban la sensación de querer buscar las soluciones en el menor tiempo y de la mejor manera posible. De allí que sea una contrariedad pensar en tener que volver a tomar las medidas que se llevaban

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Año y medio después, las intervenciones de las y los participantes de es-tas reuniones no han cambiado de tono, pero parecen tonarse un poco más críticas respecto del estado de las cosas. Josefina, por ejemplo, decía lo siguiente: “Estamos buscando el cambio, todo el poder al pueblo… pero el pueblo no lo quiere asumir y por eso es que no se dan las cosas. Si se quiere el cambio hay que asumirlo” (intervención en reunión del CCA de La Vega realizado en el sector “B” de Las Casitas, 06.10.2007).

La señora Lourdes, madre de Josefina y fundadora del sector “B” de Las Casitas de La Vega, hace la siguiente reflexión: “Ocho años escuchando las propuestas y nada que nos mejoran el servicio. Ahora vienen con el cuento de que todo se lo encargan a los Consejos Comunales… hasta las carnicerías quieren dárselas a los Consejos Comunales. Y yo me pre-gunto: ¿y las instituciones? […] Además, nunca se habla del problema de las aguas servidas. En cualquier momento se termina de romper esa cloaca [en alusión al problema con la red de cloacas del sector] y a nadie le importa. El problema con las instituciones es que todo lo que hacen pa’ los pobres lo hacen mal… ¿De qué sirven las instituciones? La gente que participa no lo hace más porque le trancan las cosas en las institu-ciones. A la gente no le interesan los problemas. Ni siquiera a quien le está corriendo el agua sucia por su casa se digna a ir a las reuniones a reclamar” (intervención en reunión del CCA de La Vega realizado en el sector “B” de Las Casitas, 06.10.2007).

Fuera del calor de las intervenciones en esas reuniones, hay otras re-flexiones sobre el rol de las instituciones frente a los problemas de

a cabo antes de 1999, pues ello pudiera no sólo ser contraproducente para la comunidad, sino que también podría ubicarlos como oposición al Gobierno. Esto último tiene que ver, además, con una dinámica un tanto perversa que ha surgido en el ámbito político nacional a partir del golpe de Estado de abril de 2002 y el posterior paro-saboteo petrolero nacional de 62 días entre diciembre 2002 y febrero 2003, según la cual todo lo que suene a crítica a las políticas del Gobierno que sean ventiladas a través de cualquier medio es considerada “oposicionismo” y, por ende, relacionado con los sucesos de 2002 y 2003, sino con ser funcionales y dirigidas por el “imperialismo yanqui”.

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la comunidad que resulta interesante poner sobre el tapete, pues dan cuenta de posibles nudos de conflictos a ser tomados en cuenta tanto por la comunidad como por Hidrocapital.

Un vecino del sector en la reunión de la MTA del 17.09.2005 decía lo siguiente: “Hemos sido muy pasivos como comunidad por los proble-mas políticos [en alusión a lo que comentamos en la nota al pie nº 22 de este texto]… no hay recursos, no hay materiales. Hidrocapital debe asumirlo”. A lo que Josefina, en esa misma reunión, comentaba: “Yo no puedo estar repitiendo lo que ellos [Hidrocapital] dicen… las institu-ciones tienen que decirle directamente a la comunidad las cosas”. Pero otro vecino sostenía: “Nosotros como comunidad ya le perdimos credi-bilidad a las instituciones” (intervenciones en la reunión de la MTA del 17.09.2005).

El ingeniero Guevara, el para entonces presidente de la Operadora “4” y quien fungía como jefe del ingeniero Salazar, hace una larga reflexión que resulta útil transcribir in extenso:

El problema que yo veo en esto es que siempre se crean unas expectativas hacia la gente y esas expectativas generalmente rebasan la capacidad de respuesta. ¿Cuál es el interés de la gente? Que les resuelvan sus problemas […].–A mí [haciendo el papel de un miembro de la comunidad] no me importa el problema que tú tengas, a mí no me importa el problema de materiales que tú tengas, a mí no me importa el problema de equipamiento, lo importante para mí es que tú me resuelvas mi peo. Dentro de la magnitud de las cosas que tú manejas, le toca a la institución, a la gente que resuelve los problemas, decidir priorizar qué resuelve. Y al priorizar tú vas dejando fuera un conjunto de co-sas… Por supuesto, en lo que tú vas dejando creas un gran malestar. Entonces, cuando la gente va a una reunión y plantea un problema… dentro de quince días o un mes va otra vez a la reunión y él se para y vuelve a plantear el pro-blema… llega un momento en el que él se arrecha y dice: “¡Coño, vale, tú lo que eres es un farsante, un payaso”. Porque lamentablemente quien asiste siempre a la reunión es él, eres tú, es el de [la Coordinación] Comunitaria que tengan asignado a esa zona o el inspector [de Hidrocapital] que tengan asignado… Pero lamentablemente la magnitud de las decisiones para poder atender algún problema en algún momento escapa de las manos de ellos. ¿Por qué? Porque no manejan recursos, no manejan decisiones de inversión [de recursos]. Enton-ces, vamos arrastrando siempre una serie de problemas que no resolvemos. En

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fin, creas muchas expectativas y no las aclaras. El otro problema es que aquí no hay instituciones [hace alusión a las alcaldías o las juntas parroquiales, por ejemplo] que asuman su responsabilidad y nosotros como institución [se refiere a Hidrocapital] no hacemos que ellas las asuman. La responsabilidad de los servicios públicos en una ciudad recae en las alcaldías (entrevista reali-zada el 10.05.2007).

Por su parte, Andreína Ruiz, a propósito del rol de Hidrocapital y el manejo de los recursos, comenta lo siguiente: “A nosotros nos dicen que tenemos que enlazar la Mesa Técnica con el Consejo Comunal en cuanto al servicio de agua potable y de aguas servidas. Sin embargo, no descartamos darle atención a la gente [de las comunidades que aún no tengan constituido su Consejo Comunal]. Igualito Hidrocapital les va a elaborar su proyecto, porque eso es lo que nos toca a nosotros: que la gente haga su diagnóstico e Hidrocapital hace el proyecto, que se los entregará a ellos. Y hay otras vías de buscar recursos. Ahorita hay otras vías para buscar recursos sin necesidad de estar conformados como Consejos Comunales. Lo que es que Hidrocapital sí no los tiene [los recursos], eso es lo único. La comunidad tiene que organizarse y buscarlos por otras vías: está la LAEE [Ley de Asignaciones Económicas Especiales], está el Fides [Fondo Intergubernamental para la Descentra-lización], está la Alcaldía que a veces da recursos” (entrevista realizada el 18.06.2007).

Sobre el ciclo de suministro de agua potable, los usos del agua y el pago

del servicio

Esta sección está dedicada a explorar sobre tres temas que fueron emer-giendo a lo largo de nuestra investigación y que están íntimamente re-lacionados con la cuestión del agua en general. A primera vista no pa-recen conflictos de sentido relativos a la comunicación intercultural en la experiencia de participación en la MTA o el CCA que nos ocupa. Sin embargo, como veremos en las próximas páginas, los testimonios de nuestras y nuestros colaboradores resultan significativos al respecto.

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Sobre el ciclo de suministro

En el sector “B” de Las Casitas de La Vega hay diferencias importantes entre las vecinas y los vecinos a propósito del así llamado ciclo de su-ministro. Este ciclo consiste en que Hidrocapital envía agua potable al sector durante cuatro días continuos para luego racionar el servicio por otros cuatro días continuos, es decir, es un ciclo de cuatro días con agua por cuatro días sin ella. Para algunas y algunos es suficiente el ciclo de suministro actual, se muestran conformes y lo entienden como un logro significativo de las luchas anteriores. El testimonio de Alba Verdú23 es elocuente: “El servicio ha mejorado mucho porque antes tenía que ir Hidrocapital [al sector] con bombas [camiones cisterna] para que uno pudiera llenar y recoger un poquito de agua y ahorita el servicio ha mejorado ¡demasiado! Llega el agua bien, cada cuatro veces a la semana todo el día”.

En línea similar se expresa el señor Raúl Tovar,24 aunque no coincide en que las mejoras del servicio se deban a las luchas anteriores, sino más bien a que: “Realmente ahorita [el servicio] está decente, nos están man-dando el agua cada cuatro días. Porque antes durábamos una semana y hasta quince días sin enviarnos el agua. Ahorita se ha hecho más fre-cuente. Por lo menos nos la mandan y nosotros estamos esperando que llegue ese día y ese día llega. [Lo cual es] muy importante, porque uno programa lo que tiene que hacer y lo que no tiene que hacer, la limpieza de la casa y lo otro. Pero con relación a que debería ser más eficiente, sí

23 Vecina de la 1ra. terraza del sector, tiene alrededor de 27 años, de los cuales 24 los ha vivido allí. Anteriormente tenía una participación más activa en las iniciativas que son para las mejoras de la comunidad, aunque actualmente se ha dispuesto a retomar su participación. A diferencia de las vecinas y los vecinos que viven en la 4ta. y 5ta. terrazas, ella, al igual que el resto de las y los que viven en la 1ra. terraza, goza del suministro de agua potable a través del “ciclo de servicio” cada 4 días.

24 Vive en la zona “Independencia” frente a la entrada de la 2da. terraza del sector “B”. Tiene 14 años viviendo en el sector. Tiene alrededor de 45 años de edad. Es técnico hidromecánico.

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te digo que hace falta. […] Creo que es que el Gobierno ha tomado más en serio las necesidades de la población. Yo pienso que la comunidad no hizo nada para cambiar la situación. Aquí yo veo mucha ignominia de parte de los que nosotros decimos que son nuestros dirigentes [comuni-tarios], yo los conozco” (entrevista realizada el 30.06.2006).

En oposición a esa visión se muestran tanto Jocelyn Silva, quien tiene su puesto de teléfonos justo al frente de la casa del señor Tovar, como Josefina. Jocelyn sostiene lo siguiente: “El agua no ha mejorado, pero está regular. Porque para mí mejorar sería que manden el agua al menos un día sí y un día no. La mandan tres días y después duran una semana sin mandarla […] ¿Hidrocapital? Los de Hidrocapital son una cuerda de flojos… a veces es un problema: mandan el agua en la madrugada como que si uno es un vampiro, uno tiene que hacer todo en la madrugada y la quitan en la tarde, después no la mandan más. Ahorita [el servicio] sí está más o menos, no te digo que mandan el agua todos los días” (entrevista realizada el 30.06.2007). Mientras que Josefina es un poco más crítica al sostener que “la gente se conforma con sus cuatro días de agua… claro, a ellos sí les llega durante el día, en cambio a nosotros nos llega si acaso de noche dos días. La gente es muy conformista y no les importa que habemos vecinos en el sector que no contamos con el servicio” (conversación sostenida el 14.04.2007).

Es importante detenernos acá para indicar un primer problema: el ciclo no opera igual para todas y todos en el sector “B”, pues las terrazas 1, 2 y 3 suelen gozar de los días del ciclo a plenitud, mientras que las te-rrazas 4 y 5 tienen que esperar hasta las noches de los días en que hay agua para poder a gozar del servicio. Josefina hace alusión a esto cuando dice “a ellos sí les llega durante el día, en cambio a nosotros nos llega si acaso de noche dos días”. En esto coincide con ella la señora Blanca González, de la 4ta. terraza, aunque difiera un poco de los tiempos con agua: “Cuando nosotros llegamos aquí hace, aproximadamente, 26 años, nosotros recibíamos agua por cisterna. Para [lo que tenemos] aho-rita, estamos bien. Claro está, no podemos conformarnos con que nos llegue cada ocho-nueve días. [El servicio] mejoró por la comunidad.

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Eran reuniones que se hacían. Se unía la comunidad e iba [al entonces INOS] y peleaba” (entrevista realizada el 28.07.2007).

La señora Miguelina, quien vive en la zona “Independencia” al frente de la 3ra. terraza, es un poco más consciente de esta desigualdad y la manifiesta en los siguientes términos: “Ahorita es que medio la ponen un poquito, pero sin embargo hay veces que el agua dura [en llegar] porque se queman las bombas, entonces uno pasa trabajo con el agua. A veces el agua, como es subiendo, va poco a poco. A veces llega hasta arriba [terrazas 4 y 5]. A veces allá… pelan [pasa el ciclo y nos les llega el servicio]” (entrevista realizada el 30.06.2007).

Un segundo problema, asociado al primero, pero que también apunta a otro nudo de conflictos de sentidos en torno al agua, lo plantea la mis-ma Josefina al afirmar que muchas vecinas y muchos vecinos utilizan inadecuadamente el agua en perjuicio de las otras vecinas y los otros vecinos que, como ella, viven en la 5ta. terraza, principalmente lavando los carros o las casas sin tomar precauciones para no malgastar el agua. Es decir, estamos frente a un asunto que remite a cuáles serían los usos “legítimos” del agua.

Sobre los usos del agua

Este asunto no sólo es tratado por Josefina, sino que también otras ve-cinas y otros vecinos lo traen a colación en sus relatos, la mayoría de ellas y ellos haciéndose solidarios con los problemas de suministro de las vecinas y los vecinos de las 4ta. y 5ta. terrazas.

Daniela Azuaje25 dice lo siguiente: “Estos de aquí [haciendo referencia a una casa ubicada en la 1ra. terraza] siempre lavan los carros y la gente que vive allá al frente lavan los pipotes y botan el agua y yo les digo

25 Vecina de la 1ra. terraza, en donde vive desde hace 24 años. Daniela tiene alrededor de 50 años de edad. Hasta hace muy poco tiempo formó parte del CTU de su terraza y, anterior-mente, participó activamente de otras iniciativas que se daban en el sector “B”.

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que no boten el agua, pero por un lado les entra y por el otro les sale. Uno más bien sale regañada. No toman conciencia de las cosas. Antes le explicaban a la gente que iba a las reuniones que agarrara un tobito para que lavara su carro [y así] no hubiera ese desperdicio de agua y no deberíamos llamarnos la atención porque somos adultos ya. Pero en ese sentido no ha mejorado mucho la cuestión, la gente no toma concien-cia” (entrevista realizada el 15.04.2007).

En palabras del señor Corrado, la cuestión del mal uso del agua se da porque: “Hay gente fundadora que incurre en ese caso [en el mal uso del agua] y uno le llama la atención y [hace] caso omiso. Yo conozco gente que está en el CTU [Comité de Tierra Urbana] y dentro de su casa tienen un tanque que tiene un flotante malo y eso rebosa el agua pa’ la calle […]. Y hay vecinos que traen al amiguito que tiene la camioneta y el carrito… bueno, acá mismo donde estamos ahora hay un vecinito que tiene una casa sola y él saca una manguera [para que] vengan tres y cuatro carros y los lavan como si esto fuera una autolavado. Y por ahí nos vamos: hay casas que las griferías no las arreglan y eso es un cons-tante bote de agua y eso afecta también la difusión [por distribución del servicio en el sector]. Y como tú sabrás, ellos [por Hidrocapital] también tienen un control del consumo que podemos tener nosotros como habitantes de esta zona. Ellos se darán cuenta y ahí empezará el racionamiento también”.

La señora Miguelina refleja esta situación de la siguiente manera: “La gente cuando llega el agua la bota. Esa pelea ya la hemos tenido. Preci-samente no tienen consideración, por ejemplo, con la gente de allá [en alusión a la gente de la 5ta. terraza]. Por ejemplo, yo soy una persona sola, pero cuando llega el agua, run run run, lleno mis pipotes y tranco. Pero la gente no, si tiene un carro ese día lo lavan al derecho y al revés, [lavan] la calle, [bañan] a los perros. Entonces están lavando el carro y dejan el chorro abierto. Pero esa pelea… varias personas [les han dicho]: ‘miren, cierren el chorro porque arriba no sube el agua’. Pero como son personas, no sé si serán más bravas, entonces le dicen a uno hasta del mal del que se va a morir” (entrevista realizada el 30.06.2007).

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Jocelyn tiene una visión similar: “Ése es otro problema. Ellos no cola-boran. A veces yo estoy aquí sentada [en la entrada de la 2da. terraza] y veo cómo botan y botan agua, pero yo sola no puedo decirles ‘mira, no estés botando el agua porque ése es el líquido vital para nosotros’. Ellos lo que te pueden es mentar la madre. ‘No es problema tuyo’, es lo que me pueden decir” (entrevista realizada el 30.06.2007).

Zoraida Requena,26 la directora de la Escuela Canaima, en una postura un poco menos “comprometida” también se expresa al respecto, inclu-yendo la dimensión de la necesidad de crear conciencia entre las vecinas y los vecinos: “Creo que es conciencia lo que todo el mundo debemos tomar. A nosotros que vivimos en las últimas terrazas no nos llega el servicio de agua sino hasta un día después que le llega a la gente de las otras terrazas más abajo. Porque existe la dificultad de que ellos hasta que no llenan todos sus utensilios, todas las cosas, hasta el vasito de agua que tendrán en sus casas, [el servicio] no nos sube a nosotros. Pero además de eso, hasta que no han lavado los carros… En muchas oportunidades sé que la comunidad ha salido a defenderse [frente al abuso de los vecinos que lavan sus carros], quizás yo he sido la menos comprometida en este sentido, pero sé que la comunidad es muy orga-nizada y sale inclusive a decirle: ‘mira, por qué estás botando el agua’. Eso es conciencia” (entrevista realizada el 24.03.2007).

La señora Gloria Hernández, de la 4ta. terraza, plantea algo similar a lo dicho por Zoraida Requena en torno a la falta de conciencia de al-gunas vecinas y algunos vecinos: “La gente no tiene conciencia, eso es otra cosa. Cuando llega el agua y tú te pones aquí abajo [las terrazas 1 y 2] y ves a la gente lavando carros, lavando motos. Incluso, en estos

26 Es la directora de la Escuela Canaima. Tiene alrededor de 28 años y cursa actualmente estudios de posgrado en Educación en la Universidad Católica Andrés Bello. Vive en la 4ta. terraza junto a su madre, hermanas y hermanos. Ni ella ni su familia forman parte del grupo de fundadores del sector, tampoco forman parte del grupo de líderes que tienen bajo su responsabilidad las distintas actividades que se desarrollan: MTA, CTU, Comité de Salud, etcétera, y no tiene una participación en esas actividades.

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días me puse a discutir con un señor porque estaba botando agua y le dije que el agua no era para botarla, el agua era para que usara la que necesitara y dejara [para los demás]. Porque ellos a veces la tienen allá botando y a nosotros nos llega de último. Y el señor me dijo que eso no era problema mío, que él hacía con el agua lo que le diera la gana. Yo creo que ésa no era respuesta, porque me parecía injusto. Eso es falta de conciencia y yo se lo dije al señor, que era un inconsciente, pero me dijo que no era problema mío, que esa agua era de él, de su casa. Pero imagínate, una gente tan grosera si cada vez que tú le vas a decir algo te sale con esas respuestas, a ti se te enfría el guarapo” (entrevista realizada el 28.07.2007).

La señora Blanca González, también de la 4ta. terraza, coincide con la señora Gloria en los siguientes términos: “Lo peor es que ellos allá abajo [en las terrazas 1 y 2] sí están conscientes [del mal uso que le dan el agua en perjuicio de los que viven en las terrazas de más arriba]. De he-cho yo, cuando vengo subiendo de mi trabajo, he tenido algunos inter-cambios de palabras con algunos vecinos de la parte de abajo y les digo que todavía allá arriba no nos ha llegado el agua y tú las estás botando. Ellos responden que eso no es problema de ellos, que si no nos ha llega-do, pues no nos ha llegado. Eso es falta de concientización” (entrevista realizada el 28.07.2007). Y su esposo, el señor Juan Ortega, remata con lo siguiente: “Es que la misma persona debe darse cuenta de eso: ¿cómo va a dejar usar el agua en ciertas cosas antes de darle primero el uso para los individuos, para todo lo de la casa? Y no es solamente en este sector. Ya usted baja por la curva [hace alusión a la curva final de Los Mangos, en el sector que llaman “La Isla”], hay un grupito que cada vez que viene el agua, como tienen un tanque que hace como 5 años parece que se lo construyó la Gobernación [se refiere a la Alcaldía Mayor Metropolitana de Caracas], pues lavan carros” (entrevista realizada el 28.07.2007).

Para el señor Raúl, sin embargo, la cuestión del uso del agua tiene otra dimensión, más asociada a la conciencia individual que el señor Ortega insinuaba con la pregunta retórica que hizo. Para el señor Raúl la situa-ción es la siguiente: “Mira, también es un poco de conciencia de parte

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de uno… tú por lo menos entras a mis baños y en ninguno de mis ba-ños tú consigues una gota de agua [botándose], ¡en ninguno! Y cuando hay una gotica de agua, coño, yo me preocupo y le formo peo hasta a los hijos míos […]. Voy a serte claro, yo de repente no pienso tanto en los demás, sino que me va a faltar el agua a mí y yo creo que ya es bastante con eso. Porque yo sé que cuando hace falta el agua, es una necesidad muy jodida. Entonces yo les digo a ellos [a sus hijos] que no desparra-men el agua. Es que hasta para afeitarme: yo te lleno el lavamanos, pero hay otros que dejan esa vaina [el chorro de agua] abierta […] Yo no, yo cierro mi vaina. Tengo mucha conciencia de que el agua es vital” (entre-vista realizada el 30.06.2007).

Desde un punto de vista más general, para Sandra Torres, la antigua promotora comunitaria de La Vega, también era preocupante la falta de conciencia por parte de algunas vecinas y algunos vecinos respecto del uso adecuado del agua. En varias reuniones llegó a colocar sobre el tapete el tema, logrando manifestaciones de repudio hacia el malgaste de agua por parte de las personas presentes. Andreína Ruiz, la actual promotora comunitaria de la parroquia, por su parte, hace la siguiente reflexión: “[Que la gente derroche el agua se puede englobar en] una sola palabra: eso es educación. Le gente misma lo ha dicho: el agua cae del cielo y el agua es gratis. Pero hay que enseñarle a la gente que eso no es así, que eso tiene un proceso, es un producto, es una empresa… y parte de eso es decírselo a la gente en las Mesas Técnicas, pero por lo que tú has visto, ¡ya no nos da tiempo de ni siquiera explicar eso en los espacios! Ahí la gente se siente, es ávida de que no la has atendido, cree que su problema es más importante que el otro, entonces echan el cuento, se extienden y cuando vienes a ver se acabó la reunión y es que-ja y queja, y nos has podido ni siquiera darles un mensaje de reflexión del día. Pues debería ser más bien ahí [el espacio] en el que nosotros influyéramos en los valores: el agua es un valor, la conciencia de las per-sonas también, el sentir que el otro no tiene el agua y que ayuda a ser sensibles. Esto sí ocurría antes, porque en un principio éramos pocos y estaba empezando el espacio. Sí, sí daba tiempo [además de que funcio-naba] el programa educativo” (entrevista realizada el 18.06.2007).

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A propósito de ese programa educativo,27 Andreína nos ofrece estos de-talles: “El programa educativo inicia en las escuelas y con los niños de la segunda etapa [de educación básica]: 4to., 5to. y 6to. grado. Les llevábamos películas, les llevábamos libros, se hacían experimentos, los llevábamos a la planta de tratamiento. Hoy en día el programa educati-vo no está más con nosotros aquí en la gestión comunitaria. Ahora eso está en otra gerencia, que es Imagen. O sea, nos desligaron: allá hacen un trabajo y nosotros hacemos otro. […] Deberíamos ir en conjunto” (entrevista realizada el 18.06.2007).

Obtuvimos más detalles de este programa a través de Susana Domín-guez, coordinadora del Programa Educativo “El agua en nuestras vidas” (que forma parte de la Gerencia Corporativa de Imagen de Hidrocapi-tal), quien nos ofreció información sobre el programa y su funciona-miento actual:

“El agua en nuestras vidas” es un programa para sensibilizar a la población a hacer un uso responsable del agua potable a través de las escuelas. Estamos trabajando desde el año 99. Hemos ido modificando las actividades de acuerdo a las políticas de la educación [en referencia a las emanadas por el Ministe-rio del Poder Popular para la Educación].Tenemos tres actividades. Hacemos un festival [el Festival Cultural], que es una actividad creativa de literatura y artística, tú ves cómo ellos a través de esas actividades reflejan cuál es la realidad de la zona donde ellos viven. Tenemos el Encuentro de Saberes [del Agua], que es el compartir de lo que ellos hacen en sus escuelas a través de los proyectos de aprendizaje y los proyectos educativos integrales comunitarios. Ellos hacen su trabajo en la escuela y después tenemos una primera fase en la que ellos van a compartir con las demás escuelas de La Vega, en este caso del Distrito Escolar Nº 3 […]. La tercera actividad es las Mesas Técnicas Escolares del Agua (entrevista realizada el 03.10.2007).

Por otra parte, ofreció información sobre cómo funcionaba el progra-ma desde su inicio hasta que comenzó la reforma del Currículo del

27 El nombre de este programa educativo es “El agua en nuestras vidas” y puede tenerse mayor información revisando directamente: http://www.hidrocapital.com.ve/index.asp?spg_id=8.

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Interculturalidad y comunicación intercultural

Subsistema de Educación Primaria Bolivariana (desde 2005) y la ma-nera como las actividades se reconvirtieron de acuerdo con el cambio curricular:

La Patrulla Escolar, ¿qué hacía? Tenía guardias dentro de su escuela, dictaba charlas y los juramentaba [a los integrantes de la patrulla]. Al Plomerito lo formábamos en el sitio. La Patrulla Escolar era por turno, cinco niños en la mañana, cinco niños en la tarde. En ese momento estaba dirigido a niños de 4to., 5to. y 6to. grado. El Plomerito [consistía en que] se formaban tres niños de cada escuela, pedíamos que se formara [también a] un representante y se les daba un taller básico. A ellos les tocaba hacer reparaciones bien puntuales: cambios de canillas, empacaduras. […] con el tallercito que tú le dabas, no le podías pedir al niño que te hiciera una obra dentro de la escuela.[En cambio] con las Mesas Técnicas Escolares del Agua nosotros pretendemos que el trabajo de los niños no sólo se quede en la escuela, sino que haya una vinculación con la comunidad. […] ¿Qué queremos ahora? Que esas Mesas Técnicas [Escolares del Agua] salgan a la comunidad a hacer trabajo de con-cientización. A lo mejor es la comunidad la que tiene que venir a la escuela. En todo caso la escuela forma parte de la comunidad y por eso debe haber una responsabilidad compartida.Como el programa debe ajustarse a las políticas educativas ha habido algunos cambios: antes nosotros hacíamos unas olimpiadas, ahora no podemos hacerlas porque [de acuerdo con] las políticas de la Educación Bolivariana no se puede fomentar la competencia. Lo cambiamos por un Encuentro de Saberes donde se va a hacer y a compartir […]. [Para participar de este encuentro] las escuelas deben realizar un proyecto de sensibilización… Hay escuelas que han hecho proyectos de cambios de filtros [bebederos de agua potable]. Entonces ellos comparten [en ese encuentro] cómo lo hicieron, cómo consiguieron los recursos, cómo se apoyaron en Hidrocapital (si llegaron a apoyarse), cómo participó la comunidad (entrevista realizada el 03.10.2007).

Sara Montilla, integrante del equipo del programa educativo, hizo refe-rencia a otras de las tareas que buscan incidir activamente en las comu-nidades: las charlas de sensibilización. “Vamos a cada escuela y atende-mos a cada Mesa Técnica Escolar [del Agua] según su turno. La charla es totalmente de sensibilización y hablamos del agua, qué es el agua, cuál es el proceso de potabilización [lo explicamos a través de] un ex-perimento. Es una charla bastante corta, no pasa de los 45 minutos. Se buscaba que asistieran todos los miembros de la Mesa Técnica Escolar;

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esto incluía a un representante, a un miembro de la Mesa Técnica del Agua de la zona, de la comunidad, al director [o directora de la escue-la], a un miembro del personal obrero, a los niños. Eran jornadas bien interesantes, bien bonitas, porque a la gente le llama la atención el tema y lo siente muy cercano, bien sea porque tienes el servicio o porque no lo tienes, bien sea porque tengan problemas con las aguas servidas o no los tengan. Para ellos es conocer un poco más, sobre todo lo que les pa-rece más interesante es que sea la gente de Hidrocapital la que les lleve el mensaje. Nosotros tratamos de fomentar que eso mismo que ven con nosotros ellos lo puedan multiplicar a su comunidad. Pero siempre está el que tiene que ser Hidrocapital y ellos dicen: –No, es que tienen que ser ustedes. También para ellos es interesante que tú les digas qué son los ciclos de suministro, por qué se tienen esos ciclos. Para ellos es una información muy interesante (entrevista realizada el 03.10.2007).

Isaura Bolívar, otra integrante del equipo del programa educativo, re-fuerza lo dicho por Sara en estos términos: “Y de qué Tuy [en alusión a los cuatro grandes sistemas de suministro de agua potable para la ciu-dad de Caracas que provienen desde los valles del Tuy] recibes [el agua], si es Tuy I, Tuy II, Tuy III. Mientras la gente conozca y esté informada te puedes conseguir con casos en el que te dicen por ejemplo: –Bueno, pero yo recibo [el agua] una sola vez a la semana. O a lo mejor recibe todos los días, las 24 horas del día. Si tú recibes todos los días puede ser que tengas problemas de filtraciones en tu casa que afectan a la comuni-dad y debes corregirlos porque también le están provocando problemas a los de más arriba que no les está llegando el servicio de agua potable” (entrevista realizada el 03.10.2007).

Sin embargo, esto no resuelve todavía lo expresado por Andreína Ruiz respecto a que falta educación y de la importancia del programa edu-cativo antes de que fuera separado de la gestión comunitaria. Susana Domínguez lo plantea en estos términos: “Antes pertenecíamos a la Ge-rencia Comunitaria en la que estaba el programa educativo y las Mesas Técnicas. Antes trabajábamos muy cerca, ya no y lo otro es que no hemos logrado la vinculación [de nuevo, entre el programa educativo

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y la labor de la gestión comunitaria a través de las MTA], pero tenemos que ir hacia allá. Nuestro trabajo tiene que ir a trabajar junto con lo de Comunitaria. Mira, ya hay algunas experiencias, mas no de La Vega, en las que hay trabajo Mesa Técnica Escolar [del Agua] y Mesa Técnica [del Agua]” (entrevista realizada el 03.10.2007). Sara, por su parte, va un poco más allá al mencionar que “el espacio [para la vinculación] debe ser el Consejo Comunitario [del Agua] y a lo mejor nuestra presencia allí hace que la gente se comience a ver y no sólo a los de [gestión co-munitaria], un poco es hacer otras relaciones allí” (entrevista realizada el 03.10.2007).

La pregunta que surge entonces es: ¿Cuál es la eficiencia simbólica de este programa educativo?, ¿realmente ha incidido en el cambio de men-talidad en torno a la problemática del agua? Sobre esto Susana plantea lo siguiente: “Estamos bien claras que es una debilidad que tenemos [la de incidir en el hogar, en la comunidad, que sea efectiva como cam-paña educativa] y que hemos hecho varios intentos. De hecho ahorita logramos como cuatro intentos, pero tenemos que seguir trabajando, es una de nuestras metas de este año escolar [2007-2008] […] Hasta ahora no tenemos pensado ir más allá de nuestro trabajo en las escuelas. Pensamos que podemos llegar a la comunidad si hay vinculación Mesas Técnicas Escolares [del Agua]-Mesa Técnica de Agua, pero sí estamos claros que esto va a ser un proceso lento, no va a ser tan rápido” (entre-vista realizada el 03.10.2007).

Sara, por su parte, agrega:

Éste es nuestro segundo año llamándonos Mesas Técnicas [Escolares del Agua], también hay que romper con lo que ya había, que se quedaba dentro de la escuela: eran los patrulleros y los plomeros. Hoy en día sigues conversando con los docentes y siguen con el mismo esquema, no te dicen Mesa Técnica Escolar [del Agua] sino patrulleros y plomeros, ¿y la vinculación con la comu-nidad? Nada de nada.Fueron cinco años trabajando con patrulleros y plomeros y de repente la Mesa Técnica [de Agua], pero es para los adultos. La gente asocia la Mesa Técnica con los adultos, que se organizan para la comunidad. Entonces cuando ven a los niños allí y que además hay una palabra extra: “Escolar”, bueno… no ha sido…

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Otra de las razones por las que la vinculación se ha hecho más difícil: por lo general las escuelas buscan que se esté más tipo recluta: “esto es lo que hay que hacer”. Entonces aquí, cuando tú le das la batuta y le dices: –Dime tú lo que vas a hacer y yo participo en las actividades, yo te acompaño. Esto ya no gusta tanto porque es un compromiso que se traslada [de Hidrocapital a la escuela] (entrevista el 03.10.2007).

Quizás mucho de esto último planteado por Sara permita explicar la no participación de la Escuela Canaima en el programa. Expresamen-te Susana nos dijo: “Sí [participaron del programa educativo], pero la participación de ellos era muy baja. En varias oportunidades conver-samos. Nosotros salimos mucho con ellos [con las niñas y los niños de las escuelas], entonces eso implica pagar una logística: transporte y refrigerio. Entonces tú no puedes gastar en una escuela que no quiera [que demuestre poco interés hacia el programa educativo], tienes que invertir en las escuelas que quieran. Después de tres, cuatro, cinco invi-taciones y nos dejaron embarcados… Esto es una decisión de la escuela y nosotros no podemos interferir, pero insistimos e intentamos, además hay unos materiales que se quedan allí… es como para no perder la in-versión. Hay un punto en el que pierdes más, pues te dejan el autobús parado, la comida…” (entrevista realizada el 03.10.2007).

Por otro lado, hay un elemento de suma importancia que ha sido ex-presado por Raúl Bustamante, uno de los inspectores de obras de Hi-drocapital para la parroquia La Vega: “Ellos [en alusión a la gente del barrio] tienen una concepción muy errada: los ricos sí tienen agua y botan el agua… pero también la pagan. [Además] Hidrocapital es una empresa que se mantiene con lo que le pagan” (entrevista realizada el 07.05.2007). Esto para oponerse a la visión de la gente del barrio que cuando tiene el agua, la malgasta, pero a diferencia de “los ricos”, no pagan por ese servicio, con lo cual estarían no sólo derrochando el vital líquido, sino también impidiendo que la empresa genere sus recursos para el mantenimiento y mejoramiento del acueducto.

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Sobre el pago del servicio

El ingeniero Guevara es más enfático al momento de darle importancia a la cuestión del pago del servicio, llegando incluso a hacer una clara di-ferenciación entre “suscriptores-clientes” y “usuarios”. “Lo que nosotros hacemos es operar el sistema [de agua potable] que tenemos, eso es lo que nos toca. Somos responsables de garantizar el servicio de agua y de recolección de aguas servidas a los suscriptores. ¿Por qué? Porque Hi-drocapital es una empresa que se maneja con recursos propios. Y los re-cursos propios, ¿dónde se generan? De que tú pagues el agua […]. Pero también tienes que resolver el problema social que tú tienes, que es que una gran parte de la población no es suscriptora, que no es cliente, sino que son usuarios. Y lo que te da a ti más problemas es el usuario, pero el usuario a ti no te paga el agua. Tu deber, tu responsabilidad mayor es con el suscriptor, que es tu cliente: tienes que garantizarle un servicio adecuado a tu cliente, a tu suscriptor. [Además] tienes que tratar de captar a esa población restante, que no es suscriptora tuya, para que se convierta en tu cliente de alguna manera. Aquí es donde se te presenta el problema, porque qué es lo que te dice la gente que ocupa por lo general nuestras zonas de clase más baja, de bajos recursos económicos: –Si tú me mejoras el servicio, yo te pago el servicio. ¡Cosa que no es cierta! La gente que no se acostumbra a pagar el servicio, no lo paga. [… En definitiva] el usuario se siente insatisfecho porque su servicio no le llega en forma adecuada; mientras que el cliente se siente burlado porque sigue pensando que está pagando el servicio de otro que no lo paga. Cosa que es incierta” (entrevista realizada el 10.05.2007).

La posición del ingeniero Guevara suele ser expresada a cada instante en las reuniones tanto del CCA como de la MTA a las que hemos asistido. Tanto Jacqueline Faría, ex ministra del Ambiente y ex presidenta de Hi-drocapital, como Alejandro Hitcher, presidente de Hidrocapital, lo han manifestado en esas reuniones: La idea es que todos los usuarios pasen a ser suscriptores y, con ello, contribuir con la hidrológica para que pueda continuar mejorando el servicio. De hecho, la idea es comenzar con el pago de una “tarifa social”, única, sin importar cuánto se consuma, para

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luego pasar al uso del medidor y que cada suscriptor pague por lo que consuma.

Ana María Rey, trabajadora de Hidrocapital en el área de Gestión Co-mercial, nos ofrece su explicación de cuál es la diferencia entre “cliente-suscriptor” y “usuario”: “Cliente es todo aquel que haya sido registrado de manera voluntaria o involuntaria (voluntaria, cuando vienen ellos mismos a solicitar sean incluidos como clientes; involuntaria, cuando los censa una cooperativa y los registra con sus datos en nuestro sistema de gestión comercial). Usuario son todos aquellos beneficiarios de nues-tro servicio que no están todavía en nuestro sistema, generalmente la población informal. La manera en que se diferencian es que unos tienen NIC [Número de Cliente] y otros no” (entrevista realizada por correo electrónico el 14.08.2007).

Y sobre la política de la empresa de incorporar a los usuarios como clientes, Ana María comenta: “Estamos haciéndolo por la vía de la Ac-ción Comunitaria del Agua, con nuestros promotores y también con las empresas contratistas que tenemos asignadas a cada oficina comercial. Lo hacemos censando a la población e incorporamos a las comunida-des para que participen activamente con nosotros. La ventaja es que tendríamos una base de datos más actualizada que cuando éramos más burocráticos, más de realidad. La desventaja que yo veo es que en las zonas en las que no podemos hacer gestión comercial, la gente ni se inmuta con el pago; ése es el gran problema a nivel comercial […]. La concientización al pago ha sido lo más difícil para nosotros. No se tor-na conflictivo porque la orden presidencial es no suspender servicios a esos sectores, cosa que para nada beneficia a nuestro organismo, lo cual debemos compensar con el otro lado de los clientes que sí se cor-tan. A mi parecer, todo cliente debería pagar, ya que recibe un servicio con características mejores que otros países. Las personas piensan que nunca pagarán, pero existe un requisito fundamental para la venta de un inmueble que es la Solvencia de Hidrocapital y luego es más pesado cuando se acumulan muchos meses, eso no lo piensan” (entrevista rea-lizada por correo electrónico el 14.08.2007).

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Es justamente en este punto que las vecinas y los vecinos suelen ex-presar inconformidad, tal como bien lo expresó el ingeniero Guevara: pagarían si contaran con un mejor servicio, pero no aceptarían que les colocaran un medidor. En esto Josefina es bien enfática: “Claro que pa-garíamos el agua, pero la tarifa plana [refiriéndose a la “tarifa social” que tiene Hidrocapital para los sectores populares que no tienen instalados medidores]. A nosotros que no nos coloquen medidores, no lo acep-tamos… Además, no vamos a pagar por un servicio que no tenemos” (intervención realizada en la reunión de la MTA del 03.03.2006).

Zoraida Requena tiene una visión similar a la de Josefina, aunque un poco menos enfática: “Sí creo que en algún momento tenemos que lle-gar a pagar por lo que [consumimos de agua]… esto, si me lo escucha alguna gente de la comunidad, me va a decir ‘¡cómo es posible!’. Pero creo que una forma de concientizar a la gente es que paguen una tarifa por el agua que consumen. Esto creo que sucede en otros países, en otros lugares de la zona [en referencia a la parroquia La Vega], incluso en otros lugares de la ciudad capitalina. Esa gente tiene como un poco más de conciencia. Mientras todo nos lo den regalado, creo que no va a haber conciencia acerca de si lavo el carro o no lo lavo, si lo lavo con el tobito o si lo lavo con la manguera y no me importa que el vecino mío que está en la terraza más arriba [no recibe el agua]… Eso tiene que llegar a ser en algún momento, aunque sea algo simbólico, pero que realmente la gente se dé cuenta que no todo puede ser regalado y creo que a partir de allí las instituciones pueden ir haciendo un papel” (entrevista realizada el 24.03.2007).

En total oposición a Josefina se encuentra el señor Raúl, quien más bien cree lo siguiente y parece estar más cercano a la visión del ingeniero Guevara: “Siempre he tenido una idea. Una idea como revolucionaria. Que pongan un medidor ahí en la cera, cóbrenme mi agua, pero que yo tenga mi agua las 24 horas del día. Siempre lo he dicho. O sea, no me regalen el agua, porque si yo tengo, de repente, para comprar una cer-veza, para comprarme una botella [de alguna bebida alcohólica], tengo para tener un carro, tengo para cubrir algunas necesidades y para pagar

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la luz, yo también tengo que tener para pagar el agua. Porque éste es un servicio que a veces nosotros no sabemos lo que realmente cuesta al Estado mandarnos un litro de agua a cada una de las casas. Yo sí sé porque yo trabajo con esa vaina [es técnico hidromecánico]. Entonces, que pongan medidores en todas las casas, como se hace en todas partes y que les cobren su consumo para que tú veas el cambio que va a haber en la gente, en la mentalidad. Porque si a ti te cobran algo que tú estás desparramando entonces empieza todo mundo a armar peo. El jefe de casa: ‘¡Coño, no, mira, un momentico, vale, me llegó en 70 mil bolíva-res de agua’. Ah, ahora sí. Pero si no te la cobran tú dejas las pocetas, los lavamanos, las duchas, toda vaina [botándose]” (entrevista realizada el 30.06.2007).

Sobre la participación

Hacia el período de culminación de nuestra exploración de campo (ini-cios de 2008), pudimos observar la existencia de un panorama general de desmotivación y poca participación en el sector “B” de Las Casitas, que contrasta, tanto con los relatos sobre las luchas durante los pri-meros años de haberse fundado esta urbanización como con la masiva participación que reportan nuestros “informantes” que antes ocurría en cualquier actividad que tuviera que ver con mejorar el sector. Esta situa-ción es particularmente aguda en todo lo que respecta al tema del agua, es decir, tanto la MTA como la participación en el CCA de La Vega. A excepción de la constante asistencia y preocupación de Josefina, es extraño contar con la presencia y participación de alguna otra persona del sector. Es decir, este problema no es exclusivo de las terrazas 1, 3 y 4, sino que ocurre también en la 2 y la 5. Sin embargo, parece ser que las y los habitantes de estas últimas dos terrazas están más motivados a seguir participando en la experiencia de las MTA y en las otras, CTU o Comité de Salud, por ejemplo.

Creemos que podemos esbozar al menos cuatro razones para intentar comprender el escenario de desmotivación y poca participación. Estas razones están presentes en los relatos de las vecinas y los vecinos del

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sector “B” de Las Casitas y las hemos escuchado en las reuniones de la MTA y del CCA, pero también han surgido en los intercambios que hemos sostenido con nuestros “informantes”. Son las siguientes:

a) La participación en la MTA mermó considerablemente al ir “con-quistando”, a partir de 2000, algunas mejoras del servicio para el sector: establecimiento de un ciclo estable de abastecimiento de cuatro días corridos con agua por cuatro días sin ella, por mencio-nar la más importante.

En esto coinciden los comentarios de Antonia, Celestino y Josefina. De hecho, Josefina plantea lo siguiente: “La gente es muy conformis-ta… se conforma con que el agua les llegue al menos cuatro días, sobre todo los de las otras terrazas que no piensan que a nosotros, los de la 5ta. terraza, sólo tenemos agua si acaso dos días y en la madrugada… pero claro, como a mi casa llega agua no me importan los demás, para qué participar en la Mesa Técnica de Agua” (conversación sostenida el 14.04.2007).

En términos similares se expresa el señor Corrado y aduce como causas para la poca participación: “El hecho que el servicio haya mejorado y que la gente haya bajado la guardia… Sabes que a nosotros los vecinos nos gusta la cuestión muy facilista [sic], como nos acostumbraron a una ración de tantos días sí y tantos días no, pues ya la gente se acostumbró que hay cierto ciclo de días para el agua, cuando lo normal debería ser todos los días” (entrevista realizada el 15.04.2007).

Alba, por su parte, hace la siguiente reflexión: “La gente es dejada, es abandonada. Ellos quieren que todo les llegue sin ellos mover la mano, y las cosas no son así, tienen que buscarlas. Ellos quieren la papita [las cosas fáciles] y no les interesan los problemas de los demás. Ya a nosotros nos llega el agua, pero allá arriba, a Josefina, no llega el agua. ¿Qué les interesa a ellos el problema de allá arriba [en alusión a la 5ta. terraza]? ¡Nada!” (entrevista realizada el 05.05.2007).

Zoraida Requena, quien confiesa que participa poco, aduce su situa-ción a que: “Es muy cómodo que otros participen por uno… que sea

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Josefina quien vaya, reclame y después nos cuente… además, uno se conforma con el poquito de agua que llega y como a veces uno no tiene mucho tiempo para hacer nada más, prefiere no participar, aunque sé que debería y más como directora de la Escuela” (entrevista realizada el 24.03.2007).

Sandra Torres, con una visión más abarcadora no sólo enfocada en el sector “B” de Las Casitas, también coincidía en esta causa de la poca participación: “Cuando les solucionan sus problemas no asisten más, no vienen más, se pierden… pero espérate que tengan algún problema para que veas cómo son los primeros que están reclamando” (conversa-ción sostenida el 18.03.2006).

b) También la participación se vio afectada porque las vecinas y los vecinos comenzaron a participar más activamente en actividades “extracomunidad” como, por ejemplo, asistir a las grandes mani-festaciones políticas o el apoyo a experiencias de incidencia más general para la parroquia.

Antonia y Josefina han manifestado su preocupación por esto de mane-ra reiterada. Antonia decía: “En algún momento preferimos luchar por lo que estaba pasando a nivel nacional y nos olvidamos de nuestra co-munidad, claro, porque las cosas había mejorado un poco con el agua” (entrevista realizada el 27.05.2006). Y Josefina, fue más clara al decir: “La participación se cayó cuando preferimos movilizarnos por allá, en la avenida Bolívar, para apoyar al Gobierno… esta semana era allí, la otra por allá en Petare, la marcha por esto, por aquello… y nos olvidamos de participar en los problemas de la comunidad, entre ellos el agua” (conversación sostenida el 29.04.2006).

Para reforzar esto, las palabras de “El Flaco” Jiménez, ya citadas, son un reflejo de cierta preocupación al respecto: “Debemos dejar la pasividad y asumir que en algunas cosas somos poco vigilantes e irresponsables” (intervención en la Asamblea Comunal del sector el 20.05.2007).

c) Por otro lado, en la medida en que se incentivaban otros procesos: CTU, Comité de Salud, Consejo Comunal, las vecinas y los vecinos

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“olvidan” que existen otros procesos, más antiguos e inconclusos, que merecen su atención, por ejemplo, la MTA.

Alba, por ejemplo, dice lo siguiente: “Debemos conformar Consejos Comunales, que todos participemos, porque con una sola persona [en alusión a Josefina] no vamos a echar pa’lante, ¡eso es mentira! Tiene que haber un grupo de personas para que las cosas se puedan dar” (entre-vista realizada el 05.05.2007).

d) Asociado a lo anterior, existe una percepción generalizada que pu-diera denominarse “hastío” hacia las instituciones, hacia su buro-cracia, su poca capacidad de respuesta, su poca eficiencia ante los requerimientos y demandas de la comunidad, que se combina con una especie de desunión entre las vecinas y los vecinos del sector.

Arturo es enfático al respecto: “La comunidad no está organizada, la res-ponsabilidad de la Mesa Técnica de Agua recae sólo en Josefina y la se-ñora Lourdes. Si la comunidad no toma las medidas, no tiene una agen-da, no se solucionará nada, no podemos esperar por las instituciones. La pelea tenemos que darla el barrio junto, no por sectores. Debemos tratar de revivir la asamblea de la comunidad de todos los lunes, como era antes” (intervención en la reunión de la MTA del 03.03.2006).

Celestino, por su parte, tiene una hipótesis al respecto: “La falta de par-ticipación tiene una causa en la ausencia de respuestas por parte de las instituciones… nos sentimos burlados, engañados por Hidrocapital por todos estos años de peloteo, de no hablarnos claro” (intervención en la reunión de la MTA del 03.03.2006).

Josefina, por otra parte, decía: “Ante la falta de respuestas [de las insti-tuciones] no hemos hecho bochinche para que no nos malutilicen como oposición [al Gobierno], quizás sea momento de hacerlo” (intervención en la reunión de la MTA del 03.03.2006).

La señora Blanca González plantea al respecto: “Son reuniones, reunio-nes, reuniones y reuniones y a veces no se ve nada. Es puro esperar, esperar, esperar y, entonces, la gente no frecuenta mucho las reuniones que hay de Mesas de Agua y esas cuestiones. Por causa de eso, de tanto

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esperar: que no se le ve el queso a la tostada” (entrevista realizada el 28.07.2007). En términos similares se expresa la señora Gloria Her-nández: “La gente como que se cansó y no quiere más reunirse. Yo creo que fue que se les enfrió como el guarapo [es una expresión que alude a que ya no había motivo para seguirse reuniendo]. Y esto quizás se deba a que la gente ya no le ve futuro, que no le ven futuro a las cosas, porque prometen y entonces tú bajas y bajas pero nunca…” (entrevista realizada el 28.07.2007).

Probablemente, el ingeniero Guevara tenga razón cuando menciona que el problema básico está dado por la creación de falsas expectativas que luego no pueden ser cumplidas por parte de las instituciones.

e) Además de las anteriores razones de tipo más “macro”, también es plausible indicar que muchas personas han dejado de participar por conflictos internos con algunos de los líderes de la comuni-dad. Esto obedece, por una parte, a ciertas molestias en torno al manejo de las reuniones y la información, así como, por otra parte, a la conducción de los destinos de la comunidad por parte de esos líderes, derivando en un cuadro de apatía y desmovilización.

El señor Raúl se atreve a hablar al respecto y lo hace en los siguientes términos: “Aquí yo veo mucha ignominia de parte de los que nosotros decimos que son nuestros dirigentes [comunitarios], yo los conozco. Y no es porque yo no me haya hecho presente. Me hecho presente en algunas partes que me han llamado, pero como lo que yo veo que lo que se habla es paja y paja y paja y paja y se vuelven es paja, yo digo que es ir a perder mi tiempo en esa vaina. Yo fui a unas Mesas de Agua allá arriba, que las hicieron en la 3ra. terraza, yo fui como dos o tres veces… hasta puse mi carro a la orden para ir a Las Acacias [la sede de la “Operadora 4”, que es la encargada del mantenimiento del servicio de agua potable de la parroquia La Vega], adonde un ingeniero por allá para ver si ponían el agua con más continuidad. Nunca me dijeron. Yo le dije a “El Flaco” [Jiménez] que no iba más pa’esa vaina. No voy más para esas reuniones. Son pura paja. Cuando yo veo que la gente echa pa’lante, que está dispuesta a sacrificarse por los intereses nuestros, de

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la comunidad, entonces yo digo, bueno, vamos a echarle bolas. Esa vaina es nuestro beneficio. […] Aquí lo que hace falta es dirigentes que le echen bola. […] Aquí no hay comunicación. Aquí le hace falta a la gente parlantes: ‘Señores, el día tal a la hora tal nos vamos a reunir con estos fines de formar un Consejo Comunal para que nosotros podamos obtener beneficios y hacer proyectos para nuestra comunidad, etc., etc., etc.’. Ir a la casa de fulano y decirle: ‘Te vamos a esperar allá’. Hay que incentivar a la gente, pero si tú no incentivas a nadie, ¡¿quién coño va a ir, chico, con esta apatía que [hay] ahorita en la población?! Yo creo que la apatía que hay aquí [en el sector] es falta de dirigencia, porque la gente aquí le echa bolas. Es falta de dirigencia, aquí los dirigentes no se desgastan un coño” (entrevista realizada el 30.06.2007).

Sin embargo, “El Flaco” Jiménez rebate este punto de la siguiente mane-ra: “Nosotros queremos que de lo que se haga se genere saldo… Para la gente es muy fácil decir que esta vaina no sirve, pero yo le digo a ellos: –El que no sirve eres tú. Siempre son cuatro güevones [sic] los que participan en las vainas, ni siquiera salen a hacer bulto… Los vecinos dicen que las reuniones son pura habladera de paja, pero cuando tienen un peo sí vienen” (intervención en la Asamblea Comunal del sector el 15.04.2007).

Y Daniela Azuaje, en una actitud más crítica, comenta: “La gente siem-pre fue apática, no digamos todas las terrazas porque la terraza de arriba [en referencia a la 5ta. terraza] siempre ha sido una gente muy em-prendedora. En lo que respecta a esta terraza [la 1ra.] ni siquiera hay [representante a la] Mesa Técnica de Agua. La gente que está en eso está pa’rriba” (entrevista realizada el 15.04.2007).

La señora Miguelina refuerza un poco lo anteriormente expresado por Daniela Azuaje y por “El Flaco” y lo expresa de esta manera: “Aquí [en la comunidad] cuando dicen reunión parece que les dijeran que va a salir ‘El Diablo’ y nadie quiere ir, porque las van a raspar, como dicen por ahí. No sé por qué, porque siempre se quejan. Cuando no hay agua sí se quejan. No van a las reuniones, pero cuando no les llega el agua… Vamos a poner, si hoy llega el agua y mañana todavía no ha llegado a

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los dos días ya están, bueno, brincando y hablando de arriba pa’bajo porque no hay agua. Claro que se quejan, pero se quejan solos porque en realidad no van a las reuniones. Como le digo, yo también me meto ahí” (entrevista realizada el 30.06.2007).

Jocelyn, en un ejercicio de autocrítica, dice lo siguiente: “Hay poca par-ticipación. A veces no somos todos los que salimos, sino que es un pe-queño grupo. Entonces yo creo que debe haber mayor comunicación. Por lo menos yo soy una que no me meto en nada” (entrevista realizada el 30.06.2007).

Y Zoraida Requena, en su reflexión, apunta a otra dimensión del asunto que bien vale la pena poner también sobre el tapete: “Mi poca participa-ción se debía quizás, yo no sé, a un poco de apatía… quizás uno se va enrollando mucho con el tiempo y vive con el no, no tengo tiempo, no tengo tiempo, pero creo que el tiempo siempre es importante sacarlo y, bueno, es lo que he tratado de hacer. No sé qué ocurre con la comuni-dad, yo que tengo tiempo conociendo al señor Jiménez, a gente que de alguna manera tú sabes que son dentro de la comunidad personas cla-ve: Ramón, Josefina, la misma señora Ernestina, la mamá de Josefina… creo que siempre, de alguna manera, quienes estamos de este lado que no participamos o que no participábamos mucho siempre esperábamos que otros resolvieran por nosotros las situaciones que teníamos. […] Esperamos a que otros hagan. Si lo haces bien, chévere; si lo haces mal, pobrecito que te resbales porque entonces sí que te va a ir mal […] Entonces creo que es no comprometerse con lo que los demás puedan hacer” (entrevista realizada el 24.03.2007).

Por otra parte, en una postura un poco más de cara hacia el futuro, Corrado hace la siguiente aseveración: “Creo que hay que abrir más la información, hay que incentivar, hay que seguir insistiéndole a los ve-cinos y hacerles entender que éste no es un problema de uno o de otro, sino que es de todos. La gente está muy apática y también, creo, que es el facilismo que se les ha dado: tres o cuatro personas salen a hacer la diligencia, se logran los objetivos y ellos no saben. No hay un sentido de pertenencia: no saben de dónde viene [la lucha], cómo se hace, cómo lo

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Interculturalidad y comunicación intercultural

logran, lo poquito que se pudo haber hecho. Yo creo que hay que incen-tivar a la gente para que participe” (entrevista realizada el 15.04.2007).

En el mismo tono que el señor Corrado, se expresa Celestino: “Para ha-cer buenas convocatorias yo estoy convencido que si la gente que tiene ascendencia en cada terraza baja la información y van [a las reunio-nes] con por lo menos 10 personas por cada terraza se tendrían buenas asambleas como era antes” (intervención en la Asamblea Comunal del sector el 20.05.2007).

El testimonio de Sandra, una joven de la 3ra. terraza, en una reunión confirma lo expresado por Corrado y por Celestino. Ella dijo: “Yo no he participado porque hace falta información” (intervención en la Asam-blea Comunal del sector el 20.05.2007).

* * *

A lo largo de este capítulo hemos presentado una serie de nudos de conflicto y puntos de encuentro de representaciones en torno al pro-blema del agua y la participación de las vecinas y los vecinos alrededor de una experiencia de participación social: la Mesa Técnica de Agua. A partir de ello es posible afirmar que la activación de una experiencia-herramienta de política pública, tal como es pensada por Miguel López (miembro del equipo de trabajo que inició en 1999 la implementación de las MTA en la ciudad de Caracas) en torno a un problema concreto en la gestión de un servicio público, se convirtió en la puerta de entrada a mundos de vida y sentidos. Es decir, más allá de vehiculizar soluciones a los problemas, la excusa de las Mesas Técnicas de Agua y todos los pro-cesos asociados que se han incorporado a lo largo de estos años, se han convertido, a nuestro juicio, en formas de construcción simbólica colectiva alrededor de cómo debe ser la ciudad, el barrio, el Estado, la comuni-dad, las empresas prestadoras de servicios públicos, los gobiernos, la participación y las maneras de solucionar los problemas y gestionar los servicios públicos.

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Capítulo 3. Comunicación intercultural y participación social en la experiencia …

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En este sentido, lo expuesto en este capítulo ilustra las propuestas teó-ricas expuestas en el primer capítulo respecto a que en las experiencias de participación social como, más en general en los procesos sociales, la producción colectiva de sentido no es sólo producto de acuerdos entre actores sociales, sino también de disensos y conflictos. En nuestra interpretación, esto ha contribuido a hacer que estos procesos sean más sólidos y hayan generado algunas densidades en las maneras de actuar, comunicarse y participar de los actores sociales involucrados, todo lo cual permitiría afirmar que en torno a la gestión de los servicios públi-cos, al menos la comunidad del sector “B” de Las Casitas de La Vega e Hidrocapital, han aprendido muchas cosas sobre el otro, a la vez que han generado aprendizajes colectivos que sirven para consolidar proce-sos y sentidos, mundos de vida y acciones colectivas.

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Capítulo 4. Comunicación intercultural y participación social en …

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Desde que en la década de los noventa la Internet dejó de ser una herra-mienta de uso exclusivo de las comunidades militares y académicas del llamado “mundo desarrollado”, ésta, sus usos y potencialidades se han venido resignificando de formas distintas que, en cierta medida, rebasan con facilidad las lógicas de su operatividad. Cantidad de usuarios conecta-dos, democratización del acceso a la información y de la transferencia de conocimiento, apropiación social de las tecnologías informáticas, inclu-sión tecnológica, entre otras, son materia de inquietudes e interrogantes constantemente presentes en la planificación de políticas y prácticas de instituciones de Estado, académicos y organizaciones locales que ven la Internet como una herramienta y una necesidad.

La proliferación de cibercafés, centros de conexiones, centros de comu-nicación comunitarios, entre otros, son muestra de búsquedas incesan-tes que resignifican el uso de la Internet. Comunicarse con familiares, articularse con organizaciones amigas, enviar informes de trabajo a tra-vés del correo electrónico, por citar sólo algunos ejemplos, son proce-sos que trascienden las lógicas y dinámicas operativas de servidores, routers, proxys y otras herramientas tecnológicas que hacen posible dicha comunicación.

Sin embargo, estas búsquedas incesantes –sean comerciales o no– y el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación

Capítulo 4

Comunicación intercultural y participación social en laexperiencia de un Infocentro

Enrique Rey Torres

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Interculturalidad y comunicación intercultural

(Internet, teléfonos móviles, etcétera) están condicionadas por la posi-bilidad de adquirir las herramientas que hagan factible su uso y acceso. Frente a estos condicionamientos, impuestos por las lógicas del merca-do y el consumo tecnológico, se han desarrollado y fortalecido durante los últimos años propuestas estatales y alternativas que apuntan a la dis-minución de la brecha digital, la inclusión tecnológica y la apropiación de las tecnologías informáticas.

En el caso venezolano se han generado un conjunto de prácticas, proce-sos y experiencias que se incluyen dentro de estas búsquedas, experien-cias que se han venido dando a conocer recientemente, en la medida en que las demandas por el uso de la Internet han aumentado1 y el Estado venezolano ha reconocido a ésta como un servicio de interés público. Es así que el 10 de mayo de 2000 se realiza el lanzamiento del Decreto NO 825, el cual declara el acceso y el uso de Internet como política prioritaria para el desarrollo cultural, económico, social y político. Es en este contexto que, junto con los Centros Bolivarianos de Informática y Telemática (CBIT),2 nacen el Plan de Alfabetización Tecnológica,3 la Misión Ciencia4 y el Programa de Infocentros.

1 “Según Datanálisis, Venezuela tenía para el segundo semestre de 1999, 207.000 usuarios de Internet. Para el primer semestre de 2000 esa cifra subió a 526.000, y para el segundo semestre de 2000 llegó a 817.000, lo cual representó un crecimiento de 300%. Para 2001, 1.200.000 personas eran usuarios de Internet (4,8% de la población)” (Genatios, 2002).

2 “Los CBIT son centros educativos dotados de recursos multimedia e informáticos orienta-dos a la formación integral, continua y permanente de alumnos, docentes y de la comu-nidad en general, mediante el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC)”. (“Centros Bolivarianos de Informática y Telemática . Disponible en: < http://funda-bit.me.gob.ve/index.php?option=com_content&task=view&id=74&Itemid=66> [Visitada el 12-12-07]).

3 El Plan de Alfabetización Tecnológica forma parte de los planes gubernamentales desarrolla-do a través de la Misión Ciencia. Este Plan tiene como objetivo proporcionar herramientas tecnológicas que permitan el acceso a la información y la apropiación social del cono-cimiento. Para más información, ver <http://www.misionciencia.gob.ve/view/s8ltoin_3.php>.

4 “La Misión Ciencia es un programa desarrollado por el gobierno nacional que busca Pro-mover y Coordinar el desarrollo y seguimiento de las acciones, dirigidas a la utilización del

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Capítulo 4. Comunicación intercultural y participación social en …

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El caso que nos ocupa, el Infocentro de las Casitas de La Vega, se in-augura el 19 de agosto de 2005. Sin embargo, desde mucho antes de su inauguración, durante el proceso de presentación del proyecto a la comunidad y el inicio y desarrollo de la construcción del local, tanto la comunidad como la institución que gestiona el funcionamiento del Infocentro, comenzaron a construir relaciones que, conflictivas o no, dieron lugar a un conjunto de acciones colectivas que apuestan a hacer de la Internet y del espacio del Infocentro una herramienta para el for-talecimiento y la organización de la comunidad.

Este capítulo procura dar cuenta de algunos aspectos salientes de los procesos de comunicación intercultural referidos al uso y potencialida-des de la Internet que se producen entre la institución que gestiona el funcionamiento de los Infocentros y los/as habitantes de la comunidad de Las Casitas de La Vega que hacen uso del mismo. Como se argumen-taba en el capítulo uno, las reflexiones y consideraciones que acá se pre-sentan son parte de una dinámica investigativa que, sin centrarse sólo en los “malos entendidos”, busca poner de manifiesto, haciendo énfasis en los procesos y no simplemente en los objetos de discurso, los nudos de producción, mediación, negociación y conflictos de sentido que se dan en este ámbito de participación social. Para ello se muestran y ana-lizan algunas diferencias y semejanzas significativas entre las visiones de los diversos actores con respecto al funcionamiento del Infocentro, la solución de los problemas de conectividad, los usos y apropiaciones del lenguaje técnico y de la comunidad, la participación de los vecinos y vecinas y el rol de las instituciones.

conocimiento científico tecnológico por parte de los actores sociales e institucionales, mo-tivando su incorporación y articulación a través de redes económicas, sociales, académicas y políticas, que permitan la producción y el uso intensivo y extensivo de ese conocimiento en función del desarrollo endógeno, científico y tecnológico del país para mejorar las con-diciones de vida de la población y satisfacer racionalmente sus necesidades fundamentales” (“Misión Ciencia”. Disponible en: < http://www.misionciencia.gob.ve/> [Visitada el 12-12-2007].

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Proceso de construcción del Infocentro del Sector B de Las Casitas de La Vega

En 2002 el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT) y el Centro Na-cional de Tecnologías de Información (CNTI) presentan a la comunidad el Proyecto de Infocentros. El mismo es presentado en conjunto con los proyectos para construir un módulo de salud de la Misión Barrio Aden-tro y un punto de la red de mercados comunitarios de Mercal.

En el marco de esta propuesta, la señora Juana, del colectivo Caribes Itagua, junto con otros integrantes de la comunidad, convocan a una asamblea para discutir el lugar y el uso de los espacios posibles para la construcción de estos proyectos. Es en esta asamblea cuando ubican un espacio particular dentro del sector B de Las Casitas de La Vega y realizan la propuesta de que tanto el Módulo de Salud, el Mercal y el Infocentro se integren dentro de un mismo edificio.

Esta propuesta no fue aceptada, debido a que, se arguyó, cada uno de los proyectos estaba a cargo de un organismo del Estado en particular, lo cual dificultaba la posibilidad de integrar a todos ellos en un único edificio. Es así como se realiza nuevamente una asamblea en la comu-nidad con el objetivo de informar la situación en torno a la realización de los proyectos, es decir, la cantidad de espacio a usar, las formas de la estructura, etcétera.

En esta asamblea, la comunidad decide aceptar la propuesta de construir los espacios para cada uno de los proyectos de forma separada, a pesar de que consideraran que sus voces y propuestas fueron rechazadas, no tanto con base en las razones técnicas sobre la construcción (peso de la estructura, inestabilidad del terreno, entre otros), sino con base en la dificultad de tramitar en los ámbitos burocráticos su propuesta. Para Aquiles, miembro del colectivo Caribes Itagua, la voz de la comunidad no fue escuchada, pues “ellos [las instituciones] debieron haber cons-truido todo en un mismo edificio, eso facilitaría mucho más las cosas para el acceso, el espacio”.

Frente a esta situación, Celestino López nos cuenta que “cuando se con-cibe un proyecto externo a la comunidad siempre tratan de traerlo ya

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Capítulo 4. Comunicación intercultural y participación social en …

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listo, ya preparado. Ésa es un poco la visión de la institución. […] Nosotros siempre teníamos algo que decir, pero el problema era que ellos ya tenían cosas que hacer, tenían una definición de lo que querían y como ya tenía una definición de los que ellos querían difícilmente aceptaban lo que nosotros decíamos. Nosotros estuvimos proponiendo que se hiciera un paquete para todo eso. ¡Tú te imaginas un edificio múltiple allí! El problema no es que las cosas se centralicen, pero como te traen el paquete, el diseño, las cosas como van a ir, […] entonces nos restaron el espacio. Y no es un problema urbanístico, como lo decía el capitán que estaba construyendo el Mercal: “Ah ustedes lo que les interesa es el Mercal, que si lo ponemos aquí o lo ponemos allá, eso no es lo importante, lo importante es que ustedes tengan el Mercal”. Él no estaba viendo que esto es una comunidad, un barrio y que aquí hay una armonía urbanística que la gente está cuidando, […] que no le tape la visibilidad, que se puedan mantener ciertos espacios libres” (entrevista realizada el 04/08/07).

En el caso del Infocentro, el retraso se debió a la discusión entre si se realizaba la construcción con base en el diseño estructural del arquitec-to Fruto Vivas o no.5 Con respecto a este punto, Ramona, integrante del Comité de Tierras Urbanas (CTU) del sector, nos cuenta que “la cons-trucción no estuvo a tiempo y que hicieron cosas que no iban dentro de la estructura” (entrevista realizada el 19/08/07).

El ya mencionado Celestino López enfatizó: “El problema es cuando se diseña para el barrio. Es el problema de los expertos que dicen: ‘Estoy diseñando pa el barrio y como estoy diseñando pa el barrio no cuido detalles. Y cuando los compañeros preguntaron por el diseño, le dijeron:

5 Para este momento, la mayoría de los Infocentros existentes se encontraban ubicados en bi-bliotecas, centros comunitarios o alcaldías. En este sentido, el Infocentro de Las Casitas fue uno de los primeros infocentros que se construyeron directamente en el ámbito comunita-rio. Es por ello que se da la discusión entre los diseños proyectados a construir. El diseño de Fruto Vivas, arquitecto venezolano reconocido, se encontraba entre uno de los diseños postulados.

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Interculturalidad y comunicación intercultural

‘Ah, es que ése es un diseño de Fruto Vivas’. Nosotros para nada vamos a descalificar la trayectoria que tiene este arquitecto, […] pero hay dos elementos importantes. Uno, ¿Quién va a usar el Infocentro? es la co-munidad la que va a usar el Infocentro, y dos, el problema de la consul-ta, por qué no preguntas qué es lo que nosotros queremos” (entrevista realizada el 04/08/07).

Con respecto a este mismo asunto, Farabundo, joven estudiante de Me-dicina Integral en la Misión Sucre, sostuvo que esto forma parte de “la cultura de marginar a los sectores populares en cuanto a la infraestruc-tura de las cosas” (entrevista realizada el 18/08/07). En este sentido, Arnaldo, un activista comunitario, trabaja en la Fundación Infocentro y tiene, aproximadamente, la misma edad que Farabundo, reafirma lo dicho por Celestino López y Farabundo sosteniendo que “la ingeniero me decía que: ‘Nosotros no podemos hacer una discusión de eso [el diseño del Infocentro] porque, acuérdate que nosotros somos los que estamos construyendo y para algo estudiamos, sabemos por qué lo es-tamos haciendo así’. Y yo le dije, ya va, explícame porque por lo menos yo entiendo algo de construcción. Lo que pasa es que mucha gente se le olvida […].que ellos son los ingenieros y arquitectos, pero los obreros somos nosotros” (entrevista realizada el 18/08/07).

Como se exponía en el capítulo uno, suele ocurrir que del mismo modo que la comunidad construye formas de interpretación y simbolización de su experiencia social, los representantes de las instituciones guber-namentales y estatales (en este caso los representantes a cargo de la construcción del espacio del Infocentro) también tiene sus propias vi-siones de mundo a partir de las cuales construyen sus propias inter-pretaciones, que en cierta medida orientan sus maneras de actuar y de relacionarse con la comunidad. Por eso, aquí encontramos un primer nudo de conflicto de sentidos, es decir, un conflicto entre la visión, el deber ser y las maneras de actuar de la comunidad y los representantes de la institución.

Más allá de hacer referencia a las problemáticas acontecidas, lo impor-tante para esta investigación es comprender la importancia de dichas

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Capítulo 4. Comunicación intercultural y participación social en …

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problemáticas en los procesos de construcción, mediación, conflictos y negociación de sentidos, cómo éstos se desarrollan a partir tanto de las percepciones e interpretaciones de los habitantes de la comunidad como de las instituciones y sus funcionarios. En esta investigación inte-resa estudiar las dinámicas cotidianas, poniendo especial atención a las orientaciones de sentido de las prácticas de los actores sociales involu-crados, haciendo más visibles las formas en que, conscientemente o no, sus interpretaciones y modalidades de acción en las dinámicas cotidia-nas responden a sus visiones de mundo o culturas, en sentido amplio.

La Internet como herramienta para la organización comunitaria. Las TIC dentro

del Proyecto Integral Comunitario y el Programa de Infocentros6

Pensar sobre los usos y potencialidades de la Internet en un contexto de participación comunitaria en el cual intervienen, en distintos planos y formas, tanto habitantes de la comunidad como representantes de instituciones estatales, quienes generan, construyen, producen, me-dian y negocian sentidos entre ellos/as, plantea un ámbito de análisis complejo.

Cómo pensar, a partir del trabajo de campo, la Internet dentro de la gama de problemáticas y necesidades de la comunidad tales como el agua, la electricidad, la vialidad, etcétera. Sin lugar a dudas, la comu-nicación es una necesidad para la comunidad, pero, ¿qué lugar ocupa la Internet dentro de esta necesidad frente a otras herramientas como la red de telefonía fija y móvil? ¿Estará la Internet incluida dentro de las agendas de lucha cotidiana de las organizaciones sociales y comunitarias?

6 Ver capítulo 2.

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Interculturalidad y comunicación intercultural

El caso de la comunidad de Las Casitas de La Vega resulta interesante al respecto, porque a partir de su propio Proyecto Integral Comunitario ya en 1997 esta comunidad desarrolló un proyecto relacionado con el uso de las TIC en la comunidad, es decir, lo hizo tres años antes del lanzamiento del Decreto NO 825. Luego de un diagnóstico, la comuni-dad dentro de su conjunto de problemáticas y necesidades se planteó la posibilidad de desplegar el uso de las TIC. A pesar de que las TIC usualmente no se visualizan formando parte del entramado principal de problemáticas que afectan a la comunidad, para las nuevas genera-ciones éstas se constituyen en una herramienta que contribuye al forta-lecimiento y potenciación del tejido y la organización comunitaria que desde los años ochenta se venía desarrollando.

El proyecto fue elaborado colectivamente por algunos dirigentes y ha-bitantes de la comunidad como el El Flaco” Jiménez7 y Javier Jiménez,8

contando con la importante colaboración de un grupo de jóvenes con experiencia en la aplicación de nuevas tecnologías, como Isabel Delgado,9 Luis Gómez y Gavyman.10 Según relata El Flaco Jiménez, este grupo de personas que colaboraron en la elaboración del proyecto “es una serie de gente que venía haciendo comunicación alternativa. Isabel venía con nosotros desde la cuestión de los Cine-Club, desde la Escuela de Audiovisuales, junto con Luis Gómez y Gavyman que se incorpora.

7 Es uno de los fundadores de Las Casitas, vino junto a su esposa, Juana, en el grupo de dam-nificados del Valmore Rodríguez. El Flaco tiene alrededor de 50 años y desde que vive en Las Casitas se ha dedicado a “formar” a los jóvenes en actividades culturales, bajo la premisa de que la cultura es política y nucleándolos alrededor del Grupo Caribes de Itagua. A su vez, “El Flaco” Jimenez tuvo una participación bastante importante durante el desarrollo del proceso de las ABC y del frente cultural “Aquiles Nazoa”.

8 Javier es hijo de “El Flaco” y Juana. Tiene, aproximadamente, 28 años. Forma parte del Grupo Caribes Itagua y del colectivo de la Radio Comunitaria. La Radio Comunitaria se en-cuentra integrada a la Asociación Nacional de Medios Comunitarios Libres y Alternativos (ANMCLA).

9 Es abogada, cineasta y fundadora de la Radio Alternativa de Caracas.10 Actualmente es Presidente de la televisora metropolitana Ávila TV.

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Somos gente que está alrededor del trabajo comunitario. En ese mo-mento Isabel estaba trabajando en el Fundacomun [ahora Fundacomu-nal11] del Guarataro con un proyecto que atendía a varias comunidades. Estábamos nosotros La Vega, el Cementerio […], Carapita, Antímano” (entrevista realizada el 10/09/07).

El proyecto tenía como “intención montar un centro de información de las comunidades integral que tuviera computadoras, Internet, telefonía, la radio comunitaria, etcétera” (entrevista realizada a “El Flaco” Jiménez el 10/09/07).

Para Celestino López, el proyecto puso sobre la mesa el uso de la Internet como necesidad fundamental para la lucha de la comunidad. Para este líder de la comunidad y comunicador popular, el proyecto tenía como objetivo “que la gente tuviera la herramienta y manejara la tecnología. No solamente que tuviera acceso a la tecnología, sino que manejara la tecnología y la pusiese al servicio del proceso colectivo de su comuni-dad. Un proyecto que integraba la radio, la televisora; era un proyecto bastante ambicioso, que tuvo en el Infocentro la oportunidad de tener el acceso real para su desarrollo” (entrevista realizada el 04/08/07).

Si la Internet, como afirma Laurencio Meza (s/f), es un objeto cultu-ral que trascendiendo lo tecnológico genera una práctica cultural y un movimiento de transformación que afecta las diferentes dimensiones de una comunidad, grupo o sociedad y que aplicada de forma correcta puede convertirse en una herramienta que contribuya al desarrollo so-cial, se plantea el interrogante de: ¿Cómo pensar la Internet dentro de las necesidades de comunicación e interconexión de una comunidad?

Respondiendo a esta pregunta, Farabundo afirma “que el Internet se ha convertido en una herramienta con la que se puede combatir, con la que se puede organizar, con la que se puede trabajar para el bien colectivo, para el bien común y de eso se trata, de cómo la comunidad se apropia […] de esta herramienta. El Internet hoy en día representa la

11 Fundación dedicada al fortalecimiento municipal y desarrollo de la comunidad.

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posibilidad de mayor organización, de que la gente resuelva problemas” (entrevista realizada el 18/08/07).

Para Javier Jiménez, la realización del proyecto permitiría constituir un centro de acopio y envío de información de la comunidad que, entre otras cosas, abriría la oportunidad de diversificar la señal de la Radio Comunitaria hacia otros ámbitos y espacios locales, regionales, naciona-les e internacionales y, a su vez, la posibilidad de comunicar y socializar, a través del uso de las páginas web y la señal de la radio, “experiencias y prácticas que desde el ámbito comunitario proponen otras formas de comunicación y de vivir la vida” (entrevista realizada el 05/08/07).

Asimismo el proyecto se comprendía como la posibilidad de crear una alternativa a los tradicionales cibercafés, en donde los integrantes de la comunidad, tanto niños y niñas como jóvenes y adultos, pudieran acce-der a un computador con Internet y así tener la oportunidad de realizar sus trabajos, comunicarse con parientes que habitan en otros lugares del país (o de ser el caso del mundo) y/o sencillamente recrearse.

En conversaciones que sostuvimos con “El Flaco” Jiménez pudimos co-nocer que “el proyecto se levanta y se le entrega al FUS [Fondo Único Social 12] recién electo Chávez [1998], pero viene la desgracia del año 99 de Vargas y todo el dinero que hay allí va para Vargas y eso [el pro-yecto] fue engavetado” (entrevista realizada el 10/09/07).

Sin embargo, para la mayoría de los habitantes de la comunidad que no hicieron parte de la elaboración del proyecto, o no sabían de la exis-tencia del mismo, el uso de las TIC y en particular de la Internet no se visualizaba aún como una herramienta que pudiera contribuir al desa-rrollo y fortalecimiento de la organización comunitaria en sus distintos ámbitos. Al respecto, cabe destacar que el estudio de campo permitió

12 “El Fondo Único Social es un instituto autónomo que tiene por objeto concentrar en un solo ente la captación y administración de los recursos para lograr la optimización de las políticas, planes y regulación de los programas sociales” (“¿Quiénes Somos”. Disponible en: < http://www.fus.gob.ve/view/gc_a60ttn.php>. [Visitada el: 12-12-07]) .

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verificar, como se argumentó en el capítulo uno, la existencia de visio-nes heterogéneas al interior de la comunidad, las cuales, como se verá más adelante, se vinculan también con las modalidades de la partici-pación y las formas a través de las cuales circula la información en la comunidad.

Tanto para Nancy, estudiante de La Misión Ribas,13 como para Josefina Valera, estudiante de la misma Misión y además una dirigente impor-tante en lo relacionado con el proceso de las Mesas Técnicas de Agua, la Internet y el usar un computador antes de la instalación del Infocentro era un proceso que “se veía lejos en sus vidas”, y que de alguna forma fue con la instalación del Infocentro cuando comenzaron a relacionar el uso de las computadoras y la Internet con procesos que contribuyen al fortalecimiento de la formación tanto individual como colectiva.

Pese a estos importantes antecedentes, el Proyecto de Infocentros fue presentado a la comunidad en el año 2002 por el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT) y el Centro Nacional de Tecnologías de Informa-ción (CNTI)14 que, sin escuchar y reconocer el proyecto de la comuni-dad, le proponen a ésta sumarse a este programa.

El Proyecto de los Infocentros, en tanto política pública, nace en el año 2000 y es una iniciativa impulsada a escala nacional por el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT) y el Centro Nacional de Tecnologías de Información (CNTI).15 En sus inicios, este proyecto tenía como objeti-vo la construcción y la apertura de espacios que ofrecieran servicios gratuitos de acceso a Internet y similares a los que se ofrecen en los

13 Esta misión se encuentra articulada con el Infocentro en función de dar cursos básicos sobre el manejo y usos de las computadoras y la Internet.

14 Para el año 2002 el CNTI era un organismo adscrito al MCT. En la actualidad esta institu-ción se encuentra adscrita al Ministerio para el Poder Popular para las Telecomunicaciones y la Informática.

15 Es preciso destacar que en la actualidad, con los cambios y nuevos ministerios creados en el país por la actual gestión de gobierno, el Programa de Infocentros se constituye como una fundación, la cual sigue estando adscrita al Ministerio de Ciencia y Tecnología.

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lugares conocidos como cibercafés o centros de navegación. La conduc-ción, ejecución y control de estos proyectos se encontraban en manos de instituciones estatales como alcaldías, gobernaciones, bibliotecas pú-blicas, etcétera.

Al comienzo de este programa, para el CNTI los infocentros eran “salas equipadas con computadoras personales conectadas a través de un en-lace dedicado para brindar el libre acceso a INTERNET. Estas salas tam-bién disponen de diversos periféricos, para permitir el almacenamiento o impresión de información, según las necesidades del usuario. Se ins-talan en diferentes áreas o espacios públicos o privados, como bibliote-cas, gobernaciones, alcaldías, centros comunitarios, centros culturales, asentamientos, centros gremiales, parroquias, fundaciones, entre otros. La instalación de estos Infocentros lo hace el CNTI, conjuntamente con cualquier organización pública o privada que demuestre capacidad para su creación, desarrollo y mantenimiento, cumpliendo con el reglamento para la utilización de los Infocentros” (disponible en: www.infocentros.gov.ve/viewusuario/docs/c27/EspecificacionesInfocentros.doc)

Sin embargo, para el año 2004, en palabras de Beatriz Ramírez, fun-cionaria de la Fundación Infocentro, adscrita al Ministerio de Ciencia y Tecnología:16 “El CNTI se replantea lo que es el programa y lanza el pro-yecto de ‘gerencia de red social del conocimiento’. El programa lo que busca es que el Infocentro no sea un centro donde la gente que vaya a revisar correos o vaya a de repente revisar una página x o el diario, sino que sean espacios de encuentro comunitario […] donde se fortalecen los procesos que hay alrededor de los Infocentros, protagonizados o impulsados por organizaciones sociales de diferentes tipos”.

Sobre este cambio o giro de visión que se da en el programa, Beatriz Ramírez informa que el mismo“[se] generó [por] la misma dinámica

16 Beatriz Ramírez es miembro de la Oficina de Comunicación y Relaciones Institucionales de la Fundación Infocentro. Beatriz, junto a Javier Jiménez, ha jugado un papel importante en la reactivación del Infocentro de Las Casitas.

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que hay en las comunidades. Hay infocentros que son estáticos y que no generan actividades comunitarias. Son los que están ubicados en bi-bliotecas, museos […]. En cambio, hay Infocentros como, por ejemplo, el del Guarataro […, que] está inserto en la comunidad [y] que generó dinámicas importantes y que, bueno, llamaron a la reflexión […] y bue-no, dijeron hasta aquí, esto da mucho más”.

En este orden de ideas, María Zamora, presidenta de la Fundación In-focentros, explica que “nosotros vemos el Infocentro como un espacio para articular y la tecnología como un medio. Es tratar que ese Infocen-tro sea tomado por las comunidades que están a su alrededor, eso para nosotros es muy importante. Es un espacio y una herramienta para la organización comunitaria. Es eso lo que buscamos e intentamos” (entre-vista realizada el 07/09/07).

Sin embargo, para “El Flaco” Jiménez, al igual que para Celestino López, existe una línea que une el proyecto elaborado por la comunidad en 1997 y el Programa de Infocentros. Nos cuenta “El Flaco” que el pro-yecto que otrora había sido engavetado en el FUS, es sacado por la gente del Ministerio de Ciencia y Tecnología, ya que “la idea del proyecto nace del movimiento popular. Ésa era una propuesta que nace de la historia de lucha de la comunidad y cuando aparece esto [los Infocentros] resul-ta que todo lo habían modificado. Agarran los datos de la comunidad para hacer lo que ellos [los técnicos y los profesionales] quieren y eso es algo que hay que denunciar en cualquier lado” (entrevista realizada el 10/09/07).

Resulta interesante notar que, como se adelantó en el capítulo uno, fre-cuentemente se puede verificar la existencia de conflictos de comunica-ción referidos específicamente a la relación entre los/as actores y en par-ticular los reclamos de los actores de base respecto a las formas como las agencias del Estado tienden, frecuentemente, a irrespetar, ignorar y/o no prestar suficiente atención a las visiones que las comunidades poseen sobre ciertos asuntos. Este tipo de experiencias puede generar, como veremos en los párrafos siguientes, formas de resistencia y desconfianza hacia el relacionamiento con organismos públicos.

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Es así que el Infocentro de La Vega se inaugura el 19 de agosto de 2005, luego de que los problemas de la construcción del mismo fueron supe-rados. La inauguración contó con la presencia de la entonces ministra de Ciencia y Tecnología, Yadira Córdova, y del presidente del CNTI, Jorge Berrizbeitia.

Durante al acto de inauguración algunos integrantes de la comunidad, entre ellos/as Juana y “El Flaco” Jiménez, lograron conversar y compar-tir con la Ministra y el Presidente del CNTI la visión de la comunidad acerca del uso y los tiempos del espacio del Infocentro. En este sentido, “El Flaco” Jiménez, en la conversación que sostuvimos con él, nos contó que el día de la inauguración fue una oportunidad para “explicarle [a la Ministra] un poco de dónde salía la idea, la discusión y cuál era nuestra visión de la cuestión [el Infocentro]”.

Para la comunidad y en especial para “El Flaco” Jiménez, “el papel, el uso y la política del Infocentro no debe venir de la institución”. Para este líder de la comunidad “la política de los Infocentros debe salir de la dinámica de los distintos Infocentros y de las comunidades. Nosotros creemos que el Infocentro debe redimensionarse mucho más. La polí-tica del Infocentro debe ir mucho más allá, debe ser estimulada por la comunidad. Si no lo vemos así, estamos mal. Cuando nosotros decimos que no somos ningunos paracaidistas, es porque nosotros somos parte de los creadores de ese programa. Nosotros fuimos los que metimos en el FUS ese proyecto. Lo que pasa es que después aparece la institución como que si ese proyecto fuera de ellos y esa ‘vaina’ no es así. Ese tipo de cosas aquí se está acostumbrado. Ciertos profesionales irrespetan a la gente y los proyectos de la gente los hacen suyos para tener prebendas particulares y la comunidad queda relegada a un segundo plano” (en-trevista realizada el 10/09/07).

Estas inquietudes fueron recogidas, en cierta medida, y posteriormente expresadas por la entonces Ministra cuando de manera pública sostu-vo que “el papel de los Infocentros, […] no es que se conviertan ex-clusivamente en salas de navegación, sino en lugares de encuentro y fortalecimiento humano y comunitario” (“inaugurado Infocentro en el

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Parque Caribes de Itagua sector Las Casitas de La Vega”. Noticia dis-ponible en: http://www.infocentros.gov.ve/viewusuario/detalleNoticia.php?id=2628&cc=0).

Asimismo, el entonces Presidente del CNTI reconocía la capacidad de los habitantes del sector de ampliar el sentido inicial del Infocentro. Así lo expresó durante el acto de inauguración: “[la] comunidad del sector Las Casitas de La Vega, es protagonista de un modelo que re-presenta una iniciativa para poder ampliar el sentido del Programa de Infocentros, de convertirse no solamente en un centro de computación, sino que permita que los programas, proyectos y misiones que tiene en marcha el Gobierno nacional se integren a la tecnología” (“inaugurado Infocentro en el Parque Caribes de Itagua sector Las Casitas de La Vega”. Noticia disponible en: http://www.infocentros.gov.ve/viewusuario/deta-lleNoticia.php?id=2628&cc=0).

Por otra parte, la entonces ministra Yadira Córdova se comprometió con los integrantes de la cooperativa “Escuela Semillas Rebeldes”, del periódico el Mío, de la Radio Comunitaria17 y de la Escuela Canaima a colocarles un servicio de Internet directo en sus lugares de trabajo. Este compromiso, en palabras de Javier, integrante del colectivo de la Radio Comunitaria, se hizo efectivo en poco menos de un año después de la inauguración, luego de que los integrantes de la cooperativa de la Escuela, la Radio y el periódico introdujeran periódicamente cartas de solicitud para la concreción del mismo.

Consistentemente con lo expuesto en el primer capítulo, en los casos en que altos representantes del Estado o sus agencias emiten expresiones de reconocimiento a las potencialidades de una comunidad, conviene examinar de qué maneras éste se expresa o no en las dinámicas coti-dianas. Es decir, conviene analizar cómo son las formas de relaciona-miento de aquellos representantes de las instituciones en cuestión que se

17 La Radio Comunitaria desde finales del año pasado se mudó a la zona de Los Mangos.

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encuentran cotidianamente con la comunidad, cuáles son sus formas de ver e interpretar los asuntos cotidianos y qué relación guardan éstas con sus “culturas” institucionales. Encontramos entonces acá un segundo nudo de producción, conflicto y negociación de sentidos entre una ins-titución que reconoce el potencial organizativo de la comunidad y una comunidad que busca avanzar en los proyectos y agendas que tienen trazadas.

El Infocentro, usos, problemáticas y participación

Desde la inauguración del Infocentro, la comunidad ha tenido algunos problemas con el funcionamiento, así como con las instituciones encar-gadas de evaluar el Infocentro y los otros puntos de Internet.

Para comenzar es necesario relatar el contexto de participación social desde el cual surgen, se movilizan, se construyen, median y negocian las problemáticas y las visiones que sobre ellas poseen los/as actores partici-pantes. En el sector de Las Casitas, específicamente, en la 5ta. terraza, se despliega un contexto de participación social bastante amplio y diverso donde se articulan los distintos ámbitos de trabajo que se desarrollan en el sector, entre ellos, el Infocentro y quienes laboran y participan en él. Sin embargo, como adelantábamos en el capítulo uno, investigar sobre la participación desde una perspectiva de comunicación intercultural debe incluir no sólo a quienes participan, sino también a quienes no lo hacen, buscando producir información sobre la amplitud, intensidad y modalidades de la participación y las formas y “circuitos” como circula la información en la comunidad.

En lo que respecta a nuestra investigación, nos surge la necesidad de no centrarnos de manera excluyente en el Infocentro como si éste fuera el único espacio en el que se presentan formas de participación relaciona-das con el uso de las TIC, pues, como dijimos anteriormente, existen otros puntos de acceso a Internet, específicamente los ubicados en la

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Escuela Canaima y en los espacios donde se desarrollan los trabajos relacionados con la Cooperativa Audiovisual, el periódico El Mío y lo que antes era el local de la Radio Comunitaria, donde actualmente fun-cionan de forma simultánea la Misión Ribas y el Comedor Popular del sector. Asimismo, ámbitos de participación como la Misión Ribas hacen uso del Infocentro para dictar talleres de acercamiento y socialización de las TIC para los/as estudiantes de la misma.

Además de lo que pudiéramos denominar los/as actores que partici-pan activamente en los procesos de organización comunitaria, el grupo de usuarios cotidianos mayoritario está constituido por los/as niños/as, adolescentes y jóvenes de la comunidad, quienes encuentran en el Info-centro un espacio de recreación, en el cual también tienen la posibilidad de realizar las tareas que se les asignan en la escuela, liceo o universidad. Fernando Corrado, miembro del CTU de esta zona y uno de los propul-sores del Consejo Comunal de Las Casitas, cuenta que “los muchachos que trabajan en el Infocentro han hecho un buen trabajo más que todo con los niños y alguno que otro adulto […] les enseñan a manejar las computadoras y los trabajos de medios escolares”.

Asimismo, los procesos de participación que se generan alrededor del Infocentro no sólo se circunscriben a las dinámicas internas del espacio comunitario. Tanto la Radio Comunitaria como la Cooperativa Audio-visual hacen uso de los puntos de acceso a Internet para comunicarse y relacionarse con organizaciones y procesos afines en otros lugares del mundo. Tal es el caso de la articulación con la plataforma Indymedia,18 articulación mediante la cual se genera una dinámica de intercambio informativo y comunicacional de noticias, sucesos y procesos organiza-tivos que dan cuenta tanto de las prácticas cotidianas de la comunidad

18 Indymedia es una red mundial de medios independientes. Para más información sobre el Indymedia Venezuela y el Indymedia en general, ver:

(http://venezuela.indymedia.org) (www.indymedia.org).

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como de la coyuntura nacional y las visiones que las organizaciones citadas tienen sobre los procesos continentales y globales.

Retomando lo que se afirmaba anteriormente, cabe destacar que tanto para los/as actores sociales que participan activamente en los proce-sos de organización comunitaria como para el MCT, la Fundación In-focentros y el CNTI, el Infocentro y el uso de las TIC, con sus distintos matices, se constituye en una herramienta para el fortalecimiento y el desarrollo comunitario.

En conexión con esto, “El Flaco Jiménez”, líder de la comunidad y par-ticipante activo de los procesos que en ella se generan, “el Infocentro de la Vega es un centro estratégico, porque ante la situación del país, necesitábamos una sala situacional aquí arriba” (entrevista realizada el 10/09/07). En tanto que Farabundo, un joven de la comunidad que es estudiante de Medicina Integral en la Misión Sucre, “En principio los Infocentros son un espacio para que la gente haga sus trabajos, tenga acceso al conocimiento que hay en Internet, etcétera. Pero viene la otra parte que tiene que ver con la parte política […], que tiene que ver con cómo aprovechar esa suma de herramientas y de elementos que están allí, para hacer del Infocentro un espacio que permita la motivación de la comunidad y su participación” (entrevista realizada el 18/08/07).

Entre los servicios que institucionalmente se encuentran definidos para el Infocentro se encuentran: curso básico y avanzado de computación en software libre, talleres de organización comunitaria, apoyo a todas las misiones para realizar inscripciones y dictar cursos y talleres, espa-cio para reuniones y asambleas comunitarias, manejo de Openoffice, impresión, venta de disquetes y digitalización (Infocentro, s/f).

Según María Zamora “de lo que se trata es de que el Infocentro sea un espacio en donde se puedan dar cursos de alfabetización tecnológica, para que puedan hacer periódicos electrónicos sin ser especialistas ni nada parecido, además de aprovecharlos como centros de búsquedas de información, de comunicación. El compromiso nuestro es colocar las herramientas para que la comunidad se organice” (entrevista realizada el 07/09/07).

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Por su parte, para los habitantes de la comunidad que no participan activamente en los procesos de la comunidad y el Infocentro, en pala-bras de la señora Eduvigis, joven residente de la comunidad dedicada al alquiler de teléfonos, éste se presenta como “un beneficio. Es un be-neficio para los niños y la gente que estudia […] mi hijo de nueve años se la pasa allá metío […] y me cuenta que está descubriendo la cuestión de la computadora […] le encanta”. Por otra parte, para Fernando Co-rrado, el Infocentro era “una red de conexión para unas computadoras para el beneficio de la comunidad”. Para Ramona, “el Infocentro es para la comunidad, para que todos los que quieren participar ahí, los que necesitan hacer su trabajo y para que se hagan talleres para que la gente aprenda a usar las computadoras”.

Conectados o desconectados: entre el software librey la falta de conectividad

Centrándonos en las problemáticas que afectan el desarrollo de las TIC como herramienta para fortalecer y potenciar la organización comuni-taria, nos encontramos con que la falta temporal de conexión a Internet es una problemática general que afecta tanto al Infocentro como a los otros puntos de acceso a Internet.

Con respecto al problema de la falta temporal de conexión a Internet, Damira, integrante de la Cooperativa Escuela “Semillas Rebeldes” y del grupo de teatro popular del sector, y Javier Jiménez, integrante del co-lectivo de la Radio Comunitaria, manifiestan que la problemática genera retrasos en las dinámicas del Infocentro y de cada uno de los proyectos que hacen uso de la conexión a Internet como, por ejemplo, la señal de la radio por Internet.

Por su parte, Juana dice que “[los reclamos por la conexión] los hace-mos por teléfono. Siempre estamos llamando y peleando por la falta de la conexión […] La conexión funciona bien mientras está aquí el mu-chacho con su computadora, pero cuando se va […] se vuelve a caer” (entrevista realizada el 10/03/07).

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Beatriz Ramírez, funcionaria de la Fundación Infocentro, refiere que esta problemática se origina por la naturaleza de la conexión “La conexión a Internet en el Infocentro de Las Casitas es inalámbrica y la suministra Bantel19 […] para eso es malísimo, […]. Yo no soy técnico [pero] yo le pregunté a una compañera de operaciones [Soporte Técnico] y me dijo que sí, que efectivamente para eso Bantel era malísimo, [pero] ahorita estamos tratando de cambiar”.

Y agrega: “Ahorita los nuevos Infocentros van a tener conectividad por Cantv,20 banda ancha, porque ellos ganaron la licitación ahorita. Con La Vega [Las Casitas] yo que hice, lo metí como un Infocentro solicitando banda ancha para ellos. Ellos [la] necesitan [la conexión], porque […] han tenido múltiples problemas y allá no está conectado solamente el Infocentro, sino que es la Radio, el Mercal, el Módulo [Barrio Adentro], la Escuela, entonces es un punto importante de la zona que requiere atención”.

Sin embargo, con respecto a este último punto, Javier Jiménez tiene sus reservas. Este integrante del colectivo de la Radio Comunitaria explica que “la licitación [para la nueva conexión a Internet] la ganó la Cantv dos meses antes de que la nacionalizaran, entonces la Cantv se lleva el dinero y todo se retrasa más. Hubiera sido mejor que esperaran e hicie-ran un convenio interinstitucional”.

Asimismo, Javier informa que “cuando la conexión se cae, algunas veces hacemos cursos y otras dinámicas para mantener entretenidos [a] los/as chamos/as”. Sin embargo, este activista y comunicador popular cuenta que desde que se realizó la migración de Windows al software libre, han

19 Telecomunicaciones Bantel es una empresa de telecomunicaciones que ofrece servicios rela-cionados con el uso de las TIC a través de una plataforma satelital. Ver http://www.bantel.com.ve

20 Cantv es la Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela. Esta empresa fue priva-tizada en 1996 durante el segundo mandato de Rafael Caldera. Actualmente la empresa volvió a manos del Estado venezolano.

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tenido algunos problemas con los once computadores que componen el Infocentro. Según Javier, el problema consiste en “que no podemos ins-talar algunos de los programas que necesitamos para realizar los talleres, las ediciones de la radio y para actualizar los programas del computa-dor. Uno de los problemas es que las máquinas están bloqueadas con las claves de usuario y esto es lo que no nos deja instalar los programas. La gente de la Fundación nos dice que no nos pueden dar las claves porque las computadoras se pueden dañar. Pero nosotros no vamos a compartir las claves con todo el mundo, sólo las queremos para poder trabajar en las cosas que necesitamos en la comunidad”.

En cuanto a la migración al software libre y la clave de usuario, Beatriz Ramírez manifiesta que “este proceso ha sido complicado tanto para los usuarios como para los facilitadores. Con la clave de usuarios hay un detalle. Esta clave para instalar o desinstalar programas sólo la maneja Soporte Técnico, entonces cómo se manejan esos casos. Una organiza-ción x que necesite usar la máquina en un Infocentro para, por ejem-plo, la diagramación de un periódico, hace la solicitud al facilitador y el facilitador gestiona ante Soporte Técnico y ellos tienen la obligación de ir, instalar el programa y después desinstalarlo cuando ellos [la or-ganización] lo decida o cuando no lo vayan a usar más. Esa restricción todavía existe porque aunque los Infocentros tienen más apertura a la comunidad si esa posibilidad se deja abierta, entonces tú te imaginas los programas instalados. Eso generaría en el área técnica como un caos, eso es lo que me han explicado, o sea, que si la gente empieza a instalar y desinstalar programa, entonces la máquina se pone más lenta y eso” (entrevista realizada el 12/03/07).

La migración al software libre también ha traído problemas para los usuarios cotidianos del Infocentro. Javier Jiménez cuenta que “muchas veces la gente hace sus trabajos acá y luego no lo pueden abrir en otras computadoras. Lo que pasa es que la gente guarda en OpenOffice y, claro, luego tienen problemas con el formato y no lo pueden abrir”.

Alba, actual facilitadora del Infocentro, también apunta sobre esta situa-ción con respecto a las dificultades en el uso del software libre, pues “la

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gente tiene muchas dificultades para manejar estos programas. Muchas veces nos sugieren cambiarlos” (entrevista realizada el 20/08/07).

Con respecto a esta situación, Beatriz Ramírez, la ya mencionada fun-cionaria de la Fundación Infocentro, cuenta que “ahorita estamos lo-grando darle salida a este problema. Ahorita más bien estamos […] con el Plan Nacional de Alfabetización Tecnológica (PNAT), que nos ha ayu-dado muchísimo y la gente te dice, bueno, ‘yo no sé’ [usar el software libre], pero yo voy a hacer mi taller PNAT y aprendo y entonces ha ido apropiándose del software libre”. Con respecto a este último, Javier dice que “todo es, más o menos, un desastre. La gente de la misión [Misión Ciencia] cree que con un solo curso ya los chamos están preparados para programar, hacer y enseñar el uso del software libre”. Beatriz Ra-mírez manifiesta que “el PNAT se estaba desarrollando bastante lento y era lógico no rindiera porque había solo un facilitador y bueno ahorita está un poco paralizado”.

Ahora bien, frente a la debilidad que el PNAT ha tenido en la comuni-dad, algunos integrantes de la comunidad, en especial Farabundo, han venido desarrollando algunas dinámicas alternativas para que la gente se apropie del lenguaje técnico. Para este activista comunitario, “mu-chas veces caemos en el jueguito de que como eso [el Infocentro] es pa chamos, dejamos nada más a los chamos a que naveguen en Internet. Entonces muchas veces la gente ya adulta, adulta mayor, ve que esas máquinas, esos aparatos [las computadoras] son simplemente para los chamos y […] vamos cayendo en un analfabetismo tecnológico” (entre-vista realizada el 18/08/07).

Esta preocupación de Farabundo enfatiza y hace hincapié sobre los re-clamos que en su momento ha realizado la señora Lourdes, cuando en una conversación nos comentaba que “muchas veces a nosotros [los adultos mayores] no se nos toma en cuenta para esto de las computa-doras, no nos enseñan”.

Según explica Farabundo, “el PNAT está orientado, primero a gente que sepa leer y escribir y tenga algún conocimiento de computación. La forma

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como desarrollan el taller no toma en cuenta la posibilidad de que hay un gran número de personas que nunca han tocado un computador y no tienen forma de acceder a él. Yo parto de que para usar un computa-dor, en una primera etapa, no es necesario saber leer y escribir, porque a mí lo que me interesa es que la gente sepa qué es un computador, cuáles son sus componentes, que le pierda el miedo al mouse” (entrevista rea-lizada el 18/08/07).

Entonces es posible observar que frente a las dificultades existentes y las carencias que pueda tener la institución, la comunidad va estableciendo rutas alternativas para dar salidas y soluciones a dichas dificultades. Encontramos entonces aquí un tercer nudo de producción, conflictos y negociación de sentidos entre la comunidad y la institución, entre el qué hacer cuando se tiene conectividad y qué hacer cuando no se tiene.

El rol de los facilitadores/as

La visión participativa sobre el funcionamiento de los Infocentros se expresa también en el deber ser y el cómo se deben elegir las personas que integrarán el equipo de trabajo en estos espacios. Para el funciona-miento de los Infocentros es necesaria la presencia de los/as facilitado-res/as que puedan orientar a los/as usuarios/as en el uso de los servicios que este programa ofrece. En los Infocentros construidos en espacios comunitarios, los/as facilitadores/as deben ser seleccionados a través de un proceso asambleario mediante el cual la comunidad postula a los/as posibles facilitadores/as. Posteriormente, el CNTI se encarga de evaluar si éstas/os cumplen o no con los perfiles necesarios para la realización de las labores cotidianas del Infocentro.

Con respecto a este punto, Beatriz Ramírez, la anteriormente menciona-da funcionaria de la Fundación Infocentro, comenta que la construcción de un perfil del facilitador es muy importante, “porque los facilitadores tienen el deber de articular con la comunidad y muchas veces no lo hacen. Es por eso que en algunos Infocentros funcionan como queremos

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y en otros no funciona, porque los facilitadores lo que sirven es de ta-quilleros. La gente llega, les asignan una máquina y si no saben hacer algo él va y te explica, pero hasta ahí llega, en estos casos, la actividad de ellos” (entrevista 12/03/07).

Por su parte, Alba, actual facilitadora del Infocentro, comenta: “Yo entré al Infocentro a través del trabajo comunitario. Cuando comenzamos a hacer ese conjunto de asambleas para el rescate del Infocentro, para darle un mejor trato al Infocentro. Entré más como trabajadora comuni-taria que como facilitadora” (entrevista realizada el 20/08/07).

Celestino López, por su parte, coincide con los representantes de la Fundación sobre la necesidad de que los/as facilitadores/as sean habi-tantes de la comunidad elegidos en asamblea comunitaria. Sin embargo, este líder comunitario profundiza aún más sobre este tema al decir que “no es sólo que el Ministerio defina cuál es el perfil del facilitador, es la comunidad la que tiene que definir cuál es el perfil. Nosotros siem-pre le decimos a las facilitadoras que no se vean como trabajadoras del Infocentro o del Ministerio, ellas son trabajadoras de la comunidad” (entrevista realizada el 04/08/07).

Sobre este punto conversamos con Alba y ella explicó: “La Fundación no es, prácticamente, la que está aquí [en la comunidad]. […] Yo que trabajo ahí, me siento más trabajadora comunitaria que del Infocentro. Ciertamente yo soy facilitadora de allí [del Infocentro], pero vengo de la comunidad. ¡Soy facilitadora de la comunidad y estoy con la comuni-dad!” (entrevista realizada el 20/08/07).

En tanto, Beatriz Ramírez sostiene que se busca que “el facilitador des-empeñe también un trabajo político con las comunidades, un trabajo que genere enlaces con la comunidad, que atienda los reclamos de la gente, que genere actividades e impulse acciones, y en función de eso, creamos los colectivos de intercambio de saberes, que están orientados a la formación y el debate en la misma comunidad y entre los facilitado-res” (entrevista realizada 07/08/07).

Por su parte, María Zamora, directora de la Fundación Infocentros, cuenta que la Fundación busca que “los facilitadores se conviertan en

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tecnólogos populares, dentro del esquema de aprender haciendo”. En este sentido “la comunidad elige al facilitador sobre cierto perfil y en ge-neral lo que hacen es que proponen varios nombres, porque debe tener cierto nivel de uso sobre esa tecnología, de conocimiento” (entrevista realizada el 07/09/07).

Beatriz Ramírez apunta que ciertamente “lo que se busca es que desde el trabajo que desempeña el facilitador, se genere un proceso de formación en el área tecnológica; que ellos puedan salir de ahí con una validación académica, que es un tema muy importante para ellos. Un plan de for-mación que incluya lo social, que incluya lo tecnológico, lo pedagógico, […] algo integral” (entrevista realizada el 07/08/07).

En este sentido, Celestino López nos cuenta, con respecto al tema de los facilitadores, que “hay dos grandes problemas allí. A las compañeras, el Ministerio las ve como sus facilitadoras, como su personal, pero para nosotros son las vecinas de la comunidad. ¡Fíjate la contradicción!” (en-trevista realizada el 04-08-07).

Como se puede observar, tanto en los relatos de la comunidad como en las afirmaciones de los representantes de la institución, con respecto a los facilitadores, existe, en cierta medida, una dialéctica relacionada con el sentido de pertenencia del facilitador, que se le plantea ésta/e en términos de: formando parte de la comunidad y trabajando para ella, respondo a las necesidades y exigencias de la Fundación Infocentros.

Si bien es cierto, como se observa en los relatos de los/as funciona-rios/as, la Fundación busca generar procesos de apertura y articulación con la comunidad, es necesario preguntar, desde la cotidianidad del funcionamiento del Infocentro, quién y cómo se evalúa el trabajo de los facilitadores.

Frente a esta pregunta, Beatriz Ramírez comenta que “nosotros tenemos ahorita unos formatos de evaluación, la responsabilidad en el trabajo comunitario, la puntualidad. Herramientas que tenemos, pero más allá del formato y una evaluación en papel, digamos, cuadrada, más que una evaluación cuantitativa lo que buscamos es realizar una evaluación

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cualitativa que evalúe las potencialidades del facilitador” (entrevista rea-lizada el 07/08/07).

Para Celestino López “lo que pasa es que ellos [la institución] las eva-lúan [a las facilitadoras], las supervisan, tienen todo el control normal que tienen con su personal. Y se lo decía a las compañeras, creo que va a haber problemas con el Ministerio […], porque cuando ellos intenten incorporar su visión y su evaluación, va a haber problemas, porque nosotros tenemos otra evaluación y otra visión porque no nos sentamos juntos. Más seguimiento le hace la comunidad al Infocentro que los supervisores” (entrevista realizada el 04-08-07).

Esta afirmación de Celestino López nos permite establecer un cuarto nudo de producción e intercambios de sentido, relacionado con las vi-siones de los diversos actores sobre el perfil y el rol de las/os facilitado-ras/es. Esto, además, lleva a interrogarnos sobre quién y cómo le hace seguimiento y evaluación al funcionamiento del Infocentro, cuándo y cómo se reúnen, quiénes participan en esas reuniones, a qué hora se reúnen y dónde se reúnen.

El tiempo y el espacio en el Infocentro

Es necesario destacar que en el ámbito comunitario los tiempos y los espacios para reuniones son distintos a los que aparentemente se pre-vén desde las instituciones del Estado, así como a los que caracterizan las prácticas de estas instituciones. Al respecto es posible observar un quinto nudo de producción, conflicto, negociación y mediación de sen-tidos entre los habitantes de la comunidad y los representantes de la Fundación Infocentros.

Como apuntábamos en el primer capítulo de este libro, los “circuitos” a través de los cuales circula la información en la comunidad y las visio-nes que tanto funcionarios como integrantes de la comunidad poseen sobre el espacio y el tiempo en el que las actividades de participación

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deben realizarse, influyen en la amplitud, intensidad y modalidades de la participación.

Este tipo de aspecto no es en absoluto secundario, pues mientras el horario de trabajo de los funcionarios transcurre en “horario de oficina” (usualmente, aproximadamente, entre 8 am y 5 pm), para la comuni-dad, el horario para reunirse y discutir sus problemas debe ajustarse a las dinámicas de cada una de las individualidades y colectivos, y así usualmente las horas para reunirse se plantean a partir de las 6:00 pm, que es cuando los integrantes de la comunidad salen de sus trabajos.

A su vez, el espacio para reunirse también es motivo de conflicto, ya que muchas veces los funcionarios de las instituciones se niegan o no tienen el tiempo suficiente para asistir a la comunidad, por lo cual deciden convocar las reuniones en los espacios de la institución. Esta situación es problemática para la comunidad, ya que para ellos es más sencillo reunirse en sus espacios, ya que es allí donde habitan y es donde se producen las problemáticas que junto con los funcionarios se plantean resolver.

Para Juana, líder e integrante del Grupo Caribes Itagua, “el problema con los funcionarios es que cuando deciden venir a la comunidad, no toman en cuenta que la gente tiene que trabajar, estudiar. No toman en cuenta que acá estamos ocupados. Entonces convocan una asamblea para las dos de la tarde y, claro, no asiste nadie” (entrevista realizada el 10/03/07).

Por su parte, Alba, tocando el tema de la supervisión, nos cuenta que los supervisores de la Fundación “no vienen casi nunca a la comunidad, lo que hacen es llamar por teléfono. Muchas veces nos dicen: ‘Mira, vamos tal día’, entonces montamos la reunión con la comunidad y ese día nos llaman y nos dicen: no, está suspendida la reunión. Entonces nosotros asumimos con la comunidad el compromiso. […] Uno convoca a la co-munidad y ellos asisten, pero se molestan por eso que te cuento. A veces hacemos una convocatoria para decir, por ejemplo, vamos a hacer un taller y por ‘x’ motivo nos llaman del Ministerio. Mira, no vamos a poder

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dar el taller. Entonces el embarque defrauda a la gente y quedamos mal nosotros, porque somos nosotros quienes estamos convocando” (entre-vista realizada el 20/08/07).

Beatriz Ramírez apunta sobre esto que “ése es un problema típico de las instituciones, [sin embargo] yo el viernes pasado [9 de marzo de 2007] asistí a una asamblea en Las Casitas que terminó a las 10:00 pm y la nueva supervisora asistió a una jornada de limpieza que se propuso en la asamblea y que se iba a realizar el sábado siguiente a la misma. Sin embargo, mucha de la gente que se postuló para la jornada no asistió. Yo entiendo que eso pase y a mí eso no me desanima. Eso me hace en-tender que es parte de un proceso y que ahí está el trabajo que tenemos que hacer” (entrevista realizada el 12/03/07).

Frente a este punto, Alba apunta que “es necesario que los supervisores vengan por lo menos una vez al mes, pues si ésta no fuera una comuni-dad organizada, ¿qué fuera de este Infocentro?”

Con respecto al tiempo y el uso del espacio del Infocentro, Celestino Ló-pez apunta que “afortunadamente por el lado del horario del Infocentro y la posibilidad de usarlo a cualquier hora, no hemos tenido problema. Porque ellos [la institución] están claros del nivel de organización de la comunidad y están claros qué es lo que se busca con ese espacio. Ése es un espacio para generar organización, para generar política. Para activar no se tiene horario” (entrevista realizada el 04/08/07).

Entonces, es posible reconocer también aquí el desarrollo de procesos de conflicto y negociación de sentidos, en la medida en que los re-clamos manifestados por los habitantes de la comunidad despliegan la visión que tiene la comunidad alrededor de los tiempos y los espacios para la reunión. Siguiendo a Grimson (2005), esta problemática tiene que ver con la forma como los actores sociales participantes “perciben, significan, construyen y usan el tiempo, el espacio, el medio ambiente, las relaciones humanas, las tecnologías, de los modos más diversos” (Grimson, 2005:57).

En este sentido, tanto para Celestino López como para Alba, en una conversación conjunta que sostuvimos con ellos/as, a pesar de las

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dificultades que se han tenido con la institución, existe, en cierta medi-da, una buena articulación con los representantes de la misma, no tanto por la dinámica de la institución misma, sino por quienes en un mo-mento dado la representan frente a la comunidad. Alba nos dice que en la actualidad “la institución respeta mucho la palabra de la comunidad; para ellos la palabra de la comunidad es palabra santa”.

Es por ello que para Celestino López, “nosotros [la comunidad] sabe-mos que en el caso de sugerencias, críticas, cambios en la gente que está trabajando dentro del Infocentro, si viene de una asamblea sustentada o avalada por la comunidad, es palabra santa para la Fundación. Eso se da, porque la cabeza de la Fundación, María Zamora, está totalmente convencida política y personalmente de que lo que diga la comunidad es palabra santa”.

En este sentido, en la actualidad, tanto institución como comunidad se encuentran desarrollando planes y agendas de trabajo para rescatar y fortalecer las dinámicas del Infocentro, sobre todo en el tema rela-cionado con la participación de los habitantes de la comunidad en el mismo.

Sobre la participación en el Infocentro

En nuestras visitas continuas a la comunidad pudimos observar que durante los últimos meses la participación de habitantes del sector que no están ligados a los procesos organizativos de la comunidad ha dismi-nuido considerablemente dentro del mismo.

Para Beatriz Ramírez, “al principio el Infocentro de La Vega [Las Casitas] era un Infocentro modelo. Yo [Beatriz] nunca conocí el Infocentro de La Vega, porque yo estaba en el Zulia y llegué aquí hace cinco meses, […] y cuando llegué te puedo decir que me acerqué hasta el espacio y vi que, bueno, de repente no era lo que siempre pintan. Eso por dos cosas fundamentales: uno, porque la comunidad un poco se alejó del espacio y también por descuido de parte de la institución. El supervisor no iba

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[y] a los facilitadores tampoco se le daban las herramientas” (entrevista realizada el 12/03/07).

Con respecto al descuido del Infocentro por parte de la institución, para Juana, el centro del problema está en que los supervisores de la Fun-dación “casi nunca vienen a la comunidad” y cuando lo hacen asisten en función de “exigir reportes de avance sobre el Infocentro” (entrevista realizada el 10/03/07).

Por otra parte, para Ramona “la visión del Infocentro entre la comuni-dad y la institución ha chocado. A lo mejor la institución esperaba una cosa y nosotros como comunidad esperamos otra. Entonces, la idea era que se diera como un acuerdo entre la institución y la comunidad y resulta como que no, porque de repente viene un representante de la institución y aquí es una cosa y resulta que cuando tú vas allá es otra cosa, entonces […], es como que un poco de contradicción ahí y que de hecho eso [el Infocentro] está ahí, eso lo pone el Ministerio. Pero enton-ces eso no es del Ministerio, es de la comunidad, porque si no es para la comunidad y si la comunidad no tiene poder ahí, entonces qué hace ese Infocentro ahí, no tiene sentido. Tenemos que tener sentido de propie-dad de todo lo que tengamos aquí” (entrevista realizada 19/08/07).

Sobre este punto, “El Flaco” Jiménez enfatiza sobre la necesidad de construir autonomía alrededor del Infocentro. Para este líder comunita-rio, “uno de los grandes problemas del Infocentro es cómo mantenerlo, porque a la final le terminan pagando a una gente ahí, pero tienen que ver con la institución y no se desarrolla ningún programa. Falta política. La política del Infocentro debe salir de la comunidad y debe manejarse con autonomía” (entrevista realizada el 10/09/07).

En este orden de ideas, para Beatriz Ramírez el supervisor del Infocentro no realizaba bien su trabajo, “el Infocentro estaba superdescuidado y el responsable tenía meses sin ir, contando con que los supervisores, por decirte así, tienen por contrato la obligación de visitar el Infocentro una vez al mes. Ahora eso depende de la dinámica del Infocentro, pero no-sotros en eso tenemos muchas debilidades. El supervisor además debe hacer un seguimiento o darle apoyo a los facilitadores y por lo menos,

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suponte si no puede ir una vez al mes, debe llamar y estar pendiente” (entrevista realizada el 12/03/07).

Como apuntábamos en el primer capítulo, interesa estudiar las diná-micas cotidianas en relación con las “culturas” (visiones de mundo, o racionalidades) de los/as actores involucrados y sus formas de actuar, así como las formas como las instituciones y las comunidades, desde sus heterogeneidades, generan procesos en los cuales ponen en común cursos de acción para resolver dificultades y problemáticas que surgen de la dinámica del encuentro.

En la actualidad, tanto comunidad como institución se han puesto de acuerdo para resolver las principales problemáticas que afectan al In-focentro, sobre todo en lo relacionado con el tema que nos ocupa, la participación. Con respecto a esto, Javier Jiménez nos cuenta que “aho-ra estamos convocando unas asambleas para resolver estas cosas [los problemas de conexión, el problema de los facilitadores, etcétera]. Ya hicimos una hace tres semanas y vinieron como treinta personas. En la asamblea informamos a la gente sobre los procesos del Infocentro, pero también conversamos sobre el tema de los facilitadores. Hubo mucha gente que vino con el currículo en mano para ver si podía trabajar […] Hicimos también una segunda asamblea el fin de semana pasado, pero vino menos gente, como diez personas. Estamos tratando de retomar las dinámicas de las asambleas (entrevista realizada el 09-03-07).

Por su parte, para Beatriz Ramírez, Javier Jiménez ha sido un gran aliado y también nos cuenta que: “Ahorita estamos en un plan de rescate, por-que ese Infocentro ha decaído bastante en participación. Javier nos está colaborando para eso [el rescate del Infocentro] y yo particularmente invité a Javier para que participara con nosotros en el programa e inclu-so yo me salté ese requisito de realizar una asamblea para postular a los facilitadores y le dije [a Javier] vente, ayúdame, porque La Vega es un espacio comunitario importante […] las dinámicas que hay ahí arriba [en Las Casitas] son muy valiosas, yo respeto mucho eso […] porque es un espacio comunitario en donde tú ves que la gente hace cosas y se organiza” (entrevista realizada el 12/03/07).

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Interculturalidad y comunicación intercultural

Para Ramona “de un tiempo para acá el Infocentro estuvo cerrado o con poca participación y la gente de otros sectores que venía para acá se han quejado. Eso también pasó porque nosotros nos habíamos alejado un poco del Infocentro. Ahorita nosotros hemos tratado de retomar el Infocentro otra vez, y bueno, ahí vamos. Hemos hecho asambleas para contarle a la comunidad lo que estaba pasando, y a cuenta de asamblea en asamblea hemos podido rescatar el Infocentro. En eso estamos bas-tante gente. Está Celestino López del periódico, está Farabundo, que es hermano de Josefina Valera, y también está en el periódico y estudiante de Medicina de aquí del sector. Está una muchacha que se llama Mili, que vive en el sector, también es estudiante de Medicina, está Josefina. Ahí un gentío, gente de las diferentes terrazas que ha puesto su granito de arena, o sea, la comunidad en pleno. En pleno te digo porque ha participado gente de todas las terrazas y entonces ha habido fuerza”.

Ahora bien, este proceso asambleario que se ha venido desarrollando en la comunidad con miras a rescatar el Infocentro e incentivar la partici-pación de los habitantes de la zona dentro de éste, ha generado también una serie de debates y discusiones entre los líderes y activistas de la comunidad. Sobre este punto Beatriz Ramírez nos comenta que “en el afan de rescatar eso [el Infocentro] le dije a Javier vente, me ayudas, te invito a participar cono nosotros en el programa. Eso, fíjate, generó un ruido allí en la comunidad, sobre todo con un líder comunitario de allí [Celestino López], cuyo trabajo es respetable. Él se sintió dentro de todo ofendido por el cuento y llamó a una asamblea y la gente reclamó pues, ¿por qué se hizo eso?, ¿por qué se seleccionó a Javier de esa manera? y todo el cuento. [Esto] fue una cosa que fue bastante valiosa para mí, […porque] eso te dice, bueno, la gente puede estar apática pero tú llamas y responde” (entrevista realizada el 12/03/07).

Sobre este punto Javier Jiménez relata que “en esta última asamblea tuve algunos problemas, porque yo voy a asumir uno de los puestos de facilitador. Eso trajo un rumor dentro de la comunidad, porque como yo trabajo en la radio, le pedí a Jhon [otro integrante del colectivo de la Radio Comunitaria] que nos compartiéramos el tiempo para que yo

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pudiera estar medio día en el Infocentro y medio día en la radio. Enton-ces la gente interpretó mal la cosa y están pensando que yo voy a cobrar y le voy a pagar a Jhon para que trabaje por mí en el Infocentro”.

A su vez, Celestino López cuenta que “el problema no es con Javier, el compañero reúne el perfil para ser facilitador. Nosotros somos del mis-mo colectivo e históricamente nos une la lucha común de aquí de Las Casitas. Pero es como digo yo, así pongan a mi mamá, porque el proble-ma no es la persona. Si la persona es la apta, ¡buenísimo! El problema es que nosotros aquí hablamos del Poder Local, nosotros hablamos de la asamblea comunitaria. Entonces lo mínimo que podemos hacer no-sotros es que cualquier decisión que se vaya a tomar tenemos que con-vocar a la gente, porque es parte de nuestros principios. En el momento en que se da esa situación, es algo que se cocina en el Ministerio, porque yo le hecho la culpa al Ministerio. Las postulaciones tienen que ser en asambleas” (entrevista realizada el 04/08/07).

Para Beatriz Ramírez, “la asamblea estuvo muy buena y [la gente] sabía que yo era parte de la institución. Uno llega ahí con todo el miedo del mundo, porque tú sabes que la gente tiene la razón y uno tiene que ir y bajar la cabeza y reconocer los errores. Me exigieron cosas, les aclaré cosas y les hablé cosas. Yo traté de explicar porque me apoyo en Javier, pero también traté de no hablar mucho de la cosa porque se iba a ver como una defensa. Cuando yo llegué acá el contacto que me dieron de La Vega fue Javier y yo recuerdo que Javier varias veces llamó ‘armando un peo’, porque el Infocentro no lo visitaba nadie, porque estaba aban-donado, por la conectividad. Y cuando lo conocí me di cuenta que el chamo estaba metido y a mí me parece muy valioso su trabajo y eso fue lo que yo traté de explicar. Y bueno en la asamblea pusimos el cargo de Javier a la orden y que la gente legitimara si Javier se quedaba o se iba y bueno la gente legitimó a Javier, que ahora está en período de prueba por tres meses. La gente dijo si en esos tres meses Javier no funciona, se va” (entrevista realizada el 12/03/07).

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Interculturalidad y comunicación intercultural

El plan de rescate del Infocentro

Como comentábamos en párrafos anteriores, parte de los habitantes, líderes y activistas de la comunidad se encuentran, junto con represen-tantes de la Fundación Infocentros, avocados al rescate de este último. Además de generar procesos que incentiven la participación en cuanto al uso del Infocentro, la dinámica del plan de rescate viene desarro-llando aquello que “El Flaco” Jiménez, Celestino López y Farabundo indicaron en sus relatos. Esta dinámica no es más que el desarrollo de la dimensión política del Infocentro.

Sobre este punto Beatriz Ramírez relata que: “Ahorita, como te dije, es-tamos en un plan de rescate. Entonces el cuento es que ahorita estamos tratando de hacer asambleas permanentes, organizar video foros en ese espacio y tratar de retomar ese espacio, como un espacio de creación para las diversas organizaciones. Por ejemplo, la gente del periódico El Mío que funciona allá arriba, […] los de la Radio, la gente de Barrio Adentro de ahí del Módulo y la gente de la Escuela. Javier tiene monta-do ahí un plan y la idea es generar más dinámicas con la comunidad y hacer seguimiento más cercano, pues, ya ahí un supervisor nuevo y yo sé que sí va responder y va a ir al Infocentro, va a estar pendiente. Y yo creo que no es que la institución es el papá y dice que ¡ah! si no estoy yo el Infocentro no funciona, no es eso, yo creo que es un aprender mutuo y que en algún momento la institución va a tener que desapare-cer y eso se ha planteado” (entrevista realizada el 12/03/07).

En los últimos meses de nuestro trabajo de campo (finales de 2007 e inicios de 2008) fue posible observar el desarrollo de nuevas articula-ciones entre la institución y la comunidad. Por ejemplo, durante esos meses se realizaron una serie de asambleas para discutir y reflexionar sobre las problemáticas del Infocentro y sus posibles soluciones, usos y proyectos a desarrollar en el mismo. Otro tanto cabe decir de algu-nos talleres que ya se han realizado, como “el Taller de Comunicación

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Popular”,21 así como de que se discutan aspectos previos para otros que se piensan realizar.

Este taller se realizó del 30 de junio al 1O de julio de 2007 y contó con la participación de un grupo de facilitadores y facilitadoras de Infocentros de Distrito Capital, Celestino López, del periódico El Mío, y miembros de la Radio Comunitaria, entre ellos, Javier. Durante el taller se reflexio-nó alrededor de la comunicación comunitaria y sus procesos, tratando de vincular a los mismos con los ámbitos de trabajo de los Infocentros, de forma tal que unos y otros se pudieran fortalecer mutuamente.Tanto para Javier como para Celestino López, este taller forma parte de los esfuerzos cotidianos que cada uno de los participantes realiza para con-cretar el desarrollo del Plan Integral Comunitario.

Por su parte, la señora Eduvigis apunta que “sobre el Infocentro me han contado que ahora está funcionado bien y que la gente que está ahorita ahí trabajando son chéveres, son de la misma comunidad, que es lo que me agrada porque no son personas de otro lado”.

En cuanto a estos procesos de rescate y reactivación del Infocentro, Ra-mona cree “que la comunidad en pleno debe estar pendiente del In-focentro, todo el mundo debe tener su espacio dentro del Infocentro. Tienen derecho a hacer sus tareas ahí, sean de las misiones que sea, de las escuelas que sean, sean del sector que sean, porque ése es el único Infocentro que queda en la parte alta de La Vega. Entonces yo creo que toda la parte alta de La Vega tiene derecho y debe tener propiedad hacia el Infocentro”.

Por su parte, Fernando Corrado opina que “la gente ha tenido mucho interés. Como dice el dicho, nada comienza bien. Empieza a funcionar bien a través de que la gente se va organizando y se van estableciendo normas para el buen funcionamiento [del Infocentro]. Yo creo que ya

21 Para más detalles sobre este taller, ver: http://www.infocentros.gov.ve/viewusuario/detalle-Noticia.php?id=3139 .

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Interculturalidad y comunicación intercultural

llegó el momento en que ellos están funcionando a cabalidad, pues, con pequeñitos errores, pero ahí van empujando”.

Si el relato de Fernando Corrado describe en pocas palabras el desa-rrollo de un proceso iniciado en el año 1997 en la comunidad de Las Casitas de La Vega, las acciones colectivas que se generaron alrededor del Infocentro dan cuenta de las prácticas y formas como las visiones de mundo se encuentran no sólo para el conflicto. Tal como se expone en el capítulo 1, las visiones de mundo también se encuentran para crear acción, para producir nuevos sentidos, para construir un común colec-tivo y para significar y resignificar los espacios de la participación social y sus herramientas.

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Capítulo 5. Aprendizajes que se desprenden de la investigación realizada

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La investigación realizada estuvo orientada por la propuesta teórica y de método expuesta en el primer capítulo. Con base en esa perspectiva, que podemos describir sintéticamente como de análisis intercultural y de comunicación intercultural, hemos estudiado aspectos de producción y negociación de sentido que resultan significativos en las experiencias de participación social en la gestión de servicios de agua e informáticos en el sector B de Las Casitas de La Vega. De esto es posible derivar algunos aprendizajes que se exponen en este capítulo; otros, más de proceso, han sido compartidos durante la investigación de campo con aquellos miembros de la comunidad y/o de las agencias gubernamentales invo-lucradas en la prestación de estos servicios que han colaborado con esta investigación.

Tal como se adelantó en el primer capítulo, la investigación estuvo espe-cialmente orientada a mostrar algunos encuentros, desencuentros y ne-gociaciones entre los diversos actores participantes en estas experiencias que si bien se expresan en términos de diferencias en sus interpretacio-nes de los asuntos concretos que les vinculan, responden a diferencias en sus respectivas “culturas” (“racionalidades”, o “visiones de mundo”) institucionales, profesionales, locales, de grupo social y/o de orienta-ción ideológica, según los casos. Nuestra perspectiva teórica basada

Capítulo 5

Aprendizajes que se desprendende la investigación realizada

Daniel Mato, Alejandro Maldonado Fermín

y Enrique Rey Torres

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Interculturalidad y comunicación intercultural

en investigaciones anteriores propias y de otros autores nos llevaba a suponer desde el inicio algo que luego se nos hizo palmariamente evi-dente en la investigación de campo: lo que solemos llamar “culturas” o “visiones de mundo” no son formulaciones meramente discursivas, sino que involucran memorias, sensibilidades, sentimientos, valores, identi-ficaciones, prejuicios, usos y valoraciones del tiempo y del espacio, y otros aspectos aparentemente “intangibles”, que suelen resultar suma-mente significativos en las relaciones entre los actores sociales y, por tanto, también en las experiencias de producción y negociación de sen-tido que son parte y condición de esas relaciones. En conexión con este asunto de aparentes “intangibilidades”, viene al caso señalar que, como se argumentó en el primer capítulo y se puso en práctica en los dos estudios de campo, investigar sobre la participación demanda incluir en el análisis no sólo a quienes participan, sino también a quienes no lo hacen, tratar de entender por qué no lo hacen, o por qué lo hacen de maneras que tal vez no sean percibidas como “participativas” por otros actores, como en efecto hemos procurado hacer en esta investigación.

Así, entonces, como sosteníamos en el primer capítulo, en esta inves-tigación nos propusimos identificar quiénes participan y quiénes no lo hacen (o lo hacen de maneras que no son vistas como “participación” por otros actores), qué obstaculiza la participación de algunos y qué facilita la de otros, para luego examinar en qué participan y cómo lo hacen. En este marco nos interesaba especialmente observar a escala micro los procesos de producción, circulación, apropiación y/o trans-formaciones, de formulaciones de sentido que ocurren en las relaciones entre los actores sociales involucrados. Al respecto, nuestra orientación teórica nos llevó apartir de que las instituciones y grupos sociales no son homogéneos, que hay diferencias a su interior, que a través de esas diferencias es que se construye sentido y eventualmente se logran con-sensos, o bien surgen conflictos de difícil solución. Desde este punto de vista, no había porqué presuponer que “la comunidad” del sector B de Las Casitas de La Vega habría de constituir un todo homogéneo, y en tal sentido “un único actor”. Al contrario, había que estar atentos a diferencias que pudieran resultar significativas. De manera análoga, no

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Capítulo 5. Aprendizajes que se desprenden de la investigación realizada

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había por qué suponer a priori que todos los funcionarios al servicio de Hidrocapital o de la Fundación Infocentros habrían de ser “portadores” neutrales de una cierta y misma “cultura institucional”, puesto que tam-bién existen “culturas profesionales”, e incluso posiciones axiológicas e ideológicas particulares dentro de éstas.

Esas y otras orientaciones derivadas de las propuestas teóricas y de método expuestas en el primer capítulo guiaron nuestra investigación, cuyos resultados prácticos se exponen con detalle en los dos capítulos precedentes. Esos dos capítulos son ricos en datos producto de la inves-tigación que no es posible sintetizar acá. Esta investigación no permite grandes generalizaciones. No obstante, una de ellas sería que, como era una de nuestras hipótesis de partida, las diferencias en las interpretacio-nes que diversos actores hacen de experiencias compartidas, así como las diferentes maneras de accionar en respuesta a ellas, están asociadas a “diferencias culturales” (de “racionalidades”, o “visión de mundo”) entre estos actores sociales. Otra generalización de amplio alcance que esta investigación permite formular es que en experiencias de partici-pación social, el conocimiento que se tenga de esas diferencias cultu-rales y su importancia, así como el manejo que se haga de las mismas, pueden hacer que esas diferencias operen, según los casos, como fuente de “problemas” o como fuente de “recursos” para construir respuestas provechosas.

Más allá de estas generalizaciones, que retomaremos brevemente al cie-rre de este capítulo, no parece posible formular otras de tan amplio al-cance. No obstante, parece provechoso comentar algunos aprendizajes más particulares realizados en esta investigación que sirven tanto para enriquecer esas generalizaciones amplias como para matizarlas. A conti-nuación comentaremos brevemente sobre algunos de esos aprendizajes más particulares que permitió esta investigación.

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Interculturalidad y comunicación intercultural

Algunos aprendizajes del estudio del caso

de la Mesa Técnica de Agua

El estudio del caso de la Mesa Técnica de Agua (MTA) presentado en el capítulo 3 permitió identificar la existencia de varios actores significati-vos, como los promotores comunitarios de Hidrocapital, los ingenieros e inspectores de Hidrocapital, los líderes del sector “B” de Las Casitas de La Vega (grupo que coincide con el homónimo señalado para el caso del Infocentro) y las vecinas y vecinos que participan poco en el tema del agua (grupo que coincide en parte significativa con su análogo del caso del Infocentro).

Resulta interesante ver cómo al interior de la empresa estatal Hidrocapi-tal cobran significación algunas diferencias entre las –digamos– culturas profesionales de, por un lado, los ingenieros e inspectores, y por el otro, los promotores comunitarios de esa misma empresa. Así, tenemos que para los ingenieros e inspectores lo técnico opera como una suerte de principio organizador del mundo, por tanto, las soluciones deben to-marse en los niveles que manejan los recursos y los conocimientos téc-nicos, no en las comunidades. Este grupo suele considerar que las ins-tituciones no deben crear expectativas que después no puedan cubrir, que las comunidades han aprendido lo esencial para “defenderse” ante las instituciones y que las MTA y los Consejos Comunitarios de Agua (CCA) han servido para “acercar” la dimensión técnica a las comunida-des. Este grupo suele tener conflictos con los líderes del sector, quienes tienen una visión eminentemente política y reivindicativa alrededor del problema del agua. Mientras tanto, los promotores comunitarios de Hi-drocapital suelen partir de la necesidad de incentivar la participación colectiva como base para solucionar los problemas de las comunidades. En su opinión, las instituciones deben estar del lado de las comunida-des, para apoyarlas y guiarlas; en particular piensan que Hidrocapital debe continuar incentivando la participación mediante la potenciación de las MTA en cada sector y los CCA en cada parroquia. Este grupo profesional que trabaja en Hidrocapital suele plantear que la falta de

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Capítulo 5. Aprendizajes que se desprenden de la investigación realizada

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participación se debe a la poca capacidad de respuesta de las institucio-nes, pero también a que la gente se conforma cuando su problema se ha solucionado, aunque sea parcialmente. Sostiene que la gente de las comunidades debe involucrarse más activamente en las dinámicas de las MTA y los CCA como forma de presión a Hidrocapital, además de promover que representantes de otras instituciones participen para que apoyen la búsqueda de las soluciones. En su opinión, las MTA han ser-vido para recuperar la memoria y la historia de las comunidades y como herramienta para la formulación de políticas públicas. Dada esta visión de las cosas, este grupo suele tener conflictos con los ingenieros, porque mientras los promotores tienen una visión más política del problema del agua, los ingenieros suelen ver el problema como principalmente técnico, no político. Por otra parte, las relaciones entre el grupo de pro-motores comunitarios y los líderes del sector suelen estar marcadas por una diferencia que, según los casos, da lugar a formas de colaboración o de conflicto, porque mientras los promotores suelen tener visiones de conjunto, más abarcadoras y con capacidad de jerarquizar, los líderes del sector suelen tener una visión muy “localista” y, por tanto, pretenden siempre presionar para que les resuelvan los problemas de inmediato.

Por otro lado, tenemos que para los líderes del sector “B” de Las Casi-tas de La Vega lo comunitario está por encima de lo individual, que la comunidad siempre tiene la razón, que la no solución de los proble-mas se debe a la falta de “presión” de parte de las comunidades hacia las instituciones, que las instituciones son burocráticas y que la par-ticipación es una cuestión política. Para este grupo, el problema del agua es un problema de toda la comunidad y no de un grupo. Conside-ran que la gente debería tener más conciencia sobre el uso del recurso para garantizar que todos gocen del servicio de forma más equitativa. Como piensan que la participación es clave para presionar a Hidroca-pital, sostienen que es necesario que las vecinas y los vecinos hagan un esfuerzo por participar. Para este grupo, la MTA ha sido un espacio para la negociación y para lograr algunos avances sin tener que llegar a la confrontación, como típicamente lo hacían en años anteriores. Este grupo suele quejarse de la falta de iniciativa propia de otros sectores de

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Interculturalidad y comunicación intercultural

la comunidad para tratar de solventar los problemas de suministro de agua. En tanto, esos otros sectores suelen ver el problema en sus propios términos; en primer lugar, suelen enfocarlo en términos de “primero mi familia” y además sienten un cierto desprecio hacia la política. Por estas razones suelen mostrar poco interés por las luchas colectivas para solucionar los problemas de la comunidad, así como, en general, una cierta apatía hacia la participación en asuntos comunitarios. Dada su localización en el sector, algunos de ellos confrontan menores proble-mas de suministro de agua, por lo que suelen pensar que deben parti-cipar quienes tienen mayores problemas. Otros participan a su modo, cuidando el agua como recurso, evitando muy cuidadosamente botes, pérdidas y usos prescindibles. Algunos de ellos sostienen que la apatía se debe a la falta de liderazgo fuerte y de “dirigismo”, así como a la falta de formas de comunicación efectiva al interior de la comunidad. Algu-nos de ellos han participado más en las luchas por el agua en el pasado, pero como ha habido mejoras en el ciclo de suministro, actualmente se conforman con el ciclo que tienen. Algunos de ellos sostienen que la Mesa Técnica de Agua les parece inoperante, que es puro reunirse y hablar sin resolver nada.

La investigación de campo sobre comunicación intercultural en la ex-periencia de participación en la Mesa Técnica de Agua permitió des-prender diversos aprendizajes de interés, algunos han sido simplemente una confirmación de algunas de nuestras hipótesis de trabajo y pueden expresarse muy brevemente. Otros, aunque en línea con esas hipóte-sis, han contribuido a enriquecer nuestra mirada con nuevos matices. Por ejemplo, las constantes referencias de parte de los dirigentes de la comunidad a las luchas del pasado para lograr mejores servicios de agua básicamente tienden a confirmar lo ya observado en otras inves-tigaciones respecto del papel de la memoria de luchas como elemento constitutivo de identificaciones y representaciones de identidad. Estos tipos de memoria también resultan importantes en las experiencias de autoorganización para formas de participación no institucionalizadas; en este caso hacen parte de los saberes acumulados de la comunidad. En este sentido, el estudio provee un nuevo ejemplo al respecto, pero

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Capítulo 5. Aprendizajes que se desprenden de la investigación realizada

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no agrega matices de importancia a lo que podemos afirmar ya se sabe sobre el tema. Algo semejante puede decirse respecto de las disparida-des entre el sentido atribuido por unos y otros actores a experiencias concretas, en este caso las MTA, y/o bien los cambios en las atribuciones de sentido que pueden observarse a lo largo del tiempo. En este caso, el estudio no nos lleva a ninguna conclusión novedosa, ni amplía dema-siado nuestra perspectiva. Aunque, como ya se expresó en el capítulo 3, permite confirmar que existen algunas diferencias en cuanto al sentido que las MTA y el CCA tienen o han tenido para las y los habitantes del sector. De alguna manera, de acuerdo con lo comentado por algunas y algunos informantes, estos espacios han perdido su sentido original y se han vuelto más una especie de lugar para quejarse y nada más. Por otra parte, hay quienes manifiestan que no son lugares efectivos para resolver los problemas.

En cambio, si bien no era absolutamente inesperable, sí resultó relativa-mente novedoso recoger el testimonio de una ingeniera que manifestó que “Cuando a uno le contratan un proyecto de éstos es netamente téc-nico. Integrar la parte social es algo nuevo para todos nosotros. Lo está tratando de hacer no solamente Hidrocapital a través de estas reuniones que hace con la comunidad, sino otros organismos del Estado también. Creo que esto hace más viables todos los proyectos. Para nosotros es bien interesante el aporte que da la comunidad. La comunidad nos ha dado información, es su preocupación, y hemos detectado problemas porque la comunidad nos los dice” (ingeniera Manuela Zerpa, de una cooperativa contratada por Hidrocapital, entrevistada por Alejandro Maldonado Fermín, 29.08.2007). De manera análoga, aunque no sea inesperable, resulta de interés enterarse a través de un promotor comu-nitario de Hidrocapital que, como se expuso en el capítulo 3, la MTA entre otras cosas facilitó a las comunidades la posibilidad de apropiarse de algunos términos técnicos y algunos conocimientos básicos de la in-geniería y de la hidráulica, así como convertirse en fuente importante de aprendizajes y posibilidad de intercambios con los ingenieros y técnicos de Hidrocapital. Ambas facetas permitieron otorgarles otros sentidos a las prácticas que en la MTA o el CCA se desarrollaban. Este punto de

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vista resulta de algún modo confirmado por la opinión de uno de los dirigentes más destacados de la comunidad (“El Flaco” Jiménez), quien expresó que el uso de cierto lenguaje, bien sea técnico y/o académico, es un asunto fundamental, pues no manejarlo puede convertirse en una barrera entre las partes. Para él, el lenguaje debe ser sencillo para que to-dos los miembros de la comunidad puedan comprender lo que se dice o, en su defecto, que se les enseñe de qué manera hablar (ver capítulo 3).

Por otra parte, si bien la investigación no arrojó resultados novedo-sos respecto del tema de los usos y manejos del tiempo, consideramos importante destacar que sí proporcionó algunos matices interesantes, sobre todo en lo que respecta a los usos y manejo del tiempo por parte de la empresa gubernamental y sectores de la comunidad y en particular las reflexiones que esto ocasionó al interior de la empresa hidrológica. En este sentido, viene al caso considerar las palabras del primer pro-motor comunitario de La Vega, quien sostuvo “al principio de la ex-periencia de las MTA en Hidrocapital hubo fricciones respecto del uso del tiempo. Eran problemas como ‘me vas a pagar horas extra’” (Miguel López, entrevistado por Alejandro Maldonado Fermín, 04.05.2007, ver capítulo 3). En conexión con esto conviene considerar in extenso la re-flexión sobre el tema que ofreció uno de los inspectores de Hidrocapi-tal, quien sostuvo: “Los sábados se lo tienen que respetar a cualquier trabajador de cualquier parte del mundo… [pero] uno como buen tra-bajador va los sábados a trabajar por los problemas que existen en las comunidades, pero a mí no me pagan ese sábado. Voy a trabajar de gratis para que me regañen de gratis. Yo voy para beneficiar, no porque me beneficia a mí… A lo mejor ese sábado yo pudiera ir a una reunión que beneficie a mi sector, pero como lo tengo ocupado no puedo ir… Aunque ya uno lo asumió como parte de su trabajo, aunque no me lo paguen. Pero la gente debe tener un poquito más de cordura para tratar a las personas que vamos para allá [al CCA o a una reunión de MTA] a trabajar” (Raúl Bustamante, entrevistado por Alejandro Maldonado Fer-mín, 07.05.2007, ver capítulo 3). En conjunción con lo anterior, debe considerarse lo expresado por una promotora comunitaria de Hidroca-pital, quien sostuvo: “Cuando nosotros comenzamos aquí no teníamos

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horario. Para nosotros está establecido que no hay horario de salida. Hay que atender a la comunidad en el momento en que ella nos lo soli-cite. También esto fue un impacto dentro de la empresa, bueno porque están acostumbrados a un entrar y salir a las 8 de la mañana y a las 5 de la tarde. Sin embargo sí se involucraron los técnicos en los espacios sábados, domingos, de lunes a viernes (Andreína Ruiz, entrevistada por Alejandro Maldonado Fermín, 18.06.2007, ver capítulo 3).

Como puede observarse, la atención a las comunidades, particularmente cuando se practica desde –cuanto menos– una intención de participa-ción, ocasiona importantes impactos al interior de la agencia o empresa que presta el servicio. Esto no necesariamente implica que la empresa o agencia haga las cosas de manera tal que satisfaga a las comunidades, puesto que en este sentido, a juzgar por los resultados de las indagacio-nes realizadas durante el estudio de campo, estos esfuerzos del personal de la empresa hidrológica parecen no haber sido suficientes para las vecinas y los vecinos del sector “B” de Las Casitas (ver capítulo 3).

Otro asunto respecto del cual si bien este estudio de campo no arrojó conclusiones inesperables, no obstante permitió ampliar las referencias que teníamos sobre el tema, es el de los problemas que suelen confron-tar las experiencias en las cuales organismos o empresas del Estado con-vocan a la participación. Como se expuso en el primer capítulo, la expe-riencia latinoamericana en la materia (es muy probable que también la mundial, pero nuestro conocimiento por experiencia propia y lecturas sobre el tema se limita a una docena de países latinoamericanos), el uso demasiado frecuente del vocablo “participación” por parte de agencias gubernamentales de diversos países en la propuesta de políticas y pro-gramas, así como las frustraciones con éstos que repetidamente han ex-perimentado ciertos sectores sociales (particularmente grupos sociales urbanos de bajos ingresos, con escaso acceso a servicios públicos o, en todo caso, de calidad aceptable), parecen ser una causa importante de la desconfianza que estos sectores suelen expresar respecto a cualquier propuesta de participación. Como también sosteníamos en el primer capítulo, esto va más allá de países y períodos gubernamentales en

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particular; hace a las relaciones entre organismos públicos y ciudada-nos, entre Estado y ciudadanos. En este sentido, mencionábamos que una de las conclusiones de una evaluación de programas de control de malaria y mal de Chagas conducida a comienzos de la década de los no-venta en ocho países latinoamericanos llevó a la conclusión de que si los organismos públicos no aprendían ellos mismos a participar y a cum-plir, podía ocurrir que la gente llegara a concluir que su participación en programas gubernamentales no tenía ningún sentido (Winch et al., 1992:349). Como adelantábamos en ese primer capítulo, esta investiga-ción lamentablemente tiende a reafirmar ese problema, tal como puede observarse de manera explícita en algunas de las entrevistas transcritas en el capítulo 3 sobre la experiencia de la comunidad con Hidrocapital y de manera menos explícita y tal vez en menor medida en las entre-vistas al respecto descritas en el capítulo 4 sobre la experiencia con el CNTI y la Fundación Infocentro.

Esto fue expresado de manera bastante clara en una serie de intervencio-nes de vecinas y vecinos de la comunidad en la reunión de la MTA del 03.03.2006. Allí, Celestino expresó: “La falta de participación tiene una causa en la ausencia de respuestas por parte de las instituciones… nos sentimos burlados, engañados por Hidrocapital por todos estos años de peloteo, de no hablarnos claro”. A lo que otra dirigente, la señora Lourdes agregó: “Ocho años escuchando las propuestas y nada que nos mejoran el servicio. Ahora vienen con el cuento de que todo se lo encar-gan a los Consejos Comunales… hasta las carnicerías quieren dárselas a los Consejos Comunales. Y yo me pregunto: ¿y las instituciones? […] El problema con las instituciones es que todo lo que hacen pa’ los pobres lo hacen mal… ¿De qué sirven las instituciones? La gente que participa no lo hace más porque le trancan las cosas en las instituciones. A la gen-te no le interesan los problemas. Mientras que otro vecino sostuvo: “No-sotros como comunidad ya le perdimos credibilidad a las instituciones”. Y nuevamente Celestino comentó: “La falta de participación tiene una causa en la ausencia de respuestas por parte de las instituciones… nos sentimos burlados, engañados por Hidrocapital por todos estos años de peloteo, de no hablarnos claro” (intervenciones en la reunión de la

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MTA del 03.03.2006, registradas por Alejandro Maldonado Fermín, ver capítulo 3).

Desde luego, existen otras interpretaciones de asunto. Así, el ingeniero Guevara, para entonces presidente de la Operadora “4”, ofreció una re-flexión ya citada in extenso en el capítulo 3, pero que parece conveniente reiterar acá:

El problema que yo veo en esto es que siempre se crean unas expectativas hacia la gente y esas expectativas generalmente rebasan la capacidad de respuesta. ¿Cuál es el interés de la gente? Que les resuelvan sus problemas […].–A mí [haciendo el papel de un miembro de la comunidad] no me importa el problema que tú tengas, a mí no me importa el problema de materiales que tú tengas, a mí no me importa el problema de equipamiento, lo importante para mí es que tú me resuelvas mi peo. Dentro de la magnitud de las cosas que tú manejas, le toca a la institución, a la gente que resuelve los problemas, decidir priorizar qué resuelve. Y al priorizar tú vas dejando fuera un conjunto de co-sas… Por supuesto, en lo que tú vas dejando creas un gran malestar. Entonces, cuando la gente va a una reunión y plantea un problema… dentro de 15 días o un mes va otra vez a la reunión y él se para y vuelve a plantear el proble-ma… llega un momento en el que él se arrecha y dice: ‘¡Coño, vale, tú lo que eres es un farsante, un payaso’. Porque lamentablemente quien asiste siempre a la reunión es él, eres tú, es el de [la Coordinación] Comunitaria que tengan asignado a esa zona o el inspector [de Hidrocapital] que tengan asignado… Pero lamentablemente la magnitud de las decisiones para poder atender algún problema en algún momento escapa de las manos de ellos. ¿Por qué? Porque no manejan recursos, no manejan decisiones de inversión [de recursos]. Entonces vamos arrastrando siempre una serie de problemas que no resolvemos. En fin, creas muchas expectativas y no las aclaras. El otro problema es que aquí no hay instituciones [hace alusión a las alcaldías, o las juntas parroquiales, por ejemplo] que asuman su responsabilidad y nosotros como institución [se refiere a Hidrocapital] no hacemos que ellas las asuman. La responsabilidad de los servicios públicos en una ciudad recae en las alcaldías (entrevista reali-zada el 10.05.2007).

En otras palabras, el ingeniero Guevara nos recuerda que la participa-ción no es simplemente un asunto de buenas voluntades, que hay otros tipos de factores en juego, de expectativas, desde luego, pero también de capacidad de tomar decisiones de quienes participan en las reunio-nes con las comunidades, es decir, se plantean también problemas de

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poder. Pero, bien vistas las cosas, este tipo de problemas no sólo se plantea al interior de los organismos y empresas del Estado, sino tam-bién al interior de las comunidades. Así, como ya se sostenía en el capí-tulo 3, además de las razones de tipo más “macro”, es necesario indicar que muchas personas han dejado de participar por conflictos internos con algunos de los líderes de la comunidad. Esto obedece, por una parte, a ciertas molestias en torno al manejo de las reuniones y la infor-mación, así como, por otra parte, a la conducción de los destinos de la comunidad por parte de esos líderes, derivando en un cuadro de apatía y desmovilización. Estas cosas también suceden, como también sucede que existen actitudes individualistas y de aprovechar las ventajas de las luchas y esfuerzos ajenos.

Algunos aprendizajes del estudio del caso del Infocentro

El estudio del caso del Infocentro presentado en el capítulo 4 también nos llevó a identificar la existencia de diversos actores. Por un lado, fue posible observar la participación de un grupo que en este caso y escala de análisis aparece como único al que podríamos denominar “funciona-rios y directivos de la Fundación Infocentros” (probablemente investi-gaciones sobre otros casos y/o a otras escalas de análisis podrían llevar a diferenciar), otro constituido por “los facilitadores del Infocentro”, otro constituido por “los líderes de la comunidad”, y otro constituido por otros sectores de la comunidad que registran poca participación en los debates sobre el tema, así como relativamente escaso uso del Infocentro.

Debe destacarse que el de “los facilitadores” es un grupo muy particular. Sucede que en parte está constituido por lo que podríamos caracterizar como el grupo de jóvenes de la comunidad más activos en lo que res-pecta a este tema, pero que una vez nombrados facilitadores perciben un honorario y deben rendir cuentas al organismo público del caso. Se-gún la normativa prevista, los facilitadores son personas de la comunidad

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que a propuesta de ésta son nombradas como tales por el CNTI, quien les asigna una remuneración. Esto crea una situación un tanto ambigua y contradictoria que ha sido expresada de manera bastante clara por uno de los dirigentes de la comunidad: “Hay dos grandes problemas allí. A las compañeras, el Ministerio las ve como sus facilitadoras, como su personal, pero para nosotros son las vecinas de la comunidad. ¡Fíjate la contradicción!” […] “lo que pasa es que ellos [la institución] las eva-lúan [a las facilitadoras], las supervisan, tienen todo el control normal que tienen con su personal. Y se lo decía a las compañeras, creo que va a haber problemas con el Ministerio […], porque cuando ellos intenten incorporar su visión y su evaluación, va a haber problemas, porque nosotros tenemos otra evaluación y otra visión porque no nos sentamos juntos. Más seguimiento le hace la comunidad al Infocentro que los supervisores” (Celestino López, entrevistado por Enrique Rey Torres, 04-08-07, ver capítulo 4). Más importante aún es que los facilitadores entrevistados se han expresado en esos mismos términos respecto de sus sentimientos de pertenencia.

El caso es que según el discurso genérico de los funcionarios y directi-vos de la Fundación Infocentros, el Infocentro debería ser tomado por las comunidades que están a su alrededor, para quienes sería un espacio y una herramienta para la organización comunitaria. En línea con lo an-terior, estos funcionarios y directivos suelen afirmar que las decisiones deberían tomarse de forma colectiva con la comunidad y los funciona-rios deberían respetar la palabra de ésta, así como que los supervisores del Infocentro deberían ir constantemente a la comunidad para evaluar en colectivo el funcionamiento del Infocentro. En el marco de este dis-curso de amplio alcance, los funcionarios entrevistados al referirse al Infocentro de Las Casitas de La Vega en general, consideraron que en su momento había sido un Infocentro modelo, pero con el abandono de la institución y con la falta de participación de la gente de la comunidad, la dinámica del funcionamiento del mismo decayó. En su opinión, la poca participación de la gente de la comunidad se debe a que la insti-tución aún no ha podido resolver los problemas frecuentes que afectan al Infocentro.

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El caso es que esta interpretación de los hechos y el discurso en que se enmarca es objeto de diferencias e incluso conflicto con algunos de los otros actores involucrados. Así tenemos que mientras los facilitadores del Infocentro expresan un sentido de pertenencia hacia la comunidad, los funcionarios de la Fundación los ven como su personal y, como tal, se les exige su pertenencia a la institución. Por otro lado, tenemos que los líderes de la comunidad en lo que hace a este tema sos-tienen que mientras que la comunidad demanda más autonomía a la hora de tomar decisiones y de definir la política del Infocentro, para los funcionarios y directivos de la Fundación existe una buena relación de articulación y de trabajo colectivo con la comunidad.

Mientras tanto tenemos que las entrevistas realizadas permiten afirmar que los facilitadores del Infocentro de Las Casitas de La Vega se ven a sí mismos como trabajadores comunitarios más que como representantes de la institución frente a la comunidad. Suelen afirmar que vienen de la comunidad, que son facilitadores de la comunidad y que están con la comunidad. Consistentemente con lo anterior, suelen enfatizar que las decisiones se toman colectivamente y que la institución debe respetar la palabra de la comunidad. En este marco suelen apreciar que los super-visores de la institución casi no visitan la comunidad y cuando lo hacen es para exigir reportes.

Los supervisores a veces plantean reuniones y talleres con la comunidad y algunas veces no cumplen. Esto hace que decaiga la participación de la gente de la comunidad en el Infocentro. Este pequeño grupo suele tener una relación fácil con los líderes del sector, basada en su sentido de pertenencia y en que construyen articulación y trabajo conjunto con ellos. En tanto su relación con las vecinas y los vecinos que participan poco en este tema suelen tener una relación menos fluida, aparente-mente, aunque se les invita a las reuniones y asambleas, éstos no asisten, excepto para reclamar problemas de funcionamiento que se presentan.

Por otra parte, tenemos que los líderes del sector “B” de Las Casitas de La Vega ven al Infocentro como un proyecto e idea que nace del movimiento popular con la intención de que la gente de la comunidad

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maneje la tecnología, especialmente con fines de organización y acción. Sostienen que la institución no puede seguir decidiendo a solas e im-poniéndose sobre la comunidad y que las decisiones deben tomarse colectivamente, respetando siempre la palabra de la comunidad. Según ellos, la política del Infocentro debe salir de la comunidad y manejarse con autonomía; el Infocentro es de la comunidad, la comunidad debe apropiarse y tener capacidad de decisión en él.

Este sector suele tener problemas con los “funcionarios y directivos de la Fundación Infocentros” porque éstos, si bien sostienen una retórica de valoración por la supremacía de la palabra y decisiones de la comu-nidad, en la práctica, frecuentemente, impondrían sus decisiones. En tanto, el mencionado liderazgo suele experimentar una cierta brecha comunicacional con otros sectores y habitantes de la comunidad, me-nos vinculados con los procesos de organización y acción reivindicativa. En apreciación de estos dirigentes comunitarios, ellos mismos no han logrado que la gente comprenda la importancia del Internet. Se les in-vita a las reuniones y no asisten. Se quejan de que un grupo monopo-liza el espacio del Infocentro, pero no se preocupan por participar. En cambio, este otro sector de vecinas y vecinos que poco participan suelen sostener que no saben muy bien de qué se trata el Infocentro, saben que es una sala con computadoras y que eso traería algunos beneficios para la comunidad, pero no saben muy bien qué es lo que se hace ahí. Algunos sostienen que se les hace difícil participar debido a sus horarios de trabajo, otros piensan que el Infocentro es un espacio sólo para los niños, para que hagan sus tareas y se recreen. Otros piensan que hay otros problemas más importantes que el Infocentro y finalmente otros se encuentran con la traba de que no saben usar un computador.

En este marco de interpretaciones, percepciones mutuas y relaciones resulta interesante comentar brevemente acerca de un tema en el que resultó evidente el conflicto entre visiones y propuestas. Se trata de la construcción de uno o más edificios para las instalaciones de algunos servicios públicos. Cuando este tema se planteó, actores de la comuni-dad propusieron la construcción de un único edificio que incluyera el

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módulo de Salud, el Mercal y el Infocentro. Pero esta propuesta no fue aceptada por los organismos gubernamentales, los cuales arguyeron que debido a que cada uno de los proyectos estaba a cargo de un organismo del Estado en particular, cada uno debía tener su propio edificio. Las ra-zones presentadas no fueron “técnicas”, sino administrativas, y sectores de la comunidad sintieron que su voz no fue escuchada.

Al respecto, actores de la comunidad expresaron, entre otras cosas, opi-niones del tipo de las siguientes: “Cuando se concibe un proyecto exter-no a la comunidad siempre tratan de traerlo ya listo, ya preparado. Ésa es un poco la visión de la institución. […] Nosotros siempre teníamos algo que decir, pero el problema era que ellos ya tenían cosas que hacer, tenían una definición de lo que querían y como ya tenía una definición de los que ellos querían difícilmente aceptaban lo que nosotros decía-mos. Nosotros estuvimos proponiendo que se hiciera un paquete para todo eso. ¡Tú te imaginas un edificio múltiple allí! El problema no es que las cosas se centralicen, pero como te traen el paquete, el diseño, las cosas como van a ir, […] entonces nos restaron el espacio. Y no es un problema urbanístico, como lo decía el capitán que estaba construyendo el Mercal: ‘Ah ustedes lo que les interesa es el Mercal, que si lo ponemos aquí o lo ponemos allá, eso no es lo importante, lo importante es que ustedes tengan el Mercal’. Él no estaba viendo que esto es una comuni-dad, un barrio y que aquí hay una armonía urbanística que la gente está cuidando, […] que no le tape la visibilidad, que se puedan mantener ciertos espacios libres” (Celestino López, entrevistado por Enrique Rey Torres, 04/08/07, ver capítulo 4). Y a propósito del mismo asunto: “La ingeniero me decía que: ‘Nosotros no podemos hacer una discusión de eso [el diseño del Infocentro] porque, acuérdate que nosotros somos los que estamos construyendo y para algo estudiamos, sabemos porqué lo estamos haciendo así’. Y yo le dije, ya va, explícame porque por lo menos yo entiendo algo de construcción. Lo que pasa es que mucha gente se le olvida […].que ellos son los ingenieros y arquitectos, pero los obreros somos nosotros” (Arnaldo, entrevistado por Enrique Rey Torres, 18/08/07, ver capítulo 4).

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En cambio, los significados y usos de Internet fueron un ámbito en el que fue posible apreciar no sólo diferencias entre la agencia guberna-mental del caso y “la comunidad”, sino también al interior de esta últi-ma. Para un grupo de jóvenes de la comunidad que venían trabajando en comunicación alternativa, Internet es una necesidad fundamental para la lucha de la comunidad. Como vimos en el capítulo 4, ya en 1997, tres años antes que el Gobierno impulsara los Infocentros, este grupo elaboró un proyecto ambicioso y pionero que integraba Internet, radio y televisión. Para ellos Internet es una herramienta con la que se puede organizar, luchar, trabajar para el bien colectivo, y por eso se trata de que la comunidad se apropie de esta herramienta. Sin embargo, para la mayoría de las y los habitantes de la comunidad que no hicieron parte de la elaboración del proyecto, o no sabían de la existencia del mismo, el uso de las TIC y en particular de la Internet no se visualizaba aún como una herramienta que pudiera contribuir al desarrollo y forta-lecimiento de la organización comunitaria en sus distintos ámbitos. Por ejemplo, para las estudiantes de la Misión Ribas entrevistadas para esta investigación, antes de la instalación del Infocentro, Internet y el uso de un computador eran experiencias que veían “lejos en sus vidas”, y fue con la instalación del Infocentro cuando comenzaron a relacionar el uso de las computadoras y la Internet con procesos que contribuyen al fortalecimiento de la formación tanto individual como colectiva.

Mientras tanto, en lo que hace al Estado, resulta interesante notar que el Proyecto de los Infocentros es del año 2000 y responde a una iniciativa del Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT) y el Centro Nacional de Tecnologías de Información (CNTI). En contraste con la visión del pe-queño grupo de jóvenes de Las Casitas de La Vega y de otros congéneres suyos en otros ámbitos del país, en un sus inicios, el Proyecto de Info-centros sólo tenía como objetivo la construcción y la apertura de espa-cios que ofrecieran servicios gratuitos de acceso a Internet y similares a los que se ofrecen en los lugares conocidos como cibercafés o centros de navegación. Fue recién en el año 2004 que el CNTI se replanteó el sen-tido de este programa y lanzó el proyecto de ‘gerencia de red social del conocimiento’, según el cual se busca que los Infocentros sean espacios

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de encuentro comunitario. En vista de este desfase, un importante di-rigente de la comunidad expresaba que reivindicaba que la comunidad no era “paracaidista” en este tema, sino que formaba “parte de los crea-dores de ese programa. Nosotros fuimos los que metimos en el FUS ese proyecto. Lo que pasa es que después aparece la institución como que si ese proyecto fuera de ellos y esa ‘vaina’ no es así. Ese tipo de cosas aquí está acostumbrado. Ciertos profesionales irrespetan a la gente y los pro-yectos de la gente los hacen suyos para tener prebendas particulares y la comunidad queda relegada a un segundo plano” (“El Flaco” Jiménez, entrevistado por Enrique Rey Torres, 10/09/07, ver capítulo 4). En estas palabras podemos ver no sólo el debate respecto del Infocentro, sino la reaparición del tema del conflicto entre “comunidad” y “organismos pú-blicos”, basado en numerosas situaciones en las cuales la comunidad no se sintió debidamente atendida por los organismos públicos, en lo que, como hemos visto, el caso de los servicios de agua ha sido un tema des-tacado, asunto en el cual el dirigente en cuestión también jugó un papel importante. Pero el caso es que, como ya referíamos en el capítulo 4, estas inquietudes fueron recogidas, en cierta medida, y posteriormente expresadas por la entonces Ministra de Ciencia y Tecnología cuando de manera pública sostuvo que “el papel de los Infocentros, […] no es que se conviertan exclusivamente en salas de navegación, sino en lugares de encuentro y fortalecimiento humano y comunitario” (“Inaugurado In-focentro en el Parque Caribes de Itagua, sector Las Casitas de La Vega”. Noticia disponible en: http://www.infocentros.gov.ve/viewusuario/de-talleNoticia.php?id=2628&cc=0), así como por el entonces Presidente del CNTI, a quienes reconocía la capacidad de los habitantes del sector de ampliar el sentido inicial del Infocentro. En este sentido, la breve referencia a esta situación ilustra acerca de cómo, incluso, cuando se presenten conflictos de visiones y acciones es posible que uno de los actores acabe adoptando la visión y propuestas del otro.

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Para concluir

Como se expuso en el primer capítulo, la investigación realizada en el sector “B” de Las Casitas de La Vega estuvo orientada por un doble inte-rés. Interesaba no sólo analizar la importancia y sentido de las “diferen-cias culturales” (de “racionalidades” o “visión de mundo”) entre actores sociales en experiencias de comunicación intercultural, como un caso particular que permitiera realizar una contribución a las elaboraciones teóricas en este campo, sino también comprender cómo éstas pueden resultar tanto una fuente de “problemas” como una fuente de “recursos” para construir respuestas a esos problemas y expresar esto de maneras que pudieran resultar potencialmente útiles a los actores involucrados, es decir, ensayar una forma de investigación aplicada.

Algunos aprendizajes respecto de ambos asuntos han sido expuestos en párrafos y capítulos anteriores, otros fueron compartidos de maneras más o menos espontáneas, durante el proceso con los mismos actores con los que se trabajó en esta investigación. No todas estas transferen-cias han sido de “datos”; algunas han sido precisamente de preguntas que nos parecía que podían resultar potencialmente provechosas para los actores, en el sentido de que podrían resultar útiles al participar en experiencias del tipo de las aquí estudiadas. Algunas de estas pregun-tas las hemos adelantado de manera explícita hacia el final del primer capítulo, en tanto otras se han ido presentando en los relatos de las ob-servaciones de campo presentados en los capítulos 3 y 4. No obstante, más allá de esto, como muchos investigadores lo saben por experiencia propia, no todos los resultados y aprendizajes de una investigación son comunicables en el marco de una publicación académica. El formato de estos tipos de publicaciones y otras exigencias propias del marco insti-tucional académico no siempre facilitan que los actores sociales, sobre cuyas prácticas y experiencias sociales se investiga, tengan acceso y/o incluso interés en los datos generados sobre ellos mismos. Como ya lo afirmáramos anteriormente, éstos son temas de reflexión que considera-mos de importancia y valor para los investigadores, que hemos tratado

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en publicaciones anteriores (Mato, 2002, 2008a) y que el desarrollo de esta investigación nos permitió volver a confirmar.

En todo caso, de manera general podemos afirmar que la investigación sobre comunicación intercultural en experiencias de participación so-cial en la gestión de servicios de agua e informáticos en la comunidad del sector “B” de Las Casitas de La Vega provee algunos ejemplos valio-sos acerca de cómo y por qué las diferencias culturales (o de “visiones de mundo”, o “racionalidades”) resultan importantes en experiencias de participación social en la gestión de servicios públicos. Lo estudia-do, en líneas generales, permite concluir que la escasa sensibilidad y/o información para percibir la existencia e importancia de esos tipos de diferencias frecuentemente es causa de obstáculos y fuente de conflic-tos. Lo observado también permite apreciar que el reconocimiento de las diferencias puede trocar obstáculos y conflictos en recursos prove-chosos. Lograr tal cosa demanda otros esfuerzos no sólo en el manejo de la comunicación intercultural, sino también el de la calidad “objetiva” de la gestión pública. No obstante, parece posible afirmar que generar conocimiento sobre este tipo de asuntos es como mínimo condición ne-cesaria para lograr mejorar las formas de colaboración intercultural en el análisis y comprensión de los problemas y diseño y puesta en práctica de posibles soluciones.

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